EXPOSICIÓN BALENCIAGA. EL DISEÑO DEL LÍMITE Itinerario por el museo, 10/05/10–26/09/10 Con el patrocinio de BBK “Si Dior es el Watteau de la costura (lleno de matices, chic, delicado y oportuno), entonces Balenciaga es el Picasso de la moda porque, como el pintor, Balenciaga guarda un profundo respeto por la tradición y posee un depurado estilo clásico que subyace a todos sus experimentos con lo moderno”. Cecil Beaton, 1954. Cristóbal Balenciaga (Getaria, Gipuzkoa, 1895–Jávea, Alicante, 1972) es uno de los creadores más importantes de la historia de la moda, cuya costura se caracteriza por la belleza geométrica de los cortes, el conocimiento exhaustivo de los tejidos y la exquisita armonía cromática. En la exposición Balenciaga. El diseño del límite el Museo de Bellas Artes de Bilbao, lejos de plantear una lectura disciplinar sobre la obra y el trabajo de este modisto –que el año próximo contará con un museo monográfico en su localidad natal–, persigue ofrecer una interpretación de su aportación a la moda y de su visión de la misma. Al mismo tiempo, pretende sugerir al espectador una reflexión sobre el papel que la moda y el vestido pueden tener en el individuo y en la colectividad: los vestidos de Balenciaga dibujan límites físicos y sociales, enmarcan a las mujeres que los llevan transformándolas en seres elegantes que esconden su feminidad individual bajo una armadura de buen gusto y formas refinadas. 35 piezas de alta costura –procedentes de la colección del Gobierno Vasco (11), la Fundación Cristóbal Balenciaga (19), y dos colecciones particulares del País Vasco (4) y Madrid (1)– saldrán al encuentro del espectador en espacios habitualmente no expositivos del museo, en un excepcional montaje realizado por Toño Foraster y Victoria Garriga, del estudio AV62 Arquitectos de Barcelona. Distribuidos en siete ámbitos diferenciados, los abrigos, capas, vestidos de cóctel y de noche, y un extraordinario vestido de novia se presentan –en ocasiones rodeados por aros de luz o encapsulados en estructuras de metacrilato– en un inusual montaje, que diseña un particular itinerario por las creaciones de uno los mejores modistos de la edad de oro de la alta costura. Esos siete ámbitos temáticos, en los que se han opacado las fuentes de luz y ha delimitado el suelo, son los siguientes: noche brillante, ave de noche, el cuerpo alojado, el milagro Balenciaga, siluetas nocturnas, mujeres flor y la novia. Balenciaga nació en la pequeña localidad gipuzkoana de Getaria en 1895. Allí su madre trabajaba como costurera y allí, y con tan sólo 13 años, copió un vestido de la marquesa de Casa Torres. Tras este comienzo precoz, la marquesa se convirtió en su mecenas y le envió a París para que se formara en la alta costura. En 1913 abrió su propio taller en San Sebastián, que por entonces era uno de los lugares de veraneo preferidos por la aristocracia. El éxito de sus creaciones le permitió perfeccionar el oficio y le animó pronto a abrir tiendas también en Barcelona y Madrid. Este conocimiento inicial del oficio de la sastrería marcó para siempre su concepción de la costura, basada en la perfección del corte y en la apreciación de las cualidades de los tejidos. En 1937 decidió trasladarse a la escena internacional y abrió una casa de alta costura en el número 10 de la avenida Georges V en París. En esa ciudad se convirtió a lo largo de tres décadas en el referente imprescindible de la alta costura, innovando en cada colección y trabajando siempre de forma obsesiva en la búsqueda de un ideal femenino de perfección y elegancia. En París fraguó también su leyenda de hombre hermético, voluntariamente alejado de los eventos sociales y de la prensa de moda. Desde comienzos de los años cincuenta siempre estuvo acompañado por personas de su confianza y las tres casas españolas se encontraron bajo la dirección de la familia. En sus talleres reinaba el silencio, el respeto hacia el maestro y el amor al trabajo bien hecho. De este modo consiguió la atención, y la admiración, de la crítica internacional especializada y la fidelidad de una clientela formada por mujeres de la alta sociedad europea y norteamericana. Su hegemonía duró hasta mayo de 1968, fecha en la que, con el advenimiento del prêt-à-porter y una nueva concepción del papel de la mujer, Balenciaga cerró todos sus salones. Balenciaga diseñó una nueva silueta femenina a partir de un sistema propio de proporciones estéticas. La silueta que él creó para sus clientas, y que hizo escuela, utiliza, como un elemento esencial en el diseño de las prendas, la distancia entre el cuerpo femenino y el tejido que lo envuelve, creando el límite sutil en el que reside la elegancia y el confort de sus modelos. BALENCIAGA. EL DISEÑO DEL LÍMITE 1.- Noche brillante (Hall Chillida. 3 vestidos de noche montados con aro de neón) Los tres vestidos de noche que dan inicio al recorrido descubren tres elementos importantes de la costura de Balenciaga: la indumentaria histórica y popular española, la silueta tubular y la construcción mediante el mínimo de costuras. Desde los años cuarenta Balenciaga toma como fuentes de inspiración diversas siluetas y materiales de la indumentaria histórica y popular: el vestido de noche en tafetán negro con estampación en blanco de 1955 evoca las siluetas del siglo XVIII al acentuar las caderas mediante los fruncidos laterales. La túnica de lentejuelas cobrizas sobre tul, adquirida en 1957 por Mitza Bricard, una de las musas y colaboradoras más cercanas de Christian Dior, estiliza la figura y alarga el cuello, insinuando la anatomía femenina sin comprimirla. Por su parte, el vestido de sari de 1962 es una maestría en el corte y en el manejo del tejido –un innovador lamé ligero realizado con fibras sintéticas–, al utilizar una única costura. 2.- Ave de noche (Hall nexo. 1 vestido de noche montado con aro de neón) Los trajes de noche de Balenciaga se caracterizan por su originalidad y por el esplendor de los colores y tejidos. En sus inicios vestía en San Sebastián a todas las aristócratas que iban a la ciudad de veraneo, pero a comienzos de los años treinta, y ante la creciente demanda de sus creaciones, terminó por abrir tiendas en Madrid y Barcelona. Los primeros modelos de noche destacan por su sobriedad, pero durante los años cincuenta y sesenta los colores vivos inundan los vestidos y aparecen en ellos pasamanería, plumas, chenilla, azabache y flores de organza. En el conjunto de noche en satén amarillo vivo de línea tubular, compuesto por túnica y capa, Balenciaga concentra su idea del glamour en el volante de plumas de avestruz, cuyo movimiento desdibuja los contornos. 3.- El cuerpo alojado (Galería Arriaga. 10 abrigos de día montados en cilindros de metacrilato) Ya a finales de la década de los años treinta la prensa especializada apreciaba el cambio de la silueta femenina efectuado por Balenciaga gracias a la perfección de sus cortes. Balenciaga, tan contrario a la propuesta de Dior de marcar el cuerpo, generó modelos teniendo en cuenta tres elementos: la mujer, la volumetría exterior de la prenda y el espacio entre ambas. Esa volumetría se consigue con tejidos rígidos o de marcada textura, como se aprecia en el abrigo de cóctel de canalé negro y en el blanco con topos azules, de 1960. El abrigo de topos, estampado que Balenciaga usó en toda su trayectoria, anticipa las formas geométricas de las colecciones de los años sesenta. En esa década las costuras se convierten en adorno de la prenda, tal y como se aprecia en la capa corta de día en lana amarilla y en el vestido de día en lana azul pálido de 1966, del que la actriz Marlene Dietrich solicitó un modelo. 4.- El milagro Balenciaga (Hall Mogrobejo. 4 vestidos de noche suspendidos desde el techo) A diferencia de otros diseñadores de la época que partían del dibujo, Balenciaga se formó en la sastrería. Por ello, la importancia concedida al corte de los patrones y al conocimiento exhaustivo de los tejidos condicionaría sus cincuenta años de colecciones. Las líneas que empezó a finales de los años cuarenta se desarrollaron en los cincuenta hasta convertirse en algunos de los hitos de la moda, como la marinera de 1951, la túnica de 1955 y los vestidos saco de 1957. Se elimina la cintura, se realzan los hombros y el busto en la túnica, o la espalda en los vestidos saco, y se estiliza la figura insinuando la cadera. El vestido saco de cóctel en crepe gris con lazo de raso negro de 1957 es una construcción magistral que ensalza la espalda y la cadera, como resultado de su evolución desde 1947, año en el que presenta la línea tonneau (barril) en contraposición al New Look de Christian Dior, que marcaba la cintura en una silueta en reloj de arena, haciendo un uso exagerado de tejido en la falda. La túnica de 1966 es otro de sus hitos, trasladando a sus vestidos de noche y de cóctel el análisis constructivo que depura la silueta mediante la línea recta, tal y como se ve en la túnica de cóctel de 1966 con manga corta y cuello caja en tul negro bordado con fantasía oriental en laminette en iophophore –un color entre verde y azul muy de moda en los años sesenta– y dorado. El vestido de cóctel en crepe negro de 1967 está realizado en un sólo paño con una pinza en un lateral y con una única costura oculta bajo el broche de brillantes. Balenciaga convierte aquí al petite robe noire, una prenda que él considera básica en el guardarropa de una mujer, en una verdadera joya de construcción arquitectónica. 5.- Siluetas nocturnas (Hall 2º piso. 5 vestidos de noche montados en plataforma circular giratoria) En esta selección de vestidos de noche está presente el espíritu español que la prensa internacional apreciaba en las creaciones de Balenciaga: la eliminación de lo superfluo y el uso del negro profundo y espeso del terciopelo evocan la austeridad del reinado de Felipe II en el abrigo de noche de terciopelo con cuello de tafetán negro por la amplitud del manto y su color, y por la lechuguilla o cuello fruncido. El conjunto de noche en “gazar” azul de 1966 es una obra maestra de la costura, pues logra una capelina chaleco a partir de un paño liso rematado con volante y consigue un gran volumen que enmarca el cuello y el rostro, mientras que la línea tubular del vestido estiliza el cuerpo. A partir de 1960 el modisto comienza a combinar audazmente los materiales y remata algunos vestidos con piel, tal y como aparece en la túnica negra en moer perfilado con visón. 6.- Mujeres flor (Pasarela. 11 vestidos de día montados en ‘crisálidas’ de metacrilato) Tras un largo periodo de restricciones, en los años cincuenta volvió la época en la que las mujeres debían cambiarse de ropa varias veces al día, y es en ese momento cuando surge el vestido de noche corto o de cóctel para los acontecimientos de media tarde, como los dos modelos en tafetán y otomán estampado con motivos florales fechados en 1958 que se exhiben. Balenciaga introdujo entonces el uso de superposiciones que provocan juegos visuales al sugerir más de una prenda, tal y como sucede en el vestido de otomán estampado en azul y negro de 1957 que la casa Balenciaga. París realizó en 2008 para la colección Balenciaga Edition, que reedita modelos creados entre 1952 y 1968. El encaje, que el modisto usó en todas sus colecciones para los vestidos de noche y de cóctel, era aplicado en diferentes siluetas, desde vestidos camiseros y echarpes hasta faldas abullonadas, como sucede aquí en el vestido en encaje gris bordado con cintas. 7.- La novia (Hall sala 33. 1 vestido de novia montado sobre peana circular con instalación de luz) Balenciaga acostumbraba a rematar la presentación de sus colecciones con un traje de novia, que aparecía una vez que habían desfilado entre 200 y 250 modelos. El que se expone corresponde a un modelo de las últimas colecciones en las que se aprecia un dominio extraordinario del corte y un estudio exhaustivo para conseguir un volumen geométrico en el que el cuerpo femenino se convierte en el soporte de la creación. Es uno de los resultados más espectaculares de la investigación de Balenciaga para crear con un solo paño el efecto visual de más de una prenda; en este caso se consigue al aunar, abstrayendo los límites, una gran capa y un vestido. El conjunto se remata con un tocado que prolonga las mismas líneas y ensalza los contornos del volumen del vestido. Volúmenes simples y puros, casi esculturas, inspirados en la obra pictórica de Zurbarán y que consiguen el deslumbrante efecto de una modernidad intemporal.