Siglo nuevo E n los años ochenta el mítico director teatral Jerzy Grotowsky se retiró con sus discípulos a Pontedera, Italia, donde investigó a profundidad el papel del actor, elevando la expresión corporal a niveles sacramentales. Sin espectadores ni presentaciones sus últimos trabajos fueron, a decir de muchos, ‘teatro para dios’; un ejercicio de rigor escénico sin par. Grotowsky estudió a fondo las tradiciones escénicas de diversos países y encontró sus constantes; de sus viajes a la India, Japón y México -entre muchos otros paísesencontró como un punto en común el poder universal de la máscara. Su teatro era despojado: sin escenografía, luces ni accesorios, se basaba sólo en el trabajo actoral y por ello desarrolló una sofisticada técnica de control de los músculos del rostro, de tal manera que sus actores pudieran presentar ‘mascaras faciales’, expresiones inverosímiles congeladas por largo tiempo. De esta forma reveló el poder de la máscara y su esencial misterio, pues el propio rostro es la primera máscara. De hecho el vocablo ‘persona’ tiene su origen en la palabra latina que designa a una máscara de teatro, personare (por donde suena la voz del actor). Otro posible origen de la palabra es el griego prosopon que señala “lo que se pone delante de la cara”. Indivisible, entonces, del propio concepto de persona, el origen de la máscara se pierde en el tiempo. La alusión más antigua a las máscaras es de hace 20 mil años, en una obra rupes- tre donde aparece un hombre ataviado con una careta de venado. Otra referencia a su antigüedad aparece en el filme En busca del fuego (La Guerre Du Feu, Jean-Jacques Annaud, 1981), que basada en las novelas de J.H. Rosny, plantea la coexistencia de tres especies de hombres: homo erectus, neanderthal y homo sapiens. Los últimos son los más desarrollados y a diferencia de los anteriores ya están separados de la Naturaleza, imbuidos en sus propios rituales; usan ins- Sn • 55