Senderos Brille pronto el festín de la injusticia; y ahogue la vergüenza el vino loco; hártate pronto, criminal Codicia, porque el oro al traidor le dura poco! Es crimen el ser débil, es vergüenza que se deje robar el que está inerme; el Ladrón no es ladrón con tal que venza . .. si la Moral no ha muerto, ¿ por qué duerme? i Sús! pueblos, que de Rómulo la Loba ¿ Qué haces, hispana América? ¿ Qué tardas que ni te irritas, ni el acero empuñas? El Aguila está adulta; ¿ acaso aguardas que crezcan más las alas y las uñas? j de nuevo aúlla, tras de pingües presas ' aq uí soborna; allá saltea y roba: y garras de oro y hierro deja impresas. Ni es Loba sólo, es Aguila que aleve desde su nido, fulminando enojos, a defender el latrocinio, mueve trémulas alas y vibrantes ojos. i Ay! del que le resista ; j ay! del que ejerza contra el querer despótico, el Derecho; sólo priva una ley, la de la Fuerza, el poder del león y del cohecho. Los grandes pueblos de que el mar nos parte, como a bárbaros, niegan dar oído; tímidos también ellos han de darte compasión ultrajosa, y luégo . .. olvido. j Salve, Patria gloriosa! En ti no asoma mancha de vil: no afrenta, aunque desgarra, el Buitre que hace presa en la Paloma, ni el Tigre que en la Oveja hinca la garra. ELEGIA A MI ADORADO NIETO EDUARDO RIOFRIO Y PE~A Vén, Eduardo, a mis brazos; en mi nieve reclína el rosicler de tu mejilla: mi pecho vida de tu aliento bebe; la luz a mi alma de tus ojos brilla. Entre las hijas que en el mundo hay buenas, esa mujer fue buena cual ninguna: fiel al deber, acrisolada en penas, dócil al bien, invicta a la fortuna. En ti miro de mi hija la presencia; de su voz oigo en ti la resonancia; lloro por tu orfandad en la inocencia; venero en ti lo santo de la infancia. Ajena a la ambición, ajena al brillo, el alma cual cristal, frente sin ceño, reina oficiosa del hogar sencillo que supo engrandecerse en lo pequeño. Vislumbre de mi sol puesto en ocaso, de mi muerto rosal botón florido, trasunto de tu madre en quien repaso sus facciones salvadas del olvido. Fue el diamante precioso que destella del pudor recatado bajo el velo: brilló más en lo opaco, como estrella cuando no hay luna en el nocturno cielo. Bien a su faz copiaste el róseo sello de frescura y pudor, e hiciste tuyo el hoyuelo gracioso. En tu cabello el oro que reluce, es oro suyo. i Ay! y en la hermosa edad en que florece nuevo el vigor de la bullente vida, como el astro en cenit que se anochece, a oscuras nos dejó sin despedida. Tu madre ... i oh dulce nombre! que tú apenas sonriendo en la cuna balbuciste, cuando ... ¿ fue bien que, ignaro de esas penas, perdieras, sin saber, lo que perdiste ?... Horrenda noche L.. De tu mal ajeno la inocencia inconsciente te dormía; luégo, entre ayes y lágrimas, sereno, negrear viste de orfandad el día ... Sólo sé que al llorar mi bien huído los años me prolongan el lamento; lo busco por doquier, y al cielo pido vuelva el tesoro hurtado al avariento. ¿Por qué ll oras, mi Eduardo?... Enjúga el llanto; j tal vez porque lloré te entristeciste; pero fue de ternura... j te amo tánto! j y es tan tierno el amor cuando está triste! 90 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos Recuéstate, adorado, aquí en mi pecho, que ya el velo de sombra nos cobija; dUérme, cual siempre, al corazón estrecho, ¡ay! en los brazos do durmió mi hija Si todos mis amores en ti aduno, ¿ qué ha de quedarme, oh mísero, al perderte? Si tú y el corazón en mí son uno, te arrancarán sin darle muerte? ¿ cómo i Qué dulce paz la tuya! Leve sueño uno con otro párpado te prende; j qué alentar tan tranquilo! j Qué risueño l. .. Sólo es dichoso quien su mal no entiende. ni que bran ta la cmia que se inclin a. Viéndote así dormido entre mis brazos, me embebe ce tu angélica belleza; rómpense al punto los corpóreos lazos, y en otra vida mi vivir empieza; Qué ! ¿ No aguardáis ? .. Mi lámpara se apaga; el pie ya el borde del sepulcro pisa: extinguid, si queréis, la luz que vaga ; empujadme por fin, si t-enéis prisa. a regiones altísimas encumbro por lo inmenso sin límites el vuelo; me pasma lo infinito que vislumbro; siento tristeza de insaciable anhelo. y acaben mis zozobras. Anhelante me arrojo j oh muerte! a tu regazo blando, como de extraños brazos el infante se arroja a los maternos aleando ... j Si allá fuéramos juntos, yo el maduro fruto vano de estéril existencia; tú la azucena cándida: yo puro con el dolor y tú con la inocencia! Mas tú, niño, en quien beso los despojos de mi enterrado amor, un punto el día de mi vivir alárga, y en tus ojos ház que me hable tu madre todavía ... Nadie te me arrancara ... El dolor crece viendo hUÍr mis esperanzas vanas, j Cielos, piedad! ¿ Quién no se compadece de lágrimas que ruedan por las canas? No me dejes, mi bien ... j Ay! sólo quiero que en ti se apague mi mirada incierta, para llevarme, como bien postrero, tu imagen viva en mi pupila muerta. Venza el derecho, mas bendito sea quien, imitando la bondad divina, no osa apagar l a mecha que aun humea j BELISARIO P~A A MARIA MAGDALENA Cuando postrada ante Jesús los bellos pies divinos al pecho recogías, y con hilos de lágrimas vertías de nardo y de jazmín esencia en ellos; y a enjugarIos tendiste esos cabellos que fueron redes de oro en otros días, do con lazos de amor prender solías de amadores lascivos torpes cuellos, osó vilipendiarte la ilusoria piedad de la avaricia que envenena las almas viles de piedad desnudas; pero Jesús te ensalza: i doble gloria eterniza tu nombre, Magdalena! te alaba Cristo, y te escarnece Judas. BELISARIO PE:RA 91 ©Biblioteca Nacional de Colombia