Descargar - El Rincon del Lector

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STAFF
Moderadora:
Anna Banana
Traductoras:
Deydra Cooper
Amy
macasolci
Nico Robin
Mel Markham
Chachii
dracanea
CrisCras
Angyyy
Moni
aa.tesares
Mel Demczuk
Buty Maddox
Juli
Melody Ross
slightaddiction
fleurence
betza18
BeaG
Marie.Ang
JulesG92
Leii123
Fiioreee
Andreani
Loveandheartts
Akires
Anelynn
♥...Luisa...♥
Danny_McFly
Nicole Vulturi
Udane
Noenatale
Hanna jimenez
Nats
Larosky
Kass :)
Becky_abc2
Keren
Ankmar
Joha quinto
Melusanti
Anna Banana
Vaviro78
SomerholicSwiftie,
Perpi 27
*~Vero~*,
Correctoras:
Melii
Lalu ♥
itxi
Vericity
Verito
Alaska Young
Findareasontosmilela
dypandora
CrisCras
Marie.Ang
Carolyn ♥
Violet~
Nat_Hollbrook
nnancyc
karew
val_mar
Juli
Deydra Eaton♥
Lectura final:
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Juli
Mery St. Clair
Mel Cipriano
Deydra Ann
CrisCras
Diseño:
Yessy
ÍNDICE
Sinopsis
Capítulo 15
Capítulo 1
Capítulo 16
Capítulo 2
Capítulo 17
Capítulo 3
Capítulo 18
Capítulo 4
Capítulo 19
Capítulo 5
Capítulo 20
Capítulo 6
Capítulo 21
Capítulo 7
Capítulo 22
Capítulo 8
Capítulo 23
Capítulo 9
Capítulo 24
Capítulo 10
Capítulo 25
Capítulo 11
Capítulo 26
Capítulo 12
Capítulo 27
Capítulo 13
Capítulo 28
Capítulo 14
Sobre la Autora
Capítulo 15
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SINOPSIS
¿
Cuánto es amar demasiado?
Travis Maddox aprendió dos cosas de su madre antes de morir.
Ama duro. Pelea más duro.
En Walking Disaster, la vida de Travis está llena de mujeres,
juegos clandestinos y violencia. Justo cuando pensaba que era invencible,
Abby Abernathy lo trae a sus rodillas.
Cada historia tiene dos lados. En el New York Times Bestseller
Beautiful Disaster, Abby ha contado su historia. Ahora es el momento de ver
la historia a través de los ojos de Travis.
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PRÓLOGO
Traducido por Deydra Eaton
Corregido por Melii
I
ncluso con el sudor en su frente y el salto en su respiración, no parecía
enferma. Su piel no tenía el resplandor melocotón al que yo estaba
acostumbrado, y sus ojos no eran tan brillantes, pero todavía era
hermosa. La mujer más hermosa que jamás vería.
Su mano se dejó caer de la cama y su dedo tembló. Mis ojos se mueven
desde sus frágiles y amarillentas uñas, a su delgado brazo, por su hombro
huesudo, finalmente fijándome en sus ojos. Me estaba mirando, sus párpados
abiertos en dos rendijas, sólo lo suficiente para hacerme saber que ella sabía que yo
estaba ahí. Eso es lo que amaba de ella. Cuando me miraba, realmente me veía. No
miraba más allá de mí a las otras docenas de cosas que necesitaba hacer con su día,
o desconectarse de mis estúpidas historias. Ella escuchaba, y eso la hacía realmente
feliz. Todos los demás parecían asentir sin escuchar, pero ella no. Ella jamás.
—Travis —dijo, su voz ronca. Se aclaró la garganta, y las esquinas de su
boca se curvaron—. Ven aquí, bebé. Está bien. Ven.
Papá puso un par de dedos en mi nuca y me empujó hacia adelante
mientras escuchaba a la enfermera. Papá la llamaba Becky. Llegó a la casa por
primera vez hace unos días. Sus palabras eran suaves y sus ojos eran un poco
amables, pero no me agradaba Becky. No puedo explicarlo, pero que estuviera
aquí me asustaba. Sabía que estaba aquí para ayudar, pero eso no era algo bueno, a
pesar de que mi papá está de acuerdo con ella.
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El empujoncito de papá me llevó varios pasos al frente, lo suficientemente
cerca de mamá para que pudiera tocarme. Estiró sus largos y elegantes dedos y
acarició mi brazo. —Está bien, Travis —susurró—. Mami quiere decirte algo.
Metí mi dedo en la boca y lo empujé alrededor de mis encías, poniéndome
inquieto. Asentir hizo que su pequeña sonrisa creciera, así que me aseguré de
hacer más movimientos con mi cabeza mientras di un paso hacia su cara.
Usó lo que quedaba de su fuerza para deslizarse más cerca de mí, y luego
tomó un respiro. —Lo que voy a pedirte será muy duro, hijo. Sé que lo puedes
hacer, porque ahora eres un niño grande.
Asentí de nuevo, haciéndola sonreír, incluso si no lo decía en serio. Sonreír
cuando se veía tan cansada e incómoda no se siente bien, pero ser valiente la hacía
feliz. Así que fui valiente.
—Travis, necesito que escuches lo que voy a decir, y aun más importante,
necesito que lo recuerdes. Esto será muy difícil. He estado tratando de recordar
cosas de cuando tenía tres años, y yo.... —Su voz se desvaneció, el dolor fue muy
fuerte por un momento.
—¿El dolor se está poniendo inmanejable, Diane? —dijo Becky, empujando
una aguja en la intravenosa de mamá.
Después de unos momentos, mami se relajó. Tomó otro respiro y lo intentó
de nuevo.
—¿Puedes hacer eso por mami? ¿Puedes recordar lo que voy a decir? —
Asentí de nuevo, y levantó una mano en mi mejilla. Su piel no era muy cálida, y
sólo pudo mantener su mano por unos segundos antes de que se pusiera
temblorosa y cayera sobre la cama—. En primer lugar, está bien estar triste. Está
bien sentir cosas. Recuerda eso. Segundo, se un niño tanto como puedas. Juega,
Travis. Sé tonto. —Sus ojos le restan importancia—. Y tú y tus hermanos cuídense
los unos a los otros, y a tu padre. Incluso cuando crezcan y se vayan a otro lugar, es
importante volver a casa. ¿De acuerdo?
Mi cabeza se balanceó de arriba abajo, desesperado por complacerla.
—Uno de estos días, te enamorarás, hijo. No te conformes con cualquier
persona. Elige a la chica que no sea fácil, una por la que tengas que luchar, y
después nunca dejes de pelear. Nunca... —Tomó un suspiro profundo—, dejes de
luchar por lo que quieres. Y nunca... —Frunció el ceño—, olvides que mami te ama.
Incluso si no puedes verme. —Una lágrima cayó por su mejilla—. Siempre,
siempre te amaré.
Tomó una respiración entrecortada y luego tosió.
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—De acuerdo —dijo Becky, pegando una cosa de aspecto gracioso en sus
oídos. Mantuvo el otro extremo en el pecho de mami—. Hora de descansar.
—No hay tiempo —susurró mami.
Becky miró a mi papá. —Nos estamos acercando, señor Maddox.
Probablemente debería traer al resto de los chicos para despedirse.
Los labios de papá hicieron una dura línea, y sacudió su cabeza. —No estoy
listo. —Se atragantó.
—Nunca estarás listo para perder a tu esposa, Jim. Pero no quieres dejarla ir
sin que los chicos le digan adiós.
Papá pensó por un minuto, se limpió la nariz con su manga, y luego asintió.
Salió con fuertes pisadas de la habitación, como si estuviera enojado.
Miré a mami, la observé tratando de respirar, y vi a Becky comprobando los
números en la caja junto a ella. Toqué la muñeca de mamá. Los ojos de Becky
parecían saber algo que yo no, y eso hizo que mi estómago se sintiera enfermo.
—Sabes, Travis —dijo Becky, inclinándose para que pudiera mirarme a los
ojos—, la medicina que le estoy dando a tu mamá la hará dormir, pero a pesar de
que está durmiendo, aun puede oírte. Todavía puedes decirle a mami que la amas
y que la extrañarás, y ella escuchará todo lo que digas.
Miré a mami, pero rápidamente negué con mi cabeza. —No quiero perderla.
Becky puso su suave y cálida mano en mi hombro, justo como mami solía
hacerlo cuando yo estaba enojado. —Tu mamá quiere estar aquí contigo. Quiere
mucho eso. Pero Jesús la quiere con él en este momento.
Fruncí el ceño. —Yo la necesito más que Jesús.
Becky sonrió, y luego besó mi coronilla.
Papá tocó en la puerta y la abrió. Mis hermanos se agruparon alrededor de
él en el pasillo, y Becky me condujo de la mano para unirme a ellos.
Los ojos de Trenton no dejaron la cama de mami, y Taylor y Tyler miraron a
todos lado, excepto a la cama. Me hizo sentir mejor de alguna manera que todos
parecían tan asustados como yo.
Thomas estaba de pie junto a mí, un poco más adelante, como la vez que me
protegió cuando jugábamos en el patio delantero y los chicos del vecindario
trataron de buscar pelea con Tyler. —No se ve bien —dijo Thomas.
Papá se aclaró la garganta. —Mamá ha estado muy enferma durante mucho
tiempo, chicos, y es tiempo para ella... es momento de que ella... —Su voz se fue
apagando poco a poco.
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Becky ofreció una pequeña y simpática sonrisa. —Su mamá no ha estado
comiendo o tomando algo. Su cuerpo se está yendo. Esto será muy difícil, pero es
un buen momento para que le digan a su madre que la aman, y la extrañarán, y eso
está bien para que ella se vaya. Necesita saber que eso está bien.
Mis hermanos asintieron al unísono. Todos, excepto yo. No estaba bien. No
quería que se fuera. No me importaba si Jesús la quería o no. Ella era mi mami. Él
podría tomar a una mami mayor. Una que no tuviera niños pequeños que cuidar.
Traté de recordar todo lo que me dijo. Traté de pegarlo dentro de mi cabeza: Juega.
Visita a papá. Pelea por lo que amas. Esa última cosa me molestaba. Amaba a
mami, pero no sabía cómo luchar por ella.
Becky se inclinó hacia el oído de mi papá. Él negó con la cabeza, y después
asintió hacia mis hermanos. —De acuerdo, chicos. Vamos a decir adiós, y luego
tienes que meter a tus hermanos en la cama, Thomas. No necesitan estar aquí para
lo demás.
—Sí, señor —dijo Thomas. Sabía que estaba fingiendo una cara valiente. Sus
ojos estaban tan tristes como los míos.
Thomas habló con ella por un rato, luego Taylor y Tyler le susurraron cosas
en cada uno de sus oídos. Trenton lloró y la abrazó por mucho tiempo. Todos le
dijeron que estaba bien para ella dejarnos. Todos menos yo. Mami no respondió a
nada esta vez.
Thomas tiró de mi mano, sacándome de su dormitorio. Caminé hacia atrás
hasta que estuvimos en el pasillo. Traté de fingir que ella sólo iba a dormir, pero mi
cabeza se puso difusa. Thomas me cargó y me llevó por las escaleras. Sus pies
subieron más rápido cuando los lamentos de papá llegaron a través de las paredes.
—¿Qué te dijo a ti? —preguntó Thomas, encendiendo el grifo de la bañera.
No respondí. Lo escuché preguntar, y recordé como ella me dijo que lo
hiciera, pero mis lágrimas no funcionarían y mi boca tampoco.
Thomas me quitó la camisa sucia por encima de mi cabeza y mis pantalones
cortos y luego bajó los calzoncillos entrenadores de Thomas y Tren al suelo. —Es
hora de entrar a la bañera, pequeño. —Me levantó del suelo y me sentó en el agua
tibia, empapando la esponja y apretándola desde arriba de mi cabeza. No
parpadeé. Ni siquiera traté de quitar el agua de mi cara, aun cuando odiaba eso.
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—Ayer, mamá me dijo que cuidara de ti y de los gemelos, y de papá. —
Thomas cruzó sus manos en el borde de la bañera y apoyó su barbilla sobre ellas,
mirándome—. Así que eso es lo que haré, Trav, ¿de acuerdo? Voy a cuidar de ti.
Así que no te preocupes. Juntos, vamos a extrañar a mamá, pero no estés asustado.
Me aseguraré de que todo esté bien. Lo prometo.
Quería asentir, o abrazarlo, pero nada funcionó. A pesar de que debería
haber estado luchando por ella, yo estaba en el segundo piso, en una bañera llena
de agua, inmóvil como una estatua. Ya la había defraudado. Le prometí en el
fondo de mi cabeza que haría todas las cosas que me había dicho tan pronto como
mi cuerpo volviera a funcionar. Cuando la tristeza se fuera, siempre jugaría y
siempre pelearía. Duro.
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1
Traducido por Amy & macasolci
Corregido por Lalu ♥
M
alditos buitres, pueden esperar por horas. También días. Noches.
Mirándote, escogiendo qué partes de ti arrancarán primero, qué
piezas serían las más dulces, las más tiernas, o simplemente qué
parte sería la más conveniente.
Lo que no saben, lo que nunca han anticipado, es que la presa está
fingiendo. Son los buitres los que son fáciles. Sólo cuando piensan que todo lo que
tienen que hacer es tener paciencia, sentarse y esperar a que expires, es el momento
de sorprenderlos. Ese es el momento de traer tu arma secreta: una absoluta falta de
respeto al Status Quo1; rechazar el orden normal de las cosas.
Ahí es cuando los sacudes con mucha fuerza. No te importa una mierda.
Un oponente en el Círculo, algún imbécil malo al azar tratando de exponer tu
debilidad con insultos, una mujer tratando de amarrarte; sucede cada vez.
Había tenido mucho cuidado desde muy joven para vivir mi vida de esta
manera. Estos imbéciles con su corazón sangrando, iban por ahí dando su alma a
cada banshee “caza-fortuna” que les sonreía. Pero de alguna manera yo era de los
que nadaban contra la corriente. Era un hombre diferente. Mi forma de vivir era
más difícil, si me preguntaban. Dejaba la emoción en la puerta, y la reemplazaba
con insensibilidad, o ira, que era mucho más fácil de controlar, era simple. Dejarte
sentir vulnerable. Tantas veces como he tratado de explicar este error a mis
hermanos, primos, o amigos, me recibieron con escepticismo.
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Tantas veces como los había visto llorando o perdiendo el sueño por alguna
puta tonta en un maldito par de tacones que nunca daba una mierda por ellos de
todos modos, no podían entenderlo. Las mujeres con ese tipo de angustia no
Status Quo: Es una frase latina, que se traduce como "estado de las cosas", que hace referencia al
estado global de un asunto en un momento dado.
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dejaban que te enamores de ellas tan fácilmente. No se inclinaban en tu sofá o te
permitían encantarlas en su habitación la primera noche, ni siquiera la décima.
Mis teorías fueron ignoradas porque esa no era la manera en que las cosas
sucedían.
Atracción, sexo, enamoramiento, amor y luego la angustia. Ese era el orden
lógico. Y siempre había sido así.
Pero no para mí. De. Ninguna. Maldita. Manera.
Decidí hace mucho tiempo que alimentaría a los buitres hasta que una
paloma llegara. Una paloma. El tipo de alma que no le impediría nada a nadie, que
simplemente camine y se preocupe de sus propios asuntos, tratando de pasar por
la vida sin joder al resto de las personas con sus propias necesidades y hábitos
egoístas. Valiente. Una comunicadora. Inteligente. Hermosa. De voz suave. Una
criatura que fuera camarada con la vida. Inalcanzable hasta que tenga una razón
para confiar en ti.
Mientras estaba parado en la puerta de mi apartamento, chasqueé la última
parte de las cenizas fuera de mi cigarro, la chica con chaqueta de color rosa y
sangre en el Círculo destelló en mi memoria. Sin pensarlo, la llamé Pigeon. En el
momento, fue un apodo estúpido para ponerla más incómoda de lo que ya estaba.
Su rostro manchado con carmesí, sus ojos muy abiertos. Exteriormente parecía
inocente, pero me di cuenta de que era sólo su ropa. La empujé de mi memoria
mientras miraba fijamente la sala de estar.
Megan estaba acostada perezosamente en mi sofá, mirando la televisión. Se
veía aburrida y me pregunté por qué seguía en mi apartamento. Por lo general,
tomaba su mierda y se iba antes de que la echara.
La puerta se quejó cuando la abrí un poco más. Me aclaré la garganta y
recogí mi mochila por las correas. —Megan. Me voy.
Se incorporó, estiró, y luego se apoderó de la cadena de su bolso
excesivamente grande. No podía imaginar que tuviera suficientes pertenencias
para llenarlo. Colocó los eslabones de plata por encima de su hombro y luego se
deslizó sobre sus tacones, paseándose por la puerta.
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—Mándame un mensaje si estás aburrido —dijo sin mirarme. Se puso sus
gigantes gafas de sol y luego bajó las escaleras, sin encontrarse afectada por
despedirla. Su indiferencia era exactamente la razón por la que Megan era una de
mis pocas viajeras frecuentes. No lloró por el compromiso o tuvo una rabieta.
Tomó nuestro arreglo por lo que era, y luego se fue.
Mi Harley brillaba en el sol mañanero del otoño. Esperé a que Megan se
alejara del estacionamiento de mi apartamento, y luego bajé corriendo las
escaleras, abrochando mi chaqueta. La clase de humanidades del Dr. Rueser
comenzaba en media hora, pero a él no le importaba si yo llegaba tarde. Si no lo
molestaba, realmente no tenía sentido matarme por llegar allí.
—¡Espera! —dijo una voz detrás de mí.
Shepley estaba en la puerta de nuestro apartamento, sin camisa y mantenía
el equilibrio sobre un pie mientras intentaba ponerse un calcetín en el otro. —
Quería preguntarte anoche. ¿Qué le dijiste a Marek? Te inclinaste en su oído y le
dijiste algo. Él parecía como si se hubiera tragado su lengua.
—Le agradecí por sacarme de la ciudad hace unas semanas, porque su
madre fue una salvaje.
Me miró, dudoso. —Amigo. No lo hiciste.
—No. Escuché de Cami que tuvo un Menor en Posesión2 en el Condado de
Jones.
Negó con la cabeza y luego miró hacia el sofá. —¿Dejaste que Megan pasara
la noche esta vez?
—No, Shep. Sabes muy bien eso.
—Ella se acercó para conseguir un poco de sexo antes de clases, ¿eh? Esa es
una manera interesante de asegurarte.
—¿Crees que es eso?
—Alguien más tiene sus sobras. —Se encogió de hombros—. Es Megan.
Quién sabe. Escucha, tengo que llevar a América de vuelta al campus. ¿Quieres
que te lleve?
—Te veré más tarde —dije, poniéndome las gafas—. Puedo llevar a Mare, si
quieres.
La cara de Shepley se contorsionó. —Uh… no.
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Divertido por su reacción, me senté en la Harley y arranqué el motor. A
pesar de que tenía la mala costumbre de seducir a las amigas de su novia, había
una línea que no podía cruzar. América era de él, y una vez que se mostraba
interesado en una chica, ella estaba fuera de mi radar, para nunca ser considerada
otra vez. Él sabía eso. A él le gustaba darme mierda.
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Cuando a los menores de edad se los encuentra con alcohol.
Me encontré con Adam detrás de Sig Tau. Él hacía que El Círculo
funcionara. Después del desembolso inicial de la primera noche, le permití recoger
el bolso de devoluciones al día siguiente, y le di una parte por las molestias.
Mantuvo la cubierta: me quedé con las ganancias. Nuestra relación era
estrictamente profesional, y ambos preferíamos mantener todo simple.
Mientras siguiera pagándome, me quedaba fuera de su vista, y siempre que
no quisiera tener su culo pateado, él se quedaba fuera de la mía.
Me abrí paso a la cafetería del campus. Justo antes de llegar a las puertas
metálicas dobles, Lexi y Ashley se pusieron delante de mí.
—Hola, Trav —dijo Lexi, de pie con una postura perfecta. Perfectamente
bronceada, pechos dotados con silicona se asomaban desde su camiseta rosa.
Esas siliconas irresistibles que rebotaban, fueron las que me rogaron que la
follara en primer lugar, pero con una vez fue suficiente. Su voz me recordaba al
sonido producido cuando el aire lentamente se soltaba de un globo, y a Nathan
Squalor, quién se la folló la noche después de que yo lo hiciera.
—Hola, Lex.
Pellizqué la punta de mi cigarro y lo tiré en la papelera antes de caminar
rápidamente por delante de ella y pasar las puertas. No es que estuviera dispuesto
a abordar el buffet de verduras, carnes secas flácidas, y frutas maduras. Jesús. Su
voz hacía que los perros aullaran y que los niños se acercaran a ver qué persona de
dibujos animados había llegado a la vida.
Independientemente de despedirlas, las chicas me siguieron.
—Shep. —Asentí. Estaba sentado con América y riendo con la gente a su
alrededor. Pigeon se sentaba frente a él, hurgando su comida con un tenedor de
plástico. Mi voz pareció despertar su curiosidad. Podía sentir sus grandes ojos
seguirme al extremo de la mesa donde tiré mi bandeja.
Oí reír a Lexi, lo que me obligó a frenar la irritación que hervía en mí.
Cuando me senté, usó mi rodilla como una silla.
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Algunos de los chicos del equipo de fútbol sentados en nuestra mesa me
miraban con asombro, como si ser seguido por dos inarticuladas zorras fuera algo
inalcanzable para ellos.
Lexi deslizó su mano por debajo de la mesa y apretó sus dedos en mi muslo
mientras se abría camino hasta la entrepierna de mis jeans. Abrí mis piernas un
poco más, esperando a que lo alcanzara.
Justo antes de sentir sus manos sobre mí, escuché los murmullos de
América.
—Creo que acabo de vomitar un poco en mi boca.
Lexi se dio vuelta, todo su cuerpo rígido. —Te he oído, puta.
Un panecillo pasó volando frente a la cara de Lexi y rebotó en el suelo.
Shepley y yo intercambiamos miradas, y luego moví mi rodilla.
El culo de Lexi rebotó en el azulejo de la cafetería. Lo admito, me giré al escuchar el
sonido de su piel golpear contra la cerámica.
No se quejó mucho antes de marcharse. Shepley parecía apreciar mi gesto, y
eso fue suficiente para mí. Mi tolerancia para las chicas como Lexi no duraba tanto
tiempo. Tenía una regla: respeto. Por mí, por mi familia y por mis amigos.
Demonios, incluso algunos de mis enemigos merecían respeto. No veía la razón
para relacionarme con personas que no entendían esa lección de vida. Podía sonar
hipócrita para las mujeres que habían pasado por la puerta de mi apartamento,
pero si se trataran a ellas mismas con respeto, yo se los habría dado.
Le guiñé un ojo a América, quien se veía satisfecha, le asentí a Shepley y
luego tomé otro bocado de lo que sea que estaba en mi plato.
—Buen trabajo anoche, Mad Dog —dijo Chris Jenks, poniendo un crouton
sobre la mesa.
—Cállate, imbécil —dijo Brasil en su típica voz baja—. Adam nunca te
dejaría entrar otra vez si oye lo que estás diciendo.
—Oh. Seh —dijo, encogiéndose de hombros.
Llevé mi bandeja a la basura y luego volví a mi asiento con el ceño fruncido.
—Y no me llames así.
—¿Qué? ¿Mad Dog?
—Ajam.
—¿Por qué no? Pensé que era tu nombre en el Círculo. Algo así como tu
nombre de stripper.
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Mis ojos clavaron a Jenks. —¿Por qué no te callas y le das a ese agujero en tu
rostro una oportunidad de sanar?
Nunca me había gustado ese pequeño gusano.
—Seguro, Travis. Todo lo que tenías que hacer era decirlo. —Se rió entre
dientes nerviosamente antes de recoger su basura e irse.
En poco tiempo, la mayoría de la cafetería estaba vacía. Miré alrededor para
ver a Shepley y América todavía dando vueltas, hablando con su amiga.
Ella tenía el pelo largo y ondulado, y su piel seguía bronceada de las
vacaciones de verano. Sus pechos no eran lo más grandes que he visto, pero sus
ojos… eran de un extraño color gris. De alguna manera familiar. No había manera
de que la hubiera visto antes, pero había algo en su rostro que me recordaba a algo.
Y no estaba seguro de qué era.
Me levanté y caminé hacia ella. Tenía el cabello de una estrella porno, y el
rostro de un ángel. Sus ojos eran de forma almendrada y singularmente hermosos.
Fue entonces cuando lo vi: detrás de la belleza y la falsa inocencia había algo más,
algo frío y calculador. Incluso cuando sonrió, pude ver el pecado tan
profundamente incrustado en ella que ningún cárdigan podría ocultarlo. Aquellos
ojos flotaban por encima de su pequeña nariz, y sus suaves rasgos. Para cualquier
otro, sería pura e ingenua, pero esta chica ocultaba algo. Lo sabía sólo porque yo
había vivido el mismo pecado toda mi vida. La diferencia era que ella lo mantenía
muy dentro, y yo dejaba que el mío saliera de su jaula con regularidad.
Observé a Shepley hasta que lo sintió. Cuando miró en mi dirección, di un
cabezazo en dirección a Pigeon.
¿Quién es esa? gesticulé con la boca.
Shepley sólo respondió frunciendo el ceño confundido.
Ella, volví a gesticular en silencio.
La boca de Shepley se curvó en la molesta sonrisa de imbécil que siempre
tenía cuando estaba a punto de hacer algo para molestarme.
—¿Qué? —preguntó, un poco más fuerte de lo necesario.
Pude darme cuenta que la chica sabía que hablábamos de ella, porque
mantuvo la cabeza gacha, fingiendo no escuchar.
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Luego de pasar sesenta segundos en la presencia de Abby Abernathy,
percibí dos cosas: no hablaba mucho, y cuando lo hacía era algo así como una
perra. Pero no estaba seguro... como que me gustaba eso de ella. Levantaba una
fachada para mantener alejados a los imbéciles como yo, pero eso hacía que,
incluso, me llamara más la atención.
Rodó sus ojos hacia mí por tercera o cuarta vez. La estaba molestando, y yo
encontraba eso bastante divertido. Las chicas generalmente no me trataban con
odio íntegro, aún cuando les enseñaba la puerta. Cuando mis mejores sonrisas no
funcionaron, lo llevé a otro nivel.
—¿Tienes un tic?
—¿Un qué? —preguntó.
—Un tic. Tus ojos no dejan de moverse. —Si pudiera haberme matado con
su mirada, me habría desangrado en el suelo. No pude evitar reírme. Era una
listilla y grosera como el infierno. Me gustaba más a cada segundo. Me incliné más
cerca de su rostro—. De hecho, esos son unos ojos increíbles. ¿Qué color son?
¿Grises?
Inmediatamente agachó la cabeza, dejando que su cabello cubriera su rostro.
Punto para mí. La hice sentir incómoda, y eso significaba que estaba llegando a
alguna parte.
América saltó inmediatamente, advirtiéndome que me alejara. No podía
culparla. Había visto la interminable fila de chicas que entraban y salían del
departamento. No quería molestar a América, pero no parecía enojada. Más bien
como divertida.
—Tú no eres su tipo —dijo América.
Mi boca cayó abierta, metiéndome en su juego.
—¡Soy el tipo de todas!
Pigeon se asomó para mirarme y sonrió. Una sensación cálida —
probablemente fue sólo el loco impulso de arrojar a esta chica a mi sofá— pasó
sobre mí. Ella era diferente, y eso era refrescante.
—¡Ah! Una sonrisa —dije. El llamarla simplemente una sonrisa, como si no
fuera la cosa más hermosa que jamás hubiera visto, se sentía mal, pero no iba a
joder mi juego cuando por fin conseguía algo—. No soy un podrido bastardo
después de todo. Fue un placer conocerte, Pidge.
Me levanté, di la vuelta a la mesa, y me incliné en la oreja de América—:
Ayúdame aquí, ¿quieres? Me comportaré, lo juro.
Una patata frita saltó hacia mi cara.
—¡Quita los labios de la oreja de mi chica, Trav! —dijo Shepley. Retrocedí,
levantando las manos para resaltar la expresión más inocente que podía lograr en
mi rostro.
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—¡Me retiro! ¡Me retiro! —Caminé atrás unos pasos hacia la puerta, notando
un pequeño grupo de chicas. Abrí la puerta, y se acumularon a mí alrededor como
una manada de búfalos acuáticos antes de que pudiera salir. Había pasado un
largo tiempo desde la última vez que tuve un desafío. Lo extraño era que, no iba a
intentar joderla a ella. Me molestaba que pensara que yo era un pedazo de mierda,
pero me molestaba aún más el hecho de que me importaba. De cualquier manera,
por primera vez en un largo tiempo, alguien era impredecible. Pigeon era
totalmente lo contrario a las chicas que había conocido aquí, y tenía que saber por
qué.
La clase de Chaney estaba llena. Subí los escalones de a dos hacia mi
asiento, y luego me metí entre las piernas desnudas que llenaban mi escritorio.
Asentí.
—Señoritas.
Canturrearon y suspiraron en harmonía.
Buitres. Me había follado a la mitad de ellas durante mi primer año, la otra
mitad había estado en mi sofá mucho antes del receso de otoño. Excepto la chica
del final. Sophia dejó escapar una sonrisa torcida. Parecía como si su rostro se
hubiera prendido fuego y alguien hubiera intentando sacarlo con un tenedor.
Había estado con algunos de mis hermanos de la fraternidad. Conociendo sus
antecedentes y su falta de preocupación por la seguridad, lo mejor era considerarla
un riesgo innecesario, incluso si yo era habitualmente cuidadoso.
Ella se inclinó hacia adelante apoyada en sus codos para hacer un mejor
contacto visual conmigo. Sentí la necesidad de estremecerme con disgusto, pero
me resistí. No. No estaba ni cerca de valer la pena.
La morocha en frente de mí se dio la vuelta y batió sus pestañas.
—Hola, Travis. Oí que se acerca una fiesta de citas en Sig Tau.
—No —dije sin una pausa.
Su labio inferior formó una mala cara.
—Pero... cuando me contaste sobre ella, pensé que querrías ir.
Me reí una vez.
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—Me quejaba de eso. No es lo mismo.
La rubia a mi lado se inclinó hacia adelante.
—Todos saben que Travis Maddox no va a fiestas de citas. Estás en el
camino equivocado, Chrissy.
—Oh, ¿sí? Bueno, nadie te preguntó —dijo Chrissy con el ceño fruncido.
Mientras que las mujeres discutían entre ellas, noté que Abby se apresuraba para
entrar. Prácticamente se arrojó a un escritorio de la primera fila, justo antes de que
sonara la campana.
Antes de tomarme un segundo para preguntarme a mí mismo por qué,
agarré mis cosas y me puse la lapicera en la boca. Luego troté, bajando los
escalones, deslizándome en el escritorio al lado de ella.
La mirada en el rostro de Abby superaba lo divertido, y por una razón que
no podía explicar, hizo que la adrenalina se apresurara a través de mi cuerpo, el
tipo de adrenalina que solía experimentar antes de una pelea.
—Bien. Así puedes tomar apuntes por mí.
Lucía absolutamente disgustada, y eso sólo me complació aún más. La
mayoría de las chicas me aburrían como una ostra, pero esta chica era intrigante.
Entretenida, incluso. No la había perturbado, al menos no de una manera positiva.
Mi sola presencia parecía hacer que quisiera vomitar, y encontraba eso
extrañamente adorable.
La urgencia de descubrir si era odio real lo que sentía por mí, o si sólo era
fingido, vino a mí. Me incliné más cerca.
—Lo siento... ¿te ofendí de alguna manera?
Sus ojos se suavizaron antes de sacudir su cabeza. No me odiaba. Sólo
quería odiarme. Estaba un paso adelante de ella. Si quería jugar, yo podía jugar.
—Entonces, ¿cuál es tu problema?
Parecía avergonzada de decir lo que vino después—: No voy a acostarme
contigo. Deberías darte por vencido ahora mismo.
Oh, sí. Esto iba a ser divertido.
—No te he preguntado si dormirías conmigo... ¿o sí? —Dejé que mis ojos se
desviaran al techo, como si estuviera pensando en eso—. Está bien, Pigeon. ¿Por
qué no vienes con América esta noche?
El labio de Abby se curvó, como si hubiera olido algo podrido.
19
—Ni siquiera coquetearé contigo, lo juro.
—Voy a pensarlo.
Intenté no sonreír demasiado y delatarme. Ella no iba a entregarse como los
buitres encima de mí. Eché un vistazo detrás, todas fulminaban con la mirada la
parte trasera de la cabeza de Abby. Lo sabían tan bien como yo. Abby era
diferente, e iba a tener que trabajar en esto. Por una vez.
Tres garabatos de tatuajes potenciales, y dos docenas de cajas de 3D más
tarde, la clase terminó. Me deslicé a través de los pasillos antes de que nadie
pudiera detenerme. Lo hice en un buen tiempo, pero Abby de alguna manera
había terminado afuera, unos buenos dieciocho metros por delante de mí.
Maldición. Intentaba evitarme. Apresuré mi paso hasta que estuve a su lado.
—¿Has pensando en ello?
—Hola, Travis —dijo una chica, jugando con su cabello. Abby siguió
andando, dejándome atascado, escuchando el irritante balbuceo de esta chica.
—Lo siento, eh...
—Heather.
—Lo siento, Heather... Yo... tengo que irme.
Envolvió sus brazos alrededor de mí. Le di unas palmadas en la espalda, y
me las arreglé para salir de su agarre, seguí caminando, preguntándome quién era.
Antes de poder descifrar quién era Heather, las largas y bronceadas piernas
de Abby aparecieron a la vista. Llevé un Marlboro a mi boca y troté hasta llegar a
su lado.
—¿En dónde estaba? Ah, sí... tú estabas pensando.
—¿De qué estás hablando?
—¿Has pensando en venir?
—Si digo que sí, ¿dejarás de seguirme?
Pretendo reflexionar sobre eso, y luego asiento.
—Sí.
—Entonces iré.
Y una mierda. Ella no era así de fácil.
—¿Cuándo?
20
—Esta noche. Iré esta noche.
Me detuve a medio paso. Planeaba algo. No había anticipado que fuera a ir
por el ataque.
—Genial —dije, fingiendo sorpresa—. Te veré después, Pigeon.
Se alejó sin mirar atrás, ni un poco afectada por la conversación.
Desapareció detrás de otros estudiantes en su camino a clases.
La gorra blanca de béisbol de Shepley apareció en mi vista. No estaba apurado en
llegar a nuestra clase de computación. Mis cejas se presionaron juntas. Odiaba esa
clase. ¿Quién ya no sabe cómo manejar una jodida computadora?
Me uní a Shepley y a América, mientras se mezclaban entre el flujo de
estudiantes en la pasarela principal. Ella reía y lo observaba con estrellas en los
ojos mientras él me ladraba. América no era un buitre. Era ardiente, sí, pero podía
tener una conversación sin decir “osea” después de cada palabra, y era bastante
divertida a veces. Lo que más me gustaba de ella era que no venía al departamento
hasta después de muchas semanas de su primera cita, e incluso luego de que
vieran una película completamente acurrucados en el departamento, volvía a su
habitación de la residencia.
Tenía el presentimiento de que el período experimental antes de que
Shepley pudiera acostarse con ella estaba a punto de terminar, sin embargo.
—Hola, Mare —dije, asintiendo.
—¿Cómo va todo, Trav? —preguntó. Me saludó con una sonrisa amigable,
pero luego sus ojos estuvieron de vuelta en Shepley.
Él era uno de los afortunados. Chicas como ella no venían muy seguido.
—Este es el mío —dijo América, haciendo señas hacia su edificio, girando
por la esquina. Envolvió sus brazos alrededor del cuello de Shepley y lo besó. Él
agarró su camiseta a ambos lados y la acercó antes de dejarla ir.
América nos saludó con la mano una última vez a ambos, y luego se unió a
su amigo Finch en la entrada principal.
—Estás enganchándote con ella, ¿verdad? —pregunté, dándole un puñetazo
en el brazo.
Me dio un empujón.
—No es asunto tuyo, imbécil.
—¿Tiene una hermana?
—Es hija única. Deja a sus amigas en paz también, Trav. Hablo en serio.
21
Las últimas palabras de Shepley fueron innecesarias. Sus ojos eran una
cartelera para sus emociones y pensamientos la mayor parte del tiempo, y él
claramente hablaba en serio, tal vez hasta un poco desesperado. No estaba
simplemente enganchándose con ella. Estaba enamorado.
—Te refieres a Abby.
Frunció el ceño.
—Me refiero a cualquiera de sus amigas. Incluso Finch. Sólo mantente lejos.
—¡Primo! —dije, enganchando el codo alrededor de su cuello—. ¿Estás
enamorado? ¡Estás haciendo que se me empañen los ojos!
—Cállate —gruñó—. Sólo prométeme que te mantendrás alejado de sus
amigas.
Reí. —No te prometo nada.
22
2
Traducido por Nico Robin.
Corregido por Lalu♥
¿
Qué estás haciendo? —preguntó Shepley. Estaba parado en medio de la
habitación, con un par de sneakers en una mano y ropa interior sucia
en la otra.
—Uh, ¿limpiando? —le pregunté, metiendo los caballitos de tequila en el
lavavajillas.
—Ya vi. Pero… ¿Por qué?
Sonreí, con la espalda hacia Shepley. Él iba a patear mi trasero. —Estoy
esperando compañía.
—¿Y?
—La paloma.
—¿Eh?
—Abby, Shep. Invité a Abby.
—Amigo, no. ¡No! No jodas esto para mí, hombre. Por favor no.
Me di la vuelta, cruzando los brazos. —Traté, Shep. Lo hice. Pero, no pude.
—Me encogí de hombros—. Hay algo sobre ella. No puedo evitarlo.
Su mandíbula se apretó, y luego pisoteó hasta su cuarto, azotando la puerta
detrás de él.
23
Terminé de lavar en el lavavajillas, y luego di la vuelta al sofá para
asegurarme de que no hubiera ningún envoltorio vacío de condones visible. No
sería divertido explicar eso.
El hecho de que había estado con una buena parte de las chicas hermosas en
esta escuela no era un secreto, pero no veía la razón para recordárselo cuando ella
viniera a mi apartamento. Se trataba de la presentación.
Se trataba de Pigeon, sin embargo. Haría falta mucho más que publicidad
falsa para meterla en mi sofá. En ese punto, la estrategia consistía en ir un paso a la
vez.
Si me centraba en el resultado final, el proceso iba a ser jodido. Ella veía
cosas. Estaba más lejos de la inocencia que yo; a años luz de distancia. Esta
operación era nada menos que precaria.
Yo estaba clasificando la ropa sucia en mi dormitorio cuando oí la puerta
abrirse. Shepley generalmente escuchaba el auto de América antes para ir a
recibirla a la puerta.
Idiota.
Murmuré, el cierre de la puerta de Shepley era mi señal. Entré en la sala y
allí estaba: gafas, el pelo amontonado en la parte superior de su cabeza y lo que
podía haber sido un pijama. No me habría sorprendido si hubiera estado usando
ropa sucia.
Era tan difícil no reventar en carcajadas. Ni una sola vez una mujer había
venido a mi apartamento vestida así. Mi puerta principal había visto faldas de
mezclilla, vestidos transparentes sobre bikinis. Un puñado de veces, maquillaje a
kilos con mucho brillos. Pero nunca pijamas.
Su apariencia explicaba inmediatamente porque había sido tan fácil
convencerla de que viniera. Ella estaba tratando de darme nauseas para que la deje
en paz. Si no luciera absolutamente sexy hasta con eso, hubiera funcionado, pero
su piel estaba impecable, y su falta de maquillaje y gafas sólo hacían resaltar más el
color de sus ojos.
—Ya era hora de que llegaras —dije, dejándome caer en el sillón.
Al principio, parecía orgullosa de su idea, pero cuando hablamos y no dije
nada, estaba claro que ella sabía que su plan había fracasado. Mientras menos
sonreía, más tenía que detenerme para no sonreír de oreja a oreja. Era muy
divertido. No podría superarlo.
24
Shepley y América se nos unieron diez minutos más tarde. Abby estaba
nerviosa, y yo estaba malditamente cerca de empezar a delirar. Nuestra
conversación se había dirigido a su duda de que no podría escribir un sencillo
trabajo para ella, cuestionando mi afición por la lucha. Me gustaba hablar con ella
acerca de cosas normales. Era preferible a la difícil tarea de decirle que se fuera
después de estar con ella. Ella no me entendía, y yo como que quería que lo hiciera,
a pesar de que parecía enojada.
—¿Quién eres tú… el Karate Kid? ¿Dónde aprendiste a luchar?
Shepley y América parecían estar avergonzados por Abby. No sé por qué, a
mí no me importaba. El hecho de que yo no hablara mucho de mi infancia no
quería decir que estuviera avergonzado.
—Tuve un papá con problemas alcohólicos y mal temperamento, y cuatro
hermanos mayores que portaban el gen de idiotez.
—Oh —dijo simplemente. Sus mejillas se pusieron rojas, y en ese momento,
sentí una punzada en el pecho. No estaba seguro de lo que era, pero me molesto
bastante.
—No te avergüences, Pidge. Papá dejó de beber, los hermanos maduraron.
—No estoy avergonzada. —Su lenguaje corporal no coincidía con sus
palabras. Luché por pensar en algo para cambiar de tema, pero luego su mirada
sexy, desaliñada, vino a mi mente. Su desconcierto fue remplazado
inmediatamente por la irritación, algo que era mucho más cómodo.
América propuso que viéramos televisión. La última cosa que quería hacer
era estar en una habitación con Abby, siendo incapaz de hablarle. Me paré. —
¿Tienes hambre, Pidge?
—Ya comí.
Las cejas de América se levantaron. —No, no lo has hecho. Oh… es cierto, se
me olvidaba que tú tomaste una ¿pizza? antes de que viniéramos.
Abby se sintió avergonzada de nuevo, pero cubrió rápidamente su enojo.
Aprender su patrón emocional no llevaba mucho tiempo.
Abrí la puerta, tratando de mantener mi voz casual. Nunca había estado tan
ansioso por estar a solas con una chica, sobre todo sin tener sexo con ella. —Vamos.
Tienes que tener hambre.
Sus hombros se relajaron un poco. —¿A dónde vas?
25
—Dondequiera que tú desees. Podemos ir a una pizzería. —Me encogí por
dentro. Eso pudo haber sido demasiado impaciente.
Miró sus pantalones. —Realmente no estoy vestida.
No tenía idea de lo hermosa que lucía. Eso la hacía aún más atractiva. —Te
ves bien. Vamos, que estoy muriendo de hambre.
Una vez que ella estaba sobre mi Harley, por fin pude pensar con claridad
otra vez. Mis pensamientos eran por lo general más relajados en mi moto. Las
piernas de Abby tenían mis caderas apretadas, pero eso era extrañamente relajante,
también. Casi un alivio.
Esa sensación extraña que sentía a su alrededor me desorientaba. No me
gustaba, pero de nuevo, me recordaba que ella estaba cerca, así que era tan
reconfortante como inquietante. Decidí resolver mi mierda. Abby podía ser una
paloma, pero sólo era una jodida chica. No necesitaba tener mis boxers hechos un
manojo.
Además, había algo debajo de esa fachada de niña buena. Me odiaba porque
había sido lastimada por alguien como yo. De ninguna manera era una puta, sin
embargo. Ni una puta reformada. Yo las podía detectar a un kilómetro de
distancia. Por fin había encontrado a una chica que era lo suficientemente
interesante como para quererla conocer, y una versión de mí ya la había lastimado.
A pesar de que la acababa de conocer, el pensamiento de que algún imbécil
le hiciera daño me enfureció. Que Abby me asociara con alguien que le había
hecho daño era peor. Pisé el acelerador cuando entramos al estacionamiento de
Pizza Shack. El viaje no había sido suficiente para solucionar la mierda en mi
cabeza.
Ni siquiera estaba pensando en mi velocidad, por lo que cuando Abby saltó
de la moto y empezó a gritar, yo no podía dejar de reír.
—Conduje al límite de velocidad.
—¡Sí, si estuviéramos en la autopista! —Quitó la maraña de cabello por
debajo de la corona de su cabeza, y luego separó su largo cabello con los dedos.
No podía dejar de mirarla mientras lo envolvía y se lo ataba de nuevo. Me
imaginaba que así lucía en la mañana, y luego tuve que pensar en los primeros
diez minutos de Salvando al Soldado Ryan para mantener mi polla lejos de
ponerse dura. Sangre. Gritos. Intestinos visibles. Granadas. Tiroteos. Más sangre.
Mantuve la puerta abierta. —No dejaría que nada te pasara, Pigeon.
26
Pisoteó furiosa junto a mí hacia el restaurante. Fue una lástima, era la
primera chica a la que le había querido abrir la puerta. Había estado esperando ese
momento, y ni siquiera se dio cuenta.
Después de seguirla dentro, me dirigí a la mesa de la esquina. El equipo de
futbol estaba sentado en varias mesas juntas en el medio de la habitación. Ya
gritaban que yo tenía una cita, y apreté los dientes. No quería que Abby escuchara.
Por primera vez me sentí avergonzado por mi conducta. Pero no duró
mucho. Al ver a Abby sentarse al otro lado de la mesa, malhumorada y molesta,
me animé enseguida.
Pedí dos cervezas. La mirada de disgusto en la cara de Abby me pilló con
sorpresa. La camarera coqueteaba abiertamente conmigo, y Abby estaba infeliz. Al
parecer, podía hacerla enojar sin siquiera intentarlo.
—¿Vienes aquí a menudo? —espetó, mirando a la mesera.
Diablos, sí. Ella estaba celosa. Espera. Tal vez la manera en la que era
tratado por las mujeres era una desviación. Eso no me sorprendía, ni un poco. Esta
chica hacía que mi cabeza diera vueltas.
Apoyé mis codos en la mesa, negándome a dejarla ver lo que me hacía. —
Así que, ¿cuál es tu historia, Pidge? ¿Eres una odia-hombres en general, o sólo me
odias a mí?
—Creo que sólo a ti.
Me tuve que reír. —No puedo comprenderte. Tú eres la única chica que ha
estado disgustada conmigo, antes del sexo. No te pones nerviosa cuando hablas
conmigo, y no tratas de llamar mi atención.
—No es un truco. Simplemente no me caes bien.
Auch. —No estarías aquí si no te gustara.
Mi persistencia dio sus frutos. Su ceño fruncido se suavizó y relajó la piel
alrededor de mis ojos.
—No digo que eres una mala persona. Simplemente no me gusta ser un
objetivo por el sólo hecho de tener una vagina.
Lo que fuese que se apoderó de mí, no lo pude contener. Tratar de contener
mi risa fue en vano, y luego me eché a reír. Ella no creía que yo fuera un idiota
después de todo, sólo no le gustaba mi forma de llegar. Una oleada de alivio se
apoderó de mí, y me reí más fuerte de lo que me había reído en años. Tal vez
nunca.
—¡Oh, Dios mío! ¡Me estás matando! Eso es. Hemos de ser amigos. No voy a
aceptar un no por respuesta.
27
—No me importa ser amigos, pero eso no quiere decir que tratarás de
meterte en mis bragas cada cinco segundos.
—No dormirás conmigo. Lo entiendo.
Eso fue todo. Sonrió, y en ese momento, se abrió un nuevo mundo de
posibilidades. Mi cerebro brilló con canales porno-Pigeon, y luego todo el sistema
cayó, y apareció un recordatorio sobre la nobleza. Sobre no querer arruinar esta
rara amistad que acababa de empezar.
Le devolví la sonrisa. —Tienes mi palabra. Ni siquiera pensaré en tus
bragas… a menos que quieras que lo haga.
Apoyó sus pequeños codos en la mesa y se inclinó. Por supuesto, mis ojos
fueron derecho a sus tetas, y la forma en que ahora presionaban el borde de la
mesa.
—Y eso no sucederá, por lo que podemos ser amigos.
Desafío aceptado.
—Entonces, ¿cuál es tu historia? —preguntó Abby—. ¿Siempre has sido
Travis “Mad Dog” Maddox, o sólo desde que llegaste aquí? —Usó dos dedos en cada
mano, como comillas cuando dijo el espantoso apodo de mierda.
Me encogí. —No. Adam comenzó eso después de mi primera pelea.
Odiaba ese apodo, pero se quedó. A todo el mundo parecía agradarle, así
que Adam siempre lo usaba.
Después de un silencio incomodo, Abby finalmente habló—: ¿Eso es todo?
¿No me dirás nada acerca de ti mismo?
A ella no parecía importarle el apodo, o solamente aceptó la historia. Nunca
sabía cuando iba a ofenderse o a enloquecer, o cuando sería racional y mantendría
la calma. Santo infierno, no podía conseguir bastante de ella.
—¿Qué quieres saber?
Se encogió de hombros. —Las cosas normales De dónde eres, lo que quieres
ser cuando seas grande… cosas así.
28
Tuve que trabajar para mantener la tensión fuera de mis hombros. Hablar
sobre mí —especialmente de mi pasado— estaba fuera de mi zona de comodidad.
Le di algunas respuestas vagas y lo dejé así, pero entonces oí a unos de los
jugadores de futbol haciendo una broma. No me hubiera molestado ni un poco si
no estuviera temiendo el momento en el que Abby se diera cuenta de la razón por
la cual se estaban riendo. Bien, eso era una mentira. Me habría cabreado aunque
no se diera cuenta.
Ella seguía queriendo saber sobre mi familia y mi carrera, y yo trataba de no
saltar de mi asiento y golpear a todos en una estampida de un solo golpe. Como mi
ira hervía, centrarme en la conversación se me hizo más difícil.
—¿De qué se están riendo? —preguntó finalmente, haciendo un gesto hacia
la ruidosa mesa.
Negué con la cabeza
—Cuéntame —insistió.
Mis labios se apretaron en una delgada línea. Si ella se iba, probablemente
no tendría otra oportunidad, y esos imbéciles tendrían algo más de que reírse.
Me miró expectante.
A la mierda. —Se están riendo de mí por tener que llevarte a cenar, primero.
No es por lo general… lo mío.
—¿Primero?
Cuando entendió el significado, su rostro se congeló. Estaba avergonzada de
estar aquí conmigo.
Hice una mueca, esperando que saltara.
Sus hombros cayeron. —Y yo que tenía miedo de que se estuvieran riendo
de ti por ser visto conmigo así vestida, y ellos creen que voy a dormir contigo —se
quejó.
Espera, ¿Qué? —¿Por qué no querría ser visto contigo?
Las mejillas de Abby se tornaron rosas, y miró hacia la mesa. —¿De qué
estábamos hablando?
Suspiré. Ella estaba preocupada por mí. Pensó que se reían de la forma en
que lucía. La paloma no era un duro-culo, después de todo. Me decidí a hacer otra
pregunta antes de que lo reconsiderara.
—De ti. ¿Cuál es tu especialidad?
—Oh, eh… educación general, por el momento. Todavía estoy indecisa, pero
me estoy inclinando hacia contabilidad.
—Tú no eres de aquí, sin embargo. Debes haber tenido un traslado.
—Wichita. Igual que América.
—¿Cómo llegaste aquí desde Kansas?
29
—Sólo quería escapar
—¿De qué?
—Mis padres.
Estaba huyendo. Tenía la sensación de que la chaqueta y las perlas que
llevaba la noche que nos conocimos eran una fachada. Pero, ¿para ocultar qué? Se
molestaba bastante rápido con las preguntas personales, pero antes de que pudiera
cambiar de tema, Kyle, del equipo de futbol, escupió algo.
Asentí. —Entonces, ¿por qué aquí?
Abby espetó algo. Me perdí lo que fuera. El idiota se río, pero el equipo de
futbol ahogó sus palabras.
—Amigo, se supone que tienes que conseguir una bolsa para el perrito, no
bolsear al perrito.
No me pude contener más. Estaban siendo irrespetuosos conmigo y con
Abby. Me puse de pie y di unos pasos, se empezaron a empujar unos a otros por la
puerta, tropezando y tropezando con una docena de pares de pies.
Los ojos de Abby excavaron la parte de atrás de mi cabeza, trayéndome de
vuelta a mis cinco sentidos. Me planté de nuevo en la mesa, ella levantó una ceja, y
de inmediato mi frustración y mi ira se desvanecieron.
—Ibas a decirme por qué elegiste esta escuela —le dije. Pretender que el
show de hace poco no había ocurrido era probablemente la mejor manera de
continuar.
—Es difícil de explicar —dijo, encogiéndose de hombros—. Supongo que
sólo se sentía bien.
Si había una frase para explicar lo que yo sentía, era esa. No sabía qué
diablos hacía, ni porque, pero algo de estar sentado frente a ella en esta cabina me
traía una extraña sensación de calma. Incluso en medio de mi furia.
Le sonreí y abrí mi menú. —Sé lo que quieres decir.
30
3
Traducido por MelCarstairs.
Corregido por Lalu♥
S
hepley se quedó en la puerta como un idiota enfermo de amor,
saludando a América mientras ella abandonaba el aparcamiento.
Cerró la puerta, y luego colapsó en el sillón reclinable con la más
ridícula sonrisa en su cara.
—Eres un tonto —le dije.
—¿Yo? Deberías haberte visto. Abby no podía irse de aquí lo
suficientemente rápido.
Fruncí el ceño. No me pareció que Abby estuviera apurada, pero ahora que
Shepley dijo algo recordé que estaba bastante callada cuando volvimos. —¿Tú
crees?
Shepley se echó a reír, tirándose hacia atrás en la silla y sacando el apoya
pies. —Te odia. Ríndete.
—No me odia. Di en el clavo con esa cita… cena.
La ceja de Shepley se disparó hacia arriba. —¿Cita? Trav. ¿Qué estás
haciendo? Porque si esto es sólo un juego y arruinas lo mío, te mataré mientras
duermes.
Caí contra el sofá y agarré el control remoto. —No sé qué estoy haciendo,
pero no es eso.
31
Shepley lucía confundido. No le iba a dejar saber que estaba tan
desconcertado como él
—No estaba bromeando —dijo, manteniendo sus ojos en la pantalla de la
TV—. Te voy a ahogar.
—Te escuché —espeté. Toda la cosa de sentirme fuera de mi elemento me
enojaba, y luego tenía a Pepé Le Pew3 por aquí, amenazándome de muerte.
Shepley con un flechazo era molesto. Shepley enamorado era casi intolerable.
—¿Recuerdas a Anya?
—No es como eso —dijo Shepley, exasperado—. Es diferente con Mare. Es la
indicada.
—¿Sabes eso después de un par de meses?—pregunté dubitativamente.
—Lo supe en cuanto la vi.
Negué con la cabeza. Odiaba cuando se ponía así. Unicornios y mariposas
saliendo de su trasero, y corazones flotando en el aire. Siempre terminaba con el
corazón roto, y luego yo tenía que asegurarme que no bebiera hasta morir durante
seis meses. Aunque América parecía gustarle.
Lo que sea. Ninguna mujer podría hacerme balbucear y ser un borracho
baboso por perderla. Si no se mantenían alrededor, no valían la pena de todos
modos.
Shepley se levantó, se estiró y luego se encaminó hacia su habitación.
—Estás lleno de mierda, Shep.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó.
Tenía razón. Nunca he estado enamorado, pero no podía imaginar que eso
me pudiera cambiar tanto.
Decidí irme a la cama, también. Me desvestí y me tiré en el colchón,
exhausto. En el segundo en que mi cabeza tocó la almohada, pensé en Abby.
Nuestra conversación se reprodujo textualmente en mi cabeza. Unas pocas veces
mostró un brillo de interés. No me odiaba completamente, y eso me ayudó a
relajarme. No estaba exactamente disculpándome por mi reputación, pero ella no
esperaba que fingiera. Las mujeres no me ponían nervioso. Abby me hacía sentir
distraído y concentrado, todo al mismo tiempo. Agitado y relajado. Cabreado y
malditamente cerca del vértigo. Nunca me había sentido tan en desacuerdo
conmigo mismo. Algo acerca de ese sentimiento me hacía querer estar más cerca
de ella.
32
Después de dos horas mirando el techo, preguntándome si la vería de nuevo
al día siguiente, decidí levantarme a buscar una botella de Jack Daniel’s en la
cocina.
3
Pepé Le Pew: es un personaje de la serie animada Looney Tunes de la Warner Brothers.
Los vasos de shot estaban limpios en el lavavajillas, así que saqué uno y lo
llené hasta el borde. Después de tragarlo, me serví otro. Lo vacié, puse el vaso en el
fregadero y regresé. Shepley se encontraba en la puerta de su habitación con una
sonrisa en su cara.
—Y así empieza.
—El día que apareciste en nuestro árbol familiar, quise cortarlo.
Shepley se rió una vez y cerró su puerta. Caminé hacia mi cuarto, enojado
por no poder discutir.
Las clases de la mañana parecieron durar por siempre, y estaba un poco
disgustado conmigo mismo por casi haber corrido hasta la cafetería. Ni siquiera
sabía si Abby estaría allí.
Pero estaba.
Brasil se encontraba sentado directamente en frente de ella, charlando con
Shepley. Una sonrisa tocó mi cara, y luego suspiré, aliviado y resignado al hecho
de que era patético.
La señora del almuerzo llenó mi bandeja con Dios-sabe-qué, y luego caminé
hacia la mesa, de pie en frente de Abby.
—Estás sentado en mi silla, Brasil.
—Oh, ¿es ella una de tus chicas, Trav?
Abby negó con la cabeza. —Absolutamente no.
Esperé, y luego Brasil cumplió, llevando su bandeja a un asiento vacío al
final de la larga mesa.
—¿Qué hay de nuevo, Pidge? —pregunté, esperando que escupiera veneno
hacia mí. Para mi extrema sorpresa, no mostró signos de enojo.
33
—¿Qué es eso? —Miró fijamente mi bandeja.
Bajé la vista hacia el brebaje humeante. Estaba haciendo una conversación al
azar. Sin embargo, era otra buena señal. —La señora de la cafetería me asusta. No
criticaré sus habilidades culinarias.
Abby me vio hurgar con mi tenedor por algo comestible, y luego pareció
distraída por los murmullos de los que nos rodeaban. Concedido, era nuevo para
mis compañeros verme hacer un alboroto para sentarme en frente de alguien.
Todavía no estaba seguro de por qué lo hice.
—Ugh… el examen de Bio es después del almuerzo —gimió América.
—¿Has estudiado? —preguntó Abby.
La nariz de América se arrugó. —Dios, no. Pasé toda la noche
tranquilizando a mi novio de que no dormirías con Travis
Shepley inmediatamente se volvió silencioso ante la mención de la
conversación de la noche anterior.
Los jugadores de futbol sentados al final de la mesa hicieron silencio para
escuchar nuestra conversación, y Abby se hundió en su asiento, disparando una
mirada hacia América.
Ella lucía avergonzada. Por alguna razón, estaba avergonzada ante
cualquier atención en absoluto.
América ignoró a Abby y empujó a Shepley con su hombro, pero el ceño de
él no desapareció.
—Jesús, Shep. Lo pasas tan mal, ¿eh? —Le lancé un paquete de ketchup,
tratando de aligerar el ambiente. Los estudiantes a nuestro alrededor pusieron su
atención en Shepley y luego en América, esperando algo por lo que hablar.
Shepley no respondió, pero los ojos grises de Abby me echaron un vistazo
con una pequeña sonrisa. Estaba de suerte hoy. No podría odiarme aunque lo
intentara. No sabía por qué me preocupa tanto. No era como si quisiera salir con
ella o algo. Sólo parecía el experimento platónico perfecto. Era, básicamente, una
buena chica —aunque un poco enojona— y no necesitaba que yo le arruinara su
plan para los próximos cinco años. Si es que tenía uno.
América frotó la espalda de Shepley. —Él va a estar bien. Sólo le tomará un
tiempo para creer que Abby es resistente a sus encantos
—No he tratado de seducirla —dije. Sólo me estaba acercando, y América
hundía mi nave—. Ella es mi amiga.
34
Abby miró a Shepley. —Te lo dije. No tienes nada de qué preocuparte.
Shepley encontró los ojos de Abby, y luego su expresión se suavizó. Crisis
evitada. Abby salvó el día.
Esperé un minuto, tratando de pensar algo que decir. Quería preguntarle a
Abby si quería venir a casa después, pero sería lamentable después del comentario
de América. Una idea brillante apareció en mi cabeza, y no dudé. —¿Tú
estudiaste?
Abby frunció el ceño. —Ninguna cantidad de estudio me va a ayudar con la
Biología. Es algo que no puedo entender del todo.
Me levanté, asintiendo hacia la puerta. —Vamos.
—¿Qué?
—Vamos a tomar tus notas. Voy a ayudarte a estudiar.
—Travis…
—Levanta tu trasero, Pidge. Vas a aprobar ese examen.
Los siguientes tres segundos pudieron haber sido los más largos de mi vida.
Abby finalmente se levantó. Pasó a América y tiró de su cabello. —Te veo en
clases, Mare.
Ella sonrió. —Te voy a guardar un asiento. Necesitaré toda la ayuda que
pueda conseguir.
Sostuve la puerta abierta para ella mientras dejábamos la cafetería, pero no
pareció notarlo. De nuevo, me sentí terriblemente decepcionado.
Metiendo las manos en mis bolsillos, me mantuve al mismo ritmo con ella
durante el corto camino a Morgan Hall, y luego la observé mientras jugueteaba con
la llave de la puerta de su dormitorio.
Abby finalmente abrió la puerta, y luego tiró su libro de biología en la cama.
Se sentó, cruzó las piernas, y yo caí sobre el colchón, notando lo rígido e incómodo
que era. No era extraño que todas las chicas de esta escuela estuvieran de mal
humor. Posiblemente no podían tener una buena noche de sueño en ese maldito
colchón. Jesús.
35
Abby se volvió hacia la página correcta de su libro de texto, y me puse a
trabajar. Fuimos sobre los puntos claves de cada capítulo. Era algo lindo como me
miraba cuando hablaba. Casi tanto como si estuviera colgando de cada palabra, y
sorprendida de que supiera leer. Un par de veces, podía decir por su expresión,
que no entendía de qué hablaba, así que retrocedía, y sus ojos brillarían más.
Empecé a trabajar duro por la luz en su rostro después de eso.
Antes de que me diera cuenta, era tiempo de que fuera a clases. Suspiré, y
luego, en broma, le golpeé la cabeza con su guía de estudio.
—Lo tienes. Ahora sabes esta guía al derecho y al revés.
—Bueno… Ya veremos.
—Te acompañaré a clases. Te cuestionaré en el camino. —Esperé por un
rechazo educado, pero me ofreció una pequeña sonrisa y un asentimiento.
Caminamos por el pasillo, y suspiró. —No te enfadarás si repruebo el
examen, ¿verdad?
¿Le preocupaba que me fuera a enfadar con ella? No estaba seguro de si
debería pensar sobre eso, pero me sentí bastante malditamente asombroso. —No
reprobarás, Pidge. Tenemos que empezar antes del siguiente, sin embargo —dije,
acompañándola hacia el edificio de ciencias. Le hice pregunta tras pregunta.
Respondió casi todas bien, en algunas dudaba, pero las respondió correctamente.
Llegamos a la puerta de su salón de clases, y pude ver el agradecimiento en
su rostro. Aunque era demasiado orgullosa como para reconocerlo.
—Patea sus traseros —dije, sin saber realmente que otra cosa decir.
Parker Hayes pasó a mi lado y asintió. —Hola, Trav.
Odiaba a ese cretino. —Parker —dije, asintiendo.
Parker era uno de esos tipos que les gustaba seguirme y usar su condición
de Caballero Blanco para tener sexo. Le gustaba referirse a mí como un mujeriego,
pero la verdad era que Parker jugaba un juego más sofisticado. No era honesto
sobre sus conquistas. Fingía que le importaba y luego las decepcionaba fácilmente.
Una noche de nuestro primer año, llevé a Janet Littleton desde The Red Door
hasta mi apartamento. Parker intentaba tener suerte con su amiga. Nos fuimos por
caminos separados. Después que estuve con ella, y no fingí querer una relación,
llamó enojada a su amiga para que la fuera a buscar. Su amiga todavía estaba con
Parker, así que él terminó llevando a Janet a casa.
Después de eso, Parker tuvo una nueva historia para contarle a sus
conquistas.
Con cualquier chica que yo estuviera, él usualmente barría mis sobras
relatándoles la vez que salvó a Janet.
36
Lo toleraba, pero sólo apenas.
Los ojos de Parker apuntaron a Pigeon e inmediatamente se encendieron. —
Hola, Abby.
No entendía por qué Parker insistía tanto en ver si podía desembarcar las
mismas chicas que yo, pero había tenido clase con ella durante varias semanas y
acababa de mostrar interés. Saber que era porque la vio hablando conmigo casi me
envió en una furia.
—Hola —dijo Abby, atrapada con la guardia baja. Claramente no sabía la
razón por la que él de repente le hablaba. Estaba escrito en toda su cara—. ¿Quién
es? —me preguntó.
Me encogí de hombros casualmente, pero quería entrar al salón y golpear su
culo de muy buen gusto. —Parker Hayes —dije. Su nombre dejó un mal gusto en
mi boca—. Es uno de mis hermanos de Sig Tau. —Eso dejó un mal gusto también.
Tenía hermanos, ambos, de fraternidad y de sangre. Parker se sentía como ninguno
de ellos. Era más como el archienemigo que mantienes lo suficientemente cerca
como para poder vigilarlo.
—¿Estás en una fraternidad? —preguntó, su pequeña nariz arrugándose.
—Sigma Tau, al igual que Shep. Pensé que ya lo sabías.
—Bueno… no pareces el tipo de fraternidad —dijo, mirando los tatuajes en
mis brazos.
El hecho de que los ojos de Abby estuvieran de nuevo en mí
inmediatamente me puso de mejor humor. —Mi papá es un ex alumno, y todos
mis hermanos son Sig Tau… es una cosa de familia.
—¿Y ellos esperan que jures? —preguntó, escéptica.
—En realidad no. Sólo son chicos buenos—le dije, agitando sus papeles. Se
los di a ella—. Es mejor que vayas a clases.
Esbozó una sonrisa perfecta. —Gracias por ayudarme. —Me empujó con el
codo, y no pude evitar sonreír de nuevo.
37
Entró al salón de clases y se sentó junto a América. Parker las miraba
fijamente, observándolas hablar. Me imaginaba agarrando un escritorio y
lanzándolo hacia su cabeza mientras caminaba por el pasillo. Sin más clases por el
día, no había razón para quedarme. Un largo paseo en la Harley me ayudaría a
evitar que la idea de Parker corrompiendo la gracia de Abby me volviera loco, así
que me aseguré de tomar el camino largo a casa para que me diera más tiempo
para pensar. Un par de alumnas dignas del sofá cruzaron por mi camino, pero la
cara de Abby seguía apareciendo en mi mente, tantas veces que ya empezaba a
molestarme.
Había sido notoriamente un pedazo de mierda con todas las chicas con las
que había tenido una conversación privada sobre la edad de dieciséis, desde que
tenía quince años. Nuestra historia podría haber sido la típica: chico malo se
enamora de chica buena, pero Abby no era ninguna princesa. Ocultaba algo.
Quizás esa era nuestra conexión: lo que fuera que estaba dejando de lado.
Estacioné en el apartamento y bajé de la moto. Mucho para pensar mejor en
la Harley. Todo lo que había resuelto en mi mente no tenía malditamente sentido.
Sólo había tratado de justificar mi extraña obsesión con ella.
De repente, de un muy mal humor, cerré la puerta de golpe detrás de mí y
me senté en el sofá. Me puse de un peor humor cuando no pude encontrar el
control remoto enseguida.
El plástico negro aterrizó junto a mí mientras Shepley pasaba a sentarse en
el sillón. Lo recogí y apunté a la TV, encendiéndola.
—¿Por qué te llevas el control remoto a tu habitación? Luego hay que traerlo
de vuelta aquí —le espeté.
—No lo sé, hombre, es sólo un hábito. ¿Cuál es tu problema?
—No lo sé —me quejé, dando vueltas por la TV. Presioné el botón de
silencio—. Abby Abernathy.
Las cejas de Shepley se elevaron. —¿Qué hay con ella?
—Se mete bajo mi piel. Creo que necesito bolsearla y superarlo.
Shepley me miró por un rato, inseguro. —No es que no me guste que no
estés jodiendo mi vida con tu recién descubierta moderación, pero nunca has
necesitado mi permiso antes… A menos que... no me digas que finalmente te
importa la mierda de alguien.
—No seas un idiota.
Shepley no podía contener su sonrisa. —Te preocupas por ella. Supongo que
sólo bastaba con que una chica se negara a dormir contigo por un periodo mayor a
veinticuatro horas.
—Laura me hizo esperar una semana.
—¿Aunque Abby no te da ni la hora del día?
—Sólo quiere que seamos amigos. Supongo que tengo suerte de que no me
trate como a un leproso.
38
Después de un silencio incómodo, Shepley asintió. —Tienes miedo.
—¿A qué? —le dije con una sonrisa dudosa.
—Al rechazo. Mad Dog es uno de nosotros, después de todo.
Abrí mucho los ojos. —Sabes que odio eso malditamente, Shep.
Sonrió. —Lo sé. Casi tanto como odias la forma en la que te sientes ahora.
—No me estás haciendo sentir mejor.
—Así que te gusta y estás asustado. ¿Ahora qué?
—Nada. Sólo que apesta que finalmente encontré la chica que vale la pena
tener, y es demasiado buena para mí.
Shepley trató de ahogar una risa. Era irritante que estuviera tan divertido
con mi situación. Enderezó su sonrisa y luego dijo—: ¿Por qué no la dejas tomar
esa decisión por sí misma?
—Porque me preocupo por ella lo suficiente como para tomarla por ella.
Shepley se estiró y se puso de pie, con los pies descalzos arrastrándose por
la alfombra. —¿Quieres una cerveza?
—Seh. Brindemos por la amistad.
—¿Así que vas a seguir saliendo con ella? ¿Por qué? Eso me suena a tortura.
Pensé en ello por un minuto. Sonaba como a tortura, pero no tanto como
tenerla lejos. —No quiero que termine conmigo… o cualquier otro idiota.
—Te refieres a cualquier otro. Amigo, eso es de locos.
—Busca mi maldita cerveza y cállate.
Se encogió de hombros. A diferencia de Chris Jenks, Shepley sabía cuándo
callarse.
39
4
Traducido por Chachii
Corregido por Itxi
L
a decisión fue loca, pero también liberadora. Al día siguiente entré a
la cafetería y sin pensarlo dos veces, me senté en el asiento libre
frente a Abby.
Estar a su alrededor era natural y fácil, y aparte de tener que soportar las
insistentes miradas de la población estudiantil en general, e incluso la de algunos
profesores, a ella parecía gustarle que lo hiciera.
—¿Estudiaremos hoy, o qué?
—Lo haremos —dijo, imperturbable.
La única cosa negativa acerca de salir como amigos era que cuanto más
tiempo pasábamos juntos, más me gustaba. Era difícil olvidar el color y la forma de
sus ojos, o el olor a perfume en su piel. También otras cosas, como cuán largas eran
sus piernas y los colores que vestía con mayor frecuencia. Incluso tenía una muy
buena idea de qué semana no debería darle mierda extra, la cual afortunadamente
para Shepley, era la misma semana de no follar con América. De esa manera,
habíamos tenido tres semanas para no estar en guardia en lugar de dos, y así
podíamos darnos la justa advertencia.
Aunque para su pesar, Abby no era exigente como la mayoría de las chicas.
La única cosa que parecía afectarla eran las ocasionales preguntas acerca de
nuestra relación, pero tan pronto como me ocupé de eso, ella lo superó.
40
Cuanto más tiempo pasaba, la gente especulaba menos. Comíamos juntos la
mayoría de los días, y por las noches cuando estudiábamos, la llevaba a cenar.
Shepley y América nos invitaron a ver una película una vez. Nunca fue incómodo,
nunca hubo una pregunta de si éramos más que amigos. No estaba seguro de cómo
sentirme respecto a eso, especialmente desde mi decisión de no perseguirla de esa
manera, lo cual no me impidió fantasear sobre ella gimiendo en mi sillón, hasta
que una noche la vi con América empujándose y haciéndose cosquillas en el
apartamento, y entonces me la imaginé en mi cama.
Necesitaba sacarla de mi cabeza.
La única cura era dejar de pensar en ella el tiempo suficiente para buscar a
mi próxima conquista.
Unos pocos días después, un rostro familiar me llamó la atención. La había
visto antes con Janet Littleton. Lucy era bastante caliente, nunca perdía la
oportunidad de mostrar su escote, y era muy bocazas acerca de odiar mis entrañas.
Afortunadamente me tomó treinta minutos, y una invitación tentativa a The Red
para llevarla a casa. Apenas había cerrado la puerta antes de que estuviera
quitándome la ropa. Hasta allí llegaba el profundo pozo de odio que había
albergado hacia mí el año pasado.
Se fue con una sonrisa en el rostro y decepción en los ojos.
Todavía tenía a Abby en mi mente.
Ni siquiera el cansancio post-orgasmo iba a solucionarlo, y sentí algo nuevo:
culpa.
Al día siguiente, corrí a la clase de historia y me deslicé en mi escritorio
junto a Abby. Ya había sacado su laptop y su libro, apenas reconociendo mi
presencia cuando me senté.
El salón de clases estaba más oscuro de lo usual; las nubes privaban a la
habitación de la luz natural que solía entrar por las ventanas. Empujé su codo, pero
no estaba tan receptiva como siempre, así que tomé el lápiz de su mano y comencé
a garabatear en los márgenes. Tatuajes, mayormente, pero escribí su nombre en
unas letras geniales. Me miró con una sonrisa apreciativa.
Me incliné y le susurré en el oído—: ¿Quieres almorzar fuera del campus
hoy?
—No puedo —susurró.
Escribí en su cuaderno.
Xq?
41
Porque tengo que hacer uso de mi plan de comidas.
Pura mierda.
De verdad.
Quería discutir pero me quedaba sin espacio en la página. Bien. Otra comida
misteriosa. No puedo esperar.
Sonrió, y disfruté ese sentimiento de “por encima del mundo” que
experimentaba cuando sea que la hiciera sonreír. Unos pocos garabatos y un dibujo
legítimo de un dragón después, Chaney dejó salir a la clase.
Arrojé el lápiz de Abby en su mochila mientras guardaba el resto de sus
cosas, y luego caminamos hacia la cafetería.
No obtuvimos tantas miradas como las que solíamos tener en el pasado. La
población estudiantil se había acostumbrado a vernos juntos regularmente.
Cuando fuimos a la fila, tuvimos una pequeña charla sobre el nuevo documento de
historia que Chaney había asignado. Abby pasó su tarjeta de comida y luego
hicimos nuestro camino hacia la mesa. Inmediatamente noté que faltaba una cosa
en su bandeja: el zumo de naranja que tomaba todos los días.
Escaneé la fila de las robustas y sensatas servidoras que estaban detrás del
buffet.
Una vez que la mujer de aspecto severo detrás del mostrador quedó a la
vista, supe que había encontrado a mi objetivo.
—Oiga, Señorita… uh… Señorita…
La mujer de la cafetería me evaluó antes de decidir que iba a causarle
problemas, al igual que la mayoría de las chicas, antes de que hiciera que sus
mulos hormiguearan.
—Armstrong —dijo finalmente en una voz ronca.
Intenté dominar mi disgusto mientras el pensamiento de sus muslos
aparecía en los oscuros recovecos de mi mente.
Mostré mi sonrisa más encantadora. —Eso es encantador. Me preguntaba,
porque pareces como la jefe aquí… ¿no hay zumo de naranja hoy?
—Hay algo en la parte de atrás. He estado demasiado ocupada para traerlos
aquí.
Asentí. —Siempre estás moviendo el culo. Deberían aumentarte el sueldo.
Nadie más trabaja tan duro como tú. Todos lo notamos.
Levantó su barbilla, lo que minimizó los pliegues en su cuello. —Gracias. Ya
era tiempo de que alguien lo hiciera. ¿Necesitas zumo de naranja?
42
—Sólo uno… si no te importa, por supuesto.
Me guiñó un ojo. —No, en lo absoluto. Regresaré enseguida.
Lo llevé a la mesa y lo dejé junto a la bandeja de Abby.
—No tenías por qué haberlo hecho. Yo iba a tomar uno. —Se quitó la
chaqueta y la puso sobre su regazo, dejando al descubierto sus hombros. Éstos aún
seguían bronceados y un poco brillantes, rogándome que los tocara.
Una docena de cosas sucias pasaron por mi mente.
—Bueno, ahora no tienes que hacerlo —dije. Le ofrecí una de mis mejores
sonrisas, pero esta vez fue genuina. Este era uno de esos Momentos Felices de
Abby, los cuales, en cierto modo, deseaba para estos días.
Brasil bufó. —¿Ella te convirtió en un mandilón, Travis? ¿Qué sigue
después, abanicarla con una hoja de palmera, mientras usas un Speedo 4?
Le di una mirada asesina a Brasil. No quiso decir nada con eso, pero arruinó
mi momento y me molestó. Probablemente parecía un idiota trayéndole la bebida.
Abby se inclinó hacia adelante. —Tú no podrías llenar un Speedo, Brasil.
Cierra tu estúpida boca.
—¡Tranquila, Abby! ¡Estaba bromeando! —dijo Brasil, levantando sus
manos.
—Sólo… no hables así de él —dijo ella, frunciendo el ceño.
La observé por un momento, viendo como su ira disminuía un poco
mientras giraba su atención hacia mí. Eso definitivamente fue una primera vez. —
Ahora sí que lo he visto todo. Acabo de ser defendido por una chica. —Le ofrecí
una pequeña sonrisa y luego me puse de pie, mirando a Brasil por última vez antes
de irme para vaciar mi bandeja. No estaba tan hambriento, de todos modos.
Las pesadas puertas de metal cedieron fácilmente cuando las empujé. Saqué
los cigarrillos de mi bolsillo y encendí uno, intentando olvidar lo que acababa de
ocurrir. Hice el ridículo por una chica, y fue particularmente satisfactorio para mis
hermanos de la fraternidad porque había sido yo quien les había dado un tiempo
difícil, durante dos años, por siquiera mencionar que querían hacer más que
follarse a una chica. Era mi turno ahora, y no podía hacer una maldita cosa por
ello, porque no podía. ¿Lo peor? No quería.
43
Cuando los otros fumadores a mí alrededor rieron, hice lo mismo, a pesar
de que no tenía idea de qué hablaban. Por dentro estaba enojado y humillado, o
enojado de estar humillado. Lo que sea. Unas chicas me tocaron y se turnaron para
intentar entablar una conversación. Asentí y sonreí para ser agradable, pero lo que
realmente quería era salir de ahí y golpear algo. Un berrinche público mostraría
debilidad, y no iba a soportar esa mierda.
4
Speedo: famosa marca de trajes de baño, caracterizados por ser extremadamente estrechos y
pegados como una segunda piel.
Abby pasó y corté a una de las chicas a mitad de una oración para
alcanzarla.
—Espera, Pidge. Te acompaño.
—No tienes que acompañarme a todas las clases, Travis. Sé cómo llegar por
mí misma.
Lo admito: Eso dolió un poco. Ni siquiera me miró cuando lo dijo, fue
completamente indiferente.
En ese momento, una chica con una falda corta y piernas kilométricas pasó
de largo. Su brillante cabello negro se balanceó contra su espalda mientras
caminaba. Ahí fue cuando me golpeó: tenía que rendirme. Atrapar a una chica
caliente al azar era lo que mejor hacía, y Abby no quería nada más que ser mi
amiga. Pensé en hacer lo correcto y mantener las cosas platónicas, pero si no hacía
algo drástico, ese plan se perdería en la maraña de pensamientos contradictorios y
emociones girando dentro de mí.
Era tiempo de finalmente dibujar una línea. No merecía a Abby, de todas
maneras. ¿Cuál era el punto?
Arrojé mi cigarrillo al suelo. —Te veré más tarde, Pidge.
Puse mi cara de juego, pero no duraría mucho. Se había cruzado en mi
camino a propósito, esperando que su corta falda y tacones de punta captaran mi
atención. Me puse delante de ella y me giré, empujando las manos en mis bolsillos.
—¿Tienes prisa?
Sonrió. Ya la tenía. —Voy a clases.
—¿O sí? ¿Qué clase?
Se detuvo, su boca estirándose en una sonrisa. —Travis Maddox, ¿correcto?
—Correcto. ¿Mi reputación me precede?
—Lo hace.
—Culpable.
Sacudió la cabeza. —Tengo que ir a clases.
44
Suspiré, fingiendo decepción. —Eso es una lástima. Estaba a punto de
preguntarte si me ayudarías con algo.
—¿Con qué? —Su tono era dudoso, pero aún seguía sonriendo. Podría sólo
haberle pedido que me siga a casa para un polvo rápido y probablemente hubiera
accedido, pero había cierta cantidad de atractivo en ello.
—Para llegar a mi apartamento. Tengo un terrible sentido de la dirección.
—¿Es eso entonces? —preguntó, asintiendo, frunciendo el ceño y luego
sonriendo. Intentaba no verse halagada. Sus dos botones superiores estaban
sueltos, dejando la curvatura de su seno y unos pocos centímetros de su sostén
visibles. Sentí la familiar inflamación en mis jeans, y cambié mi peso al otro pie.
—Terrible. —Sonreí, viendo su mirada irse a la deriva, hacia el hoyuelo de
mi mejilla. No sé por qué, pero el hoyuelo siempre parecía cerrar el trato.
Se encogió de hombros, tratando de mantener la calma. —Muéstrame el
camino. Si veo que te desvías de la ruta, tocaré la bocina.
—Estoy por este lado —dije, asintiendo en dirección al parque de
estacionamiento.
Tenía su lengua en mi garganta antes de que hubiéramos subido las
escaleras del apartamento, y empujaba mi chaqueta antes de que pudiera sacar la
llave correcta. Éramos torpes, pero fue divertido. Tenía un montón de práctica
abriendo la puerta de mi apartamento con mis labios sobre los de alguien más. Me
metió dentro de la sala de estar en el segundo en que el cerrojo se desbloqueó,
tomé sus caderas y las empujé contra la puerta para cerrarla. Puso sus piernas
alrededor de mi cintura y la levanté, presionando mi pelvis contra la de ella.
Me besó como si se estuviera muriendo de hambre y supiera que había
comida en mi boca. No estaba seguro. Como que me gustaba eso. Mordió mi labio
inferior y di un paso atrás, perdiendo el equilibrio y estrellándome contra el final
de la mesa junto al sillón. Varias cosas golpearon el suelo.
—Ups —dijo riendo.
Sonreí y miré mientras caminaba hacia el sofá y se inclinaba sobre el
respaldo de tal manera que sus nalgas quedaron visibles, junto con la tira más
delgada de encaje blanco.
Me desabroché el cinturón y di un paso. Iba a hacerlo fácil. Arqueó su cuello
y tiró de su largo cabello contra la espalda. Diablos, era caliente, le daría eso. Mi
cremallera apenas podía contener lo que tenía debajo.
Se volteó para verme y me incliné, plantándole un beso en los labios.
45
—¿Tal vez debería decirte mi nombre? —susurró.
—¿Por qué? —jadee—. Me gusta esto.
Sonrió, enganchó sus pulgares a cada lado de sus bragas y entonces las bajó
hasta que cayeron a sus tobillos. Sus ojos se conectaron con los míos, refrescantes y
malvados.
La decepción de Abby pasó por mi mente.
—¿Qué estás esperando? —preguntó, excitada e impaciente.
—Absolutamente nada —dije, sacudiendo la cabeza. Intenté enfocarme en
su trasero desnudo contra mis muslos. Tener que concentrarme para mantenerlo
duro era algo definitivamente nuevo y diferente, y todo era culpa de Abby.
Se acercó, me quitó la camisa, y entonces desabrochó mis jeans. Maldición.
Trabajaba a paso de tortuga o esta mujer era una versión femenina de mí. Me quité
las botas y me deshice de ellos, pateándolos a un lado.
Una de sus piernas se levantó y su rodilla se enganchó a mi cadera. —He
querido esto durante mucho tiempo —susurró contra mi oído—. Desde que te vi
en orientación el año pasado.
Llevé mi mano a su muslo, intentando pensar si había hablado con ella
antes. Para el momento en que mis dedos alcanzaron el final de la línea, éstos
estaban empapados. No bromeaba. El equivalente a un año en juegos mentales
hizo mi trabajo mucho más fácil.
Gimió al segundo que mis dedos tocaron su piel tierna. Estaba tan mojada
que mis dedos no hacían mucha fricción, y mis pelotas comenzaban a doler. Sólo
me había follado dos mujeres, como mucho, en las últimas semanas. Esta chica, y la
amiga de Janet: Lucy. Oh, espera. Con Megan, hacían tres. La mañana siguiente
que conocí a Abby. Abby. La culpa se apoderó de mí, y tuvo un efecto negativo
sobre mi erección.
—No te muevas —dije, corriendo únicamente en bóxer hasta mi habitación.
Saqué un paquete cuadrado de mi mesita de noche, y luego regresé a donde la
morena aturdida estaba parada, exactamente de la manera en que la dejé. Tomó el
paquete de mi mano y luego se apoyó sobre sus rodillas. Después de un poco de
creatividad y trucos bastantes sorprendentes con su lengua, tuve luz verde para
empujarla contra el sillón.
Así que lo hice. Boca abajo con los brazos alrededor de ella, y amó cada
minuto de ello.
46
5
Traducido por Dracanea
Corregido por Vericity
L
a sexoadicta estaba en el baño, vistiéndose y arreglándose. No dijo
mucho después de haber terminado, y pensé que iba a tener que
conseguir su número y ponerla en la lista muy corta de las chicas,
como Megan, que no requerían una relación para tener sexo, y que también
merecían la pena repetir.
El teléfono de Shepley sonó. Hubo un ruido de beso, por lo que debió haber
sido América. Ella había cambiado el tono de texto en su teléfono, y Shepley estaba
más que feliz de cumplir. Estaban bien juntos, pero también me daban ganas de
vomitar.
Estaba sentado en el sofá haciendo clic a través de canales, esperando a que
la chica saliera para que pudiera enviarla a su casa, cuando me di cuenta de que
Shepley estaba a tope en todo el apartamento.
Mis cejas se juntaron. —¿Qué estás haciendo?
—Es posible que desees recoger tu mierda. Mare va a venir con Abby.
Eso llamó mi atención. —¿Abby?
—Sí. La caldera se estropeó de nuevo en Morgan.
—¿Y?
—Así que se van a quedar aquí por unos pocos días.
47
Me senté. —¿Ellas? ¿Cómo que Abby se va a quedar aquí? ¿En nuestro
apartamento?
—Sí, idiota. Deja de pensar en el culo de Jenna Jameson, y escucha lo que
estoy diciendo. Estarán aquí dentro de diez minutos. Con el equipaje.
—De ninguna jodida manera.
Shepley se detuvo en seco y me miró desde debajo de su frente. —Mueve el
culo y ayúdame, y saca tu basura —dijo, señalando hacia el baño.
—Oh, mierda —le dije, saltando a mis pies.
Shepley asintió, con los ojos muy abiertos. —Sí.
Finalmente me golpeó. Si América se molestaba porque tenía una rezagada
todavía aquí cuando llegue con Abby, pondría a Shepley en su la lado vulnerable.
Si Abby no quería quedarse aquí por eso, se convertiría en su problema, y el mío.
Mis ojos se centraron en la puerta del baño. El grifo había estado
funcionando desde que se había ido allí. No sabía si estaba tomando una mierda o
una ducha. De ninguna manera iba a sacarla del apartamento antes de que las
muchachas llegasen. Se vería mal si fuera atrapado tratando de echarla, así que me
decidí a cambiar las sábanas de mi cama y recoger un poco, en su lugar.
—¿Dónde va a dormir Abby? —le pregunté, mirando el sofá. No iba a
permitir que su cama estuviera llena de catorce meses de fluidos corporales.
—No lo sé. ¿El sillón?
—No va a estar durmiendo en el sillón de mierda, payaso. —Me rasqué la
cabeza—. Creo que va a dormir en mi cama.
Shepley aulló, su sonrisa extendiéndose por lo menos dos manzanas. Se
agachó y agarró sus rodillas, su cara poniéndose roja.
—¿Qué?
Se puso de pie y señaló, sacudiendo su dedo y la cabeza hacia mí. Estaba
demasiado divertido para hablar, así que se alejó, tratando de continuar la
limpieza mientras su cuerpo se estremecía.
Once minutos después, Shepley corría a través de la habitación frente a la
puerta. Se abrió camino por las escaleras, y luego nada. El grifo del cuarto de baño
finalmente se apagó, y se volvió muy tranquilo.
Después de unos minutos más, oí la puerta abrirse, y Shepley quejándose
entre gruñidos.
—¡Jesús, Bebé! ¡Tú maleta pesa nueve kilos más que la de Abby!
48
Entré en la sala, viendo mi última conquista salir del baño. Se quedó inmóvil
en el pasillo, echó un vistazo a Abby y América, y luego terminó de abotonarse la
blusa. Ella definitivamente no estaba refrescándose allí. Todavía tenía maquillaje
corrido por toda la cara.
Por un momento me distraje por completo de la torpeza con las letras W, T y
F5. Supongo que no era tan sencilla como pensaba, haciendo la visita sorpresa de
América y Abby aún más agradable. Aún cuando yo todavía estaba en mi bóxer.
—Hola —le dijo a las chicas. Miró a su equipaje, la sorpresa volviéndose
confusión total.
América miró a Shepley.
Él levantó las manos. —¡Ella está con Travis!
Esa fue mi señal. Doblé la esquina y bostecé, acariciando el culo de mi
huésped.
—Mis invitadas están aquí. Será mejor que te vayas.
Ella pareció relajarse un poco y sonrió. Envolvió sus brazos alrededor de mí,
y luego me besó en el cuello. Sus labios se sentían suaves y cálidos no como hace
una hora. Frente a Abby, eran como dos bollos pegajosos forrados con alambre de
púas.
—Voy a dejar mi número en el mostrador.
—Eh... no te preocupes por eso —le dije, deliberadamente indiferente.
—¿Qué? —preguntó, inclinándose hacia atrás. El rechazo brilló sus ojos,
buscando en mí cualquier otra cosa de lo que realmente quería decir. Me alegro de
que esto sucediera ahora. Podría haberla llamado de nuevo y estropear aún más las
cosas. Confundirla con un posible pasajero frecuente era un poco sorprendente.
Solía ser un juez mejor.
—¡Otra vez! —dijo América. Miró a la chica—. ¿Cómo es que estás
sorprendida por esto? ¡Él es Travis follador Maddox! Él es famoso por esto mismo,
y aún así se sorprenden —dijo, dirigiéndose a Shepley. Él puso su brazo alrededor
de ella, haciendo un gesto para que se calmara.
Los ojos de la chica se estrecharon, ardiendo con ira y vergüenza, y entonces
salió, agarrando su bolso en el camino.
49
La puerta se cerró de golpe, y los hombros de Shepley se tensaron. Esos
momentos le molestaban. Yo, en cambio, tenía una fierecilla que domar, por lo que
entré en la cocina y abrí la nevera como si nada hubiera pasado. El infierno en sus
ojos predijo una cólera como nunca había experimentado (no porque no me
hubiera encontrado con una mujer a la que quisiera entregar mi culo en bandeja de
plata, sino porque nunca me había importado quedarme alrededor para
escucharlo).
5
Se refiere a WTF (What the fuck), que se traduce como ¿Qué diablos?
América negó con la cabeza y caminó por el pasillo. Shepley la siguió,
inclinando su cuerpo para compensar el peso de la maleta mientras la arrastraba a
sus espaldas.
Justo cuando pensaba que Abby huiría, se dejó caer en el sillón. Eh. Bueno…
ella estaba enojada. Bien podría acabar de una vez.
Me crucé de brazos, manteniendo una distancia mínima de seguridad por
estar en la cocina. —¿Qué pasa, Pidge? ¿Día duro?
—No, estoy profundamente disgustada.
Era un comienzo.
—¿Conmigo? —le pregunté con una sonrisa.
—Sí, contigo. ¿Cómo puedes usar a alguien así como así, y tratarla de esa
manera?
Y así empezó todo. —¿Cómo la traté? Ella ofreció su número, yo me negué.
Su boca se abrió. Traté de no reír. No sabía por qué me divertía tanto verla
aturdida y horrorizada por mi comportamiento, pero lo hacía.
—¿Puedes tener relaciones sexuales con ella, pero no tomarás su número?
—¿Por qué iba a querer su número si no la voy a llamar?
—¿Por qué dormir con ella si no la vas a llamar?
—No prometo nada a nadie, Pidge. Ella no estipuló una relación antes de
esturar sus piernas en mi sofá.
Se quedó mirando el sofá con repugnancia. —Es la hija de alguien, Travis.
¿Qué pasa si, en el futuro, alguien trata así a tu hija?
El pensamiento había cruzado mi mente, y estaba preparado. —Mi hija
sabrá algo mejor que quitarse las bragas por un imbécil que acaba de conocer,
vamos a decirlo de esa manera.
50
Esa era la verdad. ¿Las mujeres merecen ser tratadas como putas? No.
¿Putas merecen ser tratadas como putas? Sí. Yo era un puto. La primera vez que
bolseé a Megan y se fue sin siquiera un abrazo, no lloré por eso y comí un litro de
helado. No me quejé con mis hermanos de fraternidad sobre encamarme en la
primera cita, y Megan me trató de acuerdo con la forma en que me comporté. Era
lo que era, no tenía sentido pretender proteger su dignidad si ella se disponía a
destruirla. Las chicas eran conocidas por juzgar a los demás, de todos modos, sólo
estaba tomando un descanso lo suficiente como para juzgar a un hombre por
hacerlo. Las oiría etiquetar a una compañera de clase de puta antes de que el
pensamiento hubiera cruzado por mi mente. Sin embargo, si llevaba a esa puta a
casa, la bolseaba, y la liberaba de sus cadenas, de repente yo era el chico malo.
Tonterías.
Abby se cruzó de brazos notablemente incapaz de discutir, y eso la puso aún más
furiosa. —Así que, además de admitir que eres un imbécil, estás diciendo que
porque ella se acostó contigo, ¿ella merecía ser desechada como un gato callejero?
—Estoy diciendo que fui honesto con ella. Ella es una adulta, fue de mutuo
acuerdo… ella estaba un poco ansiosa al respecto, si quieres saber la verdad.
Actúas como si hubiera cometido un crimen.
—Ella no parecía entender tus intenciones, Travis.
—Las mujeres suelen justificar sus acciones con lo que sus cabezas les dicen.
Ella no me dijo por adelantado que esperaba una relación más de lo que yo le dije
que esperaba sexo sin compromiso. ¿Cómo es diferente?
—Eres un cerdo.
Me encogí de hombros. —Me han llamado peor. —A pesar de mi
indiferencia, oírle decir eso se sintió tan bien como si me hubiera empujado un
trozo enorme de madera bajo la uña del pulgar. Incluso si era cierto.
Se quedó mirando el sofá, y luego retrocedió. —Creo que dormiré en el
sillón reclinable.
—¿Por qué?
—¡No voy a dormir en esa cosa! ¡Dios sabe sobre lo que estaría
acostándome!
Levanté la bolsa de lona en el suelo. —No dormirás en el sofá o en el sillón
reclinable. Dormirás en mi cama.
—La qué es más antihigiénica que el sofá, estoy segura.
—Nunca ha habido nadie en mi cama, aparte de mí.
Puso los ojos en blanco. —¡Dame un respiro!
—Hablo absolutamente en serio. Las bolseo en el sofá. No las dejo entrar en
mi habitación.
51
—Entonces, ¿por qué me dejas a mí en tu cama?
Quería decirle. Jesús, alguna vez quería decir las palabras, pero apenas
podía admitirlo ante mí mismo, y mucho menos frente ella. En el fondo sabía que
era un pedazo de mierda, y ella se merecía algo mejor. Una parte de mí quería
llevarla a la habitación y mostrarle por qué era diferente, pero eso fue también lo
único que me detuvo. Ella era mi contrario: inocente en la superficie, y dañada
profundamente en su interior. Había algo en ella que necesitaba en mi vida, y
aunque no estaba seguro de lo que era, no podía entrar en mis malos hábitos y
echarlo a perder. Era de las que perdonan, podía verlo, pero tenía líneas dibujadas
que sabía que no debía cruzar.
Una mejor opción apareció en mi cabeza, y sonreí. —¿Estás planeando tener
sexo conmigo esta noche?
—¡No!
—Por eso. Ahora levanta tu trasero malhumorado, toma tu ducha con agua
caliente, y después podemos estudiar algo de Bio.
Los ojos de Abby me miraron, pero cumplió. Casi me empujó con su
hombro mientras me pasaba, y luego cerró la puerta del baño. Los tubos bajo el
piso inmediatamente se quejaron en respuesta a la apertura del grifo del agua.
Empacó lo justo: sólo lo esencial. Encontré unos pantalones cortos, una
camiseta y un par de bragas de algodón blanco con rayas moradas. Las levanté
delante de mí, y luego excavé un poco más lejos. Todas eran de algodón.
Realmente no tenía intención de desnudarse conmigo, o incluso de bromear. Un
poco decepcionante, pero al mismo tiempo hizo que me gustase aún más. Me
pregunté si tenía alguna tanga en absoluto.
¿Era virgen?
Me eché a reír. Una virgen en la universidad era algo inaudito en estos días.
Una crema dental, el cepillo de dientes y un pequeño bote de algún tipo de
crema para el rostro estaban en la maleta también, así que los llevé conmigo al final
del pasillo, agarrando una toalla limpia del armario de la ropa en el camino.
Llamé inmediatamente, pero no contestó, así que entré. Estaba detrás de la
cortina, de todos modos, y no tenía nada que no hubiera visto antes.
—¿Mare?
—No, soy yo —le dije, poniendo sus cosas en la mesa al lado de la pileta.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¡Fuera! —gritó.
52
Me reí una vez. Qué bebé. —Olvidaste una toalla y he traído tu ropa, cepillo
de dientes y una crema extraña para el rostro que encontré en tu bolsa.
—¿Buscaste entre mis cosas? —Su voz subió una octava.
La risa repentina quedó atrapada en mi garganta y me contuve. Traje las
cosas Prudezilla para ser un buen chico, y ella estaba enloqueciendo. No es como si
fuera a encontrar nada interesante en su bolso, de todos modos. Era tan traviesa
como un maestro de escuela dominical.
Apreté un poco de su pasta de dientes en el cepillo y abrí el grifo.
Abby estaba extrañamente escondida hasta su frente y los ojos salieron de
detrás de la cortina. Traté de ignorarlo, sintiendo como hacían un agujero en la
parte de atrás de mi cabeza.
Su irritación era un misterio. Para mí, todo el escenario era extrañamente
relajante. Ese pensamiento me hizo hacer una pausa; la domesticidad no era algo
que pensé en disfrutar.
—¡Fuera, Travis! —gruñó.
—No puedo ir a la cama sin cepillarme los dientes.
—Si te acercas a un metro de la cortina, te sacaré los ojos mientras duermas.
—No voy a mirar, Pidge. —En realidad, la idea de ella inclinada sobre mí,
incluso con un cuchillo en la mano, era un poco caliente. Más la parte inclinada
que la del cuchillo.
Terminé de cepillarme los dientes y luego me dirigí a la habitación,
sonriendo todo el camino. En cuestión de minutos los tubos se silenciaron, pero
tardó una eternidad en salir.
Impaciente, asomé la cabeza por la puerta del baño. —¡Vamos, Pidge! ¡Me
estoy haciendo viejo! —Su aparición me sorprendió. La había visto sin maquillaje
antes, pero su piel era de color rosa y brillante, y su pelo largo y húmedo había
sido puesto hacia atrás de su cara. No podía dejar de mirar.
Abby echó hacia atrás el brazo y tiró su peine contra mí. Me agaché, y luego
cerré la puerta, riendo todo el camino por el pasillo.
Podía oír sus pequeños pies repiqueteando hasta mi habitación, y mi
corazón empezó a latir en mi pecho.
—Buenas noches, Abby —dijo América desde la habitación de Shepley.
—Buenas noches, Mare.
53
Me tuve que reír. La pesadilla6 tenía razón. La novia de Shepley me había
introducido a mi droga personal. No podía conseguir lo suficiente, y no quería
dejarlo. A pesar de que sólo podía llamarlo una adicción, no me atreví incluso a
Travis se refiere a América porque pesadilla en inglés es nightmare, similar a su sobrenombre
“Mare”.
6
mostrar una miga. Sólo la mantenía cerca, sintiéndome mejor con sólo saber que
estaba allí. No había esperanza para mí.
Dos pequeños golpes me trajeron de vuelta a la realidad.
—Entra, Pidge. No tienes que tocar.
Abby se deslizó dentro, su cabello oscuro y húmedo, en unos pantalones
cortos grises y camiseta a cuadros. Sus amplios ojos vagaron por la habitación
mientras decidió diferentes cosas sobre mí basadas en la desnudez de mis paredes.
Era la primera vez que una mujer había estado allí. En ese momento no era algo
que yo había pensado, pero Abby cambiando la forma en la habitación se sentía
como algo que no me esperaba.
Antes, sólo era donde dormía. Un lugar donde nunca había pasado mucho
tiempo en absoluto. La presencia de Abby hacía a las paredes blancas evidentes,
hasta el punto de hacerme sentí una versión menor a la vergüenza. Abby estando
en mi habitación la hacía sentir como mi casa, y el vacío ya no parecía correcto.
—Bonita pijama —dije finalmente, sentándome en la cama—. Bien, ven. No
voy a morderte.
Su barbilla bajó y alzó las cejas. —No te tengo miedo. —Dejó su libro de
biología a mi lado con un ruido sordo, y luego se detuvo—. ¿Tienes una pluma?
Asentí hacia la mesa de noche. —Primer cajón. —Al segundo que dije las
palabras, mi sangre se puso fría. Iba a encontrar mi escondite. Me preparé para el
inminente combate a muerte que pronto seguiría.
Puso una rodilla en la cama y se acercó, abriendo el cajón y buscando
alrededor hasta que su mano se tambaleó hacia atrás. En el segundo siguiente,
tomó la pluma y luego cerró la gaveta.
—¿Qué? —le pregunté, fingiendo escanear a través de las palabras en el
libro de biología.
—¿Robaste la clínica de salud?
¿Cómo sabe Pigeon dónde conseguir condones? —No. ¿Por qué?
Su cara se torció. —Tu suministro de preservativos para toda la vida.
54
Aquí viene. —Más vale prevenir que lamentar, ¿no? —Ella no podía discutir
con eso.
En lugar de los gritos y los insultos que me esperaba, rodó sus ojos. Pasé las
páginas del libro de biología, tratando de no parecer demasiado aliviado.
—Bueno, podemos empezar aquí. Jesús... ¿fotosíntesis? ¿No aprendiste esto
en la escuela secundaria?
—Más o menos —dijo a la defensiva—. Es Biología 101, Trav. No elegí el
plan de estudios.
—¿Y estás en cálculo? ¿Cómo puedes estar tan avanzada en matemáticas y
tan atrasada en ciencias?
—No estoy atrasada. La primera mitad es siempre crítica.
Levanté una ceja. —No realmente.
Ella escuchaba mientras yo repasaba los aspectos básicos de la fotosíntesis, y
luego la anatomía de las células vegetales. No importaba cuánto tiempo
habláramos, o lo que decía, se aferraba a cada palabra. Era fácil fingir que estaba
interesada en mí y no en una calificación aprobatoria.
—Lípidos. No lípidos. Dime lo que son otra vez.
Se quitó las
macromolécula más.
gafas.
—Estoy
muerta. No
puedo
memorizar
una
Maldita sea. Hora de acostarse. —Está bien.
Abby de repente parecía nerviosa, lo que curiosamente fue un alivio para
mí.
La dejé sola con sus nervios para tomar una ducha. Sabiendo que ella había
estado de pie, desnuda en el mismo lugar, hizo surgir algunas reflexiones
excitantes, así que para los cinco minutos antes de que me fuera, el agua tenía que
estar helada. Era incómodo, pero al menos liberó mi erección.
Cuando volví a la habitación, Abby estaba tendida de costado, con los ojos
cerrados, y tiesa como una tabla. Dejé caer mi toalla, me puse mi bóxer, y luego me
metí en la cama, volteándome para apagar la luz. Abby no se movió, pero no
dormía.
Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, pero se apretó aún más justo antes
de volverse hacia mí.
—¿Dormirás aquí, también?
55
—Bueno, sí. Esta es mi cama.
—Lo sé, pero... —Fue apagándose, sopesando sus opciones.
—¿Aún no confías en mí? Me comportaré mejor que bien, lo juro. —Levanté
mi índice, medio y meñique, cariñosamente conocido por mis hermanos de
fraternidad como la "sorpresa". Ella no lo entendía.
Por más que ser bueno sería un asco, no iba a huir la primera noche
haciendo algo estúpido.
Abby era un delicado equilibrio de duro y blando. Empujarla demasiado
lejos parecía provocar la misma reacción que un animal acorralado. Era divertido
caminar por la cuerda floja que ella requería en una aterrorizante conducción a mil
millas por hora, hacia atrás en una moto.
Se apartó de mí, la manta alrededor marcando cada curva de su cuerpo.
Otra sonrisa se deslizó por mi rostro, y me incliné a su oído.
—Buenas noches, Pigeon.
56
6
Traducido por CrisCras & *~ Vero ~*
Corregido por Verito
nariz.
E
l sol acababa de empezar a arrojar sombras sobre las paredes de mi
habitación cuando abrí los ojos. El pelo de Abby estaba enredado y
desordenado, cubriendo mi cara. Respiré profundamente por la
Amigo. ¿Qué estás haciendo… además de ser espeluznante? pensé. Me giré sobre
mi espalda, pero antes de poder detenerme a mí mismo, inspiré otra vez. Ella
todavía olía a champú y loción.
Unos segundos más tarde, sonó la alarma y Abby empezó a despertarse.
Pasó su mano por mi pecho y luego la retiró.
—¿Travis? —dijo aturdida—. La alarma. —Esperó un minuto y luego
suspiró, estirándose por encima de mí, esforzándose hasta que finalmente alcanzó
la alarma y luego le dio un golpe contra el plástico hasta que el ruido se detuvo.
Se dejó caer contra la almohada y resopló. Una risita escapó de mis labios y
jadeó.
—¿Estabas despierto?
—Prometí que me portaría bien. No dije nada al respecto de permitirte
acostarte sobre mí.
—No me acosté sobre ti. No podía alcanzar el despertador. Esa tiene que ser
la alarma más molesta que he oído. Suena como un animal moribundo.
57
—¿Quieres desayunar? —Coloqué las manos detrás de mi cabeza.
—No tengo hambre.
Parecía enfadada por algo, pero ignoraba por qué. Probablemente no era
una persona mañanera. Aunque con esa lógica, en realidad no era una persona de
tarde o una persona nocturna, tampoco. Ahora que lo pensaba, era una especie de
perra malhumorada… y me gustaba.
—Bueno, yo sí. ¿Por qué no vienes conmigo a la cafetería que está cerca?
—No creo que pueda soportar tu falta de habilidad para conducir tan
temprano.
Metió sus pequeños pies en sus zapatillas y luego se dirigió arrastrando los
pies hasta la puerta.
—¿A dónde vas?
Se enfadó al instante. —A vestirme e ir a clase. ¿Necesitas un itinerario
mientras estoy aquí?
¿Quería jugar duro? Está bien. Jugaría. Caminé hacia ella y apoyé las manos
sobre los hombros. Maldita sea, su piel se sentía bien contra la mía. —¿Siempre
eres tan temperamental o eso cambiará una vez que creas que no estoy elaborando
ningún complejo plan para meterme en tus bragas?
—No soy temperamental.
Me incliné, susurrando en su oído—: No quiero acostarme contigo, Pidge.
Me gustas demasiado.
Su cuerpo se tensó, y luego me fui sin decir otra palabra. Saltar de un lado a
otro para celebrar la emoción de la victoria habría sido un poco obvio, así que me
contuve hasta que estuve lo suficientemente escondido detrás de la puerta, y luego
hice unos cuantos golpes con el puño en el aire de modo festivo.
Hacerla estar en guardia no era siempre fácil, pero cuando funcionaba, me
sentía como si estuviera un paso m{s cerca de…
¿De qué? No estaba exactamente seguro. Simplemente se sentía correcto.
Había pasado mucho tiempo desde que había ido a comprar algo de
comida, así que el desayuno no era muy elaborado, pero era lo suficientemente
bueno. Rompí unos huevos en un bol, añadí una mezcla de cebolla, pimientos
verdes y rojos, y luego lo vertí en un sartén.
Abby entró y se sentó en un taburete.
58
—¿Estás segura de que no quieres desayunar?
—Estoy segura. Gracias, sin embargo.
Acababa de salir rodando de la cama y aun así lucía hermosa. Era ridículo.
Estaba seguro de que no podía ser normal, pero tampoco lo sabía. Las únicas
chicas que había visto en la mañana eran las de Shepley, y no había mirado a
ninguna lo suficientemente cerca como para tener una opinión.
Shepley tomó unos platos y los sostuvo frente a mí. Recogí los huevos con la
espátula y los dejé caer en cada plato. Abby miró con leve interés.
América soltó un resoplido mientras Shep dejaba el plato delante de ella. —
No me mires de esa manera, Shep. Lo siento, simplemente no quiero ir.
Shepley había estado abatido durante días por el rechazo de América de su
invitación a la fiesta de citas. No la culpaba. Las fiestas de citas eran una tortura. El
hecho de que ella no quisiera ir era algo impresionante. La mayoría de las chicas se
morían por ser invitadas a esas cosas.
—Bebé —replicó Shepley—, la Hermandad tiene una fiesta de citas dos
veces al año. Falta un mes. Tendrás un montón de tiempo para encontrar un
vestido y hacer todas esas cosas de chicas.
América no cedió. Me desconecté de ellos hasta que me di cuenta de que
América concordaba con ir sólo si Abby también lo hacía. Si Abby iba, eso
significaba que iría con una cita. América me miró y alzó una ceja.
Shepley no dudó. —Trav no va a las fiestas de citas. Es algo a lo que llevas a
tu novia… y Travis no… ya sabes.
América se encogió de hombros. —Podríamos emparejarla con alguien.
Empecé a hablar, pero Abby claramente no estaba feliz. —Los puedo oír,
¿saben? —replicó.
América hizo un mohín. Esa era la cara a la que Shepley no podía negarle
nada. —Por favor, Abby. Te encontraremos un buen chico que sea divertido e
ingenioso, y sabes que me aseguraré de que sea caliente. ¡Te prometo que te lo
pasarás bien! Y ¿quién sabe? Quizás consigas ligar.
Fruncí el ceño. ¿América le encontraría un hombre? Para la fiesta de citas.
Uno de mis hermanos de fraternidad. Oh, demonios, no. La idea de ella haciéndolo
con cualquiera hizo que se me erizaran los vellos de la nuca.
La sartén hizo un ruido fuerte cuando la arrojé al fregadero. —No he dicho
que no la llevaría.
59
Abby rodó los ojos. —No me hagas ningún favor, Travis.
Di un paso. —Eso no es lo que quise decir, Pidge. Las fiestas de citas son
para tipos con novia, y todo el mundo sabe que a mí no me va ese rollo del
noviazgo. Pero no tendré que preocuparme porque esperes un anillo de
compromiso después.
América hace un mohín de nuevo. —¿Por fis, Abby?
Abby parecía como si estuviera padeciendo algún dolor. —¡No me mires
así! Travis no quiere ir. Yo no quiero ir… no seríamos una compañía muy
agradable.
Cuanto más pensaba en ello, más me atraía la idea. Crucé los brazos y me
apoyé en el fregadero. —No dije que no quisiera ir. Creo que será divertido si
vamos los cuatro.
Abby retrocedió cuando todos los ojos se volvieron hacia ella. —¿Por qué no
pasamos el rato aquí?
Yo estaba bien con eso.
Los hombros de América se desplomaron y Shepley se inclinó hacia
adelante.
—Porque tengo que ir, Abby —dijo Shepley—. Soy un estudiante de primer
año. Tengo que asegurarme de que todo vaya bien, de que todo el mundo tenga
una cerveza en la mano, cosas así.
Abby estaba mortificada. Claramente no quería ir, pero lo que más miedo
me daba era que ella no podía decirle que no a América, y Shepley estaba
dispuesto a decir cualquier cosa para que su novia fuera. Si Abby no iba conmigo,
podía terminar pasando la noche —toda la noche— con uno de mis hermanos de
fraternidad. No eran malos tipos, pero había escuchado las historias que contaban,
e imaginármelos hablando de Abby era algo que no podría soportar.
Atravesé la cocina y envolví mis brazos alrededor de los hombros de Abby.
—Vamos, Pidge. ¿Quieres ir conmigo?
Abby miró a América, luego a Shepley. Pasaron sólo unos pocos segundos
hasta que me miró a los ojos, pero pareció una maldita eternidad.
Cuando sus ojos finalmente se encontraron con los míos, sus barreras se
derrumbaron. —Sí —dijo con un suspiro. El entusiasmo en su voz era inexistente,
pero no importaba. Iría conmigo, y esa certeza me permitió respirar otra vez.
América gritó del modo en que lo hacen las chicas, dio palmadas y luego
agarró a Abby y la abrazó.
60
Shepley me ofreció una sonrisa agradecida, y luego otra a Pigeon. —Gracias,
Abby —dijo, colocándole una mano en la espalda.
Nunca había visto a nadie menos feliz de ir a una cita conmigo, pero de
nuevo, yo no era la causa por la que ella se sentía infeliz.
Las chicas terminaron de prepararse y se fueron temprano para su clase de
las ocho. Shepley volvió a ocuparse de los platos, feliz de por fin haberse salido con
la suya.
—Amigo, gracias. Creía que América no iría.
—¿Qué demonios? ¿Intentaban emparejar a Pidge con alguien?
—No. Quiero decir, América podría hacerlo. No lo sé. ¿Qué importa?
—Importa.
—¿Si?
—Simplemente no… no hagan eso, ¿est{ bien? No quiero verla bes{ndose
en un rincón oscuro con Parker Hayes.
Shepley asintió, frotando los restos de huevo del sartén. —O con cualquier
otra persona.
—¿Y?
—¿Cuánto tiempo crees que esto permanecerá así?
Fruncí el ceño. —No lo sé. Tanto como pueda. Simplemente no me
presiones.
—Travis, ¿la quieres o no? Hacer todo lo posible para impedir que salga con
otra persona cuando ni siquiera estás con ella, eso es una forma un poco idiota de
actuar.
—Sólo somos amigos.
Shepley me dirigió una sonrisa dudosa. —Los amigos hablan de un polvo
de fin de semana. De algún modo, no veo que eso pueda suceder entre ustedes.
—No, pero eso no significa que no podamos ser amigos.
Las cejas de Shepley se alzaron con incredulidad. —En cierto modo, sí,
hermano.
61
No se equivocaba. Simplemente yo no quería admitirlo. —Es sólo que… —
Hice una pausa, observando la expresión de Shepley. De todas las personas, él
sería el último que me juzgaría, pero me hacía sentir débil admitir lo que había
estado pensando y cómo frecuentemente pensamientos sobre Abby cruzaban mi
mente. Shepley lo entendería, pero eso no me hacía sentir mejor para decirlo en
voz alta—. Hay algo en ella que necesito. Eso es todo. ¿Es extraño que piense que
es fantástica como el infierno y que no quiera compartirla?
—No puedes compartirla si no es tuya.
—¿Qué sé acerca de tener citas, Shep? Tú. Tú y tus retorcidas y necesitadas
relaciones. Si ella conoce a alguien más y empiezan a salir, la perderé.
—Entonces, sal con ella.
Negué con la cabeza. —Todavía no estoy listo.
—¿Y eso por qué? ¿Tienes miedo? —preguntó Shepley, arrojándome el
trapo a la cara. Cayó al suelo y me incliné para recogerlo. La tela retorcida y
estirada en mis manos mientras la retorcía de un lado a otro.
—Ella es diferente, Shepley. Es buena.
—¿Qué estás esperando?
Me encogí de hombros. —Sólo una razón más, supongo.
Shepley hizo una mueca de desaprobación y luego se agachó para encender
el lavavajillas. Una mezcla de sonidos mecánicos y líquidos llenó la habitación y
Shepley se fue a su habitación. —Se acerca su cumpleaños, ya sabes. Mare quiere
que organicemos algo juntos.
—¿El cumpleaños de Abby?
—Sí. En poco más de una semana.
—Bueno, tenemos que hacer algo. ¿Sabes qué le gusta? ¿Tiene América algo
en mente? Supongo que mejor le compro algo. ¿Qué demonios le compro?
Shepley sonrió mientras cerraba la puerta de su habitación. —Te las
arreglarás. Las clases empiezan en cinco minutos. ¿Vendrás en mi coche?
—Nah. Voy a ver si puedo conseguir llevar a Abby en la parte trasera de mi
moto. Es lo más cerca que puedo estar dentro de sus muslos.
Shepley se rió y luego cerró la puerta detrás de él.
Me dirigí a mi habitación y me puse un par de vaqueros y una camiseta.
Cartera, llaves, teléfono. No podía imaginar ser una chica. La rutina de mierda por
la que tenían que pasar sólo para salir por la puerta consumía la mitad de sus
vidas.
62
La clase duró una maldita eternidad y luego atravesé corriendo el campus
hasta Morgan Hall. Abby estaba de pie en la entrada principal con un tipo, y mi
sangre empezó a hervir al instante. Unos pocos segundos más tarde, reconocí a
Finch y suspiré con alivio. Finch agitaba los brazos, obviamente en medio de una
gran historia, tomándose una pausa únicamente para darle una calada a su
cigarrillo.
Cuando me acerqué, Finch le hizo un guiño a Abby. Lo tomé como una
buena señal. —Hola, Travis —cantó.
—Finch. —Asentí, cambiando rápidamente mi atención a Abby—. Me dirijo
a casa, Pidge. ¿Necesitas un aventón?
—Estaba a punto de entrar —dijo, sonriéndome.
Mi estómago se hundió, y hablé sin pensar. —¿No te vas a quedar conmigo
esta noche?
—No, sí lo haré. Sólo tenía que recoger un par de cosas que olvidé.
—¿Cómo qué?
—Bueno, mi maquinilla de afeitar para empezar. ¿Qué te importa?
Maldita sea, me gustaba. —Ya es hora de que te afeites las piernas. Están
destrozando las mías.
Los ojos de Finch casi se salieron de sus órbitas.
Abby frunció el ceño. —¡Así es como empiezan los rumores! —Miró a
Finch—. Estoy durmiendo en su cama... sólo durmiendo.
—Correcto —dijo Finch con una sonrisa de suficiencia.
Antes de saber lo que ocurría, ella estaba dentro, pisoteando las escaleras
hasta su habitación. Di dos pasos a la vez para emparejarme a su paso.
—Oh, no te enojes. Sólo bromeaba.
—Todo el mundo ya asume que estamos teniendo sexo. Estás empeorando
las cosas.
Al parecer, que ella tuviera sexo conmigo era algo malo. Si tuviera
preguntas acerca de si se interesaba en mí de esa manera en absoluto, ella daría la
respuesta: No, sólo no, pero infiernos no. —¿A quién le importa lo que piensen?
—¡A mí, Travis! ¡A mí! —Abrió la puerta de su dormitorio empujándola,
luego miró de un lado del cuarto al otro, abriendo y cerrando cajones, empujando
cosas en una bolsa. De repente, me ahogaba en un intenso sentimiento de pérdida,
de esos donde tienes que reír o llorar. Una risita se escapó de mi garganta.
63
Los ojos grises de Abby se oscurecieron y se dirigieron a mí. —No es
gracioso. ¿Quieres que todo el colegio piense que soy una de tus putas?
¿Mis putas? No eran mías. Pero sí eran putas.
Cogí el bolso de sus manos. Esto no iba bien. Para ella, asociarse conmigo,
por no hablar de estar en una relación conmigo, significaba hundir su reputación.
¿Por qué todavía quería ser mi amiga, si eso era lo que sentía?
—Nadie piensa eso. Y si lo hacen, mejor que se aseguren que no me entere.
Sostuve la puerta abierta, y pasó a través de ella. Justo cuando la solté y
comencé a seguirla, se detuvo y me obligó a mantener el equilibrio sobre las puntas
de los dedos de los pies para no topar con ella. La puerta se cerró detrás de mí,
empujándome hacia adelante. —¡Guau! —dije, chocando con ella.
Se dio la vuelta. —¡Oh, Dios mío! —Al principio pensé que nuestro choque
la había lastimado. La mirada de asombro en su rostro me había preocupado por
un segundo, pero luego continuó—: Probablemente piensen que estamos juntos y
que tú estás descaradamente continuando con tu... estilo de vida. ¡Debo verme
patética! —Hizo una pausa, sumida en el horror de su conclusión, y luego negó
con la cabeza—. No creo que deba quedarme contigo. Deberíamos estar lejos el
uno del otro, en general, por un tiempo.
Tomó su bolso de mis manos, y lo agarré de nuevo. —Nadie piensa que
estamos juntos, Pidge. No tienes que dejar de hablarme para probar tu punto. —
Me sentí un poco desesperado, lo que era bastante inquietante.
Tiró del bolso. Decidido, lo tiré hacia atrás. Después de unos cuantos
tirones, gruñó con frustración.
—¿Has tenido alguna vez una chica, una amiga, que se quedara contigo?
¿Alguna vez has llevado clases con esas chicas en la escuela? ¿Has almorzado con
ellas todos los días? ¡Nadie sabe qué pensar de nosotros, incluso cuando se los
decimos!
Me acerqué al estacionamiento con su bolso, mi mente corriendo. —Voy a
arreglar esto, ¿de acuerdo? No quiero que nadie piense mal de ti por mi culpa.
Abby era siempre un misterio, pero la mirada afligida en sus ojos me tomó
por sorpresa. Era inquietante hasta el punto en que quería hacer algo para que su
sonrisa no desapareciera. Estaba inquieta y claramente molesta. Lo odiaba tanto
que me hizo lamentar todo lo cuestionable que alguna vez había hecho porque era
una cosa más que se ponía en el camino.
64
Fue entonces cuando la realización me golpeó. Como pareja, no íbamos a
funcionar. No importa lo que hiciera o cómo me las arreglara para complacerla,
nunca sería lo suficientemente bueno. No quería que ella terminara con alguien
como yo. Sólo tendría que conformarme con las migajas de tiempo que podría
conseguir.
Admitir eso para mí mismo era una píldora difícil de tragar, pero al mismo
tiempo, una voz familiar me susurró desde los oscuros rincones de mi mente que
necesitaba luchar por lo que quería. Luchar parecía mucho más fácil que la
alternativa.
—Déjame compensártelo —dije—. ¿Por qué no vamos esta noche a The
Dutch? —The Dutch era un hoyo en la pared7, pero mucho menos concurrido que
The Red. Sin tantos buitres dando vueltas.
—Ese es un bar de moteros. —Frunció el ceño.
—Está bien, entonces vamos al club. Te llevaré a cenar y luego podemos ir a
The Red Door. Yo invito.
—¿Cómo es que salir a cenar y luego a un club va a solucionar el problema?
Cuando la gente nos vea juntos, lo hará peor.
Terminé de atar la bolsa a la parte trasera de mi moto y luego me senté a
horcajadas en el asiento. No discutió acerca de la bolsa. Eso siempre era
prometedor.
—Piénsalo. Yo, borracho, ¿en una habitación llena de mujeres con poca
ropa? No tomará mucho tiempo para que la gente sepa que no somos una pareja.
—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Llevar a casa a un chico
borracho del bar para probar el punto?
Fruncí el ceño. La idea de que saliera con un chico hizo que mi mandíbula se
tensara, como si hubiera derramado jugo de limón en mi boca. —No me refería a
eso. No hay necesidad de excederse.
Rodó los ojos, y luego se subió al asiento, envolviendo sus brazos alrededor
de mi cintura. —¿Alguna chica extraña nos seguirá a casa desde el bar? ¿Así es
como vas a arreglar las cosas conmigo?
—No estás celosa, ¿verdad, Pigeon?
—¿Celosa de qué? ¿De la imbécil infectada de ETS a quien mandarás al
diablo en la mañana?
65
Me reí, y luego encendí el motor. Si ella supiera lo imposible que era.
Cuando la tenía alrededor, todo el mundo parecía desaparecer. Me tomó toda mi
atención y concentración mantenerme un paso por delante de ella.
Informamos a Shepley y América de nuestros planes, y luego las chicas
comenzaron su rutina. Me metí en la ducha primero, dándome cuenta demasiado
7
Así se denomina a un lugar pequeño, muy modesto y a menudo en un lugar apartado.
tarde de que debí haber sido el último, porque las chicas toman mucho más tiempo
que Shepley y yo para prepararse.
Shepley, América y yo esperamos una eternidad para que Abby saliera del
baño, pero cuando por fin salió, casi perdí el equilibrio. Sus piernas parecían que
fueran eternas con su corto vestido negro. Sus pechos jugaban a “me ves, ahora no
me ves,” sólo apenas haciendo su presencia cuando se giró, y sus largos rizos
colgaban a un lado en lugar de sobre su pecho.
No recordaba que estaba bronceada, pero su piel tenía un brillo saludable
contra la tela de su vestido oscuro.
—Bonitas piernas —dije.
Sonrió. —¿He mencionado que la maquinilla de afeitar es mágica?
Mágico mi trasero. Era jodidamente hermosa. —No creo que sea la
maquinilla.
La saqué de la puerta de la mano, llevándola al Charger de Shepley. No se
alejó, y la sostuve hasta que llegamos al coche. Se sentía mal dejarla ir. Cuando
llegamos al restaurante de sushi, entrelacé los dedos entre los de ella mientras
caminábamos en el interior.
Pedí una ronda de sake, y luego otra. La camarera no nos pidió
identificación hasta que pedí cerveza. Sabía que América tenía una identificación
falsa, y me quedé impresionado cuando Abby sacó la de ella como un campeón.
Una vez que la camarera la miró y se fue, la agarré. Su foto estaba en la esquina, y
todo parecía de fiar por lo que yo sabía. Nunca había visto una identificación de
Kansas antes, pero esta era perfecta. El nombre que se leía era Jessica James, y por
alguna razón, eso me excitó. Fuerte.
Abby sacudió la identificación y se salió de mis manos, pero la atrapó en
pleno vuelo al suelo, y en segundos estaba escondida dentro de su cartera.
Sonrió y le devolví la sonrisa, apoyándome en los codos. —¿Jessica James?
Reflejó mi posición, apoyándose en los codos y emparejando mi mirada. Era
tan segura. Increíblemente sexy.
—Sí. ¿Y qué?
66
—Interesante elección.
—Así es el rollo de California. Gallina.
Shepley se echó a reír, pero se detuvo abruptamente cuando América
retomó su cerveza. —Cálmate, cariño. El sake tarda en golpear.
América se limpió la boca y sonrió. —He tomado sake antes, Shep. Deja de
preocuparte.
Cuanto más bebíamos, más fuerte gritábamos. A los camareros no parecía
importarle, pero eso era probablemente porque era tarde y sólo había otras cuantas
personas en el otro extremo del restaurante, y estaban casi tan borrachos como
nosotros. Excepto Shepley. Era demasiado protector con su coche como para beber
demasiado cuando conducía, y amaba a América más que a su coche. Cuando ella
apareció, él no sólo controló su consumo, sino que también siguió todas las leyes
de tráfico y utilizó las luces intermitentes.
Dominado.
La camarera trajo la cuenta, y tiré un poco de dinero sobre la mesa,
empujando hasta que Abby se deslizó fuera de la cabina. Me dio un codazo
jugando, y arrojé con indiferencia mi brazo alrededor de ella mientras caminaba
por el estacionamiento.
América se deslizó en el asiento delantero junto a su novio, y comenzó a
lamerle la oreja. Abby me miró y rodó los ojos, pero a pesar de ser una audiencia
cautiva, ella estaba teniendo un buen momento.
Después de que Shepley se detuvo en The Red, nos llevó a través de las filas
de autos dos o tres veces.
—Es para esta noche, Shep —murmuró América.
—Oye, tengo que encontrar un amplio espacio. No quiero que un idiota
borracho raye la pintura.
Quizás. O simplemente prolongaba el baño de lengua que su oído recibía de
América. Qué asco.
Shepley estacionó en el borde de la parcela, y ayudé a Abby a bajar. Salió y
tiró de su vestido, y luego sacudió sus caderas un poco antes de tomar mi mano.
—Quería preguntarles acerca de sus identificaciones —dije—. Son perfectas.
No las consigues por aquí. —Lo sabría. Había comprado muchas.
—Sí, las hemos tenido durante mucho tiempo. Era necesario... —¿Por qué
diablos haría falta que tenga una identificación falsa?—, en Wichita.
67
La grava crujía bajo nuestros pies mientras caminábamos, y la mano de
Abby apretó la mía mientras navegaba por las rocas con sus tacones.
América resbaló. Solté la mano de Abby en reacción, pero Shepley atrapó a
su novia antes de que cayera al suelo.
—Es algo bueno tener conexiones —dijo América, riendo.
—Dios, mujer —dijo Shepley, sosteniendo su brazo antes de que cayera al
suelo—. Creo que ya has terminado por esta noche.
Fruncí el ceño, preguntándome qué demonios significaba todo aquello. —
¿De qué estás hablando, Mare? ¿Qué conexiones?
—Abby tiene algunos viejos amigos que...
—Son identificaciones falsas, Trav —dijo Abby, interrumpiendo antes de
que América pudiera terminar—. Tienes que conocer a las personas adecuadas si
quieres que se hagan bien, ¿verdad?
Miré a América, a sabiendas de que algo no estaba bien, pero miraba a todas
partes, excepto a mí. Presionar el asunto no parecía inteligente, sobre todo porque
Abby me había llamado Trav. Podría acostumbrarme a eso, viniendo de ella.
Le tendí la mano. —Correcto. —La tomó, sonriendo con la expresión de un
estafador. Pensó que me había engañado. Definitivamente iba a volver a eso más
tarde.
—¡Necesito otro trago! —dijo ella, tirando de mí hacia la gran puerta roja del
club.
—¡Chupitos! —gritó América.
Shepley suspiró. —Oh, sí. Eso es lo que necesitas. Otro chupito.
Todas las cabezas en la sala se giraron cuando Abby entró, incluso un par de
tipos con sus novias, descaradamente rompiendo sus cuellos o recostándose en su
silla para mirar por más tiempo.
Oh, joder. Esta será una noche muy mala, pensé, apretando mi mano alrededor
de la de Abby.
Caminamos hasta la barra más cercana a la pista de baile. Megan estaba en
las sombras humeantes de las mesas de billar. Su sitio de caza habitual. Sus
grandes ojos azules se clavaron en mí antes de que incluso la reconociera parada
allí. No me miró por mucho. La mano de Abby todavía seguía en la mía, y la
expresión de Megan cambió en el momento que lo vio. Asentí hacia ella, y sonrió.
68
Mi asiento habitual en el bar estaba libre, pero era el único libre a lo largo de
la barra. Cami me vio llegar con Abby, por lo que se rió una vez, y luego puso en
alerta de mi llegada a las personas sentadas en los taburetes alrededor,
advirtiéndoles de su desalojo inminente. Se fueron sin quejarse.
Digan lo que quieran. Ser un psicópata cabrón tenía sus ventajas.
7
Traducido por Angyyy
Corregido por Alaska Young
A
ntes de llegar a la barra, América sacó a su mejor amiga a la pista de
baile. Los calientes tacones de aguja rosa de Abby brillaban en la
luz negra, y sonreí cuando se rió de los salvajes movimientos de
baile de América. Mis ojos viajaron debajo de su vestido negro, deteniéndome en
su cadera. Tenía buenos movimientos, le admitiría eso. Un pensamiento sexual
apareció en mi mente, y tuve que apartar la mirada.
The Red Door estaba bastante lleno. Algunas caras nuevas, pero en su
mayoría clientes habituales. Cualquier persona nueva entrando era como carne
fresca para aquellos de nosotros que no tenían la imaginación para otra cosa que
presentarse en el bar cada fin de semana. Especialmente las chicas que lucían como
Abby y América.
Pedí una cerveza, bebí la mitad de ella, y luego regresé mi atención a la pista
de baile. Mirar fijamente no fue a propósito, sobre todo sabiendo que
probablemente tenía la misma expresión en mi cara que cada idiota mirándolas.
La canción terminó, y Abby empujó a América de nuevo a la barra. Estaban
jadeantes, sonrientes, y sólo lo suficiente sudorosas como para lucir atractivas.
—Así va a ser toda la noche, Mare. Sólo ignóralas —dijo Shepley.
La cara de América estaba jodida con disgusto, mirando detrás de mí. Podía
imaginar quién estaba allí. No podría haber sido Megan. Ella no era de las que
esperan en los laterales.
69
—Parece que
despreciativamente.
hay
una
bandada
de
buitres
—dijo
América
Miré por encima del hombro, y tres de las chicas de la hermandad de Lexi se
encontraba paradas hombro con hombro. Otra de ellas se paró junto a mí con una
sonrisa brillante. Todas sonrieron cuando hice contacto visual, pero rápidamente
me di la vuelta, bebiendo la última mitad de mi cerveza. Por alguna razón, las
chicas que actuaban de esa manera a mí alrededor ponían a América de bastante
mal humor. Sin embargo, no podía estar en desacuerdo con su referencia de buitre.
Encendí un cigarrillo y luego pedí dos cervezas más. La rubia a mi lado,
Brooke, sonrió y se mordió el labio. Hice una pausa, sin saber si iba a llorar o
abrazarme. No fue hasta que Cami destapó y deslizó las botellas por encima de la
barra que supe por qué tenía ese aspecto ridículo en su cara. Tomó la cerveza y
comenzó a tomar un trago, pero se la quité antes de que pudiera, y se la entregué a
Abby.
—Uh... no es para ti.
Brooke pisoteó hasta reunirse con sus amigas. Sin embargo, Abby parecía
perfectamente conforme, tomando tragos de tamaño hombre.
—Como si yo fuera a comprar una cerveza para alguna chica en un bar —
dije. Pensé que eso se añadiría a la diversión de Abby, pero en su lugar alzó la
cerveza con una mirada amarga en su cara—. Eres diferente —dije con una media
sonrisa.
Chocó su botella contra la mía, claramente irritada. —Por ser la única chica
con la que un chico, que no tiene ningún estándar, no quiere dormir. —Tomó un
trago, pero le quité la botella de su boca.
—¿Lo dices en serio? —Cuando no respondió, me incliné más cerca para un
mayor efecto—. Primero que nada... Tengo estándares. Nunca he estado con una
mujer fea. Nunca. En segundo lugar, quería dormir contigo. Pensé en tirarte sobre
mi sofá de cincuenta maneras diferentes, pero no lo hice porque ya no te veo de esa
manera. No es que no me atraigas, simplemente creo que eres mejor que eso.
Una sonrisa presumida se deslizó por su rostro. —Crees que soy demasiado
buena para ti.
Increíble. Realmente no lo entiende. —No puedo pensar en ningún solo
chico que conozca que sea lo suficientemente bueno para ti.
70
La petulancia se disolvió, reemplazada por una conmovida y agradecida
sonrisa. —Gracias, Trav —dijo, poniendo su botella vacía en la barra. Ella
realmente podría ponerlos en su lugar cuando quisiera. Normalmente, lo llamaría
descuidado, pero se conducía con tal confianza... no sé... todo lo que hacía era
caliente.
Me levanté y agarré su mano. —¡Vamos! —La atraje hacia la pista de baile, y
siguió detrás de mí.
—¡He bebido demasiado! ¡Me voy a caer!
Ahora en la pista de baile, agarré su cadera y atraje su cuerpo presionado
contra el mío, sin dejar espacio entre nosotros. —Cállate y baila.
Todas las risitas y sonrisas abandonaron su cara y su cuerpo comenzó a
moverse contra el mío con la música. No podía mantener mis manos fuera de ella.
Cuanto más cerca nos encontrábamos, más cerca necesitaba que estuviera. Su
cabello estaba en mi cara y, a pesar de que había bebido lo suficiente como para
dejarlo por esta noche, todos mis sentidos estaban alertas. La forma en que su
trasero se sentía contra mí, las diferentes direcciones y movimientos que su cadera
hacía con la música, la forma en que se apoyó en mi pecho y descansó la parte
posterior de su cabeza en mi hombro. Quería empujarla a un rincón oscuro y
saborear el interior de su boca.
Abby se giró hacia mí con una sonrisa traviesa. Sus manos empezaron por
mis hombros, y luego dejó que sus dedos pasaran por mi pecho y estómago. Casi
me volví loco, deseándola en ese mismo momento. Se giró de espaldas a mí, y mi
corazón latía aún más rápido en contra de mi caja torácica. Estaba más cerca de esa
manera. Agarré su cadera y la atraje con más fuerza contra mí.
Envolví mis brazos alrededor de su cintura y enterré mi cara en su cabello.
Estaba saturado de sudor y combinado con su perfume. Cualquier pensamiento
racional desapareció.
La canción terminaba, pero ella no mostraba señales de detenerse.
Abby se inclinó hacia atrás, su cabeza en mi hombro. Algunos de sus
cabellos cayeron, exponiendo la piel reluciente de su cuello. Toda fuerza de
voluntad se desvaneció. Toqué con mis labios el punto delicado, justo detrás de su
oreja. No podía parar allí, abrí mi boca para dejar que mi lengua lamiera la
humedad salada de su piel.
El cuerpo de Abby se tensó y se apartó.
—¿Qué, Pidge? —pregunté. Tuve que reír. Parecía que quería pegarme.
Pensé que estábamos pasando un buen rato, y lucía más enfadada de lo que jamás
la había visto.
71
En lugar de dejar volar su temperamento, se abrió paso entre la multitud,
retirándose al bar. La seguí, sabiendo que iba a encontrar muy pronto qué era
exactamente lo que había hecho mal.
Tomando el taburete vacío a su lado, vi cómo Abby le señaló a Cami que
quería otra cerveza. Pedí una para mí, y entonces la vi beberse la mitad de la suya.
La botella sonó contra el mostrador cuando la bajó de golpe.
—¿Crees que eso va a cambiar la opinión de alguien sobre nosotros?
Me reí una vez. Después de todo eso de rozarse y frotarse contra mi pene,
¿de repente le preocupaba las apariencias? —No me importa ni una mierda lo que
piensen sobre nosotros. —Me lanzó una mirada asesina, y luego se giró para mirar
hacia el frente—. Pigeon —dije, tocándole el brazo.
Se alejó. —No. Nunca me pondré lo suficientemente borracha para meterme
en ese sofá.
Instantáneamente, la ira me consumió. Nunca la había tratado así. Nunca.
Me dio falsas expectativas, y luego le di un par de besos en el cuello, ¿y enloquece?
Empecé a hablar, pero Megan apareció a mi lado.
—Bueno. ¿No es este Travis Maddox?
—Hola, Megan.
Abby miró a Megan, claramente tomada por sorpresa. Megan era una
profesional en inclinar la balanza a su favor.
—Preséntame a tu novia —dijo Megan, sonriendo.
Ella sabía condenadamente bien que Abby no era mi novia. Puta 101: Si el
hombre en tu mira está en una cita o con una amiga, oblígalo a admitir la falta de
compromiso. Crea inseguridad e inestabilidad.
Sabía a dónde iba esto. Infiernos, si realmente Abby pensaba que yo era un
idiota de nivel criminal, bien podría actuar como tal. Deslicé mi cerveza por la
barra, y cayó por el borde, tintineando en el bote de basura al final. —No es mi
novia.
Intencionalmente ignorando la reacción de Abby, agarré la mano de Megan
y la llevé a la pista de baile. Ella obedeció, felizmente balanceando los brazos hasta
que nuestros pies golpearon la madera. Siempre era entretenido bailar con Megan.
No tenía vergüenza y me dejaba hacerle cualquier cosa que quisiera, dentro y fuera
de la pista de baile. Como era habitual, la mayoría de los otros bailarines se
detuvieron para ver.
72
Por lo general, nos lucíamos, pero me sentía excepcionalmente lascivo. El
oscuro cabello de Megan me dio una bofetada en la cara más de una vez, pero yo
estaba entumecido. La levanté y envolví sus piernas alrededor de mi cintura, y
luego se inclinó hacia atrás, estirando sus brazos sobre su cabeza. Sonrió mientras
la bombeaba en frente de todo el bar, y cuando la dejé en el suelo, se giró y se
agachó, agarrando sus tobillos.
El sudor corría por mi cara. La piel de Megan estaba muy mojada, mis
manos se resbalaban cada vez que trataba de tocarla. Su camisa estaba empapada,
y también la mía. Se inclinó por un beso, con la boca ligeramente abierta, pero me
incliné hacia atrás, mirando hacia la barra.
Fue entonces cuando lo vi. Ethan Coats. Abby se inclinó hacia él, sonriendo
con esa sonrisa coqueta, borracha, de “llévame a casa,” que podía detectar en una
multitud de mil mujeres.
Dejando a Megan en la pista de baile, me empujé a través de la masa que se
había reunido alrededor. Justo antes de llegar a Abby, Ethan se inclinó para tocarle
la rodilla. Recordando que se había salido con la suya el año anterior, apreté mi
mano en un puño, parándome entre ellos, dándole la espalda a Ethan.
—¿Estás lista, Pidge?
Abby puso su mano sobre mi estómago y me empujó hacia un lado,
sonriendo al instante que Ethan volvió a la vista. —Estoy hablando, Travis. —Ella
retuvo su mano, sintiendo cuan mojada estaba, y luego la secó en su falda de una
manera dramática.
—¿Tan siquiera conoces a este chico?
Sonrió aún más ampliamente. —Este es Ethan.
Ethan extendió su mano. —Un placer conocerte.
No podía quitar mis ojos de Abby mientras miraba a ese maldito enfermo y
retorcido frente a ella. Dejé la mano de Ethan colgando, esperando a que Abby
recordara que yo estaba parado allí.
Desdeñosa, agitó su mano en mi dirección. —Ethan, este es Travis. —Su voz
era claramente menos entusiasta acerca de mi presentación, lo que sólo me
molestaba más.
Fulminé con la mirada a Ethan, y luego a su mano. —Travis Maddox. —Mi
voz era baja y lo más amenazante que podía manejar.
Los ojos de Ethan se abrieron como platos, y retiró torpemente su mano. —
¿Travis Maddox?
Estiré mi brazo detrás de Abby para agarrar la barra. —Sí, ¿qué con eso?
73
—Te vi luchar contra Shawn Jenks el año pasado, hombre. ¡Pensé que iba a
presenciar la muerte de alguien!
Mis ojos se estrecharon, y apreté los dientes. —¿Quieres verlo otra vez?
Ethan se rió una vez, sus ojos como dardos de ida y vuelta entre nosotros.
Cuando se dio cuenta que no bromeaba, sonrió torpemente a Abby, y luego se
alejó.
—¿Estás lista, ahora? —espeté.
—Eres es un completo idiota, ¿sabes?
—Me han llamado peor. —Le tendí mi mano y la tomó, dejándome ayudarla
a bajar del taburete. No podría estar enojada.
Con un fuerte silbido, le hice señas a Shepley, que vio mi expresión y de
inmediato supo que era hora de irse. Utilicé mi hombro para hacer espacio a través
de la multitud, sin vergüenza derribando a unas cuantas personas inocentes para
desahogarme hasta que Shepley nos dirigió y asumió el control por mí.
Una vez fuera, agarré la mano de Abby, pero la apartó.
Me di la vuelta y grité en su cara. —¡Debería simplemente besarte y
superarlo! ¡Estás siendo ridícula! Besé tu cuello, ¿y qué?
Abby se inclinó hacia atrás, y cuando eso no creó suficiente espacio, me
empujó. No importaba cuán enojado estaba, no conocía el miedo. Fue un poco
caliente.
—No soy una amiga para follar, Travis.
Negué con la cabeza, aturdido. Si había algo más que pudiera hacer para
impedir que pensara eso, no sabía lo que era. Ella fue especial para mí desde el
momento en que le puse los ojos encima, y traté de hacérselo saber cada vez que
podía. ¿Cómo podía hacerle entender eso? ¿Cuán diferente de a todos los demás
podía tratarla?
—¡Nunca dije que lo fueras! ¡Estás conmigo las veinticuatro horas del día,
duermes en mi cama, pero la mitad del tiempo actúas como si no quisieras que te
vieran conmigo!
—¡Vine aquí contigo!
—Nunca te he tratado con algo más que con respeto, Pidge.
74
—No, sólo me tratas como tú propiedad. ¡No tenías derecho a ahuyentar a
Ethan así!
—¿Sabes quién es Ethan? —Cuando negó con la cabeza, me incliné más
cerca—. Yo sí. Fue arrestado el año pasado por agresión sexual, pero los cargos
fueron retirados.
Se cruzó de brazos. —Oh, ¿así que tienen algo en común?
Un velo rojo cubría mis ojos y, en menos de un segundo, la rabia hervía
dentro de mí. Tomé una respiración profunda, para tranquilizarme. —¿Me estás
llamando violador?
Abby hizo una pausa en sus pensamientos, y su vacilación hizo que la ira se
derritiera. Era la única que tenía ese efecto en mí. En cada otro momento que había
estado tan enfadado, había golpeado algo o alguien. Nunca había golpeado a una
mujer, pero definitivamente le hubiera dado un golpe a la camioneta estacionada al
lado de nosotros.
—No, ¡sólo estoy molesta contigo! —dijo, apretando los labios.
—He estado bebiendo, ¿de acuerdo? Tu piel estaba a tres centímetros de mi
cara, eres hermosa y hueles malditamente increíble cuando sudas. ¡Te besé! ¡Lo
siento! ¡Supéralo!
Mi respuesta hizo que se detuviera, y las comisuras de su boca se elevaron.
—¿Crees que soy hermosa?
Fruncí el ceño. Qué pregunta más estúpida. —Eres guapísima y lo sabes.
¿Por qué estás sonriendo?
Cuanto más trataba de no sonreír, más lo hacía. —Nada. Vámonos.
Me reí una vez, y luego sacudí la cabeza. —¿Qué…? ¿Tú…? ¡Tú eres un
grano en mi trasero!
Sonreía de oreja a oreja por mi elogio, y había pasado de psicópata a ridículo
en menos de cinco minutos. Trató de dejar de sonreír y, a su vez, eso me hizo
sonreír.
Puse mi brazo alrededor de su cuello, pidiéndole a Dios haber podido
besarla. —Me estás volviendo loco, ¿sabes?
El viaje a casa fue silencioso y, cuando por fin llegamos al apartamento,
Abby fue directo al cuarto de baño, encendiendo la ducha. Mi mente estaba
demasiado difusa para revolver a través de su mierda, así que agarré uno de mis
bóxers y una camiseta. Llamé a la puerta, pero no contestó, así que seguí adelante y
entré, lo dejé en el fregadero, y luego salí. No estaba seguro de qué decirle de todos
modos.
75
Ella entró, engullida por mi ropa, y cayó en la cama, con una permanente
sonrisa aún en su cara.
La miré por un momento y me devolvió la mirada, claramente
preguntándose qué pensaba. El problema era que ni siquiera yo lo sabía. Sus ojos
viajaron lentamente por mi cara a mis labios, y entonces lo supe.
—Buenas noches, Pidge —dije en voz baja, girándome y maldiciéndome
como nunca antes. Sin embargo, estaba increíblemente borracha, y no me iba a
aprovechar. Sobre todo después de que me había perdonado por el espectáculo
que había hecho con Megan.
Abby se removió durante varios minutos antes de finalmente tomar un
respiro. —¿Trav? —Se apoyó sobre un codo.
—¿Sí? —dije, sin moverme. Tenía miedo de que si la miraba a los ojos, todo
pensamiento racional se iría por la ventana.
—Sé que estoy borracha y acabamos de tener una enorme pelea sobre esto,
pero...
—No voy a tener sexo contigo, así que deja de preguntar.
—¿Qué? ¡No!
Me eché a reír y me giré, mirando su dulce expresión horrorizada. —¿Qué,
Pigeon?
—Esto... —dijo, recostando su cabeza en mi pecho y pasando su brazo sobre
mi estómago, abrazándome cerca.
No era lo que esperaba. En absoluto. Levanté mi mano y me congelé en el
lugar, sin saber qué demonios hacer. —Estás borracha.
—Lo sé —dijo, desvergonzada.
No importaba qué tan enojada estaría en la mañana, no podía decir que no.
Relajé una mano en su espalda y la otra sobre su cabello mojado, y luego la besé en
su frente.
—Eres la mujer más confusa que he conocido.
—Es lo menos que puedes hacer después de asustar al único chico que se
me acercó esta noche.
—¿Te refieres a Ethan el violador? Sí, te debo una por eso.
—No importa —dijo, comenzando a alejarse.
76
Mi reacción fue instantánea. Tomé su brazo contra mi estómago. —No, lo
digo en serio. Tienes que ser más cuidadosa. Si no hubiera estado ahí… Ni siquiera
quiero pensar en ello. ¿Y ahora esperas que me disculpe por ahuyentarlo?
—No quiero que te disculpes. Ni siquiera es por eso.
—Entonces, ¿por qué es? —pregunté. Nunca había rogado por nada en mi
vida, pero silenciosamente pedía que me dijera que me quería. Que se preocupaba
por mí. Algo. Estábamos tan cerca. Podría sólo tomar un centímetro más o menos
para que nuestros labios se tocaran, y fue una hazaña mental no ceder a ese
centímetro.
Frunció el ceño. —Estoy borracha, Travis. Es la única excusa que tengo.
—¿Quieres que te abrace hasta que te quedes dormida? —No respondió. Me
giré, mirando directamente a sus ojos—. Debería decir que no para probar un
punto —dije, mis cejas se juntaron—. Pero me odiaría a mí mismo más tarde si
digo que no y nunca me preguntas otra vez.
Felizmente, recostó su mejilla contra mi pecho. Con mis brazos envueltos
con fuerza a su alrededor, era difícil no perder la cabeza. —No necesitas una
excusa, Pigeon. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.
77
8
Traducido por Monikgv & aa.tesares
Corregido por Findareasontosmile
A
bby se durmió antes que yo. Su respiración era calmada y su cuerpo
se encontraba relajado contra el mío. Era cálida, y su nariz hacía el
zumbido más mínimo y dulce cuando inhalaba. Su cuerpo en mis
brazos se sentía demasiado bien. Era algo a lo que me podía acostumbrar con
mucha facilidad. Tan asustado como eso me hacía sentir, no me podía mover.
Conociendo a Abby, se despertaría y me recordaría que era un trasero
irritante, y me gritaría por dejar que esto pasara o, peor, trataría de que nunca
pasara de nuevo.
No era tan estúpido como para tener esperanza, o lo suficientemente fuerte
para dejar de sentirme de la manera en que lo hacía. Total revelación. No tan rudo,
después de todo. No cuando se trataba de Abby.
Mi respiración se hizo más lenta, y mi cuerpo se hundió en el colchón, pero
luché contra la fatiga que constantemente me alcanzaba. No quería cerrar mis ojos
y perderme incluso un segundo de cómo se sentía tener a Abby tan cerca.
Se movió, y me congelé. Sus dedos se presionaron en mi piel, y luego se
abrazó contra mí una vez antes de relajarse de nuevo. Besé su cabello, y apoyé mi
mejilla contra su frente.
Cerrando mis ojos sólo por un momento, tomé un respiro.
Abrí mis ojos de nuevo y ya era de día. Joder. Sabía que no debía hacerlo.
78
Abby se movía, tratando de salirse de debajo de mí. Mis piernas estaban
sobre las suyas, y mi brazo aún la sujetaba.
—Basta, Pidge. Estoy durmiendo —dije, acercándola más.
Sacó sus piernas, una a la vez, y luego se sentó en la cama y suspiró.
Deslicé mi mano sobre la cama, alcanzando las puntas de sus dedos
pequeños y delicados. Su espalda estaba hacia mí, y no se dio la vuelta.
—¿Qué pasa, Pigeon?
—Voy por un vaso con agua. ¿Quieres algo?
Negué con la cabeza y cerré mis ojos. Ya sea que ella fuera a fingir que no
pasó o estuviera enojada, ninguna de las opciones era buena.
Abby salió y me quedé acostado un rato, tratando de encontrar la
motivación para moverme. Las resacas apestaban, y mi cabeza latía con fuerza.
Podía escuchar la profunda y apagada voz de Shepley, así que decidí arrastrar mi
trasero fuera de la cama.
Mis pies desnudos golpearon contra el suelo de madera mientras caminaba
hacia la cocina. Abby estaba de pie en mi camiseta y bóxer, vertiendo jarabe de
chocolate en un tazón humeante de avena.
—Eso es asqueroso, Pidge —repliqué, tratando de parpadear el desenfoque
fuera de mis ojos.
—Buenos días también para ti.
—Escuché que tu cumpleaños se acerca. Lo último en tus años adolescentes.
Ella hizo una mueca, atrapada con la guardia baja. —Sí… No soy una
persona de cumpleaños. Creo que Mare va a llevarme a cenar o algo así. —
Sonrió—. Puedes venir si quieres.
Me encogí de hombros, tratando de pretender que su sonrisa no me había
alcanzado. Ella me quería allí. —De acuerdo. ¿Es una semana después del
domingo?
—Sí. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
—No hasta abril. El primero de abril —dije, vertiendo leche sobre el cereal.
—Estás bromeando.
Tomé un bocado, divertido ante su sorpresa. —No, lo digo en serio.
—¿Tu cumpleaños es el Día de los Inocentes?
79
Me reí. Esa mirada en su rostro no tenía precio. —¡Sí! Vas a llegar tarde.
Mejor me voy a vestir.
—Voy a ir con Mare.
Ese pequeño rechazo era mucho más duro de escuchar de lo que debería
haber sido. Había estado viajando al campus conmigo, y ¿de pronto iba a viajar
con América? Me hacía preguntarme si era por lo que pasó anoche. Probablemente
trataba de distanciarse de mí de nuevo, y eso no era más que decepcionante. —
Como sea —dije, dándole la espalda antes de que pudiera ver la decepción en mis
ojos.
Las chicas tomaron sus mochilas de prisa. América arrancó del
estacionamiento como si hubiera asaltado un banco.
Shepley salió de su habitación, poniéndose una camiseta sobre la cabeza.
Sus cejas se juntaron. —¿Acaban de irse?
—Sí —dije distraídamente, levantado mi tazón de cereal y tirando las sobras
de la avena de Abby en el lavabo. Apenas la había tocado.
—Bueno, ¿qué diablos? Mare ni siquiera me dijo adiós.
—Sabías que iba a clases. Deja de ser un bebé llorón.
Shepley apuntó hacia su pecho. —¿Yo soy un bebé llorón? ¿Recuerdas
anoche?
—Cállate.
—Eso es lo que pensé. —Se sentó en el sofá y se deslizó dentro de sus
tenis—. ¿Le preguntaste a Abby sobre su cumpleaños?
—No dijo mucho, excepto que no le gustan los cumpleaños.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer?
—Hacerle una fiesta. —Shepley asintió, esperando a que le explicara—.
Pensé que la sorprendería. Invitar a algunos de sus amigos y hacer que América se
la lleve fuera por un rato.
Shepley se puso su gorra blanca de béisbol, tirándola hacia tan abajo sobre
sus cejas que no podía ver sus ojos. —Puede manejarlo. ¿Algo más?
—¿Qué piensas de un perrito?
Shepley se río una vez. —No es mi cumpleaños, amigo.
Caminé alrededor de la barra de desayuno e incliné mi cadera contra el
taburete. —Lo sé, pero vive en los dormitorios. No puede tener un perrito.
—¿Tenerlo aquí? ¿En serio? ¿Qué vamos a hacer para tener un perro?
80
—Encontré un terrier en línea, es perfecto.
—¿Un qué?
—Pidge es de Kansas, es el mismo perro que Dorothy tenía en El Mago de
Oz.
La cara de Shepley estaba en blanco. —El Mago de Oz.
—¿Qué? Me gustaba el espantapájaros cuando era un niño, cierra la boca.
—Se va a cagar por todas partes, Travis. Ladrar{ y llorar{ y… no sé.
—Igual que América… menos la parte de cagarse. —A Shepley no le hizo
gracia—. Lo sacaré y limpiaré lo que haga. Lo mantendré en mi habitación. Ni
siquiera sabrás que está aquí.
—No puedes evitar que ladre.
—Piénsalo. Tienes que admitir que eso la va a conquistar.
Shepley sonrió. —¿De eso es de lo que se trata todo esto? ¿Estás tratando de
ganarte a Abby?
Mis cejas se juntaron. —Déjalo.
Su sonrisa se ensanchó. —Puedes conseguir al maldito perro… —Sonreí. ¡Sí!
¡Victoria!—…si admites que tienes sentimientos por Abby.
Fruncí el ceño. ¡Joder! ¡Derrota! —¡Vamos, amigo!
—Admítelo —dijo Shepley, cruzando sus brazos. Qué idiota. En realidad iba
a hacerme decirlo.
Miré al suelo y a todas partes excepto a la petulante e idiota sonrisa de
Shepley. Luché contra ello por un rato, pero el perrito era jodidamente brillante.
Abby iba a dar una voltereta (en el buen sentido, por una vez), y podría tenerlo en
el apartamento. Ella querría estar aquí todos los días.
—Me gusta —dije entre dientes.
Shepley sostuvo su mano en su oreja. —¿Qué? No pude escucharte bien.
—¡Eres un idiota! ¿Escuchaste eso?
Shepley cruzó los brazos. —Dilo.
—Me gusta, ¿de acuerdo?
—No es lo suficientemente bueno.
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—Tengo sentimientos por ella. Me preocupo por ella. Mucho. No puedo
soportar cuando no está cerca. ¿Feliz?
—Por ahora —dijo, tomando su mochila del suelo. Colgó una correa sobre
su hombro, y luego tomó su celular y llaves—. Nos vemos en el almuerzo, marica.
—Come mierda —repliqué.
Shepley siempre era el idiota enamorado actuando como un tonto. No me
iba a dejar vivir tranquilo.
Sólo me tomó un par de minutos vestirme, pero toda esa charla me hizo
llegar tarde. Me puse mi chaqueta de cuero y mi gorra de béisbol al revés. Mi única
clase del día era Química III, así que llevar mi mochila no era necesario. Alguien en
clase me prestaría un lápiz si tuviéramos una prueba.
Lentes de sol. Llaves. Teléfono. Billetera. Me puse mis botas y cerré de golpe
la puerta detrás de mí, trotando por las escaleras. Manejar la Harley no era tan
atractivo sin Abby en la parte de atrás. Maldita sea, ella estaba arruinando todo.
En el campus, caminé un poco más rápido de lo usual para llegar a clases a
tiempo. Con sólo un segundo que perder, me deslicé en el escritorio. La doctora
Webber rodó sus ojos, nada contenta con mi tiempo y probablemente un poco
irritada con mi falta de materiales. Le guiñé un ojo, y una mínima sonrisa tocó sus
labios. Negó con la cabeza y luego regresó su atención a los papeles en su
escritorio.
No fue necesario un lápiz, y una vez que fuimos despedidos, despegué
hacia la cafetería.
Shepley esperaba a las chicas en medio de los jardines. Agarré su gorra de
béisbol, y antes de que pudiera quitármela, la lancé como un disco volador por el
césped.
—Qué bonito, idiota —dijo, caminando los pocos metros para recogerla.
—Mad Dog —dijo alguien detrás de mí. Sabía por la voz desaliñada y
profunda quién era. Adam se acercó a Shepley y a mí con su expresión de
negocios—. Estoy tratando de formar una pelea. Estén preparados para una
llamada.
—Siempre lo estamos —dijo Shepley. Él era algo así como mi representante.
Se encargaba de pasar la voz y se aseguraba de que yo estuviera en el lugar
correcto en el momento adecuado.
82
Adam asintió una vez y luego se fue a su siguiente destino, fuera lo que
fuera. Nunca había estado en clases con el tipo. Ni siquiera estaba seguro de si él
realmente asistía a esta escuela. Mientras me pagara, supongo que no me
importaba.
Shepley miró a Adam alejarse, y luego se aclaró la garganta. —Entonces,
¿escuchaste?
—¿Qué?
—Arreglaron las duchas en Morgan.
—¿Y?
—América y Abby se marcharán esta noche. Vamos a estar ocupados
ayudándolas a mudar toda su mierda de vuelta a los dormitorios.
Mi rostro cayó. La idea de Abby empacando y yo llevándola de regreso a
Morgan se sentía como un golpe en la cara. Especialmente después de anoche,
probablemente estaría feliz de irse. Podría no hablarme de nuevo. Mi mente pasó a
través de un millón de escenarios, pero no podía pensar en nada para hacer que se
quedara.
—¿Estás bien, amigo? —preguntó Shepley.
Las chicas aparecieron, riendo y sonrientes. Traté de sonreír, pero Abby
estaba demasiado avergonzada por lo que fuera que América se reía.
—Hola, cariño —dijo América, besando a Shepley en la boca.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Shepley.
—Oh, un chico en clase estuvo mirando a Abby toda la hora. Fue adorable.
—Siempre y cuando él estuviera mirando a Abby. —Shepley hizo un guiño.
—¿Quién era? —pregunté sin pensar.
Abby cambió su peso, reajustando su mochila. Estaba llena de libros y la
cremallera apenas contenía sus cosas. Debía estar pesada. La tomé de su hombro.
—Mare está imaginando cosas —dijo, rodando sus ojos.
—¡Abby! ¡Eres una gran mentirosa! Era Parker Hayes, y él estaba siendo tan
obvio. El tipo prácticamente estaba babeando.
Mi cara se retorció. —¿Parker Hayes?
Shepley tiró de la mano de América. —Nos vamos a almorzar. ¿Disfrutaras
de la fina cocina de la cafetería esta tarde?
América lo besó otra vez en repuesta, y Abby los siguió, provocando que yo
hiciera lo mismo. Caminamos en silencio. Iba a averiguar acerca de las duchas, se
mudarían de nuevo a Morgan y Parker la invitaría a salir.
83
Parker Hydes era un idiota, pero podía ver a Abby interesada en él. Sus
padres eran estúpidos ricos e iba a la escuela de medicina, en la superficie era una
buen tipo. Ella iba a acabar con él. El resto de su vida con él pasó por mi cabeza, y
era todo lo que podía hacer para calmarme. La imagen mental luchando contra mi
genio y empujándolo dentro de una caja ayudó.
Abby puso su bandeja entre América y Finch. Una silla vacía a pocos
asientos abajo era mejor opción para mí que intentar mantener una conversación
como si no acabara de perderla. Esto iba a apestar y no sabía qué hacer. Había
desperdiciado tanto tiempo en juegos. Abby no tuvo la oportunidad de llegar a
conocerme. Diablos, incluso si la tuviera, probablemente estaría mejor con alguien
como Parker Hayes.
—¿Estás bien, Trav? —preguntó Abby.
—¿Yo? Bien, ¿por qué? —pregunté, tratando de librarme de la sensación de
pesadez que se instaló en cada músculo de mi cara.
—Es sólo que has estado callado.
Varios miembros del equipo de Futbol se acercaron a la mesa, riendo a
carcajadas. Sólo el sonido de sus voces me daba ganas de golpear una pared.
Chris Jenks lanzó una papa frita dentro de mi plato. —¿Qué sucede, Trav?
Escuché que te tiraste a Tina Martin. Está barriendo tu nombre por el lodo hoy.
—Cállate, Jenks —dije, manteniendo los ojos en mi comida. Si miraba su
ridícula cara de mierda, podría haberlo golpeado fuera de su silla.
Abby se inclinó hacia adelante. —Ya basta, Chris.
Miré a Abby, y por una razón que no pude explicar, me convertí
instantáneamente en ira. ¿Para qué demonios me defendía? El segundo en que se
enterara de lo de Morgan, me dejaría. Nunca volvería a hablarme. A pesar de que
era una locura, me sentí traicionado.
—Puedo defenderme solo, Abby.
—Lo siento, yo…
—No quiero que lo sientas. No quiero que hagas nada —exploté. Su
expresión fue la gota final. Por supuesto, ella no quería estar cerca de mí. Era un
idiota infantil que tenía el control emocional de un niño de tres años. Me aparté de
la mesa y empujé la puerta, sin detenerme hasta que me subí a mi moto.
84
Los agarres de goma en las manillas se quejaron bajo mis palmas mientras
las retorcía en mis manos hacia atrás y hacia adelante. El motor rugió y pateé hacia
atrás el pie de apoyo antes de despegar como un murciélago fuera del infierno
hacia la calle.
Conduje alrededor de una hora, no sintiéndome mejor que antes. Las calles
me llevaban a un lugar, sin embargo, y aunque me tomó mucho tiempo ceder y
sólo dejarme ir, por fin aparqué en la entrada de la casa mi padre.
Papá salió por la puerta de entrada y se quedó en el porche, dando un breve
saludo.
Tomé las dos escaleras del porche de una vez y me detuve justo donde él
estaba. No dudó en tirar de mí hacia su suave y redondo lado, antes de escoltarme
al interior.
—Pensaba que ya era hora de una visita —dijo con una sonrisa cansada. Sus
párpados se cernían sobre sus pestañas un poco, y la piel debajo de ellos estaba
hinchada, coincidiendo con el resto de su cara redonda.
Papá estuvo fuera de servicio un par de años después de la muerte de
mamá. Thomas asumió muchas más responsabilidades de las que un niño de su
edad debió tener, pero lo hicimos, y finalmente papá explotó. Él nunca hablaba de
ello, pero nunca perdió la oportunidad de hacer las paces con nosotros.
A pesar de que estaba triste y enojado por la mayor parte de mis años de
formación, no lo considero un mal padre, sólo se había perdido sin su esposa.
Sabía cómo se sentía ahora. Tal vez sentía una fracción de ello por Pigeon de lo que
papá sintió por mamá, y la idea de estar sin ella me hacía sentir enfermo.
Se sentó en el sofá y señaló al sillón desgastado. —¿Y bien? Siéntate,
¿quieres? —Me senté, inquieto, mientras trataba de averiguar lo que iba a decir—.
¿Pasa algo hijo?
—Hay una chica, papá.
Sonrió un poco. —Una chica.
—Ella como que me odia, y yo como que…
—¿La amas?
—No lo sé, no lo creo. Me refiero, ¿cómo lo sabes?
Su sonrisa se hizo más amplia. —Cuando hablas de ella con tu viejo padre
es porque no sabes qué mas hacer.
Suspiré. —Acabo de conocerla. Bueno, hace un mes. No creo que sea amor.
—Está bien.
—¿Está bien?
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—Voy a tomar tu palabra —dijo sin juicios.
—Sólo… no creo que sea bueno para ella. —Papá se inclinó hacia adelante, y
tocó con un par de dedos sus labios. Continué—: Creo fue consumida por alguien
antes. Por alguien como yo.
—Te gusta.
—Sí. —Asentí y suspiré. La última cosa que quería admitirle a papá es lo
que he estado haciendo.
La puerta principal se cerró de golpe contra la pared. —Mira quién decidió
volver a casa —dijo Trenton con una amplia sonrisa. Abrazando dos costales de
papel marrón a su pecho.
—Hola, Trent —dije, levantándome. Lo seguí a la cocina y le ayudé a poner
a un lado los comestibles de papá.
Nos dimos codazos y empujones el uno al otro. Trenton siempre había sido
el más duro conmigo en cuanto a patear mi trasero cuando no concordábamos,
pero también estaba más cerca de él de lo que estaba con mis otros hermanos.
—Te extrañamos en The Red la otra noche. Cami te envió saludos.
—Estaba ocupado.
—¿Con esa chica con la que Cami te vio la otra noche?
—Sí —dije. Saqué una botella de ketchup vacía y un poco de fruta con moho
de la nevera y lo tiré a la basura antes de regresar a la habitación principal.
Trenton rebotó un par de veces y cayó en la cama, golpeándose las rodillas.
—¿Qué has estado haciendo, perdedor?
—Nada —dije, mirando a papá.
Trenton miró a papá, y luego a mí. —¿He interrumpido?
—No —dije, sacudiendo la cabeza.
Papá le despidió con un gesto. —No, hijo. ¿Cómo fue el trabajo?
—Es una mierda. Dejé el cheque del alquiler en tu aparador esta mañana.
¿Lo viste? —Papá asintió con una sonrisa. Trenton asintió una vez—. ¿Te quedas a
la cena, Trav?
—No —dije, levantándome—. Creo que me voy a casa.
—Me gustaría que te quedaras, hijo.
86
Mi boca se estiró de un lado. —No puedo. Pero, gracias, papá. Te lo
agradezco.
—¿Agradeces qué? —preguntó Trenton. Su cabeza giró de lado a lado como
si estuviera viendo un partido de tenis—. ¿Qué me perdí?
Miré a mi padre. —Ella es una paloma. Sin duda una paloma.
—¿Oh? —dijo papá, sus ojos brillando un poco.
—¿La misma chica?
—Sí, pero fui una especie de idiota con ella antes. Como que me hace sentir
muy loco.
La sonrisa de Trenton creció de a poco, y luego, lentamente, se extendió por
todo el ancho de su rostro. —¡Hermanito!
—Déjalo. —Fruncí el ceño.
Papá golpeó a Trent en la parte posterior de la cabeza.
—¿Qué? —exclamó Trenton—. ¿Qué he dicho?
Papá me siguió hasta la puerta principal y me dio unas palmaditas en el
hombro. —Vas a averiguarlo. No tengo ninguna duda. Debe de ser algo, sin
embargo. No creo haberte visto así.
—Gracias, papá. —Me apoyé, envolviendo mis brazos alrededor de su
enorme cuerpo lo mejor que pude, y luego me dirigí a la Harley.
El viaje al apartamento pareció durar una eternidad. Sólo un toque de aire
caliente del verano se mantuvo, inusual para la época del año, pero era bienvenido.
El cielo nocturno oscurecía todo a mí alrededor, por lo que temí lo peor. Vi el coche
de América aparcado en su habitual sitio y estuve inmediatamente nervioso. Cada
paso se sentía como un pie más cerca del corredor de la muerte.
Antes de llegar a la puerta, ésta se abrió de golpe y América me miró con
una expresión en blanco en su rostro.
—¿Abby está aquí?
América asintió. —Está durmiendo en tu habitación —dijo en voz baja.
Me puse delante de ella y me senté en el sofá. Shepley estaba en el asiento
del amor, y América se dejó caer a mi lado.
—Está bien —dijo América. Su voz era dulce y tranquilizadora.
—No debí haberle hablado de esa manera —dije—. En un momento la estoy
empujando tan lejos como pueda para enojarla, y al siguiente estoy aterrado de
que entre en razón y me saque de su vida.
87
—Dale un poco de crédito. Sabe exactamente lo que estás haciendo. No eres
su primer rodeo.
—Exactamente. Se merece algo mejor. Lo sé, y al mismo tiempo no puedo
alejarme. No sé por qué —dije con un suspiro, frotándome las sienes—. No tiene
sentido. Nada de esto tiene sentido.
—Abby lo entiende, Trav. No te tortures —dijo Shepley.
América me dio un codazo en el brazo. —Ya van a ir a la fiesta. ¿Dónde está
el daño en invitarla a salir?
—No quiero salir con ella, sólo quiero estar a su alrededor. Ella es…
diferente. —Era una mentira. América lo sabía y yo lo sabía. La verdad era que si
realmente me preocupara por ella, la dejaría malditamente sola.
—¿Cómo diferente? —preguntó América, sonando irritada.
—No sigue mis idioteces, es refrescante. Lo dijiste tú misma, Mare. No soy
su tipo. Simplemente no es… de esa forma con nosotros. —Incluso si lo fuera, no
debería serlo.
—Estás más cerca de ser su tipo de lo que crees —dijo América.
Miré a los ojos de América. Estaba completamente seria. América era como
una hermana para Abby, y tan protectora como una madre osa. Nunca se
animarían a cualquier cosa la una a la otra que podría ser perjudicial. Por primera
vez, sentí un poco de esperanza.
Las tablas de madera crujieron en el pasillo, y nos congelamos. La puerta de
mi habitación se cerró, y luego los pasos de Abby resonaron en la sala.
—Hola, Abby —dijo América con una sonrisa—. ¿Cómo estuvo tu siesta?
—Estuve inconsciente durante cinco horas. Es más cercano a un coma que a
una siesta.
Su máscara estaba corrida debajo de sus ojos, y su pelo estaba enmarañado
en su cabeza. Era impresionante. Me sonrió y me levanté, tomé su mano y la llevé
directamente a la habitación. Abby me miró confundida y preocupada,
haciéndome sentir aún más desesperado por hacer las paces.
—Lo siento, Pidge. Fui un imbécil contigo.
Sus hombros cayeron. —No sabía que estabas enojado conmigo.
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—No estaba enojado contigo. Es sólo que tengo la mala costumbre de
desquitarme con quienes me preocupan. Es una pobre excusa de mierda, lo sé,
pero lo siento —dije, envolviéndola en mis brazos.
—¿Por qué estabas enojado? —preguntó, poniendo su mejilla en mi pecho.
Maldita sea, eso se sintió demasiado bien. Si no fuera un idiota, le habría explicado
que sabía que las calderas habían sido arregladas, y que la idea de dejarla ir y pasar
más tiempo con Parker me asustaba demasiado, pero no podía hacerlo. No quería
arruinar el momento.
—No importa. Lo único que me preocupa eres tú.
Me miró y sonrió. —Puedo manejar tus rabietas.
Examiné su rostro durante unos momentos antes de que una pequeña
sonrisa se extendiera a través de mis labios. —No sé por qué me aguantas, y
tampoco sé lo que haría si no lo hicieras.
Sus ojos cayeron lentamente de mis ojos a mis labios, y contuvo el aliento.
Cada vello en mi piel se erizó, y no estaba seguro de si respiraba o no. Me incliné
menos de un centímetro esperando a ver si protestaba, pero entonces, sonó mi
jodido teléfono. Los dos saltamos.
—Sí —dije con impaciencia.
—Mad Dog. Brady estará en Jefferson en noventa.
—¿Hoffman? Jesús… De acuerdo. Ser{ grande y f{cil. ¿Jefferson?
—Jefferson —dijo Adam—. ¿Estás dentro?
Miré a Abby y le guiñé un ojo.
—Estaremos ahí. —Colgué, metí el teléfono en el bolsillo y agarré la mano
de Abby—. Ven conmigo. —La llevé a la sala de estar—. Era Adam —le dije a
Shepley—. Brady Hoffman estará en Jefferson en noventa minutos.
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9
Traducido por Mel Demczuk & Buty Maddox
Corregido por LadyPandora
L
a expresión de Shepley cambió. Estaba como pez en el agua cuando
Adam lo llamó por una nueva pelea. Sus dedos chocaron contra su
teléfono, pulsando, enviando mensajes a todas las personas de su
lista. Cuando Shepley desapareció detrás de la puerta, los ojos de América se
ampliaron junto a su sonrisa.
—¡Aquí vamos! ¡Será mejor que nos arreglemos!
Antes de que pudiera decir nada, América sacó a Abby por el pasillo. El
alboroto era innecesario. Le patearía el culo al chico, valdría la pena por el alquiler
y las cuentas de los próximos meses y la vida volvería a la normalidad. Bueno, más
o menos normal. Abby se mudaría de nuevo a Morgan Hall y yo me encarcelaría
para no matar a Parker.
América le gritaba a Abby que se cambiara, y ahora Shepley estaba con el
teléfono apagado y las llaves del Charger en la mano. Se inclinó hacia atrás para
mirar por el pasillo y entonces puso los ojos en blanco.
—¡Vamonos! —gritó.
América corrió por el pasillo, pero en lugar de unirse a nosotros, se metió en
el cuarto de Shepley. Él volvió a poner los ojos en blanco, pero también sonreía.
90
Unos momentos más tarde, América salió de la habitación de Shepley con
un corto vestido verde y Abby salió del pasillo con unos vaqueros ajustados y una
camiseta amarilla, sus tetas rebotando cada vez que se movía.
—Oh, diablos, no. ¿Estás tratando de matarme? Tienes que cambiarte,
Pidge.
—¿Qué? —Bajó la mirada a sus vaqueros. Ese no era el problema.
—Está preciosa, Trav, ¡déjala en paz! —espetó América.
Conduje a Abby por el pasillo. —Consigue una camiseta y un par de
zapatillas. Algo cómodo.
—¿Qué? —preguntó, con la confusión distorsionando su rostro—. ¿Por qué?
Me detuve en la puerta. —Porque voy a estar más preocupado acerca de
quién está mirando tus tetas con esa camisa en lugar de Hoffman —dije. Llámenlo
sexista, pero era verdad. No sería capaz de concentrarme y no iba a perder una
pelea por encima del par de tetas de Abby.
—¿Pensé que habías dicho que no te importaba un comino lo que los demás
pensaran? —dijo, echando humo.
Realmente no lo entiende.
—Ese es un escenario diferente, Pigeon. —Miré hacia sus pechos y con
orgullo ajustó un sujetador blanco de encaje. De repente, cancelar la pelea se
convirtió en una idea tentadora, aunque sólo fuera para pasar el resto de la noche
tratando de encontrar una manera de conseguir que estuviera desnuda y contra mi
pecho.
Saqué mi vista de sus pechos, haciendo contacto visual de nuevo.
—No puedes llevar esto a la pelea, así que por favor... sólo... por favor,
simplemente cámbiate —dije, empujándola hacia la habitación y dejándome afuera
antes de que mandara todo a la mierda y la besara.
—Travis —gritó desde el otro lado de la puerta. Se oyeron golpeteos al otro
lado de la puerta y después de lo que, probablemente, fueron zapatos volando por
la habitación, finalmente la puerta se abrió. Llevaba una camiseta y un par de
Converse. Seguía sexy, pero al menos no estaría demasiado preocupado sobre
quién estuviera baboseando por ella para ganar mi maldita pelea.
—¿Mejor? —dijo sin aliento.
—¡Sí! ¡Vámonos!
Shepley y América ya estaban en el Charger, saliendo de la plaza de
aparcamiento. Me puse mi casco y esperé hasta que Abby estuviera segura antes
de sacar la Harley a las oscuras calles.
91
Una vez que llegamos a la escuela, pasé por la acera con mis luces apagadas,
aparcando detrás de Jefferson.
Cuando llevé a Abby a la entrada trasera, sus ojos se abrieron y se echó a
reír. —Estás bromeando.
—Esta es la entrada VIP. Debes ver cómo entra todo el mundo. —Salté por
la ventana abierta en el sótano y esperé en la oscuridad.
—¡Travis! —Medio gritó, medio susurró.
—Aquí abajo, Pidge. Sólo pon los pies primero, te atraparé.
—¡Estás completamente loco si crees que voy a saltar en la oscuridad!
—¡Te atraparé! ¡Lo prometo! ¡Ahora trae tu culo aquí!
—¡Esto es una locura! —susurró.
En la penumbra, vi sus piernas moverse a través de la pequeña abertura
rectangular. Incluso después de todas sus cuidadosas maniobras, logró caer en vez
de saltar. Un pequeño chillido resonó en las paredes de cemento y, entonces, cayó
en mis brazos. Más fácil que nunca de atrapar.
—Caes como una chica —dije, poniéndola en pie.
Caminamos por el oscuro laberinto del sótano hasta que llegamos a la
habitación contigua a la sala principal, donde se realizaba la pelea. Adam gritaba
por encima del ruido con su megáfono y brazos sobresalían por encima del mar de
cabezas, agitando dinero en el aire.
—¿Qué estamos haciendo? —preguntó, sus pequeñas manos envolviéndose
apretadamente alrededor de mi bíceps.
—Espera. Adam tiene que dar su presentación antes de entrar.
—¿Debo esperar aquí, o debo entrar? ¿A dónde voy cuando comience la
pelea? ¿Dónde están Shep y Mare?
Parecía extremadamente inquieta. Me sentí un poco mal por haberla dejado
sola.
—Fueron al otro lado. Sólo sígueme, no te mandaré a ese agujero de
tiburones sin mí. Quédate junto a Adam, él evitará que te aplasten. No puedo
cuidar de ti y lanzar golpes al mismo tiempo.
—¿Aplastada?
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—Va a venir más gente aquí esta noche. Brady Hoffman es de State. Ellos
tienen su propio Círculo allí. Será nuestra gente y su gente, así que el lugar será
una locura.
—¿Estás nervioso?
Le sonreí. Era especialmente hermosa cuando se preocupaba por mí.
—No. Aunque tú si pareces un poco nerviosa.
—Tal vez —dijo.
Quería inclinarme y besarla. Algo para aliviar esa expresión de corderito
asustado en su cara. Me pregunté si estaba preocupada por mí la primera noche
que nos conocimos, o si era sólo porque ahora me conocía que se preocupaba por
mí.
—Si te hace sentir mejor, no dejaré que me toque. Ni siquiera dejaré que lo
haga ni una vez por sus fans.
—¿Cómo vas a lograr eso?
Me encogí de hombros. —Normalmente dejo que me den un golpe, para
que parezca justo.
—¿Tú...? ¿Dejas que las personas te golpeen?
—¿Qué tan divertido sería si masacro a alguien y nunca consigo que me den
un puñetazo? No es bueno para los negocios, nadie apostaría contra mi.
—¡Qué gran mierda! —dijo, cruzando sus brazos.
Levanté una ceja. —¿Piensas que estoy bromeando?
—Me cuesta creer que sólo recibas un golpe cuando dejas que te golpeen.
—¿Te gustaría apostar sobre eso, Abby Abernathy? —Sonreí. La primera
vez que dije las palabras, no era mi intención usarlas a mi favor, pero cuando
sonrió de una manera igual de malvada, una de las ideas más malditamente
brillantes que jamás se me hubieran ocurrido cruzó por mi mente.
Sonrió.
—Acepto esa apuesta. Creo que él te dará uno.
—¿Y si no lo hace? ¿Qué ganaré? —pregunté. Se encogió de hombros al
mismo tiempo que el rugido de la multitud nos rodeaba. Adam mencionaba las
reglas a su normal y estúpida manera.
Dejé brotar una ridícula sonrisa en mi cara.
—Si ganas, no tendré sexo por un mes. —Levantó una ceja—. Pero si yo
gano, tienes que quedarte conmigo durante un mes.
93
—¿Qué? ¡Me estoy quedando contigo, de todos modos! ¿Qué tipo de
apuesta es esa? —gritó por encima del ruido. Ella no lo sabía. Nadie se lo había
dicho.
—Hoy arreglaron las calderas de Morgan —dije con una sonrisa y un guiño.
Un lado de su boca apareció. No lo hizo perturbador. —Cualquier cosa
vale la pena para verte intentar la abstinencia, para variar.
Su respuesta envió una descarga de adrenalina a través de mis venas que
sólo había sentido alguna vez durante una pelea. La besé en la mejilla, dejando que
mis labios permanecieran contra su piel sólo un momento más antes de caminar
hacia la sala. Me sentía como un rey. De ninguna manera ese hijo de puta me iba a
tocar.
Tal como había anticipado, era sólo una sala donde estaban de pie, y
empujones y gritos se ampliaron una vez que entramos. Asentí a Adam en
dirección a Abby, para señalarle que estuviera atento a ella. Lo comprendió de
inmediato. Adam era un bastardo codicioso, pero una vez fue el monstruo invicto
en el Círculo. No tenía nada de qué preocuparme siempre y cuando la vigilara. Él
lo haría, así que no me distraería. Adam haría cualquier cosa, siempre y cuando
eso significara hacer una tonelada de dinero.
Se hizo un camino despejado mientras caminaba hacia el Círculo y,
entonces, la puerta humana se cerró detrás de mí. Brady se puso cara a cara
conmigo, jadeando y temblando como si acabara de tomarse un Red Bull y un
Mountain Dew.
Por lo general, no tomaba esta mierda en serio y hacía un juego de
mentalizar a mis adversarios, pero la pelea de esa noche era importante, así que
puse mi cara de jugador.
Adam hizo sonar la bocina. Me equilibré, di unos pasos hacia atrás y esperé
a que Brady cometiera su primer error. Esquivé su primer golpe y luego otro.
Adam extrajo algo de atrás. Estaba insatisfecho, pero lo había previsto. A Adam le
gustan las peleas para entretener. Era la mejor manera de obtener más cabezas en
los sótanos. Más gente significaba más dinero.
Incliné mi codo y envié mi primer golpe a la nariz de Brady, duro y rápido.
En una noche normal de pelea, la contendría, pero quería terminar con esto y pasar
el resto de la noche celebrándolo con Abby.
94
Golpeé a Hoffman otra vez, y después esquivé algunos golpes suyos,
cuidándome de no estar tan emocionado para dejar que me golpeara y cagarlo
todo. Brady tomó un segundo impulso y volvió por mí, pero no le llevó mucho
tiempo lanzarme otro golpe que no pudo aterrizar. Esquivaba golpes de Trenton
de forma más rápida de lo que esta perra podía lanzar.
Mi paciencia se había acabado y atraje a Hoffman a la columna de cemento
en el centro de la sala. Me paré frente a esta, vacilando sólo lo suficiente para que
mi oponente pensara que tenía una ventaja para clavar mi cara con un golpe
devastador. Lo esquivé mientras ponía todo en su último lanzamiento y golpeó
con el puño directo al pilar. La sorpresa se registró en los ojos de Hoffman justo
antes de que se doblara.
Esa fue mi señal. Inmediatamente lo ataqué. Un ruido sordo señaló que
Hoffman finalmente cayó al suelo y después de un breve silencio, la sala estalló.
Adam lanzó una bandera roja en el rostro de Hoffman y, a continuación, me vi
rodeado de gente.
La mayor parte del tiempo disfruto de la atención y las malditas
felicitaciones de los que apuestan por mí, pero esta vez sólo estaban siendo un
obstáculo. Intenté mirar a través del mar de gente para encontrar a Abby, pero
cuando por fin eché un vistazo a donde se suponía que debía estar, se me encogió
el estómago. Se había ido.
Las sonrisas se volvían caras de sorpresa mientras empujaba a la gente
fuera de mi camino.
—¡Maldita sea, muévanse! —grité, empujando más fuerte cuando el pánico
se apoderó de mí.
Finalmente, llegué a la sala de lámparas, buscando desesperadamente a
Abby en la oscuridad. —¡Pigeon!
—¡Estoy aquí! —Su cuerpo se estrelló contra el mío y eché mis brazos
alrededor de ella. En un segundo me sentí aliviado y al siguiente estaba irritado.
—¡Casi me matas del susto! ¡Casi tuve que empezar otra pelea para llegar a
ti! ¡Finalmente llego y te has ido!
—Me alegro de que hayas vuelto. No tenía ganas de tratar de encontrar mi
camino en la oscuridad.
Su sonrisa me hizo olvidar todo lo demás y recordé que era mía. Al menos
por un mes más.
—Creo que has perdido la apuesta.
Adam entró pisando fuerte, miró a Abby y luego a mí, fijamente. —
Tenemos que hablar.
95
Le guiñé un ojo a Abby. —No te muevas. Ya regreso. —Seguí a Adam a la
habitación de al lado—. Sé lo que vas a decir...
—No, no —gruñó Adam—. No sé lo que estás haciendo con ella, pero no
jodas con mi dinero.
Me reí una vez. —Esta noche hiciste una cuenta. Te lo compensaré.
—¡Por supuesto que lo harás! ¡No permitiré que eso vuelva a suceder! —
Adam estrelló el dinero en mi mano y a continuación chocó sus hombros junto a
mí al pasar.
Metí el fajo de billetes en el bolsillo, y le sonreí a Abby. —Vas a necesitar
más ropa.
—¿En serio vas a hacer que me quede contigo durante un mes?
—¿Habrías hecho que yo no tuviera sexo durante un mes?
Se echó a reír. —Será mejor que pasemos por Morgan.
Cualquier intento de cubrir mi gran satisfacción fue un épico fracaso.
—Eso será interesante.
Mientras Adam pasaba, le entregó a Abby algo de dinero antes de
desaparecer entre la decreciente multitud.
—¿Apostaste? —pregunté, sorprendido.
—Pensé que debía obtener la experiencia completa —dijo con un
encogimiento de hombros.
La tomé de la mano y la llevé hacia la ventana, entonces salté una vez,
subiendo. Me arrastré por el césped y después de darme la vuelta, me incliné para
levantar a Abby.
El paseo a Morgan parecía perfecto. Hacía un calor insoportable y el aire
tenía la misma sensación eléctrica como una noche de verano. Intenté no sonreír
todo el tiempo como un idiota, pero era difícil no hacerlo.
—¿Por qué quieres que me quede contigo, de todos modos? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Todo es mejor cuando estás cerca.
Shepley y América esperaban en el Charger para que pudiéramos aparecer
con las cosas extras de Abby. Una vez que tomó todo, fuimos a la zona de
aparcamiento y se sentó a horcajadas en la moto. Envolvió sus brazos alrededor de
mi pecho y apoyé mi mano sobre la suya.
96
Respiré hondo.
—Me alegro de que estuvieras allí esta noche, Pidge. Nunca me había
divertido tanto en una pelea en mi vida.
El tiempo que se tomó en responder se sintió como una eternidad. Posó su
barbilla en mi hombro.
—Eso fue porque estabas tratando de ganar nuestra apuesta.
Me volví hacia ella, mirándola fijamente a los ojos. —Maldita sea que así
era.
Sus cejas se alzaron. —¿Por eso estabas de tan mal humor hoy? ¿Por qué
sabías que habían arreglado las calderas, y me iría esta noche?
Me perdí en sus ojos un momento y decidí que era un buen momento para
callarme. Arranqué el motor y conduje a casa, más lento de lo que había
conducido… nunca. Cuando un sem{foro nos pilló, me encontré con una cantidad
extraña de alegría al poner mis manos sobre ella, o apoyando mi mano en su
rodilla. A ella no parecía importarle y la verdad es que yo estaba jodidamente cerca
del cielo.
Llegamos al apartamento, Abby se bajó de la moto como una profesional, y
se dirigió a las escaleras.
—Siempre odio cuando han estado en casa durante un rato. Me siento como
si fuéramos a interrumpirlos.
—Acostúmbrate. Este será tu hogar por las próximas cuatro semanas —dije,
dando la vuelta—. Súbete.
—¿Qué?
—Vamos, te cargaré.
Se rió y saltó sobre mi espalda. Agarré sus muslos mientras corría escaleras
arriba.
America abrió la puerta antes de que llegáramos a la cima y sonrió. —
Mírense ustedes dos. Si no los conociera mejor...
—Ya basta, Mare —dijo Shepley desde el sofá.
Genial. Shepley estaba en uno de sus estados de ánimo.
América sonrió como si hubiera dicho demasiado y seguidamente abrió la
puerta para que pudiéramos pasar. Seguí sosteniendo a Pidge, y después la dejé
caer frente al sillón reclinable. Gritó cuando me incliné hacia atrás, empujando
juguetonamente mi peso contra ella.
97
—Estás muy alegre esta noche, Trav. ¿Qué pasa? —apuntó América.
—Acabo de ganar una gran cantidad de dinero, Mare. Dos veces más de lo
que pensé que ganaría. ¿Por qué no iba a estar feliz?
América sonrió. —No, es algo más —dijo, mirando mi mano mientras
acariciaba el muslo de Abby.
—Mare —advirtió Shepley.
—Bien. Hablaré de otra cosa. ¿No te invitó Parker a la fiesta de Sig Tau este
fin de semana, Abby?
La ligereza que sentía se fue inmediatamente y me giré hacia Abby.
—¿Er... sí? ¿No vamos a ir todos?
—Yo estaré allí —dijo Shepley, distraído por la televisión.
—Y eso significa que yo también —dijo América, mirándome expectante.
Me hostigaba, esperando a que me ofreciera voluntariamente para ir, pero yo
estaba más preocupado por Parker pidiéndole a Abby una cita de mierda.
—¿Él va a pasar a recogerte o algo así? —pregunté.
—No, sólo me habló de la fiesta.
La boca de América se extendió en una sonrisa traviesa, casi flotando en la
anticipación. —Aunque dijo que te vería allí. Es muy lindo.
Le disparé a América una mirada irritada y seguidamente miré a Abby.
—¿Irás?
—Le dije que lo haría. —Se encogió de hombros—. ¿Tú?
—Sí —dije sin vacilar. No era una fiesta de citas, después de todo, sólo un
fin de semana de cerveza. Lo que no me importa. Y ni de coña iba a dejar que
Parker tuviera toda una noche con ella. Ella habría vuelto... uf, no quiero ni
pensarlo. Él habría puesto su sonrisa Abercrombie, o la llevaría al restaurante de
sus padres para desfilar su dinero, o encontrado alguna otra manera de deslizarse
en sus pantalones.
Shepley me miró. —La semana pasada dijiste que no irías.
—He cambiado de opinión, Shep. ¿Cuál es el problema?
—Nada —replicó, retirándose a su habitación.
America frunció el ceño.
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—Tu sabes cuál es el problema —dijo—. ¿Por qué no dejas de volverlo loco
y sólo acabas con eso? —Se unió a Shepley en su habitación y sus voces se
redujeron a murmullos detrás de la puerta cerrada.
—Bueno, me alegro de que todo el mundo lo sepa —dijo Abby.
Abby no era la única confundida por el comportamiento de Shepley.
Anteriormente, él se burlaba de mí acerca de ella y ahora se comportaba como un
renegón. ¿Qué pudo haber pasado entre entonces y ahora para asustarlo? Tal vez
se sentiría mejor una vez que me diera cuenta que finalmente había decidido
terminar con las otras chicas y sólo quería a Abby. Tal vez el hecho de que hubiera
admitido que realmente me preocupaba por ella había hecho que Shepley se
preocupara aún más. Yo no tenía exactamente madera de novio. Sí. Eso tenía más
sentido.
Me puse de pie. —Voy a tomar una ducha rápida.
—¿Les pasa algo? —preguntó Abby.
—No, él sólo está paranoico.
—Es por nosotros —adivinó. Una rara sensación flotante vino sobre mí.
Había dicho nosotros—. ¿Qué? —preguntó, mirándome con suspicacia.
—Tienes razón. Es por nosotros. No te duermas, ¿de acuerdo? Quiero hablar
contigo de algo.
Me costó menos de cinco minutos bañarme, pero me quedé bajo el chorro de
agua durante por lo menos otro cinco más, planeando qué decirle a Abby. Perder
más tiempo no era una opción. Estará aquí por el siguiente mes y era el momento
perfecto para demostrarle que yo no era quien ella pensaba. Para ella, al menos, yo
era diferente y podríamos pasar las próximas cuatro semanas disipando cualquier
sospecha que pudiera tener.
Salí de la ducha y me sequé, emocionado y muy nervioso sobre las
posibilidades que podría generar a partir de la conversación que estábamos a
punto de tener. Justo antes de abrir la puerta, pude oír una pelea en el pasillo.
America dijo algo con voz desesperada. Abrí la puerta y escuché.
—Lo prometiste, Abby. Cuando te dije que tuvieras juicio. ¡No me refería a
que ustedes dos se involucraran! ¡Pensé que sólo eran amigos!
—Lo somos —dijo Abby.
—¡No, no lo son! —replicó Shepley.
America habló. —Bebé, te dije que todo irá bien.
—¿Por qué estás presionando esto, Mare? ¡Te dije lo que va a suceder!
—¡Y yo te dije que no! ¿No confías en mí?
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Shepley entró en su habitación dando pisotones. Después de unos segundos
de silencio, América volvió a hablar. —Simplemente no puedo conseguir meterle
en la cabeza que si Travis y tú funcionan o no lo hacen, no nos afecta. Pero no me
cree.
Maldita sea, Shepley. No es la transición ideal. Abrí la puerta un poco más,
lo suficiente para ver el rostro de Abby.
—¿De qué estás hablando, Mare? Travis y yo no estamos juntos. Sólo somos
amigos. Ya lo has oído antes... no está interesado en mí de esa manera.
Joder. Esto empeoraba por momentos.
—¿Oíste eso? —preguntó América, con evidente sorpresa en su voz.
—Bueno, sí.
—¿Y lo crees?
Abby se encogió de hombros. —No importa. Nunca va a suceder. Me dijo
que no me ve así. Le tiene una fobia al compromiso, sería difícil para mí encontrar
una chica, además de ti, con la que no se haya acostado y no puedo aguantar sus
cambios de humor. No puedo creer que Shep piense lo contrario.
Cada pedacito de esperanza se me había escapado con sus palabras. La
decepción fue aplastante. Durante unos segundos, el dolor fue incontrolable, hasta
que dejé que el enojo se hiciera cargo.
La ira era siempre más fácil de controlar.
—Porque no sólo conoce a Travis… ha hablado con Travis, Abby.
—¿Qué quieres decir?
—¿Mare? —llamó Shepley desde el dormitorio.
America suspiró. —Eres mi mejor amiga. Creo que te conozco mejor de lo
que tú te conoces a veces. Los veo juntos, y la única diferencia entre Shep y yo y
Travis y tú, es que nosotros tenemos sexo. ¿Aparte de eso? No hay diferencia.
—Hay una enorme diferencia. ¿Shep trae a casa a diferentes chicas cada
noche? ¿Vas a ir a la fiesta mañana para salir con un chico con claras citas
potenciales? Sabes que no puedo involucrarme con Travis, Mare. Ni siquiera sé por
qué lo estamos discutiendo.
—No estoy viendo cosas, Abby. Tú has pasado casi todo el tiempo con él
durante el último mes. Admítelo, sientes algo por él.
No pude escuchar una palabra más. —Supéralo, Mare —dije.
100
Las dos saltaron ante el sonido de mi voz. Los ojos de Abby se encontraron
con los míos. No parecía avergonzada ni arrepentida, lo que sólo me molestó más.
Yo me había agarrado el cuello y ella cortaba mi garganta.
Antes de decir alguna estupidez, me retiré a mi habitación.
Sentarse no ayudó. Tampoco estar de pie, caminando o haciendo flexiones.
Las paredes se acercaban más a mí a cada segundo. La rabia hirvió dentro de mí
como un producto químico inestable, listo para explotar.
Salir del apartamento era mi única opción, para aclarar mi cabeza y tratar de
relajarme con unos tragos. The Red. Podría ir a The Red. Cami trabajaba en el bar.
Podría decirme qué hacer.
Ella siempre supo cómo hablar para calmarme. A Trenton le gustaba por la
misma razón. Era la hermana mayor de tres hijos y no se inmutó cuando se trataba
en cuestiones de nuestros problemas de ira.
Me puse una camiseta y unos vaqueros, agarré unas gafas de sol, las llaves
de mi motocicleta y la chaqueta, y luego metí los pies dentro de las botas antes de
regresar por el pasillo.
Los ojos de Abby se abrieron como platos cuando me vio dando la vuelta la
esquina. Gracias a Dios que estaba en la sombra. No quería que viera el dolor en
mis ojos.
—¿Saldrás? —preguntó, sentándose—. ¿A dónde vas?
Me negaba a reconocer la súplica en su voz.
—Fuera.
101
10
Traducido por Juli & Melody
Corregido por CrisCras
N
o le tomó mucho tiempo a Cami averiguar que yo no era buena
compañía. Sostuvo las próximas cervezas mientras me sentaba en
mi silla habitual en el bar The Red. Las luces de colores se
perseguían unas a otras por la sala, y la música era casi lo suficientemente fuerte
como para ahogar mis pensamientos.
Mi paquete de Marlboro Reds casi había desaparecido, pero esa no era la
razón de la sensación de pesadez en mi pecho. Unas pocas chicas habían ido y
venido, tratando de entablar conversación, pero no pude levantar mi línea de
visión desde el cigarrillo medio quemado posado entre dos de mis dedos. La
ceniza era tan larga que era sólo cuestión de tiempo hasta que se desvaneciera, así
que solamente miré las brasas que quedaban, parpadeando contra el papel,
tratando de mantener mi mente alejada de la sensación de hundimiento que la
música no podía ahogar.
Cuando la multitud en el bar disminuyó y Cami no se movía a mil
kilómetros por hora, dejó un vaso vacío delante de mí y luego lo llenó hasta el
borde con Jim Beam. Lo agarré, pero cubrió mi pulsera negra de cuero con sus
dedos tatuados que deletreaban baby doll cuando mantenía sus puños juntos.
—Está bien, Trav. Cuéntame.
—¿Qué? —pregunté, haciendo un débil intento de alejarme.
Negó con la cabeza. —¿La chica?
102
El vaso tocó mis labios e incliné la cabeza hacia atrás, dejando que el líquido
quemara mi garganta. —¿Qué chica?
Cami puso los ojos en blanco. —¿Qué chica? ¿En serio? ¿Con quién crees
que estás hablando?
—Está bien, está bien. Es Pigeon.
—¿Pigeon? Estás bromeando.
Me reí una vez. —Abby. Ella es una paloma. Una paloma demoníaca que
me jode tanto la cabeza que no puedo pensar con claridad. Ya nada tiene sentido,
Cami. Cada regla que he hecho se ha roto una por una. Soy un blandengue. No...
peor. Soy Shep.
Cami se rió. —Sé amable.
—Tienes razón. Shepley es un buen tipo.
—Sé amable contigo mismo, también —dijo, lanzando un trapo sobre la
mesa y pasándolo en círculos—. Enamorarte no es un pecado, Trav, Jesús.
Miré a mí alrededor. —Estoy confundido. ¿Estás hablando conmigo o con
Jesús?
—Lo digo en serio. Así que tienes sentimientos por ella. ¿Y qué?
—Me odia.
—Nah.
—No, la he oído esta noche. Por accidente. Piensa que soy una basura.
—¿Ella dijo eso?
—Más o menos.
—Bueno, más o menos lo eres.
Fruncí el ceño. —Muchas gracias.
Extendió las manos, con los codos sobre la barra. —En base a tu
comportamiento en el pasado, ¿no estás de acuerdo? Mi punto es... tal vez por ella,
no lo serías. Tal vez por ella podrías ser un hombre mejor. —Sirvió otro trago y no
le di la oportunidad de detenerme antes de tragarlo.
—Tienes razón. He sido un cabrón. ¿Puedo cambiar? Joder, no lo sé.
Probablemente no lo suficiente como para merecerla.
Cami se encogió de hombros, tapando la botella y colocándola en su lugar.
—Creo que deberías dejar que ella juzgue eso.
103
Encendí un cigarrillo, tomé una respiración profunda, y agregué más
bocanadas de humo a la habitación ya turbia. —Tráeme otra cerveza.
—Trav, creo que ya has tenido suficiente.
—Cami, sólo hazlo, maldita sea.
Me desperté con el sol de la tarde brillando a través de las persianas, pero
bien podría haber sido del mediodía en medio de un desierto de arena blanca. Mis
párpados se cerraron al instante, rechazando la luz.
Una combinación de aliento mañanero, productos químicos y líquidos
repugnantes se encontraban atrapados en el interior de mi boca seca. Odiaba la
inevitable boca seca que se producía después de una dura noche de beber.
Mi mente inmediatamente buscó los recuerdos de anoche, pero me quedé
sin nada. Algún tipo de fiesta, era un hecho, pero dónde o con quién era un
completo misterio.
Miré a mi izquierda, viendo las sábanas deshechas. Abby ya se había
levantado. Mis pies descalzos se sentían raros contra el suelo mientras caminaba
por el pasillo y encontré a Abby dormida en el sillón. La confusión me hizo
detenerme, y luego el pánico se estableció. Mi cerebro se derramó a través del
alcohol que aún abrumaba mis pensamientos. ¿Por qué no durmió en la cama?
¿Qué había hecho yo para hacerla dormir en el sillón? Mi corazón comenzó a latir
rápidamente, y luego los vi: dos envoltorios de preservativos vacíos.
Joder. ¡Joder! La noche anterior regresó a mí en oleadas: bebiendo de más,
esas chicas que no se fueron cuando se los dije, y finalmente mi oferta para
mostrarles a ambas un buen momento, al mismo tiempo, y su apoyo entusiasta
ante la idea.
Mis manos volaron hacia mi cara. Las había traído hasta aquí. Follado aquí.
Abby probablemente había oído todo. Oh, Dios. No podría haberlo jodido de peor
manera. Esto iba más allá de lo malo. Tan pronto como se despertara, empacaría su
mierda y se iría.
Me senté en el sofá, con las manos todavía ahuecadas sobre la boca y la
nariz, y la miré dormir. Tenía que arreglar esto. ¿Qué podría hacer para solucionar
esto?
104
Una idea estúpida tras otra apareció a través de mi mente. El tiempo se
estaba acabando. Tan silenciosamente como pude, corrí a la habitación y me
cambié de ropa, luego me escabullí en la habitación de Shepley.
América se movió y la cabeza de Shepley apareció. —¿Qué estás haciendo,
Trav? —susurró.
—Tengo que pedirte prestado el coche. Sólo por un segundo. Tengo que ir a
recoger algunas cosas.
—Está bien... —dijo, confundido.
Sus llaves tintinearon cuando las saqué de su armario, y luego me detuve.
—Hazme un favor. Si se despierta antes de que yo vuelva, mantenla aquí, ¿de
acuerdo?
Shepley respiró hondo. —Lo intentaré, Travis, pero hombre... anoche fue...
—Fue malo, ¿no?
La boca de Shepley se inclinó hacia un lado. —No creo que se quede, primo,
lo siento.
Asentí. —Sólo inténtalo.
Una última mirada al rostro dormido de Abby antes de salir del
apartamento me impulsó a moverme más rápido. El Charger apenas podía
mantenerse al día con la velocidad a la que yo quería ir. Una luz roja me atrapó
justo antes de llegar al mercado y grité, golpeando el volante.
—¡Maldita sea! ¡Cámbiate!
Unos segundos más tarde, la luz parpadeó de rojo a verde, y los neumáticos
giraron un par de veces antes de ganar velocidad.
Corrí a la tienda desde el aparcamiento, totalmente consciente de que me
veía como un loco mientras sacaba el carrito de compras del resto. Un pasillo tras
otro, tomé las cosas que pensé que le gustarían, recordando su alimentación o
incluso hablar sobre ello. Una cosa esponjosa de color rosa colgaba en una línea
fuera de uno de los estantes y terminó en mi carrito, también.
Una disculpa no iba a hacer que se quedara, pero tal vez lo haría un gesto.
Tal vez vería cuánto lo sentía. Me detuve a pocos metros de la caja registradora,
sintiendo desesperanza. Nada iba a funcionar.
—¿Señor? ¿Está listo?
Negué con la cabeza, abatido. —No... No lo sé.
105
La mujer me miró por un momento, empujando las manos en los bolsillos
de su delantal blanco y amarillo a rayas. —¿Puedo ayudarle en algo?
Empujé el carrito a su caja sin responder, viéndola mirar todos los alimentos
favoritos de Abby. Ésta era la idea más estúpida de la historia de las ideas, y la
única mujer viva que me importaba iba a reírse de mí, mientras empacaba.
—Son ochenta y cuatro dólares con setenta y siete centavos.
Una rápida pasada a mi tarjeta de débito y las bolsas estaban en mis manos.
Salí corriendo hacia el estacionamiento, y en pocos segundos el Charger consiguió
hacer volar las telarañas fuera de su tubo de escape todo el camino de regreso al
apartamento.
Tomé dos pasos a la vez y entré. Las cabezas de América y Shepley eran
visibles por encima del sofá. La televisión estaba encendida, pero en silencio.
Gracias a Dios. Ella todavía dormía. Las bolsas se estrellaron contra el mostrador
cuando las solté y traté de no dejar que los gabinetes hicieran demasiado ruido
mientras guardaba las cosas.
—Cuando Pidge se despierte, háganmelo saber, ¿si? —pedí en voz baja—.
Traje espaguetis, mezcla para panqueques y fresas, y esa avena de mierda con los
paquetes de chocolates, y a ella le gusta el cereal de Fruity Pebbles, ¿verdad, Mare?
—pregunté, dándome la vuelta. Abby estaba despierta, mirándome desde la silla.
Su rímel estaba corrido bajo sus ojos. Se veía tan mal como yo me sentía—. Hola,
Pigeon.
Me miró durante unos segundos con una mirada en blanco. Di unos pasos
hacia la sala, más nervioso que la noche de mi primera pelea.
—¿Tienes hambre, Pidge? Voy a hacerte algunos panqueques. O hay uh…
hay avena. Y he conseguido alguna de esa mierda espumosa rosa con la que las
chicas se afeitan y un secador de pelo y… a… un momento, está aquí. —Agarré
una de las bolsas y la llevé a la habitación, vaciándola sobre la cama.
Mientras buscaba esa cosa rosa que pensé que le gustaría, el equipaje de
Abby, lleno, cerrado y esperando junto a la puerta, me llamó la atención. Mi
estómago dio un vuelco y mi boca quedó seca otra vez. Caminé por el pasillo,
tratando de mantenerme tranquilo.
—Tus cosas están empacadas.
—Lo sé —dijo.
Un dolor físico quemó a través de mi pecho. —Te vas.
Abby miró a América, que se quedó mirándome como si quisiera matarme.
—¿Realmente esperabas que ella permaneciera aquí?
106
—Bebé —susurró Shepley.
—No me provoques, Shep. No te atrevas a defenderlo delante de mí —
explotó América.
Tragué saliva con fuerza. —Lo siento tanto, Pidge. Ni siquiera sé qué decir.
—Vamos, Abby —dijo América. Se puso de pie y tiró de su brazo, pero
Abby se quedó sentada.
Di un paso, pero América me apuntó con el dedo. —¡Qué Dios me ayude,
Travis! ¡Si intentas detenerla, te empaparé en gasolina y te prenderé fuego
mientras duermes!
—América —rogó Shepley. Esto se iba a poner mal muy rápido en todos los
sentidos.
—Estoy bien —dijo Abby, abrumada.
—¿A qué te refieres con que estás bien? —preguntó Shepley.
Abby puso los ojos en blanco e hizo un gesto hacia mí. —Travis trajo a casa
mujeres del bar anoche, ¿y qué?
Cerré los ojos, tratando de desviar el dolor. Por mucho que no quería que se
fuera, nunca se me había ocurrido que a ella no le importaría una mierda.
America frunció el ceño. —Uh, Abby. ¿Estás diciendo que estás bien con lo
que pasó?
Abby miró alrededor de la habitación. —Travis puede traer a casa a quien
quiera. Es su apartamento.
Me tragué el nudo que se formaba en mi garganta. —¿Tú no empacaste tus
cosas?
Sacudió la cabeza y miró el reloj. —No, y ahora voy a tener que deshacer
todo. Todavía tengo que comer, ducharme y vestirme —dijo, entrando en el baño.
America lanzó una mirada de muerte en mi dirección, pero no le hice caso y
me acerqué a la puerta del baño, golpeando ligeramente. —¿Pidge?
—¿Sí? —dijo, con voz débil.
—¿Te vas a quedar? —Cerré mis ojos, esperando el castigo.
—Puedo irme si quieres, pero una apuesta es una apuesta.
Mi cabeza cayó contra la puerta. —No quiero que te vayas, pero no te
culparía si lo hicieras.
107
—¿Estás diciendo que estoy liberada de la apuesta?
La respuesta era fácil, pero no quería hacerla quedarse si ella no quería
hacerlo. Al mismo tiempo, me aterrorizaba dejarla ir. —Si digo que sí, ¿te irás?
—Bueno, sí. No vivo aquí, tonto —dijo. Una pequeña risa flotó a través de la
puerta de madera.
No podría decir si estaba enojada o sólo cansada de pasar la noche en el
sillón, pero si era lo primero, no había manera de que pudiera dejarla irse. Nunca
la volvería a ver.
—Entonces no, la apuesta sigue en pie.
—¿Puedo tomar una ducha, ahora? —preguntó, su voz suave y apacible.
—Sí...
America entró pisando fuerte en el pasillo y se detuvo justo frente a mi cara.
—Eres un bastardo egoísta —gruñó, cerrando la puerta de Shepley detrás de ella.
Entré en el dormitorio, agarré su bata y un par de zapatillas, y luego regresé
a la puerta del baño. Aparentemente se quedaría, pero besarle el trasero nunca fue
una mala idea.
—¿Pigeon? Traje algunas de tus cosas.
—Sólo ponlas en el lavamanos. Yo me encargo.
Abrí la puerta y puse sus cosas en la esquina del fregadero, mirando al
suelo. —Estaba enojado. Te escuché escupirle todo lo que está mal conmigo a
America y me enfureció. Sólo quería salir, tomar unas copas y tratar de entender
algunas cosas, pero antes que lo supiera, estaba borracho y esas chicas… —Hice
una pausa, tratando de evitar que mi voz se rompiera—. Me desperté esta mañana
y no estabas en la cama, y cuando te encontré en el sillón reclinable y vi los
paquetes en el piso, me sentí enfermo.
—Simplemente podrías haberme preguntado, en lugar de gastar todo ese
dinero en el supermercado para sobornarme para que me quedara.
—No me importa el dinero, Pidge. Tenía miedo que te fueras y nunca me
hablaras de nuevo.
—No quise herir tus sentimientos —dijo sinceramente.
—Sé que no lo hiciste. Y sé que no importa lo que diga ahora, porque lo jodí
todo… como siempre hago.
—¿Trav?
—¿Sí?
108
—No conduzcas tu moto borracho, ¿está bien?
Quería decir más, disculparme de nuevo y decirle que estaba loco por ella, y
estaba literalmente volviéndome loco porque no sabía cómo manejar lo que sentía,
pero las palabras no salían. Mis pensamientos sólo podían enfocarse en el hecho de
que después de todo lo que había pasado, y todo lo que acababa de decir, lo único
que tenía para decirme era un sermón sobre conducir ebrio a casa.
—Sí, está bien —dije, cerrando la puerta.
Pretendí ver la televisión por horas mientras Abby se arreglaba en el baño y
en la habitación para la fiesta de la fraternidad, y entonces decidí vestirme antes de
que ella necesitara el cuarto.
Una blanca camisa bastante libre de arrugas colgaba en el armario, la agarré
y tomé un par de jeans. Me sentí tonto, parado frente al espejo, luchando con el
botón en la muñeca de la camisa. Finalmente, me rendí y enrollé cada manga hasta
los codos. Eso era más mi estilo, de todos modos.
Caminé hacia el pasillo y me dejé caer en el sofá de nuevo, escuchando la
puerta del baño cerrarse y los pies descalzos de Abby golpeando el suelo.
Mi reloj apenas se movió, y por supuesto no había nada en la televisión,
excepto audaces rescates de temporales y un comercial sobre el Slap Chop. Estaba
nervioso y aburrido. No era una buena combinación para mí.
Cuando mi paciencia se acabó, golpeé la puerta de la habitación.
—Adelante —dijo Abby desde el otro lado de la puerta.
Estaba de pie en medio de la habitación, un par de tacones puestos lado a
lado en el suelo frente a ella. Abby siempre lucía hermosa, pero esta noche ni un
solo cabello estaba fuera de lugar; se veía como si tuviera que estar en la portada
de una de esas revistas de moda que ves en la caja de la tienda de comestibles.
Cada parte de ella tenía loción, era suave, perfectamente pulida. Sólo la visión de
ella casi me patea el trasero.
Todo lo que pude hacer fue quedarme ahí, estupefacto, hasta que finalmente
me las arreglé para formar una sola palabra.
—Vaya. —Sonrió y miró su vestido. Su dulce sonrisa me devolvió a la
realidad—. Te ves increíble —dije, incapaz de quitar mis ojos de ella.
Se inclinó para ponerse un zapato y luego el otro. La tela negra y ceñida se
movió ligeramente hacia arriba, exponiendo sólo un centímetro más de sus muslos.
Abby se levantó y me dedicó un gesto de aprobación. —Tú también te ves
109
bien.
Metí las manos en los bolsillos, rehus{ndome a decir “Debo de estar
enamorándome de ti en este preciso momento,” o alguna de las otras estúpidas cosas
que bombardeaban mi mente.
Saqué mi codo, y Abby lo tomó, permitiéndome escoltarla por el pasillo
hacia la sala.
—Parker va a mearse encima cuando te vea —dijo America. En general,
America era una buena chica, pero estaba descubriendo lo desagradable que podía
ser si estaba en su lado malo. Traté de no tropezar con ella mientras caminábamos
hasta el Charger de Shepley, y mantuve la boca cerrada todo el camino hacia la
casa de Sig Tau.
En el momento en que Shepley abrió la puerta del auto, pudimos oír la
ruidosa y desagradable música de la casa. Parejas estaban besándose y
mezclándose, alumnos de primer año corrían alrededor tratando de mantener el
daño del jardín al mínimo, y chicas de la fraternidad caminaban cuidadosamente
tomadas de la mano, dando pequeños saltos, tratando de caminar a través del
suave césped sin hundir sus tacones de aguja.
Shepley y yo abrimos el camino, con América y Abby justo detrás de
nosotros. Pateé un vaso de plástico rojo fuera del camino, y después sostuve la
puerta abierta. Nuevamente, Abby fue totalmente ajena a mi gesto.
Una pila de vasos rojos se asentaban en el mostrador de la cocina al lado del
barril. Llené dos y le llevé uno a Abby. Me incliné hacia su oído. —No tomes nada
de nadie que no sea Shep o yo. No quiero que nadie le agregue algo a tu bebida.
Puso los ojos en blanco. —Nadie va a poner nada en mi bebida, Travis.
Obviamente no conocía a mis hermanos de fraternidad. Había oído
historias, de nadie en particular. Lo que era algo bueno, porque si alguna vez
atrapaba a alguien tirando esa mierda, les daría una paliza sin dudarlo.
—Sólo no aceptes nada que no venga de mí, ¿de acuerdo? Ya no estás en
Kansas, Pidgeon.
—No había escuchado eso antes —espetó, bebiéndose de golpe la mitad del
vaso de cerveza antes de retirar el plástico de su cara. Podía beber, le concedía eso.
110
Nos paramos en el pasillo de las escaleras, tratando de pretender que todo
estaba bien. Algunos de mis hermanos de fraternidad se detuvieron para charlar
mientras bajaban por las escaleras, y lo mismo hicieron algunas chicas de
fraternidad, pero rápidamente las rechacé, deseando que Abby lo notara. No lo
hizo.
—¿Quieres bailar? —pregunté, tirando de su mano.
—No, gracias —respondió. No podía culparla, después de anoche. Tenía
suerte de que todavía me hablara. Sus delgados y elegantes dedos tocaron mi
hombro—. Estoy cansada, Trav.
Puse mi mano sobre la suya, preparado para disculparme de nuevo, para
decirle que me odiaba a mí mismo por lo que había hecho, pero sus ojos se alejaron
de los míos hacia alguien detrás de mí.
—¡Hola, Abby! ¡Viniste!
Los pelos de mi nuca se erizaron. Parker Hayes.
Los ojos de Abby se iluminaron, y retiró su mano de la mía en un rápido
movimiento. —Sí, hemos estado aquí desde hace una hora o algo así.
—¡Te ves increíble! —gritó.
Hice una mueca, pero él estaba tan preocupado por Abby que no lo notó.
—¡Gracias! —Ella sonrió.
Se me ocurrió que yo no era el único que podía hacerla sonreír de ese modo,
y de repente trabajaba para mantener mi temperamento bajo control.
Parker asintió hacia la sala y sonrió. —¿Quieres bailar?
—No, estoy un poco cansada.
Una pequeña gota de alivio apagó mi enojo un poco. No era yo; realmente
estaba muy cansada para bailar, pero el enojo no tardó mucho en volver. Estaba
cansada porque estuvo despierta la mitad de la noche por los ruidos que hacía
quienquiera que yo traje a casa, y la otra mitad durmió en el sillón reclinable.
Ahora, Parker estaba aquí, entrando a lo grande como el caballero de brillante
armadura como siempre lo hacía. Rata bastarda.
Parker me miró, imperturbable por mi expresión. —Pensé que no vendrías.
—Cambié de opinión —dije, tratando de no darle un puñetazo y borrar
cuatro años de trabajo de ortodoncia.
—Ya veo —dijo Parker, mirando a Abby—. ¿Quieres ir a tomar un poco de
aire fresco?
Ella asintió, y sentí como si alguien me hubiera golpeado hasta sacarme el
aire. Siguió a Parker por las escaleras. Vi como él se detuvo, tomando su mano
mientras subían las escaleras hasta el segundo piso. Cuando llegaron arriba, Parker
abrió las puertas hacia el balcón.
111
Abby desapareció y cerré mis ojos con fuerza, tratando de bloquear el grito
en mi cabeza. Todo en mí decía que debía ir allí arriba y traerla de vuelta. Agarré la
barandilla, conteniéndome.
—Te ves enojado —dijo America, chocando su vaso rojo con el mío.
Mis ojos se abrieron de golpe. —No, ¿por qué?
Hizo una mueca. —No me mientas. ¿Dónde está Abby?
—Arriba. Con Parker.
—Oh.
—¿Qué se supone que significa eso?
Se encogió de hombros. Sólo había estado ahí poco más de una hora, y ya
tenía esa mirada familiar en sus ojos. —Estás celoso.
Cambié mi peso, incómodo con alguien, además de Shepley, siendo tan
directo conmigo. —¿Dónde está Shep?
América hizo rodar los ojos. —Haciendo sus deberes como estudiante de
primer año.
—Por lo menos no tiene que quedarse después y limpiar.
Levantó el vaso hasta su boca y bebió un sorbo. No estaba seguro de cómo
podía ya estar casi ebria.
—Entonces, ¿lo estás?
—¿Estoy qué?
—¿Celoso?
Fruncí el ceño. America generalmente no era tan desagradable. —No.
—Número dos.
—¿Eh?
—Esa es la mentira número dos. —Miré alrededor. Shepley seguramente me
rescataría pronto—. Realmente la jodiste anoche —dijo, sus ojos de pronto limpios.
—Lo sé.
Entrecerró los ojos, mirándome tan intensamente que quise huir. America
Mason era una pequeña cosa rubia, pero era intimidante como la mierda cuando
quería serlo.
112
—Deberías alejarte, Travis. —Miró arriba, hacia la cima de las escaleras—. Él
es lo que ella piensa que quiere.
Mis dientes se apretaron. Ya sabía eso, pero era peor oírlo de America.
Antes de esto, pensé que ella tal vez estaría bien conmigo y Abby, y eso de alguna
manera significaba que no era un completo idiota por perseguirla. —Lo sé.
Levantó una ceja. —No creo que lo sepas.
No respondí, tratando de no hacer contacto visual con ella. Tomó mi
mentón con su mano, aplastando mis mejillas contra mis dientes.
—¿Lo haces?
Traté de hablar, pero sus dedos ahora aplastaban mis labios juntos. Me eché
hacia atrás y aparté su mano. —Probablemente no. No soy exactamente conocido
por hacer lo correcto.
America me miró por unos segundos, y después sonrió. —Está bien,
entonces.
—¿Eh?
Me dio una palmada en la mejilla y luego me señaló. —Tú, Mad Dog, eres
exactamente de lo que vine a protegerla. Pero, ¿sabes qué? Todos estamos rotos de
una manera u otra. Incluso con tu épica metida de pata, podrías ser exactamente lo
que necesita. Tienes una oportunidad más —dijo, sosteniendo un dedo a dos
centímetros de mí nariz—. Sólo una. No lo arruines… ya sabes… m{s de lo usual.
América se alejó y desapareció por el pasillo.
Era tan rara.
La fiesta se desarrolló como usualmente lo hacía: Drama, un par de peleas,
chicas metiéndose en una pelea, una pareja o dos teniendo una discusión
terminando con la chica en lágrimas, y luego estaban los rezagados, ya sea
desmayados o vomitando en un área no designada.
Mis ojos viajaron a la parte superior de las escaleras más veces de las que
deberían. Incluso cuando las chicas prácticamente me rogaban que las llevara a
casa, continué mirando, tratando de no imaginar a Abby y Parker haciéndolo, o
incluso peor, él haciéndola reír.
—Hola, Travis —llamó una aguda y cantarina voz por detrás. No me di
vuelta, pero no tomó mucho para que la chica se moviera hasta entrar en mi línea
de visión. Se inclinó sobre los postes de madera de la barandilla—. Te ves
aburrido. Creo que debería hacerte compañía.
113
—No estoy aburrido. Puedes irte —dije, comprobando la parte superior de
las escaleras de nuevo. Abby se detuvo en el descansillo, su espalda hacia las
escaleras.
Rió. —Eres tan divertido.
Abby pasó a mi lado despreocupadamente, hacia donde America estaba. La
seguí, dejando a la chica ebria hablando sola.
—Si quieren pueden adelantarse —dijo Abby con moderado entusiasmo—.
Parker se ofreció para llevarme a casa.
—¿Qué? —dijo América, sus cansados ojos iluminados como una doble
fogata.
—¿Qué? —dije, incapaz de contener mi irritación.
America se giró. —¿Hay algún problema?
La fulminé con la mirada. Ella sabía exactamente cuál era mi problema.
Tomé a Abby por el codo y tiré de ella alrededor de la esquina.
—Ni siquiera lo conoces.
Liberó su mano de mi agarre. —Esto no es de tu incumbencia, Travis.
—Al demonio si no lo es. No dejaré que viajes a casa con un completo
extraño. ¿Y si trata de aprovecharse de ti?
—¡Bien! ¡Él es lindo!
No podía creerlo. Realmente estaba cayendo en su juego. —¿Parker Hayes,
Pidge? ¿En serio? Parker Hayes. ¿Qué clase de nombre es ese, de todos modos?
Se cruzó de brazos y alzó el mentón. —Ya está bien, Trav. Estás
comportándote como un idiota.
Me incliné, furioso. —Lo mataré si te toca.
—Me gusta.
Una cosa era asumir que estaba siendo engañada, y otra era escucharla
admitirlo. Ella era demasiado buena para mí; maldición, sin duda era demasiado
buena para Parker Hayes. ¿Por qué se comportaba de forma frívola por ese idiota?
Mi rostro se tensó en reacción a la ira que corría por mis venas.
—Está bien. Si terminas debajo de él en el asiento trasero de su coche,
después no vengas llorando conmigo.
Su boca se abrió, estaba ofendida y furiosa. —No te preocupes, no lo haré —
dijo, alejándose de mí.
114
Me di cuenta de lo que había dicho, y entonces tomé su brazo y suspiré, sin
girar del todo. —No quise decir eso, Pidge. Si te lastima, si tan sólo te hace sentir
incómoda, sólo házmelo saber.
Sus hombros cayeron. —Sé que no lo quisiste decir. Pero tienes que ponerle
un alto a este exceso de sobreprotección de hermano mayor que tienes.
Me reí. Ella realmente no lo entendía. —No estoy jugando al hermano
mayor, Pigeon. Nada de eso.
Parker rodeó la esquina y metió las manos en los bolsillos. —¿Todo listo?
—Sí, vamos —dijo Abby, tomando el brazo de Parker.
Fantaseé con correr detrás de él y empujar mi codo contra la parte posterior
de su cabeza, pero entonces Abby se giró y me vio mirándolo.
Ya basta, articuló. Caminó con Parker, y él mantuvo la puerta abierta para
ella.
Una amplia sonrisa se extendió en su rostro, en apreciación.
Por supuesto. Cuando él lo hizo, sí lo notó.
115
11
Traducido por slightaddiction & Juli
Corregido por Marie.Ang
V
olver a casa solo, en el asiento trasero del Charger de Shepley, era
poco estimulante. América tiró sus tacones y rió mientras tocaba la
mejilla de Shepley con su dedo gordo. Debía de estar locamente
enamorado de ella, ya que él sólo sonrió, divertido con su risa contagiosa.
Mi teléfono sonó. Era Adam. —Tengo un novato listo para dentro de una
hora. En Hellerton.
—Sí, eh… No puedo.
—¿Qué?
—Me escuchaste. Dije que no puedo.
—¿Estás enfermo? —preguntó Adam, la ira creciendo en su voz.
—No. Debo asegurarme de que Pidge regrese a salvo a casa.
—Tuve muchos problemas para armar esto, Maddox.
—Lo sé. Lo siento. Tengo que irme.
Suspiré cuando Shepley se estacionó en su puesto frente al apartamento y el
Porsche de Parker no se encontraba por ningún lado.
—¿Vienes, primo? —preguntó Shepley, volteándose en su asiento.
—Sí —dije, mirando mis manos—. Sí, supongo.
116
Shepley empujó su asiento hacia adelante para dejarme salir, y me detuve
junto al pequeño cuerpo de América.
—No tienes nada de qué preocuparte, Trav. Confía en mí.
Asentí una vez y los seguí por las escaleras. Fueron directo a la habitación
de Shepley y cerraron la puerta. Caí en el sillón reclinable, escuchando las risas
incesantes de América, y tratando de no imaginar a Parker poniendo sus manos en
la rodilla de Abby, o en su muslo.
Menos de diez minutos después, el motor de un carro ronroneó afuera, e
hice mi camino hacia la puerta, sosteniendo la perilla. Podía oír dos pares de pies
subiendo por las escaleras. Eran tacones. Una ola de alivio me llenó. Abby estaba
en casa.
Sólo sus murmullos se filtraron por la puerta. Cuando hubo silencio y la
perilla de la puerta se movió, la giré por completo y abrí rápidamente.
Abby cayó a través del umbral y sostuve su brazo. —Tranquila.
Inmediatamente se volteó para ver la expresión en la cara de Parker. Era
tensa, como si no supiera qué pensar, pero se recuperó rápido, fingiendo ver más
allá de mí hacia el interior del apartamento.
—¿Ninguna joven humillada, varada, que necesite un aventón a casa?
Le lancé una mirada furiosa. Él tenía agallas. —No empieces conmigo.
Parker sonrió y guiñó un ojo a Abby. —Siempre estoy dándole problemas.
Ya no tan seguido como solía ser, ya que descubrió que era más fácil si hacía que
ellas manejaran sus propios transportes.
—Supongo que eso simplifica las cosas —dijo Abby, volviéndose hacia mí
con una sonrisa divertida.
—No es gracioso, Pidge.
—¿Pidge? —preguntó Parker.
Abby se movió nerviosamente. —Es, eh… una abreviatura de Pigeon. Es
sólo un apodo, ni siquiera sé de dónde lo sacó.
—Tendrás que contármelo cuando lo averigües. Suena como una buena
historia. —Parker sonrió—. Buenas noches, Abby.
—¿Quieres decir buenos días? —preguntó ella.
—Eso también —dijo con una sonrisa que me hizo querer vomitar.
Abby estaba ocupada desvaneciéndose, así que para traerla de vuelta a la
realidad, cerré de golpe la puerta sin advertencia. Se echó hacia atrás.
117
—¿Qué? —espetó.
Pisoteé por el pasillo hacia la habitación, con Abby detrás de mí. Se detuvo
justo en la puerta, saltando en un pie, tratando de quitarse su tacón. —Él es bueno,
Trav.
Observé su lucha para balancearse con una pierna, y finalmente decidí
ayudarla antes de que se cayera. —Te vas a lastimar —dije, enganchando mi brazo
en su cintura con una mano, y quitando sus tacones con la otra. Me quité la camisa
y la tiré en una esquina.
Para mi sorpresa, Abby alcanzó su espalda para bajar la cremallera de su
vestido, lo deslizó hacia abajo, y luego pasó una camiseta sobre su cabeza. Hizo
una especie de truco de magia con su corpiño para quitarlo y sacarlo de su
camiseta. Todas las mujeres parecen saber la misma maniobra.
—Estoy segura de que no hay nada que no hayas visto antes —dijo,
rodando sus ojos. Se sentó en el colchón y luego empujó sus piernas entre las
cobijas y las sábanas. La observé acurrucarse contra la almohada, y luego me quité
mis vaqueros, pateándolos a la esquina también.
Estaba curvada en una bola, esperando que fuera a la cama. Me irritaba que
hubiera venido a casa con Parker y que ahora se hubiera desvestido en frente de mí
como si nada, pero al mismo tiempo, ese era justo el jodido tipo de situación
platónica en la que estábamos, y era todo gracias a mí.
Tantas cosas crecían en mi interior. No sabía qué hacer con todo eso.
Cuando hicimos la apuesta, no se me ocurrió que ella podría salir con Parker.
Hacer un berrinche sólo la llevaría directo a sus brazos. En el fondo, sabía que
haría lo que fuera para mantenerla cerca. Si mantener mis celos escondidos
significaba más tiempo con Abby, eso es lo que yo haría.
Me arrastré en la cama hasta su lado y levanté mi mano, apoyándola sobre
su cadera.
—No fui a una pelea esta noche. Adam llamó. No fui.
—¿Por qué? —preguntó, volteándose.
—Quería asegurarme de que llegarás a casa.
Arrugó su nariz. —No hace falta que me cuides.
Tracé el largo de su brazo con mi dedo. Era tan cálida. —Lo sé. Creo que
todavía me siento mal por la otra noche.
—Te dije que no me importaba.
118
—¿Es por eso que dormiste en el sillón? ¿Por qué no te importaba?
—No podía conciliar el sueño luego de que tus… amigas se fueran.
—Dormiste perfectamente en el sillón. ¿Por qué no podías dormir conmigo?
—Quieres decir, ¿junto a un hombre que todavía olía al par de zorras de bar
que acababa de enviar a casa? ¡No lo sé! ¡Qué egoísta de mi parte!
Retrocedí, tratando de mantener la imagen fuera de mi cabeza. —Te dije que
lo sentía.
—Y yo te dije que no me importaba. Buenas noches —dijo, y se volteó.
Me estiré a través de la almohada para poner mi mano en la suya,
acariciando el interior de sus dedos. Me incliné y besé su cabello. —Estuve tan
preocupado de que no me volvieras a hablar… creo que es peor que seas
indiferente.
—¿Qué quieres de mí, Travis? No quieres que esté enojada por lo que
hiciste, pero quieres que me importe. Le dijiste a América que no quieres nada
conmigo, pero te enojas tanto cuando yo digo lo mismo, tanto que sales como alma
que lleva el diablo y te pones ridículamente borracho. No tienes ningún sentido.
Sus palabras me sorprendieron. —¿Por eso le dijiste aquellas cosas a
América? ¿Por qué le dije que no saldría contigo?
Su expresión era una combinación de sorpresa e ira. —No, quise decir lo que
dije. Sólo que no lo decía como un insulto.
—Yo sólo lo dije porque no quiero arruinar las cosas, Pidgeon. Ni siquiera sé
cómo merecerte. Trataba de comprenderlo en mi cabeza.
Decir las palabras me hacía sentir enfermo, pero tenían que ser dichas.
—Como sea. Necesito dormir un poco. Tengo una cita esta noche.
—¿Con Parker?
—Sí. ¿Puedo dormir?
—Por supuesto —dije, saliendo de la cama. Abby no dijo una palabra
mientras la dejaba atrás. Me senté en el sillón reclinable, cambiando los canales de
la televisión. Demasiado para mantener mi temperamento controlado, pero
maldición, esa mujer se podía meter bajo mi piel. Hablar con ella era como tener
una conversación con un agujero negro. No importaba lo que dijera, incluso las
pocas veces que era claro acerca de mis sentimientos. Su oído selectivo era
exasperante. No podía hacerla comprender, y ser directo sólo parecía enojarla.
119
El sol salió media hora después. A pesar de mi ira residual, fui capaz de
quedarme dormido.
Unos momentos después, mi teléfono sonó. Me revolví para buscarlo,
todavía medio dormido, y luego lo sostuve contra mi oreja. —¿Sí?
—¡Estúpido! —dijo Trenton, fuerte en mi oído.
—¿Qué hora es? —pregunté, mirando el televisor. Pasaban los dibujos
animados de los sábados por la mañana.
—Las diez y algo. Necesito tu ayuda con el camión de papá. Creo que es el
módulo de la ignición. Ni siquiera está encendiendo.
—Trent —dije a través de un bostezo—. No sé un carajo acerca de carros.
Por eso tengo una moto.
—Entonces, pregúntale a Shepley. Tengo que ir a trabajar en una hora, y no
quiero dejar a papá varado.
Bostecé de nuevo. —Maldición, Trent, no dormí en toda la noche. ¿Qué está
haciendo Tyler?
—¡Trae tu trasero hasta acá! —gritó antes de colgar.
Lancé mi teléfono al sofá y luego me levanté, mirando el reloj en el televisor.
Trent no se había alejado mucho cuando adivinó la hora. Eran las diez con veinte
minutos.
La puerta de Shepley estaba cerrada, así que escuché por un minuto antes
de tocar dos veces y asomar mi cabeza dentro. —Oye, Shep. ¡Shepley!
—¿Qué? —dijo Shepley. Su voz sonaba como si hubiera tragado grava y la
hubiera pasado con ácido.
—Necesito tu ayuda.
América lloriqueó un poco, pero no se movió.
—¿Con qué? —preguntó Shepley. Se sentó, tomando una camiseta del suelo
y deslizándola sobre su cabeza.
—El camión de papá no arranca. Trent cree que es la ignición.
Shepley terminó de vestirse y luego se inclinó sobre América. —Voy a
donde Jim por unas horas, nena.
—¿Hmmm?
120
Shepley besó su frente. —Voy a ayudar a Travis con el camión de Jim.
Regresaré.
—Está bien —dijo América, durmiéndose de nuevo antes de que Shepley
dejara la habitación. Se puso el par de tenis que estaban en la sala y tomó sus
llaves.
—¿Vienes o qué? —preguntó.
Caminé por el pasillo hasta mi habitación, arrastrando el trasero como
cualquier hombre que sólo ha tenido cuatro horas de sueño, y no ha dormido bien.
Me coloqué una camiseta sin mangas y luego una sudadera con capucha, y unos
vaqueros. Haciendo lo mejor posible para caminar silencioso, gentilmente giré la
perilla de la puerta de mi cuarto, pero me detuve antes de salir. La espalda de
Abby estaba hacia mí, su respiración uniforme, y sus piernas desnudas tendidas en
direcciones opuestas. Tuve un casi incontrolable impulso de meterme en la cama
con ella.
—¡Vamos! —llamó Shepley.
Cerré la puerta y lo seguí hasta el Charger. Tomamos turnos para bostezar
durante todo el camino hasta donde papá, demasiado cansados para conversar.
La entrada de grava crujió bajo las llantas del Charger, y saludé a Trenton y
a papá antes de pisar el patio.
El camión de papá estaba estacionado en frente de la casa. Empujé mis
manos en los bolsillos delanteros de mi sudadera, sintiendo el frío en el aire. Hojas
caídas crujían bajo mis botas mientras caminaba a través del césped.
—Bueno, hola, Shepley —dijo papá con una sonrisa.
—Hola, tío Jim. Escuché que tenías un problema de ignición.
Papá puso una mano en su cintura redonda. —Eso creemos… eso creemos.
—Asintió, mirando el motor.
—¿Qué les hace creer eso? —preguntó Shepley, enrollando sus mangas.
Trenton señaló el salpicadero. —Eh… est{ derretido. Ese fue mi primer
indicio.
—Bien hecho —dijo Shepley—. Travis y yo iremos a la tienda de repuestos y
recogeremos uno nuevo. Lo pondré y estarás listo.
—En teoría —dije, pasándole un destornillador a Shepley.
Desatornilló los pernos del módulo de ignición y luego lo quitó. Todos
observamos la cubierta derretida.
121
Shepley señaló el descubierto sitio donde el módulo de ignición estaba. —
Vamos a tener que remplazar esos cables. ¿Ven las marcas de quemaduras? —
preguntó, tocando el metal—. El aislamiento de los cables está derretido también.
—Gracias, Shep. Voy a bañarme. Tengo que alistarme para ir a trabajar —
dijo Trenton.
Shepley usó el destornillador para dar un saludo descuidado a Trenton, y
luego lo tiró en la caja de herramientas.
—Chicos, parece que tuvieron una larga noche —dijo papá.
La mitad de mi boca se levantó. —Así fue.
—¿Cómo está tu joven dama? ¿América?
Shepley asintió, una amplia sonrisa se ubicó a través de su cara. —Está bien,
Jim. Todavía dormida.
Papá se rió una vez y asintió. —¿Y tu joven dama?
Me encogí de hombros. —Tiene una cita con Parker Hayes esta noche. No es
exactamente mía, papá.
Papá guiñó un ojo. —Todavía.
La expresión de Shepley cayó. Luchaba contra un ceño fruncido.
—¿Qué es esto, Shep? ¿No apruebas la paloma de Travis?
El uso poco serio del apodo de papá en Abby tomó a Shepley por sorpresa,
y su boca tembló, amenazando una sonrisa. —No, me gusta Abby, está bien. Es
sólo que es lo más cercano a una hermana para América. Me pone nervioso.
Papá asintió enfáticamente. —Entendible. Aunque, me parece que esta es
diferente, ¿no crees?
Shepley se encogió de hombros. —Ese en parte es el punto. No quiero que el
primer corazón roto de Travis sea por la mejor amiga de América. Sin ofender,
Travis.
Fruncí el ceño. —No confías en mí en absoluto, ¿verdad?
—No es eso. Bueno, más o menos.
Papá tocó el hombro de Shepley. —Tienes miedo, ya que este es el primer
intento de Travis en una relación, va a meter la pata y a estropear las cosas para ti.
Shepley agarró un trapo sucio y se limpió las manos. —Me siento mal por
admitirlo, pero sí. Sin embargo, estoy apoyándote, hermano, realmente lo hago.
122
Trenton dio un portazo en la puerta con tela metálica cuando salió de la
casa. Me dio un puñetazo en el brazo, incluso antes de que lo viera levantar un
puño.
—¡Hasta luego, perdedores! —Trenton se detuvo y giró sobre sus talones—.
No me refería a ti, papá.
Papá ofreció una media sonrisa y sacudió la cabeza. —Claro que no, hijo.
Trent sonrió, y luego se metió en su coche, un Dodge Intrepid rojo oscuro y
deteriorado. Ese auto no era genial ni siquiera cuando íbamos al instituto, pero él
lo amaba. Sobre todo porque lo compró con su esfuerzo.
Un pequeño cachorro negro ladró, volviendo mi atención hacia la casa.
Papá sonrió, palmeando su muslo. —Bueno, vamos, miedoso.
El cachorro dio un par de pasos hacia adelante, y luego retrocedió a la casa,
ladrando.
—¿Cómo lo está haciendo? —pregunté.
—Hizo pis en el baño dos veces.
Hice una mueca. —Lo siento.
Shepley se rió. —Al menos entendió la idea.
Papá asintió y sacudió la mano con indulgencia.
—Sólo hasta mañana —le dije.
—Está bien, hijo. Ha estado entreteniéndonos. A Trent le gusta.
—Bien. —Sonreí.
—¿Dónde estábamos? —preguntó papá.
Me froté el brazo que latía por el puñetazo de Trent. —Shepley me
recordaba el fracaso que cree que soy cuando se trata de chicas.
Shepley se rió una vez. —Eres un montón de cosas, Trav. Un fracaso no es
una de ellas. Sólo creo que tienes un largo camino por recorrer, entre tú y el
temperamento de Abby, las probabilidades están en tu contra.
Mi cuerpo se tensó y me enderecé. —Abby no tiene un mal temperamento.
Papá sacudió la mano. —Cálmate, pequeño. No está hablando mal de Abby.
—Ella no es así.
—Está bien —dijo papá con una pequeña sonrisa. Siempre sabía cómo
manejarnos cuando las cosas se ponían tensas, y por lo general trataba de
apaciguarnos antes de que hubiéramos ido demasiado lejos.
123
Shepley tiró el trapo sucio sobre la caja de herramientas. —Vamos a
conseguir ese repuesto.
—Déjame saber cuánto te debo.
Negué con la cabeza. —Lo tengo, papá. Estamos a mano por el perro.
Papá sonrió y comenzó a recoger el desorden que Trenton dejó en la caja de
herramientas. —Está bien, entonces. Nos vemos en un rato.
Shepley y yo fuimos en el Charger a la tienda de repuestos. Hacía mucho
frío. Apreté los extremos de mis mangas en los puños para mantener las manos
calientes.
—Es una perra fría hoy —dijo Shepley.
—Casi.
—Creo que le va a gustar el cachorro.
—Eso espero.
Después de unos cuantos minutos de silencio, Shepley asintió. —No era mi
intención insultar a Abby. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé.
—Sé lo que sientes por ella, y la verdad es que espero que funcione. Sólo
estoy nervioso.
—Sí.
Shepley se detuvo en el estacionamiento de la tienda de repuestos y
estacionó, pero no apagó el motor. —Tiene una cita con Parker Hayes esta noche,
Travis. ¿Cómo crees que estarás cuando pase a recogerla? ¿Has pensado en ello?
—Estoy tratando de no hacerlo.
—Bueno, tal vez deberías. Si realmente quieres que esto funcione, tienes que
dejar de reaccionar de la manera que quieres, y reaccionar de la manera en que
funcione para ti.
—¿Cómo?
—¿Crees que vas a ganar algún punto si estás haciendo un mohín mientras
ella se está preparando y, a continuación, actúas como un idiota con Parker? ¿O
crees que ella apreciará si le dices lo increíble que se ve y la despides como un
amigo haría?
—No quiero ser sólo su amigo.
124
—Ya lo sé, y lo sabes, y Abby probablemente lo sabe, también... y puedes
estar absolutamente seguro de que Parker lo sabe.
—¿Tienes que seguir diciendo ese jodido nombre?
Shepley apagó el motor. —Vamos, Trav. Tú y yo sabemos que siempre y
cuando sigas mostrándole a Parker que lo que hace te cabrea, él seguirá ese juego.
No le des la satisfacción, y juega mejor que él. Demostrará lo imbécil que es, y
Abby se librará de él por su cuenta.
Pensé en lo que estaba diciendo, y luego lo miré. —¿Tú... realmente lo crees?
—Sí, ahora vamos a conseguir ese repuesto para Jim y volvamos a casa antes
de que América se despierte y explote mi teléfono porque ya no se acuerda de lo
que le dije cuando me fui.
Me reí y seguí a Shepley en la tienda. —Es un jodido idiota.
No pasó mucho tiempo para encontrar la parte que Shepley buscaba, y no
mucho más para que la remplazara. En poco más de una hora, Shepley había
instalado el módulo de encendido, encendió el camión, y tuve una visita lo
suficientemente larga con papá. Para cuando nos despedíamos mientras el Charger
retrocedía fuera de la calzada, ya era unos pocos minutos después de mediodía.
Como Shepley predijo, América ya estaba despierta en el momento en que
llegamos al apartamento. Trató de actuar irritada antes de que Shepley explicara
nuestra ausencia, pero era obvio que estaba más que contenta de tenerlo en casa.
—He estado tan aburrida. Abby sigue durmiendo.
—¿Todavía? —le pregunté, quitándome las botas.
América asintió e hizo una mueca. —A la chica le gusta dormir. A menos
que se haya emborrachado increíblemente la noche anterior, duerme para siempre.
He dejado de intentar convertirla en una persona mañanera.
La puerta crujió cuando la abrí lentamente. Abby estaba boca abajo, casi en
la misma posición que estaba cuando me fui, justo al otro lado de la cama. Parte de
su cabello estaba enmarañado contra su cara, la otra en suaves ondas a través de
mi almohada.
La camiseta de Abby se agrupaba alrededor de su cintura, dejando al
descubierto sus bragas azul claro. Sólo eran de algodón, no era particularmente
sexy, y parecía en estado de coma, pero aún así, mirándola acostada al azar en mis
sábanas blancas con el sol de la tarde entrando por las ventanas, su belleza era
indescriptible.
—¿Pidge? ¿Vas a levantarte hoy?
125
Murmuró y luego volvió la cabeza. Di unos cuantos pasos más en la
habitación.
—Pigeon.
—Hep... merf... furfon... shaw.
América tenía razón. No despertaría pronto. Cerré la puerta suavemente
detrás de mí, y entonces me uní a Shepley y América en la sala de estar. Comían de
un plato de nachos que América había hecho, mirando algo de chicas en la
televisión.
—¿Se despertó? —preguntó América.
Negué con la cabeza, sentándome en el sillón. —Nop. Estaba hablaba de
algo, sin embargo.
América sonrió, con los labios sellados para evitar que los alimentos se
cayeran. —Hace eso —dijo, con la boca llena—. Oí que te fuiste de tu habitación
anoche. ¿Qué ocurrió?
—Estaba siendo un imbécil.
Las cejas de América se levantaron. —¿Cómo es eso?
—Me sentía frustrado. Casi le dije cómo me sentía y era como si le hubiera
entrado por un oído y salido por el otro.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Cansado por el momento.
Un nacho voló a mi cara, pero se quedó corto, aterrizando en mi camisa. Lo
recogí y lo metí en mi boca, haciendo crujir la tortilla, el queso y la crema agria. No
era del todo malo.
—Lo digo en serio. ¿Qué le dijiste?
Me encogí de hombros. —No me acuerdo. Algo acerca de ser quien se
merecía.
—Oh —dijo América, suspirando. Se apartó de mí, en dirección a Shepley,
con una sonrisa irónica—. Eso fue muy bueno. Incluso tú tienes que admitirlo.
La boca de Shepley se curvó a un lado, esa era la única reacción que
obtendría de él por ese comentario.
—Eres un gruñón —dijo América, con el ceño fruncido.
Shepley se levantó. —No, cariño. Simplemente no me estoy sintiendo del
todo bien. —Cogió una revista de automóviles de la mesa, y se dirigió al baño.
126
Con una expresión simpática, América observó a Shepley salir, y luego se
volvió hacia mí, con el rostro transformándose por el disgusto. —Supongo que
utilizaré tu baño durante las próximas horas.
—Si no quieres perder tu sentido del olfato por el resto de tu vida.
—Puede que quiera después de eso —dijo, temblando.
América volvió a poner la película, y vimos el resto de ella. Realmente no
sabía de lo que iba. Una mujer hablaba algo sobre vacas viejas y como su
compañero de cuarto era un gigoló. Al final de la película, Shepley se nos había
unido, y el personaje principal se había dado cuenta de que tenía sentimientos por
su compañera de cuarto, ella no era una vaca vieja, después de todo, y el gigoló,
ahora reformado, estaba enojado por algún estúpido malentendido. Ella sólo tenía
que perseguirlo por la calle, besarlo, y todo estaba bien. No era la peor película que
jamás había visto, pero aún así era una película para chicas... y todavía de mala
calidad.
Al medio día, el apartamento estaba bien iluminado, y el televisor
encendido, aunque en silencio. Todo parecía normal, pero también vacío. Los
anuncios robados estaban aún en las paredes, colgaban al lado de nuestros carteles
favoritos de cerveza con chicas calientes semidesnudas posando en varias
posiciones. América había limpiado el apartamento, y Shepley se encontraba
tumbado en el sofá, pasando entre los canales. Era un sábado normal. Pero algo
estaba mal. Algo faltaba.
Abby.
Incluso con ella en la habitación de al lado, dormida, el apartamento se
sentía diferente sin su voz, sus golpes juguetones, o incluso el sonido de ella
mordiéndose las uñas. Me había acostumbrado a todo esto, en nuestro poco
tiempo juntos.
Justo cuando los créditos de la segunda película comenzaron a rodar, oí la
puerta de la habitación abrirse y los pies de Abby arrastrándose por el suelo. La
puerta del baño se abrió y se cerró. Iba a empezar a prepararse para su cita con
Parker.
Al instante, mi temperamento comenzó a hervir.
—Trav —advirtió Shepley.
Las palabras de Shepley de hoy temprano se repetían en mi cabeza. Parker
estaba jugando el juego, y yo tenía que jugar mejor. Mi adrenalina se calmó, y me
relajé contra el cojín del sofá. Ya era hora de poner mi cara de póquer.
127
El zumbido de los tubos del baño señalaron la intención de Abby de tomar
una ducha. América se puso de pie, y luego casi bailó hacia mi baño. Podía oír sus
voces bromeando, pero no pude entender lo que decían.
Me acerqué suavemente al pasillo, y acerqué la oreja a la puerta.
—No estoy muy emocionado de que escuches a mi chica orinar —dijo
Shepley en un susurro.
Puse mi dedo en los labios, y luego volví mi atención a sus voces.
—Se lo he explicado —dijo Abby.
Se escuchó la cadena del inodoro y el grifo se encendió, y de repente Abby
gritó. Sin pensarlo, agarré el pomo de la puerta y la abrí.
—¿Pidge?
América se echó a reír. —Sólo tiré la cadena del inodoro, Trav, cálmate.
—Oh. ¿Estás bien, Pigeon?
—Estoy genial. Fuera. —Cerré la puerta y suspiré. Eso fue una estupidez.
Después de unos segundos de tensión, me di cuenta de que ninguna de las chicas
sabía que me encontraba justo al otro lado de la puerta, así que coloqué la oreja en
la madera de nuevo.
—¿Es mucho pedir cerraduras para las puertas?—preguntó Abby—. ¿Mare?
—Es realmente una lástima que ustedes dos no pudieron estar en la misma
página. Tú eres la única chica que podría haber… —Suspiró—. Olvídalo. Ya no
importa.
El agua se apagó. —Eres tan mala como él —dijo Abby, su voz cargada con
frustración—. Es un virus… nadie aquí tiene sentido. Est{s enojada con él,
¿recuerdas?
—Lo sé —respondió América.
Esa fue mi señal para volver a la sala de estar, pero mi corazón latía a un
millón de kilómetros por hora. Por alguna razón, si América pensaba que estaba
bien, sentía como si tuviera luz verde, que yo no era un completo idiota por tratar
de estar en la vida de Abby.
Tan pronto como me senté en el sofá, América salió del baño.
—¿Qué? —preguntó ella, sintiendo que algo andaba mal.
—Nada, cariño. Ven a sentarte —dijo Shepley, acariciando el espacio vacío a
su lado.
128
América felizmente cumplió, tumbándose a su lado, con el torso apoyado en
su pecho.
El secador de pelo se encendió en el baño, y miré el reloj. La única cosa peor
que tener que estar bien con Abby saliendo en una cita con Parker, era tener a
Parker esperando a Abby en mi apartamento. Mantener la calma durante unos
minutos mientras ella agarraba su bolso y salía era una cosa. Mirar su fea cara
mientras se sentaba en mi sofá, sabiendo que él planeaba entrar en sus pantalones
al final de la noche, era otra.
Un poco de mi ansiedad se alivió cuando Abby salió del baño. Llevaba un
vestido rojo, y sus labios combinaban a la perfección. Su cabello en rizos, me
recordó a una de esas chicas modelos de los años cincuenta. Pero, mejor… Mucho
mejor.
Sonreí, y ni siquiera estaba obligado. —Estás... hermosa.
—Gracias —dijo, claramente tomándola con la guardia baja.
El timbre sonó, y al instante la adrenalina se apoderó de mis venas. Tomé
una respiración profunda, decidido a mantener la calma.
Abby abrió la puerta, y a Parker le tomó varios segundos para hablar.
—Eres la criatura más hermosa que he visto —susurró.
Sí, definitivamente iba a vomitar antes de que terminara lanzando un
puñetazo. Qué perdedor.
La sonrisa de América se extendió de una oreja a la otra. Shepley parecía
muy feliz, también. Negándome a dar la vuelta, mantuve mis ojos en el televisor. Si
veía la mirada de suficiencia en el rostro de Parker, treparía sobre el sofá y lo
noquearía al piso sin que siquiera diera un paso.
La puerta se cerró y me incliné hacia adelante, con los codos sobre las
rodillas y la cabeza entre las manos.
—Lo hiciste bien, Trav —dijo Shepley.
—Necesito un trago.
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12
Traducido por SomerholicSwiftie & fleurence
Corregido por Carolyn
M
enos de una semana después, había vaciado mi segunda botella
de whisky. Entre lidiar con Abby pasando más y más tiempo con
Parker, y que me pidiera que la libere de la apuesta para poder
irse, mis labios tocaban la boca de la botella más de lo que mis cigarrillos lo hacían.
Parker arruinó la sorpresa de Abby el jueves en el almuerzo, así que tuve
que luchar para moverlo al viernes por la noche en lugar del domingo. Estaba
agradecido por la distracción, pero no fue suficiente.
El jueves por la noche, Abby y América charlaban en el baño. El
comportamiento de Abby combinó con la forma que me miró: apenas había
hablado conmigo esa noche, ya que me negué a dejarla fuera de la apuesta.
Con la esperanza de suavizar las cosas, me metí en el baño. —¿Quieres ir a
cenar?
—Shep quiere visitar el nuevo lugar mexicano en el centro, si ustedes
quieren ir —dijo América, ausente, peinando su cabello.
—Pensé que Pidge y yo podríamos ir solos esta noche.
Abby maquilló sus labios con labial. —Voy a salir con Parker.
—¿Otra vez? —dije, sintiendo mi cara comprimirse en un ceño.
—Otra vez —dijo ligeramente.
130
El timbre sonó, y Abby salió del baño y se precipitó a través de la sala para
abrir la puerta principal.
La seguí y me situé detrás de ella, haciendo un espacio para darle a Parker
mi mejor mirada de muerte.
—¿Alguna vez te ves menos que magnífica? —preguntó Parker.
—Basándome en la primera vez que viniste aquí, tendré que decir que sí —
le dije sin expresión.
Abby levantó un dedo hacia Parker, y se volvió. Esperaba que regresara
bruscamente mi comentario, pero estaba sonriendo. Echó los brazos alrededor de
mi cuello y me apretó.
Al principio me tensé, pensando que trataba de golpearme, pero una vez
que reconocí que me abrazaba, me relajé, y luego tiré de ella hacia mí.
Se apartó y sonrió. —Gracias por organizar mi fiesta de cumpleaños —dijo,
con aprecio genuino en su voz—. ¿Puedo tomar un vale para la cena?
Tenía una calidez en sus ojos en la cual me perdí, pero sobre todo me
sorprendió que después de no hablar conmigo toda la tarde y la noche, estuviera
en mis brazos. —¿Mañana?
Me abrazó de nuevo. —Absolutamente. —Se despidió mientras tomaba la
mano de Parker y cerró la puerta detrás de ella.
Me di la vuelta y froté la parte trasera de mi cuello. —Necesito... necesito…
—¿Un trago?—preguntó Shepley, había un tono de preocupación en su voz.
Miró hacia a la cocina—. No tenemos mucho, sólo cerveza.
—Entonces, creo que haré un viaje a la tienda de licores.
—Voy a ir con ustedes —dijo América, saltando para agarrar su abrigo.
—¿Por qué no manejas? —le dijo Shepley, lanzándole las llaves.
América miró a la colección de metales en la mano —¿Estás seguro?
Shepley suspiró. —No creo que Travis deba conducir. En cualquier lugar…
si me entiendes.
América asintió con entusiasmo. —Lo tengo. —Me agarró la mano—.
Vamos, Trav. Te ayudaremos. —Empecé a seguirla a la puerta, pero se detuvo
bruscamente, girando sobre sus talones—. ¡Pero! Tienes que prometerme algo. No
pelees esta noche. Ahogar tus penas, sí —dijo, tomando mi barbilla y obligándome
a asentir—. Borracho, no. —Otra vez me hizo asentir.
Me aparté, agitando la mano.
131
—¿Lo prometes? —Levantó una ceja.
—Sí.
Sonrió. —Entonces nos vamos.
Con mis dedos en los labios y mi codo contra la puerta, veía el mundo pasar
por mi ventana. El tiempo frío trajo consigo un salvaje viento, azotando los árboles
y arbustos, haciendo que las farolas que colgaban empezaran a balancearse atrás y
adelante. La falda del vestido de Abby era bastante corta. Los ojos de Parker tenían
que mantenerse en su cabeza. La manera en que las rodillas desnudas de Abby se
veían cuando se sentaba a mi lado en el asiento trasero del auto vino a mi mente, y
me imaginé a Parker notando su suave y brillante piel como yo, pero con menos
aprecio y más alucinación.
Los celos empezaron a brotar, pero América puso el freno de emergencia. —
Estamos aquí.
La suave luz del cartel de Licores Ugly Fixer estaba encendida en la entrada.
América era mi sombra por el pasillo tres. Sólo me tomó un momento encontrar lo
que buscaba. La única botella que me ayudaría para una noche como esta: whisky
Jim Beam.
—¿Estás seguro que quieres eso? —preguntó América, su voz teñida de
advertencia—. Tienes una fiesta de cumpleaños sorpresa que organizar mañana.
—Estoy seguro —dije, tomando la botella en el mostrador.
En el segundo que mi culo golpeó el asiento de pasajero, saqué la tapa y
bebí un trago, apoyando mi cabeza contra el respaldo.
América me miró por un momento, y luego metió reversa. —Esto será
divertido, te lo aseguro.
Para el momento que llegamos al apartamento, me había bebido el whisky
que estaba en el cuello de la botella, y seguía avanzando.
—No es cierto —dijo Shepley al ver la botella.
—Sí, lo es —le dije, tomando otro trago—. ¿Quieres? —pregunté, apuntando
la boca de vidrio en su dirección.
Hizo una mueca. —Dios, no. Tengo que estar sobrio para poder reaccionar
lo suficientemente rápido cuando vayas todo Travis-Jim-Beam sobre Parker
después.
—No, no —dijo América—. Me lo prometió.
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—Lo hice —le dije con una sonrisa, para hacerla sentir mejor—. Lo prometí.
Durante la siguiente hora, Shepley y América hicieron todo lo posible para
pensar en otra cosa. El Sr. Beam hizo todo lo posible para mantenerme insensible.
Pasadas más de dos horas, las palabras de Shepley parecían más lentas. América se
rió de la estúpida sonrisa en mi cara.
—¿Ves? Es un borracho feliz.
Solté el aire a través de mis labios, y dejé escapar un sonido de soplo. —No
estoy borracho. Todavía no.
Shepley señaló el líquido ambarino disminuyendo. —Si bebes el resto de
eso, lo estarás.
Levanté la botella, y luego miré el reloj. —Tres horas. Debe ser un buen día.
—Levanté la botella hacia Shepley, y luego la coloqué en mis labios, tomándomelo
todo. El resto del contenido salió de mis labios y sentí los dientes entumecidos, y
quemó todo el camino hasta mi estómago.
—Jesús, Travis —dijo Shepley con el ceño fruncido—. Te vas a desmayar.
No quieres estar así cuando ella llegue.
El sonido de un motor se hizo más fuerte cuando se acercó al apartamento y
luego vibró en el exterior. Sabía que era del Porsche de Parker.
Una sonrisa descuidada se extendió por mis labios —¿Para qué? Aquí es
donde se produce la magia.
América me miró con recelo. —Trav... ¡lo prometiste!
Asentí. —Lo hice. Lo prometí. Sólo voy a ayudarla a salir del coche. —Mis
piernas estaban allí, pero no las podía sentir. El respaldo del sofá resultó ser un
gran estabilizador de mi intento de ebriedad en pie.
En la puerta, mi mano abarcaba la perilla, pero América suavemente la
cubrió con la mano. —Voy a ir contigo. Para asegurarme que no rompas tú
promesa.
—Buena idea —dije. Abrí la puerta, y al instante la adrenalina me atravesó.
El Porsche se sacudió una vez, y las ventanas estaban empañadas.
No estaba seguro de cómo mis piernas se movían tan rápido en mi
condición, de repente estaba en la parte baja de las escaleras. América tomó mi
camisa en un puño. Tan pequeña como era, era sorprendentemente fuerte.
—Travis —dijo en un susurro—, Abby no va a dejarlo ir demasiado lejos.
Primero, trata de calmarte.
133
—Sólo voy a comprobar que se encuentre bien —dije, caminando hacia el
coche de Parker. El lado de mi mano golpeó la ventana del pasajero tan fuerte, que
me sorprendió que no se rompiera. Cuando no abrieron, lo hice por ellos.
Abby jugueteaba con su vestido. Su pelo estaba revuelto y tenía poco brillo
en los labios, un signo revelador de lo que habían estado haciendo.
Parker se tensó. —¿Qué demonios, Travis?
Mis manos se cerraron en puños, pero podía sentir la mano de América en
mi hombro.
—Vamos, Abby. Necesito hablar contigo —dijo América.
Abby parpadeó un par de veces. —¿Sobre qué?
—¡Sólo ven! —espetó.
Abby miró a Parker. —Lo siento, me tengo que ir.
Parker meneó la cabeza, molesto. —No, está bien. Ve.
Tomé la mano de Abby mientras salía del Porsche, y luego cerré la puerta de
una patada. Abby volteó, quedándose entre el coche y yo, empujando mi hombro.
—¿Qué te pasa? ¡Basta!
El Porsche chilló fuera de la zona de aparcamiento. Saqué los cigarrillos del
bolsillo de mi camisa y encendí uno. —Puedes entrar, Mare.
—Vamos, Abby.
—¿Por qué no te quedas, Abs? —le dije. La palabra sonaba ridícula. Cómo
Parker podía pronunciar esa palabra con una cara seria era una hazaña.
Abby asintió hacia América para seguir adelante, y ella a regañadientes
accedió.
La miré por un momento, tomando una calada o dos de mi cigarrillo.
Abby cruzó los brazos. —¿Por qué hiciste eso?
—¿Por qué? ¡Porque estaba follándote delante de mi apartamento!
—Puede que esté quedándome en tu casa, pero lo que hago, y con quién lo
hago, es mi problema.
Apagué el cigarrillo en el suelo. —Eres mucho mejor que eso, Pidge. No
dejes que te folle en un coche como una barata cita de graduación.
—¡No iba a tener sexo con él!
134
Moví mi mano hacia el espacio vacío donde estaba el coche de Parker. —
¿Qué estabas haciendo, entonces?
—¿Nunca has besado a alguien sin que llegue a nada más?
Eso fue lo más estúpido que había escuchado. —¿Cuál es el punto en eso?
—Es el concepto que existe para mucha gente… sobre todo para aquellos
que tienen citas.
—Todas las ventanas estaban empañadas, el coche se sacudía... ¿cómo iba
yo a saber?
—¡Tal vez no deberías espiarme!
¿Espiarla? Sabe que podemos escuchar cada coche desde el apartamento, ¿y
decidió que justo fuera de mi puerta era un buen lugar para besuquearse con un
hombre que no soporto? Me froté y sacudí la cara con frustración, tratando de
mantener la calma. —No puedo soportar esto, Pigeon. Siento que me estoy
volviendo loco.
—¿No puedes soportar qué?
—Si duermes con él, no quiero saberlo. Iré a la cárcel por mucho tiempo si
me entero que… simplemente no me lo digas.
—Travis. —Hervía—. ¡No puedo creer que hayas dicho eso! ¡Eso es un gran
paso para mí!
—¡Eso es lo que todas las chicas dicen!
—¡No me refiero a las putas con las que lidias! ¡Me refiero a mí! —Llevó la
mano a su pecho—. Yo no he… ¡ugh! No importa. —Dio unos pasos, pero agarré su
brazo, girándola hacia mí.
—¿Tu no, qué? —Incluso en mi estado actual, la respuesta vino a mí—.
¿Eres virgen?
—¿Y qué? —dijo, ruborizándose.
—Por eso que América estaba tan segura que no irías tan lejos.
—Tuve el mismo novio los cuatro años de escuela secundaria. ¡Él era un
aspirante a ministro bautista! ¡Esto nunca fue un tema para nosotros!
—¿Un ministro de la juventud? ¿Qué pasó después de toda la dura
abstinencia?
—Quería casarse y quedarse en… Kansas. Yo no lo hacía.
No podía creer lo que estaba diciendo. ¿Tiene casi diecinueve años, y
todavía virgen? Eso era casi imposible en estos días. No podía recordar conocer a
alguien así desde el inicio de la escuela secundaria.
135
Me acerqué y tomé cada lado de su cara. —Virgen. Nunca me hubiera
imaginado con la forma en que bailaste en The Red.
—Muy gracioso —dijo, pisando fuerte hacia las escaleras.
Fui tras ella, pero me caí en el camino. Mi codo chocó contra la esquina de la
escalera de hormigón, pero el dolor nunca llegó. Rodé sobre mi espalda, riendo
histéricamente.
—¿Qué estás haciendo? ¡Levántate! —dijo, tirando de mí hasta ponerme de
pie.
Mi visión se volvió borrosa, y entonces estábamos en clase de Chaney. Abby
estaba sentada en su escritorio con algo que parecía un vestido de graduación, y yo estaba
en bóxer. La habitación estaba vacía, y era o bien atardecer o amanecer.
—¿Vas a alguna parte? —pregunté, ¿no le preocupa que yo no estuviera vestido?
Abby sonrió, extendiendo la mano para tocar mi cara. —Nop. No voy a ninguna
parte. Estoy aquí para quedarme.
—¿Lo prometes? —le pregunté, tocando sus rodillas. Abrió sus piernas lo suficiente
como para que yo pudiera encajar cómodamente entre sus muslos.
—Al final de todo, soy tuya.
No estaba muy seguro de lo que quería decir, pero estaba encima de mí. Sus labios
viajaron por mi cuello, y cerré los ojos en un estado de completa y total euforia. Todo por lo
que había trabajado estaba sucediendo. Sus dedos viajaron por mi torso, y aspiré un poco
justo cuando se deslizó entre mi bóxer y se instaló en mi miembro.
Cualquiera que hubiera sido el miedo que sentí antes, acababa de ser superado. Giré
mis dedos en su pelo, y apreté los labios contra los suyos, sin perder tiempo para acariciar el
interior de su boca con mi lengua.
Uno de sus tacones se cayó al suelo, y bajé la mirada.
—Me tengo que ir —dijo, triste.
—¿Qué? Pensé que habías dicho que no te ibas a ninguna parte.
Sonrió. —Esfuérzate más.
—¿Qué?
—Esfuérzate más —repitió, tocándome la cara.
—Espera —dije, no queriendo terminar—. Te amo, Pigeon.
136
Mis ojos parpadearon lentamente. Cuando se centraron, reconocí el
ventilador de techo. Mi cuerpo dolía por todas partes, y la cabeza me palpitaba con
cada latido de mi corazón.
Desde algún lugar de la sala, la chillona voz de América llenó mis oídos. Por
el contrario, la voz baja de Shepley fue sofocada con las voces de América y Abby.
Cerré los ojos, cayendo en una profunda depresión. Sólo fue un sueño. Nada
de eso fue real. Me froté la cara, tratando de producir suficiente motivación para
sacar mi culo de la cama.
Lo que sea que hice ayer en la noche, esperaba que fuera digno del
sentimiento de carne pulverizada en el fondo de un bote de basura.
Mis pies se sentían pesados mientras los arrastraba por el suelo para recoger
un par de jeans arrugados en el rincón. Me los puse, y me tropecé a la cocina,
retrocediendo ante el sonido de sus voces.
—Ustedes son jodidamente ruidosos —dije, abotonando mis jeans.
—Lo siento —dijo Abby, apenas mirándome. No hay duda que
probablemente hice algo estúpido para avergonzarla anoche.
—¿Quién diablos me dejó beber tanto anoche?
La cara de América se retorció con disgusto. —Tú lo hiciste. Te fuiste a
comprar alcohol después de que Abby se fuese con Parker, y arruinaste todo el
asunto cuando regresó.
Fragmentos de recuerdos volvieron en pequeñas piezas. Abby se fue con
Parker. Yo estaba deprimido. Fui a la tienda de licor con América.
—Maldita sea —dije, sacudiendo la cabeza—. ¿Te divertiste? —le pregunté a
Abby.
Sus mejillas se pusieron rojas.
Oh, mierda. Debió haber sido peor de lo que pensaba.
—¿Hablas en serio? —preguntó.
—¿Qué? —pregunté, pero cuando la palabra salió, me arrepentí.
América se rió, claramente sorprendida por mi pérdida de memoria. —La
sacaste del coche de Parker, viendo todo rojo cuando los sorprendiste
acaramelados como estudiantes de secundaria. ¡Empañaron las ventanas y todo!
Intenté recordar. Esa escena no me suena, pero los celos sí.
Abby parecía a punto de estallar, y retrocedí ante su mirada.
137
—¿Qué tan cabreada estás? —le pregunté, esperando que una explosión de
gritos se infiltrase en mi ya palpitante cabeza.
Abby pisoteó fuerte hacia el dormitorio, y la seguí, cerrando suavemente la
puerta detrás de nosotros.
Se volvió. Su expresión era diferente de lo que había visto antes. No estaba
seguro de cómo leerlo. —¿No recuerdas nada de lo que me dijiste anoche? —
preguntó.
—No. ¿Por qué? ¿Fui grosero contigo?
—¡No, no fuiste grosero conmigo! Tú… nosotros… —Se cubrió los ojos con
las manos.
Cuando levantó su mano, una nueva y brillante pieza de joyería se deslizó
de su muñeca a su antebrazo. —¿De dónde salió esto? —pregunté, envolviendo
mis dedos alrededor de su muñeca.
—Es mía —dijo, alejándose.
—Nunca la había visto antes. Parece nueva.
—Lo es.
—¿De dónde la has sacado?
—Parker me la dio hace unos quince minutos —dijo.
Rabia creció en mi interior. Necesitaba golpear algo para sentirme mejor. —
¿Qué diablos hacía ese imbécil aquí? ¿Pasó la noche aquí?
Se cruzó de brazos, imperturbable. —Fue de compras en busca de mi regalo
de cumpleaños esta mañana y lo trajo.
—No es tu cumpleaños, todavía. —Mi ira se desbordó, pero el hecho que no
estuviera intimidada en absoluto, me ayudó a mantenerla bajo control.
—No podía esperar —dijo, levantando la barbilla.
—No es de extrañar que tuviese que arrastrar tu trasero de su coche, parece
que tú… —Me detuve, presionando mis labios para evitar que el resto salga. No
era un buen momento para decir palabras que no pudiera retroceder.
—¿Qué? Parece como si yo, ¿qué?
Apreté los dientes. —Nada. Estoy cabreado e iba a decir algo que no quería
decir.
—Nunca te has detenido antes.
138
—Lo sé. Estoy trabajando en ello —dije, caminando hacia la puerta—. Dejaré
que te vistas.
Cuando llegué a la perilla, un dolor se disparó de mi codo hasta mi brazo.
Lo toqué, y era tierno. Al levantarlo, reveló lo que había sospechado: un moretón
fresco. Mi mente corrió a averiguar lo que podría haberlo causado, y recordé que
Abby me dijo que era virgen, me caí riendo, y entonces me ayudó a desvestirme…
y entonces… Oh, Dios.
—Me caí en las escaleras anoche. Y tú me ayudaste a llegar a la cama…
Nosotros —dije, dando un paso hacia ella. El recuerdo de mí estrellándome contra
ella mientras estaba de pie semi desnuda frente al armario, pasó por mi mente.
Casi la había follado, tomando su virginidad cuando estaba borracho. La
idea de lo que podría haber sucedido me hizo sentir avergonzado por primera vez
desde… nunca.
—No, no lo hicimos. No pasó nada —dijo, negando con la cabeza.
Me encogí. —Empañaron las ventanas de Parker, te saqué del coche y
después traté de… —Traté de recordar. Era repugnante. Afortunadamente, incluso
en mi borrachera, me detuve, pero ¿qué si no lo hubiera hecho? Abby no merecía
que su primera vez fuera así con nadie y yo menos que todos. Guau. Por un
momento, realmente creí que había cambiado. Sólo tomó una botella de whisky y
la mención de la palabra virgen para hace revivir mi polla.
Me volví hacia la puerta y agarré el pomo. —Estas volviéndome un jodido
psicópata, Pigeon —gruñí por encima de mi hombro—. No puedo pensar bien
cuando estoy cerca de ti.
—¿Así que es mi culpa?
Me volví. Mis ojos se posaron en la delantera de su bata, luego en sus
piernas, sus pies y luego volviendo a sus ojos. —No sé. Mi memoria es un poco
confusa… pero no recuerdo que dijeras que no.
Dio un paso hacia adelante. Al principio parecía a punto de saltar, pero su
rostro se suavizó, sus hombros cayeron. —¿Qué quieres que diga, Travis?
Le eché un vistazo a la pulsera, y luego a ella. —¿Esperabas que no lo
recordara?
—¡No! ¡Estaba furiosa porque se te olvidó!
No. Ella no lo hizo. Mierda. —¿Por qué?
—Porque si yo… si nosotros… ¡No sé por qué! ¡Sólo lo estaba!
139
Estaba a punto de admitirlo. Tenía que hacerlo. Se enojó conmigo porque
iba a darme su virginidad y no recordaba lo que había sucedido. Eso era todo.
Este era mi momento. Estábamos finalmente cerca de aclarar nuestro asunto
de una vez, pero el tiempo se acababa. Shepley iba a venir en cualquier momento a
decirle a Abby que salga con América por los planes de la fiesta.
Corrí hacia ella, deteniéndome a centímetros. Mis manos tocaron cada lado
de su cara. —¿Qué estamos haciendo, Pidge?
Sus ojos empezaron por mi cinturón, y luego viajó lentamente a mis ojos. —
Tú dímelo.
Su rostro quedó en blanco, como si admitir profundos sentimientos por mí
hiciera apagar todo su sistema.
Un golpe en la puerta provocó mi ira, pero me mantuve enfocado.
—¿Abby? —dijo Shepley—. Mare va a hacer algunas diligencias, quiere que
lo sepas en caso de que quieras ir con ella.
—¿Pidge? —le dije, mirándola a los ojos.
—Sí —le gritó a Shepley—. Tengo algunas cosas que necesito comprar.
—Bien, estará lista para irse cuando tú lo estés —dijo, sus pasos
desaparecieron por el pasillo.
—¿Pidge? —dije, desesperado por mantenerme en el camino.
Dio unos pasos hacia atrás, sacó un par de cosas del armario, y luego pasó
por delante de mí. —¿Podemos hablar de esto más tarde? Tengo que hacer muchas
cosas hoy.
—Seguro —dije, exhalando.
140
13
Traducido por Juli & betza18
Corregido por Violet~
A
bby no se quedó en el baño mucho tiempo. En realidad, no podía
dejar el apartamento lo suficientemente rápido. Traté de no dejar
que me afecte. Abby generalmente se volvía loca cada vez que algo
serio ocurría.
La puerta principal se cerró y el coche de América salió del estacionamiento.
Una vez más, el apartamento parecía sofocante y demasiado vacío al mismo
tiempo. Odiaba estar allí sin ella y me pregunté que hubiera hecho yo antes de
conocernos.
Pasé por encima de una pequeña bolsa de plástico de la farmacia que recogí
hace un par de días. Había subido algunas fotos de mí y Abby desde mi teléfono y
pedí algunas impresiones.
Las paredes blancas, finalmente tuvieron un poco de color. Justo cuando la
última foto fue clavada en su lugar, Shepley llamó a la puerta.
—Oye, hombre.
—¿Sí?
—Tenemos cosas que hacer.
—Lo sé.
141
Fuimos en coche hasta el apartamento de Brasil, mayormente en silencio.
Cuando llegamos, Brasil abrió la puerta, con al menos dos docenas de globos. Las
cuerdas largas de plata soplaron en su rostro, y las apartó, escupiendo algunas de
los labios.
—Me preguntaba si ustedes habían cancelado. Gruver está trayendo la tarta
y el licor.
Caminamos junto a él en la sala. Sus paredes no se veían muy diferente de la
mías, pero su apartamento o bien estaba "totalmente amueblado" o consiguieron el
sofá del Ejército de Salvación.
Brasil continuó—: Pedí a algunos novatos que consiguieran algo de comida
y los parlantes de Mickey. Una de las chicas Sigma Cappa nos prestó algunas luces,
no te preocupes, no las invite. Le dije que era para una fiesta del próximo fin de
semana. Deberíamos prepararla.
—Bueno —dijo Shepley—, América se volvería loca si llegara y nos
encontrara aquí con un grupo de chicas de la hermandad.
Brasil sonrió. —Las únicas chicas de aquí serán algunas de las compañeras
de clase de Abby y las novias de los chicos del equipo. Creo que a Abby le va a
encantar.
Sonreí, viendo a Brasil extendiendo los globos en el techo, dejando que las
cuerdas cuelguen. —Yo también lo creo. ¿Shep?
—¿Sí?
—No llames a Parker hasta el último minuto. De esta manera, lo invitamos,
pero si viene, al menos no va a estar aquí todo el tiempo.
—Lo tengo.
Brasil tomó aliento. —¿Quieres ayudarme a mover muebles, Trav?
—Claro —le dije, siguiéndolo a la otra habitación. El comedor y la cocina
eran una habitación, y las paredes ya estaban llenas de sillas. La barra tenía una
hilera de vasos limpios de chupitos y una botella sin abrir de Patrón.
Shepley se detuvo, mirando la botella. —Esto no es para Abby, ¿verdad?
Brasil sonrió, sus dientes blancos en contraste con su piel oliva oscura.
—Uh... sí. Es una tradición. Si el equipo de fútbol está montándole una
fiesta, ella tendrá que seguir el ritmo del equipo.
—No puedes hacerla beber tantos tragos —dijo Shepley—. Travis. Dile.
142
Brasil levantó la mano. —No estoy haciéndole hacer nada. Para cada trago
que beba, tendrá un billete de veinte. Es nuestro regalo para ella. —Su sonrisa se
desvaneció cuando vio el ceño fruncido de Shepley.
—¿Tu regalo es la intoxicación por alcohol?
Asentí una vez. —Veremos si ella quiere tener un cumpleaños de tragos por
veinte dólares, Shep. No hay nada malo en eso.
Trasladamos la mesa del comedor a un lado, y luego ayudamos a los
novatos a traer la comida y los altavoces. Una de las novias de los chicos comenzó
a rociar ambientador de aire alrededor de la vivienda.
—¡Nikki! ¡Termina con esa mierda!
Ella puso la mano en la cintura. —Si no olieran tan mal, no tendría que
hacerlo. ¡Diez chicos sudorosos en un apartamento empiezan a apestar bastante
rápido! No quieres que ella esté caminando por aquí cuando huele como un
vestuario, ¿verdad?
—Tienes razón —dije—. Hablando de eso, tengo que volver y ducharme.
Nos vemos en media hora.
Shepley se secó la frente y asintió, sacando su celular de un bolsillo de los
vaqueros y las llaves del otro.
Le escribió un mensaje rápido a América. En cuestión de segundos, su
teléfono sonó. Sonrió. —Que me condenen. Están justo a tiempo.
—Esa es una buena señal.
Nos precipitamos de regreso a nuestro apartamento. En quince minutos, me
duché, me afeité y me vestí. Shepley no se demoró mucho tiempo, pero me
mantuve mirando mi reloj.
—Cálmate —dijo Shepley, abotonándose la camisa a cuadros verdes—.
Siguen estando de compras.
Un motor ruidoso se detuvo en frente, la puerta del coche se cerró de golpe,
y luego pasos subieron los escalones de hierro fuera de nuestra puerta.
La abrí, y sonreí. —Justo a tiempo.
Trenton sonrió, con una caja de tamaño mediano con agujeros en los
costados y una tapa.
—Él ha sido alimentado, bebió, hizo su mierda diaria. Debería estar bien por
un tiempo.
—Eres increíble, Trent. Gracias. —Miré más allá de él para ver a mi padre
sentado al volante de su camioneta. Saludó con la mano y le devolví el saludo.
143
Trenton abrió la tapa un poco y sonrió. —Sé bueno, hombrecito. Estoy
seguro de que nos veremos de nuevo.
La cola del cachorro golpeó contra la caja, mientras sustituía la parte
superior, y luego lo llevé dentro.
—Aw, hombre. ¿Por qué mi habitación? —preguntó Shepley, gimiendo.
—En caso de que Pidge entre en la mía antes de que esté listo. —Saqué mi
celular y marqué el número de Abby. El teléfono sonó una vez, y luego otra vez.
—¿Hola?
—¡Es la hora de la cena! ¿A dónde demonios han ido ustedes dos?
—Nuestras indulgencias eran mimarnos un poco. Tú y Shep sabían cómo
comer antes de que saliéramos del departamento. Estoy segura de que puedes
manejarlo.
—Bueno, no, joder. Nos preocupamos por ustedes, ya sabes.
—Estamos bien —dijo, con una sonrisa en su voz.
América habló en algún lugar cerca de Abby.
—Dile que regresaremos en poco tiempo. Tengo que detenerme a recoger
unas notas de Shep con Brasil, y entonces iremos a casa.
—¿La has escuchado? —preguntó Abby.
—Sí. Nos vemos luego, Pidge.
Colgué el teléfono y seguí rápidamente a Shepley hacia el Charger. No
estaba seguro de por qué, pero estaba nervioso.
—¿Llamaste al imbécil?
Shepley asintió, poniendo el coche en marcha. —Mientras estaba en la
ducha.
—¿Vendrá?
—Más tarde. Él no estaba contento por la poca antelación, pero cuando le
recordé que era necesario debido a su boca jodidamente grande, no tuvo mucho
que decir después de eso.
Sonreí. Parker siempre me ha molestado. Pero no invitarlo haría a Abby
infeliz, así que tuve que ir en contra de mi mejor juicio y dejar que Shepley lo
llamara.
—No te emborraches y lo golpees —dijo Shepley.
144
—No lo prometo. Estaciona allí, donde ella no lo vea —dije, indicando la
parte de al lado.
Corrimos alrededor de la esquina del apartamento de Brasil, y golpeé.
Estaba silencioso.
—¡Somos nosotros! Abre.
La puerta se abrió, y Chris Jenks estaba en la puerta con una sonrisa tonta en
la cara. Se balanceó hacia delante y atrás, ya borracho. Él era la única persona que
me gustaba menos que Parker. Nadie podía probarlo, pero se rumorea que Jenks
había puesto algo en la bebida de una chica una vez en una fiesta de fraternidad.
La mayoría cree eso, puesto que era la única forma en que podía tener sexo. Nadie
había podido probarlo, así que sólo traté de mantener un ojo sobre él.
Lancé una mirada a Shepley, que levantó las manos. Era evidente que él no
era consciente que Jenks iba a estar allí.
Eché un vistazo a mi reloj, y esperamos en la oscuridad con decenas de
cuerdas de plata en nuestras caras. Todo el mundo estaba cerca, amontonados en la
sala esperando por Abby, que el movimiento de una sola persona de todos
nosotros nos delataría de un modo u otro hecho.
Un par de golpes en la puerta nos hizo congelarnos. Esperaba que América
entrara, pero no pasó nada. La gente susurraba mientras que otros los hacían
callar.
Otro golpe impulsó a Brasil, y tomó varios pasos rápidos hacia la puerta, la
abrió, revelando a América y Abby en la puerta.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritaron todos al unísono.
Los ojos de Abby se agrandaron, y luego sonrió, cubriendo rápidamente su
boca. América la empujó hacia dentro, y todos se reunieron alrededor.
Mientras hacía mi camino a Abby, la multitud se dividió. Se veía fenomenal,
con un vestido gris y zapatos de tacón de color amarillo. Las palmas de mis manos
ahuecaron cada lado de su rostro sonriente, y apreté los labios contra su frente.
—Feliz cumpleaños, Pigeon.
—Es hasta mañana —dijo, sonriendo a todo el mundo que nos rodeaba.
—Bueno, ya que podrías sospecharlo, decidimos hacer algunos cambios al
último minuto y sorprenderte. ¿Sorprendida?
—¡Mucho!
Finch se precipitó para desearle un feliz cumpleaños y América dio un
codazo a su lado.
145
—¡Qué bueno que tuviste que hacer algunas diligencias conmigo hoy, o te
hubieras presentado desarreglada!
—Te ves grandiosa —le dije, mirándola fijamente. Grandiosa no era la
palabra más poética que podría haber usado, pero no quería pasarme.
Brasil se acercó a darle un abrazo de oso a Abby. —Y espero que sepas que
América me dijo que Brasil le daba escalofríos justo antes de llegar aquí.
América echó a reír. —Funcionó, ¿no?
Abby sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír y con los ojos abiertos de la
sorpresa. Se inclinó al oído de América y le susurró algo, y luego América le
susurró de vuelta. Iba a tener que preguntarle después de qué se trataba.
Brasil subió el volumen de la música y todo el mundo gritó.
—¡Ven aquí, Abby! —dijo, caminando hacia la cocina. Cogió la botella de
tequila en el bar, y se puso delante de los vasos de chupitos alineados en el
mostrador—. Feliz cumpleaños de parte del equipo de fútbol, pequeña. —Sonrió,
llenando cada vaso de Patron—. Esta es la manera en que nosotros hacemos los
cumpleaños: Cumplirás diecinueve, tienes diecinueve tragos. Puedes beber todo o
no terminarlo, pero mientras más bebas, más de estos consigues —dijo,
desplegándose un puñado de billetes de veinte.
—¡Oh, Dios mío! —gritó Abby. Sus ojos se iluminaron en el lugar de tanto
verde.
—¡Bebe todo, Pidge! —le dije.
Abby miró a Brasil, sospechosamente.
—¿Tendré veinte por cada trago que beba?
—Así es, peso ligero. Por tu tamaño, diré que voy a perder sesenta dólares al
final de la noche.
—Reconsidéralo otra vez, Brasil —dijo Abby. Levantó el primer vaso a su
boca y lo dejó entre sus labios. Tenía la cabeza inclinada hacia atrás para vaciar el
vaso, y luego hizo rodar el borde a través del resto de su labio, colocándolo en la
otra mano. Era la cosa más sexy que jamás había visto.
—¡Mierda! —dije, de repente encendido.
—Esto será realmente un desperdicio, Brasil —dijo Abby, limpiando las
comisuras de su boca—. Prefiero Cuervo, no Patron.
146
La sonrisa satisfecha en el rostro de Brasil se desvaneció, y negó con la
cabeza y se encogió de hombros.
—Acaba con esto, entonces. Tengo la billetera llena de billetes de doce
jugadores de fútbol que dicen que no puedes terminar diez.
Ella entrecerró los ojos. —Doble o nada, yo digo que puedo beber quince.
Yo no podía dejar de sonreír, y al mismo tiempo me preguntaba cómo en
nombre de Dios iba a comportarme si ella seguía actuando como una maldita
estafadora de Las Vegas. Era caliente como el infierno.
—¡Guau! —gritó Shepley—. ¡No podemos hospitalizarte el día de tu
cumpleaños, Abby!
—Ella puede hacerlo —dijo América, mirando a Brasil.
—¿Cuarenta dólares por cada trago? —preguntó Brasil, pareciendo
inseguro.
—¿Tienes miedo? —preguntó Abby.
—¡Diablos, no! Te daré veinte por trago, y cuando llegues a quince,
duplicaré el total.
Ella agarró otro trago. —Así es como se celebran los cumpleaños en Kansas.
La música estaba muy alta, y me aseguré de bailar con Abby en cada
canción en la que ella estuviera de acuerdo. Todo el piso estaba lleno de sonrientes
jóvenes universitarios, una cerveza en una mano y un vaso en la otra. Abby se
marchaba de vez en cuando para tomar otro trago, y luego regresaba conmigo a
nuestra pista de baile improvisada en la sala de estar.
Los dioses del cumpleaños deben haber quedado satisfechos con mis
esfuerzos, porque justo cuando Abby estaba disfrutando mucho, una canción lenta
comenzó. Una de mis favoritas. Mantuve mis labios en su oído, cantándole, e
inclinándome hacia atrás para articular las partes importantes que yo quería que
entendiera de mí. Probablemente no entendió esa parte, pero eso no me impidió
intentarlo.
La incliné hacia atrás y dejó caer sus brazos detrás de ella, sus dedos casi
tocando el suelo. Se echó a reír a carcajadas, y luego nos quedamos de pie,
balanceándonos hacia adelante y hacia atrás de nuevo. Envolvió sus brazos
alrededor de mi cuello y suspiró contra mi piel. Olía tan bien, que era ridículo.
—No podré hacer esto cuando haya terminado con todos esos tragos —Se
rió.
—¿Te he dicho lo increíble que te ves esta noche?
147
Sacudió la cabeza y me abrazó y apoyó la cabeza en mi hombro. La apreté
contra mí y enterré mi cara en su cuello. Cuando estábamos así, tranquilos, felices,
ignorando el hecho de que no íbamos a ser algo más que amigos, era el único lugar
donde quería estar.
La puerta se abrió, y los brazos de Abby desaparecieron.
—Parker —gritó, corriendo a abrazarlo.
La besó en los labios, y pasé de sentirme como un rey a un hombre al borde
de la muerte.
Parker levantó su muñeca y sonrió, pronunciándole algo sobre estúpido
brazalete.
—Hola —dijo América fuerte en mi oído. A pesar de que el volumen de su
voz era más fuerte de lo normal, nadie más podía oír.
—Hola —dije de nuevo, sin dejar de mirar a Parker y Abby.
—Mantén la calma. Shepley dijo que Parker sólo está de pasada. Tiene algo
que hacer mañana temprano, así que no puede estar mucho tiempo.
—¿Oh, sí?
—Sí, y mantente tranquilo. Toma una respiración. Se irá antes de que te des
cuenta.
Abby llevó a Parker al mostrador, tomó otro vaso, y lo bebió, dejándolo caer
fuertemente como las cinco veces antes. Brasil le dio otros veinte, y bailó hacia la
sala de estar.
Sin dudarlo, la agarré y bailamos con América y Shepley.
Shepley le dio un golpe en el trasero.
—¡Uno!
América le dio la segunda, y después los demás se unieron. En la número
diecinueve, me froté las manos, haciéndole pensar que le iba a dar duro.
—¡Mi turno!
Ella se frotó el trasero. —¡Sé amable! ¡Me duele el trasero!
Fui incapaz de ocultar mi regocijo, levanté mi mano hasta la altura de mi
hombro.
Abby cerró sus ojos, y después de un momento, miró hacia atrás. Me detuve
antes de tocar su trasero, y le di una suave palmada.
—¡Diecinueve! —le grité.
148
Los invitados aplaudieron, América le cantó su versión borracha de “Feliz
cumpleaños”.
En la parte que tenía que decir su nombre, todos cantaron “Pigeon”. Me
hizo sentir un poco orgulloso.
Una canción lenta comenzó a sonar desde el estéreo, pero esta vez Parker la
llevó al centro de la habitación de baile. Él se veía como un robot con dos pies
izquierdos, rígidos y torpes.
Traté de no mirar, pero antes de que la canción terminara, vi que ellos se
deslizaban al pasillo. Mis ojos se encontraron con los de América. Me sonrió, me
guiñó un ojo y sacudió su cabeza, diciéndome silenciosamente que no hiciera algo
estúpido.
Ella tenía razón. Abby no estuvo a solas con él por más de cinco minutos,
antes de que caminaran a la puerta principal. La expresión incómoda y
avergonzada en el rostro de Abby me dijo que Parker había tratado de que esos
pocos minutos fueran memorables.
Le besó la mejilla, y después Abby cerró la puerta.
—¡Papá se ha ido! —grité, poniendo a Abby en el centro de la sala.
—¡Hora de que la fiesta comience!
Todo el mundo estalló en aplausos.
—¡Espera! ¡Es tiempo! —dijo Abby mientras entraba a la cocina. Tomó otro
trago.
Al ver que todavía le faltaban muchos, tomé uno del final y lo bebí. Abby
tomó otro trago, así que hice lo mismo.
—Siete más, Abby —dijo Brasil, y le entregó más dinero.
La siguiente hora bailamos, reímos, y hablamos de cosas sin importancia.
Los labios de Abby se transformaron en una sonrisa, y no podía dejar de mirarla
durante toda la noche.
No sabía cuánto tiempo hacía que la estaba mirando, pensé que me iba a
sorprender mirándola, y me hizo preguntarme qué pasará cuando regresemos al
departamento.
Abby se tomó su tiempo para beber los siguientes tragos, pero en el décimo,
ya se encontraba en mal estado. Bailó en el sofá con América, saltaron y rieron,
pero luego perdió el equilibrio. La atrapé antes de que cayera.
149
—Has probado tu punto —le dije—. Has bebido más que cualquier chica
que jamás he conocido. No te dejaré beber más.
—Al diablo contigo —dijo, arrastrando las palabras—. Tengo seiscientos
dólares esperándome en esos tragos, y tú entre todas las personas no vas a decirme
que no puedo hacer algo extremo por dinero.
—Si lo que quieres es dinero, Pidge…
—No estoy pidiéndote dinero prestado —se burló.
—Iba a sugerirte que empeñaras el brazalete —dije sonriendo.
Me dio un golpe en el brazo justo cuando América comenzaba la cuenta
regresiva para la media noche. Cuando las manecillas del reloj marcaron las doce,
todos celebramos. Nunca había sentido tantas ganas de besar a una chica como
ahora.
América y Shepley se me adelantaron y besaron cada uno una de sus
mejillas. La levanté del suelo y di vueltas con ella.
—Feliz cumpleaños, Pigeon —le dije, tratando de no presionar mis labios
con los suyos.
Todos los de la fiesta sabían lo que ella había estado haciendo en el pasillo
con Parker. Sería una mierda para mí si la hacía quedar mal frente a todos los
demás. Me miró con sus grandes ojos grises, y me derretí mirándolos.
—¡Más tragos! —dijo, tropezando a la cocina. Sus palabras me
sobresaltaron, con todo el ruido y el movimiento alrededor de nosotros, su voz me
devolvió a la realidad.
—Te ves acabada, Abby. Creo que es hora de que acabe tu noche —dijo
Brasil cuando llegó al mostrador.
—No soy una gallina —dijo—. Quiero ver mi dinero.
Me uní a ella cuando Brasil le dio un billete de veinte por los últimos dos
vasos.
Le gritó a sus compañeros—: ¡Ella va a beber los últimos! ¡Necesito quince!
Todos gimieron y rodaron sus ojos, sacaron de su billetera billetes de veinte
para apilarlos en los últimos vasos.
—Nunca hubiera pensado que podría perder cincuenta dólares en una
apuesta de quince tragos con una chica —se quejó Chris.
—Créelo, Jenks —dijo ella, tomando un vaso con una mano.
Levantó cada vaso, pero después se detuvo.
150
—¿Pigeon? —le pregunté, acercándome.
Levantó su dedo, y Brasil sonrió. —Va a perder —dijo.
—No, no lo hará —dijo América muy segura—. Respira profundo, Abby.
Cerró sus ojos e inhaló, recogió el último trago que quedaba en el
mostrador.
—¡Santo Dios, Abby! Vas a morir envenenada de alcohol —dijo Shepley
horrorizado.
—Es buena en esto —aseguró América.
Empujó su cabello hacia atrás, y dejó que el tequila corriera por su garganta.
Todos estallaron en silbidos y gritos detrás de nosotros. Brasil le entregó el fajo de
dinero.
—Gracias —le dijo con orgullo, metiendo el dinero en su sostén.
Nunca había visto algo así en mi vida.
—Eres increíblemente sexy justo ahora —le dije al oído mientras
caminábamos al salón.
Envolvió sus brazos a mí alrededor, probablemente por el efecto del tequila.
—¿Estás segura de que estás bien?
Quiso decir—: Estoy bien. —Pero las palabras salieron raras.
—Hay que hacer que vomite, Trav. Sacar eso de su sistema —dijo Shep.
—Dios mío, Shep. Déjala en paz. Está bien —dijo América molesta.
Las cejas de Shepley se alzaron.
—Sólo estoy preocupado de que algo malo suceda.
—¿Abby? ¿Estás bien? —preguntó América.
Abby consiguió darle una sonrisa, pero se encontraba medio dormida.
América miró a Shepley.
—Sólo hay que dejar que fluya por su sistema, después se recuperará. No es
la primera vez que toma. Cálmate.
—No puedo creerlo —dijo Shepley—. ¿Qué opinas, Travis?
Enderecé a Abby y le pregunté—: ¿Pidge? ¿Quieres jugar salvado y
condenado?
151
—No —dijo—. Quiero bailar. —Y envolvió sus brazos a mí alrededor con
más fuerza.
Miré a Shepley y se encogió de hombros.
—Siempre y cuando esté de pie y en movimiento…
No se veía feliz, Shepley pasó a través de la multitud hacia la improvisada
pista de baile hasta que se perdió de vista. América chasqueó la lengua, rodó los
ojos y lo siguió.
Abby presionó su cuerpo con el mío. A pesar de que el ritmo de la canción
era rápido, estábamos en el centro de la pista bailando lento, rodeados de gente
moviéndose y agitando los brazos.
Luces azules, moradas y verdes se movían a nuestro alrededor en el suelo y
en las paredes. Las luces azules se reflejaban en el rostro de Abby, y tuve que
concentrarme para no besarla en ese momento.
Cuando la fiesta comenzó a decaer unas horas más tarde, Abby y yo todavía
seguíamos en la pista de baile. Se había serenado después de que la alimentara con
galletas saladas y queso, y había tratado de bailar alguna estúpida canción de pop
con América, pero aparte de eso, Abby había estado en mis brazos todo el tiempo,
me tenía bien sujetado con sus muñecas detrás de mi cuello.
La mayoría de las personas ya se habían ido o se encontraban en algún lugar
del departamento, y la pelea entre Shepley y América había empeorado.
—Si no estás abordo conmigo, me voy —dijo Shepley, caminando a la
puerta.
—Todavía no quiero irme —murmuró Abby con los ojos medio cerrados.
—Creo que por esta noche es suficiente. Vamos a casa. —Cuando di un paso
a la puerta, me di cuenta que Abby no se movió, miraba el suelo, se veía mal.
—Vas a vomitar, ¿no es así?
Me miró con los ojos medio cerrados. —Sólo espera un momento.
Se movió un paso atrás y uno adelante antes de que la cargara.
—Tú, Travis Maddox, eres muy sexy cuando no actúas como un mujeriego
—dijo, torciendo ridículamente su boca en forma de sonrisa.
—Uh… gracias —dije, sujetándola más fuerte. Abby me tomó la mejilla con
su mano.
—¿Señor Maddox, sabe qué?
152
—¿Qué pasa, cariño?
Su expresión se volvió seria. —En otra vida, podría amarte.
La miré por un momento, sus ojos se veían cristalinos. Estaba borracha, pero
sólo por un instante no me parecía mal fingir que lo decía en serio.
—Creo que quieres decir que me amas.
Inclinó su cabeza, y presionó sus labios en la esquina de mi boca. Había
tratado de besarme, pero falló. Se echó hacia atrás, y luego dejó caer su cabeza en
mi hombro.
Miré alrededor, y todos estaban congelados, mirando en estado de shock lo
que acababan de presenciar. Sin una palabra, la saqué de la casa y la llevé al
Charger, en donde América estaba de pie y con los brazos cruzados.
Shepley señaló a Abby.
—¡Mírala! ¡Es tu amiga, y la dejaste hacer algo increíblemente peligroso!
Incluso la animaste.
América se señaló a sí misma. —¡La conozco, Shep! La he visto hacer
muchas cosas por dinero.
La miré confundido.
—En tragos. Quiero decir, la he visto tomar más tragos por dinero —dijo
tratando de explicar—. Sabes a lo que me refiero.
—¡Escucha lo que dices! —dijo Shepley gritando—. Has seguido a Abby
desde Kansas para evitar que se meta en problemas. ¡Mírala! Tiene un nivel de
alcohol muy peligroso en su organismo, ¡y está inconsciente! Se supone que
debería de estar bien, ya que la cuidas.
América estrechó sus ojos.
—¡Oh, muchas gracias por el anuncio gratuito que me has dado acerca de lo
que no se debe hacer en la universidad, señor dieciocho años con once billones de
“importantes” amigas debajo de su pantalón! —Utilizó sus dedos para decir entre
comillas importantes.
La boca de Shepley se abrió de golpe, se quedó sin habla.
—Entra al maldito coche. Estás borracha.
América se echó a reír.
—¡No sabes lo que quiero decir, niño de mamá!
—¡Te dije que éramos cercanos!
153
—¡Sí, yo y mi trasero! ¡Eso no significa que la voy a llamar dos veces al día!
—Eres una perra.
El rostro de América se volvió blanco.
—Llévame. A. Casa.
—¡Me encantaría hacerlo, pero para eso tienes que entrar en el puto coche! —
dijo Shepley gritando. Su rostro se puso rojo y las venas de su cuello palpitaban.
América abrió la puerta y se metió a la parte trasera, dejando la puerta
abierta. Me ayudó a colocar a Abby a su lado y pude sentarme con ellas.
El viaje a casa fue breve y en silencio. Cuando Shepley se estacionó y puso el
freno de mano, salí rápidamente del coche.
La cabeza de Abby estaba en el hombro de América, su rostro estaba
cubierto con su cabello. Me metí y saqué a Abby poniéndole sobre mi hombro.
América salió rápidamente y se dirigió a su coche, poniendo las llaves en su bolso.
—Mare —dijo Shepley, arrepentido, le temblaba la voz.
América se subió al coche, cerró la puerta en la cara de Shepley, y se fue.
Abby tenía su culo arriba y sus brazos colgaban en mi espalda.
—Va a regresar por Abby, ¿verdad? —preguntó Shepley con el rostro lleno
de desesperación.
Abby gimió, y luego sacudió su cuerpo. Después emitió un gemido/gruñido
que siempre acompañaba al vómito precedido de salpicaduras. La parte trasera de
mis piernas se sentían húmedas.
—Dime que no lo hizo —le pregunté horrorizado.
Shepley retrocedió por un segundo y después se enderezó.
—Sí, lo hizo.
Corrí escaleras arriba subiendo de dos en dos, mientras Shepley trataba de
encontrar la llave del departamento. Abrió y corrí al baño.
Abby se inclinó en el inodoro, y vació todo el contenido de su estómago.
Tenía su cabello mojado por el accidente de afuera, pero tomé una de esas
cosas de elástico redondas y recogí su largo cabello en una coleta. Los cabellos más
cortos se salieron de la coleta y se pegaron a su rostro, así que tuve que sostenerlos
con mi mano de todos modos, y después le puse una cosita negra.
Había visto a muchas chicas de mi clase torcer y tirar de su cabello hacia
atrás, no me tomó mucho tiempo averiguar por qué lo hacían.
154
El cuerpo de Abby se volvió a sacudir. Tomé un trapo del armario de la
entrada y lo mojé, después me senté junto a ella poniéndoselo en la frente. Se
apoyó en la bañera y gimió.
Gentilmente, limpié su cara con el trapo húmedo, y traté de quedarme
quieto cuando apoyó su cabeza en mi hombro.
—¿Vas a volver a hacerlo? —le pregunté.
Me frunció el ceño, tratando de apretar sus labios hasta llegar de nuevo al
inodoro. Volvió a vomitar sacando más líquido.
Abby era tan pequeña, y la cantidad que llevaba expulsada no parecía ser
normal. La preocupación se deslizó en mi mente.
Me paré y regresé con dos toallas, mantas y almohadas en mis brazos. Abby
gimió en la taza, su cuerpo temblaba. Hice una cama improvisada en la bañera y
esperé, sabiendo que lo más probable era que iba a pasar la noche en este rincón
del baño.
Shepley se asomó en la puerta.
—¿Debería… llamar a alguien?
—Todavía no. Voy a cuidarla.
—Estoy bien —dijo Abby—. No tengo una intoxicación de alcohol.
Shepley frunció el ceño.
—No, esta estupidez es precisamente eso.
—Oye, tienes el uh… su uh…
—¿Regalo? —dijo con una ceja levantada.
—Sí.
—Lo tengo —dijo infeliz.
—Gracias, hombre.
Abby se apoyó en la bañera una vez más, y volví a limpiar su cara. Shepley
humedeció un nuevo trapo y me lo tiró.
—Gracias.
—Grita si me necesitas —dijo Shepley—, voy estar en mi cama despierto
tratando de pensar en algo que haga que Mare me perdone.
155
Me relajé en la bañera lo mejor que pude, y tiré a Abby en mi regazo.
Suspiró y dejó que su cuerpo se relajara contra el mío. Aunque estuviera cubierta
de vómito, cerca de ella era el único lugar en el que quería estar. Sus palabras en la
fiesta se reproducían en mi mente.
En otra vida, podría amarte.
Abby yacía débil y enferma en mis brazos, dependiendo de mí para
cuidarla. En ese momento reconocí que mis sentimientos por ella eran más fuertes
de lo que pensaba. En algún momento desde que nos conocimos y hoy
sosteniéndola en el piso del baño, me había enamorado de ella.
Abby suspiró y apoyó su cabeza en mi regazo. Me aseguré de que estaba
cubierta con las mantas antes de dormirme.
—¿Trav? —susurró
—¿Sí?
No respondió. Su respiración se fue nivelando y su cabeza se dejó caer
pesadamente en mis piernas. La porcelana fría en mi espalda y el duro azulejo en
mi culo era brutal, pero no me atrevía a moverme. Ella estaba cómoda, y quería
que se quedara así. Veinte minutos después de observarla respirar, las partes que
estaban incómodas se empezaron a adormecer y cerré mis ojos.
156
14
Traducido por BeaG & Marie.Ang
Corregido por Nat_Hollbrook
E
l día no comenzó bien. Abby estaba en alguna parte con América,
tratando de disuadirla de no dejar a Shepley, y Shepley estaba
comiéndose sus uñas en la sala, esperando a que Abby hiciera un
milagro.
Había llevado al cachorro afuera una sola vez, paranoico de que América
llegara en cualquier momento y arruinara la sorpresa. A pesar de que lo había
alimentado y le había dado una toalla para que se acurrucara, se quejaba.
La simpatía no es mi punto fuerte, pero nadie podía culparlo. Sentarse en
una pequeña caja no era la mejor idea. Afortunadamente, segundos antes de que
ellas regresaran, el pequeño mestizo se había calmado y dormido.
—¡Están de regreso! —dijo Shepley, saltando fuera del sofá.
—Bien —dije, cerrando la puerta detrás de mí silenciosamente—.
Comport{t…
Antes de que mi oración estuviese completa, Shepley había abierto la puerta
y bajado las escaleras. La entrada era un buen lugar para mirar a Abby sonreír a la
ansiosa reconciliación de Shepley y América. Abby metió las manos en los bolsillos
de atrás y se dirigió al apartamento.
157
Las nubes de otoño proyectaban una sombra gris sobre todas las cosas, pero
la sonrisa de Abby era como el verano. Cada paso que daba que la acercaba a
donde yo estaba, mi corazón latía con más fuerza contra mi pecho.
—Y ellos vivieron felices para siempre —dije, cerrando la puerta tras ella.
Nos sentamos juntos en el sofá, y empujé sus piernas en mi regazo.
—¿Qué quieres hacer hoy, Pidge?
—Dormir. O descansar… o dormir.
—¿Puedo darte tu regalo primero?
Empujó mi hombro. —Cállate. ¿Me has traído un regalo?
—No es un brazalete de diamante, pero pensé que te gustaría.
—Me encanta y aún no lo he visto.
Levanté sus piernas fuera de mi regazo y fui a recoger su regalo. Traté de no
mover la caja, esperando que el cachorro no despertara e hiciera algún ruido para
alertarla. —Ssshhhh, pequeño. Sin llorar, ¿Está bien? Sé un buen chico.
Puse la caja a sus pies, agachándome detrás de ella. —Apresúrate, quiero
verte sorprendida.
—¿Qué me apresure? —preguntó, levantando la tapa. Su boca se abrió—. ¿Un
perrito? —gritó, metiendo la mano en la caja. Levantó el cachorro a su cara,
tratando de mantenerlo en sus manos, ya que se movía y estiraba su cuello,
desesperado por cubrir su boca con besos.
—¿Te gusta él?
—¿Él? ¡Lo amo! ¡Me compraste un perrito!
—Es un Cairn Terrier. Tuve que manejar tres horas para traerlo después de
clases el jueves.
—Entonces, cuando dijiste que fuiste con Shepley en su auto para
comprar…
—Fuimos a conseguir tu regalo —asentí.
—¡Es muy inquieto!
—Toda chica de Kansas necesita un Toto —dije, tratando de mantener a la
bola de pelos en el regazo de ella.
—¡Se ve como Toto! Así es como voy a llamarlo —dijo, arrugando su nariz
en él.
Ella era feliz, y eso me hacía feliz.
158
—Puedes tenerlo aquí. Me encargaré de él cuando vuelvas a Morgan, y eso
me asegurara de que vengas a visitarlo varias veces al mes.
—Hubiera regresado, de todas maneras, Trav.
—Haría cualquier cosa por esa sonrisa que está en tu rostro ahora mismo.
Mis palabras la hicieron pausarse, pero rápidamente volvió su atención al
perro.
—Creo que necesito una siesta, Toto. Sí, tú también la necesitas.
Asentí, empujándola a mi regazo y llevándola conmigo mientras me
levantaba.
—Vamos, entonces.
La llevé hasta la habitación, quitando las sábanas y luego bajándola al
colchón, la acción por si sola me habría excitado, pero estaba muy cansado. Pasé
por encima de ella para cerrar las cortinas, y luego caí en mi almohada.
—Gracias por quedarte conmigo anoche —dijo, su voz un poco ronca y
somnolienta—. No tenías por qué dormir en el suelo del baño.
—Anoche fue una de las mejores noches de mi vida.
Se volvió hacia mí con una mirada dudosa. —¿Dormir entre un retrete y la
bañera y en el frío y duro piso con una idiota vomitando fue una de tus mejores
noches? Eso es triste, Trav.
—No, sentado contigo cuando estabas enferma, y tú durmiendo en mi
regazo fue una de mis mejores noches. No fue cómodo, no dormí casi nada, pero
estuve en tu decimonoveno cumpleaños contigo, y realmente eres dulce cuando
estás borracha.
—Estoy segura que entre eructando y vomitando fui muy encantadora.
La atraje hacia mí, acariciando a Toto, quien estaba acurrucado en su cuello.
—Eres la única mujer que conozco que aun se ve increíble con la cabeza dentro del
inodoro. Eso es mucho decir.
—Gracias, Trav. No haré que seas mi niñera otra vez.
Me apoyé en mi almohada. —Como sea. Nadie puede sostener tu cabello
hacia atrás como yo.
159
Río y cerró sus ojos. Tan cansado como estaba, era difícil dejar de mirarla.
Su rostro estaba libre de maquillaje excepto por la delgada piel debajo de sus
pestañas inferiores que todavía estaba un poco manchada con rímel. Se removió un
poco antes de que sus hombros se relajaran.
Parpadeé un par de veces, mis ojos poniéndose más pesados cada vez que se
cerraban. Parecía que apenas me había quedado dormido cuando escuché el timbre
en la puerta.
Abby ni siquiera se movió.
Dos voces masculinas murmuraban en la sala de estar, una de ellas era la de
Shepley. La voz de América era un chillido agudo pero ninguno de ellos parecía
feliz. Quienquiera que fuese no hacía una visita de cortesía.
Pasos resonaron en el pasillo y luego la puerta se abrió. Parker se paró en la
puerta. Me miró a mí, y luego a Abby, su mandíbula tensa.
Sabía lo que él pensaba, y cruzó por mi mente explicar porque Abby estaba
en mi cama, pero no lo hice. En cambio, alargué mi mano y la apoyé en su cadera.
—Cierra la puerta cuando termines de meterte en mis asuntos —dije,
apoyando mi cabeza junto a la de Abby.
Parker se alejó sin decir una palabra. No azotó mi puerta, en cambio puso
toda su fuerza cerrando la puerta principal. Shepley se asomó en mi habitación —
Mierda, hermano. Eso no es bueno. —Estaba hecho; no podía cambiarlo ahora. Las
consecuencias no eran motivo de preocupación en ese momento, pero yacer junto a
Abby, explorar sobre su contextura perfecta, su bello rostro, el pánico se deslizó
dentro de mí. Cuando se enterara de lo que había hecho, me odiaría.
Las chicas se fueron a clases a la mañana siguiente en un apuro. Pidge
apenas tuvo tiempo de hablarme antes de irse, así que sus sentimientos acerca del
día anterior eran sin duda menos claros para mí.
Me lavé los dientes y me vestí, y luego encontré a Shepley en la cocina.
Se sentó en un taburete frente a la barra de desayuno, sorbiendo leche de la
cuchara. Llevaba una sudadera y el bóxer rosado que América le había comprado
porque pensaba que era “sexy”.
Saqué un vaso del lavavajillas y lo llené con jugo de naranja. —Parece que lo
de ustedes dos volvió a funcionar.
Shepley sonrió, mirándose casi ebrio de alegría. —Lo hicimos. ¿Alguna vez
te he dicho como es América en la cama después de una pelea?
160
Hice una mueca. —No, y por favor no lo hagas.
—Pelear con ella así me asusta como el infierno, pero es una tentación si nos
arreglamos de esta manera todo el tiempo. —Como no respondí, Shepley
continuó—: Me casaré con esa mujer.
—Sí. Bueno, cuando termines de ser una mariquita, tenemos que irnos.
—Cierra el pico, Travis. No creas que estoy ajeno a lo que está pasando
contigo.
Crucé mis brazos. —¿Y qué es lo que está pasando conmigo?
—Estás enamorado de Abby.
—Pft. Definitivamente estás inventando esto para mantener tu mente lejos
de América.
—¿Lo estás negando? —Los ojos de Shepley no parpadearon, y traté de
mirar a cualquier parte excepto a ellos.
Después de un minuto completo, me moví nerviosamente pero me mantuve
en silencio.
—¿Quién está siendo una mariquita ahora?
—Jódete.
—Admítelo.
—No.
—¿No, no estás negando que estás enamorado de Abby, o no lo admitirás?
Porque de cualquier manera, imbécil, estás enamorado de ella.
─¿…Y?
—¡LO SABÍA! —dijo Shepley, pateando el taburete hacia atrás, haciéndolo
patinar por el suelo de madera donde se reunió con la alfombra en la sala de estar.
—Yo… sólo… c{llate, Shep —dije. Mis labios formando una línea dura.
Shepley me señaló mientras se dirigía a mi habitación. —Acabas de
admitirlo. Travis Maddox está enamorado. Ahora lo he escuchado todo.
—¡Sólo ponte tus bragas y vámonos!
Shepley se rió para sí mismo en su dormitorio, y miré al piso. Decirlo en voz
alta, a otra persona, lo hacía real, y no estaba seguro de qué hacer con eso.
161
Menos de cinco minutos después, yo estaba jugando con la radio en el
Charger mientras Shepley salía del estacionamiento de nuestro apartamento.
Shepley parecía estar en un estado de ánimo excepcionalmente bueno
mientras nos llevaba a través del trafico y frenando lo suficiente para no tirar a los
peatones por encima del capó. Finalmente, encontró un espacio adecuado en el
estacionamiento, y nos dirigimos a Composición de Inglés II, la única clase que
compartíamos.
La fila superior había sido el nuevo acuerdo de asientos de Shepley y mío
por bastantes semanas en un intento de liberarnos de la manada de hembras que
generalmente rodeaba mi escritorio.
La Dra. Parker entró campante en el aula, vertiendo un bolso de mano, un
maletín y una taza de café en su escritorio. —¡Cristo! ¡Hace frío! —dijo, tirando de
su abrigo apretadamente alrededor de su pequeño cuerpo—. ¿Están todos aquí? —
Manos se dispararon hacia arriba, y ella asintió, sin prestar realmente atención—.
Genial. Buenas noticias. ¡Examen sorpresa!
Todo el mundo se quejó, y ella sonrió. —Aún me aman. Papel y lápiz, gente.
No tengo todo el día.
La habitación se llenó con el mismo sonido mientras todos alcanzaban sus
suministros. Escribí mi nombre en la parte superior de mi papel y sonreí ante los
susurros de pánico de Shepley.
—¿Por qué? ¿Examen sorpresa en Composición II? Jodidamente ridículo —
dijo entre dientes.
La prueba fue bastante inofensiva, y su lección terminó con otra tarea para
entregar al final de esta semana. En los últimos minutos de clases, un chico de la
fila justo delante de mí, estiró el cuello hacia atrás. Lo reconocí de la clase. Su
nombre era Levi, pero sabía eso sólo porque había escuchado a la Dra. Park
llamarlo en varias ocasiones. Su pelo negro grasiento siempre estaba peinado hacia
atrás, lejos de su cara picada de viruela. Levi nunca estaba en la cafetería, o en
cualquier fraternidad. Él no estaba en el quipo de futbol, tampoco, y en ninguna de
las fiesta. No en ninguna de las que yo frecuentaba, al menos.
Bajé la vista hacia él, y luego volví mi atención a la Dra. Park, quien
compartía una historia acerca de la última visita de su amigo gay favorito.
Mis ojos se dirigieron hacia abajo de nuevo. Aún estaba mirándome.
—¿Necesitas algo? —pregunté.
—Acabo de enterarme acerca de la fiesta de Brasil este fin de semana. Bien
jugado.
—¿Eh?
162
La chica a su derecha, Elizabeth, se volvió también, su pelo castaño claro
rebotando. Elizabeth era la novia de uno de mis hermanos de fraternidad. Sus ojos
se iluminaron. —Sí. Lamento haberme perdido ese show.
Shepley se inclinó hacia adelante —¿Qué? ¿La pelea entre Mare y yo?
El chico se rió. —No. La fiesta de Abby.
—¿La fiesta de cumpleaños? —pregunté, tratando de no pensar a que se
podía estar refiriendo. Había varias cosas que habían pasado que podrían batir
molinos de rumores, pero nada que un olvidado tipo al azar se enteraría.
Elizabeth comprobó a ver si la Dra. Parker nos estaba mirando, y luego
volvió su cabeza atrás. —Abby y Parker.
Otra chica se volteó. —Oh, sí. Escuché que Parker los encontró a ustedes dos
juntos la mañana siguiente. ¿Es cierto?
—¿Lo has oído en donde? —pregunté. La adrenalina gritando a través de
mis venas.
Elizabeth se encogió de hombros. —En todas partes. La gente hablaba sobre
eso en mi clase esta mañana.
—En la mía, también —dijo Levi.
La otra chica sólo asintió.
Elizabeth se volvió un poco más, inclinándose hacia mí. —¿Realmente lo
estaba haciendo en el pasillo de Brasil con Parker, y luego se fue a casa contigo?
Shepley frunció el ceño. —Ella se está quedando con nosotros.
—No —dijo la chica al lado de Elizabeth—. Ella y Parker se besuquearon en
el sofá de Brasil, y luego se levantó, bailó con Travis, Parker se fue molesto, y ella
se fue con Travis… y Shepley.
—Eso no fue lo que yo escuché —dijo Elizabeth, visiblemente tratando de
contener su entusiasmo—. Escuché que era una especie de trío. Así que… ¿Cu{l de
todas es, Travis?
Levi parecía estas disfrutando de la conversación. —Siempre había oído que
era al revés.
—¿A qué te refieres? —Ya irritado con su tono.
—Que Parker estaba consiguiendo tus sobras.
Entrecerré mis ojos. Quien fuera que sea este tipo, sabía más de mí de lo que
debería. Me incliné hacia él. —Metete en tus jodidos asuntos, imbécil.
—Está bien —dijo Shepley, poniendo sus manos en mi escritorio.
163
Inmediatamente Levi se volteó, y las cejas de Elizabeth se alzaron antes de
volverse también.
—Jodida porquería —me quejé. Miré a Shepley—. La hora del almuerzo es
la siguiente. Alguien le dirá algo. Están diciendo que los dos nos la follamos.
Maldición. Maldición, Shepley, ¿Qué hago?
Shepley inmediatamente comenzó a meter sus cosas en su mochila, y yo
hice lo mismo.
—Pueden irse —dijo la Dra. Park—. Váyanse endemoniadamente fuera y
sean ciudadanos productivos hoy.
Mi mochila golpeó contra mi espalda mientras corría a través del campo,
haciendo una línea recta hacia la cafetería. América y Abby aparecieron a la vista, a
tan sólo unos pasos de la entrada.
Shepley tomó el brazo de América. —Mare —resopló.
Agarré mis caderas tratando de recuperar el aliento.
—¿Hay una turba de mujeres enfadadas que te persiguen? —bromeó Abby.
Sacudí mi cabeza. Mis manos temblaban, así que agarré las tiras de mi
mochila. —Trataba de alcanzarte… antes de que… entraras —suspiré.
—¿Qué está pasando? —preguntó América a Shepley
—Hay un rumor —comenzó Shepley—. Todo el mundo está diciendo que
Travis llevó a Abby a casa y… los detalles son diferentes, pero es bastante malo.
—¿Qué? ¿Hablas en serio? —exclamó Abby.
América rodó sus ojos. —¿A quién le importa, Abby? La gente ha estado
especulando sobre ti y Trav por semanas. No es la primera vez que alguien dice
que ustedes duermen juntos.
Miré a Shepley, esperando a que él hubiese encontrado una forma de salir
del apuro en el que me había metido.
—¿Qué? —dijo Abby—. Hay algo más, ¿no es así?
Shepley se estremeció. —Dicen que dormiste con Parker donde Brasil, y que
luego dejaste que Travis… te llevara a casa, si sabes a lo que me refiero.
Su boca cayó abierta. —¡Genial! ¿Así que soy la puta de la escuela ahora?
164
Yo había hecho esto, y por supuesto que era Abby la que sufriría las
consecuencias. —Esto es mi culpa. Si fuera alguien más, no estarían diciendo eso
de ti. —Entré a la cafetería, con mis manos en puños a mis costados.
Abby se sentó, y me aseguré de sentarme a unos pocos asientos lejos de ella.
Los rumores habían sido extendidos sobre mí manoseando chicas antes, y algunas
veces el nombre de Parker era incluso mencionado también, pero nunca me
importó hasta ahora. Abby no merecía ser tratada de esa manera porque era mi
amiga.
—No tienes que sentarte ahí, Trav. Vamos, ven a sentarte —dijo Abby,
palmeando el espacio vacío en la mesa frente a ella.
—Escuché que tuviste un buen cumpleaños, Abby —dijo Chris Jenks,
arrojando un trozo de lechuga en mi plato.
—No empieces con ella, Jenks —advertí, ceñudo.
Chris sonrió, empujando sus redondas y rosadas mejillas. —Escuché que
Parker está furioso. Dijo que fue a tu apartamento ayer, y tú y Travis todavía
estaban en la cama.
—Estaban tomando una siesta, Chris —se burló América.
Los ojos de Abby se clavaron en mí. —¿Parker vino?
Me moví incómodo en mi silla. —Iba a decírtelo.
—¿Cuándo? —espetó.
América se inclinó en su oído, probablemente explicando lo que todo el
mundo, excepto Abby sabía.
Abby puso sus codos sobre la mesa, cubriéndose el rostro con las manos. —
Esto se pone cada vez mejor.
—Entonces, chicos, ¿realmente no han entrado en acción? —preguntó
Chris—. Maldición, eso apesta. Pensé que Abby era la adecuada para ti después de
todo, Trav.
—Es mejor que pares ahora, Chris —advirtió Shepley.
—Si no dormiste con ella, ¿importa si tomo mi turno? —dijo Chris, riendo a
sus compañeros.
165
Sin pensarlo, salté de mi asiento, y me subí a la mesa de Chris. Su rostro se
transformó en cámara lenta desde una sonrisa a amplios ojos y una boca abierta.
Agarré a Chris por la garganta con una mano y un puñado de su camiseta con la
otra. Mis nudillos apenas sintieron la conexión con su cara. Mi rabia estaba al
máximo y estaba a punto de mandarlo todo a volar. Chris cubrió su rostro, pero
seguí dándole caza.
—¡Travis! —gritó Abby, bordeando de la mesa.
Mi puño se congeló en pleno vuelo, y entonces liberé la camisa de Chris,
dejándolo desmoronarse en una pelota en el suelo. La expresión de Abby me hizo
vacilar; estaba asustada de lo que acababa de ver. Tragó, y dio un paso hacia atrás.
Su miedo sólo me puso más enojado, no con ella, sino porque me avergonzaba de
mí mismo.
Pasé junto a ella y empujé a todos lo que estaban en mi camino. Dos por dos.
Primero, me las arreglé para iniciar un rumor sobre la chica de la que estaba
enamorado, y luego la asusté casi hasta la muerte.
La soledad de mi habitación parecía el único lugar adecuado para mí. Estaba
demasiado avergonzado para incluso buscar el consejo de mi padre. Shepley me
alcanzó. Sin una palabra, entró al Charger conmigo y encendió el motor.
No hablamos mientras Shepley manejaba al apartamento. El pensamiento
de Abby marchándose de casa era algo que mi mente no quería procesar.
Shepley detuvo su coche en el usual lugar del estacionamiento, y salí,
caminando como un zombi por las escaleras. No había un posible buen final. En
cualquiera, Abby iba a irse porque estaba asustada de lo que vio, o incluso peor:
tenía que liberarla de la apuesta para que así pudiera irse, incluso si yo no quería
hacerlo.
Mi corazón estaba indeciso entre dejar a Abby en paz o si debía insistir un
poco más. Una vez dentro, tiré mi mochila contra la pared, y me aseguré de cerrar
de golpe la puerta del dormitorio detrás de mí. No me hizo sentir mejor, de hecho,
pisar fuerte como un niño me recordó el tiempo que he pasado persiguiéndola; si
podía llamarse así.
El zumbido agudo del Honda de América sonó brevemente antes de que
apagara el motor. Abby estaría con ella. Entraría gritando, o todo lo contrario. No
estaba seguro de lo que me haría sentir peor.
—¿Travis? —dijo Shepley, abriendo la puerta.
Negué con la cabeza, y entonces me senté al borde de la cama. Se hundió
bajo mi peso.
—Ni siquiera sé lo que ella va a decir. Quizás solo quiere saber si estás bien.
—Dije que no.
166
Shepley cerró la puerta. Los árboles afuera estaban marrones y empezaban a
arrojar lo que quedaba de color. Pronto estarían sin hojas. Para el tiempo en que las
últimas hojas cayeran, Abby se habría ido. Maldición, me sentía depresivo.
Unos pocos minutos más tarde, otro golpe en la puerta. —¿Travis? Soy yo.
Abre.
Suspiré. —Vete, Pidge.
La puerta crujió cuando la abrió. No me di la vuelta. No tenía que hacerlo.
Toto estaba detrás de mí, y su pequeña cola golpeaba mi espalda ante su vista.
—¿Qué pasa contigo, Trav? —preguntó.
No sabía cómo decirle la verdad, y una parte de mí sabía que no me
escucharía, de todos modos, así que sólo miré la ventana, contando las hojas
cayendo. Con cada una que se desprendía y flotaba hasta el suelo, estábamos uno
más cerca a Abby desapareciendo de mi vida. Mi reloj de arena natural.
Abby se paró a mi lado, cruzándose de brazos. Esperé a que gritara, o me
castigara de alguna manera por la crisis en la cafetería.
—¿No vas a hablarme sobre esto?
Empezó a girar hacia la puerta y suspiré. —¿Recuerdas el otro día cuando
Brasil se metió conmigo y tú saliste en mi defensa? Bueno… eso es lo que pasó.
Sólo que me dejé llevar un poco.
—Estabas enojado antes de que Chris dijera algo —dijo, sentándose a mi
lado en la cama. Toto inmediatamente se metió en su regazo, pidiendo atención.
Conocía el sentimiento. Todas las travesuras, mis estúpidos trucos; todo era para
conseguir de alguna manera su atención, y ella parecía ajena a todo. Incluso a mi
loco comportamiento.
—Quise decir lo que dije antes. Tienes que irte, Pidge. Dios sabe que no
puedo alejarme de ti.
Alcanzó mi brazo. —No quieres que me vaya.
No tenía idea de cuán cierta, y cuan equivocada, ella estaba. Mis
sentimientos en conflicto sobre ella enloquecían. Estaba enamorado de ella; no
podía imaginar una vida sin ella; pero al mismo tiempo, quería para ella lo mejor.
Con eso en mente, el pensamiento de Abby con alguien más era insoportable.
Ninguno de los dos podía ganar, y sin embargo no podía perderla. El constante ir y
venir me tenía agotado.
Empujé a Abby contra mí, y entonces besé su frente. —No importa lo duro
que lo intente. Vas a odiarme cuando todo esté dicho y hecho.
167
Envolvió sus brazos a mí alrededor, uniendo sus dedos alrededor de la
cúspide de mis hombros. —Tenemos que ser amigos. No tomaré un no por
respuesta.
Me había robado mi línea de nuestra primera cita en la pizzería. Eso parecía
como hace cien vidas atrás. No estaba seguro de cuando las cosas habían
empezado a complicarse tanto.
—Te observo dormir un montón —dije, envolviéndola con ambos brazos—.
Siempre te ves tan tranquila. No tengo ese tipo de tranquilidad. Tengo toda esta ira
y rabia dentro de mí… excepto cuando te veo dormir. Quería que él pensara que
algo sucedió. Ahora la escuela entera cree que estuviste con los dos en la misma
noche. Lo siento.
Abby se encogió de hombros. —Si cree ese rumor, es su culpa.
—Es difícil pensar en algo más cuando nos vio en la cama juntos.
—Sabe que me estoy quedando contigo. Estaba completamente vestida, por
el amor de Cristo.
Suspiré. —Probablemente estaba demasiado enojado para darse cuenta. Sé
que te gusta, Pidge. Debería haberle explicado. Te debo mucho.
—No importa.
—¿No estás enojada? —pregunté, sorprendido.
—¿Es eso lo que te tiene tan molesto? ¿Pensabas que estaría enojada contigo
cuando me dijeras la verdad?
—Deberías estarlo. Si me estuvieran hundiendo por la mala reputación de
alguien, estaría un poco molesto.
—Tú no te preocupas por la reputación. ¿Qué pasó con el Travis que no le
importa una mierda lo que piensen los demás? —bromeó, empujándome con el
codo.
—Eso era antes de que viera la mirada en tu rostro cuando escuchaste lo que
todos están diciendo. No quiero que salgas herida por mi culpa.
—Tú nunca harías algo para lastimarme.
—Preferiría cortarme el brazo —suspiré.
168
Relajé mi mejilla contra su cabello. Siempre olía tan bien, se sentía tan bien.
Estar cerca de ella era como un sedante. Mi cuerpo entero se relajó, y de repente
estaba tan cansado que no quería moverme. Nos sentamos juntos, nuestros brazos
alrededor del otro, su cabeza metida en mi cuello, durante más tiempo. Nada más
allá de ese momento estaba garantizado, así que me quedé allí dentro de él, con
Pigeon.
Cuando el sol comenzó a ponerse, escuché un leve golpe en la puerta. —
¿Abby? —La voz de América sonaba pequeña en el otro lado de la madera.
—Entra, Mare —dije, sabiendo que probablemente estaba preocupada sobre
por qué estábamos tan tranquilos.
América entró con Shepley, y sonrió al vernos enredados en los brazos del
otro. —Vamos por un poco de comida. ¿Tienen ganas de hacer una carrera hasta
Pei Wei?
—Ugh… ¿comida asi{tica de nuevo, Mare? —pregunté.
—Sí, de verdad —dijo, pareciendo un poco más relajada—. ¿Vienen o no?
—Muero de hambre —dijo Abby.
—Por supuesto que sí, no llegaste a almorzar —dije, frunciendo el ceño. Me
puse de pie, levantándola conmigo—. Vamos. Vamos a conseguirte algo de
comida.
No estaba listo para dejarla ir todavía, así que mantuve mi brazo alrededor
de ella durante el viaje a Pei Wei. A ella no parecía importarle, e incluso se inclinó
contra mí en el auto mientras concedí compartir una comida para cuatro con ella.
Tan pronto como encontramos una cabina, dejé mi abrigo junto a Abby y fui
al baño. Era raro cómo todos pretendían que no había golpeado a alguien hace
unas horas, como si nada hubiera pasado. Acuné mis manos bajo el agua, y me
lavé la cara, mirándome en el espejo. El agua goteaba de mi nariz y barbilla. Una
vez más, iba a tener que tragar la disforia y concordar con el estado de ánimo falso
de todos los demás. Como si tuviéramos que mantener pretextos para ayudar a
Abby a avanzar a través de la realidad en su pequeña burbuja de ignorancia donde
nadie sentía nada demasiado fuerte, y todo estaba establecido.
—¡Maldición! ¿La comida aún no está aquí? —pregunté, deslizándome en la
cabina junto a Abby. Su teléfono estaba sobre la mesa, así que lo agarré, encendí la
cámara, hice una estúpida cara y tomé una foto.
—¿Qué demonios pasa contigo? —dijo Abby con una risita.
Busqué mi nombre y luego adjunté la foto. —Así recordaras lo mucho que
me adoras cuando llame.
—O lo idiota que eres —dijo América.
América y Shepley hablaron la mayor parte del tiempo de sus clases y de los
últimos chismes, cuidando de no mencionar a nadie involucrado en la pelea de
más temprano.
169
Abby los miraba con su barbilla descansando en su puño, sonriendo y
siendo hermosa sin esfuerzo. Sus dedos eras pequeños, y me sorprendí cómo de
desnudo lucía su dedo anular. Me miró y se inclinó para empujarme
juguetonamente con su hombro. Entonces se enderezó, para continuar escuchar la
charla de América.
Nos reímos y bromeamos hasta que el restaurante cerró, y luego nos
amontonamos en el Charger para volver a casa. Me sentía exhausto, y aunque el
día pareció largo como el infierno, no quería que terminara.
Shepley llevó en su espalda a América por las escaleras, pero me quedé
atrás, tirando del brazo de Abby. Observé a nuestros amigos hasta que entraron en
el apartamento, y entonces jugueteé con mis manos y las de Abby. —Te debo una
disculpa por hoy, así que lo siento.
—Ya te has disculpado. Está bien.
—No, me disculpé por Parker. No quiero que pienses que soy un psicópata
que va por ahí atacando a la gente por lo más mínimo —dije—, pero te debo una
disculpa porque no te defendí por la razón correcta.
—Y esa sería… —solicitó.
—Me lancé sobre él porque dijo que quería ser el próximo en la fila, no
porque se burlaba de ti.
—Insinuar que hay una fila es la razón suficiente para que me defiendas,
Trav.
—Ese es mi punto. Estaba enojado porque tomé eso como que él quería
dormir contigo.
Abby pensó por un momento, y entonces agarró los costados de mi camisa.
Presionó su frente contra mi camiseta, en mi pecho. —¿Sabes qué? No me importa
—dijo, mirándome con una sonrisa—. No me importa lo que la gente está
diciendo, o que perdiste tu temperamento, o el por qué arruinaste el rostro de
Chris. La última cosa que quiero es una mala reputación, pero estoy cansada de
explicar nuestra amistad a todo el mundo. Al diablo con ellos.
Las comisuras de mi boca se levantaron. —¿Nuestra amistad? A veces me
pregunto si me escuchas por completo.
—¿Qué quieres decir?
La burbuja con la que se rodeaba era impenetrable, y me preguntélo que
sucedería si alguna vez la atravesaba. —Entremos, estoy cansado.
170
Asintió, y caminamos juntos por las escaleras y en el apartamento. América
y Shepley ya murmuraban en su dormitorio, y Abby desapareció en el baño. Los
tubos chillaron y luego el agua en la ducha golpeó contra el azulejo.
Toto me acompañó mientras esperaba. Ella no perdía el tiempo; su rutina
nocturna estaba completa en una hora.
Se tumbó en la cama, su pelo mojado apoyado en mi brazo. Exhaló un largo
y relajante suspiro. —Sólo quedan dos semanas. ¿Vas a hacer un drama cuando me
mude a Morgan?
—No lo sé —dije. No quería pensar en ello.
—Oye. —Tocó mi brazo—. Estaba bromeando.
Quería que mi cuerpo se relajara contra el colchón, recordándome a mí
mismo que por el momento, todavía seguía a mi lado. No funcionó. Nada
funcionó. La necesitaba en mis brazos. Suficiente tiempo había sido perdido. —
¿Confías en mí, Pidge? —pregunté, un poco nervioso.
—Sí, ¿por qué?
—Ven aquí —dije, tirándola contra mí. Esperé por su protesta, pero sólo se
congeló por un momento antes de dejar que su cuerpo se fundiera con el mío. Su
mejilla se relajó contra mi pecho.
Inmediatamente, mis ojos se sintieron pesados. Mañana intentaría pensar en
una forma de posponer su partida, pero en ese momento, dormir con ella en mis
brazos era la única cosa que quería hacer.
171
15
Traducido por JulesG92
Corregido por Nat_Hollbrook
D
os semanas. Eso era todo lo que me quedaba para, ya fuera,
disfrutar el tiempo que nos quedaba juntos, o de algún modo
demostrarle a Abby que yo podía ser quién ella necesitaba.
Me vuelvo encantador; quito todos los inconvenientes; no reparo en gastos.
Fuimos a los bolos, a cenar, a almorzar, y al cine. También pasamos tanto tiempo
en el apartamento como era posible: rentábamos películas, ordenábamos comida,
cualquier cosa para estar a solas con ella. No tuvimos ni una sola pelea.
Adam llamó un par de veces. Aunque hice un buen papel, él no estaba feliz
con cuán cortas eran las peleas. Dinero era dinero, pero yo no quería desperdiciar
el tiempo estando lejos de Pidge.
Ella estaba más feliz de lo que nunca la había visto, y por primera vez, me
sentí como un ser humano normal y completo, en vez de un hombre enojado y
roto.
En las noches, podíamos recostarnos y acurrucarnos como una vieja pareja
de casados. Entre más se acercaba la última noche, más luchaba por mantenerme
optimista y pretender que no estaba desesperado por mantener nuestras vidas del
modo en el que estaban.
172
La noche anterior a la última, Abby optó por cenar en Pizza Shack. Todo era
perfecto: las migajas en el suelo rojo, el olor a grasa y especias en el aire, menos el
desagradable equipo de fútbol.
Perfecto pero triste. Era el primer sitio en el que íbamos a cenar juntos. Abby
se rió mucho, pero nunca se abrió. Nunca mencionó nuestro tiempo juntos.
Todavía en esa burbuja. Todavía inconsciente. Que mis esfuerzos estuvieran
siendo ignorados algunas veces era exasperante, pero ser paciente y mantenerla
feliz era la única manera en la que tenía alguna oportunidad de tener éxito.
Ella se durmió aquella noche con bastante rapidez. Mientras dormía a tan
sólo unos centímetros, la observé, tratando de guardar su imagen en mi memoria.
La manera en la que sus pestañas caían contra su piel; la manera en la que su
húmedo cabello se sentía contra mi brazo; el frutal, limpio olor que emanaba de su
aromatizado cuerpo: el apenas audible ruido que su nariz hacía cuando exhalaba.
Estaba tan tranquila, y se había acostumbrado a dormir en mi cama.
Las paredes rodeándonos estaban cubiertas con fotos de Abby en la época
en la que estaba en el apartamento. Era oscuro, pero cada una estaba relacionada a
un recuerdo. Ahora que finalmente se sentía como casa, se iba a ir.
La mañana del último día de Abby aquí se sentía como si fuera a ser tragado
por el dolor, sabiendo que ella empacaría a la mañana siguiente para Morgan Hall.
Pidge estaría alrededor, tal vez me visitaría ocasionalmente, probablemente con
América, pero estaría con Parker. Estaba al borde de perderla.
El sillón crujió un poco mientras me balanceaba adelante y atrás, esperando
a que se despertara. El apartamento estaba en silencio. Demasiado silencioso. El
silencio pesaba sobre mí.
La puerta de Shepley chilló mientras se abría y cerraba, y los pies descalzos
de mi primo golpearon contra el suelo. Su cabello estaba levantado en todas las
direcciones y sus ojos entrecerrados. Procedió a sentarse en la silla para dos, y me
observó por un rato debajo de la capucha de su sudadera.
Podría haber estado frío. No me di cuenta.
—¿Trav? La vas a ver de nuevo.
—Lo sé.
—Por la mirada en tu cara, no creo que lo sepas.
—No será los mismo, Shep. Vamos a vivir diferentes vidas, a separarnos.
Ella estará con Parker.
—Tú no sabes eso. Parker mostrará lo imbécil que es. Ella se dará cuenta.
—Entonces alguien más como Parker.
Shepley suspiró y puso una pierna en el sofá, sosteniéndolo por el tobillo. —
¿Qué puedo hacer?
173
—No me había sentido así desde que mamá murió. No sé qué hacer —dije
ahogado—. La voy a perder.
Las cejas de Shepley se juntaron. —¿Así que vas a renunciar a pelear, eh?
—He intentado todo. No puedo dejarla. Tal vez no se sienta lo mismo que
yo.
—O tal vez sólo está intentando no hacerlo. Escucha. América y yo nos
haremos invisibles. Todavía tienes está noche. Haz algo especial. Compra una
botella de vino. Hazle espagueti. Haces un malditamente buen espagueti.
Un lado de mi boca se curvo. —El espagueti no va a hacer que ella cambie
de opinión.
Shepley sonrió. —Nunca se sabe. Tu manera de cocinar es la razón por la
que decidí mudarme contigo e ignorar el hecho de que eres un puto loco.
Asentí. —Lo intentaré. Intentaré lo que sea.
—Sólo hazlo memorable, Trav —dijo Shepley encogiéndose de hombros—.
Ella podría entrar en razón.
Shepley y América se ofrecieron a recoger un par de cosas de la tienda de
víveres, así yo podría hacer la cena para Abby. Shepley incluso accedió a hacer una
parada en la tienda departamental para recoger una vajilla nueva de plata y así no
tendríamos que usar la mierda de vajilla “mezcla y combina” que teníamos en los
gabinetes.
Mi última noche con Abby estaba lista.
Mientras acomodaba las servilletas esa noche, Abby apareció de la esquina
en unos vaqueros agujereados y una camisa blanca suelta y floja.
—He estado salivando. Lo que sea que estás preparando, huele muy bien.
Serví el espagueti con la salsa Alfredo encima en su plato hondo, deslicé el
pollo cajún rostizado encima, y después rocié un poco de tomate y cebolla verde
picados.
—Esto es lo que he estado cocinando —dije, posicionando el plato frente a la
silla de Abby. Se sentó, y sus ojos se abrieron, y después me observó llenar mi
propio plato.
Arrojé un trozo de pan de ajo en su plato, y sonrió. —Pensaste en todo.
174
—Sí, así es —dije, descorchando el vino. El líquido rojo oscuro se derramó
un poco cuando fluyó en su copa, y rió entre dientes.
—¿Sabes? No tenías que hacer todo esto.
Fruncí los labios. —Sí, sí tenía que hacerlo.
Abby tomó un bocado, y después otro, escasamente deteniéndose para
tragar. Un pequeño gemido emanó de sus labios. —Esto está realmente bueno,
Trav —dijo todavía masticando—. Me lo había estado ocultado.
—Si te lo hubiera dicho antes, lo hubieras estado esperando todas las
noches. —La sonrisa artificial que de algún modo puse, se desvaneció.
—Te voy a extrañar también, Trav —dijo, todavía masticando.
—Vas a seguir viniendo, ¿cierto?
—Sabes que lo haré. Y tú vas a estar en lo de Morgan, ayudándome a
estudiar, tal como lo hiciste antes.
—Pero no será lo mismo —suspiré—. Vas a estar saliendo con Parker, nos
vamos a mantener ocupados… nos vamos a ir en diferentes direcciones.
—No va a cambiar mucho.
Me reí una vez. —¿Quién hubiera pensado por la primera vez que nos
conocimos que estaríamos sentados aquí? No hubieras podido decirme tres meses
atrás que iba a ser tan miserable por despedirme de una chica.
La cara de Abby decayó. —No quiero que seas miserable.
—Entonces no te vayas.
Abby tragó saliva, y sus cejas se movieron infinitesimalmente. —No puedo
mudarme aquí, Travis. Eso es una locura.
—¿Quién lo dice? Acabo de tener las dos mejores semanas de mi vida.
—Yo también.
—¿Entonces por qué siento como si nunca fuera a volver a verte?
Me observó por un momento, pero no contestó. En su lugar se puso de pie y
caminó alrededor de la mesa del desayuno, sentándose en mi regazo. Todo en mí
quería mirarla a los ojos, pero tenía miedo de que si lo hacía trataría de besarla, y
nuestra noche estaría arruinada.
Me abrazó, su suave mejilla presionando a la mía. —Te vas a dar cuenta que
dolor en el trasero era yo. Y después te olvidarás acerca de todo eso de extrañarme
—susurró en mi oído.
175
Froté mi mano en círculos entre sus omóplatos, tratando de ahogar la
tristeza. —¿Lo prometes?
Abby me miró a los ojos, tocando cada lado de mi cara con sus manos.
Acarició mi quijada con su pulgar. Pensamientos de rogarle que se quedara
pasaron por mi mente, pero no me escucharía. No del otro lado de su burbuja.
Abby cerró sus ojos y se recostó. Sabía que ella quería besar la esquina de mi
boca, pero volteé el rostro para que nuestros labios se encontraran. Era mi última
oportunidad. Tenía que darle un beso de despedida. Se paralizó un momento, pero
después su cuerpo se relajó, y dejó que sus labios permanecieran en los míos.
Abby finalmente se alejó, jugando con una sonrisa. —Tengo un día
importante mañana. Voy a limpiar la cocina, y después me voy a ir a la cama.
—Te ayudaré.
Lavamos los platos juntos en silencio, con Toto dormido a nuestros pies.
Sequé el último plato y lo puse en el estante, y después alcancé su mano para
guiarla al corredor. Cada pasó era una agonía.
Abby se bajó sus vaqueros, y después levantó su camisa sobre su cabeza.
Agarrando una de mis camisas del armario, dejó al gris y desgastado material de
algodón deslizarse sobre su cabeza. Me quité la ropa y sólo dejé mi bóxer como
había hecho docenas de veces con ella en la habitación, pero esta vez la solemnidad
llenaba la habitación.
Nos subimos a la cama, y apagué la lámpara. Inmediatamente envolví mis
brazos a su alrededor y suspiré, y ella posicionó su rostro en mi cuello.
Los árboles afuera de mi ventana formaban una sombra en las paredes.
Traté de concentrarme en sus figuras y en la forma en que la luz y el viento
cambiaban la forma de sus siluetas contra los diferentes ángulos de la pared.
Cualquier cosa para evitar de mi mente los números en el reloj, o cuan cerca
estábamos de la mañana.
La mañana. Mi vida iba a cambiar para empeorar en sólo unas horas.
Jesucristo. No podía resistirlo. Apreté mis ojos cerrados, tratando de bloquear ese
tren de pensamientos.
—¿Trav, estás bien?
Me tomó un poco formar las palabras. —Nunca he estado menos bien en mi
176
vida.
Presionó su frente contra mi cuello de nuevo, y la apreté más.
—Esto es una tontería —dijo—. Vamos a vernos todos los días.
—Sabes que no es verdad.
Su cabeza ladeó un poco hacia arriba. No estaba seguro si me miraba
fijamente, o se alistaba para decirme algo. Esperé en la oscuridad, en el silencio,
sintiendo como si el mundo fuera a derrumbarse a mí alrededor en cualquier
segundo. Sin advertencia, Abby frunció sus labios y tocó mi cuello con ellos. Su
boca se abrió cuando probó mi piel, y la calidad humedad de su boca permaneció
en ese punto.
Bajé la mirada en su dirección, tomado completamente por sorpresa. Una
familiar chispa ardía tras la ventana de sus ojos. Inseguro de cómo pasó,
finalmente había llegado hasta ella. Abby finalmente se había dado cuenta de mis
sentimientos hacia ella, y la luz de pronto había entrado.
Me incliné, presionando mis labios contra los suyos, suave y lento. Mientras
más tiempo nuestras bocas permanecían unidas, más me sentía abrumado por la
realidad del asunto.
Abby me puso más cerca de ella. Cada movimiento que hacía era una
afirmación más de la respuesta. Ella sentía lo mismo. Me quería. Me deseaba.
Quería correr alrededor de la calle y gritar en celebración, y al mismo tiempo no
quería mover mi boca de la suya.
Su boca se abrió, y moví mi lengua adentro, probando y buscando
suavemente.
—Te deseo.
El peso de sus palabras cayó en mí, y entendí lo que quería decir. Una parte
de mí quería arrancar cada pedazo de tela entre nosotros, la otra encender todas las
luces y sirenas. Estábamos finalmente en la misma página. No había necesidad de
apresurarlo ahora.
Me alejé un poco, pero Abby sólo se volvió más determinada. Me puse en
posición vertical sobre mis rodillas, pero Abby se quedó conmigo.
Agarré sus hombros para mantenerla a raya. —Espera un segundo —
susurré, respirando fuerte—. No tienes que hacer esto, Pidge. Esto no es de lo que
se trata está noche.
177
Aunque yo quería hacer lo correcto, la inesperada intensidad de Abby junto
con el hecho de que no había tenido sexo en un periodo de tiempo que de seguro
era el record de mi vida, mi pene estaba orgullosamente erecto contra mi bóxer.
Abby se recostó otra vez, y está vez la dejé acercarse lo suficiente para tocar
sus labios con los míos. Me miró, seria y decidida. —No me hagas rogar —susurró
contra mi boca.
No importaba cuan noble intenté ser, esas palabras saliendo de su boca me
destruyeron. Agarré la parte de atrás de su cuello y sellé mis labios contra los
suyos.
Los dedos de Abby recorrieron la longitud de mi espalda y se quedaron en
el elástico de mi bóxer, antes de parecer querer contemplar su siguiente
movimiento. Seis semanas de tensión sexual reprimida me abrumaron, y nos
estrellamos en el colchón. Mis dedos se enredaron en su cabello mientras me
posicionaba entre sus rodillas abiertas. Justo cuando nuestras bocas de encontraron
de nuevo, deslizó su mano al frente de mi bóxer. Cuando sus suaves dedos tocaron
mi piel desnuda, un gemido gutural surgió. Era el mejor maldito sentimiento que
podría imaginar.
La vieja y gris camisa que Abby vestía fue la primera cosa en desaparecer.
Afortunadamente, la luna llena alumbraba la habitación lo suficiente para que yo
pudiera apreciar sus pechos desnudos por sólo unos instantes antes de que
impacientemente me moviera al resto de ella. Mi mano apretó sus bragas, y
después las deslicé debajo de sus piernas. Probé su boca mientras seguía la línea
interna de su pierna, y viajé por la longitud de su muslo. Mis dedos fueron dentro
de la suave y mojada piel de Abby, y dejó escapar un largo y vacilante suspiro.
Antes de que fuera más allá, una conversación que habíamos tenido anteriormente
no hace mucho se reprodujo en mi mente. Abby era virgen. Si esto era lo que ella
realmente quería, yo tenía que ser gentil. La última cosa que quería hacer era
herirla.
Sus piernas se doblaron y retorcieron con cada movimiento de mi mano.
Lamí y succioné diferentes puntos de su cuello mientras esperaba a que ella tomara
una decisión. Sus caderas se movieron de lado a lado, y se mecieron de atrás hacia
adelante, recordándome el modo en que bailó contra mí en el Red. Tiró de su labio
inferior, y lo mordió, hundiendo sus dedos en mi espalda al mismo tiempo.
Me posicioné sobre ella. Todavía tenía puestos mi bóxer, pero podía sentir
su piel desnuda contra mí. Era tan malditamente cálida, contenerme fue la cosa
más difícil que jamás me había obligado a hacer. Ni siquiera un centímetro más y
pude haber empujado a través de mi bóxer y haber estado dentro de ella.
178
—Pigeon —dije jadeante—. No tiene que ser está noche. Esperaré hasta que
estés lista. —Abby alcanzó el cajón de arriba de la mesa de noche y la abrió. El
sonido de plástico crujió en su mano, y después abrió el paquete cuadrado con sus
dientes. Eso fue una luz verde, si alguna vez había visto una.
Mi mano dejó su espalda, y me bajé mi bóxer, pateándolo violentamente.
Toda la paciencia que tenía se había ido. La única cosa en la que podía pensar era
en estar dentro de ella. Deslicé el látex sobre mí, y después bajé mis labios entre sus
muslos, tocando las partes más sensibles de mi piel contra la suya.
—Mírame, Pigeon —solté.
Sus grandes, redondos y grises ojos miraron en mi dirección. Era tan irreal.
Esto era sobre lo que había estado soñando desde la primera vez que ella me rodó
los ojos, y estaba pasando finalmente. Ladeé mi cabeza, y después me incliné para
besarla tiernamente. Continué y después me tensé, empujando hacia adentro lo
más gentilmente que pude. Cuando me hice hacia atrás, miré a los ojos de Abby.
Sus rodillas sostenían mis caderas en un agarre fuerte, y se mordió el labio inferior
más fuertes que antes, pero sus dedos hacían presión sobre mi espalda,
colocándome más cerca. Cuando me balanceé dentro de ella de nuevo, apretó los
ojos con fuerza.
La besé suave y pacientemente. —Mírame —susurré.
Ella canturreó, gimió y gritó. Con cada sonido que hacía se me dificultaba
más controlar mis movimientos. El cuerpo de Abby finalmente se relajó,
permitiendo que me moviera contra ella en un movimiento más rítmico. Entre más
rápido me movía, menos en control me sentía. Toqué cada parte de su piel, lamí y
besé su cuello, mejillas y labios.
Me apretaba contra ella una y otra vez, y cada vez empujaba más dentro.
—Te he deseado por tanto tiempo, Abby. Eres todo lo que quiero —dije en
un suspiró contra su boca.
Agarré su muslo con una mano y me apoyé en mi codo. Nuestros estómagos
se deslizaron fácilmente contra el otro y gotas de sudor comenzaron a formarse en
nuestra piel. Pensé en volverla, o en ponerla encima de mí, pero decidí que prefería
sacrificar la creatividad por ser capaz de mirarla a los ojos, y quedarme tan cerca a
ella como pudiera.
Justo cuando pensé que podía hacer que durará toda la noche, Abby
suspiró—: Travis.
179
El sonido de ella diciendo mi nombre en un suspiro me tomó desprevenido
y me volvió loco. Tenía que ir más rápido, empujar más profundo hasta que cada
músculo en mi cuerpo se tensara. Gemí y me sacudí un par de veces antes de
colapsar finalmente.
Inhalé por la nariz contra su cuello. Ella olía a sudor, y su loción… y yo. Era
malditamente fantástico.
—Ese fue un gran primer beso —dijo con una expresión contenta y cansada.
Escaneé su cara y sonreí. —Tú último primer beso.
Abby parpadeó, y después caí en el colchón con ella, agarrando su desnuda
espalda baja.
De repente, la mañana era algo por lo que esperar. Iba a ser nuestro primer
día juntos, en vez de empacar la miseria mal disimulada, podíamos quedarnos
durmiendo, pasar una ridícula cantidad de tiempo en la cama, y después sólo
disfrutar el día como pareja. Eso sonaba malditamente cerca al cielo para mí.
Tres meses atrás, nadie habría podido convencerme de que me sentiría de
ese modo. Ahora, no había nada que quisiera más.
Un gran y relajado aliento movió mi pecho arriba y abajo lentamente
mientras me quedaba dormido al lado de la segunda mujer que había amado.
180
16
Traducido por Juli & Leii123
Corregido por Juli
A
l principio, no entré en pánico. Al principio, una neblina soñolienta
me proporcionó la suficiente confusión para fomentar una
sensación de calma. Al principio, cuando estiré mi brazo por Abby
a través de las sábanas y no la sentí allí, sólo sentí un poco de decepción, seguido
por curiosidad.
Probablemente estaba en el baño, o tal vez comiendo cereales en el sofá.
Acababa de darme su virginidad a mí, a alguien con el que había gastado
demasiado tiempo y esfuerzo pretendiendo no tener más que sentimientos
platónicos. Eso era mucho para asimilar.
—¿Pidge? —llamé. Levanté sólo mi cabeza, esperando que se arrastrara a la
cama conmigo. Pero después de unos momentos, me di por vencido, y me senté.
Sin tener idea de que ocurría, me puse el bóxer que me había sacado anoche,
y deslicé una camiseta por encima de mi cabeza.
Mis pies se arrastraron por el pasillo hasta la puerta del baño, y golpeé. La
puerta se abrió un poco. No se oía ningún movimiento, pero la llamé, de todos
modos. —¿Pigeon?
Abriendo la puerta un poco más, se reveló lo que esperaba. Vacío y oscuro.
Entonces entré en la sala de estar, esperando verla en la cocina o en el sofá, pero no
se encontraba en ningún lugar.
181
—¿Pigeon? —llamé, esperando por una respuesta.
El pánico comenzó a crecer dentro de mí, pero me negué a enloquecer hasta
que supiera qué demonios pasaba. Pisoteé hacia la habitación de Shepley y abrí la
puerta sin llamar.
América yacía junto a Shepley, enredada en sus brazos de la manera en que
imaginé que Abby habría estado conmigo en este momento.
—¿Han visto a Abby? No puedo encontrarla.
Shepley se incorporó sobre el codo, frotándose los ojos con los nudillos. —
¿Eh?
—Abby —dije, con impaciencia encendiendo el interruptor de la luz. Tanto
Shepley como América retrocedieron—. ¿La han visto?
Diferentes escenarios pasaban por mi mente, todos causando diferentes
grados de alarma. Quizás ella había sacado a Toto, y alguien la había secuestrado,
o herido, o tal vez se había caído por las escaleras. Pero las garras de Toto
repiqueteaban contra el suelo del pasillo, por lo que no podía ser. Tal vez fue a
buscar algo fuera al coche de América.
Corrí hacia la puerta del frente y miré alrededor. Entonces corrí escaleras
abajo, mis ojos buscando cada centímetro entre la puerta principal del apartamento
y el auto de América.
Nada. Ella había desaparecido.
Shepley apareció en la puerta, entrecerrando los ojos y abrazándose a sí
mismo por el frío.
—Sí. Nos despertó temprano. Quería ir a casa.
Subí las escaleras de dos en dos, agarrando los hombros desnudos de
Shepley, empujándolo hacia atrás todo el camino hasta el lado opuesto de la
habitación, y embistiéndolo contra la pared. Agarró mi camiseta, con una
expresión en su rostro medio aturdida y medio frunciendo el ceño.
—¿Qué dem...? —comenzó.
—¿La llevaste a casa? ¿A Morgan? ¿En medio de la maldita noche? ¿Por
qué?
—¡Porque me lo pidió!
Lo empujé contra la pared otra vez, cegado por la rabia que comenzaba a
tomar el control de mi sistema.
182
América salió del dormitorio, con su pelo despeinado y su rímel manchado
por debajo de sus ojos. Estaba en su bata, apretando el cinturón alrededor de su
cintura. —¿Qué demonios está pasando? —preguntó, deteniéndose a medio paso
delante de mí.
Shepley sacudió el brazo y le tendió la mano. —Mare, quédate atrás.
—¿Estaba enfadada? ¿Molesta? ¿Por qué se fue? —pregunté entre dientes.
América dio un paso más. —¡Simplemente odia las despedidas, Travis! ¡No
me sorprendió en absoluto que quisiera irse antes de que despertaras!
Sostuve a Shepley contra la pared y miré a América. —¿Estaba... estaba
llorando?
Me imaginé que Abby se había disgustado por haber permitido que alguien
como yo, alguien que no le importa una mierda, haya tomado su virginidad, y
luego pensé que tal vez de alguna manera, la había lastimado accidentalmente.
El rostro de América se retorció de miedo, confusión, ira. —¿Por qué? —
dijo. Su tono era más una acusación que una pregunta—. ¿Por qué iba a estar
llorando o enojada, Travis?
—Mare —advirtió Shepley.
América dio un paso más. —¿Qué has hecho?
Solté a Shepley, pero él tomó un puñado de mi camisa mientras me
enfrentaba a su novia.
—¿Estaba llorando? —exigí.
América negó con la cabeza. —¡Se encontraba bien! ¡Sólo quería ir a casa!
¿Qué has hecho? —gritó.
—¿Pasó algo? —preguntó Shepley.
Sin pensarlo, me di la vuelta alrededor y me balanceé, casi golpeando la cara
de Shepley.
América gritó, cubriéndose la boca con las manos. —¡Travis, para! —dijo a
través de sus manos.
Shepley envolvió sus brazos alrededor de mis codos, con el rostro a sólo un
par de centímetros del mío. —¡Llámala! —gritó—. ¡Tranquilízate, maldita sea, y
llama a Abby!
Pasos rápidos y ligeros recorrieron el pasillo y regresaron. América volvió,
extendiendo su mano y sosteniendo mi teléfono. —Llámala.
183
Lo tomé de su mano y marqué el número de Abby. Sonó hasta que me llevó
al correo de voz. Colgué el teléfono y marqué de nuevo. Y otra vez. Y otra vez. No
contestaba. Me odiaba.
Dejé caer el teléfono al suelo, con mi pecho agitado. Cuando las lágrimas
quemaron mis ojos, agarré lo primero que mis manos tocaron, y lo lancé a través
del cuarto. Fuera lo que fuera, quedó fragmentado en trozos grandes.
Girándome, vi los taburetes situados directamente uno frente al otro,
recordándome a nuestra cena. Recogí uno con la pierna y lo estrellé contra la
nevera hasta que se rompió. La puerta del refrigerador se abrió, y la pateé. La
fuerza hizo que rebotara abriéndose de nuevo, así que la pateé otra vez, y otra vez,
hasta que Shepley finalmente corrió para mantenerla cerrada.
Pisoteé hacia mi habitación. Las sábanas sucias en la cama se burlaban de
mí. Mis brazos se extendieron a cada lado mientras las arrancaba del colchón —la
sabana ajustable, la sábana superior y la manta— y entonces regresé a la cocina
para tirarlas a la basura, y luego hice lo mismo con las almohadas. Todavía loco de
ira, me quedé en mi habitación, obligándome a calmarme, pero no había nada por
lo que calmarme. Había perdido todo.
Caminando lentamente, me detuve frente a la mesita de noche. El recuerdo
de Abby metiendo la mano en el cajón vino a la mente. Las bisagras chirriaron
cuando lo abrí, revelando la pecera llena de condones. Apenas había hurgado en
ellos desde que había conocido a Abby. Ahora que ella había hecho su elección, no
podía imaginarme estar con nadie más.
El cristal se sentía frío en mi mano cuando la recogí y la lancé a través del
cuarto. Chocó contra la pared junto a la puerta y se hizo añicos, rociando pequeños
paquetes de papel de aluminio en todas las direcciones.
Mi reflejo en el espejo sobre la cómoda me miró. Mi barbilla hacia abajo, y
me miré fijamente a los ojos. Mi pecho se movía, estaba temblando, y bajo los
estándares de cualquiera me veía loco, pero el control se hallaba tan fuera de mi
alcance en este momento. Levanté el brazo hacia atrás y golpeé el puño en el
espejo. Los fragmentos apuñalaron en mis nudillos, dejando un círculo sangriento.
—¡Travis, para! —dijo Shepley desde la sala—. ¡Detente, maldita sea!
Me precipité hacia él, empujándolo hacia atrás y, a continuación, cerré la
puerta de un portazo. Presioné mis manos contra la madera, y luego di un paso
atrás, pateándola hasta que el pie hizo un hueco en la parte baja. Tiré hacia los
lados hasta que salió de las bisagras, y luego la arrojé al otro lado de la habitación.
Los brazos de Shepley me agarraron de nuevo. —¡Dije basta! —gritó—.
¡Estás asustando a América! —La vena en su frente sobresalía, la que aparecía sólo
cuando se enfurecía.
184
Lo empujé y me empujó de regreso. Lancé otro golpe, pero lo esquivó.
—¡Iré a verla! —declaró América—. ¡Voy a ver si está bien, y voy a hacer
que te llame!
Dejé que mis manos cayeran a mis costados. A pesar del aire frío llenando el
apartamento debido a la puerta del frente abierta, el sudor goteaba de mis sienes.
Mi pecho se movía como si hubiera corrido una maratón.
América corrió a la habitación de Shepley. A los cinco minutos, ya estaba
vestida, anudándose el pelo en un moño. Shepley la ayudó a deslizarse en el abrigo
y luego la besó despidiéndola y ofreciendo un gesto de seguridad. Agarró sus
llaves y dejó que la puerta se cerrara detrás de ella.
—Siéntate. Maldita. Sea —dijo Shepley, señalando el sillón reclinable.
Cerré los ojos, y luego hice lo que me ordenó. Mis manos temblaban cuando
las llevé a mi cara.
—Tienes suerte. Estaba a dos segundos de llamar a Jim. Y a cada hermano
que tienes.
Negué con la cabeza. —No llames a papá —dije—. No lo llames. —Lágrimas
saladas quemaron mis ojos.
—Habla.
—Se lo hice. Quiero decir, no la obligué, nosotros...
Shepley asintió. —Anoche fue difícil para los dos. ¿De quién fue la idea?
—De ella. —Parpadeé—. Traté de alejarme. Me ofrecí a esperar, pero
prácticamente me suplicó.
Shepley parecía tan confundido como yo.
Levanté las manos y las dejé caer en mi regazo. —Tal vez la lastimé, no lo sé.
—¿Cómo se comportó después? ¿Te dijo algo?
Pensé por un momento. —Dijo algo sobre que era un primer beso.
—¿Eh?
—Hace unas semanas se le escapó que el primer beso la pone nerviosa, y me
burlé de ella.
Shepley frunció el ceño. —Eso no suena como si estuviera molesta.
185
—Le dije que era su último primer beso. —Me reí una vez utilizando el
borde de mi camiseta para pellizcar la humedad de mi nariz—. Pensé que todo
estaba bien, Shep. Que por fin me había dejado entrar ¿Por qué me pediría... y
luego simplemente se iría?
Shepley negó con la cabeza lentamente, tan confundido como yo. —No lo
sé, primo. América se enterará. Sabremos algo pronto.
Me quedé mirando el suelo, pensando en lo que podría pasar después. —
¿Qué voy a hacer? —le pregunté, mirándole.
Shepley me agarró del antebrazo. —Vas a limpiar tu desorden para
mantenerte ocupado hasta que llamen.
Entré en mi habitación. La puerta yacía sobre mi colchón desnudo, trozos de
espejo y cristal rotos en el suelo. Parecía como si una bomba hubiera pasado.
Shepley apareció en la puerta con una escoba, un recogedor y un
destornillador. —Me encargaré del cristal. Tú ocúpate de la puerta.
Asentí, quitando el gran tablón de madera de la cama. Sólo después de
realizar el último giro en el destornillador, sonó mi celular. Salí disparando para
tomarlo de la mesita de noche.
Era América.
—¿Mare? —me atraganté.
—Soy yo. —La voz de Abby era pequeña y nerviosa.
Quería rogarle que regresase, pedir su perdón, pero no estaba seguro de qué
había hecho mal. Entonces, me enojé.
—¿Qué mierda pasó contigo anoche? Me desperté esta mañana, y no estabas
y tú… ¿sólo te fuiste y no dijiste adiós? ¿Por qué?
—Lo siento. Yo...
—¿Lo sientes? ¡He estado volviéndome loco! No contestas tu teléfono, te
escabulles y... ¿P… Por qué? ¡Pensé que finalmente teníamos todo resuelto!
—Sólo necesitaba un poco de tiempo para pensar.
—¿Sobre qué? —Hice una pausa, con miedo de lo que podría responder a la
pregunta que estaba a punto de hacerle—. ¿Te... Te lastimé?
—¡No! ¡No es nada de eso! Realmente, realmente lo siento. Estoy segura de
que América te lo dijo. Yo no me despedido.
—Necesito verte —le dije, desesperado.
186
Abby suspiró. —Tengo mucho que hacer hoy, Trav. Tengo que desempacar
y tengo pilas de ropa que lavar.
—Te arrepientes.
—No es… no es eso. Somos amigos. Eso no va a cambiar.
—¿Amigos? Entonces, ¿qué diablos fue anoche?
Podía oír su respiración. —Sé lo que quieres. Solamente no puedo hacer eso
ahora mismo.
—¿Así que sólo necesitas algo de tiempo? Podrías haberme dicho eso. No
tenías que salir corriendo de mí.
—Sólo parecía la forma más fácil.
—¿Más fácil para quién?
—No podía dormir. Me quedé pensando en cómo sería en la mañana,
cargando el coche de Mare… y no pude hacerlo, Trav.
—Ya es bastante malo que no vas a estar más aquí. No puedes simplemente
salir de mi vida.
—Te veré mañana —dijo, tratando de sonar casual—. No quiero que las
cosas estén raras, ¿de acuerdo? Sólo necesito organizar algunas cosas. Eso es todo.
—Está bien —le dije—. Puedo hacer eso.
La línea quedó en silencio y Shepley me miró, cauteloso. —Travis… acabas
de arreglar la puerta. No más líos, ¿de acuerdo?
Mi rostro entero se arrugó, y asentí. Traté de estar enojado, eso era mucho
más fácil de controlar que el abrumador dolor físico en mi pecho, pero lo único que
sentía fue oleada tras oleada de tristeza. Me sentía demasiado cansado para luchar
contra ello.
—¿Qué te dijo?
—Necesita tiempo.
—Está bien. Así que, eso no es el final. Puedes lidiar con eso, ¿verdad?
Tomé una respiración profunda. —Sí. Puedo lidiar con eso.
El recogedor tintineaba con los fragmentos de vidrio mientras Shepley
caminaba con él por el pasillo. A solas en el dormitorio, rodeado de fotos de Abby
y yo, me dieron ganas de romper algo de nuevo, así que fui a la sala a esperar por
América.
Por suerte, no tardó mucho en volver. Me imaginé que estaba
probablemente preocupada por Shepley.
187
La puerta se abrió y me levanté. —¿Ella está contigo?
—No. No está.
—¿Dijo algo más?
América tragó, dudando en responder. —Dijo que va a mantener su
promesa, y que para mañana a esta hora, no la extrañaras.
Mis ojos se dirigieron al piso. —No volverá —dije cayendo en el sofá.
América dio un paso adelante. —¿Qué significa eso, Travis?
Me tomé la parte superior de mi cabeza con ambas manos. —Lo que pasó
anoche no era su forma de decir que quería que estuviéramos juntos. Estaba
despidiéndose.
—No sabes eso.
—La conozco.
—Abby se preocupa por ti.
—No me ama.
América tomó aire, y cualquier reserva que había tenido acerca de mi
temperamento se desvaneció mientras una expresión simpática suavizaba su
rostro. —No sabes eso, tampoco. Escucha, sólo dale algo de espacio. Abby no es
como las chicas a las que estas acostumbrado, Trav. Se asusta fácilmente. La última
vez que alguien mencionó que se iban a poner serios, se mudó un estado entero de
distancia. Esto no es tan malo como parece.
Levanté la vista hacia América, sintiendo un poquito de esperanza. —¿Así
que no lo crees?
—Travis, se fue porque sus sentimientos por ti la asustan. Si lo supieras
todo, sería más fácil de explicar, pero no puedo decírtelo.
—¿Por qué no?
—Porque se lo prometí a Abby, y es mi mejor amiga.
—¿Ella no confía en mí?
—No confía en sí misma. Tú, sin embargo, necesitas confiar en mí. —
América agarró mis manos y tiró de mí para levantarme—. Ve a tomar una ducha,
larga y caliente, y luego vamos a comer fuera. Shepley me dijo que es noche de
póquer en casa de tu padre.
188
Negué con la cabeza. —No puedo ir a jugar póquer. Van a preguntar por
Pigeon. ¿Tal vez podríamos ir a ver a Pidge?
América palideció. —No va a estar en casa.
—¿Ustedes van a salir?
—Ella.
—¿Con quién? —Sólo me tomó unos segundos para darme cuenta—.
Parker.
América asintió.
—Es porque piensa que no la voy a extrañar —dije, mi voz se quebró. No
podía creer que iba hacerme esto. Era sólo cruel.
América no vaciló en interceptar otra rabia. —Vamos a ir a ver una película,
entonces, una comedia, por supuesto y luego ya veremos si el go-kart sigue
abierto, y puedes sacarme de la pista otra vez.
América era inteligente. Sabía que la pista de go-kart era uno de los pocos
lugares en los que no había estado con Abby. —No puedo sacarte de la pista. Tú
simplemente no puedes manejar dentro de lo establecido.
—Ya veremos —dijo América, empujándome hacia el baño—. Llora si es
necesario. Grita. Saca todo de tu sistema, y luego vamos a divertirnos. No va a
durar para siempre, pero te mantendrá ocupado por esta noche.
Me di la vuelta en la puerta del baño. —Gracias, Mare.
—Sí, sí… —dijo, volviendo a donde Shepley.
Giré la llave del agua, dejando que el vapor calentara el lugar antes de
entrar. El reflejo en el espejo me sorprendió. Círculos oscuros bajo mis ojos
cansados, mí una vez confiada postura ahora era flácida; lucía como el infierno.
Una vez en la ducha, dejé correr el agua sobre mi cara, manteniendo mis
ojos cerrados. Los contornos delicados de los rasgos de Abby quemaron detrás de
mis párpados. No era la primera vez; la veía cada vez que cerraba mis ojos. Ahora
que se había ido, era como estar atrapado en una pesadilla.
Contuve algo que brotaba en mi pecho. Cada pocos minutos, el dolor se
renovaba.
La echaba de menos. Dios, la echaba de menos, y todo lo que habíamos
pasado se recreaba una y otra vez en mi cabeza.
189
Puse las palmas de mis manos contra la pared del azulejo, apreté mis ojos
con fuerza. —Por favor, regresa —dije en voz baja. Ella no podía oírme, pero eso
no me impedía desear que viniera y me salvará del terrible dolor que sentía sin ella
allí.
Después de revolcarme en mi desesperación bajo el agua, tomé unas cuantas
respiraciones profundas, y me compuse. El hecho de que Abby se hubiera
marchado no debería haber sido una sorpresa, incluso después de lo que pasó
anoche. Lo que América decía tenía sentido. Abby era tan nueva y asustadiza en
esto como yo. Los dos teníamos una manera bastante pobre de lidiar con nuestras
emociones, y supe al segundo de darme cuenta que me había enamorado de ella
que me iba a destrozar.
El agua caliente lavó la ira y el miedo, y un nuevo optimismo se apoderó de
mí. Yo no era un perdedor que no tenía ni idea de cómo conseguir una chica. En
algún lugar de mis sentimientos por Abby, me había olvidado de ese hecho. Era el
momento de creer en mí mismo otra vez, y recordar que Abby no era más que una
chica que podría romper mi corazón; que era también mí mejor amiga. Sabía cómo
hacerla sonreír, y sus cosas favoritas. Todavía tenía un perro en esta pelea.
Nuestros estados de ánimo eran ligeros cuando volvimos de la pista de gokart. América seguía riendo acerca de haberle dado una paliza a Shepley cuatro
veces en una vuelta, y Shepley fingía estar de mal humor.
Shepley tanteó con la llave en la oscuridad.
Sostuve mi teléfono celular en mis manos, luchando contra el impulso de
llamar a Abby por decimotercera vez.
—¿Por qué simplemente no la llamas ya? —preguntó América.
—Todavía estar{ en la cita, probablemente. Yo mejor no… interrumpo —
dije, tratando de empujar el pensamiento de lo que podría estar sucediendo de mi
mente.
—¿No deberías? —preguntó América, genuinamente sorprendida—. ¿No
dijiste que querías preguntarle si quería ir a jugar a los bolos mañana? Es grosero
no preguntarle a una chica en una cita el día después de, ya sabes.
Shepley finalmente encontró el ojo de la cerradura y abrió la puerta,
dejándonos entrar.
Me senté en el sofá, mirando el nombre de Abby en mi lista de llamadas.
—A la mierda —dije, tocando su nombre.
190
El teléfono sonó una vez, y luego otra vez. Mi corazón latía con fuerza
contra mis costillas, más de lo que nunca lo hizo antes de una pelea.
Abby respondió.
—¿Cómo va la cita, Pidge?
—¿Qué es lo que necesitas, Travis? —susurró. Al menos no respiraba con
dificultad.
—Quiero ir mañana a los bolos. Necesito a mi pareja.
—¿Bolos? ¿No podrías haberme llamado más tarde? —Quería que sus
palabras sonaran fuerte, pero el tono de su voz era todo lo contrario. Podría decir
que estaba contenta de que la hubiera llamado.
Mi confianza se elevó a un nuevo nivel. Ella no quería estar allí con Parker.
—¿Cómo se supone que voy a saber cuándo ustedes van a terminar? Oh.
Eso no salió bien… —bromeé.
—Te llamaré mañana y podremos hablar de ello entonces, ¿está bien?
—No, no está bien. Dijiste que querías que seamos amigos, ¿pero no
podemos pasar el rato? —Hizo una pausa, y me la imaginaba rodando esos
preciosos ojos grises. Estaba celoso de que Parker podía verlos de primera mano—.
No me ruedes los ojos. ¿Vienes o no?
—¿Cómo sabías que rodé mis ojos? ¿Me estás acechando?
—Siempre ruedas tus ojos. ¿Sí? ¿No? Estás perdiendo tiempo precioso de la
cita.
—¡Sí! —dijo en un fuerte susurro, con una sonrisa en su voz—. Iré.
—Te recogeré a las siete.
El teléfono hizo un ruido sordo cuando lo arrojé al extremo del sofá, y
entonces mis ojos viajaron hacia América.
—¿Tienes una cita?
—La tengo —dije, inclinándome hacia atrás contra el cojín.
América retiró sus piernas fuera de Shepley, burlándose de él sobre su
última carrera mientras navegaba por los canales. No le tomó mucho tiempo para
aburrirse. —Voy a volver a la residencia.
Shepley frunció el ceño, nunca contento con su partida. —Mándame
mensajes.
191
—Lo haré —dijo América, sonriendo—. Nos vemos, Trav.
Tuve envidia de que ella se iba, que tenía algo que hacer. Yo ya había
terminado días antes las dos únicas cosas que tenía que hacer.
El reloj encima de la televisión capturó mi atención. Los minutos rodaban
lentamente, y cuanto más me decía que dejara de prestar atención, más mis ojos se
dirigían a los números digitales de la caja. Después de una eternidad, sólo media
hora había pasado. Mis manos se removieron. Me sentía más aburrido e inquieto
incluso los segundos eran una tortura. Empujar los pensamientos de Abby y
Parker de mi cabeza se convirtió en una lucha constante. Finalmente, me levanté.
—¿Te vas? —preguntó Shepley con un rastro de sonrisa.
—No puedo quedarme sentado aquí. Ya sabes cómo Parker ha estado
echando espuma por la boca por ella. Me está volviendo loco.
—¿Piensas que ellos…? Nah. Abby no lo haría. América dijo que era… no
importa. Mi boca va a meterme en problemas.
—¿Virgen?
—¿Lo sabes?
Me encogí de hombros. —Abby me dijo. ¿Crees que porque nosotros… que
ella…?
—No.
Me froté la parte posterior de mi cuello. —Tienes razón. Creo que tienes
razón. Quiero decir, espero. Es capaz de hacer cualquier mierda loca para alejarme.
—¿Lo haría? ¿Alejarte, quiero decir?
Miré a los ojos de Shepley. —La amo, Shep. Sin embargo, sé lo que le haría a
Parker si se aprovecha de ella.
Shepley negó con la cabeza. —Es su elección, Trav. Si eso es lo que decidió,
vas a tener que dejarlo ir.
Tomé las llaves de mi moto y apreté los dedos a su alrededor, sintiendo los
bordes de metal afilados mientras se clavaban en mi palma.
Antes de subirme a la Harley, llamé a Abby.
—¿Estás en casa, ya?
—Sí, me dejó hace aproximadamente cinco minutos.
—Estaré allí en cinco más.
192
Colgué antes de que pudiera protestar. El aire gélido que se precipitaba
contra mi rostro mientras conducía contribuyó a adormecer la ira que provocaron
los pensamientos de Parker, pero una sensación de malestar descendió sobre mi
estómago mientras más cerca me encontraba del campus.
El motor de la moto parecía más fuerte mientras rebotaba en la pared de
ladrillo de Morgan Hall. En comparación con las ventanas oscuras y el
estacionamiento abandonado, mi Harley y yo hicimos que la noche pareciera
anormalmente tranquila, y la espera excepcionalmente larga. Finalmente, Abby
apareció en el umbral. Cada músculo de mi cuerpo se tensó mientras esperaba que
sonriera o enloqueciera.
No hizo ninguno. —¿No tienes frío? —preguntó, tirando de su chaqueta
apretada.
—Te ves bien —dije, notando que no estaba en un vestido. Era evidente que
no trataba de parecer toda sexy para él, y eso era un alivio—. ¿Tuviste un buen
rato?
—Uh… sí, gracias. ¿Qué est{s haciendo aquí?
Encendí el motor. —Iba a dar un paseo para despejar mi cabeza. Quiero que
vengas conmigo.
—Hace frío, Trav.
—¿Quieres que vaya a buscar el coche de Shep?
—Iremos a los bolos mañana. ¿No puedes esperar hasta entonces?
—Pasé de estar contigo cada segundo del día a verte durante diez minutos,
si tengo suerte.
Sonrió y negó con la cabeza. —Sólo han pasado dos días, Trav.
—Te echo de menos. Mueve tu trasero al asiento y vámonos.
Contempló mi oferta, y luego subió la cremallera de su chaqueta y se subió
en el asiento detrás de mí.
Tiré de sus brazos alrededor de mí sin pedir disculpas, lo suficientemente
apretado que era difícil ampliar mi pecho como para inhalar por completo, pero
por primera vez en toda la noche, me sentí como si pudiera respirar.
193
17
Traducido por Fiioreee & Andreani
Corregido por Alaska Young
L
a Harley nos llevó a ningún lugar en particular. El tráfico y la
esporádica patrulla de policía que se cruzó en nuestro camino fueron
suficiente para mantener mis pensamientos ocupados en un
principio, pero después de un rato éramos los únicos en la carretera. Sabiendo que
la noche finalmente terminaría, decidí que en el momento que la deje en Morgan
sería cuando ponga mi último esfuerzo. Independientemente de nuestras citas de
bolos platónicas, si continuaba viendo a Parker, con el tiempo también se
detendrían. Todo se detendría.
Presionar a Abby nunca era una buena idea, pero a menos que ponga todas
mis cartas sobre la mesa, había una gran probabilidad de perder a la única paloma
que había conocido. Lo qué quiero decir y cómo lo diría se reproduce una y otra
vez en mi mente. Tendría que ser directo, algo que Abby no podría ignorar o fingir
que no escuchó ni entendió.
La aguja había estado amenazando con llegar al final del medidor de gas
por varios kilómetros, así que me detuve en la primera gasolinera abierta con que
nos topamos.
—¿Quieres algo? —pregunté
Abby sacudió la cabeza, bajándose de la moto. Pasó los dedos por el
enredo de su largo, brillante cabello, y sonrió tímidamente.
194
—Déjalo. Estás jodidamente hermosa.
—Sólo si me pones en un vídeo de principio de los ochenta.
Me reí, y luego bostecé, colocando la boquilla en la abertura del tanque de
gas de la Harley.
Abby sacó su celular para ver la hora. —Oh, Dios mío, Trav. Son las tres de
la mañana.
—¿Quieres que volvamos? —pregunté, mi estómago hundiéndose.
—Será lo mejor.
—¿Todavía iremos esta noche a los bolos?
—Te dije que lo haría.
—Y todavía irás a la Sig Tau conmigo en un par de semanas, ¿verdad?
—¿Estás insinuando que no mantengo mi palabra? Me parece un poco
insultante.
Tiré de la boquilla del tanque de gas y la conecté en su base. —Simplemente
ya no sé lo que vas a hacer.
Me senté en la moto y luego ayudé a Abby a subir detrás de mí. Envolvió
sus brazos mí alrededor, esta vez por su cuenta, y suspiré, perdido en mis
pensamientos antes de arrancar el motor. Agarré las manillas, tomé aire, y justo
cuando tenía las pelotas para decírselo, decidí que una estación de servicio no era
el fondo apropiado para desnudar mi alma.
—Eres importante para mí, ya sabes —dijo Abby, apretándome con sus
brazos.
—No te entiendo, Pigeon. Pensé que conocía a las mujeres, pero eres tan
jodidamente confusa que ya no sé a qué te refieres.
—No te entiendo, tampoco. Se supone que debes ser el hombre mujeriego
del Eastern. No estoy recibiendo la experiencia completa de primer año que
prometieron en el folleto.
No pude evitar sentirme ofendido. Incluso si fuera cierto. —Bueno, eso es lo
primero. Nunca había tenido que dormir con una chica para que ella quisiera que
la dejara en paz.
—Eso no es lo que fue, Travis.
195
Arranqué el motor y lo saqué a la calle sin decir una palabra más. Conducir
hacia Morgan era insoportable. En mi cabeza, me hablé dentro y fuera sobre cómo
enfrentarme a Abby tantas veces. A pesar de que tenía los dedos entumecidos por
el frío, conduje lentamente, temiendo el momento en que Abby se enterara de todo,
y luego me rechazara por última vez.
Cuando nos detuvimos frente a la entrada de Morgan Hall, mis nervios se
sentían como si hubieran sido cortados, prendidos en fuego y dejados en un lío,
destrozado. Abby bajó de la moto, y su expresión triste creó un tenue resplandor
de pánico dentro de mí. Podría decirme que me vaya al infierno antes de que
tuviera la oportunidad de decir nada.
Caminé con Abby a la puerta, y sacó sus llaves, manteniendo la cabeza baja.
Incapaz de esperar un segundo más, tomé su barbilla suavemente en mi mano, y la
levanté, esperando pacientemente a que sus ojos se alzaran para encontrarse con
los míos.
—¿Te besó? —le pregunté, tocando con mi pulgar sus labios suaves.
Se alejó. —Tú sí que sabes cómo arruinar una noche perfecta, ¿no?
—Pensaste que fue perfecta, ¿eh? ¿Significa eso que la pasaste bien?
—Siempre lo hago cuando estoy contigo.
Mis ojos se detuvieron, y sentí mi rostro comprimirse en un ceño. —¿Te
besó?
—Sí —suspiró, irritada.
Cerré mis ojos con fuerza, sabiendo que mi próxima pregunta podría
resultar un desastre. —¿Eso es todo?
—¡Eso no es asunto tuyo! —dijo, tirando de la puerta.
La empujé cerrándola y me puse en su camino. —Necesito saber.
—¡No, no lo necesitas! ¡Muévete, Travis! —Clavó el codo en mi costado,
tratando de obtener algo.
—Pigeon...
—¿Crees que porque ya no soy virgen voy a lanzarme a cualquier otro?
¡Gracias! —dijo, empujando mi hombro.
—No he dicho eso, ¡maldita sea! ¿Es mucho pedir por un poco de paz
mental?
—¿Por qué te daría tranquilidad saber si estoy durmiendo con Parker?
—¿Cómo no lo sabes? ¡Es obvio para todos los demás, menos para ti!
196
—Supongo que soy una idiota, entonces. Estás brillante esta noche, Trav —
dijo, alcanzando la manija de la puerta.
Agarré sus hombros. Ella lo estaba haciendo de nuevo, la rutina
inconsciente que se había vuelto costumbre. El momento de mostrar mis cartas era
ahora. —La forma en que me siento por ti... es una locura.
—Acertaste en la parte de la locura —espetó, tirando de mí.
—Practiqué en mi cabeza todo el tiempo que estuvimos en la moto, así que
escúchame.
—Travis…
—Sé que estamos jodidos, ¿de acuerdo? Soy impulsivo y tengo mal genio, y
te metiste bajo mi piel como nadie más. Actúas como si me odiaras un minuto, y
luego como si me necesitaras al siguiente. Nunca acierto en nada, y no te merezco...
pero estoy malditamente enamorado de ti, Abby. Te amo más de lo que he querido a
nadie ni nada, nunca. Cuando estás cerca, no necesito alcohol, ni dinero, ni lucha, o
algo de una sola noche... todo lo que necesito es a ti. Eres en todo lo que pienso.
Eres todo lo que soñé. Eres todo lo que quiero.
No dijo nada durante varios segundos. Sus cejas levantadas, y sus ojos se
veían aturdidos mientras procesaba todo lo que yo había dicho. Parpadeó un par
de veces.
Tomé cada lado de su cara y la miré a los ojos. —¿Te has acostado con él?
Los ojos de Abby brillaron, y luego negó con la cabeza. Sin pensarlo, mis
labios se estrellaron contra los de ella, y deslicé mi lengua dentro de su boca. No
me rechazó, en cambio su lengua desafió a la mía, y agarró mi camiseta en sus
puños, tirándome cerca. Un gemido involuntario emanó de mi garganta, y envolví
mis brazos a su alrededor.
Cuando supe que tenía mi respuesta, me aparté, sin aliento. —Llama a
Parker. Dile que no quieres verlo nunca más. Dile que estás conmigo.
Cerró sus ojos. —No puedo estar contigo, Travis.
—¿Por qué diablos no? —pregunté, dejándola ir.
Abby negó con la cabeza. Había demostrado ser impredecible un millón de
veces antes, pero la forma en la que me había besado significaba algo más que
amistad, y era demasiado tarde para que sea sólo simpatía. Eso me dejó con una
sola conclusión.
—Increíble. La única chica que quiero, y ella no me quiere.
197
Vaciló antes de hablar. —Cuando América y yo nos mudamos aquí, fue
sabiendo que mi vida daría un giro en una forma determinada. O más bien, que no
resultaría de cierta manera. Las peleas, el juego, la bebida... es lo que dejé atrás.
Cuando estoy cerca de ti... todo está allí para mí en un irresistible y tatuado
paquete. No me mudé cientos de kilómetros para vivir todo de nuevo.
—Sé que mereces más que yo. ¿Crees que no lo sé? Pero si hay alguna mujer
que se hizo para mí... eres tú. Haré todo lo que tenga que hacer, Pidge. ¿Me oyes?
Haré cualquier cosa.
Se apartó de mí, pero no me rendiría. Ella estaba finalmente hablando, y si
se alejaba esta vez, no podríamos tener otra oportunidad.
Sostuve la puerta con la mano. —Dejaré de pelear al segundo que me
gradúe. No voy a beber una sola gota de nuevo. Te haré feliz siempre, Pigeon. Si
sólo creyeras en mí, puedo hacerlo.
—No quiero que cambies.
—Entonces dime qué hacer. Dime y lo haré —declaré.
—¿Me prestas tu teléfono? —preguntó.
Fruncí el ceño, sin saber lo que iba a hacer. —Por supuesto. —Saqué el
teléfono de mi bolsillo, y se lo entregué.
Tocó los botones por un momento, y luego marcó, cerrando los ojos
mientras esperaba.
—Lo siento por llamar tan temprano —tartamudeó—, pero esto no podía
esperar. Yo... no puedo ir a cenar contigo el miércoles.
Había llamado Parker. Mis manos temblaban de miedo, preguntándome si
ella le pediría que la recogiera, para salvarla, o algo más.
Y continuó—: No puedo verte de nuevo, de hecho. Estoy… bastante segura
de que estoy enamorada de Travis.
Todo mi mundo se detuvo. Traté de reproducir sus palabras de nuevo.
¿Había oído bien? ¿De verdad dijo lo que pensaba que había dicho, o era sólo una
ilusión?
Abby me devolvió el teléfono, y luego miró regañadientes a mis ojos.
—Colgó el teléfono —dijo con el ceño fruncido.
—¿Me amas?
—Son los tatuajes —dijo, frívola y encogiéndose de hombros, como si no
hubiera dicho lo que siempre he querido escuchar.
198
Pigeon me amaba.
Una amplia sonrisa se extendió por mi cara.
—Ven conmigo a casa —dije, envolviéndola en mis brazos.
Sus cejas se alzaron. —¿Dijiste todo eso para tenerme en tu cama? Debí
haberte dado una gran impresión.
—Lo único que estoy pensando ahora mismo es en tenerte en mis brazos
toda la noche.
—Vamos.
No lo dudé. Una vez que Abby estaba segura en la parte trasera de mi moto,
corrí a casa, tomando cada atajo, pasando cada luz amarilla, y entrando y saliendo
del poco tráfico que había a esa hora de la mañana.
Cuando llegamos al apartamento, apagar el motor y el levantar a Abby en
mis brazos parecía simultáneo.
Se rió contra mis labios mientras buscaba a tientas la cerradura de la puerta
principal. Cuando la dejé en el suelo y cerré la puerta detrás de nosotros, dejé
escapar un largo suspiro de alivio.
—No ha parecido como un hogar desde que te fuiste —dije, besándola otra
vez.
Toto correteó por el pasillo y meneó su pequeña cola peluda, pateando las
piernas de Abby.
La había extrañado casi tanto como yo.
La cama de Shepley chilló, y luego sus pisadas resonaron en el piso. Su
puerta se abrió de golpe mientras entrecerraba los ojos por la luz. —¡Joder no,
Trav, no estás haciendo esta mierda! Estás enamorado de Ab... —Sus ojos se
enfocaron y reconoció su error—...by. Hola, Abby.
—Hola, Shep —dijo Abby con una sonrisa divertida, dejando a Toto en el
suelo.
Antes que Shepley pudiera hacer preguntas, empujé a Abby por el pasillo.
Nos estrellamos el uno al otro. Yo no había planeado nada más que tenerla a mi
lado en la cama, pero ella tiró de mi camisa hacia arriba y sobre la cabeza con
intención. La ayudé con su chaqueta, y luego se quitó su suéter y camiseta. No
había duda de la mirada en sus ojos, y yo no estaba dispuesto a discutir.
199
Pronto los dos estábamos completamente desnudos, y la pequeña voz
dentro de mí queriendo saborear el momento y tomar las cosas con calma fue
fácilmente dominada por los besos desesperados de Abby y los gemidos suaves
que hizo cada vez que la tocaba casi en cualquier lugar.
La bajé al colchón, y su mano salió disparada hacia la mesita de noche. Al
instante, recordé mi ruptura poco ceremoniosa de la pecera de condones para
prometer mi soltería intencionada.
—Mierda —dije, jadeando—. Me deshice de ellos.
—¿Qué? ¿De todos? —Suspiré.
—Pensé que tú no... si no estaba contigo, no los necesitaría.
—¡Me estás tomando el pelo! —dijo, dejando caer la cabeza contra la
cabecera de la frustración.
Me agaché, respirando con dificultad, apoyando mi frente contra su pecho.
—Considérate lo opuesto a una conclusión inevitable.
Los momentos siguientes fueron un borrón. Abby hizo algún extraño
conteo, concluyendo que no podía quedar embarazada esa semana en particular, y
antes de darme cuenta, estaba dentro de ella, sintiendo cada una de sus partes en
contra de cada una de las mías. Nunca había estado con una chica sin la funda
delgada de látex, pero al parecer una fracción de milímetro hizo una gran
diferencia. Cada movimiento creando iguales y abrumadores sentimientos
contradictorios: retrasar lo inevitable, o ceder porque se sentía tan jodidamente
bueno.
Cuando la cadera de Abby se levantó contra la mía, y sus incontrolables
quejidos y gemidos escalaron a un fuerte y satisfecho grito, yo no podía aguantar
más.
—Abby —susurré desesperado—, necesito un... necesito...
—No te detengas —rogó. Sus uñas se clavaron en mi espalda.
Me balanceé en ella una última vez. Debo haber sido rudo, porque la mano
de Abby voló hasta mi boca. Cerré los ojos, dejando ir todo, sintiendo que mis cejas
se presionaron juntas mientras mi cuerpo se convulsionaba y se ponía rígido.
Respirando con dificultad, miré a los ojos de Abby. Usando sólo una sonrisa
cansada, satisfecha, me miró, esperando algo. La besé una y otra vez, y luego tomé
cada lado de su cara con las manos y la besé de nuevo, esta vez con más ternura.
200
La respiración de Abby se ralentizó, y suspiró. Incliné mi cuerpo hacia un
lado, relajándome junto a ella, y luego la atraje hacia mí. Apoyó la mejilla contra mi
pecho, su cabello en cascada bajo mi brazo. La besé en la frente una vez más,
cerrando juntos los dedos en la parte baja de su espalda.
—No te vayas esta vez, ¿está bien? Quiero despertar tal como ahora en la
mañana.
Abby me besó en el pecho, pero no levantó la vista. —No iré a ninguna
parte.
Esa mañana, acostado con la mujer que amo, una silenciosa promesa se
formó en mi cabeza. Iba a ser un mejor hombre para ella, alguien que merecía. No
más perder el control. Se acabaron las rabietas, o estallidos de violencia.
Cada vez que apretaba mis labios contra su piel, esperando que despertara,
repetía esa promesa en mi mente.
Lidiar con la vida fuera del apartamento mientras trataba de permanecer fiel
a esa promesa resultó ser una lucha. Por primera vez, no sólo me importaba
alguien, sino que también estaba desesperado por mantenerla. Sentimientos de
sobreprotección y celos picaban el juramento que había hecho unas horas antes.
Para la hora del almuerzo, Chris Jenks me había hecho enfurecer y se lo
regresé. Abby fue afortunadamente paciente y me perdonó, incluso cuando
amenacé a Parker veinte minutos más tarde.
Abby había demostrado más de una vez que ella podía aceptarme por lo
que era, pero no quería ser el idiota violento al que todo mundo estaba
acostumbrado. Mezclando mi rabia con estos nuevos sentimientos de celos era más
difícil controlarme de lo que hubiera imaginado.
Recurrí a evitar situaciones que podrían lanzarme a la rabia, y permanecer
ajeno al pensamiento de que Abby no sólo era increíblemente sensual, cada pene
en el campus estaba curioso acerca de cómo ella había domado al único hombre
que pensaban nunca se asentaría. Parecía que esperaban que yo lo jodiera todo
para poder intentarlo ellos, lo cual sólo me hacía sentir aún más molesto y
cascarrabias.
Para mantener mi mente ocupada, me centré en hacerles quedar en claro a
las estudiantes de que yo estaba fuera del mercado, lo que había enfurecido a la
mitad de población femenina de la escuela.
201
Caminando hacia The Red con Abby en Halloween, me di cuenta de que el
aire frío de finales de otoño no obstaculizaba al gran número de mujeres a utilizar
una gran variedad de trajes exhibicionistas. Abracé a mi novia, agradecido de que
no viniera vestida como una Barbie prostituta, o jugadora-de-fútbol-guión-travestiputa, lo que significaba que el número de amenazas que tendría que hacer por
mirar sus tetas o preocuparme porque se agachara se mantendrían al mínimo.
Shepley y yo jugábamos billar mientras las chicas miraban. Estábamos
ganando otra vez, después de habernos embolsado $360 en los dos últimos juegos.
Por la esquina de mi ojo, vi a Finch acercarse a América y a Abby. Rieron un
rato y luego Finch las llevó hacia la pista de baile. La belleza de Abby destaca,
incluso en medio de la piel desnuda, brillos y evidente escotes de Blanca Nieves y
árbitros a su alrededor.
Antes de que terminara la canción, América y Abby dejaron a Finch en la
pista de baile y se dirigieron hacia la barra. Me levanté sobre las puntas de mis pies
para encontrar la parte superior de sus cabezas en el mar de gente.
—Te toca—dijo Shepley.
—Las chicas se han ido.
—Probablemente fueron por bebidas. Tira, mandilón.
Con vacilación, me incliné, concentrado en la bola, pero luego fallé.
—¡Travis! ¡Era un tiro fácil! ¡Me estás matando! —Se quejó Shepley.
Todavía no podía ver a las chicas. Conocer los dos incidentes de agresión
sexual el año anterior, me puso nervioso de que Abby y América caminaran solas.
Drogar a chicas inocentes no era algo inaudito, incluso en nuestra pequeña ciudad
universitaria.
Dejé mi palo de billar sobre la mesa y comencé a atravesar la pista de baile
de madera.
La mano de Shepley cayó en mi hombro. —¿A dónde vas?
—A encontrar a las chicas. Recuerdas lo que pasó el año pasado con esa
chica Heather.
—Oh. Sí.
202
Cuando finalmente encontré a Abby y a América, vi a dos chicos
comprándoles bebidas. Ambos eran chaparros, uno era más gordo que el otro, con
el rostro sudoroso. Los celos deberían haber sido la última cosa que debería sentir
al mirarlo, pero el hecho de que él claramente intentaba algo con mi novia hizo que
esto tratara menos sobre cómo luce y más sobre mi ego; incluso aunque él no
supiera que ella estaba conmigo, debería haberlo asumido simplemente al mirarla
que no estaría sola. Mis celos se mezclaban con furia. Le había dicho a Abby una
docena de veces que no hiciera algo tan potencialmente peligroso como aceptar
una bebida de un extraño; la ira rápidamente asumió el control.
El tipo que le gritaba a Abby sobre el sonido de música se inclinó hacia ella.
—¿Quieres bailar?
Abby sacudió la cabeza. —No, gracias. Estoy aquí con mi…
—Novio —dije, cortándola. Bajé mi mirada hacia los tipos. Era casi ridículo
tratar de intimidar a los dos hombres que vestían togas, pero aun así solté mi
expresión: Te Voy a Matar. Hice una seña con la cabeza al otro extremo de la
habitación—. Váyanse, ahora.
Los hombres se encogieron y luego miraron a América y a Abby antes de
retirarse detrás de la cortina de la multitud.
Shepley besó a América. —¡No puedo llevarte a ningún lado! —Ella rió y
Abby me sonrió.
Yo estaba demasiado enojado como para devolverle la sonrisa.
—¿Qué? —preguntó, desconcertada.
—¿Por qué le permitiste comprarte una bebida?
América se soltó de Shepley. —No lo hicimos, Travis. Les dije que no.
Tomé la botella de la mano de Abby. —Entonces, ¿qué es esto?
—¿Es en serio? —preguntó.
—Sí, es jodidamente en serio —dije, lanzando la cerveza en la basura cerca
de la barra—. Te he dicho cientos de veces... no puedes aceptarle bebidas a
cualquier chico. ¿Qué pasa si puso algo en ella?
América levantó su copa. —Las bebidas nunca salieron de nuestra vista,
Trav. Estás exagerando.
—No estoy hablando contigo —le dije, mirando fijamente a Abby.
Sus ojos destellaban, reflejando mi ira. —No le hables así.
—Travis —me advirtió Shepley—, déjalo ir.
—No me gusta que dejes a otros chicos comprarte bebidas —dije.
Abby levantó una ceja. —¿Estás intentando discutir?
—¿Te molestaría caminar hasta la barra y verme compartir una copa con
alguna chica?
—Está bien. No eres consciente de todas las mujeres, ahora. Lo entiendo.
Debo hacer el mismo esfuerzo.
203
—Sería bueno —dije, apretando mis dientes.
—Vas a tener que bajarle a tu tono de novio celoso, Travis. No hice nada
malo.
—¡Camino aquí, y un tipo te está comprando una bebida!
—¡No le grites! —dijo América.
Shepley puso su mano en mi hombro. —Todos hemos bebido bastante. Sólo
salgamos de aquí.
La ira de Abby se volvió una mueca. —Tengo que decirle a Finch que ya nos
vamos —Se quejó, haciéndome a un lado para pasar a la pista de baile.
La tomé de la muñeca. —Voy contigo.
Se soltó de mi agarre. —Soy totalmente capaz de caminar unos metros por
mí misma, Travis. ¿Qué está mal contigo?
Abby salió disparada rumbo a Finch, quien movía sus brazos y saltaba en
medio del suelo de madera. El sudor se vertía por su frente. Al principio él sonrió,
pero cuando ella gritó que se iba, rodó sus ojos.
Abby dijo mi nombre sin hacer sonido. Me estaba echando la culpa, lo que
sólo me hizo molestarme aún más. Por supuesto que me molestaría si ella hiciera
algo que pudiera provocar que saliera lastimada. Parecía no importarle mucho
cuando yo atacaba a Chris Jenks, pero cuando me molestaba sobre que aceptara
bebidas de extraños, tenía la audacia de enojarse.
Al igual que mi ira hervida por la rabia, un idiota en un disfraz de pirata
agarró a Abby y se presionó contra ella. El lugar se puso borroso, y antes de que
fuera consciente, mi puño estaba en su rostro. El pirata cayó al suelo, pero cuando
Abby se fue con él, regresé a la realidad.
Con sus palmas sobre el piso de baile, se veía aturdida. Yo estaba congelado
en estado de shock, mirándola, en cámara lenta, giró su mano para ver que se
encontraba cubierta de brillante sangre roja que chorreaba de la nariz del pirata.
Traté de levantarla. —¡Oh, mierda! ¿Estás bien, Pidge?
Cuando Abby se puso de pie, se apartó de mí, tirando de su brazo. —¿Estás
loco?
América agarró la muñeca de Abby y tiró de ella a través de la multitud,
sólo soltándola cuando estuvimos fuera. Tuve que caminar el doble de rápido para
alcanzarlas.
204
En el estacionamiento, Shepley había abierto el Charger y Abby se deslizó
en su asiento.
Traté de suplicarle perdón. Estaba más que furiosa. —Lo siento, Pigeon, no
sabía que te tenía agarrada.
—¡Tu puño estuvo a cuatro centímetros de mi cara! —dijo, agarrando la
toalla manchada de aceite que Shepley le había lanzado. Limpiándose la sangre de
la mano, envolviendo la tela en cada dedo, claramente asqueada.
Pestañeé. —No lo habría atacado si hubiera sabido que te tenía agarrada.
Sabes eso, ¿verdad?
—Cállate, Travis. Sólo cállate —dijo, mirando la parte trasera de la cabeza
de Shepley.
—Pidge...
Shepley golpeó el volante con la palma de su mano. —¡Cállate, Travis!
¡Dijiste que lo sientes, ahora cierra la maldita boca!
No podía decir nada. Shepley tenía razón: jodí toda la noche y
repentinamente la posibilidad de que Abby me dejara era alarmante.
Cuando llegamos el apartamento, América besó a su novio para despedirse.
—Nos vemos mañana, bebé.
Shepley asintió en resignación y la besó. —Te amo.
Yo sabía que se iban por mi culpa. De lo contrario, las chicas pasarían la
noche en el apartamento al igual que cada fin de semana.
Abby pasó a mi lado hasta la Honda de América sin decir una palabra.
Me acerqué a su lado, formando una sonrisa incómoda en un intento de
calmar la situación. —Vamos. No te vayas molesta.
—Oh, no estoy molesta. Estoy furiosa.
—Necesita tiempo para calmarse, Travis —me advirtió América, abriendo la
puerta.
Cuando la cerradura se abrió, entré en pánico, puse mi mano contra la
puerta. —No te vayas, Pigeon. Perdí el control. Lo siento.
Abby levantó la mano, mostrando los restos de sangre seca en su palma. —
Llámame cuando crezcas.
Apoyé mi cadera contra la puerta. —No puedes irte.
205
Abby levantó una ceja y Shepley trotó alrededor del auto para llegar a
nosotros. —Travis, estás borracho. Estás a punto de cometer un grave error. Sólo
déjala ir a casa, calmarse... ambos pueden hablar mañana cuando estén sobrios.
—No se puede ir —dije desesperado mirando fijamente a Abby a los ojos.
—No va a funcionar, Travis —dijo, tirando la puerta—. ¡Muévete!
—¿A qué te refieres con que no va a funcionar? —le pregunté, agarrando su
brazo. El temor de Abby diciendo las palabras, terminando ahí me hizo reaccionar
sin pensar.
—Me refiero a la cara triste. No voy a creérmela —dijo, soltándose.
Me invadió un alivio de corto plazo. No iba a terminarlo. Por lo menos, no
todavía.
—Abby —dijo Shepley—, este es el momento del que hablaba. Tal vez
deberías…
—Mantente fuera de esto, Shep —soltó América, arrancando el auto.
—Lo voy a arruinar. Lo voy a arruinar bastante, Pidge, pero tienes que
perdonarme.
—¡Voy a tener un moretón gigante en mi trasero mañana en la mañana!
¡Golpeaste a ese tipo porque estabas molesto conmigo! ¿Qué debería decirme eso?
¡Porque las banderas rojas están elevándose en todo el lugar ahora mismo!
—Nunca he golpeado a una chica en mi vida —dije, sorprendido de que
siquiera pensara que podía ponerle una mano encima, o a cualquier otra mujer de
hecho.
—¡Y yo no voy a ser la primera! —dijo, tirando de la puerta—. ¡Muévete,
maldita sea!
Asentí, dando un paso hacia atrás. Lo último que quería era que se fuera,
pero era mejor que estuviera furiosa a que terminara mandándome a la mierda.
América puso el coche en marcha, y vi a Abby a través de la ventana.
—Vas a llamarme mañana, ¿verdad? —le pregunté, tocando el parabrisas.
—Sólo vámonos, Mare —dijo, mirando hacia adelante.
Cuando ya no se veían las luces de freno, entré al apartamento.
—Travis —advirtió Shepley—, no lo jodas, hermano. Lo digo en serio.
Asentí, caminando hacia mi cuarto derrotado. Parecía que justo cuando
obtenía un puñado de cosas, mi maldito genio salía a relucir. Tenía que controlarlo,
o iba a perder lo mejor que me había pasado.
206
Para pasar el tiempo, cociné chuletas de cerdo y puré de patatas, pero sólo
lo esparcí por mi plato, incapaz de comer. Lavar la ropa ayudó a noquear una hora,
y entonces decidí darle a Toto un baño. Jugamos un rato, pero incluso él me dejó y
se acurrucó en la cama. Mirando hacia el techo, obsesionado con lo estúpido que
había sido, no estaba siendo productivo, así que decidí sacar todos los platos del
gabinete y lavarlos a mano.
La noche más larga de mi vida.
Las nubes comenzaron a colorarse, el sol comenzaba a salir. Agarré las
llaves de la moto y salí a dar un paseo, acabé delante de Morgan Hall.
Harmony Handler estaba saliendo a correr. Me miró por un momento,
manteniendo su mano sobre la puerta.
—Hola, Travis —dijo con su típica sonrisita. Que se desvaneció
rápidamente—. Guau. ¿Está enfermo o algo? ¿Necesitas que te lleve a algún lugar?
—Debo haber lucido como el infierno. Harmony siempre había sido un amor. Su
hermano era un Sig Tau, por lo que no la conocía tan bien. Las hermanitas estaban
prohibidas.
—Hola, Harmony —dije, intentando darle una sonrisa—. Quería darle una
sorpresa a Abby con el desayuno. ¿Crees que pueda pasar?
—Eh... —dudó, mirando hacia atrás, a través de la puerta de cristal—.
Nancy podría enloquecer. ¿Seguro que estás bien?
Nancy era la mamá del dormitorio de Morgan Hall. Había oído hablar de
ella, pero nunca la había visto y dudaba que siquiera lo notara. Se decía por el
campus que bebía más que los residentes y rara vez era vista fuera de su
habitación.
—Sólo ha sido una noche larga. Vamos. —Sonreí—. Sabes que no le
importará.
—Está bien, pero no fui yo.
Sostuve mi mano en mi corazón. —Lo prometo.
Subí las escaleras y toqué suavemente en la puerta de Abby.
La perilla giró rápidamente, pero la puerta se abrió lentamente,
gradualmente, revelando a Abby y América al otro lado del cuarto. La mano de
Kara se retiró de la perrilla y regresó a las sábanas de su cama.
—¿Puedo pasar?
207
Abby se sentó rápidamente. —¿Estás bien?
Entré y caí de rodillas ante ella. —Lo siento, Abby. Lo siento —dije,
envolviendo mis brazos alrededor de su cintura y enterrando la cabeza en su
regazo.
Abby acunó mi cabeza en sus brazos.
—Yo, uh... —tartamudeó América—. Me voy.
La compañera de Abby, Kara dio pisotones por el cuarto, agarrando sus
cosas para ducharse. —Siempre estoy muy limpia cuando estás por aquí, Abby —
dijo, golpeando la puerta detrás de ella.
Miré a Abby. —Sé que me vuelvo loco cuando se trata de ti, pero Dios sabe
que lo estoy intentando, Pidge. No quiero arruinarlo.
—Entonces no lo hagas —dijo simplemente.
—Esto es difícil para mí, ¿sabes? Siento que en cualquier momento vas a
averiguar cuan pedazo de mierda soy y me vas a dejar. Cuando bailaban anoche,
vi una docena de tipos mirándote. Vas a la barra, y veo que agradeces a ese chico
por la bebida. Luego esa bolsa de mierda en la pista de baile te agarra.
—Tú no me ves a mí golpeando a cualquier chica que se te acerca. No puedo
quedarme encerrada en el apartamento todo el tiempo. Vas a tener que controlar tu
temperamento.
—Lo haré —dije, asintiendo—. Nunca he querido a una novia antes, Pigeon.
No estoy acostumbrado a sentirme de esta manera acerca de alguien... por nadie. Si
eres paciente conmigo, juro que me controlaré.
—Vamos aclarar algo; no eres un pedazo de mierda, eres increíble. No
importa quién me compre bebidas o quien me invite a bailar o quién coquetee
conmigo. Voy a casa contigo. Me has pedido que confíe en ti, y tú no pareces
confiar en mí.
Fruncí el ceño. —Eso no es verdad.
—Si piensas que voy a dejarte por cualquier tipo que se aparezca, entonces
no me tienes mucha fe.
Apretó mi agarre. —No soy lo suficientemente bueno para ti, Pidge. Eso no
quiere decir no confíe en ti, sólo me preparo para lo inevitable.
—No digas eso. Cuando estamos solos, eres perfecto. Somos perfectos. Pero
luego dejas que todos los demás lo arruinen. No espero un cambio de 180 grados,
pero tienes que elegir tus batallas. No puedes pelear cada vez que alguien me mire.
208
Asentí, sabiendo que tenía razón. —Hago todo lo que tú quieras. Sólo...
dime que me amas. —Era plenamente consciente lo ridículo que sonaba, pero no
importaba ya.
—Sabes que lo hago.
—Necesito oírte decirlo.
—Te amo —dijo. Tocó mis labios con los suyos y luego me alejó unos
centímetros—. Ahora deja de ser tan bebé.
Una vez que me besó, mi corazón comenzó a calmarse y todos los músculos
en mi cuerpo se relajaron. Me aterró lo mucho que la necesitaba. No podía
imaginar que el amor fuera así para todos, de ser así los hombres andarían por ahí
caminando como locos en el segundo que fueran lo suficientemente grandes como
para notar a las niñas.
Tal vez sólo era yo. Tal vez éramos sólo ella y yo. Tal vez juntos éramos esta
entidad volátil que hacía implosión o se fundía. De cualquier manera, parecía que
en el momento en que la encontré, mi vida se había volteado boca abajo. Y no
quería que fuera de ninguna otra manera.
209
18
Traducido por loveandheartts & Akires
Corregido por Carolyn
M
edio emocionado, medio nervioso como el infierno, entré en la
casa de mi padre, mis dedos entrelazados con los de Abby. Humo
del cigarrillo de mi padre y mis hermanos provenía de la sala de
juegos, mezclándose con el ligero olor almizclado de la alfombra que era más vieja
que yo.
A pesar de que Abby estuvo molesta al principio por no tener mucho aviso
antes de conocer a mi familia, parecía más a gusto de lo que yo me sentía. Traer
una novia a casa no era un hábito de los hombres Maddox, y cualquier predicción
de sus reacciones no era fiable en el mejor de los casos.
Trenton salió a la vista primero. —¡Santo Cristo! ¡Es el idiota!
Cualquier esperanza de que mis hermanos pretendieran no ser otra cosa que
salvajes era una pérdida de tiempo. Los amaba de todos modos, y conociendo a
Abby, también lo haría.
—Oye, oye... cuida tu lenguaje frente a la señorita —dijo papá, asintiendo
hacia Abby.
—Pidge, este es mi papá, Jim Maddox. Papá, esta es Pigeon.
—¿Pigeon? —preguntó Jim, con una expresión divertida en el rostro.
—Abby —dijo ella, estrechándole la mano.
210
Señalé a mis hermanos, cada uno asintiendo cuando decía su nombre. —
Trenton, Taylor, Tyler y Thomas.
Abby parecía un poco abrumada. No podía culparla, nunca le había hablado
de mi familia, y cinco chicos serían abrumadores para cualquiera. De hecho, cinco
chicos Maddox eran francamente aterradores para la mayoría.
Al crecer, los niños del barrio aprendieron a no meterse con ninguno de
nosotros, y sólo una vez alguien cometió el error de hacerlo. Éramos frágiles, pero
nos uníamos como una sólida fortaleza si era necesario. Eso estaba claro, incluso
para aquellos que no pretendían intimidarnos.
—¿Abby tiene apellido? —preguntó papá.
—Abernathy —dijo, asintiendo cortésmente.
—Es un placer conocerte, Abby —dijo Thomas con una sonrisa. Abby no lo
habrá notado, pero la expresión de Thomas era una fachada para lo que realmente
hacía: analizar cada palabra y movimiento suyo. Él siempre estaba en búsqueda de
alguien que pudiera potencialmente balancear nuestro ya débil barco. Las olas no
eran bienvenidas, y siempre había hecho su trabajo al calmar las potenciales
tormentas.
Papá no puede soportarlo, solía decir. Ninguno de nosotros podía discutir
contra esa lógica. Cuando uno o unos cuantos de nosotros nos encontrábamos en
problemas, iríamos con Thomas, y él se encargaría de ello antes que papá pudiera
averiguarlo. Años de acoger a un grupo de escandalosos, violentos chicos hizo que
Thomas se convierta en un hombre mucho antes de lo que debería. Lo
respetábamos por eso, incluyendo mi padre, pero años de ser nuestro protector lo
volvieron un poco arrogante a veces. Pero Abby se mantuvo sonriendo y ajena al
hecho de que ahora era un blanco bajo la mirada del guardián de la familia.
—Un gran placer —dijo Trenton, sus ojos ambulantes en lugares que
habrían conseguido que cualquier otro muriera.
Papá golpeó la parte trasera de su cabeza y gritó.
—¿Que dije? —dijo, frotándose la parte posterior de la cabeza.
—Siéntate, Abby. Míranos quitarle el dinero a Trav —dijo Taylor.
Saqué una silla para Abby, y se sentó. Miré a Trenton, y respondió sólo con
un guiño. Sabelotodo.
—¿Conociste a Stu Unger? —preguntó Abby, señalando una polvorienta
foto.
No pude creerle a mis oídos.
211
Los ojos de papá se iluminaron. —¿Sabes quién es Stu Unger?
Abby asintió. —Mi papá es un fan también.
Papá se puso de pie, señalando la polvorienta foto a su lado. —Y ese de allí
es Doyle Brunson.
Abby sonrió. —Mi papá lo vio jugar una vez. Es increíble.
—El abuelito de Travis era un profesional. Nos tomamos al póquer muy en
serio por aquí. —Papá sonrió.
No era sólo que Abby nunca hubiera mencionado el hecho que conocía algo
sobre póquer, también era la primera vez que la había escuchado hablar de su
padre.
Mientras observábamos a Trenton barajar y repartir, traté de olvidar lo que
había sucedido.
Con sus largas piernas, ligeras pero perfectas y proporcionadas curvas, y
grandes ojos, Abby era increíblemente hermosa, pero conocer a Stu Unger por su
nombre la había hecho tener un gran éxito con mi familia. Me acomodé un poco
más arriba en mi asiento. No había forma que ninguno de mis hermanos pudiera
traer a casa a alguien que superara eso.
Trenton levantó una ceja. —¿Quieres jugar, Abby?
Ella negó con la cabeza. —No creo que debería.
—¿No sabes cómo? —preguntó papá.
Me incliné para besar su frente. —Juega... yo te enseño.
—Deberías darle un beso de despedida a tu dinero en este momento, Abby
—se rió Thomas.
Abby apretó los labios y metió la mano en su bolso, sacando dos billetes de
cincuenta. Se los entregó a papá, esperando pacientemente que se los cambiara por
fichas. Trenton sonrió, dispuesto a tomar ventaja de su confianza.
—Tengo fe en las habilidades para enseñar de Travis —dijo Abby.
Taylor aplaudió. —¡Demonios, sí! ¡Voy a volverme rico esta noche!
—Empecemos con poco esta vez —dijo papá, lanzando una ficha de cinco
dólares.
Trenton repartió, y abrió en abanico las cartas de Abby. —¿Alguna vez has
jugado?
—Ha pasado un tiempo —asintió.
212
—No se vale el Go Fish8, optimista —dijo Trenton, mirando sus cartas.
8
Go Fish: Juego de cartas donde los jugadores piden las cartas que necesitan y se las intercambian.
—Cierra la boca, Trent —gruñí, lanzándole una rápida mirada amenazante
antes de volver a mirar las cartas de Abby—. Estás buscando cartas altas, números
consecutivos, y de la misma clase si eres muy afortunada.
Perdimos las primeras rondas, pero Abby se rehusaba a que la ayudara.
Luego de eso, empezó a recuperarse con bastante rapidez. Tres manos más tarde,
había pateado todos sus traseros sin siquiera pestañear.
—¡Mierda! —Se quejó Trenton—. ¡La suerte del principiante apesta!
—Tienes a una chica que aprende rápido, Trav —dijo papá, moviendo su
boca alrededor de su cigarro.
Tomé un trago de mi cerveza, sintiéndome como el rey del mundo. —¡Me
estás haciendo orgulloso, Pigeon!
—Gracias.
—Aquellos que no pueden, enseñan —dijo Thomas, sonriendo.
—Muy gracioso, imbécil —murmuré.
—Consíguele una cerveza a la chica —dijo papá, una sonrisa divertida
levantaba sus ya hinchadas mejillas.
Con mucho gusto fui y saqué una botella de la nevera, usé el ya roto borde
de la encimera para sacar la tapa de la botella. Abby sonrió cuando puse la botella
frente a ella y no dudó en tomar uno de sus tan conocidos grandes tragos.
Se limpió los labios con el dorso de la mano, y luego esperó que mi papá le
diera sus fichas.
Cuatro manos más tarde, Abby había tomado lo último de su tercera
cerveza y miraba a Taylor de cerca. —Está de tu parte, Taylor. ¿Vas a seguir siendo
un bebé o vas a dar la cara como un hombre?
Se me estaba haciendo muy difícil mantener la excitación en otras zonas.
Mirar a Abby ganándoles a mis hermanos —y a un veterano del póquer
como era mi padre— ronda tras ronda me calentaba. Nunca había visto una mujer
más sexy en mi vida, y sucedía que era mi novia.
—¡Que se joda! —dijo Taylor, lanzando sus últimas fichas adentro.
213
—¿Qué tienes, Pigeon? —le pregunté con una sonrisa. Me sentía como un
niño en navidad.
—¿Taylor? —solicitó Abby, con el rostro completamente en blanco.
Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. —¡Flush9! —Sonrió, extendiendo
sus cartas boca arriba sobra la mesa.
Todos miramos a Abby. Sus ojos recorrieron a los hombres a su alrededor y
luego golpeó las cartas sobre la mesa. —¡Acepten su derrota y lloren, chicos! ¡Ases
y ochos!
—¿Un Full House10? ¿Qué demonios? —gritó Trenton.
—Lo siento. Siempre quise decir eso —dijo Abby, riendo mientras agarraba
sus fichas.
Los ojos de Thomas se estrecharon. —Esto no es sólo suerte de principiante.
Ella juega.
Miré a Thomas por un momento. No quitó sus ojos de Abby.
Entonces, la miré. —¿Has jugado alguna vez, Pidge?
Apretó los labios y se encogió de hombros, dejando que una dulce sonrisa
apareciera en las comisuras de su boca. Mi cabeza cayó hacia atrás, y me eché a
reír. Intenté decirle lo orgulloso que estaba, pero las palabras no salieron por el
temblor incontrolable que sacudía mi cuerpo. Golpeé la mesa con el puño varias
veces, tratando de controlarme.
—¡Tu novia nos acaba de estafar! —dijo Taylor, señalando en mi dirección.
—¡DE NINGUNA JODIDA MANERA! —gimió Trenton, poniéndose de pie.
—Buen plan, Travis. Traer un tiburón de cartas a la noche de póquer —dijo
papá, guiñándole un ojo a Abby.
—¡No lo sabía! —dije, negando con la cabeza.
—¡Tonterías! —dijo Thomas, con los ojos todavía en mi novia.
—¡En serio! —dije.
—Odio decirlo, hermano. Pero creo que acabo de enamorarme de tu chica —
dijo Tyler.
De repente mi risa se había ido y fruncí el ceño. —Oye, ya.
214
—Ya está bueno. Estaba solamente dejándotela fácil, Abby, pero quiero mi
dinero de vuelta, ahora —advirtió Trenton.
9
Flush: mano de cartas en donde todas son de la misma clase.
Full House: mano de cartas que contiene tres de un rango y las otras dos de otro rango.
10
Me senté a mirar las últimas rondas, viendo a los chicos tratando de
recuperar su dinero. Ronda tras ronda, Abby los arrollaba. Ni siquiera pretendía ir
fácil contra ellos.
Una vez que mis hermanos quedaron sin dinero, papá terminó la noche y
Abby le devolvió cien dólares a cada uno de ellos, excepto a papá, quién no los
quiso tomar.
Tomé la mano de Abby, y caminamos hacia la puerta. Mirar a mi novia
ganarle a mis hermanos fue entretenido, pero aún estaba decepcionado que les
devolviera parte de su dinero.
Me apretó la mano. —¿Qué sucede, bebé?
—¡Acabas de regalar cuatrocientos dólares, Pidge!
—Si esta hubiese sido una noche de póquer en Sig Tau, me los hubiera
quedado. No les puedo robar a tus hermanos la primera vez que los conozco.
—¡Ellos se hubieran quedado con tu dinero!
—No lo hubiera dudado ni por un segundo, tampoco —dijo Tyler.
Por el rabillo de mi ojo, vi a Thomas mirando a Abby desde el sillón
reclinable en la esquina de la sala de estar. Había estado más tranquilo que de
costumbre.
—¿Por qué sigues mirando a mi chica, Tommy?
—¿Cuál dijiste que era tu apellido? —preguntó Thomas.
Abby se movió nerviosamente, pero no contestó.
Puse mi brazo alrededor de su cintura, y me volví hacia mi hermano, no
muy seguro de a qué quería llegar. Él pensaba que sabía algo, y se preparaba para
hacer su jugada.
—Es Abernathy. ¿Por qué?
—Puedo entender por qué no lo averiguaste antes de esta noche, Trav, pero
ya no tienes ninguna excusa —dijo Thomas, presumido.
—¿De qué mierda estás hablando? —pregunté.
215
—¿Por casualidad no estarás emparentada con Mick Abernathy? —
preguntó Thomas.
Todas las cabezas se giraron, esperando la respuesta de Abby.
Envolvió su dedo en su pelo, claramente nerviosa. —¿De dónde conoces a
Mick?
Mi cuello se giró incluso más en su dirección. —Es uno de los mejores
jugadores de póquer que haya existido. ¿Lo conoces?
—Es mi padre —dijo. Pareció casi doloroso de responder.
La sala entera estalló.
—¡DE NINGUNA JODIDA MANERA!
—¡LO SABÍA!
—¡ACABAMOS DE JUGAR CON LA HIJA DE MICK ABERNATHY!
—¿MICK ABERNATHY? ¡MIERDA!
Las palabras resonaron en mis oídos, pero aún así me tomó varios segundos
procesarlo. Tres de mis hermanos saltaban arriba y abajo, gritando, pero para mí la
habitación entera estaba congelada, y el mundo silencioso.
Mi novia, que también era mi mejor amiga, era la hija de una leyenda del
póquer, alguien que mis hermanos, mi padre e incluso mi abuelo, idolatraban.
La voz de Abby me regresó al presente. —Les dije que no debía jugar.
—Si nos hubieras dicho que eras la hija de Mick Abernathy, tal vez te
hubiéramos tomado más en serio —dijo Thomas.
Abby me miró desde abajo de sus pestañas, esperando una reacción.
—¿Tú eres Lucky Thirteen11? —le pregunté, sin habla.
Trenton se paró y la señaló. —¡Lucky Thirteen está en nuestra casa! ¡De
ninguna manera! ¡No lo puedo creer!
—Ese fue un apodo que la prensa me dio. Y la historia no era exactamente
correcta —dijo Abby, inquieta.
Incluso en medio de la resonante conmoción de mis hermanos, la única cosa
que podía pensar era lo malditamente caliente que era la chica de la que estaba
enamorado, era prácticamente una celebridad. Aún mejor, era famosa por algo
exageradamente genial.
—Necesito llevar a Abby a casa, chicos —dije.
Papá miró a Abby por encima de sus anteojos. —¿Por qué no era correcta?
216
—Yo no le quité la suerte a mi padre. Es decir, es ridículo. —Se echó a reír,
enroscando su pelo nerviosamente alrededor de su dedo.
11
Lucky Thirteen: trece afortunado.
Thomas negó con la cabeza. —No, Mick dio esa entrevista. Dijo que a la
media noche de tu decimotercer cumpleaños su suerte se acabó.
—Y la tuya empezó —añadí.
—¡Fuiste criada por mafiosos! —dijo Trent, sonriendo con emoción.
—Oh... no —Se rió una vez—. Ellos no me criaron. Sólo estuvieron
alrededor... bastante.
—Es una pena, Mick soltándole tu nombre a la mafia por medio de la
prensa. Eras sólo una niña —dijo mi papá, sacudiendo la cabeza.
—En todo caso, fue suerte de principiantes —dijo Abby.
Me di cuenta por la mirada en su cara que estaba incómoda por toda la
atención.
—Fuiste enseñada por Mick Abernathy —dijo papá, sacudiendo la cabeza
con asombro—. Estabas jugando profesionalmente y ganando a la edad de trece
años, por Cristo Santo. —Me miró y sonrió—. No apuestes en su contra, hijo. Ella
no pierde.
Mi mente inmediatamente regresó a la pelea cuando Abby apostó en mi
contra, sabiendo que iba a perder, y tener que vivir conmigo por un mes. Durante
todo este tiempo pensé que no se preocupaba por mí, y ahora me doy cuenta de
que no era así.
—Uh… nos tenemos que ir, papá. Adiós, chicos.
Conduje por las calles, entrando y saliendo del tráfico. Cuanto más rápido
subía la aguja del velocímetro, más apretados los muslos de Abby me sujetaban,
haciéndome tener más ganas de llegar al apartamento.
Abby no dijo una palabra cuando aparqué la Harley y la conduje al piso de
arriba, y todavía no hablaba cuando le ayudé con su chaqueta.
Se dejó el pelo suelto y me quedé mirándola con asombro. Era casi como si
fuera una persona diferente, y no podía esperar para poner mis manos sobre ella.
—Sé que estás enojado conmigo —dijo, mirando al suelo—. Discúlpame que
no te lo dije, pero no es algo de lo que hablo.
217
Sus palabras me sorprendieron. —¿Enojado contigo? Estoy tan caliente que
no puedo ver claramente. Le acabas de robar el dinero a los imbéciles de mis
hermanos sin siquiera pestañear, lograste asombrar a mi papá, y estoy bastante
seguro que perdiste a propósito aquella apuesta que hicimos antes de mi pelea.
—Yo no diría eso...
—¿Pensaste que ibas a ganar?
—Bueno... no, no exactamente —dijo, quitándose los zapatos de tacón.
Apenas podía contener la sonrisa que avanzó a mi cara. —Entonces querías
estar aquí conmigo. Creo que me acabo de enamorar de ti de nuevo.
Abby pateó sus tacones en el armario. —¿Cómo es que no estás enojado en
este momento?
Suspiré. Tal vez debería haber estado molesto. Pero sólo… no lo estaba. —Es
algo bastante importante, Pidge. Debiste habérmelo dicho. Pero entiendo por qué
no lo hiciste. Viniste aquí para escapar de todo eso. Es como si el cielo se abriera…
ahora todo tiene sentido.
—Bueno, eso es un alivio.
—Lucky Thirteen —dije, agarrando el dobladillo de su camisa y tirándola
por encima de su cabeza.
—No me llames así, Travis. No es algo bueno.
—Eres jodidamente famosa, Pigeon. —Desabroché sus jeans y los bajé hasta
sus tobillos, ayudándola a salir.
—Mi padre me odió luego de eso. Todavía me culpa por todos sus
problemas.
Me quité la camisa y la abracé, impaciente por sentir su piel contra la mía. —
Todavía no puedo creer que la hija de Mick Abernathy está parada frente a mí, he
estado contigo todo este tiempo y no tenía ni idea.
Me empujó. —¡No soy la hija de Mick Abernathy, Travis! Eso fue lo que dejé
atrás. Soy Abby. ¡Sólo Abby! —dijo, caminando al armario. Arrancó una camiseta
del perchero y se la puso.
—Lo siento. Estoy un poco deslumbrado.
—¡Solamente soy yo! —Sostuvo la palma de su mano contra su pecho, su
voz al borde de la desesperación.
—Sí, pero...
218
—Pero nada. La manera en que me estás mirando ahora. Es justamente por
eso que no te lo había dicho. —Cerró los ojos—. No voy a vivir así de nuevo, Trav.
Ni siquiera contigo.
—¡Guau! Cálmate, Pigeon. No nos dejemos llevar. —La tomé en mis brazos,
de repente me preocupé de a dónde iba la conversación—. No me importa lo que
fuiste o lo que ya no eres. Sólo te quiero a ti.
—Entonces, supongo que tenemos eso en común.
Tiré de ella suavemente a la cama, y luego me acurruqué a su lado,
aspirando el ligero olor a cigarro mezclado con su champú. —Somos sólo tú y yo
contra el mundo, Pidge.
Se acurrucó a mi lado, parecía satisfecha con mis palabras. Cuando se relajó
contra mi pecho, suspiró.
—¿Qué sucede? —pregunté.
—No quiero que nadie se entere, Trav. No quería que tú te enteraras.
—Te amo, Abby. No lo volveré a mencionar, ¿de acuerdo? Tu secreto está a
salvo conmigo —dije, apretando mis labios suavemente contra su frente.
Acarició su mejilla contra mi piel, y la apreté. Los acontecimientos de la
noche parecían un sueño. La primera vez que llevaba una chica a casa, y no sólo
era la hija de un famoso jugador de póker, sino que también podía dejarlos
fácilmente a todos sin dinero en una sola mano. Por ser el jodido de la familia, sentí
que por fin había ganado un poco de respeto por parte de mis hermanos mayores.
Y todo debido a Abby.
Me tumbé en la cama, incapaz de detener mi mente lo suficiente como para
quedarme dormido. La respiración de Abby se había igualado media hora antes.
Mi móvil se iluminó y sonó una sola vez, lo que indica un mensaje de texto.
Lo abrí, y de inmediato fruncí el ceño. El nombre del remitente se desplazaba a
través de la pantalla: Jason Brasil.
Amigo. Hablando de golpear a Parker.
Con mucho cuidado, saqué el brazo de debajo de la cabeza de Abby para
usar las dos manos para escribir la respuesta.
¿Quién lo dice?
Lo digo yo, está sentado aquí.
¿Ah, sí? ¿Qué está diciendo?
Es sobre Pigeon. ¿De verdad quieres saber?
No seas idiota.
219
Dice que todavía lo llama.
Negativo.
Antes, dijo que ella está esperando que metas la pata para poder deshacerse de ti.
¿Dijo cómo?
Dijo que el otro día le contó que se sentía muy infeliz, pero que eras un tipo loco y
que estaba preocupada de qué hacer.
Si ella no estuviera a mi lado iría allí a patear su maldito trasero.
No vale la pena. Todos sabemos que está ardido.
Todavía me molesta.
Lo he oído. No te preocupes por esas estupideces. Tienes a tu chica a tu lado.
De no haber tenido a Abby durmiendo a mi lado, habría salido en mi moto
directamente a la casa de Sig Tau a pegarle un puñetazo a la dentadura de Parker
de-cinco-mil-dólares. Tal vez también un bate contra su Porsche.
Pasó media hora antes que los temblores de la rabia finalmente
disminuyeran. Abby no se había movido. El suave sonido que hacía con su nariz
cuando dormía ayudó a ralentizar mi ritmo cardíaco, y en poco tiempo tuve la
oportunidad tomarla de vuelta a mis brazos y relajarme.
Abby no estaba llamando a Parker. Si no era feliz, me lo habría dicho. Tomé
una respiración profunda y vi la sombra del árbol de afuera danzando en la pared.
—No lo hizo —dijo Shepley, parado a medio paso.
Las chicas nos dejaron solos en el apartamento para ir a comprar un vestido
para la cita de la fiesta, así que le conté a Shepley lo de Parker de camino a la
tienda de muebles.
—Claro que lo hizo. —Le pasé mi teléfono para que lo viera—. Brasil me
envió un mensaje anoche y lo delató.
Shepley suspiró y sacudió la cabeza. —Él sabía que iba a volver contigo. Me
refiero... ¿cómo no? Esos tipos son más chismosos que las chicas.
Me detuve al ver un sofá que me llamó la atención. —Apuesto a que eso es
por qué lo hizo. Con la esperanza de que yo me enterara.
220
Asintió. —Seamos realistas. El viejo tú tendría un ataque de celos y la
asustarías lanzándola justo a los brazos de Parker.
—Bastardo —dije mientras un vendedor se acercaba.
—Buenos días, caballeros. ¿Puedo ayudarlos a encontrar algo en particular?
Shepley se arrojó sobre el sofá, y luego rebotó un par de veces antes de
asentir. —Estoy de acuerdo.
—Sí. Voy a llevar este —le dije.
—¿Lo va llevar? —dijo, un poco sorprendido.
—Sí —dije, un poco sorprendido por su reacción—. ¿Es posible?
—Sí, señor, se puede. ¿Quieres saber el precio?
—Lo dice aquí, ¿no?
—Sí.
—Entonces, me lo llevo. ¿Dónde pago?
—Por aquí, señor.
El vendedor trató sin éxito de hablar de algunos elementos más que
coincidían con el sofá, pero tenía unas cuantas cosas para comprar ese día.
Shepley les dio nuestra dirección, y el vendedor me dio las gracias por ser la
venta más fácil del año.
—¿A dónde vamos ahora? —me preguntó, tratando de mantenerse a la par
de camino al Charger.
—Calvin.
—¿Quieres un nuevo tatuaje?
—Sí.
Me miró, cauteloso. —¿Qué vas a hacer, Trav?
—Lo que siempre dije que haría si encontraba a la chica adecuada.
Se puso delante de la puerta del pasajero. —No estoy seguro que esto sea
una buena idea. ¿No crees que deberías hablar con Abby primero... ya sabes, para
que no se asuste?
Fruncí el ceño. —Podría decir que no.
221
—Es mejor que diga que no, que tú haciéndolo y salga corriendo del
apartamento porque la asustaste. Las cosas han ido bien entre ustedes. ¿Por qué no
lo dejas por un rato?
Puse las manos en sus hombros. —Eso no suena como yo en absoluto —le
dije, y luego lo moví a un lado.
Trotó alrededor de la parte delantera del Charger, y luego se sentó en el
asiento del conductor. —Todavía creo que es una mala idea.
—Anotado.
—Entonces, ¿dónde?
—Steiner.
—¿La joyería?
—Sí.
—¿Por qué, Travis? —preguntó, su voz más dura que antes.
—Ya lo verás.
Negó con la cabeza. —¿Estás intentando que salga corriendo?
—Va a suceder, Shep. Sólo quiero tenerlo. Para cuando llegue el momento.
—Ningún tiempo cercano es el adecuado. Estoy tan enamorado de América,
que me vuelve loco a veces, pero no tenemos la edad suficiente para esta mierda
todavía, Travis. Y… ¿si dice que no?
Mis dientes se apretaron ante la idea. —No voy a preguntarle hasta que sepa
que está lista.
Su boca se torció. —Justo cuando creo que no puedes hacer nada más loco,
haces otra cosa que me recuerda que estás mucho más allá de loco.
—Espera a ver la piedra que vamos a buscar.
Giró la cabeza lentamente en mi dirección. —Ya has ido de compras,
¿verdad?
Sonreí.
222
19
Traducido por Anelynn & ♥...Luisa...♥
Corregido por Vericity
V
iernes. El día de la fiesta de citas, tres días después de que Abby
sonrió por el nuevo sofá y entonces minutos más tarde dio vuelta la
botella de whisky sobre mis tatuajes.
Las chicas habían terminado de hacer lo que las chicas hacen en las fiestas
de citas, y yo estaba sentado frente al departamento, en los escalones, esperando a
que Toto fuera a cagar.
Por razones que no podía detallar, mis nervios estaban disparados. Ya había
tomado un par de tragos de whisky para tratar de tranquilizarme, pero fue inútil.
Miré mi muñeca, esperando que cualquier ominoso sentimiento que tenía
fuera sólo una falsa alarma. Mientras comenzaba a decirle a Toto que se diera prisa
porque estaba jodidamente frío afuera, se agachó e hizo su asunto.
—¡Ya casi es hora, pequeño! —dije, alzándolo en brazos y caminando hacia
adentro.
—Acabo de llamar al florista. Bueno, floristas. El primero no tenía suficiente
—dijo Shepley.
Sonreí. —Las chicas van a enojarse. ¿Te aseguraste que los entregarán antes
de que lleguen a casa?
—Sí.
223
—¿Qué pasa si llegan a casa temprano?
—Estarán aquí con tiempo de sobra.
Asentí.
—Oye —dijo Shepley con media sonrisa—, ¿estás nervioso acerca de esta
noche?
—No —dije, frunciendo el ceño.
—Lo estás, también, ¡eres un marica! ¡Estás nervioso por la noche de citas!
—No seas idiota —dije, dirigiéndome a mi habitación.
Mi camisa negra ya estaba planchada y esperando en su gancho. No era
nada especial, una de las dos camisas con cuello abotonado que tenía.
La fiesta sería mi primera, sí, e iba con mi novia por primera vez, pero el
nudo en mi estómago era por algo más. Algo que no podía descifrar. Como si algo
terrible estuviera acechando en el futuro inmediato.
Nervioso, regresé a la cocina y me serví otro trago de whisky. El timbre
sonó, y levanté la vista del mostrador para ver a Shepley corriendo a través de la
sala desde su habitación, con una toalla en su cintura.
—Podría haberlo conseguido.
—Sí, pero entonces tendrías que parar de llorar en tu Jim Beam —se quejó,
jalando la puerta. Un pequeño hombre cargando dos enormes ramos más grandes
que él, estaba parado en la entrada.
—Uh, sí... por este camino, amigo —dijo Shepley, abriendo la puerta más
amplia.
Diez minutos más tarde, el departamento empezaba a ser de la forma que
imaginé. La idea de conseguir las flores de Abby antes de la fiesta de citas se me
había ocurrido, pero un ramo no era suficiente.
Justo cuando uno de los chicos repartidores se fueron, otro llegó, y otro. Una
vez que cada superficie en el departamento orgullosamente mostraba al menos dos
o tres ramos ostentosos de rosas rojas, rosas, amarillas y blancas, Shepley y yo
estábamos satisfechos.
Tomé una rápida ducha, me rasuré, y me deslizaba en unos vaqueros
cuando el motor del Honda zumbó ruidosamente en el estacionamiento. Unos
segundos después se apagó, América atravesó la puerta principal, y luego Abby.
Sus reacciones hacia las flores fue inmediata y Shepley y yo sonreíamos como
idiotas mientras ellas chillaban con deleite.
Shepley miró alrededor de la habitación con orgullo.
224
—Fuimos a comprarles dos flores, pero pensamos que un ramo no sería
suficiente.
Abby envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. —Ustedes chicos... son
asombrosos. Gracias.
Palmeé su trasero, dejando mi palma detenerse en la suave curva justo
arriba de su muslo.
—Treinta minutos para la fiesta, Pidge.
Las chicas se vistieron en la habitación de Shepley mientras nosotros
esperábamos. Me tomó cinco minutos completos para abotonar mi camisa,
encontrar mi cinturón, y deslizarme en calcetines y zapatos. Las chicas, sin
embargo, se tomaron jodidamente una eternidad.
Shepley, impaciente, tocó la puerta. La fiesta empezó hace quince minutos.
—Hora de irnos, señoritas —dijo Shepley.
América salió con un vestido que lucía como una segunda piel, y Shepley
chifló, destellando una sonrisa instantánea en su cara.
—¿Dónde está ella? —pregunté.
—Abby tiene un poco de problemas con su zapato. Saldrá en sólo un
segundo —explicó América.
—¡El suspenso me está matando, Pidgeon! —llamé.
La puerta chirrió, y Abby salió moviéndose con nerviosismo, con su corto
vestido blanco.
Su cabello estaba recogido hacia un lado, y aunque sus pechos estaban
cuidadosamente ocultos, se acentuaban por la tela muy apretada.
América me codeó, y parpadeé. —Mierda.
—¿Estás listo para enloquecer? —preguntó América.
—No estoy enloqueciendo, luce asombrosa.
Abby sonrió con travesura en sus ojos, y lentamente se dio la vuelta para
mostrar la caída inclinada de tela en la parte de atrás.
—De acuerdo, ahora estoy enloqueciendo —dije, caminando hacia ella y
alejándola de los ojos de Shepley.
—¿No te gusta? —preguntó.
225
—Necesitas una chaqueta. —Corrí hacia el estante y rápidamente cubrí con
el abrigo de Abby sus hombros.
—No puede usar eso toda la noche, Trav. —América río entre dientes.
—Luces hermosa, Abby —dijo Shepley, tratando de disculpar mi
comportamiento.
—Lo haces —dije desesperado por escuchar y entender sin causar una
pelea—. Luces increíble, pero no puedes usar eso. Tu falda es... guau, tus piernas
son... tu falda es muy corta y ¡sólo es la mitad de un vestido! —Abby sonrió, al
menos no estaba cabreada.
—¿Ustedes viven para torturarnos el uno al otro? —Shepley frunció el ceño.
—¿Tienes un vestido más largo? —pregunté.
Abby bajó la mirada. —Es de hecho bastante modesto en frente. Sólo la
parte de atrás muestra mucha piel.
—Pigeon —dije, haciendo un gesto de dolor—, no quiero que estés enojada,
pero no puedo llevarte a la casa de la fraternidad luciendo así. Me meteré en una
pelea en los primeros cinco minutos.
Se inclinó y besó mis labios. —Tengo fe en ti.
—Esta noche va a apestar —gruñí.
—Esta noche va a ser fantástica —dijo América, ofendida.
—Sólo piensa en lo fácil que será quitármelo después —dijo Abby. Se puso
de puntillas para besar mi cuello.
Miré el techo, tratando de no dejar que sus labios, pegajosos de su brillo
labial, debilitaran mi caso.
—Ese es el problema. Todos los otros tipos allí estarán pensando lo mismo.
—Pero tú eres el único que conseguirá descubrirlo —dijo con entonación.
Cuando no respondí, se inclinó otra vez para mirarme a los ojos—. ¿De verdad
quieres que me cambie?
Escaneé su cara, y cada parte de ella, y entonces exhalé. —No importa lo que
uses, eres hermosa.
—Sólo debería acostumbrarme a eso, ahora, ¿cierto? —Abby se encogió de
hombros, y sacudí mi cabeza.
—Está bien, ya estamos tarde. Vámonos.
226
Mantuve mis brazos alrededor de Abby mientras caminábamos a través del
césped de la casa Sigma Tau. Abby temblaba, así que caminé rápidamente y
torpemente tirando de ella, tratando de sacarla del frío tan rápido como sus
tacones altos lo permitían. Al segundo que atravesamos las gruesas puertas dobles,
inmediatamente prendí un cigarro en mi boca para agregar la típica niebla de la
fiesta de fraternidad. El bajo de las bocinas resonaba como un latido debajo de
nuestros pies.
Después de que Shepley y yo nos hicimos cargo de los abrigos de las chicas,
guié a Abby hacia la cocina, con Shepley y América justo detrás. Nos quedamos de
pie allí, con cervezas en mano, oyendo a Jay Gruber y Brad Pierce discutiendo mi
última pelea. Lexie se apartó de la camisa de Brad, claramente aburrida con la
plática de hombres.
—Amigo, ¿pusiste el nombre de tu chica en tu muñeca? ¿Qué en el infierno
te poseyó para hacer eso? —dijo Brad.
Le di la vuelta a mi mano para revelar el apodo de Abby. —Estoy loco por
ella —dije, bajando la mirada hacia Abby.
—Apenas la conoces —se burló Lexie.
—La conozco.
En mi visión de perfil, vi a Shepley empujar a América hacia las escaleras,
así que tomé la mano de Abby y lo seguí. Desafortunadamente, Brad y Lexie
hicieron lo mismo. En una fila, bajamos las escaleras hacia el sótano, la música
creciendo más fuerte con cada paso.
Al segundo que mi pie golpeó el último escalón, el DJ puso una canción
lenta. Sin dudarlo, jalé a Abby a la pista de baile de concreto, alineado con los
muebles que habían sido empujados hacia los lados por la fiesta.
Abby encajaba perfectamente en la curva de mi cuello.
—Estoy contento que nunca fui a una de estas cosas antes —le dije en su
oído—. Es correcto que te haya traído sólo a ti.
Abby presionó su mejilla contra mi pecho, y sus dedos presionaron mis
hombros.
—Todos te están mirando en este vestido —dije—, creo que es algo genial...
estar con la chica que todos quieren.
227
Abby se inclinó hacia atrás para ponerme los ojos en blanco. —Ellos no me
quieren. Están curiosos de por qué tú me quieres. De cualquier forma, siento pena
por cualquiera que piense que tiene una oportunidad. Estoy desesperadamente y
completamente enamorada de ti.
¿Cómo siquiera podía preguntárselo?
—Tú sabes porque te quiero. No sabía que estaba perdido hasta que me
encontraste. No sabía lo solo que estaba hasta la primera noche que pasé sin ti en
mi cama. Eres lo único que he hecho bien. Tú eres por quien he estado esperando,
Pidgeon.
Abby se alzó para tomar mi cara entre sus manos, y envolví mis brazos
alrededor de ella, levantándola del piso. Nuestros labios se presionaron
suavemente, y mientras trabajaba sus labios contra los míos, me aseguré
silenciosamente de comunicar lo mucho que la amaba en ese beso, porque nunca
podría hacerlo correctamente con sólo palabras.
Después de unas canciones y un momento hostil, aunque entretenido, entre
Lexie y América, decidí que era un buen momento para dirigirnos arriba. —Ven,
Pidge. Necesito un cigarro.
Abby me siguió hacia arriba en las escaleras. Me aseguré de agarrar su
abrigo antes de continuar hacia el balcón. El segundo que dimos un paso afuera,
me detuve, Abby también se detuvo a mi lado, frente a Parker y una muy
maquillada chica que él toqueteaba.
El primer movimiento fue hecho por Parker, quien llevó su mano debajo de
la falda de la chica.
—Abby —dijo, sorprendido y sin aliento.
—Hola, Parker —replicó Abby, conteniendo una carcajada.
—Cómo, uh... ¿cómo has estado?
Ella sonrió amablemente. —He estado genial, ¿tú?
—Uh. —Miró a su cita—. Abby, esta es Amber. Amber... Abby.
—¿Abby Abby? —preguntó ella.
Parker le dio un rápido e incómodo asentimiento. Amber estrechó la mano
de Abby con una mirada disgustada en su cara, y entonces me miró como si
acabara de encontrar al enemigo.
—Gusto en conocerte... creo.
—Amber —advirtió Parker.
228
Reí una vez, y entonces abrí las puertas para que pasaran. Parker agarró la
mano de Amber y se dirigió hacia a la casa.
—Eso fue... raro —dijo Abby, sacudiendo su cabeza y doblando sus brazos
alrededor de ella. Miró sobre el borde hacia dos parejas enfrentando el viento
invernal.
—Por lo menos, ha superado sus malditos intentos para que regreses —le
dije, sonriendo.
—No creo que estuviera tratando de hacerme regresar tanto como tratando
de mantenerme lejos de ti.
—Llevó a una chica a casa una vez. Ahora se comporta como si hubiese
hecho un hábito el recoger y salvar a todas las estudiantes de primer año que he
embolsado.
Abby me lanzó una mirada irónica por la esquina de su ojo. —¿Te he dicho
lo mucho que detesto esa palabra?
—Lo siento —le dije, tirando de ella a mi lado. Encendí un cigarrillo y tomé
una respiración profunda, girando mi mano. Las delicadas pero gruesa líneas
negras de tinta que se entretejían para formar la palabra Pigeon—. ¿Es extraño que
este tatuaje no sólo sea mi nuevo favorito, sino que también me haga sentir a gusto
el saber que está ahí?
—Muy extraño —dijo Abby. Le lancé una mirada, y se rió—. Estoy
bromeando. No puedo decir que lo entiendo, pero es dulce... en una especie de
forma a lo Travis Maddox.
—Si se siente tan bien tener esto en mi brazo, no puedo imaginar cómo se
sentirá el poner un anillo en tu dedo.
—Travis...
—En cuatro o tal vez cinco años —le dije, internamente asombrado de que
hubiese ido tan lejos.
Abby respiró. —Tenemos que reducir la velocidad. Muy, muy despacio.
—No empieces, Pidge.
—Si seguimos a este ritmo, voy a estar descalza y embarazada antes de
graduarme. No estoy lista para vivir contigo, no estoy lista para un anillo, y
ciertamente no estoy preparada para sentar cabeza.
Ahuequé suavemente sus hombros. —Este no es el discurso de "quiero ver
otras personas", ¿verdad? Porque no voy a compartirte. De ninguna manera.
229
—No quiero a nadie más —dijo, exasperada.
Me relajé y liberé sus hombros, volviendo a agarrar la barandilla. —¿Qué
estás diciendo, entonces? —le pregunté, aterrorizado por su respuesta.
—Estoy diciendo que tenemos que reducir la velocidad. Eso es todo lo que
digo.
Asentí, insatisfecho.
Abby me cogió el brazo. —No te enojes.
—Parece que damos un paso adelante y dos pasos atrás, Pidge. Cada vez
que pienso que estamos en la misma página, levantas una pared. No lo entiendo...
la mayoría de las chicas acosan a sus novios para que se lo tomen en serio, para
hablar de sus sentimientos, para dar el siguiente paso...
—¿Creo que hemos establecido que no soy la mayoría de las chicas?
Dejé caer mi cabeza, frustrado. —Estoy cansado de adivinar. ¿Hacia dónde
ves que esto está yendo, Abby?
Apretó los labios contra mi camisa. —Cuando pienso en mi futuro, te veo.
La abracé a mi lado, todos los músculos de mi cuerpo inmediatamente
relajándose con sus palabras. Los dos miramos las nubes moviéndose a través de la
noche sin estrellas, el cielo negro. La risa y el murmullo de las voces inferiores
provocaron una sonrisa en el rostro de Abby. Vi los mismos asistentes a la fiesta
que ella, acurrucados juntos y corriendo a la casa desde la calle.
Por primera vez en el día, el sentimiento ominoso que se había cernido
sobre mí todo el día comenzó a desvanecerse.
—¡Abby! ¡Ahí estás! He estado buscándote por todos lados —dijo América,
apresurándose a través de la puerta. Levantó su teléfono celular—. Acabo de
hablar por teléfono con mi padre. Mick les llamó anoche.
La nariz de Abby frunció. —¿Mick? ¿Por qué los llamó?
América levantó las cejas. —Tu madre le sigue colgando.
—¿Qué es lo que quiere?
América apretó los labios. —Saber dónde estabas.
—No se lo dijeron, ¿verdad?
La cara de América cayó. —Es tu padre, Abby. Papá pensó que tenía
derecho a saber.
—Va a venir aquí —dijo Abby, su voz hinchada de pánico—. ¡Va a venir
aquí, Mare!
230
—¡Lo sé! ¡Lo siento! —dijo América, tratando de consolar a su amiga. Abby
se apartó de ella y se cubrió la cara con las manos
No estaba seguro de qué demonios pasaba, pero toqué los hombros de
Abby. —No te hará daño, Pidge —le dije—. No lo voy a dejar.
—Encontrará una manera —dijo América, mirando a Abby con los ojos
pesados—. Siempre lo hace.
—Tengo que salir de aquí. —Abby se apretó su abrigo, y luego tiró de las
manijas de las puertas francesas. Estaba demasiado alterada para detenerse el
tiempo suficiente como para empujar primero y antes de tirar las manijas de las
puertas. Mientras las lágrimas caían por sus mejillas, cubrí sus manos con las mías.
Después de ayudar a abrir las puertas, Abby me miró. No estaba segura de si tenía
las mejillas ruborizadas de vergüenza o por el frío, pero todo lo que quería era
hacer que eso desapareciera.
Tomé a Abby bajo mi brazo, y juntos nos fuimos a través de la casa, por las
escaleras y a través de la multitud hacia la puerta principal. Abby se movió
rápidamente, desesperada por llegar a la seguridad del apartamento. Sólo había
oído hablar elogios de Mick Abernathy como jugador de póker por mi padre. Ver a
Abby correr como una niña asustada me hacía odiar cada momento que mi familia
perdió admirándolo.
A medio paso, la mano de América salió disparada y agarró el abrigo de
Abby.
—Abby —susurró, señalando a un pequeño grupo de personas.
Estaban apiñadas alrededor de un hombre más viejo, desaliñado, sin afeitar
y sucio hasta el punto en que parecía que olía. Señalaba a la casa, con una imagen
pequeña. Las parejas asentían, discutiendo la foto entre ellos.
Abby irrumpió hacia el hombre y le sacó la foto de las manos. —¿Qué
demonios estás haciendo aquí?
Miré la foto en su mano. No podía haber tenido más de quince años, flaca,
con el pelo ratonil y los ojos hundidos. Ella debía de haber sido miserable. No es de
extrañar que quisiera alejarse.
Las tres parejas que lo rodeaban se alejaron. Miré hacia atrás a sus rostros
asombrados, y luego esperé a que el hombre respondiera. Era Mick jodido
Abernathy. Lo reconocí por los agudos ojos inconfundibles ubicados en esa cara
sucia.
231
Shepley y América estaban a cada lado de Abby. Ahuequé sus hombros
desde atrás.
Mick miró el vestido de Abby y chasqueó la lengua en señal de
desaprobación. —Bueno, bueno, Cookie. Puedes sacar a la chica de Vegas…
—Cállate. Cállate, Mick. Sólo da la vuelta —señaló tras él—, y vuelve a
cualquier lugar de donde vengas. No quiero que estés aquí.
—No puedo, Cookie. Necesito tu ayuda.
—Dime algo nuevo —se burló América.
Mick entrecerró los ojos hacia ella, y luego volvió su atención a su hija. —Te
ves increíblemente hermosa. Has crecido. No te reconocería en la calle.
Abby suspiró. —¿Qué quieres?
Él levantó las manos y se encogió de hombros. —Parece que me he metido
en un lío, nena. Tu viejo padre necesita un poco de dinero.
Todo el cuerpo de Abby se puso tenso. —¿Cuánto?
—Lo estaba haciendo relativamente bien, realmente lo estaba. Sólo tenía que
pedir un granito de arena para salir adelante y... ya sabes.
—Lo sé —le espetó—. ¿Cuánto necesitas?
—Veinticinco.
—Mierda, Mick, ¿dos mil quinientos? Si te largas en este mismo instante...
Te los daré —dije, sacando mi cartera.
—Quiere decir veinticinco mil —dijo Abby, su voz fría.
Los ojos de Mick rodaron encima de mí, de mi cara a mis zapatos. —¿Quién
es este payaso?
Mis cejas se alzaron de mi cartera, y por instinto, me incliné hacia mi presa.
La única cosa que me detenía era sentir el pequeño cuerpo de Abby entre nosotros,
y saber que este hombrecito sucio era su padre. —Puedo ver, ahora, por qué un
hombre como tú se ha reducido a pedirle a su hija adolescente un préstamo.
Antes de que Mick pudiera hablar, Abby sacó su celular. —¿A quién le
debes esta vez, Mick?
Mick se rascó su grasoso y canoso cabello. —Bueno, es una historia
divertida, Cookie…
—¿Quién? —gritó Abby.
—Benny.
232
Abby se inclinó hacia mí. —¿Benny? ¿Le debes a Benny? ¿Qué diablos
estabas...? —Hizo una pausa—. No tengo esa cantidad de dinero, Mick.
Sonrió. —Algo me dice que sí.
—¡Bien, no lo tengo! ¿Realmente lo has hecho, esta vez, no? ¡Sabía que no
pararías hasta que terminaras muerto!
Se movió, la sonrisa satisfecha en su rostro había desaparecido. —¿Cuánto
tienes?
—Once mil. Estaba ahorrando para un coche.
Los ojos de América se lanzaron en dirección a Abby. —¿De dónde sacaste
once mil dólares, Abby?
—Las peleas de Travis.
Tiré de sus hombros hasta que me miró. —¿Has obtenido once mil de mis
peleas? ¿Cuándo estabas apostando?
—Adam y yo tenemos un acuerdo —dijo casualmente.
Los ojos de Mick estaban repentinamente animados. —Puedes duplicar eso
en un fin de semana, Cookie. Puedes hacerme veinticinco para el domingo, y
Benny no enviará a sus matones por mí.
—Me dejará sin nada, Mick. Necesito pagar la escuela —dijo Abby, un deje
de tristeza en su voz.
—Oh, puedes conseguirlo de nuevo en muy poco tiempo —dijo, agitando la
mano con desdén.
—¿Cuándo es la fecha límite? —preguntó Abby.
—El lunes. A la media noche —dijo, sin pedir disculpas.
—No tienes que darle una jodida moneda de diez centavos, Pidge —le dije.
Mick agarró la muñeca de Abby. —¡Es lo menos que puedes hacer! ¡No
estaría en este lío si no fuera por ti!
América le dio una palmada en la mano y luego lo empujó. —¡No te atrevas
a empezar esa mierda otra vez, Mick! ¡Ella no te obligó a pedirle dinero prestado a
Benny!
Mick miró a Abby. La luz de odio en sus ojos hizo que cualquier conexión
que tuviera con su hija desapareciera. —Si no fuera por ella, habría tenido mi
propio dinero. Me arrebataste todo lo que era mío, Abby. ¡No tengo nada!
233
Abby ahogó un grito. —Voy a reunir el dinero de Benny para el domingo.
Pero cuando lo haga, quiero que me dejes en paz. No voy a hacer esto otra vez,
Mick. A partir de ahora, estás por tu cuenta, ¿me oyes? Mantente. Alejado.
Apretó los labios y asintió. —Como tú digas, Cookie.
Abby se dio la vuelta y se dirigió hacia el coche.
América suspiró. —Hagan sus maletas, muchachos. Nos vamos a Las Vegas.
—Caminó hacia el Charger, y Shepley y yo nos pusimos de pie, congelados.
—Espera. ¿Qué? —Él me miró—. Como Las Vegas, ¿Las Vegas? ¿Al igual
que en Nevada?
—Eso parece —le dije, metiendo las manos en los bolsillos.
—Sólo vamos a reservar un vuelo a Las Vegas —dijo Shepley, todavía
tratando de procesar la situación.
—Sí.
Shepley se acercó a la puerta abierta de América para dejar que ella y Abby
entraran al lado del pasajero, y luego la cerró de golpe, su cara en blanco.
—Nunca he estado en Las Vegas.
Una sonrisa traviesa elevó mi boca hacia un lado. —Parece que es hora de
estallar esa cereza12.
234
12
Es una frase que se utiliza cuando se va a hacer algo por primera vez.
20
Traducido por Danny_McFly & perpi27
Corregido por nnancyc
A
bby apenas habló mientras empacábamos, aún menos en el camino
hacia el aeropuerto. Ella miró al vacío la mayor parte del tiempo a
menos que uno de nosotros le hiciera una pregunta. No estaba
seguro de si se estaba ahogando en la desesperación, o simplemente se concentraba
en el desafío que se avecinaba.
Registrándonos en el hotel, América hizo toda los tramites, mostrando su
identificación falsa, como si lo hubiera hecho mil veces antes.
Se me ocurrió, entonces, que probablemente lo había hecho antes. Las Vegas
era donde habían adquirido dichas identificaciones impecables, y el por qué
América nunca parecía preocuparse por lo que podría manejar Abby. Habían visto
todo antes, en las entrañas de la ciudad del pecado.
Shepley era un turista inconfundible, con la cabeza hacia atrás, sorprendido
frente al techo ostentoso. Sacamos nuestro equipaje en el ascensor, y puse a Abby a
mi lado.
—¿Estás bien? —pregunté, poniendo mis labios en su sien.
—No quiero estar aquí —se ahogó.
Las puertas se abrieron, revelando el intrincado dibujo de la alfombra que
alineaba el pasillo. América y Shepley fueron por un lado, Abby y yo por el otro.
Nuestra habitación estaba al final del pasillo.
235
Abby metió la llave electrónica en la ranura, y luego abrió la puerta. La
habitación era enorme, empequeñeciendo la cama extra-grande en el centro de la
habitación.
Dejé la maleta contra la pared, presionando todos los interruptores hasta
que la cortina gruesa se separó para revelar el tránsito, luces intermitentes y el
tráfico de La Franja de las Vegas. Otro botón apartó un segundo conjunto de
cortinas transparentes.
Abby no prestó atención a la ventana. Ni siquiera se molestó en levantar la
mirada. El brillo y el oro habían perdido su lustre por sus años anteriores.
Puse nuestro equipaje en el suelo y miré alrededor de la habitación. —Esto
es lindo, ¿verdad?
Abby me miró. —¿Qué? —Abrió su maleta en un solo movimiento, y
sacudió la cabeza—. Esto no son vacaciones, Travis. No deberías estar aquí.
En dos pasos, estuve detrás de ella, envolviendo mis brazos alrededor de su
cintura. Ella era diferente aquí, pero yo no lo era. Todavía podía ser alguien con
quién podía contar, alguien que pudiera protegerla de los fantasmas de su pasado.
—Voy donde tu vayas —le dije al oído.
Apoyó la cabeza en mi pecho y suspiró. —Tengo que llegar al primer piso.
Puedes quedarte aquí o echar un vistazo a La Franja. Te veré más tarde, ¿de
acuerdo?
—Voy contigo.
Se volvió hacia mí. —No te quiero allí, Trav.
No esperaba eso de ella, sobre todo, no el tono frío de su voz.
Abby tocó mi brazo. —Si voy a ganar catorce mil dólares en un fin de
semana, tengo que concentrarme. No me gusta quién voy a ser mientras estoy en
esas mesas, y no quiero que lo veas, ¿de acuerdo?
Le aparté el pelo de sus ojos, y luego besé su mejilla. —Está bien, Pidge. —
No podía fingir que entendía lo que quería decir, pero la respetaría.
América llamó a la puerta y luego pasó usando el mismo modelo
descubierto que lució en la fiesta de citas. Sus tacones eran desorbitados, y se había
puesto dos capas extra de maquillaje. Parecía diez años mayor.
236
Saludé a América, y luego agarré la llave electrónica adicional de la mesa.
América ya estaba concentrando a Abby para su noche, me recordaba a un
entrenador que ofrece una charla motivadora a su boxeador antes de una gran
pelea de boxeo.
Shepley estaba de pie en el pasillo, mirando a tres bandejas de comida a
medio-comer en el suelo dejado allí por los huéspedes en el pasillo.
—¿Qué es lo que quieres hacer primero? —pregunté.
—Definitivamente no me estoy casando contigo.
—Estás jodidamente hilarante. Vamos abajo.
La puerta del ascensor se abrió, y el hotel cobró vida. Era como si los
pasillos fueran las venas, y la gente fuera su sangre. Grupos de mujeres vestidas
como estrellas porno, familias, extranjeros, las ocasionales despedidas de solteros,
y los empleados del hotel se sucedían en el caos organizado.
Tomó un tiempo conseguir ir más allá de las tiendas que se alineaban en las
salidas y llegar a la avenida, pero salimos a la calle y caminamos hasta que vimos
una multitud reunida frente a uno de los casinos. Las fuentes estaban encendidas,
la interpretación de alguna canción patriótica. Shepley estaba hipnotizado, al
parecer incapaz de moverse mientras observaba la danza del agua y rocío.
Debimos haber alcanzado los últimos dos minutos, porque las luces se
apagaron pronto, el agua se apagó, y la multitud se dispersó inmediatamente.
—¿Qué fue eso? —pregunté.
Shepley seguía mirando a la fuente ya calmada. —No lo sé, pero fue genial.
Las calles estaban llenas de Elvis, Michael Jackson, bailarinas y personajes
de dibujos animados, todos fácilmente disponibles para tomar una foto por un
precio. En un momento dado, no dejaba de oír un ruido de aleteo, y luego
identifiqué de dónde venía. Los hombres estaban de pie en la acera, cortando una
pila de cartas en sus manos. Le entregaron una a Shepley. Era una foto de una
mujer con unos pechos ridículamente grandes en una pose seductora. Ofrecían
prostitutas y clubes de striptease. Shepley tiró la tarjeta al suelo. La acera estaba
cubierta de ellas.
Una chica pasó por delante, mirándome con una sonrisa ebria. Llevaba sus
tacones en sus manos. Mientras deambulaba por ahí, me di cuenta de sus pies
ennegrecidos. El suelo estaba sucio, los cimientos para la ostentación y la
sofisticación arriba.
—Estamos salvados —dijo Shepley, acercándose a un vendedor ambulante
vendiendo Red Bull y cualquier licor que puedas imaginar. Shepley ordenó dos
con vodka, y sonrió cuando tomó su primer trago—. Puede que nunca me quiera
ir.
Miré la hora en mi teléfono celular. —Ha pasado una hora. Regresemos.
237
—¿Te acuerdas de dónde vinimos? Porque yo no.
—Sí. Por este camino.
Volvimos sobre nuestros pasos. Me alegré cuando finalmente terminamos
en nuestro hotel, porque en verdad no estaba muy seguro de cómo volver,
tampoco. La Franja no era difícil de navegar, pero había un montón de
distracciones en el camino, y definitivamente Shepley estaba en el modo de
vacaciones.
Busqué en las mesas de póker a Abby, sabiendo que es donde ella estaría.
Alcancé a ver su pelo caramelo, se sentó bien erguida y con confianza en una mesa
llena de viejos y América, las chicas eran un gran contraste del resto de los
acampados en la zona de póker.
Shepley me hizo señas a una mesa de blackjack, y jugamos un rato para
pasar el tiempo.
Media hora más tarde, Shepley empujó mi brazo. Abby estaba de pie,
hablando con un hombre con la piel de oliva y el pelo oscuro, con un traje y
corbata. La tenía por el brazo, e inmediatamente me levanté.
Shepley agarró mi camisa. —Espera, Travis. Él trabaja aquí. Sólo dale un
minuto. Puedes hacer que nos echen si no mantienes tu cabeza.
Los miré. Estaba sonriendo, pero Abby era todo negocio. Él luego reconoció
a América.
—Lo conocen —dije, tratando de leer sus labios para entender la
conversación distante. Lo único que pude entender fue algo de sal a cenar conmigo
del tipo en el traje, y Abby diciendo estoy aquí con alguien.
Shepley no me podía contener en este tiempo, pero se detuvo a unos metros
de distancia cuando vi al del traje besar la mejilla de Abby.
—Fue bueno verte de nuevo. Nos vemos mañana... a las cinco ¿de acuerdo?
Estaré en el piso ocho —dijo.
Mi estómago se hundió, y mi cara se sentía como si estuviera en llamas.
América tiró del brazo de Abby, notando mi presencia.
—¿Quién era ese? —pregunté.
Abby asintió hacia el tipo del traje. —Ese es Jesse Viveros. Lo conozco desde
hace mucho tiempo.
—¿Desde hace cuánto?
238
Miró a la silla vacía en la mesa de póker. —Travis, no tengo tiempo para
esto.
—Supongo que él tiró la idea del ministro joven —dijo América, enviando
una sonrisa coqueta en la dirección de Jesse.
—¿Ese es tu ex-novio? —pregunté, al instante enojado—. ¿Pensé que dijiste
que era de Kansas?
Abby dio una mirada impaciente a América, y a continuación tomó mi
barbilla en su mano. —Sabe que no soy lo suficientemente mayor como para estar
aquí, Trav. Me dio hasta la medianoche. Te explicaré todo más tarde, pero por
ahora tengo que volver al juego, ¿de acuerdo?
Tenía mis dientes apretados, y cerré los ojos. Mi novia había accedido a salir
con su ex novio. Todo dentro de mí quería hacer un berrinche típico de Maddox,
pero Abby necesitaba al hombre por el momento. Actuando en contra de mis
instintos, decidí dejarlo pasar, y me incliné para besarla. —Muy bien. Te veré a la
medianoche. Buena suerte.
Me volví, empujando mi paso entre la multitud, oí que la voz de Abby
aumentó al menos dos octavas. —¿Caballeros?
Me recordó a esas chicas que hablan como niñas cuando trataban de llamar
mi atención, con la esperanza de llegar a ser tan inocentes.
—No entiendo por qué tenía que hacer algún trato con ese tipo Jesse —
gruñí.
—Así podía quedarse, ¿supongo? —preguntó Shepley, mirando hacia el
techo de nuevo.
—Hay otros casinos. Sólo podemos ir a otro.
—Conoce a la gente de aquí, Travis. Probablemente llegó aquí porque sabía
que si quedaba atrapada, no la iban a acusar a la policía. Tiene una identificación
falsa, pero apuesto a que no tomaría mucho tiempo para la seguridad reconocerla.
Estos casinos pagan precios altos a las personas que señalan a los estafadores,
¿verdad?
—Supongo —dije, frunciendo el ceño.
Nos reunimos con Abby y América en la mesa, mirando como América
reunía las ganancias de Abby.
Abby miró su reloj. —Necesito más tiempo.
—¿Quieres probar las mesas de blackjack?
239
—No puedo perder dinero, Trav.
Sonreí. —No puedes perder, Pidge.
América negó con la cabeza. —El blackjack no es su juego.
—Gané un poco —dije, cavando en mis bolsillos—. Tengo seiscientos. Los
puedes tener.
Shepley entregó a Abby sus fichas. —Sólo tengo trescientos. Son tuyos.
Abby suspiró. —Gracias chicos, pero todavía tengo que ganar cinco mil
dólares. —Miró su reloj otra vez y luego levantó la vista para ver a Jesse
acercándose.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó, sonriendo.
—Me faltan cinco mil, Jess. Necesito más tiempo.
—He hecho todo lo que puedo, Abby.
—Gracias por dejar que me quede.
Jesse ofreció una sonrisa incómoda. Era evidente que estaba tan asustado de
estas personas como Abby. —¿Tal vez pueda hacer que mi padre hable con Benny
por ti?
—Es el lío de Mick. Le voy a pedir una extensión.
Jesse negó con la cabeza. —Sabes que eso no va a pasar, Cookie, no importa
con cuánto llegues. Si es menos de lo que debe, Benny va a enviar a alguien. Sólo
quédate tan lejos de él como sea posible.
—Tengo que intentarlo —dijo Abby, con la voz quebrada.
Jesse dio un paso hacia delante, manteniendo la voz baja. —Consigue un
vuelo, Abby. ¿Me escuchas?
—Te escucho —espetó.
Jesse suspiró y sus ojos se abrieron con gran simpatía. Envolvió sus brazos
alrededor de Abby y luego besó su cabello. —Lo siento. Si mi trabajo no estuviera
en juego, ya sabes que intentaría encontrar algo mejor.
Los pelos de mi nuca se erizaron, algo que sólo ocurría cuando me sentía
amenazado y estaba a punto de dar rienda suelta a toda mi ira sobre alguien.
Justo antes de que lo abordara, Abby se alejó.
—Lo sé —dijo—. Hiciste lo que pudiste.
240
Jesse le levantó su barbilla con su dedo. —Te veré mañana a las cinco. —Se
inclinó para besar la comisura de su boca, y luego se alejó.
Fue entonces cuando me di cuenta de que mi cuerpo estaba inclinado hacia
adelante y Shepley estaba nuevamente agarrando mi camisa, con los nudillos
blancos.
Los ojos de Abby se quedaron pegados en el suelo.
—¿Qué hay a las cinco? —Ardía en furia.
—Ella estuvo de acuerdo con cenar si Jesse le permitía quedarse. No tenía
otra opción, Trav —dijo América.
Abby miró hacia mí con sus grandes ojos afligidos.
—Tenías una opción —dije.
—¿Alguna vez has tratado con la mafia, Travis? Lo siento si tus sentimientos
están heridos, pero una comida gratis con un viejo amigo no es un precio alto a
pagar para mantener a Mick vivo.
Apreté mi mandíbula para cerrarla, negándome a dejarla abrirse para que
las palabras se derramaran hacia fuera, lo que lamentaría más tarde.
—Vamos, chicos, tenemos que encontrar a Benny —dijo América, tirando a
Abby del brazo.
Shepley caminaba a mi lado mientras seguíamos a las chicas por el edificio
del Strip de Benny. Era un bloque de luces brillantes, pero era como un lugar
donde el oro nunca había sido tocado—y no pretendía hacerlo. Abby se detuvo, y
luego se acercó a pocos pasos de una puerta verde grande. Llamó a la puerta, y
sostuve su otra mano para evitar que le temblara.
El portero apareció en la puerta abierta. Él era enorme, negro, intimidante, y
tan ancho como alto, con la típica Vegas sinvergüenza de pie junto a él. Cadenas de
oro, ojos sospechosos, y una barriga por comer demasiado de la cocina de su
madre.
—Benny —susurró Abby.
—Vaya, vaya… ya no eres Lucky Thirteen, ¿cierto? Mick no me dijo lo
llamativa que te has convertido. He estado esperando por ti, Cookie. Oí que tienes
un pago para mí.
Abby asintió, y Benny hizo un gesto hacia el resto de nosotros. —Están
conmigo —dijo ella, su voz sorprendentemente fuerte.
241
—Me temo que tus acompañantes tendrán que esperar afuera —dijo el
portero en un tono profundo sorprendentemente fuerte.
Tomé a Abby por el brazo, girando mi hombro en una postura protectora.
—No va a entrar allí sola. Voy con ella.
Benny me miró durante un momento, y luego sonrió a su portero. —Es lo
suficientemente justo. Mick estará contento de saber que tienes a tan buen amigo.
Lo seguimos adentro. Continué con un firme control sobre el brazo de
Abby, asegurándome de interponerme entre ella y la amenaza más grande—el
portero. Caminamos detrás de Benny, lo seguimos hasta un ascensor, y luego
bajamos cuatro pisos.
Cuando se abrieron las puertas, un gran escritorio de caoba apareció a la
vista. Benny cojeó a su sillón de felpa y se sentó, haciendo un gesto para que
tomáramos las dos sillas vacías frente a su escritorio. Me senté, pero la adrenalina
fluía por mis venas, haciendo que me moviera nerviosamente y me agitara. Podía
oír y ver todo en la habitación, incluyendo a los dos matones de pie en las sombras
detrás del escritorio de Benny.
Abby se estiró para agarrar mi mano, y le dio un apretón tranquilizador.
—Mick me debe veinticinco mil. Confío en que tienes la cantidad completa
—dijo Benny, escribiendo algo en una libreta.
—En realidad —Abby se detuvo, aclarándose la garganta—, me faltan cinco
mil, Benny. Pero tengo todo el día de mañana para conseguirlos. Y cinco mil no es
un problema, ¿cierto? Sabes que soy buena para eso.
—Abigail —dijo Benny, frunciendo el ceño—. Me decepcionas. Conoces mis
reglas mejor que nada.
—Por… Por favor, Benny. Te estoy pidiendo que tomes los diecinueve mil y
tendré el resto para ti mañana.
Los ojos pequeños y brillantes de Benny iban de Abby a mí, y luego de
vuelta otra vez. Los matones salieron de sus rincones oscuros, y los pelos de mi
nuca estaban de pie otra vez.
—Sabes que no tomo nada a menos que sea la cantidad completa. El hecho
de que estés tratando de darme menos de lo que es me dice algo. ¿Sabes lo que me
dice? Que no estás segura de poder conseguir la cantidad completa.
Los matones dieron otro paso hacia adelante. Examiné sus bolsillos y
cualquier forma bajo su ropa que gritara arma. Los dos tenían algún tipo de
cuchillo, pero no vi ningún arma. Eso no significaba que no tenían un escondite en
una bota, pero dudaba que alguno fuera más rápido que yo. Si necesitaba, podría
alejarme de ellos y salir pitando de allí.
242
—Puedo obtener tu dinero, Benny. —Abby soltó una risita nerviosa—. Gané
ocho mil novecientos en seis horas.
—Entonces ¿me estás diciendo que me traerás ocho mil novecientos en las
próximas seis horas? —Benny nos sonrió diabólicamente.
—El plazo no es hasta la medianoche de mañana —dije, mirando atrás de
nosotros y mirando a los hombres sombras que se acercaban.
—¿Q… qué estás haciendo, Benny? —preguntó Abby, su postura rígida.
—Mick me llamó anoche. Dijo que te estabas encargando de su deuda.
—Le estoy haciendo un favor. No te debo dinero —dijo con severidad.
Benny apoyó sus codos gordos y rechonchos encima de la mesa. —Estoy
considerando enseñarle a Mick una lección, además tengo curiosidad de ver cuán
suertuda eres, chica.
Instintivamente, salí rápidamente de mi silla, tirando a Abby conmigo. La
tiré detrás de mí, retrocediendo hacia la puerta.
—Josiah está afuera de la puerta, chico. ¿A dónde piensas que vas a escapar?
—Travis —advirtió Abby.
No habría más charla. Si dejo que cualquiera de estos matones me pase,
lastimarían a Abby. La puse detrás de mí.
—Espero que sepas, Benny, que cuando me deshaga de tus hombres, no
quiero ser irrespetuoso. Pero estoy enamorado de esta chica, y no puedo dejar que
la lastimes.
Benny estalló en una carcajada ruidosa. —Tengo que admitirlo, hijo. Tienes
las bolas más grandes que cualquier persona que ha atravesado esas puertas. Te
prepararé para lo que estás punto de enfrentar. El chico grande de la derecha es
David, y si no puede liquidarte con sus puños, va a usar el cuchillo que tiene en su
funda. El hombre de la izquierda es Dane, y es mi mejor luchador. Tiene una pelea
mañana, sólo para que sepas, nunca pierde. Te importaría si no lastimas tus
manos, Dane, tengo un montón de dinero en ti.
Dane me sonrió con ojos salvajes y divertidos. —Sí, señor.
—¡Benny, para! ¡Puedo conseguirte el dinero! —gritó Abby.
—Oh no… esto se va a poner bastante interesante. —Benny se echó a reír,
recostándose en su asiento.
243
David corrió hacia mí. Era torpe y lento, y antes de que tuviera la
oportunidad de alcanzar su cuchillo, lo incapacité, empujando su nariz hacia abajo
en mi rodilla. Entonces le di dos golpes en su miserable rostro. Sabiendo que esto
no era una pelea de sótano, y que estaba luchando para sacarnos a Abby y a mí con
vida, puse todo lo que tenía en cada golpe. Se sentía bien, como si todos los trozos
de ira reprimida dentro de mí finalmente se les permitían una salida. Dos golpes
más y un codo más tarde, David estaba tumbado en el suelo en un charco de
sangre.
La cabeza de Benny se echó hacia atrás, riendo histéricamente y golpeando
el escritorio con el deleite de un niño viendo dibujos animados los sábados por la
mañana. —Muy bien, ve por él, Dane. No te asustó, ¿cierto?
Dane se acercó a mí con más cuidado, con el enfoque y la precisión de un
luchador profesional. Su puño voló a mi cara, pero me hice a un lado, embistiendo
mi hombro con él en toda mi fuerza. Tropezamos atrás juntos, y caímos sobre el
escritorio de Benny.
Dane me agarró con sus dos brazos, arrojándome al suelo. Él era más rápido
de lo que había anticipado, pero no lo suficiente rápido. Nos enfrentamos en el
suelo por un momento mientras ganaba tiempo consiguiendo un buen agarre, pero
Dane ganó terreno, colocándose para poner un par de golpes sobre mí mientras
estaba atrapado debajo de él en el suelo.
Agarré los testículos de Dane y los retorcí. Le sorprendió y gritó,
deteniéndose el tiempo suficiente para obtener ventaja. Me arrodillé sobre él,
agarrándolo por su largo pelo, golpeándolo puño tras puño en un lado de su
cabeza. La cara de Dane se estrelló contra la parte delantera del escritorio de Benny
con cada golpe, y luego se puso de pie, desorientado y sangrando.
Lo miré por un momento, y luego volví a atacar, dejando a mi rabia fluir a
través de mí con cada golpe. Dane se escabulló una vez y aterrizó sus nudillos en
mi mandíbula.
Pudo haber sido un luchador, pero Thomas golpeaba mucho más duro que
él. Esto iba a ser su pastel.
Sonreí y levanté mi dedo índice. —Esa fue tu oportunidad.
La risa desenfrenada de Benny llenó la habitación mientras terminaba con
su matón. Mi codo aterrizó en el centro de la cara de Dane, dejándolo inconsciente
antes de caer al suelo.
—¡Eres asombroso! ¡Simplemente asombroso! —dijo Benny, aplaudiendo
con alegría.
244
Inmediatamente agarré a Abby, tirando de ella detrás de mí cuando Josiah
atravesó la puerta con su cuerpo masivo.
—¿Debería encargarme de esto, señor? —preguntó Josiah. Su voz era
profunda pero inocente, como si él sólo estaba haciendo el único trabajo en el que
era bueno, y no verdaderamente el deseo de hacer daño a ninguno de nosotros.
—¡No! No, no… —dijo Benny, todavía aturdido por la improvisada
actuación—. ¿Cuál es tu nombre?
—Travis Maddox —dije entre jadeos. Me limpié la sangre de Dane y de
David de mis manos y en mis jeans.
—Travis Maddox, creo que puedes ayudar a que tu pequeña novia se salga
de éste problema.
—¿Cómo? —resoplé.
—Se suponía que Dane pelearía mañana en la noche. Tenía un montón de
dinero en él, pero parece que Dane no estará en forma para ganar la pelea. Te
sugiero que tomes su lugar, haz un fajo de billetes para mí y perdonaré los cinco
mil dólares faltantes de la deuda de Mick.
Me volví hacia Abby. —¿Pigeon?
—¿Estás bien? —me preguntó, limpiando la sangre de mi cara. Mordió su
labio, su cara arrugándose alrededor de su boca. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—No es mi sangre, bebé. No llores.
Benny se puso de pie. —Soy un hombre ocupado, hijo. ¿Estás dentro o no?
—Lo haré —dije—. Dime cuándo y dónde y estaré ahí.
—Estarás peleando contra Brock McMann. No es un oponente fácil. Fue
excluido de la UFC el año pasado.
Conocía su nombre. —Sólo dime dónde tengo que estar.
Benny me dio la información, luego la sonrisa de tiburón se dibujó en su
rostro. —Me gustas, Travis Maddox. Creo que seremos buenos amigos
—Lo dudo —dije. Abrí la puerta para Abby y sostuve una postura
protectora a su lado hasta que llegamos a la puerta principal.
—¡Jesucristo! —gritó América al ver la sangre salpicada cubriendo mi
ropa—. ¿Están bien? —Agarró los hombros de Abby y examinó su rostro.
—Estoy bien. Tan sólo otro día en la oficina. Para ambos —dijo Abby,
secándose los ojos.
245
Con su mano en la mía, nos dirigimos al hotel, con Shepley y América
siguiéndonos.
La única persona que parecía darse cuenta de mi ropa manchada de sangre
fue el chico en el ascensor.
Una vez que todos estábamos de vuelta en mi habitación y de Abby, me
desnudé y me metí en el baño para lavar la corrupción de mí.
—¿Qué diablos pasó ahí? —preguntó finalmente Shepley.
Podía oír sus voces susurrantes mientras estaba bajo el agua, recordando la
última hora. Tan difícil como fue ver a Abby estar tan cerca del verdadero peligro,
se sentía jodidamente increíble atacar a los dos matones de Benny, David y Dane.
Era como la mejor droga que existe.
Me pregunté si se habían levantado, o si Benny acababa de arrastrarlos fuera
y los había dejado en un callejón.
Una extraña calma se apoderó de mí. Aporrear a los hombres de Benny era
una salida para cada parte de ira y la frustración que había acumulado a lo largo
de los años, y ahora casi me sentí normal.
—¡Lo voy a matar! Voy a matar a ese hijo de perra —gritó América.
Cerré la ducha y até una toalla a mi cintura.
—Uno de los chicos que eliminé tenía una pelea mañana en la noche —dije a
Shepley—. Tomaré su lugar y en recompensa Benny perdonará los últimos cinco
mil dólares que Mick debe.
América se puso de pie. —¡Esto es ridículo! ¿Por qué estamos ayudando a
Mick, Abby? ¡Te lanzó directo a los lobos! ¡Lo voy a matar!
—No si yo lo mato primero. —Ardía de rabia.
—Tranquilízate —dijo Abby.
Shepley se movió nerviosamente. —¿Entonces pelearás mañana?
Asentí una vez. —En un lugar llamado Zero. A las seis en punto. Es Brock
McMann, Shep.
Shepley negó con la cabeza. —De ninguna manera. De ninguna jodida
manera, Trav. ¡El tipo es un maniático!
—Sí —dije—, pero él no está peleando por su chica ¿cierto? —Tomé a Abby
en mis brazos, besando la cima de su cabello. Todavía estaba temblando—. ¿Estás
bien, Pigeon?
246
—Esto está mal. Esto está mal en muchos niveles. No sé con quién de
ustedes debo hablar primero para dejar esto.
—¿Me viste esta noche? Voy a estar bien. He visto a Brock pelear antes. Es
fuerte, pero no invencible.
—No quiero que hagas esto, Trav.
—Bueno, no quiero que vayas a cenar con tu ex novio mañana en la noche.
Supongo que ambos tenemos que hacer algo que no queremos para salvar al bueno
para nada de tu padre.
247
21
Traducido por Nicole Vulturi, Udane♥ & Anna Banana
Corregido por Karew
S
hepley se sentó a mi lado sobre un pequeño banco que se encontraba
en la habitación. Una habitación que si bien era pequeña estaba muy
bien iluminada. Esta sería la primera ocasión en la que no saldría del
sótano de algún lugar clandestino para ofrecer el espectáculo que causaba una
pelea callejera. El público esta vez estaría compuesto por las personas que vivían
en la sombra, en la gran ciudad de Las Vegas: mafiosos, traficantes de drogas, y
con ellos, sus dulces acompañantes. La multitud afuera se asemejaba a un oscuro
ejército, más ruidoso y mucho más sediento de sangre. Estaría rodeado por una
jaula y no por personas.
—Sigo creyendo que estás equivocado al participar en esto, Trav —
demandó Mare, de pie al otro lado de la habitación.
—Ahora no, cariño —le contestó Shepley, mientras me ayudaba a envolver
la cinta adhesiva, a modo de protección, alrededor de mis manos.
—¿Estás nervioso? —La voz de Mare resonó nuevamente por el lugar, de
una forma que resultó escalofriantemente tranquila.
—En realidad no. Pero me sentiría mejor si Pidge estuviera aquí. ¿Sabes
algo de ella?
—Le enviaré un mensaje. Ella llegará.
248
—¿Lo ama? —pregunté, imaginándome diferentes escenarios sobre qué fue
lo que hablaron durante la cena. Obviamente Jess no era un santo, y no podría
asegurar que no esperase nada a cambio de ayudar a mi chica.
—No —respondió tajantemente Mare—. Abby nunca me lo diría, de
cualquier forma. Crecieron juntos, Travis. Él fue la única persona con la que ella
pudo contar. Lo fue durante mucho tiempo.
No puedo decir si conocer esta información me hizo sentir mejor o peor. —
¿Te contestó el mensaje?
—¡Oye! ¡Oye! Tienes a Brock McMann esperándote. Tu cabeza tiene que
estar enfocada en la pelea al cien por ciento. ¡Deja de ser un cobarde y concéntrate!
—exclamó Shep, golpeando mi mejilla en el proceso.
Asentí, tratando de recordar las pocas veces que había visto luchar a Brock.
Había sido expulsado de la UFC por golpes ilegales y el rumor de haber golpeado
al presidente de la compañía. Había pasado mucho tiempo, pero seguía siendo un
luchador a leguas sucio y cometió mucha mierda ilegal. Mientras el árbitro era un
testigo impasible. La clave sería no ponerse en posición de debilidad. Si cerraba sus
piernas alrededor de mí, podría acabar conmigo bastante rápido.
—Vamos a jugar seguro, Trav. Déjale atacar primero. Del modo en el que
luchaste la noche en la que tratabas de ganar la apuesta de Abby. No estás en una
pelea de un torneo universitario. Esto no es el Círculo, y no estás creando
espectáculo para la audiencia.
—Al infierno si no lo estoy.
—Tienes que ganar, Travis. Estás luchando por Abby, no lo olvides. —
Asentí. Shepley tenía razón. Si perdía, Benny no recibiría su dinero, y Abby
permanecería en peligro.
Un hombre alto y gordo con traje de diseñador y pelo grasiento caminó
hacia nosotros. —Tú vas arriba. Tu entrenador puede unirse a ti en la parte exterior
de la jaula, pero las chicas... ¿Dónde está la otra?
Mis cejas se fruncieron, formando una línea recta. —Ya viene.
—De acuerdo, entonces... se han reservado plazas al final de la segunda fila
en la esquina para las acompañantes.
—Te acompañaré allí —exclamó Shep dirigiéndose a Mare, miró al hombre
de traje—. Nadie la toca. Voy a matar a la primera puta persona que se atreva a
tocarla.
249
El hombre esbozó lo que podría considerarse el fantasma de una sonrisa.
Una horrible mueca la describiría mejor. —Benny ha dicho sin distracciones.
Vamos a tener los ojos puestos en ellas en todo momento.
Shepley asintió, y luego le tendió la mano a América. Ella la tomó, y
tranquilamente nos siguió a través de la puerta.
La voz amplificada de los locutores resonó en los enormes altavoces
colocados en cada esquina de la enorme habitación. Se parecía a una pequeña sala
de conciertos, con capacidad para albergar a un millar de personas sin problema
alguno. Todos los asistentes estaban de pie, ya sea animándome o lanzando
miradas de recelo mientras hacía mi recorrido hacia el centro, en el escenario
dispuesto para el enfrentamiento.
La puerta de la jaula se abrió y entré.
Shepley observaba al del traje sentar a América en el extremo que
anteriormente había mencionado, una vez que se convenció de que ella estaba
bien, volvió su vista hacia mí. —Recuerda: juega inteligentemente. Déjale atacar
primero. El objetivo es ganar. Ganar por Abby. —Asentí. Esto se trataba de ella.
Segundos después, la música sonó por los altavoces, y tanto el movimiento
en el recinto como el volumen de la música aumentaron con frenesí. Brock
McMann surgió de un pasillo, siendo el centro de atención. Las vigas del techo
iluminaban la expresión de peligro en su rostro. Tenía un séquito que mantenía a
los espectadores a una distancia prudente, mientras él brincaba de abajo hacia
arriba para permanecer suelto. Probablemente habría estado entrenando para esta
pelea durante semanas, meses quizás.
Estaba bien. Había sido golpeado por mis hermanos durante mucho tiempo,
mi vida entera. Tenía un montón de entrenamiento sobre mis hombros. Ganaría.
Me volví para comprobar que Mare siguiera en su sitio. Cuando se dio
cuenta de que la miraba, se encogió de hombros y frunció el ceño. La pelea más
grande de mi vida estaba a pocos minutos de comenzar y Abby no estaba aquí.
Justo cuando me volví para ver como Brock entraba a la jaula, oí la voz de Shepley
llamándome.
—¡Travis! ¡Travis! ¡Abby está aquí!
Me volví, buscándola desesperadamente entre los asistentes, corría por las
escaleras a toda velocidad. Se detuvo justo antes de golpearse contra la jaula,
golpeándose las manos contra la cadena para detenerse.
—¡Aquí estoy! Aquí estoy, Trav —suspiró con dificultad por el esfuerzo
realizado.
250
Nos besamos a través del espacio entre las paredes de la jaula, tomó mi cara
entre sus manos, con los pocos dedos que podía pasar a través del reducido
espacio. —Te amo —exclamó. Sacudió la cabeza vigorosamente—. No tienes que
hacer esto, ya sabes.
Sonreí. —Sí tengo que hacerlo.
—Vamos, Romeo. Hagámoslo. No tengo toda la noche —se escuchó un
susurro desagradable. Provenía de Brock, quien estaba en la esquina contraria del
ring.
No me giré, sólo la miraba a ella. Pero Abby sí que miró por encima de mi
hombro. Cuando vio a mi oponente, sus mejillas se encendieron por la ira. Su
expresión se volvió fría. Menos de un segundo después, sus ojos volvieron a los
míos, cálidos nuevamente. Sonrió con picardía. —Enséñale a ese imbécil algunos
modales.
Guiñé un ojo en su dirección y sonreí. —Cualquier cosa por ti, nena.
Brock se reunió conmigo en el centro del ring, cara a cara.
—¡Pelea con inteligencia! —gritó Shep.
—Sólo quiero que sepas que soy un gran fan tuyo, aunque seas una basura,
un tramposo. Así que no te tomes como algo personal cuando te golpee hasta
dejarte inconsciente esta noche —susurré en el oído de mi contrincante,
inclinándome levemente hacia él.
La mandíbula de Brock se tensó violentamente; sus ojos se encendieron, no
con ira, sino con aturdida confusión.
—¡Sé inteligente, Travis! —gritó mi primo nuevamente, observando la
diversión fluir en mis ojos.
La campana sonó, y Brock atacó inmediatamente. Usando cada pedazo de
fuerza que poseía, dejé salir la misma cantidad de furia que liberé sobre los
hombres de Benny.
Brock se tambaleó un poco, retrocediendo mientras trataba de pararse
correctamente para protegerse. O golpearme. No le di tiempo, usé los dos puños
para dejarle en el suelo.
251
Resulta ser una sensación extraordinaria el no contenerse. Saboreando la
adrenalina pura que fluía a través de mi cuerpo fallé. Y Brock logró esquivar mi
golpe, me conectó con un gancho derecho. Sus lanzamientos resultaban mucho
más efectivos que los de los aficionados con los que me enfrentaba en la
universidad. Fue jodidamente increíble. La lucha contra Brock me trajo recuerdos
de algunos de los desacuerdos más serios que había tenido con mis hermanos,
cuando de las palabras pasábamos a un culo azotado.
Me sentí como en casa al intercambiar golpes con mi oponente. En este
momento, mi rabia tenía un propósito y un lugar específicos.
Cada vez que los puños de Brock conectaron un golpe, sólo sirvió para
amplificar la adrenalina en mi sistema, podía sentir mis golpes echar chispas.
Trató de arrastrarme por el suelo, pero planté mis pies. Me coloqué en
posición de cuclillas, logrando estabilizarme contra cada uno de sus desesperados
y erróneos movimientos, sólo para tratar de hacerme perder el equilibro. Mientras
me acechaba, mi puño se puso en contacto con su cabeza, orejas, y sienes.
Numerosas veces.
La cinta blanca alrededor de mis nudillos ahora era carmesí, pero no sentí
ningún dolor, sólo placer al liberar todas las emociones negativas que me habían
estado agobiando durante tanto tiempo. Recordé lo relajante que fue golpear a los
hombres de Benny. Ganar o perder. Sentía ganas de conocer en qué tipo de
persona me convertiría después de esta pelea.
El árbitro, Shepley y el entrenador de Brock me rodearon, alejándome de mi
oponente.
—¡La campana, Travis! ¡Para! —pedía Shep con desesperación.
Me arrastró a un rincón, Brock fue empujado hacia el otro. Me volví para
mirar a Abby. Estaba retorciendo sus manos, más su amplia sonrisa me dijo que
estaba bien. Le guiñé un ojo, ella me lanzó un beso. Ese simple gesto me revitalizó
y volví a la jaula con renovada determinación.
Una vez que la campana sonó, ataqué de nuevo. Esta vez teniendo más
cuidado al esquivar los golpes de Brock, las pocas veces que logró conectar un
puñetazo. Una o dos veces, envolvió sus brazos alrededor de mí, respirando con
dificultad, mientras trataba de golpearme con las rodillas en las bolas.
Simplemente le empujaba y le golpeaba con más fuerza.
En la tercera ronda, Brock se tambaleó, me dio patadas y falló. Se estaba
quedando rápidamente sin aliento. Sintiéndome cansado, comencé a tomar más
descanso entre los giros. La adrenalina que había subido una vez a través de mi
cuerpo se había agotado. Mi cabeza empezó a latir con fuerza.
252
Brock lanzó un puñetazo, y luego otro. Bloqueé un tercero, y luego para
terminar, se lanzó a matar. Con las pocas fuerzas que me quedaban, esquivé la
rodilla de Brock y giré, estrellando mi codo directamente con su nariz. Su cabeza
voló hacia atrás, su vista hacia arriba. Dio unos pasos sin coordinar y luego cayó al
suelo.
El ruido de la multitud fue ensordecedor, sólo pude oír una voz.
—¡Oh dios mío! ¡Sí! ¡Sí, bebé! —gritó ella.
El árbitro comprobó que Brock estuviese bien, luego se acercó a mí. Levantó
mi mano. Yo era el ganador. Shepley, América y Abby estaban ya dentro de la
jaula, rodeándome. Tomé a Abby por los hombros y planté mis labios en los de
ella.
—Lo hiciste —dijo, ahuecando mi cara entre sus manos.
Nuestra celebración se vio interrumpida cuando Benny y un nuevo lote de
guardaespaldas entraron en la jaula. Puse a Abby sobre sus pies, tomando una
posición defensiva frente a ella.
Benny era todo sonrisas. —Bien hecho, Maddox. Has salvado el día. Si
tienes un minuto, me gustaría hablar contigo.
Miré de nuevo a Abby, tomó mi mano con fuerza. —Está bien. Nos
encontraremos en la puerta —le contesté, asintiendo hacia la puerta más cercana—.
En diez minutos.
—¿Diez? —preguntó Pidge con preocupación en sus ojos.
—Diez —dije, besándola en la frente. Miré a Shepley—. Mantén tu vista en
ellas.
—Creo que tal vez debería ir contigo.
Me apoyé en Shepley, alcanzando su oído sin esfuerzo. —Si quieren
matarnos no hay mucho que podamos hacer al respecto. Creo que Benny tiene algo
más en mente. —Me incliné hacia atrás y le di una palmada en el brazo—. Te veré
en diez minutos.
—Ni once. Ni quince. Diez minutos —dijo Shepley, empujando a una reacia
Abby fuera del lugar.
Seguí a Benny a la misma habitación en la que había esperado antes de la
pelea. Para mi sorpresa, hizo que sus hombres esperaran afuera.
Extendió las manos, haciendo un gesto hacia la habitación. —Pensé que esto
sería mejor. Así puedes ver que no soy siempre... el hombre malo que tal vez
parezco.
Su lenguaje corporal y su tono eran relajados. Aun así mantuve mis ojos y
oídos abiertos preparados por cualquier sorpresa.
253
Benny sonrió. —Tengo una propuesta que hacerte, hijo.
—No soy tu hijo.
—Eso es cierto —admitió—. Pero después de que te ofrezca ciento cincuenta
mil dólares por pelea, creo que es posible que desees serlo.
—¿Qué peleas? —pregunté. Pensé que iba a decir algo cómo que Abby
todavía le debía. No tenía ni idea de que trataba de ofrecerme trabajo.
—Se ve a la distancia que eres obviamente un joven victorioso y talentoso.
Perteneces a esa jaula. Puedo hacer que eso suceda... también puedo hacer que seas
un hombre muy rico.
—Estoy escuchando.
Benny sonrió más, si es que era posible. —Voy a programar una lucha por
mes.
—Todavía estoy en la universidad.
Se encogió de hombros. —Vamos a programar peleas en los alrededores. Te
compraré vuelos, a ti y a Abby, en primera clase, si así lo quieres. Los fines de
semana, si eso es lo que deseas. Sin embargo, haciendo tanto dinero, es posible que
desees poner un alto en tu educación universitaria.
—¿Seis figuras por pelea? —Hice los cálculos mentalmente, tratando de no
mostrar sorpresa—. ¿Por luchar y qué más?
—Eso es todo, chico. Sólo luchar. Hacerme aún más rico.
—Sólo luchar... y puedo salir cuando quiera.
Él sonrió. —Bueno, sí, pero no creo que eso suceda pronto. Te encanta. Te vi.
Estabas borracho, extasiado. Así te veías en esa jaula.
Me quedé allí por un momento, reflexionando sobre su oferta. —Voy a
pensarlo. Déjame hablar con Abby.
—Supongo que es lo justo.
Dejé nuestras maletas en la cama y me derrumbé sobre ella. Le había
hablado de la oferta de Brasil a Abby, no se había mostrado receptiva con la
noticia.
Luego en el avión, cuando veníamos de regreso, estuvo un poco tensa, por
lo que decidí aplazar la conversación para cuando llegáramos a casa.
Ella estaba secando a Toto después de haberlo bañado. Había estado
viviendo con Brasil. Pidge se indignó por la forma en la que olía.
254
—¡Oh! ¡Ahora hueles mucho mejor! —Rio mientras lo estrechaba contra su
cuerpo, salpicando agua sobre ella y por todo el suelo. Toto se puso de pie sobre
sus patas traseras, cubriéndole el rostro con pequeños besos, propios de un
cachorro.
—Yo también te extrañé, hombrecito.
—¿Pigeon? —pregunté, cruzando mis dedos nerviosamente.
—¿Sí? —dijo, aun frotándolo con una toalla amarilla en sus manos.
—Quiero hacer esto. Quiero pelear en Las Vegas .
—No —dijo, sonriendo a la cara feliz de Toto.
—No me estás escuchando. Voy a hacerlo. Y en pocos meses verás que tomé
la decisión correcta.
Ella me miró.
—Vas trabajar para Benny.
Asentí nerviosamente y luego sonreí. —Sólo quiero cuidarte, Pidge.
Lágrimas anegaron sus ojos.
—No quiero nada comprado con ese dinero, Travis. No quiero tener nada
que ver con Benny o Las Vegas. O cualquier cosa que vaya junto con él.
—No tienes ningún problema con la idea de comprar un coche con el dinero
de mis peleas aquí.
—Eso es diferente, y lo sabes.
Fruncí el ceño.
—Vamos a estar bien, Pidge. Ya lo verás.
Me miró por un momento, y luego sus mejillas se encendieron. —¿Por qué
me sigues preguntando, Travis? Trabajarás para Benny sin importar lo que te diga.
—Quiero tu apoyo en esto, es demasiado dinero como para rechazarlo. Sería
una locura decir que no.
Se detuvo por un tiempo, sus hombros cayeron derrotados. Luego asintió.
—Está bien, entonces. Has tomado tu decisión.
Mi boca se estiró en una amplia sonrisa.
—Ya verás, Pigeon. Será maravilloso.
Me empujé fuera de la cama, me acerqué a ella y le besé los dedos.
—Muero de hambre. ¿Y tú?
255
Negó suavemente con la cabeza.
La besé en la línea del cabello antes de ir a la cocina. Mis labios tararearon la
alegre melodía de una canción al azar, mientras que cogía dos rebanadas de pan y
un poco de salami y queso. Hombre, ella hace que te pierdas, pensé, echando mostaza
picante entre las rebanadas de pan.
Me tomó cerca de tres bocados terminarlo, y luego lo bajé con una cerveza,
preguntándome qué más había para comer. No me di cuenta de lo tenso que mi
cuerpo se sentía hasta que habíamos llegado a casa. Aparte de la lucha, los nervios
probablemente también tenían algo que ver con eso. Ahora que Abby sabía de mis
planes y que se había resuelto el problema, los nervios se fueron lo suficiente como
para tener apetito de nuevo.
Abby caminó por el pasillo y luego dobló la esquina, maleta en mano. No
me miró cuando cruzó de la sala de estar a la puerta.
—¿Pigeon? —llamé.
Me acerqué a la puerta aún abierta, viéndola acercarse al Honda de América
Cuando no respondió, corrí por las escaleras y por la hierba hasta donde
Shepley, América y Abby formaban un círculo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, señalando la maleta.
Abby sonrió con torpeza. Fue inmediatamente obvio para mí saber que algo
no estaba bien.
—¿Pidge?
—Estoy llevando mis cosas a Morgan. Tienen esas lavadoras y secadoras.
Tengo una enorme y ridícula cantidad de ropa que lavar.
Fruncí el ceño.
—¿Ibas a irte sin decírmelo?
—Ella regresará, Trav. Eres tan malditamente paranoico a veces —dijo
América con desaprobación en su voz.
—¡Oh! —dije, todavía sin estar seguro.
—¿Te quedas aquí esta noche?
—No lo sé. Supongo que depende del tiempo que tarde mi ropa en estar
lista.
Aunque sabía que era probable que todavía estuviera incómoda con mi
decisión acerca de Benny, lo dejé pasar. Sonreí y la atraje hacia mí.
256
—En tres semanas, voy a pagar a alguien para que se ocupe de ello. O
podrías simplemente tirar la ropa sucia y comprar nueva.
—¿Lucharás para Benny otra vez? —me preguntó Mare, sorprendida.
—Me hizo una oferta que no podía rechazar.
—Travis… —comenzó Shepley.
—No empiecen nuevamente. Si no cambié de opinión por Pidge, no voy a
cambiarla por ustedes.
América cruzó una mirada con Abby.
—Bueno, te llevaré de vuelta Abby. Ese montón de ropa te va a llevar
mucho tiempo.
Me incliné para besar los labios de Abby. Me atrajo y me besó con fuerza, lo
que me hizo sentir un poco mejor acerca de ella. Un poco menos inquieto.
—Hasta luego —dije, manteniendo la puerta abierta mientras se sentaba en
el asiento del pasajero—. Te amo.
Shepley levantó la maleta de Abby y la metió por la ventana trasera del
Honda. América se deslizó en su asiento, estirándose para abrochar su cinturón de
seguridad.
Cerré la puerta de Abby, y luego crucé los brazos sobre el pecho.
Shepley estaba a mi lado.
—En realidad, no vas a luchar para Benny, ¿verdad?
—Es mucho dinero, Shepley. Seis cifras por pelea.
—¿Seis cifras?
—¿Podrías decir que no?
—Lo haría si América me dejara por eso
Me reí una vez.
—Abby no me va a dejar.
América se retiró de la zona de estacionamiento y vi las lágrimas
derramarse por las mejillas de Abby.
Corrí hacia la ventana, golpeando en el cristal.
—¿Qué pasa, Pidge?
—Adelante, Mare —articuló, secándose los ojos.
257
Corrí al lado del coche, golpeando mi mano contra el vidrio constantemente.
Abby no me miraba, y un terror absoluto caló en mis huesos.
—¡América! ¡Detén el maldito auto! ¡Abby, no lo hagas!
América llegó a la carretera principal y presionó el acelerador.
Corrí detrás de ellas, pero cuando el Honda estaba casi fuera de mi vista, di
la vuelta y corrí hacia la Harley. Busqué las llaves en el bolsillo, las saqué mientras
corría y saltaba en el asiento.
—¡Travis, no! —advirtió Shepley.
—Joder, no ves que Abby está dejándome, Shep —grité, apenas arrancando
la moto antes de que las revoluciones del acelerador llegaran a 180, y volando por
la calle.
América acababa de cerrar la puerta cuando llegué al estacionamiento de
Morgan Hall. Casi me caí sobre la moto al detenerme y al no apoyar el pie en el
primer intento. Corrí al Honda y abrí la puerta del pasajero. Los dientes de
América estaban apretados, lista para lo que podría decirle.
Miré la pared de ladrillo y mortero de Morgan, sabiendo que Abby estaba
en algún lugar del interior.
—Tienes que dejarme entrar, Mare —supliqué.
—Lo siento —dijo. Puso el coche en reversa y salió del estacionamiento.
Al mismo tiempo corrí escaleras arriba, tomando dos escalones a la vez, una
chica que nunca había visto antes estaba saliendo. Agarré la puerta, pero ella me
cerró el camino.
—No se puede entrar sin una escolta.
Saqué las llaves de mi moto y las agité en su rostro.
—Mi novia, Abby Abernathy; dejó las llaves del coche en mi apartamento.
Estoy trayéndoselas.
La niña asintió, sin saber qué hacer y luego se apartó de mi camino.
Saltando varios pasos a la vez en el hueco de la escalera, por fin llegué al
piso de Abby y a la puerta de su dormitorio. Tomé unas cuantas respiraciones
profundas para tratar de calmarme.
—¿Pidge? —dije, tratando de mantenerme tranquilo—. Tienes que dejarme
entrar, cariño. Tenemos que hablar de esto.
No respondió.
258
—Pigeon por favor. Tienes razón. No escucho. Podemos sentarnos y hablar
de esto, ¿de acuerdo? Acabo... Por favor, abre la puerta. Estás asustándome hasta la
muerte.
—Vete, Travis. —La voz de Kara se escuchó desde el otro lado.
Golpeé la puerta con mi puño.
—¿Pidge? ¡Abre la maldita puerta, maldita sea! ¡No me iré hasta que me
hables! ¡Pigeon!
—¿Qué? —gruñó Kara, abriendo la puerta. Empujó sus gafas sobre su nariz
y me olisqueó. Para una pequeña chica, tenía una expresión muy severa.
Suspiré aliviado de que por lo menos vería a Abby. Miré por encima del
hombro de Kara, Abby no estaba en mi línea de visión. —Kara —pedí, tratando de
mantener la calma—. Dile a Abby que necesito verla. Por favor.
—Ella no está aquí.
—Ella está aquí —dije, perdiendo rápidamente la paciencia.
Kara cambió el peso de un pie a otro.
—No la he visto esta noche. No la he visto en varios días, en realidad.
—¡Sé que ella está aquí! —grité—. ¿Pigeon?
—Ella no está... ¡Oye! —chilló Kara cuando choqué mi hombro contra ella.
La puerta se estrelló contra la pared. Tiré del pomo y miré detrás de ella, y
luego en los armarios, incluso debajo de la cama.
—¡Pigeon! ¿Dónde está?
—¡No la he visto! —gritó nuevamente Kara.
Entré en la sala, mirando en ambas direcciones, Kara cerró la puerta detrás
de mí, lo supe por el clic de la cerradura.
La pared estaba fría contra mi espalda, y de repente me di cuenta de que no
tenía un abrigo. Poco a poco me deslicé por la pared de bloques de concreto. Me
cubrí la cara con las manos. Podría odiarme por el momento, pero tendría que
volver a casa algún día.
Después de veinte minutos, saqué mi teléfono y le mandé un mensaje de
texto.
Pidge, por favor, vuelve, sé que estás enfadada pero todavía podemos
hablar de esto.
259
Y luego otro.
Por favor vuelve a casa.
Y otro.
¿Por favor? Te amo.
Ella no respondió, esperé otra media hora y luego envié más.
Estoy en Morgan, ¿podrías al menos llamarme para saber si volverás a casa
esta noche?
Pigeon estoy jodidamente arrepentido. Por favor vuelve a casa. Te necesito.
Sé que no he sido razonable. Podrías responderme al menos.
No me merezco esto, fui un imbécil por creer que el dinero resolvería todos
los problemas pero al menos no huyas cada vez que tengamos uno.
Lo siento, no quería decir eso.
¿Qué quieres que haga? Haré lo que quieras que haga, ¿vale? Solo háblame.
Esto es una mierda.
Estoy enamorado de ti. No entiendo cómo puedes simplemente irte.
Justo antes del amanecer, cuando estaba seguro de haber hecho un ridículo
total y de que estaría asustada, seguramente pensando que yo estaba
verdaderamente loco y que no le convenía, me levanté del suelo. El hecho de que
seguridad no se hubiera presentado durante la noche para echarme del edificio
resultaba ser un hecho increíble en sí. Las chicas comenzaron a salir para dirigirse a
clases y yo, todavía sentado en el pasillo, decidí no tentar la suerte.
Después de caminar penosamente por las escaleras, me senté en mi
motocicleta. Aunque una camiseta era la única cosa entre mi piel y el aire gélido de
invierno, lo ignoré. Con la esperanza de ver a Abby en la clase de historia, fui
directamente a casa tratando de descongelar mi piel bajo una ducha de agua
caliente.
Shepley se situó en la puerta de mi dormitorio mientras me vestía.
—¿Qué quieres, Shep?
—¿Hablaste con ella?
—No.
—¿Para nada? ¿Mensajes de texto? ¿Nada?
—Dije que no —espeté.
260
—Trav —dijo Shepley, suspiró quedamente—. Ella probablemente no vaya
a clases hoy. No quiero que América y yo estemos en medio de esto, pero eso es lo
que ella dijo.
—Tal vez va a estar —le contradije, poniéndome el cinturón. Me puse la
colonia favorita de Abby, y luego me puse la chaqueta antes de agarrar mi mochila.
—Espera, yo te llevo.
—No, voy a llevarme la moto.
—¿Por qué?
—En caso de que ella acepte regresar al apartamento conmigo para poder
hablar.
—Travis, no creo que sea hora de considerar el que ella vaya a…
—Cállate, Shep —dije mirándolo—. Sólo por una vez, no seas razonable. No
trates de salvarme. Sólo compórtate como mi amigo, ¿de acuerdo?
Shepley asintió. —De acuerdo.
América salió de la habitación de Shepley, todavía en pijama. —Travis, es
hora de que la dejes ir. Todo terminó para ella en el momento en que le dejaste
claro que decidías trabajar para Benny.
Cuando no le respondí, continuó—: Travis…
—No lo hagas. Sin ánimo de ofender, Mare; pero ni siquiera puedo mirarte
ahora mismo.
Sin esperar una respuesta, cerré la puerta detrás de mí. La ansiedad valía la
pena para desahogar la emoción que sentía por ver a Abby. Mejor que ponerme de
rodillas presa del pánico y rogarle en medio de la clase. No estaba seguro de no
hacerlo si es que fuera necesario para hacerla cambiar de opinión.
Caminando lentamente a clase, e incluso tomando las escaleras, no me
impidió llegar media hora antes. Esperaba que Abby se presentara, y que
tuviéramos tiempo para hablar, pero cuando la clase anterior salió, ella no estaba
allí.
Me senté al lado de su asiento vacío y jugueteé con mi brazalete de cuero
mientras los otros estudiantes entraban en el salón y tomaban asiento. Sólo era otro
día para ellos. Mirando su mundo seguir adelante mientras que el mío estaba
llegando a su final.
261
Excepto por algunos estudiantes entrando a escondidas detrás de Chaney,
todos estaban presentes —menos Abby. El Sr. Chaney abrió su libro, saludó a la
clase y comenzó la lectura. Sus palabras se borraron mientras mi corazón
golpeteaba contra mi pecho, hinchándose con cada respiración. Apreté los dientes
y mis ojos se humedecieron con pensamientos de Abby en otro lugar, aliviada de
estar lejos de mí. Mi ira aumentó.
Me puse de pie y miré el escritorio vacío de Abby.
—Mmm… ¿Sr. Maddox? ¿Se siente bien? —preguntó el profesor.
Le di una patada a su escritorio y después al mío, apenas oyendo los jadeos
y gritos de los otros estudiantes.
—¡MALDITA SEA! —grité, golpeando mi escritorio nuevamente.
—Sr. Maddox —dijo Chaney, su voz extrañamente tranquila—. Creo que es
mejor que tome un poco de aire fresco.
Me paré sobre los escritorios derribados, respirando con dificultad.
—Sal de mi salón de clases, Travis. ¡Ahora! —repitió, su voz más firme esta
vez.
Tiré mi mochila sobre un hombro y empujé la puerta, oyendo la madera
estrellarse contra la pared detrás de ella.
—¡Travis!
El único detalle que registré es que la voz era de mujer. Me di la vuelta, con
la esperanza de que fuera Abby.
Megan caminó por el pasillo, deteniéndose junto a mí. —¿Pensé que tenías
clase? —Sonrió—. ¿Hiciste algo interesante este fin de semana?
—¿Qué necesitas?
Levantó una ceja, sus ojos brillantes con sabiduría. —Te conozco. Estás
enojado. ¿Las cosas no funcionaron con la monja?
No le respondí.
—Podría habértelo dicho. —Se encogió de hombros, y luego avanzó un paso
más en mi dirección; susurrando en mi oído. Tan cerca, que sus labios rozaron mi
oreja—. Somos iguales, Travis. No somos buenos para nadie.
Mis ojos se clavaron en los de ella, viajaron a sus labios y luego de regreso a
ellos. Se inclinó con su sexy y pequeña sonrisa.
—Vete a la mierda, Megan.
Su sonrisa se desvaneció. Me alejé.
262
22
Traducido por Autumn Night & hanna jimenez
Corregido por nnancyc
L
a siguiente semana pareció no tener fin. América y yo decidimos que
sería mejor si ella se quedaba en Morgan por un tiempo. Shepley
aceptó de mala gana. Abby se perdió las tres clases de historia y
encontró otro lugar además de la cafetería para comer. Traté de alcanzarla a la
salida de alguna de sus clases, pero o bien ella no había asistido o se había ido
antes de que terminasen. No atendería su teléfono.
Shepley me aseguró que ella estaba bien, y que nada le había pasado. Tan
agonizante como era saber que estaba a dos grados de Abby, hubiera sido peor ser
separado de ella por completo y no tener ni idea de si estaba viva o muerta. A
pesar de que parecía que no quería tener nada que ver conmigo, no podía dejar de
esperar que en algún momento, pronto, me perdonaría o que empezaría a
extrañarme tanto como la extrañaba yo y aparecería en el departamento. Pensar en
no volver a verla nunca de nuevo era demasiado doloroso, así que decidí seguir
esperando.
El viernes Shepley golpeó a mi puerta.
—Pasa —dije desde la cama, mirando el techo.
—¿Sales hoy, amigo?
—No.
263
—Tal vez deberías llamar a Trent. Ir a tomar un par de tragos y despejar tu
mente por un rato.
—No.
Shepley suspiró. —Escucha, América vendr{, pero… y odio hacerte esto…
pero no puedes molestarla sobre Abby. Apenas pude convencerla de venir. Ella
sólo quiere quedarse en mi habitación, ¿de acuerdo?
—Sí.
—Llama a Trent. Y necesitas comer algo y tomar una ducha. Te ves como la
mierda.
Con eso, Shepley cerró la puerta. Todavía no cerraba bien desde aquella vez
que la eché abajo. Cada vez que alguien la cerraba, el momento en que destruí el
departamento porque Abby se había ido, venía a mi mente, y el hecho de que
volvió a mí no mucho después, conduciéndonos a nuestra primera vez.
Cerré mis ojos, pero como cada una de las otras noches de la semana, no
podía dormir. Cómo gente como Shepley pasaban por este tormento una y otra vez
con diferentes chicas era una locura. Conocer a alguien después de Abby, incluso si
esa chica de alguna forma valía algo, no podía imaginar sacar mi corazón ahí de
nuevo. No para que pudiera sentirme de esta forma de nuevo. Como en una
muerte lenta. Resulta que había tenido razón todo el tiempo.
Veinte minutos después pude escuchar la voz de América en la sala de estar.
Los sonidos de ellos hablando en voz baja en la habitación de Shepley como si me
ocultaran algo resonaron en todo el apartamento.
Incluso la voz de América era demasiado para soportar. Saber que
probablemente había hablado con Abby era insoportable.
Me obligué a mí mismo a levantarme y hacer mi camino hasta el baño para
ocuparme de darme un baño y otras rutinas básicas de higiene que había
descuidado la última semana. La voz de América fue ahogada por el agua, pero al
segundo que giré la palanca, podía escucharla de nuevo.
Me vestí y agarré las llaves de mi moto, preparándome para un largo viaje.
Probablemente terminaría en donde papá para contarle las noticias.
Justo cuando pasé por la puerta de la habitación de Shepley, el teléfono de
América sonó. Era el tono de llamada que le había asignado a Abby. Mi estómago
se apretó.
—Puedo pasar a recogerte y llevarte a algún lugar a comer —dijo ella. Abby
tenía hambre. Tal vez iría a la cafetería.
264
Corrí hasta la Harley y salí del estacionamiento, excediendo la velocidad y
pasándome las luces rojas y las señales de alto de todo el camino hasta el campus.
Cuando llegué a la cafetería, Abby no estaba ahí. Esperé unos minutos, pero
nunca apareció. Mis hombros se hundieron y caminé en la oscuridad a través del
estacionamiento. Era una noche tranquila. Fría. Opuesta a la noche que caminé con
Abby hasta Morgan después de que ganara nuestra apuesta, recordándome lo
vacío que me sentía sin ella a mi lado.
Una pequeña figura a algunos metros de distancia apareció, caminando sola
hacia la cafetería. Era Abby.
Su cabello estaba recogido en un moño, y cuando estuvo más cerca, noté que
no llevaba nada de maquillaje. Sus brazos cruzados contra su pecho, no tenía
puesto un abrigo, solamente un grueso cárdigan gris para protegerse del frío.
—¿Pigeon? —dije, caminando hacia la luz de entre las sombras.
Abby se detuvo con una sacudida, y luego se relajó un poco cuando me
reconoció.
—¡Jesús, Travis! ¡Asustaste el infierno fuera de mí!
—Si contestaras tu teléfono cuando llamo no tendría que andar a escondidas
en la oscuridad.
—Te ves como el infierno —dijo.
—He estado atravesándolo una o dos veces esta semana.
Apretó sus brazos alrededor suyo y tuve que detenerme para no abrazarla y
mantenerla caliente.
Abby suspiró. —En realidad estoy de camino para conseguir algo para
comer. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?
—No. Tenemos que hablar.
—Trav…
—Rechacé a Benny. Lo llamé el miércoles y le dije que no.
Estaba esperando que sonriera, o al menos que me mostrara alguna señal de
que lo aprobaba.
Su rostro permaneció en blanco. —No sé qué quieres que te diga, Travis.
—Di que me perdonas. Di que regresarás conmigo.
—No puedo.
Mi rostro se desplomó.
265
Abby intentó pasarme. Instintivamente, me paré frente a ella. Si se alejaba
esta vez, la perdería. —No he dormido, o comido… no me puedo concentrar. Sé
que me amas. Todo será como solía ser si simplemente vuelves conmigo.
Cerró sus ojos. —Somos disfuncionales, Travis. Creo que simplemente estás
obsesionado con la idea de tenerme más que cualquier otra cosa.
—Eso no es cierto. Te amo más que a mi vida, Pigeon.
—Eso es exactamente lo que quiero decir. Esto es una conversación loca.
—No es una locura. Es la verdad.
—De acuerdo… ¿Así que cu{l, exactamente, es el orden para ti? ¿Es el
dinero, yo, tu vida… o hay algo que vaya antes del dinero?
—Me doy cuenta de lo que he hecho, ¿de acuerdo? Veo que podrías pensar
eso, pero si hubiera sabido que ibas a dejarme, nunca habría… Simplemente quería
cuidar de ti.
—Ya has dicho eso.
—Por favor, no hagas esto. No puedo soportar sentirme así… est{… est{
matándome —dije al borde del pánico. La pared que Abby mantenía a su
alrededor cuando sólo éramos amigos estaba de vuelta, más fuerte que antes. No
estaba escuchándome. No podía llegar a ella.
—Terminé con esto, Travis.
Hice una mueca. —No digas eso.
—Ha terminado. Vuelve a tu hogar.
Mis cejas se juntaron. —Tú eres mi hogar.
Abby hizo una pausa, y por un momento sentí que realmente había llegado
a ella, pero sus ojos perdieron el enfoque, y la pared estaba levantada de nuevo. —
Hiciste una elección, Trav. Yo hice la mía.
—Me voy a quedar fuera del infierno de Las Vegas, y alejado de Benny…
voy a terminar la universidad. Pero te necesito. Te necesito. Eres mi mejor amiga.
Por primera vez desde que era un niño, lágrimas calientes quemaban mis
ojos y cayeron por una de mis mejillas. Incapaz de contenerme a mí mismo, alcancé
a Abby, envolví su pequeño cuerpo con mis brazos, y planté mis labios sobre los
suyos. Su boca estaba fría y rígida, así que acuné su rostro entre mis manos,
besándola más duro, desesperado por obtener una reacción.
—Bésame —le rogué.
Abby mantuvo su boca apretada, pero su cuerpo estaba sin vida. Si la dejaba
ir, ella caería. —¡Bésame! —supliqué—. ¡Por favor, Pigeon! ¡Le dije que no!
266
Abby se alejó. —¡Déjame tranquila, Travis!
Su hombro chocó conmigo cuando me pasó, pero tomé su muñeca. Mantuvo
su brazo recto, extendido detrás de ella, pero no se giró.
—Te estoy rogando. —Caí sobre mis rodillas, su mano aún en la mía. Mi
respiración se evaporó mientras hablaba, recordándome el frío—. Te estoy
rogando, Abby. No hagas esto.
Abby me miró otra vez, y luego sus ojos recorrieron desde su brazo hacia el
mío, viendo el tatuaje en mi muñeca. El tatuaje que enseñaba su nombre.
Miró lejos, hacia la cafetería. —Déjame ir, Travis.
El aire salió de mí, y con toda la esperanza enterrada, mis manos cayeron en
la acera. Ella no iba a volver. Ya no me quería más, y no había nada que pudiera
hacer o decir para cambiar eso.
Varios minutos pasaron antes de que recuperara las fuerzas para ponerme
de pie. Mis pies no querían moverse, pero de alguna manera los obligué a cooperar
lo suficiente para que me llevaran a la Harley. Me senté en el asiento y dejé que
mis lágrimas cayeran. La pérdida era algo que sólo había experimentado una vez
en mi vida, pero esto se sentía más real. Perder a Abby no era una historia que
recordaba de una niñez temprana; estaba en mi cara, debilitándome como una
enfermedad, robándome mis sentidos y, físicamente, siendo extremadamente
doloroso.
Las palabras de mi madre hicieron eco en mis oídos. Abby era la chica por la
que tenía que luchar, y caí luchando. Nada de eso alguna vez iba a ser suficiente.
Un Dodge Intrepid rojo se estacionó a un lado de mi moto. No tenía que
levantar la mirada para ver quién era.
Trenton apagó el motor, descansando un brazo fuera de la ventana abierta.
—Hola.
—Hola —dije, limpiándome los ojos con la manga de la chaqueta.
—¿Noche difícil?
—Sí —asentí, observando el tanque de combustible de la Harley.
—Acabo de salir del trabajo. Necesito un maldito trago. Ve conmigo hasta
Dutch.
267
Tomé un largo y entrecortado suspiro. Trenton, como papá y el resto de mis
hermanos, siempre sabían cómo manejarme. Ambos sabíamos que no debía
conducir en mi condición.
—Está bien.
—¿Sí? —dijo Trenton con una pequeña sonrisa, una sonrisa de sorpresa.
Pasé la pierna hacia atrás sobre el asiento, y luego caminé hasta el lado de
pasajero del auto de Trenton. El calor de la ventilación quemó mi piel, y por
primera vez en esa noche sentí lo frío que estaba el aire, y reconocí que no tenía
suficiente ropa para la temperatura que hacía afuera.
—¿Shepley te llamó?
—Síp. —Se retiró de la plaza de aparcamiento y lentamente maniobró a
través del estacionamiento, encontrando la calle a paso de tortuga. Se giró a
mirarme—. ¿Supongo que un tipo llamado French llamó a su chica? Dijo que tú y
Abby estaban peleando afuera de la cafetería.
—No estábamos peleando. Sólo estaba... intentando recuperarla.
Trenton asintió una vez, estacionando en la calle. —Eso es lo que pensé.
No hablamos de vuelta hasta que tomamos nuestros lugares en el bar de
Dutch. Había demasiada gente, pero Bill, el dueño y barman, conocía a papá desde
que nosotros éramos niños, y la mayoría de los clientes habituales nos vieron
crecer.
—Me alegro de verlos chicos. Ha pasado bastante tiempo —dijo Bill,
limpiando el mostrador antes de colocar unas cervezas y un chupito en la barra
delante de cada uno de nosotros.
—Hola, Bill —dijo Trenton, inmediatamente arrojándose devuelta a su
chupito.
—¿Te sientes bien, Travis? —preguntó Bill.
Trenton respondió por mí. —Se va a sentir mejor después de unas cuantas
rondas.
Estaba agradecido. En ese momento, si hablaba, me podría haber roto.
Trenton continuó comprándome whisky hasta que mis dientes estaban
entumecidos y estaba a punto de perder el conocimiento. Debí haberlo hecho en
algún momento entre el bar y el apartamento, porque me desperté a la mañana
siguiente en el sofá, en mi ropa, sin saber cómo demonios había llegado allí.
Shepley cerró la puerta, y oí el sonido familiar del Honda de América
acelerar y alejarse.
268
Me senté y cerré un ojo. —¿Chicos, tuvieron una buena noche?
—Sí. ¿Tú?
—Supongo que sí. ¿Has oído quien me trajo?
—Sí, Trent te trajo con el culo arriba y te tiró en el sofá. Estaban riendo, así
que no me digas que fue una noche exitosa.
—Trent puede ser un idiota, pero es un buen hermano.
—Lo es. ¿Tienes hambre?
—Joder, no —gemí.
—Correcto, luego. Me voy a hacer un poco de cereal.
Me senté en el sofá, repasando la noche anterior en mi mente. Las últimas
horas fueron confusas, pero cuando me volví a acordar de ver a Abby en la
escuela, di un respingo.
—Le dije a Mare que teníamos planes hoy. Pensé que podríamos ir a la
maderería para reemplazar tu chirriante puerta de mierda.
—No hace falta que me cuides, Shep.
—No lo hago. Nos vamos en una media hora. Primero lávate, apestas —dijo,
sentado en el sillón reclinable con su cuenco de Trigos Mini—. Y luego volvemos a
casa y estudiamos. Finales.
—Joder —dije con un suspiro.
—Voy a pedir una pizza para el almuerzo, y nos podemos comer las sobras
de la cena.
—Acción de Gracias se acerca, ¿recuerdas? Voy a estar comiendo pizzas en
las tres comidas del día durante dos días seguidos. No, gracias.
—Está bien, comida china, entonces.
—Eres un controlador excesivo —dije.
—Lo sé. Confía en mí, te ayudará.
Asentí lentamente, esperando que tuviera razón.
269
Los días pasaban lentamente. Pero quedarse hasta tarde para estudiar con
Shepley y a veces América, ayudaba a acortar las noches de insomnio. Trenton
prometió no decirle a papá o el resto de los chicos Maddox sobre Abby hasta
después de Acción de Gracias, pero todavía lo temía, saber que ya les había dicho
que ella iría. Preguntarían por ella, y luego verían a través de mí cuando les
mintiera.
Después de mi última clase del viernes, llamé a Shepley. —Hola, ya sé que
se supone que está fuera de los límites, pero necesito saber a dónde va Abby en las
vacaciones.
—Bueno, eso es fácil. Va a estar con nosotros. Va a pasar las vacaciones en
donde de América.
—¿En serio?
—Sí, ¿por qué?
—Por nada —dije, y de pronto colgué el teléfono.
Caminé por el campus bajo la lluvia, esperando a que la clase de Abby la
dejara salir. Fuera del edificio Hoover, vi como algunas personas de la clase de
cálculo de Abby se congregaron afuera. La nuca de Parker apareció a la vista, y
después Abby.
Estaba acurrucada en el interior de su abrigo de invierno, parecía incómoda
con el balbuceo de Parker.
Me quité la gorra roja de béisbol y fui corriendo en su dirección. Los ojos de
Abby se desviaron a los míos, el reconocimiento hizo que levantara sus cejas
mínimamente.
Me repetía el mismo mantra en mi cabeza. No importa el comentario que el
imbécil de Parker haga, juega en frío. No arruines más esto. No. Jodas. Más. Esto.
Para mi sorpresa, Parker se fue sin decirme una palabra.
Metí las manos en los bolsillos de mi sudadera con capucha. —Shepley dijo
que vas a ir con él y Mare a Wichita mañana.
—¿Sí?
—¿Pasarás todas tus vacaciones en lo de América?
Se encogió de hombros, esforzándose con demasiada fuerza para no ser
afectada por mi presencia. —Soy realmente cercana con sus padres.
—¿Qué pasa con tu mamá?
270
—Ella es una alcohólica, Travis. No sabe que es Acción de gracias.
Mi estómago dio un vuelco, sabiendo que la respuesta a mi siguiente
pregunta iba a ser mi última oportunidad. Un trueno rodó por encima de nosotros
y miré hacia arriba, entrecerré mis ojos cuando las grandes gotas cayeron sobre mi
cara.
—Necesito pedirte un favor —dije, esquivando la dura lluvia—. Ven aquí.
—Empujé a Abby bajo el techo más cercano para que no se empapara con el
repentino aguacero.
—¿Qué clase de favor? —preguntó, claramente sospechando. Era difícil
escucharla a través de la lluvia.
—Mi uh... —Cambié mi peso, mis nervios tratando de obtener lo mejor de
mí. ¡Mi mente gritaba abortar!, pero estaba decidido a intentarlo, por lo menos—.
Papá y los chicos todavía están esperándote el jueves.
—Travis —gimió Abby.
Miré a mis pies. —Dijiste que ibas a venir.
—Lo sé, pero... es un poco inapropiado ahora, ¿no te parece?
—Dijiste que ibas a venir —dije, tratando de mantener la voz calmada.
—Todavía estábamos juntos cuando estuve de acuerdo en ir a casa contigo.
Sabías que no iba a ir.
—No lo sabía, y ya es demasiado tarde, de todos modos. Thomas está
volando, y Tyler dejó el trabajo. Todo el mundo está deseando verte.
Abby se encogió, haciendo girar un mechón de su cabello húmedo
alrededor de su dedo. —Ellos iban a venir de todos modos, ¿no es así?
—No todos. No hemos estado todos nosotros ahí para Acción de Gracias en
años. Todos hicieron un esfuerzo por estar ahí, ya que les prometí una comida real.
No hemos tenido una mujer en la cocina desde que murió mam{ y…
—Eso no es sexista ni nada.
—Eso no es lo que quise decir, Pidge, vamos. Todos te queremos ahí. Eso es
todo lo que estoy diciendo.
—No les has dicho sobre de nosotros, ¿verdad?
—Papá preguntaría por qué, y no estoy dispuesto a hablar con él sobre eso.
Nunca podré sacarme de la cabeza lo estúpido que soy. Por favor, ven, Pidge.
271
—Tengo que poner el pavo a las seis de la mañana. Tendríamos que salir de
aquí a las cinco...
—O podríamos quedarnos allí.
Sus cejas se alzaron. —¡De ninguna manera! Ya es bastante malo que vaya a
tener que mentirle a tu familia y fingir que todavía estamos juntos.
Su reacción, a pesar de lo previsto, aún picó un poco en mi ego. —Actúas
como si te estuviera pidiendo prenderte fuego.
—¡Deberías haberles dicho!
—Lo haré. Después de Acción de Gracias... les diré.
Suspiró y miró hacia otro lado. Esperar por su respuesta fue como
arrancarme las uñas una por una.
—Si me prometes que este no es un truco para tratar de volver a estar
juntos, lo haré.
Asentí, tratando de no parecer demasiado ansioso. —Te lo prometo.
Sus labios formaron una dura línea, pero no había el más mínimo atisbo de
una sonrisa en sus ojos. —Nos vemos a las cinco.
Me incliné para besarla en su mejilla. Sólo había querido darle un beso
rápido, pero mis labios se habían perdido en su piel, y era difícil separarse. —
Gracias, Pigeon.
Después de que Shepley y América se dirigieran a Wichita en el Honda,
limpié el apartamento, doblé la última carga de ropa, fumé medio paquete de
cigarrillos, llené una bolsa de viaje, y luego discutí con el reloj por ser tan lento.
Cuando finalmente dieron las cuatro y media, corrí escaleras abajo al auto de
Shepley, tratando de no acelerar todo el camino hasta Morgan.
Cuando llegué a la puerta de Abby, su expresión confusa me tomó por
sorpresa.
—Travis —suspiró.
—¿Estás lista?
Abby levantó una ceja. —¿Lista para qué?
—Dijiste que te recogiera a las cinco.
Cruzó los brazos sobre su pecho. —¡Quise decir cinco de la mañana!
272
—Oh. Creo que debería llamar a papá y hacerle saber que no vamos a estar
ahí después de todo.
—¡Travis! —se lamentó.
—Traje el coche de Shep, así no teníamos que lidiar con las maletas en la
moto. Hay un dormitorio disponible en el que puedes dormir. Podemos ver una
película o…
—¡No me voy a quedar en casa de tu padre!
Mi rostro se ensombreció. —Está bien. Te uh... Te veré por la mañana.
Di un paso atrás, y Abby cerró la puerta. Aún vendría, pero mi familia
definitivamente sabría que algo pasaba si ella no se presenta esta noche como yo
había dicho que haría. Caminé por el pasillo lentamente a medida que marcaba el
número de mi padre. Iba a preguntar por qué, y no quería mentirle abiertamente.
—Travis, espera.
Me volteé para ver a Abby de pie en el pasillo.
—Dame un minuto para empacar algunas cosas.
Sonreí, casi abrumado por el alivio. Caminamos juntos de regreso a su
habitación, y esperé en la puerta mientras metía un par de cosas en una bolsa. La
escena me recordó a la noche que había ganado la apuesta, y me di cuenta que no
cambiaría ni un solo segundo del tiempo que pasamos juntos.
—Todavía te amo, Pidge.
No levantó la vista. —No lo hagas. No estoy haciendo esto por ti.
Aspiré una bocanada de aire, el dolor físico tirando en todas las direcciones
sobre mi pecho. —Lo sé.
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23
Traducido por Nats & Larosky_3
Corregido por val_mar
L
as fáciles conversaciones que solíamos tener se perdieron en mí.
Nada de lo que venía a mi mente parecía apropiado, y estaba
preocupado de molestarla antes de llegar a lo de mi padre.
El plan era que interpretara su parte, empezara a echarme de menos, y
entonces tal vez tendría otra oportunidad para suplicar que regresara. Era una
apuesta arriesgada, pero lo único que tenía a mi favor.
Entré en el húmedo camino de grava y subí nuestros equipajes hasta el
porche frontal.
Papá abrió la puerta con una sonrisa.
—Es bueno verte, hijo. —Sonrió ampliamente cuando miró a la empapada
pero hermosa chica junto a mí—. Abby Abernathy. Estamos deseando la cena de
mañana. Ha pasado mucho tiempo desde que… Bueno. Ha pasado mucho tiempo.
En casa, papá descansó la mano sobre su protuberante estómago y sonrió.
—Los puse en la habitación de invitados, Trav. No me imaginé que quisieran
pelearse con la cama simple de tu habitación.
Abby me miró. —Abby uh… va a uh… tomar la habitación de invitados. Yo
dormiré en la mía.
Trenton se acercó, su rostro crispado en disgusto. —¿Por qué? Ha estado
quedándose en tu apartamento, ¿no?
274
—Últimamente no —dije, intentando no arremeter en su contra. Sabía
exactamente por qué.
Papá y Trenton intercambiaron miradas.
—La habitación de Thomas ha servido de almacenamiento durante años, así
que iba a dejarle que tomara tu habitación. Supongo que puede dormir en el sofá
—dijo papá, mirando sus andrajosos, descoloridos cojines.
—No te preocupes por eso, Jim. Sólo intentábamos ser respetuosos —dijo
Abby, tocando mi brazo.
La risa de papá rugió por toda la casa, y le acarició la mano. —Ya has
conocido a mis hijos, Abby. Deberías saber que es casi malditamente imposible
ofenderme.
Señalé hacia las escaleras, y Abby me siguió. Empujé gentilmente la puerta
con mi pie y deposité nuestras maletas en el suelo, mirando la cama y luego a
Abby. Sus ojos grises se agrandaron mientras escaneaba la habitación,
deteniéndose en una foto de mis padres que colgaba en la pared.
—Lo siento, Pidge. Dormiré en el suelo.
—Malditamente seguro que lo harás —dijo, recogiéndose el pelo en una
coleta—. No puedo creer que te dejara meterme en esto.
Me senté en la cama, dándome cuenta de lo infeliz que la hacía la situación.
Supongo que parte de mí esperaba que estuviera tan aliviada como yo de estar
juntos. —Esto va a ser un jodido desastre. No sé en qué pensaba.
—Sé exactamente en lo que pensabas. No soy estúpida, Travis.
Alcé la vista y la ofrecí una cansada sonrisa. —Pero aun así viniste.
—Tengo que prepararlo todo para mañana —dijo, abriendo la puerta.
Me levanté. —Te ayudaré.
Mientras Abby preparaba las patatas, los pasteles, y el pavo, estuve ocupado
llevando y entregándole las cosas, y completando las pequeñas tareas de cocina
que me asignaba. La primera hora fue incómoda, pero cuando los gemelos
llegaron, todo el mundo pareció congregarse en la cocina, ayudando a Abby a
relajarse. Papá le contó a Abby historias sobre sus chicos, y todos nos reímos de las
historietas sobre las anteriores y desastrosas cenas de Acción de Gracias, cuando
habíamos intentado hacer algo más que pedir una pizza.
275
—Diane era un infierno de cocinera —reflexionó papá—. Trav no lo
recuerda, pero no tenía sentido intentarlo después de su muerte.
—Sin presiones, Abby —dijo Trenton. Se rio entre dientes, y luego agarró
una cerveza de la nevera—. Juguemos a las cartas. Quiero intentar recuperar parte
de mi dinero que Abby tomó.
Papá agitó el dedo. —Sin póker este fin de semana, Trent. He traído el
dominó; ve a prepararlo. Sin apuestas, maldita sea. Lo digo en serio.
Trenton negó con la cabeza. —Está bien, viejo, está bien. —Mis hermanos
salieron serpenteando de la cocina, y Trenton los siguió, deteniéndose para mirar
hacia atrás—. Vamos, Trav.
—Voy a ayudar a Pidge.
—No hay mucho más que hacer, bebé —dijo Abby—. Adelante.
Sabía que lo había dicho para el show, pero no cambió la forma en la que me
hizo sentir. Alcancé su cadera. —¿Estás segura?
Asintió y me incliné para besarla en la mejilla, apretando su cadera con mis
dedos antes de seguir a Trenton a la sala de juegos.
Nos sentamos en la habitación de las cartas, preparándonos para una
partida amistosa de dominó.
Trenton reventó la caja, maldiciendo al cartón por cortarle debajo de su uña
antes de negociar las normas.
Taylor soltó un bufido. —Eres un puto bebé, Trent, sólo acéptalo.
—No puedes contar de todos modos, imbécil. ¿De qué estás tan ansioso?
Me reí por la contestación de Trenton, atrayendo su atención hacia mí.
—Tú y Abby se llevan bien —dijo—. ¿Cómo funciona todo esto?
Sabía a qué se refería, y le disparé una mirada por abordar el tema en frente
de los gemelos. —Con mucha persuasión.
Papá llegó y se sentó. —Es una buena chica, Travis. Me alegro por ti, hijo.
—Lo es —dije, intentando no dejar que la tristeza se mostrara en mi cara.
Abby estaba ocupada limpiando en la cocina, y parecía como si pasase cada
segundo luchando contra la urgencia de unirme a ella. Podrían ser unas vacaciones
familiares, pero quería pasar cada momento libre con ella tanto como pudiera.
276
Media hora después, ruidos de roce me alertaron sobre el hecho de que el
lavavajillas se había iniciado. Abby se acercó a despedirse antes de hacer su
camino hacia las escaleras. Me levanté de un salto y tomé su mano.
—Es pronto, Pidge. No te estás yendo a la cama, ¿lo estás?
—Ha sido un día largo. Estoy cansada.
—Estábamos a punto de ver una película. ¿Por qué no vienes aquí abajo y
pasas el rato?
Miró hacia las escaleras y luego a mí. —Está bien.
La llevé de la mano hacia el sofá, y nos sentamos juntos mientras los
créditos iniciales aparecían.
—Apaga esa luz, Taylor —ordenó papá.
Llegué por detrás de Abby, apoyando el brazo sobre el respaldo del sofá.
Luché contra la urgencia de envolver mis brazos alrededor de ella. Tenía dudas
sobre su reacción, y no quería aprovecharme de la situación cuando estaba
haciéndome un favor.
A mitad de la película, la puerta frontal se abrió de golpe, y Thomas dio
vuelta a la esquina, maletas en mano.
—¡Feliz Acción de Gracias! —dijo, dejando su equipaje en el suelo.
Papá se levantó y le abrazó, y todo el mundo hizo lo mismo excepto yo.
—¿No vas a saludar a Thomas? —murmuró Abby.
Observé a mi padre y hermanos abrazarle y reírse. —Tengo una sola noche
contigo. No voy desperdiciar ni un segundo de ella.
—Hola, Abby. Es bueno verte de nuevo. —Thomas sonrió.
Toqué la rodilla de Abby. Bajó la vista, y luego me miró. Notando su
expresión, aparté la mano de su pierna y entrelacé los dedos en mi regazo.
—Uh-oh. ¿Problemas en el paraíso? —preguntó Thomas.
—Cállate, Tommy —me quejé.
El ambiente en la sala cambió, y todos los ojos se posaron en Abby,
esperando una explicación. Sonrío nerviosamente, y luego tomó mi mano entre las
suyas.
—Simplemente estamos cansados —dijo, sonriendo—. Hemos trabajado
toda la tarde en la comida. —Su mejilla se presionó contra mi hombro.
Miré nuestras manos y luego las apreté, deseando que hubiera alguna
manera de poder decir entonces cuánto apreciaba lo que había hecho.
277
—Hablando de cansancio, estoy agotada —suspiró Abby—. Me voy de
cabeza a la cama, bebé. —Miró a los demás—. Buenas noches, chicos.
—Buenas noches, hermanita —dijo papá.
Todos mis hermanos dieron las buenas noches, y observaron a Abby hacer
su camino por las escaleras.
—Me voy, también —dije.
—Apuesto a que lo haces —bromeó Trenton.
—Bastardo afortunado —murmuró Tyler.
—Oye. No hablaremos de tu hermana de esa forma —advirtió papá.
Ignorando a mis hermanos corrí por las escaleras, agarrando la puerta de la
habitación justo antes de que se cerrara. Dándome cuenta de que podría querer
desvestirse, y de que ya no estaría cómoda haciéndolo delante de mí, me congelé.
—¿Quieres que espere en la sala mientras te pones el pijama?
—Voy a meterme en la ducha. Me vestiré en el baño.
Me froté la nuca. —Está bien. Me haré una cama, entonces.
Sus grandes ojos eran de acero sólido mientras asentía, su pared obviamente
impenetrable. Tomó algunas cosas de su bolsa antes de dirigirse al baño.
Excavando en el armario por sábanas y una manta, extendí las fundas en el
suelo junto a la cama, agradecido de que al menos tuviéramos un tiempo a solas
para hablar. Abby salió del baño, dejé caer una almohada en el suelo sobre la
cabecera de las mantas, y luego tomé mi turno para la ducha.
No perdí el tiempo, rápidamente frotando el jabón por todo mi cuerpo,
dejando que el agua enjuagara la espuma tan pronto como se formaba. En menos
de diez minutos, estaba seco y vestido, caminando hacia la habitación.
Abby estaba tumbada en la cama cuando regresé, las sábanas tan arriba de
su pecho como podían. La cama improvisada no era ni de cerca tan atractiva como
una con Abby acurrucada en su interior. Me di cuenta de que mi última noche a su
lado la pasaría despierto, escuchando su respiración a escasos centímetros de
distancia, sin poder tocarla.
Apagué la luz, y me situé en el suelo. —Esta es nuestra última noche juntos,
¿verdad?
—No quiero pelear, Trav. Sólo duérmete.
Me di la vuelta para mirarla, apoyando la cabeza sobre mi mano. Abby se
giró, también, y nuestros ojos se encontraron.
—Te amo.
278
Me observó por un momento. —Lo prometiste.
—Prometí que esto no era un truco para volver a estar juntos. No lo fue. —
Estiré una mano para tocar la suya—. Pero si hubiera significado estar contigo de
nuevo, no puedo decir que no lo habría considerado.
—Me preocupo por ti. No quiero hacerte daño, pero debería haber seguido
mi instinto en primer lugar. Nunca hubiera funcionado.
—Pero me amaste, sin embargo, ¿cierto?
Apretó los labios. —Aún lo hago.
Cada emoción se apoderó de mí en oleadas, tan fuertemente que no pude
distinguir una de otra. —¿Puedo pedirte un favor?
—Estoy en parte en el medio de la última cosa que me pediste que hiciera —
dijo con una sonrisa.
—Si realmente esto es todo… si de verdad has acabado conmigo… ¿me
dejarías sostenerte esta noche?
—No creo que sea una buena idea, Trav.
Mi mano apretó más la suya. —¿Por favor? No puedo dormir sabiendo que
estás a centímetros de distancia, y que nunca tendré la oportunidad de nuevo.
Abby me miró durante unos segundos, y luego frunció el ceño. —No voy a
acostarme contigo.
—Eso no es lo que estoy pidiendo.
Los ojos de Abby recorrieron el suelo por un rato mientras contemplaba su
respuesta. Finalmente cerrando los ojos con fuerza, se deslizó del borde de la cama,
y apartó las sábanas.
Me metí en la cama a su lado, estrechándola entre mis brazos
apresuradamente. Se sentía tan increíblemente bien el acoplamiento con toda la
tensión en la habitación, que me esforcé por no derrumbarme.
—Voy a echar de menos esto —dije.
Besé su pelo y la acerqué más, enterrando mi cara en su cuello. Descansó su
mano en mi espalda, y tomé otra bocanada, intentando respirarla, para que este
momento en el tiempo se grabara en mi cerebro.
—No… no creo que pueda hacer esto, Travis —dijo tratando de liberarse.
No quería restringirla, pero si resistirme significaba evitar el dolor ardiente
que había sentido por días, tenía sentido aferrarse.
279
—No puedo hacer esto —volvió a decir.
Sabía lo que quería decir. Estar juntos así era desgarrador, pero no quería
que terminara.
—Entonces no lo hagas —dije contra su piel—, dame otra oportunidad.
Luego de un último intento de liberarse, Abby cubrió su cara con ambas
manos y lloró en mis brazos. La miré, con lágrimas quemándome los ojos.
Tiré gentilmente de una de sus manos y besé su palma. Abby respiró
escalonadamente mientras miraba sus labios, y de vuelta a sus ojos. —Nunca
amaré a nadie de la forma que te amo, Pigeon.
Resopló y tocó mi rostro, ofreciéndome un gesto de disculpa. —No puedo.
—Lo sé —dije, mi voz quebrándose—. Nunca me convencí de que yo fuera
lo suficientemente bueno para ti.
La cara de Abby se arrugó y sacudió la cabeza. —No eres sólo tú, Trav. No
somos buenos el uno para el otro.
Sacudí la cabeza, queriendo estar en desacuerdo, pero tenía en parte razón.
Merecía algo mejor, lo que ella siempre había querido. ¿Quién mierda era yo para
arrebatarle eso?
Con ese reconocimiento, respiré profundo, y descansé la cabeza en su pecho.
Me desperté, escuchando conmoción en el piso de arriba.
—¡Ay! —gritó Abby de la cocina.
Bajé las escaleras corriendo, poniéndome una remera por la cabeza.
—¿Estás bien Pidge? —El suelo frío envió ondas expansivas por mi cuerpo,
empezando en los pies—. ¡Mierda! ¡El suelo está jodidamente congelado! —Salté
de un pie al otro, haciendo que Abby sofocara una risa.
Todavía era temprano, quizás cinco o seis, y todos estaban dormidos. Abby
se inclinó para empujar el pavo en el horno, y mi erección mañanera tuvo incluso
una razón más para sobresalir a través de mis pantaloncillos cortos
—Puedes volver a la cama. Sólo tengo que poner el pavo dentro —dijo.
280
—¿Vienes?
—Sí.
—Muéstrame el camino —dije, barriendo mi mano hacia las escaleras.
Me arranqué la camisa mientras metíamos nuestras piernas bajo las sabanas,
tirando de la manta hacia el cuello. Apreté mis brazos a su alrededor mientras
temblábamos, esperando a que nuestro calor corporal calentara el espacio entre
nuestra piel y las mantas.
Miré por la ventana, viendo los copos de nieve caer del cielo gris. Besé el
pelo de Abby, y pareció derretirse contra mí. En ese abrazo, se sentía como si nada
hubiera cambiado.
—Mira, Pidge. Está nevando.
Giró para enfrentar la ventana. —Se siente como navidad —dijo,
presionando ligeramente su mejilla contra mi piel. Un suspiro desde mi garganta
hizo que me mirara.
—¿Qué?
—No estarás aquí para navidad.
—Estoy aquí, ahora.
Tiré mi boca en una media sonrisa, y me incliné para besar sus labios. Abby
se echó hacia atrás y sacudió la cabeza.
—Trav…
La sostuve fuerte y bajé el mentón. —Me quedan menos de veinticuatro
horas contigo, Pidge. Te voy a besar. Te voy a besar un montón hoy. Todo el día.
Cada vez que pueda. Si quieres que pare, sólo di la palabra, pero hasta entonces,
voy a hacer que cada segundo de mi último día contigo cuente.
—Travis… —empezó Abby, pero después de unos segundos de pensarlo, su
línea de visión bajó de mis ojos a mis labios.
No queriendo dudar, inmediatamente me acerqué y la besé. Me besó de
vuelta, y aunque sólo quería que fuera corto y dulce, mis labios se abrieron,
haciendo que su cuerpo reaccionara. Su lengua se deslizó en mi boca, y cada parte
de mí me gritó que fuera a toda máquina. La empujé contra mí, y Abby dejó caer
una pierna al costado, acogiendo mis caderas para que encajaran firmemente entre
sus muslos.
281
En cuestión de segundos, estaba desnuda debajo de mí y sólo me tomó dos
movimientos para sacarme la ropa. Presionando mi boca contra la suya, duro,
agarré las vigas de hierro de la cabecera de la cama con ambas manos, y en un
rápido movimiento, me empujé dentro de ella. Mi cuerpo se sintió inmediatamente
caliente, y no pude dejar de moverme contra ella, incapaz de controlarme. Gemí
contra la boca de Abby cuando arqueó la espalda para mover sus caderas contra
las mías. En un punto apretó los pies contra el colchón para poder levantarse y
dejarme penetrarla completamente.
Con una mano en el hierro, y la otra en la nuca de Abby, me mecí dentro de
ella una y otra vez, todo lo que había pasado entre nosotros, todo el dolor que
había sentido, olvidado. La luz de la ventana se derramó mientras perlas de sudor
empezaron a formarse en nuestra piel, facilitando el poder deslizarme.
Estaba a punto de acabar cuando las piernas de Abby comenzaron a
estremecerse, y clavó las uñas en mi espalda. Sostuve mi aliento y me empujé en su
interior por última vez, gimiendo por los intensos espasmos que recorrían mi
cuerpo.
Abby se relajó contra el colchón, su línea de pelo empapada, y sus
extremidades flácidas.
Respiraba como si hubiera terminado una maratón, mi sudor cayéndome
por el pelo, bajando por mi oído y por el costado de mi rostro.
Los ojos de Abby se enfocaron cuando escuchó voces murmurando abajo.
Me di la vuelta, escaneando su cara con pura adoración.
—Dijiste que sólo me ibas a besar. —Me miró como lo hacía antes, haciendo
que fuera sencillo pretender.
—¿Por qué no nos quedamos todo el día en la cama?
—¿Vine aquí a cocinar, recuerdas?
—No, viniste a ayudarme a cocinar, y no me presentaré a trabajar durante
ocho horas.
Tocó mi rostro, su expresión preparándome para lo que podría decir.
—Travis, creo que…
—No lo digas ¿está bien? No quiero pensar en eso hasta que tenga que
hacerlo. —Me paré y me puse los calzoncillos, caminando hacia su mochila. Arrojé
su ropa a la cama, y tiré de mi camisa por mi cabeza—. Quiero recordar este como
un buen día.
Pareció que no mucho después de despertarnos, ya era hora de almorzar, el
día pasó demasiado jodidamente rápido. Temía cada minuto, maldiciendo el reloj
cuando se acercaba la noche.
282
Ciertamente, había terminado con Abby. Ni siquiera importaba que
estuviera fingiendo, me negué a considerar la verdad mientras estuviera a mi lado.
Cuando nos sentamos para la cena, papá insistió en que cortara el pavo, y
Abby sonrió orgullosa mientras hacía los honores.
El clan Maddox aniquiló el duro trabajo de Abby, y la llenó de cumplidos.
—¿Hice suficiente? —rio.
Papa sonrió, llevando su tenedor a la boca para limpiarlo para el postre. —
Hiciste suficiente, Abby. Sólo queríamos abastecernos hasta el próximo año… A
menos que quieras hacer esto de nuevo en Navidad. Eres una Maddox, ahora.
Espero que estés con nosotros en cada día de fiesta, y no para cocinar.
Con las palabras de papá, la verdad se infiltró y mi sonrisa se desvaneció.
—Gracias, Jim.
—No le digas eso, papá —dijo Trenton—. Tiene que cocinar. ¡No he tenido
una comida decente desde que tenía cinco años! —Se metió media porción de tarta
de nuez en la boca, gimiendo con satisfacción.
Mientras mis hermanos limpiaban la mesa y lavaban los platos, me senté
con Abby en el sillón, tratando de no sostenerla muy fuerte. Papá ya se había
acostado, su estómago lleno, dejándolo muy cansado para tratar de estar despierto.
Puse los pies de Abby en mi regazo, y le saqué los zapatos, masajeando las
plantas de sus pies con mis pulgares. Ella amaba eso, y lo sabía. Puede ser que
hubiera estado tratando de recordarle sutilmente lo bueno que éramos juntos,
aunque en el fondo supiera que era tiempo para que siguiera adelante.
Abby me amaba, pero también le importaba demasiado como para
enviarme a empacar cuando debía. Aunque antes le había dicho que no podía
alejarme de ella, finalmente me daba cuenta de que la amaba demasiado como
para joder su vida quedándome, o para perderla completamente obligándonos a
ambos a aguantar hasta que nos odiáramos.
—Esta ha sido la mejor Acción de Gracias que hemos tenido desde que
mamá murió —dije.
—Me alegro de haber estado aquí para verlo.
283
Tomé aire. —Soy diferente —dije, en conflicto con lo que diría después—,
no sé lo que me pasó en Las Vegas. Ése no era yo. Estaba pensando en todo lo que
podría comprar con ese dinero, y eso fue en todo lo que pensé. No vi lo mucho que
te dolía que te hiciera volver allí, pero en el fondo, creo que lo sabía. Merezco que
me dejes. Merecía todas las noches sin dormir y todo el dolor que he sentido.
Necesitaba eso para darme cuenta de lo mucho que te necesito y de lo que estoy
dispuesto a hacer para mantenerte en mi vida.
»Has dicho que has terminado conmigo, y lo acepto. Soy una persona
diferente desde que te conocí. He cambiado… para bien. Pero no importa cu{nto lo
intente, parece que no puedo hacer las cosas bien contigo. Fuimos amigos primero,
y no te puedo perder, Pigeon. Siempre te amaré, pero si no puedo hacerte feliz, no
tiene sentido tratar de recuperarte. No puedo imaginarme estar con alguien más,
pero voy a ser feliz siempre y cuando seamos amigos.
—¿Quieres que seamos amigos?
—Quiero que seas feliz. Sin importar qué.
Sonrió, rompiendo la parte de mi corazón que quería retirar lo que había
dicho. Parte de mí esperaba que me dijera que me callara la boca porque nos
pertenecíamos el uno al otro.
—Cincuenta dólares a que me lo agradecerás cuando conozcas a tu futura
esposa.
—Esa es una apuesta fácil —dije. No podía imaginar una vida sin ella, y ella
ya pensaba en nuestros futuros separados—. La única mujer con la cual deseo
casarme acaba de romperme el corazón.
Abby limpió sus ojos y se levantó. —Creo que es hora de que me lleves a
casa.
—Vamos, Pigeon. Lo siento, eso no fue gracioso.
—No es eso, Trav. Estoy cansada, y estoy lista para ir a casa.
Contuve el aliento y asentí, parándome. Abby se despidió de mis hermanos
con un abrazo, y le pidió a Trenton que saludara a papá. Me paré en la puerta con
nuestras maletas, mirándolos ponerse de acuerdo para volver en navidad.
Cuando frené para detenerme en Morgan Hall, tuve un pequeño
sentimiento de cierre, pero no evitó que mi corazón se rompiera. Me incliné para
besar su mejilla, y sostuve la puerta abierta, mirándola mientras entraba. —Gracias
por lo de hoy. No sabes lo feliz que hiciste a mi familia.
Abby se detuvo al pie de las escaleras. —Les dirás mañana, ¿no?
Miré al Charger, tratando de contener las lágrimas. —Estoy seguro de que
ya lo saben. No eres la única con una cara de póker, Pidge.
La dejé sola en los escalones, negándome a mirar atrás. Desde ahora, el
amor de mi vida era sólo una conocida. No estaba seguro de qué expresión tenía
mi rostro, pero no quería que la viera.
284
El Charger se quejó mientras manejaba más allá del límite a la casa de mi
padre. Me tambaleé en la sala, y Thomas me entregó una botella de whiskey.
Todos tenían un poco en un vaso.
—¿Les dijiste? —le pregunté a Trenton, mi voz estaba rota.
Trenton asintió.
Caí de rodillas, y mis hermanos me rodearon, poniendo sus manos en mi
cabeza y hombros como apoyo.
285
24
Traducido por kass :) & becky_abc2
Corregido por Verito
¡
Trent está llamando otra vez! ¡Contesta el maldito teléfono! —gritó
Shepley desde la sala de estar.
Mi móvil seguía en la parte superior de la televisión. El punto más lejano
de mi dormitorio en el apartamento.
Los primeros días de tortura sin Abby lo encerré en la guantera del Charger.
Shepley lo trajo de nuevo, argumentando que debería estar en el apartamento en
caso de que mi padre llamara. No me pude negar a lo lógico, estaba de acuerdo,
pero sólo si lo dejaba en el televisor.
La necesidad de cogerlo y llamar a Abby me estaba enloqueciendo, por el
contrario.
—¡Travis! ¡El teléfono!
Me quedé mirando el techo blanco, agradecido de que mis otros hermanos
hubieran cogido la indirecta, y me sentí molesto porque Trenton no lo hubiera
hecho. Él me había mantenido ocupado o borracho por la noche, pero tenía la
impresión de que también tenía que llamar en cada pausa mientras él estaba en el
trabajo. Sentí que estaba en algún tipo de vigilancia de suicidio Maddox.
Dos semanas y media de vacaciones de invierno, y el impulso de llamar a
Abby se había convertido en necesidad. Cualquier acceso a mi teléfono me parecía
una mala idea.
286
Shepley abrió la puerta y arrojó el pequeño rectángulo negro al aire. Se posó
sobre mi pecho.
—Jesús, Shep. Te lo dije…
—Sé lo que dijiste. Tienes dieciocho llamadas perdidas.
—¿Todas de Trent?
—Una es de Portadores de Pantis Anónimos.
Cogí el teléfono de mi estómago, apreté mi brazo, y luego abrí mi mano,
dejando caer el plástico duro al suelo. —Necesito un trago.
—Necesitas una ducha. Hueles a mierda. También es necesario que te
cepilles los malditos dientes, te afeites, y te pongas desodorante.
Me senté. —Tú dices mucha mierda, Shep, pero me parece recordar que hice
la colada y la sopa durante tres meses enteros después de Anya.
Se burló. —Por lo menos me lavaba los dientes.
—Necesito que programes otra pelea —dije, cayendo de nuevo sobre el
colchón.
—Tuviste una sólo hace dos noches, y la otra semana una antes de eso. Los
números se redujeron debido a la ruptura. Adán no programará otra hasta
reanudar las clases.
—Entonces, trae a la gente al lugar.
—Demasiado arriesgado.
—Llama a Adam, Shepley.
Shepley se acercó a mi cama, cogió mi celular, hizo clic en algunos botones,
y luego lanzó de nuevo el teléfono a mi estómago. —Llámalo tú mismo.
Puse el teléfono en mi oreja.
—¡Capullo! ¿Qué has estado haciendo? ¿Por qué no has contestado a tu
teléfono? ¡Quiero salir esta noche! —dijo Trenton.
Entrecerré los ojos hacia la parte posterior de la cabeza de mi primo, pero
salió de mi habitación sin mirar atrás.
—No me da la gana, Trent. Llama a Cami.
—Ella es una camarera. Es la víspera de Año Nuevo. ¡Podemos ir a verla, sin
embargo! A menos que tengas otros planes…
—No. No tengo otros planes.
287
—¿Sólo quieres sentarte allí y morir?
—Más o menos —suspiré.
—Travis, te amo, hermanito, pero estás siendo un enorme cobarde. Ella era
el amor de tu vida. Lo entiendo. Es una mierda. Lo sé. Pero nos guste o no, la vida
tiene que seguir.
—Gracias, Sr. Rogers.
—No eres lo suficientemente mayor para saber quién es.
—Thomas nos hizo verlo un montón de veces, ¿recuerdas?
—No. Escucha. Salgo a las nueve. Voy a recogerte a las diez. Si no estás
vestido y listo, y me refiero a duchado y afeitado, voy a llamar a un montón de gente
y a decirles que estás teniendo una fiesta en tu casa con seis barriles y prostitutas
gratis.
—Maldita sea, Trenton, no lo hagas.
—Sabes que lo haré. Última advertencia. A las diez o a las once tendrás
invitados. Sólo feos.
Me quejé. —Joder, te odio.
—No, no lo haces. Nos vemos en unos noventa minutos.
El teléfono rechinó en mi oído antes de que colgara. Conociendo a Trenton,
probablemente estaba llamando desde la oficina de su jefe, dando una patada hacia
atrás con los pies sobre el escritorio.
Me senté, mirando alrededor de la habitación. Las paredes estaban vacías,
carentes de las fotos de Abby que una vez habían llenado la pintura blanca. El
sombrero colgado encima de mi cama, se veía orgulloso después de la vergüenza
de ser sustituido por la fotografía en blanco y negro enmarcada de Abby y yo.
Trenton realmente iba a obligarme a hacer esto. Me imaginaba a mí mismo
sentado en el bar, todo el mundo pasándoselo bien a mí alrededor, ignorando el
hecho de que me sentía miserable y —de acuerdo con Shepley y Trenton— siendo
un cobarde.
El año pasado bailé con Megan y termine llevándola a casa de Kassie Beck,
lo que hubiera sido una buena idea para mantener en la lista si ella no hubiera
vomitado en el armario del pasillo.
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Me pregunté qué planes tenía Abby para esta noche, pero traté de no
permitir que mi mente divagara demasiado en el ámbito de lo que ella podría
hacer. Shepley no había mencionado si América tenía planes. No estaba seguro de
si me lo ocultaba a propósito. Hablar sobre eso parecía demasiado masoquista,
incluso para mí.
El cajón de la mesita de noche crujió cuando lo abrí. Mis dedos tocaron el
fondo y se detuvieron en las esquinas de una caja pequeña. Con cuidado, la saqué,
sosteniéndola en mis manos contra mi pecho. Mi pecho subía y bajaba con un
suspiro, y luego abrí la caja, haciendo una mueca al ver el anillo de diamantes
brillante en el interior. Sólo había un dedo que pertenecía dentro de ese círculo de
oro blanco, y con cada día que pasaba, ese sueño parecía cada vez menos posible.
Sabía, cuando compré el anillo, que pasarían años antes de que se lo diera a
Abby, pero tenía sentido mantenerlo por si acaso surgía el momento perfecto.
Saber que estaba allí me daba algo por lo que esperar, incluso ahora. Dentro de esa
caja estaba la poca esperanza que me quedaba.
Después de guardar el diamante, y darme una larga charla mental, caminé
por fin por el pasillo hasta el baño, intencionalmente manteniendo los ojos en mi
reflejo del espejo. La ducha y el afeitado no mejoraron mi estado de ánimo, y
tampoco (más tarde me gustaría señalarle eso a Shepley) el cepillarme los dientes.
Me puse una camisa negra abotonada y pantalones de mezclilla, y luego me puse
mis botas negras.
Shepley llamó a mi puerta y entró, vestido y listo para irse también.
—¿Te vienes? —le pregunté, poniéndome mi cinturón. No estoy seguro de
por qué me sorprendió. Sin América aquí, no tendría planes con nadie más que con
nosotros.
—¿Está bien?
—Sí. Sí, yo sólo... Supongo que tú y Trent trabajaron en esto antes.
—Bueno, sí —dijo, escéptico y tal vez un poco divertido porque acababa de
descubrirlo.
El bocinazo del Intrepid sonó afuera y Shepley señaló el pasillo con el
pulgar. —Vamos andando.
Asentí una vez y lo seguí. El coche de Trenton olía a colonia y a cigarrillos.
Puse un Marlboro en mi boca y alcé mi culo para poder coger un encendedor de mi
bolsillo.
289
—Por lo tanto, el Red está lleno, pero Cami habló con el tipo de la puerta
para que nos dejara entrar. Tienen una banda en vivo, supongo, y casi todo el
mundo está en casa. Parece ser una buena idea.
—Salir con nuestros compañeros borrachos y perdedores de la secundaria
en una ciudad universitaria muerta. Genial —me quejé.
Trenton sonrió. —Viene un amigo mío. Ya verás.
Mis cejas se alzaron. —Dime que no lo hiciste.
Unas pocas personas se apiñaban en la puerta, la gente estaba esperando a
que los dejaran entrar. Nos deslizamos por delante de ellos, ignorando sus quejas,
mientras que pagamos y entramos directamente.
Había una mesa junto a la entrada, llena de sombreros de fiesta de Año
Nuevo, gafas, palos luminosos y kazoos. Los regalos habían sido en su mayoría
escogidos, pero no pude evitar que Trenton encontrara un par de gafas ridículas
que estaban formadas por los números del nuevo año. El suelo estaba lleno de
brillantina, y la banda estaba tocando "Hungry Like the Wolf".
Fulminé a Trenton, quien fingió no darse cuenta. Shepley y yo seguimos a
mi hermano mayor hasta la barra, donde Cami abría las botellas y repartía las
bebidas a toda velocidad, deteniéndose sólo un momento para escribir números en
el registro o escribir una adición a la pestaña de alguien. Sus botes de propina se
desbordaban, y ella tuvo que empujar hacia abajo los billetes verdes en el vaso
cada vez que alguien agregaba una propina.
Cuando vio a Trenton, sus ojos se iluminaron. —¡Lo hiciste! —Cami cogió
tres botellas de cerveza, hizo estallar la parte superior, y las puso en la barra
delante de él.
—Dije que lo haría —sonrió él, inclinándose sobre el mostrador para besar
sus labios.
Ese fue el final de la conversación, ya que rápidamente volvió a deslizar otra
botella de cerveza por el bar y se esforzó por escuchar otra orden.
—Ella está bien —dijo Shepley, observándola.
Trenton sonrió. —Absolutamente lo está.
—¿Tú est{s…? —Comencé.
—No —dijo Trent, sacudiendo la cabeza—. Todavía no. Estoy trabajando en
ello. Ella tiene un chico universitario imbécil en Cali. Sólo tiene que enojarla por
última vez y va a averiguar lo imbécil que es.
—Buena suerte con eso —dijo Shepley, tomando un trago de su cerveza.
290
Trenton y yo intimidamos a un grupo lo suficientemente pequeño para que
dejaran su mesa, así que tranquilamente empezó nuestra noche de beber y
observar a la gente.
Cami se encargó de Trenton desde lejos, ella envío a más de una camarera
regularmente con vasitos llenos de tequila y botellas de cerveza. Me alegré de que
fuera mi cuarto trago de Cuervo cuando comenzó la segunda balada de la década
de 1980 de la noche.
—Esta banda es una mierda, Trent —le grité por encima del ruido.
—¡Tú no aprecias el legado de las bandas de pelo largo! —gritó de nuevo—.
Oye. Mira allí —dijo, señalando a la pista de baile.
Una pelirroja se paseó por el espacio lleno de gente, una sonrisa brillante
iluminando su rostro pálido.
Trenton se levantó para abrazarla, y su sonrisa se hizo más amplia. —¡Hola,
T! ¿Cómo has estado?
—¡Bien! ¡Genial! Trabajando. ¿Y tú?
—¡Genial! Estoy viviendo en Dallas ahora. Trabajo en una empresa de
relaciones públicas. —Sus ojos recorrieron la mesa, a Shepley y luego a mí—. ¡Oh,
Dios mío! ¿Este es tu hermanito? ¡Yo solía cuidar de él!
Mis cejas se juntaron. Tenía grandes tetas y curvas como una modelo de
1940. Estaba seguro de que si había pasado algún tiempo con ella en mis años de
formación, lo recordaría.
Trent sonrió. —Travis, te acuerdas de Carissa, ¿verdad? Se graduó con Tyler
y Taylor.
Carissa tendió la mano y la estreché una vez. Puse el extremo del filtro de
un cigarrillo entre mis dientes delanteros, y encendí el encendedor. —Creo que no
lo hago —le dije, sacando el paquete casi vacío de mi bolsillo delantero.
—Tú no eras tan viejo —sonrió ella.
Trenton señaló hacia Carissa. —Ella acaba de pasar por un mal divorcio con
Seth Jacobs. ¿Te acuerdas de Seth?
Negué con la cabeza, ya cansado del juego al que Trenton jugaba.
Carissa tomó el vaso lleno que estaba delante de mí y lo bebió entero, y
luego se hizo a un lado hasta que estuvo a mi lado. —He oído que has pasado por
un momento difícil últimamente, también. ¿Tal vez podríamos hacernos compañía
esta noche?
291
Por la expresión de sus ojos, pude ver que estaba ebria... y solitaria. —No
necesito una niñera —le dije, dando una calada.
—Bueno, ¿tal vez sólo una amiga? Ha sido una larga noche. Vine aquí sola
porque todas mis amigas están casadas ahora, ¿sabes? —Ella se rio nerviosamente.
—En realidad no.
Carissa bajó la mirada, y sentí un poco de culpa. Yo estaba siendo un idiota,
y ella no había hecho nada para merecer eso de mí.
—Oye, lo siento —le dije—. Realmente no quiero estar aquí.
Carissa se encogió de hombros. —Yo tampoco. Pero no quería estar sola.
La banda dejó de tocar, y el cantante comenzó la cuenta regresiva desde
diez. Carissa miró a su alrededor, y luego de nuevo a mí, sus ojos pasando por alto.
Su línea de visión se redujo a mis labios, y luego al unísono la multitud gritó—:
¡FELIZ AÑO NUEVO!
La banda tocó una versión aproximada de "Auld Lang Syne", y luego los
labios de Carissa se estrellaron contra los míos. Mi boca se movió contra la de ella
por un momento, pero sus labios eran tan extraños, tan diferentes a lo que estaba
acostumbrado, sólo hizo el recuerdo de Abby más vivo, y la constatación de que
ella se había ido más dolorosa.
Me aparté y me limpié la boca con la manga.
—Lo siento mucho —dijo Carissa, viendo que me iba de la mesa.
Me abrí paso entre la multitud hacia el baño de hombres y me encerré en el
único puesto. Saqué mi teléfono y lo sostuve en mis manos, mi visión borrosa y el
sabor podrido de tequila en mi lengua.
Abby probablemente está borracha, también, pensé. A ella no le importará si la
llamo. Es la víspera de Año Nuevo. Incluso podría estar esperando mi llamada.
Busqué entre los nombres en mi libreta de direcciones, deteniéndome en
Pigeon. Giré mi muñeca, viendo la misma tinta en mi piel. Si Abby hubiese querido
hablar conmigo, me hubiese llamado. Mi oportunidad llegó y se fue, y le dije a
papá que la iba a dejar seguir adelante. Borracho o no, llamarla era egoísta.
Alguien llamó a la puerta del puesto. —¿Travis? —preguntó Shepley—.
¿Estás bien?
Abrí la puerta y salí, mi teléfono todavía en la mano.
—¿La has llamado?
292
Negué con la cabeza y luego miré la pared de azulejos de la habitación. Me
eche hacia atrás, y luego lancé mi teléfono, viendo cómo se rompía en mil pedazos
y se dispersaban en el suelo. Un pobre desgraciado de pie en el urinario saltó, sus
hombros volaron hasta sus orejas.
—No —dije—. Y no voy a hacerlo.
Shepley me siguió hasta la mesa sin decir palabra. Carissa había
desaparecido, y tres nuevos tragos estaban esperándonos.
—Pensé que podría conseguir despejar tu mente, Trav, lo siento. Siempre
me hace sentir mejor estar con una chica muy caliente cuando he estado en donde
tú estás ahora —dijo Trenton.
—Entonces no has estado donde estoy yo —le dije, tomándome el tequila de
un trago. Me levanté rápidamente, agarrando el borde de la mesa para
estabilizarme—. Es hora de que me vaya a casa y me desmaye, chicos.
—¿Estás seguro? —preguntó Trenton, viéndose un poco decepcionado.
Después de que Trenton llamara la atención de Cami el tiempo suficiente
para despedirse, nos dirigimos a la Intrepid. Antes de arrancar el vehículo, él me
miró.
—¿Crees que alguna vez ella regrese?
—No.
—Entonces tal vez es hora de aceptar eso. A menos que no la quieras en tu
vida para nada.
—Lo estoy intentando.
—Me refiero a cuando las clases comiencen. Compórtate como hacías antes
de verla desnuda.
—Cállate, Trent.
Trenton arrancó el motor y dio marcha atrás con el coche. —Estaba
pensando —dijo, girando la rueda, y luego empujó la palanca de cambios—, que
ustedes eran felices cuando eran amigos, también. Tal vez podrías volver a eso.
Quizás piensas que no puedes y por eso estás tan miserable.
—Tal vez —le dije, mirando por la ventana.
El primer día del semestre de primavera por fin llegó, no había dormido en
toda la noche, dando vueltas en la cama temiendo y esperando con impaciencia ver
a Abby de nuevo. Independientemente de mi noche sin dormir, estaba decidido a
ser todo sonrisas, sin dejar ver cuánto había sufrido, ni a Abby ni a nadie más.
293
En el almuerzo, mi corazón casi estalló en mi pecho cuando la vi. Parecía
diferente, pero era la misma, la diferencia es que lucía como una extraña. No podía
acercarme a ella para besarla y tocarla como antes. Los grandes ojos de Abby
parpadearon una vez cuando me vio, le sonreí y le guiñé un ojo, sentándome al
final de nuestra mesa habitual. Los jugadores de fútbol estaban ocupados
discutiendo acerca de la pérdida de su condición, así que traté de aliviar su
angustia contándoles algunas de mis experiencias más interesantes sobre estas
vacaciones, como ver a Trenton babear por Cami y cuando su Intrepid se
descompuso y casi terminamos arrestados por intoxicación pública mientras
caminábamos a casa.
Por la esquina de mi ojo, vi a Finch abrazar a Abby a su lado, y por un
momento me pregunté si quería que me fuera, o si ella podría estar molesta.
De cualquier manera, odiaba no saberlo.
Metiendo el último mordisco de algo frito y empanizado y que sabía
desagradable dentro de mi boca, recogí mi bandeja y caminé detrás de Abby,
apoyando mis manos sobre sus hombros.
—¿Qué tal las clases, Shep? —le pregunté, esperando que mi voz sonará
casual.
El rostro de Shep se apretó. —El primer día apesta, horas de planes de
estudio y clases de normas. No sé ni siquiera por qué vengo la primera semana, ¿y
tú?
—Eh… todo es parte del juego, ¿Qué hay de ti, Pidge? —Traté de que la
tensión de sus hombros no afectara a mis manos.
—Lo mismo. —Su voz era pequeña y distante.
—¿Tuviste unas buenas vacaciones? —le pregunté juguetonamente,
balanceándome de lado a lado.
—Muy bien.
Sí, esto era extraño como la mierda.
—Genial. Tengo otra clase. Nos vemos después. —Salí rápidamente de la
cafetería, alcanzando la cajetilla de Marlboro que tenía en el bolsillo antes de que
atravesará la puerta de metal.
294
Las siguientes dos clases fueron una tortura, el único lugar que se sentía
como un refugio seguro era mi habitación, lejos de la escuela, lejos de todo lo que
me recordaba que estaba solo, y lejos del resto del mundo que seguía adelante, que
no se daba cuenta de que sentía tanto dolor que era palpable. Shepley me decía que
no sería tan malo después de un tiempo, pero no parecía disminuir.
Me encontré a mi primo en el estacionamiento enfrente del Morgan Hall,
tratando de no mirar la entrada. Shepley parecía al borde y no habló mucho en el
camino al departamento.
Cuando se estacionó en su lugar en el estacionamiento, suspiró. Me debatí si
preguntarle o no, si él y América tenían problemas pero no creía que pudiera
manejar su mierda y la mía.
Agarré mi mochila del asiento trasero y abrí la puerta, deteniéndome solo lo
suficiente para quitar el seguro.
—Oye —dijo Shepley, cerrando la puerta detrás de mí—. ¿Estás bien?
—Sí —le dije desde el pasillo sin darme vuelta.
—Fue un poco raro lo de la cafetería.
—Supongo —dije dando un paso más.
—Entonces, eh… debería probablemente decirte algo que oí, quiero decir…
demonios Trav, no sé si debo decirte o no, no sé si esto te hará sentir mejor o peor.
Me di la vuelta. —¿De quién lo escuchaste?
—Mare y Abby estaban hablando, acerca… mencionaron que Abby había
estado triste en las vacaciones.
Me quedé en silencio tratando de mantener mi respiración.
—¿Escuchaste lo que dije? —me interrogó Shepley juntando sus cejas.
—¿Qué significa eso? —pregunté, levantando mis manos—. ¿Ella ha sido
desdichada sin mí? ¿Por qué ya no somos amigos? ¿Qué?
Shepley asintió. —Definitivamente fue una mala idea.
—Dime —grité sintiéndome derrotado—. No puedo… ¡no puedo seguir
sintiéndome de esta manera! —Lancé las llaves al pasillo, escuchando un fuerte
crujido cuando hicieron contacto contra la pared—. Ella apenas me reconoció hoy
y, ¿me estás diciendo que me quiere de vuelta? ¿Cómo amigo? ¿De la forma que
estábamos antes de Las Vegas? ¿O simplemente es miserable en general?
—No lo sé.
Dejé caer mi mochila en el piso y la pateé hacia donde estaba Shepley. —
¿Po… por qué me est{s haciendo esto, hombre? Crees que no estoy sufriendo
bastante, porque te lo prometo, es demasiado.
295
—Lo siento, Trav. Sólo pensé que sería algo que yo quisiera saber... si
estuviera en tu lugar.
—¡Tú no eres yo! Sólo, joder… Sólo déjalo, Shep. Deja esa mierda. —Cerré
mi puerta y me senté en la cama, con la cabeza apoyada en mis manos.
Shepley abrió la puerta. —No estoy tratando de hacerlo más difícil por si es
lo que piensas. Pero sé que si lo supieras después, me patearías el trasero por no
decírtelo. Eso es todo lo que estoy diciendo.
Asentí una vez. —Está bien.
—Piensas… ¿piensas que si tal vez te centraras en toda la mierda que tenías
que aguantar con ella lo haría más fácil?
Suspiré. —Lo he intentado, insistiendo en el mismo pensamiento.
—¿Qué es?
—Ahora que ha terminado, me gustaría poder quitar todas las cosas
malas… sólo para tener las buenas.
Los ojos de Shepley recorrieron mi cuarto, tratando de pensar en algo
reconfortante que decirme, pero él estaba claramente fuera de su elemento. Su
celular sonó.
—Es Trent —dijo leyendo la pantalla. Sus ojos se iluminaron—. ¿Quieres
tomar algunos tragos en el Red? Se desocupa a las cinco hoy. Su coche se
descompuso y quiere que lo lleves a ver a Cami. Deberías ir, hombre. Toma mi
carro.
—Está bien, hazle saber que estoy yendo. —Me limpié la nariz antes de
levantarme.
En algún momento entre mi salida del departamento y al llegar al
estacionamiento de grava de la tienda de tatuajes en la que trabaja Trenton,
Shepley debió alertar a Trenton de mi día de mierda. Trenton insistió en ir
directamente a Red Door tan pronto como se sentó en el asiento del copiloto del
Charger, en lugar de ir a casa primero para que se cambiara.
Cuando llegamos, nos quedamos solos con excepción de Cami, el dueño y
algún tipo del bar, pero era mitad de semana—la hora preferida por los
universitarios y noche de cerveza barata. No pasó mucho tiempo para que el lugar
se llenara de gente.
296
Estaba iluminado por el tiempo con Lexi y algunos de sus amigos que
habían hecho el viaje, pero no fue hasta que Megan se detuvo que me moleste en
mirar hacia arriba.
—Luces bastante descuidado, Maddox.
—No —dije tratando de que mis labios entumecidos formaran la palabra.
—Vamos a bailar —se quejó tirándome del brazo.
—No creo que pueda —le dije balanceándome.
—Creo que no deberías —dijo divertido Trenton.
Megan me compró una cerveza y se sentó en el taburete al lado del mío. A
los diez minutos ya estaba manoseando mi camisa, y no sutilmente, tocando mis
brazos y luego mis manos. Antes del cierre había abandonado su taburete y se
paró al lado mío—o mejor dicho sobre mi muslo.
—Así que no vi la moto afuera. ¿Te trajo Trenton?
—No, traje el carro de Shepley.
—Amo ese carro —susurró—. Debes dejar que te lleve a casa.
—¿Quieres conducir el Charger? —le pregunté.
Miré por encima a Trenton, que sofocaba una risa. —Probablemente no sea
una mala idea, hermanito. Se cuidadoso… en todos los sentidos.
Megan me levantó del taburete y me llevó al estacionamiento. Ella llevaba
un ajustado top de lentejuelas con una falda de mezclilla y botas, pero parecía no
importarle el frío —si es que lo había. No podría decirte.
Se rio cuando puse un brazo alrededor de sus hombros para ayudarme a no
perder equilibrio mientras caminaba. Cuando llegamos al lado del copiloto del
auto de Shepley, dejó de reír.
—Algunas cosas nunca cambian, ¿eh, Travis?
—Supongo que no —le dije mirando fijamente sus labios.
Megan envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y tiró de mí hacia ellos, ni
siquiera dudó en meter su lengua en mi boca. Estaba húmeda, suave y vagamente
familiar.
Después de unos minutos de apretar su trasero, subió sus piernas a mi
cintura y la sostuve agarrando sus muslos, apreté mi pelvis contra la suya. Su
trasero chocó contra el carro y gimió en mi boca.
A Megan siempre le gustaba lo rudo.
Su lengua hizo un camino por mi cuello y fue cuando me di cuenta del frío,
sintiendo el calor que iba dejando con su boca.
297
La mano de Megan se puso entre nosotros y agarró mi polla, sonrió porque
me encontraba justo dónde ella quería que estuviera. —Mmmmmmm, Travis —
murmuró mordiendo mi labio.
—Pigeon. —La palabra se escapó de mi boca mientras estrellaba mis labios
contra los de ella. En ese momento de la noche, era bastante fácil fingir.
Megan se rio. —¿Qué? —Al estilo Megan, no exigió una explicación cuando
no respondí—. Vamos a tu departamento —dijo agarrando las llaves de mi
mano—. Mi compañera está enferma.
—¿En serio? —pregunté abriendo la puerta—. ¿De verdad quieres manejar
el Charger?
—Mejor yo que tú —me contestó, besándome por última vez antes de
dejarme del lado del copiloto.
Mientras Megan conducía, se rio y me contó acerca de sus vacaciones a la
vez que abría mis jeans y buscaba en su interior. Era una buena cosa que estuviera
borracho porque no me había puesto así desde el día de Acción de Gracias. De lo
contrario en el momento que llegáramos al departamento, Megan habría tenido
que agarrar un taxi y terminaría así la noche.
A mitad de camino la pecera vacía brilló en mi mente. —Espera un segundo.
Espera un segundo —dije señalando la calle—. Para en el Swift Mart, tenemos que
recoger algo…
Megan buscó en su bolsa y sacó una pequeña caja de condones. —Lo tengo
cubierto.
Me recosté y sonreí, ella realmente era mi tipo de chica.
Megan se detuvo en el lugar de estacionamiento de Shepley, había estado en
el departamento suficientes veces para reconocerlo. Corrió con pequeños pasos,
tratando de llegar rápido con esos tacones de aguja.
Me apoyé en ella para subir las escaleras y se rio contra mi boca cuando
finalmente me di cuenta de que la puerta no estaba cerrada y la empujamos para
pasar a través de ella.
A mitad del beso me quedé congelado, Abby estaba de pie en la sala
sosteniendo a Toto.
—Pigeon —dije aturdido.
298
—¡Lo encontré! —dijo América saliendo corriendo de la habitación de
Shepley.
—¿Qué estás haciendo aquí?
La expresión de Abby se transformó de sorpresa a ira. —Es bueno ver que te
sientes como tu viejo yo, Trav.
—Ya nos íbamos —gruñó América, tomó la mano de Abby mientras
pasaban frente a Megan y a mí.
Me tomó un momento reaccionar, pero bajé las escaleras notando por
primera vez el Honda de América. Una serie de improperios corrieron por mi
mente.
Sin pensarlo, tomé con un puño el abrigo de Abby. —¿A dónde vas?
—A casa —espetó tirando de su abrigo enojada.
—¿Qué estabas haciendo aquí?
La nieve acumulada crujía bajo los pies de América mientras caminaba para
ponerse detrás de Abby, y de repente Shepley estaba a mi lado, mirando
cautelosamente a su novia.
Abby levantó su barbilla. —Lo siento. Si hubiera sabido que estarías aquí no
habría venido.
Metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta. —Puedes venir cuando
quieras, Pidge. Nunca quise que te alejaras.
—No quiero interrumpir —dijo mirando a lo alto de las escaleras, donde
Megan estaba viendo el espectáculo—. Disfruta de la velada —dijo dándose la
vuelta.
La agarré del brazo. —Espera, ¿estás enfadada?
Ella tiró de su abrigo para zafarse de mi agarre. —Sabes —se río una vez—,
ni siquiera sé por qué me sorprende.
Se podría haber reído, pero tenía odio en los ojos. No importaba lo que hacía
—seguir adelante sin ella o estar en mi cama agonizando sobre ella— me habría
odiado de todas maneras.
—No puedo ganar contigo. ¡Nunca hago nada bien contigo! Me dices que lo
has superado… ¡Me siento malditamente miserable con esto! Tuve que romper mi
teléfono en mil pedazos para evitar llamarte a cada minuto de cada maldito día.
He tenido que aparentar que todo estaba bien en la escuela para que puedas ser
feliz… y ¿est{s jodidamente enojada conmigo? Me rompiste el jodido corazón —grité.
299
—Travis, estás borracho, deja que Abby se vaya a casa —dijo Shepley.
Agarré a Abby de sus hombros y la atraje hacia mí mirándola a los ojos. —
¿Me quieres o no? ¡No puedes seguir haciéndome esto, Pidge!
—No vine aquí para verte.
—No la quiero a ella —dije mirando sus labios—. Sólo estoy tan
jodidamente triste, Pigeon. —Me incliné para besarla, pero agarró mi barbilla y me
sostuvo lejos.
—Tienes su lápiz labial en tu boca, Travis —dijo disgustada.
Di un paso atrás y levanté mi camisa limpiándome la boca. Manchas rojas
hicieron imposible que lo negara. —Sólo quería olvidar. Sólo por una maldita
noche.
Una lágrima se derramó por la mejilla de Abby, pero rápidamente la limpió.
—Entonces no dejes que te lo impida.
Se volteó para irse, pero la sostuve del brazo nuevamente.
Una mancha rubia de repente estaba en mi cara, atacando y golpeándome
con pequeños pero rabiosos puños.
—¡Déjala en paz, bastardo!
Shepley agarró a América, pero lo quitó de su camino, dándome una
bofetada. El sonido de su mano contra mi mejilla fue rápido y fuerte, me estremecí.
Todo el mundo se quedó inmóvil por un momento, sorprendidos por la repentina
rabia de América.
Shepley agarró de nuevo a su novia, sosteniendo sus muñecas y metiéndola
en el Honda.
Ella luchó contra él violentamente, su pelo rubio volaba mientras trataba de
escapar.
—¿Cómo pudiste? Ella se merece alguien mejor que tú, Travis.
—América, ¡PARA! —gritó Shepley, más fuerte de lo que jamás lo había
escuchado.
Sus brazos cayeron a su lado mientras miraba a Shepley con disgusto. —
¿Estás defendiéndolo?
Aunque estaba asustado como el infierno, se mantuvo firme. —Abby
terminó con él. Sólo está tratando de seguir adelante.
300
Los ojos de América se estrecharon y sacó el brazo de su agarre. —Bueno,
entonces por qué no vas a encontrar una PUTA cualquiera—miró a Megan—, del
Red y la traes a casa para follar, y luego me haces saber si te ayudó a olvidarte de
mí.
—Mare. —Shepley trató de agarrarla, pero lo esquivó cerrando la puerta
mientras se sentaba detrás del volante. Abby abrió la puerta y se sentó a su lado.
—Bebé, no te vayas —suplicó Shepley inclinándose en la ventana.
América arrancó el coche. —Hay un lado correcto y uno incorrecto aquí,
Shep. Y estás en el lado equivocado.
—Estoy en tu lado —dijo con los ojos desesperados.
—Ya no, no lo estás —contestó retrocediendo.
—¿América? ¡América! —gritó Shepley.
Cuando el Honda se perdió de vista, Shepley se dio vuelta respirando con
dificultad.
—Shepley yo…
Antes de que pudiera decir una palabra, me dio un puñetazo en la
mandíbula.
Toqué mi cara y luego asentí, me lo merecía.
—¿Travis? —me llamó Megan desde las escaleras.
—La llevaré a casa —dijo Shepley.
Vi las luces del Honda hacerse más pequeñas, como si Abby estuviera cada
vez más lejos de mí. Sentí un nudo en la garganta. —Gracias.
301
25
Traducido por keren03 & vaviro78
Corregido por Findareasontosmile
E
lla va a estar allí.
Aparecer sería un error.
Sería difícil.
Ella va a estar allí.
¿Qué pasa si alguien le pide bailar?
¿Y si conoce a su futuro esposo y estoy ahí para presenciarlo?
No quiere verme.
Podría emborracharme y hacerla enfadar.
Podría emborracharse y hacerme enfadar.
No debería ir.
Tenía que ir. Ella estaría allí.
Hice una lista mental de los pros y los contras de ir a la fiesta de San
Valentín, pero siempre regresaba a la misma conclusión: tenía que ver a Abby, y
ahí era donde ella iba a estar.
302
Shepley se preparaba en su cuarto, apenas me hablaba desde que él y
América habían regresado nuevamente. En parte debido a que permanecieron
encerrados en su habitación para recuperar el tiempo perdido, y todavía me
culpaba por las cinco semanas que habían pasado separados.
América no perdió ningún momento para hacerme saber que me odiaba
hasta las entrañas, sobre todo después de que la última vez le había roto el corazón
a Abby. Había hablado con Abby cuando había abandonado su cita con Parker
para venir conmigo a la pelea. Por supuesto que la quería allí, pero cometí el error
de admitir que era también principalmente porque quería demostrar que aún era
mía. Quería saber que Parker no tenía control sobre ella. Abby sentía que había
tomado ventajas de sus sentimientos hacia mí, y tenía razón.
Todas esas cosas fueron suficientes como para hacerme sentir culpable, pero
el hecho de que Abby hubiera sido atacada en el lugar donde la había llevado hacía
que se me hiciera casi imposible mirarla a los ojos. Nuestro cercano encuentro con
la ley, sumado a todo esto, me hacía sentir como un gran pedazo de mierda.
A pesar de mis constantes disculpas, América pasó sus días en el
apartamento disparando sucias miradas en mi dirección, haciendo injustificados
comentarios de mierda. Incluso después de todo eso, me alegré de que Shepley y
América se hubieran reconciliado. Si ella nunca hubiera regresado con él, Shepley
nunca me lo hubiera perdonado.
—Me voy —dijo Shepley. Entró en mi habitación, donde estaba sentado en
bóxer, aún en conflicto sobre qué hacer—. Recogeré a Mare en su dormitorio.
Asentí una vez. —¿Abby todavía irá?
—Sí. Con Finch.
Logré una media sonrisa. —¿Eso debería hacer que me sienta mejor?
Shepley se encogió de hombros. —Lo haría. —Miró alrededor, a mis
paredes y asintió—. Pusiste las fotos de nuevo.
Miré a mí alrededor, asintiendo otra vez. —No lo sé. No se sentía bien
tenerlas sólo encerradas en un cajón.
—Supongo que te veré más tarde.
—Oye, ¿Shep?
—¿Sí? —dijo, sin voltearse.
—Realmente lo siento, primo.
Shepley suspiró. —Lo sé.
En el segundo que se fue, entré en la cocina para servirme un último trago
de whisky. El líquido ambarino permaneció en el vaso, esperando a ofrecer
consuelo.
303
Lo lancé en mi garganta y cerré los ojos, pensando en hacer un viaje a la
tienda de licores. Pero no había suficiente whisky en el universo para ayudarme a
tomar una decisión.
—A la mierda —dije, cogiendo las llaves de la moto.
Después de una parada en Ugly Liquor Fixer13, llevé mi Harley por encima
del bordillo y aparqué en el patio delantero de la casa de la fraternidad, abriendo la
botella de un cuarto de litro que acababa de comprar.
Encontrando valor en la botella, entré en Sig Tau. Toda la casa estaba
cubierta de rosa y rojo, adornos baratos colgando del techo, el brillo cubriendo el
suelo. El bajo de los altavoces en la planta baja zumbaba por toda la casa,
amortiguando el constante sonido de risas y conversaciones.
De pie solo en la habitación, tuve que girar y maniobrar a través de la
multitud de parejas, buscando a Shepley, América, Finch o Abby. Especialmente a
Abby. Ella no estaba en la cocina, o en cualquiera de las otras habitaciones.
Tampoco estaba en el balcón, así que bajé. Mi respiración se cortó cuando la vi.
El ritmo de la música era más lento, y la angelical sonrisa era perceptible
incluso en el oscuro sótano. Sus brazos estaban alrededor del cuello de Finch,
mientras él se movía torpemente con ella en la música.
Mis pies me impulsaron hacia delante, y antes de que supiera lo que estaba
haciendo, o deteniéndome a pensar en las consecuencias, me encontraba a
centímetros de ellos.
—¿Te importa si interrumpo, Finch?
Abby se quedó inmóvil, sus ojos brillando con reconocimiento.
Los ojos de Finch rebotaron en mí y en ella. —Por supuesto.
—Finch —susurró ella mientras se retiraba.
La apreté contra mí y di un paso.
Abby siguió bailando, pero mantuvo el mayor espacio posible entre
nosotros. —Pensé que no vendrías.
—No iba a venir, pero sabía que estabas aquí. Tuve que venir.
Con cada minuto que pasaba, esperaba que se alejase, y con cada minuto
que permaneció en mis brazos, se sintió como un milagro. —Estás hermosa, Pidge.
—No.
—¿No qué? ¿Qué no te diga que eres hermosa?
304
—Sólo… no.
—No quise decir eso.
—Gracias —espetó.
13
Tienda de Bebidas Alcohólicas.
—No… tú luces hermosa, eso es verdad. Estaba hablando de lo que dije en
mi habitación. No voy a mentir. Disfruté alej{ndote de tu cita con Parker…
—No era una cita, Travis. Solo estábamos comiendo. Él ahora no me habla,
gracias a ti.
—Lo escuché. Lo siento.
—No, no lo haces.
—T-Tienes razón —dije, tartamudeando cuando me di cuenta de que se
estaba enfadando—. Pero yo… Esa no era la única razón por la que te llevé a la
pelea. Te quería allí conmigo, Pidge. Eres mi amuleto de la suerte.
—No soy tu nada.
Mis cejas se alzaron y me detuve en medio. —Tú eres mi todo.
Los labios de Abby formaron una fina línea, pero sus ojos se suavizaron.
—Realmente no me odias… ¿verdad?
Abby se dio la vuelta, poniendo más distancia entre nosotros. —A veces
desearía hacerlo, haría todo este infierno más sencillo.
Una pequeña sonrisa cautelosa tiró de mis labios. —Entonces, ¿qué te
molesta más? ¿Lo que hice para que quisieras odiarme? ¿O saber que no puedes?
En un instante, la ira de Abby regresó. Se apartó de mí, corriendo por las
escaleras hasta la cocina. Me quedé solo en medio de la pista, un tanto estupefacto
e indignado de que de alguna manera había logrado reavivar su odio hacía mí de
nuevo. Tratar de hablar con ella parecía inútil ahora. Toda interacción sólo se
añadía a la creciente bola de confusión que era nuestra relación.
Subí las escaleras y caminé directamente hacia el barril de cerveza,
maldiciendo mi codicia, la vacía botella de whisky yaciendo en algún sitio en el
patio delantero de Sig Tau.
305
Después de una hora de cervezas, conversaciones aburridas y borrachas con
mis hermanos de fraternidad y sus citas, le eché una ojeada a Abby, intentando
atrapar su mirada. Estaba mirándome, pero desvió la mirada. América parecía
estar en medio de un intento de animarla, y luego Finch tocó su brazo. Era
evidente que estaba listo para irse.
Se bebió el resto de su cerveza en un rápido trago, y luego tomó la mano de
Finch. Caminó dos pasos, y luego se congeló cuando la misma canción que
habíamos bailado en su fiesta de cumpleaños flotó por las escaleras. Ella extendió
la mano y agarró la botella de Finch, tomando otro trago.
No estaba seguro de si era el whisky hablando, pero algo en la expresión de
sus ojos me dijo que los recuerdos de la canción desencadenados eran tan
dolorosos para ella como lo eran para mí.
Todavía se preocupaba por mí. Tenía que hacerlo.
Uno de mis hermanos de fraternidad se apoyó en el mostrador junto a Abby
y sonrió. —¿Quieres bailar?
Era Brad, y aunque sabía que él probablemente sólo notó la mirada triste en
su rostro y trataba de alegrarla, los pelos en mi nuca se erizaron. Mientras que
negaba con la cabeza para decir que no, estaba a su lado, y mi jodidamente
estúpida boca se movió antes de que mi cerebro pudiera decirle que parara.
—Baila conmigo.
América, Shepley, y Finch miraban a Abby, esperando su respuesta tan
ansiosamente como yo.
—Déjame en paz, Travis —dijo, cruzando los brazos.
—Esta es nuestra canción, Pidge.
—No tenemos una canción.
—Pigeon…
—No.
Ella miró a Brad y forzó una sonrisa. —Me encantaría bailar, Brad.
Las pecas de Brad se extendieron por sus mejillas cuando sonrió, haciendo
un gesto con su mano para guiar a Abby hacia las escaleras.
Me tambaleé hacia atrás, sintiendo como si acabara de recibir un puñetazo
en el estómago. Una combinación de ira, celos y tristeza hirvió en mi sangre.
—¡Un brindis! —grité, subiendo a una silla. En mi camino a la cima le robé
la cerveza a alguien y la puse delante de mí—. ¡Por los idiotas! —dije, señalando a
Brad—. Y por las chicas que rompen tú corazón. —Hice una reverencia a Abby.
Tenía la garganta apretada—. Y por el absoluto y horrible horror de perder a tú
mejor amiga porque fuiste lo suficientemente estúpido como para enamorarte de
ella.
306
Incliné hacia atrás la cerveza, terminando lo que quedaba, y luego la tiré al
suelo. La habitación estaba en silencio excepto por la música que se reproducía en
el sótano, y todo el mundo me miró con masiva confusión.
Un rápido movimiento de Abby llamó mi atención cuando agarró la mano
de Brad, llevándolo abajo, hacia la pista de baile.
Salté de la silla, dirigiéndome hacia el sótano, pero Shepley puso su puño en
el lado derecho de mi pecho, inclinándose hacia mí. —Necesitas detenerte —dijo
en voz baja—. Esto sólo va a terminar mal.
—Si termina, ¿qué importa? —Empujé a Shepley, pasándolo y bajé las
escaleras hasta donde Abby bailaba con Brad. La bola de nieve era demasiado
grande para detenerla, por lo tanto decidí sólo rodar con ella. Allí no había
vergüenza en lanzar balones fuera. No podríamos volver a ser amigos, así que
odiarnos el uno al otro parecía una buena idea.
Me abrí paso entre las parejas en la pista de baile, deteniéndome junto a
Abby y Brad. —Los interrumpo
—No, no lo harás. ¡Jesús! —dijo Abby, agachando la cabeza con vergüenza.
Mis ojos se dirigieron hacia los de Brad. —Si no te alejas de mi chica, te
cortaré la garganta. Aquí mismo, en la pista de baile.
Brad parecía en conflicto, con los ojos nerviosamente saltando de mí a su
pareja de baile. —Lo siento, Abby —dijo, lentamente apartando los brazos de ella.
Se retiró hacia las escaleras.
—Cómo me siento hacia ti esta noche, Travis… est{ muy cerca del odio.
—Baila conmigo —le supliqué, balanceándome para mantener el equilibrio.
La canción terminó y Abby suspiró. —Ve a beber otra botella de whisky,
Trav. —Se volvió a bailar con el único hombre solo en la pista de baile.
El ritmo era más rápido, y con cada nota que sonaba, Abby se acercaba más
y más a su nueva pareja de baile. David, mi hermano Sig Tau menos favorito,
bailaba detrás de ella, agarrando sus caderas. Sonrieron, mientras un par de manos
la tomaron, poniendo sus manos por todo su cuerpo. David agarró sus caderas y
clavó la pelvis en su trasero. Todo el mundo miraba. En lugar de sentirme celoso,
la culpa se apoderó de mí. Esto es a lo que la había reducido.
En dos pasos, me agaché y envolví mis brazos alrededor de las piernas de
Abby, tirándola sobre mi hombro, empujando a David contra el suelo por ser tan
oportunista.
—¡Bájame! —dijo Abby, golpeándome con sus puños en la espalda.
307
—No voy a dejar que te avergüences por mí —gruñí, bajando las escaleras
de dos en dos.
Cada par de ojos que pasamos miró a Abby patearme y gritarme mientras la
llevaba a través de la habitación. —¿Tú no crees —dijo, mientras luchaba—, que
esto es vergonzoso? ¡Travis!
—¡Shepley! ¿Está Donnie fuera? —grité, esquivando sus piernas agitándose.
—Uh… ¿sí? —dijo.
—¡Bájala! —dijo América, acercándose a nosotros.
—América —dijo Abby, retorciéndose—, ¡no te quedes ahí! ¡Ayúdame!
La boca de América se alzó y se echó a reír de una vez. —Ustedes dos se ven
ridículos.
—¡Muchas gracias, amiga! —dijo ella, incrédula. Una vez que estuvimos
fuera, Abby sólo protestaba más—. ¡Bájame, maldición!
Me acerqué al coche donde esperaba Donnie, abrí la puerta de atrás, y
arrojé a Abby en el interior. —Donnie, ¿tú eres el conductor designado esta noche?
Donnie se dio la vuelta, mirando nerviosamente nuestra lucha desde el
asiento del conductor. —Sí.
—Necesito que nos lleves a mi apartamento —le dije cuando me senté junto
a Abby.
—Travis… No creo…
—Hazlo, Donnie, o te juro que golpearé la parte de atrás de tu cabeza con mi
puño, lo juro por el amor de Dios.
Donnie inmediatamente puso el coche en marcha y se alejó de la acera.
Abby se abalanzó sobre la manija de la puerta. —¡No voy a ir a tu apartamento!
Cogí una de sus muñecas, y luego la otra. Se inclinó hacia abajo, hundiendo
sus dientes en mi antebrazo. Dolió como el infierno, pero sólo cerré los ojos.
Cuando estaba seguro de que había roto mi piel y se sentía como fuego siendo
disparado en mi brazo, gruñí para contrarrestar el dolor.
—Haz lo mejor que puedas, Pidge. Estoy cansado de tu mierda.
Me soltó y luego se retorció, tratando de golpearme, más por ser insultada
que para tratar de escapar. —¿Mi mierda? ¡Déjame salir de este maldito auto!
Tiré de sus muñecas cerca de mi rostro. —¡Te amo, maldición! ¡No irás a
ningún sitio hasta que estés sobria y arreglemos esto!
308
—¡Tú eres el único que no ha arreglado esto, Travis!
Solté sus muñecas, y se cruzó de brazos, poniendo mala cara el resto del
camino hasta el apartamento.
Cuando el auto desaceleró para detenerse, Abby se inclinó hacia delante. —
¿Puedes llevarme a casa, Donnie?
Abrí la puerta, y luego saqué a Abby por el brazo, levantándola sobre mi
hombro de nuevo. —Buenas noches, Donnie —le dije, llevándola por las escaleras.
—¡Llamaré a tu padre! —gritó Abby.
No podía dejar de reír. —¡Y él probablemente me golpeará en el hombro y
me dirá que ya era hora!
El cuerpo de Abby se retorcía mientras sacaba las llaves del bolsillo. —
Detente, Pidge, ¡o caeremos por las escaleras! —Finalmente la puerta se abrió y
entré directamente a la habitación de Shepley.
—¡BÁJAME! —gritó Abby.
—Está bien —le dije, dejándola caer sobre la cama de Shepley—. Duerme.
Hablaremos por la mañana.
Me imaginé lo enojada que ella debía de estar, pero a pesar de que tenía la
espalda palpitante de ser embestida por los puños de Abby durante los últimos
veinte minutos, fue un alivio tenerla en el apartamento nuevo.
—¡No puedes decirme qué hacer, Travis! ¡No te pertenezco!
Sus palabras encendieron una profunda ira dentro de mí. Me acerqué a la
cama, planté mis manos en el colchón a cada lado de sus piernas, y me incliné
sobre su rostro.
—¡BUENO, YO TE PERTENEZCO! —grité. Puse tanta fuerza detrás de mis
palabras que podía sentir toda la sangre en mi rostro. Abby se encontró con mi
mirada, negándose igualmente a retroceder. Miré sus labios, jadeante—. Te
pertenezco —le susurré, mi ira iba desapareciendo así como el deseo iba creciendo.
Abby se acercó, pero en vez de golpearme el rostro, tomó cada una de mis
mejillas y estrelló su boca contra la mía. Sin dudarlo, la levanté en mis brazos y la
llevé a mi dormitorio, dejándonos caer a ambos en el colchón.
Abby agarró mi ropa, desesperada por quitármela. Le desabroché el vestido
con un movimiento suave, y luego observé mientras lo tiraba rápidamente por
encima de su cabeza, arrojándolo al suelo. Nuestros ojos se encontraron, y luego la
besé, gimiendo en su boca cuando me besó también.
309
Antes de que incluso tuviera la oportunidad de pensar, ambos estábamos
desnudos. Abby agarró mi trasero, ansiosa por tenerme dentro de ella, pero me
resistí, la adrenalina quemándome a través del whisky y la cerveza. Mis sentidos
regresaron, y los pensamientos de consecuencias permanentes comenzaron a
parpadear en mi mente. Había sido un imbécil, la había cabreado, pero no quería
que Abby se preguntara si había tomado ventaja de este momento.
—Los dos estamos borrachos —le dije, respirando con dificultad.
—Por favor. —Sus piernas se apretaron en mis caderas, y podía sentir los
músculos bajo su piel suave temblar en anticipación.
—Esto no está bien. —Luché contra la neblina de alcohol que me decía que
las próximas horas con ella valían la pena todo lo que pasara después de este
momento.
Apoyé mi frente contra la suya. Por mucho que la quisiera, el pensamiento
doloroso de hacer que Abby se avergonzara en la mañana fue más fuerte que lo
que mis hormonas me decían que hiciera. Si realmente quería seguir adelante con
esto, necesitaba una prueba contundente.
—Te quiero —susurró contra mi boca.
—Necesito que lo digas.
—Diré lo que quieras que diga.
—Entonces di que me perteneces. Di que me tomas de vuelta. No haré esto a
menos que estemos juntos.
—Nunca hemos estado separados, ¿cierto?
Sacudí mi cabeza, deslizando mis labios sobre los suyos. No era suficiente.
—Necesito escuchar que lo digas. Necesito saber que eres mía.
—He sido tuya desde el momento en que nos conocimos —dijo, suplicando.
La miré a los ojos durante unos segundos, y luego sentí en mi boca formarse
una media sonrisa, esperando que sus palabras fueran ciertas y no sólo hablara en
el momento. Me incliné y la besé con ternura, y luego poco a poco me hundí en
ella. Todo mi cuerpo se sentía como si se derritiera en su interior.
—Dilo de nuevo. —Una parte de mí no podía creer que esto estuviera
sucediendo realmente.
—Soy tuya —respiró—. No quiero estar separada de ti nunca más.
—Prométemelo —le dije, gimiendo con otro empuje.
310
—Te amo. Te amaré por siempre. —Me miró directamente a los ojos cuando
habló, y esto finalmente me hizo entender que sus palabras no eran sólo una
promesa vacía.
Cerré mi boca sobre la de ella, el ritmo de nuestros movimientos mejorando
el momento. No había nada más que decir, y por primera vez en meses, mi mundo
no estaba al revés. Abby arqueó la espalda y sus piernas envolvieron mi cintura,
enganchada en los tobillos. Saboreé todas las partes de su piel a las que pude llegar
como si hubiera estado muriendo de hambre por ella. La otra parte de mí estaba
aquí. Pasó una hora, y luego otra. Incluso cuando estaba agotado, seguí adelante,
temeroso de que si nos deteníamos, me iba a despertar, y todo esto sería sólo un
sueño.
Entrecerré los ojos a la luz que se vertía en la habitación. No pude dormir en
toda la noche, sabiendo que cuando saliera el sol, todo habría terminado. Abby se
movió, y apreté los dientes. Las pocas horas que pasamos juntos no eran
suficientes. No estaba listo.
Abby rozó su mejilla contra mi pecho. Besé su pelo, luego su frente, y luego
sus mejillas, su cuello, sus hombros, y luego llevé su mano a mi boca y tiernamente
besé su muñeca, su palma y sus dedos. Quería estrecharla, pero me contuve. Mis
ojos se llenaron de lágrimas ardientes por tercera vez desde que la había traído a
mi apartamento. Cuando se despertara, iba a estar mortificada, enojada, y luego
me dejaría para siempre.
Nunca había tenido tanto miedo de ver las diferentes sombras de gris en su
iris.
Sus ojos aún estaban cerrados, pero Abby sonrió, y llevé mi boca de nuevo a
la de ella, aterrado de que me golpeara.
—Buenos días —dijo contra mi boca.
Me moví un poco sobre ella y luego continué posando mis labios por varias
partes en su piel. Mis brazos penetraron debajo de ella, entre su espalda y el
colchón, envolviéndola y enterré mi cara en su cuello, disfrutando de su olor antes
de que saliera disparada por la puerta.
—Estás callado esta mañana —dijo, pasando sus manos sobre la piel
desnuda de mi espalda. Deslizó sus manos por encima de mi trasero, y luego
enganchó su pierna sobre mi cadera.
311
Negué con la cabeza. —Sólo quiero estar así.
—¿Me perdí algo?
—No quería despertarte. ¿Por qué no vuelves a dormir?
Abby se recostó contra la almohada, levantando mi barbilla para que la
mirara.
—¿Qué diablos está mal contigo? —preguntó, su cuerpo de repente tenso.
—Sólo vuelve a dormir, Pidge. ¿Por favor?
—¿Pasó algo? ¿Es América? —Con la última pregunta, se sentó.
Me senté con ella, restregándome los ojos.
—No… América est{ bien. Ellos llegaron alrededor de las cuatro de la
mañana. Aún están durmiendo. Es temprano, sólo vayamos a dormir.
Sus ojos saltaban en torno a diferentes puntos de mi habitación al recordar
la noche anterior. Sabiendo que en cualquier momento recordaría el hecho de que
la saqué de la fiesta y que hice un espectáculo, puse ambas manos a cada lado de
su rostro y la besé por última vez.
—¿Has dormido? —preguntó, envolviendo sus brazos alrededor de mi
cintura.
—Yo… no podía. No quería…
Me besó en la frente. —Lo que sea que pase, lo superaremos juntos. ¿Por
qué no duermes? Veremos qué hacer cuando despiertes.
Eso no era lo que esperaba. Mi cabeza se levantó y escaneé su rostro. —¿Qué
quieres decir con: veremos qué hacer?
Sus cejas se juntaron. —No sé qué está pasando, pero estoy aquí.
—¿Estás aquí? ¿Como, te estás quedando? ¿Conmigo?
Su expresión se dispersó en diferentes direcciones. —Sí. ¿Pensé que
habíamos hablado anoche de eso?
—Lo hicimos. —Probablemente parecía un tonto, pero asentí enfáticamente.
Los ojos de Abby se estrecharon. —Pensaste que despertaría enfadada
contigo, ¿cierto? ¿Pensaste que me iría?
—Eso es por lo que eres famosa.
—¿Es por eso que estás tan enfadado? ¿Estabas preocupado por lo que
pasaría cuando despertara?
312
Me moví. —No quería que anoche sucediera de esa forma, estaba un poco
borracho, te seguí en la fiesta como un maldito acosador, y luego te traje aquí en
contra de tu voluntad… y luego nosotros… —Sacudí la cabeza, disgustado
conmigo mismo.
—¿Tuvimos el mejor sexo de mi vida? —dijo Abby, sonriendo y apretando
mi mano.
Sonreí una vez, asombrado de lo bien que iba la conversación. —Entonces
¿estamos bien?
Abby tomó mi rostro y me besó tiernamente. —Sí, tontito. Lo prometí, ¿no?
Te dije todo lo que querías escuchar, estamos juntos, ¿y todavía no eres feliz?
Mi respiración vaciló, y contuve las lágrimas. Todavía no parecía real.
—Travis, basta. Te amo —dijo, usando sus dedos para suavizar las líneas
alrededor de mis ojos—. Este enfrentamiento absurdo pudo haber terminado el día
de Acción de Gracias, pero…
—Espera… ¿qué? —la interrumpí, inclinándome sobre ella.
—Estaba completamente preparada para rendirme en Acción de Gracias,
pero tú dijiste que habías terminado de hacerme feliz, y yo era muy orgullosa para
decirte que te quería de vuelta.
—¿Estás bromeando? ¡Intentaba hacerlo fácil para ti! ¿Sabes cuán miserable
he sido?
Abby frunció el ceño. —Parecías bien después de las vacaciones.
—¡Eso era por ti! Tenía miedo de perderte si no pretendía estar bien con lo
de ser amigos. ¿Pude estar contigo todo este tiempo? ¿Qué diablos, Pidge?
—Yo… Yo… Lo siento.
—¿Lo sientes? Casi bebí hasta la muerte, casi no podía salir de la cama,
destruí mi teléfono en millones de piezas en la víspera de Año Nuevo para evitar
llamarte y me dices que… ¿lo sientes?
Abby se mordió el labio inferior y asintió, avergonzada. —Lo siento…
Mucho, mucho.
—Estás perdonada —le dije sin dudarlo—. No lo vuelvas a hacer nunca.
—No lo haré. Lo prometo.
Negué con la cabeza, sonriendo como un idiota. —Te amo, maldita sea.
313
26
Traducido por Marie.Ang &Ankmar
Corregido por val_mar
L
a vida había vuelto a la normalidad, tal vez más para Abby que para
mí. A simple vista estábamos felices, pero podía sentir una muralla
de precaución construyéndose a mí alrededor. Ni un segundo con
Abby era dado por sentado. Si la miraba y quería tocarla, lo hacía. Si ella no estaba
en el departamento y la extrañaba, iba a Morgan. Si estábamos en el apartamento,
estaba en mis brazos.
Regresar a la escuela como una pareja por primera vez desde el otoño, tuvo
el efecto esperado. Cuando caminábamos juntos, tomados de la mano, riendo y
ocasionalmente besándonos —de acuerdo, más que ocasionalmente— los chismes
se dispararon a una altura histórica. Como siempre en la escuela, los susurros y las
historias dignas del tabloide continuaban hasta que otro escándalo sacudía al
campus.
En la cima de la inquietud que ya sentía por mi relación con Abby, Shepley
estaba cada vez más irritado por la última pelea del año. Yo no estaba muy lejos.
Ambos dependíamos de las ganancias de esa pelea para financiar nuestros gastos
para el verano, sin mencionar parte del otoño. Desde que había decidido que la
última pelea del año era también mi última pelea para bien, la necesitaríamos.
314
Las vacaciones de primavera se acercaban, pero todavía no había oído
palabra de Adam. Shepley había finalmente escuchado a través de múltiples líneas
de comunicación que Adam estaba manteniendo un perfil bajo, después de los
arrestos a raíz de la pelea más reciente.
El viernes antes de las vacaciones, el ambiente del campus se sentía más
ligero, incluso con el fresco montón de nieve que había sido arrojada en el estado
durante la noche. En nuestro camino hacia la cafetería para el almuerzo, Abby y yo
apenas habíamos escapado de una pelea pública de bolas de nieve; América, no
tanto.
Todos charlábamos y reíamos, esperando en la línea por bandejas de Diossabe-qué, y luego nos sentamos en nuestros asientos regulares. Shepley consoló a
América mientras yo divertía a Brasil con la historia de cómo Abby aguijoneó a
mis hermanos en la noche de póker. Mi teléfono vibró, pero no lo registré hasta
que Abby lo señaló.
—¿Trav? —dijo.
Me volví, descartando todo en el momento en que dijo mi nombre.
—Tal vez quieras contestar eso.
Miré el celular y suspiré. —O no. —Parte de mí necesitaba esa última pelea,
pero parte de mí sabía que sería tiempo lejos de Abby. Después de que fuera
atacaba en la última, no había forma que pudiera concentrarme si ella venía a esta
sin protección, y no podía concentrarme por completo si no estaba ahí, tampoco.
La última pelea del año siempre era la más grande y no podía permitirme el lujo de
tener mi cabeza en cualquier otra parte.
—Podría ser importante —dijo Abby.
Sostuve el teléfono en mi oreja. —¿Qué pasa, Adam?
—¡Mad Dog! Te va a encantar esto. Está hecho. ¡Tengo a John jodido Savage!
¡Está planeando entrar a los profesionales el próximo año! ¡La oportunidad de una
maldita vida! Cinco figuras. Serás fijado por un tiempo.
—Esta es mi última pelea, Adam.
El otro extremo de la línea se quedó en silencio. Podía imaginar su
mandíbula trabajando bajo su piel. Más de una vez, había acusado a Abby de
amenazar su movimiento de fondos, y estaba seguro que la culparía de mi
decisión.
—¿La vas a traer?
—No estoy seguro todavía.
315
—Probablemente deberías dejarla en casa, Travis. Si esta es realmente tu
última pelea, te necesito completo.
—No iré sin ella, y Shep se va de la ciudad.
—No lo jodas esta vez. Lo digo en serio.
—Lo sé. Te escuché.
Adam suspiró. —Si realmente no considerarás dejarla en casa, tal vez
podrías llamar a Trent. Eso probablemente dejaría tu mente en paz, y entonces
podrías concentrarte.
—Hmmm… en realidad esa no es una mala idea —dije.
—Piensa en ello. Déjame saber —dijo Adam, colgando el teléfono.
Abby me miraba expectante.
—Es suficiente para pagar la renta por los próximos seis meses. Adam
consiguió a John Savage, él trata de llegar a las profesionales.
—Yo no lo he visto luchar, ¿tú lo has hecho? —preguntó Shepley,
inclinándose hacia adelante.
—Sólo una vez en Springfield. Él es bueno.
—No lo suficiente —dijo Abby. Me incliné y besé su frente—. Puedo
quedarme en casa, Trav.
—No —dije, negando con la cabeza.
—No quiero que te golpeen como la última vez porque estás preocupado de
mí.
—No, Pidge.
—Esperaré por ti. —Sonrió, pero era obviamente forzada, haciéndome
incluso más determinado.
—Le pediré a Trent que venga. Él es el único en el que confió para poder
concentrarme en la pelea.
—Muchas gracias, idiota —se quejó Shepley.
—Oye, tuviste tu oportunidad —dije, sólo medio bromeando.
La boca de Shepley tiró de un lado. Podía hacer pucheros todo el día, pero
había cometido un error en Hellerton, dejando que Abby se alejara de él así. Si
hubiera estado prestando atención, eso nunca habría pasado, y todos lo sabíamos.
316
América y Abby juraban que fue un accidente fortuito, pero no dudaba
decirle lo contrario. Se encontraba mirando la pelea en vez de a Abby, y si Ethan
hubiera terminado lo que comenzó, yo estaría en la cárcel por asesinato. Shepley le
pidió a Abby disculpas por semanas, pero luego lo llevé aparte y le dije que
acabara. A ninguno de nosotros le gustaba revivirlo cada vez que su culpa sacaba
lo mejor de él.
—Shepley, no fue tu culpa. Tú lo alejaste de mí, ¿recuerdas? —dijo Abby,
estirándose alrededor de América para palmear su brazo. Ella se giró hacia mí—.
¿Cuándo es la pelea?
—En algún momento la próxima semana. Te quiero ahí. Te necesito ahí. —Si
hubiera sido menos que un idiota, habría insistido que se quedara en casa, pero ya
había establecido en numerosas ocasiones que no lo era. Mi necesidad de estar
alrededor de Abby Abernathy anulaba cualquier pensamiento racional. Siempre ha
sido de esa forma, e imaginaba que siempre lo sería.
Abby sonrió, apoyando su barbilla en mi hombro. —Entonces, estaré ahí.
Dejé a Abby en su última clase, besándola para despedirme antes de
encontrarme con Shepley y América en Morgan. El campus estaba vaciándose
rápidamente, y finalmente recurrí a fumar mis cigarrillos cerca de la esquina, así
no tendría que esquivar a alguna alumna acarreando su equipaje o la lavandería
cada tres minutos.
Saqué el celular de mi bolsillo y marqué el número de Trenton, escuchando
cada tono con creciente impaciencia. Al final, su correo de voz saltó. —Trent, soy
yo. Necesito un gran favor. Es con límite de tiempo, así que llámame de vuelta tan
pronto como sea posible. Nos vemos.
Colgué, viendo a Shepley y América saliendo por las puertas de vidrio de
los dormitorios, cada uno sosteniendo dos de sus bolsos.
—Parece que ya tienes todo listo.
Shepley sonrió; América no.
—Realmente no son tan malos —dije, dándole un codazo. Su ceño fruncido
no desapareció.
—Se sentirá mejor una vez que estemos allí —dijo Shepley, más que nada
para alentar a su novia que para convencerme a mí.
Los ayudé a poner los bolsos en el baúl del Charger, luego esperamos a que
Abby terminara su medio periodo, y nos encontrara en el estacionamiento.
317
Ceñí mi gorra a mi orejas y encendí un cigarrillo, esperando. Trenton
todavía no me había regresado la llamada, y estaba poniéndome nervioso acerca
de que no sería capaz de venir. Los gemelos estaban a mitad de camino a Colorado
con algunos de sus compañeros Sig Tau, y no confiaba en nadie más para
mantener a Abby a salvo.
Tomé varias caladas, pensando en diferentes escenarios en mi cabeza si
Trenton no me devolvía la llamada, y cuan jodidamente egoísta estaba siendo,
requiriendo su presencia en un lugar donde sabía que ella estaría en peligro. La
completa concentración era necesaria para ganar esta pelea, y eso dependía de dos
cosas: la presencia de Abby, y su seguridad. Si Trenton tenía que trabajar o no me
llamaba de regreso, tendría que cancelar la pelea. Era la única opción.
Tomé una última calada del último cigarrillo en el paquete. Había estado tan
absorto en mis preocupaciones que no me había dado cuenta de lo mucho que
había estado fumando. Miré mi reloj. Abby ya debería haber salido de clases.
En ese momento, dijo mi nombre.
—Hola, Pigeon.
—¿Todo está bien?
—Lo está ahora —dije, tirándola a mis brazos.
—De acuerdo, ¿qué está pasando?
—Sólo tengo bastante en mi mente. —Suspiré. Cuando hizo saber que mi
respuesta no fue suficiente buena, continué—: Esta semana, la pelea, tú estando
ahí…
—Te dije que me quedaría en casa.
—Te necesito ahí, Pidge —dije, tirando mi cigarrillo al suelo. Lo miré
desaparecer en una profunda huella en la nieve, y entonces tomé la mano de Abby.
—¿Has hablado con Trent? —preguntó.
—Estoy esperando que él me llame de vuelta.
América bajó la ventanilla y asomó la cabeza del Charger de Shepley. —
¡Dense prisa! ¡Está haciendo demasiado frío!
Sonreí y abrí la puerta para Abby. Mientras miraba por la ventaba, Shepley
y América repetían la misma conversación que habían tenido desde que se enteró
que se reuniría con sus padres. Justo cuando nos detuvimos en el estacionamiento
del apartamento, mi teléfono sonó.
—¿Qué diablos, Trent? —pregunté, viendo su nombre en la pantalla—. Te
llamé hace horas. No es como si fueras productivo en el trabajo o algo así.
—No han sido horas, y lo siento. He estado donde Cami.
318
—Como sea. Escucha, necesito un favor. Tengo una pelea la próxima
semana. Necesito que vayas. No sé cuándo es, pero cuando te llame, necesito que
estés allí en una hora. ¿Puedes hacer eso por mí?
—No lo sé. ¿Qué hay para mí? —bromeó.
—¿Puedes hacerlo o no, idiota? Porque necesito que mantengas un ojo en
Pigeon. Un idiota puso sus manos en ella la última vez y…
—¿Qué mierda, Chuck? ¿Hablas en serio?
—Sí.
—¿Quién lo hizo? —preguntó Trenton, su tono inmediatamente grave.
—Me encargué de eso. Entonces, ¿si llamo…?
—Sí. Quiero decir, por supuesto hermanito, estaré ahí.
—Gracias, Trent. —Apagué mi teléfono e incliné mi cabeza contra el
respaldo del asiento.
—¿Aliviado? —preguntó Shepley, mirando mi ansiedad desaparecer a
través del espejo retrovisor.
—Sí. No estaba seguro de qué haría sin él allí.
—Te dije… —comenzó Abby, pero la detuve.
—Pidge, ¿cuántas veces tengo que decirlo?
Negó con la cabeza ante mi tono impaciente. —No lo entiendo. No me
necesitabas antes.
Me giré en su dirección, mis dedos tocando su mejilla. Claramente no tenía
idea de los profundos sentimientos que me recorrían. —No te conocía antes.
Cuando no estás allí, no puedo concentrarme. Me pregunto dónde estás, qué estás
haciendo… si est{s ahí y puedo verte, puedo concentrarme. Sé que suena loco,
pero así es como es.
—Y loco es exactamente como me gusta —dijo, inclinándose para besar mis
labios.
—Obviamente —murmuró América bajo su aliento.
Antes de que llegara el ocaso, América y Shepley condujeron el Charger
hacia el sur.
Abby sacudió las llaves del Honda y sonrió. —Al menos no tenemos que
congelarnos en la Harley.
319
Sonreí.
Abby se encogió de hombros. —Tal vez deberíamos, no sé, ¿considerar
conseguir nuestro propio auto?
—Después de la pelea, iremos a comprar uno. ¿Qué te parece?
Saltó, envolviendo sus brazos y piernas alrededor mío, y cubrió mis mejillas,
mi boca y mi cuello con besos.
Subí las escaleras hasta el departamento, haciendo una línea recta hacia el
dormitorio.
Abby y yo pasamos los siguientes cuatro días acurrucados ya sea en la
cama, o en el sofá con Toto, mirando viejas películas. Hizo la espera de la llamada
de Adam tolerable.
Finalmente, la noche del martes, entre las repeticiones de Boy Meets World14,
el número de Adam encendió la pantalla de mi celular. Mis ojos encontraron los de
Abby.
—¿Sí?
—Mad Dog. Tienes una hora. Residencia Keaton. Trae tu cara de juego,
cariño, él es Hulk Hogan15 con esteroides.
—Te veo entonces. —Me puse de pie, trayendo a Abby conmigo—.
Cámbiate a algo cálido, bebé. Keaton es un edificio viejo, y probablemente han
apagado los calefactores por las vacaciones.
Abby hizo un pequeño baile feliz antes de correr por el pasillo hasta el
dormitorio. Las esquinas de mi boca se elevaron. ¿Qué otra mujer estaría tan
emocionada por ver a su novio negociar golpes? No me extrañaba que estuviera
enamorado de ella.
Me puse una sudadera con capucha y mis botas, y esperé a Abby en la
puerta principal.
—¡Ya voy! —gritó, pavoneándose alrededor de la esquina. Se agarró a cada
lado del marco de la puerta y movió su cadera hacia el lado.
—¿Qué te parece? —preguntó, haciendo un mohín con sus labios, tratando
de imitar a una modelo… o un pato. No estaba seguro de cual.
Mis ojos viajaron desde su largo cárdigan gris jaspeado, camiseta blanca y
vaqueros ajustados de color azul metidos dentro de altas botas negras. Lo dijo
como una broma, pensando que lucía desaliñada, pero mi respiración se atascó al
mirarla.
320
Comedia de situación estadounidense protagonizada por Ben Savage. Conocida en Latinoamérica
como Aprendiendo a vivir, y en España como Yo y el Mundo.
15 Terrence “Terry” Gene Bollea es un luchador profesional y actor estadounidense, más conocido
en el ring como Hulk Hogan o Hollywood Hogan.
14
Su cuerpo se relajó, y dejo que sus manos cayeran a sus muslos. —¿Eso está
mal?
—No —dije, tratando de encontrar las palabras—. No está mal en absoluto.
Con una mano abrí la puerta, y le tendí la otra. Brincando, Abby cruzó la
sala y entrelazó sus de dedos con los míos.
El Honda era lento al empezar, pero llegamos hacia Keaton en tiempo
suficiente. Llamé a Trenton en el camino, pidiendo a Dios que pudiera venir por mí
como lo había prometido.
Abby estuvo a mi lado, esperando por Trenton junto a la pared alta, y
reparada de Keaton. Las paredes este y oeste estaban protegidas con andamios de
acero. La universidad estaba preparándose para darle un refrescamiento a su
edificio más antiguo.
Encendí un cigarrillo y le di una calada, soplando el humo por mi nariz.
Abby apretó mi mano. —Él va a estar aquí.
La gente ya se filtraba desde todas las direcciones, parqueando a cuadras de
distancia en diferentes lotes. Cuanto más cerca era la hora de la pelea, una gran
cantidad de gente podía ser vista escalando la escalera sur de incendios.
Fruncí el ceño. La elección del edificio no había sido pensada. La última
pelea del año siempre traía los apostadores más serios, y siempre llegaban
temprano para que pudieran hacer sus apuestas y asegurar una buena vista. El
tamaño del bote también traía a los espectadores con menos experiencia, quienes
se presentaban tarde y terminaban aplastados contra las paredes. Ese año era
excepcionalmente grande. Keaton estaba en las afueras del campus, el cual era
preferido, pero su sótano era uno de los más pequeños.
—Esta es una de las peores ideas que Adam ha tenido hasta ahora—me
quejé.
—Es muy tarde para cambiarlo —dijo Abby, sus ojos viajando por los
bloques de hormigón.
Abrí mi celular, disparé un sexto mensaje de texto a Trenton, y luego cerré el
teléfono.
321
—Pareces nervioso esta noche —susurró Abby.
—Me sentiré mejor cuando Trent traiga su trasero punk aquí.
—Estoy aquí, niña quejumbrosa —dijo Trenton en voz baja.
Suspiré con alivio.
—¿Cómo has estado, hermana? —preguntó Trenton a Abby, abrazándola
con un brazo, y luego juguetonamente empujándome con el otro.
—Estoy bien, Trent —dijo, divertida.
Dirigí a Abby de la mano a la parte posterior del edificio, mirando hacia
atrás a Trenton mientras caminábamos. —Si los policías aparecen y nos separamos,
veámonos en la residencia Morgan ¿de acuerdo?
Trenton asintió justo cuando me detuve junto a la ventana abierta cerca del
suelo.
—¿Estás jugando conmigo? —dijo Trenton, mirando abajo hacia la
ventana—. Abby apenas va a pasar por allí.
—Vas a pasar —le aseguré, arrastrándome hacia la oscuridad interior.
Ahora, acostumbrada al allanamiento de morada, Abby no dudó en
arrastrarse en el suelo helado, moviéndose con lentitud hacia atrás a través de la
ventana, cayendo en mis brazos.
Esperamos por unos momentos, luego Trenton gruñó mientras se empujaba
fuera de la cornisa y aterrizaba en el suelo, a punto de perder el equilibrio cuando
sus pies tocaron el hormigón.
—Tienes suerte de que te ame, Abby. Yo no haría esta mierda por nadie más
—gruñó, sacudiéndose la camisa.
Salté, cerrando la ventana con tirón rápido. —Por aquí —dije, dirigiendo a
Abby y a mi hermano a través de la oscuridad.
Zigzagueamos más lejos dentro del edificio hasta que se pudo ver una
pequeña llama de luz. Un murmullo de voces venía desde el mismo punto,
mientras nuestros tres pares de pies rayaban contra el concreto suelto del suelo.
Trenton suspiró luego del tercer giro. —Nunca encontraremos una forma de
salir de aquí.
—Sólo sígueme al salir. Estarás bien —dije.
322
Era fácil de discernir cuán cerca estábamos por el creciente volumen de la
multitud esperando en el salón principal. La voz de Adam venía sobre el
megáfono, gritando nombres y números.
Me detuve en la habitación del lado, mirando alrededor a las mesas y sillas
cubiertas con sábanas blancas. Una sensación de malestar vino a mí. El lugar era
un error. Casi tan grande como traer a Abby a un lugar tan peligroso. Si se
desataba una pelea, Abby estaría protegida por Trenton, pero el refugio habitual
estaría lejos de la multitud, y estaba lleno de muebles y equipos.
—Entonces, ¿cómo vas a jugar esto? —preguntó Trenton.
—Divide y vencerás.
—¿Divide qué?
—Su cabeza del resto de su cuerpo.
Trenton asintió rápidamente. —Buen plan.
—Pigeon, quiero que te pares en esta puerta, ¿de acuerdo? —Abby miró
hacia la sala principal, sus ojos se abrieron mientras tomaba el caos—. Pigeon, ¿me
escuchaste? —pregunté, tocándole su brazo.
—¿Qué? —preguntó, parpadeando.
—Quiero que te pares cerca de esta puerta, ¿de acuerdo? Mantente agarrada
del brazo de Trent todo el tiempo.
—No me moveré —dijo—. Lo prometo.
Le sonreí a su dulce y abrumada expresión. —Ahora tú pareces nerviosa.
Miró hacia la puerta, y luego a mí. —No tengo un buen presentimiento
sobre esto, Trav. No acerca de la pelea, pero… algo. Este lugar me asusta.
No podía disentir. —No estaremos mucho tiempo.
La voz de Adam vino sobre la bocina, empezando su anuncio de apertura.
Toqué cada lado del rostro de Abby, y la miré a los ojos. —Te amo. —El
fantasma de una sonrisa tocó sus labios, y la atraje hacia mí, sosteniéndola con
fuerza contra mi pecho.
—… ¡Así que no usen sus putas para estafar el sistema, muchachos! —dijo la
voz de Adam, amplificado por el megáfono.
Enganché el brazo de Abby alrededor del de Trenton. —No quites tus ojos
de ella. Ni siquiera por un segundo. Este lugar se volverá loco una vez que la pelea
comience.
—… así que démosle la bienvenida al contrincante de hoy, ¡JOHN SAVAGE!
323
—La protegeré con mi vida, hermanito —dijo Trenton, tirando ligeramente
del brazo de Abby para darle énfasis—. Ahora patéale el trasero a este tipo, y
vámonos de aquí.
—¡Sacúdanse en sus botas, muchachos, y tiren sus bragas, señoras! Les doy
a: ¡TRAVIS “MAD DOG” MADDOX!
En la introducción de Adam, entré a la habitación principal. Brazos se
agitaban, y las voces de muchos se disparaban al unísono. El mar de gente se abrió
ante mí, y poco a poco hice mi camino hacia el Círculo.
La habitación estaba iluminada sólo con faroles colgando del cuello. Aún
tratando de mantener un bajo perfil debido a casi ser arrestados antes, Adam no
quería que las luces brillantes se descubrieran por alguien afuera.
Incluso en la penumbra, podía ver la expresión de severidad de John
Savage. Se alzaba sobre mí, sus ojos salvajes e impacientes. Rebotó de un pie al otro
un par de veces, y luego se detuvo, frunciendo el ceño hacia mí con el asesinato en
su mente.
Savage no era un aficionado, pero sólo había tres maneras de ganar: knockout, sumisión y decisión. La razón de la ventaja que siempre había tenido a mi
favor era porque yo tenía cuatro hermanos, quienes peleaban de diferentes
maneras.
Si John Savage peleaba como Trenton, se basaría en la ofensiva, velocidad y
ataques sorpresa, los cuales había entrenado durante toda mi vida.
Si él peleaba como los gemelos, con combinaciones de puños y patadas, o
cambiando sus tácticas a golpes de tierra, había entrenado para eso toda mi vida.
Thomas era el más letal. Si Savage luchaba inteligentemente, y él
probablemente lo hacía, juzgando por la manera en que me evaluaba, lucharía con
el perfecto balance de fuerza, velocidad y estrategia. Yo sólo había intercambiado
golpes con mi hermano mayor un puñado de veces en mi vida, pero para el
momento en que yo tenía dieciséis años, no podía derrotarme sin la ayuda de mis
otros hermanos.
No importaba lo mucho que John Savage había entrenado, o qué ventaja
pensó que tenía, había peleado con él antes. Había luchado con todo el mundo que
podía valer una maldita pelea antes… y yo había ganado.
Adam hizo sonar el megáfono, y Savage tomó un corto paso hacia atrás
antes de energizar un golpe en mi dirección.
Lo esquivé. Sin duda pelearía como Thomas.
324
Savage se acercó demasiado, así que jalé mi bota y lo lancé de nuevo a la
multitud. Lo empujaron de nuevo hacia el círculo, y se acercó con un renovado
propósito.
Tiró dos golpes consecutivos, y luego lo agarré, empujando su cara hacia mi
rodilla. John se tambaleó hacia atrás, puso su cordura sobre él, y luego volvió a la
carga.
Me giré y perdí, y luego trató de envolver sus brazos alrededor de mi
cintura. Ya sudado, era fácil deslizarse de sus manos. Cuando me di la vuelta, su
codo se reunió con mi mandíbula, y el mundo se detuvo por menos de un segundo
antes que me lo quitara de encima y le respondiera con un gancho de izquierda y
derecha, aterrizando uno detrás del otro.
El labio inferior de Savage se dividió y salpicó. Dibujando la primera sangre,
aumentaba el volumen de la sala a un decibel ensordecedor.
Mi codo se echó hacia atrás, y mi puño lo siguió hacia el final, haciendo una
parada corta en la nariz de Savage. No lo sostuve, contundentemente a propósito,
así tendría tiempo para mirar hacia atrás y chequear a Abby. Se había quedado
donde yo le había pedido, su brazo seguía enganchado alrededor del de Trenton.
Satisfecho de que estaba bien, me concentré en la pelea de nuevo,
esquivando rápidamente cuando Savage lanzó un puñetazo tambaleante, y luego
tiró sus brazos alrededor de mí, arrojándonos al suelo.
John aterrizó debajo de mí, y sin siquiera intentarlo, mi codo se estrelló
contra su cara. Puso mi cuerpo en una tenaza con sus piernas, encerrándolas juntas
en los tobillos.
—Voy a acabar contigo, ¡maldito idiota! —gruñó John.
Sonreí, y luego lo empujé fuera del suelo, levantándonos a ambos. Savage
luchó para sacarme de balance, pero era hora de llevar a Abby a casa.
La voz de Trenton estalló sobre el resto de la multitud. —¡Golpea su trasero,
Travis!
Caí hacia adelante y hacia un lado ligeramente, golpeando la espalda de
John y su cabeza contra el concreto, en un golpe devastador. Con mi oponente
ahora aturdido, eché hacia atrás mi codo y empujé mis puños en su rostro y a los
lados de su cabeza, una y otra vez, hasta que un par de brazos se engancharon bajo
los míos y me apartaron.
Adam lanzó un cuadrado rojo en el pecho de Savage, y la sala explotó
mientras Adam agarraba mi muñeca y levantaba mi mano en el aíre.
325
Miré hacia Abby, quien estaba subiendo y bajando cabezas por encima del
resto de la multitud, sostenida por mi hermano.
Trenton estaba gritando algo, una enorme sonrisa en su rostro.
Justo cuando la multitud comenzó a dispersarse, vi una mirada de horror en
el rostro de Abby, y segundos después, un llanto colectivo de la multitud provocó
pánico. Una linterna colgante en la esquina de la sala principal se había caído,
envolviendo una sábana blanca en fuego. El incendio se extendió rápidamente a la
sábana del lado, comenzando una reacción en cadena.
La multitud gritando corrió hacia la boca de las escaleras mientras el humo
rápidamente llenaba la habitación. Rostros asustados, tanto hombres como
mujeres, estaban destacados por las llamas.
—¡Abby! —grité, dándome cuenta cuán lejos se encontraba, y cuantas
personas estaban entre nosotros. Si no podía llegar a su lado, ella y Trenton
tendrían que encontrar su camino de regreso a la ventana a través del laberinto de
pasillos oscuros. El terror se clavó en mi interior, estimulándome violentamente a
empujar a través de quienquiera que se pusiera en mi camino.
La habitación se oscureció, y un ruido fuerte sonó desde el otro lado de la
habitación. Los otros faroles estaban encendiéndose y añadiéndose a la hoguera en
pequeñas explosiones. Atrapé un vistazo de Trenton, quien agarraba el brazo de
Abby, jalándola a su espalda, tratando de abrirse paso a través de la multitud.
Abby sacudió su cabeza, tirando hacia atrás.
Trenton miró alrededor, formando un plan de escape mientras se pararon
en medio de la confusión. Si trataban de salir por la escalera de incendios, serían
los últimos en salir. El fuego crecía rápidamente. No lo lograrían llegar a tiempo a
la salida a través de la multitud.
Cualquier intento que hice para llegar a Abby fue frustrado por la multitud
que surgía y me empujaba más lejos. La emocionada excitación que llenaba la
habitación antes, fue reemplazada por gritos horrorizados de miedo y
desesperación mientras todos luchaban por alcanzar las salidas.
Trenton le haló a Abby por la puerta del pasillo, pero ella luchó contra él
para mirar hacia atrás. —¡Travis! —gritó, extendiendo la mano hacia mí.
Tomé una respiración para gritar de nuevo, pero el humo llenó mis
pulmones. Tosí, agitando el humo lejos.
—¡Por este lado, Trav! —gritó Trenton.
—¡Sólo sácala de aquí, Trent! ¡Saca a Pigeon!
Los ojos de Abby se abrieron, y negó con la cabeza. —¡Travis!
326
—¡Sólo váyanse! —dije—. ¡Los alcanzaré más adelante!
Abby se detuvo un momento antes que sus labios formaran una línea dura.
Alivio vino sobre mí. Abby Abernathy tenía un fuerte instinto de supervivencia, y
lo había pateado justamente. Agarró la manga de Trenton y lo haló de nuevo hacia
la oscuridad, lejos del fuego.
Me giré, buscando mi propia forma de salir. Docenas de espectadores
estaban arañando su propia manera hacia el estrecho acceso de las escaleras,
gritando y peleando entre sí para llegar a la salida.
La habitación estaba casi negra de humo, y sentí mis pulmones luchando
por aíre. Me arrodillé en el suelo, tratando de recordar las diferentes puertas que se
alineaban en la habitación principal. Me volví hacia la escalera. Ese era el camino al
que quería ir, lejos del fuego, pero me negué a entrar en pánico. Había una
segunda salida que conducía a las escaleras de incendios, unas cuantas personas
pensarían ir por allí. Me agaché y corrí hacia donde recordaba que estaba, pero me
detuve.
Pensamientos de Abby y Trenton perdiéndose destellaron en mi mente,
jalándome lejos de la salida.
Escuché mi nombre, y miré hacia el sonido.
—¡Travis! ¡Travis! ¡Por aquí! —Adam estaba en la puerta, agitándome su
mano hacia él.
Negué con la cabeza. —¡Voy a alcanzar a Pigeon!
El camino hacia el cuarto pequeño por donde Trenton y Abby escaparon
estaba casi limpio, así que salí corriendo, cruzando la habitación, golpeando a
alguien de frente. Era una chica, una estudiante de primer año por su aspecto, su
rostro cubierto con rayas negras. Lucía atemorizada y se puso de pie rápidamente.
—¡A-ayúdame! ¡No puedo… no sé el camino de salida! —dijo, tosiendo.
—¡Adam! —grité. Empujándola hacia la dirección de la salida—. ¡Ayúdala a
salir de aquí!
La chica corrió hacia Adam, y él le agarró la mano antes de desaparecer a
través de la salida que el humo oscurecía totalmente.
Me empujé del piso y corrí hacia Abby. Otros corrían alrededor de los
laberintos oscuros también, llorando y jadeando mientras trataban de encontrar
una salida.
—¡Abby! —grité en la oscuridad. Me sentía aterrorizado, habían tomado un
giro equivocado.
327
Un grupo pequeño de chicas paradas al final del pasillo lloraban. —¿Han
visto a un chico y una chica pasar por aquí? Trenton es así de alto, parecido a mí —
dije, sosteniendo una mano en mi frente.
Negaron con sus cabezas.
Mi estómago se hundió. Abby y Trenton habían tomado el camino
equivocado.
Señalé al grupo asustado. —Sigan ese pasillo hasta que lleguen al final. Hay
un hueco en la escalera con una puerta en la parte superior. Tómenla, y luego giren
hacia la izquierda. Hay una ventana por la que pueden salir.
En lugar de dar marcha atrás a los pasillos donde veníamos, giré a la
izquierda, corriendo a través de la oscuridad, con la esperanza de que iba a tener
suerte y correr hacia ellos de alguna manera.
Pude escuchar los gritos de la habitación principal mientras empujaba hacia
delante, decidido a asegurarme que Abby y Trenton habían encontrado la manera
de salir. No me iría hasta que lo supiera con certeza.
Después de correr a través de varios pasillos, sentí el peso del pánico
bajando por mi pecho. El olor del humo me había alcanzado, y sabía que con la
construcción, el edificio viejo, los muebles, y las sábanas que los cubrían
alimentando el fuego, todo el sótano sería tragado por las llamas en minutos.
—¡Abby! —grité de nuevo—. ¡Trent!
Nada.
328
27
Traducido por Joha quinto & Melusanti
Corregido por Juli
E
l humo se había vuelto ineludible. Sin importar la habitación en la
que me hallara, cada respiración era poco profunda y caliente,
quemando mis pulmones.
Me incliné y agarré mis rodillas, jadeando. Mi sentido de orientación estaba
debilitado, tanto por la oscuridad, como por la real posibilidad de no ser capaz de
encontrar a mi novia o a mi hermano antes de que fuera tarde. Ni siquiera estaba
seguro de si podría encontrar mi camino de vuelta.
Entre los ataques de tos, escuché un sonido de golpeteo viniendo de la
habilitación continua.
—¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme!
Era Abby. Determinación renovada vino a mí y me arrastré hacia su voz,
avanzando a tientas a través de la oscuridad. Mis manos tocaron una pared, y
luego me detuve cuando sentí una puerta. Estaba cerrada con llave. —¿Pidge? —
grité, jalando la puerta.
La voz de Abby se volvió más aguda, incentivándome para dar un paso
hacia atrás y patear la puerta hasta que se abrió.
Abby estaba parada sobre un escritorio justo debajo de la ventana,
golpeando sus manos contra el vidrio tan desesperadamente, que no se dio cuenta
que yo había irrumpido en la habitación.
329
—¿Pigeon? —dije, tosiendo.
—¡Travis! —gritó, lanzándose del escritorio y contra mis brazos.
Ahuequé sus mejillas. —¿Dónde está Trent?
—¡Él los siguió! —gritó, lágrimas corrían por su rostro—. ¡Intenté que
viniese conmigo, pero él no venia!
Miré hacia debajo del salón. El fuego se disparaba hacia nosotros,
alimentándose de los muebles cubiertos que estaban alineados en las paredes.
Abby miró boquiabierta la horrible vista y después tosió. Mis cejas se
fruncieron, preguntándome donde demonios estaba él. Si estaba en el final del
corredor, no tendría oportunidad. Un sollozo brotó de mi garganta, pero la mirada
de terror en los ojos de Abby lo forzó a apartarse.
—Vamos, voy a sacarnos de aquí, Pidgeon. —Presioné mis labios contra los
de ella en un rápido y firme movimiento, luego subí a la cima de su improvisada
escalera.
Empujé la ventana, los músculos de mis brazos temblando mientras
empleaba toda mi fuerza restante contra el vidrio.
—¡Aléjate, Abby! ¡Voy a romper el vidrio!
Abby se apartó un paso de mí, su cuerpo entero temblando. Levanté el
brazo con el codo doblado y mi puño en alto, y dejé salir un gruñido mientras lo
clavaba con fuerza en la ventana. Vidrios se hicieron añicos, y estiré mi mano.
—¡Vamos! —grité.
El calor del fuego se apoderó de la habitación. Motivado por terror puro,
levanté a Abby del suelo con un brazo, y la empujé hacia afuera.
Me esperó arrodillada mientras yo salía trepando, y luego me ayudó a
levantarme. Sirenas sonaban desde el otro lado del edificio. Luces rojas y azules de
camiones de bomberos y carros de policías bailaban a lo largo de los ladrillos en los
edificios continuos.
Tiré a Abby conmigo, corriendo a toda velocidad hacia donde un montón de
gente estaba parada en frente del edificio. Hojeamos las caras cubiertas de hollín
buscando a Trenton mientras gritaba su nombre. Cada vez que llamaba a gritos, mi
voz se quebraba más. No estaba allí. Revisé mi teléfono, esperando que él hubiera
llamado. Viendo que no lo había hecho, lo cerré de un golpe.
330
Acercándome a la desesperanza, cubrí mi boca, inseguro de qué hacer a
continuación. Mi hermano se había perdido en el ardiente edificio. No estaba
afuera, conduciendo a una sola conclusión.
—¡TRENT! —grité, estirando mi cuello mientras buscaba entre la multitud.
Aquellos que habían escapado estaban abrazándose y lloriqueando detrás
de los vehículos de emergencia, observando con horror como los camiones de
bomberos disparaban agua por las ventanas. Bomberos corrían dentro, jalando las
mangueras detrás de ellos.
—Él no salió —susurré—. Él no salió, Pidge. —Lágrimas corrieron por mis
mejillas, y caí sobre mis rodillas.
Abby me siguió al suelo, sosteniéndome en sus brazos.
—Trent es inteligente, Trav. Él salió. Tuvo que haber encontrado otra forma.
Me desmoroné dentro del regazo de Abby, sujetando su camisa con los dos
puños.
Una hora pasó. Los llantos y lamentos de los sobrevivientes y espectadores
afuera del edificio se habían suavizado a un inquietante silencio. Los bomberos
sacaron sólo dos sobrevivientes, y luego continuamente salieron con las manos
vacías. Cada vez que alguien salía del edificio, contenía mi respiración, una parte
de mí esperando que fuera Trenton, la otra temiendo que lo fuese.
Una hora y media después, los cuerpos que regresaban estaban sin vida. En
vez de realizarles RCP16, simplemente los ponían junto a las otras víctimas,
cubriendo sus cuerpos. El suelo estaba plagado de víctimas, superando en número
a los que habíamos escapado.
—¿Travis?
Adam estaba de pie junto a nosotros. Me levanté, jalando a Abby conmigo.
—Estoy feliz de que ustedes chicos lo lograran —dijo Adam, luciendo
atónito y desconcertado—. ¿Dónde está Trent?
No contesté.
Nuestros ojos regresaron hacia los restos carbonizados de las residencias de
Keaton, el humo negro y denso aún salía de las ventanas. Abby enterró su rostro
en mi pecho y agarró mi camisa con sus pequeños puños.
Era una escena horripilante, y todo lo que podía hacer era mirar.
—Tengo que eh… tengo que llamar a mi pap{ —dije, arrugando mi frente.
—Quizás deberías esperar Travis. No sabemos nada aún —dijo Abby.
331
Mis pulmones ardían, justo como mis ojos. —Mierda, esto no está bien.
Nunca debió haber estado ahí.
RCP: Resucitación cardiopulmonar es un procedimiento de emergencia para salvar vidas que se
utiliza cuando la persona ha dejado de respirar o el corazón ha cesado de palpitar.
16
—Fue un accidente, Travis. Tú nunca hubieses podido saber que esto
pasaría —dijo Abby, tocando mi mejilla.
Mi rostro se comprimió, y cerré fuerte mis ojos. Iba a tener que llamar a mi
papá y decirle que Trenton aún estaba adentro de un edificio en llamas, y que era
mi culpa. No sabía si mi familia podría soportar otra perdida. Trenton había vivido
con mi papá mientras trataba de ayudarlo a recuperarse, y eran un poco más
cercanos que el resto de nosotros.
Contuve mi respiración mientras marcaba duro los números, imaginando la
reacción de mi padre. El teléfono se sentía frío en mi mano, por lo tanto jalé a Abby
contra mí. Incluso si ella no lo sabía aún, estaba helada.
Los números se transformaron en un nombre, y mis ojos se ampliaron.
Estaba recibiendo otra llamada.
—¿Trent?
—¿Estás bien? —gritó Trent en mi oído, su voz llena de pánico.
Una risa de sorpresa se escapó de mis labios mientras miraba a Abby. —¡Es
Trent!
Abby jadeó y apretó mi brazo.
—¿Dónde estás? —pregunté, desesperado por encontrarlo.
—¡Estoy en las residencias de Morgan, idiota de mierda! ¡Donde me dijiste
que nos encontráramos! ¿Por qué no estás aquí?
—¿Qué quieres decir con que estás en Morgan? Estaré allí en un segundo,
¡Ni se te ocurra moverte!
Despegué a toda velocidad, arrastrando a Abby detrás de mí. Cuando
llegamos a Morgan, ambos estábamos tosiendo y jadeando por aire. Trenton bajó
corriendo las escaleras, estrellándose contra nosotros.
—¡Dios mío, hermano! ¡Pensé que estabas tostado! —dijo Trenton,
apretándonos fuerte.
332
—¡Idiota! —grité, empujándolo—. ¡Pensé que estabas malditamente muerto!
¡He estado esperando a que los bomberos carguen con tu cuerpo carbonizado
desde Keaton!
Le fruncí el ceño a Trenton por un instante, y luego lo atraje de nuevo en un
abrazo. Mi mano se extendió rápidamente, hurgando hasta que sentí el suéter de
Abby, y después la atraje en un abrazo también. Después de varios instantes, solté
a Trenton.
Trenton miró a Abby con gesto de disculpa. —Lo siento, Abby. Entré en
pánico.
Ella sacudió su cabeza. —Sólo me alegra que estés bien.
—¿Yo? Hubiera sido mejor estar muerto si Travis me hubiera visto salir de
ese edificio sin ti. Traté de encontrarte después de que saliste corriendo, pero luego
me perdí y tuve que encontrar otra manera. Caminé alrededor del edificio para
encontrar esa ventana, pero me encontré con unos policías y me obligaron a salir.
¡Me he estado volviendo loco por aquí! —dijo él, pasando su mano por su cabeza.
Limpié las mejillas de Abby con mis pulgares, y luego levanté mi camisa,
usándola para limpiar el hollín de mi cara. —Salgamos de aquí. Los policías van a
estar arrastrándose por aquí pronto.
Después de abrazar a mi hermano de nuevo, se dirigió hacia su carro y
nosotros caminamos hacia el Honda de América. Observé la hebilla del cinturón de
Abby, y luego fruncí el ceño cuando tosió.
—Tal vez, debería llevarte al hospital y conseguir que te revisen.
—Estoy bien —dijo, entrelazando sus dedos con los míos. Bajó la mirada,
viendo una profunda cortada a lo largo de mis nudillos—. ¿Eso es de la pelea o de
la ventana?
—La ventana —contesté, frunciendo el ceño hacia sus uñas ensangrentadas.
Sus ojos se humedecieron. —Salvaste mi vida, ¿sabes?
Mis cejas se juntaron. —No me hubiera ido sin ti.
—Sabía que vendrías.
Sostuve la mano de Abby dentro de la mía hasta que llegamos al
apartamento. Abby tomó un largo baño y con manos temblorosas, nos serví a los
dos un vaso con whisky.
Caminó por el pasillo silenciosamente, y luego se derrumbó aturdida en la
cama.
—Aquí —dije, entregándole un vaso llego de líquido ámbar—. Te ayudara a
relajarte.
333
—No estoy cansada.
Le tendí el vaso de nuevo. Podía ser que ella hubiera crecido alrededor de
mafiosos en las Vegas, pero apenas habíamos visto la muerte, mucho de ella, y
habíamos escapado por poco. —Sólo trata de descansar un poco, Pidge.
—Estoy casi asustada de cerrar los ojos —dijo, tomando el vaso y
bebiéndose de un trago el líquido.
Tomé el vaso vacío y lo coloqué sobre la mesita de noche, luego me senté a
su lado en la cama. Estuvimos en silencio, reflexionando sobre las últimas horas.
No parecía real.
—Una gran cantidad de gente murió esta noche —dije.
—Lo sé.
—No sabremos precisamente cuántos hasta mañana.
—Trent y yo pasamos a un grupo de chicos en el camino. Me pregunto si lo
lograron. Se veían muy asustados…
Las manos de Abby comenzaron a temblar, así que la consolé de la única
manera que sabía hacerlo. La sostuve.
Se relajó contra mi pecho y suspiró. Su respiración se niveló, y apretó su
mejilla contra mi piel, acurrucándose. Por primera vez desde que habíamos vuelto
juntos, me sentí completamente cómodo con ella, como si hubiéramos regresado
las cosas a cómo iban antes de las Vegas.
—¿Travis?
Bajé mi barbilla y susurré contra su cabello—: ¿Qué, nena?
Nuestros teléfonos sonaron al unísono, y ella simultáneamente contestó el
suyo mientras me pasaba el mío.
—¿Hola?
—¿Travis? ¿Están bien, hombre?
—Sí, amigo. Estamos bien.
—Estoy bien, Mare. Estamos todos bien —dijo Abby, tranquilizando a
América en la otra línea.
334
—Mamá y papá están con los pelos de puntas. Lo estamos viendo en las
noticias justo ahora. No les dije que estarías allí. ¿Qué? —Shepley alejó su rostro
del teléfono para contestarle a sus padres—. No, mamá. Sí, ¡estoy hablando con él!
¡Está bien! ¡Están en el apartamento! Entonces —continuó—, ¿qué demonios
sucedió?
—Las malditas linternas. Adam no quería ninguna luz fuerte llamando la
atención y que nos atraparan. Una prendió fuego todo el maldito lugar… Es malo.
Shep. Muchas personas murieron.
Shepley respiró profundamente. —¿Alguien que conozcamos?
—No lo sé, todavía.
—Me alegra que estés bien, hermano. Estoy… Jesús, estoy feliz de que estés
bien.
Abby describió los horribles momentos cuando tropezaba a través de la
oscuridad, tratando de encontrar su camino de salida.
Hice un gesto de dolor cuando relató cómo clavó sus dedos en la ventana
cuando trataba de abrirla.
—Mare, no te vayas tan pronto. Estamos bien —dijo Abby—. Estamos bien
—dijo de nuevo, esta vez enfatizando—. Puedes abrazarme el viernes. También te
amo. Diviértete.
Apreté mi teléfono celular un poco contra mi oreja. —Mejor abraza a tu
chica, Shep. Sonaba molesta.
Shepley suspiró. —Yo sólo… —Volvió a suspirar.
—Lo sé, hombre.
—Te quiero. Eres mucho más hermano de lo que nunca podría tener.
—Yo, también. Nos vemos pronto.
Volví con Abby y colgamos nuestros teléfonos, nos sentamos en silencio,
aún procesando lo que había sucedido. Me recosté contra la almohada, y luego
empujé a Abby contra mi pecho.
—¿América está bien?
—Está molesta, pero está bien.
—Estoy feliz de que no estuvieran allí.
Podía sentir la mandíbula de Abby trabajando en contra de mi piel y maldije
interiormente por haberle dado ideas más espantosas.
—Yo también —dijo con un escalofrío.
—Lo siento. Has pasado por mucho esta noche, no debería añadir nada más
a tu plato.
335
—Tú estabas allí también, Trav.
Pensé acerca de cómo fue. Buscar a Abby en la oscuridad, sin saber si la
encontraría y finalmente, dar patadas a la puerta al ver su rostro.
—No me asusto muy a menudo —le dije—. Me asusté la primera mañana en
que desperté y tú no estabas allí. Estaba asustado cuando me dejaste después de
Las Vegas. Estaba asustado cuando pensé que iba a tener que decirle a mi papá que
Trent había muerto en esa construcción. Pero cuando te vi a través de las llamas en
ese sótano… me sentía aterrorizado. Llegué a la puerta, estaba a pocos metros de la
salida y no pude irme.
—¿Qué quieres decir? ¿Estás loco? —preguntó sacudiendo la cabeza para
mirarme a los ojos.
—Nunca había estado tan seguro de nada en mi vida. Me di la vuelta, hice
mi camino a ese cuarto, y allí estabas. Nada más importaba. Ni siquiera sabía si lo
lograríamos o no, sólo quería estar donde tú estuvieras, donde sea que eso
signifique. De la única cosa de la que estoy asustado es de una vida sin ti, Pigeon.
Abby se inclinó, besándome suavemente en los labios. Cuando nuestras
bocas se separaron, sonrió. —Entonces no tienes nada de qué estar asustado.
Estaremos juntos para siempre.
Suspiré. —Lo haría todo otra vez, sabes. No cambiaría ni un segundo si eso
significara que estaríamos aquí, en este momento.
Ella tomó una respiración profunda y besé suavemente su frente.
—Esto es —susurré.
—¿Qué?
—El momento. Cuando te veo dormir… ¿esa paz en tu rostro? Eso es. No lo
he tenido desde que mi madre murió, pero lo puedo sentir nuevamente. —Tomé
otra respiración profunda y la atraje hacia mí—. Supe en el momento en que te
conocí que había algo en ti que yo necesitaba. Resultó que no era algo de ti. Eras
sólo tú.
Abby me dio una sonrisa cansada mientras enterraba su cara en mi pecho
—Somos nosotros, Trav. Nada tiene sentido a menos que estemos juntos.
¿No has notado eso?
336
—¿Notarlo? ¡Te he estado diciendo eso todo el año! —bromeé—. Es oficial.
Bimbo, peleas, rompimientos, Parker, Las Vegas… incluso incendios… nuestra
relación puede soportar cualquier cosa.
Levantó la cabeza, con sus ojos fijos en los míos. Pude ver un plan
formándose detrás de su iris. Por primera vez, no me preocupaba cual sería su
próximo paso, porque sabía en mi corazón que cualquier camino que eligiera, sería
un sendero que caminaríamos juntos.
—¿Las Vegas? —preguntó.
Fruncí el ceño, formando una línea entre mis cejas. —¿Sí?
—¿Has pensado en volver?
Mis cejas se alzaron con incredulidad. —No creo que sea una buena idea
para mí.
—¿Y si fuéramos sólo por una noche?
Eché un vistazo alrededor de la habitación oscura, confuso. —¿Una noche?
—Cásate conmigo —soltó. Oí la palabras, pero me tomó un segundo
registrarlas.
Mi boca se ensanchó en una sonrisa ridícula. Ella estaba llena de mierda,
pero si eso era lo que la ayudaba a olvidarse de lo que acabábamos de pasar, yo
estaba feliz de hacerlo.
—¿Cuándo?
Se encogió de hombros. —Podemos fijar un vuelo para mañana. Son las
vacaciones de primavera. No tengo nada para mañana. ¿Y tú?
—Yo me encargaré de todo —le dije, tratando de alcanzar mi teléfono. Abby
levantó la barbilla, haciendo gala de su lado terco—. Américan Airlines—dije,
observando su reacción de cerca. Ni se inmutó.
—Américan Airlines ¿En que puedo ayudarle?
—Necesito dos boletos para Las Vegas, por favor. Mañana.
La mujer buscó el tiempo de vuelo y luego preguntó cuanto tiempo íbamos
a quedarnos.
—Mmmmm… —Esperé a que Abby cediera, pero no lo hizo—. Dos días.
Ida y vuelta. Lo que tenga.
Apoyó su barbilla en mi pecho con una gran sonrisa, esperando a que yo
terminara la llamada
La mujer preguntó por mi información de pago. Así que le pedí a Abby mi
billetera.
337
Ese fue el momento en que pensé que se reiría y me diría que cuelgue el
teléfono, pero felizmente sacó la tarjeta de mi billetera y me la entregó.
Le di los números de mi tarjeta de crédito al agente, mirando a Abby
después de cada serie.
Ella se limitó a escuchar, divertida. Dije la fecha de vencimiento y se me
pasó por la mente que estaba a punto de pagar por dos billetes de avión que
probablemente no usaría. Abby tenía una maldita cara de póker, después de todo.
—Er, sí señora. Los recogeremos en el mostrador. Gracias.
Le pasé el teléfono a Abby y lo colocó en la mesita de noche.
—Me acabas de pedir que me case contigo —le dije, todavía esperando que
admitiera que no iba enserio.
—Lo sé.
—Ese es un asunto real, sabes. Sólo pedí dos boletos para mañana
temprano. Entonces eso significa que nos casaremos mañana en la noche.
—Gracias.
Mis ojos se estrecharon. —Vas a ser la señora Maddox cuando empieces las
clases el lunes.
—Oh —dijo, mirando a su alrededor.
Levanté una ceja. —¿Tienes dudas?
—Tendré que cambiar serios papeles la próxima semana.
Asentí lentamente, con cautela esperanzada. —¿Te vas a casar conmigo
mañana?
Sonrió. —Ajá.
—¿Hablas en serio?
—Sip.
—¡Te amo, maldita sea! —Agarre cada lado de su cara, golpeando mis labios
contra los de ella—. Te amo demasiado, Pigeon —le dije, besándola una y otra vez.
Sus labios tenían problemas para seguirme.
—Sólo recuerda, que dentro de cincuenta años, todavía estaré pateando tu
trasero en el póker. —Soltó una risita.
—Si significan sesenta o setenta años contigo, nena… tienes todo mi
permiso para hacer lo que quieras.
338
Levantó una ceja. —Tú no quisiste decir eso.
—¿Quieres apostar?
Su dulce sonrisa se convirtió en la expresión de la confiada Abby Abernathy
que vi presionar como una profesional en la mesa de póker en las vegas. —¿Estás
lo suficientemente confiado como para apostar la brillante moto que está afuera?
—Pondría todo lo que tengo en tus manos. No me arrepiento de ningún
segundo contigo, Pidge y nunca lo haré.
Tendió una mano y la tomé sin titubear, agitándola una vez y luego
llevándomela a la boca, presionando mis labios tiernamente contra sus nudillos.
—Abby Maddox… —dije, incapaz de dejar de sonreír.
Me abrazó, tensando sus hombros mientras los apretaba. —Travis y Abby
Maddox. Tendrá un bonito anillo para ella.
—¿Anillo? —le dije, frunciendo el ceño.
—Nos preocuparemos de los anillos después, bebé. En cierto modo te arrojé
esto encima.
—Uh… —interrumpí, recordando la caja en el cajón. Me pregunté si dársela
era una buena idea. Hace unas semanas, tal vez incluso algunos días atrás, Abby
podría haberse asustado, pero ya hemos pasado por eso. Esperaba.
—¿Qué?
—No te enojes —le dije—. Yo… como que ya me hice cargo de esa parte.
—¿Qué parte?
Me quedé mirando el techo y suspiré, dándome cuenta de mi error
demasiado tarde. —Vas a enloquecer.
—Travis…
Busqué en el cajón de la mesita de noche y tanteé alrededor por un
momento.
Abby frunció el ceño y luego sopló el pelo húmedo de sus ojos. —¿Qué?
¿Compraste más condones?
Me reí una vez. —No, Pidge —le dije, llegando más lejos en el cajón. Mi
mano finalmente tocó los rincones familiares, y vi la expresión de Abby mientras
sacaba la cajita de su escondite.
Abby bajó la mirada mientras colocaba el cuadrado de terciopelo en mi
pecho, llegando detrás para descansar mi cabeza en mi brazo.
339
—¿Qué es eso?
—¿Qué es lo que parece?
—Está bien, déjame reformular la pregunta: ¿Cuándo conseguiste esto?
Inhalé. —Hace un tiempo.
—Trav…
—Sólo lo vi un día… y supe que sólo había un lugar al que podía
pertenecer… en tu perfecto dedo meñique.
—¿Un día, cuándo?
—¿Importa?
—¿Puedo verlo? —Sonrió, sus iris grises brillando.
Su inesperada reacción provocó otra ancha sonrisa a través de mi cara. —
Ábrelo.
Abby tocó ligeramente la caja con un dedo y luego agarró el sello de oro con
las dos manos, tirando lentamente para abrir la tapa. Sus ojos se ensancharon y
luego cerró la tapa.
—¡Travis! —se lamentó.
—Sabía que ibas a enloquecer —le dije, sentándome y ahuecando mis manos
sobre las suyas.
—¿Es que estás loco?
—Lo sé, sé lo que estás pensando, pero tenía que hacerlo. Era único. ¡Y tenía
razón! No he visto uno así que sea tan perfecto como este. —Me encogí por dentro,
esperando que se recuperara del hecho de que yo había admitido la frecuencia con
la que veía los anillos.
Sus ojos se abrieron de golpe y luego despacio deslizó sus manos por la caja.
Intentando otra vez, abrió la tapa y luego sacó el anillo de la abertura que lo
mantenía en su lugar.
—Es… Dios mío, es increíble —susurró mientras yo tomaba su mano
izquierda en la mía.
—¿Puedo ponerlo en tu dedo? —le pregunté, mirándola. Cuando asintió,
apreté mis labios y luego deslicé la banda de plata sobre su nudillo, manteniéndola
en su lugar por un segundo o dos antes de soltarla.
—Ahora es increíble.
340
Los dos nos quedamos mirando su mano por un momento. Se encontraba
finalmente donde pertenecía.
—Pudiste haber pagado la cuota inicial de un auto con esto —dijo en voz
baja, como si tuviera que susurrar en presencia del anillo.
Toqué su dedo anular con mis labios, besando su piel justo por delante de
su nudillo. —Me había imaginado cómo se vería en tu mano un millón de veces.
Ahora que est{ ahí…
—¿Qué? —Sonrió, esperando a que yo terminara.
—Pensé que iba a tener que sudar cinco años antes de sentirme de esta
manera.
—Lo quería tanto como tú. He tenido un infierno con la cara de póker. —
dijo presionando sus labios contra los míos.
Por mucho que quería desnudarla hasta que lo único que tuviera fuera mi
anillo. Me ubiqué en la almohada y dejé descansar su cuerpo contra el mío. Si
había una manera de centrarse en algo más que en el horror de esa noche, lo
habíamos conseguido.
341
28
Traducido por becky_abc2
Corregido por Juli
A
bby se detuvo en el borde, su mano sostenía los únicos dos dedos
que tengo libres. El resto los tenía ocupados con bolsas o tratando
de hacerle señas a América.
Habíamos manejado el Honda al aeropuerto dos días antes, así que Shepley
tuvo que dejar a su novia tomar el control del carro. América había insistido en
recogernos y todo el mundo sabía por qué. Cuando ella se detuvo junto a la acera,
miró hacia al frente, ni siquiera salió a ayudarnos con las bolsas.
Cojeando, Abby se sentó en el asiento del copiloto, cuidando el lado donde
se había tatuado mi apellido.
Lancé las bolsas por la ventana trasera y traté de abrir la puerta. —Eh… —
dije tratando de abrirla nuevamente—. Abre la puerta, Mare.
—No creo que lo haga —me contestó volteando a verme.
Aceleró un poco, y Abby se tensó. —Detente Mare.
América piso el freno y alzó una ceja. —Casi haces que maten a mi mejor
amiga en una de tus estúpidas peleas, después la traes a Las Vegas y te casas con
ella cuando estoy fuera de la ciudad, por lo que no sólo no puedo ser la dama de
honor, sino que ni siquiera puedo ser testigo de ello.
Traté de abrir la puerta nuevamente. —Vamos Mare, desearía poder decir
que lo siento, pero estoy casado con el amor de mi vida.
342
—¡El amor de tu vida es una Harley! —gritó, y avanzó nuevamente.
—¡Ya no! —le rogué.
—América Mason… —comenzó Abby, tratando de sonar intimidante pero
América le lanzó una mirada demasiado severa que dejó a Abby encogida contra la
puerta.
Los coches de atrás nos tocaban la bocina, pero América estaba demasiado
enojada para prestar atención a eso.
—De acuerdo —dije levantando una mano—. Está bien ¿y qué tal si
nosotros uh… tuviéramos otra boda este verano? Con vestido, invitaciones, flores
y con todas esas cosas. Podrías ayudar a Abby a planear la boda, podrías pararte a
su lado, hacerle una despedida de soltera, todo lo que quieras.
—¡No es lo mismo! —gruñó América, pero la tensión en su rostro se relajó
un poco—. Pero es un comienzo. —Se estiró hacia atrás y quitó el seguro, jalé la
manejilla y entré al carro, cuidando de no hablar hasta que llegamos al
apartamento.
Shepley estaba limpiando su Charger cuando nos detuvimos en el
estacionamiento. —Hola. —Me sonrió y abrazó a mí primero, y luego a Abby—.
Felicidades a los dos.
—Gracias —contestó Abby que aún se sentía incomoda por la rabieta de
América.
—Supongo que es una buena cosa que América y yo hayamos estado
hablando sobre conseguir nuestro propio departamento.
—Lo harán —dijo Abby inclinando la cabeza hacia su amiga—. Parece que
nosotros no somos los únicos que toman sus propias decisiones.
—Íbamos hablar de ello contigo —contestó América a la defensiva.
—No hay prisa —le dije—, pero me gustaría algo de ayuda hoy, para traer
el resto de las cosas de Abby aquí.
—Sí, claro. Brasil acaba de regresar a casa. Le dije que necesitábamos su
camioneta.
Los ojos de Abby se movían entre nosotros tres. —¿Vamos a decírselo?
América no pudo ocultar una sonrisa de suficiencia. —Va ser difícil
esconderlo con ese gran diamante en tu dedo.
343
Fruncí el ceño. —¿No quieres que nadie sepa?
—Bueno, no, no es eso. Pero nosotros nos fugamos, bebé. La gente
enloquecerá.
—Ahora eres la señora Maddox, que se jodan —dije sin dudarlo.
Abby me sonrió y luego miró su anillo. —Esa soy yo, supongo que debo
hablar en nombre de la familia apropiadamente.
—¡Oh mierda! —dije—. Tenemos que decirle a papá.
La cara de Abby se puso blanda. —¿Tenemos?
América comenzó a reírse. —De seguro estás esperando mucho de ella,
pasos de bebé, Trav, por Dios.
Le hice una mueca, aún irritado porque no me dejó subir al carro en el
aeropuerto.
Abby esperaba por una respuesta.
Me encogí de hombros. —No lo tenemos que hacer hoy, pero lo haremos
pronto, ¿está bien? No quiero que se entere por alguien más.
Asintió. —Lo entiendo, sólo tomémonos el fin de semana y disfrutemos
nuestros primeros días como recién casados, sin invitar a nadie a nuestro
matrimonio por el momento.
Sonreí sacando nuestro equipaje por la ventana trasera del Honda. —Trato,
excepto por una cosa.
—¿Qué cosa?
—¿Podemos pasar los primeros días buscando un carro? Estoy bastante
seguro que te prometí un carro.
—¿En serio? —me dijo sonriendo.
—Escoge un color, bebé.
Abby saltó sobre mí de nuevo, envolviéndome con sus brazos y piernas y
cubriendo mi cara de besos.
—Oh, deténganse ahí ustedes dos —dijo América.
Abby cayó en sus pies y América la agarró de la muñeca. —Vamos adentro,
quiero ver tu tatuaje.
344
Las chicas corrieron escaleras arriba, dejándonos a Shepley y a mí con el
equipaje, lo ayudé con las numerosas y pesadas bolsas de América, agarrando la
de Abby, y también la mía.
Subimos el pesado equipaje y estuvimos agradecidos que la puerta se
hubiera quedado abierta.
Abby estaba tumbada en el sillón, con sus jeans desabrochados y doblados,
bajando la mirada mientras América inspeccionaba las delicadas curvas negras en
la piel de Abby.
América miró a Shepley, que tenía la cara roja y sudaba. —Estoy tan feliz de
que nosotros no estemos locos, nene.
—Yo también —dijo Shepley—. Espero que quieras estar aquí porque no las
llevaré de vuelta al carro.
—Así está bien, gracias. —le sonrió con ternura, regresando su atención al
tatuaje de Abby.
Shepley resopló mientras desaparecía en su habitación, regresando con una
botella de vino en cada mano.
—¿Qué es eso? —preguntó Abby.
—Tu recepción —contestó Shepley con una gran sonrisa.
Abby estacionó lentamente en un espacio vacío del estacionamiento,
chequeando cuidadosamente cada lado. Ella había escogido un nuevo Toyota
Camry plateado un día antes, y las pocas veces que pude lograr que se pusiera tras
el volante, condujo como si estuviera secretamente tomando prestado el
Lamborghini de alguien.
Después de dos paradas, finalmente puso el coche en reversa y apagó el
motor.
—Vamos a tener que obtener una etiqueta para el estacionamiento —dijo
comprobando el espacio de su lado nuevamente.
—Sí Pidge, me ocuparé de eso —le dije por cuarta vez.
345
Me preguntaba si debí esperar una semana más o menos antes de añadir el
estrés de un nuevo carro. Los dos sabíamos que al final del día se extendería por
toda la escuela el rumor de nuestro matrimonio, junto con algún chisme o dos. A
propósito, Abby se puso unos jeans y un suéter ajustados para ahorrarse la
inevitable pregunta de si estaba embarazada. Podíamos habernos casado, pero los
niños era un nivel completamente nuevo y los dos estábamos dispuestos a esperar.
Algunas gotas cayeron del cielo gris mientras caminábamos hacia nuestras
clases a través del campus, me puse mi gorra roja y Abby abrió su paraguas. Los
dos nos quedamos viendo la residencia de Keaton mientras pasábamos, notando la
cinta amarilla y los ennegrecidos ladrillos alrededor de cada ventana. Abby agarró
mi abrigo y la abracé, tratando de no pensar en lo que había sucedido.
Shepley había escuchado que Adam había sido detenido. No le había dicho
nada a Abby, por miedo a ser el siguiente y que eso le causara preocupación.
Una parte de mí pensaba que las noticias del incendio mantendrían alejada
la atención no deseada del anillo en el dedo de Abby, pero sabía que la noticia
acerca de nuestro matrimonio sería una distracción bienvenida para la cruda
realidad de la pérdida de compañeros, de esa manera tan horrible.
Como esperaba, cuando llegamos a la cafetería mis compañeros de
fraternidad y el equipo de futbol nos felicitaron por nuestra boda y nuestro
inminente hijo.
—No estoy embarazada —dijo Abby sacudiendo la cabeza.
—Pero… ustedes est{n casados ¿cierto? —dijo Lexi dudosa.
—Sí —contestó simplemente Abby.
Lexi levantó una ceja. —Supongo que averiguaremos la verdad muy pronto.
Giré mi cabeza hacia un lado. —Supera eso Lex.
Me ignoró. —Supongo que se enteraron acerca del incendio.
—Sólo un poco —dijo Abby claramente incómoda.
—Escuché que algunos estudiantes estaban teniendo una fiesta ahí abajo,
que habían sido furtivas durante todo el año.
—¿Es así? —le pregunté. Por el rabillo del ojo, pude ver a Abby mirándome,
pero traté de no verme demasiado aliviado. Si eso era cierto, estaría fuera de
problemas.
346
El resto del día lo pasamos o siendo observados, o felicitados. Por primera
vez, no fui detenido entre clases por diferentes chicas queriendo saber cuáles eran
mis planes para el fin de semana. Sólo me miraban mientras caminaba, vacilantes
de acercarse al esposo de alguien más. Eso realmente fue agradable.
Mi día iba bastante bien, me preguntaba si Abby podía decir lo mismo.
Incluso mi profesora de psicología me ofreció una pequeña sonrisa y un
asentimiento cuando me preguntó sobre si el rumor era cierto.
Después de nuestra última clase, me encontré con Abby en el Camry y metí
nuestras mochilas en el asiento trasero. —¿Fue tan malo como te lo imaginabas?
—Sí —dijo suspirando.
—Supongo que hoy no sería un buen día para ir a visitar a mi papá,
entonces, ¿eh?
—No, pero sería lo mejor. Tienes razón, no quiero que se entere por alguien
más.
Su respuesta me sorprendió, pero no la cuestioné. Abby trató de
convencerme de que manejara, pero me negué, insistiendo que tenía que sentirse
cómoda frente al volante.
El viaje desde la escuela hacia la casa de mi padre no fue largo, pero hubiera
sido más corto si yo hubiera manejado. Abby obedeció todas las leyes de tránsito,
sobre todo porque estaba nerviosa acerca de verse involucrada en algún accidente
y entregar a un oficial los documentos falsos.
Nuestro pequeño pueblo parecía diferente mientras pasaba por ahí, o tal vez
yo no era el mismo. No estaba seguro si ser un hombre casado me hacía sentir un
poco más relajado, o si por fin me había asentado en mi piel. Estaba en una
situación donde no tenía que probarme a mí mismo porque la persona que me
aceptó completamente, mi mejor amiga, era parte permanente en mi vida.
Parecía como si hubiera terminado una misión, superando un obstáculo.
Pensé en mi madre, y las palabras que me dijo, hacía casi toda una vida. Fue
entonces cuando hice click. Me había pedido que no me conformara, que peleara
por la persona que amaba, y por primera vez hice lo que esperaba de mí.
Finalmente había vivido como ella quería que lo hiciera.
Tomé una respiración profunda y dejé que mi mano descansara sobre la
rodilla de Abby.
—¿Qué es? —me preguntó.
—¿Qué es qué?
—La mirada en tu rostro.
347
Sus ojos se movieron entre mí y la carretera, extremadamente curiosa. Me
imaginé que era una nueva expresión, pero no podía explicar que era lo que me
hacía hacer sentir así.
—Sólo estoy feliz, nena.
Medio tarareando, medio riendo dijo—: Yo también.
Admitía que estaba un poco nervioso por decirle a papá acerca de nuestra
escapada a las Vegas, no porque se enojara, pero las mariposas en mi estómago
revoloteaban más rápido y fuerte con cada cuadra que nos encontrábamos más
cerca de llegar a la casa de papá.
Abby se detuvo en el camino de grava empapada por la lluvia, y se paró
junto a la casa.
—¿Qué crees que va a decir? —me preguntó.
—No lo sé, pero va a estar feliz. Eso lo sé.
Apreté sus dedos entre los míos. —Lo sé.
Antes de que pudiéramos llegar a la puerta de la casa, papá salió al porche.
—Bueno, hola chicos —dijo sonriendo. Las esquinas de sus ojos se arrugaron
mientras que sus mejillas hacían subir las bolsas bajo sus ojos—. No estaba seguro
de quién estaba aquí afuera. ¿Conseguiste un nuevo carro, Abby? Es bonito.
—Hola, Jim —sonrío Abby—. Travis me lo regaló.
—Es nuestro —dije quitándome la gorra—. Pensé que sería lo mejor.
—Estoy feliz de que lo hicieran… feliz de que lo hicieras. Est{ lloviendo
bastante, supongo.
—Supongo —dije. Mis nervios bloquearon cualquier habilidad que tuviera
para hacer una pequeña charla. Lo que pensaba que eran nervios, realmente era
emoción por compartir la noticia con mi padre.
Papá sabía que algo andaba mal. —¿Tuvieron unas buenas vacaciones de
primavera?
—Fueron… interesantes —contestó Abby.
—Oh.
—Hicimos un viaje papá, nos escapamos unos días a Las Vegas, y decidimos
eh… decidimos casarnos.
Papá hizo una pausa por unos segundos, y luego sus ojos buscaron la mano
derecha de Abby. Cuando encontró la validación que buscaba, miró a Abby y
luego a mí.
348
—¿Papá? —dije sorprendido por la expresión en blanco de su rostro.
Los ojos de mi padre brillaron un poco y luego las comisuras de sus labios
lentamente se levantaron. Extendió sus brazos y nos abrazó a ambos con ellos.
Sonriendo, Abby me miró. Le guiñé un ojo.
—Me pregunto qué diría mamá si estuviera aquí —dije.
Papá dio un paso atrás con los ojos húmedos por lágrimas de felicidad. —
Diría que lo hiciste bien, hijo. —Miró a Abby—. Te diría gracias por traer de vuelta
al hijo que dejó cuando se fue.
—No sé nada acerca de eso —dijo Abby, secándose los ojos. Era claro que
estaba abrumada por los comentarios de papá.
Él nos abrazó de nuevo, riendo y apretándonos al mismo tiempo. —
¿Quieres apostar?
349
Epílogo
Traducido por Anna Banana
Corregido por Deydra Eaton
L
as paredes goteaban con el agua de la lluvia. Las gotas cayendo en
charcos, como si estuvieran llorando por él, el bastardo mentiroso en
el centro del sótano en un charco de su propia sangre.
Respiré con fuerza, mirándolo, pero no por mucho tiempo. Mis dos Glocks17
estaban señalando en direcciones opuestas, ambas apuntando a los hombres de
Benny hasta que el resto del equipo llegó.
El auricular enterrado profundamente en mi oído zumbó. —ETA18 en diez
segundos, Maddox. Buen trabajo. —El jefe del equipo, Henry Givens, habló en voz
baja, sabiendo tan bien como yo que con Benny muerto, todo había terminado.
Una docena de hombres armados con rifles automáticos, y vestidos de
negro de pies a cabeza, se precipitaron por la puerta, y bajé mis armas. —No son
más que hombres de bolsa. Sáquenlos de aquí.
Tras guardar mis pistolas, quité la cinta restante de mis muñecas y me
encaminé a las escaleras del sótano. Thomas estaba esperándome al final de éstas,
su chaqueta color caqui y su pelo empapados por la tormenta.
—Hiciste lo que tenías que hacer —dijo, siguiéndome hasta el coche—.
¿Estás bien? —preguntó, estirando su mano para tocar el corte en mi ceja.
Había estado sentado en esa silla de madera durante dos horas, mi culo
siendo pateado por Benny mientras me interrogaba. Se habían dado cuenta de todo
esta mañana, todo parte del plan, por supuesto, pero al final el interrogatorio debía
de terminar con su arresto, no su muerte.
350
Apreté la mandíbula. Había recorrido un largo camino sin perder los
estribos y golpear a cualquiera que despertara mi ira. Sin embargo, tomó segundos
para que todo mi entrenamiento saliera por la ventana, y todo sucedió cuando
Benny pronunció su nombre.
17
18
Tipo de arma de fuego.
Tiempo estimado de llegada por sus siglas en ingles.
—Tengo que ir a casa, Tommy. He estado fuera durante semanas, y es
nuestro aniversario… O lo que queda de él.
Abrí la puerta del coche, pero Thomas agarró mi muñeca. —Tienes que ser
interrogado. Has pasado años en este caso.
—Perdido. He perdido años.
Thomas suspiró. —No quieres llevar esto a casa contigo, ¿o sí?
Ahora fue mi turno para suspirar. —No, pero tengo que ir. Se lo prometí.
—Voy a llamarla. Se lo explicaré.
—Mentirás.
—Es lo que hacemos.
La verdad siempre era fea. Thomas tenía razón. Él prácticamente me crió,
pero realmente nunca lo conocí hasta que fui reclutado por el FBI. Cuando Thomas
fue a la universidad, pensé que estudiaba publicidad, y más tarde nos dijo que era
un ejecutivo de publicidad en California. Él estaba lejos de casa, para él era fácil
mantener su mentira.
Recordando, ahora tenía sentido por qué Thomas había decidido volver a
casa sin necesidad de una ocasión en especial, la noche en que conoció a Abby. En
aquel entonces, apenas había comenzado a investigar a Benny y sus numerosas
actividades ilegales, fue simplemente suerte ciega que su hermano menor
conociera y se enamorara de la hija de uno de los deudores de Benny. Incluso
mucho mejor que termináramos enredados en su negocio.
En el segundo en que me gradué con el título en justicia criminal, tuvo
sentido que el FBI se pusiera en contacto conmigo. Nunca se me ocurrió, o a Abby,
que ellos tuvieran miles de solicitudes al año, y que no solían hacer reclutamiento.
Pero yo ya era un agente encubierto, alguien que ya tenía conexiones con Benny.
Años de entrenamiento y tiempo fuera de casa habían culminado con Benny
en el suelo, con sus ojos muertos mirando hacia el techo del subterráneo. La bala
entera de mi Glock enterrada profundamente en su torso.
Encendí un cigarrillo. —Llama a Sarah en la oficina. Dile que me reserve un
boleto en el siguiente vuelo. Quiero estar en casa antes de la medianoche.
351
—Amenazó a tu familia, Travis. Todos sabemos de lo que Benny es capaz.
Nadie te culpa.
—Sabía que estaba atrapado, Tommy. Sabía que no tenía adónde ir. Fui su
carnada. Me cebó y caí en su trampa.
—Puede ser. Pero detallando la tortura y la muerte de la esposa de su
conocido más letal no era precisamente un buen negocio. Tenía que saber que no
podía intimidarte.
—Sí —dije entre dientes, recordando la vívida imagen que Benny había
pintado de secuestrar a Abby para después pelar la piel de su carne pieza a pieza
hasta los huesos—. Apuesto a que él está deseando no ser un buen narrador de
historias en estos momentos.
—Y siempre está Mick. Él es el siguiente en la lista.
—Te lo dije, Tommy. No puedo consultar en eso. No es una buena idea que
yo participe.
Thomas se limitó a sonreír, dispuesto a esperar otro momento para tener esa
discusión.
Me deslicé en el asiento trasero del coche que estaba esperando para
llevarme al aeropuerto. Una vez que la puerta se cerró detrás de mí, y el conductor
se alejó de la acera, marqué el número de Abby.
—Hola, cariño —dijo Abby.
Inmediatamente, tomé una respiración profunda. Su voz era todo lo que
necesitaba.
—Feliz aniversario, Pigeon. Estoy de camino a casa.
—¿Lo estás? —preguntó, alzando la voz una octava—. El mejor regalo.
—¿Cómo va todo?
—Estamos en casa de papá. James acaba de ganar otra mano de póker.
Estoy empezando a preocuparme.
—Es tu hijo, Pidge. ¿Te sorprende que sea bueno en el juego?
—Me ganó, Trav. Es muy bueno.
Hice una pausa. —¿Te ganó?
—Sí.
—Pensé que tenías una regla sobre eso.
352
—Lo sé. —Suspiró—. Lo sé. Ya no juego, pero tuvo un mal día, y era una
buena manera de hacerlo hablar sobre ello.
—¿Cómo es eso?
—Hay un niño en la escuela. Hoy hizo un comentario sobre mí.
—No es la primera vez que un niño hace un pase a la caliente maestra de
matemáticas.
—No, pero supongo que fue especialmente crudo. Jay le dijo que se callara.
Hubo una pelea.
—¿Jay pateó su trasero?
—¡Travis!
Me eché a reír. —¡Sólo era una pregunta!
—Lo vi desde mi salón. Jessica llegó antes que yo. Ella pudo… haber
humillado a su hermano. Un poco. No a propósito.
Cerré los ojos. Jessica, con sus grandes ojos color miel, cabello largo y
oscuro, y sus cuarenta kilos de tacaña, era mi mini-yo. Tenía mi mal humor y
nunca perdía su tiempo con palabras. Su primera pelea fue en el jardín de niños,
defendiendo a su hermano gemelo, James, contra una pobre e inocente niña que le
estaba tomando el pelo. Tratamos de explicarle que la niña probablemente sólo
estaba enamorada, pero Jessie no aceptó nada de eso. No importaba cuántas veces
James le rogaba para que le permitiera pelear sus propias batallas, ella era
ferozmente protectora con él, aun cuando él era ocho minutos mayor que ella.
—Déjame hablar con ella.
—¡Jess! ¡Papá está en el teléfono!
Una pequeña y dulce voz llenó la línea. Era increíble para mí que ella
pudiera ser tan salvaje como lo era, y aún así sonar, y verse, como un ángel.
—Hola, papi.
—Cariño… ¿te metiste en algún problema hoy?
—No fue mi culpa, papi.
—Nunca lo es.
—Jay estaba sangrando. No podía moverse.
Mi sangre hirvió, pero dirigir a mis hijos en la dirección correcta siempre
venía primero. —¿Qué dijo papá?
353
—Me dijo: “Ya era hora de que alguien humillara a Steven Matese.”
Me alegré de que no pudiera verme sonreír ante su perfecta imitación de
Jim Maddox.
—No te culpo de querer defender a tu hermano, Jess, pero tienes que dejarlo
pelear algunas de sus batallas por su cuenta.
—Lo haré. Pero no cuando él esté en el suelo.
Contuve otra oleada de risas. —Déjame hablar con mamá. Estaré en casa en
unas horas. Te quiero mucho, bebé.
—¡Yo también te quiero, papi!
El teléfono trastabilló un poco cuando Jessica puso a Abby en el teléfono, y
la suave voz de mi esposa estuvo de vuelta en la línea.
—No ayudaste para nada, ¿verdad? —preguntó, aunque ya sabía la
respuesta.
—Probablemente no. Tuvo un buen argumento.
—Siempre lo tiene.
—Eso es cierto. Escucha, estamos entrando en el aeropuerto. Nos vemos
pronto. Te amo.
Cuando el conductor aparcó junto a la acera en la terminal, me apresuré
para tomar mi bolsa del maletero. Sarah, la asistente de Thomas, acababa de enviar
el itinerario a través de un correo electrónico, y mi vuelo salía en media hora. Corrí
a través de la entrada y seguridad, llegué a la puerta justo cuando llamaban al
primer grupo.
El vuelo de regreso pareció durar una eternidad, como siempre lo hacía. A
pesar de que duré quince minutos refrescándome y cambiándome de ropa en el
baño, lo que siempre era un desafío, el tiempo aún parecía que gateaba.
Saber que mi familia me esperaba era brutal, pero el hecho de que era
nuestro onceavo aniversario era peor. Sólo quería sostener a mi esposa. Era todo lo
que quería hacer para siempre. Estaba tan enamorado de ella, tanto como lo estaba
en el primero.
Cada aniversario era una victoria, el dedo medio para todos los que
pensaron que no íbamos a durar. Abby me domó, el matrimonio me asentó, y
cuando me convertí en padre, toda mi perspectiva cambió.
Miré hacia mi muñeca y aparté el puño de la camisa. El apodo de Abby
seguía allí, y todavía me hacía sentir mejor saber que lo estaba.
354
El avión aterrizó y tuve que contenerme para no correr a través de la
terminal. Una vez que llegué a mi coche, mi paciencia había terminado. Por
primera vez en años, pasé luces rojas en los semáforos. En realidad, fue bastante
divertido, me recordó a mis días en la universidad.
Estacioné en la entrada y apagué las luces. La luz del porche se encendió
cuando me acerqué a la puerta.
Abby abrió la puerta, con su cabello color caramelo apenas rozándole los
hombros, y sus grandes ojos grises, aunque un poco cansados, mostraron lo
aliviada que estaba de verme. La atraje a mis brazos, tratando de no apretarla con
demasiada fuerza.
—Oh, Dios mío. —Suspiré, enterrando mi rostro en su pelo—. Te extrañé
mucho.
Abby se apartó, tocando la cortada en mi ceja. —¿Te caíste?
—Ha sido un día difícil en el trabajo. Puede que me haya topado contra la
puerta de un coche mientras salía del aeropuerto.
Abby me abrazó otra vez, clavando sus dedos en mi espalda. —Estoy tan
feliz de que estés en casa. Los niños están en cama, pero se negaron a ir a dormir
hasta que llegaras.
Me aparté y asentí, luego me incliné hacia su cintura, ahuecando el redondo
estómago de Abby. —¿Y tú? —le pregunté a mi tercer hijo. Besé el ombligo
sobresaliente de Abby y luego me puse de pie.
Abby se frotó su estómago con movimientos circulares. —Él todavía se está
cocinando.
—Bien. —Saqué una caja pequeña de mi equipaje de mano y la sostuve
frente a mí—. Hoy, hace once años, estábamos en Las Vegas. Y ese aún es el mejor
día de mi vida.
Abby tomó la caja y luego tiró de mi mano hasta que estuvimos en la
entrada. Olía a una combinación de limpieza, velas y niños. Olía como un hogar.
—También tengo algo para ti.
—Oh, ¿sí?
—Sí. —Sonrió. Me dejó por un momento, desapareciendo por la oficina, y
luego salió con un sobre manila—. Ábrelo.
—¿Correspondencia? La mejor esposa del mundo —bromeé.
355
Abby sólo sonrió.
Abrí el sobre y saqué la pequeña pila de papeles. Fechas, horas,
transacciones, incluso correos electrónicos. De y hacia Benny por el padre de Abby,
Mick. Él había estado trabajando durante años para Benny. Le pidió prestado
dinero y luego tuvo que trabajar para pagar su deuda, para que no lo mataran
cuando Abby se negó a pagar.
Sólo había un problema: Abby sabía que trabajaba con Thomas… pero por
lo que sabía, ella pensaba que yo trabajaba en publicidad.
—¿Qué es esto? —le pregunté, fingiendo confusión.
Abby todavía tenía una cara de póker perfecta. —Es la conexión que
necesitas para atar a Mick con Benny. Esto de aquí —dijo, tirando del segundo
documento de la pila— es el clavo en el ataúd.
—Est{ bien… ¿pero qué se supone que debo hacer con ellos?
La expresión de Abby se transformó en una sonrisa dudosa. —Lo que sea
que hagas con estas cosas, cariño. Sólo pensé que si hacía un poco de investigación,
podrías quedarte en casa un poco más esta vez.
Mi mente se aceleró, tratando de encontrar una salida. De alguna manera, se
dio cuenta. —¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?
—¿Importa?
—¿Estás molesta?
Abby se encogió de hombros. —Estaba un poco dolida al principio. Tienes
algunas cuantas mentiras blancas bajo el cinturón.
La abracé, los papeles y el sobre todavía en mi mano. —Lo siento, Pidge. Lo
siento de verdad. —Me alejé—. No le has dicho a nadie, ¿verdad? —Negó con la
cabeza—. ¿Ni siquiera a América o Shepley? ¿Ni a papá o a los niños?
Sacudió la cabeza otra vez. —Soy lo suficientemente inteligente como para
entenderlo, Travis. ¿Crees que no soy lo suficientemente lista como para guardarlo
para mí misma? Tu seguridad está en juego.
Ahuequé sus mejillas en mi mano. —¿Qué significa esto?
Sonrió. —Esto significa que puedes dejar de decir que tienes que ir a otra
convención. Algunas de tus historias para cubrirte son francamente insultantes.
La besé otra vez, tiernamente tocando mis labios con los suyos. —¿Y ahora
qué?
356
—Besa a los niños, luego tú y yo podemos celebrar once años de “lo
logramos en sus caras.” ¿Qué tal eso?
Mi boca se estiró en una amplia sonrisa, y luego miré hacia los papeles. —
¿Vas a estar bien con esto? ¿Ayudar a acabar con tu padre?
Abby frunció el ceño. —Él lo ha dicho muchas veces. Yo fui su fin. Por lo
menos puedo hacerlo sentirse orgulloso por tener razón. Y los niños están más
seguros de esta manera.
Puse los papeles en el extremo de la mesa de la entrada. —Hablaremos de
esto más tarde.
Caminé por el pasillo, tirando de Abby de la mano y llevándola detrás de
mí. La habitación de Jessica era la más cercana, por lo que entré y besé su mejilla,
con cuidado de no despertarla, y luego crucé el pasillo hasta la habitación de
James. Todavía estaba despierto, acostado en silencio.
—Hola, pequeño.
—Hola, papá.
—Escuché que tuviste un día difícil. ¿Estás bien? —Asintió—. ¿Estás
seguro?
—Steven Matese es un idiota.
Asentí. —Tienes razón, pero probablemente podrías encontrar una forma
más adecuada para describirlo. —James torció su boca hacia un lado—. Así que, ¿le
ganaste a mamá en el póker hoy, eh?
James sonrió. —Dos veces.
—Ella no me dijo esa parte —le dije, girándome hacia Abby. Su oscura y
curvilínea silueta apareció en la puerta iluminada—. Puedes darme jugada-porjugada mañana.
—Sí, señor.
—Te quiero.
—Yo también te quiero, papá.
Besé la nariz de mi hijo y luego seguí a su madre por el pasillo hasta la
habitación. Las paredes estaban llenas de retratos familiares, de la escuela, y obras
de arte enmarcadas.
357
Abby estaba de pie en el centro de la habitación, con su vientre lleno de
nuestro tercer hijo, vertiginosamente bella y feliz de verme, incluso después de
haberse enterado de lo que le había estado ocultando la mayor parte de nuestro
matrimonio.
Nunca había estado enamorado, antes de Abby, y nadie despertó mi interés
desde entonces. Mi vida era la mujer que estaba delante de mí y la familia que
habíamos hecho juntos.
Abby abrió la caja, y me miró con lágrimas en los ojos. —Siempre sabes que
regalarme. Es perfecto —dijo, sus gráciles dedos tocando las tres piedras de
nacimiento de nuestros hijos. Lo deslizó en el dedo anular derecho, extendiendo la
mano para admirar su nuevo adorno.
—No tan bueno como tú consiguiéndome un ascenso. Sabrán lo que hiciste,
ya sabes, y las cosas se complicarán.
—Parece que siempre pasa eso con nosotros —dijo, inafectada.
Tomé una respiración profunda y cerré la puerta del dormitorio detrás de
mí. A pesar de que nos poníamos en medio del infierno el uno al otro, siempre
encontrábamos el cielo. Tal vez eso era más de lo que un par de pecadores se
merecían, pero no iba a quejarme.
FIN
358
SOBRE LA AUTORA
Jamie McGuire nació en Tulsa, OK. Fue criada por
su madre Brenda en Blackwell, OK, donde se
graduó de la secundaria en 1997. Jamie asistió a la
Universidad del Norte de Oklahoma, la
Universidad Central de Oklahoma, y el Centro de
Tecnología de Autry, donde se graduó con un título
en radiografía.
Jamie vive ahora en Enid, OK, con sus tres hijos y
su esposo Jeff, quien es un verdadero vaquero.
Comparten treinta hectáreas con cuatro caballos,
cuatro perros, y Rooster, el gato.
Los libros publicados por Jamie incluyen la trilogía Providence, y el
aclamado libro Maravilloso Desastre, un romance contemporáneo. Cuando
no está escribiendo, pasa sus días dejando que sus cuatro perros entren y
salgan.
359
Traducido, Corregido y
Diseñado en:
http://www.librosdelcielo.net
360
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