El español en contacto con lenguas africanas en América

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http://cvc.cervantes.es/obref/congresos/valladolid/ponencias/unidad_d
iversidad_del_espanol/4_el_espanol_en_contacto/perl_m.htm
Matthias Perl
El español en contacto con lenguas africanas en América
0. La población afro-americana en los países hispanohablantes
Basándonos en las enciclopedias más importantes, podemos calcular
que la población afro-americana en los países hispanohablantes en
América y en el Brasil alcanza unos 107,8 millones, de los cuales 69
millones viven en el Brasil y alrededor de 38,80 millones en
Colombia, Venezuela, Cuba, Ecuador, República Dominicana,
Panamá, Perú y Puerto Rico. Los habitantes afro-americanos de los
países centroamericanos, en la mayoría de los casos, no son hablantes
nativos del español.
Por su bajo prestigio social, estos grupos poblacionales no han
recibido la atención necesaria por parte de los investigadores de las
ciencias sociales.
De los 271 antropólogos colombianos graduados entre 1936 y 1978
(según una información personal de Nina S. de Friedemann) sólo
cinco dedicaron su trabajo de investigación a los problemas de la
población negra. Las variedades lingüísticas de los afroamericanos, al
igual que las variedades no estándares de otros grupos poblacionales,
no fueron, por muchos años, objeto del interés de los hispanistas
hispanoamericanos. En Cuba, sólo el grupo de hispanistas de la
Universidad de Las Villas en Santa Clara (entre ellos José García
González y Gema Valdés Acosta, ambos ex-alumnos de Ruth
Goodgall de Pruna), ha basado sus artículos sobre los resultados de su
trabajo de campo. En Santiago de Cuba, sólo en los últimos siete años
Jesús Figueroa Arencibia se fue a los barrios pobres de Santiago y de
Guantánamo para hacer grabaciones (Figueroa 1999). Otro trabajo
excepcional, en este país, es el libro de Luis Ortiz (alumno de John
Lipski): Huellas etno-sociolingüísticas bozales y afrocubanas,
fundamentado en grabaciones realizadas en el este de Cuba. Casi
ninguna de las demás publicaciones aparecidas en Cuba se basan en
material lingüístico auténtico, sino en textos literarios, religiosos o
etnológicos o en la interpretación de comentarios metalingüísticos.
1. Historia de la presencia afro-americana
El comercio de esclavos existió en África desde antes de la llegada de
los europeos. Pero con la inmensa demanda por esclavos como
trabajadores en los territorios americanos colonizados por los
españoles, portugueses, ingleses, franceses y holandeses, para
mencionar solamente las naciones más importantes, empezó una
migración forzada no conocida hasta aquel entonces. Así, ya en el año
1441, el portugués Nuno Tristão hizo prisioneros en Cabo Blanco a
los primeros africanos. Tres años después desembarcaron 230
esclavos (negros y moros) en la ciudad portuaria de Lagos, al sur de
Portugal. A partir de 1460, se poblaron por vez primera las islas de
Cabo Verde, y en 1470 se fundó el primer asentamiento portugués en
la futura Guinea-Bissau. De 1471 a 1473, João de Santarem y Pedro
Escobar descubrieron las islas de São Tomé, Annobón, Príncipe y
Fernão do Póo —islas en el Golfo de Guinea donde pronto se
establecerían factorias para la exportación de esclavos hacia
América—. En 1482 Diego Cão hizo erigir un padrão en la
desembocadura del Congo para señalar la toma de poder por parte de
la Corona portuguesa. En 1498, Vasco de Gama tocó tierra en las
cercanías del actual puerto de Inhambane (Mozambique) en su
segundo viaje a la India.
Con el Tratado de Tordesillas en 1494, que trazó la línea de
demarcación entre las futuras posesiones de España y Portugal de polo
a polo a 370 leguas al oeste de Cabo Verde, los españoles perdieron el
derecho de participar activamente en el comercio de esclavos en
territorios africanos.
Los portugueses creaban bases comerciales por todas partes a lo largo
de las costas africanas, y utilizaban un portugués simplificado que,
debido al intenso tráfico comercial, pudo extenderse con tal facilidad
que luego dificultaría notablemente la implantación de lenguas
europeas traídas al África colonial por comerciantes subsiguientes
(para un sinnúmero de fuentes históricas que aluden a la existencia de
este portugués pidgin, véase Perl 1989b). Este portugués comercial
simplificado llegó, a través del comercio de esclavos dominado por
portugueses, a muchos lugares del mundo.
Para poblar São Tomé trajeron los negreros portugueses africanos
procedentes de África occidental y Angola. Las islas de Cabo Verde,
inicialmente deshabitadas al igual que São Tomé, fueron pobladas al
mismo tiempo de la colonización del Brasil y de las posesiones
hispanas en América. Ya antes del siglo XVII, para los portugueses, el
comercio de esclavos se convirtió en el negocio más importante y
lucrativo. Ya tempranamente el número de esclavos extraídos de
territorios controlados por los portugueses era elevado. Así, alrededor
de 1580, Angola ya había proporcionado a Europa y Brasil
aproximadamente 1,5 millones de negros (Quintana Alberni 1979:
116, cf. también Curtin 1969, Rawley 1981, Klein 1986). Entre los
siglos XVI y XVIII el comercio de esclavos se extendía desde Senegal y
Gambia (costa de Guinea) hasta Angola.
En 1503 se hace mención por primera vez de la presencia de esclavos
negros en Cuba (De la Riva 1961). Estos esclavos tuvieron que pasar
al principio por un país católico (Portugal, España) antes de llegar a
Cuba, para que hubiese garantías de que recibirían la formación
católica requerida por la Corona española. En 1511 comenzó el
comercio directo de esclavos entre Guinea y la Hispaniola. En 1526
llegaron los primeros esclavos negros a Cuba procedentes de las islas
portuguesas de Cabo Verde. De la Riva (1961) menciona los
siguientes acuerdos de la época con negreros portugueses, a los que
les estaba permitido llevar negros a Cuba directamente.
1600 — Asiento con Juan Rodríguez Coutinho, gobernador de
Angola, en las mismas condiciones que el anterior (4 250 negros
anualmente por 9 años, M.P.), pero mediante el pago adelantado de
162 000 ducados.
1616 — Tres asentistas portugueses se reparten el privilegio de
introducir 9 500 esclavos anuales mediante el pago de 330000
ducados.
1697 — Asiento con la Compañía portuguesa de Guinea para
introducir en América durante 6 años 10 000 toneladas anuales de
negros.
Al mismo tiempo, pero en particular después de 1697, otras naciones
empezaron a participar en el comercio de esclavos. Si bien otros
países europeos tomaban una parte cada vez más activa en el comercio
de esclavos, la mayor parte de los esclavos procedía de zonas que por
más de dos siglos habían estado bajo influencia portuguesa. En todas
estas zonas costeras se utilizaba una variedad del portugués
simplificado en los contactos comerciales entre europeos y africanos.
En el año 1580, ya se habían trasladado un millón y medio de esclavos
a América (Quintana Alberni 1979:116). En total, se habían
transportado entre diez y quince millones de esclavos a América, de
uno a dos millones murieron en la travesía. Los españoles no
participaron en el comercio de esclavos hasta fines del siglo XVIII.
2. Historia lingüística externa
El criollista sueco, Mikael Parkvall, ha podido mostrar en su
publicación Out of Africa. African Influences in Atlantic Creoles
(Parkvall 2000:119) que la distribución de las lenguas africanas en el
tiempo del comercio de esclavos (a partir del siglo XVII) no era muy
diferente de la actual y que la gran mayoría de los esclavos procedía
en los primeros siglos del comercio (XVII y XVIII) de una zona costera
de alrededor de 200 hasta 300 km que iba desde Senegambia hasta la
región del Congo, hoy Angola (gráfica 1). Esta importante
observación de Parkvall basada en un gran número de estudios
especializados permite delimitar el territorio de origen de las lenguas
africanas que llegaron a América (figura 1). Con sus investigaciones,
el lingüista sueco ha podido rebatir las críticas del grupo de criollistas
que no aceptó la posibilidad de influencias sustráticas de las lenguas
africanas en las lenguas criollas que surgieron en las costas africanas,
o en variedades lingüísticas utilizadas por hablantes afroamericanos.
Existían disposiciones exactas de la Corona española que regulaban el
empleo de los idiomas de los indios, pero no de los esclavos negros
por su condición de mercancía. De esta manera, el reconocimiento del
legado indígena era una parte integral en el desarrollo de una identidad
criolla, como deslinde de la madre patria en la formación de muchos
estados latinoamericanos. Incluso un país como Cuba, en el que la
población india se aniquiló en poco tiempo y en el que se trajeron
mucho más tarde de nuevo indios como mano de obra de otras partes
del Caribe, de México y de la Florida, el pasado indio era el pilar de
una nueva identidad, como sucede con el siboneyismo, por ejemplo.
Aún hoy en día se utilizan preferentemente nombres indios como
marca comercial para productos de diferente índole (p. e., Caney —
ron—; Taíno —camión—; Hatuey —cerveza—).
La posición con respecto a los africanos era completamente distinta.
Se partía de la base de que los esclavos, con el tiempo, dejarían de
hablar su idioma y que aprenderían el español para comunicarse con
los esclavos criollos que habían nacido en América. En el año 1789 se
preveía en el Código Negro Español que los esclavos negros
participasen regularmente en los oficios divinos. Pero la realidad era
completamente diferente, ya que no había clérigos seculares en las
plantaciones que pudiesen celebrar estos oficios. En los Reglamentos
de esclavos del año 1843 se fijaron 16 horas de trabajo laboral para la
época de la cosecha del azúcar, pero muchas veces no se les concedía
más de tres horas de descanso nocturno (véase Perl 1984:46, con
muchos ejemplos).
Una visión de la vida de los esclavos en Cuba nos la dan, sobre todo,
descripciones de viajes del siglo XIX hechas por viajeros europeos.
Alfred Beneke, un comerciante de Hamburgo, que vivió en Cuba entre
1842 y 1844, relata que en las plantaciones de café trabajaban
alrededor de 50 negros y un blanco, y en un ingenio 180 negros y 12
blancos (cf. Hauschildt-Thiessen [1971: 94-95], Bossü [1771],
Engelbrecht [1779] y Meinicke [1831]). Las plantaciones de café
estaban muy dispersas y casi no había contactos entre los negros de
una plantación y otra. Estas descripciones comprueban que existían
muchas dificultades en el campo para que los esclavos aprendieran, en
breve tiempo, la lengua española.
La situación de los esclavos domésticos en las ciudades era
completamente distinta. Mientras la mayoría de los esclavos en las
plantaciones eran negros bozales, es decir, nacidos en África, había en
las ciudades casi siempre negros criollos, es decir, esclavos nacidos en
Cuba. Los negros criollos tenían más éxito para alcanzar la posición
de un negro libre pagando una cierta suma de dinero o por la gracia
del amo. Ortiz escribe que en 1855 vivían 65 539 esclavos en las
ciudades y 311 245 en las plantaciones (Ortiz 1964:279). Estos
esclavos estaban distribuidos desigualmente de ciudad en ciudad. En
1855, había mayoría de negros en las siguientes ciudades:
Guantánamo (72,9%), Santiago de Cuba (71,2%) y Bahía Honda
(60,8%). Solamente unos pocos negros vivían en Holguín (22,0%),
Jiguaní (30,0%), Remedios (31,6%) y La Habana (32,5%) (cf. Ortiz
1964:228).
Los esclavos negros de las ciudades tenían un contacto muy estrecho
con sus dueños. La movilidad social de las personas de color libres era
muy grande, porque podían, por ejemplo, ocupar muchos puestos de
trabajo. Solamente para ellos (negros y mulatos) tenía validez la
declaración de que para la posición social no valía tanto el color de la
piel, sino las condiciones económicas. No era una excepción encontrar
a personas de color que habían logrado asegurar su promoción social.
Estas personas de color exitosas adoptaron en breve tiempo la forma
de vivir de los blancos y se esforzaron por hablar como la capa
superior de los blancos. Solamente para los que alcanzaron una
posición social, y miraban a los esclavos negros en las plantaciones
con desprecio, se pueden aplicar las palabras de Esteban Pichardo
(1977:12), muy generalizadas y sobre todo citadas por los lingüistas
de orientación eurocentrista:
«Los Negros Criollos hablan como los blancos del país de su
nacimiento o vecindad, aunque en La Habana y Matanzas algunos de
los que se titulan Curros, usan la i por la r y la l, v.g. “poique ei niño
puee considerai que es mejoi dinero que papei”».
En nuestra opinión, esta posición de Pichardo es demasiado
generalizadora y no exacta, porque no había formas de hablar o
variantes del español para todos los negros. Tampoco era posible fijar
dos variantes, una de los negros bozales y una de los negros criollos.
La condición esencial para aprender y emplear la lengua española era
la situación socio-económica de cada esclavo negro o persona de color
libre.
Para aclarar esta situación, proseguimos con algunas explicaciones.
Ortiz (1964:45) habla de 100 regiones de origen de los esclavos
negros cubanos en África. Aunque esta cifra no es idéntica al número
de lenguas y dialectos que los esclavos llevaron a Cuba, muestra muy
bien la multitud de las lenguas que había. Aunque en Cuba, como en
otras regiones del Caribe, se otorgaron calidades positivas y negativas
a algunas etnias africanas, no hay informaciones de que se pudieran
formar grupos étnicamente homogéneos. Los dueños siempre
insistieron en formar grupos de esclavos étnicamente mezclados para
impedir las insurrecciones. Ortiz pone de relieve que hasta la lengua,
que sirvió de medio de identificación para una tribu o un determinado
pueblo, perdió su papel preponderante en la conciencia del esclavo
negro, pues ellos se vieron forzados, cuando se reunían varias etnias y
lenguas, a emplear la lengua española como lingua franca. También
las dotaciones de obreros en los ingenios eran constituidas por
esclavos de diferentes agrupaciones étnicas. Muchas veces, las
agrupaciones eran enemigas entre sí, lo que impedía que se
desarrollara una lengua como medio de comunicación (Valdés Bernal
1978:85).
3. Algunos comentarios acerca del contacto lingüístico entre
lenguas africanas y el español
Por otra parte, puede constatarse una situación lingüística muy variada
con respecto a las lenguas utilizadas por parte de los africanos en los
territorios hispánicos de América.
En las regiones aisladas, como por ejemplo en el este de Cuba,
pudieron sobrevivir lenguas africanas sobre todo en contextos
religiosos como fue el caso del famoso lucumí, una lengua de origen
nigeriano utilizado sobre todo en las prácticas del culto de los
santeros. Sin embargo, hemos podido ver personalmente en los barrios
de La Habana, en 1989, que los practicantes del culto mencionado no
solamente dominan bien el léxico de su religión, sino que tienen
conocimientos léxicos abundantes del mundo que los rodea que se
evidencia en los nombres de animales, plantas, comidas, etc. Es decir,
que gracias a las libretas con informaciones escritas en sus respectivas
lenguas y gracias a la tradición oral en aquellos grupos, han podido
sobrevivir lenguas africanas, como es el caso del lucumí. Eso no
significa, sin embargo, que los hablantes y miembros de los grupos
religiosos tengan un dominio in toto de la lengua.
Según la distribución demográfica se dan variedades del español
caribeño más o menos marcadas por el nivel social y cultural de sus
hablantes. Estamos de acuerdo con los hispanistas que opinan que no
existe un Black Spanish o un español de los negros, pero en muchas
regiones del Caribe y en los territorios costeros de Colombia y
Venezuela, el color de la piel corresponde al nivel social que tiene un
hablante. Debido a esta correlación, encontramos también variedades
muy marcadas y muy divergentes del estándar del español caribeño,
en regiones como el este de Cuba, sobre todo en las ciudades de
Santiago de Cuba y Guantánamo, en la región de Matanzas en el norte
de Cuba, en algunas regiones cerca de la capital de la República
Dominicana, y sobre todo en Villa Mella y en las aldeas al este de
Santo Domingo, donde se emplean variedades del español con los
fenómenos típicos de los hablantes de nivel cultural muy bajo y de
pocos ingresos económicos.
Hemos podido visitar todos estos territorios y hoy en día —gracias a
investigaciones de colegas hispanistas de EE.UU., Cuba y de la
República Dominicana— tenemos descripciones exactas de las
variedades del español utilizadas en estas zonas. En muchas de ellas,
nunca hubo una presión hacia los hablantes de mejorar su español
porque no tenían ni siquiera la posibilidad de estudiar, ni la de poder
obtener un trabajo que hiciera necesario hablar una variedad más
elaborada de su lengua. Por esta razón, no se puede tampoco hablar ni
del español de Cuba, ni del español de la ciudad de Guantánamo,
quizás del español de un cierto barrio. Las informaciones acerca de la
presencia de elementos africanos, p. ej. en el español hablado en
Cuba, no tienen ningún valor práctico si no se hace una correlación
con el estatus de los hablantes y su región de residencia. En las
regiones mencionadas la gran mayoría de la población nunca estuvo
en condiciones de mejorar su variedad de lengua. Han podido
sobrevivir influencias de sus lenguas maternas llevadas al Caribe con
sus antepasados.
No deberían explicarse, con los modelos teóricamente existentes en la
Romania, los fenómenos lingüísticos de las variedades del español
utilizadas por los hablantes afro-americanos en estos barrios pobres.
Precisamente la evolución del latín vulgar nos ha mostrado que las
influencias de las lenguas habladas por los hablantes, desde el Mar
Negro hasta el Atlántico, han cambiado y transformado el latín, pero
siempre como resultado de procesos demográficos muy concretos. En
nuestra opinión, debería asumirse esta única posición en la explicación
de fenómenos lingüísticos de los hablantes de las variedades del
español encontradas en las regiones anteriormente mencionadas.
Hay, sin duda, procesos lingüísticos que resultan de tendencias
universales de la lengua, pero un hablante de una lengua que no
distingue entre el fonema r y l y realiza un sonido más cerca a l no
necesita un modelo de la Romania para orientarse en su
pronunciación. Siempre ha habido el fenómeno de causación múltiple,
es decir, que hay una mayor probabilidad de que se arraigue un sonido
de una variedad del español en desarrollo, cuando ese sonido también
se encuentra en la lengua nativa del hablante. Por esta razón, por
ejemplo, la doble marcación del plural no tuvo posibilidades de
sobrevivir en las variedades habladas por hablantes que no conocían la
marcación al final de la palabra, en construcciones con numerales; es
decir, que la -s como marca de pluralidad no se puede establecer como
norma después de los numerales. Es asombroso que estos fenómenos,
llamados fenómenos semi-criollos, no sean importantes para la
lingüística, a pesar de reconocerse que hay un cierto número de
fenómenos típicos del español, que hablan sobre todo las personas de
color, con un nivel social bajo, en regiones muy pobres y aisladas.
En la región del Caribe siguen hablando lenguas criollas con base
lexical española los habitantes (alrededor de 4 000 personas) del
pueblo de San Basilio de Palenque, en el estado de Bolívar, en
Colombia: (el palenquero), y también los cerca de 240 000 habitantes
de las tres islas de las Antillas Neerlandesas Aruba, Bonaire y Curaçao
(papiamento).
Estas dos variedades de un criollo de base lexical iberorrománica
surgieron del contacto lingüístico entre el español y lenguas africanas
en el caso del palenquero y entre el español, el portugués, lenguas
africanas, el holandés, el inglés y el francés en el caso del papiamento.
Pero mientras el número de hablantes del palenquero está bajando
debido a la presencia cada vez más fuerte del español caribeño en esa
variedad de la costa colombiana, el papiamento recibe influencias
cada vez más fuertes por parte del español venezolano y de otros
países del Caribe, aunque esta influencia no hace reducir el número de
hablantes, sino que produce una hispanización del papiamento a costa
de la presencia —sobre todo en el léxico— del holandés.
4. Algunos aspectos políticos actuales
También el reconocimiento legal de los grupos no amerindios en
algunos países caribeños y centroamericanos es muy reciente.
El artículo 7 de la constitución de Colombia de 1991 (edición de
1996) dice:
«El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la
Nación colombiana». (Constitución Política de Colombia 1991,
Bogotá 1996:6).
Y el artículo 10:
«El castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y
dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios.
La enseñanza que se imparta en las comunidades con tradiciones
lingüísticas propias será bilingüe». (Constitución Política de Colombia
1991, Bogotá 1996:6).
La ley n.° 70 —que el presidente César Gaviria Trujillo decretó el 27
de agosto de 1993— reconoce por primera vez los derechos
territoriales, culturales e históricos de los afrocolombianos.
El reconocimiento de los derechos de las minorías no indígenas
(indias) en América se manifestó casi al mismo tiempo también en
otros países, como muestra la enmienda de la Constitución
nicaragüense en el año 1995. La Ley de Reforma Parcial a la
Constitución Política del artículo 121 dice:
«El acceso a la educación es libre e igual para todos los nicaragüenses.
La enseñanza primaria es gratuita y obligatoria en los centros del
Estado. La enseñanza secundaria es gratuita en los centros del Estado,
sin perjuicio de las contribuciones voluntarias que puedan hacer los
padres de familia. Nadie podrá ser excluido en ninguna forma de un
centro estatal por razones económicas. Los pueblos indígenas y las
comunidades étnicas de la Costa Atlántica tienen derecho en su región
a la educación intercultural en su lengua materna, de acuerdo con la
ley» (versión en Internet).
El comienzo de la década de los noventa significó para la población
afrocolombiana en Colombia —que, según los datos demográficos de
1991, representa el 30% de la población colombiana, de los cuales el
23% son mulatos y 6% negros, con una población total de 33,6
millones— un nuevo status quo como ciudadanos, gracias al cual
salen de su invisibilidad cultural, económica y también lingüística.
Tras la abolición de la esclavitud en Colombia en 1851, los
afrocolombianos se fueron integrando de forma vacilante en la
sociedad colombiana. Las zonas periféricas de la costa del Pacífico, en
las que vivían el 95% de los negros, quedaban muy lejos de Bogotá, la
sede del poder estatal centralista de Colombia. Por eso, hasta bien
entrado el siglo XX, se consideraba a la población afrocolombiana
como parte de las posesiones de sus dueños. La toma de conciencia
hacia los temas afrocolombianos, a partir de 1993, es un esfuerzo
tardío en aceptar a los colombianos negros como parte integrante de la
población. A diferencia de la glorificación paternal del legado indio
existente en Colombia como parte de la cultura nacional, la población
negra apenas reivindicó el reconocimiento de su identidad específica
hasta 1980.
Es interesante la observación de que todas las actividades de la
población negra colombiana se limitaban prácticamente a la región de
la costa del Pacífico. La ley del 27 de agosto de 1993, mencionada
antes, hacía referencia, en primera línea, a las comunidades negras de
esta zona. Los motivos para la aprobación de esta ley son quizás más
bien de índole económica, si se tiene en cuenta que esta zona adquiere
cada vez más interés para las multinacionales asiáticas, ya que se cree
que existen allí riquezas minerales y probablemente hay interés en
explotarlas.
Pero aún hoy se puede constatar que la atención estatal y paternal va
dirigida en primer lugar a los indios y que la búsqueda de una
identidad negra es un proceso largo y complicado. Hay que subrayar
el interés de la población negra por la vida cultural. Los temas negros
son hoy en día parte integrante de la formación universitaria y
posuniversitaria. A la revista América Negra se la considera
internacionalmente como una publicación líder para la difusión de la
cultura negra en los países de habla hispana.
5. La situación de la investigación de variedades afro-americanas
del español colombiano y del palenquero
Los primeros impulsos para la investigación de las variedades
lingüísticas afrocolombianas y de las lenguas criollas que se hablan en
el país (en San Basilio de Palenque y en las islas San Andrés y
Providencia) llegaron desde fuera. Uno de los primeros investigadores
que clasificó el palenquero como lengua criolla fue un antropólogo
colombiano (Escalante 1979 [1954]), pero la revisión e interpretación
del material recopilado estuvo a cargo de hispanistas extranjeros
(Bickerton, Granda, Lewis, Megenney), ya que en la década de los
cincuenta «se le adjudicaban al negro las peores cualidades humanas
(incluso la del ‘habla mala y corrupta’)». (Perl/Schwegler 1998:239).
Más adelante serían los lingüistas colombianos Carlos Patiño y
Nicolás del Castillo quienes describirían en detalle la clasificación del
palenquero como lengua criolla. Entretanto, no sólo existen
numerosos estudios sobre el palenquero (Schwegler /Perl/Schwegler),
sino también sobre las variedades del español en la costa del Pacífico
colombiano (Granda 1977). Los colombianos José Montes (1974) y
Max Caicedo (1994) describieron cómo el español en la costa del
Pacífico tomó un camino propio. Aunque el español de Bogotá es
indiscutiblemente la variedad que predomina, estos estudios deberían
llevar a un reconocimiento de la variación lingüística en Colombia.
El congreso «Cartagena-Palenque-Afrocaribe», realizado en 1996 en
Cartagena de Indias, mostró claramente el interés por temas
afrocolombianos y los progresos obtenidos tanto en Colombia como
en otros países. La presencia de representantes oficiales del país y de
diplomáticos españoles residentes en Colombia mostró que las
decisiones que se habían tomado en 1993 se iban a proseguir
perseverantemente.
El descubrimiento de la existencia de una población afrocolombiana
es un proceso relativamente joven, en un país en el que a las zonas de
la periferia no se les prestó mucha atención, ya que el centro político y
cultural del país fue durante siglos casi exclusivamente la ciudad de
Santa Fe de Bogotá. Ciudades como Cali, Medellín y Barranquilla
adquirieron relevancia política y cultural sólo hace unas cuantas
décadas. Hasta hoy en día, casi ninguna de las zonas de residencia de
los afrocolombianos recibe el interés deseado y previsto por las leyes.
El proceso de su integración en la vida nacional sólo acaba de
comenzar.
6. Resumen
Siguen existiendo en los países hispanohablantes de América
variedades de un español socialmente marcado y hablado por grupos
poblacionales con pocas posibilidades de acercar su variedad al
estándar. Por razones muy diversas no disponemos de estudios
lingüísticos abundantes sobre estas variedades.
Siguen existiendo dos lenguas criollas con base lexical iberorrománica
(el papiamento y el palenquero), las dos surgieron de contactos
lingüísticos entre el español y otras lenguas, entre ellas lenguas
africanas.
También siguen existiendo restos de lenguas africanas —sobre todo
en contextos religiosos— que han recibido la influencia del español.
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