CUADERNOS de pensamiento político Cambio de era Un mundo en movimiento: de Norte a Sur y de Oeste a Este JOSEP PIQUÉ Deusto Ediciones, 2013, 216 páginas. Economía, comercio, política, geoestrategia, seguridad, historia y cultura se funden en 210 páginas que no son solo una radiografía. Piqué diagnostica primero y ofrece después propuestas orientadas a la acción huyendo de la retórica vacua y de los tópicos. Su gran acierto es evitar la abstracción y optar por la concreción, de modo que cada afirmación general va seguida de un ejemplo. Esta metodología permite comprender mejor su principal mensaje: “En muy poco tiempo, el centro de gravedad del planeta estará en la conjunción de dos mundos: el del Índico y el del Pacífico. Y si tuviéramos que elegir un punto geográfico concreto, identificaríamos el estrecho de Malaca” (p. 70). De hecho, afina incluso más cuando sostiene que Singapur se convertirá en la nueva gran city (junto con Hong Kong y Shanghái), equiparándola con las grandes ciudades-Estado del Renacimiento (por ejemplo, Venecia). Además, Indonesia ostentará un rol fundamental, pues cuenta con la ventaja geográfica determinante de ser bioceánica, esto es, pivote entre el Pacífico y el Índico. Escepticismo fundamentado y defensa de la libertad Actualmente, nos encontramos con una serie de países emergentes, como los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), de los cuales es común enfatizar solo su potencialidad económica. Sin embargo, Piqué explica que, a pesar de su heterogeneidad, todos ellos presentan síntomas comunes, y en especial retos que deben solventar de manera eficaz en el corto plazo ya que, de no hacerlo, su desarrollo se convertirá en retroceso. En este sentido, resultan pertinentes las cautelas que muestra sobre la política exterior china, que mientras extiende su influencia en América Latina o África, prescinde regionalmente cada vez más de las formas “suaves”. Así, en lo doméstico presenta un cuadro complejo con grandes desplazamientos del campo hacia la ciudad –fenómeno que si no lo gestiona correctamente ocasionará enfren- ENERO / MARZO 2014 181 RESEÑAS Josep Piqué ha sido protagonista en el campo de la política activa (ministro de Asuntos Exteriores), en el ámbito empresarial (presidente de Vueling y del Círculo de Economía de Cataluña) y goza de una merecida reputación académica como doctor en Economía. La obra que tenemos entre manos resulta de la suma de estos tres ingredientes. En sus dieciocho capítulos e introducción, Piqué describe el mundo actual con una narración dinámica, casi trepidante, en la que a modo de análisis prospectivo traza escenarios de futuro. Una premisa guiará su exposición: “solo vale mirar el futuro sabiendo por dónde va el mundo. Nada es peor que el inmovilismo basado en pensar que las cosas van a seguir siendo como han sido anteriormente” (p. 30). CUADERNOS de pensamiento político tamientos sociales– y problemas como la cohesión territorial (Tíbet) o la corrupción. Piqué también transmite sus dudas razonables acerca de las intenciones reales de la Rusia de Vladimir Putin, algo que percibe en el intento de “fidelizar” a las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, hoy en día algunas de ellas bajo la órbita militar de Estados Unidos o la OTAN, o en la necesidad perentoria de hidrocarburos que tiene Moscú. RESEÑAS Más optimista, sin embargo, se muestra sobre la evolución de Brasil, al que define como “potencia de la nueva era” que “por fin ha cumplido las expectativas” gracias a las políticas iniciadas por Cardoso y continuadas por da Silva y Rousseff. No obstante, se hace eco de los interrogantes futuros sintetizados en la pregunta: ¿es una burbuja su crecimiento económico? El listado de países que han seguido el camino correcto, esto es, la estabilidad institucional como base para la prosperidad, no se limita solo a Brasil, sino que también lo integran Colombia, Perú o México. El proceso antagónico lo abandera Argentina, con el predominio de las ambiciones políticas personales sobre el interés general de la nación, fenómeno que constató en primera persona siendo ministro de Asuntos Exteriores. Por ello es contundente cuando afirma que “los países prosperan cuando son percibidos como países serios, seguros y predecibles. Cuando no lo son, como la Venezuela de hoy, la Argentina peronista o la Bolivia de Morales, los flujos de inversión internacional dejan de fluir, los desequilibrios internos aumentan y la decadencia es inevitable y, quien sabe, irreversible” (p. 107). Otro de los aspectos sobresalientes de su obra es la defensa de la libertad. En efecto, Piqué trasciende los parámetros de lo “políticamente correcto” y critica sin reparos a la izquierda por el énfasis que pone en la igualdad, en nombre de la cual, recuerda, “se 182 ENERO / MARZO 2014 han cometido muchas barbaridades” (p. 138). Ligada a esta premisa, reivindica el rol que jugaron políticos no afines ideológicamente, como Lech Walesa o Helmut Schmidt, en el combate y derrota de la tiranía comunista. En esta última misión, también efectúa un alegato a favor de Juan Pablo II, Ronald Reagan, Helmut Kohl y Margaret Thatcher. España y la Unión Europea La UE ha perdido terreno en los últimos años frente a China, los países BRICS o Estados Unidos. El fracaso de la Constitución Europea o la crisis del euro son dos buenos exponentes, y ninguno de sus Estados miembros tiene en el siglo XXI capacidad para ser considerada una potencia global (p. 87). En íntima relación con la idea anterior, Piqué cree que percibir a Europa como problema en vez de como solución es un error mayúsculo que menosprecia dos hechos de su reciente historia: primero, que el proyecto diseñado por Monnet, Schuman o De Gasperi ha sido (y es) un modelo ético para el resto de la humanidad; y segundo, que la UE posee una dimensión tangible (y pragmática) que ha posibilitado que sus integrantes disfruten, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, de una prosperidad, paz y seguridad desconocidas hasta entonces. Y ello no obstante las actuales desavenencias entre los socios de la UE, bien por actitudes conflictivas como las de Reino Unido, bien por el propio modus operandi de Alemania que “manda, pero no lidera” (p. 169). En consecuencia, Europa debe replantearse su futuro como tarea urgente, prioritaria e inmediata. Y Piqué ofrece como respuesta que el proyecto económico vaya unido al político, pues este último ha quedado relegado y, en ocasiones, incluso marginado. No hay una política exterior común, lamenta el autor, para añadir que “debemos ser capaces de acompañar los argumentos políticos y diplomáticos CUADERNOS de pensamiento político con la necesaria capacidad de disuasión y de uso proporcionado de la fuerza que, en muchos casos, no solo puede ser más eficaz, sino que es la única vía ante dictaduras sanguinarias que, sin el menor respeto a los derechos humanos y a las minorías, están masacrando a sus propios pueblos: es el caso de la Siria de hoy; y el ejemplo de la Libia de Gadafi está muy cercano” (p. 152). Como se observa, el hilo conductor es similar al empleado para analizar la marcha de la UE, Más optimista, que no triunfalista, se muestra en el terreno de la economía. Aquí cree posible la recuperación y valora positivamente las medidas introducidas en el sector privado (devaluación interna) y el rescate bancario que “ha evitado el rescate total”. De cara al futuro insiste en la obligatoriedad de mantenerse fieles al realismo como conducta (al respecto, reprocha a Zapatero su exaltación al situar a España en la Champions League de la economía) y evitar a toda costa ciertas medidas como las aplicadas en años anteriores (por ejemplo, la estrategia de fusiones de cajas de ahorros). Como conclusión, el libro de Josep Piqué, aunque encuadrado en el género del ensayo político, es un verdadero tratado para la acción de gobiernos, ministerios de Exteriores y clase empresarial. Enumera escenarios de riesgo y brinda fórmulas para encararlos y sortearlos con éxito. Explica dónde se ubica el futuro económico, pero sin caer en un optimismo desmesurado y cortoplacista. Desde un prisma académico, Cambio de era puede convertirse en un buen referente para licenciaturas como Economía, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. ALFREDO CRESPO ALCÁZAR ENERO / MARZO 2014 183 RESEÑAS Cuantitativa y cualitativamente, España ocupa un lugar importante en la obra. Así, dos de sus capítulos están dedicados a poner de manifiesto el grave problema económico que hoy en día atravesamos y su triple dimensión política, social e institucional. No verlo, previene Piqué, implica miopía política y daría como resultado en la práctica “una reacción autista”. En este punto, su crónica de la actualidad nacional refleja lo que, en su opinión, es uno de sus principales déficits, el bipartidismo imperfecto que, si bien reconoce ha otorgado beneficios, toca a su fin. Esta aseveración no debemos entenderla como un ataque populista y demagógico hacia la clase política, sino como un punto de partida para encontrar soluciones. La principal, según él, sería una reforma de la Constitución orientada a un objetivo no solo jurídico sino de mayor calado: generar la empatía de los ciudadanos con las instituciones políticas. En ningún caso, matiza, sería una reforma encaminada a contentar a una parte, sino al todo. de ahí que insista en recordarnos que la España construida tras la muerte de Franco ejemplifica la historia de un éxito que nadie puede negar y que, a su vez, sirvió de referencia para otros países. CUADERNOS de pensamiento político ¿Qué pasa en Cataluña? MANUEL CHAVES NOGALES Editorial Almuzara, 2013. 128 páginas. Siendo redactor jefe del diario Ahora, Manuel Chaves Nogales recorrió el territorio español durante la Segunda República. Y en su intento de cubrir los acontecimientos más significativos de aquellos años, realizó un par de viajes a Cataluña: a finales de 1931 para entrevistar al entonces presidente de la Generalitat, Francesc Macià, y entre febrero y marzo de 1936, para realizar una serie de reportajes en los que expondría y analizaría la intrincada situación que se vivía tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Apenas 128 páginas que dan testimonio de una situación que, a casi ochenta años vista, parece un calco de la que ocupa la prensa española contemporánea en relación a Cataluña. blicà Català, y que propugnaba el reconocimiento de Cataluña como nacionalidad, la federación con otros pueblos de la península ibérica y cierto programa social. Esquerra Republicana se había convertido en fuerza hegemónica en Cataluña y la proclamación de la República catalana había obligado al gobierno provisional de la República, presidido por Niceto Alcalá Zamora, a negociar con los nacionalistas catalanes la creación de la Generalitat y la elaboración de un Estatuto de Autonomía. Bajo la presidencia de Francesc Macià, la Generalitat designó una comisión para la redacción de un anteproyecto de Estatut, que contemplaba el derecho a la autodeterminación y que sometido a plebiscito en Cataluña en agosto de 1931 contó con un voto afirmativo superior al 90 por ciento. Chaves Nogales entrevista a Francesc Macià algunos meses después de la “acelerada proclamación unilateral de la República catalana, el 14 de abril de 1931”, el mismo día de la proclamación de la Segunda República española. Desde su regreso del exilio francés tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, la actividad del político nacionalista había sido prolífica e intensa. Había integrado su partido, Estat Català, en Esquerra Republicana de Catalunya, coalición electoral en la que también se había integrado el partido fundado por Lluís Companys y Marcelino Domingo, Partit Repu- El conocido como Estatut de Núria estaba pendiente de ser aprobado por las Cortes en el momento en que Chaves Nogales entrevista a Francesc Macià, por lo que la entradilla al reportaje no puede ser más elocuente: “Don Francisco Maciá dice a los lectores de Ahora ... que si las Cortes no lo aprobaran se consideraría engañado”. Las declaraciones de Macià a lo largo de la entrevista –“Yo entendía que, desde el momento en que un pueblo siente y quiere su voluntad y lo expresa de una manera terminante, ya aquel pueblo no tiene por qué esperar a que unas Cortes se la den...”. “No RESEÑAS Lo mismo, pero más 184 ENERO / MARZO 2014 CUADERNOS de pensamiento político Lerroux (1933-1935); tuvo lugar la conocida como Revolución de octubre de 1934 y, aprovechando el momento, el presidente de la Generalitat Lluís Companys y todo su gobierno declararon el Estado catalán; el ejército suspendió el gobierno de la Generalitat que se restauró en febrero de 1936; finalmente, la coalición de izquierdas conocida como Frente Popular, que en Cataluña incluyó a Esquerra Republicana de Catalunya y se denominó Front d’Esquerres, ganó las elecciones de febrero de 1936. Macià se presenta como un hombre de acción, un estratega y un idealista –“La cultura del pueblo, su educación política, serán los cimientos de nuestra obra de gobierno”– cuya trayectoria vital está determinada por “esta confianza absoluta, ciega, en el pueblo catalán”. En definitiva, un político con formación militar –había ingresado en el Ejército con 16 años, se había formado en Guadalajara, había alcanzado el grado de teniente coronel durante el reinado de Alfonso XIII y en 1905 se había manifestado en contra de las acciones del Ejército en Barcelona– que pone a la sociedad en el lugar del regimiento y al ciudadano en el del soldado: “Queremos antes que nada elevar la cultura media del pueblo, porque sin ello el pueblo no llegará nunca a ser plenamente consciente de sus deberes y derechos ni será posible mantener una verdadera disciplina ciudadana”. En esta situación de confusión y excepcionalidad, Chaves Nogales viaja por segunda vez a Cataluña, para comprender qué es lo que pasa, como reza el título del libro. La serie de reportajes se inicia con En la hora del triunfo, realizado en Barcelona el 25 de febrero de 1936, y termina con varias entrevistas aglutinadas bajo el título Un conservador, un liberal, un marxista y un sindicalista, publicado el 8 de marzo de 1936. Entre la entrevista a Francesc Macià y los reportajes de 1936 tuvieron lugar unos cuantos hechos de importancia. Con las pertinentes modificaciones, en la primavera de 1932 las Cortes aprobaron el conocido como “Estatuto de Núria”, en el que no se reconoció el derecho a la autodeterminación; en diciembre de 1933 murió Francesc Macià y Lluís Companys le sucedió al mando de Esquerra Republicana de Catalunya; se sucedieron, por orden cronológico, los gobiernos de Manuel Azaña (1931-1933) y Alejandro En el primer reportaje, así como en el titulado Las grandes paradas de la ciudadanía, el periodista se centra en comprender el entusiasmo que observa en las calles de Barcelona. Se trata de un entusiasmo que no halla parangón en ninguna otra parte de España y que atribuye a una especie de condición existencial como pueblo y a una sensación de triunfo de los catalanes que, paradójicamente, atañe a vencedores y vencidos: “Voy creyendo ya que el júbilo del triunfo es compatible con el hecho circunstancial de haber votado en contra”. Es probable que Chaves Nogales no terminara de comprender la razón de tal contradicción, pero lo cierto es que dio en el clavo al señalar que el separatismo –a los separatistas les llaman perturbadores los propios manifestantes– “es una rara substancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras”. ENERO / MARZO 2014 185 RESEÑAS concibo la guerra más que como la decisión de un pueblo de defender las leyes y las libertades que a sí mismo se ha dado”– inauguran la actitud que caracterizará al nacionalismo catalán hasta el día de hoy y que se manifiesta en dos líneas de actuación: utilizar las instituciones del Estado para dinamitarlo desde dentro y tensar las cuerdas legales y políticas hasta conseguir sus objetivos o provocar una reacción contraria que le permita aparecer como víctima, que no es lo mismo que aparecer como perdedor ante los electores. CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS Chaves Nogales también ve necesario aproximarse a los hombres representativos del pensamiento de Cataluña a fin de comprender la mentalidad de los dirigentes políticos y sindicales. Después de subrayar el espíritu conservador de Cataluña y la pompa con que están instaladas las autoridades en la Generalitat –¿no es una contradicción con lo que había dicho en el primer reportaje?–, en la entrevista incluida en De presidiario a gobernante, Joan Moles i Omella –gobernador civil de Barcelona entre 1932 y 1933, gobernador general de Cataluña y presidente interino de la Generalitat tras las elecciones de febrero de 1936– manifiesta su preocupación por la baja súbita de valores, mientras que Luis Nicolau d’Olwer, político catalanista y republicano, expresa sus dudas acerca de las posibilidades de éxito de una opción revolucionaria o radical del nacionalismo. En el reportaje en donde aborda la ideología de las clases trabajadoras, un dirigente político señala la falta de opción marxista y el gran predicamento de los sindicatos anarquistas entre los trabajadores catalanes. El 2 de marzo de 1936, un día después de haber tomado el poder, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, manifiesta que tendrá en cuenta los intereses “fundamentales de la economía de España y de Cataluña” a la hora de gobernar y, desde luego, no se reconoce como un revolucionario inexperto que alcanzó el poder gracias a una coyuntura favorable. Concluye la serie una entrevista cuádruple al conservador Luis Durán y Ventosa, hombre de la Lliga, que no cree que las manifestaciones populares expresen el verdadero sentir de Cataluña; al liberal Amadeo Hurtado que, por el contrario, cree que los políticos están obsoletos y que la dirección política está en manos de las masas, “la multitud; esa gente que pasa ahora por la calle”; al marxista Rafael 186 ENERO / MARZO 2014 Vidiella, que reconoce que el catalanismo, burgués, ha llamado la atención de las masas; al sindicalista Ángel Pestaña y a un sindicalista más radical, que sentencia: “La verdad somos nosotros, la Confederación. Lo verá usted pronto, muy pronto”. Ciertamente, se pueden establecer paralelismos entre la situación analizada en los reportajes de Chaves Nogales y el momento político actual. Ahora bien, ponerse de acuerdo sobre el porqué de esas semejanzas es más difícil. No basta con decir que la Constitución de 1978 ha resultado insuficiente y que el “café para todos” no ha servido para colmar las expectativas de los llamados nacionalismos históricos. Tampoco es de gran ayuda señalar que la crisis económica ha despertado sentimientos adormecidos. El paralelismo podría explicarse porque, aunque las circunstancias actuales nada tienen que ver con las de los años treinta, la ideología, la estrategia y los objetivos de los nacionalistas no han variado para nada. Tanto la versión radical de camisa desabrochada y alpargata en el escaño, como la versión de traje y corbata de diseño, se alimentan de la misma ideología que expresaban los dirigentes de entonces, aderezada ahora con métodos de propaganda tan ramplones como el de “España nos roba”. Con la misma conciencia de que las declaraciones, desplantes y manifestaciones sirven para “hacer historia” y más allá de que alcancen o no sus objetivos, acumulan capital ideológico y político para cuando llegue el momento. Como si casi cuarenta años de experiencia democrática no hubieran servido más que para ejecutar lo que no pudieron en los treinta; teniendo en cuenta que lo que entonces era presentado como un asunto entre españoles, ahora pretende alcanzar repercusión internacional. LEAH BONNÍN CUADERNOS de pensamiento político De “La sinagoga vacía” a “Sumisiones voluntarias” GABRIEL ALBIAC La sinagoga vacía. Un estudio de las fuentes marranas del espinosismo (2ª ed.), Madrid, Tecnos, 2013. 680 págs. Sumisiones voluntarias. La invención del sujeto político: De Maquiavelo a Spinoza. Ed. de Alberto Mira Almodóvar, Madrid, Tecnos, 2011. 288 páginas. sionado, pero en lo que aquí nos afecta, Albiac logró una síntesis, desde la perspectiva española, sobre el núcleo más atormentado y radical de la comunidad sefardí en Ámsterdam, la ciudad del libre mercado y el libre pensamiento, en particular Juan de Prado, Uriel (o Gabriel) da Costa y Spinoza. Tanto como este significado de orden histórico, La sinagoga vacía tenía otro, referido esta vez a la investigación filosófica sobre Spinoza y al papel que esta estaba destinada a tener en la evolución de algunas corrientes de pensamiento, filosófico y político, a partir de los años setenta. Efectivamente, el inmanentismo de Spinoza y su desarrollo en la ética y en la política ya habían empezado a ser revisitadas por entonces con el fin de argumentar líneas de pensamiento que retomaran una visión radical del materialismo capaz de continuar, desde dentro y sin rupturas, el que había ido proponiendo el marxismo. Quien esto firma recuerda las clases de Gilles Deleuze en los ba- ENERO / MARZO 2014 187 RESEÑAS El año en el que Gabriel Albiac publicó la primera edición de La sinagoga vacía, en 1987, el conocimiento del criptojudaísmo español y portugués –el “marranismo”–, era menor de lo que lo es hoy en día. Y aunque se había explorado la relación entre el pensamiento de Spinoza y la mentalidad atormentada de los criptojudíos, no se había realizado un estudio que pusiera el asunto en su perspectiva auténtica. Albiac pudo utilizar las aportaciones de Menéndez Pelayo, de Julio Caro Baroja y el clásico de Cecil Roth sobre los “marranos”, así como los trabajos más concretos y profundos de Israël S. Révah y Henry Méchoulan o los del propio Révah, de Carolina Michaelis de Vasconcelos y el de Yosef Hasin Yerushalmi sobre Da Costa e Isaac Cardoso. La sinagoga vacía reunió todo este material, y con una investigación propia, procedió a una evaluación de lo que la filosofía spinozista debía a una tradición hispánica. Como es natural, la relación de Spinoza con el judaísmo siempre ha sido objeto de debate intenso, e incluso apa- CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS rracones instalados en pleno bosque de Vincennes, los martes a una hora temprana, como una experiencia casi perfectamente spinozista. Parecía que la exaltación de la vida –algo siempre un poco sospechoso– que Deleuze encontraba plasmada en Spinoza (véase Spinoza. Philosophie pratique) cobrara un sentido claro y bueno en la luminosidad de la mañana recién estrenada. Quien esto firma sospecha también que Albiac tuvo una experiencia menos dichosa, o menos inocente, del spinozismo. Y es que fue Louis Althusser, en este caso en la también parisina rue d’Ulm, quien parece haber abierto una vía que con el tiempo estaba llamada a convertirse en uno de los asuntos centrales de la vida intelectual y política de su discípulo. La sinagoga vacía, dedicada a Althusser en su primera edición (con una frase muy significativa), refrendaba este hecho. Hace poco tiempo se ha publicado la segunda edición de la obra y, como es lógico, se han producido algunos cambios importantes. Albiac, sin reescribirla, ha incluido mucho de lo que desde entonces ha salido a la luz sobre el criptojudaísmo. Particularmente importante era el descubrimiento en 1993 de la obra hasta entonces perdida de Uriel da Costa, el Exame das tradiçoes phariseas. El propio Albiac publicó en su día la edición española del Exemplar Humanae Vitae (Espejo de una vida humana), el escrito apologético que da Costa redactó justo antes de suicidarse tras su segunda reconciliación con la comunidad judía de Ámsterdam. Lo publicado desde entonces no ha venido a contradecir –al revés– una de las líneas argumentales de La sinagoga vacía. El desarraigo, el disimulo y la impostura vividas por los criptojudíos les proporcionó la experiencia del carácter imaginario de cualquier identidad subjetiva. Y esa convicción es la que nutre el núcleo mismo del pensamiento spinozista, aquel que toma conciencia de la necesidad 188 ENERO / MARZO 2014 de emancipar el pensamiento –también la ética, y la política con ella– de cualquier trascendencia, de cualquier finalidad. En esta línea se ha desarrollado luego una parte importante de la investigación sobre Spinoza, por ejemplo el trabajo de su más moderno biógrafo, Steven Nadler, o los estudios publicados en el volumen colectivo The New Spinoza (entre ellos, uno del propio Albiac). Casi al mismo tiempo que la nueva edición de La sinagoga vacía, ha aparecido un nuevo libro de su autor titulado Sumisiones voluntarias. Editado por Alberto Mira Almodóvar, consiste en la transcripción del curso impartido por Albiac en su cátedra de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense entre febrero y mayo de 2005. Con una universidad dedicada en buena medida a la enseñanza profesional y a la divulgación de conocimientos y habilidades básicas, el género de la transcripción de un curso se ha convertido en una rareza. Permitía, como lo ha hecho esta vez, asistir a la formulación –primera o sistemática– de un pensamiento. En el caso de Albiac, nos permite comprobar hasta qué punto el autor y profesor ha permanecido fiel a las ideas que llevaron al alumbramiento de La sinagoga vacía. La contribución de Albiac al nuevo spinozismo, que en España, por otra parte, ha sido muy rico, ha consistido en continuar los planteamientos que le abrió Althusser (aun más que de Deleuze: la dedicatoria subsiste, de hecho). Así como Althusser pensó la historia como un proceso sin sujeto ni fin(es), el filósofo de Ámsterdam, con su afirmación fundamental acerca de la naturaleza de Dios, se convierte en uno de los fundadores del materialismo. Spinoza forma parte de la línea “maldita” iniciada por Maquiavelo y continuada por Marx y, en algún momento, al menos, por Lenin. La misma que permitirá más tarde sortear los escollos del socialismo real, o, por decirlo de otra manera, de una forma del comunismo que tendría, para la CUADERNOS de pensamiento político propuesta comunista auténtica, la misma dimensión pequeño-burguesa que en su día tuvo el “humanismo comunista” para la teoría althusseriana o el revisionismo socialdemócrata para el núcleo diamantino del marxismo-leninismo. Los últimos treinta años del siglo XX fueron los de la derrota de todos los sueños revolucionarios y el triunfo de lo que Albiac, en paralelo a Antonio Negri, otro de los grandes cultivadores de esta línea del spinozismo, llama la “relación capital”, es decir, la victoria del capitalismo. Desde esta perspectiva, la voluntad de seguir siendo lo que se es, por parte del autor de La sinagoga vacía, resulta admirable. Las nuevas lecturas de la Ética de Spinoza, del Tratado teológico-político –el “libro forjado en el infierno”– y del inacabado Tratado polí- tico, con su propuesta democrática radical, permiten asegurarnos que sigue existiendo una última trinchera. Los que la habitan no desencadenarán un nuevo ciclo revolucionario, pero están empeñados en ofrecer una alternativa a la condición presente, en el que el cumplimiento de la promesa de la libertad disimula apenas el sometimiento insoluble que se resuelve en lo que el propio Albiac ha llamado, echando mano de una terminología marxista, el triunfo de la “la subsunción real”. Desde esa trinchera, y puestos bajo la advocación del filósofo cauteloso y oculto, como los “marranos” o criptojudíos, queda la exploración –intelectual, se entiende– del “comunismo del futuro”. JOSÉ MARÍA MARCO RESEÑAS Edmund Burke. Philosopher, Politician, Prophet JESSE NORMAN William Collins, 2013. 320 páginas. “Aunque las Nubes puedan un momento ocultarle a nuestra Vista, / Él pronto vuelve a iluminarnos como el rayo con renovada Luz”. Quizá el misterioso autor de estos versos dedicados a uno de los más grandes pensadores políticos no era del todo consciente de la verdad que encerraban sus palabras. Porque es cierto que la reputación de Edmund Burke (1730-1797) ha alternado entre periodos de enorme prestigio y épocas de menosprecio, pero su legado ha salido siempre triunfante, redescubierto en su capacidad para responder las grandes preguntas de la política. La figura de Burke mantiene la capacidad de seguir iluminándonos más de doscientos años después de su muerte, como demuestra este estupendo libro de Jesse Norman. En él nos ofrece una sólida y valiente interpretación de la trayectoria vital y de la obra teórica del que es unánimemente reconocido como el padre del conservadurismo moderno. Es só- ENERO / MARZO 2014 189 CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS lida porque Norman, que es uno de los más prometedores políticos británicos –miembro del Parlamento por el partido Tory, con una notable formación académica y varios libros sobre política y filosofía publicados– demuestra un consistente conocimiento de los clásicos y de la extensa bibliografía burkeana. Y es valiente porque el análisis del pensamiento de Burke lo hace bajo una perspectiva contemporánea. Norman estudia a Burke pensando en los problemas actuales y concluye que se trata de un autor clave para comprender el mundo de hoy. La vida de Burke ofrece la posibilidad de recorrer el vívido fresco de la política británica del siglo XVIII. Ese momento crucial en que surge el gran imperio comercial sustentado en la consolidación de un sistema parlamentario estable y en la incipiente formación de dos partidos políticos que se alternan lealmente en el poder. Burke fue a la vez participante y comentarista de los grandes acontecimientos que marcaron su época. El Burke político, el Whig asociado a Rockingham que permaneció casi la totalidad de su carrera en la oposición, dedicó su preocupación a cinco asuntos que consumieron sus tres décadas como miembro de la Cámara de los Comunes: la situación de los católicos en su Irlanda natal, que trabajó por aliviar y mejorar; la solución del conflicto con las colonias americanas; la lucha contra el patronazgo y la corrupción en la corte del rey Jorge III; los problemas de la administración colonial en India por la East India Company –con el impeachment de su gobernador Warren Hastings–; y, por último, los peligros de la influencia de la Revolución francesa. Batallas dispares pero que estuvieron alentadas por un mismo principio común: el rechazo del abuso de poder en cualquiera de sus posibles manifestaciones. La obra de estadista de Burke se enmarca así en la mejor tradición británica de defensa de la rule of law, de la tolerancia y del reformismo gradual. 190 ENERO / MARZO 2014 Aunque Burke es recordado hoy sobre todo por su temprana, rotunda y profética oposición a los sucesos que estallaron en Francia en 1789 –reacción que fragua inicialmente en ese texto fundamental para la historia de la ideas que es Reflexiones sobre la Revolución en Francia (1790)–, su obra teórica diseminada en libros, panfletos y cartas configura un pensamiento que trasciende cualquier reduccionismo. El Burke pensador, el filósofo de la política es para Norman el forjador de la concepción moderna de la política. Él es quien adelanta la idea moderna de partido político –“un partido es un grupo de hombres unidos para la promoción, a través de su esfuerzo común, del interés nacional sobre un determinado principio en el que están de acuerdo”– y él es también quien contribuye decisivamente a elaborar la idea de representación política vigente en la tradición anglo-americana, especialmente en su famoso Discurso a los electores de Bristol (1774). Pero, a su vez, Burke es el primer pensador posmoderno. Alejado de los planteamientos de la Ilustración, que representó paradigmáticamente Rousseau y de cuyo legado son herederas directas las sociedades contemporáneas, Burke aparece como el primer gran crítico de muchos de los aspectos propios de la modernidad. La excesiva confianza en la razón, la fe en la ciencia como única fuente del conocimiento, frente a la tradición y las creencias heredadas, constituyen peligrosas amenazas a los anclajes básicos del hombre en la comunidad, cuya falta lleva inevitablemente a la pérdida de identidad y a la anomia. Aunque pueda no estarse de acuerdo con todos los puntos de la tesis de Norman –hay quizá una excesiva fijación en la búsqueda de coherencia en una obra teórica que se caracteriza precisamente por la voluntaria huida de la exposición sistemática–, esta interpretación tiene precisamente el gran acierto de rescatar y explicar una concepción del hombre y de la sociedad cuya asimilación podría ayudar a CUADERNOS de pensamiento político afrontar los retos que asedian al Occidente actual. De acuerdo con Burke, que asume la noción aristotélica del hombre como ser social, es en el seno de la comunidad donde el individuo se realiza en plenitud. Es en el grupo donde el hombre nace y se socializa, y esa vinculación a una comunidad concreta es lo que determina, en gran parte, su humanidad. De ahí que el sentimiento de pertenencia, que comienza en el tantas veces citado little platoon, sea el factor determinante de la cohesión social. Ser humano no es una simple cuestión de satisfacción de necesidades económicas. Las acciones del hombre, dotado de una racionalidad limitada o imperfecta, están también gobernadas por las emociones y las pasiones, ajenas al cálculo economicista de beneficio-pérdida característico de la teoría liberal clásica. Del mismo modo, el orden social no es un mero agregado de individuos ni la simple unión para el intercambio económico. Las sociedades –las naciones– son comunidades de valores, instituciones y prácticas compartidas que son el resultado del paso del tiempo, de la experiencia histórica que llega hasta nosotros y que como tal debe ser transmitida a la posteridad. La sociedad no es solo un vínculo entre los miembros de la generación presente, sino entre “aquellos que viven, aquellos que murieron y aquellos que todavía están por nacer”. Las instituciones atesoran la sabiduría acumulada por la comunidad, y no pueden ser el simple designio de planes racionales. Por ello la revolución representa para Burke el gran peligro para la civilización, porque los planteamientos utópicos ajenos a cualquier experiencia no hacen sino perder de forma irrecuperable la sabiduría política que es producto de la historia. Este libro no consiste por tanto en la sola recuperación de Edmund Burke como uno de los pensadores seminales de la época moderna, motivo por el cual esta obra ya tendría un gran valor. Es también una oportuna reivindicación de la política razonable, de la política posible en el tiempo en que más necesitados estamos de ella. De esta visión del hombre y de la sociedad deriva la concepción de la política de Burke. Como JOSÉ RUIZ VICIOSO Esta idea de la política que retoma Norman constituye una enseñanza esencial de Burke y una propuesta de lo más sugestivo para el presente. Si los actuales gobernantes la tuvieran en cuenta, posiblemente algunos de los problemas planteados por el liberalismo exacerbado y el “utopismo” capitalista podrían encararse de una más satisfactoria. ENERO / MARZO 2014 191 RESEÑAS cualquier actividad humana, la política es intrínsecamente imperfecta. El estadista –el líder político, diríamos hoy– ha de procurar el mantenimiento del organismo social en toda su complejidad y para ello se requiere, en primer lugar, un conocimiento de lo que podríamos llamar el “carácter nacional”. Las decisiones políticas deben tomarse de acuerdo al contexto, al ánimo de sus gentes, a las circunstancias particulares de cada momento –“son las circunstancias las que convierten todo esquema político y social en beneficioso o perjudicial para los hombres”–, y las reformas efectuarse con sentido histórico y prudencia. Puesto que la economía no es el único nexo que une a los individuos, la política no consiste en la aséptica administración tecnocrática de los recursos, sino en la elección entre alternativas fundada en la experiencia histórica de cada comunidad. En definitiva, el objeto de la política no consiste en satisfacer los intereses de los individuos que viven hoy, sino en preservar el orden social en el que confluyen las necesidades del pasado, del presente y del futuro. CUADERNOS de pensamiento político Robespierre. La virtud del monstruo DEMETRIO CASTRO RESEÑAS Madrid, Tecnos, 2013. 512 páginas. La figura de Maximilien de Robespierre (1758-1794) es, sin ninguna duda, un icono universal, aunque, según la persona que lo describa, puede convertirse en un ángel benefactor de la humanidad –el líder revolucionario que logró destruir al Antiguo Régimen y sus “anticuadas” ideas, por lo que se identificó su nombre con la Revolución francesa– o, por el contrario, en un demonio segador de vidas humanas –el discípulo poco aventajado de la Ilustración que, con sus dosis de vacío retoricismo, envenenó a las masas y se encargó de impulsar el exterminio de los contrarios, por lo que se identificó su nombre con el periodo conocido como Terror. No hay que bucear demasiado en los mares literarios y ensayísticos para encontrar multitud de ejemplos, de uno y otro extremo, en forma de pormenorizada bibliografía. Por todo ello, es realmente sorprendente encontrarnos con esta objetiva biografía de Robespierre, sobre todo, porque el autor no juzga ni condena, no ataca ni defiende, solo muestra las características, los discursos y las acciones del revolucionario francés por excelencia. Si eso es justo o no será el lector el que lo determine. El libro del profesor Castro tiene una estructura muy simple pero eficaz: siete largos capítulos, en los que, cronológicamente, se trata 192 ENERO / MARZO 2014 con sosiego y extensión los hechos, las ideas y, en definitiva, la historia de Robespierre, que no puede deslindarse, en ningún caso, de la historia de la propia Francia y de su revolución más célebre. No obstante, las herramientas que maneja con pericia el autor son, por encima de todo, los discursos del propio Robespierre, aunque también, en mucha menor medida, las fuentes secundarias, esos ríos de tinta vertidos que, en demasiadas ocasiones, han terminado desbordándose. Esto es algo que es muy de agradecer y que se da ya por sentado desde el principio del libro, en el que el autor se desmarca del calor ideológico que ha sido habitual en el tratamiento del revolucionario francés: “A Robespierre se le ha visto y se le ha considerado en función de las coyunturas políticas, y no solo en Francia” (p. 13). Todo ello sustentado en referencias históricas de calado, como no podría ser de otra manera en un momento histórico tan importante para la Humanidad. Los dos primeros capítulos son más breves que los restantes del libro, pues Robespierre, en su infancia, adolescencia y juventud, no se distingue por ser alguien especial, aunque ya apareciesen el orgullo y el retraimiento como los dos rasgos más importantes de su carácter, aquellos que le harían más detestable para sus contemporáneos en el futuro. Por lo CUADERNOS de pensamiento político demás, Robespierre no se distinguió demasiado de la mayoría de los revolucionarios franceses de su tiempo, ya que tenía en común con estos su procedencia de una familia de clase media y, sobre todo, el no estar todavía afianzado ni personal ni profesionalmente cuando estalló la Revolución. En consecuencia, el autor recalca que la existencia de Robespierre podría reducirse, en realidad, a su vida política, a poco más de cinco años. Aun se podría restringir más, si se quiere simplificar, hasta llegar al Terror, el periodo en el que su peculiar presencia fue, tristemente, más relevante que nunca. La parte más importante del libro es también la más extensa, porque se dedica a detallar la participación en los asuntos públicos de Robespierre. “El Incorruptible” –así era llamado por sus fieles seguidores–, pese a su fama de ser inflexible en la aplicación de sus principios, no tuvo siempre las mismas ideas, sino que cambió ostensiblemente, en algunos casos, su pensamiento. Una muestra de ello es la condena Habría que plantearse, entonces, ¿cuál es el auténtico discurso de Robespierre? ¿Es posible establecer y resumir sus principales características? Castro lo hace de modo sobresaliente, señalando que, en gran medida, es “el discurso de la aniquilación del enemigo previo y ostensible (el rey), del enemigo encubierto (los realistas, los girondinos y otros) y también del enemigo exterior (los países europeos en guerra con la Francia republicana)” (p. 253). En su discurso, claramente rousseauniano, son predominantes los principios generales y los enunciados abstractos, con una visión de la moral que desprecia los casos concretos. En el fondo, el discurso revolucionario trata de apelar al corazón y no a la razón, para lo que Robespierre se situará, él mismo, como protagonista de su argumentación política, en la que no dudará en identificarse personalmente con la nación, el pueblo y, sobre todo, con la virtud. Además de la eficacia de su pomposa oratoria, no se deben olvidar otros factores importantes que influyeron para que Robespierre consiguiera la mayor relevancia política en la Revolución francesa. Por un lado, la base, y el fundamento de todo ello, fue la obtención de un importante caudal de información que, aunque no siempre ENERO / MARZO 2014 193 RESEÑAS Un caso sumamente curioso ha sido el papel que han desempeñado los abogados en la Revolución francesa. Como subraya acertadamente Castro, tomando como referencia a Burke, la frustración personal de la mayoría de ellos provocó que ocupasen un papel protagonista en los célebres hechos revolucionarios. Ese desencanto generalizado en una profesión –la abogacía– y en una generación concreta –en torno a los treinta años– fue originado, sin duda, por el manifiesto desequilibrio entre sus elevadas expectativas y las escasas oportunidades que les concedía una sociedad incapacitada para asumir tal inflación de jóvenes letrados. Incluso la educación recibida por muchos de sus protagonistas en colegios jesuitas influyó en gran parte, pues su dominio de la palabra y la escritura era evidente, aunque no llegasen al nivel de Voltaire, el alumno más famoso del centro educativo parisino Louis-le-Grand. de Luis XVI. Robespierre, al principio, había sido un crítico defensor del rey, siendo consciente de que el rey no podía seguir en la jefatura del Estado, pero de ahí al final que tuvo, con su inestimable colaboración, condenado a muerte por una Convención que se había erigido en poder legislativo y judicial a la vez, era impensable para él y para un país cuya opinión pública era abrumadoramente monárquica. Una vez decidido, Robespierre –y no fue el único–, para conseguir su triunfo, se negó a que la sentencia la ratificase el pueblo, sorprendiendo extraordinariamente que aquellos que habían defendido la individualización de las penas y las garantías procesales terminasen mandando a sospechosos a la guillotina en pleno delirio del Terror. CUADERNOS de pensamiento político era demasiado precisa ni fidedigna, registraba cuidadosamente y utilizaba, en su caso, llegada la ocasión. Mayor trascendencia tendría, por otro lado, el crear y promover una verdadera burocracia en las instituciones políticas, tanto en las viejas instituciones procedentes del Antiguo Régimen como en las nuevas instituciones revolucionarias, premiando, de ese modo, a sus leales correligionarios, que estaban encantados, por ello, de impulsar la aprobación de las propuestas y decisiones de su admirado benefactor Robespierre. RESEÑAS El libro, en su final, no aclara el ocaso de Robespierre: si antes de que la guillotina cortase su cabeza se intentó suicidar o simplemente fue herido en la cara por el disparo de un gendarme, algo que toda la ingente bibliografía posterior generada por el personaje tampoco ha podido esclarecer. En cambio, es capaz de constatar un trastorno paranoico en su actuación; lo que explicaría, en cierto modo, su propensión, ya casi al final de su corta vida, a la represión y exterminación del enemigo político. Los síntomas que enumera Castro, como conclusión, son rotundos: “el sentirse objeto de persecución por una maquinación para perjudicarle o matarle, la desconfianza, la susceptibilidad ante la opinión de otros o la animosidad permitiría hablar de rasgos paranoicos en su personalidad cuando no específicamente de personalidad paranoica con delirio persecutorio de acuerdo con la descripción clínica estándar” (p. 365). DAVID CARRIÓN MORILLO Breve historia de la utopía RAFAEL HERRERA GUILLÉN Ediciones Nowtilus, Madrid, 2013, 312 páginas. La utopía es un no-lugar que contiene una imagen fantástica e irrealizable de la sociedad para presentar el sueño de un orden de vida justo, una crítica del presente o un boceto para construir un futuro excelso. El estatuto de esta categoría explicativa de pensamiento imaginativo aún está en entredicho y se cuestiona si las utopías son herramientas de reflexión política, verdaderos proyectos socio-políticos o simplemente un género literario de ficción. rrera Guillén considera que para entender el pensamiento utópico es necesario partir de una premisa: las ideas utópicas son recurrentes y, pese a su agotamiento, vuelven rejuvenecidas tras adoptar ropajes más adecuados para cada momento histórico. Por eso, Breve historia de la utopía presenta un trayecto en el que asistimos a la génesis, al desarrollo y la metamorfosis de las ideas utópicas a lo largo de diversos momentos constitutivos. Cuando la conveniencia o no de la muerte de la utopía es objeto de discusión, el profesor He- El comienzo de esta búsqueda de la perfección tiene lugar en dos narraciones del Géne- 194 ENERO / MARZO 2014 CUADERNOS de pensamiento político sis que serán reinterpretadas a lo largo de los siglos. La primera, el huerto del Edén, nos sitúa ante la idea de que los seres humanos pertenecen a un mundo mejor pero perdido en el pasado. El segundo relato es la historia del diluvio universal, que prefigura el derecho de los “justos” a destruir el corrompido mundo existente. Por otra parte, las expediciones de Alejandro Magno hicieron del mundo un lugar más grande. El sueño de tierras lejanas consolidaría la fantasía de los estoicos de una utopía universal que dio origen al cosmopolitismo –la idea del mundo como ciudad de todos los seres humanos. En esta escalada del pensamiento utópico, la llegada del cristianismo supone un punto de inflexión porque esta nueva religión no admite una utopía terrena que ninguna institución humana puede conseguir. El mundo perfecto y los sueños de redención solo tendrán cabida en el mundo no terrenal. Los cristianos primitivos y su vida en común representarán un ideal utópico de gran trascendencia para el futuro. Breve historia de la utopía vinculará la El primero, San Agustín, transfirió la salvación y la felicidad al más allá porque la ciudad del hombre era estéril. Cualquier esperanza solo podía fructificar en una ciudad celestial. En un grandioso escenario de teología de la historia asistiríamos a un ingente conflicto entre quienes pertenecen a la Ciudad de Dios y los miembros de la ciudad terrena o diabólica. Este progreso traumático hacia el Reino de Jesucristo se instauró como una fuerza utópica al convertir el mundo real en el tiempo de espera para la redención. Joaquín de Fiore, por su parte, señaló que el paraíso en la Tierra no puede posponerse porque el presente tiene derecho a un mundo mejor. El autor se detendrá especialmente en otro célebre pensador cristiano y patrón de los políticos, Tomás Moro, por su condición de fundador del pensamiento utópico moderno. En Utopía, obra que da nombre a esta corriente de pensamiento, recurre a los elementos que caracterizarán el utopismo renacentista y moderno. De la tradición helénica recogió la propuesta de un sistema platónico de reglamentación social. Al mismo tiempo, reflejó las esperanzas surgidas con el Descubrimiento de América al ubicar su isla en el Nuevo Mundo. Tuvo también presente el comunismo cristiano primitivo al criticar la exclusión de los campesinos pobres. Otro proyecto utópico será el de Francis Bacon, que en su obra Nueva Atlántida sentó las bases de una utopía científico-social en su objetivo de articular un programa de acción para un Estado real. Por otra parte, en la Ciudad del Sol, el dominico Tommaso Campanella plasmó su anhelo de unidad universal cristiana en un proyecto cosmopolita en el que impera la igualdad gracias a ideales místico-teológicos, cosmológicos y astrológicos. La primera utopía específicamente protes- ENERO / MARZO 2014 195 RESEÑAS Ante el sueño utópico de un mundo en el que obtener el sustento solo implique alzar el brazo hacia los frutos, la Antigüedad intentará explicar la distancia existente entre nuestra necesidad de alimento y la dificultad para lograrlo. Hesíodo nos enseña que esta distancia es consecuencia de un castigo divino. Pero si existe un pensador clásico asociado con la idea de utopía es, sin duda, Platón. Este filósofo no sueña ya con un pasado mítico sino que, por el contrario, presenta una utopía racional e intemporal con el objetivo de instaurar un orden social permanente dirigido por los mejores. Estos, los guardianes de la polis, se regirán por un comunismo que no descansaba sobre criterios de justicia social y felicidad, sino sobre otros más prosaicos de funcionalidad y sacrificio. construcción utópica cristiana con San Agustín y Joaquín de Fiore. CUADERNOS de pensamiento político tante, de carácter místico, sería Cristianópolis de Johann Valentin Andreae. RESEÑAS La Ilustración, nos recuerda Herrera Guillén, adaptará los ideales utópicos al momento histórico. En este sentido, la aportación de Rousseau para la utopía es el mito del buen salvaje. Su tesis fundamental de que el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad lo corrompe recuperó la idea de la utopía como un momento paradisíaco vinculado al pasado. La propiedad privada terminó con esta vida perfecta y originó la sociedad civil como consecuencia de una discriminación económica. Esta utopía servirá como medida del hombre ideal de la Revolución francesa. Desde la Revolución francesa, las utopías buscarían el Estado perfecto, la igualdad superior o la libertad absoluta. En ese sentido, Fichte, con su socialismo de Estado, defendía el Estado comercial cerrado como garantía de autosuficiencia y autonomía política. El siglo XIX asistió a las alternativas de organización socioeconómica de pensadores y filántropos. Marx y Engels, con ánimo peyorativo, bautizaron estas propuestas con el nombre analíticamente dudoso de socialismo utópico. Uno de estos utopistas, Saint-Simon, cifraba la clave de la utopía en la industria y postuló un orden nuevo y moderno basado en la ciencia, el progreso histórico, el organicismo social y un cristianismo regenerado. Auguste Comte, discípulo de Saint-Simon, se alejaría del socialismo utópico de su maestro, al elaborar una teoría sustentada en el hecho de que no tenía sentido un mundo dividido. En su propuesta utópica, Comte se consideraba a sí mismo un mesías, el sumo sacerdote de una “religión positiva” que descansaba en el conocimiento científico. Marx, con su socialismo científico, quiso alejar cualquier carácter utópico de su pensamiento y defendió un plan para interpretar 196 ENERO / MARZO 2014 científicamente la realidad. No obstante, para Herrera Guillén, obras como el Manifiesto comunista fueron un intento para incardinar la utopía en la vida diaria. En la utopía anarquista, el anarcoindividualismo de Stirner sería, a juicio del autor, filosóficamente superior al del resto de utopistas revolucionarios de su época. A diferencia de los pensadores anarquistas que habían orientado su pensamiento hacia la libertad en sentido social, Stirner no piensa en la felicidad de un mundo mejor sino en un ideal asocial para conformar un sujeto individual. El siglo XIX terminaría con la victoria de los Estados sobre las utopías sociales y el siglo XX, con el advenimiento de los totalitarismos, asistió a la degradación de estos sueños de mundos bienaventurados. Pese a todo, las corrientes utópicas regresaron en Mayo del 68. Contracultura y pensamiento utópico se unieron como reacción ante una realidad que no había respondido a las promesas ilustradas de libertad y felicidad. Tras el derrumbamiento del comunismo a partir de 1989, los liberales celebraron la victoria del capitalismo y la utopía de un mundo rendido a la democracia liberal, el capitalismo y la globalización. Para el autor del libro, no significó el denominado “fin de la historia”, sino el nacimiento de otro mundo con su propia utopía. El movimiento antiglobalización recuperó, en formas rejuvenecidas, los ideales utópicos. La última expresión de la utopía sería el movimiento de los indignados de España. Este movimiento exige un cambio en la democracia surgida de la Transición que, según los indignados, ha tocado fondo. Breve historia de la utopía recoge la historia de diversas ideas políticas, religiosas y económicas a través del hilo de los ideales utópicos. Herrera Guillén defiende que estos CUADERNOS de pensamiento político ideales no son una repetición del pasado sino una permanente reelaboración de viejos modelos utópicos. Su tesis carece de una mayor profundización en el pensamiento antiutópico y en categorías como la distopía y la eucronía. La historia nos recuerda que el precio de adaptar la realidad existente a las utopías racionales ha sido la muerte, la violencia y el menosprecio por los derechos fundamentales. El autor no evita la cuestión y Breve historia de la utopía nos recuerda que la construcción práctica de todo modelo utópico requiere de una ingeniería social masiva y desemboca en el totalitarismo. No obstante, para Herrera Guillén las utopías no solo son fantasmagóricos mundos pensados irresponsablemente, sino que pueden tener un valor positivo como referente ético. En este sentido, los utopistas harían bien en recordar que es prioritario fundamentar cualquier proyecto social y político, por excelso que pueda parecer, en un sentido ético y personal que albergue la idea de libertad. MARIO RAMOS VERA RESEÑAS Liberalismo, catolicismo y ley natural FRANCISCO J. CONTRERAS Ediciones Encuentro, Madrid, 2013. 352 páginas. Cuando se trata de enunciar los atributos de la civilización occidental, muchos autores los reducen a tres: la democracia liberal, la economía libre de mercado y la ciencia racional y empírica. Tal síntesis es inobjetable, pues se trata de tres hallazgos realizados en Europa, aunque trasplantados con posterioridad primero al continente americano y después, con mayor o menor arraigo, al resto del mundo. Sin embargo, en ocasiones se obvia que si la democracia representativa, la economía capitalista y la ciencia experimental se originaron en el Viejo Mundo y no en otro lugar fue sim- ple y llanamente por la existencia de un sustrato cristiano y, en concreto, católico. Esta es precisamente una de las tesis del último libro del catedrático Francisco José Contreras, la identidad y plena compatibilidad entre liberalismo y catolicismo. Mas Liberalismo, catolicismo y ley natural es mucho más que un ensayo sobre el origen premoderno de los fundamentos de la modernidad política; es una obra de denuncia. Denuncia de la crisis en todos los órdenes, moral, político, económico y social, que aflige a esa civilización ENERO / MARZO 2014 197 CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS occidental que en origen fue cristiana. Porque para Contreras la crisis de Occidente es, en última instancia, una crisis de fe. El libro es una advertencia sobre los males característicos de lo que Gilles Lipovetsky ha definido como “hipermodernidad”. Sin embargo, constituye asimismo una llamada a la movilización de los creyentes. En efecto, Contreras admite que el estatismo, el laicismo (que no la laicidad, la “sana laicidad” a la que se refirió Pío XII), el aborto y el desplome de la natalidad han arraigado en Occidente en parte debido a la pasividad de los cristianos y, en particular, de los católicos. A fin de contribuir a paliar esta desmovilización y desmoralización entre las personas temerosas de Dios, el autor plantea un buen número de argumentos y estrategias a emplear en el debate público. En cualquier caso, dichas propuestas pueden resumirse en una idea clave que preside todo el libro: el carácter racional de la religión cristiana. Así, en el caso concreto del aborto, Contreras plantea que la defensa de los derechos del nasciturus puede apoyarse en argumentos que, aunque ajustados a la doctrina católica y al magisterio de la Iglesia, son puramente racionales y, por tanto, defendibles desde premisas independientes de cualquier credo religioso. El autor reivindica el catolicismo como instancia de racionalidad en un Occidente posmoderno permeado de irracionalidad. El oscurecimiento de la razón es tan grande que el mismo concepto de “verdad” parece estar en entredicho. A juicio de Francisco José Contreras, en una época en la que se considera intolerante emitir juicios de valor sobre estilos de vida diferentes del propio, la Iglesia católica ha quedado como la única institución que aboga por una ética personal exigente. No obstante, Contreras admite la dificultad que entraña plantear ideas consideradas “cristianas”, por muy racionales que sean, en el espa1 cio público. Hace referencia al reproche habitual que los partidarios del aborto libre o del matrimonio entre personas del mismo sexo formulan a aquellos que, desde posiciones conservadoras, se oponen a su voluntad de transformar la sociedad: que pretenden imponer ideas “religiosas” a aquellos que no las comparten. Para explicar este fenómeno, Contreras recurre a la doctrina de las razones públicas tal como la planteó John Rawls: en el debate público solo tienen lugar aquellas cuestiones sobre las que existe un amplio consenso social. De esta manera, como la defensa del no nacido se percibe como confesional y, por tanto, como minoritaria, queda excluida del terreno público y, en última instancia, de la legislación positiva. El principio de las razones públicas, denuncia Contreras, actúa como un embudo que bloquea las ideas provida al tiempo que vierte en lo público las ideas consideradas “progresistas”, casi todas de raíz sesentayochista. El libro reúne doce textos que Francisco José Contreras ha publicado en los últimos tres años. Solamente es inédito el primer capítulo, dedicado al estudio de las afinidades entre catolicismo y liberalismo político, y que hace las veces de introducción. Deplora Contreras en ese capítulo inicial que en el siglo XIX la Iglesia no supiera distinguir entre la facción anticlerical del liberalismo y la corriente más moderada, condenando ambas (Syllabus Errorum de Pío IX). El autor afirma que el fundamento moral de la economía capitalista es cristiano, y que la secularización propia de la posmodernidad pervierte peligrosamente a la economía de mercado, como se ha puesto de manifiesto en la última crisis económica y financiera. El segundo capítulo, en el que Contreras aborda sin ambages la pavorosa crisis de la natalidad en el Viejo Continente, fue publicado hace exactamente dos años1. Se trata de una descarnada y valiente exposición de Cuadernos de Pensamiento Político, Nº 33, enero de 2012, pp. 103-134. 198 ENERO / MARZO 2014 CUADERNOS de pensamiento político las causas y consecuencias de la baja natalidad en Europa, que incluye el planteamiento de varias y originales medidas para paliar y, en último caso revertir, este deletéreo fenómeno. En esencia, el autor aboga por reorientar la función redistributiva del Estado de bienestar hacia el fomento de la natalidad, puesto que la línea divisoria en una sociedad posindustrial ya no es la de clase o raza, sino la reproductiva: padres frente a no padres. En estos tiempos de relativismo y de nihilismo desaforados, en los que los conservadores, como afirma el autor del libro, han pasado a ser “la resistencia”, defensores de una cultura disidente, resulta bienvenida la publicación de una obra como Liberalismo, catolicismo y ley natural. El progresista posmoderno que se sumerja en sus páginas comprenderá que existen argumentos racionales poderosos que refutan sus puntos de vista. Los católicos críticos con la despenalización del aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo hallarán en él reivindicadas sus posiciones, además de argumentos de índole racional para defenderlas con mayor ahínco. En definitiva, este notable libro contribuirá a que el lector mínimamente instruido comprenda que, casi 130 años después de la publicación del célebre folleto de Félix Sardá y Salvany, el liberalismo no es pecado. PABLO GUERRERO Al servicio de la Farmacia de España y de Europa Homenaje al Prof. Dr. José Luis Valverde VARIOS AUTORES Granada, 2011, Ediciones Sider, SC. Granada, 2011. 756 páginas. La primera obligación de un hombre de Estado es, seguramente, la de seleccionar e incorporar a personas que no solo compartan los rasgos esenciales de su proyecto político sino que sean capaces de ayudarle en la dura faena de llevarlo a la realidad. Aquel gran estadista y gobernante que se llamó en vida Manuel Fraga Iribarne participaba vivamente de esta convicción y nunca renunció a la búsqueda de compatriotas que fueran capaces de sumarse –enriqueciéndolo– a su proyecto de España y de la pre- ENERO / MARZO 2014 199 RESEÑAS A la Unión Europea dedica Francisco José Contreras algunos de los más brillantes capítulos del libro. Además de denunciar la flagrante omisión de cualquier referencia al cristianismo en el preámbulo del nonato Tratado Constitucional, el autor describe, siguiendo a Marcello Pera, una Unión Europea que niega su propia identidad y en la que impera “la voluntad de vacío”. Una Europa que se precia de ser expresión de una humanidad posidentitaria que ya no necesita raíces, que reniega de sus orígenes cristianos y que abraza pseudovalores universales abstractos. Resulta enormemente sugestivo que Contreras describa la decadencia espiritual de Europa como una “germanización” del Viejo Continente, la traslación al ámbito europeo del huero patriotismo constitucional de Habermas. CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS sencia de nuestra Patria en los foros internacionales, entre los que su generación vio pronto cómo nacía y cobraba forma el más próximo y, también, más obvio, la Unión Europea, que hoy sigue su camino adelante pese a las dificultades que lógicamente derivan de las resistencias que suele encontrar todo gran proyecto histórico, sobre todo cuando ha de superar visiones puramente nacionales que están muy arraigadas por años de historia (no siempre pacífica) en la memoria de nuestros contemporáneos. El encuentro de Don Manuel con un joven catedrático de la Facultad de Farmacia en la Universidad de Granada le produjo, como una vez me dijo, cierta grata sorpresa. No esperaba que un especialista en la historia de la Farmacia viviera con tanta intensidad y tan de cerca las continuas peripecias y los muchos altibajos del esfuerzo para unir Europa que llevaban adelante, desde el corazón del Viejo Continente, hombres eminentes como Alexandre Marc, Henri Brugman, Denis de Rougemont y Altiero Spinelli, cuyos escritos había leído con pasión quien había sido aquel joven estudiante en una Facultad granadina menos propensa a las Humanidades y a la prospectiva histórica que otros centros universitarios. Esa sorpresa era claramente admirativa y perdurable. Por ello, Fraga tomó algunos años más tarde una sabia decisión: la de incluir, a quien ya era entonces titular de la Cátedra de Historia de la Farmacia en su Granada natal, en la candidatura del Partido Popular a las elecciones al Parlamento Europeo. Don Manuel me pidió que le ayudara en sus primeros pasos, lo que hice con gusto, pero apenas fue necesario porque el joven catedrático se movía con mucha facilidad en un ambiente que le era intelectualmente familiar desde muchos años antes. De esta fecunda vida queda para siempre algo que no suele ser frecuente: un gran vo- 200 ENERO / MARZO 2014 lumen que sirve de motivo y de fundamento al presente comentario: en 756 grandes páginas, este Homenaje al Prof. Dr. José Luis Valverde ha sido acertadamente editado por la Sociedad de Docentes Universitarios de Historia de la Farmacia de España y constituye un muy justo tributo de admiración y afecto que tiene quizá especial valor porque se lo rinden sus compañeros, buenos conocedores de su obra y sus méritos. Hubo uno entre ellos que los apreció muy pronto, cuando nos dice que “a principios de la década de los años sesenta” se acercó a su despacho “un jovenzuelo” que reconocía tener un solo mérito: el de haber “conseguido provocar un pequeño incendio en las prácticas de Química Orgánica”. El joven “incendiario” es el protagonista de esta nota y quién recuerda aquel episodio es el profesor catalán José María Suñé Arbussa, que era entonces catedrático y Decano de la Facultad granadina de Farmacia, quien supo detectar la valía de aquel inquieto estudiante y le ayudó, eficaz y afectuosamente, a abrirse camino en el severo mundo de la enseñanza universitaria y de la investigación científica. Desde Barcelona, el ilustre profesor Suñé abre hoy el grueso libro que comentamos y deja constancia, en unas bellas páginas, de una amistad que ha cumplido el medio siglo y que sigue viva desde aquel comienzo de la década de los sesenta. Es muy notable y muy interesante su referencia a la habilidad y el entusiasmo del joven Valverde a la hora de crear en aquella Facultad el Museo de Historia de la Farmacia “por su conocimiento de los anticuarios y de los gitanos de la calle Elvira”. Quienes tienen de la investigación y de la docencia una idea demasiado académica quizá encuentren en esta frase un motivo de reflexión. Reflejar brevemente un libro de más de setecientas grandes páginas es casi imposible. Baste recordar que son cerca de cuarenta los autores que a él han contribuido y que todos proceden del ámbito granadino y académico CUADERNOS de pensamiento político que es el apropiado para honrar a un eminente catedrático de esa Facultad de Farmacia. Otros muchos amigos suyos habríamos podido completar el perfil del profesor Val verde que tiene, fuera de su ámbito académico y de su admirable labor docente, varias dimensiones apenas sugeridas en estas líneas. Ha sido una fortuna labrar nuestra es- trecha amistad y ver cómo, con qué sincera intensidad, sus méritos científicos, docentes, patrióticos y europeos han sido, al menos, apuntados en este libro-homenaje que se centra en sus grandes valores docentes y académicos. CARLOS ROBLES PIQUER Esquerra Republicana de Catalunya, 1931-2012. Una història política La Campana, Barcelona, 2013, 778 páginas Los sondeos de los últimos dos meses del año 2013 indican, más o menos claramente, que la formación independentista ERC (Esquerra Republicana de Catalunya), dirigida en la actualidad por el historiador y propagandista Oriol Junqueras, podría convertirse en el futuro en la primera fuerza política de Cataluña. Según las encuestas publicadas, ERC aumentaría notablemente el número de escaños en el Congreso de Diputados y, en especial, en el Parlamento catalán, sobrepasando a la coalición gobernante en esta comunidad autónoma, Convergència i Unió (CiU). El partido de Junqueras ha resultado ser, al fin y al cabo, el gran beneficiario del incremento entre la ciudadanía catalana, a lo largo del último lustro, de las tendencias independentistas, así como de la crisis interna que esta misma cuestión, junto con algunas más, ha provocado entre las dos grandes formaciones clásicas del sistema político catalán: CiU y el PSC. No es ERC, sin embargo, un partido nuevo. Posee una larga tradición en Cataluña, aunque con una trayectoria más bien oscilante y conflictual. Coincidiendo con el cómodo momento que está viviendo desde hace algún tiempo ERC, ha visto la luz el libro Esquerra Republicana de Catalunya, 1931-2012. Una història política. Lo ha escrito Joan B. Culla, un historiador e intelectual del nacionalismo catalán –tertuliano en la radio y televisión públicas de la comunidad, comentarista y articulista en los diarios El País y Ara–, autor de obras como El republicanisme lerrouxista a Catalunya (1901-1923) (1986), Unió Democràtica de Catalunya: el llarg camí (19312001) (2002), Israel, el somni i la tragèdia (2004) –traducción castellana: La tierra más disputada. El sionismo, Israel y el conflicto de Palestina– o, entre otras, La dreta espanyola a ENERO / MARZO 2014 201 RESEÑAS JOAN B. CULLA CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS Catalunya 1975-2008 (2009). En esta ocasión, Culla nos propone una reconstrucción de la historia política del partido que dirige Oriol Junqueras en la actualidad, basándose sobre todo en documentación escrita –prensa, documentos, bibliografía, anotaciones personales del autor– y renunciando explícitamente a las posibles aportaciones de la historia oral. Se trata de un volumen de orden clásico, eminentemente factual y con estructura cronológica, bien documentado y rico en informaciones. La mayor parte de los casi ocho centenares de páginas está dedicada a la etapa abierta en 1975. La historia de ERC entre su fundación, en 1931, y el final del régimen franquista se resume en los dos primeros capítulos de la obra. ERC nació en marzo de 1931, fruto de los trabajos que se estaban llevando a cabo desde hacía un año para unir las izquierdas republicanas y nacionalistas en Cataluña. Destacaban, entonces, sobre todo tres núcleos: el grupo de L’Opinió, los republicanos históricos de la órbita de Lluís Companys y los nacionalistas intransigentes que seguían a Francesc Macià. Un buen número de centros, casinos y peñas locales preexistentes constituyeron, como afirmara hace tiempo el historiador Enric Ucelay-Da Cal, el tronco fundamental de la nueva formación. Las bases estaban puestas, pero fue necesario construir con mucha premura y bastante improvisación una estructura organizativa central. Las elecciones del 12 de abril convirtieron a la nueva ERC, que surgía con un discurso radical y rupturista, en protagonista principal de la política catalana. Sus dirigentes ocuparon el poder en Cataluña en aquellos momentos decisivos de cambio de régimen. El crecimiento del partido en los meses siguientes fue muy importante y la heterogeneidad interna resultante evidente. El populismo guió en todo momento el estilo, la gestión y las prácticas de esta formación política durante la Segunda República. Convivían en su seno desde tendencias obreristas hasta el filo-fascismo declarado de Dencàs, conformando una opción catch-all tan 202 ENERO / MARZO 2014 atractiva como difícil de mantener al margen de riñas y escisiones internas. Desde el estallido de la Guerra Civil, los dirigentes de ERC se vieron sobrepasados en Cataluña por unos acontecimientos y situaciones que nunca llegaron a controlar. El partido sufrió en 1939 una fuerte represión y solamente acabó consiguiendo resistir en un desesperante exilio. A finales de la dictadura franquista, ERC era una formación casi inexistente, sin espacio político, y, para más inri, dividida en un mínimo de tres facciones. Era vista por aquel entonces, a fin de cuentas, no sin mucho de razón, como una reminiscencia del pasado. La formación nacionalista renació, no obstante, en la Transición democrática bajo el liderazgo de Heribert Barrera. No faltaron ni dificultades económicas ni conatos de escisión. En las elecciones generales de 1977 se hizo con un escaño en el Congreso. La indefinición ideológica se mantuvo durante bastante tiempo. En 1980, ERC consiguió catorce escaños en el nuevo Parlamento catalán y se convirtió en árbitro de la situación. Apoyó al partido de Jordi Pujol y Barrera asumió la presidencia del Parlamento. Cuatro años después, con la primera mayoría absoluta de CiU, ya no era indispensable para la gobernabilidad, pero Pujol ofreció a sus dirigentes entrar en el gobierno catalán, lo que aceptaron. La cercanía al poder terminó por pasar factura, tanto a nivel de resultados electorales –en 1986 ningún diputado de ERC se sentó en el Congreso– como de enfrentamientos internos. Joan Hortalà se convirtió, en 1987, en el nuevo secretario general del partido, dejando a Barrera la presidencia. Fue entonces cuando desembarcaron en ERC un importante grupo de activistas procedentes de Nacionalistes d’Esquerra y de la Crida a la Solidaritat. Destacaban, entre ellos, un par de personajes: Àngel Colom y Josep-Lluís Carod-Rovira. El tono independentista subió en la formación y se produjo una neta radicalización. Los recién llegados fueron adquiriendo poder y, en alianza con algunos CUADERNOS de pensamiento político núcleos históricos, se hicieron, tras innumerables peleas, con el control del aparato. En 1989, Colom conquistó la secretaría general de ERC. El resto de facciones de ERC se unieron para asegurar la continuidad del partido y Carod-Rovira accedió a la secretaría general. Se marcaron más las distancias con CiU que en épocas anteriores y se fueron incubando algunos elementos que iban a hacer posible unos años después, en Cataluña, los gobiernos tripartitos. Joan Puigcercós se convirtió en la cara de ERC en Madrid. Se llegó a las elecciones catalanas de 2003 en un clima de euforia, propiciado por En 2006 se reeditó en Cataluña el gobierno tripartito PSC-ERC-ICV, con José Montilla al frente. En aquella legislatura se hizo evidente la voluntad de los dirigentes de ERC de afianzar el independentismo. En el interior de la formación florecieron las divisiones, las corrientes críticas y, al final, las escisiones. Los resultados electorales en las autonómicas de 2010 fueron malos. Se perdió casi la mitad de los escaños del Parlament. La crisis no era menor. Esta acabó solucionándose con el acceso a la dirección del partido de Oriol Junqueras. Desde entonces y hasta 2012, concluye Culla, ERC ha dejado atrás los negros presagios de hundimiento y marginalidad. Este autor nos ofrece en su libro las principales claves para entender la evolución de un partido que, como él mismo afirma, ha vivido, a lo largo de más de ocho décadas, grandes victorias y derrotas catastróficas. El viejo partido de Macià y Companys –aunque la continuidad histórica desde 1931 hasta hoy sea, en ocasiones, más ficción que realidad y se haya recurrido con harta frecuencia a la invención de la tradición–, tradicionalmente heterogéneo e ideológicamente más bien indefinido, inestable y de talante reñidor, se erige en la actualidad como el principal valedor de la independencia de Cataluña. JORDI CANAL ENERO / MARZO 2014 203 RESEÑAS La victoria de este último provocó la ruptura de la formación y la creación, por parte de los disidentes encabezados por Hortalà, de Esquerra Catalana (EC) –en 1993 se integró en Convergència–. El nuevo proyecto de ERC consistió en impulsar el independentismo y aumentar y rejuvenecer la militancia. En aquella época se abrieron las puertas a los independentistas radicales del MDT y del grupo terrorista Terra Lliure. El tema de la independencia se convirtió en el ingrediente básico del discurso y la actividad del partido. Tiene razón Culla cuando caracteriza a Àngel Colom como un dirigente de actitudes mesiánicas y gran pobreza intelectual. Era, por encima de todo, un activista. En la campaña electoral catalana de 1992, ERC introdujo un mensaje de largo y triste recorrido: el del expolio de Cataluña por parte de España. Todas las anteriores novedades no tuvieron, sin embargo, digno reflejo en las urnas. Por esta razón, la dirigencia se propuso, en 1993, rebajar el tono radical y hacer un fichaje estrella, que no tardó en estrellarse: Pilar Rahola. Las tensiones internas aumentaron en los años siguientes, así como el amplio descontento interno hacia el tándem Colom-Rahola. Estos abandonaron ERC en otoño de 1996 y fundaron el fracasado Partit per la Independència –antes de terminar en CiU o en su órbita mediática–. Esta escisión por la cúpula constituye, sin lugar a dudas, un caso bastante curioso y excepcional. los sondeos y el crecimiento de la afiliación. ERC pasó a ser la tercera fuerza política del Parlamento catalán, con más del 16% de los votos. El pacto con socialistas e Iniciativa abrió a Pasqual Maragall las puertas de la Generalitat. ERC obtuvo importantes puestos en el gobierno y en otras instituciones. La irresponsabilidad de algunos de sus dirigentes provocó algunas grietas. El desgaste de Carod-Rovira, tras su célebre viaje a Perpiñán para entrevistarse con miembros de ETA, generó tensiones internas en la formación y animó al poco escrupuloso y algo rudo Joan Puigcercós a prepararse para presentar batalla por el liderazgo de la formación. El conflicto entre ambos dirigentes fue largo y cansino.