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La timidez y la vergüenza: dos disfraces del miedo.
Todos y cada uno de nosotros tenemos miedo. El miedo es una de las emociones básicas del
ser humano y como tal no es negativo sentirlo. La diferencia se encuentra en cómo percibimos
el miedo.
¿Qué es el miedo? El miedo es una emoción que nos activa y pone a nuestro organismo en
estado de alerta preparándolo para poder llevar a cabo una acción urgente que nos ponga a
salvo en una situación de peligro. El miedo es un mecanismo de supervivencia y se puede
manifestar de varias maneras, por ejemplo puede generar el impulso necesario para salir
corriendo y huir del peligro. También existen otras respuestas cuando tenemos miedo, como
enfrentarnos a lo que nos produce el miedo si existe esa posibilidad o quedarnos quietos
cuando el miedo nos paraliza. Podemos observar estas situaciones en el mundo animal, por
ejemplo cuando un depredador acecha y el animal en cuestión responde a ese peligro de
alguna de estas tres maneras. Todas estas respuestas son adaptativas cuando responden a una
situación real de peligro. Forma parte de la propia evolución natural.
Pero, ¿qué sucede cuando la situación está en nuestra percepción o en nuestra fantasía y no
en la realidad? Estas son las situaciones en las que imaginamos que nuestras acciones van a
desencadenar un resultado negativo o insatisfactorio para nosotros. Incluso, un desenlace
peligroso para nuestra integridad. Y todo esto está sucediendo en nuestra cabeza.
Este miedo puede llegar a ser no adaptativo o, también llamado miedo anticipatorio porque
anticipamos una situación concreta en la que algo malo nos va a suceder. Esta es una cualidad
que sólo el ser humano posee en comparación con el resto del mundo animal. No sabemos el
qué exactamente va a suceder porque es una sensación difusa, pero al pensar en ella la
sentimos como una sensación de catástrofe.
Ante todo, este miedo necesita ser comprendido y escuchado. Si está ahí es porque algo lo ha
colocado ahí, de eso no cabe duda. En la gran mayoría de personas con las que he compartido
sus procesos de desarrollo y conocimiento personal he aprendido que el miedo se instaló en su
mundo emocional a lo largo de experiencias vividas anteriormente en su historia. Vivencias en
las que había una necesidad psicológica o emocional que no fue atendida o satisfecha
adecuadamente. Y cuando nuestras necesidades emocionales están desatendidas es cuando
más miedo sentimos. Sin embargo este miedo es una emoción básica y primaria. Sucede que
habitualmente saldrá a la superficie de otra forma, disfrazado. El miedo tiene varios disfraces.
Es con ellos con los que sale al mundo consciente y da la cara. En este artículo voy a reflexionar
brevemente sobre un par de ellos, la timidez y la vergüenza. Existen algunos más aparte de
ellos.
La timidez es la expresión del miedo al rechazo. La timidez puede llegar a ser muy destructiva.
Se suele relacionar en la persona con la necesidad de reconocimiento, de ser valorado por los
demás (necesidades humanas básicas emocionalmente). Así se crea un coctel que puede
provocar mucho malestar. Cuando contactamos con este miedo al rechazo y notamos que
nuestro nivel de valoración y reconocimiento está por debajo de lo esperado, la timidez es un
mecanismo que funciona como los muros y las puertas de un castillo que se cierran. Así
hacemos imposible que los de fuera puedan ver “nuestras debilidades”, las partes del castillo
que yo anticipo que el otro va a atacar o, simplemente, que no le van a gustar. De forma
colateral, al cerrar las puertas tampoco permitimos llevar a cabo las interacciones necesarias
para que nuestra necesidad de reconocimiento y valoración sea satisfecha. Además, con la
timidez suele ocurrir algo bastante común, es una etiqueta que muchas veces se pone desde la
infancia. Mensajes como “es que este niño es muy tímido” o “yo es que soy desde pequeña
muy cortada” van calando en la identidad de la persona como una creencia a la que no se
puede hacer frente y que limitan el desarrollo personal. Todo en conjunto, genera un sistema
de creencias inconscientes, pensamientos, emociones y comportamientos que la persona
necesita romper para encontrarse bien consigo misma.
La vergüenza es la expresión del miedo a la burla o a la humillación. Está directamente
relacionado con la imagen de inseguridad que yo creo proyectar. Es el deseo de huir del
malestar que siento en una situación a toda costa. La vergüenza es una auto-crítica negativa
que refleja el miedo a no valer, produciendo un sentido del ridículo como un “tierra trágame”.
Y vuelvo a repetir, si está ahí es porque hay una razón para ello. Seguramente que la persona
ha experimentado alguna situación en su vida que ha vivido con burla o humillación de otros. Y
después ha tomado una decisión al respecto. Es entonces cuando solemos recurrir a diferentes
“soluciones” como pueden ser entre otras; evitar situaciones que pueden ser sanas y
enriquecedoras por miedo a ser avergonzados, consumir alcohol y/o sustancias en
determinadas situaciones activadoras del miedo hasta que no sintamos el miedo, percibir el
mundo desde la desconfianza hacia los demás para que así no nos pillen desprevenidos o vivir
en una eterna duda que es la expresión de la falta de confianza en uno mismo.
Si sentimos miedo y lo podemos sentir y canalizar saludablemente nuestro organismo vuelve al
equilibrio y dejamos de vivirlo. Así el miedo ha cumplido su función. Pero, ¿qué sucede si no lo
hacemos así? Si no aprendemos a gestionar y canalizar nuestro miedo, entonces se intensifica
y se va acumulando. Es el momento en que experimentamos que algo no está yendo bien
porque el miedo nos puede desbordar. Entonces podemos buscar apoyos o empezar a
cuestionarnos nuestra capacidad para manejar los miedos. Cuando experimentamos esta
situación de desborde repetidamente en contextos diferentes puede llevarnos a pensar que
“somos miedosos, tímidos o vergonzosos”. Se genera una creencia acerca de nuestra identidad
que nos va a condicionar en nuestras acciones futuras. Las buenas noticias son que podemos
re-aprender a gestionar nuestras emociones saludablemente y, de esta forma, cambiar las
creencias sobre nosotros mismos y la manera de relacionarnos con los demás.
Juan Del Valle.
Psicoterapeuta.
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