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Sebastián Piñera
Echenique
© Foto Agência Brasil/José Cruz
Chile
Actualización: 19 febrero 2016
Presidente de la República (2010-2014)
Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique
Mandato: 11 marzo 2010 - 11 marzo 2014
Nacimiento: Santiago, Región Metropolitana, 1 de diciembre de 1949
Partido político: sin filiación (anteriormente, de Renovación Nacional)
Profesión: Ingeniero, economista y empresario
Editado por: Roberto Ortiz de Zárate
Presentación
Entre 2010 y 2014 Sebastián Piñera ha personificado la alternancia democrática en Chile, de nuevo
presidida por la derecha tras 20 años de gobiernos de la Concertación del centro-izquierda. El 11 de
marzo de 2014 devolverá el mando a Michelle Bachelet, la dirigente socialista a la que sucedió cuatro
años atrás y la ganadora de la doble vuelta electoral de noviembre y diciembre de 2013. Uno de los
hombres más ricos del país, con un historial de éxitos empresariales no exento de pasajes turbios por
una serie de prácticas mercantiles abusivas que le acarrearon serios líos con la justicia, y antiguo
senador, el magnate, un hombre de estilo abierto y locuaz, llegó al Palacio de la Moneda al segundo
intento, pues en 2006 fue derrotado por Bachelet. Desde su partido, Renovación Nacional, ha
impulsado la actualización de la derecha chilena, donde representa a los sectores más moderados y
liberales, con el fin de desligarla de su pasado pinochetista. Él siempre ha dicho que estuvo en contra
de la Junta Militar y que en el plebiscito de 1988 voto no, si bien en 1998 denunció enérgicamente la
detención de Pinochet en Londres.
En enero de 2010 Piñera se impuso en las urnas al democristiano Eduardo Frei con un programa que
enarbolaba las banderas de la dinamización productiva (meta de crecer un 6% anual), la aceleración
del desarrollo (objetivos de "erradicar" la pobreza y de alcanzar estándares europeos para 2018), la
creación masiva de empleo, el combate a la delincuencia y la superación de las flagrantes
desigualdades sociales, todo ello en un contexto de estabilidad macroeconómica y relativa
consolidación fiscal. Es decir, se trataba de completar la obra inacabada, cuyos logros reconocía, de
los cuatro presidentes concertacionistas. Su compromiso era, aseguraba, con la "economía social de
mercado", con una "sociedad más justa y solidaria", y con la "unidad nacional", dejando atrás la
polarización ideológica heredada de la dictadura.
Para empezar, su ambicioso Programa de Gobierno tuvo que enfrentar la destrucción masiva
provocada por el gran terremoto y maremoto de febrero de 2010, sucedido cuando todavía era
presidente electo. La bonanza de los ingresos de las exportaciones cupríferas y el colchón financiero
que brindaban los fondos de reserva y el muy bajo nivel de endeudamiento permitieron al Ejecutivo
costear los daños con un Plan de Reconstrucción centrado en la restitución de viviendas y la
reparación de infraestructuras públicas. Hecho notable, este esfuerzo, que fue paralelo a toda una
serie de mejoras en las subvenciones y bonificaciones sociales, se acometió sin perjuicio del
crecimiento y el balance fiscal; al contrario, entre 2010 y 2012 el PIB chileno creció con unas tasas
próximas al 6% y el déficit prácticamente desapareció de las cuentas públicas. Además, no se generó
inflación, el paro descendió, hasta tocarse el pleno empleo, y los salarios subieron. Con todo, Chile
no se ha zafado de un proverbial desequilibro: en la OCDE, destaca como un país líder en crecimiento
pero sigue siendo el que peor repartida tiene su riqueza. Además, en su último año en La Moneda,
Piñera vio moderarse el crecimiento económico, retornar el déficit fiscal y aumentar el déficit
estructural, en buena parte por culpa de la caída de los ingresos del cobre, del que tanto depende el
país sudamericano. Amén del agravamiento del déficit por cuenta corriente, de mal en peor desde el
inicio de su mandato.
Las cifras de la prosperidad nacional quedaron espectacularmente emborronadas en 2011 por la
confluencia de una serie de conflictos sociales, el más clamoroso de los cuales fue el estudiantil. La
enérgica protesta de los estudiantes, que hasta el día de hoy han reclamado un sistema educativo
público de calidad, equitativo y gratuito, desgastó al Gobierno y disparó los niveles de rechazo a
Piñera, quien vio evaporarse la popularidad ganada durante la crisis del accidente de los mineros de
Copiapó en 2010, en cuyo épico rescate tuvo un rol estelar. Si el terremoto sacó a relucir importantes
carencias del Estado y una fractura soterrada en los sectores más humildes de la sociedad, las
protestas realizadas en 2011 y 2012, algunas con acentos violentos, por estudiantes, obreros,
mapuches araucanos, ecologistas patagones y ciudadanos magallánicos fueron la manifestación de
un descontento social bastante extendido, malestar que los logros económicos y la batería de
novedades legislativas no consiguieron mitigar. Piñera, pese a su infatigable búsqueda de la
aproximación a la gente, no terminó de conectar con la mayoría de los chilenos, quienes podían
reconocer el balance gestor de su Gobierno, pero desaprobar sus dotes como político. Por lo demás,
las históricas protestas sociales de 2011 abrieron un debate nacional sobre el modelo de país que se
quería para el futuro y suscitaron el diagnóstico de un "fin de ciclo" en Chile.
La política exterior de Piñera continuó por la senda, muy pragmática, trazada por sus predecesores
Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, que se resume en la búsqueda de unas relaciones internacionales
fructíferas, el alejamiento de las pendencias ideológicas y la apuesta por la inserción en los
mercados más dinámicos de la globalización, con hincapié en la región de Asia y el Pacífico, a través
de un arsenal de tratados de libre comercio bilaterales, y en paralelo a los procesos de integración
abiertos en América Latina; aquí, Chile ha confiado en organizaciones como la UNASUR, la CELAC e
incluso el MERCOSUR, y se ha mantenido rigurosamente al margen del ALBA.
En este período, la matriz exportadora de la economía chilena se benefició con la firma de cuatro
nuevos TLC con países de Extremo Oriente, la intensificación de los tratos con China y la formación
en 2011 con México, Colombia y Perú de la Alianza del Pacífico. El presidente insistió en promocionar
a Chile como "puerta de entrada en América Latina" y "puerto de proyección hacia el Asia-Pacífico",
una posición dual bien reconocida por los inversores europeos. La Administración Piñera abrió o
profundizó relaciones "estratégicas" con diversos países de América, Asia y Europa, pero mantuvo
un doble diferendo territorial con los vecinos Perú y Bolivia. Con el primer país heredó el litigio ante
el Tribunal Internacional de Justicia por la delimitación de la frontera marítima (hasta la sentencia
salomónica de enero de 2014) y con el segundo acabó también en La Haya (demanda presentada por
La Paz en 2013) por su reclamación de una salida soberana al océano por la costa chilena.
(Texto actualizado hasta marzo 2014)
Biografía
1. Un dinámico empresario en los años de la dictadura
2. Entrada en política con la derechista Renovación Nacional; el Piñeragate
3. Las tentativas presidenciales de 1999 y 2005
4. Triunfo electoral en 2010 con un programa de cambio para Chile
5. Debut en La Moneda bajo la emergencia del terremoto; el plan nacional de reconstrucción
6. De la crisis de los mineros de Copiapó a la gran protesta estudiantil; el conflicto social de 2011
7. Acusada bonanza económica, las medidas sociales del Gobierno y la batalla del déficit
8. Una fructífera política exterior bajo las consignas de la integración y el libre comercio
9. La vicisitudes del último año
1. Un dinámico empresario en los años de la dictadura
Nacido en 1949 en el seno de una familia de clase media, es el tercero de los seis hijos tenidos por José
Piñera Carvallo (1917-1991), ingeniero de formación, funcionario público de profesión y nieto de inmigrante
asturiano, y María Magdalena Echenique Rozas (1919-2000), ama de casa y con ascendientes vascos. En
1950, contando su más joven vástago con apenas unos meses de vida, los Piñera se marcharon a vivir a
Nueva York, Estados Unidos, donde al padre le había salido un puesto en la plantilla de la entidad estatal
Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), que inauguraba en el país norteamericano su primera
oficina exterior. Transcurridos cuatro años, la familia retornó a Santiago y Sebastián comenzó su educación
escolar en el exclusivo Colegio que la Congregación del Verbo Divino (SVD) regentaba en la capital.
Don José era militante fundacional del Partido Demócrata Cristiano (PDC), que en 1964 llegó al Gobierno de
la mano de Eduardo Frei Montalva. De las profundas convicciones católicas de la familia Piñera Carvallo
daba especial fe un tío paterno del niño, Bernardino Piñera, alto eclesiástico que entonces encabezaba la
Diócesis de Temuco y que años más tarde iba a alcanzar el Arzobispado de La Serena y la presidencia de la
Conferencia Episcopal de Chile. En 1965 Frei nombró a José Piñera embajador de Chile en Bélgica y la
familia volvió a hacer las maletas, esta vez con destino a Bruselas, donde Sebastián reanudó la secundaria
en el Instituto Saint-Boniface. Cuando en 1967 el padre jalonó su carrera diplomática con un nuevo y
prestigioso destino, la representación permanente ante la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, el
hijo retorno a Chile. Piñera completó el último año del bachillerato en el Colegio del Verbo Divino, tras lo cual,
en 1968, ingresó en la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica (PUC) para formarse
como ingeniero comercial.
Faceta académica en los estudios de Economía y primeras actividades corporativas
Licenciado en 1971 con distinciones por tratarse del mejor alumno de su promoción, durante una temporada
Piñera dio clases de Teoría Política Económica en el Instituto de Economía de la Universidad de Chile y en la
Escuela de Negocios de Valparaíso. En 1973, con lo ganado en estos trabajos lectivos y con la ayuda
también de una beca Fulbright, partió a Boston para cursar un máster de su especialidad en la Universidad
de Harvard, donde ya llevaba unos meses estudiando su hermano un año mayor, José. El comienzo de esta
formación de posgrado, impartida por un equipo docente en el que descollaba el reciente Premio Nobel de
Economía Kenneth Arrow, coincidió con el golpe de Estado militar del 11 de septiembre. Los dramáticos
sucesos en su país empujaron a Piñera a retornar temporalmente a Santiago para contraer matrimonio con
su novia cuatro años más joven, Cecilia Morel Montes, a la que conocía desde la adolescencia por ser
vecinos del barrio.
Nada más convertirse en marido y mujer en diciembre de 1973, la pareja se mudó al campus de Harvard,
donde él profundizó su vínculo académico con la mirada puesta en el doctorado. En Estados Unidos nació,
en 1976, el primero de sus hijos, Magdalena; a la misma iban a seguir otra chica, María Cecilia (1978), y dos
chicos, Juan Sebastián (1982) y Cristóbal (1984). En Harvard Piñera tuvo como compañero de estudios al
luego reputado economista Laurence Kotlikoff; juntos se integraron como auxiliares de investigación en el
equipo del profesor Martin Feldstein, futuro asesor económico del presidente Ronald Reagan, y publicaron
en la revista The Journal of Economic History un artículo titulado The Old South's Stake in the Inter-Regional
Movement of Slaves.
Antes de doctorarse con la tesis, dividida en tres ensayos, The Economics of Education in Developing
Countries, Piñera trabajó para la Universidad como asistente de docencia y empezó a prestar servicios de
consultoría para el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Tras defender con éxito su
tesis doctoral, el profesor Richard Musgrave, especializado en finanzas públicas, le contrató para ayudarle en
un estudio sobre las cuentas nacionales de Bolivia, labor por la que cobró, según ha informado la prensa
chilena, la elevada cantidad de 50.000 dólares.
En 1976 Piñera se instaló definitivamente con su familia en Santiago para emprender una prometedora
carrera académica a la que rápidamente iba a tomar la delantera una singladura empresarial, con mucho
más conspicua y lucrativa que su compromiso con las aulas y los gabinetes de investigación. Por de pronto,
el economista retomó el profesorado en la PUC, siguió ejerciendo de consultor para el Banco Mundial y de
paso se puso a trabajar en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), donde participó
en la elaboración de un proyecto sobre la pobreza en América Latina. Entretanto, su esposa Cecilia se
cualificó como orientadora juvenil y familiar en la Universidad Mayor.
En 1978 incursionó en el sector privado como socio minoritario de Ingeniería Financiera y Comercial Ltda.
(Infinco), una empresa de asesoría, auditoría y evaluación de proyectos puesta en marcha por Carlos Alberto
Massad Abud, antiguo presidente del Banco Central de Chile y director ejecutivo del FMI, quien había
contactado con el ingeniero en la CEPAL. Ese mismo año Piñera abrió su primer negocio personal, en el
mercado inmobiliario, con la Constructora Toltén, dedicada a la construcción de viviendas en la Región
Metropolitana. En 1979 probó suerte también en el sector bancario como consultor, por cuenta de Infinco, y
gerente general del Banco de Talca.
Casi de inmediato, el empleado entró como socio capitalista en el Grupo Calaf-Danioni, accionista mayoritario
del Banco de Talca. Además, Piñera y sus dos principales socios de Infinco y Toltén, Carlos Massad y
Antonio Krell Rosenfeld, adquirieron paquetes accionariales en Bancard, una sociedad anónima promovida
por el Banco de Talca con el propósito de acaparar el negocio de la introducción en Chile de las tarjetas de
crédito Visa y MasterCard. En septiembre de 1980 Piñera dejó de gestionar las operaciones del Banco de
Talca, aunque no vendió su paquete accionarial en la entidad, que retuvo en paralelo a su creciente
participación en el capital de Bancard, donde el negocio de las tarjetas iba viento en popa. A continuación,
aceptó el mismo puesto gerencial en Citicorp Chile, banco de inversión formado por el Citibank y el Banco
Santiago, donde iba a ejercer hasta 1987. Por la misma época se desprendió de la Constructora Toltén, que
vendió por dos millones de dólares, y a cambio registró la Constructora Aconcagua Ltda., que no empezó a
facturar en serio hasta después de la recesión de 1982-1983.
Problemas con la justicia por la quiebra del Banco de Talca
La aguda crisis económica que golpeó al país en el décimo año de la dictadura de la Junta militar del general
Augusto Pinochet le ocasionó a Piñera grandes pérdidas en sus inversiones inmobiliarias. Pero el
desfondamiento de la economía chilena precipitó además el colapso del Banco de Talca, colocando al futuro
estadista en una situación harto delicada. A finales de 1981, cuando Massad ostentaba la presidencia
ejecutiva de la entidad, el Banco de Talca fue intervenido por la Superintendencia de Bancos e Instituciones
Financieras (SBIF) al encontrarse virtualmente en suspensión de pagos.
Una investigación judicial halló sólidos indicios de que la directiva del banco, donde llevaban la voz cantante
sus principales propietarios, Miguel Calaf Rocoso y Alberto Danioni Bernasconi, había inflado
fraudulentamente los partes de capital corporativo mediante la concesión de ingentes créditos a empresas de
papel creadas a tal fin que luego reinvertían en el propio banco, siguiendo un esquema de capitalización
ficticia. En 1982 el Banco de Talca fue liquidado por la SBIF, que a su vez entabló una demanda criminal
contra los dueños de la entidad quebrada. Como consecuencia, Piñera y sus socios fueron procesados bajo
la acusación de infingir la Ley General de Bancos. Numerosos informes del periodismo de investigación
chileno indican que en el verano de 1982 Piñera se mantuvo escondido varias semanas para evadir la orden
de detención emitida en su contra como presunto responsable de unos delitos de fraude y asociación ilícita.
Sin embargo, el interesado ha negado siempre haber sido un evadido de la justicia.
Convertido en reo procesal bajo amenaza de ser juzgado y condenado a una pena de prisión, Piñera
presentó en septiembre de 1982 un recurso, no de apelación, sino de amparo, ante la Corte de Apelaciones
de Santiago, pero este tribunal se lo denegó. Entonces, planteó ese mismo recurso ante la Corte Suprema
de Justicia, la cual sí le fue favorable, declarando el sobreseimiento del caso. La exoneración alcanzó
también a Massad, pero a Calaf y Danioni, que no habían presentado recurso y que ya estaban
encarcelados, les cayó una condena de tres años de prisión. 27 años después de estos hechos, durante la
campaña presidencial de 2009, Piñera iba a tener que enfrentar unas revelaciones comprometedoras en
relación con el desenlace favorable de esta peripecia judicial.
Tras este turbio episodio, Piñera continuó con sus negocios como si nada hubiera pasado. Diversificó sus
inversiones, lanzó nuevos proyectos empresariales y acrecentó su patrimonio de capital, hasta convertirse en
un hombre creso. Su negocio más rentable en estos años fue el de las tarjetas de crédito, sector del mercado
en el que desde 1987 mantuvo una posición de liderazgo a través de Fincard, una empresa no bancaria
especializada en la emisión de tarjetas personalizadas y que en parte compensó la pérdida por Bancard de
su cuasi monopolio en este terreno, ya que la nueva legislación bancaria de 1986 autorizaba a los bancos a
emitir sus propias tarjetas de crédito.
La creciente competencia fue reduciendo los beneficios de Bancard y Fincard, que Piñera terminó por vender
respectivamente al Transbank en 1989 y al Banco Santander en 1993, operaciones que le reportaron 100
millones de dólares. Estos traspasos, luego de su baja como gerente y presidente de Citicorp Chile en 1987,
finiquitaron la lucrativa, aunque accidentada, aventura del empresario en el sector bancario y financiero. A
cambio, montó sociedades que facturaron en los mercados de la edición (Editorial Los Andes), la mensajería
(Postal Market), los fondos de inversiones (CMB) y otros. El ramo de la informática también entró en su
esfera de intereses al ser contratado por Apple como su representante jefe en Chile. En añadidura, adquirió
diversos paquetes de acciones en todo un abanico multisectorial de empresas.
Por otro lado, en 1989 el matrimonio Piñera-Morel puso en marcha la Fundación Mujer Emprende con el
propósito de formar a mujeres jóvenes con escasos recursos y ayudarlas a desarrollar sus proyectos. Cuatro
años después, la pareja y un grupo de asociados crearon la Fundación Futuro, dedicada al patrocinio de
programas educativos e iniciativas cívicas. Cuando las elecciones presidenciales de 2009, en el organigrama
de la Fundación Futuro figuraban el entonces candidato como presidente, su hermana Magdalena Piñera
Echenique como directora ejecutiva y su esposa Cecilia Morel como miembro del Directorio. Tras la llegada
de Piñera al Palacio de la Moneda, la mayor de sus hijas, Magdalena Piñera Morel, le tomó el relevo en la
presidencia de la Fundación.
2. Entrada en política con la derechista Renovación Nacional; el Piñeragate
Los precedentes familiares decantaron las primeras orientaciones políticas de Piñera, que en sus años de
juventud se movió en la órbita del PDC. Hasta transcurridos unos años desde el golpe antiallendista de 1973,
la histórica agrupación no deshizo su ambigüedad sobre la postura a tomar frente a un régimen militar que no
excluyó a sus cuadros de la persecución policial y hasta del terrorismo de Estado.
Postura disidente contra Pinochet y elección como senador
Cuando el plebiscito de 1980 Piñera asegura que votó en contra de la Constitución redactada por la dictadura
y cuya validación en las urnas permitió a Pinochet arrogarse una legitimidad en el poder como presidente de
la República hasta 1989. Con este posicionamiento, el empresario se alineaba con los democristianos, los
socialistas y las demás fuerzas de la perseguida oposición democrática. Ahora bien, Piñera, a diferencia de
su padre (quien por entonces, en la sexta década de edad, estaba separado de su esposa), nunca militó en
el PDC y de hecho evolucionó hacia posiciones abiertamente derechistas en su acepción más liberal, aunque
no hasta el punto de convertirse, según se desprende de sus manifestaciones públicas en esta época, y tal
como él ha afirmado luego por activa y por pasiva, en un partidario de Pinochet, quien entre otras cosas había
introducido el neoliberalismo económico en el país. Al contrario que su hermano José, también doctor en
Economía por Harvard y profesor en la PUC, el cual aceptó en 1978 el puesto de ministro de Trabajo y
Previsión Social.
En su ejercicio ministerial, hasta que entró en desacuerdo con Pinochet, el mayor de los Piñera fue el artífice
de cuatro reformas estructurales, con un fuerte carácter desregulador y privatizador, que afectaron a los
ordenamientos de las pensiones, la sanidad, las relaciones laborales y el sector minero. Hasta el día de hoy,
Sebastián Piñera ha insistido en que él fue siempre un opositor al Gobierno de Pinochet. En el plebiscito de
octubre de 1988, convocado por el general para que los chilenos decidieran sobre si otorgarle otros ocho
años de mandato constitucional o bien acudir a unas elecciones presidenciales a las que él ya no se
presentaría, Piñera volvió a votar en contra de las pretensiones del dictador, cuyo régimen había practicado
una política económica ultraliberal muy favorable al empresariado.
Convertido a estas alturas en un verdadero magnate, Piñera apoyó económicamente la campaña de la
Concertación de Partidos por el No y durante un tiempo coqueteó con el PDC, pero la dirigencia de este
partido no encontró atractivo su fichaje. El empresario ambicionaba un mandato legislativo de elección
popular y de cara a las históricas elecciones pluralistas del 14 de diciembre de 1989 inscribió su candidatura
a senador por la Circunscripción 8 de la Región Metropolitana, correspondiente a Santiago Oriente.
Concurría con la etiqueta de independiente, aunque en la lista de Renovación Nacional (RN), partido de
derecha liberal que junto con la aún más conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI) acudía a las
elecciones en la coalición Democracia y Progreso, a la que cabía calificar de oficialista.
Fundada el 29 de abril de 1987 bajo el liderazgo del abogado Andrés Allamand Zavala, el ex ministro del
Interior de la dictadura Sergio Onofre Jarpa Reyes y el jurista Ricardo Rivadeneira Monreal, quien fungió
como su primer presidente, RN aunaba en su seno posiciones que oscilaban entre el propinochetismo más o
menos matizado y un compromiso no beligerante con la transición democrática, lo que le convertía en la cara
moderada de Democracia y Progreso. Orgánicamente, RN surgió como una fusión del Movimiento de Unión
Nacional (MUN) de Allamand, el Frente Nacional del Trabajo (FNT) de Jarpa y la UDI de Jaime Guzmán
Errázuriz, máximo ideólogo de la Constitución de 1980. En abril de 1988 la UDI optó por separarse y recobró
su autonomía, pero luego los dos partidos hicieron campaña común por el sí en el plebiscito de octubre. Esta
circunstancia parece que frenó la conversión de Piñera en militante de RN.
Sin ser por el momento miembro formal de RN, el empresario accedió a ser el "generalísimo" o jefe de
campaña del candidato presidencial de Democracia y Progreso, el ex ministro de Hacienda Hernán Büchi
Buc, de la UDI, pero unas vacilaciones de éste desembocaron cuatro meses antes de las elecciones en la
sustitución de Piñera por Pablo Baraona Urzúa, otro ministro pinochetista de la escuela neoliberal. Más tarde,
Büchi fue vapuleado por el postulante de la Concertación de Partidos por la Democracia, el dirigente del PDC
Patricio Aylwin Azócar, mientras que en las senatoriales Piñera fue ampliamente superado en su
circunscripción por el también democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle (hijo del difunto Frei Montalva), aunque
ello no le impidió hacerse con el escaño metropolitano.
El 11 de marzo de 1990, Piñera, electo en Santiago Oriente con el 22,8% de los votos, debutó en la profesión
política como senador de la República con mandato hasta 1998, convirtiéndose a sus 40 años en el más
joven miembro de la Cámara alta, donde integró por etapas las comisiones de Hacienda, Salud, Constitución,
Medio Ambiente y Bienes Nacionales, y Derechos Humanos. Al estrenar la legislatura, clausuró su nexo
docente con la universidad chilena y se incorporó oficialmente a las filas del RN. Al mismo tiempo, un primo
carnal del empresario, Andrés Chadwick Piñera, devino diputado en las filas de la UDI. Y en el mismo
Ejecutivo de Aylwin, un hermano menor, Pablo Piñera Echenique, recibió el puesto de subsecretario de
Hacienda tras 20 años de fiel militancia democristiana. El hermano más joven de los cuatro, Miguel, nacido en
1954, estaba desentendido de la política, había ligado su experiencia vital a los ambientes hippies y
bohemios, y actualmente gozaba de una considerable fama como cantante de música latina moderna y
propietario de locales de ocio nocturnos.
El escándalo de la grabación telefónica de 1992
En 1992 Piñera plasmó una precandidatura de su partido para las elecciones presidenciales de 1993, pero el
23 de agosto del primer año esta aspiración quedó truncada tras difundir en directo un programa del canal de
televisión privado Megavisión, propiedad del magnate Ricardo Claro Valdés, una grabación telefónica
clandestina donde podía oírse al senador impartir instrucciones a un colaborador, Pedro Pablo Díaz, para
dejar en mal lugar ante los medios audiovisuales y desacreditar públicamente a su adversaria interna, la
diputada y vicepresidenta de RN Evelyn Matthei Fornet. La hija del general Fernando Matthei Aubei, ex
comandante en jefe de la Fuerza Área de Chile y antiguo miembro de la Junta Militar de Gobierno, era una
economista de carácter vehemente y partidaria de Pinochet con la que Piñera, Allamand y el diputado Alberto
Espina Otero habían formado una camarilla interna de RN conocida como la "patrulla juvenil". Esta, en
agosto de 1990, en un sonado golpe de mano, había conseguido descabalgar de la jefatura de la formación
al veterano Onofre Jarpa y poner en su lugar a Allamand. Ellos se conocían desde antes de sus respectivos
ingresos en política, pues Matthei, siendo alumna de la Pontificia, había participado en la elaboración del
informe de la CEPAL del que Piñera era director, y más tarde había sido gerente de Bancard.
En la grabación, presentada y reproducida teatralmente ante las cámaras por Ricardo Claro, el dueño del
canal (quien decía dar este paso para "proteger la independencia" de Megavisión), se escuchaba al
empresario pedirle a su amigo Díaz que se pusiera en contacto con el periodista Jorge Andrés Richards,
presente en el estudio al que luego se incorporó también el propio Piñera (el cual, lógicamente, expresó su
malestar por esta filtración de una "conversación privada entre dos amigos"), a fin de que este invitara a
Matthei a un debate con él en el programa de Megavisión. El objeto de este cara a cara televisado era "dejar
en contradicción" a Matthei en ciertas cuestiones de moralidad religiosa, como el divorcio, que
supuestamente incomodarían a la conservadora precandidata, quien "es católica y no va a misa". "Pero la
gracia es que [Richards] trate elegantemente de dejarla como una cabrita chica, cierto, despistada, que está
dando palos de ciego, sin ninguna solidez", explicaba Piñera a su interlocutor en un momento de la
conversación, desarrollada en un estilo muy coloquial.
El episodio, conocido como Piñeragate o Kiotazo, hundió irremisiblemente las precandidaturas tanto de
Piñera como de Matthei, la cual, en noviembre siguiente, confesó su participación en el espionaje telefónico
practicado a su rival, quien de tramar una aparente encerrona se convirtió en la víctima de otra artimaña más
maquiavélica. De paso, el escándalo dejó fuera de juego a RN, permitiendo que prosperase la postulación
del favorito de la UDI, Arturo Alessandri Besa, como el candidato conjunto de la nueva Unión por el
Progreso. Luego, en diciembre de 1993, Alessandri iba a ser derrotado por el pretendiente de la
Concertación en el poder, Eduardo Frei, al que retó en las urnas también, en calidad de independiente, José
Piñera Echenique, quien quedó en tercer lugar.
Todo indica que el Piñeragate fue urdido, con la colaboración de los enemigos del senador en su propio
partido, extremo del que él estaba plenamente convencido, por personas del Ejército, cuyos servicios de
inteligencia realizaron la grabación ilegal dentro de un operativo de espionaje enfocado en Piñera. Según
Allamand y otros miembros de RN, el ala más reaccionaria de la institución castrense maniobraba para
impedir que el componente liberal ganara mayor peso en la coalición bipartita de la derecha. La existencia de
algún tipo de conspiración militar para amilanar a Piñera se puso más de manifiesto en mayo de 1993,
cuando unos individuos sin identificar retuvieron durante media hora a su hijo menor, Cristóbal, camino del
colegio. El senador interpretó la intimidatoria acción como un aviso para que dejara de investigar la autoría de
la grabación telefónica que había tumbado su aspiración presidencial el año anterior, lo que ciertamente hizo.
Por lo demás, este oscuro incidente no desentonó en absoluto con la actitud, desafiante y facciosa, que aún
imperaba en las Fuerzas Armadas chilenas. Durante la Administración de Aylwin, estas, con Pinochet
aferrado a la comandancia del Ejército y las instituciones políticas del Estado limitadas por una serie de
cláusulas restrictivas contenidas en la Constitución legada por la dictadura, protagonizaron diversos
episodios de desacato de la autoridad civil y de amenazas al orden democrático. Un aparente intento de
Piñera de congraciarse con quienes le miraban mal en la milicia tuvo lugar en junio de 1995, cuando en el
Senado, en tanto que miembro de la Comisión de Derechos Humanos, presentó una moción para elaborar un
proyecto de ley que extendiese hasta el último día de la dictadura, el 11 de marzo de 1990, la inmunidad
penal otorgada por la Ley de Amnistía de 1978 a los autores de todos los delitos políticos cometidos desde el
golpe de 1973 hasta esa fecha.
En la justificación de su propuesta legislativa, Piñera argüía: "No podemos permitir que las divisiones y odios
del pasado destruyan los acuerdos y potencialidades del futuro (…) Es indispensable tener verdadera paz y
unidad entre los chilenos, lo que implica ser capaces de superar el pasado (…), cerrar y sanar las heridas, y
mirar juntos y con optimismo el futuro". Y parafraseando al Papa Juan Pablo II, aseveraba: "Es la hora del
perdón y la reconciliación". La polémica moción no tenía ninguna posibilidad de salir adelante por la
oposición de la mayoría concertacionista y sus aliados de la izquierda, así que su autor optó por retirarla del
orden de sesiones. Tres años después, el 28 de octubre de 1998, Piñera participó de manera destacada en
un acto convocado por RN y la UDI en repudio a la reciente detención en el Reino Unido del senador vitalicio
Pinochet a requerimiento de la justicia española, que quería procesarlo por su responsabilidad en ciertos
crímenes de la dictadura.
En su discurso, pronunciado en un gran podio coloreado con la bandera nacional, el político derechista exigió
la liberación de Pinochet en atención a sus "muy delicadas" condiciones de salud y denunció su arresto en
Londres como "un agravio y un atentado a lo más profundo de nuestra soberanía, de nuestra independencia
y de nuestra dignidad". Piñera no hallaba ninguna contradicción entre vanagloriarse de haber votado contra
los planes políticos de Pinochet en 1988, primero, y defender la inmunidad de la misma persona frente a la
justicia extraterritorial con un repertorio de razonamientos legalistas y patrióticos, después.
Expansión del emporio empresarial
En su etapa como senador y con posterioridad a la misma, Piñera continuó amasando la fortuna que le
convirtió en uno de los hombres más ricos de Chile y desde luego en el político más adinerado.
En 1994, tras deshacerse de Fincard, durante un tiempo su negocio más rentable, que vendió como se
señaló arriba al Banco Santander de Santiago, el multimillonario penetró con fuerza en el sector de las
aerolíneas comprando a la escandinava SAS el 16% de LAN Chile, compañía privatizada en 1989 que bajo la
coparticipación del grupo de Piñera (elevada posteriormente al 26%, a través de sus sociedades de
inversiones Axxion y Santa Cecilia) entró en un proceso de crecimiento e internacionalización bastante
espectacular, con la adquisición de grandes cuotas del mercado regional del transporte aéreo en Ecuador,
Argentina y, sobre todo, Perú. En 2004 LAN Chile se transformó en un holding de empresas subsidiarias y
filiales bajo el nuevo nombre de LAN Airlines.
En paralelo, prosperaron enormemente sus facturaciones en el negocio inmobiliario, donde la Constructora
Aconcagua tomó la forma de un conglomerado de sociedades especializadas en la construcción, la
promoción y la venta directa de viviendas, aunque Piñera ya sólo era uno más entre varios accionistas.
Aconcagua conquistó una posición dominante en el mercado chileno de la vivienda mediante la absorción de
la inmobiliaria Fourcade y su fusión con el grupo SalfaCorp en 2007.
La voracidad inversora de Piñera alcanzó asimismo a las telecomunicaciones (compraventa de acciones de
Entel en 1990-2000, operación que le reportó un beneficio limpio de 35 millones de dólares), las eléctricas
(Colbún, 2001), las navieras (Compañía Sudamericana de Vapores, 2003), el turismo ecológico (Parque
Tantauco de la Isla Grande de Chiloé, 2004), las televisiones (canal Chilevisión, comprado en su totalidad al
grupo Claxson en abril de 2005 por 24 millones de dólares), los servicios sanitarios (Clínica Las Condes), las
farmacéuticas (FASA) y los clubs de fútbol (Colo-Colo y Universidad de Chile), entre otras muchas
participaciones y adquisiciones. La estrategia básica del potentado, al que empezó a llamársele El Berlusconi
chileno, consistía en diversificar y acrecentar sus participaciones de capital en las firmas que le atraían y
sentarse en sus directorios, más que en administrar directamente las compañías.
3. Las tentativas presidenciales de 1999 y 2005
El 11 de marzo de 1998 Piñera, una vez sobrepuesto de unas acusaciones formuladas en su contra por el
presunto abuso de su posición parlamentaria para obtener un precio ventajoso en la compra de unas
acciones suyas de la compañía eléctrica Enersis por la española Endesa, concluyó su mandato de senador,
cuya renovación descartó en favor de un nuevo envite presidencial. Este le fue concedido poco después por
su partido, pero en la UDI se articuló la candidatura alternativa del ingeniero Joaquín José Lavín Infante,
antiguo colaborador de Büchi, alcalde de la comuna santiaguina de Las Condes, miembro del Opus Dei e
hilador de un discurso derechista un tanto elástico donde las referencias a Pinochet pasaron del homenaje al
distanciamiento en menos de un año.
RN y la UDI, coaligadas ahora como Unión por Chile, decidieron que Piñera y Lavín dirimieran sus
ambiciones en una elección primaria que tendría lugar en junio de 1999. Sin embargo, medio año antes de
esa fecha, el 8 de enero, al calor de la tormenta nacional por el arresto de Pinochet en Londres y resonando
todavía los ecos de su ardiente defensa del encausado sobre la tarima y ante el micrófono, Piñera decidió
retirarse de la carrera presidencial tras constatar que en las encuestas no lograba superar el 5% de intención
de voto. Por lo que parecía, su condición de empresario de gran éxito y su perfil liberal no enganchaban al
electorado. Al menos, por el momento. A continuación, Piñera se integró en el equipo de la campaña
presidencial de Lavín, quien en las elecciones del 12 de diciembre forzó al candidato de la Concertación, el
socialista Ricardo Lagos Escobar, a disputar el 16 de enero de 2000 una segunda vuelta en la que el opositor
resultó vencido por muy poco.
Salto a la jefatura de RN, rivalidad con Lavín y contienda en las urnas con Bachelet
El 26 de mayo de 2001 el Consejo General de RN elevó a Piñera a la presidencia de la formación en
sustitución del diputado Alberto Cardemil Herrera. La promoción del empresario fue interpretada en su
momento como un esfuerzo por superar la crisis de unidad abierta en la Alianza por Chile (nueva
denominación de la Unión por Chile) tras el fracaso de las conversaciones RN-UDI para llevar a las
legislativas del 16 de diciembre una lista conjunta de candidatos. Piñera recompuso las negociaciones con el
líder de la UDI, Pablo Longueira Montes, tal que el 15 de julio la Alianza fue la primera agrupación en
oficializar sus candidaturas al Congreso. Él mismo se postuló para un escaño de senador por la V Región de
Valparaíso.
Sin embargo, el año electoral tenía reservados dos contratiempos a Piñera. Primero, en agosto, hubo de
declinar su candidatura senatorial en favor del almirante Jorge Arancibia Reyes, recientemente dado de baja
como comandante en jefe de la Armada chilena y miembro de la UDI, que perseguía el mismo curul. Aunque
el empresario explicó entonces que había accedido a no contender con Arancibia a cambio de que Lavín,
alcalde de Santiago, apoyara a los candidatos de RN, su espantada fue vista a lo largo y ancho del arco de
partidos como un duro golpe a los intentos de Piñera y su colectivo de achicar en la Alianza el peso del
sector ultra y de los nostálgicos del pinochetismo en aras de una derecha chilena moderada y moderna.
Luego, el 16 de diciembre, la Alianza por Chile se apuntó el éxito colectivo de empatar prácticamente con la
Concertación en número de escaños, pero para RN los resultados fueron frustrantes, ya que perdió
espectacularmente a manos de la UDI su primacía interna: los de Longueira le sacaron una ventaja de
700.000 papeletas, once puntos de voto, nueve diputados y trece senadores. La UDI, de hecho, desbancó al
PDC como el primer partido individual del país. La pérdida por RN del "rol protagonista" en la Alianza a que
su conductor se había referido cuando su elección orgánica en mayo abundó en la imagen de debilidad de
Piñera y sumió al partido en el desconcierto.
Una serie de desencuentros con Longueira precedieron la renuncia de Piñera el 10 de marzo de 2004 a la
jefatura de RN, para la que un mes más tarde resultó elegido Sergio Diez Urzúa. La baja de Piñera,
simultánea a la de Longueira en el mando de la UDI, obedeció a una fórmula salomónica propuesta por
Lavín para zanjar las tensiones bipartitas antes de las elecciones municipales de octubre, las cuales,
cumpliendo sus temores, fueron claramente ganadas por los partidos de la Concertación. A partir de aquí,
Piñera y Lavín confrontaron abiertamente sus ambiciones presidenciales, arrastrando a la Alianza por Chile a
su peor crisis de unidad desde la restauración democrática. Recobrándose briosamente de los tropezones
sufridos en los últimos cuatro años, Piñera fue proclamado candidato presidencial por el Consejo Nacional de
RN con el 76% de los votos el 14 de mayo de 2005, después de que la UDI hiciera lo propio con Lavín, que
contaba con no pocos partidarios en RN.
El ex alcalde propuso al empresario acudir a una elección primaria a fin de mandar a las elecciones
nacionales una candidatura única de la Alianza, como en 1989, 1993 y 1999, pero Piñera le dio el no por
respuesta, recordándole que la última vez él había sacrificado la postulación propia para no perjudicar la
suya, cuya pujanza no pudo menos que reconocer. Pero ahora, las cosas eran sustancialmente diferentes, ya
que los sondeos les colocaban a ambos en un virtual empate.
En su campaña para las presidenciales del 11 de diciembre de 2005, Piñera desarrolló un discurso
insistentemente orientado al futuro y centrado en la propuesta de un cambio necesario para Chile, tras 15
años de gobiernos concertacionistas. La figura de Pinochet, definitivamente desmoronada después de sus
procesos judiciales en casa por crímenes políticos y actos de corrupción, ya no mediatizó los actos
proselitistas de la derecha y Piñera en particular subrayó su postura crítica con la dictadura. Presentándose
como un político liberal, progresista y de centro-derecha que hundía sus raíces en el "humanismo cristiano", y
calificando de "herida abierta" el capítulo de los detenidos desaparecidos y de "drama" el "atropello" a los
Derechos Humanos en el período 1973-1990, el opositor guiñaba un ojo a los electores moderados de la
Concertación, particularmente los del PDC, a quienes desde el Gobierno se pedía que votaran a una
socialista de nuevo, la popular ex ministra de Salud y de Defensa Michelle Bachelet Jeria, quien había sufrido
en sus carnes las sevicias de la dictadura.
Aunque Lagos había sido "un buen presidente", Piñera instaba a los chilenos a "no dormirnos en los
laureles", ya que el país tenía que hacer frente a una serie de problemas y no pequeños, como los tres
millones de personas que seguían en situación de pobreza (pese a los considerables progresos realizados
desde 1990 en la reducción de la misma), el medio millón de parados y la rampante delincuencia. Terminada
la carrera electoral ampliamente a la zaga de la carismática Bachelet y hombro con hombro con Lavín, el 11
de diciembre de 2005 Piñera logró la meta fundamental de ser él la opción de la derecha para batirse con la
candidata oficialista en la segunda vuelta de enero de 2006. Ahora, Bachelet se puso en cabeza con el
45,9% de los votos, seguida de Piñera con el 25,4% y de Lavín con el 23,2%.
Una vez apeado de la contienda, el candidato de la UDI solicitó el voto para su colega aliancista, pero la
socialista demostró ser una adversaria demasiado fuerte para el empresario, que el 15 de enero de 2006
acabó sucumbiendo con el 46,5%. En las legislativas, la UDI confirmó su superioridad a RN. El rendimiento
electoral de Piñera fue considerado meritorio por los suyos, que no dudaron en reservarle para la misma
misión en las elecciones de 2009. La nueva cúpula de RN elegida en mayo de 2006, con el concejal Carlos
Larraín Peña a la cabeza, ratificó esa confianza.
Compra irregular de acciones de LAN Airlines y multa por la SVS
El 6 de julio de 2007 el empresario fue multado con 363 millones de pesos por la Superintendencia de
Valores y Seguros (SVS) por haber comprado en bolsa, doce meses atrás y con un capital de 9.840 millones
de pesos, tres millones de acciones de su aerolínea, LAN Airlines, justo en la víspera de la publicación del
balance financiero anual de la compañía, que reportó beneficios netos por 128,7 millones de dólares, un 34%
más que en el ejercicio anterior. Recientemente, LAN Airlines había anunciado sendas inversiones de 2.600 y
3.200 millones de dólares para ampliar su flota con 84 nuevas aeronaves de pasaje y carga, incluidos 32
Boeing 787 Dreamliner, entre este 2007 y 2016. Aproximadamente, Piñera sacó 700.000 dólares de beneficio
en el parqué de Santiago por la lógica revalorización de las acciones.
La SVS estimó que Piñera, puesto que miembro del directorio y principal accionista de LAN, condición que la
nueva adquisición de acciones vino a reforzar, había realizado esta operación de bolsa con suculentas
ganancias para su bolsillo aprovechándose de su información privilegiada, una práctica prohibida por la Ley
del Mercado de Valores. La sanción, que volvía a suscitar interrogantes sobre la ética profesional del
magnate, resultaba inoportuna para su plataforma presidencial en ciernes, así que Piñera no recurrió la multa
y se apresuró a pagarla sin rechistar. Si de algo disponía, era de liquidez: en marzo anterior, la revista Forbes
había listado por primera vez a Piñera en su ranking anual The World's Billionaires, donde aparecía en la
posición 799 con unos activos netos de 1.200 millones de dólares; se trataba del tercer ciudadano chileno
más rico, tras Anacleto Angelini Fabbri y Eliodoro Matte Larraín, con fortunas de 6.000 y 5.600 millones de
dólares, respectivamente.
Ansioso por dejar atrás este embarazoso asunto, el último día de julio Piñera anunció que abandonaba el
directorio de LAN. "Sin perjuicio de sentirme orgulloso de ser empresario (…) mi verdadera vocación es el
servicio público y por tanto quiero dedicar mi tiempo y esfuerzo al servicio público, y esa decisión la tengo
tomada hace mucho tiempo", explicó a los medios Piñera, quien sin embargo no pudo evitar que su
chanchullo bursátil y su multa del interventor fueran relatados por la ONG Transparencia Internacional en el
capítulo dedicado a Chile en su Informe de Corrupción Global del año 2009.
4. Triunfo electoral en 2010 con un programa de cambio para Chile
El rendimiento de Piñera en la elección presidencial de 2005-2006, pese a la derrota final por Bachelet, había
dejado tan buen sabor de boca en su partido que RN no tuvo dudas de que el empresario era su hombre
también para las votaciones de 2009. Las preferencias por Piñera eran amplias igualmente en la UDI, privada
de la opción de Lavín, quien prefirió abrir un paréntesis en su carrera política para dedicarse a la universidad.
Quedaba en pie la precandidatura de Pablo Longueira, pero el senador terminó por desactivarla en mayo de
2007.
Proclamación de la candidatura y presentación del programa de Gobierno
Sin rastro de rivalidad en el campo de la derecha, a Piñera ya sólo le restaba ser proclamado candidato único
por la Alianza, que ahora se hacía llamar Coalición por el Cambio. La nominación se hizo de manera
separada en cada partido. El Consejo General de RN cumplió el trámite el 8 de agosto de 2009 en el Salón
de Honor del Congreso Nacional en Valparaíso. En un ambiente de euforia, el empresario galvanizó a los
suyos asegurándoles que "el tiempo de la Concertación se agotó", añadiendo que: "Tenemos muchas
razones para agradecer a la Concertación lo que hizo por Chile en el pasado, pero ahora los chilenos le
agradeceríamos que nos dejaran encargarnos del futuro". El 22 de agosto, la UDI de Juan Antonio Coloma
Correa acordó "unánimemente" asumir como propia la candidatura de Piñera.
El político más rico de Chile afrontó las elecciones presidenciales de diciembre de 2009 con el razonable
optimismo que alimentaban los sondeos, los cuales le situaban sin excepción como el ganador de la primera
vuelta frente al candidato de la Concertación, el ex presidente y ahora senador Eduardo Frei. A partir de
septiembre, ese escenario se hizo más factible por la briosa irrupción en la campaña del independiente
Marco Antonio Enríquez-Ominami Gumucio, un diputado ex socialista que, respaldado por la coalición Nueva
Mayoría para Chile y esgrimiendo un discurso renovador que llamaba a superar la antinomia ConcertaciónAlianza, se metió en el bolsillo a muchos votantes de la izquierda. La división del voto concertacionista, por
primera vez desde 1989, era un hecho, lo que magnificaba las posibilidades de Piñera.
Derrochando sonrisas, simpatía y calor familiar -puesta en escena que contradecía su fama de hombre más
bien frío y arisco-, el pretendiente de la derecha chilena, arropado por el movimiento social Chile con Todos y
los llamados Grupos Tantauco, voceó su mensaje de cambio y unidad, contenido en el programa Gobierno
para el Cambio. El Futuro y la Esperanza. El documento, de 168 páginas, fue oficialmente lanzado en la
comuna de Maipú el 26 de noviembre. Su firmante lo elogió en estos términos: "Este es un programa muy
ambicioso, pero totalmente factible. Es ambicioso porque no es un programa de más de lo mismo (…) es un
programa cuyo objetivo es mucho más grande y noble que ganar esta elección presidencial".
Estructurado en cuatro capítulos y 75 compromisos concretos, el plan de la Coalición por el Cambio hacía un
diagnóstico crítico del presente nacional, ya que la Concertación, "agotada de ideas, fuerza y voluntad" tras
dos décadas en el poder, no había sido capaz de mantener las altas tasas de crecimiento económico, reducir
el paro, atajar las prácticas corruptas, domeñar la inseguridad ciudadana y cumplir la "promesa de llegar al
2010 [el año del Bicentenario] como un país desarrollado y sin pobreza". El manifiesto preliminar explicaba:
"La Concertación de ayer tenía una misión, tenía ideales, principios, proyectos y unidad". Sin embargo:
"Donde hubo una misión, hoy solo queda la voluntad de aferrarse al poder. Donde habían proyectos, hoy
campea la improvisación. Donde habían principios, hoy prevalece el oportunismo. Hay razones para
agradecer a la Concertación lo que hizo por Chile en el pasado, pero ahora los chilenos desean emprender
un rumbo nuevo". Un nuevo proceder democrático, insistía la Coalición, en el que el Gobierno ya no se
sometería al "cuoteo político" y el Estado no sería más "un botín de guerra" ni sería "capturado por los
operadores políticos".
En su apartado programático Hacia una sociedad de oportunidades, Piñera se obligaba a adoptar las
políticas de estímulo, empleo e innovación necesarias para crecer a un 6% anual (el doble de la tasa
interanual de noviembre, anotada tras doce meses consecutivos de caídas como consecuencia de la crisis
mundial, lo que iba a dejar la recesión anual en el 1,7%) y alcanzar en menos de una década un PIB por
habitante equivalente al de estados de la UE como Grecia y Portugal. La meta era que para 2018 Chile
tuviera un ingreso per cápita de 22.000 dólares y presentara un nivel de desarrollo comparable al de los
países del sur de Europa. Un tratamiento fiscal y administrativo favorable a las pymes y la conversión de
Chile en una "potencia agroalimentaria" eran otras apuestas importantes en este terreno.
En Hacia una sociedad de seguridades, la Coalición consideraba factible crear "un millón de nuevos y buenos
empleos" (el paro andaba en el 9% en estos momentos) en los próximos cuatro años así como "erradicar" la
pobreza y la indigencia, que según la CEPAL seguían padeciendo unos dos millones de chilenos, el 11,5%
de la población (la encuesta Casen, en cambio, estimaba que la tasa de pobreza era en realidad del 15,1%).
En concreto, la oposición derechista planteaba los horizontes de 2014 para acabar con la pobreza extrema y
de 2018 para superar la pobreza en todas sus formas. También era menester "derrotar" la delincuencia,
movilizando en su combate a 10.000 nuevos carabineros y asegurando el cumplimiento íntegro de sus penas
por los reincidentes de delitos graves, amén de mejorar la calidad de los servicios de salud, educación,
vivienda y atención a la tercera edad.
El Estado se volcaría particularmente en la protección y subsidio de las mujeres trabajadoras y con hijos.
Destacaba aquí el Bono Marzo, una ayuda directa de 40.000 pesos para más de un millón de familias
humildes y de clase media-baja. Preguntado sobre el particular, Piñera recalcó su compromiso con la
"economía social de mercado" y con una "sociedad más justa e igualitaria". El apartado Hacia una sociedad
de instituciones abordaba la descentralización territorial ("Santiago no es Chile") y el incentivo de la
participación ciudadana en los mecanismos de la democracia. Por último, Hacia una sociedad de valores y
con calidad de vida, entre otros puntos, desgranaba las medidas energéticas y medioambientales que Piñera
pensaba aplicar para hacer de Chile un país "sustentable".
Además, Piñera, no obstante ser un católico practicante y contrario al aborto, se mostraba favorable a
impulsar la igualdad de derechos de las parejas homosexuales a través de las uniones civiles, en lo que
coincidía con Frei (y de paso le exponía a concitar la cólera de los sectores más conservadores de la
Coalición, ya molestos por su aceptación de la regulación de la píldora anticonceptiva postcoital), pero se
distanció del compromiso asumido por el democristiano en la derogación de la Ley de Amnistía de 1978. El
desacuerdo con Frei en este punto no menoscababa su postura "abiertamente condenatoria" de las
violaciones de los Derechos Humanos perpetradas por la dictadura; "yo siempre me opuse al Gobierno
militar", reivindicó. En noviembre, el magnate convocó a más de 700 oficiales retirados en el Círculo Español
de Santiago para explicarles su aceptación de la prescripción de la acción penal para los delitos encausados
en fase pre-judicial. En política exterior, Piñera esgrimió la defensa firme de los principios de la soberanía
nacional en las divergencias territoriales con Perú y Bolivia, y denostó sin ambages a la Cuba comunista y a
la Venezuela chavista.
Polémico fideicomiso y controversias de campaña
El problema de la separación de sus intereses económicos en la esfera privada y políticos en la esfera
pública, ya planteado cuando las elecciones de 2005, pretendió zanjarlo Piñera en el mes de abril poniendo
alrededor de un tercio de sus inversiones, 400 millones de dólares repartidos en diversas sociedades
anónimas abiertas, en manos de un blind trust formado por gestores privados de cuatro firmas de servicios
financieros y fiscalizado por la SVS. Las cuotas de capital en LAN Airlines, Chilevisión y Colo-Colo no fueron
transferidas al llamado fideicomiso ciego (más bien "tuerto", iba a ironizar después el diputado
concertacionista Jorge Insunza), aunque el candidato se comprometió a vender su paquete accionarial del
26,3%, 826 millones de dólares, es decir, la parte del león de su capital patrimonial, que tenía en la aerolínea
antes del 11 de marzo de 2010, el día del cambio de Gobierno.
Sin embargo, no se desprendió por el momento de la propiedad de Chilevisión, si bien renunció a presidir la
cadena y a sentarse en su consejo directivo, ni del 12,5% de participación en Blanco y Negro, la sociedad
que controlaba el club deportivo, con la explicación de que la legislación chilena no se lo exigía. El oficialismo
criticó con dureza un fideicomiso que dejaba sin tocar los intereses corporativos más sustanciosos del
empresario.
El postulante de la oposición se vio envuelto en una serie de polémicas a lo largo de la precampaña y en la
campaña propiamente dicha. El 23 de julio la ex titular de Justicia del Gobierno militar Mónica Madariaga
Gutiérrez -a la sazón prima de Pinochet- declaró a un medio regional, a guisa de revelación explosiva, que
en 1982 el empresario había estado encarcelado realmente por su presunta implicación en la quiebra del
Banco de Talca y que ella había logrado que el juez que instruía la causa pusiera a Piñera en libertad, a
tiempo para recibir el auto eximente de la Corte Suprema. La oportuna intervención ministerial respondió a
una "petición" del hermano del procesado, José Piñera, el cual, a pesar de que ya no era ministro del
Gobierno y había adoptado una postura crítica con la Junta, seguía conservando una importante influencia
política. 27 años después de aquellos hechos, Madariaga, que padecía un cáncer terminal y falleció tres
meses después, reconocía que ella había "intervenido indebidamente" en este caso. El comando de campaña
del candidato tachó sus declaraciones de "indignantes, falsas y delirantes".
Días después de la entrevista de Madariaga, Luis Correa Bulo, el magistrado de la Corte de Apelaciones de
Santiago que llevó el procesamiento del empresario en 1982, ratificó que él había recibido presiones de la
ministra para que revocara la orden de aprehensión que pesaba contra el "Tatán" Piñera, en aquel momento,
según él, no preso, sino prófugo. A su entender, la "intercesión" de Madariaga a favor del empresario no se
hizo "a título personal", sino "a nombre del Gobierno militar".
En octubre, Piñera valoró el óbito de la antigua servidora de Pinochet con un "me alegro que hoy descanse en
paz". La frase tenía una embarazosa lectura semántica y dio qué hablar, obligando a su autor a aclarar que
lo que deseaba era que Madariaga encontrara finalmente la paz tras varios años de penosa enfermedad. En
el primer debate televisado entre Piñera, Frei, Ominami y el ex ministro socialista Jorge Félix Arrate MacNiven, candidato de Juntos Podemos Más por Chile (coalición formada por el Partido Comunista y la
Izquierda Cristiana), el 23 de septiembre, el candidato del Gobierno echó en cara al derechista que su
nombre apareciera en el último Informe de Corrupción Global de Transparencia Internacional en relación con
la multa impuesta por la SVS en 2007 por el uso de información privilegiada.
Airado, Piñera respondió que él nunca había hecho uso de información privilegiada y que nunca nadie le
había "imputado" tal cosa; la afirmación del senador democristiano era "irresponsable", "faltaba a la verdad" y
demandaba una "disculpa". En realidad, Frei se encontraba en una situación incómoda: iba persistentemente
a remolque de Piñera en las encuestas e incluso se jugaba el paso a la segunda vuelta debido a su duelo
particular con Ominami, quien por su parte le lanzaba continuos dardos. Astutamente, Piñera fue amable con
el izquierdista, de cuyas críticas al desgaste de la Concertación y demandas de revitalización del sistema
político dijo que eran coincidentes con su diagnóstico. En la recta final de la campaña, ni la activa implicación
de miembros del Gobierno en favor de Frei ni la confirmación judicial de que al padre de este, fallecido en
1982, lo habían asesinado, envenenándolo, los sicarios de la dictadura en su cama del hospital –una
cuestión que podría haber dinamizado las opciones del hijo por un efecto de simpatía-, no disminuyeron un
ápice el liderazgo de Piñera, que terminó sus actos proselitistas con una ventaja de 13 puntos sobre el
concertacionista.
Victoria a doble vuelta sobre Frei
En la votación del 13 de diciembre de 2009 Piñera, con el 44,1% de los sufragios, mejoró los pronósticos
más favorables (aunque no lo hizo tan bien como Lavín en 1999 ni igualó la suma del voto de ambos en
2005) y pasó a disputar la segunda vuelta con Frei, que con el 29,6% se despegó nítidamente de Ominami.
El postulante de Nueva Mayoría quedó tercero con el 20,1% y Arrate fue cuarto con el 6,2%. Causó auténtica
sensación el caudal de votos cosechado por Piñera en las circunscripciones pobres y en feudos tradicionales
de la izquierda, como las regiones mineras y el puerto de Valparaíso. De hecho, el opositor se impuso en
todas las regiones del país. En los comicios a la Cámara de Diputados, la Coalición por el Cambio, que
incorporaba al pequeño partido social liberal Chile Primero y a la llamada Lista B de Independientes, sacó un
diputado más, 58, que el bloque pentapartito de la Concertación y Juntos Podemos. En los comicios al
Senado, el oficialismo y Juntos Podemos se quedaron con 19 escaños y la Coalición con 16. Pese al efecto
Piñera, RN siguió a la zaga de la UDI, aunque el hundimiento del PDC y el retroceso también del Partido por
la Democracia (PPD) le convirtieron en el segundo partido del país.
En su primera alocución postelectoral, Piñera llamó a "todos los chilenos" a superar "la división entre la
izquierda y la derecha", y a "cerrar la brecha entre pobres y ricos". Sin embargo, la campaña para la segunda
vuelta del 17 de enero hubo de librarla el ganador de la primera en buena parte a la defensiva, ya que vio
recortarse drásticamente su ventaja sobre Frei al ritmo de los ataques del comando oficialista a su patrimonio
empresarial y a su perfil mercantilista, las peticiones por Arrate y Ominami del voto para su adversario y, por
último, la definición en igual sentido por la presidenta saliente, la archipopular Bachelet, que le comparó
negativamente con Frei y cuya resistencia a desprenderse de todos sus intereses empresariales tildó
implícitamente de deshonesta.
El 13 de enero, en un supremo esfuerzo de dinamismo, el aspirante a La Moneda se atrevió a bailar en el talk
show del Canal 13 El hormiguero una movida coreografía del celebérrimo Thriller de Michael Jackson,
siguiendo el ritmo a un grupo de jóvenes y a los presentadores del programa, con convincente resultado.
Pero dos días después, el desenfado dio paso al enojo y al nerviosismo con la acusación al oficialismo de
estar dirigiendo en su contra "una campaña de terror muy miserable, basada en mentiras y engaños". El 17
de enero de 2010, empero, Piñera volvió a dar la campanada, confirmando que la mayoría de los chilenos
querían forzar la alternancia tras dos décadas de experiencia concertacionista. El opositor triunfó con el
51,6% de los votos, convirtiéndose en el primer representante de la derecha que llegaba a la Presidencia
desde Jorge Alessandri en 1958. Además, el registro se producía precisamente en la primera ocasión
electoral tras la muerte de Pinochet en 2006.
La calidad democrática de la jornada quedó redondeada con la exquisita cortesía de vencedor y perdedor,
que se intercambiaron felicitaciones, cumplidos y buenos deseos, a la vista de todo el mundo y arropados
por sus respectivas familias, en el cuartel general del primero, en un ambiente festivo a la vez que relajado. A
la atmósfera de cordialidad y buen perder, como ya venía siendo habitual en el modelo chileno, se sumó la
presidenta saliente. El 29 de enero el Tribunal Calificador de Elecciones ratificó la victoria de Piñera, quien
convertido así oficialmente en el presidente electo prometió "unir y no dividir a los chilenos" en la "nueva
transición" que comenzaba. En la víspera, en cumplimiento de los estatutos del partido, Piñera se dio de baja
como miembro de RN.
Preparativos para el cambio de Administración
En los primeros días de febrero de 2010 el mandatario electo adoptó las últimas decisiones importantes
previas al cambio presidencial. En lo referente a la solución de un potencial conflicto de intereses, el
empresario puso a la venta ahora un 15% de propiedad en LAN. El paquete, que sólo era una parte de la
cuota accionarial del 26%, tuvo como comprador preferencial a la familia Cueto, también accionista en la
aerolínea. La operación reportó a Piñera pingües ganancias personales, pues la cotización de las acciones
de LAN se había disparado en la Bolsa de Santiago tras conocerse el resultado de la segunda vuelta de las
presidenciales. El 11% restante de LAN iba a ser vendido a finales de marzo, con Piñera ya instalado en La
Moneda.
El empresario, además, se deshizo del 9,7% que tenía en el capital de la Clínica Las Condes y anunció el
traspaso de su 100% de capital propietario de Chilevisión a una fundación sin fines de lucro, Cultura y
Sociedad, en realidad una transformación de la Fundación Futuro. Sin embargo, una vez asumido el cargo,
esa mudanza no se concretó. Hasta el mes de mayo no iba a presentarse una solución alternativa
consistente en la venta del canal al fondo de inversiones latinoamericano Linzor Capital Partners, pero esta
operación tampoco se cerró. Finalmente, Chilevisión iba a ser vendido al grupo estadounidense Time Warner
en agosto de 2010. La última estimación de Forbes cuantificaba en 2.200 millones de dólares la fortuna del
magnate y próximo presidente de la República de Chile, lo que le convertía en el 437º milmillonario del
mundo. El cálculo de la revista presentaba un fuerte incremento patrimonial, ya que en la edición de 2009
Piñera había aparecido listado con una riqueza de sólo 1.000 millones, en la posición 701ª.
Mientras procedía, de manera parcial y por lo tanto criticada, a desprenderse de sus propiedades
corporativas, Piñera hizo la presentación de su próximo Gobierno. Según el nuevo presidente, se trataba de
un "Gabinete de excelencia" asentado en un "justo equilibrio entre capacidad profesional técnica-académica
por una parte, y política por otra", y "no cruzado ni contaminado por las prácticas de los cuoteos y repartijas
políticas". "Este no va a ser un Gobierno de administración, sino que emprenderemos grandes
transformaciones", insistía Piñera. El escogido era un equipo de personas de "intachable trayectoria" y "férrea
honestidad". Su misión: "poner en marcha una nueva forma de gobernar", una nueva "filosofía" de
"responsabilidad compartida" consistente en "que el Estado va a ayudar a la gente a ayudarse a sí misma",
pues "en la sociedad civil hay demasiada dependencia de lo que pueda hacer el Estado", continuaba
explicando Piñera.
El Gobierno entrante se componía de 22 ministros de las tendencias liberal y conservadora, de los cuales
sólo seis eran mujeres. Había mayoría de representantes de la UDI, tanto militantes como independientes
allegados. Del ramillete de personalidades, con unos perfiles empresarial, académico o tecnocrático,
destacaban Joaquín Lavín (UDI) en Educación, Rodrigo Hinzpeter Kirberg (RN) en Interior, Alfredo Moreno
Charme (independiente pro UDI) en Relaciones Exteriores, Felipe Larraín Bascuñán (independiente) en
Hacienda, y Cristián Larroulet Vignau (independiente pro UDI) en la Secretaría General de la Presidencia.
También, el democristiano Jaime Ravinet de la Fuente, que había servido como ministro de Vivienda y de
Defensa con Lagos, al que Piñera recuperó para la segunda de las carteras. El nombramiento irritó a la
Concertación, viéndose obligado Ravinet a darse de baja como miembro del PDC.
El 10 de febrero Piñera entregó a sus futuros ministros un memorándum de instrucciones donde les pedía
que, a fin de evitar conflictos de intereses, quienes pertenecieran a directorios de empresas o fundaciones
renunciaran a sus responsabilidades corporativas antes del 28 de febrero. La prensa chilena señaló que al
menos 10 de los 22 ministros tenían fuertes nexos con el mundo de los negocios y el sector privado.
5. Debut en La Moneda bajo la emergencia del terremoto; el plan nacional de reconstrucción
El 27 de febrero de 2010 todo estaba a punto para la transferencia del mando en La Moneda cuando Chile
fue sacudido por un gran movimiento sísmico que resultó ser el segundo más potente de su historia, luego
del producido en Valdivia en 1960. El terremoto, de 8,8 grados de magnitud, largo en duración y con
epicentro en un punto del océano a pocos kilómetros de las costas de las provincias de Ñuble y Cauquenes,
golpeó con enorme violencia las regiones de Valparaíso, Metropolitana de Santiago, O'Higgins, Maule, Biobío
y La Araucanía. La destrucción, agravada por los efectos de un tsunami que las autoridades no acertaron a
alertar a tiempo, fue masiva en Maule y Biobío, donde varias ciudades quedaron arrasadas.
Carreteras, aeropuertos, puentes y otras infraestructuras públicas sufrieron destrozos de diversa
consideración en todo el país, sin faltar la capital. Varios edificios altos de reciente construcción y que
probablemente no cumplían las normas de seguridad antisísmicas se desplomaron. Millones de chilenos se
quedaron temporalmente sin electricidad y teléfono. El balance de víctimas mortales quedó establecido, tras
unos recuentos oscilantes, en los 525 fallecidos. El pánico y la conmoción dieron rápidamente paso a la
indignación y la vergüenza porque muchas de las zonas afectadas por el terremoto devinieron escenarios de
graves actos de pillaje y vandalismo, no pocos por parte de personas que en vez de tomar alimentos para
subsistir robaban bienes de consumo muy codiciados. Las escenas de saqueos de supermercados y
comercios fueron retransmitidas en directo a todo el mundo. Los desórdenes se prolongaron entre dos y tres
días, hasta que hicieron acto de presencia los efectivos del Ejército y los Carabineros para hacer efectivos el
respeto a las propiedades y el toque de queda.
Mientras que Bachelet, sobreponiéndose a las críticas que llovían sobre su Gobierno por el clamoroso
fracaso de los sistemas de prevención del maremoto y por la lentitud de la respuesta inicial de las
autoridades, coordinaba sobre el terreno las tareas de rescate y socorro a las víctimas, Piñera, sin dejar de
sumarse al periplo institucional por los lugares afectados, se encargó de adelantar el anuncio de un plan de
abastecimiento, seguridad y reconstrucción, Levantemos Chile, al que tendría que adecuarse el programa
electoral de la Coalición por el Cambio. Cálculos preliminares situaban los costes de la reconstrucción en
hasta 30.000 millones de dólares. Se trataba de una cantidad elevadísima, pero el Estado chileno, con sus
cuentas básicamente consolidadas (el endeudamiento era muy bajo y el déficit fiscal, aunque elevado al
4,5% del PIB como consecuencia de las medidas de estímulo que el anterior Gobierno había tenido que
implementar para mitigar los efectos de la crisis global, se consideraba temporal y manejable), contaba con
margen financiero para sufragarla al alimón con las inversiones y los créditos blandos del sector privado.
En cualquier caso, sobre Piñera recaía la responsabilidad de levantar las zonas devastadas. Además, por su
reputación de empresario de éxito, se veía doblemente obligado a demostrar sus capacidades como gestor
de la cosa pública. El liderazgo rehabilitador de Piñera resultaba fundamental, pues el terremoto, además de
segar vidas y destruir bienes, había dejado al desnudo importantes carencias del Estado y, como daban a
entender los saqueos masivos cometidos en las barriadas populares, había mostrado al mundo el arraigo de
una profunda fractura social tras décadas de modelo económico neoliberal, brecha entre ricos y pobres que
los gobiernos concertacionistas no habían sabido cerrar.
Los éxitos macroeconómicos y los avances en el desarrollo y en la reducción de la pobreza acababan de
proporcionar al país el ingreso en la OCDE (convirtiéndose en el primer Estado miembro de Sudamérica y en
el segundo de Latinoamérica tras México), pero Chile seguía siendo uno de los países del mundo con una
distribución de la renta más desigual. Estas fueron las amargas circunstancias que rodearon la transmisión
del mando presidencial, la cual fue perfectamente coordinada por los equipos de los estadistas saliente y
entrante, el 11 de marzo de 2010 en la sede del Congreso Nacional en Valparaíso. Los prolegómenos y el
desarrollo de la ceremonia, breve y austera, se vieron perturbados por nuevas réplicas telúricas, una de las
cuales tuvo lugar exactamente en mitad del acto e hizo vibrar las lámparas del Congreso, miradas con
inquietud por el público asistente, y por una alarma de tsunami. A la asunción presidencial asistieron
delegaciones de 36 gobiernos y organizaciones internacionales, así como los presidentes de Argentina,
Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.
Batería de medidas para superar la devastación del seísmo
Tras prestar juramento del cargo y ser investido con la banda presidencial por el nuevo titular del Senado,
Jorge Pizarro Soto, Piñera viajó en helicóptero a dos localidades muy afectadas por el terremoto de febrero y
las réplicas posteriores, Rancagua (O'Higgins), donde declaró el estado de catástrofe nada más producirse
allí un temblor de 6,9 grados, y Constitución (Maule). Ya de tarde, arribó al Palacio de la Moneda de Santiago
para dirigir su primer discurso institucional. El presidente aleccionó a sus gobernados con grandilocuentes
palabras: "Chilenos, vivimos un momento histórico y dramático. Histórico, porque este año le abriremos las
puertas a nuestro tercer siglo de vida independiente. Y dramático, porque Chile ha sido asolado por una
tragedia (…) El temple de un pueblo y el alma de una nación se ponen a prueba y se develan en tiempos
difíciles. Y (…) el pueblo chileno está construido de buena y noble madera (…) Porque el nuestro es un país
forjado en la adversidad".
"Por eso tengo la certeza de que vamos a superar este momento adverso. De que a pesar del dolor,
secaremos nuestras lágrimas y pondremos manos a la obra. Juntos volveremos a ponernos de pie, una y mil
veces, para reconstruir lo destruido, levantar Chile y reiniciar nuestra ruta hacia una patria más libre, más
grande, más justa y más fraterna (…) Hoy, como presidente de Chile, quiero convocar a todos los chilenos, a
la generación del Bicentenario, a dos grandes y nobles misiones. Primero, a levantar sobre roca y no sobre
arena lo que el terremoto y el maremoto derrumbaron. Y también, quiero invitarlos a una nueva transición". Y
añadía el orador desde un balcón de La Moneda: "Con sincera humildad y plena conciencia de mis
limitaciones, enfrento a partir de hoy el mayor desafío de mi vida. También lo hago con una férrea voluntad
frente a la enorme responsabilidad que la patria ha puesto sobre nuestros hombros (…) Pueden estar
seguros que en los próximos cuatro años pondremos todos nuestros talentos, energías y fuerzas al servicio
de Chile y los chilenos, pero con un cariño y dedicación muy especial por aquellos compatriotas más
vulnerables y necesitados. Para ellos serán nuestros mejores esfuerzos".
La declaración de intenciones dio rápidamente lugar a los hechos. Por de pronto, el presidente anunció el
desembolso inmediato del Bono Marzo de 40.000 pesos (unos 80 dólares), ya contenido en el programa
electoral, a las familias con bajos ingresos que percibiesen un único subsidio o una asignación de Chile
Solidario, programa implementado por la Administración Bachelet. El Bono Marzo, aprobado por el Congreso
el 18 de este mes y promulgado por el jefe del Ejecutivo una semana después, con un coste fiscal al cambio
de 320 millones de dólares, supuso una ayuda económica directa para 4,2 millones de chilenos.
El 13 de marzo, desde Talcahuano, Concepción, Biobío, el presidente, con el fin de afrontar la presente
"megacalamidad", un "megadesastre que va a requerir mucho tiempo, trabajo y sacrificio", anunció el envío
al Congreso de sendos proyectos de ley sobre la situación de emergencia y para la creación de un Fondo de
Reconstrucción que se sustentaría en cuatro ejes financieros. Estos eran: un "enorme esfuerzo de
austeridad" con "reasignación de gastos" a las prioridades de la reconstrucción; el recurso "prudente y
moderado" al endeudamiento externo; el uso, igualmente "responsable y moderado", de parte de los ahorros
y fondos de reserva que el Estado había acumulado en los años de bonanza del precio del cobre; y la "ayuda
y solidaridad" del sector privado, a través de una ley de donaciones.
A finales de marzo, en sendos actos en Concepción y en la comuna metropolitana de Lo Prado, el
mandatario presentó Chile Unido Reconstruye Mejor , ambicioso programa concebido para dar "soluciones"
en materia de vivienda a las familias damnificadas por el seísmo del 27 de febrero, soluciones que serían
"provisorias" en una primera etapa, hasta junio del año en curso, y "definitivas" en una segunda etapa, la cual
se prolongaría hasta 2012. El programa contemplaba la adquisición de 40.000 viviendas prefabricadas para
dar techo provisional a las familias que se habían quedado a la intemperie, la concesión del bono Manos a la
Obra, un subsidio del Gobierno de 15 millones de dólares que daría acceso a materiales de albañilería para
acometer reparaciones de urgencia, y la construcción, reconstrucción o reparación definitiva, con cargo a dos
subsidios financiados por el Fondo Solidario de Vivienda (FSV), de 195.000 unidades habitacionales de y
para propietarios cuyas viviendas habían quedado destruidas, inhabitables o dañadas en grado diverso. El
presidente cifró en 370.051 el total de casas afectadas en mayor o menor medida por el terremoto y
maremoto.
El 16 de abril, desde el puerto biobense de Coronel, y mientras era objeto de fuertes críticas por su
inconcluso, y por tanto incumplido, plan para deshacerse de sus participaciones empresariales y evitar unos
conflictos de intereses que en opinión de muchos (incluidos miembros del oficialismo) ya se estaban
produciendo, el mandatario volvió a tomar la voz para desgranar los contenidos del Plan de Reconstrucción.
El mismo, enfatizaba Piñera, no iba a dejar en la estacada los compromisos de desarrollo económico y social
asumidos, más allá de las contingencias derivadas de la catástrofe natural, por el Programa de Gobierno, tal
como había sido pregonado en la pasada campaña electoral. El esquema de financiamiento 2010-2013 tenía
reservados al Programa de Gobierno 9.300 millones de dólares, incluida una partida de 1.956 millones
asignada exclusivamente a las metas de "erradicar" la pobreza extrema en 2014 y la pobreza en todas sus
formas en 2018.
El Plan de Reconstrucción, por su parte, asumía costes para el erario público de 2.300 millones de dólares en
vivienda, 1.500 en educación, 2.100 en salud y 1.200 en infraestructuras de servicios, transportes y
comunicaciones. En total, el sector público destinaría 12.000 millones de dólares para costear poco más de
un tercio de los daños dejados por el seísmo. El 25 de mayo Piñera promulgó la Ley que creaba el Fondo
Nacional de la Reconstrucción. El Plan de Financiamiento anejo se surtía de las cuatro fuentes de dinero
explicitadas en marzo –austeridad y reasignaciones presupuestarias, uso moderado de los fondos de
reserva, emisión moderada de deuda pública, ley de donaciones- y además contemplaba los ingresos
confiados al crecimiento económico, la venta de activos "prescindibles" del Estado y una serie de "ajustes
tributarios" consistentes en alzas temporales de los impuestos, regalías y contribuciones urbanas que
pagaban las empresas, la industria minera y los bienes inmuebles de alto standing, pero sólo los que habían
salido indemnes del desastre telúrico.
6. De la crisis de los mineros de Copiapó a la gran protesta estudiantil; el conflicto social de 2011
Drama y euforia en la mina San José
El 7 de agosto de 2010 Piñera optó por suspender su estadía en Colombia, a donde había llegado para
asistir a la toma de posesión presidencial de Juan Manuel Santos Calderón, y regresar apresuradamente a
casa a fin de tomar las riendas de la crisis abierta dos días atrás por el derrumbe producido en una galería
subterránea de la mina San José, yacimiento cuprífero y aurífero de la provincia de Copiapó, región de
Atacama, que había dejado a 33 mineros atrapados a 624 metros de profundidad.
El 8 de agosto el presidente se personó en la instalación minera, conocida por su peligrosidad y sus malas
condiciones laborales, para acompañar y confortar ("mientras haya esperanza, no vamos a escatimar ningún
esfuerzo") a los familiares de los siniestrados, cuyas condiciones eran por el momento una incógnita, y
supervisar las primeras labores de sondeo, tarea que se reveló bastante complicada por las características
del terreno, lo que reducía drásticamente las posibilidades de devolver a los mineros a la superficie, eso en
el caso de que siguieran con vida. Piñera, prodigando abrazos, micrófono o megáfono en mano, y con el
casco de minero calado, mostró su lado más dinámico y empático a lo largo de los más de dos meses que
duró una crisis que estremeció a Chile, conmovido y expectante con el corazón en un puño. Los sentimientos
fueron compartidos por la comunidad internacional, la cual siguió con enorme interés la evolución de la
tragedia minera en el país sudamericano.
El 22 de agosto el mandatario, luego de destituir a los directivos y de decretar una profunda reestructuración
del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), y al cabo de una complicada perforación por las
brigadas de rescate, compartió la explosión de felicidad colectiva ("Chile está llorando de alegría y de
emoción") por el hallazgo, vivos e ilesos, de los 33 mineros, con los que pudo establecerse comunicación por
teléfono y video, y a los que comenzó a bajarse víveres. El 23 de agosto Piñera creó una Comisión de
expertos para Seguridad en el Trabajo, pues debía haber "un antes y un después en materia de seguridad y
dignidad en el trabajo de nuestros trabajadores", y fue categórico en reiterar que continuaban las
investigaciones para depurar eventuales responsabilidades y sancionar a quienes tuvieran "culpabilidad" en
el accidente, pues en esta materia "no va a haber impunidad", advirtió. Al día siguiente, mantuvo una
conversación telefónica con Luis Urzúa, el veterano jefe de turno de los mineros atrapados.
El 27 de agosto, al tiempo que el ministro del área, Laurence Golborne Riveros, anunciaba la creación en
lugar del Sernageomin de una Superintendencia de Minería –la cual, junto con el también nuevo Servicio
Geológico, iba a tener su engarce jurídico en el Proyecto de Ley de Seguridad e Institucionalidad Minera,
texto que sería firmado por Piñera en julio de 2011 para luego, en septiembre de 2012, estrellarse contra el
Congreso-, el presidente remitió al Legislativo un proyecto de ley que incrementaba el impuesto específico al
sector minero. Con esta alza fiscal, el Gobierno esperaba recaudar casi 1.000 millones de dólares en los
próximos tres años, un dinero fundamental para el Plan de Reconstrucción pos-terremoto. Comenzó
entonces la fase más prolija y delicada del operativo de rescate de los mineros, que era excavar con
maquinaria pesada un pozo por el que poder sacar a los atrapados uno a uno. Tres perforadoras especiales
pusieron en marcha sendos operativos, los llamados planes A, B y C. El Plan B alcanzó su objetivo con pleno
éxito entre el 9 y el 12 de octubre.
Finalmente, el 13 de octubre, tras 70 días bajo tierra, los 33 mineros, metidos en una cápsula, fueron sacados
uno detrás de otro, salvos y en unas condiciones físicas y mentales sorprendentemente buenas. En el
exterior les estaban esperando sus familiares, los miembros de los equipos de rescate, los ingenieros al
frente de la operación, diversas autoridades y el presidente en persona, que se fundió en un eufórico abrazo
con todos y cada uno de ellos. Piñera, que en septiembre anterior había encabezado los actos
conmemorativos del Bicentenario del inicio del proceso de independencia nacional, contribuyó, con sus
efusivos gestos y sus encendidas palabras, al ambiente de exultación emocional y patriótica que se apoderó
de Chile, muy orgulloso por el feliz desenlace de este grave accidente minero, el cual había mostrado al
mundo lo que podían dar de sí la suma de una movilización en firme de la autoridad pública, la fe
inquebrantable de la población, los sentimientos de unidad y la pericia técnica. La operación de rescate en el
desierto de Atacama fue unánimemente calificada de alarde humano y tecnológico.
El presidente no descuidó un momento para sacar pecho y cubrir de elogios a todos los protagonistas,
rescatados y rescatadores, de esta épica historia. En la bocamina, minutos antes de ascender el primer
minero, Piñera fue claro: "Dijimos que no nos íbamos a rendir y no nos rendimos", manifestó. Al final de la
memorable jornada, tras recibir a Luis Urzúa, el último de los salvados, el estadista, visiblemente
emocionado, subrayó que: "Hoy Chile no es el mismo país que teníamos hace 69 días. Los mineros no son
los mismos que quedaron atrapados ese día 5 de agosto. Han salido fortalecidos y nos han dado una lección.
Pero Chile tampoco es el mismo; creo que hoy día Chile está más unido y más fuerte que nunca, y es un
país más respetado y más valorado en el mundo entero”, dijo, mientras era grabado por las cámaras, que
difundieron las imágenes a una audiencia global de mil millones de personas.
En la jornada siguiente, Piñera visitó a los mineros en el hospital de Copiapó, donde estaban ingresados
para someterse a un exhaustivo chequeo médico. Los mineros fueron informados por el presidente de que
"nunca más en nuestro país vamos a permitir que se trabaje en condiciones tan inseguras y tan inhumanas
como se trabajaba en la mina San José". El 25 de octubre Piñera recibió a los 33 en La Moneda para
rendirles homenaje y hacerles entrega de la Medalla Bicentenario. "Esto fue un esfuerzo de todo un país",
recalcó el anfitrión durante los agradecimientos.
Iniciativas legislativas, problema mapuche en la Araucanía y motín popular en Magallanes
El baño de popularidad (un 63% de valoraciones positivas en las encuestas) para Piñera era incuestionable, y
el presidente aprovechó esta ola favorable para darle un impulso a sus políticas, repartidas entre el Programa
de Gobierno y el Plan de Reconstrucción. 2010 terminaba con unas magníficas perspectivas de crecimiento
económico: a pesar del ruinoso terremoto, el PIB iba aumentar este año cerca de un 6%, ritmo que
básicamente se ajustaba al exigente objetivo trazado en la campaña electoral. En diciembre de 2010 fue
promulgada la Ley de Femicidio, un texto proyectado bajo la Administración Bachelet, que reforzaba la Ley
de Violencia Intrafamiliar y tipificaba el delito de femicidio, u homicidio específico de la mujer a manos de su
pareja o ex pareja, dándole el mismo castigo penal que al parricidio.
También se materializó ahora una importante reestructuración del Ejecutivo iniciada por el anterior Gobierno
de la Concertación: la efectiva puesta en marcha de los ministerios del Medio Ambiente y de Seguridad
Pública. El primer departamento, aunque oficialmente había iniciado su andadura con Bachelet en enero de
este año, no se hizo operativo hasta el primero de octubre con la conversión en ministra con plenas
atribuciones de María Ignacia Benítez Pereira, de la UDI, desde marzo presidenta de la Comisión Nacional
del Medio Ambiente (CONAMA). Luego, el 21 de febrero de 2011, cinco semanas después de acometer
Piñera su primera remodelación ministerial, con cambio de los responsables de Defensa (Ravinet por
Allamand), Trabajo (Camila Merino por Matthei), Energía (Ricardo Ranieri por Golborne, quien retuvo
además Minería, hasta julio) y Transportes (Felipe Morandé Lavín por Pedro Pablo Errázuriz Domínguez), el
Ministerio del Interior se transformó en el Ministerio del Interior y Seguridad Pública. Su titular siguió siendo
Rodrigo Hinzpeter, quien tenía entre manos la aplicación del Plan de Seguridad Pública 2010-2014.
Pero había un tercer departamento de nuevo cuño: el Ministerio de Desarrollo Social, cuyo Proyecto de Ley
recibió la firma de Piñera el 18 de agosto de 2011. El 13 de octubre de ese año el nuevo departamento tomó
el relevo al Ministerio de Planificación. Lavín, recién transferido desde Educación, continuó portando la
cartera. Para Piñera, el Ministerio de Desarrollo Social era el medio institucional necesario para alcanzar las
metas de supresión de la pobreza, las cuales contaban ahora con herramientas ad hoc como la agenda Chile
País Desarrollado, lanzada por el mandatario en noviembre de 2010. Por otro lado, en abril de 2011 el
presidente firmó el Proyecto de Ley sobre Probidad Pública.
Aunque no podía acusársele de anorexia legislativa o de timidez mediática, ya en el otoño de su primer año
en el poder Piñera vio abrírsele las puertas de la gran contestación social, por la que se colaron una serie de
conflictos comunitarios y sectoriales que habían puesto en aprietos a su predecesora, Bachelet, y que
cuando el cambio de Gobierno en marzo se creían adormecidos. Más bien, el terremoto de febrero y el
drama de los mineros habían amortiguado, empujándolas a un segundo o tercer plano, una serie de
reivindicaciones populares que venían de tiempo atrás. Los primeros en vocear que en el Chile de los
optimistas, si no triunfalistas, discursos institucionales había muchas cosas que no funcionaban bien fueron
los indígenas mapuches, protagonistas de una añeja movilización en la Región de la Araucanía y su capital,
Temuco, en defensa de los derechos sobre sus tierras ancestrales, en demanda de autonomía administrativa
para su comunidad y en protesta por un marco penal que consideraba actos de terrorismo sus protestas de
carácter violento, consistentes fundamentalmente en el ataque y destrucción de propiedades rurales, aunque
en ocasiones también se producían agresiones a personas.
En julio de 2010 un grupo de comuneros mapuches que se encontraba en régimen de prisión preventiva en
diversas cárceles chilenas emprendió una huelga de hambre para protestar por las actuaciones judiciales en
su contra. Denunciaban en particular que se les aplicara la ley antiterrorista y el sistema de los dobles
procesamientos, por las justicias civil y militar. El Gobierno accedió a dialogar y en octubre, con los buenos
oficios de la Iglesia Católica, que actuó de mediadora, todos los huelguistas depusieron su actitud. En
principio, el Gobierno se había plegado a sus demandas. Sin embargo, la tensión en el frente mapuche se
reanudó en marzo de 2011 al imponérseles a cuatro reos unas sentencias condenatorias como culpables de
robo con intimidación, atentado a la autoridad y homicidio frustrado. Los condenados, que tenían por delante
unas largas penas de prisión, reanudaron la huelga de hambre, prolongada en este caso hasta julio.
El segundo frente de contestación estalló en enero de 2011 en la región más austral, la más extensa y la
segunda menos poblada del país, Magallanes. Sus habitantes se lanzaron a protestar tras el anuncio por la
estatal Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) del encarecimiento en esta región del gas natural de consumo
doméstico en un 16,8%. Los manifestantes más resueltos bloquearon el paso transfronterizo de vehículos
entre las provincias argentinas de Santa Cruz y Tierra del Fuego, comunicadas por ferry en el estrecho de
Magallanes. El paro general y los actos de protesta de los ciudadanos magallánicos fueron tan contundentes
que el Gobierno de Santiago rectificó a los pocos días: el alza del gas quedó limitada al 3% (el valor de la
inflación anual), los subsidios al hidrocarburo fueron restablecidos y ampliados, y Piñera, además, sacrificó al
ministro de Energía, Ricardo Ranieri. Luego, en abril, plasmó su renuncia la intendenta de la región, Liliana
Kusanovic.
Rebelión de los estudiantes, protesta obrera y resistencia conservacionista en Aysén
En la primavera de 2011, cuando el desafío de los huelguistas de hambre mapuches daba sus últimos
coletazos y las aguas ya se habían remansado en Magallanes, Piñera se topó con la fragorosa protesta
nacional de los estudiantes de secundaria y universitarios, que reclamaban una profunda reforma del sistema
educativo chileno. El conflicto se remontaba a las grandes manifestaciones de 2006, cuando cientos de miles
de alumnos de secundaria se echaron a la calle en demanda de mejoras radicales en la enseñanza pública
para mejorar su calidad, aumentar el soporte financiero del Estado y reducir el peso de la gestión privada, en
particular la que iba detrás del lucro. Entonces, Bachelet intentó contentar a los estudiantes con una batería
de medidas, a la cabeza de las cuales estaba la nueva Ley General de la Educación (LGE), que sustituía a la
Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), promulgada por el Gobierno pinochetista en 1990.
La LGE, aprobada por el Congreso en 2009 con el acuerdo de los grupos de la Concertación y la entonces
Alianza, incidía en la elevación de los estándares de rendimiento y cualificación profesionales exigidos a
docentes y administradores. Sin embargo, fue rechazada de plano por los sindicatos estudiantiles y el
Colegio de Profesores, para quienes la norma se había quedado muy corta porque no protegía
adecuadamente el carácter público del sistema, desprivatizándolo, ni avanzaba en su deseada gratuidad
universal. Además, estaba en trámite parlamentario la Ley de Aseguramiento de la Calidad de la Educación
Parvularia, Básica y Media (LACE), elaborada asimismo durante la Administración Bachelet.
Se trataba, por tanto, de un conflicto no resuelto, heredado del Gobierno del centro-izquierda. Piñera era
consciente de ello y en noviembre de 2010, con los ecos positivos del rescate de los mineros reverberando
aún en los sondeos de valoración, anunció a bombo y platillo "la más transcendente y ambiciosa" reforma
educacional "desde que en los años sesenta el presidente Frei Montalva luchó contra el analfabetismo y
amplió la cobertura de la educación básica". El mandatario, con su entusiasmo habitual, enumeró una batería
de medidas beneficiosas para todos los miembros de la comunidad educativa y cuyo epítome era la
"verdadera calidad", la "madre de todas las batallas" en la educación. A últimos de mes, el presidente instó a
los parlamentarios a aprobar su Proyecto de Ley de Calidad y Equidad de la Educación, reforma que el
Gobierno consideraba su "más grande desafío y misión". Tras un rápido trámite legislativo, la Ley de Calidad
y Equidad entró en vigor el 26 de febrero de 2011. Los sindicatos de estudiantes y maestros consideraron que
la nueva norma, como la LGE, era papel mojado en el sentido de que no garantizaba una educación pública
gratuita y de calidad con carácter universal.
En mayo de 2011 la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH), representantes de los alumnos de
universidad, convocó las primeras movilizaciones nacionales en demanda de un acceso equitativo a la
educación superior, la regulación por el Estado de la enseñanza universitaria con afán de lucro, mayores
partidas presupuestarias del Ministerio para sostener las universidades públicas y mejoras en el sistema de
financiación de las carreras de los matriculados, quienes en su mayoría tenían que recurrir a becas y créditos
con intereses para costear sus estudios. El objetivo era, en síntesis, acabar con la "educación de Pinochet".
Los alumnos de secundaria, que tenían sus propias reivindicaciones, expuestas por su Coordinadora
Nacional (CONES), fueron sumándose a los paros, las marchas multitudinarias y las ocupaciones de
colegios y sedes de partidos.
A principios de julio, Piñera y Lavín movieron pieza con el anuncio de una primera tanda de propuestas
centradas en el aumento de los fondos asignados a la educación y la ampliación del acceso a los créditos
universitarios. Las presentaciones por el Ejecutivo del llamado "Gran Acuerdo Nacional de la Educación"
(GANE), del Fondo de Educación, segregado del Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES), y de
las también nuevas Subsecretaría de Educación y Superintendencia de Educación Superior no
impresionaron a los estudiantes, que redoblaron sus protestas. El 14 de julio una gran marcha convocada por
la CONFECH, la CONES y el Colegio de Profesores esgrimió en Santiago un "Gran Acuerdo Social por la
Educación" como contrapunto del GANE, que según el Gobierno beneficiaría a 720.000 alumnos. La
manifestación degeneró en disturbios y los carabineros cargaron con virulencia, produciéndose decenas de
heridos y detenidos.
El recrudecimiento de la protesta pasó factura al Ejecutivo. Piñera, cuyos niveles de aprobación popular iban
de mal en peor, no tuvo más remedio que retirar de Educación al baqueteado Lavín (Bachelet había tenido
que hacer lo mismo con Martín Zilic en 2006), quien venía acusando a los cabecillas estudiantiles de
"ideologizar" el movimiento en beneficio de los partidos de la extrema izquierda, empezando por el
Comunista, de la que era miembro por ejemplo la carismática Camila Vallejo Dowling. El ex candidato
presidencial se hizo cargo del Ministerio de Planificación, que meses después, como se apuntó arriba, iba a
llamarse de Desarrollo Social. Junto con Lavín causaron baja en sus puestos el 18 de julio su predecesor en
Planificación, Felipe Kast Sommerhoff, su sucesor en Educación y hasta ahora responsable de Justicia,
Felipe Bulnes Serrano, la secretaria general y portavoz del Gobierno, Ena von Baer Jahn (a la que sustituyó
el senador de la UDI Andrés Chadwick, el primo del presidente), el titular de Economía, Fomento y Turismo,
Juan Andrés Fontaine Talavera (su relevo fue Pablo Longueira), el de Obras Públicas, Hernán de Solminihac
Tampier, y en Energía y Minería Laurence Golborne, quien intercambió carteras con el anterior, salvo la de
Energía, ida a Fernando Echeverría Vial.
El baile de rostros en el Ministerio de Educación y la Secretaría General del Gobierno no desatascó el diálogo
del Ejecutivo y el Congreso con los estudiantes. En agosto de 2011 la movilización registró un reguero de
incidentes violentos que dieron pie a un duro cruce de acusaciones de desmanes, imputados tanto al bando
de los manifestantes, donde había infiltrados encapuchados y vándalos, como a las fuerzas del orden,
propensas a reprimir con la mayor ligereza. La mayoría de la población y las clases medias urbanas,
indicaban las encuestas y dejaban patente las ruidosas caceroladas nocturnas, apoyaban las demandan de
los estudiantes y rechazaban las medidas de prohibición y represión.
Las propuestas adicionales del ministro Bulnes sobre la desmunicipalización de la enseñanza escolar, el
refuerzo y reprogramación de las becas y créditos, la prohibición del lucro en la universidad y la posibilidad
de garantizar la calidad y la gratuidad de la educación pública en la Constitución cayeron en saco roto.
Piñera, que el 11 de agosto, tras cuatro años de debate parlamentario, firmó la LACE –una norma relativa a
las educaciones preuniversitaria y preprofesional, que entre otras novedades instituía una Agencia de Calidad
y una Superintendencia del ramo-, aseveró: "Todos quisiéramos que la educación, la salud y muchas cosas
más fueran gratis para todos, pero yo quiero recordar que al fin y al cabo nada es gratis en la vida, alguien lo
tiene que pagar".
El caso fue que las marchas, los paros, las ocupaciones y las huelgas de hambre se redoblaron en Santiago,
Concepción, Valparaíso y otros puntos de país. El conflicto social atizado por los estudiantes adquirió unas
dimensiones no vistas en 21 años de democracia porque en el mismo confluyeron otras movilizaciones. Así,
estaba la lucha de los ecologistas patagones, contrarios al proyecto HidroAysén de construcción de cinco
grandes presas en esta región austral, vastas obras de ingeniería que con seguridad tendrían un enorme
impacto ambiental. También, la protesta sectorial de los trabajadores de la Corporación del Cobre
(CODELCO), opuestos a su posible privatización parcial, pues la misma había sido mencionada por Piñera
durante la campaña electoral, si bien Golborne salió ahora a desmentir que el Gobierno contemplara esta
operación.
Más aún, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el mayor sindicato del país, convocó un paro nacional de
48 horas en apoyo de la rebelión estudiantil y con la exigencia adicional de, nada menos, un nuevo modelo
económico para Chile, lo que requería unas profundas reformas legales y constitucionales. 80 organizaciones
sociales y los partidos de oposición, del centro-izquierda y comunistas, se adhirieron al desafío sindical.
La muerte el 25 de agosto, en las últimas horas de la segunda jornada de paro nacional, a causa de un
balazo policial de un estudiante de 16 años que no participaba en los disturbios elevó tanto la tensión que
Piñera, hundido en los sondeos con tan sólo un 27% de aprobación y un 68% de rechazo, hubo de dar un
giro a su estrategia. Asegurando que había llegado "el tiempo de la unidad", convocó a todos los actores
involucrados en el conflicto educativo a un diálogo "con buena voluntad" y directamente con él, en La
Moneda. También, forzó la admisión de responsabilidades por varios funcionarios y altos mandos del cuerpo
de Carabineros en el homicidio de joven, todos los cuales fueron cesados, empezando por el suboficial autor
de los disparos. El ministro del Interior y Seguridad Pública, Hinzpeter, también escuchó demandas de
dimisión, pero el presidente le escudó. El director de los Carabineros, general Eduardo Gordon Valcárcel,
aunque salvado de la purga policial, tuvo que dimitir de todas maneras al revelar la prensa que el año anterior
había interferido en el atestado de un accidente de tráfico para proteger a su hijo, involucrado en el mismo.
La primera ronda de diálogo directo entre Piñera y Bulnes por un lado, y los delegados de los sindicatos de
estudiantes (CONFECH, CONES), el Colegio de Profesores y el Consejo de Rectores (CRUCH) por el otro,
celebrada el 3 de septiembre en La Moneda, pareció abrir las puertas a un principio de solución. El
presidente acudió a este encuentro reconociendo la necesidad de hacer un "cambio copernicano" en la
educación, aunque esta expresión estaba lejos de reflejar una asunción de las demandas que le hacían sus
interlocutores de acometer una completa reforma estructural del sistema, ya que: "No creemos que la
educación gratuita para todos sea ni conveniente ni justa (…) No creemos en estatizar ni monopolizar por
parte del Estado la educación (…) porque eso, a la larga, es un atentado, no solamente a la calidad, sino a la
libertad, y es un atentado a la equidad en la educación", razonaba el mandatario.
Y añadía: "Creemos que deben haber proyectos educativos diversos, pluralistas, y que nadie puede
pretender homogeneizar la educación (…) Creemos en un sistema mixto en el que haya educación privada y
educación pública, que el Estado vele por la calidad de ambos sistemas y también por el financiamiento, para
que todos (…) puedan acceder a la educación de acuerdo a su esfuerzo y su mérito", remató. El diálogo de
La Moneda resultó estéril y a mediados de septiembre la CONFECH volvió a la carga con nuevas
movilizaciones, aunque las diferencias internas y el inevitable cansancio amagaban con hacer mella en su
poder de convocatoria.
A principios de octubre de 2011, Piñera, contradiciendo las palabras de elogio que acababa de dirigir a los
estudiantes en su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York ("en las ultimas
semanas han sido miles los jóvenes chilenos que han salido a las calles a manifestarse a favor de una causa
noble, hermosa y legítima como es una educación de calidad para todos"), dio otro volantazo con la
presentación de un proyecto de ley que castigaría con penas de prisión la ocupación violenta de edificios
públicos; se trataba de una reforma del Código Penal que ponía "por delante el derecho de las inmensas
mayorías", observó el mandatario. La mesa de diálogo quedó rota.
Llegado este punto, la protesta estudiantil entró en una fase de radicalización que vino a agravar la parálisis
de las enseñanzas media y superior, tanto como para desbaratar los cursos académicos. Los graves
disturbios y los actos vandálicos producidos en Santiago a lo largo de de octubre de 2011 hallaron como eco
el tono endurecido del Gobierno, el cual, a través del ministro Hinzpeter, formalizó su Proyecto de Ley de
Fortalecimiento del Resguardo del Orden Público. La polémica norma, conocida popularmente como Ley
Hinzpeter o Ley Antiencapuchados, fue tachada de "ideológica" y reaccionaria desde la Concertación y los
partidos de la izquierda. A últimos de año, la movilización de los estudiantes perdió bastante fuelle, aunque el
desgaste se cebaba no en menor medida con el Gobierno: el 29 de diciembre de 2011, el ministro Bulnes,
muy erosionado tras sólo cinco meses en el cargo, traspasó la cartera educativa a Harald Beyer Burgos.
7. Acusada bonanza económica, las medidas sociales del Gobierno y la batalla del déficit
A lo largo de 2012 y los primeros meses de 2013, Piñera continuó enfrentando los brotes de agitación
popular, con nuevas convocatorias masivas y algunos episodios de cruda violencia, en los frentes mapuche
(asesinato en enero de 2013 de una pareja de latifundistas araucanos en un ataque incendiario por
enmascarados contra su casa en Vilcún), patagónico y estudiantil. El presidente, intentado conciliar el
posibilismo reformista y la firmeza institucional, anunció unas mayores inversiones y coberturas públicas en
la educación y la sanidad, pero la concesión, como en las ocasiones anteriores, no aplacó a los sindicatos,
que manifestaban su hartazgo por la improvisación, las medias tintas y la estrategia zigzagueante de la
Coalición por el Cambio, oscilante entre el palo y la zanahoria.
En todo este tiempo de pulso con los estudiantes y los demás colectivos alzados en protesta, el Ejecutivo no
dejó de presentar medidas y políticas que enmarcó en su agenda social. Así, en 2011 y 2012 destacaron,
entre otros bonos, beneficios y subsidios: la exención del pago del 7% de cotización en salud a los
beneficiarios del Sistema de Pensiones Solidarias; la rebaja de la cotización al 5% para parte de los
pensionistas no incluidos en dicho esquema; la extensión del descanso postnatal o baja por maternidad de
los tres a los seis meses; la creación del Ingreso Ético Familiar (estructurado en los bonos "por Dignidad",
"por Deberes" y "por Logros"); y la creación del Bono Solidario de Alimentos (40.000 pesos por familia, 7.500
pesos por hijo y casi dos millones de familias destinatarias). Posteriormente, en agosto de 2013, el presidente
promulgó la ley que reajustaba el salario mínimo a los 210.000 pesos, 45.000 más que hasta ahora.
El ímpetu legislativo del oficialismo tocó la reforma política con la Ley de regulación de la inscripción
automática en el Registro Electoral y de la voluntariedad del voto, en vigor desde enero de 2012, y la Ley de
Primarias de noviembre de 2012, que estableció el sistema voluntario y vinculante de elecciones primarias
para la elección por los partidos de candidatos a presidentes de la República, parlamentarios y alcaldes, a
estrenar en las generales de 2013. La oposición del centro-izquierda reclamó la abolición del sistema
binominal que regía las elecciones legislativas, el cual en la práctica venía favoreciendo a los candidatos del
bloque de la derecha, dando a esta una cierta sobrerrepresentación.
En julio de 2012, al cabo de un tortuoso proceso parlamentario, Piñera promulgó la Ley de Medidas contra la
Discriminación, concebida para cualquier colectivo o minoría expuesto a marginación y discriminación, como
podían ser los homosexuales, los mapuches, los inmigrantes o los disminuidos psíquicos. La conocida como
Ley Antidiscriminación, o Ley Zamudio, no era un instrumento concebido por el Gobierno de la derecha, sino
que había sido elaborado por el de Bachelet.
Ya antes de completar su primer año en La Moneda, Piñera, con datos contundentes en la mano, comenzó a
alardear de que el Gobierno, pese a los enormes daños ocasionados por el terremoto, estaba empezando a
cumplir sus objetivos de crecimiento tal como habían sido acuñados en el programa electoral. En efecto, la
coyuntura superlativa de los mercados internacionales del cobre (con precios récord del metal, demandado
masivamente por China, aunque también objeto de prácticas especulativas) más el efecto dinamizador de la
reconstrucción material tras el seísmo empujaron al PIB chileno a una dirección hacia arriba que tenía visos
de durar mucho.
En 2010 la economía, echando por tierra los pronósticos que habían dibujado un techo de crecimiento del
4,5% para este año a causa del terremoto, avanzó un sobresaliente 5,8%, tasa que contrastaba con el -1,7%
anotado en 2009. La tendencia se consolidó en 2011 y 2012 con unos crecimientos del PIB del 5,9% y el
5,6%, respectivamente. Estas tasas rayanas al 6%, con las que no podían ni soñar potencias como Estados
Unidos, la UE o Japón, fueron cimeras en la OCDE y superaron con creces las de los vecinos mayores del
país austral, Argentina y Brasil, si bien no alcanzaron las de Perú. El panorama bonancible de la gran
economía adquiría perfiles más nítidos porque la inflación se mantenía muy controlada, pasando del 3% en
2010 al 1,5% en 2012, y el paro venía ofreciendo igualmente una evolución positiva al descender del 9% que
había en el primer trimestre de 2010 al 6,2% justo tres años después. En el último año del Gobierno Piñera
podía hablarse de pleno empleo en Chile, y un empleo con salarios sensiblemente revalorizados. Se trataba
de otra variable que en muchos países de Europa bien podía verse como un objetivo de ciencia-ficción.
En cuanto a la balanza financiera del sector público, el Gobierno de la derecha consiguió enderezar las
cuentas. De acuerdo con la nueva metodología, si 2009 había registrado un déficit fiscal equivalente al 4,5%
del PIB y un déficit estructural del 3,1%, 2012 terminó con un superávit del 0,6% en la primera cuenta (el
1,4% en 2011) y un déficit achicado al 0,6% en la segunda, resultado que provisionalmente satisfacía el
objetivo planteado por Piñera de terminar el cuatrienio con un déficit estructural inferior al 1%. Sin embargo,
en el tránsito a 2013, una caída de los beneficios del cobre redujo los ingresos fiscales del Ejecutivo,
viéndose obligado este, tras la catarata de desembolsos comprometidos en el Programa de Gobierno y el
Plan de Reconstrucción, a poner un mayor énfasis en la austeridad presupuestaria. Ahora, el Gobierno de
Piñera no iba a poder evitar legar unas cuentas plenamente deficitarias, quedando además en el aire el
cumplimiento final de la meta del déficit estructural no superior al 1% del PIB.
Otra magnitud que no discurría nada bien era la cuenta corriente, la cual no había hecho más que
deteriorarse desde 2009, pese a la cotización estratosférica del cobre y a las altas tasas de crecimiento
económico. Así, la suma de las balanzas comercial, de servicios, de rentas y de transferencias, de registrar
un superávit de 4.200 millones de dólares aquel año pasó a engordar un déficit que rozó los 10.000 millones
en 2012, cantidad cercana al 4% del PIB y que figuraba entre los resultados nacionales más negativos del
mundo. Algunos expertos advertían que, a la luz de estos datos, el modelo de crecimiento económico
chileno, decididamente, no era sostenible, ya que si un día fallara el cobre, el déficit por cuenta corriente
difícilmente podría financiarse sin recurrir a los instrumentos clásicos de emitir deuda soberana o tomar
créditos externos.
Por lo demás, en sus frecuentes y locuaces declaraciones públicas, Piñera no dejó de dar cuenta de cómo
iban progresando los trabajos de reconstrucción y realojamiento de las víctimas de la catástrofe sísmica
2010. En febrero de 2012 informó que los progresos alcanzaban a "los dos tercios del ciento por ciento" de lo
arrasado por el terremoto y el maremoto. En febrero de 2013, en el curso de otra "gira de reconstrucción", en
este caso desde la ciudad de Constitución, el mandatario cifró los avances en el "87%". Y en septiembre del
mismo año anunció que el programa de viviendas estaba completado al "98%", es decir, que 218.000 de las
222.000 viviendas comprometidas ya estaban "reconstruidas, habitadas por las familias o en pleno proceso
de reconstrucción".
8. Una fructífera política exterior bajo las consignas de la integración y el libre comercio
La Administración Piñera adoptó una política exterior que no se apartó de la línea marcada por los gobiernos
de la Concertación, a saber, la búsqueda de unas relaciones cordiales y provechosas con cuantos países
fuera posible, con un sentido eminentemente práctico y constructivo. Esta filosofía pragmática se traducía en
la prelación de las dinámicas de integración económica, procesos que ofrecieron con Piñera un balance
equilibrado entre sus dimensiones bilateral y multilateral, y en el desinterés en enzarzarse en pendencias
ideológicas, como las que pudieran girar en torno al proyecto de la América Bolivariana liderado por
Venezuela. Tal como explicó el mandatario en diciembre de 2011 en Buenos Aires con motivo de la
inauguración del segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el objetivo de Chile era
"tener las mejores relaciones con todos los países del mundo, pero muy especialmente con nuestros
vecinos". Una apuesta que, sin embargo, no relajaba la firme voluntad de velar por los intereses nacionales
en los conflictos de demarcación fronteriza con Perú y Bolivia.
Papeles en la CELAC y la Alianza del Pacífico; los nuevos TLC con Asia
El 27 de abril de 2011 Piñera se reunió en Lima con sus homólogos de Perú, Alan García, México, Felipe
Calderón, y Colombia, Juan Manuel Santos, para lanzar la llamada Área de Integración Profunda (AIP) entre
Chile y tres países con los que el socio más austral ya tenía suscritos y vigentes sendos tratados de libre
comercio bilaterales. La AIP se consideraba el núcleo de la que dio en llamarse la Alianza del Pacífico,
nuevo bloque regional que buscaba no sólo el pleno desarme arancelario en el comercio entre sus
miembros, sino una integración "más profunda, más amplia y más rápida" que la obtenida con otros
mecanismos de integración en América Latina, como podían ser la moribunda Comunidad Andina y el
atascado MERCOSUR, en los que Chile, por cierto, tenía el estatus de asociado.
Estas palabras de ensalzamiento fueron pronunciadas por Piñera en vísperas de la IV Cumbre de la Alianza
del Pacífico, la cual le correspondió organizar el 6 de junio de 2012 en el Observatorio astronómico Paranal,
en Antofagasta. Desde este prístino emplazamiento en la cordillera de la Costa, a 2.635 metros de altitud
sobre el desierto de Atacama, Piñera, Calderón, Santos y su nuevo par peruano, Ollanta Humala,
suscribieron el Acuerdo Marco, o pacto constitutivo de la Alianza. El presidente anfitrión subrayó que el
nuevo bloque suponía un mercado de 215 millones de habitantes y representaba más de un tercio del PIB de
América Latina, así como más de la mitad de su comercio, toda vez que Chile, México, Colombia y Perú eran
las economías más dinámicas y abiertas del hemisferio.
Aunque sus artífices evitaron en todo momento presentar la Alianza como una alternativa liberal -lo que de
hecho era- al eje socialista bolivariano comandado por Hugo Chávez y del que formaban parte Venezuela,
Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua, ellos, en sus declaraciones, marcaron implícitamente el contraste con
otros alineamientos regionales de mayor o menor fortuna. Así, Piñera y sus colegas decían abogar por la
eficiencia en materia de integración comercial, la remoción de toda barrera proteccionista, la extensión de la
libre circulación de bienes –ya consagrada en los TLC bilaterales- a los servicios, los capitales y las
personas, y la aplicación de integraciones de mayor calado como podían ser la energética y la de
infraestructuras. En especial, destacaban que la Alianza iba a permitir profundizar los lazos con la vasta
región de Asia-Pacífico y con la ayuda de la APEC, gran foro de cooperación económica transcontinental del
que ya eran miembros Chile, México y Perú, aunque no, por el momento, Colombia. Chile en particular,
opinaba su presidente dirigiéndose a una audiencia europea, ofrecía "sólidas ventajas y fortalezas para
transformarse en una puerta de entrada hacia América Latina y en un puerto de proyección hacia el AsiaPacífico".
Además de la Alianza del Pacífico, Piñera jugó un papel destacado en la también flamante Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada por 33 estados, es decir, todos los del continente
salvo Estados Unidos y Canadá, en México en febrero de 2010. El chileno fue el primer presidente pro
témpore de la CELAC, función que desarrolló entre la I Cumbre de la organización, en Caracas en diciembre
de 2012, y la II Cumbre, orquestada por él en Santiago el 27 y el 28 de enero de 2013. El evento fue
complementado con la I Cumbre CELAC-Unión Europea y sirvió de marco para la VI Cumbre de la Alianza
del Pacífico.
Sin abandonar los ámbitos multilaterales, Piñera asistió a las cumbres de presidentes de la Unión de
Naciones Sudamericanas (UNASUR), a la V Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), en Haití
en abril de 2013 y a título de observador invitado, y, fuera ya del ámbito americano, a la VII Cumbre del G20,
en Los Cabos, México, en junio de 2012, también como invitado. Mención destacada merecen sus
participaciones en las cumbres anuales de la APEC, pues pusieron el telón de fondo para la firma de todo un
ramillete de TLC bilaterales con países de Extremo Oriente. Fueron los casos de Malasia (TLC firmado en
noviembre de 2010 en la Cumbre de la APEC en Yokohama), Vietnam (noviembre de 2011 en Honolulu),
Hong Kong (septiembre de 2012 en Vladivostok) y Tailandia (octubre de 2013 en Bangkok).
El TLC con Tailandia fue adoptado en la capital de este país aunque de camino a la XXI Cumbre de la APEC,
que tenía lugar en Bali; allí, Piñera anunció el comienzo de negociaciones para la adopción de un TLC con
Indonesia. El presidente aprovechó las citas de la APEC para confeccionar unas minigiras por Asia y el
Pacífico. La interlocución principal se reservó para la República Popular China, la gran potencia compradora
del cobre chileno, con la que desde 2006 estaba en marcha un TLC particular. Los cuatro TLC asiáticos
firmados por Piñera se sumaron a los existentes con China, Japón, Australia, Corea del Sur, Nueva Zelanda,
Singapur y Brunei en el flanco transpacífico, el cual quedaba por tanto muy bien cubierto. Además, Chile ya
comerciaba libremente, tratados reguladores mediante, con casi toda Europa (la UE, la EFTA y Turquía),
amén de buena parte del continente del que era miembro: aquí, tenía los TLC con Estados Unidos, Canadá,
México, Centroamérica, Panamá, Colombia y Perú, más el Acuerdo de Complementación Económica con el
MERCOSUR, que le permitía participar parcialmente en su área de libre comercio.
Las relaciones con los vecinos sudamericanos y Estados Unidos
Piñera afianzó la cordialidad cultivada por Bachelet en los tratos con Brasil y Argentina, países con los que
firmó un buen número de acuerdos de intercambio sectoriales. En abril de 2010 Buenos Aires fue el primer
destino viajero del mandatario al poco de tomar posesión, una capital en la que volvió a recalar por distintos
motivos durante su mandato, y Brasilia el segundo. Piñera destacó el alto nivel "estratégico" alcanzado por
las relaciones chileno-argentinas y chileno-brasileñas, y en similares términos valoró las relaciones con
países tan dispares como Colombia, México, China, Canadá y España. Con todos ellos mantenía Chile una
"alianza estratégica", que en el caso de la nación europea fue formalizada en Santiago en enero de 2013, en
la víspera de la I Cumbre CELAC-UE, junto con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. El
documento tenía como objeto "fortalecer la histórica y excelente relación bilateral chileno-española, y abrir
nuevos espacios para incrementar el intercambio y la cooperación mutua". Por lo demás, el dirigente chileno
realizó salidas europeas que incluyeron, además de España, a Alemania, el Reino Unido, Francia, Italia,
Turquía y las instituciones de la UE.
Con Estados Unidos, las relaciones de Chile también revestían un cariz "estratégico", como no podía ser
menos dada la convergencia de intereses en la región de Asia-Pacífico. Piñera efectuó varios viajes a la
potencia norteamericana. En marzo de 2011 tuvo la ocasión de reunirse con Barack Obama sin salir de casa,
pues el mandatario estadounidense escogió a Santiago como una de sus tres paradas (junto con Brasilia y
San Salvador) de una gira regional. A su huésped, Piñera le invitó a profundizar el TLC bilateral y a que
Estados Unidos y América Latina establecieran una "relación entre iguales, en que todos tengamos
obligaciones y responsabilidades, no simplemente una alianza asistencialista".
En La Moneda, Obama, preguntado por los periodistas, aceptó en principio colaborar en lo que estuviera en
su mano para "obtener mayor información" sobre el rol jugado por su país en el golpe de Estado de 1973,
pero eludió presentar una disculpa al respecto. Semanas atrás, Piñera había anunciado una querella criminal
de su Gobierno, haciéndole así parte en el proceso judicial abierto por esta causa, para facilitar el
esclarecimiento de la muerte en 1982 del ex presidente Frei Montalva, probable víctima de un
envenenamiento homicida amparado en una intervención quirúrgica convencional. En junio de 2013, en su
primera recepción oficial al chileno en la Casa Blanca, Obama trasladó a Piñera el interés de Estados Unidos
en la Alianza del Pacífico, a la que deseaba vincularse como observador, así como en la expansión de la
Asociación Transpacífica (TPP), una especie de subconjunto más avanzado de la APEC que desde 2005
integraban Chile, Brunei, Nueva Zelanda y Singapur.
De nuevo en Sudamérica, el presidente chileno mantuvo buenas relaciones con sus homólogos de Ecuador,
Rafael Correa, y Paraguay, Fernando Lugo, cuya legitimidad en el poder defendió en términos inequívocos
en septiembre de 2010 y junio de 2012, cuando el primero hizo frente a una turbulenta sedición policial y el
segundo no pudo evitar ser destituido por el Congreso. En octubre de 2010 Piñera fue el primer mandatario
que visitó a Correa tras los desestabilizadores sucesos del 30 de septiembre en Quito. Finalmente, a pesar
de las abismales diferencias ideológicas, no hubo ningún tipo de roce con Chávez; al contrario, las relaciones
personales con el polémico caudillo bolivariano fueron afables. Cuando Chávez falleció en marzo de 2013,
Piñera no faltó a los funerales. Antes de aterrizar en Caracas, el presidente se refirió al líder desaparecido
con esas palabras: "Fue un hombre profundamente comprometido con la integración de América Latina (..)
sin duda teníamos diferencias, pero siempre pude apreciar la fuerza, el compromiso y la voluntad con la cual
luchaba por sus ideas".
Los diferendos territoriales con Perú y Bolivia
Dos países de la región quedaron al margen de este abanico de relaciones excelentes libres de nubarrones:
Perú y Bolivia, a causa de los inveterados desacuerdos fronterizos. Estos, en particular el mantenido con
Bolivia, se arrastraban desde las pérdidas territoriales que para ambos países había acarreado el desenlace
de la Guerra del Pacífico de 1879-1883, victoriosa para las armas chilenas.
Con Perú, no obstante ser un socio comercial de primer orden en el seno de la Alianza del Pacífico, Piñera
heredó un litigio en toda regla por el trazado de la frontera marítima. En enero de 2008, al cabo de varios
meses de tarascadas diplomáticas, el Gobierno de Alan García había optado por demandar a Chile ante el
Tribunal Internacional de Justicia de la ONU para que fueran los jueces de La Haya quienes dirimieran a
quién correspondía la soberanía sobre una extensión marítima de 38.000 km² rica en recursos pesqueros.
Sobre este triángulo de océano no había un acuerdo de delimitación, pues cada país se valía de diferentes
interpretaciones cartográficas y jurídicas. Ahora bien, las partes estaban dispuestas a defender sus
respectivas posiciones de manera serena hasta que llegara el fallo de La Haya, el cual acatarían sin
discusión. Piñera efectuó una visita de distensión a Lima en noviembre de 2010 y luego fue correspondido en
Santiago por García y por su sucesor, Humala.
En diciembre de 2012, a la conclusión de la fase oral del diferendo, en la que el Tribunal oyó los respectivos
alegatos, el presidente aseveró que la posición chilena había sido "defendida de manera firme y clara, porque
es justa y sólida, y porque está respaldada por el derecho internacional, por los Tratados de Límites vigentes
y por la práctica de los últimos 60 años". Piñera se refería a la Declaración de Santiago de 1952 y al
Convenio de 1954 sobre Zona Especial Fronteriza Marítima, suscritos y ratificados por Chile y Perú.
Más estridencia registraron las relaciones con la Bolivia de Evo Morales, país que seguía añorando la franja
litoral de Atacama, hoy región de Antofagasta, ocupada y anexada por Chile cuando la Guerra del Pacífico.
Esta espinosa cuestión seguía impidiendo la reapertura de relaciones diplomáticas normales entre dos
estados que eran vecinos. Bachelet y Morales habían abierto una mesa de diálogo discreto sobre la base de
una "agenda de 13 puntos" y en torno a la tradicional demanda boliviana de recuperar un acceso al Pacífico
en el corredor de Atacama, quizá por las regiones norteñas de Arica y Tarapacá, territorios que antaño
habían pertenecido no a Bolivia, sino a Perú. Las expectativas del arranque de negociaciones formales sobre
el particular, alentadas con infundado optimismo por La Paz, fueron desmentidas por la Cancillería chilena.
La posición oficial de Santiago siguió siendo la inviolabilidad de los tratados que habían establecido la
adquisición por Chile de territorios bolivianos.
Así estaban las cosas cuando Piñera llegó a La Moneda en marzo de 2010. Al principio, el nuevo mandatario
chileno y Morales parecieron sintonizar. En octubre de 2010 el boliviano estuvo presente en el rescate de los
mineros (uno de los accidentados era compatriota), operación que le produjo una viva impresión por la
pericia técnica empleada y por todo el espíritu de unidad nacional que la envolvió. Dos meses después, tras
reunirse de nuevo con Morales aprovechando su común asistencia a una cumbre del MERCOSUR en Foz de
Iguazú, Brasil, Piñera anunció la formación de un equipo de trabajo bilateral para avanzar en la discusión de
la agenda de 13 puntos "de manera más fecunda y rápida", y "en un clima de cordialidad, amistad y
hermandad entre dos países y dos pueblos".
El nudo gordiano era la localización, extensión y características de la ansiada salida boliviana al mar, pedido
que Santiago reconocía como legítimo y para el que estaba dispuesto a encontrarle una solución. Por de
pronto, el Gobierno Piñera descartó la opción, barajada por su predecesor, de otorgar un pedazo de costa en
Tarapacá, pues eso "cortaría el territorio chileno en dos". Lo más que estaba dispuesto a ceder era un
estrecho corredor más al norte, entre la frontera peruana y Arica, pero sin soberanía, conforme al Tratado de
1904, que había puesto fin al estado de guerra entre los dos países y asentado la irreversibilidad, insistía
Santiago, de la anexión por Chile del departamento boliviano del Litoral.
Para La Paz, el punto de la soberanía sobre una hipotética franja de costa boliviana cedida por Chile era
irrenunciable. En marzo de 2011 Morales subió el tono de su discurso con el aviso de que estaba dispuesto a
recurrir a la justicia internacional si era necesario. En el otoño de 2012 Piñera y sus ministros salieron al paso
del torrente de declaraciones de líder boliviano sobre que el Tratado de 1904 estaba "muerto" y que Chile era
"un peligro para la región", alegando que aquel tratado de paz no admitía negociación o revisión, y que Chile
era "un país amante de la paz, respetuoso del derecho internacional y cumplidor de sus compromisos".
El pique Piñera-Morales siguió adelante y el 23 de marzo de 2013 el líder boliviano materializó sus
advertencias con el anuncio de que La Paz demandaba a Chile ante el Tribunal de La Haya, demanda que
fue interpuesta un mes más tarde. Entonces, Piñera aseguró que "el supuesto derecho" de Bolivia a acceder
soberanamente al mar por territorio chileno era una pretensión "carente de todo fundamento, tanto histórico
como jurídico", de manera que Chile "defendería su soberanía conforme con los tratados y el derecho
internacional". "Nuestro territorio, nuestro mar, nos pertenecen a todos los chilenos", manifestó nada más
hacerse oficial el diferendo en la corte de La Haya.
Llegado el conflicto a este punto, el mandatario dejó en el congelador su anterior ofrecimiento a Bolivia de
"otorgarle autonomía en un enclave territorial en la zona fronteriza, donde ellos puedan desarrollar un puerto,
un balneario, pero sin ceder soberanía”. Ahora bien, incluso antes de hacerse realidad la demanda boliviana
en La Haya, Piñera ya había advertido que la oferta de un enclave no soberano al norte de Arica debía ser
aprobada por Perú, tal como establecía el Tratado de Lima de 1929, y además estaba estrictamente ligada a
una sentencia judicial favorable a Chile en el litigio marítimo chileno-peruano.
9. Las vicisitudes del último año
Piñera comenzó su último año en la Presidencia con unos niveles de aprobación popular algo mejorados,
pero todavía por debajo del 40%. Su imagen pública, nacional e internacional, no terminaba de adquirir unos
contornos claros. Para unos era un mandatario jovial y simpático, abierto a la gente y, en lo relativo a la
gestión de gobierno, solvente y cumplidor. Para otros, en cambio, Piñera se dejaba llevar por la retórica
autocomplaciente y pecaba de excesivamente dicharachero. Los más malévolos le adjudicaron la condición
de gafe, dada la cadena de siniestros y accidentes ocurrida en Chile desde su elección.
La locuacidad, la desenvoltura y la espontaneidad del presidente dieron pie a un sinfín de lapsus verbales,
leves meteduras de pata y anécdotas pintorescas que los medios locales bautizaron como piñericosas, es
decir, las ocurrencias y chascarrillos propios de Piñera. Algunas de las piñericosas más sonadas tuvieron
lugar en el extranjero, como cuando en junio de 2013, en su encuentro con Obama en el Despacho Oval, el
dirigente se saltó alegremente el protocolo y, para sorpresa general, se dio el gustazo de sentarse en el
famoso escritorio Resolute. Obama, que encajó con humor la insólita arrancada de su visitante, aseguró que
el chileno era el primer dignatario extranjero en tomar posesión del sillón presidencial. También, suscitó
reacciones críticas e irónicas su insistencia en proclamarse descendiente del emperador inca Huayna Cápac.
Esta alcurnia prehispánica, aseguraba Piñera, afloraba en su árbol genealógico, poblado de ramajes
europeos pero reconstruido hasta el siglo XVI, cuando un lejano antepasado vizcaíno, un tal Juan Ortiz de
Zárate, concibió descendencia con una biznieta del duodécimo Inca, de nombre Leonor Yupanqui.
Las derrotas sufridas por la Coalición por el Cambio a manos de la oposición del centro-izquierda en las
elecciones municipales del 28 de octubre de 2012 encendieron las alarmas en el oficialismo, que encaraba
las generales del 18 de noviembre de 2013 con sombrías perspectivas. Ocho días después del revés en las
urnas, que deparó las pérdidas de las alcaldías de Santiago (donde Pablo Zalaquett Said, de la UDI, hubo de
dejar paso a Carolina Tohá Morales, del PPD) y Concepción, Piñera abrió una crisis de Gobierno. En Interior
Rodrigo Hinzpeter fue sustituido por Andrés Chadwick, quien a su vez cedió la Secretaría General del
Gobierno a Cecilia Pérez Jara. Hinzpeter y Loreto Silva Rojas fueron los reemplazos en Defensa y Obras
Públicas, respectivamente, de dos pesos pesados del Gabinete, premiados con buenas notas en las
encuestas de valoración: Allamand y Golborne, quienes salían del Ejecutivo para plasmar sus
precandidaturas presidenciales, el primero por RN y el segundo por la UDI.
El mero proceso de definición del candidato gubernamental para batirse con la postulante de la Nueva
Mayoría (el recién creado conglomerado del centro-izquierda, que reunía a los cuatro partidos de la vieja
Concertación, al Partido Comunista y a dos formaciones izquierdistas menores), quien no era sino la ex
presidenta Bachelet, la cual volvía a la arena política en la cima de su prestigio internacional y tan popular
como de costumbre, fue insospechadamente accidentado.
El 17 de abril de 2013, faltando más de dos meses para las elecciones primarias de la Alianza –RN y la UDI
decidieron recuperar la anterior denominación de su coalición-, que iban a disputarse con arreglo a la nueva
ley, la minoría parlamentaria en que se encontraba el Ejecutivo quedó espectacularmente en evidencia al
aprobar el Senado, a iniciativa de los partidos del centro-izquierda y algunos diputados independientes, la
destitución del ministro de Educación, Harald Beyer, tras hallarle culpable de la acusación constitucional de
no haber fiscalizado la existencia de lucro en las universidades. La caída del tercer ministro de Educación de
Piñera, saludada por los estudiantes, acontecía cuando la CONFECH tenía en marcha su primera protesta
masiva del año.
Tras este duro revés político, que provocó indignación en el oficialismo, la Alianza intentó recobrar la
iniciativa de cara a las primarias del 30 de junio. A las mismas se presentaba como favorito Golborne, quien
en sentido estricto seguía siendo un independiente. Sin embargo, el ex ministro multicartera de Piñera
terminó perdiendo el aval de la UDI por la publicación de una serie de informaciones sobre sus inversiones
en paraísos fiscales. El 29 de abril Golborne rescindió su postulación y ese mismo día la UDI proclamó como
precandidato alternativo a Pablo Longueira, hasta ahora ministro de Economía.
El 30 de junio Longueira, con el 51,4% de los votos, derrotó a su rival de RN, Allamand, en la elección
primaria. Todo parecía listo para ir a la contienda nacional contra Bachelet, pero el 17 de julio Longueira, de
manera completamente inesperada, informó a través de su familia que renunciaba a la candidatura a causa
de una profunda depresión que tenía diagnóstico médico. Sumida en el desconcierto, la Alianza se debatió
entonces entre escoger por consenso a un candidato que podría ser Allamand, o bien ir a las elecciones
presidenciales con dos aspirantes, uno de cada partido, como había sucedido en 2005 con Piñera y Lavín. La
Ley de Primarias permitía las dos posibilidades.
Rápidamente, pues el tiempo corría en contra, la mayoría de los aliancistas convino en que lo mejor era
definir un solo candidato. La escogida por los dos partidos fue Evelyn Matthei, quien desde enero de 2011
venía fungiendo como una beligerante ministra de Trabajo y Previsión Social. Matthei, cuyas relaciones con
Piñera eran ahora aparentemente buenas, dos décadas después del casi mítico Piñeragate, fue nominada
por su partido, la UDI, el 20 de julio, y por RN el 10 de agosto. En la víspera del respaldo de RN a Matthei,
Piñera, en un gesto poco frecuente, pidió "humildemente perdón" a los ciudadanos por los errores detectados
en el último censo poblacional, realizado en 2012.
(Cobertura informativa hasta 1/10/2013)
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