III Jornadas de Debate y Actualización en temas de Antropología Jurídica GT 2: IDENTIDADES Y DIVERSIDAD DESDE LAS NUEVAS CONDICIONES DE ESTATALIDAD (INDÍGENAS, GÉNERO, MINORÍAS RELIGIOSAS, AFRODESCENDIENTES, MIGRANTES, IDENTIDADES DE GÉNERO DIVERSAS) Ponencia: “La construcción identitaria de las mujeres que ejercen la prostitución en el discurso jurídico” Autora: Lucía Nuñez Lodwick 1 (IDAES/UNSAM) Palabras claves: Prostitución- discurso jurídico- identidad Keywords: Prostitution-speech legal identity Resumen La ponencia se propondrá reflexionar acerca de las diversas formas de construcción identitaria presentes en el discurso jurídico sobre las mujeres que ejercen la prostitución en Argentina. Para ello se trabajará sobre la legislación vigente en torno a dicha práctica (Ley de profilaxis 12.331/1936 y su decreto parlamentario (1937), Plan Nacional contra la discriminación decreto 1086/2005, Ley para la prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas (2008), su reforma, Decreto que prohíbe los avisos de oferta sexual 936/2011 y el proyecto de ley para la regularización del trabajo sexual autónomo (2013)); dando cuenta históricamente de los marcos jurídicos aplicados en el país. Luego se pondrán en diálogo estas legislaciones con el debate argumental en torno a la práctica de la prostitución, Regulacionistas vs. Abolicionistas, para analizar la construcción identitaria que la misma realiza acerca de las mujeres que ejercen la prostitución, entendidas como víctimas en un caso o trabajadoras autónomas en el otro. Cada posición tiene anclajes en organizaciones sociales. En este sentido, se pensará las últimas propuestas/conquistas legales a partir de la búsqueda de reconocimiento de derechos para una posición (reconocimiento del trabajo sexual autónomo) y de respuesta a demandas (lucha contra la trata de personas). Abstract 1 Lic. En Sociología (IDAES/UNSAM). Maestranda en “Sociología de la Cultura y el Análisis cultural” (IDAES/UNSAM). Becaria Doctoral Conicet (IDAES/UNSAM). Integrante del “Programa: Poscolonialidad, pensamiento fronterizo y transfronterizo en los Estudios Feministas”, coordinado por la Dra. Karina Bidaseca (IDES/UNSAM) y del “UNIAFRO. Programa de Investigación y Extensión sobre Afrodescendencia y Culturas Afrodiaspóricas” (IDAES/UNSAM), coordinado por la Dra. Karina Bidaseca y el Dr. Luis Ferreira. Integrante del proyecto PIP CONICET “Violencia en mujeres subalternas. Representaciones de la desigualdad de género y la diferencia en las políticas culturales” (Dir. Karina Bidaseca) Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (2013-2015). 1 The paper will aim to reflect on the various forms of identity construction present in legal discourse on women in prostitution in Argentina. This will work on legislation regarding the practice (Law 12.331/1936 prophylaxis and its parliamentary decree (1937), National Plan against Discrimination Decree 1086/2005, Act for the prevention and punishment of trafficking in persons and victim assistance (2008), Decree prohibiting sexual solicitation notices 936/2011, bill to stabilize the autonomic sex work (2013)); historically realizing legal frameworks applied in the country. Then bring into dialogue with these laws argumentative debate about the practice of prostitution, regulationists vs. Abolitionists, to analyze identity construction that it takes about women in prostitution, defined as victims in a case or self-employed in the other. Each position has anchors in social organizations. In this sense, the latest proposals / legal from seeking recognition of rights for a position (recognition of self sex work) and demand response (anti-trafficking) conquests think. Legislaciones vigentes sobre el ejercicio de la práctica de la prostitución en Argentina Existieron a lo largo de la historia de nuestro país tres grandes posicionamientos respecto a la práctica de la prostitución, que se vieron reflejados en distintos modelos jurídicos: el prohibicionismo, el regulacionismo y el abolicionismo. Durante el período colonial, el Virrey Vértiz creó las primeras herramientas para intervenir sobre la práctica de la prostitución. En ese momento, se crearon dos instituciones: el Protomedicato que tenía como objetivo atender a los enfermos de sífilis (íntimamente ligados en ese momento a la prostitución) y la Casa de corrección, para amparar a las mujeres de “mal vivir”. En 1805, partiendo del modelo napoleónico francés se instauró en el país un sistema de revisaciones médicas para las mujeres en ejercicio de la prostitución, basadas en controles sanitarios sistemáticos. Como desarrollaremos más adelante, este tipo de medidas sanitarias tienen continuidades hasta el presente. Recién en 1875 se crea la primera disposición legal para regular el funcionamiento de prostíbulos y la conducta de las mujeres en esa situación. La misma establecía que la prostitución no podía practicarse a menos de dos cuadras de templos, teatros y casas de educación; y establecía que no podían ejercerla mujeres menores de 18 años (a pesar de que el Código Civil de la época establecía la mayoría de edad a los 22 años). Estas disposiciones regulacionistas le brindaron herramientas a las autoridades y a la fuerza policial para intervenir en materia delictual y sanitaria. A partir de los análisis de registros de la época realizados por historiadores como Andrés Carretero (1998), se puede observar que tanto las primeras prohibiciones como las posteriores intervenciones estatales fueron insuficientes debido a que la prostitución constantemente adquiría nuevas formas; así actores y actrices desarrollaban originales estrategias para escapar a los controles del poder. Una de las críticas todavía esgrimidas por los/as abolicionistas hacia las otras posturas, se basa en plantear que ni el prohibicionismo ni el regulacionismo erradican la prostitución. En otras palabras, prohibir el intercambio de sexo por dinero no implica que la práctica desaparezca. Frente a los controles, mujeres que ejercen la prostitución, proxenetas y consumidores/prostituyentes encontraron otras formas, por fuera de la ley, de continuar manteniendo esta práctica. Y con las regulaciones en definitiva lo que se fomenta, según las/os abolicionistas, es el crecimiento del mercado ilegal de la prostitución. El psicoanalista Juan Carlos Volnovich (2010) denuncia cómo los países regulacionistas vieron ampliados sus mercados no oficiales. Estos últimos compiten con los legales, buscando satisfacer los gustos “exóticos” de los “clientes” (reclutando mujeres de distintas etnias, por ejemplo, o menores de edad). Lo que implica redes transnacionales de tráfico de personas con fines de explotación sexual. Las medidas sanitarias en la Buenos Aires de principios del siglo XX estaban, 2 al igual que en la actualidad, únicamente destinadas a las mujeres. Esta condición tuvo como propósito cuidar a los consumidores de sexo del contagio de enfermedades venéreas e infecto-contagiosas, tan propagadas en aquellos días. Esta dimensión sigue siendo altamente criticada por los/as abolicionistas en la actualidad. En otras palabras, se sigue cuestionando la focalización de las medidas sanitarias en las mujeres. Porque esto estigmatiza a las mismas, y además, supone que la prostitución es un tema exclusivo de las mujeres que la ejercen, cuando en realidad, para las/os abolicionistas la prostitución existe porque hay una demanda previa, es decir, hay una norma cultural patriarcal de género que hace que el varón tenga como mandato construir su masculinidad, bajo una normativa heterosexual, y la prostitución aparece como una de esas reglas y rituales. De la misma manera mientras que el varón se convierte en sujeto de placer, la mujer se construye como objeto de ese placer. Allí operaría además la lógica mercantil que considera al ser humano como un objeto que puede generar ganancias a partir de su consumo. El reglamentarismo se aplicó como marco jurídico en Argentina desde 1875 a 1936. Gemma Nicolás Lazo sostiene que La reglamentación decimonónica de la prostitución generó una visión de la prostituta como mezcla de utilidad y enfermedad. La regulación de la prostitución en el siglo XIX se llevó a cabo, según la doctrina del mal menor, por el convencimiento de la imposibilidad de eliminarla y por, al mismo tiempo, el reconocimiento de la función positiva que significaba tener un espacio circunscrito y controlado para el desahogo sexual masculino. (p: 3-4) Las intervenciones estatales eran constantes con nuevos decretos, disposiciones municipales, controles más estrictos por parte de las fuerzas policiales. Pero la constante intervención estatal no impedía el desarrollo de organizaciones como la Zwi Migdal2, vinculada a la trata de mujeres y niños en condiciones de vulnerabilidad, provenientes de países europeos traídos a la Argentina a través de engaños, con el objetivo final de ejercer la prostitución forzada. Esta circulación ilegal de personas implicaba la complicidad política y policial con los proxenetas. A raíz de estos episodios en 1913 se sancionó la Ley 9.143, conocida como la Ley Palacios, que condenaba la explotación y el tráfico de mujeres y niños. En 1919 se sancionaron disposiciones que coartaron la libertad de las mujeres en la vía pública, castigando toda incitación al libertinaje. A la vez que se creó la Sanción de Profilaxis de enfermedades venéreas que amparaba la prostitución individual, favoreciendo la instalación de prostíbulos de una sola mujer, con el objetivo de combatir el rufianismo a gran escala. Desde 1930 a 1935 existieron múltiples decretos que disponían el cierre de prostíbulos, pero esto no terminaba con el problema de la prostitución, porque en realidad generaba que las mujeres que ofrecían sexo encuentren otros lugares u otras formas de ofrecer dicho servicio. Por ejemplo, las disposiciones antes mencionadas, según Andrés Carretero (1998), generaron que los prostíbulos pasen de estar en manos de organizaciones prostibularias a estar en manos de la mafia; y que muchas mujeres, al tener que abandonar los primeros, ocupen las calles, las estaciones de trenes y las plazas como zonas de trabajo. Respecto a las constantes regulaciones del estado reglamentarista Gemma Nicolás Lazo afirma también que “La intervención estatal sobre la prostitución y las teorías que la justificaron 2 La Zwi Migdal fue una red de “trata de blancas” que operó en el país entre 1906 y 1930. Los tratantes se caracterizaron por ser inmigrantes europeos que controlaban el tráfico ilegal de mujeres europeas, principalmente judías y polacas, que eran engañadas para ser explotadas con fines sexuales. El resquebrajamiento de la red se produce a partir de la denuncia judicial de una sobreviviente de origen polaco, Rachel Liberman. (Carretero, 19989.). 3 en sus varias etapas dibujaron una imagen distorsionada y misógina sobre la mujer prostituta y contribuyeron a la consolidación de ese imaginario. En general, las prostitutas han sido tratadas como parásitos, peligrosas, enfermas y desordenadas.” (p: 3) A partir de 1936 se instala en Argentina, un marco jurídico abolicionista que no sanciona a las mujeres que ejercen la prostitución, pensadas como víctimas; sino que persigue a los proxenetas por organizarlas y explotarlas. Este marco se instala a partir de la sanción de la Ley de profilaxis nº 12.331, que prohibió las casas de tolerancia, pero que no intervino en el ejercicio callejero de dicha práctica. Esta disposición estuvo muy ligada al desbaratamiento de la Zwi Migdal. Según el Decreto Nacional 102.466 (1937), firmado por Justo y Castillo, reglamentario de la ley sobre profilaxis de las enfermedades venéreas, dicha legislación se propone la lucha antivenérea a través de la descentralización de las tareas llevadas a cabo por gobiernos provinciales, municipales, hospitales, clínicas y la sociedad de beneficiencia. La ley posee un carácter higienista que se vislumbra por ejemplo en la creación de un Departamento Nacional de Higiene y el otorgamiento de subvenciones destinadas al perfeccionamiento de los facultativos en Venerología. Además la misma posee un carácter asistencialista. Pero quizás uno de los puntos fundamentales de la ley mencionada sea la clausura de los prostíbulos. El artículo 14 expresa que Cualquier autoridad nacional, provincial o municipal que tenga conocimiento de la existencia de casa o locales donde se ejerza la prostitución o se incite a ella, estará obligada a denunciarlo a la policía para su inmediata clausura, debiendo esta última en todos los casos elevar los antecedentes a la justicia federal o letrada correspondiente para la aplicación de las sanciones que establece el art. 17 de la ley. Asimismo, las entidades que hubieran hecho la denuncia, la pondrán en conocimiento del Departamento Nacional de Higiene. Igual denuncia podrá ser hecha por particulares. (Cursivas mías. Decreto Nacional 102.466. 1937) Y el artículo 15 que dispone: "queda prohibida en toda la república, el establecimiento de casas de tolerancia o locales donde se ejerza la prostitución o se incite a ella" (1936) En 1944 por decreto ley 10638, se modifica el artículo 15 exceptuando aquellos lugares donde el funcionamiento fuera autorizado por la Dirección Nacional de Salud Pública. En ese mismo año también se modifica el Art. 17 de la ley 12331, estableciendo que el simple ejercicio de la prostitución por la mujer en su casa, en forma individual e independiente, si afectar el pudor público no constituye delito alguno. En otras palabras la ley suprime el prostíbulo, no la prostitución. Con la penalización del proxenetismo, es decir la explotación de la sexualidad ajena a costas de obtener un rédito económico, la Ley de profilaxis inaugura un nuevo marco jurídico (el abolicionista) vigente hasta nuestros días. Todo este entramado de reglamentaciones se complejiza aún más en el caso de las mujeres inmigrantes. Según el Informe “Migración, Prostitución y Trata de mujeres dominicanas en Argentina” elaborado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el 2003: “A pesar de que las mujeres nativas no son penadas por ejercer la prostitución por su propia cuenta, (…) (según) el Reglamento Migratorio vigente (decreto 1023/94), el ejercicio de la prostitución es una de las inhabilitaciones absolutas para el ingreso o permanencia en el país” (CAREF, 2003:38). Si bien el modelo abolicionista se mantiene hasta la actualidad en nuestro país, se produjeron nuevas discusiones por parte de las distintas posiciones con la sanción del polémico Art. 71 del Código de Convivencia urbana de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 1998, que derogó los edictos policiales, que habían generado coacción, corrupción e impunidad policial. Los mismos funcionaban como modos de control social y de disciplinamiento. 4 Dora Barrancos (1999), a poco de la sanción del decreto afirmaba que prohibir la prostitución iba a generar el aumento de la represión. Derogar los edictos policiales era importante porque los mismos condenaban a una persona por lo que era o por la impresión que daba, y no por lo que hacía. Esto fortalecía la estigmatización social en torno a esta población. En este punto podríamos señalar una tensión respecto al prohibicionismo, justamente al afirmar que las personas que ejercen la prostitución no sólo no son delincuentes, sino que la ley no puede prefigurar “status subjetivos directamente incriminables” (Barrancos, 1999:57). En el momento de la derogación de los edictos policiales, Lipszyc (1999) relata que dicha medida generó polémicas. Por un lado, la policía Federal y el Gobierno de la ciudad querían que “el ejercicio del poder sobre la sexualidad quedara en manos de la policía” (1999: 48), sosteniendo que, de lo contrario, la inseguridad y la inmoralidad, se instalarían en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras que los progresistas apoyaban la derogación de los edictos, diciendo que eran formas de control social que se basaban en criterios de discriminación, y de peligrosidad sin delito. Y que la oposición policial tenía que encontrar un modo de mantener el negocio y el poder sobre las personas. Lipszyc denunció una serie acciones que se llevaron a cabo en su momento. Como ser que desde los medios de comunicación hubo una desinformación pensada, que sostenían que sin los Edictos la policía no iba a poder velar por la seguridad de la población. Así como la ausencia de control de los delitos por parte de las fuerzas de seguridad interna y la aparición de grupos de travestis en la vía pública manifestándose fueron acusadas de provocar desórdenes. En este sentido, Dora Barrancos afirma que dichos edictos criminalizaban una identidad subjetiva. Marta Vasallo en su “Dossier: La prostitución: ¿violencia o libertad?” (1999) afirma que el abolicionismo “Se opone a todo control legal y estatal sobre las personas en ejercicio de la prostitución, pero prohíbe su explotación organizada, reprimiendo el proxenetismo” (p.40). En este sentido, según Juan Carlos Romi (2006) “Los sistemas abolicionistas son en realidad una combinación entre la abolición de la normatividad general sobre la prostitución y el mantenimiento de la prohibición instrumentada a través de medidas coercitivas en los niveles locales o municipales”. (s/p). En el año 2005, bajo el gobierno de Néstor Kirchner se aprueba un “Plan Nacional contra la discriminación” (aprobado a través del decreto 1086) que proponía la derogación de todos los códigos de las figuras contravencionales abiertas (relacionadas con la moralidad, el escándalo en la vía pública, la prostitución, el merodeo, etcétera) que otorgan facultades a la policía de realizar detenciones sin previa intervención judicial. En su anexo los puntos 18 y 52 sugieren 18. Promover la sanción de una ley tendiente a amparar a las mujeres trabajadoras sexuales, reconociendo su derecho a jubilación y seguridad social. 52. Garantizar en el orden nacional el derecho de asociación de las mujeres en situación de prostitución, otorgándoles personería jurídica a las organizaciones que promueven su protección y la defensa de sus derechos. (Decreto 1086 “Plan Nacional Contra la Discriminación”, 2005) Dicho Plan fue utilizado en los argumentos regulacionistas como antecedente y propuesta de un plan de acción de lucha contra la discriminación que sufren las trabajadoras sexuales. Si bien se produjo la derogación de los edictos policiales, organizaciones como AMMAR CTA 3 denuncian la corrupción y violencia policial contra sus integrantes. 3 “La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) nació como respuesta al constante asedio y violencia de la Policía. Juntándonos descubrimos que la organización es la 5 Luego, en el año 2008, se sanciona y promulga la Ley 26.364 “Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas”. La misma define la trata de personas como el Ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción o acogida de personas con fines de explotación, ya sea dentro del territorio nacional, como desde o hacia otros países. A los fines de esta ley se entiende por explotación la configuración de cualquiera de los siguientes supuestos, sin perjuicio de que constituyan delitos autónomos respecto del delito de trata de personas: a) Cuando se redujere o mantuviere a una persona en condición de esclavitud o servidumbre, bajo cualquier modalidad; b) Cuando se obligare a una persona a realizar trabajos o servicios forzados; c) Cuando se promoviere, facilitare o comercializare la prostitución ajena o cualquier otra forma de oferta de servicios sexuales ajenos; d) Cuando se promoviere, facilitare o comercializare la pornografía infantil o la realización de cualquier tipo de representación o espectáculo con dicho contenido; e) Cuando se forzare a una persona al matrimonio o a cualquier tipo de unión de hecho; f) Cuando se promoviere, facilitare o comercializare la extracción forzosa o ilegítima de órganos, fluidos o tejidos humanos. El consentimiento dado por la víctima de la trata y explotación de personas no constituirá en ningún caso causal de eximición de responsabilidad penal, civil o administrativa de los autores, partícipes, cooperadores o instigadores. ” (2008). De esta manera dicha ley castiga el proxenetismo, así como la reducción a la esclavitud, la comercialización de contenido pornográfico, entre otros. Un elemento central de la ley, que será retomado en el siguiente apartado, es la no punibilidad de las mujeres prostituidas ni el consentimiento. Asimismo provee, en su artículo 6, a las víctimas el derecho a la información, al acompañamiento psicológico, la asistencia médica y legal gratuita, alojamiento, manutención, fuerza y el motor para conseguir objetivos que benefician a las trabajadoras sexuales y a la sociedad en general. Empezamos a reunirnos a fines de 1994. En 1995 nos sumamos a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), lo que hizo posible que conozcamos otras realidades y abandonemos la auto-marginación, al reconocernos a nosotras mismas como trabajadoras. Desde 1997 integramos la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex), que tiene como objetivo apoyar y fortalecer a las organizaciones de mujeres trabajadoras sexuales en la defensa y promoción de sus derechos humanos. La Red está compuesta por 15 países: Argetina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Republica Dominicana y Uruguay. Nuestra historia como trabajadoras sexuales organizadas nos demuestra que no solo podemos denunciar, sino que podemos ser nosotras mismas quienes luchemos por transformar una realidad de abuso, explotación y discriminación. Aprendimos y desarrollamos la capacidad de gestión necesaria para el crecimiento institucional y nos fortalecimos en la búsqueda constante por hacer efectivos nuestros derechos. Las trabajadoras sexuales tenemos derechos básicos que nos asisten como seres humanos, como mujeres y como trabajadoras. Ya lo aprendimos.” Disponible en: http://www.ammar.org.ar/-Quienes-somos-.html 6 capacitación laboral, protección policial, derecho a ser oídas, protección a su intimidad, reserva de identidad y en caso de ser extranjeras, la posibilidad de retornar a su país de origen. La ley 26.364 también supone la creación de un Consejo federal para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas, un Comité Ejecutivo para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas, que trabaje entre otras cuestiones, en el impedimento de la re-victimización de las víctimas, un registro permanente de datos, actividades de concientización, capacitaciones, etcétera; y un Sistema Sincronizado de Denuncias sobre Delitos de Trata y Explotación de Personas, para facilitar la investigación de dichos delitos. La ley 26.364 fue reformada (ley 26.842) en cinco puntos, señalados por Chávez (2013): 1Tipo penal. La primera legislación distinguía entre mayores y menores de 18 años, la nueva ley simplemente refiere al ofrecimiento, captación, traslado, recepción o acogida de personas con fines de explotación (sin importar su edad). 2El asentimiento: En la ley 26.364 existía un eximiente de responsabilidad para los responsables cuando la víctima poseía más de 18 años y consintía la explotación (cuando no concurrían medios comisivos). En cambio, con la reforma se establece la responsabilidad de cualquiera de las acciones mencionadas más arriba sin importar la edad de la víctima; y agrega que “el consentimiento dado por la víctima (...) no constituirá en ningún caso causal de eximición”. Respecto al debate acerca del consentimiento, Volnovich en su libro “Ir de putas” (2010) señala que las divisiones entre trata/ prostitución, prostitución del primer mundo/ del tercer mundo, prostitución adulta/infantil, prostitución libre/ forzada, en realidad lo que hacen es reproducir el discurso de que existe una prostitución buena, deseable o por lo menos tolerable, y una mala a la que hay que combatir. Cuando, a su criterio, toda forma de prostitución es opresiva. Es decir, no hay edad, país ni condición de llegada a la prostitución que justifique que un varón, por tener dinero, acceda al cuerpo femenino contra la voluntad de la mujer. 3- 4- 5- Medios comisivos: En la ley anterior a la reforma se describen los medios comisivos (eliminados de la nueva versión): engaño, fraude, amenaza, intimidación, coerción, abuso de autoridad o situación de vulnerabilidad, etcétera. Conformación del tipo penal para mayores de 18 años: Ana Chávez sostiene que en la ley 26.364 se producen las siguientes secuencias: “Acción + medio comisivo + finalidad: imputación” y “acción + asentamiento víctima + finalidad+ medios comisitos= impunidad”. En cambio, en la nueva ley la fórmula sería “Acción+ finalidad=imputación” En el caso de los menores de 18 años, la secuencia establecida por la ley se mantiene en ambas legislaciones ““Acción+ finalidad=imputación” El día 6 de Julio de 2011 la Presidenta de la Nación, Dra. Cristina Fernández de Kirchner dio a conocer el decreto 936, que prohíbe “Los avisos que promuevan la oferta sexual o hagan implícita o explícita referencia a la solicitud de personas destinadas al comercio sexual, por cualquier medio, con la finalidad de prevenir el delito de trata de personas con fines de explotación sexual y la paulatina eliminación de las formas de discriminación de las 7 mujeres”.4 (Cristina Fernández de Kirchner, 06/07/2011. Citado en Telam) La sanción de dicho decreto fue sumamente controversial ya que generó disputas en torno al carácter “poco democrático” de la sanción del decreto que no fue sometido a debate en el congreso, a la vez fue leído como un conflicto más entre “Clarín” y el gobierno nacional, debido a que dicho periódico era uno de los grandes perjudicados económicamente con la prohibición; y despertó un conflicto entre Nación y Provincias ( ya que funcionarios provinciales expresaban en los medios sus dificultades para llevar a cabo esa política en sus territorios), entre otros. Principalmente, dicha sanción puso en la esfera pública el debate en torno a la consideración de la prostitución como un “trabajo” o como una “forma de opresión de género”, marcando un hito sobre la diferencia entre prostitución y trata, que implica la discusión sobre los intereses de los medios que difunden dichos avisos, la subordinación de la mujer, la cosificación de su cuerpo y el rol de los medios de comunicación. Todos los actores involucrados acordaron sobre la necesidad de combatir la trata de personas. Incluso quienes se reconocen como trabajadoras sexuales. El debate se genera por la prohibición. Para las afiliadas de AMMAR, la regulación sería una mejor forma de distinguir los avisos engañosos o falsos, de los de publicitación de un servicio legítimo, y ofrecido por propia voluntad. Mientras que para quienes apoyan la prohibición, el sólo hecho de que exista el aviso implica la mercantilización y cosificación del cuerpo de quien se publicita que, de acuerdo a su criterio, no necesariamente elige esa vida. Entonces al prohibirse las publicaciones de servicios sexuales en los medios gráficos, las/os regulacionistas sostuvieron que las mujeres que publicitaban sus servicios en los suplementos clasificados, y que ejercían la prostitución de manera libre y autónoma; se vieron impulsadas a la clandestinidad. Publicitar en otro rubro ofreciendo un servicio de “masajista” por ejemplo, se había convertido en menos accesible económicamente. Además sostenían que muchas mujeres que se encontraban ejerciendo la prostitución en la comodidad de su propia casa o de un departamento (solas o compartido con otras mujeres, que también optaban por el trabajo sexual) se habían visto obligadas a abandonar esa modalidad para salir al espacio público a ofrecer sus servicios. Lo que generaría una mayor vulnerabilidad. En respuesta a este decreto y a las legislaciones que, a criterio de AMMAR CTA, perjudican a las trabajadoras sexuales, las integrantes de dicha organización sindical elaboraron un proyecto de ley. El 2 de Julio de 2013 el senador Osvaldo López, integrante del “Espacio Democrático para la victoria” y representante de Tierra del Fuego, presentó el proyecto de ley “Regulación del trabajo sexual autónomo” elaborado por AMMAR CTA. Dicho proyecto, de carácter nacional, define al trabajo sexual como “la actividad voluntaria y autónoma de ofrecer y/o prestar servicios de índole sexual, a cambio de un pago, para beneficio propio” (Art. 2, 2013) Según ésta, “Se encuentra legalmente habilitada para el ejercicio del trabajo sexual toda persona mayor de edad, que realice tareas de las definidas en el artículo precedente, previo cumplimiento de la totalidad de los requisitos establecidos en el artículo 7 de la presente ley.” (Art. 3, 2013) y “Toda persona legalmente habilitada para ejercer el trabajo sexual (T.S.) puede prestar sus servicios en locales o casas, administrando su organización en forma individual o colectiva”. (Art. 4, 2013) 4 Esta medida se halla en el marco de las llamadas “políticas anti- trata”. Otra de ellas fue la sanción de la visa obligatoria para las mujeres provenientes de República Dominicana que intenten ingresar al país, como forma de lucha contra la trata de mujeres con fines de explotación sexual. (Resolución 23/2012). La misma cobró vigencia a partir del mes de Julio del corriente año. 8 Además establece la creación de una Oficina Nacional de Protección al Trabajo Sexual (ONPTS), que brindaría el acceso a la información y asesoramiento médico, asistencial y jurídico, entrega de credenciales profesionales (codificadas, nominadas, personales e instransferibles), entre otros. Según dicho proyecto de ley, la habilitación consistiría en ser mayor de edad, no tener impedimentos legales para trabajar en el país y acreditar la asistencia a un curso gratuito sobre “derechos humanos, derecho constitucional, derecho laboral, y derecho penal; prevención de adicciones; salud sexual, e infecciones de transmisión sexual.” (Art. 9, 2013). Por último, establece deberes y derechos para las trabajadoras sexuales que consisten en el cumplimiento de los requisitos arriba mencionados y el derecho a ejercer libremente su trabajo, en condiciones libres de violencia y explotación, acordar libremente una retribución justa, fijar libremente el precio del servicio, el derecho a un trato digno y a disfrutar de la seguridad social. Es importante señalar que para dicha organización regularizar el trabajo sexual sería una forma de luchar contra la trata de personas. Esta regulación es fundamental para que las personas que ejercen el trabajo sexual de manera autónoma puedan llevar adelante una existencia digna. A la vez coadyuva como una importante herramienta en la lucha contra la trata de personas. (2013) ¿Cómo se categoriza a las mujeres que ejercen la prostitución en cada uno de los discursos jurídicos? La forma en que el discurso jurídico ha categorizado a las mujeres que ejercen la prostitución en la Argentina ha cambiado a lo largo de la historia. Podríamos sostener que el prohibicionismo tendió a pensar a la mujer en ejercicio de la prostitución como una delincuente a la que el Estado debía penalizar. Este tipo de concepciones le dan poder al aparato policial para intervenir, reprimiendo o deteniendo a las personas que realicen dicha actividad. Más adelante, el reglamentarismo supone a la mujer que ejerce la prostitución como un mal necesario para el funcionamiento social. La mujer que ejerce la prostitución cumple una función pública al servicio del bienestar de la población masculina, y este rol no es cuestionado. Este tipo de concepción supone una sociedad similar a un organismo donde cada una de las partes cumple una función necesaria para el funcionamiento del todo social. Según esta concepción, el Estado debe intervenir en el desarrollo de dicha práctica, por ejemplo, delimitando zonas: espacios públicos / privados para ejercer la prostitución, horarios, identificando a las mujeres que ejercen dicha práctica ofreciendo licencias, aplicando controles sanitarios, cobrando impuestos y ofreciendo capacitaciones para el ejercicio de la práctica sexual como medio de vida. Las mismas son principalmente medidas sanitarias, dirigidas únicamente a las mujeres que ejercen la prostitución. Dejando de lado a los consumidores de dichos servicios, que son exceptuados del control de esas políticas. Las distintas posturas difieren entonces respecto del papel que juegan los “clientes” de la prostitución. Para los regulacionistas, el cliente no es el blanco de las medidas sanitarias estatales, porque no constituye un problema. Es una persona que contrata un servicio ofrecido por otra voluntariamente. Para las integrantes de AMMAR “penalizar al cliente es penalizar a las trabajadoras sexuales autónomas. El combate contra la trata no puede centrarse en la penalización del cliente puesto que, el trabajo sexual es una actividad lícita y en ese sentido el cliente no es un delincuente.” (Comunicado AMMAR, 25/9/2013) En cambio, para los abolicionistas quien consume prostitución, no sólo es un proxeneta (y no un cliente), sino que es el responsable del reclutamiento femenino para dicha práctica. Silvia Chejter afirma que 9 “Cuando se dice que “una mujer se prostituye” ¿qué se está diciendo? ¿Se diría acaso que el esclavo “se esclaviza” o que el obrero “se explota” a sí mismo? Cuando un varón paga por sexo, prostituye” (2011:151) Los abolicionistas sostienen que las medidas regulacionistas invisibilizan al prostituyente y le quitan responsabilidad en el asunto. Debido a que los muestran como débiles víctimas frente al estímulo de la oferta, cuando en realidad ellos son, según Volnovich los que “inician, sostienen y refuerzan esta práctica” (2010:37). Del mismo modo, Sonia Sánchez y Ana Chávez afirman que existe una cadena de complicidades en la explotación sexual donde “el fiolo 5 se convierte en marido, la fiola en su protectora-madre, el demandante-prostituyente en cliente, y la prostitución en trabajo” (2013:5) Las propuestas presentadas más arriba, bajo un sistema regulacionista, son similares a las presentadas por AMMAR CTA en su proyecto de ley: credenciales, habilitaciones, controles sanitarios periódicos, capacitaciones sobre salud sexual y reproductiva, etcétera. El regulacionismo, defensor del trabajo sexual, supone en su discurso a mujeres adultas que optan por dicha actividad de manera libre y que la ejercen de forma independiente y autónoma. Esta construcción se visibiliza claramente ene le proyecto de ley para regularizar el trabajo sexual. Los/as defensores/as de esta posición apelan al derecho a trabajar presente en el artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional e incluso al art. 19 de la misma que establece que “las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”. Este intento por posicionar al trabajo sexual en el ámbito de lo privado y de la voluntad individual genera dos movimientos: la tentativa de ocultar el carácter social y político de la práctica de la prostitución (el abolicionismo sobre todo tiende a una mirada política que visibilice que son mayoritariamente las mujeres, las niñas, las personas de bajos recursos, en mayores situaciones de vulnerabilidad quienes caen en la prostitución) y, de manera contraproducente a mi entender, desresponsabiliza al Estado (al que le demanda otras acciones) en esa situación de estigmatización y vulnerabilidad. Esta concepción, la del trabajo sexual, habilita a referirse a la prostitución como un trabajo como cualquier otro, como un medio de vida elegido entre las opciones disponibles. Claudia Brizuela, ex secretaria de AMMAR CTA Capital expresa que Simplemente el hecho que nos condena es trabajar con nuestro cuerpo, que es los genitales, ¿no? Porque todos trabajamos con partes del cuerpo. El ama de casa usa la mano, vos para tu trabajo usás la cabeza… Uno lo está explotando en cierta manera.. digo, parte del cuerpo. Pero, viste, en esta sociedad que vivimos, mis genitales tienen que ser vírgenes, más o menos. Para ellos, qué se yo lo que quieren hacer. Pero, bueno… capaz que si trabajaba en la calle y no cobraba estaba todo bien, ¿viste?” (Entrevista, AMMAR, 11/07/2011) Esta cita de una entrevista realizada en la CTA para mi tesina de grado 6 permite visibilizar que para esta organización el trabajo sexual es un trabajo como cualquier otro pero estigmatizado por la implicancia de la sexualidad. En este sentido 5 El fiolo refiere al proxeneta. 6 Tesina para defender el título de Lic. en Sociología (IDAES/UNSAM) titulada ““Jerarquización racial y espacial de la práctica de la prostitución en el espacio público de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, dirigida por la Dra. Karina Bidaseca. 10 es interesante recuperar aportes feministas pro- trabajo sexual que muestran que cierto discurso feminista que se apropió de premisas como “mi cuerpo es mío” o “yo decido” para defender el derecho de las mujeres al aborto, al ejercicio de una sexualidad libre, etcétera no capitalizaron estos mismos principios para posicionarse frente a la prostitución. Porque el abolicionismo concibe a la mujer en situación de prostitución como víctima de una relación de explotación propia de una subordinación de género, intrínseca al patriarcado. En el documento “Trabajo sexual o sociedad prostituyente” afirman que Gail Petherson señala (en referencia a las organizaciones abolicionistas) que “estos grupos describen toda prostitución y pornografía como violencia contra las mujeres” y que “al igual que las puristas sociales del siglo XIX, no distinguen entre condiciones de fuerza y de libre albedrío, insistiendo en que las trabajadoras sexuales que afirman ser autónomas carecen de conciencia sobre su verdadera sumisión”. Petherson plantea que en muchos países de Asia las mujeres que trabajan en el sexo son el principal o el único soporte económico de su familia, y se pregunta “¿porqué no pueden estar orgullosas de ello?”. (2012:6) Incluso en el lenguaje de la nueva ley de trata y del “Protocolo de actuación para víctimas” de la UFASE (Unidad Fiscal Anti Secuestro) se construye la idea de mujer víctima. En este caso, la caracterización de víctima es importante, debido a que se pasa de considerar a la mujer explotada sexualmente como una testigo imparcial a considerarla una víctima que requiere la restitución de sus derechos. En este sentido, en la ley reformada no cabe el consentimiento debido a que la prostitución, al igual que la trata de personas con fines de explotación sexual, es siempre una relación de subordinación y violencia; donde quien posee el dinero tiene el poder de definir las condiciones de dicha relación. Por ello la ley 26.364 sostiene que “el consentimiento dado por la víctimas de trata y explotación de personas no constituirá en ningún caso causal de eximición de responsabilidad penal, civil o administrativa de los autores, partícipes, cooperadores e instigadores”. (Art. 2, 2008). De la misma manera que es considerada no punible frente a cualquier delito que pudiera cometer en esa situación. Si bien las/os regulacionistas insisten en expresar que “prostitución no es igual a trata de personas y expresan por ejemplo que Frente a la pretendida vinculación entre las personas que ejercen la prostitución y sus proxenetas o explotadores, que: “no puede sustraerse por completo una actividad económica cuando ha quedado acreditado que la actividad de prostitución puede ejercerse sin proxenetismo alguno”. Hace una clara distinción entre el verdadero delito, cual es el proxenetismo, y la actividad que la norma que proponemos pretende regular, cual es el trabajo sexual autónomo. (Proyecto de ley para regular el trabajo sexual, 2013: 12) o que No son pocas las personas que por diversos prejuicios morales, o bien por mero desconocimiento de la temática, de manera continua estigmatizan y discriminan a quienes han optado por el ejercicio de esta actividad, llegando al gravísimo caso de confundir incluso el trabajo sexual con actividades ilícitas como el proxenetismo o la trata de personas, generando que se persiga de manera ilegítima a este sector de la población trabajadora. (Proyecto de ley para regular el trabajo sexual, 2013: 5); el abolicionismo entiende que ambos forman parte de una misma cadena de violencia hacia las mujeres, propia del patriarcado. Por lo tanto, para éste último, ni la mujer forzada de manera directa al ejercicio de la prostitución ni la mujer que realiza dicha actividad sin haber sido víctima del tráfico o el engaño; puede consentir 11 semejante violencia contra su integridad física y psicológica. Natalia Barrios, integrante de la asociación civil feminista popular La Casa del Encuentro afirma que la prostitución “es la vulneración plena de una mujer” (Entrevista, La Casa del encuentro, 20/09/2012). En este sentido, para el psicoanalista Juan Carlos Volnovich (2010) la prostitución implica una trasgresión a los derechos humanos que refuerza la desigualdad y la opresión femenina. Porque la “oferta” proviene de sectores marginados que sufren la discriminación en educación, empleo y remuneración, lo que hace que no puedan organizar proyectos sustentables. Para el autor la prostitución “constituye una expresión de misoginia, de racismo y de abuso de poder” (p.68). El antropólogo Lloraine Nencel, en su trabajo “Pacharacas, putas y chicas de su casa…” (2008) da cuenta del debate al interior del feminismo en el caso peruano, relatando que hay dos posturas feministas en torno a la prostitución: la teoría de la esclavitud sexual, que piensa la prostitución como la forma extrema de subordinación de la mujer en la sociedad patriarcal. Donde el cuerpo femenino se mercantiliza, y los hombres consideran al sexo como un derecho. Y la otra posición pone en duda que la prostitución sea una consecuencia lógica del sistema patriarcal. Chejter (2011) también hace referencia a la naturalización vinculada con la supuesta antigüedad de dicho “oficio”, con la aparente necesidad biológica masculina y el presunto acuerdo voluntario entre partes. Parafraseando a Volnovich (2010), no existiría un libre acuerdo hasta que hombres y mujeres estén en igualdad de condiciones. En la misma línea Fabiana Tuñez, Coordinadora de la Asociación Civil “La Casa del Encuentro” sostiene que: “la gran mayoría de las mujeres (en los prostíbulos) que están allí son mujeres que de una u otra manera están siendo vulnerados sus derechos humanos básicos como vivir una vida libre de violencia” (16/11/2012 Disponible en: . http://www.azulhoy.com/la-ciudad/36-azul/6919-cuando-se-paga-porsexo-se-esta-sosteniendo-a-las-redes-de-trata.html) Por último, quisiera dejar en claro que existen en el discurso jurídico dos grandes construcciones monolíticas respecto a las mujeres que ejercen la prostitución. Por un lado, el proyecto de ley para regularizar el trabajo sexual muestra a una mujer en ejercicio de la prostitución mayor de edad, con voluntad y capacidad de decisión, que opta de manera libre intercambiar sexo por dinero. Que realiza esta actividad en el ámbito privado, que tiene la capacidad de escindir su genitalidad y su placer para realizar una labor. De la misma manera, se presenta indirectamente la idea de que la trabajadora sexual puede formarse. Las capacitaciones que tienden a priorizar las temáticas de salud sexual y reproductiva (vinculadas al cuidado del propio cuerpo y del varón que contrata el servicio) y de organización sindical; tienden a cierta profesionalización de la actividad. Es interesante señalar que el proyecto dispone una credencial habilitante para el ejercicio del trabajo sexual, pero no establece qué pasa con las mujeres que no superarían el control sanitario, por ejemplo. Por otro lado, la ley de prevención y sanción de la trata de personas instaura una construcción de mujer que ejerza la prostitución diferente. Si bien considero que la prostitución y la trata de personas con fines de explotación sexual son fenómenos distantos, el abolicionismo tiende a extender esa construcción de mujer a la experiencia de la prostitución. En este caso impera una mujer víctima, que si bien la ley establece su derecho a ser oída, no siempre lo es. No hay posibilidad de consentimiento ni de opción. En oposición a los argumentos esgrimidos más arriba, la mujer no cuenta con decisión de optar libremente por la actividad sexual. Sino que es víctima de una condición socioeconómica, migratoria y/o educativa desfavorable y desigual. Uno de los argumentos abolicionistas para oponerse a la reglamentación de la prostitución es “establecer la prostitución como un trabajo, sería legalizar una de las formas de explotación” (Berkins, 2007:82) 12 Considero que ambos posicionamientos polarizados (presentes tanto en el discurso jurídico como en los movimientos sociales) son esquemáticos y le quitan complejidad a un fenómeno complicado y diverso. Mi trabajo de campo con mujeres que ejercían la prostitución me permitió observar que la experiencia real de las protagonistas es mucho más compleja, que las mismas no se definen únicamente por el ejercicio de determinada práctica, que viven esa situación de manera más contradictoria. Por ejemplo, algunas mujeres pueden estar afiliadas a la organización sindical de trabajadoras sexuales, participar de la misma, irrumpir en el espacio público identificándose bajo dicha bandera y luego ocultar a su familia su verdadera “profesión”. Y a la vez, considero que dicha vinculación con el intercambio de sexo por dinero también puede ser fluctuante a lo largo del tiempo. En este sentido, muchas mujeres que habían formado parte en sus inicios de AMMAR, cuando surgió la posibilidad de afiliarse a la Central de Trabajadores de Argentina, decidieron desvincularse y levantar la bandera abolicionista, distinguiéndose de sus anteriores compañeras, etcétera. ¿Qué derechos se interpelan en las demandas de cada posicionamiento? Como adelantamos anteriormente, las/os regulacionistas interpelan al Estado en busca del reconocimiento de la prostitución como un trabajo. Para ellas, la prostitución es una contratación donde “una ofrece un servicio y el otro lo paga” (Reynaga, 2077:11) En este sentido, las organizaciones aspiran a que el Estado reconozca sus derechos como cualquier otro trabajador, lo que implicaría básicamente seguridad social, licencias, etcétera. Este tipo de demandas, que interpela a la nación desde el rol de trabajadoras sexuales, pretenden protección y mejores condiciones de vida y trabajo frente a la vulnerabilidad de la práctica en la actualidad. Es decir, el reconocimiento de derechos para un sector de la población que ha sido estigmatizado, perseguido y discriminado. Esto se debe a la estigmatización social pero también a una suerte de vacío legal, que dificulta la salida de dicha situación de las mujeres que no se encuentran esclavizadas y privadas de su libertad (como un caso extremo de explotación sexual) pero que tampoco optan por la violencia de la prostitución. En oposición las/os aboliconistas interpelan al estado en el reconocimiento de sus derechos integrales como personas, sujetas de derechos. Sonia Sánchez, activista feminista que experimento en carne propia la explotación sexual sostiene que “ no es un trabajo sino la violación a los derechos humanos, económicos, sociales y culturales de las mujeres. La puta pierde su identidad, no es más sujeto de derecho, no tiene voz, ni cuerpo y solo recibe violencia una y otra vez. La prostitución destruye la identidad.” (http://www.infopico.com/social/17549-ante-mas-de-cien-personas-sonia-sanchezconmovio-e-hizo-pensar. 29/06/13) La prostitución, al igual que la trata de personas con fines de explotación sexual, denotaría una violación a los derechos humanos. Donde además la impunidad consagrada desde el Estado revictimiza a dichas mujeres. La antigua ley de trata avalaba la concepción de víctima como medio de prueba, donde la totalidad del proceso penal recaía en su comprobación. La reforma exige la investigación más allá del testimonio de la mujer explotada sexualmente. A pesar de los avances de la nueva ley, las/os abolicionistas señalan que sigue operando un imaginario colectivo que recae sobre las mujeres que tienen que “probar” esa condición de víctimas, frente a los prejuicios machistas que sostienen que las mismas “gozan”, “eligen ese trabajo”, que ”les gusta”, entre otros. En este sentido, se solicita al estado el compromiso en la lucha contra la explotación sexual, así como frente a las desigualdades de género y la violencia, el 13 pedido de respeto al derecho a una vida libre de violencia se realiza desde el sujeto ser humano. Así como la interpelación al estado para que trabaje en la igualdad de oportunidades. Por ello los procesos reparatorios deben estar enmarcados en trabajar en la constitución subjetiva de las personas, donde la mujer no sea victimizadas sino que se trabaje en la construcción de la mujer como sujeta de derechos. 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