ASPECTOS CONCEPTUALES E HISTÓRICOS DE LA DEPRESIÓN

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CAPÍTULO I
ASPECTOS CONCEPTUALES
E HISTÓRICOS DE LA DEPRESIÓN
A. Chinchilla Moreno, R. Arroyo Guillamón y R. González Lucas
I. ASPECTOS CONCEPTUALES
Entendemos por enfermedades o trastornos afectivos aquellos que tienen por base una alteración patológica del humor, y cuyo espectro va desde los cuadros
típicos (psicosis afectivas endógenas) a aquellos otros
más inespecíficos, secundarios o variantes del modo de
ser psíquico. Para considerar al humor como patológico,
la intensidad de su cambio es tal que invade la capacidad
funcional del ser, es persistente autónomamente y además es diferente a la tristeza o alegría normales, acompañándose por lo general de otros signos o síntomas más
o menos típicos de la enfermedad o trastorno afectivo.
Hablaríamos de cuadros mayores (psicosis afectivas uni y
bipolares de carácter endógeno, curso por lo general fásico) y cuadros menores (distimias, neurosis depresivas,
cuadros enmascarados o equivalente, etc.). Tienen puntos de afinidad-unidad psicopatológica y, sin embargo,
multicausalidad etiopatogénica, poco definida aún, lo
que hace que el espectro de los trastornos afectivos sea
un gran mosaico .
La plasticidad, o mejor patoplastia, es variada (espectro afectivo), dependiendo de su ponderación de la tipicidad, atipicidad o equivalencias (máscaras), así como
de la postura doctrinal del psiquiatra en cuestión, que va-
lorará o interpretará los fenómenos psicopatológicos en
una jerarquía de intereses y prioridades variadas. A este
respecto no es infrecuente que a supuestos maestros de
la psiquiatría haya que tacharlos de contradictorios dado
que no es igual lo que enseñan, publican o el modo de
tratar a un enfermo, todo ello referido a un mismo tema;
además, estamos acostumbrados a ver tratamientos con
objetivos antidepresivos para algunos enfermos a los que
no acaban de atreverse a etiquetar como depresivos...
En la evolución histórica de los trastornos afectivos
ha habido metamorfosis y mutaciones, independientemente de las diferentes culturas o costumbres, de los síntomas clave o de su expresión, lo que es de suma
importancia para el clínico, que necesita descifrar la presentación clínica y delimitar aquello que no es psicopatológico y que pertenece a la esfera de las emociones
normales del ser humano.
Gracias a las observaciones empíricas y a la sutileza y finura psicopatológicas de grandes maestros (López-Ibor, Schneider, Weitbrech, Tellenbach, etc.) en las
últimas cinco décadas se integraron en el área de las enfermedades afectivas cuadros considerados nosológicamente de otra naturaleza, como, por ejemplo, ciertas neurosis
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y trastornos conductuales, así como ciertas afecciones psicosomáticas. Las aportaciones de las captaciones atípicas
(máscaras o equivalentes), las suplencias síndrómicas de
cuadros variados típicos y atípicos en un mismo enfermo,
así como la respuestas terapéuticas y los hallazgos biológicos, han ampliado y en cierto modo ordenado y clarificado el espectro de las enfermedades afectivas. Por otro
lado, es necesario decir también que esto último ha podido exagerarse al tomar como depresión, por ejemplo,
cuadros que no lo son o que incluso son o pertenecen a
la normalidad. La palabra depresión, en este sentido, venía como anillo al dedo para justificar los fracasos del hedonismo, la miseria humana o confundir la patología de
los sentimientos vitales con la esfera de los sentimientos
sensoriales o psíquicos. Ha habido una cierta tendencia a
psiquiatrizar con el término depresión temas ajenos –o
que lo deberían ser– a la psiquiatría, con lo que ésta puede ser cómplice de esa inflación. Por otra parte, a veces es
difícil adoptar una postura absolutamente neutral en la
relación médico-enfermo, huir de los paternalismos o
atreverse a decir al que va al médico que no tiene nada.
Los trastornos del humor patológico mayores, las psicosis afectivas endógenas (unipolares depresivos y más
raramente unipolares maniáticos, los trastornos bipolares o psicosis maníaco-depresiva), se traducirán por la
aparición de uno o más episodios de melancolía y/o manía, de evolución fásica por lo general, alternando bien
depresión y manía (bipolar) o sólo depresión o manía
(unipolar). Su unidad estaría confirmada por la predisposición hereditaria (constitucional), la periodicidad y la favorable respuesta de los tratamientos y profilaxis en por
lo menos el 70-80% de los casos.
La palabra endógeno estaría relacionada con cuadros clínico-psiquiátricos en los que al menos influyen en
su génesis factores genéticos, aunque los términos endógeno y exógeno son categorías sintomatológicas y fenomenológicas, pero no puramente etiológicas, sin olvidar,
por otra parte, la inespecificidad de la sintomatología en
relación con los factores etiológicos. De una u otra mane-
ra, la endogenicidad no siempre es suficiente y hay varias posibilidades para que se manifieste el cuadro afectivo: la endógena, con su sustrato heredo-constitucional
(neurobioquímico, genético, etc.) cuando es severa o
marcada, por sí misma puede ser suficiente para que se
muestre el trastorno afectivo, sin necesidad de provocación por acontecimientos estresores externos. Al principio
las psicosis endógenas pueden ser provocadas, pero luego en su evolución lo son menos o los factores provocadores tienen menos carga facilitadora (fenómeno
kindling); a veces la endogeneidad patológica no es tan
severa y necesita ser facilitada (para que los cuadros se
manifiesten) por acontecimientos vitales que “romperán
el equilibrio inestable o de labilidad funcional del subfondo somático-psíquico de la vitalidad” (cuadros endorreactivos o reacciones cristalizadas); puede que los cuadros
afectivos emerjan sin que exista aparentemente una endogeneidad constitucional patológica, sin esa predisposición, pero que los factores ambientales puedan alterar la
dinámica de los sentimientos vitales, sobre todo cuando
son continuados. En los cuadros endógenos más puros,
independientemente de que no siempre haya factores facilitadores, en su génesis pueden jugar también factores
de personalidad situacionales y sociales que sí son significativos, al menos para el paciente; factores somáticos
persistentes o transitorios también pueden desequilibrar
la endogeneidad, y factores de personalidad de tipo neurótico pueden ser necesarios para poner de manifiesto la
fragilidad o inestabilidad endotímica.
Como veremos más adelante, las aportaciones etiopatogénicas de los trastornos afectivos son biopsicosociales. Dependiendo del tipo de trastorno, así se hará
más énfasis en lo biológico, lo psicológico o lo social.
Para los que piensan que los factores psicodinámicos
son los que pueden explicarlos, el psicoanálisis y Freud
en particular, las depresiones o melancolías endógenas
se manifestarían como una respuesta de malhumor, displacer y pérdida de interés por el entorno, con una incapacidad para amar, una merma en autoestima que le
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conduce a los autorreproches con riesgo de autocastigos suicidas, con una regresión narcisista, sugiriendo la
pérdida objetal por procesos intrapsíquicos personales desviados. La manía e hipomanía serían la rebelión del Yo
frente al Superyó.
Variaciones del humor en forma de euforia-alegría
patológicas (manía) o de tristeza patológica (depresión),
intervalos libres o transiciones de uno a otro serían los
cuadros más severos, a los que se unirían en cada polo
(manía o depresión) otros de menor intensidad o más
atípicos (distimias, hipomanía, etc.).
La tristeza patológica es inmotivada o no guarda relación con posibles desencadenantes en intensidad, duración, etc., limitando al individuo en grado sumo. Las
respuestas a las adversidades desde la esfera del humor
pueden ser normales o patológicas. La vulgarización del
término depresión ha complicado y ampliado el área de la
patología afectiva. A ello ha contribuido en cierta medida
la literatura, por ser tan consustancial la tristeza con la
existencia humana, habiendo dejado patografías de sumo
interés de personajes literarios, así como del mundo del arte, la política, la intelectualidad, etc. (Marilyn Monroe, Virginia Wolf, Churchill, Pavese, Hemingway, etc.).
La depresión es el más frecuente de los trastornos
psiquiátricos graves, con un alto índice de morbilidad,
causante de intensos sufrimientos para los pacientes y familiares, pérdidas económicas, riesgos elevados de suicidio, etc. No obstante, desde el punto de vista semántico,
uno debería diferenciar sinónimos como el de depresión
que pueden ser tomados como: estar o sentirse deprimido como algo normal o secundario a una enfermedad no
depresiva; depresión como síndrome con una cierta homogeneidad patogénica; entidad nosológica con una unidad clinica etiopatogénica y terapéutica; como un tipo o
rasgo de personalidad.
Por su parte, la manía también tiene sus dificultades,
por su posible confusión con ciertos modos de ser (temperamento ciclotímico, personalidad histérica, etc.), si
bien en la práctica son tan llamativos los cuadros, tanto
para la familia como para los médicos, que no suelen
crear problemas de confusión semántica. Otra cosa será
la diferencia entre su propio espectro: hipomanía, hipertimia, manía, esquizomanía (cuadros esquizoafectivos
con componentes afectivos básicamente maníacos). La
exaltación inmotivada del ánimo, desinhibición, mayor
iniciativa y riqueza ideativa (fugitiva y saltona, etc.) son
tan evidentes e incomprensibles que no ocasionan dudas.
En las enfermedades afectivas están alterados los
sentimientos vitales. Los sentimientos son como estados
del Yo. Vivencialmente sentimos o sabemos cómo estamos
o nos encontramos tanto por dentro como por fuera.
Los estado de ánimo van desde el júbilo-exaltación
hasta la tristeza-infelicidad. Todos los normales pueden
tener fluctuaciones del estado de ánimo, con días tristes
o alegres, aunque se han descrito cuadros de muy breve duración, días, de intensidad severa y auténticamente patológicos. Los polos antes citados indican la
existencia de un trastorno biológico o bien la de un continuo entre el ánimo normal y el patológico. Los claros
extremos de los trastornos afectivos tienen su tipicidad,
aunque no debemos olvidar que pueden existir cuadros
enmascarados y/o que los trastornos anímicos pueden
a su vez estar enmascarando un cuadro orgánico. Estos
dos últimos supuestos son de mucho interés para el médico de cabecera por las dificultades diagnósticas que
entrañan; sin embargo, no se debe dejar engañar en él
o los intentos del enfermo por justificar sus autorreproches, ideas depresivas como no patológicas, si es que
cumplen criterios psicopatológicos. Tampoco debe intentar decir a los pacientes que están en un error para
que se tranquilicen. ¿Es la depresión una exacerbación
del estado de ánimo que experimentan las personas
normales o es cualitativa y cuantitativamente distinta
de un estado de ánimo normal? ¿Es una entidad clínica definida como una causa específica, un principio, un
curso evolutivo y un resultado previsible, o es un grupo de trastornos varios? ¿Es un tipo de reacción o una
enfermedad? ¿Cuál es su causa: conflictos, problemas
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sociales, tensiones, trastorno biológico? Son todas ellas
preguntas que debemos en todo momento abordar pese a
nuestras limitaciones. Podemos saber que el depresivo
está triste o incluso que lo que le pasa es que no tiene
capacidad para estarlo; que se siente culpable, pesimista, abatido, sin impulso, que se puede agitar, que incluso tiene múltiples síntomas, sobre todo en las más
biológicas; mientras que en las más neuróticas no ocurre así. Todo eso y muchísimo más sabemos, como veremos, al hablar de dicotomías.
El hombre es corporalidad viviente, anímica, y diferentes causas que alteren su cuerpo pueden alterar a su
vez su alma; lo psíquico actuaría sobre el cuerpo y viceversa, dado que el hombre es sólo una unidad estructural cuya esencia es corporeidad anímica y su carácter
sustantivo es la persona.
La tristeza y angustia vitales, base de las depresiones, son la traducción de una alteración de las estructuras de la vitalidad, de etiología endógena, debida a
partes hereditarias y constitucionales. Por otra parte,
pueden existir cuadros reactivos de colorido depresivoangustioso debidos a conflictos intrapsíquicos o ambientales, factores que actuarían sobre las personalidades
vulnerables por su inestable equilibrio, aquí la angustiatristeza sería más reactiva, pero no necesariamente vital,
si bien las fronteras entre ambas no están claras en todos los casos.
Con la estratificación de los sentimientos de Scheler y
Schneider, modificados por Cabaleiro (Tabla 1), se han clarificado bastante los diferentes cuadros vitales y reactivos. Los cuatro tipos de sentimientos se ubican en otros
cuatro planos del ser humano: los sentimientos sensoriales en el estrato somático o corporal localizado; los vitales en el sómatico difuso; los anímicos en el anímico
psíquico o del Yo; y los espirituales o de la personalidad
en el del espíritu. Todos ellos están en interrelación funcional unitaria.
La alegría vital es la que expresa el maníaco. Es inmotivada, corporalizada y de carácter difuso. El maníaco
es como si rebosase alegría por todos los poros del cuerpo y el depresivo, tristeza. ¿Por qué hay menos maníacos o han disminuido en relación con las psicosis
depresivas? Esto es un enigma y sólo podemos contestarlo en parte, diciendo que se pueden corregir mejor y sobre todo que la profilaxis es más efectiva en el maníaco
usando el litio que en los depresivos...
La alegría o tristeza vitales pueden ser consideradas
como lo nuclear o primario en las psicosis afectivas endógenas, bien en forma de presentación típica o bien enmascaradas como equivalente, o incluso en forma de
depresiones sin sentimientos de tristeza, sino como anestesia de sentimientos o con auténtica frialdad afectiva.
La depresión endógena se caracterizaría por una alteración de los sentimientos vitales, la tristeza vital, que
de alguna manera se puede diferenciar de la tristeza
reactiva porque es corporizada como una conciencia triste de nuestra corporalidad, más acentuada que la del individuo normal, más indefinida, más inmotivada, como si
dicha tristeza fluyera de los poros de la piel. Se produciría por la merma del origen biológico del tono vital, cuya alteración pone alerta. Habría como un apagamiento de
las ganas de vivir más que una imposibilidad para estar
triste, que se vivencia como un sentimiento sensorial, incomprensible genéticamente y explicable por ello por
una somatosis de base; incomprensible además por la calidad de su contenido, diferente de cuadros de clara motivación. No se trataría de intensidad, sino de calidad e
incomprensión. Cuando la tristeza vital no se manifiesta
como tal, puede hacerlo en forma de incapacidad, vacío
existencial o sentimental, anestesia, no poder llorar ni
sentirse triste, etc.
Los sentimientos vitales no es que estén apagados,
sino que están hiperactivos (la tristeza y angustia vital).
Los que están apagados son los sentimientos anímicos o
del Yo y por eso el depresivo endógeno ante una situación que a cualquiera de nosotros le produciría dolor o
tristeza no se inmutaría o no lo sentiría, lo que de alguna manera implica la interrelación dinámica entre todos
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Tabla 1. Estratificación de los sentimientos de Scheler
SENTIMIENTOS ESPIRITUALES O DE LA PERSONALIDAD
Sentimientos.
Serenidad – turbación.
Fortaleza – debilidad.
Decisión – duda.
Características.
Son “modos de ser”.
Son sentimientos absolutos.
SENTIMIENTOS ANÍMICOS O DEL YO
Alegría – Pena.
Son sentimientos dirigidos (Lersch).
Orgullo – Remordimiento.
Toma de actitud del Yo ante el mundo exterior. “Formas sentimentales reactivas ante el mundo exterior” (López Ibor).
Estima – Aversión.
Sentimientos de estado:
Agradables: alegría, deleite, vivacidad, beatitud, júbilo, tranquilidad, satisfacción, confianza.
Desagradables: tristeza, preocupación, angustia, temor, incomodidad, sentimiento de lo inquietante y lo siniestro, desa-liento, desamparo, nostalgia, desconcierto, desesperación,
espanto, susto, enojo, ira, envidia, celos, aburrimiento vacío.
Sentimientos valorativos:
Sentimientos de estimación propia o autovalorativos:
Afirmativos: energía, orgullo, vanidad, amor propio, superioridad, sentimiento de triunfo, sentimiento de desafío.
Negativos: vergüenza, sentimiento de culpa, remordimiento, apocamiento.
Sentimientos de estimación ajena o alovalorativos:
Afirmativos: amor, aprecio, confianza, respeto, consideración, interés, aprobación, agradecimiento, admiración.
Negativos: odio, aversión, desconfianza, burla, desprecio,
hostilidad, desaprobación, indignación.
Sentimientos de estados ambivalentes o mixtos.
Son una modalidad del Yo.
Son sentimientos no corporales.
Son “estados agradables o desagradables del Yo” (K. Scheneider).
Se califican de “emociones”.
Se los denomina “afectos” cuando son reactivos y de carácter agudo, intensos y acompañados por manifestaciones
corporales.
SENTIMIENTOS VITALES O CENESTÉSICOS
Tristeza.
Alegría.
Angustia.
Tedio.
Aburrimiento.
Acedía.
Náusea.
Astenia.
Fatiga.
Bienestar.
Malestar.
Frescor.
Hambre.
Sed.
Sentimientos corporales difusos como expresión única de la
vitalidad, siendo el humor el sentimiento vital fundamental.
“Dan una noticia inmediata y unitaria de nuestro estado como totalidad” (López Ibor).
“Modos de sentir o de estar.”
“Proporcionan noticia, hasta cierto punto, de nuestra relación vital con el mundo.”
“Sirven de base a la conciencia de la comunidad humana”.
(López Ibor).
Duración y cierto carácter intencional.
Anuncian los peligros o circunstancias favorable de un modo primario, “presentido.”
Autonomía y espontaneidad.
SENTIMIENTOS SENSORIALES CORPORALES
Dolor.
Molestias no dolorosas localizadas.
Hambre.
Sed.
(Tomado de Cabaleiro Goas.)
Sentimientos corporales localizados.
Señales de órganos y tejidos corporales.
Carácter actual.
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los estratos o tipos de sentimientos, si bien los sentimientos anímicos se dirigen al igual que los vitales en
forma de quejas sobre insuficiencias personales, incompetencias, pesimismo, etc. Al fin y al cabo todo, sentimiento vital es a su vez anímico, dado que es una vivencia de
uno para con los otros. La tristeza vital puede tener una
doble expresividad: verbal o corporalizada.
La inhibición psicomotora y del pensamiento, así como de la actividad psíquica en general (o al revés en la
manía), serán los otros grandes síntomas secundarios al
ánimo vital alterado en el depresivo. Por otra parte, la
vivencia del tiempo, también está alterada en éste para
el que el presente se eterniza, el futuro no existe y el pasado está encima como una cruz. En el maníaco el presente es dinámico, revelador hacia un futuro eterno, y el
pasado no existe. El tiempo para el melancólico es como
una eternidad del pasado; todo se para, nada trasciende,
se es incompetente e incapaz para casi todo; todo lo vive
como en un estado de despersonalización temporal.
La angustia morbosa ante la nada, ante lo desconocido, ante la locura, ante la muerte, es en el depresivo un
sentimiento vital, y por ello es angustia vital corporizada
y de presagios de ruptura del yo, como una especie de
peligro desconocido, como una caída en la nada. La angustia sería como un mecanismo de defensa del yo cuando éste se ve amenazado de disolución, y puede ser
motivada en el hombre normal como una reacción de
alarma. En el depresivo, tanto la tristeza como la angustia vital andan juntas.
El depresivo no tiene esperanzas ni alternativas para el futuro; ni proyecto. Todo está parado, cancelado,
nada es posible; el tiempo le para, le frena; es imposible
la versatilidad así como tener nuevas ideas, ideales o intereses; ha perdido el sentido de la vida y de lo posible...
Teme al tiempo porque está inseguro, perdido, desconectado. Vuelve al pasado, a buscar dónde se desviaron,
exagerando y sobrevalorando pequeños errores en forma de ideas de culpa, con necesidad de autocastigo –incluso ampliado para otros seres–. Tiene la sensación de
estar abrumado por todo (lo que le facilita la cavilación
infravalorativa ante la toma de postura). No sabe buscar
salidas para las tensiones que casi siempre preceden al
cuadro, generadas fundamentalmente por la hiperactividad o por pérdidas, necesitando ayuda inmediata cuando su vida funcional ya está interferida.
Los primeros indicadores para los que conviven con
el depresivo es que algo va mal, y lo intentan resolver
con buenas palabras o consejos. Cuando el caso es supertípico, la depresión ya es vieja. Lo difícil es objetivarlo al
inicio, entre otras cosas por el no concepto de enfermedad del paciente. Cuando se pierde el gusto por la vida y
el tiempo se le para, por ahí se puede ir pensando en una
depresión.
La personalidad previa de los enfermos afectivos es
de sumo interés clínico, siendo la determinada personalidad predepresiva (Tellenbach) y el temperamento o carácter ciclotímico los prototipos –cuando se dan– de los
cuadros unipolares depresivos y de las psicosis maníaco
depresivas (PMD). El primer caso, el predepresivo, tiene
puntos de afinidad y/o concomitancia con los rasgos alexitímicos de los enfermos psicosomáticos, que en el caso
de los depresivos se traducirían en un fracaso afectivo en
las relaciones humanas por no saber verbalizar los sentimientos. El temperamento ciclotímico lo podríamos traducir por un trastorno del humor más bien permanente,
con altibajos de ligera euforia a ligera depresión, por lo
que algunos lo consideran formas menores de cuadros bipolares maníaco-depresivos, o menos graves con sus oscilaciones anímicas leves pero diferentes de las de los sujetos
normales. Posiblemente puedan desarrollar a la larga un
cuadro de PMD. Desde el punto de vista del biotipo se correlacionaría con el pícnico.
La personalidad predepresiva se caracterizaría fundamentalmente por el orden, la escrupulosidad, la perfección, las cavilaciones, la psicorrigidez, la inseguridad
básica, etc. (véase más adelante), siendo los fenómenos
de includencia y remanencia fundamentales en el desencadenamiento de las fases. (Véanse las Tablas 2 a 12).
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Tabla 3.
Tabla 2.
Personalidad depresiva
- Kretschmer: «Los temperamentos en los que se refleja preferentemente el tipo melancólico son el tranquilo, el callado, el preocupado, el blando. Ocupan ejemplarmente
sus puestos durante épocas tranquilas [...] cuando se
ven arrojados de repente a situaciones más inquietantes, insólitas, plenas de responsabilidad, se desalientan
fácilmente, decaen sus ideas y su energía y pueden incurrir en típicas melancolías inhibidas».
- Shimoda (1950): «La premisa para poder enfermar de una
melancolía presenil es una determinada constitución
[...]; este carácter se manifiesta con una tendencia a
permanecer fijado o adherido a pensamientos o sentimientos (estatotimia) [...] y está caracterizado por escrupulosidad, sentido del deber y la justicia, fiabilidad,
ejemplaridad, perfeccionismo, afán de orden y, en ciertos casos, obstinación, fanatismo y creatividad».
- Tellenbach (1976) explica la aparición de la depresión en
función de dos factores: la personalidad predepresiva
y la situación premelancólica (la situación específica
de orden está a punto de transformarse en una de
desorden).
- Tríada cognitiva de Beck (1983): evaluación negativa o pesimista de sí mismo, del mundo y del futuro.
En los últimos tiempos hemos asistido a un cambio
fundamental en el abordaje de los trastornos afectivos
y especialmente de la depresión. Coincidiendo con la
hegemonía alcanzada por la psiquiatría anglosajona
en general y la norteamericana en particular a final
del siglo pasado (ensimismada tal vez en décadas precedentes en una concepción casi exclusivamente psicodinámica del enfermar psíquico), lo cualitativo ha
perdido protagonismo para cederlo a lo dimensional.
Quizás como expresión de una cultura que tiene el
pragmatismo como divisa, la psiquiatría de lo operativo
y las clasificaciones por consenso han venido a sustituir
a una psiquiatría fundada en las observaciones de un
puñado de autores que, si bien hicieron que se multiplicasen –a veces hasta el galimatías– las nosologías y escuelas, describieron con una riqueza hasta ahora sin
parangón los fenómenos que subyacen a los síntomas
que presentan los pacientes psiquiátricos. Nombres como
Personalidad predepresiva
1. Hipótesis basadas en la constitución.
- Biotipo pícnico (Kretschmer).
- Psicópata depresivo (Schneider): “individuos con un
concepto de la vida pesimista o, por lo menos, muy escéptico...” (parte de ellos englobados en la actualidad en
la categoría de distimia).
2. Hipótesis basadas en rasgos de personalidad.
- Personalidad cohesiva (Shimoda): individuos meticulosos, con una necesidad de desempeñar su actividad con
excelencia y sin mácula; serían “trabajadores y soldados
modelo”.
- Tipo melancólico (Tellenbach): personas cuya existencia está regida por los principios de includencia y remanencia.
• Includencia: alteración de la espacialidad. Estos individuos mantienen un espacio vital en el que todas las
cosas tienen un lugar, un orden (están incluidas), tanto en las relaciones con el espacio físico como en las relaciones con los otros. El orden estricto y el no ir más
allá de los límites gobiernan la vida de estos sujetos.
Corresponden a los casos de depresiones puestas en
marcha por cambios de domicilio, cambios de puesto
de trabajo (incluso ascensos).
• Remanencia: alteración de la temporalidad. Estas
personas muestran una tendencia muy acusada a
sentirse, de alguna manera, en deuda consigo mismas y con los otros por no ser capaces de responder
a su nivel de autoexigencia, tanto en el rendimiento
profesional como en la observación de normas de todo tipo, en gran medida autoimpuestas. Agazapada,
latente tras la remanencia, está la culpa.
SCHNEIDER, CONRAD, EY, ZUTT, LÓPEZ IBOR, etc., son
representativos de una época quizás menos rigurosa en
lo metodológico, pero claramente más creativa y original. Hubertus TELLENBACH fue uno de esos autores que
el tiempo, apenas dos décadas, parece haber borrado del
mapa. A pesar de eso, creemos que sus aportaciones sobre la personalidad premórbida y el papel de ésta en la
irrupción de lo melancólico todavía no han sido superadas. Reivindicamos al mismo tiempo a un grupo de enfermos dentro de los trastornos afectivos que, enterrados
hoy en día bajo la etiqueta de depresión mayor, solían
llamarse melancólicos.
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Tabla 4.
Tabla 6.
Typus Melancholicus (Tellenbach)
Sobre la includencia y la remanencia depresivas
y la personalidad melancólica
• Se trata de enfermos muy exigentes
• Con exageración por el orden en todos los aspectos de la
vida.
• Autoexigentes e intolerantes, con relacciones sociales marcads por gran escrupulosidad moral (culpa).
• Concienzudos y escrupulosos.
• Inflexibles e inseguros, evitan conflictos, actitudes de cordialidad y fidelidad.
• Trabajadores ejemplares, sobrios, formales, con gran sentido del deber.
• Pesimistas, poco dados a las fantasías.
• Dependientes de los demás.
• Influenciables.
• Verbalizan poco las emociones.
• No les gusta deber nada.
Tabla 5.
T r a s t o r n o D e p r e s i v o de P e r s o n a l i d a d
•
•
•
•
•
•
•
Tristeza.
Baja autoestima.
Excesiva autocrítica.
Excesiva preocupación.
Crítica de los demás.
Pesimismo.
Culpa.
El interés por la importancia de la personalidad en
los trastornos afectivos ha acompañado a la psiquiatría
desde sus orígenes. No obstante, a pesar de los años y los
múltiples autores que se han dedicado a su estudio, todavía no existe un acuerdo y los resultados de los diferentes trabajos son contradictorios. Muy probablemente,
tanta disparidad está en relación con las distintas concepciones de personalidad 1 y lo limitado de los criterios operacionales que definen la nosología. El considerar qué
entendemos por depresión debería ser un requisito previo antes de iniciar cualquier estudio sobre la personalidad en estos pacientes. Sólo de esa manera se puede
entender por qué unos autores definen la personalidad
- El depresivo está acostumbrado a su orden y espacio y a
rendir al máximo en ello.
- Al cambiar, por el motivo que sea, aparece la includencia,
se pone en peligro su orden establecido y conocido, cambia su espacio, su orden (mudanzas, jubilaciones, ascensos, etc.).
- La depresión aparecería por un cambio de situación sobre
una persona con predisposición endógena.
- No es capaz de trascender sus propias barreras.
- En cuanto a la remanencia, no poder con las exigencias,
con «sus exigencias», estar en deuda frente al rendimiento
propio, no rendir, quedar rezagado, no poder cumplir con
su deber.
- Todo ello genera culpa y riesgos.
- En cuanto a la personalidad melancólica (Tellenbach):
• Se trata de enfermos muy exigentes.
• Con exageración por el orden.
• Autoexigentes e intolerantes.
• Concienzudos y escrupulosos.
• Inflexibles e inseguros.
• Trabajadores ejemplares.
• Pesimistas, poco dados a las fantasías.
• Dependientes de los demás.
• Influenciables.
• Verbalizan poco las emociones.
• No les gusta deber nada.
del depresivo (KRAEPELIN, 1913; SCHNEIDER, 1965;
AKISKAL, 1983) como la de un ser pesimista, inseguro,
con baja autoestima y temeroso, mientras otros la entienden (TELLENBACH, 1976; SHIMODA, 1950) como la
de sujetos rígidos, puntillosos y prisioneros de su propio
mundo de orden a ultranza. Esta división no deja de ser,
en parte, arbitraria. En muchos casos los autores, basándose en su experiencia clínica, casi sin querer, describen
ciertos rasgos que se solapan con otros modelos. Por
ejemplo, según Kurt Schneider, lo que caracteriza a los
psicópatas depresivos es “un concepto pesimista de la vida, o por lo menos muy escéptico. En el fondo se niega
la vida; pero, no obstante, se la rodea con una especie de
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amor no correspondido. (...) Todo se toma demasiado en
serio, falta la capacidad de la alegría inocente. El pasado
aparece sin valor y el futuro amenazante. (...) Las cavilaciones les apartan de las tareas cotidianas y no les dejan
reposar. Temores hipocondríacos, exámenes de conciencia, dudas sobre el sentido de la vida...; tales enemigos les
acechan constantemente”. Continúa el autor añadiendo
que los depresivos “serían celosos cumplidores de su deber, de una rigidez inflexible, pero no les alegra ningún
éxito y todo descanso trae consigo el peligro de que
irrumpan nuevamente los fantasmas ahuyentados”. Hay
quien opina (Ballús, 1997 y Von Zerssen, 1994), extremo
que compartimos, que esta disparidad se explicaría porque unos y otros hablan de dos cosas distintas: de distimia
Tabla 7.
Antecedentes fundamentales de la tipología de Tellenbach
AUTOR
DIAGNÓSTICO
NOSOLÓGICO
RASGOS DE PERSONALIDAD
Freud (1908)
Melancolía
• la testarudez y tacañería distingue a los
obsesivos de los melancólicos.
• similitud con los obsesivos.
PRECIPITANTES
• alteración del statu quo.
Melancolía
• “especialmente activos en la vida pro- • p. ej., el empleado que tan sólo es capaz de existir bajo determinadas cirfesional o en otros terrenos”.
cunstancias, reguladas de una vez para
• a diferencia de los bipolares se caractesiempre.
rizan por: “dar y regalar ya que no
E. Kretschmer (1927)
Melancolía
Refiriéndose a un grupo dentro de los • “si se ven arrojados de repente a situatemperamentos cicloides:
ciones más inquietantes, insólitas, plenas de responsabilidad, pueden incurrir
• trabajadores aplicados, empleados
en típicas melancolías inhibidas”.
ejemplares, concienzudos, fieles.
Lange (1928)
Melancolía por
mudanza
F. Mauz (1930)
Melancolías
multifásicas
K. Abraham (1924)
quieren deber ni adeudar nada”.
• celosos cumplidores de su deber.
• serios, concienzudos, preocupados.
• sobrecargas de la vida profesional:
“forzados a diario a tomar decisiones,
responsabilidades, a enfrentarse con
superiores...”.
“Shuchaku-Seikaku” • escrupulosidad y fiabilidad, elementos • agotamiento como causa central de tosocialmente apreciados.
dos los casos de enfermedades maníaco-depresivas.
Estatotimia
• la obsesión de hacerlo todo perfectamente.
Shimoda (1932)
Melancolía presenil • elevado sentido de la justicia y el deber, seguros y dignos de confianza, son
soldados y empleados modelo.
E. Stauder (1955)
Bancarrota de la
jubilación
Kielholz (1957)
Depresión por
agotamiento
• responsables, escrupulosos, elevado
nivel de autoexigencia.
Leonhard (1962)
Melancolía
• el temperamento subdepresivo sería
más frecuente en las familias de sujetos depresivos y melancólicos.
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LA DEPRESIÓN Y SUS MÁSCARAS. ASPECTOS TERAPÉUTICOS
Tabla 8.
Relación entre personalidad y depresión: posibilidades
• Rasgos de personalidad premorbida.
• Rasgos de personalidad postdepresiva.
• Desórdenes de personalidad coexistentes con depresión.
• Rasgos de personalidad coexistentes con depresión.
• Personalidad como un modificador de episodios depresivos (patoplastia).
• Rasgos depresivos normales.
los primeros y de depresión sensu stricto los segundos.
Como se argumentaba en un libro relativamente reciente que tiene el significativo título de Confines de la
depresión (Ballus, 1997), a pesar de lo avanzado de
las modernas clasificaciones todavía el acuerdo sobre
lo que es propiamente depresivo no es, ni mucho menos, total. Este hecho se ve reflejado en una de las últimas ediciones del Tratado de Psiquiatría de KAPLAN y
SADOCK (1989). En ella se citan las distintas acepciones de la palabra depresión como: “... un estado de
ánimo, un síntoma, un síndrome, y posiblemente incluso una entidad nosológica”. Sin pretender aquí profundizar en el tema, sí nos gustaría traer a colación el
dilema de la distinta cualidad del ánimo depresivo. Pese a que hoy en día está parcialmente olvidado, quizás
también injustamente, hace varias décadas la clasificación de los sentimientos de SCHELLER (1957) tuvo un
gran peso en la psiquiatría de la época. Este filósofo
clasificaba los sentimientos de la siguiente forma: sentimientos espirituales, de naturaleza religiosa o metafísica en los que el yo está en un plano abstracto,
desligado de la situación (esperanza, serenidad); sentimientos psíquicos o anímicos, reactivos al mundo exterior (alegría, tristeza); sentimientos vitales, difusos,
enraizados en la propia vivencia del cuerpo, en la zona de sombra que hay entre lo psíquico y lo somático,
que sin pertenecer en exclusiva a ninguno de estos ámbitos participa de ambos (aplanamiento, frescura); y
sentimientos sensoriales, localizados en el cuerpo (do-
lor). El ánimo depresivo y la exaltación del hipertímico
pertenecerían ambos al plano de la vitalidad. Puede
que en algunos casos la frontera entre los sentimientos
anímicos y los vitales no sea clara, sobre todo si la captación fenomenológica no es depurada desde el entender o comprender por motivos frente al explicar por
causas.
Fue Kurtz SCHNEIDER el que acuñó el término de
tristeza vital para referirse a la tristeza de la depresión,
aludiendo a su distinta cualidad (1963). En este sentido
creemos que todos hemos pensado alguna vez, como lo
hizo en su día LÓPEZ IBOR (1966), que “para mí es evidente que la tristeza del enfermo no es la misma del sano”. En esta órbita de pensamiento nos parece interesante
la definición del complejo sintomático depresivo por
Otto DÖRR (1997) como “cambio en la experiencia del
cuerpo y la perturbación del acontecer vital en su devenir fundamentalmente rítmico”. Es precisamente esta
distinta cualidad la que ha sido demostrada mediante
una rigurosa metodología en fechas recientes 15. Sin
querer demorarnos más en este tema, emplazamos al
lector a la excelente monografía de RAMOS BRIEVA
(1996). Nuestro argumento es que con los instrumentos
actuales la capacidad de captación de lo depresivo es limitada, lo que puede llevarnos a la confusión cuando
nos referimos a la personalidad premórbida de estos
enfermos.
En psicología existen dos dominios principales de la
personalidad: el temperamento y el carácter. El temperamento se refiere a la predisposición emocional congénita, mientras que el carácter haría referencia a aquellos
aspectos aprendidos que influyen en nuestras intenciones
y actitudes. Entre los modelos actuales del temperamento y carácter, uno de los que más difusión ha conseguido
es probablemente el de Clonninger, que distingue entre
cuatro dimensiones del temperamento humano y tres dimensiones del carácter, sobre los que sugiere un esquema interpretativo entre dichas dimensiones y las bases
neurobiológicas y neuroanatómicas del aprendizaje.
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ASPECTOS CONCEPTUALES E HISTÓRICOS DE LA DEPRESIÓN
Tabla 9.
Relacción entre Personalidad y Depresión
Teorías constitucionalistas
- La personalidad premórbida sería una forma atenuada de la depresión y expresión del mismo fenómeno.
- La personalidad premórbida fluctúa entre la enfermedad y la salud (Kraepelin, Leonhardt, Tellenbach, Von Zersen).
• Typus Melancholicus de Tellenbach.
En depresión monopolar y también en depresión bipolar (menos en ésta).
Evidencias empíricas
- Investigan las concepciones teóricas como el Typus Melancholicus, entre otras como la Triada Cognitiva de Beck, la Indefensión de Seligman, etc.
- Las evidencias son más consistentes en las depresiones monopolares que en las bipolares.
- Los depresivos monopolares tienden a un patrón anormal de personalidad, ya sea en la dirección del:
Typus Melancholicus.
En la presencia de rasgos orales e histéricos.
En una marcada tendencia obsesiva.
En la tendencia hacia el constructo supersolidez.
Mayor agresividad.
Tendencias de tipo neurótico.
Escasa autonomía, pasividad y sumisión.
Comportamientos sobreadaptativos y dependientes.
A veces tendencia a evitar responsabilidades y roles directivos.
- Los depresivos bipolares, por el contrario, tienden a ser considerados:
“Normales”.
Difícilmente diferenciables de los probandos sanos.
Orientados al éxito y rendimiento y autónomos.
Puede que anancásticos.
Extrovertidos e hipertímicos.
Los pacientes con tendencia a la depresión se ubicarían en este modelo entre los que puntúan alto en las escalas de evitación de daño. Estos individuos responderían
intensamente a las señales condicionadas aversivas, y como correlato neuroanatómico tendríamos que las proyecciones serotoninérgicas ascendentes desde el núcleo
dorsal del rafe a la sustancia negra inhibirían a las neuronas dopaminérgicas nigroestriadas, y éstas serían
esenciales para la inhibición condicionada de la actividad
mediante señales relacionadas con el castigo y la frustración no recompensadas (Abraham, 1971).
¿Cómo influye en la formación de la personalidad
el inicio de la enfermedad depresiva en la infancia y en
el propio desarrollo de un trastorno de personalidad?
En los trastornos del estado de ánimo son frecuentes
la asociación entre depresión y trastorno límite de personalidad. Los pacientes distímicos y ciclotímicos parecen
tener mayor frecuencia de trastornos de personalidad
que el resto de los pacientes depresivos. En las distimias
es frecuente la asociación con trastorno límite, histriónico y por evitación. Las depresiones en pacientes con trastornos de personalidad se inician a menor edad, se
asocian a más conductas suicidas, responden peor al tratamiento y tienen mayor riesgo de recaídas.
Hay un determinado efecto de la depresión en la personalidad intercalar cuya intensidad depende de la severidad de la fase depresiva. La personalidad premórbida
sólo puede o debe ser evaluada en estudios prospectivos
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LA DEPRESIÓN Y SUS MÁSCARAS. ASPECTOS TERAPÉUTICOS
Tabla 10.
Tabla 12.
Modelos descriptivos de la relación
entre depresión y personalidad
Depresión/personalidad en edad infantojuvenil
• Etiología común (traumas en la infancia, aprendizaje...).
• Se pueden presentar como síndromes psiquiátricos característicos o como trastornos de conducta o máscaras conductuales.
• Vulnerabilidad (dimensiones de personalidad).
• La alexitimia tiene valor patoplástico en estas expresiones.
• Interdependencia.
a) Dependencia interpersonal.
b) Excesiva necesidad de refuerzo.
• Difícil frontera entre la depresión y la inmadurez de personalidad infantojuvenil.
- Una personalidad / Cualquier depresión.
• La personalidad inmadura padece depresiones y manías.
- Distintas personalidades / Distintas depresiones.
• Muchos adolescentes parecen como inmaduros.
- Depresiones secundaria a personalidad versus depresiones primarias.
• ¿Qué es antes y qué después?
• Espectro (Akiskal): caracteres y distimias del espectro bipolar (misma etiología y mismo tratamiento).
• Patoplastia o exacerbación: a determinados estilos de personalidad, determinados perfiles de síntomas (por ejemplo, histriónico/depresión disfórico-hostil).
• Sabemos que muchos factores sociales fomentan la inmadurez.
• La imagen de joven feliz se va transformando en deprimido y oprimido.
• Complicación o enmascaramiento: cambio residual de personalidad posdepresiva.
Tabla 11.
Personalidad del enfermo psicosomático
• Obsesiva
• Inmadura
• Alexitímica
- Comunicación alterada.
- Dificultad para verbalizar.
- Escasas fantasías.
- Preocupaciones por pequeñas cosas del entorno.
- Inmadurez.
- Personalidad infantil.
- Explosiones afectivas incontroladas.
- Rigidez.
- Dificultad de comunicación en general.
en grandes muestras de población y fuera del episodio depresivo instaurado. No existe consenso en el rol que juega la personalidad en la depresión. Ciertas caracteristicas
de la personalidad predepresiva (orden, perfección, etc.)
podrían ser una expresión de la fase depresiva, que desaparecería con el tratamiento adecuado.
En las distimias hay una comorbilidad estimada con
trastornos de personalidad de 35-85%, mayor con el
grupo o cluster B (antisocial, narcisista, límite, histriónico); existe una relativa similitud entre el grupo B y los
trastornos afectivos.
Deberíamos recordar que habría tres formas clínicas
clásicas de distimias: depresión neurótica, personalidad
depresiva y depresiones crónicas. También se da una alta comorbilidad de distimias con otros trastornos afectivos (65-100%), con depresión mayor y con trastornos de
personalidad. Adultos jóvenes o de edad madura tienen
más trastornos de personalidad en las distimias que en la
depresión mayor. Los trastornos de personalidad en las
distimias seniles son poco frecuentes. Las distimias tardías no influyen apenas en la personalidad del individuo.La
distimia tardía tiene más comorbilidad con el trastorno
de personalidad obsesivo-compulsivo y por evitación. La
depresión mayor en edad senil tiene más comorbilidad
con el grupo C de personalidad que con las del B.
Recordemos aquí también por su importancia para
la clínica y conceptos, la personalidad del enfermo psicosomático y la de los niños y adolescentes.
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ASPECTOS CONCEPTUALES E HISTÓRICOS DE LA DEPRESIÓN
II. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO DE DEPRESIÓN Y SUS TRASTORNOS
RELACIONADOS
Las enfermedad afectivas han existido de siempre y
han sido compañeras de viaje de hombres, mujeres y niños.
Escritos sobre ellas los encontramos en la Historia de la Humanidad, por eso, por pertenecer a la condición humana.
Otro autor en orden de importancia en el desarrollo
histórico de los trastorno afectivos fue Areteo de Capadocia, en el siglo I de nuestra era, que describió tanto la
manía como la melancolía y su conexión unitaria entre
ambas (Tabla 13).
Galeno, en el siglo II de nuestra era, también describió la melancolía y le atribuyó una patología de los humores, un exceso de bilis negra.
MEDICINA GRECOLATINA
Los textos de la medicina griega que han llegado
hasta nosotros no contienen abundante información
Tabla 13.
Introducción histórica
• En el Corpus hippocraticum se describe la melancolía (bilis negra) como una entidad compuesta de síntomas físicos y mentales
originada por una alteración en el equilibrio de dos líquidos: la flema y la bilis. (s. IV a. de C.).
• Areteo de Capadocia (siglo I a. de C.) describió la coincidencia de melancolía y manía como dos extremos de una misma enfermedad (“en otros surgen pura ira y tristeza y un profundo abatimiento, y a éstos los denominamos melancólicos... Me parece
que la melancolía es comienzo y parte de la manía, ya que el sentido (la mente) del maníaco tiende unas veces a la ira y otras
al regocijo...”).
• Platón: Diferencia entre manía patológica y manía divina, siendo esta última la más elevada symmetria de lo genial en armonía
con el cosmos, “el momento del movimiento desde la mesura equilibrada a lo desmesurado, hipérbole”. El estado psíquico que
coincide con ello es designado como frenesí, manía.
• Aristóteles: “la bilis negra que por naturaleza es fría... puede... cuando excede en el cuerpo la justa medida, provocar parálisis,
rigideces, depresiones o estados de ansiedad. Pero si se calienta en exceso, provoca alborozo de modo tal que se canta y éxtasis”. Estos sujetos podrían superar a los demás: “a unos por formación, a otros por su capacidad artística, a otros por su eficacia política”.
• F. Platter (1536-1614) consideró cuatro formas básicas de enfermedad mental: la melancolía, la hipocondría, la manía y el delirium con fiebre y sin ella.
• 1621: R. Burton publicó: The anatomy of melancholy (factores etiológicos al uso de la época).
• Dreyssig (1770-1809) formula la primera clasificación racional de las enfermedades mentale:, distinguió tres formas básicas: la
melancolía (locura parcial), la manía y la imbecilidad. A su vez distingue dos tipos de melancolía. 1) la verdadera y 2) la falsa
(apatía e indiferencia).
• Esquirol (1772-1840), incluye la melancolía en la lipemanía (estados depresivos en general), diferenciándola de la manía, la demencia, la idiocia, la imbecilidad y la monomanía (paranoia).
• Falret en 1851 describe la melancolía periódica y la locura circular, caracterizada por tres estadíos bien diferenciados: una fase melancólica, una maníaca, y un intervalo lúcido de duración variable.
• Baillarger 1854 define la locura de doble forma.
• Kraepelin (1856-1926) clasifica y define, sobre la base de los síntomas, pronóstico y proceso subyacente, los diferentes tipos
de enfermedades mentales. Distingue en los estados afectivos entre: la melancolía, la locura circular o periódica, la manía simple y ciertos estados de amencia. En 1896 introdujo el concepto de locura maníaco-depresiva y en 1899 describe la melancolía involutiva.
• Heinroth 1918 utiliza la palabra depresión como sinónimo de astenia.
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sobre las enfermedades mentales. Una de las primeras
referencias de la que tenemos constancia es el comienzo
de la Ilíada de Homero, que describe con el término manis (manía) la cólera de Aquiles tras serle arrebatada la
doncella Briseida.
Tanto en los escritos hipocráticos como en los de Galeno sólo se encuentran observaciones ocasionales, y las
principales fuentes provienen de Celso, Areteo de Capadocia y Sorano de Éfeso. Este último distinguió la manía
o locura, conceptuada como “trastorno del entendimiento sin fiebre” (a diferencia de la frenitis), de la melancolía. La manía se observaba más frecuentemente en
hombres jóvenes, con un curso continuo o intermitente y
cuyas manifestaciones clínicas eran “cólera o furor, alborozo, tristeza y angustia”. Los pacientes tenían ideas
erróneas sobre sí mismos, “se creen gorriones, gallinas,
dioses, actores, el centro del universo...”. La melancolía
se daba con más frecuencia en varones de edad madura,
y sus síntomas principales eran “decaimiento, taciturnidad, deseo de morir, extraordinaria desconfianza, llanto,
musitación y ocasional jovialidad”. Vemos que el concepto de manía se utilizaba con un carácter global para designar la locura en general.
Aristóteles, en su Problemata, había sugerido que la
melancolía era “algo frío por naturaleza, que si abunda
en el cuerpo produce apoplejía, o embotamiento, o desaliento, o miedo; pero también puede calentarse excesivamente y, en ese caso, produce alegría acompañada de
canciones, frenesí y desaparición de escoceduras y similares...”. No obstante, el primero en elaborar una teoría
coherente sobre las relaciones entre los estados anímicos
extremos fue Areteo de Capadocia en el siglo I a. de C.
Entendía la melancolía y la manía como las dos caras de
la misma moneda, los estados tranquilo y agitado, respectivamente, del mismo proceso morboso.
Fuera del ámbito médico, filosofía y religión constituyeron el marco para conceptuar culturalmente la melancolía. Desde la filosofía se la consideró una alienación
mental que nada tenía que ver con el cuerpo, y que in-
capacitaba para el ejercicio de las funciones racionales.
Desde la religión aparecía como una repulsa moral, consecuencia, mediante la bilis negra, del recuerdo del pecado o de la tristeza subsiguiente al acto pecaminoso. Una
tercera concepción, mezcla de las anteriores, surgió para
intentar comprender el sufrimiento y también la genialidad del melancólico. Era la “melancolía generosa” que,
contradiciendo la tesis de entorpecimiento de la actividad
intelectual, “los dotaba de una rapidez y agilidad de reacción a las influencias físicas y psíquicas, que era la oscura fuente de genialidad”, en palabras de Aristóteles.
Ya en Hipócrates (siglos IV y V . de C.) encontramos
los mejores manuscritos referentes a la melancolía en su
libro sobre Las epidemias. Él decía que los problemas
psiquiátricos eran de causa natural más que debidos a
desórdenes sobrenaturales o visitaciones divinas. Para él
la manía era un estado de excitación anormal, y la melancolía una depresión anormal debida a la bilis negra.
Además relacionó a la melancolía con cierto tipo de temperamento, y, por otra parte, preconizó el tratamiento de
la alteración biliar, liberando estos cuadros de los prejuicios místicos.
Los médicos griegos propugnaron una tajante explicación naturalista de los trastornos mentales. Los estados
descritos anteriormente serían tributarios de alteraciones
corporales concebidas de diferente forma según las distintas escuelas. Para los partidarios de la teoría humoral
(Empédocles, Hipócrates y posteriormente Galeno) se
trataba de una perturbación en el equilibrio humoral por
exceso o corrupción de uno de los cuatro “humores básicos” (bilis negra, sangre, bilis amarilla o flema). Desde la
antigüedad se había descrito la relación de estos líquidos
con los cuatro elementos de la naturaleza (tierra, aire,
fuego y agua), y posteriormente muchas fueron las adscripciones de cada uno de los elementos, y su humor básico, a las estaciones o los planetas. Incluso se definieron
temperamentos en función de los mismos con términos
médicos (melancólico, sanguíneo, colérico o flemático),
que todavía se usaban a finales del siglo XIX. Para la
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escuela metódica (Sorano), el trastorno se producía por
un exceso de contracción o de relajación de los tejidos. En
cualquier caso se consideraba la enfermedad como una
“disposición preternatural” a causa de la cual se perturbaban las distintas actividades naturales del organismo,
desde la respiración y la digestión hasta la sensibilidad y
el pensamiento.
Galeno describió tres formas de melancolía, una de
las cuales consistía en la acumulación de bilis negra (melania chole) por debajo de la parrilla costal, con síntomas
de dolor abdominal, flatulencia y eructos, junto con otros
psicológicos. Se comenzó a considerar sede de esta disposición al estómago y la zona inferior del diafragma (hipocondrio). De ahí el término hipocondríaco para describir
a las personas melancólicas, que, entre otras cosas, se
preocupaban en exceso por los síntomas corporales.
En el siglo V a.C. Celio Aureliano dividió la manía en
dos grandes tipos: una forma temporal con intervalos de
lucidez y una forma continua. Los desencadenantes podían ser enamoramiento, ira, tristeza, conmoción o miedo. Coincidía con Areteo y Galeno en que la melancolía y
la manía eran enfermedades emparentadas. No obstante, la equivalencia de manía seguía correspondiendo a la
denominación general de “locura”, con el término latino
furor (Tabla 14).
EDAD MEDIA, RENACIMIENTO Y BARROCO
Durante la Edad Media la interpretación dominante
de los trastornos mentales volvió a realizarse a través de
teorías extranaturales o mágicas (posesiones diabólicas,
hechizos, brujería...). La melancolía fue atrapada en un
discurso moral, una experiencia de la naturaleza cristiana del enfermo. La aceptación social de la concepción
médica fue muy parcial, manteniéndose solamente en algunos sectores de la medicina árabe. Los médicos musulmanes del Próximo Oriente y Persia empleaban la
palabra melancolía como término muy general referido
tanto a la tristeza como a la manía, puesto que ambas representaban una alienación del espíritu provocada por la
bilis negra. Avicena (siglos X-XI) realizó una de las primeras distinciones que perfilaron nuestro actual concepto
Tabla 14.
Sobre la includencia y la remanencia depresivas y la personalidad melancólica
Pasión
Describía en el latín eclesiástico el sufrimiento de Cristo, y progresivamente se extendió a todos los “movimientos del alma”. Esquirol fue el gran introductor de las pasiones como base de los trastornos anímicos. En
psiquiatría francesa se continúa hablando de psicosis pasionales.
Humor
Uno de los cuatro líquidos básicos de cuyo predominio resultaba la tonalidad afectiva del individuo. Posteriormente se redujo a una disposición de base que oponía tristeza y euforia.
Thymos
Término griego referido al alma, lugar de asiento de los sentimientos. Por extensión, tono afectivo general, sinónimo de humor. Hasta hace pocas décadas se utilizaban términos derivados: tímico, timoléptico, timopatía...
Melancolía
Del griego melania chole (bilis negra). Estado de profunda tristeza resultado del predominio de este humor
en el organismo.
Tedium Vitae
Melancolía bajo denominación de Séneca. Desesperanza vital que viene anunciada corporalmente por la náusea. Manifestación del desarraigo vital y faltas de libertad y futuro del Imperio Romano.
Manía
Del griego manis. Hasta el siglo XIX designaba al delirio o locura en general “sin fiebre”, en contraposición a
la frenitis. Posteriormente el término quedó restringido a los estados de exaltación. En Roma se utilizó el término latino furor.
Hipocondría
Uno de los tipos de melancolía descrito por Galeno y cuyo origen se presumía por acumulación de bilis negra por debajo de la parrilla costal (hipocondrio). Centrada en un sentimiento de enfermedad corporal.
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de manía como alegría patológicamente exaltada: afirmó que “cuando la melancolía se compone de risa y saltos, o está mezclada con tendencia a discutir o pelear, se
la denomina manía... si es que proviene de la bilis amarilla”. Ishq ibn Amram, contemporáneo del anterior, hizo
detalladas descripciones de los “signos vegetativos de la
melancolía” siguiendo la línea de nuestro actual concepto de depresión grave. No obstante, y como decíamos, la
melancolía era un término amplio que abarcaba tanto
trastornos transitorios como enfermedades crónicas y
graves, más cercanas a nuestra depresión endógena.
A finales del siglo XIII y en el XIV se considera al
ena-moramiento un importante desestabilizador anímico. La persona, en su búsqueda del objeto de placer o
tras la fatalidad de su pérdida, podía sufrir una preocupación tan honda y un estado de ánimo tan profundamente melancólico que terminara en la locura. Esta
locura en cuestión era el mal de amores o ishk, en su
denominación árabe.
En el Renacimiento existió una actitud ambivalente
frente al fenómeno de la locura. Encontramos, por una
parte, una mayoritaria interpretación mágico-animista,
expresada socialmente en una cruel persecución de “locos”, acusados de brujos o posesos. Por otro lado, el proceso de secularización del mundo moderno liberó a la
melancolía de su cortejo alegórico y moral, y una corriente creciente propugnaba la concepción racional de los
trastornos psíquicos y una actitud humana y médica frente a quienes los presentaban. Para estos últimos las disecciones anatómicas de la época invalidaron la antigua
teoría de los humores, lo que facilitó una nueva perspectiva de los trastornos afectivos. La melancolía seguía
siendo un concepto vago que comprendía el terreno medio entre la insensatez y la locura. Así era considerada en
su hoy famosa Anatomía de la melancolía (1621) por Richard Burton. En dicho libro, si bien su abordaje era más
de tipo psicológico y antropológico, pensaba que la melancolía podía tener un origen multicausal, desde los factores psicológicos hasta la herencia y la falta de afectos
en la infancia. Además refiere la alternancia de episodios
de tristeza y manía, predominando más la tristeza.
Posesiones demoníacas, trances, misticismos visionarios, etc., encuentran en épocas posteriores un territorio
fértil y atribuyen la culpa pecaminosa, por lo que este tipo de sujetos deben ser castigados, algo que predominó
en la Edad Media.
Francisco Vallés, en el siglo XVI, resaltó también la
unión entre la manía y la melancolía, atribuyéndolas a
causas naturales e incluso la posibilidad de desencadenantes ambientales.
Cada vez más “naturalistas” como Paracelso postulaban la existencia de mecanismos fisiológicos de índole
iatroquímica, y proponían medidas terapéuticas a través
de la administración de sustancias químicas.
Durante el Barroco se estableció de forma definitiva
el retorno a una concepción médica de la locura y la consolidación de las tesis mecanicistas e iatroquímicas. Dentro de este último modelo se movió Thomas Willis
(1621-1675), autor decisivo para el desarrollo de la
neuroanatomía. Willis dividió la melancolía en universal,
donde las personas tienen delirios de todas las cosas“no
juzgan con clarividencia casi ningún tema”, y particular,
“en que imaginan erróneamente una o dos cosas determinadas, pero en la mayor parte del resto sus ideas no
son muy incongruentes”. A pesar de los nuevos planteamientos, el propio Willis y coetáneos tan importantes como Thomas Sydenham (1624-1689) seguían explicando
la mayoría de enfermedades desde la teoría humoralista. Ésta es la razón de por qué el término humor siguió
utilizándose, aunque a partir de Harvey la sangre pasó a
ser el humor por excelencia. El papel de la bilis negra en
las explicaciones de la melancolía nunca volvió a su categoría anterior.
La inclusión de las enfermedades mentales en los
tratados médicos, agrupadas bajo la rúbrica de vesanias,
se hizo una norma general. Comenzaron los intentos por
atrapar la melancolía en una teoría o en un árbol nosotáxico. Figura importante a este respecto fue el médico
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rural inglés R. Naiper (1589-1634), que esclareció algunos aspectos. Señaló que las formas de melancolía con
delirio eran menos frecuentes que otras formas menores,
cuyas magistrales descripciones quizás nos recuerdan a
la distimia actual. Describió que algunos enfermos melancólicos presentaban síntomas obsesivo-compulsivos
(parapatía anancástica). También explicó el carácter
despropocionado, “sin causa aparente”, de los miedos
surgidos en los pacientes como resultado de falsas apreciaciones amplificadas y deformadas por la fantasía.
Se continuaba aceptando la idea de que la melancolía y la manía constituían aspectos diferentes del mismo
trastorno, y así lo defendían autores como el francés Antoine-Charles Lorry, que en ocasiones hablaba de maníamelancolía.
DE LA ILUSTRACIÓN AL SIGLO XIX: NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA PSIQUIATRÍA MODERNA
Como consecuencia de los cambios doctrinales y socioculturales acaecidos durante el siglo XVIII, se produjo
un giro notable en la manera de entender la enfermedad
mental. El pensamiento humanista y filantrópico ilustrado promovió, en el ámbito de la medicina, un importante movimiento de reforma de las instituciones y asilos
para “insanos” que se inició en Inglaterra. William Battie
(1703-1726), en su intento de reforma del hospital de
Bedlam en Londres, implantó un sistema de cuidado médico de los enfermos mentales basado en la eliminación
de las medidas de fuerza y en un trato humanitario, en
la línea de lo que se denominaría moral management.
De forma paralela, el movimiento se extendió a todos los
países europeos. Sus principales protagonistas fueron
Chiaruggi en Italia, Langerman y Reil en Alemania,
Chrichton en Inglaterra y Pinel en Francia. Como consecuencia de la “medicalización” de los asilos, apareció la
figura profesional del alienista, médico dedicado al estudio y tratamiento de los enfermos mentales. Esto, junto
con la publicación durante estos años de un abundante
número de obras sobre las enfermedades psíquicas, marcó la inauguración de la psiquiatría como ciencia médica.
Francia jugó en estos años un papel aventajado en la
conformación de la nueva especialidad, dada su condición de rector científico y cultural de Europa. Phillipe
Pinel (1745-1826), a quien muchos consideran el padre
de la psiquiatría moderna, encarnó fielmente el espíritu
de la medicina ilustrada, con su énfasis en la observación
directa, el empiricismo y la clasificación. Tanto para Pinel
como para su discípulo Esquirol (ambos en el siglo XVIII),
la melancolía sería debida a aflicciones morales, indicando para ello el tratamiento moral.
En su Traité médicofiloshopique sur l´alienation mental ou la manie (1801) aún utiliza el término manía como sinónimo de locura. Respecto a la melancolía
reafirmó la idea de que se trataba de una enajenación
parcial, “delirio exclusivo sobre un objeto (o tema) con libre expresión de todas las facultades del entendimiento
o juicio”. La manía o “delirio general” agrupaba a la psiquiatría aguda y se contraponía a la melancolía o “delirio parcial”, que abarcaba el resto, incluso la mayor
parte de las psicosis delirantes a poco que fueran crónicas o sistematizadas. Era la locura calmada en contraposición a la locura agitada, el delirio-idea (en inglés
delusion) en contraposición al delirio-estado (delirium).
Si bien las ideas de los melancólicos eran descritas a
menudo como tristes, esto sólo constituía un aspecto
accesorio. Describió una forma de manía intermitente o
periódica y creía que los hombres capaces de los sentimientos más fuertes y la pasión más intensa estaban
especialmente cerca de la disposición maníaca, con descripciones que recuerdan al temperamento hipertérmico
o las formas hipomaníacas de la actualidad.
Inmersa en el marco teórico del Romanticismo en la
primera mitad de siglo y del Positivismo en la segunda,
las principales contribuciones de la psiquiatría decimonónica fueron: el concepto científico natural de enfermedad
mental, la importante labor nosográfica y nosotáxica, y
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LA DEPRESIÓN Y SUS MÁSCARAS. ASPECTOS TERAPÉUTICOS
el método anatomoclínico como modelo etiológico. Éstos
se desarrollaron en dos escenarios fundamentales: Francia y Alemania, ambos con importantes escuelas que tuvieron características diferenciales.
La escuela francesa
Jean Etienne Dominique Esquirol (1772-1840), que
desempeñó su labor clínica en el hospital de Charenton,
fue responsable de la hegemonía francesa en el saber
psiquiátrico europeo en la primera mitad del siglo XIX.
En su obra fundamental, Des maladies mentales considerées sous le rapport médical, higiénique et médico-légal
(1838), reafirmó a la melancolía como una forma parcial de locura: “toda forma de delirio parcial cuando es
crónico y no es acompañado de fiebre...”. Pero se opuso
a la denominación de melancolía, porque el término asociaba la enfermedad con la bilis negra y era utilizado en
la lengua vulgar para designar variados estados de tristeza. Así pues, frente a la manía o “perturbación global”
creó el nuevo grupo de las monomanías, en las que el delirio afectaba solamente a una de las facultades: inteligencia, sensibilidad o voluntad. Le confirió un papel
fundamental a las pasiones, determinando la existencia
de una forma de monomanía exclusivamente triste o lipemanía (del griego “triste-locura”). Estableció así por
primera vez el carácter primario afectivo de la enfermedad y no el intelectual, como venía afirmándose. El resto
de monomanías constituyó un grupo heterogéneo que albergaba, entre otras, las primeras formulaciones de los
actuales trastornos delirantes crónicos.
En la segunda mitad de la centuria el carácter ambiguo que inicialmente tenían los términos manía y melancolía se fue depurando hasta concederles un significado
similar al actual. La terminología de Esquirol no se mantuvo, entre otras razones, por la demostración por parte
de autores como Delasiauve, Morel y Magnan de la amplitud de sus conceptos, como el de lipemanía, que incluía
descripciones de cuadros confusionales, fenómenos obse-
sivos y síndromes delirantes. El concepto de manía fue
restringiéndose a los estados de exaltación.
Andrés Piquer, en el siglo XVIII, dejó un excelente
manuscrito sobre la melancolía en su obra Discurso sobre la enfermedad del Rey, Nuestro Señor, Don Fernando VI (que Dios guarde) con admirable descripción
fenomenológica.
Circunscritos ya a su ámbito clínico definido, dos importantes alienistas franceses, discípulos de Esquirol, contribuyeron de forma definitiva al desarrollo nuestro
actual concepto de trastorno bipolar. Describieron la asociación en un mismo paciente de episodios maníacos y
melancólicos constituyendo un trastorno distinto nosológicamente a la aparición aislada de manía y melancolía.
Ambos rivalizaron en la prioridad de la descripción, que
se produjo, casi simultáneamente, en 1854. Jean Pierre
Falret (1794-1870) en una conferencia de 1851 había
descrito la presentación alternativa de manía y melancolía de manera regular, hablando de “la forma circular de
las enfermedades mentales”. En 1854 acuñó el término
folie circulaire para la alternancia entre las dos fases, con
intervalos de lucidez entre los episodios. La describió como un trastorno hereditario, más frecuente en mujeres,
de inicio abrupto y evolución favorable. Con dos semanas
de diferencia (las fuentes acerca de la prioridad en la autoría son variables), Jules Baillarger (1809-1890) describió su folie à double forme e insistió en que se trataba de
un mismo proceso con dos episodios distintos. Consideraba menos importantes los intervalos de lucidez de los que
hablaba su rival, siendo estos ataques de doble forma, en
caso de períodos breves, los antecesores de nuestro
trastorno bipolar de ciclos rápidos. Independientemente
de quién realizara la primera descripción, ambos consideraron el trastorno como una nueva “entidad morbosa”. Esta innovación constituyó la mayor contribución
nosográfica realizada por la psiquiatría francesa que,
recogida por Kraepelin, iba a llegar hasta la actualidad
con la denominación de psicosis maníaco-depresiva.
(Tabla 15).
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ASPECTOS CONCEPTUALES E HISTÓRICOS DE LA DEPRESIÓN
Tabla 15.
Glosario histórico de términos afectivos. La escuela francesa
Monomanía
Esquirol
Enajenación parcial (frente a la manía o delirio “general”) en forma alegre o triste, excitante u opresiva. El delirio afectaba a una sola de las facultades: inteligencia, sensibilidad o voluntad.
Lipemanía
Esquirol
Del griego triste-locura. Tipo de monomanía predominantemente triste. Utilizado por
Esquirol para sustituir a la melancolía.
Folie circulaire
Falret
(1854)
Presentación alternativa y regular de fases maníacas y melancólicas con intervalos de
lucidez.
Folie à doble forme
Baillarger
(1854)
Término acuñado por este autor para la entidad anterior.
La escuela alemana
Durante la primera mitad del siglo XIX, la psiquiatría alemana, bajo la influencia romántica y de la naturfilosofía, se alejó de la experiencia clínica y utilizó la
reflexión y la intuición intelectual para esclarecer el significado de la locura, con un carácter meramente especulativo, sobre todo en el ámbito universitario. Sin
embargo, la llegada del positivismo indujo a tomar un
nuevo rumbo, hacia el triunfo definitivo de la orientación
naturalista. Así, Alemania tomó las riendas de la especialidad en Europa.
En estos momentos, Wilhem Griesinger (18171868), profesor de psiquiatría y neurología del Hospital
Charité de Berlín, fue su más destacado protagonista.
Considerado el padre de la psiquiatría biológica, su equiparación de las enfermedades psíquicas a “enfermedades del cerebro” supuso el inicio de una importante
corriente somaticista. Entendió la locura o psicosis, como
la llamaba su maestro Zeller, como una entidad unitaria
cuyas formas clínicas eran estadíos del mismo proceso
morboso. En su principal obra, Patología y terapéutica de
las enfermedades mentales (1845), acerca de los cuadros melancólicos distinguió varios subtipos: la hipocondría era la forma más benigna, centrada en un
“sentimiento de enfermedad corporal” y un discurso reducido a la salud. En segundo lugar, la melancolía propiamente dicha, cuyo centro del cuadro era la pesadumbre
o estado de ánimo opresivo (schwermut). También describió la melancolía con estupor, melancolía con propensión
a la destrucción y la manía y melancolía con sobreexcitación permanente de la voluntad. Griesinger, en el siglo
XVIII, pensaba que la melancolía tenía una causa física
cerebral, aceptando además el valor de los precipitantes
en su génesis, fundamentalmente de tipo psicológico.
Con Griesinger los estados melancólicos se establecieron definitivamente como cuadros afectivos y se abandonó la antigua terminología. Si bien autores precedentes
como Samuel Johnson o Francis Willis habían hablado de
depresión como sinónimo de “estado de ánimo bajo”, es
a partir de ahora cuando el término se consolida como
sustituto de melancolía.
Griesinger afianzó la nueva “psiquiatría de universidad” apoyada por la creación de cátedras de la disciplina
en las más importantes universidades del país. Renombrados histopatólogos y neurólogos, como Meynert, Wernicke,
Nissl, Alzheimer y Pick, fueron los principales representantes de esta orientación “neuropsiquiátrica”. Una segunda
línea de desarrollo estuvo constituida por la llamada “escuela clínica”, integrada por psiquiatras de hospitales. Su
interés estuvo centrado en la descripción y clasificación
de los trastornos psíquicos iniciada por los autores franceses. Representantes de esta tendencia fueron L. Snell,
E. Hecker o Kraft Ebing. Algunos de ellos, como K. Kalhbaum o E. Kraepelin, supusieron el eslabón definitivo en
la nosografía y nosotaxia de la enfermedad mental.
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En este período se acuñaron muchos de los actuales
términos para el estado de ánimo. Falret, en 1854, fue
el primero en describir en Francia la “locura circular” como estados depresivos y estados maniacos separados por
un intervalo libre, con un comienzo generalmente brusco
y una evolución reversible por lo general. Casi a la vez,
Baillanger hablaba de “locura de doble forma” en la misma línea que Falret.
Ya Falret había descrito que su folie circulaire era
detectable a veces en formas atenuadas, en las que el
paciente oscilaba entre letargia-tristeza y vivacidadexaltación sin experimentar los extremos de ninguno
de los estados de ánimo. Fue una generación después
cuando Kahlbaum (1882) empleó realmente el término ciclotimia o Mendel (1881) acuñó el de hipomanía.
En 1887 Ewald Hecker, pupilo de Kahlbaum, describió
que algunos pacientes mostraban características de la
personalidad que compartían rasgos depresivos y maníacos. Esta ciclotimia de Hecker consistía en depresiones breves intercaladas con excitaciones leves de corta
duración (unos días), similar al actual trastorno bipolar
tipo II. Griesinger describió casos de oscilaciones anímicas con patrón estacional, cuyo empeoramiento melan-
cólico se producía en invierno, precedente del actual
trastorno afectivo estacional (Tabla 16).
La fragmentación de la locura
La clásica concepción francesa de una sola locura,
l´alienation mental, que se manifestaba con diferentes tipos clínicos (manía, melancolía, demencia e idiocia), tuvo una amplia difusión y aceptación en Alemania. Esta
teoría de la psicosis unitaria llegó a su cumbre con Griesinger, que consideraba estos cuadros como “formas de
estado” que se sucedían sistemáticamente de forma regular. La comprobación de que este esquema evolutivo
no se cumplía clínicamente llevó al abandono la psicosis
única en el último tercio del siglo XIX. Entre los hechos
que marcaron este final se encuentra la descripción por
Hoffman (1861) y Snell (1865) de una paranoia primaria, demostrando que cuadros de delirio podían no ir precedidos de perturbaciones afectivas (y oponiéndose al
supuesto carácter secundario de las alteraciones del pensamiento). Otro hecho relevante fue la introducción por
K. Kahlbaum (1828-1899) del criterio patocrónico en la
Tabla 16.
Glosario histórico de términos afectivos. La escuela alemana
Ciclotimia
Kahlbaum
(1882)
Forma atenuada de oscilaciones anímicas de origen constitucional en la que no suele
llegarse a ninguno de los extremos. Kraepelin habló de disposición a ella y Schneider la
incluyó como subtipo en sus personalidades psicopáticas.
Hipomanía
Mendel
(1881)
Polo de vivacidad y exaltación de la descripción anterior que no alcanza el rango de manía. Jung describió una forma aún más leve: estado hipertérmico.
Distimia
Kahlbaum
Rescata la definición de Areteo (“abatimiento del espíritu”) para englobar a toda la patología en la esfera del sentimiento. En los últimos años el término ha sustituido al de
depresión neurótica para designar una forma leve de depresión caracterológica.
Psicosis
maníaco-depresiva
Kraepelin
(1899)
Término sustituto al de “locuras periódicas”, de evolución no deteriorante (frente a
la demencia precoz) y entre las que incluía la manía, la melancolía y la insania o locura circular.
Melancolía
involutiva
Kraepelin
La separó de la locura maníaco-depresiva por atribuirla al proceso de envejecimiento (de inicio a partir de los 45 años) y no a factores genéticos. Más tarde rectificó y
la volvió a incluir.
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