Representaciones simbólicas en los malacates

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III Congreso Nacional: Estudios Regionales y la Multidisciplinariedad en la Historia
Representaciones simbólicas en los malacates de Ocotelulco, Tlaxcala
Gabriela Llano Sotelo
Etnóloga del I.N.A.H., Tlaxcala
Abstract
Este trabajo se centra en la iconografía de algunos malacates encontrados en las
excavaciones de la Zona Arqueológica de Ocotelulco, y que al igual que su pintura
mural o su cerámica polícroma, están llenos de elementos simbólicos impregnados de
su cosmovisión. Al analizarlos detenidamente es posible distinguir y explicar un
conjunto de estos Símbolos.
Además de presentar a los malacates por su función, su belleza estética y el valor
económico que representan la producción de hilos y telas en el sitio, los estudiaré
dentro de un contexto religioso, como elementos que manifiestan lo sagrado. Malacates
que probablemente fueron usados como ofrenda y otros con símbolos iconográficos y
huellas de uso, que probablemente fueron usados para hacer las telas de los
sacerdotes que habitaban el área ceremonial.
A lo largo de las exploraciones arqueológicas realizadas entre 1990 y 1991 en lo que
antiguamente fue el Señorío de Ocotelulco, fueron localizados dos conjuntos
residenciales diferenciado espacial y estructuralmente, así como un pequeño espacio
ceremonial con pintura mural. (Contreras Martínez, Eduardo: 1992, 1993, 1994a, b y c).
El trabajo de campo además de explorar las estructuras arquitectónicas fue muy rico
en materiales arqueológicos como cerámica, lítica,, huesos, sellos, malacates, figurillas,
etc. Una de las características principales de estos materiales, incluyendo la pintura
mural, es su elaborado trabajo de elementos simbólicos impregnados de su religión y
cosmovisión.
Dentro del acervo de materiales arqueológicos que resguarda la bodega y el Museo
de Sitio de Ocotelulco, se encuentra la una colección de 150 malacates
aproximadamente. Los malacates son objetos de forma circular, casi cónicos con una
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perforación central y regularmente son de barro cocido, lisos o esgrafiados y en muy
contadas ocasiones los encontramos pintados de blanco o con chapopote. El malacate
es un instrumento funcional que sirve para mantener una inercia giratoria con la
finalidad de formar un hilo a partir de una masa de fibra que se va torciendo. Una sola
fibra que puede ser de algodón, ixtle, o pelo de algún animal, entre otros, es demasiado
frágil y corta para darle uso, por eso hay que retorcer varias fibras juntas para producir
hilo del grosor y longitud deseados. Ramírez Martínez (2000:29) nos dice “… Aunque la
rueda no se usó en los medios de transporte en Mesoamérica, en el malacate cumplía
la función de girar sobre un eje que es el huso o astil y al ayudar a la inercia del giro se
producía el efecto del hilado. De esta manera astil y malacate, unidos constituyen lo
que se denomina huso” .
Mujer hilando, códice Mendoza.
Según su tamaño y peso se han inferido su utilidad tanto para el hilado de fibra
de maguey o para el de algodón. Parsons (1973) en su análisis de malacates del Valle
de Teotihuacán, concluye tomando en consideración el diámetro total del artefacto, así
como el peso de los malacates grandes y pesados de entre 32 g a 100 g, que sirvieron
para hilar fibras de maguey, mientras aquellos pequeños y ligeros con un peso
promedio de 10 g, fueron utilizados para el trabajo de algodón. Los encontramos sin y
con decoraciones, y de estos últimos hay algunos con diseños simbólicos de los cuales
Noguera (1954:) comenta
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“…Debido a sus formas originales y a la decoración que ostentan, la que muchas veces
es muy rica, ha sido motivo de que sean recolectados a profusión, y todas las
colecciones particulares exhiben un buen número de ellos”.
Además de su uso comúnmente conocido para hilar, también se han encontrado en
ofrendas funerarias como es el caso de la tumba 7 de Monte Albán, donde se
encontraron seis de ellos, de diferentes formas y en la cual no había más objetos de
barro que estos. Alfonso Caso (1967) piensa que estos malacates formaban parte del
tocado de uno de los individuos enterrados en la tumba, que por otras indicaciones
parece haber estado disfrazado con los atavíos del dios Xólotl. En las representaciones
de algunos códices, el tocado de este dios así como el de la diosa Tlazoltéotl por
ejemplo, llevan siempre pequeños malacates de barro como ajuar funerario. En el año
2000 en Tepeticpac fue encontrado y explorado un entierro cuyo único objeto decorado
como ofrenda fue el de un malacate (Contreras: 1994 a).
Tlazolteotl-Ixcuina con malacate con
hilo de algodón.
Códice Borgia
El malacate de barro cocido es generalmente también un marcador arqueológico
importante porque entre los pueblos del preclásico o formativo no se ha comprobado su
empleo y aun en la cultura teotihuacana no se han encontrado en forma persistente y
clara. En Tlaxcala se han encontrado malacates en sitios importantes ya que por
ejemplo en Cacaxtla Diana López y Daniel Molina (1986), reportan el hallazgo de treinta
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malacates, durante las exploraciones realizadas por ellos; aunque como en el caso de
Teotihuacán no se han encontrado de manera persistente y su relación con las etapas
más importantes del sitio no es clara.
Sin embargo el estudio que hace una referencia amplia al uso del malacate en las
diversas etapas del desarrollo histórico prehispánico en Tlaxcala, es el realizado por
Ángel García Cook y B. Leonor Merino Carrión (1997). Su estudio se basa en el análisis
de 243 malacates recolectados en superficie, y su área total de distribución de los sitios
con la presencia de estos objetos es el de 2 000 kilómetros cuadrados. Con este
material llegan a definir que en Tlaxcala se cuenta con la presencia de malacates a
partir de la fase Tezoquipan (300 a. C. a 100 d.C.), correspondiente a un Posclásico
mesoamericano y que bien pudieron tener su inicio desde un Preclásico Tarde
(alrededor de 600 a.C. ) como lo indican seis elementos localizados para la fase
Texoloc. Por otra parte y por las características de algunos malacates, ambos
investigadores infieren que se hiló algodón desde épocas muy tempranas, con toda
seguridad a partir de la fase Tenanyecac (100 a.C.) y quizá desde Tezoquipan, según lo
indican los malacates de los tipos 2 y 8; aunque aclaran que también algunos de los
malacates grandes y pesados pueden servir para el procesado del algodón, no así los
pequeños para el hilado de las fibras duras o de maguey. Para la fase prehispánica
más tardía (Tlaxcala) hay una disminución en el número de malacates y que esto se
debe a una disminución de la población y/o al hecho de que importaran los tejidos de
otras regiones. Que durante el “bloqueo” azteca a Tlaxcala, si se hiló el algodón, el cual
con toda seguridad era importado.
Pueblo o barrio de la ciudad de Tlaxcala, Ocotelulco se dividía en cinco unidades
que fueron Cuitlixco, Tecpan, Ayapanco, Tlamaohco, Chimalpan y Contlantzinco
(Reyes, Luis; 1994).
Para este trabajo utilicé 112 malacates, de los que se sabe su contexto, 104
recuperados
en las exploraciones arqueológicas de Ocotelulco y 8 en un rescate
arqueológico en Acxotla del Río en un área de desecho. En principio los malacates
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encontrados en Ocotelulco provienen de una excavación realizada en un área de
aproximadamente tres mil metros cuadrados por lo que tomando en consideración este
dato, la cantidad de estos objetos es indicador de un gran trabajo textil en el cual el
hilado tanto de fibra de maguey como el de algodón tuvo una gran importancia. De los
malacates recuperados, los grandes con un peso de entre 30 g y 105 g fuero cuarenta y
siete; los medianos situados entre 20 g y 25 g fueron diez. Estos cincuenta y siete
malacates por tamaño y peso han permitido clasificarlos y definir su uso para el hilado
de fibra de maguey fundamentalmente, aunque su tamaño permitía también el hilar el
algodón como ya se ha mencionado.
Hay otros malacates de menor tamaño cuyo peso se sitúa entre los 5 g y 15 g, su
empleo pudo darse para el hilado de algodón solamente, de los cuales se han
contabilizado 55. Es de destacar que de estaos hay cinco profusamente decorados, en
algunos de los cuales se pueden distinguir elementos de gran significado simbólico
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como plumas de águila, ojos estelares, la representación del planeta Venus, entre otras.
Estos malacates no muestran huellas de haber sido usados por ello se piensa que
fueron de uso ceremonial. A otros cuatro de estos malacates pequeños se les aplicó
chapopote y a otros seis se les aplicó pintura blanca. Precisamente estos últimos
malacates son identificados a los tipos encontrados en la tumba 7 de Monte Albán en
Oaxaca. Todo ello nos hace pensar en el gran significado simbólico que pudo haber
tenido para los malacates usados en el hilado de algodón, ya que este era el material
con el cual se confeccionaba el vestido de los nobles y gobernantes. Los indios de
México lo consideraban un regalo de los dioses e incluso en ocasiones se ofrendaba al
poder sobrenatural. Tlazoltéotl, diosa de la sexualidad y el tejido en su tocado llevaba
una venda de algodón sin hilar y dos malacates. Además debido a la gran estima que
se tenía a este material, pequeñas mantas de algodón fueron empleadas como moneda
o material de cambio.
Hay tres malacates donde se observan diseños complejos relacionados a aspectos
rituales. Uno de ellos muestra un corazón seccionado a la mitad y de él sale un torrente
decorado con chalchihuites, que es la representación de la sangre sacrificada, en el
resto del malacate se observan volutas de humo, piedras preciosas o chalchihuites y
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plumas de águila. Todos estos elementos están relacionados con el sacrificio y el regalo
de humo, sangre y corazones al sol, evocado con las plumas de águila.
En el siguiente malacate observamos a la representación del planeta Venus con
greca escalonada, que nos habla de nobleza, y dos conjuntos de plumas de águila,
ligadas a los rituales de sacrificio.
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En un tercero observamos también un conjunto de plumas de águila, volutas de
humo y chalchihuites, representación del líquido precioso, la sangre, elementos todos
asociados al ritual de sacrificio.
Tanto estos malacates como aquellos de menor peso y tamaño con decoración
simbólica, constituyen tipos no representados por el Proyecto Arqueológico Puebla
Tlaxcala. Este proyecto reporta diez tipos de los cuales ocho de ellos aparecieron
durante las exploraciones realizadas en Ocotelulco. Solo el tipo uno, identificado como
malacate grande y sin decoración y el tipo cinco, no están presentes en la muestra.
Los malacates encontrados en Ocotelulco demuestran la importancia que tuvo la
industria textil durante el Posclásico Tardío tanto en fibra de maguey como en algodón.
Del primero de éstos productos, fuentes históricas regionales resaltan la gran
producción de plantas de maguey que se tenía en Tlaxcala durante la época
prehispánica y del segundo, el cual debería forzosamente traerse de otras regiones
menos altas y frías, se reporta una estrecha relación comercial y política. Por ello, a
pesar del intento de los mexicas por bloquear económicamente a Tlaxcala, esta
continuó promoviendo sublevaciones importantes, en particular en aquellos pueblos
que les abastecían algodón y sal (Torquemada: 1986).
Gran cantidad de malacates, como hemos visto, presentan elementos decorativos con
motivos simbólicos lo que me lleva a estudiarlos dentro de un contexto religioso, como
objetos sagrados. Retomando a Mircea Eliade, este conjunto de malacates decorados
los considero hierofanías que él nos define de la siguiente forma: en la concepción más
amplia del término es algo que manifiesta lo sagrado y revela, en cuanto momento
histórico, una situación del hombre con relación a lo sagrado. “Una hierofanía es un
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documento –rito, mito, cosmogonía o dios- que revela una modalidad de lo
sagrado,…una manifestación de lo sagrado en el universo mental de los que lo
recibieron.” (Eliade: 1992: 26,34).
Considero entonces a estos malacates un documento impregnado de las creencias
religiosas y todos los elementos asociados a ella, de los tlaxcaltecas que habitaron
Ocotelulco la primera mitad del siglo XIV. Para poder acercarnos más a entender los
motivos decorativos que están presentes en los malacates los he clasificado por los
signos que
ya han sido reconocidos por los estudiosos de la iconografía
mesoamericana a lo largo de muchos años y de ser posible hablaré de las deidades
asociadas a ellos.
FLOR: Suele significar lo bello, valioso, deleitoso y alegre (Hernández: 2005: 77).
SAPO: Para los aztecas el dios Tlaltecuhtli “señor de la tierra” era representado como
un monstruo masculino de aspecto aterrador y compartía los atributos de un sapo y de
un cocodrilo (Vaillant: 1965:168).
RANA: este batracio fue objeto de culto entre los toltecas, pues Ixtlilxochitl en su crónica
del rey Mitl, dice: “ hizo grandes templos y otras cosas memorables, y edificó entre los
templos que hizo uno de la Rana, diosa del agua…” (Robelo: 1982).
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LECHUZA o BUHO: en el Tonalámatl del Codice Borbónico es relacionada con los
Dioses de las horas del día y los pájaros asociados a ellas. En la lámina de la 15ª.
Semana se encuentra la lechuza Aulladora relacionada con Teoyoamiqui (Guerreo
muerto, Dios muerto) y la lechuza de cuernos con Tezcatlipoca
de la noche, invisible
o Yoalehecatl viento
. (Vaillant, op, cit: 180 y 200) (Robelo op., cit.).
ALGODÓN: el algodón sin hilar se representa por un conjunto de líneas onduladas
verticales. En el Borgia la venda de algodón en la cabeza de Tlazolteotl es blanca y
tiene líneas similares. También se reconoce en borlas de algodón sin hilar,
representada por un círculo con líneas ondulantes. En el Tonalpohualli del Cospi en
ocaciones se sustituye Tlazolteotl por una bola de algodón sin hilar, también aparecen
formando parte del tocado de dioses estelares.
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RAYOS DE SOL.: pueden representarse con sus rayos triangulares, con círculos
concéntricos y su esplendor es representado por ondas que circundan todo el malacate
(Castillo, Noemí; 2002:77).
Es el principio de vida y la energía que nutre a los seres vivientes, también es patrón
de los guerreros (Hernández; 2005:80).
Para los aztecas Tonatiuh, el Sol, Dios solar que se relacionaba con Huitzilopochtli y
Tezcatlipoca, es una parte muy importante de su religión expresada en el culto que se
le tenía (Vaillant; 1965:162)
PLUMAS DE ÁGUILA: identificada por su forma rectangular u ovalada y el medio
círculo, líneas paralelas o ganchos que simula el raquis de la pluma, es un típico
referente de preciosidad y riqueza. En los códices, pintura mural y la pintura polícroma
se reconoce por ser blanca con la punta negra o café y por el raquis indicado con un
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gancho o “U” invertida. El águila es representante del Sol y guerrero celeste, es un
referente de preciosidad y riqueza y la podemos observar en el adorno de la
Coyoxauhqui. (Beyer, 1965; Seler, 1963, Hernández; 2005:71). Según los mitos de la
creación, el águila, como otros dioses, se arrojó al fuego, donde sus plumas se
volvieron negruzcas al chamuscarse; de ahí se deriva su asociación con el sacrificio
(Ramírez.; 2000:39-50).
VENUS: estrella vespertina o matutina, asociada a la fertilidad pluvial, a la guerra y al
sacrificio (Torres; 2002:115-158).
El maestro Jorge Angulo retomando a Thompson nos dice que
“…el Sol y Venus son los gemelos divinos que mueren y renacen durante su repetido
intento por crear y ordenar un mundo poblado de seres que sustenten y reverencien a
los dioses…..Por lo que es posible que el propósito de los sacrificios al Sol y tal vez a
Venus era para re fortalecer la vida o la energía perdida en su viaje por el Xibalbá, para
los mayas. En otro relato del altiplano Tlahuiszcalpantecuhtli (al igual que Venus como
estrella vespertina), desaparece ocho días antes de aparecer (como estrella matutina)
con los granos de maíz robados a los Señores del inframundo (el Mictlan o Xibalbá).”
(Angulo; 2002: 15-28).
Los estudiosos de las deidades mexicas han relacionado a Venus con Quetzalcóatl y
Xólotl por las similitudes que presentan iconográficamente, han sido interpretados como
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las representaciones matutina y vespertina del planeta Venus. (Barba: 2002)
(Thompson 1966: 172-218).
XONECUILLI: reconocida por la forma de “s” acostada. Con este nombre náhuatl,
Sahagún designa las siete estrellas que están en la boca de la Osa Menor y las asocia
también a ciertos panes en forma de “s” ofrendados a la Cihuateteo, Itzpapalotl,
Xochipilli, y a los dioses de la lluvia y las montañas y se decía que estos panes tenían la
forma de rayos que caen del cielo (Hernández; 2005: 65).
Francisco Rivas Castro nos dice al respecto que el Xonecuilli o cuchillo curvo es un
emblema que portan algunas deidades estelares en época del Posclásico, Mixcohatl,
Patecatl y Quetzalcóatl, y lo relaciona con las Siete Cabrillas o Pléyades (Rivas Castro;
2002: 61-72).
OJOS ESTELARES: Para Seler representa la estrella nocturna, así simboliza la noche,
la obscuridad y el trance ritual en (Hernández; 2005: 60).
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QUINCUNSE: La distribución de muchos diseños en el cuerpo del malacate está hecha
dividiéndolo en secciones claramente diferenciadas un centro y cuatro y en ocasiones
ocho secciones que nos hablan de la manera en que las culturas mesoamericanas
dividían su espacio geográfico, pero siempre con un significado religioso. El universo
horizontal nos dice Vaillant reconocía cinco direcciones, los cuatro puntos cardinales y
el centro. El Dios del Fuego, antiguo y fundamental en la religión mexicana, gobernaba
la zona central. El oriente estaba asignado al Dios de la Lluvia, Tláloc, y a
Mixcóatl
(Serpiente de Nube), Dios de las Nubes, y era la región de la abundancia. El sur se
considera maligno pero tenía como deidades que lo protegían a dioses asociados con
la primavera y con las flores, Xipe (El Desollado) y Macuilxochitl (Cinco Flores). El
occidente, que era la morada del planeta Venus, la estrella de la tarde, tenía un
significado favorable que asociaban con Quetzalcóatl (Serpiente Emplumada), el Dios
de la Sabiduría. El norte era una región sombría y terrible, gobernada por Mictlantecuhtli
(Dios de la Muerte), quien está relacionado también, a veces, con el sur (Vaillant;
1965: 160).
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GRECA ESCALONADA Y XICALCOLIUHQUI (JÍCARA TORCIDA): representa piel de
reptil o piel de serpiente que simboliza la superficie de la tierra, incluyendo ríos,
manantiales y lagos, por lo tanto el punto o círculo central es así mismo representación
del agua.
El motivo conocido como piel de reptil o piel de serpiente, consiste en una serie de
rectángulos con un punto o pequeño círculo en la parte mediana. Este motivo es más
frecuente encontrarlo en la cerámica del período Clásico Teotihuacan. En la cerámica
llamada Mixteca-Puebla y en la Azteca aparece además el diseño de grecas
escalonadas el de xicalcoliuqui (jícara torcida) o remolino con que representaban a los
manantiales. El remolino o xicalcoliuqui que encontramos circular, rectangular y
cuadrado, se asocia a la nobleza y linajes importantes. En la mixteca además aparece
asociado al concepto de lugar (ñuu).
Representa a Cipactli o monstruo de la tierra, se relaciona con las divinidades del
inframundo, entre otros Tlaltecuhtli, señor de la tierra; la diosa Itzpapálotl, mariposa de
obsidiana y con Tlaloc, el señor de la lluvia y los Tlaloques, sus ayudantes (Codice
Borgia), y entre las Diosas asociadas a la tierra están Chicomecóatl, ”siete serpiente” la
Diosa de los mantenimientos; Chalchiuhtlicue, la Diosa de las aguas; Coyoxauhqui “la
de cascabeles en el rostro”, entre otras (Mondragón; 2007:105-114) (Códices Borgia y
Cospi).
PIEDRA PRECIOSA O CHALCHIHUITE: Un círculo o más círculos concéntricos al
interior, connota preciosidad y cosas valiosas. Florencia Müller nos dice que cuando
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están cuatro juntos significa día o tonalli y solos sangre o agua, dependiendo del
contexto, líquido precioso (Müller, Florencia; 1978: 208-209).
CORAZÓN: reconocido por las prominencias onduladas en la parte de arriba. El
corazón se concebía como centro vital y órgano de la conciencia (López, Austin; 1989:
187). El corazón chorreante significaba sacrificio. (Códice Borgia).
VOLUTAS DE HUMO: identificadas por las líneas onduladas, que indican Poctli, humo
en náhuatl. En el Borbónico aparece una persona con un sahumador con volutas
ondulantes. El humo de copal o resinas aromáticas era una de las ofrendas más
comunes y preciadas en Mesoamérica (Hernández; 2005: 64) (Sahagún). Para los
mexicas, la ofrenda máxima que podía hacerse a los dioses era el corazón humano.
(Gonzáles, Torres; 1975).
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Como hemos visto hasta este momento los malacates con significado simbólico,
encontrados en un contexto ceremonial, con huellas de uso nos reflejan las principales
deidades que tenían presentes las artesanas al hacer su trabajo, así como asociaciones
relacionadas a su oficio, como el de algodón; elementos de sus rituales como plumas
de águila y el lugar donde y para quienes hilaban, los nobles y sacerdotes.
Los malacates que no muestran huellas de uso nos hablan de sus ritos,
específicamente del sacrificio y ofrenda de corazones, sangre y humo muy importantes
en Ocotelulco en la primera mitad del siglo XIV.
En un principio, como nos dice Mircea Eliade (op. cit.: 35 – 36) todos los gestos, las
danzas, los juegos y juguetes eran sagrados; todos los objetos incluso todos los oficios,
artes, industrias y técnicas tienen un origen sagrado; todo lo raro, lo nuevo, lo diferente
en un principio era sagrado y poco a poco se fue desacralizando y formó parte de la
vida cotidiana de adultos y niños.
En esta muestra tenemos malacates que se usaron para elaborar las prendas de
vestir de las personas en su vida diaria; malacates para elaborar las mantas con que se
vestían sacerdotes, gobernantes y guerreros; malacates de adorno y para ofrenda y
también hubo otros, que no tenemos en esta muestra, pero que sirvieron de objetos
funerarios que acompañaban a las hilanderas en sus bultos funerarios.
Hoy en día, estos objetos de barro los encontramos en Museos, en colecciones
particulares y como juguetes en los niños del campo y ellos los llaman simplemente
“pirinolas”.
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