CATEDRA CLORIVIÈRE – CICÉ PROYECTO DE VIDA EN LA

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FUM. – Cátedra Internacional Cloriviére-Cicé – XII Sesión
CATEDRA CLORIVIÈRE – CICÉ
PROYECTO DE VIDA EN LA EXPERIENCIA DE LOS FUNDADORES: UNA
MANERA CONCRETA DE DAR SENTIDO A LA PROPIA VIDA
Y DE AYUDAR A OTROS A CONSTRUIR HORIZONTES DE SENTIDO
“La parte más triste de la vida no está en el acto de morir sino en fracasar a la hora de
vivir realmente cuando estamos vivos”.
Robin S. Sharma.
Esta es una afirmación profundamente humana, actual y retadora, puesto que los seres
humanos pueden pasar la vida sin vivir realmente, sin desarrollarse ni realizarse como
personas en su integridad y singularidad. La persona por naturaleza lleva en lo más íntimo
de su ser un sentido de trascendencia, de superación de su finitud, de búsqueda de algo
superior que lo lleva a la autorrealización, al desarrollo de todo su potencial para “llegar a
ser verdaderamente lo que uno es capaz de llegar a ser”. (González y Carvajo (2005. p.
29).
Pero para alcanzar esa plenitud anhelada necesita vivir realmente, es decir saber quien es,
para qué existe y qué lo mueve a obrar. En otras palabras, ser como el roble, que tiene
fuertes y profundas raíces que lo anclan en el presente y a la vez, ser tan flexible que le
permita recoger en su pasado, en su historia toda su riqueza personal, familiar y cultural y
al mismo tiempo, proyectarse al futuro, vislumbrando un horizonte de realización y
plenitud, que le ayuden a configurar su propia identidad y a encontrar su sentido de vida, su
razón de ser y de actuar.
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Proyecto de Vida
He ahí el punto medular: para vivir realmente se necesita tener un motivo para hacerlo; es
decir un sentido de vida, una razón, un ideal por el cual vivir, luchar, esforzarse, superar
dificultades; proponerse metas, asumir riesgos. Algo que dé respuesta a los interrogantes
más hondos de su ser personal.
Lamentablemente, en nuestra sociedad actual, marcada por la violencia, la corrupción, el
consumismo, el hedonismo, el individualismo y la sed de poder y de riqueza, muchas
personas pasan la vida sin vivir realmente, sin dejar huella, sin propósitos claros, sin ideales
ni futuro; es una existencia marcada por la inestabilidad, la inconsistencia, la incongruencia
y la inconstancia. Todo esto, porque para ellas lo que cuenta es el hoy, desconectado del
pasado y sin una proyección al futuro; en una palabra, desconectado de la vida. Por esto
muchos jóvenes viven sedientos de placeres de todo tipo, sin compromisos, sin exigencias,
encerrados en su propio mundo o centrados en un comunitarismo gregario, sin entrega, sin
donación; es un vacío existencial que genera desesperanza y muchas veces desesperación.
En este contexto es muy difícil encontrar una razón para vivir, un sentido a la propia
existencia.
Pero no todo es negativo, en el fondo de todas estas personas hay un grito de plenitud, una
sed de verdad, de autenticidad, una búsqueda, muchas veces errada, pero búsqueda sincera
de sentido, de un porqué y para qué vivir, de un camino de felicidad; solo hace falta
encontrar los medios para hacer brotar y florecer ese océano infinito de posibilidades que es
cada persona. Según Arango y Meza (2005), el sentido de vida “es la razón que nos motiva
y nos impulsa a vivir, haciendo que las circunstancias sean abordadas con ímpetu y
entereza”. (p. 6).
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Para que esto sea posible, es preciso encontrar una ilusión en la vida, una razón de ser y de
existir, aquella motivación honda que le dé unidad y coherencia a su vida y que se convierta
en su camino de felicidad y realización plena, esto es, su proyecto de vida. Un proyecto de
vida que nazca del yo profundo de cada persona, de su interior, transformando su vida
desde dentro y creando un estilo de vida, una manera nueva de pensar, sentir y actuar,
frente a sí mismo, frente a los otros y frente al mundo que le rodea.
El proyecto de vida es definido por Arango y Meza (2005) como “el núcleo central de la
persona formado por valores, en torno a los cuales va estructurando su identidad” (p. 21).
Es el conjunto de sueños, valores, ideales que le proporcionan ilusión e impulso para vivir
plenamente, dándole unidad y coherencia a toda su vida. Es el camino para encontrar las
respuestas a los interrogantes más profundos de la humanidad y de cada persona en
concreto, porque el proyecto de vida no es algo etéreo, está anclado en la vida de cada
persona, en su historia, en sus luchas y esperanzas y exige de cada uno su máximo esfuerzo,
su constancia y su generosidad.
No se puede olvidar que el proyecto de vida implica el ser y el hacer, por lo cual está
íntimamente relacionado con la vocación, el llamado personal, la misión que cada persona
tiene en la vida y cuyo ejercicio le otorga sentido y plenitud, en una manera específica de
ser y de estar en el mundo, gracias a su singularidad, que lo hace único e irrepetible.
Cada persona como ser íntegro y singular, está dotada de inteligencia, voluntad y afecto,
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Proyecto de Vida
facultades que le permiten obrar con autonomía y libertad ante las distintas circunstancias
que la vida le presenta, en un ejercicio de discernimiento que lo lleva a optar por lo que más
le conviene para su crecimiento personal y, en consecuencia, tomar las decisiones correctas,
asumiendo responsablemente las consecuencias de sus actos.
En este sentido, un proyecto de vida claro y definido, es fundamental para las decisiones
vitales de la persona, convirtiéndose en su faro, en su guía de discernimiento y de
búsqueda, que orienta cada decisión y cada acción hacia el ejercicio de su vocación
personal, colmando de sentido y de ilusión todo lo que piensa, siente, sueña y vive. En este
proceso es de gran utilidad el acompañamiento personal que le ayude a confrontarse y a
obrar en coherencia con su ideal de vida.
Lo anterior significa, que un proyecto de vida claramente concebido genera creatividad; es
decir, despliegue del potencial creador de la persona en todas las dimensiones de su
existencia, planteándole cada día nuevos retos e impulsándola a tomar riesgos, a esforzarse,
a salir de sí para entregar su vida por una causa que le otorga sentido y plenitud.
Tener claro el proyecto de vida, también genera ilusión, entendida ésta como anticipación
del gozo que se espera, como fruto de la realización del proyecto deseado, o en palabras de
González y Carbajo (2005) “de un proyecto que es posible al unir riqueza interior y
creatividad, fruto de esa capacidad proyectiva del ser humano, que le permite el gozo y la
alegría anticipadas por algo que se espera ver realizado” (p. 85).
Por otra parte, Arango y Meza (2005) ponen de manifiesto que un proyecto personal con
unidad y solidez ha de contemplar todas las dimensiones de la persona, clasificadas a partir
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de los distintos tipos de relación que todo ser humano establece. A continuación voy a
referirme a algunas de ellas:
La dimensión afectiva: surge de la relación con el otro y genera lazos de amistad, amor,
fraternidad, en cuya base está el amor a la propia vida y a la de los demás.
La dimensión sociopolítica: hunde sus raíces en la relación con los otros, en la cual se
desarrolla la capacidad de socialización, que implica dar y recibir a partir de la pertenencia
a distintos grupos y desde los valores del servicio y la solidaridad, valores que le permiten
a la persona salir de sí misma en la búsqueda del bien común.
La dimensión profesional: implica relación con lo otro, con el mundo, la naturaleza, el
cosmos, favoreciendo el desarrollo de todo su potencial transformador y creador desde un
saber, una profesión, un trabajo específico,
gracias a su capacidad creativa y de
producción.
La dimensión trascendente: Parte de la relación con el Otro, con un ser superior en quien
se cree y al cual, por naturaleza, la persona tiende desde la esencia misma de su ser.
Si la persona vive su proyecto de vida desde estas dimensiones, permanece centrada en su
objetivo; busca los caminos y medios adecuados para alcanzar su sueño, sabe tomar
decisiones a partir del discernimiento, acoge y vive su vida en plenitud, con responsabilidad
y autonomía, sin permitir que otros decidan por ella. Por todo esto, su vida es un continuo
desafío que centra su interés y le permite desarrollar al máximo sus potencialidades,
conduciéndola a vivir el MAGIS Ignaciano, que está en la esencia misma de la persona y la
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Proyecto de Vida
salvaguarda de la rutina, el pesimismo y el agotamiento, características típicas de las
personas carentes de un sentido de vida.
Un ejemplo concreto de personas con un sólido sentido de la vida y por tanto, con un claro
proyecto personal, lo encontramos en Pedro José de Clorivière y Adelaida de Cicé,
fundadores de la comunidad Religiosa Hijas del Corazón de María. Ellos, desde muy
jóvenes, por sus cualidades naturales, por el ambiente familiar y social en donde crecieron y
por la gracia especial del Señor, tuvieron claridad para saber qué hacer con sus vidas;
aunque la manera de hacerlo, la fueron descubriendo poco a poco, por el ejercicio
permanente del discernimiento y por el acompañamiento de un guía espiritual que les iba
ayudando a dilucidar el camino y tomar las decisiones más acertadas, de cara a su ideal de
vida, a su sueño fundamental.
El joven Clorivière, bretón, inquieto y buscador de altos ideales, descubre desde muy joven
su vocación de sacerdote jesuita; después de haber probado en la marina y en el comercio,
siguiendo la tradición familiar, se arriesga a seguir su corazón, pues intuye un camino
distinto y plenificante para él. “No sabiendo lo que haría, a los 19 años partí para París con
la cabeza llena de diversos proyectos. Es allí donde Dios me esperaba (Dios prepara, p. 7)
afirma Pedro de Clorivière.
Al descubrir su vocación, el joven Clorivière encuentra su razón de ser y de existir, su ideal
por el cual luchar y hacia el cual orientar en adelante todas sus decisiones. Durante un retiro
dirigido por su guía espiritual, afirma él “tuve la impresión, dulce y fuerte a la vez, y la
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convicción muy clara de que Dios me llamaba al sacerdocio. Experimenté por eso una
inmensa alegría” (Dios prepara, p. 7).
Teniendo ya claro su horizonte, se dedica a buscar los medios adecuados para hacer
realidad su sueño. Entra al noviciado de la Compañía de Jesús, abandonando todo lo que
hasta el momento venía realizando, ahora todo estaba orientado a la realización de su
proyecto de vida: Ser sacerdote Jesuita. En este proceso tiene que luchar contra sus
limitaciones personales. “Poco después de mis primeros votos fui asaltado por tentaciones
de toda clase: mi tartamudez se acrecentó” (Dios prepara, p. 8) y superar muchas
dificultades, incluso hacer grandes renuncias “Estaba decidido a quedarme como coadjutor
antes que abandonar la Compañía” (Notas íntimas, p. 12) pues su dificultad de hablar le
hacía imposible todo apostolado.
Es evidente que cualquier empresa grande, exige sacrificios y el despliegue de todos los
potenciales humanos, y él lo sabía muy bien porque tenía inscrito en su corazón el MAGIS,
como lema de vida: Dar siempre lo mejor de sí, entregarse al máximo por la causa que ha
abrazado; en su caso, Dios y su causa.
Por su parte, Adelaida de Cicé, duodécima hija de una noble familia de Rennes, descubre
desde niña en su interior, dos grandes ideales que se convierten en su pasión: El amor a
Dios y el servicio a los pobres. Poco a poco Dios y los pobres se convierten en el motor de
su vida, en su razón de ser y de existir. Ella afirmaba con frecuencia “Amemos a Jesucristo
y a los pobres” (Adelaida cofundadora, p. 5).
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Proyecto de Vida
Desde entonces, nunca pierde de vista estos ideales, más bien, ellos se convierten en el faro
que guía e ilumina todas sus opciones hasta encontrar la manera de hacer realidad su sueño,
su vocación personal. Siendo muy joven, (15 años) esboza un pequeño reglamento con sus
resoluciones más importantes que incluye actitudes y acciones concretas. Así se encuentra
en su diario: “ observar exactamente todas las cosas que quiero hacer, amar a Dios tanto
como me sea posible, evitar el orgullo, agradecer a todas las personas que tengan a bien
reprenderme por mis defectos, no dejarme llevar por el mal humor. Levantarme sin vacilar,
asistir a misa, hacer un cuarto de hora de oración, leer, trabajar, obedecer en todo a mi
madre, en adelante quiero vivir y morir en estas resoluciones”. (Adelaida de Cicé p.14)
Ella sabe y siente en el fondo de su corazón cuál es su llamado, pero no ve clara la manera
de hacerlo realidad; es más, eso que ella sueña, vivir una vida religiosa en un convento
como contemplativa (consagración) y al mismo tiempo un trabajo efectivo con los pobres,
no era posible, puesto que no existía entonces en la iglesia y no parecía haber posibilidad de
hacerlo realidad. Consagración total a Dios por los votos y misión en medio del mundo es
lo que desea la joven Adelaida, como bien se lo anticipó su director espiritual: “Me dijo de
tu parte Dios mío que yo estaba destinada a ser una madre de los pobres y una esposa de
Jesucristo” (Dios prepara, p. 24).
Pero aunque su sueño parece imposible, ella emprende una larga búsqueda, en un paciente
y lento proceso de discernimiento, marcado por muchas pruebas y obstáculos. Sin embargo,
gracias al continuo acompañamiento de su guía espiritual que le ayuda a tomar decisiones
sin perder de vista su horizonte, finalmente encuentra el camino.
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Entre tanto, Pedro de Clorivière, ya sacerdote, realiza su proyecto de vida al entregar su
tiempo, sus esfuerzos, sus talentos, toda su vida al anuncio del Evangelio, en distintas
misiones que asume en obediencia (párroco, director espiritual, rector de un colegio
diocesano, formador de novicios, capellán de religiosas, superior en Dinán).
Desde el descubrimiento de su llamado a la vida religiosa en la Compañía de Jesús,
Clorivière centra toda su vida en Jesús y su evangelio, de modo que Dios se convierte en su
pasión, su absoluto y su razón de ser y de obrar.
Es así como su opción vocacional se convierte en cauce de todas sus relaciones y de todas
sus acciones, consolidando un auténtico proyecto personal que abarca todas las
dimensiones de su ser, centra su vida y la dota de unidad y coherencia.
Veamos, pues, su relación con el otro: (su dimensión afectiva): Clorivière crea fuertes
lazos de amistad, centrada en el Señor. Su absoluto, el centro de su vida, su gran amor es
Jesús y su causa; de modo que sus amistades, sus amores, su familia, toda su vida son
entendidas y vividas desde el Señor: Su gran amigo fue el P. Fleury, con quien hizo un
compromiso para animarse mutuamente en la fidelidad a su vocación.
También Adelaida de Cicé se convirtió en su amiga del alma, estando muy unidos por sus
sueños personales que desembocaron en un proyecto común. Dios era el centro de sus vidas
y desde ahí se consolidó su amistad. En una de sus cartas se encuentran estas palabras:
“Considéreme siempre, señorita y querida hija en Nuestro Señor, muy unido a usted en su
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Proyecto de Vida
divino corazón”. (Cartas de Clorivière I (p. 44).)
En cuanto a su relación con los otros: (Dimensión sociopolítica) el Padre de Clorivière
pertenece, con identidad profunda a la Compañía de Jesús; la ama desde lo más hondo de
su ser, tanto que decide hacer sus votos, a pesar de que la Compañía está en riesgo de ser
suprimida en esos días a causa de los graves problemas políticos del momento; él se siente
jesuita desde las entrañas y así se lo expresa al padre de La Croix: “…de usted se sirvió el
Señor para inspirarme sentimientos de afecto filial por la Compañía de Jesús”. (Notas
íntimas, p. 22).
Su otro amor, a ejemplo de San Ignacio es la Iglesia, la ama y la respeta, aún con sus fallas
y debilidades y a ella promete obediencia. También ama la vida religiosa, a la cual
pertenece, por eso se compromete con ella, la defiende públicamente en medio del terror de
la revolución francesa, sin importar los riesgos.
En lo que respecta a su relación con lo otro, (dimensión profesional) el P. de Clorivière se
preocupa por su entorno y dedica todo su trabajo y su saber para defender la vida y la
verdad, la justicia y la libertad. Escribe; predica, acompaña, aconseja, sirve, consuela y
conforta a todo el que puede. Clorivière ama su pueblo, la sociedad francesa y sufre con
ella el dolor y el sinsentido de la revolución, de la guerra; su amor se transforma en acción,
entregando su vida a favor de los inocentes; de los pobres y perseguidos, con ellos se hace
solidario y les presta su servicio incondicional; por ellos se arriesga, se compromete, sin
importar que sea llevado preso o incluso guillotinado. El se olvida de sí en función del bien
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de los demás. Por esto fue arrestado y llevado a prisión durante cinco años, donde trabajó
incansablemente por la conversión de los presos.
En cuanto a su relación con el Otro, su (dimensión trascendente), es la que da sentido a su
vida y orienta todo su actuar. Dios Trinidad es el absoluto de su vida y desde ahí, toda su
existencia encuentra unidad y cohesión. Por eso escribe “Todas mis resoluciones se reducen
a este punto: conformarme lo más posible a nuestro divino modelo: Jesucristo”. El P. de
Clorivière es una
persona íntegra y coherente porque Dios está en el centro de su
existencia: La Palabra del Señor orienta y guía su actuar, hasta la entrega sin límites, guiado
por la oración permanente, por el discernimiento y la continua adoración a Jesús
sacramentado y por supuesto orientado por la Virgen María, a quien ama entrañablemente
como a su madre y guía. Y así fue llamado “el religioso de lo esencial”.
Lo anterior es un claro ejemplo de cómo un ideal de vida se convierte en el gran proyecto
personal desde el cual se articulan todas las dimensiones de la persona en una perfecta
armonía que da sentido y unidad a la existencia, convirtiéndose en su camino de realización
plena de felicidad.
Por su parte Adelaida, guiada por su director concretiza el novedoso proyecto de vida
religiosa que sueña, “Vida consagrada fuera del claustro, vida en común, votos por un año
renovables, profunda vida de oración y vida eucarística intensa. Vida sencilla al servicio del
prójimo, especialmente de los más pobres. El voto de pobreza no impide gozar del
patrimonio. Uso de los bienes mediado por la obediencia, vida de ofrenda a Jesús por
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María”(Adelaida de Cicé p.20-21)
Ella hace pruebas en distintos conventos, tratando de
encontrar una manera de conciliar consagración total a Dios y servicio a los hermanos en
medio del mundo, pero no encuentra una respuesta a sus búsquedas, puesto que esta forma
de vida religiosa que ella sueña aún no existe en la Iglesia.
Debido a sus problemas de salud, la providencia la conduce a Dinán para una cura en aguas
termales. Estando allí conoce al Padre de Clorivière con quien continúa su proceso de
búsqueda de la voluntad de Dios a través del discernimiento, la oración, el ayuno y el
examen cotidiano.
Es un encuentro providencial fruto de las búsquedas de cada uno, ya que en fidelidad a su
proyecto de vida el P. de Clorivière permanecía atento a los signos que el Señor le brindaba
a través de las personas y de las circunstancias. Gracias a esta disposición interior y a su
misión de director espiritual en Dinan es como conoce a Adelaida de Cicé, y se convierte
en su director espiritual. En poco tiempo él comprende la búsqueda que ella está haciendo y
la orienta en su caminar hasta que encuentran que sus sueños personales se unen y los une a
ellos en una aventura nueva y retadora, en un proyecto común: la fundación de dos nuevas
comunidades religiosas.
Ahora bien, desde que Adelaida, descubre su vocación, ésta orienta toda su existencia,
dándole un sentido y una manera especial de ver y vivir la vida y todas sus relaciones.
Detengámonos un momento para ver cómo su proyecto de vida abarcó y dio unidad a todas
las dimensiones de su ser:
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Dimensión afectiva: su gran amor, el centro de su vida es desde siempre el Señor y a partir
de él sus afectos familiares y sus amistades cobran una nueva dimensión. De niña se
preocupaba por el estudio de las niñas pobres y trataba de ayudarlas con sus pequeños
ahorros. Ella expresaba con frecuencia:“No puedo encontrar un infortunio sin tratar de
aliviarlo (A. de C. p. 12).
Adelaida ama profundamente a su madre, y en fidelidad a su vocación promete obedecerle
como a su superiora “He prometido a Dios obedecer a mi madre como una religiosa a su
superiora, someterme a ella en todo” (A. de C. p. 17).
A su empleada la trata con cariño y consideración, como a una amiga “Se la verá más tarde
poner la cama de su camarera al lado de la suya para cuidarla mejor cuando está
enferma.(A. de Cicé, p. 12).
Con sus directores espirituales entabla una relación profunda desde la fe y la obediencia. El
P. de Clorivière pasa de ser su director espiritual a ser su amigo del alma en el Señor.
En cuanto a la dimensión política: Adelaida centra su vida en el servicio a los más pobres
y necesitados, por algo es llamada “la madre de los pobres”. Ella no solo daba cosas, se
daba a sí misma” (A. de C. p. 12). Desde la corte, a la cual pertenece, ella busca entre sus
amistades recursos para los pobres y genera compromiso de parte de ellas frente a la
realidad que se vive.
Se hace solidaria con el que sufre y se preocupa por servirlo hasta el sacrificio; para estar
más cerca de los pobres, decide vestirse como ellos, se acuesta en un jergón, ayuna tres
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veces a la semana… No se contenta con servir, ella entrega su tiempo y su amistad.
En relación con la dimensión profesional: Adelaida de Cicé supo comprometerse con su
realidad, la cual conocía perfectamente. Su trabajo, sus talentos, su capacidad y su visión
proyectiva, los orientó siempre al servicio de quienes la necesitaban: Los pobres en primer
lugar, luego su madre, los perseguidos por la guerra, las Hijas del Corazón de María y los
sacerdotes del Corazón de Jesús. “En París, al mismo tiempo que cumple su rol de
superiora general y de cofundadora, Adelaida se entrega incondicionalmente al servicio de
los pobres, sin tener en cuenta las opiniones políticas” (A. de Cicé, p. 43). El compromiso
con su realidad la lleva hasta arriesgar su vida; por esto es llevada a prisión y aún allí sigue
sirviendo a las reclusas a quienes les enseña a ver su vida de distinta manera, logrando su
conversión.
Finalmente, la dimensión trascendente: su relación con el Otro, con Dios y con la Virgen
María ocupa el centro de la vida de Adelaida. Jesús se convierte en su absoluto, su razón de
ser y de existir, por lo cual se compromete con la misma causa de Jesús: los pobres, a
quienes ama y sirve porque en ellos ve al Señor (miembros sufrientes de Cristo). Desde esta
unión profunda y vital con Dios, la madre de Cicé da unidad y coherencia a su vida; todo su
pensar su sentir y su actuar están centrados en Dios y su único deseo es encontrar y hacer
siempre su voluntad, consagrando enteramente su vida a su amado Jesús y al servicio de los
pobres. “Renuevo de todo corazón la consagración que he hecho a mi divino esposo de toda
mi persona”. Se lee en sus Papeles íntimos ( p. 4).
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Volvamos ahora al encuentro entre Adelaida y Clorivière: Cuando Dios permite el
encuentro entre el P. de Clorivière y la madre de Cicé, los dos proyectos se unen en uno
solo, puesto que tienen un fin común: Vivir conforme a la voluntad de Dios, en unión
profunda con él y en servicio concreto a los hermanos, con predilección por los más pobres.
Adelaida tenía muy clara su vocación, pero no había encontrado el camino para darle
cumplimiento hasta que conoció al P. de Clorivière y vislumbró que El sería el guía que le
ayudaría a hacer realidad su sueño. Tardó un poco esta respuesta pues aunque el Padre
conocía y valoraba el proyecto y la acompañó varios años en su búsqueda, no encontraba
cómo hacerlo realidad, hasta que por fin en un abrir y cerrar de ojos recibe la inspiración
del Señor para fundar una congregación religiosa adaptada a las circunstancias del
momento, que sería muy útil a la Iglesia (Memorias de Adelaida, p. 17).
A partir de ahí comprende que su inspiración encaja en el proyecto de Adelaida y que es
preciso unirse y empezar a buscar los caminos para concretizarlo: “Una congregación
religiosa de forma totalmente nueva a ejemplo de los primeros cristianos, sin ningún signo
distintivo, que abarque las diversas obras de misericordia y dé un lugar esencial a la
oración, que se pueda vivir en comunidad o en familia, en el ejercicio de su profesión y
donde la obediencia abarque toda la existencia” (María Adelaida, Cofundadora. P.38-39)
Todos los dones y energías de los fundadores fueron enfocados al logro de este proyecto,
sin importar esfuerzos, sacrificios, riesgos e incluso prisión y peligro de muerte. “Me
parece que es en París donde una y otra sociedad debe empezar. De allí viene el mal, de allí
debe venir el remedio” (Cofundadora, p. 49); y efectivamente, a dicho proyecto entregaron
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Proyecto de Vida
todos sus dones, su trabajo, sus luchas, toda su vida hasta el último aliento. En su proyecto
encontraron sentido a su vida y razón para donarla, alcanzando plenitud y gozo en su
realización.
De esta manera nace un nuevo estilo de vida religiosa, un sueño audaz y futurista, fruto de
la visión de una mujer idealista y soñadora de imposibles y de un hombre orante y
visionario, sereno y a la vez audaz. Un sueño que se consolida y se convierte en proyecto
de vida para muchas mujeres a través de la historia de más de 200 años y en diversos
países del mundo entero.
Ellos son un testimonio vivo de un sueño hecho realidad, de una vocación convertida en
proyecto que guía y conduce toda la existencia hacia la plenitud y la felicidad, en una vida
plena de sentido, de ilusión y de compromiso solidario, en un derroche de creatividad y
audacia que hace posible la transformación de su entorno.
16 Septiembre 2009
Rosa Varela
Hija del Corazón de María
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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El discernimiento y el
proyecto de vida. Dinamismo para la construcción de sentido. Pontificia
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-
POLET, Noela (1990). Memorias de Adelaida. Un relato de amor y de ternura.
-
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