¿Qué pasa con nuestro gobierno corporativo?

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¿Qué pasa con nuestro gobierno corporativo?
Gonzalo Gómez-Betancourt, Ph.D.
Director Área Family Business de INALDE Business School
Urge una nueva normatividad para la responsabilidad de los miembros de Junta Directiva,
los directivos y todas las entidades de control.
Estos últimos meses hemos presenciado los más insólitos hechos de corrupción de
empresas como DMG, Grupo Nule o SaludCoop. Así mismo, un buen número de empresas
de los sectores de ingeniería de consulta, construcción y salud están siendo investigadas por
desfalcos inmensos a la Nación. En mi criterio, hasta ahora estamos en la superficie y creo
que poco a poco caerán más y más empresas con sus altos directivos, representantes
legales, revisores fiscales y, por supuesto, sus Juntas Directivas.
Hechos tan graves como aquellos ocurridos en Estados Unidos (Enron, WorldCom, Tyco,
Merrill Lynch, Madoff), Europa (Parmalat, Grupo Banesto) y Asia (Corp. Sumimoto), nos
hacían pensar que eran situaciones de países desarrollados, muy alejadas de nuestras
pequeñas empresas; pero como vemos no somos inmunes a estas enfermedades que
progresivamente van minando la confianza en nuestras instituciones privadas y públicas. La
única diferencia que tenemos con los demás continentes es que, al menos, ellos tienen
legislaciones más fuertes que permiten colocar en prisión por largos periodos a aquellos
que rompen la confianza de nuestra democracia por su deseo insaciable de poder y dinero,
sin importar los medios que se utilicen para llegar a su objetivo.
El CEO de Enron Jeff Skilling fue condenado a 24 años de cárcel y tuvo que pagar 45
millones de dólares de multa por 19 cargos de fraude; su chairman, Lay Kenneth, al que se
esperaba le dieran una pena mayor a 45 años, murió antes de la sentencia; el ex presidente
de WorlCom fue condenado a 25 años; el ex presidente de Tyco, Dennis Koslowski, a 25
años; Madoff a 150 años, y Calisto Tanzi, de Parmalat, a 10 años de condena. Esto muestra
claramente que los norteamericanos y europeos han reaccionado casi de inmediato con una
ejemplarizante ley o acto conocido como Sarbanes-Oxley.
El espíritu de esta ley es recuperar la confianza del capitalismo, ya que establece penas muy
duras a quienes tienen la responsabilidad de cuidar el patrimonio de terceros. De no
hacerlo, ya sea por actos de acción u omisión, sus consecuencias son ejemplarizantes.
Igualmente, vincula a todos los que tienen diferentes responsabilidades: directivos,
auditores, miembros de junta, etc. y poco a poco todos los implicados vienen asumiendo
sus condenas y millonarias multas por sus comportamientos oportunistas ilegales.
Pero, ¿en Colombia?...
Parece ser que los Nule saldrán en cinco años a disfrutar el dinero que el Estado le entregó
sin control en algún paraíso fiscal; y nadie adicional, ni sus revisores, ni sus juntas, parecen
estar implicados aún teniendo la Ley 222 de 1995 que, en mi criterio, sigue siendo muy
débil. Solo tenemos que observar el caso de David Murcia, cabeza de DMG, quien tuvo
primero que ser extraditado para que después se le pudiera aplicar una corta condena en
Colombia.
En nuestro país, debido al alto nivel de desconfianza, se establecieron leyes como la 964,
que tan solo considera un 25% de personas independientes en las Juntas Directivas para
empresas que cotizan en bolsa, con la obligación de crear un comité de auditoría que vele
por la transparencia de la información; además, en esta se determina que el representante
legal no debe ser presidente de la Junta Directiva.
No obstante, esta legislación parece elaborada a medias, ya que no llega ni siquiera a la
mitad de las buenas prácticas de gobierno corporativo mundiales y está absolutamente
arreglada para que los grandes empresarios del país no pierdan su control. Por ejemplo,
ninguno de ellos es representante legal de sus firmas pero las controlan, debido a que
trasladan a otra persona la responsabilidad de enfrentar los actos legales. Por otro lado,
comprobar un acto de acción u omisión de la Junta Directiva es prácticamente imposible; y
si fuera posible, están las pólizas de responsabilidad civil. Ahora bien, también debemos ser
conscientes de que los honorarios de los miembros de junta son irrisorios para semejante
responsabilidad.
¿Qué nos pasa? ¿No nos damos cuenta de esta situación? Nos la pasamos hablando de
gobierno corporativo y creemos que somos unos de los mejores países de Latinoamérica
por nuestros empresarios, pero seguimos siendo ‘tercermundistas’ en nuestra legislación.
Recuerdo ahora ese programa mexicano ¿Qué nos pasa?... ¿Qué tipo de personas están
gobernando nuestras empresas? Hemos llegado al punto de discutir si la corrupción es
inherente a nosotros y justificamos nuestros actos con semejante idea. Qué tristeza me da
que no podamos mirar a nuestros hijos y decirles que los colombianos tenemos altos
índices de corrupción y que no podemos hacer mucho para evitarlo.
¿Qué esperan señores legisladores para promover una ley más fuerte al estilo SarbanesOxley pero que incluya empresas cerradas? ¿Qué esperan nuestras universidades y escuelas
de negocios para enfatizar en la ética empresarial? ¿Para llegar a tener algún mecanismo,
así sea moral, de retirar los títulos universitarios a aquellos que han tenido comportamientos
corruptos y que, aún teniendo todas las oportunidades, dejan no solamente mal a sus
familias, regiones, países si no a sus instituciones académicas que los han formado?
Invito a todos los lectores de este artículo a reflexionar sobre estas palabras en pro de
encontrar medidas preventivas y correctivas para que algún día las cualidades que tenemos
como colombianos y empresarios puedan generar mayores impactos positivos que
contrarresten los comportamientos que no nos dejan avanzar como ciudadanos y como país.
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