La Crisis en crisis: el surgimiento de Lo Político en las

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Universidad Nacional de General Sarmiento
Instituto de Desarrollo Humano
LA CRISIS EN CRISIS
El surgimiento de lo político en las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001
Camila Cuello
Tesis para optar por el título de Licenciada en Estudios Políticos
Directora: Julia Gabriela Smola
2015
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Índice
Agradecimientos ........................................................................................................................... 5
Introducción .................................................................................................................................. 6
Capítulo 1: Las narraciones del 19 y 20 de diciembre de 2001 ..................................................... 12
I.
Introducción ..................................................................................................................... 12
II.
La construcción narrativa de la acción. ............................................................................. 13
III. De la heterogeneidad de perspectivas. 19 y 20: ¿Manifestaciones políticas o
antipolíticas?.................................................................................................................................16
a. Manifestaciones políticas ................................................................................................. 17
b. Manifestaciones antipolíticas ........................................................................................... 29
IV. Los puntos de contacto de ambos enfoques. .................................................................... 36
Capítulo 2: Redefiniciones acerca de lo político .......................................................................... 40
I. Introducción ....................................................................................................................... 40
II. Prejuicios contra la política ................................................................................................. 41
III. Los supuestos tras los análisis de las manifestaciones de diciembre.................................... 48
IV. Espacios de aparición: el sentido de la política según Hannah Arendt. ................................ 54
a. Pensar sin barandillas ....................................................................................................... 55
b. La centralidad de la esfera pública .................................................................................... 58
c. Acción, Discurso y Libertad en la noción arendtiana de la política. .................................... 61
d. La manifestación política .................................................................................................. 68
Capítulo III: El sentido político de las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre ........................ 74
I.
Introducción ..................................................................................................................... 74
II. Más allá del acontecimiento: La historización de las manifestaciones del 19 y 20. El
contexto político, económico y social. ...................................................................................... 77
III. Múltiples dimensiones de la movilización: saqueos, protesta sindical, piquetes y
cacerolazos. ............................................................................................................................. 84
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
IV. El sentido político de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001 ...................... 90
Palabras Finales......................................................................................................................... 110
Bibliografía ................................................................................................................................ 115
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Si es cierto que todo pensamiento se inicia con el recuerdo,
también es cierto que ningún recuerdo está seguro
a menos que se condense y destile un esquema conceptual
del que depende para su actualización.
Las experiencias y las narraciones que surgen de los actos
y sufrimientos humanos, de los acontecimientos y sucesos,
caen en la futilidad inherente al acto y a la palabra viva
si no son recordados una y otra vez.
Lo que salva a los asuntos del hombre mortal de su futilidad
consustancial no es otra cosa que la incesante recordación
de los mismos, la cual, a su vez, sólo es útil a condición de que
produzca ciertos conceptos, ciertos puntos de referencia
que sirvan para la conmemoración futura.
Hannah Arendt, Sobre la Revolución.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Agradecimientos
Este trabajo es la conclusión de mi carrera de estudiante de la Licenciatura de Estudios Políticos de
la Universidad Nacional de General Sarmiento, por eso como todo fin de ciclo, invita a reflexionar
acerca del camino transitado y especialmente sobre aquellas personas que lo acompañaron.
Quisiera agradecer en primer lugar a mis padres y mis hermanos, que supieron respetar y apoyar
mis elecciones. A mis abuelos, por el cariño cotidiano y la compañía en las largas tardes de mates
mientras leía los apuntes. Y a mis primas, que en cada reunión escuchaban atentamente las ideas
que surgían de este trabajo.
Mi paso por la Universidad me dejó grandes amigos, con los que compartimos, allá por los
primeros años, muchas horas de cursada y que hoy son gran parte de mí. A ellos les agradezco por
hacer más fácil este arduo camino, por animarme cuando el cansancio me ganaba. Pero sobre
todo por escucharme y prestar el hombro a lo largo de todo este trabajo, que finalmente tomó
forma de tesis.
A Maximiliano, mi amor y compañero, que comparte conmigo cada día. A él le agradezco por estar
a mi lado y brindarme siempre palabras de aliento en el momento más necesario. Pero sobre todo
por su amor y apoyo incondicional.
Quiero agradecer especialmente a mi directora, Julia Smola, por su compromiso y predisposición
constantes, sus lecturas atentas y sus comentarios siempre interesantes que permitieron, a la vez,
que esta tesis sea lo más libre posible. Pero no sólo por trabajar conmigo durante estos años, sino
también por alentar mi crecimiento al enfrentarme a nuevos desafíos.
Finalmente, agradezco a todos los docentes investigadores del área de Política de la Universidad,
por su predisposición a mis consultas, por el acompañamiento en cada una de las materias y por
permitirme discutir con ellos las ideas que forman parte de esta tesis de Licenciatura.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Introducción
El 19 de diciembre de 2001, poco antes de las 23 horas el presidente Fernando De la Rúa leyó por
cadena nacional un breve discurso en el que declaró el Estado de Sitio vigente por 30 días. Dicha
medida, buscó dar respuesta al clima de tensión generado por la propagación de los saqueos en
gran parte del territorio nacional. Mientras se desarrollaba el discurso presidencial, comenzó a
escucharse en la mayoría de los barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el “cacerolazo”
reprobando el discurso y el decreto mismo del Estado de Sitio.
Al tiempo que las calles y las esquinas más importantes se cubrían de manifestantes, se pasó a una
marcha que desembocó en Plaza de Mayo y Plaza del Congreso. La masividad de esta
manifestación es una de sus características más predominantes, miles de personas de distintas
edades y clases sociales se hicieron presentes en el espacio público. La madrugada del 20 de
diciembre encontró a los manifestantes, que aún permanecían allí, a pesar de la intensa represión
policial ordenada por el Poder Ejecutivo. Tras la renuncia del entonces Ministro de Economía
Domingo Cavallo y de todo el gabinete presidencial, De la Rúa buscó acordar con el Partido
Justicialista para descomprimir así, la delicada situación institucional en la que se encontró el
gobierno. Finalmente, ante la negativa de la oposición, el presidente presentó su dimisión frente al
Parlamento.
Tales sucesos marcaron un quiebre e irrumpieron en la dinámica esperable del orden social, lo que
surge de allí, entonces, es un coro de preguntas: ¿Qué finaliza y qué comienza en diciembre de
2001? ¿Quiénes son aquellos que aparecen en el espacio público golpeando sus cacerolas? ¿Cuál
es el significado de las consignas que allí expresaron? Y finalmente, ¿Cómo pensar políticamente
una manifestación que –en gran medida– pone en cuestión las categorías mediante las cuales fue
analizada? En efecto, el aparato conceptual o más bien, la manera de pensar la política enfrentó
ciertas limitaciones a la hora comprender y explicar los acontecimientos decembrinos.
Yendo al punto, lo que motiva este trabajo es explorar el sentido político de una manifestación
que, en tanto acontecimiento, es constitutivamente fugaz e irrepetible. Así, en las páginas que
siguen, proponemos abordar los interrogantes planteados desde una perspectiva teórica que dé
cuenta de la politicidad contenida en la aparición de nuevos actores a la luz de lo público que
erigen consigo nuevos espacios de visibilidad, más allá de su inevitable fragilidad.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Con dichos interrogantes en mente, organizamos nuestro trabajo en tres capítulos. En el primero
de ellos, llevaremos a cabo una revisión de los principales trabajos inmediatos posteriores a las
manifestaciones de diciembre de 2001. Puesto que, antes de emprender nuestro análisis,
debemos tener en claro cuáles son las diversas interpretaciones que se han articulado sobre las
manifestaciones. Estas, como todo fenómeno complejo, abarcan múltiples dimensiones –sociales,
políticas, culturales, institucionales, y económicas– que adquieren distintos grado de relevancia y
centralidad. Dedicaremos entonces las primeras páginas, al análisis del conjunto de publicaciones
sobre ambas jornadas. Para ello, enmarcaremos nuestra lectura en las conceptualizaciones de
Hannah Arendt y Paul Ricoeur acerca de la idea de narración, entendiendo que los diversos
enfoques construyen múltiples relatos. Allí, el conjunto dispersos de datos se hilvana en una
trama, que los organiza más allá de la mera sucesión cronológica e imprime sobre ellos un nuevo
orden de inteligibilidad que los dota de sentido.
Por consiguiente, en nuestro recorrido por las múltiples publicaciones plantearemos un
ordenamiento que atraviesa transversalmente los límites impuestos por las orientaciones teóricas
y los campos disciplinares, para atender a la manera en que se han cualificado a las
manifestaciones, bajo dos términos –en primera instancia– contrapuestos. Por un lado, aquellos
estudios que sostienen que el 19 y 20 son manifestaciones políticas, y por otro lado, los análisis
que afirman su naturaleza antipolítica. A partir de esta distinción inicial, desarrollaremos los
puntos más relevantes de cada enfoque, y lo que resulta más interesante aún, las cuestiones
donde los distintos estudios convergen, a pesar de su distancia teórica y conceptual.
Así, al poner el acento en la dimensión configurativa de toda narración, adquiere relevancia el
cuerpo teórico, o en otras palabras, los supuestos sobre los cuales se hilvana la trama allí
contenida. Llegando al final del recorrido, exploraremos los supuestos que subyacen bajo los
distintos estudios y qué entiende cada vertiente por los términos de política y antipolítica. En este
primer capítulo, no sólo construiremos un mapa de interpretaciones en el cual situar nuestro
trabajo, sino también, y sobre todo, identificaremos los puntos en donde los análisis presentan
ciertos obstáculos para pensar el sentido político de las manifestaciones decembrinas.
Dado que no pretendemos adoptar en nuestro análisis un punto de vista neutral –ejercicio que
además, resultaría imposible– es necesario precisar los conceptos que emplearemos. A ello, estará
dedicado el capítulo dos, en donde presentaremos nuestro marco teórico que estará compuesto
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
principalmente por los argumentos que Arendt expone en su noción de política. Para ello
abordaremos los ejes centrales que estructuran la comprensión arendtiana: la centralidad que
adquiere el espacio público, donde son hombres son capaces de ejercer la libertad contenida en la
acción y el discurso.
A continuación, recuperaremos la interpretación del pensamiento arendtiano propuesta por
Etienne Tassin bajo el término de manifestación, que enfatiza en una aproximación
fenomenológica de la política, al plantear dos dimensiones: el actuar colectivo, por un lado, y la
visibilidad característica del espacio público, por otro. Abordaremos asimismo, las reflexiones de
Tassin acerca de la relación que se establece entre la acción colectiva y el espacio público,
existente, pero constantemente puesto en cuestión. Adelantando el curso de este desarrollo,
sostendremos junto con Claude Lefort, que no se trata allí de una dinámica de oposición entre un
espacio público instituido y la acción que en el irrumpe, sino más bien aquello que buscaremos
puntualizar es la interrelación existente entre Orden y Conflicto, o en términos de Lefort entre la
política y lo político. Así, la perspectiva lefortiana nos ayudará a pensar en la característica
conflictual de ese espacio público.
De esta manera, en las páginas que componen el segundo capítulo, presentaremos principalmente
las herramientas conceptuales de Arendt. La fertilidad de su perspectiva radica, para nuestros
intereses, en indagar la politicidad contenida en la acción y el discurso que los hombres despliegan
a la luz del espacio público. Así, los argumentos arendtianos nos permitirán redefinir aquello que
entendemos por política, siendo a su vez operacionalizados mediante ciertas reflexiones de Tassin
y Lefort.
Con este marco analizaremos, en el tercer y último capítulo, el 19 y 20 de diciembre de 2001. No
obstante, como sostuvimos algunas líneas atrás, comprendemos las manifestaciones en tanto
acontecimiento que, tal como sostiene Arendt, siempre es una novedad pero sin embargo no se
presenta deshistorizado. En sus palabras, “lo que el acontecimiento iluminador revela es un
comienzo en el pasado que hasta aquel momento estaba oculto” (2009: 41). Así, más allá de
circunscribir nuestro análisis al momento disruptivo del 19 y 20, consideramos pertinente
desarrollar el contexto político, económico y social en el cual las manifestaciones estuvieron
enmarcadas. Una última aclaración al respecto, este ejercicio se encuentra lejos de articular una
lógica causa-efecto, sino aquello que proponemos es pensar en el sentido político de una
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
manifestación que en tanto acontecimiento es única y fugaz, pero que al mismo tiempo ilumina su
propio pasado.
En la misma línea, daremos cuenta de las múltiples dimensiones de la protesta social que
antecede a las jornadas decembrinas. Consideraremos allí, los saqueos, las protestas sindicales, los
piquetes y los cacerolazos acontecidos entre el 14 y el 18 de diciembre, recorte que nos permite
evidenciar suficientemente los rasgos característicos de cada forma de protesta. A lo largo de este
desarrollo reflexionaremos acerca del componente disruptivo y novedoso del 19 y 20 de
diciembre.
Algunas precisiones metodológicas devienen necesarias en esta introducción. Como se ha podido
observar desde el inicio, nuestro trabajo se encuentra circunscripto a lo sucedido los días 19 y 20
de diciembre de 2001, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, haciendo especial hincapié en las
manifestaciones desplegadas en Plaza de Mayo y Plaza del Congreso. Este recorte espacial y
temporal, responde a varias cuestiones. En primer lugar, optamos por centrarnos en las
manifestaciones del 19 y 20 por el impulso disruptivo e irrepetible que contienen, en efecto, no
negamos la productividad de pensarlas en el largo plazo –como consecuencia de las movilizaciones
sucedidas en la década del noventa– o, en el corto plazo –como parte de las protestas sociales
iniciadas casi una semana antes. Como así tampoco, escapamos de la posibilidad de reflexionar
acerca de la huella que imprimen en el periodo venidero, e incluso, –como afirman múltiples
estudios– en su impacto sobre el kirchnerismo1. No obstante, nuestro interés en las
manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001 es enfrentarnos al desafío de pensar el sentido
político de una acción que irrumpe en el espacio público instituido y pone en escena la
contingencia constitutiva de todo orden. Buscamos así, dar cuenta de la tensión existente entre lo
político como lógica conflictiva de la constitución de la sociedad y la política, como esfera
institucional de contención de ese conflicto.
1
Véase al respecto, el trabajo de Juan Pablo Cremonte “El estilo de actuación pública de Néstor Kirchner” y
“Notas sobre la democracia, la representación y algunos problemas conexos” de Rinesi y Vommaro en Los
lentes de Víctor Hugo. Transformaciones políticas y desafíos teóricos en la Argentina reciente (2007).
Asimismo, los estudios compilados en La Grieta. Política, economía y cultura después de 2001 (2013),
abordan colectivamente y desde múltiples perspectivas el impacto de las manifestaciones decembrinas, en
el periodo venidero.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En segundo lugar, respecto de la delimitación espacial, nos centraremos en las acciones llevadas a
cabo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, precisamente en las manifestaciones acontecidas
en Plaza de Mayo y Plaza del Congreso. El vasto recorrido que hemos realizado por las fuentes y la
bibliografía existente, permite sostener que el 19 y 20 fue un fenómeno con una extensión cuasi
nacional2. No obstante, dada la importancia de ambas plazas en tanto centro político, como así
también el impacto que tuvieron las acciones allí desplegadas, nos permite centrar nuestra lectura
sobre ese espacio. Ciertamente, tal como sostiene Gabriel Vommaro en gran parte, la definición
espacial tiene como resultado, la definición del quiénes,
de un lado, la ciudad de Buenos Aires y otras grandes ciudades eran sinónimo de
clases medias y de movilizaciones espontáneas; del otro, los conurbanos y otros
suburbios se asociaban a los pobres y a los saqueos organizados (2013: 164).
No obstante, adelantando en parte nuestro desarrollo, consideraremos que en el 19 y 20 los
actores se alejan de su pertenencia a la estructura económica y social para aparecer en el espacio
público en tanto actores primordialmente políticos.
Atendiendo a este recorte espacial y temporal, nuestro análisis de las manifestaciones de
diciembre estará basado en una reconstrucción de ambas jornadas, relevando por un lado, los
datos disponibles en los estudios publicados; y por otro lado, considerando la información
publicada por los distintos medios de comunicación de mayor alcance, radios (Radio Nacional,
Radio Mitre), televisión (tomaremos los noticieros de Canal 13, Telefé, Canal 7 y Todo Noticias) y
diarios (La Nación, Clarín y Página 12). Asimismo hemos relevado uno de los medios
independientes más activos del periodo, Indymedia. Es de gran importancia aclarar que, en el caso
de la televisión y las radios, no existe un archivo completo de las transmisiones realizadas, en
efecto, sólo trabajaremos con los fragmentos encontrados en línea. Por otra parte, dado que han
transcurrido más de diez años de los sucesos, encontramos un vasto conjunto de películas
documentales que hemos igualmente utilizado como fuentes de datos para nuestro trabajo.
Sin embargo, no debemos dejar de lado, la dificultad de trabajar a partir de fuentes periodísticas
que de por sí, contienen una serie de limitaciones: evaluación de los hechos teñidas por la postura
2
Los diarios de aquellos días registraron manifestaciones, en Rosario, Córdoba, La Plata, Mar del Plata. El
trabajo de recopilación y narración de los acontecimientos de diciembre de 2001 que llevaron a cabo Iñigo
Carrera y María Cotarello (2002) en La Insurrección Espontánea sostiene que son muy pocas las provincias
donde no se registran protestas: La Rioja, Catamarca, Formosa, San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
ideológica de cada medio3, la disparidad en el tratamiento de los hechos y finalmente, como
mencionamos, la inexistencia de la totalidad de las fuentes. Sin embargo, hemos tratado de
reducir los efectos de este problema metodológico, centrándonos en los acontecimientos que las
crónicas relatan, soslayando las valoraciones de signo ideológico y comparando las acciones en la
mayor cantidad de medios posibles4.
Aquello que nos interesa reconstruir de las jornadas decembrinas, atenderá a la noción de
manifestación de la que daremos cuenta con Tassin. Es decir, nos centraremos en las acciones y el
discurso desplegado por los protagonistas en un espacio público existente, pero también
constantemente modulado por estas mismas acciones. Asimismo, nuestro análisis se nutrirá de los
aportes de múltiples publicaciones –académicas, periodísticas, entre otras– que han estudiado a
las jornadas decembrinas en la línea propuesta.
Se trata entonces de producir una narración, una puesta en trama de las manifestaciones del 19 y
20 desde una perspectiva fenomenológica que nos permita indagar el sentido político de una
manifestación que escenifica la tensión existente entre las acciones y las instituciones.
Por último, quisiéramos aclarar, que esta tesis, si bien es un trabajo de investigación en sí misma,
representa, para nosotros una apertura, una primera aproximación a una temática que nos resulta
por demás interesante y fructífera para continuar explorando. En este sentido, esperamos tener la
posibilidad de dedicarnos a ello en nuevas investigaciones.
3
Tal como sostiene Ricardo Sidicaro en La política mirada desde arriba, un diario “en tanto punto de vista
sobre lo social, está necesariamente condicionado por el entramado de relaciones materiales y simbólicas
del que participa el actor que lo enuncia, *y+ su visión no puede sino ser ideológica” (1993: 8).
4
Al respecto, el lector habrá detectado la ausencia de entrevistas en nuestras fuentes de información. Esto
se debe a que consideramos que no hace falta recurrir a la intensión individual de cada participante para
develar el sentido político de las manifestaciones de diciembre. En este sentido, Arendt, sostiene en Sobre la
Revolución “por supuesto, cada hecho particular tiene sus motivaciones, su propósito y su razón de ser, pero
el acto en sí mismo, pese a que produce su propósito y manifiesta su razón de ser, no pone de manifiesto la
motivación íntima del agente. Sus motivaciones permanecen en la oscuridad, no brillan sino que
permanecen ocultas, no sólo para los demás, sino las más de las veces para sí mismo y no son ni siquiera
descubiertas por la introspección” (2004: 130).
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Capítulo 1
Las narraciones del 19 y 20 de diciembre de 2001
“Si no hay conflictos acerca del significado,
la cuestión no es política por definición”
Eduardo Rinesi (1994)
I.
Introducción
La magnitud de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001 interpeló, a una vasta
diversidad de actores que se encontraron ante la necesidad de dotar de sentido aquello que
parecía caótico y accidental.
En efecto, todas las acciones que acontecen dentro de la esfera de los asuntos políticos, y
particularmente aquellas de la envergadura e importancia que tienen las que aquí nos convocan,
disparan una ineludible disputa por el sentido, que se materializa en la construcción de múltiples
narraciones. A lo largo de los tres apartados que componen este capítulo, planteamos un
recorrido que se inicia con las reflexiones de Hannah Arendt y de Paul Ricoeur acerca de la
relación entre acción y narración. Para situarnos así, frente a la posibilidad de analizar la manera
en la que las manifestaciones del 2001 fueron interpretadas, bajo dos términos contrapuestos:
política-antipolítica. Exploraremos aquí, las cuestiones más relevantes de los estudios publicados,
haciendo especial hincapié en la comprensión acerca de la idea de política que subyace tras los
análisis de las manifestaciones decembrinas. Finalmente, en el tercer y último apartado,
expondremos los puntos en los que las diversas narraciones convergen a pesar de su
contraposición inicial.
Recuperaremos entonces en el primer apartado, la noción de narración que ambos autores
desarrollan poniendo especial interés en su rasgo configurativo. Esto es, frente la irrupción de la
acción el sentido se construye retrospectivamente en los relatos. Es allí, en donde los
acontecimientos se vinculan entre sí, es decir, establece conexiones más allá de la mera sucesión
cronológica. Como sostiene Ricoeur “los hechos existen y es por la trama y la narración que
adquieren significación histórica” (1995: 283). Así, el efecto de sentido presente en la narración es
dado por medio de la trama en ella construida.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
La gran importancia de concebir las distintas interpretaciones de las manifestaciones del 19 y 20
de diciembre de 2001 en tanto narraciones es de dos órdenes. Por un lado, posibilita la indagación
acerca de las operaciones que se ponen en juego a la hora de construir el relato al concentrarse en
la dimensión configurativa que la narración tiene sobre las acciones. Tal como sostiene Arendt, en
el relato damos sentido a lo heterogéneo –acciones, pasiones, circunstancias, golpes de fortunapero sin anularlo ni definirlo. Así, “quien dice lo que existe siempre narra algo, y en esa narración,
los hechos particulares pierden su carácter contingente y adquieren cierto significado
humanamente captable” (Arendt, 1996: 241).
Por otro lado, adquiere relevancia el cuerpo teórico, o más bien, los supuestos sobre los cuales se
construyen las diversas narraciones. La “puesta en trama” (Schuster Et. Al., 2002: 2) organiza los
acontecimientos dotándolos de un nuevo orden de inteligibilidad que los convierte en realidad. En
ese ejercicio entran en escena los supuestos a partir de los cuales ciertos datos cobran centralidad
y otros son relegados.
En función de ello, en el segundo apartado recorreremos algunos los múltiples estudios que se han
publicado al calor de las manifestaciones decembrinas, planteando un ordenamiento que
atraviesa transversalmente las divisiones impuestas por las orientaciones teóricas y los campos
disciplinares. Así, nuestro criterio de análisis se basa en la cualificación otorgada a las jornadas del
19 y 20, bajo los términos de manifestaciones políticas o antipolíticas. A partir de esta distinción
desarrollaremos las cuestiones más importantes de los múltiples relatos y, lo que resulta más
interesante aún, dedicaremos el tercer y último apartado, a explorar los puntos en los que
convergen a pesar de la aparente contraposición teórica y conceptual.
II. La construcción narrativa de la acción.
Desde la perspectiva arendtiana, las acciones y las palabras se caracterizan por ser frágiles y
efímeras, ya que corren el riesgo de desaparecer una vez realizadas o pronunciadas. Así, ante tal
fragilidad, la narración se erige como el instrumento que permite comprender lo sucedido y al
mismo tiempo preservar el momento fugaz de la acción que “solo se revela plenamente al
narrador, es decir a la mirada del historiador” (Arendt, 2009: 215). Quien es capaz de contar una
historia (story) que necesariamente se encuentra oculta para el propio actor, al menos mientras
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realiza el acto o se halla atrapado en sus consecuencias. La historia (story) como resultado
inevitable de la acción, sólo puede revelar su pleno significado cuando ésta ha terminado. Y aun
así, la comprensión es un proceso complejo que nunca produce resultados inequívocos. (Arendt,
2008).
Arendt plantea entonces, que el relato que emerge de una masa caótica de sucesos puede ser
contado con un comienzo y un fin, a partir de una mirada retrospectiva. Es decir, el narrador es
quien reconstruye la trama del acontecimiento otorgando un sentido a la acción en función de
sucesos que los propios actores no conocieron o no podían conocer. Así, el tiempo transcurrido
entre acción y narración es fundamental toda vez que es la distancia temporal del narrador la que
posibilita una acabada comprensión del acontecimiento.
En su extenso estudio Tiempo y Narración I Ricoeur afirma, en línea a lo expuesto por Arendt, que
la “historia sobreviene cuando la partida está terminada” (1995: 263). En otras palabras, la
narración se articula mediante una inteligibilidad retrospectiva. Esta “descansa en una
construcción que ningún testigo hubiera podido realizar cuando se produjeron los
acontecimientos, ya que este camino regresivo era inaccesible entonces” (Ídem: 256).
Así, ambos autores sostienen una idea de narración en tanto articulación de un sentido último de
la acción, que sólo puede conocerse mucho tiempo después de haber tenido lugar. “Sólo un
historiador puede contar este tipo de historia” (Ídem: 245).
Ahora bien, en este capítulo nos ocuparemos de las diversas interpretaciones que han sido
formuladas sobre las jornadas de protesta del 19 y 20 de diciembre. Todas ellas comparten una
característica en común: su inmediatez. La trascendencia de los acontecimientos evidenció la
acuciante necesidad de comprender aquello que había sucedido. Ante esta suerte de
convocatoria, políticos e intelectuales entablaron una disputa por el sentido de tales
acontecimientos, plasmada en publicaciones de múltiple signo. Por lo tanto nos enfrentamos a
análisis que, contrario a lo propuesto por Arendt y Ricoeur, fueron producidos al calor de los
acontecimientos. Viéndose así suprimida la distancia temporal antes citada, entre acción y
narración.
A pesar de tal dificultad, ambos autores desarrollan una serie de herramientas conceptuales que
nos permiten tratar las diversas lecturas del 2001 bajo el término de narraciones. Junto a la idea
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
de narración en tanto sentido último de la acción, Arendt sostiene que tal narración es una
actividad infinita en la que siempre permanecerá abierta la posibilidad de su reconfiguración. La
clave se encuentra entonces en la operación que el narrador realiza al construir su relato.
La narración, como la otra cara de la acción, emerge una vez transcurrido el fugaz momento del
acto. Es allí donde cobra relevancia la comprensión, entendida como una actividad del
pensamiento que dota de sentido a aquello que acontece. Así, el narrador es quien, mediante el
relato construye el sentido del acto y a la vez lo salva del olvido. Ya que en el mundo
sólo permanece lo que se puede comunicar. Lo incomunicado, lo incomunicable, eso
que no se contó a nadie y no dejó huella en nadie *…+ se hunde en el oscuro caos del
olvido, está condenado a repetirse; y se repite, pues, aunque haya ocurrido de
verdad, no encontró en la realidad un refugio estable (Arendt, 2000: 145).
De este modo, Arendt atribuye dos funciones a la narración: preservar las acciones pasadas y
otorgarles un sentido. La reconstrucción que el narrador realiza en el relato requiere la aceptación
de la naturaleza propia de las acciones que acontecen dentro de la esfera de los asuntos políticos.
La acción y el discurso que aparecen a la luz de lo público se despliegan en medio de una trama de
relaciones humanas, en el actuar junto a los otros, en la pluralidad (Arendt, 2009: 206-211).
Consecuentemente la comprensión de los acontecimientos transmitida en la narración se
encuentra atravesada por una multiplicidad de perspectivas.
Por su parte, en línea a lo expuesto por Arendt, Ricoeur afirma que el relato construido
retrospectivamente lleva consigo rasgos configuradores. Ante los acontecimientos, el narrador
despliega un relato fundamentalmente interpretativo de aquello que sucedió. Por tal motivo, la
narración expresa el punto de vista del que la narra quien establece conexiones entre hechos que
se encontraban aparentemente disociados. (Ricoeur, 1995: 286-287).
Aquello que nos interesa recuperar entonces, es la idea de narración en tanto intento de articular
una comprensión de los acontecimientos. Al mismo tiempo en que el narrador construye su relato,
dota de sentido a la acción. Sin embargo, no hay un único narrador, la pluralidad en la que se
encuentra inmersa toda acción política tiene como consecuencia la proliferación de múltiples
narraciones. Entre ellas se libra una disputa por el sentido de los acontecimientos.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
El análisis de las lecturas del 2001 bajo el término de narraciones, nos permitirá comprender las
diversas tramas interpretativas que fueron formuladas. Siguiendo a Federico Schuster la
explicación de lo acontecido
consiste en la construcción de un relato o narración que hilvana, poniendo en serie,
un conjunto abierto, creciente y potencialmente infinito de datos. Al producir la
trama, los datos asumen posiciones relativas entre sí y en el todo sistemático de la
narración. Si se comparara con una imagen en perspectiva, se podrá decir que
algunos datos aparecerán en lugar central o protagónico y otros ocuparán un segundo
o tercer plano. El criterio para estas distinciones estará establecido por los cuerpos
teóricos que utilicemos, los que operan como auténticas matrices de interpretación
(2005: 35. Itálicas del original).
Este ejercicio es de gran importancia si entendemos que el lenguaje es el lugar desde donde se
expresan y construyen realidades. Así, como sostiene Eliseo Verón en su clásico La Semiosis Social
“sólo en el nivel de la discursividad el sentido manifiesta sus determinaciones sociales y los
fenómenos sociales develan su dimensión significante” (1996: 126).
En este contexto, indagar el sentido articulado en la narración y el lenguaje que hacen de esas
acciones una historia, constituye una arista clave en toda aproximación a su estudio.
III. De la heterogeneidad de perspectivas. 19 y 20: ¿Manifestaciones políticas o
antipolíticas?
Tal como mencionamos al principio, la envergadura de los acontecimientos de diciembre interpeló
a una amplia multiplicidad de actores que buscaron dotar de sentido a aquello que sucedió. En
consecuencia, el corpus de interpretaciones que analizaremos refleja la diversidad intrínseca de un
conjunto de lecturas que fueron concebidas desde distintos ámbitos. A excepción de La Grieta
(Pereyra, Vommaro, Pérez, 2013), no existen publicaciones que recorran transversalmente las
múltiples perspectivas de análisis.
Por consiguiente, nuestra lectura del amplio campo de estudios sobre diciembre de 2001 no será
encauzada por las divisiones disciplinares y las orientaciones teórico políticas. Como así tampoco
16
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
responderá a las múltiples maneras en las que se han nombrado a los acontecimientos.5 Por el
contrario, proponemos un ordenamiento regido por la cualificación dada a las manifestaciones
bajo dos términos contrapuestos. A saber, por un lado, las publicaciones que caracterizan al 19 y
20 como manifestaciones de naturaleza política y por otro, aquellas que sostienen que ambas
jornadas de protesta están signadas por la irrupción de la antipolítica.
El análisis de ambas declinaciones nos permitirá construir un mapa interpretativo, que recorra
transversalmente los límites impuestos por las diversas nominaciones del acontecimiento, los
campos disciplinares y las orientaciones teórico políticas. La indagación en tales términos,
constituye el puntapié inicial para repensar los acontecimientos de diciembre a la luz de nuevas
herramientas conceptuales.
a. Manifestaciones políticas
En los apuntes publicados por el Colectivo Situaciones, ambas jornadas expresan la emergencia de
un “conjunto de prácticas y lenguajes que dan lugar a un nuevo tipo de intervención en el ámbito
político y social” (2002: 10). La apertura que implica la insurrección de diciembre es recorrida por
una nueva radicalidad que comienza a protagonizar el espacio abierto. En él, la multitud6 que
5
En su artículo Tras las lecturas y las huellas de diciembre de 2001, publicado en La Grieta (Pereyra,
Vommaro, Pérez, 2013), Maristella Svampa expone tres interpretaciones de lo ocurrido el 19 y 20 de
Diciembre propuestas en términos de Crisis, Argentinazo y Acontecimiento.
6
En su análisis, el Colectivo Situaciones (2002) toma el concepto de multitud que ha sido desarrollado
teóricamente por Michael Hardt y Toni Negri en Imperio (2000) y continuado posteriormente en Multitud.
Guerra y democracia en la era del Imperio (2004). El uso del concepto se encuentra enmarcado en una Crisis
de Civilización (Matellanes, 2003) donde “el nuevo proyecto estatal supone a corto plazo, la interrupción
abrupta –ya no sólo racionalizada, sino naturalizada ideológicamente- de los dispositivos de la propia
reproducción social: el estado se desentiende progresivamente de poblaciones y territorios; en fin, de la
cohesión social” (Matellanes citado en Colectivo Situaciones, 2002: 21). En este marco, se desarrolla un
análisis sobre el funcionamiento del poder con fundamento en la biopolítica: una nueva modalidad de
dominio de la economía, las ciencias biológicas y la técnica. Bajo las condiciones de biopoder, las luchas
adquieren una forma de resistencia distinta de la subjetividad política estatal. El nuevo protagonismo de la
multitud va de lo disperso a lo múltiple. En palabras de Hardt y Negri: “en la medida en que la multitud no es
una identidad (como el pueblo) ni es uniforme (como las masas), las diferencias internas de la multitud
deben descubrir `lo común´ que les permite comunicarse y actuar mancomunadamente” (Hardt y Negri,
2004: 17). En el mismo sentido, el Colectivo Situaciones lleva a cabo su análisis de las organizaciones
piqueteras y las asambleas barriales, entendiendo que representan la organización política de la multitud.
Volviendo a tomar a Hartd y Negri la resistencia moderna revela una “tendencia creciente a la organización
democrática, desde las formas centralizadas de la dictadura revolucionaria hasta las organizaciones en red
que excluyen la autoridad en las relaciones de colaboración” (2004:18).
17
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
actuó como multiplicidad sin centro, impulsó la ampliación y profundización del ideal democrático
buscando acentuar el componente participativo y deliberativo que vincula la sociedad con el
Estado. Desde esta lectura, la experiencia de los piqueteros y las asambleas barriales constituyen
ejemplos de dicha posibilidad.
La política del 19 y 20 radicaría, para esta interpretación, en la irrupción de una multitud que
despliega su poder soberano prescindiendo de cualquier tipo de organización centralizada
demostrando así la inexistencia de un autor único y representable. En este sentido, se acentúa una
“elaboración multitudinaria y sostenida de rechazo a toda organización que pretendiese
representar, simbolizar y hegemonizar la labor callejera” (Colectivo Situaciones, 2002: 37).
Sin embargo, el análisis afirma que el rechazo de esta insurrección desapegada de las formas
tradicionales de la política –partidos y sindicatos– constituye un acto destituyente
de hecho, el movimiento del 19 y 20 fue más una acción destituyente, que un clásico
movimiento instituyente *…+ fueron las potencias soberanas e instituyentes las que
entraron en rebeldía sin pretensiones instituyentes *…+ sino ejerciendo sus poderes
destituyentes sobre los poderes constituidos. (Ídem: 42. Itálicas del original).
Así en el enfoque propuesto por el Colectivo Situaciones, las manifestaciones de diciembre
representan una apertura política hacia un nuevo tipo de protagonismo social. No obstante, dicha
política es entendida en términos destituyentes frente a las instituciones del sistema
representativo.
Esta conclusión deriva de una concepción de la política centrada en las prácticas del contrapoder.
La línea de argumentación sostenida a lo largo del estudio, parte del desarrollo de un proceso de
transformación que apunta a entender la constitución de la nueva sociedad de mercado y del
entramado de poder que produce espontáneamente subjetividades, ya no por medio de la
intervención de las instituciones estatales, sino a través de la intervención directa de los flujos de
capitales, de las formas del consumo y de la sociedad del espectáculo. (Colectivo Situaciones,
2002: 19-27). 7
7
Un análisis en el mismo sentido, que a la vez es retomado por el Colectivo Situaciones es el que realiza
Ignacio Lewcowicz en una serie de notas publicadas al calor del 2001 llamada Sucesos argentinos. Cacerolazo
y subjetividad postestatal (2002). Y posteriormente desarrolladas en profundidad en Pensar sin Estado. La
subjetividad en la era de la fluidez (2012).
18
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En este contexto, los nuevos métodos de resistencia van constituyendo otra forma de política, que
ya no consiste en un paso de lo fragmentario a lo centralizado –estatal– sino en una “afirmación
subjetiva que transforma la dispersión en multiplicidad” (Colectivo Situaciones, 2008: 86). A la luz
de tales consideraciones, este enfoque analiza las manifestaciones de diciembre de 2001 como el
estallido de un nuevo protagonismo social que despliega su lucha ante el aparato del estado
transformado bajo la sociedad de mercado.
Así, esta perspectiva sostiene una idea de política que se desarrolla bajo la forma de lucha y
resistencia ante la gestión de lo estatal. La potencialidad del agotamiento de la subjetividad estatal
y de la emergencia de un nuevo protagonismo social cobra sentido a la hora de “comprender
cómo la relación entre `política´ -luchas infinitas por la base que son productoras de valores de
justicia- y `gestión´ es tan inevitable como necesaria *…+” (Colectivo Situaciones, 2002: 209). Al
proponer la lectura del 2001 en tales términos teórico-conceptuales, necesariamente la política
desplegada en las manifestaciones adquiere un rasgo negativo, a decir de los autores constituye
un acto destituyente.
Otra de las interpretaciones sobre las manifestaciones de diciembre de 2001 proviene desde los
partidos de izquierda. Como consecuencia de la fragmentación de la izquierda argentina, es
posible encontrar múltiples lecturas sobre ambas jornadas8. Aquí tomaremos las reflexiones de
8
Si bien no es el propósito de nuestro trabajo realizar un análisis exhaustivo de las diversas posiciones que al
interior de la izquierda se desarrollaron sobre los sentidos y significados de las jornadas de protesta de
Diciembre de 2001, es de gran importancia señalar la existencia de diversos enfoques. El término
Argentinazo fue acuñado por el Partido Obrero y por el Movimiento de los Trabajadores Socialistas. Este
último realiza una lectura de los acontecimientos, no sólo retomando la tradición del Cordobazo, sino que
los contextualiza como parte del proceso de Revolución Socialista Mundial comenzado durante los años 30´
(Rosa, 2011). La situación revolucionaria que para estos análisis representaron las manifestaciones del 19 y
20 de Diciembre de 2001 se plantea como un desafío de conducción por parte de los trabajadores
organizados. Las limitaciones de tal situación repercutieron negativamente sobre los posibles devenires de
las jornadas de protesta ya que su potencia se diluyó. Desde su lectura al calor de los acontecimientos, el
MST propone la necesidad de una Asamblea Constituyente en donde el pueblo decida no sólo el presidente
sucesor sino todos los aspectos con vistas a reorganizar el país (Tchila, 2001).
Frente a ello, desde el Partido Socialista de los Trabajadores se propone pensar a los acontecimientos de
Diciembre no como un Argentinazo unificador de las distintas protestas, sino que retomando las
conceptualizaciones de Lenin, se nombran a las manifestaciones del 19 y 20 en términos de Jornadas
Revolucionarias. En éstas se desarrolló un conjunto de actos que las fueron componiendo: huelgas, saqueos,
cacerolazos, movilizaciones y La Batalla del 20 de Diciembre (Feijoo, 2011). De esta manera, al establecer un
término distinto del Argentinazo se distancia a su vez de la tradición de –azos en la que éste es inscripto, y
remarca las diferencias entre el protagonismo de la clase obrera organizada en el Cordobazo y en las
jornadas de Diciembre (Castillo, 2002). A pesar de la carencia en éstas últimas de la presencia organizada
tras partidos de la clase obrera, se destaca en el análisis su participación en las manifestaciones del 2001. Es
19
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Jorge Altamira publicadas en las páginas de Prensa Obrera, inmediatas a las manifestaciones, y
compiladas posteriormente en El Argentinazo. El presente como historia (2002).
Desde esta perspectiva, las jornadas de protesta del 19 y 20 de diciembre son entendidas como el
producto directo de un “largo proceso de crisis política y descomposición económica *…+ es la
culminación de la completa incapacidad de la burguesía nacional para dirigir el país y el resultado
más acabado de un largo saqueo imperialista” (Altamira, 2002: 33). En tal contexto, la naturaleza
política del estallido reside, para esta lectura, en la articulación de una lucha no sólo contra el
gobierno nacional sino contra todo régimen político y económico. Asimismo, su potencialidad
estriba en la posibilidad de encauzar las demandas bajo una orientación política revolucionaria y
una organización capaz de enfrentar al estado en todos sus planos.
En líneas generales, el enfoque de Altamira coloca en el centro de la escena a la clase obrera como
actor fundamental, tanto de las huelgas y protestas que precedieron9 al estallido de diciembre
como de las manifestaciones del 19 y 20. Al mismo tiempo, brega por el rol conductor que debe
asumir el Partido Obrero10 para alcanzar el éxito de la rebelión popular que, “solo triunfará con un
justamente tal carencia de dirección el límite de las Jornadas Revolucionarias, en donde el partido debe
imponer una dirección y una salida de la crisis por medio de su traducción en términos de lucha de clases. En
tal desafío, a su vez, se plantea un enfrentamiento con los sectores autonomistas de las Asambleas
populares y del Movimiento Piquetero respecto de las demandas antipolítica de éstos, al negarse a plantear
la lucha desde el clasismo. Debido a ello y sin el liderazgo obrero las Jornadas Revolucionarias no lograron
constituir una respuesta a la crisis del poder (La verdad Obrera, 2006).
Con el paso del tiempo, en las distintas publicaciones de los partidos de izquierda aquí mencionados en cada
aniversario de las jornadas de Diciembre, se vuelven a presentar análisis sobre lo acontecido y el devenir del
lugar de los partidos frente a la llamada “recomposición del orden”. Es en las lecturas posteriores que se
marcan más claramente las estrategias y propuestas que cada partido planteó en dicha coyuntura y que
sostienen en la actualidad.
Siguiendo la propuesta de Natalucci (2008) decidimos excluir del análisis al PC ya que por el tipo de
estrategia adoptada, al ser parte de la CTA se diferencia de los casos del PO, PTS y MST.
9
El cambio del rol del Estado frente a las provincias, como resultado de las reformas neoliberales de la
década del noventa estuvo acompañado por profundos conflictos en el interior del país. Las provincias con
menos recursos o las menos favorecidas por la distribución coparticipada de los recursos fiscales estuvieron
sometidas a crisis cíclicas de financiamiento de su gasto público, generando dificultades para el
sostenimiento del empleo público, que representa la principal fuente de trabajo de las regiones. Las huelgas
y movilizaciones de maestros, trabajadores de la salud y municipales confluyeron, en algunos casos, con los
enfrentamientos entre las elites locales y la crisis de determinados sectores económicos (pymes y
comerciantes). Algunos de los ejemplos más destacados de estas puebladas o estallidos sociales son los de
Santiago del Estero (1993), Cultral-co y Plaza Huincul (1996), Tartagal y General Mosconi (1997) y Corrientes
(1998) (Pereyra, 2008; Svampa y Pereyra, 2009). Nos referiremos a ellos en el capítulo tres.
10
En este punto, quisiéramos remarcar la siguiente situación: es significativo que, para los partidos de
izquierda y particularmente, para el Partido Obrero, los altos porcentajes de voto nulo y voto en blanco de
las elecciones de octubre de 2001 sumado a la consigna Que se vayan todos, que no quede ni uno solo oída
20
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
gobierno de trabajadores, ninguna otra clase puede sustituir al proletario en promover un
desenlace victorioso para el pueblo de la presente crisis revolucionaria” (Ídem: 31).
Hasta aquí, hemos presentado dos perspectivas del 2001 articuladas, si se quiere, desde un
enfoque en el cual se da lugar a un análisis militante. En palabras del Colectivo Situaciones
esto no significa que descreemos de todo purismo del conocimiento, de cualquier
consideración académica y descartamos cualquier pretensión de descripción objetiva.
De hecho, creemos que una de las innovaciones del protagonismo social es anudar
una ética del saber a las formas concretas de la existencia. (2002: 11).
Ambas publicaciones asumen en sus páginas las exigencias epocales y generacionales que la crisis
presenta. Así, en el análisis propuesto por Altamira se vislumbra constantemente el aspecto
normativo que impone desde su propio lugar en la conducción del Partido Obrero. Situación que
no resta importancia a las publicaciones, sino más bien, le otorga un matiz distinto a los análisis
articulados en el ámbito académico.
Desde el campo sociológico se han llevado a cabo estudios del 2001 centrados en las nuevas
protestas sociales: actores, niveles de acción y formas de organización colectiva. (Svampa, 2002a;
2002b; 2005; 2006; 2008; Svampa y Pereyra, 2008). En este marco, se afirma la convergencia en
las jornadas de diciembre de dos movimientos análogos de la sociedad: es la expresión de un
proceso de acumulación de luchas frente al excluyente modelo neoliberal, como así también el
estallido de una nueva política espontánea volcada en las calles.
A la luz de la perspectiva propuesta por Maristella Svampa, las manifestaciones del 19 y 20 de
diciembre también son políticas. Dicha politicidad se entiende bajo la forma de demandas antipolíticas articuladas en el primer momento de efervescencia de las protestas. Éstas se encuentran
reflejadas en el fuerte rechazo hacia el sistema representativo o de delegación de soberanía y,
asimismo en los reclamos de democracia directa o participativa. (Svampa, 2002a; 2006).
en las manifestaciones de diciembre, no constituyen un cuestionamiento hacia ellos. Por el contrario en su
visión, los resultados electorales revelan la enorme confusión política por la que atraviesa el país, “su
repudio o castigo al político tradicional por un supuesto incumplimiento de programa o hasta de promesas,
o por la generalizada corruptela, se encuentra totalmente alejado de las definiciones que exige la crisis
política” (Altamira, 2002: 73). De esta manera, a lo largo del análisis los políticos de izquierda se presentan
enfrentados a la clase política y por lo tanto fuera de ésta. Tal como menciona Cafassi “como si la crisis no
los incluyera, sino que aludiera a todo el resto *…+” (2002: 14).
21
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En otras palabras, la política desplegada en ambas jornadas de protesta toma la forma de prácticas
contestatarias que dirigen un cuestionamiento a las instituciones del sistema representativo. Es allí
donde estriba el componente destituyente de las manifestaciones, condensado en la consigna Que
se vayan todos, que no quede ni uno solo. No obstante, tal como propone Svampa este estallido de
la política en tanto enfrentamiento al sistema institucional, fue dando lugar a la articulación de la
palabra en las asambleas barriales. Es allí donde la protesta anti-política del 19 y 20 se reelabora al
inaugurar espacios políticos de sociabilización de actores heterogéneos 11, establecidos sobre
nuevas bases solidarias.
Las asambleas barriales constituyen un espacio de organización y de deliberación que
se piensa en ruptura con las formas tradicionales de representación política y a favor
de otras formas de auto-organización de lo social, con aspiraciones a la horizontalidad
y proclives al ejercicio de la acción directa (Svampa, 2002b: 4).
Esta línea de argumentación pone a la luz los límites propios de la dinámica asamblearia, heredera
de las protestas decembrinas, al sostener el desarrollo de una cierta tendencia autorreferencial de
las asambleas que, encapsuladas en la lógica de recuperación del protagonismo, no lograron
articular sentidos alternativos de lo político
de hecho, la consigna `que se vayan todos´ mostraba una gran limitación, en tanto y
en cuanto era una consigna puramente destituyente, una consigna negativa a partir
de la cual no pudieron articularse políticas unificadoras, proyectos alternativos en
común a partir de los cuales confrontar el régimen que estaba en crisis (Svampa,
2006: 2. Itálicas nuestras).
Cabe señalar que las limitaciones de las asambleas no sólo se expresan en su propia lógica. Según
Svampa el fracaso mayor del movimiento asambleario se refleja en la incapacidad de éstas para
generar una nueva institucionalidad encauzada a través de una reforma política
hay que añadir que, tanto la demanda de recuperación del Estado `desde abajo´, así
como los anhelos de una democracia participativa, implicaban una reforma política,
11
Si bien en sus múltiples publicaciones Svampa sostiene que el fenómeno de las asambleas barriales ha
sido protagonizado por la clase media, a la vez hace referencia al “cruce social” que se da dentro del
movimiento asambleario. “Con ello, nos referimos al hecho de que las asambleas barriales han sido, por
encima del visible predominio de los sectores medios, un espacio marcado por una vocación por la
diversidad social. *…+ En realidad el cruce, como lugar de expresión de la diversidad, reenvía también, no
sólo a una cuestión de dinámica interna, sino a las demandas de vinculación con otros actores movilizados y
organizados, entre ellos, piqueteros, trabajadores de fábricas recuperadas, cartoneros, entre los más
importantes”(2002b: 23).
22
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
algo que estuvo muy lejos de ser pensado desde el espacio institucional. Más bien,
parte de esas demandas sufrieron tentativas de cooptación por parte del sistema
institucional, para terminar siendo objeto de una apropiación ilegítima por aquellos
mismos partidos políticos –y aquellos mismos dirigentes– que fueron responsables de
su vaciamiento (Svampa, 2005: 157).
Desde esta perspectiva, las asambleas barriales inauguran nuevos espacios políticos de
participación, mediante la reelaboración de las demandas oídas en diciembre. Sin embargo,
concluye en que las numerosas dificultades encontradas ante la construcción de una nueva
institucionalidad, cristalizaron núcleos de tensión cuyo desenvolvimiento conflictivo condujo a la
crisis y debilitamiento de los nuevos movimientos sociales, que aparecían como legítimos
herederos de las protestas del 19 y 20.
Ahora bien, en las tres lecturas que hasta aquí hemos desarrollado, la cualidad política de las
manifestaciones descansa en una concepción del término que gira en torno a las prácticas
contestatarias y a la lucha frente a las instituciones del sistema representativo. Tanto el Colectivo
Situaciones, como Altamira y Svampa proponen un enfoque de las manifestaciones de diciembre
centrado en la esfera de la política no institucional, que se despliega bajo la forma de luchas
autonomistas o emancipatorias. Entendiendo por política sólo a las prácticas de confrontación con
el sistema representativo y el régimen económico. En este sentido, es que Rinesi en Política y
Tragedia expone el reduccionismo analítico en el que se recae al considerar que el significado de la
palabra política se encuentra solamente en el campo de la contestación o impugnación de los
órdenes institucionales. (2011: 16-20).
Las últimas publicaciones académicas que quisiéramos mencionar aquí, son aquellas que han sido
desarrolladas desde el ámbito de la ciencia política. Si tomamos las reflexiones teóricas de Lefort,
estas lecturas se centrarían en lo que el autor considera como la política: “una esfera de
instituciones, de relaciones, actividades que aparece como política, distinta de otras esferas que
aparecen como económica, jurídica, etc.” (2004: 39). En consecuencia las preocupaciones que
orientan las reflexiones en este campo de estudio, giran en torno a la preservación de un conjunto
mínimo de derechos y libertades ciudadanas, así como en las dimensiones institucionales y
procedimentales del juego político.
Isidoro Cheresky (2002a; 2002b; 2003; 2007) por medio del estudio de los resultados electorales
de 1999 y 2001, sostiene que la abstención, el voto negativo, la fluctuación del voto y el
23
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
debilitamiento de la cohesión partidaria evidencian la existencia de una crisis de representación
“puesto que el elegir mismo era cuestionado en esa oportunidad” (Cheresky, 2003: 42). Dicha
crisis se manifiesta al reflejar a una ciudadanía desapegada de la clase política que dice
representarla, pero paradójicamente, no así de la vida pública puesto que continúa asistiendo al
proceso electoral. Mediante el voto nulo y el voto en blanco “las elecciones han sabido recoger
incluso el cuestionamiento de los canales que ofrece y en ese sentido pueden albergar la crisis de
representación” (Ídem: 48).
En este marco, las movilizaciones de diciembre constituyen un punto álgido de activación de la
ciudadanía en conjunto con una extraordinaria ampliación del espacio público. Allí es donde
convergen los signos de autonomía y descontento respecto de la relación electiva con los partidos
políticos y las candidaturas. Esta convergencia negativa –en tanto reacción a las iniciativas
estatales– es la que permite “la coexistencia heterogénea y presenta la novedad de una acción
que no reviste la forma de un movimiento social, es decir, no tiene al menos inicialmente, otro
reclamo general que el utópico pero significativo `Que se vayan todos´” (Cheresky, 2002c).
Para el autor, el repudio a la representación política desplegado en ambas jornadas de protesta
constituye el síntoma de una profunda crisis de representación que, aunque negativamente, ha
guardado una significación política.
Se trata de la expresión de un veto a las iniciativas gubernamentales y de un
cuestionamiento general a los dirigentes. Es también una experiencia que ha revelado
la capacidad de ejercer poder y que ha colocado la relación entre la sociedad y los
dirigentes en nuevos términos: las instituciones hasta ahora vigentes aparecen
debilitadas y a merced de un poder difuso de `la calle´ (Cheresky, 2002c: 16. Itálicas
nuestras).
Así, la lectura de Cheresky pone el énfasis, en la brecha del mecanismo de representación que se
expone como resultado de la disociación entre las demandas de la ciudadanía y las propuestas
políticas existentes.
En este sentido, en el 19 y 20, la propia representación política fue objeto de una crítica múltiple.
Junto al descontento sobre el sistema electoral, que permite presentar opciones consideradas
cerradas y de voto a ciegas, emergen los cuestionamientos a los abultados ingresos de la clase
política, a los voluminosos planteles de personal y a la existencia de órganos sobredimensionados
o innecesarios. Estos últimos, encierran la vocación de algunos sectores “de reducir la política a su
24
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
mínima expresión, pues su concepción antipolítica considera a esas instituciones una traba para la
espontaneidad de la actividad social y en particular de los mercados” (Cheresky, 2005: 9. Itálicas
nuestras). Sin embargo, desde esta perspectiva, el cuestionamiento al sistema representativo
desplegado en diciembre “pone en evidencia un reclamo de carencia política, es decir, que se
busca una representación pero se expresa insatisfacción con las alternativas que se proponen”
(Cheresky, 2003: 49).
Conviene destacar entonces, que para Cheresky las manifestaciones de diciembre son de
naturaleza política. No obstante, dicha politicidad se expresa negativamente tomando la forma de
“una reacción, un plebiscito negativo frente al poder” (2002b: 23). Así, cualquier tentativa de
reinstitucionalización, a futuro, deberá tener en cuenta la disposición desconfiada y vigilante de
los movilizados.
Desde dicha lectura, esta situación limita la capacidad de restablecer, a partir de allí, el sistema
representativo. Las protestas en tanto reacción a las iniciativas estatales, despliegan a la vez
demandas fragmentadas y puntuales y en algunos casos contradictorias entre sí que
no podrán adquirir coherencia y en buena medida ser superadas sino es por una
iniciativa de orden general que aparezca como justa, tarea que supone actuación y
revalidación de una representación política (Cheresky, 2005: 12).
Así, las manifestaciones del 19 y 20 permanecen en los límites de la ampliación del espacio público
y la activación ciudadana, debido a su incapacidad de generar nuevos sentidos o un programa de
acción política desde las bases. A partir de aquí, para asir la productividad política de la sociedad
movilizada, es indispensable la reconstrucción del sistema representativo.12 El desafío de
reconstrucción de tal orden y, en particular del lazo de representación, dependen del surgimiento
de nuevas fuerzas políticas y eventualmente de la renovación de las tradicionales.
Fiel al objeto de estudio que ha sido delimitado por la propia ciencia política, Cheresky analiza las
protestas de diciembre enfatizando, por un lado, el rol de la ciudadanía en tanto portadora de
12
En el análisis llevado a cabo por Cheresky en La política después de los partidos podemos encontrar el
desarrollo de dicha afirmación en la coyuntura abierta por el primer gobierno de Néstor Kirchner en 2003.
Desde este enfoque, la presidencia de Kirchner constituye una rehabilitación de la política después de la
crisis de representación. Sin embargo, el gobierno contó con límites impuestos por la movilización popular.
Esta situación ilustra, para Cheresky, que la activación ciudadana detenta más una capacidad de veto que
una iniciativa programática. (2007: 32-33).
25
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
derechos y libertades y, por otro, las instituciones del sistema representativo. Así, despliega una
noción de política centrada en dichos componentes. Esta delimitación teórico-conceptual tiene
como consecuencia la lectura de los acontecimientos del 19 y 20 en términos de veto y
cuestionamiento a las prácticas estatales.
Otro análisis articulado desde el ámbito de la ciencia política es el realizado por Juan Carlos Torre
en Los Huérfanos de la política de partidos. En línea a lo propuesto por Cheresky, Torre lleva a
cabo un análisis en busca de la naturaleza y los alcances de la crisis de representación. Mediante el
estudio de los resultados electorales de 1999 y 2001 sostiene que la crisis de representación
partidaria expresa el “desencuentro entre la vitalidad de las expectativas democráticas y el
comportamiento efectivo de los partidos” (2003: 647). Esta brecha que se abre entre
representantes y representados no permite afirmar la existencia de una resignada desafección
política, sino que
el clima de cuestionamiento que rodea a los partidos indica en verdad la distancia
entre lo que la oferta partidaria ofrece y las mayores y plurales exigencias de sectores
importantes de la ciudadanía, en particular, el electorado independiente de centroizquierda y centro-derecha (Torre, 2003: 647).
No se articula entonces, para Torre, un cuestionamiento equitativo para todos los partidos, sino
que su impacto es relativamente más limitado para el principal de ellos, el justicialista. De acuerdo
con los resultados de las elecciones de octubre de 2001, la conjetura sobre la transformación del
desenlace electoral en una prueba del descrédito de los partidos políticos en su conjunto, es
posibilitada por el comportamiento del electorado no peronista:
quienes contribuyeron principalmente a fijar esa interpretación fueron, por un lado,
el electorado de centro-derecha y, por otro, los disidentes por izquierda de la Alianza,
los ex votantes del Frepaso. Mediante un voto negativo y un voto positivo, altamente
impugnador, unos y otros convirtieron a su respectivo inconformismo con la oferta
partidaria existente en el problema político de la crisis de la representación partidaria
en Argentina (Ídem: 651. Itálicas nuestras).
Al explorar la naturaleza y los alcances de la crisis, Torre expone una concepción de
representación centrada en la demanda de los ciudadanos de rendición de cuentas respecto de los
actos y promesas de sus representantes (Yabkowski, 2010). Ante la intolerancia de las prácticas de
la clase política, las manifestaciones constituyen una “suerte de exorcismo colectivo que atribuyó
26
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
la causa de los problemas económicos y sociales a la responsabilidad de unos políticos venales e
incompetentes” (Torre, 2003: 652) silenciando otros factores de incidencia.
En esta clave interpretativa, el movimiento por los derechos humanos ha sido el disparador del
cambio en la cultura política de amplias franjas del electorado, ya que “proveyó los materiales
para la construcción simbólica de una crítica más general a toda forma de ejercicio discrecional de
los poderes públicos” (Torre, 2003: 653). Así, ante la visión del vínculo de representación como
autorización sostenida por lazos de identidad entre representantes y representados, los nuevos
movimientos de ciudadanos13 crean las condiciones para una visión alternativa, basada en las
demandas de rendición de cuentas de los actos de sus representantes.
De este modo, para el autor, en la confrontación expuesta en diciembre de 2001 entre los
ciudadanos y la clase política, los primeros ejercen una “desconfianza vigilante en el lugar de la
vida política ocupado por las seguridades de la confianza solidaria” (Ídem: 650).
Retomando el argumento de Torre, las manifestaciones de diciembre condensan el reclamo que
había sido expuesto en las urnas en 1999 y 2001. Así, las manifestaciones del 19 y 20 son de
naturaleza política, siendo ésta entendida como el cuestionamiento a las formas y las prácticas
adoptadas por la clase política.
Ahora bien, hasta aquí hemos desarrollado el primero de los dos grandes ejes ordenadores
propuestos al inicio: las lecturas de las manifestaciones en clave política.
En los análisis desarrollados por el Colectivo Situaciones, Altamira y Svampa, las jornadas del 19 y
20 toman la forma de manifestaciones políticas ya que en ellas se despliegan prácticas
contestatarias y de cuestionamiento hacia las instituciones del sistema representativo. Así, no
niegan la cualidad política de las manifestaciones –como sí hacen otros análisis que revisaremos
más adelante– sino que ésta es entendida a partir de la oposición a un determinado régimen
político.
Junto a tales publicaciones hemos mencionado los análisis propuestos por Cheresky y Torre. De
manera similar a los anteriores, estos autores plantean que ambas jornadas son de naturaleza
13
Aquí Torre menciona a las organizaciones ciudadanas construidas con independencia de las estructuras
partidarias: Poder Ciudadano, Conciencia, Ciudadanos en Acción, ente otras, cuya actividad principal apunta
al fomento de la participación cívica y al control de las acciones gubernamentales.
27
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
política ya que ponen en evidencia un reclamo de la ciudadanía de carencia política frente a la
oferta electoral. Sin embargo, Cheresky y Torre sostienen que dicha política se manifestó tomando
la forma de una reacción, un plebiscito negativo frente al poder, condensado en la utópica
demanda del que se vayan todos. Así, por fuera de los canales institucionales, la ciudadanía se
pone en el centro de la escena ejerciendo un veto a las iniciativas gubernamentales junto a un
cuestionamiento a sus dirigentes.
De esta manera, el conjunto de las publicaciones aquí presentadas plantean lecturas de las
jornadas decembrinas desde diversos ámbitos, campos disciplinares y corrientes ideológicas. No
obstante, en su conjunto los análisis convergen al concebir la cualidad política de las
manifestaciones en términos puramente negativos, ya sea, destituyentes, contestatarios o
ejerciendo su capacidad de veto e impugnación.
Teóricamente, la idea de negatividad en la política fue desarrollada por Lefort en la lectura que
realiza de la división entre el pueblo y los Grandes propuesta por Maquiavelo. En este sentido,
Lefort afirma que
lo sustancial es la división, en la cual se constituyen dos clases antagónicas. Y lo
esencial es que estas dos clases no ocupan una posición simétrica. El deseo de los
Grandes apunta hacia un objeto: el otro *…+. El deseo del pueblo, por el contrario,
hablando rigurosamente, no tiene objeto. Es la operación de negatividad […+. La
imagen que dirige el deseo de los grandes es la de tener; la imagen que dirige el
deseo del pueblo es la de ser. La negación del dominio, de la opresión por este último,
engendra en efecto la representación de una identidad sin referencia […+ (1988: 112113. Itálicas nuestras.)
Aquello que nos interesa recuperar de las reflexiones de Lefort, es la afirmación de la negatividad:
el ser a partir del deseo de no ser oprimido. En esta línea es que afirmamos, que las
interpretaciones del 19 y 20 en términos de manifestaciones políticas otorgan tal cualificación al
centrarse en las prácticas contestatarias y de lucha frente a un sistema institucional que se
entiende como forma de dominación14. Así es que, para las múltiples lecturas, la política
desplegada en ambas jornadas de protesta es constitutivamente negativa.
14
Es importante aclarar una diferencia aquí existente, mientras que las lecturas sobre diciembre que
venimos citando, comprenden a las instituciones en tanto forma de dominación, Maquiavelo las estudió en
tanto resultado del conflicto entre el pueblo y los grandes.
28
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
b. Manifestaciones antipolíticas15
Las reflexiones que Edgardo Mocca ha volcado en la prensa presentan a las jornadas decembrinas
como una crisis polivalente que afecta no sólo a la política, sino también a gran parte de las
instituciones de la sociedad16. Así, cuestiona las lecturas que se remiten al 19 y 20 sólo como un
fenómeno de declinación –o de metamorfosis– de la representación política. Para el autor, las
circunstancias que rodearon al estallido de diciembre constituyen un factor de gran importancia:
confluyen de una manera inhabitual la debacle económica (el default y la posterior
devaluación), política (renuncia de De la Rúa y vertiginosa sucesión presidencial en el
curso de pocos días) y social (rebelión generalizada que proclama a viva voz su
repudio por todos los políticos: `Que se vayan todos, que no quede ni uno solo´ es la
voz predominante de una heterogénea y a veces autocontradictoria demanda
colectiva) (Mocca, 2002b: 274).
Bajo tal contexto, la crisis de representación no adopta la forma pasiva de la apatía electoral, sino
que se encarna en movilizaciones de múltiple signo donde se mezclan la protesta activa, la
voluntad de participación y la descalificación generalizada de la clase política. Las demandas
articuladas en dichas movilizaciones resultan de una operación reduccionista al “cargar a la cuenta
de una particular insolvencia de los políticos y los partidos políticos argentinos la explicación de
toda la situación” (Mocca, 200b: 256). Desde esta perspectiva, en las jornadas del 19 y 20 se asiste
15
A diferencia de lo que ha propuesto Svampa (2006) con el término anti-política entendido como
demandas políticas que adquieren la forma de un cuestionamiento a las instituciones de la democracia
representativa; el conjunto de autores que aquí desarrollaremos proponen una concepción de la política
centrada exclusivamente en el sistema institucional. En consecuencia, sostienen que en las manifestaciones
del 19 y 20 se articulan demandas absurdas, cuya consumación tendría como resultado la desaparición de la
política. (Mocca, 2002a; 2002b; 2005; Botana, 2005; Palermo, 2002; Bonvecchi, 2002).
16
Consideramos necesario recuperar los análisis que Edgardo Mocca ha realizado sobre el 2001 en su
contexto inmediato, a pesar de que el autor las haya reconsiderado al analizarlas dentro de la coyuntura
kirchnerista abierta en 2003. En una serie de entrevistas, noticias y disertaciones Mocca sostiene que con el
tiempo hemos podido pensar la crisis argentina distinto a como la pensábamos en la inmediatez, en 2002.
Así, su lectura en la actualidad enfatiza el rol central que ocupa la política luego del derrumbe del 2001
“Algunos estaban muy entusiasmados porque veían en las asambleas barriales de aquellos años a los nuevos
soviets y en realidad se estaba descascarando la política como herramienta de transformación. La política
tenía que entrar en descomposición para poder surgir”. (Entrevista a Mocca en Grieco, 2011). Asimismo, el
kirchnerismo es el hijo directo del derrumbe: “después del terremoto político y social de 2001, solamente
una política activa y urgente de reparación de daños sociales podía asegurar un piso básico de estabilidad
democrática” (Mocca, 2012).
29
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
a la irrupción de la antipolítica en la medida en que las demandas giran en torno al gasto político,
las listas sábana17 y los sueldos de los legisladores.
Dichas demandas estuvieron centradas en aquello que la política no debe ser, diluyendo lo
específicamente político en otros campos de acción. Por consiguiente “se le reclama a la política
que no respeta las leyes de la economía; a los políticos que no mantienen una conducta honrada,
que no tienen principios ideológicos firmes o que no escuchan a la gente” (Mocca, 2002b: 261). Así
para Mocca, se desplazan los reclamos respecto de las tensiones del sistema representativo y de
los partidos políticos que en él actúan. Nada se dice acerca de las falencias políticas de los
políticos:
de su incapacidad para generar consensos activos y productivos, de su ineptitud para
reformar y crear instituciones, de su falta de claridad para producir sentidos
colectivos, de su insuficiencia para plantear y trazar diferencias que permitan
construir pautas de identificación (Ídem: 261).
Esta retórica antipolítica, es social e ideológicamente transversal. Aunque el centro está en las
clases medias urbanas, esta lectura sostiene que su influencia se extiende de modo imparable
hacia arriba y hacia abajo en la escala social. Paradójicamente, el discurso también es apropiado
por los miembros de la clase política: los funcionarios y representantes desfilan ante los medios de
comunicación repartiendo invectivas contra la corrupción y la venalidad de los políticos. En este
sentido, establecen una diferenciación entre políticos profesionales, de conducta corporativa,
cómplices de escándalos de corrupción y los otros políticos, los nuevos políticos que se
autodefinen por su fidelidad genérica a la gente18.
17
En la jerga política argentina se llama lista sábana a la boleta que incluye candidatos para varias categorías
de cargos, pegadas entre sí una al lado de la otra, por ejemplo, gobernador y vicegobernador, senadores
provinciales, diputados provinciales, intendentes, y concejales. Este tipo de boleta genera lo que se conoce
como “efecto arrastre”, que se da cuando el votante se concentra en la categoría que considera más
relevante (presidente o gobernador, por ejemplo), votando a los candidatos para el resto de las categorías
sin prestar mayor atención a quiénes son los postulantes. (Observatorio Electoral Argentino)
18
El término la gente representa a un gran colectivo estadístico que surgió en la política argentina durante la
década del 90. Su lugar dentro del discurso político de la época se expresó por medio de las encuestas y los
sondeos de opinión. “La nueva apelación política a `la gente´, que ha proliferado en el discurso de dirigentes
pertenecientes a tradiciones partidarias e ideológicas disímiles, así como en las referencias periodísticas
constituyen una forma de pretensión representativa que evidencia, a la vez que intenta superar la crisis de
las formas tradicionales” (Vommaro, 2003: 80). De esta manera, en el discurso político, la gente es un sujeto
irrepresentable, solo asequible si se logra interpretar lo que ella quiere. (Veáse al respecto, Vommaro,
2008).
30
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En consecuencia desde esta lectura, la consumación de las “demandas de la antipolítica no tendría
como resultado una mejor política sino la desaparición de la política diluida en otros órdenes de la
acción social” (Ídem: 261), ya que detrás de los reclamos se encuentra la simplificación de los
conflictos y su reducción a problemas morales, ideológicos o económicos. Esta división del mundo
entre corruptos y decentes es incapaz de dar cuenta de la complejidad de la crisis por la que
atraviesa el país. Así, se canaliza la angustia y la frustración hacia la clase política percibida como
principal responsable del caos económico y social.
Tal situación, lejos de generar las condiciones para una reforma política se presenta en esta
vertiente analítica como un círculo vicioso en donde
la impotencia de la política generó desafección en la sociedad. La desafección de la
sociedad vació de recursos a la dirigencia política y este vaciamiento de recursos de
poder alienta a la desafección devenida en rebeldía activa (Mocca, 2002a: 14).
En este contexto, los reclamos y las demandas de las manifestaciones tal como se presentan en
ambas jornadas abonan a “situaciones de absoluto vaciamiento de poder en las que la demanda
de orden justifique salidas autoritarias en cualquiera de sus formas” (Mocca, 2002b: 276).
Para esta línea de argumentación, las jornadas de diciembre presentan la oportunidad de llevar a
cabo una deliberación respecto de nuestro régimen político: sobre cómo fortalecer el poder
estatal democrático, preservarlo de su crónica inestabilidad y de los bloqueos propios de la
estructura federal del país. Sin embargo, tal oportunidad se diluye en el momento en que las
demandas giran en torno a una certidumbre extremadamente simplificadora que canaliza el odio y
la angustia colectiva en dirección antipolítica.
De acuerdo con lo expuesto, Natalio Botana en diversos artículos publicados en el diario La
Nación, enfatiza el rol de la crisis económica en los cacerolazos del 19 y 20 ya que
la legitimidad de las democracias modernas es un genio de dos cabezas: sin
constitución económica, la vigencia de la constitución política (lo hemos comprobado
en los comicios de octubre) oscila en la impotencia. Y a la inversa: sin constitución
política –sin la decisión concensuada de un sistema representativo empeñado en
defender el orden de las finanzas públicas– la constitución económica es una entidad
inconsistente (Botana, 2001).
31
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En consecuencia, la estremecedora agresión del corralito bancario19 provoca la reacción
espontánea de la sociedad –agobiada, sin trabajo, con sus ahorros congelados y sus sueldos
retenidos– que vuelca a las calles el cuestionamiento y la impugnación del sistema representativo.
No obstante, estas protestas antipolíticas representan el signo contestatario de la descomposición
del orden y de la disolución social: “ausente la representación legítima, la violencia que resulta de
la participación directa y sin reglas puede ahondar el descalabro del régimen político” (Botana,
2002b. Itálicas nuestras).
En medio del derrumbe rentístico, la caída de la confianza pública y la turbia relación que se ha
trabado entre los gobernantes y los gobernados, “la gente invade las ciudades a golpes de cacerola
para reclamar, impugnar y derribar gobiernos pero carece de alternativas” (ídem). El heterogéneo
y contradictorio estallido revela no sólo la ausencia de autoridad gubernamental sino también las
carencias de un Estado inerme sin resortes para asegurar el orden.
Al igual que lo propuesto por Mocca nos enfrentamos a una polarización de posibilidades: “o al
estilo de una dictadura se mata, o se sobrevive en circunstancias de cuasianarquía, con la política
de espectadora” (Botana, 2002a: 241).
Es de gran importancia señalar que en este enfoque, la naturaleza antipolítica de las jornadas se
ejemplifica estableciendo una comparación con el Estado de Naturaleza hobbesiano. En este
contexto, Botana sostiene la imposibilidad de articulación de las demandas de diciembre con el
sistema institucional
no pensamos ni actuamos institucionalmente ¿Qué oferta de reemplazo hace la
sociedad argentina después del 20 de Diciembre que no sea el rechazo unido al
denuesto? Vivimos las horas de la Democracia Denegatoria; abandonamos de un
golpe el cuadrante de la Democracia Constructiva (Botana, 2002a: 246).
Finalmente, acorde con el enfoque propuesto, la consumación de una reforma política cumple un
importante rol a la hora de traducir en términos políticos el cuestionamiento desplegado en las
jornadas de diciembre. En este sentido, “si el pueblo pretende reasumir la soberanía, es preciso
tener presente que ese gesto puede abrir una trayectoria renovadora, capaz de generar nuevos
19
Se denominó corralito a la política de restricción a la libre disponibilidad de dinero en efectivo impuso el
gobierno de De la Rua en Diciembre de 2001. “La medida impedía que cualquier ahorrista (aunque no
estrictamente todos) retirara la totalidad de sus fondos del sistema bancario, evitando así la salida de
circulante del sistema bancario” (Aldestein y Vommaro, 2014:102).
32
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
partidos y liderazgos, o bien enterrarse en un pantano autoritario, violento y agresivo” (Botana,
2002c).
Así, ante la desintegración generada por el estallido de la antipolítica debe llevarse a cabo
la reforma del Estado y de los partidos –reforma política en el pleno sentido de la
palabra– debe ser vista como un objetivo por alcanzar y como una plataforma
indispensable para que la renovación prospere. *…+ es preciso contar con un mínimo
de tiempo para decantar nuevos liderazgos, rehacer en la medida de lo posible el
circuito de confianza entre electores y elegidos (dañado desde octubre del año
pasado) y mostrar a la opinión que no todo está perdido (Idem).
Esta lectura del 19 y 20 en términos de manifestaciones antipolíticas hizo eco dentro del ámbito
académico. Los artículos compilados por Marcos Novaro (2002) en El derrumbe político en el ocaso
de la convertibilidad exponen, desde diversos recorridos, el análisis del 2001. Allí, las
manifestaciones de diciembre constituyen el estallido de una crisis de representación que remonta
sus causas a las características del régimen político adoptadas desde la transición a la democracia.
Enmarcada en dicha crisis, la implosión de la representación política se manifestó en primer lugar,
en el así llamado voto bronca20 de octubre de 2001, “tras varios ciclos muchos votantes dejaron de
someter a juicio las acciones pasadas de los que gobernaron al perder la esperanza de que los que
los reemplazaran fueran mejores” (Palermo, 2002: 304). En segundo lugar, a partir de la
presidencia de Menem, y en los días 19 y 20 como punto culminante, se expresó la
política de la antipolítica, denostando a los partidos, los políticos profesionales,
haciendo una presentación de su autoridad política esencialmente apartidaria y
supuestamente tecnocrática, inaugurando un juego que el resto de la clase política
fue sintiéndose obligada a jugar hasta que se convirtió en regla (Ídem: 306).
En este sentido, las manifestaciones de diciembre son la llegada al punto más bajo del camino, las
bases sociales y culturales de la comunidad política están profundamente erosionadas. En palabras
de Palermo, “los piqueteros, los cacerolazos y otras formas de protesta no hacen sino poner en
20
“Se denominó voto bronca a la suma de votos en blanco y votos anulados o impugnados que se
efectuaron en las elecciones legislativas de octubre de 2001, en la antesala de la crisis de diciembre de ese
año. *…+ Se lo denominó bronca porque expresaba un sentimiento de desilusión, desencanto y rechazo a la
clase política por los impactos de la crisis económica y política y lo que se entendía como la generalización
de prácticas asociadas a la corrupción en el contexto de los dos primeros gobiernos de la Alianza”. (Aldestein
y Vommaro (Coord.) 2014: 361).
33
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
acto esta cuestión. La desobediencia civil está golpeando incesantemente la puerta de la política
convencional y ésta no sabe qué hacer con ella” (Palermo, 2002: 321).
Así, inmersas en un proceso mayor de crisis del régimen político, las protestas constituyen la
irrupción de la antipolítica: “cuando los caceroleros pasan de golpear a hablar, dejan oír las
banalidades y trivialidades más increíbles –la antipolítica del sentido común, en el mejor de los
casos– cuando no directamente disparates *…+” (Ibídem). La presión pública ejercida por las
manifestaciones está así mal orientada, la “absurda demanda de `que se vayan todos´” (Palermo,
2002: 324. Itálicas nuestras) representa, desde esta perspectiva, la naturaleza antipolítica del ruido
de las cacerolas inmersas en una crisis esencialmente política.
El cuestionamiento hacia la clase política, el recorte del gasto, la reducción de las legislaturas, la
disminución del número de diputados entre otras, desplaza el sentido de las demandas hacia un
profundo rechazo del sistema político representativo. Sin proporcionar cuestionamientos respecto
de su funcionamiento, como tampoco propuestas tendientes a su reconstrucción.
Este último punto, es de vital importancia para esta lectura, ya que la reconstrucción de la
representación y de los vínculos fiscales tiene como condición la consumación de una reforma
política apropiada que no sea concesiva al cambiante estado de ánimo de las masas. “Idealmente,
se trata de cambiar las reglas del juego para incentivar comportamientos tanto de representantes
como de representados que los aproximen y dinamicen la vida política y de los partidos” (Palermo,
2002:323).
En consonancia a lo propuesto por Mocca y por Botana se presenta necesario transformar las
demandas antipolíticas desplegadas en diciembre bajo los términos de la política institucional. Así,
junto con la reconstrucción del vínculo político y económico de la ciudadanía con el Estado, es
posible –y necesario– institucionalizar otras formas de participación. Palermo expone cuatro líneas
de trabajo en dicha dirección: la primera es la que combina con los mecanismos representativos,
mecanismos de deliberación y participación directa de los ciudadanos; la segunda es la extensión y
el fortalecimiento de los mecanismos de accountability social, es decir, las formas de acción de los
ciudadanos que reclaman; la tercera de las líneas son las acciones combinadas de participación
directa, a partir de iniciativas de la sociedad civil, que tienden a fortalecer lo público; y la cuarta
son las iniciativas de participación directa en la gestión, formuladas e implementadas desde los
34
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
partidos y los poderes políticos pero que van al encuentro de la sociedad civil. (Palermo, 2002:
328-330).
Cualquiera que sea la opción elegida, “los fuertes vientos de la reforma institucional están
soplando en una dirección equivocada” (Palermo, 2002: 328). Muchas de las iniciativas empeoran
los problemas, ya que responden a la lógica antipolítica de reducción de las instituciones, a favor
de efectos a corto plazo y en función de respuestas a demandas segmentadas y de gran visibilidad.
En esta línea, las reacciones de la ciudadanía toman la forma de una acción pública expresiva
construida a partir de la indignación frente a los poderes públicos exigiendo soluciones
inmediatas.
si el propio nacimiento en el seno de la sociedad civil de estas iniciativas supone al
mismo tiempo un interrogante, un fuerte cuestionamiento dirigido al mundo de la
política oficial, partidaria y asociativa preexistente, para que ese cuestionamiento no
se esterilice es necesario que sea capaz de contribuir al fortalecimiento de lo público,
exactamente lo contrario, por ahora, a lo que apunta su retórica (Novaro, Et. Al.,
2002: 352-353).
Así, desde el ámbito académico se ha puesto el énfasis en la necesidad de traducir en términos
institucionales, y por lo tanto políticos, las demandas articuladas por la ciudadanía en las
manifestaciones de diciembre. Para esta perspectiva, son las acciones contestatarias y de
enfrentamiento al sistema institucional las que otorgan a las protestas su cualidad antipolítica.
Hemos presentado hasta aquí las lecturas, que ciertos académicos e intelectuales han construido
de las jornadas de diciembre de 2001, bajo el término de manifestaciones antipolíticas. Dicha
caracterización se encuentra cimentada en una concepción de la política que coloca el acento en
los mecanismos institucionales. Por consiguiente, los múltiples recorridos analíticos enfatizan
sobre alguna de estas dimensiones: en las transformaciones sufridas en el régimen político
(Metamorfosis de la representación; surgimiento de una clase política; características propias del
liderazgo de la Alianza; incapacidad de los partidos políticos, entre otros); y en el ámbito
económico (Corralito bancario, desempleo, default). Desde tales lecturas, las manifestaciones de
diciembre se interpretan como consecuencia de la lógica que adquiere el juego institucional.
Esta situación permite desarrollar un enfoque institucionalista, que caracteriza a las protestas
como antipolíticas al sostener que las acciones y los discursos en ellas desplegados no forman
35
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
parte de lo propiamente político. Aún más, la política está ausente en el discurso de los actores
aunado en el absurdo y contradictorio reclamo del Que se vayan todos, que no quede ni uno solo.
En esta lectura el coro de la antipolítica debe ser transformado y traducido en términos
institucionales –y por lo tanto políticos– para lograr encauzar la oportunidad de cambio que la
crisis abre.
IV. Los puntos de contacto de ambos enfoques.
Llegando a la conclusión de este primer capítulo, consideramos necesario volver sobre las
reflexiones que hemos desarrollado en torno a la relación entre acción y narración. Como hemos
mencionado, la clave de lectura que atraviesa nuestro recorrido por los múltiples análisis parte de
la existencia de una disputa por el sentido de los acontecimientos. Así, los intentos de
comprensión articulados desde distintos ámbitos, se materializan en la construcción de múltiples
narraciones que dotan de sentido a la acción.
Ante tal situación, hemos propuesto ordenar el corpus de interpretaciones atendiendo a la
cualificación otorgada a las manifestaciones de diciembre es decir, centrándonos en el sentido que
concedían a las mismas. Bajo la dicotomía política-antipolítica, atravesamos transversalmente los
límites impuestos por los campos disciplinares y las orientaciones teórico políticas, para lograr
reconocer los puntos en los que las diversas narraciones convergen.
Al colocar el énfasis en la idea de narración en tanto comprensión de los acontecimientos, cobran
importancia los supuestos sobre los cuales se construyen los análisis del fenómeno. Así, a pesar de
la distancia analítica y conceptual que se interpone entre las diversas narraciones, sostenemos que
es posible hallar ciertos puntos de contacto.
El primero de ellos refiere a la envergadura concedida, por los distintos autores, a las instituciones.
Tal como hemos mencionado anteriormente, las lecturas del 19 y 20 bajo el término de
manifestaciones políticas, otorgan tal característica al hacer hincapié en el rasgo contestatario que
adquieren ambas jornadas de protesta. Así, para los diversos análisis, lo político existe cuando se
cuestiona a la política institucional. Es decir, tanto el Colectivo Situaciones como Svampa,
Altamira, Cheresky y Torre interpretan las manifestaciones a modo de enfrentamiento entre éstas
36
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
y las instituciones del sistema representativo21. En consecuencia, al caracterizar al 19 y 20 en
contraposición a un determinado orden, necesariamente la política –cuando exista– será
constitutivamente negativa-destituyente-impugnadora-contestataria. En el extremo opuesto de la
dicotomía, las prácticas de cuestionamiento hacia el sistema institucional expresan la cualidad
antipolítica de las manifestaciones. Paradójicamente, también desde esta perspectiva es posible
sostener el sesgo destituyente e impugnador de las acciones de protesta, a pesar de la distancia
teórica identificada entre las diversas publicaciones.
Así, en las múltiples narraciones que hemos analizado se atribuye un rol central a las instituciones
ya que la existencia misma de lo político gira en torno a la destitución o no de la política.
Asimismo, encontramos un segundo punto de convergencia: en su conjunto los estudios
expuestos exigen de los actores de las manifestaciones el desarrollo de identidades, intenciones y
planes de acción estratégicos que permitan establecer objetivos y programas. Tal requisito se
expresa claramente en la demanda que los diversos autores dirigen en torno a “transformar esa
espontaneidad en algo productivo que implique reglas de organización, propuestas y deliberación
que puedan dar lugar a decisiones” (Portantiero, 2002: 27). En tal sentido, las diversas
perspectivas sostienen la insoslayable necesidad de concreción de una reforma política, derivada
en dos vertientes: por un lado los estudios que exigen la traducción “desde arriba”, de las
demandas de la ciudadanía en términos que tengan como consecuencia un mejor funcionamiento
del sistema institucional (Cheresky y Blanquer; Torre; Mocca; Botana; Novaro), y por otro, aquellos
que afirman la necesidad de la creación de un régimen político nuevo, “desde abajo” (Colectivo
Situaciones; Altamira; Svampa).
En suma, las diversas perspectivas aquí presentadas proponen pensar los acontecimientos del 19 y
20 desde el impacto que las acciones de protestas tuvieron en las instituciones del sistema
representativo y en el devenir de los propios actores que las protagonizaron. Para unos, las
manifestaciones fueron políticas porque se enfrentaron al sistema institucional, para otros, fueron
antipolíticas justamente por esta misma razón. Así, todos los análisis confluyen en un último punto
de contacto al sostener que frente a la recuperación del sistema representativo, llevado a cabo
21
En el caso de los análisis propuestos por el Colectivo Situaciones, Jorge Altamira y Maristella Svampa, el
enfrentamiento a las instituciones representativas, se encuentra enmarcado en un cuestionamiento más
amplio dirigido hacia el sistema económico y político.
37
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
con la presidencia interina de Eduardo Duhalde y coronado por la asunción de Néstor Kirchner en
2003, las manifestaciones de diciembre finalmente fracasaron.
Para aquellos estudios que vislumbraban una cualidad política en las jornadas de protestas, la
mentada normalización institucional deviene en la pérdida de la potencia de las organizaciones
surgidas al calor del 2001. En términos de Svampa esta situación se manifiesta en el proceso de
cooptación22 llevado a cabo por los mismos dirigentes a los cuales cuestionaban. Por otro lado,
para las lecturas que caracterizaban al 19 y 20 como manifestaciones antipolíticas el fracaso
descansa en la incapacidad de los actores políticos –líderes y partidos– de traducir las demandas
desplegadas en cuestionamientos dirigidos al propio funcionamiento del sistema político y a partir
de allí la concreción de una reforma tendiente su mejoramiento.
Así, los supuestos sobre los cuales se erigen tales lecturas son dos: por un lado, sostienen la
centralidad de la esfera institucional; por otro, afirman la existencia de un actor político
preexistente a su aparición en el espacio público, al que le exigen el desarrollo de estrategias y
programas de acción que consecuentemente fracasan o triunfan.
Desde un punto de vista teórico, Hannah Arendt ha reflexionado al respecto demostrando cómo
tras estas demandas se sostienen supuestos a los que la pensadora llama prejuicios contra la
política (Arendt: 2009). Estos conciernen a todos los términos por medio de los cuales se piensan
los acontecimientos políticos:
22
Si bien la discusión en torno a la cooptación no es un tema central a lo largo de nuestro trabajo,
quisiéramos exponer algunas consideraciones al respecto. La consagración de Néstor Kirchner como
presidente, junto con una renovada esperanza en su figura, tiene como consecuencia para Svampa (2008) el
fin de los tiempos extraordinarios; inmersas en dicho contexto “las asambleas barriales comenzaron a
declinar, atrapadas en una lógica de confrontación entre las tendencias autonomistas y las presiones de los
partidos de izquierda por hegemonizar el proceso. Pero lo cierto es que los actores movilizados,
asambleístas y piqueteros, no lograron dotar de contenidos precisos a las demandas de creación de una
nueva institucionalidad. Con el correr de los meses, como ya había sucedido con la consigna Que se vayan
todos, la apelación `Por un nuevo argentinazo´ fue vaciándose de sentido y cristalizó en una suerte de
pulsión repetitiva” (Svampa, 2008: 157). De esta manera, nos propone pensar que ante una suerte de
retorno de las instituciones tradicionales y representativas del Estado, el potencial político presente en el
movimiento asambleario y en las organizaciones piqueteras se ve anulado por la presencia de un nuevo
gobierno que busca interpelarlos desde distintas estrategias –cooptación, represión o aislamiento. Frente a
tales consideraciones es posible sostener que los resultados positivos, en cuanto a participación, en las
elecciones de 2003 no suponen un retroceso en la conciencia política. En este proceso, “la gente de los
sondeos de opinión ha empezado a compartir su sitio con la gente (que es la misma) que se moviliza en las
calles, plazas y rutas y también (porque también es la misma) con la que decide apostar fuerte en el juego
político-institucional en general y en el juego electoral en particular”. (Vommaro y Rinesi, 2007: 457. Itálicas
del original).
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
sobre todo a la categoría medios-fines, que entiende lo político según un fin último
extrínseco a lo político mismo; también a la presunción de que el contenido de lo
político es la violencia y, finalmente, el convencimiento de que la dominación es el
concepto central de la teoría política (Arendt, 2009: 98).
Aquello sobre lo que Arendt nos impulsa a pensar es fundamentalmente, la comprensión que las
diversas perspectivas desarrollan sobre la política y las consecuencias analíticas que desde allí se
derivan. En particular, los cuestionamientos teóricos de Arendt acerca de la relación que se
entabla entre política, actores e instituciones, son pertinentes a la hora de abrir el debate sobre la
manera en que los diversos estudios, aquí explorados, han comprendido las manifestaciones de
diciembre.
Dedicaremos el siguiente capítulo a exponer, entre otras cuestiones, la última afirmación que aquí
apenas hemos esbozado: el modo en que los supuestos sobre la política actúan dentro de los
análisis que las múltiples publicaciones han desplegado sobre los acontecimientos del 19 y 20. A
partir de allí, buscaremos responder a tales supuestos mediante una teoría que se libre de los
prejuicios contra la política y posibilite comprender el accionar de diciembre, concibiéndolo más
allá del éxito o del fracaso de los objetivos de sus actores respecto del impacto institucional y de
su propio devenir en el tiempo. Así, el disparador de nuestras reflexiones gira en torno a la
pregunta por el sentido político de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001. La
construcción de nuestra perspectiva retomará principalmente las reflexiones teóricas de Hannah
Arendt, ayudándonos con ciertas conceptualizaciones propuestas por Etienne Tassin y Claude
Lefort.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Capítulo 2
Redefiniciones acerca de lo político
Todo pensamiento comienza
con el lenguaje cotidiano
y se aleja de él
(Arendt, 2006)
Con el colapso de las certezas, con el deterioro
de sus fundamentos y la borradura de sus horizontes,
se ha hecho posible –e incluso necesarioretomar la cuestión de lo que se ha denominado
“la esencia de lo político”
(Lacoue-Labarthe y Nancy, 1997)
I.
Introducción
En el capítulo anterior expusimos los estudios que se han publicado al calor de las manifestaciones
decembrinas, explorando a su vez, las cuestiones más relevantes y los puntos de contacto que es
posible encontrar entre ellas. Tal como venimos sosteniendo, entendemos a las diversas
publicaciones en tanto narraciones, que en el mismo relato dotan de sentido a los
acontecimientos. Así, cobra relevancia la dimensión configurativa de toda narración y a la vez, los
supuestos sobre los cuales dichas narraciones se erigen. En este sentido, a lo largo de las páginas
que siguen expondremos los conceptos mediante los cuales construiremos nuestro relato de las
manifestaciones de diciembre, es decir, aquí daremos forma al marco teórico.
Con este objetivo en mente, organizamos el presente capítulo en tres apartados en donde
recorreremos, principalmente, los argumentos teóricos de la noción arendtiana de la política, para
luego operacionalizarlos, con ciertas conceptualizaciones de Tassin y Lefort.
Así, comenzaremos este capítulo analizando la afirmación que apenas hemos esbozado en las
últimas líneas de la sección anterior: las diversas publicaciones sobre las manifestaciones del 19 y
20 de diciembre de 2001 despliegan sus análisis sobre supuestos arraigados en los prejuicios
contra la política. Exploraremos entonces, en el primer apartado, cuales son los prejuicios que,
según Arendt, se oponen a la comprensión teórica de lo que verdaderamente se trata en la
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
política. Estos prejuicios se asientan sobre juicios que en el pasado tuvieron su fundamento
legítimo en la experiencia, e impiden, por ello, pensar el presente. Sin embargo, los prejuicios
contra la política no se revelan explícitamente, sino que existen bajo la forma de supuestos sobre
los cuales se erige el pensamiento. Así, nos ocuparemos aquí de analizar, la manera en que tales
supuestos aparecen tras los análisis de las manifestaciones del 19 y 20, con el objetivo de
deconstruir las caracterizaciones en términos de políticas o antipoliticas que los diversos estudios
realizaron sobre ellas.
Ante esto, para vislumbrar el sentido político de las manifestaciones de diciembre, en tanto
novedad, es necesario abordar su análisis desde una comprensión fenomenológica de la política.
En tal dirección, es que recuperaremos en el segundo apartado, las reflexiones de Arendt en torno
a la relevancia del espacio público y de la acción y el discurso allí contenido. Para luego abordar,
en el último apartado, la lectura que elabora Etienne Tassin, a través de su noción de
manifestación, donde recoge las dos dimensiones de la comprensión arendtiana de lo político: el
actuar colectivo por un lado, y la visibilidad característica del espacio público por otro. Asimismo,
consideraremos la tensión que el autor expone entre ambas dimensiones ayudándonos de las
reflexiones de Claude Lefort, en torno a la característica conflictual de la política.
Daremos cuenta entonces aquí, de la tensión existente entre la forma que asume la política y el
incesante movimiento de aparición y ocultamiento del modo de institución de la sociedad. En
otras palabras, aquello que nos interesará recuperar es la noción misma de lo político en tanto
contingente y por ende, conflictual. Tal como sostiene Rinesi, la política “se manifiesta siempre
bajo la forma de un proceso permanente, un movimiento incesante y una tensión ineliminable
entre esos dos extremos” (2011: 19).
De este modo, cuando finalicemos nuestro recorrido teórico contaremos con las herramientas
conceptuales que nos permitirán abordar la pregunta por el sentido político de las
manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001. Ejercicio al cual nos abocaremos en el próximo
capítulo.
II. Prejuicios contra la política
Con el propósito de definir aquello que entiende por política, Arendt comienza por abordar los
prejuicios que todos los hombres albergan contra ella. Estos prejuicios pueden apoyarse en
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
realidades innegables y reflejar una situación presente y realmente existente. Sin embargo, no son
juicios, ellos muestran que “hemos ido a parar a una situación en que políticamente no sabemos –
o todavía no sabemos– cómo movernos” (Arendt, 2009: 49).
Que los prejuicios tengan un lugar preponderante en la vida cotidiana, y por lo tanto en la política,
no es algo que debería intentar cambiar. Esto se debe a que el hombre no puede vivir sin ellos,
pues nadie se encuentra en la posición de juzgar de nuevo todo aquello sobre lo que se le pidiera
un juicio a lo largo de su vida. En este punto surge en la actividad de juzgar un primer criterio que
consiste en los prejuicios que nos resultan confiables. Por eso, escribe Arendt, “la política siempre
ha tenido que ver con la aclaración y disipación de prejuicios, lo que no quiere decir que consista
en educarnos para eliminarlos” (Ídem: 52).
Esta justificación del prejuicio como criterio para juzgar en la vida cotidiana tiene sus límites, sólo
es válida para prejuicios auténticos, es decir, para aquellos que no afirman ser juicios. Es posible
reconocer tales prejuicios en el hecho de que apelan a un se dice, se opina –no necesariamente
explícito– que no genera ningún compromiso. Al mismo tiempo, encierran un juicio que un día
tuvo su fundamento legítimo en la experiencia; “sólo se *convierte+ en prejuicio al ser arrastrado
sin el menor reparo ni revisión a través de los tiempos” (Ídem: 53). Su amenaza reside
precisamente aquí, puesto que siempre está anclado en el pasado se adelanta al juicio y lo impide,
dificultando con ello una verdadera experiencia del presente.
Al recurrir al pasado, la legitimidad de los prejuicios se ve limitada a épocas históricas en donde lo
nuevo es relativamente raro en las estructuras políticas y sociales, y lo viejo predomina. De esta
manera, los prejuicios se enraízan en la experiencia –pasada– y su función es preservar a quien
juzga de exponerse abiertamente a la realidad de los acontecimientos23. Así, la sustitución del
juicio por el prejuicio, resulta especialmente peligrosa cuando afecta al ámbito político, donde no
es posible actuar sin juicios porque el pensamiento político se basa esencialmente en la capacidad
de juzgar24. En este sentido, los prejuicios contra la política “confunden con político aquello que
23
En este sentido Arendt afirma que “las cosmovisiones e ideologías cumplen tan bien esta misión que
protegen de toda experiencia, ya que en ellas todo lo real está al parecer previsto de algún modo”. (2009:
55).
24
Según Arendt, cuando nos enfrentamos a algo completamente nuevo, para lo que no disponemos de
ningún criterio es posible poner en funcionamiento la capacidad humana del juicio, que alude a la aptitud
para diferenciar antes que a la capacidad de ordenar y subsumir.
42
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
acabaría con la política25 y presentan lo que sería una catástrofe como si perteneciera a la
naturaleza del asunto y fuera, por lo tanto inevitable” (Arendt, 2009: 49).
Arendt sostiene la existencia de tres prejuicios contra la política: el primero es el recurso a un
modo de pensamiento instrumental o teleológico, que adopta la categoría medios-fines, como si la
política estuviese al servicio de un fin último extrínseco a ella misma; el segundo refiere a la
asimilación del contenido de la política con la violencia para alcanzar tal fin; y por último el
tercero, es el convencimiento de que la dominación es el concepto central de la teoría política
(Arendt, 2009). Examinemos entonces en qué consiste cada uno de ellos para ver la manera en
que aparecen tras los análisis de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Ante la pregunta por el sentido de la política, Arendt afirma que se han ensayado diversas
respuestas desde la tradición26. Todas ellas, son justificaciones y definiciones que “vienen a
designar la política como un medio para un fin más elevado, fin último por cierto, cuya
determinación ha sido muy diversa a través de los siglos” (Arendt, 2009: 67). En este sentido, el
pensamiento adopta una lógica instrumental, pues interpreta que la política existe en función de
un propósito exterior a sí misma.
La tradición del pensamiento filosófico, sostiene que la política es una necesidad ineludible para la
vida humana, tanto individual como social. La existencia del hombre no es autárquica, y por lo
tanto su cuidado y subsistencia concierne a todos; esta mutua dependencia es la condición sin la
cual la convivencia sería imposible. Así, desde esta perspectiva, se considera que el fin último de la
política es asegurar la vida en su sentido más amplio, es decir, es el medio que hace posible al
individuo perseguir en paz y tranquilidad sus propios objetivos, cualesquiera que éstos sean.
Dado que se trata de una convivencia entre hombres, para la tradición, el cuidado de la existencia
sólo puede tener lugar mediante un Estado que, en tanto poseedor legítimo del monopolio de la
violencia, evite una guerra de todos contra todos.
25
Dichos prejuicios que “acabaría*n+ con la política”, corresponden a una época –la de Arendt– cuyas
experiencias fundamentales son el totalitarismo y la amenaza del exterminio total por las armas nucleares.
“Tras los prejuicios contra la política se encuentra hoy en día *…+ la esperanza de que la humanidad será
razonable y se deshará de la política antes que de sí misma (mediante un gobierno mundial que disuelva el
estado en una maquinaria administrativa, que resuelva los conflictos políticos burocráticamente y que
sustituya los ejércitos por cuerpos policiales” (Arendt, 2009: 50)
26
La relación entre las reflexiones de Arendt y la tradición filosófica y cristiana será abordada en el próximo
apartado.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Estas reflexiones, según Arendt, afirman como evidente que allí donde los hombres conviven, hay
y siempre ha habido política. Como argumento, recurren a la definición aristotélica del hombre
como un ser vivo político, sin embargo, esta interpretación descansa en un antiguo malentendido.
Para Aristóteles, escribe Arendt,
la palabra politikon, era un adjetivo para la organización de la polis y no una
caracterización arbitraria de la convivencia humana, no se refería de ninguna manera
a que todos los hombres fueran políticos o a que en cualquier parte donde viviesen
los hombres hubiera política, o sea, polis (2009: 68).
Aquello a lo que remitía tal adjetivo era a la particularidad de que el hombre puede vivir en una
polis, siendo esta la forma suprema de convivencia humana. La política, por lo tanto, en el sentido
aristotélico, no es una obviedad ni se encuentra donde quiera que los hombres convivan. Es sólo
en la polis, en donde el hombre es capaz de actuar en libertad. Esto por supuesto, no significa que
la política se entendiera como un medio para posibilitar la libertad humana, “ser libre y vivir en la
polis eran en cierto sentido uno y lo mismo” 27 (Arendt, 2009: 69).
Por el contrario, el prejuicio moderno sostiene que la política es una necesidad inevitable y que la
ha habido siempre y por doquier, al tiempo que reinterpreta la idea clásica de la libertad en
términos que otorgan un rol central a la dominación, y por lo tanto a la violencia. De esta manera,
afirma que
la política es un medio para un fin superior y que en ella sólo se trata de la libertad en
la medida en que ha dejado libres determinados ámbitos. Sólo que ahora la libertad
ya no es una cuestión de pocos, sino al contrario, de muchos, los cuales ni deben ni
necesitan preocuparse ya de los temas de gobierno porque la carga del orden político
necesario para los asuntos humanos se deposita sobre unos pocos (Arendt, 2009: 87).
En otras palabras, el dominio del Estado en tanto legítimo poseedor de la violencia es el medio por
el cual los hombres tienen asegurada su libertad, entendida ésta en tanto acción soberana, “un
libre albedrío, independiente de los demás y en última instancia capaz de prevalecer ante ellos”
(Arendt, 1996: 176).
27
Pero sólo en cierto sentido, puesto que para participar de los asuntos de la polis, los hombres debían
encontrarse libres de las obligaciones necesarias para subsistir. Esta liberación, es un fin que se conseguía
por medio de la coacción y la violencia, basadas en la dominación que cada hombre ejercía sobre otros –por
ejemplo los esclavos. Esta no es en sí misma política, sino que constituye la condición pre-política
indispensable para gozar de la libertad de lo político.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Así, la remisión moderna de la idea libertad a la supervivencia de la humanidad, tiene como
consecuencia que la política “no se trate ya más que de la mera existencia de todos *ésta+ es la
señal más clara de la desgracia a la que ha ido a parar nuestro mundo –una desgracia que, entre
otras cosas, amenaza con liquidar a la política” (Arendt, 2009: 92). La noción de la política como un
medio para un fin situado por fuera de su ámbito, se expresa en una definición de Estado que en
tanto poseedor del monopolio legítimo de la violencia es indispensable para la convivencia de los
hombres. Esto significa que desde la Edad Moderna, en general “el poder se asimila a la violencia
debido a que la manifestación más común del poder político es la dominación por parte del
Estado” (Tassin, 2002: 153).
Las teorizaciones sobre el concepto de la política, ponen en funcionamiento un enfoque
instrumental en el cual, independientemente de los fines a los que busque arribar, la violencia es
el contenido específico que le es propio. Aquí encuentra Arendt el segundo prejuicio: la acción
violenta constituye el contenido de la política.
El punto nodal de este prejuicio es la identificación teórica del poder político con la violencia
“como si esta fuese prerrequisito del poder y el poder nada más que una fachada” (Arendt, 2006:
63). Tal prejuicio proviene del legado de la política romana que produjo un desplazamiento de la
autoridad hacia la violencia, presente en el pensamiento moderno desde una perspectiva
revolucionaria. Desde este enfoque, la cuestión de la fundación como comienzo radical, es la
acción política central que establece el espacio público-político y hace posible la política. Tanto
Maquiavelo como Robespierre consideraban que
para ese `fin´ supremo todos los `medios´, y en especial los medios violentos, estaban
justificados. También ambos entendieron el acto de la fundación como algo inserto en
el hacer; para ellos, literalmente, la cuestión era `hacer´ una Italia unificada o una
república francesa y su justificación de los medios de violencia estaba fundada en una
argumentación subyacente que, asimismo, le otorga una inherente aceptabilidad; no
se puede hacer una mesa sin destruir árboles, no se puede hacer una tortilla sin
romper huevos, no se puede hacer una revolución sin matar gente (Arendt, 1996:
151).
Aquí se trata de una violencia fundacional, pero violencia al fin, con la que el poder se confunde en
el acto por el cual un Estado arriba a su existencia y un pueblo se convierte en comunidad. Arendt,
sostiene que es necesario plantear una distinción entre Poder, Potencia, Fuerza y Violencia, para
repensar el poder político en su relación con la violencia. En este sentido,
45
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
poder (power) corresponde a la capacidad humana, no simplemente para actuar, sino
para actuar concertadamente. El poder no es nunca una propiedad de un individuo;
pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras el grupo se mantenga unido *…+.
Potencia (stenght) designa inequívocamente a algo en una entidad singular o
individual; es la propiedad inherente a un objeto o persona y pertenece a su carácter,
que puede demostrarse a sí mismo con otras cosas o con otras personas pero que es
independiente de ellas *…+ La fuerza (force) que utilizamos en el habla cotidiana como
sinónimo de violencia, especialmente si la violencia sirve como medio de coacción,
debería quedar reservada, en su lenguaje terminológico, a las `fuerzas de la
naturaleza´, a la fuerza de las circunstancias, esto es, para indicar la energía liberada
por movimientos físicos o sociales. *…+ La violencia (violence) se distingue por su
carácter instrumental. Fenomenológicamente está próxima a la potencia (strenght),
dado que los instrumentos de la violencia, como todas las demás herramientas, son
concebidos y empleados para multiplicar la potencia natural, hasta que, en la última
fase de su desarrollo, puedan sustituirla (Arendt, 2005: 147-149).
En un sentido político, el poder es propio de una comunidad y no de un individuo. Así, la fuerza de
ésta reside en su poder, la del individuo en su potencia; solo puede asociarse con la violencia por
su asimilación con la coerción o con la obligación.
Es necesario considerar que la violencia no existe por sí misma, sino que es la manifestación
instrumentada de la potencia o de la fuerza. En este sentido Arendt afirma, “la violencia es, por
naturaleza, instrumental; como todos los medios siempre precisa de una guía y una justificación
hasta lograr el fin que persigue” (2005: 70). Sin embargo, la violencia que se ejerce por fuerte o
eficaz que fuera, nunca constituye por sí misma un poder y está absolutamente desprovista de un
sentido político aunque se manifieste en el espacio público. Tal como menciona Arendt, “hablar de
poder no violento es una redundancia. La violencia puede destruir al poder; es absolutamente
incapaz de crearlo” (2005: 158).
En oposición a la idea de que la violencia es el medio especifico del poder político del Estado,
Arendt establece que “nunca ha existido un gobierno exclusivamente basado sobre los medios de
violencia” (2005: 152). Tal como menciona Tassin, hay una contradicción inherente a la violencia
como medio político: “la violencia necesita del poder y no a la inversa” (2002: 173). Su crecimiento
indefinido, destruye al poder para manifestarse como puro terror 28.
28
En este sentido, Arendt sostiene que “el terror no es lo mismo que la violencia; es, más bien, la forma de
Gobierno que llega a existir cuando la violencia, tras haber destruido todo poder, no abdica, sino que, por el
contrario, sigue ejerciendo un completo control” (Arendt, 2005: 75). La autora está aquí reflexionando
específicamente sobre el totalitarismo, así, prosigue: “la diferencia decisiva entre la dominación totalitaria
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Tras la aparente confusión entre los términos, descansa el tercer prejuicio: la convicción de que el
problema central de la teoría política refiere a la dominación. La equiparación del poder político
con la violencia, y del estado como su organización legítima, sólo tiene sentido si se concibe a la
dominación como la cuestión crucial de la política. Así, las diversas corrientes del pensamiento,
han colocado a la noción de dominio en el centro de sus reflexiones. Sus definiciones, no sólo
derivan de la antigua noción de poder absoluto que acompañó la aparición del Estado-Nación
europeo, sino que también coinciden con los términos empleados desde la antigüedad para definir
las formas de gobierno como el dominio del hombre sobre el hombre: de unos o pocos en la
monarquía y en la oligarquía, de los mejores o de muchos en la aristocracia y en la democracia.
Estas conceptualizaciones, que Arendt encuentra, entre muchos otros, en John Stuart Mill,
descansan sobre una relación de mando y obediencia donde se despliegan dos inclinaciones: “una
es el deseo de ejercer poder sobre los demás; la otra *…+ la aversión a que el poder sea ejercido
sobre uno mismo” (Stuart Mill, 2001: 59 y 65). De esta manera, tal como sostiene Tassin
la definición de la dominación como una potencia reconocida y legitimada, y la
asimilación del poder al poder de mando, es decir, el poder de ser obedecido, nos
obligan entonces a reconocer en la violencia (la coacción física) el medio, no normal,
sino específico, por el cual se ejerce el poder en el marco del estado (2002: 154).
Cualquiera sea la forma que adopte el poder político, es decir gubernamental, consiste siempre en
reconocer a uno o a varios la capacidad –legítima– de establecer reglas, de imponer su
cumplimiento y finalmente de tomar decisiones imperativas para todos. No obstante, existe otra
tradición, escribe Arendt, en la cual se pensaba en un concepto del poder y de la ley cuya esencia
no se basaba en la relación de mando y obediencia. La noción de república constituye una forma
de gobierno en la que el dominio de la ley, pondría fin al dominio del hombre sobre el hombre. La
noción de obediencia allí desplegada refiere al
apoyo a las leyes a las que la ciudadanía había otorgado su consentimiento. *…+ se
supone que bajo las condiciones de un gobierno representativo el pueblo domina a
quienes gobiernan. Todas las instituciones políticas son manifestaciones y
materializaciones de poder; se petrifican y decaen tan pronto como el poder vivo del
pueblo deja de apoyarlas (Arendt, 2005: 56).
basada en el terror y las tiranías y dictaduras, establecidas por violencia, es que la primera se vuelve no sólo
contra sus enemigos, sino también contra sus amigos y auxiliares, temerosa de todo poder, incluso del
poder de sus amigos. El clímax de terror se alcanza cuando el Estado policial comienza a devorar a sus
propios hijos, cuando el ejecutor de ayer se convierte en la víctima de hoy (Ídem: 76).
47
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Por lo tanto, el consentimiento de la ciudadanía a quienes la gobiernan nunca es indiscutible, en la
misma medida en que lo es la obediencia que puede exigir un acto de violencia. Es decir, la
obediencia con la que puede contar un delincuente cuando roba con la ayuda de un arma. La
tradición republicana supone que bajo las condiciones de un gobierno representativo, es el apoyo
del pueblo el que presta el poder a las instituciones y asimismo determina la existencia de las
leyes29.
Sin embargo, estas nociones continúan colocando a la dominación en el centro de sus reflexiones,
en tanto la relación de mando y obediencia ya no se despliega entre los hombres, sino entre los
hombres y la ley. De este modo, la cuestión crucial de la teoría política es, y ha sido siempre,
responder a los interrogantes: ¿Quién manda a quién? y, asimismo, ¿Por qué obedecer?
Tales son los prejuicios contra la política que, según Arendt, dificultan la comprensión política de
las experiencias del presente. Estos prejuicios toman la forma de supuestos sobre los cuales las
reflexiones se asientan. En efecto, es posible sostener que ante las manifestaciones del 19 y 20 de
diciembre de 2001, las diversas publicaciones ponen en funcionamiento nociones y conceptos que
derivan de una comprensión de la política bajo lo que Arendt entiende como prejuicios contra la
política. Veamos ahora si esta elaboración arendtiana puede iluminar, o más bien, poner en
evidencia los supuestos que subyacen tras los análisis de las manifestaciones 19 y 20 de diciembre
de 2001.
III. Los supuestos tras los análisis de las manifestaciones de diciembre
Tanto los estudios que caracterizan a las jornadas del 19 y 20 bajo el término de manifestaciones
políticas –negativas–, como aquellos que las califican de antipolíticas, colocan en el centro de sus
análisis a la categoría medios-fines y recurren así a un modo de pensamiento teleológico que
entiende a la política como un medio que permite alcanzar un fin extrínseco a ella misma. Bajo
29
En este sentido, eventualmente el pueblo tiene la capacidad de alterar la relación de mando y obediencia
que entabla con las leyes puesto que “todas las instituciones políticas son manifestaciones y
materializaciones del poder; se petrifican y decaen tan pronto el poder vivo del pueblo deja de apoyarlas”
(Arendt, 2005: 56).
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
ésta lógica, para los múltiples estudios de lo sucedido en diciembre debe surgir un producto que
en tanto resultado de las manifestaciones, logre capturar su significado.
Para estos estudios, la consumación de una democracia directa, o al menos más participativa es el
medio que permitirá garantizar la soberanía del pueblo. En otras palabras, desde estos enfoques el
resultado lógico del fuerte cuestionamiento hacia las instituciones representativas, desplegado en
diciembre, es la concreción de una reforma política. Si bien es cierto que el contenido de dicha
reforma varía de acuerdo a la caracterización –en términos de políticas o antipolíticas– que las
diversas publicaciones desarrollan sobre las jornadas, también es cierto que el lugar analítico que
ocupa tal reforma es equivalente en todas ellas.
Recordemos brevemente dos ejemplos para constatar dicha afirmación. Por su parte, Svampa,
expone que las manifestaciones de diciembre son de naturaleza política, puesto que dirigen un
cuestionamiento hacia el sistema institucional condensado en el que se vayan todos,
posteriormente articulado en el seno de las asambleas barriales. En su argumento, sostiene que
tanto los anhelos de una democracia participativa, como los de la recuperación del estado “desde
abajo” implican la concreción de una reforma política que sea capaz de sentar las bases de un
nuevo régimen. En definitiva, la política contenida en las manifestaciones como así también en las
asambleas barriales se entiende como un medio para lograr un fin más allá de ella misma, un
nuevo orden. Así, el sentido político de diciembre queda ligado a la capacidad lograr este
propósito que, a decir de la autora, finalmente fracasa frente a la recuperación del sistema
representativo de 2003.
Desde una perspectiva opuesta, para Mocca, las manifestaciones del 19 y 20 son antipolíticas ya
que sus demandas giran en torno al gasto político, las listas sábanas y los sueldos de los
legisladores. La consumación de dichos reclamos no tendría como resultado una mejor política
sino la desaparición de ésta en otros órdenes de la sociedad. Ante tal diagnóstico, este enfoque
sostiene que frente al cuestionamiento antipolítico de las protestas, la política se encuentra
dentro del ámbito institucional. Es allí, en donde se debe llevar a cabo una deliberación acerca del
régimen político: cómo fortalecer el poder estatal democrático y preservarlo de su crónica
inestabilidad. De esta manera, la política entendida institucionalmente debe ser capaz de traducir
los reclamos antipolíticos oídos en las manifestaciones y a partir de allí producir una reforma
política que tienda a mejorar el funcionamiento del sistema representativo. Nuevamente la
49
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
política es el medio y la reforma su fin supremo, que al no alcanzarse, sanciona el fracaso de
ambas jornadas.
En síntesis, ya sea bajo la exigencia de una reforma que dé como resultado la construcción de un
régimen político alternativo o sea una reforma que traduzca las demandas de diciembre en
términos que tengan como consecuencia un mejor funcionamiento del sistema político –líderes y
partidos– en ambas perspectivas, tal reforma se concibe como el fin último de las manifestaciones
de diciembre. Es decir que estas, son un medio para un fin supremo.
Esta concepción de la política en términos teleológicos tiene como consecuencia una reducción
analítica del poder en términos de mando y obediencia e iguala así el poder con la violencia. En
este sentido, diversos estudios –Svampa, Colectivo Situaciones, Altamira- sostienen que el
componente político de las manifestaciones de diciembre descansa en su carácter contestatario
frente a un Estado, entendido como la expresión hegemónica de la violencia y la dominación.
Ambas jornadas expresan así, la resistencia ante un orden político –pero también social y
económico– que oprime demandando obediencia, situación que se encuentra materializada en la
represión lanzada por las fuerzas policiales. Tal como sintetiza el Colectivo Situaciones la “crisis es
sinónimo de alteración de las capacidades de dominación” (Colectivo Situaciones, 2002: 190). Así,
desde estas perspectivas el rasgo político central de las manifestaciones de diciembre es su
facultad de poner en cuestión el Orden, tanto al sistema político, como al régimen económico y
social.
Como ya hemos señalado, desde un enfoque completamente opuesto, –Mocca, Botana, Bonvecchi
y Novaro– asientan la caracterización antipolítica de las manifestaciones precisamente en esta
cualidad contestaria. Puesto que, como mencionamos anteriormente, desde esta perspectiva, la
política existe en la medida en que se despliega dentro de los canales institucionales. Es el Estado
el que debe detentar el monopolio de la violencia y a través de ella, asegurar la obediencia a la ley.
Por lo tanto, para estos análisis las manifestaciones no son políticas ya que se enfrentan al poder
legítimo del Estado y buscan alterarlo.
De esta manera, la cuestión de la dominación constituye el eje central del modo en el que las
diversas perspectivas entienden a la política contenida en diciembre. Así, resulta crucial la
capacidad de las protestas de alterar la relación de mando y obediencia.
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Ahora bien, según Tassin “la fuente de los prejuicios que ordinariamente hacen concebir a la
política como un medio coercitivo para ejercer una dominación reside en *…+ la creencia en la
voluntad” (2007: 106. Itálicas del original). Esta creencia permite sostener que toda acción política
procede y se funda en una voluntad,
lo cual significa no solamente que las acciones políticas obedecen a una voluntad –o
sea a un cierto tipo de intencionalidad que les daría sentido y las justificaría-, sino
también que la voluntad es el principio de legitimidad de las políticas democráticas
modernas. *…+ parece ir de suyo que el pueblo quiere, que es de este querer de
donde nace su poder soberano, y de allí el poder gubernamental que se presenta
como el representante de esta soberanía popular (Ídem: 106-107).
Así, para Tassin, la voluntad y la soberanía son los ejes centrales que estructuran los prejuicios
contra la política. Entendiéndose en torno al concepto de libertad propuesto desde la filosofía,
según el cual, los hombres son libres cuando “dejan el campo de la vida política, ocupado por la
mayoría y *…+ no se experimenta en asociación con otros sino en interrelación con el propio yo
*…+” (Arendt, 1996: 169). Esta noción de libertad, ha sido pensada como una producción de la
voluntad, una facultad subjetiva que el hombre ejerce en soledad30.
Esta idea de libertad, desarrollada desde la filosofía, como voluntad de poder 31 tiene según
Arendt, dos consecuencias para la teoría política, que nos interesan remarcar. La primera de ellas
es que nos ha conducido a identificar el poder con la opresión, o con el dominio ejercido sobre los
demás. La segunda es que el ideal de la libertad es la soberanía, entendida como el ideal de un
libre albedrío, “de intransigente autosuficiencia y superioridad” (Arendt, 2003: 254)32.
El quid de la cuestión es que desde la tradición filosófica, e incluso enfatizada en el nacimiento de
las ciencias políticas y sociales, se construye una brecha entre los conceptos de libertad y política,
30
En este sentido la influencia de la tradición cristiana se convierte en el factor decisivo. Arendt encuentra
en San Agustin una concepción de la libertad como una emanación de la voluntad: “la ciudadela interior
ofrece, en efecto, la imagen de una dominación de sí, adquirida al precio de una sumisión de sí” (Tassin,
2007: 110).
31
Aquello que aquí se entiende como voluntad, surge del conflicto entre el querer y el poder, entre un “yo
quiero” y un “no puedo lo que quiero”. Por lo tanto es un concepto doble, para que una voluntad quiera,
debe querer contra una voluntad que resiste y es en este movimiento en donde experimenta su impotencia
desde el momento mismo de su afirmación. La incapacidad de poder lo que quiere, para querer
verdaderamente y ser así un verdadero poder, la transforma entonces en “voluntad de opresión, en
voluntad de poder” (Ídem: 111).
32
Arendt prosigue esta cita: “Ningún hombre puede ser soberano porque ningún hombre solo, sino los
hombres, habitan la Tierra, y no, como mantiene la tradición desde Platón, debido a la ilimitada fuerza del
hombre, que le hace depender de la ayuda de los demás” (2003: 254).
51
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
atravesada por la noción de voluntad-poder. La idea de libertad premoderna y secular insistió en
separar la “libertad de los súbditos y de cualquier participación directa en el gobierno” (Ídem:
162).
A la luz de estas reflexiones, es posible sostener que los supuestos sobre los cuales se asientan los
intentos de comprensión de las manifestaciones de diciembre, se encuentran a la vez enraizados
en una idea de acción política en tanto acción voluntaria, libre y por lo tanto, soberana.
Bajo tales términos, sostienen la existencia de un actor político homogéneo y preexistente a su
aparición en el espacio público que debe tener intensiones claras y objetivos a ser cumplidos por
medio de su acción en lo público. De esta manera, los autores consideran que los protagonistas de
ambas jornadas de protesta deben ser capaces de concretar aquellas consignas que enunciaron,
puesto que las analizan como acciones voluntarias sobre las cuales el actor guía su accionar. Aquí
entonces hay dos pasos: el primero refiere a la afirmación de la existencia de un actor con
voluntad, es decir, movido por una intensión y un deseo; el segundo sostiene una noción de acción
estratégica que lleva a cabo esa voluntad y por lo tanto moviliza una lógica de medios-fines que se
despliega a la luz de lo público.
Así, las diversas perspectivas exigen de los protagonistas de las manifestaciones el desarrollo de
programas y planes de acción estratégicos. Asimismo, dicha acción debe ser libre33 –en términos
filosóficos– y soberana, es decir, independiente de los demás e incluso prevaleciendo contra ellos.
Por lo tanto, la acción política bajo tales términos entendida se define por medio de la capacidad
de los actores de imponer su voluntad. Tal como expresa el Colectivo Situaciones,
de una u otra forma, la política sería el lugar de mando, el sitio conductor *…+. Hacer
política ya no sería preguntarse qué hacer con `lo que pasa´, sino cómo hacer que
pase lo que deseamos, a partir de controlar lo que pasa a ser lo importante: `los
asuntos del poder´ (2002: 152).
Así, desde esta perspectiva, las manifestaciones de diciembre son políticas toda vez que se
enfrentan a la opresión ejercida desde el régimen político y disputan el lugar de mando. Al tiempo
33
En las reflexiones que Arendt aborda en ¿Qué es la libertad? (1996) traza dos genealogías opuestas del
concepto de libertad: la filosófica y la política, recuperamos en este apartado la primera de ellas. En este
sentido, la tradición filosófica transportó la idea misma de la libertad del campo de la política a un espacio
interior, la voluntad, en donde el hombre se abre a la introspección. Esta experiencia, siempre presupone un
apartamiento del mundo, para encontrar refugio en una interioridad a la que nadie más tiene acceso.
52
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
que estas prácticas de oposición deben ser libres, es decir, responder al ideal de libertad en tanto
soberanía. Es imperativo que la política de las manifestaciones sea capaz de existir
independientemente de los demás (Estado, partidos políticos, líderes y sindicatos) e incluso
imponiéndose contra ellos. Es en esta línea que puede entenderse la insistencia de Svampa
respecto del sentido político de las jornadas de diciembre, que sólo podrá conservase si se
mantiene alejado de las estructuras institucionales. 34
Ya hemos mencionado, que la caracterización de las manifestaciones como antipolíticas coloca a la
política dentro del ámbito institucional. Este enfoque entiende que la política estatal es el medio
por el cual los hombres tienen asegurada su libertad. No obstante, la idea de libertad aquí
desplegada responde a la noción de voluntad que puntualiza Tassin. En otras palabras, estos
estudios sostienen que los hombres son libres desde el momento en el cual se encuentran exentos
de ocuparse de los asuntos del gobierno. Así, su libertad existe en el ámbito de la vida y la
propiedad35.
Los análisis en tales términos llevan consigo el supuesto de que –parafraseando a Tassin– va de
suyo que el pueblo quiere. En el reconocimiento de la existencia de una voluntad que pertenece al
pueblo o a una comunidad de actores, la política institucionalmente entendida, coloca en el centro
de sus reflexiones a una idea de Estado capaz de representar el poder soberano y de gobernar en
su nombre. A la vez que este poder que detenta el Estado se identifica con la opresión y por lo
tanto con la violencia.
Toda vez que las protestas se enfrentan a las instituciones que posibilitan la existencia de la
sociedad –y por lo tanto de la política– no contienen en sí mismas una esencia política. Aún más, la
imposibilidad de reconocer una voluntad en las manifestaciones de diciembre se evidencia, para
34
Recordemos que Svampa sostiene que el sentido político de las manifestaciones del 19 y 20 finalmente
fracasa frente a la recuperación institucional de 2003 debido al proceso de cooptación que sufren los
diversos movimientos surgidos al calor de las manifestaciones.
35
En el caso del análisis de desarrolla Botana en La República Vacilante es de central importancia la arista
económica de la crisis. Al punto de afirmar la necesidad de una “Constitución Económica” basada en la
seguridad y la certeza del sistema rentístico (moneda, ahorro, pago de impuestos, control del gasto público).
Ciertamente, para Botana el 19 y 20 fue producto de las medidas impuestas por el corralito bancario, así es
posible vislumbrar en sus reflexiones una idea de política en primer lugar, ligada al Estado, en tanto
institución que canaliza las demandas y por lo tanto debe recuperar la centralidad en medio de las
protestas; y por otro, que hace hincapié en la cuestión de la libertad, en particular ligada a la propiedad, que
el Estado ser capaz de asegurar. (2002: 45-59).
53
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
estos autores, en el irracional conjunto de demandas desplegadas en ambas jornadas. Al mismo
tiempo se otorga gran importancia a la representación como canal a través del cual los hombres
actúan. Esta última cuestión se evidencia en la afirmación de Botana, “es preciso inevitablemente,
crear o recrear las formas de la representación política” (2002a: 250). Es decir, el fuerte
cuestionamiento desplegado en diciembre debe ser encauzado institucionalmente y por lo tanto
transformado en términos políticos.
Lo que aquí sostenemos entonces, es que los múltiples análisis sobre las manifestaciones de
diciembre descansan sobre supuestos, que en términos de Arendt, se originan en los prejuicios
contra la política. En consecuencia el sentido político de los acontecimientos, bajo tales términos
entendidos, se encuentra ligado a su capacidad de reformar o fundar un nuevo orden y en este
sentido, se consideran que fracasan. Puesto que se interpreta a la acción política como acción
voluntaria que responde a una intención y por ende, es capaz de establecer estrategias para
conseguir objetivos. De no alcanzar esta exigencia, la acción política acaba por no tener sentido.
Comprendemos entonces, a la luz de las reflexiones de Arendt y Tassin, que aquello que se
vislumbra en los análisis sobre las manifestaciones de diciembre es la consolidación de la
separación entre la libertad y la política y, asimismo, entre éstas y la acción.
Como sostiene Arendt, estos prejuicios tienen una legitimidad inherente y solo podemos
comprenderlos cuando ya no cumplen su función, es decir cuándo ya no son apropiados para que
quien juzgue compruebe una parte de la realidad. Es en estos momentos donde se hace necesario
volver a cuestionarse sobre lo político, para esto recuperaremos las conceptualizaciones de Arendt
con el objetivo de analizar el sentido político de las manifestaciones de diciembre de 2001.
IV. Espacios de aparición: el sentido de la política según Hannah Arendt.
Tal como venimos señalando, la dificultad de aprehender lo ocurrido en las jornadas del 19 y 20 de
diciembre de 2001 se debe a que las múltiples perspectivas de análisis desarrollan una noción de
política en la que predomina la separación entre política, libertad y acción. Entonces, ¿en qué
medida es posible comprender el sentido político de las manifestaciones sin caer en la búsqueda
de los propósitos de los actores ni de un curso objetivo de acción? Y aún más, ¿cómo pensar
54
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
políticamente un acontecimiento que a la vez pone en cuestión las categorías tradicionales de lo
que se entiende por política?
Para responder estos interrogantes, es necesario abordar los acontecimientos desde una
comprensión de la política elaborada a partir de una “fenomenología de la acción y no a partir de
la consideración de los derechos, de las convenciones o de las instituciones, o más aún, de las
cuestiones de organización económica y social” (Tassin, 2010: 1). En este sentido, las reflexiones
de Hannah Arendt respecto de la idea de política podrán acercarnos al análisis de las
manifestaciones de diciembre bajo los términos expuestos.
a.
Pensar sin barandillas
A lo largo de sus ejercicios de pensamiento, Arendt busca construir una noción de política que
recupere la importancia del espacio público y de la acción que en él se desarrolla. Así, parte de los
cuestionamientos dirigidos a la tradición del pensamiento occidental por un lado; y a la
modernidad por otro36. Lo fundamental aquí es que, asentadas en la tradición, tanto la filosofía
como la ciencia política sostienen una idea de política en la cual se disocia a la acción de la política
y por lo tanto, pierde centralidad el espacio público.
El enorme peso de la contemplación en la jerarquía tradicional tiene como consecuencia el
alejamiento del pensamiento respecto de la acción y, también, la construcción de ideas y
conceptos en tanto verdades absolutas. La creciente distancia entre filosofía y acción, se ve
plasmada en la exigencia que experimentaban los filósofos de la antigüedad por librarse de las
actividades políticas para ejercer un pensamiento puramente teórico y no práctico.
El lugar que ocupa la tradición en el pensamiento arendtiano se encuentra plasmado en la noción
de tiempo desarrollada en el prefacio a Entre Pasado y Futuro. Allí sostiene
36
Ante todo, se opone a la existencia de verdades absolutas a partir de las cuales la filosofía y las ciencias
políticas reflexionan sobre los acontecimientos. En este sentido, “si presuponemos que existe algo así como
una esfera independiente de puras ideas, todas las nociones y conceptos no pueden sino estar relacionados,
porque todos deberían su origen a la misma fuente: la mente humana en su extrema subjetividad, no
afectada por la experiencia y sin ninguna relación con el mundo *…+” (Arendt, 2008: 53).
55
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
observado desde el punto de vista del hombre, que vive en el intervalo entre pasado
y futuro, el tiempo no es un continuo, un flujo de sucesión ininterrumpida, porque
está partido por la mitad, en el punto donde `él´ se yergue; y `su´ punto de mira no es
el presente, tal como habitualmente lo entendemos, sino más bien una brecha en el
tiempo al que `su´ lucha constante, `su´ definición de una postura frente al pasado y
al futuro otorga existencia (Arendt, 1996: 16-17).
Lo que Arendt propone es que la tradición se erige como un puente sobre el punto de ruptura en
el cual se encuentran los hombres. Sin embargo, al hablar de tradición no se refiere meramente al
pasado, sino tal como afirma Margaret Canovan “es una particular y selectiva relación con el
pasado, manipulando y reforzando ideas, experiencias y estructuras y suprimiendo otras (1994:
69).
Si bien es cierto que dicha tradición comenzó a debilitarse a medida que avanzaba la Época
Moderna, esto no implica necesariamente que sus nociones y conceptos hayan perdido poder
sobre el pensamiento. En este sentido, Arendt sostiene que Marx, Kierkegaard y Nietzsche fueron
los primeros que se atrevieron a pensar sin la guía de ninguna autoridad; con todo, aún se
encontraron inmersos en las categorías de la gran tradición al postular una inversión de su orden
jerárquico37 y reflexionar sobre las experiencias sin plantear un nuevo comienzo ni reconsiderar el
pasado.
No habría entonces una ruptura respecto de la concepción tradicional de la política, sino todo lo
contrario, continuidad. Esta cuestión se evidencia, para Arendt, en la noción de política imperante
en la Edad Moderna, en la cual es inherente la distancia entre los hombres y la acción política, así,
lo que hoy en día entendemos por gobierno constitucional *…+ no se trata, al menos
en primer lugar, de hacer posible la libertad para actuar y dedicarse a la política,
puesto que estas son prerrogativas del gobierno y de los políticos profesionales, que
por la vía indirecta del sistema de partidos se ofrecen al pueblo para representarle
dentro del estado o eventualmente contra éste (Arendt, 2009: 90).
Aquello que Arendt sostiene es que los intentos por construir un pensamiento político que logre
sobreponerse a las conceptualizaciones y nociones derivadas de la tradición no se materializaron,
puesto que ésta continuó presente tras los supuestos sobre los cuales se erigió la comprensión de
la política. Esto es así, en primer lugar porque en lo fundamental, persiste la distancia entre acción
37
En este sentido, Arendt afirma “Las operaciones rotatorias con las que termina la tradición dan a luz el
comienzo en un doble sentido. La aseveración misma de uno de los opuestos –fides contra intellectus,
práctica contra teoría, vida sensual perecedera, contra verdad permanente, invariable, suprasensual–
necesariamente trae a la luz al opuesto repudiado y demuestra que ambos tienen significado e importancia
solo dentro de esa oposición (1996: 42).
56
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
y política, ya que la participación de los ciudadanos en el gobierno es necesaria en la medida en
que solo traza fronteras al espacio estatal para alcanzar la libertad fuera de él38. En segundo lugar
y de más importancia aún, porque el entendimiento moderno, plasmado en la ciencia política y la
filosofía, establece una identificación entre las esferas pública y social39 y en consecuencia pierde
importancia el espacio público.
De por sí esto implica una serie de problemas, el surgimiento de la esfera social, cuya forma
política se encontró en el Estado-Nación, dificulta profundamente la capacidad de entender la
decisiva división “entre las esferas pública y privada, entre la esfera de la polis y la de la familia, y
finalmente entre actividades relacionadas con un mundo en común y las relativas a la
conservación de la vida” (Arendt, 2003: 42). La supresión de la línea divisoria entre ambas esferas
tiene como consecuencia una concepción de sociedad como una especie de administración
doméstica colectiva en la cual, la política se entiende como un medio destinado a protegerla. Al
tiempo que todas las cuestiones que anteriormente pertenecían a la esfera privada familiar se han
convertido en interés colectivo.
Una de las cuestiones que aquí aparece y que resulta central para comprender la noción moderna
de la política, es que la emergencia de la sociedad no sólo borró la línea fronteriza entre lo privado
y lo político, sino que también cambió la significación de las palabras. En este sentido, “la política
no es más que una función de la sociedad [y] acción, discurso y pensamiento son
fundamentalmente superestructuras relativas al interés social” (Arendt, 2009: 45). La magnitud
del triunfo de la sociedad, se evidencia para Arendt, en la sustitución de la acción por la conducta
de esta manera,
38
En cierto modo, en estas reflexiones Arendt atraviesa el problema de los prejuicios contra la política, que
hemos tratado en el apartado anterior cuando sostiene: “la participación de los ciudadanos en el gobierno,
en cualquiera de sus formas, es necesaria para la libertad sólo por que el gobierno, puesto que
necesariamente es quien dispone de los medios para ejercer la violencia debe ser controlado en dicho
ejercicio por los gobernados. Se comprende pues que con el establecimiento de una esfera –como siempre
limitada– de acción política aparece un poder que debe ser vigilado constantemente para proteger la
libertad. *…+ Dicho con otras palabras, en la relación entre política y libertad, la Edad Moderna, también
entiende que la política es un medio y la libertad su fin supremo” (Arendt, 2009: 91).
39
Esta identificación proviene de la errónea traducción de las expresiones griegas al latín y su adaptación al
pensamiento cristiano romano. Al respecto, Arendt sostiene “la moralidad cristiana, diferenciada de sus
preceptos religiosos fundamentales, siempre ha insistido en que todos deben ocuparse de sus propios
asuntos y que la responsabilidad política constituía una carga, tomada exclusivamente en beneficio del
bienestar y la salvación de quienes se liberan de la preocupación por los asuntos públicos” (2003: 68-69).
57
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
es decisivo que la sociedad, en todos sus niveles, excluya la posibilidad de acción,
como anteriormente lo fue la esfera familiar. En su lugar, la sociedad espera de cada
uno de sus miembros una cierta clase de conducta, mediante la imposición de
innumerables y variadas normas, todas las cuales tienden a `normalizar´ a sus
miembros, a hacerlos actuar, a excluir la acción espontánea o el logro sobresaliente
(Arendt, 2009: 51).
Habiendo entonces marcado la separación que establece el pensamiento moderno entre acción y
política y asimismo la identificación entre las esferas política y social, lo fundamental para Arendt,
es el debilitamiento de la capacidad de los hombres para la acción y el discurso –capacidades
esencialmente políticas– desterradas a la esfera de lo íntimo y lo privado relegando así, la
importancia del espacio público.
En consecuencia, aquello que ocupa a Arendt es recobrar la centralidad de la esfera pública y de la
acción política, cuestiones ocultadas por la tradición y negadas en la modernidad. Precisamente,
estas dos cuestiones abordadas por el pensamiento arendtiano son las que nos interesa recuperar
para repensar el sentido político de las manifestaciones de diciembre.
b. La centralidad de la esfera pública
El punto de partida de las reflexiones que la autora despliega en la Condición Humana es el rescate
de la distinción entre las esferas pública y privada. El término público refiere a dos fenómenos
estrechamente relacionados, pero no idénticos. En primer lugar, significa que todo lo que aparece
en público puede verlo y oírlo todo el mundo, a la vez que tiene la mayor publicidad posible. Esta
apariencia compartida, con otros que ven y oyen lo mismo, constituye la realidad del mundo, para
Arendt, que depende de la existencia de una esfera pública que ilumine las acciones y posibilite su
surgimiento de la oscura existencia privada40. En segundo lugar, lo público significa el propio
mundo, en cuanto es común a todos y diferente del lugar poseído privadamente en él. En esencia,
40
Es de gran importancia precisar en este punto, que las acciones expuestas a la brillante luz de la constante
presencia de los otros en la esfera pública son aquellas que se consideran apropiadas, dignas de verse u
oírse. De manera que lo inapropiado se convierte automáticamente en asunto privado. Arendt da como
ejemplo el amor, que “a diferencia de la amistad, muere, o mejor dicho, se extingue en cuanto es mostrado
en público. *…+ Debido a su inherente mundanidad, el amor únicamente se hace falso y pervertido cuando se
emplea para finalidades políticas, tales como el cambio o salvación del mundo” (2003: 61).
58
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
este mundo constituye un espacio que a la vez une y separa a los hombres al mismo tiempo y
posibilita su relación sin caer en el hacinamiento de la sociedad de masas41.
La fundamental importancia de la esfera pública, bajo tales términos entendida, radica para
Arendt, en que la realidad que allí aparece depende de la “simultánea presencia de innumerables
perspectivas y aspectos en los que se presenta el mundo común y para el que no cabe inventar
medida o denominador común” (Arendt, 2003: 66). Así, este espacio que une y separa a los
hombres, posibilita la existencia de una multitud de espectadores iguales entre sí, que ante los
acontecimientos, se ubican en diferentes posiciones y dan cuenta de una variedad de
perspectivas. En tanto todos se hayan interesados por el mismo objeto, su identidad comienza a
discernirse a la vez que conserva la pluralidad inherente de lo público. Por el contrario, ver los
asuntos desde una única perspectiva tiene como consecuencia el fin de este mundo en común.
Al recuperar esta múltiple significación de la esfera pública, como espacio en donde los hombres
aparecen ante los demás y por lo tanto cobran existencia, Arendt devuelve al término privado su
original sentido privativo. Así, apartarse de la luz de lo público representa estar privado de la
realidad que proviene de ser visto y oído por los demás, de hallarse relacionado y separado de
ellos a través de un intermediario mundo en común. “El hombre privado no aparece, y por lo
tanto, es como si no existiera” (Ídem: 67)42.
La estrecha relación entre lo público y lo privado en la Edad Moderna, ha inducido la completa
extinción de la diferencia entre ambas esferas y por lo tanto ha resultado en la pérdida de la
centralidad del espacio público. Tal como menciona Anabela Di Pego “es posible agrupar los rasgos
41
Aquello a lo que queremos referir con la idea de hacinamiento, remite a la noción de la esfera pública en
tanto mundo en común que une a los hombres y no obstante impide que se desplomen unos sobre otros.
Para Arendt, “lo que hace tan difícil de soportar a la sociedad de masas no es el número de personas, o al
menos no de manera fundamental, sino el hecho de que entre ellas el mundo ha perdido su poder para
agruparlas, relacionarlas y separarlas” (Ídem: 62).
42
Esto se explica en parte porque las actividades de los hombres dentro de la esfera privada se encuentran
en su totalidad subsumidas a la necesidad biológica de vivir. Así, no queda lugar para la libertad, en la
medida que ésta supone la liberación del yugo de la necesidad y la interacción entre iguales, condición no
existente entre los miembros de la familia puesto que se basa en una relación asimétrica de mando y
obediencia.
59
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
que contraponen el ámbito privado al ámbito público en las siguientes pares de conceptos:
necesidad/libertad, violencia-fuerza/diálogo, asimetría/igualdad, gobierno/isonomía” (2006: 2).
Al plantear este problema, las reflexiones arendtianas tienen como objetivo rescatar la distinción
entre las esferas pública y privada para revelar el lugar que allí ocupa la política. En este sentido,
sostiene que es en el espacio público donde los hombres aparecen ante la presencia de otros,
construyendo a la vez su realidad.
Se trata del espacio de aparición en el más amplio sentido de la palabra, es decir, el
espacio donde yo aparezco ante otros como otros aparecen ante mí, donde los
hombres no existen meramente como otras cosas vivas o inanimadas, sino que hacen
su aparición de manera explícita (Arendt, 2003: 221).
Los hombres aparecen ante los otros como iguales y por medio de la acción y el discurso
configuran una trama de relaciones humanas que perdura conformando un mundo en común que
trasciende a las generaciones. Es allí donde radica la posibilidad del surgimiento de la política, en
palabras de Arendt,
si comprendemos lo político en el sentido de la polis, su objetivo o raison d´être sería
el de establecer y conservar un espacio en el que pueda mostrarse la libertad como
virtuosismo: es el campo en el que la libertad es una realidad mundana, expresable
en palabras que se pueden oír, en hechos que se pueden ver y en acontecimientos
sobre los que se habla, a los que se recuerda y convierte en narraciones antes de que,
por último se incorporen al gran libro de relatos de la historia humana. Lo que ocurre
en ese espacio de apariencias es por definición político *…+ (1996: 167).
Con esta extensa cita, recuperamos la centralidad del espacio público y de la acción y en
consecuencia redefinimos aquello que entiende por política. Sin embargo, resta aún dar cuenta de
los ejes centrales que estructuran la noción arendtiana de la política.
A modo de breve aproximación, es posible sostener que para Arendt “la política se basa en el
hecho de la pluralidad de los hombres *…+ se trata de estar juntos y los unos con los otros de los
diversos” (Arendt, 2009: 45). Así, la aparición de los hombres a la luz de lo público, crea un espacio
entre ellos, que a la vez los une y los separa mediante la acción y el discurso. Para la autora, “lo
público” no es un lugar, sino más bien un espacio virtual y también una dinámica. Es decir, surge
cuando los hombres se encuentran en la acción y el discurso. Por lo tanto, de esta manera
entendido, no todos los espacios en común que los hombres comparten son públicos, sólo lo son
60
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
aquellos que posibilitan a los hombres aparecer qua hombres, a través de actos y de palabras43.
Así, esta noción de espacio público es central para nuestro análisis, puesto que es allí donde los
hombres ejercitan la liberad contenida en las capacidades –esencialmente políticas– de acción y
discurso. Esta postulación implicará –como veremos a continuación– la resignificación de los
términos centrales: acción, discurso y libertad.
c.
Acción, Discurso y Libertad en la noción arendtiana de la política.
En líneas generales, es posible afirmar que desde la perspectiva de Arendt, la política es producto
de la acción. En consecuencia, su pensamiento parte del rescate de la capacidad humana de
actuar. Dado que ésta “no es solamente aquello a lo que están consagrados la mayoría de los
hombres, sino también aquello de lo que ningún hombre puede escapar totalmente” (Arendt,
2008: 89). Ante esto establece una distinción entre tres dimensiones de la condición humana:
labor, trabajo y acción44. Para Arendt, esta última es la que se encuentra conectada con la esfera
política de la vida, valoración que recupera de la opinión prefilosófica de la polis griega.
43
Así, no todos los momentos en los cuales los hombres están juntos responde a la existencia del espacio
público. Los campos de concentración son un ejemplo de ello y esto no se debe a que estén rodeados por
cercos, sino que allí no hay acción ni discurso. Arendt aborda esta cuestión en el ensayo titulado: Las
técnicas de las ciencias sociales y el estudio de los campos de concentración en donde sostiene, “los campos
de concentración son los laboratorios en que se experimenta la dominación total [esta] se alcanza cuando la
persona humana, que de algún modo es siempre una mixtura particular de espontaneidad y
condicionamiento, ha sido transformada en un ser enteramente condicionado cuyas reacciones pueden
calcularse, incluso en el momento de ser llevada a una muerte segura” (2005: 295)
44
Por medio de la labor, los hombres producen lo vitalmente necesario que debe alimentar al proceso de la
vida del cuerpo humano. A pesar de desenvolverse en un tiempo rectilíneo desde el nacimiento hasta la
muerte, la labor se despliega en una temporalidad cíclica que sigue al movimiento circular de las funciones
de nuestro cuerpo. Situación que significa que la actividad del animal laborans no conduce nunca a un fin,
mientras dure la vida es pura repetición. Asimismo, a diferencia de las demás dimensiones de la condición
humana, la labor se halla bajo el signo de la necesidad. Los bienes de consumo son su resultado inmediato y
los menos durables de las cosas tangibles, ya que “a pasar de ser fruto de la mano del hombre, van y vienen,
son producidas y consumidas, en consonancia con el siempre recurrente movimiento cíclico de la
naturaleza” (Ídem, 2008: 94). Es de importancia contemplar que, para Arendt, el movimiento de la labor se
produce esencialmente en el espacio privado. Este es el único que corresponde estrictamente a la
“experiencia de la no-mundanidad *…+ donde el cuerpo humano, a pesar de su actividad, vuelve sobre sí
mismo, se concentra sólo en estar vivo, y queda apresado en su metabolismo con la naturaleza, sin
trascender o librarse del repetido ciclo de su propio funcionamiento” (Arendt, 2003: 124).
Por su parte, el trabajo, distinto de la labor de nuestros cuerpos, refiere a la fabricación de la variedad
inacabable de cosas, cuya suma constituye el mundo en el que vivimos. Su resultado no son los bienes de
consumo, sino los objetos de uso, y su uso no causa su desaparición, por lo tanto dan al mundo estabilidad y
61
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
La condición básica, tanto de la acción como del discurso es la pluralidad humana, la cual tiene el
doble carácter de igualdad y distinción. Si los hombres no fueran iguales, no podrían encontrarse,
si no fueran distintos, no necesitarían del discurso ni de la acción para poder entenderse. Así, la
condición de pluralidad humana es “la paradójica pluralidad de los seres únicos” (Arendt, 2003:
200). Es por medio del actuar y del hablar que los hombres se presentan unos a otros, no como
objetos físicos sino qua hombres. Estas son las actividades, que no pueden abandonarse, sin
abandonar al mismo tiempo la vida humana, dado que con palabra y acto ingresamos en el
mundo.
De lo que se trata así, es de dar cuenta de la importancia de la acción en la noción arendtiana de la
política. Actuar, en su sentido más general significa “tomar una iniciativa, comenzar (como indica
la palabra griega archein, `comenzar´, `conducir´ y finalmente `gobernar´) poner algo en
movimiento” (Ídem: 201). La propia naturaleza de la acción irrumpe en el nexo de las secuencias
calculables ya que “siempre que ocurre algo nuevo se da algo inesperado, imprevisible, y en
último término, inexplicable causalmente” (Arendt, 2009: 64). Debido a esto, Arendt asemeja la
acción a la idea de milagro, contemplado y experimentado desde el punto de vista de los procesos
en los que penetra. Dado que el hombre es capaz de actuar, significa que cabe esperar de él lo
inesperado, lo infinitamente improbable.
No obstante, la acción no es sólo el comienzo de algo sino de alguien, pues la aparición del
hombre en el mundo ante otros, iguales pero distintos, tiene como consecuencia la revelación del
quien en el mismo acto. En este sentido, Arendt afirma “con palabra y acto nos insertamos en el
mundo humano, y esta inserción es como un segundo nacimiento, en el que confirmamos y
asumimos el hecho desnudo de nuestra original apariencia física” (2013: 201). Se trata entonces,
del descubrimiento del quien distinto a la pregunta de qué es alguien, referida a sus cualidades.
solidez. El proceso de fabricación del homo faber está en sí mismo determinado por las categorías de medio
y fin. “La cosa fabricada es un producto final en el doble sentido de que el proceso de producción termina
allí y de que sólo es un medio para producir tal fin” (Arendt, 2008: 98) en consecuencia su característica
primordial es la de ser predecible.
A diferencia del animal laborans, cuya vida social carece de mundo, el homo faber está plenamente
capacitado para crear una esfera pública propia, aunque ésta no sea una esfera política. La cuestión esencial
es que los hombres productores de cosas, “mientras se entregan activamente a la producción, las formas
específicamente políticas de estar junto a otros, de actuar de acuerdo y hablar entre sí, están por completo
al margen de su productividad” (Arendt, 2003: 180).
62
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Esta revelación nunca puede realizarse como fin voluntario, como si uno dispusiese de este quien.
Por el contrario, es más probable que el quien se presente más claro e inconfundible a los demás y
permanezca oculto para la propia persona. Así, tal como expresa Tassin, para Arendt, “el actor
surge de sus actos antes de preexistir a ellos, el actor es el hijo de la acción, no su padre” (2010: 8).
Habiendo dicho esto, podemos afirmar que la acción en tanto segundo nacimiento, produce al
actor, lo engendra y lo hace manifiesto.
Algunos párrafos atrás, nos referimos no sólo a la acción sino también al discurso debido a que el
acto primordial y específicamente humano debe contener al mismo tiempo la respuesta a la
pregunta planteada a todo recién llegado ¿Quién eres tú?. La revelación de quién es alguien está
contenida tanto en sus palabras como en sus actos, y esto se debe a que
sin el acompañamiento del discurso, la acción no sólo perdería su carácter revelador
sino también su sujeto, *…+ y aunque su acto pueda captarse en su cruda apariencia
física sin acompañamiento verbal, sólo se hace pertinente a través de la palabra
hablada en la que se identifica como actor, anunciando lo que hace, lo que ha hecho y
lo que intenta hacer (Arendt, 2003: 202).
Lo que se desprende de lo anterior es una primera aproximación a la relevancia de la acción y el
discurso en el pensamiento arendtiano. Puesto que en la revelación del quien mediante el discurso
y el establecimiento de un nuevo comienzo a través de la acción, los hombres irrumpen dentro de
la ya existente trama de relaciones humanas. Allí, del mundo de cosas en que los hombres se
mueven surgen sus específicos, objetivos y mundanos intereses. Dichos intereses constituyen algo
del “inter-est, que se encuentra entre las personas y por lo tanto puede relacionarlas y unirlas”
(Ídem: 206). La mayoría de los actos y las palabras se refieren a alguna objetiva realidad mundana,
que se encuentra en este en medio de, no tangible pero existente, erigido en el momento en que
los hombres actúan y hablan unos para otros.
Como consecuencia, este espacio creado entre los actores se trata de un
espacio de aparición en el más amplio sentido de la palabra, es decir, el espacio
donde yo aparezco ante otros como otros aparecen ante mí, donde los hombres no
existen meramente como cosas vivas o inanimadas, sino que hacen su aparición de
manera explícita (Arendt, 2003: 221).
63
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En este punto es donde resulta esencial la centralidad de la esfera privada, puesto que únicamente
a la luz de lo público puede un asunto aparecer en su plena realidad y se muestra en tantas facetas
y perspectivas como seres humanos implique.
Lo decisivo, es que los hombres adquieren la facultad de ver los temas desde distintos ángulos, lo
que políticamente significa que cada uno percibe los muchos puntos de vista posibles sobre el
mundo. Este mirar junto a otros, los capacita para intercambiar el propio y natural punto de vista,
hecho que posibilita el surgimiento de la discusión, que en términos políticos trata de convencer y
persuadir. Es importante tener presente, que esta capacidad depende por completo de la
presencia e igualdad de derechos de todos 45.
Ciertamente, tal como menciona Fina Birulés (2009), es fundamental recuperar la relevancia del
espacio público como lugar de aparición,
la función del ámbito público es, en Arendt, iluminar los sucesos humanos al
proporcionar un espacio de apariencias, un espacio de visibilidad, en que hombres y
mujeres pueden ser vistos y oídos y revelar mediante la palabra y la acción, quienes
son (Birulés, 2009: 21).
Lo que aquí sostenemos entonces es la cualidad reveladora de la acción y del discurso que se
consuma a la luz de lo público. A través de la publicidad propia de esta esfera, los hombres entran
en escena ante otros creando a la vez el espacio en donde actúan. Por lo tanto, éste “precede a
toda formal constitución de la esfera pública y de las varias formas de gobierno, o sea, las varias
maneras en las que puede organizarse la esfera pública” (Arendt, 2003: 222).
En tanto la creación de esta esfera es posible gracias a la reunión de los hombres, su permanencia
se encuentra sujeta a ella. Por lo tanto el espacio público no sólo desaparece con la dispersión,
sino también con la desaparición o interrupción de las actividades. Es precisamente a esta
45
Al respecto Tassin reflexiona sobre la noción de derecho en Arendt: “porque el derecho a tener derechos
es el derecho a actuar y a hablar. [estas] son las dos actividades que definen la condición propiamente
política de los hombres. *…+ Actuar juntos, con los otros (y no solamente los unos contra los otros), tal es el
contenido de un vivir-juntos político propicio para la realización de cada singularidad. Pues al mismo tiempo
que se instaura un mundo común en el cual cada uno puede reconocerse, y en el seno del cual cada uno
puede verse garantizar un lugar distinto, se teje un lazo político constitutivo del lazo humano propiamente
dicho. El espacio al que accede el ciudadano en pleno derecho –aquel a quien se le reconoce el derecho a
tener derechos y cuyos derechos son respetados– es condición para la instauración de un mundo en común.
Y la comunidad de dicho mundo es indisociable de la pluralidad de las singularidades que lo perfilan” (Tassin,
2004: 133).
64
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
fragilidad46 a la que Arendt se refiere cuando afirma “siempre que la gente se reúne, se encuentra
potencialmente allí, pero sólo potencialmente, no necesariamente ni para siempre” (Ídem: 222).
Con lo expuesto hasta aquí, estamos en condiciones de afirmar que para el pensamiento
arendtiano la política surge del actuar juntos, de compartir palabras y actos. “Así, la acción no sólo
tiene la más íntima relación con la parte pública del mundo en común a todos nosotros, sino que
es la única de las actividades que la constituye” (Arendt, 2003: 221). En ninguna otra parte, ni en la
labor, sujeta a las necesidades de la vida, ni en la fabricación, dependiente del material dado,
aparece el hombre libre para actuar. Sólo lo es, en aquellas actividades cuya esencia es la libertad,
desplegadas en esa esfera que no debe su existencia a nada más sino al hombre mismo. Escribe
Arendt “el individuo en su aislamiento nunca es libre; solo puede serlo cuando pisa y actúa sobre
el suelo de la polis” (Ibídem). Porque tal como menciona Di Pego es en este ámbito político donde
los hombres “manifiestan su espontaneidad, hacen cosas inesperadas, introducen novedades, en
definitiva son libres” (2005: 43).
De esta manera, entendida arendtianamente, la libertad constituye la razón de ser de lo político.
Así, establece una estrecha relación entre la libertad y la capacidad humana de actuar, se trata
entonces, de “la libertad de dar existencia a algo que no existía antes, algo que no estaba dado, ni
siquiera como objeto de conocimiento o de imaginación y que por tanto, en términos estrictos, no
se podía conocer” (Arendt, 1996: 163).
No se trata entonces meramente, de establecer una relación entre acción y libertad, sino aquello
que Arendt propone es que los hombres son libres en la medida en que actúan ya que “ser libre y
actuar son la misma cosa” (1996: 165). La pensadora busca disipar así, el prejuicio que identifica a
la libertad con el dictado de la voluntad, por un lado; y con la soberanía por otro. Como hemos
46
En contraposición con la fragilidad y falta de fiabilidad de los asuntos humanos, existe otra característica
de la acción. Es el hecho de que no hay ninguna posibilidad de deshacer lo que hemos hecho. Así, para
Arendt “los procesos de acción no sólo son impredecibles, son también irreversibles. *…+ esta peculiar
resistencia de la acción, aparentemente en oposición a la fragilidad de sus resultados, sería del todo
insoportable si esta capacidad no tuviera algún remedio en su propio terreno. La redención posible de esta
desgracia de la irreversibilidad es la facultad de perdonar y el remedio para la imprevisibilidad se halla
contenido en la facultad de hacer y mantener promesas. Ambos remedios van juntos: el perdón está ligado
al pasado y sirve para deshacer lo que se ha hecho; mientras que atarse a través de las promesas sirve para
establecer en el océano de inseguridad del futuro islas de seguridad sin las que ni siquiera la continuidad,
menos aún la durabilidad de cualquier tipo, sería posible en las relaciones entre los hombres”. (Arendt,
2008: 106).
65
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
mencionado algunas páginas atrás47, la idea de la existencia de un actor con una voluntad
soberana, capaz de llevarla a cabo en soledad e independientemente de los demás nos aleja de
una comprensión de la libertad en tanto concepto político.
Puesto que la acción para ser libre,
ha de estar libre de motivaciones, *…+ y de su presunta finalidad como efecto
predecible. Esto no significa que motivos y finalidades no sean factores importantes
en cada acción independiente, sino que son sus factores determinantes [sin embargo]
la acción es libre en la medida en que es capaz de trascenderlos (Arendt, 1996: 163).
Al mismo tiempo Arendt rompe la identificación tradicional entre libertad y soberanía, ya que si
ambas fueran lo mismo, ningún hombre sería libre sino todo lo contrario. Esto se debe a que el
ideal de autosuficiencia y superioridad de la soberanía es contradictorio a la propia condición de
pluralidad de los hombres, que habitan el mundo en dependencia los unos de los otros.
En definitiva la libertad, entendida aredtianamente, no es una cuestión de voluntad o soberanía,
sino que es una cuestión de poder. Tal como afirma Tassin “la libertad se mide con lo que yo
puedo hacer y no con lo que yo quiero hacer” (2007: 110. Itálicas del original).
No obstante, en esta identificación entre libertad y política, Arendt no entiende a la política como
un medio para asegurar la libertad, en tanto fin supremo. Para apartarse de ello, desarrolla una
clara distinción entre fin y sentido. Al respecto, sostiene que el fin de algo “aparece cuando la
actividad que la creó ha llegado a su término” (Arendt, 2009: 133). Por ello, la lógica de mediosfines se encuentra presente en la actividad del homo faber, donde el proceso de producción es el
medio que da origen a un producto, devenido en fin. Como mencionamos algunas páginas atrás,
dado que la acción y el discurso irrumpen en la trama de las relaciones humanas, provocando
procesos y consecuencias impredecibles e independientes de su impulso inicial, nunca termina. En
efecto, ya que es imposible predecir las repercusiones de la acción es inadecuado analizarlas
desde las categorías del pensamiento teleológico, es decir, no se puede deducir de ella un
determinado fin.
Ante esto, Arendt dirá que el sentido de una cosa, a diferencia del fin, “está siempre encerrado en
ella misma y el sentido de una actividad solo puede mantenerse mientras dure esa actividad”
47
Ver: Apartado I. Los prejuicios contra la política
66
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
(Ibid). Es por ello que Arendt sostiene que “el sentido de la política es la libertad” (2009: 62). La
libertad misma es política.
De esta manera entendida, el sentido de la política expresada en la acción y el discurso sólo puede
basarse en su propia realización y no en su motivación ni en su logro. En otras palabras, agota su
pleno significado en la actuación, realidad que es posible enunciar en el paradójico fin en sí mismo,
porque la acción y el discurso no persiguen un fin, sino que su significación yace en la propia
actividad. En términos de Arendt “los medios para logar el fin serían ya el fin; y a la inversa, este
fin no puede considerarse un medio en cualquier otro aspecto, puesto que no hay nada más
elevado que alcanzar que esta realidad misma” (2003: 229).
Por lo tanto, el sentido político del acto y de la palabra es independiente de la victoria y de la
derrota de los supuestos fines que dieron el impulso inicial a la acción. Este punto es de vital
importancia para nuestro objeto de estudio –las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de
2001- ya que las reflexiones de Arendt nos dan la posibilidad de resignificar políticamente actos y
discursos, como diría Tassin, más allá del éxito o del fracaso de los mismos.
Se trata entonces de pensar, junto con Arendt, a través de una noción fenomenológica de la
política, la riqueza de la aparición de los hombres a la luz de lo público. Sin intentar deducir de ello
cursos objetivos de acción, intencionalidades ni estrategias a partir de los cuales sancionar el
significado de tales actos. Sino, todo lo contrario, bajo este marco teórico buscamos aprehender el
sentido político de una manifestación que en tanto acción irrumpe en la ya existente trama de la
relaciones humanas y crea lo inesperado.
Esta noción arendtiana de lo político ha impulsado numerosas lecturas, que dan cuenta no sólo de
la actualidad de su pensamiento, sino también de su fecunda capacidad de renovar los conceptos
de análisis político. Entre ellas, nos interesa recuperar la perspectiva que desarrolla Etienne Tassin
que nos servirá ahora para pensar en una noción de política en la cual el conflicto es una pieza
central de análisis.
67
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
d. La manifestación política
En la conferencia titulada: La manifestación política: más allá del acierto y del fracaso, Etienne
Tassin (2010) propone una lectura del pensamiento de Arendt que hace hincapié en su
aproximación fenomenológica de la política. En sentido, nos interesa recuperar la noción de
manifestación en donde recoge las dos dimensiones de la comprensión arendtiana de lo político:
el actuar colectivo por un lado y la visibilidad característica del espacio público por otro.
La manifestación, escribe Tassin
hace visible una comunidad de actores al tiempo que rompe los marcos
convencionales de una gramática política que se reduce a sí misma a las prácticas de
poder gubernamental y de oposición a dicho poder. A la vez insurgente e instituyente
–al menos en potencia, ya que es realmente insurgente en contadas ocasiones–,
fractura el orden de lo visible al mismo tiempo que revela a los actores, expone a las
comunidades contestatarias y restituye continuamente el espacio público de
aparición que le es propio (2010: 1).
El punto de partida de la lectura de la acción política en tanto manifestación, es la redefinición del
espacio público-político como espacio de aparición de una visibilidad compartida pero siempre
cuestionada y en consecuencia, conflictual. Distanciándose de los análisis habbermasianos del
espacio público48, Tassin sostiene que desde la perspectiva de Arendt, el carácter político de este
espacio no reside en la producción de una decisión colectiva legítima sino en el “hecho de la
participación en el debate, en el hecho de que aquello de lo que se trata haya sido discutido. *…+ lo
que es político es discutir, no decidir” (Tassin, 2010: 4). Así, enfrentarse con otros en el espacio
público es la actividad política misma.
La manifestación, en tanto que contiene a la acción, es un segundo nacimiento. Aquí Tassin
recupera las reflexiones de arendtianas respecto de la condición de natalidad. Escribe Arendt,
como todos llegamos al mundo por virtud del nacimiento en cuanto recién llegados y
principiantes, somos capaces de comenzar algo nuevo; sin el hecho del nacimiento, ni
siquiera sabríamos que es la novedad, toda la acción sería mero comportamiento,
bien preservación (2005: 112).
48
Habermas plantea un modelo de espacio público discursivo o argumentativo estructurado sobre el uso
público y crítico de la razón. Así, este espacio está destinado a producir una comunidad de acuerdos
consensuales. Desde esta perspectiva, el horizonte teleológico del espacio público sería el de producir las
condiciones de posibilidad de una toma de decisión legítima desde el momento en que refleja a la vez una
posición mayoritaria y racional. (Habermas, 1991).
68
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En efecto, quien sale a la luz es el actor, no el autor. Por ello, la acción no debe ser analizada como
si el autor tuviese la clave del actuar por ser su causa. Así como produce al actor, la acción da a luz
a una comunidad de actores, ya que es la única actividad que pone en relación a los hombres,
directamente sin intermediarios. Ninguna comunidad que preexista a la acción puede ser su
producto, ya que en su aparición en el espacio público, los actores abandonan sus identificaciones
sociales, clasistas, de género o culturales en general. Desde esta perspectiva, la acción política
rompe con las categorías sociales e inventa a su pueblo en el actuar (Tassin, 2010). Pueblo, por
cierto, frágil y efímero que engendrado, en y por la acción, no dura sino en la medida en la que
dura la acción.
Al tiempo que produce a una comunidad de actores, la manifestación despliega consigo un espacio
de visibilidad en el que se hace manifiesta. Así, desde la lectura que propone Tassin, la acción
política es instituyente de actores y espacios. Sin embargo, esta institución trae consigo una
paradoja: “porque es necesario que un espacio público esté políticamente garantizado para que
en él una acción pueda realizarse, *…+ pero este espacio mismo nace de las acciones emprendidas
que lo reactivan y lo modulan constantemente” (Tassin, 2010: 9). De esta manera la acción
instituye su propio espacio de visibilidad inscribiéndolo en un espacio de aparición instituido.
Creemos de fundamental importancia, para nuestro análisis de las jornadas del 19 y 20 de
diciembre del 2001, recuperar las reflexiones que Tassin elabora acerca de la relación conflictual
entre lo instituyente y lo instituido. En este sentido, afirma
el espacio público es el espacio requerido para que se desplieguen las
manifestaciones políticas, así como el modo de operar de los gobiernos, pero este
espacio proviene y se nutre de las luchas sociales y políticas que lo reinventan cada
vez. La institución inicial de la que procede no tiene otro destino que ser puesta
continuamente en tela de juicio y ser re-actualizada por las acciones contestatarias o
demostrativas que esta institución autoriza y que a su vez la ponen en cuestión.
(2010: 9).
Esta dimensión fenoménica del espacio público invita a considerar de otra manera el sentido de
las manifestaciones políticas. Puesto que es en la acción misma en donde la política encuentra su
realización, la perspectiva arendtiana sitúa lo político más allá del acierto y del fracaso. De hecho,
en palabras de Tassin, la acción falla casi siempre,
es bastante en vano esperar de ella una eficacia proporcional a la inversión que ella
representa. Pero ahí está la paradoja: es en esta derrota casi asegurada que anida su
69
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
victoria, puesto que aleja lo más posible la política de toda ingeniería social. La
política es la producción de lo visible y su contestable partición y repartición (partage)
y no la disposición siempre contra-efectiva del poder, o la gestión siempre
decepcionante de lo social (2010: 1).
De esta manera se trata de pensar en una noción de política que en tanto manifestación, irrumpe
cuando los hombres abandonan la esfera privada para enfrentarse con otros a la luz de lo público,
y se manifiestan en tanto comunidad de actores que disputan los límites impuestos por las
instituciones y las leyes. Es en este sentido que Arendt sostiene que la acción irrumpe dentro de la
ya existente trama de relaciones humanas forzando todas las limitaciones y cortando todas las
fronteras.
Teniendo en cuenta lo expuesto es importante, antes de abocarnos al análisis de las
manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001, abordar la característica que asume este
espacio público y las acciones que allí se despliegan. Así, el espacio público que pensamos aquí, a
través de Arendt y Tassin es conflictual. En este sentido, es que entendemos la paradoja que
marca Tassin entre el espacio público instituido y la acción política que en el irrumpe. No se trata
entonces, de una relación de oposición entre ambos sino de una interrelación entre Orden y
Conflicto. Precisamente, es esta la tensión que Claude Lefort (1988) marca entre lo instituyente y
lo instituido.
En este marco, Eduardo Rinesi en Política y Tragedia dispara el siguiente interrogante ¿Cómo
pensar la política? Su respuesta recupera las cuestiones fundamentales del pensamiento
lefortiano, así sostiene que “el espacio de la política se define exactamente en esa tensión –en ese
punto de cruce– entre las instituciones formales y las prácticas sociales (...) entre las instituciones
y los acontecimientos, entre la autoridad y la novedad”. (Rinesi, 2011: 19-20). En este conflicto
irresoluble e inerradicable es el lugar en el cual se expresa cabalmente la política, por ello, tal
como afirma Rinesi el pensamiento trágico es harto fecundo para pensar esta cuestión. Ya que “la
tragedia es un modo de lidiar con el conflicto, con la dimensión de la contradicción y de
antagonismo que presentan siempre la vida de los hombres y las relaciones entre ellos *…+” (2011:
11).
En este línea, es que consideramos relevantes las reflexiones de Claude Lefort, puesto que
entendemos que el conflicto, es una de las nociones centrales del problema de lo político en el
pensamiento lefortiano, ya que sólo a través de él, los individuos y los grupos se sitúan dentro de
70
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
un mundo en común y se afirman como miembros de una comunidad49. Esto puede sostenerse
porque, Lefort afirma la ausencia del fundamento positivo de la sociedad, tal como marca Oliver
Marchart (2009), es esta “la que puede y debe servir como el único fundamento o la única ley
disponible para el pensamiento filosófico”. (Marchart, 2009: 121).
Esta manera de pensar lo político, insiste en que la visión moderna de la política como un
subsistema social, tiene en sí un significado político
el que algo como la política haya venido a circunscribirse en una época, en la vida
social, tiene precisamente un significado político que no es particular, sino general. Es
la constitución del espacio social, la forma de la sociedad, la esencia de lo que antaño
se denominaba la ciudad, lo que es puesto en juego a partir de este acontecimiento.
Lo político se revela así no en aquello que denominamos actividad política, sino en el
doble movimiento de aparición y ocultamiento del modo de institución de la
sociedad. Aparición, en el sentido en que emerge a lo visible el proceso por el cual se
ordena y unifica la sociedad, a través de sus divisiones; ocultamiento, en el sentido en
que un sitio de la política (sitio donde se ejerce la competencia entre partidos, y
donde se toma forma y renueva la instancia general del poder) es designado como
particular, mientras se disimula el principio generador de la configuración del
conjunto. (Lefort, 2004: 39).
Tal como se sigue de esta extensa cita, Lefort sostiene que lo político –como la forma y el modo de
institución mismos de la sociedad– aparece y a la vez se oculta. En este doble movimiento se
encuentra la “retirada de lo político”, noción que refiere al olvido de la contingencia originaria
donde funciona la política como administración de lo dado, de lo instituido.
Podemos, pues, sostener que la diferenciación entre lo político – como principio generador de la
forma de la sociedad- y la política –como el campo donde compiten los protagonistas cuya acción
reclama el ejercicio de la autoridad pública- constituye otra manera de nombrar la contingencia,
síntoma del fundamento ausente de la sociedad. Sin embargo, Lefort afirma que lo político funda
la sociedad y le da su forma, operando sobre múltiples dimensiones y divisiones y, que a pesar de
ellas, la sociedad logra verse a sí misma como una unidad. Lograr la conformación de esta
49
La valoración positiva del conflicto en Lefort, proviene de sus primeros estudios sobre Maquiavelo. Allí
sostiene que el descubrimiento de Maquiavelo, que le permitió fundar el pensamiento político moderno, es
la existencia de un conflicto irreductible en el centro de toda forma de gobierno. “En el capítulo noveno de
El Príncipe Maquiavelo declara que los nobles, por un lado y el pueblo, por otro, están comprometidos en
una lucha irresoluble a causa de sus umori opuestos. Mientras que el humor, o el deseo de los nobles es
mandar y oprimir, el pueblo no quiere ser mandado ni oprimido” (Lefort, 2010: 382).
71
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
totalidad requiere una división originaria, esto es, la división entre la sociedad y ella misma como
su otro.
Es precisamente este proceso de autoexternalización, esta negatividad irresoluble, lo que funda la
sociedad al tiempo que le impide alcanzar un estado de plena reconciliación y de plena identidad
consigo misma. Así, el pensamiento debe comenzar por la división primaria, constitutiva del
espacio social, que Lefort llama “el enigma de la relación entre el adentro y el afuera” (2000: 225).
Aquí radica la productividad del poder, que pone en escena (mise-en-scene), representa a la
sociedad para sí misma y, en ese mismo movimiento le da una forma (mise-en-forme) y le otorga
sentido al hacerla inteligible (mise-en-sens). .
De esta manera, por medio del poder, la sociedad se divide y erige un afuera frente a sí misma,
ejercicio que produce el surgimiento de un antagonismo entre la sociedad y su afuera. Junto a ello,
existe en el adentro, un antagonismo igualmente irresoluble entre sus miembros. Estas dos
dimensiones primordiales constituyen el núcleo mismo de lo político.
El conflicto político, en este sentido, no elimina la división social originaria, sino que la transforma
en diferencia política. Aquí radica la cuestión fundamental que nos interesa recuperar de las
reflexiones de Lefort, a saber, en la relación conflictual y tensional entre lo político y la política, no
como dos esferas ónticas separadas sino intrínsecamente entretejidas. Es a partir de este
momento político que es posible pensar de nuevo sobre la noción misma de lo político,
contingente y por ende, conflictual.
Ahora bien, la clave de lectura que atraviesa los diversos autores que hemos desarrollado,
responde al interrogante por el sentido de la política. Puesto que, para poder pensar en lo que
tienen de novedoso, de ruptura y de continuidad los acontecimientos que irrumpen en el espacio
público, es insoslayable adentrarnos en los conceptos por medio de los cuales reflexionamos. De
aquí que, las teorizaciones de Arendt, reforzadas por ciertos conceptos de Tassin y Lefort, nos
permiten un acercamiento fenomenológico a los acontecimientos políticos.
A lo largo de estas páginas recuperamos primordialmente, la noción arendtiana de la política. En
tanto manifestación, ésta se despliega por medio de la acción y el discurso que irrumpe en el
espacio público, instituyendo a la vez comunidades de actores y nuevos espacios. Esta acción es
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
política más allá del establecimiento de un curso objetivo o de intencionalidades y estrategias, en
otras palabras es política pero no necesariamente fundacional.
Así, frente a la idea de la política en tanto esfera social, delimitada y posible de ser aprehendida,
Arendt y Lefort nos ayudan a pensar la dimensión contingente de todo orden social. Es allí, en esa
forma siempre incompleta de la sociedad, en donde se ubica lo político. A partir de la acción y el
discurso, de la manifestación política, los hombres son capaces de irrumpir en la ya existente
trama de relaciones humanas y crear la novedad. Al tiempo que revelan quienes son, despliegan
consigo un espacio público político en el mismo momento en el que se encuentran y se relacionan
los unos con los otros.
La acción política, de esta manera entendida, puede ser llamada a justo título instituyente, de
actores y de espacios. Sin embargo, consideramos fundamental recuperar la paradoja, existente
en las reflexiones de Arendt y puntualizada por Tassin respecto de esta cualidad, puesto que una
acción política que instituye un espacio público requiere de un espacio previamente instituido que
posibilite el accionar.
No se trata entonces, de pensar las manifestaciones políticas contra lo instituido, contra las
instituciones de la democracia representativa, sino de pensar una manifestación política que
expone la tensión entre las instituciones y las prácticas de oposición, es decir, entre el Orden y el
Conflicto. Es esta tensión en tanto proceso constante, insoslayable e irreductible el lugar en donde
la política aparece en su máxima expresión, en dónde su propio sentido emerge.
Finalmente, si adoptamos las reflexiones que tanto Arendt como Lefort despliegan a lo largo de
sus publicaciones, compartimos con ellos la necesidad de “acercar” el pensamiento a la
experiencia. Así, nuestro análisis de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001 tiene
como objetivo volver a pensar el sentido político de un acontecimiento que rompe con las
categorías tradicionales del pensamiento político. A dicho ejercicio dedicaremos el siguiente
capítulo.
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Capítulo III
El sentido político de las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre
Pensar no significa moverse en lo ya pensado,
sino volver a comenzar y, más precisamente,
volver a comenzar poniendo el pensamiento
a prueba del acontecimiento
(Lefort, 2000)
I.
Introducción
En el capítulo anterior desarrollamos los argumentos teóricos que sostendrán nuestra lectura
acerca de las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001. Siguiendo la postura de Arendt,
pincipalmente, pero también de Tassin y Lefort, planteamos allí una aproximación fenomenológica
de la política que enfatiza el rol de la acción y el discurso, enmarcados en un espacio público
políticamente garantizado, pero también constantemente puesto en tela de juicio. En este sentido
es que recuperamos la característica conflictual de esta esfera, en tanto espacio, pero también en
tanto dinámica, que contiene el constante movimiento de aparición y ocultamiento de la forma y
el modo de institución de la sociedad. Así, a través del discurso y la acción contenidos en la
manifestación, los hombres son capaces de irrumpir en la ya existente trama de relaciones
humanas y crear la novedad de su propia aparición a la luz de lo público en tanto actores
fundamentalmente políticos.
Esta manera de pensar lo político, nos proporciona las herramientas conceptuales necesarias para
dar respuesta a nuestra pregunta por el sentido político de las manifestaciones del 19 y 20. Tal
interrogante resulta pertinente, si consideramos la manera en la que las diversas publicaciones
han reflexionado sobre el acontecimiento. Recuperando el estudio que hemos realizado en el
capítulo uno, el 19 y 20 ha sido analizado en torno a dos caracterizaciones opuestas, a saber,
aquellos enfoques que afirman que ambas jornadas son políticas, pero negativas –destituyentes,
impugnadoras, contestatarias– y por otra parte, las publicaciones que sostienen que las
manifestaciones están signadas por la irrupción de la antipolítica.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Paradójicamente, las múltiples interpretaciones centran sus argumentos en una idea de política
que otorga un rol central a las instituciones y asimismo al devenir de los actores de ambas
jornadas. En consecuencia, el sentido político de las manifestaciones –cuando existe– se
encuentra ligado a su componente contestatario y de oposición al dispositivo institucional,
adquiriendo por ello el rasgo destituyente. Precisamente allí, radica para otros, la caracterización
antipolítica del 19 y 20, puesto que constituyen un enfrentamiento que tendrá como resultado la
desaparición de la política en otros órdenes de la sociedad. Al mismo tiempo, los diversos estudios
exigen de los protagonistas el desarrollo de planes de acción estratégicos que tengan como
resultado la concreción de las demandas desplegadas en diciembre.
En función de ello, a lo largo de las páginas que siguen buscamos plantear una perspectiva de
estudio novedosa, en dos términos: por un lado pensar en la naturaleza de la acción y el discurso
en el espacio público, más allá del éxito o del fracaso de las demandas oídas en ambas jornadas. Y
por otra parte, –y quizá más ambicioso aún– resignificar el sentido político de una manifestación
que engendra consigo, nuevos actores y nuevos espacios públicos en donde la política se hace
posible. Se trata entonces de reflexionar sobre el 19 y 20 desde ese punto de cruce constitutivo de
la política misma, es decir, sobre esa tensión ineliminable e inerradicable entre las instituciones y
la acción, o en términos de Lefort, entre la política y lo político.
Nuestra argumentación, entonces, comenzará por abordar el contexto económico, político y social
que enmarca al 19 y 20. No buscamos, sin embargo, pensar las manifestaciones de diciembre en
tanto consecuencia de las profundas transformaciones operadas en la estructura socioeconómica
de nuestro país, acontecidas durante un periodo mucho más extenso del que abarca este trabajo.
Más bien, el desarrollo de este primer apartado, responde a nuestra concepción de las
manifestaciones en tanto acontecimiento, que como tal constituye una novedad pero no se
presenta deshistorizado y por ello requiere una contextualización. En palabras de Arendt,
no sólo el verdadero significado de todo acontecimiento trasciende siempre cualquier
número de `causas´ pasadas que le podamos asignar *…+ sino que el propio pasado
emerge conjuntamente con el acontecimiento. Sólo cuando ha ocurrido algo
irrevocable podemos intentar trazar su historia retrospectivamente. El
acontecimiento ilumina su propio pasado y jamás puede ser deducido de él (2008:
41).
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En la misma línea, el segundo apartado dará cuenta de las múltiples dimensiones de la protesta
social que antecede a las manifestaciones. Consideraremos allí, los saqueos, las protestas
sindicales, los piquetes y los cacerolazos ocurridos entre el 14 y el 18 de diciembre, puesto que
sostenemos que dicho recorte temporal refleja suficientemente las diversas formas que adquiere
la protesta, sus modos de manifestarse e incluso sus propias identidades sociales y políticas. Este
desarrollo nos ayudará a reflexionar sobre el rasgo novedoso y de ruptura de las jornadas del 19 y
20. En este sentido, buscamos marcar la transformación que se opera de la protesta social a una
manifestación política.
Finalmente, en el último apartado pondremos en funcionamiento las herramientas conceptuales
desarrolladas en el capítulo dos, para analizar las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de
2001 bajo los términos expuestos. Asimismo, nuestra perspectiva se nutrirá de diversos estudios
académicos que han pensado a las jornadas en la línea propuesta. Tal como sostuvimos desde el
inicio, junto con Arendt y Ricoeur, la narración es el instrumento que nos permite comprender lo
sucedido. Es nuestra mirada retrospectiva aquella que nos permite, transformar una masa caótica
de sucesos en una narración que se hilvana en una trama con un comienzo y un final. En palabras
de Arendt, “es tarea del historiador descubrir, en cada periodo dado, lo nuevo imprevisto con
todas sus implicaciones y sacar a relucir toda la fuerza de su significado” (2008: 42. Itálicas del
original).
Así, “la actividad de contar no consiste simplemente en añadir unos episodios a otros, sino en
elaborar totalidades significativas a partir de acontecimientos dispersos” (Ricoeur, 1999: 104).
Aquello que proponemos, entonces, en el último apartado de este capítulo es una narración
acerca de las manifestaciones del 19 y 20, en la cual se construye una trama que buscará
recuperar la centralidad del espacio público y a la vez de las acciones y las palabras, que allí se
despliegan. Vislumbrando el sentido político, más allá de su fragilidad constitutiva.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
II. Más allá del acontecimiento: La historización de las manifestaciones del 19 y 20. El
contexto político, económico y social.
El régimen político-económico que nació en 198950 surgió del derrumbe de la transición
democrática y de su fracaso económico. En medio de una crisis hiperinflacionaria51, Carlos Menem
asumió anticipadamente52 la presidencia el 9 de julio de 1989.
Desde el inicio de su mandato, las propuestas del menemismo convergieron con lo que después se
llamaría el Consenso de Washington: la apertura de la economía, la privatización de las empresas
públicas, la reforma del Estado, la desregulación de los mercados y, en particular, de la actividad
financiera. Sin embargo, la nueva política económica se desplegó en el mismo contexto de alta
inflación con el cual había finalizado el gobierno de Alfonsín, para 1990 la inflación anual fue de
1.400%. Con la llegada de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía, se puso en marcha una
reforma monetaria fundada en un sistema de caja de convertibilidad con un tipo de cambio fijo,
sobrevaluado, de un peso por un dólar53. Simultáneamente, la apertura del mercado y la rebaja de
50
Al respecto, consideramos que tal como sostiene Matías Muraca (2007) el proceso de constitución del
neoliberalismo como modelo comenzó a imponerse de manera coactiva en el golpe de Estado de marzo de
1976. En este sentido, dicho proceso “puede ser leído en las reformas estructurales materialmente
realizadas sobre todo en los años de la dictadura, puede ser registrado también en los discursos políticos en
general y en los discursos de quienes comienzan a ser presentados como portadores de un saber experto:
los economistas *…+” (Muraca, 2007: 57). No obstante, el modelo neoliberal devendrá hegemónico en los
años noventa, luego de que el proceso de transición democrática iniciado en los años ochenta, diera como
resultado una democracia liberal, que en términos de José Nun es más liberal que democrática. “O sea, que
cuando hoy se habla de `democracias liberales´ se incurre deliberadamente en una exageración retórica que
convierte lo adjetivo en sustantivo. Nos hallamos en verdad ante `liberalismos democráticos´ *…+” (Nun,
2000: 147). Así, el componente liberal precedió al componente democrático. Sin ánimos de caer en
reduccionismos, podemos afirmar que la posición neoliberal sostiene que la intervención del Estado
produce ineficiencias en la economía y puede ser la causante de una merma de las libertades personales
fundamentales, a las que se entiende basadas en la libertad de mercado. (Véase Morresi, 2007).
51
Entre febrero y agosto los precios subieron el 1.700%, el tipo de cambio se devaluó casi cuatro veces y los
salarios Reales cayeron el 30%. Al momento en que asumió Menem, el índice de precios alcanzaba el 200%
mensual. A grandes rasgos, la crisis hiperinflacionaria estuvo caracterizada por la cesación de pagos de la
deuda externa, un elevado déficit fiscal, una profunda recesión, saqueos a los comercios por parte de la
población desabastecida y una violenta represión que conllevó numerosas muertes. (Ferrer, 2008)
52
La crítica situación le permitió a Menem condicionar la asunción anticipada del poder al apoyo legislativo
de la oposición, especialmente de la Unión Cívica Radical. En consecuencia logró concentrar un conjunto
muy importante de recursos y atribuciones de excepción para profundizar la reforma neoliberal del estado
frente a la emergencia económica asociada a la crisis.
53
El sistema emergente fue bimonetario, con dos monedas, el peso y el dólar; en realidad se trataba de un
régimen dolarizado que surgió de la destrucción de la moneda nacional por la hiperinflación previa. En
palabras de Aronskind “el tipo de cambio fijo cumplía diversas funciones: en primer lugar, para buena parte
de la población que había sufrido largos años de una inflación elevada, el `ancla´ cambiaria fue un alivio de
tipo psicológico-social, una suerte de antídoto eficaz contra la ìnestabilidad´. *…+ En segundo lugar, resolvía
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los aranceles a la importación, disciplinaron los precios internos de los bienes transables, así la
tasa de inflación declinó desde casi el 40% en febrero de 1991. Esta “mejora” de la situación fiscal
estuvo signada por dos hitos importantes: la reforma del Estado y las privatizaciones. Con el apoyo
legislativo de la UCR y de sus propias fuerzas partidarias, Menem logró, a mediados de 1989, la
aprobación de las leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica, que habilitaron al
Poder Ejecutivo Nacional, entre otras cosas, a privatizar las empresas públicas a cambio de títulos
de la deuda externa, mediante Decreto de Necesidad y Urgencia54 y a eliminar las regulaciones
estatales de diversas actividades económicas55.
Las privatizaciones fueron la pieza clave del programa de reforma estructural por la magnitud del
patrimonio involucrado y porque hicieron posible cerrar el ciclo de endeudamiento iniciado por la
dictadura cívico-militar y comenzar uno nuevo, de mayor envergadura durante los años noventa.
La voraz transferencia al capital privado de empresas públicas y áreas estratégicas, que
históricamente habían permanecido bajo la administración del Estado nacional, se produjo
paralelamente con las privatizaciones en los niveles provincial y municipal, mediante la
descentralización y desfinanciación de empresas o actividades dependientes del presupuesto
nacional. La mayor parte de las ventas y concesiones se llevó a cabo entre 1990 y 1994, hacia fines
problemas para la economía individual de los consumidores. La proliferación de créditos personales y
empresarios en moneda extranjera creaba un vasto público temeroso de cualquier deslizamiento cambiario.
Quienes lograron preservar sus fuentes de trabajo accedían a bienes importados de los más diversos
mercados a precios accesibles. En tercer lugar, era funcional a los intereses de amplios sectores del
empresariado concentrado que, fruto de la extranjerización, se habían transformado en remisores de
utilidades, y por lo tanto, defendían el mantenimiento de un dólar crecientemente barato, que abultaba las
ganancias obtenidas en el mercado local. *…+ Por último, el tipo de cambio servía al capital financiero global:
el esquema que adoptó Argentina permitió colocar masas importantes de fondos a altísimas tasas de interés
durante muchos años” (2013: 179).
54
Menem prolongó la situación de Excepción más allá de la urgencia de la situación económica, y la
económica y la transformó en una forma de gobierno destinada a perdurar durante sus dos mandatos, que
desde la óptica de la eficacia, lógica predominante de la época, parecía concebirse como un estilo superior.
“El presidente desde 1989 hasta fines de 1994 recurrió en 309 oportunidades a Decretos de Necesidad y
Urgencia, cantidad que se incrementó con posterioridad a pesar de la limitación sancionada en la reforma
constitucional de 1994. Si se tiene en cuenta que entre 1853 y 1983, durante los periodos constitucionales,
se dictaron normas de esa naturaleza en 25 oportunidades y en 10 durante el gobierno de Alfonsín, se
puede medir el gran salto cuantitativo” (Flax, 2004: 20).
55
Estas medidas reestructuraron el gasto estatal mediante la suspensión de los regímenes de promoción
industrial y todo tipo de subsidio o exención impositiva del sector privado, y estableció un tratamiento igual
para el capital nacional y el extranjero. Asimismo, permitía la remisión ilimitada de las utilidades al exterior y
la suspensión del régimen `compre nacional´ que daba prioridad a los proveedores nacionales en el
abastecimiento de insumos de las empresas estatales.
78
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de la década, prácticamente no quedaban activos productivos o servicios públicos de
infraestructura en manos del Estado56.
Tal como indica Ferrer
en 1992 parecía instalado el milagro argentino, que era presentado en el país y en el
resto del mundo como el ejemplo más notorio del éxito de la política neoliberal.
Durante los dos años siguientes, el aumento del producto fue cercano al 6% anual
(2008: 409. Itálicas del original).
Sin embargo, el sistema comenzó a desequilibrarse desde distintos frentes. La apertura comercial
y la sobrevaluación cambiaria generaron un déficit en el balance comercial de casi 10 mil millones
de dólares entre 1992-1994. En paralelo, la deuda externa57 a fines de 1994 alcanzaba los 86
millones de dólares, 50% más que en 1991. Los ingresos fiscales incrementados inicialmente
gracias a las privatizaciones, se fueron deteriorando debido al impacto de la reforma del sistema
previsional –que transfirió a entidades privadas la recaudación del sistema mientras las
prestaciones seguían a cargo del Estado– y los servicios de la deuda externa. Esta situación
incrementó la demanda de crédito internacional, por lo cual, la política económica permaneció
aún más sujeta a las expectativas de los mercados. El estallido de la crisis de la deuda mexicana
impactó fuertemente en Argentina, debido al aumento de la tasa de interés por parte de Estados
56
El programa involucró la enajenación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), la concesión o licencias
para la explotación de las compañías encargadas de prestación de servicios de transporte y distribución del
gas y de todas las firmas de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, la venta de la
Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel), Aerolineas Argentinas, algunos astilleros y siderúrgicas,
químicas del área de defensa y diversos bancos estatales. También se dio en concesión al capital privado, la
explotación de los tramos rentables de la red ferroviaria –el resto fue clausurado– y de la red vial, la
empresa de agua potable y saneamiento del área metropolitana de Buenos Aires y muchas empresas
provinciales más pequeñas. Además, se concesionaron los puestos más importantes del país, los canales de
radio y televisión y las empresas de servicios postales, entre otras. (Basualdo, 2006).
57
El proceso de endeudamiento externo es crucial para el periodo que aquí estamos analizando, si bien el
crecimiento de la deuda comenzó a partir de la dictadura militar, adquiere singulares características durante
la década del noventa. Como sostiene Eduardo Basualdo “el endeudamiento externo operó como una masa
de capital varolizable para los grupos económicos y las empresas transnacionales que concentraron en
grueso de la deuda externa privada. Dicha valorización fue posible por las diferencias que se establecieron a
favor de la tasa de interés interna respecto a la internacional que se mantuvieron a lo largo del periodo
debido a que endeudamiento estatal en el mercado financiero impedía la reducción de la primera de ellas.
De esta manera, el capital concentrado local se apropia de una ingente masa de excedente que proviene de
la notable pérdida de ingresos que soportaban los asalariados a partir de la instauración de la dictadura
militar. A esta primera redistribución del ingreso se le suma la que implementa la nueva dinámica estatal,
que, de acuerdo a las evidencias disponibles, comprometió durante esa década casi el equivalente al
Producto Bruto Interno generado en un año” (1999: 4).
79
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Unidos que desestabilizó el sistema financiero impulsando la fuga de capitales y la drástica
disminución del crédito internacional.
De manera simultánea, se deterioraron las condiciones sociales, para 1994 la tasa de desempleo
supero el 10% de la población económicamente activa, mientras que los asalariados habían
perdido el 30% de sus ingresos. Al mismo tiempo, los trabajadores sufrieron una modificación de
sus derechos históricos mediante la flexibilización laboral, que involucraba la disminución de los
costos de contratación y despido, y la posibilidad de efectuar contrataciones sujetas a frecuentes
reformulaciones. Por otra parte, redefinió el ajuste de los salarios en función de los incrementos
de la productividad de la empresa, que en la práctica, tendió a congelar los salarios del sector
formal de la economía. Asimismo, el Estado introdujo la descentralización del sistema de
negociaciones colectivas en el conjunto de las relaciones laborales, permitiendo que rigieran
convenios establecidos en las empresas58.
La evolución de la proporción de la población por debajo de la línea de pobreza, registró la misma
tendencia, así, “los pobres eran el 21, 5 de la población en 1997 y el 27% al finalizar el periodo en
2000. Los indigentes eran el 3% para alcanzar el 7% en 2000” (Aronskind, 2001: 5). Esta situación
se encontró acompañada por un fuerte crecimiento de la desigualdad de ingresos y al mismo
tiempo una disparidad geográfica en su distribución59. En este marco, tal como mencionan Acuña,
Kessler y Repetto las políticas sociales estuvieron caracterizadas por “la descentralización de los
servicios universales y de la operatoria de programas nacionales, la privatización/desregulación de
parte de la seguridad social y la focalización en materia de combate a la pobreza” (2002: 11). En
58
En este sentido, es importante tener en cuenta el rol que durante los años noventa tuvo el sindicalismo.
Tal como menciona Victoria Murillo “las transformaciones estructurales incluidas en el proceso de reforma
estructural tuvieron un doble efecto en los sindicatos. Por un lado, introducen la flexibilidad numérica y
salarial a través de las nuevas modalidades de contratación, aumentando la competencia salarial y laboral
para los sindicatos, y pueden afectar la capacidad de sindicalizarse de los trabajadores flexibles cuya
estabilidad laboral es más endeble. Pero el otro lado, mantienen la estructura organizativa de los sindicatos
e introducen nuevas oportunidades para el desarrollo de recursos organizativos a partir de la participación
en actividades mercantiles. Este doble efecto está relacionado con el proceso de negociación entre un
gobierno peronista y uno de los principales aliados históricos de dicho movimiento. Esto ha producido
mayores concesiones y retrasos en el terreno de las reformas laborales que en el de otras reformas, pero al
mismo tiempo ha permitido mantener la relación entre peronismo y la mayoría de sus sindicatos con un
nivel de conflictividad mayor que durante la administración radical anterior” (1997: 429).
59
En la ciudad de Buenos Aires el ingreso per cápita medio es más de 4 veces superior al de provincias como
Salta o Jujuy. (Acuña, Kessler y Repetto, 2002).
80
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
consecuencia, la implementación de los programas resultaba ineficiente ya que muchas veces
estaban superpuestos y no llegaban a los sectores más necesitados.
Durante la década del noventa, se observa entonces un panorama de creciente fragmentación
social, un aumento de la desigualdad y una creciente heterogeneidad en el interior de cada clase.
En este sentido,
el modelo destruyó las bases sobre las que se había erigido la resistencia obrera, las
fábricas y los barrios obreros, los espacios de sociabilidad y debilitó a los sindicatos.
Pero tuvo una consecuencia imprevista: tendió a homogeneizar a una parte de los
sectores populares, al empujarlos afuera del sistema formal y arrebatarles sus
derechos laborales de ciudadanos (Aronskind, 2001: 8).
Así, hacia mediados de la década estaba en formación un nuevo movimiento social y emergían
actores, como los piqueteros y los desocupados, que empleaban formas de acción novedosas que
desconcertaban a las autoridades.
El primer corte de ruta en Cultral-Co y Plaza Huincul, a partir del 21 de junio de 1996, de una
semana de duración, representó el nacimiento del movimiento piquetero. A partir de allí hubo
cambios y avances: los cortes comenzaron a ser planificados, con objetivos precisos y coordinados
con otras luchas. El piquete se convirtió muy rápido en una forma de protesta masiva que abarcó
todo el territorio nacional y fue utilizado por diversos actores con variados objetivos.
Favorecidas por la convergencia de estos procesos sociales, se constituyeron hacia finales de la
década organizaciones piqueteras que se agruparon en virtud de tres tradiciones políticoideológicas en las que se inscribían sus principales dirigentes. (Svampa y Pereyra, 2009). Los más
importantes y masivos movimientos piqueteros fueron los que se insertaron en estructuras de
movilización nacionales que ya existían.
Por un lado encontramos la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) que surgió a partir de la
consolidación de un dirigente barrial de La Matanza, Luis D´Elía. La FTV es una organización que
nucleó a movimientos ligados al problema de la tierra y la vivienda, cuya creación estuvo vinculada
a la CTA. Por otro lado, la Corriente Clasista y Combativa fue la organización que más creció en los
últimos años de la década al incorporar a numerosos movimientos de desocupados.
Por fuera de estas estructuras de movilización, un amplio número de dirigentes territoriales
desarrollaron organizaciones que tuvieron cierto grado de articulación, pero su rasgo principal fue
81
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
la negativa a incorporarse a los grandes movimientos de desocupados. Así surgieron en todo el
país Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) y otros movimientos similares como el
Movimiento Teresa Rodríguez.
Por último, algunos partidos políticos de izquierda se volcaron a la organización de los
desocupados, conformando organizaciones de clara filiación partidaria. Entre ellas, el Polo Obrero
(ligado al Partido Obrero) fue una de las experiencias más exitosas.
Así, enmarcados por las transformaciones económicas llevadas a cabo a lo largo de la década del
noventa, surgieron nuevos movimientos sociales que emplearon acciones directas, tales como los
cortes de ruta, para visibilizar sus reclamos.
En términos generales, el sistema económico argentino estuvo subordinado a factores fuera de
control dado que fue puesto en marcha un proceso sin precedentes de extranjerización y
concentración del poder económico60. En este sentido, queremos remarcar, tal como lo hace
Karina Forcinito la importancia y la centralidad del Estado en dicho proceso
una vez institucionalizada la reforma neoliberal en los sectores de infraestructura, en
abierta contradicción con la idea de `Estado prescindente y no-intervencionista´ que
impulsan sus defensores, no modificó la centralidad que asumen las políticas públicas,
por acción u omisión y el aparato del Estado mismo –involucrando todos sus niveles
de decisión– como mediación clave para la apropiación y redistribución del excedente
económico a favor de las fracciones dominantes del capital y en detrimento de la
clase trabajadora argentina(2005: 103).
Asimismo, tanto el sistema político, como las relaciones de representación fueron transformados
desde el año 1983, con la consolidación del componente liberal de la democracia recientemente
recuperada. Éste desestimuló la participación popular y consolidó el ejercicio de los
representantes, de su derecho a deliberar y gobernar en nombre del pueblo. Así, durante la
década del noventa, la visión de la democracia como gobierno para el pueblo, es llevada adelante
por aquellos que deben deliberar y gobernar en su nombre, lo más lejos posible del control de los
60
Ciertamente la orientación general de los cambios en curso continuará estando definida por la fuerte
dependencia del gobierno respecto de los intereses y las preferencias de los grandes grupos económicos y
los acreedores externos. Estas influencias están mediatizadas por la acción del equipo económico, que
buscará encauzarlas y redefinirlas de acuerdo con la lógica de su racionalidad tecnocrática pero también en
función de las necesidades políticas de la administración de Menem. (Véase al respecto, Gerchunoff y Torre,
1996)
82
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
ciudadanos y en el límite, negociando a solas y en secreto su futuro 61. En este contexto, en el
lenguaje político, periodístico y cotidiano, comenzó a circular la idea de los políticos como un
grupo separado de la sociedad que progresivamente comenzaría a volverse extraño a ella: la clase
política62.
Esta percepción estuvo afianzada por los numerosos casos de corrupción a gran escala que
estuvieron en su mayoría ligados al proceso privatizador. Esta corrupción tomó la forma de redes
sociales que posibilitaron el intercambio político y económico de determinados grupos
corporativos impunes con accesos privilegiados a las decisiones y a los recursos públicos. La
alianza gestada entre políticos y empresarios se propuso como un mecanismo de traducción de
intereses para ambas partes, transformándose con el tiempo en un estado dentro del estado,
donde se desarrollaron actores “anfibios” que se ocupan de fundir lo privado con lo público. (Flax,
1997). Tal como sostiene el juez Baltazar Garzón, “la razón principal de la corrupción, debe
encontrarse en el hecho de que algunos políticos o funcionarios públicos, cuando llegan al poder,
consideran que se trata de una parcela suya *…+ Pasan así a disfrutar de `su´ cargo, `su´ puesto, `su´
ministerio, `su´ gobierno” (Baltazar Garzón citado en Joly, 2003: 237).
En este marco, en los comicios del 24 de octubre de 1999 resultó electa la fórmula de la Alianza
compuesta por Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez. Su plan proponía restablecer la
transparencia y la decencia en el manejo de los asuntos públicos y reanimar la economía
manteniendo el régimen de convertibilidad. El gobierno heredó una situación crítica y un modelo
definitivamente agotado y no tuvo vocación ni capacidad para cambiar el rumbo. Decidido a
mantener la paridad cambiaria, desarrolló una serie de iniciativas de política económica que los
mercados financieros y los proveedores de ayuda externa consideraron inconsistentes.
61
Hacemos referencia aquí al Pacto de Olivos de 1993, donde Menem y Alfonsín acordaron a puertas
cerradas la necesidad de una Reforma Constitucional que permitiera a Menem postularse nuevamente a la
presidencia.
62
Este contexto político, es analizado bajo el término Crisis de Representación, recordemos que a lo largo de
nuestro primer capítulo hemos desarrollado un estudio acerca de las principales publicaciones (Cheresky y
Blanquer, 2003; Novaro, 2002; Torre, 2003; Pucciarelli, 2002) que han tratado a las manifestaciones de
diciembre de 2001 como el estallido de una crisis de representación que tiene su origen en la década del
noventa.
83
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Así, para 2001 el regreso de Cavallo al Ministerio de Economía dio cuenta del marcado rumbo
neoliberal del gobierno de la Alianza al tiempo que buscó acercar al país a los organismos de
crédito internacionales. El fracaso en las negociaciones con el FMI y los Estados Unidos respecto
de la reestructuración de la deuda provocó para fines de noviembre la escasez de dinero para
afrontar las obligaciones pautadas en el pasado. En este marco, Cavallo anunció las restricciones al
retiro de fondos de los bancos y a las transferencias al exterior, llamado comúnmente corralito,
medida que afectó principalmente a los ahorristas de clase media a los que se les confiscaron sus
ahorros y asimismo se restringió la disponibilidad de los sueldos63. Este conjunto de medidas
provocó un amplio rechazo entre los afectados que articularon distintas acciones de protesta
frente a las entidades bancarias64. Un ejemplo de ello, fue el apagón y el cacerolazo convocado por
la Coordinadora de Actividades Mercantiles Empresarias (CAME) el día 13 de diciembre, contra la
bancarización forzosa y el congelamiento de los depósitos.
III. Múltiples dimensiones de la movilización: saqueos, protesta sindical, piquetes y
cacerolazos.
Así, las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre, irrumpieron en un contexto de crecimiento del
nivel de protestas a lo largo del territorio nacional65. Este proceso comienza a mediados de la
década del noventa66 y los días previos a la caída de De la Rúa muestran una intensificación
63
El primero de diciembre se dictó el Decreto de Necesidad y Urgencia N° 1570 que estableció una nueva
operatoria bancaria, dentro de la cual se prohibió los retiros en efectivo que superaran los doscientos
cincuenta pesos o dólares por semana, por parte del titular de las cuentas, medida que en la práctica
impedía a los trabajadores disponer de sus sueldos.
64
Tal como hemos desarrollado en el primer capítulo, ciertos análisis sostienen que las medidas impuestas
por el corralito fueron la causa de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001. (Véase por ejemplo
Botana, 2002a). Si bien es cierto que el rechazo a las medidas económicas se ha llevado a cabo mediante
acciones directas, tales como los cacerolazos y los apagones, no es posible considerarlas como única causa
de los acontecimientos del 19 y 20.
65
Véase al respecto: Schuster y Pereyra, 2001; PIMSA 1997, 1998, 1999 y 2000; OSAL, 1999, 2000a, 2000b,
2001.
66
Como mencionamos, importantes organizaciones de desocupados fueron adquiriendo visibilidad e
importancia. Las organizaciones piqueteras, formadas como movimientos barriales en todo el país,
generaron una importante capacidad de negociación, especialmente en el ámbito de las políticas sociales.
En algunos casos, se dio la confluencia de los conflictos con los enfrentamientos a la elites locales, la crisis de
determinados sectores económicos, como las pymes, los comerciantes y la desligitimación progresiva de los
referentes políticos produjo ciclos de intensa movilización y confrontación que se denominaropn puebladas
o estallidos sociales. Entre los que se destacan los de: Santiago del Estero (1993), Cutral-Có y Plaza Huincul
(1996) Tartagar y General Mosconi (1997) y Corrientes (1996). (Pereyra, 2008).
84
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
significativa de la movilización social. Sin embargo, no es posible homogeneizar este entramado de
protestas y movilizaciones, por el contrario, resulta conveniente diferenciar algunas de sus
dimensiones principales: saqueos, protestas sindicales, piquetes67 y cacerolazos. A continuación
daremos cuenta de algunos de los episodios más importantes ocurridos entre el 14 y el 18 de
Diciembre, que evidencian el nivel creciente de la movilización social. Reconocemos a su vez, que
una reconstrucción detallada de los acontecimientos excede por mucho nuestras posibilidades, así
como el objetivo de este apartado, no obstante el trazado de las dimensiones mencionadas nos
permitirá contemplar a grandes rasgos el clima previo a las jornadas del 19 y 20.
Por su parte, los saqueos son la expresión de la magnitud de la crisis del país y en cierto sentido,
también una forma de protesta y de presión política. Asimismo, existieron antecedentes durante
el gobierno de Alfonsín: en el mes de mayo de 1989 se dieron a conocer las noticias sobre los
saqueos a comercios, “entre el 23 y el 31 de mayo se contabilizaron 329 saqueos: 35% en Rosario,
30,4% en GBA y 27% en Córdoba” (Ortiz y Schorr, 2006: 481).
El viernes 14 de diciembre se desarrollaron los primeros saqueos en Mendoza y Rosario, donde
hombres, mujeres y niños se concentraron frente a supermercados, exigiendo alimentos. Según
las crónicas los manifestantes expresaron “tenemos hambre y vamos a llevarnos comida” (Clarín,
16/12/2001). Asimismo, otro foco apareció en Entre Ríos donde al mediodía, tres grupos que
sumaban más de mil personas comenzaron el saqueo de un supermercado en quiebra. Estas
situaciones se desarrollaron en gran parte del territorio nacional.
Es importante destacar que, estos acontecimientos repercutieron débilmente en los principales
diarios, la problemática apareció tratada en las páginas de Clarín68 y La Nación69 recién el domingo
16. No obstante, con la sucesión de saqueos en el primer cordón del Gran Buenos Aires el tema
67
El piquete es un corte de ruta que interrumpe la circulación por un tiempo determinado. El uso del
término se generalizó durante la década del noventa y ha quedado preponderantemente asociado a la
organización y movilización de desocupados La puesta en escena del piquete consiste en la concentración
sobre la calzada y la quema de neumáticos produciendo altas columnas de humo negro. (Aldestein y
Vommaro, 2014).
68
Dirario Clarín: Hubo otro saqueo en Mendoza donde ahora reparten comida (16/12/01); Roban alimentos
en Concordia (16/12/01).
69
Diario La Nación: Tensión en Rosario por intento de saqueos a supermercados: la policía detuvo a 12
personas (15/12/01); Obligado Carrefour entregó comida: Cientos de personas rodearon una sucursal en
Avellaneda (16/12/01); Más saqueos en Comercios de Mendoza y Entre Ríos: Mujeres y personas mayores
ingresaron en supermercados para robar comida (17/012/01).
85
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
llegó a las tapas y el clima social comenzó a tensionarse aún más. El lunes 17 de diciembre en
Avellaneda más de 160 personas estuvieron horas frente a Carrefour exigiendo alimentos que la
empresa había prometido el día anterior. Tal como marca Raúl Fradkin
las áreas que se han movilizado hasta la noche del martes 18 no eran homogéneas.
Dos provincias con gobiernos aliancistas (Mendoza y Entre Ríos) y dos con gobiernos
peronistas (Santa Fe y Buenos Aires). Pero tienen en común varios aspectos: se trata
de algunas de las principales ciudades del país, están situadas en las provincias más
ricas y todas tienen altísimas tasas de desocupación (2002: 27).
Finalmente, para la madrugada del miércoles 19 de diciembre, los saqueos se desplegaron en
múltiples localidades del GBA: unos 60 vecinos de la villa 9 de Julio de San Martín se presentaron
frente a un local de la cadena Día % reclamando comida que le fue prometida para la tarde. Al
mismo tiempo, se reunieron 200 personas en San Miguel frente a Disco y 300 frente al Carrefour
de San Isidro, y a las 9 de la noche, en San Miguel unas 150 personas “asaltaron” varios negocios y
fueron reprimidos por la policía.
El estudio al respecto que ha llevado a cabo Javier Auyero (2007), enfatiza en la movilización
clientelar de los punteros justicialistas y en la inacción de la policía bonaerense70. Si bien ambos
componentes resultaron claves para dar cuenta de los primeros saqueos, creemos que esta
hipótesis es insuficiente en relación a la generalización del fenómeno71.
La segunda dimensión a considerar son las protestas desarrolladas por distintos gremios y
centrales sindicales. Sus demandas fueron diversas, contra la ley de Reforma Laboral, la apertura
comercial que afectó a la industria nacional, el pago de los salarios con LECOP72, entre otras. Su
70
A lo largo de su análisis, Auyero busca escudriñar la zona gris donde la vida cotidiana, la violencia
partidaria y la violencia colectiva se entrecruzan, prestando especial atención al papel de los punteros
políticos y agentes de la policía. Los primeros detentan el poder de manejar amplias franjas del conurbano y
en consecuencia tienen la capacidad de organizar las olas de saqueos sufridas en diciembre; los segundos
colaboran mediante la ausencia, inactividad o complicidad (o todas estas cosas juntas). (Auyero, 2007).
71
Si bien es prácticamente imposible dar cuenta de todos los saqueos sucedidos entre los días 16 y 20 de
Diciembre –cuestión que además excede el objetivo de este apartado- consideramos de gran utilidad para
comprender el fenómeno la cuantificación que al respecto llevan a cabo Iñigo Carrera y María Cotarello “se
calcula que participan de los saqueos unas nueve mil personas en San Fernando, Pilar, Derqui, Escobar,
Boulogne, San Isidro, Vicente López, Malvinas Argentinas, Merlo, Maquinista Savio, José C. Paz, San Miguel,
Moreno, Villa Trujuy, Villa Tesei, El palomar, Caseros, San Martin, Billinghurst, Villa Ballester, Ciudadela
Norte, Ramón Castillo, Ramos Mejía, Lomas del Mirador, José Ingenieros, Tapiales, La Tablada, José León
Suárez, Lomas de Zamora, Villa Fiorito, Lanús, Banfield y Quilmes” (2002: 26).
72
Las letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales fueron bonos de emergencia emitidos entre 2001 y
2002 por el gobierno de De la Rúa en un esfuerzo por reducir el déficit público bajo las exigencias del FMI.
86
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
principal característica es que se encuentran enmarcadas en las tradicionales estructuras
sindicales, que si bien habían perdido afiliados –y por lo tanto fuerza política– a consecuencia de la
alta tasa de desempleo y subempleo, ciertos sindicatos como los de docentes y de estatales han
tenido un importante rol.
El jueves 13 de diciembre, se realizó la séptima huelga general contra el gobierno de De la Rúa en
repudio a las medidas económicas del ministro Cavallo, siendo éste un blanco personalizado de la
protesta. Convocada por las tres centrales sindicales –CGT Daer, CGT Moyano y CTA- alcanzó una
alta adhesión en todo el país. Según las crónicas ante el paro, De la Rúa declaró: “este es un paro
cuyos motivos no están claros. Al parecer se vinculan con las medidas bancarias” (Clarín,
14/12/01). Por su parte, el lunes 17, un paro de los trabajadores ferroviarios dejó totalmente
inactivo el servicio de trenes de todo el país. La medida fue tomada por los dos gremios, La
Fraternidad y Unión Ferroviaria, en solidaridad con los empleados de la compañía Ferroexpreso
Pampeano que había suspendido sus operaciones y amenazaba con despedir a 800 empleados. El
martes 18, industriales y trabajadores del calzado protestaron conjuntamente frente al edificio de
la cancillería en reclamo de mayor protección para esta rama de la producción. En la
manifestación participaron militantes del sindicato del sector, y el líder de la CGT Rodolfo Daer
junto a dos mil personas.
Tras la ola de saqueos, la CTA convocó a una marcha que sumó a dos mil maestros, judiciales,
administrativos y trabajadores de hospitales públicos. Asimismo, las dos CGT convocaron a un
paro general para los días 20 y 21.
Finalmente, las dos últimas dimensiones, piquetes y cacerolazos, a diferencia de los saqueos y las
protestas sindicales, constituyen formas novedosas de participación y organización73. Como hemos
mencionado, el piquete o corte de ruta ha surgido en el marco de los procesos de privatización de
Así, “aún bajo la vigencia de la convertibilidad, las relaciones mercantiles pasaran a depender de catorce
bonos moneda al margen del sistema monetario oficial. *…+ se estima que 38% de la moneda en circulación
está compuesta por estos bonos. Obviamente, esas cuasi-monedas públicas y privadas se aceptaban con una
elevada depreciación” (Macedo Cintra y Farhi, 2002: 94).
73
En el contexto internacional, los cacerolazos surgieron en Chile, dónde a principios de los años setenta –
durante el gobierno de Salvador Allende–, se tocaron las cacerolas, inicialmente, para protestar por el
desabastecimiento de alimentos, convirtiéndose en uno de los principales detonantes de la caída de
Allende. (Trafilaf, J.C. y Montero, R.; 2001).
87
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
las empresas públicas a mediados de la década del noventa, particularmente en provincias del
interior (Neuquén y Salta).Tal como menciona Svampa
el movimiento piquetero nace allí donde la desarticulación de los marcos sociales y
laborales se realiza de manera brusca y vertiginosa, allí donde la experiencia de la
descolectivización adquiere un carácter masivo, allí donde el desarraigo tanto como la
desocupación reúnen en un solo haz un conglomerado heterogéneo de categorías
sociales (2009: 19).
A lo largo de la década ha sido un recurso político de peso creciente, protagonizado
fundamentalmente por movimientos de desocupados y piqueteros que llegados a diciembre de
2001, ya contaban con varios años de discusión y experiencia sobre su definición identitaria y
organizacional. Por este motivo, las jornadas del 19 y 20 no constituyen fechas claves para la ya
larga lucha de los desocupados y los piqueteros.
Simultáneamente al paro general de las tres centrales sindicales, el 13 de diciembre, en Tapiales
los desocupados de la Corriente Clasista Combativa cortaron la autopista Ricchieri frente al
Mercado Central; en Florencio Varela, el cruce de las Av. San Martín e Hipólito Yrigoyen; en
Avellaneda, los accesos al puente Pueyrredón y, en Lomas de Zamora, el puente La Noria. Una
dirigente de la CCC declaró “tenemos que echar a De la Rúa y Cavallo, decir no al pago de la deuda
externa, al arancelamiento de la Universidad y la municipalización de las escuelas” (La Nación,
14/12/01). El día siguiente, en medio de los saqueos, las organizaciones de desocupados cortaron
rutas y avenidas en la Capital y en zona sur del GBA en reclamo de puestos de trabajo y el pago de
los plantes de empleo. Entre sus acciones, en la Capital cientos de desocupados interrumpieron el
tránsito en Juan B. Justo y Warnes, mientras en Florencio Varela manifestantes de la Coordinadora
de Trabajadores Desocupados Anibal Verón cortaron la ruta 2.
En algunos casos, los movimientos de desocupados se concentraron, sin saqueos, frente a
supermercados, reclamando alimentos. En Quilmes, dos mil desocupados de la CTD Aníbal Verón
realizaron piquetes al mediodía frente a los supermercados Auchan, Vital y Carrefour; pidieron
que aportaran alimentos y que se pagaran los subsidios del Plan Trabajar, estas acciones se
extendieron a lo largo del territorio nacional.
En el caso de los cacerolazos, estuvieron protagonizados por los sectores medios urbanos de
Buenos Aires, en reclamo a las medidas económicas impuestas por Cavallo –más específicamente
dirigido al corralito–, y a la caída de las ventas en sus comercios, entre otras. El 14 de diciembre se
88
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
produjo en Capital el primer cacerolazo, protagonizado por la clase media en protesta por el
congelamiento de las cuentas bancarias. El lunes 17 unas 400 personas, entre comerciantes y
empresarios del partido de La Matanza, cortaron desde el mediodía la Av. General Paz, a la altura
de Lomas del Mirador. En medio de la ruidosa concentración expresaron su rechazo a las medidas
económicas impuestas por el gobierno y en reclamo al pago en término de haberes de jubilados y
estatales de la zona. Al mismo tiempo, en el barrio porteño de Nuñez, comerciantes y vecinos
cortaron la Av. Cabildo al 3700, en señal de protesta y preocupación por las ventas que según
expresaron “cayeron un 30% en las últimas tres semanas” (Clarín, 18/12/01). Por este motivo
también protestaron vecinos y comerciantes del barrio de Caballito en la esquina de Acoyte y
Rivadavia.
Esta forma de manifestación tiene su centro en la noche del 19 de diciembre, fecha del primer
gran cacerolazo. La irrupción de los sectores medios, se transformó progresivamente en al menos
dos movimientos: uno concentrado decididamente en recuperar los ahorros confiscados. Otro, el
de las asambleas barriales, que tal como menciona Inés Pousadela “fueron el subproducto
organizativo del espontaneísmo de las jornadas de protestas” (2011: 37). Luego del surgimiento de
las asambleas, los cacerolazos pudieron repetirse gracias a los recursos organizativos que éstas
pusieron en movimiento, pero en ese mismo acto perdieron su espontaneidad característica.
Lo aquí expuesto, da cuenta de las múltiples dimensiones de la protesta social que antecede a las
manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001. No obstante, más allá de la diferenciación
analítica que hemos propuesto, consideramos que cada forma de protesta –saqueos, protestas
sindicales, piquetes y cacerolazos– no son sólo hechos yuxtapuestos entre sí, ni formas de
expresión de diferentes sectores políticos y sociales, sino que forman parte de una totalidad, que
ninguna de ellas abarca por sí sola. En este sentido, Schuster (2006) se refiere al desarrollo de un
“ciclo de protestas”74 en el cual se intensifican los conflictos y la confrontación con el sistema
social.
74
Con el concepto “ciclo de protestas”, Sydney Tarrow se refiere a “una fase de intensificación de los
conflictos y la confrontación con el sistema social, que incluye una rápida difusión de la acción colectiva de
los sectores más movilizados a los menos movilizados; un ritmo de innovación acelerado en las formas de
confrontación; marcos nuevos o transformados para la acción colectiva; una combinación de la participación
organizada o no organizada; y unas secuencias de interacción intensificada entre disidentes y autoridades
que pueden terminar en reforma, la represión y, a veces, en una revolución”(1997: 263-264). En base a ello,
el trabajo de Schuster distingue la existencia de dos ciclos de protestas: “El primero comienza en el cuarto
89
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Más allá de la lectura bajo esta idea de “ciclo”, creemos fundamental recuperar el carácter
fragmentario y heterogéneo de las protestas, dado que cada forma articuló demandas referidas a
su pertenencia de clase, género, entre otras. Tal como menciona Norma Giarraca son protestas en
defensa y preservación frente al avance neoliberal, así, están fuertemente orientadas a
preservar los derechos sociales adquiridos durante el siglo XX (condiciones de trabajo,
salarios dignos, educación pública, etc.); preservar pequeños patrimonios familiares
(como son los casos de pequeños y medianos empresarios agrarios o industriales
amenazados por sus deudas); demandar un ingreso mínimo frente a la pérdida del
trabajo remunerado (la lucha de los desocupados), etc. (2002:2).
Así, a pesar de la presencia concomitante en el espacio público, las diversas protestas no
protagonizaron una acción en conjunto, cuestión que cambia radicalmente a partir de la
declaración del Estado de Sitio. Anticipando el curso de este desarrollo, señalaremos que las
jornadas del 19 y 20 de diciembre marcan un giro respecto del sentido de la protesta que se aleja
de su orientación social y toma la forma de una manifestación política.
IV. El sentido político de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001
Hemos planteado ya en el capítulo anterior, la lectura que Tassin propone del pensamiento
arendtiano bajo la noción de manifestación. Allí recoge dos dimensiones de lo político: el actuar
colectivo por un lado, y la visibilidad característica del espacio público, por otro. Esto es
precisamente aquello que nos interesa recuperar del 19 y 20: la aparición de múltiples actores que
protagonizan una acción en conjunto a la luz de un espacio público que a la vez se redefine en y
por la acción. Así, se trata de pensar en el sentido político de una manifestación que produce una
comunidad de actores –por cierto frágil y efímera– y despliega consigo un espacio de visibilidad
compartido, pero siempre conflictual.
trimestre de 1993, alcanza su punto más alto un año más tarde y luego desciende sistemáticamente hasta el
tercer trimestre de 1996. El segundo comienza en el cuarto trimestre de 1996, llega a su punto más alto en
el segundo trimestre de 1997 y luego comienza a declinar hasta alcanzar su punto más bajo en el cuarto
trimestre de 1999. *…+ Sin embargo, a pesar de su ritmo más discontinuo, desde el segundo trimestre de 200
hasta el primer trimestre de 2002, cada una de las fases de intensificación de las confrontaciones es más
importante que la anterior, en términos de cantidad de protestas” (Shuster, Et. Al., 2006: 31).
90
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Frente a esto, el punto de partida de nuestra lectura acerca del 19 y 20 es la reacción del Estado al
creciente clima de tensión, signado por el incremento de saqueos, violencia y represión en gran
parte del Conurbano Bonaerense. Al promediar el día 19, el Jefe de la policía Federal, Rubén
Santos, convocó a todos los miembros de la fuerza a sus respectivos puestos de trabajo para
intervenir en los disturbios. Una medida similar, se tomó en Buenos Aires, donde Ernesto Soria
Paz, vocero del ministro de seguridad bonaerense Juan José Álvarez declaró “todos deben estar
abocados a esta tarea de reprimir desmanes. La prioridad es esto” (La Nación, 20/12/01).
Enmarcado en este contexto, en el interior del gobierno comenzó a fraguarse la hipótesis de que,
en algunos casos, los saqueos estaban siendo organizados. 75 Dicha cuestión constituyó uno de los
principales argumentos a través de los cuales el gobierno justificó la declaración del Estado de
Sitio en el discurso que De la Rúa brindó poco antes de las 23 horas. Esta medida respondió a “los
hechos de violencia generados por grupos de personas que en forma organizada promueven
tumultos y saqueos en comercios de diversa naturaleza” según argumentaba el texto del decreto
1678/2001 del Poder Ejecutivo.76 Y agregaba, “considerando que han acontecido en el país actos
de violencia colectiva que han producido daños y puesto en peligro personas y bienes con una
magnitud que implica un estado de conmoción interior”. El discurso finalizó con un pedido expreso
de apoyo de la dirigencia política77: “convoco una vez más a la responsabilidad de la dirigencia
75
En este sentido, el ministro de trabajo José Gabriel Dumond declaró: “Es necesario recobrar la calma.
Conocemos la realidad, es muy difícil, muy dura. El activismo político se ha montado sobre la necesidad” (La
Nación, 20/12/01). Por su parte, el vocero presidencial, Juan Pablo Baylac, denunció que se había detectado
la presencia de “activistas” en algunos saqueos a supermercados. “En algunos casos existe activismo e
inducción a la violencia y, en otros, una situación concreta de requerimiento alimentario” (Audio de la
conferencia de prensa de Juan Pablo Baylac, 19/12/01). Asimismo, el Ministro del Interior Ramón Mestre
declaró la mañana del 19 de diciembre “los saqueos no son por hambre, se llevan bebidas alcohólicas, se
trata de una cuestión política” (La Nación, 19/12/01).
76
La norma mencionada fue derogada dos días más tarde mediante el decreto 1689/2001 firmado por el
propio De la Rúa, cuyo texto sostiene que “en esa instancia corresponde disponer su levantamiento, a fin de
restablecer la plena vigencia de las garantías consagradas por la Constitución Nacional”. El mismo día, 21 de
diciembre asumía el presidente interino Ramón Puerta y declaraba el Estado de Sitio en todo el territorio de
la provincia de Buenos Aires por el término de diez días.
77
Sin embargo, los representantes de la oposición, particularmente del Partido Justicialista, declararon
incesantemente en los medios de comunicación la incapacidad de De la Rúa para solucionar la acuciante
situación. Al respecto De la Sota dijo que “el gobierno no existe *…+ reina en el país la anarquía” (La Nación,
20/12/01) y asimismo que no quiería “participar de la concertación con un bombero, porque no estamos
para apagar incendios sino para construir” (Clarín, 20/12/01). Duhalde por su parte afirmó “el gobierno no
puede sacar al país de este caos” (La Nación, 20/12/01).
91
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
nacional y pido a mis compatriotas mantener la calma y colaborar para el restablecimiento del
orden”78.
Así, la reacción del estado frente al creciente clima de tensión puede ser analizada en dos niveles,
el primero de ellos, el simbólico; el segundo, el material.
En el nivel de lo simbólico se halla la imposición del Estado de Sitio que, no es sólo la expropiación
de los derechos de la ciudadanía79, sino que constituye el despojo de la propia condición de
ciudadanos. Puesto que, retomando las reflexiones de Arendt, la ciudadanía se define activamente
en la “continua participación en todas las cuestiones de interés público” (1999: 85). En efecto, la
declaración del Estado de Sitio prohíbe a los ciudadanos reunirse en el espacio público, y por lo
tanto existir políticamente. Escribe Arendt, “estar privado de *ese espacio+ significa estar privado
de la realidad, que humana y políticamente hablando, es lo mismo que aparición” (2003: 221-222).
Tal como hemos desarrollado en el capítulo anterior, la existencia de la esfera pública es
particularmente relevante para la noción arendtiana de la política, puesto que es allí en donde la
libertad se materializa, expresada en palabras que se pueden oír y en hechos que se pueden ver.
78
Quisiéramos transcribir algunos fragmentos del discurso presidencial que resultan primordiales para
comprender la lectura que realiza el gobierno nacional acerca de los saqueos: “Comprendo las penurias que
atraviesan muchos de mis compatriotas, las comprendo y las sufro; pero la mayoría sabe que con violencia e
ilegalidad no se sale de los problemas. Los problemas hay que enfrentarlos y eso estamos haciendo. *…+ En
el contexto económico y social donde muchos argentinos sufren problemas, grupos enemigos del orden y de
la República aprovechan para intentar sembrar discordia y violencia, buscando crear un caos que les permita
maniobrar para lograr fines que no pueden alcanzar por la vía electoral”. Así, el presidente enfatiza en el rol
que ocupan los violentos y agitadores que buscan fomentar el caos y la violencia con fines de
desestabilización política. Y prosigue, dando un claro mensaje, en el mismo sentido, hacia los medios de
comunicación: “pido a mis compatriotas mantener la calma y colaborar para el restablecimiento del orden,
como así también a las organizaciones sociales y especialmente a los medios de comunicación a contribuir a
recrear el clima de paz necesario para recuperar la seguridad y la tranquilidad en todo el país. *…+ Es mi
compromiso trabajar para resolver la emergencia social. Sé distinguir entre los necesitados y los violentos o
los delincuentes, que aprovechando esta situación utilizan el desorden para crear caos. *…+ Así como
enfrenté los problemas económicos, así como dispuse medidas de emergencia para asistir a los más
necesitados, decidí poner límites a los violentos que se aprovechan de las penurias ajenas” (Discurso de De
la Rúa en Cadena Nacional, 19/12/01. 22:41 horas). La lectura desde el gobierno entonces, plantea un
contexto de violencia organizada que se aprovecha de los más necesitados con objetivos claramente
políticos.
79
Bajo el análisis de Cheresky en La ciudadanía en el centro de la escena, “la ciudadanía que ha alcanzado el
centro de la escena pública reviste o ha recuperado dos connotaciones características: el de conjunto de
individuos depositarios de los derechos humanos y políticos, y el de los individuos miembros de la
comunidad política, es decir, presentes de algún modo en el espacio público” (2006: 8).
92
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Así, la medida impuesta por De la Rúa constituye la clausura simbólica y efectiva del espacio
público y, a la vez, la apropiación de la acción y del discurso que permite a los ciudadanos aparecer
y exponer en el mismo acto las pruebas de su ciudadanía. Al tiempo que, les ordena replegarse en
la oscuridad de la esfera privada, en donde los hombres no existen, en un sentido político ya que
no pueden ser visto ni oído por los demás. En definitiva, la declaración del Estado de Sitio atenta
contra la libertad de los hombres de aparecer a la luz de lo público, ante otros –iguales pero
distintos– y erigir por medio de la acción y el discurso un espacio entre, un mundo en común en
dónde la política se hace posible.
Es por demás significativo, la forma en que el documental Argentina: Colapso 2001 recupera las
declaraciones de De la Rúa, quien allí sostiene: “Fue una medida simbólica, no para implementarla
en el sentido de privar el derecho de reunión, ni restringir libertades”80 (Fernando De la Rúa, 2011).
Es justamente allí, en el orden de lo simbólico, donde la declaración del Estado de Sitio interpela a
los ciudadanos, al producir la rememoración a los tiempos de la dictadura cívico-militar en la
restricción de la libertad política. En efecto, tal como afirma Alejandro Grimson es necesario
considerar las sedimentaciones históricas de la configuración de la cultura política argentina. Así,
en las jornadas del 19 y 20 se procesan y resignifican las experiencias pasadas, en este sentido,
frente a los saqueos a los supermercados y las protestas, el presidente pronuncia las
palabras decisivas: declara el Estado de Sitio. El fantasma de la dictadura aparece en
su constelación semántica relacionada a los derechos humanos. Quienes creyeron
que el 19 de diciembre las personas salieron a la calle por sus ahorros no entendieron
qué significaba para quienes se dirigían a Plaza de Mayo las palabras “estado de sitio”.
(2011: 36).
En esta línea de análisis, es posible volver sobre la idea de acontecimiento planteada en la
introducción a este capítulo, cuando pensamos en una manifestación que detenta un rasgo
novedoso, pero que no se presenta completamente deshistorizada. Así, el peso simbólico del
Estado de Sitio remite a una historia y una memoria del pasado reciente, firmemente rechazado
por la sociedad en su conjunto. Hay un momento crucial de ambas jornadas, que refleja lo que
aquí sostenemos: es el protagonizado por las Madres de Plaza de Mayo, cuando en su rutinaria
ronda de los jueves a la pirámide del centro de la plaza, fueron investidas por la policía montada.
80
En efecto, la declaración del Estado de Sitio, no necesita no ser real, para tener una dimensión simbólica.
En otras palabras, más allá de que De la Rúa declarara que la medida no buscaba restringir la libertad, la sola
declaración pone en movimiento una memoria y una tradición que le atribuye un valor simbólico
fuertemente ligado a la dictadura.
93
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Esta imagen, de represión hacia aquellas personas que son un símbolo de lucha contra la
dictadura81, materializa el valor simbólico del Estado de Sitio en tanto medida que prohíbe el
acceso al espacio público y en efecto, la libertad de existir políticamente.
De aquí que sea posible sostener, que desde el primer momento las manifestaciones del 19 y 20
detentan un arraigado sentido político, puesto que abren una disputa por la libertad, cercenada
con la declaración del Estado de Sitio.
Es precisamente a partir de allí, en dónde las protestas dan el giro que marcábamos algunas
páginas atrás, las demandas ya no se plantean, solamente, en torno a reivindicaciones sociales,
sino que adquieren un tono marcadamente político. Siguiendo el razonamiento propuesto por
Giarracca las manifestaciones de diciembre, a diferencia de las protestas que las precedieron
no se presenta[n] como una acción en el orden de lo particular, es decir, por reclamos
defensivos de sectores particulares (desocupados, maestros, campesinos, etc.) sino
que se muestra[n] como una acción de ciudadanos donde las identidades sociales
quedan suspendidas y donde el reclamo se enmarca en el orden de la política (2002:
6).
Así, la aparición de los hombres en el espacio público desafía abiertamente la declaración del
Estado de Sitio y materializa, a la vez, la apertura de una disputa por la libertad contenida en su
capacidad de acción y de discurso. Esta presencia inesperada se acentúa, como ya veremos, en las
acciones que los protagonistas desplegaron para permanecer en ese mismo espacio y
resignificarlo ante la imposición del dispositivo represivo institucional.
Lo que aquí sostenemos, entonces, es la relevancia que adquiere la declaración del Estado de Sitio
en tanto acontecimiento que da inicio a una manifestación política. Tal afirmación es posible toda
vez que concibamos el discurso de De la Rúa como un acto de habla performativo ilocucionario
(Austin, 2008) en donde el discurso en sí mismo es un tipo de acción. Frente a ello, para que las
palabras que declaraban la expropiación de la libertad funcionasen, debía existir una comunidad
de sentido en donde se impusieran efectivamente. O, como sostiene Judith Butler –recuperando
las reflexiones de Austin– para que el acto de habla funcione “se requieren ciertas circunstancias,
así como un campo de poder a través del cual se puedan materializar sus efectos”(2004: 31).
81
Es indudable que la imagen de la represión sobre las Madres remite inmediatamente al periodo
dictatorial, donde resistieron innumerables avanzadas de las fuerzas de seguridad. No hay entonces,
grandes diferencias entre ambos momentos.
94
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Sin embargo, el discurso en tanto acto, “es siempre en cierta medida desconocedor de aquello que
produce” (Ídem: 28) y por lo tanto es imposible predecir sus consecuencias. En este sentido, los
significados que adquiere el acto de habla y los efectos que produce excede aquello que había
previsto. Desde esta perspectiva, el discurso de De la Rúa no funcionó, o más bien no funcionó en
la dirección pretendida, ya que generó una acción completamente contraria a la
enunciada82.Quienes debían recluirse en el ámbito privado aparecieron a la luz del espacio público,
simbólica y efectivamente clausurado, rompiendo así, con la cadena esperable de sucesos.
Es por demás significativo, que el ruido de las cacerolas haya comenzado cuando De la Rúa aún
estaba leyendo su discurso. La declaración del Estado de Sitio impulsó a los hombres que, en su rol
de audiencia, habían pasado largas horas siguiendo la evolución de los acontecimientos por
televisión. Paulatinamente, comenzaron a recorrer un trayecto en el cual abandonaron la
seguridad del espacio privado y con él su condición de espectadores y aparecieron a la luz de lo
público, constituyéndose al mismo tiempo en actores.
Las diversas crónicas dan cuenta de este paso gradual: en el primer momento la protesta se
desarrolló desde los balcones, lugar que puede ser percibido como la línea fronteriza entre el
espacio privado y el público. A la vez que, todavía en carácter de espectadores, numerosas
personas se asomaron a sus ventanas a escuchar y mirar lo que pasaba afuera. Posteriormente, se
reunieron en sus respectivas puertas, desde dónde se articularon los primeros sonidos y voces de
protesta, portando distintos trastos de cocina como ollas, sartenes, tapas, espumaderas,
hervidores, cucharones y demás objetos que produjeran ruido. Para luego reunirse en las distintas
calles y esquinas más importantes de algunos barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires83. Al
tiempo que improvisaron fogatas con basura, los recipientes plásticos que la contenían y demás
82
En este sentido Butler sostiene “un acto de habla puede ser un acto sin ser necesariamente eficaz. Si
emito un performativo fallido, es decir, si doy una orden y nadie la escucha ni la obedece, o si hago una
promesa y no hay nadie a quien hacérsela, sigo realizando un acto, pero realizo un acto con muy poco o con
ningún efecto (o al menos no con el efecto que el acto promete). Un performativo es eficaz, no sólo cuando
realizo el acto, sino cuando a partir de ese acto se derivan un conjunto de efectos. Actuar lingüísticamente
no implica necesariamente producir efectos, y en este sentido, un acto de habla no es siempre una acción
eficaz. Decir que existe una confusión entre habla y acción no quiere decir necesariamente que el habla
actúe de forma eficaz” (2004: 38).
83
Según relata el diario La Nación en su versión On-line el 20/12/01 las esquinas en donde se congregaron
los vecinos fueron: Belgrano y Jujuy; Santa Fe y Pueyrredón; Aráoz y Charcas; Santa Fe y Coronel Díaz; Díaz
Vélez y Acevedo; Perón y Medrano; Alsina y Entre Ríos; Rivadavia y Larrea; Uriburu y Córdoba; Rivadavia y
Nazca; La Plata e Independencia; Quinquela Martín y Montes de Oca. (La Nación On-line, 20/12/01).
95
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
objetos inflamables. La presencia de los manifestantes en las calles y avenidas provocó la
interrupción fáctica del tránsito: colectivos, taxis y autos se solidarizaron con quienes marchaban
tocando las bocinas.
De estas reuniones espontáneas84, se pasó a la marcha que tomó rumbo por las distintas avenidas
de la ciudad, para finalmente converger en el centro político85: Plaza de Mayo y Plaza del
Congreso.86 Efectivamente, en la aparición de los cuerpos a la luz de lo público, los hombres se
presentan unos a otros dando paso una acción, que por su propia naturaleza irrumpe en el nexo
de las secuencias calculables y crea con ella algo nuevo, inesperado y en último término
inexplicable causalmente. Tal como sostuvimos con Tassin, este encuentro da a luz no sólo a un
actor, sino también a una comunidad de actores que movilizan sus identificaciones sociales,
clasistas de género o culturales en general. Y esto constituye un rasgo novedoso, no sólo por “la
participación de personas que nunca lo habían hecho antes” (Pousadela, 2009: 26), sino también,
y de mayor importancia aún, porque a partir del desconocimiento del Estado de Sitio, los actores
protagonistas de las manifestaciones desafían a la autoridad y abren una disputa con el sistema
institucional por la libertad y la resignificación de ese espacio virtualmente clausurado. Esta
desobediencia civil “desafía a la ley y a las autoridades establecidas sobre el fundamento de un
disentimiento básico” (Arendt, 1999: 78).
Efectivamente, nos encontramos con una acción que irrumpe a pesar de la clausura impuesta por
el Estado de Sitio. Tal como desarrollamos, junto con Arendt, en el capítulo anterior, esta acción
no sólo es el comienzo de algo, sino de alguien. La aparición de los hombres ante los demás tiene
84
Como sostiene Schuster “La espontaneidad de este primer gran cacerolazo, sin duda es, una de sus
principales características, pudo reconocerse en el detalle de la vestimenta de los participantes. Saltos de
cama, ojotas, pantuflas, remeras raídas, pantalones cortos, camisetas, etc. Simbolizan el inmediato tránsito
de lo privado a lo público” (2002: 22).
85
Tal como marca Silvia Sigal (2006) históricamente la Plaza de Mayo ha sido un sitio de gran importancia
política, es allí donde se desplegaron las mayores manifestaciones argentinas desde el advenimiento del
peronismo.
86
Al respecto, es relevante aclarar que lo sucedido el 19 y 20 de diciembre de 2001 tiene un alcance
nacional, es decir, las manifestaciones no sólo fueron un fenómeno porteño, sino que también se
desarrollaron en las provincias del interior. Como indica Vommaro “hay una compleja relación entre
demandas inteligibles en relación con realidades geográficas diferentes, pero articuladas en sus modos de
aparición simultáneos en la dialéctica Capital/Interior” (2013: 164-165). Asimismo, dentro de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires hubo manifestaciones en distintos puntos, no sólo en las plazas que
mencionamos sino también frente a las casas de algunos políticos.
96
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
como consecuencia la revelación del actor en el mismo acto. En palabras de Pousadela éstas
personas se
convirtieron en actores en el momento en que, sin saber muy bien porqué –o acaso
sabiéndolo pero desconociendo si sus motivaciones se compadecían con las de cada
uno de los demás– corrieron a sus cocinas a buscar ollas, sartenes y cucharones para
golpear *…+ (2009: 28).
Es en este camino en donde los espectadores se convierten en actores, desde el momento en el
cual toman el coraje suficiente para aparecer a la luz de lo público. Coraje que,
antes que nada consiste en abandonar el refugio del ámbito de lo privado para
exponerse en el espacio público, el coraje de comprometerse en los combates
políticos para entonces tener prueba de su propia ciudadanía. (Tassin, 2010: 11).
Aquí, resulta fundamental el carácter transgresor de una acción que “al margen de su específico
contenido siempre establece relaciones y por lo tanto tiene una inherente tendencia a forzar
todas las limitaciones y cortar todas las fronteras” (Arendt, 2003: 214). Así, en las manifestaciones
de diciembre se despliega el reconocimiento y la revelación de los actores que abandonan no sólo
la seguridad del espacio privado, sino también su pertenencia a la estructura económica y social.
Esto es así porque, mediante su acción a la luz de lo público, el actor se revela no como un fin
voluntario, es decir, como si dispusiese de este quien. Por el contrario, la acción en tanto segundo
nacimiento engendra al actor y lo hace manifiesto. El hecho que intentamos indicar es que, como
sostiene Schuster la acción misma es
un salto contingente que tiende un puente entre las condiciones sociales
preexistentes y un nuevo escenario, en el cual los sujetos están implicados en una
manera en que no lo estaban antes. *…+ La acción demuestra a los propios miembros
de la protesta que son algo más que su posición estructural (2005: 52-53).
Desde este punto de vista, las manifestaciones de diciembre expresan la suspensión87 temporaria
de las identidades sociales previas, a la vez que se erigen en ellas nuevos actores que irrumpen en
una trama ya existente, dando paso a la novedad de un recién llegado, que expone su presencia
en el espacio público. Estos actores se diferencian de sus pertenencias sociales como así también
87
Al respecto, Giarraca (2003) habla de suspensión de las identidades sociales previas, antes que de ruptura
puesto que en los meses siguientes a las jornadas del 19 y 20 los manifestantes vuelven a reubicarse en
distintas posiciones: desocupados, ahorristas, piqueteros, etc.
97
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
de sus trayectorias políticas, para converger en una esfera en común en la cual se relacionan sin
intermediarios. En esta misma línea, Ariel Wilkis y Gabriel Vommaro afirman que
la movilización popular constituyó un espacio de encuentro inédito, una experiencia
del otro-semejante con quien no se compartía necesariamente ni pertenencia
partidaria, ni pertenencia sindical, ni prácticas culturales, ni localización geográfica
(2002: 112).
En efecto, tal como propone Tassin, este estar juntos produce una comunidad de actores 88, por
cierto frágil, efímera y conflictiva, engendrada en y por la acción.
Volvemos entonces a insistir, en el quiebre que marcábamos entre el heterogéneo conjunto de
protestas sociales desplegadas en las jornadas previas, y el reclamo político aunado en las
manifestaciones del 19 y 20. Ciertamente el punto de inflexión estuvo signado por la declaración
del Estado de Sitio, a partir de allí la manifestación es política porque su principal demanda gira
entorno a la libertad. No obstante, no cualquier heterogeneidad a la luz del espacio público es
política y no cualquier reclamo particular se hace en nombre de la libertad89.
88
Quisiéramos detenernos, brevemente por cierto, en esta idea de comunidad de actores puesto que, como
hemos visto en el capítulo uno, la perspectiva de análisis propuesta por el Colectivo Situaciones, nombra a
dicha comunidad bajo el término multitud –también utilizado por otros autores, véase por ejemplo María
Moreno (2010). Indudablemente, el concepto permite pensar en una figura social heterogénea y abarcativa,
sin embargo, diferimos con esta categoría teórica, recuperada de las reflexiones de Hardt, Negri y Virno, en
lo referido al componente histórico presente en el discurso articulado por esta comunidad de actores. Es
decir, las consigas del 19 y 20 son un acto de enunciación que produce efectos, que da a luz una consistencia
a partir de la fragmentación, es decir a una multitud. No obstante, más allá del efecto de esas palabras,
podemos pensar en el contenido perlocucionario del discurso expresado, porque junto al que se vayan
todos, que no quede ni uno sólo, también se oyó Argentina, Argentina; sin peronistas, sin radicales, vamos a
vivir mejor. Frente a un concepto de multitud que enfatiza en el discurso en tanto recurso acústico de los
cuerpos presentes en el espacio público, optamos por recuperar la densidad histórica de las palabras allí
articuladas.
89
Mientras desarrollamos este trabajo de investigación durante los años 2013 y 2014, asistimos a un
fenómeno que hizo uso del cacerolazo como forma de protesta, ciertamente gestada en las jornadas del 19
y 20 de diciembre de 2001. Nos referimos aquí, a los diversos cacerolazos en oposición al gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner, organizados desde las redes sociales –en especial Facebook y Twitter. Éstos
fueron denominados en función a la fecha en cual ocurrieron, 18S (18 de septiembre), 8N (8 de noviembre)
y 13D (13 de Diciembre) entre otros. El más convocante de ellos fue el 8N en dónde logró generarse una
movilización de miles de personas a nivel nacional abarcando varias provincias argentinas. Ahora bien,
efectivamente es posible establecer cierto paralelismo entre estos cacerolazos y las manifestaciones del 19 y
20 de diciembre de 2001: en ambos los actores protagonistas aparecieron en el espacio público
prescindiendo de los partidos políticos y las organizaciones sindicales. Aquello que prevaleció en ambas
jornadas fue la presencia de banderas argentinas y además la inexistencia de “voceros” de la protesta. A
pesar de ello, consideramos que los cacerolazos del 13S, 8N o 13D articulan demandas que giran en torno a
la libertad entendida en términos liberales, –libertad de consumo, libre mercado, propiedad privada, entre
98
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Entiéndase bien, la relación que planteamos entre el carácter político de las manifestaciones de
diciembre y la disputa por la libertad allí desplegada no responde a una lógica de medios-fines,
según la cual la política sería un medio para asegurar la libertad. Por el contrario, siguiendo las
reflexiones de Arendt, el sentido político de las jornadas de diciembre surge en el momento en el
cual los actores aparecen a la luz de lo público, justamente cuando esa libertad es negada por el
Estado de Sitio, y erigen con ellos un nuevo espacio en donde se abre paso una comunidad que
existe en la acción y el discurso.
En efecto, tal como retomamos con Tassin, cuando abordamos la fuente de los prejuicios contra la
política, no es posible derivar de esta pluralidad la existencia de una única voluntad indivisible y
soberana que debe cumplirse por medio de la acción en el espacio público. Nos alejamos
entonces, de los estudios que sostienen que los protagonistas del 19 y 20 actúan voluntariamente
y llevan consigo a la esfera pública determinadas demandas que deben articular estratégicamente
para concretarlas. En este sentido, cuando los diversos enfoques reflexionan acerca de la
heterogeneidad propia de las demandas desplegadas, sancionan que éstas son, en el mejor de los
casos, contradictorias o bien directamente utópicas y carentes de sentido político. Analíticamente,
estas caracterizaciones expresan un pensamiento normativo, es decir, postulan que debe existir
entre los protagonistas una voluntad ciudadana, personal y ya general por sí misma, y por lo tanto
coherente, capaz de guiar las acciones en el espacio público. No obstante, esta idea de voluntad
única “procede a la invalidación de la pluralidad cuyo principio reside en una singularización de los
actores y de los locutores en el seno de un espacio público de apariciones (acciones) y de
deliberaciones (palabras)” (Tassin, 2007: 114).
Más bien, pensamos en una comunidad de actores bajo la apariencia de una
pluralidad activa, no bajo la apariencia de una dominación soberana sino como una
libertad entendida como poder comenzar, no bajo la apariencia de una voluntad
autónoma sino como una interacción conflictiva de la pluralidad (Tassin, 2007: 115).
otras. Específicamente, las reivindicaciones oídas fueron heterogéneas, y en gran parte, marcaron una clara
oposición al gobierno, podemos enumerar algunas de ellas: Yo no la voté, Contra la Korrupción, Contra la
Inflación, Contra la Re-re y la reforma constitucional, Por un poder Judicial Independiente, Hoy decimos
BASTA, queremos vivir en paz, Yo no te tengo miedo, Basta de mentirnos, Korruptos, Respeten la
Constitución, No al cepo al dólar. Podemos afirmar entonces, que los reclamos contra el gobierno no giran
en torno a una idea de libertad política –en tanto libertad de acción y de discurso– sólo posible dentro de la
esfera pública. Sino más bien, estos cacerolazos demandan una libertad que se goza en el ámbito de lo
privado.
99
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Aquello que buscamos recuperar entonces, es la potencia de una comunidad plural de actores que
se instituye como tal en el mismo momento en el que aparece a la luz de lo público. Es en ese
espacio en donde se enfrentan los unos y los otros para materializar a través de la acción y del
discurso el conflicto por la libertad, abierto con las instituciones del sistema político. En efecto,
esta comunidad no es un cuerpo empujado por una sola voluntad, como un individuo, sino que en
ella converge la capacidad de los hombres de comenzar algo nuevo, de ser libres y a través de esa
misma libertad actuar y deliberar. Y esto es sumamente relevante más allá de la concreción de las
demandas articuladas y el devenir de los actores de las manifestaciones.
Así, la ocupación de ambas plazas da cuenta de una acción en conjunto que está acompañada por
un discurso que la hace inteligible. Sin embargo, ésta es una presencia incómoda para las
instituciones que buscan, desde el primer momento, inmovilizar a los actores reprimiendo su
capacidad de acción y su libertad contenida en el acceso al espacio público.
En este sentido, no resulta un dato accesorio el momento preciso en el cual comienza la represión.
A ella nos referimos cuando hablamos del nivel material de la reacción estatal, puesto que allí se
concreta el sentido que encarna la declaración del Estado de Sitio. Ya no es sólo una medida del
orden de lo simbólico, por el contrario, la represión del Estado apunta directamente a expropiarles
a los actores el espacio público en disputa. Una crónica del canal Todo Noticias, muestra el exacto
momento en el que la represión se inicia, una y otra vez, la periodista aclara: “no hubo ningún
hecho que provocara la represión, los manifestantes no querían traspasar las vallas que rodean a
la Casa Rosada” (Todo Noticias, 20 de diciembre de 2001. 00:51 hs). Es evidente entonces, que
aquel que reacciona –ante la acción de los manifestantes– es el dispositivo institucional,
perturbado por la presencia de tantas personas que le disputan la autoridad, el espacio público y
con ello el sentido de la palabra política.
Así, a partir de la represión del día 20 las manifestaciones adquieren una nueva configuración, la
gran mayoría que había llegado con sus familias, hijos pequeños y muchos jóvenes y mayores
habían sido disuadidos efectivamente por los gases y aquellos que permanecieron en la plaza
100
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
trasladaron la resistencia frente a las fuerzas policiales a lo largo de la Avenida de Mayo, la Plaza
del Congreso, el Obelisco, y las diagonales Norte y Sur. 90
Con el correr de las horas, la lógica que guía las acciones represivas del Estado escenifica esta
doble reacción a la que hicimos alusión, al comienzo de este apartado. A lo largo de la jornada del
20 de diciembre, las fuerzas de seguridad buscaron, cada vez más violentamente desalojar las
plazas. El continuo avance de la policía, provocó corridas y dispersión entre las calles aledañas y el
Obelisco, oportunidad que se aprovechó para vallar el espacio y evitar así su ocupación. Sin
embargo, ante esta situación, los protagonistas volvieron a hacerse presentes una y otra vez. La
brutal represión arrojó, para la mañana del día 20, dieciséis víctimas fatales y una gran cantidad de
detenidos91.
El comienzo de la jornada laboral, sumó más de doscientas personas a Plaza de Mayo, algunos
oficinistas que se dirigían a sus trabajos y asimismo hizo su aparición la izquierda (Partido Obrero,
MAS y la Izquierda Unida). Para ese momento, la plaza se encontraba vallada por la mitad por las
fuerzas de seguridad, lugar desde donde nuevamente se desató un avance policial que obligó a los
90
Paralelamente a estos primeros incidentes en Plaza de Mayo, grupos de manifestantes atacaron las casas
de los políticos identificados con el gobierno y con el “modelo económico” continuado desde el gobierno de
Menem: a la 1.30 unas sesenta personas apedrean e intentan incendiar la entrada al edificio de la calle
Costa Rica al 4100, en Palermo, donde vive el renunciante jefe de Gabinete Chrystian Colombo. En el mismo
barrio, es atacado el frente del edificio de Paraguay 4032, donde vive el ex vicepresidente Carlos Álvarez. En
recoleta, decenas de personas tiran bolsas de residuos frente al petit hotel donde vive María Julia Alsogaray,
en Junín al 1400, al tiempo que lanzaban insultos contra la ex funcionaria menemista. Lo mismo sucede a
cuatro cuadras de allí, en Callao 1550, donde vive Agustina De la Rúa, hija del presidente. Trescientas
personas realizan un escrache y apedrean la casa del Jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra, en Villa
Ortúzar. Un grupo de manifestantes, pasan la noche frente a la casa de Cavallo y sigue gritando y golpeando
las cacerolas hasta la mañana. (La Nación, 20/12/01; Página 12, 21/12/01)
91
A consecuencia de la represión policial murieron entre 36 y 39 personas, hubo centenares de heridos y
4500 detenidos. El 80 por ciento de los fallecidos eran menores de 30 años y al menos seis tenían entre 13 y
18. En la actualidad, el ex presidente De la Rúa, junto a otros imputados enfrenta un juicio del cual fue
sobreseído en primera instancia por el juez federal Claudio Bonadío. Luego, por mayoría y con la disidencia
del juez Horacio Cattani, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal confirmó
el sobreseimiento. Esa resolución fue impugnada por el Centro de Estudios Legales y Sociales y el Ministerio
Público Fiscal, pero la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal rechazó la impugnación. Ante esta
decisión, el CELS presentó un recurso extraordinario federal que deberá resolver la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (CSJN) para determinar la responsabilidad de De la Rúa por las muertes y lesiones
producidas a diversos manifestantes durante la represión del 20 de diciembre. (Centro de Estudios Legales y
Sociales).
101
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
manifestantes a replegarse por las diagonales Norte y Sur, en donde se reagruparon y volvieron
sobre la plaza, así sucesivamente durante cuatro horas 92.
Ciertos estudios, en particular aquellos provenientes desde la izquierda –ya analizados en el
primer capítulo– concuerdan en llamar a aquella jornada La Batalla del 20, imprimiendo sobre ella
un tinte épico que se conjuga con una caracterización de las manifestaciones en tanto Insurrección
en contra de la opresión del sistema93. No es este el sentido al que aludimos cuando nos referimos
a los acontecimientos, puesto que desde estas lecturas se enfatiza en el componente contestatario
–y por lo tanto negativo– de ambas jornadas.
Tratamos entonces de recuperar el rol fundamentalmente político que ocupa el espacio público en
las manifestaciones, puesto que en tanto espacio físico, pero también en tanto dinámica, es el
marco que contiene la libertad de acción y de discurso. Es por ello que la presencia en este espacio
es de suma importancia, ya que, tal como sostiene Tassin, mientras permanezcan allí, los
protagonistas de las manifestaciones detentan un poder, que no sólo pone en cuestión al
dispositivo institucional sino también que erige una comunidad de actores y al mismo tiempo
construye el espacio público en el cual actúa. En palabras de Arendt, desde este momento, “ya no
son hombres aislados, sino que, vistos desde afuera constituyen un poder cuyas acciones sirven de
ejemplo y cuyas palabras son escuchadas” (1999: 105).
Tal como sostuvimos en el capítulo dos, la acción debe estar acompañada de un discurso que la
haga inteligible y que, al mismo tiempo, revele a su actor protagonista. Sin embargo, el discurso
que se abre paso en las manifestaciones de diciembre no responde a la manera en que
92
Aquí las diversas noticias y estudios marcan la importancia de SIMECA (Sindicatos Independiente de
Mensajeros y Cadetes) que, durante las cuatro horas que duraron los enfrentamientos, las motocicletas
auxiliaron a los heridos trasladando a las personas baleadas y golpeadas hasta las ambulancias cercanas a la
plaza. Dos de los motociclistas serían asesinados por la policía en medio del operativo represivo. Los
motoqueros de SIMECA fueron luego de ambas jornadas de protesta de alguna manera “idealizados” por los
distintos medios: “Allí se concentraba medio centenar de motoqueros con sus motos rugiendo, como
hermosos ángeles del Infierno” (Página 12, 21/12/01); “Ese día los motoqueros fueron una especie de
ángeles rugientes” (La Nación, 22/12/01); “Ayer fueron la montada del pueblo” (Indymedia, 21/12/01).
93
Recordemos el tratamiento que hemos realizado en nuestro primer capítulo, sobre la lectura que realizan
el Colectivo Situaciones (2002) y Altamira (2002) respecto de ambas jornadas de protesta. Allí se pone el
acento en su rasgo contestatario y destituyente que se despliega en forma de lucha ante el régimen político
y económico. (Ver Capítulo I, Apartado: La manifestación política).
102
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
tradicionalmente se ha pensado el discurso político,94 pero no por ello deja de ser político. Las
palabras en el 19 y 20 toman la forma de consignas que, a primera vista desconectadas entre sí,
trazan un horizonte de sentido que va más allá de la mera literalidad. En efecto, pensar el discurso
de ambas jornadas exige, no sólo considerar la consigna Que se vayan todos, que no quede ni uno
sólo, sino también vincular su enunciación con otras que sonaron simultáneamente. Porque junto
al Que se vayan todos, se escuchó No al Estado de Sitio; Argentina-Argentina; A dónde está que no
se ve, esa gloriosa CGT; Sin radicales, sin peronistas, vamos a vivir mejor; Salta, salta, salta,
pequeña langosta, De la Rúa y Ménem son la misma bosta, combinadas con la entonación del
himno nacional argentino.
Sin embargo, la consigna Que se vayan todos, que no quede ni uno solo es quizá la más resonante
de las jornadas decembrinas. En consecuencia, ha sido objeto de numerosas interpretaciones que
se mantienen ligadas a la literalidad de su enunciación, e incluso, desde la perspectiva propuesta
por el Colectivo Situaciones –ya vista en el capítulo uno– se acota el análisis al acto de producción
de un enunciado en sí, al considerar que “las palabras no significaban, sólo sonaban. Expresaban
los recursos acústicos de quienes allí estaban *…+” (2002: 34).
En efecto, entender literalmente la consigna implica inmediatamente sancionar su fracaso, ya sea
porque su insuficiencia pasa por su carácter plenamente negativo, o bien por excesiva o imposible.
Retomemos brevemente, a modo de ejemplo, algunos de los estudios que hemos analizado en el
primer capítulo. Por su parte, Svampa (2006) sostiene que la consigna Que se vayan todos
contiene grandes limitaciones, dado que expresa un componente puramente destituyente, a partir
del cual no se articularon proyectos alternativos que enfrentaran al régimen que estaba en crisis.
Asimismo, desde una perspectiva teóricamente opuesta, las reflexiones de Mocca (2002b)
también sostienen el carácter destituyente de esta consigna al sancionar que su realización tendría
como resultado la desaparición de la política en otros órdenes de la sociedad.
94
Nos referimos aquí a la idea de discurso político, en tanto que este es enunciado por los líderes políticos.
En La palabra adversativa (1987), Eliseo Verón busca construir una tipología de los discursos sociales,
determinando cuáles son las características propias del discurso político. Estas herramientas analíticas son
puestas en funcionamiento, entre otros, en su estudio en colaboración con Silvia Sigal Perón o Muerte
(2003) en donde plantean cómo los actores políticos, a través de los enunciados, buscan la legitimidad de la
empresa política de la que forman parte y con la cual se identifican.
103
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Así, los análisis desde estos enfoques abonan a la idea de que, al fin de cuentas no se fue nadie,
puesto que “si es pensada como posible guía de acción su inconsistencia se vuelve evidente”
(Fernández, 2006: 39).
Frente a esto, si tomamos por objeto el acto de enunciación, es decir en términos de Émile
Benveniste si junto con la enunciación “consideramos sucesivamente el acto mismo, las
situaciones donde se realiza *y+ los instrumentos que la consuman” (1997: 84), advertimos que
este juega un papel clave e ineludible a la hora de entender qué pusieron en juego los actores
protagonistas de las manifestaciones. Porque, como sostiene Scillamá
a través de la genérica facultad del lenguaje, los hombres nos dicen que son cuerpos
capaces de actuar, que son animales políticos, pero nos muestran también de algún
modo su historia, haciendo que el significado del evento del habla exceda por mucho
el hecho –genérico, físico– de hablar (2007: 339).
Así, nuestro análisis del discurso articulado en el 19 y 20, busca dar cuenta de la sucesión de dos
términos: el primero de ellos refiere, justamente, al acto mismo de enunciación. En otras palabras,
el acento está puesto en el momento en el cual los protagonistas enuncian las consignas. A partir
de allí, en un segundo término, podemos pensar en lo que efectivamente dijeron en ese discurso.
De este modo, nuestras reflexiones parten de la noción de performatividad del lenguaje, que
remite a la capacidad inherente a toda enunciación pública de redefinir las reglas que constituyen
el campo simbólico dentro del cual se produce y se reconoce. Entendemos entonces, junto con
Arendt, que a través de la palabra hablada los actores se revelan, anunciando lo que hacen, han
hecho e intentan hacer. Así, las consignas forman parte del reconocimiento y de la revelación que
los actores experimentan a través de la experiencia del estar juntos.
Aquello que nos interesa sostener aquí, es que se haya dicho Que se vayan todos, que no quede ni
uno solo forma parte de la afirmación de un actor colectivo que surge como producto de la
manifestación. Lo que se performa entonces, o se actúa a través de la frase, es la aparición de esta
comunidad de actores a la luz de lo público. Tal como sostiene Pérez, el lenguaje en tanto acción
“escapa a la pura referencia para revelar una relación entre hombres que hablan unos entre y para
otros *…+” (2005: 322).
De tal modo, podemos sostener que la potencia del Que se vayan todos, que no quede ni uno sólo
no estriba ya, en su literalidad explicita, sino en la afirmación de una comunidad de actores que
104
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
erige con ella un nuevo espacio público en donde la libertad es posible. En efecto, al dar cuenta un
actor instituido en el momento en el que enuncia su discurso, es posible abordar el segundo
término que hemos expuesto, es decir analizar qué dijeron en esas consignas. En este sentido,
pensar más allá de las textuales palabras que se enunciaron, significa no mantenerse ligado a la
idea del que se vayan todos sino reflexionar acerca de los actores que lo pronunciaron.
Nuevamente, proponemos distanciarnos de las lecturas que vislumbran el sentido de las
manifestaciones en tanto oposición a determinado orden institucional –ya sea en contra de los
partidos políticos, la clase política o los sindicatos– para pensar en una manifestación política que
expone la tensión entre el Orden y el Conflicto.
Es justamente allí enmarcada en esa tensión, en donde la consigna Que se vayan todos, que no
quede ni uno sólo adquiere un significado político. Es posible interpretarla, entonces, como la
afirmación de la aparición de una comunidad de actores que sanciona: no necesitamos que nadie
actúe en nuestro nombre, estamos acá, váyanse todos porque estamos acá. En consecuencia, se
responde inmediatamente al interrogante que múltiples estudios plantean al considerar la
consigna: si se van todos, entonces ¿quién va a venir? ¿quién va a quedar?. Porque, al menos
durante las jornadas del 19 y 20, es posible sostener que se fueron todos, y lo que quedó fue la
manifestación de una comunidad de actores en la calle, manifestación de su existencia política que
erige y ocupa el espacio público en donde aparece.
Luego podrán volver los partidos políticos, la clase política o los mecanismos de representación del
sistema, pero ya nunca como antes de la manifestación de este actor colectivo. En este sentido, tal
como sostienen Rinesi y Vommaro
no es menos cierto que algunos (y algunos que no carecen de importancia) sí se
fueron, que la insinuación de un curso reformista en el contexto de una plena
continuidad institucional no es poca cosa, que después de diciembre de 2001 muchos
de los temas que entonces se ventilaron han ingresado definitivamente en la agenda
política nacional y no pueden ser desconsiderados por ningún gobierno que aspire a
representar los sentimientos mayoritarios de la ciudadanía, y sobre todo que el
aprendizaje democrático realizado por esa ciudadanía y por sus gobernantes durante
esos meses de tan intensa actividad no tiene marcha atrás y configura una garantía
democrática fundamental hacia el futuro (2007: 454-455. Itálicas de original).
105
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
El discurso de diciembre a la vez, interpela a los actores y les propone el desafío de inventar
nuevos sentidos e inaugurar nuevas formas de acción. En términos de Fernández la trascendencia
de la consigna se encuentra
justamente en el vacío que deja cuando reclama aquello que no es posible. Vacío de
sentido que desde sus errancias necesarias y –a partir de las latencias que provoca–
demanda un desafío colectivo; la ineludible invención de lo por-venir. *…+ Podría
decirse que es una consigna que, desde sus significancias vacías desafía, provoca a la
dimensión instituyente de la imaginación colectiva *…+ (2006: 40). 95
Sin embargo, tal como venimos sosteniendo, este discurso no sólo enfrentó a los actores al desafío
de lo por-venir sino que también los situó en una historia. Porque junto al Que se vayan todos, que
no quede ni uno sólo se pronunciaron otras consignas que refieren a lo que Grimson llama “las
sedimentaciones de la configuración de la cultura política Argentina” (2013: 33). Estas, “arrojan
sedimentos constitutivos de los modos de imaginación política, de la institución de los campos de
posibilidad y de las formas de identificación” (Ibíd.).
En esta clave entendemos las frases que se escucharon el día 20 pasado el mediodía: Salta, salta
salta, pequeña langosta, De la Rúa y Ménem son la misma bosta; Sin radicales, sin peronistas
vamos a vivir mejor; A dónde está que no se ve, esa gloriosa CGT. Estas consignas que los actores
articularon de manera más o menos consciente muestran así, la complicidad entre un pasado y un
presente y nos lleva a pensar nuevamente en la idea de trama. Puesto que el sentido contenido en
el discurso del 19 y 20 no radica únicamente en la inmediatez del aquí y ahora plasmado en el Que
se vayan todos, que no quede ni uno sólo. Es necesario pensar la acción y el discurso de las
manifestaciones que, en tanto acontecimiento, recuperan y producen una trama, porque
al tiempo que mira a la desidentificación del presente con el relato dominante sobre
su pasado, la acción política nutrida del recuerdo supone un reconocimiento que no
prescinde de los modos en que la tradición ha operado y opera en la construcción de
identidades políticas (Scillamá, 2007: 34)
95
En su análisis Ana María Fernández hace uso de la categoría de significante vacío propuesta por Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia socialista quienes consideran que el discurso no es “una
entidad meramente `cognositiva´ o `contemplativa´; es una práctica articulatoria que constituye y organiza a
las relaciones sociales” (2004: 133. Itálicas de original). En este sentido, el punto nodal o significante vacío
funciona como un centro a partir del cual se articulan los distintos elementos y se construye así, el sentido –
al menos parcial– del discurso.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En este sentido, tal como abordamos en el capítulo dos, Arendt sostiene que los hombres viven en
el intervalo entre pasado y futuro, y es en esa brecha en donde se define su postura frente a
ambos. Aquello que vislumbra, entonces, el conjunto de las consignas enunciadas en las
manifestaciones es una particular postura frente a un pasado en común del que los actores se
distancian. En efecto, solamente en este registro de la tradición y la memoria se produce el
reconocimiento de quienes somos y consecuentemente, hacia donde nos dirigimos.
Frente a esto, quisiéramos abordar una última cuestión que refiere al carácter político del discurso
de diciembre. Éste no proviene de los tradicionales enunciadores políticos, aquellos que tenían
autorizada la palabra96, sino que las consignas desplegadas en diciembre constituyen una puesta
en escena de la opacidad constitutiva de lo social. A decir de Pérez este discurso,
no resulta ya una discusión entre interlocutores constituidos sino una interpelación
que pone en juego la propia situación de interlocución. La discusión no se enfoca
sobre lo que se hace sino sobre la autoridad que habilita la toma de la palabra, es
decir, lo que está en juego es la propia fisonomía de la comunidad, la cuenta de sus
partes (2005: 337).
Así, permítasenos insistir una vez más, el sentido político de la acción y del discurso desplegados
en diciembre, solo puede entenderse si recuperamos la centralidad que asume el espacio público.
En tanto espacio de visibilidad, es el lugar en el cual los hombres aparecen y pueden ser vistos y
oídos, revelando así, su condición de actores. A través de la publicidad propia de esta esfera, se
crea un espacio en medio de, que pone en relación a los actores sin intermediarios. Tras esta
relevancia, radica la paradoja marcada por Tassin acerca de la interacción entre un espacio público
políticamente garantizado y las acciones que lo reactivan y lo modulan constantemente. Tal como
sostiene Arendt, “ninguna civilización hubiera sido posible sin un marco de estabilidad, para
facilitar el fluir del cambio” (1999: 103).
Tal como venimos afirmando, esta noción de espacio público, no solo remite a un lugar físico en
donde los actores aparecen, sino también es una lógica y una dinámica propia de una comunidad
política cuyo rasgo esencial es la contingencia de su constitución. En otras palabras, los actores de
las manifestaciones de diciembre, no sólo aparecieron en las plazas como espacio público
96
Al respecto Rinesi y Vommaro sostienen que representantes electos por la ciudadanía, son aquellos
autorizados a “articular una palabra política capaz de ordenar el espacio de las discusiones, y de los debates”
(2007: 437).
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
existente, sino que también erigieron con su acción un nuevo espacio que surge del encuentro de
los hombres bajo un contexto plural.
No obstante, este espacio instituido no es una esfera comunitaria y unificadora, al contrario, debe
ser percibida como
lugar de tensiones y contradicciones, de conflictos y de choques, porque es el lugar en
el que se producen los actores emancipándose de sus identidades sociales y
culturales, de su pertenencia grupal o comunitaria, de sus orientaciones y de aquello
que les ha sido signado y fijado por ley. Lugar pues, de manifestaciones y protestas
que desconfiguran y reconfiguran la planificación establecida, redistribuyen los
puestos y los roles, descomponen y recomponen las relaciones sociales bajo el
régimen conflictivo de una visibilidad compartida pero siempre disputada (Tassin,
2010: 10).
Esta dimensión fenoménica de la acción política y del espacio público, invita a volver a pensar
sobre el sentido político de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Puesto que, es posible
sostener junto con Arendt, Tassin y Lefort, que ambas fueron manifestaciones profundamente
políticas ya que expresaron desde el primer momento, el conflicto abierto con el dispositivo
institucional por la libertad contenida en la acción y el discurso. Compréndase bien, aquello que
buscamos marcar aquí es que en la forma siempre incompleta de la sociedad es en donde se abre
paso lo político. Las manifestaciones de diciembre en tanto de acción, irrumpen en la ya existente
trama de relaciones humanas y crean la novedad de la presencia de los cuerpos a la luz de lo
público.
De esta manera entendidas, las jornadas decembrinas no representan únicamente una dinámica
de oposición entre las protestas y el dispositivo institucional, sino que aquello que develan es la
profunda interrelación que se entabla entre el Orden y el Conflicto. Tal como sostiene Scillamá la
política no debe ser pensada “ni `desde abajo´ ni `desde arriba´, sino como el médium en donde
ambas instancias se cruzan disolviendo sus límites” (2007: 343).
Efectivamente, las manifestaciones de diciembre son políticas, toda vez que expresan la tensión
constitutiva entre el Orden y el Conflicto. Ambos se encuentran en un enfrentamiento en un
choque entre dos lógicas. La acción en conjunto desplegada por los actores que aparecen a la luz
de lo público, es a su vez una acción política ya que su telón de fondo es la disputa por la libertad –
de acción y discurso- cercenada desde el primer momento por la declaración del Estado de Sitio.
Esta medida, significó la suspensión del Orden y la apertura del Conflicto con éste. Allí es donde
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reside exactamente la política: en el conjunto de actividades desarrolladas en ese espacio de
tensión que se abre entre las grietas de todo orden.
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Palabras Finales
En el último apartado del capítulo anterior, hemos desarrollado nuestro análisis de las
manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001, el cual, constituye el punto de llegada del
recorrido que nos planteamos a lo largo de nuestra tesis. De esta manera, ya expusimos los
argumentos que sostienen nuestro distanciamiento de los diversos estudios que analizan ambas
jornadas y asimismo, sustentamos la clave de lectura propuesta. Permítasenos repasar, en estas
páginas finales, los puntos salientes de cada capítulo y la estrecha relación que poseen,
enfatizando así, lo más relevante de los argumentos que hemos presentado.
En efecto, en el primer capítulo llevamos a cabo un estudio del conjunto de las primeras
publicaciones que han abordado las manifestaciones de diciembre. Allí consideramos, los
enfoques provenientes de distintos ámbitos y campos disciplinares, teniendo como resultado un
corpus de estudios teórica y conceptualmente heterogéneo. Así, buscamos dar cuenta de la vasta
diversidad de perspectivas de análisis que se han articulado al calor de los acontecimientos. Este
primer capítulo funciona, entonces, a modo de un estado de la cuestión que arroja un mapa de
interpretaciones en donde situar nuestro trabajo. Con el objetivo de asir el multiforme conjunto
de publicaciones, planteamos un ordenamiento que atraviesa transversalmente los límites
impuestos por los campos disciplinares, las orientaciones políticas y más aún, las maneras en que
se ha nombrado al 19 y 20.
En función de ello y del objetivo de nuestra tesis, propusimos analizar los diversos enfoques a
partir de la cualificación que han otorgado a las manifestaciones en términos de políticas o
antipolíticas. Apoyándonos en las reflexiones de Arendt y Ricoeur enfatizamos en la dimensión
configurativa de toda narración que dota a la contingencia de los sucesos de una trama que devela
su significado. Así, desde esta perspectiva otorgamos relevancia a los supuestos sobre los cuales
los análisis se erigen, para deconstruir a partir de allí, la noción de política que se articula tras la
caracterización de política o de antipolítica de ambas jornadas. Llegando a la conclusión de este
capítulo, atenuamos los límites que contienen tales términos –en primera instancia
contrapuestos– cuando afirmamos la existencia de ciertos puntos de contacto, en los que el
conjunto de las publicaciones converge. El primero de ellos, refiere a la centralidad otorgada a las
instituciones, puesto que las diversas lecturas analizan a las manifestaciones a través de ellas. Es
decir, tal como sostuvimos, la cualidad política o de antipolítica de ambas jornadas reside en su
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
carácter contestatario, destituyente, impugnador del orden que asumen las manifestaciones. En
efecto, retomando las conceptualizaciones de Lefort, la existencia misma de lo político gira en
tono a la destitución o no de la política. La segunda cuestión, alude a la exigencia que los diversos
estudios imponen sobre los actores de las manifestaciones, respecto del desarrollo de identidades,
intensiones y planes estratégicos de acción que deben ser cumplidos por medio de su acción en el
espacio público. Al afirmar la existencia de un actor político preexistente a su aparición en la esfera
pública, se hace necesario que las manifestaciones den como resultado la construcción de un
nuevo régimen político, o bien, la reforma de sus elementos más cuestionados. En consecuencia,
todos los análisis confluyen en un último punto de contacto, al sostener que frente a la
recuperación del sistema representativo, llevado a cabo con la presidencia interina de Eduardo
Duhalde y luego, por la asunción de Néstor Kirchner en 2003, las manifestaciones de diciembre
finalmente fracasaron.
Llegados a este punto, afirmamos junto con Arendt, que tras estas demandas se sostienen
supuestos a los que la pensadora llama prejuicios contra la política. Así, los intentos de
comprensión de los acontecimientos políticos por medio de tales prejuicios, los aleja de la
posibilidad de pensarlos políticamente. Esta cuestión dio inicio a nuestro segundo capítulo, en
dónde desarrollamos el modo en que tales prejuicios aparecen tras los análisis del 19 y 20 de
Diciembre de 2001. A partir de allí, buscamos responder a tales supuestos, mediante una teoría
que permita comprender el sentido político de las manifestaciones de diciembre, concibiéndolo
más allá del éxito o fracaso de los supuestos objetivos de sus actores respecto del impacto
institucional y de su propio devenir en el tiempo. En esta dirección es que recuperamos las
reflexiones de Arendt, presentando los principales argumentos de su noción de política: la
centralidad que adquiere el espacio público, y la acción y el discurso que allí se despliegan.
Asimismo, optamos por poner el acento en una aproximación fenomenológica de esta idea de
política, retomando para ello, la lectura que propone Etienne Tassin, en su noción de
manifestación, en donde recupera dos dimensiones cruciales: el actuar colectivo, por un lado, y la
visibilidad característica del espacio público, por otro. Finalmente, abordamos la naturaleza de
este dicho espacio, ayudándonos de ciertas teorizaciones de Claude Lefort, quien pone el énfasis
en su dimensión conflictual.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Dado que insistimos desde el inicio de este trabajo, en la relevancia que adquieren los supuestos
sobre los cuales se erigen los análisis o narraciones de los acontecimientos, consideramos
insoslayable presentar los conceptos mediante los cuales construimos nuestro propio relato de las
manifestaciones de diciembre. Y más aún, como sostienen Eduardo Rinesi y Gabriel Nardacchione
porque ambas jornadas no pueden ser pensadas apenas como
la debacle de un gobierno o de un cierto proyecto político, sino que implicaba
también, o arrastraba, o debía arrastrar, *…+ la correlativa debacle de un cierto modo
de conceptualizarse la vida política, e incluso, la naturaleza misma de la política, que
nos parecía que había entrado en crisis. La debacle, digamos así, de un cierto aparato
conceptual, de un cierto dispositivo categorial, de un cierto `paradigma´ teórico *…+
(2007: 9-10).
A razón de ello, las páginas dedicadas en esta tesis al desarrollo del marco teórico responden a la
importancia de la capacidad interpretativa de una teoría que nos arroja nuevas claves de lectura,
para destilar de allí, conceptos que contribuyan a una comprensión política de los
acontecimientos.
Así, en el último capítulo pusimos en funcionamiento dichos conceptos con el objetivo de pensar
en el sentido político de una manifestación que en tanto acontecimiento, es constitutivamente
fugaz e irrepetible. Mostrando, que la declaración del Estado de Sitio es el acontecimiento clave
que da inicio a las manifestaciones, y que a la vez, permite afirmar su naturaleza política. Puesto
que, la clausura simbólica y efectiva de la esfera pública, atentó contra la libertad de los hombres,
es decir, su capacidad de aparecer a la luz de lo público, ante otros –iguales pero distintos– y así,
existir políticamente. De esta manera, la transformación de los espectadores en actores se da en el
momento en el cual los cuerpos aparecen en la esfera pública abriendo una disputa con el
dispositivo institucional, por la libertad contenida en la acción y el discurso.
Aquello que recuperamos una y otra vez a lo largo de estas páginas, es la importancia insoslayable
de la presencia de los cuerpos en Plaza de Mayo y Plaza del Congreso. Es decir, lo trascendental es
que hay acción a pesar de la clausura institucional impuesta por el Estado de Sitio. Y tales acciones
estuvieron acompañadas por un discurso que las hace inteligibles y que revela al mismo tiempo a
su actor. Es allí, en su aparición a la luz de lo público en donde los actores se erigen a sí mismos en
una comunidad, a la vez que construyen y dotan de sentido el espacio en dónde actúan.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
En efecto, el sentido político de las manifestaciones de diciembre radica en el conflicto abierto con
las instituciones representativas por la libertad. En términos de Lefort, el 19 y 20 pone en escena
la contingencia de la propia constitución de la sociedad, al develar la profunda interrelación entre
el Orden y el Conflicto. Es allí, en donde la política se hace posible, en el momento en el cual las
acciones irrumpen en el espacio público y se cruzan con las instituciones.
Y esto resulta sumamente significativo, más allá del devenir sus actores y su impacto institucional.
Tal como sostienen Rinesi y Vommaro la gente que salió a la calle,
se emancipó, al menos parcialmente, de esas otras voces que hablaban en su
nombre, y logró construir una vasta y heterogénea serie de espacios de movilización,
de expresión y participación en los que se reveló la disposición de los más diferentes
actores sociales y políticos *…+ a tomar los asuntos públicos en sus manos. Y esto
constituye un cambio decisivo más allá de la suerte que corrieron las distintas
asambleas barriales, foros y asociaciones creadas al calor de los acontecimientos de
diciembre de 2001 y los meses que siguieron (2007: 455-456. Itálicas del original).
Permítasenos insistir por última vez, el sentido de las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de
2001 es político positivamente porque en ellas se instituye una nueva comunidad de actores, que
abre un nuevo espacio público, en el cual disputan a las instituciones la libertad contenida en su
acción y su discurso, en definitiva, pone en escena la existencia misma de la política. En este
sentido, es por demás significativa la aparición de los cuerpos a la luz de lo público y la ocupación
de este espacio conflictivo y plural en donde se manifiesta un actor colectivo y múltiple a través de
sus acciones y su discurso. Y esto relevante, más allá del “éxito” parcial, frágil, paradójico o más
aún, entendido como “fracaso” de los supuestos objetivos de las manifestaciones, del impacto
institucional y del devenir de sus actores.
A dicha cuestión quisimos aludir con el título de esta tesis, en efecto, pensar el 19 y 20 en tanto
Crisis significa abordarlo desde una noción de política que concibe al conflicto en tanto
cuestionamiento o impugnación de un determinado orden. Lejos de ello, propusimos volver a
pensar en las manifestaciones de diciembre ubicados en ese punto de cruce, entre el dispositivo
institucional y las prácticas que continuamente lo reconfiguran y lo modulan. Así, la crisis ya no
remite solo al agotamiento de un determinado orden, sino que se presenta como una oportunidad
que posibilita la irrupción de la política.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Ahora bien, tal como mencionamos en la introducción, esta tesis es también una apertura a
nuevos interrogantes que esperamos continuar en investigaciones venideras. En este sentido,
habiendo ya dado cuenta de la potencialidad política contenida en las manifestaciones del 19 y 20
en tanto acontecimiento, esencialmente frágil, fugaz e irrepetible, creemos necesario ampliar el
análisis del fenómeno considerando no sólo las manifestaciones, sino también la coyuntura
política abierta a partir de tales acontecimientos hasta la nueva configuración política inaugurada
en mayo de 2003 con la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia. En efecto, recuperando por
última vez las reflexiones de Arendt, la fragilidad propia del espacio público que se erige en el
encuentro de los hombres por medio de su acción y su discurso, será superada con la construcción
de un espacio político concreto que sobreviva en adelante y permita a los libres e iguales
encontrarse siempre.
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Fuentes
Prensa gráfica
La Nación
Clarín
Página 12
Indymedia (On-line)
Desde el 14 al 23 de diciembre de 2001
Audiovisual:
Televisón
Fragmentos de coberturas televisivas encontrados On-Line
Móvil de Todo Noticias en Plaza de Mayo el 19/12/01 desde las 11.50 de la noche hasta las 2 de la
mañana. En youtube: https://www.youtube.com/watch?v=uYFXcx153ro
Móvil de Todo Noticias en Plaza de Mayo y Casa Rosada el 20/12/01 en la renuncia de De la Rúa en
Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=ljLWmguC-8Y
Móvil de Canal 13 en Plaza del Congreso, Plaza de Mayo, Obelisco el 20/12/01. En Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=8hwhUiqCprU
Imágenes de Telefé en las inmediaciones de Plaza de Mayo, el 19/12/01 en Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=uYFXcx153ro
Radios
Fragmentos de Radio Nacional.
19/12/01
Crónica de la intersección de las calles Corrientes y Cerrito
Audio del discurso presidencial que declara el Estado de Sitio.
20/12/01
125
La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Crónica de represión y destrozos en el Obelisco.
Noticia de Renuncia de De la Rúa desde la Casa Rosada.
Crónica de la represión a las Madres de Plaza de Mayo
Fragmentos de Radio Mitre
19/12/01
Declaraciones de De la Rúa respecto de la asistencia a provincias del Interior
Declaraciones de De la Sota (Gobernador de Córdoba) respecto de la rebelión fiscal.
Declaraciones de Lamberto (Diputado) por el Recorte en el presupuesto.
20/12/01
Declaraciones de Jaunarena (Ministro de Defensa) respecto de la renuncia de De la Rúa.
Entrevista a Marcelo Lezcano (Economista) para crear un comité de crisis.
Entrevista a Hugo Miguens (Presidente de la Cámara Argentina de Distribuidoras Mayoristas)
respecto de los saqueos.
Entrevista a Anibal Ibarra (Jefe de Gobierno) por la renuncia de De la Rúa.
Películas documentales
19 y 20 de diciembre de 2001 (2011) Dirigido por Carlos Echeverría, T.V pública: 140 minutos.
2001: relatos en primera persona (2011) TV pública: 58 minutos.
Argentina Latente (2007) Dirigida por Fernando Pino Solanas: 100 minutos.
Argentina, Colapso 2001 (2011) Discovery Channel: 40 minutos.
Argentinazo (2002) El Ojo Obrero: 19 minutos.
Diciembre Sangriento (2002) Dirigido por Alejandro Marín: 48 minutos.
Estampas de la Crisis (2005) Dirigida por Alberto Cirigliano, Universidad Nacional de Cuy: 37
minutos.
Gustavo Benedetto, presente. (2002) Avi Lewis: 45 minutos.
La dignidad de los nadies (2005) Dirigida por Fernando Pino Solanas: 120 minutos.
Las Madres (2002) Grupo de Cine Insurgente: 37 minutos.
Memoria del Saqueo (2003) Dirigida por Fernando Pino Solanas: 120 minutos.
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La Crisis en crisis: el surgimiento de lo Político en las manifestaciones del 19 y 20 de Diciembre de 2001
Motoqueros, 20 de diciembre de 2001 (2011) dirigida por Pablo Torello, Centro de Producción
Audiovisual, Universidad Nacional de la Plata: 52 minutos.
Nadie se fue (2008) por Sur-le-Champ: 97 minutos.
Por un nuevo cine un nuevo país (2001) dirigido por Fernando Krichmar, Myriam Angueira, ADOC:
30 minutos.
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