discusión sobre la etiología del autismo. teorías

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CURSO VIRTUAL DE PSICOLOGÍA Y PSICOPATOLOGÍA DEL NIÑO,
EL ADOLESCENTE Y SU FAMILIA
DIRECTOR PROF. DR. HECTOR S. BASILE
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LA ETIOLOGÍA DEL AUTISMO. TEORÍAS PSICOANALÍTICAS.
Autores: AUTORES: DRES. SILVIA ACOSTA GUEMES, MA. LOURDES RAINERI,
Y DANIEL FERDMAN
DISCUSIÓN SOBRE
LA ETIOLOGÍA DEL AUTISMO.
TEORÍAS PSICOANALÍTICAS
Dentro de este grupo de teorías etiológicas encontramos la de BRUNO
BETTELHEIM, quien sostuvo que el autismo es una respuesta del niño ante la
percepción de afectos negativos que provienen de su entorno. El niño reacciona
con rabia e interpreta el mundo de acuerdo a su rabia, siente que vive en un
mundo hostil y sin esperanza. El tiempo y la causalidad son importantes para
estos niños. Ellos desean que el tiempo se detenga para preservar su identidad. El
paso del tiempo no entra dentro del mundo autista; su mundo está hecho de
espacio. El tiempo y la causalidad son faltantes importantes para estos niños. La
noción de causalidad no existe porque implica la noción del tiempo; si un suceso
cualquiera es causa de otro, debe tener una ubicación en el tiempo. Sienten terror
de las relaciones de objeto porque las sienten muy destructivas. Tienen una
distorsión de la percepción del cuerpo, lo sienten como algo mecánico que
funciona sin orden establecido.
Bettelheim sostiene que en momentos muy tempranos de la vida, algo sucede
y en ese niño no sigue actuando lo que Winnicott llamaba “la línea de la vida”.
Compara la desconexión del niño autista como un muro que está rodeando un
vacío “la fortaleza vacía”; si alguien trata de penetrar, esa estructura se hace más
fuerte y, si se insiste en entrar puede desestructurarse y el niño es presa del
pánico. La desestructuración que se produce al intentar quebrar el muro, implica
que ahí hay una estructura. La estructura del autismo es, para Bettelheim, una
muralla que se construye muy tempranamente ante la irrupción violenta de algo
que viene a alterar el equilibrio. El niño y su madre están fusionados y algo viene a
quebrar esa fusión después de lo cual no pueden volver a conectarse. Ese sería el
origen del autismo para este autor.
MARGARET MAHLER
Veamos a continuación la tesis de Margaret Mahler. Esta autora pensó, la
mayor parte de su vida, que había una fase del autismo normal que correspondía
al primer mes de vida y que el autismo infantil primario era una fijación o regresión
a esa etapa. Según ella, en el autismo hay una dificultad para percibir el objeto
materno y, por lo tanto, no puede usarlo como faro de orientación en la realidad. El
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niño autista, incluyendo su Yo corporal, no logra distinguirse de los objetos
corporales. Posee una falla innata primaria o una pérdida de la diferenciación
entre la materia viva y la inerte. M. Mahler sostiene que el autismo es una defensa
adquirida, es muy primitiva y no puede discernirse su contenido psíquico.
Comienza en el momento del nacimiento o inmediatamente después de él. Los
niños autistas no tienen postura anticipatoria durante el amamantamiento, no hay
signos que muestren el inicio de una relación objetal. Así, no tienen la respuesta
específica de sonrisa, se ligan más a los objetos que a los seres humanos,
rechazan los brazos maternos, no muestran ninguna reacción afectiva ante la
presencia de la madre, eluden el contacto físico, etc.
M. Mahler sigue diciendo que el niño autista no puede usar las funciones
yoicas de la madre para orientarse a si mismo en el mundo externo e interno, se
crea un mundo propio y se encierra en él en una actitud aparentemente
omnipotente y autosuficiente.
El autismo es una defensa básica de aquellos niños que no pueden establecer
un vínculo emocional con la madre ya que ésta no existe para ese tipo de niños. El
niño autista, al no tener relaciones objetales, no puede afrontar los estímulos
externos e internos que son vividos como muy amenazadores. El autismo es un
intento de indeferenciación y de inanimación y una medio para mantener las
variables percepciones del mundo externo que demandan respuestas emocionales
y sociales.
Más adelante M. Mahler explica la dificultad que tienen estos niños para
atender y escuchar las comunicaciones paternas, lo que hace que pueda
confundírselos con niños sordos. M. Mahler compara esta situación con la fase del
autismo normal en la cual los receptores de distancia no están catectizados. Más
que unas sordera real, la falta de respuesta a los sonidos es una alucinación
negativa. El niño autista emplea gran cantidad de energía en dominar sus
impulsos internos por eso no está en condiciones de recibir los estímulos del
mundo externo y rechaza el contacto humano. La realidad interna y externa lo irrita
y construye así, una barrera alucinatoria negativa y masiva en contra de los
estímulos vividos como invasores.
En general, el control de esfínteres no es dificultoso debido a que los orificios y
superficies del cuerpo están insuficientemente erotizados y, además, porque este
proceso no está cargado emocionalmente como en los niños normales. El niño
autista ni come ni controla esfínteres para agradar a su madre, si se rebela,
tampoco es para irritarla.
Su cuerpo está poco catectizado por lo que tienen una gran falta de
sensibilidad al dolor, tienen pocas actividades autoeróticas y sustituyen una con
otra con gran facilidad. En lugar de actividades autoeróticas se observan en ellos
actos autoagresivos como golpearse la cabeza, morderse y herirse. Realizan
también actividades de autoestimulación junto con una mezcla de contenidos
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orales, anales y fálicos. La autoagresión sirve para limitar la catexis de una
economía de la libido distorsionada y desordenada y es también, una forma de
conectarse con su cuerpo y tomar conciencia de los límites del ser corporal y del
sentimiento de entidad (entes) ya que no consiguen el de identidad.
M. DRATMAN
M. Dratman (1967) centra la causa del autismo en la incapacidad del niño para
utilizar el maternaje y una falta de diferenciación Yo no-Yo. Esta incapacidad sería,
según Dratman irreversible, a diferencia de otras deficiencias que pueden
revertirse y desarrollar un proceso restitutivo. Hay una patología primaria a nivel
afectivo, ésta determina que los niños autistas no pueden conceptuar, expresar, ni
incluso percibir o experimentar el afecto como si sufrieran una falta de conciencia
de sí mismos. Los afectos al igual que los objetos, están investidos
fragmentariamente.
B. A. RUTTEMBERG
Por su parte, B. A. Ruttemberg (1971) destaca la incapacidad del niño autista
para establecer relaciones de objeto. El niño autista funciona en un nivel muy
primitivo con incapacidad para modular sus pulsiones mientras que algunas
funciones del Yo ejecutivo (crecimiento físico, marcha y otras funciones motoras)
pueden desarrollarse relativamente bien. La agresión es indiscriminada y
frecuentemente interiorizada. Predominan en ellos las conductas cinestésicas y
orales.
Los factores orgánicos constitucionales y adquiridos así como los psicológicos
del entorno son todos importantes y pueden dar un número casi imposible de
combinaciones posibles; en un extremo tenemos la patología intrínseca completa
y en el otro extremo la influencia del entorno.
De acuerdo a B. A. Ruttemberg el autismo se puede dividir en cuatro grupos;
en los dos primeros tendría más peso la predisposición y en los otros el entorno.
a)
Incapacidad para responder a un maternaje adecuado, para desarrollar
la imagen corporal y externalizar la libido. Este es el verdadero autismo
primario.
b)
Vulnerabilidad congénita mas general de vida a una lesión intrauterina o
a un traumatismo obstétrico, que provocan trastornos cerebrales. La
aparición del autismo dependería de la incapacidad del medio para
compensarlo.
c)
A partir de una simbiosis fallida, se produce el retiro autista.
d)
Carencia de estímulos o superestimulación nociva.
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D. WINNICOTT
D. Winnicott (1949, 1962, 1964, 1967, 1974) se interesó fundamentalmente por
estudiar el desarrollo del lactante, la relación madre-hijo y el holding; la influencia
que puede tener el medio ambiente en el proceso de maduración del niño que lo
lleva desde la dependencia absoluta hacia la independencia y las condiciones que
predisponen a la psicopatología. También fueron temas de su interés el juego y la
experiencia cultural.
D. Winnicott no elaboró una teoría sobre los cuadros psicóticos infantiles, pero
expresó algunas ideas sobre los cuidados maternos, tema fundamental de sus
trabajos, que se relacionan con los diferentes cuadros psicopatológicos que puede
sufrir el niño. Dice que el origen de la psicosis está en el estadio en el cual el niño
depende totalmente de los cuidados del medio. A través de los cuidados
maternos, dice D. Winnicott, el niño puede comenzar a existir y a constituirse su
verdadero sí mismo y a experimentar una continuidad en su existir. Si la madre no
es suficientemente buena y no le da al niño el sostén necesario, el bebé se
encuentra frente a angustias primitivas que quiebran la continuidad de su existir y
entonces debe establecer defensas precoces que distorsionan la evolución
emocional normal del niño. Esta tesis la expresa claramente en un artículo de
1949, titulado “La mente y su relación con el psicosoma” donde dice que un
entorno defectuoso es malo porque al no adaptarse, invade al lactante, quien se
ve obligado a reaccionar, razón por la cual hay una perturbación en la continuidad
de la existencia.
En 1962, en un artículo titulado “Integración del Yo en el curso del desarrollo
del niño” sigue expresando sus ideas sobre la psicosis y se refiere concretamente
al autismo. Incluye a la esquizofrenia infantil o autismo dentro de las
perturbaciones en los procesos de maduración más primitivos; se refiere en este
artículo al bebé como un ser inmaduro que está siempre al borde de la angustia
impensable y dice que la función de la madre es mantener alejada esa angustia a
través del sostenimiento que le brinda al bebé. Si la madre no cumple
adecuadamente con esta tarea, aparecería el autismo como una organización
defensiva altamente impensable. Por último, en su artículo “El miedo al derrumbe”,
(1963) desarrolla también sus ideas sobre la psicosis. Se refiere al derrumbe del sí
mismo en algunos fenómenos psicóticos. Dice que la psicosis, más que un
derrumbe, es una organización defensiva vinculada con una agonía primitiva.
Dentro de esas agonías primitivas D. Winnicott incluye la pérdida de la capacidad
para establecer relaciones objetales y como defensa surgiría el estado autista. Por
otra parte el miedo al derrumbe, según este autor, no es sino la reiteración de un
derrumbe que ya se ha experimentado y que está oculto en el inconsciente y es el
miedo a esa agonía primitiva lo que provocó la defensa.
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M. ROSENTHAL
M. Rosenthal (1987) expresa que el autismo es una perturbación psicógena
que parte de la distorsión del vínculo hijo-progenitor e interesa las modalidades del
apego y de la ligazón que son : la mirada mutua, la vocalización, el tacto, el sostén
y el afecto.
DONALD MELTZER
Donald Meltzer diferencia dos categorías dentro del autismo:
1) el estado autista propiamente dicho y
2) el estado residual.
Estos dos fenómenos se mantienen aislados en la mente, como sucede en la
represión, en la disociación y en el delirio.
Desde el punto de vista clínico, el autismo, según este autor, semeja un ataque
de petit mal. La característica del autismo es la suspensión de la vida mental; se
pierde la continuidad temporal y la noción de pasado, presente y futuro, de modo
que quedan sectores de la vida psíquica fuera de la posibilidad de ser recordados
y organizados. D. Meltzer dice que hay factores neurofisiológicos que pueden
actuar y producir este cuadro. Señala que en su opinión, los autistas tienen un
cociente intelectual muy alto, sus procesos mentales son muy rápidos, aunque
estereotipados. Estos niños discriminan con gran agudeza los detalles del
ambiente y los estados de ánimo de las personas que los rodean. Captan con
facilidad las emociones de otros seres humanos y se comportan como si los
objetos tuvieran esa misma cualidad de ser receptivos de los afectos de los
demás. Al ser tan permeables son también muy vulnerables y pueden
experimentar momentos de depresión catastrófica. Los autistas tienen rasgos
depresivos más que persecutorios, el componente sádico, si lo hay, es por
posesividad del objeto materno, no por afán destructivo. La posesividad es una
forma de amor primitiva que caracteriza a estos pacientes.
El autismo, continúa diciendo D. Meltzer, es una estructura mental y al mismo
tiempo, un estado esencialmente desmentalizado cuya raíz está en la suspensión
temporaria del reconocimiento del paso del tiempo.
El desmantelamiento, fenómeno característico del autismo, según esta teoría,
es diferente de la disociación. En esta última, hay impulsos destructivos en juego
que atacan los objetos y, luego, como consecuencia secundaria, sobreviene la
división del Yo. Esta división del Yo se debe a la fragmentación del objeto.
El desmantelamiento, en cambio, es un fenómeno pasivo y no es otra cosa que
dejar flotar los distintos sentidos, para que se describan al objeto que sea capaz
de atraerlo en ese momento. Es muy difícil que todas las sensaciones recaigan
sobre un mismo objeto. Esta dispersión de los sentidos produce el
desmantelamiento del Self, como si cayera en pedazos.
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Al suspender la tensión, que es lo que une los diversos fragmentos de la vida
mental, sobreviene el estado autista. Es un proceso donde no se arremete ni al
Self ni al objeto, por eso no se acompaña de ansiedades persecutorias.
En cuanto a los aspectos dinámicos, D. Meltzer se refiere a la compulsión,
cuyo fin es el control de los objetos y la unión de los mismos, ya que el
mantenerlos separados interfiere con el proceso y, por lo tanto, lleva al deterioro
del objeto.
D. Meltzer recuerda que en un primer momento topográfico, Freud señaló que
el inconsciente es atemporal, luego tuvo que referirse al Ello y adjudicó la
percepción del tiempo al Yo.
La compulsión a la repetición es el principio económico del Ello. Así, cuando el
Self se desmantela, cada fragmento queda dominado por el Ello, por su economía
y su dinámica; es desmentalizado, ya que sus eventos no pueden considerarse
actos mentales. En el tratamiento de pacientes autistas, es necesario que el
terapeuta sepa captar la atención suspendida y que pueda hacer nuevamente un
vínculo transferencial. Esto se logra interpretando el estado transferencial que
existía antes que sobreviniera el estado autista o permitiéndole al paciente el
contacto físico directo con el terapeuta.
Los aspectos genéticos, según esta teoría, están vinculados al pecho. Este es
un objeto que atrae la atención y logra reunir al Self desmantelado. En situaciones
en que el pecho fracasa en esta función hay períodos cada vez más largos de
desmantelización. Esto puede suceder porque la madre esté atravesando un
período depresivo.
La personalidad del niño autista se va gestando cuando al perderse el tiempo
vital de maduración mental, esos espacios son ocupados por los estados autistas.
Las interferencias del desarrollo pueden afectar la estructura misma de la
personalidad o las relaciones objetales que adquieren características excéntricas
obsesivas.
La personalidad puede dividirse en Self y un objetos, pero además podemos
decir que hay áreas internas y externas del Self, adentro y afuera de los objetos y
habría un quinto espacio, el “no lugar” del sistema delirante. La primer área tiene
que ver con el estado post-autista.
Los autistas al no poder diferenciar las cuatro áreas mencionadas, ven su
desarrollo gravemente inferido. Sufren un estado confusional más complejo que el
producido por la identificación masiva.
La extrema sensibilidad de estos niños autistas, su oralidad, su celos
posesivos, todo ello los predispone a momentos depresivos precoces e intensos.
Se fusionan con el objeto debido a que son muy posesivos y dotados de una
sensibilidad muy intensa. D. Meltzer opina que en el tratamiento esto se observa
en actos que muestran el deseo de penetrar en el terapeuta y ejercer el control
sobre su cuerpo. Ello se debería a un fracaso de la identificación proyectiva.
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El niño autista no puede tener la experiencia de sentirse adentro o afuera del
objeto. La madre se percibe como un objeto abierto, con sus orificios
desprotegidos, sin esfínteres. Habitualmente son niños que han sido abandonados
por la madre o han sido atendidos superficialmente.
La madre es para estos pacientes un objeto imposible de poseer, rico
superficialmente pero inconsciente, en este sentido, es un objeto que no brinda un
buen continente y por lo tanto, el Self es también incontinente. El déficit más
importante en cuanto a la función de continente parece estar en la audición.
El fracaso del Self como continente hace que en el autismo falte un espacio
interno capaz de retener objetos. El Self adquiere entonces una cualidad maníaca;
expulsa los objetos como si fueran heces, en forma automática y desesperada lo
cual puede terminar abruptamente y continuar con un colapso depresivo.
El autista sufre no sólo por no poder retener contenidos mentales, sino que
sufre también porque siente un bombardeo de sensaciones como si la
sensorialidad tuviera también aperturas por donde penetran una infinidad de
sensaciones que resulta muy difícil de elaborar o para dar paso al juego y al
aprendizaje. Por eso dependen tanto del objeto externo, de sus cuidados y de sus
funciones mentales. Usan ese objeto externo como una aparte de su propio Self y
para ejecutar funciones yoicas. El objeto debe actuar no sólo como un
subordinado sino como protagonista de las situaciones que propone el autista.
La dependencia del objeto es muy diferente al control omnipotente. Este último
está vinculado a la obsesionalidad, el otro es un tipo especial de dependencia. Si
el sujeto falla, en el caso del control omnipotente, el sujeto se llena de rabia, en
cambio el niño autista se aísla y queda azorado.
Los estados autistas no son defensores contra la ansiedad; más bien son
provocados por el bombardeo de sensaciones junto con un equipamiento
inadecuado del Self y fallas en el período de dependencia.
Otro rasgo de los autistas es tener pensamientos y fantasías de características
concretas.
D. Meltzer compara la personalidad post-autista con lo que sucede en el primer
mes de vida, en que el bebé necesita que el objeto lo atienda y realice sus
funciones yoicas. El niño vivencia que su cuerpo y su mente se prolongan en el del
objeto; se establece un vínculo narcisista y una identificación característica del
narcisismo primario, que es diferente de la confusión del Self y objeto propia de la
identificación proyectiva ya que en esta última la mente y el cuerpo del niño son
los que dirigen el proceso.
Siguiendo las ideas de W. Bion, quien dice que la reveire materna implica que
la madre incorpore la parte perturbada de la personalidad del bebé, reduzca la
incomodidad y la devuelva al niño. D. Meltzer dice que los autistas necesitan que
la madre cumpla con esa función no sólo respecto a las partes perturbadas, sino al
niño entero, tarea ésta que en el caso del autismo ha fracasado debido a algún
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estado mental particular de la madre, de modo que el bebé la experimenta
inconsciente como si fuera de papel.
Respecto a los mecanismos obsesivos que suelen verse en el autismo, este
autor dice que dependen del control omnipotente sobre los objetos y se apoya en
los ataques al vínculo para separar a los objetos y controlarlos mejor.
Estos niños autistas, según M. Meltzer disocian sus modalidades sensoriales
del vínculo consensual que generalmente las liga entre sí y dice que esto puede
entenderse teniendo en cuenta la formulación de W. Bion como una forma de
describir la función mental que convierte a las sensaciones en pensamientos
manipulables en el pensar.
Otra falla que se ve en este cuadro consiste en producir eventos sensuales
sólo para provocar placer y que no pueden alcanzar la categoría de experiencias
para pensarlas y comunicarlas. Estos eventos son diferentes a los elementos beta
de W. Bion que sólo son aptos para la evacuación.
La disociación extrema de consensualidad es el proceso esencial en el estado
autista propiamente dicho y, en forma más atenuada es lo que se observa en la
personalidad post-autista. Es además la base de la obsesionalidad extrema.
El ataque al vínculo, sádico y pasivo se dirige contra el Yo. El déficit de la
atención hace que la experiencia de los objetos caiga en pedazos y se restituya de
golpe.
Hay entonces dos tipos diferentes de ataques al vínculo. Uno directo que recae
sobre los objetos u objetos parciales y otro indirecto a través del desmantelamiento de la capacidad del Self para las experiencias consensuales. Esta
distinción es importante en lo que respecta a las perturbaciones obsesivas. Los
mecanismos de control de los objetos omnipotentes y de separación de los
mismos se acompañan de un grado variable de ansiedad persecutoria que
generalmente está vinculada al grado de sadismo que está en juego. La
disociación es, a veces, útil para preservar la parte sana de la personalidad de la
invasión de las partes enfermas, o, para expresarlo de otro modo, para evitar su
sometimiento.
El desmantelamiento del Self, en especial en cuanto a su posibilidad de tener
experiencias preceptúales consensuales y, por lo tanto, a la posibilidad de
introyectar objetos totales, tiene que ver con este problema.
¿Cómo hacer para controlar los objetos buenos y mantenerlos separados sin
que sean atacados por la parte destructiva de la personalidad? Se usa para esto el
mismo método que para distinguir entre la unión de un grupo por medios
concretos o abstractos y la simple asociación de miembros con el propósito de ser
reconocidos por ellos mismos y por otros. Este proceso queda destruido por el
desmantelamiento y cuando sucede esto, se pierde gran parte de la capacidad
adaptativa.
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Los objetos materno y paterno son percibidos en forma distorsionada y
permanecen separados en la mente del niño, así, se introyectan objetos
defectuosos en cuanto a las relaciones íntimas y se construye una sexualidad que
puede desembocar en el fetichismo.
En la personalidad post-autista, esto se manifiesta por una preocupación por
mantener a los objetos separados y por el interés sobre cómo se unen las cosas y
cómo se previene su desunión. Si esta característica es bien instrumentada puede
dar una actitud verdaderamente científica (el autista sabio).
El mayor grado de sadismo lo encontramos en la catatonía, en la que hay un
goce cruel en mantener a los objetos paralizados, convirtiéndolos en esclavos.
En el desmantelamiento del Self no sadista, que se ve en la personalidad postautista, hay una situación muy distinta a la anterior. Se perturba la capacidad de
encontrarse con otros objetos, pero sin infligirles dolor ni debilitarlos.
Las perturbaciones obsesivas estarían en el medio, entre la catatonía y el
desmantelamiento.
La personalidad post-autista es más grave cuanto más afectado esté el
espacio mental que traba la maduración, independientemente de las
características obsesivas que tenga.
El sistema obsesivo afecta más a la adaptación que a la evolución psicológica;
es semejante a los sistemas filosóficos o teológicos cuando se toman como una
guía de conducta en el mundo; queda interferida la respuesta emocional y se
prefiere un orden sin conflictos a las tensiones propias del crecimiento. Es un
sistema adecuado para la vejez, para el recuerdo de experiencias, pero no para un
momento de la vida en que no hay muchas experiencias para recordar.
FRANCES TUSTIN
Veamos ahora la teoría de Frances Tustin. Esta autora subraya la importancia
que tienen los ritmos y sensaciones corporales en el autismo. Dice que, en este
cuadro psicopatológico, toda la atención está dirigida hacia el cuerpo y las
sensaciones que surgen de él. Así, los objetos cobran importancia como fuentes
de estímulos sensoriales y son experimentados como parte del propio cuerpo. Da
importancia a los factores biológicos que pueden encontrarse, por ejemplo: los
desequilibrios hormonales. Teniendo en cuenta que en el autismo la sensualidad
primaria está vinculada con el funcionamiento hormonal, un desequilibrio de este
tipo puede acompañar o desencadenar este trastorno psíquico.
F. Tustin establece una diferenciación entre el autismo y el narcisismo primario,
este último es posterior y está más asociado a las emociones que a las
sensaciones. Acepta que hay una fase del autismo normal1 en la que, si bien hay
1
En un artículo publicado en el Inter. Journal of Psycho. Vol 72 Part 4 del año 1991, titulado “Revised
Understanding of Psychogenic Austim”, rectifica esta idea. No acepta más la existencia de una fase de
autismo normal y ratifica todos sus otros conceptos sobre el tema.
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un objeto que satisface las necesidades del bebé, no puede decirse que haya una
verdadera relación de objeto. El autismo normal era considerado una etapa en la
cual el bebé se preparaba para futuras relaciones de objeto discriminadas ya del
propio Self. En este primer período la madre también era experimentada como un
objeto que era percibido por el bebé como una fuente de estímulos sensoriales.
Hay una tendencia innata del ser humano hacia el logro de la relación objetal, pero
no se puede hablar de relación objetal hasta que se haya logrado la diferenciación
Yo-no Yo. Por lo tanto, en la primera etapa de la vida hay búsqueda de objeto pero
no relación de objeto, ya que el bebé no es consciente de que existe un objeto
externo que satisface sus necesidades.
La hipótesis que formula F. Tustin sobre el autismo es que éste surge debido a
que el niño ha tomado conciencia de la diferenciación Yo-no Yo antes de tener un
Self suficientemente integrado para el niño autista, éste intensifica las actividades
autosensuales que le permiten tener una situación ilusoria de fusión o confusión
con la madre. La madre no es parte del propio Self y, así como alimenta y alivia,
también es fuente de frustración y desilusión.
F. Tustin subraya el factor innato en este cuadro; no encontró que los niños
autistas tengan padres fríos o que los hayan abandonado; lo que sucede es que
los patrones innatos que trae el niño se ponen en funcionamiento en forma
distorsionada sin que el maternaje pueda cambiar esta situación. Son niños que
por alguna razón se aíslan del mundo externo y se refugian en las sensaciones
que surgen de su cuerpo.
En el autismo, dice F. Tustin, el manejo de la realidad puede hacerse de dos
formas. Puede suceder que se excluya la realidad o que se confunda el sí mismo
con experiencias no-sí mismo de la realidad compartida.
Concuerda con L. Stein (1967) y M. Fordman (1976) quienes compararon el
autismo a una reacción inmunológica en la que el organismo rechaza tejidos
extraños. Lo que rechaza el autista es la alteridad y esta reacción es tan dañina
para el desarrollo psicológico como lo es una lesión cerebral. Incluso menciona
estudios post-mortem en monos a quienes se les produjo una interferencia en el
vínculo con sus madres cuando eran recién nacidos y se vio que esto había
producido una atrofia en las dendritas neurales del cerebro.
En el autismo han quedado restos primitivos del pasado evolutivo que entran
en conflicto con la acción humanizadora y civilizadora de los padres. Normalmente
durante la evolución psicológica se desarrollan capacidades cognitivas y sociales,
valores morales y lenguaje, los que compartimos con la especie y los que nos
permiten adaptarnos a la cultura.
En el niño autista, este proceso ha sido acompañado de emociones muy
intensas que no ha podido regular adecuadamente. En la medida en que para
estos niños el mundo externo esté lleno de restos atávicos de nuestro pasado
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filogenético, se vuelve amenazador. Por eso, los niños autistas suelen parecer, a
veces, salvajes. Tratan de escapar del mundo amenazador refugiándose en su
autosensualidad, lo que les impide utilizar adecuadamente el maternaje. En el
autista se pueden percibir diversas reacciones patológicas, entre las que F. Tustin
destaca dos en especial: la negación y la confusión.
En cuanto a la búsqueda de la etiología del autismo, F. Tustin advierte sobre la
necesidad de descartar primero algún daño neurológico o algún desequilibrio
metabólico que puedan tener que ver con el cuadro; pasa luego a ocuparse de los
factores psicógenos.
Se hace muy difícil discernir la etiología del autismo, ya que puede ocurrir que
los trastornos fisiológicos estén tan entrelazados que resulte difícil ver cuál es el
de mayor peso. F. Tustin concluye diciendo que el autismo no puede tener una
etiología exclusivamente psicógena. En general son varios los factores en juego
que se unen: una vulnerabilidad constitucional en el niño, alguna alteración
genética junto con una crianza con interferencias pueden dar como consecuencia
un cuadro de autismo como una defensa frente a una realidad que el aparato
neuro mental del niño no puede tolerar. No sólo el déficit en los cuidados maternos
puede llevar al autismo, hay un sinnúmero de causas que, en interacción, hacen
que el niño rechace la realidad que puede compartir con otros, en su propio medio
cultural.
Los factores etiológicos del autismo pueden aparecer muy precozmente, en la
vida intrauterina, en el momento del nacimiento o en el primer período de la vida.
A veces hay antecedentes de un daño físico real en las primeras etapas, niños
que han sido golpeados por sus padres o que han presenciado escenas de gran
violencia física entre ellos, las que operan como traumas psíquicos.
Otro grupo de niños autistas tiene como antecedentes el haber sido objeto de
tratamientos médicos dolorosos, con lo cual se les ha reforzado la fantasía de
aniquilamiento que ya traían previamente.
Respecto a la madre, también pueden haber causas que interfieran en su
capacidad para empatizar con el niño (enfermedades físicas o mentales,
depresión post-parto, situaciones angustiantes como mudanzas, duelos, conflictos
conyugales o la falta de preparación de la madre para entablar un vínculo con ese
niño en particular). Estos factores, junto con lo innato del niño, pueden originar un
cuadro de autismo.
Antes de adentrarse en la explicación de los mecanismos psicológicos que se
encuentran en el autismo, F: Tustin recuerda lo que es un desarrollo normal. Para
que el aparato psíquico del bebé se estructure adecuadamente, la madre debe
tener la capacidad de reverie necesaria para protegerlo de los estímulos nocivos
que puedan llegarle desde el exterior y para neutralizar las ansiedades internas
propias de la situación de desamparo en que se encuentra. El nacimiento físico y
el nacimiento psicológico no son simultáneos en el ser humano. El bebé durante
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las primeras semanas de vida se siente como una prolongación de la vida
intrauterina, tiene las mismas sensaciones táctiles de estar dentro del medio
acuoso que dan origen a las primeras ilusiones del bebé. Si en este período
inmediatamente posterior al nacimiento, hay interferencias y el bebé se ve
enfrentado prematuramente a la diferenciación Yo-no Yo, la evolución psicológica
puede verse seriamente perturbada. También una crianza disarmónica, por
momentos muy blanda y por otros muy dura, puede traer consecuencias graves y
llevar a un cuadro de autismo.
Investigar el nacimiento psicológico del ser humano, ya sea normal o
traumático, no es fácil porque los procesos psíquicos que éste implica quedan
reprimidos y porque son estadios preverbales y preconceptuales y solamente
podemos acercarnos a ellos a través de la empatía y la intuición. La empatía
alcanza su nivel máximo en los primeros momentos de la relación madre-hijo y
luego va perdiendo intensidad.
Hay individuos que elaboran su nacimiento psicológico, traumático o no, a
través de actividades artísticas o religiosas usando talentos especiales con los
cuales están dotados. Para expresar lo que sucede en la mente de un niño autista
en este momento de nacimiento psicológico, F. Tustin usa los términos “catástrofe
psicológica”, o “nacimiento psicológico prematuro o mal manejado”.
El niño autista no ha podido desarrollar actividades transicionales que le
permitieran amortiguar el impacto de la toma de conciencia de la diferenciación
Yo-no Yo, ni transformar las sensaciones en preceptos y conceptos. Pero antes de
las actividades transicionales hay un momento donde se hacen diferenciaciones e
integraciones básicas de sensaciones, especialmente entre las sensaciones duras
y blandas que ofrecen una infraestructura al Self en formación para tolerar más
adelante la alteridad. El niño autista no ha podido hacer esto, por lo tanto, al tomar
conciencia que la madre no es parte del Yo, lo vive como una violencia al sí mismo
corporal; en ese momento, la madre autosensual queda afuera del mundo del
niño. El niño autista de tipo encapsulado experimenta esta situación como tener un
agujero, el tipo confusional como un agujero pero también como una herida. A
medida que el proceso mórbido avanza, el agujero se convierte en un agujero
negro y la herida en algo supurante y sucio por donde pueden entrar y salir
sustancias dañinas. Para protegerse, bloquea los agujeros con objetos autistas
duros y objetos confusionales blandos de los cuales siente que depende su
supervivencia. Los niños sienten la separación de la madre como la sección de
una parte de su cuerpo, con la consiguiente sensación de desamparo y fragilidad.
Esto es lo que M. Balint (1958) llamó “la falta básica” y E. Bibring (1953)
“depresión primaria”.
F. Tustin describe el proceso que genera el autismo de la siguiente manera: en
un primer momento, la madre es para el bebé algo que satisface, pero llega un
momento en que, cuando el bebé siente un malestar físico y se da cuenta de que
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la madre no está ahí para calmarlo, se siente desamparado a merced de una
dolorosa sensación no-Yo. En estos primeros momentos de organización del
psiquismo, lo duro y áspero es incomodidad y es no-Yo, lo blando y suave es
comodidad y es Yo. En la medida en que estos pares antitéticos de sensaciones
queden rígidamente polarizados o confundidos, el desarrollo psíquico se verá
gravemente perturbado.
Un ambiente contenedor, pero no confuso, en los comienzos de la vida es
fundamental para que pueda desarrollarse la confianza básica necesaria para
enfrentar la vida. Dentro de esta prolongación de la vida intrauterina en la que se
encuentra el bebé inmediatamente después de nacer se producen las
integraciones psicológicas, así como las integraciones corporales se produjeron
dentro del útero. Todo este proceso queda al descubierto en la psicosis.
Las primeras integraciones que deben hacerse se llevan a cabo entre
sensaciones duras y blandas bajo el dominio del principio del placer-displacer; es
un estado esencialmente sensorial donde lo suave es placentero y lo duro
displacentero. Poco a poco se van uniendo las sensaciones suaves con las
sensaciones de receptividad y las duras con las sensaciones de meter y entrar,
distinciones que tienen que ver con la bisexualidad infantil. El meter y lo duro es lo
masculino y lo blando y lo receptivo es lo femenino. Luego la experiencia del
amamantamiento hace que se amalgamen los elementos masculinos y femeninos,
el pezón duro y la alengua funcionando sincrónicamente con la boca y el pecho
receptivos y blandos, hace que el bebé tome conciencia que la dureza firme puede
ser también adaptable. Todo este proceso posibilita que el niño entre en contacto
con la realidad y el período dominado por las sensaciones va desapareciendo; el
mundo externo comienza a tener sentido. Las integraciones psicológicas son
simultáneas con las integraciones neurofisiológicas en el sistema nervioso y en el
cerebro del niño; nace así ahora claramente lo psíquico, a partir de la actividad
recíproca y rítmica entre la madre y el bebé. Según lo describe F. Tustin aparece
la vivencia traumática cuando el bebé toma conciencia de que lo blando y
agradable son sensaciones Yo y que la madre, que ahora se percibe como
externa a sí mismo, puede gratificar y frustrar alternativamente. El psiquismo se
maneja principalmente con la proyección en este momento y a medida que se va
dejando de usar el desbordamiento, aparece la imitación; proyección e
identificación. Se proyecta lo desagradable y pasa a ser no-Yo, lo agradable y
blando es Yo. Esta dicotomía Yo-blando, no-Yo duro es el inicio de la dualidad. El
bebé es muy vulnerable y, si los cuidados maternos no son adecuados, se siente
expuesto a “terrores sin nombre” como los llama W. Bion. Estas son experiencias
tan primitivas que se pueden expresar únicamente por imágenes.
Cuando el pezón duro entra en la boca se produce una excitación, que si no
pasa de determinada intensidad es placentera y que cuando llega a niveles muy
altos se convierte en éxtasis. Este estado de éxtasis puede incrementar la ilusión
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de fusión madre-hijo. Cuando la madre no es continente de estos estados
extremos, el bebé debe soportarlos solo, con el riesgo de desintegrarse.
Normalmente la madre “sostiene” al niño que no está en condiciones de controlar
ni procesar descargas de tal magnitud, tanto en el plano psicológico como
fisiológico. Una madre incontinente enfrenta muy precozmente al bebé con la
sensación de “ser dos”, que resulta catastrófica, porque el bebé se siente a la
deriva y comienza a instrumentar defensas patológicas para volver al estado de
unidad. El niño autista que se siente encapsulado queda con la ilusión de que está
unido al trozo duro de la madre y que eso lo protege. Cabe agregar que el
encapsulamiento puede ser total o parcial.
Dado que la primera etapa de la vida está marcada por la hipersensibilidad y la
omnipotencia, el bebé siente que con sus movimientos hace que ocurran cosas.
Cuando advierte que su deseo no es suficiente para que el pezón llegue a su boca
vacía lo siente como un agujero negro, según surge del estudio del material de
niños psicóticos, esto es una alucinación maligna. El pecho ausente es sentido
como una fricción dura y dolorosa, algo áspero que produce rabia y pánico.
Cuando la rabia y el pánico son llevados a la máxima intensidad, aparecen las
rabietas que, si no son calmados por la madre, producen la fantasía de
desparramarse incontroladamente con el consiguiente peligro de producir algún
hecho desastroso. Tanto el éxtasis como las rabietas provocan, a nivel físico, un
aumento del tono muscular. Si esa tensión corporal insoportable no es
comprendida y aliviada por la madre se experimenta como un desborde
perturbador y se proyecta como no-Yo y así se perturba el sentido de unidad,
aparece la dualidad y se constituye un falso Self herido y mutilado.
Lo más patógeno parece ser una madre inconsistente, que por momentos es
muy estricta y luego muy permisiva, que lleva al niño a frustrarse y a seguir
desbordándose.
La separación precoz de la madre hace que el aparato psíquico no se integre o
que se desintegre.
El encuadre psicoanalítico actúa como una incubadora donde el niño puede
lograr las integraciones básicas que no logró antes.
F. Tustin distingue dos tipos de reacciones autistas:
1) las de encapsulamiento y
2) las de confusión.
En el primer grupo, luego de la primera experiencia de separación corporal,
que fue traumática, el niño no vuelve a tener ninguna otra experiencia se
separación respecto de los objetos; se siente aislado del mundo por una barrera;
las únicas experiencias que tiene son mediante las sensaciones táctiles, incluso la
vista, el oído y el olfato se sienten como experiencias táctiles. El encapsulamiento
es un intento de evitar el deterioro que trae aparejado la desintegración y
confusión propias de los niños de tipo confusional.
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En el niño autista de tipo confusional, hay una situación de engolfamiento y
enredo con el objeto, el Self está fragmentado y la vivencia es que esos
fragmentos están dispersos y desparramados. No puede elaborar las sensaciones
de pérdida debido a la confusión que tiene entre sí mismo y la madre.
Ambos tipos de niños autistas expresan el trauma de la separación corporal
mediante la imagen de un agujero que intentan tapar con objetos autistas.
Los sentimientos que se ponen en juego en estos niños son la angustia, el
pánico, la rabia y la rivalidad depredadora.
El material reprimido es escaso, la tolerancia a la frustración es muy poca y su
capacidad simbólica es rudimentaria.
Lo que obstaculiza el logro de la capacidad simbólica es el predominio tan
intenso de las sensaciones que obstruyen su desarrollo.
Con el tratamiento psicoterapéutico el proceso de simbolización puede
desarrollarse y lo hace en sucesivas etapas: primero una fase “como si” que lleva
a la segunda fase de representación pictórica y luego de representación simbólica.
En la fase “como si” el niño iguala diferentes objetos basándose en algún rasgo
común y en el hecho de que producen las mismas sensaciones en la boca.
En la representación pictórica, ya hay alguna noción de separación corporal; un
objeto puede sustituir a otro con rasgos semejantes, sobre todo respecto de sus
contornos.
Por último, cuando el niño psicótico adquiere la capacidad simbólica, ya no
necesita ubicar todo lo desagrable y amenazante en no-Yo sino que puede
expresarlo mediante actividades simbólicas como hablar, pensar, fantasear, jugar,
etc.
Como dijimos antes, F. Tustin ya no acepta que el autismo sea una regresión a
una fase de autismo normal. Ahora piensa que el autismo es una enfermedad en
dos etapas: en la primera, el bebé y la madre sienten que cada uno forma parte
del cuerpo del otro. La segunda etapa comienza cuando el bebé percibe que él y
la madre son dos seres separados y se rompe así la ilusión de unicidad patológica
entre ambos. Percibir la separación de la madre es traumático y catastrófico para
el bebé y por eso F. Tustin sostiene que el síndrome autista puede considerarse
una versión infantil de un “trastorno de estrés post-traumático”.
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DISCUSIÓN SOBRE LA ETIOLOGÍA DEL AUTISMO
TEORIAS PSICOANALITICAS
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