La Argentina: entre la frustración y la esperanza1

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La Argentina:
entre la frustración y la esperanza 1
CARLOS HOEVEL
Para preparar esta charla, estuve leyendo algunos antecedentes del estado anímico de la Argentina a través del siglo XIX y XX. Como es sabido, no es la primera vez que pasamos por una
situación tan dramática en la que las ilusiones
parecen prácticamente enterradas. Por eso, me
animo a pensar que sigue siendo actual el hacer
una reflexión más allá de la coyuntura que vivimos, no para ignorar nuestra angustia, sino para
que nos sirva de punto de inflexión a nuestra situación actual. Creo que la angustia sirve como
elemento de vuelta hacia uno mismo y de reflexión de fondo. Generalmente, en los momentos
difíciles en la historia de los pueblos, ésta da un
impulso para alcanzar cosas que quizás de otra
forma no se hubieran logrado.
Me parece cada vez más evidente lo que muchos opinan: que el problema argentino va más
allá de lo político o de lo económico. Es una cosa ya muy tratada, pero parecería que estos momentos dramáticos muestran que el problema
es espiritual y casi psicológico. Hoy se habla mucho de la psicología de la Argentina, de lo que
está pasando con la psiquis argentina que está
detrás de los fenómenos económicos y políticos.
En estas lecturas que les voy a comentar se recogen algunos testimonios del drama espiritual y
psicológico en la Argentina del siglo XIX y XX.
el de la meditación de Eduardo Mallea, el famoso
escritor argentino de la primera mitad del siglo
XX. Mallea escribió un libro que tiene una vigencia enorme y transmite muchísima fuerza: Historia de una pasión ar
gentina. Esta obra fue escrita en
los años treinta, por lo tanto tiene prácticamente
70 años. El autor medita sobre la Argentina desde su departamento y dice “estoy en un piso alto
viendo Buenos Aires, viendo el río. Tengo todo el
país extendido delante de mí.” Se podría pensar
que estaba en el Edificio Kavanagh, que en esa
época era quizás el más alto de la ciudad. Desde
esa atalaya urbana Mallea dice cosas como éstas:
“Después de intentar durante años paliar
mi aflicción inútilmente, siento la necesidad
de gritar la angustia a causa de mi tierra, de
nuestra tierra. De esa angustia nace esta reflexión, esta fiebre casi imposible de articular en
la que me consumo sin mejoría”. 2
Esa sensación de angustia sin fondo que siente Mallea por la Argentina, esa “desesperanza, este amor hambriento, impaciente, fastidioso e intolerante, esta cruel vigía”3 como él la llama, es el
punto de partida que le sirve al escritor para comenzar una incursión dentro de sí mismo y, a
través de sí, de la Argentina, que arranca con la
falsa ilusión, sigue con la frustración y continúa a
la búsqueda de una verdadera esperanza.
La angustia de Mallea desde el Kavanagh
La maldición de Hudson
Un momento de la historia del pensamiento
argentino que siempre me impresionó mucho es
Otro punto de partida desde la sensación de
angustia es el que nos muestra un inglés, en
Revista Valores en la Sociedad Industrial
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realidad un inglés criollo, nacido en la Argenganase honradamente un peso.” 4
tina, Guillermo Enrique Hudson, que vivió a
Es increíblemente actual la reflexión que siprincipios del siglo XIX. Su más famoso libro
gue luego:
Allá lejos y hace tiempo
trata sobre la Argentina
“...en este escasamente poblado país, con un
de la época de Rosas, tiempo, como ya sabesuelo generoso y un clima benigno, aparentemos, de grandes enfrentamientos. A pesar de
mente no había lugar para mí, un hombre johaberse considerado siempre un inglés, Hudven, robusto y de buena inteligencia, que sólo
son desarrolla un profundo sentido de apego a
pedía se le dejase trabajar para poder vivir. Pero
la tierra donde vive. Precisamente vivía donde
¿cómo podría hacerles sentir su injusticia? Yo no
se encuentra actualmente la localidad de Hudpodía tomar el alacrán que se me daba cuando
son en Quilmes. Luego parte de Sudamérica a
pedía un huevo y hacer que picase a cada uno
Inglaterra y vive el resto de su vida allí, hasta su
de los individuos que formaban la nación. Estamuerte a los 90 años. Entre otras obras escribe
ba incapacitado para castigarlos, de modo que
también El ombú
, Un naturalista en el Plata,y
lo único que me restaba era maldecirlos.” 5
Días de ocio en la Patagonia,
entre otros.
En efecto, el protagonista de la por momenEn este caso la obra a la que me refiero es La
tos tremenda novela de Hudson sube al cerro
tierra purpúrea (The Purple Land)cuyo ambiguo y
de Montevideo y desde allí descarga su profunsugestivo nombre es en realidad La tierra purpú - da sensación de angustia e impotencia -que parea que Inglaterra per
dióu
- n libro lindísimo, escrito
rece haber sido siempre la lacra del pobre haen inglés, al que Borges, en su lúcida excentricibitante de estas latitudes- en una terrible maldad, calificó como el mejor libro de la literatura
dición que aún hoy no nos es ajena:
gauchesca jamás escrito. Yo disentiría un tanto
“Hacia cualquier lado que me vuelva –dije-,
de Borges -si tal cosa no fuera una necia pedanveo ante mí una de las más hermosas moradas
tería- para decir que en realidad La tierra purpú - que Dios ha hecho para el hombre: grandes llareame parece más que un exponente de literatunuras sonriendo en eterna primavera; añosos
ra gauchesca: creo que es un ejemplo de la literabosques; rápidos y hermosos ríos; cadenas de
tura sobre el tema del desgarramiento espiritual
sierras azules alargándose hacia el borroso horide las naciones del Plata y, últimamente, tamzonte... Y sus habitantes... ¿Qué es lo que han
bién de la Argentina. En efecto, la novela transhecho con ésta su herencia?¿Qué hacen con
curre en el Uruguay pero todo lo que se muestra
ella ahora mismo? Están sentados en sus casas,
y se dice en el libro vale, a mi juicio, exactamente
abatidos, o de pie en los umbrales de sus puerpara la Argentina. En esta obra, Hudson tiene
tas, con los brazos cruzados y rostros de ansieun momento de reflexión culminante. El persodad y expectativa... ¡Jamás se emprendió una
naje principal llega a Montevideo, empieza a recruzada más santa ni se planeó una conquista
correr la ciudad y se da cuenta de que todo es un
tan noble como la que tuvo por objeto el arrancaos absoluto: Hudson vuelca en su personaje la
car estas bonancibles tierras de manos indignas
angustia que seguramente él, educado como anpara incorporarlas para siempre al poderoso
glosajón, habrá sentido siempre frente al desorImperio británico! ¿Qué no sería ahora esta tieden urbano y político de los países sudamericarra clara y sin invierno y esta ciudad que dominos. En un momento, por ejemplo, relata su dena la entrada del río más grande del mundo?”6
sesperada búsqueda de trabajo:
“...comencé a buscar seriamente trabajo...
Pero no encontré nada. En una casa (de coMartínez Estrada y Ortega: entre la ilusión
mercio) se me dijo que la ciudad no se había
y la realidad
recobrado aún de los efectos de la última revolución y que por lo mismo, las operaciones coAhora bien, la pregunta que se nos impone
merciales estaban paralizadas; en otra, que la
de inmediato es ¿por qué?, ¿por qué el argenciudad se hallaba en vísperas de otra revolutino es tan desgraciado?, ¿por qué es un pueción y que, por lo tanto, el comercio estaba pablo que cae permanentemente en la frustraralizado. En todas partes era la misma historia:
ción, en la angustia, en la desesperanza?, ¿por
el estado político del país me impedía que yo
qué las confesiones amargas hechas en el siglo
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XIX por Hudson y en el siglo XX por Mallea,
vuelven a repetirse como un sino trágico nuevamente en nosotros con este comienzo angustiante con que se nos abre el siglo XXI?
Luego de meditar sobre algunos textos de
distintos autores creo haber encontrado una
respuesta común a todos ellos. La primera la
hallé en la original exploración al alma argentina a través del contacto directo con su corpor
eidad
más materialque es practicada en la obra Radio grafía de la pampa
, de Martínez Estrada. Algunos ven en esta obra un texto amargo, frío porque hace una lectura prácticamente material
de la Argentina. Su mirada es verdaderamente
una radiografía, donde el autor describe los hechosde una Argentina desnuda. Pero es en el
hecho brutal de esa misma desnudez que representa la infinita llanura argentina donde
Martínez Estrada ve el mal original de nuestro
país: el desgarramiento casi connatural entre la
Argentina deseada, soñada, a la que nuestro
mismo ser físico invita y la radiografía helada
de la Argentina desnuda, vacía, que esa misma
realidad material muestra también:
“La amplitud del horizonte, que pare c e
siempre el mismo cuando avanzamos, o el desplazamiento de toda la llanura acompañándonos, da la impresión de algo ilusorio en esta
ruda realidad del campo... Es la pampa; es la
tierra en que el hombre está sólo como un ser
abstracto que hubiera de recomenzar la historia de la especie –o de concluirla... El paisaje
del llano, si lo es, toma la forma de nuestros
propios sueños, la forma de una quimera...
Avanzamos y nuestros proyectos para el porvenir –eternos-, proyectos de dominio sin obstáculos pero que no tienen finalidad, cre c e n
desmesuradamente... La pampa es una ilusión;
es la tierra de las aventuras desordenadas en la
fantasía del hombre sin profundidad.” 7
En estas páginas implacables de Martínez Estrada se hace patente el problema argentino
del contraste entre el ser y el querer, entre realidad y deseo. No es para nada fortuito encontrar estas duras palabras en una obra de aquella
época que marca precisamente el final de la
primera gran utopía argentina: la utopía conservadora, liberal, la Argentina de la generación del ´80, la Argentina que parecía poderosa, rica, llena de futuro. Desde el punto de vista
económico, a pesar de que ya se manifestaban
algunos signos de la crisis del ‘30, la Argentina
no mostraba el desastre económico que sufrimos por ejemplo en nuestro aciago principio
de siglo. Sin embargo, y a pesar de la imagen
de una Argentina externamente próspera, autores como Martínez Estrada ya percibían con
claridad que detrás de esa prosperidad había
algo de hueco, algo de falso. Es la primera gran
crisis espiritual de la Argentina, después de la
primera crisis que fue la de su nacimiento.
Otra serie de textos muy importantes para
nuestro tema son los que escribe José Ortega y
Gasset en ocasión de sus visitas a nuestro país
durante la primera mitad del siglo XX. Por un
lado, Ortega trae consigo el deslumbramiento
por la Argentina propio de su época. La elogia
con relación a Brasil, a Chile y a toda América.
Por otro lado, empieza a decir cosas desagradables y duras para el argentino de aquel entonces, pero sobre todo para el porteño. En
este sentido, la obra de Ortega probablemente
esté dirigida más al porteño que al argentino.
Especialmente en los dos ensayos que escribe en 1929, Ortega en cierto modo prefigura la
línea de pensamiento de Martínez Estrada aunque desembocando en una reflexión antropológica y social de dimensión humanística mayor
que la de éste último. El primer texto es La
Pampa… promesa,s en que Ortega, como Martínez Estrada haría más tarde, medita desde lo territorial desde las dimensiones abismales del espacio argentino. ¿Cómo es el espacio argentino, cómo es el terreno en el que se mueve el argentino? La Pampa es una extensión que promete todo pero que no da nunca lo que promete, que genera una expectativa tan enorme que
la realidad nunca la completa:
“…la Pampa vive de su confín. En ella lo próximo es pura área geométrica, es simplemente
tierra, mies, algo abstracto, sin fisonomía singular, igual acá que allá…Esta indiferencia del primer término, del lugar donde estamos y próximo a nuestros pies, empuja sin más la mirada
hasta el último término, porque el ojo busca algo interesante que ver y en la Pampa no hay nada particular, singular que interese…Esos boscajes de la lejanía pueden ser todo: ciudades,
castillos de placer, sotos, islas a la deriva –son
materia blanda seducida por toda posible forma, son metáfora universal. Son la constante y
omnímoda promesa…Acaso lo esencial de la viRevista Valores en la Sociedad Industrial
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da argentina es eso –ser promesa.”8
A partir de esta reflexión sobre la estructura del espacio argentino Ortega comienza su
reflexión sobre lo humano:
“La Pampa promete, promete, pro m e t e…Hace desde el horizonte inagotables ademanes de abundancia y concesión. Todo vive aquí
de lejanías –y desde lejanías. Casi nadie está
donde está, sino por delante de sí mismo, muy
delante en el horizonte de sí mismo y desde
allí gobierna y ejecuta su vida de aquí, la real,
presente y efectiva…” 9
En la misma línea, el segundo ensayo de
Ortega titulado El hombre a la defensiva,
es una
continuación de esta reflexión sobre el modo
de ser argentino en el que reconocemos pasajes que se han hecho célebres:
“El pueblo argentino no se contenta con ser
una nación entre otras: quiere un destino peraltado, exige de sí mismo un futuro soberbio,
no le sabría una historia sin triunfo y está dispuesto a mandar…” 10
Sin embargo, esta misma promesa de grandeza que el argentino se hace a sí mismo, es
también la marca de su mayor debilidad:
“Pero la altanería de los proyectos tiene algunos inconvenientes. Cuanto más elevado sea
el módulo de vida a que nos pongamos, mayor
distancia habrá entre el proyecto –lo que queremos ser- y la situación real- lo que aún somos-…si de puro mirar el proyecto de nosotros mismos olvidamos que aún no lo hemos
cumplido, acabaremos por creernos ya en la
perfección. Y lo peor de esto no es el error
que significa, sino que impide nuestro efectivo
progreso, ya que no hay manera más cierta de
no mejorar que creerse óptimo…”11
A partir de allí, se vuelve lapidario el retrato
del argentino que hace Ortega presentándolo
como un ser narcisista que de tanto mirar permanentemente la imagen ideal que desea y sueña
sobre sí mismo, va perdiendo, paradójicamente,
su verdadera sustancia y capacidades reales:
“El argentino vive atento, no a lo que efectivamente constituye su vida, no a lo que de hecho es su persona, sino a una figura ideal que
de sí mismo posee. Esta imagen no se la ha formado en tal o cual fecha durante su existencia,
sino que, al encontrarse viviendo, se encuentra
ya con una espléndida idea de sí mismo. No es
una idea precisa, compuesta de tales o cuales
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atributos determinados; no es que se crea un
sabio, un Apolo, un gran político, etc. Esto fuera simple vanidad. El no sabe bien lo que cree
ser, no puede precisar las facciones de su propia fisonomía ideal, pero siente que estima mucho a ese impreciso personaje que resulta ser
él…el argentino típico no tiene más vocación
que la de ser ya el que imagina ser. Vive, pues,
entregado, pero no a una realidad, sino a una
imagen…La tragedia de Narciso es que, ocupado exclusivamente en contemplarse, le ahoga
su propia imagen, es decir, que no vive…los casos más cómicos de vanidad que he conocido,
los he encontrado en la Argentina.” 12
Algunas obras más recientes: Sebreli,
Massuh, Denevi y Aguinis
En los años ’80, aparece otra oleada de
obras. En esta época, se reflejan las grandes
decepciones de aquella década. Sobre todo,
después de las Malvinas. La decepción de toda
la era del peronismo, de los revolucionarios de
izquierda, de la era militar, de esa era de los
grandes proyectos de transformación que se
proponían, de un lado o del otro.
En ese contexto aparecen tres obras interesantes cuyo diagnóstico sobre el mal argentino
no es muy diferente del formulado por Martínez Estrada y Ortega. Una es la de Juan José
Sebreli que lleva el elocuente título Los deseos
imaginarios del peronismo
.13 Si bien Sebreli lleva
la marca del análisis frío y materialista de su
formación marxista, hace valer asimismo lo
que su marxismo tiene de realista para hacer
un retrato crudo y sin concesiones del peronismo. Para Sebreli, el peronismo -cuya absurda
quimera era la de prometerlo todo para todoses la patología argentina llevada al máximo. Y
esa patología era precisamente la exacerbación, llevada hasta el frenesí y el enfre n t amiento, de la infinita voracidad argentina por
las fantasías y las utopías prometidas las cuales,
en el fondo, son las que llevaron al país a una
serie trágica de frustraciones inevitables.
Otra obra interesante es La Argentina como senti mient,o14 de Víctor Massuh. Se trata de un ensayo
que recorre todos los males argentinos, todos los
diagnósticos. En su reflexión final Massuh llega a
la conclusión de que el mal argentino es la falta
de asentamiento en un sentimiento de fondo por
el país, en un sentimiento basado en la realidadde
la Argentina y no en una fantasía. De alguna manera, lo que propone Massuh es recuperar un
sentimiento modesto pero real y concreto frente
a las ilusorias ambiciones totalizadoras, los mega
proyectos con pretensión de resolverlo todo en
una formula genial. Massuh es un hombre moderado que busca la solución desde lo pequeño.
Un tercer libro es La república de rTapalan da,15 de Marco Denevi, libro muy atractivo para
leer debido a la prosa del autor, que es tan viva.
La metáfora “Trapalanda” es, en realidad, una
metáfora que viene de Martínez Estrada. Trapalanda es el país del Trapalalalalalalalalala, es el
país del bla bla bla, donde todos hablan y nadie
hace nada. El trapalanda es el que vive en un
mundo de palabras, en un mundo de imágenes
y nunca llega a la realidad. Denevi hace una lectura psicológica muy interesante del espíritu argentino. En el fondo, ensaya una lectura tragicómica de la Argentina desde la psicología evolutiva. Dice “el argentino es esencialmente adolescente”. Su tesis es que padecemos una adolescencia congénita. Otros países, como los europeos, que vivirían una especie de adultez
–también duramente denunciada por Denevi
como falsa madurez-, nos estarían mirando y diciendo “ y a éstos, ¿qué les pasa?”. Denevi contrapone la Trapalanda a la madurez. Concluye
su peculiar ensayo con un llamado a la realidad, a lo concreto, con lo cual, este autor parece mostrarnos que en definitiva entre nosotros
siempre parece repetirse la misma historia.
En los últimos tiempos, hay algunas obras
que vuelven sobre el tema. Es el caso de la última obra de Aguinis, “El atroz encanto de ser argentinos”16. Quizás, no tenga el nivel de los escritores anteriores, pero encara el tema de la contradicción terrible que lleva dentro todo argentino de estar encantado con su condición de tal
a la vez que la siente como una realidad terrible,
atroz. Es una historia por momentos descorazonadora de las vicisitudes de todo narcisista.
Una lectura psicológico-filosófica del
problema argentino
El drama espiritual o psicológico de la Argentina recuerda a lo que presenta Freud en
la dicotomía entre dos grandes principios: el
principio del placer y el principio de realidad.
El principio del placer sería esa especie de tendencia innata de búsqueda de satisfacción, de
plenitud, de realización. Freud, pero no sólo
él, sino la lectura que toda la psicología del siglo XX hace del ser humano, nos dice que de
este principio surgen nuestros sueños que expresan lo que en el fondo queremos desde las
profundidades del inconsciente.
Platón mismo enseña algo no muy diferente. Para él la fuerza que nos mueve es Eros que
representa nuestro hambre de plenitud. Aristóteles sostiene lo mismo: todo lo que hacemos
está tendiendo a nuestra realización. Incluso
detrás de los hechos más pedestres, todo lo
que hacemos, desde que nos levantamos hasta
que nos dormimos, está movido por Eros.
Entre los autores cristianos no hay otro que
haya explicado mejor el papel de Eros en la vida humana que San Agustín: “amor meus, pondus meus” –“el amor es mi peso”- dice el obispo de Hipona que describió también al hombre como un “corazón inquieto” que no descansa “hasta tenerlo todo”. Santo Tomás de
Aquino, de otra manera, pero referido a lo
mismo, dice que estamos movidos por un “apetito natural de felicidad”. Se trata de una fuerza muy poderosa porque busca la plenitud absoluta, no se conforma con un parch.eEn el animal esto está regido por el instinto y está limitado en la satisfacción de lo inmediato. Pero en
el ser humano, como está el espíritu detrás, la
búsqueda es de lo absoluto. De aquí salen todos los deseos de felicidad, incluso todas las
ideas utópicas que tenemos de nosotros mismos, de nuestra comunidad, de nuestro país.
¿Esto significa entonces que los grandes filósofos y psicólogos han asimilado al hombre
a un ser destinado a la utopía inmediata, a la
realización ilimitada de todos sus sueños? De
ningún modo. De hecho, tanto Freud como
toda la filosofía clásica tienen un fuerte contrapunto realista. Para ambos el hombre no se
puede mover exclusivamente por Eros, por esta búsqueda de felicidad y querer toda esa
plenitud instantáneamente de manera absoluta. Hay otro principio con el cual el hombre
tiene que manejarse. Es el principio de reali dad, que me muestra la razón. La razón dice:
“existe toda una potencialidad, unos deseos,
Revista Valores en la Sociedad Industrial
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pero hay una realidad”. Entonces, en la relación entre la potencialidad, los deseos y lo
que la realidad muestra, se va articulando la
personalidad madura.
La psicología evolutiva estudia al niño que en
un principio lo quiere todo. Se siente el centro
del mundo, busca su satisfacción a toda costa.
La función de los padres es la de darle satisfacción porque si no le dan ninguna se produce
un kracen su personalidad. A partir de allí, vienen todos los problemas posteriores. Pero también los padres tienen que poner los límites que
permiten al niño ir teniendo frustraciones e ir
reconociendo que lo que desea tiene que tener
alguna relación con la realidad. Esto, que es tan
básico en la psicología individual, se proyecta
también a la psicología de los pueblos. Es decir,
que los pueblos, como están compuestos de individuos, padecen en definitiva el problema
afectivo interno que estos últimos vuelcan en el
foro social. Entonces, el movimiento psicológico o espiritual de la sociedad refleja en cierto
modo como van resolviendo este problema internamente cada uno de los miembros de la sociedad. Aquí aparece el apasionante tema de la
psicología social o de la espiritualidad social.
En una lectura marxista de la historia o en
una lectura de una economía capitalista muy
exagerada, este problema estaría eliminado.
Los marxistas dicen que lo que determina a la
sociedad es la estructura socioeconómica, o la
estructura material. Entonces, la sociedad se va
a comportar de acuerdo a la lógica que esa estructura le imponga. El espíritu es simplemente
una superestructura que está encima, pero lo
que determina la matriz es lo económico. Desde una visión espiritualista de la sociedad, en
cambio, el núcleo de todo el problema social
está en la psiquis humana, en el espíritu humano. Luego, esto se proyecta sobre la estructura
económica y política y así se forma la lógica de
las cosas desde un punto de vista material. Sólo
después se forma el conocido círculo en que lo
material condiciona lo que sucede internamente en la gente y viceversa. Pero en una filosofía
social que tiene como centro al hombre, como
por ejemplo la cristiana, se parte de este drama
interno de la psiquis.
¿Cómo podría plantearse entonces el dilema argentino desde una filosofía social con
centro en el alma? Se plantearía desde la dico48
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tomía de un alma argentina que tiene un principio de placer, de felicidad exacerbado, no
vinculado al objeto que sería la re a l i d a d .
Cuando fracasa esa búsqueda de placer y felicidad, la frustración es tan grande que se vuelca
a una solución puramente pragmática donde
se abandona la búsqueda anterior. Esta solución que imaginamos tiene que ser de un
pragmatismo brutal que nos haga olvidar totalmente la búsqueda de placer. Este dilema no
sólo se plantea en la Argentina, sino que, según algunos autores, es un problema de la civilización occidental. Por un lado, la sociedad
nos invita a la felicidad, a la satisfacción de todas nuestras necesidades y, por el otro, nos
presenta permanentemente una realidad cada
vez más cruda, más dura, a la cual nos tenemos que adaptar. En economía se analiza mucho el dilema entre trabajo y consumo. La sociedad pide que nos entreguemos a la fiebre
del consumo y, por otro lado, pide cada vez
más una exigencia laboral terrible. Esto se explica en el libro Las contradicciones culturales del
capitalismode Daniel Bell. El problema de la
contradicción entre el deseo y la realidad es
pues, un problema general. Sin embargo, en
la Argentina parecería estar quizás más acentuado por las características de nuestra alma.
La reconciliación entre la realidad y el deseo:
el concepto de ilusiónen Julián Marías
Julián Marías escribió un libro llamado Bre ve tratado de la ilusión
,17 donde intenta ofrecer
un concepto mediador para este dilema terrible entre deseo y realidad, pasión que no encuentra y realidad que choca contra esa pasión. Marías propone el concepto de ilusión.
Explica que cuando se habla de ilusión se asocia este concepto a un sentido negativo. Se
suele entender a la ilusión como al engaño, la
quimera, el sueño vano de un futuro que no
se va a cumplir nunca. El que se ilusiona sería
así un ingenuo, un desquiciado o un fatuo.
Pero Marías explora el concepto hispánicode
ilusión que incluye elementos muy distintos al
concepto de ilusión generalmente entendido.
Marías usa ejemplos de la vida cotidiana. Por
ejemplo, nos dice que la ilusión es algo que tenemos desde chicos. Un chico está durmiendo,
es el día de su cumpleaños y de pronto se despierta porque siente que afuera de su cuarto están haciendo preparativos especiales para él. Alguien le va a traer el regalo de cumpleaños.
Siente un sobresalto hondo en su corazón. Es la
ilusión. No es una pura fantasía: el chico no
duerme, está bien despierto. Su ilusión es, ciertamente, el cumplimiento de un sueño, pero de
un sueño que está perfectamente anclado en la
realidad, en lo que realmente va a pasar. La expresión española -a la vez realista y erótica“me
hace ilusión tal cosa” -en la Argentina diríamos
“me ilusiona tal cosa”- aparece en expresiones
como “se nota que está enamorado porque la
mirada con que mira a la novia es una mirada
ilusionada” o “le hace ilusión esa carrera, le interesa la carrera”, etc.
En este sentido, el concepto hispánico de
ilusión contiene tres elementos fundamentales
que Marías considera como el núcleo de la ilusión, y que pueden ayudar, a mi juicio, a resolver el dilema del alma argentina que venimos
tratando. En primer lugar, el ilusionado sería
la persona que reconoce su verdadero. deseo
El ilusionado no es el voluntarista. En Trapalandalo
que predomina al final no es tanto un deseo
auténtico sino una especie de voluntarismo,
de acción atropellada. Marías dice que el ilusionado no es un atropellado o un apasionado
en el aire como los que denuncia Ortega. El
ilusionado es una persona que ha hecho una
inmersión dentro de sí mismo y reconoce su
verdadero deseo. Este deseo es “más amplio
que la voluntad” y se remite al concepto de
búsqueda de felicidad, pero no la búsqueda de
felicidad en un sentido idealista o fantástico sino como deseo verdaderamente auténtico.
La segunda característica de la ilusión es
que tiene una estructura histórica
. El ilusionado
no vive solamente el momento, una pasión del
momento o un entusiasmo fugaz sino que se
remonta hacia atrás. De allí, la dimensión histórica. Además, vive en una dimensión de futuro. Una sociedad sin futuro, sin proyección
hacia delante, no puede ser una sociedad ilusionada.
El tercer punto es que el ilusionado no es el
iluso sino el que se ilusiona a partir de eralidade.s
El ilusionado es el que es capaz de conectarse
con la realidad. El deseo se despierta por esa
conexión con la realidad. Por eso, Marías dice
que es una vivencia pero una vivencia que nos
liga a personas y objetos reales. En una relación
puramente utilitaria, pragmática, donde sólo se
manejaa personas y objetos pero no se los aprecia, no se los lleva dentro, no hay realmente deseo y mucho menos, ilusión. El ilusionado tiene
una dimensión subjetiva de búsqueda de felicidad pero muy conectada con lo real.
La aplicación al caso argentino
Según el filósofo español, se puede tener
ilusión por la mujer, por la novia, por los hijos,
por un maestro, por un discípulo, por los compañeros de trabajo, por la empresa donde se
trabaja, por el barrio donde se vive, por Dios y
también por la patria. ¿Cuál sería la estructura
de la ilusión por la patria, dado que Marías dice que existe ilusión por todo?
La tierra
Según Marías, la ilusión por la patria tiene
características o elementos particulares. Un primer elemento es el espacio
, que algunos preferirán llamar la tierra. Esto es algo muy llamativo:
para ilusionarse por el país de uno, para sentir
ese deseo, ese gozo, uno tiene que tener alguna
relación con el espacio que ocupa el país. En el
comienzo presentábamos las obras de escritores
que nos ponían ante el abismo abierto por la
angustia y la desesperanza. Sin embargo, tanto
Mallea como Hudson no son atrapados de modo definitivo por el vértigo y la parálisis que genera el espacio vacío de la angustia. Por el contrario, Mallea desciende del Kavanagh y Hudson del cerro de Montevideo para comenzar a
recorer el territorio desde el llano
y empezar a experimentar con sus manos y su cuerpo que el espacio concreto constituido por cosas y personas
es más grande y rico que el espacio abstracto
creado por la angustia en el interior del alma.
Mallea pone una imagen que hace recordar las
películas del neoyorquino que ama a su ciudad,
se asoma a la ventana del rascacielos, contempla la Bahía, los edificios y entabla una relación
mística con el espacio. En este sentido, este escritor tenía una mística con Buenos Aires que
iba más allá de toda su angustia. El enamoramiento con el lugar, con el espacio donde uno
Revista Valores en la Sociedad Industrial
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vive, es una dimensión fundamental de la ilusión patriótica.
También desde el punto de vista de la psicología evolutiva se estudia que en la medida en
que el ser humano no adquiere una relación
sana con las cosas y con el espacio físico que
ocupan, va enredándose sobre sí mismo y no
alcanza la salud psíquica. Freud habló del narcisismo en referencia a aquel que es incapaz
de investir de deseo las cosas y las personas externas a su propio yo. Todo lo externo se lo
opone a sí mismo. Se mira y se enreda en su
propio drama. La imagen del argentino metido para adentro, siendo incapaz de ver el espacio físico que ocupa su país, es muy parecida a
la imagen del enfermo que es incapaz de desear porque no sale para afuera. Quizás éste
sea el drama profundo de Buenos Aires en su
calidad de ciudad encerrada
, desde donde no se
ve el espacio que ocupa. De hecho, ¿salir de
Buenos Aires no permite acaso darse cuenta
de que esta ciudad es minúscula al lado de lo
fabuloso que es el espacio argentino? Mucha
gente que viaja a la Patagonia luego vuelve con
una gran energía, porque el impacto del espacio argentino despierta inmediatamente una
vitalidad que uno pierde cuando está atrapado
en el encierro narcisista porteño.
Martínez Estrada, Sarmiento, Ortega, hablaban del espacio argentino como pro b l e m a .
Sarmiento empieza su obra Facundoprecisamente diciendo que el grave problema de la
Argentina es la extensión. Quizás esto pudiera
haber sido válido para el siglo XIX cuando el
espacio era abrumador y la vida urbana era escasa. Pero hoy el espacio argentino es una de
las fuentes de ilusión que nos quedan. Los
nombres argentinos todavía tienen una potencia ilusionante que conservan poco lugares en
el mundo. Nombres como Senao Romaya son
nombres gastados por la historia, parecen no
tener ningún futuro, resultan opacos. En cambio, los nombres argentinos cordiller,a pampa,
patagonia, río de la Plata
, todavía parecen retener ese poder de evocación de un pasado que
todavía no es muy largo y, sobre todo, de un
futuro abierto a la expectativa.
Piénsese también en el sur, ése gran tema
de siempre en la literatura y en la historia argentinas. Aún se habla de “irse al sur” como
posibilidad, el sur como imagen de un país
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con una proyección hacia algún lado, como
un futuro sin explotar, sin cerrar. Pero el espacio del sur, como otros tantos espacios argentinos, no es mera promesa, desnuda abstracción
como la que describen Ortega y Martínez Estrada. También hay un aspecto bien real del
espacio argentino que es el de su relación con
lo concreto expresado a través de lo económico. La dimensión real de la economía tiene
mucha relación con nuestra capacidad de imaginar el espacio argentino. La exagerada inclinación hacia una economía financiera, abstracta, simbólica, de alguna forma estuvo alimentada en nuestro país por esta falta de ilusión por el espacio y la economía reales. En la
medida en que no hay ilusión por el espacio,
por la tierra real, por las regiones reales, por
las potencialidades materiales existentes, es difícil que se desarrolle una economía real. Quizás, no esté muy lejos de la verdad decir que la
viabilidad turística del sur argentino o las posibilidades económicas del interior del país hayan estado muy trabadas por esta falta de proyección o de ilusión por el territorio concreto
a rgentino, por el espacio físico de nuestro
país. Aún en medio de la globalización, en
otros países se siguió hablando en términos de
espacio, de regione,s del valor que tienen las
posibilidades objetivas, y no sólo en términos
de una economía puramente virtual. En los
años 90, parecería que la economía real se diluyó de la Argentina, dándose esa especie de
reduccionismo, de gran ajuste del espacio argentino. Cabe pensar si la recuperación de lo
económico real no tiene vinculación con el renacimiento de lo espacial, empezando por los
argentinos que comienzan a recorrer su propio país.
La historia
Sobre el final de su libro Marías habla de la
estructura históricade la ilusión. Marías dice que
no hay ilusión sin historia. Esto parece algo
bastante actual. ¿Cómo es posible ilusionarse
con nuestro país si no estamos insertos en su
historia? ¿Realmente la Argentina tiene capacidad histórica para generar ilusión hacia el futuro? Esto puede denominarse “potencia histórica”, que es como una especie de turbina. ¿Tiene la Argentina un pasado lo suficientemente
potente como para propulsarnos hacia adelante? Marías señala que sin una cierta energía del
pasado, que nos venga de los que estuvieron
antes, no podemos ir hacia adelante.
A la Argentina parece sobrarle la potencia
histórica. “Este dinamismo –nos dice Ortegaes el tesoro fabuloso que posee la Argentina.
Yo no conozco –lo repito- ningún otro pueblo
actual donde los resortes radicales y decisivos
sean más poderosos. Contando con parejo espíritu elemental, con esa decisión frenética de
vivir y de vivir en grande, se puede hacer de
una raza lo que se quiera. Por eso…me he estremecido al pasar junto a una posibilidad de
alta historia y óptima humanidad con tantos
quilates como la Argentina”.18
Freud dice que nuestros sueños vienen del
pasado, de nuestra historia personal, de nuestra historia familiar. A veces son sueños tremendos, son pesadillas, pero también hay sueños de reconciliación, de hallazgo de las fuentes auténticas, que son los más pro f u n d o s .
Nietzsche dice también que el hombre que no
se acuerda de los deseos que tenía cuando era
chico ha dejado de ser hombre. El argentino
puede recuperar la ilusión viendo la cantidad
de ilusión depositada sobre la Argentina por
los argentinos que lo precedieron. Por eso quizás estemos reprimiendo la ilusión que nos viene del pasado. Habría que dejarla fluir. San
M a rtín, por ejemplo, re p resenta una carg a
simbólica de ilusión. Mallea dice que San Martín se aventuró hacia los hielos, a una ilusión
de libertad de todo un continente, a una ilusión que le generaba el proyecto americano.
Algunos autores dicen que éste es un combustible por siglos de la ilusión argentina. Y así,
podríamos recorrer todos los caminos de la
historia argentina donde hay un depósito de
ilusión puesto por los conocidos y también por
los desconocidos. Porque hay miles y miles de
protagonistas de la ilusión argentina que quedaron en el camino olvidados por las disputas
políticas, por las peleas ideológicas o simplemente por el olvido del tiempo.
uno no tiene algún interés, algún gusto por el
hombre argentino, difícilmente surge esa posibilidad de un desarrollo real de las personas.
Por eso, se dice que el resurgimiento del alma
de los pueblos tiene que ver con la posibilidad
del encuentro de los hombres. No solamente
la psiquis del pueblo se desarrolla por una relación sana con lo espacial, sino con otro tipo
de relación mucho más importante que es la
relación con el tú, con el otro, con el reconocimiento del otro.
Pero tenemos un trauma que quizás sea la
imagen del trapalandaque nos acecha constantemente. Denevi se pregunta ¿el hombre argentino es un trapalanda? ¿Todos los argentinos somos eso? Martínez Estrada y Ortega hablan del guarango19 que sería lo que hoy llamamos el chanta. El chanta es una persona chata
que no tiene sustancia, es un hombre a la defen
siva como decía Ortega o es un ser que represen
ta la vida y no la vivecomo decía Mallea.
Estos autores se ponen mal con este hombre argentino que tienen delante, con el que
no quieren encontrarse. Eso es lo que nos pasa un poco a todos: no es poco frecuente la
vergüenza que siente el argentino ante la presencia de otros argentinos, especialmente
cuando es sorprendido por la incómodaaparición de un grupo de compatriotas en un lugar
fuera del país. Pero tenemos aquí un gran problema: sin que nos gusten los argentinos va a
ser difícil que nos guste la Argentina. Algún
gusto por los argentinos tendríamos que tener.
Una tarea interesante sería redescubrir nuestro deseo y nuestro gusto por estar con argentinos o al menos ver si es posible que existan
argentinos y argentinas que tengan algo para
ofrecer tal que vuelva a tener sentido formar
con ellos esa sociedad que llamamos Argentina. De otro modo cabría la sospecha de que ya
no son chantas o guarangos los argentinos sino quien, siendo uno de ellos, tiene la petulancia suprema de sentírseles distinto o superior y se atreve por ello a juzgarlos.
En una carta de lectores enviada hace un
tiempo al diario La Nación por Susana Pereyra
El hombre
Iraola se hace referencia a un tema relacionado con lo anterior. Allí se dice que una cosa
Un tercer elemento de la ilusión patriótica
que ocurre cuando uno sale de Buenos Aires
es el tema de los hombres y mujeres que pueblan
es que posible hallar a otro ser humano con el
un país. Si no hay ilusión por los hombres, si
que uno hubiera tenido ganas de encontrarse.
Revista Valores en la Sociedad Industrial
51
El hombre del interior tiene una cualidad: sigue siendo persona. Está ahí presente, tiene
una historia, tiene algo para decirte y no es solamente un rol a representar o un funcionario
dentro de un mecanismo:
“Las dificultades y carencias de la pampa
húmeda son más graves que las de la capital dice Pereyra Iraola. A menudo, las pasiones
pueden ser tan devastadoras y destructivas como en cualquier parte pero existe una silenciosa y tácita valoración de la persona en el
medio en el que vive, de sus necesidades y alegrías. Se vive una mayor vocación por compartir, existe la memoria y se escucha el corazón.
No se trata de imaginar el paraíso sino imaginar una modalidad argentina. A partir de esto,
puede decirse que existe todavía gente así en
el interior de la Argentina. Quizás los porteños debamos mirar hacia nuestros interiores y
hacia los interiores provincianos, donde la comunidad sigue existiendo.”
Sin embargo, no es sólo en el interior donde puede hallarse a ese argentino profundo,
lo contrario del chanta. Un principio de ilusión sería quizás el redescubrimiento de este
hombre que Mallea encuentra en el hinterland
argentino-lo que los norteamericanos llaman
heartland, que significa corazón de la tierraque no tiene que ver con ser habitante del
campo o de la ciudad sino que refiere a los argentinos profundos, quizás invisibles, pero que
aún pueden encontrarse en nuestro país:
“Lo que llamo el argentino invisible no es,
de manera simplista, el hombre del campo en
contraposición al hombre de la ciudad... Lo
importante no es dónde estos hombres están,
sino cómo son... Cuando este hombre invisible
fue para mí visible, cuando me acerqué en la
ciudad capital y en las ciudades del interior a
su continente grave sin solemnidad; silencioso
sin resentimiento; alegre sin énfasis; activo sin
angurria, hospitalario sin cálculo de trueque,
naturalmente pródigo; amigo de los astros, las
plantas, el sol, la lluvia y la intemperie; pronto
a la amistad, difícil a la discordia; humanamente solidario hasta el más inesperado y repentino sacrificio; lleno de exactas experiencias y zumos de sabiduría, simple sin alarde de
letras; justo de fondo, más amigo del bien directo.” 20
Esa reserva de humanidadno se limita a los
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Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003
valores de la amistad o de la familia sino que
se traduce en las virtudes de los hombres invi siblesque se destacan en la Argentina en el
mundo del trabajo, en las artes, en la industria, en lo empresarial, en lo literario, en el
movimiento de la cultura:
“Vi a esos hombres, hablé con esos hombres, ausculté conmovido esas conciencias que
no habían disertado su relación de mutua fertilidad con la tierra y los otros hombres... En
ellos residía sobreviviendo una causa espiritual
eminentemente argentina, un sentido de existencia. Privativo de ellos, propio y auténtico. Y
a ese sentido le llamé: ‘una exaltación severa
de la vida’. Propia del argentino profundo, del
verdadero, del que es raíz humana y no follaje,
garrulería y representación.” 21
Un último tema es la reflexión sobre el pueblo, en el sentido de las clases más pobres argentinas. Hudson, cuando re c o rre la tierr a
purpúrea, se encuentra con ese pueblo que es
el mismo de ahora. Ese pueblo que es capaz
de expresar sus emociones, capaz de establecer relaciones comunitarias en el medio de la
pobreza, como lo vemos en las villas miserias, y
al mismo tiempo con una capacidad de trabajo y con una fuerza religiosa muy fuerte. Esa
potencialidad humana en la Argentina quizás
sea también una base para que el país se reconcilie consigo mismo. Después de maldecir
al país, el protagonista de la novela de Hudson
recorre toda la tierra, reconoce su gente y los
v a l o res que hay en ella. La novela term i n a
cuando el protagonista sube nuevamente al cerro de Montevideo. Ve de nuevo el paisaje y dice que se equivocó. ¡Qué distinto hubiera sido
este país si lo hubieran colonizado los británicos! Hubiera sido muy aburrido, muy triste. Es
un lugar lleno de criminales, de una política
desenfrenada donde nada se logra, pero todavía hay algo no mancillado. Existe algo de humanidad en este país que hace que todavía sea
digno de ser vivido. Es maravilloso el final de
“La tierra purpúrea”:
“...una vez, desde esta misma altura, había
pronunciado muchas palabras vanas y tonterías
sobre este pueblo cuyo carácter e historia ignoraba... Permítaseme despojarme de estos viejos
anteojos ingleses, con armazón de roble y lentes de cuerno y enterrarlos para siempre... No
creo que si este país hubiera sido conquistado y
vuelto a colonizar por los ingleses, y todas las
cosas a nuestro juicio torcidas hubieran podido
enderezarse, mis relaciones con las gentes del
lugar habrían tenido el agreste y delicioso sabor que he gozado en ellas. Y si este sabor distintivo no puede ser logrado al par que la prosperidad material resultante de la energía anglosajona, quiero expresar mi deseo de que jamás esta tierra conozca esa prosperidad... No
se vive tan sólo de pan, y la ocupación británica
no da todo lo que el corazón anhela... el grupo
de ambiciosos gobernantes luchando por derribar al contrario del poder, no alcanza para
hacer desdichado a este pueblo...” 22
ras, y la ciencia de la desilusión que nos las
f rustra periódicamente. Ahora bien, si uno
piensa en los países prósperos, se da cuenta
que tienden a aliviar esa tensión entre la ilusión política y el realismo económico, acercando la una al otro. Si uno se pone a pensar por
ejemplo en el american dr
e a m, se encuentra
con que es un gran proyecto ilusionado pero
también dotado de realismo económico. El argentino, por el contrario, ve a la economía peleada con la ilusión. Sin embargo, quizás nuestra solución económica se dé cuando se inserte en la dinámica de una verdadera y realista
ilusión patriótica en el sentido en que usa esta
expresión Julián Marías y que hemos intentado desarrollar en este encuentro.
Nuestro mayor peligro
Quizás el peligro mayor de la Argentina,
causa hasta ahora de todos su fracasos y frustraciones, haya sido su ilusión arrebatada por
la propia imagen falseada de sí misma, su desmesurado entusiasmo por sus colosales potencialidades. Esto la llevó a constituirse en cierto
modo en un desordenado campo de prácticas
de experimentos sociales de todo tipo: experimentos de la ilustración iluminista (Moreno,
Rivadavia), de la restauración (Rosas), del positivismo liberal-conservador (generación del
ochenta y del treinta), del igualitarismo (radicalismo), del populismo (peronismo), del
marxismo revolucionario, del militarismo autoritario, del neoliberalismo y de muchos
otros proyectos político-sociales imaginables.
Aquí todo parecía posible, no había aparentemente ningún límite para las ilusiones.
Las falsas ilusiones están dominadas por lo
que el psicólogo Jung llama el demonio
. El demonio es esa parte de nosotros que se desboca
y se absolutiza. Uno de los grandes demonios
argentinos quizás haya sido el de la política,
que ha invadido la auténtica ilusión argentina.
Hoy, por un lado, el demonio de la política sigue desbocado. Frente a ella, lo espera en el
fondo del pasillo de cada ciclo histórico, con
los brazos cruzados, la economía - a la que
Thomas Carlyle llamó ciencia lúgubreque se ha
convertido para los argentinos en la gran matadora de nuestras ilusiones arrebatadas. Parecería que nuestra dicotomía está entre el demonio de la política, que nos lanza a las locu-
El renacimiento de la Argentina profunda
La flecha de la ilusión sólo da en el blanco
si nace de lo real y va hacia lo real. Pero lo real
sólo se encuentra en la profundidad, en el
fondo de nosotros mismos. En un final dramático y al mismo tiempo de serena alegría, Mallea redescubre en la profundidad del destierro que viven tantos argentinos solitarios, la
v e rdadera posibilidad de renacimiento del
país:
“Estaba solo. Ni un ruido, ni una voz en lo alto de aquel piso, en el departamento solitario...
Desterrado... Pero no enclaustrado, sino desterrado, voluntariamente desterrado... Toda mística se origina en la soledad del corazón, y esa
soledad, lejos de aislarnos fundamentalmente,
nos comunica más profundamente con todos...
Pueblo profundo de la Argentina... Trabajas en
el fondo de tu destierro creador. Yo también estoy ya en igual destierro. Los dos estamos hondos, estamos alejados...”23
Borges tiene un poema fabuloso sobre esto
mismo. El renacimiento de la ilusión en la
profundidad de lo que parece una muerte, pero en realidad es el comienzo de una nueva vida, la verdaderamente auténtica. Se trata del
Poema conjetural
. El protagonista del poema es
Francisco Narciso de Laprida, que representa
el clásico personaje de la revolución de Mayo,
de la independencia, que se sentía europeo,
que sentía que la Argentina tenía que ser como Europa. Y no le fue bien. Borges conjetura
Revista Valores en la Sociedad Industrial
53
lo que le pasa a Laprida en el minuto previo a
ser asesinado por los montoneros de Aldao.
Laprida viene en un carruaje. A su encuentro
vienen también los gauchos por el medio de la
Pampa. Lo van a masacrar. Lo van a acuchillar.
Toda su ilusión argentina, identificada hasta
ese momento por él con la utopía de la Argentina europea, se desmorona en un instante de
ferocidad y caída indecibles. No obstante, esa
misma muerte que se viene, deja brillar, en el
minuto previo de soledad que la precede, una
ilusión más honda y verdadera por el país que
la que Laprida había vivido en toda su vida. Dice el poeta:
Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento.
se dispersan el día y la batalla,
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros...
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia,
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
...
Yo que anhelé ser otro,
ser un hombre de sentencias, de libros, de
dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas,
pero me endiosa el pecho inexplicable,
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano...24
1
Este artículo está basado en la conferencia dictada
por el Lic. Carlos Hoevel en el Desayuno de formación
del 30/10/01 de la Asociación Cristiana de Empresarios
(ACDE) con el título original “La ilusión de ser argentino”.
2
Eduardo Mallea, Historia de una pasión argentina,
Sudamericana, Buenos Aires, 1981, p.15.
54
Año XXI • Nº 57 • Agosto 2003
Eduardo Mallea, Ibíd.
Guillermo Enrique Hudson, La tierra purpúrea,Elefante Blanco, Buenos Aires, 1999, pp. 14/15.
5
Op. cit.,p. 16.
6
Op. cit.,pp. 17/18.
7
Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa,
Losada, Buenos Aires, 1985, p. 12.
8
José Ortega y Gasset, Obras Completas, 2,
“El Espectador VII”, “Intimidades”, “La Pampa…promesas”, p. 638.
9
Op. cit.,p. 638.
10
Op. cit.“El hombre a la defensiva”, p. 644.
11
Op. cit.,p. 645.
12
Op. cit.,p. 657-660.
13
Juan José Sebreli, Los deseos imaginarios del Peronis
mo, Editorial Legasa, Buenos Aires, 1983.
14
Víctor Massuh, La Argentina como sentimiento
. Ed.
Sudamericana, Buenos Aires, 1982
15
Marco Denevi, La república de Trapalanda
, Corregidor, Buenos Aires, 1989.
16
Marcos Aguinis, El atroz encanto de ser argentinos
,
Editorial Planeta, Buenos Aires, 2001.
17
Julián Marías, Breve tratado de la ilusión
, Alianza,
Madrid, 1990.
18
José Ortega y Gasset, op. cit., “El hombre a la defensiva”, p.663.
19
“El guarango o la guaranga–nos dice Ortega- siente
un enorme apetito de ser algo admirable, superlativo,
único. No sabe bien qué, pero vive embriagado con esa
vaga maravilla que pretende ser. Para existir necesita alimentarse de triunfos. Mas como la realidad de su vida
no corresponde a esa imagen, y no le sobrevienen auténticos triunfos, duda de sí mismo deplorablemente.
Para sostenerse sobre la existencia necesita compensarse, sentir de alguna manera la realidad de esa fuerte
personalidad que quisiera ser. Ya que los demás no parecen espontáneamente dispuestos a reconocerlo, tomará el hábito de aventajarse él en forma violenta…Como se ve es el guarangola forma desmesurada y más
gruesa de esa propensión a vivir absorto en la idea de sí
mismo que padece el hombre argentino.” José Ortega y
Gasset, op. cit,“El hombre a la defensiva”, p. 662.
20
Eduardo Mallea, op. cit.,pp.90-91.
21
Op. cit.,p. 91
22
Guillermo Enrique Hudson, op. cit.,pp. 286-287.
23
Eduardo Mallea, op. cit.,pp.203-204.
24
Jorge Luis Borges, “El otro, el mismo”, incluido en:
Obra poética,. 2Edición Emecé, Buenos Aires, 1977.
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4
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