Descargar todas las pestañas en un sólo archivo PDF

Anuncio
Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
A
VII Domingo del tiempo ordinario
20/02/2011
«Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto»
Introducción El cristianismo nos propone un ideal de vida elevado. Ese ideal antes que en consignas específicas se plasma en una
persona: en Jesucristo. Él es la encarnación misma de Dios. Él es el camino y la puerta que nos permite acceder al corazón de Dios
para entablar con Él una relación auténtica, que nos permita conocerle y conocernos para mejor amarle y amarnos a nosotros mismos y
entre nosotros. El Antiguo Testamento invita los israelitas a imitar la santidad de Dios, Jesús nos exhortará a imitar su perfección, o –
según la versión del evangelio de san Lucas– a imitar su misericordia. Esto sería pretencioso e inalcanzable si no se fundara en sus
palabras y si no contáramos con la gracia de su Espíritu que lo hace posible.
Fray Manuel Ángel Martinez Juan
Doctor en Teología - Salamanca
Lecturas
Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18
El Señor habló a Moisés:
- «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles:
"Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente, para que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Yo soy el Señor."»
Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13 R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 16-23
Hermanos:
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.
Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.
Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor
penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.» Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro:
Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si
uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica; dale también la capa; a
quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.
Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad
por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la
lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto.»
Comentario bíblico
Primera lectura: (Levítico 19,1-2.17-18)
Marco: El contexto es la ley de santidad (17-26). Lo esencial parece remontarse al final de la época monárquica, y representa las
tradiciones del templo de Jerusalén, pero todas están entretejidas por la afirmación repetida: porque yo soy santo. Parece que hay
contactos importantes con el profeta Ezequiel. El capítulo 19 indica las prescripciones morales y cultuales.
Reflexión
¡El punto de referencia de toda moral es el mismo Dios!
Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. Las prescripciones que se recogen en este capítulo 19 atañen a todo el
pueblo. La santidad según la Escritura tiene un sentido más amplio que el uso que se hace en teología y en la espiritualidad. La
santidad de Dios queda esclarecida cuando se realiza su proyecto. Y siempre tiene un sentido comunitario con consecuencias para la
vida cotidiana y para la vida cultual. La santidad es uno de los atributos esenciales del Dios de Israel (Lv 11,44-45; 19,2; 20,7.26; 21,8;
22,32s). La primera idea que sugiere este atributo es el de la sepa ración, trascendencia, inaccesibilidad y fidelidad de Dios (Os 11).
Dios es el Otro que trasciende al hombre y a todo el mundo creado y al que no le alcanzan las debilidades humanas. En el
antropomorfismo de Israel no se habla nunca de las miserias de Dios, y menos en el orden moral. Sí se habla de la compasión de Dios y
las entrañas de misericordia; se habla incluso de la cólera de Dios pero en sentido de celo por su honor. ¡No a la venganza y al rencor!
En la legislación de Israel se atempera el impulso de venganza que existía en la antigüedad.
Segunda lectura: (1 Corintios 3,16-23)
Marco: El contexto es el problema de las divisiones y escándalos en la comunidad.
Reflexión
¡El conjunto de los creyentes forman un santuario!
Ese templo sois vosotros. Pablo quiere reafirmar la unidad de la Iglesia amenazada seriamente en Corinto. La comunidad cristiana,
cuerpo de Cristo (1Cor 12; Rm 12), es el verdadero templo donde habita la gloria de Dios y donde es colocada la nueva alianza. La
escuela joánica interpreta las palabras de Jesús con motivo de la expulsión de los vendedores como el cuerpo glorioso de Cristo: Pero
el templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo (Jn 2, 21). El autor del Apocalipsis enseña que en la Jerusalén celestial no hay
santuario, porque Dios y el Cordero es su santuario (Ap 21,22). El Espíritu Santo que mora en la comunidad, en la Iglesia, consuma lo
que el templo prefiguraba, a saber, el lugar o estancia de la gloria de Dios (1Cor 6,19; 2Cor 6,16). Todos los fieles constituyen el templo
de Dios: son santos desde la regeneración bautismal, poseen el Espíritu que garantiza la comunión (Jn 14,14). ¡Todo es vuestro! Todos
participan de los bienes que Dios ha ofrecido al mundo. Dios lo será todo en todos al final del camino y para siempre, pero ya lo es
desde ahora porque es el Padre de todos sin acepción de personas.
Evangelio: (Mateo 5,38-48)
Marco: El contexto sigue siendo las antítesis. En la realización de este programa es necesaria la astucia y la sencillez. No pueden
separarse, porque el creyente vive inmerso en este mundo en el que es necesaria la astucia, la prudencia y la inteligencia; pero a la
vez, es necesaria la sencillez con que el propio Jesús actuaba, que es una virtud evangélica y no una debilidad humana; lo mismo que
la astucia a que se refiere es también una virtud evangélica y don del Espíritu.
Reflexiones
¡La venganza es ajena al proyecto del Creador sobre el hombre!
Pues yo os digo no hagáis frente al que os agravia. La motivación de la así llamada ley del talión (cf. Lv 24,10ss; Dt 19) se produce en
los casos en los que se ha sufrido un daño y un perjuicio grave, sobre todo en el caso de muerte accidental. La reparación no debe ser
superior al agravio. Es conveniente recordar que al propio Dios se le llama el Go`el de su pueblo. La ley del talión atempera las ansias
de venganza que hay en el corazón del hombre y, especial mente, en las antiguas culturas. Esta venganza tiende a infligir un mal mayor
que el padecido y a duplicar la reparación, sin control y sin recurso a la justicia recta. Por eso esta ley significa en Israel una atenuación
de esta inclinación natural. Que la venganza de sangre nunca sobrepase el mal sufrido. ¿Dónde está la novedad de Jesús en el sermón
de la montaña? En que este intento de atemperar la reparación del mal sufrido es insuficiente. Hay que ir más adelante. No solamente
excluye e invalida la ley del talión, sino que añade unas pautas de comportamiento que sólo se pueden realizar en la utopía evangélica.
Jesús ha ido por delante.
Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa Y
ya sabemos lo que significa dar una bofetada en la mejilla. Tiene una significación especial en la Escritura: se inflige con el reverso de
la mano. Se trata de honor o deshonor, de honra o deshonra. Este gesto ha pasado a significar una de las formas más graves de injuria
y humillación para el que la recibe. En aquella sociedad tenían especial cuidado en todo lo concerniente al honor y la vergüenza.
Perdido el honor era prácticamente imposible recuperarlo. Se está pensando en injurias graves que atentan contra la fama, el honor y
la dignidad de las personas en los planos y campos más delicados y más íntimamente estimados. Atañe a la misma esencia del ser
persona social. No solamente no se debe devolver la bofetada recibida, sino que hay que estar dispuestos a poner la otra mejilla. Jesús
ha ido al corazón de las personas y de los acontecimientos. Sólo con la mirada puesta en Aquel que lo proclama es posible realizar este
programa, porque él merece toda credibilidad ya que ha ido por delante marcando el camino, sobre todo en sus procesos y muerte. La
investigación del Jesús histórico nos permite conocer mejor la sociedad en que vivió Jesús y la presencia de Jesús en esa sociedad. El
trato diario y de sol a sol con sus compañeros de trabajo le permitía entrar cada vez más en la problemática que les inquietaba. Y,
precisamente, de Galilea salieron todos los movimientos revolucionarios. Estas palabras de Jesús alcanzan a todas las situaciones de
conflicto comenzando por las más graves hasta lo más cotidiano.
2.” ¡Amar a los enemigos, suprema novedad del Evangelio!
Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen... La formulación del amor al prójimo que encontramos en Lv 19,17s
se refiere a los conciudadanos, miembros del mismo pueblo. Es más difícil encontrar la formulación del aborrecimiento a los enemigos
en la Escritura. Pero sí lo encontramos, de alguna mane ra, en Qumrán: Detestarán a todos los hijos de las tinieblas, a cada uno según
su culpabilidad, de acuerdo con la venganza de Dios (Regla de la Comunidad, 1, 9-1 1). Estos habitantes del desierto se tenían por la
comunidad fiel de la alianza. Pero en el precepto del amor al prójimo se atenían sustancialmente al precepto del Levítico. En la
mentalidad del judaísmo contemporáneo de Jesús se pensaba: hay que amar a los miembros del pueblo de Israel y aborrecer a los
goyim (gentiles) que son unos impuros y malditos. Este es el ambiente en que hay que escuchar estas palabras de Jesús. Los
enemigos en quienes piensa Jesús de forma más inmediata son los invasores romanos que extorsionan, roban, matan y violan sin
escrúpulos. Los oyentes de Jesús están habituados a oír relatos de esos comportamientos de los romanos. El pueblo de Israel sentía
por ellos un profundo desprecio y odio visceral. Extorsionaban a los agricultores con sus impuestos. La agricultura era el 90% del
trabajo y de los ingresos en Palestina, más o menos. Esos son los enemigos de los que habla Jesús en el sermón de la montaña.
¿Dónde está la novedad de Jesús? En primer lugar, amar es la expresión más profunda de la amistad y de la comunión entre personas.
La clave para comprender a Jesús se encontraría en algunos testimonios más significativos (1Jn 4,8; Jn 3,16s: 15,13; Jn; Lc 23,34).
Dios es misericordioso y manifiesta su poder en el perdón y en la misericordia. Sólo el Lugarteniente de un Dios así puede proclamar
estas palabras que alcanzan a la misma raíz del cristianismo va que es, al igual que Jesús, dentro de sus flaquezas y debilidades, el
icono del amor de Dios. El amor a los enemigos sólo lo podrán comprender y practicar los que se encuentren bien asentados en la
utopía de Jesús.
3ª) ¡Grandeza y exigencia de la filiación divina!
Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo... Jesús es el icono visible del amor de Dios hacia los hombres. Él sabe bien que
su Padre ama a todos sin excepción ninguna, porque todos los hombres le interesan. Porque todos los hombres le pertenecen, porque
es su Creador. Jesús transmite al mundo esta verdad fundamental. Cuando Jesús proclama estas directrices de comporta miento para
sus discípulos lo hace como último enviado del Padre y como intérprete autorizado de su voluntad. Esto es posible, porque su Padre no
manda nada imposible a sus hijos. Dios cuando manda ayuda para que se pueda realizar lo mandado. El último punto de referencia es
el Padre y su amor universal real y eficaz a favor de todos los hombres. El evangelista Mateo, intérprete de las palabras de Jesús,
indica en qué se manifiesta el amor universal de Dios: en su generosidad al distribuir los dones naturales y necesarios para los
hombres. Dios no hace acepción de personas cuando envía la lluvia y permite la salida del sol cada mañana. A todos alcanza. Estas
palabras suponen una mirada sobre el mundo que corresponde a la antigüedad israelita según la cual todo lo hace Dios y todo
depende de Dios. Realmente en su comprensión de la creación y del mundo esta visión es coherente y razonable. El mandato del amor
a todos, incluidos los enemigos, nos sitúa en el plan de Dios Creador. Por eso puede comprender que prójimos son todos los hombres
sin distinción, como el Padre no hace distinción de personas.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
I.a Lectura (Levítico 19,1-18): El amor en el judaísmo no llegaba al enemigo
La primera lectura de este domingo está tomada del Levítico, uno de los cinco que componen el Pentateuco. Sirve esta lectura como
introducción y, además, como telón de fondo necesario para el texto del evangelio. Lev 19 es como una especie de decálogo o código
de santidad. De este capítulo solamente se toman algunas cosas, entre las que sobresale la exigencia de Dios para que seamos
santos. Pero en este caso el concepto de santidad no es algo que parezca inaccesible al hombre, sino que en la lectura de hoy se
propone específicamente no vengarse de nadie de los que constituyen la comunidad de Israel; en esa comunidad, pues, se esta blece
el concepto de prójimo; algo que se antoja demasiado restringido para lo que hemos de oír de las palabras de Jesús.
No obstante, debemos reconocer que en el ámbito religioso - cultural de la época, supone para Israel una aportación dignificadora
frente a otros pueblos y otras culturas. El "amarás a tu prójimo como a ti mismo", desde luego, es un hito humano y teológico, aunque
quedará empequeñecido con lo que Jesús pide. El Dios de Israel, el Dios creador del mundo, hubiera pedido algo más determinante, si
no fuera porque son los hombres los que no saben interpretar adecuadamente cuál es la anchura del corazón de Dios. Solamente
Jesús se atreverá a dar un paso mucho más decisivo y arriesgado interpretando a Dios como Padre que ama a todos sus hijos, aunque
no sean de Israel.
II.a Lectura (I.a Corintios 3,16-23): Cristo y la comunidad
En la segunda lectura vamos a concluir el tema de la sabiduría cristiana frente a la sabiduría del mundo que se ha ido proponiendo
todos estos domingos. Ahora, en una especie de diatriba, Pablo quiere decir algo importante a la comunidad para que se percate de
una vez por todas de la importancia de todo lo que les ha dicho en estos tres capítulos. Con la imagen del templo, del templo nuevo, del
templo del Espíritu, el apóstol quiere enmarcar de nuevo, el principio de la sabiduría cristiana: si alguien en la comunidad, en la Iglesia,
quiere ser considerado sabio, que no le importe que lo consideren necio, como que no vale. Porque los criterios de la comunidad
cristiana deben ser distintos de los del mundo. Los que más valen, pues, no son los que triunfan en el mundo, porque el mundo
construye sus triunfos en lo que fenece.
Por eso vuelve a mencionar a los "líderes" por los cuales la comunidad se dividía (Pablo, Apolo, Cefas-Pedro). Y por ello queda claro
que todos los grandes y pequeños en la comunidad deben estar ante Cristo. De ahí podríamos inferir que los de Cristo no constituían
un grupo aparte en la comunidad. Cristo, justamente, es el que unifica criterios, el que libera las ideas de todo personalismo de la
sabiduría de este mundo. Y por eso la comunidad cristiana no debe tener personajes que deslumbren o líderes que se posesionen para
ellos de la verdad del evangelio. Esa verdad es de cada uno, sean más inteligentes o tenga una misión más determinada. Porque el
"cuerpo" de Cristo dignifica a todos aquellos que en el mundo no tendrían dignidad alguna.
Evangelio (Mateo 5,38-48): Frente a la violencia, el amor a los enemigos
El texto de Mt 5,38-48 es, como hemos adelantado, un hito prodigioso de luz y solidaridad para la humanidad. Nadie como Jesús se ha
atrevido a hablar de esa forma y a jugarse la vida frente al odio del mundo y a la venganza entre enemigos. Es lo más típico y
determinado de Jesús de Nazaret; así se reconoce en todos los ámbitos. Las antítesis veterotestamentarias, de las que sobresale la ley
del talión, "ojo por ojo y diente por diente", no solamente quedan obsoletas, sino absolutamente anuladas en las propuestas de Jesús
sobre el Reino. Las palabras de Jesús sobre el amor a los enemigos están insinuando el texto de Lev 19,18, la primera lectura de hoy.
Es verdad que en el Antiguo Testamento, exactamente, no se dice "aborrecerás o odiarás a tu enemigo", pero como todos los que no
son de la comunidad de Israel no pertenecen al pueblo de Dios, no había más que un paso para un tipo de relación de enemistad. Es
decir, pueden ser excluidos del amor del buen israelita los que no son prójimo, los que no son de los nuestros. Aquí Jesús intenta poner
el dedo sobre la llaga; intenta hablar y exigir que tengamos los mismos sentimientos de Dios, porque El no tiene enemigos, nadie es
extraño para El, a nadie niega la lluvia y el sol. En las comunidades culturales-religiosas, como la de los esenios de Qumrán, se justifica
más que sobradamente el odio a los que no pertenecen a la comunidad de la luz. Esta actitud está reflejada en la postura de
interpretación religiosa de un judaísmo bien determinado. Jesús, pues, con estas antítesis, y principalmente con la última quiere
incorporarnos a la "familia de Dios, del Dios como Padre", y en Él no cabe odio alguno. Por lo mismo, el amor al enemigo es la
concreción más radical, por parte de Jesús, del amor al prójimo. No basta decir que el prójimo es el que piensa como yo, quien es de los
míos; el prójimo son todos los hijos de Dios, y ningún hombre o mujer están excluidos de este derecho.
La quinta antítesis nos enfrenta a la no-violencia (5,38-42) teniendo como frontispicio la famosa ley del talión: "ojo por ojo y diente por
diente". Las citas que están a la base de esta construcción tan particular y heterogénea son Ex 21,24; Lev 24,20; Dt 19,21. Y el texto,
en término generales, es de Q (así se refleja en Lc 6,27-36), aunque los añadidos de Mateo son también realmente inconfundibles (vv.
38-39.41). Lo que se pide es tan extremo que muchos autores piensan que nos encontraríamos ante "dichos" auténticos de Jesús por
el "criterio de disimilitud", es decir, que no pueden proceder ni del judaísmo ni de la comunidad cristiana, sencillamente porque Jesús
"va más allá" siempre, en lo que piensa y en lo que dice, del judaísmo y del cristianismo primitivo; es más audaz, más profético y más
arriesgado. Si la ley del talión había sido como un protocolo de no excederse en el mal que se ha causado, como casi todo lo de la
Torá, quedará "cumplido" siendo más humano y más radical lo que se pide a un cristiano o a una comunidad cristiana. En el lenguaje
popular la expresión de "poner la otra mejilla" ya tiene visos de leyenda para muchos y, sin duda, así se vive porque nadie está
dispuesto a hacerlo. La bofetada en la "derecha" habla casi de infamia, del algo grave; de la misma manera el dúo túnica-capa y el
quitar-dar es dejar a alguien desnudo, sin protección, sin personalidad, sin ser uno mismo. ¿Qué pretendía, pues Jesús con todo esto?
Muchos se hacen esta pregunta y no encuentran fácil respuesta. Pero la cosa es más sencilla que todo eso: se trata de radicalizar la
renuncia a la violencia... y todo lo demás podemos considerarlo como leyenda. Toda la comunidad cristiana debe saberlo y tenerlo en
cuenta, aunque esté pasando por momentos críticos de persecución (en el caso de Mateo podía ser así) y de incomprensión.
Estaríamos de acuerdo con el comentario de U. Luz, al respecto: "estos logia... tratan de causar extrañeza, de sacudir, de protestar
simbólicamente contra el círculo de la violencia". Eso debe ser santo y seña de los seguidores de Jesús, porque él lo vivió
personalmente así y de esa manera debe comportarse ideal y prácticamente una comunidad cristiana. Eso es lo que Jesús quiere que
descubramos en el ámbito de la vida y en este estilo se muestra la categoría del Reino de Dios predicado por él. Así se explica el credo
cristiano del rechazo a toda violencia, a la pena de muerte, a la respuesta de infamia y venganza por el mal que nos hayan podido
hacer. El asunto no deja lugar a cualquier resquicio que justifique violencia o venganza. Este es uno de los aspectos más específicos
del la verdad del Reino.
El amor a los enemigos (5,43-48) es la sexta y última antítesis de esa "plenitud" de la ley y los profetas que enmarca todo el
conglomerado de las antítesis. Es la cumbre de todas ellas y el cenit de la radicalidad con que se pretendía esa plenitud de parte de
Dios, revelado por Jesús. Así lo entiende Mateo quien sigue, no obstante, el texto de Q (Lc 6,27.32-35) e incluso reformula Q (Lc Lc
6,36) en el v. 48 de nuestro texto de hoy. En realidad el "odiarás a tu enemigo" no lo encontraremos en el AT, pero teniendo en cuenta
que los que no son del pueblo de Dios, para el judaísmo, son pecadores, se entiende que se haya formulado de esta manera la
exigencia de contraste del amor a los enemigos.
Estamos ante lo que es la esencia y el paradigma de lo verdaderamente cristiano; no hay algo más grandioso, más específico y más
difícil de vivir que amar a quien nos odia, porque los enemigos son los que nos odian. Todos los elementos formarles o lingüísticos son
de categoría y de contraste: amar, enemigos, hacer el bien, los que odian, bendecir, los que maldicen, orar, los que maltratan. Pero
debemos tornar en consideración que en medio de estas oposiciones el punto de referencia es "el Padre del cielo", que es Dios. Esta
antítesis no se puede entender sin esa referencia capital. El ejemplo del sol y de la lluvia es de una creatividad sin igual, que ningún
humanista, filósofo o filántropo han podido imaginar. Hay que amar y perdonar a los enemigos, porque el "Padre del cielo" lo da todo a
todos, es decir, no tiene enemigos. En el caso de Mateo, debernos entender que la "justicia" mayor que exige en el Sermón de la
Montaña encuentra aquí toda su perfección. Es verdad que el amor o al menos la actitud del trato digno y justo o afirmaciones
aproximadas las encontramos en otras religiones e incluso en círculos filosóficos o filantrópicos. Sin embargo, debemos reconocer que
el amor a los enemigos es decididamente cristiano y por ello se entiende que el "logion" sale de la boca de Jesús. No podía ser de otra
manera. Pero no es lo mismo la filfa o simpatía a todos los hombres incluso a los que nos son hostiles; en el mundo estoico nos
encontramos con ciertas aproximaciones. Pero lo de Jesús va mucho más allá. No debemos olvidar que se habla de amar (agapaó) que
es mucho más intenso y definitivo.
¿Es posible llegar a esta "justicia" tan perfecta? Lo que se nos dice en Mt 5,48 para rematar las antítesis es una propuesta de imitación:
"sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Sabemos que ese es el sentido que tiene todo el sermón y las antítesis como
elementos determinantes. Se nos pide que imitemos a Dios y no debe ser de otra manera, aunque nunca podamos ser como Dios,
como el Padre. La "irnitatio Dei" es un planteamiento de la moral religiosa en todo su sentido cultural de la época y casi siempre ha sido
así. Para Jesús, el modelo no puede ser sino Dios mismo, pero este como Padre. No obstante, la idea, tal como la formula Lucas 6,36
"sed compasivos" o "misericordiosos" (oiktírnzones) parece más conforme con lo que pudieron ser las palabras de Jesús, más en
conformidad con el mismo hecho de tratar a Dios como Padre y no simplemente como Dios. Que a Dios se le considere perfecto es
demasiado "jurídico" o "legal"; pero que a Dios-Padre se le considere como fuente de compasión y misericordia y que debamos hacer y
sentir como El, es mucho más entrañable y humano. Querer ser perfectos como Dios es imposible, aceptar ser compasivos y
misericordiosos como el Padre es lo propio de los seguidores de Jesús. En ese sentido no debemos tener miedo de tener a Dios, al
Dios Padre, como modelo de nuestra vida, de la misma manera que lo experimentó Jesús.
Se ha hablado mucho de la utopía del amor a los enemigos como un imposible. Es verdad que es una propuesta "utópica", porque está
fuera de lo normal, de lo que la antropología y la psicología nos dictan e incluso nos imponen. Pero si cambiáramos esta exigencia
utópica del cristianismo toda caería por tierra. Si es imposible para cada uno de nosotros aceptémoslo, pero no por ello ignoremos las
palabras de Jesús que lo llevó a la práctica, y de muchos seguidores. En todo caso, si es una utopía, se trata de una utopía
irrenunciable que debe practicarse con todas nuestras fuerzas, las que tengamos, las que sintamos... lo demás, lo podemos dejar en
las manos de Dios Padre que no ayudará a cambiar el corazón.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
«Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios soy santo»
El pueblo de Israel adora en su Dios al «Santo», como si «Santo» fuera su nombre propio y como si la santidad bastara para definirlo.
En efecto, el nombre «Santo» expresa lo que es absolutamente exclusivo de Dios, lo que le pertenece sólo a él, toda su riqueza y
trascendencia. Entre Dios y la santidad hay una verdadera equivalencia. Su santidad es su misma esencia, su naturaleza, su ser. Los
otros atributos que encontramos en la Escritura sirven para expresar su rostro concreto, sus rasgos característicos, como el de la
misericordia, la ternura, la gracia, pero no bastan por sí mismos para expresar lo que es el Dios verdadero.
La santidad es exclusiva de Dios en el sentido de que solo él puede «santificarse» a sí mismo, es decir, mostrar su santidad. Sin
embargo, Dios ha querido compartir con su pueblo algo de esta santidad.
La santidad de Dios se revela en su forma de obrar y de conducir a su pueblo. Este pueblo está llamado a reproducir con su conducta
la figura personal del Dios santo.
Los profetas acentuaron con fuerza el carácter moral de la santidad de Dios, aunque desde muy antiguo ya se tenía conciencia de ello.
Desde la perspectiva moral, Dios es concebido por los profetas como la «pureza perfecta». En cambio los ídolos se caracterizan
especialmente por su inmoralidad. Yahvé está por encima de todo lo pecaminoso y ni siquiera puede ser inducido a pecar. Es
absolutamente impecable y la fuente de toda moralidad. Por eso abomina todo pecado. Nadie puede competir con Él en perfección
moral. La santidad de Dios revela al ser humano su pecado, pero al mismo tiempo le libera de él. El ideal de perfección moral es la
traducción más profunda de la «santidad».
La santidad aparece en Israel como un requisito esencial para relacionarse con el Dios tres veces santo. Las exigencias de la alianza se
convierten en los imperativos de la santidad. Se plasman en concreto en vencer la tentación del odio al hermano o al pariente, y en
amar al prójimo como a uno mismo. Aunque el prójimo en ese momento se entendía como el que comparte la misma religión. Jesús
transformará este concepto de prójimo extendiéndolo a todo ser humano, sobre todo a aquellos que necesita de nuestra ayuda.
«¿No sabéis que sois templos de Dios…?»
San Pablo recuerda a los Corintios que todos los bautizados son templo de Dios. El bautismo es una consagración a Dios de todo
nuestro ser: alma y cuerpo. El templo es el lugar donde Dios habita. Ese habitar no es algo pasivo. Dios no está en los bautizados sin
hacer nada, sino que está ahí impulsando su vida, inspirándola, dando fuerza, santificando… Al bautizado le corresponde, en primer
lugar, ser consciente de esa presencia, y luego acogerla, cuidarla, estar atento a todas sus insinuaciones y secundarlas. El templo es
también el lugar donde Dios se encuentra con los hombres. Todo bautizado se convierte así en lugar de encuentro con la divinidad.
Pero esta alta concepción del cristiano se puede trasponer a todo ser humano. Dios habita en todo ser humano, aunque para el no
creyente es una presencia por descubrir, al menos de forma consciente. Por eso, todo ser humano nos merece un gran respeto en todo
su ser. Hoy se hace más necesario que nunca recuperar esta dignidad perdida. No solo cada uno puede profanar el templo que es,
sino también el templo que son los otros. Y hoy esta profanación es muy frecuente, y se lleva a cabo de muchas maneras. La lista sería
interminable.
Pablo continúa su carta contraponiendo dos sabidurías: la sabiduría de este mundo y la sabiduría de Dios. Toda verdadera sabiduría
tiene su fuente en Dios. Pero cuando los sabios, apartándose de la Fuente, se dejan seducir por la vanidad, su sabiduría se vuelve
necedad.
«No hagáis frente al que os agravia»
El pasaje evangélico de este domingo completa las antítesis iniciadas el domingo pasado. La primera se refiere a la ley del talión, que
en su momento supuso un gran progreso, porque ponía un límite a la venganza. Ya no se trataba de responder con un daño superior al
que a uno le habían causado, sino limitarse a un daño idéntico al recibido. Aunque la venganza es la primera reacción instintiva que
brota en el corazón humano ante cualquier agravio, Jesús pide a sus discípulos que renuncien ella y que superen el odio y el
resentimiento contra quienes les afrentan incluso gravemente. Cuando les pide que pongan la otra mejilla al que les abofetea en la
mejilla derecha, o que le entreguen también el manto al que pleitea con ellos para quitarles la túnica, Jesús les está diciendo que,
cuando está en cuestión la paz, deben renunciar a sus derechos, o que no hay que defender a cualquier precio los propios derechos.
Sin duda no hay que tomar al pie de la letra estas recomendaciones, sino seguir en todo el ejemplo de Jesús, quien en el juicio que le
hicieron en casa del sumo sacerdote, cuando un soldado le abofeteó, no puso la otra mejilla, sino que se rebeló y le preguntó al
soldado por qué le pegaba. También los cristianos de hoy debemos discernir las ocasiones en que se seguirá un bien mayor, no sólo
para uno mismo sino también para el agresor o para otros, si renunciamos a nuestros derechos, o si no llevamos nuestros derechos
hasta el límite de lo permitido. O dicho de otra forma, siempre que esté en juego la salvación de alguien habrá que renunciar, total o
parcialmente, a los propios derechos. Aunque esto no se hace, en la mayoría de los casos, de forma espontánea, sino con esfuerzo y,
a veces, con mucho dolor.
Jesús exhorta también a sus discípulos a la generosidad con los que les piden algo, dando más de lo que se pide.
La siguiente antítesis que comenta Jesús dice así: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo». Realmente, tal y como Jesús la
formula, no se encuentra en ningún pasaje de la Escritura, aunque sí se llevaba a la práctica. Jesús, en cambio, exhorta a sus
discípulos a amar a sus enemigos, e incluso a hacer el bien a los que les aborrecen, y a rezar por los que los persiguen y calumnian. Y
la razón última de este comportamiento no es otra que la conducta misma de Dios. Es así como Dios se comporta con todos. Dios no
odia nada de cuanto existe, porque sino –como dice la Escritura– no lo habría creado. Dios hace el bien a todos antes de que lo
merezcamos. No espera a que merezcamos algo para amarnos. Nos ama primero para que nosotros podamos amarle. Nuestro amor por
Dios es la respuesta agradecida al amor que Él nos tiene. Dios ama también a sus enemigos y espera que este amor los convierta en
amigos. San Pablo dirá que «aún cuando éramos enemigos de Dios, Cristo murió por nosotros» (Rm 5, 8). Amar como Dios ama es una
cuestión de dignidad: si somos hijos de Dios, nuestro amor tiene que estar a la altura de esta dignidad; debemos imitar el amor de Dios
nuestro Padre. Aunque, por otra parte, hay que subrayar que nada hay tan exigente como el amor, pues el amor verdadero condena
todo egoísmo.
«Sed perfectos…»
La perfección de Dios que Jesús nos pide imitar es la perfección en el amor. La prueba del amor de Dios por nosotros llega a su
cumbre en la encarnación de su Hijo y en el misterio pascual. En Jesús descubrimos hasta qué punto Dios nos ama. Es un amor de
Padre y de amigo que se nos concede experimentar cada día, aunque para captarlo exige con frecuencia mucha atención.
Que no se aparte de nosotros el deseo de corresponder al amor que Dios nos tiene, amando a quienes Él mismo pone en nuestra
historia.
Fray Manuel Ángel Martinez Juan
Doctor en Teología - Salamanca
Infantil
VII Domingo del tiempo ordinario - 20 de febrero de 2011
Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Sabéis que está mandado: «Ojo por ojo, diente por diente». Pues yo os digo: No hagáis
frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para
quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te
pide prestado, no lo rehuyas. Habéis oído que se dijo: -Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo en cambio os digo: Amad a
vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro
Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os
aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
Explicación
Hoy Jesús nos explica que quiere decirnos cuando nos manda amarnos entre nosotros. Dar a quien nos pida, rezar por los que nos
persiguen, hacer las paces con nuestros enemigos y tomar ejemplo de Dios Padre que cuando va a salir el sol se olvida de que hay
hombres malos y lo hace salir para alegría de todos, buenos, malos, justos, injustos...
Clásicos
San Luis Bertrán
San Luis Bertrán (Valencia, 1526 - 1581) no se propuso nunca publicar los sermones y temas predicables
que él redactaba para uso personal. Pero en el momento de la muerte se hallaron en su habitación
numerosos apuntes —escritos de su mano, o de la de algún fraile que se los escribía al dictado de él—, que
el Santo utilizaba a la hora de predicar. A raíz de la Canonización, el 12 de mayo de 1671, y, sobre todo,
gracias al interés y al impulso del gran Arzobispo de Valencia y ex-Maestro General de la Orden Dominicana,
fr. Tomás de Rocabertí, para que esos escritos no se perdieran para siempre, en los años 1688-1690 se
editaron en dos tomos los que aún pudieron recuperarse. Le ofrecemos los sermones transcritos por fr.
Roberto Ortuño O.P. de la edición de 1688-1690. Si quiere ver los originales, diríjase a nuestra Biblioteca
Virtual.
Viernes después de Ceniza. Sermón 1
«Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os odian» Mateo 5,44
Descargar en formato PDF
Viernes después de ceniza. Sermón 2
«Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os odian» Lucas 6,27
Descargar en formato PDF
© Orden de Predicadores 2013
www.dominicos.org
Descargar