POSICIÓN FILOSÓFICA DE NIETZSCHE En el texto del Crepúsculo de los ídolos, Nietzsche, señala a Platón como continuador del proceso de corrupción de lo genuinamente humano iniciado por su maestro Sócrates. La distinción platónica entre “mundo de las ideas”-mundo verdadero- y “mundo sensible”-mundo aparente, supone la desaparición de la grandeza de la cultura griega presocrática que radicaba en la fusión de los elementos dionisíacos (que representan lo instintivo, la aceptación de la vida con el dolor y el sufrimiento, la irracionalidad de la vida…) con los apolíneos (que representaban la racionalidad, el límite, la belleza…) y que suponía una mezcla de lo apariencial y lo real. Sócrates y Platón, al considerar reales y verdaderos solo los valores de la racionalidad condenaron la vida por ser falsa y mala, prescindiendo del espíritu dionisíaco conduciendo el arte y la cultura a su completa decadencia. Esta crítica a la metafísica está relacionada con la crítica a la moral a la que también considera antinatural por dirigirse contra los instintos de la vida. Al igual que en la metafísica, detrás de la moral cristiana también se encuentra el platonismo creando una nueva moral, la moral de los débiles que sustituirá la antigua moral de los señores, que suponía la afirmación del hombre superior, fuerte poderoso, creador de valores que decide por sí mismo lo que es bueno y malo. Para Nietzsche la moral platónicocristiana supone una gran perversión porque convence a los señores para someterse a la moral de los esclavos y compadecerse de los débiles. La religión cristiana presenta como máximos bienes la humanidad, la mansedumbre, la humildad… Nietzsche sitúa su origen en el miedo, la angustia y la necesidad del ser humano, derivados se su incapacidad para afrontar su destino. El cristianismo invirtió los auténticos valores de los antiguos griegos presocráticos que eran valores que ensalzaban la vida e inventó el mundo ideal que desvaloriza el mundo terreno. Para Nietzsche toda metafísica y moral se sustentan en la idea de Dios. Por ello considera tarea prioritaria eliminar a Dios. La “muerte de Dios” será condición indispensable para poder eliminar el ser inmutable, la verdad absoluta, los valores objetivos y la moral de los esclavos. Todas estas son falsedades creadas por los débiles que, en último término se sustentan en la idea de Dios. Muerto Dios el hombre vivirá sin ataduras, libre y podrá situarse “más allá del bien y del mal”, siendo éste ahora auténtico legislador y creador de valores. Pero de nada servirá librarse de Dios si éste es sustituido por otros como la ciencia o la razón. Asumir la muerte de Dios significa negar todos los valores superiores en los que se creía. La consecuencia es la aceptación trágica, la desorientación y la pérdida del sentido de la vida. Sólo queda la nada (nihil). El nihilismo designa el vacío vital que siente el individuo que no puede creer en nada. Éste nihilismo tendrá así un aspecto negativo: la falta de sentido de la existencia, la pasividad, la desorientación y aceptación pesimista de la vida. Pero este nihilismo presentará otro aspecto positivo: Tras la destrucción se da paso a la creación y afirmación, que para Nietzsche será la vida. La clave consiste en desterrar los antiguos valores contrarios a la vida y transmutarlos por otros verdaderamente humanos. Para ello el hombre debe asumir su voluntad de poder, que Nietzcshe identifica con el conjunto de fuerzas que existen en el universo en constante devenir. La voluntad de poder es el instinto principal y superior del ser humano para superar todo obstáculo y afirmar la vida. Es lo contrario a la pasividad, es tener la posibilidad de crear. Por eso el modelo de hombre para él es el artista. Esta voluntad de poder es afán de superación y, por ello, es el rasgo propio del superhombre. En suma, el hombre occidental, para Nietzsche, es un ser débil, que se asusta de la vida y necesita otros mundos donde apoyarse condenando a ésta a la apariencia, además de un Dios que le indique lo que está bien y mal, refugiándose en una moral del rebaño. Frente a este hombre racional y temeroso propuso la figura de un hombre intuitivo y terrenal, capaz de liberarse de las ataduras culturales y sociales para promover la afirmación del eterno retorno. Éste será el superhombre, al que presenta como modelo de la sociedad futura. Este vivirá sin Dios, amando la vida con todas sus fuerzas, vivirá con voluntad de poder, y desarrollaría el intinto al máximo, crearía valores y usaría el arte en ese nuevo modo de valorar y no la verdad en sentido platónico