VII Domingo del Tiempo Ordinario Amad a vuestros enemigos (Mt 5,38-48) ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 12,6) Señor, yo confío en tu misericordia: alegra mi corazón con tu auxilio y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. ORACIÓN COLECTA Dios todopoderoso y eterno: concede a tu pueblo que la meditación de tu doctrina le enseñe a cumplir siempre, de palabra y obra, lo que a ti complace. PRIMERA LECTURA (Lev 19, 1-2.17-18) Amarás a tu prójimo como a ti mismo Lectura del Libro del Levítico El Señor dijo a Moisés: «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano, en tu corazón. Reprenderás a tu pariente para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor» SALMO RESPONSORIAL (Sal 102,1-4. 8 y 10. 12-13) R/. El Señor es compasivo y misericordioso Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R/. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R/. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R/. Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles. R/. SEGUNDA LECTURA (1 Cor 3, 16-23) Todo es de ustedes, ustedes de Cristo, y Cristo de Dios Lectura de la primera Carta de San Pablo a los Corintios Hermanos: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros. Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos». Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 5,38-48) Amad a vuestros enemigos Lectura del Sano Evangelio según San Mateo En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Sabéis que se ha mandado: “Ojo por ojo, diente por diente.” Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que los aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto». ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Al celebrar tus misterios con culto reverente te rogamos, Señor, que los dones ofrecidos para glorificarte nos obtengan de ti la salvación. PLEGARIA EUCARÍSTICA El Señor esté con vosotros Levantemos el corazón Demos gracias al Señor nuestro Dios. Padre de los hombres descarriados, lleno de misericordia, te admiramos por el amor tan grande que nos tienes. Al bendecir tu nombre, confesamos también los pecados. Estamos rotos, nos hemos desviado de la opción de la fe y somos infieles a las promesas del bautismo. Pero Tú no nos abandonas; de día y de noche nos sigues, nos llamas a la conversión. ¿De quién sino de Ti, nos vienen los deseos de levantarnos, de abandonar la situación de pecado, de edificarnos de nuevo, de volver a la casa paterna y recuperar la dignidad de hijos? Queremos volver a tus brazos y confesar que hemos pecado contra el cielo y contra los hermanos y sentarnos de nuevo a tu mesa, para volver a entonar este himno de alabanza Santo, Santo, Santo ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 9,2-3) Proclamo todas tus maravillas, me alegro y exulto contigo y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. o bien (Jn 11, 27) Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Concédenos, Dios todopoderoso, alcanzar un día la salvación eterna, cuyas primicias nos has entregado en estos sacramentos. Lectio El texto del Evangelio Mt 5,38-48 que en este Domingo se nos proclama, se presenta a la humanidad un revolucionario mensaje de luz y solidaridad Nadie como Jesús se ha atrevido a hablar de esa forma y a jugarse la vida frente al odio del mundo y a la venganza entre enemigos. Es lo más propio y determinado de Jesús de Nazaret; así se reconoce en todos los ámbitos. Contexto El pasaje de hoy, pertenece a la segunda sesión del discurso de la montaña, la que expone la “nueva ética” que viene a completar y perfeccionar la que está basada en la ley mosaica y que se caracteriza por afirmaciones que, partiendo de una palabra de la Ley o de un modo de aplicarla, comienzan con la frase “ pero yo os digo” , abriendo la enunciación de una nueva norma ética que no anula la precedente, sino que la reinterpreta a la luz de la interioridad humana habitada e instruida por Dios mismo y por el ejemplo de su comportamiento. Los versículos del evangelio de este domingo son justamente los últimos de esta serie y contienen las últimas dos ‘antí-tesis’, entre sus estrechas conexiones, e introducen expresiones de una sabiduría moral elevadísima y fundada en una fe en Dios como Padre y Señor omnipotente y misericordioso, de gran pureza y fuerza. A la luz de las otras lecturas de la celebración de este domingo, las radicales exigencias éticas de Jesús que hoy escuchamos se han de ver como el fruto pleno de una vida cristiana de gran calidad y siempre más plenamente conforme a “la imagen del Hijo” (Rm 8,29). Meditación Las palabras de Jesús sobre el amor a los enemigos están insinuando el texto de Lev 19,18, la primera lectura de hoy. Es verdad que en el Antiguo Testamento, exactamente, no se dice "aborrecerás u odiarás a tu enemigo", pero como todos los que no son de la comunidad de Israel no pertenecen al pueblo de Dios, no había más que un paso para un tipo de relación de enemistad. Es decir, pueden ser excluidos del amor del buen israelita los que no son prójimo, los que no son de los nuestros. Aquí Jesús intenta poner el dedo sobre la llaga; intenta hablar y exigir que tengamos los mismos sentimientos de Dios, porque Él no tiene enemigos, nadie es extraño para Él, a nadie niega la lluvia y el sol. No hay lugar para odio alguno. Prójimo es todo hijo de Dios, y ningún hombre o mujer está excluido de este derecho. La llamada a amar es seductora. Seguramente, muchos escuchaban con agrado la invitación de Jesús a vivir en una actitud abierta de amistad y generosidad hacia todos. Lo que menos se podían esperar era oírle hablar de amor a los enemigos. Sólo un loco les podía decir con aquella convicción algo tan absurdo e impensable: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen, perdonad setenta veces siete… » ¿Sabe Jesús lo que está diciendo? ¿Es eso lo que quiere Dios? Los oyentes le escuchaban escandalizados. ¿Se olvida Jesús de que su pueblo vive sometido a Roma? ¿Ha olvidado los estragos cometidos por sus legiones? ¿No conoce la explotación de los campesinos de Galilea, indefensos ante los abusos de los poderosos terratenientes? ¿Cómo puede hablar de perdón a los enemigos, si todo les está invitando al odio y la venganza? Jesús no les habla arbitrariamente. Su invitación nace de su experiencia de Dios. El Padre de todos no es violento sino compasivo. No busca la venganza ni conoce el odio. Su amor es incondicional hacia todos: «El hace salir su sol sobre buenos y malos, manda la lluvia a justos e injustos». No discrimina a nadie. No ama sólo a quienes le son fieles. Su amor está abierto a todos. Este Dios que no excluye a nadie de su amor nos ha de atraer a vivir como él. Esta es en síntesis la llamada de Jesús. “Pareceos a Dios. No seáis enemigos de nadie, ni siquiera de quienes son vuestros enemigos. Amadlos para que seáis dignos de vuestro Padre del cielo”. Jesús no está pensando en que los queramos con el afecto y el cariño que sentimos hacia nuestros seres más queridos. Amar al enemigo es, sencillamente, no vengarnos, no hacerle daño, no desearle el mal. Pensar, más bien, en lo que puede ser bueno para él. Tratarlo como quisiéramos que nos trataran a nosotros. ¿Es posible amar al enemigo? Jesús no está imponiendo una ley universal. Está invitando a sus seguidores a parecernos a Dios para ir haciendo desaparecer el odio y la enemistad entre sus hijos. Sólo quien vive tratando de identificarse con Jesús llega a amar a quienes le quieren mal. Atraídos por él, aprendemos a no alimentar el odio contra nadie, a superar el resentimiento, a hacer el bien a todos. Jesús nos invita a «rezar por los que nos persiguen», seguramente, para ir transformando poco a poco nuestro corazón. Amar a quien nos hace daño no es fácil, pero es lo que mejor nos identifica con aquel que murió rezando por quienes lo estaban crucificando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ORACIÓN FINAL Oh Dios, que, en tu Hijo desnudo y humillado en la cruz, has revelado la fuerza de tu amor, abre nuestro corazón al don de tu Espíritu y haz que, acogiéndolo, se rompa en nosotros la cadena de la violencia y del odio que nos llevan al estilo de vida de quienes no te conocen, para que en la victoria del bien sobre el mal manifestemos nuestra identidad de hijos de Dios y testimoniemos tu evangelio de reconciliación y de paz. Apéndice CATECISMO DE LA IGLESIA Cristo nos llama a ser “perfectos como el Padre celestial es perfecto” 1693: Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre. Vivió siempre en perfecta comunión con Él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la mirada del Padre «que ve en lo secreto» para ser «perfectos como el Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). 1694: Incorporados a Cristo por el Bautismo, los cristianos están «muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rom 6, 11), participando así en la vida del Resucitado. Siguiendo a Cristo y en unión con Él, los cristianos pueden ser «imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor» (Ef 5, 1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con «los sentimientos que tuvo Cristo» (Flp 2, 5) y siguiendo sus ejemplos. 1695: «Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1Cor 6, 11), «santificados y llamados a ser santos» (1 Cor 1, 2), los cristianos se convierten en «el templo del Espíritu Santo». Este «Espíritu del Hijo» les enseña a orar al Padre y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar para dar «los frutos del Espíritu» (Gál 5, 22) por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación espiritual, nos ilumina y nos fortalece para vivir como «hijos de la luz» (Ef 5, 8), «por la bondad, la justicia y la verdad» en todo (Ef 5, 9). 2013: «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad». Todos son llamados a la santidad: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48): Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos. Gracias al Espíritu podemos alcanzar tal perfección 842: «Sed perfectos “como” es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48); «Sed misericordiosos, “como” vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6, 36); «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que “como” yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13, 34). Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida «del fondo del corazón», en la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios. Sólo el Espíritu que es «nuestra vida» (Gál 5, 25) puede hacer nuestros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús. Así, la unidad del perdón se hace posible, «perdonándonos mutuamente “como” nos perdonó Dios en Cristo» (Ef 4, 32).