Resumen del pensamiento del autor

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Resumen del pensamiento
del autor
La imagen tradicional de Nietzsche coincide con la de un
pensador que critica la metafísica de corte socrático-platónico, que, según el propio Nietzsche, había dominado absolutamente la filosofía occidental hasta su época.
Crítica al platonismo y a la cultura occidental
Platón distinguía un mundo de las ideas (inteligible), verdadero e inmutable, y un mundo de las cosas (sensible), erróneo y cambiante. Toda la filosofía había otorgado valor al
mundo de las ideas (trascendental, místico y religioso) en detrimento del mundo de lo sensible (corporal, vital y real). La
metafísica era un reflejo de un modo de valorar las cosas
que tenía como consecuencia oprimir, debilitar y atrofiar la
vida de los seres humanos.
Para explicar esta idea, Nietzsche parte, en su libro El nacimiento de la tragedia, de dos conceptos: lo apolíneo y lo
dionisíaco. Apolo era el dios de la razón, de la claridad, de
la proporción y de la serenidad, mientras que Dioniso era el
dios de la fuerza, de la vida, del sentimiento y de la expresión vital. Los símbolos de Apolo y Dioniso vienen a significar la contraposición y el antagonismo de contrarios presentes en cada uno de nosotros.
Estas dos posiciones se necesitan entre sí, son contradictorias y
opuestas dialécticamente, pero se complementan. El problema
es que, desde Platón, la filosofía, la ética o la religión se han
empeñado en negar y anular una de ellas, lo dionisíaco, y en
valorar, defender y presentar como verdadera la otra, lo apolíneo. Nietzsche se opone a esta tradición que nos obliga a considerar negativo todo lo que está al servicio de la vida.
M e t a f í s i c a . La metafísica tradicional
cree que toda la realidad tiene una
estructura dual; es decir, divide la
realidad en dos ámbitos: uno superior,
que tiene un origen divino y es eterno,
y otro inferior, con un origen mundano
y es efímero. El primero es inmutable,
objetivo y verdadero, mientras que el
segundo es cambiante, subjetivo y
falso. Para justificar esta valoración, el
filósofo, a juicio de Nietzsche, inventa
un mundo trascendente, suprasensible,
diferente del real y mundano, al cual le
adjudica características positivas,
mientras que al mundo terrenal y
sensible le corresponden características
negativas.
Para lograr este cambio, debemos sustituir la pregunta por «el
ser» (metafísica) por la pregunta por «el valor» de las cosas
(vitalista). Para ello, debemos negar todos los valores existentes en ese momento: aparece el nihilismo.
El fenómeno del nihilismo: la muerte de Dios
El nihilismo no es una doctrina filosófica, sino que debe ser
entendido como la negación de todos los valores vigentes. El
resumen del fenómeno del nihilismo está representado en la
frase «Dios ha muerto». Sus características esenciales son:
El Dios cristiano ha dejado de influir en los seres humanos.
La muerte de Dios no es un hecho determinado, es un proceso en el que muere el Dios monoteísta, el Dios de los metafísicos, el que dice lo que es bueno y lo que es malo, lo
que es verdad y lo que es mentira sin posibilidad de que
cada uno de nosotros, en su libertad, pueda valorar y decidir. Nietzsche nunca usa la expresión «Dios no existe», o
«Dios no vale», sino que cuando dice «Dios ha muerto», se refiere a la muerte de valores religioso-culturales ligados al
cristianismo y al platonismo, fundamentos de la concepción
del mundo occidental reflejada en la metafísica.
11C
Nihilismo. Es la terrible situación en la
que se encuentra el hombre occidental
tras la destrucción de los valores
platónico-cristianos que constituían
toda su tradición cultural. Ahora bien,
esos valores tradicionales suponían la
anulación y la humillación del hombre,
pues se oponían a la vida. En este
estado de cosas, el nihilismo adquiere
un sentido positivo, pues, tras
conseguir la erradicación de los valores
antivltales de Occidente, abre la
posibilidad de crear nuevos valores
fundados en el amor a la vida.
Nietzsche
Nietzsche también habla de la muerte de los ideales, de los
valores en general, de lo suprasensible. Hemos valorado durante mucho tiempo mirando hacia arriba, hacia Dios. Ahora
hay que mirar hacia el propio ser humano. Tenemos que
cambiar los valores y tenemos que cambiar también la forma
de valorar. La «transmutación de los valores» no solo significa cambiar valores, sino sobre todo cambiar la forma de valorar. El fin es el nacimiento del superhombre, que con su
nueva forma de valorar superará el nihilismo.
El superhombre y la voluntad de poder
El superhombre debe superar el desierto del nihilismo para
llegar a la transmutación de los valores que es la rehabilitación
de los instintos, las fuerzas vitales. Todo lo que intensifique la
vida y la haga más completa merece la pena ser vivido.
Para explicar cómo surgirá el superhombre, Nietzsche propone tres metáforas: el camello, el león y el niño. El camello
representa la aceptación de las cargas que nos asfixian, está
cargado de leyes, de normas, de costumbres, de creencias; la
joroba se hace cada vez más grande y «más valiosa». El camello no es creador, solo acepta su carga en su camino solitario del desierto. Pero llega un momento en que se da cuenta de que la joroba lo hace ir muy lento, lo lastra, y de que
el desierto se cruza mejor sin joroba y sin cargas.
El camello se convierte en león. El león representa el «yo
quiero», aspira a la libertad; para ello, destruye todos los valores que lo limitan. A pesar de su carácter destructivo, se enfrenta al deber (en Nietzsche, el deber viene representado
por un dragón). En esa batalla, el león destruye al dragón,
destruye la autoridad, el respeto, los valores tradicionales, etcétera. Una estela de cadáveres saluda al león.
Superhombre. La idea de
«superhombre» de Nietzsche es una de
las más complejas y peor entendidas.
Los ideólogos del partido nazi se la
apropiaron y la deformaron para
justificar la pretendida superioridad de
la raza aria, pero nada más erróneo
que esta interpretación. El superhombre
representa las nuevas virtudes de aquel
que es capaz de decidir y valorar
desde su propia voluntad. Así, el
superhombre es el estado al que
llegará el hombre que rechaza los
valores tradicionales de la cultura
occidental, el ideal cristiano-judaico, y
que practica la moral de los señores; es
decir, que no es un esclavo de la moral,
sino su creador y señor.
Sin embargo, la fuerza del león no es suficiente para cambiar
y crear una nueva vida con unos valores innovadores. Para
ello, se necesita al niño. El león lo destruye todo, pero no
crea. La originalidad, la creación están en el niño. El niño
asume «el juego de crear» vida. El juego del niño es creación
constante, y la única razón del juego es crear formas de vida,
valores nuevos. Esta liberación no es solo un cambio de orden o de valores, sino una inversión de la idea de valorar.
El arte como fórmula para crear vida
Así pues, si la vida ya no tiene un sentido preestablecido, un
sentido trascendental determinado, tenemos que «crear» constantemente su sentido. Así, el arte -elemento fundamental
para la creación- se convierte en la pieza clave de la filosofía
de Nietzsche. Cada uno de nosotros es voluntad de poder,
tiene capacidad concreta para determinar su destino.
El arte tiene más valor que la verdad. Ver la vida o la ciencia
«desde la perspectiva del artista» es apreciarla según su fuerza
creadora, no según su utilidad ni según un significado eterno.
La tarea de Nietzsche es desenmascarar a aquellos que creen
que lo importante está en otro lugar que no es la vida. La vida
es lo único que cuenta, la vida como juego, pero juego como
el del niño, que crea y asume su función de crear.
Voluntad de poder. Según Nietzsche,
todos nuestros actos están gobernados
por nuestros instintos. Estos Instintos
se reducen a uno muy poderoso: la
voluntad de poder. Cada uno de
nosotros tiene deseo de poder, una
voluntad de predominio sobre las
cosas. La voluntad de poder es la
encargada de la transmutación de los
valores, de crear nuevos valores sobre
la vida, la moral o la religión. No es una
instancia racional, sino instintiva, que
solo el superhombre es capaz de
activar.
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El texto y el autor
El crepúsculo de los ídolos es una declaración de guerra contra
todos: los moralistas, los filósofos, los científicos, los artistas, etcétera. Esta crítica al mal uso que los filósofos han hecho de la
razón puede resumirse en los siguientes aspectos:
- La mayoría de los filósofos han olvidado a Heráclito. Este
supo comprender que la realidad no es única, sino múltiple, y, por tanto, que existe un movimiento natural en las
cosas que hace que cambien. Excepto Heráclito, todos los
filósofos han odiado la vida; por eso, su filosofía siempre
ha sido una filosofía del resentimiento.
- El equivocado camino ha llevado a estos falsos filósofos a
negar que los sentidos puedan proporcionar un conocimiento verdadero. Los filósofos, como dice el texto, tienen
una manía por momificar, por fosilizar y detener el dinamismo de la realidad, negando que exista el movimiento y
la pluralidad que percibimos por los sentidos, y afirmando
lo inmutable y fijo, que solo conocemos por la razón.
- La evolución de los falsos filósofos ha desembocado en la
creación de un concepto negativo por excelencia, como es
el de «Dios». En la crítica al concepto de «Dios» se encierra
toda la crítica a la moral que ha existido desde SócratesPlatón hasta la actualidad. Esa moral de esclavos castra a
los hombres al imponerles una religión que niega las pasiones y lo sensible, y va contra la vida.
- Todos estos errores se han podido cometer gracias a un
gran enemigo oculto, como es el lenguaje. El lenguaje nos
ha seducido y representa la gran mentira. Cuando los falsos filósofos hablan sobre el mundo no tienen más remedio que usar el lenguaje. La mentira del lenguaje se basa
en la imposibilidad de traducir en palabras la vida. ¿Cómo
traducir en palabras las pasiones, los sentimientos, el amor?
- Por último, Nietzsche cierra su texto con una crítica a la filosofía occidental. Comienza por Platón y critica ese supuesto mundo verdadero, solo accesible al sabio, al piadoso, al virtuoso. El cristianismo se apoya en esta idea,
pero defiende que ese mundo solo se promete al que cree
y que se accede a él después de la muerte. La tercera crítica se dirige a Kant: el mundo verdadero se convierte en
el imperativo categórico, en una obligación. El positivismo
rompe con esta idea y defiende que, al no ser conocido,
hay que negar el mundo verdadero. Pero todavía falta el
mediodía; para negar el mundo verdadero, hay que negar
también el mundo aparente, pues ya no tiene sentido oponer un mundo sensible, cambiante y al que se considera
falso, a un mundo de esencias, inmutable y al que se concibe como real, pues este ya no existe. El superhombre es
el que crea el nuevo mundo.
- En ese mundo nuevo, habrá que desechar la moral de los
esclavos, propia del cristianismo, a la que descalifica por
ser antinatural, absurda, inútil y mentirosa, y crear una nueva moral de los señores, una moral sana, centrada en los
instintos de la vida.
L e n g u a j e . El problema del lenguaje lo
trata Nietzsche en su obra Sobre
verdad y mentira en sentido extramoral.
Su tesis es que el hombre utiliza
el lenguaje para hablar de las cosas;
cada lenguaje es, en su origen,
metáfora, es decir, sonidos que no
tienen nada que ver con las cosas
mismas. Cuando un sistema de
metáforas (lenguaje) se impone a otro,
la sociedad lo convierte en el único y
verdadero sistema para referirse a las
cosas. Como las palabras son una
mentira por su propia esencia (no son
las cosas mismas), el lenguaje es una
mentira colectiva de la sociedad.
7 Guía de lectura
El crepúsculo de los ídolos, también traducido como El ocaso de los ídolos, es subtitulado por Nietzsche Cómo se filosofa con el martillo. Escrita en 1888, su última
etapa de lucidez, la más prolífica y fecunda, es casi el ocaso consciente del propio
autor; recordemos que, meses más tarde, después de una crisis en la que pierde la
consciencia, ya apenas volverá a hablar, hasta su muerte, en 1900. La crítica a
la tradición occidental nietzscheana es demoledora, y se dirige a todos los campos: la
ciencia positivista, las religiones judaica y cristiana, la moral socrática y la filosofía tradicional. Pues bien, este escrito, casi un testamento, contiene la mayor parte de ese ácido pensamiento antifilosófico, como suscribe él mismo un poco más
tarde en Ecce homo, también de 1888: "Fue escrito en tan pocos días que no me
atrevo a decir su número. Es el libro excepcional por excelencia: no hay nada más
sustancioso, independiente, revolucionario y maligno. Si alguien quiere hacerse,
en b r e v e d a d , u n a idea de c ó m o , d e l a n t e de mí, t o d o estaba boca abajo, que
comience por leer este escrito. Lo que el título refiere como 'ídolos' es, simplemente, lo que hasta ahora ha sido llamado verdad. Ocaso de los ídolos quiere decir:
fin de la vieja verdad". La vieja verdad es la de la metafísica socrático-platónica,
aunque perviva en su modo cartesiano o kantiano, y la de la ontología occidental,
que encorseta el devenir en conceptos universales sobre el ser, parapetados tras la
aparente objetividad de un lenguaje que sólo oculta el miedo acérrimo a vivir y la
falta de arrojo para padecer esta vida.
La estructura de la obra referida es t ó p i c a m e n t e nietzscheana: sus apenas
ciento cincuenta páginas están divididas en una docena de artículos, de extensión
s e m e j a n t e a los dos que p r e s e n t a m o s , c o n un par de salvedades, situadas al
comienzo y el final del libro; el primero de los artículos, titulado "Sentencias y
dardos", está constituido por una serie de aforismos cortos y numerados (por ejemplo, el 6: "Mediante su naturaleza salvaje, el ser humano se libra de la no-naturaleza, de la espiritualidad..."); el segundo de estos artículos, al que llama "Incursiones d e u n I n t e m p o r a l " , está c o m p u e s t o por c i n c u e n t a fragmentos, t a m b i é n
numerados, en los que arremete o defiende a figuras del arte (Goethe) la ciencia
(Darwin), cuestiones y figuras de la tradición occidental, la moral, la libertad, la
modernidad, la dialéctica. Es destacable su estilo, al que hay que atribuir la gran
paradoja del filósofo en su época: tan denostado por propios, tan acogido por ajenos. Dado que Nietzsche achaca la causa del abandono de la vida, por la tradición
occidental, a la inversión del significado efectuada sobre el mismo significante en
determinados conceptos del lenguaje, él mismo se resiste a utilizar los tecnicismos
propios de esa filosofía, acude profusamente a las metáforas; lo que dota al estilo
del filósofo de esa riqueza lírica que lo hace tan asequiblemente atractivo para
neófitos, y, por ende, oscuro y futurible...
Sintetizar el texto es difícil, ante una polisemia conceptual tan prolija; pero,
forzados a ello, debemos detenernos en unos cuantos puntos, propios de toda su
mentalidad (parece casi un atentado irreverente considerarlo el "teórico" de una
"teoría"):
a) la reivindicación de una m a n e r a distinta de juzgar, porque la moral es
"hija del lenguaje y madrastra de la experiencia"si bien es nueva por lo
novedosa, pero antigua de tan hundida como está en las raíces de la vida;
Unidad 17: Nietzsche
b) la necesidad de acometer un análisis del lenguaje como método para superar los errores de la filosofía; en la estructura del lenguaje va implícita la
ontología de una sociedad, esto es, su manera de concebir y reproducir
la realidad;
c) la insistencia en reformular una la manera referirse a dicha realidad: "a cada
martillazo a la razón es necesario rehacer el instinto" y la única manera es
"comenzar la educación por el cuerpo", situando en el lugar que corresponde la
intuición y los sentidos.
Los artículos que a la sazón comentamos, "La 'razón' en la filosofía" y "La
'moral' como contranaturaleza", se enmarcan en esta línea. Ambos discurren por
seis de estos fragmentos, simplemente numerados. En el primero, tras calificar la
idiosincrasia propia de filósofos, como una ausencia de sentido histórico, pone el
n o m b r e de H e r á c l i t o , con v e n e r a c i ó n , a un lado de la turba filosófica. En los
siguientes párrafos, se opone a la separación que hace la filosofía entre lo real y lo
aparente, ya que "el mundo 'aparente' es el único: el 'mundo verdadero' no es más
que un añadido mentiroso". Dado que los filósofos también confunden principio y
fin, debido a que la metafísica del lenguaje vuelve fetichista a la conciencia, la
derivación de la abstracción a partir de lo concreto finalizará condensando "un
p u n t o de vista tan esencial y nuevo en cuatro tesis", sus archiconocidas cuatro
tesis acerca del error sobre el ser. El segundo artículo alude a la castración de la
Bloque III: Filosofía contemporánea
sensibilidad y de los instintos por parte de una e d u c a c i ó n que descansa en la
moral eclesiástica, e i n t e n t a que se c o m p r e n d a lo que hay de d e c a d e n t e y "de
sacrilego en tal insurrección contra la vida". Es posible la apertura a todo lo que
"la razón enferma del sacerdote reprueba": la ley de la vida.
El género literario de esta obra es el aforismo. Los aforismos no son sentencias
totalmente aisladas, independientes unas de otras, sino que hay una cierta continuidad, una cierta unidad de conjunto entre todas ellas. Intenta "decir con diez frases lo
que otros dicen en un libro, o lo que otros no dicen en un libro".
7.1. La razón en la filosofía
Dentro de este texto podemos distinguir dos grupos de aforismos y un resumen
conclusión. Ambos grupos versan sobre las características defectuosas de la idiosincrasia de los filósofos. En el primero de los grupos ( 1 , 2 y 3) propone el problema
parmenídeo-heraclíteo del ser y el devenir. Lo que es no deviene, lo que deviene no
es... Todos ellos creían, incluso con desesperación, en lo que es". Esta afirmación es
debida a la falta de sentido histórico de los filósofos, a su odio a la noción misma de
devenir, a su egipticismo.
El segundo grupo (aforismos 4 y 5) aborda la confusión entre "lo último y lo
primero", llegando a la conclusión de que todo lo que es ha de ser causa de sí mismo. Entre ser y devenir, la historia de Occidente dio lugar a un "deshistorizar, crear
momias conceptuales", y a un empeñarse en que las cosas sean algo fijo, queriendo
tachar de engaño a lo dado por los sentidos, porque nos engañan acerca del mundo
verdadero. En el aforismo 2, en cambio, se hace la crítica en favor de los sentidos,
malentendidos tanto por los eléatas como por el mismo Heráclito, al que se nombra
con gran reverencia. Los sentidos no nos engañan, lo que introduce la mentira es lo
que nosotros hacemos de su testimonio... La "razón" es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos.
En el aforismo 3 se completa este elogio a los sentidos, describiéndolos como
"sutiles instrumentos de observación". Todo lo que no cuente con estos instrumentos es no-ciencia: metafísica, teología, teoría del conocimiento. Además de eliminar
el tiempo, los filósofos han confundido lo primero con lo último. Y esto porque la
metafísica se deja guiar por los llamados conceptos supremos, que no sólo no deberían estar al principio, sino que ni siquiera deberían existir. Estos conceptos supremos
son meras abstracciones, imágenes vacías. Estos conceptos supremos deben tener su
causa en ellos mismos, porque no pueden estar contaminados con la realidad sensible, ya que entonces carecerían de valor. Así, el concepto supremo por excelencia,
el ente realísimo, aparece como lo primero, como el ente más real, a pesar de ser el
más vacío, el producto de mentes enfermas.
U n a vez embaucados por la razón, nos vemos obligados a utilizar su lenguaje.
La razón nos lleva a utilizar un lenguaje donde las palabras olvidan su carácter
metafórico y quieren suplantar a las cosas, y nos vemos atrapados por su lógica, sus
reglas, su gramática, y a ver las cosas tal y como las representa el lenguaje. Acabamos viendo causas, sustancias, sujetos, etc., y añadimos ser a entidades que sólo son
palabras. Mientras que el lenguaje esté teñido de las categorías de la razón existirán
instrumentos para engañarnos con respecto a la realidad. Por eso, aunque nos deshagamos del concepto de Dios, va a ser difícil que volvamos al único mundo exis-
Unida
tente, porque continuaremos creyendo en la gramática, que es una verdadera "metafísica del pueblo".
El último apartado de este capítulo es utilizado por Nietzsche para exponer un
resumen, en forma de cuatro tesis, sobre el papel de la razón en la filosofía:
1. No tenemos más realidad que la que nos parece y no las abstracciones universales.
2. "Ser verdadero": signos del no-ser, de la nada, en contradicción con el mundo real.
3. "Otro" mundo distinto de éste no tiene sentido, sería calumnia, empequeñecimiento de la vida.
4. Distinguir mundo "verdadero" y mundo "aparente" es síntoma de vida decadente. En cambio la "apariencia" para el artista es una realidad seleccionada,
reforzada, corregida...
Al final, un denso capítulo cierra esta selección de textos, a modo de conclusión, con el nombre de "Cómo el 'mundo verdadero' acabó convirtiéndose en una
fábula" y subtitulado, "Historia de un error". Aquí reconstruye, en varias etapas, el
fracaso de la errónea idea de un mundo verdadero introducida por el platonismo en
la historia de Occidente y que desembocará no sólo en la eliminación del supuesto
mundo verdadero, sino también en la del llamado mundo aparente. La misma disposición del texto de Nietzsche sugiere que habría una inexorable lógica interna que
conduciría el proceso desde la introducción de esa idea de un mundo verdadero hasta su disolución. El abismo creado por la distinción radical entre mundo verdadero/
mundo aparente llevaría implícito en sí este desarrollo y su conclusión.
7.2. La moral como contranaturaleza
1. Las pasiones pasan por una época en la que son simplemente nefastas y, más
tarde, por otra en la que "se desposan con el espíritu" y se espiritualizan. En
un primer momento se pretende aniquilar, extirpar las pasiones. La Iglesia
primitiva no realizó una guerra inteligente contra las pasiones, simplemente
las extirpó, su cura fue la castración. Actitud consecuente con su negación a
la vida, con su actitud hostil hacia ella.
2. Esta actitud surge de los demasiado débiles, de los degenerados, de los impotentes.
3. En un segundo momento se espiritualiza la sensualidad y se llega al amor.
También se espiritualiza la enemistad: somos respetuosos con nuestros enemigos, los amamos; y no los aniquilamos como simplemente haría el cristianismo. También amamos a nuestro enemigo "interior", que hace que no nos
relajemos, que siempre exista en nosotros una antítesis que hemos de superar. Frente a este afán de superación, el cristianismo propone la "paz del
alma", el creerse dueño de la "verdad" y dormitar plácidamente en ella.
4- La moral sana está dirigida por el instinto de vida. La moral contranatural,
la moral de la tradición occidental, va contra los instintos de vida. La vida
acaba donde comienza el "reino de Dios".
5. La moral contranatural es síntoma de una vida decadente, es una "negación
de la voluntad de la vida".
osofía c o n t e m p o r á n e a
Texto comentado
El crepúsculo de los
LA «RAZÓN» EN LA FILOSOFÍA
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30
¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los
filósofos?... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su
odio a la noción misma de devenir, su égipticismo. Ellos
creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno],
—cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron
momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada
real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los
conceptos, cuando adoran, —se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio,
la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para
ellos objeciones, —incluso refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no
pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se
les retiene. «Tiene que haber una ilusión, un engaño en el
hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador?— Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la
sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos,
del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, —la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira.
Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a
todo el resto de la humanidad: todo él es "pueblo". ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono teísmo con
una mímica de sepulturero! —¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable idee fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado,
incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente
para comportarse como si fuera real!...».
35
2
Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráciito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio
40 porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y
unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos. És-
Anotaciones
Comentario
Nietzsche critica a los filósofos, que han
negado el cambio al que están sometidas
las cosas, la vida real, y la han sustituido
por conceptos momificados (una
sustancia siempre igual por toda la
eternidad). De ahí que rechace su falta
de sentido histórico —al negar el cambio
carece de sentido la historia-, y su
égipticismo, que representa aquí el gusto
por lo eterno, por lo inmutable, como
las momias egipcias.
Comentario
Nietzsche está exponiendo literalmente
el pensamiento de Parménides, sobre el
que se asienta la diferenciación entre
el ser, entendido como lo estático, lo
real, y el devenir, el cambio, solo
aparente. Y siguiendo también a
Parménides, los filósofos occidentales
han culpado a los sentidos de impedir
que el hombre conozca la auténtica
realidad inmutable, pues entorpecen la
razón. Este rechazo de los sentidos se
mezcla con un desprecio del cuerpo por
razones morales, como origen de las
reprobables pasiones humanas.
Comentario
Al contrario que las ideas expuestas en
el párrafo anterior, la filosofía de
Heráclito se caracteriza por reconocer
que la realidad es múltiple y está en
constante cambio y transformación.
Este cambio se produce por la lucha
constante de contrarios (dialéctica), y
según una ley, el logos, que es la
responsable del orden y la proporción
en el mundo.
Nietzsche
tos no mienten ni del modo como creen los eléatas ni del
modo como creía él, no mienten de ninguna manera. Lo
que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que in45 troduce la mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la
mentira de la coseidad, de la sustancia, de la duración...
La «razón» es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el
cambio, los sentidos no mienten... Pero Heráclito tendrá
50 eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía.
El mundo «aparente» es el único: el «mundo verdadero» no
es más que un añadido mentiroso...
— ¡Y qué sutiles instrumentos de observación tenemos
55 en nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo, de la que ningún filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud,
es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición: es capaz de
registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni
6o siquiera el espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos
decidido a aceptar el testimonio de los sentidos, —en que
hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es un aborto y todavía-no65 ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del conocimiento. O ciencia formal, teoría de los signos:
como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática. En
ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tiene en
70 general ese convencionalismo de signos que es la lógica. —
La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen
al comienzo, como comienzo, lo que viene al final —¡por
75 desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir!— los «conceptos supremos», es decir, los conceptos más generales, los
más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora.
Ésto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no
8o le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de
primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo].
El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos
los valores supremos son de primer rango, ninguno de los
85 conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo
bueno, lo verdadero, lo perfecto —ninguno de ellos puede
Comentario
No nos debemos dejar engañar por las
palabras de Nietzsche criticando que
Heráclito fuese injusto con los sentidos.
Lo que pretende es acentuar esa idea de
devenir, negando el ser, la unidad, la
coseidad, etc., y dando la vuelta a la
teoría del conocimiento tradicional: no
son los sentidos los que nos engañan,
sino la razón, que se inventa un «mundo
verdadero» que solo es un engaño.
Comentario
Vuelve Nietzsche a reivindicar la
importancia de los sentidos, sobre los
que se funda nuestro conocimiento: solo
el saber que parte de ellos puede
considerarse ciencia, pues ellos nos
muestran la realidad con fidelidad. Otros
saberes, como la metafísica, la teología,
etcétera, que rechazan los sentidos,
no son ciencia. La lógica o las
matemáticas son saberes de signos; ni
siquiera se plantean el problema de la
realidad. Nietzsche recuerda mucho a
los positivistas.
Comentario
Además de negar el devenir, el cambio,
los filósofos han cometido el error de
colocar los «conceptos supremos», es
decir, lo existente, lo bueno, lo
verdadero, lo perfecto, como
fundamento de la realidad, cuando en
realidad son conceptos vacíos, humo.
Estos conceptos son metafísicos, son
abstractos, pues están más allá del
mundo físico y no pueden depender de
los hombres, sino que su origen tiene
que ser una instancia trascendente: aquí
surge el concepto de «Dios», concebido
por los filósofos como realidad
fundamental.
Anotaciones
115
haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui.
Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual
una de otra, no puede estar en contradicción consigo mis90 ma... Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto
«Dios»... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto
como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum
[ente realísimo]... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos te95 jedores de telarañas!— ¡Y lo ha pagado caro!...
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— Contrapongamos a ésto, por fin, el modo tan distinto como nosotros (—digo nosotros por cortesía...) vemos
el problema del error y de la apariencia. En otro tiempo se
tomaba la modificación, el cambio, el devenir en general
como prueba de apariencia, como signo de que ahí tiene
que haber algo que nos induce a error. Hoy, a la inversa,
en la exacta medida en que el prejuicio de la razón nos
fuerza a asignar unidad, identidad, duración, sustancia,
causa, coseidad, ser, nos vemos en cierto modo cogidos
en el error, necesitados al error; aun cuando, basándonos
en una verificación rigurosa, dentro de nosotros estemos
muy seguros de que es ahí donde está el error. Ocurre con
ésto lo mismo que con los movimientos de una gran constelación: en éstos el error tiene como abogado permanente a nuestro ojo, allí a nuestro lenguaje. Por su génesis, el
lenguaje pertenece a la época de la forma más rudimentaria de psicología: penetramos en un fetichismo grosero
cuando adquirimos consciencia de los presupuestos básicos de la metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de
la razón. Ese fetichismo ve en todas partes agentes y
acciones: cree que la voluntad es la causa en general,
cree en el «yo», cree que el yo es un ser, que el yo es una
sustancia, y proyecta sobre todas las cosas la creencia en
la sustancia-yo —así es como crea el concepto «cosa»...
El ser es añadido con el pensamiento, es introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del concepto «yo» es del que se sigue, como derivado, el concepto
«ser»... Al comienzo está ese grande y funesto error de
que la voluntad es algo que produce efectos, —de que la
voluntad es una facultad... Hoy sabemos que no es más
que una palabra... Mucho más tarde, en un mundo mil veces más ilustrado, llegó a la consciencia de los filósofos,
para su sorpresa, la seguridad, la certeza subjetiva en el
manejo de las categorías de la razón: ellos sacaron la
conclusión de que esas categorías no podían proceder de
la empina, —la empiria entera, decían, está, en efecto, en
Anotaciones
Comentario
De nuevo vuelve Nietzsche a señalar el
trágico error de la filosofía occidental al
negar el devenir y considerarlo aparente,
aunque introduce una propuesta
novedosa: la fuente de este error es el
lenguaje, la metafísica del lenguaje.
Mediante los conceptos, como ya
comentamos en el primer párrafo, los
filósofos han momificado la realidad,
han inventado, donde no hay más que
fluir y transformación, entidades
inmutables, sustancias, cosas, etc.;
en definitiva, han inventado el ser, han
inventado a Dios (cuando Nietzsche
habla de Dios en todos estos pasajes
no lo hace en un sentido religioso, sino
metafísico; es decir, lo está criticando
como ser supremo en el que se funda la
realidad, como primer principio de todas
las cosas). Y, sin embargo, todos estos
seres no son más que palabras. Al final
de este párrafo, Nietzsche afirma que no
podremos liberarnos de Dios mientras
creamos en la gramática; con esto quiere
decir que ese mundo conceptual
(representado por Dios) mediante el que
negamos el devenir, el cambio, no
desaparecerá, a pesar de ser falso,
mientras sigamos creyendo que los
conceptos (la gramática) son entes
reales, seres. ¡A tal punto llega el poder
del lenguaje! Vemos un paralelismo
evidente entre el lenguaje, la razón, el
ser, la filosofía (ciencia, saber) ya
presente en Parménides (de los eléatas
habla en este epígrafe) y sobre el que se
ha construido el edificio de la filosofía
(metafísica) occidental.
Nietzsche
contradicción con ellas. ¿De dónde proceden, pues?— Y
tanto en India como en Grecia se cometió el mismo error:
135 «nosotros tenemos que haber habitado ya alguna vez en
un mundo más alto (—en lugar de en un mundo mucho
más bajo: ¡lo cual habría sido la verdad!), nosotros tenemos que haber sido divinos, \pues poseemos la razón!»...
De hecho, hasta ahora nada ha tenido una fuerza persua14o siva más ingenua que el error acerca del ser, tal como fue
formulado, por ejemplo, por los eléatas: ¡ese error tiene en
favor suyo, en efecto, cada palabra, cada frase que nosotros pronunciamos! —También los adversarios de los
eléatas sucumbieron a la seducción de su concepto de
145 ser: entre otros Demócrito, cuando Inventó su átomo... La
«razón» en el lenguaje: ¡oh, qué vieja hembra engañadora!
Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque
continuamos creyendo en la gramática...
Nietzsche compara la filosofía griega
(recordemos a Platón) con el
pensamiento hindú, pues ambos, para
salvaguardar la dignidad de ese mundo
conceptual que conciben como real (de
las categorías —recordemos a Kant—
mediante las que la razón conoce el
mundo empírico, sensible, que, por
supuesto, no pueden provenir de este
último), han inventado un mundo
trascendente, un mundo de las ideas, al
que nosotros pertenecemos en tanto que
seres dotados de razón, y, como todos
sabemos, la razón es también una idea.
150
Comentario
Se me estará agradecido si condenso un conocimiento
tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción.
Primera tesis. Las razones por las que «este» mundo ha
sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su
155 realidad, —otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable.
Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido
asignados al «ser verdadero» de las cosas son los signos
distintivos del no-ser, de la nada, —a base de ponerlo en
loo contradicción con el mundo real es como se ha construido el «mundo verdadero»: un mundo aparente de hecho,
en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral.
Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de «otro» mundo
distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no
165 domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso
tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de
«otra» vida distinta de ésta, «mejor» que ésta.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo «verdade170 ro» y en un mundo «aparente», ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un
cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence, —un síntoma de vida descendente... El hecho de
que el artista estime más la apariencia que la realidad no
175 constituye una objeción contra esta tesis. Pues «la apariencia» significa aquí la realidad una vez más, sólo que se-
Comentario
Con estas cuatro tesis, Nietzsche resume
la historia de un error de la filosofía: la
confianza en un mundo de las ideas,
verdadero, frente a un mundo de la
apariencia, falso y erróneo. En la
segunda tesis, afirma que el «mundo
verdadero», el ser, es una «ilusión
óptico-moral», incidiendo en el carácter
también moral (no solo metafísico) de
esta tergiversación de la realidad: el
rechazo del cuerpo y de sus pasiones.
En la tercera tesis, afirma que inventar
un mundo trascendente de conceptos es
una calumnia contra la vida. Esta es una
idea central en la filosofía nietzscheana:
los filósofos niegan la vida y se inventan
un mundo trascendente. Es preciso dar
la vuelta a esta situación (transmutación
de los valores) y recuperar el amor a la
vida. En la cuarta tesis, abundando en la
anterior, relaciona la creación del
mundo trascendente con la decadencia
del hombre, y cita expresamente al
cristianismo y a Kant, aunque su crítica
puede extenderse a toda la filosofía
occidental.
Anotaciones
117
leccionada, reforzada, corregida... El artista trágico no es
un pesimista, —dice precisamente sí, incluso a todo lo
problemático y terrible, es dionisíaco...
(Trad., Andrés Sánchez Pascual, Alianza Editorial, Madrid, 1979)
Anotaciones
118
Comentario
La referencia a lo dionisíaco es una
reafirmación del cambio, de la continua
transformación de la realidad frente al
estancamiento del mundo trascendente
inventado por los filósofos. En el
pensamiento nietzscheano, Dioniso, dios
griego del vino y de la tragedia,
representa la oscuridad, el dolor
cósmico, la voluntad irracional, frente a
Apolo, dios del sol, que representa la
medida, la proporción, la razón. Dioniso
significa, por tanto, en este contexto, el
mundo cambiante, la vida.
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