Qué conmemoramos realmente los catalanes el 11 de septiembre (y

Anuncio
Siempre un poco más lejos - blog
Qué conmemoramos realmente los catalanes el 11 de septiembre (y 2). La evolución
de una fiesta patri
autor Joaquim Pisa
domingo, 09 de julio de 2006
Publicado originalmente en septiembre de 2004 en SIN PERMISO. Corregido en septiembre de 2005Una ley aprobada
por el Parlamente de Catalunya del 12 de junio de 1980, estableción como fecha de celebración de la Diada nacional de
Catalunya el 11 de Septiembre. Nunca antes el 11 de septiembre había tenido reconocimiento institucional oficial. En
realidad, en 1980 faltó muy poco para que la fecha elegida fuera Sant Jordi, como propugnaban entonces el nacionalismo
conservadore y los "centristas" de UCD, y si finalmente se escogión el 11 de septiembre fuee por el empeño que puso en
ello la izquierda, tanto parlamentaria como la extraparlamentaria.La realización en esa fecha de actos de exaltación
patriótica catalanista se remonta como mucho a la sprimeras décadas del siglo XX. Solía consistir en concentraciones y
discursos ante la estauta de Rafael Casanova, conseller en ca p de la ciudad durante el sito de 1714, y nunca
congregaron multitudes destacables ni siquiera en tiempos de la Segunda República, aunque fue en esta época
cuando se originó la costumbre de que los dirigentes políticos catalanistas hicieran una ofrenda floral ante la estatua.
Antes, en épocoa de la distadura de Pirmo de Rivera, se había producido el primer choque entre policías y asistentes.
Tras la sublevación militar de julio de 1936, la propaganda de guerra republicana en Catalunya intentó asociar la jornada
del 11 de septiembre a la voluntad popular de resistencia frente al fascismo, pero esa iniciativa tampoco alcanzó mayor
reconocimiento real que algún discurso célebre de Companys y los desfiles obligados de unas milicias obreras en las
que el ardor patriótico brillaba por su ausencia.
No fue hasta los años sesenta cuando el 11 de septiembre comenzó a cuajar como jornada reivindicativa de confrontación
con el régimen franquista (una más entre otras, por otra parte). A principios de los setenta, las concentraciones en la
esquina de Ronda Sant Pere-Alí Bey (la estatua de Casanova había sido retirada por los franquistas en 1939) ya reunían
algunos centenares de personas, la gran mayoría militantes de la izquierda y de los sindicatos. Víctor Creix, famoso jefe
de la policía política franquista en Barcelona interpeló a gritos, sorprendido, a un nutrido grupo de militantes de Comisiones
Obreras detenidos en los «saltos» de uno de esos 11 de septiembre: «¿pero a vosotros qué coño os importan esas
historias?».
La consagración popular de esta fecha llegó en 1977, cuando una multitud de cientos de miles de personas –un
titular del entonces recién nacido El Periódico de Catalunya los convirtió en un millón: "Un millón de Segadors", y a partir de
ahí la cifra hizo fortuna-, marchó por el Paseo de Gràcia barcelonés bajo el lema: "Llibertat, Amnistia i Estatut
d’Autonomia", el triple grito impulsado por la Assamblea de Catalunya, organización unitaria de la oposición
antifranquista. A partir de ahí, el 11 de septiembre adquirió un tono de reivindicación concreta, que sólo comenzó a disminuir
tras la aprobación del nuevo Estatut de Autonomia y el funcionamiento normalizado de la Generalitat como órgano de
autogobierno catalán. La celebración popular fue disminuyendo rápidamente en número de asistentes en la medida en
que fueron distanciándose de ella los nacionalistas moderados y la izquierda, y pasó a ser escaparate de grupos
juveniles nacionalistas progresivamente radicalizados, tan múltiples como escasos en capacidad de convocatoria.
Paralelamente, la conmemoración institucional fue vaciando incluso de estética la jornada hasta convertirla en una pura
celebración protocolaria, aunque se reforzó en los medios de comunicación afines los aspectos épico-pedagógicos más
elementales del mensaje nacionalista: TV3, la televisión autonómica catalana, llegó a programar «Braveheart» incluso en
años consecutivos. Si las nuevas generaciones de catalanes tuvieran que ponerle un rostro a Rafael Casanova no hay
duda de que sería el de Mel Gibson, cosa que por otra parte ya hizo el gobierno autónomo escocés en el monumento que
dedicó al insigne patriota de las Highlands.
http://www.pisa-bcn.net/blog/
Potenciado por Joomla!
Generado: 1 December, 2016, 18:20
Descargar