La Argentina: entre la frustración y la esperanza 1 CARLOS HOEVEL Para preparar esta charla, estuve leyendo algunos antecedentes del estado anímico de la Argentina a través del siglo XIX y XX. Como es sabido, no es la primera vez que pasamos por una situación tan dramática en la que las ilusiones parecen prácticamente enterradas. Por eso, me animo a pensar que sigue siendo actual el hacer una reflexión más allá de la coyuntura que vivimos, no para ignorar nuestra angustia, sino para que nos sirva de punto de inflexión a nuestra situación actual. Creo que la angustia sirve como elemento de vuelta hacia uno mismo y de reflexión de fondo. Generalmente, en los momentos difíciles en la historia de los pueblos, ésta da un impulso para alcanzar cosas que quizás de otra forma no se hubieran logrado. Me parece cada vez más evidente lo que muchos opinan: que el problema argentino va más allá de lo político o de lo económico. Es una cosa ya muy tratada, pero parecería que estos momentos dramáticos muestran que el problema es espiritual y casi psicológico. Hoy se habla mucho de la psicología de la Argentina, de lo que está pasando con la psiquis argentina que está detrás de los fenómenos económicos y políticos. En estas lecturas que les voy a comentar se recogen algunos testimonios del drama espiritual y psicológico en la Argentina del siglo XIX y XX. el de la meditación de Eduardo Mallea, el famoso escritor argentino de la primera mitad del siglo XX. Mallea escribió un libro que tiene una vigencia enorme y transmite muchísima fuerza: Historia de una pasión ar gentina. Esta obra fue escrita en los años treinta, por lo tanto tiene prácticamente 70 años. El autor medita sobre la Argentina desde su departamento y dice “estoy en un piso alto viendo Buenos Aires, viendo el río. Tengo todo el país extendido delante de mí.” Se podría pensar que estaba en el Edificio Kavanagh, que en esa época era quizás el más alto de la ciudad. Desde esa atalaya urbana Mallea dice cosas como éstas: “Después de intentar durante años paliar mi aflicción inútilmente, siento la necesidad de gritar la angustia a causa de mi tierra, de nuestra tierra. De esa angustia nace esta reflexión, esta fiebre casi imposible de articular en la que me consumo sin mejoría”. 2 Esa sensación de angustia sin fondo que siente Mallea por la Argentina, esa “desesperanza, este amor hambriento, impaciente, fastidioso e intolerante, esta cruel vigía”3 como él la llama, es el punto de partida que le sirve al escritor para comenzar una incursión dentro de sí mismo y, a través de sí, de la Argentina, que arranca con la falsa ilusión, sigue con la frustración y continúa a la búsqueda de una verdadera esperanza. La angustia de Mallea desde el Kavanagh La maldición de Hudson Un momento de la historia del pensamiento argentino que siempre me impresionó mucho es Otro punto de partida desde la sensación de angustia es el que nos muestra un inglés, en Revista Valores en la Sociedad Industrial 43 realidad un inglés criollo, nacido en la Argenganase honradamente un peso.” 4 tina, Guillermo Enrique Hudson, que vivió a Es increíblemente actual la reflexión que siprincipios del siglo XIX. Su más famoso libro gue luego: Allá lejos y hace tiempo trata sobre la Argentina “...en este escasamente poblado país, con un de la época de Rosas, tiempo, como ya sabesuelo generoso y un clima benigno, aparentemos, de grandes enfrentamientos. A pesar de mente no había lugar para mí, un hombre johaberse considerado siempre un inglés, Hudven, robusto y de buena inteligencia, que sólo son desarrolla un profundo sentido de apego a pedía se le dejase trabajar para poder vivir. Pero la tierra donde vive. Precisamente vivía donde ¿cómo podría hacerles sentir su injusticia? Yo no se encuentra actualmente la localidad de Hudpodía tomar el alacrán que se me daba cuando son en Quilmes. Luego parte de Sudamérica a pedía un huevo y hacer que picase a cada uno Inglaterra y vive el resto de su vida allí, hasta su de los individuos que formaban la nación. Estamuerte a los 90 años. Entre otras obras escribe ba incapacitado para castigarlos, de modo que también El ombú , Un naturalista en el Plata,y lo único que me restaba era maldecirlos.” 5 Días de ocio en la Patagonia, entre otros. En efecto, el protagonista de la por momenEn este caso la obra a la que me refiero es La tos tremenda novela de Hudson sube al cerro tierra purpúrea (The Purple Land)cuyo ambiguo y de Montevideo y desde allí descarga su profunsugestivo nombre es en realidad La tierra purpú - da sensación de angustia e impotencia -que parea que Inglaterra per dióu - n libro lindísimo, escrito rece haber sido siempre la lacra del pobre haen inglés, al que Borges, en su lúcida excentricibitante de estas latitudes- en una terrible maldad, calificó como el mejor libro de la literatura dición que aún hoy no nos es ajena: gauchesca jamás escrito. Yo disentiría un tanto “Hacia cualquier lado que me vuelva –dije-, de Borges -si tal cosa no fuera una necia pedanveo ante mí una de las más hermosas moradas tería- para decir que en realidad La tierra purpú - que Dios ha hecho para el hombre: grandes llareame parece más que un exponente de literatunuras sonriendo en eterna primavera; añosos ra gauchesca: creo que es un ejemplo de la literabosques; rápidos y hermosos ríos; cadenas de tura sobre el tema del desgarramiento espiritual sierras azules alargándose hacia el borroso horide las naciones del Plata y, últimamente, tamzonte... Y sus habitantes... ¿Qué es lo que han bién de la Argentina. En efecto, la novela transhecho con ésta su herencia?¿Qué hacen con curre en el Uruguay pero todo lo que se muestra ella ahora mismo? Están sentados en sus casas, y se dice en el libro vale, a mi juicio, exactamente abatidos, o de pie en los umbrales de sus puerpara la Argentina. En esta obra, Hudson tiene tas, con los brazos cruzados y rostros de ansieun momento de reflexión culminante. El persodad y expectativa... ¡Jamás se emprendió una naje principal llega a Montevideo, empieza a recruzada más santa ni se planeó una conquista correr la ciudad y se da cuenta de que todo es un tan noble como la que tuvo por objeto el arrancaos absoluto: Hudson vuelca en su personaje la car estas bonancibles tierras de manos indignas angustia que seguramente él, educado como anpara incorporarlas para siempre al poderoso glosajón, habrá sentido siempre frente al desorImperio británico! ¿Qué no sería ahora esta tieden urbano y político de los países sudamericarra clara y sin invierno y esta ciudad que dominos. En un momento, por ejemplo, relata su dena la entrada del río más grande del mundo?”6 sesperada búsqueda de trabajo: “...comencé a buscar seriamente trabajo... Pero no encontré nada. En una casa (de coMartínez Estrada y Ortega: entre la ilusión mercio) se me dijo que la ciudad no se había y la realidad recobrado aún de los efectos de la última revolución y que por lo mismo, las operaciones coAhora bien, la pregunta que se nos impone merciales estaban paralizadas; en otra, que la de inmediato es ¿por qué?, ¿por qué el argenciudad se hallaba en vísperas de otra revolutino es tan desgraciado?, ¿por qué es un pueción y que, por lo tanto, el comercio estaba pablo que cae permanentemente en la frustraralizado. En todas partes era la misma historia: ción, en la angustia, en la desesperanza?, ¿por el estado político del país me impedía que yo qué las confesiones amargas hechas en el siglo 44 Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003 XIX por Hudson y en el siglo XX por Mallea, vuelven a repetirse como un sino trágico nuevamente en nosotros con este comienzo angustiante con que se nos abre el siglo XXI? Luego de meditar sobre algunos textos de distintos autores creo haber encontrado una respuesta común a todos ellos. La primera la hallé en la original exploración al alma argentina a través del contacto directo con su corpor eidad más materialque es practicada en la obra Radio grafía de la pampa , de Martínez Estrada. Algunos ven en esta obra un texto amargo, frío porque hace una lectura prácticamente material de la Argentina. Su mirada es verdaderamente una radiografía, donde el autor describe los hechosde una Argentina desnuda. Pero es en el hecho brutal de esa misma desnudez que representa la infinita llanura argentina donde Martínez Estrada ve el mal original de nuestro país: el desgarramiento casi connatural entre la Argentina deseada, soñada, a la que nuestro mismo ser físico invita y la radiografía helada de la Argentina desnuda, vacía, que esa misma realidad material muestra también: “La amplitud del horizonte, que pare c e siempre el mismo cuando avanzamos, o el desplazamiento de toda la llanura acompañándonos, da la impresión de algo ilusorio en esta ruda realidad del campo... Es la pampa; es la tierra en que el hombre está sólo como un ser abstracto que hubiera de recomenzar la historia de la especie –o de concluirla... El paisaje del llano, si lo es, toma la forma de nuestros propios sueños, la forma de una quimera... Avanzamos y nuestros proyectos para el porvenir –eternos-, proyectos de dominio sin obstáculos pero que no tienen finalidad, cre c e n desmesuradamente... La pampa es una ilusión; es la tierra de las aventuras desordenadas en la fantasía del hombre sin profundidad.” 7 En estas páginas implacables de Martínez Estrada se hace patente el problema argentino del contraste entre el ser y el querer, entre realidad y deseo. No es para nada fortuito encontrar estas duras palabras en una obra de aquella época que marca precisamente el final de la primera gran utopía argentina: la utopía conservadora, liberal, la Argentina de la generación del ´80, la Argentina que parecía poderosa, rica, llena de futuro. Desde el punto de vista económico, a pesar de que ya se manifestaban algunos signos de la crisis del ‘30, la Argentina no mostraba el desastre económico que sufrimos por ejemplo en nuestro aciago principio de siglo. Sin embargo, y a pesar de la imagen de una Argentina externamente próspera, autores como Martínez Estrada ya percibían con claridad que detrás de esa prosperidad había algo de hueco, algo de falso. Es la primera gran crisis espiritual de la Argentina, después de la primera crisis que fue la de su nacimiento. Otra serie de textos muy importantes para nuestro tema son los que escribe José Ortega y Gasset en ocasión de sus visitas a nuestro país durante la primera mitad del siglo XX. Por un lado, Ortega trae consigo el deslumbramiento por la Argentina propio de su época. La elogia con relación a Brasil, a Chile y a toda América. Por otro lado, empieza a decir cosas desagradables y duras para el argentino de aquel entonces, pero sobre todo para el porteño. En este sentido, la obra de Ortega probablemente esté dirigida más al porteño que al argentino. Especialmente en los dos ensayos que escribe en 1929, Ortega en cierto modo prefigura la línea de pensamiento de Martínez Estrada aunque desembocando en una reflexión antropológica y social de dimensión humanística mayor que la de éste último. El primer texto es La Pampa… promesa,s en que Ortega, como Martínez Estrada haría más tarde, medita desde lo territorial desde las dimensiones abismales del espacio argentino. ¿Cómo es el espacio argentino, cómo es el terreno en el que se mueve el argentino? La Pampa es una extensión que promete todo pero que no da nunca lo que promete, que genera una expectativa tan enorme que la realidad nunca la completa: “…la Pampa vive de su confín. En ella lo próximo es pura área geométrica, es simplemente tierra, mies, algo abstracto, sin fisonomía singular, igual acá que allá…Esta indiferencia del primer término, del lugar donde estamos y próximo a nuestros pies, empuja sin más la mirada hasta el último término, porque el ojo busca algo interesante que ver y en la Pampa no hay nada particular, singular que interese…Esos boscajes de la lejanía pueden ser todo: ciudades, castillos de placer, sotos, islas a la deriva –son materia blanda seducida por toda posible forma, son metáfora universal. Son la constante y omnímoda promesa…Acaso lo esencial de la viRevista Valores en la Sociedad Industrial 45 da argentina es eso –ser promesa.”8 A partir de esta reflexión sobre la estructura del espacio argentino Ortega comienza su reflexión sobre lo humano: “La Pampa promete, promete, pro m e t e…Hace desde el horizonte inagotables ademanes de abundancia y concesión. Todo vive aquí de lejanías –y desde lejanías. Casi nadie está donde está, sino por delante de sí mismo, muy delante en el horizonte de sí mismo y desde allí gobierna y ejecuta su vida de aquí, la real, presente y efectiva…” 9 En la misma línea, el segundo ensayo de Ortega titulado El hombre a la defensiva, es una continuación de esta reflexión sobre el modo de ser argentino en el que reconocemos pasajes que se han hecho célebres: “El pueblo argentino no se contenta con ser una nación entre otras: quiere un destino peraltado, exige de sí mismo un futuro soberbio, no le sabría una historia sin triunfo y está dispuesto a mandar…” 10 Sin embargo, esta misma promesa de grandeza que el argentino se hace a sí mismo, es también la marca de su mayor debilidad: “Pero la altanería de los proyectos tiene algunos inconvenientes. Cuanto más elevado sea el módulo de vida a que nos pongamos, mayor distancia habrá entre el proyecto –lo que queremos ser- y la situación real- lo que aún somos-…si de puro mirar el proyecto de nosotros mismos olvidamos que aún no lo hemos cumplido, acabaremos por creernos ya en la perfección. Y lo peor de esto no es el error que significa, sino que impide nuestro efectivo progreso, ya que no hay manera más cierta de no mejorar que creerse óptimo…”11 A partir de allí, se vuelve lapidario el retrato del argentino que hace Ortega presentándolo como un ser narcisista que de tanto mirar permanentemente la imagen ideal que desea y sueña sobre sí mismo, va perdiendo, paradójicamente, su verdadera sustancia y capacidades reales: “El argentino vive atento, no a lo que efectivamente constituye su vida, no a lo que de hecho es su persona, sino a una figura ideal que de sí mismo posee. Esta imagen no se la ha formado en tal o cual fecha durante su existencia, sino que, al encontrarse viviendo, se encuentra ya con una espléndida idea de sí mismo. No es una idea precisa, compuesta de tales o cuales 46 Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003 atributos determinados; no es que se crea un sabio, un Apolo, un gran político, etc. Esto fuera simple vanidad. El no sabe bien lo que cree ser, no puede precisar las facciones de su propia fisonomía ideal, pero siente que estima mucho a ese impreciso personaje que resulta ser él…el argentino típico no tiene más vocación que la de ser ya el que imagina ser. Vive, pues, entregado, pero no a una realidad, sino a una imagen…La tragedia de Narciso es que, ocupado exclusivamente en contemplarse, le ahoga su propia imagen, es decir, que no vive…los casos más cómicos de vanidad que he conocido, los he encontrado en la Argentina.” 12 Algunas obras más recientes: Sebreli, Massuh, Denevi y Aguinis En los años ’80, aparece otra oleada de obras. En esta época, se reflejan las grandes decepciones de aquella década. Sobre todo, después de las Malvinas. La decepción de toda la era del peronismo, de los revolucionarios de izquierda, de la era militar, de esa era de los grandes proyectos de transformación que se proponían, de un lado o del otro. En ese contexto aparecen tres obras interesantes cuyo diagnóstico sobre el mal argentino no es muy diferente del formulado por Martínez Estrada y Ortega. Una es la de Juan José Sebreli que lleva el elocuente título Los deseos imaginarios del peronismo .13 Si bien Sebreli lleva la marca del análisis frío y materialista de su formación marxista, hace valer asimismo lo que su marxismo tiene de realista para hacer un retrato crudo y sin concesiones del peronismo. Para Sebreli, el peronismo -cuya absurda quimera era la de prometerlo todo para todoses la patología argentina llevada al máximo. Y esa patología era precisamente la exacerbación, llevada hasta el frenesí y el enfre n t amiento, de la infinita voracidad argentina por las fantasías y las utopías prometidas las cuales, en el fondo, son las que llevaron al país a una serie trágica de frustraciones inevitables. Otra obra interesante es La Argentina como senti mient,o14 de Víctor Massuh. Se trata de un ensayo que recorre todos los males argentinos, todos los diagnósticos. En su reflexión final Massuh llega a la conclusión de que el mal argentino es la falta de asentamiento en un sentimiento de fondo por el país, en un sentimiento basado en la realidadde la Argentina y no en una fantasía. De alguna manera, lo que propone Massuh es recuperar un sentimiento modesto pero real y concreto frente a las ilusorias ambiciones totalizadoras, los mega proyectos con pretensión de resolverlo todo en una formula genial. Massuh es un hombre moderado que busca la solución desde lo pequeño. Un tercer libro es La república de rTapalan da,15 de Marco Denevi, libro muy atractivo para leer debido a la prosa del autor, que es tan viva. La metáfora “Trapalanda” es, en realidad, una metáfora que viene de Martínez Estrada. Trapalanda es el país del Trapalalalalalalalalala, es el país del bla bla bla, donde todos hablan y nadie hace nada. El trapalanda es el que vive en un mundo de palabras, en un mundo de imágenes y nunca llega a la realidad. Denevi hace una lectura psicológica muy interesante del espíritu argentino. En el fondo, ensaya una lectura tragicómica de la Argentina desde la psicología evolutiva. Dice “el argentino es esencialmente adolescente”. Su tesis es que padecemos una adolescencia congénita. Otros países, como los europeos, que vivirían una especie de adultez –también duramente denunciada por Denevi como falsa madurez-, nos estarían mirando y diciendo “ y a éstos, ¿qué les pasa?”. Denevi contrapone la Trapalanda a la madurez. Concluye su peculiar ensayo con un llamado a la realidad, a lo concreto, con lo cual, este autor parece mostrarnos que en definitiva entre nosotros siempre parece repetirse la misma historia. En los últimos tiempos, hay algunas obras que vuelven sobre el tema. Es el caso de la última obra de Aguinis, “El atroz encanto de ser argentinos”16. Quizás, no tenga el nivel de los escritores anteriores, pero encara el tema de la contradicción terrible que lleva dentro todo argentino de estar encantado con su condición de tal a la vez que la siente como una realidad terrible, atroz. Es una historia por momentos descorazonadora de las vicisitudes de todo narcisista. Una lectura psicológico-filosófica del problema argentino El drama espiritual o psicológico de la Argentina recuerda a lo que presenta Freud en la dicotomía entre dos grandes principios: el principio del placer y el principio de realidad. El principio del placer sería esa especie de tendencia innata de búsqueda de satisfacción, de plenitud, de realización. Freud, pero no sólo él, sino la lectura que toda la psicología del siglo XX hace del ser humano, nos dice que de este principio surgen nuestros sueños que expresan lo que en el fondo queremos desde las profundidades del inconsciente. Platón mismo enseña algo no muy diferente. Para él la fuerza que nos mueve es Eros que representa nuestro hambre de plenitud. Aristóteles sostiene lo mismo: todo lo que hacemos está tendiendo a nuestra realización. Incluso detrás de los hechos más pedestres, todo lo que hacemos, desde que nos levantamos hasta que nos dormimos, está movido por Eros. Entre los autores cristianos no hay otro que haya explicado mejor el papel de Eros en la vida humana que San Agustín: “amor meus, pondus meus” –“el amor es mi peso”- dice el obispo de Hipona que describió también al hombre como un “corazón inquieto” que no descansa “hasta tenerlo todo”. Santo Tomás de Aquino, de otra manera, pero referido a lo mismo, dice que estamos movidos por un “apetito natural de felicidad”. Se trata de una fuerza muy poderosa porque busca la plenitud absoluta, no se conforma con un parch.eEn el animal esto está regido por el instinto y está limitado en la satisfacción de lo inmediato. Pero en el ser humano, como está el espíritu detrás, la búsqueda es de lo absoluto. De aquí salen todos los deseos de felicidad, incluso todas las ideas utópicas que tenemos de nosotros mismos, de nuestra comunidad, de nuestro país. ¿Esto significa entonces que los grandes filósofos y psicólogos han asimilado al hombre a un ser destinado a la utopía inmediata, a la realización ilimitada de todos sus sueños? De ningún modo. De hecho, tanto Freud como toda la filosofía clásica tienen un fuerte contrapunto realista. Para ambos el hombre no se puede mover exclusivamente por Eros, por esta búsqueda de felicidad y querer toda esa plenitud instantáneamente de manera absoluta. Hay otro principio con el cual el hombre tiene que manejarse. Es el principio de reali dad, que me muestra la razón. La razón dice: “existe toda una potencialidad, unos deseos, Revista Valores en la Sociedad Industrial 47 pero hay una realidad”. Entonces, en la relación entre la potencialidad, los deseos y lo que la realidad muestra, se va articulando la personalidad madura. La psicología evolutiva estudia al niño que en un principio lo quiere todo. Se siente el centro del mundo, busca su satisfacción a toda costa. La función de los padres es la de darle satisfacción porque si no le dan ninguna se produce un kracen su personalidad. A partir de allí, vienen todos los problemas posteriores. Pero también los padres tienen que poner los límites que permiten al niño ir teniendo frustraciones e ir reconociendo que lo que desea tiene que tener alguna relación con la realidad. Esto, que es tan básico en la psicología individual, se proyecta también a la psicología de los pueblos. Es decir, que los pueblos, como están compuestos de individuos, padecen en definitiva el problema afectivo interno que estos últimos vuelcan en el foro social. Entonces, el movimiento psicológico o espiritual de la sociedad refleja en cierto modo como van resolviendo este problema internamente cada uno de los miembros de la sociedad. Aquí aparece el apasionante tema de la psicología social o de la espiritualidad social. En una lectura marxista de la historia o en una lectura de una economía capitalista muy exagerada, este problema estaría eliminado. Los marxistas dicen que lo que determina a la sociedad es la estructura socioeconómica, o la estructura material. Entonces, la sociedad se va a comportar de acuerdo a la lógica que esa estructura le imponga. El espíritu es simplemente una superestructura que está encima, pero lo que determina la matriz es lo económico. Desde una visión espiritualista de la sociedad, en cambio, el núcleo de todo el problema social está en la psiquis humana, en el espíritu humano. Luego, esto se proyecta sobre la estructura económica y política y así se forma la lógica de las cosas desde un punto de vista material. Sólo después se forma el conocido círculo en que lo material condiciona lo que sucede internamente en la gente y viceversa. Pero en una filosofía social que tiene como centro al hombre, como por ejemplo la cristiana, se parte de este drama interno de la psiquis. ¿Cómo podría plantearse entonces el dilema argentino desde una filosofía social con centro en el alma? Se plantearía desde la dico48 Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003 tomía de un alma argentina que tiene un principio de placer, de felicidad exacerbado, no vinculado al objeto que sería la re a l i d a d . Cuando fracasa esa búsqueda de placer y felicidad, la frustración es tan grande que se vuelca a una solución puramente pragmática donde se abandona la búsqueda anterior. Esta solución que imaginamos tiene que ser de un pragmatismo brutal que nos haga olvidar totalmente la búsqueda de placer. Este dilema no sólo se plantea en la Argentina, sino que, según algunos autores, es un problema de la civilización occidental. Por un lado, la sociedad nos invita a la felicidad, a la satisfacción de todas nuestras necesidades y, por el otro, nos presenta permanentemente una realidad cada vez más cruda, más dura, a la cual nos tenemos que adaptar. En economía se analiza mucho el dilema entre trabajo y consumo. La sociedad pide que nos entreguemos a la fiebre del consumo y, por otro lado, pide cada vez más una exigencia laboral terrible. Esto se explica en el libro Las contradicciones culturales del capitalismode Daniel Bell. El problema de la contradicción entre el deseo y la realidad es pues, un problema general. Sin embargo, en la Argentina parecería estar quizás más acentuado por las características de nuestra alma. La reconciliación entre la realidad y el deseo: el concepto de ilusiónen Julián Marías Julián Marías escribió un libro llamado Bre ve tratado de la ilusión ,17 donde intenta ofrecer un concepto mediador para este dilema terrible entre deseo y realidad, pasión que no encuentra y realidad que choca contra esa pasión. Marías propone el concepto de ilusión. Explica que cuando se habla de ilusión se asocia este concepto a un sentido negativo. Se suele entender a la ilusión como al engaño, la quimera, el sueño vano de un futuro que no se va a cumplir nunca. El que se ilusiona sería así un ingenuo, un desquiciado o un fatuo. Pero Marías explora el concepto hispánicode ilusión que incluye elementos muy distintos al concepto de ilusión generalmente entendido. Marías usa ejemplos de la vida cotidiana. Por ejemplo, nos dice que la ilusión es algo que tenemos desde chicos. Un chico está durmiendo, es el día de su cumpleaños y de pronto se despierta porque siente que afuera de su cuarto están haciendo preparativos especiales para él. Alguien le va a traer el regalo de cumpleaños. Siente un sobresalto hondo en su corazón. Es la ilusión. No es una pura fantasía: el chico no duerme, está bien despierto. Su ilusión es, ciertamente, el cumplimiento de un sueño, pero de un sueño que está perfectamente anclado en la realidad, en lo que realmente va a pasar. La expresión española -a la vez realista y erótica“me hace ilusión tal cosa” -en la Argentina diríamos “me ilusiona tal cosa”- aparece en expresiones como “se nota que está enamorado porque la mirada con que mira a la novia es una mirada ilusionada” o “le hace ilusión esa carrera, le interesa la carrera”, etc. En este sentido, el concepto hispánico de ilusión contiene tres elementos fundamentales que Marías considera como el núcleo de la ilusión, y que pueden ayudar, a mi juicio, a resolver el dilema del alma argentina que venimos tratando. En primer lugar, el ilusionado sería la persona que reconoce su verdadero. deseo El ilusionado no es el voluntarista. En Trapalandalo que predomina al final no es tanto un deseo auténtico sino una especie de voluntarismo, de acción atropellada. Marías dice que el ilusionado no es un atropellado o un apasionado en el aire como los que denuncia Ortega. El ilusionado es una persona que ha hecho una inmersión dentro de sí mismo y reconoce su verdadero deseo. Este deseo es “más amplio que la voluntad” y se remite al concepto de búsqueda de felicidad, pero no la búsqueda de felicidad en un sentido idealista o fantástico sino como deseo verdaderamente auténtico. La segunda característica de la ilusión es que tiene una estructura histórica . El ilusionado no vive solamente el momento, una pasión del momento o un entusiasmo fugaz sino que se remonta hacia atrás. De allí, la dimensión histórica. Además, vive en una dimensión de futuro. Una sociedad sin futuro, sin proyección hacia delante, no puede ser una sociedad ilusionada. El tercer punto es que el ilusionado no es el iluso sino el que se ilusiona a partir de eralidade.s El ilusionado es el que es capaz de conectarse con la realidad. El deseo se despierta por esa conexión con la realidad. Por eso, Marías dice que es una vivencia pero una vivencia que nos liga a personas y objetos reales. En una relación puramente utilitaria, pragmática, donde sólo se manejaa personas y objetos pero no se los aprecia, no se los lleva dentro, no hay realmente deseo y mucho menos, ilusión. El ilusionado tiene una dimensión subjetiva de búsqueda de felicidad pero muy conectada con lo real. La aplicación al caso argentino Según el filósofo español, se puede tener ilusión por la mujer, por la novia, por los hijos, por un maestro, por un discípulo, por los compañeros de trabajo, por la empresa donde se trabaja, por el barrio donde se vive, por Dios y también por la patria. ¿Cuál sería la estructura de la ilusión por la patria, dado que Marías dice que existe ilusión por todo? La tierra Según Marías, la ilusión por la patria tiene características o elementos particulares. Un primer elemento es el espacio , que algunos preferirán llamar la tierra. Esto es algo muy llamativo: para ilusionarse por el país de uno, para sentir ese deseo, ese gozo, uno tiene que tener alguna relación con el espacio que ocupa el país. En el comienzo presentábamos las obras de escritores que nos ponían ante el abismo abierto por la angustia y la desesperanza. Sin embargo, tanto Mallea como Hudson no son atrapados de modo definitivo por el vértigo y la parálisis que genera el espacio vacío de la angustia. Por el contrario, Mallea desciende del Kavanagh y Hudson del cerro de Montevideo para comenzar a recorer el territorio desde el llano y empezar a experimentar con sus manos y su cuerpo que el espacio concreto constituido por cosas y personas es más grande y rico que el espacio abstracto creado por la angustia en el interior del alma. Mallea pone una imagen que hace recordar las películas del neoyorquino que ama a su ciudad, se asoma a la ventana del rascacielos, contempla la Bahía, los edificios y entabla una relación mística con el espacio. En este sentido, este escritor tenía una mística con Buenos Aires que iba más allá de toda su angustia. El enamoramiento con el lugar, con el espacio donde uno Revista Valores en la Sociedad Industrial 49 vive, es una dimensión fundamental de la ilusión patriótica. También desde el punto de vista de la psicología evolutiva se estudia que en la medida en que el ser humano no adquiere una relación sana con las cosas y con el espacio físico que ocupan, va enredándose sobre sí mismo y no alcanza la salud psíquica. Freud habló del narcisismo en referencia a aquel que es incapaz de investir de deseo las cosas y las personas externas a su propio yo. Todo lo externo se lo opone a sí mismo. Se mira y se enreda en su propio drama. La imagen del argentino metido para adentro, siendo incapaz de ver el espacio físico que ocupa su país, es muy parecida a la imagen del enfermo que es incapaz de desear porque no sale para afuera. Quizás éste sea el drama profundo de Buenos Aires en su calidad de ciudad encerrada , desde donde no se ve el espacio que ocupa. De hecho, ¿salir de Buenos Aires no permite acaso darse cuenta de que esta ciudad es minúscula al lado de lo fabuloso que es el espacio argentino? Mucha gente que viaja a la Patagonia luego vuelve con una gran energía, porque el impacto del espacio argentino despierta inmediatamente una vitalidad que uno pierde cuando está atrapado en el encierro narcisista porteño. Martínez Estrada, Sarmiento, Ortega, hablaban del espacio argentino como pro b l e m a . Sarmiento empieza su obra Facundoprecisamente diciendo que el grave problema de la Argentina es la extensión. Quizás esto pudiera haber sido válido para el siglo XIX cuando el espacio era abrumador y la vida urbana era escasa. Pero hoy el espacio argentino es una de las fuentes de ilusión que nos quedan. Los nombres argentinos todavía tienen una potencia ilusionante que conservan poco lugares en el mundo. Nombres como Senao Romaya son nombres gastados por la historia, parecen no tener ningún futuro, resultan opacos. En cambio, los nombres argentinos cordiller,a pampa, patagonia, río de la Plata , todavía parecen retener ese poder de evocación de un pasado que todavía no es muy largo y, sobre todo, de un futuro abierto a la expectativa. Piénsese también en el sur, ése gran tema de siempre en la literatura y en la historia argentinas. Aún se habla de “irse al sur” como posibilidad, el sur como imagen de un país 50 Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003 con una proyección hacia algún lado, como un futuro sin explotar, sin cerrar. Pero el espacio del sur, como otros tantos espacios argentinos, no es mera promesa, desnuda abstracción como la que describen Ortega y Martínez Estrada. También hay un aspecto bien real del espacio argentino que es el de su relación con lo concreto expresado a través de lo económico. La dimensión real de la economía tiene mucha relación con nuestra capacidad de imaginar el espacio argentino. La exagerada inclinación hacia una economía financiera, abstracta, simbólica, de alguna forma estuvo alimentada en nuestro país por esta falta de ilusión por el espacio y la economía reales. En la medida en que no hay ilusión por el espacio, por la tierra real, por las regiones reales, por las potencialidades materiales existentes, es difícil que se desarrolle una economía real. Quizás, no esté muy lejos de la verdad decir que la viabilidad turística del sur argentino o las posibilidades económicas del interior del país hayan estado muy trabadas por esta falta de proyección o de ilusión por el territorio concreto a rgentino, por el espacio físico de nuestro país. Aún en medio de la globalización, en otros países se siguió hablando en términos de espacio, de regione,s del valor que tienen las posibilidades objetivas, y no sólo en términos de una economía puramente virtual. En los años 90, parecería que la economía real se diluyó de la Argentina, dándose esa especie de reduccionismo, de gran ajuste del espacio argentino. Cabe pensar si la recuperación de lo económico real no tiene vinculación con el renacimiento de lo espacial, empezando por los argentinos que comienzan a recorrer su propio país. La historia Sobre el final de su libro Marías habla de la estructura históricade la ilusión. Marías dice que no hay ilusión sin historia. Esto parece algo bastante actual. ¿Cómo es posible ilusionarse con nuestro país si no estamos insertos en su historia? ¿Realmente la Argentina tiene capacidad histórica para generar ilusión hacia el futuro? Esto puede denominarse “potencia histórica”, que es como una especie de turbina. ¿Tiene la Argentina un pasado lo suficientemente potente como para propulsarnos hacia adelante? Marías señala que sin una cierta energía del pasado, que nos venga de los que estuvieron antes, no podemos ir hacia adelante. A la Argentina parece sobrarle la potencia histórica. “Este dinamismo –nos dice Ortegaes el tesoro fabuloso que posee la Argentina. Yo no conozco –lo repito- ningún otro pueblo actual donde los resortes radicales y decisivos sean más poderosos. Contando con parejo espíritu elemental, con esa decisión frenética de vivir y de vivir en grande, se puede hacer de una raza lo que se quiera. Por eso…me he estremecido al pasar junto a una posibilidad de alta historia y óptima humanidad con tantos quilates como la Argentina”.18 Freud dice que nuestros sueños vienen del pasado, de nuestra historia personal, de nuestra historia familiar. A veces son sueños tremendos, son pesadillas, pero también hay sueños de reconciliación, de hallazgo de las fuentes auténticas, que son los más pro f u n d o s . Nietzsche dice también que el hombre que no se acuerda de los deseos que tenía cuando era chico ha dejado de ser hombre. El argentino puede recuperar la ilusión viendo la cantidad de ilusión depositada sobre la Argentina por los argentinos que lo precedieron. Por eso quizás estemos reprimiendo la ilusión que nos viene del pasado. Habría que dejarla fluir. San M a rtín, por ejemplo, re p resenta una carg a simbólica de ilusión. Mallea dice que San Martín se aventuró hacia los hielos, a una ilusión de libertad de todo un continente, a una ilusión que le generaba el proyecto americano. Algunos autores dicen que éste es un combustible por siglos de la ilusión argentina. Y así, podríamos recorrer todos los caminos de la historia argentina donde hay un depósito de ilusión puesto por los conocidos y también por los desconocidos. Porque hay miles y miles de protagonistas de la ilusión argentina que quedaron en el camino olvidados por las disputas políticas, por las peleas ideológicas o simplemente por el olvido del tiempo. uno no tiene algún interés, algún gusto por el hombre argentino, difícilmente surge esa posibilidad de un desarrollo real de las personas. Por eso, se dice que el resurgimiento del alma de los pueblos tiene que ver con la posibilidad del encuentro de los hombres. No solamente la psiquis del pueblo se desarrolla por una relación sana con lo espacial, sino con otro tipo de relación mucho más importante que es la relación con el tú, con el otro, con el reconocimiento del otro. Pero tenemos un trauma que quizás sea la imagen del trapalandaque nos acecha constantemente. Denevi se pregunta ¿el hombre argentino es un trapalanda? ¿Todos los argentinos somos eso? Martínez Estrada y Ortega hablan del guarango19 que sería lo que hoy llamamos el chanta. El chanta es una persona chata que no tiene sustancia, es un hombre a la defen siva como decía Ortega o es un ser que represen ta la vida y no la vivecomo decía Mallea. Estos autores se ponen mal con este hombre argentino que tienen delante, con el que no quieren encontrarse. Eso es lo que nos pasa un poco a todos: no es poco frecuente la vergüenza que siente el argentino ante la presencia de otros argentinos, especialmente cuando es sorprendido por la incómodaaparición de un grupo de compatriotas en un lugar fuera del país. Pero tenemos aquí un gran problema: sin que nos gusten los argentinos va a ser difícil que nos guste la Argentina. Algún gusto por los argentinos tendríamos que tener. Una tarea interesante sería redescubrir nuestro deseo y nuestro gusto por estar con argentinos o al menos ver si es posible que existan argentinos y argentinas que tengan algo para ofrecer tal que vuelva a tener sentido formar con ellos esa sociedad que llamamos Argentina. De otro modo cabría la sospecha de que ya no son chantas o guarangos los argentinos sino quien, siendo uno de ellos, tiene la petulancia suprema de sentírseles distinto o superior y se atreve por ello a juzgarlos. En una carta de lectores enviada hace un tiempo al diario La Nación por Susana Pereyra El hombre Iraola se hace referencia a un tema relacionado con lo anterior. Allí se dice que una cosa Un tercer elemento de la ilusión patriótica que ocurre cuando uno sale de Buenos Aires es el tema de los hombres y mujeres que pueblan es que posible hallar a otro ser humano con el un país. Si no hay ilusión por los hombres, si que uno hubiera tenido ganas de encontrarse. Revista Valores en la Sociedad Industrial 51 El hombre del interior tiene una cualidad: sigue siendo persona. Está ahí presente, tiene una historia, tiene algo para decirte y no es solamente un rol a representar o un funcionario dentro de un mecanismo: “Las dificultades y carencias de la pampa húmeda son más graves que las de la capital dice Pereyra Iraola. A menudo, las pasiones pueden ser tan devastadoras y destructivas como en cualquier parte pero existe una silenciosa y tácita valoración de la persona en el medio en el que vive, de sus necesidades y alegrías. Se vive una mayor vocación por compartir, existe la memoria y se escucha el corazón. No se trata de imaginar el paraíso sino imaginar una modalidad argentina. A partir de esto, puede decirse que existe todavía gente así en el interior de la Argentina. Quizás los porteños debamos mirar hacia nuestros interiores y hacia los interiores provincianos, donde la comunidad sigue existiendo.” Sin embargo, no es sólo en el interior donde puede hallarse a ese argentino profundo, lo contrario del chanta. Un principio de ilusión sería quizás el redescubrimiento de este hombre que Mallea encuentra en el hinterland argentino-lo que los norteamericanos llaman heartland, que significa corazón de la tierraque no tiene que ver con ser habitante del campo o de la ciudad sino que refiere a los argentinos profundos, quizás invisibles, pero que aún pueden encontrarse en nuestro país: “Lo que llamo el argentino invisible no es, de manera simplista, el hombre del campo en contraposición al hombre de la ciudad... Lo importante no es dónde estos hombres están, sino cómo son... Cuando este hombre invisible fue para mí visible, cuando me acerqué en la ciudad capital y en las ciudades del interior a su continente grave sin solemnidad; silencioso sin resentimiento; alegre sin énfasis; activo sin angurria, hospitalario sin cálculo de trueque, naturalmente pródigo; amigo de los astros, las plantas, el sol, la lluvia y la intemperie; pronto a la amistad, difícil a la discordia; humanamente solidario hasta el más inesperado y repentino sacrificio; lleno de exactas experiencias y zumos de sabiduría, simple sin alarde de letras; justo de fondo, más amigo del bien directo.” 20 Esa reserva de humanidadno se limita a los 52 Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003 valores de la amistad o de la familia sino que se traduce en las virtudes de los hombres invi siblesque se destacan en la Argentina en el mundo del trabajo, en las artes, en la industria, en lo empresarial, en lo literario, en el movimiento de la cultura: “Vi a esos hombres, hablé con esos hombres, ausculté conmovido esas conciencias que no habían disertado su relación de mutua fertilidad con la tierra y los otros hombres... En ellos residía sobreviviendo una causa espiritual eminentemente argentina, un sentido de existencia. Privativo de ellos, propio y auténtico. Y a ese sentido le llamé: ‘una exaltación severa de la vida’. Propia del argentino profundo, del verdadero, del que es raíz humana y no follaje, garrulería y representación.” 21 Un último tema es la reflexión sobre el pueblo, en el sentido de las clases más pobres argentinas. Hudson, cuando re c o rre la tierr a purpúrea, se encuentra con ese pueblo que es el mismo de ahora. Ese pueblo que es capaz de expresar sus emociones, capaz de establecer relaciones comunitarias en el medio de la pobreza, como lo vemos en las villas miserias, y al mismo tiempo con una capacidad de trabajo y con una fuerza religiosa muy fuerte. Esa potencialidad humana en la Argentina quizás sea también una base para que el país se reconcilie consigo mismo. Después de maldecir al país, el protagonista de la novela de Hudson recorre toda la tierra, reconoce su gente y los v a l o res que hay en ella. La novela term i n a cuando el protagonista sube nuevamente al cerro de Montevideo. Ve de nuevo el paisaje y dice que se equivocó. ¡Qué distinto hubiera sido este país si lo hubieran colonizado los británicos! Hubiera sido muy aburrido, muy triste. Es un lugar lleno de criminales, de una política desenfrenada donde nada se logra, pero todavía hay algo no mancillado. Existe algo de humanidad en este país que hace que todavía sea digno de ser vivido. Es maravilloso el final de “La tierra purpúrea”: “...una vez, desde esta misma altura, había pronunciado muchas palabras vanas y tonterías sobre este pueblo cuyo carácter e historia ignoraba... Permítaseme despojarme de estos viejos anteojos ingleses, con armazón de roble y lentes de cuerno y enterrarlos para siempre... No creo que si este país hubiera sido conquistado y vuelto a colonizar por los ingleses, y todas las cosas a nuestro juicio torcidas hubieran podido enderezarse, mis relaciones con las gentes del lugar habrían tenido el agreste y delicioso sabor que he gozado en ellas. Y si este sabor distintivo no puede ser logrado al par que la prosperidad material resultante de la energía anglosajona, quiero expresar mi deseo de que jamás esta tierra conozca esa prosperidad... No se vive tan sólo de pan, y la ocupación británica no da todo lo que el corazón anhela... el grupo de ambiciosos gobernantes luchando por derribar al contrario del poder, no alcanza para hacer desdichado a este pueblo...” 22 ras, y la ciencia de la desilusión que nos las f rustra periódicamente. Ahora bien, si uno piensa en los países prósperos, se da cuenta que tienden a aliviar esa tensión entre la ilusión política y el realismo económico, acercando la una al otro. Si uno se pone a pensar por ejemplo en el american dr e a m, se encuentra con que es un gran proyecto ilusionado pero también dotado de realismo económico. El argentino, por el contrario, ve a la economía peleada con la ilusión. Sin embargo, quizás nuestra solución económica se dé cuando se inserte en la dinámica de una verdadera y realista ilusión patriótica en el sentido en que usa esta expresión Julián Marías y que hemos intentado desarrollar en este encuentro. Nuestro mayor peligro Quizás el peligro mayor de la Argentina, causa hasta ahora de todos su fracasos y frustraciones, haya sido su ilusión arrebatada por la propia imagen falseada de sí misma, su desmesurado entusiasmo por sus colosales potencialidades. Esto la llevó a constituirse en cierto modo en un desordenado campo de prácticas de experimentos sociales de todo tipo: experimentos de la ilustración iluminista (Moreno, Rivadavia), de la restauración (Rosas), del positivismo liberal-conservador (generación del ochenta y del treinta), del igualitarismo (radicalismo), del populismo (peronismo), del marxismo revolucionario, del militarismo autoritario, del neoliberalismo y de muchos otros proyectos político-sociales imaginables. Aquí todo parecía posible, no había aparentemente ningún límite para las ilusiones. Las falsas ilusiones están dominadas por lo que el psicólogo Jung llama el demonio . El demonio es esa parte de nosotros que se desboca y se absolutiza. Uno de los grandes demonios argentinos quizás haya sido el de la política, que ha invadido la auténtica ilusión argentina. Hoy, por un lado, el demonio de la política sigue desbocado. Frente a ella, lo espera en el fondo del pasillo de cada ciclo histórico, con los brazos cruzados, la economía - a la que Thomas Carlyle llamó ciencia lúgubreque se ha convertido para los argentinos en la gran matadora de nuestras ilusiones arrebatadas. Parecería que nuestra dicotomía está entre el demonio de la política, que nos lanza a las locu- El renacimiento de la Argentina profunda La flecha de la ilusión sólo da en el blanco si nace de lo real y va hacia lo real. Pero lo real sólo se encuentra en la profundidad, en el fondo de nosotros mismos. En un final dramático y al mismo tiempo de serena alegría, Mallea redescubre en la profundidad del destierro que viven tantos argentinos solitarios, la v e rdadera posibilidad de renacimiento del país: “Estaba solo. Ni un ruido, ni una voz en lo alto de aquel piso, en el departamento solitario... Desterrado... Pero no enclaustrado, sino desterrado, voluntariamente desterrado... Toda mística se origina en la soledad del corazón, y esa soledad, lejos de aislarnos fundamentalmente, nos comunica más profundamente con todos... Pueblo profundo de la Argentina... Trabajas en el fondo de tu destierro creador. Yo también estoy ya en igual destierro. Los dos estamos hondos, estamos alejados...”23 Borges tiene un poema fabuloso sobre esto mismo. El renacimiento de la ilusión en la profundidad de lo que parece una muerte, pero en realidad es el comienzo de una nueva vida, la verdaderamente auténtica. Se trata del Poema conjetural . El protagonista del poema es Francisco Narciso de Laprida, que representa el clásico personaje de la revolución de Mayo, de la independencia, que se sentía europeo, que sentía que la Argentina tenía que ser como Europa. Y no le fue bien. Borges conjetura Revista Valores en la Sociedad Industrial 53 lo que le pasa a Laprida en el minuto previo a ser asesinado por los montoneros de Aldao. Laprida viene en un carruaje. A su encuentro vienen también los gauchos por el medio de la Pampa. Lo van a masacrar. Lo van a acuchillar. Toda su ilusión argentina, identificada hasta ese momento por él con la utopía de la Argentina europea, se desmorona en un instante de ferocidad y caída indecibles. No obstante, esa misma muerte que se viene, deja brillar, en el minuto previo de soledad que la precede, una ilusión más honda y verdadera por el país que la que Laprida había vivido en toda su vida. Dice el poeta: Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento. se dispersan el día y la batalla, deforme, y la victoria es de los otros. Vencen los bárbaros... Yo, que estudié las leyes y los cánones, yo, Francisco Narciso de Laprida, cuya voz declaró la independencia, de estas crueles provincias, derrotado, de sangre y de sudor manchado el rostro, sin esperanza ni temor, perdido, huyo hacia el Sur por arrabales últimos. ... Yo que anhelé ser otro, ser un hombre de sentencias, de libros, de dictámenes, a cielo abierto yaceré entre ciénagas, pero me endiosa el pecho inexplicable, un júbilo secreto. Al fin me encuentro con mi destino sudamericano...24 1 Este artículo está basado en la conferencia dictada por el Lic. Carlos Hoevel en el Desayuno de formación del 30/10/01 de la Asociación Cristiana de Empresarios (ACDE) con el título original “La ilusión de ser argentino”. 2 Eduardo Mallea, Historia de una pasión argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 1981, p.15. 54 Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003 Eduardo Mallea, Ibíd. Guillermo Enrique Hudson, La tierra purpúrea,Elefante Blanco, Buenos Aires, 1999, pp. 14/15. 5 Op. cit.,p. 16. 6 Op. cit.,pp. 17/18. 7 Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa, Losada, Buenos Aires, 1985, p. 12. 8 José Ortega y Gasset, Obras Completas, 2, “El Espectador VII”, “Intimidades”, “La Pampa…promesas”, p. 638. 9 Op. cit.,p. 638. 10 Op. cit.“El hombre a la defensiva”, p. 644. 11 Op. cit.,p. 645. 12 Op. cit.,p. 657-660. 13 Juan José Sebreli, Los deseos imaginarios del Peronis mo, Editorial Legasa, Buenos Aires, 1983. 14 Víctor Massuh, La Argentina como sentimiento . Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1982 15 Marco Denevi, La república de Trapalanda , Corregidor, Buenos Aires, 1989. 16 Marcos Aguinis, El atroz encanto de ser argentinos , Editorial Planeta, Buenos Aires, 2001. 17 Julián Marías, Breve tratado de la ilusión , Alianza, Madrid, 1990. 18 José Ortega y Gasset, op. cit., “El hombre a la defensiva”, p.663. 19 “El guarango o la guaranga–nos dice Ortega- siente un enorme apetito de ser algo admirable, superlativo, único. No sabe bien qué, pero vive embriagado con esa vaga maravilla que pretende ser. Para existir necesita alimentarse de triunfos. Mas como la realidad de su vida no corresponde a esa imagen, y no le sobrevienen auténticos triunfos, duda de sí mismo deplorablemente. Para sostenerse sobre la existencia necesita compensarse, sentir de alguna manera la realidad de esa fuerte personalidad que quisiera ser. Ya que los demás no parecen espontáneamente dispuestos a reconocerlo, tomará el hábito de aventajarse él en forma violenta…Como se ve es el guarangola forma desmesurada y más gruesa de esa propensión a vivir absorto en la idea de sí mismo que padece el hombre argentino.” José Ortega y Gasset, op. cit,“El hombre a la defensiva”, p. 662. 20 Eduardo Mallea, op. cit.,pp.90-91. 21 Op. cit.,p. 91 22 Guillermo Enrique Hudson, op. cit.,pp. 286-287. 23 Eduardo Mallea, op. cit.,pp.203-204. 24 Jorge Luis Borges, “El otro, el mismo”, incluido en: Obra poética,. 2Edición Emecé, Buenos Aires, 1977. 3 4