análisis de las bases tecnicas de sename en intervenciones de alta

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DIPLOMADO EN INTERVENCIONES SOCIOEDUCATIVAS CON NIÑOS Y JÓVENES EN
SITUACION DE VULNERABILIDAD SOCIAL
ANÁLISIS DE LAS BASES TECNICAS DE
SENAME EN INTERVENCIONES DE ALTA
COMPLEJIDAD:
LÍMITES Y ALCANCES DEL TRABAJO CON NIÑOS, NIÑAS Y
ADOLESCENTES EN SITUACION DE CALLE.
NOMBRE: María Beatriz Gutiérrez B.
Trabajadora Social
Agosto de 2014
I.
PRESENTACION
La sociedad chilena, en el marco de la modernidad, ha generado importantes cambios en la
forma en que entiende a los seres humanos, reconociendo sus derechos inalienables y
distinguiendo las distintas necesidades que tienen las personas de acuerdo a la etapa de la
vida en que se encuentran.
En el marco de estos cambios es que en 1990 Chile ratificó la Convención Internacional de
Niños, Niñas y Adolescentes (CDN), que plantea una nueva concepción de infancia: los niños
y niñas no son personas que únicamente necesitan de la protección del Estado y sus familias,
ni tampoco son responsabilidad exclusiva de sus padres, sino que son personas portadoras
de derechos (sujetos de derecho), que se encuentran en una etapa clave de la vida, con un
máximo de potencialidades, pero también importantes niveles de dependencia hacia los
adultos, para poder alcanzar el desarrollo pleno. Esto se expresa en el artículo N° 5 de la
Convención, que reconoce que los cuidados otorgados a los niños y niñas por parte de los
distintos actores sociales, para garantizar el cumplimiento de sus derechos, debe adecuarse
al principio de autonomía progresiva del niño “ En consonancia con la evolución de sus facultades,
dirección y orientación apropiadas para que el niño ejerza los derechos reconocidos en la presente
Convención.” (UNICEF, 1996, p. 1)
Esta dependencia sitúa a niños, niñas y adolescentes en una posición de vulnerabilidad frente
a cualquier negligencia o maltrato del que pudieran ser víctimas por parte de los adultos o de
la sociedad en general, y que pudiera afectar su vida actual o futura, por lo que la CDN indica
las orientaciones a partir de las cuales el Estado de Chile debe generar las regulaciones
jurídicas y políticas públicas necesarias para resguardar el cumplimiento de sus derechos.
..
Los niños son, entonces, sujetos preferenciales de derecho, y es responsabilidad de la
sociedad en su conjunto el velar para que puedan desarrollar sus potencialidades de manera
adecuada, ya que la infancia y adolescencia son una de las etapas más ricas en potencial,
pues en ella se sientan las bases del desarrollo cognitivo, relacional, moral y emocional de las
personas (Céspedes, 2008).
El organismo encargado de velar por la promoción y cumplimiento de los derechos de niños,
niñas y adolescentes (NNAS) es el Servicio Nacional de Menores, SENAME, que tiene como
misión trabajar a través de un sistema de atención a la infancia y adolescencia que se apoya
programas propios y en instituciones colaboradoras, encargadas de ejecutar los proyectos y
programas que el organismo ha dispuesto para respetar, promover y restituir los derechos de
los niños, niñas y adolescentes del país1.
El Sistema de Atención a la Niñez y la Adolescencia a través de la Red de Colaboradores de
Sename es regulado por la ley N° 20.032 (2005), que establece una modalidad de
financiamiento para dichos organismos a través de subvenciones estatales, y señala las
líneas de trabajo que pueden ser ejecutadas en esta modalidad, siendo estas las áreas de
Oficinas de Protección de Derecho, Centros Residenciales, Diagnóstico Ambulatorio y
Programas.
Para que una institución pueda ser considerada organismo colaborador debe participar en un
proceso de licitación, ajustando su propuesta metodológica a las bases técnicas específicas
diseñadas por Sename para cada una de sus líneas de trabajo, de acuerdo al tipo de
intervención que pretenda abordar.
Tomando en cuenta, entonces, la importancia de las bases técnicas elaboradas por Sename
para asegurar la promoción, protección y restitución de derechos de la infancia y
adolescencia, es que el presente trabajo busca contrastar la propuesta técnica de intervención
socioeducativa presentada por Sename para un Programa Especializado ( destinado a niños
y jóvenes que presentan un problema de alta complejidad o una yuxtaposición de
1
La Misión Institucional del organismo es“ Contribuir a la promoción, protección y restitución de los derechos de niños, niñas y
adolescentes vulnerados/as o en riesgo de serlo, así como a la adecuada responsabilización y reinserción social de
adolescentes que hayan infringido la ley, a través de programas ejecutados directamente o por organismos colaboradores del
Servicio”. Extraída de http://www.sename.cl/wsename/estructuras.php?name=Content&pa=showpage&pid=2, en octubre de
2014.
vulneraciones de derecho), con las características de los sujetos de intervención a los que
apunta, con la finalidad de reconocer nudos críticos que pudiesen afectar la intervención de
las vulneraciones de derecho que se desea superar.
Se realiza esta contraposición, pues se considera que desde el momento en que Sename
presenta bases técnicas centralizadas para orientar la intervención de los programas con las
distintas problemáticas de infancia, supeditando el financiamiento de los programas
interventivos al cumplimiento de las mismas normas, instala una visión que la sociedad en su
conjunto debe tener frente al abordaje de los problemas de la infancia, sin que
necesariamente dicha visión garantice el desarrollo armonioso de los niños, niñas y
adolescentes de Chile.
En otras palabras, la planificación central de los programas de intervención en infancia (a
través de las bases técnicas ya mencionadas), otorga un piso de prestaciones que busca
resguardar los procesos interventivos con los niños, niñas y adolescentes de acuerdo a sus
problemáticas y necesidades, pero al mismo tiempo, limita la posibilidad de los equipos de
trabajo para realizar intervenciones novedosas o complejas que permitan la real superación
de las vulneraciones de derechos a las que se encuentran expuestos los niños.
Se considera, por tanto, que dentro de este modelo de subvenciones a los organismos
colaboradores de Sename, las bases técnicas específicas de algunos programas
especializados han generado intervenciones estándar, que no siempre rescatan la
particularidad de cada sujeto de intervención, pues se supeditan a criterios económicos
limitados que no alcanzan a financiar todos los recursos necesarios para una intervención
eficiente con niños y jóvenes que se encuentran en situación de alta vulnerabilidad, dentro de
contextos especialmente complejos.
Dichos “programas especializados”, son aquellos programas de protección de derechos
establecidos en la Ley N° 20.032, que “se encuentran destinados a otorgar intervención
reparatoria especializada frente a situaciones de vulneración grave de derechos, tales como:
situación de calle, consumo abusivo de drogas, maltrato infantil grave, explotación sexual
comercial infantil u otras” (Número 3.2 del artículo Nº 4).
El contraste de las bases técnicas con los sujetos de intervención se realizará respecto a los
Programas de Protección Especializados en Calle”, pues se considera que dentro de todas las
situaciones de vulneración grave de derecho, el encontrarse en situación de calle reviste
mayor complejidad, a causa de la marcada desprotección y cantidad de riesgos a los que se
encuentran expuestos y a que han roto completamente su vinculación con su familia y el resto
de la sociedad.
Lucchini (1996) manifiesta que el fenómeno de desvinculación de las redes sociales se realiza
a través de la llamada “carrera del niño de la calle”, en la que sujeto rompe el vínculo social
de manera progresiva, motivado por permanentes vivencias de carencia y maltrato, en la que
se van suscitando una serie de elementos que van desde las salidas esporádicas del hogar,
experiencias de institucionalización, vida en calle, regresos al hogar y a las instituciones,
constituyéndose la vida en calle como el nivel terminal de una trayectoria de vulneraciones.
En ese sentido, Sename (2004), considera que los niños que habitan en la calle se ven
seriamente vulnerados “en tanto la vida en la calle no les garantiza el acceso y respeto a
todos sus derechos” (p.8). Por lo tanto, se impulsan acciones orientadas a la generación de
proyectos especializados en esta temática, para las cuales se necesita de fundamentación
teórica que permita comprender el fenómeno en su totalidad para que sea intervenido de
manera fundada.
No obstante lo anterior, el fenómeno de “personas – y niños- en situación de calle” ha sido
escasamente abordado en nuestro país, siendo un hito reciente en su visibilización pública la
realización del Primer Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle el año 2005
(organizado por el Ministerio de Planificación Nacional , en colaboración con instituciones de
la sociedad civil), y un estudio realizado por Sename (2004), en el que se estimó existirían
1039 niños en situación de calle, de los cuales 330 pertenecerían a la Región Metropolitana,
sin que se hayan realizado nuevos catastros del fenómeno en población infantojuvenil, o al
menos, sin que se hayan hecho públicos. Considerando lo anterior, es que en nuestro país el
abordaje teórico del fenómeno es reciente, por lo que los estudios al respecto son escasos.
II.
MARCO TEORICO Y DISCUSION
a) Los sujetos de intervención y modelos de trabajo en los Programas de
Protección Especializados.
Los Programas de Protección Especializados de Sename buscan la protección y reparación
de los niños, niñas y adolescentes que presentan vulneraciones de mayor complejidad dentro
de la sociedad. En este sentido, Sename (2007 a) distingue entre distintos niveles de
complejidad en la vulneración de derechos, con la finalidad de otorgar una oferta programática
oportuna y diferenciada para la situación de cada niño:
La baja complejidad se refiere a la “presencia de situaciones y/o conductas que se constituyen
en señales de alerta a considerar, pero que no provocan daño evidente en los NNAS en lo
que al ejercicio de sus derechos se refiere” (p. 2). Su intervención es resuelta a través de las
líneas de acción de las Oficinas de Protección de Derechos (OPD) y Programas de
Promoción.
La mediana complejidad considera “evidentes señales de alerta, que provocan daño y/o
amenazan los derechos de niños, niñas y adolescentes” (p. 2). La intervención con niños que
atraviesan vulneraciones de este tipo es resuelta en OPD y Programas de Prevención, como
Programas de Intervención Breve (PIB, actualmente PPF).
Finalmente, el nivel de alta complejidad contempla la “presencia de situaciones y/o conductas
que provocan un grave daño a la integridad física y/o Psicológica de los niños, niñas y
adolescentes que las sufren” (p.2). La intervención en este nivel se resuelve a través de
Programas de Protección Especializados, que consideran un trabajo diferenciado con
situaciones de drogas, maltrato constitutivo de delito, explotación sexual comercial infantil y
calle.
En relación a los fenómenos de alta complejidad, y de acuerdo a las cifras entregadas por
Sename (2014), existiría un total de aproximadamente 9.621 NNAS dentro de su red de
protección que durante el presente año han sido atendidos por algún problema con drogas.
Para el organismo, el consumo problemático de estas sustancias responde a un proceso “en
el que inciden relaciones o interacciones en los ámbitos familiares, sociales y culturales, así
como refuerzos conductuales y atribuciones cognitivas que van limitando las opciones de
conducta frente a la dependencia” (Sename, 2014, p. 103)
Los Programas Especializados en Droga buscan interrumpir y resignificar la experiencia de
consumo, a través del trabajo terapéutico individual con el niño, y la incorporación al proceso
de su familia, por lo que la intervención considera al niño como un sujeto biopsicosocial que
se encuentra inserto en un medio con el que también se debe intervenir (Sename, 2012)
Para situaciones de maltrato constitutivo de delito, se han diseñado los Programas de
Protección Especializado en Modalidad Maltrato Infantil Grave y Abuso Sexual (Sename, 2007
b), atendiendo casos de maltrato físico grave, como golpes, quemaduras, heridas, etc.; y/o
abuso sexual de acuerdo a la ley de delitos sexuales, desde un criterio de clasificación médico
y legal.
El objetivo de estos programas desde sus bases técnicas es “contribuir al proceso reparatorio
del NNA que ha sufrido maltrato físico grave y/o agresión infantil” (p. 2). Busca interrumpir el
maltrato, facilitar el proceso de resignificación abusiva y fortalecer la integración familiar y
social del niño. Para ello, interviene a través de procesos de diagnóstico y tratamiento en
base a planes de intervención individual, basados en intervenciones socioeducativas y en la
atención psicológica permanente, a través de psicoterapia que es administrada por el mismo
centro, tanto a los niños como a sus familias.
Para cumplir con su objetivo, las bases técnicas contemplan que estos Programas de
Protección Especializado en Maltrato Infantil Grave y Abuso Sexual cuentan con un plazo de 6
a 12 meses para concretar la intervención reparatoria, teniendo como recursos humanos una
jornada y media de psicólogo y media de trabajador social por cada 25 niños atendidos (se
puede incorporar a un psiquiatra en caso de considerarse necesario).
De acuerdo a los registros de Sename (2014) para el presente año, en toda su red han sido
atendidos 29.876 casos que califican en este tipo de maltrato (p. 12).
Si se considera la intervención planteada por las bases técnicas, se observa que la reparación
se trabaja entendiendo al niño como parte de un entorno social y familiar con el que se debe
intervenir. Por lo mismo, se da por hecho que el sujeto de intervención cuenta con vínculos
con distintos actores sociales, y que para lograr la reparación estos deben ser incluidos en el
proceso psicoterapéutico.
En el caso de Niños y Niñas víctimas de Explotación Sexual Comercial Infantil y
Adolescente (ESCIA), Sename (2014) señala haber trabajado con 925 casos durante el
presente año, a través de los Programas de Protección Especializada en Explotación
Comercial Infantil y Adolescente, cuyas bases técnicas (Sename 2007 c) contemplan como
objetivo “Asegurar los procesos de re significación del NNA víctima de explotación sexual
comercial y propiciar su integración familiar y social” (p.4) Para ello, busca elaborar los daños
sufridos por el niño, interrumpir la vulneración y asegurar la reinserción social y familiar de
este.
En la ESCIA, los sujetos de atención declarados son tanto los NNA víctimas de explotación
sexual como sus familias. La intervención, de carácter psicoeducativo, se realiza a través de
un sistema vincular de tutores, apoyados por un equipo profesional. Para ello, se contempla la
intervención psicoterapéutica de los niños y su sistema familiar, y la reinserción de los niños
en áreas de salud, educación, trabajo y ámbito judicial.
El área de salud cobra especial importancia, pues las bases técnicas es ESCIA contemplan la
intervención biopsicosocial, considerando dentro de su equipo técnico tanto a psicólogos,
trabajadores sociales y psiquiatra (cada uno de esos profesionales por cada 25 niños).
Considerando lo anterior, es que el modelo de intervención solicitado en las bases técnicas
entiende al niño vulnerado como un sujeto que mantiene contacto con su grupo familiar, y
entiende que ha sido vulnerado y por tanto se debe incorporar un trabajo médico y psiquiátrico
en su proceso reparatorio.
Respecto a los Niños, Niñas y Adolescentes en Situación de Calle, Sename (2014) estima
que ha trabajado con 1766 niños que presentan esta condición, a través de los Programas
Especializados en Calle (PEC). En sus bases técnicas, el objetivo planteado para estos niños
consiste en “poner término a la vida en la calle y resignificar el daño causado por las graves
vulneraciones vividas por NNAs” (Sename, 2007 a, p. 2), a través de una metodología que
contempla etapas progresivas de vinculación con el NNA, tendientes al trabajo en torno a un
Plan de Intervención manejado por un educador social, entendido como un “adulto de
conducta positiva que supervisa y guía el proceso del niño”. (p.3)
En los PEC, los sujetos de intervención son caracterizados como personas cuya forma de
organización más habitual son las caletas; es decir, grupos de niños, niñas y adolescentes
calle que “habitan en lugares semiocultos en la vía pública, excluidos de la escolaridad, de la
atención de salud y, en general, del acceso a bienes y servicios, desarrollando estrategias de
sobrevivencia que pasan por la mendicidad, hurtos y robos, trabajos informales como
comercio callejero, a lo que se suma el consumo de drogas (especialmente de inhalantes,
como el tolueno)” (Sename, 2006, p. 186).
El enfoque de trabajo contempla la intervención psico y socioeducativa individual y con el
grupo de pares, y la intervención familiar (o con referentes de apoyo) a través de acciones
socioeducativas (talleres de habilidades parentales, vistas domiciliarias, etc.), para instalar
dinámicas familiares marcadas por los buenos tratos y la integración social. La intervención no
considera espacios psicoterapéuticos, ni atención médica para los niños sujetos de
intervención. Sostiene que en caso de ser necesario, se debe acudir a la oferta de salud
pública para atender posibles casos de psicopatología.
Respecto al recurso humano, las bases técnicas contemplan a un trabajador social y un
psicólogo cada 50 niños, más educadores sociales. En comparación a los programas
especializados anteriores, la cifra de profesionales es mucho menor en relación a la cantidad
de niños, y el rol de los profesionales se enfoca a un trabajo comunitario y de diagnóstico,
desde un enfoque clínico comunitario y no psicoterapéutico.
En resumen, todas las bases técnicas de los programas especializados presentan elementos
en común: intervención vincular con el NNA y su familia en base a un plan de intervención;
incorporación de la psicoterapia como estrategia fundamental en el proceso reparatorio
(menos en los PEC), y concepción del sujeto de intervención como un niño que ha sido
vulnerado por factores externos a su propia voluntad, como son los maltratos graves,
trayectorias que influyen en el consumo de problemático de drogas o explotación sexual
comercial infantil.
Es interesante, entonces, que en los casos de NNAs en situación de calle se repliquen los
mismos modelos interventivos, pero sin considerar la psicoterapia como parte de la
reparación, sino que otorgando a la intervención vincular con el educador toda la
responsabilidad de la superación de la vulneración de derechos. Del mismo modo, la
incorporación de la familia en la intervención posee un rol igualmente importante en este
modelo que los mencionados anteriormente: se busca vincular al NNA a su familia de origen,
para evitar su permanencia en la calle, pero como se verá más adelante, muchas veces las
familias se han constituido en el mayor factor vulnerador de estos niños, en cuando “el
abandono del hogar se ve fomentado por el comportamiento violento de la madre o el
padrastro, la situación económica de la familia, la explotación económica del niño por parte de
los padres, la violencia familiar y la fragilidad de la organización de la familia. (Lucchini, 1996,
p. 55).
Esta similitud/ diferencia con otros programas especializados pone a los niños en situación de
calle en una desventaja comparativa, en cuanto el modelo de intervención ofrece menos
prestaciones a estos niños, iguala su situación socio familiar a la de niños que presentan otras
problemáticas, y obvian los elementos característicos de este grupo social, que difiere de
todos los grupos anteriores de NNAs maltratados, ya que con ellos el recurso del factor
protector familiar es inexistente, o muchas veces, nocivo para el niño.
b) Características de los Niños, Niñas y Adolescentes en Situación de Calle.
El fenómeno de niños, niñas y adolescentes en situación de calle es un tema que ha sido
escasamente abordado en nuestro país, aun cuando ellos pertenecen a uno de los sectores
más excluidos y vulnerables de la sociedad, a causa de la marcada desprotección y cantidad
de riesgos a los que se encuentran expuestos.
Para que ocurra este fenómeno, se debe comprender que la salida del hogar de un niño hacia
la calle, es una decisión personal en la que median distintos factores, entre los que se
encuentran situaciones de pobreza y violencia intrafamiliar: “un niño no se vuelve niño de la
calle de la noche a la mañana. La partida del hogar se prepara y se trata de un proceso más o
menos largo, denominado carrera del niño de la calle” (Lucchini, R., 1996: 56). En esta
carrera, se van suscitando una serie de elementos que van desde las salidas esporádicas del
hogar, experiencias de institucionalización, vida en calle, regresos al hogar y a las
instituciones, todo esto apoyado por factores mantenedores del rompimiento del vínculo con
las familias y la adecuación de la persona a la vida en la calle.
En el proceso de la carrera a la calle, el niño va adoptando e internalizando conductas de
socialización callejera (como consumo de drogas, naturalización de la actividad delictiva u
otros), que en la medida que se hacen más profundas los alejan más de los vínculos con su
familia y la sociedad, al punto que los niños en situación de calle llegan a presentar
características personales y sociales distintivas y diferentes en relación a otros tipos
de vulneración social de alta complejidad.
Estudios del Hogar de Cristo (2005, p. 62) señalan que los niños en situación de calle
presentarían características psicológicas propias, entre las que se cuenta baja autoestima; ser
manipuladores, desobedientes, desafiantes, relacionarse por medio de conductas de
agresividad física y verbal; presentar necesidad de contacto físico; no evidenciar proyección
de futuro; poseer baja motivación, irritabilidad emocional, lenguaje caracterizado por la jerga
propia de la calle, falta de consciencia de riesgo, negación de la realidad, rendimiento
intelectual inferior al promedio, dificultad de concentración e inhibición de afectividad. Frente
a la sociedad los niños manifiestan actitudes de desconfianza, manipulación, agresividad; con
los niños de la calle se aprecia sentido de pertenencia, y con educadores regresión,
afectuosidad y comunicación. Por su parte, Grimma (1999) rescata que estos niños poseen
más recursos personales, en cuanto han logrado prescindir de los adultos para satisfacer sus
necesidades, mientras que Ossa (2005) resalta la resiliencia, autoconfianza y capacidad de
los NNAs en situación de calle para sostener una red de apoyo a través del grupo de pares.
A nivel psicosocial, Grima (1999) caracteriza a los niños en situación de calle en torno a tres
elementos constituyentes, que generan dinámicas de interacción social estigmatizadoras y
que definen de antemano el rol que ellos deben jugar al interior de la sociedad.
La primera característica correspondiente a los niños, niñas y adolescentes en situación de
calle es que estos presentan episodios recurrentes de transgresión de normas. Esto ocurriría
gracias a que el niño posee un superávit de recursos personales respecto a otros pares que
se encuentran protegidos por sus familias. Al mismo tiempo, sus familias no ejercen la función
paterna que permite la inscripción de la ley, por lo tanto “el niño se muestra proclive a
transgredir la ley y significa a la autoridad como autoritaria si no da lugar a sus caprichos” (p.
54-55.)
La segunda característica de estos niños es que “carecen de los recursos simbólicos que les
permitirían evaluar los riesgos que corren” (p.55), es decir, no se percibe en ellos la
visualización de riesgos presentes en su entorno o desarrollan estrategias afrontamiento
particularmente peligrosas, por lo que se encuentran permanentemente expuestos al medio.
Esto se relaciona con la tercera característica, que explica que ellos viven en torno a la
llamada “cultura de la urgencia”, definida por “la sobrevivencia en medio de un clima hostil” (p.
56).
Para el autor, la situación callejera se expresa en los niños de modo sintomático, en tanto la
calle no está preparada para albergar cuerpos y psiquis infantiles. De este modo, se generaría
una identidad de los niños de la calle en dónde la sociedad los margina y ellos “se ponen en el
lugar dónde se los coloca” (p. 68)
Estas relaciones sociales impiden la concepción de los niños en situación de calle como
sujetos de derecho, pues anulan la capacidad de la sociedad para reflexionar críticamente en
torno a su estado y los expone a imaginarios colectivos que naturalizan su situación e
impiden la elaboración de estrategias que contribuyan al cambio.
A diferencia de lo ocurrido con niños que han sido víctimas de maltratos graves y abuso
sexual, o de niños víctimas de ESCI, los NNAS en situación de calle se constituyen como un
colectivo social, que se reconoce a sí mismo como tal y se diferencia de otros en forma
pública: poseen una identidad común que refuerza su opción por excluirse de la sociedad
(Ossa, 2005)
Vergara (et al, 1995), en un estudio realizado a niños en situación de calle de la Región
Metropolitana, sostiene que las principales causas de la salida del hogar por parte de niños,
niñas y adolescentes en situación de calle, corresponden a las carencias materiales y
afectivas presentes en sus familias, que los obligaría a salir de sus casas en busca de
sustento económico para aumentar los ingresos familiares, lo que llevaría al niño a vivir
nuevas experiencias que lo irían desvinculando paulatinamente de su hogar.
El estudio señala, también, que motivos determinantes en la decisión del niño de abandonar
el hogar se encontrarían en las carencias afectivas percibidas por este, asociadas a la
despreocupación por el niño y los malos tratos recibidos en un contexto de relaciones
familiares conflictivas, junto al aburrimiento que provocaría a los niños estar en sus casas.
Sename (2004), por su parte, otorga mayor relevancia a los aspectos sociales que influyen en
las características de violencia presentes en las familias, por lo que la exclusión social a la
que se ven expuestos los niños, niñas y adolescentes en situación de calle no pueden ser
analizados solo desde las características individuales, sino que se debe considerar la posición
del niño respecto a la sociedad. Por lo tanto, “siendo los padres los principales responsables
de generar capacidades y destrezas para una vida adecuada en sociedad, el problema de la
exclusión no depende totalmente de la familia, sino también de las políticas públicas, y su
capacidad de apoyar en el proceso de construcción de vínculos y de multiplicación de
relaciones entre aquellas familias expropiadas de la capacidad de crear capital social por la
segmentación producida en la sociedad chilena” (Sename, 2004: 15)
Sintetizando las responsabilidades sociales, familiares e individuales en la (auto) expulsión del
hogar, Alex Ríos (en Hogar de Cristo, 2005, pp. 47- 90) propone que estos niños salen a la
calle en búsqueda de oportunidades para poder responder a abusos de poder que ocurrirían
al interior de la familia y a la falta de percepción de redes sociales efectivas que le ayuden a
los niños a enfrentarse a situaciones de violencia ilegítima vivida en la familia. Esto se vería
potenciado por la edad en la que suele ocurrir la carrera del niño hacia la calle: la edad
promedio de abandono del hogar fluctúa entre los 10 y 12 años. Este periodo es considerado,
desde el desarrollo, como de transición, por lo que durante la pre adolescencia las normas
introyectadas familiarmente se debilitan y el niño define la calle como su nuevo hábitat.
En relación a la familia (de la que el niño huye), Ossa (2005, p. 184) presenta la situación
relacional familiar como con un bajo nivel de apego, alta exposición a situaciones de estrés y
ausencia de figuras contenedoras, lo que habla de límites difusos y carencias en el
cumplimientos de funciones asociadas a roles.
Lucchini (1996) sostiene que, en base a las características de sus familias, los niños revisan
las ventajas comparativas entre el hogar y la calle, siendo su opción el vivir en la calle, pues
sus grupos familiares se muestran violentos, negligentes y expulsores.
En ese sentido, las familias de los niños, jóvenes y adolescentes en situación de calle, suelen
agredir a sus integrantes, siendo entendidos los actos de violencia o agresión aquellos que
“condicionan una imagen de sí mismo inconsistente, negativa y fugaz” (p.16). De este modo,
“mientras más importante es una necesidad para la realización de la persona humana, más
violento es el acto que impide su realización (p. 17). El comportamiento violento de la madre o
el padrastro, la situación económica de la familia, la explotación económica del niño por parte
de los padres, la violencia familiar y la fragilidad de la organización de la familia suelen influir
en la decisión de abandonar el hogar. (Lucchini, 1996, p. 55).
Las familias de los niños en situación de calle, privarían por lo tanto a sus integrantes de la
satisfacción de necesidades, que pueden ser tanto las ligadas a la supervivencia y
mantenimiento de la vida, las ligadas a la protección de la vida, a su enriquecimiento,
diversión o realización.
Estos factores, hacen que el NNA en situación de calle presente, por lo general, una
yuxtaposición de todas las vulneraciones de alta complejidad en su vida: han sido niños
maltratados gravemente (principalmente por su familia), muchos de ellos han sido impulsados
al comercio sexual desde su hogar o se han dedicado a él luego de comenzar su carrera
hacia la calle, y una vez estando en ella, presentan tendencia al consumo problemático de
drogas.
Aun así, la propuesta metodológica entregada por las bases técnicas de los Programas
Especializados en Calle no recoge esta complejidad, sino más bien propone una intervención
que reduce el problema al hecho de vivir en calle y no en una casa, obviando la reparación y
resignificación que los sujetos deben trabajar respecto de su propia historia de vida y la de sus
familias (a través de un trabajo psicoterapéutico); y no haciéndose cargo de las
consecuencias físicas y psiquiátricas que acarrea la permanencia en calle (que podría ser
manejada por medio de atención médica especializada).
III.
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
Considerando toda la información expuesta respecto a los distintos modelos de intervención
ambulatorios, especializados en situaciones de vulneración de alta complejidad, es que no se
puede desconocer que Sename ha realizado un esfuerzo importante por abordar las
problemáticas sociales de los niños, niñas y adolescentes que más sufren al interior de
nuestra sociedad en los últimos años.
Sin embargo, no se debe pasar por alto que las propuestas interventivas de este organismo
muestran un esquema básico y repetitivo de acciones que son solicitadas a los organismos
colaboradores para todas las problemáticas consideradas de alta complejidad, sin realizar una
diferenciación profunda de las dinámicas diferenciales que cada tipo de vulneración posee:
todas trabajan desde el modelo de diagnosticar, elaborar un plan de intervención, ejecutarlo y
seguirlo, reintegrando al sujeto vulnerado a su familia y medio social; y que cuando realiza
diferenciaciones, estas son insuficientes en su capacidad de rescatar la especificidad de las
temáticas con las que se trabaja.
En ese sentido, no se puede considerar que existan patrones comunes para niños que han
sido vulnerados en sus derechos a partir de maltrato tipificado como delito, en donde la
sociedad comprende que existe un daño objetivo que se le ha proferido a un niño, y que por lo
mismo necesita reparación, a la situación de niños y niñas en situación de calle, que desde
una mirada social externa pueden ser catalogados como niños que salen de sus hogares por
ser “rebeldes” o “adictos”, y no ser capaces de someterse a las reglas de su grupo familiar o
social (centrándose las causas de su problemática social en características personales del
niño).
Por lo mismo, se considera que en las bases técnicas que propone Sename se debe realizar
una primera y primordial distinción para los distintos tipos de vulneración grave de derechos:
no todos los niños necesitan ser “devueltos” a sus grupos familiares de origen, y las familias
no siempre se constituyen en un factor protector. Para niños que han sido maltratados física o
sexualmente, un adulto significativo del grupo familiar puede ser un gran apoyo sinérgico en
los procesos de reparación, principalmente aquellos correspondientes a terapias psicológicas.
Por su parte, en niños víctimas de ESCIA o situación de calle, muchas veces son los mismos
padres y grupos familiares los que impulsan a que ocurra la vulneración de derechos, ya sea
por su influencia activa (por ejemplo, familias en las que los hijos son enviados a cometer
conductas antisociales a favor del mantenimiento económico del grupo), o por su pasividad
(familias altamente desestructuradas, incapaces de satisfacer las necesidades de sus
integrantes, que permiten que los límites entre el grupo familiar y la calle se pierdan
lentamente).
Considerando lo anterior, es que dar por sentado en la elaboración de bases técnicas que la
intervención familiar es un pilar fundamental de la acción socioeducativa puede generar
expectativas demasiado altas de la intervención, que chocan con los mínimos recursos con
los que cuentan estos programas: es posible que para poder habilitar a una familia se requiera
abordarla como un foco de intervención más que como un elemento del contexto del niño o
niña, y para ello, sea necesario realizar terapias familiares e individuales con todos los
miembros del grupo, o que se requiera de utilizar tiempos excesivamente prolongados para
generar impactos.
Esto se constituye en un factor de riesgo para el éxito de intervención con los niños
(principalmente en situación de calle), si se toma en cuenta que un alto número de
intervenciones frustradas puede generar reticencia en los sujetos de intervención a generar
cambios efectivos en sus vidas. Con lo anterior, no se sugiere que el trabajo con familias de
niños en situación de calle se elimine, sino que se realice de manera preventiva, antes de que
el niño decida salir de su hogar, o en su defecto, que se considere un cambio de mirada hacia
el fenómeno junto con la asignación de mayores recursos para ello, de manera que la
intervención con el grupo familiar pueda ejecutarse en paralelo con la del niño, niña o
adolescente en situación de calle. De lo contrario, es mejor que no se lleve a cabo para no
generar más frustración y daño del que ya existe.
Como segunda observación respecto a los modelos de intervención ambulatoria con
fenómenos de alta complejidad, se considera que el hecho de que una problemática no
aparezca como específica no significa que no requiera de tratamiento terapéutico: mientras
que en las bases técnicas de ESCIA, tratamiento en drogas o maltrato grave las
problemáticas se encuentran circunscritas a un tema específico (“la explotación sexual”, “el
episodio de maltrato o abuso sexual”, “el consumo de drogas”), con posibilidades de ser
abordado desde enfoques psicológicos claros; el fenómeno de situación de calle presenta una
yuxtaposición de problemáticas sociales más inespecíficas, que podrían ser abordadas desde
cualquiera de los programas anteriores.
Conforme a lo anterior, llama la atención que este detalle se pase por alto, como si el hecho
de que la vulneración no sea unicausal generara menos daño en quien la experimenta. Como
se vio en la discusión teórica, los niños y niñas en situación de calle presentan consecuencias
en la formación de su personalidad que podrían ser irreversibles en la medida en que la
socialización callejera es introyectada: menos valoración del riesgo, desconfianza en la
sociedad, sobrevaloración de sus capacidades, consumo de drogas, etc. Eso mismo hace que
la intervención psicológica y psiquiátrica se vuelva urgente en su tratamiento.
Si no se otorga intervención psicoterapéutica cuando es necesario, puede pasar que el
esperar que el educador logre promover cambios profundos a través de técnicas de
motivación basadas en su relación vincular sea una falacia que pueda agotar tanto al
intervenido – que no es capaz de generar los cambios solicitados por la sociedad, ya que sus
conductas basadas en la impulsividad y carencia de recursos efectivos y simbólicos de
integración lo superan-, como del educador– que ve que sus esfuerzos chocan
permanentemente con conductas transgresoras aprendidas por el educando.
Además, si se considera la alta rotación laboral existente en este tipo de programas (Ossa,
2005, p.6), es que se corre el riesgo de exponer al niño a múltiples duelos por perder
consecutivamente a adultos con los que se ha logrado una relación significativa,
profundizando así la desconfianza que poseen hacia la sociedad.
Para superar ese problema en la intervención con niños y niñas en situación de calle, es que
se sugiere aumentar la inyección de recursos no sólo para mejorar la intervención con
familias, sino también para incorporar nuevas prestaciones que recojan una mirada bio-psicosocial de los sujetos de intervención. No se debe pasar por alto que estos niños no poseen las
mínimas condiciones de habitabilidad, alimentación e higiene, por lo que se ven mucho más
expuestos a enfermedades y trastornos afectivos y psiquiátricos que aquellas personas que
han sufrido vulneraciones más específicas.
Del mismo modo, no se puede esperar que sean los sistemas públicos de salud quienes
asuman esta tarea: se requiere de profesionales altamente especializados en la temática,
capaces de incorporar el trabajo con familias, comunidades y redes a las intervenciones, con
dedicación horaria que privilegie la intervención en estos programas, considerando las
dificultades de los niños, niñas y jóvenes en situación de calle para integrar la planificación en
sus vidas pues se desenvuelven en torno a la cultura de la urgencia.
Un aumento de recursos se sustenta también en el hecho de que los montos de subvenciones
los PECs suplen también necesidades de alimentación, recreación y vestuario de sus
usuarios.
Con todo, el desafío para las bases técnicas de los programas para NNAs en situación de
calle es que se reconozca la complejidad de estas situaciones, y que como es lógico, se
asignen intervenciones complejas para problemáticas complejas. Si no se asume este
desafío, es probable que siga siendo Sename quien perpetúe y acreciente los daños producto
de la vulneración que día a día experimentan estas personas.
En conclusión, se sostiene que para evitar el maltrato institucional hacia niños y niñas en
situación de calle a raíz del desconocimiento de los factores intervinientes en la problemática
señalada, es necesario que: 1. Los organismos de planificación central que proponen las
bases técnicas otorguen mayor cantidad de recursos para la intervención; 2. Se priorice la
realización de investigaciones y estudios que fundamenten las intervenciones, y 3.Las bases
técnicas de Sename para Programas Especializados en Calle integren en su planificación la
complejidad del fenómeno, resguardando la posibilidad de proponer nuevas estrategias de
trabajo que reconozcan que los problemas sociales sufren cambios a través del tiempo y se
complejizan.
ANEXO: BIBLIOGRAFIA
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