Minería: ¿el commodity del siglo XXI? Implicancias ambientales y

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Minería: ¿el commodity del siglo XXI? Implicancias ambientales y sociales.
David L. Iud
Agradezco la invitación a la Casa de las Madres, al CEMoP, al Compañero Jorge
Etcharrán, coordinador de esta mesa, para exponer aquí algunas ideas sobre el conflicto
que genera la actividad minera en su nueva faceta que conocemos como “Minería a
Cielo Abierto”, por sus implicancias económicas, ambientales y sociales.
Agradezco también a los expositores que me precedieron, el Dr. Patricio Narodowsky y
el Lic. Nicolás Gutman: sus dichos –a los que adhiero- me facilitan la tarea, hacen
innecesario poner en contexto el tema en debate, porque ya lo han hecho,
magníficamente, ellos.
“Commodities” son bienes transables a granel con escaso o nulo valor agregado. Café,
petróleo, trigo, azúcar, METALES PRECIOSOS, ORO, soja
Cada uno de estos nombres está asociado a situaciones en las que capitales concentrados
han producido a lo largo de la historia situaciones de inequidad, esclavitud y
sojuzgamiento de aquellos pueblos en cuyos espacios territoriales se desarrollaron las
actividades extractivas del recurso….
Café: Brasil durante toda su historia colonial e imperial, signada por el esclavismo;
petróleo, la lista es enorme: países árabes, Venezuela, México, Nigeria…. Trigo:
nosotros mismos, el trigo es un nombre asociado al sufrimiento de pueblos originarios a
los que se les arrebató la tierra, genocidio por medio, para generar el espacio territorial
que hiciera posible la explotación y campesinos muchas veces inmigrantes, esclavizados
mediante las particulares relaciones de producción gestadas para operativizar la
producción
METALES PRECIOSOS y ORO: no es un commodity que haya surgido en los últimos
años…. La Bolsa de Metales de Londres, que es la que constituye a estas materias
primas como commodities, fue creada en 1571…
Todos tenemos instalada una figura que representa la actividad minera, una imagen que
viene inmediatamente a nuestra mente cuando pensamos en la minería: la galería
subterránea. El minero en el socavón. El descenso por túneles hasta encontrar la veta
donde está el mineral.
Es el impacto de nuevas tecnologías lo que transforma la actividad. En la minería de la
última década del siglo XX para adelante no hay más ni galería, ni túnel para acceder a
la veta donde está el mineral: las nuevas tecnologías permiten destruir localmente la
misma faz de la tierra allí donde ocurre la mineralización. Llevarse cerros enteros y
separar de esas mega-toneladas de roca, piedra, arena y barro, el mineral que se desee,
los metales que se encuentren, el oro. ES LA MINERIA A CIELO ABIERTO.
Lo que cambió es la cantidad de suelo y roca que ahora, es técnica y económicamente
factible mover y procesar obteniendo igualmente un resultado económico: obteniendo
metales que pueden venderse a un precio que igual de rentabilidad.
Se plantea así un problema con fuertes implicancias sociales que antes era imposible
que existiera. Esos problemas sociales tienen también una faceta, son mirados a través
de un prisma que tampoco antes existía: la cuestión ambiental.
No estoy diciendo que la preocupación por lo ambiental sea nueva, aparecida en la
humanidad a partir de las movilizaciones de los setenta, Woodstock, la Conferencia de
Estocolmo, la Cumbre de Rio. Decir eso sería ignorar la historia, la preocupación por lo
ambiental es tan vieja como la humanidad misma. Hasta en la biblia, en el Corán y en la
Tora la podemos encontrar. Lo que estoy diciendo es que EL PRISMA A TRAVES
DEL CUAL SE LA MIRA ES NUEVO…
La realidad con la que hoy nos encontramos es la de corporaciones muy poderosas, que
disponen del capital como para acometer comercialmente la tarea de modificar la faz de
la tierra para extraer minerales.
Un escenario en el que esa modificación de la faz de la tierra produce alteraciones que
provocan un serio daño de todo tipo: cultural, social y económico a las comunidades
asentadas no solo en las aéreas de operación de estas empresas, sino también a muchos
kilómetros de distancia: los efectos son fuertemente expansivos, llevados por los
propios agentes naturales, el agua y la atmosfera…
Todo esto bajo el paraguas de una estructura normativa, un plexo jurídico que legitima,
torna lícitas, estas actividades. Es decir: un plexo normativo que en lugar de dar a la
víctima instrumentos de defensa, otorga al victimario la garantía de impunidad
legitimando su obrar.
Digamos que hasta se podría transliterar en el tiempo el viejo concepto de Carlos Marx
cuando decía que la estructura jurídico normativa de un país constituía el plexo que
legitimaba la apropiación por parte de los capitalistas del trabajo social y la riqueza
generada por los trabajadores… aquí sería que el plexo jurídico normativo ambiental de
un país, aplicado a la minería, permite a las corporaciones apropiarse de la naturaleza
que es patrimonio común de la humanidad…
Veamos un poco:
La piedra angular de la estructura jurídico normativa ambiental de la República
Argentina es el CONCEPTO DE DESARROLLO SUSTENTABLE. Está en el Art. 41
de la Constitución.
Sin embargo, seguimos teniendo el Código de Minería de 1887, legislado de acuerdo al
concepto de Propiedad Minera que viene de la Colonia: es de 1887, pero las categorías
jurídicas que lo estructuran son más antiguas aún, son medievales. Mantienen el
concepto “Regalista”
Si bien la estructuración del plexo jurídico normativo argentino en materia ambiental
tiene como hito la Convención Constituyente de 1994, muchos de sus elementos son
anteriores. Su fuente es la normativa impuesto en América por la conquista española,
cuya fuerza motriz, Uds. saben, fue la necesidad de metales preciosos para financiar con
medios de pago la expansión del mercantilismo en auge en Europa. El lento proceso de
salida de la economía medieval, su transformación primero en una economía
mercantilista necesitada de metálico para proveer medios de pago es lo que crea el
escenario en el que se plantea la conquista de América por parte de los europeos. Es el
agotamiento de las reservas de oro y plata existentes en el viejo mundo lo que incita a ir
por ellas al nuevo a América.
En la colonización española, la avidez por el metal juega un papel fundamental. Genera
una normativa específica –a la sombra de la cual se produjo el genocidio de pueblos
originarios esclavizados en las labores mineras -. Es esa normativa la que crea el
sistema de propiedad minera conocido como “regalista”. En la raíz etimológica de esa
palabra, de la que deriva la “regalía” esta el concepto del Rey. América era propiedad
personal de aquella cabeza en la cual reposara la corona. Por ello, era la corona quien,
siendo suyas las minas que estaban en América, las concedía en una propiedad especial
a cambio de su parte, lo que correspondía al Rey, la regalía. Y, en esa concesión,
gravitaba el concepto de interés de estado que había en la explotación de las minas y la
producción de metálico.
Ese concepto continuó vigente después del proceso de la independencia, conservando la
propiedad en cabeza del soberano, con el único cambio de que el soberano no era más el
Rey, sino el sujeto en cabeza del cual fue trasladada la soberanía. Cuando ese sujeto
soberano se organizó, se constituyó, se cristalizó con la organización constitucional a
mérito de la cual tuvieron origen los Códigos que estructuran el plexo jurídico
normativo Argentino, surgió el Código Minero, como se dijo, en 1887, que conservó el
concepto regalista, ahora en cabeza del Estado, y conservó también el concepto de
interés superior del Estado en la explotación, que ahora cristalizó en el concepto de
“utilidad pública” que tiene la explotación minera. Por eso decimos que la concepción
jurídica colonial de la minería fue trasplantada casi exactamente a nuestro Código
Minero.
Claro que, adviértase, cambian dramáticamente las cosas cuando en nuestra
Constitución se reconoce el derecho al ambiente de manera expresa. Ese reconocimiento
viene impregnado de la convicción de un nuevo tipo de derecho de propiedad: el de la
humanidad respecto de los bienes naturales indivisibles, el concepto de los derechos
difusos. Así, la naturaleza, es patrimonio común de la humanidad y todos y cada una de
las personas tenemos en común el derecho a su uso, goce y disfrute, pero además la
obligación de su preservación: la humanidad tiene una personalidad a-temporal, está
destinada a preservarse. La preservación es inherente a la cadena de la vida, y los que
vendrán tienen los mismos derechos que nosotros. Es por eso que no nos es dado el
derecho de destruir la naturaleza, si lo hiciéramos, estaríamos privando a la humanidad,
como sujeto, de algo que le pertenece: la naturaleza. Todo esto, desde nuestra propia
cosmovisión.
Si tenemos en cuenta la cosmovisión de los pueblos originarios, que también está
reconocida por nuestra Constitución, el problema es más complejo aún: para los pueblos
originarios la humanidad misma es parte de un ente mayor que es la propia naturaleza.
Desde esta cosmovisión, la destrucción de la naturaleza no tiene la naturaleza de
negación de derecho a las generaciones venideras, sino una connotación aun más grave:
es un crimen contra el ente del que formamos parte todos.
Se percibe entonces que es insostenible la permanencia del concepto regalista de la
propiedad minera, consagrado por el Código de 1887, con la estructura normativa
ambiental que adquiere jerarquía constitucional al reconocerse el derecho al ambiente y
los derechos de los pueblos originarios, en la reforma de 1994.
Sin embargo, a contrapelo del ingreso a la constitución de los derechos de tercera
generación, los derechos difusos, los derechos de los pueblos originarios,
contemporáneamente, en la década del ´90, la escalada neoliberal produjo
modificaciones al Código de Minería que, manteniendo su conceptualización de la
propiedad minera de raigambre cuasi-medieval, la hizo convivir con un ordenamiento
salvajemente liberal so pretexto de la promoción de la actividad. A ello se han referido
con toda precisión los oradores que me precedieron cuando hablaron de la nefasta Ley
de Inversiones Mineras, la que lleva el número 24916, sancionada el 19 de mayo de
1993
Yo quiero referirme particularmente a otra Ley del mismo periodo, especialmente
nefasta para el ambiente, los derechos de los pueblos originarios y los derechos
ambientales de todos los argentinos: la Ley 24585, de 1992, que MODIFICA EL
CODIGO MINERO e incorpora los artículos 246 a 268 que establecen el Procedimiento
de Evaluación de Impacto Ambiental para la actividad minera.
Si uno lee el Art. 246 del código “La protección del ambiente…” y luego se instala en
Veladero, o en Andalgalá, o en Cerro Vanguardia advierte QUE LA DESCONEXION
CON LA REALIDAD DE ESTE TEXTO ES PALMARIA, EVIDENTE Y HASTA
PORNOGRÁFICA. Pornográfica, porque solo sirve para lograr la excitación artificial
de las “buenas conciencias” para que se queden tranquilos y puedan proclamar que en la
Argentina se protege el ambiente frente a la actividad minera. Pero, como nos sucede
con la pornografía, ESO ES TODO MENTIRA.
Todavía, la Ley 24585, este capítulo del Código Minero, me refiero a la Sección II del
TITULO XIII del Código, tiene un efecto aún más perverso: CONSTITUYE A LA
SECRETARIA DE MINERIA DE LA NACION, y a las SECRETARIAS DE
MIONERIA DE TODAS LAS PROVINCIAS como autoridades de aplicación que
tienen a su cargo evaluar los EIA de los emprendimientos mineros.
¿Cuáles SON LOS SECTORES MÁS VULNERABLES FRENTE A ESTE
PROBLEMA? Sin duda lo son los campesinos, los vecinos de las áreas concesionadas
para su explotación, que muchas veces son territorios ancestrales de pueblos originarios.
Pero, a tenor del fluir de las aguas, del ciclo natural de recarga de los acuíferos, el daño
ambiental provocado por la actividad tiene un efecto expansivo que alcanza lugares
distantes centenares de kilómetros del propio área de explotación.
Un caso particularmente dramático es el de los acuíferos subterráneos, en cuya recarga
tienen un rol particularmente importante los ecosistemas glaciarios.
Quiero recordar que el 96% del agua dulce, apta para su potabilización, consumo
humano y utilización como medio de producción de alimentos, el riego, se encentra en
los acuíferos subterráneos. Solo el 4% integra las fuentes de agua superficiales que –
digámoslo- se encuentran seriamente amenazadas por otras fuentes de contaminación
inherentes al desarrollo de nuestra compleja sociedad pos-industrial. La contaminación
de los acuíferos, en un escenario en el cual el acceso a las fuentes superficiales ya casi
no está vedado por la creciente contaminación de las mismas, nos privaría de la última
fuente de agua dulce que nos queda…
Es verdad que hay sectores más vulnerables, los que he señalado. Pero no es menos
cierto que frente a la magnitud de la amenaza SOMOS VULNERABLES TODOS.
¿Cómo protegernos? ¿Qué estrategias desarrollar?: Yo quiero sumar a las estrategias
que con gran acierto han señalado desde lo económico, desde la función productiva
como lo señalaba el Dr. Narodowsky, complementado desde la conveniencia que surge
desde el simple sentido común como muy claramente lo señalaba el Lic. Gutman, la
necesidad de la sustitución de este instrumento jurídico que es herencia del sistema
medieval y que increíblemente aun tenemos vigente, POR UN CODIGO DE MINERIA
MODERNO, QUE RESUELVA EL NUEVO CONFLICTO QUE SE HA
PLANTEADO, QUE YA NO ES ENTRE PRIVADOS QUE COMPITEN POR LA
PROPIEDAD MINERA, SINO QUE ES EN CUANTO AL DERECHO AL USO Y
GOCE DE LA NATURALEZA QUE ES PATRIMONIO COMUN DE LA
HUMANIDAD, Y SU APROPIACION SECTORIAL PARA EL DESPLIEGUE DE
UNA ACTIVIDAD PRODUCTIVA EN PARTICULAR, CUYO PRODUCIDO
ADMAS ES APROPIADO POR SECTORRES DE CAPITAL FUERTEMENTE
CONCENTRADO.
UNA ESTRUCTURA NORMATIVA QUE CUMPLA CON LA PREMISA DE
CONTROL CRUZADO, NO MAS EIA APROBADO POR EL MISMO ORGANO
DEL ESTADIO QUE TIENE COMO OBJETO LA PROMOCION MINERA.
¿ES VERDAD QUE LA UNICA HERRAMIENTA QUE TIENEN ALGUNAS
PROVINCIAS PARA GESTAR SU DESARROLLO ES LA MINERIA? Aquí quiero,
de alguna manera “subirles la apuesta” a los que me precedieron en el uso de la palabra.
Concuerdo en ellos con todo, pero me anima a ir un paso más allá. Por supuesto, los
defensores del modelo basado en la minería, se empeñan en demostrar que implementan
su desarrollo de modo sostenible como se los requiere el plexo jurídico normativo
vigente. ES QUE EL PROBLEMA ES QUE HA DEVENIDO INSOSTENIBLE EL
CONCEPTO MISMO DE DESARROLLO.
Es que el concepto de “DESARROLLO SUSTENTABLE” que está en nuestra
Constitución es un OXIMORON. O, en términos dialécticos, digamos que, la
contradicción que les inherente y que anida a su interior, ha aflorado con los últimos
desarrollos tecnológicos y TORNA INSOSTENIBLE EL CONCEPTO DE
DESARROLLO SOSTENIBLE.
“Desarrollo” es el concepto moderno que ha sustituido en nuestra constitución la
llamada “Clausula del Progreso” en boga en el Siglo XIX.
Entonces, la obsesión de los políticos liberales era llegar a ser como Europa. Hoy, llegar
a ser como ESTADOS UNIDOS, EUROPA, y JAPON.
Pero, ¿aguanta el planeta que todos seamos como ellos? ¿Cuál es la cantidad de energía
que necesitaríamos para ello? Los cálculos son escalofriantes: si aplicamos por ejemplo
a África el esquema energético de Estados Unidos
• Los estados Unidos consumen 94,52 “tera-BTU” al año, y tienen casi 400
millones de habitantes
• África, consume solo 11,8 “Tera-Btu” al año, (9 veces menos) pero tiene 910
millones de habitantes (mas del doble de USA)
• El consumo per cápita de energía en los Estados Unidos, procesando datos
tomados de la Energy Information Administration, organismo oficial del
gobierno de los Estados Unidos es de 305129 BTU promedio anual
• El consumo per cápita de energía en África es de solo 12.967 BTU promedio
anual
• La diferencia es de 23 VECES
• Si se quisiera llevar el “DESARROLLO” de África a los niveles de USA, habría
que aumentar la producción y consumo de energía 23 veces, y multiplicando ello
por 910 millones de habitantes
Como concepto, no es algo que se me haya ocurrido a mí: hablando de la ABSOLUTIA
IMPOSIBILIDAD DE EXTENDER EL MODELO DE BUSH SOBRE REDUCCION
DE CONSUMO DE PETROLEO BASADO EN EXPANSION DE LOS BIO
COMBUSTIBLES, LO ENUNCIO FIDEL CASTRO CON MERIDIANA CLARIDAD
al hablar de la imposibilidad fáctica de la extensión de los hábitos de consumo de la
sociedad norteamericana a todo el mundo.
Quiero, para terminar, decir algunas palabras obre el meneado concepto de la
“propiedad” provincial de los Recursos Naturales, algo repetidamente agitado desde las
elites gobernantes de las Provincias Mineras, en su intento de reservarse de manera
exclusiva toda decisión sobre el tema.
En primer lugar, la Constitución habla del “dominio originario” que tienen las
provincias sobre sus recursos naturales. “Dominio” no es lo mismo que propiedad. La
propiedad, algo definido por la constitución en su Art. 17, es uno de los tipos de
dominio. Pero los entes de derecho público, como la Nación y las Provincias, si bien
tienen “dominio” sobre los espacios territoriales que integran su jurisdicción, NO SON
PROPIETARIOS DE ELLOS: ese dominio es un “dominio eminente”, un tipo de
dominio diferente del de la propiedad privada, inherente a los sujetos de derecho
privado. El espacio territorial de la Nación, y el de las Provincias también, esta
primariamente integrado por los bienes que son DEL DOMINIO PUBLICO DEL
ESTADO, bienes que SON DEL PUEBLO y respecto de los cuales, EL ESTADO
TIENE LA OBLIGACION DE ASEGURAR PARA EL PUEBLO SU USO Y GOCE.
La tergiversación hecha a tambor batiente de este concepto, presentado las cosas como
si los recursos naturales fuesen de “propiedad” de las Provincias, conduce a la
NEGACION DEL INSTITUTO CREADO POR LA CONSTITUCION, porque
conduce al otorgamiento en propiedad de esos recursos a grandes corporaciones que de
tal manera sustraen al pueblo la riqueza de la cual solo el pueblo es propietario.
Pero además, por vía de las operaciones destructivas que son inherentes a la explotación
le sustraen algo más importante, que es parte del DERECHO NATURAL DEL
PUEBLO: el derecho al uso, goce, disfrute y preservación de la naturaleza (y aclaro,
cuando digo “DERECHO NATURAL” me refiero no al concepto que imbrica lo
natural con lo divino partiendo de la teología en la cual todo lo natural fue creado por la
divinidad, SINO A UN DEREHCO NATURAL CONSTRUIDO EN OTRA
CONCEPCION: EL DE AQUEL DERECHO QUE ES INHERENTE A LA
CONJCEPCION ARISTOTELICA DE JUSTICIA, LA DE LA DISTRIBUCION
EQUITATIVA DE LOS BIENES COMUNES, A MERITO DEL CUAL, ES
NATURAL PORQUE NO REQUIERE DEMOSTRACION).
Pero aun así no está todo dicho. Porque ni siquiera en esta clave que acabo de explicar
puedo coincidir con el “dominio originario de los Recursos Naturales” en cabeza de las
Provincias.
No, no coincido. Yo REIVINDICO LA CONSTITUCION DE 1949. LOS RECURSOS
NATURALES, SON DE LA NACION, PERRTENECEN A TODO EL PUEBLO DE
LA NACION DE MANERA INDIVISIBLE.
Muchas gracias.
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