Del 50% para grupos constituidos por 5 o más miembros, previa

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Del 50% para grupos constituidos
por 5 o más miembros, previa solicitud
con al menos 15 días de antelación,
y para las personas que realicen
labores de voluntariado cultural,
mediante la presentación de la
acreditación correspondiente.
Audioguías
Bucles magnéticos
Amplificadores de sonidos
Tiempos lejanos
(Área 2)
Los trajes de la Antigüedad no se
han conservado, salvo en
fragmentos o piezas excepcionales
que se encuentran en lugares
e instituciones muy diversos y que
el Museo del Traje expone de
manera temporal. Ante la ausencia
de piezas, las manifestaciones
artísticas son la mejor fuente para
conocer la forma de vestir de
nuestros antepasados. Aun así, el
Museo conserva algunas de
las escasas prendas de los siglos XVI
y XVII que han llegado hasta nuestros
días. Como complemento, el
audiovisual de esta sala muestra un
gran número de ejemplos de
indumentaria desde la Antigüedad
hasta el periodo de los Austrias.
Jubón barroco, ca. 1670-1695
Siglo XVIII
(Áreas 3 y 4)
España inicia el siglo XVIII con una
pugna entre el clásico «traje a la
española» heredado de los Austrias
y el «vestido a la francesa»,
preferido entre las clases
privilegiadas. En la segunda
mitad el traje masculino mantiene
las tres piezas básicas: casaca,
chupa y calzón pero en el
guardarropa femenino aparecen
nuevos vestidos, coexistiendo
«bata», «polonesa» y «vaquero».
La Revolución Francesa y el
Neoclasicismo afectaron también a
la indumentaria. Se suprimen los
artefactos interiores y surge el
«vestido camisa» confeccionado con
telas ligeras de algodón (muselinas).
El hombre cambia la casaca por el
frac, los calzones por el pantalón y la
chupa por el chaleco, único refugio
para la decoración en la indumentaria
maculina. El fenómeno que
denominamos «majismo» es una
reacción ante esas modas
extranjeras.
Siglo XIX
(Áreas 5 y 6)
El triunfo social y político de la
burguesía y los avances
tecnológicos son dos factores que
incidieron en la moda del momento.
A comienzo de los años veinte se
inicia el llamado estilo romántico,
que transforma la silueta femenina:
el talle baja hasta la cintura, lo que
propicia la implantación del corsé, y
las faldas aumentan su volumen por
la superposición de enaguas. En el
segundo período romántico las
faldas alcanzan gran amplitud con la
aparición del miriñaque, que irá
ampliando su tamaño hasta
convertirse en una gran jaula.
En el último cuarto del siglo XIX se
inicia una nueva etapa del traje
femenino, se elimina el miriñaque y
se da paso a una nueva silueta
femenina definida por la utilización
de otro armazón, el polisón.
Traje regional
(Área 7)
La colección recoge piezas
procedentes de toda la geografía
nacional, la mayoría de finales del
siglo XIX y comienzos del XX,
momento en el que se fosilizan los
modelos que han perdurado como
trajes típicos de las distintas regiones.
Están representados todos los
ámbitos de la vida en el mundo
tradicional: los trajes de las fiestas,
cargados de reminiscencias del
pasado, que exhiben la riqueza de sus
propietarios mediante la acumulación
de objetos como joyas o piezas de
ropa superpuestas; los trajes de
oficios, en los que se utilizan
materiales especiales por su resistencia
y su adecuación funcional; o los trajes
rituales y de danzantes, que a menudo
se mantienen en uso, y
que constituyen la parte
más viva de la tradición.
Vestido «a la francesa», ca. 1770
Vestido de baile, ca. 1865-1868
Peliqueiro de Laza, Orense
Belle Époque
(1898-1914)
(Área 8)
Este periodo es de gran interés por
las transformaciones que sufre la
indumentaria: desde la línea en
«ese» impuesta por el Modernismo
hasta la libertad del cuerpo
femenino a partir de las creaciones
de Paul Poiret, Madeleine Vionnet o
Mariano Fortuny.
Mariano Fortuny
(1871-1949)
(Área 9)
Creó una serie de trajes de estilo
atemporal, cada uno de los cuales
era una obra única e irrepetible.
Influido por los modelos clásicos,
buscó para la mujer un ideal de
belleza basado en un cuerpo
femenino libre y sin ataduras, por lo
que sus trajes no ocultaban ni
alteraban la silueta.
Entendía que los materiales y el
proceso productivo podían elevar la
prenda a la categoría de objeto
artístico.
Mariano Fortuny, «Delfos», 1910-1949
Primera mitad
del siglo XX
(Áreas 10 y 11)
La I Guerra Mundial va a
producir grandes cambios en la
sociedad, entre ellos la
incorporación de la mujer al mundo
del trabajo, que impulsan una forma
de vestir. Así, poco a poco se fue
imponiendo un traje práctico
adaptado a una nueva forma de
vida.
El prototipo de mujer en los «locos
años veinte» se identifica con el
«estilo a lo garçon» que
correspondía a una mujer joven y
estilizada, de imagen andrógina
conseguida por el pelo corto y el
disimulo de sus atributos
femeninos.
En España, a partir de los años 50,
las imágenes de la gran pantalla y la
llegada de turistas afectará
directamente al modo de vestir de
los españoles, que desde el final de
la Guerra Civil había estado marcado
por la escasez y la estricta moral.
Vestido de fiesta, 1920-1930
Alta Costura
Tiempos actuales
(Áreas 12 y 13)
Hacia mediados del
siglo XX se cede el paso a una nueva
generación de modistos como Dior,
Balmain o Balenciaga, que
recuperan la elegancia como valor
fundamental de la moda femenina.
Cristóbal Balenciaga (1895-1972)
impuso un estilo totalmente
innovador buscando una continua
renovación de las formas y la
armonía entre proporciones y
colores.
En España, Pedro Rodríguez y
Manuel Pertegaz fueron, junto a
Balenciaga, los grandes maestros
de esta época. En los años 60 y 70
la figura más destacada, entre otros,
fue Elio Berhanyer. En 1974, con la
aplicación del Impuesto de lujo, las
casas de Alta Costura españolas se
vieron abocadas al cierre.
(Área 14)
La Alta Costura pierde protagonismo
frente al auge del prêt-à-porter. Esta
situación dibuja un panorama en la
moda actual en el que las fronteras
entre Alta Costura, prêt-à-porter, y
ropa de calle se van haciendo más
difusas, aunque en ningún caso se
pierden las características propias
de cada una de ellas.
En suma, el Museo del Traje nace
con vocación de convertirse en una
muestra fidedigna de la evolución
de la indumentaria a lo largo de la
historia, así como en un escaparate
vivo donde las tendencias
nacionales e internacionales se
muestren a la sociedad a través de
propuestas museográficas.
Balenciaga, vestido «Eisa», ca. 1950
Karl Lagerfeld para Chanel,
traje Jacqueline, 2003
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