La Psiquiatría en el siglo XXI Salvador Cervera. Catedrático de Psiquiatría. Profesor Emérito en la Universidad de Navarra El panorama general de la Psiquiatría en estos primeros diez años del presente siglo ha experimentado un avance notable sobre todo para evidencias científicas relacionadas con diagnósticos psiquiátricos, nuevos procedimientos terapéuticos e investigación, aunque naturalmente este avance no es debido en sí a hechos aislados, sino a un continuum de hallazgos de épocas anteriores .En estos últimos años, el número de publicaciones científicas ha crecido mucho, la presencia de nuevos fármacos es evidente y la metodología de la investigación psiquiátrica es amplia. Por eso, reflejar en un breve espacio lo acontecido en los diversos campos de la ciencia psiquiátrica resulta una tarea difícil, así que hemos optado por presentar las cuestiones más relevantes de esta época. Aspectos generales de la enfermedad psiquiátrica Desde el punto de vista clínico se ha afianzado el procedimiento que seguir en lo referente a la evaluación diagnóstica, aplicando métodos de entrevista y valoración de síntomas que bien delimitados nos conducen a sistemas diagnósticos de clasificación a nivel internacional (DSM IV TR, CIE 10). De esta forma se intenta conseguir tres propósitos fundamentales: 1) aportar un lenguaje común que permita facilidad de comunicación entre los profesionales de la salud; 2) evaluar la historia natural de un trastorno determinado con sus características clínicas presentes de forma habitual y 3) disponer de una base para comprender mejor las causas de los diversos trastornos mentales. En este sentido merece destacarse la labor que desde hace muchos años viene realizando la Organización Mundial de la Salud (OMS) y especialmente la Asociación Mundial de Psiquiatría (AMP) para que las distintas sociedades psiquiátricas adopten un mismo sistema de clasificación de los trastornos mentales con el fin de facilitar su entendimiento entre sí. El otro avance a destacar es el que frente al análisis uniaxial de la psiquiatría clínica tradicional, se viene utilizando cada vez más el sistema multiaxial, que es más ventajoso porque intenta obtener una comprensión de la persona que trasciende los síntomas. Con el sistema se dispone de información para una evaluación completa y sistemática de los distintos trastornos mentales (Eje I y Eje II), enfermedades médicas (Eje III), de los problemas psicosociales y ambientales (Eje IV) y del funcionamiento global del sujeto (Eje V) desde el punto de vista laboral, social, familiar, etc. Con estas aportaciones la comunicación científica ha mejorado extraordinariamente a nivel mundial por utilizar una misma clasificación y un mismo sistema de diagnóstico. Génesis y fisiopatología de los trastornos mentales En este primer lustro el área científica que más logros está obteniendo es la investigación biológica aplicada al estudio de los procesos básicos del funcionamiento cerebral, hasta el punto que se da un incremento exponencial de las publicaciones neurocientíficas aplicadas a los trastornos mentales. Neurotransmisión. Entre todos los campos científicos más utilizados merecen ser destacados los estudios sobre neurotrasmisión, viéndose cada vez más confirmada la hipótesis sobre la correspondencia entre alteraciones de determinados neurotransmisores y manifestaciones psicopatológicas. Por ejemplo, respecto a las aminas biógenas (dopamina, noradrenalina, serotonina, acetilcolina, histamina) se admite la existencia de una disfunción dopaminérgica en la esquizofrenia y el bloqueo dopaminérgico de los fármacos antipsicóticos; también es evidente la implicación de las catecolaminas en la depresión o el papel de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina en esta patología, trastorno obsesivo compulsivo y en la pérdida del control de los impulsos. Y la función colinérgica se asocia tanto con el deterioro de la memoria en el envejecimiento como en la demencia. Entre los aminoácidos neurotransmisores el ácido gamma-amino-butírico (GABA) se ha relacionado a través de sus receptores con fármacos de efecto ansiolítico y anticonvulsivante. En definitiva, no es aventurado afirmar que en determinados trastornos psiquiátricos se sugiere que las alteraciones de uno o varios sistemas de neurotransmisión están relacionados con la fisiopatología del trastorno. De ahí que la investigación experimental y clínica de nuevos psicofármacos se esté realizando teniendo en cuenta estos mecanismos. Estudios de neuroimagen. Los estudios de neuroimagen están siendo aplicados ampliamente en la investigación psiquiátrica. Las técnicas estructurales como la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM) tienen utilidad clínica para descartar, ante un trastorno mental, la presencia de alteraciones orgánicas. También se les reconoce cierta utilidad para establecer el pronóstico de determinados cuadros clínicos psiquiátricos donde la presencia de alteraciones estructurales puede suponer un peor pronóstico o una peor respuesta al tratamiento, como se ha podido comprobar en la esquizofrenia y en la depresión del anciano. Las técnicas funcionales desempeñan hoy un papel fundamental en la investigación de trastornos mentales. Tanto la tomografía simple de emisión de fotón único (Spect) y la tomografía de emisión de positrones (PET), así como la resonancia magnética funcional (RMF) y la magnetoencefalografía han permitido la realización de estudios seriados de la actividad cerebral, evidenciando qué trastornos mentales presentan disfunciones regionales, cuando tienen que responder a la realización de determinados test cognitivos. Sin embargo, estos hallazgos no son lo suficientemente específicos de un trastorno concreto, ni las variaciones son siempre suficientemente extensas como para visualizarse en todos los casos de un mismo trastorno. Por ello, hallazgos como la hipofrontalidad se observan especialmente en casos de esquizofrenia, pero no en todos; de hecho también pueden estar presentes en el trastorno bipolar y en trastorno obsesivo compulsivo, por lo que carecen de utilidad en el diagnóstico diferencial. Estos y otros hallazgos similares obtenidos en los estudios de neuroimagen abren un campo de posibilidades desde dos puntos de vista: 1) el conocimiento más preciso de la fisiopatología de determinadas enfermedades mentales; 2) su aplicación práctica en la psicofarmacología y en concreto en el desarrollo de nuevas moléculas. Trastornos psiquiátricos en la infancia y en la adolescencia Aunque las manifestaciones clínicas de los cuadros psiquiátricos que aparecen en la infancia y en la adolescencia son de antiguo conocidos, el conjunto de patologías, la delimitación diagnóstica, así como los diferentes abordajes terapéuticos constituyen un capítulo a parte –nuevo y prometedor– dentro del campo de la psiquiatría. El avance que ha tenido lugar en estos últimos años ha sido notable hasta el punto de alcanzar el grado de reconocimiento oficial de especialidad independiente. Se estima que la prevalencia de psicopatología en niños y adolescentes se encuentra entorno al 15 por ciento. La detección precoz de estos problemas permitirá proporcionar un tratamiento temprano y ajustado a la patología del paciente con lo que mejorará el pronóstico de la enfermedad. El espectro de patologías que nos vamos a encontrar es similar a las del adulto aunque con algunas particularidades: mayor labilidad emocional, irritabilidad, etc. Los trastornos depresivos, la enfermedad bipolar, la esquizofrenia, los trastornos de ansiedad, los trastornos fóbicos y obsesivo-compulsivos son patologías habituales y que han sido bien dilimitadas desde el punto de vista diagnóstico y diferencial. Pero donde se ha avanzado mucho es en el estudio de los trastornos disruptivos o externalizantes: el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y los trastornos del comportamiento (el trastorno negativista desafiante y el trastorno de conducta). Estos novedosos cuadros clínicos han focalizado la atención en estos últimos años por parte de los profesionales, haciendo hincapié en la delimitación y diferenciación de cada uno de los cuadros clínicos así como en la aplicación de cuestionarios para la evaluación de los mismos y finalmente el planteamiento de una adecuada orientación terapéutica. Los objetivos principales del tratamiento en todos estos trastornos se polarizan hacia la disminución o eliminación, si es posible, de los síntomas, mediante tratamientos farmacológicos y terapias psicológicas principalmente cognitivo-conductuales. Junto a esto se hace también necesario una intervención psicosocial (psicoeducación, apoyo escolar, colaboración con los padres). Podemos afirmar que es esperanzador el futuro de esta especialidad. Enfermedades mentales en el anciano En la persona anciana nos vamos a encontrar con un grupo de patologías que se asientan sobre un organismo con unas características particulares que lo hacen más frágil debido a varios factores: cambios psicológicos asociados al envejecimiento o causados por enfermedades subyacentes, pero también dificultades sociales o adaptativas o cambios psicológicos por situaciones personales difíciles. En este contexto tan amplio de factores influyentes nos vamos a encontrar con un síndrome, la demencia, consecuencia de diversos procesos patológicos que producen un deterioro progresivo de las funciones superiores con la consecuente pérdida de la independencia del individuo, que interfiere en la vida familiar, laboral y social. Estos hechos conllevan una acción de apoyo y de tratamiento desde distintos campos no sólo médicos sino también de ayuda social. Además de las demencias también están presentes en el anciano trastornos psiquiátricos similares a los del adulto, como depresión, suicidio, estados de ansiedad, hipocondría y abuso de sustancias. Para una adecuada orientación diagnóstica o terapéutica se hace necesario establecer una coordinación entre Atención Primaria, Geriatría, Neurología y Psiquiatría para poder atender adecuadamente las demandas de cada una de estas especialidades. Y esto a veces no es fácil de conseguir. En el caso de las demencias (enfermedad de Alzheimer, demencia vascular, demencia frontotemporal, etc.) junto a los avances que se están logrando en el tratamiento farmacológico se precisa una serie de acciones sociosanitarias que incluye terapias de estimulación de la memoria, sensorial, afectiva y motora para mantener al máximo las funciones del paciente. Todo ello debería estar incluido en un programa específico de atención a las personas mayores que incluya recursos, formación de personal y coordinación. Queda mucho por hacer. La atención social de estos pacientes está relativamente bien cubierta mediante plazas en distintas residencias. La laguna está en la atención sanitaria psiquiátrica (hospitales de día, internamiento de media estancia, etc.).