La vida de los esclavos en Montevideo colonial

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LA VIDA DE LOS ESCLAVOS EN MONTEVIDEO COLONIAL
Dice Horacio Arredondo que la Sociedad en la época del Virreinato, fue esencialmente patriarcal. Se
caracterizó, en lo que a esclavitud se refiere, por la forma humana como se trataba al servidor doméstico,
contrastando con los terribles castigos que los portugueses del Brasil propinaban a sus esclavos, igualados a
los animales, al extremo de que el látigo era cosa usual y corriente. Pero eso no era todo. El látigo cedía paso,
casi siempre, a torturas de otra naturaleza como la marcación con hierro candente o el estaqueado, medios
utilizados para intimidarlos.
Entre los criollos se consideraba la esclavitud un recurso económico. Como recurso político se la consideraba
un instrumento útil para facilitar la colonización de los territorios conquistados llegándose a decir, en alguna
oportunidad, que la colonización de América fue posible gracias a su ayuda.
Hemos dicho ya que el esclavo cumplía tareas domésticas. Servía a sus dueños con fidelidad llamándolos
"amos", y "amitos" a los hijos de sus dueños. Vivían, acota Arredondo, en un pie de igualdad con la clase
asalariada generando, en las casas de larga familla, sentimientos de amistad y de familiaridad.
Por lo general las esclavas domésticas eran muy pulcras en cuanto a higiene personal. “Las mulatas
esclavas son hermosas, dice Robertson en su obra: “La Argentina en los primeros años de la Revolución”, su
vestido es blanco como la nieve, sencillo como sus costumbres y después de proveer a la decencia, es aireado
y liviano, de acuerdo a las exigencias del clima. El busto se cubre simplemente con una camisa y los
contornos sin ayuda de sostenes, se acusan estando sencillamente la camisa atada a la cintura con una cinta de
vivos colores...... “
Los mulatos y negros usaban una especie de “poncho” consistente en una “pieza de tela rayada en bandas de
diferentes colores abierta en el medio, para dejar libre la cabeza que cae sobre los brazos y cubre hasta los
puños”.
A los esclavos negros y mulatos como también a los blancos de condición inferior les estaba reservada las
tareas de panadero, pasteleros, bizcocheros, lavanderos, cocineros, o el acarreo de agua, pisar la mazamorra,
trabajar la tierra y otros menesteres análogos.
Sus diversiones favoritas -como lo son hoy el fútbol y los deportes- eran las riñas de gallos, y las corridas de
toros que alcanzaron su apogeo en los años anteriores a la Guerra Grande.
Los esclavos menores, llamados “moleques”, debían acompañar a sus amas con el mate o con el farol
durante las horas de la noche. La educación de los hijos de familia fue, poco a poco, dejada a cargo de las
esclavas de mayor edad. Transcurrió así, en esa forma, la vida social en el período colonial.
COSTUMBRES DEL ESCLAVO MONTEVIDEANO
Es interesante recordar, aunque sea de paso, el uso que los esclavos hacían de sus horas libres, si es
que las tenían por la comprensión o tolerancia de sus amos. Especialmente las fiestas en honor de sus santos
preferidos o los jolgorios a que se entregaban en fechas especiales como el día de Reyes.
Actuaban en forma organizada, reuniéndose en “salas”, “sociedades” o "naciones” de acuerdo con el origen o
tribu de la que procedían. Cada sala tenía un “Presidente", un "juez de fiestas” lo cual les permitía reunir
algunos fondos para la celebración de sus conmemoraciones religiosas.
Los negros afincados en el Uruguay no crearon ritos independientes de las prácticas cristianas, ni siquiera
intentaron imponer el culto de sus dioses.
Andando el tiempo, el esclavo aprendió a querer al Dios que adoraban los españoles y criollos, mezclando los
himnos religiosos de las iglesias con el ritmo y las voces ancestrales del África lejana.
El recuerdo de sus aldeas, de su tierra y el dolor que sentían por la libertad perdida, sumados a los nuevos
sentimientos religiosos que arraigaban en ellos, juntando temores y resentimientos, se tradujeron en cantos de
lánguida nostalgia y en danzas frenéticas, donde el tambor proyectaba, en las manifestaciones, el desborde y
el ardor de su sangre moza.
En este juego de ritos y creencias, el negro era dueño de su voluntad. Sus santos preferidos, San Benito y San
Baltasar, por ser ellos mismos de raza negra, eran honrados a su manera. Son conocidas sus festividades y las
expresiones del ceremonial que cumplían, a veces con la ayuda de sus amas, complacidas en destacar el rol
que sus jóvenes siervas habrían de cumplir junto a sus “reales consortes" en esos reinados que apenas duraban
un día, terminado el cual volvían al desempeñó de su trajinar rutinario.
Rendían culto a sus muertos con un ceremonial, característico de los “velorios negros” que supo captar la
paleta de Pedro Figari. Tenían “un juez permanente de muertos” a cuyo cargo estaba el ritual. Cuando el
difunto era miembro de la sociedad lo regaban, corno parte de la ceremonia, con su bebida preferida,
entonando cánticos alusivos en presencia del “rey y de la reina” de la comunidad a la que pertenecía.
Las relaciones amorosas entre esclavos eran facilitadas a menudo por los dueños, porque de la unión entre
siervos, no liberados, obtenían descendencia - vale decir - cosas que tenían valor para ellos como algo que
acrecía su riqueza. En honor a la verdad, salvo casos excepcionales, el esclavo nacido en las casas patricias
era estimado. Su venta era poco frecuente y resistida por las familias montevideanas de la época colonial.
Fuente: Ing. Ponciano S. Torrado
Almanaque del Banco de Seguros del Estado 1965
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