2011-10-11 Fuentes para el estudio de la represión franquista en

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LA REPRESIÓN FRANQUISTA EN LEVANTE
FUENTES PARA SU ESTUDIO
Pablo Rodríguez
Ricard Camil
María Isabel Sicluna
Francisco Javier Casado (eds.)
Editorial Eneida
Puntos de Vista/ 22
Reservados todos los derechos. De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 270 del Código Penal, podrán ser
castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan o plagien, en todo o en parte, una
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Primera edición: Octubre 2010
© textos: Autores
© Associació Joan Peset i Aleixandre
© De esta edición: Editorial Eneida
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28035 Madrid
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sugerencia que los lectores hagan al correo electrónico:
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Colección «Puntos de vista»
La presente obra se beneficia del proyecto 43.1 del Ministerio de la Presidencia.
isbn: 978-84-92491-76-6
Depósito legal: m-45361-2010
Impreso en España
índice
Introducción. Necesidad de la fuente para la construcción de la ciencia
histórica
9
Algunos apuntes sobre la represión de la masonería
Pablo Rodríguez Cortés
19
Fuentes jurídicas para el estudio de la represión franquista
Pelai Pagés i Blanch
25
Fuentes para el estudio de la represión franquista del comunismo
y la masonería
Vicent Sampedro Ramo
43
Fuentes para el estudio de las víctimas cuantificables de la represión
franquista: las ejecuciones
Vicent Gabarda Cebellán
81
Fuentes para el estudio de los centros de reclusión
José Miguel Santacreu Soler
103
Fuentes audiovisuales y documentos fotográficos para el estudio
de la represión franquista
Gaspar Díez Pomares
121
Fonts per a l’estudi de la depuració franquista del Magisteri primari
a València
María del Carmen Agulló Díaz
135
Fuentes para el estudio de la represión franquista.
Fuentes orales: Los sujetos
Alejandra Soler Gilabert
155
Fuentes para el estudio de la Universidad franquista
Marc Baldó Lacomba
157
Fuentes secundarias para el estudio de la represión franquista.
La vida cotidiana
Ricard Camil Torres Fabra
185
La violencia política en el País Valencià (1936-1945).Un modelo
analítico.
Antonio Calzado Aldaria y Ricard Camil Torres Fabra
199
Fuentes para el estudio de la depuración franquista del Magisterio
de Primera Enseñanza en Valencia (traducción al castellano)
María del Carmen Agulló Díaz
235
Conclusión y agradecimientos
251
En recuerdo de María Fernanda Mancebo Alonso,
profesora, investigadora y escritora,
fallecida en Valencia el 7 de abril de 2010
INTRODUCCIÓN
LA NECESIDAD DE LA FUENTE PARA LA CONSTRUCCIÓN
DE LA CIENCIA HISTÓRICA. EL CASO DE LA REPRESIÓN
FRANQUISTA EN EL PAÍS VALENCIANO
Exponer un aparato conceptual explicando la necesidad imprescindible del
recurso a las fuentes en la ciencia histórica puede parecer, a simple vista, una
soberana e inútil redundancia sin mayor interés que un simple subrayado. Ahora
bien, si atendemos a la desigual producción historiográfica cuya temática radica
en la represión franquista y cuyos comienzos podríamos situar en la década de los
ochenta del siglo pasado para iniciar una espiral imparable, y que ha abordado
un buen número de aspectos a lo largo de toda la geografía española,1 desprenderemos la innegable e inevitable importancia del recurso a la fuente, ya que no
pocos estudios han ofrecido unos resultados paupérrimos debido, sobre todo, a un
empleo deficiente, por resultar amables, de las fuentes.2
La razón de este déficit metodológico no es otra que la irrupción de personas
ajenas a los profesionales de la historia, aunque tampoco han faltado ni faltan otras
pertenecientes al gremio, cuya visión sobre la finalidad de la disciplina no se ajusta
precisamente a la necesaria objetividad histórica, entendiéndola siempre desde el
punto de vista metodológico.3
Por supuesto que el estatus de personas ajenas al ámbito de la historia que se
han visto atraídas por las manifestaciones represivas del franquismo no significa,
por definición, que sus aportaciones deban ser catalogadas a priori como carentes
de todo interés, ni de lejos, pero algunas se han introducido en el campo de la
represión franquista con finalidades claramente ajenas a los intereses del conocimiento histórico y, por tanto, sus aportaciones caminan desde el más descafeinado
simplismo hasta la manipulación más aberrante pasando por los más que evidentes
tópicos, sin olvidar verdaderos panfletos al servicio de posicionamientos políticos
que desvirtúan tanto el conocimiento histórico como la finalidad de nuestra disciplina. Y a ellos deben añadirse algunas personas con formación histórica cuyos
objetivos resultan parejos.4
9
La razón no es otra que la irrupción en el estudio de este campo de la dictadura por parte de investigadores de distintas disciplinas, particulares llevados por
afán de conocimiento, familiares de las víctimas deseosas de limpiar el nombre de
sus antepasados o bien la humana aspiración de encontrar parientes desaparecidos
con la pretensión de otorgarles digna sepultura, sin dejar de lado a asociaciones
cívicas constituidas al efecto de recuperar la memoria histórica.
Este fenómeno, a nuestro entender, responde a unas causas muy concretas:
por una parte, un sector social procedente de las generaciones que no han vivido
el franquismo reclama mayor conocimiento de la represión ejercida por el Régimen, y, en ocasiones, ha llegado a reprochar a los profesionales de la Historia un
supuesto desinterés respecto al tema, e incluso ha lanzado acusaciones directas a
la clase política española, concretamente a los responsables de la Transición, consistentes en firmar un verdadero pacto de silencio, amén de denuncias sobre la supuesta desaparición documental efectuada por el propio Régimen con la finalidad
primordial de ocultar sus prácticas represivas.
Por otra parte, la progresiva aparición de memorias, recuerdos, testimonios,
etc., de personas que vivieron en carne propia la realidad represiva franquista, ha
ido provocando un efecto multiplicador en esa demanda de saber más, y ha motivado que paulatinamente se hayan ido incorporando a los historiadores profesionales, y este último apunte se debe no tanto –aunque hay quien ha aprovechado
el boom editorial correspondiente, tanto si hablamos de historiadores deshonestos
como de profesionales provistos de la metodología científica– al denunciado desinterés por el tema sino a las urgencias abiertas tras la desaparición del franquismo, esto es, el estudio de la Segunda República y la Guerra Civil. No en balde, y
curiosamente, esa demanda de conocimiento sobre la represión franquista suele
circunscribirse casi exclusivamente a los inicios del Régimen, es decir, al periodo
en que la espiral represiva mostraba su violencia en todas sus facetas y que no resulta necesario apuntar que le acompañarían por siempre a lo largo de su existencia.
Discutir lo anterior no es el objetivo de lo que presentamos aquí. Simplemente constatamos la necesidad de abordar el estudio de la represión franquista desde
la óptica científica, y que resultaría baladí de no ser por los peligros denunciados
en las líneas precedentes.
Por supuesto, es obvio que la transición democrática anduvo paralela a un
consenso encaminado a superar la ruptura social desencadenada por la Guerra
Civil y que tendría su continuación y consolidación a lo largo de toda la etapa
franquista. Consenso cuyo propósito radicaba en la consolidación de las nuevas
formas democráticas a las que los españoles se habían visto tan ajenos durante casi
cuatro décadas, lo que no impedía la demanda de devolución del pasado. De ahí
la gran cantidad de ventas de libros de género histórico, primero sobre ámbitos
considerados recuperables por su vigor existencial –valores de la República, por
10
ejemplo– o por su rotundidad testimonial –Guerra Civil–, para pasar después a
la demanda de reparaciones de las arbitrariedades cometidas por el franquismo
personificadas en sus víctimas.
Sin recurso a las fuentes, exceptuando reflexiones y/o ensayos, no existe la
metodología y un proceso plenamente científico en la investigación histórica, y
menos aún un verdadero rigor en el análisis y la construcción del corpus histórico,
en ocasiones recurriendo a la siempre enriquecedora comparación con otros regímenes semejantes. En este sentido, los historiadores se encontraron con un paisaje
abrumador, debido a la amplitud del mismo.
Y, cómo no, la reacción de los sectores más conservadores no se hizo esperar, aunque curiosamente, esa reacción nos ha servido a algunos para reflexionar
sobre hasta qué punto está muerto y enterrado el franquismo, o por parafrasear
a Vázquez Montalbán, sopesar el franquismo sociológico, feliz nomenclatura para
referirnos a la continuidad sociológica del franquismo.
El régimen franquista tuvo como pilares fundamentales a la Iglesia católica, el
Ejército y la Falange. 35 años después de la muerte del Caudillo –lo fue durante 38,
por lo que casi equilibramos tiempo de dictadura con tiempo democrático– asistimos al hecho de que la institución religiosa no ha variado excesivamente sus posturas –tan sólo simples maquillajes estériles–, mientras que la extrema derecha española sigue perpetuándose fagocitada por formaciones políticas que, lejos de intentar
desmarcarse de la sustancialidad del franquismo, lo defienden públicamente con
un irresponsable –o no tan irresponsable– sentido de la Historia. Paradójicamente,
es el Ejército el que, independientemente de sus afinidades heredadas o adoptadas,
muestra mayor solidez en aparentar su olvido al anterior apoyo al dictador, al margen de las veleidades y manifestaciones íntimas, más centradas en la melancolía que
en otra cosa, y que consideran al franquismo como cuestión museística. Los sueldos
de la otan hablan por sí solos a la hora de mostrar fidelidades.
El párrafo anterior explica por sí mismo la aceptación de las aportaciones realizadas por sectores próximos o inmersos en la extrema derecha, a los que se otorga
el amable trato de revisionistas, consistentes en legitimar el golpe de Estado de julio
de 1936, la consiguiente guerra civil con intervención nazi y fascista incluidas, y,
cómo no, el caminar de la dictadura franquista6 con el gravamen de buscar desesperadamente una equiparación empírica, cuando no esencial y existencial, entre
las diversas violencias, olvidando que el campo de estudio a que nos enfrentamos
es el franquismo y que, por supuesto, necesita de los antecedentes, de manera que
la perversión de estos revisionismos se extiende y amplía más allá de nuestro campo
conceptual. Como si el conocimiento del pasado pudiese mutarlo.6
De todas formas, el escándalo que supone la pervivencia de fosas comunes
originadas por la represión franquista a lo largo de toda la geografía española, la
iconografía y nomenclatura franquistas en nuestras calles, y las tertulias o artículos
11
que se pueden contemplar en ciertos medios de comunicación, hablan por sí solos
de la vitalidad del franquismo incrustado en la sociedad democrática española.
Y aprovechando la ocasión, justamente frente a esa elongación de la criminalización que efectúa la extrema derecha al régimen republicano con la finalidad de
definirse a sí misma, valdría la pena señalar que aquel régimen republicano pudo
afrontar gravísimas situaciones, pero, precisamente, lo que no pudo superar fue la
intervención nazi y fascista sin olvidar la postura pretendidamente salomónica de
las potencias liberales europeas, más atentas en despistar a los fascismos europeos
que a otra cosa. Sin la situación internacional y la intervención extranjera, todos
estamos de acuerdo en que la sublevación no habría pasado de ahí. Al menos momentáneamente.
Por lo tanto, vale la pena denunciar los mensajes lanzados desde los medios de
comunicación de más que evidente déficit democrático, y que resultan ser el instrumento legitimador empleado por los grupos de poder con la finalidad, primera
y última, de alterar el pasado en beneficio propio.
Además, ¿para qué? Pues para defender un régimen mezquino e involutivo
que deterioró profundamente todos los aspectos públicos: la política, la economía
y la cultura, y siempre con el garrote preparado, vil o de nogal. Destruyó la democracia, condenó a la sociedad a un estado de hambre y miseria endémicos e hizo
desaparecer cualquier vestigio cultural que no sirviese para sus propios intereses, y
todo ello mediante una furibunda represión.
Por todo lo apuntado hasta ahora, cabe alabar las investigaciones correspondientes a la comparación entre la violencia desarrollada por ambos bandos enfrentados y que no acabaron con el final de las hostilidades bélicas, al menos de manera
bilateral, como son las aportaciones en tal sentido de Vicente Gabarda y de Miguel
Ors Montenegro.7
Llegados a este punto, resulta ineludible referirnos a las pretensiones del volumen que tenemos en nuestro poder y que abordan una cuestión tan evidente como
necesaria: estudiar la represión franquista a partir de las fuentes, puesto que únicamente de esta manera, y con la metodología científica imprescindible, se pueden
comprender tanto las aportaciones que la historiografía valenciana ha realizado en
el campo del estudio de la represión franquista como la innata necesidad de seguir
profundizando en el tema y abriendo nuevos cauces de investigación.
No es ésta la primera ocasión en que la asociación peset aleixandre se
interesa por el fenómeno de la represión franquista. En su haber cuenta ya con
la celebración de unas primeras Jornadas sobre la represión franquista en Levante,
celebradas en 2009, cuyo fruto puede apreciarse en la edición de las intervenciones
que se sucedieron a lo largo de su celebración8 y que tuvieron su continuidad en
las Jornadas celebradas en 2010, gracias a la sana obstinación y constancia de sus
ánimas máter: Pablo Rodríguez y Javier Casado, incansables y determinados en
12
su dura lucha por reivindicar y recuperar los valores de la Segunda República,
aquellos valores tan denostados por buena parte de la población, empeñada en
hacer suyos los contrarios expresados por el franquismo.
Precisamente, son estas jornadas las que presentamos aquí, con la necesaria
anotación de advertir que se dedicaron única y exclusivamente a las fuentes para el
estudio de la represión franquista en el País Valenciano con la finalidad de apuntalar lo anteriormente expuesto, es decir, proporcionar un abanico metodológico
ineludible para el estudio de la represión franquista como son las fuentes. Únicamente de esta manera, científicamente, se puede y se debe abordar el estudio del
fenómeno represivo del régimen franquista.
Abrió y cerró las sesiones el presidente de la asociación peset aleixandre,
Pablo Rodríguez. En su primera intervención realizó un análisis pormenorizado de
lo que supusieron las primeras Jornadas, al tiempo que rememoró los valores de la
Segunda República, amputados brutalmente por la feroz represión franquista, que
dejó vacío de contenido el ámbito público español, finalizando con la inauguración
de la exposición sobre los aspectos más relevantes del régimen periclitado
confeccionada por Cristina Escrivá y de cuyo interés y magnitud pudimos dar fe
todos los asistentes.
En su segunda intervención, Pablo Rodríguez, amén de mostrar su gratitud
a todas las personas que han hecho posibles estas Segundas Jornadas, profundizó
nuevamente en las virtudes republicanas y lo que para la modernización española
significó el hecho que la dictadura franquista las aniquilase de cuajo, abriendo la
esperanza a una futura Tercera República que signifique la definitiva madurez
española a todos los niveles y lanzando asimismo el pañuelo a la continuidad de
las Jornadas, esta vez apostando por dignificar la figura del que fue rector de la
Universitat de València y cuya vida segó impunemente y de manera totalmente
gratuita la brutalidad fascista, el doctor Peset.
Valga, pues, el envite de Pablo Rodríguez para asumir el reto y aportar en
breve una serie de estudios que contribuyan a conocer mejor a aquella figura que
sintetizaba lo que la República quería ser, y que las fuerzas reaccionarias decidieron eliminar con todas sus consecuencias.
Por lo que hace a las ponencias que recoge el presente volumen, comenzaron
con la intervención del profesor de la Universitat de Barcelona, Pelai Pagès, que
se centró en la legislación represiva franquista, poniendo el énfasis en el hecho de
una producción legal por parte de la dictadura dirigida a formalizar sobre el tapete
una –ciclópea– serie de leyes que no venían más que a legalizar el entramado represor franquista, y ello con todas las aberraciones jurídicas existentes, habidas y
por haber, especialmente las confeccionadas con carácter retroactivo; de modo que
la aportación del profesor Pelai Pagès dejó claramente patente la finalidad última
del Régimen por lo que hace a su actividad jurídica: la perpetuación de la dicta13
dura, pero no con el objetivo de introducir un marco legal equitativo cuyo efecto
devengara en una fraternidad de los españoles. Antes al contrario: el Régimen se
basaba en la perpetuación, ajeno a cualquier manifestación contraria a su esencia,
de manera que la legislación iba encaminada única y exclusivamente a castigar
cualquier desviación y a reprimir severamente, en lugar de intentar integrar al todo
de la población.
Vicent Sampedro, de la Universitat de València, conectando con lo anterior,
efectuó un profundo análisis sobre la Ley de la Represión sobre el comunismo y
la masonería con la finalidad de trasladarla con las fuentes disponibles debido al
empecinamiento franquista por equiparar a masones y comunistas. Este para nada
homogéneo colectivo –lo era para el Régimen y sin ningún tipo de criterio más allá
que el odio obsesivo que hacia ellos sentía y manifestaba el franquismo– precisamente por ello la dificultad documental se acentúa al dispersar las fuentes en lugar
de concentrarlas, aún y cuando existe –justamente por la obsesión apunta– un
archivo referente al Tribunal Especial de Represión sobre la Masonería y el Comunismo, cuya producción, aún y tan valiosa, se encuentra plagada de los consabidos
apriorismos y prejuicios de los que tan alegremente hacía gala el régimen franquista empeñado en construir un todo masónico-marxista, amén de otras veleidades
afines, que no por ser veleidades significa que fuesen en modo alguno inocentes.
Vicent Sampedro nos aporta, además, una excelente guía sobre archivos ajenos al
control estatal y no por ello exentos de valor documental.
El doctor por la Universitat de València, Vicent Gabarda, máximo experto
en el tema que nos ocupa, señaló con contundencia la ineludible necesidad de
recurrir a las fuentes, con la finalidad de escapar a posibles deslices que, en nuestro caso, pueden resultar nefastos para la ciencia histórica y, en concreto, para el
estudio de la represión franquista. Centrando su intervención sobre todo en los
aspectos relativos a la eliminación física, el doctor Gabarda examinó la fiabilidad
de cierto tipo de fuentes mientras rechazó de plano otros recursos para nada científicos, desmontando de manera efectiva los desviacionismos, generalmente malintencionados, que estamos sufriendo por parte de algunos colectivos empeñados
en multiplicar por mucho las víctimas del franquismo en el aspecto físico. Así,
desmenuzó las fuentes primarias e ineludibles que le llevaron a elaborar el trabajo
más contundente realizado hasta ahora en el ámbito del País Valenciano.
Josep Miquel Santacreu, profesor de la Universitat d’Alacant, tomó el testigo
para explicar en su intervención las fuentes para el estudio del mundo penitenciario franquista en el País Valenciano. El hecho que las tierras valencianas, concretamente las situadas al sur de lo que durante el final de la Guerra Civil había sido
la línea xyz –de Moncofa a Viver– fueran las últimas que cayeron en manos de los
franquistas, les proporcionó un ingente número de prisioneros. No en balde, en
aquella bolsa –sin olvidar otras tales como los frentes de Extremadura, Andalucía,
14
«Centro», Aragón– se encontraba un buen número de republicanos, bien debido a
la constante retirada militar, bien por continuar en sus cargos, o simplemente por
intentar escapar al cerco inexorable franquista, aparte del trato que recibía un potente sector de la población, cuya captura dio paso a todo un entramado carcelario
de dimensiones ingentes y cuya casuística resultaba tan variada como la propia
existencia física de las mismas, existiendo una verdadera situación piramidal por
lo que hace al mundo penitenciario franquista.
Gaspar Díez Pomares se ocupa de subrayar la importancia de fuentes bastante
recientes para los historiadores como es la documentación audiovisual. En este
sentido, y tratándose de elementos escasamente atendidos por los investigadores,
expone la necesidad de utilizar la fuente audiovisual como elemento igualmente
a examinar con métodos y rigor científicos por parte de los historiadores. Así las
cosas, los ejemplos aducidos por el especialista, aún estando ceñidos a la realidad
de la represión franquista, pueden escapar a nuestra atención, pero la grandeza de
la fuente audiovisual, precisamente, radica en la multivisión que aporta. Como
cualquier otro documento su génesis posee una explicación intrínseca y ello repercute directamente en la consideración de fuente histórica.
La profesora María del Carmen Agulló, de la Universitat de València, nos
proporciona una visión de la represión sufrida por el colectivo del magisterio valenciano por parte del Nuevo Estado para sumergirse en la realidad documental. La
importancia que la educación adquirió durante la Segunda República y el prestigio que enarboló su magisterio quedan contrastados con el proceso de depuración
a que fue sometido el profesorado valenciano. Una depuración provista de varias
aristas, puesto que se trataba de eliminar de la función educativa a todos aquellos y
aquellas que pudiesen obstruir las nuevas enseñanzas, al tiempo que se dinamitaba
toda la obra educativa republicana para dar paso a un magisterio proveniente del
cursus honorum franquista cuya labor daría sus frutos de manera inmediata, es decir, que contribuyó decisivamente a pauperizar –cuando no a exterminar– tanto la
formación intelectual de los españoles como la propia esencia de la cultura.
Marc Baldó, catedrático de la Universitat de València, reflexiona sobre la represión ejercida por el franquismo en la propia Universidad en la que ejerce, de
manera que su exposición enlaza a la perfección con la aportación anterior. La
depuración que efectuó la dictadura franquista en la misma resultó abrumadora
en todos sus aspectos, y no digamos en sus resultados: una Universidad endémica,
con unos planes de estudios más cercanos a la parafernalia castrense y fascista que
al verdadero dogma científico, unos profesores más entregados al proselitismo y a
cumplir con el lugar que les había otorgado el franquismo que a sus tareas docentes
e investigadoras, pone de relieve el tremendo retroceso que sufrió la Universidad.
Un retroceso que, lejos de intentar estabilizar, se retroalimentaba continuamente
con contadas y dignas excepciones, y que acompañó a la dictadura franquista du15
rante toda su existencia, con sus formas represoras, que se volverían a mostrar en
los momentos de viaje final del franquismo y que sufrirían en su propia carne los
estudiantes comprometidos.
En un intento por complementar lo anterior, el profesor de la Universitat de
València, Ricard Camil Torres, aborda la temática de la vida cotidiana. Su exposición pretende ser eminentemente práctica, señalando todo el abanico documental
abordable e imprescindible relativo al estudio de la cotidianeidad. Se trata de una
relación de archivos que abarca desde los más inmediatos, conectados con la vida
diaria, hasta una serie de archivos estatales, pasando por otros intermedios en los
que el investigador tiene a su disposición –al margen de lo laberíntico que significa
la consulta de algunos de ellos– la documentación necesaria para afrontar el estudio de la realidad represiva cotidiana de la dictadura.
Una de las consecuencias directas del triunfo franquista fue la referente a la
anulación de toda la legislación republicana, incluidos los avances relativos a las
mujeres en todas sus facetas. La profesora Rosa Monlleó, de la Universitat Jaume
i de Castelló, aborda el tema desde un punto de vista multifactual, analizando lo
que el franquismo había decidido para que la mujer ejerciese su nuevo rol, que,
en definitiva, no era más que el de una visión carpetovetónica aplicada por el
franquismo y en el que su construcción quedaba en manos casi exclusivamente
de la Iglesia, que era la que se dedicaba a adoctrinar al género femenino, amén de
incorporar nuevos elementos de postración social y que, como bien apunta la profesora Monlleó en su valiosa aportación, no tenían nada que envidiar a postulados
tan arcaicos como lo era la misma postura de la Iglesia, de manera que se puede
apuntar más que a la construcción de un nuevo tipo de mujer a la deconstrucción
de la misma introduciéndola en parámetros casi exclusivamente medievales, todo
ello bajo la rémora de una tremenda represión sexual que condujo a la formación
de un estereotipo femenino cuya función de ser no sería más que la de un mero accidente necesario, marcado por una formación católica ultramontana y secundado
por una organización femenina cuya fascistización no encontraba más respuesta
que la colaboración con la organización eclesiástica, la subordinación a la misma y
contemplarse a sí misma como un mero apéndice sin ningún sentido más que el de
servir a un mundo varonil desde una parcela interior sumamente reducida.
Salvador Albiñana, director del Colegio Universitario Peset, realiza una profunda reflexión sobre el proceso sufrido por el doctor, y que viene a evidenciar por
sí solo la crudeza represora franquista con todas sus arbitrariedades y aberraciones,
cuyo resultado final fue la ejecución del doctor Peset. No se fusilaba al hombre.
Se fusilaba a las ideas. Claro resumen de lo que el régimen franquista entendía por
represión: un frío todo en sí mismo.
Es evidente, y ello no se les escapa a los organizadores, que algunos aspectos
de la represión franquista, y, por tanto todo el utillaje en forma de fuentes, no han
16
podido ser abordados en la presente obra. La razón de estas lagunas no es más que
de tipo logístico.
Por una parte, en el momento de ultimar los detalles de las Jornadas resultaba
imposible incluir alguna de las aportaciones por cuestiones meramente temporales: se encontraban más aspectos represivos de la dictadura franquista que tiempo
para cubrirlos. Por otro lado, no todos los especialistas pudieron ajustar su agenda,
y lamentablemente quedaron fuera de la convocatoria, por lo que es desear que en
un futuro no muy lejano se pueda subsanar este contratiempo.
Lo que no faltó fue la aportación de la fuente humana. Lo que los historiadores llaman memoria viva y que consiste en la documentación humana. Por ello,
Alejandra Soler tuvo el felicísimo detalle de acompañarnos relatando sus vivencias.
Se trataba del factor humano, del calor de la palabra, de la importancia de comprobar la historia delante de nosotros, puesto que, con todo el cariño, es un resto más
del naufragio. Un documento con nombre y apellidos. Porque, si la historia no
está compuesta de seres humanos, ¿quién habita en ese domicilio? En definitiva, la
función del historiador no es otra que la de transmitir a la comunidad su pasado
de manera ordenada. No en balde fue la propia comunidad quien la construyó.
Devolverla de forma inteligible es su deber. Un deber que se hace todavía más
agradable cuando comprobamos lo que nos pueden enseñar aquellos que llevan
más tiempo en el combate de la historia. Alejandra Soler así lo demostró.
Pablo Rodríguez,
Ricard Camil,
María Isabel Sicluna y
Francisco Javier Casado (eds.)
17
NOTAS
1
2
3
4
5
6
7
8
Para lo que aquí presentamos, y en su ámbito geográfico, cfr. Ricard Camil TORRES FABRA,
La repressió franquista al País Valencià. Recull bibliogràfic, Tres i Quatre, València, 2008. Para
una puesta al día, del mismo autor, «La represión franquista en el País Valenciano. Un estado
de la cuestión para el primer franquismo». En Pablo RODRÍGUEZ, María Isabel SICLUNA y
Javier CASADO (eds.), La represión franquista en Levante, Eneida, Madrid, 2009, pp. 29-50.
El fenómeno está tan arraigado que citar aquí todo lo publicado de manera acientífica resultaría
imposible. De todas formas, valga como referencia Mirta DÍAZ-BALART, Manuel ÁLVARO
DUEÑAS, Francisco ESPINOSA MAESTRE y José María GARCÍA MÁRQUEZ, La gran
represión. Los años de plomo del franquismo, Flor del Viento Ediciones, Barcelona, 2009. Julián
CASANOVA, Francisco ESPINOSA MAESTRE, Conxita MIR y Francisco MORENO GÓMEZ, Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la España de Franco, Crítica, Barcelona, 2002.
Nos referimos, claro está, a la pléyade de pseudohistoriadores como Pío Moa, César Vidal, etc.
Para el País Valenciano lo más llamativo ha sido FORO PARA LA RECUPERACIÓN DE LA
MEMORIA HISTÔRICA DEL PAÍS VALENCIANO, El genocidio franquista en Valencia.
Ministerio de la Presidencia, Madrid, 2008.
Incluso existe quien afirma, por activa o por pasiva, que el franquismo tenía como finalidad
última el establecimiento de la democracia. Por higiene democrática no citaremos obras y «autores». Ya hemos dado alguna referencia en otras notas. Y no se trata de censura, puesto que
explicamos sus posturas y sus acérrimos seguidores los conocen perfectamente. No en balde
tienen a su disposición un amplio abanico mediático, y siempre encuentran cobijo en determinadas instituciones municipales, Diputaciones y Comunidades Autónomas. Inevitablemente,
también son conocidos por parte de los historiadores honrados.
Y ahí tenemos la controversia suscitada alrededor de la llamada Ley de Memoria Histórica, la
causa abierta contra el juez Garzón por parte de la extrema derecha, y la recarga de munición
afectiva y legal de los sectores más reaccionarios de la sociedad española.
Recordemos que nuestro campo de acción es el País Valenciano. Vicent GABARDA (Els afusellaments al País Valencià, 1938-1956. Alfons el Magnànim. València, 1993 –nueva edición:
València, Universitat de València, 2007– y La represión en la retaguardia republicana: País Valenciano, 1936-1939. Alfons el Magnànim. València, 1996) y Miguel ORS MONTENEGRO
(La represión de guerra y posguerra en Alicante, 1936-1945. Institut de Cultura Juan Gil-Albert.
Alacant, 1995).
Pablo RODRÍGUEZ, María Isabel SICLUNA y Javier CASADO, La represión franquista en
Levante, op. cit.
18
ALGUNOS APUNTES SOBRE LA REPRESIÓN DE LA MASONERÍA
Pablo R. Rodríguez Cortés
Profesor de Historia
President de l’Associació Joan Peset i Aleixandre de València
Uno de los principales enemigos de la
Dictadura de Franco
fue la masonería y, por
este motivo, fueron sus
miembros duramente
perseguidos por la Ley
y los Tribunales franquistas así como por la
policía política (Brigada Político Social).
Fue tal la manía
persecutoria del fascisPablo Rodríguez, Ricard Camil y Vicent Sampedro
mo español hacia los
masones que algunos de
ellos fueron vejados después de haber muerto años antes de la instauración de la
Dictadura, es decir, se les aplicó la Ley con efectos retroactivos.
Uno de estos casos es el de Vicente Blasco Ibáñez, maestro masón de la Respetable
Logia Acacia n.º 25 de los valles de Valencia, con el nombre simbólico de Danton.
Efectivamente, Vicente Blasco Ibáñez eligió formar parte de la masonería española durante el siglo xix, prosiguiendo su trayectoria masónica hasta el momento de su pase al Oriente eterno en el exilio francés de Menton en el año 1928. Es
decir, cuando fallece Blasco todavía faltaban once años para la llegada al poder por
la fuerza de las armas de Franco, y, sin embargo, sufrió la furia persecutoria del
dictador y de su régimen con sus restos mortales ya en Valencia.
19
¿Por qué molestaba tanto Blasco Ibáñez a Franco? Entre otras cosas, por la
posición política del escritor, firme defensor de la República como forma de Estado y basada en los principios de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad,
así como también molestaba su avanzada y progresista posición social. Ambas
posiciones, la política y la social impregnadas de principios masónicos.
Veamos lo que escribe y lee Vicente Blasco Ibáñez, como orador, durante una
tenida magna de adopción celebrada por la Respetable Logia Acacia n.º 25 el día
3 de diciembre de 1888. El discurso se titula «La mujer y el niño» y es todo un
ejemplo de la posición social de Blasco y de la masonería española ya durante el
siglo xix, algo que Franco no perdonó nunca.
(...) El niño y la mujer, esos dos tiernos seres débiles y susceptibles cual ninguno a los
afectos y al cariño, vienen a nosotros aquí, a este sagrado recinto, santuario respetable que encierra las conciencias de muchos seres honrados y en donde los hombres
libres (...), trabajan llevados de su firme voluntad por la regeneración de todos los
humanos.
Este acto causa una emoción extraordinaria por su inmensa trascendencia. No son
esos dos niños, dos pequeños seres que vienen aquí únicamente en busca de adopción masónica; no son estas señoras, mujeres que por curiosidad o por los afectos
del parentesco solamente vienen a presenciar este acto; no significa esto una simple
adopción, significa algo más, pues demuestra una cosa que debe llenar de alegría
los corazones de todos los amigos del progreso; o sea, que la mujer y el niño se han
emancipado de las rancias y necias preocupaciones de otros tiempos y van en busca
de la verdad del mismo modo que los hombres.
(...) Por todas partes, en todos los períodos y bajo todas las épocas, se nota la influencia de la mujer, y feliz aquella idea que ha conseguido su apoyo, porque su triunfo ha
sido inmediato. Tanta trascendencia o más tiene también el niño.
El porvenir de la humanidad, la suerte del progreso, esa finalidad sublime que hace
tantos años viene persiguiendo el hombre, está en manos de esos seres débiles y graciosos, cada uno de los cuales es un enigma, pues lleva encerrado en sí el mañana indefinible. De aquí aquella frase de Rousseau de que el primer funcionario del Estado
es el maestro de escuela.
Los pueblos que sean verdaderamente amantes del progreso deben pensar en el mañana más que en el presente y ocuparse tanto del gobierno actual de los hombres
como de preparar a la generación naciente para que en el futuro continúe la obra de
la regeneración humana.
Ved, pues, si tienen importancia la mujer y el niño, ved la gran misión que tienen
que cumplir esos dos seres (...).
Ahora bien, tan valiosos elementos, tan fuertes armas para la conquista de la sociedad, ¿en manos de quién están?. ¿En las nuestras?. ¡Oh!, no, por desgracia (...) la
mujer y el niño están aún en poder del cura y del jesuita, en que todavía se acogen
a la fría sombra de la iglesia católica y se santiguan con horror a cada progreso que
verifica la humanidad.
20
El bárbaro ultramontanismo tiene entre sus garras a esos dos tiernos seres y no se
escapan las generaciones al sucederse, de esta presión asfixiante. Para ello disponen
de dos medios: el confesionario y el colegio (...), pero esto concluye ya, los lazos se
rompen, la tierra tiembla y el sacerdote ve como se le escapa de entre las manos aquello en que basaba todo su poder.
Una prueba de esto es la solemnidad de esta noche. Aquí tenemos a la mujer y al niño
que vienen a nosotros, pero no por cortos momentos, sino que vienen para siempre,
porque quien pisa los umbrales de este templo, quien asiste a nuestras fiestas, queda
para siempre impregnado de las sublimes y regeneradoras ideas que aquí flotan.
Vosotras, señoras (...) no sois los seres automáticos obedientes a una voluntad superior, que obran o se mueven sin darse exacta cuenta de sus actos, llevando la noche de
la ignorancia en el cerebro, sino que sois mujeres con la conciencia completamente
libre y despejada de las nieblas de abrumadoras preocupaciones, y tenéis la inteligencia despierta para comprender todos vuestros derechos y deberes.
Y en cuanto a esos niños..., felices ellos que a tan temprana edad llegan donde solo
han llegado muchos hombres después de largos años de peregrinación a través del estudio.(...) Ellos en los albores de su vida entran ya a formar en las filas de los soldados
del progreso y se evaden de las pavorosas influencias de los sectarios del pasado.
Que la luz exista eternamente en sus inteligencias, que amen la sabiduría, practiquen
la virtud y sean siempre dignos de la grandiosa institución que hoy les cobija bajo
su manto; y vosotras, señoras, continuad por el camino que habéis emprendido, no
olvidéis que la mujer tiene tanta importancia, que es la llave del porvenir, y propagad
entre vosotras, las ideas regeneradoras que aquí sustentamos, inculcadlas en vuestros
hijos, y de ese modo seréis dignas de la libertad y cumpliréis la gran misión que la
Historia parece haberos confiado.
Hasta aquí los fragmentos del discurso de Vicente Blasco Ibáñez pronunciado
durante el transcurso de una tenida o reunión, y que constituyen una fuente clara
del pensamiento social de la masonería en España. La luz de la Razón sobre la
oscuridad del Dogma.
El féretro con los restos mortales de Vicente Blasco Ibáñez llegó a Valencia
con la proclamación de la Segunda República y fue recibido por una multitud
de personas enfervorizadas. Se resolvió realizar una recolecta popular para la
construcción de un mausoleo que albergara los restos del escritor y le recordara
para siempre. La Guerra Civil y Franco impidieron su construcción y todavía
hoy, muchos años después de la desaparición física del cruel dictador y flagelo de
masones, sigue Blasco sin el mausoleo que se merece y con el dinero desaparecido
de la cuestación del pueblo de Valencia. Una injusticia que merece una reparación.
Si el caso de Blasco Ibáñez es un ejemplo de la represión franquista contra
la masonería con efectos retroactivos, existen cientos de casos de represión cruel
y hasta sanguinaria contra masones durante la guerra civil y durante los cuarenta
años de nacional-catolicismo en España. Los paredones de fusilamiento, las
21
cunetas de caminos, las torturas policiales, las cárceles, el exilio han sido destinos
de cientos de masones que merecen también un recuerdo y un reconocimiento.
Para ser justos y tomando como base la Historia de España no sólo el franquismo persiguió con fuerza a la masonería, antes lo hicieron también las fuerzas absolutistas y las conservadoras católicas que fueron la base de la monarquía
borbónica. Precisamente estas persecuciones hicieron que los masones españoles
tuvieran la imperiosa necesidad de tomar un nombre simbólico al entrar en cualquier logia, para ser reconocidos entre sus hermanos y en los papeles con el nuevo
nombre y evitar el control de la policía. Costumbre en vigor hasta la fecha. Por su
interés como fuente que ilustra este tema, se transcribe a continuación este escrito
o «plancha» de un masón que responde a las iniciales s.s.p. y que está fechado en
Valencia el día 11 de octubre de 1988.
Dice así: «Venerable Maestro y queridos hermanos de esta Respetable Logia
de San Juan de España: Invitado por la Logia a escoger un nombre simbólico
por el cual ser identificado, me enorgullezco de presentar y adoptar el que como
«nombre tótem» vengo utilizando desde el año 1975 en mis actividades profanas
dentro del Escultismo Universal.
El nombre con que fui totemizado en 1975 es «Ubirajara Tiaraju», del cual
adopto como nombre simbólico su primera acepción de: ubirajara. Fue Ubirajara un joven guerrero de la valiente nación Araguaia, pletórico de fuerza y virtudes,
que en singular combate de amistad, vence a Pojucá el mejor guerrero de la nación
Tocantin.
Ubirajara desposa a Jandira, hermana de Pojucá, y de la unión de las grandes
naciones de los Araguaias y los Tocantins surge la gran nación de los Ubirajaras.
Ubirajara: El guerrero fuerte y tenaz que se supera a si mismo y con su tenacidad consigue la unión entre los dos pueblos.
Por ello adopto el nombre de ubirajara y la rúbrica formada por las letras
s.u.t. como símbolos de identidad simbólicos. s.u.t. es mi lema personal de Superación, Unión y Tesón».
Pero volviendo al tema, el incendio originado por la victoria de Franco quemó
muchas acacias (árbol simbólico masónico), pero sus raíces resistieron (durante la
clandestinidad) y con el tiempo rebrotaron y reverdecieron.
Algunas de esas acacias quemadas por la represión franquista y que luego revivieron tenían nombres y apellidos como Onofre Valldecabres Malrás (trabajando
por la reconstrucción en el País Valencià de la Gran Logia Simbólica Española
desde su despacho triangular del barrio de Ruzafa), Antonio Alegre Cucala y Jaime
Maupoey Pérez (viajeros incansables por los valles de España y reconstructores
del Gran Oriente), Teodomiro López Mena (bastión en Alicante), José Antonio
López Corts (muy ligado a los medios de comunicación valencianos) entre otros...
hoy, por desgracia, en el Oriente eterno, pero todos dieron ejemplo de ser «Caba22
lleros de la Lealtad», de fidelidad a la República, a la Libertad, a la Igualdad y a la
Fraternidad, en definitiva, como Blasco Ibáñez leales a la luz de la Razón frente a
la oscuridad del Dogma. Son un ejemplo a seguir para la generación actual y las
futuras.
23
Intervención del profesor Pagés durante las Jornadas
FUENTES JURÍDICAS PARA EL ESTUDIO DE LA REPRESIÓN
FRANQUISTA1
Pelai Pagès i Blanch
Universitat de Barcelona
Uno de los aspectos más característicos del régimen franquista que se impuso
en el conjunto del Estado español, a partir del mes de abril de 1939, fue, sin ningún género de duda, el carácter represivo que alcanzó desde el primer momento.
Franquismo y represión son dos conceptos sinónimos que contribuyen a explicar
la larga duración de un régimen de dictadura militar surgido de la guerra civil más
cruenta de la historia contemporánea de España. Porque la voluntad de los militares que la propiciaron se manifestó desde el primer momento en la perspectiva de
imponer una ruptura histórica que representase pasar página de la historia reciente
e iniciar con unos nuevos fundamentos una nueva etapa de la Historia. Hacer tabla rasa del pasado e imponer una Nueva Era Histórica significaba, sin embargo,
acabar con todos los enemigos políticos y sociales, con todas las organizaciones,
instituciones y asociaciones que se podían oponer a su proyecto y, además, garantizar su derrota a perpetuidad.
De aquí, como se ha puesto de relieve tantas veces, la violencia de la represión desde el mismo momento en que estalló la Guerra Civil. Una represión que,
naturalmente, dispuso de una fundamentación jurídica indudable. En este punto
cabe recordar el carácter de excepción con que desde el punto de vista jurídico
se ha definido al franquismo, en contraposición con los denominados Estados
de Derecho. Si estos últimos se fundamentan en una Constitución, a la cual inevitablemente se han de referir las futuras leyes que se desplegarán y regularán el
conjunto de relaciones ciudadanas, el franquismo jurídicamente legisló de manera
empírica, dando respuestas jurídicas a requerimiento de las situaciones con que
se iba enfrentando. Y basando toda la legitimidad legislativa en la voluntad del
poder político, encarnado en la persona del dictador que, por ley, desde el mismo
año 1936 hasta su muerte, acumuló, como si de un monarca absoluto se tratara,
la potestad ejecutiva y legislativa.
La primera fuente jurídica de la represión franquista está encarnada, pues, en
la figura del dictador: una primera ley de 30 de enero de 1938 atribuía a Franco
25
«la suprema potestad de dictar normas jurídicas de carácter general».2 Cuando en
1942, en plena posguerra, se crearon las Cortes Españolas, como «instrumento
de colaboración» en las tareas legislativas, se les atribuyó a éstas sólo un carácter
deliberativo y auxiliar, en cuanto Franco seguía disponiendo de las mismas prerrogativas.3 Y en una fecha tan avanzada como era 1967, cuando se promulgó la
Ley Orgánica del Estado que pretendía una adecuación del Estado a los nuevos
cambios económicos y sociales que vivía España, a Franco se le siguió asignando
la función de sancionar y promulgar leyes y proveer su ejecución.4 Con lo cual es
evidente que Franco se convirtió a lo largo de toda la etapa en la fuente jurídica
fundamental.
Volviendo a la represión, cabe tener en cuenta que durante el período bélico,
en los meses iniciales, la represión se ejerció al margen de cualquier consideración
jurídica o marco legal preestablecido.5 La represión ilegal en forma de «sacas» o
«paseos», o fusilamientos indiscriminados, fue la tónica general en todo el territorio que quedó bajo el control de los militares durante los primeros meses de la guerra. Los primeros bandos militares que declararon el Estado de Guerra señalaban
en todos los casos la aplicación del Código de Justicia Militar para todos aquellos
delitos derivados de la oposición en contra de su acción militar. Y cuando el día 28
de julio de 1936 la Junta de Defensa Militar promulgó el Bando que hacía extensible el Estado de Guerra a todo el territorio del Estado, estableció la preeminencia
de la justicia militar sobre la justicia civil ordinaria.6 Mientras el 31 de agosto es
establecían por decreto los juicios sumarísimos a todas las jurisdicciones de guerra,
en aras a la «rapidez», y para que se evite en lo posible distraer del servicio de armas a
los Jefes, Oficiales y clases para ocuparlos en la tramitación de dichos procedimientos.7
Era preciso ir con prisas en la eliminación de los enemigos. Y el Consejo de Guerra
Sumarísimo acabó siendo la solución, ya que se fue aplicando de manera ininterrumpida hasta el año 1948.
El establecimiento de la jurisdicción militar a efectos judiciales vino acompañado de otras medidas legislativas no menos importantes, como fue el decreto
108, adoptado por la Junta de Burgos, que ponía fuera de la ley a los partidos
políticos que en las elecciones del 16 de febrero de 1936 habían formado parte
del Frente Popular.8 Es especialmente interesante el preámbulo del decreto que
justificaba la medida hablando de los políticos antipatrióticos que envenenaron al
pueblo con el ofrecimiento de supuestas reivindicaciones sociales y que constituyeron
el funesto llamado Frente Popular, haciendo una referencia explícita a la absurda resistencia sostenida contra el movimiento nacional. El decreto, además de ilegalizar al
conjunto de las organizaciones de la izquierda española, se incautaba de todos los
bienes muebles e inmuebles de estos partidos, y preveía la posibilidad de destituir
a funcionarios públicos y de empresas subvencionadas por el Estado en razón de
sus actuaciones antipatrióticas o contrarias al Movimiento Nacional.
26
Más allá de las primeras medidas políticas, los militares insurrectos manifestaron también su voluntad de establecer su control sobre todos los ámbitos sociales, y
especialmente sobre uno que, de manera inmediata, se evidenció como fundamental. Me refiero a la enseñanza, un frente en el cual la República había desarrollado
un trabajo intenso y transformador. Por esta razón, ya durante el verano de 1936,
en la perspectiva del inicio de un nuevo curso escolar, las autoridades militares
adoptaron un conjunto de medidas jurídicas, en forma de órdenes, encaminadas a
devolver a la enseñanza la función tradicional que siempre había tenido.
En una primera orden, firmada el día 19 de agosto de 1936, Federico Montaner –el militar que fue nombrado secretario de la Junta de Defensa– después de
constatar la importancia de la instrucción primaria como piedra fundamental del
Estado, que debía contribuir de manera decisiva a la españolización de las juventudes
del porvenir, se establecía la necesidad de reiniciar el curso el día 1 de septiembre
y al mismo tiempo se dictaban las primera normas que debían regir en la escuela.9
Así, era preciso que la enseñanza respondiese a las conveniencias nacionales, que los
juegos infantiles tendiesen a la exaltación del Patriotismo sano y entusiasta de la España nueva y que se denunciasen todas aquellas manifestaciones contrarias a la sana
y patriótica actitud del Ejército y pueblo español, que siente a España grande y única,
desligada de conceptos antiespañolistas que sólo conducen a la barbarie. En relación a
los maestros era necesario vigilar bien su actuación para averiguar cuál había sido
su actitud, ya que era preciso sustituirlos con urgencia si hubiesen manifestado un
ideario perturbador de las conciencias infantiles, así en el aspecto patriótico como en
el moral.
Era la primera de una secuencia de órdenes que siguieron en los meses siguientes, encaminadas a suprimir la coeducación con el fin de dividir, de nuevo,
la población escolar por sexos, depurar los libros de texto para evitar que no haya
cosa alguna que se oponga a la moral cristiana, ni a los sanos ideales de ciudadanía y
patriotismo, que deben arraigar en el ánimo de los adolescentes, como la mejor cosecha
en la obra de la educación, expurgar las bibliotecas escolares con el objetivo de que
sólo se utilizasen en las escuelas primarias aquellos libros cuyo contenido responda
a los santos principios de la Religión y moral cristiana. Porque estaba claro que la
Escuela Nacional ha dejado de ser laica y que se debían reintroducir en la enseñanza
como materias obligatorias la Religión y la Historia Sagrada.10
Y en el mismo mes de agosto de 1936 se inició también la depuración de
los enseñantes. Después de establecer la responsabilidad de los Rectorados de los
distritos universitarios, una circular de septiembre de 1936 establecía que aquellos
maestros cuyos informes sean totalmente desfavorables por sus actuaciones anteriores,
no sólo en su aspecto perturbador de las conciencias infantiles, sino por su conducta
amoral y antipatriótica, serían suspendidos de trabajo y de sueldo.11 Y en el mes de
noviembre empezaban a funcionar las primeras Comisiones Depuradoras. El de27
creto que las creaba, firmado por Franco, el 8 de noviembre de 1936, justificaba,
en el preámbulo, la necesidad de estas comisiones:
El hecho de que durante varias décadas el Magisterio en todos sus grados, y cada vez
con más raras excepciones, haya estado influido y casi monopolizado por ideologías
e instituciones disolventes, en abierta oposición con el genio y tradición nacional,
hace preciso que en los solemnes momentos porque atravesamos se lleve a cabo una
revisión total y profunda en el personal de Instrucción Pública, trámite previo a una
reorganización radical y definitiva de la enseñanza, extirpando así de raíz esas falsas
doctrinas que con sus apóstoles han sido los principales factores de la trágica situación a que fue llevada nuestra Patria.12
Cuando empezaron a funcionar las primeras depuraciones del Magisterio se
habían puesto en funcionamiento también otras instituciones destinadas a depurar a los funcionarios públicos, asimismo con la diáfana voluntad, como dejaba
muy claro el Decreto-Ley de 5 de diciembre, firmado por Franco, de separar de
manera definitiva del servicio
a toda clase de empleados, que por su conducta anterior o posterior al Movimiento
Nacional, se consideren contrarios a éste, cualquiera que sea la forma en que ingresaren y la función que desempeñen, lo mismo se trate de funcionarios del Estado que
de la Provincia o Municipio.13
Represión política, represión económica, represión educativa, pero también
represión cultural. Y en este ámbito son específicamente significativas las disposiciones que se adoptaron para llevar a cabo la censura en una actividad cultural tan
emblemática como era el cine. En fecha 21 de marzo de 1937, la primera Orden
justificaba la adopción de la medida con el siguiente texto:
en la labor de regeneración de costumbres que se realiza por el nuevo Estado no puede desatenderse la que afecta a los espectáculos públicos, que tanta influencia tienen
en la vida y costumbres de los pueblos, y siendo uno de los de mayor divulgación e
influencia, sobre todo en los momentos presentes, el cinematógrafo, exige la vigilancia precisa para que se desenvuelva dentro de las normas patrióticas, de cultura y de
moralidad que en el mismo deben de imperar.14
Y cuando se creó la Junta Superior de Censura y el Gabinete de Censura
Cinematográfica, ambos organismos debían estar formados por tres vocales que
representaban, respectivamente, a la autoridad militar, la autoridad política –un
miembro de partido único fet y de las jons– y la autoridad eclesiástica.15 Más
representativo fue aún cuando a finales del año 1938 se reguló de manera definitiva la censura cinematográfica, y se estableció su dependencia del Ministerio del
Interior, es decir, el ministerio de la represión.16
28
En el transcurso de la guerra se tenían que adoptar dos disposiciones jurídicas
especialmente importantes que tenían claras implicaciones represivas. La primera, desde un punto de vista cronológico, fue el denominado Fuero del Trabajo,
adoptado por el Consejo Nacional de fet y de las jons, sobre una ponencia del
Gobierno, el 9 de marzo de 1938, y que debía ser considerado en el futuro una de
las «Leyes Fundamentales» en que se fundamentó el nuevo régimen franquista.17
Esta disposición jurídica era especialmente importante, dado que reguló durante
muchos años las relaciones laborales en el Estado español. Considerada una inspiración directa de la fascista Carta del Lavoro italiana, el preámbulo establecía
claramente las motivaciones y causas de su necesidad:
Renovando la Tradición Católica, de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación del Imperio, el Estado Nacional en cuanto es instrumento
totalitario al servicio de la integridad patria, y Sindicalista en cuanto representa una
reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea
de realizar –con aire militar, constructivo y gravemente religioso– la Revolución que
España tiene pendiente y que ha de devolver a los españoles, de una vez para siempre,
la Patria, el Pan y la Justicia.
Más allá de su carácter regulador, el Fuero del Trabajo establecía una clara
prohibición de los actos individuales y colectivos que perturbasen la normalidad
de la producción –en clara alusión a las huelgas obreras– y sustituía a los antiguos
sindicatos de clase por la nueva Organización Nacional-Sindicalista del Estado
que se inspiraba en los principios de Unidad, Totalidad y Jerarquía.
Un mes y medio después, Franco y su ministro del Interior y cuñado, Ramón
Serrano Suñer, firmaban también una ley extraordinariamente emblemática, la Ley
de Prensa, promulgada el 22 de abril de 1938.18 Esta nueva Ley de guerra venía a
derogar una ley antigua, que por primera vez en el Estado español, había establecido con bastantes garantías, la libertad de expresión. Se trataba de la denominada
«Ley de policía de imprenta», promulgada por un gobierno liberal, el 26 de julio
de 1883. Ahora, después de casi cincuenta años de vigencia –y sin que la República hubiese considerado necesario modificarla–, los militares la suprimían para
establecer otra que estuvo vigente durante casi treinta años, hasta la Ley de Prensa
e Imprenta de 1966, la denominada Ley Fraga, promulgada cuando Manuel Fraga
Iribarne era ministro de Información y Turismo del Gobierno de Franco.
El carácter represivo de esta ley quedaba evidenciado desde el momento en
que otorgaba al Estado la organización, vigilancia y control de la prensa, desde
todos los puntos de vista. El Estado designaba a los directores de todos los diarios
y los destituía, establecía la censura previa, controlaba a los periodistas, establecía
criterios de publicación de la prensa, un sistema de sanciones, etc.
Todavía en tiempos de guerra se adoptaron algunas disposiciones jurídicas
más, de carácter eminentemente represivo, como la ley de 5 de abril de 1938, que
29
derogaba el Estatuto de Autonomía de Cataluña,19 o aquellas disposiciones que
se referían a la población reclusa, en un momento en que el sistema penitenciario
se había convertido en un instrumento represivo de primer orden para los militares insurrectos. A finales de mayo de 1937, ante el alud de presos, se adoptó la
decisión de conceder el derecho al trabajo a los prisioneros de guerra y presos con
delitos no comunes, mientras en octubre de 1938 se creaba el Patronato de Redención de Penas del Trabajo, un organismo que, al término de la guerra, alcanzó una
enorme importancia en el mundo penitenciario del franquismo.20
Una vez finalizada la contienda –de hecho a partir de enero de 1939, sobre
todo después de la ocupación franquista de Cataluña, cuando era ya evidente que
la República tenía perdida la guerra– se puso de manifiesto no sólo que no habría
cambios sensibles en la política represiva del franquismo, en relación a la guerra,
sino que el nuevo Régimen intensificaría aún más la represión en el territorio que
había quedado bajo el control de la República hasta el último momento, con dos
objetivos complementarios: seguir castigando a los republicanos que se habían
opuesto a la insurrección militar y evitar cualquier reconstrucción de la resistencia
republicana que hiciese peligrar la victoria. De esta manera, en Cataluña, el País
Valenciano, Murcia, en Menorca y en el Centro peninsular que había sido republicano hasta finales de marzo de 1939, se produjo una auténtica ruptura histórica,
sin precedentes en ninguna de las otras guerras civiles que habían tenido lugar en
la época contemporánea. Se siguió practicando el exterminio contra el enemigo
–la aniquilación de «media España», si era necesario, como había pronosticado
Franco, ante una pregunta del periodista norteamericano Jay Allen– para garantizar la perpetuidad de la victoria militar y de los valores que defendía.
De esta manera, a nivel jurídico se produjeron cambios importantes. Si la
represión política siguió ejerciéndose a través de los Consejos de Guerra «sumarísimos», que continuaron enviando ante los pelotones de ejecución a docenas de
miles de personas –ya he señalado que el Estado de Guerra siguió vigente hasta
1948–, por otra parte, se generó una nueva legislación que pretendía cubrir todos
los espacios y ámbitos en que se pudiese ejercer la represión, tanto desde un punto
de vista político, como económico, social, moral, etc.
Es muy conocido que la primera ley más significativa de la posguerra, cuando
aún no había acabado la guerra, fue la Ley de Responsabilidades Políticas, de 9 de febrero de 1939, que, con carácter retroactivo aplicó: desde el 4 de octubre de 1934.
contra quienes contribuyeron con actos u omisiones graves a forjar la subversión roja,
a mantenerla viva durante más de dos años y a entorpecer el triunfo providencial e
históricamente ineludible, del Movimiento Nacional que traduzca en efectividades
prácticas las responsabilidades civiles de las personas culpables y que, por último,
permita que los españoles que en haz apretado han salvado nuestro país y nuestra
civilización y aquéllos otros que borren sus yerros pasados mediante el cumplimiento
30
de sanciones justas y la firme voluntad de no volver a extraviarse, puedan convivir
dentro de una España grande y rindan a su servicio todos su esfuerzos y todos sus
sacrificios.21
Esta ley fue importante, en primer lugar, por su carácter retroactivo, ya que
preveía sancionar supuestos delitos políticos que en su momento no lo eran. Y,
además, porque prácticamente no dejaba fuera a nadie del bando republicano y
cuando se crearon los Tribunales Provinciales de Responsabilidades Políticas, a
menudo fueron a parar personas que ya habían sido fusiladas, convenientemente
condenadas por los Tribunales Militares o se hallaban en el exilio. Por otra parte,
su aplicación representó sobre todo un expolio económico para numerosas familias que veían cómo la contundencia de los tribunales las dejaba en la más absoluta
de las miserias.
En la misma órbita de la represión política, en marzo de 1940 se promulgó
otra ley, destinada a tener una importante repercusión: me refiero a la Ley sobre
Represión de la Masonería y el Comunismo, una ley destinada a pasar cuentas en
contra de dos de estos movimientos considerados las dos bestias negras del franquismo, a los cuales, además, la ley responsabilizaba de todos los males que habían
acaecido al Estado español desde inicios del siglo xix:22
En la pérdida del imperio colonial español, en la cruenta guerra de la Independencia,
en las guerras civiles que asolaron a España durante el pasado siglo, y en las perturbaciones que aceleraron la caída de la Monarquía constitucional y minaron la etapa de
la Dictadura, así como en los numerosos crímenes de Estado, se descubre siempre la
acción conjunta de la masonería y de las fuerzas anarquizantes movidas a su vez por
ocultos resortes internacionales.
Hasta el siglo xx, cuando llevaron a cabo una terrible campaña atea, materialista, antimilitarista y antiespañola que se propuso hacer de nuestra España satélite y
esclava de la criminal tiranía soviética. Como han señalado algunos juristas, se trata
de una ley penal que contenía aspectos absolutamente esperpénticos y aberraciones jurídicas flagrantes, como cuando se definía aquello que se entendía por «comunista»: se consideran comunistas los inductores, dirigentes y activos colaboradores de
la tarea o propaganda soviética, trotskistas, anarquistas o similares. Evidentemente, el
concepto «comunista» abarcaba un totum revolutum, del cual no se escapaba prácticamente nadie, porque la expresión los «similares» servía para abarcarlo todo. En
la práctica, sin embargo, cuando se constituyó el primer tribunal a partir de esta
ley se limitó a juzgar a masones, puesto que los comunistas ya eran convenientemente juzgados por los Consejos de Guerra. Lo más peculiar de esta ley fue su
extensa vigencia, puesto que el Tribunal para la Represión de la Masonería y el
Comunismo no fue abolido por decreto hasta febrero de 1964.23
31
También en el ámbito político alcanzó una enorme significación el decreto
del Ministerio de Justicia, del año 1940, que iniciaba la Instrucción de la llamada
«Causa General», destinada:
a instruir Causa General en la que se reúnan las pruebas de los hechos delictivos
cometidos en todo el territorio nacional durante la dominación roja y que permita
apreciar en conjunto la delincuencia habida en cuanto a su preparación, extensión,
intensidad, organización, procedimientos, inspiración y dirección.
A pesar de que no tenía un carácter directamente represivo, es evidente que se
pretendía disponer de lo que hoy denominaríamos una base de datos lo más amplia posible sobre aquello que había acaecido en el ámbito represivo, en territorio
republicano, para justificar lo que ahora estaban haciendo los franquistas.24
Las dos últimas leyes políticamente más importantes de los primeros años de
la posguerra, fueron aquellas que se adoptaron en 1941: la que en marzo de 1941
reorganizaba los servicios de la policía, con el objetivo de disponer de un instrumento represivo formado por aquellos hombres que han demostrado su lealtad
política al Movimiento y se encuentran imbuidos del espíritu político que anima la
Revolución Nacional-Sindicalista. De esta manera:
podrá la nueva Policía española llevar a cabo la vigilancia permanente y total, indispensable para la vida de la Nación, que en los Estados totalitarios se logra merced a
una acertada combinación de técnica perfecta y de lealtad que permita la clasificación
adecuada en sus actividades, y dé vida a la Policía política como órgano más eficiente
para la defensa del Estado.25
Es evidente que las propias fuentes jurídicas consideraban al Estado español
como un «Estado totalitario», con toda la connotación represiva que suponía
La segunda ley del año 1941 fue la Ley para la Seguridad del Estado, una ley
que recogía los delitos contra la seguridad exterior e interior del Estado y contra
el Gobierno de la nación, los delitos contra el Jefe del Estado, la revelación de
secretos políticos y militares, los que se referían a las asociaciones y propagandas
ilegales, los de suspensión de servicios públicos, paros, huelgas, etc., atentados y
amenazas a autoridades y funcionarios, robos a mano armada y secuestros, etc.26
En todos los casos se establecía la condena que acompaña al delito. Así, por ejemplo, la fundación de una asociación considerada como subversiva podía ser castigada con la pena de doce a dieciséis años de cárcel y la de propaganda ilegal de tres
a doce años. En el caso de atentado contra el Jefe del Estado, el delito se castigaba
con la pena de muerte. En todos los supuestos delictivos, pues, las penas previstas
eran extremadamente duras y contundentes, como correspondía a un régimen de
las características que se estaba definiendo.
32
Aparte de esta legislación represiva de carácter eminentemente político, se
adoptaron también otras disposiciones y normativas jurídicas en la inmediata posguerra, de naturaleza diversa. En primer lugar, ante la derrota de la República, el
nuevo régimen tuvo un interés especial en deslegitimar la tarea que habían llevado
a cabo las instituciones republicanas. Por ejemplo, en mayo de 1939 una ley invalidaba todas las actuaciones practicadas durante la Guerra Civil por funcionarios
extraños al Movimiento Nacional,27 y en septiembre de 1939 una nueva ley firmada
por el propio Franco dejaba sin efecto el conjunto de leyes, disposiciones y doctrinas emanadas del Parlamento de Cataluña y del Tribunal de Casación catalán.28 El
mismo mes de septiembre derogaba, también, de manera explícita, la republicana
Ley de Divorcio del 2 de mayo de 1932.29
En el ámbito laboral se prosiguió con la labor ya iniciada durante la guerra, y
en el mes de enero de 1939, inmediatamente después de la ocupación de Barcelona, se promulgó la depuración de los funcionarios públicos.30 La nueva ley tenía
como función extender la depuración de los funcionarios a los territorios recién
conquistados, y especialmente a Barcelona, ciudad que ha sido sede del Comité rojo
en estos últimos tiempos, en referencia a la capitalidad barcelonesa en lo que respecta
al Gobierno de la República. Como ya había sucedido durante la guerra en la zona
ocupada por los militares, los maestros volvieron a ser uno de los colectivos sobre
el que, con más saña, se cebó la depuración de funcionarios.
Es interesante destacar que en el ámbito laboral, la contrapartida a la depuración fue la ley de finales de agosto de 1939, que establecía que el 80% de las plazas
vacantes de la Administración del Estado se tenían que reservar a mutilados por
Dios y por la Patria, a los ex cautivos y a los huérfanos de los muertos en defensa
de la Patria o asesinados por la Patria.31 Entretanto, también en el ámbito de las
relaciones laborales, una ley de septiembre de 1939 otorgaba todos los bienes que
habían sido propiedad de los sindicatos de clase a la Falange Española, y a comienzos de enero de 1940 se promulgaba la Ley de Unidad Sindical, que prohibía
explícitamente cualquier tipo de sindicato que no fuese el de la Falange.32
Especial significación alcanzaron algunas disposiciones que se adoptaron en
el ámbito de la moralidad social, como fueron la ley contra el aborto y la propaganda anticonceptiva, en enero de 1941, la ley que en mayo de 1942 restablecía
el delito del adulterio y que penalizaba particularmente a las mujeres, o la del
mismo mayo de 1942 contra el delito de infanticidio y de abandono de niños,
que pretendía la defensa de la institución familiar, preocupación fundamental del
presente Régimen.33
La legislación represiva de estos años de inmediata posguerra fue mucho más
prolífica. Se adoptaron nuevas disposiciones en el ámbito penitenciario –como la
que en septiembre de 1939 creaba las denominadas Colonias Penitenciarias Militarizadas, destinadas a utilizar a los presos en la ejecución de obras públicas–,34
33
se promulgó un nuevo Código Penal en diciembre de 1944, que derogaba el que
había aprobado la República en 1932 y un nuevo Código de Justicia Militar, promulgado en julio de 1945.35
La última disposición significativa de la primera etapa del franquismo fue el
Decreto Ley sobre la Represión del Bandidaje y el Terrorismo, de abril de 1947,
que derogaba la Ley de Seguridad del Estado de 1941 y pretendía dar una respuesta contundente a la lucha de guerrillas que desde 1944 se estaba desarrollando con una cierta intensidad en el interior del Estado español.36 Dicho Decreto
establecía una tipificación de delitos –desde el de atentado contra la seguridad
pública, explosiones, incendios, naufragios, descarrilamientos, robos, secuestros,
etc.–, muchos de los cuales estaban castigados con la pena de muerte. Asimismo se
castigaba con idéntica pena el hecho de ser jefe de partida que hubiese colaborado
en la comisión de delitos tipificados en la misma ley. La jurisdicción competente
para conocer los delitos castigados en esta ley era la militar, que utilizaba en todos
los casos el procedimiento sumarísimo. La aplicación de este Decreto-Ley dio lugar a una intensísima represión de tres años de duración que algunos autores han
bautizado como el «trienio del terror», y que se prolongó hasta finales de dicha
década.
Así pues, la práctica represiva del Régimen durante toda la década de los años
40 y la aplicación de una legislación contundente, acabaron teniendo unos efectos
fulminantes: a partir de 1951 –después de la represión acaecida con motivo de la
huelga de tranvías en Barcelona y la huelga general que tuvo lugar en Cataluña,
y de movimientos similares que se produjeron en otras zonas del Estado– la oposición procedente de la Guerra Civil quedó desmantelada. Los vencidos del año
1939 que habían sobrevivido, no estaban en la cárcel o no habían marchado al
exilio, habían perdido toda su capacidad de resistencia. Durante los años 50 la
oposición conoció una larga travesía del desierto que, además de la contundencia
de la represión, se explica también por la frustración sufrida a raíz de la actitud de
los aliados en relación al régimen franquista al acabar la Guerra Mundial –las medidas que los aliados adoptaron contra el Régimen que había sido aliado de Hitler
y Mussolini fueron esencialmente diplomáticas y formales– y merced al progresivo
reconocimiento internacional que el Régimen estaba conociendo durante los años
50, a raíz del Concordato con la Santa Sede o al Tratado con los Estados Unidos
de 1953, y que culminó en el definitivo ingreso de España en la onu en 1955.
Ello explicaría que a lo largo de los años cincuenta fuesen muy escasas las
leyes represivas que se adoptaron. Era claro que las que se habían promulgado
hasta entonces habían funcionado, y que no se precisaban muchas más. Si acaso,
se promulgaron algunas leyes de carácter moral, como la que en 1954 modificaba
algunos artículos de la republicana Ley de Vagos y Maleantes, sobre todo las que
se referían a «homosexuales, rufianes y proxenetas» –los primeros debían ser inter34
nados en «Instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los
demás»–37 y la de 1956, que prohibía la prostitución.38
Es interesante destacar respecto a esta última ley la actitud de un Régimen que
en muchos aspectos mantenía una clara doble moral, fundamentalmente en relación a la moral sexual. Efectivamente, después de un preámbulo donde se exponían los motivos –La incontestable ilicitud de la prostitución ante la teología moral y
ante el mismo derecho natural ha de tener reflejo obligado en el ordenamiento positivo
de una nación cristiana para la debida protección de la moral social y del respeto debido a la dignidad de la mujer–, el Decreto declaraba ilícita la prostitución, prohibía
las mancebías y casas de tolerancia, daba a éstas un plazo de tres meses para cerrar
el negocio, ya que, de lo contrario, transcurrido este plazo, la Autoridad gubernativa procederá a la clausura y desalojo inmediato de todas ellas, preveía sanciones
gubernativas en caso de incumplimiento de la ley, contemplaba la reeducación
y adaptación social de las mujeres a cargo del Patronato para la Protección de la
Mujer, y que las enfermedades venéreas fuesen asumidas por la Dirección General de la Sanidad. En fin, un programa que, como ya se ha mencionado, ponía
de manifiesto la doble moral con que actuó el régimen franquista sobre un tema
como el de la prostitución, de una enorme sensibilidad social y moral, pero que
nunca resolvió desde ningún punto de vista y, en la práctica, la prostitución siguió
manteniéndose de manera permanente.
Sin embargo, en materia represiva el Régimen jamás bajó la guardia, y siguió
aplicando de manera contundente la justicia militar por encima de la civil, como
se puso de relieve cuando se promulgó el decreto, en enero de 1958, que nombraba un juez militar especial, con jurisdicción en todo el territorio del Estado,
y que debía ocuparse de la tramitación de procedimientos judiciales derivados
de actuaciones extremistas recientemente descubiertas.39 El nombramiento como
«juez especial» recayó en el coronel Enrique Eymar Fernández, conocido desde
la inmediata posguerra como juez de presos políticos y como juez instructor en
numerosos Consejos de Guerra que tuvieron lugar en Madrid en la inmediata
posguerra. Este juez especial –que tuvo un papel de primer orden en el proceso
que llevó ante el pelotón de ejecución al dirigente comunista Julián Grimau en
1963– siguió actuando de manera contundente hasta 1964.
Y es que la jurisdicción militar por encima de la civil se mantuvo prácticamente hasta este año. En 1959 se había promulgado la Ley de Orden Público, que
sustituía la ley republicana de 1933 y que estaba destinada a desarrollar un enorme
protagonismo a lo largo de toda la década de los años 60 y buena parte de los 70.40
Ciertamente, cabe inscribir a esta nueva ley en el nuevo contexto de la conflictividad social y política que se estaba desarrollando en el Estado español desde
1957, aproximadamente, y que se iba a incrementar en los años venideros. Puesto
que 1957 fue el año del nuevo boicot que sufrieron los tranvías en Barcelona y el
35
año del despegue del nuevo movimiento universitario que, progresivamente, iría
desempeñando un papel cada vez más importante en las luchas contra el régimen
franquista. En 1959 –el año del Plan de Estabilización económico, que supuso
un cambio radical en la orientación económica del país y provocó los grandes
cambios económicos de la década de los 60– se produjeron también hechos significativos: la huelga general pacífica, animada por el Partido Comunista de España,
y en Cataluña tuvieron lugar la campaña de la P (Protesta) y la campaña contra el
director de La Vanguardia Española Luis Martínez Galinsoga.
En este contexto se promulgó la nueva ley, en cuyo preámbulo se daba cuenta
de las nuevas características que contemplaba:
La reforma se ha centrado, fundamentalmente, sobre la definición precisa y actual
del Orden Público, la delimitación orgánica y unitaria del instrumento encargado de
velar por el desarrollo, rigurosamente sistemático, de sus estados vitales o de crisis,
reduciendo éstos a los que son racionalmente admisibles: los de excepción y guerra;
se ha procurado determinar en cada uno de ellos los medios y el alcance de las facultades a que se confieren a las Autoridades gubernativas para afrontar y resolver las
situaciones de emergencia que se les presenten con la mínima intromisión en el libre
ejercicio de los derechos personales que éstas consientan, y finalmente, se renueva el
procedimiento judicial de urgencia.
A partir de estos supuestos, la ley definía los fundamentos del orden público
–el normal funcionamiento de las Instituciones públicas y privadas, el mantenimiento de la paz interior y el libre y pacífico ejercicio de los derechos individuales,
políticos y sociales, reconocidos en las Leyes–, los actos contrarios a éste y las autoridades encargadas de velar por su mantenimiento –éstas podrán detener a quienes
cometan o intenten cometer cualquiera de los actos contrarios al Orden Público, y
a quienes desobedecieran las órdenes que les diera directamente la Autoridad o sus
agentes en relación con dichos actos. Entre otras cuestiones, la ley definía el estado
de excepción –que se impondría cuando alterado el Orden Público, resultaren
insuficientes las facultades ordinarias para restaurarlo–; el estado de guerra –que
se aplicaría cuando la alteración que motivó el Estado de Excepción haya adquirido
tales proporciones o gravedad que no pueda ser dominada por las medidas adoptadas por la Autoridad civil, o cuando se produzca una súbita y violenta insurrección
contra la seguridad del Estado, sus instituciones políticas o la estructura social–, y en
sus disposiciones transitorias seguía manteniendo la jurisdicción militar –de los
delitos que, afectando al Orden Público, le están atribuidos con arreglo a lo establecido en Leyes especiales, sin perjuicio de las inhibiciones que se acordaren en favor de
la jurisdicción ordinaria y en tanto que el Gobierno revise y unifique las normas de
competencia relativas concretamente a dichos delitos, autorizándosele especialmente
para ello.
36
Justamente, con el objetivo de mantener la jurisdicción militar prevista, en
septiembre de 1960 desde Presidencia del Gobierno se promulgó el Decreto sobre
Rebelión Militar, Bandidaje y Terrorismo, que unificaba la ley de 2 de marzo de
1943 y el Decreto ley del 18 de abril de 194741 y que se planteaba:
reprimir eficazmente actuaciones subversivas o reveladoras de peligrosidad y que
produzcan o puedan producir resultados de grave trascendencia, bien por motivos
político-sociales o terroristas, o simplemente por impulsos de singular criminalidad,
manteniendo, desde luego, la atribución de la competencia a la jurisdicción castrense
y el trámite de los procedimientos en juicio sumarísimo, con facultad de inhibición a
favor del fuero ordinario, cuando los hechos, por no afectar al Orden Público o por
su escasa relevancia, no ofrezcan características de gravedad.
Es sintomático que entre los delitos considerados de «rebelión militar» se incluyesen plantes, huelgas, sabotajes y demás actos análogos cuando persigan un fin
político o causen graves trastornos al orden público. Resulta significativo que entre
las condenas contempladas se plantease a menudo la pena de muerte.
No fue hasta diciembre de 1963 cuando, finalmente, se promulgó la ley que
creaba el Juzgado y el Tribunal de Orden Público, que representaba el paso, en
materia represiva, de la jurisdicción militar a la jurisdicción civil.42 El marco de la
nueva ley no dejaba de ser significativo: 1962 había sido un año cargado de acontecimientos político-sociales, que iban desde las huelgas mineras en Asturias, hasta
el famoso «contubernio» de grupos moderados de la oposición antifranquista que
tuvo lugar en Munich, pasando por la creación de las Comisiones Obreras. 1962
fue el año también en que la Comisión Internacional de Juristas de Ginebra dio a
conocer su informe sobre El imperio de la ley en España, que era un duro alegato
sobre la situación judicial que se estaba viviendo en España. Ante estos acontecimientos el régimen franquista no sólo no bajó la guardia sino que intensificó
sus impulsos represivos: el 20 de abril de 1963 moría fusilado, tras un Consejo
de Guerra, el dirigente comunista Julián Grimau. Su ejecución provocó manifestaciones y una oleada de protestas en toda Europa. Pero no fue la única muerte
en aquel año: el 7 de agosto moría, en un enfrentamiento con la Guardia Civil,
Ramon Vila Capdevila, «Caracremada», el último guerrillero catalán superviviente
de la posguerra y unos días después, el 10 de agosto, eran ejecutados a garrote vil
dos militantes anarquistas, Joaquín Delgado y Francisco Delgado, tras un Consejo
de Guerra que los acusó, sin pruebas, de haber colocado una bomba en una cafetería cercana a la Dirección General de Seguridad de Madrid.
Fue, por tanto, en un contexto de enorme conflictividad, y cuando el Régimen volvía a mostrar su cara más violenta y sanguinaria, cuando se pusieron en
marcha el Juzgado y el Tribunal de Orden Público, que trasladaban a la jurisdicción civil el peso fundamental de la represión política en España. Para ello habían
37
tenido que pasar 27 años desde julio de 1936. A partir de esos momentos, el top
mantuvo un claro protagonismo desde el momento de su constitución hasta que
fue abolido en enero de 1977. Como ha puesto de relieve Juan José del Águila, en
el único estudio que existe sobre el Tribunal, el top incoó 22.660 expedientes que
afectaron a 53.500 personas, dictó 3.889 sentencias, tres cuartas partes de las cuales fueron condenatorias, impuso 11.731 años de cárcel y el importe de las multas
superó los 31,5 millones de pesetas.43
A pesar del cambio que representó la existencia del top, en materia represiva
el franquismo siempre utilizó la jurisdicción militar cuando lo creyó conveniente,
y su recurso se incrementó sobre todo a partir de 1969, cuando se inició la crisis
del Régimen que en los años sucesivos se agudizó. Efectivamente, enero de aquel
año se inició con un Estado de Excepción cuyo pretexto fue la intensificación de
la conflictividad estudiantil –el día 17 de enero había sido asesinado en una comisaría de policía de Madrid el estudiante Enrique Ruano–; en verano, Juan Carlos
de Borbón era, finalmente, nombrado sucesor de Franco a título de rey, y poco
después estallaba el escándalo Matesa, que ponía de relieve las malas relaciones
existentes entre las distintas familias del Régimen –especialmente entre falangistas
y miembros del Opus Dei–; finalmente, en octubre se producía un cambio de Gobierno que dio lugar al denominado Gobierno monocolor del Opus Dei. Si 1970
comenzaba con intensas movilizaciones obreras, el año terminaba con el Consejo
de Guerra celebrado en Burgos, donde fueron juzgados un numeroso grupo de
militantes de la organización vasca Euskadi Ta Askatasuna (eta), seis de los cuales
fueron condenados a muerte. En esta ocasión las intensas movilizaciones que se
produjeron tanto dentro como fuera de España consiguieron que los condenados
a muerte fueran indultados.
Pero fue la última vez. Las actuaciones de eta, por una parte, la aparición de
otras organizaciones clandestinas que utilizaban la lucha armada como estrategia
de lucha contra el franquismo –era el caso del maoísta Frente Revolucionario
Antifascista y Patriótico (frap), que había sido creado en 1970 por el Partido
Comunista de España (marxista-leninista), o el anarquista Movimiento Ibérico
de Liberación (mil), fundado en diciembre de 1971– motivaron que el Régimen
reformara sus mecanismos jurídicos represivos. Una ley de noviembre de 1971
incorporaba nuevos artículos en el Código de Justicia Militar para hacer frente al
terrorismo.44 Su justificación no dejaba lugar a ningún tipo de dudas:
La defensa del Estado, en su unidad, integridad territorial, orden institucional y seguridad en relación con las actividades terroristas que puedan producirse, no de modo
episódico e individual sino como acciones que provienen de grupos u organizaciones
con carácter de mayor permanencia, debe encomendarse a la Jurisdicción Militar.
Estaba claro, pues, que la jurisdicción militar, sin haber perdido nunca su pre38
sencia, volvía a tener un claro protagonismo en los últimos años del franquismo:
el asesinato, por parte de eta, de Luis Carrero Blanco, el presidente del Gobierno
y mano derecha de Franco, en diciembre de 1973, fue la causa directa para que el
Consejo de Guerra que se llevó a cabo contra Salvador Puig Antich en enero de
1974 le condenase a muerte, y, en este caso, se ejecutase la sentencia, a través del
garrote vil, el 2 de marzo del mismo año.
Y por si la jurisprudencia en materia represiva no fuera suficiente, se volvió a
recurrir a una nueva legislación. En agosto de 1975 se promulgó el Decreto-Ley
sobre prevención del terrorismo:45
destinado a combatir a los grupos u organizaciones comunistas, anarquistas, separatistas y aquellos otros que preconicen o empleen la violencia como instrumento
de acción política o social, los que organizaren o dirigieren estos grupos, los meros
afiliados y los que, mediante sus aportaciones en dinero, medios materiales o de
cualquier otra manera auxiliaren al grupo u organización, incurrirán respectivamente
en el grado máximo de las penas previstas en el Código Penal para las asociaciones
ilícitas de aquella naturaleza.
Esta última ley represiva del franquismo fue, sin duda, importante, no sólo
porque establecía en la práctica un Estado de Excepción permanente, sino porque
además volvió a aplicarse con carácter retroactivo. Pocos días después de su promulgación, se celebraron diversos Consejos de Guerra contra un nutrido grupo
de militantes de la eta y del frap, que comportaron la condena a muerte de 11
personas (3 de eta y 8 del frap). En esta ocasión, el Régimen tampoco cedió a las
numerosas presiones que había recibido tanto del interior como del extranjero, y
el 27 de septiembre de 1975 se ejecutaba la sentencia de muerte contra dos militantes vascos –Ángel Otaegui y Juan Paredes Manot («Txiqui»)– y tres del frap
–José Humberto Baena, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez-Bravo–, ante
el estupor de la opinión pública española e internacional. A dos meses escasos de
la muerte del dictador –Franco moría el 20 de noviembre de 1975– el régimen
franquista cerraba el ciclo histórico de su existencia de la misma manera como lo
había iniciado, con violencia, dolor y muerte.
39
NOTAS
El presente artículo es la versión, ampliada, de la ponencia que presenté en Valencia, el 12 de
mayo de 2010, en las Segundas Jornadas sobre La represión franquista en Levante: las fuentes. En
buena medida se fundamenta en el estudio introductorio que realicé para el libro Pelai PAGÈS:
Les lleis repressives del franquisme (1936-1975). Ed. Tres i Quatre, València, 2009.
2
Boletín Oficial del Estado, 31 de enero de 1938. Cabe recordar que ya por decreto del 29 de
septiembre de 1936, Franco había sido nombrado «Jefe del Gobierno del Estado Español» con
la misión de asumir «todos los poderes del nuevo Estado» y «Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire», al mismo tiempo que se le confería el cargo de «General Jefe de los
Ejércitos de operaciones», ver el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España, 30
de septiembre de 1936.
3
Ver la Ley Constitutiva de las Cortes Españolas, del 17 de julio de 1942, en el Boletín Oficial
del Estado, 19 de julio de 1942.
4
Ver la Ley Orgánica del Estado, de 10 de enero de 1967, en el Boletín Oficial del Estado, de 11
de enero de 1967.
5
Para una síntesis de la represión durante la Guerra Civil, ver Pelai PAGÈS: «La represión
franquista durante la Guerra Civil», en Margalida CAPELLÀ i David GINARD (coord.): Represión política, justicia y reparación. La memoria histórica en perspectiva jurídica (1936-2008).
Documenta Balear. Palma de Mallorca, 2008, pp. 19-42.
6
Ver el Bando de Declaración del Estado de Guerra en Boletín Oficial de la Junta de Defensa
Nacional de España, 30 de julio de 1936.
7
Decreto núm. 79, firmado por el General Miguel Cabanellas, en Boletín Oficial de la Junta de
Defensa Nacional de España, 4 de septiembre de 1936.
8
Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España, 16 de septiembre de 1936.
9
Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España, 21 de agosto de 1936.
10
Ver, respectivamente, sobre la supresión de la coeducación y la expurgación y censura de las
bibliotecas escolares, sendas Órdenes de 4 de septiembre de 1936 en Boletín Oficial de la Junta
de Defensa Nacional de España, 8 de septiembre de 1936; sobre la declaración en contra de
la laicidad en la escuela la Orden de 21 septiembre de 1936, en Boletín Oficial de la Junta de
Defensa Nacional de España, 24 de septiembre de 1936.
11
Ver la Orden de 28 de agosto de 1936 en Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España, 30 de agosto de 1936 y la Circular en el mismo órgano del día 19 de septiembre de 1936.
12
Boletín Oficial del Estado, 11 de noviembre de 1936.
13
Decreto-Ley de 5 de diciembre de 1936, en Boletín Oficial del Estado, 9 de diciembre de
1936.
14
La Orden, firmada en Valladolid por el gobernador General Luis Valdés, puede consultarse en
el Boletín Oficial del Estado, 27 de marzo de 1937.
15
Ambas instituciones fueron creadas por una Orden dictada por la Secretaría General de s.e. El
Jefe del Estado, firmada en Salamanca por Nicolás Franco el día 10 de diciembre de 1937. Ver
Boletín Oficial del Estado, 12 de diciembre de 1937.
16
En este caso la Orden estaba firmada en Burgos, el 2 de noviembre de 1938, por Ramón Serrano Suñer, el cuñado de Franco. Ver Boletín Oficial del Estado, 5 de noviembre de 1938.
17
Boletín Oficial del Estado, 10 de marzo de 1938.
18
Boletín Oficial del Estado, 23 de abril de 1938.
19
Esta ley se adoptó desde el momento en que los ejércitos de Franco llegaron a territorio catalán,
tras la ofensiva desencadenada a principios del año 1938, subsiguiente a la batalla de Teruel. Fue
1
40
la ofensiva que partió en dos la zona republicana, separó a Cataluña del resto del territorio y permitió al ejército de Franco llegar al Mediterráneo, ocupando la zona norte del País Valenciano,
incluyendo Castelló de la Plana. Ver el Boletín Oficial del Estado, 8 de abril de 1938.
20
Ver, respectivamente, el decreto de 28 de mayo de 1937, y la Orden de 7 de octubre de 1938,
en Boletín Oficial del Estado, 1 de junio de 1937 y 11 de octubre de 1938.
21
Boletín Oficial del Estado, 13 de febrero de 1939.
22
La Ley sobre la Represión de la Masonería y el Comunismo fue promulgada el día 1 de marzo
de 1940. Ver Boletín Oficial del Estado, 2 de marzo de 1940.
23
Ver Decreto de 8 de febrero de 1964, en Boletín Oficial del Estado, 11 de febrero de 1964.
24
Decreto de 26 de abril de 1940, en Boletín Oficial del Estado, 4 de mayo de 1940.
25
Ley de 8 de marzo de 1941 por la que se reorganizan los servicios de Policía, en Boletín Oficial
del Estado, 8 de abril de 1941.
26
Ley para la Seguridad del Estado, promulgada el 29 de marzo de 1941, en Boletín Oficial del
Estado, 11 de abril de 1941.
27
Ver la «Ley de 8 de mayo de 1939 sobre invalidez de las actuaciones practicadas por funcionarios extraños al Movimiento Nacional», en el Boletín Oficial del Estado, 13 de mayo de 1939.
28
Boletín Oficial del Estado, 30 de septiembre de 1939.
29
Ley de 23 de septiembre de 1939, en Boletín Oficial del Estado, 5 de octubre de 1939. El argumento que utilizaba la ley remitía a las esencias mismas de la nueva legislación: «El nuevo
Estado Español anunció, desde un principio, la derogación de la legislación laica, devolviendo
así a nuestras Leyes el sentido tradicional, que es el católico».
30
Ley de 10 de febrero de 1939 fijando normas para la depuración de funcionarios públicos, en
Boletín Oficial del Estado, 14 de febrero de 1939.
31
Boletín Oficial del Estado, 1 de septiembre de 1939.
32
«Ley de 23 de septiembre de 1939 sobre bienes de los antiguos sindicatos marxistas y anarquistas», en Boletín Oficial del Estado, 12 de octubre de 1939 y «Ley de 26 de enero de 1940 sobre
Unidad Sindical», en Boletín Oficial del Estado, 31 de enero de 1940.
33
Ver, respectivamente, la «Ley de 24 de enero de 1941 para la protección de la natalidad contra
el aborto y la propaganda anticoncepcionista», en Boletín Oficial del Estado, 2 de febrero de
1941; la «Ley de 11 de mayo de 1942 por la que se restablece en el Código Penal el delito de
adulterio», Boletín Oficial del Estado, 30 de mayo de 1942; y la Ley de 11 de mayo de 1942
que modificaba los artículos 416, 480 y 481 del Código Penal, Boletín Oficial del Estado, 30 de
mayo de 1942.
34
Ley de 8 de septiembre de 1939 creando las «Colonias Penitenciarias Militarizadas», Boletín
Oficial del Estado, 17 de septiembre de 1939;
35
Ver el Código Penal, promulgado por Decreto del 23 de diciembre de 1944, en Boletín Oficial
del Estado, 13 de enero de 1945. El nuevo Código de Justicia Militar, fue promulgado por ley
del 17 de julio de 1945, y fue publicado en el Boletín Oficial del Estado, desde el 20 de julio
hasta el 5 de agosto de 1945.
36
Fue promulgado el 18 de abril de 1947 y publicado en el Boletín Oficial del Estado, el 3 de
mayo de 1947.
37
Ley de 15 de julio de 1954, en Boletín Oficial del Estado, 17 de julio de 1954.
38
Decreto-Ley de 3 de marzo de 1956 «sobre abolición de centros de tolerancia y otra medidas
relativas a la prostitución», en Boletín Oficial del Estado, 10 de marzo de 1954.
39
Decreto de 24 de enero de 1958, en Boletín Oficial del Estado, 12 de febrero de 1958.
40
Ley de 30 de julio de 1959, en Boletín Oficial del Estado, 31 de julio de 1959.
41
Decreto de 21 de septiembre de 1960, en Boletín Oficial del Estado, 26 de septiembre de 1960.
41
Ley de 2 de diciembre de 1963, en Boletín Oficial del Estado, 5 de diciembre de 1959.
Ver Juan José del ÁGUILA: El TOP. La represión de la libertad (1963-1977), Planeta, Barcelona, 2001.
44
Ley de 15 de noviembre de 1971, en Boletín Oficial del Estado, 16 de noviembre de 1971.
45
Decreto-Ley de 26 de agosto de 1975, en Boletín Oficial del Estado, 27 de agosto de 1975.
42
43
42
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA
DEL COMUNISMO Y LA MASONERÍA
Vicent Sampedro Ramo
cehme y Comissió de la Veritat del pv
LA RELACIÓN DE LA MASONERÍA Y EL COMUNISMO A LOS OJOS DE LOS REPRESORES
FRANQUISTAS: EL «CONTUBERNIO»
El binomio masonería y comunismo como objetivo preferencial de la represión franquista queda claramente demostrado por el hecho de que estos dos movimientos, tan dispares entre sí, fuesen incluidos conjuntamente en una Ley redactada expresamente para que, según los deseos del propio general Franco, ambos
fuesen extirpados de raíz de la sociedad española: la Ley de 1 de Marzo de 1940
sobre Represión de la Masonería y del Comunismo, que fue, en palabras de Carlos
Jiménez Villarejo, la máxima expresión de la arbitrariedad jurídica al servicio de la
represión ideológica y política; mediante ella fueron creadas unas figuras delictivas
tan indeterminadas como pertenecer a la masonería, al comunismo y demás sociedades clandestinas, que se oponen a todos los principios inspiradores de un derecho
penal basado en el respeto a la persona humana, como los principios de tipicidad
y legalidad.1
La aberración que representó esta Ley en el ámbito jurídico se manifiesta también en el hecho de que quedasen mezcladas las obediencias masónicas españolas
con el Partido Comunista y todos cuantos eran considerados como comunistas en
la propia Ley, en su artículo 4.º, es decir:
...los inductores, dirigentes y activos colaboradores de la tarea o propaganda soviética, trotskistas, anarquistas o similares, mientras que los masones eran todos los que
...han ingresado en la masonería y no han sido expulsados, o no se han dado de baja
de la misma o no han roto explícitamente toda relación con ella, y no dejan de serlo
aquellos a quienes la secta ha concedido su autorización, anuencia o conformidad,
bajo cualquier forma o expediente, para aparentar alejamiento de la misma.
Ya en el Prólogo de esta Ley quedaba muy claro su sentido, al considerar que
ningún factor, entre los muchos que habían contribuido a la decadencia de Espa43
ña, había influido tan perniciosamente en ella como las sociedades secretas y las
fuerzas internacionales clasificadas como de índole clandestina; entre las primeras
ocupaba el puesto principal la masonería, y entre las que, sin constituir una sociedad secreta propiamente, se relacionan con ella y adoptan sus métodos al margen
de la vida social, figuraban las múltiples organizaciones subversivas, que en su
mayor parte asimilaba y unificaba el comunismo, en un totum revolutum que hoy
en día nos parece imposible de entender.2
Sin embargo, a los ojos de Franco y sus adláteres, fielmente secundados por
una beligerante Iglesia católica, el por ellos denominado Alzamiento español
...contra todas las vergüenzas que la República encarnaba, para salvar una Patria en
trance de desmembración... tuvo que extirpar de nuestro suelo dos males: el de la
masonería, que había sido el arma con que se había destruido el Imperio español
y fomentado durante siglo y medio sus revoluciones y revueltas, y el comunismo
internacional, que en las últimas décadas venía minando y destruyendo toda la
economía y el progreso de la Nación española y que había llegado al momento,
por nadie discutido, de implantar por la fuerza el terrorismo del comunismo soviético.3
Esta visión paranoide de la alianza de la masonería y el comunismo con la finalidad de destruir España y la Iglesia católica, quedó enraizada en el mito de una
conspiración internacional, que fue definida como el contubernio judeomasónicocomunista, en la que el franquismo unió a la lucha contra masones y comunistas un antisemitismo visceral.4 Esta teoría se convirtió, de hecho, en la principal
justificación de la sublevación militar de 1936 contra una República considerada
como un instrumento antiespañol, al servicio de oscuros intereses extranjeros, léase Francia o Inglaterra en el siglo xix, o el judaísmo o la Internacional Comunista
en el siglo xx. En realidad, no se trataba de un discurso novedoso, ya que estas teorías pululaban desde hacía muchos años entre los ambientes de la derecha europea,
cada vez más impregnada de las teorías totalitarias, y, sobre todo, del emergente
fascismo.
Sin embargo, Franco, y el franquismo en general, consideró siempre a la masonería como su gran enemigo, por delante incluso de los comunistas y por ello,
como veremos, la Ley de 1 de Marzo de 1940, a pesar del título y el articulado fue
en realidad una Ley fundamentalmente antimasónica quedando las referencias al
comunismo cada vez más diluidas a lo largo de su articulado.
FUENTES PARA INVESTIGAR LA REPRESIÓN DE LOS
«COMUNISTAS»
POR PARTE DEL
FRANQUISMO
A los «comunistas» –es decir, según la nomenclatura franquista, a todos los
44
opositores al Régimen encuadrados bajo esa denominación común–, a partir de
los Bandos de Guerra publicados por los sublevados, especialmente el del 28 de
julio de 1936, mediante Decreto de la Junta de Defensa Nacional, por el que se
declaraba el Estado de Guerra en todo el territorio nacional, se les juzgaría por el
procedimiento sumarísimo, aplicándoseles el Código de Justicia Militar de 1890,
que sería posteriormente restablecido en todo su vigor por la Ley de 12 de julio de
1940, anulando las modificaciones de la legislación republicana y por el que todos
los delitos derivados del «Movimiento Nacional» se tramitarían por este tipo de
procedimiento.
Los preceptos penales que se aplicaban en estos procesos eran el artículo 237
cjm, que establecía quiénes eran reos de delitos de rebelión militar, cuyas penas
fijaba el artículo 238.2, que eran de reclusión perpetua a muerte a los que se hubiesen adherido a la «rebelión». La ironía de calificar como rebeldes a los defensores
del Gobierno legítimo es una más de las aberraciones de la justicia represiva franquista, que, además, se solía aplicar con carácter retroactivo.
Lo mismo sucedía con la acreditación del supuesto delito, ya que la mayoría
de las veces bastaba con la militancia en un partido político no afín a la sublevación o con tener una ideología izquierdista o simplemente republicana, no necesitándose otro tipo de pruebas.
Los Tribunales Militares, tremendamente expeditivos, carecían absolutamente de imparcialidad, vulnerando reiteradamente todos los derechos fundamentales, con un sumario secreto en el que no intervenía para nada el defensor –un militar nombrado de oficio–, y se caracterizaron siempre por la rapidez del proceso,
actuando de una manera rutinaria y terriblemente metódica, con el resultado, de
todos sabido, de miles de condenas a la pena capital.
Los fondos de los sumarios de los Consejos de Guerra referentes a las provincias del País Valenciano se encuentran en estos momentos en fase de tratamiento,
recuperación, catalogación y digitalización por parte del Ministerio de Defensa y
depositados en el Archivo Militar del Paseo de Moret de Madrid, en una controvertida decisión, puesto que esta labor hubiera debido realizarse sin el traslado de los
sumarios, que en el caso de Valencia pertenecían al Juzgado Togado Militar n.º 13.
Además, a los comunistas también les fueron aplicadas todo un elenco de leyes
represivas, ya que la represión franquista adoptaba una gran pluralidad de formas5
que podían afectar a un mismo individuo, en algunas ocasiones varias veces sancionado o condenado por los mismos hechos. Las más importantes fueron la Ley
de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, la Ley de Depuración de
Empleados Públicos de 10 de febrero de 1939 o la Ley de Seguridad del Estado de
29 de marzo de 1941, o ya posteriormente, cuando el maquis, fundamentalmente
compuesto por comunistas, significó un peligro real para el Régimen, la Ley sobre
Represión de Bandidaje y Terrorismo de 18 de abril de 1947.6
45
La ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidades Políticas,7 estableció definitivamente la supresión del sistema democrático representativo y del pluralismo
político; su contenido se articulaba en tres partes: sustantiva, orgánica y procesal,
con un total de 89 artículos, 8 disposiciones transitorias y una Disposición Final
derogatoria.
Su articulado recogía todas las anteriores leyes represivas, que en el ámbito
económico comenzaron con el Decreto 108 de la Presidencia de la Junta de Defensa Nacional, de 13 de septiembre de 1936, que dispuso la incautación de bienes
de las organizaciones desafectas y la depuración de empleados públicos, y especialmente el Decreto del 10 de enero de 1937 que regulaba la incautación de bienes
de partidos políticos, sindicatos e instituciones declaradas fuera de la ley y de los
individuos que se habían significado políticamente con el Frente Popular, a través
de la Comisión Central de Incautación de Bienes y las Comisiones Provinciales
de Incautación.
En sus artículos 2.º y 9.º, además de declarar «fuera de la Ley» a todos los
partidos y agrupaciones que han integrado el llamado Frente Popular, decide las
causas de responsabilidades políticas –un total de diecisiete–, las sanciones y los
tribunales y procedimientos a través de los cuales se liquiden las culpas de este
orden contraídas por quienes contribuyeron con actos u omisiones graves a forjar la
subversión roja, a mantenerla viva durante más de dos años y a entorpecer el triunfo,
providencial e históricamente ineludible, del Movimiento Nacional. Los partidos y
agrupaciones declarados ilegales fueron los siguientes:
Acción Republicana, Izquierda Republicana, Unión Republicana, Partido Federal,
Confederación Nacional de Trabajo, UGT, Partido Socialista Obrero, Partido Comunista, Partido Sindicalista de Pestaña, FAI, Partido Nacionalista Vasco, Acción
Nacionalista Vasca, Solidaridad de Obreros Vascos, Ezquerra Catalana, Partido
Galleguista, poum, Ateneo Libertario, Socorro Rojo Internacional, psuc, Unión de
Rabassaires, Acción Catalana Republicana, Partido Catalanista Republicano, Unión
Democrática de Cataluña, Estat Catalá, todas las Logias Masónicas y cualesquiera
otras Entidades, Agrupaciones, o Partidos, Filiales o de análoga situación a los expresados...
Mediante esta ley, que tenía efectos retroactivos –como la mayor parte de la
legislación represora franquista, puesto que se juzgaron las actividades políticas desarrolladas desde octubre de 1934–, se castigó y sancionó económicamente a quienes se habían opuesto al Movimiento, con sanciones restrictivas de la actividad
–inhabilitación absoluta y especial–, otras que limitaban la libertad de residencia
–extrañamiento, confinamiento, destierro o relegación a las posesiones africanas–
y fundamentalmente económicas –pérdida total o parcial de los bienes o multas–.
En casos muy graves, se podía acordar la pérdida de la nacionalidad española,
46
como fue el caso del alicantino José Alonso Mallol, Director General de Seguridad en 1936. Un ejemplo de las condenas lo tenemos con el Tribunal Regional
de Responsabilidades Políticas de Madrid, que condenó a los también alicantinos
Carlos Esplá Rizo y Rodolfo Llopis Ferrándiz, a las sanciones económicas de 25 y
2 millones de pesetas, respectivamente.
Estas sanciones económicas fueron las penas más habituales e importantes,
junto con las incautaciones y las confiscaciones. Se pretendía con ellas nutrir al
nuevo Estado de una importante fuente de ingresos, a cargo de los vencidos, y por
ello estas sanciones no prescribían con el fallecimiento del condenado, debiendo
hacerse cargo de ellas sus deudos.
El Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, cuyo primer presidente
fue Enrique Suñer, nombrado el 22 de febrero de 1939, no se constituyó hasta el
18 de abril de ese mismo año, ya finalizada la guerra, y en diciembre de 1940 sería
nombrado presidente Wenceslao González Oliveros, quien se haría cargo también
de la presidencia de su Comisión Liquidadora en 1945.
El fondo documental producido por el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas se conservaba en el Archivo General de la Administración en Alcalá
de Henares, y en la actualidad ha sido transferido al Centro Documental de la
Memoria Histórica de Salamanca, mientras que los fondos de los Tribunales Regionales, que fueron 18 al principio, entre ellos el de Valencia, y de los Tribunales
Provinciales de Instrucción –un total de 61–, están diseminados en los archivos de
las antiguas Audiencias Territoriales o han sido transferidos a la red de Archivos
Históricos Provinciales o, en algún caso, a los archivos históricos regionales o nacionales, como el Archivo General de la Administración, el Arquivo do Reino de
Galicia o en los Archivos de las Reales Chancillerías de Valladolid o Granada, por
poner algunos ejemplos.
Ante su fracaso evidente, el 19 de febrero de 1942 hubo que reformar parcialmente esta ley, debido al colapso producido por la gran cantidad de procedimientos incoados, que entre junio de 1939 y septiembre de 1941 ascendían a 125.286
expedientes, de los que sólo se habían resuelto 38.055, quedando pendientes de
fallo 87.231 y de incoación 101.440, lo que provocaría que al ritmo que se llevaba se tardaría alrededor de 10 años en dictar todas las sentencias. Las reformas
introducidas en 1942 suavizaron los supuestos de responsabilidad, ampliando los
atenuantes y eximentes, y, sobre todo, sobreseyeron los expedientes abiertos contra insolventes o gentes con escasos recursos, por la imposibilidad manifiesta de
hacer efectiva la sanción. Se disolvieron todos los órganos de la jurisdicción especial, salvo el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, atribuyéndose las
competencias a los Tribunales y Juzgados territoriales ordinarios. Finalmente, la
Ley de Responsabilidades Políticas fue declarada caducada mediante un Decreto
del Ministerio de Justicia de 13 de abril de 1945, constituyéndose una Comisión
47
Liquidadora que desapareció finalmente tras la publicación del Decreto de Indulto General de 10 de noviembre de 1966.
Sobre la incidencia de esta ley en el País Valenciano, hay datos del Tribunal
Regional de Valencia que indican, según la información recogida por la Subsecretaría de Presidencia de Gobierno en octubre de 1941, que se habían incoado
15.841 expedientes, de los que se habían resuelto 2.164 (el 13,66%), y había más
de 10.000 pendientes de incoación en los dos Juzgados de Valencia, el n.º 1 y n.º 2,
en el de Alicante y en el de Castellón. La cifra total de expedientes incoados y pendientes era de 25.956, lo que suponía más del 12% del total de expedientes de la
nación, cifra sólo superada por el Tribunal Regional de Madrid y el de Granada.8
Los fondos documentales referentes a Castellón están depositados en el Archivo Histórico Provincial de Castelló y ya han sido objeto de una exhaustiva
investigación por parte del profesor Peña Rambla, quien establece que alrededor
de 9.500 personas de la provincia podrían haberse visto afectadas por esta jurisdicción especial.9
En cuanto a Alicante, disponemos del estudio pionero, en lo referente al tema,
del profesor Sánchez Recio, que analizó sus repercusiones en el Partido Judicial de
Monòver. Se trata de 332 expedientes, referidos a 433 vecinos de diversos municipios del partido judicial, en concreto de Monòver, Elda, Petrel, El Pinós y Salinas,
que fueron enviados por la Audiencia Provincial de Alicante para su archivo al
Juzgado de Primera Instancia de Monòver, y que actualmente se encuentran en
el Archivo Municipal de esta población.10 En el Archivo Histórico Provincial tan
sólo hay depositados cuatro expedientes procedentes de Alcoi,11 localidad sobre la
que ya se ha realizado el estudio de los expedientes depositados en su Archivo Municipal, por parte de los profesores José Miguel Santacreu Soler y Ángel Beneito
Lloris, que esperamos que este mismo año sea publicado.12 También conocemos
referencias a la existencia de Expedientes de Responsabilidades Políticas en el Archivo Municipal de Xixona, correspondientes a ese partido judicial.13
Respecto a los fondos documentales de Responsabilidades Políticas de la provincia de Valencia, están por investigar, e incluso hay dudas sobre su ubicación
física en estos momentos. No contamos, por el momento, más que con el trabajo
realizado por Antonio Calzado y Ricard Camil Torres sobre la Ribera Baixa, con
las referencias a un fondo de Expedientes de Responsabilidades Políticas que se
conserva en el Archivo de Sueca.14
Otra de las grandes fuentes que nos sirve para investigar la represión franquista la tenemos en la Causa General, es decir, la investigación iniciada por el Decreto
de 26 de abril de 1940 por el que se concedieron al Fiscal del Tribunal Supremo
Blas Pérez González unas amplísimas facultades para depurar las responsabilidades políticas de las actuaciones realizadas por las instituciones republicanas y por
quienes permanecieron fieles al poder legítimo, es decir, averiguar sus posibles
48
«hechos delictivos» en un intento de criminalización absoluta del adversario. Dichas actuaciones, que tienen sus antecedentes ya en los primeros momentos de la
guerra, con los procedimientos realizados por las Auditorías de Guerra del Ejército
de Ocupación (la llamada Causa General Militar, antecedente directo de la Causa
General y que fueron incorporados a ésta a partir de 1940), finalizaron en torno
a 1946, aunque no se cerraron definitivamente hasta el Decreto-Ley 10/1969 de
31 de marzo.15 La Causa General nos ofrece una gran información sobre quienes
serían víctimas de la represión franquista, aunque este tipo de información, por su
enorme subjetividad y las falsedades que en muchos casos encierra, debe siempre
ser analizada con gran reserva por parte de los investigadores. A causa del procedimiento establecido para la formación de la Causa General, y por los testimonios
recogidos, basados en declaraciones de testigos en los que las prácticas de delación,
excusas y minimización de las actuaciones de los magistrados, ansias revanchistas,
etc., este fondo documental exige una previa labor de comprobación de datos,
informaciones y cifras.16
La Causa General fue un complemento de la actuación de los Tribunales
Militares y de Responsabilidades Políticas, pues su finalidad era meramente informativa, compuesta de un gran volumen de informes, memorias y listados de nombres. El gobierno franquista publicó un avance en 1943, con una clara finalidad
propagandista, con varias reediciones, incluso para el exterior y sirvió como base
para los martirologios de las víctimas de la Iglesia. Según el profesor Santacreu,
la parte más voluminosa de la información fue la referente a los informes de las
diferentes provincias y se conserva en el Archivo Histórico Nacional, entre las que
aparecen un total de 29 cajas relativas a la provincia de Valencia, 3 a Alicante y
10 a Castellón. Para este reputado especialista, la función primigenia de la Causa
General buscaba desarrollar un proceso inquisidor en las zonas que fueron ocupadas militarmente por el ejército sublevado, pero su función verdadera fue en
realidad la represión judicial de los republicanos en la posguerra, contribuyendo a
hacer que la sociedad asumiera al rojo, persona partidaria de la Segunda República,
como un criminal y la dominación roja como época de criminales y de imperio de
la delincuencia. La Causa General fue un mecanismo de represión judicial dirigido
al control y sanción de las conductas desviadas del orden ideológico político, social
y religioso del franquismo.17
Podemos señalar como ejemplo de la información sobre la represión que nos
facilita la Causa General en el País Valenciano lo sucedido en una pequeña localidad de la comarca valenciana de La Costera, Montesa, de la que se estableció un
ramo separado de la Pieza Principal de la Causa General de Valencia.18
El 18 de noviembre de 1940, el alcalde de Montesa, Juan José Sanchos, remitió
al Juez Instructor de Valencia de la Causa General los tres estados, enviados a todos
los Ayuntamientos de la provincia según providencia de 28 de octubre anterior, en
49
los que debían constar los delitos de gravedad cometidos en ese término municipal,
con lo que irían formándose los ramos separados relativos a cada pueblo.
En el estado n.º 1, en el que aparecía la relación de «personas residentes en este
término municipal, que durante la dominación roja fueron muertas violentamente o desaparecieron y se cree que fueron asesinadas», aparecen los dos vecinos de
Montesa asesinados: Felipe Terol Terol, jefe local de la Derecha Regional Valenciana, muerto el 22 de agosto de 1936 en el puerto de Cárcer, y su hermano Eliseo
Terol Terol, tradicionalista, asesinado el 16 de noviembre de 1936 en el término
de Rotglá. En dicho estado constan los sospechosos de participar en estas muertes,
y la situación en que se encontraban a la hora de confeccionar el Estado: Eduardo
Fillol Terol, Fermín Carbonell Jiménez y Vicente Ballester Barberá, que figuran
como fusilados, además de Adolfo Conejero Sotos, secretario municipal y Juan
Bautista Vidal Sanchís, que aparecen como fugitivos.
En el estado n.º 2 constan los «cadáveres recogidos en el término municipal
de personas no residentes que sufrieron muerte violenta durante la dominación
roja», en el que aparecen relacionados Joaquín Pla Picó, de Alcudia de Crespins y
Vicente Mas Perucho, de Moixent.
Por último, en el estado n.º 3 se relaciona el asalto a la iglesia parroquial, con
destrucción de imágenes y objetos de culto, el derribo de las campanas y de las tres
cruces de término, así como el saqueo del edificio propiedad de las Hermanas de
San Vicente de Paúl, las ermitas del Cementerio y del Calvario, así como el saqueo
de diversas propiedades y coacciones para entregar dinero al Comité Popular.
Acompaña a esta descripción un listado de 15 vecinos sospechosos de participar
en los hechos, de los que cinco constan como encarcelados, dos como fugitivos y
otro que en aquel momento se hallaba cumpliendo pena o servicio en el Batallón
69 de Valencia, mientras que de los restantes se indica que continuaban viviendo
en Montesa o en otras poblaciones. Los encarcelados a fecha 18 de noviembre de
1940 eran Blas Tomás Cerdá, en la Modelo de Valencia, Emilio Sanchís Perales,
en San Miguel de los Reyes, Ramón Giménez Ballester, en la cárcel del Puig, Isidro Sampedro Perales en la de Gandía y Vicente Perales Tomás en la de Teruel.
Los fugitivos son los mismos relacionados en el estado n.º 1, Conejero y Vidal.
En las diferentes declaraciones de los familiares de las víctimas de 1936, o de
quienes sufrieron saqueos o tuvieron que entregar dinero al Comité, como los vecinos Vicente Vila Molina, Gregorio Albalat Martí o el propio alcalde franquista, Juan
José Perales, siempre se acusa como inductores de tales hechos a Eduardo Fillol y
Fermín Carbonell, que habían sido fusilados en Xátiva en noviembre de 1939.
En julio de 1942 se solicitó al Ayuntamiento de Montesa una relación de
los Ayuntamientos, Comisiones Gestoras y Juntas Municipales constituidas en
el municipio entre el 18 de julio de 1936 y el final de la guerra, así como de los
Comités, especificando las personas que los integraban, cargos que detentaron y
partido político o sindicato del que procedían.
50
En la relación que remitió el Ayuntamiento de Montesa, constan el consistorio constituido el 23 de julio de 1936 y que actuó hasta el 3 de febrero de 1937,
la Comisión Gestora que lo sustituyó hasta el 1 de enero de 1939 y la Gestora
que finalizó el 5 de abril del llamado «año de la Victoria». Los Comités Populares
que actuaron fueron dos, el primero desde el 20 hasta el 31 de julio de 1936, y el
siguiente hasta el 3 de febrero de 1937, con una amplia mayoría de miembros del
psoe y ugt y con un representante por parte de Izquierda Republicana y Unión
Republicana Nacional, respectivamente. Las tres víctimas de la represión franquista formaron parte en algún momento de estos ayuntamientos o gestoras, así como
de los dos Comités, presidiendo el segundo Eduardo Fillol.
El 11 de septiembre de 1942 el Juez Instructor, Sr. Castro, envió un oficio al
Ayuntamiento para conocer el domicilio o paradero de algunos de los miembros
de los Comités, así como a los directores de las Prisiones Provinciales de Teruel y
San Miguel de los Reyes. Por sus escritos de contestación sabemos que Vicente Perales Tomás se encontraba en la Prisión Provincial de Teruel cumpliendo condena
de 20 años de reclusión menor impuesta por el Consejo de Guerra Permanente n.º
3 de Valencia, sumarísimo de urgencia número 7370-v por el delito de Auxilio a
la Rebelión, mientras que Blas Tomás Cerdá extinguía condena de 30 años en la
Prisión Central de San Miguel de los Reyes, impuesta por el Consejo de Guerra
n.º 5 de Valencia, con fecha 14 de junio de 1940, por el Sumarísimo 15954-v.
El último documento de este Ramo de Montesa es muy posterior, de fecha
15 de diciembre de 1949, por el que el Fiscal Jefe de la Causa General de Madrid
solicita con carácter urgentísimo, tras petición de la Comisión Dictaminadora de
repatriación de exiliados políticos, las referencias sobre Adolfo Conejero Sotos,
nacido el 30 de junio de 1895 en Bicorp, casado y Secretario de Ayuntamiento,
que, como hemos visto, aparece inculpado en la relación remitida desde Montesa,
debiendo determinarse si su intervención fue a título de participación material o
de inducción. Al parecer, Conejero, que en las relaciones anteriores aparece como
huido, solicitó a finales de 1949 su repatriación, aunque desconocemos si ésta se
produjo, puesto que ya no consta más documentación en este expediente.
En resumen, podemos constatar la importancia de la Causa General, con todos los matices que ya hemos señalado, para conocer la suerte de muchas de las
víctimas de la represión franquista, e incluso la importancia de esta investigación
a la hora de autorizar o no el regreso de los exiliados.
FUENTES DE LA REPRESIÓN DE LOS COMUNISTAS EN LOS ARCHIVOS NO ESTATALES
Una fuente directa para el estudio de la represión de los comunistas la encontramos en algunos de los archivos de partidos políticos o sindicatos, destacando
especialmente los fondos del Archivo Histórico del pce, creado en 1980 a partir de
51
la documentación que pudo rescatarse de la Guerra Civil y el exilio, y que resulta
fundamental tanto para el estudio de la actividad política contra el franquismo
como para la represión a lo largo de todo ese periodo.
El total de la documentación conservada sobre represión está albergada en 18
cajas y 1.238 documentos, con un total de 1.483 documentos totalmente catalogados e informatizados. Los tipos documentales que encontramos abarcan desde
informes sobre la situación de las cárceles, (con 39 subseries correspondientes cada
una a un centro penitenciario en concreto, entre ellos San Miguel de los Reyes, la
Modelo de Valencia, que incluye un listado de presos y la cárcel de Elx), a procesos, documentación relativa a 41 fusilados, solidaridad, documentación de abogados e informes sobre caídas y represión. Otras secciones del Archivo contienen
también fondos sobre represión, como el denominado «Movimiento Guerrillero»
o la sección de «Activistas». En el Archivo Fotográfico existe una sección denominada «Clandestinidad y exilio» en la que hay depositadas 130 fotografías sobre
cárceles franquistas, fundamentalmente de los presos en días de visita o de presas
trabajando en los talleres.19
También en el Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1.º de Mayo,20
hay depositada documentación muy importante para la recuperación de la memoria
histórica del franquismo y de su resistencia, así como sobre la represión ejercida por
el Régimen, aunque esta documentación, que es fundamentalmente la de Comisiones Obreras, hace referencia a las décadas de 1960 y siguientes, cuando muchos de
los sindicalistas fueron encausados por el Tribunal de Orden Público y encarcelados.
Se conservan materiales de diversos partidos de izquierda y de prensa clandestina.
Muy interesante es la documentación procedente de los despachos de abogados laboralistas de ccoo, que en muchas ocasiones tuvieron que defender a sus representados ante el top, en incluso anteriormente a 1963 ante Consejos de Guerra.
Por último, haremos mención a la documentación que sobre la represión franquista se conserva en la Fundación Pablo Iglesias,21 en la que podemos encontrar
diferentes series en los archivos de organizaciones, como memorias de los órganos
de dirección presentadas a congresos del psoe, correspondencia con los militantes
del interior con informes de detenciones, procesos judiciales, ayudas a presos y
familiares o series de informes con memorias sobre la represión que contienen
copias de autos de procesamiento y testimonios de sentencias o informes sobre la
represión de la guerrilla antifranquista y detenciones y procesos del periodo 1950
a 1972. También aparecen relaciones de fusilados y detenidos y una serie de documentos que, además de su valor histórico, tienen un profundo valor sentimental,
como son las cartas de despedida de socialistas condenados a muerte, entre las que
se encuentra la del valenciano Manuel Molina Conejero, que fue diputado del
Frente Popular por Valencia, Presidente de la fsv del psoe y Gobernador Civil
de Valencia durante la guerra, siendo ejecutado en Paterna el 25 de noviembre de
52
1939, y la de Miguel Villalta Gisbert, que fue diputado del Frente Popular por
Alicante y Gobernador Civil de Madrid en 1937, fusilado en Alicante el 18 de
diciembre de 1942. Curiosamente, a ambos personajes, por su condición de masones, se les incoó un sumario por parte del Tribunal Especial de Represión de la
Masonería y el Comunismo, después de haber sido ejecutados.22 Fueron, como en
tantos otros casos, víctimas de la represión multiforme del franquismo.
EL CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA. LAS FUENTES SOBRE
REPRESIÓN DE MASONERÍA Y COMUNISMO EN LAS SECCIONES POLÍTICO-SOCIAL Y
ESPECIAL
El Centro Documental de la Memoria Histórica (cdmh), creado en junio de
2007, está formado por los fondos que proceden de los Servicios Documentales de
la Presidencia del Gobierno de la época franquista que se suprimieron por el Real
Decreto 276/1977, de 28 de octubre y de los organismos que le precedieron,23 y
también los del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, desaparecido en 1963, así como de diversos fondos incorporados a partir
de 1979; en principio conformaron la Sección «Guerra Civil» del Archivo Histórico Nacional, cuya denominación, a partir de 1999, fue la de Archivo General
de la Guerra Civil española, con sede en Salamanca. Se trataba del gran fondo
documental del que se sirvieron los diferentes organismos represivos del franquismo para documentar sus acusaciones y cargos, y procedía de las incautaciones
realizadas durante la guerra y en los primeros meses de la posguerra.
La documentación depositada en el cdmh está estructurada en tres secciones
diferentes:
Servicios Generales
En la que están archivados los documentos que la Delegación del Estado para
la Recuperación de Documentos y sus organismos precedentes utilizaron en su
funcionamiento diario entre 1937 y 1977.
Sección Político-Social
Formada por documentos de todo tipo de instituciones o personas que fueron
fieles a la Segunda República y que lucharon contra la sublevación militar, que se
ha estructurado en las denominadas «series de procedencia geográfica», entre las
que se encuentran las denominadas Valencia, Alicante, y Vinaròs, en cuanto a la
documentación referente al País Valenciano.
Se trata de la documentación incautada y ordenada según el lugar de proce53
dencia, a partir del julio de 1937, y comprende materiales procedentes de diversos
archivos, de la Generalitat catalana y del Gobierno vasco, de corporaciones locales
y de todo tipo de asociaciones o empresas. En las series de Madrid o Barcelona
es bastante usual encontrar documentación y expedientes relativos a otras zonas
del territorio republicano, bien por tratarse de instituciones nacionales, bien por
haberse evacuado la documentación a estas dos capitales.
Esta Sección cuenta también con otras series, como la denominada «Prensa y
Propaganda», que contiene una gran hemeroteca, o la «Serie Militar». Junto a la
documentación, existe un gran fondo bibliográfico procedente de incautaciones a
los perdedores de la Guerra Civil.
Con toda esta información se formó un gran fichero onomástico que contiene
unos tres millones de fichas con referencias individuales y que permitían facilitar
los informes de Antecedentes a la Delegación Nacional de Servicios Documentales, solicitados por la jurisdicción militar o por Tribunales Especiales, como el de
Responsabilidades Políticas o el de Represión de la Masonería y el Comunismo.
Dada la composición del archivo primitivo, a partir de 1981 se procedió a
elaborar índices de materias y geográficos de los inventarios existentes, con la finalidad de facilitar la rápida recuperación de la información a los historiadores,
habiéndose finalizado los índices de las series documentales más importantes y
consultadas, entre ellas la de Castellón.
Hay que destacar en este conjunto los informes procedentes de los Fondos
de Recuperación de Documentos, entre los que aparecen 6.200 expedientes procedentes del Fondo Delegación de Valencia de Recuperación de Documentos, serie
«Certificaciones e Informes sobre Antecedentes».24
Las series que corresponden al País Valenciano están compuestas por 153 legajos, la de Valencia; 72 legajos, la de Alicante, y 13 legajos, la de Vinarós, habiéndose ya publicado hace años un exhaustivo catálogo de los fondos de Alicante. 25
Sección Especial
Agrupa un enorme fondo documental relativo a la masonería fundamentalmente, aunque también hay documentación de otro tipo de asociaciones que el
franquismo asimilaba a sectas, como la teosofía, el rotarismo, protestantes y evangélicos y la Liga de los Derechos del Hombre, a las que hay que añadir la documentación que hacía referencia al espiritismo. Con la documentación masónica se
tuvo un celo muy especial, debido a la especial inquina, como ya hemos comentado, que se tenía con esta asociación.
Los fondos están divididos en un Fichero General, subdividido en ficheros
especializados, con expedientes personales, de instituciones –que conservan la documentación elaborada por las logias y el resto de organismos masónicos (libros
de actas, correspondencia, etc.) que aparecen en la llamada serie a–, de asuntos,
54
de actividades y de recuperación, que son los procedentes de los procesos de incautación.
Los expedientes personales contienen cuantos documentos originales aparecen sobre la persona de referencia y los elaborados por los organismos represores
(certificaciones de antecedentes, fichas...). Incluyen a todos los masones de los que
se tuvo constancia documental o denuncia, tanto del siglo xix como del siglo xx,
y se encuentran repartidos entre 300 legajos en la serie a, y una serie b, compuesta exclusivamente de expedientes personales, con 833 legajos, a los que hay que
añadir otros 504 de expedientes de certificaciones negativas (numerados del 1.001
al 1.504),26 prueba de la auténtica caza de brujas que se desarrolló en la España
de la posguerra contra la masonería, donde la acusación de masón fue utilizada
políticamente entre las diferentes familias del Régimen. Por poner un ejemplo, el
falangista Sánchez Mazas tiene un expediente negativo a su nombre.
Fondo del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo
(TERMC)
Conserva la mayor parte de la documentación que produjo el Tribunal entre
1940 y 1963 y su Comisión Liquidadora. Entre las series destaca la de Expedientes
de Causas, que recoge unos 65.000 expedientes y que contiene diligencias previas
y sumarios, tanto por delito de masonería como por delito de comunismo, aunque
éstos representan una minoría. Además, existen los libros de sentencias, de registro
de Causas y de entrada y salida de correspondencia, los Diarios de Sesiones y dos
legajos del Servicio de Ejecutorías del Tribunal.
LA FASE ORGANIZADA DE LA REPRESIÓN DE LA MASONERÍA ESPAÑOLA POR EL
FRANQUISMO
Durante los primeros meses de la guerra, la tarea de recogida y recuperación
de la documentación masónica se hizo de una manera desordenada y poco sistemática, tras el asalto de los locales masónicos. Las fuerzas militares sublevadas,
con la ayuda inestimable de la Falange, se valieron de los documentos requisados,
especialmente de los cuadros lógicos de las logias, para proceder a la detención de
los masones de sus respectivas localidades.
Tras la confusión de las primeras semanas, y una vez unificado el mando en
la persona del general Franco, se sentaron las bases para hacer de la persecución de
los masones algo eficaz, a través de la recogida, clasificación y estudio de la documentación masónica.
Comenzaba la fase organizada de la represión franquista de la masonería con
una serie de Decretos, como el n.º 108 de la Junta de Defensa Nacional en Burgos,
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firmado por su presidente, el general Cabanellas el 13 de septiembre de 1936, o los
tantas veces citados Decreto contra las actividades masónicas de 15 de septiembre
dado en Santa Cruz de Tenerife por el entonces comandante en Jefe de las islas
Canarias, general Ángel Dolla, o el del 21 de diciembre de 1938, que ordenaba
la eliminación de todas las inscripciones o símbolos masónicos que pudieran ser
juzgados como ofensivos para la Iglesia.27
Los servicios informativos encargados de la recuperación de documentos se
instalaron en Salamanca, siendo impulsados los dos primeros organismos por la
Secretaría Particular de Franco, en 1937, con la creación de la Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista, y poco después con la Delegación Nacional
de Asuntos Especiales, centrada especialmente en la contrapropaganda masónica y en la recuperación de todo lo relacionado con las sectas, para identificar y
perseguir a sus miembros, cuyo Delegado fue Marcelino de Ulibarri, quien pasó
también a ser responsable del Servicio de Recuperación de Documentos. En 1938
se procedió a la fusión de estos organismos, estructurados en la Delegación del
Estado para la Recuperación de Documentos, adscrita al Ministerio del Interior,
siendo Ulibarri su Delegado.28
A principios de 1938 el Servicio contaba con cinco equipos de Recuperación
de Documentos, pero con el final de la guerra se desbordó su capacidad, lo que
obligó a la creación de delegaciones territoriales, que asumieron en su ámbito
de actuación y siempre coordinadas con la oficina central, tanto las tareas de incautación como las de información. En Alicante en 1939, actuó como Delegado
Provincial Manuel Ignacio Senante Esplá, nombrado el 11 de marzo de ese año,
mientras que Francisco Mira Reynau oficiaba como Secretario General, teniendo
sus oficinas instaladas en la Plaza de Castelar n.º 6.29 En Valencia el Delegado
Territorial era el abogado turolense Pascual Serrano Josa.30
Ulibarri se mantuvo como Delegado de Servicios Documentales hasta octubre de 1944, cuando se unificaron los diferentes servicios bajo la denominación de
Delegación Nacional de Servicios Documentales, dependiente de la Presidencia
del Gobierno y fue nombrado Delegado Nacional el coronel Francisco Javier Planas de Tovar, que había sido Gobernador Civil de Valencia, desde el 31 de marzo
de 1939 hasta el 14 de abril de 1943.31 Ulibarri quedó únicamente como vocal
del termc. Tras el fallecimiento de Planas de Tovar fue nombrado Delegado el
almirante Jesús Fontán Lobé.
Durante estos años se consiguió reunir un enorme fondo documental que
fue la base de la posterior depuración de todo lo relacionado con la masonería en
España, facilitando la labor represiva tanto de los Tribunales Militares como de
las Comisiones de Depuración, y, especialmente, del Tribunal Especial para la
Represión de la Masonería y el Comunismo.32
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EL PROCESO DE RECUPERACIÓN DE DOCUMENTOS MASÓNICOS EN EL PAÍS
VALENCIANO
En abril de 1939, tanto en Alicante como en Valencia, se crearon Delegaciones
Territoriales de la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos,
que procedieron a la confiscación y clasificación de la documentación y objetos
masónicos, así como a la requisa de los templos de Valencia y Alicante, situados en
la calle del Conde de Montornés de Valencia (Liceo de Levante) y los alicantinos
en las calles Bazán y Bailén. En los primeros meses de actuación, ambas Delegaciones comunicaron al Delegado Nacional, Marcelino de Ulibarri, las dificultades
que encontraron para desarrollar su labor. Por ejemplo, el 19 de febrero de 1940,
la Delegación Provincial de Alicante expresaba a Ulibarri que de la documentación encontrada en Alicante sobre masonería, la mayoría era anterior a 1915, salvo
contadas excepciones, como la del periodo 1915-1925, en que aparece también
un volumen importante de documentos. Sobre la documentación de fechas más
recientes, comentan que: ...sin duda alguna debieron inutilizarla antes de ser liberada
esta plaza... días antes de la Liberación se habían sacado unas maletas de documentos del
local de las Logias... que habían ido a parar al viceconsulado de Cuba y consulado francés...
Debido a que existían órdenes de no producir incidentes diplomáticos, se
solicitó al Gobernador Civil, para que lo elevara al ministro de la Gobernación,
autorización para practicar registros en ambas sedes consulares, petición reiterada
en varias ocasiones, pero que hasta esa fecha no había obtenido respuesta.33 Debemos añadir que el vicecónsul de Cuba en Alicante, Rafael Menacho Vicente, era
un destacado miembro de la logia Constante Alona n.º 1.
La abundante documentación emanada de los organismos masónicos valencianos fue, por tanto, destruida casi en su totalidad en las semanas previas al final
de la guerra, en un intento desesperado por eliminar las pruebas que involucraban
a los miembros de la Orden, para evitar las seguras represalias por parte del bando
vencedor. La misma Delegación de Alicante de Recuperación de Documentos
señala que en el puerto de Alicante se hicieron desaparecer unas sacas con libros
de actas, correspondencia, títulos o cuadros lógicos, especialmente de los últimos
años, o los más comprometedores, siendo alguna de ellas recuperada posteriormente, como se señala en la certificación que Francisco Mira Reynau, Secretario General del Servicio de Recuperación de Documentos del Estado de Alicante
realizó el 4 de septiembre de 1939 de documentos y objetos que eran enviados a
Salamanca.34
A pesar de esta carencia documental directa de las logias valencianas, al estar la
masonería española y especialmente el Gran Oriente Español (goe), la obediencia
mayoritaria en el territorio valenciano, fuertemente estructurada y jerarquizada,
aunque estuviera establecida la configuración federal de las Grandes Logias Re57
gionales desde 1923 y precisamente por ello, se produjo un gran flujo de información emanado de los talleres simbólicos hacia la Regional, y de ésta hacia el
Gran Consejo de la Orden del goe, información que no pudo ser destruida en
1939, y que nos ha permitido poder identificar a una gran mayoría de los masones
valencianos del siglo xx. Cabe la posibilidad de que esta documentación fuese
trasladada a Francia en 1939 y con la ocupación alemana, fuese incautada por la
Gestapo y devuelta a España. La documentación de la Gran Logia Simbólica Regional del Levante, junto a las diferentes publicaciones periódicas masónicas, fue
la que sirvió fundamentalmente a los represores franquistas para acumular pruebas
en que fundar la persecución de los masones valencianos, a falta de gran parte de
la documentación directa de las logias, ya que buena parte de las iniciaciones,
afiliaciones, aumentos de grado y bajas que se produjeron en los talleres, aparecen
reflejados en los documentos conservados en Salamanca en un amplio legajo de
ese organismo,35 y, en realidad, esto es lo único que le interesaba a la maquinaria
represora encabezada por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería
y el Comunismo en su objetivo de identificar, procesar y condenar a todos los
masones valencianos.
La Ley de 1 de marzo de 1940 sobre Represión de la masonería y del comunismo y
la creación del Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo
La política represiva antimasónica culminó con la promulgación de la Ley
de 1 de marzo de 1940 sobre Represión de la Masonería y del Comunismo, que
otorgó el marco legal adecuado a la persecución.36 Por esta ley, que tuvo sus antecedentes en la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, se creó
la figura del delito de masonería, cuya autoría correspondió al penalista Isaías Sánchez Tejerina, quien había sido el instructor de la causa contra la logia Helmántica
de Salamanca y también el autor de un informe que elaboró en los primeros momentos de actuación de la Delegación de Asuntos Especiales, a petición de Marcelino de Ulibarri, para hacérselo llegar directamente a Franco, pues la jurisdicción
militar era claramente incompetente en este asunto. El 20 de septiembre de 1938,
Sánchez Tejerina ultimó su informe jurídico merced al cual la legislación que se
pondría en vigor se basó fundamentalmente en los principios recogidos en él, pues
se fundamentaba la idea de que la masonería era en España delito, porque iba
contra los propios fundamentos de su existencia, debiendo ser delito por sí misma
y por su actuación, que incurría en la traición al estar supuestamente a las órdenes
de una potencia extranjera, Inglaterra.37
En 1939 Franco planteó la promulgación de una ley contra la masonería, en
la que se pudiera aplicar la pena de muerte, con carácter retroactivo, en determinados casos (a los grados superiores y a los dirigentes); sin embargo, este proyecto
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encontró resistencias entre algunos miembros de su Gobierno, tanto del ministro
de Justicia, el tradicionalista conde de Rodezno, como especialmente del ministro de Instrucción, Pedro Sáinz Rodríguez, que la consideraba inoportuna por
consideraciones de política exterior, basándose en un dictamen previo del jurista
Blas Pérez González y con el apoyo del propio Nuncio Apostólico, monseñor
Gaetano Cicognani, por lo que el proyecto no salió adelante, quedando aplazado
hasta los primeros meses de 1940, cuando Sáinz Rodríguez ya no formaba parte
del Gobierno, en concreto hasta marzo, con la publicación del texto definitivo de
la Ley, muy dura en sus penas, pero sin que finalmente apareciera entre las penas
propuestas la pena de muerte.
Tanto a Blas Pérez González como a Pedro Sáinz Rodríguez se les vinculó
a partir de esos momentos con la masonería, mediante rumores insidiosos que
les señalaban como protectores o amigos de masones. A Blas Pérez estos rumores no le afectaron en su futuro político, pues Franco le nombró ministro de la
Gobernación en 1942, cargo que conservó hasta 1957. En el caso de Pedro Sáinz
Rodríguez, fue señalado como masón, fundamentalmente tras su separación del
Régimen en 1942 y su exilio en Estoril como consejero de don Juan de Borbón,
con lo que no sólo se le desacreditaba a él, sino también a la opción política que
representaba, la vuelta a la monarquía en la figura de don Juan. La acusación de
masonería se convirtió durante el primer franquismo en un eficaz mecanismo de
descrédito.
Franco, ya con las manos libres, promulgó la Ley, que había sido aprobada
por el Consejo de Ministros el 23 de febrero de 1940. Este texto legal infringía
absolutamente el principio de la irretroactividad de la ley penal desfavorable y fue
una ley fundamentalmente antimasónica, quedando las referencias al comunismo
cada vez más diluidas a lo largo de su articulado.
Los delitos de masonería y comunismo serían castigados con la pena de reclusión menor (desde 12 años y 1 día), pero si concurriera alguna de las circunstancias agravantes expresadas en el artículo 6.º de la Ley, la pena sería entonces de
reclusión mayor (hasta 30 años), siendo las circunstancias agravantes:
dentro de la calificación masónica, el haber obtenido alguno de los grados 18 al 33,
ambos inclusive, o el haber tomado parte en las asambleas de la Asociación Masónica
Internacional y similares o en la asambleas nacionales del Gran Oriente Español, de
la Gran Logia Española o de cualquier organización masónica residente en España, o
el haber desempeñado otro cargo o comisión que acredite una especial confianza de
la secta hacia la persona que la recibió...
Todas las condenas más graves de masones del País Valenciano que hasta ahora hemos analizado, es decir, la pena de 30 años de reclusión mayor y las accesorias
correspondientes, fueron dictadas en rebeldía, bien por hallarse los imputados en
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el exilio o por haber fallecido con anterioridad al momento en que se dictó dicha
condena, e incluso por hallarse escondidos precisamente para no ser víctimas de la
represión franquista, como fue el caso del diputado y líder republicano valenciano,
Vicent Marco Miranda.38
La realidad pluriforme de lo que significó la represión franquista contra los
masones quedaba reflejada en el artículo 8.º de la Ley, que expresaba que a quienes
no se reconociera alguna excusa absolutoria, quedaban además separados definitivamente de cualquier cargo del Estado, corporaciones públicas u oficiales, entidades subvencionadas y empresas concesionarias, gerencias y consejos de administración de empresas privadas, así como cargos de confianza, mando o dirección
en las mismas, decretándose la inhabilitación perpetua para estos empleos y su
confinamiento o expulsión.
En esta inhabilitación absoluta y perpetua, junto a la interdicción civil mientras durase el tiempo de la condena, se incluían las accesorias a la pena de reclusión
impuesta en las sentencias del Tribunal Especial, siendo una clara muestra de la
política de exclusión y discriminación a que fueron sometidos aquellos a los que el
régimen franquista consideraba sus enemigos.
Además, los condenados serían sometidos a procedimiento para imponerles
una sanción económica, conforme a la Ley de Responsabilidades Políticas, en una
prueba más de la conexión directa entre todas las leyes represivas del franquismo.
En este artículo también aparecía la consideración de circunstancia atenuante el
suministrar información o datos sobre las actividades de la denominada «secta»,
sobre quienes les iniciaron o fueron jefes o compañeros del declarante y sobre cualquier extremo que sirviera con eficacia al propósito de esta Ley. La delación sería
premiada como circunstancia atenuante, en suma.
Abundando en este aspecto, la Ley exigía, en su artículo 7.º, la formulación
ante el Gobierno de una declaración-retractación, obligatoria para todo español o
extranjero residente en España, que antes del 2 de marzo de 1940 hubiera ingresado en la masonería. Según el artículo 9.º de la ley, si no se presentaba esta declaración-retractación en el plazo indicado, o se facilitaban datos falsos o se ocultasen
aquellos que se tuviese obligación de declarar, se aplicarían las agravantes que
señalaba el artículo 5.º y no se podrían beneficiar de las excusas absolutorias.
El modelo de la declaración-retractación fue publicado en la Orden de 30
de marzo de 1940 de Presidencia del Gobierno, que dictaba las normas para la
aplicación del artículo 7.º de la Ley de 1 de marzo y que expresaba, como hemos
visto, la obligatoriedad de presentación a todos los masones, incluso a los que con
anterioridad al 18 de julio de 1936, hubiesen sido dados de baja o expulsados
de la Orden y el plazo para presentar la declaración-retractación, que era de dos
meses a partir de su publicación en el boe. También se señalaba donde había de
presentarse, generalmente ante el Gobierno Civil, excepto militares profesionales
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o funcionarios, a los que se indicaba el superior jerárquico ante quien debían
realizarla, siempre por duplicado, devolviéndose un ejemplar al interesado con la
diligencia y fecha del recibo.39
La Ley sobre Represión de la Masonería y el Comunismo consideraba excusas
absolutorias según su artículo 10.º –aunque en realidad deberían ser consideradas más como atenuantes–, el haber servido como voluntario desde los primeros
momentos en los frentes durante más de un año, en el Ejército o en las Milicias,
observando conducta ejemplar. En el caso de haber sido movilizados, sólo se observaría esta circunstancia como atenuante si se había distinguido especialmente
el acusado. También el haberse sumado a la preparación o realización del llamado Movimiento Nacional con riesgo grave y comprobado, y, por último, haber
realizado servicios a la Patria fuera de lo normal o extraordinarios. Todo ello sin
perjuicio de la obligatoriedad de presentar la declaración retractación.
El artículo 12.º de la Ley establecía la creación de un Tribunal Especial, cuyo
presidente sería designado por el Jefe del Estado y compuesto además por un general del Ejército, un jerarca de fet y de las jons y dos letrados. Será el denominado
Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo, siendo su primer presidente Marcelino de Ulibarri y Eguilaz; como Vocales fueron designados
Juan Granell Pascual, antiguo diputado tradicionalista natural de Burriana, Consejero Nacional de fet y de las jons, Francisco de Borbón y de la Torre, duque
de Sevilla, general de brigada del Ejército y como vocales letrados Isaías Sánchez
Tejerina y Antonio Luna García.40
Por Decreto de la Presidencia del Gobierno de 31 de marzo de 1941 se reorganizó el Tribunal, pasando Ulibarri a ser Vocal ponente y siendo sustituido en
la Presidencia por el teniente general Andrés Saliquet Zumeta, general jefe de la
Primera Región Militar en 1939, con Wenceslao González Oliveros, catedrático
de Derecho y presidente del Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas,
como letrado y vicepresidente; Francisco de Borbón continuó como Vocal, junto
a Juan José Pradera Ortega, siendo secretario Francisco Torregrosa Sastres.
Francisco de Borbón cesó como vocal por Decreto de 13 de julio de 1943,
siendo sustituido por el general de división Enrique Cánovas Lacruz,41 quien tras
el Decreto de Presidencia del Gobierno de 28 de marzo de 1945 por el cual cesó
en la Presidencia del Tribunal Saliquet, que en enero de ese año había sido nombrado Consejero de Estado y que pasó a ser presidente del Consejo Supremo de
Justicia Militar, le sustituyó en la presidencia,42 hasta la disolución del Tribunal
Especial en febrero de 1964.
A lo largo de los años de actuación del Tribunal también encontramos como
vocales a personajes como los generales de división, Ricardo Rada Peral, nombrado Vocal suplente el 21 de octubre de 1941, Luis Solans Labedán, nombrado en
sustitución de Cánovas al pasar éste a la Presidencia, Enrique Uzquiano Leonard,
61
también Consejero del Consejo Supremo de Justicia Militar,43 Vicente Rodríguez
Rodríguez o el general de la Guardia Civil, Joaquín García de Diego.
Otros miembros del termc fueron Luis López Ortiz, designado Secretario
del Tribunal en sustitución de Torregrosa en mayo de 1941,44 José Antonio Elola
Olaso, que había ocupado varios gobiernos civiles en los años 40 y que en 1956
fue nombrado Consejero Nacional y miembro de la Junta Política de fet y de las
jons y Delegado Nacional de Deportes. También en los años cincuenta, el Tribunal contó entre sus vocales con el castellonense Fernando Herrero Tejedor, quien
años después sería ministro Secretario General del Movimiento.
El Tribunal tuvo su sede permanente en Madrid, en el n.º 6 del Paseo del
Prado y de su composición podemos resaltar fundamentalmente el enorme compromiso de sus miembros con los postulados del Alzamiento Nacional y con el
nuevo régimen, en el que todos, generales, catedráticos o magistrados, alcanzarán
durante los años 50 y 60 altos cargos dentro del mismo.
Es en 1941 cuando comienza el funcionamiento efectivo del Tribunal, con
la creación de dos Juzgados de Instrucción, que se centraron en atender al delito
de masonería. Ambos juzgados se dividieron territorialmente los sumarios, pues
podemos observar que de los masones valencianos que fueron miembros de las
logias madrileñas, se encargaba el titular del Juzgado de Instrucción n.º 1, Nieto
García, mientras que a los miembros de las logias valencianas fue el Juzgado n.º 2
el que les instruyó los sumarios, incoándose el grueso de ellos entre 1941 y 1947,
aunque en algunos casos llegan las actuaciones hasta finales de los años 50 e incluso a principios de los 60, por parte del juez instructor Tomás Pereda Iturriaga,
quien figura en el cargo ya en septiembre de 1941, sucediendo al primer titular,
que fue Felipe Rodríguez-Franco.
No será hasta febrero de 1942 cuando se constituya un tercer Juzgado, cuyo
titular fue Tomás Marco Garmendia, que iniciará en principio los procesos por
comunismo, aunque acabó también instruyendo mayoritariamente sumarios por
delito de masonería.45 En el curso de nuestras investigaciones sobre la represión
de los masones valencianos, hasta ahora solamente hemos encontrado un sumario
por delito de comunismo incoado por el Juzgado n.º 2 del termc correspondiente
a un vecino de la localidad de Vall d’Uixó (Castellón), en 1950, Vicente Porcar
Ten, que fue sobreseído provisionalmente el 20 de marzo de 1953.46 También hemos encontrado referencias a la detención en la misma localidad el 21 de octubre
de 1955 de Miguel Vidal Dupré, que fue puesto a disposición del Tribunal Especial, pero en este caso no hay constancia en el cdmh de su sumario o diligencias
previas. Recientemente, el profesor Ricard Camil Torres Fabra nos ha facilitado la
referencia del ingreso en la prisión de mujeres de Valencia el 4 de julio de 1953 de
Presentación Campos Pérez, profesora de Segunda Enseñanza a quien el Juzgado
n.º 2 del termc le había instruido el sumario 784/1946-c. Con toda seguridad, el
sumario es por el delito de comunismo, a la espera de poder revisarlo.
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Portada del sumario del TERMC de Miguel Ibáñez Martínez
(CDMH TERMC 19696)
A pesar de que en el mismo preámbulo de la Ley se menciona a quienes habiendo sido miembros de las sociedades secretas, ...reaccionaron a tiempo y rompieron con ellas para entregarse denodadamente al servicio de la Patria, lavando a veces
con sangre heroica los yerros cometidos..., y si, además, nos atenemos a los atenuantes
que el articulado recogía, podría parecer que los militares masones que se sumaron
a la rebelión se verían libres de toda culpa ante los efectos de esta Ley, pero no fue
así. La gran mayoría de ellos fueron sumariados y acabaron siendo separados del
servicio, pagando caro su paso por la Orden, independientemente de que la hubiesen abandonado antes del 18 de julio de 1936 o de que hubiesen actuado con
heroísmo en las filas sublevadas.
Para imponer las sanciones a los oficiales y jefes militares, serían competentes,
como ya se ha visto, los Tribunales de Honor, en los que podrían actuar generales,
jefes y oficiales sobre quienes no existiera la menor sospecha de participación o relación con la masonería, el comunismo o de formar parte de sociedades teosóficas o
espiritistas. También quedaban excluidos de formar parte de estos Tribunales aquellos de los que se tuviera constancia de tener hasta el segundo grado de afinidad o
consanguinidad con miembros de estas sectas o sociedades. El propio Franco, según
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esta disposición, con un hermano masón (Ramón, iniciado en la logia Plus Ultra de
París en su exilio, tras la intentona de Cuatro Vientos en diciembre de 1930) y otro
rotario (Nicolás, que llegó a ser presidente del Rotary Club de Valencia en 1933) no
podría haber formado parte en ningún caso de estos Tribunales de Honor.
Como indica el profesor Manuel de Paz, en su estudio sobre los militares
masones españoles del siglo xx, de un total de 646 militares estudiados, 171 se adhirieron a la rebelión del 18 de julio, de los que sólo 27 continuaron en las Fuerzas
Armadas, perdonados por resolución del Consejo Superior del Ejército en relación
con la Ley de 1 de marzo de 1940.47
Se instruyeron, como ya hemos adelantado, algo más de 64.000 expedientes
judiciales por parte de los tres juzgados existentes, haciendo gala de una actuación
rigurosa y minuciosa, y extendiendo sus actividades incluso a los masones exiliados, que generalmente fueron juzgados en rebeldía o cuyo sumario se archivó
provisionalmente, tras no dar resultado la pertinente orden de busca y captura de
los encartados ni la requisitoria publicada en el boe, hasta que se presentasen o
«fuesen habidos».
El Tribunal Especial dictaba sentencia, previa celebración del juicio, con audiencia de un fiscal y del acusado, que podría ser recurrida en el plazo de diez días
ante el Consejo de Ministros, si se había producido quebrantamiento de forma,
error de hecho o injusticia notoria, según preceptuaba el artículo 12 de la Ley.
Ficha del Archivo Masónico de la Comisaría General de Información de la DGS correspondiente a Ángel Vera Coronel, de Elda. CDMH, Sec. Especial. Leg. 109 B, exp. 15
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Todo el proceso del recurso pasaba por Luis Carrero Blanco, subsecretario
de Presidencia del gobierno desde el 7 de mayo de 1941, sustituyendo a Valentín Galarza, quien comunicaba al Tribunal la decisión del Consejo de Ministros
que solía producirse con bastante retraso (más de dos años de media). No hemos
encontrado por ahora ningún caso de absolución de un masón tras los recursos,
aunque sí fue un hecho habitual la conmutación de las penas.
A pesar de la dureza de las condenas y de que muchos masones fueron encarcelados, sobre todo los condenados entre 1941 y 1943, en buena parte de los
casos tras la incoación del sumario, sobre todo a partir de 1944, se les declaraba
en libertad provisional, aunque siempre a disposición del Tribunal y tras la sentencia, si eran condenados a la pena más habitual según la Ley, de 12 años y 1
día de prisión menor y en el 5.º considerando de la sentencia se les apreciaban
circunstancias atenuantes, además de las que aparecían en la Ley, como eran haber
alcanzado escaso grado, apartamiento voluntario, edad avanzada, escasa peligrosidad, abjuración pública ante la Iglesia –la llamada Retractación Canónica, que
habitualmente se hacía ante el obispado de Madrid-Alcalá, y que también hemos
visto efectuarse ante el arzobispado de Valencia o el obispado de Orihuela–, el Tribunal solía considerar esta pena notoriamente excesiva y aplicaba la concurrencia
de circunstancias favorables al condenado, por lo que acordaba dirigirse al Gobierno sugiriendo la conveniencia de conmutar la pena impuesta por otra menor, por
el confinamiento o por la inhabilitación y separación.
Las medidas de inhabilitación y separación previstas en el artículo 8.º de la
Ley de 1 de marzo de 1940, podían ser consideradas como la pena más benévola a
aplicar en la sentencia, normalmente a masones que habían sido perseguidos en la
zona republicana o que se habían integrado en el nuevo régimen, o se declaraban
partidarios de él, la mayoría tras el recurso ante el Consejo de Ministros, aunque
también la pronunció el propio Tribunal.
El Consejo de Ministros se constituía en órgano jurisdiccional penal en la
medida en que la apreciación de las «excusas absolutorias» del art. 10.º de la Ley
le correspondían a él, es decir, resolvía sobre la conmutación de la pena, aunque
no siempre coincidiendo con la sugerencia del Tribunal Especial, puesto que, en
varias ocasiones, tal vez por la tardanza en la resolución del recurso, que en la mayor parte de los casos de los masones valencianos se produjo ya muy avanzados los
años 40, esta conmutación solía ser más beneficiosa para el condenado, quedando
reducida en ocasiones a la inhabilitación para cargos políticos y sindicales.
Ante la gran avalancha de sentencias emitidas por la Orden Comunicada de
Presidencia del Gobierno de 30 de noviembre de 1945, se producirá, aunque no
en todos los casos, la aplicación directa a los condenados de la propuesta de conmutación realizada en la sentencia por el propio Tribunal, por parte del Consejo
de Ministros, cuando resolvía el recurso, siendo así comunicado al Presidente del
Tribunal por Carrero Blanco.
65
Fue muy frecuente, además, sobre todo a partir de 1943, que el Tribunal decretase la prisión atenuada del condenado en su domicilio hasta que se resolviese el
recurso, con la obligación de presentarse ante la Comisaría de Policía o el cuartel
de la Guardia Civil que le correspondiese, o el propio Tribunal Especial en el caso
de los residentes en Madrid, los días 10, 20 y 30 de cada mes.
Con el paso de los años, la aplicación de las penas de las sentencias fue más
benigna y las excarcelaciones más frecuentes, incluso entre masones condenados
a largas condenas, siendo liberados muchos de ellos por diversos motivos, tras
cumplir unos meses de prisión, o como mucho tres o cuatro años, coincidiendo
con el excarcelamiento general de los republicanos a partir de 1942-43. En el caso
de los masones valencianos, a finales de 1945 pocos se hallaban encarcelados, generalmente en la Prisión Central de Burgos o en la Prisión Provincial de Madrid,
en Carabanchel.48
Las condenas a partir de 1944 y 1945 fueron suavizándose, no tanto en las
penas impuestas, que seguían siendo las establecidas por la Ley, sino fundamentalmente en cuanto a la prisión efectiva, ya poco habitual, puesto que generalmente
se decretaba la libertad condicional en el momento de instruirse el sumario y la
prisión atenuada en el propio domicilio o localidad de residencia del condenado,
una vez conocida la sentencia, a la espera de la sustanciación del recurso ante
el Consejo de Ministros, que en esos años y en los posteriores solía aceptar la
propuesta del propio Tribunal Especial en el 5.º considerando de la sentencia, o
incluso era más benigno, como ya hemos visto.
La conmutación de la pena, con el paso de los años pasó a ser fundamentalmente el confinamiento –en principio en provincias alejadas del País Valenciano,
como Baleares, Andalucía o Cataluña, pero ya en 1944 era habitual que fuera en la
propia localidad– y las sanciones de inhabilitación y separación o la de inhabilitación para cargos políticos y sindicales. Incluso en los casos en que la conmutación
de la condena fuese a penas de cárcel inferiores, entre 6 años y 1 día a 6 meses y 1
día en el caso de las habituales sentencias de 12 años y 1 día, éstas, en casi ningún
caso, supusieron el ingreso en prisión si el condenado ya se encontraba en prisión
atenuada. Este tipo de condena se produjo en alrededor del 30% de los sumarios
que llevamos investigados.
Se dio la paradoja de que masones condenados en 1941 y 1942 a la pena de
12 años y 1 día, se encontraban con que los encartados en 1945 ó 1946, y con la
misma sentencia, se hallaban en libertad, mientras ellos continuaban encarcelados
o confinados y también, como hemos indicado, hay un elemento fundamental en
todas estas actuaciones judiciales tan sui géneris del termc y es su arbitrariedad, que
les impelía a considerar la mayoría de retractaciones como «insinceras» y que según
la adscripción política del reo o su actuación durante la guerra, dictaba las sentencias en uno u otro sentido. Pero qué se podía esperar de un Tribunal en el que no
existían garantías para los procesados ni el derecho a un abogado defensor.
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Los encartados que no habían presentado la declaración retractación, confiados en que la documentación en que aparecían referenciados había sido destruida
en 1939, solían negar vehementemente su pertenencia a la masonería en las diferentes declaraciones que debían realizar a lo largo del sumario, y aunque algunos
Parte dispositiva de la Sentencia del TERM. contra Juan Bañuls Alemany
lo negaron hasta el final, la mayoría, ante el peso de las pruebas presentadas en su
contra, a veces una simple referencia, veían como la maquinaria represiva del franquismo contra la masonería difícilmente dejaba escapar indemnes a sus víctimas.
A medida que pasaba el tiempo, la represión antimasónica se fue suavizando,
incluso en las penas accesorias, en lo referente a una de las peores partes anexas a la
condena por masonería, que era la pérdida del empleo, especialmente en los funcionarios públicos, con decretos como la Orden de Subsecretaría de la Presidencia
del Gobierno de 13-11-1946 en la que, tras la consulta realizada por el Servicio de
Ejecutorías del termc sobre un condenado por dicho Tribunal Especial llamado
Vicente Rodríguez Alonso, se exponía que:
67
...S. E. El Jefe del Estado y Generalísimo se ha dignado disponer con carácter general,
que cuando las penas impuestas hayan sido conmutadas por otras no superiores a 6
años y 1 día de confinamiento, se considere levantada la suspensión de empleo que
corresponde como accesoria de la pena impuesta, salvo cuando en caso de peligrosidad a juicio de ese Tribunal no deba concederse tal beneficio.49
Incluso la inhabilitación absoluta y perpetua fue modificada, mediante las Órdenes Comunicadas de Presidencia del Gobierno de 15 de junio y la ya mencionada de 30 de noviembre de 1945, pasando esta inhabilitación a ser únicamente
para cargos políticos y sindicales.
La condición de súbdito extranjero del encartado hacía que se decretara el
archivo del sumario o expediente incoado, apareciendo entre los masones valencianos varios casos que se ajustan a esta tipología.
A todos los masones o supuestos masones de los que se tuvo conocimiento,
se les incoó sumario o diligencias previas por el delito de masonería recogido en el
articulado de la Ley de 1 de marzo de 1940 y entre los masones de las logias valencianas aparecen numerosos ejemplos de sumarios que afectaron a quienes habían
pertenecido a la Orden durante las décadas de 1880ó 1890, que en el caso de que
todavía estuviesen vivos, eran ya muy ancianos.
Los represores franquistas fueron conscientes de la inutilidad de este tipo de
actuaciones, por lo que mediante las Instrucciones Reservadas de fecha 21 de julio
de 1950, en su párrafo 1.º, se decretó el archivo de las actuaciones cuando se acreditara que el encartado por el Tribunal Especial había ingresado en la masonería
con anterioridad a 1900. Con ello aunque tardíamente, se acababa con la incongruencia que suponía el incoar sumarios a masones que, por su avanzada edad no
podían responder ante el Tribunal o hacía muchos años que habían fallecido.
LA DOCUMENTACIÓN DEL TRIBUNAL ESPECIAL DE REPRESIÓN SOBRE LA MASONERÍA
Y EL COMUNISMO (TERMC) COMO FUENTE DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA EN EL
PAÍS VALENCIANO
Calculamos que el termc incoó una cifra que sobrepasará en mucho a los
1.500 sumarios o diligencias previas que afectaron a los masones o antiguos masones del País Valenciano. Hay que tener en cuenta que hasta el momento tenemos
contabilizados 668 masones valencianos en activo entre 1900 y 1939, de los que
135 fueron miembros de las logias accidentales que se establecieron en Valencia
en 1937, en su gran mayoría procedentes de logias madrileñas o andaluzas; en
cuanto a los masones alicantinos en el mismo periodo suman un total de 645 y a la
inmensa mayoría de ellos les fue aplicada la legislación antimasónica, a los que hay
que añadir a muchos de los que habían sido masones durante las últimas décadas
del siglo xix.
68
Nuestra investigación sobre la represión de los masones de Castellón, ya finalizada, nos arroja un total de 67 sumarios por delito de masonería, 3 diligencias
previas archivadas provisionalmente, 2 expedientes negativos y un sumario por
delito de comunismo, que como hemos citado anteriormente, se sobreseyó provisionalmente. Entre ellos incluimos 16 sumarios de castellonenses que fueron
masones en logias no ubicadas en Castellón,50 la mayoría en Madrid o Valencia y
8 sumarios de masones que estuvieron en activo en logias castellonenses de las dos
últimas décadas del siglo xix, entre ellos Fernando Gasset Lacasaña, ya fallecido en
el momento de incoarse el sumario o Vicente Gea Mariño, condenado a 12 años y
1 día de reclusión menor en 1945, pena que fue conmutada en 1948 por sanción
de inhabilitación para cargos políticos y sindicales.51
Haciendo un avance de las sentencias del termc contra los masones de Castelló, tenemos 3 condenas a 30 años de reclusión mayor, todas en rebeldía, 2 condenas
a 25 años de reclusión mayor, 2 condenas a 20 años de reclusión mayor, 1 condena
a 16 años de reclusión mayor, 28 condenas a 12 años y 1 día de reclusión menor, 5
condenas a inhabilitación y separación absoluta perpetua, 15 sobreseimientos provisionales, de los que en un caso fue por su avanzada edad ya en 1963, y el resto por
tratarse de fallecidos sin que pudiera aportarse el certificado de defunción, entre
ellos Antonio Broch Manrique, que falleció en la prisión habilitada de la Iglesia de
la Sangre de Vila-Real en noviembre de 1939 o de exiliados y 10 sobreseimientos
definitivos por fallecimiento acreditado del imputado. En 2 casos el termc se inhibió ante el Consejo Superior del Ejército. Como ya hemos comentado, todas las
condenas llevaban aparejadas las accesorias de inhabilitación y separación.
Posteriormente, la inmensa mayoría de las penas fueron conmutadas por parte del Consejo de Ministros, exceptuando, claro está, a los condenados en rebeldía.
En el caso de Vicente Calduch Roig, condenado a 25 años de reclusión mayor en
1944, la conmuta fue a la pena de 10 años de prisión mayor y accesorias, aunque
el tiempo efectivo en el que permaneció en la cárcel de Carabanchel Alto estuvo
comprendido entre el 20 de junio de 1944 y el 9 de mayo de 1946,52 siendo de
entre todos los masones castellonenses, el que más pena efectiva cumplió. La mayoría de las conmutas lo fueron a penas menores de prisión, que nunca fueron
efectivas, puesto que se concedió la prisión atenuada, penas de confinamiento,
normalmente en su lugar de residencia o penas de inhabilitación para cargos políticos y sindicales
Los sumarios, junto a los miles de expedientes personales, nos proporcionan
un importantísimo volumen de información sobre la represión franquista, puesto
que no sólo nos permiten conocer todo el proceso en el que se vieron inmersos
la inmensa mayoría de los masones valencianos, tanto los que habían permanecido en España, como los exiliados, puesto que en muchos casos nos indica esta
circunstancia, no importando si se hallaban o no en activo y ni siquiera si habían
69
fallecido, sino también por la propia idiosincrasia de la represión, los sumarios del
termc nos permiten conocer en bastantes casos la incoación de expedientes de
Responsabilidades Políticas o las condenas de los Consejos de Guerra a los mismos
masones, generalmente con anterioridad a la formación del sumario por parte del
Tribunal Especial.
Los primeros sumarios de 1941 fueron precisamente contra los personajes
más significados y de mayor actividad masónica, y fueron también los que reflejan
una condena más dura y en el caso de no haber podido exiliarse, los que sufrieron
un mayor tiempo de cárcel efectiva, dándose además la circunstancia, en la mayoría de sus sumarios, de que el Tribunal no consideró ninguna medida de clemencia
o de conmutación de pena, que fueron más habituales a partir de 1943.
Podemos señalar el caso de los diputados por las diferentes circunscripciones
del País Valenciano en las tres legislaturas de la Segunda República, que, o bien
pertenecían a la masonería en el momento de ser elegidos, o lo habían sido con
anterioridad, fundamentalmente a partir de 1923, durante la Dictadura de Primo
de Rivera. Serán en total 26 diputados de los que 22 militarán en diferentes partidos, todos ellos republicanos, aunque irán evolucionando políticamente al compás
de la trayectoria de los diferentes sectores del republicanismo durante la Segunda
República y a los que hay que añadir cuatro diputados socialistas.
La mayoría fueron encausados en rebeldía por hallarse en el exilio o, como
Marco Miranda, escondido al no haberse decidido a partir al extranjero, y cuatro
de ellos habían muerto víctimas de la represión, uno por parte de elementos revolucionarios incontrolados (Calot Sanz) y tres ejecutados por los sublevados (Casas
Sala, Molina Conejero y Villalta Gisbert). Por su relevancia masónica sufrieron la
mayor condena posible, 30 años de reclusión mayor Vargas Guerendiaín, Carlos
Esplá y Marco Miranda, mientras que López Orozco fue condenado a 25 años de
reclusión mayor y, además, fue encarcelado. A 20 años y 1 día fueron condenados
Manteca Roger, Fernando Valera, Miguel de la Cámara Cendoya (encarcelado),
Botella Asensi, Royo Gómez y Pérez Torreblanca. El resto fue condenado a 12
años y 1 día –Rodríguez de Vera, Cano Coloma (ambos sufrieron prisión, aunque
no directamente relacionada con la condena del termc), Iranzo Enguita (diputado por Teruel, aunque miembro de una logia valenciana, que fue encarcelado
durante unos meses), Gómez-Hidalgo y Gomáriz de la Torre–, o bien el sumario
fue archivado provisionalmente, por hallarse en el exilio o fallecidos sin que existieran pruebas concluyentes para el Tribunal– Juli Just, Pascual-Leone y Rodolfo
Llopis en el primero de los supuestos y Villalta, Darío Marcos o César Puig en
el segundo, e incluso por no haber pruebas concluyentes de su iniciación, como
sucedió con Ruiz Pérez-Águila. El porqué de esta diferenciación en la decisión del
Tribunal Especial, en cuanto a los exiliados, es algo que entra en la órbita de la
arbitrariedad del Tribunal. Se sobreseyeron definitivamente los sumarios de Casas
70
Sala, Calot Sanz y Molina Conejero, como hemos visto, víctimas de la represión y
también el de Gasset Lacasaña, fallecido en 1941. De César Oarrichena no hemos
hallado su sumario.53
En los sumarios por el delito de masonería de los masones valencianos nos
aparecen frecuentes referencias a la intervención de otras jurisdicciones represoras.
Por ejemplo aparecen certificaciones del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas en las que se nos informa de expedientes instruidos por los Jueces
Instructores de Responsabilidades Políticas contra estos masones. Podemos citar
la certificación que nos indica que al alicantino Franklin Albricias Goetz, que
fue presidente de la Diputación Provincial durante la República, se le siguió el
expediente n.º 1913 de 1939 del Tribunal de Alicante, siendo condenado en septiembre de 1940 a la sanción de inhabilitación para cargos durante 15 años y a
la económica de 10.000 pesetas, o que en el sumario de Manuel Escuder Esteve,
comerciante de Burriana, amigo personal de Marco Miranda, que fue destacado
militante de Esquerra Valenciana y masón en 1928 en la logia Federación Valentina de Valencia, aparece el fallo de la sentencia dictada por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Valencia de fecha 28 de octubre de 1940,
condenándole a la sanción de 25.000 pesetas.54 También era frecuente la remisión de antecedentes masónicos que aparecían en la tramitación del expediente
de Responsabilidades Políticas al Delegado de Recuperación de Documentos o a
la Presidencia del termc por parte del Tribunal Regional, tanto en los sumarios
por el delito de masonería como en los expedientes masónicos personales que se
iban confeccionando.55 O nos aparecen certificados de antecedentes masónicos
que desde Salamanca se remitían a los Tribunales Regionales de Responsabilidades Políticas y estos posteriormente los enviaban a la Presidencia del termc, como
fue el caso de Mario Blasco Blasco, el hijo de Blasco Ibáñez en julio de 1941.56
También es frecuente encontrar certificaciones de los Secretarios de los Juzgados Militares, informando de sentencias por el procedimiento sumarísimo de
urgencia que habían recaído sobre masones, como fue el caso del médico Antonio
Sánchez García, dirigente de Izquierda Republicana y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Valencia, que fue condenado por la Jurisdicción Militar en la causa
n.º 9882-v del Juzgado Militar n.º 8 de Valencia, el 27 de marzo de 1940 a la pena
de 6 años de prisión menor y accesorias de suspensión de todo cargo durante el
tiempo de condena, fundamentalmente por haber sido Comandante médico con
el Ejercito Popular de la República.57 También nos aparecen las sentencias de los
Consejos de Guerra en los sumarios del termc de Mariano Pérez Feliu, José Cano
Coloma o Fernando Montero Duch, por citar algunos ejemplos.
Los sumarios de los masones valencianos sirven también como una interesante fuente de información sobre la búsqueda de avales por parte de los condenados,
y, cómo no, nos permiten analizar la actuación antimasónica de las Comisarías de
71
policía de Valencia, Alicante o Elda, que tras las oportunas órdenes del Negociado 2.º de la Sección 2.ª de la Comisaría General Político-Social de la Dirección
General de Seguridad, recababan información sobre los acusados, procedían a su
detención y a la práctica de diligencias y primeros interrogatorios, o intervenían
directamente en la búsqueda y captura de los masones acusados cuando así lo dictaba el Juez Instructor en caso de rebeldía.
La documentación de los sumarios también nos permite averiguar las estrechas relaciones de la masonería con otros movimientos como el naturismo o la
teosofía, con asociaciones como la Liga Española de los Derechos del Hombre,
la Cruz Roja58 o las actividades de los masones durante la guerra, o incluso datos
sobre su asesinato o ejecución, si se dio el caso, como los ya citados Casas Sala,
Molina Conejero o el coronel castellonense Eliseo Chordá Mulet, ejecutado en
Alicante el 26 de agosto de 1939, y también información sobre masones víctimas
de bombardeos, como Andrés Pascual Devesa, fallecido en el ataque que sufrió el
Mercado Central de Alicante el 25 de mayo de 1938.
En resumen, el análisis de la represión franquista de los masones valencianos
nos permite adentrarnos en una valiosa e imprescindible fuente de información
sobre la trágica realidad de la represión franquista, que se alargó hasta prácticamente la disolución del Tribunal Especial en 1964.59 Son centenares de sumarios,
con sus correspondientes condenas, en los que se emplearon unos procedimientos
basados en una Ley destinada a terminar con cualquier vestigio de la masonería
en nuestro país.
72
sesión del tribunal especial de represión de la masonería y del comunismo
Aguatinta en el reverso de una ficha de la barbería de la cárcel, del pintor valenciano josé manaut viglietti, condenado por el termc en el sumario 287/ 1943 a 12 años y 1 día de prisión
menor y accesorias.
73
NOTAS
1
2
3
4
5
6
7
JIMÉNEZ VILLAREJO, Carlos: «La destrucción del orden republicano (apuntes jurídicos)»,
Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, n.º 7, 2007, p. 21 y ss.; http://hispanianova.rediris.es.
Máxime cuando la identificación entre masonería y comunismo es una falacia ya que desde
1917 se estableció una auténtica política antimasónica en la Rusia revolucionaria, extendida a
partir de 1921 a todos los Partidos Comunistas, en virtud de la decisión adoptada por el Tercer
Congreso de la Tercera Internacional, en el que, a propuesta de Trotsky, se prohibió la adhesión a la masonería de los comunistas. Esta prohibición se aplicó en todo el bloque soviético
hasta la caída del Muro de Berlín, con la excepción de Cuba. Vid.: FERRER BENIMELI, José
Antonio: La Masonería, Madrid, Alianza Editorial, 2001, pp. 119-122.
BOOR, J. (pseudónimo de Francisco Franco), Arriba, 14 de diciembre de 1946. Recogido en
el volumen Masonería, del mismo autor (Madrid, Gráficas Varela, 1952) y reeditado por la
Fundación Francisco Franco en 1980 en el que aparece como autor el propio Franco. Son un
total de 49 artículos publicados en el diario falangista entre el 14 de diciembre de 1946 y el 3
de mayo de 1951. Sobre la autoría de estos artículos por parte de Franco no hay duda, pero, al
parecer, Luis Carrero Blanco, en ese momento Subsecretario de la Presidencia del Gobierno,
personaje muy obsesionado con la masonería, como el propio Franco, también tuvo mucho
que ver en su redacción final, que tenía como base unos guiones previamente escritos por Ernesto Giménez Caballero.
El tema ha sido extensamente desarrollado en una obra definitiva sobre el famoso «contubernio». Cfr. FERRER BENIMELI, José Antonio, El contubernio judeo-masónico comunista:
del satanismo al escándalo de la P-2, Madrid, Istmo, 1982. También resulta muy interesante
la investigación realizada por Javier Domínguez Arribas sobre la creación del discurso antimasónico y antijudío en la propaganda del primer franquismo, en la que destaca que una de
las pocas novedades del franquismo en cuanto a la transmisión de este tipo de tesis fue que,
por primera vez, éstas eran difundidas desde el poder. Desde un poder absoluto añadiríamos.
Vid.: DOMÍNGUEZ ARRIBAS, Javier: El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista
(1936-1945), Madrid, Ed. Marcial Pons, 2009.
La represión franquista fue una realidad multiforme, en expresión acuñada por el profesor
Torres Fabra. Vid.: TORRES FABRA, Ricard Camil: «La repressió franquista al País Valencià. Aproximació a una realitat multiforme», en PAGÉS I BLANC, Pelai (dir.): Franquisme
i repressió. La repressió franquista als Països Catalans (1939-1975), València, Universitat de
València, 2004, pp. 103-126.
Un magnífico compendio de las leyes represoras del franquismo lo encontramos en: PAGÉS
I BLANC, Pelai: Les lleis repressives del franquisme. (1936-1975), València, Ed. Tres i Quatre,
2010.
BOE n.º 44 de 13 de febrero de 1939, pp. 824-847. Sobre esta Ley, vid.: ÁLVARO DUEÑAS,
Manuel: «Por ministerio de la ley y voluntad del Caudillo»: la jurisdicción especial de Responsabilidades Políticas (1939-1945), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006.
Del mismo autor, más recientemente, son de gran interés en cuanto a las repercusiones económicas de la represión franquista: ÁLVARO DUEÑAS, Manuel: «Por derecho de fundación:
la legitimación de la represión franquista» y fundamentalmente «Control político y represión
económica», en: NÚÑEZ Y DÍAZ-BALART, Mirta (coord.), La gran represión. Los años de
plomo de la posguerra (1939-1948), Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 2009, pp. 53-132 y
235-284.
Existen ya diversos estudios provinciales de la actuación del Tribunal, entre los que destaca-
74
mos: MIR CUCÓ, Conxita et al.: Repressió económica i franquisme: l’actuació del Tribunal de
Responsabilitats Polítiques a la província de Lleida, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Monserrat, 1997; ÁLVAREZ GARCÍA, Carlos, «Responsabilidades políticas y libertad vigilada. El
caso de Soria. Fuentes documentales conservadas en el Archivo Histórico Provincial: (19371972)» en El franquismo, el Régimen y la oposición: Actas de las IV Jornadas de Castilla-La Mancha sobre Investigación en Archivos, Toledo, ANABAD-Castilla la Mancha, 2000. Vol. II, pp.
599-620; FRANCO LANAO, Elena, Denuncias y Represión en años de posguerra. El Tribunal
de Responsabilidades Políticas en Huesca. Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2005;
SANLLORENTE BARRAGÁN, Francisco: La persecución económica de los derrotados. El Tribunal de Responsabilidades Políticas de Baleares (1939-1942). Palma de Mallorca, Ed. Miquel
Font, 2005. Anteriormente, sobre el caso de las Baleares destaca el estudio de la documentación como fuente histórica realizado por: GINARD, David, «La Causa General. Repercusiones
económicas y sociales de la Guerra Civil en las islas Baleares», Ebre 38 Revista Internacional de
la Guerra Civil (1936-1939), n.º 1, Barcelona, pp. 57-66.
8
ÁLVARO DUEÑAS, M., op. cit., pp. 266-270 y 273.
9
PEÑA RAMBLA, Fernando, La aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas en la provincia de Castellón. Tesis Doctoral inédita, Universitat Jaume I de Castelló, 2008.
10
SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, Las responsabilidades políticas en la posguerra española. El Partido Judicial de Monóvar. Alicante, Universidad de Alicante, 1984. Una visión general de la
represión de la posguerra en esta provincia aparece en ORS MONTENEGRO, Miguel: «La
represión de posguerra en Alicante» en VV.AA., Guerra Civil y franquismo en Alicante, Alicante, Institut de Cultura Juan Gil-Albert, 1990, pp. 95-117; y más extensamente en ORS
MONTENEGRO, Miguel, La represión de guerra y posguerra en Alicante (1936-1945), Alicante, Generalitat Valenciana-Institut Juan Gil-Albert, 1995.
11
Según la información que muy amablemente nos ha hecho llegar la archivera de esta institución D.ª María del Olmo.
12
El título de la investigación es: Els expedients del Tribunal de Responsabilitats Polítiques d’Alcoi y
será publicado en la colección Memòria de la Editorial Tres i Quatre. Es uno de los proyectos
de la Comissió de la Veritat del País Valencià.
13
Según datos que nos ha facilitado el profesor Francisco Moreno Sáez.
14
CALZADO ALDARIA, Antonio y TORRES FABRA, Ricard Camil: Características y desarrollo de la violencia política en la Ribera Baixa (1936-1945), Valencia, Malta de Encuentros,
1996.
Una herramienta imprescindible para conocer la bibliografía valenciana sobre la represión
franquista la encontramos en: TORRES, Ricard Camil: La repressió franquista al País Valencià.
Recull bibliogràfic. València, Tres i Quatre, 2008.
15
MAGÁN MERCHÁN, Carmen et al.: «Causa General; la represión de los más perversos ideales». Cuartas Jornadas Archivo y Memoria. La memoria de los conflictos: legados documentales para
la Historia. Madrid, 19 y 20 de febrero de 2009; http://www.archivoymemoria.com. En este
trabajo se analizan los orígenes de la Causa General, especialmente a partir de varios Decretos
de 1936, especialmente la Orden de 26 de septiembre, que establecía el inicio de la instrucción
de informaciones nada más ser ocupado militarmente el territorio, con la finalidad de identificar a los culpables y exigirles las responsabilidades políticas que de ello se derivasen. Las Causas
Generales Militares se extienden desde octubre de 1937 hasta la entrada en vigor del Decreto
de 26 de abril de 1940. Durante la guerra se instruyó la de la provincia de Castellón, entre
otras, y una vez finalizada la contienda se inició la de Valencia.
16
SÁNCHEZ RECIO, Glicerio: «La Causa General como fuente para la investigación histórica», en: SÁNCHEZ, I., ORTIZ, M. y Ruiz, D.: España franquista. Causa General y actitudes
75
sociales ante la Dictadura. Albacete, Universidad de Castilla la Mancha, 1993, pp. 23-28. Este
trabajo está basado en el artículo conjunto que publicaron los profesores Sánchez Recio y
Santacreu Soler, que fue decisivo para que los historiadores conociesen la fuente de la Causa
General y la utilizasen, libres ya del maniqueísmo de la historiografía franquista, sobre todo
para el estudio de la Guerra Civil. Vid., SÁNCHEZ RECIO, G. y SANTACREU SOLER, J.
M., «La Causa General, fuente para el estudio de la rebelión y de la Guerra Civil», Arbor, n.º
491-492, Madrid, Noviembre-Diciembre 1986, pp. 217-230.
Sin embargo, para el tema que nos ocupa, la Causa General como fuente para la represión franquista, Josep Miquel Santacreu ya realizó una excelente reflexión en: SANTACREU SOLER,
J. M., «La repressió judicial: La Causa General» en PAGÉS I BLANC, Pelai (dir.), Franquisme
i repressió. La repressió franquista als Països Catalans (1939-1975), València, Universitat de
València, 2004, pp. 59-73.
17
Ibíd., pp. 64 y 67-70.
18
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Causa General. 1375-2. El Ramo de Montesa formaba parte del Tomo XXXIII de la Pieza Principal de la Causa General de Valencia, junto a
Navarrés, Quesa, Sellent y Vallada.
19
RAMOS, Victoria: «La represión franquista en el Archivo del PCE» Hispania Nova. Revista de
Historia Contemporánea, n.º 7, 2007; http://hispanianova.rediris.es. También encontramos una
descripción sobre este Archivo en la página web de la Fundación de Investigaciones Marxistas
http://www.fim.org.es.
20
BABIANO, José: «Fuentes para el estudio de la represión franquista. El Archivo de Historia
del Trabajo de la Fundación 1.º de Mayo». Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea,
n.º 6, 2006; http://hispanianova.rediris.es.
21
GARCÍA PAZ, Beatríz: «Fundación Pablo Iglesias: Documentación sobre la represión franquista». Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, n.º 6, 2006; http://hispanianova.
rediris.es
22
CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA (CDMH) Sección Especial.
TERMC 12201 y 27067, respectivamente.
23
Estos organismos fueron la Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista, la Delegación de Servicios Especiales, la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos y
sus delegaciones territoriales
24
GONZÁLEZ QUINTANA, A., «Fuentes para el estudio de la represión franquista en el
Archivo Histórico Nacional, sección «Guerra Civil», Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.ª
Contemporánea, t .7, 1994.
25
DÍEZ DE LOS RÍOS, María Teresa: Documentación sobre la Guerra Civil en Alicante: Archivo
Histórico Nacional, Sección «Guerra Civil», Salamanca: inventario de la serie político-social de
Alicante. Alicante, Instituto Juan Gil Albert, 1984.
26
GONZÁLEZ QUINTANA, Antonio, op. cit. También en http://www.Mcu.es/archivos/MC/
AGC/FondosDocumentales/Introducción.html.
27
FERRER BENIMELI, J. A., La masonería, op. cit., pp. 126-128. También en diversas obras
del mismo autor, como por ejemplo: «Franco y sus diablos: los masones». Historia 16, año
II, n.º 15, julio 1977, p. 40, o en «La francmasonería y la guerra civil española», Anuario del
Ateneo de Castellón, n.º 1, noviembre de 1988, p. 15.
28
Sobre todo este proceso vid., GONZÁLEZ QUINTANA, A., op. cit., pp. 479-508.
29
CDMH, Legajo 357 A, expediente 1, «Recuperación de Documentos de Alicante», Legajo 582
A, expediente 25/6.
76
Sobre la actuación de este personaje y su interesante correspondencia con Marcelino de Ulibarri, vid.:, SAMPEDRO RAMO, Vicent: La maçoneria valenciana i les lògies accidentals durant
la Guerra Civil, València, Consell Valencià de Cultura, 1997 (2.ª ed. 2006), pp. 143-144.
31
Una muy buena aproximación a la figura de Planas de Tovar la tenemos en GINÉS I SÀNCHEZ, Andreu: «Francisco Javier Planas de Tovar, el governador de la repressió (València,
1939-1943) en La repressió franquista al País Valencià. Primera Trobada d’Investigadors de la
Comissió de la Veritat. [Pagés i Blanch, Pelai (editor)], València, Ed. Tres i Quatre, 2009. pp.
589-620.
32
JARAMILLO GUERREIRA, Miguel Ángel, «Documentación masónica para la represión de
la masonería», en La masonería española entre Europa y América. [FERRER BENIMELI, J. A.,
coord.], Zaragoza, Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón. 1995, Vol.
II, pp. 816-819.
33
CDMH, Legajo. 575-A, expediente 2. «Recuperación de Documentos de Alicante». Este tema
lo desarrollamos en SAMPEDRO RAMO, Vicent: La maçoneria valenciana i les lògies accidentals durant la guerra civil. València, Consell Valencià de Cultura, 1997 (2ª ed. 2006).
34
CDMH, Legajo 357 A, expediente 1. «Recuperación de Documentos de Alicante». En concreto de la relación certificada en el día señalado, correspondiente a la expedición n.º 3 de documentación y objetos que se enviaban por ferrocarril a Salamanca, aparece un saco, con el número 296, indicando que se trata de «documentación extraída del fondo del mar. Alicante.»
35
CDMH,Legajo 776 A. Documentación de la Gran Logia Simbólica Regional del Levante de
España.
36
BOE n.º 62, 2/03/1940, pp. 1537-1539. Aunque generalmente es conocida como Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, el título que aparece en el BOE es el que exponemos
en el texto.
Sobre esta Ley es de reciente aparición: SAMPEDRO RAMO, Vicent: «La represión franquista contra los masones: la Ley de 1 de Marzo de 1940 sobre Represión de la Masonería y el Comunismo» en VV.AA.: Pensamientos jurídicos y palabras dedicados a Rafael Ballarín Hernández,
València, Universitat de València, 2009, pp. 823-834.
37
GONZÁLEZ QUINTANA, Antonio: op. cit., p. 499. También en MARTÍN, Luis P.: «La
otra cara de la Guerra Civil: la represión de la masonería salmantina», en Salamanca: Revista
Provincial de Estudios, 1997, n.º 40, pp. 431-446, y CLARET, Jaume: «La Universidad de Salamanca, plataforma de la represión en el sistema universitario español» en Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española. Barcelona, Crítica, 2007, pp. 221-229. Claret califica
a Sánchez Tejerina como el primer gran teórico de los insurgentes, autor del planteamiento de
que la Guerra Civil tuvo lugar entre España y la anti-España.
38
Sobre la actividad masónica de Marco Miranda y su procesamiento por el TERMC, vid.:
SAMPEDRO RAMO, Vicent: «El Tribunal Especial de Repressió de la Maçoneria i el Comunisme contra Vicent Marco Miranda: un exemple de la repressió antimaçònica al País Valenciá», en La repressió franquista al País Valencià. Primera Trobada d’Investigadors de la Comissió
de la Veritat. [PAGÉS I BLANCH, Pelai (editor)], València, Ed. Tres i Quatre, 2009, pp.
259-306.
39
BOE n.º 94, de 3 de abril de 1940, pp. 1448-1454. El Decreto estaba estructurado en 5 artículos, quedando desarrollado el modelo de la declaración-retractación, que constaba de 16
puntos, en su primer artículo.
40
Decreto de la Presidencia del Gobierno de 4 de junio de 1940. BOE n.º 158 de 6/06/1940, p.
3893. Sánchez Tejerina pasó a ocupar después de la guerra la cátedra de Derecho Penal de la
Universidad Central. Antonio Luna había obtenido en 1932 la cátedra de Derecho Internacional Público de la Universidad Central, que por supuesto volvió a ocupar en 1939.
30
77
BOE n.º 196, de 15/07/1943, p. 6830. Aparecen publicados los Decretos de cese de Borbón
y de nombramiento de Cánovas, firmados por Franco. El general Cánovas, durante la guerra
ocupó, entre otros destinos, la Comandancia Militar de las Baleares y en 1940 fue nombrado
Capitán General de Valencia, ostentando desde abril de 1942 a agosto de 1943 la Dirección
General de la Guardia Civil.
42
BOE n.º 89, de 30/03/1945, p. 2448.
43
Podemos observar, en las biografías de estos generales su total compromiso con el levantamiento militar y una destacada actuación durante la Guerra Civil (al igual que Saliquet, Cánovas
y Borbón). En la posguerra ocuparon cargos destacados, pues Solans, uno de los principales
impulsores del levantamiento militar en Melilla y autor del célebre telegrama dirigido a Franco
el 17 de julio de 1936, en 1942 era capitán general de la 8.ª Región Militar. Rada, en 1941
ostentaba la Jefatura de la 13 División en Madrid, siendo nombrado en 1946 capitán general
de la 2.ª Región Militar y Uzquiano era 2.º jefe de la Casa Militar de Franco en 1942. Además,
ocupar algún cargo dentro del TERMC estaba excelentemente remunerado para la época,
pues, por ejemplo, la presidencia estaba dotada con 60.000 pesetas anuales, mientras que las
vocalías lo estaban con 12.000. (BOE n.º 253 de 10/09/1941 que publica la Ley de 3 de septiembre de 1941 (rectificada) por la que se modifican las dotaciones que para funcionamiento
del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo habilitó la Ley de 24
de enero del año en curso.)
44
BOE n.º 122, de 2/05/1941. Decreto de Presidencia del Gobierno de 1 de mayo de ese año.
En febrero de 1944 López Ortiz fue nombrado Vocal de la Sala número 1, adscrita al Tribunal
Nacional de Responsabilidades Políticas y en 1959 fue promovido a Magistrado de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo.
45
La labor del Tribunal fue fundamentalmente antimasónica, en consonancia con el espíritu
de la ley de 1 de marzo de 1940. Vid. USÓ I ARNAL, J. C.: «Nuevas aportaciones sobre la
represión de la masonería española tras la Guerra Civil», en Masonería, Política y Sociedad,
Zaragoza, [FERRER BENIMELI, J. A., coord.], Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, 1989, vol. II, pp. 599-647. Usó hace un pormenorizado estudio de las partes
dispositivas de las sentencias dictadas por el Tribunal Especial, hasta finales del año 1945, que
fueron publicadas por el Boletín Oficial del Estado. Recoge un total de 2.269 condenas por el
delito de masonería, y solamente 26 por el delito de masonería y comunismo; en 159 casos la
condena fue de 30 años de reclusión mayor.
46
CDMH, TERMC, n.º 35.282. Sumario 392/1950. Se trataba de un miliciano de la UGT, que
había ido voluntario al frente.
47
PAZ SÁNCHEZ, M. de, Militares masones de España. Diccionario Biográfico del siglo XX. Valencia, Centro Francisco Tomás y Valiente UNED Alzira-Valencia. Fundación Instituto de
Historia Social, 2004.
48
Existen excepciones, como la del socialista valenciano Antonio de Gracia Pons, simbólico
Pablo Iglesias, miembro de la logia Federación Valentina n.º 2, que fue concejal por Valencia
y durante la guerra Gobernador Civil de Granada y Jaén. Capturado en abril de 1939, fue
condenado a pena de muerte, conmutada posteriormente por la inmediata inferior (30 años).
Encarcelado en Jaén y Sevilla, fue trasladado en 1945 a la Prisión Provincial de Madrid, a
disposición del TERMC (sumario 123/1945), que le condenó el 3 de noviembre de ese año a
12 años y 1 día de reclusión menor y accesorias, permaneciendo encarcelado hasta septiembre
de 1947, en que se le concedió la prisión atenuada en su domicilio. En 1949 la pena le fue
conmutada por la de 9 años de prisión mayor e inhabilitación para cargos políticos y sindicales.
CDMH, TERMC 12020.
41
78
Entre los masones de Castellón no exiliados o fallecidos, la condena más grave recayó en Vicente Calduch Roig (sumario 375/1943), condenado el 20 de junio de 1944 a 25 años de
reclusión mayor y accesorias, por lo que fue encarcelado en la Prisión Provincial de Madrid
–Carabanchel–; la pena le fue conmutada en abril de 1946 por la de 10 años de Prisión Mayor,
permaneciendo preso hasta el 9 de mayo de ese año, en que se decretó su prisión atenuada por
hallarse enfermo. CDMH, TERMC 5891.
49
CDMH, TERMC 227. Sumario 99/1941 contra Germán González Campo.
50
Será el caso de personajes de la relevancia de Vicent Marco Miranda, Vicent Sos Bainat o
Vicent Tomás i Martí, o los diputados republicanos por Castelló José Royo Gómez, Francisco
Casas Sala y Francisco Gómez-Hidalgo y Álvarez, o los gobernadores civiles de Castellón,
Francisco Escola Besaba y Antonio Navarro Sánchez de Úbeda.
51
CDMH, TERMC 15834 y 11518, respectivamente.
52
Ibídem, TERMC 5891.
53
Sobre el tema de la represión franquista en el País Valenciano y especialmente sobre los diputados masones hemos presentado una comunicación titulada «La represión franquista de la
masonería en el País Valenciano: los sumarios de los diputados masones en las legislaturas de la
Segunda República» en el XII Simposium Internacional de Historia de la Masonería Española:
La masonería española. Represión y exilios, celebrado en Almería, del 8 al 10 de octubre de 2009
y que en estos momentos está en fase de publicación.
54
CDMH TERMC 9251 y 4985, respectivamente.
55
En el expediente masónico de Renán Azzati Cutanda, hijo del célebre periodista y líder republicano que también fue masón, aparece una certificación del Secretario del Tribunal Regional
de Responsabilidades políticas de Valencia, fechada el 6 de noviembre de1941 en la que se
certifica que en el expediente n.º 4768, abierto contra Renán Azzati, exiliado, se le cita como
masón; es una de las escasas referencias conservadas sobre su pertenencia a la masonería, en la
misma logia a la que perteneció su padre, la Federación Valentina n.º 2 de Valencia. –CDMH
Sección Especial. Legajo 14 B, exp. 22–.
56
CDMH. Sección Especial. Legajo 728 B, expediente 10.
57
El TERMC le condenó por el delito de masonería, ya que en 1932 era miembro de la logia
Patria Nueva n.º 4 de Valencia a la pena de 12 años y 1 día de reclusión menor y las accesorias
el 26 de mayo de 1944, ingresando en la Prisión Provincial de Madrid, aunque debido a que
se encontraba enfermo, el 28 de junio siguiente mediante Providencia del Tribunal, se decretó
que podía cumplir la pena en prisión atenuada en su domicilio. –CDMH. TERMC 6151–.
58
Por ejemplo en el sumario incoado contra el Dr. Ricardo Muñoz Carbonero, que había sido
Presidente de esta institución en Valencia entre 1932 y 1939. –CDMH. TERMC 10202–.
59
Una de las actuaciones más tardías del Tribunal Especial fue contra el castellonense José Agut
Hernández, que en 1932 había sido iniciado en la logia Patria Nueva de Valencia y al que se
le incoó el sumario 484/1945 (TERMC 13245). Al no ser hallado tras la orden de busca y
captura ordenada por el Juez de Instrucción n.º 2, el Tribunal decidió el archivo provisional de
las actuaciones el 24 de noviembre de 1945. En 1963, la Dirección General de Seguridad comunicaba que el imputado residía en Carcaixent, por lo que se ordenó nuevamente la elevación
del sumario al Juez Instructor, y, finalmente, en diciembre de ese año, se dictó un nuevo auto
de terminación del sumario, con la propuesta del sobreseimiento definitivo, dada la avanzada
edad de Agut en aquellos momentos –78 años–, la escasa entidad de los hechos imputados y su
falta de peligrosidad. Aunque entre la documentación del sumario no aparece la resolución definitiva del Tribunal, entendemos que ésta fue acorde con lo propuesto por el Juez Instructor.
Poco tiempo después Agut marchó a México, donde residía su familia.
79
Paredón en Paterna
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LAS VÍCTIMAS CUANTIFICABLES DE
LA REPRESIÓN FRANQUISTA: LAS EJECUCIONES
Vicent Gabarda Cebellán
Doctor en Historia por la Universidad de Valencia
Cuando uno se plantea
hablar sobre la represión
franquista y sus fuentes,
tiene ante sí un tan amplio
abanico de posibilidades
que lo más fácil es perderse en el mismo y no llegar
a ninguna parte. Porque la
pregunta ya no es qué es
represión franquista, sino
más bien qué no es repreEl profesor Vicente Gabarda durante su intervención
sión franquista. Mires por
donde mires, en un sentido
o en otro, en mayor o menor medida, todos nos hemos visto afectados por algún
que otro aspecto de la represión que sobre el pueblo español, sobre la inmensa
mayoría del pueblo español, se aplicó durante los años en que el invicto Caudillo
tuvo en su puño las riendas del Estado y de los españoles.
Durante los años de la Guerra Civil y los de la larga posguerra, en la zona
donde en un primer momento triunfó el alzamiento militar, y en aquellas que,
de forma paulatina, pero inexorable, iban cayendo en manos de los sublevados,
se llevaron a cabo paseos, ejecuciones, torturas, palizas, encarcelamientos masivos
e internamientos en campos de concentración, en batallones de trabajadores, etc.
Pero también se realizaron depuraciones en el cuerpo de funcionarios, en la empresa pública y privada, hubo, por poner sólo unos ejemplos, vejaciones, privación
de derechos individuales y colectivos, implantación del servicio militar obligatorio
con el destierro temporal que generalmente llevaba aparejado; hubo una férrea
censura de todo lo escrito, representado o proyectado; hubo una vuelta a la mo81
ralidad de siglos atrás, una obligatoriedad de pensar en católico, de bajar la voz
cuando se le ocurría a alguien pensar en algo que no fuese acorde con las ideas del
Movimiento.
Y todos y cada uno de estos aspectos, susceptibles de investigar a partir de
unas fuentes documentales archivadas, guardadas, o simplemente almacenadas en
muy distintos lugares (ayuntamientos, ministerios de Cultura, Defensa, Educación y Ciencia, archivos parroquiales, etc., etc.), dejaron su reguero de víctimas y
su reguero de cicatrices sobre la gran mayoría de la población, unas cicatrices más
profundas que otras, unas más imborrables que otras, muy difíciles de ponderar,
pero cicatrices, al fin y al cabo.
Respetando los sentimientos de todas y cada una de las víctimas, incluso de
todas aquellas que se consideran víctimas del franquismo por algún matiz del término represión que no pueda fácilmente llegar a ser considerado por todos como
propiamente represiva o represora, si tuviéramos que valorar la calidad de unas y
otras víctimas, la calidad de sus cicatrices, desde mi punto de vista las más profundas serían las que se generaron en los familiares, en los que quedaron para
recordarlo, por la muerte del padre, de la madre, del hermano, de la hermana, del
marido o la mujer, o del hijo o la hija, que de todo hubo, incluso casos en donde
se dieron varias de estas posibilidades; unas muertes ocurridas de forma natural o
violenta, por aplicación de una sentencia de pena de muerte o de una paliza, o de
una ráfaga mortal en pleno monte o en un descampado, o por una enfermedad no
curada en un centro penitenciario.
Esta forma de represión, la más brutal, si cabe, del conjunto de formas en
que puede manifestarse, la que como última consecuencia llevó a la pérdida de
lo más preciado por todos, la propia vida, esta forma de represión, repito, puede
ser cuantificada con un elevado grado de exactitud, al menos en el caso del País
Valenciano, pues aparte de la huella emocional, que sin duda llega hasta nuestros
días, reflejada en los testimonios orales que van siendo recogidos en publicaciones
y archivos ex profeso, dejaron tras de sí una huella documental, en unas ocasiones
de fácil acceso a los investigadores y estudiosos del tema, y en otras por el contrario
rodeadas de barreras infranqueables que casi imposibilitan su consulta.
Nos estamos refiriendo, básicamente, a los Sumarios generados por los Consejos
de Guerra y a la Sección Tercera del Registro Civil, aunque se debe hacer referencia a
otras fuentes. Profundizar en ellas es el objetivo de la presente comunicación.
Pero antes de entrar en el tema, me gustaría indicar una serie de cuestiones
básicas y necesarias para la comprensión del mismo. No ejerzo ni he ejercido jamás
la docencia en un centro universitario o de enseñanzas medias, ni formo parte del
PDI (Personal Docente e Investigador) de ninguno de ellos, pero sí soy doctor
en Historia (especialidad en Historia Contemporánea) por la Universidad de Valencia, obtenido tras la lectura y aprobación de una tesis doctoral en noviembre
82
de 1989, que sería publicada en 1993 y reeditada años más tarde.1 Siendo así, y
tomando como referencia la clasificación realizada por Julio Aróstegui,2 por mi
edad, no puedo formar parte de los miembros de la memoria de identificación y
confrontación, imperante durante los treinta años posteriores al fin de la guerra
(memoria oficial del franquismo y memoria reprimida del exilio republicano),
ni tampoco puedo formar parte de la memoria de la reconciliación, desarrollada
durante los años de la Transición, más propia de la generación de los hijos de la
guerra, propiciada por el establishment universitario (del que nunca he sido miembro) y el propio gobierno del momento, y que sería partidaria de no pedir cuentas
al pasado por el peligro de agitar fantasmas, de levantar heridas. Tampoco puedo
ser incluido en la memoria de la reparación, la que coincidiendo con los años del
gobierno de la derecha y la constante reivindicación de la memoria por parte de
los que querían rescatar las víctimas anónimas del olvido, plantean la recuperación
y reparación moral de sus memorias.
¿Dónde se me puede incluir? Pues entiendo que formo parte de un grupo
minoritario que, cuando no estaba de moda la memoria histórica, cuando intentar
consultar un archivo militar era algo comparable a pretender divulgar un secreto
de Estado, cuando para hablar de determinados temas era necesario volver casi a la
clandestinidad, cuando sobraban los nombres propios y la bibliografía a consultar
era más bien escasa, comenzamos a introducirnos en ese aspecto de nuestra historia, tan cercano a nosotros y al tiempo tan oculto: la represión franquista.3 Las
fuentes que pude utilizar en su momento siguen siendo válidas, y los problemas de
consulta siguen estando presentes. Y ya han pasado treinta años.
Dicho esto, pasemos a hablar de las fuentes.
LOS SUMARIOS DE LOS CONSEJOS DE GUERRA SUMARÍSIMOS
Hemos de tener en cuenta que, en el aspecto de las víctimas cuantificables, la
represión franquista durante la Guerra Civil y la posguerra, atravesó por tres fases
o etapas bien diferenciadas, aunque el resultado siempre sería el mismo, la eliminación o muerte del enemigo.
La primera de ellas comprendería desde julio a octubre de 1936, donde, al
amparo del Bando declaratorio del Estado de Guerra, la nota más característica
son las ejecuciones en las mismas calles, en la salida de los pueblos, en las carreteras o en las tapias de los cementerios, sin expedientes ni trámites de ningún
tipo, como la fase final de la batalla, donde la ocupación militar corre pareja a los
saqueos y expolio de la zona conquistada, al exterminio por eliminación física de
un potencial enemigo militar en retaguardia, y al aplastamiento de toda idea contraria al Movimiento liberador mediante el sometimiento de la población civil por
los nuevos dueños de la situación. En este fenómeno, todos podían tomar parte
impunemente.
83
La represión es una cosa necesaria, consustancial y básica, ya que el alzamiento militar, fracasado en un primer momento, se había de asentar firmemente en
las zonas donde triunfaba, poniéndose a cubierto de una retaguardia no siempre
fiel, sino más bien hostil, en aquellos territorios donde, como alzamiento, había
fracasado.
Pero el que en un primer momento no se llevaran a cabo los procesos legales
que conducían a la víctima ante el pelotón de ejecución, no significa que esas
muertes, miles de muertes, fueran el resultado exclusivo de la acción de grupos
incontrolados, ajenos a las autoridades militares, y que ésta fuera la única forma
de represión; mientras esto ocurría, los militares a su vez llevaban a cabo una represión indiscutiblemente durísima, cualitativa y cuantitativamente, planificada
y precisa, basada tanto en la aplicación de la Justicia Militar sobre sus víctimas,
como en la rebusca de archivos y ficheros en cada uno de los núcleos de población
conquistados, con el fin de catalogar y clasificar a sus posibles enemigos, y poder
así atrapar a aquéllos que podían haberse librado de la primera purga.
La segunda de las fases indicadas se iniciaría a finales del verano del 36, cuando los franquistas, ante la presumible caída inminente de la capital de España,
comienzan a desarrollar las normas legales necesarias para establecer en esa ciudad
una serie de Consejos de Guerra que servirían para restablecer la normalidad jurídica. Estas normas no fueron modificadas, pese a que la entrada se pospuso más
de dos años, pero regirán en cada una de las capitanías generales de las regiones
militares, una vez eran «liberadas», en un proceso encaminado a monopolizar el
papel de represores.
Estos Consejos se crean con la finalidad juzgar a todos aquellos que se habían
opuesto al alzamiento, o bien simplemente se mostraban poco partidarios del nuevo sistema, o indiferentes incluso, y dándose en ocasiones muy numerosas la triste
paradoja de que se iniciasen juicios contra unos denunciados que ya habían sido
ejecutados antes de que se iniciara procedimiento alguno.
Si en un primer momento el número de víctimas resultado de la acción de los
incontrolados era muy superior al generado por los Consejos de Guerra, con el
paso del tiempo esta relación irá cambiando hasta que los militares se hagan con el
monopolio de la represión y de la ejecución de sus víctimas.
Si el primer tipo de muertes no dejaba tras de sí más rastro que el dolor de las
viudas, hermanos o padres de los paseados, el segundo, además del dolor, irá generando una huella documental cada vez mayor, testigo mudo de la obra depuradora
que el franquismo estaba llevando a cabo.
Resumiéndolo brevemente, el procedimiento sumarísimo se iniciaba a través
de una denuncia, un expediente de depuración o de detención, un atestado... que
se enviaba a la autoridad judicial correspondiente, la cual designaba un juez para
que llevase el procedimiento, al que se le remitían las pruebas y los informes.
84
En el procedimiento se distinguirían dos partes, el Sumario, de carácter secreto, y el Plenario. En el primero se realizaban las declaraciones de los testigos, la
recopilación de informes político-sociales del párroco, alcalde, Guardia Civil y Falange, el auto de procesamiento, la declaración indagatoria y, por último, un auto
resumen o conclusión de la fase del Sumario, que es la que se llevaría a la vista.
Una vez concluida esta fase, la autoridad militar determinaría si se ampliaba
el sumario, se sobreseía o se elevaba la causa al Plenario. Si se determinaba que
debía elevarse, se recababan para la vista nuevas declaraciones de testigos y nuevos
informes, terminando la misma con la pregunta de rigor: ¿Tiene usted algo más que
añadir o manifestar?, tras la que el Consejo de Guerra se retiraba a deliberar. La
sentencia se emitía por mayoría absoluta, que no sería firme hasta la aprobación
de la autoridad militar correspondiente.
Estos juicios tenían muchas veces carácter masivo, juzgando en bloque a diversas personas, impidiendo así tan siquiera establecer grados de culpabilidad en
los supuestos actos subversivos o delictivos de los que eran acusados.
Es cierto que estas dos primeras fases o etapas no afectaron al conjunto de
territorios que componen lo que conocemos como País Valenciano, aunque como
consecuencia directa de los enfrentamientos bélicos, sí se diera algo equivalente
en algunas localidades de la provincia de Castellón, en aquéllas donde los frentes
de guerra quedaron asentados desde enero de 1938, y a las muertes directas como
consecuencia de los embates bélicos (bombardeos, ocupación de la ciudad, recuperación de retaguardia, etc., etc.) se suman el exterminio gratuito de los restos de
resistencia, o las ejecuciones automáticas de las destituidas autoridades locales.
Pero habíamos de hacer referencia a las mismas para entrar en profundidad
en la tercera de las fases.
La tercera y última de las fases de la represión franquista, vigente hasta el fin
de la guerra y continuada con posterioridad, ya con casi absoluta exclusividad
ejecutaba y encarcelaba a sus víctimas tras una parodia de juicio sumarísimo efectuada por unos Consejos de Guerra que juzgaban de antemano, encargados más
de acallar los rumores que sobre las masacres se estaban alzando, que de impartir
justicia. Tan de antemano se juzgaba que parece demostrado que las autoridades
militares, desde los años del conflicto, cuando iniciaban un procedimiento en una
localidad, venían actuando a escala local como si supiesen el número de ejecutados
«exigibles» en cada zona, en función del número de víctimas afines a Franco que
hubieran sido contabilizadas durante el «dominio rojo», independientemente de
la relación que con los mismos tuviesen los encausados:4 la vida y la muerte no
quedaban sujetas a criterios jurídicos sino matemáticos, calculándose primero el
número de conmutaciones permitidas y, afirmándose posteriormente que «por
lo demás, en comarcas donde se han cometido tantos asesinatos, saqueos, profanaciones y múltiples desmanes, es oportuno el rigor de la sanción para lograr la
ejemplaridad necesaria».
85
Ocupadas finalmente las dos últimas provincias del País Valenciano, las autoridades militares se hacen cargo de todo, siendo su primera actuación la proclamación de la ley marcial en los territorios ocupados y ganados para España, y
la ocupación por los jueces militares de cada uno de los distintos juzgados de las
localidades más importantes de cada provincia, formando un entramado similar al
de la tela de araña, cuyo centro radicaba en la ciudad de Valencia.
En cada una de esas localidades se celebrarían los Consejos de Guerra sobre
los detenidos en las prisiones locales y comarcales, y que eran principalmente los
que habían formado parte de los Comités revolucionarios o entidades municipales
de diverso tipo y nombre, a quienes todos conocían y que podían ser denunciados
con impunidad.
En la provincia de Castellón se llevaron a cabo en Vinaroz (donde quedó instalada en un primer momento la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación
hasta la toma de Castellón), Morella, Borriol, Almazora, Villarreal, Segorbe y la
propia capital, localidades éstas donde estaban ubicadas las prisiones comarcales
y provincial.
En la provincia de Valencia tuvieron lugar en Albaida, Alberique, Alcira, Ayora, Benaguacil, Carlet, Cheste, Chiva, Enguera, Gandia, Godella, Játiva, Lliria,
Onteniente, Requena, Sagunto, Sueca, Torrente, Utiel, Villar del Arzobispo y la
propia Valencia.
Y en la provincia de Alicante se celebraron en la misma ciudad, en Alcoy,
Denia, Jijona, Monóvar, Novelda, Orihuela y Villena.
Todo el proceso que se inicia en el momento en que el auditor da la orden de
comenzar con los expedientes, con el consiguiente nombramiento de los miembros
del Consejo de Guerra, hasta el cumplimiento de la sentencia, sea ésta la aplicación de la pena de muerte, el internamiento en un centro penitenciario, o incluso
la libertad sin cargos, que alguno habría, quedan reflejados en los sumarios sobre
los que se basaba el Consejo de Guerra, con los consiguientes atestados, denuncias
y expedientes elaborados a partir de los informes remitidos por la alcaldía, el jefe
local de fet-jons y el comandante de puesto de la Guardia Civil (en ocasiones se
sumaba el informe del cura), como la base de la acusación.
Es más, no finalizan una vez dictada sentencia, sino que en los mismos queda
reflejada la aplicación de la misma, sea ésta la puesta en libertad del encausado, su
internamiento en prisión y los correspondientes traslados de uno a otro centro penitenciario a los que solían ser sometidos los condenados, o bien su ejecución, si habían
sido condenados a esta pena en el Consejo de Guerra. Del mismo modo si ocurría su
fallecimiento mientras permanecía encerrado, quedaba reflejado en el mismo.
Cuando en la década de los años cuarenta comienzan a dejar de funcionar como
centros de reclusión de presos políticos las prisiones comarcales, dejan de realizarse
del mismo modo juicios sumarísimos en estas localidades, centralizándose todos en
86
las capitales de provincia, y los sumarios de estos juicios celebrados pasan a almacenarse en las dependencias del Gobierno Militar de Valencia, y en sus delegaciones
de Alicante y Castellón, donde han permanecido hasta nuestros días, y donde han
sido utilizados por investigadores y familiares de los represaliados, los primeros para
realizar lo propio de su trabajo, investigación; los segundos para intentar solucionar
las trabas administrativas que les facilitaran la consecución de su reconocimiento
como víctimas de la guerra y de la posguerra en sus diferentes grados.
Y de encontrarnos en un país normal donde los documentos históricos se
encuentran clasificados, catalogados y salvaguardados en los archivos, colocados
en los anaqueles, armarios metálicos o estanterías, manejados y cuidados por archiveros profesionales, y al alcance de las personas que pueden sacarles el máximo
provecho, los investigadores, todo sería maravilloso, y nos encontraríamos ante
una fuente inagotable de información sobre la represión franquista y otros muchos
temas de investigación tanto o más importantes que éste que nos ocupa, pues sólo
hemos de pensar la cantidad de papeles, documentos, legajos, carpetas, dossiers,
etc., que hacen referencia a partidos políticos, sindicatos, comités revolucionarios,
etc., pero también a incautaciones, expolios, papel de la Iglesia, educación, sociedad..., que deben permanecer entre los muros de los gobiernos militares y de los
que tan poco se conoce. Pero no ocurre así.
En el caso de la ciudad de Valencia, las dependencias del Gobierno Militar,
donde permanecía depositado todo el patrimonio archivístico de la época, patrimonio formado por más de 70.000 expedientes sobre juicios sumarísimos abiertos
entre 1939 y 1949, se encontraban en una situación lamentable: los sumarios
permanecían archivados, o más bien almacenados, manejados por personal con
más voluntad que conocimientos sobre cómo manejar un archivo, con una falta de
medios para realizar su función (mesas de trabajo, estanterías adecuadas, armarios,
material de repuesto, etc.) y con las propias dependencias, verdaderos sótanos, con
unas condiciones deplorables.
En muchos de los documentos allí conservados aún pueden observarse las
nefastas consecuencias de la riada de 1957, que anegó la ciudad de Valencia, y por
supuesto los sótanos de edificios como Gobierno Militar o la propia Audiencia
Provincial.
Y si los edificios pudieron ser lavados con agua y dejados como antes de la
riada, muy buena parte de los sumarios quedaron completamente inservibles, y
desde luego impracticables para cualquier interesado en su consulta, con auténticas manchas de barro y lodo que permanecen en las cubiertas e interior de aquellos
sumarios que, por el motivo que sea, no han sido consultados desde el momento
en que fueron cerrados.
A ello hemos de añadir que la consulta de los sumarios no es, ni era, nada fácil, pues todo intento de investigación estaba sujeto a un proceso que comenzaba
con la solicitud realizada al Juez Togado Militar n.º 13 (en ocasiones se le llama
87
igualmente Tribunal Territorial Primero), con sede en el Paseo de la Alameda,
de analizar el sumario en el que aparece incoada una persona determinada, con
nombres y apellidos; si el juez lo considera pertinente, autoriza la consulta, y en
caso de duda solicita permiso al Tribunal Militar de Madrid; una vez conseguida
la autorización, el sumario en cuestión es trasladado por personal del archivo desde
su «almacén» en el Gobierno Militar, a las dependencias del Tribunal Togado, de
donde no sale en ningún momento del análisis; por supuesto que no se facilitaba
la fotocopia del mismo.
El pasado mes de noviembre parecía que se había abierto una puerta a la
investigación de los archivos militares cuando el Consejo de Ministros aprobó el
Reglamento de Archivos Judiciales Militares, regulando por primera vez el acceso
público a dichos fondos, aunque, dicho sea de paso, con severas restricciones: el
acceso a los millones de rollos y legajos donde se conservan actas, resoluciones y
sentencias de los Consejos de Guerra y los Juicios Sumarísimos celebrados en España durante la Guerra Civil y el franquismo, queda limitado a los descendientes
de fusilados o represaliados y de investigadores e historiadores acreditados, como
«titulares de un interés legítimo» (artículo 9).
Además, toda una serie de especificaciones que afectan a términos como «seguridad de las personas», «honor», «imagen», «intimidad de la vida privada», etc.,
limitan en mayor medida la consulta de los mismos, a no ser que se cuente con el
consentimiento expreso de los afectados, o «haya transcurrido un plazo de 25 años
desde su muerte, si su fecha es conocida, o 50 años a partir de la actuación que
ponga fin al procedimiento», de acuerdo con lo dispuesto en la Ley del Patrimonio
Histórico Español de 1985.
Un paso adelante en la posibilidad de consultar esa documentación, pero que
iba acompañado de un paso atrás, al menos a corto plazo, pues al tiempo que el
reglamento regulaba la consulta, regula también la conservación y catalogación de
los mismos mediante la creación de tres tipos de archivos:
t Los de gestión: donde se guardan los asuntos que están en trámite en la
jurisdicción militar.
t Los archivos de los Tribunales Territoriales y Central, a los que se remitirán todos los procedimientos que se den por concluidos y no tengan
ningún trámite pendiente.
t Los Archivos Históricos Militares, donde se guardarán, después de que
una comisión técnica evalúe, en función de su interés, si deben ser conservados o destruidos, todos los procedimientos que lleven 25 años archivados en los tribunales.
Ello supone la concentración de fondos ahora dispersos por toda España, su
digitalización y el uso de una copia de la documentación original en el lugar de
origen de los documentos.
88
Hace unos meses, al igual que sucedió con otros archivos militares, los fondos existentes en el Gobierno Militar de Valencia fueron trasladados a Madrid,
al Archivo General Militar de la antigua I Región Militar, así como los fondos
existentes en Extremadura, Comunidad Valenciana y Murcia, entre otros lugares, con el objeto de ser escaneados y poder ser puestos más fácilmente en manos
de investigadores y estudiosos. En la actualidad se está a la espera de su retorno
a Valencia.5
Algo muy similar tuvo lugar en las provincias de Alicante y Castellón. Hasta
hace unos meses, los sumarios generados en esta última ciudad estaban custodiados en la Subdelegación de Defensa de Castellón, desde donde fueron trasladados
a Salamanca, al recién creado Archivo General de la Guerra Civil española, donde
se procede a su digitalización, quedando con ello los investigadores a la espera de
su regreso a la provincia. Los 10.000 expedientes correspondientes a la provincia
de Castellón han sido incluidos ya, según el citado artículo periodístico, en una
base de datos consultable desde cualquier ordenador conectado a la red, así como
las 750.000 referencias documentales que componían esos sumarios, que ya han
sido digitalizados. Pero, tanto antes como ahora, la consulta de los documentos
originales viene limitada a la búsqueda y localización de un expediente concreto
sobre el que se recaba información por el nombre del encausado o de uno de los
encausados en un mismo sumario, nunca al volumen de expedientes o al análisis
de uno cualquiera, al azar: Si «no existe un reflejo documental de las personas a
las que se refieren los solicitantes», no hay sumario que investigar. Por ello, uno
de los primeros objetivos a conseguir es la elaboración de una base de datos con
los nombres de todas las personas cuyos expedientes están archivados en todos y
cada uno de los archivos militares españoles, de cada uno de ellos, con el fin de
completar huecos y de eliminar repeticiones.
El hecho de que el investigador tenga que solicitar el sumario de una persona
en concreto, de la que se sabe con seguridad que es un represaliado, limita la utilidad de estos archivos a profundizar sobre las causas que llevaron a esa persona
objeto de estudio ante un paredón o a un centro penitenciario, pero nos impide
saber el número y nombre de personas que sufrieron la represión, porque desconocemos el número de personas sobre las que se levantaron sumarios en los años de la
posguerra, pues, al igual que ocurría con los Consejos de Guerra, en los sumarios
pueden estar incluidos los procesos de varias personas en una cifra que oscila entre
uno y cuarenta o cincuenta.
Si no podemos acceder al conjunto de los sumarios, la investigación sobre el
volumen de la represión franquista siempre estará coja. Y por supuesto, manejar el
conjunto de sumarios para extraer los nombres de todos los que en ellos aparecen
reflejados es una misión faraónica casi condenada al fracaso de antemano.
89
LA SECCIÓN TERCERA O «DE DEFUNCIONES» DEL REGISTRO CIVIL
Frente a la problemática indicada a la hora de consultar los sumarios, los investigadores disponemos de otra fuente documental de origen diferente, no militar
sino dependiente del Ministerio de Justicia: los libros de la Sección Tercera o «de
Defunciones» del Registro Civil, donde es obligatoria la inscripción de todas las
personas fallecidas en un determinado término municipal, así como los cadáveres
aparecidos en el mismo, vayan o no a ser enterrados en el cementerio local.
Creado por decreto de 17 de junio de 1870, en el artículo 75 y siguientes de
su reglamento se establece que, para que un cadáver pueda ser inhumado en un
cementerio, previamente debe haberse realizado la inscripción del mismo en el Registro Civil, donde constará igualmente la autorización del juez correspondiente;
en dicho asiento se hará constar el nombre, apellidos, edad, naturaleza, profesión u
oficio, domicilio, fecha y hora de su muerte, la causa de la misma, y el cementerio
donde va a ser enterrado, entre otros datos personales; por supuesto que la causa
de la muerte ha de ser certificada por un facultativo.6
En el mismo decreto de creación se especifica que si el fallecimiento hubiera
ocurrido en hospital, lazareto, hospicio, cárcel u otro establecimiento público, el
jefe del mismo estará obligado a solicitar la licencia de entierro y llenar los requisitos necesarios para que se extienda la partida de defunción correspondiente.7
Y, por supuesto, también se establece que «En el caso de fallecimiento de una
persona desconocida o del hallazgo de un cadáver cuya identidad no sea posible
comprobar, se expresará en la inscripción respectiva:
1. El lugar de la muerte o hallazgo del cadáver.
2. Su sexo, edad aparente y señales o defectos de conformación que lo distingan.
3. El tiempo probable de la defunción.
4. El estado del cadáver.
5. El vestido, papeles u otros objetos que sobre sí tuviere o se hallaren en su
inmediación, y que ulteriormente puedan ser útiles para su identificación,
los cuales habrá de conservar al efecto el encargado del Registro o la autoridad judicial, en su caso.
Cuando el cadáver pueda ser identificado, se extenderá una nueva partida de
defunción, poniendo la nota correspondiente al margen de la inscripción anterior,
«para lo cual la autoridad ante quien se hubiese seguido el procedimiento deberá pasar al encargado del Registro testimonio del resultado de las averiguaciones
practicadas».8
El articulado del Registro Civil no deja hueco legal sin cubrir, apareciendo reflejadas todas las posibilidades que se nos puedan ocurrir, ajustadas a las
90
circunstancias del momento, pero aplicables sin problema alguno al tiempo que
estamos analizando. Siendo un texto del siglo xix, parece que nos esté hablando
de los cadáveres recogidos en el campo de batalla,9 o en la retaguardia, en un descampado, puertas de los camposantos, cunetas, etc.10 o abatidos por las fuerzas de
seguridad en medio del monte tras una escaramuza armada o una aplicación de
la Ley de Fugas; o cuando cientos de personas fallecen en centros sanitarios en la
década de los años cuarenta y cincuenta. Incluso aparecen los que, según el mismo
articulado, no debían aparecer como tales, los ejecutados por sentencia de pena de
muerte.11 Todos los cuerpos tienen su lugar en el Registro Civil, Sección Tercera
o «De Defunciones».
Si analizamos los libros de Defunciones de la ciudad de Valencia durante
los años del conflicto bélico, nos encontramos con cientos y cientos de asientos
que hacen referencia a hombres o mujeres «desconocidos», recogidos en diferentes
lugares de las cercanías de Valencia, y enterrados en el Cementerio General de Valencia. Años después, finalizada la guerra, comenzó un proceso de identificación
de los cadáveres, realizándose efectivamente nuevas inscripciones en el Registro
Civil referentes a «fallecimientos» ocurridos en 1936 y 1937 principalmente, plenamente identificados y con el calificativo de «Caído por Dios y por España».
Personalmente, cuando en los primeros años de la década de los ochenta comencé a investigar las consecuencias de la Guerra Civil, en lo referente a las ejecuciones de la posguerra, el acceso de los archivos militares era algo completamente
imposible: tan sólo si se era familiar directo del encausado, se podía acceder a las
páginas del sumario que hacían referencia a los considerandos finales y a la sentencia; y nada más.
Por el contrario, los archivos del Registro Civil gozaban ya de la categoría de
«públicos y consultables» para todo aquel interesado en su análisis, y que estuviese
dispuesto a salvar los obstáculos presentados por los secretarios de los juzgados
donde estaban y están depositados los libros, «sus libros».
Convenientemente acreditado como investigador por la Universidad, y contando además con una carta del presidente de la Audiencia de Valencia en la que
se indicaba el objetivo de mi investigación, pude acceder con mayores o menores
dificultades a los Registros Civiles de la mayor parte de las localidades, grandes y
pequeñas, que componen el País Valencià.
No he podido nunca acceder a las instalaciones donde se acumulan los miles
de sumarios incoados en la posguerra, ni mirar directamente las estanterías donde
se supone que están ordenados, ni los anaqueles llenos de legajos, carpetas, libros
de registros, ficheros, etc., que componen todo o parte de los archivos militares que tanto interesan a los investigadores, pero sí he tenido la suerte de poder
acceder directamente, sin intermediarios que te facilitan lo que tú previamente
solicitas, a los armarios, estanterías o estancias donde se guardan los libros del
91
Registro Civil «históricos», los de antes de la década de los años sesenta, en los
que permanecen ordenados por secciones (Primera o Nacimientos, Segunda o
Matrimonios y Tercera o Defunciones) y, dentro de cada una de ellas, siguiendo
un estricto orden cronológico, los libros seriados, claramente identificados en su
lomo, con un determinado número de páginas en función de las necesidades que
se ha venido teniendo de los mismos en el ayuntamiento en cuestión (tomos de
cien, doscientos y hasta 400 folios en cada uno de ellos).
He tenido la suerte de poder dedicar varios años de mi vida a entresacar de
entre los miles y miles de partidas de defunción analizadas, los datos personales de
miles y miles de personas (menos miles que las anteriores, por supuesto) a las que,
sin duda, se les puede aplicar el calificativo de «víctimas de la represión franquista», pues hemos de tener en cuenta que el régimen de Franco en ningún momento
pretendió amagar las víctimas que su labor represora iba dejando atrás, sino todo
lo contrario, haciendo referencia explícita a la causa y lugar de la muerte de los
presos políticos a la hora de inscribirlos en el Registro Civil, saltándose la norma
que impide este tipo de anotaciones con el fin de evitar problemas sociales a sus
descendientes: los presos fallecen en los centros penitenciarios, y los ejecutados
fallecen por aplicación de sentencia de pena de muerte.
Y salvo contadas excepciones, al tratarse de unos libros manejados continuamente por los empleados del Registro para la elaboración de certificados, no se
encuentran almacenados en los sótanos del Ayuntamiento, sino que permanecen
en la misma estancia del Registro Civil, manteniéndose en perfecto estado, salvo
en los juzgados de Valencia y algunas localidades de la Ribera Alta, en que fueron
afectados por un enemigo común, el agua. Si la riada de 1957 anegó Valencia, y
con ello las dependencias donde permanecían almacenados los sumarios incoados
desde 1939 por los Tribunales Militares de Valencia y su provincia, anegó del
mismo modo los Registros Civiles de algunos de los Juzgados de Distrito en que
estaba dividida la ciudad hasta la década de los años noventa del pasado siglo.
Años más tarde, en octubre de 1982, una nueva riada, la conocida como pantaná
de Tous, inundó varias localidades de las dos riberas del Júcar, y en el Registro
Civil de Alcira quedó constancia perpetua de ello.
En el Registro Civil de la ciudad de Valencia, para inscribir las muertes ocurridas en su término municipal desde 1936 a 1955 fueron necesarios 347 volúmenes
de 400 páginas cada uno, que implican un total de 138.800 inscripciones. En
ellas pueden observarse las huellas del barro y el lodo, cuyo resultado son páginas
pegadas unas a otras, letras desdibujadas, y algunas páginas completamente ilegibles por haberse corrido la tinta; también podemos observar páginas despegadas
por acción del bolígrafo o el canto de una regla, y trozos de esas páginas, aquéllos
que venían a coincidir con la zona donde aparecen la causa y lugar de la muerte,
raspados con la tapa del bolígrafo, el multiusos bic, raspados en el que el que
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esto escribe tiene bastante que ver. En el de Alcira, más que de barro, los libros
afectados lo están por el moho, hasta el punto de que la sensación de mojado aún
permanece en algunos de ellos.
Pero, ¿qué es lo que buscamos en los Registros Civiles? ¿Cómo podemos separarlos del resto de inscripciones? Al analizar los libros de defunciones, podemos
observar cómo una parte de los registros presentan una serie de circunstancias
comunes: la inscripción la ordena un juez militar, como causa de la muerte suele
anotarse, entre otras, traumatismo, traumatismo de cabeza y tórax, hemorragia
interna y externa, o ejecución de sentencia de pena de muerte.
Estas defunciones pueden aparecer agrupadas en un número variable (de uno
a cuarenta registros, en los casos por mí analizados) y en todos ellos coinciden la
causa de la muerte, la fecha y la hora, de lo cual podemos deducir que formaban
parte de las tristemente famosas «sacas»; pero aun en el caso de que fueran ejecuciones individuales, algo hay siempre que las indica como tales. Es de señalar
que, en algunos juzgados, seguidores al pie de la letra del Código Civil, la causa
de la muerte aparece en blanco o con términos como «judicial», pero el resto de
datos (lugar de la muerte, fecha, hora y orden militar de inscripción) nos indican
claramente su origen.
El proceso de investigación comenzó en la pequeña (entonces) población de
Paterna, próxima a la ciudad de Valencia, donde se llevaron a cabo las ejecuciones
de los sentenciados a muerte encerrados en las cárceles de la ciudad, así como otros
procedentes de las prisiones de Liria, Gandía o Alcira, por ejemplo. En su Registro
Civil, los libros destinados a la inscripción de los fallecidos desde 1939 hasta el
final de la década de los cincuenta son varias decenas, frente a los tres o cuatro que
abarcan tanto nacimientos como matrimonios. Las ejecuciones se alargaban en el
tiempo no un año ni dos ni tres, sino hasta 1956, año en que fue ejecutado un
miembro del maquis por delitos relacionados con la lejana guerra. El número de
los allí ejecutados representaba más que los de buena parte de toda Cataluña.
El resultado de la investigación realizada hace años,12 utilizando como fuente
fundamental, que no única, el Registro Civil, me permitió la elaboración de una
serie de listados de personas fácilmente clasificables como víctimas de la represión
franquista –más de 6.000– que fallecieron tras serles aplicada la sentencia de pena
de muerte, o mientras cumplían sentencia en un centro penitenciario de los varios
que funcionaron en el País Valenciano, o mientras permanecían en un centro sanitario por unas heridas que poco tenían de naturales, o en unos enfrentamientos
armados en el monte o las ciudades, o por una paliza en una comisaría, etc., etc.
Con la información obtenida pude clasificarlos según el último domicilio conocido, ubicándolos así en cada una de las comarcas del País y en las provincias
del resto del Estado, conociendo el índice de represión en cada pueblo, en cada
comarca, etc.; pude agruparlos por profesiones para ver en qué medida afectó a
93
cada uno de los sectores productivos las consecuencias indirectas de la guerra, las
consecuencias directas de la venganza; pude ver la proporción de casados y solteros, e imaginar así el número de víctimas inocentes que conllevaron esas miles
de muertes; pude agruparlos por edades y hacerme una idea de la gran masa de
población activa que el franquismo se llevó por delante, tanto durante el conflicto
armado como durante la paz de la mano dura; pude, en fin, elaborar toda una serie
de gráficos, mapas, cuadros de datos que me hablaron de qué eran las víctimas de
la represión franquista en el País Valencià.
Pero faltaba conocer quiénes eran esas víctimas, de las que ya se sabía sus
nombres, sus edades, sus profesiones y sus domicilios. Y aquí es donde entra en
juego la tercera de las fuentes mencionadas.
LA CAUSA GENERAL
Ante la imposibilidad manifiesta de poder consultar los sumarios custodiados
en los archivos militares que nos permitirían conocer más sobre la vida de cada
uno de los encausados, como complemento a la información obtenida por el análisis del Registro Civil, tenemos también los fondos procedentes del Archivo del
Ministerio del Interior, custodiados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid,
en la Sección de Fondos Contemporáneos desde finales de los años sesenta, y de
los que destacan, sin duda, los más de 70.000 expedientes policiales procedentes
de la Dirección General de la Policía abiertos por actividades contrarias al Régimen, sobre líderes y activistas de los partidos políticos, nacionalistas vascos y catalanes, miembros de los sindicatos obreros clandestinos, judíos, masones, artistas y
profesionales de tendencias contrarias a la Dictadura, todos en un bloque, como lo
del contubernio judío-masónico-bolchevique. Igualmente aparecen en este grupo
los informes elaborados sobre los españoles repatriados de Rusia o los elaborados
a petición de la Causa General.
Pero, sin duda, lo más importante para nosotros son los fondos procedentes
del Archivo del Tribunal Supremo, y, en concreto, del Fondo conocido como
«Causa General», depositada en septiembre de 1980 por mandato de la Fiscalía
General del Estado. Desconozco en la actualidad la forma de acceso a la información allí acumulada, pero cuando me planteé su consulta era necesario el permiso
expreso del Fiscal General del Estado, aunque se ha de indicar que se facilitaba sin
ningún problema, una vez acreditado como investigador.
Al igual que sucede con los sumarios militares, se está procediendo a su digitalización, pudiéndose ver ya una parte de la misma en Internet, a través del portal
pares, Portal de Archivos Españoles, que es un proyecto del Ministerio de Cultura
destinado a la difusión del Patrimonio Histórico Documental Español conservado
en su red de centros, no sólo al investigador, sino también a cualquier ciudadano
94
interesado en acceder a los documentos con imágenes digitalizadas de los Archivos
Españoles.
Son un conjunto de 1.950 cajas procedentes del Tribunal Supremo que contienen los documentos correspondientes a la «Causa General Informativa», instruida para averiguar «los hechos delictivos cometidos en todo el territorio nacional durante la dominación roja».
La investigación de estos sucesos duró prácticamente hasta 1950, y tuvo como
resultado una acumulación de datos informativos de enorme interés para el conocimiento de todo lo sucedido en los años de la Guerra Civil, pero también para
conocer qué había ocurrido con todos aquellos que aparecen como implicados en
los hechos denunciados.
La Causa General Informativa, ordenada por el decreto de 26 de abril de 1940,
es un trabajo de compilación de informes remitidos al Juez Instructor de la misma, procedentes de cada uno de los Ayuntamientos del Estado español, analizado
provincia a provincia, de los hechos considerados como «delictivos» a partir de
las elecciones de febrero de 1936, todo el periodo de dominación roja. Dividida
en once Piezas y un Informe Final, aunque estructurada de forma distinta según
provincias,13 es la Pieza Principal o pieza primera, a mi parecer, la más interesante
para nuestros objetivos: localidad a localidad, realiza un informe detallado sobre los
delitos cometidos contra la vida, desde dos puntos de vista: por un lado, los vecinos
Caídos por Dios y por España (no diferencia asesinados de muertos en el frente de
guerra); por otro, sobre los cadáveres recogidos en ese término municipal y que no
aparecen en el primero de los listados; del mismo modo se recogen las torturas,
incendios y saqueos de edificios y de iglesias, expropiaciones, confiscaciones, etc.,
incluyendo abundantes declaraciones de testigos y denuncias de los perjudicados.
En sus páginas podemos leer los nombres de todos aquellos que fueron acusados de haber cometido esos delitos, su militancia en partidos políticos, su afiliación a sindicatos, su pertenencia a alguno de los diversos focos de poder local que
se desarrollaron durante los años del conflicto, y, lo que es más importante, la situación en que se encontraban en el momento de elaborar el informe (ejecutados,
en prisión, en paradero desconocido, en libertad, etc.).14
Es de señalar que no en todas las provincias se desarrolla esta investigación
con la misma intensidad, dependiendo en muy buena medida del interés mostrado por el fiscal encargado de coordinar el proceso a nivel provincial. Como
muestra, y comparando sólo las provincias que componen el País Valencià, para
recoger la información de los pueblos de la provincia de Castellón fueron necesarias 10 Cajas, de la 1398 a la 1407, ambas inclusive; para la de Alicante tres cajas:
las 1395, 1396 y 1397, mientras que para la de Valencia se utilizaron 29 cajas, de
la 1366 a la 1394, ambas inclusive.15
Si bien es cierto que todas y cada una de las personas que aparecen implicadas
95
en la Causa, lo son (según la misma) por todos y cada uno de los cargos allí analizados (asesinatos, saqueos, destrucción de las iglesias, etc.) por la carga de subjetividad de la misma a la hora de justificar la obra depuradora que el Régimen estaba
llevando a cabo, el resto de la información que proporciona la convierte en una
fuente de útil y necesaria consulta, ya que, aparte de informar sobre la actividad
política y social de las víctimas, cosa que no aparece reflejada en el Registro Civil,
permite al tiempo subsanar errores de ubicación por el último domicilio de alguna
de las víctimas, bien por error a la hora de inscribirlo, bien por la falta de ese dato
en aquellos casos en que el funcionario de turno sólo hizo constar el nombre y
apellidos de la víctima, así como la causa y lugar de la muerte.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Los individuos anónimos pasan así a convertirse en personas con vida propia, diferentes unos de otros, con unas notas a pie de página que nos indican qué
fueron durante la Guerra Civil, o incluso antes, y nos hacen sospechar algunos de
los motivos por los que fueron condenados a muerte. Aunque es verdad que republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas, lo pagaron caro, todos por igual,
sin distinciones. Personalidades de la vida política, de las leyes, militares con y sin
graduación, obreros industriales, labradores, amas de casa, etc., todos se mezclan
en unas listas sin ninguna distinción ni marginación, en una situación paradójica
de igualdad y fraternidad, aunque no de libertad.
Todos eran iguales para el Régimen, y todos, a la vista de los testimonios, vivían y morían de igual forma. Si numéricamente era superior la clase trabajadora,
agrícola e industrial, el número de los otros, de los miembros de las clases superiores, no era insignificante. Y eso queda reflejado en las listas.
Pueblos pequeños y grandes núcleos urbanos fueron pasados por el tamiz
depurador, hasta el punto de que de los 547 ayuntamientos que componen el
País Valencià, 278 de ellos se vieron afectados en mayor o menor medida por las
ejecuciones de la posguerra.
Unos listados fácilmente ampliables, si añadimos a los mismos todos aquellos
que fallecieron en sus domicilios, pero enfermos ya por su permanencia en centros
penitenciarios durante los años anteriores, por sólo poner un ejemplo, o aquéllos
cuya inscripción se saltaba las normas establecidas para ser considerados por un
extraño como víctimas de la represión franquista.
Éste fue un trabajo incipiente, punto de partida de futuras investigaciones que
penetrarán más en las múltiples facetas que abarca un fenómeno como la represión,
y, por qué no, que incluso, a nivel local, profundizarán en el estudio numérico y
cualitativo de las víctimas.
En el caso de las muertes ocurridas en centros de reclusión, por la propia natu96
raleza de las mismas, a consecuencia de las más variadas enfermedades, pero todas
originadas por el hambre, la proliferación de enfermedades y la falta de medidas
higiénico-sanitarias tomadas por las autoridades responsables, su localización es
más difícil en estos libros de Registro, pudiéndose camuflar estos casos, si no están
inscritos por orden de un juez militar o un funcionario de prisiones, entre las inscripciones de personas que fallecen en su domicilio o en cualquier centro sanitario,
por ejemplo. Si pretendemos conocer cuántos y quiénes pasaron por los múltiples
centros penitenciarios abiertos tras la Guerra Civil serían otros los libros de Registro a analizar, también dependientes del Ministerio de Justicia. Y de estas fuentes,
sin duda, nos hablará nuestro compañero Santacreu.
Y, presumiblemente, sobre las muertes ocurridas en aquellos puntos geográficos donde tomaron contacto población civil y militar de una forma un tanto caótica, en los campos de concentración como Albatera (Alicante), Moncófar
(Castellón) o Porta Coeli (Valencia), por ejemplo, a los que la memoria histórica
atribuye numerosas muertes violentas a manos de los soldados encargados de la
custodia de los prisioneros, fácilmente se haga referencia a las mismas en los documentos generados por los mandos militares correspondientes los campos de
concentración sobre el funcionamiento interno de los mismos, y que con el resto
de documentos militares (que no de justicia militar), estarán almacenados en el
Archivo de la Guerra Civil de Salamanca. Que aparezcan o no reflejados en los
libros de Registro de Entradas de Cementerio, otra de las fuentes a utilizar para el
estudio de la represión franquista, es algo que desconozco, pero, a la vista de las
investigaciones realizadas sobre el Registro Civil de los años de la Guerra Civil y
de la posguerra, lo dudo.
Paradójicamente, en un trabajo de este tipo, en el que el investigador va descubriendo poco a poco un tema tan caliente como el que nos ocupa, en el que lee
nombres y más nombres de personas de todas las edades, sexos y profesiones, que,
en los más diversos lugares y por las más diversas causas (accidente, enfermedad,
ejecución...), dejan de estar vivos, y así en un lugar y otro, pueblo tras pueblo, las
personas con nombre propio van convirtiéndose poco a poco en meros números,
parte de una estadística, donde el nombre sólo sirve para identificar un caso al
que añadirle información personalizada (militancia, cargos públicos ocupados, o
actividades destacables) y evitar las repeticiones más que posibles. Pero esos meros nombres representados por frías cifras y gráficas, cuando paulatinamente iban
añadiéndose a los mismos algunos datos bibliográficos sobre su militancia, cargos
públicos ocupados durante el conflicto o con anterioridad, fotografías, etc. pasaron a recuperar lo que ya eran desde un principio: personas que habían perdido su
vida en un lugar que seguramente no hubiesen deseado de haber podido elegir.
Y no podemos dejar de mencionar aquí el papel de la historia oral, que nos
puede servir para localizar, de entre las listas, libros de Registros, etc., a todos
aquellos que no cumplen ninguna de las condiciones que nos hacen introducir
97
una inscripción en las listas de «sospechosos», aquéllos que no formando parte
de una saca, ni haber fallecido en un centro de reclusión, sí han muerto de forma
directa por la acción represiva del Régimen, a más corto, medio o largo plazo,
aunque, como todo, tomándolo con pinzas.
Cada vez estamos más lejos en el tiempo de los hechos a analizar, y la mente
humana tiende a asumir como propios toda una serie de actos que, por similitud
a lo que a uno le ha acaecido, y a fuerza de repetirlo, se convierten en parte de su
propia vida. Aquellos testigos vivieron unos años marcados por la sangre, el hambre y el terror, año tras año, con uno y otro régimen político, república o dictadura, viendo morir a vecinos suyos bajo un mando y otro, y, por ello, confundiendo
fácilmente las fechas.16
Y para eso están los estudios posteriores realizados por una nueva hornada de
investigadores que han gozado de la posibilidad de consultar otras fuentes, o que
han podido profundizar más en las mismas fuentes, por la cercanía geográfica del
tema tratado, por la presencia de testimonios, etc., y que han permitido corregir
al alza las cifras existentes e ir llenando las posibles lagunas existentes y sacar a la
luz más víctimas. Sirvan de ejemplo los trabajos de Juan Luis Porcar y el Grup per
la Recerca de la Memoria Històrica de Castelló,17 o los trabajos de Miguel Ors
sobre la represión en Alicante,18 trabajos de corrección al alza que nos muestran
que sobre el estudio de las cifras de las víctimas de la represión franquista no está
todo dicho, y que lejos de ser un tema obsoleto y finiquitado, necesita, como todo,
de continuos análisis y revisiones que nos vayan acercando a la resolución de las
dudas.
98
NOTAS
1
2
3
4
5
6
Vicent GABARDA CEBELLÁN: Els afusellaments al País Valencià, 1938-1956. Ed. Alfons
el Magnànim-IVE, València, 1993. Catorce años después (2007) fue reeditado con el mismo
título por la Universitat de València. Siguiendo la misma estructura de trabajo, y como una
forma de completar el mismo, en 1996 fue publicado un estudio sobre las muertes violentas
durante los años de la Guerra Civil en el mismo ámbito geográfico: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939. Ed. Alfons el Magnànim-IVEI, Valencia, 1996.
Julio ARÓSTEGUI, «Traumas colectivos y memorias generacionales: el caso de la Guerra
Civil», en J. ARÓSTEGUI y F. GODICHEAU (eds.): Guerra Civil. Mito y Memoria, Marcial
Pons, Madrid, 2006, pp. 79 y ss.
Josep M.ª Solé i Sabatè y Joan Villarroya Font en Catalunya (1985), Antonio Hernandez García en La Rioja (1984), Gregorio Herrero Balsa en Soria (1982), Francisco Moreno Gómez en
Córdoba (1985), Colectivo Afán en Pamplona (1984), entre otros.
Pablo GIL: La noche de los generales. Militares y represión en el régimen de Franco. Ediciones B,
Grupo Z, Barcelona, 2004, pp. 60 y ss.
El pasado 13 de junio de 2010, en un artículo aparecido en Público, «Las pruebas de los crímenes de Franco» (Íñigo Aduriz), hablando del Archivo General Militar de Madrid, se hace
referencia a los sumarios procedentes de la Comunidad Valenciana, en proceso de restauración
y posterior digitalización, haciéndose hincapié en que los procedentes de la provincia de Valencia, por causa de las inundaciones y la mala calidad del papel utilizado.
Art. 75. Ningún cadáver podrá ser enterrado sin que antes se haya hecho el asiento de defunción en el libro correspondiente del Registro Civil del distrito municipal en que ésta ocurrió o
del que se halle el cadáver, sin que el juez del mismo distrito municipal expida la licencia de sepultura y sin que hayan transcurrido veinticuatro horas desde la consignada en la certificación
facultativa. Esta licencia se extenderá en papel común y sin retribución alguna. El encargado
del cementerio en que se hubiere dado sepultura a un cadáver sin la licencia mencionada, y los
que la hubieren dispuesto o autorizado, incurrirán en una multa de 20 a 100 pesetas, que hará
efectiva el Juez municipal correspondiente.
Art. 76. El asiento del fallecimiento se hará en virtud de parte verbal o por escrito, que acerca
de él deben dar los parientes del difunto o los habitantes de su misma casa, o, en su defecto, los
vecinos, y de la certificación del Facultativo, de los que se hablará en el artículo siguiente.
Art. 77. El facultativo que haya asistido al difunto en su última enfermedad, o en su defecto el
titular del Ayuntamiento respectivo, deberá examinar el estado del cadáver; y sólo cuando en él
se presenten señales inequívocas de descomposición, extenderá en papel común, y remitirá al
Juez municipal, certificación en que se exprese el nombre y apellido y demás noticias que tuviere acerca del estado, profesión, domicilio y familia del difunto; hora y día de su fallecimiento,
si le constare, o en otro caso, los que crea probables; clase de enfermedad que haya producido
la muerte, y señales de descomposición que ya existan. Ni por esta certificación, ni por el reconocimiento del cadáver, que debe precederle, se podrá exigir retribución alguna. A falta de los
facultativos indicados, practicará el reconocimiento y expedirá la certificación cualquiera otro
llamado al intento, a quien se abonarán por la familia o los herederos del finado los honorarios
que marque el reglamento.
Art. 78. El Juez Municipal presenciará el reconocimiento facultativo, siempre que se lo permitan las demás atenciones de su cargo o haya motivos para creerlo de preferente atención.
Art. 79. En la inscripción del fallecimiento se expresarán, si es posible, además de las circunstancias mencionadas en el artículo 20: 1.º El día, hora y lugar en que hubiese acaecido la
99
muerte. 2.º El nombre, apellidos, edad, naturaleza, profesión u oficio y domicilio del difunto,
y de su cónyuge si estaba casado. 3.º El nombre, apellidos, domicilio, profesión u oficio de sus
padres, si legalmente pudiesen ser designados, manifestándose si viven o no, y de los hijos que
hubiere tenido. 4.º La enfermedad que haya ocasionado la muerte. 5.º Si el difunto ha dejado
testamento o no, y en caso afirmativo, la fecha, pueblo y Notaría en que lo haya otorgado. 6.º
El cementerio en que se haya de dar sepultura al cadáver.
Art. 80. Serán preferidos como testigos de la inscripción de un fallecimiento, los que más de
cerca hayan tratado al difunto, o hayan estado presentes en sus últimos momentos.
Ramón SALAS LARRAZÁBAL: Pérdidas de la guerra. Ed. Planeta, Barcelona, 1977, pp. 443445.
7
Art. 81. Si el fallecimiento hubiera ocurrido en hospital, lazareto, hospicio, cárcel u otro establecimiento público, el jefe del mismo estará obligado a solicitar la licencia de entierro y llenar
los requisitos necesarios para que se extienda la partida correspondiente en el Registro Civil.
Además tendrá la obligación de anotar las defunciones en un registro especial. Ibíd. Ídem.
8
Art. 82 y 83.
9
Art. 89. El fallecimiento de militares en tiempo de paz y en territorio español se pondrá, por
el Jefe del Cuerpo al que pertenezcan, en conocimiento del juez municipal del distrito en que
ocurra, acompañándole copia de sus filiaciones para que proceda a hacer en su Registro la inscripción correspondiente.
Art. 90. Si el fallecimiento de militares ocurriese en campaña en territorio español donde a
la sazón no impere la autoridad del Gobierno legítimo, o en territorio extranjero, el jefe del
cuerpo al que perteneciera el difunto dispondrá del enterramiento y lo pondrá en noticia del
Ministerio de la Guerra; remitiéndole copia duplicada de la filiación, para que éste haga verificar la inscripción en el Registro del último domicilio del finado, si fuere conocido, o en la
Dirección General, en otro caso.
10
Art. 84. Si hubiere indicios de muerte violenta, se suspenderá la licencia de entierro hasta que
lo permita el estado de las diligencias que por la autoridad competente habrán de instruirse en
averiguación de la verdad.
11
Art. 85. El juez encargado de hacer ejecutar la sentencia de muerte, inmediatamente que se
haya ejecutado lo pondrá en conocimiento del juez municipal, acompañando testimonio con
referencia a la causa, de las circunstancias mencionadas en el artículo 79 que en ella constasen
para que pueda extenderse la partida de defunción del reo y expedirse la licencia de entierro.
Art. 86. Cuando la muerte hubiese sido violenta, o hubiere ocurrido en la cárcel, establecimiento penal, o por efecto de ejecución capital, no se hará mención en la partida correspondiente del Registro Civil de ninguna de estas circunstancias.
12
Vicent GABARDA CEBELLÁN: Els afusellaments, op. cit.
13
Pieza Principal o pieza primera, que informa sobre los delitos cometidos en la capital y en los
diversos pueblos: personas muertas o desaparecidas, cadáveres recogidos, torturas, incendios y
saqueos de edificios y de iglesias... Incluye abundantes declaraciones de testigos y denuncias de
los perjudicados.
Pieza Segunda: Del Alzamiento Nacional: informe sobre la actuación del ejército republicano y
del de liberación, incluyendo referencias a los juicios sumarísimos ante los tribunales militares
de este último, y a la participación de los civiles en estos sucesos del 18 y 19 de julio.
Pieza Tercera: Cárceles y Sacas: Reúne los informes sobre directores y guardianes de las cárceles,
mencionando también las personas encarceladas por razones políticas, el trato que recibieron,
y los presos que fueron ejecutados sin mediar sentencia de un tribunal de justicia.
Pieza Cuarta: Checas: Recoge todas las diligencias practicadas para averiguar la existencia de
100
las mismas, la organización y funcionamiento de las Patrullas de Control y las actuaciones del
Servicio de Investigación Militar (SIM).
Pieza Quinta: Justicia Roja: Contiene relación de magistrados y jueces, fiscales, secretarios y
listas de jurados que actuaron en los tribunales populares. Se adjuntan documentos sobre la actuación de la justicia republicana: procedimiento, penas de muerte e informes médico-forenses
sobre levantamientos de cadáveres y autopsia de personas asesinadas.
Pieza Sexta: Prensa roja: Examina las colecciones de periódicos de cada provincia, durante el
dominio republicano, y los folletos de propaganda publicados, con mención de los directores,
autores de artículos y orientación política de los mismos.
Pieza Séptima: Actuación de las autoridades gubernativas locales: Recoge informes de los principales organismos de la administración Central Periférica (Guardia Civil, Comisarías de Policía,
delegaciones de Hacienda, Jefaturas de Obras Públicas, etc.) acerca de la actuación de los representantes del Gobierno Central, mientras duró la dominación del gobierno republicano.
Pieza Octava: Delitos contra la propiedad: Refiere los casos de incautación de tierras, industrias
y otras propiedades, control obrero o colectivización de las mismas. Las Cámaras provinciales
de Industria y Comercio, Cámaras Agrarias y Cámaras de la propiedad informaron sobre las
denuncias recibidas de los perjudicados por estos delitos.
Pieza novena: Banca: Recoge los informes de los Bancos y Cajas de Ahorros de cada provincia
relativos a los atropellos al derecho de propiedad de los mismos o efectuados contra sus depositantes, cuentacorrentistas o arrendatarios de cajas de alquiler. Igualmente se informa de las
emisiones de billetes realizadas por el banco y los empréstitos del mismo.
Pieza Décima: Persecución religiosa: Sacerdotes y religiosos asesinados y conventos destruidos o
profanados. El provisor de la diócesis se encargaba de suministrar estos informes.
Pieza Undécima: Tesoro artístico y cultura roja: Recoge los daños sufridos por el tesoro artístico
en cada provincia y la situación de la enseñanza, con relación de los profesores que la impartían.
Informe-resumen del Fiscal Instructor: Elevado a la Inspección de la Causa General, con los
resultados obtenidos en las diversas piezas.
15
Un resumen de la misma fue publicado en 1943 por el mismo gobierno: TRIBUNAL SUPREMO, MINISTERIO FISCAL: La dominación roja en España. Causa General. Avance de
la información instruida por el Ministerio Público. Ediciones del Ministerio de Justicia, Madrid,
1943. Contiene un amplio anexo por capítulos, con macabras fotografías sobre asesinatos y
demás barbaridades capaces de amedrentar a cualquiera, y con un marcado carácter propagandístico.
16
Sirva de ejemplo lo siguiente: Durante los años de la Guerra Civil, los grupos de incontrolados
que actuaban día tras día en la ciudad de Valencia y sus pueblos limítrofes, efectuaban sus
paseos, entre otros lugares en la pinada de El Saler/Pinedo y en el vecino pueblo de Paterna, al
que llegaron igualmente los sentenciados a muerte por el Tribunal Popular; tras su ejecución,
los cadáveres eran de nuevo trasladados a su lugar de procedencia, la ciudad de Valencia, en
concreto a su cementerio, donde eran enterrados en una fosa común; imaginémonos el trasiego
de cadáveres que se vería pasar por las inmediaciones de ese camposanto. Tras la Guerra Civil,
la «ruta» se siguió utilizando, y los sentenciados a la última pena eran trasladados desde las cárceles de la ciudad de Valencia al campo de tiro militar de Paterna, inscritos en el Registro Civil
local y enterrados en su cementerio, aunque da la impresión de que no todos los que aparecen
inscritos en el Registro Civil deban estar enterrados en Paterna, pues el tamaño de su cementerio no parece poder albergar la riada continua de cadáveres, por mucha cal viva que se utilizara.
Si estos «sobrantes» fueron trasladados al cementerio de Valencia, se cruzarían fácilmente por
101
el camino con la nueva saca que iba con destino al cementerio de Paterna, justo en unos años
en los que se estaban llevando a cabo las inhumaciones de las víctimas de la Guerra Civil para
su identificación y posterior enterramiento como «Caído por Dios y por España». Ante este
movimiento de cadáveres año tras año, es fácil que cuando un testigo sea preguntado por un
hecho concreto, confunda lo visto un año con lo visto el anterior o el siguiente, y «los camiones
y carros que, chorreando sangre», atravesaban las calles de la ciudad con los cadáveres recién
fusilados en el cementerio de Valencia», hiciesen referencia a los que así volvían del cementerio
de Paterna.
17
Juan Luis PORCAR: La Memoria i les víctimes. Repressió franquista a les comarques de Castellò.
Grup per la Recerca de la Memoria Històrica de Castelló, Castelló, 2008.
18
Miguel ORS MONTENEGRO: La represión de guerra y posguerra en Alicante (1936-1945).
Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante, 1995.
102
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LOS CENTROS DE RECLUSIÓN
José Miguel Santacreu Soler
Universitat d’Alacant
De todos es sobradamente conocido que
la Guerra Civil española y la posguerra se caracterizaron por la proliferación de cárceles y
campos de concentración donde el régimen
franquista encerró a
miles de personas que
consideraba peligrosas
para la implantación
y consolidación de su
El profesor Santacreu durante la intervención
poder personal. Hoy es
difícil cuantificar su número exacto debido a la dispersión y precariedad en la conservación de las fuentes
y a las dificultades de acceso; no obstante, según las estadísticas oficiales del Ejército, en abril de 1939 había más de 270.000 personas. El encarcelamiento de aquellos hombres y mujeres fue una medida habitual durante la década 1939-1949,
y especialmente intensa durante la inmediata posguerra de 1939-1942 y durante
1947-1948 en que se articularon los movimientos guerrilleros que siguieron a la
victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial.
Franco declaró el final del Estado de Fuerra en 1948; pero ello no significó el
cese de las detenciones y encarcelamientos por motivaciones políticas, que continuaron hasta el mismo año de la muerte de Franco en 1975 como han demostrado
las numerosas publicaciones y Congresos sobre la represión franquista de las últimas décadas, congresos como el presente que no es más que otro ejemplo.1
Recientemente, el profesor Pelai Pagès ha concluido en su análisis de la legis103
lación represiva del franquismo que la esencia política del Régimen fue la de un
régimen fundamentalmente represivo que basó su poder y su larga duración en la
violencia política.2 En dicha violencia, los campos de concentración y las cárceles
desempeñaron un papel de primer orden y el paso de los presos generó una documentación ingente. Y el estamento militar fue quien tuvo el papel fundamental en
la clasificación de los prisioneros y en la decisión de encarcelar o fusilar a los capturados o detenidos clasificados con responsabilidades punibles. La jurisdicción
militar, que se expresaba mediante Consejos de Guerra, fue hegemónica hasta
1963, fecha en que se produjo el traspaso de la represión política a la jurisdicción
civil con la creación del Tribunal de Orden Público.
El proceso represivo y la documentación que podemos usar como fuente de
información para los centros de reclusión empezaron a gestarse con la Orden General de 11 de marzo de 1937 para la clasificación de prisioneros capturados y de
personas civiles y militares que se presentaban voluntariamente ante las autoridades franquistas. El desarrollo de dicha orden y la ampliación de julio de 1937
generaron un volumen enorme de documentación bajo jurisdicción militar que,
en los casos en que aún se conserva, puede ser muy útil para identificar, cuantificar
y conocer la suerte de miles de personas capturadas o presentadas.
Los jefes u oficiales de los servicios de información de las columnas o divisiones de militares elaboraban un sobre de identificación para cada prisionero capturado o presentado en el que constaba su nombre y apellidos, edad, estado civil,
profesión, si fue alistado forzosamente o voluntario, si fue capturado o presentado,
si tenía armas o no, empleo militar tanto en el ejército republicano como antes de
la guerra, si fuera el caso, cuerpo y unidad tanto en el ejército republicano como
antes de la guerra, si fuera el caso, las señas personales y las observaciones de interés. Dentro del sobre iban los documentos encontrados en manos del prisionero o
que éste presentaba. El prisionero con su sobre era presentado ante una de las Comisiones de Clasificación de prisioneros y capturados que se fueron constituyendo
en cada localidad y en el número que las divisiones y fuerzas militares con mando
independiente juzgaron necesarias a medida que avanzaban.
Las Comisiones, en un tiempo máximo de tres días, formaban un acta de
clasificación de cada prisionero donde constaban sus circunstancias personales, las
que habían concurrido en su captura o presentación, sus antecedentes militares,
políticos y sociales, los elementos de juicio utilizados y la clasificación que se le
asignaba. Las actas eran enviadas a la Auditoría de Guerra correspondiente que
las aprobaba y cursaba las órdenes oportunas según la clasificación del prisionero
para su puesta en libertad, continuación de la detención o formación de causa.
Los sobres y las actas de clasificación se archivaban en las Auditorías de Guerra
respectivas.
El crecimiento desorbitado de los prisioneros y las clasificaciones hizo necesa104
ria la organización de campos de concentración regulada por la orden de 5 de julio
de 1937, la cual estableció la constitución de una Comisión presidida por el coronel Luis Martín Pinillos para crear los campos de concentración de prisioneros
oportunos donde clasificar a los presos capturados y presentados en cada zona.3
Desde agosto de 1937 también funcionaron los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores donde fueron encuadrados los desafectos en edad militar procedentes de los campos, y que no tenían responsabilidades punibles reguladas por
la legislación franquista.
La Comisión creó sucesivamente los Campos de Concentración Miguel de
Unamuno (Madrid) para los soldados de la primera, segunda y tercera Región Militar, Canarias y Marruecos; Reus (Tarragona), para los soldados la cuarta y quinta
Región Militar y Baleares; y el de Miranda de Ebro (Burgos) para los soldados de
la sexta, séptima y octava Región Militar.
Poco antes de terminar la guerra, la Ley de 10 de febrero de 1939 actualizó la
regulación del régimen de las prisiones ajustadas a las necesidades del dictador, y,
cuando terminó la guerra el 1 de abril de 1939, la captura y presentación masiva
de prisioneros colapsó las previsiones de las normas establecidas hasta entonces por
lo que el Gobierno franquista hizo una nueva regulación de urgencia el 6 de abril
de 1939 para fijar las normas de clasificación.
Por un lado, estableció medidas urgentes para descongestionar el volumen de
prisioneros capturados o presentados en los campos, orientando a los tribunales
provisionales de clasificación para que ordenasen prisión, detención en el campo a
disposición de la inspección de los mismos o libertad provisional lo antes posible,
según la clasificación oportuna. Y por otro lado, para aligerar la actividad de las
Comisiones de Clasificación de los campos, ordenó que las personas que habían
formado parte de las unidades del ejército republicano se trasladasen a su localidad
de residencia habitual donde serían clasificadas. Los encargados de esta clasificación eran las autoridades locales que había, las cuales iban desde los alcaldes a los
comandantes de puesto de la Guardia Civil, si lo había, y los gobernadores y comandantes militares de las distintas plazas. Ello implicó la improvisación de tantos
depósitos locales de prisioneros como localidades para retener a los detenidos.
Las autoridades locales rellenaban una ficha de cada presentado con información sobre su nombre y apellidos, edad, estado civil, profesión, de dónde era
vecino, quiénes eran sus padres, si era prisionero o presentado con indicación del
lugar y circunstancias, dónde había residido desde el 6 de octubre de 1934, si
había servido en el ejército republicano como voluntario o forzoso, los empleos ostentados, las unidades donde había servido, si habían cometido delitos tipificados
por las leyes franquistas, dónde le sorprendió el inicio de la guerra y qué hizo, los
bienes que poseía el presentado y sus familiares, personas que lo conocían y podían
darle avales escritos, copia de los avales, etc. También se emitían certificaciones de
105
conducta hechas por el alcalde, el jefe local de fet y de las jons y comandante de
puesto de la Guardia Civil.
Tras analizar la información, los clasificaban como retenible o evacuable a una
prisión o a un campo de concentración de prisioneros o a otro pueblo, haciéndolo
constar en la ficha. Las autoridades locales estaban obligadas a enviar un duplicado
de las fichas con la clasificación a la autoridad militar de la Región Militar para que
ésta clasificara a los fichados como individuos con responsabilidades cuyas fichas se
remitían a la Auditoría de Guerra, individuos sin responsabilidades pero pertenecientes a reemplazos movilizados cuyas fichas quedaban en el Estado Mayor para
dar las instrucciones oportunas a las Cajas de Reclutas e individuos sin responsabilidades que excedían de la edad para pertenecer a reemplazos movilizados cuyas
fichas quedaban también en el Estado Mayor para su constancia. Muchos jóvenes
calificados pertenecientes a reemplazos movilizados acabaron recluidos en las Colonias Penitenciarias Militarizadas creadas por Ley de 8 de septiembre de 1939.
A los prisioneros de guerra y presentados que acabaron en los Batallones Disciplinarios de Soldados, en las Colonias Penitenciarias Militarizadas, en los campos de prisioneros para una clasificación más prolongada, o que fueron enviados a
las prisiones, hay que sumar los civiles detenidos como consecuencia de la denuncia de algún vecino que los acusaba de haber ocupado cargos públicos o políticos
durante la Segunda República o la guerra. Estas personas delatadas iniciaron un
periodo de reclusión diferente al de los prisioneros de guerra, que siguió la aplicación de las diversas leyes punitivas del franquismo contra los presos políticos y,
por ello, su proceso judicial generó una documentación relativamente localizable
en los archivos judiciales.
La variedad de los centros de reclusión generados por el proceso es enorme: desde los Campos de Concentración de prisioneros iniciales y los Depósitos
de prisioneros de cada localidad a las Prisiones de Partido Judicial, las Prisiones
Provinciales, las Prisiones Centrales, las Prisiones de Mujeres y las Colonias Penitenciarias Militarizadas. Incluso fue creada una Prisión Especial para sacerdotes
reclusos por Orden de 30 de octubre de 1941. Esto significa que para buscar las
fuentes oficiales del Estado que nos permitan estudiar los centros de reclusión hay
que acudir tanto a los archivos militares como a los de la administración civil de
Gobernación e Interior.
La mayoría de la documentación sobre los Campos de Concentración de prisioneros y los Batallones Disciplinarios se conserva en el Archivo Militar General de Guadalajara y los Archivos Intermedios Militares. La documentación de
Guadalajara fue recogida inicialmente por la Comisión Liquidadora de Campos
de Concentración y de Batallones de Soldados Trabajadores creada en 1943 para
acopiar en la Subsecretaría del Ejército los archivos de los campos y batallones
disueltos a partir de finales de 1942. La documentación ingresó en dos remesas
106
sucesivas (1957 y 1972) en el Archivo Militar de Segovia, y de allí pasó al Archivo
General Militar de Guadalajara en 1982, concretamente al Fondo 3 de Unidades
Disciplinarias formado por 3.000 cajas.
Hay que advertir que en Guadalajara se conserva mucha más documentación
para estudiar los centros de reclusión; pero no está toda la documentación generada y puede que queden documentos de interés en el Archivo General Militar
de Ávila y que en los Archivos Militares Intermedios esté la parte más útil para
estudiar los centros de reclusión del primer periodo de la posguerra. Aunque si
hacemos caso a la respuesta que el coronel comandante de la División número
17 dio a una petición del gobernador civil de Alicante en el verano de 1939 que
demandaba una relación por orden alfabético de los prisioneros existentes en los
distintos campos de la provincia, la documentación no era muy completa ni eficaz.
La respuesta decía que era muy difícil poder atender a lo solicitado por el volumen
tan considerable de prisioneros, el gran número de altas y bajas diarias y porque
no había en el Estado Mayor:
...relación completa de los prisioneros que existen actualmente en los Campos de
Concentración, ya que sólo existen relaciones de los prisioneros y detenidos clasificados como retenibles y que han pasado a disposición de la Auditoría de Guerra; por
otro lado, es imposible la identificación de los detenidos oriundos o procedentes de
otras Provincias por figurar una gran parte de los mismos con nombre supuesto.4
El acceso a los archivos militares está regulado por Real Decreto 2598/1998,
de 4 de diciembre, por el que se aprueba el reglamento de archivos militares (artículos 74-87) y la gestión para consultar los fondos que nos puedan interesas esté
plagada de trámites.
La documentación de las prisiones civiles donde fueron recluidos los condenados con pena de reclusión e incluso de muerte es competencia de Instituciones
Penitenciarias, que depende del Ministerio del Interior. Las bases para la organización y funcionamiento de las Secciones del Archivo General del Ministerio del
Interior en los ámbitos de la Guardia Civil y la Policía responden al desarrollo de
la Orden de 2 de octubre de 2002 que regula el Sistema Archivístico del Ministerio del Interior, así como las relaciones de los ciudadanos con los archivos administrativos del Ministerio, entre los que se encuentran los de las penitenciarias
objeto de mi ponencia.
Lo más importante para los investigadores es que su desarrollo ha establecido
las normas de acceso y consulta de documentos conservados en los archivos de este
Ministerio, tanto para el ejercicio de los derechos ciudadanos como para la investigación histórica, que es nuestro caso. Quiero destacar aquí los dos instrumentos
legislativos que más pueden interesar a los investigadores en materia de procedimientos para acceder a la documentación.
107
Uno es la Instrucción del 12 de julio de 2006 de la Secretaría General Técnica que establece las normas sobre acceso y consulta de los documentos en los
archivos dependientes del Ministerio del Interior. Esta Instrucción, en parte, es
una respuesta a las necesidades de la Comisión Interministerial para el estudio
de la situación de las víctimas de la Guerra Civil y el Franquismo creada por el
Real Decreto de 10 de septiembre de 2004, uno de cuyos objetivos era analizar las
condiciones legales y materiales de acceso a los archivos y establecer medidas para
mejorar el tratamiento y conservación de los documentos.
El otro instrumento es la Resolución del 6 de marzo de 2007 de la Subsecretaría que regula el procedimiento de acceso y consulta de documentos en el
registro telemático del Departamento. Su desarrollo ha significado la inclusión
de este procedimiento entre los servicios telemáticos del Ministerio del Interior y
permite utilizar las tecnologías de la información para tramitar las solicitudes de
acceso, consulta y búsquedas de documentos custodiados por el Archivo General
del Ministerio del Interior o por los archivos integrados en el Sistema Archivístico
del Departamento en el Archivo General.5
Los investigadores pueden consultar la normativa específica del Ministerio
del Interior sobre archivos y documentación en el primer libro de la Colección
Archivo General de la Secretaria General Técnica, que se titula El Sistema Archivístico del Ministerio del Interior. Normativa, cuya segunda edición es de 2008.6 El
libro es una herramienta muy útil tanto para los archiveros como para los investigadores, puesto que compila la normativa producida en desarrollo del Sistema
Archivístico departamental del Ministerio del Interior y, además, informa sobre la
legislación general estatal referida a la gestión de documentos y archivos administrativos, patrimonio histórico y documental y memoria histórica, procedimiento
administrativo y acceso a la información pública, protección de datos de carácter
personal, secretos oficiales, etc.
La documentación oficial más provechosa en nuestro caso que se puede consultar es la generada en las mismas prisiones. Son especialmente útiles el libro de
entradas de prisioneros, las actas de la Junta de Disciplina y los expedientes personales de cada preso o presa. Encontrar centros penitenciarios donde se conserven
estos expedientes es más difícil que tener las actas y libros. En el libro de entradas
no solamente se registraban los datos y nombres de las personas que ingresaban
sino también, a veces, las salidas por libertad, traslado a otra prisión o al hospital,
por muerte o ejecución. Una circunstancia especialmente relevante que nos permite estudiar estos libros es el número de entradas diarias para analizar la cadencia
de la represión; otra es la identificación con nombres y apellidos de los prisioneros,
sus delitos, oficios y lugar de procedencia. Las actas de la Junta de Disciplina nos
sirven para conocer la vida de los presos y sus actividades comerciales, conflictos,
rebeldías, trabajos, y el camino seguido para la redención de penas. La Junta de
108
Disciplina era el máximo órgano directivo de la prisión con unas funciones y
procedimientos regulados por el Reglamento del Servicio de Prisiones de 1930
restablecido en noviembre de 1936 por Franco.
Otro contingente considerable de documentación útil para estudiar los centros de reclusión es el que generó el Patronato Central de Redención de Penas por
el Trabajo creado en 1938, que pasó a denominarse Patronato Central de Nuestra
Señora de la Merced en 1942.7 El Patronato administraba la doctrina de Redención de Penas por el Trabajo, controlaba a los reclusos liberados y sus familias y
publicaba anualmente las memorias de su actividad con una función netamente
propagandística pero útil como fuente de documentación sobre los centros penitenciarios y sus empleados o colaboradores religiosos. También resulta útil como
fuente impresa el semanario Redención que empezó a publicarse el 1 de abril de
1939 por el Servicio Nacional de Prisiones como órgano del Patronato Central de
Redención de Penas y que continuó publicándose hasta 1978. Era un periódico
de circulación carcelaria, con colaboraciones de presos, dirigido tanto a los reclusos como a sus familiares para adoctrinarlos. Otra publicación de características
semejantes, pero más académica, fue la Revista de Estudios Penitenciarios, la cual
también aporta información valiosa.
El contrapunto de la revista Redención escrita por presos y para presos fue la
prensa clandestina que también escribían los presos y que solamente es consultable
en los casos en que algún familiar la conserve o mediante ejemplares donados a
fundaciones que los conservan como la Fundación Pablo Iglesias. Allí se conservan
algunos ejemplares de la revista clandestina Azul, escrita en el Reformatorio de
Adultos de Alicante en 1940. Otra documentación privada de gran utilidad es la
correspondencia de los presos que conservan sus familiares en algunos casos, como
el de la sobrina de Miguel Villalta, diputado socialista preso en el Reformatorio de
Adultos de Alicante, y fusilado.
La documentación generada, tanto por la jurisdicción militar como la civil de
carácter público y por los mismos presos de carácter privado, fue inmensa y, seguramente, la que aún no se ha extraviado o destruido, continúa muy dispersa.
Su conservación, localización y posibilidad de consulta no ha sido regulada de una
forma eficiente y comprometida hasta hace poco tiempo gracias a la Ley 52/2007,
de 26 de diciembre, la cual reconoce y amplía derechos y establece medidas en favor
de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura.8 Dicha ley, además, ha declarado la ilegitimidad de los tribunales, jurados y
cualesquiera otros órganos penales o administrativos que, durante la Guerra Civil, se
hubieran constituido para imponer, por motivos políticos, ideológicos o de creencia
religiosa, condenas o sanciones de carácter personal, así como la de sus resoluciones,
y también ha declarado expresamente derogados el Bando de Guerra de 28 de julio
de 1936, de la Junta de Defensa Nacional aprobado por Decreto número 79, el Ban109
do de 31 de agosto de 1936 y, especialmente, el Decreto del general Franco, número
55, de 1 de noviembre de 1936: las Leyes de Seguridad del Estado, de 12 de julio
de 1940 y 29 de marzo de 1941, de reforma del Código Penal de los delitos contra
la Seguridad del Estado; la Ley de 2 de marzo de 1943 de modificación del delito
de Rebelión Militar; el Decreto-Ley de 18 de abril de 1947, sobre Rebelión Militar
y Bandidaje y Terrorismo y las Leyes 42/1971 y 44/1971 de reforma del Código
de Justicia Militar; las Leyes de 9 de febrero de 1939 y la de 19 de febrero de 1942
sobre Responsabilidades Políticas y la Ley de 1 de marzo de 1940 sobre Represión
de la Masonería y el Comunismo, la Ley de 30 de julio de 1959, de Orden Público
y la Ley 15/1963, creadora del Tribunal de Orden Público.
De cara a la localización de fuentes para el estudio de los centros de reclusión,
una de las medidas más provechosas de la ley ha sido la constitución del Centro
Documental de la Memoria Histórica, con sede en la ciudad de Salamanca, de
conformidad con lo previsto en la Ley 21/2005, de 17 de noviembre. La función
de este centro es mantener y desarrollar el Archivo General de la Guerra Civil
española creado por Real Decreto 426/1999, de 12 de marzo, e integrar en este archivo todos los documentos originales o copias fidedignas de los mismos referidos
a la Guerra Civil y a la represión política subsiguiente, sitos en museos, bibliotecas
o archivos de titularidad estatal. Pero éste es un proceso en marcha para cuyos
frutos aún tendremos que esperar algún tiempo.
Al respecto, hay que llamar la atención sobre el caso catalán, donde la asunción de competencias por la autonomía ha permitido que en el Arxiu Nacional
de Catalunya se conserven los fondos del Ministerio del Interior correspondientes a la autonomía catalana, entre los que destaca la documentación de la Cárcel
Modelo de Barcelona y la de mujeres de Les Corts que utilizan los investigadores
catalanes para estudiar la represión, y que están dando frutos destacables. Tal es el
caso de la tesis doctoral de Pilar Molina Javierre sobre «La presó de dones de Barcelona (1939-1959)» leída en la Universidad de Barcelona a principios de 2010, el
proyecto de investigación dirigido por María Carmen Molinero Ruiz sobre «La repressió franquista de postguerra Els empresonats a Barcelona, 1939-1944» (20072009 agaur) o la página web del Memorial Democràtic de Catalunya dedicado
a la Memoria, Prisión de las Mujeres de les Corts, Barcelona 1939-1955 (http://
www.presodelescorts.org).
El resultado más interesante en el caso valenciano es el que actualmente trabaja la Comissió de la Veritat utilizando la documentación conservada en la Prisión
de Picassent, que ha sido posible consultar gracias a la legislación vigente para el
acceso a la misma mediante los permisos oportunos de Instituciones Penitenciarias. El primer resultado será una base de datos con información sobre todos los
presos y presas.
110
ANEXOS DOCUMENTALES
MINISTERIO DEL INTERIOR
ANEXO III. SOLICITUD DE ACCESO
D./D.ª (Nombre y apellidos del solicitante)
...………………………………………………………………………………….
dni / pasaporte / nie n.º
…………………………………………………………………………………….
Dirección postal
…………………………………………………………………………………….
Tel.:.................................. Correo electrónico: ...................................................
EXPONE:
Que precisa consultar los documentos obrantes en archivos del Ministerio del Interior
que se especifican más abajo por los siguientes motivos:
© Por contener datos relativos a mi persona
© Por contener datos familiares o genealógicos relativos a parientes directos
© Por ser necesarios para ejercer las acciones, derechos u obligaciones que se
especifican:………………………………………………………………………..
© Para trabajo de investigación cuyos datos generales son:
Tema de investigación:……………………………………………………………
…………………………………………………………………………………….
Director/a de la investigación (en su caso)
…………………………………………………………………………………….
Institución para la que se desarrolla la investigación (en su caso):
Relevancia de los documentos solicitados para la investigación:
…………………………………………………………………………………….
¿La investigación va a ser publicada? Sí © No ©
En caso afirmativo, datos previstos de la publicación:
Autor………………………………………………………………………………
Título previsto.……………………………………………………………………
Editorial……………………………………………………………………………
Fecha prevista de publicación (año)……………………………………………….
© Por otros motivos (especificar cuáles):
De acuerdo con todo lo anterior,
solicita tener acceso a los siguientes documentos:
…………………………………………………………………………………….
se compromete a enviar al Archivo General del Ministerio del Interior (c/ Amador de los Ríos,
7) un ejemplar de la publicación que resulte de la investigación, según Instrucción sexta, 10).
A esta solicitud se acompañan los siguientes documentos (marque los que procedan):
© Copia del dni/pasaporte /nie (táchese lo que no proceda)
© Documentación acreditativa de la condición de representante legal
© Autorización para acceso a datos personales firmada por el titular de los datos / por sus
familiares (táchese lo que no proceda) acompañada de copia de su dni, nie o pasaporte /
Libro de familia u otros documentos acreditativos del parentesco.
© Memoria de tesis o trabajo de investigación.
© Carta de aval del director de la investigación
© Otros (especificar cuáles)
………………………………………………………………………………
En……………………………., a …. de ………………….. de
Firma
Marque la autoridad a quien se dirige la presente solicitud
© (Para acceso a documentos obrantes en el Archivo General del Ministerio del Interior o a documentos
existentes en los archivos de más de una Dirección General del Departamento)
ANEXO IV
IMPRESO DE DECLARACIÓN Y COMPROMISO DEL SOLICITANTE
Siendo legalmente necesario proteger el honor y la intimidad personal que garantizan la
Constitución Española de 1978, art. 105.b, la Ley orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de Protección
Civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, la Ley Orgánica
15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal, y la Ley 16/1985, de
25 de junio, de Patrimonio Histórico Español, art. 57.1, c.
D./Dª.......................................................................................................................
con dni/ nie /Pasaporte n.º...............................................................................
Hago constar como investigador/a: que el objeto de mi trabajo es:
..............................................................................................................................
..............................................................................................................................
..............................................................................................................................
Que he solicitado acceso a fondos documentales del Ministerio del Interior relacionados con mi
trabajo de investigación.
Que mi intención es sólo la investigación histórica o científica, y que me comprometo formalmente
a: no hacer ningún otro uso de la documentación; utilizar de forma estadística o genérica la
información obtenida, sin recabar ni publicar datos de personas identificadas o identificables que
puedan comprometer su derecho al honor, la intimidad personal o familiar y la propia imagen,
conforme a la normativa aplicable.
En caso de solicitar reproducciones, manifiesto expresamente que destino las mismas únicamente
a fines de estudio o investigación, sin finalidad lucrativa, según lo dispuesto en el Real Decreto
1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Propiedad
Intelectual, que regula, aclara y armoniza las disposiciones vigentes sobre la materia. Además,
declaro conocer el contenido de esta normativa, respetando lo que en ella y en otras normas
se establece con respecto a los derechos de autor y demás aspectos de la propiedad intelectual,
comercial o industrial.
En ........................., ........... de ......................... de .......
Fdo.:
subsecretaría ministerio del interior. secretaría general técnica
ANEXO II. AUTORIZACIÓN DEL TITULAR DE LOS DATOS O SUS FAMILIARES AL
ACCESO POR PARTE DE
TERCEROS
/ FAMILIAR DEL TITULAR DE DATOS
nombre y apellidos:
dni / pasaporte / nie:
(marque lo que proceda, según el caso)
Titular de los datos q Familiar del titular de datos q Parentesco:
TITULAR DE LOS DATOS
autorizo la consulta de documentos obrantes en los archivos del ministerio del
interior que contienen datos relativos a mi persona/familiar, conforme a las condiciones
especificadas, y con reserva de ejercer las acciones que en su caso correspondan para
defender el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen.
Datos de la persona autorizada
nombre y apellidos
dni/pasaporte/nie
CONDICIONES DE LA AUTORIZACIÓN
Autorización válida hasta (día / mes / año: de no especificarse fecha límite se aplicará un plazo
máximo de un año)
__ / ___ / ___
Esta autorización es válida para la consulta de (marcar opción elegida):
q Todos mis datos
q Todos mis datos, excepto los relativos a (especificar)1
1
Por ejemplo, datos relativos a la ideología, afiliación política o sindical, religión y creencias; datos sobre
la salud, origen racial o étnico, vida sexual o afectiva.
Esta autorización es válida para (marcar opción elegida):
q Usos de investigación científica, histórica o estadística
q Únicamente para el uso / motivo / investigación siguiente (especificar):
q Cualquier utilización legítima, sin restricción
q Autorización sujeta a las siguientes condiciones2
Lugar, fecha y firma del titular de datos / familiar que autoriza el acceso
En ____________________________, a __ / ___ / ___
Firma
2
Por ejemplo, no divulgación o publicación del nombre del titular de los datos, autorización previa del titular de los datos/familiar para la publicación o divulgación de los resultados de la investigación relativos
a su persona, etc.
NOTAS
1
2
3
4
5
6
7
8
Una selección de libros que respalda nuestra afirmación es la siguiente: Sabín, José Manuel
(1996). Prisión y muerte en la España de postguerra, Anaya & Mario Muchnik, Madrid; Vinyes,
Ricard (2002). Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas. Ediciones
Temas de Hoy, Madrid; o Molinero, Carme (ed.) (2006). Una inmensa prisión: los campos de
concentración y las prisiones durante la Guerra Civil y el franquismo, Planeta-De Agostini, Barcelona.
Pagès i Blanch, P. (2009), Les lleis repressives del franquisme (1936-1975), Tres i Quatre, Valencia, p. 3.
Un investigador que ha estudiado esta etapa de los campos franquistas durante la guerra aprovechando testimonios y la documentación generada es Rodrigo, Javier (2003), Los campos de
concentración franquistas. Entre la historia y la memoria, Siete Mares Editorial, Madrid, 2005 y
Cautivos. Campos de concentración en la España franquista, 1936-1947, Crítica, Barcelona.
Citado en es Conca, María; Guía, Josep (2009), «Noves dades sobre presos i presons del primer
temps de la repressió franquista a Alacant», en Revista del Vinalopó n.º 12, Centre d’Estudis
Locals del Vinalopó, Petrer, p. 74.
La iniciativa de gestión telemática fue avalada por la Ley de 22 de junio de 2007 (Ley 11/2007),
que ha permitido dar de alta este procedimiento en la base de datos de procedimientos de la
Administración General del Estado de Información Administrativa (SIA): www.060.es. En
los anexos de este trabajo se incluye el contenido de las solicitudes necesarias para solicitar la
consulta de la documentación.
He consultado: El sistema archivístico del Ministerio del Interior: normativa / [edición y recopilación a cargo de Rosana de Andrés Díaz, Luis Casado de Otaola; con la colaboración de
Marta Gutiérrez del Río et al.]. 2.ª ed. corr. y aum., Madrid: Ministerio del Interior, Secretaría
General Técnica, 2008.
Una Orden de 27 de abril de 1939 declaró patrona de las prisiones y de la redención de penas
a Nuestra Señora de la Merced. El día de la patrona, los presos recibían una comida especial y
una visita extraordinaria de sus familiares, incluyendo a los niños.
Boletín Oficial del Estado n.º 310 de 27 de diciembre de 2007.
120
FUENTES AUDIOVISUALES Y DOCUMENTOS FOTOGRÁFICOS PARA
EL ESTUDIO DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA1
Gaspar Díez Pomares
Universitat d’Alacant
INTRODUCCIÓN
El estudio de la represión franquista a
partir de sus fuentes
audiovisuales y sus documentos fotográficos
ofrece, como punto de
partida, toda una serie
de dificultades que hacen de esta investigación una tarea complicada. En primer lugar,
desde una perspectiva
eminentemente hisGaspar Díez Pomares durante su intervención
toriográfica, este tipo
de fuentes todavía se
encuentra en un proceso de consolidación metodológica, es decir, existen debates acerca de cómo analizarlas y estudiarlas, más si cabe respecto de otro tipo de
documentos y sobre todo en lo que se refiere a la fotografía.2 Además, como se
puede observar, es ésta una cuestión que está por encima del estudio concreto de
la represión franquista y afecta en toda su extensión a cualquier momento o hecho
histórico que puede servirse de este tipo de documentos para su estudio.
En segundo lugar, y esta vez sí que toca referirse al aspecto concreto de la
represión franquista, la misma ontología y esencia de estas fuentes puede afectar a
cualquier aspecto referido a la represión, destapándose un panorama muy amplio
en su estudio. En las sociedades contemporáneas y occidentales, las fuentes audio121
visuales y los documentos fotográficos se han convertido en testimonios presentes
en casi todas las facetas de las mismas. Ello supone que, en mayor o menor medida, se pueda disponer de estas fuentes para estudiar cualquiera de las articulaciones
de la represión franquista, bien desde aspectos más centrados en la represión física
y violenta, hasta otros más cotidianos, como la configuración de una moral concreta dentro de la vida diaria de los ciudadanos.
En tercer y último lugar, aunque en apariencia pueda contradecir lo comentado anteriormente, existen evidentes problemas en lo que respecta a la catalogación
y localización de este tipo de documentos. Como se observará a continuación,
el estudio de un aspecto concreto de la represión puede ofrecer la desagradable
sorpresa de la práctica inexistencia de documentos o, en el mejor de los casos, la
dispersión de los mismos y la dificultad añadida ya no sólo de su localización, sino
también de su conocimiento.
No obstante, a pesar de este a priori desolador panorama, investigar la represión franquista a partir de este tipo de documentos no es, ni mucho menos, una
cuestión insalvable. Por ello, partiendo del fuerte protagonismo de las fuentes en
estas II Jornadas sobre La represión franquista en Levante: las fuentes, el presente
volumen intentará resolver y apuntar soluciones a esta compleja problemática.
Por un lado, en primer lugar, se centrará en la exposición de una tipología de archivos en donde poder iniciar nuestra investigación, así como las problemáticas
que pueden presentar, pero también los aspectos positivos que pueden ofrecer.
Seguidamente, en segundo lugar, tratará la complejidad analítica de estas fuentes, intentando demostrar cómo su capacidad histórica y su valor documental se
encuentran más allá de la simple ilustración de un hecho concreto, para posteriormente, tomando como referente esta complejidad teórica, analizar algunos
casos particulares.
El presente capítulo, por lo tanto, no abarcará la represión franquista en toda
su extensión, sino que se centrará fundamentalmente en aquellos aspectos centrados en la aniquilación y desaparición física de los represaliados, que se corresponde
cronológicamente con los primeros momentos del régimen franquista y también
con su faceta, tal vez, más sangrienta y violenta. Pero esta perspectiva, sin duda,
obliga a partir de un axioma un tanto paradójico: estudiar la represión a partir del
silencio o de la inexistencia de imágenes. Además del reto metodológico que ofrece
esta perspectiva, también presenta, por decirlo de alguna manera, una especie de
justicia histórica, al intentar demostrar cómo, por muy evidente que sea la intención de un régimen concreto de eliminar toda huella de sus crímenes, siempre
debe ser posible encontrar la vía para estudiarlos en un primer momento y posteriormente poder denunciarlos.
122
PRIMERA PROBLEMÁTICA: LOCALIZAR LAS FUENTES
Las fuentes audiovisuales, pero sobre todo los documentos fotográficos, tienen un atractivo histórico que las hace especialmente vulnerables a la hora de su
dispersión y catalogación. La propia naturaleza de este tipo de fuentes y documentos, que no atienden, en lo referido a su origen, a un institución concreta ni a unas
circunstancias particulares (un documento fotográfico, por ejemplo, puede tener
su origen tanto en las manos de un ciudadano anónimo, como en la intención de
una institución determinada) hacen que su localización no se sujete a un archivo
o catálogo específico. De ese modo, su propia naturaleza, pero atendiendo ahora
a su propia ontología, hace que este tipo de documentos resulte especialmente
atractivo a la hora de su difusión, por lo que, por un lado, los archivos se lancen a
la búsqueda y captura de estas fuentes siguiendo criterios muy dispares, y, por otro
lado, se guarde con cierto celo la exposición pública de los mismos a la espera de
encontrar el mejor postor y/o difusor, resultando su acceso con fines de investigación no siempre el apropiado.
En el caso concreto del estudio de la represión franquista, esta problemática
parece confirmarse. Por ejemplo, tanto si se opta por estudiarla desde un aspecto
concreto de la misma, como si se adopta en toda su generalidad, es inevitable que
se esté obligado a trabajar con un buen número de archivos, así como sus dificultades de acceso y catalogación. La fuentes audiovisuales, pero sobre todo los documentos fotográficos, será posible encontrarlas en todas su variantes, temáticas y
formatos en infinidad de archivos, tanto en aquellos que pertenecen a particulares,
como a los grandes catálogos públicos.
Surge, por lo tanto, la necesidad de tener presente una tipología y una diferenciación de distintos archivos, que en el caso concreto del estudio de la represión
franquista en Levante podría ser la siguiente:
Archivos particulares o privados3
Su principal problema, sin duda alguna, es la localización, conocimiento y acceso a los mismos, tanto del archivo en sí, como de la documentación que pueden
tener (en algunos casos realmente sorprendente). A favor, se puede encontrar una
serie de documentos de carácter inédito en lo que respecta a su origen, ofreciendo
información valiosa, desde el punto de vista histórico, puesto que arroja luz al
margen de los grandes discursos oficiales o de los documentos más conocidos. Asimismo, en lo que se refiere a su temática, formato u origen, tampoco es necesario
que exista una especialización concreta, siendo posible encontrar cualquier variante. El documento final que se puede encontrar en este tipo de archivos depende
exclusivamente del material que previamente haya circulado en los circuitos del
coleccionismo privado, aunque, por lo general, las grandes y relevantes colecciones
123
se encontrarán en los archivos públicos, que se reservan ante determinados legados
el derecho final de tanteo.
Archivos municipales
Se podrían definir como cara y cruz de una misma moneda, es decir, dentro
de este amplio espectro se puede encontrar absolutamente de todo, dependiendo,
en última instancia, del interés de las administraciones municipales respecto de su
propio legado y patrimonio.
En las últimas décadas, sobre todo a lo largo de los años 90 del siglo xx, se
inició en una buena parte de municipios del Levante una política encaminada a
recopilar aquello que se podría considerar la memoria gráfica de un determinado
municipio en el siglo xx. La aceptación por parte de los ciudadanos fue, en términos generales, exitosa y también, todo sea dicho de paso, generó un pequeño pero
lucrativo negocio en torno a la publicación de libros sobre el tema.
Dentro de esta política, en lo que respecta al estudio de la represión franquista,
se consiguió agrupar un buen número de fotografías (porque en este punto cabe
hablar básicamente de documentos fotográficos) que sirven fundamentalmente
para estudiar aspectos concretos de un municipio durante este periodo, sobre todo
en lo que se refiere a ese tipo de represión que se pudiera tipificar como cotidiana.
Por lo tanto, salvo excepciones puntuales, que por lo general coinciden con los
municipios de mayor población, estos archivos municipales sirven sobre todo para
focalizar el estudio de la represión en aspectos puntuales de este mismo municipio
en su vertiente de carácter más cotidiano.
Por último, dentro de este panorama, también se debe citar el estado de catalogación y conservación de la documentación disponible. Como ya se ha comentado anteriormente, muchas veces todo queda en mano de las políticas y el interés
de las administraciones municipales, si bien en términos generales el estado de
conservación y acceso es bastante positivo. No obstante, todavía queda por dar
un salto cualitativo hacia la digitalización de todo este tipo de documentación. En
este caso, es inevitable no citar una de las primeras y más exitosas experiencias al
respecto, como es la llevada a cabo por el Archivo Municipal de Alcoi, que ha sido
capaz de crear una estupenda y excelente fototeca disponible a través de Internet,
caracterizada por un motor de búsqueda que nada tiene que envidiar a los grandes
archivos nacionales o regionales.4
Archivos regionales y nacionales
Este tipo de archivos, sin duda alguna, resultan fundamentales e imprescindibles dentro del estudio de la represión franquista con el tipo de fuentes que
se está analizando y estudiando. Cualquier investigación que se quiera hacer al
124
respecto deberá iniciarse inevitablemente en estos archivos y completarse con la
documentación que pueda conseguirse en los citados anteriormente. Su acceso,
conservación y catalogación es bastante aceptable, además de disponer del aliciente de poder incluso encontrar una diferenciación entre archivos según el formato
o la temática de la documentación (cfr. Filmoteca Española y cine; Centro Documental de la Memoria Histórica y Guerra Civil).
Pero además, dentro de lo que se puede considerar como las políticas de construcción de memoria, algunos de estos archivos han iniciado una labor impagable
al digitalizar gran parte de sus fondos visuales y ponerlos a disposición y consulta
a través de Internet. Este punto, aparentemente normal dentro de la etapa de digitalización que estamos viviendo, hace que el acceso a este tipo de fuentes esté al
alcance de cualquier ciudadano, más allá de la labor erudita del investigador. La
Biblioteca Valenciana5 y el Arxiu Nacional de Catalunya,6 en este sentido, pueden
citarse como dos excelentes ejemplos dentro de esta tendencia y que, además, resultan imprescindibles dentro del espacio concreto del Levante.
Pero también, esta política de digitalización abre otra vía muy necesaria dentro de la documentación, como es la conservación de los originales, cuya consulta
directa, siempre que el proceso de digitalización sea fiel y perfectamente completado con una ficha técnica, no tiene por qué ser necesaria, guardando de esta forma
un material tan vulnerable al paso del tiempo y al uso como es el celuloide o la
fotografía.
Cerrando este punto, la problemática que ofrece estudiar la represión franquista a partir de sus fuentes audiovisuales y documentos fotográficos, en términos
generales, resulta la misma que se puede encontrar en otro tipo de fuentes, como
puede ser la dispersión de legados, el acceso a determinados archivos y el desconocimiento de nuevos documentos. Además, un handicap que hay que tener en
cuenta dentro de este punto son aquellos documentos de los que se tiene noticias,
pero de los que se sabe que están desaparecidos o destruidos.
SEGUNDA PROBLEMÁTICA: INVESTIGAR Y ANALIZAR LAS FUENTES
Visto el punto anterior, como ya se ha comentado, el estudio de la represión
a partir de sus fuentes audiovisuales y documentos fotográficos presenta una serie
de problemas en lo que se refiere al acceso de este tipo de fondos. Pero en cierta
manera, como también se ha comentado, son los mismos problemas (o al menos
muy parecidos) que se pueden encontrar en otras fuentes destinadas al estudio
de la represión, como puede ser el caso de la restricción en la consulta de algunos
documentos, su desconocimiento o, incluso, en el peor de los casos, su destrucción
y/o desaparición.
No obstante, si queremos centrar nuestra investigación en las fuentes audio125
visuales y los documentos fotográficos, la principal problemática no se encuentra
tanto en las dificultades de acceso y consulta de estos documentos, como en las
cuestiones de análisis metodológico que envuelve a los mismos. Ampliando y explicando este punto, estudiar la represión franquista a partir de este tipo concreto
de fuentes y documentos no es ni mucho menos hacer una catalogación de los
fondos disponibles que ilustren posteriormente todo aquello que ya se ha dicho
acerca de la represión. Por ejemplo, investigar la represión que sufrieron las mujeres en la posguerra, cuando muchas de ellas fueron rapadas, no es encontrar una
fotografía que ilustre este caso y que corrobore aquello que ya se ha demostrado,
por ejemplo, a partir de las fuentes orales. En este caso, la fotografía no demuestra
ninguna hipótesis de partida, simplemente ilustra aquello que ya se ha demostrado
con anterioridad. Investigar la represión a partir de este tipo de fuentes es atender
al propio discurso que poseen las mismas y darles voz, respetando su propia autonomía en tanto que documentos históricos.
El carácter ilustrativo de este tipo de fuentes, más aun, si cabe, en los documentos fotográficos, es innegable; de ahí que pueda surgir cierta confusión inicialmente, sobre todo si se atiende a la característica que apuntaba Roland Barthes7
respecto de la fotografía, como es su inmediato y primario carácter de certidumbre.
Pero más allá de esta inmediata sensación, este tipo de documentos, siempre que
sea posible, pueden y deben ofrecer mucha información, y en el caso de la represión franquista pueden ayudar a comprender aspectos estructurales de la misma.
Llegado a este punto, y para aclarar más convenientemente lo citado con anterioridad, es necesario, aunque suponga salirse brevemente del análisis concreto
de la represión franquista, hacer un pequeño inciso acerca de las características
de la fotografía en tanto que documento histórico. En este sentido baste como
ejemplo citar una obra de reciente aparición, de entre las muchas que podrían
haberse citado, escrita por Javier Marzal Felici,8 que aunque no se centra en el caso
concreto de la fotografía como documento histórico, sí que lleva a cabo una más
que interesante disección de la fotografía y sus capacidades discursivas más allá de
la simple sensación de ilustración y veracidad que puede y de hecho transmite.
En esta obra, uno de los capítulos ofrece un exhaustivo y detallado estudio de las
diferentes aproximaciones analíticas y metodológicas en el estudio de la fotografía,
haciendo notar la complejidad de este tipo de documento y la infinidad de caminos y variantes con las que se puede afrontar su estudio.
Para el caso que nos ocupa, esta diferenciación de aproximaciones puede resultar fundamental a la hora del estudio de la represión franquista a través de sus
documentos fotográficos. Este tipo de documentos están rodeados de una compleja trama en su elaboración y difusión posterior, por lo que sólo teniendo presente
un amplio abanico de aproximaciones metodológicas se puede analizar esta documentación más allá de una simple ilustración de un hecho concreto.
De esta forma, conviene fijarse, como ya se ha comentado, en el estudio y
126
análisis de una serie de casos concretos centrados en los primeros momentos del
franquismo y particularmente en aquella faceta represiva centrada en la aniquilación y desaparición física del otro. Este punto de partida, recordando lo ya citado
anteriormente, ofrece un hÁndicap que a primera vista puede resultar prácticamente insalvable. Cabe referirse a la práctica inexistencia de fuentes y documentos
para analizar este aspecto: no existe un corpus diferenciado y sólido, salvo muy
contados casos, que ofrezca un testimonio de los fusilamientos o las condiciones
inhumanas que vivieron los miles de presos durante este momento. Esta perspectiva obliga a partir de un axioma un tanto paradójico: estudiar la represión a partir
del silencio o de la inexistencia de imágenes. Ello supone un reto metodológico
importante, pero no por ello insalvable. La aplicación de diferentes planteamientos y aproximaciones metodológicas permitirá descubrir que sí es posible llevar a
cabo este estudio, bien desde el punto de vista biográfico de los fotógrafos; bien
desde la articulación entre fotografía y memoria; bien adoptando un modelo de
análisis fenomenológico.
APROXIMACIÓN BIOGRÁFICA
Una de las aproximaciones analíticas que se puede adoptar para estudiar la
represión franquista a partir de los documentos fotográficos es la que proporciona
la biografía de los fotógrafos implicados, entrando de lleno en lo que se podría
considerar como Historia de la Fotografía. En este caso, existe un desgraciado paradigma que se fue repitiendo a lo largo del territorio español conforme el avance
franquista era cada vez más patente, y la represión más evidente. Fueron varios los
fotógrafos que destruyeron sus archivos al final de la contienda, temerosos fundamentalmente de que las fotografías y las personas en ellas reflejadas pudieran ser
utilizadas como objeto de denuncia de cara a futuras represalias.
En el mejor de los casos, afortunadamente, algunas veces estos fondos permanecieron ocultos durante la larga dictadura y pudieron ver la luz al final de la misma, como es el caso del legado Agustí Centelles y su famosa maleta. Pero también
es cierto, por ello, que todavía queda la duda de saber cuánto material puede estar
oculto, escondiendo su valor histórico y, lo que es más alarmante, tal vez, en unas
condiciones de conservación que no pueden evitar el paso del tiempo y expuestas,
por lo tanto, a una paulatina desaparición en el silencio y el desconocimiento.
Si se tiene presente este hecho concreto dentro de la fotografía valenciana, se
descubre, desgraciadamente, dos casos que muestran una intencionada destrucción de fondos documentales precisamente por miedo a la inminente represión
franquista. Cabe hablar de los fotógrafos valencianos Joaquín Sanchís Finezas y
Paco Sánchez.
El primero de ellos, Joaquín Sanchís Finezas (1889-1957), desarrolló su tra127
bajo en la Valencia de la Guerra Civil, aunque también pasó algunos momentos
en el frente de guerra, concretamente en Teruel. Su importancia, dentro del fotoperiodismo valenciano, es incuestionable, no sólo por esta faceta particular dentro
de la contienda (realizando reportajes para la prensa confederal valenciana), sino
también por sus crónicas taurinas y los avances técnicos con los que trabajó, siendo
uno de los primeros profesionales en territorio valenciano que utilizó la Leica de
paso universal. Precisamente, de su legado anterior al final de la Guerra Civil sólo
nos han llegado las fotografías que realizó con su Leica. El resto de material, una
colección de fotos en negativos en placa de vidrio, fueron destruidos por el propio
fotógrafo. Los negativos hechos con la Leica pudieron conservarse dentro de una
caja de postales en el porche de su casa, siendo recuperados posteriormente por su
hijo Manuel (también fotógrafo), que los catalogó y protegió dentro de un marco
de diapositivas, siendo este legado recuperado el actual fondo Finezas que se puede
consultar en la Biblioteca Valenciana, formado por un total de 973 negativos.9
La otra gran figura que se debe tener presente es la del fotógrafo Paco Sánchez
(1905-1974). Su trayectoria profesional está vinculada a la ciudad de Alicante,
y también al mundo taurino y deportivo, pero durante la Guerra Civil nos dejó
importantes testimonios de la vida y el sufrimiento de los ciudadanos en la retaguardia, sobre todo en una serie de fotografías sobre las consecuencias de los bombardeos en la ciudad alicantina. En lo que se refiere al tema que se está tratando,
Paco Sánchez, al igual que el caso de Finezas, ante el inminente fin de la Guerra
Civil y la derrota republicana, según cuentan los testimonios cercanos a su figura,
se dirigió a una venta propiedad de su familia en Tibi y destruyó gran parte de
su patrimonio, también por miedo a comprometer a la gente que retrató y que
aparecían en esas instantáneas.10
Estos dos casos, a pesar de mostrar únicamente la desaparición de una documentación, ponen en evidencia una de las claves que ayudan a entender el funcionamiento represivo de todo régimen y/o dictadura, como es el interés de hacer
desaparecer toda huella que pueda dar testimonio de los crímenes cometidos por
ésta. Hay que lamentarse, evidentemente, de la pérdida irreparable de unos fondos
que, a buen seguro, podrían haber arrojado luz sobre la Guerra Civil, tanto en
Valencia como en Alicante, pero ante esta desolador panorama se debe extraer la
lectura positiva, y en este sentido cabe centrarse en esta idea de la desaparición de
las huellas de los crímenes cometidos por la represión de un régimen concreto y
exponer y denunciar este hecho.
Las articulaciones entre fotografía y memoria
Otra aproximación que se puede llevar a cabo, e íntimamente relacionada con
el aspecto anterior, es conocer de qué manera se articulan las políticas de desarro128
llo y consolidación de la memoria de los represaliados, partiendo de la idea de la
inexistencia de fuentes visuales o de imágenes.
En este sentido, es interesante y necesario partir de la experiencia desarrollada
en otras dictaduras, concretamente en las referidas al Cono Sur. La especialista Victoria Langland hace una más que valiosa aportación teórica al respecto en
un breve artículo titulado «Fotografía y Memoria».11 Inicialmente, esta autora se
plantea que «hay miles de personas desaparecidas en Argentina, y no hay una sola
foto que documente cómo ocurría ese hecho, obviamente por el carácter ilegal
del terrorismo de Estado. Sí quedan fotos de lo que hubo antes (personas, acontecimientos), pero no se pudo fotografiar una desaparición en sí (...) Por eso, la
pregunta central de cómo representar la ausencia –cómo representar a los desaparecidos– se mantiene como problema permanente y persistente».12
Esta autora apunta, posteriormente, que a pesar de esta paradoja (que como
se puede ver no es una circunstancia concreta de la represión franquista), la fotografía sí que se ha convertido en el centro de las luchas persistentes por la memoria que desde entonces se han desarrollado. «Las muchas fotos de las personas desaparecidas, fotos sacadas en épocas más felices, de jóvenes sonriendo, de
hombres, mujeres y bebés, se han tornado símbolos omnipresentes de las luchas
interminables por la memoria, llevada adelante por familiares y por los grupos de
Derechos Humanos».13 Precisamente, la autora destaca, como uno de los ejemplos
más notables, el caso de las Madres de la Plaza de Mayo que han hecho uso de estas
fotografías anteriores a la represión como un poderoso símbolo de sus luchas.
Para consolidar esta teoría, Victoria Langland se vale de tres puntos fundamentales. En primer lugar, la ya citada sensación de verosimilitud e inmediatez
que contiene toda fotografía. En segundo lugar, el fuerte impacto emocional que
transmiten debido a la conexión personal con lo que está siendo representado. Y
en tercer y último lugar, por la capacidad de reproducibilidad de las mismas fotos,
y, por lo tanto, de su difusión.
Como se puede ver, no son características que soportarían una construcción
rigurosa de la Historia, porque entran en juego factores como la emoción o el sentimiento de veracidad. No obstante, lo realmente fundamental de esta aproximación es comprender cómo se puede partir de un documento histórico y utilizarlo
como herramienta en la lucha para reivindicar la memoria de los desaparecidos.
En el caso concreto de la represión franquista ésta es una vía que empieza a desarrollarse y que puede tener un valor fundamental dentro de la reivindicación de
los represaliados, sobre todo cuando en estos momentos nos encontramos inmersos en una lucha por esta memoria que sobrepasa a las mismas víctimas y queda en
manos de los residuos todavía presentes del franquismo. Es ésta, por lo tanto, una
iniciativa insuficiente, ello es cierto, pero valiosa, en tanto que depende, en mayor
o menor medida, de las propias víctimas.
129
APROXIMACIÓN FENOMENOLÓGICA
Por último, cerrando esta segunda parte, se llevará un último acercamiento al
estudio de la represión franquista a partir de sus fuentes visuales, comentando un
caso concreto y aplicando también a su vez una metodología específica, metodología que podría denominarse como fenomenológica, siguiendo el planteamiento del
teórico y especialista francés Didi-Huberman.14 Esta última aproximación, dentro
de las variantes que ofrece la complejidad analítica de este tipo de fuentes, destaca,
a diferencia de las anteriores, por tratar y analizar directamente las fuentes y los
documentos visuales, atendiendo a su propia ontología y discurso.
El caso concreto15 que vamos a analizar se sitúa, cronológicamente, en los
últimos momentos de la Guerra Civil en la ciudad de Alicante. Tras el fallido
golpe de Estado de Casado, se corrió el rumor de que en esta ciudad sería posible
exiliarse y abandonar España ante la inminente caída de la Segunda República.
Pero todo resultó ser, precisamente, un rumor. De esta forma, a finales de marzo
de 1939, la ciudad de Alicante se convirtió en una gran prisión que encerraba no
sólo a republicanos, sino a millares de personas que buscaban la huida y el exilio.
Edificios y lugares públicos, como el Castillo de Santa Bárbara o la Plaza de Toros,
se convirtieron en improvisadas cárceles.
Estudiar este episodio supone, por lo tanto, analizar uno de los primeros capítulos represivos que el régimen franquista destapó en la inmediata contienda. Pero
también, y de ahí la razón por la que se incluye en el presente escrito, es posible
investigarlo a partir del estudio concreto de la fuentes visuales del momento (dos
cortometrajes documentales y una fotografía), permitiendo observar cómo el análisis discursivo y narrativo de estos documentos construye un discurso concreto
(del no-registro) que responde a la política represiva del franquismo.
De los tres documentos que se han citado, en un primer momento se han de
comentar los dos cortometrajes documentales. Estas dos piezas corresponden, sin
duda, a lo que se debe considerar como la imagen de los vencedores. Dos cortometrajes de carácter documental e informativo rodados tanto por los franquistas
como por los fascistas italianos en la ciudad de Alicante a principios de abril de
1939. Por un lado, cabe citar el Noticiario Español n.º 18, en su tercera noticia,
producido por el bando franquista. Por otro lado, el Cinegiornale Luce b-1496,
cuarta noticia, rodado por los fascistas italianos
Comentando brevemente el contexto de producción de ambas piezas, en primer lugar, en lo que respecta al Noticiario Español, en términos generales, éste es
considerado como el antecedente natural del no-do y sus orígenes se sitúan en
junio de 1938, a los pocos meses de que el bando franquista se constituyera como
gobierno en Burgos. Asentadas entonces las bases de un aparato gubernamental,
empezó también a despuntar el interés por el control de una maquinaria de pro130
paganda, encontrando en el cine su vehículo de difusión y en el Departamento
Nacional de Cinematografía (dnc) su organismo ejecutor. Bajo estas directrices,
entre junio de 1938 y marzo de 1941 se llegaron a realizar 32 noticiarios, 18 producidos durante la Guerra Civil.
En segundo lugar, tratando ahora el caso del Cinegiornale Luce, éste también
destacó por su descarado sentido propagandístico con intención de legitimar un
poder concreto, el fascista, o al menos, durante el periodo del gobierno de Mussolini. Cabe hacer esta puntualización porque el organismo encargado de la producción del Cinegiornale Luce, el Istituto luce (L’Unione Cinematografica Educativa), al contrario del dcn, ya estaba en funcionamiento antes del ascenso del
fascismo en Italia, concretamente sus orígenes datan de 1913 y llega su producción hasta nuestros días. Cuando Mussolini consiguió el poder, se apoderó de este
organismo y lo reorientó para justificar sus propios intereses. En lo que se refiere a
la Guerra Civil española se llegaron a rodar un total de 131 noticias relacionadas
con el conflicto español, en un tono evidentemente partidario del franquismo.
Se puede considerar, teniendo presente lo comentado con anterioridad, que
tanto el Noticiario Español como el Cinegiornale Luce ponen en evidencia su capacidad e interés propagandístico: ambos noticiarios son creados bajo unas pautas y unas consignas muy rígidas que marca un aparato gubernamental concreto,
entrando en una especie de círculo vicioso donde el mismo sistema aporta los
instrumentos con los que elaborar un discurso que lo legitime. Dentro de este
esquema de producción, las dos piezas analizadas no se mantendrán, lógicamente,
al margen de este interés concreto, configurando un discurso del final de la Guerra
Civil según los intereses de los vencedores.
De esta forma, la pieza referida al Cinegiornale Luce16 muestra una revista
militar de las tropas vencedoras, a la que asisten los generales Saliquet y Gambara. Este desfile no repara en gastos y tampoco en los recursos visuales utilizados,
mostrando un ágil sentido del montaje en consonancia con la idea de poder que se
desea transmitir. En segundo lugar, tratando la pieza correspondiente al Noticiario
Español,17 en ella se muestra un contenido muy similar: llegada y desfile de las
tropas vencedoras a la ciudad de Alicante. Pero esta vez tiene más protagonismo
la ciudad, distinguiéndose lugares como el castillo de Santa Bárbara, el puerto o el
mercado central. Es decir, aparecen lugares emblemáticos de la tragedia del final
de la Guerra Civil en la ciudad de Alicante, pero mostrados con total y absoluta
normalidad, casi idealizados, sin rastro de la reciente guerra y sin la presencia de
los vencidos.
Estas dos piezas, por lo tanto, como se ha podido ver, tienen en común unos
hechos muy concretos en un momento muy particular: el desfile de los vencedores
los primeros días de abril de 1939 en la ciudad de Alicante. Visto este contenido,
y teniendo en cuenta las fechas de realización, cabe entonces plantearse varias
131
preguntas: ¿Dónde se encuentran todos los partidarios de la República que en esos
días estaban en la ciudad de Alicante?, ¿dónde aparecen todos los republicanos que
no pudieron exiliarse y quedaron encerrados en el puerto alicantino?, ¿y qué es de
El Campo de los Almendros, de la Plaza de Toros o de El Campo de Albatera? En
definitiva: ¿Qué lugar ocupa en el discurso de los vencedores el bando republicano? Y esta última pregunta resulta clave.
Pero los dos cortometrajes comentados anteriormente no son los únicos testimonios visuales de este hecho. En el polo diametralmente opuesto se dispone de
una fotografía, una panorámica aérea del puerto de Alicante, en donde un análisis
detallado de sus partes llega a aseverar que nos encontramos ante el único testimonio visual, conocido hasta la fecha, de todos aquellos que quedaron encerrados
en el puerto de Alicante a la espera del exilio. Contingente de un grave sentido
de tragedia, se observa a la izquierda de la mitad superior una masa de gente confundida con un espeso humo, rodeados, según se observa en la mitad inferior, por
centenares de soldados agrupados en formación, junto con varios coches y diverso
armamento.18
En este documento, en contra de lo que se ha podido observar en los dos documentales comentados anteriormente, sí que aparecen las miles de personas que
quedaron encerradas en el puerto de Alicante. Pero esta fotografía, lógicamente,
no representa toda la tragedia que se vivió en el puerto de Alicante, ni tan siquiera
es un símbolo de este hecho. Más bien, como apuntaría Didi-Huberman, debe
entenderse como una porción de esa tragedia, una imagen que a pesar de su frágil
temporalidad tiene una referencialidad innegable, y con ello un discurso, que es el
discurso de los vencidos. La clave, en este punto, es comprender la fenomenología
que rodea a esta imagen: una fotografía que destaca por su carácter inédito y de
marginalidad, una fotografía que, en su momento, quedó al margen del discurso
oficial, enterrada en el anonimato, a diferencia de la amplia difusión de la que
disfrutaron tanto el Cinegiornale Luce como el Noticiario Español.
Como ya se ha apuntando en los párrafos anteriores, los tres documentos
analizados son sólo una porción, un instante, de todo lo sucedido en la ciudad de
Alicante a finales de la Guerra Civil. Y como tal porción, los tres son verdaderos,
es decir, tan cierto es que hubo un desfile de los vencedores, como que los vencidos fueron acorralados y humillados en el puerto. Pero lo realmente importante,
cuando se trata de analizar estos documentos, no es poner en duda su contenido,
sino llevar a cabo un análisis de su fenomenología, y a partir de ésta, extraer la interpretación histórica pertinente.
Teniendo presente esta premisa, investigar la represión que se vivió en la ciudad de Alicante al final de la Guerra Civil a partir de sus fuentes visuales remite y
refuerza la idea de tragedia, represión y derrota vivida por los vencidos. El análisis
de todo aquello que envuelve a estas tres fuentes evidencia el interés por parte de
132
los vencedores de la aniquilación total de los vencidos, convirtiéndose estos documentos en un ejemplo más de la maquinaria represiva que llevó a cabo el régimen
franquista, en unión con sus aliados, en la inmediata posguerra.
Esta hipótesis se puede aseverar, por un lado, como ya se ha visto, porque
los dos cortometrajes analizados son los únicos testimonios visuales del final de la
República en la ciudad de Alicante, pero con un carácter de unidad narrativa y de
constitución formal innegable, lo que les dotó de ese estatus alejado de la marginalidad, convirtiéndose en el único discurso oficial y conocido durante largo tiempo.
Por otro lado, por su descarada intención de narrar solamente unos hechos concretos del final de la guerra: el desfile de los vencedores. En este segundo punto
sería cuando entra en juego, dentro de la política de regeneración del régimen
franquista, la creación y consolidación del discurso de no-registro: la exaltación que
muestran estos dos cortometrajes de los vencedores deriva en una peculiar postura
frente a los vencidos. Parece, en el discurso particular de estas dos piezas, que la
intención no es ocultar la inmediata, degradante y violenta represión que llevaron
a cabo los vencedores en la ciudad de Alicante, sino sencillamente, emborracharse
en el propio ego de la victoria. Es decir, no interesa mostrar a los republicanos derrotados, porque éstos ya habían desaparecido del discurso oficial, ya habían sido
completamente aniquilados en la creación del nuevo Estado. Estas dos piezas se
convierten de esta manera en la trágica conclusión de la intención aniquiladora y
regeneradora del régimen franquista: la anulación total de los valores democráticos
de la Segunda República.
CONCLUSIÓN
Como se ha podido ver en estos tres casos concretos, el estudio de la represión
a partir de estas fuentes necesita tener presente una determinada complejidad analítica y diferentes metodologías a la hora de llevar a cabo el análisis necesario según
la documentación disponible.
Los documentos fotográficos y audiovisuales, analizados según su propia ontología, sin duda ayudan a conocer y resaltar aquellos aspectos estructurales y generales de la represión franquista. Tal vez no se matice tanto en aspectos concretos
y particulares de esta represión, como sí en su funcionamiento general y en su
planteamiento estructural. De esta forma, y cerrando este escrito, sólo cabe plantearse un par de preguntas, intentando responder no sólo al objetivo concreto de
las fuentes visuales, sino al sentido general de las Jornadas. En primer lugar cabe
preguntarse, si es posible, por lo tanto, estudiar la represión franquista a partir de
las fuentes audiovisuales y los documentos fotográficos. Evidentemente, la respuesta es afirmativa, eso sí, puntualizando que este estudio puede y debe ir más
allá de una simple ilustración y catalogación de documentos.
133
En segundo lugar cabe plantearse, ¿qué tipo de conclusiones ofrecen? Por un
lado, ayudan a ilustrar y a divulgar aspectos concretos de la represión, siempre que
se disponga de documentos para ello, como ya se ha visto. Por otro lado, ayudan
a comprender y a denunciar cómo se articuló esta represión y cuáles fueron sus
características estructurales.
134
NOTAS
El presente escrito se enmarca dentro del proyecto de tesis becado por la Conselleria d’Educació
de la Generalitat Valenciana (BFPI/2008/067), que está realizando su autor en el Departamento de Humanidades Contemporáneas de la Universitat d’Alacant, acerca de las relaciones metodológicas e historiográficas entre la Fotografía y la Historia, aplicada al caso de la fotografía
valenciana durante la Guerra Civil.
2
Un ejemplo reciente, dentro de la bibliografía existente en castellano, se puede encontrar en:
Vicente SÁNCHEZ-BIOSCA. «Guerra: cine, imagen e imaginarios». En: Historia social, n.º
63. UNED Alzira-Valencia, 2009, p. 77.
3
En este caso, cabe referirse, concretamente, a los archivos de particulares, y no tanto a los archivos de grandes fundaciones privadas.
4
El Archivo Muncipal de Alcoi se puede consultar en el siguiente enlace: <http://www.ajualcoi.
org/warxiu/fototeca/buscador.asp> [con acceso el 5-06-2009].
5
El catálogo de la Biblioteca Valenciana se puede consultar en el siguiente enlace: <http://
bv.gva.es/screens/biblioteca_val.html> [con acceso el 5-06-2009].
6
El catálogo del Arxiu Nacional de Catalunya se puede consultar en el siguiente enlace: <http://
cultura.gencat.cat/ArxiusEnLinia/> [con acceso el 5-06-2009].
7
Ronald BARTHES, La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, Paidós, Barcelona, 1989.
8
Javier MARZAL FELICI, Cómo se lee una fotografía. Interpretaciones de la mirada, Cátedra.
Madrid, 2007.
9
Albert GIRONA. «Imagen y compromiso: la fotografía de guerra de Joaquín Sánchez Finezas
(1937-1938)». En Joaquín Sánchez Finezas. Fotografía de guerra (Valencia 1937-1938), Pentagraf y Biblioteca Valenciana. Valencia, 2005. pp. 37-58.
10
Santiago LINARES ALBERT, «A la recerca de Paco Sánchez». En Poetes de la llum, Foguera
Port d’Alacant. Alacant, 2001, pp. 14-49.
11
Victoria LANGLAND. «Fotografía y memoria». En Elizabet JELIN y Ana LONGONI
(comps.), Escrituras, imágenes y escenarios antes la represión, Siglo xxi, Madrid, 2005, pp. 8790.
12
Ídem, pp. 87-88.
13
Ídem, p. 88.
14
Georges DIDI-HUBERMAN, Imágenes pese a todo. Memoria visual del Holocausto. Paidós.
Barcelona, 2004.
15
Una versión ampliada de este caso concreto se puede consultar en: Gaspar DÍEZ POMARES.
«El final de la Guerra Civil en la ciudad de Alicante a través de sus fuentes visuales». En Historia
Actual Online, núm. 21. Universidad de Cádiz, 2010, pp. 13-17. <http://historia-actual.org/
Publicaciones/index.php/haol/issue/view/28> [con acceso el 5-06-2009].
16
Istituto LUCE (Roma), Cinegiornale Luce B1496, 19/04/1939 (fecha de edición). «Spagna
Alicante. La sfilata delle truppe falagiste», 00:01:47, B/N, sonoro.
17
Filmoteca Española (Madrid), Noticiario Español n.º 18, 1/04/1939 (fecha de la noticia). «Alicante. Recibimiento a las tropas de ocupación», 00:00:51, B/N, sonoro.
18
Archivo Municipal de Alicante (Alicante), Legado Sánchez.
1
135
136
FONTS PER A L’ESTUDI DE LA DEPURACIÓ FRANQUISTA DEL
MAGISTERI PRIMARI A VALÈNCIA (CASTELLANO PÁG. 231)
M.ª del Carmen Agulló Díaz
Universitat de València
Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no
existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.
josé saramago
LA REPÚBLICA DEL MESTRES
Des dels primers moments
de la sublevació militar, el franquisme va encetar una política de
deslegitimació de la república i legitimació del Nou règim on ocupava un espai preferent l’efectiva
depuració dels cossos docents, entre els que es trobava el Magisteri
primari.
Per què aquesta gairebé obsessiva persecució de tot allò reMarc Baldó y María del Carmen Agulló
lacionat amb la política educativa
republicana? Quines raons conduïren a que les propostes educatives franquistes es convertiren en una negació
de les republicanes? Certament la IIª República va intentar, en el seu projecte de
modernitzar Espanya, construir l’estat docent, defensa de la República, atorgant a
l’Estat unes responsabilitats i obligacions en matèria educativa molt allunyades de
les de dècades anteriors.1
Mostra d’aquesta intencionalitat és la Constitució republicana, aprovada el 9
de desembre de 1931 on s’establia, en el seu article 48, dedicat a l’educació, que
l’ensenyament primari seria obligatori i gratuït; s’organitzaria segons el model de
137
l’escola unificada, seria laic i faria del treball l’eix de la seua activitat metodològica,
amb la intencionalitat de formar ciutadans solidaris. A més, l’article 50 reconeixia
el dret al bilingüisme i a un estatut especial per a l’ensenyament en les regions autònomes al mateix temps que establia l’obligatorietat de l’estudi del castellà:
Article 48:
El servei de la cultura és atribut de l’Estat i el prestarà mitjançant institucions educatives enllaçades pel sistema de l’escola unificada.
L’ensenyament primari serà gratuït i obligatori.
Els mestres, professors i catedràtics de l’ensenyament oficial són funcionaris públics.
La llibertat de càtedra queda reconeguda i garantida.
La República legislarà en el sentit de facilitar als espanyols necessitats econòmicament l’accés a tots els graus d’ensenyament, amb la finalitat de que sols es troben
condicionats per l’aptitud i la vocació.
L’ensenyament serà laic, farà del treball l’eix de la seua activitat metodològica i s’inspirarà en ideals de solidaritat humana.
Es reconeix a les esglésies el dret, subjecte a inspecció de l’Estat, d’ensenyar les seues
respectives doctrines en els seus propis establiments».
Article 50:
Les regions autònomes podran organitzar l’ensenyament en les seues llengües respectives,
d’acord amb les facultats que es concedesquen en els seus estatuts.
És obligatori l’estudi de la llengua castellana, i aquesta s’usarà com instrument d’ensenyament en tots els centres d’instrucció primària i secundària de les regions autònomes. L’Estat podrà mantenir o crear en elles institucions docents de tots els graus
en l’idioma oficial de la República
Per tal de dur a la pràctica aquestes indicacions, el govern va encetar un ambiciós Pla nacional de Cultura que crearia més de 27.000 escoles en 5 anys; i un
pla de construccions escolars, que el completava amb la intencionalitat d’edificar
30.000 nous centres en 8 anys.2 De manera simultània es va comprometre amb
una ampla tasca social i pedagògica que intentava arrelar l’escola al medi i relacionar escola i societat mitjançant una sèrie d’actuacions extra-escolars entre les que
trobem les Colònies escolars, les cantines escolars i el Patronato de Misiones Pedagógicas,3 organisme dedicat a l’extensió de la cultura fins els racons més apartats de
tota la geografia i que ompliria de biblioteques tot el país.
La reforma escolar, però, no seria efectiva si no s’acompanyava d’uns mestres
que haurien de ser, en la pràctica, l’ànima de l’escola, en afortunada expressió de
Marcel·lí Domingo i Rodolfo Llopis:
La República no pretende solamente levantar las paredes de una escuela: aspira a dar
138
a la Escuela un alma. Con esta reforma, que es a la vez social, cultural y económica, la
República tiene la convicción de formar, independizar, sostener y fortalecer el alma
del maestro, con el fin de que sea el alma de la escuela. (DOMINGO, Marcelino
(1932, 67-68) i LLOPIS, Rodolfo (1933, 86)
A la formació i dignificació professional del Magisteri primari destinaria el
govern els seus majors esforços, que es concretarien en una sèrie de mesures entre
les quals es poden esmentar:
t La reforma de la formació inicial, establint el «Pla Professional» de quatre
anys de durada, que equiparava els estudis de Magisteri als universitaris.4
t La substitució de les proves selectives de les denostades oposicions per
cursets de selecció que permetien, durant tres mesos d’intensa activitat,
perfeccionar la preparació dels mestres i seleccionar els millors, i dels que
sorgiren els denominats mestres cursillistes de 1933, 1935 i 1936
t L’organització de la formació permanent amb Setmanes Pedagògiques
(recordem la d’Ontinyent a l’any 1934), Centres de Col·laboració, escoles d’estiu...
t L’augment del sou bàsic a 4000 pts. anuals, dignificant la professió.
Tot plegat, el Magisteri, millor format i retribuït, era conscient de la confiança que la República havia dipositat en la seua tasca i va respondre començant
a edificar una escola activa, laica i moderna, capaç de formar la generació de ciutadans que haurien de canviar el país. És per això que el franquisme considerà als
mestres «hijuelos de la ILE» i causa, en gran mida, de tots els desastres educatius
i, per ende, socials. La solució, aleshores, passava per l’eliminació –ideològica i, en
massa ocasions, també física– dels elements més conflictius. Detectar els desafectes
al nou règim –el qual es sabia deslegitimitzat per la raó i per la legalitat establerta– i desactivar-los, adquiria una importància vital per a la seua subsistència. No
ens sorprèn l’èmfasi posat en aquest procés que pretén desarticular a l’enemic,
identificat amb el simpatitzant de doctrines democràtiques que podien suposar un
obstacle, encara que sols fora mental, a l’abús que començava a instal·lar-se en la
societat espanyola. Un decret de 8 de novembre de 1936 ens il·lustra:
El hecho de que durante varias décadas el Magisterio, en todos sus grados y cada vez
con más raras excepciones, haya estado influido y casi monopolizado por ideologías
e instituciones disolventes, en abierta oposición con el genio y tradición nacional
hace preciso que, en los momentos por que atravesamos, se lleve a cabo una revisión
total y profunda en el personal de Instrucción Pública (...) extirpando así de raíz
esas falsas doctrinas que con sus apóstoles han sido los principales factores de la
trágica situación a que fue llevada nuestra patria.
139
D’aquest procés depuratiu, dels seus objectius i de les seues conseqüències per
a l’educació dels espanyols i espanyoles tractaran les següents pàgines.
BREU APUNT AL VOLTANT DELS ESTUDIS SOBRE LA DEPURACIÓ FRANQUISTA DEL
MAGISTERI
Abans d’explicitar amb deteniment els mecanismes que es feren servir per tal
de depurar d’elements desafectes al Magisteri de tot l’Estat i, en particular, al valencià, voldríem esbossar unes línies que ens revelen les diferents modalitats que,
a hores d’ara, han adoptat les investigacions que s’han apropat a aquest tema i, de
manera simultània, reflexionar sobre la seua major i/o millor pertinència.
En el transcurs dels darrers anys han vist la llum una important quantitat de
treballs al voltant de la depuració franquista del magisteri primari en el conjunt
de l’Estat espanyol. Unes publicacions que, segons la seua extensió i pretensions,
puguem ubicar en un ventall que abraçaria des d’articles que presenten un apropament puntual a una zona geogràfica concreta i amb un contingut merament
quantitatiu, fins d’altres, a sovint tesis doctorals, que es desenvolupen en espais
amples, amb mirades calidoscòpiques i que permeten visions força complexes i
completes.5
La no coincidència en els seus objectius, la varietat en la consulta de fonts, i la
utilització de metodologies diverses, ha dut com a conseqüència que no tots hagen
contribuït, en el mateix grau, a la incorporació d’aportacions de relleu al tema de
la depuració. Voldríem, doncs, partint d’aquesta miscel·lània de plantejaments, fer
una reflexió prèvia perquè segons els objectius –implícits o declarats– que es persegueixen, es condiciona tota la investigació posterior i, en conseqüència, el tema
de les fonts que és avui l’objecte de la nostra aportació.6
Cal dir, per començar, que els estudis de caràcter quantitatiu són imprescindibles i necessaris, però insuficients. Les xifres són importants per tal d’establir el
punt de partida, la base que donarà suport a la investigació, però aquest no ha de
ser el seu objectiu principal. No som partidaris, és més, fins i tot ens declarem de
manera explícita en contra de les anomenades «guerres de xifres». No es tracta de
convertir, com sembla que ocorre a vegades, a les persones en números, i, com a
conseqüència indesitjable el caure en alguns defectes que, en l’actualitat, caracteritzen, dissortadament, alguns debats més mediàtics que acadèmics.
Estem fent referència al fet de cenyir la discussió a una simple i pretesament
asèptica comparació de dades, on allò més important sembla ser quin dels dos
«bàndols» va patir –o va exercir– una major repressió quantitativa, el que comporta, en ocasions, l’efecte d’intentar inflar les dades per tal de demostrar que a major
quantitat de caiguts, major fou la repressió, com si es tractara d’una qüestió de
quantitats i no de principis.
140
En l’extrem contrari de la mera quantificació trobem un altre defecte, producte de la reacció a les mirades excessivament positivistes que consisteix en una
exagerada exaltació de l’emoció per damunt del rigor històric. És cert que cal humanitzar, apropar els processos depuratius a la realitat vital dels lectors actuals, tal i
com propugnen les corrents historiogràfiques de la nova història quan reclamen la
seua capacitat de commoure i reivindiquen la comunicació emotiva. El perill sorgeix quan l’emotivitat és el criteri principal, produint relats destinats a commoure
més que a relatar de manera objectiva els fets, caient, fins i tot en la construcció
de narracions que podríem qualificar de morboses. Fem nostra la necessitat, que
planteja Levi, de reproduir racionalment afectes, de combinar el sentiment amb
una activitat racional científica:
¿Por qué yo pienso que es peligrosa una comunicación exclusivamente emotiva? Creo
que es peligrosa porque las emociones son pasionales, nosotros nos conmovemos
frente A las persecuciones franquistas de los republicanos, pero los franquistas se
conmueven frente las persecuciones de los republicanos contra los franquistas. El
resultado será lo que el Papa quiere: todo el pasado es de pecadores, todos son malos.
La emoción es una noción muy peligrosa. (...) Creo que uno de los papeles importantes de los historiadores es reproducir racionalmente afectos, saber controlar lo que
se produce a través de su actividad racional científica. (...) Todos son malos. El efecto
que se puede producir sin una construcción racional y complicada de una imagen del
pasado puede ser un efecto negativo, el efecto negativo puede ser malos contra malos,
todo el pasado es un pasado de malos. (LEVI, Giovanni (2005, 29)
És la utilització d’una metodologia científica la que ens allunyarà tant dels
estudis revisionistes, basats precisament en l’exaltació de les emocions i en la narració irracional dels fets, com d’autors sense dubte benintencionats però que, amb
els seus textos sentimentalistes no ajuden a confeccionar un discurs que recupere
la memòria de manera rigorosa, el que no vol dir exempta d’emocions, combinant,
en la seua justa mida, subjectivitat i objectivitat.
En definitiva, l’anàlisi qualitatiu és força més important que la descripció
quantitativa, encara que no es pot prescindir d’aquesta. Cal precisar les xifres,
però allò certament rellevant és, com hem apuntat prèviament, el conèixer, analitzar i visibilitzar els com, els perquè i les conseqüències dels processos de depuració
perquè
es claro que la función del historiador del conflicto no es tanto dar números como
explicar comportamientos colectivos; pero también es cierto que la «cuestión numérica» no es un aspecto baladí por el desigual tratamiento y la manipulación a la que se
vieron sometidos los muertos. (SÁNCHEZ MAYORRO, Fernando, 1989, 157)
Es tracta, per tant, de que, una vegada exposades les dades generals quantitati141
ves, es completen amb un estudi en profunditat que ens permet evidenciar el funcionament de l’aparell repressor del franquisme, els seus mecanismes repressius, la
legislació que els regulaven... i, de manera simultània, fer visibles i recuperar les
històries de vida dels mestres i les mestres sancionats, i explicitar les conseqüències
que va tenir per a l’educació de successives generacions la separació i el silenci al
que foren sotmesos els membres més renovadors del Magisteri.
Per poder dur a terme aquests estudis, cal recórrer, en cada cas, a unes fonts
concretes que ens facilitaran les anàlisis posteriors. Passem, ara, a fer una relació
d’aquelles que hem utilitzat i creguem més convenients per una millor comprensió
de l’objecte de la nostra investigació.
LA DEPURACIÓ FRANQUISTA DEL MAGISTERI VALENCIÀ: UNA MIRADA QUANTITATIVA
La importància que el règim franquista va atorgar a la depuració dels cossos
docents se’ns fa evident al descobrir l’existència de múltiples disposicions legals7
que, ja en plena Guerra Civil i, després, en la postguerra, fan referència a ella descrivint amb deteniment un procés que, mentre al conjunt de l’estat s’iniciaria en el
mateix mes de juliol de 1936, es retardaria a València fins abril de 1939.
Les primeres mesures depuradores del Magisteri valencià es dugueren a terme
abans de complir-se el primer mes de l’entrada de les tropes franquistes a València
quan el Director General de Primera Ensenyança, Romualdo de Toledo, decretava, sense tràmits previs, la suspensió immediata de sou i feina d’un grup de mestres
valencians:
Disposiciones oficiales:
El Sr. Toledo ha decretado la suspensión de empleo y sueldo de los Directores de
Grupo, maestros y maestras de la capital y provincia valenciana que más se destacaron por su fervor revolucionario durante la dominación marxista en aquella región.8
Una vegada presa aquesta mesura, de manera obligatòria, tot el cos de mestres valencians9 hagueren de sol·licitar la rehabilitació provisional, omplint una
instància de readmissió i una Declaració Jurada on calia donar resposta a diferents
preguntes al voltant de les seues activitats polítiques, sindicals, religioses i professionals. A elles s’afegien informacions sobre les conductes dels seus companys del
Magisteri. Tot plegat el termini de lliurament de la documentació a les autoritats
era força curt: fins el 20 de maig de 1939, encara que es va prorrogar fins el 25 del
mateix mes:
142
Rehabilitación Magisterio Primario
A fin de dar las máximas facilidades a los Sres. Maestros en la formación del expediente para solicitar la rehabilitación profesional se acuerda ampliar el plan de
recepción de documentos 5 días más, es decir, hasta el día 25 inclusive del corriente
mes. También se advierte a los Sres. Maestros que entregaron su expediente durante
los días 8 a 11 del presente se personen en la oficina de la Inspección para llenar un
requisito indispensable o bien delegar para ello en persona de su confianza. (Diari
Levante, 20/05/1939)
Ambdós documents formarien part dels expedients
de depuració que les corresponents Comissions Depuradores obririen a cada mestre.
Al perllongar-se en el temps
la seua resolució quan existia
una necessitat urgent de reobertura de les escoles al mes de
setembre, la Inspecció educativa juntament amb la Secció
Administrativa de Primera
Ensenyança de València decidiren publicar (setembre de 1939), una relació dels rehabilitats de manera provisional, per tal que pogueren començar les classes, encara que deixant clar que la rehabilitació no seria pas definitiva fins que no emetera el seu dictamen la Comissió.10
La llista seria completada, gairebé un any després amb la relació dels separats del
Magisteri per «abandono de destino», és a dir, per l’aplicació de l’article 171 de la
Llei d’Instrucció Primària de 1857.11
El conjunt d’aquestes mesures puguem qualificar-les com a transitòries i urgents, mentre les Comissions Depuradores desenvolupaven el seu treball, però ens
apropa de manera quantitativa a les sancions més dures del llarg procés que afectà
un total de 2.448 mestres valencians i que tardaria dècades en concloure.
Com puguem suposar, depurar dos milers i mig de mestres, implicava una
tasca que es presentava titànica per una única Comissió, és per això que València,
a diferència d’altres províncies, comptaria amb dues Comissions Depuradores del
Magisteri Primari per tal d’agilitzar les resolucions.
La primera d’elles es va constituir l’11 de juliol de 1939.12 Presidida pel Director de l’Institut Luis Vives, Francisco Morote Greus, estava formada per una
Secretària (la teresiana Mariana Ruiz Vallecillo, Inspectora de 1ª Ensenyança) i
cinc vocals, dels quals dos eren el metge Francisco Marco Mereciano i el pare de
família Alfredo Soriano Hernández, un tercer un representant de l’Església (el rec143
tor Vicente Garrido Pastor) i els altres dos, la quota de Falange: els mestres Justo
de Ávila Sanpascual i Vicente García Llácer.
El 5 d’octubre de 1940 es nomena una segona que es centraria en depurar als
mestres de les escoles de la província de València, reduint-se la tasca de la cd1 a la
dels mestres de la capital, «cursillistes» i del Pla Professional. Presidida per Fausto
Martínez Castillejo, Director de la Normal, també comptava entre els seus membres amb una Secretària (l’Inspectora de 1.ª Ensenyança, M.ª del Carmen Paulo
Bondía) i els corresponents vocals, dels quals tres eren Pascual Torrent Fernández,
pare de família, Luis Giménez Fayos, en representació de l’Asociación Católica de
Padres de família, i el director de l’Instituto San Vicente Ferrer, Modesto Giménez
de Bentrosa; els altres dos, n’eren els representants de Falange: José de Pablo Muñoz i José María Llopis Cabanes (industrial del moble).
Les dos Comissions incoaren un total de 2.358 expedients, dels quals la cd 1
va instruir 1.166 i la CD 2, 1.192. Els seus veredictes es publicaren en el Boletin
Oficial del Ministerio de Educación Nacional i en el Boletín Oficial de la Provincia de
Valencia, entre els anys 1939 i 1943. Per tant, les primeres fonts d’informació per
treballar la depuració del Magisteri son la premsa diària i els diaris oficials .13
De la consulta de les llistes confeccionades amb les resolucions de les comissions depuradores ja ratificades pel Ministerio de Educación Nacional i convertides
en oficials, puguem extraure els noms i cognoms de totes les mestres i els mestres
depurats, i les corresponents propostes de sancions o la seua confirmació en el
càrrec. Malgrat que es tracta d’una tasca que requereix grans dosis de paciència
perquè cal dur un seguiment al llarg dels anys, al ser algunes sancions modificades
varies vegades a causa dels recursos presentats pels afectats davant les autoritats
ministerials, al final puguem obtenir les dades oficials de la depuració.
Fent, per tant, un buidat de qualsevol de les publicacions (les llistes són les
mateixes) arribem a les dades quantitatives que ens indiquen que un total de 648
mestres van ser sancionats, el que representa un 28% del total del professorat, val
a dir que resten sense cap tipus de sanció un 72%. Serien un 8% els que reberen
la sanció més greu, la de separació del servei.
Els diaris oficials serien, doncs, la primera i imprescindible font. De fàcil
consulta ens faciliten confeccionar el mapa quantitatiu global de la depuració
provincial i, conegudes les xifres totals, puguem realitzar una anàlisi mitjançant
l’aplicació de les variables sexe, zona rural/urbana, comarques...
Si obtenim els percentatges corresponents, puguem arribar a unes conclusions
limitades però suggerents, per exemple si hi ha un alt percentatge de sancionats
amb l’expulsió o, pel contrari, una confirmació en el càrrec molt elevada; si corresponen o no més sancionats a les zones rurals que a les urbanes; les diferències
entre comarques...
Cal dir que alguns estudis, per diferents raons, limiten els seus resultats a
144
presentar aquestes dades, les quals permeten establir comparacions amb les obtingudes en altres zones de l’estat i, per tant, una primera aproximació al fet depuratiu. Però, més enllà de les quantitats caldria dur a terme una anàlisi qualitatiu. Es
per aquesta raó que recomanem consultar els expedients de depuració per tal de
conèixer els càrrecs imputats que donarien lloc a les sancions sol·licitades i que ens
revelen amb detall les raons i la profunditat de la depuració franquista.
ELS EXPEDIENTS DE DEPURACIÓ DEL MAGISTERI: UNA FONT PRIVILEGIADA
D’INFORMACIÓ
Si volem aprofundir en el mecanisme depurador, més enllà de les xifres finals
hem d’accedir a la consulta dels expedients oberts per les Comissions, una font
privilegiada que ens obrirà camins inexplorats de treball. Dipositats a l’Archivo
General de la Administració ubicat a Alcalà de Henares, classificats per províncies
i sota la signatura de «Depuración» son de fàcil accés, i de la seua riquesa i potencial força informativa ja hem tractat en estudis anteriors (FERNÁNDEZ SORIA,
Juan Manuel, AGULLÓ DÍAZ, María del Carmen (1996, 449-462).
Recordem que les dues Comissions depuradores de la província de València, remeteren al Ministeri els seus expedients al complet raó per la qual, llevat
d’algunes excepcions, allí es troben al nostre abast.14 En concret, dins de cada
expedient trobarem:
1. Full d’obertura de l’expedient realitzada per la Comissió Depuradora corresponent
2. Declaració Jurada del mestre sotmès a procés de depuració.
3. Informes de l’alcalde, comandant de la Guàrdia Civil, rector de la parròquia,
membre de Falange i veí de la població on exercia la seua docència.
4. En ocasions «expediente rojo»,15 documents que demostren la seua pertinència a partits, organitzacions sindicals, associacions culturals.... republicanes o a la Maçoneria
5. En ocasions informes redactats per distintes persones (mestres, veïns de la
població...) denunciant activitats republicanes.
6. Plecs de càrrecs i proposta de sanció/ proposta de confirmació en el càrrec.
Si la proposta és de confirmació en el càrrec, l’expedient es tanca. Si, pel
contrari, es considera que cal sancionar, es disposa d’un ample ventall
de sancions, des de la més suau d’inhabilitació per a l’exercici de càrrecs
directius i de confiança en institucions d’ensenyament, fins la més greu de
separació definitiva del servei i baixa en l’escalafó, passant per la suspensió
temporal en l’exercici docent, i el trasllat forçós fora o dins de la mateixa
província, amb impossibilitat de demanar escola en altra localitat durant
145
el període de temps que la sanció determine. Trasl·ladada la proposta
al depurat, l’expedient continua obert, i inclou el plec de descàrrecs del
mestre; els avals de persones afectes al Règim que ha aconseguit, i d’altres
documents varis que puguen demostrar la seua afecció al Règim, entre els
quals es troben quaderns escolars, articles en premsa, afiliacions a associacions catòliques...
7. Ratificació/rectificació de la proposta de sanció per part de la Comissió de
Revisió del Ministeri.16
8. En cas de recurs per part del mestre a la resolució sancionadora del Ministeri: diferents documents intentant desvirtuar els càrrecs, avals...
9. La resolució definitiva del Ministeri rectificant o ratificant la sanció.17
De tota la documentació destaquem el plec de càrrecs, que es converteix en
una font inestimable per conèixer el denostat perfil del mestre republicà, al mateix
temps que apreciar el model ideal del nou règim. Els càrrecs més freqüents són de
caràcter polític (simpaties, militància, propaganda en partits desafectes), sindical
(afiliació abans del 18 de julio a la fete o a la cnt), religiós (des de la tebiesa fins
l’ateisme), moral (matrimonis civils, adulteris, divorcis, mares fadrines...), cultural
(contribució o afiliació a organitzacions com Milicias de la Cultura, escriure en
diaris antifeixistes), professional18 (haver establert la coeducació, practicar el laïcisme a l’escola) i militars (enrolats en les fileres republicanes). La imputació no és
excloent, puguent acumular-se varis en un mateix expedient.
Per altra banda, l’existència d’un ample espectre de sancions oferia la possibilitat de castigar de manera forta, però també més suaument a aquells mestres que,
encara que havien mostrat tebiesa en el període de dominació roja, confessat simpatia pel règim republicà, o expressat idees i accions contràries a les ara dominants,
interessava que continuaren en el seu lloc de treball, per la qual cosa rebien una
sanció amb finalitat alliçonadora.
Sancions imposades sota el criteri de l’arbitrarietat, característic de les depuracions, que incrementa i agreuja el seu caràcter repressiu, perquè, encara que hi
ha càrrecs que comporten inexcusablement una sanció greu, la majoria restaven
subjectes a l’arbitrarietat de la Comissió provincial o de la ministerial.19
Els expedients, en definitiva, se’ns mostren com una font privilegiada
d’informació, no a soles per la que proporcionen al voltant del procés depuratiu
referit a l’àmbit educatiu (els noms dels membres de la Comissió Depuradora,
els arguments utilitzats per endossar càrrecs o no, la participació del Ministeri
d’educació en les decisions finals...) sinó també perquè ens apropen a la repressió
més global que es desenvolupà a les comarques valencianes. En ells trobem denuncies al voltant de les persones que exerciren càrrecs en les institucions republicans
(regidors, alcaldes, diputats...), noticies de les activitats de caràcter propagandístic
146
dutes a terme en aquells temps (mítings, conferències...), dades de la vida quotidiana (celebració de soterraments o bodes civils, etc.)
Una riquesa informativa que encara no ha estat suficientment explotada pels
historiadors de la repressió a València, per la qual cosa invitem a utilitzar els expedients com a font d’informació en treballs no estrictament de caràcter educatiu. Per la nostra part, cenyint-nos a la historiografia educativa, creguem que cal
continuar treballant en dues línies prioritàries que impliquen la recuperació dels
protagonistes i a la pròpia escola per dins.
Es tractaria, doncs, de visualitzar i recuperar els protagonistes: els mestres i les
mestres treballadors de l’ensenyament, silenciats i oblidats per la dictadura franquista. Ens vegem necessitats ara de poder enfocar amb una lent que permitintnos una mirada propera, ens aproxime a «l’abans» i «el després» de la depuració de
docents concrets, amb noms i cognoms.
Utilitzant la metodologia de les històries de vida, la seua recuperació ens mostrarà, en cada cas, les diferències entre «l’abans» republicà (les seues pràctiques pedagògiques innovadores i la seua implicació com a ciutadans en activitats polítiques
i sindicals) i «el després», en l’obligat temps de silenci del franquisme (la seua vida a
l’estranger, en el cas que pogueren exiliar-se, o la supervivència en l’exili interior).
Sabrem si, a més, foren repressaliats, jutjats i condemnats per d’altres delictes
polítics, si continuaren en la lluita antifranquista, si adoptaren conductes que les
van permetre sobreviure sense perdre la dignitat20 o si, per por a una acusació de
tebiesa o desafecció que poguera comportar noves sancions, decidiren assimilar
les conductes imposades, be fora de manera aparent, que els facilitara «doblarse per tal de no trencar-se», o, si, pel contrari, ho feren de manera exagerada,
obligant-se –i obligant– a realitzar pràctiques religioses o patriòtiques, amb un
rigor extremat.
En definitiva, cal apropar-nos a les conseqüències de la repressió des d’una
perspectiva més personal, i, fins i tot, subjectiva, al mateix temps que es dóna veu
i visibilitat als protagonistes de la nostra història educativa, social i cultural.
Un segon àmbit de treball afectaria a l’estudi de l’escola en blau i negre del
franquisme, conseqüència de les repercussions de la depuració del Magisteri en la
cultura escolar. Cal recuperar el dia d’una escola que deslegitimava el pensament
pedagògic republicà, mentre legitimava el nou imaginari del nacional-catolicisme,
a través de les pràctiques escolars i de l’exercici d’un nou magisteri, conformat,
en bona mida pels nouvinguts que accediren per mèrits polítics i no pedagògics,
aquells espinazos curvos, en afortunada expressió de Juan Ramón Jiménez.21
La depuració del magisteri, és ben cert, no a soles va tenir efectes sobre les
trajectòries personals dels seus protagonistes sino que, al implicar a l’avantguarda
pedagògica, va comportar un canvi dins de les aules22 que les convertiria en espais
presidits per la submissió, el memorisme, la repetició, la passivitat i els càstigs
147
físics, on s’aprenien consignes patriòtiques i religioses, i on xiquets i xiquetes, separats en espais i currículum, eren modelats d’acord amb els patrons sexistes més
tradicionals.
Tota l’educació de les noves generacions d’espanyols es va veure condicionada
per l’allunyament de les aules d’uns mestres ben preparats pedagògicament, substituïts per d’altres on la formació políticoreligiosa es valorava força més que la pedagògica. Mitjançant l’obtenció dels testimonis de les persones que assistiren a les
aules del franquisme, junt a l’anàlisi dels seus materials escolars, podrem aproparnos als efectes indirectes de la repressió educativa, que afectant als protagonistes,
repercutiria en un adoctrinament ideològic i una deseducació massiva.
FONTS PER A L’ESTUDI DE LA DEPURACIÓ FRANQUISTA DEL MAGISTERI PRIMARI A
VALÈNCIA
Tot plegat, si volem apropar-nos al procés i efectes de la depuració del Magisteri
primari valencià, puguem recórrer a diverses fonts que classifiquem en tres apartats.23
FONTS ESCRITES
Relacionades amb la repressió professional, política i sindical:
Llistes amb les resolucions dels expedients de depuració publicades al Boletín
Oficial del Ministerio de Educación Nacional i/o al Boletín Oficial de la Província de
Valencia entre 1939 i 1943.
t Expedients de Depuració dels mestres i les mestres valencians, resolts per les
Comissions Depuradores 1 i 2 de València, dipositats a l’Arxiu General
de l’Administració, a Alcalá de Henares. Cal consultar-los a Alcalà i la
seua localització i signatura corresponent es poden localitzar en http://
pares.mcu.es/victimasGCFPortal/buscadorSencilloFilter.form.
t Esborranys i informes previs d’alguns expedients que es troben a l’Arxiu
Històric de la Universitat de València.
t Còpies dels informes enviats que es conserven als arxius municipals
d’algunes poblacions.
t Expedients dels Consells de Guerra: afegeixen informació sobre la repressió
que acompanyava a la depuració funcionarial.24
t Expedients presó: en la presó de Picassent es poden consultar els expedients
dels mestres i les mestres empresonats en centres penitenciaris valencians.
Proporcionen dades concretes al voltant de les causes d’empresonament,
temps de privació de llibertat, llibertat condicionada...
148
t Expedients judicials: en els arxius dels Jutjats corresponents.
t Fitxes d’afiliació sindical i documentació al voltant d’activitats sindicals:
consultar l’arxiu del Moviment obrer de la Fundació Pablo Iglesias (Alcalà de Henares), els de la cnt i el del Centro de la Memoria Histórica de
Salamanca.
t Fitxes d’afiliació política i documentació al voltant d’activitats polítiques: arxius de partits polítics com el del Partido Comunista de España (dipositat
a la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid), el del Partido Socialista Obrero Español (Fundación
Pablo Iglesias a Alcalá de Henares)...
t Documentació vària dipositada als arxius municipals: consultant els apartats de «Correspondència», «Instrucció pública» o «varis» puguem trobar
esborranys d’informes sobre la conducta dels mestres, circulars de la inspecció sobre mesures repressives, informes al voltant de la depuració de
biblioteques...
t Documentació relacionada amb l’exili: el Ministeri de Cultura disposa
d’una direcció electrònica on es pot localitzar documentació de mestres
exiliats i/o emigrats:http://pares.mcu.es/MovimientosMigratorios/buscadorAvanzadoFilter.form, també hi ha diversos fonts de donacions en la
Biblioteca Valenciana.
t Documentació vària (diversos temes relacionats amb l’educació, els jutjats
de València...) dipositada a l’Arxiu del Regne de València.
t Documentació relativa a la pertinència i activitats en l’exercit republicà: consultar: www.mcu.es/militarrepublicano/militarRepublicanoSearch.do.
t Documentació vària dipositada al Centro Documental de la Memoria Histórica: llistes de les persones processades pel Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo estan en una base de dades que es pot
consultar per internet per tal de conèixer la pertenença a la maçoneria; també
hi ha documentació i expedients de la Secció Político-Social...
Relacionades amb la trajectòria pedagògica:
t Documentació relativa a la substitució del personal religiós en els establiments
depenents de la Diputació provincial: es troba dipositada a l’Arxiu de la
Diputació de València.
t Llibres de les Juntas Locales de Enseñanza Primaria i/o dels Consejos Locales
de Primera Enseñanza: dipositats als Arxius Municipals i, en ocasions, als
de les escoles. Proporcionen abundants dades al voltant dels seus membres i activitats escolars i circum-escolars.
t Documentació vària a les escoles: dissortadament son molt escassos per no
149
dir inexistents els arxius històrics de les escoles. Puguem trobar llibres
de visites de la inspecció, circulars de la Direcció general d’ensenyament
primari de València amb instruccions als directors, etc. en ocasions llibres
de les Juntes/Consells Local d’Ensenyament.
t Quaderns escolars i dels mestres: un dels elements més interessants per constatar els canvis metodològics i ideològics és la consulta dels quaderns escolars on els xiquets i les xiquetes reflectien el dia a dia de l’escola. Igual
importància tenen els quaderns de rotació i els de preparació de classes
dels mestres. Dissortadament aquest material es troba dispers en domicilis
particulars.
t Documentació vària de mestres, familiars, alumnes: cartes personals i a instàncies oficials, diaris personals, autobiografies, quaderns d’anotacions,
agendes... documentació molt dispersa i de difícil accés al estar dipositada
en domicilis particulars.
La premsa com a font
A la premsa diària i/o pedagògica i a les publicacions periòdiques es publiquen
noticies, llistes, convocatòries d’activitats, composició d’organismes directius d’associacions.. que ens permeten una aproximació a les activitats professionals, polítiques i socials del Magisteri. A més, els articles dels mestres durant l’etapa republicana i el franquisme, configuren una font imprescindible per conèixer els efectes
ideològics de la depuració. Molta informació es troba consultant les pàgines de
El Pueblo, El Mercantil Valenciano-Levante, Las provincias, Diario de Valencia, El
camí, Verdad... i Revista de Pedagogia, El Magisterio Español, Revista Nacional de
Educación... Les col·leccions de premsa es poden consultar a l’Hemeroteca Municipal de Valencia (Plaça de Maguncia), Biblioteca Històrica de la Universitat de
València i Biblioteca Valenciana.
FONTS ICONOGRÀFIQUES
t Fotografies dels mestres abans i després d’estar sotmesos als procediments repressors: la comparació entre les imatges dels docents durant l’etapa republicana i les aconseguides en el franquisme són, en molts casos, reveladores de la seua tristesa, frustració i impotència davant la nova situació.
t Fotografies en presons, camps de concentració, centres de detenció... ens permeten documentar el seu pas per establiments punitius i, en ocasions, les
activitats que organitzaven (escoles d’adults, representacions teatrals...).
t Fotografies de pràctiques i activitats pedagògiques.
D’accés més difícil, solen estar dipositades en arxius de caràcter privat, de
150
familiars de mestres o alumnat, encara que alguns centres educatius conserven
àlbums històrics. Cal consultar també la secció fotogràfica de l’Arxiu General de
l’Administració (Alcalà de Henares), la de l’Arxiu del Regne de València...
A més, en publicacions periòdiques com Estampa o Mundo Gráfico també es
troben excel·lents fotografies que permeten il·lustrar activitats pedagògiques durant l’etapa republicana.
FONTS ORALS
Imprescindibles per tal de reconstruir la història «des de» i «dels» de baix. Les
entrevistes a mestres i alumnes, amb totes les precaucions metodològiques que
requereixen se’ns revelen com instruments insubstituïbles per la reconstrucció dels
mecanismes repressius de caràcter físic i psicològic que foren utilitzats durant el
franquisme, i per tal de conèixer les seus conseqüències, amagades i silenciades per
la por, el que provoca que siguen molt escasses les ocasions en que s’han traslladat
a llenguatge escrit. Entre les seues aplicacions suggerim:
t Relat de vida dels mestres: dissortadament cada vegada és més difícil trobar
testimonis directes al haver faltat la majoria dels protagonistes, però una
entrevista en profunditat feta a un mestre, a ser possible amb la tècnica
del «coneixement compartit» (MEASOR, Lynda y SISES, Patricia 2004,
76) ens permet construir un relat de vida.25 Entre els arxius a consultar
es troba el Centre Documental de la Memòria Històrica on es conserven
col·lecció d’entrevistes de l’exili espanyol en Mèxic i en Argentina.
t Entrevistes a l’alumnat: donen una visió complementària i, quan falta el
docent, substitutòria de l’experiència del mestre. Revelen esdeveniments,
conductes personals i pràctiques pedagògiques imprescindibles per conèixer la repressió sobre les mentalitats.
t Entrevistes a familiars: si han convivit amb el docent són una font magnífica per relatar els fets repressius i les seues conseqüències per la vida
personal, familiar i professional.
En definitiva, la tasca per fer es, encara, extensa. La seua necessitat, indubtable. Cal evidenciar la repressió exercida pel franquisme sobre l’avantguarda pedagògica del magisteri, les seues conseqüències per a les persones que la patiren i,
sobre tot, com va influir per tal que una societat que havia iniciat un lent camí cap
a la modernitat, es convertira en reprimida, atemorida i miserable, en bona mesura
per la col·laboració d’un magisteri que al substituir al format durant la República
«esborrava la història, la llengua i la escola activa» i aconseguia que es perguera «la
memòria d’aquelles escoles que havien apostat per les persones». (MARQUÉS,
Salomó; PORTELL, Raimon (2008, 92)
151
NOTAS
Una aproximació a la política educativa republicana, des de la mirada dels seus protagonistes
directes, la trobem en les obres de Marcel·lí Domingo (1932) i Rodolfo Llopis (1933).
2
L’aprovació per les Corts Republicanes (16/09/1931) del Pla Nacional de Cultura, suposava
destinar, en 15 anys, 400.000.000 PTA a construccions escolars, amb càrrec al Pressupost de
l’Estat, i l’augment de les quanties de les subvencions que es produiria en 1933, impulsarien
de nou els projectes abandonats i afavoririen l’execució d’altres, obrint un camí per a poder fer
realitat la necessitat d’edificar noves escoles.
3
Creat per disposició del Ministeri d’Instrucció Publica i Belles Arts del 29/05/1931, la seua
base ideològica i pedagògica es trobava en la Institución Libre de Enseñanza, i va ser una obra
típicament institucionista, dirigida en persona per Manuel Bartolomé Cossío.
4
Exigia, per poder accedir, el títol del Batxillerat superior i tenir 18 anys. Calia superar una
prova d’accés amb places limitades, es centrava en la preparació tecnicopedagogica del mestre i
constava de tres anys de formació teòrica i un de pràctiques pagades. Al finalitzar, si es superava
una prova de conjunt, s’accedia directament al funcionariat, sense cap tipus de prova externa.
5
Una completa relació de les investigacions realitzades fins la data de la seua edició és la de RAMOS ZAMORA, Sara (2004) a la que remetem a les persones interessades.
6
Entre els apropaments a la depuració del Magisteri valencià puguem fer esment dels que tenen
com objecte d’estudi La Vall d’Albaida (FERNÁNDEZ SORIA, Juan Manuel, AGULLÓ
DÍAZ, M.ª del Carmen (1997); La Safor (FERNÁNDEZ SORIA, Juan Manuel, AGULLÓ
DÍAZ, M.ª del Carmen (1997, 203-219); La Foia de Bunyol (AGULLÓ DÍAZ, M.ª del
Carmen, VIDAL GRANCHA, Sonia (2008); La Ribera Baixa (FERNÁNDEZ SORIA, Juan
Manuel, AGULLÓ DÍAZ, Mª del Carmen (2000, 461-491).
7
Entre l’ampla i complexa normativa legal sobre la depuració dels funcionaris del Magisteri i
cenyint-nos a la immediata postguerra destaquen l’Ordre de 19 d’agost i Circular de 15 de
setembre de 1936, el decisiu Decret n.º 66 del 8 de novembre de 1936, l’Ordre de 10 de novembre del mateix any, el Decret-Llei de 5 de desembre de 1936 i la Circular de 7 de desembre
de 1936; altres disposicions, d’àmbit repressiu més ample però que afectaren de manera directa
a molts mestres serien la Llei de la Jefatura del Estado de 9 de febrer de 1939 de Responsabilitats Polítiques, la Llei de 10 de febrer de 1939 relativa a la depuració de funcionaris públics i
l’Ordre de 18 de març de 1939 sobre depuració de funcionaris d’Educació Nacional; la Llei de
l’1 de març de 1940 de Repressió de la Maçoneria, el Comunisme i la resta de societats clandestines; la Llei per a la Seguretat de l’Estat, de 29 de març de 1941, etc. Remetem als interessats
a l’obra d’ALEJANDRE GARCÍA, Juan Antonio (2008, 15-116)
8
El Magisterio español, 31 de maig de 1939, n.º 6.640
9
Es va obrir expedient de depuració a tots els mestres que exercien el seu càrrec en propietat a la
província de València en el període comprés entre 1936 y 1939, fent esment especial d’ aquells
que havien aprovat els «Cursillos» de 1933, 1935 i 1936, foren o no propietaris d’escola. A
més depuraren també els del Pla Professional, els interins, excedents que desitjaven reingressar,
jubilats i, fins i tot, morts, per tal de confirmar o no els seus drets passius.
10
Diari Las Provincias 16/09/1939, pp. 4 i 5, relació de mestres de la província i Las Provincias
17/09/1939 p. 5, relació de mestres i mestres de València capital i poblats.
11
El total de mestres separats mitjançant aquest article va ser de 54 als quals s’ha d’afegir 2
afussellats als que se’ls alçaria la sanció per «fallecimiento». La mateixa Inspecció va decidir,
fins la sanció o rehabilitació definitiva, quins mestres sancionats ho serien de feina i sou, quins
percebrien solament el 50% del sou, i quins un terç.
1
152
La seua constitució obeïa a les disposicions establertes pel Decret 8/11/1936 i l’Ordre
18/03/1937.
13
El Boletin Oficial del Estado (BOE) era, en un primer moment, el portanveu oficial de les
depuracions però la quantitat tan elevada de resolucions conduiria a que es publicaren en
el del Ministeri i en els Butlletins de la Província per tal de no col·lapsar el diari oficial. En
ocasions es pot consultar la premsa diària que també es fa ressò de les mesures sancionadores
(Las provincias, Levante) però els llistats ni son complets ni tenen una durada temporal igual
al període depuratiu. Les col·leccions completes del Boletín Oficial de la Provincia de Valencia
es poden consultar en l’Arxiu de la Diputació provincial, en la biblioteca de la Universitat, en
l’Hemeroteca Municipal de la ciutat i en la Biblioteca Valenciana. La del Boletín del Ministerio
de Educación Nacional es troba a la Biblioteca de la Universitat.
14
Alguns expedients han desaparegut. Es tracta, en la seua majoria, dels corresponents a mestres
separats del càrrec que presentaren recursos sistemàticament denegats fins la seua admissió,
normalment per tal de jubilar-se, ja als anys 60. Les resolucions finals es troben en una secció
especial del Ministeri d’Educació, també a l’AGA, i, encara que no més inclouen el plec de
càrrecs original, haguent desaparegut tant els informes com les al·legacions de l’encausat, si
més no ens permeten conèixer els motius i la sanció final. Per altra banda, puguem consultar
alguns esborranys dels expedients de depuració a l’Arxiu Històric de la Universitat de València,
perquè les Comissions depuradores, com a pas previ a la redacció definitiva de l’expedient,
treballaven en un esborrany dels quals es conserven una certa quantitat en aquest arxiu. A més,
també guardaren còpia d’alguns informes el que ens permet comparar les primeres dades amb
les elevades al Ministeri, i, en el cas d’alguns desapareguts, suplir les mancances observades.
I, a diferència d’altres províncies, a València no es troba –per ara– cap expedient dipositat en
l’inexistent arxiu de la Inspecció provincial, ni tampoc en el de l’Institut LLuis Vives (seu d’una
Comissió Depuradora), mentre que en el del Sant Vicent Ferrer no més hi ha un llibre amb la
composició de la Comissió Depuradora i els inicis de la seua tasca.
15
L’anomenat expediente rojo havia estat incoat per les autoritats republicanes en agost de 1936
per tal de conèixer el grau d’identificació dels mestres amb la política republicana, dins d’un
context de guerra. També constava d’una Declaració Jurada i informes-avals de fidelitat republicana del mestre. Tots aquests avals i les declaracions del mestre es tornaven en arguments
en contra seua. Els expedients oberts pels republicans no es troben catalogats perquè no més
alguns d’ells van ser inclosos en els franquistes.
16
La Comissió emetia la seua proposta de sanció a la Comissió Superior Dictaminadora dels
Expedients de Depuració, que depenia del Ministerio de Educación Nacional. Presentada al
Ministeri la seua pròpia proposta de sanció o de confirmació en el càrrec, que no coincidia,
en ocasions, amb la demanada per València, solia ser acceptada pel Ministeri i publicada al
BOMEN i al BOP.
17
Els recursos es presentaren fins i tot en els anys 60, per tal de poder accedir a la jubilació. En
molts casos, malgrat acceptar la reincorporació al funcionariat es mantenia una sanció més
lleugera del tipus de trasllat fóra o dins de la província on havien gaudit de l’escola en propietat.
18
La deficiència professional era objecte de remissió a la Inspecció, inhibint-se la Comissió Depuradora, per la qual cosa el mestre o la mestra, malgrat estar reconeguda públicament la seua
nul·la professionalitat, era confirmat en el seu lloc de treball.
19
El caràcter arbitrari proporciona a l’investigador una informació molt variada, com correspon,
per una banda, a l’actitud afavoridora de que tot val per inculpar, i, per altra, a la pròpia arbitrarietat de les Comissions a l’hora d’establir els càrrecs i de proposar les sancions; uns abusos
12
153
que comparteix la Comissió Dictaminadora. Aquesta mateixa irracionalitat al final beneficia
l’investigador que es troba amb dades d’índole molt diversa però molt útils, una apreciació que
apunta també LANERO TABOAS, Mónica, «La depuración de jueces y fiscales: 1936-1944»,
en Comunicaciones presentadas al II Encuentro de Investigadores del Franquismo..., T. I, p. 136.
20
Mestres jutjats per tribunals de guerra, privats de llibertat en camps de concentració i en presons, afusellats... el coneixement de les seues històries de vida ens aproparà al funcionament
dels instruments coercitius i ens ajudarà a ubicar-los dins d’un mapa global de repressió del
conjunt de la població, com elements dissidents del Nou Règim.
21
Juan Ramón Jiménez denominà espinazos curvos als funcionaris escassament competents però
col·laboradors entusiastes del nou règim que ocuparen els llocs de responsabilitat, poder i influència vacants, als que mai hagueren arribat per mèrits personals.
22
Les aules de les escoles valencianes conegueren totes les pràctiques d’esborrat de la memòria que
comporta la deslegitimació del Règim republicà i la legitimació del franquista: es substituïren
els noms de les escoles que feien referència a personatges liberals; s’expurgaren les biblioteques
de Misiones Pedagógicas; patiren la doble censura governativa i eclessial dels manuals escolars,
apartant els redactats per persones republicanes o amb continguts considerats perniciosos; es
va prohibir la utilització del valencià com vehicle transmissor en les aules...
23
Una classificació semblant l’hem proposat en la nostra comunicació al III Congrés d’Estudis de
la Vall d’Albaida (2010) sota el títol «Realitats i perspectives dels estudis al voltant de la depuració del magisteri primari a la Vall d’Albaida».
24
A hores d’ara estan restaurant-se a Madrid, per la qual cosa no poden ser consultats.
25
Basant-nos en el relat de vida (oral) i completant-lo amb d’altres fonts escrites, iconogràfiques
i també orals de persones relacionades, arribarem a construir una història de vida que se’ns
revela com el document més ric i precís per conèixer la repressió tant en la vessant física, com
psicològica i pedagògica. Les persones interessades en la tècnica de les històries de vida, poden
consultar PUJADAS MUÑOZ, Juan José (2002), El método biográfico: el uso de las historias de
vida en ciencias sociales. CIS, Madrid.
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155
Vista general del Colegio Mayor Rector Peset de la Universitat de València
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA:
FUENTES ORALES, LOS SUJETOS
Alejandra Soler Gilabert
Licenciada en Filosofía y Letras. Filóloga
Miembro de la fue y del pce
Exiliada en Moscú durante 32 años
Alejandra Soler Gilabert en un momento de su intervención con Matías Alonso Blasco
Fui de las primeras mujeres que tuvimos ocasión de acceder a la Universidad,
donde obtuve el título de licenciada en Filosofía y Letras. Durante mis estudios
universitarios milité activamente en la Federación Universitaria Escolar (fue), sindicato de estudiantes progresistas que luchó contra la monarquía borbónica, que
combatió contra la dictadura del general Primo de Rivera y que ayudó a la proclamación en España de la Segunda República el 14 de abril de 1931.
157
Tras la sublevación fascista encabezada, entre otros, por el general Franco y
durante la Guerra Civil milité en el bando leal al régimen democrático de la República. Así, en el año 1939, trabajaba como profesora de Historia en un instituto de
Tarrasa. Mi actividad política como miembro del Partido Comunista de España
(pce) y de la Federación Universitaria Escolar (fue) se centraba en la recogida de
ayudas para los soldados hasta que en enero acudí, junto con mi marido Arnaldo
Azzati, al frente para colaborar en la subida de la moral de las tropas. Todo estaba
perdido y regresamos a Barcelona desde donde iniciamos la huida hacia el norte
con las tropas franquistas pisándonos los talones. Mi marido y yo nos separamos
en Figueras donde él, junto con otros compañeros, se dirigió hacia el mar para
destruir material que no debía caer en manos de los fascistas.
Al cruzar la frontera con Francia recuerdo con rabia cómo algunos franceses
adinerados acudían con sus coches para presenciar aquel espectáculo de miles de
desharrapados republicanos. A mí me trasladaron a un campo pequeño en la Bretaña. Desde este campo escribí a todos los campos de refugiados españoles y así
pude localizar a Arnaldo.
Posteriormente tuvimos la posibilidad de irnos a México, donde se había exiliado un hermano de Arnaldo que tuvo responsabilidades en el gobierno de Negrín, pero decidimos ir a la Unión Soviética. Mi primer trabajo en la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss) fue hacerme cargo como profesora de los
«niños de la guerra». Cuando comienza la Segunda Guerra Mundial y Adolf Hitler
inicia los bombardeos de Moscú con bombas incendiarias, trabajamos como bomberos, tirando a la calle las bombas que quedaban en los tejados y apagándolas con
arena. Me evacuaron con los niños cerca de Stalingrado y de nuevo, al acercarse el
frente, nos vuelven a evacuar a los Urales.
Después la Segunda Guerra Mundial mi marido trabajó como periodista y yo
dirigí un departamento universitario de Lenguas Románicas. Vivíamos bien y teníamos sueldos altos, pero durante todo el tiempo tuvimos las maletas preparadas
para regresar a España, cosa que el régimen franquista no nos lo permitió hasta el
año 1971, es decir, hasta cuatro años antes de la muerte del dictador.
158
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA UNIVERSIDAD FRANQUISTA
Marc Baldó Lacomba
Universitat de València
El objetivo de este trabajo es dar cuenta de las fuentes para el estudio de la
universidad franquista, no sólo de la represión, sino también de la génesis del antifranquismo que emergió en dicha institución. Para ello se aborda, en primer lugar, el marco general de la historiografía sobre universidades; en segundo lugar, se
esboza un estado de la cuestión sobre la universidad franquista; en tercer lugar, se
comentan las directrices metodológicas para el estudio de la universidad, tanto en
sus aspectos represivos como en los que hacen referencia a la emancipación critica
y democrática que se generó a partir de la segunda mitad de los años cincuenta, y,
finalmente, en cuarto lugar, se repasa la riqueza y complejidad de las fuentes.1
HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD: RAÍCES HISTORIOGRÁFICAS
La historia social de la universidad (y la nueva historia institucional) en Europa empezó a desarrollarse en los años sesenta bajo la influencia de Annales y la
historiografía anglosajona.2
En España, a la historia de las universidades le costó algo más sentirse afectada
por las novedades. En los años setenta, la historiografía predominante en este campo era la tradicional: el estudio de la institución y de sus grandes personajes, con
sus características descriptivas y escasamente penetrantes.3 Sin embargo fue en esa
década en la que empezaron a operarse las mudanzas. Resultado de lecturas y contactos con profesores extranjeros, los hermanos Mariano y José Luis Peset fueron
pioneros de la renovación. Probablemente, en ellos, como en los otros innovadores citados en la nota 2, influían los cambios que se demandaban y empezaban a
operarse en el sistema educativo y en la universidad y las preguntas que todo ello
planteaba. En España influía, además, la insatisfactoria universidad franquista,
criticada y retada por estudiantes y jóvenes profesores, lo que invitaba a reflexionar
sobre la época ilustrada y liberal, épocas que fueron denostadas por el franquismo.
159
Pero sea como fuere, los primeros estudios de estos profesores sobre historia de las
universidades fueron recogidos y ampliados en el libro –clásico en esta clase de trabajos– La universidad española (siglos XVIII y XIX). Despotismo ilustrado y revolución
liberal, publicado en 1974,4 obra que replanteó la manera de hacer historia de las
universidades, dedicada hasta entonces a poco más que a la crónica de sus glorias.
El libro aportó dos novedades.
1. La primera fue plantear la historia universitaria desde una perspectiva integral –global, total, gustaba decirse en los años setenta–, sin ocuparse
únicamente de las Constituciones, los estatutos, las leyes y los acontecimientos, sino también de los estudiantes, los profesores, las doctrinas y la
ciencia que se enseñaba en las aulas, atendiendo el contexto histórico de
las reformas ilustradas y liberales.
2. La segunda novedad fue abordar la universidad contemporánea, en concreto la del siglo xix, sobre el que sólo la versión de Francisco Giner de los
Ríos, premiada en 1902 con motivo del iv Centenario de la Universidad
de Valencia y editada en 1916, después de la muerte del institucionista,
proporcionaba una primera pauta.5
Este libro fue, pues, como una especie de aldabonazo. Desde entonces, los
estudios sobre historia universitaria española, y pronto hispanoamericana, empezaron a reorientarse en el sentido de la historia social que se ha apuntado. Desde
la segunda mitad de los ochenta se fueron iniciando proyectos de investigación
en diversas universidades, aprovechando el crecimiento de las subvenciones i + d,
que permitieron a los investigadores formar una red bastante estable de contactos,
así como desplazamientos, consultas de archivos y la celebración de congresos, por
no hablar de la necesaria adquisición, por parte de las universidades con proyecto
subvencionado, de la principal bibliografía del tema. Con ello han aumentado los
investigadores, los congresos, las publicaciones..., y en todas ellas predomina la
mirada social,6 añadiéndose, sin embargo, dos novedades de interés:
1. La primera ha sido ampliar el estudio de las universidades hacia la América española, entrando en contacto con universidades latinoamericanas,
que comparten marco histórico común con las españolas en los siglos xvi
al xix.7
2. La segunda novedad ha consistido (sin dejar de seguir trabajando y profundizando en la Edad Moderna y medieval) en avanzar en la edad contemporánea, y concretamente en el franquismo, siguiendo el paso de la
historiografía de los años noventa y posteriores, tema que ha absorbido
gran parte de la producción historiográfica española desde finales de los
ochenta por diversas razones, entre ellas las debidas a la emergencia polí160
tica de desmitificar y analizar críticamente, historiar en definitiva, la experiencia reciente española de la Segunda República, la Guerra Civil y la
dictadura.
Pero, ¿cuáles son los rasgos de esta historiografía? Al margen de la edición de
fuentes –que han proliferado en las últimas décadas– los planteamientos historiográficos, escuetamente enunciados, son los de la historia social que se fueron
definiendo en los años setenta y ochenta, abiertos posteriormente a algunas de las
novedades de los años noventa y posteriores. Serían los tres siguientes:
1. Conocer el funcionamiento de espacios institucionales. En ellos se reproducen y/o generan ideas y se preparan grupos de profesiones y competencias
que tiene funciones sociales (ideológicas, técnicas, científicas) determinadas históricamente. El análisis de la institución desde la perspectiva
social pasa por el estudio de la organización y se obliga (más que a la tarea
descriptiva) a analizar los poderes universitarios, tanto los externos –el
monarca, el Estado liberal, los grupos de presión e intereses municipales,
eclesiásticos, de partido, económicos, etc.– como los internos –articulación de redes y reparto de la influencia y el poder institucional, etc.–. La
conexión con la historia política de una comunidad así como con las ideologías, doctrinas y ciencias del período que se analiza, las cuales suelen influir en los planes de estudio y en las acciones de grupos de interés. En fin,
es indispensable situar las universidades en sus bases económicas, analizar
sus rentas y sus gastos y contextualizar todo ello en el plano interno (ingresos, gastos, aporte de matrículas, de grados, de primas y prebendas, de
diferencias salariales de cátedras...) y socialmente (por ejemplo, abordar la
relación entre los salarios de los docentes y otras profesiones o la relación
existente entre el coste de los estudios y el nivel salarial, posibilidades de
compatibilizar estudios con otras actividades...). La historia de la universidad reflexiona, además, sobre otros dos objetos que merecen destacarse.
El primero es la importancia que tiene la educación en la formación de
capital humano y sus conexiones con la riqueza –o pobreza– de las sociedades, y las constricciones que toda institución impone a sus agentes y a
las acciones o la praxis que realizan, y con la que contribuyen a mantener
o transformar la propia institución.
2. El análisis de sus agentes, profesores y estudiantes: Características sociológicas de estos dos grupos: procedencia social, inserción y función en
la sociedad mediante estudios prosopográficos y tratamiento estadístico.
Significado de ambos colectivos en una sociedad de la que proceden y a
la que inervan con sus conocimientos y sus prácticas, lo que se relaciona
con la historia de las elites y la historia social de la administración. La
161
cultura de estos colectivos (vida cotidiana, relaciones familiares y sociales
de los docentes, socialización universitaria de los alumnos...). Ritos y ceremonias que acompañan a las prácticas escolares y a la transmisión del
conocimiento (revestimiento doctoral, oposiciones, jerarquías, así como
el universo masculino (Amelang)8 que han tenido –hasta fechas recientes–
estas instituciones y profesiones académicas.
3. En tercer lugar, interesan los contenidos de las ciencias o saberes que se
enseñan –o se cultivan– por los profesores. No es posible conocer la universidad de cualquier época si no se conoce bien lo que se enseña y se
estudia: interesa su encarnadura y contexto social, en su discurso interno
y en los condicionamientos de este discurso (iglesia, monarquía, Estado,
dictadura, jerarquías universitarias...). Interesa, al menos desde los años
sesenta del siglo xx en España, desde antes de la Segunda Guerra Mundial
en Estados Unidos, cómo la universidad ha transformado las condiciones
productivas, de trabajo y políticas. Hay, sin embargo, un problema de
estrategia metodológica: el acceso a estos saberes es difícil, lo que plantea
la dimensión –el método– pluridisciplinar
LA HISTORIOGRAFÍA SOBRE LA UNIVERSIDAD FRANQUISTA: ESTADO DE LA
CUESTIÓN
Por estado de la cuestión entiendo el análisis estricto de la historiografía que
hace referencia directa al tema de investigación que se propone, es decir, a la producción historiográfica que ha tratado la universidad en el franquismo, y no a toda
la historiografía sobre el franquismo, lo que sería absurdo.
De hecho, los primeros estudios que se interesaron por la universidad franquista no partieron de la historiografía, sino de la sociología. Nacieron en el contexto de la inquietud arriba señalada del cambio social de los setenta y ochenta, y,
aunque nunca han dejado de seguir produciéndose, fueron muy abundantes entonces.9 A la sociología se añadieron, después, aportaciones de otros campos como
la historia de la educación, la historia de la ciencia e incluso la historia económica y,
en este concierto, también –finalmente– la historiografía contemporánea, en la que
nos vamos a centrar.10
En este campo, los estudios sobre la universidad, como sucede con la historiografía general de la dictadura, están asimétricamente distribuidos entre el «primer»
franquismo, que tiene una gran concentración de trabajos, y la «segunda» etapa de
la dictadura que ha recibido, hasta el momento, mucha menos atención, aunque
cabe decir que en los últimos años se está activando con fuerza, probablemente
arrastrada por la Transición.
Dentro de esta asimetría, la universidad ha merecido una discreta atención
162
y, siguiendo sus pautas, también el «primer» franquismo tiene más trabajos que
el «segundo», y en uno y otro la historia política –centrada en la represión y en la
oposición– predomina sobre cualquier otro aspecto. E incluso cabe resaltar que la
historiografía que aborda la universidad como objeto en sí es escasa: en su mayor
parte, la perspectiva que predomina es la de la represión o la de la oposición, pero
no la de la propia universidad (sus funciones, la formación de profesionales, ámbito de socialización de jóvenes, etc.), lo que no evita importantes aportaciones
sobre aspectos específicos de la organización universitaria, y aspectos de historia
sociales y culturales.11
Como se ha dicho, los dos temas preferentes que aborda la historiografía son:
la represión franquista, por un lado, y el movimiento estudiantil, por el otro. Sobre
la primera cuestión hay muchos estudios. De hecho, conocemos la represión franquista en todas las universidades, con uno o diversos estudios monográficos sobre
todas ellas, y una obra de conjunto valiosa y que nos sitúa ante el estado de la cuestión, me refiero al libro de Jaume Claret El atroz desmoche, publicado en 2006.12
¿Qué cuestiones deja abierta esta historiografía? A mi modo de ver, cuatro: a)
Se centra, principalmente en las depuraciones, ejecuciones, exiliados, pero omite
otras formas de represión como son las jurisdicciones especiales de la dictadura
(Tribunales de Responsabilidades Políticas y de Represión contra la Masonería y
el Comunismo), el exilio interior... b) No cuantifica (a diferencia de cuanto sucede en enseñanza primaria y secundaria) la represión franquista, y no basta con el
análisis cualitativo. c) Tampoco compara la represión franquista con la del 36, que
también existió... d) Apenas sabemos nada de la represión sobre estudiantes.
Sobre la segunda cuestión, el movimiento estudiantil, también se han reconstruido estudios, frecuentemente minuciosos (con relaciones de nombres de los
protagonistas) y a veces con carácter de reivindicación de bastantes universidades,
y sin duda de las principales. El principal problema de estos estudios es que el
fenómeno es abordado como una pieza de la oposición política antifranquista y
desde esta perspectiva, más que desde la perspectiva de la historia universitaria y la
historia de los jóvenes universitarios y su socialización y nueva cultura política.13
Mención aparte merece el estudio de la cultura, campo en sentido amplio en
el que debe encuadrarse la historia de la universidad, donde hay amplia bibliografía, aunque este territorio ha sido escasamente frecuentado por los historiadores
del área de contemporánea.14
Analizar, por otro lado, la universidad en los años de la dictadura franquista
no es un ejercicio exento de riesgos. El período que se estudia se inscribe en lo que
la historiografía denomina Historia del Tiempo Presente, cuya característica central
es que una parte del período o de sus aspectos ha sido vivido por el historiador, y
que muchas personas comparten con él su propia experiencia histórica, vivencias
e ideas construidas sobre la dictadura y sobre la universidad de aquellos años. El
163
discurso historiográfico influye menos. Pero no por eso es irrelevante, pues es
vivaz y se está constantemente revisando y depurando, en buena parte, porque
cada vez hay más fuentes disponibles: se multiplican los estudios, los testimonios,
aumentan las memorias de protagonistas y personas que explican su experiencia
en aquellos años, se accede, en fin, cada año que pasa, a un mayor volumen de
documentación que se puede consultar.
marco para el estudio de la universidad franquista: especificidades
y etapas
Desde el punto de vista metodológico, el estudio de la universidad en la dictadura de Franco, como le sucede a la misma dictadura, plantea problemas metodológicos peculiares. Se trata, esencialmente, del fenómeno del aislamiento y afán de
ruptura cultural con la tradición universitaria liberal y con el contexto europeo de
modernización en el que la universidad española había entroncado. Desde 1939,
una parte del profesorado quedó depurada y exiliada. Los profesores e intelectuales
que la integraban continuaron, como pudieron, su trayectoria, pero lo hicieron
fuera y lejos de España, sin influir durante al menos dos o tres lustros en la vida
cultural del interior del país, donde desde el poder se impulsó una práctica universitaria aislada de los fundamentos intelectuales anteriores. Así pues, esta ruptura
con la tradición liberal se acompañó de una interferencia del poder dictatorial en
la universidad. Si la dictadura franquista era una singularidad en la Europa de la
posguerra (aunque no el único país que tuvo unos años cuarenta trágicos), su universidad también lo fue.15
En cualquier caso, el historiador que estudia la universidad franquista se encuentra con una institución que se adentra por unos vericuetos, directrices y caminos que son distintos y distantes del rumbo liberal que antes tuvo la universidad
española, y de la trayectoria que caracterizó la praxis universitaria de los países
hegemónicos de la cultura occidental. Por ejemplo, el que no se potenciase la
investigación –como hace la Ley de 1943– es una singularidad, o el que sus profesores quedasen aislados de los principales debates del momento, es otra. Eludir
en los años cuarenta y primeros cincuenta temas como el existencialismo, la crisis
de la razón y de la idea de progreso, el liberalismo o la democracia, es una excentricidad intelectual, como también es otra rareza el que los intelectuales oficiales
le den vueltas a cuestiones como la función de España –la «misión histórica»– en
la cultura cristiana o –si se traduce– en el mundo occidental, en el preciso momento de estallar la Guerra Fría. También tiene su singularidad la reflexión sobre
la esencia de España que después de la Guerra Civil, tanto los intelectuales de la
España oficial como los del exilio, y hasta los hispanistas, se plantearon (aunque
no debe extrañar que unos y otros se preguntasen sobre la entraña histórica de una
164
sociedad que había generado cuatro guerras civiles entre 1833 y 1939). Pero no se
debe exagerar. Tropezarse con fenómenos singulares en la España de Franco –la
autarquía económica, la democracia orgánica...– le sucede, por otro lado, a todo
quien estudie el franquismo: Spain is different decía un eslogan que daba cuenta
del atraso, subdesarrollo y extravagancias de un país amordazado que se vendía
como el summum de lo exótico.
Ahora bien, quien estudie la universidad en cualquier época desde la Ilustración, incluido el franquismo, ha de tener presente una premisa que, a nuestro modo
de ver, es característica de los grupos intelectuales a los que pertenecen los universitarios. Se trata de que, en mayor medida que otros grupos sociales, los intelectuales
–y, por ende, los profesores y estudiantes universitarios– no se definen únicamente
en relación con la sociedad y la cultura propias, ni con la situación política del
país, sino que de una manera más o menos profunda, más o menos generalizada,
lo hacen también en relación con elementos culturales y políticos internacionales,
algo que en la España franquista puede decirse que afectó incluso a los intelectuales franquistas más castizos, aquéllos que rechazaban y estigmatizaban, cuando no
caricaturizaban, ideologías y sistemas filosóficos «del extranjero» (Calvo Serer sería
buen ejemplo). Esto explica que muchos profesores y estudiantes universitarios,
sobre todo a partir de los años cincuenta, estuviesen menos anclados a la cultura
oficial y menos atrapados por los resortes conceptuales del Régimen y fuesen, por
tanto, más permeables a reflexiones y críticas de otros ámbitos sociales. Esto explica
también que las fisuras que surgían dentro de las corrientes intelectuales del Régimen (católicos y falangistas) se convirtiesen en «brechas».16
La derrota de las potencias del Eje fue determinante para limitar las consecuencias de la autarquía cultural y universitaria franquista. Este aspecto actuó
como disolvente de la cultura oficial, y facilitó que grupos de intelectuales universitarios cada vez más emblemáticos y representativos, reaccionasen dentro del
horizonte histórico europeo o multinacional. En los cincuenta se inició una tenue
ligazón con el pasado cultural de tradición liberal y plural y, al mismo tiempo,
se evidenció el fracaso de la voluntad franquista de crear una institución franquista omnímoda y excluyente que traspasara una limitada coyuntura. Minorías
de profesores y estudiantes generaron una actitud inconformista que, si primero
fue literaria y cultural, acabó por politizarse. Estas minorías, desde finales de los
cincuenta explícitas, no lograron gobernar la institución, pero erosionaron la capacidad franquista de influir.
***
Aunque la represión duró hasta el último día (ahí está la cuestión universitaria
de 1965 y 1966 con la expulsión o sanción a profesores y estudiantes, los «expedientes» a los estudiantes y profesores en los años setenta y los procesos del top),
165
cabe decir que a partir de mediados de los cincuenta la dictadura fue perdiendo
su hegemonía en la universidad y, por tanto, la cultura oficial franquista –azul y
nacionalcatólica– fue paulatinamente arrinconada por la emergente cultura crítica
y democrática de los estudiantes antifranquistas y los profesores, especialmente
los que se incorporaban a la docencia a lo largo de la década de los cincuenta y
siguientes. Probablemente por ello, la historia universitaria se pueda dividir en tres
etapas: la universidad sometida (1939-1951), nueva generación y cambio de rumbo
(1951-1959), y la emancipación de los universitarios (1959-1975).
En la primera época que se ha señalado, el protagonismo lo tiene el peso de
la dictadura, la losa de plomo de su institucionalización o su apoderamiento de la
Universidad.17 Dos son los vectores o directrices a analizar en esta parte. El primero es la destrucción de la universidad liberal que había empezado a dar un salto
cualitativo en su modernización en el primer tercio del siglo xx, empezando a
conectar la ciencia y cultura española con la que desarrollaba el mundo avanzado.
Los franquistas impusieron una política de control, censura y vigilancia, tanto a estudiantes como a profesores, que servían no sólo para barrer la universidad liberal,
sino para establecer una nueva universidad que fuese agente transmisor de la cultura
oficial de la nueva España. La cultura franquista se caracterizaba por proponerse
una involución ideológica que cimentase la regresión social; por la retirada de toda
modernidad cultural; por el secuestro y ocupación por parte de los vencedores de
las instituciones educativas, y, en fin, por la imposición de una autarquía, también
cultural o, si se quiere, por la tibetanización de España, marginándose, cuando
no persiguiéndose, todo cuanto era signo del pensamiento contemporáneo. La
depuración y la represión por las jurisdicciones especiales, la jurisdicción militar, las
responsabilidades políticas y el Tribunal contra la Masonería y el Comunismo son
las claves de este estudio.
El segundo vector de esta primera parte es historiográficamente más novedoso
y parte nuclear de la explicación histórica. Consiste en averiguar cómo la dictadura
rellenó en la universidad el vacío que produjeron sus depuraciones y la destrucción
de la universidad liberal, cómo se organizó la universidad «oficial» o franquista,
cómo repobló sus cátedras, cómo encauzó desde nuevos «designios» los estudios y
cómo controló a los universitarios, docentes y discentes.
Pero cualquier estudio de conjunto sobre la universidad española no debe
limitarse a desgranar la institución bajo el franquismo, sino también abordar la
universidad contra el franquismo. En el fondo, lo que más destaca de la historia de
la universidad franquista no es tanto la primera etapa como la segunda y la tercera:
desde los años cincuenta al final de la dictadura. Creo que la idea central de cuanto
sucede en estas dos etapas la expresó Julián Marías en La España real: «La libertad
empezó a germinar y brotar, como brota la hierba en los tejados y en las junturas
de las losas de piedra. Sería apasionante y conmovedor hacer una historia fina y
veraz del tímido, vacilante, inseguro renacimiento de la libertad en España».18
166
Se trata, pues, de ver cómo «empezó a germinar y brotar» la libertad en la universidad española después de la Guerra Civil. Pero lógicamente esta emergencia
remite inmediatamente a estudiar el «erial», el «páramo cultural» que decía José
Luis Abellán en 1971, a dar cuenta de las «losas de piedra» de la universidad de
la postguerra donde precisamente resurgió la «hierba» vivificante.19 Sin embargo,
quedaría amputada una historia universitaria que acabara ahí: en el momento en
que emerge con indecibles dificultades y problemas la universidad crítica y antifranquista.
En la segunda etapa (1951-1959), el protagonismo pasa a otros agentes: a la
generación del 56, que decía Pablo Lizcano,20 (1981) que alcanza no solamente
al movimiento estudiantil, que levantó ya continuadamente la voz desde febrero
del 56 y la replicó en febrero del 57, sino también a una pléyade de jovencísimos
profesores entonces o poco después –críticos y lúcidos– que constituyen una de
las más brillantes aportaciones de la historia universitaria del siglo xx. A los indicadores del cambio generacional en la universidad deben añadirse otros en otros
campos: en el movimiento obrero tenemos un fenómeno similar: una nueva generación de trabajadores que no han hecho la guerra (eran niños o adolescentes
entonces, o incluso nacieron en guerra o apenas acabó el conflicto) tomaron el
protagonismo y se erigieron en auténticos agentes del cambio histórico, sin que
ello obste a que otros mayores confluyesen en el proceso. En la cultura política del
país, especialmente de las minorías con mayor presencia en el mundo de la cultura
y del activismo político, detectaríamos la novedad: superar la Guerra Civil. Así, la
revista Laye apareció en 1950 en la órbita oficial, o la revista El Ciervo, en 1951,
en la órbita católica, o las ‘Conversaciones de Salamanca’ sobre el cine también de
esos años... Y todo ello, sin olvidarnos de una política económica que se larva en
la década y conduce al plan de Estabilización al acabar ésta.
Analizar el cambio que se ha expuesto significa valorar los límites que tuvo la
cultura oficial de la dictadura en la universidad. El Régimen intentó modelar una
nueva universidad. Sin embargo, a nuestro modo de ver, debe seguir analizándose
y debatiéndose este propósito. Nuestra tesis es que no lo consiguieron. Que, a
plazo medio, tan pronto como se produjo el relevo generacional de los cincuenta
(además del cambio de rumbo de algunos intelectuales), la universidad empezó a
convertirse en problema político, factor de inestabilidad, vivero de críticos, lo que
impidió que el nacional-catolicismo y el fascismo lograran trascenderse y mantener atada la actividad cultural universitaria y de las minorías.
En la segunda mitad de los cincuenta se evidenció que el franquismo no iba
a poder dominar la universidad, ni hegemonizar la cultura española, ni tampoco
convencer más que a los ya convencidos. Lo que sí logró la dictadura fue arrasar
con la creativa vida cultural y universitaria del primer tercio del siglo xx; paralizar la modernización (económica y social) iniciada; manipular e interferir en la
167
cultura popular (campo en el que logró claros éxitos), y reubicar el orden social
cuestionado por los sindicatos y partidos obreros y republicanos en los años veinte
y treinta, lo que constituía, probablemente, el objetivo principal del Régimen.
Pero en la práctica intelectual de las minorías surgieron brechas. ¿Por qué no
logró hegemonizar la producción cultural universitaria a partir de la década de los
cincuenta? Planteamos que ello se debe, principalmente, a tres razones. La primera, el desenlace que tuvo la guerra mundial, que perdieron las potencias del Eje, privando a la dictadura de referentes. La segunda se debe a las trayectorias y evoluciones
personales de una parte de los intelectuales que apoyaron al franquismo en la guerra
y después, pero que a partir de un punto de la década de los cincuenta evolucionaron, se abrieron «a todos los hombres de buena voluntad, hállense donde se hallen
y vengan de donde vinieren, más atentos al fin de la marcha colectiva que el punto
de procedencia».21 Además, ya hemos indicado que profesores y estudiantes, al
margen de la agudeza personal para captar el mundo, no son agentes aislados sino
en contacto con el mundo de fuera de la cerrada España..., en conexión con los
aires que conducen al Contubernio de Munich o a querer vivir Al vent del món
(1962). En tercer lugar, se debe a que la cultura franquista, desde muy pronto,
conoció la deslegitimación, tanto de «estudiantes con inquietudes» –eufemismo de
la época para definir la politización de unos cuantos escolares, llamada a difundirse e influir en los demás– como de profesores: en un puñado de ellos emergió
conciencia y voluntad de superar la Guerra Civil, reflexionar, criticar injusticias,
denunciar situaciones injustas y –si tenían cargo académico– permitir el diálogo.
En resumen, en los años cincuenta se abrieron brechas que, en los sesenta se convirtieron en zonas de libertad.
Los protagonistas, en fin, de la tercera etapa (1959-1975), vuelven a ser, reforzados por la coyuntura, las remesas de jóvenes estudiantes y pnns que crecieron en
una universidad que empezaba a masificarse y rebelarse contra el franquismo... El
desarrollismo aceleró la historia, multiplicó el número de estudiantes en las aulas,
diversificó las formas de organización y gestión de la protesta juvenil, incrementó
el número de profesores no numerarios –casi tan jóvenes como los estudiantes de
la protesta– y (aspecto inédito que deberemos tratar) las tesis doctorales que éstos
realizaban, es decir, el cultivo de la investigación, por primera vez descentralizado
en la universidad española contemporánea. La emergencia de la cultura crítica
de los cincuenta se transformó, se intensificó, se hizo visible fuera y dentro de las
instituciones docentes e impactó en la sociedad tardofranquista, al tiempo que se
nutrió de sus transformaciones económicas, sociales y mentales.
Pero el «círculo virtuoso» del crecimiento dio estabilidad al Régimen, aunque
no sin condiciones.22 Fue necesario permitir el crecimiento y dar salida a una nueva
clase media que emergía al compás del crecimiento económico, el aumento de los
servicios (enseñanza, sanidad...), el aumento de la renta y del consumo. Fue nece168
sario apostar por una nueva línea ideológica y política que permitiese las reformas
económicas iniciadas en 1959. Fue menester sustituir la legitimidad de la Cruzada
por la legitimidad de la renta per cápita de los 1.000 dólares. Fue menester escolarizar de los 12 a los 14 años, incrementar el número de universitarios, ingenieros, peritos; cualificar el trabajo (crear –se decía– «capital humano»); invertir en
enseñanza técnica, multiplicar los profesores de secundaria, empezar a pensar en
invertir en educación. Sin todo eso no había futuro...
Es importante advertir el papel que empezó a tener la universidad como «ascensor social». Así pues, cualquier estudio sobre la universidad que aborde el segundo franquismo, ha de incidir, pues, en estos tres ejes: el crecimiento –de estudiantes,
profesores, tesis doctorales, investigaciones, publicación de libros, incremento de
saberes...–, las reformas –las de Lora Tamayo, las de Villar Palasí– y los movimientos sociales –el estudiantil y la protesta de los pnns.
RIQUEZA Y COMPLEJIDAD DE LAS FUENTES
Respecto a las fuentes del período del franquismo hay que subrayar dos aspectos relevantes que se deben tener en cuenta.
1. El primero es que una gran parte de los investigadores de historia contemporánea de la última generación han dedicado y dedican su trabajo a investigar
la historia del tiempo reciente de España: República, guerra, franquismo y
Transición. Importante es saber de este entusiasmo que ha producido un
ingente volumen de monografías y, por tanto, de información contrastada
y abierta al debate. Pocos períodos de la historia de España contemporánea
gozan de esta producción. Pero eso, que por un lado facilita la tarea a quien
pretenda estudiar esta etapa, por el otro la hace compleja.
2. La segunda traza que es preciso considerar hace referencia a las mismas
fuentes. La enorme cantidad de fuentes accesibles a los historiadores del franquismo (documentales, arqueológicas, audiovisuales y orales) hace del período uno de los campos de estudio que mayor documentación brinda a quien
se proponga trabajarlo, lo que tiene la ventaja de la abundancia y diversidad de recursos para obtener información y, a su vez, comporta un grado
de complejidad que el historiador debe tener en cuenta.
***
Respecto a las fuentes, debemos discernir entre las documentales editadas,
las prosopográfícas, las de información institucional, las de información sobre la
cultura política, la prensa y las bibliográficas. A todas ellas nos vamos a referir.
169
Fuentes editadas
Las principales fuentes editadas (al margen de las abundantes estadísticas) son
los repertorios legislativos y los escalafones de profesores funcionarios. A ellas debe
añadirse las Memorias de las universidades y las informaciones oficiales de los Planes
de Desarrollo.23
Fuentes de información biográfica
Más allá de las fuentes estadísticas, indispensables, interesan las fuentes de información biográfica, que son difíciles de rastrear y tratar para el análisis de los
estudiantes y, en cambio, para el de los profesores no lo son tanto. Hay cada
vez más información memorialística (muchos de quienes escriben autobiografías
fueron estudiantes universitarios y, por lo común, cuentan la experiencia)24, que
junto con la documentación (expedientes de los profesores y estudiantes) permite
reconstruir biografías y prosopografías. Para los docentes, más importantes que las
fuentes estadísticas son los trabajos micro-biográficos y prosopográficos. Aunque
para la universidad en la época del franquismo, precisamente, no son abundantes,
la reconstrucción de un número limitado y representativo de biografías es más asequible por estar centralizada la información en un archivo –el Archivo General de
la Administración, aga–. Hacer una prosopografía de los profesores universitarios
españoles durante el franquismo sería un trabajo encomiable, pero sólo parcialmente está realizado.25 Por ello, quien se aproxime a este tipo de investigaciones,
debe tener presente el método y hacer algún estudio de casos considerados representativos de la trayectoria seguida por el colectivo.
En la historia social, por otro lado, se ha pasado de la biografía que buscaba
realzar al personaje –oscureciendo el contexto– a la biografía que se ocupa de
enmarcar y enraizar al personaje en el medio social, en la experiencia de vida, y
a su vez se busca la biografía del grupo.26 El modelo de método en este tipo de
trabajos biográficos y prosopográficos de profesores de universidad e intelectuales que proponemos es el que ha desarrollado en Francia el discípulo de Maurice Agulhon, Christophe Charle (luego ha habido otros autores). Este destacado
profesor, en los años ochenta, elaboró estudios prosopográficos del profesorado
universitario francés (o de altos funcionarios, intelectuales...) que han permitido
acceder a un conocimiento detallado del perfil biográfico de los docentes que ha
seleccionado.27 Así, por ejemplo, Charle rastrea a los profesores de la Facultad de
Letras de París del período 1809-1908 y 1909-1939. En el segundo volumen de
este trabajo identifica a 107 profesores, de los que recoge la siguiente información:
nacimiento, origen social (actividad socio-profesional del padre y en su caso de la
madre), familia, estudios, matrimonio, carrera académica, otras actividades, ho170
nores y distinciones, religión, opinión política, principales obras y fuentes para
el estudio del personaje. No se recogen todos, sino que hay una selección basada
en criterios contrastables. En fase posterior, Charle (1994, 2000) ha desarrollado
estudios potentes relacionando datos de sus prosopografías y estableciendo nexos
e interpretaciones sobre intelectuales, corrientes culturales, etc.28 Este estudio del
profesor francés se podría completar con una perspectiva sociológica del homo academicus, como propone Pierre Bourdieu que, ciertamente, parte de considerar que
el investigador, quiéralo o no, se halla incluido, él mismo, al menos si es profesor
universitario, en el propio objeto de estudio, lo que facilita y dificulta... y obliga a
buscar irrenunciables medidas de seguridad, como señala Bourdieu.29
Para las biografías y trazos prosopográficos del colectivo docente, además de
los diccionarios, son indispensables los escalafones de catedráticos de 1933 a 1974,
fuente valiosa para exhumar la composición y estructura de esta categoría de profesores y por asignaturas, facultades, universidades, edad, acceso al cuerpo, cargos
académicos en el momento del escalafón, universidades en las que se ha servido...
Son una fuente muy potente que prácticamente no ha sido explotada. También se
sacan datos de las necrológicas de los profesores, bastante dispersas, algunas de las
cuales se encuentran en revistas especializadas y, lógicamente, mirando la prensa
una vez conocida la fecha de defunción. Y evidentemente, esta información debe
completarse –cualquiera que sea la cata que se haga– con los expedientes personales que de cada profesor funcionario se guardan en aga.
Información institucional
Las fuentes para obtener información institucional son, probablemente, las más
sencillas de localizar. Se hallan, esencialmente, en los archivos públicos. El Archivo
General de la Administración (aga) es pieza de oro en este trabajo y, también lo es
el Centro Documental de la Memoria Histórica (cdmh) que antes de 2007 era el
Archivo General de la Guerra Civil (y aún anteriormente la Sección Guerra Civil
del Histórico-Nacional). A ellos se añaden los archivos universitarios. Otra cosa
son las limitaciones de consulta para un período de historia reciente. La ley de Patrimonio histórico español es –por lo menos a criterio de quien suscribe– restrictiva y funciona como una auténtica rémora para la investigación de la «historia del
tiempo presente»: lo que no es confidencial es materia reservada o puede afectar
al honor de personas vivas, de manera que después de 1960 no se puede consultar
nada, y antes con filtros, aunque tampoco conviene lamentarse, pues con lo que es
consultable, lógicamente, ni con mil vidas se haría un examen completo de toda la
rica y variada documentación. Por eso siempre conviene operar desde la pregunta y
la hipótesis, declarar la importancia que en el avance hacia lo desconocido tiene la
teoría, por cuanto ayuda a afinar las preguntas, criticar los resultados y mejorar el
171
conocimiento y las relaciones entre hechos y las explicaciones que los historiadores
le plantean a la materia histórica.
En el estudio sobre la universidad hay dos campos para los que el estudio institucional es importante: la represión y el funcionamiento real, efectivo (no sólo el
previsto por las normas legales) de la institución. Para la primera cuestión resultan
de indispensable consulta los fondos de la sección de Educación de aga, donde de
cada funcionario se custodia su expediente y el de depuración. El cdmh es el otro
gran archivo para la primera etapa del franquismo, de cuyos fondos es imprescindible la consulta de la sección Político-Social, muy rica sobre todo para la época
republicana, la sección Especial (antiguamente conocida por «masónica») junto
con el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, estos
últimos son básicos para un trabajo que queda por cubrir, como es la represión
universitaria debida a la aplicación de la Ley de Represión de la Masonería y el
Comunismo. En fin, para la represión también pueden consultarse –allá donde sea
posible– los fondos de los Tribunales de Responsabilidades Políticas, custodiados
en archivos provinciales o regionales que afectaron también a diversos profesores.
Hay que señalar que los archivos judiciales han tenido una importante explotación
en la historia social (Mir Curcó, por ejemplo), aunque deben enfatizarse las características del espacio de observación desde el que se reconstruye.30
El funcionamiento de la institución universitaria se puede completar con la
consulta de diversas series de aga que se encuentran dentro de la sección de Educación, como las series Consejo Nacional de Educación, Dirección General de
Universidades..., además de los archivos universitarios. Previo a esta consulta es la
del boe, o mejor la de la Colección Legislativa de Educación, en la que se recogen
la mayor parte y, desde luego, las más importantes normas. Siempre he seguido
el criterio de empezar por la legislación, no con la intención de quedarse en ella
(y menos con la de interpretar el proceso histórico con los preámbulos de los decretos y leyes), pero sí para, mediante su análisis, exhumar un marco del proceso
institucional. A partir de Ruiz Giménez hay una revista del ministerio, Revista de
Educación, donde se comenta la legislación y otras muchas noticias (eventos, opiniones, «contraste de pareceres»...), al tiempo que se hacen síntesis de lo que sobre
educación publican otros medios de comunicación. Esta revista, pues, resulta muy
útil para el marco institucional, aunque a partir de 1956 cambia de formato y
contenidos, y su información deja de ser relevante. De interés resulta el estudio de
las oposiciones, cuyos expedientes también se encuentran en aga, y que han sido
estudiados para época distinta por Yolanda Blasco.31
La información institucional va unida a la política, con lo que, en general, toda
fuente relacionada con la política resulta de interés en este cuestión. Así por ejemplo, las disputas entre «excluyentes» y «comprensivos» en su aspecto educativo y
universitario se nutren de las mismas fuentes –hemerográficas, libros polemistas
172
del momento, memorias– que las de la historia política, y lo mismo cabe decir de
las tensiones entre Opus y Falange de los años sesenta. Siempre, cualquier órgano político –el Consejo Nacional del Movimiento, el Ministerio de Información
y Turismo, un Gobierno Civil...– puede aportar datos valiosos, como también
lo hacen diversos testimonios.32 Pero tal vez resulte aún de más interés acceder,
cuando sea posible, a alguna documentación de personalidad del Régimen como
puede ser el caso del Fondo Sánchez Bella de Archivo Histórico de la Universidad
de Navarra (fsb de ahun).33
En el franquismo se tiene la suerte de que a las fuentes institucionales se
puede añadir –y debe hacerse– una copiosa documentación de la oposición antifranquista que ha tenido el mérito de reunir y poner a disposición de investigadores
y estudiosos entidades como los partidos de izquierda y los sindicatos. En este
sentido, para el estudio de la universidad resulta de interés acceder a los fondos de
la Fundación Pablo Iglesias y a los del Archivo Histórico del Partido Comunista
de España, así como a la prensa de la oposición de la que –con la que no lo es– se
hace referencia después.
Estudio de la cultura política
Las fuentes para el estudio de la cultura política y las actitudes de profesores y
estudiantes son muy importantes en este tipo de trabajos, dado el énfasis que tiene
el estudio de lo que se ha llamado ‘emergencia’ crítica y política de los universitarios de los años cincuenta, sesenta y setenta. Han de tenerse en cuenta, esencialmente, los estudios de opinión, la prensa, la literatura memorialista. Los primeros
empiezan a disponer de estudios desde finales del franquismo. Son conocidas las
encuestas específicas sobre las opciones y actitudes de los estudiantes de Murillo,
Fraga-Artigas, etc. Pero a estos estudios deben añadirse los que se fueron desgranando en el Instituto de Opinión Pública, que desde 1965 empezó a publicar la
Revista española de la opinión pública, donde se incluyen diversos trabajos sobre la
juventud española (actitudes religiosas, interés político, opinión sobre problemas
nacionales e internacionales –Vietnam, movimiento estudiantil– hábitos de lectura, etc.).34 Lógicamente, además de las fuentes, ha de trabajarse en los estudios
recientes de opinión pública del final del franquismo.35
La prensa
Es una fuente de información siempre importante, aunque en dictaduras
como la franquista, que tienen un control férreo sobre los medios, desvirtúa su
función de expresar diversas opiniones. Con todo, siempre se saca provecho informativo y valorativo, y ofrece matices, énfasis y argumentos que sería difícil
173
alcanzar sin su consulta. Para la segunda etapa de la dictadura, su valor aumenta...
El problema estriba en su volumen. Nunca hay menos de 125 diarios –además de
las revistas– en los años sesenta y setenta. Y además, para el estudio universitario,
el cotejo no debería limitarse a la prensa de difusión nacional, sino que también
resulta de interés –y mucho– acceder a la prensa de las grandes ciudades. Por ejemplo, el Correo Vasco da excelente información, incluido el «contraste de pareceres»,
sobre sucesos que afectan a la Escuela Industrial de Bilbao, abriéndose en alguna
ocasión a la opinión de los estudiantes. Lo difícil, en cualquier caso, es adoptar un
criterio y seguirlo. No hay problema en rastrear la opinión y valoración de la prensa cuando la pista procede de la documentación custodiada en aga, cuando –por
ejemplo– en la Dirección General de Enseñanzas Técnicas analiza una cuestión
y entre el material con que se cuenta para su estudio figuran recortes de prensa (e
incluso fotocopias que prácticamente son ya ilegibles) o informes donde se alude
a opiniones y noticias sobre diversos acontecimientos. Pero sin esta pista, que se
debe al azar esencialmente, el estudio de la universidad en la época de Franco
debe rastrear algún diario –Arriba, Pueblo, La Vanguardia Española– y las revistas
de difusión nacional, sean voz de la dictadura y sus agentes (como Arbor, Revista,
Revista de Educación...), o den cuenta de la voz crítica emergente (como Cuadernos
para el Diálogo, Triunfo, Cuadernos de Ruedo Ibérico, Materiales). En ocasiones
estas cabeceras están digitalizadas, lo que facilita su uso.
Pero junto a la prensa que se editaba de acuerdo con la ley franquista (o en el
exilio, como es el caso de Cuadernos de Ruedo Ibérico) debe analizarse también la
clandestina o de oposición: Boletín Comunista, Bandera Roja, Combate, Comuna,
El Socialista, En Lucha, Escuela Roja, Estrella Roja, Frente Obrero, Hacia el Socialismo, Lucha Obrera, Mundo Obrero, Mundo Obrero Rojo, Nuestra Bandera, Vanguardia (pce), Unidad Obrera, Universidad, crítica y lucha..., cuyos fondos mejores
se hallan en la Fundación Pablo Iglesias y el Archivo histórico del pce.36
Las fuentes bibliográficas
En fin, por cuanto se refiere a las fuentes bibliográficas –con independencia de
que haya quien no las considere fuentes– son relevantes para la historia reciente.
Hemos aludido en las páginas anteriores con frecuencia a las fuentes bibliográficas
(memorias de individuos, novelas, actas oficiales, anuarios de instituciones, discursos de ministros, diccionarios, enciclopedias...) y ahora debemos señalar aquellas
obras de historia, como crónicas, que se pueden usar –con la debida crítica, como
siempre con todo tipo de fuentes– como las de Hartmut Heine,37 Guy Hermet,38
Pedro Vega y Fernando Jáuregui,39 Sergio Vilar,40 Juan Farga,41 Daniel Artigas,42
por poner algunos ejemplos:
174
Cfr. Pelai PAGÈS, Les lleis repressives del franquisme. (1936-1975). 3i4. València, 2009.
Cfr. entre otros, Ricard VINYES, «<Nada os pertenece>... Las presas de Barcelona, 1939-1945», en Historia Social (39), València, 2001 pp. 49-66; José Manuel SABÍN RODRÍGUEZ, Prisión i muerte en la España de postguerra, Madrid,
Anaya&Mario Muchnick; 1996. Alberto REIG TAPIA, «Prisionero del fascismo:
vida interior, angustias i esperanzas del preso político, 1936-1945», en: FOLGUERA, P. (coord.), Otras visiones de España, Madrid, Ed. Fundación Pablo Iglesias,
1993. pp. 136-186. Ricard Camil TORRES FABRA. «Un altre tipus de repressió
durant el franquisme: la Llibertat Vigilada. El cas de la Ribera Baixa», en Quaderns
de Sueca (XIII), Sueca, 1998, pp. 101-111.
Por ejemplo, un expedientado podía ver cómo la acusación primigenia de
pertenencia a un colectivo determinado, por ejemplo la masonería, quedaba amplificado y en ocasiones absorbido con connotaciones más negativas todavía por
imputaciones íntimas tales como conducta despreciable, elemento peligroso, individuo antireligioso, conducta inmoral, etc.
Las fuentes para el estudio de las depuraciones en el ámbito público resultan
bastante más asequibles que las laborales privadas. Todas las instituciones custodian los correspondientes expedientes de depuración de funcionarios y afines. Por
el contrario, examinar la depuración laboral en las empresas presenta el inconveniente de la falta de información. Para el primer grupo cfr., entre otros, María
Encarna NICOLÁS MARÍN, «Los expedientes de depuración: una fuente para
historiar la violencia política del franquismo», Áreas (9), Universidad de Murcia, 1989, pp. 103-124. Un «estat de la qüestió» en Jordi IBARZ GELABERT
(2004), «Les depuracions laborals durant el franquisme. Un balanç historiogràfic»,
en: Pelai PAGÈS i BLANCH (dir.): Franquisme i repressió. La repressió franquista
als Països Catalans (1939-1975), op. cit., pp. 127-147. Ferran BAGAN GOMIS,
«Evolució política i procés de depuración dels funcionaris municipals de Castelló
de la Plana (1936-1939», en Manuel MARTÍ (coord.), D’Història Contemporània:
debats i estudis. Un homenatge casolà a E. P. Thompson (1924-1993), Societat Castellonenca de Cultura. Castelló de la Plana, 1996, pp. 157-180. Marc BALDÓ.
«Cambios de profesores en la Universidad de Valencia. Sanciones y depuraciones
(1936-1939)», en VV.AA., La Segunda República. Una esperanza frustrada. Actas del Congreso Valencia, capital de la República. Alfons el Magnànim. València,
1987. pp. 269-281. Del mismo autor, «La Diputación en camisa azul», en Manuel
CHUST (dir.), Historia de la Diputación de Valencia. Valencia, 1995. pp. 359402. También «La Facultat de Filosofia i Lletres de València, 1857-1977. Esbós
històric», en Enric GUINARD (coord.), Saitabi, 47, Universitat de València. València, 1997. pp. 75-87 Para el segundo grupo, Manuel del ÁLAMO ANDRÉS,
«Los años bárcaros: depuración laboral y resistencia civil en Valencia (1939-1945),
175
en IV Encuentro de investigadores del franquismo. Universitat de València-Facultat
de Geografia i Història-Departament d’Història Contemporània-Red de Archivos
históricos de CCOO-Arxiu «José Luis Borbolla» (CCOO PV)-Banesto-Sènia Informàtica-Atlantis, Compañía de Seguros y Reaseguros, SA. Valencia, 1999. pp.
2-6. Del mismo autor, «Negociación colectiva, Jurados de Empresa y oposición
obrera: la experiencia de Macosa (1962-1977), ibídem, pp. 449-454. Fernando
PEÑA RAMBLA, Història de l’empresa Segarra. Diputación de Castelló. Castelló,
1998. Del mismo autor, «La industria Segarra de la Vall d’Uixò: un ejemplo de
paternalismo franquista», en II Encuentro de investigadores del franquismo. Instituto de Cultura Juan Gil-Arbert- Fundació d’Estudis i Iniciatives Sociolaborals
(FEIS)- Universitat de València-Universitat d’Alacant. Alicante, 1995, vol. I. pp.
189-192.
Nuestra experiencia en estudios locales se circunscribe al ámbito geográfico
del País Valenciano, lo que puede generar alguna contradicción.
Servidor acudió a Sollana con la intención de acceder a los fondos municipales relativos al período 1939-1956. El funcionario que me atendió me contestó
impávido: De todo eso no queda nada. Lo quemaron los rojos. Superado mi estupor,
acudí al secretario y hube de recitarle la ley de archivos para acceder a la consulta
del archivo.
Por ejemplo, en Cullera se mantuvo una calle con el nombre de Democracia
hasta 1941 sin que se pueda alegar las razones. En algunas poblaciones se mantuvo el nombre de Libertad, seguramente por considerar los vencedores que la
habían impuesto. El caso más llamativo lo encontré en Castellón. Calle Fabra.
Seguramente se mantuvo por homenajear no a las hazañas del heroico sargento
republicano sino a la saga Fabra.
Cuando quien escribe las presentes líneas se acercaba a las parroquias con la
finalidad, o, mejor dicho, la falsa esperanza de consultar los fondos, siempre se encontraba con la tajante negativa como respuesta por parte del sacerdote de turno,
lo que no le impedía al buen señor realizar todo tipo de preguntas amén de soltar
sermones infumables. Naturalmente, servidor no estaba dispuesto a ser sometido
a tal grado de vejaciones y menos aún contribuir a las ansias evangélicas de los
sacerdotes. Por si fuera poco, las noticias de mis visitas se expandían rápidamente,
razón por la cual era recibido con patente hostilidad, lo que no ahorraba el sermón correspondiente. Incluso hubo un sacerdote que se atrevió a escupirme que
mejor haría si me dedicase a escribir sobre todo el bien que hizo Franco. Congreso
Vaticano II etéreo, diría yo. La excepción, el padre Murgui, de la parroquia de la
Sangre de Cullera, quien amablemente me cedió el acceso a los libros de actas y
demás de Acción Católica.
Y debe señalarse que los distintos ambitos administrativos tratan de forma
desigual los fondos y sus instalaciones. Así, por ejemplo, todos los archivos de
176
Sueca no sólo se encuentran en excelente estado de conservación y custodia, sino
que, además, sus depósitos resultan de lo más digno, habitaciones limpias y cuidadas en edificios ilustres señalan la importancia que el municipio otorga al hecho
cultural. Por contra, instalaciones como el antiguo sindicato arrocero de Cullera
demuestra bien a las claras la dejadez institucional al respecto. Además, el antiguo
encargado del sindicato era el que mantenía las llaves en su poder, de manera que
como buen rancio falangista me negó –acompañando de un buen número de insultos- el acceso, de manera que con nocturnidad y alevosía accedí al interior por
una ventana. La suciedad era tal que hube de retornar con vestimenta adecuada.
No quiero recordar mis enfrentamientos con las ratas, empeñadas en evitar que
consultase la documentación. Los años han pasado, y en caso de continuar con
vida aquel individuo supongo no podrá demandarme por aquello de haber transcurrido el tiempo legal.
Tampoco la visita al archivo de arroceros de Alfafar resulta de grato recuerdo.
Las paredes se caían y el peligro era constante. De hecho, el funcionario asignado
para acompañarme y demás, se limitó a abrir la puerta del edificio para quedar en
la calle, bien apartado de lo que quedaba de la casa, al tiempo que me dirigía una
mirada irónica.
En el caso de la provincia de Valencia, el Archivo del Reino de Valencia contiene el fondo relativo a la Magistratura de Trabajo y de los Sindicatos del Régimen. Lo mismo ocurre con los registros asociativos.
Puede ocurrir que los encontremos disociados provincialmente, como ocurre
para el País Valenciano, que cuenta con fondos en cada provincia. En el caso de
la provincia de Valencia la documentación se encuentra custodiada en el Centro
Penitenciario de Picassent. Lo hacemos constar así, puesto que la casuística es más
que diversa. Reclusos internados por la Guardia Civil, policía y falangistas sin haber pasado ante instancias judiciales no faltan.
De todos modos, este apartado es menos generalizado. Muchos diarios de los
sacerdotes no se encuentran. Sospechamos que su custodia radica en los archivos
del Arzobispado, o lo que es lo mismo fuera del alcance de los investigadores.
Aunque el reglamento era el mismo para todos los establecimientos, la regla
general la establecía el director del centro.
Se trata de una cincuentena de fotografías tomadas a los internos con motivo
de alguna fanfarria autopropagandística del Régimen. En ella aparecen los reclusos
desfilando ante el arzobispo, formando y rompiendo filas, etc.
177
NOTAS
1
2
3
4
5
6
7
Se realiza en el marco del proyecto de investigación DER2009-12871, «Doctrina y ciencia en
las universidades españolas en relación con América y Europa (siglos XVI-XX)».
Entre los trabajos pioneros debe citarse los de Christopher HILL, quien en su Intellectual origins
of the English Revolution (1965), dedicaba una parte a las universidades, pero sobre todo fueron
Lawrence STONE y Richard L. KAGAN los que, después de algunos trabajos monográficos
sobre la cuestión, fundamentaron la historia social de las universidades. Stone publicó un artículo en 1964, «The Educational Revolution in England, 1560-1640», Past & Present, 28, y
Kagan en 1970, «Universities in Castile, 1500-1700», Past & Present, 49, en los que buscaban
la importancia que tuvo la renovación de la enseñanza superior en el XVI. Ambos autores, en
1974, ya con clara voluntad de reorientar los estudios de la historia universitaria a la estrategia
de la historia social, publicaron el libro The University in Society, y ese mismo año, Richard L.
Kagan publicaba el trabajo Students and Society in Early Modern Spain. Paralelamente, en la
misma década, y casi al mismo tiempo, Roger Chartier, Dominique Julia y Marie-Madeleine
Compère, siguiendo planteamientos como los de Kagan publicaron L’Education en France du
XVè au XVIIIè siècles (1976) y más tarde vinieron otros trabajos de Jean-Marc Pelorson, Dominique Julia, Jacques Revel, Roger Chartiere, Chistophe Charle sobre estudiantes, egresados,
prosopografías de profesores y estructuras de poder. Véase Dominique JULIA, Jacques REVEL
y Roger CHARTIERE, Les universités européennes du XVIè au XVIIIè: histoire sociale des populations étudiantes (1986); Jean-Marc PELORSON, Les Letrados juristes castillans sous Philippe
III: recherches sur leur place dans la société, la culture et l’État (1980) y Christophe CHARLE,
Les professeurs de la faculté des lettres de Paris : dictionnaire biographique 1809-1908, volume 1
(1985), y Les professeurs de la faculté des lettres de Paris: dictionnaire biographique 1909-1939,
volume 2 (1986). Sin entrar en más detalles ni ser más prolijos, se desprende una idea clara:
los estudios sobre las universidades se renovaron: se abordaron los estudiantes (Stone, Kagan,
Chartiere...), los egresados (Pelorson), los profesores (Charle) y la institución (Hill) desde la
perspectiva social.
Véase la magna obra de Cándido María AJO GONZÁLEZ Y SÁINZ DE ZÚÑIGA (19751979) de once volúmenes, Historia de las universidades hispánicas: orígenes y desarrollo desde su
aparición a nuestros días, 11 v., [diversas ciudades], 1957-1979).
Madrid, Taurus.
Francisco GINER DE LOS RÍOS, La universidad española, Cívitas, Madrid, 2001 (edición
original, 1916).
La Universidad Nacional Autónoma de México y las de Valencia, Salamanca, Alcalá y la Carlos III han organizado, entre 1986 y 2010, doce congresos sobre historia de las universidades
hispánicas del siglo XVI al XX y se han publicado veinte volúmenes de actas; se han abierto
colecciones en editoriales universitarias –México, Valencia, Carlos III, Salamanca–; se han
publicado diversas historias universitarias –motivadas por centenarios de dichas instituciones
que han removido y adelantado –no siempre– los saberes; se han publicado fuentes y se han
creado institutos universitarios sobre el tema entre los que merecen destacarse el Instituto de
Historia sobre la Universidad de la UNAM, el Instituto Antonio de Nebrija de la Universidad
Carlos III de Madrid y el Instituto Alfonso IX de Salamanca, y existe una revista los Cuadernos
del Instituto Antonio de Nebrija de estudios sobre la universidad, que, desde 1998, es la primera
revista española especializada en estas cuestiones.
Águeda María RODRÍGUEZ CRUZ (1973), Historia de las universidades hispanoamericanas:
período hispánico, 2 v., Instituto Caro y Cuervo, Bogotá. Esta profesora, aunque con un plan-
178
teamiento tradicional, fue la primera en integrar la historia universitaria española y americana.
Esta misma estrategia fue planteada ya desde mediados de los ochenta por Mariano PESET
(1987) «Prólogo» a VV.AA., Universidades españolas y americanas: época colonial, Generalitat
Valenciana, Valencia, pp. XIII-XXVIII, y por Manuel LUCENA SAMORAL en la revista
Estudios de Historia Social y Económica de América, 1987-1992, que apostaron por la historia
social de las universidades españolas y americanas.
8
James AMELANG, «The Cultural History of the University: a proposal», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 1 (1998), pp. 29-39.
9
Ejemplos indispensables son los de Amando DE MIGUEL, Estructura social de España, Tecnos, Madrid, 1974; Amando DE MIGUEL, Sociología del franquismo, Éxito, Barcelona,
1978; Amando DE MIGUEL, La universidad, fábrica de parados, Vicens-Vives, Barcelona,
1979; Amando DE MIGUEL et al., Reformar la universidad, Euros, Barcelona, 1976; Jesús
M. DE MIGUEL, Anatomía de una universidad, Dopesa, Barcelona, 1978; María Amparo
ALMARCHA BARBADO, Autoridad y privilegio en la universidad española: estudio sociológico
del profesorado universitario, CIS, Madrid, 1982; Víctor PÉREZ DÍAZ, Cambio tecnológico y
procesos educativos en España, Seminarios y Ediciones, Madrid, 1972; Víctor PÉREZ DÍAZ,
La primacía de la sociedad civil: el proceso de formación de la España democrática, Alianza,
Madrid, 1993; Víctor PÉREZ DÍAZ, «La reforma de la Universidad española», Claves de la
razón práctica, 139 (2004), pp. 18-25; Víctor PÉREZ DÍAZ y Juan Carlos RODRÍGUEZ,
La educación profesional en España, Santillana, Madrid, 2002; Víctor PÉREZ DÍAZ y Juan
Carlos RODRÍGUEZ, Educación superior y futuro de España, Fundación Santillana, Madrid,
2001; Carlos PARÍS AMADOR, La universidad española actual: posibilidades y frustraciones,
Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1974; Francisco FERNÁNDEZ BUEY, «Estudiantes y
profesores universitarios contra Franco. De los sindicatos democráticos estudiantiles al movimiento de los profesores no numerarios (1966-1975)», en Juan José CARRERAS y Miguel
Ángel RUIZ CARNICER (eds.), La universidad española bajo régimen de Franco (1939-1975),
Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1991, pp. 469-496; Francisco FERNÁNDEZ
BUEY, Por una universidad democrática; escritos sobre la universidad y los movimientos universitarios (1956-2009), El Viejo Topo, Barcelona, 2009; Francisco FERNÁNDEZ BUEY, Rafael
ARGULLOL, y Alejandro PÉREZ, «Diez años del movimiento universitario bajo el franquismo», Materiales, número extraordinario 1(1977), pp. 49-104; Francisco FERNÁNDEZ
BUEY, Rafael ARGULLOL, y Alejandro PÉREZ, «El movimiento universitario bajo el franquismo. Una cronología», Materiales, 2 (1977), pp. 49-70; Julio CARABAÑA MORALES,
«La pirámide educativa», en Mariano Fernández Enguita (coord.), Sociología de las instituciones
de educación secundaria, Horsori, Madrid, 1997, pp. 89-106; Julio CARABAÑA MORALES,
«Educación y movilidad social» en Vicenç Navarro (coord.), El Estado del Bienestar en España,
Tecnos, Madrid, 2004; Julio CARABAÑA MORALES, «Estado y educación en la España
democrática», en Álvaro ESPINA MONTERO (coord.), Estado del bienestar y competitividad:
la experiencia europea, Siglo XXI, Madrid, 2007, entre otros.
10
Un importante congreso monográfico sobre la universidad franquista que se hizo en 1991:
Juan José CARRERAS y Miguel Ángel RUIZ CARNICER (eds.), La universidad española bajo
el régimen de Franco..., realizado en 1991. Otro congreso, organizado por la Sociedad Española
de Historia de la Educación y dedicado a la historia de la universidad española e iberoamericana del siglo XX: VV.AA., La Universidad en el siglo XX (España e Iberoamérica): X Coloquio
de historia de la Educación, Sociedad Española de Historia de la Educación /Universidad de
Murcia, Murcia, 1998.
11
Entre ellos cabe destacar, empezando por un panorama de la legislación, Alejandro MAYOR-
179
DOMO PÉREZ, Historia de la educación en España. Textos y documentos, tomo V: Nacionalcatolicismo y educación en la España de la posguerra, MEC, Madrid, 1990. Estudios específicos
son los de Carolina RODRÍGUEZ LÓPEZ, «La reforma universitaria en el primer franquismo (1939-1940)», Cuadernos del instituto Antonio de Nebrija de estudios sobre la universidad,
2 (1999), pp. 111-161; Carolina RODRÍGUEZ LÓPEZ, «Las universidades españolas en el
arranque de los cuarenta», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 5 (2002), pp. 85-126;
Carolina RODRÍGUEZ LÓPEZ, La Universidad de Madrid en el primer franquismo: ruptura y
continuidad (1939-1951), Universidad Carlos III / Editorial Dykinson, Madrid, 2002; Miguel
Ángel RUIZ CARNICER, El Sindicato Español Universitario (SEU), 1939-1965. La socialización política de la juventud universitaria en el franquismo, Siglo XXI Madrid, 1996; José María
SOUVIRÓN MORENILLA, La universidad española. Claves de su definición y régimen jurídico
institucional, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1988; Leonardo SÁNCHEZ FERRER,
Políticas de reforma universitaria en España: 1983-1993, Centro de Estudios Avanzados en
Ciencias Sociales, Madrid, 1996; Luis SANZ MENÉNDEZ, La construcción institucional de
la política científica y tecnológica en el franquismo, CSIC Instituto de Estudios Avanzados IESA,
Madrid, 1995; Luis SANZ MENÉNDEZ, Estado, ciencia y tecnología en España: 1939-1997,
Madrid, Alianza, 1997; Luis SANZ MENÉNDEZ, y Santiago LÓPEZ GARCÍA, Política tecnológica versus política científica durante el franquismo, CSIC Instituto de Estudios Avanzados
IESA, Madrid, 1997; Elena HERNÁNDEZ SANDOICA, «¿Hacia una historia cultural de la
ciencia española?», Ayer, 38 (2000), pp. 263-274; Elena HERNÁNDEZ SANDOICA, «La
dictadura franquista y la universidad, 1951-1975 (con especial atención al caso de Madrid)»,
Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 5 (2002), pp. 127-156; Elena HERNÁNDEZ
SANDOICA, «Tres décadas de educación superior en España: universidades e investigación»,
Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 11/1 (2008), pp. 101-134; Elena HERNÁNDEZ
SANDOICA, «Estudiantes de la universidad española (1956-1975): cambio generacional y
movilización antifranquista», en Damián Alberto GONZÁLEZ MADRID (coord.), El franquismo y la Transición en España: desmitificación y reconstrucción de la memoria de una época,
Madrid, Libros de la Catarata, 2008, pp. 96-122; Elena HERNÁNDEZ SANDOICA y José
Luís PESET, «Laín en la Universidad de Madrid», Cuadernos Hispanoamericanos, 466-467
(1987), pp. 87-112; Manuel MARTÍNEZ NEIRA, «La facultad de Derecho en los años sesenta. Creación de departamentos y nuevos planes de estudios», Cuadernos del Instituto Antonio
de Nebrija, 8 (2005), pp. 117-178; Elena HERNÁNDEZ SANDOICA, Miguel Ángel RUIZ
CARNICER, Marc BALDÓ LACOMBA, Estudiantes contra Franco: oposición política y movilización juvenil, La Esfera de los Libros, Madrid, 2007...
12
La aportación de Jaume CLARET El atroz desmoche. La destrucción de la universidad española por el franquismo. 1936-1945, Crítica, Barcelona, 2006 (en su versión académica, La
repressió franquista a la universitat espanyola, tesis doctoral, (director Josep Fontana), Facultat
d’Humanitats de la Universitat Pompeu Fabra, 2005 [http://www.tdx.cesca.es/TESIS]), ha
podido realizarse por un sinfin de estudios particulares sobre la represión. Usualmente cada
universidad tiene los suyos, y cabría destacar los de las universidades de Granada (Mercedes
DEL AMO, Salvador Vila: el rector fusilado en Víznar, 2.ª ed., Universidad de Granada, Granada, 2005; Miguel GÓMEZ OLIVER, (2007), José Palanco Romero. La pasión por la res publica, Universidad de Granada, Granada, 2007), Madrid (Luis Enrique OTERO CARVAJAL
[dir.], La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo, Editorial
Complutense, Madrid, 2006), Salamanca (Ricardo ROBLEDO [ed.], Esa salvaje pesadilla.
Salamanca en la guerra civil española, Barcelona, Crítica, 2007), Valencia (Sebastià GARCÍA
MARTÍNEZ, y Vicent L. SALAVERT FABIÁN, «L’ocupació de la Universitat de València el
180
1939 pel quintacolumnista Manuel Batlle, Catedràtic de Múrcia», Afers, 2 (1986); Marc BALDÓ LACOMBA, (1987), «Cambios de profesores en la Universidad de Valencia: sanciones
y depuraciones», en VV. AA., La Segunda República una esperanza frustrada. Actas del congreso
Valencia Capital de la República (abril 1986), Valencia, Alfons el Magnànim; María Fernanda
MANCEBO, La Universidad de Valencia en guerra. La FUE (1936-1939), Ajuntament de València, Valencia, 1988; Marc BALDÓ LACOMBA y María Fernanda MANCEBO ALONSO, «Vida y muerte de Juan Peset», en Marc BALDÓ LACOMBA, María Fernanda MANCEBO ALONSO y Salvador ALBIÑANA HUERTA (eds.), Proceso a Juan Peset Aleixandre,
Universidad de Valencia, Valencia, 2001); Barcelona (Jaume CLARET, La repressió franquista
a la universitat catalana: La Universitat de Barcelona autònoma, de la Segona República al primer
franquisme, Eumo/Institut Universitari d’Història Jaume Vicens Vives, Vic, 2003) y, para una
perspectiva de conjunto, además de Claret, Gregorio GONZÁLEZ ROLDÁN, El nacimiento
de la universidad franquista. La depuración republicana y franquista de los catedráticos de universidad, Tesis doctoral (Javier Tusell director), UNED, Madrid, 2001. Visiones de conjunto, Francisco MORENTE VALERO, «La universidad fascista y la universidad franquista en
perspectiva comparada», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 8 (2005), pp. 179-214;
Francisco MORENTE VALERO, «La universidad en los regímenes fascistas: la depuración
del profesorado en Alemania, España e Italia», Historia Social, 54 (2006), pp. 51-72. Un panorama general de la depuración franquista en el magisterio, Francisco MORENTE VALERO, La escuela y el Estado Nuevo. Depuración del Magisterio Nacional (1936-1943), Ámbito,
Valladolid, 1997. Con detalle para Valencia, Juan Manuel FERNÁNDEZ SORIA y Carmen
AGULLÓ, Maestros valencianos bajo el franquismo: la depuración del magisterio, 1939-1944,
Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, Valencia, 1999.
13
Entre los diversos estudios sobre el movimiento estudiantil destacamos los de Francisco FERNÁNDEZ BUEY, Por una universidad democrática...; Sergio RODRÍGUEZ TEJADA, Zonas
de libertad, 2 vols. PUV, Valencia, 2009; Elena HERNÁNDEZ SANDOICA, «Estudiantes de
la universidad española (1956-1975): cambio generacional y movilización antifranquista», en
Damián Alberto GONZÁLEZ MADRID (coord.), El franquismo y la transición en España...,
pp. 96-122; Elena HERNÁNDEZ SANDOICA, Miguel Ángel RUIZ CARNICER, Marc
BALDÓ LACOMBA, Estudiantes contra Franco...; Gregorio VALDELVIRA, La oposición estudiantil al franquismo, Síntesis, Madrid, 2006; Marc BALDÓ LACOMBA, «Movimiento
estudiantil y oposición al franquismo en los años sesenta», en Manuel CHUST y Salvador
BROSETA (eds.), La pluma y el yunque. El socialismo en la historia valenciana, Universitat de
Valencia, Valencia, 2003, pp. 127-152; Benito SANZ DÍAZ, «La radicalización del movimiento universitario. 1968-1975. La proliferación de los partidos políticos», en Benito SANZ
DÍAZ y Ramón Ignacio RODRÍGUEZ BELLO (eds.), Memoria del antifranquismo. La universidad de Valencia bajo el franquismo. 1939-1975, Universitat de València, Valencia, 1999;
Benito SANZ DÍAZ, Rojos y demócratas. La oposición al franquismo en la Universidad de Valencia 1939-1975, Comissions Obreres del País Valencia, Valencia, 2002; Miguel Ángel RUIZ
CARNICER, El Sindicato Español Universitario (SEU), 1939-1965. La socialización política de
la juventud universitaria en el franquismo, Siglo XXI, Madrid, 1996. Además, véanse los clásicos Pablo LIZCANO, La generación del 56. La universidad contra Franco, Grijalbo, Barcelona,
1981; Josep Maria COLOMER I CALSINA, Els estudiants de Barcelona sota el franquisme, 2 t.,
Curial, Barcelona, 1978; José María MARAVALL, Dictadura y disentimiento político. Obreros y
estudiantes bajo el franquismo, Alfaguara, Madrid, 1978.
14
Hay formidables trabajos que deben considerarse clásicos, como los de Juan Pablo FUSI, Un
siglo de España: la cultura, Marcial Pons, Madrid, 1999; Elías DÍAZ, Notas para una historia
181
del pensamiento español actual (1939-1973), Edicusa, Madrid, 1974; Elías DÍAZ, Pensamiento
español en la era de Franco (1939-1975), Tecnos, Madrid, 1983. Además, Elías DÍAZ, Los
viejos maestros: la reconstrucción de la razón, Alianza, Madrid, 1994; José Carlos MAINER,
Falange y literatura, Labor, Barcelona, 1971; José Carlos MAINER, Años de vísperas. La vida de
la cultura en España (1931-1939), Espasa-Calpe, colección Austral, Madrid, 2006; MAINER,
José Carlos y JULIÁ, Santos, El aprendizaje de la libertad 1973-1986: la cultura de la Transición, Alianza, Madrid, 2000; Jordi GRACIA, Crónica de una deserción: ideología y literatura en
la prensa universitaria del franquismo (1940-1960) (Antología), PPU, Barcelona, 1994; Jordi
GRACIA, Estado y cultura: el despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo (1940-1960),
Presses Universitaires du Marail, Toulouse, 1996; Jordi GRACIA, La resistencia silenciosa: fascismo y cultura en España, Anagrama, Barcelona, 2004; Jordi GRACIA, A la intemperie: exilio
y cultura en España, Anagrama, Barcelona, 2010; Albert FORMENT, (2000), José Martínez:
la epopeya de Ruedo Ibérico, Anagrama, Barcelona; MUÑOZ SORO, Javier, Cuadernos para
el Diálogo (1963-1976): una historia cultural del segundo franquismo, Marcial Pons, Madrid,
2005; Vicente SÁNCHEZ BIOSCA, «Las culturas del tardofranquismo», Ayer, 68 (2007), pp.
89-110, por citar algunos.
15
Con todo, no se debe exagerar: guerras civiles y fenómenos como el exilio español del 39 se han
hecho frecuentes en el siglo XX y han afectado a los sistemas universitarios y a la producción
intelectual de todos los países que han pasado por ellos, que son legión. La postguerra que siguió a la Segunda Guerra Mundial fue terrible en toda Europa. En esta perspectiva, la tragedia
española es compartida. Véase Tony JUDT, Postguerra: una historia de Europa desde 1945,
Taurus, Madrid, 2006. Pero en cualquier caso –y es lo que aquí nos concierne–, marcan para
la universidad y la cultura española una singularidad que altera el rumbo liberal introducido
con fuerza desde 1900.
16
Raúl MORODO, Siete semblanzas políticas: republicanos, falangistas y monárquicos, Planeta,
Barcelona, 2010, donde aborda algunas de las transformaciones aquí indicadas: Tovar, «del
falangismo al liberalismo con emboscada»; Ridruejo, «Juventud falangista, madurez democrática»; Laín, «del fascismo al humanismo cristiano y democrático».
17
Para el apoderamiento de la dictadura de instituciones diversas, entre ellas la universidad, véase
Encarna NICOLÁS MARÍN, Instituciones murcianas en el franquismo (1939-1962), Consejería de Cultura y Educación, Murcia, 1982. Como visiones de conjunto sobre la dictadura
véanse, Encarna NICOLÁS, La libertad encadenada: España en la dictadura franquista 19391975, Alianza, Madrid, 2005; Álvaro SOTO CARMONA, ¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005; Julio Gil PECHARROMÁN,
Con permiso de la autoridad: la España de Franco (1939-1975), Temas de Hoy, Madrid, 2009;
Julián CASANOVA, y Carlos GIL ANDRÉS, Historia de España del siglo XX, Ariel, Barcelona, 2009. Para un estudio más detallado, Borja DE RIQUER, La dictadura de Franco, v. 9
de la Historia de España dirigida por Josep Fontana y Ramón Villares, Crítica/Marcial Pons,
Barcelona, 2010.
18
Julián MARÍAS, La España real, Espasa-Calpe, Madrid, 1998, p. 574 (edición original,
1976).
19
José Luis ABELLÁN, La Cultura de España...
20
Pablo LIZCANO, La generación del 56...
21
Cuadernos para el Diálogo, 1 (octubre de 1963). Sobre la revista, Francisco Javier DAVARA
TORREGO, Cuadernos para el Diálogo: un modelo de periodismo crítico, Tesis doctoral (director José Luis Martínez Albertos), 2001, p. 304 y ss. [http://www.ucm.es/BUCM/tesis/inf/
ucm-t25239.pdf ]
182
José Luis GARCÍA DELGADO y Juan Carlos JIMÉNEZ, «La economía», en Historia de España ‘Menéndez Pidal’, Espasa-Calpe, Madrid, 1996, t. XLI, vol. 1: La época de Franco (19391975). Política, ejército, iglesia, economía y administración, p. 482; Albert CARRERAS y Xavier
TAFUNELL, Historia económica de la España contemporánea, Crítica, Barcelona, 2004, pp.
331-364.
23
Deben mencionarse las siguientes: el Anuario Estadístico de España, el Boletín Oficial del Estado;
la Colección Legislativa de Educación; los Escalafón[es] de catedráticos numerarios de universidad,
editados por el Ministerio de Instrucción Pública, el Ministerio de Educación Nacional o el
Ministerio de Educación y Ciencia, según la época, de los siguientes años: 1931, 1933, 1935,
1948, 1950, 1952, 1955, 1958, 1961, 1964 y 1974. Sobre la documentación de los planes
de desarrollo, véanse Presidencia del Gobierno. Comisaría del Plan de Desarrollo, Plan de
Desarrollo Económico y Social para el período 1964 a 1967, BOE, Madrid, 1963; Enseñanza y
formación profesional: investigación científica y técnica, Madrid, 1963; Factores humanos y sociales Anexo al Plan de Desarrollo Económico y Social, años 1964 a 1967, Comisaría del Plan de
Desarrollo, Madrid, 1963; II Plan de Desarrollo Económico y Social: 1968-1971. Enseñanza y
Formación Profesional, Comisaría del Plan de Desarrollo, Madrid, 1967; II Plan de Desarrollo
Económico y Social: 1968-1971. Información y actividades culturales, Comisaría del Plan de
Desarrollo, Madrid, 1967; II Plan de Desarrollo Económico y Social: 1968-1971. Investigación
científica y técnica. Comisaría del Plan de Desarrollo, Madrid, 1967; III Plan de Desarrollo
Económico y Social: 1972-1975. Turismo e información y actividades culturales, BOE, Madrid,
1972; III Plan de Desarrollo Económico y Social: 1972-1975. Educación, BOE, Madrid, 1972;
III Plan de Desarrollo Económico y Social: 1972-1975. Investigación Científica y desarrollo tecnológico, BOE, Madrid, 1974.
24
Entre la literatura memorialística con referencias a la experiencia universitaria puede consultarse Amando DE MIGUEL, El final del franquismo: testimonio personal, Marcial Pons, Madrid,
2003; Elías DÍAZ, Un itinerario intelectual: de filosofía jurídica y política, Biblioteca Nueva,
Madrid, 2003; Llorenç GOMIS, De memoria. Autobiografía (1924-1994), Edicions 62, Barcelona, 1996; Juan GOYTISOLO, Autobiografía y viajes al mundo islámico, Galaxia Gutenberg/
Círculo de Lectores, Barcelona, 2009; Joaquín LEGUINA, La luz crepuscular, Alfaguara, Madrid, 2009; Raúl MORODO, Atando cabos, Memorias de un conspirador moderado (1), Taurus,
Madrid, 2001; L. RAMÍREZ, [pseud. de Luciano Rincón], Nuestros primeros veinticinco años,
Ruedo Ibérico, París, 1964; Dionisio RIDRUEJO, Casi unas memorias, Planeta, Barcelona,
1976; Benito SANZ DÍAZ y Ramón I. RODRÍGUEZ BELLO (eds.), Memoria del antifranquismo, La universidad de Valencia bajo el franquismo. 1939-1975, Universitat de València, Valencia, 1999; Jorge SEMPRÚN, Autobiografía de Federico Sánchez, Planeta, Barcelona, 1977;
Jordi SOLÉ TURA, Una història optimista. Memòries, Edicions 62, Barcelona, 1999; Enrique
TIERNO GALVÁN, Cabos sueltos, Burguera, Barcelona, 1981; Manuel VARELA UÑA, De
memoria: a fuerza de tiempo, Taurus, Madrid, 2009. Sergio VILAR, Protagonistas de la España
democrática. La oposición a la dictadura 1939-1969, Ediciones Sociales, París, 1969.
25
Hay áreas en las que han sido realizadas las biografías de los profesores universitarios, tal es el
caso de historia, que cuenta con el Diccionario Akal de Historiadores españoles contemporáneos
(Madrid, Akal, 2002) de Gonzalo PASAMAR e Ignacio PEIRÓ, donde se biografía a todos los
historiadores nacidos entre 1845 y 1939, con lo que se incluyen, de hecho, buena parte de los
profesores de historia de la universidad franquista y posterior. Para otras áreas y facultades de
las que no haya datos, se podría hacer un estudio de casos siguiendo el método de estos autores,
centrándose no en todos, lógicamente, como hacen ellos, sino en profesores representativos de
la trayectoria histórica seguida por la universidad en los años del franquismo. No faltan en la
22
183
historiografía española modelos de estudio para la biografía colectiva y la prosopografía como
el trabajo de Sisinio PÉREZ GARZÓN, Paloma CIRUJANO y Teresa ELORRIAGA, Historiografía y nacionalismo español (1934-1868), Centro de Estudios Históricos, Madrid, 1985), o
el de Aurora RIVIÈRE GÓMEZ, Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras
de Madrid (1843-1868), Universidad Complutense, Madrid, 1992. Otros trabajos son Juan
Sisinio PÉREZ GARZÓN, Eduardo MANZANO MORENO, Aurora RIVIÈRE GÓMEZ,
La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, Cátedra, Barcelona, 2000;
Juan Sisinio PÉREZ GARZÓN et al., La construcción imaginaria de las comunidades nacionales,
Instituto de Historia Social, Valencia, Centro de la UNED de Alzira, 2001. Tampoco faltan
diccionarios de historiadores como el que se acaba de indicar de Pasamar y Peiró, a los que hay
que añadir otros diccionarios biográficos, de autores, de escritores, jurídicos, de medicina, veterinaria, intelectuales exiliados... Estos diccionarios y monografías no sólo pueden aportan información sobre los profesores que se seleccionen para completar un estudio representativo de
casos, sino que también aportan reflexiones sobre las líneas del estudio prosopográfico. (Entre
otros muchos diccionarios, Javier PANIAGUA y José Antonio PIQUERAS (dirs.), Diccionario
biográfico de políticos valencianos, 1810-2003, Institució Alfons el Magnànim, Valencia, 2003;
Miguel CORDERO DEL CAMPILLO, Semblanzas veterinarias, 2 vols., Laboratorios Syva,
León, 1973; Joseba AGIRREAZKUENAGA ZIGORRAGA et al., Diccionario biográfico de
parlamentarios de Vasconia (1876-1939), Parlamento Vasco, Vitoria-Gasteiz, 2007.)
26
Elena HERNÁNDEZ SANDOICA, «La biografía: entre el valor ejemplar y la experiencia
vivida», Asclepio, 57 fascículo 1 (2005), pp. 23-42; José Antonio PIQUERAS, «De la biografía
tradicional a la historia masiva. Grupal e individual», en Pedro CARASA SOTO coord., Elites:
prosopografía contemporánea, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1994, pp. 53-62; Mikel
URQUIJO GOITIA et al., «La élite política: fuentes y metodología para un estudio prosopográfico: Diccionario de parlamentarios de Vasconia (1808-1976)», en Pedro CARASA SOTO
(coord.), Elites: prosopografía contemporánea, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1994, pp.
163-172.
27
Christophe CHARLE, Les professeurs de la faculté des lettres de Paris: dictionnaire biographique
1809-1908, volume 1, Institut National de Recherche Pédagogique, Paris, 1985; Christophe
CHARLE, Les professeurs de la faculté des lettres de Paris: Dictionnaire biographique 1909-1939,
volume 2, Institut National de Recherche Pédagogique, Paris, 1986.
28
Christophe CHARLE, La République des universitaires, 1870-1940, Pas, París, 1994; Christophe CHARLE, Los intelectuales en el siglo XIX: precursores del pensamiento moderno, Siglo XXI,
Madrid, 2000.
29
Pierre BOURDIEU, Homo academicus, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.
30
Conxita MIR, Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña de posguerra,
Milenio, Lleida, 2000; Conxita MIR et al., Repressió económica i franquisme: l’actuació del
Tribunal de Responsabilitats Politiques a la provincia de Lleida, Publicacions de l’Abadía de
Montserrat, Barcelona, 1997; Fernando PEÑA, El precio de la derrota: responsabilidades políticas en Castellón, 1939-1945, Universitat Jaume I, Castellón, 2010.
31
Yolanda BLASCO, La facultad de derecho de Valencia durante la Restauración (1875-1900),
Universitat de València, Valencia, 2000. Esta profesora, junto con Fernanda Mancebo, se
encontraba preparando un trabajo sobre las oposiciones de los años cuarenta. María Fernanda
Mancebo falleció en el mes de abril de 2010.
32
Por ejemplo, el de Francisco FRANCO SALGADO-ARAUJO, Mis conversaciones privadas
con Franco, Planeta, Barcelona, 1976; el del ministro Manuel LORA-TAMAYO, Lo que yo he
conocido (Recuerdos de un viejo catedrático que fue ministro), Federico Joly/Ingrasa, Cádiz, 1993;
184
el ministro Julio RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, Impresiones de un ministro de Carrero Blanco,
Planeta, Barcelona, 1974, o el de Fernando SUÁREZ DE TANGIL Y ANGULO, conde de
Vallellano, «Notas sobre los Consejos de Ministros» Aportes. Revista de Historia Contemporánea, 51 (2003), pp. 108-143.; Pedro LAÍN ENTRALGO, Descargo de conciencia (1930-1960),
2.ª ed., Seix Barral, Barcelona, 1976. Licinio de la FUENTE, Valió la pena: Memorias, Edaf,
Madrid, 1998; José Antonio GIRÓN DE VELASCO, Si la memoria no me falla, Planeta,
Barcelona, 1994; Laureano LÓPEZ RODÓ, Testimonio de una política de Estado, Planeta,
Barcelona, 1987; Laureano LÓPEZ RODÓ, Memorias, Plaza & Janés/Cambio 16, Barcelona,
1990; Laureano LÓPEZ RODÓ, Memorias 3: el principio del fin, Plaza & Janés/Cambio 16,
Barcelona, 1992; Rodolfo MARTÍN VILLA, Al servicio del Estado, Planeta, Barcelona, 1984;
Vicente MARRERO, La guerra española y el trust de cerebros, Punta Europa, Madrid, 1961;
José Miguel ORTÍ BORDÁS, La Transición desde dentro, Planeta, Barcelona, 2009; Federico
SILVA MUÑOZ, Memorias políticas, Planeta, Barcelona, 1993; Antonio TOVAR, Universidad y educación de masas (Ensayo sobre el porvenir de España), Ariel, Barcelona, 1968; José
UTRERA MOLINA, Sin cambiar de bandera, Planeta, Barcelona, 1988.
33
Véase el trabajo de Onésimo DÍAZ HERNÁNDEZ, Rafael Calvo Serer y el grupo Arbor, PUV,
Valencia, 2008.
34
De la revista que se acaba de citar, los números 14 (1969), 15, (1969), 17 (1969), 18 (1969)
y 24 (1971) tienen diversos estudios sobre los jóvenes, y, aunque las técnicas de auscultación
pública que se hacía en estos años aconsejan el uso prudente de sus datos, evidencian la tendencia, la «onda larga» de las opiniones de los ciudadanos, sean jóvenes y estudiantes o no.
Puede ser ejemplo de estas consideraciones que se indican sobre la evolución a plazo medio
de las opiniones de los jóvenes las diferencias que hay en sus actitudes religiosas entre 1960 y
1975 (Rafael DÍAZ SALAZAR y Salvador GINER (eds.), Religión y sociedad en España, CIS,
Madrid, 1993, p. 135, o las preferencias hacia ciertos valores (como la tradición, el orden, la estabilidad, la paz, el desarrollo, la justicia, la democracia...) en 1970, para los que puede verse el
capítulo 5 del «Informe Foessa» de 1970 que se reproduce en Amando DE MIGUEL, El final
del franquismo: testimonio personal..., capítulo que fue excluido de la publicación de entonces;
también puede consultarse FUNDACIÓN FOESSA, Informe sociológico sobre la situación social de España 1970, Madrid, Euroamérica, 1970, donde se halla la amputación subsanada en
el anexo del libro de Amando de Miguel que se acaba de indicar.
35
Para la opinión pública española véase José REIG CRUAÑES, Identificación y alineación: la
cultura política y el tardofranquismo, PUV, Valencia, 2007.
36
En algún caso, ha empezado a publicarse la obra periodística, como sucede con la de Manuel
VÁZQUEZ MONTALBÁN, Obra periodística, v. I: La construcción del columnista (19601973), edición a cargo de Francesc Salgado, Debate, Barcelona, 2010.
37
Hartmut HEINE, La oposición política al franquismo, Crítica, Barcelona, 1983.
38
Guy HERMET, Los católicos en la España franquista, 2 vols., CIS/Siglo XXI, Madrid, 1986.
39
Fernando JÁUREGUI y Pedro VEGA, Crónica del antifranquismo, 3 t., Barcelona, Argos
Vergara, 1983.
40
Sergio VILAR, Protagonistas de la España democrática. La oposición a la dictadura 1939-1969.
41
JUAN FARGA, Manuel, Universidad y democracia en España (30 años de lucha estudiantil),
Era, México, 1969.
42
Daniel ARTIGAS, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1968.
185
Ricard Camil Torres en un momento de su intervención
FUENTES SECUNDARIAS PARA EL ESTUDIO DE LA REPRESIÓN
FRANQUISTA. LA VIDA COTIDIANA
Ricard Camil Torres Fabra
Universitat de València
Dado que la represión franquista resultó ser una realidad multiforme y, por
ello mismo, omnipresente y omnímoda, ningún aspecto público o privado escapó
a sus efectos y a sus objetivos. Así las cosas, lo que pretendemos detallar a continuación son una serie de aspectos que no encajan con lo que podríamos denominar
represión mensurable y que se centran más en cuestiones íntimas, sin olvidar que
la represión fue un instrumento de uso generalizado. Al mismo tiempo, nuestra
intención también es facilitar el acceso a un tipo de fuentes que resultan complementarias a las denominadas primarias.
Estos aspectos, que denominaremos secundarios para diferenciarlos de aquéllos que pueden ser medidos en función de su contundencia –ejecuciones, violencia, prisión, represión económica, etc.– sin dejarlos de lado, por supuesto,
vendrían a complementar el corpus fundamental de la represión para resaltar el
carácter generalizado intramuros de la represión franquista.
PARA QUÉ Y PARA QUIÉN
Cuando quien escribe estas líneas era un niño, se sorprendía siempre que
pasaba por delante de uno de los edificios más emblemáticos de su pueblo y contemplaba unos signos escritos en una de sus paredes. Se trataba de una pintada
inacabada que rezaba Abal que no acerté a descifrar hasta que ya no era tan niño
ni tan inocente.
El o los autores de la pretendida notificación no habían dejado tiempo de
acabar su mensaje y éste había quedado mutilado. Pretendía decir Abajo, y con
toda seguridad debería haber ido acompañado del resto de la frase. Supongo que el
autor o autores de la inconclusa pintada o bien habían sido sorprendidos en plena
acción o bien detectarían alguna presencia incómoda que les obligaría a abandonar
la tarea. Por mucho que me empeñé en encontrar la respuesta verdadera jamás
pude obtenerla, y desprendo que jamás la tendré.
187
Lo anterior tiene mucho que ver con el contenido de esta exposición, puesto
que refrenda lo que March Bloch enunciaba como Historia es todo. A tanto no
aspiramos, pero valga el símil para resaltar la importancia del estudio de la represión franquista desde todos los ámbitos, y el local, el más cercano en numerosas
ocasiones, nos proporciona recompensas impensables.
La propia legislación represiva franquista1 señalaba los ámbitos políticos y sociales que había que perseguir, sin distinción alguna entre aspectos individuales y
plurales, puesto que los encabezamientos de la misma definían como perseguibles
tanto al colectivo como a integrantes particulares o/y tangenciales –masonería,
comunismo, homosexualidad, etc.– aunque lo normal era el empleo del plural
enmarcado en el individual del colectivo.
Lo anterior se hacía palpable en los Consejos de Guerra Sumarísimos cuando
se señalaba la inclusión jurisdiccional del delito a juzgar: Ley de Depuración, Ley
de Responsabilidades Políticas, etc., y también sus accesorios, como podía ser la
libertad condicional o libertad vigilada.2
Presentando aspectos concretos, la confusión intencionada entre colectivo e
individuo se acentuaba todavía más con la inclusión integrista de lo público y lo
privado. Así, por ejemplo, por lo que hace a las depuraciones laborales –extensible
a todas las facetas de la represión franquista– las acusaciones integraban al denunciado en el colectivo perseguido encajándolo perfectamente con calzador íntimo,3
de manera que una acusación concreta quedaba diluida en un maremágnum acusativo plagado de agravantes, a la postre más decisivos que la acusación concreta
en sí.4 No en balde, la persecución del vencido no finiquitaba con la aplicación
legislativa, salvo los ejecutados, claro está, puesto que el estigma de enemigo declarado del Régimen no desaparecía nunca y por lo tanto resultaba irrecuperable. O
lo que es lo mismo, una vez afrontada la suerte –prisión, alejamiento, multa, etc.–
y pagada la cuenta a los vencedores, se reinauguraba el ciclo represor. De hecho la
dictadura no otorgó jamás una sola amnistía –salvo por cuestiones económicas–, y
sí algunos indultos de características pragmáticas y propagandísticas.
NOS QUEDAMOS EN CASA. LAS FUENTES LOCALES
Desde el punto logístico,5 el primer contacto con la primera represión se producía en el ámbito local –a excepción, claro está, de los combatientes capturados
en los frentes o los desplazados por las razones que fuere– de manera que las fuentes primordiales para su estudio se deben buscar en los archivos locales y, por extensión, en la correspondencia mantenida entre el Gobernador Civil y los alcaldes
de su jurisdicción provincial.
Hablamos, pues, de los archivos municipales, de fet y de las jons, juzgados
de paz y Gobernación Civil, a cuya consulta la ley no interpone impedimento
188
alguno, aunque cabe avisar de ciertas inconveniencias, tanto en lo referente a infraestructuras como a motivos de funcionamiento, o mejor dicho de supuesto funcionamiento. En el primero de los casos no es extraño encontrar archivos hacinados en instalaciones inadecuadas, término que emplearemos por resultar amables,
cuyos fondos significan siempre una sorpresa debida al celo o a su falta que en su
día pusieron los secretarios de los ayuntamientos al aplicar criterios de conservación más que dispares. Así, en municipios en que se aplicó a rajatabla la circular
de 10 de febrero de 1945, emitida por la Dirección General de la Administración
Local referente a espurios, sin olvidar la destrucción o desaparición documental a
la muerte del dictador por parte de personas interesadas directamente en ciertas
ocultaciones, y el trato que recibieron los archivos falangistas en los años 70, cuya
finalidad era su completa destrucción.
Por otra parte, el factor humano en el ámbito local no juega muchas veces a
favor de los investigadores, sobre todo los menos curtidos, puesto que la imposición de trabas por parte de un buen número de funcionarios con la intención de
desanimar a los visitantes resulta demasiado frecuente.6 Y no digamos cuando el
interesado se dirige a las parroquias con la finalidad de consultar sus fondos.
Con todo, se debe insistir en que la accesibilidad a estos archivos, excepto los
parroquiales, por motivos deducibles, no comporta en teoría traba alguna y su
riqueza para lo que nos ocupa resulta esencial.
A tal efecto, como elementos inmediatos podemos citar los libros de registro
de bandos, que ofrecen una rápida visión de los acontecimientos: órdenes dirigidas
a la población, como por ejemplo lo que se esperaba de ella en cuanto a delaciones, comportamiento en misa de campaña, entrega de armas y objetos requisados
durante la guerra, comportamiento ante registros, etc.
Los libros de actas municipales ofrecen los cambios inmediatos y primeras
medidas de las nuevas gestoras así como diversas notificaciones u otros enterados.
Resultan imprescindibles en cuanto proporcionan la depuración de funcionarios y
trabajadores adyacentes –amén de los respectivos expedientes– así como notificaciones sobre paraderos o la suerte sufrida por personas determinadas.
Los libros de registro de entrada y salida de documentos resultan especialmente útiles para consultar los extractos de la correspondencia entre la Alcaldía y
Gobernación Civil y viceversa. En las comunicaciones se encuentra información
sobre personas condenadas, buscadas, sospechosas, etc., aparte de notificaciones
sobre investigaciones y/o delaciones, a lo que se debe añadir aspectos relacionados
directamente con la represión del estraperlo referente a denuncias, multas, etc.
La documentación relativa a Quintas ofrece la información sobre la calificación de los integrantes del antiguo Ejército Popular, apareciendo desde informes
puntuales a los requerimientos de la superioridad hasta referencias a los perfiles
políticos, sociales y económicos de los soldados, material precursor de los listados
189
falangistas sobre la filiación de la población, que mostraba su división entre afectos,
desafectos e indiferentes encaminada a servir a los tentáculos de control por parte
del Régimen.
Los libros de servicios de la policía municipal arrojan un buen número de
datos sobre el control de la población en todos los ámbitos de la vida cotidiana. En
ellos quedan anotados diariamente todos los partes informativos especificando las
actuaciones de la policía desconvocando bailes, multas a bañistas por comportamiento antimoral, irrupción en domicilios con la finalidad de desarticular supuestas o reales reuniones, detenciones por cánticos –bajo los efluvios del alcohol, generalmente– contrarios a los intereses de la dictadura, detenciones por dedicación
a juegos prohibidos, actuaciones frente a la prostitución, etc., incluso detenciones
practicadas a personas que se negaban a aportar numerario el Día de la banderita.
Los libros de denuncias también aportan datos interesantes, aun cuando la
mayoría de las anotaciones corresponden a libramientos de denuncias correspondientes a las multas, pero otorgan la capacidad de seguimiento y persecución a
ciertas personas estigmatizadas por su pasado político.
Los libros de multas y sanciones completan lo anterior con la particularidad de
ofrecer información más detallada, sobre todo por lo que hace referencia a la forma
de liquidar las denuncias de los agentes municipales, o bien la intervención de la
alcaldía, que resultaba decisiva a tal efecto, lo mismo que la del Gobernador Civil.
Ahora bien, todo lo anterior se complementa directamente con las series de
correspondencia, que no resulta de extrañar se encuentren generalmente en las
cajas denominadas «Varios», que tanto asustan y ponen en guardia al investigador y que suele corresponder a un simple almacenamiento documental de lo más
variopinto. Lo importante es que las series de correspondencia vienen a ser una
información interesantísima en la que se entremezcla todo tipo de contactos, órdenes, contraórdenes, comunicaciones, avisos, etc., entre el municipio y las diversas
instancias superiores, colaterales y también civiles. Resultan de una importancia
extraordinaria y en ella encontramos todo tipo de información: demanda y expedición de informes, comunicaciones, etc., y ofrecen información directa sobre
seguimiento a personas, estraperlo, moral pública, relaciones vecinales, cierre de
espectáculos, etc.
Los libros de matrícula industrial resultan eficientes para seguir con detenimiento la evolución económica de la población, y al mismo tiempo señalan la
trayectoria de los propietarios, resultando especialmente interesante para todo lo
relacionado con la represión del estraperlo: cierre de molinos, retirada de permisos, etc., al igual que sucede con las matrículas de carros, que ofrecen pistas sobre
el funcionamiento del estraperlo.
Los libros o expedientes de asociaciones resultan explícitos al informar sobre
los cambios de directivas, cierres, requisas, etc. Además, presentan informes reali190
zados por la Falange local indicando el pasado político de los miembros –al menos
de los pertenecientes a las directivas– y la suerte que han venido a correr. En los
primeros meses de la implantación de la dictadura franquista los informes vienen
referidos a asociaciones, partidos, sindicatos, etc., desaparecidos por pura ilegalidad –prohibidos, claro– en los que se vierten todo tipo de detalles sobre los miembros, especialmente de los directivos y de aquellas personas más significadas.
Un vistazo a las actas sobre nombre de calles tampoco resulta lesivo. La elección de la nueva nomenclatura esclarece la composición mayoritaria del partido
único o sus relaciones de poder, porque al mismo tiempo que señalan las preferencias también lo hacen sobre las instituciones, organismos o personalidades
anteriores más odiados y que delatan paralelamente lo mismo para la etapa bélica,
aunque encontramos excepciones de lo más sorprendente.7
Las series correspondientes a Hacienda presentan en algunos casos sospechas
sobre cambios domiciliares debido a la presión de los represores y en menor número la certeza de expolio patrimonial sufrido por los vencidos, y en este aspecto
queda claro el o los beneficiarios de las acciones realizadas en este aspecto. La
evidencia todavía crece más cuando se constata el destino del patrimonio de asociaciones culturales o de ocio, entidades, partidos políticos, sindicatos, etc.
Por lo que hace referencia a los archivos de los juzgados municipales de paz,
sus fondos también se encuentran sometidos a los vaivenes de su pasado, especialmente los referentes a los criterios seguidos para la conservación documental. En
teoría, en ellos se debería encontrar la documentación referida a la Junta Local
de Libertad Vigilada, de modo que ofrecen información numérica sobre las personas que abandonaron las cárceles por motivo de pasar a la condición de libertad condicional, las vicisitudes hasta conseguirla y extinguir sentencia, destierros,
informes sobre conducta, etc. y es posible encontrar documentación tangencial
sobre represión del estraperlo y represión sobre la convivencia, atropellos «legales»
consistentes en depredar propiedades de los represaliados, etc.
Lo mismo podemos señalar para los juzgados comarcales: dependiendo de
los expurgos llevados a cabo, se puede acceder a información sobre el Tribunal de
Responsabilidades Políticas mediante sus libros de actas, informes, expedientes,
listados, fichas con los fallos, etc., y aunque la represión sobre el estraperlo recaía
fundamentalmente sobre las alcaldías en conexión directa con el Gobernador Civil, en algunos aparecen referencias a la misma. Tampoco se debe despreciar toda
documentación relacionada con juicios contra vencidos promovidos por denuncias de todo tipo cuyo objetivo último era la simple y mera confiscación de bienes
aprovechando la indefensión de los afectados. Denuncias sobre palizas de dudosa
autoría –así lo apunta la documentación, pero se desprende inmediatamente que
se trata de agresiones efectuadas por los falangistas– y que quedaron impunes tampoco faltan, así como diversos casos de abuso de poder que tampoco tendrían ma191
yor trascendencia para los magistrados encargados de los casos. Por otra parte, en
algunos de estos archivos se custodian fondos de los Consejos de Guerra Sumarísimos ya que no solamente los juicios se celebraban en las capitales de provincia.
Los registros parroquiales suelen dar mucho juego por lo que hace a la información sobre la represión, y no digamos los archivos diocesanos. Su acceso es más
que restringido. Las demandas de consulta al arzobispado tardan meses en ser contestadas –con resultado negativo, por supuesto– en caso de que se digne responder. Naturalmente, su consulta más que restringida está prohibida8 más y cuando,
evocando tiempos que nos ocupan, no se pueden presentar avales evacuados por
personas de orden y/o otros efectivos necesarios. La documentación custodiada en
estos archivos, que conocemos por canales ajenos a nuestra experiencia, ¡faltaría
más!, consiste en celebración de efemérides, informes dirigidos a la Junta Local de
Libertad Vigilada o a las autoridades, diarios redactados por el responsable, información acerca de las actividades de Acción Católica, y por extensión de la Sección
Femenina, aparte de comunicación constante con los responsables tanto religiosos
como burocráticos de las prisiones, conectados o no con la Junta Local de Libertad
Vigilada, mediante el Patronato de la Merced.
Los archivos de la Guardia Civil contienen todo tipo de informes, comunicaciones, órdenes, circulares, demanda de documentación relativa a los vencidos,
etc. La consecución de su acceso y correspondiente consulta resulta más que una
odisea en caso de llegar a buen puerto y pocos hasta ahora han sido los elegidos.
No obstante, la carencia que pueda derivarse de la ausencia de consulta puede
amortiguarse con los fondos municipales apuntados debido a la participación directa de la Benemérita en la represión local y su necesaria conexión con las autoridades municipales y/o falangistas.
Excepcionalmente existen algunos archivos locales de fet y de las jons que
no sufrieron las lesiones de la mayoría. Resultan más que ricos por lo que hace
referencia a su contenido, que abarca todas las facetas de la vida cotidiana, más
que la política. Informes, filtros selectivos para la admisión de militancia, comunicaciones, etc., sin olvidar los listados relativos al grado de aceptación del partido
entre la población, dividida como se ha apuntado entre los tibios, los desafectos y
los afectos. Elaborar un plano de la población con la representación de los listados
muestra a las claras la división socioeconómica de los vecinos, y su satisfacción o
no con el partido único.
Desde hace algún tiempo, han ido apareciendo asociaciones o colectivos interesados en la recuperación visual de las localidades. Los fondos de estas organizaciones pueden resultar valiosos en el aspecto de contemplar la vida cotidiana, cambios respecto a épocas anteriores como vestimenta, actitudes, comportamiento
grupal, etc. lo mismo que otros aspectos que muestran las singularidades represivas
del franquismo respecto a ciertos colectivos.9
192
Algo parecido nos pueden ofrecer los fondos correspondientes de instituciones
benéficas por lo que hace a la alimentación, y cuya función suele estar conectada al
estraperlo, al tiempo que nos permite observar cambios –generalmente negativos–
respecto a otras épocas, especialmente el último período republicano.
Conectado con lo anterior resulta la información presentada por los libros de
defunciones. Independientemente de su utilidad para el estudio de la represión definitiva, las actas de defunción proporcionan información directa sobre las causas
de fallecimiento, lo que supone una fuente de gran riqueza para evaluar niveles de
vida y sobre todo los aspectos relativos a los accidentes laborales. Basta una comparación con períodos anteriores para obtener excelentes resultados.
Las memorias o escritos íntimos, es decir los archivos particulares, como es
normal presentan gran heterogeneidad, lo que puede incidir para una mayor perspectiva siempre y cuando se analicen convenientemente debido a su compresible
alto grado de subjetividad. Naturalmente la consulta de este tipo de fuentes queda
sujeta al grado de disponibilidad del propietario y no siempre permitirá su acceso,
exactamente igual que lo apuntado para algunos casos concretos señalados a lo
largo del trabajo.
En algunas localidades aún se encuentran discriminados los archivos de las
antiguas Cámaras Agrarias.10 Su consulta aporta numerosa información sobre
cuestiones concretas como son el acceso a la jubilación, los partes de bajas y de accidentes laborales, etc., lo que nos permite realizar una aproximación a las nuevas
relaciones laborales y también los efectos de la nueva legislación al respecto.
Similar situación e información ofrecen los archivos del Sindicato de Regantes que, como el anterior, suelen encontrarse aparte de los del partido único, lo
que denota la tremenda potencia social de los propietarios –encuadrados o no
en Falange– y su autonomía dentro de las reglamentaciones del Régimen, y que
resulta similar para sindicatos concretos, como el del arroz, para algunas comarcas
del delta del Ebro en Cataluña, la Ribera del Xúquer, en el País Valenciano, y la
zona del Guadalquivir, concretamente Sevilla.
En todos ellos aparecen los procesos depuradores, el desembarco de las oligarquías locales a su control, las medidas contra los vencidos y demás cuestiones que
nos ocupan en este momento.
Las hemerotecas ofrecen noticias concretas sobre hechos locales, y si bien a
medida que avanzamos en los primeros años del franquismo las referencias de actuaciones contra personas o colectivos se van diluyendo, sin desaparecer completamente, lo cierto es que la prensa franquista no escatimaba en autofelicitaciones
señalando ejecuciones de elementos indeseables, encarcelamientos y demás. Incluso
obtenemos aportaciones que aunque censuradas nos abren la puerta al mundo
represivo de la censura.
Complementando esta fuente tenemos la existencia de publicaciones locales
193
generalmente esporádicas, como boletines eclesiásticos o relativos a efemérides de
alguna asociación, así como libros de fallas o fiestas locales cuyo contenido no
siempre resulta vacuo, y paralelamente aporta información colateral referente a
las actividades económicas y de relación social cuyo sopeso aporta pormenorizadas pistas de la situación social y económica así como de relaciones sociales de la
población.
Por otro lado, el boe recogía las multas y/o determinaciones de los Tribunales
de Responsabilidades Políticas así como otras noticias relacionadas con la suerte
económica que corrían muchos de los vencidos, amén de otras particularidades.
Para el ámbito que nos ocupa, la vida cotidiana resulta imprescindible emplear la técnica y tratamiento de fuentes orales.
HAY QUE SALIR DE CASA
Los archivos de las Diputaciones Provinciales y de Gobernación Civil complementan de manera rotunda las informaciones contenidas en los municipales.11
Esto es, cuestiones apuntadas anteriormente como las referentes al fenómeno del
estraperlo, especialmente las multas, comunicaciones e informes sobre individuos
o colectivos, etc.
Además, contienen todos los expedientes de depuración de funcionarios de
la institución provincial, informes carcelarios referentes a detenciones y demás,
la administración de los depósitos de los diversos partidos judiciales o depósitos
municipales, etc.
Los archivos militares de las diversas regiones militares12 contienen los fondos
referentes a los sumarios militares de urgencia, es decir, los Consejos de Guerra,
una de las fuentes más importantes del estudio de la represión franquista. En los
expedientes aparece todo tipo de información, desde la filiación del encausado hasta la sentencia del Tribunal, pasando por los pormenores de la causa con delaciones
incluidas, nombre del denunciante, motivos que alega, informes, defensa, etc.
Los archivos provinciales sobre el mundo penitenciario franquista también
presentan particularidades a menudo asombrosas.13 Con todo, sus fondos contienen documentación procedente de los diversos centros carcelarios de la provincia,
aunque no de todos, debido a su proliferación al acabar la guerra y al carácter local
de muchos de ellos. Lo importante es que se encuentran los expedientes carcelarios
de los prisioneros y de las prisioneras. A menudo contienen un extracto o copia
de la sentencia emitida por los Tribunales Militares. Cabe resaltar que su consulta
complementa de manera rotunda los expedientes de los Consejos de Guerra, puesto que muestran los avatares del penado a lo largo de su estancia en los centros de
confinamiento correspondientes. En caso de internamiento, por orden del Gobernador Civil o por cualquier otra institución o no, la información es la misma.14
194
Al mismo tiempo, todos los libros referentes a la administración de los establecimientos penitenciarios aportan una destacada información en la que se puede
profundizar acerca de los informes del jefe de prisión, la alimentación de los reclusos y el consiguiente juego estraperlista, la aplicación de la disciplina, las actuaciones del cuerpo religioso15 o funcionarial, reglamentos internos,16 etc.
Desgraciadamente, nada podemos decir, al menos por ahora, sobre los centros psiquiátricos. La mayoría pertenecían a las Diputaciones, pero en nuestro caso
–provincia de Valencia– no hemos encontrado en sus fondos cuestión alguna que
les otorgue cierta importancia, lo que no significa su inexistencia, puesto que sospechamos, siempre hablando de nuestro caso particular, que en su día la transmisión
documental no se realizó de la manera más adecuada. Todo lo contrario de los
hospitales, que ofrecen un conjunto documental sabroso para lo que nos interesa.
Excepcionalmente encontramos documentación gráfica sobre la represión
franquista. Lo normal es que ésta se encuentre dispersa, entidades concretas estatales al margen, aunque para el caso valenciano tenemos una pequeña serie de
fotografías efectuadas en el interior del recinto del penal de San Miguel de los
Reyes17 o de la prisión de Borriana. La importancia de este tipo de fuente queda
resaltada por la aportación en este mismo volumen efectuada por Gaspar Pomares, de manera que dejaremos esta cuestión de lado. Y en este aspecto deberíamos
incluir, asimismo, la iconografía producida por los internos.
CAMBIANDO DE AIRES
La consulta del Archivo Histórico Nacional de Madrid, concretamente la
Causa General, resulta una fuente muy rica, ya que ofrece una visión franquista
sobre los hechos acaecidos en la retaguardia republicana y que servía de base para
todo el entramado represor franquista, pese a que presenta un sinfín de errores,
duplicaciones, etc.
En el mismo archivo se pueden consultar los expedientes policiales de la Dirección General de Seguridad del Estado, con lo que abrimos las puertas a toda la
trayectoria represiva franquista.
El Archivo Militar de Guadalajara ofrece fondos relativos a los campos de concentración, hospitales militares de prisioneros, batallones de prisioneros, listados
y referencias de los soldados del Ejército Popular, etc., de manera que su consulta
ofrece importantísima información sobre condiciones de los prisioneros, funcionamiento y disciplina interna y demás pormenores de la estancia, con expedientes
de penados, documentación relativa a exenciones de penas por el trabajo, etc.
El Centro Documental de la Memoria Histórica contiene el fondo Político–
Social con los expedientes relativos al Tribunal Especial para la Represión de la
Masonería y el Comunismo, que no trataremos, al haber sido convenientemente
195
examinado por Vicent Sampedro en este mismo volumen. En cambio, cabe resaltar la importancia del seriado del Fichero de Criminales elaborado por el Ejército
de Ocupación, una vez efectuada la liberación.
El Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, en su Sección
de Presidencia –Secretaría General del Movimiento– Delegación de Provincias,
ofrece documentación elaborada por la Falange cuyo contenido abarca información de todo tipo, en la que destacan los informes sobre sospechosos, actividades
contra el Régimen, etc., mientras que los fondos relativos a Orden Público de
los Gobiernos Civiles proporcionan un sinfín informativo sobre depuraciones,
control social, prisiones, denuncias, actuaciones policiales, etc., así como el fondo
relativo al Tribunal de Orden Público. Con decir que encontramos cerca de dos
millones de fichas, ya podemos hacernos una idea de la extensión de la represión
franquista.
TRASPASANDO FRONTERAS
La Fundación Largo Caballero, el Archivo del Comité del Partido Comunista, el Archivo Anselmo Lorenzo, sitos en Madrid, además del Archivo de la Fundación Pablo Iglesias de Alcalá de Henares y el Archivo de la Fundación Salvador
Seguí de Valencia, nos presentan documentación relativa al exilio republicano, y
en el caso del Archivo del Partido Comunista información relativa a las actividades
guerrilleras así como datos sobre la situación de presos en las cárceles franquistas.
La potencialidad de estos archivos está a la vista, y progresivamente van dando
sus frutos, al igual que otros aspectos que podríamos catalogar de tangenciales a la
represión franquista, como la suerte de los españoles deportados a los campos nazis
donde cabe destacar la dedicación del Amical de Mauthausen, que ha conseguido
reunir listados y referencias de los internos.
Actualmente, y ello es completamente normal, la atención de los investigadores se centra sobre todo en el llamado primer franquismo.18 Como podemos
desprender de las fuentes citadas, el estudio de la represión franquista todavía presenta grandes posibilidades. Si nos atenemos al quehacer represivo de la dictadura,
ello se hace extensible a toda su etapa.
Y es que, la dictadura franquista tuvo en la represión uno de sus principales
pilares.
196
NOTAS
1
2
3
4
5
Cfr. Pelai PAGÈS, Les lleis repressives del franquisme. (1936-1975), 3i4, València, 2009.
Cfr., entre otros, Ricard VINYES, «Nada os pertenece... Las presas de Barcelona, 1939-1945»,
en Historia Social (39), València, 2001 pp. 49-66; José Manuel SABÍN RODRÍGUEZ, Prisión i muerte en la España de postguerra, Madrid, Anaya&Mario Muchnick, 1996. Alberto
REIG TAPIA, «Prisionero del fascismo: vida interior, angustias i esperanzas del preso político,
1936-1945», en: FOLGUERA, P. (coord.), Otras visiones de España, Madrid, Ed. Fundación
Pablo Iglesias, 1993. pp. 136-186. Ricard Camil TORRES FABRA, «Un altre tipus de repressió durant el franquisme: la Llibertat Vigilada. El cas de la Ribera Baixa», en Quaderns de Sueca
(XIII), Sueca, 1998, pp. 101-111.
Por ejemplo, un expedientado podía ver cómo la acusación primigenia de pertenencia a un
colectivo determinado, por ejemplo la masonería, quedaba amplificado y en ocasiones absorbido con connotaciones más negativas todavía por imputaciones íntimas, tales como conducta
despreciable, elemento peligroso, individuo antireligioso, conducta inmoral, etc.
Las fuentes para el estudio de las depuraciones en el ámbito público resultan bastante más asequibles que las laborales privadas. Todas las instituciones custodian los correspondientes expedientes de depuración de funcionarios y afines. Por el contrario, examinar la depuración laboral
en las empresas presenta el inconveniente de la falta de información. Para el primer grupo cfr.
entre otros, María Encarna NICOLÁS MARÍN, «Los expedientes de depuración: una fuente
para historiar la violencia política del franquismo», Áreas (9), Universidad de Murcia, 1989, pp.
103-124. Un «estat de la qüestió» en Jordi IBARZ GELABERT. (2004), «Les depuracions laborals durant el franquisme. Un balanç historiogràfic», en: Pelai PAGÈS i BLANCH (dir.), Franquisme i repressió. La repressió franquista als Països Catalans (1939-1975), op. cit., pp. 127-147.
Ferran BAGAN GOMIS, «Evolució política i procés de depuración dels funcionaris municipals
de Castelló de la Plana (1936-1939», en Manuel MARTÍ (coord.), D’Història Contemporània:
debats i estudis. Un homenatge casolà a E. P. Thompson (1924-1993), Societat Castellonenca de
Cultura. Castelló de la Plana, 1996, pp. 157-180. Marc BALDÓ, «Cambios de profesores en
la Universidad de Valencia. Sanciones y depuraciones (1936-1939)», en VV.AA., La Segunda
República. Una esperanza frustrada. Actas del Congreso Valencia, capital de la República. Alfons el
Magnànim, València, 1987, pp. 269-281. Del mismo autor, «La Diputación en camisa azul»,
en Manuel CHUST (dir.), Historia de la Diputación de Valencia. Valencia, 1995, pp. 359-402.
También «La Facultat de Filosofia i Lletres de València, 1857-1977. Esbós històric», en Enric
GUINARD (coord.), Saitabi, 47, Universitat de València. València, 1997, pp. 75-87. Para el
segundo grupo, Manuel del ÁLAMO ANDRÉS, «Los años bárbaros: depuración laboral y resistencia civil en Valencia (1939-1945), en IV Encuentro de investigadores del franquismo. Universitat de València-Facultat de Geografia i Història-Depatartament d’Història ContemporàniaRed de Archivos históricos de CCOO-Arxiu «José Luis Borbolla» (CCOO PV)-Banesto-Sènia
Informàtica-Atlantis, Compañía de Seguros y Reaseguros, S.A., Valencia, 1999, pp. 2-6. Del
mismo autor, «Negociación colectiva, Jurados de Empresa y oposición obrera: la experiencia
de Macosa (1962-1977), Ibíd., p. 449-454. Fernando PEÑA RAMBLA, Història de l’empresa
Segarra, Diputación de Castelló, Castelló, 1998. Del mismo autor, «La industria Segarra de
la Vall d’Uixò: un ejemplo de paternalismo franquista», en II Encuentro de investigadores del
franquismo, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert-Fundació d’Estudis i Iniciatives Sociolaborals
(FEIS)-Universitat de València-Universitat d’Alacant, Alicante, 1995, vol. I, pp. 189-192.
Nuestra experiencia en estudios locales se circunscribe al ámbito geográfico del País Valenciano, lo que puede generar alguna contradicción.
197
Servidor acudió a Sollana con la intención de acceder a los fondos municipales relativos al período 1939-1956. El funcionario que me atendió me contestó impávido: De todo eso no queda
nada. Lo quemaron los rojos. Superado mi estupor, acudí al Secretario y hube de recitarle la ley
de archivos para acceder a la consulta del archivo.
7
Por ejemplo, en Cullera se mantuvo una calle con el nombre de Democracia hasta 1941 sin
que se pueda alegar las razones. En algunas poblaciones se mantuvo el nombre de Libertad,
seguramente por considerar los vencedores que la habían impuesto. El caso más llamativo lo
encontré en Castellón. Calle Fabra. Seguramente se mantuvo por homenajear no las hazañas
del heroico sargento republicano sino a la saga Fabra.
8
Cuando quien escribe las presentes líneas se acercaba a las parroquias con la finalidad, o, mejor
dicho, la falsa esperanza de consultar los fondos, siempre se encontraba con la tajante negativa
como respuesta por parte del sacerdote de turno, lo que no le impedía al buen señor realizar
todo tipo de preguntas amén de soltar sermones infumables. Naturalmente servidor no estaba dispuesto a ser sometido a tal grado de vejaciones y menos aún a contribuir a las ansias
evangélicas de los sacerdotes. Por si fuera poco, las noticias de mis visitas se expandían rápidamente, razón por la cual era recibido con patente hostilidad, lo que no ahorraba el sermón
correspondiente. Incluso hubo un sacerdote que se atrevió a escupirme que mejor haría si me
dedicase a escribir sobre todo el bien que hizo Franco. Congreso Vaticano II etéreo, diría yo.
La excepción, el padre Murgui, de la parroquia de la Sangre de Cullera quien amablemente me
cedió el acceso a los libros de actas y demás de Acción Católica.
9
Resulta conveniente, asimismo, consultar fondos que van abriéndose, como por ejemplo Luis
CASADO de OTAOLA, «La documentación administrativa extrajudicial producida en aplicación de la legislación sobre Vagos y Maleantes y Peligrosidad y Rehabilitación Social: problemas de identificación, localización y acceso». En Cuartas Jornadas Archivos y Memoria. Madrid,
19 y 20 de febeero 2009.
10
Y debe señalarse que los distintos ámbitos administrativos tratan de forma desigual los fondos
y sus instalaciones. Así, por ejemplo, todos los archivos de Sueca no sólo se encuentran en
excelente estado de conservación y custodia. Además, sus depósitos resultan de lo más digno,
habitaciones limpias y cuidadas en edificios ilustres señalan la importancia que el municipio
otorga al hecho cultural. Por contra, instalaciones como el antiguo sindicato arrocero de Cullera demuestra bien a las claras la dejadez institucional al respecto. Además, el antiguo encargado
del sindicato era el que mantenía las llaves en su poder, de manera que como buen rancio
falangista me negó –acompañando de un buen número de insultos– el acceso, de manera que
con nocturnidad y alevosía accedí al interior por una ventana. La suciedad era tal que hube
de retornar con vestimenta adecuada. No quiero recordar mis enfrentamientos con las ratas,
empeñadas en evitar que consultase la documentación. Los años han pasado, y en caso de
continuar con vida aquel individuo, supongo no podrá demandarme por aquello que debe de
haber transcurrido el tiempo legal y demás.
Tampoco la visita al archivo de arroceros de Alfafar resulta de grato recuerdo. Las paredes se
caían y el peligro era constante. De hecho, el funcionario asignado para acompañarme y demás,
se limitó a abrir la puerta del edificio para quedar en la calle, bien apartado de lo que quedaba
de la casa, al tiempo que me dirigía una mirada irónica.
11
En el caso de la provincia de Valencia, el Archivo del Reino de Valencia contiene el fondo
relativo a la Magistratura de Trabajo y de los Sindicatos del Régimen. Lo mismo ocurre con
los registros asociativos.
12
Puede ocurrir que los encontremos disociados en provincias, como sucede en el País Valenciano, que cuenta con fondos en cada una de sus provincias.
6
198
En el caso de la provincia de Valencia la documentación se encuentra custodiada en el Centro
Penitenciario de Picassent.
14
Lo apuntamos así, puesto que la casuística es más que diversa. Reclusos internados por la Guardia Civil, policía y falangistas sin haber pasado ante instancias judiciales no faltan.
15
De todos modos, este apartado es menos generalizado. Muchos diarios de los sacerdotes no se
encuentran. Sospechamos que su custodia radica en los archivos del Arzobispado, o lo que es
lo mismo fuera del alcance de los investigadores.
16
Aunque el reglamento era el mismo para todos los establecimientos, la regla general la establecía el director del centro.
17
Se trata de una cincuentena de fotografías tomadas a los internos con motivo de alguna fanfarria autopropagandística del Régimen. En ella aparecen los reclusos desfilando ante el arzobispo, formando y rompiendo filas, etc.
18
Una aproximación bibliográfica es Ricard Camil Torres Fabra, «La repressió franquista al País
Valencià. Recull bibliogràfic», 314, València, 2008.
13
199
LA VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PAÍS VALENCIÀ
(1936-1945)
UN MODELO ANALÍTICO
Antonio Calzado Aldaria
Ricard Camil Torres Fabra
Universitat de València
INTRODUCCIÓN
El objeto del presente trabajo radica en realizar un análisis de las distintas
respuestas violentas ante el fenómeno trascendental de la Segunda República, la
Guerra Civil y el principio del franquismo, tomando como marco espacial y referencial las comarcas centrales del País Valenciano.
Las razones de abordar la investigación en esta zona de nuestro País responden
a factores metodológicos, sujetos a las diversas fuentes documentales a las que hemos tenido acceso. En un primer momento, nuestra intención iba encaminada a
mostrar un microcosmos donde poder examinar el comportamiento de las fuerzas
sociales ante la tabula rasa que supuso el desmoronamiento del poder estatal durante los primeros meses que siguieron al golpe de Estado de 1936, el desencadenamiento de una violencia política largamente larvada, a la que siguió la represión
de los vencedores.
La primacía del sector agrario es un factor destacable por las particularidades que
presenta la estructura de propiedad de la tierra y los sistemas de tenencia. La imagen
idílica de un «Levante feliz»1 salta hecha añicos cuando observamos la situación real
de la principal ciudad de la Ribera Baixa: Sueca. En los años 30, el 76,6% de la población activa se ocupaba en las tareas agrícolas. La distribución de la propiedad de
la tierra presentaba unos caracteres muy alejados a los mostrados por la historiografía
clásica referente al agro valenciano, controlando el 21,78 de propietarios el 81,05%
de la tierra, mientras que un 25% de propietarios ocupaba el 1,21%.2 Estos niveles
podemos contrastarlos con otra importante población: Cullera. Aquí, en 1911, el
7’49% de propietarios controlaba el 72% de la tierra, mientras que el 92’51% del
resto de propietarios lo era de explotaciones de menos de 4 Ha.3
201
Esta distribución de la renta y sus corolarios llevaba como consecuencia una
desigualdad social que se reflejaba en las paupérrimas condiciones de vida de una
gran masa de jornaleros, ya que sus actividades como tales se reducían a la siega y
la siembra del arroz (tres meses al año). De los 3.000 jornaleros contabilizados en
Sueca, tan sólo una tercera parte contaba con ocupaciones ocasionales el resto del
año en la naranja y en los trabajos de huerta. La situación se repetía para los 2.334
jornaleros cullerenses,4 mientras que Sollana se comportaba de forma similar, ya
que de un total de 3.539 habitantes, 84 eran propietarios, 154 profesionales, 84
sirvientes y 1.051 jornaleros; el resto correspondía a mujeres y niños.5
Como corresponde a una comarca típicamente agraria, la ausencia de industria impedía mitigar, aunque sólo fuera en parte, el grave problema de paro estacional y estructural prolongado. Así queda demostrado por todos los informes del
Ayuntamiento de Sueca, plasmados en la raquítica cifra de 103 obreros industriales censados y los repetidos estudios sobre el paro y el hambre en la población.6 Los
trabajos eventuales eran práctica común, equilibrando hasta cierto punto la pobreza de la dieta: asalariados en casetas de baño en zonas costeras, servicio doméstico
femenino, trabajo de la mujer y niños en almacenes con salarios ínfimos, etc.7 Este
panorama socioeconómico se completa con una visión de las condiciones sanitarias, la educación, prácticamente inexistente, cubierta en una mínima parte por las
compañías religiosas, y, como contrapartida a las mismas, las escuelas racionalistas
que funcionaron hasta el año 1911;8 sin dejar de lado los problemas de salubridad
en los barrios más pobres (habitados por jornaleros), con escasa ventilación tanto
de las casas como de las mismas calles y sus efectos higiénicos pertinentes (epidemias, enfermedades contagiosas, etc.).9
El espectro político seguía las coordenadas particulares de su propio modelo
microeconómico. Las fuerzas predominantes correspondían a grandes propietarios
y clientes, representados por partidos restauracionistas y legitimistas hasta 1931,
agrupados posteriormente en partidos de extrema derecha.10 La pequeña y mediana burguesía, y amplios sectores de profesionales liberales se agrupaban alrededor
de los partidos republicanos de más diverso cuño, mientras que los muy pequeños
propietarios o arrendatarios, empleados manuales, dependientes de comercio, etc.
tendían hacia el apoyo al socialismo. La mayoría jornalera se reunía bajo las siglas
de la cnt, representada por las agrupaciones de Sindicatos y Oficios o Varios y, en
el terreno político, tendían a un difuso apoyo electoral al republicanismo autonomista. Ello no significa que la cnt no tuviese una implantación masiva entre los
obreros agrícolas, sobre los que mantenía una marcada ascendencia, pero lo cierto
es que el pretendido apoliticismo electoral anarquista no se observa para nada. Los
anarquistas votaban, y votaban11 al pura preferentemente.
Los orígenes de este tipo de comportamiento podemos situarlos en el marco
de la dinámica electoral de la crisis de la Restauración, cuando los sufragios co202
mienzan a ser disputados entre las diversas fuerzas políticas no dinásticas. En el
caso que nos ocupa, blasquistas y socialistas. A consecuencia de la pugna entre el
catolicismo monárquico y el blasquismo republicano, antagónicos entre sí, estos
últimos utilizaban el efecto negativo que los sindicatos católicos acarreaban sobre
las acciones de los sindicatos obreros en general y, en particular, sobre los anarquistas al reventar sus instrumentos de coacción (huelgas, presiones, etc.) y el trato
de favor que recibían por parte de la Administración (abonos, créditos, etc.)12
Esta situación era explotada por los blasquistas, puesto que conseguían conectar con los primeros, cosa que se haría más palpable durante la dictadura de Primo
de Rivera, en la que la oposición al régimen hizo que el momento fuese propicio
para el acercamiento. Los blasquistas emplearon su discurso para conseguir una
ascendencia sobre el voto obrerista, a consecuencia de lo cual fueron mimetizando
sus planteamientos programáticos, llegando a desembocar en el empleo de un
tono pseudorrevolucionario que le alejaría poco a poco de su propia línea primitiva, al menos de cara a su posible clientela electoral obrera. Los anarquistas,
enfrentados a los sindicatos católicos, simpatizaron con su demagogia anticlerical
llegando a ofrecer una simbiosis en este campo entre ambos discursos: obrero y
blasquista. Como es natural, esta postura enfrentó aún más a los republicanos de
Blasco Ibáñez con los socialistas.
El anticlericalismo suponía un elemento aglutinador de fuerzas políticas más
bien dispares. Pero no se trataba tan sólo de conseguir apoyos en las urnas. El
fenómeno es bastante más complejo. El rechazo no venía provocado por una antirreligiosidad congénita del pueblo valenciano, sino que hunde sus raíces en los
acontecimientos del siglo anterior (desamortizaciones, desorganización eclesiástica, apoyo a la Restauración y a la Monarquía, mediocridad intelectual, descrédito,
inadaptación a la nueva cultura imperante, etc). Pero, para los anticlericales del
primer tercio de nuestro siglo, todo ello se había traducido en la identificación
entre Iglesia, Monarquía y clases dominantes, con lo que el deterioro de la reputación de unos recaía sobre los otros.13
Si bien no existían mecanismos adecuados para llegar a una entente en caso
de conflicto, lo cierto es que las partes tampoco la buscaban de manera decidida.
A pesar de los intentos mediadores de los diversos ayuntamientos y Gobierno
Civil, pocas veces se detenía la espiral conflictiva una vez desatada. Estas posturas
se explican por una patronal intransigente y miope, antes de la República, y beligerante durante el período republicano.14 Este comportamiento se había incubado al amparo del principio del fin del régimen restauracionista. Por un lado, las
sociedades de defensa obreras fueron organizándose progresivamente y, por otro,
la debilidad estructural del sistema canovista, permitieron que el bloque hegemónico fuera debilitándose. Su papel iba siendo traspasado a los republicanos, por
su ascendencia sobre el sector obrero. Incluso importantes republicanos tomaron
203
un verdadero protagonismo pseudocaciquil, tanto al tratar de evitar «desórdenes»
como provocándolos.15
Estas condiciones implicaban que cualquier alteración en las previsiones de las
cosechas supusiera una tremenda brecha en las economías familiares, con mayor
amplitud en las familias de obreros agrícolas. Ésta fue la principal causa de enfrentamientos, huelgas, etc.16 agravados en algunas ocasiones por agentes exógenos, tal
como ocurrió en los sucesos de Cullera del año 1911.17
La conflictividad campesina se reanudó en la comarca durante el trienio bolchevique, en especial a lo largo del año 1919 y con la implantación de la Dictadura
de Primo de Rivera, se entró en un «impasse» con vacilaciones socialistas y una
fuerte represión sobre los confederales.
Con la Segunda República, el país participó de las coordenadas políticas del
período 1931-1939, y tampoco escapó al impacto de la crisis provocada por los
Tratados de Ottawa con sus implicaciones directas para el arroz y la naranja y sus
derivaciones ya estudiadas en el campo de la conflictividad social. En numerosos
lugares se produjo una reconversión de productos agrarios de exportación, lo que
llevó ocasionalmente a incidentes entre municipios fronterizos.18
La crisis de la agricultura de exportación, las expectativas de reivindicación
que proporcionó la República y la fortaleza mostrada por la cnt, ocasionaron una
oleada de huelgas entre 1930 y 1933: petición de mejoras salariales y sociales eran
los objetivos. A estas huelgas se sumaron insurrecciones anarcosindicalistas como
la proclamación de la República Comunista Soviética en Sollana, en enero de
1932,19 con un ingente movimiento revolucionario,20 pero que puso de manifiesto
la ingenuidad de los trabajadores de Sollana21 y, por extensión, del país.
Sin embargo, la explosión revolucionaria se vio amortiguada por el triunfo
electoral de la derecha en el Estado español en 1933. A pesar de todo, en algunas
ciudades importantes, el pura fue el vencedor de las elecciones, digámoslo una vez
más, gracias al apoyo de los obreros agrícolas.22
El rápido desquite desplegado por las derechas, una vez alcanzado el Gobierno,
época conocida como «el bienio negro», revistió una amplia gama de actividades encaminadas a vaciar de contenido las reformas emprendidas entre 1931 y 1933. La abolición de la Ley de Términos Municipales, el control absoluto de los Jurados Mixtos, la
intransigencia en la concesión de las peticiones obreras más nimias y un largo etcétera
que transcurre entre los caminos de las agresiones verbales, la ironía trágica («Comed
República») y las provocaciones gratuitas. Si a la intransigencia de la burguesía y de la
patronal agrarias, unimos la crisis económica, agravada en las comarcas de regadío del
País Valenciano y para sus cultivos de exportación con el aumento galopante del paro,
la escena social aparece bajo el signo de una intensa conflictividad.
Los sindicatos mayoritarios (cnt y ugt) respondían a la realidad social de una
manera bien distinta a su actuación durante los difíciles años del bienio reformista.
204
Frente a su desunión y rivalidad anterior, la unidad de acción sindical, como queda bien patente en las huelgas de abril en Valencia o Zaragoza (1934), los Frentes
Únicos (con presencia de sindicatos mayoritarios y minoritarios), reflejaban un
clima de intranquilidad generalizado en las filas obreras que tuvo como consecuencia una mayor imbricación entre sí.
La problemática rural de aquel año presentaba una «virulencia no conocida
anteriormente».23 La creciente crisis de los cultivos de exportación, la disminución
de los salarios, el incremento del paro y la postura de la patronal agraria, condujeron a las organizaciones sindicales agrícolas a la huelga general de junio de 1934,
una elevada intensidad huelguística de carácter defensivo cuya característica más
señalada sería el fracaso de gran parte de ellas.24
Esta nueva coyuntura vino a acentuarse en 1934. En mayo, los días 21 y 22,
la negativa de una subida salarial para los obreros agrícolas arroceros se tradujo en
una huelga secundada por 2.800 jornaleros. La resolución del jurado mixto resultó
favorable a los patronos, lo que vino a recrudecer el conflicto, que se reanudó el
día 5 del mes siguiente. Las Bases de Trabajo nos demuestran el retroceso significativo que supusieron para el proletariado.25 La intransigencia patronal hizo que se
derrumbara todo intento de entendimiento a la hora de llegar a un acuerdo para
redactar unas nuevas bases y la huelga quedó diluida el día 11.26 Se demostraba así
la firmeza con que los patronos intentaban desquitarse de las leyes de contratación
anteriores, en particular, y de la legislación agraria, en general.
Todo esto nos permite observar una radicalización que alejaba posturas y llevaba a que los principios de una República para todos contemplase un detrimento
de calidad de vida para los sectores obreros. Así se llegó a octubre, momento en
que se declaró la huelga general, que tuvo en Asturias su máxima amplitud. Los serios reveses sufridos por los asalariados valencianos fueron determinantes para no
secundar el movimiento de forma decidida. Su postura se acercó más a la contemplación que a la acción. De todos modos, en algunos lugares del País Valenciano,
se registró una inmediata respuesta activa.27
A pesar del escaso eco del movimiento insurreccional,28 ya el día 4 aparecieron bandos declarando el Estado de Guerra en todo el Estado.29 Además, el 8 de
diciembre, el Ministerio de la Gobernación, por medio de una orden circular,
procedió a la supresión de los diversos consistorios,30 que provocaron numerosos
enfrentamientos por su extremado conservadurismo. Así, alguno de sus noveles
miembros provocó el escándalo cuando llegó a realizar alusiones a la dictadura
como una «estructura social casi perfecta».31
Los Jurados Mixtos fueron suspendidos y, hasta junio de 1935, no volvieron
a funcionar. De este modo, si antes las reclamaciones obreras se veían cercenadas
por la intransigencia de la patronal, ahora no tenían siquiera el consuelo legal de
ver rechazadas sus propuestas. Tras octubre, las izquierdas pasaron por un período
205
de reestructuración, a pesar de que los socialistas consideraron una «victoria objetiva» lo que en realidad fue una derrota inmediata.32 Para el centro supuso una radicalización que hundió la posibilidad de estructurar una fuerza política centrista
más o menos dinámica y efectiva.33
El saldo más negativo de Octubre fue que supuso el momento de la ruptura
de la evolución política de la Segunda República. Los grandes propietarios y un
amplio abanico de la burguesía y de las clases medias se aterrorizaron ante las enormes dimensiones alcanzadas por la revuelta y pasaron a boicotear a la República
aún más abiertamente, además de negarse reiteradamente a participar en ciertas
tareas políticas. Y éstas siempre eran las relativas a la mejora del ínfimo nivel de
vida de los sectores más desfavorecidos de la población.34
A pesar de todo, los conflictos rurales decayeron durante 1935. Las medidas
represivas derivadas del movimiento insurreccional asturiano dieron sus frutos.
Pero existieron agitaciones en torno a la reivindicación del 1.º de mayo35 mientras
los boicoteos a las sesiones de los consistorios tendentes a la búsqueda de soluciones al problema proletario se multiplicaron.36
Octubre de 1934 significó «el período germinal del Frente Popular.37 El ejemplo de Asturias, sintetizado en la consigna «uhp», vino a reflejar un nuevo sentimiento de unidad proletaria, que presentaba un comportamiento distinto tras
octubre, pues hizo posible un acercamiento obrero y, a su vez, con fuerzas republicanas, que condujo a la formación del Frente Popular, el cual fue concebido
como una coalición que, tras su victoria electoral, se transformó en un espacio
de combate político. En su gestación, los republicanos entendían que significaba
una simple alianza electoral; para los socialistas moderados suponía la espléndida
oportunidad de cohesionar el partido, mientras que para la izquierda socialista,
aglutinada en torno a Largo Caballero, se trataba de una concesión momentánea
hasta el instante en que el proletariado alcanzara el poder;38 para los comunistas
(escasísimos), suponía una tabla de salvación para sus numerosas contradicciones;
para los anarquistas, la ocasión de sacar a sus presos de la cárcel y para el resto de
los partidos minoritarios, el no verse aplastados por los mayoritarios.
Frente Popular fue, sólo en enero y febrero de 1936, la forma de nombrar ese
acuerdo electoral que tenía como objetivos prioritarios la amnistía y la derrota de
la derecha. Tras las elecciones, las posturas variaron y cada cual siguió un camino
propio o bien inició un nuevo proceso de alianzas que ni el estallido de la Guerra
Civil logró detener. La derecha preparaba su asalto definitivo y su fracaso electoral
desembocó en un baño de sangre producido por una violencia política extremadamente radicalizada. Después vendría la consiguiente represión, más brutal cuantitativamente, y cruel cualitativamente. La orgía sangrienta y represiva franquista
desarboló al movimiento obrero, dejándolo «cautivo y desarmado». Sus únicas
salidas resultaron ser la postración o la colaboración.
206
La violencia política a lo largo de la Guerra Civil ha tenido como principal
fuente de aprovisionamiento los datos aportados por los diversos Juzgados Municipales a través de los Libros de Registro de Defunciones. De todos modos,
la inscripción de asesinados es, en su inmensa mayoría, posterior al final de la
contienda. Numerosos jueces no quisieron responsabilizarse de estas inscripciones
por la ausencia de legalidad que comportaba la inexistencia de una investigación
judicial. De todas maneras, en el período 1936-1939 se contabiliza un número
relativamente alto de inscripciones. En ellas están contemplados todos los desconocidos, muchos de ellos actualizados tras la guerra. Los vencedores no tardaron
mucho en señalar a sus mártires y, si bien es cierto que lo hicieron a los cuatro
vientos, también es verdad que lo realizaron de una manera tan grandilocuente
como estrepitosamente torpe. En las losas franquistas donde aparecen la relación
de «caídos por Dios y por España», encontramos numerosos errores, tanto por
exceso como por defecto, que los vencedores no se molestaron en corregir. En
Catarroja, por ejemplo, en la lista de los dieciséis caídos, aparecen varias personas
que no fueron asesinadas e incluso continuaron viviendo en la localidad tras la
guerra.39 Por contra, en la fachada de la iglesia de los Santos Juanes de Cullera,
aparecía una veintena de caídos, siendo 44 los asesinatos documentados.40
Por todo lo anterior, los Libros de Registro de Defunciones suministran una
documentación imprescindible, con la particularidad de que las inscripciones son
transcritas bastantes años después de la guerra. Nosotros dejamos de hacerlo en los
libros correspondientes a 1945, ya que durante ese año no encontramos inscripción alguna. De todos modos, hemos de precisar que la inscripción del difunto
no es obligatoria en su localidad de nacimiento o municipio de residencia habitual, sino en el Juzgado Municipal correspondiente al lugar del fallecimiento. Tal
vez por esta razón nuestros resultados se vean algo mermados, pero quisiéramos
insistir en que los vencedores se apresuraron en señalar a sus víctimas, aunque su
triunfalismo les llevó a cometer errores tan enormes como los señalados. De todos
modos,
las víctimas de represalias republicanas sí que fueron todas inscritas, puesto que ello
daba lugar a una serie de distinciones y compensaciones a los familiares: pensiones,
puestos de trabajo preferentes, cuasimonopolización de la administración pública y
especialmente de la local, etc.41
Por todo ello también nos ofrecen la ventaja de conducirnos directamente a
las víctimas de la violencia política de 1936-1939, puesto que la inscripción viene
acompañada de detalles sumamente significativos y delatores: Caído gloriosamente
por Dios y por España, Asesinado por las hordas marxistas, asesinado por las hordas rojas, muerto por los rojos o una serie de combinaciones de todas ellas. La propaganda
franquista alcanzaba incluso a los muertos. Inscripciones llamativas que incitan a la
207
morbosidad no faltan. Es el caso de dos muchachos en los que la causa del fallecimiento fue ni más ni menos que caído gloriosamente al intentar pasar al enemigo.
Visto lo anterior, es obvio que las inscripciones no aparecen en los libros correspondientes ordenadas cronológicamente y no resulta difícil la identificación
de un asesinado producto de la violencia política de la guerra. Pero otra de las
ventajas que presentan las inscripciones, extensibles a otros campos de investigación, radica en que vienen acompañadas no sólo del nombre y los apellidos, sino
también de toda una serie de anotaciones tales como estado civil, edad, domicilio,
lugar de nacimiento, profesión, fecha y lugar de la defunción, testigos de la misma,
etc. Además, aparece si la muerte se encuentra certificada por un médico o por el
resultado de la autopsia.
Con todo, hemos visitado los cementerios para constatar si la tesis de Fontana, Reig y otros investigadores referente a la endeblez de los registros civiles de defunciones es aplicable a nuestro caso,42 y pudimos comprobar que son más fiables
los datos suministrados por los Registros de Defunciones.
Para estudiar la represión franquista nos hemos inclinado por fuentes directas
e indirectas. Se trata del trabajo de Vicente Gabarda,43 aunque hemos preferido
«pecar por defecto» en el caso de las defunciones producidas por la reacción franquista, a pesar de que suele aconsejarse siempre lo contrario.
Singular importancia nos ha ofrecido el hallazgo de dos series de fichas en el
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Sueca contenidas en una caja y que
correspondían a algunas de las sentencias emitidas por el Tribunal de Responsabilidades Políticas de Sueca. Un grupo de fichas44 vienen fechadas desde las postrimerías del año 1939. En ellas se encuentra una detallada información acerca del
veredicto emitido por el Tribunal, aunque la mayoría quedan a la espera de una
revisión. Por otra parte, el segundo grupo de fichas corresponde al año 1942, por
lo que se trata de revisiones posteriores. Todo ello viene a darnos una visión globalizada de la actuación del Tribunal de Responsabilidades Políticas. Además, en
las ficha del primer grupo se encuentra la razón por la cual el individuo en cuestión
comparece a juicio. Esta particularidad nos permite comprobar hipótesis sobre el
comportamiento del Tribunal y nos arroja más luz sobre la dinámica durante la
guerra y, consecuentemente, sus implicaciones directas con la violencia política
derivada de las consecuencias inmediatas del fracaso de la insurrección militar de
1936. A pesar de todo, «seguimos sin saber el porcentaje de las muertes no inscritas, y si dicho porcentaje sería especialmente significativo. No puede concluirse
que ya no haya más víctimas de represalias por inscribir».45
Por último, el Archivo Histórico Municipal de Sueca contiene un fondo de
la Falange local, que presenta una documentación relativa a los represaliados y el
movimiento de afiliados a partir del término de la guerra. Gracias a estas informaciones y a la aportación de Manuel Chust46 hemos completado datos anteriores
208
y, al mismo tiempo, hemos podido observar el «trasvase» de elementos afiliados a
partidos o sindicatos obreros o de izquierda hacia las filas de los vencedores con el
propósito de encontrar los «anticuerpos políticos» necesarios para salvar la vida,
escapar de la cárcel o no ver interrumpido su estatus social (este último caso se
dio con regularidad entre antiguos miembros de la ugt47 y blasquistas). Tal como
Queipo de Llano advertía a los obreros sevillanos, a quienes aconsejaba que se pusiesen un «salvavidas», como él llamaba a la camisa azul de la Falange.48
Intentaremos discernir y cuantificar una serie de acontecimientos interconectados entre sí de forma que puntualizaremos el período, contemplado como
una totalidad, pero con claros apartados estancos. Es decir, el proceso consiste
en que las condiciones ya expuestas en esta introducción, más las particularidades propias que crea el conflicto y, en especial sus características comarcales, dan
paso a una violencia política con tintes propios. Con posterioridad, los excesos
revolucionarios serían empleados por el franquismo para llevar a cabo su propia
venganza y aniquilar cualquier intento de articulación opositora. Como única salida, el movimiento obrero dispondrá de salidas negativas: la colaboración, más o
menos consciente; la apatía, la postración (inicialmente de carácter definitivo) o el
entreguismo político. Igual suerte correrían las antiguas fuerzas republicanas que,
no en bloque, pero sí de manera altamente significativa, iniciaron un importante
trasvase cualitativo y cuantitativo hacia el Partido Único como solución inmediata
e ineludible para no perder privilegios sociales y económicos cuando no políticos.
Es decir, para continuar en la espiral de la vida pública de la única manera posible:
en fet y de las jons.
Todo ello, se circunscribe a un espacio concreto: la guerra civil española, continuado por una larga y dilatada dictadura política, caracterizada por unos tintes sumamente crueles y exclusivistas,49 aunque aquí atenderemos al denominado
«primer franquismo» y que en nuestro caso no llevaremos más allá de la propia
etapa paralela a la Segunda Guerra Mundial, que es cuando asistimos a la mayor
cantidad de ejecuciones y arbitrariedades por parte del Tribunal de Responsabilidades Políticas y del propio régimen.
Eludiendo el planteamiento equívoco que supone que la represión franquista fue determinada por la violencia política anterior, pensamos que existe una
mínima relación que no va más allá del momento cronológico y que el «Nuevo
Régimen» no nació del final de la guerra, sino de la evolución del propio conflicto,
que dotó de los tintes necesarios al franquismo como para disfrazarse de salvador. Al contrario, los vencedores intentaron legitimar su victoria y para ello, entre
otros elementos, emplearon «su» justicia y ejercieron una represión encaminada
a eliminar cualquier posible estorbo en la elaboración de una sociedad sumisa y
ajena a los planteamientos del Estado participativo. Tal como afirma el profesor
Fontana:
209
Me parece que lo más conveniente para comprender la naturaleza del franquismo, y
para valorar sus consecuencias a largo plazo, es examinarlo en sus comienzos, en 1939,
que es cuando se nos aparece sus propósitos libres de disfraces e interferencias de las
obligadas acomodaciones posteriores ... Al franquismo hay que juzgarlo por las consecuencias de sus acciones –aquellas que correspondían a sus proyectos, en la medida en
que fue capaz de llevarlos a la práctica– para la sociedad española.50
LA VIOLENCIA POLITICA DURANTE LA GUERRA CIVIL
Las elecciones del 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular
en la mayoría de las poblaciones del País Valenciano.51 Los resultados significaron
el hundimiento electoral del pura que, ante la ausencia de apoyos y confiando
nuevamente en sus tradicionales pilares, se presentó en solitario, registrando una
intensa retracción incluso en su feudo principal (Valencia capital y las comarcas
que la rodean), obteniendo 96.887 votos en el «cap i capsal». Por contra, en otros
lugares mantuvo unos niveles aceptables, pero primaba el momento político y las
mayorías se decantaron por la coalición del Frente Popular.(2
Las elecciones confirmaron el proceso de polarización abierto tras la crisis de
octubre de 1934. El movimiento socialista se encontraba sumergido en disputas
internas; los anarco-sindicalistas deseaban exclusivamente sacar a los suyos de las
cárceles, y los republicanos de izquierda aspiraban a retomar el hilo de la política
reformista del bienio azañista. Mientras tanto, las derechas se lanzaron a los brazos
de un Ejército que había superado la pérdida de confianza sufrida tras la dictadura
de Primo de Rivera. El movimiento obrero pretendía obtener la máxima rentabilidad del apoyo prestado al Frente Popular. El retorno al primer bienio republicano
no resultaba suficiente. Además, la excarcelación de los presos políticos supuso un
nuevo estímulo a su combatividad, mermada tras la represión post-octubre.
Durante la primavera se produjeron diversos brotes huelguísticos cuajando
algunos de reducidas dimensiones. Así, por ejemplo, contabilizamos una amenaza de huelga general el 24 de marzo para presionar sobre la libertad de Bautista Arlandis Bou, miembro del anarquista Sindicato Único pero el Delegado
de Trabajo consiguió detener el amago de huelga.53 El ambiente de agitación y
movilización política era evidente.54 aunque la predisposición al diálogo por parte
de la Administración quedo restablecida tras el triunfo frente-populista, aún con
el renacimiento de las tensiones. La postura de la Iglesia durante la República (y
el anticlericalismo) dio lugar, en este clima social, a los sucesos del 1 de mayo de
1936 cuando, tras la consiguiente manifestación, se asaltaron los templos y se produjo la quema de enseres en algunos lugares del país.
Al firmarse las Bases de Trabajo de aquel año, que contemplaban aumentos
salariales y una relativa mejora de las condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral, etc, se observa una línea sindical unitaria y la predisposición de los
210
Jurados Mixtos hacia los obreros agrícolas. Esta línea de actuación es común para
las comarcas que nos ocupan fruto de la aplicación de la legislación caballerista del
bienio 1931-1933.55
A principios de junio, los sindicatos exigieron el pago de unos jornales para
la colocación de parados, lo que provocó fuertes desavenencias entre jornaleros
y propietarios. Estos últimos entendían que los jornales eran competencia de los
Ayuntamientos, administrados a través de las bolsas de trabajo municipales. Las
denuncias por las dos partes exigieron nuevamente la intervención del Delegado
de Trabajo mientras las asambleas se sucedían vertiginosamente tanto por parte de
la cnt y ugt-psoe y drv como por parte de las derechas antirrepublicanas, principalmente por los monárquicos alfonsinos y tradicionalistas. Los cruces dialécticos
por las calles, los alborotos y el desentierro de viejas armas nos describen el tono de
crispación civil que se vivió durante los meses previos al estallido de la guerra.56
El incremento de la fricción social agudizaba la lucha de clases de tal modo
que los propietarios agrícolas se aferraban con ahínco a posturas tan intransigentes
y viscerales como las empleadas con regularidad hasta entonces. Los odios, lejos
de aplacarse, iban in crescendo, de manera que nos ayudan a comprender mejor las
violentas respuestas ante la crisis abierta por el golpe de Estado.
Las reacciones ante las confusas noticias de los primeros momentos de la insurrección fueron tensas, aunque no revistieron características violentas en un principio, como revela el testimonio de Matilde Grass: Todos estamos con la radio en
marcha, ya dan las noticias, así como van pasando las horas más noticias...57
Según Fragua Social, la nota más destacada del momento era la tranquilidad y
apuntaba cómo en pocas horas quedó el movimiento faccioso sofocado en la mayoría de las poblaciones valencianas.58 Por contra, como la publicación libertaria
exponía, en algunos lugares las tensiones se debieron a los asuntos relativos a las
diferentes concepciones para afrontar esos primeros momentos entre ugetistas y
cenetistas, discrepancias que no quedarían solventadas hasta principios de 1937.59
Pero lo cierto es que en muchos pueblos las noticias no llegaron a alterar la tranquilidad de forma inmediata. El golpe de Estado no resultó impedimento suficiente para que los niños, como sucedía todos los veranos, acudieran a las colonias
escolares.60 La situación no revistió caracteres especiales hasta que se generalizó la
violencia con la eliminación física, tal como indica Matilde Gras:
Pasaron tres días y llega el momento en que se hacen las detenciones... pasan los días,
siempre con noticias espantosas. Te levantabas y al momento oías: ¡En tal sitio han
visto un muerto!. o ¡Esta noche al fulano...!61
El conocimiento de estos hechos no fue un escollo para que la población continuase sus quehaceres cotidianos, al menos hasta el día 18 de agosto, cuando las
noticias procedentes de los frentes, en particular las matanzas efectuadas en Bada211
joz por los insurgentes, dieron lugar a un sentimiento de indignación y de repulsa
que se tradujo en asesinatos masivos durante los días siguientes62 haciendo inútil
cualquier entendimiento entre ambas posturas.
Llegados a este punto se hace obligado un repaso a la historiografía correspondiente a este período. El primer inconveniente radica en la tipología de los
estudios realizados sobre el tema, al igual que sus características geográficas (generalización espacial). Encontramos una serie de aportaciones que hacen referencia
a la cuantificación de las víctimas en zona republicana de forma aproximativa; los
guarismos oscilan entre las 200.000 víctimas por represalias políticas que apunta
Jackson,63 hasta las 72.337 apreciadas por Thomas,64 pasando por las cifras emitidas por los intereses partidistas de historiadores de talante franquista, empecinados
en equiparar dígitos por lo que respecta a represión en ambos bandos, motivo por
el cual se desprende su falta de rigor histórico, y por ello no vamos a tomarlos en
cuenta.65 Resulta imprescindible realizar un breve repaso al acontecer más significativo del momento bélico siempre teniendo en cuenta que nuestro análisis no
pretende abordar la Guerra Civil, ya que se centra en la violencia política y sus
postulados más significativos.
La respuesta al golpe militar de julio revistió caracteres similares dentro de la
disparidad que la ausencia de poder vino a poner de relieve. En efecto, si bien en la
España republicana surgió un amplio abanico de Comités de Defensa organizados
por las fuerzas integrantes en el Frente Popular, el poder efectivo se encontraba en
las calles personificado en los distintos grupos de milicianos, mientras que el poder
aparente residía en los Comités, que de una forma vacua pretendían continuar las
directrices gubernamentales.
La «dualidad de poderes» era un hecho incontestable. El golpe militar, sin
pretenderlo, había posibilitado una situación revolucionaria.66
Las primeras actuaciones de estos Comités fueron encaminadas a la sustitución de las instituciones precedentes y a su posterior desarme, al igual que la
desarticulación de los Ayuntamientos, sustituidos por un amplio espectro de organismos (Gestoras Municipales, Comité Antifascista, etc.) y a la creación de milicias populares y patrullas de control para el orden público y la vigilancia en todas
las localidades. Es decir, se adoptó un tono expectante y defensivo más que una
decisión encaminada a imponer unas pautas determinadas. Así, el día 19 de julio
se promulgó en algunos pueblos un bando exigiendo la entrega de armas y vehículos,67 y dictaminando la medida de solicitar voluntarios para efectuar controles y
marchar a Valencia con el objeto de presionar a los militares y anular una posible
actuación de los mismos.68
Un comportamiento que se tradujo en algunos lugares en la inmediata salida
de voluntarios milicianos,69 lo que mostraba una situación de características irreversibles, como lo demuestra la preocupación de los medios de comunicación. Así,
212
«Sucrona», semanario cullerense, en su último número, aparecido el 8 de agosto,
hablaba ya de una guerra civil.
En el tiempo transcurrido hasta entonces, se llevó a cabo la depuración y
separación de todos los elementos considerados desafectos a la República o sospechosos de simpatizar con las fuerzas que apoyaban la insurrección. Los primeros
instantes de la guerra se caracterizaron por la vorágine represiva desatada contra
los miembros de ciertas instituciones y otras personas, así como la aparición de
ajustes de cuentas,70 sin olvidar el incendio de templos o el asalto a los locales de
las diversas derechas locales.71
Este panorama no debe conducirnos a error, ya que, a pesar de la crisis social
abierta por la sublevación de julio, los diversos Comités, mal que bien, intentaron
en la medida de lo posible articular una política municipal que condujese a una
relativa normalización de la vida cotidiana en cada una de las poblaciones con las
particularidades derivadas del momento bélico. De este modo las colectividades de
Tavernes, junto a otras poblaciones de La Safor, enviaron en los seis primeros meses
de la guerra 198 grandes camiones de víveres a Madrid.72
La coyuntura bélica se imponía paulatinamente en la conciencia de la retaguardia.73 Esto es, la aparición de un multipoder popular suplantó al ya inexistente
poder estatal, intentando configurar una administración válida para la retaguardia,
con los sobresaltos deducibles del acontecer armado que vino a enfrentar a las
diferentes formaciones políticas y sindicales de cada una de las localidades de la
comarca. Todo ello conjugado con los avatares resultantes de la progresiva reorganización del poder estatal en la zona republicana.
Paralelamente fue surgiendo un rosario de colectivizaciones cuya importancia
fue abordada ya en los días de la contienda civil, cuando se valoraba su verdadero
alcance (principalmente en términos de resultados económicos) tanto por sus partidarios como por sus detractores, que se enzarzaron en una verdadera guerra de
cifras y viabilidad de la experiencia revolucionaria.
Por ello la diferente interpretación del cambio socio-económico enfrentó a los partidarios de la revolución social-proletaria con los partidarios de la revolución democrático-burguesa e hizo del movimiento colectivista objeto de controversia entre
los anarquistas, socialistas de izquierda y comunistas disidentes, por un lado, y los
republicanos, socialistas moderados y comunistas ortodoxos, por otro.74
Este enfrentamiento formó parte de las dos concepciones que, a la postre,
serían mayoritarias dentro de la dinámica bélica de la zona republicana: el dilema
capital planteado como la prioridad inmediata entre revolución o la necesidad de
afrontar plenamente la capacidad de ganar la guerra con la consiguiente postergación revolucionaria. Esto es, la revolución era necesaria para ganar la guerra, y la
victoria bélica era imprescindible para posibilitar la revolución, ambas concepciones resultaban irreconciliables en aquel momento crítico.
213
Los planteamientos quedaron enfocados bajo los epígrafes anarco-sindicalistas
tendentes a implantar el comunismo libertario y su plasmación práctica: las colectivizaciones y los Consejos; y su antagonista, la postura comunista de potenciar
una revolución de tintes burgueses con el objetivo de consolidar una República
parlamentaria que con el tiempo daría paso a los condicionantes necesarios para
desarrollar la revolución proletaria. Para el caso de las colectivizaciones en las zonas
centrales del País Valenciano,75 se encuentran varios trabajos de carácter local.76
La experiencia colectivizadora fue, en la mayoría de los casos, producto de
una gestación generalmente violenta al socaire de la situación producida tras el
fallido golpe de Estado. Así, por ejemplo, en Sollana la colectividad se constituyó
tras arduas negociaciones entre las fuerzas sindicales, que necesitaron de tres asambleas generales para alcanzar un acuerdo y, mientras tanto, se realizó un verdadero
despliegue intimidador conducente a la imposición de las directrices particulares
de unos y otros (cnt-ugt).77 En otras poblaciones, por contra, la tranquilidad y
ausencia de conflictos de envergadura fueron la nota predominante.78
Fue en Cullera donde los enfrentamientos sobre el modelo de retaguardia a
construir provocó tensiones que dieron paso a sucesos luctuosos. Los libertarios, a
pesar de formar parte del Comité Local, eran un verdadero poder paralelo, acatando sus decisiones de una manera peculiar y reconduciendo hacia sus intereses todo
aspecto legislativo, mientras que el Comité, para equilibrar la situación, confiaba
en la ugt. El conflicto se planteó en el mismo instante en que fue abordado el
problema de la organización de la economía de la población. Tras varias reuniones
en el Ayuntamiento, se alcanzó una serie de acuerdos a principios de 1937, pero
éstos no dejaron satisfechas a ninguna de las partes en litigio produciéndose un
verdadero divorcio entre cnt, por un lado, y ugt-Comité, por otro.
Así, en la noche del 2 a 3 de febrero de 1937, los cenetistas pretendieron
eliminar a ciertas personas tildadas de reaccionarias entre las que se encontraban
miembros de la ugt. El choque fue inmediato y los libertarios llamaron en su
ayuda a la Columna de Hierro que se encontraba descansando en Tavernes de la
Valldigna. Los anarcosindicalistas tomaron la población y desarmaron a cuantos
ugetistas pudieron, entablándose a continuación un tiroteo con los que no habían
sido reducidos. Intervino la Guardia de Asalto, procedente de Valencia, y los columnistas retornaron a su lugar de descanso llevándose consigo a tres miembros
de la ugt y dejando atrás dos enemigos heridos. En Favara liberaron a uno de los
prisioneros y los otros dos fueron ejecutados y despedazados en Tavernes. El resultado significó el aislamiento político de la cnt en Cullera y el desdoblamiento de
la colectividad local en una de la cnt y otra de la ugt.79 Este aspecto, junto al de
las víctimas de l’Americanà, será ampliado en el análisis de la violencia política.80
Los enfrentamientos entre las colectividades y las fuerzas de seguridad se convirtieron en una constante. Contabilizamos los siguientes choques: en abril de
214
1937, ante la postura obstruccionista de la cnt de Cullera, la Guardia de Asalto
volvió a intervenir irrumpiendo en el sindicato cenetista, rompiendo las cerraduras de los cajones de las mesas, destruyendo los vales-moneda de la colectividad,
requisando una máquina de escribir y llevándose detenidos a varios miembros de
la cnt local;81 en septiembre del mismo año fue el Consejo Municipal de Cullera
quien requisó los camiones de la colectividad cenetista;82 y le fue arrebatada a la
colectividad de la cnt de Sollana un molino de arroz con lo que se dificultaba la
producción a los cenetistas locales. Por tanto, las colectividades, a pesar de contar
con el respaldo humano, resultaron un verdadero foco de tensiones, como demuestra Aurora Bosch.83
La eliminación física de los «enemigos sociales o políticos»84 presenta distintos parámetros explicativos. Así, podemos constatar que nos encontramos ante
una represión generalizada que no se detiene ante el factor sexual. De este modo,
por ejemplo, contabilizamos las víctimas varones como un 84% del total, correspondiendo el 16% restante a mujeres asesinadas. En cuanto a la violencia, pese a
decantarse con claridad hacia los varones, se aprecia una presencia significativa del
sexo femenino. Uno de los factores que explican la relativa importancia numérica
de estas últimas queda determinada por el asesinato en masa de las nueve religiosas
de Cullera. Consecuentemente, estos datos apoyan nuestra tesis de una represión
mayoritariamente selectiva que escapa a la tradicional concepción de una persecución indiscriminada, lo cual no viene a refutar la existencia de casos definidos
y particulares en los cuales aparecen elementos no sociales o ideológicos (deudas,
rencores personales, envidias, etc.), pero son casos excesivamente puntuales como
para establecer un juicio generalizado que abarque a todo el capítulo represivo. Así
lo prueba el que la violencia se centrase en grupos sociales concretos.
Únicamente aparecen desequilibrados los grupos de edad tangenciales. Esto
es, los comprendidos entre los 17 y 20 años, y el sector más adulto (mayores de
66 años). Una explicación primordial radicaría en el aspecto puramente biológico,
puesto que el sector sujeto de la violencia de mayor edad, también lo era en aspectos poblacionales cuantitativos, y respecto a los más jóvenes la escasa actividad
política o influencia y/o poder socioeconómico desarrollados.
Por lo que concierne al resto de grupos, encontramos un equilibrio cuantitativo que viene a reforzar el supuesto apuntado de una represión que no presenta
tintes indiscriminados. Al contrario, no podemos afirmar que exista un grupo de
edad especialmente afectado, ya que el número de víctimas no oscila de manera
marcada. Sí podemos distinguir una tendencia, aunque muy débil, hacia las personas más maduras; lo que supone el 54,4% del total frente al 45,6%, franja que
no desprende una superioridad definitiva. Aun así, la preponderancia de un sector
maduro puede explicarse por su actividad o posicionamiento social anterior, en los
momentos de crispación social ya examinados más arriba.
215
En los momentos álgidos de la violencia se asistía a una agrupación de las
personas «escogidas» para ser eliminadas, confinadas seguidamente en algún lugar
para ser ejecutadas a continuación. En el emplazamiento de la ejecución se asistía
por regla general a los asesinatos en masa que, como hemos visto, poco tenían de
arbitrarios. Es el caso de lugares que se harían tristemente famosos por las escenas
allí llevadas a cabo, aunque lo habitual era obedecer a la necesidad de alejamiento
de los núcleos de población. La utilización de estos lugares viene relacionada de
modo directo con el número de asesinados y su periodización; correspondería, por
tanto, a los primeros ejecutados y en los primeros momentos de la represión:
Tomando como referencia la ejecución «en masa» a partir de 6 individuos,
un 58,3% del total lo fueron en este tipo de lugares, mientras que el resto, que
podríamos calificar de esporádico, responde al 41,7%. Este último detalle no enmascara una represión indiscriminada; al contrario, reafirma nuestra tesis, puesto
que ahora asistimos a una represión organizada, ya que los odios alcanzaban tal
intensidad que en ocasiones las víctimas eran abatidas en el mismo lugar donde se
les apresaba.
Durante los primeros días que transcurrieron tras el fallido golpe de Estado,
las víctimas de la represión eran ejecutadas dentro de los propios cascos urbanos de
las poblaciones para pasar posteriormente a la reunificación de las futuras víctimas
ejecutadas en un lugar concreto Tras estas ejecuciones masivas, los lugares donde
se llevaron a cabo los asesinatos se situaron en las diferentes partidas agrícolas o,
en su defecto, en las carreteras y caminos.
Por último, debemos hacer constar las muertes registradas a partir de octubre
de 1937 en los distintos frentes de batalla, fruto de intentos de deserción, bien
individuales o en grupo, situación que se hizo frecuente a medida que la guerra se
iba decantando hacia el bando insurgente.
La gran mayoría de las víctimas corresponden al sector primario,85 situación
que viene relacionada con el carácter eminentemente agrario de las comarcas, hecho que explica igualmente la ausencia de un sector secundario importante dentro
de la estructura productiva, mientras que el elevado peso del sector terciario correspondería al propio carácter heterogéneo del mismo: funcionarios de la administración, profesiones liberales, etc., es decir, personas relacionadas, por diversas
vías, con la periclitada estructura caciquil y, por ende, con la extinta monarquía
alfonsina.
El elevado número de religiosos/as viene a desvelar el marcado y visceral anticlericalismo que se vivía en aquellos momentos y que ya no consistía en demostraciones vandálicas, sino que se basaba en una eliminación directa de los
representantes eclesiásticos, unidos en la simbología popular a los aspectos más
rechazables del régimen de dominación tradicional: propietarios, caciques y sus
adláteres, Iglesia y Guardia Civil.
216
Todo este espectro social, el 74% del total de víctimas, nos demuestra que la
represión estuvo marcada directamente por un carácter violento y vengativo, de
escasa consistencia revolucionaria, ya que la eliminación física de la personificación de la explotación equivalía a suprimir en buena medida la misma explotación.
Las épocas de hambre y miseria, mientras los otros nadaban en la abundancia,
regateando jornales o no dando trabajo, las frases injuriosas y humillantes cuando
la necesidad apremiaba, rebrotaron en el verano de 1936.86 Los odios larvados durante generaciones dieron como resultado una violencia únicamente comparable a
la desplegada en las guerras carlistas.
Durante 1936 se produjo el mayor número de asesinatos (88,6 % del total),
mientras que para el resto del conflicto las cifras disminuyeron drásticamente.
Así, para 1937, los 13 asesinatos acaecidos supusieron el 6,8% del total, mientras que para 1938 apenas representaban el 4,1%, dejando únicamente un 0,5%
para 1939. El cómputo subraya que los momentos álgidos de la violencia política
correspondieron al año 1936, acompañando al proceso revolucionario abierto en la
España del Frente Popular tras el pronunciamiento87 y las consecuencias directas,
siguiendo con Jackson, se pueden resumir en que se destruyó temporalmente la
autoridad que le quedaba al Estado.88 La restitución del poder central significó el
restablecimiento de un orden en la retaguardia con un descenso importante del
número de asesinados, como demuestra el nuevo carácter que tomó la represión
a partir de 1937, con ejecuciones en los frentes (3 en 1937, y 4 en 1938), que
atañían más a los avatares propios del propio frente que a motivaciones sociales o
políticas. Constatamos para el año 1936 un marcado carácter local en la represión,
puesto que tan sólo un asesinato es llevado a cabo fuera del ámbito estudiado (el 6
de diciembre, en Barcelona). La violencia tuvo su arranque en las primeras noticias
provenientes de Marruecos y la progresiva expansión de la insurrección militar.
Aun así, tan sólo existió un asesinato durante el mes de julio, para dar paso al mes
más violento. La represión se mantuvo álgida durante los meses siguientes, sobre
todo en septiembre y octubre, para ir difuminándose a continuación. Los motivos
debemos buscarlos en la desaparición física de los elementos más representativos
de la anterior organización social así como en el progresivo afianzamiento de los
nuevos poderes locales y gubernamentales. A pesar de todo, numerosos elementos
simpatizantes de los insurrectos se «camuflaron» en las diferentes organizaciones
obreras o partidos políticos, en los que se mantuvieron a salvo de posibles represalias.89
Si bien no se puede establecer una causa directa entre número de asesinados
y fecha de ejecución, sí es perceptible una concomitancia entre la praxis bélica y
su plasmación violenta en la retaguardia. Un ejemplo válido sería la correlación
existente entre la toma de Badajoz (14 de agosto) y la brutal represión desplegada
por las tropas a las órdenes de Yagüe.90 Así, el conocimiento de los métodos em217
pleados por el ejército de África determinó la oleada violenta de los días 18 y 19 y
que salpicaría a los días 25 y 26.
El mes de septiembre representó la continuación del fenómeno represor. Las
primeras noticias provenientes de Andalucía y Extremadura, con su correlato de
violencia narradas por los primeros refugiados que huían de las razzias de las tropas nacionales,91 el continuo avance del ejército de África, al igual que las derrotas
militares republicanas, influyeron sin duda en el ánimo de la retaguardia. De este
modo, el día 3 contempló la caída de Talavera y con ella dio comienzo la afluencia
de los primeros refugiados; el día 12 caía San Sebastián completándose el cerco
al frente del Norte (Euzkadi, Cantabria y Asturias), mientras que el día 28 era
conquistada Toledo.
La represión durante septiembre fue un lento goteo incluyendo ejecuciones
masivas que respondían a una coyuntura determinada: la percepción de una lucha de clases dio ya sus pasos el mes anterior y en éste la situación revolucionaria
parecía irreversible, como quedaba plasmado en esas ejecuciones que, a pesar de
todo, presentaron un carácter esporádico (12 días sin ejecuciones y 11 días que
presentan únicamente 1 ó 2 asesinatos). Por tanto, el desarrollo de los asesinatos
en masa seguía los parámetros ya señalados, mientras que los asesinatos individuales adquirieron su propia relevancia en la medida de la misma desorganización que
presentaba la retaguardia.
La ausencia de asesinatos en numerosos días de octubre nos indica la progresiva instauración de los poderes locales y, consecuentemente, la reorganización
de la vida cotidiana en la retaguardia, cercando así a los elementos incontrolados.
A pesar de la nueva situación, la violencia no se detuvo, por ejemplo la matanza
producida el día 17 en el cementerio de Algemesí, resulta ilustrativa. Resultó el día
culminante de la represión durante la guerra.92
La estadística correspondiente a noviembre refrenda lo ya apuntado para el
mes anterior: el afianzamiento de los poderes locales comenzaba a ser un hecho, y
el ímpetu represor se iba diluyendo, tal como reflejaban las intervenciones de los
líderes de las diferentes organizaciones políticas y sindicales.93
La evolución de la represión bajo estos parámetros resulta suficientemente
visible con los datos pertenecientes al mes de diciembre. Esto era consecuencia
directa de la eliminación física de los enemigos más odiados, y a la importancia
creciente que para las economías locales significaba el poder contar con personas
letradas o preparadas técnicamente para el impulso colectivizador.94
En cuanto al año 1937, nos encontramos con un reflujo en la represión debido
a la reaparición de un poder central nuevamente estructurado, sin menospreciar la
autoridad que suponía la cercanía del Gobierno establecido en aquellos momentos en Valencia. Y en esta línea se mantuvo el año 1938, en el que la mitad de los
asesinatos se circunscriben a avatares bélicos en los diferentes frentes de combate,
218
situación que refuerza las tesis anteriormente apuntadas. Por último, para 1939
aparece únicamente un asesinato cometido en Gandía.
La violencia desencadenada en la retaguardia valenciana respondió a unas coordenadas que enfocaban el carácter clasista de la misma. Es decir, durante decenios la ausencia de integración de un grupo social había dado paso a una pauperización en los modos de vida de los jornaleros valencianos, los cuales, además,
soportaban las estrecheces y ausencia de cualquier posibilidad de acceso al bienestar, derivados de una falta de continuidad en sus ingresos al mismo tiempo que
quedaban al margen de cualquier esperanza de progreso. Tal vez esta visión del
proletariado agrícola valenciano resulte excesivamente pesimista, pero lo cierto es
que los niveles de vida en que se movía no diferían demasiado del correspondiente
al de los jornaleros andaluces.
Los motivos de índole política determinaron, junto al arraigado odio de clase,
la aparición del móvil de odio político, ya que gran parte de los tradicionalistas y
una porción apreciable de militantes de la drv no correspondían, por determinismo dogmático, a grandes propietarios, sino que eran en gran medida pequeños
propietarios, comerciantes y empleados.
La represión de la retaguardia se ensañó con las filas del principal partido de
la derecha valenciana, la Derecha Regional Valenciana, o en sus ramificaciones
organizativas como las Juventudes del partido, Acción Católica y sus juventudes,
Acción Católica de la Mujer, al igual que en sus Sindicatos y Cooperativas.95
La reacción violenta respondía a las características propias de una lucha de clases que presentaba un reduccionismo elemental: la supresión física de los elementos que personificaban la explotación y los tiempos de miseria equivalía a desterrar
de una vez por todas a la misma explotación.96 El odio social contra todos ellos no
excluía a aquellos propietarios de ideología republicana, que por el mero hecho de
serlo no escapaban a la animadversión de aquéllos que pretendían vengarse para
conseguir un orden social diferente al conocido hasta entonces,97 o bien, aprovechando la coyuntura de aquellos instantes para la satisfacción de antiguas rencillas
familiares o personales, o motivos puramente crematísticos, utilizando para ello la
situación reinante.98
En otros términos, nos encontramos ante una represión selectiva, ya que las
víctimas responden a unos perfiles sumamente definidos, en la que tiene cabida
un reflujo esporádico que responde a unos matices claros de vendetta. El momento
era propicio para desarrollar una venganza particular que no logra enmascarar una
verdadera venganza de clase.
Es irrefutable la existencia de la revolución como respuesta a la ruptura producida en julio de 1936, pero resulta bastante más discutible que la violencia desatada durante los momentos revolucionarios respondiese al mismo fenómeno. En
nuestra opinión, esta violencia tiene su propio campo y se debe excluir de él a la
219
revolución, cuyo papel en la aparición y desarrollo de los correspondientes asesinatos, a pesar de estar presente, resulta más bien propio como elemento activador. La
coyuntura que se presentaba en el verano de 1936 permitió que ocurrieran estos
asesinatos, cierto, pero las razones de los mismos escapan a la propia revolución.
Esta violencia quedó postergada en el momento en que un poder central organizado volvió a hacer su aparición, y con él la retaguardia se transformaba para hacer frente a las necesidades de la guerra. Si bien gran cantidad de personas fueron
asesinadas, a partir de diciembre de 1936 el retroceso de la violencia es perceptible.
También es cierto que numerosos elementos que respondían al perfil de víctima ya
aludido habían resultado eliminados.
Pero lo importante es el papel que representó ese poder central, que reorganizó
la retaguardia y arrinconó en buena medida a los protagonistas de los asesinatos.
Asesinatos que no podemos decir claramente que fueran cometidos por elementos
incontrolados, sino que los logros revolucionarios se iban limando de manera progresiva para conseguir implantar definitivamente ese poder central pero sin llegar
a desaparecer por completo: ninguna de las colectividades surgidas en las zonas
centrales del país llegó a ser desmantelada y aunque conocieron el enfrentamiento
con el Gobierno no sufrieron más que este tipo de extorsiones. No debemos dejar
de lado las diversas posturas contrarias que se alzaron contra este tipo de violencia,
desde los propios comités locales,99 hasta figuras locales,100 sin olvidar los ejemplos
clásicos.
Este último detalle apunta hacia otra constatación: la violencia política desarrollada en la retaguardia valenciana respondió a unos criterios marcadamente localistas
y fue llevada a cabo por elementos pertenecientes a organizaciones que desoyeron las
consignas lanzadas por las cúpulas de sus respectivos partidos y sindicatos.
LA REPRESIÓN FRANQUISTA
Entre los días 28 y 29 de marzo de 1939, la quinta columna fue tomando
posesión de los diferentes Ayuntamientos a la espera de la ocupación efectiva por
parte del Ejército franquista. Los frentes se habían desmoronado tras el anuncio
de la entrega de Madrid a los nacionales y las carreteras se poblaron de miles de
soldados republicanos que se dirigían de vuelta a sus hogares o bien en busca de
una posible salvación hacia los puertos del litoral mediterráneo.
En teoría, tres largos años de cruenta guerra quedaban atrás, siendo la confusión la nota predominante en la agotada retaguardia republicana.101 El general
Franco había repetido en numerosas ocasiones que nada debían de temer aquéllos que tuviesen las manos libres de sangre, y la heterogénea prensa de la zona
republicana había repetido con intensidad durante el mes de marzo de 1939 la
necesidad de una paz honrosa y digna,102 una paz honrosa, libre de venganzas y
ensañamientos.103
220
Los antecedentes inmediatos de la ocupación de Cataluña, así como de otros
territorios del Estado, no hacían presagiar estos propósitos. A la ocupación militar
de los últimos objetivos le acompañó una furibunda e inmediata represión sobre
los vencidos. De ello se encargaron las denominadas Columnas de Orden y Policía
de Ocupación, que emprendieron las acciones de Auditorías de Guerra del Ejército de Ocupación, cuya función principal consistía en controlar militarmente las
diversas poblaciones y desempeñar operaciones judiciales contra aquellos elementos, tanto militares como civiles, que fueran susceptibles de delito según el Código
Militar (aplicable a toda la población). La competencia de este tipo de actuaciones
recayó sobre el denominado Tribunal de Responsabilidades Políticas que se vertebró en los diferentes partidos judiciales.104
Los vencedores, como hemos podido comprobar a través de los Libros de
Registro de Defunciones, se habían apresurado en señalar sus víctimas. La misma
situación se produjo en el momento de ajustar cuentas con los vencidos. Las fuentes documentales a las que hemos tenido acceso refrendan este aspecto. Hemos
acudimos a la consulta de las fichas del Tribunal Militar de Sueca,105 complementadas con los datos extraídos del estudio de Gabarda,106 fuentes documentales que
nos han permitido obtener no sólo una cuantificación aproximada sino también
nos han ofrecido otros datos de interés: edad, ocupación profesional, lugar de
nacimiento, población de residencia, cargos, afiliación, fecha de condena o fallecimiento (si bien sesgada), nivel de instrucción y características de la represión
(Tribunales Militares o particulares).
No nos hemos detenido en un mero listado de ejecuciones, sino que alcanza
también a las actuaciones del Tribunal de Responsabilidades Políticas, órgano que
convirtió a todo el Estado español en una inmensa prisión donde toda persona que
hubiese participado en mayor o menor grado en actividades políticas o sociales en
la retaguardia republicana (o antes de la contienda), o bien después de la guerra,
entraba dentro de la jurisdicción del Tribunal. El espectro era muy amplio, y ello
se trasluce en el número de encausados, 2.468, lo que supuso una incidencia significativa de la labor represora.
Finalmente, hemos consultado las diversas publicaciones periódicas del momento que, si bien mantienen cierta reserva respecto a lo que entendemos como
represión franquista, no llegan a rehuir el tema de una manera frontal. Por lo
tanto, la prensa nos ha situado más en el ambiente vivido en la postguerra que en
el propio tema objeto de nuestro estudio.
En los días 28 y 29 de marzo, las tropas franquistas ocupaban las distintas
localidades de la comarca. Su actuación, apoyada por la «quinta columna», fue
fulminante: ya el 30 de marzo la Columna de Orden y Policía de Ocupación bajo
el mando del coronel Antonio Aymat se hacía cargo de la represión en la ciudad
de Valencia, y tres días después eran condenados y fusilados 21 miembros del sim.
221
Mientras, una parte de aquellos que habían combatido en los frentes de batalla o
se habían significado en puestos administrativos o políticos y que confiaban en las
consignas de paz y perdón lanzadas reiteradamente desde el Cuartel General de
Salamanca, emprendían el retorno a sus casas con la seguridad de que nada iba a
sucederles. Otros, sin embargo, permanecían escondidos o trataban de huir hacia
Francia, al tiempo que una mínima parte se sumaba a los primeros intentos de
articular una guerrilla antifranquista. Las palabras de Matilde Gras reflejan esta
situación con franqueza:
el 28 de marzo ya estaban muchos dispuestos a marchar como asesinos dejando a sus
familiares. Se corrió la voz de que el no tuviera las manos manchadas de sangre no le
pasaría nada.107
En este aspecto, por lo que hace referencia a los apoyos sociales, era donde
el nuevo régimen se encontraba huérfano, puesto que no se trataba de un simple
cambio de Gobierno, sino que, al contrario, se pretendía edificar un Estado y una
sociedad bajo unos parámetros alejados de la participación política, aun de una
participación restringida, y una organización económica basada en un nacionalismo económico corporativista. Los vencedores se encontraron con una población
mayoritariamente indiferente, cuando no hostil. Así, la represión se puede entender más como una reacción «defensiva», sin olvidar las características de la venganza política, que como una consecuencia lógica del pasado bélico.
El planteamiento se nos presenta con una sencillez pasmosa: la eliminación
física o pública de todo aquello que hiciera referencia a un pasado inmediato y
las connotaciones de una alteración del orden social tradicional, significaría la
supresión tanto de los enemigos directos como de la posibilidad de un retorno a
los tiempos en que ello había sido posible. El resultado fue un nuevo Estado, una
«nueva España», una nueva sociedad cimentada con las cárceles y los cementerios.
Todo ello se plasmaba con una eficacia cuartelera que demostraba a la población
su capacidad para reprimir cualquier intento perturbador, empleando para ello el
arma más eficaz: el temor a cualquier tipo de represalias.
El ambiente general de aquellos momentos queda reflejado en las diversas
fuentes consultadas. En la prensa diaria aparece la exaltación, repetida hasta la saciedad, de las víctimas de la violencia política durante la guerra. Junto a todo ello,
abundan los llamamientos con el objeto de obtener información sobre determinadas personas, así como detenciones, procesos judiciales, ejecuciones, etc.108 Estas
generalidades alcanzaban niveles del más acusado fanatismo cuando se trataba de
ser aplicadas en las localidades del tamaño de las que nos ocupan en el presente
trabajo. En Sueca el 31 de marzo ya se oían los gritos de cara al sol y por Dios y Patria
y amenazando para que levantaran el brazo, si no lo hacían... ¡A la cárcel!109
La vida cotidiana se veía acompañada por la natural inquietud entre los familiares de aquellos que iban siendo detenidos, puesto que
222
¿A quién le tocará esta noche?. Cuando se hace de día alguien viene a decirnos que
es el vecino tal, o cual, que lo han detenido... Cada día detenciones, más y más detenciones, la cárcel (debajo del Hospital) ya estaba llena; un molino de arroz que está
muy cerca también está repleto de hombres de la comarca (...).110
Aparece un alto índice de ejecuciones llevadas a cabo por elementos particulares, motivadas por venganzas personales o actuaciones paramilitares por parte
de miembros de Falange entre otros, que no encontraron contestación en investigación alguna, lo que equivale a decir que se efectuaban con la anuencia de los
mandos militares y fuerzas de orden público, y es en este aspecto donde se puede
realizar un paralelismo con la represión anterior. La violencia política desencadenada en la contienda respondía a grupos incontrolados en gran parte de los casos,
mientras que la represión franquista llega incluso a legitimarse111 como viene a ser
la inclusión de asesinatos en el Registro aparecidas bajo el epígrafe de «ejecuciones». Recordemos que las inscripciones de este tipo de actos entre 1936 y 1939, se
realizaba igualmente con el encabezamiento de «asesinato», lo que venía a refrendar su carácter ilegal.
Si exceptuamos a aquellos de los que no poseemos la edad, el 65,5% de la
totalidad de ejecutados están comprendidos en una franja situada por debajo de
los 40 años. Gran parte de las víctimas respondía a personas jóvenes cuya comparecencia ante los Tribunales venía determinada por su participación, o imputación, en actos perpetrados durante la contienda (o antes de ella), lo que equivale
a afirmar que la represión iba encaminada a la eliminación física de aquellos que
pudieran suponer un obstáculo para el recién estrenado «orden social».
La proporción se mantiene al equiparar a los ejecutados con el alcance real del
proceso acaecido en los momentos de violencia política y la magnitud revolucionaria de cada localidad. Aparece una diferencia palpable en los aspectos represivos
que también contemplan elementos no definitivos como la eliminación física.
La población más castigada por las ejecuciones fue, con mucho, Cullera, junto con Tavernes y Sueca. No se refleja aquí la «tradicional» equiparación a la que
determinados autores han querido llegar. El saldo en la represión franquista equivale a un 18% más en el cómputo de ejecuciones. No es nuestro objetivo presentar
una guerra de cifras, que plantean los historiadores cercanos a las tesis franquistas112 propugnando una equivalencia cuasi absoluta entre la represión franquista y
la efectuada en la zona republicana. El objetivo principal no es la cuantificación,
aunque resulte un punto obligado. Como señala Ors Montenegro:
Es obvio que en el estudio de la represión se afronta el riesgo de no (sic) caer en meros
cuantitativismos y localismos y que no hay más remedio de contar muertos y demás
represaliados, pero no lo es menos que no basta con ello.113
223
Es posible realizar un acercamiento a la actuación del trp. Los encausados se
presentaban en grupo ante el Tribunal y el fiscal se limitaba a pedir la pena más
elevada. El defensor demandaba clemencia al Presidente, sin más, y éste dictaba la
sentencia. Por regla general, la sentencia era conocida de antemano por los componentes, y la duración del «proceso» no excedía más allá de 15 minutos habitualmente.114 Las garantías judiciales brillaban por su ausencia y la indefensión era el
común denominador de todos aquellos que debían afrontar este tipo de juicio.
Las arbitrariedades derivadas de la actuación de los Tribunales resultaban notorias: Florencio Folch Peris obtuvo la libertad atenuada el 23 de diciembre de
1939 y más tarde fue fusilado en Paterna; Francisco Tello Almiñana, condenado
a 30 años de reclusión mayor y ejecutado. La misma suerte corrió Juan Bautista
Vallet Bayona, condenado a 12 años y 1 día de reclusión menor. Todo ello refleja
la coherencia interna y autonomía de estos Tribunales.
La cnt y el psoe-ugt fueron quienes recibieron con mayor intensidad los
efectos de la represión. Destaca la debilidad del pce, si nos atenemos a las víctimas
registradas. La elevada cifra de cenetistas y socialistas apunta al predominio de ambas organizaciones (principalmente la primera), lo que indica el talante de «guerra
social» que se desarrolló en la contienda civil.
La preponderancia del sector primario respondía al propio carácter agrario de
la microeconomía valenciana, y en este punto no conviene olvidar la confusión
terminológica entre conceptos como «labrador», «campesino», etc., que pretendía
encubrir, en numerosas ocasiones, situaciones laborales que equivalían a las categorías de jornaleros, pequeños arrendatarios o propietarios, más características del
marco económico reinante.
La represión franquista incidió en un sector concreto de la población: el más
depauperado, aquél que se atrevió a enfrentarse con el orden social tradicional
aprovechando la situación y siendo tratado por éste con todo el rigor represivo a
su alcance. Así queda reforzada la tesis de una posible correlación existente entre el
proceso colectivizador y el grado de represión alcanzado en la postguerra.
Las víctimas correspondientes al sector primario significaron un 63,2% del
total, y si suprimimos el apartado de no consta, asciende a un 67%. Se constata un
comportamiento represivo similar a otras zonas del Estado como Málaga, donde
entre los años 1940 y 1948, de las 600 personas ejecutadas un 70% de ellas correspondían a población campesina jornalera,115 que resulta muy similar a las cifras
que presentamos.
El sector secundario, a pesar de su fragilidad numérica, refrenda lo anterior,
puesto que en él se encuentran diferentes oficios cuya repercusión económica no
se puede comprender si no se asocia a ocupaciones estacionales y complementarias
de trabajos agrícolas,116 caso de los calcineros, panaderos, etc. Este sector apenas
supone un 17,5% del total de víctimas, y ello debe ser imputable a la propia dinámica socioeconómica.
224
En el sector terciario convivían cargos de la Administración pública predominando las acusaciones referentes a su actuación durante la guerra en cargos
de responsabilidad dentro de la propia Administración o en las colectividades.
Contabilizamos 63 cargos expresados como acusación principal más 3 imprecisas
de «cargo directivo durante la guerra»; o transportistas, en su inmensa mayoría
chóferes, acusados de haber participado en el traslado de las víctimas al lugar de su
asesinato. Este sector alcanza un 12,5% del total.
Aparece una amplia y variopinta gama de cargos imputados a los encausados
que abarca desde haber participado en los sucesos de 1911, como José Crespo
Solanes, militante de la cnt de Cullera, o Carmelo Barrera Blasco, presidente de
la ugt de Albalat desde 1925, hasta los de José Costa Bayona y de Ciriaco Calatayud Alberola, cenetistas de Cullera, acusados de arrancar la oreja al cadáver del
sargento de la Guardia Civil de Cullera, y pasearla por la localidad. Los cargos más
comunes se dividen entre aquellos catalogables como atentados contra las personas
y la propiedad: asesinatos, requisas, asaltos, saqueos, detenciones o una combinación de todo lo anterior. Destaca la acusación por el asesinato del sargento de la
Guardia Civil de Cullera, 8 imputaciones, así como el de las nueve religiosas de
la misma localidad, 12 en total. En otros casos, las acusaciones se detienen en la
cantidad de asesinatos presuntamente cometidos: Se le cree autor de 17 asesinatos,
mató a 30, rumores de asesinatos, etc.
También existen cargos de naturaleza política enmarañados en una catarata
de agravantes difícilmente calificables como haber sido tesorero de UR; haber pertenecido al Ejército republicano, haber organizado al grupo Audaces, espía, ser marxista
y anarquista (sic), residir en Francia y volver a la zona republicana, escribir artículos
periodísticos, mientras que otras imputaciones bordeaban el terreno moral: haber
realizado actos inmorales, o la tragicomedia: tan sólo iba una vez a casa por semana
a cambiarse la ropa durante los años de la contienda, o aquel que viajaba en un autobús con un letrero en el que se podía leer Viajamos sin leyes.
La preferencia que la represión franquista manifestó por Paterna para llevar a
cabo las ejecuciones queda de manifiesto en el hecho de que en esta población se
dio un 65% de las ejecuciones, siendo Gandía y Sueca las otras localidades debido
a su condición de cabeza de partido judicial, mientras que los asesinatos consumados por particulares en los caminos rurales respondían a venganzas personales de
elementos incontrolados hacia los que las fuerzas de ocupación no se molestaron
demasiado en intentar zanjar sus acciones, el 10% de las ejecuciones. La represión
franquista también se nutrió de asesinatos que quedaron claramente al margen de
la legalidad, pero legitimados, o al menos permitidos, por las autoridades supuestamente garantes de esa legalidad. Este punto no ha llegado a adquirir suficiente
importancia para la historiografía tradicional. Es en este aspecto donde encontramos un elemento común con la anterior violencia política, pero con la clara dife225
rencia de que el poder nominal republicano intentó detener la ola de asesinatos en
la retaguardia, y prueba de ello es la actitud de los jueces que se negaban a extender certificados de defunción por su irregularidad. En la represión franquista no
sólo queda huérfano este aspecto, sino que además la inscripción en los libros de
registro de defunciones correspondientes se efectuaba de forma que el motivo de
la muerte quedaba plasmado como ejecutado por particulares. La jerga franquista
adquiría con este nuevo «término» un nuevo malabarismo legal.
Los años 1939 y 1940 significaron el punto álgido de la represión alcanzando
el 75% del total. Eliminando los que no poseemos la fecha de ejecución, la cifra se
dispara al 91,5%, lo que demuestra el carácter inmediato de la propia represión y
sus componentes vengativos. Se trataba de imprimir los mayores índices posibles
de miedo social sobre una población mayoritariamente hostil a los vencedores, tal
como ellos mismos reconocían. El objetivo último consistía en extirpar para siempre cualquier vestigio de un pasado reciente exento de los tradicionales privilegios
y alejar de una vez por todas las posibles amenazas a su dominación social.
La represión franquista asumió desde un principio una dualidad de propósitos: la desaparición física del vencido y la creación de un clímax que imposibilitase
una reacción generalizada y organizada de los propios vencidos. Así, las comarcas
que alumbraron y desarrollaron los procesos colectivizadores fueron castigadas con
preeminencia, no sólo con la eliminación física de los individuos más señalados
sino también con la depuración, encarcelamiento, inhabilitación, etc., de todos
aquellos que participaron más activamente en la retaguardia republicana.
El elevado número de ejecuciones correspondientes al mes de noviembre fue
el resultado del cumplimiento de las masivas condenas a muerte producidas durante los procesos judiciales y las propias sacas falangistas acentuadas con el triunfalismo derivado de la situación internacional que envalentonaba cada vez más a
los discípulos del «Nuevo Orden».
La caída del número de ejecuciones en 1940, no debe inducirnos a error. Si
los constructores de la «Nueva España» disminuyeron el ritmo de ejecuciones no
fue debido a su magnanimidad, sino a que la represión se cebó de inmediato sobre
los elementos más odiados. Los meses más críticos: mayo y septiembre de 1939
y en menor medida marzo de 1940, nos inducen a pensar que las ejecuciones se
realizaron siguiendo pautas concretas que respondían a la misma confinación de
las víctimas agrupadas por localidades. Esta idea se refuerza al comprobar la disparidad en las fechas de sentencia y su cumplimiento. En un período más o menos
lejano de tiempo se dictaban sentencias de muerte y eran cumplidas siguiendo lo
apuntado.
La represión afectó con particular virulencia a los grupos de edad comprendidos entre 20 y 45 años, con un 78% del total. Esta situación se explica por su correspondencia con los protagonistas de la dinámica republicana y bélica. El grupo
226
más castigado fue el acotado entre 31 y 35 años, que fue el que con más incidencia
desplegó sus actividades políticas durante el citado período. Los grupos encuadrados entre 46 y 55 años mantienen una proporción inferior a los anteriores, si bien,
en gran parte, señalan a aquellos con una mayor participación sindical o política
no sólo en los años republicanos sino también en los de la monarquía.
En el ámbito de militancia política, la primacía republicana correspondía a
los partidos más radicales (sobre todo Izquierda Republicana, con 69 afiliados, un
70%). Destaca el escaso número de miembros del pura, 8, dada la elevada implantación del partido blasquista. La explicación reside en el propio carácter del pura:
republicano con una fuerte impronta anticlerical, su postura ante la cuestión social
y su evolución ideológica interna ante la creciente polarización política y social
desde la Revolución Asturiana de 1934, que le desplazó progresivamente hacia la
derecha. Perdidos o disminuidos sus apoyos sociales, el pura se dispersó entre el
miedo a la Revolución y el anticlericalismo violento desatado durante los primeros
meses de la guerra. Algunos de sus afiliados o simpatizantes se inscribieron en la
Falange tras comprobar en carne propia el «peligro» que suponía la alteración de
un orden social que a la postre comulgaría con el suyo propio.
El peso específico de la represión recayó en las organizaciones obreras (el 52%
de los documentados), el psoe aportó el índice más elevado de represaliados políticos con un 72%. Señalar la escasa relevancia que tuvo el pce durante el período
republicano, con apenas 25 afiliados entre los encausados.
Durante el período bélico, los partidos y organizaciones obreras experimentaron un mayor índice de crecimiento, mientras que los republicanos apenas presentaron algunos casos documentados. Uno de los cargos empleados por las acusaciones era «apolítico», lo que no podemos analizar más detenidamente debido al
carácter ambiguo que presenta esta denominación, ambigüedad ampliada con los
calificativos de izquierdista o roja, que nada aportan a un conocimiento filiativo o
de carácter más taxativo. La «justicia» de los vencedores sí que comprendía esta jerga y otros jeroglíficos dialécticos si nos atenemos a la dureza con que se empleó.
La represión de la postguerra se centró en el sector profesional relacionado con
la tierra y más efervescente en los aspectos relativos a su problemática social: condiciones de vida y trabajo, junto al de la propiedad de la tierra, único medio de riqueza
explotable a su alcance que se hizo realidad en la medida en que el proceso colectivizador se iba plasmando en realidades concretas o proyectos esperanzadores.
Para el resto de sectores el análisis efectuado en el estudio de las víctimas mortales puede ser extrapolable. Esto se debe a las connotaciones entre colectividades,
oficios, cargos derivados de la misma y las administraciones de las distintas poblaciones. Las amas de casa reflejan la importancia que la mujer tuvo en el proceso
político anterior, así como su participación activa en la dinámica socio-económica
de la retaguardia, propiciada por el propio aspecto de las necesidades de la misma
227
y su clara aparición en ámbitos hasta entonces insospechados: milicianas, activistas
políticas, periodistas, etc.
Los cargos presentados por los fiscales militares ofrecen una panorámica de la
finalidad de la represión y de su propio carácter. Aparecen acusaciones referidas a
períodos anteriores a la etapa republicana, a la propia República y contienda civil,
a la postguerra, y con todo ello se entremezclan despropósitos patéticos: mató a
uno a disgustos, requisar palomos, etc.
En un segmento significativo de los casos documentados la acusación se repite
con insistencia: pertenencia o simpatía hacia organizaciones o partidos, preferentemente obreros; participación en la totalidad de sucesos ocurridos en la retaguardia
(asesinatos, requisas, asaltos, saqueos, etc.); adscripción a cargos administrativos o
en las colectividades; colaboración activa en pro de la República (militar o propagandísticamente), etc.
La participación activa en los años republicanos encubre no sólo a aquellos
que militaron en partidos políticos u organizaciones sindicales obreras, sino también casos que ilustran los propósitos de los vencedores: arriar una bandera republicana en una procesión de 1932, se haría una blusa con la bandera tradicionalista,
o la referencia a los sucesos de Cullera en 1911 o Sollana en 1932. La represión
alargaba sus tentáculos en el tiempo y alcanzaba a aquéllos que subvirtieron el régimen alfonsino. En su órbita podía entrar todo aquel que en cualquier momento
se hubiese significado por hechos contra el organigrama de los representantes de
las ideas vencedoras en 1939.
Destacan por su número aquéllos que ocuparon cargos públicos o políticos.
No se puede deslindar la militancia política con el cargo ocupado, ya que todo
aquel que había desempeñado cargos dentro de los primeros comités surgidos tras
el 18 de julio: alcaldes, concejales, directivos de las colectividades y cooperativas o
cargos administrativos pasaban por las horcas caudinas de los vencedores.
En el apartado del orden público de la retaguardia y de los aspectos militares
encontramos: carabineros, guardia municipal o los milicianos escopeteros a las órdenes del Comité aparecidos en la confusión de los primeros meses de la guerra. Se
juzgaba no sólo la función que se desempeñaba (y por extensión, la imputación de
todo lo ocurrido), sino también sus propias adscripciones políticas. Esta dicotomía
se amplía con los voluntarios, oficiales del Ejército Republicano y miembros de
columnas milicianas así como miembros del sim.
Los cargos referidos a los sucesos acaecidos en la retaguardia presentan una
catalogación variopinta, con acusaciones concretas que pueden ofrecer una visión
de la vida cotidiana y de las coordenadas que tomó la represión de la postguerra,
llegando en algunas ocasiones a una antología de situaciones disparatadas: jugó
al fútbol con 300 cabezas, manifestar alegría por los asesinatos; o el que ocultó a
la hija de un ejecutado la suerte que había corrido, aprovechando para comer la
228
comida preparada para su padre. Dentro del primer bloque resaltan imputaciones
de asesinatos, inducción o complicidad a los mismos, asaltos, chantajes, registros,
tortura, fechorías, etc. Otras imputaciones como adhesión, auxilio a la rebelión,
denegación de auxilio a la rebelión o excitación a la rebelión son una translación
de los valores jurídicos, puesto que en términos del Código Militar, los que se
rebelaron fueron los vencedores. La justicia al revés, tal como propugnaba Serrano
Suñer, era una realidad.
El franquismo consideraba como elementos encausables a personas que habían sido consideradas como derechistas antes de la contienda civil y que durante
la misma no se habían sumado al golpe militar, bien por imposibilidad física bien
por intereses personales en aquellos momentos: un falangista que durante la guerra
ingresó en la cnt, un veterano upetista en la ugt, etc. La inclusión de acusaciones
como enfermera o haber confeccionado ropas para milicianos refrendan que la
adscripción política y la participación activa en la retaguardia iban unidas en el
propio proceso judicial: presentaba más peso la pertenencia política que el hecho
imputable en sí.
El papel de la Iglesia en las acusaciones fue epidérmico: un 6%, pero cualitativamente indicativo. Toda acción llevada a cabo contra la Iglesia o sus miembros
resultó castigada por el franquismo, enfatizando el carácter de «Cruzada Nacional»
de la sublevación militar. Los cargos como toreó a un fraile, las frases como o trabaja tirando del arado o va al Saler, que es donde debía estar, referida a un clérigo de
81 años; los sacrilegios tales como ir vestido de sacerdote durante toda la guerra emborrachándose con el cáliz o realizar actos obscenos en un altar eran utilizados como
elementos legitimadores de la represión frente a una Iglesia que, a cambio de las
prebendas recibidas por el franquismo y el pánico causado por el anticlericalismo
virulento denunciado y castigado en los tribunales, bendijo al nuevo régimen.
El Tribunal continuó su empresa más allá de la frontera temporal de 1939:
saludar con el puño en alto a las tropas nacionales o increpar a las mismas; y abordó
3 casos de estraperlo: un falangista de Aielo de Malferit y un miembro de las Juventudes Católicas de Elx, indicativos del clima de corrupción reinante.107
Los primeros brotes de antifranquismo aparecieron en fechas tempranas: insultos hacia la persona de Franco, frases injuriosas contra el Ejército Nacional:
más vale que estén barriendo sus casas, destrucción de una estatua del Caudillo por
parte de unas mujeres de Albalat, posesión de armas, carnets de sindicatos obreros, propaganda republicana, derrotismo, etc, y la actuación drástica contra dos
ex-cenetistas de Cullera enculpados de sabotear un mitin de la cns para mitigarse
a continuación. El «carácter defensivo» de la represión y la voluntad por evitar la
formación de una oposición organizada se plasmaron en la labor coactiva sobre
cualquier discrepancia.
Es imposible encontrar una lógica en las condenas emitidas por el Tribunal
229
como podemos constatar al repasar la lista de encausados puesto que no existe uniformidad entre acusación y condena. Tanto es así que para presuntos o probados
delitos similares se dictan penas en ocasiones meridianas. Más de la mitad de los
encausados recibieron penas aflictivas, entre las que destacan las correspondientes
a 12 y más años de reclusión, un 87,5% del total de las mismas, sin olvidar las
condenas a muerte ya apuntadas.
La represión cumplió escrupulosamente su función primordial: apartar a todos aquellos susceptibles de representar una posible amenaza para el régimen e
impedir cualquier oposición y destacó el papel de las denuncias. Podían ser anónimas, particulares o de instituciones estatales, con lo que queda remarcada la
impunidad con que se desenvolvieron los vencedores.
NOTAS
Cfr. la tesis de ALCÁZAR I GARRIDO, J., Temps d’avalots al País València (1914-1923).
Diputació de València. Valencia, 1989.
2
CALZADO ALDARIA, A. y ROSELLO PÉREZ, M., La negociación de salarios y condiciones
laborales de los obreros agrícolas de Sueca en la plantada y siega del arroz durante la Segunda República. En prensa. También, VENDRELL, S. y CARBONELL, J., «Dades per a l’estudi de
l’estructura social i econòmica de Sueca. 1922», En Quaderns de Cultura de Sueca, Número 1.
Sueca, marzo 1980. pp. 4-5.
3
CHUST, M., «Cullera, 1911: ¿Mite o realitat social?». En Quaderns de Sueca, IX. Ajuntament
de Sueca, Sueca, abril 1987, p. 90.
4
VENDRELL, S., en GRAS, M. Camilo Albert. Memòries de la viuda d’un sindicaliste suecà. En
Quaderns de Sueca II, Ajuntament de Sueca, Sueca, 1981, pp. 4-5. y CHUST, M., op. cit., p.
105.
5
PEDRO, E., «Història oral d’una insurrecció: Sollana 1932», En Quaderns de Sueca, VII, Sueca, juny 1985, p. 60.
6
GRAS, M., op. cit. También Caja sin calificar del Archivo Municipal de Sueca (en adelante
AMS) y la Caja 274 Gobernación del AMS.
7
Cfr. TORRES, R. C., «Apuntes para una aportación al estudio de la historia del turismo en
Cullera: Los permisos para instalaciones playeras en 1935». En prensa.
8
Únicamente disponemos de datos sobre la población de Cullera, con las escuelas laicas de «Liga
de Enseñanza Laica», creada y mantenida por republicanos y la «Sociedad Instructiva Escuela
Moderna», de carácter anarquista.
9
En Sollana, por ejemplo, en la década de los 20, encontramos 21 muertos por tuberculosis, 2
por raquitismo, 23 por falta de desarrollo, 6 por alcoholismo y 6 por tifus. VERA VERDU, F.,
Topografia médica de Sollana, Sollana, 1926, p. 18. Tomado de PEDRO, E., op. cit., p. 65.
10
Cfr. Alba, V., Los conservadores en España. Planeta. Barcelona, 1981. CABRERA, M., La patronal agraria ante la Segunda República. Organizaciones y estrategia. 1931-1936, Siglo XXI.
Madrid, 1983. VALLS MONTES, R., La Derecha Regional Valenciana, Alfons el Magnànim.
València, 1994.
11
REIG, R., Tomado de ALCÁZAR y GARRIDO, J., op. cit., p. 39.
12
Ídem, p. 314.
1
230
Numerosos testimonios orales atestiguan la religiosidad de los obreros agrícolas al mismo tiempo que delatan su marcado anticlericalismo. Cfr. FRASER, R., Recuérdalo tú y recuérdalo a
otros. Historia oral de la guerra civil española. Crítica, Barcelona, 1979. Vol II, pp. 317 y ss.
TORRES, R. C., Cullera en guerra. Un poble valencià a la reraguarda, Ajuntament de Cullera.
Cullera, 1991. pp. 38-39.
14
Ídem., pp. 39 y ss.
15
Cfr. Editorial y artículo de fondo en la revista Sucrona. Número 379, Cullera, enero 1930.
16
Cfr. ALCAZAR i GARRIDO, op. cit., p. 173.
17
El 28 de octubre, L’Humanité declaraba: ¿La Inquisición en España?, Canalejas, torturador y asesino, tiene la intención de fusilar 12 ciudadanos de Cullera. El Dailey New, por su parte, presentaba titulares tales como: La tiranía en España, La mano de hierro, etc. El Mercantil Valenciano.
6-11-1911. HMV. Para un estudio más detallado, cfr. CHUST, M., op. cit. y PEDROS, S.
«Revolta a Cullera. 1911». En I Congrés d’Història del País Valencià. Vol. IV. Valencia, 1978.
pp. 603-622 y TORRES, R. C., op. cit., pp. 39-44.
18
Ídem., pp. 35-36.
19
En Riba-roja, Bugarra, Pedralba y Bétera, fue proclamado el comunismo libertario en enero
de 1933. Los sucesos de Xeresa requirieron la presencia de fuertes contingentes de Fuerzas de
Seguridad en enero de 1932, o la huelga de la construcción de 1932 en Valencia. En la zona
zapatera de Elche-Elda-Villena, se registraron paros periódicos y una huelga general en Alcoi,
en noviembre de 1932. Todos ellos son ejemplos de aquella tensión social.
20
Nótese el paralelismo de los hechos con la revuelta de Cullera de l911.
21
PEDRO, E., op. cit., pp. 47-72.
22
CALZADO, A. y ROSELLO, M. op. cit. y TORRES, R.C. op. cit. p. 72.
23
Cfr. VEGA, E., Anarquistas y sindicalistas.1931-1936, Alfons el Magnànim, València, 1987.
p. 86.
24
Ibídem.
25
AHMC. Legajo 729.
26
AMS. Gobernación. Caja 275.
27
El 5 de octubre se declaró la huelga, produciéndose enfrentamientos armados de carácter radical encabezados por la CNT. Así, al día siguiente fue asaltado el Ayuntamiento de L’Alcúdia y
se proclamó el comunismo libertario tras haberse engalanado el edificio con la bandera roja. Lo
mismo sucedió en Banyeres. También se produjeron altercados en Gandia, Elx, Alacant, Elda,
Novelda y Villena. En Alcoi se retrasó la acción, por lo que quedó abortada de inmediato.
28
Sucrona informaba que los sucesos no tuvieron repercusiones en Cullera y en las poblaciones
vecinas. Tomado de MARTÍNEZ ALBIACH, A., Cullera: 53 años de periodismo. 1883-1936.
Gráficas Dehon, Torrejón de Ardoz, 1989, pp 139-140.
29
AHMC. Libro de Registro de Bandos. Libro 936. s/n p.
30
AHMC. Libro de Actas del Ayuntamiento Pleno. Libro 85. s/n p.
31
TORRES, R. C., op. cit., p. 75.
32
Cfr. PRESTON, P., La destruccion de la democracia en España, Alianza. Madrid, 1987, pp.
224-227.
33
Cfr. JACKSON, G., La República española y la Guerra Civil, Grijalbo, Barcelona, 1978, pp.
102-104.
34
AHMC. LAAP. Libro 92 s/n p.
35
Cfr. GINER PEREPÉREZ, F., La Mare de Déu del Castell. Ajuntament de Cullera. Cullera,
1976, pp. 186 y ss.
36
Cfr. TORRES, R. C., op. cit., pp. 77-79.
37
TUÑON DE LARA, M., «¿Crisis de la Segunda República?». En Actas del Congreso Valencia
13
231
capital de la República. Una esperanza frustrada», IVEI,Valencia, 1987, pp. 23-37.
Cfr. MALEFAKIS, E., «Los partidos de izquierda y la Segunda República». En CARR, R.,
Estudios sobre la República y la guerra civil española, Ariel, Madrid, 1985.
39
COLOMINES i COMPANYS, A., Catarroja 1936-1939: insurgent i administrada, Ajuntament de Catarroja. Catarroja, 1987, pp. 139-141.
40
TORRES, R.C. Cullera..., op. cit., pp. 98-114.
41
REIG TAPIA, A., Ideología e historia (sobre la represión franquista y la guerra civil), Akal, Madrid, 1984, p. 112.
42
FONTANA, J., «Reflexiones sobre la naturaleza y las consecuencias del franquismo». En España bajo el franquismo. Grijalbo, Barcelona, 1986, pp. 22-24.
43
GABARDA, V., «Mort a Paterna». En El Temps. Suplemento especial de abril de 1986. AÑADIR PV.
44
Juzgado Municipal de Sueca. Libro de Registros de Defunciones. El relativo a las ejecuciones
llevadas a cabo en la localidad es de uso exclusivo para tal fin.
45
Facilitadas copias de éstas por gentileza del profesor Joan del Alcàzar i Garrido.
46
REIG TAPIA, A., op. cit., p. 112.
47
CHUST CALERO, M., «La dreta camuflada: Sueca, 1931-1939». En Quaderns de Sueca, VIII.
Sueca, maig 1986, pp. 95-105.
48
Por ejemplo, Manuel Modesto Gallardo, antiguo militante del Sindicato de Trabajadores del
Crédito y Finanzas, perteneciente a la UGT. Durante la guerra afiliado a IR. Este personaje
tuvo numerosos problemas para ser admitido en la Falange suecana.
49
JACKSON, G., op. cit., p. 266.
50
Recordemos que el franquismo desapareció tal como empezó. Sus últimas ejecuciones datan de
1975, el mismo año de la muerte del general.
51
FONTANA, J., op. cit., pp. 9-10.
51
Cfr. ARRUE, V., Las elecciones de febrero de 1936 en el País Valenciano.. Tesis de Licenciatura.
Valencia (s. a.) y «L’ambient electoral durant les eleccions de 1936». En Arguments, n. 1, 1974.
pp. 157-172.
52
Los resultados electorales en 1933 fueron: PURA, 34,2%; DRV, 35,3%; Frente Izquierdas,
26%; y los partidos de centro, 4,5%. Por contra, en 1936: PURA, 18,6%; DRV, 36,4%; FP,
44,7%; y el centro con 0,30%.
53
AHMC. Legajo 729.
54
GIRONA i ALBUIXECH, A., «La política municipal de Sueca durant la Guerra Civil (19361939)». En Quaderns de Sueca, VIII. Sueca, maig 1986, pp. 12-13.
55
Si bien no poseemos las Bases de Trabajo suecanas, los datos han sido extraídos por medio de
testimonios orales, principalmente aportados por Josefa Beltrán Morell, viuda de Elías Sieres,
miembro de la CNT de Cullera y fusilado en 1940, y por Josefina Beltrán, secretaria de la sede
de la CNT en Sueca.
56
Ídem.
57
Op. cit., p. 84.
58
Fragua Social, 10 de noviembre de 1937. HUV.
59
Ídem. 24 de enero de 1937. «Plan de la organización de la riqueza agrícola y agropecuaria de
Sollana». HUV.
60
El Mercantil Valenciano, 31 de julio y 1 de agosto de 1936. HMV.
61
Gras, M., op. cit., p. 84.
62
Entre la noche del 18 al 19 se llevaron a cabo 19 asesinatos: 4 en Albalat y, sobre todo, en
Cullera, donde se asesinó a 14 personas, de las cuales 9 eran las monjas del Asilo, todas ellas en
El Saler. Según testimonio de Enrique Chulio, 25 años en el momento de los hechos, militan38
232
te de las JSU de Cullera, la respuesta violenta se desencadenó a partir del conocimiento de
la represión en Badajoz y de la brutalidad demostrada por Queipo de Llano en su virreinato
sevillano.
63
Tomado de ABELLA, R., «La pesadilla diaria de las dos Españas. Vida cotidiana durante la
guerra civil española». En THOMAS, H., La guerra civil española, Urbión, Madrid, 1980. Vol.
IV, pp. 58-60.
64
JACKSON, G., op. cit., p. 466.
65
THOMAS, H., op. cit., Vol. VI, p. 286. Para el País Valenciano otorga una cifra de 8.928
víctimas, de las que 5.347 pertenecen a la provincia de Valencia.
66
Para un análisis detallado sobre la labor de estos autores, cfr. REIG TAPIA, A., op. cit.
67
GIRONA i ALBUIXECH, A., op. cit., p. 15.
68
Libro de Registro de Bandos. En adelante LRB. Libro 929 del AHMC. s/n p. Llama la atención la inclusión en el Comité del PCE por la debilidad que demostró durante la República
y en el transcurso de la guerra en Cullera, donde no llegó a contar con más de una docena de
militantes. Cfr. TORRES FABRA, R. C., Cullera en guerra..., op. cit., pp. 79-87.
69
LRB. Libro 937 del AHMC. s n/p.
70
Las guarniciones del País Valenciano se encontraban acuarteladas a la espera de la decisión
de la capital de la III Región militar. De esta manera, el envío de milicianos tenía un carácter
marcadamente coactivo. Para este aspecto, cfr. JACKSON, G., op. cit., pp. 240-241.
71
Fragua Social, 18 de agosto de 1936. HUV.
72
MARTINEZ ALBIACH, A., op. cit., p. 159.
73
Cfr. el estudio correspondiente a las fichas de la represión franquista.
74
El 22 de julio de 1936, fue asaltado el casino «Sueca» situado sobre el antiguo «Círculo Liberal
Monárquico», al igual que el Casino «Conservador» o «Casino de Baix». CHUST, M., op. cit.,
p. 98.
75
El Mercantil Valenciano. 5-marzo-1937, HMV.
76
LEVAL, G., Colectividades Libertarias en España, Madrid, 1977, p. 190.
77
BERNECKER, W. L., Colectividades y revolución social. El anarquismo en la guerra civil española. 1936-1939, Barcelona, 1982, p. 19.
78
BOSCH SÁNCHEZ, A., Ugetistas y libertarios. Guerra Civil y revolución en el País Valenciano, 1936-1939. Institució Alfons el Magnánim. Diputació de València. València, 1983. De
la misma autora «La Reforma Agraria durant la Guerra Civil». En Quaderns de Sueca. Sueca,
mayo 1986, pp. 117-132. Cfr. igualmente GIRONA i ALBUIXECH, A., op. cit., pp. 449-489.
También MORENO BADIA, J. A., «Les col.lectivizacions al País Valencià (1936-1939)». En
I Congrés d’Història del País València. Facultat de Geografia i Història de la Universitat de
València. Vol IV. Valencia, 1977, pp. 753-769.
79
TORRES FABRA. R, C., Cullera..., op. cit., pp. 119-135. Del mismo autor «Riquesa i Reraguarda: Les col.lectivitats cullerenques durant la guerra civil». En Revista BMI CULLERA.
Cullera, 1989.
80
Las fichas del Tribunal de Responsabilidades Políticas de Sueca explican que existió una colectividad en Albalat. Hecho corroborado mediante información oral.
81
Fragua Social, 24 de enero de 1937. HUV.
82
Ídem, 10 de noviembre de 1937.
83
Este enfrentamiento es conocido en Cullera con el nombre de l’Americanà pues «se tiraron
muchos disparos y tan sólo hubo dos heridos. Parecía una película del Oeste». Para un estudio
del suceso TORRES FABRA, R. C. Cullera..., op. cit.
84
Los dos ejecutados por la Columna de Hierro fueron Bernardino Roda y Juan del Poyo. En la
233
noche del 2 al 3 de febrero de 1937, los libertarios cullerenses se presentaron en casa de Rico
(a) «Macoc», propietario cullerense, con la intención de llevarlo preso. Abrió la puerta su hija
Pilar y al comprobar de quiénes se trataba, cerró inmediatamente. Los anarquistas reaccionaron
disparando a través de la puerta y dieron muerte a la chica. Esta acción aceleró los acontecimientos.
85
BOSCH, A., Ugetistas..., op. cit., p. 320.
86
Ibídem.
87
Ídem, p. 324.
88
Ibídem.
89
La documentación obtenida de los distintos Registros Civiles de Defunciones únicamente puede ofrecernos información acerca de muertes consumadas, por lo que otros tipos de violencia
no conducentes a la eliminación física, tales como persecución, torturas, etc., son elementos
que no vamos a contemplar en nuestro estudio debido a la ausencia de fuentes.
90
En la documentación consultada nos aparece una gran diversidad de ocupaciones directamente
relacionadas con la tierra, pero que no nos ofrecen una idea más aproximada de su situación
real con la propiedad (o sistema de tenencia) de la misma. Bajo los epígrafes de «labrador»,
«campesino» o «agricultor», se oculta una realidad multiforme que corresponde en la mayoría
de los casos a grandes o medianos propietarios, o, en su defecto, a grandes arrendatarios, y tan
solo en una escasa proporción de ellos a arrendatarios medianos o pequeños agricultores, «hereus omcòlumes del carlisme vuit-centista», como subraya CHUST CALERO, M., op. cit., p.
98. Para la problématica metodológica ver ALCÁZAR I GARRIDO, J., Emprobiment i rebel.
lia (Els proletaris rurals de L’Horta-Albufera a l’època dels avalots. 1914-1920). Ajuntament de
Catarroja, Sueca, 1986, pp. 21-27. El mejor trabajo respecto a la violencia, GABARDA, V.
91
«(...) (en 1934), els treballadors del Sindicat de Regs demanaven al Sindicat que els pujaren
un duro, perquè no tenien prou per a donar de menjar als seus fills. El sr. Meseguer Fos (gran
propietari) els va dir que feren com fan els gossos amb els seus fills, que si tenen set i sols poden
alimentar a tres, tiren la resta a l’sèquia». CALZADO ALDARIA, A. y ROSELLO PEREZ,
M., op. cit., p. 48.
92
Jackson, G., op. cit., pp. 249.
93
Ídem.
94
CHUST CALERO, M., «La dreta camuflada..., op. cit., pp. 94-105. TORRES FABRA, R. C.,
Cullera..., op. cit., pp. 153 y ss.
95
Así nos lo hace pensar el testimonio oral de Enrique Chulio.
96
Si bien no disponemos de datos estadísticos respecto al número de refugiados en la Ribera
Baixa, sí poseemos en cambio informaciones extraídas de las páginas de Fragua Social, El
Mercantil Valenciano y Frente Rojo. HUV. Igualmente, tenemos constancia de su afluencia
merced a testimonios orales y al testimonio de la viuda de Camil Albert: «(...) Sueca les ofrece
albergue en las mismas casa que los ricos abandonaron, matrimonios jóvenes con hijos o más
mayores y ancianos. Hicieron colecta de colchones por todo el pueblo para que estos seres
que nos llegaban estuvieran bien atendidos (...)». GRAS, M., op. cit., p. 85. Para Cullera, en
cambio, poseemos una relación que constata 210 mujeres, 143 hombres y 117 niños. Legajo
727 AHMC.
97
Como ya hemos referido anteriormente, Sollana planteó una serie de enfrentamientos entre
estas fuerzas antes de alcanzar un acuerdo definitivo en enero de 1937, Fragua Social, Domingo 24 de enero de 1937. HUV.
98
«(...). Apoyemos en palabras suscritas por la Federación Local de Sindicatos Únicos de Barcelona y el Cómite Regional de la CNT. Mediante ellas se pide a las milicias obreras, no solo
234
99
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108
109
que se abstengan rigurosamente de toda injusticia o violencia inútil (...). Que la revolución
no nos ahogue a todos en sangre. Justicieros conscientes, sí, asesinos nunca (....)». El Socialista, Agosto de 1936. Si bien la cita es anterior, su mensaje no podía ser efectivo hasta alcanzar
una estabilidad política a nivel local.
ALCÁZAR i GARRIDO, J., «Apunts sobre l’actitud comunista a Sueca durant la Guerra
Civil». En Quaderns de Sueca. Temps de Guerra a Sueca (1936-1938), maig 1986. Sueca, pp.
66 y 70.
Así, con el trabajo de hemeroteca, hemos determinado el cargo directivo de las siguientes víctimas de la DRV: Ramon Duart Albuixech (o Alaberta), natural de Almussafes y presidente
de la DRV local, Antonio J. Ferrer Martínez perteneciente a la Directiva de la sección local
de la Juventud Católica, Jose Renart Adam, ambos de Cullera, perteneciente a la Directiva
de las Juventudes de la DRV en 1935, Francisco Ridaura Llopis depositario de la DRV local,
Francisco Ridaura Valero secretario de la directiva local, Francisco Ibor Gomis, vocal, y Carlos Borja Mari, vicepresidente local todos ellos de Sollana.
Éste sería el caso de Benedito Cebolla, representante de la patronal agraria en las confección
de las Bases de Trabajo durante la República y gran propietario de Sueca, o el de Ferrando
Ferrando, propietario agrícola de 405 Hn. y miembro de la Junta Unica Nacional Arrocera
en 1933, o el de Grau Grau, vecino de Tavernes, socio de la Federación de Exportadores de
Naranja.
Como es el caso de Eugenio Vidal Ferrando, propietario agrícola de Sueca y ex-alcalde republicano, presidente del Partido Republicano Progresista, o el de Fos Meseguer, representante
de la patronal agraria en las negociaciones de las bases de trabajo en 1934, propietario agrícola
y miembro del Círculo Recreativo, «suposadament més apolític, però el republicanisme del
qual es deixava sentir en els seus socis». CHUST, M. «La dreta...», op. cit., p. 98.
Como es el caso de Pérez Boronad, asesinado, tal y como aparece en el Libro de Registro de
Defunciones: «motivo: deudas».
El Cómite de Sueca: «(...) Ese día mismo se hizo una asamblea en el Teatro Serrano convocada por el Ayuntamiento para cortar este procedimiento. Si había alguna sospecha sólo detenerlos (...)». GRAS, M., op. cit., p. 85. O, como aconteció en Tous, donde el Cómite Local
logró impedir el asesinato de un sacerdote a manos de milicianos provenientes de Tavernes.
Tribunal de Responsabilidades Políticas (en adelante TRP) AHMS.
Camil Albert, de la CNT suecana, o Juan Bolufer, concejal autonomista de Cullera y diputado durante la Guerra Civil.
Ya en 1938 «(...) en el pueblo de Sueca, en el mercado, las uvas son casi el único producto
que se puede comprar (...)». La penuria alimenticia junto a bombardeos esporádicos como
el efectuado en El Perelló (29 de junio de 1938) ofrecen un cuadro de progresivo desaliento
ante el devenir bélico. MAINAR CABANES, E. «La Guerra Civil en Valencia. Congreso Valencia capital de la República, 1986.
Fragua Social, 28 de marzo de 1939. Comunicado del Comité Regional del Movimiento
Libertario de Levante «a todos los militantes del frente y de la retaguardia».
El Mercantil Valenciano, 17 de marzo de 1939.
Para un estudio de la represión franquista en nuestro país, GABARDA, V., La represión
franquista en el País Valenciano: las ejecuciones de Paterna (1939-1956). Tesis de Licenciatura. Facultat de Geografia i Història. Universitat de València, 1985. Del mismo autor: «La
continuación de la Guerra Civil: la represión franquista». En Estudis d’història Contemporània
del País Valencià. Departament d’Història Contemporània. València, 1982, pp. 229-245.
El autor centra sus investigaciones en los aspectos de la eliminación física de los vencidos.
235
ADRIA MONTOLIO, J. J., «De la Guerra Civil a la postguerra civil: Contribució a l’estudi
de la repressió franquista». En Afers, Catarroja, 1986, pp. 247-260. ORS MONTENEGRO,
M., «La represión de postguerra en Alicante». En Guerra civil y franquismo en Alicante. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Alicante, 1990, pp. 95-117.
110
AMS.
111
Op. cit.
112
GRAS, M., op. cit., p. 93.
113
Así, el 14 de mayo se ordenaba la búsqueda de Manuel Fos Ferrer y José Quiles Serra, acusados de «saqueos en el convento de Santa Ana e Iglesia de S. Juan de la Ribera»; el 20 de mayo,
aparecía la noticia de la condena a muerte de Miguel García, vecino de Sueca, «convicto y
confeso de haber asesinado a once vecinos de la localidad»; Liduino Sanchéz Martínez, acusado de ser el «autor del asesinato de 20 hombres y 2 mujeres, vecinos del pueblo de Sollana».
Levante. HMV.
114
GRAS, M., op. cit., p. 94.
115
Ídem, pp. 95 y 97. El molino a que hace referencia se trata del conocido con el nombre de
Molí Passiego, en Sueca. En Cullera eran recluidos en la Casa de la Ensenyança y en Albalat
en el Convent de les Monges.
116
Como la Ley de Responsabilidades Políticas, promulgada el 1 de febrero de 1939, en la que
se exigen responsabilidades por actividades públicas desde el año 1934.
117
REIG TAPIA, A., op. cit., pp. 91-116 y SALAS LARRAZÁBAL, R., Pérdidas de guerra. Barcelona, 1977.
118
ORS MONTENEGRO, M., «La represión de guerra y postguerra en la provincia de Alicante». Anales de la Universidad de Alicante. Historia Contemporánea, n.º 6, Alicante. 1987-88,
pp. 151-154.
119
Testimonios de Enric Chulio, Serapio Martí et al.
120
BERNAL, M. en «La resignación de los campesinos andaluces». En el Congreso «Colaboración, pasividad y enfrentamiento: tres actitudes colectivas ante el franquismo», Almagro.
12-14 de septiembre de 1991.
236
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA DEPURACIÓN FRANQUISTA DEL
MAGISTERIO DE PRIMERA ENSEÑANZA EN VALENCIA
M.ª del Carmen Agulló Díaz
Universitat de València
Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.
José Saramago
LA REPÚBLICA DE LOS MAESTROS
Desde los primeros momentos de la sublevación militar, el franquismo comenzó una política de deslegitimación de la República y de legitimación del
Nuevo Régimen donde ocupaba un espacio preferente la efectiva depuración de
los cuerpos docentes, entre los que se encontraba el Magisterio de Primera Enseñanza.
¿Por qué esta obsesiva persecución por todo aquello relacionado con la política educativa republicana?. ¿Qué razones condujeron para que las propuestas
educativas franquistas se convirtieran en una negación de las republicanas? Ciertamente la Segunda República intentó, en su proyecto de modernizar España,
construir el estado docente, defensa de la República, otorgando al Estado unas
responsabilidades y unas obligaciones en materia educativa muy alejadas de las
existentes en décadas anteriores.1
Muestra de esta intencionalidad es la Constitución republicana, aprobada el 9
de diciembre de 1931 donde se establecía, en su artículo 48, dedicado a la educación, que la enseñanza primaria sería obligatoria y gratuita; se organizaría según el
modelo de la escuela unificada, sería laica y haría del trabajo el eje de su actividad
metodológica, con la intención de formar ciudadanos solidarios. Además, el artículo 50 reconocía el derecho al bilingüismo y a un estatuto especial para la enseñanza en las regiones autónomas al mismo tiempo que establecía la obligatoriedad
del estudio del castellano:
237
Artículo 48:
El servicio de la cultura es atributo del Estado y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria.
Los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos.
La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada.
La República legislará en el sentido de facilitar a los españoles necesitados
económicamente el acceso a todos los grados de la enseñanza, con la finalidad de
que solo se encuentren condicionados por la aptitud y la vocación.
La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y
se inspirará en los ideales de solidaridad humana.
Se reconoce a las iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar
sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos».
Artículo 50:
Las regiones autónomas podrán organizar la enseñanza en sus lenguas respectivas, de conformidad con las facultades que se concedan en sus estatutos.
Es obligatorio el estudio de la lengua castellana, y esta se usará como instrumento de enseñanza en todos los centros de instrucción primaria y secundaria de
las regiones autónomas. El Estado podrá mantener o crear en ellos instituciones
docentes de todos los grados en el idioma oficial de la República.»
Para hacer efectivas estas instrucciones, el gobierno comenzó un ambicioso
Plan Nacional de Cultura que creó más de 27.000 escuelas en 5 años; y un Plan de
Construcciones Escolares, que lo completaba con la intención de edificar 30.000
nuevos centros en 8 años.2 De manera simultánea se comprometió con una amplia
tarea social y pedagógica que intentó aproximar la escuela al medio y relacionar
escuela y sociedad mediante una serie de actuaciones extra-escolares entre las que
nos encontramos con las Colonias escolares, las cantinas escolares y el Patronato
de Misiones Pedagógicas,3 organismo dedicado a la extensión de la cultura hasta
los rincones más apartados de toda la geografía y que llenó de bibliotecas todo el
país.
La reforma escolar no sería efectiva si no se acompañaba de unos maestros que
fueron, en la práctica, el alma de la escuela, afortunada expresión de Marcelino
Domingo y Rodolfo Llopis:
La República no pretende solamente levantar las paredes de una escuela: aspira a dar
a la escuela un alma. Con esta reforma, que es a la vez social, cultural y económica, la
República tiene la convicción de formar, independizar, sostener y fortalecer el alma
238
del maestro, con el fin de que sea el alma de la escuela». (DOMINGO, Marcelino
1932,67-68 y LLOPIS, Rodolfo 1933, 86).
A la formación y dignificación profesional del Magisterio de Primera Enseñanza destinaría el Gobierno sus mayores esfuerzos, que se concretaron en una
serie de medidas entre las que debemos citar:
t La reforma de la formación inicial, estableciendo el «Plan Profesional» de
cuatro años de duración, que equiparó los estudios de Magisterio a los universitarios.4
t La sustitución de las pruebas selectivas de las denostadas oposiciones por
cursillos de selección que permitieron, durante tres meses de intensa actividad, perfeccionar la preparación de los maestros y seleccionar a los
mejores, y de los que surgieron los llamados maestros cursillistas de 1933,
1935 y 1936.
t La organización de la formación permanente con Semanas Pedagógicas
(como la de Ontinyent en el año 1934), Centros de Colaboración, escuelas de verano...
t El aumento del sueldo básico a 4.000 pesetas anuales, dignificando la profesión.
El Magisterio, mejor formado y retribuido, era consciente de la confianza que
la República había depositado en su tarea y respondió comenzando a edificar una
escuela activa, laica y moderna, capaz de formar la generación de ciudadanos y de
ciudadanas que habrían de cambiar el país. Por este motivo, el franquismo consideró
a los maestros «hijuelos de la ile» y causa, en gran medida, de todos los desastres
educativos y, en consecuencia, sociales. La solución pasaba por la eliminación –ideológica y, en muchas ocasiones, también física– de los elementos más conflictivos.
Detectar a los desafectos al nuevo régimen y desactivarlos adquirió una importancia vital para su subsistencia. Para nada sorprende el énfasis puesto en este proceso
que pretendió desarticular al enemigo, identificado con el simpatizante de doctrinas
democráticas que pudieran suponer un obstáculo, aunque sólo fuera mental. Un
decreto de fecha 8 de noviembre de 1936 ilustra sobre este asunto:
El hecho de que durante varias décadas el Magisterio, en todos sus grados y cada vez
con más raras excepciones, haya estado influido y casi monopolizado por ideologías
e instituciones disolventes, en abierta oposición con el genio y tradición nacional
hace preciso que, en los momentos por que atravesamos, se lleve a cabo una revisión
total y profunda en el personal de Instrucción Pública (...) extirpando así de raíz esas
falsas doctrinas que con sus apóstoles han sido los principales factores de la trágica
situación a que fue llevada nuestra patria.
239
De este proceso depurativo, de sus objetivos y de sus consecuencias para la
educación de los españoles y de las españolas tratan las páginas siguientes.
BREVE APUNTE SOBRE LOS ESTUDIOS DE LA DEPURACIÓN FRANQUISTA EN EL MAGISTERIO
Antes de explicar con detenimiento los mecanismos que se utilizaron para
depurar a los elementos desafectos en el Magisterio en todo el Estado y, en particular, en el valenciano, se hace necesario esbozar unas líneas que pongan de
manifiesto las diferentes modalidades que, hasta la fecha, han adoptado las investigaciones que hay sobre tema y, de forma simultánea, reflexionar sobre su mayor
y/o mejor pertinencia.
En el transcurso de los últimos años han visto la luz una importante cantidad
de trabajos sobre la depuración franquista en el magisterio de primera enseñanza
en el conjunto del Estado español. Unas publicaciones que, según su extensión y
pretensiones, se pueden ubicar en un abanico que abarcaría desde artículos que
presentan un acercamiento puntual a una zona geográfica concreta y con un contenido meramente cuantitativo, hasta otros, incluidas tesis doctorales, que se desarrollan en espacios amplios, con miradas caleidoscópicas y que permiten visiones
complejas y completas.5
La no coincidencia en sus objetivos, la variedad en la consulta de fuentes, y
la utilización de metodologías diversas, han tenido como consecuencia que no
todos hayan contribuido, de la misma forma, a la incorporación de aportaciones
importantes al tema de la depuración. Sería oportuno, por tanto, partiendo de
esta variedad de planteamientos, hacer una reflexión previa, puesto que según los
objetivos –implícitos o declarados– que se persiguen, se condiciona toda la investigación posterior y, en consecuencia, el tema de las fuentes que es hoy el objeto
de esta aportación.
Cabe decir, para empezar, que los estudios de carácter cuantitativo son imprescindibles y necesarios, pero insuficientes. Las cifras son importantes para establecer el punto de partida, la base que dará soporte a la investigación, pero éste no
ha de ser el objetivo principal. No somos partidarios, es más, hasta nos declaramos
de manera explícita en contra de las llamadas «guerras de cifras». No se trata de
convertir, como parece que ocurre a veces, a las personas en números, y, como
consecuencia indeseable el caer en algunos defectos que, en la actualidad, caracterizan, desgraciadamente, algunos debates más mediáticos que académicos.
Estamos haciendo referencia al hecho de ceñir la discusión a una simple y
pretendidamente aséptica comparación de datos, donde aquello más importante
parece ser cuál de los dos «bandos» sufrió –o ejerció– una mayor represión cuan240
titativa, lo que comporta, en ocasiones, el efecto de intentar hinchar los datos con
la finalidad de demostrar que a mayor cantidad de caídos, mayor fue la represión,
como si se tratara de una cuestión de cantidades, y no de principios.
En el extremo contrario de la mera cuantificación encontramos otro defecto,
producto de la reacción a las miradas excesivamente positivistas que consiste en
una exagerada exaltación de la emoción por encima del rigor histórico. Es cierto
que procede humanizar, acercar los procesos depurativos a la realidad vital de los
lectores actuales, tal y como propugnan las corrientes historiográficas de la nueva
historia cuando reclaman su capacidad de conmover y reivindican la comunicación emotiva. El peligro surge cuando la emotividad es el criterio principal, produciendo relatos destinados a conmover más que a contar de manera objetiva los
hechos, incluso en la construcción de narraciones que se podrían calificar de morbosas. Hacemos nuestra la necesidad, que plantea Levi, de reproducir racionalmente afectos, de combinar el sentimiento con una actividad racional científica:
¿Por qué pienso yo que es peligrosa una comunicación exclusivamente emotiva?.
Creo que es peligrosa porque las emociones son pasionales, nosotros nos conmovemos frente a las persecuciones franquistas de los republicanos, pero los franquistas se
conmueven frente a las persecuciones de los republicanos contra los franquistas. El
resultado será lo que el Papa quiere: todo el pasado es de pecadores, todos son malos.
La emoción es una noción muy peligrosa. (...) Creo que uno de los papeles importantes de los historiadores es reproducir racionalmente afectos, saber controlar lo que
se produce a través de su actividad racional científica. (...) Todos son malos. El efecto
que se puede producir sin una construcción racional y complicada de una imagen del
pasado puede ser un efecto negativo, el efecto negativo puede ser malos contra malos,
todo el pasado es un pasado de malos. (LEVI, Giovanni, 2005, 29)
Es la utilización de una metodología científica la que nos alejará tanto de los
estudios revisionistas, basados precisamente en la exaltación de las emociones y en
la narración irracional de los hechos, como de autores sin duda bienintencionados
pero que, con sus textos sentimentalistas no ayudan a confeccionar un discurso
que recupere la memoria de manera rigurosa, lo que no quiere decir exenta de
emociones, combinando, en su justa medida, subjetividad y objetividad.
En definitiva, el análisis cualitativo es más importante que la descripción cuantitativa, aunque no se puede prescindir de esta. Hay que precisar las cifras, pero lo
verdaderamente relevante es, como se ha dicho anteriormente, el conocer, analizar
y visibilizar el como, el motivo y las consecuencias de los procesos de depuración.
Es claro que la función del historiador del conflicto no es tanto dar números como
explicar comportamientos colectivos; pero también es cierto que la cuestión numérica
no es un aspecto baladí por el desigual tratamiento y la manipulación a la que se vieron sometidos los muertos. (SÁNCHEZ MAYORRO, Fernando, 1989, 157).
241
Se trata, por tanto, de que, una vez expuestos los datos generales cuantitativos, se completen con un estudio en profundidad que permita evidenciar el funcionamiento del aparato represor del franquismo, sus mecanismos represivos, la
legislación que lo regulaba..., y, de manera simultánea, hacer visibles y recuperar
las historias de vida de los maestros sancionados y de las maestras sancionadas, y
explicar las consecuencias que tuvo para la educación de sucesivas generaciones la
separación y el silencio al que fueron sometidos los miembros más renovadores
del Magisterio.
Para poder llevar a término estos estudios, es menester recurrir, en cada caso,
a unas fuentes concretas que facilitan los análisis posteriores. Pasamos, ahora, a dar
una relación de aquellas que hemos utilizado y creemos más convenientes para una
mejor comprensión del objeto de nuestra investigación.
LA DEPURACIÓN FRANQUISTA DEL MAGISTERIO VALENCIANO: UNA MIRADA
CUANTITATIVA
La importancia que el régimen franquista otorgó a la depuración de los cuerpos docentes se hizo evidente al descubrir la existencia de muchas disposiciones
legales7 que, ya en plena Guerra Civil y, después, en la postguerra, hacen referencia
a ella describiendo con detenimiento un proceso que, mientras en el conjunto del
Estado se inició en el mismo mes de julio de 1936, se retrasó en Valencia hasta
abril de 1939.
Las primeras medidas depuradoras del Magisterio valenciano se realizaron antes de cumplirse el primer mes de la entrada de las tropas franquistas en Valencia
cuando el Director General de Primera Enseñanza, Romualdo de Toledo, decretó,
sin trámites previos, la suspensión inmediata de empleo y sueldo de un grupo de
maestros valencianos:
Disposiciones oficiales
El Sr. Toledo ha decretado la suspensión de empleo y sueldo de los Directores de Grupo, maestros y maestras de la capital y provincia valenciana que más se
destacaron por su fervor revolucionario durante la dominación marxista en aquella
región.8
Una vez tomada esta medida, de manera obligatoria, todo el cuerpo de maestros valencianos9 tuvo que solicitar la rehabilitación provisional, cumplimentando
una instancia de readmisión y una Declaración Jurada donde se tenía que dar
respuesta a diferentes preguntas sobre sus actividades políticas, sindicales, religiosas y profesionales. A ellas se añadían informaciones sobre las conductas de sus
compañeros del Magisterio. Todo unido al escaso tiempo para entregar la docu242
mentación a las autoridades: hasta el 20 de mayo de 1939, aunque se prolongó el
plazo hasta el 25 del mismo mes.
Rehabilitación del Magisterio de Primera Enseñanza
A fin de dar las máximas facilidades a los Sres. Maestros en la formación del expediente para solicitar la rehabilitación profesional se acuerda ampliar el plan de
recepción de documentos 5 días más, es decir, hasta el día 25 inclusive del corriente
mes. También se advierte a los Sres. Maestros que entregaron su expediente durante
los días 8 a 11 del presente se personen en la oficina de la Inspección para llenar un
requisito indispensable o bien delegar para ello en persona de su confianza. (Diario
Levante, 20/05/1939).
Los dos documentos formaron parte de los expedientes de depuración que las
correspondientes Comisiones Depuradoras abrieron
a cada maestro. Al prolongarse en el tiempo su resolución, cuando existía una
necesidad urgente de reapertura de las escuelas en el mes
de septiembre, la Inspección
educativa juntamente con la
Sección Administrativa de
Primera Enseñanza de Valencia decidieron publicar
(septiembre de 1939), una
relación de los rehabilitados de manera provisional, con la finalidad de que pudieran comenzar las clases, aunque dejando claro que la rehabilitación no sería definitiva hasta que no emitiera su resolución la Comisión.10 La lista sería completada
un año después con la relación de los separados del Magisterio por «abandono de
destino», es decir, por aplicación del artículo 171 de la Ley de Instrucción Primaria de 1857.11
El conjunto de estas medidas se pueden calificar como de transitorias y urgentes, mientras las Comisiones Depuradoras desarrollaban su trabajo, pero acercan
de forma cuantitativa a las sanciones más duras del largo proceso que afectó a un
total de 2.448 maestros valencianos y que tardó décadas en cerrarse.
Como se puede suponer, depurar a más de dos mil maestros implicaba una
tarea titánica para una única Comisión. Es por este motivo que Valencia, a diferencia de otras provincias, contó con dos Comisiones Depuradoras del Magisterio
de Primera Enseñanza con el objetivo de agilizar las resoluciones.
243
La primera de ellas se constituyó el 11 de julio de 1939.12 Presidida por el Director del Instituto Luís Vives, Francisco Morote Greus, estuvo también formada
por una Secretaria (la teresiana Mariana Ruiz Vallecillo, Inspectora de Primera
Enseñanza) y cinco vocales, de los cuales dos eran el médico Francisco Marco Merenciano y el padre de familia Alfredo Soriano Hernández, un tercer representante
de la Iglesia (el rector Vicente Garrido Pastor) y los otros dos, la cuota de Falange:
los maestros Justo de Ávila Sanpascual y Vicente García LLácer.
El 5 de octubre de 1940 se nombró una segunda Comisión que se centró en
depurar a los maestros de las escuelas de la provincia de Valencia, reduciéndose el
trabajo de la Comisión Depuradora 1 a la de los maestros de la capital, «cursillistas» y del Plan Profesional. Presidida por Fausto Martínez Castillejo, Director de
la Normal, también contó entre sus miembros con una Secretaria (la Inspectora
de Primera Enseñanza M.ª del Carmen Paulo Bondía) y los correspondientes vocales, de los cuales tres eran Pascual Torrent Fernández, padre de familia, Luis
Gimenez Fayos, en representación de la Asociación Católica de Padres de Familia,
y el Director del Instituto San Vicente Ferrer, Modesto Giménez de Bentrosa; los
otros dos, fueron los representantes de Falange: José de Pablo Muñoz y José María
Llopis Cabanes (industrial del mueble).
Las dos Comisiones incoaron un total de 2.358 expedientes, de los cuales
la Comisión Depuradora 1 instruyó 1.166 y la Comisión Depuradora 2, 1.192.
Sus veredictos se publicaron en el Boletín Oficial del Ministerio de Educación
Nacional y en el Boletín Oficial de la Provincia de Valencia, entre los años 1939 y
1943. Por tanto, las primeras fuentes de información para trabajar la depuración
del Magisterio son la prensa diaria y los diarios oficiales.13
De la consulta de las listas confeccionadas con las resoluciones de las Comisiones Depuradoras ya ratificadas por el Ministerio de Educación Nacional y
convertidas en oficiales, se pueden extraer los nombres y apellidos de todos los
maestros y las maestras depurados, y las correspondientes propuestas de sanciones
o su confirmación en el cargo. Se trata de un trabajo que requiere una gran dosis
de paciencia, ya que es menester hacer un seguimiento a lo largo de los años, al ser
algunas sanciones modificadas varias veces a causa de recursos presentados por los
afectados ante las autoridades ministeriales. De cualquier forma se pueden obtener
los datos oficiales de la depuración.
Haciendo, por tanto, un vaciado de cualquiera de las publicaciones (las listas
son las mismas) se llega a los datos cuantitativos que suman 648 maestros sancionados, lo que representa un 28% del total del profesorado, lo que quiere decir que
queda sin sanción un 72%. Sería un 8% el porcentaje de maestros que recibió la
sanción más grave, la separación del servicio.
Los diarios oficiales serían, así pues, la primera e imprescindible fuente. De
fácil consulta, hacen posible confeccionar el mapa cuantitativo global de la depu244
ración provincial y, conocidas las cifras totales, se puede realizar un análisis mediante la aplicación de las variables sexo, zona rural/urbana, comarcas...
Si obtenemos los porcentajes correspondientes, es posible llegar a unas conclusiones limitadas pero sugerentes, por ejemplo si hay un alto porcentaje de sanciones con la expulsión o, por el contrario, una confirmación en el cargo muy
elevada; si corresponden o no más sancionados en las zonas rurales que en las
urbanas; las diferencias entre comarcas...
Cabe decir que algunos estudios, por diferentes razones, limitan sus resultados
a presentar estos datos, los cuales permiten establecer comparaciones con los obtenidos en otras zonas del Estado y, por tanto, una primera aproximación al hecho
de la depuración. Pero, más allá de las cantidades, cabría llevar a término un análisis cualitativo. Es por esta razón que recomendamos consultar los expedientes de
depuración con la finalidad de conocer los cargos imputados que dieron lugar a las
sanciones solicitadas y que nos muestran con detalle las razones y la profundidad
de la depuración franquista.
LOS EXPEDIENTES DE DEPURACIÓN DEL MAGISTERIO: UNA FUENTE PRIVILEGIADA
DE INFORMACIÓN
Si queremos profundizar en el mecanismo depurador, más allá de las cifras
finales hemos de acceder a la consulta de los expedientes abiertos por las Comisiones, una fuente privilegiada que nos abrirá caminos inexplorados de trabajo.
Depositados en el Archivo General de la Administración ubicado en Alcalá de
Henares, clasificados por provincias y bajo la firma de «Depuración» son de fácil
acceso, y de su riqueza y potencial fuerza informativa ya hemos tratado en anteriores estudios (FERNÁNDEZ SORIA, Juan Manuel, AGULLÓ DÍAZ, María del
Carmen (1996, 449-462).
Recordemos que las dos Comisiones Depuradoras de la provincia de Valencia, remitieron al Ministerio sus expedientes al completo razón por la cual, con
algunas excepciones, allí se encuentran a nuestra disposición. En concreto, en el
interior de cada expediente encontraremos:
1. Hoja de apertura del expediente realizada por la Comisión Depuradora
correspondiente.
2. Declaración Jurada del maestro sometido al proceso de depuración.
3. Informes del alcalde, comandante de la Guardia Civil, cura párroco,
miembro de Falange y vecino de la población donde ejercía su docencia.
4. En ocasiones «expediente rojo»,15 documentos que demuestran su pertenencia a partidos, organizaciones sindicales, asociaciones culturales...
republicanas o a la Masonería.
245
5. En ocasiones, informes redactados por diferentes personas (maestros, vecinos de la población...) denunciando actividades republicanas.
6. Pliegos de cargos y propuesta de sanción/propuesta de confirmación en
el cargo. Si la propuesta es de confirmación en el cargo, el expediente se
cierra. Si, por el contrario, se considera que se debe de sancionar, se dispone de un amplio abanico de sanciones, desde la más leve de inhabilitación para el ejercicio de cargos directivos y de confianza en instituciones
de enseñanza, hasta la más grave de separación definitiva del servicio y
baja en el escalafón, pasando por la suspensión temporal en el ejercicio
docente, y el traslado forzoso fuera o dentro de la misma provincia, con
imposibilidad de solicitar escuela en otra localidad durante el período de
tiempo que la sanción determine. Trasladada la propuesta al depurado, el
expediente continua abierto, e incluye el pliego de descargo del maestro;
los avales de personas afectas al Régimen que haya podido reunir, y otros
documentos varios que puedan demostrar su afección al Régimen, entre
los cuales se encuentran cuadernos escolares, artículos en prensa, afiliaciones a asociaciones católicas...
7. Ratificación/rectificación de la propuesta de sanción por parte de la Comisión de Revisión del Ministerio.16
8. En caso de recurso por parte del maestro a la resolución sancionadora del Ministerio: diferentes documentos intentando desvirtuar los cargos, avales...
9. La resolución definitiva del Ministerio rectificando o ratificando la sanción. 17
De toda la documentación destacamos el pliego de cargos, que se convierte en
una fuente inestimable para conocer el denostado perfil del maestro republicano,
al mismo tiempo que para apreciar el modelo ideal del nuevo Régimen. Los cargos más frecuentes son de carácter político (simpatías, militancia, propaganda en
partidos desafectos), sindical (afiliación antes del 18 de julio a la fete o a la cnt),
religioso (desde la tibieza hasta el ateismo), moral (matrimonios civiles, adulterios,
divorcios, madres solteras...), cultural (contribución o afiliación a organizaciones
como Milicias de la Cultura, escribir en diarios antifascistas), profesional18 (haber
establecido la coeducación, practicar el laicismo en la escuela) y militares (haberse
enrolado en las filas del ejército republicano). La imputación no es excluyente,
pudiendo acumularse varias en un mismo expediente.
Por otra parte, la existencia de un amplio espectro de sanciones ofrecía la posibilidad de castigar fuertemente, pero también más suavemente a aquellos maestros
que, aunque habían manifestado tibieza en el período de dominación roja, confesado simpatía por el régimen republicano, o expresado ideas y acciones contrarias
a las ahora dominantes, interesaba que continuaran en su lugar de trabajo, por lo
que recibían una sanción con un objetivo aleccionador.
246
Sanciones impuestas bajo el criterio de la arbitrariedad, característico de las
depuraciones, que incrementa y agrava su carácter represivo, puesto que, aunque
existieron cargos que comportaban inexcusablemente una sanción grave, la mayoría
quedaron sujetos a la arbitrariedad de la Comisión provincial o de la ministerial.19
Los expedientes, en definitiva, se nos muestran como una fuente privilegiada
de información, no solamente por la que proporcionan sobre el proceso depurativo referido al ámbito educativo (los nombres de los miembros de la Comisión
Depuradora, los argumentos utilizados para imponer cargos o no, la participación
del Ministerio de Educación en las decisiones finales...) sino también puesto que
acercan a la represión más global que se desarrolla en las comarcas valencianas. En
ellos encontramos denuncias sobre personas que ejercieron cargos en las instituciones republicanas (concejales, alcaldes, diputados...), noticias de las actividades de
carácter propagandístico realizadas en aquellos tiempos (mítines, conferencias...),
efemérides de la vida diaria (celebración de entierros o bodas civiles, etc.)
Una riqueza informativa que todavía no ha sido suficientemente explotada
por los historiadores de la represión en Valencia, motivo por el cual invitamos a
utilizar los expedientes como fuente de información en trabajos no estrictamente
de carácter educativo. Por nuestra parte, ajustándonos a la historiografía educativa, creemos que se debe de continuar trabajando en dos líneas prioritarias que
implican la recuperación de los protagonistas y a la propia escuela por dentro.
Se trataría, entonces, de visualizar y recuperar a los protagonistas: los maestros
trabajadores/as de la enseñanza, silenciados y olvidados por la dictadura franquista. Nos vemos necesitados ahora de poder enfocar con una lente que permitiéndonos una mirada próxima, nos acerque al antes y al después de la depuración de
docentes concretos, con nombres y apellidos.
Utilizando la metodología de las historias de vida, su recuperación nos mostrará, en cada caso, las diferencias entre el antes republicano (sus prácticas pedagógicas innovadoras y su implicación como ciudadanos en actividades políticas y
sindicales) y el después, en el obligado tiempo de silencio del franquismo (su vida
en el extranjero, en el caso de que hubieran podido exiliarse, o la supervivencia en
el exilio interior).
Sabremos si, además, fueron represaliados, juzgados y condenados por otros
delitos políticos, si continuaron en la lucha antifranquista, si adoptaron conductas
que les permitieron sobrevivir sin perder su dignidad20 o si, por miedo a una acusación de tibieza o desafección que pudiera comportar nuevas sanciones, decidieron
asimilar las conductas impuestas, bien fuera de manera aparente, que les facilitara
«doblarse para no romperse», o, si, por el contrario, lo hicieron de manera exagerada, obligándose y obligando a realizar prácticas religiosas o patrióticas, con un
rigor extremado.
En definitiva, procede aproximarnos a las consecuencias de la represión desde
247
una perspectiva más personal y, hasta incluso, subjetiva, al mismo tiempo que se da
voz y visibilidad a los protagonistas de nuestra historia educativa, social y cultural.
Un segundo ámbito de trabajo afectaría al estudio de la escuela en blanco
y negro del franquismo, consecuencia de las repercusiones de la depuración del
Magisterio en la cultura escolar. Hay que recuperar el día de una escuela que deslegitimaba el pensamiento pedagógico republicano, mientras legitimaba la nueva
ideología del nacional-catolicismo, a través de las prácticas escolares y del ejercicio
de un nuevo magisterio, conformado, en buena medida por los recién llegados que
accedieron por méritos políticos y no pedagógicos, aquellos espinazos curvos, en
afortunada expresión de Juan Ramón Jiménez.21
La depuración del magisterio, ciertamente, no sólo tuvo efectos sobre las
trayectorias personales de sus protagonistas sino que, al implicar a la vanguardia
pedagógica, supuso un cambio en el interior de las aulas22 que las convertiría en
espacios presididos por la sumisión, la memoria, la repetición, la pasividad y los
castigos físicos, donde se aprendían consignas patrióticas y religiosas, y donde niños y niñas, separados en espacios y currículum, eran modelados de acuerdo con
los patrones sexistas más tradicionales.
Toda la educación de las nuevas generaciones de españoles se vio condicionada por el alejamiento de las aulas de unos maestros bien preparados pedagógicamente, sustituidos por otros donde la formación político-religiosa se valoraba más
que la pedagógica. Mediante la obtención de los testimonios de las personas que
asistieron a las aulas del franquismo, junto al análisis de sus materiales escolares,
podremos aproximarnos a los efectos indirectos de la represión educativa, que
afectando a los protagonistas, repercutiría en un adoctrinamiento ideológico y una
falta de educación masiva.
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA DEPURACIÓN FRANQUISTA DEL MAGISTERIO DE
PRIMERA ENSEÑANZA EN VALENCIA
Si queremos aproximarnos al proceso y efectos de la depuración del Magisterio de Primera Enseñanza valenciano, podemos recorrer diversas fuentes que
clasificamos en tres apartados.23
FUENTES ESCRITAS
Relacionadas con la represión profesional, política y sindical:
Listas con las resoluciones de los expedientes de depuración publicadas en el
Boletín Oficial del Ministerio de Educación Nacional i/o en el Boletín Oficial de la
Provincia de Valencia entre 1939 y 1943.
248
Expedientes de Depuración de los maestros valencianos y de las maestras valencianas, resueltos por las Comisiones Depuradoras 1 y 2 de Valencia, depositados en el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares. Se pueden
consultar en Alcalá y su localización en http://pares.mcu.es/victimasGCFPortal/
buscadorSencilloFilter.form.
t Borradores e informes previos de algunos expedientes que se encuentran
en el Archivo Histórico de la Universitat de València.
t Copias de los informes enviados que se conservan en los archivos municipales de algunas poblaciones.
t Expedientes de los Consejos de Guerra: añaden información sobre la represión que acompañaba a la depuración funcionarial.24
t Expedientes de la prisión: en la prisión de Picassent se pueden consultar
los expedientes de los maestros y de las maestras presos en centros penitenciarios valencianos. Proporcionan datos concretos sobre las causas de
prisión, tiempo de privación de libertad, libertad condicionada...
t Expedientes judiciales: en los archivos de los Juzgados correspondientes.
t Fichas de afiliación sindical y documentación sobre actividades sindicales: consultar el Archivo del Movimiento Obrero de la Fundación Pablo
Iglesias (Alcalá de Henares), los de la cnt y el del Centro de la Memoria
Histórica de Salamanca.
t Fichas de afiliación política y documentación sobre actividades políticas:
archivos de partidos políticos como el del Partido Comunista de España
(depositado en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid), el del Partido Socialista Obrero Español (Fundación Pablo Iglesias en Alcalá de Henares)...
t Documentación variada depositada en los archivos municipales: consultando los apartados de «Correspondencia», «Instrucción Pública» o «Varios» podemos encontrar borradores de informes sobre la conducta de los
maestros, circulares de la inspección sobre medidas represivas, informes
sobre la depuración de bibliotecas...
t Documentación relacionada con el exilio: el Ministerio de Cultura
dispone de una dirección electrónica donde es posible localizar
documentación de maestros exiliados y/o emigrados, http://pares.mcu.es/
MovimientosMigratorios/buscadorAvanzadoFilter.form, también existen
diversas fuentes de donaciones en la Biblioteca Valenciana.
t Documentación diversa ( temas relacionados con la educación, los juzgados de Valencia...) depositada en el Archivo del Reino de Valencia.
t Documentación relativa a la pertenencia y actividades en el ejército republicano: consultar www.mcu.es/militarrepublicano/militarRepublicanoSearch.do.
249
t Documentación diversa depositada en el Centro Documental de la Memoria Histórica: listados de las personas procesadas por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo están en una
base de datos que su puede consultar a través de Internet para conocer la
pertenencia a la masonería; también existe documentación y expedientes
de la Sección Político-Social...
Relacionadas con la trayectoria pedagógica
t Documentación relativa a la sustitución del personal religioso en los establecimientos dependientes de la Diputación provincial: se encuentra
depositada en el Archivo de la Diputación de Valencia.
t Libros de las Juntas Locales de Enseñanza Primaria y/o de los Consejos
Locales de Primera Enseñanza: depositados en los Archivos Municipales
y, en ocasiones, en los de las escuelas. Proporcionan abundantes datos
sobre sus miembros y actividades escolares y circum-escolares.
t Documentación diversa en las escuelas: desgraciadamente son muy escasos por no decir inexistentes los archivos históricos de las escuelas. Podemos encontrar libros de visitas de la inspección, circulares de la Dirección
General de Primera Enseñanza con instrucciones a los directores, etc., en
ocasiones libros de las Juntas/Consejos Locales de Enseñanza.
t Cuadernos escolares y de maestros: uno de los elementos más interesantes
para constatar los cambios metodológicos e ideológicos es la consulta de
los cuadernos escolares donde las niñas y los niños reflejaban el día a día
de la escuela. Igual importancia tienen los cuadernos de rotación y los de
preparación de clases de los maestros y de las maestras. Desgraciadamente
este material se encuentra disperso en domicilios particulares.
t Documentación diversa de maestros, maestras, familiares, alumnos y
alumnas: cartas personales e instancias oficiales, diarios personales, autobiografías, cuadernos de anotaciones, agendas..., documentación muy
dispersa y de difícil acceso al estar depositada en domicilios particulares.
La prensa como fuente
En la prensa diaria y/o pedagógica y en las publicaciones periódicas se publican
noticias, listados, convocatorias de actividades, composición de organismos directivos de asociaciones..., que nos permiten una aproximación a las actividades profesionales, políticas y sociales del Magisterio. Además, los artículos de los maestros
durante la etapa republicana y del franquismo, configuran una fuente imprescindible para conocer los efectos ideológicos de la depuración. Mucha información se
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encuentra consultando las páginas de El Pueblo, El Mercantil Valenciano-Levante,
Las Provincias, Diario de Valencia, El Camí, Verdad... y Revista de Pedagogía, El
Magisterio Español, Revista Nacional de Educación... Las colecciones de prensa se
pueden consultar en la Hemeroteca Municipal de Valencia (Plaza de Maguncia),
Biblioteca Histórica de la Universitat de València y Biblioteca Valenciana.
FUENTES ICONOGRÁFICAS
t Fotografías de los maestros antes y después de estar sometidos a los procedimientos represores: la comparación entre las imágenes de los docentes
durante la etapa republicana y las conseguidas en el franquismo son, en
muchos casos, reveladoras de su tristeza, frustración e impotencia ante la
nueva situación.
t Fotografías en prisiones, campos de concentración, centros de detención... nos permiten documentar su paso por establecimientos punitivos
y, en ocasiones, las actividades que organizaban (escuelas de adultos, representaciones teatrales...).
t Fotografías de prácticas y actividades pedagógicas.
t De acceso más difícil suelen estar depositadas en archivos de carácter privado, de familiares de maestros o del alumnado, todavía algunos centros
educativos conservan álbumes históricos. Es procedente consultar también la sección fotográfica del Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares), la del Archivo del Reino de Valencia...
t Además, en publicaciones periódicas como Estampa o Mundo Gráfico
también se encuentran excelentes fotografías que permiten ilustrar actividades pedagógicas durante la etapa republicana.
FUENTES ORALES
Imprescindibles para reconstruir la historia «desde» y «de los» de abajo. Las
entrevistas a maestros, maestras, alumnos y alumnas, con todas las precauciones metodológicas que requieren se nos muestran como instrumentos insustituibles para
la reconstrucción de los mecanismos represivos de carácter físico y psicológico que
fueron utilizados durante el franquismo, y para conocer sus consecuencias, ocultadas
y silenciadas por el miedo, lo que provoca que sean muy escasas las ocasiones en que
se han trasladado al lenguaje escrito. Entre sus aplicaciones sugerimos:
t Relato de vida de los maestros: desgraciadamente cada vez es más difícil
encontrar testimonios directos al haber fallecido la mayoría de los protagonistas, pero una entrevista en profundidad hecha a un maestro, a ser
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posible con la técnica del «conocimiento compartido» (MEASOR, Lynda y SISES, Patricia 2004,76) nos permite construir un relato de vida.25
Entre los archivos a consultar se encuentra el Centro Documental de la
Memoria Histórica, donde se conserva una colección de entrevistas del
exilio español en Méjico y en Argentina.
t Entrevistas al alumnado: dan una visión complementaria y, cuando falta
el docente, sustitutoria de la experiencia del maestro. Revelan acontecimientos, conductas personales y prácticas pedagógicas imprescindibles
para conocer la represión sobre las mentalidades.
t Entrevistas a familiares: si han convivido con el docente son una fuente
magnífica para relatar los hechos represivos y sus consecuencias para la
vida personal, familiar y profesional.
En definitiva, la tarea por hacer es, todavía, extensa. Su necesidad, indudable.
Hay que evidenciar la represión ejercida por el franquismo sobre la vanguardia
pedagógica del magisterio, sus consecuencias para las personas que la sufrieron
y, sobre todo, como influyó para que una sociedad que había iniciado un lento
camino hacia la modernidad, se convierta en reprimida, atemorizada y miserable,
en buena medida por la colaboración de un magisterio que al sustituir al formado
durante la República «borraba la historia, la lengua y la escuela activa» y conseguía
que se perdiera «la memoria de aquellas escuelas que habían apostado por las
personas». (MARQUÉS, Salomón; PORTELL, Raimon (2008, 92).
NOTAS
Este apartado figura completo en la edición en valenciano de esta aportación.
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CONCLUSIÓN Y AGRADECIMIENTOS
La Associació Joan Peset i Aleixandre con el apoyo de todos sus miembros (hay
que destacar a Inmaculada, Rafael, Isabela, Salvador... y a tantos otros) entre los
que se encuentran los editores del presente volumen, y en cumplimiento de sus objetivos estatutarios, realizó las II Jornadas sobre la represión franquista en Levante
el pasado mes de mayo de 2010 en la ciudad de Valencia. Algo que no hubiera
podido tener lugar sin el patrocinio del Ministerio de la Presidencia –Dirección
General de Recursos Humanos, Servicios e infraestructuras–, desarrollando la reciente legislación sobre la llamada Memoria Histórica, a través de las subvenciones
públicas destinadas a actividades relacionadas con las víctimas de la Guerra Civil
y del franquismo.
Las Jornadas abarcaban monográficamente el estudio de las fuentes sobre
represión franquista en Levante, incluyendo las tres provincias de la actual Comunidad Valenciana o País Valenciano y los territorios de la agla –Agrupación
Guerrillera de Levante y Aragón–, y tuvieron lugar a lo largo de tres días –10 a 12
de mayo– en el Colegio Mayor Rector Peset, perteneciente a la Universidad de
Valencia y ubicado en un palacio rehabilitado del centro histórico de la capital valenciana. El Colegio Peset ha sido inestimable colaborador de nuestra Asociación,
especialmente a través de su director, Salvador Albiñaña, a quien citaremos como
ponente, y de las buenas gestiones de Ana Bonmatí y del personal de administración y servicios, para el desarrollo con éxito de los actos.
Otro apoyo importante ha sido el del departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, aprobando las Jornadas su Consejo de departamento, encabezado por Nuria Tabanera, y con el concurso de las ponencias
de varios de sus profesores. A lo que hay que sumar la presencia de investigadores
de las universidades de Alicante, de Castellón y de Barcelona. La propia Universidad de Valencia, que hace una década publicó el facsímil del proceso a Peset, nos
cedió esa obra para elaborar el cartel de las II Jornadas y la portada de la presente
edición.
Colaboró también la Plataforma 14 de Abril por la Tercera República de
Valencia, presidida por Rafael Pérez, quien nos prestó la exposición itinerante
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sobre la Segunda República (cuya Comisaria es Cristina Escrivá), que acaba de ser
ampliada y que acompañó a las Jornadas, ubicándose en la entrada del salón de
Actos del Colegio Mayor Peset.
Igualmente agradecer el apoyo de varios partidos políticos, especialmente de
Izquierda Republicana-irpv y de Esquerra Unida del País Valencià-iu, que aportaron a los presentadores de dos sesiones. En la primera actuó el Presidente federal
de ir y Secretario de irpv, Pablo Ramón Rodríguez, profesor de Historia, mientras
que en la tercera lo hizo Ricardo Sixto, Secretario de Administración y finanzas
de la ejecutiva de eupv-iu, y también licenciado en Historia. En la segunda fue
presentador el gran luchador y experto Matías Alonso Blasco, del Grupo para la
recuperación de la memoria histórica de la Fundació Societat i Progrés (y alma
máter de muchas asociaciones del País Valenciano), que actualmente es asesor del
pspv-psoe en el Ayuntamiento de Valencia, donde fue Concejal.
Finalmente hay que agradecer al numeroso público de las distintas sesiones
su asistencia y su colaboración a través de preguntas y aportaciones testimoniales
al tema de la represión franquista en Levante. Sobre todo, la concurrencia de una
superviviente de la fue (Federación Universitaria Escolar), la inconmensurable
Alejandra Soler, que prometió unas breves palabras y nos recetó una de las más
interesantes conferencias sobre compromiso político-social que recordamos en
bastante tiempo, amén de un rosario de memorias históricas de enorme interés.
En cuanto a la parte más académica de las II Jornadas, la primera sesión se
centró en las fuentes sobre la represión quizá más física, pues se estudiaron por
dos investigadores surgidos de la Universidad de Valencia, Vicent Sampedro y
Vicente Gabarda, tanto las fuentes para el estudio de la represión del comunismo
y la masonería como las que permiten cuantificar las víctimas de las ejecuciones.
En tercer lugar, Josep Miquel Santacreu, de la Universidad de Alicante, se ocupó
de las fuentes para el estudio de los centros de reclusión.
La segunda sesión, a través de tres profesores de las universidades de Castellón y de Valencia, buscó más las fuentes referidas a la represión en el hogar y en
la escuela. Así, Rosa Monlleó describió las fuentes para el estudio de la represión
de género y moral, mientras que Marc Baldó y Carmen Agulló se dedicaron a las
fuentes sobre represión en la Universidad y en el Magisterio respectivamente.
Por último, la tercera sesión contó con el profesor Pelai Pagès, de la Universidad de Barcelona, experto en las fuentes jurídicas para el estudio de la represión
franquista. Le siguió Gaspar Díez Pomares, de la Universidad de Alicante, especialista en fuentes audiovisuales y documentos fotográficos para el estudio que nos
ocupa. Cerró la terna el Dr. Ricard Camil Torres Fabra, de la Universidad de Valencia, quien completó el arco de las fuentes existentes, ocupándose de las fuentes
secundarias y de la vida cotidiana.
Todas estas ponencias constituyen el libro que presentamos, si bien gracias a
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la generosidad de Antonio Calzado Aldaria y de Ricard Camil Torres, la edición se
ha visto beneficiada con la inclusión, a modo de caso práctico de investigación sobre fuentes para el estudio de la represión franquista en Levante, del estudio final
titulado: La violencia política en el País Valencià (1936-1945); un modelo analítico. De los autores citados, a los que debemos su desinteresada colaboración.
La clausura de las II Jornadas, donde intervino el Presidente de la Associació
Peset, Pablo Rodríguez Cortés, estuvo en manos de Salvador Albiñana, director
del Colegio Rector Peset y profesor de la Universidad valenciana, quien se ocupó
–y ello es otro de los objetivos básicos de nuestra Asociación– de la figura de Joan
Peset i Aleixandre, que fuera profesor y rector de la Universidad de Valencia,
además de republicano, de ir, y el diputado más votado del Frente Popular en las
elecciones de 1936 en tierras valencianas.
Finalmente, sólo agradecer la profesionalidad y el trabajo del editor Luis Sotuela y sus colaboradores de Editorial Eneida, y esperar que muy pronto podamos
dar continuidad a estas segundas Jornadas sobre la represión franquista en Levante
que promueve la Associació Joan Peset i Aleixandre, pues están en marcha unas terceras, centradas precisamente en la figura de Joan Peset, ya que el próximo año se
cumple el setenta aniversario de su criminal fusilamiento en Paterna (Valencia).
Pablo Rodríguez Cortés
Ricard Camil Torres Fabra
Mabel Sicluna Lletget
y Francisco Javier Casado Arboniés
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plataforma 14 de abril
por la iii republica
Este libro titulado
La represión franquista en Levante.
Fuentes para su estudio,
se terminó de imprimir en Madrid
el día 22 de octubre de 2010
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