Embarazo y parto en la medicina tradicional del área p’urhépecha Xóchitl Prado Dirección General de Culturas Populares SEP Para la cultura p’uhrépecha todo lo que existe en el mundo se encuentra regido por los ciclos luna­ res: plantas, animales y aún el hombre. Así en­ contramos que la menstruación se denomina k u ts ip ’aménchati o enfermedad de la luna. La mujer inicia su ciclo menstrual entre los doce y los catorce años y este evento, además de varios cambios en su comportamiento social, in­ dican que la mujer comienza una nueva etapa de su desarrollo, es ahora marikua o muchacha de­ jando atrás la etapa de nanaka sapírati o niña. Existe una estrecha relación entre la ferti­ lidad y la presencia de “frío” o de “calor” en la mujer, es por ello que son observadas diversas restricciones en cuanto a bebidas y comidas con­ sideradas “frías” tales como haba (Vicia faba) higos (Ficus sp), duraznos (Prunus sp), etc. Du­ rante el periodo de la menstruación se recomien­ da ingerir atoles en sustitución del agua que es considerada “fría”. En casos de infertilidad son suministradas diversas plantas que tienen como fin restituir el calor perdido en la matriz. Es común que se acon­ seje a la mujer comer caña de maíz para con ello lograr que la etapa fértil se vea prolongada. Embarazo El embarazo es un fenómeno natural que sobre­ viene enseguida del matrimonio. Generalmente la mujer queda preñada a los primeros meses de cohabitar con su esposo. Tanto la posibilidad de poder procrear así como el número de hijos son asuntos impredecibles y sujetos a la “voluntad de Dios”. Del proceso de la fecundación se habla de manera simbólica. Se considera que cuando el producto del embarazo es del sexo femenino, se ha engendrado una gota de sangre y cuando es del sexo masculino, lo que se ha engendrado es una gota de agua. Los padres poseen cierta “naturaleza” que cuando se activa determina el séxo del producto. Si esto ocurre en la madre el producto será del sexo masculino y si ocurre en el padre, el produc­ to será de sexo femenino. De aquellas parejas que después de varios años de matrimonio no han logrado engendrar, se dice que es un castigo por alguna falta grave cometida o en otros casos ocasionado por activi­ dades de “brujería”. La esterilidad se atribuye también a la presencia de “frío” en la matriz de la mujer. Generalmente es hasta el tercer mes cuando se tiene conocimiento del embarazo, un signo in­ dicador es la ausencia de menstruación, sin em­ bargo se requiere asistir con la partera quien con­ firma el estado de gravidez. El sufrir mareos y tener vómitos durante los primeros meses del embarazo es indicador de que el niño “está mal acomodado”, refiriéndose a la posición dentro del útero. En tales casos se re­ curre a la partera quien realiza las maniobras pertinentes para “acomodar” el producto y ade- más “pedir a Dios que no le toquen las malas en­ fermedades”, refiriéndose a aquellas originadas por “brujería”. Desde el momento en que se tiene conoci­ miento del embarazo se inician los cuidados de la partera quien acude cada quince días a sobar, sobre un petate o estera, a la futura madre. Durante esta etapa deberá llevar una faja de franela para evitar que “le dé el aire”, tanto a ella como al niño. La partera durante estas vi­ sitas pregunta a la paciente sobre las novedades que se han presentado y al acercarse la fecha del parto las visitas son más frecuentes. Son diversas las precauciones para llevar a feliz término el embarazo y son consideradas fal­ tas graves no respetar las restricciones estable­ cidas. Por ejemplo, la madre debe conservarse “contenta” y no enojarse porque entonces “le en­ trará aire” y ello resulta perjudicial para el niño. Su actividad social también se ve restringida, ya que durante este período evita salir de su casa, cuidando con ello de que alguien le haga daño a través de la “brujería”. Igualmente se le previene de no mirar en la calle, si es que sale, a personas que tengan algún defecto físico, que tengan mal carácter, pues si los viese correrá el peligro de que su hijo nazca de esa manera. Refiriéndose a las actividades diarias de la mujer, se dice que no debe realizar trabajos pesa­ dos como cargar agua, pues el niño puede salir “golpeado”, relacionando esto con la mancha mongólica en la parte dorsal de los niños. Al h a­ cer tortillas, la madre deberá quitar el comal del fogón ya que de otra manera, en el momento del parto “se le pegará” la placenta. En Santa Cruz Tanaco se dice que la partu­ rienta debe evitar el hilo rojo al coser ropa, pues el niño nacerá con lunares o manchas rojas. Igualmente, no puede llevar a cabo la curación de heridas con sangre porque su hijo puede lle­ gar a orinar sangre o tener manchas rojas en su cuerpo. Los animales también llegan a afectar el em­ barazo. Cuando los niños nacen con seis dedos, se dice que es debido a que la madre vio un arm a­ dillo o un lagartijo. En Cherán se considera que cuando una mu­ jer embarazada orina donde lo ha hecho un ani­ mal, el niño puede nacer con una parte de dicho animal. (Beals, 1946). Le está vedada la ingestión de alimentos “fríos” o “frescos” tales como el chilacayote (Cu­ cúrbita ficifolia), ya que de hacerlo, al momento de dar a luz le sobrevendrá una fuerte hemorragia. Comer miel de abeja puede provocar que el niño no pueda nacer. Si se come miel, deberá guardarse un pedazo de panal para que en el mo­ mento del parto sea preparado un té y tomado por la parturienta. Se considera por analogía que el comer fru­ tos “cuates”, origina un parto doble. También le está prohibido a la mujer embarazada cargar sal, chile y cal porque su hijo puede nacer sordo o ciego. (Lumholtz, 1904). El padre del niño debe respetar también cier­ tas normas, por ejemplo, cuando en Cherán se compra una carga de leña, ésta deberá ser desa­ tada inmediatamente o el niño será estrangulado con el cordón umbilical. Asimismo, el padre no podrá m atar ningún animal porque éste puede entrar al niño y hacer que muera (Beals, 1946). Los fenómenos naturales también afectan el embarazo. Es ampliamente conocido el efecto que causa el eclipse de sol o de luna en las mujeres preñadas, al que se le atribuye la presencia de niños con labio leporino. (Lumholtz, 1904; León, 1910; Velázquez, 1947). Parto Los cuidados y atenciones que se requieren al mo­ mento del parto y la importancia que ello tiene en la vida futura de la madre y el niño, explica por qué en estos eventos se prefiera la ayuda de una partera de la comunidad a un médico, extra­ ño a la cultura. El parto siempre se realiza en la casa de la parturienta, pues ello proporciona una gran con­ fianza a la mujer sabiéndose rodeada de sus fami­ liares. Su parto es un asunto más dentro de la vi­ da de la numerosa familia. Cuando se acerca el momento del parto, la partera clama la ayuda de “Dios” y administra un cocimiento de kutsisi, planta de sabor amargo que ayuda a acelerar el parto. El parto se realiza en cuclillas sobre un petate en donde se han pues­ to algunos lienzos a manera de colchón que ser­ virán para recibir al niño. Una vez expulsado el producto, se procede a cortar el cordón umbilical y quemar la punta de éste con una vela encendida. Se dice que antigua­ mente el corte se hacía con un pedazo de tsinapu u obsidiana. (León, 1910). Después de am arrar el cordón con hilo negro, se corta una ruedita de trapo a la que se agrega “unto de puerco”, se faja al niño y se espera a que el cordón caiga por sí mismo. Si acaso llegara a infectarse el tupu (ombligo), se procede de la si­ guiente manera: se quema un pedazo de petate viejo y la ceniza se pone en el tupu, si la infección no cede, puede utilizarse manteca y sulfatiazol. Un último recurso es quemar el tacón de un zapa­ to de cuero y colocar esa ceniza en la parte infec­ tada. El cordón que se desprende del niño deberá ser guardado en la pared de la casa, ya que el coci­ miento servirá para curar enfermedades de la madre. El cordón umbilical es guardado celosa­ mente por la partera, quien lo considera dota­ do de innumerables virtudes medicinales y mági­ cas (León, 1910). Se deberá tener cuidado de que el cordón que se le desprende al niño no entre en contacto con la humedad, porque ello provocará que el niño “agarre frío y enferme”. Se dice que en el cordón umbilical existen unos abultamientos o “bolitas” que indican el número de hijos que se procrearán. Cuando di­ chas protuberancias son negras, los hijos serán del sexo masculino y cuando son “güeritas”, los hijos serán del sexo femenino. Cuando la placenta no se puede expulsar, es práctica común el introducir los cabellos de la pa­ ciente en su garganta, una vez expulsada la pla­ centa, se lleva a enterrar en el patio de la casa te­ niendo cuidado de que sea en un lugar seco por­ que la madre puede “agarrar frío y ya nó da fami­ lia”. Primeros años de vida Cuando nace el niño, inmediatamente se hace la pregunta: ¿Ambéski indé? (¿qué fué?), la contes­ tación puede ser “iuiri” (leñador) cuando es va­ rón, y “kamata uri” (hacedora de atole), cuando es mujercita. Desde el momento del nacimiento hasta la llegada de un nuevo hermanito, el niño es consi­ derado “charako” sin importar el sexo. Existe una marcada predilección por los va­ rones, pues además del prestigio social que ello significa, cuando el niño crezca, será una impor­ tante fuente de ingresos para la familia. Gene­ ralmente el oficio del padre es heredado a los hi­ jos, quienes se inician en el aprendizaje desde muy pequeños. Muy temprano también son ini­ ciados en el cumplimiento délos compromisos so­ ciales “ya desde niños empiezan a recibir carguitos para que se vayan acostumbrando”. Así pla­ ticaba un señor al señalar que durante la fiesta del Corpus son nombrados cinco niños como cargueritos de dicha celebración. Las niñas son ini­ ciadas en las tareas comunitarias teniendo como misión el llevar copal a la Virgen del templo, a es­ tas niñas se les denomina “kuatsítasi”. En el hogar, las niñas poco a poco van sien­ do incorporadas en las tareas domésticas. Cuan­ do la madre se encuentra haciendo tortillas, deja al final una pequeña porción de masa que servirá para que la niña elabore pequeñas tortillas que generalmente son consumidas por los animales, pues tanto la forma de las tortillas como la coc­ ción de estas difieren de las de consumo humano. Los niños y niñas son incorporados a tem­ prana edad en las actividades productivas de la familia; elaborando artesanías inician su apren­ dizaje “como jugando”, haciendo petates dimi­ nutos o pequeñas figurillas de popote de trigo. Al paso del tiempo se elaborarán los mismos artícu­ los pero de un tamaño mayor. Comentarios finales Los procesos del embarazo y el parto se encuen­ tran involucrados en conceptos propios de la cul­ tura, tales como: “el frío y calor” ampliamente atribuidos a espacios físicos, cuerpo humano, comida, enfermedades, vegetación y aires, entre otros. Encontramos también que las relaciones so­ ciales hacen acto de presencia a través de las te­ midas enfermedades ocasionadas por actos de “brujería” y que durante esta etapa son muy fre­ cuentes. Los fenómenos cósmicos como los eclip­ ses tienen también parte importante en el proce­ so de la reproducción del grupo. Se hace necesario pues, incursionar en la medicina tradicional tomando como punto de partida la cosmovisión de la cultura. Asimismo, debemos tener presentes que los procesos de em­ barazo y parto se encuentran, quizás más que ninguna otra etapa del individuo, rodeados de pautas culturales que tienen como función con­ servar al grupo tanto cultural como biológica­ mente. BIBLIOGRAFIA G. Hugo, 1964. Medicina de transición en una comunidad campesina. México, Organización de Estados Americanos, Programa Interamericano de Ciencias Sociales. 94 p. B e a l s , Ralph, 1946. Cherán: a sierra tarascan village. Smithsonian Institution. Institute of Social Anthropology No. 2, X-235 p. maps, ils. L e ó n , Nicolás, 1910. La Obstetricia en México. México. Tipografía de la Vda. de F. Díaz de León. L u m h o l t z . Karl S. 1904. El México desconocido: cinco años de explo­ ración entre las tribus de la Sierra M adre Occidental, en la Tierra Caliente de Tepic y Jalisco y entre los Tarascos de Michoacán. 2v., New York, C. Scribner’s Sons. Ils. V e l a z q u e z G a l l a r d o . P. 1948. “Dioses Tarascos de C harapan”. “Revista Mexicana de Estudios Antropológicos. México, D.F., v. IV, n. 1-3. p. 79-106. La hechicería en Charapan, Michoacán. Tesis. Escuela N a­ cional de Antropología e Historia. México, 1949.151 p. ils. (mecanuscrito). BURGOS