Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 “AURORA”: APUNTES DE UNA VISITA CON SABOR A TRADICIÓN JUAN ROMERO CANDAU LICENCIADO EN FARMACIA. VOCAL DE ALIMENTACIÓN. COLEGIO OFICIAL DE FARMACÉUTICOS DE SEVILLA Correspondencia: [email protected] Escribir sobre el vino desde un punto de vista exclusivamente nutricional siempre es controvertido pues a los indudables beneficios para la salud que puede aportar un consumo responsable, siempre hay quien contrapone los incuestionables perjuicios que el consumo irresponsable puede acarrear o los prejuicios provocados por una deficiente información. Incluso, desde el mismo Ministerio de Sanidad no hace muchas fechas, se ha intentado torpedear esta “pata” de la cultura gastronómica de nuestro país. Pero lo cierto es que desde el año 2004 la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) introdujo en la pirámide de la alimentación saludable, el consumo moderado y opcional de bebidas alcohólicas de baja graduación como el vino, la sidra o la cerveza. Después de cinco milenios formando parte de nuestra alimentación, parece que ya era hora, pero claro, ya lo decía Don Hilarión en La Verbena de la Paloma “La Ciencia avanza que es una barbaridad…”. 927 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 Por mi doble condición de sanitario y vinatero, no intento con este artículo hacer una encendida defensa del consumo del vino ponderando cualidades no siempre bien demostradas, sino contar desde el punto de vista de un farmacéutico, nacido en una familia bodeguera, lo que ha representado a lo largo de la Historia el nacimiento y evolución de un vino excepcional como la Manzanilla de Sanlúcar. La idea de este artículo nace de una visita de un grupo de estudiantes universitarios de Nutrición a las Bodegas Pedro Romero, donde se elabora un vino único, la manzanilla Aurora. Vaya pues para ellos como recuerdo cariñoso o, como guión de una “visita virtual” para el lector que no las haya visitado. A escasos 100 kilómetros de Sevilla, siguiendo la dirección del curso del río Guadalquivir, nos encontraremos, justo en la desembocadura, con el parque Nacional Doñana al frente, la ciudad de Sanlúcar de Barrameda. Su fundación se atribuye a Los Tartesios. Florián Ocampo le concede una antigüedad de 400 años antes de la era cristiana. Otros autores le atribuyen 1.703 años a. C., y también hay quienes la consideran fundada por los Turdetanos el 434 anterior a nuestra era. La leyenda, incluso, la señala como fundada por el rey Hispán, sobrino de Hércules. Pero lo cierto es que sus orígenes van estrechamente ligados al nombre Lucies Dubiae Fanum (Santuario del Lucero), si bien la palabra «Sanlúcar» procede, probablemente, del término árabe Soluqua (viento de Levante). El origen de Sevilla en cambio, data del s.VIII a.C. en la antigua Ispal tartésica, situada en un terreno elevado al final de donde el río Tharsis, al que llamaron Betis los romanos y Guadalquivir los árabes (de al-wadi al-Kabir “río grande”) dejaba de ser navegable. Parece lógico pensar que la población en la misma desembocadura, justo donde se inicia el remonte del río para las embarcaciones, existiera antes que la del final pero, lo que ocurre es que en época tartésica la orografía de esta zona no era tal como la conocemos hoy día. El mar llegaba sin duda hasta Caura (Coria), que estaba situada justo en la desembocadura del río al lago Ligustino. La extensión de este lago era enorme y podría coincidir con la actual marisma del Bajo Guadalquivir que se ha venido posteriormente formando a base de los sedimentos del propio río. Luego toda la marisma que cruzamos viniendo por la N-471 estuvo, probablemente, bajo las aguas de este inmenso acuífero, de hecho aún lo es, aunque las aguas ya no son superficiales. Todas estas circunstancias han ido configurando en Sanlúcar un “microclima” ideal para la crianza de unos vinos únicos e inigualables en el mundo. “Cerrando” parcialmente este enorme lago se alzarían los altos de Monte Algaida donde se ubicaba el templo dedicado a la diosa fenicia del amor 928 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 y la fecundidad, Astarté, que Estrabon y Avieno nos refieren como el templo del Lucero ya mencionado. Independientemente de cual de las dos ciudades sea más antigua, lo cierto es que entre ambas poblaciones ha habido una relación casi simbiótica. Sanlúcar ha sido antepuerto del de Sevilla, pues los barcos habían de esperar las mareas favorables para iniciar el remonte del río o los vientos idóneos para partir a ultramar. Esto vino a favorecer una muy estrecha relación comercial, cultural e incluso social entre sus gentes. De hecho, uno de los productos más importantes de Sanlúcar como es la Manzanilla, Sevilla ha sabido hacerlo suya hasta tal punto que las fiestas sevillanas han ido durante mucho tiempo ligadas al consumo de este vino singular y, más allá de nuestras fronteras se llega a identificar este vino como el vino de la alegría, el baile y el flamenco de Sevilla. Entrando ya en Sanlúcar por la carretera citada, vamos bajando en dirección al mar hasta casi meternos en la misma Bajo De Guía (antiguo barrio marinero, hoy dedicado al turismo gastronómico). Allí encontramos unas bodegas bicentenarias mirando al Coto Doñana, con sus ventanales abiertos a los frescos vientos de Poniente, que tan importante son para la crianza de nuestros vinos y, sus puertas abiertas esperando al visitante. Al entrar en nuestras bodegas hay que aguzar los sentidos de la vista, olfato y gusto para poder comprender cómo hemos conseguido “criar” los caldos que nos hacen famosos. Un pasillo entre botas, tres criaderas sobre las soleras, donde aspiramos el aroma de la crianza de la manzanilla, nos lleva hasta un jardín de limoneros y otras flores aromáticas como manda la tradición mudéjar de casas cerradas al exterior con un patio central donde tiene lugar la actividad diaria. Las Bodegas Pedro Romero, están ubicadas en el barrio marinero de Sanlúcar y han marcado el desarrollo de esta parte de la ciudad. Son las bodegas más cercanas a la desembocadura del río Guadalquivir, lo que va a ser uno de los elementos fundamentales en la crianza de la manzanilla, como veremos más tarde, a la hora de explicar la elaboración del que puede ser por sus características uno de los mejores vinos del mundo, la manzanilla Aurora. Antes de hablar de la manzanilla y los diferentes vinos que en estas bodegas se crían, conviene hacer unos apuntes sobre el origen de los vinos en la zona del bajo Guadalquivir. Los datos que se manejan nos indican que ya 3000 años AC las poblaciones y asentamientos de la baja Andalucía conocían métodos de elaboración de vinos pero, no será hasta la época fenicia (s.VIII-VII AC) cuando se encuentran datos y ubicaciones precisas sobre el cultivo de la vid y la elaboración de vinos. Paralelamente, los Tartesios conocen del mismo modo el cultivo y la elaboración de vinos hasta un nivel que les permite el comercio interior, incluso la exportación de estos. Es ya durante la romanización cuando se afianza definitivamente el comercio de los tres grandes productos producidos en el bajo Guadalquivir: el aceite, el trigo y el vino. Pero estos vinos eran 929 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 distintos en su elaboración pues se mezclaban con miel y, podrían ser llevados a la capital del imperio romano junto a otro producto muy demandado por las clases más pudientes de la época, “el garum” (pasta elaborada a base de pescado macerado y fermentado) y, al que se le atribuían propiedades afrodisíacas. El gaditano Lucio Moderato Columela se ocupa minuciosamente de la vid y del vino de la Bética en su tratado de agricultura “De Re Rustica”. Posteriormente, durante la época visigoda es frecuente encontrar textos y datos que se refieren a esta zona, como productora de vinos. Durante toda la Edad Media (en su sentido más amplio, o sea desde la caída del Imperio Romano en el 476 hasta el descubrimiento de América en 1492) aumentan mucho las plantaciones de viñedos. En este tiempo, el vino era considerado como un alimento del mismo tipo que el pan. Era mejor beber vino que un agua no siempre potable y portadora de la terrible peste. El consumo se va generalizando de forma desigual pues los vinos de más graduación alcohólica se destinaban para las clases privilegiadas mientras que los pobres tenían que conformarse con el consumo de cervezas, hidromieles, vinos arropados (con adición de azúcares), tintos y los de poca graduación. Hoy día parece que hemos vuelto a estas viejas costumbres, o quizá nunca cambiaron del todo, donde las personas más refinadas gustan del buen vino y, las clases más populares se decantan por cervezas, refrescos calóricos, vinos de añada y tintos o mezclas no siempre bien definidas. La llegada de los musulmanes abre, inicialmente, un periodo de incertidumbre sobre el futuro del vino por las prohibiciones coránicas y las decisiones oficiales como la de Alhaken II quien ordena quitar las viñas de Jerez en el año 966. Pero, el cultivo de la vid se mantuvo para la elaboración de pasas y mistelas, así como para la producción de vinos que demandaban las comunidades cristianas y judías. En contra de lo que en un principio se pudiese esperar, los musulmanes supieron desarrollar el negocio del vino, aplicando a la vid novedosas técnicas de cultivo. Aunque su religión prohíbe el consumo de alcohol, la tolerancia de Al-Andalus permitió que el comercio se mantuviese en base a la demanda de las otras comunidades que convivían con los árabes. Probablemente entonces, no existía el fundamentalismo ciego de la actualidad, además los conquistadores que entraron en la Península, a excepción de una pequeña tropa de élite y de los jefes, no eran árabes sino bereberes recién islamizados. Fuera por una u otra razón, el caso es que debieron quedar maravillados con lo que encontraron en las tierras andaluzas, con la cultura de sus gentes, los hispano-romanos, descendientes de la lejana cultura tartésica y de la más reciente cultura romana, adicionada con elementos bizantinos y visigóticos. El vino subsistió en la Bética porque en Al-Andalus lo que se bebe no es “zumo de uva”, aunque proceda de él. La diferencia está en que los cristianos cogen, tal como sale, el zumo de uva y lo colocan en grandes recipientes o 930 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 tinajas, donde esperan que fermente y envejezca, y así lo echan en grandes jarras, donde lo beben a grandes tragantadas, y eso sí está prohibido en el Corán. En cambio, en Al-Andalus, una vez obtenido el zumo de la uva, se vierte, se echa en unos toneles de madera y se espera. Una vez que ha pasado el tiempo necesario, ese líquido, que ya no es “zumo de uva” prohibido en el Libro Santo, se trasiega a otros toneles donde se deja envejecer para que adquiera color, olor y sabor, y si Alá lo permite y no se convierte en vinagre, se pasa a las soleras, donde se deja reposar el justo y dilatado tiempo. Allí se encuentra el karm, que se vierte en los ka’s de cristal transparente, y al beberlo sabe a aroma de avellanas. Y en el caso improbable de que cada uno de estos diminutos sorbos, tomados poco a poco en el curso de una conversación, pudiera considerarse un pecado, sería un diminuto pecado, y Alá, que es grande y misericordioso, perdonará. (Precisamente de karm, vendrá la palabra encaramarse, un vino o incluso una persona, por efecto del vino). El gusto selecto de los árabes, hace que un mal entendido sentimiento religioso, no sólo no acabe con uno de los tres productos principales de AlAndalus, el vino, sino que lo dignifican aun más convirtiéndolo en un producto de consumo refinado para acompañar en las reuniones filosóficas, científicas y literarias. Introducen el uso del catavino de cristal (junto a los cubiertos que también lo traen ellos) y, establecen reglas sociales para disfrutar de este producto. Además, si nos fijamos, vemos cómo su sistema de envejecimiento ya se va pareciendo más al sistema tradicional que hoy conocemos. En definitiva, convierten el vino en un producto “sibarita” y, algo de esto sigue quedando hoy día diferenciando a los amantes de los buenos vinos de los “bebedores de cerveza”. Desde entonces, en Al-Andalus se estableció desde el punto de vista religioso musulmán la distinción entre vinos lícitos e ilícitos, como afirma alSaqundi en su Rissala. También en la parte cristiana existían los vinos bastardos o los arropados, que les confería un mayor contenido en hidratos de carbono y, a la postre, una mayor graduación alcohólica. Esta adicción de azúcares a los mostos hoy día está absolutamente prohibida en el marco. Después de la época árabe, la Reconquista (Sanlúcar cae en 1264) y, la concesión del Señorío de Sanlúcar en 1297 por Sancho IV “El Bravo” (que al morir en 1295 hubo de formalizar su hijo Fernando IV) a favor de Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno”. Los diferentes señores de esta ciudad permiten la celebración de 2 ferias anuales donde comerciantes, al amparo de las ventajosas condiciones comerciales del puerto sanluqueño (Almojarifazgo Sanluqueño), comenzaron a desarrollar el germen de la industria vinícola que hoy conocemos. Este derecho de “almojarifazgo” fue el único de este tipo otorgado a un puerto de jurisdicción señorial, llegando a convertirse en la renta señorial más importante de Andalucía. Numerosos edictos y ordenanzas persiguen proteger el comercio del vino sanluqueño, entre ellas quizá la más importante fue la 931 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 dispuesta en 1448 por el Ier Duque de Medina Sidonia, la Ordenanza Ducal de “entrada de vinos” que prohíbe la entrada a vinos foráneos. Estamos hablando de los siglos XIII-XV y, en aquellos tiempos toda actividad comercial estaba bajo el dominio de los gremios, el de viticultores, el de toneleros y el de comerciantes, cada uno de ellos independientes y sin conexión entre sí. El descubrimiento de América y la ubicación de la Casa de Contratación en Sevilla, lanzarán a este puerto de Sanlúcar como una de las plazas comerciales más importantes de Europa. Ya entonces se establecen en esta ciudad diversas colonias de comerciantes de diferentes regiones españolas y extranjeras, especialmente franceses e ingleses. Todos ellos tendrán más tarde una importancia fundamental para entender el mercado actual de los vinos. El poder exportar, comprar y vender vinos con unas ventajosas condiciones fiscales e impositivas produjeron que el puerto de Sanlúcar fuese clave en el tráfico comercial con América. El vino de Sanlúcar debió estar presente en el Nuevo Mundo desde el Descubrimiento, pues desde el puerto sanluqueño partieron numerosas expediciones, entre ellas el tercer viaje de Colón (1498). Se dice que Hernán Cortés plantó las primeras vides procedentes de Sanlúcar en su palacio de Cuernavaca en México y, con toda probabilidad, el vino sanluqueño estuvo presente en la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano que partió y arribó al puerto de Sanlúcar (1519-1522). El vino era un producto de primer orden pues la ración de comida diaria de los marineros se completaba con medio azumbre de vino (1 litro) y dos azumbres de agua. El vino contaba con el privilegio de ser uno de los productos básicos del denominado “tercio de frutos”, el cual componía una gran parte de la carga de los navíos que partían a las Américas. Esta circunstancia fue aprovechada por los cosecheros del Aljarafe sevillano así como de Sanlúcar y poblaciones cercanas. Pero a partir de 1680, cuando la cabecera de las flotas pasa a Cádiz, los cosecheros de Jerez copan de tal forma las exportaciones que casi un siglo después, Jovellanos informa que los viticultores del interior habían tenido que sustituir las vides por olivos, pues las ventas de jerez monopolizaban el comercio con las Indias. Por su parte, el estamento eclesiástico de Sanlúcar poseía importantes extensiones de viñas, provenientes de donaciones o adquisiciones de las propias comunidades religiosas. Sin embargo, estos viñedos parecen descender de forma espectacular entre los siglos XVII a XIX de modo que al llegar la desamortización de Mendizábal (1834-1835), cuando se confiscan multitud de propiedades a la Iglesia y son vendidas por el estado a diferentes comerciantes, en Sanlúcar tan sólo se exclaustraron siete viñas de unas 25 aranzadas. Sea por la desamortización o por un proceso previo, el caso es que los nuevos propietarios siguen la tradición de multitud de conventos y ordenes religiosas de 932 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 cultivar viñedos y producir vino pero ya, con un hecho diferencial, el comerciante de vinos comienza a controlar todos los procesos del vino (cultivo, crianza y venta). Empiezan a nacer las bodegas tal como hoy las conocemos. Mención especial en Sanlúcar hay que hacer a la figura de Godoy (primer ministro o Ministro Universal de Carlos IV) quien en 1804 distingue a Sanlúcar convirtiéndola en capital de una provincia que se extendía hasta poblaciones como Manzanilla en Huelva y, con un consulado independiente de Sevilla (1806), con el fin de potenciar este floreciente mercado del vino sanluqueño. Esta capitalidad dura hasta 1812 cuando una nueva división provincial la incorpora a la provincia de Sevilla pero, y ante la abrumadora protesta sanluqueña, que se sentía mucho más amparada por el Montepío de Cádiz, al año siguiente las Cortes deciden pasarla a Cádiz. A mediados del siglo XIX, la instalación de los duques de Montpensier en Sanlúcar, en su palacio de verano, provocará que esta ciudad se convierta en una de las ciudades de moda de aquella España donde acudían incluso los reyes y el propio Manuel Godoy quien se casó con Mª Teresa de Borbón, Condesa de Chinchón y prima del rey, aunque fue un matrimonio de conveniencia pues aquí en nuestra ciudad mantenía a su propia amante, la célebre Pepita Tudó, con la que se casaría posteriormente una vez caído en desgracia y desterrado a Italia. Probablemente debido a estos amores ilícitos se volcó literalmente en encumbrar a Sanlúcar, llegando a ser lo que nunca consiguió el pueblo de Jerez que tantas expectativas tuvo siempre. Como prueba de la importancia que adquiere Sanlúcar en la época, cabe citar El Jardín Botánico de la Paz que fue un jardín botánico experimental y de aclimatación de especies. Fue fundado en 1806 bajo la iniciativa de Manuel de Godoy, Príncipe de la Paz, de quien tomó su nombre, y los botánicos Francisco Terán, Esteban Boutelou y Simón de Rojas Clemente y Rubio fueron sus directores. Como consecuencia del pensamiento de la Ilustración, el carácter experimental del jardín perseguía la mejora de las plantaciones y la introducción de nuevos cultivos. Su existencia fue efímera, pues en 1808, con la caída de Godoy, fue destruido por el pueblo. Hoy en día la finca es propiedad de la Casa de Orleans, duques de Galliera y descendientes de los duques de Montpensier e Infantes de España, quienes lo adquirieron en la segunda mitad del siglo XIX por su riqueza en agua. No se sabe con exactitud cómo ni cuándo se descubre y empieza la elaboración de la manzanilla. Se piensa que pudo ser de forma casual en las tabernas regentadas por “montañeses” (santanderinos afincados en la provincia) los cuales debieron observar que a medida que se vaciaban los toneles y se volvían a rellenar con vino nuevo, éste mejoraba. El 4/7/1781 aparece la 1ª alusión a la palabra “manzanilla” en un acta capitular del Cabildo de Cádiz. Pero no se tiene una factura como tal de manzanilla hasta 1827. Este nuevo tipo de 933 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 vino se puso muy de moda entre finales del XVIII y principios del XIX, pagándose a mejor precio que los tradicionales. Esteban de Boutelou (1807) se hace eco de ello: “Los vinos blancos de manzanilla se afinan, se suavizan, se sazonan y se mejoran con proporción al vacío de las botas. Los sacan los montañeses de las botas por la canilla; y al paso que se desocupa la bota, adquiere mayor suavidad, mayor fragancia y delicadeza. Algunos aficionados pagan las últimas botellas de cada bota a mucho mayor precio que las primeras; persuadidos de que al paso de que se desbreva, y se desocupa la bota, se mejora el vino que resta” El consumo de la recién nacida manzanilla, se extendió pronto por Cádiz y pueblos próximos popularizándose con este nombre aquel vino que, hasta principios del s. XIX, se siguió denominando en Sanlúcar con otros términos, tales como “vino fino de lujo”, “vino blanco”, “vino blanco fino”, “blanco añejo”, “blanco pasado”, “blanco superior” o “vino mayor”. “De las uvas blancas aparentes como la listan, pisadas en buena disposición, y exprimidas levemente, se obtienen vinos blancos sin el menor viso, que se distinguen constantemente por su olor de manzanilla, y por su fragancia exquisita que tanto aprecian los gaditanos” (E. Boutelou). En cuanto al nombre, la manzanilla es de los pocos vinos que no toman el nombre de su lugar de origen. El origen del término “manzanilla” aplicado al vino de Sanlúcar es un verdadero enigma barajándose cuatro hipótesis. Algunos piensan que venga del pueblo onubense del mismo nombre ya que perteneció entre 1804-1812 a la provincia sanluqueña, aunque los detractores de esta teoría argumentan que desde época medieval a los vinos procedentes de Huelva se les llamaba en Sanlúcar “rocinados”. Otros señalan que la manzanilla recuerda al olor o aroma de la manzana. Hay quien sostiene que venga de una clase de vid denominada también “manzanilla” a pesar de no haberse localizado existencia alguna de tal variedad vinífera. Quizá, la de mayor aceptación sea la gran similitud con el aroma de la flor de manzanilla o camomila (E.Boutelou, 1807; Richard Ford, 1846; Walter Mallock, 1876). Personalmente, y a pesar de todo, prefiero decantarme por la primera teoría, aunque no sea más que por el puro romanticismo de imaginar cómo sería la vida sanluqueña en esos años de la efímera e irrepetible capitalidad. La fecha de 1820 podemos tomarla como el origen de las Bodegas Pedro Romero cuando Don Florencio Romero, atraído por el floreciente mercado del vino de esta zona llega, procedente del valle de Carranza en el Señorío de Vizcaya, a Zalamea la Real, provincia de Huelva, para comenzar una actividad comercial con los aguardientes de aquella zona. Posteriormente, su hijo Don Vicente Romero Carranza se traslada a Sanlúcar en 1860 para desarrollar aquí la 934 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 actividad vinatera. Tras su muerte en 1890, sus hijos Don Vicente, Don Baldomero y Don Pedro Romero Villareal seguirán esta tradición hasta que en 1904 Don Pedro compra a sus hermanos la totalidad de la bodega fundando lo que hoy conocemos como Bodegas Pedro Romero. A la muerte de Don Pedro en 1911, su esposa Doña Aurora Ambrosse La Cave, asume el control hasta 1921. Hecho singular pues a principios del s. XX era muy raro encontrar féminas dirigiendo un negocio vinatero importante. Había que remontarse al s.II en plena época romana para encontrar una mujer que adquiriese fama en este mundo de hombres, como la célebre “Negocianta de vinos de la Bética”. Sus hijos, Don Pedro, Doña Aurora y Don Fernando, continúan el trabajo de su madre y es en 1955 cuando definitivamente la bodega es inscrita en el registro mercantil con el nombre de Pedro Romero S.A. La 6ª generación prepara ya a la 7ª para poder mantener estas bodegas como una de las más antiguas del marco de Jerez, conjugando la tradición, historia y, lo más importante, la calidad de sus caldos. Hoy día esta compañía bodeguera exporta sus vinos y brandies a los 5 continentes, actividad exportadora que se remonta a principios del siglo XX como atestiguan numerosas muestras publicitarias desde 1904, en especial, las referentes a la demanda de los brandies requeridos especialmente por su calidad y prestigio y, que llevó a estas bodegas a convertirse en uno de los más importantes exportadores españoles. Las pruebas publicitarias anuncian nuestra actividad en Centro América y el Caribe. Es en este tráfico comercial donde Pedro Romero adquiere la buena costumbre de seleccionar las mejores maderas, roble Blanco americano procedente de Costa Rica, para la construcción de las botas donde madurarán sus vinos y brandies. En aquellos tiempos, la madera de Costa Rica era marcada con un punto de color dependiendo de la calidad, para identificarla cuando llegara al puerto de Sanlúcar, siendo el azul el que indicaba la de mejor categoría. Es ahí donde reside una de las claves para mantener la calidad de los vinos y en especial, el Brandy “Punto Azul”, que toma su nombre de aquella buena forma de operar para asegurar la calidad desde el origen señalando la mejor madera para evitar equívocos. La manzanilla supuso un acontecimiento tan importante en una España que aun no conocía la Coca Cola que, impregnó toda la actividad social de la época. Ya sea en la prensa, la publicidad, la pintura, el teatro, el cine, la música o el mundo taurino. Como prueba de ello y antes de explicar el proceso de elaboración, reproduzco aquí el popular pasodoble del momento dedicado precisamente a la Manzanilla Aurora. I Sanlúcar quiere ofrecer 935 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 un producto sin igual, que viene dispuesto a ser el “amo” del paladar. Por su delicado aroma, Es algo que maravilla; y todo aquel que lo toma… ¡se canta por “seguidilla”! Vamos todos a beber y las copas apurar; hasta que la manzanilla se suba a la “coronilla” para poder disfrutar. Estribillo: Porque la “Aurora” es tan señora que antes y ahora siempre triunfó; y a su solera; que es la primera... ¡nadie tocó! Y es que Romero -gran vinateroes el primero que prohibiera, que a sus andanas manos profanas… tocar pudieran. II Debemos todos beber este vino singular, que es el llamado a tener una fama universal. Por su exquisita finura, la prefiere el bebedor que sin temor a censura… ¡es su mejor defensor! 936 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 Todo el mundo está en creer, y dispuesto a pregonar, que en “Cai” como en Sevilla, “Aurora” es la manzanilla… de más fino paladar. (Al Estribillo) El proceso de producción del vino comienza a primeros de septiembre, con la “cortá” de la uva: la vendimia. En esta zona se vendimia a mano y es una tarea dura que se realiza en pleno verano. Una vez cortada la uva se traslada a los lagares donde se prensa para obtener el zumo de uva denominado mosto. Los llamados “mostos de yema” se obtienen de la primera presión y por tanto son los más limpios y los que se van a destinar para la elaboración de los vinos más delicados como las manzanillas. Pero este proceso aunque puede producirse de forma espontánea y natural, lo mejor es preparar los mostos antes de la fermentación. 937 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 UVA Estrujado y prensado MOSTO Correcciones prefermentativas MOSTO CORREGIDO Pie de Cuba Fermentación VINO Clarificación Deslío CLASIFICACIÓN Crianza Biológica Bajo Velo de Flor. Encabezado a 15º FINOS Y MANZANILLAS Crianza Oxidativa. Encabezado a 18-20º Crianza Oxidativa. Encabezado a 18-20º OLOROSOS AMONTILLADOS En el vino de Jerez los parámetros principales son la Acidez Total (AT), el pH y la concentración de azúcares (glucosa y fructosa) o grado Baumè (ºBè), que por normativa del marco debe ser mínimo de 10,5º Bè (la adición de azúcares o mosto está prohibida). AT y pH tienen como principal objetivo evitar un desarrollo bacteriano que sería perjudicial para el vino, creando un ambiente hostil para estos microorganismos pero, que favorece el desarrollo óptimo de las levaduras que nos interesan: especies del género Saccharomyces fundamentalmente las especies cerevisiae, cheresiensis, montholiensis, y rouxii. Además la acidez será un parámetro organoléptico importante en el vino ya terminado, siendo demasiado ácido si ésta es alta o plano si es demasiado baja. Por las características climáticas de la zona, el mosto puede tener una acidez baja. Si esto ocurre, hay que acidificarlos con ácido tartárico (que ya existe naturalmente en el zumo de uvas). En principio se puede partir de un pH entre 33,3 y una AT de 4-5,5 (g de tartárico/litro de mosto). También es frecuente añadir anhídrido sulfuroso (SO2), en forma de metabisulfito potásico (K2S2O5), que tiene efecto antiséptico y antioxidante, evitando el desarrollo bacteriano y el pardeamiento enzimático que no sería nada favorable para la palidez necesaria en los vinos finos. Este sulfuroso no suele ser necesario en la elaboración de 938 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 nuestras manzanillas pues las inigualables condiciones ambientales de nuestra situación junto a la desembocadura, nos aseguran un velo de flor suficiente y permanente durante todo el proceso de maduración. Este hecho es suficientemente importante a la hora de apreciar caracteres organolépticos distintos a los de otros vinos donde el uso de este sulfuroso es común. No obstante en vinos de crianza resulta difícil apreciar en nariz estos restos de sulfuroso cuando además la adición de estos productos se encuentra supeditada a unos máximos permitidos. Es importante también el proceso de desfangado estático del mosto para eliminar los restos de hollejo, de pulpa o raspones. Una vez preparado el mosto, llega el proceso fundamental: la fermentación por levaduras del género Saccharomices, las cuales se encuentran naturalmente en el hollejo de la propia uva. No obstante en muchas bodegas se dispone de lo que se llama “pie de cuba” que consiste en cultivos de levaduras secas activas seleccionadas por su buen comportamiento enológico y, que son preparadas en la propia bodega para conseguir un proceso más controlado. Los mostos se almacenan en depósitos, por lo común, de acero inoxidable y con camisas refrigerantes internas o externas o bien, con duchas de agua que permitan bajar la excesiva temperatura que se produce durante la fermentación sobre todo la Tumultuosa que se produce entre las 24-48 horas primeras aunque podría demorarse hasta los 7 días. Posteriormente y durante el siguiente mes como mucho, se produce la 2ª fermentación. Este control de la temperatura (lo ideal en torno a los 25º) es fundamental a la hora de evitar una excesiva pérdida de aromas. De todas formas, en los vinos criados por el sistema de soleras, los aromas fundamentales se van originar durante la crianza, por lo que el control de temperatura va más dirigido a evitar paradas fermentativas. Como decía, el proceso de transformación del zumo de uva o mosto en vino joven, no va a demorarse mucho más de un mes y, por esta zona se dice que “por San Andrés el mosto vino es”. San Andrés es el 30 de noviembre por lo que si la cortá de la uva se produjo en torno a septiembre, estamos hablando de un proceso máximo de un par de meses desde la vendimia. No obstante hay cierta controversia a la hora de definir la palabra “mosto” pues mientras que en Sanlúcar y en el diccionario de la RAE se entiende como el zumo de uva antes de fermentar y hacerse vino, popularmente se denomina mosto al vino joven del que veníamos hablando. En definitiva, el proceso de fermentación ha conseguido transformar en un par de meses el mosto de uva inicial en un vino con un porcentaje de alcohol entre 11-12º en función del mosto de partida. En este vino ya no encontramos prácticamente azúcares fermentables pero sí otra serie de productos además del etanol, como glicerina, aldehídos y otros ácidos orgánicos y, que durante la crianza evolucionarán hacia los compuestos y aromas de bouquet, bien por reacciones físico-químicas, bien por el efecto de las levaduras del velo de flor. 939 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 Este vino aun va a permanecer en depósitos en torno a un año para que se lleve a cabo una clarificación o decantación estática originando un precipitado turbio o lías, formadas por una serie de compuestos insolubles, proteínas, sales… Cuando lleguen los meses fríos, diciembre-enero, los vinos serán sacados en limpio, filtrados y clarificados. En nuestra bodega se sigue manteniendo la clarificación natural con clara de huevo batida a punto de nieve pues, creemos que los nuevos sistemas, por ejemplo a base de filtros de diatomeas, no aportan ventaja alguna. Nuestro sistema tradicional de elaboración así como la inigualable situación geográfica de las bodegas de crianza, construidas sobre antiguos “navazos”, junto a la desembocadura del Guadalquivir, nos permite criar vinos que por su calidad son únicos e irrepetibles. Se denomina “navazo” a un sistema tradicional y casi exclusivo de Sanlúcar, de huertas que se forma en los arenales inmediatos a las playas (Real Academia Española). Según parece, la etimología proviene del vocablo árabe "nevaa" que significa manar agua, dado que el aporte hídrico no se realiza con el riego sino aprovechando una propiedad física del agua: su ascenso por capilaridad. El suelo arenoso se calienta, y al estar protegido por los bardos crea un microclima caracterizado por la elevada humedad ambiental por su cercanía al mar y a la vez a la capa freática. Esto ha propiciado que los navazos fueran un marco idóneo para el cultivo de hortalizas tempranas de gran calidad, productividad, amplia variedad y de afamado nombre en los mercados comarcales. Los navazos se extendían por toda la franja litoral arenosa que va desde el Espíritu Santo hasta la Colonia de Monte Algaida. Parece que se promueve su construcción en torno al s.XVI para evitar el avance de las dunas desde El Espíritu Santo hacia Bonanza. Justo antes de que el vino llegue a la bodega, se procede a un exámen por el capataz o enólogo responsable, para decidir su destino. Se utilizan distintos signos como son: una raya para los más finos que se destinan a las manzanillas y finos, punto y raya para los olorosos, dos rayas para otros y pendientes de una segunda clasificación y, por último tres rayas para los deficientes. Este vino será “encabezado” con alcohol vínico, procedente de la destilación de nuestros mejores vinos, para alcanzar los 15º si su destino es seguir una Crianza Biológica Bajo Velo de Flor. Es el caso de las manzanillas y finos. Si van a seguir en cambio crianza oxidativa como los olorosos, se encabezan a 18º. Un caso particular lo constituyen los amontillados que primero siguen Crianza Biológica para posteriormente ser encabezados a 18º y continuar con crianza oxidativa. Estos vinos recién encabezados, reciben el nombre de “sobretablas” (término análogo al de añadas), sistema de envejecimiento estático, previo a su entrada en el sistema de criaderas o sistema dinámico. 940 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 La Crianza Biológica Bajo Velo de Flor es igual en todo el marco, JerezPuerto Stª María y Sanlúcar. Consiste en escalas de botas (normalmente 4) dispuestas unas sobre otras de forma que en la más alta (3ª criadera) entra el vino más joven que poco a poco va pasando a las escalas inferiores, (2ª y 1ª criadera) hasta conseguir llegar a la solera (de suelo no de antiguo) donde estará el vino más viejo. De esta forma se unifica la calidad, en estos vinos no existen añadas, no hay diferencias debido a cosechas mejores o peores ni a condiciones climatológicas distintas de unos años a otros. El proceso es muy dinámico y, se basa en continuos trasiegos de vino de una criadera superior a otra inmediatamente inferior, mediante sacas y rocíos con el instrumental adecuado para alterar lo mínimo a la flor que es sumamente delicada. El vino joven va adquiriendo poco a poco las características del viejo al tiempo, que el viejo se refresca y fortalece con el nuevo permitiendo que la crianza biológica siga su curso. Todo esto controlado y examinado constantemente por capataces y enólogos con el fin de asegurar una calidad homogénea en los vinos. En el caso de la manzanilla Aurora hay hasta 14 clases distintas y, no se comercializa antes de 9 años desde su entrada en las criaderas. Esto quizá es un caso especial, pues lo normal está entre 3 y 5 años aunque en nuestra bodega no es habitual sacar ninguno inferior a 5. Este sistema de crianza es mucho más laborioso en la manzanilla que en el fino pues, para conseguir mantener el velo de flor todo el año, además del microclima especial que tienen sólo algunas bodegas del casco urbano de Sanlúcar, hay que hacer un mayor número de corridas de clase. En las bodegas donde se elabora el fino, al no poder mantener esta flor todo el año (muere en los meses de más frío y más calor) el número de corridas de clase es algo menor. Este velo de flor será el que impida la aparición de tonalidades más oscuras en las manzanillas, ya que evita que el vino entre en contacto con el aire y se produzca un pardeamiento. Al mismo tiempo es responsable del bouquet característico de la manzanilla ya que las levaduras, ante la falta de azúcares para desarrollarse oxidan el etanol a acetaldehído lo que originará el aroma punzante que los caracteriza. A su vez, se produce un consumo constante de glicerina lo que deja al vino especialmente seco al paladar pues, en cierto modo la glicerina confiere suavidad en boca a los vinos. En el caso de los olorosos, al no existir ese velo de flor, la evolución será exclusivamente físico-química, teniendo lugar reacciones de esterificación y acetilación fundamentalmente, además de oxidaciones que originarán las tonalidades caoba o ambarinas que los caracteriza. Y por supuesto, en ambos casos se aprecia un aroma a madera vieja distinta a la que se puede apreciar en los tintos. Todo este proceso nos da una idea de cuáles deben de ser los elementos fundamentales que inciden a la hora de elaborar lo que nosotros tenemos, y los 941 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 muchos premios no sólo nacionales sino también internacionales lo corroboran, como algunos de los mejores vinos del mundo. Estos elementos son la ubicación geográfica especial que confiere un microclima único para la crianza biológica. Condiciones de humedad, reposo, oscuridad, tranquilidad, silencio y cuidados permanentes. Y por último, el tiempo que es un factor fundamental. Si se vende una bodega, no se vende un edificio y unas botas, se vende el tiempo y, ese es el secreto más preciado de nuestras bodegas: el saber mantener el equilibrio entre la producción y el respeto a la tradición. Este sistema de soleras es casi igual en todo el marco de Jerez, la misma uva, Palomino o Listán; la misma madera, roble blanco americano; las mismas tierras, albarizas, barros y arenas. La arquitectura de las bodegas también se repite. Además se tiende a techar los laterales o cañones para aprovechar al máximo las excelentes posibilidades de crianza de la zona. Estos cañones empezaron a construirse en las casas de los llamados “Cargadores a Indias” para depositar los vinos que esperaban a ser embarcados hacia América pero a veces la espera era tan larga que el vino inicialmente depositado en ellos era distinto del que finalmente se cargaba. Lo ideal es que estas bodegas puedan ser orientadas hacia los vientos atlánticos que confieren un frescor y humedad característica al tiempo, que se protegen de los vientos del sur mucho más cálidos. Otro elemento frecuente en las bodegas del marco son los pasillos de albero o arena con el fin de poder cuidar el grado de humedad en los meses cálidos. Este grado de humedad es mayor cuanto más cerca se encuentre la bodega de la desembocadura y más, si además está construida, como la nuestra, sobre antiguos navazos (más cerca de la capa freática) lo que le confiere una situación de privilegio para la elaboración de un vino único e irrepetible en el mundo como es la Manzanilla de Sanlúcar. La manzanilla es un vino generoso, de carácter varietal, que pertenece a la familia de los jereces o sherries. Sólo se produce en algunas bodegas del casco urbano de Sanlúcar y será mucho más suave cuanto más cerca de la desembocadura y más cerca de la capa freática (manzanillas del Barrio Bajo) se encuentren construidas. Ya Boutelou los definía de la siguiente manera: “Los vinos de manzanilla deben ser muy claros, blancos, sin viso, transparentes, cristalinos, muy aromáticos, suaves, blandos en el paladar; deben ser poco fuertes, pero calentar en el estómago”. Este vino se encuentra amparado por la específica Denominación de Origen “Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda”, adscrita al Consejo Regulador del “Jerez-Xérèz-Sherry”. Junto a las bodegas y, al amparo precisamente de la conservación de los sistemas tradicionales de elaboración han ido surgiendo otras actividades que aunque en un principio podrían parecer totalmente independientes, si se piensa vemos que guardan una estrecha relación, me refiero por ejemplo a la tradición 942 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 pastelera. Había comentado anteriormente que para la clarificación se utilizaban las claras de huevo, miles de ellas, lo que provocaba dos consecuencias directas: la primera era que las familias de los trabajadores de las bodegas no conociesen la “parte blanca del huevo” (la clara). La otra, consecuencia fue la gran calidad de la industria pastelera que sí daba buen uso a las yemas que sobraban de las bodegas. Supongo que serían los garbanzos, pescado, frutos de la huerta y vino lo que conseguía bajar las más que probable, altas cifras de colesterol que en principio cabría esperar. No quiero terminar sin hacer un breve apunte, de la otra importante actividad bodeguera como es la elaboración de brandy. Desde el s. XIX existía la costumbre en esta zona de envejecer los aguardientes que las propias bodegas utilizaban para encabezar sus vinos, este envejecimiento se hacía introduciendo el aguardiente en botas envinadas con los vinos de la zona, el brandy después de algunos años tomaba todos los matices que las botas de roble pueden almacenar durante años. El resultado fue que estos brandies comenzaron a convertirse en una de las bebidas epirituosas más exquisitas del país. La palabra brandy viene del holandés brandewjn, significa vino quemado y, era el resultado del proceso de destilación del vino. Se exportaba al centro y norte de Europa, fundamentalmente a Holanda, de ahí que cuando se destilaba vino, esos aguardientes pasaban a llamarse holandas. Cuanto mejor sea el vino destilado, mejor será ese aguardiente que, unido a un envejecimiento casi secular en botas de roble ya envinadas producen brandies como nuestro “Punto Azul” que es el resultado de las mejores maderas, mejores aguardientes y sobre todo tiempo. Me gustaría, por fin, acabar como se cierran los actos importantes en Sanlúcar, cantando su himno, no por la importancia que se que no tiene este artículo, sino como homenaje a esa gran ciudad y a su gran vino… I Por tu vino y por tus flores, tus mujeres y tu mar, Sanlúcar de mis amores, nada te puede igualar. Cuando estoy por tierra extraña recuerdo tu maravilla, y por ser honra de España siempre bebo Manzanilla. Estribillo: Manzanilla, Manzanilla, eres rayito de sol. A tu vera no hay pesares, 943 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 reina del vino español. Por donde quiera que voy tu glorioso nombre brilla. Sanlúcar, tierra de ensueño, es mi amor tu Manzanilla. II Mi copa sabe reir y tiene fragancia y luz. Yo no comprendo el vivir sin este vino andaluz. La guitarra y la mantilla, y el embrujo de un querer, envuelve a la Manzanilla en un beso de mujer. (Al Estribillo) HIMNO DE LA MANZANILLA (1947). Himno oficial de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda. Letra de Juan Manuel Barba Mora y música de Fernando Espinar Rodríguez. 944 Juan Romero Candau. Trastornos de la Conducta Alimentaria 9 (2009) 927-945 Bibliografía: Gómez Díaz, Ana: “La Manzanilla. Historia y Cultura. La Bodegas de Sanlúcar”. Sanlúcar de Barraneda. 2002. (Edit. Pequeñas Ideas). Cuevas, José de las: “Historia apasionada del Brandy de Jerez”. Sevilla. 2003. (Editorial Geribel). Artículos: Paredes, Fernando y Fernández, Mª Teresa. Revista Offarm. Marzo 2000. Rodriguez-Izquierdo, Mauricio. Revista Xefar. Año 2000. Páginas Web: http://www.sanlucardebarrameda.net http://es.wikipedia.org http://www.websanlucar.com http://www.pulevasalud.com http://personal.us.es http://www.nutricionlandia.com http://marquesdesantaines.com Otros: Guía interna para visitas de Pedro Romero s.a. 945