Descargar - Biblioteca Digital

Anuncio
NÚMERO DOS/MARZO-ABRIL DE 1991
GUSTAVE FLAUBERT
Bibliomanía
U
n
e
u
en
t
o
UMBERTO ECO
LEÓN TROTSKY
La sobreinterpretación
Cartas a Diego y Frida
Eliseo Diego • Virgilio Piñera • Gerardo Deniz
José Luis Rivas • José Balza
IBlIOII(A
l de
c5'Jfexico
NUMERO DOS/MARZO-ABRIL DE 1991
Plazo de lo Ciudadela 4, Centro Histórico de lo Ciudad de México
Tel. 512 09 27
FAX 510 4 1 85
Virgilio Piñera
EJiseo Diego
Isla 2
En la orilla 30
Umberto Eco
José Baila
La sobreinterpretación 3
El libro que no se ha escrito 33
Xavier Guzmán Urbiola
Jesús Semprum
Ocho cartas de León Trotsky 8
Diálogo del día 35
León Trotsky
Jesús E. Valenzuela
Camarada Diego, querida Frida
12
El bibliófilo 38
José Luis Rivas
Gerardo Deniz
Al desportar 17
Mester de maxmordonía 40
Jaime Moreno Villarreal
Patricia Pérez Walters
Flaubert y la copia 18
Una carta de Justo Sierra 41
Gustave Flaubert
Víctor Díaz Arciniega
Bibliomanía 21
Aventuras de Gil Bias en México 44
Héctor Perea
Flaubert en pantalla 28
U
Manuel Porras -
La Relación de Cepeda y Carrillg 46
Con sejo NaCional
para la
Cu llur a y las Arie s
Presidente
Víctor Flores Olea
BIBLIOTECA DE MEXICO
Director General
Jaim e García Terrés
Revis ta Biblioteca de México
Director: Ja im e García Te rrés
Coordinación Editorial: Jaim e Mo reno Vil/arrea l y Ju an Villoro
Consejo de Redacción : Fernando Á lvarez del Cas tillo, Gerard o Deniz
Julio Huba rd, Manu el Porras, Bern a rdo Ruiz, Rafae l Vargas
Diseño. Germán Montalvo / Lourdes Olivares
Tipografia . Redacta
No se responde por tex tos no so li citados, n i se e ntabla rá co rrespo nd e ncia al respecto
· ..·'i.
'
i .....
'•-:A'
. -4
Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
, "'1"',
, "
'.' .'
. ...
..
' .,
j',
·t",..
•...
.
.,'"
~
•.
,
'"
.'
•
1979
t
.~•
I
•
'o......
'
•
..
.
-, .' .
:. l.'.. -...
..... .'......
• ".r.
,
~.,
_
..
..
.
.... .
'
l. ,
. '
;.0,_
BiblIOteca de M ex lco
2
....
.
,
.
.
. ... .'
• ..!r.•••
#
..
.
~
'. ~~
•
'
#
.. • ..
•
'
UMBERTO ECO
La sobreinterpretación
te respecto al proceso de fe rtili zación . Y dado qu e
la relación m ágica debe ser de carácte r fun cional,
la analogía no se sostie n e. Si los bulbos posee n una
relación de semejanza con los testículos , y los testículos posee n una relación causal con la producción
de seme n , no se concl uye de esto qu e los bulbos esté n ca usalm e nte con ectados con la actividad sexual.
Pero la cree ncia e n el pode r m ágico de la orquídea se fundaba e n otro principio he rm ético, e n el
corto circuito de post hoc ergo ante hoc: una co nsecue n cia es considerada e inte rpre tada como la causa de su propia causa. Que la orquídea debía te n er
El año pasado, Umbe rto Eco fue in vitado a impartir las Tanner Lectures e n la Uni versidad de
Cambridge . El artículo que prese nta mos es un a
de esas conferencias.
Los seres humanos pe nsamos en términos de identidad y similaridad. En la vida diaria, sin e mbargo,
por lo general sabemos distinguir e ntre las sim ilitudes que son rel evantes, significativas, y las qu e son
fortuitas, ilusorias. Podemos mirar de lejos a alguien,
cuyos rasgos nos recuerden a una pe rsona A, a qui en
conocemos, sólo para confirmar después qu e se trata de B, un extraño: ya no dare mos crédito a esa sem ejan za, la considerare mos fortuita . Hace mos esto
porque aceptamos que, desde cierto punto de vista,
todo mantie ne r elaciones de analogía, contigüidad
y semejanza con todo lo demás. Uno puede ll evar
esto al límite y afirmar qu e existe una relación e ntre el impe rativo dilo y el sustantivo cocodrilo porque, además de rimar, aparecen ambos e n la oración
que acabo de pronunciar. Pero la dife re n cia e ntre
la interpretación cuerda y la interpretación paranoica
consiste en reconocer que esta relación es mínima.
El paranoico no es quie n observa que dilo y cocodrilo
aparecen curiosamente dentro del mismo contex to:
es quien comi e n za a pregunta rse por el miste rioso
motivo qu e m e indujo a reunir esas dos palabras. El
paranoico percibe un secreto bajo mi ejemplo, al que
estoy aludiendo. La semiosis herm é ti ca va demasiado
lejos precisamente en estas prácti cas de inte rpretación sospechosa, siguie ndo principios de procedimiento que a parecen e n todos los tex tos de esa tradición.
Antes que nada, un afán de hall ar prodigios conduce a sobreestimar la importancia de coincide ncias
que son explicables de otro modo. El herm etismo renacentista iba e n busca de "signaturas", es decir de
indicios ostensibles qu e revelaran relaciones ocultas . La tradición había descubi erto, por eje mplo, qu e
la planta llamada orquídea tenía dos bulbos esfe roides, y había hallado en eso una notable analogía morfológica con los testículos. Con fund am e nto en este
parecido, los he rmetistas del Re n acimie nto procedieron a la "homologación de las relaciones difere ntes": de la analogía morfológi ca pasaron a·la analogía funcional. La orquídea debía te ner propiedades
mágicas relacionadas con el aparato re productor (razón por la que también se le conoció como satyrion).
De hecho, tal como Bacon lo expli caría m ás ta rd e,
la orquídea ti e n e dos bulbos porque cada año form a
un nuevo bulbo al lado del viejo; y mi e ntras el prim ero crece, el más recie nte decrece. De ese m odo,
los bulbos puede n prestarse a una analogía form al
co n los "testículos, pero ti ene n una fun ción difere n-
relación con los testículos se probaba por el hecho
de qu e ll evaba el nombre de éstos (orchls = testíc ulo). Desde luego, la e timología e ra res ultado de un
falso indi cio. No obstante, el pe nsami e nto he rm é tico hall ó e n ella la evidencia que demostraba la oculta
simpa tía .
Demostraré más adela nte que pode m os hall ar procedimi entos se mejantes en las contemporáneas prácticas de interpretación textual. Nuestro problema, sin
e mbargo, es el sigui e nte: sab em os qu e la an alogía
e ntre el satynon y los testículos e ra erró nea porqu e
las pru ebas e mpíri cas ha n de mostrado que la planta
no tien e influ e ncia sobre nu estro cue rpo. Pero ¿posee mos algún criteri o para señalar qu e una inte rpretación tex tual dada sea un ej e mpl o de sobreinterpretación ? Puede objetarse qu e la única man e ra de
de finir una m ala interpretación es establ eciendo los
criterios que definan un a buena inte rpre tación . Pero creo, por el co ntrario , qu e pode mos aceptar una
especie de principio popperia no según el cual, si no
Biblloteca de
3
M éX ICO
rosacruz se ría como sigue : una rosa con una cruz inse rta, bajo la cual aparecería un pelícano qu e, en conco rdancia con la leye nda tradicional, alimenta a su
cría de la carn e qu e ésta le arranca de la pe chuga .
Enton ces, la tarea de Rossetti es probar qu e ese símbolo aparece tamb ié n e n Dante . (Es cie rto qu e de
es te modo corre el riesgo de demostrar únicam e nte
que el simbolismo masónico se inspiró en Dante , pero en ese punto podría postularse otra hi pótesis : la
de un tercer texto arquetípico.) Si n dificultad, hall a
re fer e ncias a la cruz, a la rosa y al pelícano . No puede sorpre ndernos que tarde o temprano aparezcan
los símbolos de la Pasión en un poema qu e habla sobre los misterios de la religión cristiana . El pelícano, que supuestamente alimenta a su cría con su propia sangre , se convirtió desde muy pronto e n el
símbolo de Cristo e n la tradición cristi a n a - los bestiarios y la poesía religiosa medievales están ll e nos ,
de refe rencias a él. Por 10 qu e respecta a la rosa, dada su compleja simetría, su suavidad, la variedad de
s u coloración, y por el h echo de qu e florece e n primav e ra, aparece en casi todas las tradiciones místicas como símbolo de variadas propiedades deseables .
Así, cuando Dante tiene qu e represe ntar la gloria sobrenatural de la Igl esia triunfante en té rminos de esplendor, amor y b ell eza, utili za la imagen de la ro sa
sin man cha (" Paraíso", xxxi).
Rosa aparece en la Divina Comedia ocho veces en
singular y tres e n plural. Croce aparece di ecisiete veces. Pero nun ca aparecen juntas. Rossetti, no obstante, n ecesita tambi é n un pelícano . Y lo e n cuentra, tal cual, e n el "Paraíso", xxxv i (ú nica aparición
e n el poema), e n evidente conexión con la cru z, pues
el pelícano es el símbolo del sacrificio . Desgraciadamente , la rosa no los acompaña . Entonces, Rossetti
va e n busca de otros pe lícanos. Halla uno e n Cecco
d'Ascoli (o tro a utor sobre el que los Adeptos del Velo se han devanado el seso, pues el texto de L 'A cerba es tan oscuro). Aun así, un pelícano en Ceceo no
es un pelíca no e n Dante, aunque Rossetti trat e de
oscure cer ese nimio de tall e co nfundi e ndo las not as
de pi e de página. Es verdad qu e Rosse tti c ree haber
hall ado otro pelíca no e n el preámbulo del "Pa raíso"
xxi ii, donde se lee de un pájaro que, es pe rand o im pacie ntemente el aman ece r, está alerta e ntre las bi enamadas frondas, sobre una ram a tupida presinti e ndo el sol para sali r a buscar la co mida de sus crías.
Pe ro este pájaro debe buscar com ida precisame nt e
porqu e no es un pe líca no , de otro modo ali m e ntaría a sus crías con la earne arrancada de su se no . Ade más, aparece como símil de Beatriz, y seguramente
hubi e ra sido un error poético de Dante re prese ntdr
a s u a mada con los desgarbados trazos de un pi cud o
pelíca no. Para colmo, e n su deses perada y m ás bi e n
patética avicultura, Rosse tti locali za e n el d ivino poema sie te aves de co rral y sie te pájaros, qu e ad scribe
a la familia de los pelíca nos : pe ro ninguno aparece
ce rca de la rosa
hay reglas que ay ud en a ce rtificar qu é inte rpre taciones son las "m e jores", hay por 10 m e nos un a regla
para exp licar c uá les so n "mal as".
Pcrmíta nme exa minar un fl agrant e caso de sohreinterpretación a propósito de 10 qu e podríamos
llamar wxtos secul a res sagrados. Tan pronto un texto
se hace sagrado para una cultura dad a, se convierte
en ohjeto de l proceso de lectura sospechosa y, por
lo mi smo, de un exceso de interpre tación. Sucedió
as í co n la alego ría clásica e n los textos hom é ricos,
y por fuerza oc urri ó tambi é n, e n los pe ri odos patrístico y escolást ico, con las Escrituras, y de igual m oc10 e n la cultura judía con la inte rpretación de la Tora h. Sucedió e n el m edioevo con Virgilio ; e n Francia ,
le tocó a Rab elais; le tocó a Shakespeare (por ejemplo, ba jo los auspic ios de la legión de cazadores de
sec retos qu e ha n saqu eado los textos del Bardo para
loca lizar anagramas, ac rósticos u otros m e nsaj es
ocultos, por medio de los qu e Francis Bacon habría
comuni cado que él e ra el ve rdad e ro autor); y hoy
le toca a Joyce .
Así las cosas , Dante difíci lm e nte hubi e ra podido
escapar. Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta
la fec ha - desde los prim e ros trabajos de l escritor
a nglo-itali a no Gabriele Rossetti (padre del pintor),
del fran cés Eugén e Aro ux, O del gran poe ta italiano
Giova nni Pascoli, hasta Re né Guénon- muchos críticos han leído y releído obsesivame nte el inm e nso
opus dantesco e n busca de un mensaj e oculto.
Ahora bien, Dante fue el primero e n asegurar qu e
s u poesía conllevaba un sentido n o lite ral qu e debía
se r dete ctado "sotto 1/ ve /am e delll versl stranl", m ás
all á y por debajo del sentido lite ral. Pero no sólo 10
afirmó ex plícitam e nte: tambi é n dio las claves pa ra
hall a r esos se ntidos no lite ral es. Aún así, aquellos
intérpre tes a qui e nes llamaremos los Adeptos del Velo (Acleptl del \le/ame) locali zan e n Dante un le nguaje sec reto o j e rga , a partir de l cual toda re fe rencia
a asunto s e róticos o a gente real deb e se r in te rpretada como un a in vectiva codifi cada e n contra de la
Igles ia.
Uno pod ría preguntarse con razón por qu é te ndría
Dante que haberse tomado tantas mol estias para
ocultar sus pasiones gibelinas, cuando explícitame nte
la n zó s u invectiva contra la silla papal. Pe ro examinem os un e je mplo co n cre to, e n el que Rosse tti m aneja una de las obsesiones supre m as de los Ad e ptos
c1e l Ve lo. De ac ue rdo con éstos, el texto de Dante co ntie ne una ca ntidad de símbolos y prácticas litúrgicas típicas de la tradición masónica y ro sac ru z. Esta
es Ulld c uestió n inte resante qu e dese mboca e n prohlclllJ Mientras qu P. hay docum e ntos qu e atestigu a n
e l Jd\'cni mi c nto de las id eas rosacru ces haci a el colll ic l1 Z0 elel siglo XV II, y la aparición de las prim eras log ias de la francmasonería simbóli ca hac ia comi('IEOS de l XV III , no hay ninguno qu e los estudiosos
serios acepte n co mo prueba de la ex iste ncia previa
dc ('SdS ideas y u orga ni zaciones. Por el co ntrari o,
(':.:istell docume ntos co nfiabl es qu e atestiguan có mo
('n los siglos XV III y XIX, las logias y sociedades rosauuu's y temp la rias de dive rsas te nd e ncias eligieron ritos \' sí mbo los que se rvirían para establece r un
IlIldj(' iJl\'('ntado. De m a ne ra simil ar, el Pa rt ido Fascis(" 1(,1kl1lo adoptó el fasces de I lictor rom a no coIllO signo de que prete ndía co nside ra rse he rede ro de
b ,lJl(ig uo1 Roma.
Ross('tti parte de la con vicció n de qu e Dante e ra
trallcmdsoll, templario y miembro de la Frate rnid ad
Ros"cr u /. Da por sentado que un sím bolo mas ón -
PermÍtanme con side ra r a hora un caso e n e l qu e la
justeza de la inte rpre tac ión es in c1ecidibl e: cie rta mente, es difícil asegurar qu e sea in co rrec ta He aquí cómo uno de los líd e res de la esc uela de sconstruccionista , ante riorm e nte relacionada co n Yale , 0 coffrey
Hartman , exa min a algunos versos de los "Poe mas
a Lu cy" de \'\/o rd sworth, ve rsos e n los qu e el poe ta
habla explícita m e nte de la mu e rte de una nilla
B,bllO(CUI {le Mc,y,eo
4
Un Dante masón y rosacruz.
1 had no human fears
Debe se ñalarse qu e mi e ntras las palabras die (m orir), um (urn a), co rp se (ca dáve r) y tears (l ágrim as )
pue de n se r de algún m odo suge rid as por té rm ino s
q ue apa re ce n e n e l te xto de Wo rdswo rth (diurnal,
cou rse, fea rs, years y hears) , la pa labra g ra ve (tumb a ) es, por el contrario, suge rida por un a gra v itat10n
q ue n o apa rece e n e l te xto pe ro q u e se postul a e n
la pa rá frasis de Ha rtman . Por otro la do, tea rs n o es
an agram a de trees . "Saco" es a nagram a de "cosa", pero n o de "cos ta"; si se co m ie nza po r descarta r a lgu n as le tra s, e l j uego ya n o vale .
A pesa r de esto, la lec tura de Hartm a n sue na , si
no del tod o co n vince nte, por lo m e n os a tractiva. Desde lu ego, n o sugie re qu e Wordswo rth pre te n di e ra
re alm e n te prod uc ir esas aso ciacion es - la pregu n ta
por las in te n cion e s del a u to r n o cabe e n los postu lados críticos de Ha rtma n . El sólo a fi rm a qu e es vá lido q u e un lec to r se n sibl e hall e 10 qu e é l e ncue ntra
e n el tex to, po rqu e esas asociacion es - po r lo m en os pote n cialm e nte - está n suge ri das po r e l tex to ,
y porq ue el poe ta (qu izá de m odo in co nscie nte) p udo h ab e r da do a lgun os "arm óni cos" al te m a p rin cipal. Si n o el autor , digam os q ue el le n gua je es lo qu e
ha creado ese e fec to de e co. Por lo qu e res pec ta a
Wordswo rth , a un q ue nada de mu es tra q ue e l texto
sugie ra e n e fe cto la tumba o las lágrim as, nada demu es tra lo co ntra rio. La lectu ra de Ha rtm a n no co ntra dice ot ros aspectos explícitos del tex to. PoclJia m os
ju zgar su inte rp re ta ció n com o de m asia do ge n erosa,
pe ro no co m o eco nóm ica m e nte absu rda. La evidencia pu e de se r déb il , pero ti e n e cabi da.
La críti ca clásica se pro ponía hall a r e n e l texto (a)
lo qu e e l a ut o r q uiso decir, o (b ) 10 qu e el texto dice
in de pe nd ie n te m e n te de las inte nciones de su a utor.
She seem ed a thing that could not feel
Th e touch of earth ly y ears
No m 0t1OJ1 ha s she no w, no fo rce,
Sh e neither hears nor sees,
Ro lled round in ea rth 's diurn a l co urse
W ith rocks and s tones and trees.
(No tu ve te m o r hum a n o:
Ell a pare cía ser algo qu e n o podía se n tir
El tacto de a ño s te rre n ales .
Ningún mo vimi e nto ti e n e a hora, nin gun a fu e rza ;
Ni escu ch a n i ve ;
Env uelta e n la vu elta de l diurn o cu rso de la tie rra
Co n las rocas, las pie dras y los á rb oles. )
Hartman advierte un a se ri e de m otivos fun éreos bajo
la s upe rfi cie de este te xto:
El pode r reside pre do min a n te m e n te e n e l de splaza mi e nt o místico de la palab ra grave (tu mba)
po r un a im age n de gra vitación (Rolled roun d In
enrth 's diu rn a l course) . Y aun que no hay aj uste pe rfe cto e n el to n o de esa e st rofa, es claro qu e un a
palab ra sub vocal está sie nd o pronun ciada sin q ueda r escri ta . Es un a palab ra qu e rim a con feClrs,
yea rs y hea rs, pe ro q u e e stá s up rimi da po r la últ im a síl ab a de l poe m a : trecs . Léase tea rs (lág rim as)
y la m e tá fo ra a nimi sta, cósm ica , cobra vida, e l lam e nt o de l poe ta resu e n a e n la naturaleza co m o
e n un a elegía pastoril. De cualquie r m a ne ra, tea rs
deb <; dar paso a lo q ue q ueda escrito , u n sonido
duro pe ro distinti vo , el a n agram a trees .
Blbliolew ele M enCIJ
5
Sólo después de aceptar este segundo principio puede
uno indagar qué es 10 que se halló: si (i) 10 que el
texto dice en virtud de su coherencia textual y de
un subyacente sistema de significación original, o (ii)
10 que los destinatarios encontraron en él en virtud
de sus propios sistemas de expectativas.
Debe quedar claro qu e trato de conservar un vínculo dialéctico entre la intentio operis y la intentio lectoris. El problema es que, mientras se puede entender 10 qu e significa la "intención del lector", es más
difícil definir de modo abstracto 10 que pueda significar la "intención del texto". Es posible hablar de
intención textual sólo como resultado de una conjetura por parte del lector. La iniciativa del lector consiste básicam ente en hacer una conjetura acerca de
la intención del texto.
¿Cómo probar una conjetura acerca de la intentio
operis? Si un cuento comienza con la frase "érase una
vez", tengo suficiente razón para infe rir que se trata de un cuento de hadas y que el Lector Modelo evocado y postulado es un nifio (o un adulto dispuesto
a reaccionar como niño). Por supuesto que esta apertura puede ser irónica. Pero incluso si descubro, conforme voy leyendo, que ése era el caso, fue indispensable reconocer antes que el texto pretendía
comenzar como un cuento infantil. La única manera de hacerlo es poniendo en duda el supuesto que
niega que el texto sea un todo coherente. Esta idea
es también antigua y proviene de San Agustín (De
doctrina christiana) : cualquier interpretación de un
fragmento de texto puede ser aceptada si es confirmada por, o rechazada si es n egada por otra parte
del mismo texto. De este modo, la coherencia textual interna controla los de otra manera incontrolables impulsos del lector. Alguna vez, Borges sugirió
qu e sería interesante leer La imitación de Cristo como si hubiera sido escrita por Céline. El juego es divertido y puede ser intelectualmente provechoso . Lo
intenté : hallé oraciones que pudieron haber sido escritas por Céline ("La Gracia ama 10 bajo y no le ofenden las espinas, y gusta de las ropas sucias ... "). Pero
este tipo de lectura facilita una "red" que conviene
sólo a algunas oraciones de la Imitatio . El resto, casi
todo el libro, se resiste a esa lectura. Si, por el contrario, leo el libro de acuerdo con la "enciclopedia"
m edi eval cristiana, resulta textualmente coherente
en cada una de sus partes.
Me queda claro que, en esta dialéctica entre la intención del lector y la inte nción del texto , la intención del autor empírico ha sido soslayada. ¿Tiene
algún caso preguntarse cuál fue la "verdadera" intención de Wordsworth al escribir sus "Poemas a
Lucy"? Cualesquiera que sean las dificultades de respuesta a esta pregunta, hay por 10 m e nos una circunstancia en la que puede ser interesante plantearla. Hay casos e n los que el autor vive aún y los
críticos ya han interpretado su texto, y se le puede
preguntar al autor qué tanto y hasta qu é grado estaba consciente de las múltiples interpretaciones qu e
su texto ampara. En este punto, la respuesta del autor
no puede ser usada para validar las interpretaciones
de su texto. El propósito del experim ento no es de
índole crítica , sino más bien teórica. Puede darse,
por otra parte , el caso de que el autor sea además
teórico del texto. En ese caso, yo sayal mismo ti empo co nej illo de Indias y cie ntífi co.
Un autor que ha dado a su libro el título de El nombre de la rosa debe estar dispuesto a enfrentar múltipl es interpretaciones de ese nombre . Escogí el tí-
tulo precisamente para dejar libre al lector: así, como
10 expuse en las Apostillas al Nombre de la rosa, "la
rosa es una figura tan llena de significados que hoy
por hoy carece de significado: la rosa mística de Dante, adiós rosa preciosa, la Guerra de las Rosas, en
tanto que de rosa y azucena, entre las almas y entre
las rosas, no la toques más que así es la rosa, una
rosa es una rosa es una rosa es una rosa, los rosacruces ... ".
Un lector descubrió que en algunos manuscritos
preliminares del De Contemptu Mundi de Bernard de
Morlay, del que tomé en préstamo el hexámetro "stat
rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus", se lee
en el verso "stat Roma pristina nomine". (Que es más
coherente con el resto del poema, ya que habla de .
la Babilonia perdida.) Así, si hubiera yo topado con
otra versión del poema de Morlay, mi título podría
haber sido El nombre de Roma, y hubiera adquirido
sonoridades fascistas . Pero el título es El nombre de
la rosa.
Del mismo modo, disfruté el libro de Robert F.
Fleissner titulado A Rose By Any Other Name: a survey oi literary flora from Shakespeare to Eco (1989),
y confío en que Shakespeare se habría sentido orgulloso de hallar su nombre junto al mío. Entre los variados nexos que encuentra entre mi rosa y el resto
de las que aparecen en la literatura universal, Fleissner afirma que la mía "se derivó de 'The Naval Treaty'
de Doyle que, a su vez, debía mucho a la admiración de Cuff por esa flor en The Moonstone" . Aunque soy adicto a Wilkie Collins, desconozco la pasión floral de Cuff. y no recuerdo haber leído "The
Naval Treaty" . Por otra parte, hay tal cantidad de referencias explícitas a Holmes que mi texto puede justificar la conexión con él. Ahora bien, es seguramente
un caso de sobreinterpretación el que Fleissner, tratando de demostrar de qué manera mi Guillermo "se
hace eco" de la admiración de Holmes por las rosas,
cite este pasaje de mi libro:
"Frangula ", dijo Guillermo repentinamente, inclinándose para examinar una planta que, ese día
de invierno, reconoció entre el arbusto desnudo .
De su corteza se obtiene una buena infusión ...
Fleissner termina aquí su cita, pero mi texto añade
"para las hemorroides" . No creo que el Lector Mo:
del o haya sido convidado a considerar la frangula como alusión de la rosa -de ser así, cualquier planta
podría ocupar el lugar de la rosa, tal como todos los
pájaros en Dante, según Gabriele Rossetti, significan
el pelícano .
Uno de mis personajes principales en El péndulo de
Foucault lleva el nombre de Casaubon: pensé en Isaac
Casaubon, quien demostró que el Corpus H ermeticum era una falsificación . Antes de dar por terminada la novela descubrí casualmente que Casaubon era
tambié n un personaje de Middlemarch, un libro que
leí décadas atrás y que no guardo entre mis livres de
chevet. En este caso, hice el esfuerzo po.r eliminar
la posible referencia a George Eliot introduciendo
un di álogo e ntre Belbo y Casaubon:
-A propósito, ¿cual es su nombre?
-Casaubon .
-Casaubon. ¿No es un personaje de Middlemarch?
-No 10 sé . Hubo también un filólogo renacentis.ta que se llamó así, pero no estamos relacionados.
Biblioteca de M éxico
Pe ro e ntonces a pa reció un le ctor inte li ge nte, Da vid
Robey, qui e n se ñ aló qu e el Casa ub on de Eliot escribía una clave para todas las mitol ogías. Co m o Lector Mode lo, m e ve o obligado a ace pta r esa relació n .
Tie n e se ntido . Qué mal pa ra el a utor empíri co qu e
no fu e tan inteli ge nte com o su s le ctores .
El crítico Gios ue Musca escribió un o de los m e jores análisis qu e h e leído de mi últim a n ovela (v. Quadern i Medieval 27 , 1989). Sin e mba rgo , desde el principio, confi esa habe rse contagiado de l h ábito de mi s
personajes de sum e rgirse en busca de an alogias . Au nqu e e n c ue ntra mu ch as citas y anal ogías q ue yo espe raba fu e ra n descubi e rtas , y ha ll a ot ras combin acion es e n las que no pe nsé pe ro q ue m e parece n muy
co n vince ntes, ta mbi é n cae e n e l pa pel del lector para noico, con otras que no hace n m ás qu e con fun dir.
Po r ej e mpl o, le da de m asiada importa n cia al h echo
de qu e e l nombre de la co m p utad ora , Abula fi a, m ás
e l n ombre de tres de los pe rson ajes principales, Belbo , Casa ubon y Diotalevi, produ zca la serie ABC D.
Qué caso ti e n e pone rm e a expli car qu e hasta el final de la redacción de mi novela, la computa dora tenía otro nombre, si podría suge rirse q ue lo ca mbi é
in co n scie nte m e n te para obte n e r la serie alfab é ti ca.
y va de nu evo, a J aco po Belbo le gusta e l w hi sky y
sus ini ciales so n JB. Qué caso ti e n e decir qu e h asta
el fin al de la redacción su n ombre e ra Stefano, y qu e
10 ca m b ié por J acopo e n el últim o mom e nto. La única objeción qu e co mo Lector Modelo de mi libro puedo hace rl e a Gios ue Musca es qu e (i) la serie alfab éti ca ABCD es te xtualmente irrele vante si los nombres
de los de m ás pe rsonaj es n o dese mbocan e n X, Y Y
Z; y qu e (ii ) Belb o tambi é n b eb e m a rtini .
di o gusto posee rl a porq ue parece se r difí cil de co nsegui r , y el co m e nta ri o de Ri ccob oni es m e nos con ocido y m e n os cita do q ue , diga m os , los de Rob e rtell o o Cas telve tro.
Co m e n cé e nton ce s a re dacta r mi propi a descripción de catálogo . Copié la ca rá tul a , y descubrí q u e
la e di ción te nía u n apé n di ce "E]u sdem A rs Com ica
ex Aristote/e": Ri ccobo ni h abía inte n tado re const rui r
e l e xtrav iado seg und o lib ro de la Poética Co n fo rm e
segu í re dac ta n do m i descripción, m e di cue nta de
que estaba reescribie ndo El nombre de la rosa La única d ife re n cia era qu e, a parti r de la página 120, e n
ARISTOTELIS
OPERA OMNIA,
GRlECE ET LA TINE.
OOC T I5 S I MOR V M V I RORVM INT ERP RETATIONE
&. :IOU5 t"11lé'nJ:ltiQima, &. nune cand ~m in quacuorTomos di11ribuca.
(; /'11
f,.,
íCI'
U V f "V . YA LL ¡ VS R f C IS C II R I ST IA N IJ Sl MI CONJIUARJVS
,u..J::M rm,,, 'rrogrn....., . { •• qpfo J~hllu. J imz . _...u Jif'f&lflr..",lnll,
.->'" , (! "rr,.J/ablU ;U.fl'~I.
r R J ll r \
(P ~I
f XJ>I( ¡ D I / l.
Q!!.~ hui, Edlllo ni lCcdfelllnf r~si,u 1'Iol im1 I lldIC~ b il.
PAIU S T1~ .
* * *
lOA ~ !'-: r \ 1
Ap ud ¡ SI M.tO:"-L \ \
FR,I: ULR1C
Para te rmin a r, pe rmíta nm e expon e r un caso e n qu e
el a utor cono ce algo qu e e l le cto r ja m ás sab rá, y qu e
el tex to no dirá nun ca. En El nomb re de la rosa a parece un m a nu scrito mi ste ri oso qu e co nti e n e e l segundo libro, pe rdi do, de la Poética de Ari stóte les, cuyas páginas están untadas con ve n e n o.
Leyó e n voz alta la prime ra página , y se de t uvo
com o si no estu vie ra inte resado e n sab e r m ás; rápidame nte hoj e ó las páginas sigu ie nte s. Pe ro un as
cuántas pági nas m ás adelante, hall ó dificultad porqu e ce rca de la esquin a de arriba, al fll o de las hoj as , y a 10 la rgo de la pa rte su perior , algun as págin as se había n pegado . Ocurre así cuando la textura
húm e da y de te riorada de l pa pel fo rma un a es pecie de pasta pegajosa.
Escrib í estas lín eas a fin es de 1979 . Dura nte los años
sigui e ntes, y e n parte porq u e desp ués de El nombre
de la rosa trab é co ntacto m ás co n stante con bibli otecari os y coleccioni stas de libros (desde lu ego ta mbi é n p orqu e te nía un poco m ás de din e ro a mi disposición ), m e hi ce coleccioni sta de libros ra ros, y
com e n cé a culti var un inte rés m ás espe ciali zado e n
los libros a ntiguos qu e ya pose ía. Un día, revol vie ndo los e stante s superi or es de mi bib li ote ca , m e topé
con un a edi ción de la Poé tica co m e n tada por Antonia Riccoboni , Padua, 1587 . Se m e había olvidado q ue
la te nía -la compré en algún luga r por mil liras, m enos de cincuenta pe niques, quizás hacía vein te o m ás
a i't os . Mi s catálogos m e in fo rma ro n que se tratab a
de la .segunda e di ción , n o muy escasa, y de la qu e
existe un a copia e n el Muse o Britá ni co . Aún así, m e
11 1 I LA 1 ':\ E. ~
1' 1 (, I;.T
LI:.0" A K D.
•
V ¡j h cO bCJ.
- - - -- ------- ._- .-- -_ .__._ AL
C Y .\f
o c.
LI I 11.
•
P R I V !L E GIO
1:EC I S.
Portada de la edición de 1654 de las Obras de Aristóteles, que conserva la
B. deM.
do nd e e mpi eza e l Ars comica , los m á rgen es in fe ri ores - q ue no los s up er iores - estaba n seve ra m e n te
da ñ ados ; pe ro e l res to e ra ig ual, las páginas se e nnegrecía n y ma nchaba n de hum edad progresiva m e nte , y s us pu ntas es taba n pegadas, como si hubi e ra n
si do e ngrasadas con un sebo asqu e roso. Te n ía e n mi s
m a n os, im preso, e l m a nu scri to qu e se describía e n
mi n ove la Lo había g uardado e n mi casa por a ñ os
y a ños . Con un a es pecie de cá m a ra fo tográ fi ca in teri or , debo hab e r fot ogra fia do esas págin as, y por década s la image n de las hojas pon zo ñ osas se de positó como e n un a tum ba , hasta qu e e m e rgió de nu evo
(ign oro por q ué cau sa ), y y o creí hab e rla in ve nta do.
In sisto , es ta historia no tie n e n ada q ue ve r co n las
pos ibles inte rpre tac ion es de mi libro. Si ll eva un a
m ora le ja, es qu e la vida pri vada del a u to r e mpírico
es mu chísimo m ás in son dable qu e sus textos . En tre
la hi sto ri a, ll e na de m iste rios, de la produ cción tex tu al y la de ri va ció n in co ntrolabl e de sus lect u ras futura s, el tex to quCI tex to re prese nta aú n un a prese ncia co nfortable, la in sta n cia sob re la que pode m os
pe rseve ra r.
BIblIOteca de M éx ICO
Trwlu CC/ó/1 ele JWI11 C More/1o \11 l/CI rreol
XAVIER GUZMÁN URBIOLA
Ocho cartas
de León
Trotsky
Trotsky en Teotihuacán.
H/!' !III /CI
(1
,le ,\ 1, ' \1/ ()
8
E
1 día ve inte de agosto de 1940
-hace ya cincue nta años - , a las
cinco y media de la tarde, Jaime Ramón Me rcade r del Río He rnández
arribó a la casa situada en la esquina de Viena y Morelos, en Coyoacán. Era una tarde calurosa. No obstante, Mercade r vestía un a voluminosa gabardina. Adentro , León
Trotsky alimentaba a s us conejos.
Natalia Sedo va había mirado a s u
marido poco an tes desde el porche.
Ramón Mercader ava n zó h asta e ncontra rlo. Deseaba mostrarl e un artículo qu e había escrito. Trotsky accedió, pues Frank Jackson o Jacqu es Morn ard o Ramón Mercade r
había logrado ganarse su confianza.
Al e ntrar ambos a la sala, Me rcade r
saludó a Natalia co rtésme nte, quitándose el sombrero. Se le veía n e rvioso. Le pidió un vaso de ag ua. Minutos m ás tarde, Trotsky y Mercader pasaron al estudio. Merca de r
permaneció de pie y a un lado de
Trotsky . Esperó a que se concentrara en la lectura. Entonces extrajo de
su gabardina un pi ole t y, cerran do
los ojos, lo encajó e n el cráneo de
Trotsky.
Leó n Trotsky no murió inmediata m en te. Sus gu ardi as y famili ares
acudieron de prisa al oír sus gritos
y el gran escándalo. No e ncontraron
a un hombre yace nte: Trotsky, com o una bestia herid a, rugía al ti e mpo que dando traspiés caminaba hacia la puerta, a rroj ando a Me rcade r
cen ice ros, tinteros y cuanto podía
alcanzar. Los guardaespaldas dell íder soviético golpea ron e inm ovilizaron al agresor. A gran velocidad
se trasladó al herido a la Cruz Ve rde . Ahí falleció casi ve intisé is h oras
después: el día ve in tiuno de agosto,
a las siete y media d e la noch e.
Lev Davidovitch Bronstein, quie n
adoptara el seudónimo de "Trotsky",
tom á ndolo de su carce le ro en Siberia, e ra la lege ndari a figura qu e al
co ntar co n sólo veint isé is aí'los de
edad, e n cabezó la frustrada re volu ción rusa de 1909. Fu e una de las cabezas de la in surrección de octubre
de 1917 y J efe del Ejército Rojo . Fue
el1íder qu e supo mante n e r la libe rtad de su pe nsami e nto al no re negar de sus posturas, sobrell eva ndo
así una vida de profe ta ce ns urado,
deste rrado y perseguid o. A pesar de
ser una prese ncia in cómod a para
las de rechas y las izqu ie rdas. re presentaba -hoy 10 ve m os, ta l vez,
má s claram e nte qu e l1un ca - la pos ibilidad de mante ne r vivo e l ant idogmatism o del m arxismo clás ico.
Para home naj ear hoy a León Trotsky, continuar compre ndie ndo su
pensamiento, valorar sus accion es
y ampliar la explicación histórica en
torno a él y a los que lo acompa ñaran , nada m ejor que publicar un par
de extrañ as cartas, así como algunas
breves misivas inéditas firmadas
por el revolucionario sovié tico.
Todos estos docum e ntos procede n del acervo que T eresa Proe n za
-la e ntrañable amiga y confide nte
de Frida Kahlo; la secretaria de Diego Ri ve ra y de la re vista Paz- había recopilado para escribir una biografia del muralista m exicano , que
nunca con cluyó. Sólo la carta fech ada el día 7 de junio de 1933 se e ncu e ntra de positada ah ora en el Archivo Di ego Ri ve ra, re unido e n su
casa-taller de San Ángel. Los restantes inéditos los h emos hall ado recie ntem en te de m odo casi fortuito
en casa de Ju an a Luisa Proe n za,
h erm ana de T e resa.
El prim e r grupo de docu m e ntos lo
form a u n par de cartas de dificil acceso. Ambas n os informa n sobre el
accide ntado trayecto político de
Diego e ntre los años 1933 y 1939.
Esto es, desde su acercamie nto form al al trotskismo , h asta su de finitivo alejam iento; aunqu e hay que recordar qu e, un a vez que Ri ve ra fue
excl uido del Partido Comunista Mexicano , e n se pti embre de 1929 , se
declaró simpatizante -sólo eso- de
la oposición de izquie rda trotski sta.
La prim era de las cartas es, por
su conte n ido, procede n cia y fech a,
quizá el prime r inte rcambio e ntre
Trotsky y Rivera. Trotsky saluda calurosam e nte a Di ego, habla elogiosam ente de su pintura y celebra su
cercanía a la oposición de izqui e rda, al tiempo que espe ra qu e algún
día se en cue ntre n . No sabe mos si
Trotsky se decidió a escribirla al ente rarse de qu e Ri ve ra el artista e ra
el mismo Ri vera simpatizante de
sus ideas , o si lo hizo respondien do
a una carta previa de Diego . Lo que
sí sabem os es qu e años m ás tarde
- entre 1952 y 1954- , cuando Rivera con cluye su largo pe regrinaj e de
retorno al PCM, e n un docum ento
que elaboró para dirigirlo a la Comisión de Control de di cho partid o, al
referirse a esta carta , deformó su
conte nido . Dij o ade m ás h ab erla recibido de la propia mano de Trotsky, en el año de 1937, cuando el exiliado ruso ll egó a México -re trasando su acuse casi cuatro añ os y
m edi o-, lo cual sólo indica su de. seo de pospon e r lo m ás posible la
fecha de su contacto con el líde r sovié tico .
La segunda carta es la m ás interesan'te de cuantas presentam os. Es
la rara misiva que Trotsky e n via ra
a Frida Kahl o el 12 de e n e ro de
1939. Nunca se ha publi cado comple ta e n español. Si la primera marca el inicio de la relación de Trotsky
con Ri vera y México, la segunda fu e
redactada al calor de su ruptura.
Mu ch o se ha escrito sobre esto ; aun
así, co nvie n e revisar los ecos y resonan cias de aquella dificil se paració n .
Cin co fue ron los motivos que envenenaron las relaciones entre Trotsky y Rive ra. En prime r lugar, e ntre
los días 3 y 7 de se ptiembre de 1938,
e n la Con fe ren cia de La usana , e n la
que se fundó la Cua rta In te rnacion al, se resolvió por indicación de
. Trotsky que, dada la enorme gam a
de acti vidades de Diego Ri ve ra, para libe rarlo de las farragosas responsabilidades bu rocráticas, así com o
pa ra alej arlo de las lu chas faccion ales de los diversos grupos trotski stas locales, pasaria a trabajar b ajo el
control del Subsecretariado Inte rnacional. Ri ve ra n o quedó co nform e
con dicho acue rdo, pues pe nsaba
qu e deseaba n alejarlo . En segundo
lugar, h acia octubre del mismo a ño ,
Diego se disgustó cuando se e n te ró
de que un artículo suyo, por decisi ón de última h ora , se in cluyó com o carta a la redacción de la revista Clave. Tribuna Ma rxista . Rivera se
qu ej ó esa vez de que Trotsky lo había censurado . En tercer lugar, hacia
n ovie mbre del mi sm o 1939, Di ego
y Frida protestaron por la destru cción del mural que J ua n O'Gorman
había pintado e n el aeropue rto inte rnacion al de la Ciudad de México .
O' Gorman ridi culi zaba ahí a Hitl e r
ya Mussolini . Esto ocurria, sin e m ba rgo, m eses después - h a n escrito Raquel Tibol y Olivia Gall - de la
expropiación pe trole ra, e n los m om e ntos e n que México e nfre ntaba
el boicot de los países afectados por
di cha m edida y n o h abía otro m e rcado que el de los países del "Ej e".
Trotsky creía que la destrucción del
m ural de O'Gorman - orde nada por
Fran cisco J . Múgica, entonces secre tario de Comuni cacion es - n o
podía compararse con la ll evada a
cabo e n el Centro Rockefell e r. Pe nsaba que nuestro precario equilibrio
económico estaba en juego. En cuarto lugar , h acia fin es de diciembre
del mismo añ o, Natalia e n contró e n
la m esa de trab ajo del m ás ce rcan o
secreta rio de Trotsky - J ean van
Heijenoort, autor del libro Con Trotsky en el exilio. De Pri nkipo a Coyoacán - un a carta e n fran cés dirigida
a André Bre ton que Diego le di ctara a Van Heije noort y en la cual el
pintor se qu ej aba de los "m é todos"
de Trotsky y volvía al asunto de Clave. Ésta fu e la gota qu e de rram ó el
vaso. Fue un torpe recurso inmiscuir a Bre ton informándolo de asuntos que le eran "ajenos". T rotsky había hech o exactam ente lo contra ri o:
Biblioteca de México
9
EIRatón
Este ratón es uno calamidad. Su naturaleza veloz lo llevo o meterse dondequiera . y su hombre -natural e infinita- de
quesos lo empujo o menudo hasta París,
capital por antonomasia de dicho manjar. Allá mismo conoció hoce muchos años
o nuestro flamante Premio Nobelliterario, cuando Octavio ocupaba en lo embojado de México un puesto muy inferior
o sus merecimientos culturales, yo desde
entonces sobrados. En el mismo viaje, en
el curso de sus vagabundeos con el carácter específico de ratón de bibliotecas,
masticó varios ediciones rarísimos de
Flaubert. Por poco y lo Bibliotheque Nationale se quedo sin lo edifio princeps de
Madame Bovary. El remordimiento lo hace ahora coadyuvar intensivamente 01
presente homenaje.
En sus peregrinaciones europeos, roe que
te roe, el ratón descubrió además, desde entonces, que lo obro de Marx ero perecedero . Como pruebo irrefutable de lo
cual, mordió sus mejores páginas en el
Brifish Museum, yen los-recintos alemanes que albergan, de modo casi fetichista, lo famo'Sa edición Mega y los de 50
y 100 volúmenes de lo editorial Dietz. El
pobre ratón, o resultas de tales banquetes, estuvo o punto de ser, avanf la leffre, uno de los primeros víctimas de la peresfroika .
En cambio, este roedor no ha tenido ninguno dificultad paro convertirse en un rotón de mercado. Le encantan los mercados; en particular el de Son Juan, o unas
cuadros de lo Ciudadela, que es su domicilio fijo . En los mercados, la materia
comestible es va riado y no es indigesto
como algunos libros, a los que su dieto
suele reducirse cuando se le im pide discurrir por el mundo entero .
Ah, pero nuestro ratón se entusiasma, con
entusiasmo palind rómico, cuando devoro libros anotados o mono. Ycua ndo escucho alguno de sus óperas favoritos (cuyos libretos conoce mu y bien por ha berlos mascado en edad tempra na junto con
los respectivos partituras) . De suerte que
ha condensado los dos máximos metas de
su vi da -meto a morosa y met o
filarmónica- en dos sendos palíndromos
normativos: o) ANOTAR A LA RATONA; y B) OI R AIDA A DIAR IO .
había ocu ltado a Breton las varias
negli ge ncias de Ri vera en la Federación de Arti stas Revolu cion arios
Ind e pe ndi entes; había accedido a
qu e firmaran los tres el manifi esto
" Por un arte revolu cionario indepe ndi ente" , para el cual Ri ve ra no
había escrito una sola línea, aunque
sí participara en las discusion es previas ; y aún había de ado ptar abi e rtam e nte la defe nsa de Ri ve ra frente a Breto n . Todo ell o debió habe r
di sgustado profundam ente a Trotsky. En e ne ro de 1939, cuando Di ego decide ini ciar un a se rie de m ani obras desde la Casa del Pueblo, la
c.G.T. y el Partido Revolu cio ario
Obrero y Campesino - instituciones
a las que el pintor apoyaba econ ómi cam e nte - dirigidas, según él, a
aclarar el ambi ente electoral que se
vivía en el mom ento en que Múgica y Á vil a Camacho habían renunciado a sus cargos de secretarios para lan zarse com o precandidatos a la
presiden cia por el Partido de la Revolución Mexicana, el ambie nte entre el pintor y el líde r sov ié ti co estaba comple tam ente nublado .
Con fec ha del 7 de enero de 1939,
Di ego re nunció ante el Secreta ri ado de la Cuarta Internacional y ante la redacción de Clave , cuesti ón
qu e rea fi rma esta segu nda carta.
Hay qu e recalca rl o: la decisión de
se para rse definitivam ente del trotski sm o parte de Riv e ra. El día 10 de
e ne ro, se decide no aceptarle su renun cia. Hoy sabemos que, en seguida, Trotsky reda ctó person alm e n te
do s ca rtas dirigida s al muralista
- un a a nombr e de Clave y otra a
nombre del Buró Panamericanoe n las qu e le expli caba las razon es
para rechaza r su renun cia. El pintor no co ntestaría sino hasta el 19
de ma rzo , cuando ya la lejanía estaba consumada.
Es e n este contexto que León
Trotsky hace el últim o intento de
conciliación y trata de promover un
entendimi ento. Se diri ge a Frida para qu e interceda; cosa que ella no
hará. Se trata de una carta por demás cordial. Queda clara la enorme
im portancia que Trotsky daba a la
separación de Di ego Rivera de la
Cuarta Internacional. Trotsky explica a Frida las "dolorosas" razones
del alejamie nto que él percibe com o "absurdas" y "fantasiosas". Leye ndo y cotejando la información
de la carta con la explicación cronológica de lo acontecido, se pue de
palpar a un par de hombres atenazados por dificil es si tuaciones. Un
Trotsky acorralado y muy humano
frente a un Rivera susceptible, fantasioso, torpe, que decide , con valentía -que no excl uye el capri cho
ni la visceralidad-, renunciar a la
Internacional trotskista. Hay qu e
apuntar fi nalm ente -dice Hayden
He rrera en su biografia de Fridaque pasado el ti empo, cuando la
pintora buscara reincorporarse al
PCM , opinaría que esta carta era
"completamente ridícula".
El segundo grupo de documentos lo
forman seis breves misivas manuscritas y autógrafas de León Trotsky .
Son compl etamente inéditas. Se trata de un par de tarj e tas postales y
un telegrama dirigidos a Frida Kahlo y Diego Rivera, más dos notas, recados o pe queños m en sajes e nviados a Frida. Úni camente uno de los
docum entos carece de destinatario,
pero su pon emos que era para Frida , cuestión sobre la que volveremos m ás adelante. Los seis docum entos, o están fechados o es posibl e deducir el m om ento preciso de
su e nvío. Todos son del m es de julio de 1937, justo cu ando Trotsky y
Natalia deciden separarse dada la
crisis provocada por la atracción
que Trotsky siente por Frida.
Durante una entrevista .
BlbllOreca de M exlco
10
Le ón Trotsky dejó Coyoacán el
día 7 de julio para recluirse en una
hacienda cercana a San Miguel Regla, propiedad de la familia Gómez
Landero . Allá descansó , montó a caballo, practicó la pesca y se dedicó
a pensar. Permaneció ahí hasta el 26
o 27 del m es en compañía de Jesús
Casas -j efe de la entonces aún pequeña guarnición de policía que
acompañaba a Trotsky en Coyoacán- y de Sixto Navarro, chofer y
hombre de confianza que trabajaba
para Diego Rivera. Conservamos las
cartas que por aquel tiempo Trotsky
intercambió con Natalia. Éstas que
presentamos ahora, deben leerse a '
la luz de dicha correspondencia y de
informaciones como las proporcionadas por Hayden Herrera, Van
Heij enoort, Deutscher , etc.
Al día siguiente de su arribo a la
finca , Trotsky escribe el primer
mensaje: fechado el día ocho, no tiene destinatario. Hay que dejar bien
claro que se trata de recados y pequeñas cartas que, en sí, no son
muy importantes. Son cordiales,
amables; cartas de un hombre qu e
hace apenas siete m eses había dejado el infie rno que le representó
Noruega; cartas en que únicamente e n dos casos se sugiere el flirteo
que sostuvieron Trotsky y Frida. Me
niego a creer , a la luz de los docum entos y testimonios conocidos,
que vivieran un gran amorío . Tanto Frida como Diego -ajuzgar por
la manera en que sabemos se conducían ya para entonces - deben
habe rse asombrado de la admiración que expe rimentaba el revolucionario ruso por Frida, admiración
que se percibe en estas cartas y se
traduce, creo, en una cortesía desm edida qu e por una parte raya en
el anonadamiento y por otra eviden cia su puritanismo . Es de supon erse que tras la separación en San
Miguel Regla, Trotsky se unió m ás
firm em e nte a su esposa.
En Noruega , Trotsky vivió mom entos de acoso y una vez que Lázaro Cárdenas le otorgó el asilo, las
autoridades migratorias le dieron
sólo 24 horas para abandonar aquel
país. Trotsky llega a México y se encuentra a una extraña muj er. Frida
lo ha ido a recibir en nombre de
Cárdenas y de su marido , llevando
consigo el tren presidencial que el
ge n eral Cárde nas ha puesto a su
di sposición. Aquí con vive más íntimam e nte que con n adie, con ese
pintoresco, liberal y muy fu erte matrimonio , y experim enta el obvio relaj ami ento posterior al peligro . Es
en este marco que hay que entender
su am orío. Ello no qui ere decIr qu e
no haya sido ri esgoso para ambos .
Dos so n, pu es, los mom entos e n
que se descorre un poco la cortina
de los sentimie ntos. El prime ro se
en cuentra en la nota fechada el día
ocho, en la cual como posdata Trots-
•
EfRatón
TELEGRAMA
I PACHUCA BOO 10 JULIO 937 X.CB.L.9.42
11-1.'0 Ursente gdd 9.20
DIBQO GIDA BIVBIIA
l'AIoII& .u.TAVI~A
VXLL4 OBRBGON D' P
tmlRtlml
~
!WO LKTTEBa srOF MAIL CONNICTIOn IDDIB3CT DIFICULT
lT.ar DAJjIfI! lfOT CAD 1I'r0l' IIW 8ft TBAJlXe
"'UCHES YOUBS
LB~
l'BOCBDIIITE UN
IIIGtJXL DGLA liGO
ky escribe "yo te . .. " dej an do una
larga línea de suspen so. El hecho de
conten e r una re fe re n cia tan clara y
dado que es el úni co m ensaj e qu e
no tie n e destinatari o n os h ace deducir que n o podía h abe rl o dirigido
T ro tsky a Diego y Frida, sino sólo
a esta úl tima .
Sabem os que Frida visitó a T rotsky el día 11 de j ulio e n San Miguel
Regla. Cie rtos estudi osos coincide n
en que fu e e n ese m om e nto cuando decidieron pon e r fin a sus relacion es. Se tra tab a - e n opini ón de
Van Heijenoort - de un am orío que
era un tob ogán imposibl e de seguir
si no adquiría compromisos m ás serios. Ni T rotsky ni Frida podían hacerlo; ambos estaban dem asiado
unidos a sus parejas. Ella Wolfe pe nsab a que fu e Fri da quien rompió.
Basaba sus testimoni os en una carta -qu e Frida opin aba "e ra muy
linda" - de nue ve cuartill as e n viada por T rotsky desde San Migu el
Regla. Frida e n tregó esta carta a su
amiga pa ra que la leye ra suplicándole la rompi ese después, cosa qu e
cumplió la m uj er de Bertram Wolfe . Dicha carta n unca h a a parecido.
Traigo esto a colación porqu e la segunda suge re n cia a sus intimidades
aparece e n fec ha poste ri or al 11 de
julio: el día diecinueve, Trotsky le
pregu n ta a Frida si irá sola o con
Diego a Veracruz. ¿Qué qui e re decir esto m ás all á de la eviden te refe ren cia? El 15 de j uli o Trotsky ll egó a la ciudad de México para pasar
tres días con Natalia. Antes de regr esar a San Migu el Regla, buscó a
Diego y a Frida e n la casa-tall e r de
San Án gel. El diecioch o, T ro tsky le
escribe a Natalia con gran sin ce ridad - ¿o la sondea?- ya desde el estado de Hidalgo n arrán dole lo sucedido en el estudio de Diego:
Ahora déjam e platica rte de la visita
( ... ) Mi e ntras esperábamos a D., F.
m e d ijo qu e pe nsaba irse de la ciuda.d . "¿A Nueva York?" "No , n o ter¡·
go dine ro su fi cie nte para eso; a algún
luga r de Ve racruz".
D. Jl egó con un pe ri co e n la cabeza. Hablam os de pie, po rqu e D. ya
qu e ría irse. F. le dijo algo a D., q uie n
m e lo traduj o con u na son ri sa: "Dice
qu e si n o fue ra tan ta rde lo aco m paña ría hasta Pach uca y se regresa ría
e n cami ón" . EJl a no me ncionó nada
se mej a n te d ura n te los tres minu tos
qu e pasa m os espe rando a D. ¿Por
qu é se lo hab rá di cho? Él m e trad uj o
todas las pa labras de eJl a de un m odo m uy amable. Pe rdón ame por co nta rte todos estos de taJl es, pero qui zá
te in te rese n , a unq ue sea un poco.
No obstan te , al día sigu ie n te, T rotsky, de van eando en tre su m oralismo
y su sinceridad con Natali a, le escribe a Frida la carta del diecin ueve
e n qu e el a mbiguo j uego de Fri da
y Di ego, de propone rle a T rotsky
qu e ell a le acompañ e a Pach uca , se
tran sfo rma e n u n a cortesía de su
parte rayana e n la inge nuidad, e vide n ciadora de su a n onadami e n to .
T rotsky desli za la pregu nta ace rca
de su compañ ía para el proyectado
viaje de Frida a Ve racru z. Ingen uidad y a trevimi e n to .
Hay sólo u na cuestión m ás que
agregar. Todos los estudiosos h an
coin cidi do e n q ue el artista no estab a al tanto de las relacion es sosten idas e n tre T rotsky y su esposa . En
1986 publiqué un doc u m ento , e nton ce s in édito, e n el cu al Ri ve ra dice conoce r la existe n cia de "una serie de cartas de am or" e n viadas a su
mujer por Trotsky, si bien lo dice en
un contexto que nos h ace creer qu e
tal vez exage raba o m en tía. De h ab e r te ni do sospechas és te se ría el
sexto m otivo de su al eja m ie nto con
Trotsky -por más libe ral que imagine m os a Di ego. Segui rem os esperan do a que estas cartas aparezcan ,
puesto qu e las prese ntadas ahora no
parece n ser Las Ca rtas de Amor por
a n ton omasia, a unque sí n os inducen a pe nsar que dichas cartas existe n o existie ron .
Biblioteca de
M éX ICO
En el concurso para elegir a "Miss Italia", que se celebró el año pasado en una
pequeña ciudad cercana a Nápoles, al
llegar la siempre regocijante sección de
las "preguntas de cultura general", el jurado preguntó a u~a de las participantes quién era Leonardo da Vinci . "Eh ...
¿un aeropuerto?", respondió la aspirante. ¿Y quién fue Stalin?, se le preguntó a
otra, que respondió intrigada "¿ Un estalinista?" Es posible que la chica no haya andado tan descaminada, si es verdad que se puede ser más papista que
el Papa ,
Pero también por acá se cuecen habas.
En el concurso "Señorita D.F ." , una nada fea amiga, respondió a la pregunta
de qué personaje 'de la historia le parecía más interesante:
-Platón, porque en su libro Los diá-
logos de Platón . ..
"A little learning is a dangerous
thing", dice Alexander Pope. Fenómeno
que ya no es sólo aplicable a los seres
humanos . Hace poco, en el "noticiero"
de David Miller (Saturday night live) , un
"experto militar" dijo que las " bombas
inteligentes" eran más inteligentes que la
mayoría de la población norteamericana:
-Por lo menos, las bombas saben
dónde queda Bagdad. Pero -agregóno conviene hacerlas más inteligentes
porque entonces las bombas organizarían marchas pacifistas.
A fines del año pasado, recibimos la noticia de la muerte del profesor Fung YuLan, a los 94 años de edad . Fung fue uno
de los filósofos más notables de la China
contemporánea; su labor en pro del entendimiento entre Oriente y Occidente es
una de las grandes empresas del siglo .
Su Breve historia de la filosofía china, cuya primera edición en español fue publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1987, queda como bastión de la
larga marcha en sentido inverso que la
secular tradición intelectual china sostiene contra quienes la rechazan en favo r
de un puño, así, de ideas .
LEÓN TROTSKY
Buyuk Ada, 7 de junio de 1933 1
Estimado camarada Diego Rivera:
QUie ro dirigirle algunas palabras de saludo caluroso. Conozco su
pincel sólo m ediante reproducciones, naturalmente. En 1928, cuando
me en contraba en Alma-Ata, Asia Central, me topé por vez primera .
con algunas fotografias de sus obras en un suplemento ilustrado de
una publicación americana cualquiera. Sus frescos me impresionaron por su m ezcla de virilidad y calma, casi ternura, por su dinámica
interna y el tranquilo equilibrio de las formas. Y con todo ello, esa
frescura magnífica para abordar al hombre y al animal. Jamás imaginé que el autor de esas obras fuera un revolucionario que se halla
bajo la bandera de Marx y Lenin. Apenas recientemente supe que el
maestro Diego Rivera y el otro Diego Rivera, el amigo cercano de la
oposición de izquierda, son una sola y la misma persona. Ello me agradó infinitam ente, porque la fu erza de las grandes ideas se verifica tambié n en el hecho de que ellas atraen hacia sí todo lo que hay de mejor
en los diversos ámbitos de la creación humana.
Mantengo aún viva la esperanza de visitar América, de ver los originales de sus obras y de conversar personalmente con usted. ¿O quizá
e n un futuro cercano visitará Europa vía Estambul o Prinkipo? Me
daría mucho gusto. Estrecho su mano fuerte y cordialmente. Mi esposa le envía cálidos saludos.
Suyo
León Trotsky
Camarada Diego
l . Carta mecanografiada original escrita en fra ncés y dirigida a Diego Rivera sobre una hoja de papel blanco tamaño ca rta . Sólo la firma al calce es autógrafa. Esta
ca rta la loca licé e n 1986, e n casa de Te resa Proe nza, y se publi có por primera vez
e n el supl em e nto cultural La Tomada Semanal, núm ero 102, 31 de agosto de 1986.
Tradu cción del CEN IDIAP-INBA
12 de e nero de 1939 1
Qu e rida Frida:2
, odas aquí nos sentimos contentos, e incluso orgullosos por tu éxito e n Nueva York , porque te consideramos embajadora artística no
sólo de San Ángel, sino también de Coyoacán . Incluso Bill Lander,3
"obj eti vo" represe ntante de la prensa norteamericana, nos informó
que, de acuerdo con las notas impresas, tuviste un verdadero éxito
e n los Estados Unidos. ¡Felicidades, de corazón l
Des pués supimos que estabas enferma, y seriamente. Ayer Van 4
nos dijo que convaleces y que posiblemente irás a Francia dentro de
poco. Todos es peramos qu e logres en Francia el mismo éxito que en
los Estados Unidos.
Sin embargo, antes de qu e dejes el Nuevo Continente , deseo comunicarte algunas dificultades con Diego, que son muy dolorosas para
mi, para Natalia y para el resto de la familia.
Bf iJ llO tcm dI: M CX fCO
12
Se me hace muy dificil dar con el verdad ero origen del di sgusto
de Diego. En dos ocasion es traté de provocar un a discusión franca
sobre el tema, pero él fu e de 10 m ás general e n sus respuestas. Lo
único que pude sacarle fue su indignación por mi renu e ncia a reconoce r en é11as aptitudes de un bue n fun cion ario revolucionario. Insistí en que nunca deb ería aceptar un puesto burocrático e n la organización, ya que un "se cre tario" que no escribe, que nun ca res ponde
las cartas , qu e nun ca ll ega puntualme nte a las re union es, y que h ace
siempre 10 opu esto a la decisión colecti va, no es un bu e n secre tario.
y te pregunto, ¿por qu é habría de se r Di ego "secretario" ? Que es un
auténtico revolucionario, eso nadi e 10 duda: pe ro es un revolu cion ario multiplicado por un gran artista, y es por cierto esta "multiplicación" la qu e 10 deja absolutame nte incapacitado para el trabajo de rutin a e n el Partido . Estoy segu ro de qu e e n el mom ento de una ola
revolucionaria él sería inva1uab1 e , gracias a su pasión, su arrojo e im aginación. En ti e mpos de paz, es valioso e n un com ité revolu cionario
qu e él puede inspirar con su iniciativa y su a rdor. Pe ro para un trabajo rutinario de organi zación , nu estro a mi go Diego es totalm ente inadecuado .
Pa recía qu e estu vie ra ávido de mostrarme que era el m ejor burócrata del mundo y que se había con ve rti do en un gran pintor sólo por
casualidad. Ini ció una actividad puram e nte pe rsonal e n la Casa de l
Pueblo y en la c.e.T., y la ocultó de m í y de todos los de más camaradas. Esto m e alarmó muchísimo, porque estaba seguro de que esa aventura personal habría de te rminar con resultados desagradabl es para
la Cuarta Inte rnacional y para Diego en 10 personal. Creo que fue precisa m ente el h echo de qu e Di ego "con spirara" un poco en contra mía
10 que 10 irritó, al mismo tiempo , co ntra mí y los otros cama radas.
Es la única explicación sólida qu e e n cue ntro.
A mis ojos, los ex pe rime ntos con la Casa del Pueblo y la c.e.T. no
fu e ron catastróficos, pero sí muy desafortunados. El li derazgo de la
c.e.T. no viró haci a la izquierda, sino a la derecha, y de man e ra muy
cínica. Supongo qu e eso se debió a la última explosión de Di ego e n
mi contra.
Le escribió una carta absolutam e nte incon cebible a Breton. Los fun-
EfRatón
Oímos con frecuencia mencionar, a la hora de dar a la luz algunos no tan selectos papeles póstu mos de un escritor, las
famosas" cuentas de la lavandería" . ¿Toda cabe en el volumen de las obras completas? la pregunta es ya un cliché. Hurgando en viejos suplementos culturales
que llegan a esta Biblioteca, hallamos un
artículo en el que la crítica de habla inglesa Victoria Glindinning comunica, esta vez literalmente y no en plan de metáfora o licencia práctica, el descubrimiento de unas interesantes cuentas de
lavandería, en el archivo de la familia
Trollope, de la cual el novelista Anthony
Trollope (1815-1882) es eximio miembro.
las laundry lists que halló la estudiosa inglesa son, sin embargo, muy recientes;
datan de principios de la década de los
sesentas de este siglo, y están a nombre
de una tal Mrs . Reece. ¿Quién era esa señora y qué hacen sus cuentas en el archivo de tan ilustre familia? Después de muchas indagaciones, resultó que Mrs. Reece fue hija de Ellen Ternan, nada menos
que amante de Charles Dickens .
querida Frida
dam e ntos obje tivos de su arranque contra mí son absolutamente fa lsos, un puro producto de la imaginación de Diego Oe pedi ré a Va n
qu e te en víe una co pia de su refutación a las "recriminaciones" de
Di ego). Ahora Di ego dice qu e eso no ti e n e im portancia e n sí m ismo,
pero es un síntoma infalib le de su verdadero án imo . Le dijo a Van
que si b ie n los h echos m e n ores no eran correctos, el h echo may or
10 sigue siendo, es decir qu e yo deseo deshacerme de Diego. Como "prueba", Diego di ce qu e m e re hu sé a escu cha r una lectura de su a rtículo
sobre arte. Qu e rida Freda, es absolutam e nte increfb1e que uno deba
defe nd erse co ntra una acusación así.
De impro viso, Diego l1 egó con su a rt ícul o sobre a rt e a una re uni ón
de amigos e n mi casa y propuso lee rlo de in mediato para qu e opináramos. Le hi ce notar qu e e nti e nd o el español sólo cuando tengo un
manuscrito e nfre nte, y qu e si sólo 10 oigo me pierdo por 10 m e nos
de la mitad. Esto es co mpletam e nt e cie rto. Para poder dar una opinión sobre un te m a tan importa nte, debería haber estudiado el artículo, lá piz e n mano. Entonces sí podría propon e r una crítica, cambios
o co rreccion es sin provocar una discusión general sobre el Cielo y
el Infi e rno. Esto fue el tipo de colaboración qu e tuvimos cuando Diego escribió para Las Novedades 5 Incluso se decidió, a sugerencia
mía, que se di stribuye ran copias de cada artículo e ntre todos los ami gos interesados, pe ro Di ego olvida las decision es de grupo inmediatam e nte, y luego busca las expli caciones más fantasiosas para las cosas más sencil1 as.
BlbllOfCC(l ele i\1exlco
13
Muy bien . Que no se publiquen las cuentas de la lavandería. Pero ¿qué sucede
cuando se publican artículos de lavandería? Así leyó el crítico Philip Guedalla
(1889-1944) al crítico Ezra Pound : "una
más bien descoyuntada serie de notas en
staccato que le dejan a uno la confusa impresión de que los puños de camisa del
señor Pound fueron enviados a la imprenta en luga r de a la lavandería" .
"Y, bueno -dice el ratón, luciendo su mejor acento argentino, pues en la Boca tuvo sus dores y tomares en el tango porteño y las obras completas de Borges-,
si la historia sigue registrando cuentas de
lavandería es que Jo historia vuelve a repetirse, o que todo viene a ser historia
universal de la infamia ." Y mandándole, como si nada, un saludo a Ménem
("por su nombre de palíndromo") da por
concluida la charla . Y esta columna .
La idea de que deseo deshacerme de Diego es tan increíble , tan
absurda, permíteme decirlo, tan fabricada , que sólo puedo encoger
los hombros con aire de impotencia. Durante estos meses pasé muchas horas co n Natalia discutiendo qué podríamos hacer para aclarar
la atmósfera y restablecer la vieja, amistosa relación. En una ocasión
visité a Diego con Natalia, y pasamos una muy agradable hora con
él. Luego 10 visité solo Ca pesar de su resistencia) y provoqué una discusión. Después de cada visita me quedé con la impresión de que el
asun to estaba definitivamente arreglado, pero al día siguiente recomenzaba y parecía ponerse peor que nunca.
Hace apenas unos días, Diego renunció a la Cuarta Internacional.
Espero que su renuncia no sea aceptada. Por mi parte, haré todo 10
posible por zanjar, al m enos, el aspecto político. Sin e mbargo, creo
que tu ayuda en esta crisis es esencial. La ruptura de Diego con nosotros significaría no sólo un duro golpe para la Cuarta Internacional ,
sino también -temo decirlo- la muerte moral del propio Diego. Aparte de la Cuarta Internacional y de sus simpatizantes, dudo que pudiera hallar un medio de comprensión y estimación, no sólo como artista, sino como revolucionario y como persona.
Así pues, querida Freda, conoces nuestra situación. Me resisto a
creer que no haya esperanza. En todo caso, seré el último en abandonar los esfuerzos para restablecer la amistad política y personal, y sinceramente espero que habrás de colaborar conmigo en este sentido.
Natalia y yo te deseamos la mejor salud y el m ejor éxito artístico,
y te abrazamos como nuestra querida y verdadera amiga .
Tuyo como siempre
L. Trotsky
l . Carta m ecanogra fiada original, redactada en inglés y firmada por León Trotsky.
El original se e ncuentra e n tres cuartillas de papel copia tamaño carta.
2. La le tra "i" aparece como corrección mecanográfica. En el original dice "Freda ", como aparece m ás adelante e n el texto de la carta.
3. No sab e m os de qui é n pueda tratarse.
4. J ean van He ij e n oort. Secre tario, guardaespaldas y pe rsona muy allegada a
Trotsky. De nacionalidad holandesa, e ra matemático y especialista en armas. Autor
de l libro Co n Trotsky en el exilio. De Prinkipo a Coyoacán. Murió asesinado trágicam e nte e n e l año de 1986.
5. Se trata del pe ri ódi co Novedades.
8/ V II I
N
O pude mandar ayer la tarjeta postal; la incluyo en el sobre, porqu e estoy obligado a enviar la s cartas por intermedio de la administración del sr. Jom ez U) 2 y mi tarjeta postal podría ser interpretada como una "queja".
Mis saludos afectuosos
Lev
X. Yo te _ __ __
3
l . T ex to m a nu scri to en fr a ncés redactado por Trotsky sobre un tro zo de papel
ta m aI"1O m edia ca rta. Posee un dobl ez qu e coin cide exacta m e nte con la tarje ta postal
sigu ie nte, la cual nosot ros fecham os el mi sm o día och o. Este recado no tie ne destinatario; iba, obv iam en te , en un sobre qu e lo debió ll evar. Noso tros conj e turamos
q ue se trataba de Fri da Kahl o. Ve r nota de prese ntac ión .
2. Trotsky debió escribir "Góm ez" e n vez de "Jomez". Su duda qu eda ex plicita
con la in te rrogac ión ent re pa ré ntesis q ue le sigue al a pellido . Se tra ta de alguno de
los mi e mb ros de la fa mili a Gó m ez Lan de ro, el cual, por lo visto , e ra el admini strado r de la hac ie nda dond e se e n co l1traba Trotsky. La familia Góm ez Lande ro e ra la
p rop ie ta ri a de la hac ie nda ce rcana a San Miguel Regla, a dond e Trotsky se re tiró
e nt re el 7 y e l 26 o 27 de j uli o de 1937 .
3. Abrev ia tura de "Je t'a ime". Ve r n ota de prese n tación .
Blbllotecn de M exlco
14
8/ VIII
QueridOs amigos: Me siento muy conmovido de h ab er hallado aq uí
un pequeño botiquín e nviado por Frida W. (sic) ¡Qué gentil es uste d ,
querida amiga l Cómo de ploro las 4 o S horas perdidas por D.D., 2
quie n tenía en Pachuca un aire fatigadísimo.
Aquí n o hay n adie a
la disposición, pe ro esp e ro que todo se arregle.
poco a poc0 3 Mañana les haré un re cu e nto m ás de tall a do , por e l mom e nto estoy un
poco cansado. No n ecesito decir qu e Sixt0 4 hace todo lo qu e puede
para poner en orden las cosas.
Mil salu dos a los dos.
Suy o L.D.
l . Fecha ded ucida . Se trata de un tex to m a nuscrito por Trotsky en francés al reve rso de una tarjeta postal de l Co rreo Mexica no , sin ilus tración . Está dir igida a Fri da
y Diego Ri ve ra . No ti e n e sell o n i fecha de l co rre o y e ll o es un a rgum e n to más pa ra
pe n sa r qu e iba e n el mismo sobre que la n ota fechada e l día ocho.
2. Don Diego o Diego Ri ve ra .
3. ¿Se tra ta de l comentari:J qu e Tro tsky no quería q ue "se inte rpre tase co m o un a
qu eja" a que se re fi e re e n la nota fechada e l día oc ho?
4. Sixto Navarro . Chofe r, hombre de confian za , guarda espaldas y, pos ibl e me nte,
espía e inform a nte al se rvicio de Diego Rivera .
PACHUCA HGO 10 JULIO 93 7 1
DIEGO FRIDA RIVERA
PALMA ALTAV IST A
VILLA OBREGÓN D F
URGENTE
ENVIÉ DOS CARTAS PUNTO CONTACTO CORREO INDIRECTO DIFÍCIL PUNTO SALUD BIEN PUNTO GRAC IAS MEJORES DESEOS SUYO LEÓW
SIXTO NAVARRO
PROCEDENTE SAN MIGUEL REGLA HGO
l . T e legram a m eca n ogra fi ado e n ingl és d irigido a "Diego Frida Ri ve ra". Sólo la
firm a "L" es a utóg rafa de Trotsky y se e ncuentra bajo e l nombre de Sixto Nava rro .
Este te legra m a se ha lla e n una hoja de Co rreos y T e légrafos de los Estados Unidos
Me xica nos con un sell o de T e légrafos Nac ionales, Oficina de Vi lla Alva ro Obregó n .
2. "LEON" , e n e l origi nal e n español.
n / VIII 1937 1
Q uerida "Sra"2 Frida , ( .. . )3
m e parece que no recibió u ste d mis tarj etas*; es la única razón por
la qu e m e pe rmití telegrafiarle aye r.
¿Podría se r tan amable de e n viar la ta rjeta a Hidal go?4 No te n go su
domi cili o [e nme ndadura] (la dirección) 5
Llueve, llueve. y _ _ __ _ _ _ _ _ __
Mis m ejores deseos y m ás caro agrad e cimi e nto a 0.0. y a usted.
Su LT
P.D. ¿Ha visto a Natalia ? ¿Qué h ay de Cristina?
su
L.T
BiblIOteca de M exlco.
lS
* todo deb e ser enviado a través de dos o tres intermediarios ... nada es [enmendadura] seguro (perdone mi inglés, por favor)
(pe rdone las dos tintas)6
l . Fecha deducida , pues la misiva hace re fe ren cia a un telegrama, que puede ser
el ante rior. Ver nota de presentación. Este texto fu e manuscrito por Trotsky e n francés sobre m edia hoja de papel tamaño carta. Está dirigido sólo a Frida .
2. "Sra", en el original se e n cu entra e ntre comillas y en es pañol.
3. En seguida del nombre "Frida", la carta se encuentra mutilada .
4. Hidalgo. Pe rsona allegada al general Francisco J . Múgica y e nlace entre éste
y Trotsky.
5. En el original "la dirección" se halla entre paré ntesis y en es pañol.
6. Esta nota fue escrita combinando tintas azul y n egra de pluma fu ente.
13 / VII 1937 1
Queridos amigos
Llegaré el jueves o viernes a Coyoacán para quedarme 24 horas, es
por ello que no escribo más que estas líneas. Después de la visita inesperada del domingo -de nuevo la soledad + la pesca.
Sal udos afectuosos
Suyo
L.T.
l . T exto manuscrito por Trotsky en francés al reverso de una tarjeta postal del
Correo Mexicano , sin ilustración y con sello de la Oficina de Correos de Huasca del
15 de julio de 1937. Está dirigida a Frida y Diego Riv era.
19 / VII 1937 1
Muy qu erida F.W. (s ic)
,
\
R eCibí ayer una gran visita: toda la familia Landero,2 por 10 menos
12 personas. La pasamos muy bien, incluso nos fotografiamos [enmendadura] juntos. Aye r me expresó usted el de seo de acompañarme a
Pachuca (e ra sin embargo muy tarde). Ahora recuerdo que ni siquiera le agradecí su intención , que reiteraba su acogida infatigable hacia
mi persona. Es usted verdaderamente admirable, y mi corazón está
lleno de gratitud .
La pesca esta mañana [enmendadura] fue magnífica. El día se anuncia bello. - ¿Cuándo partirá hacia Veracruz? ¿Sola? ¿Con D.D.?
Permítam e insistir una vez más: trate de escribir, eso le hará mucho bie n . Si pudiera serIe útil en su trabajo, me daría mucho gusto.
Le escribo en francés porque es m ej or que mi inglés, y para darle
la peque ña oportunidad de ocuparse de esta lengua.
Mis saludos m ás afectuosos a D.D.
Devotam ente
L.D.
l . Texto m anu scrito por Trotsky e n fr an cé s sobre una hoja de pape l tamaño carta . Está d iri gido a Frida .
2. Se trata de la familia Góme z Lande ro.
Notas de Xavi e ,- Guzmán Urbl ola
Tradu cción de Jaim e Moreno Vil/arreal
Bl bllUteca de
16
M CX 1CO
JOSÉ LUIS RIVAS
Al desportar
El mástil es tan alto
que enlaza nuestros ojos
en un profundo ruego
antes de que zarpemos.
parva bestia, temible
como la antigua rémora;
un molusco que labra
los riscos sumergidos
La lona restallante,
una vez rehenchida, .
sopla con blanco empuje
al alma su plegaria;
y esculpe galerías
y el bajel se desliza
tal santuario surcando
las aguas 4el silencio
concentrado en sí mismo.
hasta fraguar la costra
gravosa que consigue
con los años lastrar
y hundir gigantes naves.
Pedimos a los dioses
la vuelta y la bonanza
y medir la inclemencia
sólo con el coraje
Antes de la partida
y de la recalada,
pedimos a los dioses
la vuelta y la bonanza
en la brega exhibido
ante la adversidad,
que inviste mil figuras:
ora es ola crestada,
y medir la inclemencia
ora
ora
ora
\ ora
arrecife o témpano,
bravo marrajo,
raquero en corso,
funesta broma:
en los cascos navales,
untándoles la cal
que brota de su concha~
sólo con el coraje
en la brega exhibido
ante la adversidad.
Flaubert
y la copia
JAIME MORENO
VILLARREAL
Flaubert disecando a Madame Bovary.
Caricatura de A. Loriot.
U
na hi storia de la distribución literaria reservaría móviles de asombro al lector contemporán eo. Un capítulo primordial daría cuenta de la
copia y su s modos de producción,
y paralelamente a la historia que lleva del escriba, el copista y el calígrafo a la reproducción m ecánica,
a la empresa editorial y al copyright,
se abrirían los expedientes de la copia directa, la citación secreta y el
correo literario.
Jürgen Habermas ha articulado
ya de excelente modo el relato de
la distribución periodística en su
origen como servicio postal (Historia y critica de la opinión pública);
queda por exponer cómo la literatura se ha re partido en esas "copias
únicas" que autores y lectores cuidadosos dispensan en sus epistolarios . Baste recordar que, a fines del
siglo XIX en Francia, unjoven escritor hundido en un a importante ciudad de la provincia agradecía a su
coetán eo parisino las copias a mano que le enviaba de poemas y fragm entos aparecidos en periódicos y
rev istas para él in con seguibles: así
Paul Val éry se mantuvo al tanto del
mo vi miento simbolista, con oció y
am ó la literatura de sus antecesores
directos, gracias a las amables transcripciones de André Gide.
Sin papel carbón , el escritor recurría corrientemente a un secretario calígrafo (a veces un familiar, a
veces un empl eado) para producir
co pias qu e distribuía entre amigos
y editores. Si la copia clarifica materialmente la transmisión literaria,
su fu n ción no puede retenerse e n
la pura multipli cación: la copia es
factor activo de la escritura -memoria, trasunto, corrección, reescritura - , de modo qu e hoy el crítico
desorienta la mímesis de 10 real a lo
textual: la escritura copia directam e nte de 10 escrito .
La co pia -si copiar es también
ocultar que se h a copiado- es una
, práctica literaria que a pesar de ser
objetivamente constante, y estar
bi en validada por la aceptación de
obras que la han eje rcido con plena ostentación, aparece también como indeseable, denunciable y aun
reprimible. No es sólo la sanciónjurídi ca del plagio , correlato del moderno régim en de propiedad intelectual (de modo que , ade más del
robo, copiar implica hacerse una falsa atribu ción de nombre y de derecho) ; es también el mito real de la
originalidad (incluso la parodia ha
de ser original) qu e arti cul a el vaBIblIOteca de Mexico
18
lor estético con un principio absoluto: auctor. Que se establezcan las
nociones de influencia, intertextualidad y género discursivo ; mientras
tanto , copiar de lo escrito entrama
ese juego de muestra y ocultamiento de las fuentes, pero también de
ignorancia activa de las mismas, que
hace de la literatura moderna un escenario donde lo que se representa
en cada "nueva" obra es, irónicamente, lo literario, mas no sólo a
partir de las Letras sino de cualquier
texto que pueda ser convidado: periodismo , filosofia , hagiografia, géneros confesional es, jergas profesionales y recetas de cocina .. .
Este procedimiento -hacer de la
letra literatura- se decanta en el siglo XIX con los vigores de una literatura que quiso ser total : novelassaga a modo de epopeya y fresco de
una sociedad; m etafisica de la obra,
el poema y el libro como continentes del universo; indistinción entre
vida y literatura: Mme. Bovary c'est
moi; balanceo y caída entre la pulsión de escribirlo todo y el desaliento porque todo ha sido ya le ído. Decirlo todo es también copiarlo. La
copia de todo es altamente característica en la obra de Flaubert, particularmen te porque hizo de ella un
legado literario: hay una vena que
signifi ca en él la creación como copia, y esta vena irrumpe ya en el
primer cu ento qu e publicara.
Julian Bames da noticia de él en
su cronología: "1837. Aparece su
primera obra publicada en Le Colibri, una revista de Rouen." Flaubert
te nía 15 años. El cu ento, rescatado
de entre papeles del autor para la
edición de las Obras de juventud en
1910, se creyó inédito durante algún
tiempo m ás 1 Pero efectivamente
había aparecido el domingo 12 de
febrero de 1837 en Le Colibri, firmado con una modesta inicial al pie de
la última línea, que durante casi un
siglo evitó la atribución: F.
¿Por qué evitarla? Ya fuera decisión de Flaubert o de su editor, firmar con la inicial era relegar el
nombre, disminuirlo; pudo ser gesto de modestia o, por qué no, de precaución , ya que la an écdota referida estaba en boga por esos días. La
F. qu e reduce al autor rem arca el
orige n oblicuo del te xto: Bibliomanía parte de un caso real -es decir
escrito - que ocurriera en Barcelona: un ex monj e, librero de viejo,
asesinó a va rios clientes para recuperar libros val iosos que les había
ve ndido, robó e ince ndió la tienda
de un librero rival a quien dio muerte porque le había arrebatado una
obra anhelada en una subasta . La
crónica traducida del catalán apareció en la Gazette des Tribunaux , un
periódico jurídico francés, el 23 de
octubre de 1936 . Flaube rt escribió
su cue nto en novie mbre .
La historia daba para mucho. No
fu e el joven F. el único e n recoge rla; Dominique G. Laporte cita una
impresionante lista de versiones
que se hicieron eco del acontecimiento a lo largo del XI X y a ún a
principios del xx2 El esplé ndido final de la crónica llamó particularmente la a te nción de Flaube rt: don
Vicente - el librero asesino- es
conducido a juicio ; el fi scal prese nta como evide n cia el libro anhelado, Furs e ordinacions fe tes per los
Gloriosos reys de A rago als regnicols
del regne de Valencia, prim era edición impresa e n 1482 por Lambe rt
Palmart, introductor de la impre n ta e n España. El fis cal asegura que
es el único ej emplar conocido -supone por eso el afán asesino por obte nerlo . El abogado defe n sor re plica probando , por m edio de un catálogo de libre ría, que existe por 10
m e nos otro ejempla r. Conde n ado al
garrote ulte riorm e nte, don Vice nte
es amon estado por el al calde: "Si la
justicia human a es inflexibl e, h ay
otra justicia cuya cl e m en cia es inagotabl e. Y el arre pe ntimi e nto es
siempre m eritorio ." A 10 que don Vicente , desorbitado, responde: "Oh ,
se ñor alcalde. ¡Mi ejempl a r n o es
único' "
viejo e n Barcelona- desea hacerse
de esa copia que es al mismo tiempo el solo original, y está dispu esto
a matar para obte n e rla. El libre ro
Giacomo (es curioso que el horizonte onomásti co de esta historia provenga e n parte del italiano) representa una muy particular bibliofilia:
no lee los libros y manuscritos qu e
ateso ra y adora, es analfabe ta . La
copia, para él, pi e rde todo valor de
instrumento: obj e to únicame nte, es
obj e to único.
El libro único, suma de libros e
image n de la biblioteca total, reaparece rá much o ti empo despu és e n
Fla ube rt, e n La tentación de Sa n Anto nio (1 874) , de nuevo como m otivo m edula r del relato . La Biblia es
ese "voluminoso libro", el único que
acompa ñ a al e re mita y que está en
el origen de sus tentaciones, porque
San Antonio duda de las Escrituras.
De nu eva cue nta, el libro úni co suscita la escritura com o labor de copi a : es a partir de fue ntes bibli ográfi cas muy específi cas que Flaube rt
dispone el descomunal teatro y desfil e de dioses, h éroes, mitos, religion es y a nimal es fa ntásti cos qu e quisie ron pe rde r al santo . La tentación
de Sa n Antonio es libro de libros, y
e n eso co nsiste su te ntación , se mira e n el espej o de la Biblia, pe ro exti ende la copia como modo de autonomi zación de la lite ratura: es un
vaciado de libros.
Esta co ndi ción llegará a su límite y a s u pa ro xism o en Bouvard y
Pécuchet (publi cada póstum am e nte
e n 188 1), la histori a de dos copi stas
Se comprende cómo La tentación de San
Antonio puede ser el libro de los libros:
arma en un "volumen" una serie de elementos del lenguaje que se han construido a partir de los libros ya escritos, y que
son, por su carácter rigurosamente documental, la re-enunciación de lo ya dicho;
la biblioteca está abierta, inventariada,
recortada, repetida y combinada en un
espacio nuevo.
Michel Foucault, La bibliotheque
fantastique, IV.
El cuento , de cie rto modo, estaba h echo ; aún h abía que reescribi rlo. El inte rés qu e la copi a, la reh echura tien en como procedimie ntos
lite rarios e n Bibliomanía, rebasa por
mucho el m e ro uso in strume ntal
del modelo, pues Flaubert da un paso m ás -diríase de finitori o de su
lite ratura- al h ace r de la copia ún ica el motivo m edul a r del relato: el
susodicho libro es re mplazado por
el único ejempl ar conoci¿o de la
prim e ra Biblia impresa e n Espa ñ a.
El biblióma no de Fl a ubert - otra
vez -un monje re tirado, libre ro de
que se re tira n al campo a lee r y a
pon e r e n prácti ca todo lo que e ncue ntran e n sus lecturas. De hecho,
co pi an lo que lee n al pon e rl o a
pru eba. Com o la de Giacom o el bibli óman o, la pasión de estos m odestos ofi cin istas se señala po rque n o
sab e n leer -en su caso n o es an alfab etism o su a fección sin o lite ralidad, todo lo en ti e nd en al pie de la
le tra. Al fi n , cua n do pierde n "todo
inte rés por la vida ", decide n dedicarse al placer de copiar ; el segundo volum e n de esta obra qu e quedó in con cl usa consisti ría en La coBlbllOt eC(l de Méx ico
19
pia. ¿Qué copiarían? En sus notas,
Flaubert bosquejó: "Copiará n .. . todo lo que caiga e n sus m anos, .
larga e nume ración ... las notas de
los autores leídos previam ente -papeles viejos comprados por peso en
la fábri ca de pa pel cercana .! Pero
expe rime ntan la n ecesidad de clasificar ... entonces re copian e n un
gran libro de registro come rcial. Place r que hay en el hecho material de
recopiar. / Especímen es de todos los
estilos, agrícola, m édico, teológico ,
clásico, romántico, perifrasis. [Etc.]"3
Esta image n del libro total , donde todo texto tien e cabida, hace que
la copia e n Flaube rt pie rda la naturaleza de falsifi cación . Se con vie rte
e n instalación de la escritura , sustra to de un imagina rio que se extie nde de texto e n texto , y no e ntre
el Mundo y la Literatura. Este e ntramado por el 'qu e el orige n se disu elve, enge ndra una ironía: de la
copi a como original. Ironía di abólica e n Bibliomanía: Giacomo es acusado de habe r prendido fu ego a la
librería de Baptisto, su rival, y de hab e r robado la Biblia que le arrebatara e n la subasta . Pe ro el lector sab e qu e Giacom o no es el in cendi ario, y qu e el libro qu e extraj o de
e ntre las llamas es El misterio de
Saint Michel -libro que señal a como asesino al propio Baptisto - y no
la Biblia; pe ro el lector sabe, al mi sm o ti e mpo , qu e Giacomo es culpabl e porqu e ¡tie n e un ej empla r de
esa Biblia' Enton ces, ¿había dos
ejempl a res? Este efecto de in ve nción es la maravill a de la copi a e n
Flaubert. Finalmente, Giacomo -como don Vi ce nte- se conde n a porqu e a pa rece un ej e mplar e n m an os
de su de fe nsor, que el biblióm a n o
destruye para hundirse e n el m om e nto e n qu e e n c umbra su copi a
úni ca.
Bibliomanía califica de por sí el
te m a flaube rtia no , y la rece pción
qu e tu vo este cue nto a pa rtir de su
redescubrimi e nto e n 1910 lo ce rtifi ca: ha sido un texto pa ra bibliófilos. Dominique G. La porte cita, com o ejemplo, las sie te edicion es pa ra
col eccioni stas que de él se hi cie ron
e ntre 192 1 y 192 6, e n fra n cés, al em á n, catalá n y checo. Cumpli e nd o
su com e tido, sin que re rlo, se ha di stribuido e n co pi as excl usivas. T raducirl o y di vul garl o ah ora n o puede se r m ás qu e otro m om e n to en la
cue nta de su Co pi a.
l . Do mi n iq ue G. Lapo rte , "Le /j v re
unlque" e n Bouvard et Pécuchet centennCll res , Pa rís, Se uil , 198 1, p. 136 .
2. [bid., p. 153 . Laporte re produ ce íntegram e n te la crónica de la Ga zette des
tribunaux en la q ue ve rosími lm e nte se
apoy ó Flaube rt.
3 . "Scé narios", e n Claudin e GothotMe rsch, ed.: Flaube rt, Bou vard y Pécuch et, París, Gal1ima rd , 1979, p. 442 .
".-::
::::;:: .
...::« ....
>#~~~~~
.
GUSTAVE FLAUBERT
Bibliomanía
En
una calle de Barcelona, estrecha y sin sol, no
hace mucho vivía uno de esos hombres de frente pálida y ojos hundidos, sin brillo, uno de esos satánicos y extraños seres que Hoffmann desenterraba de
sus sueños.
Era Giacomo el librero.
T e nía treinta años pero pasaba ya por viejo y acabado; aunque de es tatura alta, era e ncorvado como
un anciano; sus cabellos eran largos, pero estaban
blancos; sus manos eran fuertes y ne rviosas, pero
estaban resecas y llenas de arrugas; su traje e ra miserable y andrajoso. T e nía un aire siniestro y turbado, pálida era su fisonomía, triste, desagradable y,
además, insignifica nte . Raramente se le veía por la
calle, de no ser los días que había subasta de libros
raros y curiosos. Entonces no era m ás aquel individuo indole nte y ridículo; sus ojos se animaban, corría, marchaba, daba saltos, difícilmente moderaba
su alegría, sus inquietudes, angustias y dolores; volvía a su casa jadeante, sofocado, sin aliento, tomaba
el libro anhelado, se 10 comía con los ojos, y se le
quedaba viendo como un avaro a su tesoro, un padre a su hija, un rey a su corona.
Este hombre jamás había hablado con nadi e, excepto con los libre ros de viejo y los cambal acheros;
era taciturno y soñador, sombrío y triste; no te nía
más qu e una idea, un amor, una pasión: los libros;
y ese amor, esa pasión le quemaba el interior, le agotaba los días, le devoraba la existencia.
Frecuentemente, por la noche, los vecinos veían,
a través de los cristales del librero, una lu z que vacilaba, avanzaba, se alejaba, subía y, a veces, más tarde, se extinguía; e ntonces oían llamar a la pue rta,
era Giacomo que venía a e n cender su vela que una
ráfaga había apagado .
Se pasaba esas noches febriles y quemantes metido entre sus libros. Circulaba por sus almacenes,
recorría las galerías de su biblioteca con éxtasis y
arrebato; después se detenía, co n la cabellera en desorden, los ojos fijos y brillantes, las manos temblorosas tocando la madera de los estantes; estaban húmedas y calientes .
Tomaba un libro, daba vu elta a las hojas, palpaba
el papel, examin aba las doraduras, la cubi e rta, las
letras, la tinta, los pliegues y la ornamentación de
las letras de la palabra finis; después lo cambiaba de
sitio, lo ponía en un estante más elevado, y pasaba
horas e nteras escudriñando el título y la forma.
A continuación iba hacia sus manuscritos , qu e
eran sus criaturas amadas; tomaba uno, el más viejo, el más gastado, el más sucio, y le exam inaba el
pergamino con amor y felicidad, olía su polvo santo
y venerable, después su nari z se hinchaba de alegría
y orgullo, y aparecía una sonrisa e n sus labios.
¡Oh , qué feliz e ra ese hombre, feliz e n m edio de
'
toda esa ciencia de la que muy apenas comprendía
el alcance moral y el valor literario; e ra feliz sentado e ntre todos esos libros, paseando la vista sobre
las letras doradas, las páginas gastadas, sobre el pe rgamino deslustrado; amaba la cie n cia como un ciego ama la lu z.
¡Nol No era la ciencia 10 qu e amaba, era su forma
y su expresión; amaba el libro porque e ra libro , amaba su olor, su forma, su título. Lo que amaba de un
manuscrito e ra su ilegible fecha antigua, la letra gótica, peculiar y misteriosa, los pesados dorados que
ll e nan su dibujo; e ran las páginas cubiertas de polvo, polvo cuyo pe rfum e suave y ti erno aspiraba con
deleite; e ra la feliz palabra finis, rodeada por dos cupidos, impresa sobre una cinta , apoyada sobre una
fuente, grabada sobre una tumba o reposando e n una
canasta e ntre rosas, manzanas doradas y azules ramill etes.
Esta pasión lo había absorbido completamente. Comía muy poco , ya no dormía, pero soñaba noches
y días e nte ros con su idea fija: los libros.
Soñaba con todo lo qu e debía te ner de divino, de
sublime y he rmoso una biblioteca real, y soñaba con
hacerse una tan grande como la de un rey. ¡Cómo
respiraba a sus anchas, qu é altivo y pode roso era,
una ve z qu e sumergía su vis ta e n las inmensas galerías donde sus ojos.se perdían e n tre 1ibros l ¿Al zaba
la cabeza? ¡Libros ¿La bajaba? ¡Libros ¡A la derecha,
'
'
a la izquierda, nuevamente l
Pasaba, e n Barcelona , por homb re extraño e infernal, sabio o brujo.
Apenas sabía lee r.
Nadie osaba dirigirle la palabra, así de severa y pálida e ra su frente. Tenía un aire de maldad y traición , y sin e mbargo jamás tocó a un niño para hace rle daño; cierto es que tampoco dio jamás una limosna.
Guardaba todo su dinero, toda su fortuna para libros: había sido monj e y por ellos había abandonat2'ri.\'BII:a tU7.
"'. 83. nUI\~CII f..
-_
.. _..... .. , ,, .....-..
.. ... ........... ....
...
.... . .
,,-.....
, ......... . . ......- .. ..,-'o, .. .. , •.•. , .._ ...... ........
' . .,.
"".......""
, --- ,_
,~
"'
~ . ~ .-
, .. .. ..
"0
...... ..- ..... ,-.. .....--. '. _"'o
..
~
... ' _~.::.:...:.::: .. . . _ 4: ', _
__.
_
_
_
...... .. .. _
...,-_ ..
.. ....... .. - __._........
..... .."..
,............ ...... ,.-.
..............
_...1.......--·
,_
.. ....
....__ ._
... __ ._ - , _,, ___
hoo_ ....... _ . _ • • _ _
~ ~ ~®~[tUllli[t ~
"Oln~"L Of. L4 LlTTÉR.4TliflE, DP.S TIIÉ.4.TR~S, DI!S ARTS ~T Dt:S _ODESo : :.'.·J!>'~.;<X>ooxooo::: ooec;.o_:ooc~ocOOOQOOC 0:1 0:1 o o oeaJ:: l:l J:) o: c: &000 0
Encabezado del semanario donde apareció "Bibliomanía", el primer cuen·
to publicado por Flaubert.
Biblio teca de México
21
- y bien , Giacomo , aquí hay quinientos. ¡Ah, nO I ,
¿no queréis vender?, pues lo obtendré, lo obtendré
ahora, en este momento, lo necesito, aunque deba
vender este anillo rendido en un abrazo de amor,
aunque deba vender mi espada ornada de diamantes, mis residencias y palacios, así deba vender mi
alma; necesito ese libro, por fuerza, a cualquier precio. Dentro de ocho días sostendré una tesis en Salamanca, ese libro me hace falta para ser doctor , y
me hace falta ser doctor para ser arzobispo, y me hace falta la púrpura en los hombros para llevar la tiara en la frente.
Giacomo se le acercó y lo miró con admiración
y respeto, como al único hombre al que hubiera comprendido.
-Escucha, Giacomo, atajó el gentilhombre, voy
a decirte un secreto que hará tu fortuna y tu felicidad: hay aquí un hombre que vive en la Puerta de los
Árabes; tiene un libro, es El misterio de Saint Michel.
- ¿El misterio de Saint Miche/?, preguntó Giacomo
soltando un grito de júbilo. ¡Oh, gracias l, me habéis
dado la vida.
-¡Rápido l, dame la Crónica de Turquia.
Giacomo corrió hacia un estante; ahí se detuvo
bruscamente, quiso palidecer y dijo con aire sorprendido:
- Pero, señor mío, si no lo tengo.
-Oh, Giacomo, tus tretas son burdas y tus ojos
traicionan tus palabras.
-Oh, señor mío, os lo juro, no lo tengo.
- Vaya que eres un vejete loco, Giacomo; ten, aquí
hay seiscientos doblones.
Giacomo tomó el manuscrito y se 10 entregó al
joven:
-Llevadlo con cuidado, dijo, mientras aquél se retiraba riendo y decía a sus lacayos al montar su mula:
-Sabéis que vuestro amo es un insensato, pero
acaba de engañar a un imbécil. ¡Idiota monje huraño l, repitió riéndose, ¡creyó que llegaré a Papal
y el pobre Giacomo se quedó triste y desespe rado, apoyando la ardiente frente sobre los crista1cs
de su tienda, llorando de rabia y mirando con pena
y dolor el manuscrito, objeto de sus esmeros y afectos, que se llevaban los burdos lacayos del gentilhombre.
- Oh, ¡maldito seas l, ¡hombre del diablo ' , maldito seas, cien veces maldito, me has robado 10 que
más amaba. Ay, ¡ya no viviré l Me ha engañado el
infame, me ha engañado. Ya que así lo obtuvo, ah,
¡me vengaré l Vayamos rápido a la Puerta de los Árabes. ¿Y si el hombre ese me pide una suma que no
tengo ?, ¿qué hace r e ntonces ? Ay, ¡es to es para mo.
I
nrse.
Tomó el dinero que el estudiante había dejado y
salió corriendo.
Mientras iba por la calle, no miró nada e n de rredor, todo pasaba a su lado como fantasmagoría c uyo e nigma le e ra incompre nsibl e, no oía ni e l paso
de los transeúnt es ni el ruido de las ru edas e n e l e mpe drado ; no pensaba, no so ñaba , no veía más qu e
una cosa: libros Pe nsaba e n El misterio de Saznt Mlchel, y se lo figuraba , en su imaginación , grande y
de lgado , e n pergamino, ornado de le tras de or o, trataba de adivinar el núm e ro de páginas qu e habría
de co nt e n e r; s u co razó n batía con viol e n cia , como
el de un hombre qu e espe ra su sente ncia de mu ert~.
Finalm e nt e, ll egó .
¡El es tudiante no lo había e n ga i1ado
'
Sobre una vi eja alfombra pe rsa agujereada habl é
d() él Dios ; m ás tarde les sacrificó lo que los hombres
tiene n e n ma yor aprecio después de su Dios: el din('fO ; e n seguida les e ntregó lo que en más aprecio
se tle n e despu és del dinero: el alma.
Desde h acía algún tiempo, particularmente, sus
vigili as e ran más largas ; se veía hasta más tarde arder la lámpara de noche sobre sus libros; es que tení a un nuevo tesoro: un manuscrito.
Una mañana entró a su tienda unjoven estudiante el e Salamanca. Parecía rico, pues dos lacayos de
a pi e s ujetaban su mula a la puerta de Giacomo; llevaba un bonete de terciopelo rojo, y anillos brillaban e n sus dedos.
No te nía, sin embargo, ese aire de suficiencia y
nulidad habitual entre las gentes que llevan lacayos
ga lon eados, de hermosos vestidos y cabeza hueca;
no , es te hombre era un sabio, pero un sabio rico, es
decir un hombre de ésos que, en París, escribe sobre una mesa de caoba, tiene un libro de canto dorado, pantuflas bordadas, curiosidades chinas, una
bata, un reloj de oro en la pared, un gato que duerme e n la alfombra y dos o tres mujeres que hacen
qU(~ les lea sus versos, su prosa y sus cuentos, que
le dicen: tenéis chispa, pero que piensan que es un
fatuo.
Los modales del gentilhombre eran corteses; al entrar saludó al librero, hizo una profunda reverencia,
y le dijo con tono afable:
- ¿Tenéis manuscritos aquí, señor?
Turbóse el librero y respondió balbuciendo:
-Pero, señor, ¿quién os lo ha dicho?
y depositó sobre el mostrador una bolsa llena de
oro, qu e hizo sonar sonriendo, como hombre que
ccha mano del dinero que posee.
-S61Or, prosiguió Giacomo, es cierto que tengo,
pero no los vendo, los protejo.
- ¿Por qué?, ¿qué hacéis con ellos?
- ¿ Por qué, señor mío? -y enrojeció de cólera-,
,Cjw; hago con ellos? ¡Ah l, ¡ignoráis qué es un manuscrito l
- Pe rdón, maestro Giacomo, lo sé, y para dar prueba os diré que te néis aquí la Crónica de Turqu¡'a.
- ¿ Yo? Ah, os han engañado, señor.
-No Giacomo, respondió el gentilhombre; tranquili zaos, no quiero robarlo sino comprároslo.
- ¡Nunca l
- ¡Oh ' , m e 10 venderéis, respondió el universitari o, pues 10 te néis aquí, fue vendido en casa de Ricc iami e l día de su muerte.
- Bueno, sí, seJ''¡or. Lo tengo. Es mi tesoro, mi vicb. ¡No m e lo arrancaréis l ¡Escuchad l, os confiaré un
secreto Baptisto, sabedlo, Baptisto e l librero de la
I)laza Rcal, mi ri val y e nemigo, pues resulta que ¡é l
no 10 ti e n e y yo sí l
- ,:C uánto vale ?
C iZlco mo se contuvo un largo momento y re spond ie) co n a ire altivo:
- Doscie nt os doblones, señor mío.
i\ l iró a l hombre jove n con aire de triunfo , como
dlc ¡(;n clole a n dad, marchaos , es de masiado caro, v
no 10 eb ré por m e n os .
I' no se e n gaí1ó, pu es aquél, seiialando la bolsa ,
el i I ()
-¡\LJuí ha v tresc ie ntos .
C¡,1Co m o palid eció, estu vo a punto de desmayarse.
- ,T rescie n tos doblon es?, repiti ó. Pe ro es t~r é 10( (' . c,ciio r , n o 10 ve nd e ría ni por c uatroci e ntos
U l's cud ia nt e se ec h ó a reír mi e ntra s hurgaba e n
" ll " ,lUl, ele l qu e ex trajo dos bolsas más.
22
unos diez libros tendidos e n el piso. Giacomo, sin
dirigir la palabra al hombre que dormía a un lado,
tumbado como sus libros, y que roncaba al sol, se
arrodilló, se puso a recorre r con mirada inquieta y
a escudriñar el dorso de los libros, después se levantó,
pálido y abatido, y despertó al vendedor preguntándol e a gritos:
-¡Eh , amigo , ¿ten éis aquí El misterio de Saint
'
Michel?
-¿Qué?, respondió el m ercader abriendo los ojos,
¿habl áis de uno de mis libros? ¡Miradlos
'
-¡Estúpido! , dijo Giacomo pisoteando, ¿no te néis
m ás que éstos ?
-Ah , sí. Mirad, aquí están .
y le mostró un paquetito de volúme n es amarrados con cuerda. Giacomo la cortó y leyó el títul o en
un segundo.
- ¡Diablos ' , dijo, no es éste. ¿No lo habrás vendido por casualidad? ¡Ay !, si 10 ti e n es, dámelo, dám elo; cie n doblones, doscientos doblones, 10 qu e tú
qui eras.
El vendedor 10 miraba azorado:
-¡Ah l Quizás os referís a un librito que ve ndí ayer,
por ocho marave dís , al párroco de la catedral de
Oviedo.
- ¿T e acuerdas del título del libro?
-No .
- ¿No era El misterio de Saint Mi chel?
-Claro, ése e ra.
Giacomo se apartó uno s pasos de ahí y cayó a ti erra como hombre fatigado por una aparición que lo
obsediera.
Cuando volvió en sí, caía la noch e, el sol qu e enroj ecía e n el horizonte se iba poniendo. Se puso de
pie y regresó a casa, e n ferm o y desespe rado.
Ocho días m ás tarde, Giacomo n o había olvidado
su triste decepción, y la h erida estaba aú n abierta
y sangrando; no había dormido desde tres noch es
atrás, pues ese día habría de venderse el prim er libro impreso en España, único ej e mpl ar e n todo el
reino . Hacía mucho ti e mpo que deseaba posee rl o;
por eso fue feliz el día que se le com unicó qu e el
propietario había muerto.
Pero una inquietud le aprisionaba el alma : Baptisto podría comprarlo; Baptisto qui e n, de un ti e mpo acá, le arrebataba, no los clientes -¡poco le im- Gustave Flaubert a los diez años.
portaba - sino todo 10 raro y viejo que aparecía;
'
Baptisto, cuya celebridad odiaba con odio de artista.
Un autor puede no ser del todo conscienEse individuo se le había convertido en una ca rga,
te de la significación plena de su obra, y
siempre era él quien se llevaba los manuscritos, e n
hubiera podido ocurrir que Flaubert, amlas subastas públi cas era él qui e n encarecía los prebicionando escribir novelas que fueran
sólo palabras, libros sin historia, hubiecios y compraba . ¡Ah' ¡Cuántas veces el pobre monje, en sus sueños de ambición y orgullo, cuántas
ra contribuido a la novela moderna con
veces vio venir hacia él la mano de Baptisto, qu e cruinvenciones que tienen que ver tanto, o
zaba a través de la multitud como e n los días de ve nquizá más, con la técnica narrativa -el
ta, para arrebatarl e un tesoro con el qu e tanto ti e mmontaie de la historia- que con el uso de
la palabra. Me alegra poder probar que
po había soñado, que había codiciado con tanto amor
no es así; además de ser, en la práctica,
y egoísm o Cuántas veces, asimismo, estu vo tenta'
un gran contador de historias, Flaubert
do a concluir con un crimen lo qu e ni el din ero ni
la paciencia pudieron hace r; pe ro ahogaba e n su cofue perfectamente lúcido sobre la función
razón esa idea, procuraba at urdirse con el odio qu e
de la anécdota en la narrativa y considele tenía a ese hombre, y se dormía sobre sus libros.
ró incluso que la eficacia de la prosa (lo
que para él quería decir su belleza) deDesde el amanecer estaba ya fre nte a la puerta
pendía "exclusivamente" de ella.
donde tendría lugar la subasta; llegó antes qu e el comisario , antes que el público, y antes qu e el sol.
Tan pronto como las puertas se abrieron, se preMario Vargas Llosa, "Flaubert,
cipitó escaleras arriba hasta la sala y pregu ntó por
Sartre y la Nueva Novela", revista
Postdata, Lima, octubre de 1974.
el libro. Se lo mostraron; eso e ra ya feli cidad.
¡Ah!, jamás había visto algo tan he rmo so y que lo
Biblioteca de M exico
23
David Hockney, Nolul'G/elO muerto cOf.lllbro (Bouvord y Pécuchel de Gustan Flaubert), 1973.
complaciera tanto. Era una Biblia latina, con come ntarios griegos; la examinó y la admiró m ás qu e los
demás, la oprimió entre los dedos rie ndo amargamente , como un hombre que mu e re de hambre a
la vista del oro .
Nunca había deseado tanto. ¡Ah! , cómo deseaba
ahora, incluso al precio de todo lo qu e poseía , sus
libros, sus manuscritos, sus seiscie ntos doblon es, al
precio de su sangre, ¡ah!, ¡cómo deseaba a hora ese
libro! Ve nderlo todo, todo, para te n erlo; no posee r
más que a sí mismo, pero tene rlo consigo; pode r m ostrárselo a toda España, con una risa de insulto y lástima por el rey, por los príncipes, por los sabios, por
Baptisto, y decir: ¡Mío, mío es este libro! - y te n e rl o
en sus manos para toda la vida, palparlo como ahora lo toca, olerlo como ah ora lo hu ele, ¡posee rlo co'mo ahora lo ve I
Finalmente llegó la hora. Baptisto estaba e n m edio de la gente, el rostro se re no , el aire calm o y a pacible . Tocó el turno al libro . Giacomo ofreció de en trada veinte doblones, Baptisto pe rman eció callado
y no miró la Biblia. Ya el monj e alargaba la m a no
para tomar el libro que le había costado tan poca pena y angustia, cuando Baptisto se adela ntó a decir:
cuare nta. Giacomo vio con horror a su antagonista
que se e ntusiasmaba conforme el precio asce ndía.
- Cincuenta, gritó con todas sus fu er zas.
-Sese nta, respondió Ba ptisto .
-Cien .
-Cuatrocie ntos .
-Quinie ntos, añadió el monj e co n pesar.
Y mie ntras él pataleaba de impacie n cia y de cólera, Baptisto fingía una calma irónica y m alvada. Ya
la voz aguda y cascada del age nte ve ndedor había
repetido tres veces: quini entos ; ya Giacom o recuperaba la felicidad , cuando un soplo escapado de los
labios de un hombre lo hi zo desvan ece rse, porque
el librero de la Plaza Real, estrechá ndose e ntre la
multitud ofreció: seiscie ntos . La voz del age nte repitió seiscie ntos cuatro veces, y ninguna voz re plicó; sólo se veía, a un costado de la m esa, a un hombre con la fre nte pálida, las man os tembl orosas, un
hombre que reía a margam e nte con esa ri sa de los
condenados del Dante, agachaba la cabeza, con la m ano en el.pecho, y cuando la retiró estaba cali e nte y
mojada porque te nía carn e y san gre e n la punta de
las uñas.
El libro pasó de mano e n mano hasta llegar a Baptisto ; antes pasó fre nte a Giacomo, qui e n pudo ole rlo, y lo vio cruzar un instante fre nte a sus oj os, para
después detene rse e n m a nos de un hombre qu e lo
abrió rie ndo. Entonces agachó el m onj e la cabeza para ocultar su cara, pues lloraba.
De regreso por las calles, su paso e ra le nto y lastimoso , su figura se ve ía extraña y estúpida, su porte grotesco y ridículo; tenía el aire de un hombre e mbriagado, pues se tambaleaba; sus ojos estaban m edi o
ce rrados, tenía los párpados rojos y a rdi e ntes; el sudor corría sobre su frente, y balbucía e ntre di e ntes,
como qui e n ha bebido dem asiado y comido m ás de
la cue nta en el banque te .
Su pe nsamie nto no le pe rtenecía ya, e rraba com o
su cuerpo, sin objeto y sin inte nción ; su pensami en to
se tambal eaba, irresuelto, pesado y escaso; su cabeza le pesaba como plomo, su fre nte 10 qu e m aba como un brasero .
Sí, estaba ebr,io de 10 qu e había vivido, estaba fa tigado de sus días, estaba harto de su existe ncia.
Ese día -era un domingo- , la ge nte paseaba por
la calle con ve rsando y cantando. El pobre monj e escuch ó sus pláti cas y cantos; recogió por el camino
fragm e ntos de frases, palabras, gritos, pe ro le parecía qu e eran siempre el mism o sonido, la misma voz,
e ra un a vaga algarabía, con fusa, una música extraña y r ui dosa que zumbaba e n su ce rebro y lo agobiaba .
- ¡Hombre l, le decía uno a su vecino , ¿has oído
habl ar de la histori a de ese pobre párroco de Oviedo qu e fu e hallado e n su lecho, estrangul ado ?
Aqu í, e ra un grupo de muj e res qu e tomaba el fresco de la tarde en el zagúa n ; esto oyó Giacomo al cruzar fre nte a ellas:
-Dime e ntonces, Martha, ¿sabes que había e n Salam anca unj ove n rico, don Be rnardo, sabes? Ése que,
cuan do vino por aquí hace unos días, te nía una fin a
mula negra tan bonita y bien enj aezada, y qu e la hacía piafar sob re el empedrado; pues fíj ate qu e m e
han dicho esta m a ñan a, e n la iglesia, qu e se muri ó.
-¡Se muri ó!, dij o una muchacha.
- Sí, niña, respondi ó la muj e r; muri ó aquí e n el
m esó n de San Pedro ; prim e ro se sintió m al de la cabeza, des pués le dio la fi ebre, y a los cuatro días lo
e nte rra ron.
Giaco mo oyó a ún m ás cosas; todos esos recue rdos 10 hi cie ron te mbl a r, y una so nrisa de fe rocidad
e rró por su boca.
El m onj e regresó a su casa ago tado y e nfe rmo ; se
acostó en el suelo debaj o de su m ostrador , y se durmi ó. Su pecho estaba oprimido, un sonido ron co y
ca vern oso salía de su garganta; se despertó con fi ebre; una horrorosa pesadilla había agotado sus fuerzas.
Era ya de noche, y las once acababa n de dar e n
la iglesia vecina. Giacom o oyó grita r: "¡Fuego l ¡Fuegol " Abrió sus ve ntanas, salió a la calle y vio en efecto
lla m as qu e se alzaban por e n cima de los techos; volvió a casa y fue por su lá mpara pa ra internarse e n
sus almace nes, cua nd o oyó a un os hombres qu e al
pasa r corri e ndo fre nte a su ti e nda decían : "Es e n la
Plaza Real, el in ce ndio es e n casa de Ba ptisto."
El m onje se estre m eció, una ri sa estall ó del fondo de su corazó n , y se e nca minó con la multitud hacia la casa del libre ro.
Execra la banalidad, la tontería, lo burgués. Pero dedica la mayor parte de su
tiempo a coleccionar estupideces, citas
imbéciles que agrupa en un diccionario
que fue, quizás, su obra predilecta. Es
que, tal como el sentido novelesco, el"lugar común" le ofrecía una garantía contra la fluctuación individual. El Dictionnaire des idées refues, según escribió, habrá
de servir " para vincular de nueva cuenta al público con la tradición, con el orden,
con la convención general. La estupidez
consiste en querer concluir." Pero también, ¡qué descanso hay en cerrar con
conclusiones, si bien estúpidas, el flotamiento del pensamiento eternamente inquieto! El lugar común es una idea aprisionada, la tontería es un pensamiento
petrificado. Pero qué felicidad, hacerse
granítico . ..
Biblioteca de México
2S
Jean-Pierre Richard, Stendha/Flaubert, p. 232.
David Hockney, MI modl'fl ton un loro, 1974. ilustraciones para Un toraz6n simple; aprovechadas después para El loro de Floubert, de Jullan Barnes.
La casa ard ía, las llamas se elevaban, altas y terrib les, y av iva da s por el vie nto, se alargaban hacia el
he rmo so cielo azu l de España, qu e dominaba sobre
un a Barcelona agitada y tumultosa, como velo sobre
lágrimas
Ve íase a un hombre medio desnudo qu e desesperaba, se arrancaba los cabellos, se revolcaba e n el suelo blasfe m a nd o de Dios y lan zando gritos de rabia
y deses pe ra ción; e ra Baptisto.
El monj e contempló su deses pe ración y sus gritos con calm a y fe li cidad, co n esa risa fero z del niño
qu e ríe de la tortura de la mariposa a la que le arrancó
las alas .
Se ve ía , e n una habitación superior, las llamas qu e
qu e maba n legajos de papel.
Gi acomo tomó una escale ra , la apoyó contra el
muro re negrido y vacilante; la escale ra te mbló bajo
sus pasos; subió r:o rri e ndo y ll egó a esa ve ntana. ¡Maldi ción l, no e ran más qu e viejos libros de libre ría, sin
m é rito ni va lor. ¿.Qué hace r ? Ya estaba ad e ntro , había que internarse en esa at m ósfe ra e n ce ndid a o bajar por la escalera cuya m ade ra co m e n zaba a calentarsc. ¡De n in gún modal Avanzó.
Atravesó varias salas, el piso temblaba bajo su paso, las puertas caía n cua ndo se acercaba, las vigas
pend ía n sobre su cabeza; co rría e n m edio del ince ndio, jadeante y cmpec inado
¡Neccsitaba ese libro ' , ¡tenerlo o morir l
No sabía hacia dónde, pe ro corría.
Finalm ente ll egó fre nte a una pared intacta, la
rompió de una patada y se halló fre nte a un cuarto
oscuro y estrecho, tanteó, sintió bajo sus dedos algunos libros, tocó uno, lo tomó y lo sacó de ahí. ¡Era
ése, ése l ¡El misterio de Sail1t Michel l
Volvió sobre sus pasos, como hombre extraviado
y delirante, saltó por encima de los agujeros, cruzó
las ll amas, pe ro no halló la escale ra que había apoyado contra el muro; ll egó a una ventana y salió colgándose con manos y piernas de las protube rancias,
sus ropas com e n zaron a arder y, cuando ll egó a la
call e, se revolcó en el arroyo para extinguir las ll am as qu e lo qu e maban
Pasaron algunos m eses, y no se oyó hablar más
de Giacomo el librero si no como uno de esos hombres singula res y extraños de los qu e se burla la multitud porque no alca n za a comprender sus pasiones
y manías.
EspaJ''la se ocupaba de as untos más graves y serios . Un genio maligno parecía ce rnirse sobre e ll a;
cada día, nu evos asesinatos y nuevos crím e n es, y todo parecía ve nir de una mano in visibl e y oculta; era
un puñal suspendido sobre cada techo , sobre cada
fami li a; gente qu e desapa recía de r e pe nt e sin qu e
hubi era nin guna hue ll a de la sangre de rramada por
su h e rida ; un hombre partía de viaj e , no volvía; no
sc sabía a qui é n at ribuir esa horribl e plaga -pues
Blblloreca de MéXICO
26
hay que atribuir la desgracia a alguie n aj e n o, mi e ntras qu e el bie nestar es propio.
Efecti vam e nte , hay días ta n nefastos en la vida,
é pocas tan fun estas para los homb res que , al no sabe r a qui é n abrumar con m aldiciones, éstas se dirige n al cielo; es e n é pocas así, de desgracia pa ra el
puebl o, cuando se cree e n la fa talidad.
Una policía dilige nte y afanosa había inte ntado,
es cie rto, hallar al autor de todas esas fechorías; el
espía a sueldo había e n trado e n todas las casas, había escuchado todas las palabras, oído todos los gritos, m irado todas las miradas, y nada había con seguido.
El fi scal había abierto todas las ca rtas, roto todo
los sell os , registrado cada rin cón , y nada había e nco ntrado.
Pero una m aña na , Barcelona se quitó los traj es de
lu to para abarrota r las cortes de J usti cia don de se
había de conde n ar a mu e rte a qui e n se su pon ía e ra
el autor de esos horribles crím enes. El pueblo escondía sus lágrim as bajo una risa con vulsa, porque cuando se sufre y se llora es una con solación, que será
egoísta, es ve rdad , pe ro e n fi n , ve r otros su frimi e ntos y otras lágrimas.
El pob re Giacom o, tan calmo y apacible había sido
acusado de haber prendido fuego a la casa de Baptisto, de haber robado su Biblia, y de otros mil cargos.
Así p ues, estaba a hí, se n tado e n el ba nquill o de
los asesinos y los salteadores, él, el hon esto bibli ófilo; el pobre Giacom o, que sólo pe nsaba en sus libros,
estaba com prom e tido e n los m iste rios del crime n y
el cadalso.
La sala rebosaba de ge nte . Fi n alme nte el fi scal se
puso de pie y leyó su in fo rm e. Era largo y e mb rollado , ape nas si se podía distingui r e n él la acción principal de los paré n tesis y las re fl exion es. El fiscal decía que había e n con trado e n la casa de Giacom o la
Biblia que pe rte necía a Baptisto, puesto que e ra única
e n España; por ta nto, e ra posibl e que fue ra Giacomo qui e n pre nd ie ra fu ego a la casa de Ba ptisto para
apode ra rse de ese lib ro ra ro y precioso . Se call ó y
volvió a se ntarse , sin ali e n to .
En cua n to al m onj e , estaba tran quil o y sosegado,
y no respo ndió ni con un a mi rada a la mul titud que
lo insultaba .
Su abogado se p uso de pie, habló po r largo tie mpo, y bie n ; fin alme nte , cua n do pe nsó que había estre m ecido a su a uditorio, levantó su vesti me nta y extrajo un libro; lo abrió y 10 mostró al público. Era otro
ej e mpl ar de esa Biblia.
Giacom o lan zó un grito y se dejó cae r e n s u ba nca arran cánd ose los cabello s. El mo m e nto e ra crít ico, se es pe raba un a palab ra del acusado, pe ro ni nguna salió de su boca; fi nalm e nte , se se n tó de nu e vo,
miró a sus j ueces ya su abogado como hombre qu e
despe rta ra .
Se le preguntó si e ra cul pable de habe r p re nd ido
fuego a la casa de Bapti sto .
-No , ¡ay l, res pondió.
- ¿No ?
- ¿Pe ro vais a conde na rm e? ¡Ay l ¡Conde nad m e ,
os lo ru ego l La vida m e pesa , m i abogado os ha m e nti do, no le creái s. ¡Ay l, conde nadm e , maté a don Be rna rdo , m a té al párroco, robé el lib ro , el lib ro úni co,
pu es no hay dos e n Españ a. Se ñores, dadm e mu e rte, soy un m iserable .
Su abogado avan zó hacia él, y m os trá nd ole la Biblia le dijo:
- Püedo salva ros, ¡m irad
'
Giacom o tom ó el libro y 10 mi ró .
- ¡Ay l ¡Yo que creía que e ra único e n España l ¡Oh
'
Decidm e , decidm e qu e m e habéis e nga ñado . ¡OS
m aldigo
'
y cayó desm ayado.
Los j ueces reingresaro n y pronun ciaron su se nte n cia de mu e rte .
Giacom o la esc uchó sin te mbl a r e incl uso parecía m ás calmado y más tra nquil o. Se le hi zo. sabe r
q ue si pidiera gracia al Pa pa qui zás pod ría ob te ne rla; pe ro no qui so, y sólo pidió qu e su biblioteca se
e nt regara al hombre que tu vie ra m ás lib ros e n España.
Despu és, una vez qu e la ge nte hub o aba ndo nado
el lu gar, pidió a su abogado qu e le prestara por favor su libro. Así 10 hi zo aqu él.
Giacom o 10 tom ó am orosam e nte , virtió un as lágrim as sob re sus hojas, lo ro mpi ó ll e no de cóle ra ,
y arroj ó los pedazos cont ra su de fe nsor dicié nd ole:
- ¡Habéis m e ntido, se ñor abogado ¡Bie n os d ije
'
q ue e ra ún ico e n Es pañ a l
Tradu cción de Ja ime Moreno Villa rrea 1
,(
,
-'
Lo que Vargas Llosa aprecia del siglo XIX
es que esa edad de oro de la novela "es
extraordinaria por su extrema libertad:
no hay nada que los novelistas no osen
hacer decir o hacer a su personaie" (Magazine littéraire , iulio-agosto de 1983).
El escritor sudamericano encuentra ahí un
territorio de inocencia, ingenuidad y exuberancia. Dirige de ese modo, sobre nuestro siglo XIX, de Balzac a Hugo, pasando
por Flaubert, la mirada maravillada élel
descubridor, y con esa mirada nueva nos
lo vuelve a dar a leer, mientras a nuestros
oios cuántas capas de historia y de corrientes literarias lo han ensuciado, empolvado, incluso deslustrado.
Biblioteca de M éxICO
27
Albert Bensoussa n, Magazine
littéraire, febrero de 1988.
Flaubert
en pantalla
HÉCTOR PEREA
LUis
Buñuel dijo algún día que él,
tan cercano a la narrativa al hacer
cine -como buena parte de la actual cinematografía- , procuraba
inspirarse en una novela y no considerar el resultado de su trabajo como una adaptación de la misma. Pero también Buñuel había dicho, y
antes expresado cinematográficamente: a mí lo que me gustaría es
cortarle el ojo a alguien. Desde luego que, bajo esta última perspectiva, uno de los proyectos de traslado novelístico a la pantalla que con
más razón se quedó en el escritorio
del aragonés fue Bajo el volcán, historia de Ma1colm Lowry que bajo la
dirección de John Huston no llegaría a la misma altura de la obra escrita. Y es que cortar, desconyuntar
la mirada convencional que se tiene de una novela admirada desde
siempre resulta la mayoría de las
veces, si no un comple to fracaso, sí
un logro apenas conseguido - 10
que es peor a final de cuentas-o Y
por cierto que Buñuel, adaptador de
novelas clásicas de la literatura universal, también sugirió que, para ganar en libertad creativa, la mencionada inspiración literaria debía partir más bien de obras menores.
Si uno indaga en la historia de la
adaptación de un medio a otro es seguro que descubra una gran cantidad de proyectos que se quedaron
en sólo buenas intenciones; y de estos muchos intentos, algunos llamarán la atención por las proporciones
de la obra pretendida, por su casi
inaudito éxito o rotundo fracaso y,
sobre todo, por los nombres que detrás de ella anduvie ron. Visconti y
Losey coquetearon con la filmación
de En busca del tiempo perdido, de
Proust, realizada finalmente por
Schlbndorff como sólo podría co ncebirse: fragmentariamente. El presunto traslado no pasaría de Un
amor de Swann, un fragmento del prim ero de los sie te volúmenes. En el
apartado James Joyce, Joseph Strick
filmó con cierto éxito de críti ca El
retrato del artista adolescente y, con
m enos suerte, el Ulises. Huston consiguió un bell o ejercicio de narrativa ci nematográfica con s u última
pe lícula: Los muertos. Por último , la
obra imposible de Joyce, Finn egans
wake, con tra todas las predicciones,
ll egaría a se r una excelente cinta
reali zada por Mary Ell e n Bute .
De vuelta a la cinta re ferida al
inicio de este recue nto mmico-literari o, el caso más curioso de cercanía y alejamiento entre el cine y la
BlbllOreca de M eX1CU
28
literatura ha sido Bajo el volcán. El
libro pasó por las manos de tantos
cineastas como algunos títulos de
Beckett y Joyce por las de los editores. Pero fue siempre tan rotunda la intuición del fracaso en la
adaptación que el proyecto voló sin
cesar, naturalmente, de unas manos
a otras, hasta que por fin cayó en las
de un viejo lobo de mar, seducido
siempre y vencido por todo tipo de
riesgos. Además de Buñuel, Losey,
Resnais, Russell, Skolimowski y Leduc, contando con guiones de Cabrera Infante, Semprún, García
Márquez y José Agustín -como se
verá, de todos los gustos y niveles-,
sintieron ese temor al vacío que se
experimenta al descubrir que una
obra puede no tener fin. O que su
fin último no está en el medio imaginado más allá de su existencia original. Pero también hay obras y
autores que uno siempre ha creído
ver en la pantalla y que, sin embargo, han pasado casi inadvertidos para la industria del cine. Éste es el caso de Gustave Flaubert y una de las
literaturas más sólidas de todos los
tiempos.
En 1949 el conocido director de
comedias Vincent Minnelli llevaba
a la pantalla su ve rsión de Madame
Bovary - con las actuaciones de
J e nnifer Jones y James Mason-,
cinta considerada por entonces como un auténtico fracaso que no obstante in cluyó una secuencia de baile memorable. Y mientras La educación sentimen tal, La tentación de
San Antonio o la inconclusa Bouvard
y Pécuchet continúan inéditos para
el arte más característico del siglo
)()( , este 1991 podría convertirse en
el año de Gustave Flaubert, ya que
renace en la pantalla Madame Bovary bajo la mirada de un clásico
moderno del cine francés: Claude
Chabrol , autor de ci ntas brillantes,
ácidas, como El bello Sergio (1958) y
Los primos (1959).
"He querido ser lo más fiel posible al texto y a su autor. Traté de lograr el filme que él habría hecho de
hab er tenido una cámara en vez de
una plu ma. La difi cultad ha estado
en aceptar, tambi én, algunos sacrificios, tales como la infancia de
Charles Bovary, la prese ncia de su
primera esposa ... ". La Emma elegida por Chabrol para conseguir un
papel fiel a este modelo qu e ha trascendido las fronteras de la literatura , Isabelle Huppert, traerá a la memoria del espectador a la compl eja
Viol e tte Noziere pero también a la
dulce y frágil pein adora de Claude
Goretta. Esta última referen cia , qu e
tanto por el título como por di ve rsos encuadres de la cinta , pa reciera remitir a la pintura de inte riores
flam enca , tiende un pu e nte tambié n haci a la image n de la Emma
propuesta por Chabrol y descrita e n
Lire de octubre pasado: recortada su
figura por la iluminación n atural
normanda, m ás que actriz de una
película, Isabelle-Emma luce como
la modelo de una pintura. La escena represe ntada es la de una seductora, una decidida provocadora qu e
luce su belleza b ajo los tonos claros
y la iluminación campestre que se
filtra a través de los visillos del salón . Como reencarnación plásti ca,
esta muj er no se rá la ingenua Tejedora, desde luego, sino la astuta Tañedo ra de laúd de Verme e r.
Para Isabelle Huppert , Emma ha
dejado de ser el personaj e lánguido
y hasta cari caturesco de la primera
lectura adolescente; hoy resulta una
muj er "aguda" y su fragilidad no es
de orige n "orgánico". Emma Bovary
vivirá de ntro de una categoría dramática única: la tragedia normanda.
Esto último -más que n ada una
broma de la qu e Huppe rt ríe- se
despre nde de una idea de Ch abrol ,
de te rmin ante para la pu esta e n escen a de la novela. Madame Bovary
es "la historia de una postromántica"; pe ro sobre todo , como libro ,
simboliza una de esas raras tragedias que nada deb e n a los gri egos .
La conte nción e n las actitudes de
esa "campesina que cree no se rlo ",
pero tambi é n laj usteza e n la actuación que permita el traslado puro de
las emociones, son el soporte de un
lenguaje cinematográfico que inte ntará re producir, como ya se dijo ,
con fidelidad , el le nguaj e escrito,
cincelado obsesivam e nte por Flaubert. El afán por conseguir un re fl ejo objetivo de la obra -qu e el escritor pre tendía extrae r de la vida -,
m ás allá de as pectos con cerni e ntes
a la trama , como conservar o no pasajes, escenas o capítulos e nteros de
Madame Bovary, tendrá que supera r
muchas barreras: el le nguaj e ceñ ido , sopesado hasta el cansancio , y
el paso del ti e mpo , h an dejado un
vasto campo de minas para la adaptación a otro m edio . Lo que hi zo
Woody All e n al abordar el pe rsonaje de Emma en su cu ento "The Kugellmass Episode" fu e, desde luego ,
un juego paródico. Propuesta e n
verdad facilona y ya desgastada.
Por lo. pronto , el proyecto multi-
Flaubert en El Calro, 1850. Foto de Maxlme du Comp.
millonario qu e alte ró co n su cauda
de ruido y lumin osa ext ra vagan cia
la vida pausada de un pu ebl ecito
normando, pareciera chocar de frente con la lenta m ad uración de Madame Bovary, el proceso crea ti vo
qu e daría n acimi e nto a un es til o lite ra rio y a un a forma de vida intelectual. Habrá que ve r si la cinta de
Chab rol , más qu e el respeto al le ngu aje coloq uial con o sin anacronism os, o al e ntorno físico, conse rva el
Bibltoreca de M éX ICO
29
filo del bi sturí co n qu e Gustave
Flaube rt -y el mi smo Chab rol en
otras cintas- di seccionó la realidad
co tidi ana: esa sue rte de elíxir qu e
pued e ll egar a narcotizar al espíritu m ás reb elde o, como e n el caso
de Emma, a extrae r por contraste la
viole n cia y profundidad sin límites
de las pas iones hum anas .
Ya lo dijo tambi én Buñuel: "El cine es un arma m agnífica y peligrosa, si la m an eja un es píritu libre."
ELISEO DIEGO
E n 1a
..
cc
¿quién en eñará al h
re qUécc
. ~ra
desq6és Ide él deb ; o del so17 ,
Eclesias és, VI-12 . {
~
~
~
\,---
El patio al fondo con la--tapia e . . .rninas, :r- .'
tres mangos, la pen rubra
'
:,'
(
de la salvaje floraciÓn de todo ::
\
El cobertizo de la herrumbre inRtil,
"',
¿adónde su postigo triste entorna?
Corre un mágico río ~nt e las h ie baso 1'/
Hora es de entrar, escucha, en el silenctio
2
l
'
-
t \
~
¿Vienes de Soledad o La Amargur:a,
de La Mura11a o Mercaderes, ca11es
de negra luz? ¿O de :más lejos?
¿Ca11e de la Abundancia, Sacra . i~
quizás, o la Calleja
de los Plateros,, 'o quiéIJ.-.. sabe
... /
([
qué pasadizo turbio entre qué hluros
de la Gran Urbe Universal? T lÍI v'uelves:
has 11egado y estás contigo a solas
_
a11í en la ori11a en que se acaba
quieto el hogar, y empieza la intefu peri ,.'';-
-
,
,k
\ \
3
Húndete, pues, entre las sombras.
A un lado está-tu padre
___
-quizás donde la verj a¡ se resign á y el padre de tu padre, y luego r
el que viene detrás, desconocidos ..
una infinita procesión de extraños.
La mano lívida en tu fr€~ nte,
¿bruñó la cáliga de Dr~ so ?
p(
a
y cuando el ceño sin motivos fr-uhces,
¿es en la frente del que frío apunta
despacio a la pupila de quel f1m/
culpable sólo de ge~ir en qUefh f a?
Donde tus pies están, hí estát}" todos.
-
Biblioteca de México
30
~
•
o r t 11a
y: al otro lado, trémulos relumbres
del día que se oculta entre el follaje,
~ t s hijos y sus hijos. Pero, ¿quién
dará a saber al hombre
lo que después sucederá,
después de él, sucederá debajo
r
(- del sol, quieres decirme? Apenas
\ Jr- segundo de estar más que en sosiego
y el mágico artificio no recoge
la risueña blasfemia de los vidrios
en el cuarto contiguo, ni los ojos,
al cielo raso fijos, siguen,
. por la fantástica humedad que es África,
el rastro inquieto de la hormiga
que llega a Ofir. No importa.
,.. "
El tedio acaba en el reloj.
Entre mangos y hierbas, ya de noche;
y en infinita procesión, los mudos,
tus. queridos extraños transparentes.
/
15
Entra por fin, entonces, al silencio
del patio abierto a la intemperie
donde firmemente entre la fronda atisban
{ l(!)s mil y un ojos de las fábulas
parpadeando en el abismo .
Arrora sí estás contigo al fin qué solo.
El ~obertizo, _ el cobertizo lúgubre,
trist~ ~,:erta para ti no entorna?
ero atenclOn, escucha:
. ¿no es ése el roce de un pedrusco
juri o a la tapia, en la tiniebla?
,, :~lagartq. quizás, una criatura
:,l~uiebra lá helada vastedad que cruje.
~, Susurra la quietud; aquí se vive .
tqu
0.
"
.
~.
Biblio teca de México
31
/
-----
j '
:,;,
;: i/
, I
'/1:", j (
¡'
'/
/,
"'.
. / :?
,
/
David Hockney, Sombrero pGnamá, 1972.
Biblioteca de México
32
¡
./.'
,/ '
'
1:'
'/o',
/
//
;" , "
El libro que no se ha escrito
I
Autor de numerosos textos críticos,
de ensayos, narraciones y poemas
casi desconocidos actualmente, Jesús Semprum escribió en 1927 un
prólogo que todos hemos leído en
Venezuela: el de La tienda de muñecos de Julio Garmendia. Recorrer
esos párrafos nos permite adivinarlo sin dificultades. El estilo es conciso y ágil; la red de palabras esconde un pensamiento que, como río entre islas, va tocando conceptos y sugerencias, con una finalidad exacta.
Su prosa rodea α los cuentos de Gar­
mendia y mientras los interpreta re­
fleja al cuentista, pero también acoge las indirectas confesiones del prologuista. Presentar un libro es una
acción: «la verdad para el Hombre es
la acción, y toda acción es diabólica». Si bien esto vale para el diablo
de Garmendia, Semprum vive en la
escritura, que no pocas veces se cpnvierte en demoníaco conjuro para él.
En aquel prólogo hay toda una
identidad f o r m a l ; pero las precisiones críticas no se hacen esperar: «Julio Garmendia no tiene antecesores
en la literatura venezolana» o «Garmendia no parece un escritor venezolano de hoy en día» o «Lo que ha
escrito Garmendia son cuentos fantásticos»: una definición y una ubicación que hemos visto cumplirse cincuenta años después: ejemplo de lucidez máxima expuesta por un hombre α c|uien se consideraba amargo
en los últimos años de su eficacia intelectual.
¿Quién puede en forma tan elegante y audaz fijar α otro ese mate­
mático destino literario? ¿Sólo «aquel
temperamento más adicto α Ια psicoloaía del paraujano violento» que
α Ια hondura, según su desconfiado
biógrafo? Tal vez, mejor, alguien
que se buscó «en las profundidades
de su ser mismo, en los inagotables
manantiales de lo conciencia».
Pedro Díaz Seijas, su más fiel compilador y estudioso (publica en 1956
el volumen Crítica literaria con la cooperación de Luis Semprum; y en 1986
Jesús Semprum,
Edición de la Academia Venezolana de la Lengua), considera que Semprum nació en 1884
—junto al río Escalante, en San Carlos del Zulia. Desde 1894 su familia
se establece en Maracaibo. («El tremendo sol de Maracaibo parecía madurarle el numen temprano con su
incubadora violencia» dirá después
nuestro ensayista, ante la muerte de
un amigo). Allí estudiará Medicina y
funda la revista Ariel: «un grupo de
mozalbetes llenos de entusiasmo
fundamos, en lejana ciudad de Venezuela, una revistica de literatura
que bautizamos >lrfe/. No era el alado genio de La tempestad
el que influía sobre nosotros entonces, sino el
volumen elegante de R o d ó . . . » .
Ya escribe poesía, comentarios críticos y la novela (aún inédita) £/ crucifijo. La famosa revista de la época
El co¡o ilustrado
(1892-1915) publica sus colaboraciones, enviadasdesde Maracaibo.
Para 1903 está én Caracas. Dos
años después se gradúa de médico
en la Universidad Central de Venezuela, con una tesis sobre «La paranoia persecutoria». Aunque α partir
de entonces dedicará casi por com­
pleto su tiempo α Ια literatura y al
periodismo, α traducir del francés y
el inglés, α sus amorosos contactos
con los clásicos españoles del siglo
de o r o , α Shakespeare, Flaubert,
Gorki, Dostoievski, ΖοΙά; α Juan Ra­
món Jiménez, α Unamuno, Azorín,
Boroja; α Hugo, Anotóle France, Bau­
delaire, Verfoine, Laforgue; α Poe,
Wells, Stevenson, Thackeray, Leopardi, y de este modo abandone la
Medicina, sin dudo el método cientí­
fico, la estructura de la anamnesis y
lo delicada precisión del diagnósti-
I
co, servirán como referencias form,ales para su rigor analítico. Semprum el ensayista expone un tema
como si realizara una táctil incursión
en el cuerpo textual.
'
También en 1905, debido a cierto
conflicto familiar (¡espíritu disidente de Simón Rodríguez!), decide su
apellido, eliminando el acento y
cambiando la letra final por «m)). De
acuerdo con citas de Díaz Seiias,
veamos este retrato del escritor:
« ... observaba Fernando Paz Castillo en sus Reflexiones de atardecer,
que entre 1904 y 1914, la labor literaria del crítico en las páginas de la
revista (El cojo ilustra!1o), fue verdaderamente intensa. Esta es la edad
de oro de la actividad que, como crítico, eierció en la literatura venezo. lana Jesús Semprum. ¿Cómo era entonces el hombre? Hay varios testimonios de quienes lo conocieron en
aquellos días, en los que su fama reclamaba la mirada de los que aspiraban su entrada en el cerrado cenáculo de las letras criollas. Diego Córdoba, quien lo trató y recibió estímulo
suyo en sus primeros años de poeta,
lo pinta así: «Era Jesús Semprum
alto y aparentemente robusto, trigueño, de frente amplia, negro pelo ensortiiado, antiparras' y paso'
lento menudo. Tímido hasta el encogimiento y un tanto susceptible)). Se
casa en 1912 con Isabel, hermana de
.su gran amigo el poeta Luis Correa.
Primero Cipriano Castro y luego
Gómez imponen un clima de limita. ciones expresivas y políticas a Caracas. Semprum atraviesa esos años,
sin embargo, aspirando a «que cada
quien contemplara la vida con oios
propios y diiera su pensamiento y su
emoción con tan completa sinceridad
que todos pudiéramos identificarnos
con ellos)). De manera genial, José
Antonio Ramos Sucre cifra la dolorosa situación del país: «La aspiración
de las criaturas al infinito se torna
angustiosa baio el peso de la sombra. Adivinan y sienten el cerco de
un cautiverio)). Discreto en su vida
pública, Semprum cuenta con amigos de diversas generaciones, entre
quienes están el famoso Julio Calcaño, Pedro Emilio ColI, César Zumeta,
Pedro César Dominici, Manuel Díaz
Rodríguez, Rafael Cabrera Malo.
Entre abril y ¡ulio de 1911 dirige la
revista Sagitario, para la cual escri-
be crónicas internacionales. En opinión de Humberto Cuenca desde ese
año hasta 1919 se extiende la actuación crítica más densa de Semprum.
Persisten para el interés actual sus
páginas sobre Tablada, Lugones, etc.
Según Díaz Seiias ya es, entonces,
«el árbitro más respetado de las letras venezolanas)).
Para 1919 trabaia en El Universal,
y parece hacerse más notable el peligro político. En agosto viaia hacia
la «impávida)) New York. Allí permanecerá hasta 1926, trabaiando
como colaborador de algunos periódicos norteamericanos, traduciendo,
publicando en la prensa de La Habana, Maracaibo, Caracas. También se
ocupa de cine. Durante su estancia
en New York aparecen los primeros
trastornos cardíacos.
Regresa a Caracas, baio una difícil situación económica. Sus amigos
lo ayudan para que sea nombrado
profesor de Lenguas Antiguas y su
Historia, en la Universidad Central
de Venezuela. Se aleia cada vez más
del periodismo; vuelve a eiercer la
medicina. Su carácter es hosco y rechaza mucho de cuanto la nueva generación de escritores ofrece. Trabaia
en una interesante novela, La Nueva
Ciudad. Lo hechiza el alcohol. «Exaltación, delirio, impetuosidad en desbordes singulares y a veces extravagantes; su amor a los paisaies lúgubres; la exquisita sensación que sentía frente a las notas de un mundo
desconocido que parecía hablarle en
palabras de enigmas; ( ... ) la hiel
que destilaron a menudo sus sentencias críticas)): todo lo envuelve en
un ocaso demoníaco, si seguimos a
Humberto Cuenca.
Muere el 13 de enero de 1931.
Aquella frase de Julio Garmendia
sobre Ramos Sucre, pudiera estarle
dirigida a Semprum: «se retuerce en
el desequilibrio del sentimiento y el
raciocinio y se tortura en el conflicto entre la vida que vive y aquella
otra que se deseara vivir)). No escribe un libro y sin embargo deia admirables páginas que iluminan un largo proceso. «Verdadero crítico profesional, en una vida muy accidentada y dolorosa, Semprum dispersa
una multitud de estudios que con singular fineza de análisis eniuician la
obra de los más importantes autores
venezola nos)).
BiblIOteca de
34
MÓICO
JESÚS SEMPRUM
e
Diá ogo
/
la
El viejo y el mozo habla n sobre lecturas.
F
recuenta usted las librerías?
-Propiamente hablando , no. ¿Por qué 10 pregunta?
-Dicen qu e a un hombre puede juzgá rsele por la
clase de libros que lee, como puede deducirse su conducta de la clase de gente que trata.
-Sí; pero entre nosotros el gusto por la lectura es
vago , inconsciente, salvo, como es natural , exce pciones contadas. De modo qu e le sería difícil juzgar
a la m ayoría por su afición como lectores ...
-Sin e mbargo, en el mundo mode rno , es raro
quien no tiene su autor favorito . Es imposible vivir
en este siglo sin leer .
-Sí es. Y muchas pe rson as lee n los papeles dia-
rios y los almanaqu es con chistes que su elen regalar los farmacéu ti cos ...
- Exagera.
T odo el mundo lee sus libros.
-Muchas pe rsonas lee n los que le caen a la mano . He con ocido a un caballero cuya biblioteca se
componía de cinco libros, a saber: Robinson Cvusoe,
Los Girondinos por La martine , Venezuela Heroica, un
Nu evo T estam e nto y un volumen de cu e ntos de Bocaccio. El tal e ra hombre prude nte, y antes qu e despe rtársele la curiosidad de conocer nu evas obras y
nu evos asuntos se hundió deliberadamente dentro
de sus cinco libros, qu e conocía al dedillo . Fue un
hombre qu e vivió feliz y sin duda contribuyó no poco a ello su alejami e nto de las lecturas peligrosas.
i
\
I
\
\ \ I¡
\ ~\ \
\
\
\
~
-
"-... ---~
¡,. ~
---
~
.-
-----
_
~
E' C ·::_..- -..._-..-=-=:
.:--
..
.
- - - ----
(
)
,-
--
--
\
)
David HQckney, Sillón, 1969.
Bibl io teca de M éxIco
35
David Hockney, Rue de Seine, 1972.
- Usted habla en broma. Para no leer sino cinco
libros durante toda la vida se n ecesita ser un imbécil acab~do.
- Yo no le digo que el caballero a quien me refiero no fuera un imbécil. Atestiguo dos hechos: leyó
cinco libros y fue feliz.
- Pero sin leerlos tambi én 10 hubi era sido.
- Un poco m enos, porque el haber leído y releído aquellos cinco libros e ré1 para él un elem ento formidabl e de felicidad: tenía cinco vidas m ás , o, para
ser más explícito, estaba e nriquecido con cinco mati ces más de vida .
- Ya comprendo su idea.
-Si usted le hubiera puesto ante los ojos libros llenos de visiones abstrusas, com plicados con erudición,
de esos que impon en la n ecesidad de reflexión y estudio , y que nos va n indu ciendo y arrastrando por
caminos nu evos, el pobre hombre se hubi era fatigado y a la postre habría aborrecido la lectura. En cambio pasaba un día co n Robinson y otro co n San Marcos, atrav esaba con el corazón lleno de latidos temerosos, por entre las tempestades de sangre y de ira
de la revolución; se e nard ecía con las hazañas de los
gra nd es patricios nu estros y por último sonre ía con
las ave nturas ll enas de gracia y con las picardi hu elas de l gran italiano. Si alguien lo hubi era inducido
a apar tarse de sus fie les conocidos para avent urarse por el piélago de los libros ignotos , habría perd ido acaso la sere nid ad que lo aco mpañó en la vida ,
co mo una ben évola so nri sa perd urable de los destino s.
-¿Uno entonces debe limitarse?
-¿Y qu é otra cosa hace todo el mundo? Existe n
m éd icos, pongo por caso , qu e en su vida han leído
más libros que los de m ed icina. Creen ell os y cree n
bie n , que toda otra lectura hu elga. Imagínese un m édico qu e le dé por la m e tafísica. Al poco tiempo aborrecerá su propia ciencia co mo cosa baladí, va na y
transitoria.
- Pero conozco naturalistas que han ll egado por
las gradas de la medicina al es tudi o de los grandes
proble mas uni versales .
- Eran metafísicos de vocación y no curande ros.
- Es que h ay qui en sea excelen te filó sofo y m é dico práctico.
-Son cosas inconciliables ... Pero no es ése el caso. Nos apartamos de las lecturas . Cada quien lee
cierta clase de libros única y exclusi vame nte, con
raras exce pciones. La cultura co nt emporánea, que
viene imponiendo 10 que se llama especialización, impide, por estorbosa para la vida práctica, aquella idon eidad e n los asuntos de tod a índole qu e tu vo su arquetipo en el filó sofo de Estagira. Hoy el hombre de
cien cia se conforma con ser especialista en tumores sebáceos, en construcciones campestres, en pleitos de divorcio o en cultivos de tártago . Con eso le
basta para ser útil a los de más y para ganarse honradamente la vida. ¿Cuántos libros n ecesita conocer
a fondo un especialista en quistes sebáceos?
-Lo ignoro; p ero veo que usted se burla . ¡La lectura es un campo tan amplio' ...
-Amplio y fértil, pero se necesita m étodo ... Si
usted se pone a leer cuanto libro le caiga en las manos, sin plan y sin orden, terminará por perder casi
todo el ti empo que consagra a la lectura ... Lo sé
por propia experiencia. Si alguien me hubiera guiado con pruden cia y lealtad en mis lecturas cuando
mozo, hubiera despilfarrado m enos tiempo en inútil es exploraciones. Ahora sé 10 que debo leer. Pero
a los 20 años pocos son los que 10 saben. Derraman
la atención sobre una porción de libros inútil es o vacíos, y además se dejan arrastrar por la moda . ..
-¿Qué moda?
- La Moda, amigo, la terrible y fun esta deidad mode rna : la que 10 obliga a usted a cortarse el cabello
en esa forma, a usar los bigotes mutilados, a vestir
como va vestido, a saludar de tal modo , y a com er
tales manjares y a fingirs e dele itado coy; cuál música, y a opinar sobre la guerra europea; la que 10 puso a bailar ayer el tango y m añana 10 obligará a volar por el cielo en aeroplano, la qu e 10 tien e boquiabierto ante las extravagan cias de las costureras; la
que recomienda libros frívolos O n ecios o embusteros. ¿No recu erda u sted el auge glorioso de ( Qua Vadis >, no vela sin originalidad ni arte, o de La Grande
Ilusión, volumen propio para suscitar las cavilacioGracias a los
n es de un agente viaj ero fatigado? .
dioses los grandes libros nunca han estado de moda . . .
-Sin embargo, suele n ponerse.
-No: lo que pasa es que e n ciertos instantes de
la vida humana parecen lanzar chispazos nuevos desde las lejanías del tiempo, como las grandes estrell as cuyas fulguracion es ti enen a veces relámpagos
cegadores. Cada vez qu e releo a Shakespeare, por
ej e mplo, e ncu e ntro alguna fa ceta cuyo bri110 no había notado.
Me re focilo entonces golosamente con
mi descubrimi e nto. Si acaso, solicito a algún compadre idólatra como yo del gran poeta, a qui en comuni car mi impresión. Ciertos lectores somos como
esos pacientes víctimas de e nferm e dad es secre tas,
que buscan a sus cofrad es de dol en cia para contarse mutuamente sus cuitas.
-Comparación impura.
- Pero propia.
El lector necesita experiencia
que sólo e n cue ntra en la lectura varia y num erosa :
al cabo de algún ti empo se orienta y entonces sabe
el rumbo que debe tomar. Lo m alo es eso: el experim e nto personal. Si hubi era personas que se co n sa-
Bibl,oteca de México
36
David Hockney, Esbozo poro un retrato de Nick Wilder y Gregory, 1974.
graran excl usivam e nte a la lectura, podrían darnos
alguna lu z a ti e mpo .
-Me recue rda usted un cue nto de Anatole France.
-Sospecho cuál es: el del sabio q ue se propuso
compendiar e n las m e nos palabras posibl es la hi storia de los hombres. Después de escribir volúmenes fue desech á ndolos y mutilándolos hasta qu e sólo consignó, e n exiguo trozo de papel, estas tres palabras: na cie ron, sufrieron, muri ero n ... Cosa igual
podría hace rse con los libros; pero pe rderíamos muchos mom entos de e moci ón nobl e y de pe nsa r sereno. Para qui e n no posea fecundas fuentes espirituales propias, y ésos somos la mayo ría e norm e de los
hombres, cuyo pe nsami e nto no es tan alto ni puro
que en su propio ej ercicio e ncu e ntre ocupación magnífica y permane nte, para los hombres vul gares que
formamos la humanidad corriente y molie nte, la lectura es n ecesaria porque nos ennobl ece, y nos purifica y nos mejora producié ndose la ilusión de qu e
somos buenos. Cuando usted lee e n un libro un pensamiento feliz, se dice muchas veces para sí: esto mi smo hubi era sid o yo capaz de decirlo; y se fragua así
la ilu sión de ser usted capaz de nobl es ideas y por
ese solo acto se eleva usted e n dignidad hasta co nvertirse en par del autor favorito. Cuando usted lee
el Hamlet co n profunda simpatía y sincera emoción ,
es usted un continuador de Shakespeare; y vale usted tanto como Cervantes cuando se queda pasmado ante las peregrinas aventuras de Don Quijote o ríe
con los donaires de Sancho. Autor y lector concluye n por formar una entidad úni ca. A m edida qu e la
obra ajena va apareciendo e n la m e nte de ust ed le
pertenece tanto como al a utor.
-Son sutilezas.
-Pues no ha leído usted nun ca co n amor efusivo
y hondo n in gún lib ro. Lo de plorabl e es qu e la e n e rgía de la se nsibilidad y de la im aginación se despilfarra en lect uras necias. ¿No se ha fijado usted e n
los libros favoritos de los ch icos de hoy? Creo qu e
lee n av e nturas estú pidas de de tectives, y ni siqui era los lib ros originales de Conan Doyle, qu e no carece n de cierto arte, sin o foll etines baratos y sin asomos de inge nio ... Cuando usted e ra mu chach o leía
a Julio Verne; noso tros leíamos a Dumas. Ignoro por
qu é los chi cos de hoy , e n ve z de lee r a Well s o Stevenson, dos m a ravillosos noveli stas, se empe ñan e n
atosigarse el á nim o con las ave nturas estrafalarias
de los de tectiv es de nombres ridícu los qu e se amuchi guan e n las lib re rías.
¿Se rá necesario qu e algún humorista mod erno componga otro Quijote contra estos nu evos libros de caball ería?
-C ompuesto co n gracia no dejaría de ha ce r
fortun a.
-¿Y el desdén por la Historia ? Nuestros let rados
se ocupan e n cosas de historia co n te nac idad y hasta co ntumacia aguda. Pe ro en ge ne ral los lectores de
Hi sto ri a so n raros. Sin e mbargo, la lectura más recom e nd abl e a la juve ntud es la de la Hi storia.
-¿C ree usted e n la Hi stori a?
-¿Yo? En mi s días. Pe ro el estudio de la Hi storia
es a m e no, como de cosa nov elesca al fin, y prepara
para la vida de un mod o prácti co.
- ¿ Porq ue e nseña la verdad?
- Porque e nseña que no hay verdades escritas posibles: que sólo la Vida puede darnos en ciertos mom e ntos refl ejos de la ve¡dad. El m edio más seguro
de cae r e n el esce pticismo trascendental es co mpulsar historias.
(Ac tuCllidades, Ca racas, 1918)
BiblIOteca de M cx!co
37
El bibliófilo
JESÚS E.
VALENZUELA
Valenzuela, en la época de la
Revista Moderna.
Este cuento de J esús E. Vale nzu ela acompaña muy bi e n
a la Bibliomanla de F1 a ube rt .
El escritor m ex ica no re trata
una pasión desmedida por los
libros, qu e ll eva a su bibliófilo a la mu e rte. Vale nzue la,
qui e n fu era fundador y director de la Revis ta Moderna
(1898-1911 ) recogi ó su cuento e n el volum e n Miserias humanas, que fuera impreso alrededor de 1900 e n París, por
la Viuda de e ll . Bouret. Nuestra Biblioteca co nse rva un
ej e mpl ar de di cha obra.
Los
bibliófilos deb e rían ser
casi unos magos para justificarse del am or apas ionado qu e
ti en e n a los libros; pe ro se explica que no 10 sean porque gen e ralm ente sucede qu e no se
dedican a leerl os mucho ni poco, pues a su muerte se e ncue ntran los volúm en es intactos sin estar ni siquie ra cortadas las hojas. Por 10 demás,
esto no impide qu e sean pe rsonas muy ente ndidas y sumam ente apreciables como 10
prueba la sigu iente hi stori a
qu e pa rece cue nto .
Era el buen se ñor un viejecito muy amable qu e te nía dos
particu lar idades: la de se r bib liófilo de corazón, por puro
gusto, sin interés ninguno, y la
de usa r co nstante m e nte en su
casa con cierta coqu etería muy
n at ural e n é l, un a gra ciosa gorrita griega bordada de oro, con
su borlita también de oro y que
le caía mu y bi en e n su cabeza
ágil y e rguida siempre.
T en ía un ca rácte r afable y
a la vez muy ex pedito, mirada
viva escudriñadora que desplegaba e n 10 que era su ocupación y todo su afán , los libros,
a los qu e profesaba U,la ve rd ade ra adoración consagrándose
con toda su alma al culto de su
bibl ioteca que la había con vertido Po n un ve rdad ero santuario.
La otra manía , la de la gorra e ra tal , qu e cuand o po r casualidad se le ol vidaba, todo él
se desconcertaba y no at in aba
a hacer nada e n regla , com o si
eS3 prenda fuera el co mpl emento de su persona y el regulddo r de sus acciones. La
historia de la gorrita abrazaba estando dormido, el despertar
una gran parte de su existen- y , no acordándose con exacticia que sería ve rdaderame nte tud de algún dato relativo a sus
engorroso referir y bastará sa- libros, ya no podía conciliar el
ber que ese adorno o niñe ría sueño viéndose forzado a lee ra e n este señor una reliquia vantarse; y encendía la luz con
que idolatraba nada menos mucha calma, se calaba su goque por el rec ue rdo de la ma- rrita y se pasaba toda la noche
no cariñosísima que la había en vela revolviendo libros, revisando páginas, consultando,
bordado.
Como el trato y afición a los notas, abriendo y cerrando arlibros databa en él desde su marios: y parándose en frente
mocedad, había tenido sobra- de ellos se ponía a meditar hasdo tiempo para atesorar las ta encontrar lo que buscaba,
m ejores joyas literarias qu e hasta esclarecer la duda que la
contemplaba con fruición, pa- había de dejar como un cabello,
sando días enteros en arreglar sorprendiéndolo en estas faeescrupulosamente tantas obras nas los albores de la mañana.
No salía de su casa sino paque poseía, conforme a su antigüedad, por orden cronológi- ra algo que se relacionara con
co unas, otras por orden alfa- sus constantes devaneos, de
béti co, aquellas por ediciones, manera que sus excursiones y
títulos o materias de que tra- visitas eran a las casas editoriataban, según que eran de auto- les, imprentas y librerías para
ver a los que comercian con
res nacionales o extranje ros,
anotando las circunstancias es- libros; siendo de notar que
pecial es de cada una, marcan- cuando emprendía esos trabado los ejemplares div ersos, y jos no le arredraba el mal tiemformando extensos catálogos po ni ninguna consideración.
en los que apuntaba lo más no- Lloviendo, tronando, nevando
table respe cto a la adquisición o haciendo un calor abrasador,
de volúm en es escogidos, raros se olvidaba muchas veces de sí
o agotados, no descuidando en mismo y se absorbía en las orim edio de estos trabajos el va- llas del Sena por ejemplo, pale rse de substancias antisépti- sando y repasando por donde
cas apropiadas para conservar se exhibe n los puestos de lisu vasto acopio de libros sin el bros viejos, buscando cualquiera indicación que le intersara
menor deterioro.
Con mucho esmero tam- y no cesando en sus correrías
bié n procuraba completar co- hasta que la encontraba.
lecciones de autores célebres,
Por lo demás, el éxito siemhacie ndo gala de poseer ricas pre coronaba sus esfuer zos, 10
edi ciones qu e no se en contra- que era natural dados sus vasban e n archivo alguno, mu seo tos cono cimientos, su experi e ncia, sagacidad y tenacidad
o biblioteca del mundo entero,
para 10 cual siem pre andaba a para todo lo qu e traía entre
caza de todo lo que podía ha- manos .
y este bibliómano así, tal
lagar su gusto exquisito por los
libros.
como era, había tenido la fory viendo sus esta n tes y retuna inme n sa de rodearse de
corri e ndo con la vista meticu- lo que n ecesitaba, siendo esto
losamente a través de los cris- sumamente raro, porque 10 cotal es o del alambrado los com- mún es qu e los hombres estén
partimientos de los libre ros,
fuera de su lugar, y ese señor
recti ficando las anotaciones estaba precisamente en donde
que hacía diariamente , bata- debía estar. ¿Quién podía creer
ll ando en su imaginación con
que basta un cierto número de
todo aquel ejé rcito de libros de estantes atestados de libros patodos tipos y tamaños pasaba ra ele va r a un hombre como él
el ti empo recreándose plácida- al pináculo de la felicidad?
m e nte en el templo de su faPero hay que de cir la ve rnatismo . Era pues un o de tan- dad toda, tanto más cuanto que
tos maniáti cos apacibles y su 10 que va mos a referir no venmanía ll egaba al grado de qu e · drá sino a realzar los buenos
muchas veces, a la h ora de co- sentimientos de este tipo sinm er, se levantaba reper;tina- gular.
m ente de la m esa para emAl bibliófilo qu e vivía tan
prende r cualqui era in vestiga- en paz le vino un día una pena muy grand e como si se hución en su biblioteca, en donde
se ponía a trabajar inde finida- bi era clavado una espi na allá
m ente si n acordarse de que ca- en el fondo del corazón. Quién
si no había comido . A media sabe cómo, cuándo, a qué honoche le aco ntecía también, ya
ra, por qu é o de qué manera le
BlbllQtew de MexlCO
38
aco nteció el descubri r e n uno
de sus libre ros un tomo aislado, trunco, de una obra que había sido impresa, editada y publicada e n dos tom os. Aq uel
pe rcance le produjo fuerte desagrado, pero creyó qu e el volumen que faltaba se le habría
extraviado en tre otros libros y
qu e aunque fu e ra con algún
trabajo lo e ncontraría. Se puso inmediatame nte e n m ovimiento y buscó y más buscó;
todo fu e en vano. Reburujó por
todas partes, desocupó todos
los libre ros, las alacenas olvidadas e n dond e había muchos
trebejos, volteó la biblioteca al
revés; desca nsó, m editó , caviló; se quitaba - ya n e rviosola gorrita de bo rlita de oro como si le estorbara para aviva r
su me moria, luego se la volvía
a e ncasqu e tar y se h acía cruces de cómo se le había pe rdido aqu el libro: no le cab ía e n
lo posible tamaña desve ntura.
y no se daba por ve n cido: reiteraba sus pesquisas consul tando sus apuntes, sacando y esculcando los cajones, llenaba el
suelo de libros, y uno por uno
los revisaba casi dele treando
los títulos, se pa rando y separando para volve r a e ncajonarlos . Si le cabía alguna duda,
e mpezaba de nuevo la misma
tarea ponie ndo el m ás escrupuloso cuidado e n que nada se
le escapara . Cansado, rendido,
aplazaba su investigación para
el día siguie nte y así co ntinuó
varios días sin conseguir nada,
tu rbado, taci turno, moh íno y
hasta enferm izo. Pe rdió el apetito, pe rdió el sueñ o, pe rdi ó la
tranquilidad .
y lo peor de todo e ra qu e el
libro qu e buscaba no podía
re mpl azarl o, porque esa obra
desde hacía mu cho ti e mpo estaba comple tamente agotada.
Entonces el pobre hombre , ya
perdida la espe ranza de e ncontrarlo, se entristeció profundam e nte, y lo q ue hacía e ra pone rse a co n templar el tom o
que te nía e n s u pode r como
que riendo pregunta rl e por su
compañe ro -con el qu e m ás
valía que tambi én se hubie ra
extraviado- . y pe n saba, y
compadecía al tomo trun co,
mutilado , que no servía para
nada así incompleto, y se abismaba e n la con side ra ción de
qu e así como aq uel tomo suelto no valía nada, los dos juntos ¡qué obra tan completa formaban l
Nunca pudo imaginarse el
pesar que le había causado la
vista de la mitad de un libro
qu e sobrevive a la otra mitad
o que a nda por su lado y la otra
mitad por el suyo; no le cabía
e n su espíritu la pe na qu e le
producía la existencia de un tomo solo cuando debe ría n se r
dos qu e te nían qu e estar siempre jun tos, unid os sie mpre e l
uno al lado del otro, sin separa rse n un ca, co nte mpl ándose
y comple tá ndose mutuame nte
Aquell a obra no e ra tal vez
una obra maestra, pe ro para él
te n ía un valor ina preciable
porque ve ía a todos sus libros
como si fu e ra n sus hijos, hijos
dóciles, sum isos, sosegados,
qu e los te nía sie mp re a la m ano y que no le daban guerra en
lo absoluto, por lo qu e lo hacían comple tam e nte feliz y esto hacía qu e se aumenta ra s u
cariño pa ra ellos. y q ue ri é ndolos a todos igualme nte , porque
todos por igual le e ndul zaban
la vida, se a fli gía po r e l libro
que h abía pe rdid o com o si hubiera sido un o de los m ejo res:
todos para él e ran excele ntes.
Hi zo el bue n hombre pode-
ríos pa ra e nco ntra rlo, se echó
a andar por todas partes co n la
raq uítica espe ran za de qu e la
sue rte se lo depa ra ría, si bi e n
lo desmorali zaba la tris te idea
de qu e si acaso encontraba u n
ejemplar sería la obra compl eta y sie mpre qu edaría su tom o
trun co. ¡Un tom o trun co cua ndo la ob ra hab ía sido hecha en
dos tomos l Este pensam ie nto
lo hacía s ufri r cru elm e nte qu itánd ole la calm a y n o pod ía
conforma rse en e m ejan te fatalidad. En s us paroxismos se
decía a sí mismo que si el libro
qu e te n ía e n su poder hubie ra
sido ca paz de se ntir y de habla r, ¡qué a ma rgame n te debería haberse quejado de su suerte de libro s uelto, incomple to '
Poseído enton ces de un a
gran tri steza ya co nvencido de
la pé rdida irre pa rable, come nzó s u án im o a decaer rápidam e nte y su fís ico a debi li ta rse
y poco ti e mpo desp ués se extin gui ó muy apacibl e men te,
pero no sin haber hecho su testam e nto tan original como él
lo había sido toda su vida.
La cláusul a pri ncipal del codicilo qu e hi zo en sus últim os
días, decía qu e legaba todos
s us bienes -fue ra de algunos
do na ti vos part ic ul a res qu e
designaba- para los gastos
qu e se hi cie ra n con el fin de
rec upera r el tom o qu e se había perdido . Que de encontra rse di cho tomo se re fund iría la
obra e n un solo volum e n pa ra
evitar que los dos tom os se volvie ran a se para r y qu e se ría
e ntregado, no a la bihlioteca
nac ional e n dond e todo e l
mu ndo manoseaba los libros,
sino a un amigo íntim o qu e él
m e ncionaba y que m e recía toda s u confia n za.
Que lo qu e sobrara de los
gastos impe ndid os para e nco ntra r el li bro e n cuestió n , se le
destinaría e xclusivam ente a alguna pob re mujer casada cuyo
m a ri do hub ie ra desapa recido
sin sabe rse su pa rade ro.
La hi sto ria o cue nto no dice si por fin aq uel tomo qu edó para sie mpre trun co.
Mester de
maxmordonía
GERARDO DENIZ
m ax mordón . (Probablemente
de mazamorra.) m . desuso Hombre de poca esti m a, tardo, pasm ado y sin discurso. 11 2. desuso
Hombre taimado y sola pado.
U
na palabra obsoleta, pues;
tanto com o lo era la propia palabra "obsoleta" hace un cuarto de siglo. Maxm ord ón : palabra simpáti ca, asimismo , qu e
desc ubrimos e n el diccionario
casualme nte 20 años atrás y
qu e en el acto estuvimos de
acuerdo e n aplicarle a determinado person aje - uno de nosotros- qu e conocíam os demasiado. Pe ro esa historia la contaré despacio otro día. Por el
mome nto m e conformaré con
una orientación ge n eral, prelimin ar.
El hecho fu e qu e un os
cuantos e mpl eados de cie rta
importa nte casa editora com e nza m os a e mplear la palabra "maxmordón" e n un a dirección especial , primero para nombrar al susodi cho señ or
yen seguida tambi é n para designa r a sus sem ejantes. Yo no
tardé en aband onar aq uella
editor ial, pero la palabra la h e
segu ido usando y qui ero esperar qu e prenda en el uso común. ¿Cuál era pues el tipo de
hombre tardo , pasmado y sin
di sc urso al cual mi s am igos y
yo le ap licam os, hacia 1972, la
anticuada denominación "maxm ordón "7 Dicho e n pocas palabras: un m ax mordón es un
sabihondo típico de editorial.
Situémonos en el ce ntro de
gravedad de una casa ed itora.
No im porta, al m enos de m om e nto, qu e sea grande o pequ e ña, ant igua o nu eva, dedicada a publicar deli ciosas ediciones de fray Luis de Granada
o pa lpitantes revistas con reportajes de "e l cue rpo se e nco ntraba en avan zado estado
de desco mposición ". Alce mos
la voz, sin hace rla ofen siva, y
preg untem os al aire: - ¿"Estados Un idos" o " los Estados
Un idos"7
Ah ora es pere mos unos segu ndos. Ya se oye un rum or
inde fi nible.
Un se ñor asoma por un a
puerta. (Es característi co de los
maxmordones que sus puertas
nun ca tienen aire importante.)
No pertenece a ningún tipo racial , antropológico ni frenológico dete rminado . Y, si ti ende
a ser de edad madura, esto no
tien e que ver con vocación tardía ni con la estru ctura de su
cerebro, qu e evidentemente
e ra idénti co -y no podía se r
de otro modo- larguísimo
ti empo atrás. T ien e que ver
sólo con el orden burocrático
tradicional, qu e propende a
con cede r esta tus maxmordónico sólo a quien ll eva veintitantos años de prácti ca. Lo cual
-apresurémonos a recalcarloes un a sup ersti ción, ni más ni
m e nos. Aunque la edad tenga
lo suy o, la maxmordon ería
ta mbi én se be n e fi cia grandem ente con algunas petulancias
propias de la ju ve ntud . Pues
nos hallamos - ¿habrá que decirl 0 7- fr ente a un ma xmordón . Ante el maxmordón, por
antonomasia, de la editorial
donde este mos, pues si bie n a
m enudo h ay va rios, sie mpre
un o es el m áx imo.
- ¿ Usted es quie n pregunta si "Estados Un idos" o " los Estados Unidos"7 -el ton o podrá
se r melifluo y m alalech e o altanero y pe rdona vidas- ¿es
u sted 7 Escúch eme. Los países
ti enen nombres. Guatemala.
Itali a . India. Estados Unidos.
Hace cie n años, por influ encia
fran cesa, leía un o, con asco,
cosas como "la España" y "e l
Méj ico". Ya no , por suerte, pero hay casos d uros de e rradicar: "la India" , "lo s Estados
Unidos", " el J apón" . ¡Suprímase de una vez el artículo' ¡Uniformidad .. ' ¡Modernidad .. ' Y
lógica . ¿O n ecesita más ejempl os7 Pongéi usted "Estados
Unidos" a secas: "Estad os Un idos está e n Am éri ca", "la pobl ac ión de Estados Un idos".
BIblIO teca de M éxico
40
Démosle las gracias a este
maxmordón y trasladémonos
a la editorial más vecina a la
suya, a re petir la ex pe ri encia.
Saldrá otro:
-¿Usted es qui en pregunta si "Estados Unidos" o "los Estados Unidos" 7 ¿es usted 7 Escúcheme. Los países ti enen
nombres, establecidos por una
larga tradición . España. México. La India, el Japón, los Estados Unidos. Unos ll evan artículo, otros no. Pero en el caso
de los Estados Unidos, además,
no cabe duda posible : si bien,
para nosotros, "Polonia", por
ejemplo, no significa sino un
nombre propio, en cambio "estados" es plural de "estado", un
sustanti vo común bien conocido. Exactamente como decimos
"los canarios amarillos", habremos de decir "los Estados Unidos". ¿Quiere más ej emplos7
- Por supuesto -intervendrá otra voz, fem enina y característica-. Y hay un caso absolutamente único: "la Argentina".
No hay agrav io al lenguaje y a
la ra zó n como ser el de quien es dice n, paradojalm ente,
"Ur uguay y Argentina". Debe
ser "el Uruguay y la Argentina", por supu esto, pues "el
Uruguay" es apócope o abreviación de "Re pública Oriental
del Uruguay" -¡ojo: "del Uruguay", no "de"'-, en tanto qu e
e l nombre completo es "Repúbli ca Argentina", dond e "arge ntina" va a ubi ca rse como
adjetivo, ¿comprende 7, y si se
om ite "rep úbli ca" hay qu e
guarda r e l artículo : "la Arge ntin a", siempre, o sea "la Repúbli ca Arge ntina ".
El maxmordón ha qu edado
presen tado. Y a un la maxmordona. La proliferación de maxmordonas es un o de los signos
más estimulan tes de liberación
de la muj e r.
Una carta de Justo Siena
Presentación y notas de Patricia Pérez Walters
A la calva de Éforo
•
J usto Sierra, Secretario d e
Instrucción Pública y Bellas
Artes, inicia su carta dirigida al
periodista Telésforo García, el
13 de mayo de 1907, poniendo
de manifiesta su desagrado por
el género epistolar. En desacuerdo con las preferencias del
maestro, es e n virtud de este
género que se abre la posibilidad de adentramos en sus ideas
y sentimientos íntimos.
Es también gracias a esta
carta,
cart proporcionada por el Arquitecto Alfonso Alcocer, q u e
quii
4 años
después podemos "en84
£
ar de rondón e n [el] despa¬
trai
lo" y recrear la relación de
cho
os entrañables amigos q u e
"después de m e s e s e n t e r o s d e
no [verse] y, contentos a m b o s
de estar juntos, [cogían] el hilo de [su] p e r e n n e conversación interrumpida".
Nacido e n 1844, Telésforo
arcía era español, originario
de Puentenansa, Santander,
pero residió gran parte de su
vida e n México, donde murió
en 1918, Partidario d e las doctrinas de Comte, García fue sociólogo y u n reconocido filántropo, colaboró e n la Revista
Positiva, desarrolló u n a gran
actividad periodística y publicó
varios opiisculos, e n t r e ellos:
¿Garantiza mejor el sistema metafisico que el sistema experimental? (1881), Política aenti'fica y política positiva (1887) y
Don Cabina Barreda ij la integradan de la nacionalidad me¬
xicana (\90\)^
Μ
La relación entre Justo S i "
rra y Telésforo García fue larga y m u y estrecha, tal como se
confirma en el cálido tono fraternal de la carta. Su amistad
se fue forjando e n el ejercicio
de la pluma, la cual corrió entre ambos como vinculo en todo m o m e n t o de su vida, desde la afectuosa b r o m a hasta el
más apasionado debate periodístico.
Un ejemplo del duelo de ingenios y de sentido del h u m o r
que ambos esgrimían e n las
r e u n i o n e s celebradas e n casa
del maestro, donde todos los
asistentes debían charlar e n
verso,^ es el soneto burlesco A
la calva de Éforo, p s e u d ó n i m o
de Telésforo, que fue publicado por Sierra e n El Federalista
en 1872:^
Calva q u e espía el zopilote errante
c o m o el cimborrio e n q u e su vuelo posa;
hemisferio e n c u e r a d o e n q u e la diosa
V e n u s dejó su estrella rutilante;
A su vez, "Éforo" respondió a aquel soneto con m u c h a gracia, haciendo el siguiente retrato de Don Justo:"*
El todo de Justo
Aquella i n m e n s a mole q u e allí veo
¿es u n ídolo asteca barnizado
de blanco y de carmín engalanado
con levita y sorbete a lo europeo?
¿Es u n m o d e r n o y singular Proteo
en t e r n e r a sajona transformado?
¿Es tal vez Carlos cuarto q u e h a dejado
su caballo d e b r o n c e e n el Paseo?
¿Es aerolito m o n s t r u o descendiendo
acaso de la luna hasta la tierra?
¿O b o m b a q u e del sol ha despedido
e n o r m e obús gigantesca guerra?
Muévese al fin, se acerca, y confundido
y estático m e deja. ¡Es Justo Sierra!
La carta reproducida a continuación es u n a v e n t a n a al
proverbial sentido del h u m o r
de Sierra, de quien h e m o s heredado una errónea imagen estereotipada de educador sol e m n e . Las líneas dirigidas a
Telésforo a propósito de u n
crédito contraído en España, le
dan pie a una sutil ironía acerca del porvenir editorial de su
propia obra poética.
El sentido del h u m o r no era
el único vínculo entre los amigos. Sierra y García foguearon
su cercanía en la tribuna de El
Precursor, desde 1874, y a partir de 1883 e n La Libertad, del
cual Telésforo era el director,
d o n d e compartieron convicciones políticas y filosóilcas
con Ignacio Ramírez, Guillerm o Prieto, Francisco Sosa e Ignacio Manuel Altamirano.^
A lo largo de los años de militancia periodística prevaleció
siempre la m á s cercana con\-ivencía. Es d e este m o d o q u e
en 1875, Sierra p e r m a n e c i ó
convaleciente e n casa de la familia de Telésforo en Querétaro, al haberse luxado la rodilla,
y que e n 1912, García le ofreció hospedarlo en su casa en
Madrid.*^
La carta que Don Justo Sierra dirige a su amigo, abre con
algunas consideraciones sobre
la última obra de Telésforo^ e
incluye huellas rutinarias de la
cotidianeidad, entre ellas la
carga d e su inconcluible obra
sobre Juárez.
El tono cercano sirve d e
pretexto para transitar librem e n t e a varias cuestiones, entre ellas algunas advertencias
sobre el n o tan grato Dr. Quevedo y Zubieta, quien a p e n a s
había sido nombrado cónsul en
Santander.
La carta se convierte e n u n
testimonio de las ideas de Sierra sobre la situación política
en España, el sentido del bagaj e histórico de los pueblos y la
necesidad democrática del estado laico.
La OTnfianza entre los viejos
militantes da pie a que Sierra
reflexione sobre la situación
política e n México; la inamovilidad del sistema le resulta
una "linea negra" e n el horizonte y si bien presiente un
cambio, no sabe distinguir entre la "tempestad" o "una tierra nueva".
No obstante el "escollo",
Sierra se muestra consciente
de la responsabilidad q u e h a
adquirido: "acostumbrar a la
gente a vivir del trabajo, acost u m b r a r al niño a ir a la escuela". El maestro no elude su
misión y la a s u m e tanto públic a m e n t e como e n la charla íntima con el amigo de siempre,
con su h e r m a n o , Telésfor
García.
•La tempestad, efectivamente, llegó. Sierra presenció el final del régimen de Porfirio
Díaz y en el m i s m o a ñ o muric
su a m a d a hija Luz; en 1912, i
Presidente Francisco I. Madero lo n o m b r ó Ministro de México en España.
En abril de ese m i s m o año,
cuatro m e s e s a n t e s d e morir,
Sierra dirigió otra d e s u s muchas cartas a Telésforo, e n la
que si bien presagia u n a despedida definitiva, ofrece una
muestra contundente de los lazos indisolubles q u e s i e m p r e
existieron e n t r e ellos:^
A ti, de ti y para ti nada
digo: a sentir tu noble corazón j u n t o del m í o e n m i s
horas tristes y difíciles estoy habituado; c u a n d o es
me faltara querría decir que
te habías muerto. Es así que
yo m e tengo que morir primero . . .
Muy tuyo: Justo.
Correspondencia Particular del Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes
México, M o y o 13 de 1907.
Sr. D. Telésforo García.
Madrid.
Mi querido Telésforo:
Bien enojado debes andar
conmigo por mi tardanza en contestarte; ni me sirve de disculpa el
espantoso vicio de no responder
cartas por odio al género epistolar
que me impacienta y enerva. La
verdad es que recibí tu misiva de
Diciembre, que la leí y releí, la puse ó un lado para escribirte largo
y tendida, cuando hubiera conocido tu opúsculo que empecé ó ha¡ear, que acabé par leer forro ó forro, (me gustó mucha por cierta) y
que se pasaron las semanas, luego los meses sin vagar, en media
de mi traba¡o, de negocios chicos
y proyectas grandes, entre la s póginas inacabables de mi incancluíble Juórez, para conversar contigo,
pluma en mano, ó pesar del desea,
de la necesidad que tenía de hacerlo. ¿Qu ieres, tú que ton bueno
fuiste conmigo siempre, que de¡e
disculpas a un lado y que sin mascullar mós excusas entre en materia co mo solía entrar de rondón en
tu despacho después de meses enteros de no vernos y, contentos ambos de estar ¡untos, cogíamos el hilo de nuestra perenne conversación
interrumpida?
Mucho me gusta la actitud resuelta, las palabras nuevas, los
conceptos desapasionados, profu nda mente racionales y ¡ustos con
que te has presentado ante tus coterróneos . urgía darles fe en sí mismos, que alió se empeñan en combatir los pesi mistas, por horror ó lo
que engendraró fatalmente el tiempo nuevo, ó por darse una actitud
interesante y siniestra, ó por egoísmo que lleva una especie de odio
ó la Patria misma que con razón sobrada tu quisieras ahogar en la garganta de los sacrnegos, con la
vi da.
Urgía decirles que dentro de las
instituciones que representan la Historia de España, España no acertará á arrancarse en medio siglo,
sin creer que se arranca el alma;
porque ningún pueblo se resigna á
creer que nació ayer ó que hoy está naciendo, que dentro de esas
instituciones puede llegarse á la libertad, á la democracia, que dé á
los grupos traba¡adores, intelectual
ó materialmente considerados, la
dirección del Estado, pero de un estado totalmente laico, emancipado
para siempre de la Iglesia, que también necesita la libertad para renovarse y viv ir, pero á quien su unión
con el estado la obliga á tomar esa
fisonomía de espectra yeso voz de
sepulcro. Y me encanta, cómo no
decírtelo, que hayas definido con
tanta sobriedad y cordura á nuestro Don Segismund0 9 que tendrá
que ser el Presidente de la renovación definitiva, si nuestros amigos
los liberales saben disciplinarse al
calce de un programa amplísimo de
libertad, de educación, de apego
Retrato de Justo Sierra, por Antonio Albanés Gorda.
tenaz é inteligente á las reformas
económicos. O¡alá que pronto puedas decir en las Cortes lo que en
la prensa predicas; inmediatamente
marcarás y causarás honda impresión, irán á tí los que amen, no á
o¡os cerrados, sino á o¡os abiertos,
el porvenir de España, y la sombra
allí flotante de nuestro Castelar 10
estará contenta. Que él te inspire
y te aliente.
Par acá seguimos con buen
viento, y mientras nos viva el Caudillo 11 no cambiará de rumbo.
¿Pero que preparais< me dirás desde allá como acá me decías. En el
orden pol ítico, nada, y esta es la
línea negra de nuestro horizonte.
¿Es un escollo, es una tempestad ó
es una tierra nueva? Lo dirá ei porvenir; entretanto, acostumbrar á la
gente á vivir del traba¡o, acos tumbrar al niño ó ir ó la escuela, acostumbrar á todos ó la paz que sólo
debe posponerse á la Patria, es
nuestro programa; lo conoces bien.
Tus proyectos para el Centenario son soberbios. Aquí tenemos
otros de que te hablaré en otra carta. En estos días en que se habla
del via¡e de Don Carlos de Portugal, al Brasil, mucho he pensado en
todo ello; sondea, pues, y si por
allá la idea resultase grata, por acá
te aseguro, hQrá furor.
Un paréntesis financiero: escríbele á Pepe 12 encargóndole, si
puedes hacerlo, que diga á los gachupines que tienen el crédi to de
los cinco mil pesos contra mí, que
no sean exigentes, que me esperen
todo el tiempo que yo necesite para reunir ese pico gordísimo para
mí, y que lo mismo puede ser un
año que de tres. Que no me frieguen, y que si temen que yo me
muera, pues de¡aré un tomo de
poesías para que lo ve ndan á peso el e¡emplar; que hagan diez mil
libros (y ve nderán diez). En fin, háblales firme; tu sabrás cómo.
Par allá te irá á ver, lo habró hecho ya, el Dr. Quevedo y Zubieto, nuevo Cónsul en San tander; por
mucho malo que pienses de éste
y acaso con ¡usticia, no es Didap 13
(parece que ese Didap existe, yo
creí siempre que era la razón social de los granu¡as del Barandismol. Trátalo bien, aunque sin con fianza. Lo que él desea es que tus
. paisanos crean que te es persona
ingrata; pon en e¡ercicio toda tu diplomacia.
No me será posible este año
hacer nada que valga la pena por
el pariente de nuestro amigo Alta mira 14 -al propésito, qué sucede
con el tercer tomo de la admirable
" Historia de España " -, mas con ¡eturo que el próximo año escolar
me dará oportunidad para hacerlo; si antes puedo, te lo diré .
Háblame en tu próxi ma de tus
ch icos, sobre todo de lo s niños, de
Luz y de Paz á qu ienes di rás mu -·
chísimos cosos cari ñosos de mi po rte, y reci be un fuerte abrazo de tu
hermano
J.
Sierro (rúbrica)
completcls del m a es tro Justo Sierra , T om o 1, Poesías y es tud io
ge ne ra l sobre Do n J usto Sierra. Su vida, s us ideas y s u
ob ra . (Méx ico: UNAM ., 1948),
pág. 320.
4. lbid .
5. Du mas, Cla ude. Jllsto Sierra y el México de su tiempo
1848- 1912, ( México: UNAM .,
1986), voL 1, págs. 129, 212,
280.
6. Yáñez. op . ci t , págs. 3840 , 392. Ca rtas de Sie rra q ue
m e ncionan las mu estras de
hospitali dad .
7. Probable m e nte sea Don
Cabin o Barreda y la in tegrac ión
de la nacio na lidad m exicw ?a
1. Diccionario Porma H istoria, biografía y geogra fía de México, (México: Editori al Porrú a,
1986, 5a . e d .), pág. 1154.
2. Testim onio de la Sra. Lu z
Cale ro Sie rra, ni e ta de Don
Justo.
3. Yáñe z, Agus tín . Ob ra s
(1901 ).
8. Yáñ ez. op . cit, pág. 5 18.
9. Dum as. op . ci t , voL 1,
pág. 527, nota 44 9 y voL 1I ,
págs. 37-4 5,48. Se tra ta de Segism undo Mo re t ( 1838-19 13),
político y orador. Fue Preside nte de l Co nsejo de Ministros
e n 1905 y 1909 .
Sie rra había parti cipado co n
é l e n e l Congreso Hispa noam e ri ca no celebrado e n Madri d
e n 1900. En esa ocasión More t
in vitó a Don Justo a dar un a
con fe re ncia e n e l Ate neo e n
no vie mbre de ese m ism o a ño ,
in titu lada "Una lección de historia m ej icana" . More t q ue dó
tan im presio nad o con las palabras de Si e rra , qu e hizo re fere ncia a ell as e n un d iscu rso
que se en cuen tra publicado e n
Unión lbero-A m en·cana, 30 de
nov ie mbre de 1900, No . 178,
pp . 37-40 . A su vez, Sie rra invitó a More t a as istir com o invitado a las celebrac io nes de l
Ce n te na ri o de la Ind e pe nd e ncia e n1 910.
10 . !bid., voL 1, págs. 437-38.
Sie rra y García profesaba n una
gran adm iración por Don Emilio Caste la r. Pru eba de e ll o es
s u pa rti cipación e n la ve lada
fún ebre e n honor de Caste la r
( mu e rto e l 25 de mayo de
1899) , organi zada e n la Cámara de Diputados de la Ciudad
de México e l 17 de j un io. Gar-
Justo Sierra al tomar posesión de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, el 10 de julio de 1905.
cía prestó un re tra to de Castelar, de l pin tor ca ta lá n Ca talá,
y Sie rra pro n un ció un m e m orable d isc urso e n e l qu e hi zo
hincapié e n qu e la ad mi ración
por Caste la r e ra una trad ición
e n tre los juri stas mexicanos .
En este d isc urso Sie rra re m em ora qu e 30 años a ntes (1869)
é l mism o hab ía esc rito en El
Renacimiento un artícul o sobre
es te coloso de las le tras y de la
política española .
11. Ge ne ral Porfi rio Díaz.
12. Probable me nte se re fiere a José Yves Liman tou r , Mini stro de Finan zas.
13. Dum as. op. ci t, voL 11 ,
pág. 545, nota 527. Se tra ta de
J uan Pedro Dida p p qui e n escribi era el polé mico e nsayo Exp lotadores políticos de México:
Bu lnes y el partido cien tífi co a nte
el derech o aje no, Mé xico, 1904.
14. Se re fi e re a Do n Rafae l
Alta m ira y Crevea, catedrá tico
de Ovie do, cuya historia de España se publicó e n Barcelon a
e n 1900 .
Aventuras de
Gil BIas
en México
ViCTOR DiAZ
ARCINIEGA
Lesage, El Gil BIas de
'Santillana, Apostill as a la
ed ició n espa ñ ola de 1811 .'
Alain René Lesage
A lain Ren é Lesage (16681747) p ublicó e n 171 5 los p rim e ros 2 volúmen es de su obra
maestra, Gil Bias de Sa ntilla na;
e l tercer volume n apareció en
1724 y, 11 años m ás ta rd e, en
1735, apareció e l cuarto y ú ltim o, El éxito del Gil Bias fue inm ediato y su popularidad se ha
prolongado por much os añ os
m ás, co m o lo de muestran las
120 edi cion es y reedi cion es
comple tas aparecidas desde su
primera hasta la preparada por
Henri Chavo t para Laro usse
en 1928,
En 1787-1 788 se publi có la
prim e ra tradu cción al españ ol
realizada por el leo n és y j esu ita J osé Fra ncisco de Isla , Sin
e mbargo, el p, Isla e n su tradu cción hi zo algun as observaciones qu e suscita ron cie rtas
con fusion es, m ás tarde aclaradas, En la carátul a de la ve rsión es pañ ola se lee: "Ave nturas / de Gil BIas / de San ti llana, / robadas a España, / y
adap tadas en Fra ncia / por
Mon sieur Le Sage, / restitui das
a su pat ri a / y á su leng ua n ativa / por un es pañol ze loso /
q ue no su fre se burlen de s u
nación ,"
Las confusion es surgiero n a
partir de un comen tario de
Volta ire, qui en in dicó qu e e l
Gil BIas e ra un a cop ia del Marcos de Obregón de Espin e!. El
p, Isla re produjo la ac usación
y la amplió hacia otros a utores
y obras; llegó al extre mo de suponer y sugerir qu e el escrito r
fran cés había dispuesto de un
manuscrito español del qu e se
había apro piado para escribir
su novela, Como quiera qu e
sea, con el paso de los añ os la
fa m a del Gi l BIas continuaba
creciendo y la ac usación de
plagio continuaba sin resolve rse , sin qu e ésta afectara a
aqu ella,
En España y los países de
lengu a h ispánica la fa m a y popula ri dad de las Aventuras de
Gil BIas también crece, aunque
n o e n la proporción fra ncesa ,
Prueba de ell o son las 30 ediciones e n español publi cadas
h asta 1923, Adem ás, las observacion es del p, Isla repercuti eron a tal grado que se di o po r
h ech o la his panidad de la n ovela, Ta n es así qu e el Gil Bias
m e reció en 1835 su publicación dentro de la afam ada Colección de los Mej ores Autores
Español es, Estas circu n sta ncias m oti varon qu e algun os
histori adores de la li tera tu ra
espa ñ ola co nside ra ran a Gil
Bias n o uno m ás, sin o, inclusive , u n o de los m ejores p ícaros hispán icos,
En 1857 10s alem an es Ast y
Fracesso n estu diar on el proble m a de las fu entes e in flu encias del Gil Bias y j unto con E.
Lintilhac, en su Lesage (Paris,
1893), resolvieron la cuesti ón .
Entre las fu en tes históri cas se
en cue ntran Disgracia del Cante d'Oli va res de And ré Felibien
(Pa ri s, 1650) , A necdotes du
conte-duc d'Olivares, tirées et traduites de l'ita lien du Me rcury-li1y
de Valde ry (Pari s, 1722), y la
Histoire du conte-duc avec des
reflexions politiques et curieuses
(Colonia, 1683).
Ade m ás de estas fue ntes,
Lesage retom ó de la lite ratu ra
españ ola gra n cantidad de ele-
BIblIoteca de Mexlco
44
m entos qu e refun dió en su afam ada no vela y en much as de
sus obras dramáti cas y novelísti cas, com o s u también fam osa com edi a Le Diable boiteux
(1707) , b asada en el Diablo cojuelo de Luis Valdés de Guevara. En el Gil Bias hay re mi n isce n cias y episodios comple tos
prove ni en tes de las an ónimas
Laza ri llo de Tormes y Estebani110 Gonzá lez, de El pícaro Guzm á n de Alfarac he de Ma teo
Alem án , El escudero Marcos de
Obregó n de Vicente Espinel, El
Conde L ucanor de Jua n Manu el, y de algun os cue ntos picarescos de Castill o Solórza n o
y com edi as de Fran cisco de
Roj as.
No obstante, estas alusion es, im itacion es y recreacion es n o restan e n canto ni originalidad a las ave n turas del
joven protagoni sta qu e, paulatinam ente , va crecie ndo y m adurando h asta ll egar a un a
e dad adulta sen sata y ponderada. En tod o su trayecto descubre y muestra un a b ondad
na tural qu e está siempre por
en cima de los vicios y m aldades hum an as. El propósito de
Lesage, n at uralm ente, era el
de ed ucar di virti endo según la
m áx ima horacian a.
Sin embargo, el escritor
qu ería ir m ás lejos de la eje m plari zación moraliza nte. Antes
de su Gi l Bias, en su Turcaret,
ou le financier (1708) , Lesage
h abía inc ursion ado en la sátira con tra los ban que ros y trafi can tes de la é poca . Esto es,
en su novela el a uto r prete nd ía reb asa r el ton o didác ti co
ejem pla r para incu rsionar en
el de la críti ca, lo cual explica
que las ave nturas de su protagonista ocurran fuera de Francia, pues ante sus burlas e n
Turcaret, sufri ó las consecue ncias de sabotajes y recon ve nciones. Julio Jimé nez Rueda
explica: "La obra es pre texto,
adem ás, para ha ce r una crítica de las cos tumbres del ti e mpo, y su traslado a otro país y
a otra é poca se expli ca co n el
deseo del autor de evitarse dificu ltades con qui e n es gobe rnaban enton ces el re in o de
Francia ."
La importa ncia de l Gil Bias
está ampliame nte reconocida
dentro de la literatu ra francesa, se le llama la primera nove la realista y prec ursora de
Honoré de Balzac y de la figu ra del Fígaro, y e n la es pañola, un poco sec un dari amente,
se le co nsidera un a de las m ejores síntesis de l espí ritu picaresco.
Sin emba rgo, la e dición de
1811 publi cada e n Madrid e n
la Im pre nta de la Viuda de l
Barco ti e ne una ca racte rística
que la distin gue sign ifi cativamente de las restantes ed ic iones del Gil Bias, tanto e n su
versión o rigi nal co m o e n s u
traducción española . En la portada de ésta hay una aclaración
desconocida en otras ediciones: "N ueva Edición / Aume ntada co n la con tinu ación de la
historia de Gil BIas hasta s u
muerte." Con e lla se al ud e a
los últimos cinco capítul os, del
XV al XX, de l libro XII del tomo 4.
Estos capítul os mu es tran
principal y su pe rfi c ialme nte
cos rarezas. La prim e ra es qu e
no existe n e n otras ve rsiones
de Las aventuras de Gil Bias y,
la seg unda, es que los acontecimientos qu e e n e llos SP.
cuentan ocurre n en México. El
capítulo XV, intitulado "Continuación de la hi storia de Gil
BIas" , co mienza co n estas palabras: "Para com pl e tar todo lo
pe rtenecie nte á la hi stori a de
nuestro h éroe, añad iré m os lo
qu e su fi el criado Scipion re firió ace rca de lo acaec ido hasta la mu e rte de su amo ."
Tal añadido dificilme nte se
le puede a tribuir a Lesage, pese a que el estil o e n la ve rsión
española no mu estra dife re ncias sign ificati vas. T ampoco se
le podría a tribuir al P. Isla,
pues, enton ces, estos capítulos
existirían desde las prime ras
hasta las últimas edi ciones españolas atribuidas al traducto r
leonés ..Lo m ás probable es que
e l edito r de 1811, quien n o da
el cré dito de la trad ucción al P.
Isla aunqu e la rep rodu ce fi elmente, haya te nido e n m e nte
lo sucedido a Ce rva ntes con El
Quijote: para co rregi r la segu nda ro nd a de ave nturas del famoso pe rsonaje, la qu e esc ribe Ave llaneda, Ce rvantes se ve
pre cisado a esc ribir la segunda pa rte de s u nove la, la c ual
co ncluye con la mu e rte de don
Qu ijote.
No obstante la previsión de
este a nónim o escritor, en la saga de l píca ro Gil BIas se enc ue ntra la historia escrita por
Be rn ard o Ga rcía de Calzada ,
Genealogia de Gil Bias de Santillana, co ntinuación de la vida de
este famoso sujeto por su hijo don
AlfonSO Bias de Lira ( Madrid,
1792), reeditada fragm e ntadamente por Julio Jiménez Rueda
co n e l título Gil Bias de Santillana, en México (UNAM, 1945).
La coi ncide ncia e ntre los
añad idos al Gil Bias editado e n
1811 y la hi sto ria de García de
Calzada es doble . Primero en
cuanto indica n qu e las ave nturas de l pícaro ti e ne n una pe rmane ncia qu e rebasa la muerte de l pro tagon ista , pues e llas
se re produce n e n los desce ndie n tes del fa m oso protagonista. Después e n c ua nto a qu e
a m bos a utores co ncibe n qu e
las ave n turas se desarrollen
de ntro de un nu evo y distinto
a m bie nte, para lo c ua l México
les parece el s itio idóneo y natural.
En los ca pítulos añad idos
por e l desconocido a utor se
presentan las últimas ave nturas de un Gil BIas ad ulto, pl eno de ex perie nc ia , pe ro co n la
pe na de la mu e rte de su esposa a cuestas; es un Gil BIas q ue
ll ega a México co n e l deseo de
purgar s u pena e ncerrándose
e n su propia soledad de ntro de
un a geografía y una sociedad
q ue desco n oce y qu e lo desconoce. Aqu í Gil BIas co noce la
hi sto ria de l sup ues to n ieto e rmitaño de "Motez um a" y, a
tra vés de e lla, mu es tra a los
lectores algunos atisbos de lo
qu e e ra este país; esta hi stori a
se la cue n ta a Scipi on, qu ie n a
su vez, la cue n ta al escritor.
Los de tall es qu e prese nta de l
n uevo mun do provie ne n, evide nte me nte , de conocimie ntos
indirectos, pues tal parece q ue
es te esc ritor jam ás cr uzó el
Atlántico, co mo tampoco lo hizo Lesage, a u nque eso no obstó para hace r come nta ri os como el que a continuación se cita y cuyo valo r se ve rá :
Pero todo esto es nada e n
co mparación de los inm e nsos ca udales que saca de las
Indias. ¿Sabe V. S. có m o?
a hora se lo explicaré. Quando los nav íos de l re i pa rte n
de Sev ill a o de Lisboa para
Nueva España hace e mba rca r e n e llos vi no, ace ite y
todo e l tri go qu e produce e l
co ndado de Va ldeo ires, sin
qu e le c ueste un m aravedí
la conducción . En Indias se
ve nde n estos gé ne ros á precio qua tro veces mayor de l
qu e se despachan e n España. Co n e l din e ro qu e gan a
e n esta ven ta co mpra especias, co lores y ot ras drogas
qu e e n Amé ri ca se dan casi de va lde, ye n España se
co mpran a precio muy s ubido . Este es un tráfi co qu e
le va le mu chos millon es sin
de fraud a r al re i ni un solo
m a ravedí. Pe ro lo qu e admira rá mucho á V. S. (p ues
ha de saber el lecto r qu e
co n el e mpleo de secreta rio
m e daba se ñoría) es qu e las
personas e mpleadas e n manejar este come rc io vue lven tod as á España ca rgadas de riquezas, porque el
conde no solo pe rmi te, sino
qu e ll eva mui á bi e n qu e
ate ndi endo al negocio de S.
E. hagan ta m bién e llas el
suyo.
En los capítulos añad idos es
claro que la im portancia de los
deta ll es mostrados de México
es re lat iva debido a qu e son
pocos, vagos y provienen de
Biblioteca de México
45
fu e ntes indirectas. En co ntraste, lo qu e in d ica Be rn a rdo María de Calzada en s u Genea logia de Gil Bias de Sa ntil/ana es
de mayo r importancia, debido
a que s us conocimi e ntos de
México son m ás profundos y
producto de un a ex pe ri e n cia
directa e n nu es tro país. En la
Genealogia, pues, e l re trato qu e
se hace de México es más nítido y deta ll ado que e l que se intenta ha ce r e n esos cin co capítul os fin ales de las Aventuras
del Gi l Bia s atrib uidos a Lesage e n la edi c ió n madri le ña de
18 11 de la Impre nta de la Viuda de l Barco. Finalme nte, la saga de la pi ca resca española y
fran cesa trasladada a México
ll ega a e nco ntra r e n estas tierras a su mejor y últim o ex pon e nte: J osé J oaq uín Fe rnández de Li za rdi , cuyo Penqwl/o
( 18 16) es un a di gna co ntinu ación y re m a te.
UAM-A zca potzalco
• El pro feso r Ma rio Federico Real
de Azúa donó a la Biblioteca Dani e l Cosío Vi ll egas de El Colegio de
Méx ico los 2 últim os de los 4 volúm enes de que co nsta las Aven turas de C'¡ Bias de 5anl1[[an(l de
AJa in Re ne Lesage, e n la edición de
1811 ed itada e n la Imprenta de la
Viuda del Barco . Esta edición no
sólo es va li osa por lo que aquí se
indi ca sino, tambié n , po rque según
consta en los catá logos y acervos
de la s bibliotecas de l Cong reso de
Estados Unidos, de l Musco Británi co e n Londres y de la Nacio nal
en Paris no ex iste un eje mp la r
igual.
El Rincón del
bibliómano
Relación Lo
de Cepeda y Carrillo
La
ciudad de los palacios " ,
así fue llamado nuestra capital por el barón Alejandro de
Humboldt en los albores del
siglo XIX. Títu lo que fue ganado o pulso debido o lo entrego
yo la capacidad de los antiguos pobladores que, en conjunción con los venidos de ultramar, hicieron posible lo construcción de uno de las más
bellos ciudades de América Hispánico. Su majestuosidad ha sido reconoci do por cronistas,
historiadores y viajeros o lo largo de nuestra historia.
Así como es grandioso, graves han sido los problemas que,
desde tiempos prehispánicos, lo
ciudad copital de los aztecas y
posteriormente el asiento de los
poderes virreinales de España,
ha afrontado.
MANUEL PORRAS
Uno de los problemas que
más la han aquejado es el de
las inundaciones, que se deben
o los característicos geográficas
de lo región, o los condiciones
climáticas y o los fuertes alteraciones del ecosistema en que se
localizo.
Valga n los líneas anteriores
paro presentar uno interesante,
hermosa, singular y val ioso
obra, legado de lo imprenta
mexicana del siglo XV II , que
pertenece a las Colecciones
Especiales de la Biblioteca de
México:
Cepeda,
Fernando de
y Carrillo,
Alfonso
Relación Universal Legitima, y Verdadera del Sitio
En Qve Esta Fvndada la muy
noble, insigne, y muy leal
RELACION
VNIVERSAL LECIrlMA,
VNDADA
y VERDADERA DELSITIO EN g,ytESTA
l. ft\.Y 8obl •• bGso•• y lIIuy 1•• 1Cludld de M.~ c.b.~. do l•• P,órlo.las d. loda
...
JaNo... E(pañ•• ·""'....,.~i 'MOOI.. qoclad6eol . . . .• ~~""'&III4<L YAM.
qull1q".I.."aoIetátt. Y••~'I'IP.~ ...... r.~ ........pIkadoo. .
D<r.g ... PI_tl.... ,~<>.'.~,~.I .. G..I ...... , ....... '1.. .
",re b&UA. Y"'po6d...... den_o ,a~" 'l" r. .. btctoo. ' _ _ . . " , _
liIWodcrdc.llAode'lIJ. hab"r--"~
Año de
BiblIOteca de
46
M éX ICO
que mejor, y con ma s facil idad se conosco su importancia. El gasto de ser de cuento del desague, poro cuyo
efecto mondaré despachar
orden o Hernando de Peñaloso que dé quolquier dinero que vuie re en su poder,
aunque seo de otro genero
lo suplo, y dé lo necessario
poro esto, y hagonse quinientos cuerpos que vostoron ooro. En Palacio o 14,
de Hen ero de 1637. Rubricado de su Exc. I
Mapa del Valle de México y sus alrededores, por Francisco Lagarto.
Ciudad de Mexica, cabeca
de lo s Provincias de todo
Nuevo España . Lagunas,
Rios y Montes que lo ciñen
y rodean . Calc;:adas que lo
dibiden. Y Azequias que lá
atrauiesan . Ynundaciones
que á padecido desde su
Gentilidad, Rem edios apli cados. Desagues propuestos, y emprendidos. Origen
y fabrico del de Gueguetoca, y estado en que ay se
ha llo . Ymposiciones, derramos, y gastos que se an hecho. Formo con que se á
au ctuado desde el año de
1553, hasta el presente de
1637. De Orden, y mandato del Excel létissim o Señor
D. Lope Diez de Arméndariz, Morques de Cadereita,
del Conse jo de Guerra de
su Magestad, su ma yordomo, Vi rrey, Gouernador y
Capitá General de lo Nueua España , y Pre sidente de
lo Real Audiencia que en esto Ciudad reside .- Dispuesto , y ordenado por el Licen ciado Don Fernando de Cepeda Relator della. Y Don
Fernando Alfonso Corrillo
Escriuano Mayor del Cauildo, Corregido, a justado, y
concertado con el Licenciado Don luan de Albares Serrano del Consejo de su Magestad Oydor má s antiguo
de lo dicho Real Audiencia.
En México, en lo Imprenta
de Francisco Sol bogo Ministro del S. Oficio. Año de
1637.
En lo imprenta en México
de Medina, obro de principios
de siglo, se se ñalo lo existencia
de 16 ejemplare s de esto Reloción, y se nos informo que con-
tienen frecuentes variantes en lo
que se refiere o su fol iocián, por
lo que consideramos importante describir el ejem plar que posee lo Biblioteca:
Portado, en donde figuran
tres escudos coloreados o mono. A lo vuelto, un soneto dedicado 01 Virrey. Sigue:
Uno hoja sin foliar con el Info rme 01 Virrey, del Li cenciado
Juan Alvorez Serrano y, 01 pie,
corto del Virrey que, por su sin gularidad, más adelante se
transcribe. A lo vuelto, corto de
los autores 01 Virrey.
Fols. 1-31 (lo hoja 22 fol iado
21 ).
Fols. 1-42 (lo hoja 39 foliado
40; lo 41 foliado 14,
texto completo)
Fols. 1-28 (lo primero hoja sin
foliar; lo hoja siguiente o lo 18 foliado 17,
vuelve o repetirse lo
18; lo 21 foliado 12,
texto completo) (Con
nuevo portado:)
Im preso, Y Pvblicodo Esto
Relocion en 7. de Ab ril deste Año se presentó con tra
ello por porte de Don Anto nio Vrrutio de Vergara ante
el señor Vi rrey vn o petició
de addiciones, pretendiendo no ouerle hecho con el
ajustamiento que se deuio.
y que se ouion dexado de
incertor autos, y papeles
sustanciales, oñadiéndo algunos discursos tocantes ó
materias diuersos. Sv Exo.
Por Ser Esto Covso ton pu blico, y de tato grauedod
mond óse se ajustase con el
papel de Don Antonio. Lo
quol se hizo con lo otencion
que el ajustamiento que se
sigue á dichos oddiciones
mostrará 01 que leyere el
vno, y otro escrito con cuydado. Contin uase despues
lo Re lacion de Todo Lo Hecho, y Avivado Desde Dicho dio 7. de Abri l hasta 20.
de Julio deste Año de 1637.
que se proueyó vlti mo auto
por su Ex. en que se resoluió
desogue general á taxo
abierto.
Portado, vuelto en blanco; Fol s.
1-12 (lo hoja 10 sin foliar.)
Después de lo hoja 12 sigue
lo foliación anterior o este cuaderno:
Fols. 29- 40.
Un mapa coloreado y dibujado o mono, sobre vitelo, en el
que destocan los lagunas de
México.
Varios son los pecu liaridades que podemos destocar de
lo obro , entre ellos, lo no común
corto del Virrey, de lo que podemos inferir lo im portancia de
recopi la r y publicar lo documentación contenido en lo mis- o
mo, tal es:
Qvedo con el agradeci miento que es justo 01 cuydado que Vm. ha puesto en
lo disposicion, y ajustamiento deste memoria, y siempre
mostraré con obras en quanto pudiere el que tengo del
trabajo que ha tenido en el
Don Fernando de Cepeda,
y D. Fernando Carrillo, o
quien de mi porte doro Vm.
los gracias, y para su tiempo reseruo lo sotisfoccion.
Convuendró prosigan host()
que se acabe lo imprenta ,
con aduertencio de que
ocupado el uno vasto asisti r el otro, y procurara salgo
glosado, y pues es ton largo se le hago index: poro
Bib/¡oteca de MéxICO
47
Lo obra comienzo con uno
. breve descripción de lo ubicación geográfico de lo ciudad de
México, así como de su hidrología, orografía y demás aspectos re lacionados con el problema del desagüe.
Dentro de los documentos
recopi lados en lo obro son de
destocar los cinco co rto s - los
documentos más antiguos sobre
el te ma- escritos por Don Luis
de Velosco, segundo Virrey de
lo Nuevo España, o diferentes
destinatario, y fechados, uno
en 1555 y los cuatro restante s
en 1556, en los que se señalan
los serios problemas que sufren
los habitantes de lo ciudad por
los inundaciones, y que fueron
motivo de preocupaci ón poro
los autoridades, que don los primeros posos para tratar de solucionar el problema. Los acciones emprendidos incluyero n
desde lo reparación de lo antiguo albarrada, construido por
los aztecas (llamado después
Albarrada de Son Lázaro), hasta el desagüe de los ríos y lo desecación de lagunas.
El virrey estaba convencido
del error que había sido edificar lo ciudad en ese si tio; pera
yo en eso época nodo se podía hacer paro trasladarlo o
otro lugar más benevolente, así
que se dejaba o lo pravidencio
divi no lo que sobreviniere. Pero dejemos que seo el virrey
quien nos cuente sobre este
particular:
[. ]Fue gran yerro o mi ver
fundarlo en este sitio porque
ovio otros me jores o dos, y
o tres leguas de oqui . Demos desto edificaron los cosos mas vojos que los placas, y calles, y os si todo el
aguo lovediza se entro en
los cosos, y no tienen desoguaderos[ ... ] no tiene reparo si lo Ciudad no se mudase, y esto yo no se puede
hczer, assi porque costario
dinero innumerable, [ .] ni
querrion los Indios entender
en obro ton grande, y sin
ellos no se puede hozer vno
coso, quonto mas mudar
vno ton grande Ciudad, os si que se ha de esperar o
lo q Dios Nro. Señor fuere
seruido, [ ... ]2
Cabe destocar también los
peticiones presentados por los
insignes conocedores venidos
de Europa, el cos mógrafo Enrico Mortínez y el ingeniero
Adrion Boot, cuyos solicitudes
paro real izar los proyectos del
desagüe, se ontoion faraónicos.
Se ped ion mil Indios Laboríos, usando de los bueyes,
mulos, V pertrechos siguientes: cuatrocientos orados.
Dos mil ochocientos bueyes
paro ellos. Y doscientos ca rretas, todo operado. Seis
mil mulos, eniolmodos las
tres mil. Tres mil Indios.
Ocho mil huacales grandes
y ch icos. Dos mil azadones.
Mil polos. M il barretos.
Acero poro calzar. Moderas de encino poro arados
y carretas. Morrillos poro iocoles, y ronchos, con el alimento necesario poro el ganado. Paro semeionte obro
el Virrey ocuoio o! conseio
del Arzob ispo, de los Religiones, de lo Audiencia, del
Cobildo[ .. ]3
Interesantes resultan también los documen tos que describen los vis itas oficiales de los
sóbodos o los obras públicos
del desagüe que se realizaron
en diferentes períodos, los vioies de los virreyes o Huehuetoca -lo obro conocido hoy como El Toio de Nochistongo. y
que fue lo mós serio de cuantos emprendió el gobierno virreinol-, acompañados de todos
los ierarquíos, civiles y eclesiósticos, seguidos de pedigüeños
y adulado res; encontra mos
también lo noticio de uno orden
poro encarcelar o Enrico Mortínez por no haber cumpl ido con
los estipulaciones conve nidos
-no se revistieron los galerías
del Toio y se produieron derru mbes-; sin embargo, cuando el
pel ig ro ero mayor se le puso en
libertad.
Yo el ingeniero Don Francisco de Goroy, 01 reseñar esto
obro, dice que lo historio no recordaba un hecho ton portentoso co mo lo operturo de eso
galería en ton carto ti empo, y
en lo época en que se llevó o
cabo, ningún otro pueblo podría haberse vanagloriado de
hecho seme ionte (en lo co nstrucc ión del Toio troboiaron
aproximada mente 60 000 indios). Con esto portentoso obro
de ingeniería, que había quedado abandonado y fue conti nuado en el año de 1635 por
el Marqués de Code reito, termi no lo recopilación de documentos real izado por Cepeda
y Carrillo.
Al finalizar el volumen encontramos -con nuevo portado- un coniunto de adiciones
recopilados por Don Antonio
Urrutio de Vergoro, quien solicitó 01 virrey se incluyeron en el
libro los documentos de abril o
iulio de 1637, en los que se proveía lo resolución de un desagüe generala Toio abierto.
Es de importancia señalar
que, más allá de su valor como
obro informativo sobre el temo,
esto Relación, sin proponérselo, refleio entre líneas un fresco
retrato de los costumbres de lo
vida colonial y de sus principales protagoni stas. Represento
ta mbién un testimonio de lo que
fue lo administración colonial, o
tro vés de diversos documentos
(a utos, decretos, nombramientos, iuicios, co rto s, cédulas, notificac iones, proyectos; etc.)
que nos perm iten conocer el alto g rad o de burocrotización
que llegó o tener, 01 tra slucir el
sentid o legoloide y fo rmal ista
to n arraig ad o en los fu ncionarios coloni al es.
Deiemos hasta este punto
los aspec tos o destoca r en el
conten ido del libro y señalemos
algunos de los caro cterístico s físicos que hocen de lo obro un
eiemplar de colección especial.
Lo obro está encuadernado
en un volumen, 40. mayor, reencuade rnado en piel (siglo XVIII ),
ca ntos en raia; en lo guardo
posteri or o lo cu bierto presento el ex-l ibris de Luis G ardo Pimentel, algunos hermosos capitu lares, a pos til las y recla mos.
Destocan sobre ma nero en
lo portad o tres escu dos de armas, ilu minados o mono por el
destocad o artista Francisco Lagarto, h¡¡o del célebre miniaturis ta poblano Luis Lagarto . Los
escudos pertenecen, el del cen tro, 01 rey Fel ipe IV; el del extremo inferior izquierdo, 01 virrey
Don Lope Diez de Armendariz ,
Marqués de Codereito; y el del
extremo inferi or derecho, o lo
ciudad de México.
Del mismo artista se in serto ,
01 fi nal de lo obro, un mapa del
Valle de México y sus al rededores, de realizac ión ingenuo
sobre vitelo, dibuiado y pintado o mo no, en el que sobresolen los lagunas y ríos, templos
y poblados.
B/bl lO tccc/ dc ¡\l cx /co
Lo co nfirmaci ón de lo au toría de los trabai os de Fronc isca
Lagarto fu e llevado o cabo por
Don Manuel Romero de Terre ros, q uien en el Archivo General de lo Noción rescató un documento que pone de manifiesto lo roreza de los eiemplares
co n el mapa y escudos de armas que se hal lan en el eiem piar rese ñad o. Rep roducimos o
conti nuación lo porte conducente :
En lo Ci udad de México, o
si ete días del mes de novie mbre de mil y seiscientos
y tre inta y siete ante mí el
suscri pto pareci ó Francisco
Lagarto maestro de pintor
vec ino desta ciudad que
doy fé que co nozco y otorgo haber recibido de Froncisco Sol bogo impresor vecino desta ci udad ci ncuenta pesos de o ro co mún po r
lo luminacián (sic) y vitelo de
diez mapas paro los libros del desague que pagó
el susodicho o rozón de cin co pesos codo uno, con más
treinta pesos por lo iluminación de tres arma s más, los
unos de Su Magestad y los
o tro s de Su Excel encia y de
lo ci udad o ro zó n de tres
pesos codo uno [ ... ]
l. Co rto del vi rrey D. Lope Diez
de Armendóriz, Marqués de Ca dereita.
2. Zepeda, Fernando de. Rela-
ción universal legítimo y verdadero
del sitio en que estó fundado lo muy
noble, insigne y muy leal ciudad de
México. Dispuesto y ordenado por
Fernando Alfonso Carrillo, corregido, ajusta do y concertado (por)
Juan de Álvarez Serrano. México:
Francisco Solvogo, 1637, p. 5 fols.
1-31.
3. Op. cit., p. vario.
ConMjoNaclonlll
po....
. . Cultura V' l•• Arte.
Descargar