Turandot

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en tres actos, (el último dt'lo y fina l de lo ópern , fueron completados
por el Mtro. F. Alfano).
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Mtro. Directo r: N. Annovozzí
TURANDOT
REPARTO ·
,.fURAN DOT
U
PRINCESA TURANDOT
MARIA T. de ALMEIDA
uú
MARIA ESPINALT
ACTO PRIMERO
EL PRINCIPE CALAF
G. LA UB.I VOLPI
c~udad de Pekln con una parte de la
en lontananza el panorama de la capital. Al fondo,
we dlvisan variotS patíbulos y colgada& de ellos las cabezas de
algunos ajusticiados. A la derecba, la entrada del palacio impedal.
La escena representa la
:zran muralla, y
TJMUR, REY TARTARO
PING
ANGEL AI.'\GLADA
RAIMUNDO ALIAGA
EL EMPERADOR ALTOUAI, Sr. RIA ZA. - PONG, Sr. UNARES.
PANG, Sr. CO~ZALO. - MANDA.RI!v, Sr. EURAZQUIN. - EL PRINCIPE DE PhRSIJ, Sr. MANDRI. - EL YERDUGO, Sr. PLANAS.
-
Coro general, Cucrpo dc baile, Banda en escena.
MAESTRO DIRECTOR
NAPOLEOI.'\E ANNOVAZZI
Al levantarse el tel6n la escena se balla ocupada por una pintoresca mucbedumbre de chinos, escucbando la palabra de an
Mandarin, qui en pregona el siguiente decreto: "¡ Pueblo de Peldnl
He aqul la ley: Turandot. la Pura, sera esposa de aquet que, aien,do de sangre real, descifre los tres enigmas que ella le planteari.
:Pero quien ose intentarlo y sea vencido, lo pagara con su cabeza."
A continuación anuncia que al Prlncipe de Persia acaba de
;Serie adversa la fortuna en la prueba y que, por tanto, va a <:ser
1!n manos del verdugo.
El pueblo lo aprueba, pidiendo, a grandes gritos, la cabeza del
y pretende invadir el Palacio, al~ndole cerrado el paso
por la guardia del mismo. Prodúcese un gran . tu~ulto, y entre los
que ~ wr el auelo, bAllas~ el . anciano Tlmur, rey tirtaro
destronado. La jov.en esclava Liú, que, le acompaña, trata en vano
~cipe
Maeetro del Coro, José Anglada. - Direcci6n escénica, J. Sangenis.
Decorado de Asensi-Moroles.
.
de protegerle del atropello de la turba. De pronto, surge en medio
de ésta un joven, el Principe desconocido, quien, acercandose al
anciano, reconoce, atónito al padre que había perdido. A los gritos
de júbilo de .:ste por ballar a su hijo, que tarnbién creia muerto.
ruégale el Príncipe el secreto para evitar todo riesgo, pues el
us urpador de su corona prosigue la persecución de ambos.
La plebe anuncia la llegada del verdugo para proceder a la
ejecución. M ientras prepara todo su horrible a para to, aparece el
fú nebre cortejo del joven P r incipe de Persia, rodeado de mandarines y altos dignatarios. Entonces, la ferocidad de la tufba, avida
de sangre, truécase en u n sentimiento de piedad, y todos invocan
a la Princesa Turandot, la que, por fin, aparece en lo a lto de la
logia del Palacio. Al ve rla por p ri mera vez, el Príncipe desconocido queda maravillado. T u ran dot, con un gesto imperiosa. ordena
al verdugo q ue lleve adelan t e la ejecución, y acto seguido la
comitiva se d ir ige a l luga r. del supJiêio.
.
~. ~
..
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~
..
... . . . : .
La plaza q ueda des ier ta y e n la penumbra permanecen solos
T imur, s u hijo y l a esclava Liú. E l Príncipe manifiesta. a su padre
qu~ ba s ido fascinado por la belleza y la g racia de Turand ot, y
·que esta dispuesto a todo pa ra ha cer la suya. En vano Timu t y
'Liú, se eshierzan en d isuadirle, demo st raodole q ue va en pos 'de
la muert e. E l P ríncipe replica qut ello es para él la vida, y' al
invocar el nombre de Turandot, óye se a lo lejos este mismo ncimbre proferido por el Prín cipe d e Persia m oribundo.
~
..
Aparei:en en tonces tres t ipos grotescos, Ping, Pang y Pong,
los t res minis t ros del Imper io que ejercen, respecti vameote, ·tos
cargos de g ran Can ciller gran Abasteced oi' y gran Cocinero. El
r idículo t erce to cierra e l paso a l P rínci pe, haciéndole ver los
pelig ro s que le amenazan s i persiste en su locura de pretender
Turandot.
Unas sombras s e -aparecen en la obscuridad . Son los p retend ien tes de Turandot que han sido vencidos en la tragica pt"uebap
perdiendo por ello la vida. An te las fantasmagór icas v isiones, c uyas·
' voces evocan todavía a la amada P r incesa, el Príncipe lan:.~:a un
grito, pretendiendo ser au único amor, y los tres ministros búrlans e de >él nuevamente, presagifmdole un funesto ñn s i insis te en
sus pretensiones. Y de11aparecen de11pués de mostrarle el verdugo,
.' .
'·
G. LAUR l VOL PI
··:.
que en aquel momento cuelga de un palo la cabeu del Princ!pe
de Persia.
Entonces, Timur, agarrandos~ desesperado a su hijo, in ten ta>
por 61tima vez diauadirle, al paso de que Liú, la joven que siente
por ~I un secreto amor, se arroja a sus pies sollozando.
El Pdncipe, acercandose a ella emocionado y reconocido pocr
la temura que le demuestra, ruégale que no abandone a au de&vènturado padre si el bado adverso le deja solo en el mundo.
Vuelven los ministros, y asociandose a las s úplicas del padr e.
1 de la esclava, intentan por última ve; di~uadir al Principe. Mas.
hrte, desoyendo a todoe los que le auguran una próxima muerte.,
exclama: "¡No I ¡Es la vida1". Ac to seguido se precipita bad a d
¡ong colocado a la entrada del palacio y da en oél t res golpes de
maza, llamando por tres veces a 'l'urandot.
Maria T. de ALMEIDA
Todos los presentes quedan aterrorizalios, mientras el Prineipe:permanece extatíco esperando a sia adorada visión.
ACTO SEGUNDO
Cuadro primero
Vasto pabell6n en forma de tienda, decorado con rar as y sl:mb61icas imagene11 chinas. Aparecen los tres ministros seguidoe por
tres criadO& con Jintemas, que colocan sobre uoa mesita baja.
Los ministros comentan mis te rios amente Ja a ventura del duconocido Pdncipe, mostrandose dispuestos a prepara r! e las bodu. ·
o las exequias según venza o sca vencido en la prueba. Luego »e
entretieuen en ir recordando el ¡tran número de vic timas que han
caklo en aventura se·mejante y Jamentan tener que estar pasa.rulc
su vida convertidos en ministros del verdugo.
Sfguese un largo terceto, en el que los tres personajes eantan
las raras dotes de la Princesa, cuyo cora.z 6n de bielo y beDèza
inmaculada son los causantes de tantas desventura&.
Oyense rumor~s procedentes del palacio, junto con toques de
trompeta& y tambores convocando a todo Pek[n para presenciar
Ja terrible ceremonia. Los tres ministros se dirigen a ella precipi tadamente.
Cuadro seg undo
Gran plaza exterior del palacio imperial. En el cent r.o, una
de las monumentales escalinata& de marmol que conducen al inte-.
rior de aq~t .
La mucbedumbre va invadiendo poco a poco la plaza. Llegan
los Mandarines en traje de gran solemnidad. En lo alto de la
escalinata aparecen los ocbo sabios, cada uno de los cuales lleva
en la mano tres rollos de seda que contienen las soluciones a los
tres enigmas de Turandot.
Entre nubes de incienso y aromas, aparecen los estandartes blancos y amarillos que anuncian la llegada del Emperador. Poco a
poco el incienso se disipa y deja al descubierto en lo alto de la
gradería al Emperador Altoum sentado en un gran trono de marfil.
Es viejísimo, de aspecto venerable y hieratico, semejando un dios
que aparece tras las nubes. Todo el pueblo se posterna con él,
tributandole su homenaje. El Príncipe desconocido aparecc al pie
dc la escalera. Timur y Liú se hallan confundidos entre la muchcdumbre.
La multitud va comentando la llegada de los altos dignatarios.
El Emperador, con voz sumamente débil y pausada, declara que
un terrible juramento !e constrifie a cumplir un tenebroso pacto,
que ha teñido con frecucncia su cetro de sangre, por lo cua! ruega
al audaz joven causante de la ceremonia que renuncie a s u in ten to.
El Príncipe insiste con gran firmeza en arrostrar la fatal prueba.
De nuevo suplica el Emperador que le deje morir sin el remordimiento de aquel sacrificio juvenil. Por tres veces, el Príncipe
reitera su' petición, y viéndose impotente el Emperador, coh un
gesto airado, pe ro grandioso, exclama: "¡ Extrarijero sedi en to de·
muet·te I ¡S ea! ¡ Cúmplase tu destino!" El pueblo aclama a s u Em-·
perador, El Mandarín promulga, una vez mas, el conocido secreto,
y ac to seguido avanza Turandot, bellísima e impasible, lanzando .
desde lo alto de la escalinata una mirada glacial al Principe, quien
la resiste firme y sereno.
En medio de un solemne silencio, la P rincesa Turando t evoca
el reinado de su dulce abuela, la Princesa Lo-u-ling, quien despu-és
de ver a sus ejércitos derrotados, fué s·ecuestrada por un extranjero como el que esta allí presente, y para vengar la memoria de
aquella reina martir, ella ha jurado no pertenecer jamas a ningún
hombre, conservando con el mayor orgullo su pureza inmaculàda'.
A continuación dirígese en tono amenazador al Principe, exclamando:
- ¡ E11tranjero I ¡No tientes la fortuna! ¡Los enigrrias son tres;
la muerte es una!
Ma ria ESPJNALT
A lo cua! responde con resolución el Príncipe: ' 1No, Princesa;
los en"igmas . son ·tres, y una es la vida."' El pueblo pide airado a
Turandot que someta a la prueba al osado Príncip~. Aèto seguido,
un . toque de trompetas impone el general silencio, .Y Turandot
plan tea el primer enigma:
"Un fantasma despliega sus alas en la oscura noche sobre la
negra humanidad. Todos le inyocan. todos le imploran, pero el
fantasma desaparece con el alba para renacer cada noche y fenecer
cada día."
Después de un breve silencio, contesta el Príncipe con gran
firmeza: ~La esperanza." Levantanse los oc ho sa bios y a un tiempo
despliegan el primer rollo, dondt- se Iee: "La esperanza". Murmullo de estupefacción de ·todos los presentes. Turandot. lanza una
mir.ada fiera, disimulandola hajo una fria sonrisa, y para aturdir
y fascinar todavía mas al Principe, desciende basta Ja mitad de
la escalinata; desde donde le presenta el segundo enigma:
"Agitase cual la llama y no es llama. Tal vez delirio, 6ebre.
La inercia Ja hace languidecer. Si la pierdes o mueres, se enfrla;
si sueñas en conquista&, se enardece. Su voz escucba con gran
pavor."
El Prlncipe titubea. La Princesa parece desconcertarlo con aire
triunfal. Todos los presentes ~uplican a aquél que no arrlesgue
mas su vida, pero por fin exclama con un grito: "La sangre". Los
sabios confirman estas .palabras en Ja misma forma que ante&.
La multitud, entusiasmada, toma parte en favor del extranjero y
lc incita a vencer a la Princesa. Esta, rebosando indignaci6n contra
todos, desciende basta el pic de Ja escalinata, se inclina hacia el
Pdncipe y con 'aire feroz, aproximando la boca a su rostro, lc
plantea el tercer enigma:
"Hielo que en ~ti produce fuego, y tu fuego aumenta el hielo.
Candida y enigmatica. Si te quiere libre, te ha ce mas siervo; si
por siervo te acepta, te hace rey."
El Prlncipe permanece callado y sin respirar apenas. Turandot
se inclina mas hacia él, como flobre segura presa, e insiste en
tono de desafio. El Príncipe, desolado, se sujeta la cabeza con
las manos, pero al fin logra erguirse con gesto esforzado y altivo.
exclamando: "¡Ah!, no me esca pas; la victoria es mfa, mi f u ego
es lo que te biela, oh "Turandot" ." Esta vacila, retrocede, per·
manece inm6vil, c.omo petrificada. por el dolor, mientras los sabio&.
exbiben el tercer cartel con la palabra "Turandot" .
La muchedumbre aclama al vencedor, mientras la Princesa,
desesperada, remonta presurosa la escalinata y lanzandose a los
pies del trono suplica a su padre que no la arroje en brazos de
un extranjero.
El Emperador, solemnemente, le contesta por dos veces que
el juramento es sagrado y el pueblo ratifica estas palabras. Entonces Turandot, dirigiéndose al Prlncipe, pregúntale si se considera capaz de aceptarla s6lo r:or ia fuerza, a lo que éste con·
testa que s6lo la quiere por el amor y no siendo asl la desliga del
pacto. Al efecto, la propone que a cambio de los tres enigmas,
ella le descifre uno solo: "Dime cuaJ es mi nombre antes de
apuntar el alba, y con el alba moriré".
Angel ANGLADA
En medio -de la mayor expectaci6n, Turandot inclina la cabeza,.
como aceptando la propuesta. Entonces el anciano Emperador.
lev.antandose conmovido, invita al Pdncipe a entrar en su palacio..
pidiendo al cielo que al lucir el sol sea ya su hijo, Entre grandes
aclamaciones de júbilo, el Príncipe asciende la escalinata con
paso firme , mientras cae el tel6n.
ACTO TERCERO
Cuadro primero
Jardfn del -palacio imperial. A la derecba un pabell6n que conduce a la estancia de Turandot. Es de noclíe. "El Prlncipe apa.rece
sòlo en escena, escuchando las voces lejanas de los heraldos que
van pregonando por la ciudad la orden de Turandot : "¡ N adie
duerma esta noc he en Pekín! ¡Pena de muerte a quien no revele
antes del anochecer el nombre del Príncipe desconocido !"
Llegan los tres ministros y se aproximan al Príncipe, rindiéndole homenaje. Anúncianle que la sangre va a correr en Pekín
sí no hay quien revele su nombre y le presentan un grupo de bellísimas doncellas para que satisfaga sus ansias amorosas a cambio
de renunciar a Turandot. Viendo que no logran convencerle asi,
le ofrecen también considerables tesoros y piedras preciosas. Pero
también el Príncipe rechaza todas las riquezas. Entonces le brin<lan la gloria, ofreciéndole proteger su fuga para que pueda recorrer el mundo vanagloriandose de haber vencido a Turandot. El
Príncipe, por toda respuesta, tiende los brazos al cielo invocando
la llegada del alba que ha de darle el tríunfo.
La multitud, que ha ido aglomerandose a su alrededor, amenaza
furiosa al Príncipe para que revele su nombre y salve a todos de
la matanza con que les amenaza la Princesa. En el momento en
que algunos pretenden arrojarse sobre aquél, puñal en mano, salen
de entre el gentío el viejo Timur y la esclava Liú, siendo mal
tratados por todos, a fin de que revelen el nombre de quien, sin
duda, son los únicos en conoccr. Pero en aquel momento pres.!ntase la Princesa y todos se· postran· ante ella: Turandot ordenà: al
anciano qué revele s u secreto, ·mas Liú se , interpone ·para salvarJe,
marrifestando que ·ella es la . única que conoce eL nombre del .Prin- ·
cipe. Inútiles son cuantos esfuerzos se verí fi can para arrancarselo;
~ · las amenazas y torturas, responde la joven esclava · que antes
prefiere morir que hacer traición a qui en ama · en secreto. Turandot, irritada, manda llamar al verdugo para que someta a la infeliz
al mas terrible martirio, pero Liú, arrebatando el arma a uno de
los soldados la hunde en su pecho y cae desplomada a los pies
del Príncipe, que acaba de libertar con su sacrificio.
Timur, enloquecido, arrójase sobre el cadaver de su fiel esclava.
Después, el andano, con un supremo esfuerzo, y lanzando un
aullido, vaticina a los presentes que el alma de la víctima se vengara de aquel horrepdo deli to. Entonces, un terror supersticioso
s~ . apodera de la multitud, ant e el temor. de que, . s'egún tra'dición
popular, aquella muerta se transforme ·en espíritu maléfico por
ha,ber
. . ·~ sido víctima. de ·una injustícia y. le:; persiga c~mo u~ . vai-A·(
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Raimundo ALIAGA
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piro. El cadaver es retirado en medio de una religiosa conmiseración, acompañado por el pobre anciano y seguido por Ja multitud.
Quedan solos en escena el Prínc1pe y Turandot. Esta permanece en actitud extatica, cubierta por un gran velo. El Príncipe
la incita a que, en presencia de la sangre vertida por su culpa,
deje de ser la Princesa de hielo y se vuelva mas humana. Y acto
seguido, precipitandose ha cia eUa le arranca el velo; al contemplaria de cerca en todo su esplendor se in.ftaman sus ansías amorosas, le tiende sus brazos, y a pesar de la resístencia de Turandot
que en vano le ruega no la profane, el Príncipe, fortalecido por
Ja conciencia de su derecho y de su pasi6n, la estrecha entre sus
brazos y la besa con delirio.
Turandot, al sentir por vez primera el contacto de los labios
de un hombre, cae rendida, sin ruerza ni volunta·d, como transfigurada, en el preciso momento en que apunta el alba .
Sfguese la natural escena amorosa en la que el Prfncipe, ell el
transporte de la pasi6n, revela a la amada su secreto : "Yo IIOF
. Calaf, el hi jo de Timur". Turandot, ante la inesperada revelacióa.
~rgueae ferozmente como si despertara de nuevo su alma, indómita y altiva, e.xclamando: "¡Ya sé tu nombre! Ahora soy dueila
de tu destino", a lo que contesta el Príncipe que, después de
baberla poseído, ya no le importa morir.
CuJtdro segundo
Ezterior del palacio imperial En el centro de la escena, sobre
una alta gradería, aparece el Emperador circundado de la corte,
dignatarioa y soldados.
E l pueblo ocupa ambos lados de la plaza. Turandot remonta
la escalinata y en medio de la mayor expectaci6n declara que
conoce el nombre del extranjero. Y fijando sua ojos en el Príqcipe,
que permanece inm6vil a sus pies, suspira dulcemente: "¡Su nombre es_. Amori" El Príncipe lo repite con una gran exclamac:i6n,
aube veloz basta ella y ambos se unen en estrecho abrazo.
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