Los hipsters y las músicas de Podemos Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) Los hipsters y las músicas de Podemos Enviado por pabloelorduy el Lun, 11/24/2014 - 15:18 Artículos relacionados portada: “La cultura hipster podría definirse como ‘el elitismo al alcance de todos’” Foto portada: Autoría foto portada: Dani Gago / Diso Press Info de la autoría: es periodista Hace años la policía solía identificar a gente por las pintas. Era algo habitual: jóvenes de estética punk, heavy o hippy podían ser puestos contra la pared y cacheados. El trato habitualmente era degradante, al fin y al cabo esos jóvenes a los ojos de la autoridad eran “marginados”, “pasotas” o “drogatas”. El paradigma de entonces a la hora de habitar las calles y sus conflictos cotidianos ha cambiado. De los sujetos antisociales no queda apenas ninguna subcultura, aquello que se decía en Malas Calles de Scorsese de “los pecados no se redimen en la Iglesia, se redimen en las calles” suena, en lo que se refiere a bandas estéticas, a prehistoria suburbial. No se atisban en el horizonte peleas entre mods y rockers, y pocos se acuerdan de La banda del francés que aterrorizó Malasaña en la segunda mitad de los ochenta. Hoy, los chavales de diente partido habitan escenas como el hip hop y los chavs son sospechosos por la esquina que ocupan en el barrio, no por su indumentaria. El actual pintas podría ser directivo de una multinacional. Víctor Lenore en Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural (Capitán Swing, 2014) hace un retrato completo de los tiempos que corren alrededor de una parte de la industria musical y cultural. Se centra en el estudio de un protagonista de difícil precisión, al menos en España, como son “los hipsters”. Un sujeto colectivo, que, como señala Nacho Vegas en el prólogo, es muy mencionado últimamente pero que casi nadie sabe definir. Una pista la da en ese texto inicial una amiga del músico asturiano, los hipster españoles serían “los modernos de Página 1 de 3 Los hipsters y las músicas de Podemos Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) toda la vida”, vinculados mayoritariamente a la escena indie, espacio cultural que a algunos nos parece excesivamente ñoño en su gestualidad y poco estimulante musicalmente hablando. Obviamente, para gustos colores. La canción protesta tiene algo de música para “las masas” que, por ejemplo, no tendría poner a un músico como Max Roach Tras leer el libro uno tiene la sensación que los hipsters son niños bien con pretensiones culturetas excluyentes, encantados, además, de conocerse. El soberano repaso de Lenore a la industria musical indie y a buena parte de sus protagonistas de vanguardia es demoledor. Lo que no me queda muy claro es si esos pijos de los que habla, con nulas preocupaciones sociales y afectados por el consumo y el conservadurismo, son indies o hipsters. Cuestión de etiquetas que tampoco importa mucho, pero que podría ser injusta si denominamos hipster a todos aquellos que llevan barba, camisas de cuadros o gafas con montura, que montan en bicicleta o moto vintage, consumen comida sana, reflexionan sobre crianza natural, gustan de la cerveza artesanal o son seguidores de un grupo como Swans. En ese espectro entra desde el chico de provincias aterrizado en Madrid con trabajo precario, hasta el futbolista Xabi Alonso, hasta hace poco icono del Real Madrid en su versión galáctico intelectual. Demasiado abanico de perfiles como para encasillar. Pero lo que sí es cierto, es que el libro de Lenore hace un repaso de la escena musical indie y sus características. Una visión interesante como reflejo de un tiempo y una escena inacabada que comenzó a despertar en la segunda mitad de la década de los noventa. Lenore sabe muy bien de lo que habla y se agradece. En cierto sentido su libro es un texto de consulta como fue en su día el fantástico De qué va el rock macarra, escrito por Diego A. Manrique y publicado en 1977 por Las Ediciones de La Piqueta. Entonces el conocido crítico musical señalaba que “las formas que mejor representan la experiencia de vida urbana de un altísimo porcentaje de los jóvenes son aquellas que acentúan los elementos tradicionales del rock: volumen, ritmo pesado, agresividad, tensión, impacto, rebelión, sexo, desafío, identificación entre músicos y público...”. Ha pasado un mundo y es terrorífico ver como el capitalismo se ha adaptado a ciertas tensiones urbanas desde aquellos tiempos canallas, que cohabitaron con otras escenas más políticas, como la canción protesta. Un elemento curioso de Indies, hipsters y gafapastas es la polémica y el debate que ha producido en diversos medios y foros, donde, como ocurre estos días, Podemos es protagonista trasversal de cualquier discusión. Lluis Llach, Mercedes Sosa y Hechos Contra el Decoro han recuperado protagonismo a la sombra de las menciones en los encuentros de la formación que lidera récords de audiencia y destaca en cada encuesta que se realiza. A partir de ahí, el debate se ha consolidado en el mundillo que Lenore llama en su libro, con cierta retranca y parte de razón, “los hipster de izquierdas”, que según el periodista y critico musical, “no se distinguen tanto por la ropa, sino por un lenguaje propio”. En ese archipiélago del debate permanente y cierta propensión a la pontificación teórica, las músicas de Podemos son un elemento de estudio. Sin entrar a considerar que parece poco riguroso hablar de una sola música en una formación como Podemos, que ha logrado más de un millón de votos y está en subida acelerada, sí es cierto que la profusión de música añeja en sus festivales ha generado runrún. La playlist de los eventos de Podemos tiene más que ver con los simbólico y con cierto regusto de Pablo Iglesias por los guiños izquierdistas, que por una hegemonía de sonidos dentro del muy diverso, culturalmente hablando, planeta Podemos y sus cerca de mil círculos. No es un asunto menor, en Podemos están desde el ganadero que vive en el Valle de Liébana en Cantabria o los supervivientes de un San Blas azotado de plagas, hasta el chaval exiliado de un país sin futuro que trabaja en algún chiringuito local-freshand-organic de Brooklyn con su título universitario y sus matrículas de honor debajo del brazo. Pero es cierto que lo simbólico también tiene mensaje: No es lo mismo cerrar un acto con Luís Llach abrazados en el escenario que con Public Enemy y un mensaje más contundente. Precisamente en terreno de la propaganda, cerrar un evento con la canción del compositor catalán es una señal. Si hablamos del género, la canción protesta tiene algo de música para “las masas” que, por ejemplo, no tendría poner a un músico como Max Roach con su interpretación de Freedom Day de cierre. En esa línea, dentro de Podemos, no parece que sean bienvenidos las sonidos refractarios. Página 2 de 3 Los hipsters y las músicas de Podemos Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) Afortunadamente, hoy no sirven las etiquetas. Podemos es una propuesta política que no se circunscribe ni a indies, ni a hipsters, ni a gafapastas, ni a progres, ni a hippies, ni a puretas, ni a hackers... sino a algo bastante más heterogéneo e inclusivo en su composición por abajo. Hasta ahora, hay sitio para todas las tribus. Una suerte de sinfonías a las que no habían llegado ni las izquierdas clásicas ni las pretendidamente modernas. Ahora, en el mundo post 15M, lo de menos son las pintas. El 15M no tuvo un carácter de clase media urbanita como alguien ha señalado, no fue ni hipster ni casual, fue un estallido universal que se multiplicó en plazas y foros de las que resultaron multitud de expresiones. No hubo elementos únicos. Apeló a los mariscadores ilegales del Puerto de Santa María y a los jóvenes superpreparados enganchados a las redes sociales con beca Erasmus, es decir, a muchas ciudadanías posibles. Podemos recogió con audacia un mensaje: Para ganar instituciones hace falta mucho más que mirarse al espejo, también hay que fijarse en lo que se escucha alrededor y más allá, sin olvidar que lo electoral requiere de una partitura y lo social de otra, porque la fusión puede convertirse en un género con poco sustento. Un elemento que ha puesto la dirección de Podemos sobre la mesa y que a algunos todavía les cuesta entender. En ese sentido habrá que salir del universo cósmico exclusivista de las vanguardias intelectuales, y Podemos tendrá que tener cuidado con articular solo el sonido de las masas, las verbenas pachangueras y las versiones populistas de baja calidad. Sea como fuere, el libro de Victor Lenore es una excelente compañía para entender mejor algunos de los significantes culturales de este tiempo que habitamos, muy distintos a los de antaño, en todos los sentidos. Eso sí, puestos a opinar sobre música, mis opciones están en parecida sinergia a las que tenía Henry Matisse cuando decía que “el jazz es ritmo y significado”. Precisamente dos elementos que le faltan a la escena indie o hipster, también, dicho con boca pequeña, a buena parte de la política, nueva o vieja. Pero nadie dijo que el jazz pretendiera ser música para mayorías... Foto: Pie de foto: Iglesias y su equipo, cantanto L'estaca, de Lluís Llach, en la Asamblea Ciudadana Sí Se Puede del pasado noviembre. Edición impresa: Sección principal: Culturas Posición Media: Cuerpo del artículo Autoría foto: Dani Gago / DISO Press Compartir: Autoría: Jacobo Rivero Página 3 de 3