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Sobre la hipótesis filogenética del parricidio…Realidad o Ficción?
Dra. Ruth Vallejo Castro 1
Mtro. Martín Jacobo Jacobo
Introducción
Con la finalidad de interrogar en torno a las implicaciones que tiene en la realidad la
hipótesis freudiana en torno a lo filogenético y con ello a la trasmisión generacional del
deseo parricida, en el presente trabajo iniciaremos por hacer un recorrido sobre el
concepto de “herencia arcaica” en el desarrollo de la obra freudiana, mismo que
propone James Strachey, en un pie de página citado en la obra de Moisés y la religión
monoteísta 2 de 1939.
La idea de la presente ponencia no es trabajar un paralelismo filogenético y
ontogenético como lo propone Duvernay en su artículo La théorie de la récapitulatión
de Haeckel a Freud 3, donde analiza las distintas épocas de la historia de la humanidad
en un comparativo con las etapas del desarrollo psicosexual propuestas por Freud, sino
una implicación de aspectos históricos, y si podemos decirlo así, prehistóricos, que se
vienen a mostrar nuevamente en el desarrollo ontogenético del ser humano e interfieren
en él en tanto sujeto que despliega un discurso desde la clínica de la criminalidad.
En el transcurso de sus escritos, Freud infiere lo filogenético bajo dos connotaciones,
por un lado muestra formas de lo filogenético o prehistórico cuando habla de la
manifestación en los adultos neuróticos de eventos o situaciones traumáticas que
acontecieron en la temprana infancia de éstos; y por otro lado, retoma lo prehistórico
como aquella historia que estaba antes del nacimiento del propio sujeto.
Si esto último es cierto, entonces, tendríamos que repensar uno de los fundamentos
centrales de Freud con relación a la formación psíquica, la formulación de la Tabula
Raza que retoma de Aristóteles y que marca el inicio del psiquismo. Por lo que me
aventuraría en afirmar que en todo caso la historia del niño se inscribe en una tabula
1
Profesores Investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo en Morelia, Michoacán, México.
2
Sigmund, Freud, Moisés y la religión monoteísta, 1937-1939, Obras completas, Tomo XXIII,
Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p. 98.
3
Jacqueline, Duvernay Bolens, La théorie de la récapitulation de Haeckel à Freud, Revista Psychanalyse
et anthropologie, Editorial Topique. No. 75, 2001. p. 13-33.
1
raza, pero esta base, la tabula, es la base cultural, pre-histórica, es decir filogenética en
la cual el niño se inscribe y se escribe desde el momento de su nacimiento.
Desarrollo
Para comenzar el presente trabajo, iniciaremos por el recorrido de la concepción de
“herencia arcaica” en el desarrollo teórico del pensamiento freudiano, para esto,
partiremos de una indagación temprana y central que el mismo Freud se plantea en
Tótem y Tabú de 1913, donde intenta contestar a la pregunta ¿cuáles son los medios y
caminos de que se vale una generación para transferir a la que sigue sus estados
psíquicos?4. En este escrito no se compromete mucho con la respuesta y no la desarrolla
del todo, solo parece sugerir que se da de manera inconsciente trasmitiéndose de una
generación a otra.
No es sino hasta 1915, en su texto Pulsiones y destino de pulsión, donde Freud plantea,
en relación a la ambivalencia pulsional, una variación de ésta entre los individuos, entre
grupos humanos o entre razas agregando que esta ambivalencia puede concebirse como
parte de una herencia arcaica:
Una extensa ambivalencia pulsional en un ser vivo actual puede concebirse como
una herencia arcaica, pues tenemos razones para suponer que la proporcional de
las mociones activas, no mudadas, ha sido mayor en la vida pulsional de épocas
primordiales que, en promedio, en la de hoy.5
Y sobre este mismo aspecto menciona que en los hombres primitivos, la ambivalencia
emocional es más alta que en los hombres de su época, dando por sentado esta
transmisión generacional.
…a las mociones anímicas de los primitivos, en general, les corresponde una
medida de ambivalencia más alta que la que se encuentra en los hombres de
cultura hoy vivientes. A medida que disminuyó esa ambivalencia, poco a poco
desapareció el tabú, síntoma del compromiso del conflicto de ambivalencia. 6
4
Sigmund, Freud, Tótem y Tabú, (1913 [1912-13]), Obras completas, Tomo XIII, Amorrortu, Buenos
Aires, 2001, p. 159.
5
Sigmund, Freud, Pulsioniones y destinos de pulsión, 1915, Obras completas, Tomo XIV, Amorrortu,
Buenos Aires, 2001, p. 126.
6
Sigmund, Freud, Tótem y Tabú, 1913-1914, Obras completas, Tomo XIII, Amorrortu, Buenos Aires,
2001, p. 71-72. (Las itálicas son del texto fuente).
2
Según Strachey estas ideas se cristalizaron tras el análisis del Hombre de los Lobos de
1918, texto escrito por Freud alternadamente con Tótem y Tabú, donde habla
particularmente de la escena primordial y si ésta fue producto de la fantasía, de una
ficción o de una vivencia real para el desarrollo de la neurosis infantil. Y concluye
aseverando la importancia de un patrimonio heredado que da surgimiento a las fantasías
primordiales en el niño.
En la historia primordial de las neurosis vemos que el niño echa mano de esa
vivencia filogenética toda vez que su propio vivenciar no basta. Llena las lagunas
de la verdad individual con una verdad prehistórica, pone la experiencia de los
ancestros en lugar de la propia. 7
Entonces podemos inferir que las fantasías son producto de un simbolismo arcaico,
heredado y que se presenta en el sujeto como restos que toman una forma particular a
partir del desarrollo ontogenético del individuo.
Freud esboza la posibilidad de una herencia filogenética en estas fantasías primordiales
creadas por el psiquismo del sujeto a partir del simbolismo onírico y es en la
conferencia 10 titulada El simbolismo en el sueño, donde lo sitúa como una
manifestación de esta herencia.
En este texto parte de la idea de que existen elementos comunes del sueño en varios
sujetos así como sus traducciones, a partir de sus indagaciones sobre las relaciones entre
elementos oníricos y lo genuino de ellos, Freud establece una de sustancial importancia,
la relación simbólica y argumenta que el simbolismo onírico emerge de contenidos
inconscientes, pero no pertenecientes a un solo sujeto, sino que numera una serie de
simbolismos comunes a muchos sujetos independientemente de la zona geográfica e
incluso del idioma, dando por sentado la impresión de una herencia arcaica.
Se recibe la impresión de estar frente a un modo de expresión antiguo, pero
desaparecido, del que en diversos ámbitos se han conservado diferentes cosas: una
sólo aquí, la otra sólo ahí, y una tercera, quizás en formas levemente alteradas, en
varios de ellos. 8
7
Sigmund, Freud, De la historia de una neurosis infantil (el “Hombre de los Lobos”), 1917-1919, Obras
completas, Tomo XVII, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p. 89.
8
Sigmund, Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, 10ª conferencia. El simbolismo en el
sueño, 1915-1916, Obras completas, Tomo XV, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p. 152.
3
En la 13ª conferencia titulada Rasgos arcaicos e infantilismo del sueño, Freud esboza la
idea de la manifestación de lo filogenético en el sueño de manera más explícita. En este
texto inicia retomando el trabajo del sueño como un modo de expresión arcaico o
regresivo de nuestro desarrollo intelectual y coloca en el trabajo onírico valiosas
aclaraciones sobre los comienzos de éste. Asevera que el simbolismo del sueño muestra
toda una prehistoria no sólo del individuo, de su infancia, sino también el desarrollo de
toda la especie humana, y coloca como herencia filogenética a toda aquella “referencia
simbólica que el individuo en ningún caso aprendió”. 9
Concluye la conferencia diciendo que “la regresión del trabajo onírico no solo traduce
nuestros pensamientos en una forma primitiva de expresión, sino que también provoca a
las peculiaridades de nuestra vida anímica primitiva, la vieja prepotencia del yo, las
mociones iniciales de nuestra vida sexual y aun nuestro viejo patrimonio intelectual, si
es que podemos concebir de este modo a la referencia simbólica.”10
Estas peculiaridades de nuestra vida anímica primitiva como la llama Freud, no son
otros sino los sentimientos de amor y odio que sentimos hacia nuestras figuras primarias
y que vienen matizadas desde épocas primordiales con una fuerte carga incestuosa y
parricida manifestándose como fantasías en el sujeto.
Esta primer mención definida de la herencia de las fantasías primordiales en Freud se
halla en la conferencia 23 titulada Los caminos de la formación de síntoma y fue
desarrollada en uno de los pasajes agregados al historial del “Hombre de los Lobos”.
En esta aborda los avatares de la libido y la conformación de los síntomas neuróticos,
toma la génesis de estos como un retoño del cumplimiento de deseo inconsciente que
han quedado fijados en el sujeto como huellas de las vivencias infantiles aunados a una
constitución sexual.
Freud muestra aquellos elementos de índole ontogenética y filogenética que pueden
favorecer el surgimiento de una neurosis. Pone como primer plano el vivenciar infantil
pero siempre aunado a la constitución sexual y toma ésta última como un condicionante
predominante del sujeto. Este vivenciar infantil unido a una constitución sexual
(vivenciar prehistórico) da en el sujeto una predisposición por fijación libidinal, es
9
Sigmund, Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, 13ª conferencia. Rasgos arcaicos e
infantilismo del sueño, 1915-1916, Obras completas, Tomo XV, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p.
182.
10
Ibid, 193-194.
4
decir, el sujeto tiene una predisposición mayor de sufrir una neurosis si la parte
ontogenética y la filogenética se unen con el agregado de un vivenciar accidental
(traumático, del adulto), entonces daría como consecuencia una neurosis.
Muestra como el retorno regular de la libido a etapas infantiles anteriores se debe a una
satisfacción acometida en esa época y por el estudio que se hacen de los síntomas
sabemos que estas vivencias infantiles son en muchos casos fantasías que el sujeto
mismo ha creado, fantasías que para Freud tienen un monto de verdad y se sitúan como
la verdad del sujeto “ellas poseen realidad psíquica, por oposición a una realidad
material, y poco a poco aprendemos a comprender que en el mundo de las neurosis la
realidad psíquica es la decisiva”11.
Pero, ¿por qué se crean las fantasías y de dónde surge el material con las que se
construyen? Podemos aseverar que la fuente de las fantasías está en las pulsiones, sin
embargo en esta conferencia Freud trata de explica que estas fantasías primordiales son
un patrimonio filogenético.
En ellas, el individuo rebasa su vivenciar propio hacia el vivenciar de la
prehistoria, en los puntos en que el primero ha sido demasiado rudimentario. Me
parece muy posible que todo lo que hoy nos es contado en el análisis como
fantasías […] fue una vez realidad en los tiempos originarios de la familia
humana, y que el niño fantaseador no ha hecho más que llenar las lagunas de la
verdad individual con una verdad prehistórica. Una y otra vez hemos dado en
sospechar que la psicología de las neurosis ha conservado para nosotros de las
antigüedades de la evolución humana más que todas las otras fuentes.12
Freud sustenta con mayor fuerza la herencia de las “fantasías primordiales”
principalmente en el análisis clínico que hace del Hombre de los Lobos (1918). En este
texto trata de esclarecer si la escena primordial del sujeto, que propicia su neurosis, fue
fantasía o una vivencia real y concluye diciendo que tanto la observación del comercio
sexual entre los padres, la seducción en la infancia y la amenaza de castración, son una
herencia filogenética aún cuando también pueden ser adquiridos por el vivenciar del
sujeto. Asevera que el niño hecha mano de la historia primordial de las neurosis para
llenar las lagunas que han quedado en su propio vivenciar. “Llena las lagunas de la
11
Sigmund, Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, 23ª conferencia. Los caminos de la
formación de síntoma. 1916-1917, Obras completas, Tomo XVI, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p.
336. (Las itálicas son del texto fuente).
12
Ibid, 338.
5
verdad individual con la verdad prehistórica, pone la experiencia de los ancestros en el
lugar de la propia”13.
Freud reconoce esta herencia filogenética, pero toma como incorrecto recurrir
únicamente a ésta sin recurrir primero a una explicación ontogenética.
No puedo pasar por alto que los motivos y las producciones filogenéticos
requieren a su vez de un esclarecimiento que en toda una serie de casos puede
procurárseles desde la infancia individual. Y para concluir, no me asombra que
conservándose idénticas condiciones, ellas hagan resucitar en los individuos por
vía orgánica lo que otrora adquirieron en la prehistoria y han heredado como
predisposición a readquirirlo.14
Hasta aquí podemos ver cómo Freud muestra tanto en el sueño como en la fantasías y la
neurosis un factor determinante de herencia arcaica en el hombre.
En 1919 hace el agregado de un párrafo en su texto La interpretación de los sueños de
1900 donde aparece la primera inferencia al término de “herencia arcaica” cuando
señala al soñar como una regresión a condiciones tempranas del soñante, una
reanimación de su infancia, y de las pulsiones que lo gobernaron entonces, así como de
los modos de expresión de que disponía y agrega:
Tras esta infancia individual, se nos promete también alcanzar una perspectiva
sobre la infancia filogenética, sobre el desarrollo del género humano, del cual el
del individuo es de hecho una repetición abreviada, influida por las circunstancias
contingentes de su vida. 15
O en palabras de Nietzche citadas en este mismo texto por Freud: “en el sueño <sigue
actuándose una antiquísima veta de lo humano que ya no puede alcanzarse por un
camino directo>”.16
Como mencionábamos anteriormente Freud toma el análisis del sueño como una de las
vías para conocer la herencia arcaica del hombre, es decir, lo que él considera innato en
su alma 17 y menciona que en el paso del sujeto a la cultura social, es necesario que sean
13
Sigmund, Freud, De la historia de una neurosis infantil (el “Hombre de los Lobos”), 1917-1919,
Obras completas, Tomo XVII, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p. 89.
14
Ibid, p. 89.
15
Sigmund, Freud, La interpretación de los sueños, 1900-1901, Obras completas, Tomo V, Amorrortu,
Buenos Aires, 2001, p. 542.
16
Ibid, p. 542.
17
Esta misma inferencia la encontramos en su escrito “Pegan a un niño” también de 1919.
6
separadas la herencia arcaica y las vivencias individuales, y además procesadas por el
individuos. Sin embargo reitera nuevamente, en el Prólogo que elabora para el libro de
Theodor Reik, titulado Problemas de la psicología de las religiones, que el núcleo de
las neurosis se encuentra en la conflictiva edípica e infiere el procesar esta conflictiva
proveniente de una herencia arcaica para que el sujeto se asuma en la vida sociocultural.
Los hechos biológicos de la larga heteronomía y la lenta maduración de la criatura
humana, así como de la compleja senda de desarrollo de su capacidad amorosa, se
expresan en este realce del vínculo con los padres y traen por consecuencia que la
superación del complejo de Edipo coincida con el dominio más acorde al fin sobre
la herencia arcaica, animal, del ser humano. Dentro de esta se hallan contenido por
cierto todas las fuerzas que serán indispensables para el posterior desarrollo
cultural del individuo, pero primero es preciso que sean separadas y procesadas.
Tal y como el individuo la trae consigo, esta herencia arcaica no sirve para los
fines de la vida cultural social.18
Los fines de la vida cultural y social hacen referencia a la emancipación de las pulsiones
agresivas y de muerte que vienen mostrándose como herencia arcaica en la conflictiva
edípica y que el estudio de la prehistoria puede llevar a colegirlo.
Freud muestra en el estudio que hace del complejo de Edipo, que tanto en esta trama
como en las historias de las religiones estas manifestaciones de deseos incestuosos y
parricidas se han perpetuado. Menciona como el Dios padre habitó en la tierra y
haciendo uso de su poder señorial hostigó a sus hijos hasta que estos lo mataron y el
efecto de este crimen fue el totemismo. Pero las religiones posteriores tienen este
mismo contenido, tratan de expiar la culpa de este crimen parricida pero por otro lado
no pueden dejar de repetir cada vez la eliminación del padre, a través de la comunión.
“De ese modo, también en el mito se puede discernir el eco de aquel acontecimiento
gigantesco que proyecta su sombra sobre todo el desarrollo de la humanidad”19.
Sobre los trabajos que realiza en torno al complejo de Edipo, en la conferencia 21
titulada Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales20, Freud esboza de manera
interesante la conflictiva edípica a partir de la saga griega del rey Edipo y cómo éste se
18
Sigmund, Freud, Prólogo a Theodor Reik, Probleme aer Religionspsychologie, 1919, Obras
completas, Tomo XVII, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p. 258.
19
Ibid, p. 258.
20
Sigmund, Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, 21ª conferencia. Desarrollo libidinal y
organizaciones sexuales, 1916-1917, Obras completas, Tomo XVI, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p.
292.
7
ve sometido a la voluntad de los dioses a cometer un crimen parricida como condena del
destino.
Sin embargo pone énfasis en porqué el espectador de esa trama griega no reacciona con
horror frente a ella, en vez, “reacciona entonces, como si hubiera conocido en el interior
de sí, por autoanálisis, el complejo de Edipo, y desenmascarase a la voluntad de los
dioses y al oráculo como unos exaltados disfraces de su propio inconciente; como si él
se acordara de sus deseos de eliminar al padre y de suplantarlo tomando por esposa a la
madre, y tuviera que horrorizarse frente a ellos”21.
Freud infiere que la primera relación amorosa con un objeto es con la madre y por tanto
es incestuosa y que aún cuando en la mitología el incesto se concedía sin problema
alguno a los dioses, esto era prohibido a los hombres comunes. Retoma al incesto y al
parricidio como los dos crímenes cometidos por Edipo, y también son los dos grandes
crímenes prohibidos por el totemismo, la primera “institución sociorreligiosa de los
hombres”22
En este sentido, el padre del psicoanálisis asevera que el odio que emerge en el niño
hacia el padre, es reforzado por motivos que provienen de épocas anteriores:
El odio hacia el padre es reforzado por cierto número de motivos que provienen de
épocas y vínculos más tardíos, y que los deseos sexuales hacia la madre se vuelcan
en formas que al niño le son por fuerza todavía ajenas. Pero en vano sería el
empeño de explicar todo el complejo de Edipo por un fantasear retrospectivo y de
referirlo a épocas más tardías. Su núcleo infantil, y aun sus elementos accesorios
en mayor o menor medida, quedan en pie, como lo confirma la observación directa
del niño. 23
Y una forma de constatar que esta conflictiva edípica existía antes de ser nombrada por
el psicoanálisis, es retomando a Goethe quien da cuenta de manera poética la existencia
de los deseos incestuosos y parricidas que habitan en el sujeto.
Si el pequeño salvaje fuera abandonado a sí mismo, conservara toda su
imbecilidad y sumara a la escasa razón del niño en la cuna la violencia de las
21
Ibid, 302.
Ibid, 305.
23
Ibid, 306.
22
8
pasiones del hombre de treinta años, retorcería el cuello a su padre y se acostaría
con su madre. 24
A partir del Prólogo de Theodor Reik, la nota agregada en la Interpretación de los
sueños y en el historial del Hombre de los Lobos el concepto de herencia arcaica se
presentan con frecuencia, sin embargo, este tema lo discute Freud de una manera
extensa en el capítulo III de El yo y el ello de 1923, titulado El yo y el superyó (ideal del
yo) donde hace una diferenciación entre uno y otro y toma la génesis del superyó como
motivada por dos factores y en pie de página Freud corrige un texto de suma
importancia para nuestro análisis, versa así en la traducción inglesa:
es el resultado de dos factores de suma importancia, uno biológico y el otro
histórico… […] esta última propiedad, específicamente humana, según parece, fue
caracterizada en una hipótesis psicoanalítica como herencia del desarrollo hacia la
cultura impuesto por la era de las glaciaciones.
25
Esta hipótesis de la era de las glaciaciones que enuncia Freud es formulada por Ferenczi
en 1913 y Freud la acepta más claramente en su texto Inhibición, síntoma y angustia de
1926 en relación a la génesis de la neurosis a la cuál le atribuye tres factores, el
biológico, el filogenético y el psicológico. En relación a lo filogenético enuncia:
“Creemos que en las peripecias de la especie humana tiene que haber ocurrido algo
importante que dejó como secuela en calidad de precipitado histórico, esta interrupción
del desarrollo psicosexual”. 26
Retomando el texto de El yo y el ello, Freud formula el ideal del yo como aquel que se
enlaza de manera más estrecha con la herencia filogenética, esa herencia arcaica del
individuo.
Religión, moral y sentir social –esos contenidos principales de lo elevado en el ser
humano- han sido en el origen, uno solo… se adquirieron filogenéticamente, en el
complejo paterno: religión y limitación ética, por el dominio sobre el complejo de
24
Goethe, citado por Freud en la Conferencia 21, p. 308. Freud cita este pasaje también en su texto
Esquema del psicoanálisis (1940). P. 192.
25
Sigmund, Freud, El yo y el ello, 1923-1925, Obras completas, Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires,
2001, p. 36-37.
26
Sigmund, Freud, Inhibición, síntoma y angustia, 1925-1926, Obras completas, Tomo XX, Amorrortu,
Buenos Aires, 2001, p. 146.
9
Edipo genuino; los sentimientos sociales, por la constricción a vencer la rivalidad
remanente entre los miembros de la joven generación. 27
Este apartado lo concluye diciendo que algunas vivencias del yo pueden perderse en la
transmisión generacional, pero que si se repiten con mucha frecuencia e intensidad entre
varios individuos, estas vivencias se trasponen en vivencias del ello a partir de
impresiones que con conservadas por herencia. Por lo tanto, “el ello hereditario alberga
en su interior los restos de innumerables existencias-yo, y cuando el yo extrae del ello
{la fuerza para} su superyó, quizá no haga sino sacar de nuevo a la luz figuras,
plasmaciones yoicas más antiguas, procurarles una resurrección”28.
Esta intelección de Freud en torno al yo, lo trabaja de manera similar en su texto de
Análisis terminable e interminable de 1937, donde se cuestiona si toda alteración del yo
es adquirida durante las luchas defensivas de etapas tempranas, y concluye diciendo que
el yo singular está dotado desde el comienzo de predisposiciones y tendencias
individuales y que no se puede extremar una diferenciación entre propiedades heredadas
y adquiridas.
No es lícito extremar el distingo entre propiedades heredadas y adquiridas hasta
convertirlo en una oposición; entre lo heredado, lo adquirido por los antepasados
constituye sin duda un sector importante. 29
Pero lo importante de este texto es que da por sentado de manera definitiva que el ello
está constituido por una herencia arcaica y por lo tanto también el yo bajo la certeza de
que el yo y el ellos cohabitaban en una matriz indiferenciada.
A partir de cada una de las inferencias que hace Freud en los textos mencionados
anteriormente, trabaja en 1938 el escrito de Moisés y la religión monoteísta de una
manera más detenida.
En el capítulo III de este texto Freud hace una comparación entre el periodo de latencia
que propone como parte de las etapas psicosexuales del ser humano y la tradición, y
muestra como la aparición de los síntomas en el problema de la neurosis traumática y el
monoteísmo judío, pueden encontrar un punto de coincidencia, en el carácter de ambos
27
Sigmund, Freud, El yo y el ello, 1923-1925, Obras completas, Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires,
2001, p. 38.
28
Ibid, p. 39-40.
29
Sigmund, Freud, Análisis terminable e interminable, 1937, Obras completas, Tomo XXIII, Amorrortu,
Buenos Aires, 2001, p. 242.
10
procesos muy similares al periodo de latencia que él propone. Es decir, hace una
analogía entre la historia de la humanidad y la historia individual.
Hallamos esa analogía en el terreno psicopatológico, en la génesis de las neurosis
humanas, vale decir, en un campo que pertenece a la psicología del individuo,
mientras que los fenómenos religiosos se incluyen, desde luego, en la psicología
de las masas. 30
Y da una explicación de esta analogía a partir de un postulado de la fijación al trauma y
como compulsión de repetición.
Menciona que la fórmula para el desarrollo de una neurosis es Trauma tempranodefensa-latencia-estallido de la neurosis-retorno parcial de lo reprimido y que esta
misma fórmula se puede aplicar en la vida del género humano cuya evidencia de este
desarrollo es la religión.
También en aquella hubo procesos de contenido sexual-agresivo que dejaron
secuelas duraderas, pero las más de las veces cayeron bajo la defensa, fueron
olvidados; y más tarde, tras un largo período de latencia, volvieron a adquirir
eficacia y crearon fenómenos parecidos a los síntomas por su arquitectura y su
tendencia.31
Y aún cuando hace un paralelismo o comparación entre el individuo y las masas,
también retoma la parte arcaica, es decir, filogenética que le atañe a la historia de la
humanidad. Sin embargo menciona que, a partir de esta analogía, surgen dificultades
para darlas como verdaderas, primeramente porque únicamente analiza las religiones y
principalmente la monoteísta para dar cuenta de esta analogía. En segundo lugar porque
no sabemos si la tradición de los pueblos ha hecho que la presencia histórica se
conserve, a diferencia de los neuróticos que a partir de la existencia de las huella
anémicas del pasado puede dar cuenta de lo acontecido, aunque Freud resuelve esta
dificultad diciendo que “también en las masas se conserva la impresión {impronta} del
pasado en unas huellas anémicas inconcientes”. 32
En el desarrollo que hace Freud de estas analogías, incluye el papel de lo filogenético
también como imperante en el propio desarrollo individual.
30
Sigmund, Freud, Moisés y la religión monoteísta, 1937-1939, Obras completas, Tomo XXIII,
Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p. 70.
31
Ibid, p. 77.
32
Ibid, p. 90.
11
Una nueva complicación sobreviene si reparamos en la probabilidad de que en la
vida psíquica del individuo puedan tener eficacia no sólo contenidos vivenciados
por él mismo sino otros que le fueron aportados con el nacimiento, fragmentos de
origen filogenético, una herencia arcaica.33
Y para dar prueba de ello toma el análisis de la conducta de los niños en relación a la
conflictiva edípica y de castración y ve que en el material inconsciente abundan
reacciones que parecieran injustificadas y sólo se pueden concebir a partir de lo
filogenético, es decir por algo vivido en generaciones anteriores pero que permanecen
actuales y dan evidencia de ello en estos complejos. Ante tal situación formula la
siguiente tesis en torno a que “la herencia arcaica del ser humano no abarca sólo
predisposiciones, sino también contenidos, huellas mnémicas de lo vivenciado por
generaciones anteriores”, 34 y que estas huellas persisten como un puente tendido sobre
el distanciamiento entre la psicología individual y la colectiva, por lo que infiere Freud
que entonces podríamos tratar a los pueblos como a los neuróticos individuales.
El cómo se trasmite esta herencia primitiva, niega que sea el lenguaje el propagador de
tales contenidos, sino algo que se trasmite de manera inconsciente entre generaciones.
Hace un símil entre el instinto de los animales y la forma como este se adapta a sus
vivencias gracias a una transmisión congénita, es decir, que guardan en sus instintos un
recuerdo de lo vivenciado por sus antepasados. De manera similar en el hombre esta
herencia arcaica corresponde al instinto de los animales.
Tras este análisis Freud da por sentado que bajo una huella mnémica el ser humano sabe
que antaño poseyó un padre primordial al cual mataron. Pero, ¿cómo ingresó un
recuerdo así de herencia arcaica en el desarrollo del individuo? ¿en qué momento
deviene activo, es decir transitar desde un estado inconsciente a un estado conciente?
Estas son dos preguntas que el mismo Freud se plantea y trata de responder de la
siguiente manera:
En la primera pregunta afirma que cuando “el suceso tuvo suficiente importancia o se
repitió con frecuencia bastante, o ambas cosas. En el caso del parricidio, ambas
condiciones se cumplen”, en este sentido podemos pensar que el parricidio es un deseo
33
34
Ibid, p. 94 (las itálicas son del texto fuente).
Ibid, p. 96.
12
que se repite de manera frecuente y es de suma importancia dentro del psiquismo
humano.
En torno a la segunda pregunta responde aludiendo “al despertar de la huella mnémica
olvidada por obra de la repetición real reciente del suceso” 35, y coloca como
repeticiones del suceso parricida el asesinato violento de Moisés y el posterior asesinato
de Cristo, sin embargo cabe resaltar esta inferencia de Freud en torno a la repetición real
reciente del suceso que nos lleva a pensar en la actualidad de estos deseos parricidas
convertidos en actos de dar muerte al padre.
Concluyendo podemos decir que:
En Freud existe una connotación doble para el término filogenético; por un lado lo toma
como aquellos eventos o situaciones traumáticas que el niño vivenció y que retornan en
los adultos neuróticos como remanentes de su historia infantil. Por otro lado retoma a
lo filogenético como aquella historia que estaba antes del nacimiento del propio sujeto e
infiere en su desarrollo psicosexual.
En relación a esta segunda connotación, la filogénesis sería entonces la base cultural, es
decir, prehistórica en la que el niño se inscribe y se escribe desde el momento de su
nacimiento, es decir, es la tabula no raza sino cultural donde se inscribirá la historia
individual del sujeto, de esta manera Freud sienta la transmisión de esta historia arcaica
a partir de la compulsión a la repetición de eventos o sucesos importantes en la historia
de la humanidad.
La manifestación de estos sucesos se vislumbran a partir del análisis detenido del
simbolismo onírico y en los síntomas neuróticos que dan cuenta de esta herencia
arcaica, situando este simbolismo primitivo como el que da surgimiento a las fantasías
primordiales en el niño.
Según Freud la conflictiva edípica, núcleo de la neurosis, también proviene de esta
herencia arcaica con la finalidad de que el sujeto se asuma en la vida sociocultural; y el
odio que emerge en el niño hacia el padre, independientemente del desarrollo
ontogenético del menor, es reforzado por motivos que provienen de épocas anteriores.
35
Ibid, p. 97.
13
Por lo tanto, en la clínica de lo criminal, específicamente del parricidio, tendremos que
ver como estas dos motivaciones confluyen cuando un acto de muerte al padre se
presenta.
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