La creatividad lingüística a través de la poesía de

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PERSONA Y SOCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado
217
Vol. XX / Nº 2 / 2006 / 217-242
La creatividad lingüística a través de la poesía
de Patricio Manns
Natalia Castillo*
RESUMEN
El presente artículo revisa los conceptos de creatividad lingüística y lenguaje literario y afirma que la creatividad de los textos literarios no puede medirse a partir de un mero estudio
estructural del nivel histórico, sino que debe considerar el aspecto individual. El hecho de
que en los textos se vuelven funcionales o significativos hechos lingüísticos aparentemente
no pertinentes en el nivel de la lengua, se demuestra a través del análisis de tres poemas del
cantautor chileno Patricio Manns.
Palabras clave
Creatividad
lenguaje poético
lenguaje literario
sentido
texto
1. Introducción
El presente trabajo pretende constituir un acercamiento al problema de la creatividad
lingüística en la literatura y, de modo más específico, en la poesía.
Para ello, definimos, en primer término, qué entendemos por creatividad y por lenguaje poético. En ambos casos se trata de conceptos sobre los que existe una amplia discusión en la que diversos autores defienden sus puntos de vista particulares. En segunda
instancia, planteamos la necesidad de enfocar la creatividad en el lenguaje literario a través
del estudio de textos, no de unidades aisladas. Dado que estimamos que la creatividad
semántica se expresa por medio del sentido textual, consideramos que su estudio cabal
debe hacerse desde la lingüística del sentido (Cfr. Coseriu s/f ).
*
Doctora (c) en Filosofía y Letras con mención en Filología Hispánica Universidad de Valladolid; magíster
en Lexicografía Hispánica Real Academia Española, Madrid; académica Pontificia Universidad Católica de
Chile. E-mail: [email protected]
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Aunque las manifestaciones de la creatividad se refieren a todos los componentes
del lenguaje, en este estudio nos remitiremos fundamentalmente a la morfología y la
sintaxis, abordando el análisis de textos desde el punto de vista de la gramática funcionalista, pero, con una perspectiva supraoracional y que trasciende el nivel histórico para
alcanzar, también, el individual.
Respecto de las concepciones de creatividad y lenguaje poético, hemos seguido fundamentalmente a Coseriu, según el cual:
1. La creatividad es inherente al lenguaje (Cfr. Coseriu 1985a).
2. El lenguaje literario coincide con el lenguaje a secas, por cuanto es el más
rico funcionalmente (Cfr. Coseriu 1985b).
De acuerdo con estos postulados, observamos la poesía de Patricio Manns con la hipótesis de que al interior de dichos textos existen hechos pertinentes comunicativamente
por su valor distintivo, que no serían funcionales en el lenguaje común.
2. Fundamento teórico
2.1. ¿Qué es la creatividad lingüística?
Enfrentados a la misión de definir este concepto, nos encontramos con algunos escollos,
ya que los autores que han tratado el tema manifiestan posiciones diversas.
Algunos, como Desrosiers (1978) consideran creativo aquello que se desvía del lenguaje corriente. Nosotros creemos, en cambio, que no es posible medir la creatividad
lingüística basándose en criterios desviacionistas, dado que el proceso de expresión y
comunicación es en sí mismo un proceso creador (cfr. Majó 1988:631). Concordamos
con la autora, en cambio, en la imposibilidad de estudiar la creatividad verbal dejando
de lado el aspecto individual del lenguaje.
Pensamos, con Coseriu (1985a), que todo texto es creativo en cuanto constituye el
producto único e irrepetible de la actividad lingüística de un individuo particular.
Recordemos que, para Coseriu, existen cinco universales esenciales del lenguaje, estrechamente interrelacionados: alteridad (todo hablar implica hablar con otro), semanticidad
(todo hablar significa), creatividad (todo hablar supone crear algo nuevo, inédito), materialidad (la semanticidad necesita un medio material para transmitirse de un hablanteoyente a otro) e historicidad (la comunicación requiere un modo de hablar compartido,
es decir, el hablar está inmerso en una comunidad lingüística determinada e implica un
modo tradicional).
La creatividad es inherente al lenguaje en cuanto actividad realizada por individuos
particulares. Empero, la intercomunicación en el plano histórico está supeditada a la
necesaria alteridad.
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Resulta importante precisar que el concepto lingüístico de creatividad no concuerda
con la forma común de entender dicho término, donde este suele emplearse con un
sentido de novedoso, infrecuente, fuera de lo normal.
La creatividad es, en consecuencia, la capacidad psíquica inherente a todo ser humano, que nos permite entender —como señala Chomsky— un número infinito de
enunciados que nunca hemos escuchado con anterioridad, y producir oraciones completamente inéditas, usando para ello, elementos finitos (cfr. Latorre 1986). Así, la creatividad, como cualidad inherente al lenguaje, se comprueba en la existencia de lo que
Martinet denomina la doble articulación, manifestada en un primer nivel en monemas
o signos lingüísticos y, en un segundo nivel, en los fonemas que constituyen esos signos
(cfr. Oyanedel 1993). El concepto de la doble articulación del lenguaje, sugerido por
Saussure, Troubetzkoy y Jakobson, se refiere al hecho de que los enunciados de una
lengua se articulan en unidades más pequeñas. Esto posibilita la satisfacción de la omnipotencia semiótica, propiedad que distingue al lenguaje de todos los demás sistemas
semiológicos, y responde al principio de economía lingüística (cfr. Oyanedel 1993:31).
Discordamos con Desrosiers cuando afirma que: “Sin duda, la trasposición de una
realidad de un nivel de existencia física o mental a un nivel de existencia simbólica, supone una potencia creativa. Se trata, no obstante, de una creatividad mínima, la que es
inherente a toda sintaxis generativa de enunciados vivos” (1978:19).
No consideramos mínima la creatividad propia de todo discurso. Siendo el lenguaje
una entidad semiótica, toda actividad lingüísticamente creadora estará centrada, tanto a
nivel mediato como inmediato, en la consecución de fines semiológicos. No opinamos
que lo creativo deba estar representado, necesariamente, por exóticas construcciones
morfológicas o sintácticas que pretendan significar un mundo de ficción. Cualquier
enunciado estará dotado de creatividad en cuanto se cargue de significaciones nuevas al
interior de cada texto específico.
Si bien la creatividad se manifiesta esencialmente en lo que Coseriu (1986) llama
técnica libre del discurso, creemos que puede expresarse también en el discurso repetido1
cuando el hablante-oyente asigna a formas ya habladas significaciones nuevas o cuando
rescata la significación original de estructuras ya anquilosadas en el uso corriente.
En consecuencia, postulamos que una misma expresión puede ser enormemente
creativa en un contexto determinado y poco creativa en otro dependiendo de sus potencialidades semiológicas.
1
“La ‘técnica del discurso’ abarca las unidades léxicas y gramaticales (lexemas, categoremas, morfemas), y las
reglas para su modificación y combinación en la oración, es decir, las ‘palabras’ y los instrumentos y procedimientos léxicos y gramaticales. El ‘discurso repetido’ abarca todo lo que tradicionalmente está fijado como
‘expresión’, ‘giro’, ‘modismo’, ‘frase’ y ‘locución’ y cuyos elementos constitutivos no son reemplazables o recombinables según las reglas actuales de la lengua” (Coseriu 1986:113).
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Ahora, bien, ¿de qué dependen estas potencialidades? Hace ya treinta años, Levin señalaba que “en la poesía forma y contenido se funden en una unidad superior” (1974:21).
Conforme a esta afirmación, pensamos que la creatividad semántica del discurso
literario se refiere directamente al sentido2 que el autor confiere a su obra. Retomando
la distinción saussureana entre signifié y signifiant para el signo lingüístico, Coseriu (s/f )
plantea que también en el signo textual es posible distinguir entre signifié y signifiant :
significado y designación constituyen juntos el signifiant, mientras el sentido es el signifié.
Considérese el siguiente esquema, donde E1 corresponde a la expresión del signo
lingüístico y C1, a su contenido. Ambos componentes del signo, en el nivel del texto,
conforman una nueva expresión (E2), cuyo contenido (C2) es el sentido textual.
Nivel
del texto
Signo
lingüístico
E2
E1
significado idiomático
(primer proceso semiótico)
C1
C2
sentido textual
(segundo proceso semiótico)
Discrepamos de autores como Vallejo, para quien “Todo un léxico, toda una morfología, toda una sintaxis, toda una retórica apartan al lenguaje literario del habla” (1983:
18). Concordamos, en cambio, con van Dijk, según el cual “un discurso literario respeta,
en principio, todas las reglas normales (textual-) gramaticales que operan con otros tipos
de discurso. Aun en los casos en que parece haber desviaciones, las desviaciones son las
que pueden ocurrir en otras formas del discurso también, especialmente en el discurso
hablado” (1993:119).
El poeta emplea palabras comunes y las relaciona mediante procedimientos gramaticales ordinarios. La diferencia radica en que dota a su mensaje de un sentido que no se
identifica con el significado idiomático, sino que lo supera ampliamente y va más allá de
este, como bien lo muestra Latorre
2
Usamos el término sentido en la acepción de Coseriu (s/f ).
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Al pedir al común de los mortales que demos un sinónimo de Valparaíso,
apenas sí podemos aportar “el vecino puerto” [...]. Para Neruda, en cambio,
lo menos que se puede decir es “la montañosa cabeza capital del gran océano” (“El fugitivo”, Canto General ). Aquí vemos la composición poética como
creatividad lingüística superior: ninguna de las palabras en esa frase es en sí
novedosa, desusada o rebuscada [...]. Y no obstante, el poeta ha recurrido a
una serie de procedimientos lingüísticos tan corrientes como las palabras que
ha hilado: un sustantivo compuesto (cabeza capital ), premodificado por un
adjetivo (montañosa) y postmodificado por una frase preposicional (del gran
océano); es decir, los mismos que nos darían frases harto más prosaicas como la
gran actuación del equipo chileno o el grave problema del endeudamiento externo.
(1986:26)
Si bien diversos autores entregan listados de figuras y procedimientos morfosintácticos y semánticos que conciben como creativos, concordamos esta vez con Desrosiers
en que “ninguna figura tomada aisladamente puede considerarse como un elemento
del sistema, es decir, una condición a la vez necesaria y suficiente para la creatividad”
(1978: 126).
La creatividad es una condición inherente al lenguaje, que surge para significar de
manera plena y novedosa un mundo extralingüístico en perpetuo cambio. Sus raíces
psicológicas y sociales son externas al lenguaje, pero se manifiestan en él.
En este trabajo, nos ocuparemos sólo de las manifestaciones lingüísticas de la creatividad, centrándonos en los aspectos morfológicos y sintácticos, y considerando que la
expresión, en todas sus combinaciones, no es más que un vehículo material cargado de
semanticidad.
2.2. El lenguaje poético
El problema de la creatividad está en estrecha relación con los desacuerdos existentes en
torno del llamado lenguaje poético.
Diversos y destacados autores se han referido a las relaciones entre lenguaje y poesía.
Roman Jakobson (1960), por ejemplo, amplía el modelo del organon de Bühler (1934)3
y desarrolla un esquema de las funciones del lenguaje que incluye seis factores, a cada
uno de los cuales corresponde una función: emisor (emotiva), receptor (conativa), referente (referencial), canal (fática), código (metalingüística) y mensaje (poética) (cfr.
Coseriu s/f:94).
3
Basado en el modelo platónico expuesto en El Cratilo.
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De acuerdo con este planteamiento, la función poética sería una de las tantas funciones que podría cumplir el lenguaje. Más aún, para la escuela de Praga, el lenguaje poético
(o literario) no es más que una desviación del lenguaje cotidiano.
Este punto de vista ha encontrado numerosos seguidores. Vallejo, por ejemplo, considera que “Poesía o prosa, el lenguaje literario existe por oposición al habla” (1983:17).
Consecuentemente, quien se apreste a abordar un estudio científico del lenguaje
literario estaría centrándose en una suerte de exotismo, en una sublengua marginal, en
una degeneración de la lengua corriente. Dicha investigación no tendría entonces más
que un valor anecdótico e intrascendente, cuyos alcances no bastarían para constituirla
en un análisis científico aportador.
Sin embargo, Coseriu (1985b) viene a rebatir tal creencia con su tesis sobre la identidad (no ya mera relación) entre lenguaje y poesía. Desde una perspectiva filosófica, el
lenguaje absoluto equivale a la poesía por cuanto ambos son anteriores a toda distinción
lógica (verdadero/falso, existencia/inexistencia, etc.) y corresponden a la aprehensión
intuitiva del ser.
En términos aristotélicos, el lenguaje como logos semantikós absoluto, coincidiría
con el logos poiétikos (lenguaje literario), dado que es en este donde se genera la plena
significación lingüística, la multivocidad significativa. El logos poiétikos, por otro lado,
puede abarcar al logos apophántikos (lenguaje científico) y al logos pragmátikos (lenguaje
cotidiano). Así, el lenguaje literario no constituye una desviación del cotidiano, o un
uso lingüístico entre otros, sino que se identifica con el lenguaje a secas, por cuanto es el
único que permite la realización de todas sus potencialidades (cfr. Coseriu 1985b).
El lenguaje corriente y más aún el científico, resultan ser, a la sazón, desviaciones
respecto del lenguaje absoluto, dado que se originan a partir de una reducción funcional
del lenguaje propiamente dicho, identificado con el poético. De aquí se deduce una
realidad de trascendental importancia para nuestro estudio: “Los textos literarios deben
valer como modelos para la lingüística del texto, puesto que representan, precisamente,
el tipo de textos funcionalmente más rico y porque en los restantes tipos de textos hay
que especificar las ‘automatizaciones’ (‘desactualizaciones’) que intervienen en cada caso”
(Coseriu 1985b:204).
2.3. Necesidad de una gramática textual
En relación con el análisis gramatical de textos literarios, Lázaro Carreter sostiene que
una gramática adecuada para la poesía tiene que trascender los límites de la
oración, fijados por la tradición estructuralista [...] y por el propio Chomsky
como propios de la lingüística. Porque los fenómenos poéticos formales pueden darse dentro de aquella unidad, pero normalmente se prolongan a lo largo
de varias unidades e, incluso, de un texto entero. (1974:13-14)
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Van Dijk va más allá. Extiende el requerimiento de Lázaro Carreter a todo tipo de
textos —no sólo a los poéticos— y postula que “las gramáticas [...] deben dar cuenta
de la estructura lingüística de emisiones completas, es decir, también de las emisiones de
secuencias de oraciones” (1993:18).
De este modo, concuerda con muchos otros lingüistas que han manifestado su preocupación por determinados fenómenos relacionados con las lenguas históricas, de los
cuales la gramática tradicional no ha podido dar cuenta ya que transgreden los límites
de la frase.
Si hemos de estudiar los textos poéticos en cuanto globalidad, trascendiendo los límites de la gramática frástica tradicional, surge la duda respecto de qué escuela seguir para
abordar nuestro análisis. Según van Dijk (1993), una gramática textual puede formularse en términos de cualquier modelo gramatical, siempre y cuando su objeto de estudio
sean los textos. Nos basaremos, entonces, en el enfoque funcionalista, que implica una
concepción de lenguaje y un método de análisis que privilegia la función y que se propone describir las características de cada lengua particular de manera realista.
Es necesario aclarar que la gramática funcionalista propiamente tal se detiene en la
oración y estudia el contenido en el nivel histórico, es decir, se preocupa del significado
idiomático. No obstante, al aplicarla a textos —y más aún al tratarse de textos poéticos—
resulta esencial extender su objeto al nivel individual del lenguaje y, por ende, al sentido.
Una de las principales tendencias del funcionalismo está marcada por la Escuela de
París, basada en los postulados de André Martinet. Esta escuela se funda sobre los postulados de Saussure, Bühler (funciones del lenguaje y principio de pertinencia), Troubetzkoy
(funciones del fonema), los fonólogos del Círculo de Praga, Jespersen (concepto de nexus
y funciones de las palabras) y Hjelmslev (rechazo de la sustancia fónica y semántica a
favor de las relaciones) (cfr. Oyanedel 1993).
Para el funcionalismo, las propiedades fundamentales de las lenguas se manifiestan
en virtud de ciertos principios. Se considera, básicamente, que la función esencial de
la lengua es comunicar (cfr. Martinet 1970). Por consiguiente, la estructura obedece a
principios funcionales que aseguran la comunicación.
Resulta fundamental, entonces, el principio de pertinencia comunicativa, ya que el
distinguir entre hechos funcionales (que inciden en la comunicación) y no funcionales
permite captar el funcionamiento y el cambio de la lengua. Sólo es pertinente lo que
asegura la comunicación. Este principio hace realista (se basa en la efectividad del acto
lingüístico) y objetivo (patrocina una sumisión a los hechos) al funcionalismo. De este
modo, “El lingüista deberá distinguir, en la realidad física observable, aquello que ha
sido escogido por el hablante —en general inconscientemente— para decir lo que quiere
decir, respecto de lo que está allí por diversas otras circunstancias. Sólo serán pertinentes
para él los hechos que contribuyan a asegurar la comunicación” (Oyanedel 1993:30).
Consideramos que los principios de esta escuela gramatical permiten un estudio ordenado del tema que nos preocupa en el presente estudio —la creatividad lingüística
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en la poesía—, por cuanto su aplicación permite la comprobación o el rechazo de los
postulados de Coseriu (1986b), según los cuales el lenguaje literario, al propiciar la desautomatización lingüística, promueve el aumento de hechos funcionales.
Dado el carácter vocal del lenguaje humano, toda lengua se manifiesta en enunciados
lineales que representan la llamada cadena hablada. Dichos enunciados se desarrollan en
el tiempo, por lo que el hablante-oyente los percibe como una sucesión. En esta sucesión, los lexemas pueden admitir morfemas que indican su función en el enunciado, lo
que les permite ubicarse en posiciones diferentes al interior del discurso, sin afectar el
sentido del texto (cfr. Martinet 1970). Por lo mismo, la ubicación de los monemas en el
sintagma es pertinente en algunos casos y no en otros. La determinación de su pertinencia comunicativa estará a cargo de la sintaxis.
3. Análisis de textos
Patricio Manns desautomatiza el lenguaje cotidiano y lo colma de sentido mediante
diversos procedimientos léxico-semánticos, morfológicos y sintácticos. Transforma en
funcionales hechos no funcionales en el lenguaje común. Sin embargo, esta transformación sólo es válida al interior del nuevo universo creado, es decir, dentro del contexto que
proporciona el mundo textual.
Para ejemplificar algunas de las principales manifestaciones de la creatividad lingüística en la obra poética de Patricio Manns, hemos seleccionado un corpus representativo
compuesto por tres textos:
1. “El equipaje del destierro”
2. “Cantiga de la memoria rota”
3. “Cuando me acuerdo de mi país”
3.1. El equipaje del destierro
Tú me preguntas cómo fue el acoso aquel que obtuve,
metes la lengua en mi cabeza, en mi pesar, en mi algo.
Y bien, te dejo suponer que abandoné mi pueblo,
que huí, rompiendo el crudo umbral como un puma aterrado.
Pero yo te aseguro que no me han quitado nada,
puesto que de esa tierra no me podrán apartar.
Pues cómo van a robar mi volcán y su volcana,
desviar de mi alma el embocar del río con su ría,
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hacharme en el paisaje el árbol con su arboladura,
matarme a plena sien el rudo piojo con su pioja,
quemar con un fósforo usual mi libro y su librea
juntarse el yatagán con mi dolor y su dolora,
hacer aguar en temporal mi bote con su bota,
batir en retirada mi conjuro y su conjura,
vibrar la cuerda de mi solfeo con su solfear.
Tú me preguntas cómo fue el acoso aquel que obtuve,
pones el ojo a ojear en la estación de mi memoria.
Y bien, concedo que al final ganaron la batalla,
que falta conocer el resultado de la guerra.
Pero confieso que yo no extravié un grano de polen
puesto que de esa tierra no me podrán apartar.
Pues cómo van a extenuar mi caso con su caza,
adelgazar mi saco vecinal con su saqueo,
uncir mi canto universal de grillo a su grillete,
vaciar de contenido mi araucano y su araucaria,
cavar con fúnebre placer mi tumbo con su tumba,
frenar la turbulencia de mi gesta con su gesto,
el choque de mis esperantes con su espera dura.
El equipaje del destierro es mi maleta de humo.
Pero sabemos que sin el fuego, humo no habrá.
Al interior de este texto, bullen diversos fenómenos dignos de análisis. Por ejemplo,
en la oración Tú me preguntas cómo fue el acoso aquel que obtuve, el empleo del pronombre tú no identificado con un referente explícito, conlleva una elipsis intencional.
También la posición del adjetivo demostrativo aquel después del sustantivo acoso es un
hecho funcional. El orden de los monemas destaca aquel acoso conocido por el oyente.
Sin embargo, la clave para interpretar todo el texto está dada por la siguiente oración:
Pero yo te aseguro que no me han quitado nada,/ puesto que de esa tierra no me podrán
apartar.
Si bien el oyente pudiera creer que el poeta ha escapado de la persecución y ha aceptado el exilio, la presencia de lo masculino y lo femenino sugiere, tras un doble proceso
semiótico, la alianza indestructible entre el hablante y el país del cual ha sido desterrado.
Dicha unión permanece indisoluble frente a las distintas agresiones efectuadas por un
agente semántico que se esconde bajo la forma gramatical de un sujeto indeterminado
(no me han quitado nada [...]). Consecuentemente, consideramos que en este poema
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lo esencial radica en el problema del género. Otro punto importante está dado por el
sincretismo, cuyas manifestaciones fundamentales en el texto se encuentran a nivel de
actualizadores posesivos y preposiciones.
Para Levin (1974), la estructura fundamental del lenguaje poético —entendiendo
por tal el lenguaje de la poesía como género literario—, es el emparejamiento o apareamiento, consistente en una relación de repetición que establecen entre sí dos signos
equivalentes formal o semánticamente. En este poema se establecen pares de términos
del tipo masculino/femenino relacionados, aparentemente, por una misma base léxica.
Los transcribimos a continuación con su contexto inmediato para facilitar su adecuada
interpretación:
Pues cómo van a robar mi volcán y su volcana. La primera oposición que
aparece se da entre el sustantivo masculino volcán y su correlato femenino volcana. En este caso, el autor recurre a una posibilidad presente en el
sistema de la lengua española, cual es aquella de transformar el género de
un sustantivo masculino agregando un monema de sexo femenino. Esta
oposición no se justifica a nivel designativo o lógico si tomamos como referencia el mundo real, sino que cobra sentido al interior del texto, tras la
personificación del inanimado volcán. Este fenómeno consiste, según Bally,
en insuflar vida a los seres inanimados (cfr. Desrosiers 1978:133). También
resulta importante —como veremos en el curso del análisis— el contenido
del actualizador posesivo su, cuyo significado al interior de esta oración sería
‘la volcana del volcán’.
Desviar de mi alma el embocar del río con su ría. El poeta opone un par que
comparte aparentemente su monema de base, pero no crea palabras nuevas,
sino que se limita a recoger términos propios de la lengua española y los
dota de un nuevo sentido al combinarlos en el eje sintagmático. La oposición río/ría, recalca el sentido de pareja. Recordemos que, según DRAE
(2001), la ría es el lugar donde confluyen las aguas dulces con las saladas,
donde el río se mezcla con el mar. El embocar del río con su ría adquiere
entonces un carácter de unión inescrutable e indisoluble, entre el río, activo
y masculino, y la ría, femenina, que acoge. El valor del actualizador su corresponde a ‘la ría del río’.
Hacharme en el paisaje el árbol con su arboladura. La oposición árbol/arbo-
ladura se basa en el uso del monema derivativo -adura, con valor colectivo,
que lleva implícita la carga femenina. El exilio no es posible, la soledad no
hiere porque no es real. El sufijo -adura implica multiplicidad, compañía,
diálogo, estar con otros. El árbol no está solo, está con su arboladura, con ‘la
arboladura suya’.
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Matarme a plena sien el rudo piojo con su pioja. La oposición piojo/pioja,
si bien no está avalada por el sistema —DRAE (2001) no contempla la
existencia de la pioja—, sí lo está por la norma y por la lógica de la realidad
extralingüística. El piojo, en cuanto perteneciente al reino animal, supone
en el hablante un ser sexuado. Nuevamente, nos encontramos ante la presencia de un monema de sexo femenino. El piojo está con su pioja, es decir,
‘con la pioja del piojo’.
Quemar con un fósforo usual mi libro y su librea. El cambio semántico no
está dado por monemas gramaticales, sino por la diversa naturaleza de los
lexemas. La ilusión de que ambos términos estén unidos por su base sólo
es válida en el contexto creado. Sin embargo, la unión del femenino con
el masculino sigue vigente a través de la complementación entre el libro,
simbolizando el contenido, y la librea encarnando a la forma. El libro está
unido a su librea, a ‘la librea del libro’.
Juntarse el yatagán con mi dolor y su dolora. A primera vista, pareciera que
este par tiene las mismas características de volcán/volcana, pero no es así.
Ambos términos corresponden etimológicamente a lexemas diversos y su
relación se asemeja, más bien, a la existente entre libro y librea. El dolor está
con su dolora, el sentimiento está con su expresión. El dolor se manifiesta
por medio de la dolora. El dolor está con ‘la dolora del dolor’.4
Pese a todas las variaciones expresadas en los versos precedentes, se puede extraer una
estructura sintáctica común, representadora de la pareja, del equilibrio y la paz: A y su
A’. En ocasiones, la adición está representada no por la conjunción copulativa y, sino
por la preposición con, que indica simultaneidad, añadidura o acompañamiento. La forma es, entonces, A con su A’, donde con su A’ constituye un complemento del nombre
subordinado a A. En todos los casos, el actualizador posesivo su significa la A’ de A. No
obstante, esta configuración se rompe en los siguientes versos.
Hacer aguar en temporal mi bote con su bota. Aquí, el quiebre con la es-
tructura anterior es total. Su similitud con los versos anteriores no es más
que una apariencia dada por las relaciones generadas al interior del texto.
4
Si bien lo que sigue no tiene directa relación con el problema que hemos elegido para el análisis de este texto,
no podemos dejar pasar sin un breve comentario la maestría del poeta para significar la ruptura a través de
su exacto antónimo: juntarse. Resulta evidente que esta aparente unión con el yatagán no es sino un intento
de quiebre, por parte del agresor, del equilibrio entre forma y fondo que manifiesta el poeta, equilibrio cuya
expresión más clara es la consecuencia entre el ideal y el acto.
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Bote y bota son lexemas que nada tienen en común sino una cierta similitud
de significantes. Sin embargo, la ficción momentánea es que todo continúa
como antes, que el masculino sigue enlazado al femenino. Tras una segunda
lectura, salta a la vista que aquí no hay enlace sino embestida. El bote es
ahora el bote del hablante, pero la bota no es ‘la bota del bote’ sino ‘la bota
del agente destructor que se oculta tras la forma gramatical de sujeto indeterminado’. Asimismo, la frase preposicional ‘con su bota’ no constituye ya
un complemento subordinado al sustantivo que lo antecede, sino un complemento circunstancial de instrumento que determina al infinitivo núcleo
de la suboración sustantiva.
Batir en retirada mi conjuro y su conjura. Conjuro y conjura tienen etimo-
lógicamente un origen común. Sin embargo, actualmente se han separado.
Así, mientras el primero adquiere ribetes mágicos, aludiendo a una invocación o ruego, el segundo asume un significado negativo, por cuanto implica
un complot contra el estado o contra alguna autoridad. El conjuro debe
batirse con la conjura. La conjunción copulativa y, en una segunda lectura,
no une sino que enfrenta el conjuro del poeta y la conjura del agresor. El actualizador posesivo su no significa ‘la conjura del conjuro’, sino ‘la conjura
de un otro’.
Pues cómo van a extenuar mi caso con su caza. En español atlántico,5 la
distinción /s/ - /Ø/ se neutraliza. Siendo el poema en análisis la letra de una
canción compuesta por un chileno (hecha para ser escuchada, no leída), la
diferenciación grafemática de los términos caso y caza resulta inoperante. El
juego de palabras se mantiene por medio de la oposición de /’kaso/ y /’kasa/.
El asunto que ocupa al hablante no puede ser agotado por terrible que sea
el asedio de su enemigo.
Vaciar de contenido mi araucano y su araucaria. Este par resulta interesante
por cuanto escapa al tipo de relación de los versos que lo preceden. En primer lugar, sale a la luz nuevamente la indestructible alianza del poeta con su
tierra, expresado en las parejas femenino/masculino del primer párrafo. En
segundo lugar, la alianza entre araucano y araucaria es aún más fuerte que
aquellas, tanto a nivel gramatical como designativo. Por una parte, ambos
vocablos coinciden en una misma base léxica: Arauco. Por otra, los sufijos de
5
Diego Catalán (1958) da este nombre a la variedad de español que se emplea en el sur de España, Canarias e
Hispanoamérica.
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ambos términos comparten el valor de pertenencia a dicha región de Chile.
Además, la relación del araucano con la araucaria es muy estrecha en la realidad extralingüística, ya que el piñón proveniente de dicho árbol es una de
las principales fuentes alimenticias del mencionado grupo étnico.
Cavar con fúnebre placer mi tumbo con su tumba. Nuevamente se retoma la
estructura de la agresión. Tumbo y tumba no son pareja sino opuestos antagónicos. Mientras el primero alude a la vida, al movimiento, a la acción, la
segunda es sepulcro, mausoleo y muerte.
Frenar la turbulencia de mi gesta con su gesto. La gesta remite al conjunto
de hechos memorables, generalmente heroicos, que algún personaje ha labrado en el curso de su vida. Es la continua lucha del hombre para vencerse
a sí mismo y alcanzar sus ideales. Implica compromiso, constancia y valor.
El gesto, en cambio, es superficial y momentáneo, es sólo forma, actitud,
ademán.
La estructura sintáctica común representa ahora el ataque del enemigo. La configuración original A y su A’ es reemplazada por A y su B: la A del hablante y la B del
agresor. La adición es sólo aparente. La preposición con, no indica ya acompañamiento,
sino instrumento. La forma es, entonces, A con su B, donde con su B constituye un
complemento circunstancial instrumental subordinado no a A, sino al verboide núcleo
de la suboración sustantiva de infinitivo correspondiente. En todos los casos, el actualizador posesivo su significa la B del agresor. El hecho de que la estructura del equilibrio y
aquella de la agresión sean superficialmente tan semejantes, sugiere que el ataque nace de
donde no se lo espera, que el peligro acecha agazapado, escondiendo su rostro.
Si bien Desrosiers, como otros muchos autores, opina que “En el corpus de los textos
no creativos, varias repeticiones son resultado de un pensamiento débilmente organizado o el indicio de pobreza de vocabulario” (1978:114), en este poema las repeticiones
originan juegos de palabras. Además de aquellos relativos al género, encontramos los
siguientes, basados en la oposición del bien y el mal:
Vibrar la cuerda de mi solfeo con su solfear. En este caso, se trata de la
adición de un sufijo a una base léxica común. El solfeo es el canto personal
del poeta, su ritmo individual, su voz. Siendo un sustantivo abstracto, tiene
relación con la esencia del hablante, es su tono, su temple. El solfear, en
cambio, corresponde a una acción concreta con un matiz genérico. El solfear
abarca a todos los solfeos, se les impone y los uniforma, quebrantando las
libertades personales.
La creatividad lingüística a través de la poesía de Patricio Manns
230
Natalia Castillo
Adelgazar mi saco vecinal con su saqueo. Mientras el saco vecinal alude a la
solidaridad, al compañerismo, a bienes compartidos, el saqueo es despojo,
robo violento y acaparador.
Uncir mi canto universal de grillo a su grillete. Aquí, el poeta se sirve de la
homonimia6 entre grillo (insecto) y grillo (cadena, atadura) y forma un derivado a partir de este último. Lo interesante es que, mientras el cantar del
grillo habla de alegría y vitalidad, el grillo del que surge el grillete amarra,
anula todo potencial.
El choque de mis esperantes con su espera dura. Esperante es el participio
activo de esperar. Los esperantes son los que esperan, los que confían, los
que creen esperanzados. La espera dura atenta contra la fe. La fe se bate contra el escepticismo.
En todos los ejemplos que anteceden, cabe destacar el hecho de que, utilizando en
cada par de términos una misma base léxica —a excepción del caso 3.1.15—, se genera
entre ambos una antinomia en sentido amplio, donde el bien se opone al mal. En general,
la creación de contrarios se sirve de procesos lexicogenésicos sustentados en la prefijación.
Creemos que conseguir este efecto mediante el empleo de sufijos reviste mayor complejidad y requiere de un mayor manejo del potencial lingüístico. La estructura general que
expresa la pugna entre los valores positivos y los negativos podría sintetizarse en:
palabra primitiva
palabra derivada por sufijación
(A + sufijo)
A
A’
El admirable dominio lingüístico del poeta nos hace recordar a Desrosiers, según la
cual “El dominio del material verbal es una aptitud reveladora de la creatividad [...]”
(1978:116).
6
No hay que confundir homonimia con polisemia. La homonimia se genera cuando “Con el paso del tiempo y
por razones diversas, ciertas formas, diferentes en origen, llegan a confundirse” (Martinet 1984:26). La polisemia, en cambio, consiste en “el hecho de que un mismo significante abarque varios significados diferentes”
(Fernández-Sevilla 1974:31).
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3.2. Cantiga de la memoria rota
Vino a nadar la playa entre mis rocas
el mar me ha contemplado ola tras ola
el barco ha timoneado mi carcaza
y escucha mi rumor la caracola
El calor se despoja de mi lana
la oveja me trasquila en cada estío
mi padre bebe de mi vino brusco
y mi madre se cuelga de mi abrigo
un caballo y su espuela me cabalgan
un camino me pisa diariamente
los zapatos del polvo me han hollado
y el sol me considera un inclemente.
La tierra ha preparado mi piel llana
el arado me surca embravecido
el trigo ha dispersado mis semillas
y el pan con diente claro me ha mordido.
un caballo y su espuela me cabalgan
un camino me pisa diariamente
los zapatos del polvo me han hollado
y el sol me considera un inclemente
que quema con sus rayos a la gente.
El frío hace un chamanto con mi sangre
la boca de un aullido me proclama
la casa que me habita no me barre
y sobre mi extensión duerme una cama
La puerta me golpea en busca de alguien
la lágrima me enjuga en dos pañuelos
un espejo se mira en mis ultrajes
y hay un libro que lee en mi desvelo
un celaje contempla mi caída
el malhechor comenta mi mal paso
un país me ha buscado sobre el mapa
y no ha encontrado nunca el menor trazo
231
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La creatividad lingüística a través de la poesía de Patricio Manns
Natalia Castillo
y esa herida me venda la amargura
y la muerte se duerme entre mis brazos.
En este poema, el hablante aparece transformado en un objeto dominado, llevado y
traído por los diversos elementos: el mar me ha contemplado ola tras ola, el barco ha timoneado mi carcaza, la oveja me trasquila en cada estío, la casa que me habita no me barre,
etc. En esta anarquía, en este sentirse objeto no sólo carente de importancia (la puerta
me golpea en busca de alguien), sino despreciable (el malhechor comenta mi mal paso) e
insignificante (un país me ha buscado sobre el mapa/ y no ha encontrado nunca el menor
trazo), la única solución está entregada en el último verso (y la muerte se duerme entre
mis brazos). Gramaticalmente, este sentido está marcado por la utilización constante de
pronombres personales átonos y actualizadores posesivos de primera persona, que hacen
aparecer al hablante como objeto pasivo (ya sea a nivel inmediato o mediato) de todas
las acciones expresadas en el poema. Esto se manifiesta formalmente en el hecho de que,
de las treinta y una oraciones que conforman el texto, treinta contienen un pronombre
personal átono o un actualizador posesivo de primera persona, lo que corresponde al
96,774% del total. Podemos clasificar, entonces, las oraciones que conforman el texto de
acuerdo al grado en que el hablante es afectado por cada acción verbal.
La gramática tradicional considera que el objeto semántico puede aparecer bajo dos
formas distintas al interior de una oración:
1. Como complemento directo en oraciones activas.
2. Como sujeto en oraciones pasivas.
Sin embargo, pensamos que, al interior de este texto, el objeto semántico se manifiesta también por medio de complementos circunstanciales, en el plano del sentido. Con
esta afirmación no estamos contradiciendo en absoluto los postulados de la gramática,
ya que esta, como ha sido concebida, concierne al nivel histórico del lenguaje y se detiene en la oración como unidad de la estructuración idiomática. Hacemos hincapié en el
hecho de que nuestra propuesta es válida sólo al interior de este texto particular, dadas
las relaciones que se establecen a nivel supraoracional con sus efectos sobre el sentido
textual.
Presencia del hablante a través de un actualizador posesivo de primera persona al interior del término de un complemento circunstancial. Esta forma
corresponde a siete de las treinta y una oraciones que conforman el texto. Es
decir, presenta una ocurrencia del 22,580%.
– Vino a nadar la playa entre mis rocas.
– mi padre bebe de mi vino brusco.
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–
–
–
–
–
y mi madre se cuelga de mi abrigo.
El frío hace un chamanto con mi sangre.
un espejo se mira en mis ultrajes.
y hay un libro que lee en mi desvelo.
y la muerte se duerme entre mis brazos.
Su estructura básica (a la cual pueden agregarse determinantes en algunos casos), es
la siguiente:
PREDICADO
Complemento circunstancial
SUJETO
verbo
prep.
N.
MI
sustantivo
act. poses.
término
Este es el nivel de menor incidencia de la acción del sujeto sobre el hablante. Revisemos una de las oraciones a modo de ejemplo: El frío hace un chamanto con mi sangre.
SUJETO
PREDICADO
un
El
chamanto
frío
hace
Complemento directo
Verbo núcleo
con
Complemento
circunstancial
mi
sangre
La creatividad lingüística a través de la poesía de Patricio Manns
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Natalia Castillo
Claramente, el objeto semántico a nivel idiomático está formalizado por medio del
complemento directo ‘un chamanto’. La estructura ‘con mi sangre’, por su parte, es sólo
un complemento circunstancial. Sin embargo, en el plano textual es el hablante quien
se ve afectado por la acción del verbo, más aún incluso que el mismo complemento directo, aunque, no en el mismo grado que en 3.2.3. Pese a que el contenido subyacente
al poema no coincide necesariamente con el significado idiomático que aporta la gramática, esta se constituye en el sustrato necesario para una efectiva comunicación de las
emociones del hablante.
El objeto semántico como complemento directo. Presencia del hablante por
medio de un actualizador posesivo de primera persona al interior del término del complemento. Esta realización aparece en ocho oraciones y presenta
una ocurrencia del 25,806%.
–
–
–
–
–
–
–
–
el barco ha timoneado mi carcaza
y escucha mi rumor la caracola
El calor se despoja de mi lana
la tierra ha preparado mi piel llana
el trigo ha dispersado mis semillas
un celaje contempla mi caída
el malhechor comenta mi mal paso
y esa herida me venda la amargura
Su estructura básica (a la que ocasionalmente pueden añadirse determinantes), es la
siguiente:
PREDICADO
Complemento circunstancial
SUJETO
verbo
N.
Ø
prep.
MI
act. poses.
término
sustantivo
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El objeto semántico como complemento directo. Presencia del hablante a
través de un pronombre personal átono de primera persona con valor de
complementario directo. Esta variante aparece quince veces, lo que significa
una ocurrencia del 48,387%.
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
el mar me ha contemplado ola tras ola.
la oveja me trasquila en cada estío.
un caballo y su espuela me cabalgan.
un camino me pisa diariamente.
los zapatos del polvo me han hollado.
y el sol me considera un inclemente.
el arado me surca embravecido.
y el pan con diente claro me ha mordido.
un caballo y su espuela me cabalgan.
un camino me pisa diariamente.
los zapatos del polvo me han hollado.
y el sol me considera un inclemente/ que quema con sus rayos a la gente.
la puerta me golpea en busca de alguien.
la lágrima me enjuga en dos pañuelos.
un país me ha buscado sobre el mapa [/ y no ha encontrado nunca el menor
trazo].7
Su estructura general (a la que pueden añadirse determinantes), es la siguiente:
PREDICADO
SUJETO
ME
verbo
pron. pers.
CD
N.
El único caso en que el hablante aparece como sujeto activo de una acción verbal,
como agente de su destino, se oculta al interior de una suboración adjetiva de relativo: y
el sol me considera un inclemente/ que quema con sus rayos a la gente.
7
Hemos considerado estas dos oraciones como conjunto, para facilitar su adecuada comprensión. Esto, porque
si bien ambas están coordinadas a nivel estructural, la segunda está claramente subordinada a la primera a nivel
de sentido.
236
La creatividad lingüística a través de la poesía de Patricio Manns
Natalia Castillo
Más aún, el sujeto innombrado de la acción se asoma modestamente a través de
un relativo que podría pasar fácilmente inadvertido. Y la única acción que realiza, ni
siquiera es confirmada como verdadera por su autor. Corresponde sólo a una negativa
opinión de otro sobre él, con lo que su calidad de agente —si bien se mantiene a nivel
gramatical— se ve bastante opacada en el universo textual, marcado por la presencia de
un hablante-objeto.
Se confirma así la enorme importancia de la morfosintaxis en la configuración no
sólo del significado, sino también del sentido de un texto.
3.3. Cuando me acuerdo de mi país
Cuando me acuerdo de mi país
me sangra un volcán
Cuando me acuerdo de mi país
me escarcho y estoy
Cuando me acuerdo de mi país
me muero de pan,
me nublo y me voy,
me aclaro y me doy,
me siembro y se van,
me duele y no soy
Cuando me acuerdo de mi país
Cuando me acuerdo de mi país
naufrago total
Cuando me acuerdo de mi país
me nieva en la sien
Cuando me acuerdo de mi país
me escribo de sal
me atraso de bien
me angustio de tren
me agrieto de mal
me enfermo de andén
Cuando me acuerdo de mi país
Cuando me acuerdo de mi país
me enojo de ayer
Cuando me acuerdo de mi país
me lluevo en abril
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Cuando me acuerdo de mi país
me calzo el deber
me ofusco gentil
me incendio candil
me encrespo de ser
despierto fusil
Cuando me acuerdo de mi país.
La repetición constante de la oración subordinada adverbial de tiempo Cuando me
acuerdo de mi país es la manifestación formal de la nostalgia del hablante, omnipresente
en el poema. “La repetición se justifica también de un modo afectivo: coincide con una
intensidad emotiva que no puede soltarse de un tirón. Sean intencionales o afectivas,
esas figuras ejercen un impacto en la estructura creativa” (Desrosiers 1978:114).
La imagen visionaria que permite la interpretación de todo el texto está dada por
la violencia y la furia del dolor frente a la añoranza, expresada por medio del verso me
sangra un volcán.
Es muy interesante el uso del verbo intransitivo estar —para ciertos gramáticos, una
mera cópula verbal—, sin ningún tipo de determinación. En el texto, un verbo que ha
sido considerado frecuentemente sólo en su valor nexual recobra su significación originaria, se desautomatiza.
Cuando me acuerdo de mi país/ me escarcho y estoy
Lo esperado habría sido la utilización de un predicativo subjetivo representado por
alguna estructura con valor adjetival, del tipo ‘estoy agobiado’, por ejemplo. Estoy, sin
determinantes, se carga de significado existencial. Por tanto, el hablante se escarcha, detiene su devenir para ser intensamente en lo que no acepta como recuerdo pasado sino
como presente vivo. Se genera, entonces, un desglose de los sentimientos y sensaciones
que lo acosan:
La ausencia traumática de lo cotidiano (me muero de pan) lo lleva a ausentarse momentáneamente de su presente para intentar vanamente asir la realidad perdida (me
nublo y me voy). Logra regresar al ahora (me aclaro y me doy) y prodigarse en su quehacer
actual (me siembro). Los recuerdos lo abandonan, pero sólo epidérmicamente, porque el
dolor sigue atacando su propia esencia (no soy).
En la segunda estrofa, el hablante pierde la brújula (naufrago total), el tiempo lo agobia
(me nieva en la sien). Se amarga (me escribo de sal), se carga de sentimientos negativos (me
atraso de bien/ [...] me agrieto de mal) y anhela desesperadamente el regreso (me angustio de
tren) y todo lo que tiña de transitoriedad a lo que ahora vive (me enfermo de andén).
La tercera estrofa está marcada por sentimientos encontrados: enojo por el pasado,
control de las emociones, intento de encontrar un rumbo (me calzo el deber) que a pesar
La creatividad lingüística a través de la poesía de Patricio Manns
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Natalia Castillo
de su autocontrol se le escapa. En la antítesis me ofusco gentil, su dolor-ira le es apenas
manejable, hasta crecer en los versos siguientes la impotencia, la indignación, la violencia extrema (despierto fusil ).
Es aquí donde se genera uno de los puntos de mayor interés para nuestro estudio.
Repasemos los siguientes versos:
Cuando me acuerdo de mi país/ me calzo el deber/ me ofusco gentil / me incendio
candil/ me encrespo de ser/ despierto fusil.
Tanto a nivel de rima como de estructura gramatical, se generan dos paralelismos: me
calzo el deber se opone en sentido antitético a me encrespo de ser. En segundo término, y
he aquí lo que nos interesa, se genera una dialéctica de consecuencias supraoracionales
entre me ofusco gentil, me incendio candil, y despierto fusil. Veamos lo que ocurre:
SUJETO DESINENCIAL
1ª pers. sing.
me
PREDICADO
ofusco
gentil
pron. refl.
CD
verbo
N
adj.
pred. subj.
En el caso de esta oración, el análisis no presenta mayor dificultad. Sin embargo, un
poco más adelante surgen complicaciones.
La fuerza del sentimiento, el estallido de la rabia, del dolor, quiebra la sintaxis, generándose cambios de categoría gramatical. El hablante expresa me incendio candil. Esta
configuración suena extraña y hasta incompleta en un primer momento. Pareciera haberse producido una elipsis a partir de la forma me incendio como un candil. Nos encontraríamos, entonces, ante el uso de un sustantivo en función adverbial:
SUJETO DESINENCIAL
1ª pers. sing.
me
PREDICADO
incendio
pron. refl.
CD
candil
verbo
N
sust.
adv.
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Probablemente, esta sería la solución de la gramática tradicional al examinar la oración aislada. No obstante, pensamos que dicha conclusión resulta insuficiente si observamos la oración no como unidad aislada sino como entidad perteneciente a un universo textual. La relación entre me ofusco gentil y me incendio candil lleva a vislumbrar una
segunda posibilidad de análisis: el hablante no se incendia a la manera de un candil; él
es un candil. En consecuencia, si la función gramatical de candil es la de adverbio —en
términos sistémicos—, la proyección semántica del término lo convierte —en el plano
individual—, en un predicativo subjetivo que remite a un ímpetu mucho mayor que el
de la estructura comparativa.
La sustitución sintáctica es típica de cambios de categoría que pueden, por
ejemplo, hacer que los sustantivos funcionen como verbos o los verbos como
sustantivos o adverbios [...]. La supresión sintáctica —que es también una
supresión semántica— es frecuente y muchas veces hecha sin intención, tanto
en la conversación cotidiana como en ciertas formas de la poesía moderna.
(van Dijk 1993:124-125)
Revisemos la última oración de la tríada:
S. desin. YO
PREDICADO
despierto
verbo
N.
fusil
sust.
adj.
pred. subj.
La estructura de este enunciado mantiene, en sentido amplio, aquella que postuláramos para los dos anteriores y creemos que confirma el valor otorgado a candil en
la oración precedente. En este caso, como en el previo, se genera una cierta movilidad
gramatical. Candil oscila entre el sustantivo y el adverbio. Fusil aparece usado en el límite
entre el sustantivo y el adjetivo.
Otro fenómeno de interés es la personalización de ciertos verbos impersonales propios que designan fenómenos atmosféricos. Pensamos que dicha personalización no
puede examinarse sino en el marco textual. Muchos de los sentimientos y sensaciones
que expresa el hablante aparecen por medio de metáforas en las que el hablante se configura a sí mismo como cielo y como suelo del país que extraña, identificándose con él
como una forma de hacer menos duro el desarraigo. Nos encontramos, así, con expresiones del tipo: me sangra un volcán, me escarcho, me nublo, me aclaro, me siembro, me
nieva en la sien, me lluevo en abril. En este contexto, se requiere la personalización de los
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Natalia Castillo
verbos en pos de la identificación del hablante con su patria: me escarcho, me nublo, me
aclaro,8 me lluevo. Con este último verbo se produce ambigüedad. ¿Se trata de llover o
de lloverse? En otras palabras, ¿el poeta se llueve como puede lloverse una casa, o se llueve
porque se transforma en lluvia? Sólo si esta segunda interpretación fuera la correcta,
estaríamos frente a un verbo impersonal. Esta ambigüedad —que el contexto poético
no termina de resolver—, se genera a raíz de la coexistencia de un verbo pronominal
con otro no pronominal, fenómeno ligado al complejo problema —en el que no cabe
profundizar en este trabajo— del significado pseudorreflejo morfológico. En el caso de
lloverse, el pronombre personal reflejo que acompaña al verbo pasa a formar parte de
él, de modo que este no puede conjugarse sin la forma refleja correspondiente, porque
experimenta —como ya hemos visto— cambios en su significado y en su comportamiento gramatical.
Aunque pudiera pensarse que la personalización de verbos impersonales propios,
como nublar, llover, etc., es exclusiva del lenguaje poético, la personalización de verbos impersonales es frecuente en el habla cotidiana. Los impersonales propios aparecen
personalizados, por ejemplo, en la prensa, a través de usos figurados del tipo: ‘llovieron
piedras en protesta del Pedagógico’. Las personalizaciones de impersonales impropios
son más comunes. El caso más típico está dado por el verbo haber, donde la forma ‘hubo
muchos invitados’ está retrocediendo vertiginosamente frente a ‘hubieron muchos invitados’, en la enorme mayoría de los estratos socioculturales.
En sentido contrario, es común en el habla coloquial —especialmente con intención
festiva— el empleo de expresiones tales como ‘hace sueño’ o ‘hace hambre’, en las que el
hablante manifiesta su suposición de que no es sólo él quien desea dormir o comer, sino
que estas sensaciones son compartidas por otros (al menos, por el oyente). En estos casos, se utiliza el verbo impersonal impropio hacer y se construye una oración impersonal
que imita la estructura de formas como ‘hace frío’.
Se confirma, entonces, que “no hay rasgos estructurales característicos de discursos
literarios que, tomados por separado, no aparezcan también en otros tipos de discurso”
(van Dijk 1993:118).
4. Conclusiones
Al concluir esta aproximación al complejo tema de la creatividad lingüística en la poesía,
hemos obtenido los siguientes resultados:
1. Como dijera Coseriu 1985a, la creatividad es una cualidad inherente al lenguaje. Sin embargo, no existen procedimientos que puedan asegurar por sí
8
Por supuesto, aclarar en sentido atmosférico.
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solos su presencia, ya que esta se genera a partir de un complejo sistema de
interrelaciones que abarca no sólo lo propiamente idiomático, sino también
factores pragmáticos.
2. El lenguaje literario coincide efectivamente con el lenguaje a secas, por su
potencial funcional. No existen rasgos estructurales propios y exclusivos del
discurso literario, por lo que poesía y habla no son opuestos excluyentes.
3. Al interior de la poesía de Patricio Manns existen numerosos hechos lingüísticos pertinentes comunicativamente por su valor funcional, que no serían
distintivos en el lenguaje común. Esto, por causas de índole pragmática y,
fundamentalmente, por la enorme importancia que cobra el sentido a nivel
literario. Las oposiciones se generan, entonces, no sólo a nivel de estructura
idiomática, sino también y por sobre todo, en el plano del texto como producto de la actividad lingüística ejercida por un individuo particular.
4. Resulta fundamental el aporte de la gramática, con todos sus recursos morfológicos y sintácticos, a la configuración semántica de un texto. Incluso en
aquellos casos en que la gramática tradicional no da abasto para describir todos los fenómenos que pueden generarse en el campo textual, se constituye
en sustrato esencial de cualquier análisis.
5. En relación con lo anterior, consideramos de importancia fundamental que
la gramática extienda su objeto de estudio al texto e investigue la amplia
gama de fenómenos existentes a nivel supra o transoracional. Creemos que
el estudio científico no puede limitarse al nivel de los idiomas y, menos aún,
considerar la oración como tope de la estructuración idiomática.
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