Reseñas - Fundación FAES

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CUADERNOS de pensamiento político
Cambio de era
Un mundo en movimiento: de Norte
a Sur y de Oeste a Este
JOSEP PIQUÉ
Deusto Ediciones, 2013, 216 páginas.
Economía, comercio, política, geoestrategia, seguridad, historia y cultura se funden en 210 páginas que no son solo una radiografía. Piqué
diagnostica primero y ofrece después propuestas orientadas a la acción huyendo de la retórica vacua y de los tópicos. Su gran acierto es
evitar la abstracción y optar por la concreción,
de modo que cada afirmación general va seguida de un ejemplo. Esta metodología permite
comprender mejor su principal mensaje: “En
muy poco tiempo, el centro de gravedad del planeta estará en la conjunción de dos mundos:
el del Índico y el del Pacífico. Y si tuviéramos
que elegir un punto geográfico concreto, identificaríamos el estrecho de Malaca” (p. 70).
De hecho, afina incluso más cuando sostiene
que Singapur se convertirá en la nueva gran
city (junto con Hong Kong y Shanghái), equiparándola con las grandes ciudades-Estado
del Renacimiento (por ejemplo, Venecia). Además, Indonesia ostentará un rol fundamental,
pues cuenta con la ventaja geográfica determinante de ser bioceánica, esto es, pivote
entre el Pacífico y el Índico.
Escepticismo fundamentado
y defensa de la libertad
Actualmente, nos encontramos con una serie
de países emergentes, como los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), de los
cuales es común enfatizar solo su potencialidad económica. Sin embargo, Piqué explica
que, a pesar de su heterogeneidad, todos
ellos presentan síntomas comunes, y en especial retos que deben solventar de manera
eficaz en el corto plazo ya que, de no hacerlo,
su desarrollo se convertirá en retroceso.
En este sentido, resultan pertinentes las cautelas que muestra sobre la política exterior
china, que mientras extiende su influencia en
América Latina o África, prescinde regionalmente cada vez más de las formas “suaves”.
Así, en lo doméstico presenta un cuadro complejo con grandes desplazamientos del
campo hacia la ciudad –fenómeno que si no
lo gestiona correctamente ocasionará enfren-
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RESEÑAS
Josep Piqué ha sido protagonista en el campo
de la política activa (ministro de Asuntos Exteriores), en el ámbito empresarial (presidente
de Vueling y del Círculo de Economía de Cataluña) y goza de una merecida reputación
académica como doctor en Economía. La
obra que tenemos entre manos resulta de la
suma de estos tres ingredientes. En sus dieciocho capítulos e introducción, Piqué describe el mundo actual con una narración
dinámica, casi trepidante, en la que a modo
de análisis prospectivo traza escenarios de futuro. Una premisa guiará su exposición: “solo
vale mirar el futuro sabiendo por dónde va el
mundo. Nada es peor que el inmovilismo basado en pensar que las cosas van a seguir
siendo como han sido anteriormente” (p. 30).
CUADERNOS de pensamiento político
tamientos sociales– y problemas como la cohesión territorial (Tíbet) o la corrupción.
Piqué también transmite sus dudas razonables acerca de las intenciones reales de la
Rusia de Vladimir Putin, algo que percibe en el
intento de “fidelizar” a las antiguas repúblicas
de la Unión Soviética, hoy en día algunas de
ellas bajo la órbita militar de Estados Unidos
o la OTAN, o en la necesidad perentoria de hidrocarburos que tiene Moscú.
RESEÑAS
Más optimista, sin embargo, se muestra sobre la
evolución de Brasil, al que define como “potencia de la nueva era” que “por fin ha cumplido
las expectativas” gracias a las políticas iniciadas por Cardoso y continuadas por da Silva y
Rousseff. No obstante, se hace eco de los interrogantes futuros sintetizados en la pregunta:
¿es una burbuja su crecimiento económico?
El listado de países que han seguido el camino
correcto, esto es, la estabilidad institucional
como base para la prosperidad, no se limita
solo a Brasil, sino que también lo integran Colombia, Perú o México. El proceso antagónico lo
abandera Argentina, con el predominio de las
ambiciones políticas personales sobre el interés general de la nación, fenómeno que constató en primera persona siendo ministro de
Asuntos Exteriores. Por ello es contundente
cuando afirma que “los países prosperan
cuando son percibidos como países serios, seguros y predecibles. Cuando no lo son, como la
Venezuela de hoy, la Argentina peronista o la Bolivia de Morales, los flujos de inversión internacional dejan de fluir, los desequilibrios internos
aumentan y la decadencia es inevitable y, quien
sabe, irreversible” (p. 107).
Otro de los aspectos sobresalientes de su
obra es la defensa de la libertad. En efecto,
Piqué trasciende los parámetros de lo “políticamente correcto” y critica sin reparos a la izquierda por el énfasis que pone en la
igualdad, en nombre de la cual, recuerda, “se
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han cometido muchas barbaridades” (p.
138). Ligada a esta premisa, reivindica el rol
que jugaron políticos no afines ideológicamente, como Lech Walesa o Helmut Schmidt,
en el combate y derrota de la tiranía comunista. En esta última misión, también efectúa
un alegato a favor de Juan Pablo II, Ronald Reagan, Helmut Kohl y Margaret Thatcher.
España y la Unión Europea
La UE ha perdido terreno en los últimos años
frente a China, los países BRICS o Estados
Unidos. El fracaso de la Constitución Europea
o la crisis del euro son dos buenos exponentes, y ninguno de sus Estados miembros tiene
en el siglo XXI capacidad para ser considerada una potencia global (p. 87).
En íntima relación con la idea anterior, Piqué
cree que percibir a Europa como problema en
vez de como solución es un error mayúsculo que
menosprecia dos hechos de su reciente historia:
primero, que el proyecto diseñado por Monnet,
Schuman o De Gasperi ha sido (y es) un modelo ético para el resto de la humanidad; y segundo, que la UE posee una dimensión tangible
(y pragmática) que ha posibilitado que sus integrantes disfruten, tras el final de la Segunda
Guerra Mundial, de una prosperidad, paz y seguridad desconocidas hasta entonces. Y ello no
obstante las actuales desavenencias entre los
socios de la UE, bien por actitudes conflictivas
como las de Reino Unido, bien por el propio
modus operandi de Alemania que “manda, pero
no lidera” (p. 169).
En consecuencia, Europa debe replantearse
su futuro como tarea urgente, prioritaria e inmediata. Y Piqué ofrece como respuesta que
el proyecto económico vaya unido al político,
pues este último ha quedado relegado y, en
ocasiones, incluso marginado. No hay una política exterior común, lamenta el autor, para
añadir que “debemos ser capaces de acompañar los argumentos políticos y diplomáticos
CUADERNOS de pensamiento político
con la necesaria capacidad de disuasión y de
uso proporcionado de la fuerza que, en muchos casos, no solo puede ser más eficaz,
sino que es la única vía ante dictaduras sanguinarias que, sin el menor respeto a los derechos humanos y a las minorías, están
masacrando a sus propios pueblos: es el caso
de la Siria de hoy; y el ejemplo de la Libia de
Gadafi está muy cercano” (p. 152).
Como se observa, el hilo conductor es similar
al empleado para analizar la marcha de la UE,
Más optimista, que no triunfalista, se muestra
en el terreno de la economía. Aquí cree posible la recuperación y valora positivamente las
medidas introducidas en el sector privado
(devaluación interna) y el rescate bancario
que “ha evitado el rescate total”. De cara al
futuro insiste en la obligatoriedad de mantenerse fieles al realismo como conducta (al
respecto, reprocha a Zapatero su exaltación
al situar a España en la Champions League
de la economía) y evitar a toda costa ciertas
medidas como las aplicadas en años anteriores (por ejemplo, la estrategia de fusiones
de cajas de ahorros).
Como conclusión, el libro de Josep Piqué,
aunque encuadrado en el género del ensayo
político, es un verdadero tratado para la acción de gobiernos, ministerios de Exteriores y
clase empresarial. Enumera escenarios de
riesgo y brinda fórmulas para encararlos y sortearlos con éxito. Explica dónde se ubica el
futuro económico, pero sin caer en un optimismo desmesurado y cortoplacista. Desde
un prisma académico, Cambio de era puede
convertirse en un buen referente para licenciaturas como Economía, Ciencias Políticas y
Relaciones Internacionales.
ALFREDO CRESPO ALCÁZAR
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RESEÑAS
Cuantitativa y cualitativamente, España ocupa
un lugar importante en la obra. Así, dos de sus
capítulos están dedicados a poner de manifiesto el grave problema económico que hoy
en día atravesamos y su triple dimensión política, social e institucional. No verlo, previene
Piqué, implica miopía política y daría como
resultado en la práctica “una reacción autista”. En este punto, su crónica de la actualidad nacional refleja lo que, en su opinión,
es uno de sus principales déficits, el bipartidismo imperfecto que, si bien reconoce ha
otorgado beneficios, toca a su fin. Esta aseveración no debemos entenderla como un
ataque populista y demagógico hacia la clase
política, sino como un punto de partida para
encontrar soluciones. La principal, según él,
sería una reforma de la Constitución orientada
a un objetivo no solo jurídico sino de mayor
calado: generar la empatía de los ciudadanos
con las instituciones políticas. En ningún caso,
matiza, sería una reforma encaminada a contentar a una parte, sino al todo.
de ahí que insista en recordarnos que la España construida tras la muerte de Franco
ejemplifica la historia de un éxito que nadie
puede negar y que, a su vez, sirvió de referencia para otros países.
CUADERNOS de pensamiento político
¿Qué pasa en Cataluña?
MANUEL CHAVES NOGALES
Editorial Almuzara, 2013. 128 páginas.
Siendo redactor jefe del diario Ahora, Manuel
Chaves Nogales recorrió el territorio español
durante la Segunda República. Y en su intento
de cubrir los acontecimientos más significativos de aquellos años, realizó un par de viajes
a Cataluña: a finales de 1931 para entrevistar
al entonces presidente de la Generalitat, Francesc Macià, y entre febrero y marzo de 1936,
para realizar una serie de reportajes en los que
expondría y analizaría la intrincada situación
que se vivía tras la victoria del Frente Popular
en las elecciones de febrero de 1936. Apenas
128 páginas que dan testimonio de una situación que, a casi ochenta años vista, parece un
calco de la que ocupa la prensa española contemporánea en relación a Cataluña.
blicà Català, y que propugnaba el reconocimiento de Cataluña como nacionalidad, la federación con otros pueblos de la península
ibérica y cierto programa social. Esquerra Republicana se había convertido en fuerza hegemónica en Cataluña y la proclamación de la
República catalana había obligado al gobierno
provisional de la República, presidido por Niceto Alcalá Zamora, a negociar con los nacionalistas catalanes la creación de la Generalitat
y la elaboración de un Estatuto de Autonomía.
Bajo la presidencia de Francesc Macià, la Generalitat designó una comisión para la redacción de un anteproyecto de Estatut, que
contemplaba el derecho a la autodeterminación y que sometido a plebiscito en Cataluña
en agosto de 1931 contó con un voto afirmativo superior al 90 por ciento.
Chaves Nogales entrevista a Francesc Macià algunos meses después de la “acelerada proclamación unilateral de la República catalana,
el 14 de abril de 1931”, el mismo día de la
proclamación de la Segunda República española. Desde su regreso del exilio francés tras la
caída de la dictadura de Primo de Rivera, la actividad del político nacionalista había sido prolífica e intensa. Había integrado su partido,
Estat Català, en Esquerra Republicana de Catalunya, coalición electoral en la que también
se había integrado el partido fundado por Lluís
Companys y Marcelino Domingo, Partit Repu-
El conocido como Estatut de Núria estaba pendiente de ser aprobado por las Cortes en el
momento en que Chaves Nogales entrevista a
Francesc Macià, por lo que la entradilla al reportaje no puede ser más elocuente: “Don
Francisco Maciá dice a los lectores de Ahora
... que si las Cortes no lo aprobaran se consideraría engañado”. Las declaraciones de Macià
a lo largo de la entrevista –“Yo entendía que,
desde el momento en que un pueblo siente y
quiere su voluntad y lo expresa de una manera
terminante, ya aquel pueblo no tiene por qué
esperar a que unas Cortes se la den...”. “No
RESEÑAS
Lo mismo, pero más
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Lerroux (1933-1935); tuvo lugar la conocida
como Revolución de octubre de 1934 y, aprovechando el momento, el presidente de la Generalitat Lluís Companys y todo su gobierno
declararon el Estado catalán; el ejército suspendió el gobierno de la Generalitat que se
restauró en febrero de 1936; finalmente, la
coalición de izquierdas conocida como Frente
Popular, que en Cataluña incluyó a Esquerra
Republicana de Catalunya y se denominó
Front d’Esquerres, ganó las elecciones de febrero de 1936.
Macià se presenta como un hombre de acción, un estratega y un idealista –“La cultura
del pueblo, su educación política, serán los
cimientos de nuestra obra de gobierno”– cuya
trayectoria vital está determinada por “esta
confianza absoluta, ciega, en el pueblo catalán”. En definitiva, un político con formación
militar –había ingresado en el Ejército con 16
años, se había formado en Guadalajara, había
alcanzado el grado de teniente coronel durante el reinado de Alfonso XIII y en 1905 se
había manifestado en contra de las acciones
del Ejército en Barcelona– que pone a la sociedad en el lugar del regimiento y al ciudadano en el del soldado: “Queremos antes que
nada elevar la cultura media del pueblo, porque sin ello el pueblo no llegará nunca a ser
plenamente consciente de sus deberes y derechos ni será posible mantener una verdadera disciplina ciudadana”.
En esta situación de confusión y excepcionalidad, Chaves Nogales viaja por segunda vez a
Cataluña, para comprender qué es lo que
pasa, como reza el título del libro. La serie de
reportajes se inicia con En la hora del triunfo,
realizado en Barcelona el 25 de febrero de
1936, y termina con varias entrevistas aglutinadas bajo el título Un conservador, un liberal, un marxista y un sindicalista, publicado el
8 de marzo de 1936.
Entre la entrevista a Francesc Macià y los reportajes de 1936 tuvieron lugar unos cuantos hechos de importancia. Con las
pertinentes modificaciones, en la primavera
de 1932 las Cortes aprobaron el conocido
como “Estatuto de Núria”, en el que no se reconoció el derecho a la autodeterminación;
en diciembre de 1933 murió Francesc Macià
y Lluís Companys le sucedió al mando de Esquerra Republicana de Catalunya; se sucedieron, por orden cronológico, los gobiernos
de Manuel Azaña (1931-1933) y Alejandro
En el primer reportaje, así como en el titulado
Las grandes paradas de la ciudadanía, el periodista se centra en comprender el entusiasmo que observa en las calles de
Barcelona. Se trata de un entusiasmo que no
halla parangón en ninguna otra parte de España y que atribuye a una especie de condición existencial como pueblo y a una
sensación de triunfo de los catalanes que, paradójicamente, atañe a vencedores y vencidos: “Voy creyendo ya que el júbilo del triunfo
es compatible con el hecho circunstancial de
haber votado en contra”. Es probable que
Chaves Nogales no terminara de comprender
la razón de tal contradicción, pero lo cierto es
que dio en el clavo al señalar que el separatismo –a los separatistas les llaman perturbadores los propios manifestantes– “es una
rara substancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del
patriotismo, y en los de Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras”.
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concibo la guerra más que como la decisión
de un pueblo de defender las leyes y las libertades que a sí mismo se ha dado”– inauguran
la actitud que caracterizará al nacionalismo catalán hasta el día de hoy y que se manifiesta en
dos líneas de actuación: utilizar las instituciones del Estado para dinamitarlo desde dentro
y tensar las cuerdas legales y políticas hasta
conseguir sus objetivos o provocar una reacción contraria que le permita aparecer como
víctima, que no es lo mismo que aparecer
como perdedor ante los electores.
CUADERNOS de pensamiento político
RESEÑAS
Chaves Nogales también ve necesario aproximarse a los hombres representativos del
pensamiento de Cataluña a fin de comprender la mentalidad de los dirigentes políticos y sindicales.
Después de subrayar el espíritu conservador
de Cataluña y la pompa con que están instaladas las autoridades en la Generalitat –¿no
es una contradicción con lo que había dicho
en el primer reportaje?–, en la entrevista incluida en De presidiario a gobernante, Joan
Moles i Omella –gobernador civil de Barcelona
entre 1932 y 1933, gobernador general de
Cataluña y presidente interino de la Generalitat tras las elecciones de febrero de 1936–
manifiesta su preocupación por la baja súbita
de valores, mientras que Luis Nicolau d’Olwer,
político catalanista y republicano, expresa sus
dudas acerca de las posibilidades de éxito de
una opción revolucionaria o radical del nacionalismo. En el reportaje en donde aborda
la ideología de las clases trabajadoras, un dirigente político señala la falta de opción marxista y el gran predicamento de los sindicatos
anarquistas entre los trabajadores catalanes.
El 2 de marzo de 1936, un día después de
haber tomado el poder, el presidente de la
Generalitat, Lluís Companys, manifiesta que
tendrá en cuenta los intereses “fundamentales de la economía de España y de Cataluña”
a la hora de gobernar y, desde luego, no se
reconoce como un revolucionario inexperto
que alcanzó el poder gracias a una coyuntura
favorable.
Concluye la serie una entrevista cuádruple al
conservador Luis Durán y Ventosa, hombre de
la Lliga, que no cree que las manifestaciones
populares expresen el verdadero sentir de Cataluña; al liberal Amadeo Hurtado que, por el
contrario, cree que los políticos están obsoletos y que la dirección política está en manos
de las masas, “la multitud; esa gente que
pasa ahora por la calle”; al marxista Rafael
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Vidiella, que reconoce que el catalanismo,
burgués, ha llamado la atención de las
masas; al sindicalista Ángel Pestaña y a un
sindicalista más radical, que sentencia: “La
verdad somos nosotros, la Confederación. Lo
verá usted pronto, muy pronto”.
Ciertamente, se pueden establecer paralelismos entre la situación analizada en los reportajes de Chaves Nogales y el momento
político actual. Ahora bien, ponerse de
acuerdo sobre el porqué de esas semejanzas
es más difícil. No basta con decir que la Constitución de 1978 ha resultado insuficiente y
que el “café para todos” no ha servido para
colmar las expectativas de los llamados nacionalismos históricos. Tampoco es de gran
ayuda señalar que la crisis económica ha despertado sentimientos adormecidos.
El paralelismo podría explicarse porque, aunque las circunstancias actuales nada tienen
que ver con las de los años treinta, la ideología, la estrategia y los objetivos de los nacionalistas no han variado para nada. Tanto la
versión radical de camisa desabrochada y alpargata en el escaño, como la versión de traje
y corbata de diseño, se alimentan de la
misma ideología que expresaban los dirigentes de entonces, aderezada ahora con métodos de propaganda tan ramplones como el
de “España nos roba”. Con la misma conciencia de que las declaraciones, desplantes
y manifestaciones sirven para “hacer historia”
y más allá de que alcancen o no sus objetivos, acumulan capital ideológico y político
para cuando llegue el momento. Como si casi
cuarenta años de experiencia democrática no
hubieran servido más que para ejecutar lo
que no pudieron en los treinta; teniendo en
cuenta que lo que entonces era presentado
como un asunto entre españoles, ahora pretende alcanzar repercusión internacional.
LEAH BONNÍN
CUADERNOS de pensamiento político
De “La sinagoga vacía” a
“Sumisiones voluntarias”
GABRIEL ALBIAC
La sinagoga vacía. Un estudio de las fuentes
marranas del espinosismo
(2ª ed.), Madrid, Tecnos, 2013. 680 págs.
Sumisiones voluntarias. La invención
del sujeto político: De Maquiavelo a Spinoza.
Ed. de Alberto Mira Almodóvar, Madrid, Tecnos, 2011. 288 páginas.
sionado, pero en lo que aquí nos afecta, Albiac logró una síntesis, desde la perspectiva
española, sobre el núcleo más atormentado y
radical de la comunidad sefardí en Ámsterdam, la ciudad del libre mercado y el libre
pensamiento, en particular Juan de Prado,
Uriel (o Gabriel) da Costa y Spinoza.
Tanto como este significado de orden histórico, La sinagoga vacía tenía otro, referido esta
vez a la investigación filosófica sobre Spinoza
y al papel que esta estaba destinada a tener
en la evolución de algunas corrientes de pensamiento, filosófico y político, a partir de los
años setenta. Efectivamente, el inmanentismo
de Spinoza y su desarrollo en la ética y en la
política ya habían empezado a ser revisitadas
por entonces con el fin de argumentar líneas
de pensamiento que retomaran una visión radical del materialismo capaz de continuar,
desde dentro y sin rupturas, el que había ido
proponiendo el marxismo. Quien esto firma recuerda las clases de Gilles Deleuze en los ba-
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RESEÑAS
El año en el que Gabriel Albiac publicó la primera edición de La sinagoga vacía, en 1987,
el conocimiento del criptojudaísmo español y
portugués –el “marranismo”–, era menor de lo
que lo es hoy en día. Y aunque se había explorado la relación entre el pensamiento de
Spinoza y la mentalidad atormentada de los
criptojudíos, no se había realizado un estudio
que pusiera el asunto en su perspectiva auténtica. Albiac pudo utilizar las aportaciones
de Menéndez Pelayo, de Julio Caro Baroja y el
clásico de Cecil Roth sobre los “marranos”,
así como los trabajos más concretos y profundos de Israël S. Révah y Henry Méchoulan
o los del propio Révah, de Carolina Michaelis
de Vasconcelos y el de Yosef Hasin Yerushalmi
sobre Da Costa e Isaac Cardoso. La sinagoga
vacía reunió todo este material, y con una investigación propia, procedió a una evaluación
de lo que la filosofía spinozista debía a una
tradición hispánica. Como es natural, la relación de Spinoza con el judaísmo siempre ha
sido objeto de debate intenso, e incluso apa-
CUADERNOS de pensamiento político
RESEÑAS
rracones instalados en pleno bosque de Vincennes, los martes a una hora temprana,
como una experiencia casi perfectamente spinozista. Parecía que la exaltación de la vida
–algo siempre un poco sospechoso– que Deleuze encontraba plasmada en Spinoza
(véase Spinoza. Philosophie pratique) cobrara
un sentido claro y bueno en la luminosidad
de la mañana recién estrenada. Quien esto
firma sospecha también que Albiac tuvo una
experiencia menos dichosa, o menos inocente, del spinozismo. Y es que fue Louis Althusser, en este caso en la también parisina
rue d’Ulm, quien parece haber abierto una vía
que con el tiempo estaba llamada a convertirse en uno de los asuntos centrales de la
vida intelectual y política de su discípulo. La
sinagoga vacía, dedicada a Althusser en su
primera edición (con una frase muy significativa), refrendaba este hecho.
Hace poco tiempo se ha publicado la segunda edición de la obra y, como es lógico,
se han producido algunos cambios importantes. Albiac, sin reescribirla, ha incluido mucho
de lo que desde entonces ha salido a la luz
sobre el criptojudaísmo. Particularmente importante era el descubrimiento en 1993 de la
obra hasta entonces perdida de Uriel da
Costa, el Exame das tradiçoes phariseas. El
propio Albiac publicó en su día la edición española del Exemplar Humanae Vitae (Espejo
de una vida humana), el escrito apologético
que da Costa redactó justo antes de suicidarse tras su segunda reconciliación con la
comunidad judía de Ámsterdam.
Lo publicado desde entonces no ha venido a
contradecir –al revés– una de las líneas argumentales de La sinagoga vacía. El desarraigo,
el disimulo y la impostura vividas por los criptojudíos les proporcionó la experiencia del carácter imaginario de cualquier identidad
subjetiva. Y esa convicción es la que nutre el
núcleo mismo del pensamiento spinozista,
aquel que toma conciencia de la necesidad
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de emancipar el pensamiento –también la
ética, y la política con ella– de cualquier trascendencia, de cualquier finalidad. En esta
línea se ha desarrollado luego una parte importante de la investigación sobre Spinoza,
por ejemplo el trabajo de su más moderno
biógrafo, Steven Nadler, o los estudios publicados en el volumen colectivo The New Spinoza (entre ellos, uno del propio Albiac).
Casi al mismo tiempo que la nueva edición
de La sinagoga vacía, ha aparecido un nuevo
libro de su autor titulado Sumisiones voluntarias. Editado por Alberto Mira Almodóvar, consiste en la transcripción del curso impartido
por Albiac en su cátedra de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense entre
febrero y mayo de 2005. Con una universidad
dedicada en buena medida a la enseñanza
profesional y a la divulgación de conocimientos y habilidades básicas, el género de la
transcripción de un curso se ha convertido en
una rareza. Permitía, como lo ha hecho esta
vez, asistir a la formulación –primera o sistemática– de un pensamiento. En el caso de Albiac, nos permite comprobar hasta qué punto
el autor y profesor ha permanecido fiel a las
ideas que llevaron al alumbramiento de La sinagoga vacía.
La contribución de Albiac al nuevo spinozismo,
que en España, por otra parte, ha sido muy
rico, ha consistido en continuar los planteamientos que le abrió Althusser (aun más que
de Deleuze: la dedicatoria subsiste, de hecho).
Así como Althusser pensó la historia como un
proceso sin sujeto ni fin(es), el filósofo de Ámsterdam, con su afirmación fundamental acerca
de la naturaleza de Dios, se convierte en uno
de los fundadores del materialismo. Spinoza
forma parte de la línea “maldita” iniciada por
Maquiavelo y continuada por Marx y, en algún
momento, al menos, por Lenin. La misma que
permitirá más tarde sortear los escollos del socialismo real, o, por decirlo de otra manera, de
una forma del comunismo que tendría, para la
CUADERNOS de pensamiento político
propuesta comunista auténtica, la misma dimensión pequeño-burguesa que en su día tuvo
el “humanismo comunista” para la teoría althusseriana o el revisionismo socialdemócrata
para el núcleo diamantino del marxismo-leninismo. Los últimos treinta años del siglo XX fueron los de la derrota de todos los sueños
revolucionarios y el triunfo de lo que Albiac, en
paralelo a Antonio Negri, otro de los grandes
cultivadores de esta línea del spinozismo, llama
la “relación capital”, es decir, la victoria del capitalismo. Desde esta perspectiva, la voluntad
de seguir siendo lo que se es, por parte del
autor de La sinagoga vacía, resulta admirable.
Las nuevas lecturas de la Ética de Spinoza,
del Tratado teológico-político –el “libro forjado
en el infierno”– y del inacabado Tratado polí-
tico, con su propuesta democrática radical,
permiten asegurarnos que sigue existiendo
una última trinchera. Los que la habitan no
desencadenarán un nuevo ciclo revolucionario, pero están empeñados en ofrecer una alternativa a la condición presente, en el que el
cumplimiento de la promesa de la libertad disimula apenas el sometimiento insoluble que
se resuelve en lo que el propio Albiac ha llamado, echando mano de una terminología
marxista, el triunfo de la “la subsunción real”.
Desde esa trinchera, y puestos bajo la advocación del filósofo cauteloso y oculto, como
los “marranos” o criptojudíos, queda la exploración –intelectual, se entiende– del “comunismo del futuro”.
JOSÉ MARÍA MARCO
RESEÑAS
Edmund Burke.
Philosopher, Politician,
Prophet
JESSE NORMAN
William Collins, 2013. 320 páginas.
“Aunque las Nubes puedan un momento ocultarle a nuestra Vista, / Él pronto vuelve a iluminarnos como el rayo con renovada Luz”.
Quizá el misterioso autor de estos versos dedicados a uno de los más grandes pensadores políticos no era del todo consciente de la
verdad que encerraban sus palabras. Porque
es cierto que la reputación de Edmund Burke
(1730-1797) ha alternado entre periodos de
enorme prestigio y épocas de menosprecio,
pero su legado ha salido siempre triunfante,
redescubierto en su capacidad para responder las grandes preguntas de la política.
La figura de Burke mantiene la capacidad de
seguir iluminándonos más de doscientos
años después de su muerte, como demuestra
este estupendo libro de Jesse Norman. En él
nos ofrece una sólida y valiente interpretación
de la trayectoria vital y de la obra teórica del
que es unánimemente reconocido como el
padre del conservadurismo moderno. Es só-
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CUADERNOS de pensamiento político
RESEÑAS
lida porque Norman, que es uno de los más
prometedores políticos británicos –miembro
del Parlamento por el partido Tory, con una
notable formación académica y varios libros
sobre política y filosofía publicados– demuestra un consistente conocimiento de los
clásicos y de la extensa bibliografía burkeana.
Y es valiente porque el análisis del pensamiento de Burke lo hace bajo una perspectiva
contemporánea. Norman estudia a Burke pensando en los problemas actuales y concluye
que se trata de un autor clave para comprender el mundo de hoy.
La vida de Burke ofrece la posibilidad de recorrer el vívido fresco de la política británica
del siglo XVIII. Ese momento crucial en que
surge el gran imperio comercial sustentado en
la consolidación de un sistema parlamentario estable y en la incipiente formación de dos
partidos políticos que se alternan lealmente
en el poder. Burke fue a la vez participante y
comentarista de los grandes acontecimientos
que marcaron su época. El Burke político, el
Whig asociado a Rockingham que permaneció casi la totalidad de su carrera en la oposición, dedicó su preocupación a cinco
asuntos que consumieron sus tres décadas
como miembro de la Cámara de los Comunes: la situación de los católicos en su Irlanda
natal, que trabajó por aliviar y mejorar; la solución del conflicto con las colonias americanas; la lucha contra el patronazgo y la
corrupción en la corte del rey Jorge III; los problemas de la administración colonial en India
por la East India Company –con el impeachment de su gobernador Warren Hastings–; y,
por último, los peligros de la influencia de la
Revolución francesa. Batallas dispares pero
que estuvieron alentadas por un mismo principio común: el rechazo del abuso de poder
en cualquiera de sus posibles manifestaciones. La obra de estadista de Burke se enmarca así en la mejor tradición británica de
defensa de la rule of law, de la tolerancia y
del reformismo gradual.
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Aunque Burke es recordado hoy sobre todo por
su temprana, rotunda y profética oposición a
los sucesos que estallaron en Francia en 1789
–reacción que fragua inicialmente en ese texto
fundamental para la historia de la ideas que es
Reflexiones sobre la Revolución en Francia
(1790)–, su obra teórica diseminada en libros,
panfletos y cartas configura un pensamiento
que trasciende cualquier reduccionismo. El
Burke pensador, el filósofo de la política es para
Norman el forjador de la concepción moderna
de la política. Él es quien adelanta la idea moderna de partido político –“un partido es un
grupo de hombres unidos para la promoción, a
través de su esfuerzo común, del interés nacional sobre un determinado principio en el que
están de acuerdo”– y él es también quien contribuye decisivamente a elaborar la idea de representación política vigente en la tradición
anglo-americana, especialmente en su famoso
Discurso a los electores de Bristol (1774).
Pero, a su vez, Burke es el primer pensador posmoderno. Alejado de los planteamientos de la
Ilustración, que representó paradigmáticamente
Rousseau y de cuyo legado son herederas directas las sociedades contemporáneas, Burke
aparece como el primer gran crítico de muchos
de los aspectos propios de la modernidad. La
excesiva confianza en la razón, la fe en la ciencia como única fuente del conocimiento, frente
a la tradición y las creencias heredadas, constituyen peligrosas amenazas a los anclajes básicos del hombre en la comunidad, cuya falta
lleva inevitablemente a la pérdida de identidad
y a la anomia.
Aunque pueda no estarse de acuerdo con
todos los puntos de la tesis de Norman –hay
quizá una excesiva fijación en la búsqueda de
coherencia en una obra teórica que se caracteriza precisamente por la voluntaria huida de
la exposición sistemática–, esta interpretación
tiene precisamente el gran acierto de rescatar
y explicar una concepción del hombre y de la
sociedad cuya asimilación podría ayudar a
CUADERNOS de pensamiento político
afrontar los retos que asedian al Occidente
actual.
De acuerdo con Burke, que asume la noción
aristotélica del hombre como ser social, es en
el seno de la comunidad donde el individuo
se realiza en plenitud. Es en el grupo donde el
hombre nace y se socializa, y esa vinculación
a una comunidad concreta es lo que determina, en gran parte, su humanidad. De ahí
que el sentimiento de pertenencia, que comienza en el tantas veces citado little platoon,
sea el factor determinante de la cohesión social. Ser humano no es una simple cuestión
de satisfacción de necesidades económicas.
Las acciones del hombre, dotado de una racionalidad limitada o imperfecta, están también gobernadas por las emociones y las
pasiones, ajenas al cálculo economicista de
beneficio-pérdida característico de la teoría liberal clásica.
Del mismo modo, el orden social no es un mero
agregado de individuos ni la simple unión para
el intercambio económico. Las sociedades –las
naciones– son comunidades de valores, instituciones y prácticas compartidas que son el resultado del paso del tiempo, de la experiencia
histórica que llega hasta nosotros y que como
tal debe ser transmitida a la posteridad. La sociedad no es solo un vínculo entre los miembros de la generación presente, sino entre
“aquellos que viven, aquellos que murieron y
aquellos que todavía están por nacer”. Las instituciones atesoran la sabiduría acumulada por
la comunidad, y no pueden ser el simple designio de planes racionales. Por ello la revolución
representa para Burke el gran peligro para la civilización, porque los planteamientos utópicos
ajenos a cualquier experiencia no hacen sino
perder de forma irrecuperable la sabiduría política que es producto de la historia.
Este libro no consiste por tanto en la sola recuperación de Edmund Burke como uno de los
pensadores seminales de la época moderna,
motivo por el cual esta obra ya tendría un gran
valor. Es también una oportuna reivindicación
de la política razonable, de la política posible
en el tiempo en que más necesitados estamos
de ella.
De esta visión del hombre y de la sociedad deriva la concepción de la política de Burke. Como
JOSÉ RUIZ VICIOSO
Esta idea de la política que retoma Norman
constituye una enseñanza esencial de Burke y
una propuesta de lo más sugestivo para el
presente. Si los actuales gobernantes la tuvieran en cuenta, posiblemente algunos de
los problemas planteados por el liberalismo
exacerbado y el “utopismo” capitalista podrían encararse de una más satisfactoria.
ENERO / MARZO 2014
191
RESEÑAS
cualquier actividad humana, la política es intrínsecamente imperfecta. El estadista –el líder
político, diríamos hoy– ha de procurar el mantenimiento del organismo social en toda su
complejidad y para ello se requiere, en primer
lugar, un conocimiento de lo que podríamos llamar el “carácter nacional”. Las decisiones políticas deben tomarse de acuerdo al contexto, al
ánimo de sus gentes, a las circunstancias particulares de cada momento –“son las circunstancias las que convierten todo esquema
político y social en beneficioso o perjudicial
para los hombres”–, y las reformas efectuarse
con sentido histórico y prudencia. Puesto que
la economía no es el único nexo que une a los
individuos, la política no consiste en la aséptica
administración tecnocrática de los recursos,
sino en la elección entre alternativas fundada
en la experiencia histórica de cada comunidad.
En definitiva, el objeto de la política no consiste
en satisfacer los intereses de los individuos que
viven hoy, sino en preservar el orden social en el
que confluyen las necesidades del pasado, del
presente y del futuro.
CUADERNOS de pensamiento político
Robespierre. La virtud
del monstruo
DEMETRIO CASTRO
RESEÑAS
Madrid, Tecnos, 2013. 512 páginas.
La figura de Maximilien de Robespierre
(1758-1794) es, sin ninguna duda, un icono
universal, aunque, según la persona que lo
describa, puede convertirse en un ángel benefactor de la humanidad –el líder revolucionario que logró destruir al Antiguo Régimen y
sus “anticuadas” ideas, por lo que se identificó su nombre con la Revolución francesa– o,
por el contrario, en un demonio segador de
vidas humanas –el discípulo poco aventajado
de la Ilustración que, con sus dosis de vacío
retoricismo, envenenó a las masas y se encargó de impulsar el exterminio de los contrarios, por lo que se identificó su nombre con
el periodo conocido como Terror.
No hay que bucear demasiado en los mares literarios y ensayísticos para encontrar multitud
de ejemplos, de uno y otro extremo, en forma de
pormenorizada bibliografía. Por todo ello, es
realmente sorprendente encontrarnos con esta
objetiva biografía de Robespierre, sobre todo,
porque el autor no juzga ni condena, no ataca
ni defiende, solo muestra las características, los
discursos y las acciones del revolucionario francés por excelencia. Si eso es justo o no será el
lector el que lo determine.
El libro del profesor Castro tiene una estructura muy simple pero eficaz: siete largos capítulos, en los que, cronológicamente, se trata
192
ENERO / MARZO 2014
con sosiego y extensión los hechos, las ideas
y, en definitiva, la historia de Robespierre, que
no puede deslindarse, en ningún caso, de la
historia de la propia Francia y de su revolución más célebre. No obstante, las herramientas que maneja con pericia el autor son,
por encima de todo, los discursos del propio
Robespierre, aunque también, en mucha
menor medida, las fuentes secundarias, esos
ríos de tinta vertidos que, en demasiadas ocasiones, han terminado desbordándose. Esto
es algo que es muy de agradecer y que se da
ya por sentado desde el principio del libro, en
el que el autor se desmarca del calor ideológico que ha sido habitual en el tratamiento
del revolucionario francés: “A Robespierre se
le ha visto y se le ha considerado en función
de las coyunturas políticas, y no solo en Francia” (p. 13). Todo ello sustentado en referencias históricas de calado, como no podría ser
de otra manera en un momento histórico tan
importante para la Humanidad.
Los dos primeros capítulos son más breves
que los restantes del libro, pues Robespierre,
en su infancia, adolescencia y juventud, no se
distingue por ser alguien especial, aunque ya
apareciesen el orgullo y el retraimiento como
los dos rasgos más importantes de su carácter, aquellos que le harían más detestable
para sus contemporáneos en el futuro. Por lo
CUADERNOS de pensamiento político
demás, Robespierre no se distinguió demasiado de la mayoría de los revolucionarios
franceses de su tiempo, ya que tenía en
común con estos su procedencia de una familia de clase media y, sobre todo, el no estar
todavía afianzado ni personal ni profesionalmente cuando estalló la Revolución. En consecuencia, el autor recalca que la existencia
de Robespierre podría reducirse, en realidad,
a su vida política, a poco más de cinco años.
Aun se podría restringir más, si se quiere simplificar, hasta llegar al Terror, el periodo en el
que su peculiar presencia fue, tristemente,
más relevante que nunca.
La parte más importante del libro es también
la más extensa, porque se dedica a detallar la
participación en los asuntos públicos de Robespierre. “El Incorruptible” –así era llamado por
sus fieles seguidores–, pese a su fama de ser inflexible en la aplicación de sus principios, no
tuvo siempre las mismas ideas, sino que cambió ostensiblemente, en algunos casos, su pensamiento. Una muestra de ello es la condena
Habría que plantearse, entonces, ¿cuál es el
auténtico discurso de Robespierre? ¿Es posible establecer y resumir sus principales características? Castro lo hace de modo
sobresaliente, señalando que, en gran medida, es “el discurso de la aniquilación del
enemigo previo y ostensible (el rey), del enemigo encubierto (los realistas, los girondinos
y otros) y también del enemigo exterior (los
países europeos en guerra con la Francia republicana)” (p. 253). En su discurso, claramente rousseauniano, son predominantes los
principios generales y los enunciados abstractos, con una visión de la moral que desprecia los casos concretos. En el fondo, el
discurso revolucionario trata de apelar al corazón y no a la razón, para lo que Robespierre se situará, él mismo, como protagonista
de su argumentación política, en la que no
dudará en identificarse personalmente con la
nación, el pueblo y, sobre todo, con la virtud.
Además de la eficacia de su pomposa oratoria,
no se deben olvidar otros factores importantes
que influyeron para que Robespierre consiguiera
la mayor relevancia política en la Revolución
francesa. Por un lado, la base, y el fundamento
de todo ello, fue la obtención de un importante
caudal de información que, aunque no siempre
ENERO / MARZO 2014
193
RESEÑAS
Un caso sumamente curioso ha sido el papel
que han desempeñado los abogados en la
Revolución francesa. Como subraya acertadamente Castro, tomando como referencia a
Burke, la frustración personal de la mayoría
de ellos provocó que ocupasen un papel protagonista en los célebres hechos revolucionarios. Ese desencanto generalizado en una
profesión –la abogacía– y en una generación
concreta –en torno a los treinta años– fue originado, sin duda, por el manifiesto desequilibrio entre sus elevadas expectativas y las
escasas oportunidades que les concedía una
sociedad incapacitada para asumir tal inflación de jóvenes letrados. Incluso la educación
recibida por muchos de sus protagonistas en
colegios jesuitas influyó en gran parte, pues
su dominio de la palabra y la escritura era evidente, aunque no llegasen al nivel de Voltaire,
el alumno más famoso del centro educativo
parisino Louis-le-Grand.
de Luis XVI. Robespierre, al principio, había sido
un crítico defensor del rey, siendo consciente de
que el rey no podía seguir en la jefatura del Estado, pero de ahí al final que tuvo, con su inestimable colaboración, condenado a muerte por
una Convención que se había erigido en poder
legislativo y judicial a la vez, era impensable
para él y para un país cuya opinión pública era
abrumadoramente monárquica. Una vez decidido, Robespierre –y no fue el único–, para conseguir su triunfo, se negó a que la sentencia la
ratificase el pueblo, sorprendiendo extraordinariamente que aquellos que habían defendido la
individualización de las penas y las garantías
procesales terminasen mandando a sospechosos a la guillotina en pleno delirio del Terror.
CUADERNOS de pensamiento político
era demasiado precisa ni fidedigna, registraba
cuidadosamente y utilizaba, en su caso, llegada
la ocasión. Mayor trascendencia tendría, por otro
lado, el crear y promover una verdadera burocracia en las instituciones políticas, tanto en las
viejas instituciones procedentes del Antiguo Régimen como en las nuevas instituciones revolucionarias, premiando, de ese modo, a sus leales
correligionarios, que estaban encantados, por
ello, de impulsar la aprobación de las propuestas y decisiones de su admirado benefactor Robespierre.
RESEÑAS
El libro, en su final, no aclara el ocaso de Robespierre: si antes de que la guillotina cortase
su cabeza se intentó suicidar o simplemente
fue herido en la cara por el disparo de un gendarme, algo que toda la ingente bibliografía
posterior generada por el personaje tampoco
ha podido esclarecer. En cambio, es capaz de
constatar un trastorno paranoico en su actuación; lo que explicaría, en cierto modo, su
propensión, ya casi al final de su corta vida, a
la represión y exterminación del enemigo político. Los síntomas que enumera Castro,
como conclusión, son rotundos: “el sentirse
objeto de persecución por una maquinación
para perjudicarle o matarle, la desconfianza,
la susceptibilidad ante la opinión de otros o la
animosidad permitiría hablar de rasgos paranoicos en su personalidad cuando no específicamente de personalidad paranoica con
delirio persecutorio de acuerdo con la descripción clínica estándar” (p. 365).
DAVID CARRIÓN MORILLO
Breve historia de la utopía
RAFAEL HERRERA GUILLÉN
Ediciones Nowtilus, Madrid, 2013, 312 páginas.
La utopía es un no-lugar que contiene una imagen fantástica e irrealizable de la sociedad para
presentar el sueño de un orden de vida justo,
una crítica del presente o un boceto para construir un futuro excelso. El estatuto de esta categoría explicativa de pensamiento imaginativo
aún está en entredicho y se cuestiona si las utopías son herramientas de reflexión política, verdaderos proyectos socio-políticos o simplemente
un género literario de ficción.
rrera Guillén considera que para entender el
pensamiento utópico es necesario partir de una
premisa: las ideas utópicas son recurrentes y,
pese a su agotamiento, vuelven rejuvenecidas
tras adoptar ropajes más adecuados para cada
momento histórico. Por eso, Breve historia de la
utopía presenta un trayecto en el que asistimos
a la génesis, al desarrollo y la metamorfosis de
las ideas utópicas a lo largo de diversos momentos constitutivos.
Cuando la conveniencia o no de la muerte de la
utopía es objeto de discusión, el profesor He-
El comienzo de esta búsqueda de la perfección tiene lugar en dos narraciones del Géne-
194
ENERO / MARZO 2014
CUADERNOS de pensamiento político
sis que serán reinterpretadas a lo largo de los
siglos. La primera, el huerto del Edén, nos
sitúa ante la idea de que los seres humanos
pertenecen a un mundo mejor pero perdido
en el pasado. El segundo relato es la historia
del diluvio universal, que prefigura el derecho
de los “justos” a destruir el corrompido mundo
existente.
Por otra parte, las expediciones de Alejandro
Magno hicieron del mundo un lugar más
grande. El sueño de tierras lejanas consolidaría la fantasía de los estoicos de una utopía
universal que dio origen al cosmopolitismo –la
idea del mundo como ciudad de todos los
seres humanos.
En esta escalada del pensamiento utópico, la
llegada del cristianismo supone un punto de
inflexión porque esta nueva religión no admite
una utopía terrena que ninguna institución humana puede conseguir. El mundo perfecto y
los sueños de redención solo tendrán cabida
en el mundo no terrenal. Los cristianos primitivos y su vida en común representarán un
ideal utópico de gran trascendencia para el
futuro. Breve historia de la utopía vinculará la
El primero, San Agustín, transfirió la salvación
y la felicidad al más allá porque la ciudad del
hombre era estéril. Cualquier esperanza solo
podía fructificar en una ciudad celestial. En
un grandioso escenario de teología de la historia asistiríamos a un ingente conflicto entre
quienes pertenecen a la Ciudad de Dios y los
miembros de la ciudad terrena o diabólica.
Este progreso traumático hacia el Reino de Jesucristo se instauró como una fuerza utópica
al convertir el mundo real en el tiempo de espera para la redención.
Joaquín de Fiore, por su parte, señaló que el
paraíso en la Tierra no puede posponerse porque el presente tiene derecho a un mundo
mejor. El autor se detendrá especialmente en
otro célebre pensador cristiano y patrón de
los políticos, Tomás Moro, por su condición de
fundador del pensamiento utópico moderno.
En Utopía, obra que da nombre a esta corriente de pensamiento, recurre a los elementos que caracterizarán el utopismo
renacentista y moderno. De la tradición helénica recogió la propuesta de un sistema platónico de reglamentación social. Al mismo
tiempo, reflejó las esperanzas surgidas con el
Descubrimiento de América al ubicar su isla
en el Nuevo Mundo. Tuvo también presente el
comunismo cristiano primitivo al criticar la exclusión de los campesinos pobres.
Otro proyecto utópico será el de Francis
Bacon, que en su obra Nueva Atlántida sentó
las bases de una utopía científico-social en
su objetivo de articular un programa de acción para un Estado real. Por otra parte, en la
Ciudad del Sol, el dominico Tommaso Campanella plasmó su anhelo de unidad universal
cristiana en un proyecto cosmopolita en el
que impera la igualdad gracias a ideales místico-teológicos, cosmológicos y astrológicos.
La primera utopía específicamente protes-
ENERO / MARZO 2014
195
RESEÑAS
Ante el sueño utópico de un mundo en el que
obtener el sustento solo implique alzar el
brazo hacia los frutos, la Antigüedad intentará
explicar la distancia existente entre nuestra
necesidad de alimento y la dificultad para lograrlo. Hesíodo nos enseña que esta distancia
es consecuencia de un castigo divino. Pero si
existe un pensador clásico asociado con la
idea de utopía es, sin duda, Platón. Este filósofo no sueña ya con un pasado mítico sino
que, por el contrario, presenta una utopía racional e intemporal con el objetivo de instaurar un orden social permanente dirigido por
los mejores. Estos, los guardianes de la polis,
se regirán por un comunismo que no descansaba sobre criterios de justicia social y felicidad, sino sobre otros más prosaicos de
funcionalidad y sacrificio.
construcción utópica cristiana con San Agustín y Joaquín de Fiore.
CUADERNOS de pensamiento político
tante, de carácter místico, sería Cristianópolis
de Johann Valentin Andreae.
RESEÑAS
La Ilustración, nos recuerda Herrera Guillén,
adaptará los ideales utópicos al momento
histórico. En este sentido, la aportación de
Rousseau para la utopía es el mito del buen
salvaje. Su tesis fundamental de que el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad
lo corrompe recuperó la idea de la utopía
como un momento paradisíaco vinculado al
pasado. La propiedad privada terminó con
esta vida perfecta y originó la sociedad civil
como consecuencia de una discriminación
económica. Esta utopía servirá como medida
del hombre ideal de la Revolución francesa.
Desde la Revolución francesa, las utopías
buscarían el Estado perfecto, la igualdad superior o la libertad absoluta. En ese sentido,
Fichte, con su socialismo de Estado, defendía
el Estado comercial cerrado como garantía de
autosuficiencia y autonomía política. El siglo
XIX asistió a las alternativas de organización
socioeconómica de pensadores y filántropos.
Marx y Engels, con ánimo peyorativo, bautizaron estas propuestas con el nombre analíticamente dudoso de socialismo utópico. Uno
de estos utopistas, Saint-Simon, cifraba la
clave de la utopía en la industria y postuló un
orden nuevo y moderno basado en la ciencia,
el progreso histórico, el organicismo social y
un cristianismo regenerado.
Auguste Comte, discípulo de Saint-Simon, se
alejaría del socialismo utópico de su maestro, al elaborar una teoría sustentada en el
hecho de que no tenía sentido un mundo dividido. En su propuesta utópica, Comte se
consideraba a sí mismo un mesías, el sumo
sacerdote de una “religión positiva” que descansaba en el conocimiento científico.
Marx, con su socialismo científico, quiso alejar cualquier carácter utópico de su pensamiento y defendió un plan para interpretar
196
ENERO / MARZO 2014
científicamente la realidad. No obstante, para
Herrera Guillén, obras como el Manifiesto comunista fueron un intento para incardinar la
utopía en la vida diaria.
En la utopía anarquista, el anarcoindividualismo de Stirner sería, a juicio del autor, filosóficamente superior al del resto de utopistas
revolucionarios de su época. A diferencia de
los pensadores anarquistas que habían orientado su pensamiento hacia la libertad en sentido social, Stirner no piensa en la felicidad
de un mundo mejor sino en un ideal asocial
para conformar un sujeto individual.
El siglo XIX terminaría con la victoria de los
Estados sobre las utopías sociales y el siglo
XX, con el advenimiento de los totalitarismos,
asistió a la degradación de estos sueños de
mundos bienaventurados. Pese a todo, las corrientes utópicas regresaron en Mayo del 68.
Contracultura y pensamiento utópico se unieron como reacción ante una realidad que no
había respondido a las promesas ilustradas
de libertad y felicidad.
Tras el derrumbamiento del comunismo a
partir de 1989, los liberales celebraron la victoria del capitalismo y la utopía de un mundo
rendido a la democracia liberal, el capitalismo y la globalización. Para el autor del
libro, no significó el denominado “fin de la
historia”, sino el nacimiento de otro mundo
con su propia utopía. El movimiento antiglobalización recuperó, en formas rejuvenecidas,
los ideales utópicos. La última expresión de
la utopía sería el movimiento de los indignados de España. Este movimiento exige un
cambio en la democracia surgida de la Transición que, según los indignados, ha tocado
fondo.
Breve historia de la utopía recoge la historia
de diversas ideas políticas, religiosas y económicas a través del hilo de los ideales utópicos. Herrera Guillén defiende que estos
CUADERNOS de pensamiento político
ideales no son una repetición del pasado
sino una permanente reelaboración de viejos
modelos utópicos. Su tesis carece de una
mayor profundización en el pensamiento antiutópico y en categorías como la distopía y la
eucronía.
La historia nos recuerda que el precio de
adaptar la realidad existente a las utopías racionales ha sido la muerte, la violencia y el
menosprecio por los derechos fundamentales. El autor no evita la cuestión y Breve historia de la utopía nos recuerda que la
construcción práctica de todo modelo utópico
requiere de una ingeniería social masiva y
desemboca en el totalitarismo.
No obstante, para Herrera Guillén las utopías
no solo son fantasmagóricos mundos pensados irresponsablemente, sino que pueden
tener un valor positivo como referente ético.
En este sentido, los utopistas harían bien en
recordar que es prioritario fundamentar cualquier proyecto social y político, por excelso
que pueda parecer, en un sentido ético y personal que albergue la idea de libertad.
MARIO RAMOS VERA
RESEÑAS
Liberalismo, catolicismo
y ley natural
FRANCISCO J. CONTRERAS
Ediciones Encuentro, Madrid, 2013. 352 páginas.
Cuando se trata de enunciar los atributos de
la civilización occidental, muchos autores los
reducen a tres: la democracia liberal, la economía libre de mercado y la ciencia racional
y empírica. Tal síntesis es inobjetable, pues se
trata de tres hallazgos realizados en Europa,
aunque trasplantados con posterioridad primero al continente americano y después, con
mayor o menor arraigo, al resto del mundo.
Sin embargo, en ocasiones se obvia que si la
democracia representativa, la economía capitalista y la ciencia experimental se originaron
en el Viejo Mundo y no en otro lugar fue sim-
ple y llanamente por la existencia de un sustrato cristiano y, en concreto, católico.
Esta es precisamente una de las tesis del último libro del catedrático Francisco José Contreras, la identidad y plena compatibilidad
entre liberalismo y catolicismo. Mas Liberalismo, catolicismo y ley natural es mucho más
que un ensayo sobre el origen premoderno de
los fundamentos de la modernidad política;
es una obra de denuncia. Denuncia de la crisis en todos los órdenes, moral, político, económico y social, que aflige a esa civilización
ENERO / MARZO 2014
197
CUADERNOS de pensamiento político
RESEÑAS
occidental que en origen fue cristiana. Porque
para Contreras la crisis de Occidente es, en
última instancia, una crisis de fe.
El libro es una advertencia sobre los males característicos de lo que Gilles Lipovetsky ha definido como “hipermodernidad”. Sin embargo,
constituye asimismo una llamada a la movilización de los creyentes. En efecto, Contreras admite que el estatismo, el laicismo (que no la
laicidad, la “sana laicidad” a la que se refirió Pío
XII), el aborto y el desplome de la natalidad han
arraigado en Occidente en parte debido a la pasividad de los cristianos y, en particular, de los
católicos. A fin de contribuir a paliar esta desmovilización y desmoralización entre las personas temerosas de Dios, el autor plantea un
buen número de argumentos y estrategias a
emplear en el debate público. En cualquier
caso, dichas propuestas pueden resumirse en
una idea clave que preside todo el libro: el carácter racional de la religión cristiana. Así, en el
caso concreto del aborto, Contreras plantea que
la defensa de los derechos del nasciturus
puede apoyarse en argumentos que, aunque
ajustados a la doctrina católica y al magisterio
de la Iglesia, son puramente racionales y, por
tanto, defendibles desde premisas independientes de cualquier credo religioso.
El autor reivindica el catolicismo como instancia
de racionalidad en un Occidente posmoderno
permeado de irracionalidad. El oscurecimiento de
la razón es tan grande que el mismo concepto de
“verdad” parece estar en entredicho. A juicio de
Francisco José Contreras, en una época en la que
se considera intolerante emitir juicios de valor
sobre estilos de vida diferentes del propio, la Iglesia católica ha quedado como la única institución
que aboga por una ética personal exigente.
No obstante, Contreras admite la dificultad que
entraña plantear ideas consideradas “cristianas”, por muy racionales que sean, en el espa1
cio público. Hace referencia al reproche habitual que los partidarios del aborto libre o del
matrimonio entre personas del mismo sexo formulan a aquellos que, desde posiciones conservadoras, se oponen a su voluntad de
transformar la sociedad: que pretenden imponer ideas “religiosas” a aquellos que no las
comparten. Para explicar este fenómeno, Contreras recurre a la doctrina de las razones públicas tal como la planteó John Rawls: en el
debate público solo tienen lugar aquellas cuestiones sobre las que existe un amplio consenso
social. De esta manera, como la defensa del no
nacido se percibe como confesional y, por tanto,
como minoritaria, queda excluida del terreno
público y, en última instancia, de la legislación
positiva. El principio de las razones públicas, denuncia Contreras, actúa como un embudo que
bloquea las ideas provida al tiempo que vierte
en lo público las ideas consideradas “progresistas”, casi todas de raíz sesentayochista.
El libro reúne doce textos que Francisco José
Contreras ha publicado en los últimos tres años.
Solamente es inédito el primer capítulo, dedicado al estudio de las afinidades entre catolicismo y liberalismo político, y que hace las
veces de introducción. Deplora Contreras en ese
capítulo inicial que en el siglo XIX la Iglesia no
supiera distinguir entre la facción anticlerical del
liberalismo y la corriente más moderada, condenando ambas (Syllabus Errorum de Pío IX). El
autor afirma que el fundamento moral de la
economía capitalista es cristiano, y que la secularización propia de la posmodernidad pervierte peligrosamente a la economía de
mercado, como se ha puesto de manifiesto en
la última crisis económica y financiera.
El segundo capítulo, en el que Contreras
aborda sin ambages la pavorosa crisis de la
natalidad en el Viejo Continente, fue publicado hace exactamente dos años1. Se trata
de una descarnada y valiente exposición de
Cuadernos de Pensamiento Político, Nº 33, enero de 2012, pp. 103-134.
198
ENERO / MARZO 2014
CUADERNOS de pensamiento político
las causas y consecuencias de la baja natalidad en Europa, que incluye el planteamiento
de varias y originales medidas para paliar y,
en último caso revertir, este deletéreo fenómeno. En esencia, el autor aboga por reorientar la función redistributiva del Estado de
bienestar hacia el fomento de la natalidad,
puesto que la línea divisoria en una sociedad
posindustrial ya no es la de clase o raza, sino
la reproductiva: padres frente a no padres.
En estos tiempos de relativismo y de nihilismo
desaforados, en los que los conservadores,
como afirma el autor del libro, han pasado a ser
“la resistencia”, defensores de una cultura disidente, resulta bienvenida la publicación de una
obra como Liberalismo, catolicismo y ley natural. El progresista posmoderno que se sumerja
en sus páginas comprenderá que existen argumentos racionales poderosos que refutan sus
puntos de vista. Los católicos críticos con la
despenalización del aborto o el matrimonio
entre personas del mismo sexo hallarán en él
reivindicadas sus posiciones, además de argumentos de índole racional para defenderlas con
mayor ahínco. En definitiva, este notable libro
contribuirá a que el lector mínimamente instruido comprenda que, casi 130 años después
de la publicación del célebre folleto de Félix
Sardá y Salvany, el liberalismo no es pecado.
PABLO GUERRERO
Al servicio de la Farmacia
de España y de Europa
Homenaje al Prof. Dr. José Luis
Valverde
VARIOS AUTORES
Granada, 2011, Ediciones Sider, SC. Granada, 2011. 756 páginas.
La primera obligación de un hombre de Estado es, seguramente, la de seleccionar e incorporar a personas que no solo compartan
los rasgos esenciales de su proyecto político
sino que sean capaces de ayudarle en la dura
faena de llevarlo a la realidad.
Aquel gran estadista y gobernante que se
llamó en vida Manuel Fraga Iribarne participaba vivamente de esta convicción y nunca
renunció a la búsqueda de compatriotas que
fueran capaces de sumarse –enriqueciéndolo– a su proyecto de España y de la pre-
ENERO / MARZO 2014
199
RESEÑAS
A la Unión Europea dedica Francisco José Contreras algunos de los más brillantes capítulos
del libro. Además de denunciar la flagrante omisión de cualquier referencia al cristianismo en el
preámbulo del nonato Tratado Constitucional, el
autor describe, siguiendo a Marcello Pera, una
Unión Europea que niega su propia identidad y
en la que impera “la voluntad de vacío”. Una
Europa que se precia de ser expresión de una
humanidad posidentitaria que ya no necesita
raíces, que reniega de sus orígenes cristianos y
que abraza pseudovalores universales abstractos. Resulta enormemente sugestivo que Contreras describa la decadencia espiritual de
Europa como una “germanización” del Viejo
Continente, la traslación al ámbito europeo del
huero patriotismo constitucional de Habermas.
CUADERNOS de pensamiento político
RESEÑAS
sencia de nuestra Patria en los foros internacionales, entre los que su generación vio
pronto cómo nacía y cobraba forma el más
próximo y, también, más obvio, la Unión Europea, que hoy sigue su camino adelante pese
a las dificultades que lógicamente derivan de
las resistencias que suele encontrar todo gran
proyecto histórico, sobre todo cuando ha de
superar visiones puramente nacionales que
están muy arraigadas por años de historia (no
siempre pacífica) en la memoria de nuestros
contemporáneos.
El encuentro de Don Manuel con un joven catedrático de la Facultad de Farmacia en la
Universidad de Granada le produjo, como una
vez me dijo, cierta grata sorpresa. No esperaba que un especialista en la historia de la
Farmacia viviera con tanta intensidad y tan de
cerca las continuas peripecias y los muchos
altibajos del esfuerzo para unir Europa que
llevaban adelante, desde el corazón del Viejo
Continente, hombres eminentes como Alexandre Marc, Henri Brugman, Denis de Rougemont y Altiero Spinelli, cuyos escritos había
leído con pasión quien había sido aquel joven
estudiante en una Facultad granadina menos
propensa a las Humanidades y a la prospectiva histórica que otros centros universitarios.
Esa sorpresa era claramente admirativa y perdurable. Por ello, Fraga tomó algunos años
más tarde una sabia decisión: la de incluir, a
quien ya era entonces titular de la Cátedra de
Historia de la Farmacia en su Granada natal,
en la candidatura del Partido Popular a las
elecciones al Parlamento Europeo. Don Manuel me pidió que le ayudara en sus primeros
pasos, lo que hice con gusto, pero apenas fue
necesario porque el joven catedrático se
movía con mucha facilidad en un ambiente
que le era intelectualmente familiar desde
muchos años antes.
De esta fecunda vida queda para siempre
algo que no suele ser frecuente: un gran vo-
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lumen que sirve de motivo y de fundamento al
presente comentario: en 756 grandes páginas, este Homenaje al Prof. Dr. José Luis Valverde ha sido acertadamente editado por la
Sociedad de Docentes Universitarios de Historia de la Farmacia de España y constituye
un muy justo tributo de admiración y afecto
que tiene quizá especial valor porque se lo
rinden sus compañeros, buenos conocedores
de su obra y sus méritos. Hubo uno entre ellos
que los apreció muy pronto, cuando nos dice
que “a principios de la década de los años
sesenta” se acercó a su despacho “un jovenzuelo” que reconocía tener un solo mérito: el
de haber “conseguido provocar un pequeño
incendio en las prácticas de Química Orgánica”. El joven “incendiario” es el protagonista
de esta nota y quién recuerda aquel episodio
es el profesor catalán José María Suñé Arbussa, que era entonces catedrático y Decano
de la Facultad granadina de Farmacia, quien
supo detectar la valía de aquel inquieto estudiante y le ayudó, eficaz y afectuosamente, a
abrirse camino en el severo mundo de la enseñanza universitaria y de la investigación
científica. Desde Barcelona, el ilustre profesor
Suñé abre hoy el grueso libro que comentamos y deja constancia, en unas bellas páginas, de una amistad que ha cumplido el
medio siglo y que sigue viva desde aquel comienzo de la década de los sesenta. Es muy
notable y muy interesante su referencia a la
habilidad y el entusiasmo del joven Valverde a
la hora de crear en aquella Facultad el Museo
de Historia de la Farmacia “por su conocimiento de los anticuarios y de los gitanos de
la calle Elvira”. Quienes tienen de la investigación y de la docencia una idea demasiado
académica quizá encuentren en esta frase un
motivo de reflexión.
Reflejar brevemente un libro de más de setecientas grandes páginas es casi imposible.
Baste recordar que son cerca de cuarenta los
autores que a él han contribuido y que todos
proceden del ámbito granadino y académico
CUADERNOS de pensamiento político
que es el apropiado para honrar a un eminente catedrático de esa Facultad de Farmacia. Otros muchos amigos suyos habríamos
podido completar el perfil del profesor Val
verde que tiene, fuera de su ámbito académico y de su admirable labor docente, varias
dimensiones apenas sugeridas en estas líneas. Ha sido una fortuna labrar nuestra es-
trecha amistad y ver cómo, con qué sincera
intensidad, sus méritos científicos, docentes,
patrióticos y europeos han sido, al menos,
apuntados en este libro-homenaje que se
centra en sus grandes valores docentes y
académicos.
CARLOS ROBLES PIQUER
Esquerra Republicana
de Catalunya, 1931-2012.
Una història política
La Campana, Barcelona, 2013, 778 páginas
Los sondeos de los últimos dos meses del año
2013 indican, más o menos claramente, que la
formación independentista ERC (Esquerra Republicana de Catalunya), dirigida en la actualidad por el historiador y propagandista Oriol
Junqueras, podría convertirse en el futuro en la
primera fuerza política de Cataluña. Según las
encuestas publicadas, ERC aumentaría notablemente el número de escaños en el Congreso
de Diputados y, en especial, en el Parlamento
catalán, sobrepasando a la coalición gobernante en esta comunidad autónoma, Convergència i Unió (CiU). El partido de Junqueras ha
resultado ser, al fin y al cabo, el gran beneficiario del incremento entre la ciudadanía catalana,
a lo largo del último lustro, de las tendencias
independentistas, así como de la crisis interna
que esta misma cuestión, junto con algunas
más, ha provocado entre las dos grandes formaciones clásicas del sistema político catalán:
CiU y el PSC. No es ERC, sin embargo, un partido nuevo. Posee una larga tradición en Cataluña, aunque con una trayectoria más bien
oscilante y conflictual.
Coincidiendo con el cómodo momento que está
viviendo desde hace algún tiempo ERC, ha visto
la luz el libro Esquerra Republicana de Catalunya, 1931-2012. Una història política. Lo ha
escrito Joan B. Culla, un historiador e intelectual
del nacionalismo catalán –tertuliano en la radio
y televisión públicas de la comunidad, comentarista y articulista en los diarios El País y Ara–,
autor de obras como El republicanisme lerrouxista a Catalunya (1901-1923) (1986), Unió
Democràtica de Catalunya: el llarg camí (19312001) (2002), Israel, el somni i la tragèdia
(2004) –traducción castellana: La tierra más
disputada. El sionismo, Israel y el conflicto de
Palestina– o, entre otras, La dreta espanyola a
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RESEÑAS
JOAN B. CULLA
CUADERNOS de pensamiento político
RESEÑAS
Catalunya 1975-2008 (2009). En esta ocasión,
Culla nos propone una reconstrucción de la historia política del partido que dirige Oriol Junqueras en la actualidad, basándose sobre todo
en documentación escrita –prensa, documentos, bibliografía, anotaciones personales del
autor– y renunciando explícitamente a las posibles aportaciones de la historia oral. Se trata de
un volumen de orden clásico, eminentemente
factual y con estructura cronológica, bien documentado y rico en informaciones. La mayor
parte de los casi ocho centenares de páginas
está dedicada a la etapa abierta en 1975. La
historia de ERC entre su fundación, en 1931, y
el final del régimen franquista se resume en los
dos primeros capítulos de la obra.
ERC nació en marzo de 1931, fruto de los trabajos que se estaban llevando a cabo desde
hacía un año para unir las izquierdas republicanas y nacionalistas en Cataluña. Destacaban,
entonces, sobre todo tres núcleos: el grupo de
L’Opinió, los republicanos históricos de la órbita
de Lluís Companys y los nacionalistas intransigentes que seguían a Francesc Macià. Un buen
número de centros, casinos y peñas locales preexistentes constituyeron, como afirmara hace
tiempo el historiador Enric Ucelay-Da Cal, el
tronco fundamental de la nueva formación. Las
bases estaban puestas, pero fue necesario
construir con mucha premura y bastante improvisación una estructura organizativa central.
Las elecciones del 12 de abril convirtieron a la
nueva ERC, que surgía con un discurso radical
y rupturista, en protagonista principal de la política catalana. Sus dirigentes ocuparon el poder
en Cataluña en aquellos momentos decisivos
de cambio de régimen. El crecimiento del partido en los meses siguientes fue muy importante y la heterogeneidad interna resultante
evidente. El populismo guió en todo momento el
estilo, la gestión y las prácticas de esta formación política durante la Segunda República.
Convivían en su seno desde tendencias obreristas hasta el filo-fascismo declarado de Dencàs, conformando una opción catch-all tan
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atractiva como difícil de mantener al margen de
riñas y escisiones internas.
Desde el estallido de la Guerra Civil, los dirigentes de ERC se vieron sobrepasados en Cataluña por unos acontecimientos y situaciones
que nunca llegaron a controlar. El partido sufrió
en 1939 una fuerte represión y solamente
acabó consiguiendo resistir en un desesperante
exilio. A finales de la dictadura franquista, ERC
era una formación casi inexistente, sin espacio
político, y, para más inri, dividida en un mínimo
de tres facciones. Era vista por aquel entonces,
a fin de cuentas, no sin mucho de razón, como
una reminiscencia del pasado.
La formación nacionalista renació, no obstante,
en la Transición democrática bajo el liderazgo de
Heribert Barrera. No faltaron ni dificultades económicas ni conatos de escisión. En las elecciones generales de 1977 se hizo con un escaño
en el Congreso. La indefinición ideológica se
mantuvo durante bastante tiempo. En 1980,
ERC consiguió catorce escaños en el nuevo Parlamento catalán y se convirtió en árbitro de la
situación. Apoyó al partido de Jordi Pujol y Barrera asumió la presidencia del Parlamento. Cuatro años después, con la primera mayoría
absoluta de CiU, ya no era indispensable para
la gobernabilidad, pero Pujol ofreció a sus dirigentes entrar en el gobierno catalán, lo que
aceptaron. La cercanía al poder terminó por
pasar factura, tanto a nivel de resultados electorales –en 1986 ningún diputado de ERC se
sentó en el Congreso– como de enfrentamientos internos. Joan Hortalà se convirtió, en 1987,
en el nuevo secretario general del partido, dejando a Barrera la presidencia. Fue entonces
cuando desembarcaron en ERC un importante
grupo de activistas procedentes de Nacionalistes d’Esquerra y de la Crida a la Solidaritat. Destacaban, entre ellos, un par de personajes: Àngel
Colom y Josep-Lluís Carod-Rovira. El tono independentista subió en la formación y se produjo
una neta radicalización. Los recién llegados fueron adquiriendo poder y, en alianza con algunos
CUADERNOS de pensamiento político
núcleos históricos, se hicieron, tras innumerables peleas, con el control del aparato. En 1989,
Colom conquistó la secretaría general de ERC.
El resto de facciones de ERC se unieron para
asegurar la continuidad del partido y Carod-Rovira accedió a la secretaría general. Se marcaron
más las distancias con CiU que en épocas anteriores y se fueron incubando algunos elementos que iban a hacer posible unos años
después, en Cataluña, los gobiernos tripartitos.
Joan Puigcercós se convirtió en la cara de ERC
en Madrid. Se llegó a las elecciones catalanas
de 2003 en un clima de euforia, propiciado por
En 2006 se reeditó en Cataluña el gobierno tripartito PSC-ERC-ICV, con José Montilla al frente.
En aquella legislatura se hizo evidente la voluntad de los dirigentes de ERC de afianzar el independentismo. En el interior de la formación
florecieron las divisiones, las corrientes críticas
y, al final, las escisiones. Los resultados electorales en las autonómicas de 2010 fueron
malos. Se perdió casi la mitad de los escaños
del Parlament. La crisis no era menor. Esta
acabó solucionándose con el acceso a la dirección del partido de Oriol Junqueras. Desde
entonces y hasta 2012, concluye Culla, ERC ha
dejado atrás los negros presagios de hundimiento y marginalidad. Este autor nos ofrece en
su libro las principales claves para entender la
evolución de un partido que, como él mismo
afirma, ha vivido, a lo largo de más de ocho décadas, grandes victorias y derrotas catastróficas. El viejo partido de Macià y Companys
–aunque la continuidad histórica desde 1931
hasta hoy sea, en ocasiones, más ficción que
realidad y se haya recurrido con harta frecuencia a la invención de la tradición–, tradicionalmente heterogéneo e ideológicamente más
bien indefinido, inestable y de talante reñidor, se
erige en la actualidad como el principal valedor
de la independencia de Cataluña.
JORDI CANAL
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RESEÑAS
La victoria de este último provocó la ruptura de
la formación y la creación, por parte de los disidentes encabezados por Hortalà, de Esquerra
Catalana (EC) –en 1993 se integró en Convergència–. El nuevo proyecto de ERC consistió en
impulsar el independentismo y aumentar y rejuvenecer la militancia. En aquella época se
abrieron las puertas a los independentistas radicales del MDT y del grupo terrorista Terra
Lliure. El tema de la independencia se convirtió
en el ingrediente básico del discurso y la actividad del partido. Tiene razón Culla cuando caracteriza a Àngel Colom como un dirigente de
actitudes mesiánicas y gran pobreza intelectual.
Era, por encima de todo, un activista. En la campaña electoral catalana de 1992, ERC introdujo
un mensaje de largo y triste recorrido: el del expolio de Cataluña por parte de España. Todas
las anteriores novedades no tuvieron, sin embargo, digno reflejo en las urnas. Por esta razón,
la dirigencia se propuso, en 1993, rebajar el
tono radical y hacer un fichaje estrella, que no
tardó en estrellarse: Pilar Rahola. Las tensiones
internas aumentaron en los años siguientes, así
como el amplio descontento interno hacia el
tándem Colom-Rahola. Estos abandonaron ERC
en otoño de 1996 y fundaron el fracasado Partit per la Independència –antes de terminar en
CiU o en su órbita mediática–. Esta escisión por
la cúpula constituye, sin lugar a dudas, un caso
bastante curioso y excepcional.
los sondeos y el crecimiento de la afiliación. ERC
pasó a ser la tercera fuerza política del Parlamento catalán, con más del 16% de los votos.
El pacto con socialistas e Iniciativa abrió a Pasqual Maragall las puertas de la Generalitat. ERC
obtuvo importantes puestos en el gobierno y en
otras instituciones. La irresponsabilidad de algunos de sus dirigentes provocó algunas grietas.
El desgaste de Carod-Rovira, tras su célebre viaje
a Perpiñán para entrevistarse con miembros de
ETA, generó tensiones internas en la formación y
animó al poco escrupuloso y algo rudo Joan
Puigcercós a prepararse para presentar batalla
por el liderazgo de la formación. El conflicto entre
ambos dirigentes fue largo y cansino.
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