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99
en. el nuevo teatro 4iie lleva
su nombre.
Un nuevo teatro en Madrid. Y con un
nombre que es belleza y justicia: el d
M Fígaro*, el del escritor muerto trágicamente de un pistoletazo en la tarde, aquella del 13 de Febrero de 2837. La idea de
llamar de ese modo al nuevo teatro con
que cuenta Madrid la dieron los ilustres
hermanos Alrarez Quintero. La Empresa
eed*ó gentilmente la función inaugural a
¡a Asociación de la Prensa, cuya Junta
directiva organizó un bello programa de
recuerdo y homenaje a «Fígaro». En ese
programa estaban unidos los nombres
ilustres y populares de. Eugenia Zúffoli,
Lolita Astolfi, Fernández-FIórez, los
Quintero, Ardavin, Vives, HemándezCatá, Hipólito Lázaro, Romero, Fernández Shaw, Guerrero, Bonafé... Todos pusieron su mejor entusiasmo en la labor
de evocar la época y la figura interesantísimas del gran escritor que da nombre al
nuevo teatro.
P
ÍOABO» ha despM^ado de su sueño de casi un siglo y ha enifrendido el camino hacia Madrid.
No es el mismo camino que en aquella tarde de
Felwero de 1837 siguió él hacia el cementerio de Fuencarral. Otro el camino, otro el paisaje. Todavia las
cúpulas de Madrid agujerean el cielo. Pero junto a
ellas, junto a las espadañas y los campanarios, hay
ya otras torres, otros penachos de extraña traza. Ftgaro vuelve, lentamente, a Madrid, como un fantasma entre el vértigo gris de la ciudad. Rostro lampiño,
corbata de plastrón, levita. Con un paso sonámbulo,
empujado por un subconsciente de imperativa fuerza,
Larra atraviesa las calles de Madrid y llega hasta
el teatro que tiene desde ahora su nombre. Entra.
El escenario. Larra se ve, de pronto, ante una desInmbradcH-a huc extraña, entre on |»'odigio de sedas
y terciopelos. Frente al escritor, en la sala, hombres
y mujeres de hoy. Nuevos trajes, nuevos peinados,
nuevas modas. Fígaro, entre esos hombres y esas mujeres de cuya vida le separa un siglo, es cada vez más
fantasma. Su mirada se tiende con lentitud per la
sala, por el escenario. Y todo ante sus ojos va quedando envuelto en una niebla, va transfcrmándcse, siendo cada vez más quimérico, más irreal. La realidad se
marcha, se borra entre nubes de misterio. Y en la
nueva gracia decorativa del teatro. Larra encuentra
una emoción lejana de estampa antigua. Se han apagado todas las luces, vencidas por les quinqués y los
velones que dan a la sala una Maridad del diecinueve.
SolM'e los trajes de hoy, las viejas indumentarias románticas. El teatro es ya aquel lejano Teatro del Príncipe, que vio el estreno de su Macias. La decoración
ha cambiado totalmente. Fígaro está ante su tiempo. Y empieza a recordar. Y vive la emoción de su
últim} día en Madrid, que fué su último día en la
vida...
El día de inviwno es claro y frío. Lunes de Carnaval en Madrid. Fígaro está acostado aún cuando el
criado le pasa una carta. EH corazón le da ese salto
de los m>ment38 que pueden ser definitivos. Carta
de D>Iores. C<»rta diciéndole q^ue aquella tarde irá a
verle...
Se levanta Larra y escribe unas líneas de respuesta
allí mismo, en la alcoba. «He recibido tu carta. Gracias, gracias por todo. Me parece que si piensan ustedes venir, tu amiga y tú, esta noche, hablariamos, y
acaso seria posible convenirnos. En este momento no
sé qoé hacer. Estoy aburrido, y no puedo resistir a la
calumnia y a la infamia. Tuyo.»
Entrega la carta a quien ha traído la de Dolores.
Luego comienza a pasear nerviosamente por la casa.
Entra en su euarto de trabajo. Habitación con estera
de junco, con cortin.» blancas, con mesas y sillas de
caoba, con sillón de brazos, con velador para el servicio de té, con chimenea, con quinqué, con floreros.
Mira tras Ijs cristales del balcón la calle desierta y
silenciosa de Santa Clara. Torna a pasear. Teda la
dulzura y todi la amirgjra de \\ espera—angustiosa,
lenta—del amor. Lura encuentra que hay algo seco
y frió en su casa. Manda arrutar todo, ^ ü l o nuevo
en los muebles, fie res nuevas en ios búcarrs.
Esa mañana de Febrero Fígaro se atiende personalmente más que ningún otro día. Sus veintiocho añcs
son más pueriles, están más emocionados que nunca.
Las horas tienen un ritmo lentísimo. Mediodía. Larra
come poco, de prisa. Apenas Adela, su hija, logra
atenuar unos momentos aquel estado .esjúrítual de
inquietud.
No sabe qué hacer; no sabe cómo apuñalar a las
horas para que mueran pronto. Sale a la calle. Todo
el gríterio, toda la alegría estridente y multicolor del
Un momento de la obra de los Quintero titulada «El nombre de un teatro, .^n,,
inaugural del nuCTO Teatro Fígaro, función celebrada el miércoles úmm"«i h c ^ . ^ » , / . ? ' * ^ " ' ' • ^ ' - - ' - de la Asociación de la PreSu ^'*"*°''^ "' «ran escritor y a beneficio
En el medaUón de primer término: Un retrato de Mariano José de Urra, litooraíía de Paim„«iV R - I" « .
.7 7 .
fondo, y de izquierda a derecha: Juan Bonafé, Serafín AlTarez Q^itto^EtiS^ztaM^^nKui?^'^^^,
****
al terminar el ensayo general de . e nombie df ¿ r t « S ^ ^ ^ ^
" (Fot(.
Quintero,
VMa)
Carnaval en Madrid. Fígaro quiere separarse de aquel
vértigo de la multitud, buscar compañías entre las
que su corazón no se encuentre tan solo. Va a casa
de su editor, pasa por la Redacción del periódico en
que trabaja, charla con Mesonero Romanes.
Va luego a casa de su mujer. Ella encuentra a Larra contento, más contento que ningún ctro día. No
tardará en atardecer, y A escritor vuelve presuroso a
su casa de la calle de Santa Clara. Aun ha de esperar.
Las estancias están vestidas de fiesta.
Todas las mil frases menudas, todos Irs gestos y
todos los movimientos de la^ esperas por amor. Es ya
de noche cuando Delore» llega. Hay un más fuerte perfume en las rcsas, una más viva claridad en los velones. Empiezan a caer las palabras. Las palabras,
que no son dúo de amor, sino duelo de frialdad y de
súplica, de negativa y de esperanza.
Ella ha venido dispuesta a romper definitivamente.
Es inútil el ardiente ruego, mojado en lágrimas, de
Larra. Ella ha venido dispuesta a romper...
El se ve obligado a devolverle las cartas- los objetos que eran huella del amor ya muerto. Aun un último intento. Pero la losa de lo estéril, de lo imposible
cae de un moilo definitivo sobre el espíritu de Larra.
Dolores se marcha. El adiós de Fígaro es todavía
una interrogación, un deseo que no sTresiSia a S der lo que creía suyo. El adi¿L de ella, f r i ó T s ^ o ^
ya una paletada de muerte
^
*
Dolores se ha marchado. El minuto tremendo nesa
sobre el corazón de Larra. Nada en tomo s í y o s S S
bra y silencio Siente que una garra le ahogi e « S naza el alma. •Sm ella, sin su aior. me falte ¿iré oL
L T r * ' 7 a l l t í r - - - - r i ^ l i nc^hTde\"„'
estreno. Y a el le falta ahora aire que respirar Se
ahogo. Hay una pistola cercana. Fi^ro la ío^e U^
La detonación ha sonado poco. Ha podido oonfnndirse muy bien con el ruido de un m^ble que cíe.
Nadie entra. Después Adelita, su hija, lUga a darle
un beso como todas las noches. Fuera, l e j ^ , la fatiga del Carnaval la agonía de un día de estridencia
y de color U niña ve que su padre está tendido en el
suelo, junto a un revólver. Un sobresalto, un temblor
en el corazón y en los labios de la niña, que sale corriendo, llamando a alguien:
—¡Papá está debajo de la meaal...
JOSÉ MONTERO ALONSO
P a z en Marruecos*
£ 1 ¿eiteral Cal^anellas nos dice «lue l a
zawLB. de nuestro Protectorado está trait»
t i t i l a ; 4 a e a los moros se les respeta
en sns creencias y costumbres, y ^ne l o
del contrallando de armas es u n a f á b u l a
e
L interés nuestro—nos decía hace dos años el
entonces alto Comisario de España en Marruecos—3S que nadie se acuerde en la Península
de que existen los mores. Los trabajos de la paz son
menos ruidosos, más monótonos y menos estridentes
que los de la guerra; pero también tienen sus horas
heroicas y sus momentos de sacrificio.»
El nombre de Marruecos ha tenido siempre para
nosotros resonancias bélicas. Ha sido famihar a los
ojos españolís la estampa de la jeta de ladrillo del
rifeño asomada a las púas de las chumberas y durante
años y años parecía que la zona marroquí sólo nos servía para gastar el exceso de coraje de los más arriscados y el ahorro de los españoles. Llegó a decirse
--en verdad con cierta justicia—en las demasías verbales de los mítines que aquello constituía una «sangrienta pesadilla para España».
Después de los pasados sacrificios, ¡cómo no saborear con golosa delectación estas horas de paz! España tiene aún en carne viva las heridas de la guerra
marroquí, que el tópico periodístico denomino «sangrías». Y como el dolor hace a los hombres y a Ice pueblos desconfiados y suspicaces, cuando por el más leve
motivo se suscita el recuerdo de Marruecos, la sensibilidad pública se pone alerta, irguiéndose para otear
el otro lado del fetrecho.
La destitución del coronel Capaz—por divergencias
de criterio con el alto Comisario civil señor López *errer—ha colocado el tema marroquí en el primer plano de la actualidad. Capaz ha sido jefe de las Intervenciones en Marruecos, y es un caudillo mihtar de grandes méritos. Pero quizá en estas horas tranquilas sea
necesario frenar los bélicos impulsos para llevar a
cabo una labor fraterna, de cordialidad, de respeto y
de transigencia.
militares en Marruecos, general Cabanellas. El reportero ha visitado al prestigioso caudillo. Cabanellas
—cuyo rostro atezado por el aire y el sol africano» se
destaca en el boscaje niveo de su barba—ha luchado
con el reportero, que emplea las armas incruentas de
la persuasión.
—Yo no puedo hablar de estas cosas^—me dice—;
yo soy un subordinado que acata y cumple siempre,
como es su deber, las órdenes del Gobierno y del alto
Comisario...
—Se trata, mi general, simplemente de una pregunta...
Me ataja:
—Yo no puedo hacer declaraciones...
—No son precisamente declaraciones—insisto—.
Yo quería preguntarle a usted si los mores, con la República, tienen más libertad que tuvieren con la monarquía para el ejercicio de sus creencias religiosas;
si se les respeta en sus costumbres; si no se ejerce so
bre ellos coacción en ningún sentido...
—Se les respeta en todo—^me responde rápido el general—. Se les trata con benevolencia y con justicia, y
ellos pagan este proceder de España entregándose a
las labores pacíficas de sembrar sus tierras o a sus
menesteres industriales o comerciales. Aquello está
tranquilo.
EL FUSIL QUE PERDIÓ EL SOLDADO Y EL CAMIÓN CARGADO DE ASMAS QUE PASÓ POR ABBABCA
—[Y el contrabando de armas? La Prensa española ha insertado las referencias hechas a este propósito por un periodista francés.
—¡Bah! ¡Eso es una fábula—Y añade enérgico y
contundente: —¡ Mentira!
No hay nada de verdad en eso. El moro sabe que
no
puede tener armas, y no las tiene. De tal manera
«LOS MOBOS ESTÁN KNTEE0AD08 A LAS LABORES PACÍes cierto esto que le digo, que le voy a contar un heFICAS DE SEMBRAR SCS TIERRAS»
cho que pone de relieve cómo ha cambiado allá el esCoincidiendo con este hecho, ha llegado a Ma- píritu del indígena. Hace poco, en una de las frecuendrid—en paso rápido y fugaz—el jefe de las fuerzas tes marchas nocturnas que hacen nuestras tropas por
el campo moro, uno de los soldados dejó abandonado
el fusil en unas carrascas del monte, y a loe pocoe días
un moro; que se encontró el arma, dio aviso del hallazgo a las Intervenciones españolas.
El general Cabanellas apoya una mano en el filo
de la mesa, aprieta con la otra su fuerte barba, y
añade:
•—El origen de esa fábula del contrabando de armas
en nuestra zona fué la llegada de un camión conduciendo veinte fusiles Remington y unas cajas de municiones que estaban en nuestro consulado de Casablanca desde el 1920, fecha en que fué ocupada esa
ciudad.
Este camión cargado de estos pertrechos guerreros
iba conducido por un chofer que vestía traje de mecánico. Al pasar dicho camión por Arbabua, un paisano creyó que era contrabando de guerra. Y la noticia
fué de unos en otros tomando un desmesurado volumen, eonvirtiendo una cosa sin importancia en algo
peligroso para la tranquilidad de nuestra zona.
—Mi general, la reducción de loe cuadros de oficiales y de los efectivos de nuestras tropas, en caso de
un movimiento agresivo de las cabilas, ¿seria peligroeo?
—^Nada. Todo está previsto. Tenemos fuerzas suficientes. Y se irán reduciendo loe elementos indígenas.
—[La coincidencia de la llegada del residente francés, M. Saint, a Madrid con la estadía en la villa de las
altas autoridades españolas en Marruecos...?
El ilustre general Cabanellas sonríe, y me extiende
la mano en señal de despedida. La pregunta
se ha frustrado. Desde el fondo del pasillo,
al despedirme con el último saludo, el
general Cabanellas repite:
Aquello está tranquilo.
JULIO ROMANO
COMENZAR ,
LÁJOKNÁDA f
Si se comienza mal el día no habrá durante él ni satisfacciones ni
éxitos. Y no es posible comenzar
bien sin asegurar el disfrute de
una buena salud. Esto es lo que
asegura la cucharadita de "Sal de
Fruta" ENO disuelta en medio
vaso de agua. Esa bebida refrescante regulariza el organismo, impide los trastornos que perturban
nuestra actividad, y mantiene durante ei día la cabeza despejada, el
cuerpo ¿gil y el ánimo optimista.
"SALDE
FRUTA:
CoacaMawHo:
fCDEMCO BONBT
Apartado SOI
M A D R I D
ENO
CFRUITSAin
^
De ahí sedarán sus fuerzas
Porpue ku poQuetes de MAIZENA
ten haciéndole un pequeñach fuerle y robuslo. MAIZENA es la detídá
del paladar. Su digesübUidad la hace
el meíor alimento para niños, ándanos, convalecíenfes y personas de esMm^ffo delicado. Además, el precio
reducido de MAIZENA le permite
la entrada en todos los hogares.
El paquete de MAIZENA es indispensable en todas las cocinas, porque mefora d sabor de los alimentos, aumentándoles su digcstibilídad.
Lo encontraré a la venia en
todos los establecimientos
de
Ultramarinos y
Farmacias.
Comcetéomméa, FEDEIUCO ñONET / Apartado SOI / Madrtd
El general Gibanellas, (efe de las
fuerzas militares de
Eiq>aña en Marruecos.
crónica
MAIZENA
AUMENTO EN TODAS LA5 EDADES
<«• CRÓNICA.
t~^
P " ' " ' ^ " " * ^ *^ " o j desgraciado. Me entrist e ^ su recuerdo; pero en fin... & a un hombre muy
g ^ p o y muy bueno, al que quería con toda mi a l n ^
Sonaba con ser a su lado un» mujercita de mi caBa:
^Quiere usted
contarme la
liisitoria de stá
primer amor?
(ConíeñoB
de mi patna, y con uno» hijcs muy Undcs Estaba v*
S r b a ^ . S ? * ' ' ^ ^ * * - ^ '-1'^<1 d ^ m i ^ S ^ s :
^ ^ t „'..?f 1 ° ^ - " " ««*i<íente de automóvU
S o n e s ' í t ' f S l ' ^ J * , ' * r ° * P ' « y » desvanecer mis
Ilusiones. ,Sufrí tanto!... Mas ya pasó. Hoy sólo aueda
un doloroso recuerdo. Vine a i ^ a ñ a 7 e 7 t a Tv^n^
tierra que es mi segunda patria, y teda la
fraíáS
alma d; T J ' ^ ^ . °^"?'^' ™ '**»>" ^ ^« "*»^«° «1
eíiTa í e b S d ' * . " ^ * ' ' « ^ ^ ^ ^ - » * » * ' - esperanza
itÚMut p o r B I a t t «
L a d e C a r m e n de B a r l o e .
! / • dm I r c a e I / 6 p c s H c r c d i a .
critOT? V ' I K ! * , ! " *'*^ ^ ^ 8 « ' * <*« ^ a^^í^e «
tundL* ^'
^*'^' "^ contestación clara, ic-
C
OMO un repique de castañuelas suena la risa de
la excelente actriz ante la evocación que despertamos en ella. Y habla entre risas:
—Ja, ja, ja... Pues verá usted: mi primer amor tiene
algo de... grotesco. Tenia yo unos doce años. Fué allá,
en mi tierra. Sin saber cómo, me vi novia de un muchachito de mi edad, pero... al que le gustaba mucho jugar eoR la» m«6eeas y hacerle» vestidito», mientras
yo prefería lo» juego» de muchachos. Por esta causa
reñíamos muchas veces, y siempre terminaba yo atizándole cada tunda que lo ponía tonto. Pero él, nada.
Seguía emperrado en su afi<^n, hasta que yo, cansada
ya, decidí romper con él, para lo que le escribí una
carta muy graciosa, que recuerdo empezaba así: «Querido Enrique: Te quiero tanto, que deseo no me toque»
nada...» Esto de no me toques nada significaba que
no lo quería para marido, ¿sabe? Pues bien; era un
d e r T ^ r ^ f '^- •^^y. primero ni último. Es el verdaS
m n ^ ^nu
; pnmer
P " " " Pamor.
' « ^ fií»- De mcdo qve yo "="»"
tengo
siempre
La de Mariano Ae^ncriao.
b l e " ^ t o r ^ í w n r ' * ' ' i - ' ^ ^ « ««•• - n o s dice el notaco ^ l í n L ft^"** ^l ""«""^^ » J» ^"^^«^ con cómim i S e í a T ; ™ T - >^".f ^ " ° «^^ había hecho yo
n o d ^ i ^ l a f r i í ^ * J ^ ^ **=^« que no lo cuento per
b u e n ^ ^ j . « . ^ * ^ ^ "« «* PO' ««o? ¡Ah! Bueno,
p S r o F^
t * " ^ " ^ ^ «' q«« «cueWo como e
E a r n . S ^ ^ r * ' ' * * * ' * ^ * J " «" «» ^ a t r o . Tenía que
d i l s " a T i ' n t Í T P ^ ^ ^ r «"«dalajara durante Lz
belfísimfTenia r "^-.^ ''^ ^ " " ' - ^ " ' '^°« muchacha
pf.eblo e n S í - ^ r T ' * ^ * ^^'^ » " muchachos del
pueblo, especialmente a les que peitenecisn a la Aca-
Ante la pregunta, los ojos bellísimos de Celia Gámez se
clavan en nosotros con fUeza casi obsesíonaate—
(lía de feria en el pueblo, y llevé la carta para entregársela; pero se me cayó por el camino. Tuve la desgracia de que la encontrase un jorobado, y como en
todo Jumilla no había más Irene que yo, se la entregó
a mi padre, que a la mañana i«iguiente me pro|Mnó
tal pauza, que me parece aun debo tener los cardenales... Después, cuando fui mayor, tuve muchos amores... Pero de esto es mejor no hablar. Me dejaron un
recuerdo tan desagradable, que vale más olvidarlos.
L a dm C e l i a G á a » c s .
Ante nuestra pregunta, loe ojo» bellísimos de la vedetfe se clavan en nosotros con fijeza casi obsesionante Y luego, desviándolos, como queriendo buscar
en lejano horizonte un recuerdo olvidado, vierte su
voz en trémolos tristes:
—Tenía yo unos doce anos... t-at allá en mi ticrra_^—
tienta Irene López Heredia, y aáade: — Sin saber cómo,
me TÍ noTia de uo muchachito de mi edad.^
(Fot M t e Aagd)
Marlano Asquerlno recuerda aún de una muchachita a
quien conoció en Guadalajara»
qmoi
Guadalaiara— Fwf
Fu< su primer
Drimer amor, anc
que
duró diez diasL- Lo que duró la actuación de la Compañia„
(Fot. Uto*)
Crimea
Carmen de Burgos declara: - E n am», , « ».- ^
último^ Fi
.,
— —^ ojuwi au nay primero ni
áltlmo- El amor no tiene principio ni fin.. Yo tengo
siempre mi primer amor_
demia de Ingenieros. Yo, en aquel entonces, ya poseía
este buen gusto que me caracteriza para las mujeres
guapas, y me fijé en ella desde el primer momento, y
¡menudia hincha me tomaron todos cuando vieron que
llevaba las de ganar! ¡Uf! Pero, al fin, me la gané.
Y fuimos novios. Y llegó a darme... un abanico precioso con unas cuantas ternezas escritas. Pero como yo
era un ave de paso...
L a «Id m a c a t r o A l o n a o .
Todo el alma florida y cascabeleante de Andalucía
parece reír con el popular compositor mientras nos
habla.
—¿Mi primer amor? Pues... tengo la seguridad de
que fué el mismo día en que me llevaron a bautizar.
Creo que ya empece enamorándome de mi madrina.
¿Se ríe usted de esto ? Pues es la verdad, jwrque yo soy
muy enamoradizo; tanto, que el día en que me muera,
si al lado de mi caja veo una mujer guapa, le diré:
«¡Cachito e gloria! ¡Me muero por tus huesos!» Y luego,
a descansar. Y tenga presente que todo esto es aun
no habiendo tenido tiempo para nada, ¿eh?, porque
desde muy joven ya tuve que ganarme las pesetas.
Ahora que... ¿Mi primer amor verdad? Pues... ella, mi
primera y única novia, la madre de mis hijcs, mi querida mujercita...—termina diciéndonos el maestro Alón
so en una suave transición, que pone ahora en su voz
una honda ternura.
La de Pedro M a t a .
—¿Mí primer amor7~. [Hace tanto tiempo ya!._ Fué en
Gerona». Ella era una chiquilla preciosa— •— recuerda
Pedro Mata.
En esta tarde un poco fría es el Círculo de Bellas
Artes un grato refugio en el que el ilustre autor de
Un grito en la noche rememora en su pasado.
—Mi primer amor... ¡Hace tanto tiempo ya!... Pero,
en fin, haré un esfuerzo de memoria. Fué en GÍerona.
Recuerdo que era una chiquilla preciosa, con unos cabellos que, sueltos por su espalda, parecían una cascada de »ro. Los ojos eran azules, bellísimos; la beca,
chiquita... Se Uemaba Layeta, diminutivo, en catalán
de Eulalia. Yo tendría unos catorce años; ella, sus
buenas once primaveras. Nuestro amor fué como un
idilio de égloga. Recuerdo que gustaba de llevarla a
la Dehesa, paseo hermosísimo, con una alameda espléndida que creo plantó Napoleón en el 1808, cuando conquistó España. Y entre los árboles floridos
transcurría nuestro idilio, un poco pueril y romántico... Después, no sé cómo, desapareció de mi vida aquella chiquilla de cabellos áureos, de boca chiquita...
—¿Mí primer amor?». Pues» teogo la seguridad de que
fué el mismo día en que me llevaron a bautizar.—dice
el maestro Alonso.
toda excursión
convien* aplicar
as vacas la
CHEMA NIVEA
a las partas axpuaslas al aire, porque da otro modo la pial
se pondría áspera y agríelada. La Crema Nivea protege
su culis, pues conserva foda la blandura y elaslicidad
nafural de la piel. Después de toda excursión automovilista, aunque sea en codte abierto, puede Ud. lavarse,
para refrescarse,
^ ^ ^ ^i"^ 9ue la piel escueza o salte.
La Crema N i v e a
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^••xnf#»M
Regino Sáinz de la Maza, el gran guitarrista, que al regreso de una larga jira artística por los países de Europa y
América reaparece aliora ante el público de Madrid, dando un concierto en el Teatro de la Comedia el próximo
miércoles, día 18.
La gnitarrA
en el m a n d o .
U n a conversiacióit con R e b i n o Sá.iitx
de l a Maasa«
U
profesores de piitarra abundan y pueden Uevar una
t á í „ í ••««l'dades esplendorosas. Hay profesor de guitarra en Buenos Aires q«e gana más de tres mil pesos mensuales..., sólo con sus lecciones.
—*in embargo, la enseñanza de guitarra tronieza
con graves dificultades didácticas, ¿ ^ »
^
—¡Y tan graves! Para aprender artísticamente la
p i t a r r a no existe verdadero método organizado. Les
Síi'^í*
""1?*' ^" ' " maycia, han quedado inckiso medites, y hay que estudiarlos en copias manuscritas que pasan de mano en mano. Cuando yo empece a estudiar, el porvenir era tan incierto, que yo mismo
me asust^aba cuando pensaba en eUo. Pero la vocación
era mas fuerte que todas las reflexiones. Hoy, afortunadamente, no me arrepiento de haber seguido aquel
camino que entonces estaba sembrado de abrojos.
—iintonces, ¿usted no se queja de la crisis musical?
- L a cnsis musical nos afecta a todos; pero no hay
que exagerar sus proporciones demasiado (ierto que
se atravesarán dos o tres años malos, dificultosos; p^ro
>o confío en que a final de ellos la renovación ^¿cial
I n l
•• **"V?»«" ventajas para el arte y nuevas
sendas por que dirigirse. De todas maneras, hay que
comparar lo que es la situación actual del muMco profesional y lo que era hace veinte añcs. Y d se establet!r1n ,t f "™í'*''a«>ón, se verá lo que ya se ha conquistado y lo que nadie nos podrá quitar
—¿iNi la música mecanizada?
m^JÍ *'T*i*"°- ^ ' gramófono y la radio, esta última sobre todo, pueden ser los medios más .segures de
ganancia que tengan los músicos del porveiür. Ya en
Alemania los estudios de radio, que liquidan utiUdarZ.r
' ' * " ° l millones de marees anuales, pueden
S . H - ^ " ' ^ " ^ * ^ " ' ''«'^t«n^ y solistas de una manera
^plendida para que actúen en sus estudios. Igual
ocurre en Inglaterra. ¿Qué más da hacer mía tournée
1^ . n ¡ r í"''**/ Culturales de provincias que hacerF;,.!^
, ' • ' ^ ° ^^ ampliamente organizada en
Itópaña, por las diversas emisoras? La efectividad culS l l ^ i r ^ ' ' ^ " ^ / " ' " ' P"^*« q"« la radio tiene un
Taniln J
**^*'- ^
^í^'t^' eííonómicos serán más
m ^ ^ ^ J ''^^'*'*' *^ ••^"Itado artístico más puro, ya
deLl^
r^*f ""^ ''^''^^'^ ''I «f^to inmediato que
W T ?
''P^f"'?' '•'^*' * •* ™avor eficacia de su lai S m T n L ' l f t t T " ' " " ^ '"^'"'^
implacablemente
s a ^ i ^ ^ ' ^^^?^^' no« enseña una guitarra maravillod o s ^ m o t l v ^ ^ í un Z«<A¿er mejicano. Lleva incrustaaos motivos de art« azteca.
—Es mi guitarra de estudio.
—¿Cuántas horas estudia usted?
Ve cinco a seis diarias.
—¿No le fatiga esa disciplina?
tendie^ndo^'i^f™"!?* «uavemente con la cabeza, exauüo V Harn H ' * " ^ * Complacida en el ambiente tranquilo y claro de su gabinete de trabajo.
máTn,?; t'^Sw r r "^l ^^"^ '«« días me complace
i Í 2 r e t S ^ ^°^í""'í««- E« la parte «íntima» de la
D S tarh^l'
^!*° " " ^"^y instrumento que se
S Í T Í i i t a r r a ' " " ' " ' ° * ' ' ^"^ ' * ^ ' « ^ ^ hondo,\omo
NA habitación ancha y clara, que absorbe la ratura tan copiosa, que no puede seguirse el movimienluz de un jardín. Breve remanso entre dos pe- to en toda su frondosidad e intensidad; yo he incorporaregrinaciones que se llevan de continuo por do a mi rej)ertorio recientemente muchas obras de RoAmérica, por Europa, este arte tan español, fuerte y dolfo Halffter, Pittaluga, Salazar, etc., y otras de los
exquisito, de Regino Sáinz de la Maza.
americanos Pedrell y Ponce; este último uno de los
Sobre una cama turca, cubierta por un tapiz me- músicos más estimados hoy por los públicos europeos.
jicano, descansa una guitarra indolentemente de la.s
Es cierto—añade Sáinz de la Maza—que en Hispacinco horas de trabajo cotidiano.
noamérica la guitarra es un instrumento excepcio—¿Y ahora, Sáinz de la Maza?
nalmente favorecido por la atención y el entusiasmo
—Ahora, a Holanda... Eíeepuéa, a Barcelona; más de los públicos. Especialmente en Buenos Aires y en
tarde, a Italia...
Méjico. En ambos, pero sobre todo en el primero, los
MATILDE MUÑOZ
Imaginamos que Italia ha de
.
tener públicos muy propicies a
esta emoción recogida, jM-ofnuda- ^ mente lírica, de la música guita
rrística.
—No lo sé—dice el artista—;
es la primera vez que actúo allí...
—¿Dónde encuentra más ambiente, en el Norte, en el Sur?.
Esperamos que nos diga «En
el Sur», y él nos dice:
—En el Norte. Acaso en Alt manía. Parece extraño, ¿verdad'
En Alemania se toca la guita
rra más aún que en España.
Luego nos habla de las pcsibi
]idades instrumentales de nue&tr.
«sonanta» castiza, a la que aqu
acostumbramos a ver en su a^
pecto de cantora errante, de im
provisadora oriental—¡tantas veces se la llamó sultana en lotópicoe de la poesía!—, yresult^^
que la guitarra es un instrumento tan erudito, que figura en l8>
más altas y refinadas combina
ciones de la música de cámara
—Hay un t r í o de Kreutz»
para viola, guitarra y flauta..
Hay otro trío de Schubert, también con guitarra... Los músicocontemporáneos le dan enormt
importancia. Rousell y el célebre
Tansman han escrito obras interesantísimas p a r a guitarra, en
las que se aumentan hasta puntos inverosímiles las posibilida
Pedid J A R A B E S A L U D P*ra evitar imitaciones.
des polifónicas del instrumento
—jY loe españoles?
No se vende a granel.
Cerca de medio siglo de éxito crecicníe.
—Entre los músicos jóveneespañoles e hispanoamericanoAprobado por la Academia de Medicina.
la guitarra cuenta ya con una lite
Como una enfermera abnegada
el JARABE de
HIPOFOSFITOS
SALUD
asiste al convaleciente devolviéndole sus fuerzas
agotadas.
Desarrolla el apetito.
Restaura el organismo.
1 onírica los nervios.
Infiltra nueva vida en el
cuerpo haciendo desaparecer como por encanto la
postración y anima el espíritu con risueñas esperanzas-
El reconstituyente de todo el año.
cr^nsca
••""•
Juventud
permanente
ofrece por evolución natural la gran
loción inofensiva
(3amomi£í3i tSwiQjíx
pues aclara el cabello hasta el tono
deseado, desde el castaño caoba
al mbio pálido y ello tan discretamente, que nadie nota como ocurre
la transformación.
No es tinte. Es inofensivo extracto de manzanilla especial. También se emplea para
conservar rubio el pe lito de los niiíos.
Dos retratos de Belmonte, por Zuloaga, y un
retrato de Belmonte, por Campúa.
Ckairlas del
EN PERFUMERÍAS Y DROGUERÍAS
£ 1 problen&a
del c a m p o andalvuEy
visto por Juan Belmonte.
7
ÜAN Belmente se ha levantado hoy muy temprano, casi a la misma hora en que suele hacerlo allá
en las soledades de la campiña andaluza. Por
hoy cambió la plata vieja de los olivares de *La Capitana» por ese otro color verde del césped mixtificado de
la ciudad. El traje campero, por no desentonar en el
marco urbano, ha cedido al de calle sus primicias. Juan
Belmonte galopa como un centauro sobre la pista solitiria del Hipódromo madrileño. De vez en cuando la
fina jaca jerezana corta el viento en bruscas esquivas,
como huyendo de un enemigo invisible...
El famoso ex diestro descabalga de un salto ágil y
llega hasta nosotros, soruiente.
—¿Te vas a hacer jockey?—le decimos.
—^Me entreno únicamente para no perder la ccstambre—nos responde con su calma habitual.
—¿Vuelves a los torcs y vendes tus cortijos?
—¡Quita de ahí, hombre! Si estoy más contento cada
día que pasa con ellcs.
—i*ero..., ¿y esos avances comunistas de Andalucía?
—Fantíií^ías para pasar el rato y doctrinas mal digeridas son la obra perturbadora de algunos agitadores.
Ocurre con ellos como las botellas de champán: mucho ruido, mucha efervescencia, y al final puro efecto. El secreto de todo esto está en que la propiedad se
halla en poder de unos poces, y en cuanto esos muchos
que la reclaman, mientras no cuenten con medios de
cultivarla, no pKxlráii resolver el problema. & cosa de
tiempo. De nada nos serviría la fórmula de parcelar
las fincas y entregárselas a los campesinos: bastaría
con un solo año de mala cosecha para que aquéllos se
arruinasen. Se impone, como solución, la labor de los
Sindicatos Agrícolas.
—Entonces, ¿para ti no existen problemas?
—Ninguno; a mis tierras puede decirse que no les
afectan eses confüctcs de los latifundios, y a que las
disfrutan pequeños colonos y mis relaciones con los
obrero» no pueden str más cordiales.
Pida gratis a INTEA, Apartado 82, Santan-
mk
^A
•—Sin embargo, en la Prensa se dijo
que tií habías tenido que regalar la cosecha d e aceituna ante las exigencias
de los jornaleros.
—¡Hombre, me alegro que me preguntes esto! Verás lo que hay de cierto en ello. Es costumbre en mi
tierra, cuando abunda el fruto, que las gentes «distraigan» lo que puedan. Este año dos amigos se condolían de las razzias que los obreros llevaban a cabo
en sus olivares. Entonces fué cuando a mí se me
ocurrió aconsejarles que los dejasen recogerlo, para
adquirírselo después. Esta idea mía les valió recolectar la aceituna por un precio más económico que
el de los jornales que se hubieran visto precisados a
pagar.
der, el catálogo ilustrado paro la belleza.
Víajsur
Cuando viaja a Caballo, en vapor, Automóvil o Ferrocarril, al hacer largos {>aseo6 a pie, cuando se dé una
asoleada o una mojada, siempre que se le mojen los
pies, o que tome baños demasiado largos, todas las veces
que tenga grandes sustos o contrariedades repentinas,
la Mujer debe tomar una cucharadita de Regukidot
Cetteira y en seguida Medio Vaso de Agua!
Cuando haga Ud. algún viaje, Ifcve siempre en su
maleta algunos Frascos de Regulador Cesteira.
Con los movimientos del barco o del Ferrocarril, con
el sol o la llu\'ia, mojándose los pies, tomando baños
demasiado largos, llevándose un gran susto o teniendo
una cólera repentina o un fuerte pesar, ciertos Órganos
internos pueden sufrir un desarreglo, que fácilmente
podrá ser el principio de una Enfermedad Grave!
Por lo tanto es de gran prudencia y de mucha utilidad
tomar en estos casos una cucharadita de Regulador
—jTe preocupa la reforma agraria?
—Al contrario, me parece acertada, y conste que
y o soy de los perjudicados.
— j Y no crees que con ella se da un golpe de muerte
a la fiesta de los toros?
—^Nada de eso; lo que sucederá ahora es que los criadores de reses bravas se verán en la necesidad de arrendar varias dehesas de pasto si quieren conservar sus
ganaderías.
—¿Piensas vender tus fincas?
—^No me solucionaría nada. ¿Qué iba a hacer con el
dinero solo? Me encanta la vida del campo; tanto, que
a aquellos que me preguntan si no me inquietan las
convulsiones sociales, suelo contestarles que hoy por
hoy gozo de la estimación personal de mis paisanos,
y que tengo la seguridad de que entre ellos nada ha de
pasarme.
—¿No te asustan las ideas de Lenin?
—¿Por qué habían de inquietarme? En mayores
peligros me he visto yo. Todo se reduciría a empuñar
de nuevo los útiles de mi oficio. Estoy más fuerte que
nunca, y en condiciones de volver a empezar...
—¿Voluntariamente no volverías a actuar?
—Si por los aficionados fuera, estoy seguro de que
lo haría mañana; pero absorben tanto los intereses de
un Juan Belmonte particular,.. Desmiente desde las
columnas de CRÓNICA cuanto se aventure en ese aspecto. No son más que charlas de café y pasatiempts
de fin de temporada.
En las últimas palabras del glorioso tríanero creemos percibir una firme resolución que la melancolía
hace más emocionante.
J U A N D E CREDOS
GABÁN ÁNGELUS
Cualquier perturbación en los delicados Órganos
internos de las Mujeres puede dar comienzo a Enfermedades peligrosas y Males terribles!
BaSar
Después de los bailes, cuando vuelva de las hiestas o
de los Teatros, después de pasear en Automóvil, al llegar
a la casa tome siempre una cucharadita de Regulador
Cetteira
I
Gabordinas
Impermeables
PRINCIPE, 7
Trincheras
Trajes a medida
Teléfono, 14.525
crónica
La semana política*
L a soinLl>i*a del Jefe d e l K s t a d o
L o n o t o r i o d e l o secreto
S
OBRE el hemiciclo se ha proyectado durante teda
esta semana la sombra del jefe del Estado. En
torno a sus atribuciones y prerrogativas giró,
entero y verdadero, el debate constitucional. No puede decirse que las Constituyentes invirtieron demasiado tiempo en fijar el contorno de la alta jerarquía
política. Ni tampoco que la brevedad fué en menoscabo de la obra. La figura del Presidente de la República quedó soberbiamente dibujada, no quedando
ya más, para dar remate al empeño, que pronunciar
solemne y oficialmente un nombre,- ya que en la intimidad del conciliábulo el candidato existe, sin rival
alguno que pueda disputarle la suprema investidura
del primer magistrado de la nación. Traigamos aquí
con cierto pormenor las notas más salientes del debate.
Artículo 68. No podrán ser elegibles ni tampoco
propuestos para presidentes de la República les ciudadanos naturalizados, los eclefciásticcs, etc., etc. Este
artículo da pie a dos intervenciones de monta: la del
doctor Pittaluga y la de don Basilio Alvarez. El primero—ciudadano naturalizado—pide, con muy buenas razones, que desaparezca esta exclusión del texto
constitucional, porque en el caso de que una recia personalidad naturalizada en Elspaña contara con la adbe. sión de grandes masas ciudadanas, la nación se encontraría en un dilema cuyas dos soluciones serian
penosas: o renunciar al servicio de un hombre útil , o
acometer la reforma constitucional. La Comisión, por
boca del señor Jiménez de Asúa, se apresuró a aceptar la sugerencia, y ya tienen ustedes el artículo 68
limpio de ese lunar que, en realidad, más le afeaba
que le enriquecía.
No tuvo igual suerte el abad de Beiro. Basilio Alvares reclama para el eclesiástico la posibilidad de
ser exaltado a la primera magistratura de la República. Y dijo, entre otras cosas, en defensa de su tesis: «Si el pueblo dijera un día que un eclesiástico debía ser jefe del Estado, de nada serviría que la Constitución lo prohibiera, porque lo sería, e igualmente,
aunque la Constitución le reconozca ese derecho, no
será jefe del Estado un religioso si el país no lo quiere.»
Y apoyaba su razonamiento con estas palabras, anchas y efectistas: «Si nos quitáis ese derecho, tened
entendido que nos arrebatáis un trozo de la patria.»
Respuesta de Alomar. Suavidad sua.soria. No es eso
don Baííilio; no es eso—viene a decirle al tumultuoso
padre de almas—; la República no es enemiga de la
sotana. La presencia de su señoría en estos bancos
así lo testimonia. Lo que sucede, querido don Basilio,
lo que sucede es que el sacerdote está vinculado a obediencias supremas, y esta obediencia acaso pudiera
venir en menoscabo de la indispeasable soberanía civil. Por lo demás, tan Presidente sería un clérigo como
otro ciudadano cualquiera. ¿Qué más da? Todos somos hijos de Dios, don Basilio, y dignos de poner or
den en las cosas de los humanos. Pero esa obediencia,
esa obediencia...
Sigue el debate. La sombra del Presidente de la República dijérase que gravita ya sobre la Cámara. Es
un ente real y pasivo que acepta en silencio cuantas
trabas, restricciones y ataduras quieren imponerle
¡Cuidado!, gritan los que tienen todavía en la carne
la marca de la persecución dictatorial. Nada de facultades desapoderadas. El Parlamento sobre todos
y sobre todo. Y con este subsconciente recuerdo, las
voces más conspicuas de la Cámara—emjíezando ijor
el señor Alcalá Zamora—-van maniatando con hilos
sutilísimos al fantasma presidencial, para, sin imiiedirle una saludable libertad de movimientos, regular y constreñir sus iniciativas y acciones en aquella
medida que las haga impeligrosas.
I
i
í
I
Historia, filosofía, poesía, ciencia so- I
cial, teología, oratoria — todo lo in- I
cluye este libro. Es amplio como el 1
problema humano. Es ilimitado como |
lo bondad de Dios.
I
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I
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I
I
SANTA BIBLIA (Antiguo u Nuevo Testamento). 1.248 pigíñas de 24 x 18 centímetros, mapas en colores. Remítese a
reembolso de 6,75 pesetas por todo gasto.
ESTUCHE DE LOS EVANGELIOS se remite corítra remesa
de 66 céntimos en sellos da Correo.
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PEDIDOS A LA
I
SOCIEDAD
BÍBLICA
I PLOR ALTA, núms. 2y 4.—MADRID
Un alto en el debate constitucional. Sesión nocturna. Expectación, extraerdinaria expectación. ínter
TlWdl I • «I I , M I • 11, , 1111 M « 11», „ , , , „ „ „ ; „ „ , , „
•«Mfl l4«lrl>M<lil H l i l i l í » *
viene don Juan March y Ordinas para exculparse de
los ataques de que le hizo objeto el ministro de Hacienda en días anteriores.
Así que el presidente le concede la palabra, se hace
En su número del viernes próximo inicia
un profundo silencio en el hemiciclo, que quiebra acto
seguido la voz afilada y parsimoniosa del conocido
hombre de empresas.
Aleccionamiento breve y substancial el discurso de
la publicación de la deliciosa novela del joven y exquisito escritor
este hombre para quienes en poco más de veinte años
aspiren a forjar una fortuna incuestionablemente faANTONIO ORTEGA
bulosa. «Yo procedo de una familia humildísima—dijo-—•; por mi capacidad de trabajo obtuve en mis años
mozos unos miles de pesetas de crédito, que empleé
en la compra, parcelación y venta de unas hectáreas
de tierra labrantía en las Baleares. Negocio redondo a
fe. Aquellas ganancias me permitieron abordar mayores logros. Me hice fabricante de tabacos en Argel;
después, concesionario para la venta de los mismos en
el Norte de África por voluntad y contrato con la Compañía internacional que gozaba de aquel privilegio.
En tiempos de la Dictadura obtuve el monopolio en
Ceuta y Melilla, evitando con esto que el Estado dejara de percibir sumas cuantiosas que el contrabando
le robaba. He aquí en síntesis mi vida. He sido un
hombre trabajador, austero y terriblemente afortunado. Lo confieso: terriblemente afortunado. Pero de
eso yo no tengo la culpa. Que conste.»
Le contestó Ángel Galarza. que se encargó de trazarnos con colores vivísimos el reverso del retrato que
se había hecho a sí mismo el señor March Ordinas.
El diputado radical socialista fué siguiendo la curiosa biografía punto por punto; pero poniendo en luz
cortas celebrado por la gran Revista popular Ilustrad.
aquellos extremos y circunstancias que el señor March
olvidara a lo largo de su relato. ¿Impresión? Una
saludable y ejemplar controversia, desde cualquier
punto de vista que se la considere. Magnífico detalle:
»0 CÉNTIMOS EJEMPLAR
la actitud de la Cámara. No pudo hacer uso ésta ni de
mayor serenidad ni de mayor respeto para el hombre
sobre el que se cernían las acusaciones más terribles.
Ya sería llegada la sazón de poner claridad en tcdo
Naturalmente, la persona que recibió la oferta la
aquello, por exigirlo así el prestigio de nuestro Parla- rechazó de plano. Pero la oferta se hizo, y esto es lo
mento. Y la coyuntura surgió al día siguiente.
grave. Hay que sancionar esta fea cosa que es poner a
un cristiano en trance de culpa. Imaginaos que la rectitud moral del requerido hubiera sido menos inflexiSesión secreta. Arde la Cámara en noticias sensa- ble ligeramente propensa a dejarse alucinar por el
cionales. Gran rebullir de gente. Escándalo. ¿No sabéis? bnllo del oro. El delito de cohecho se hubiera realizaY aquí el relato minucioso de lo sucedido. Historia de do en todas sus partes, y la Justicia hubiera padecido
alta picardía, l'na comisión que se reúne y que deli- la más grave burla, con el demérito consiguiente para
bera con frecuencia sobre puntos extremadamente de- nuestras primeras Cortes republicanas
licados. Alguien que descubre lo tratado por estos
Afortunadamente, los hilos de la farsa fueron tan
hombres a la persona que más importaba qué lo des- burdos que todo se descubrió a las primeras de camconociese. La Comisión que se entera de la deslealtad, bio. Y aquí está el Congreso esta ncche buscando la
que pincha en la conciencia de sus miembros,y de pron- fórmula condenatoria de semejante desmán.
Fórmula clara, precisa: hacer en absoluto incompatito uno de éstos que se sincera y dice que sobre él se
ha presionado con intenciones de soborno. Se baraja ble con las Cortes Constituyentes de la República al
la cifra de veinticinco mil pesetas. Este montón de diputado que intentó el cohecho. Primer eslabón de resoro estaba dispuesto a darlo un caballero—diputado ponsabilidad. Es seguro que, una vez comenzada la
por más señas—*n el caso de que en el seno de la C-o- tarea, Uegaremcs hasta el fin en el miemo pie de jusmisión de Responsabilidades se defendiese basta el úl- ticia. Esta es la esperanza del pueblo.
timo límite la fama en entredicho del señor March
Ordinas.
PKDEO J Í A S S A
NUEVO MUNDO
l:nA5üüCO
NUEVO MUNDO
Don Joaquín del Moral, elocuente abogado republicano,
que ha pronunciado últimamente, en el Ateneo de Madrid,
una conferencia acerca de «Inmoralidad política , conferencia que ha sido muy comentada.
crónica
€fy^»
ira
.. Yiira... f f
PIANO
LrCfra y ntúalca ¿e
Cnrí^tte
Discé, polo.
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f
De arriba
abajo: Victoria Piníllos,
Carlos Gardel y Sofía
Bozán, t r e s
intérpretes
del «Yira...
Yira-.», que han dado a conocer y han popularizado en
Europa este famoso tango argentino, del que es autor
Enrique Díscépolo.
f •!'»LSfUJ
^
^
^
^
^
^^m
Letra de «Yira... Yira...»
PRIMERA PARTE
Cuando la suerte qu'es grela,
fayando y fayando
te largue, parao;
cuando estés bien en la vfa,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajes los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...,
la indiferencia del mundo,
que es sordo y es mudo,
recién sentirás.
I
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le Importa
Viral... Viral...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te morda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
SEGUNDA PARTE
Cuando estén secas las pilas
Müsica, para piano, del célebre tango «Yira... Yira...>.
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...;
cuando te dejen tirao
después de chinchar
lo mismo que a mí;
crónica
cuando maniés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...,
te acordarás de este otario
que un día, cansado,
se puso a ladrar...
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
i
que al mundo nada le imports
Viral... Viral...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te morda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cd^ar Neville, xrecién
llegado de Holly^rood»
realiza en Madrid itna
película para buscar
lutiaros artistas de la
pantalla*
EL «CASTIKO* MADKILKKO
e
ZiSTK en Madrid desde hace algunos meses una
especie d e easling office al e«t;l> de k» qne
funcionan en Hollywood. Su misión es contratar artktas para U pantalla, principalmente para el
Extranjero. Tarea a primera vista difícil de desarrollar d»d3 aqui, puesto que hasta hace poco todos los
artistas nuestros que se contrataban para actuar en
los estudios de fuera lo hacían por medio de otro casting establecido en Parte, sitio desde donde se tiene
la ventaja de estar en inmediata comunicación con
las Casas productoras europeas.
Pero un hombre joven y animoso, Pedro Ladrón de
Guevara—hermano de la actriz del mismo apellido—,
acometió la empresa con todo entusiasmo, y el éxito
le ha sonreído. Del castiwg de Pedro Ladrón de Gt evara salen con frecuencia nuestros artistas para los
estudios de París, de Londres, de Berlín...,
El casting madrileño se diferencia de los de Hollywood en que a sus puertas no se forman, como allí,
1/ui largas colas de extras, que aguardan diariamente
horas y horas, con la esperanza puesta en un pequeño
^alario. No. Aquí no hace falta esperar. Usted entra.
Lo examinan. Deja unas fotografías. Le hacen una
ficha. Y... nada más. Por este sencillo procedimiento
Pedro tiene ya un fichero nutridísimo, en el que figuran desde la actriz más conocida hasta la modistilla
¡ que sueña con eclipsar a Lupe Vélez, y desde los acto. . . .
. —Í
1 res profesionales hasta el estudiante o el joven emplea- Con otiestro compañero Gandía aparecen ta esta fotooraK> . 1 — a ,
do que aspiran a ocupar el puesto que dejó vacante Interpretativos de la película. De SiricMa a derecha^!!Síí^"°' Í ! í»» Prifdpal*» deaentos directívos «
^ ' S ^ » * ? ^ ***^ * ° « ^% ^ " ' í t
Valentino. Cuando alguna Casa extranjera necesita de actrices; Mígnoni, autor de los decSSdos ItZT^eSüftr^^
artistas nuestros, Pedro echa mano a su fichero; escoproductores. En p H ^ e r t é r i í ^ X S o ' i , ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^
-' ^ " ' "
ge los que le parece más indicados para los papeles
que le determinan; les saca un pasaporte, y en el primsr tren los envía a la busca del éxito en la pantalla.
trWA PELÍCULA CON ACTORES NOVELES
Ahora ha venido a España Edgar Neville, el joven
e inteligente escritor, que ha destacado rápidamente
en Hollywood por sus diálogos en El presidio y en otras
películas habladas en castellano. Y su llegada ha servido para que Pedro Ladrón de Guevara lleve a efecto un proyecto que venía acariciando desde que el
triunfo empezó a halagarle. Pedro quiere descubrir
artisf.as nueves para el cine sonoro. En su fichero hay
cientos de muchachas y muchachos que no han trabajado nunca en los escenarios ni en la pantalla, y Pedro está seguro de que entre ellos hay algunos qne, además de poseer las imprescindibles cualidades de fotogenia y fotofonia, reúnen condiciones artísticas. Y para
demostrárselo a los productores extranjeros y a los
españoles que puedan surgir, quiere hacer con estos
muchachos una película. Edgar Neville, será e l director de este film de actores noveles. Y Edgar Neville,
que, además de escribir diálogos, ha colabra-ado eficazmente en la dirección de películas en Cinelandia, es
hombre que conoce todos los resortes del cinema y que,
por tanto, puede hacer muchas cosas con los presun
tos actore*.
UN BSTUMO IMPROVISADO
La película está ya en marcha. Estos días se «me
dan» interiores en Ideal Rosales, convertido provisionalMeate en estadio cinematográfico. NeviUe va y
viene de un lado para otro, con su aire de hombre des
preocupado. Vandel y Macasoli, subidos a una plataforma, preparan las máquinas. En un salón, varias
muchachas están entregadas a las manipulaciones hábiles de loe maquilladores. Unos carpinteros trabajan
en el armazón de un decorado...
Yo voy curioseando pe» todas partes, acompañado
de Pedro y de Neville, y de pronto me quedo swprendido ante un decorado maravilloso, que representa un
cabaret.
—¿Quién es el autor?
Neville me dice que Mígnoni, otro hombre inteligente que ha vuelto de Hollywood. Y yo apunto:
—Pero esto debe ser carísimo...
—Sí; no hemos regateado nada. Mas esto mismo en
cualquier estudio francés hubiera costado 80.000 francos. Aquí nos ha resultado muchísimo más barato.
V está bien, ¿no?
Sí. Está bien. Tan bien como cualquier escenario
parecido de una buena película extranjera. Y está bien,
solwe todo, que lo hayan hecho aquí, porque, de paso,
Un «maillot', una guitarra y una hermosa mujer, Carmen Martínez, que sueña con llegar a estrella de la P'"
talla, y a ta que, como ustedes ven, le sobran méritos para que su sueSo se convierta en realidad. "^
se demuestra lo qne artistas decoradores como Mignoni pueden hacer en el campo del cinematógrafo.
XrSA KOTKLA QUE FUEDS COmrKRTIBSE EN «»AI.Ii^4p
—¿Y esta película?
—Una película de ensayo, claro. Les que más se
destaquen en ella podrán l u ^ o desempeñar papeles
de ímpwtancia en producciones posteriores.
Una película que tiene un asunto simpático. Precia
sámente basado en las ilusicnes de los que toman parte
en ella. O sea que en la cinta se desarrolla el tema de los
qne sueñan con la gloría cinematográfica. Y para algunos esta novela de la pantalla bien puede convertirse
en la novela de su propia vida.
—¿El título?
He aquí un problema que preocufta al director. No
ha acertado todavía con el título defiíidvo. Tiene varios y no acaba de decidirse por ninguno: Estrella* de
la pantaUíi, ¿ Quiere usted dedicarse al cine?, ¡ Yo quiero
ser ustar»!... Ño, no. Ha de ser algo más hñve y más
llamativo.
UVAS MUCHACHAS SK UfAUXOT»
Es muy interesante charlar con Edgar Neville y
con Pedro I.*drón de Guevara. Pero hay otra cosa
más interesante todavía, y son estas chicas, vestidas
con un leve maillot amarillo y n t ^ o que deja al descubierto toda su espalda, que esperan impacientes la
hora de «rodar» paseando en grupos por el estudio.
Muchachitas finas y bellas como las estrellas de Hollywood, y más que las estrel.to de Hollywoed. E» eSa»
hay que buscar las nuevas actrices de la pantalla, porue tienen la frescura de la juventud y el entusiasmo
e su afición. Y será una láistima que no actúen con
un poco de desenvoltura en esta cinta, porque entonces
seria cosa de ir pensando en que es verdad que las muchachas españolas no sirven para el cine.
Yo creo que no ocurrirá así. Neville ha de procurar
sacar de eUas el mayor partido posible Y de este modo
el cine español habrá empezado a encontrar sus intérpretes en estas mecanógrafas, coristas, «niñas bien»,
modistas y demás que esperan del cine, unas, su liberación económica, y otras, satisfacer sus ansias de popularidad.
Pero no todas las muchachas debutan con esta película. Hay algunas caras conocidas que han actuado
ya en Joinville: la del joven Bergia, la de Emilia Barrado, la de Carmelina Fernández, la de María Boea
de Gracia...
—¿Qué hace usted aquí, María Rosa?
" «egfc grupo de .glrb. «pañoIa5, tan bella, o má5 q«c la» de ^ o ü ^ i , e5Un quizá las intérpretes de las fntura, pro—Ya lo ve usted. Trabajar. Nos han confiado a nos•^
*^
dttcdoaes habladas en castellano.
otros algunas partes de responsabiUdad.
—Gran idea. Porque usted, María Rosa, ha pasado
tan rápidamente por loe estudios de Parfs qne todavf»
no hemos podido ai»%ciar hasta dónde l l ^ a n sus posibilidades artísticas.
RATAEL MARTÍNEZ GANDÍA
3
Muchachas
SOLTERAS
sépticu «le/ Koiynot
teco
dicnfet
con mt fccFifco dd cc"
SflfCa i^íMC pToá^tCC ttMOftti^TO9O0
su natural
y brillante
blancura»
Al Himinar la ''Boca Bactéríca**
S
I sos CDcntcs le Cüuauíii iiiiwgog pcstfcs* JJÍULBC CI
Kolynos. EUi unos cuantos días dácubrirá con satisfacción cuan bríllantes' y blancos pueden ser los
dientes. La fea amañllez, la suciedad y las enfermedades de las encías proceden de la "Boca Bactérica."
Haga desaparecer esta ccndicióa y sus dientes
blanquearán enseguida. Ningún dentífrico corriente sirve
para ello: pero Kolynos mata los microbios rápida y efectivanrtcnte.
Use un centímetro de Kcdynos en d cepillo seco.
Cuando el Kolynos entra en la boca se convierte en una
espuma suavizadora y antiséptica. Penctia en todos
los huecos, mata los microbios y neutraliza los ácidos
de la boca.
Tres días después de usar el Kolynos verá que blancos
y brillantes están sus dientes: 3 matices más blancos. Miles
de personas descubren esto todos los días. Sea una de
ellas. Pruebe el Kolynos hoy mismo.
«OM
LA CREMA DENTAL
Anúsiptica
i hábUes de los maqtrilUdoref preparan los rostros de los noreks artistas para que la cámara poeda recoger todo el
Talor de su fotogesia.
KOLYNOS
caen/orpor
0/ron<ro
/^eportej e r
l^/c/a/
¡Pero yo soy modesto!.,, En fin, d« e»o fe mejor no
S
I usted quiere, yo le demuestro que no estoy
loco—me dijo don Alvaro, risueño.
—¡No hace falta! ¡Eso se ve!
—¡Gracias! ¡Es usted m u y amable!... Pero, francamente, preferiría que examinara usted la máquina.
¡Vea si funciona bien! ¿Sabe usted Filología? Acaso no.
L a Filología es algo verdaderamente serio. U n loco
puede ser artista, filósofo, saber Medicina, I^eyes, Geografía postal y h a s t a Matemáticas. Todo, todo... Lo
único que no puede saber u n loco es Filología. Estar a
l a vez loco y ser filólogo es algo t a n imposible, como
carecer de ojos y ver perfectamente. Porque la Filología es el único conocimiento que no queda firme aquí,
en el caletre, sino se le sujeta bien con todos los tornillos. Con algo de cabeza se aprende lo suficiente en
cualquier ciencia, por difícil que ésta sea. Fíje.se usted bien, don Desiderio: ¡(on algo de cabeza! El resto
de la misma puede extraviarse en las sombras. ¡El
t u e r t o ve el mar, las montañas, el firmamento, con u n
«olo ojo!... Pero la Filología h a de saberse con toda la
cabeza. ¡No sé sí usted me comprende! ¡De lo que estoy
seguro ee d e q u e me explico bien!... Y temo, claro, q u e
usted no sepa Filología. jDe?de cuándo está U8te<l aquí?
Abrumé al desventurado con el r a m o de ortigan de
u n a sonrisa desdeñosa:
—¡Eh, don Alvaro! ¡De mí no se ocupe usted! ¡Yo
soy u n loco aparte! ¡¡Estoy aquí de apagallamasü...
¡Siga, siga usted!
D o n Alvaro me miró olímpico.
—¡Bueno!—exclamó, encogiéndose de hombros.
Comprendí que no había querido «llevarme la contraria». ¡Desventurado! Los locos creen que está loco
todo el mundo.
—'¡Le advierto a usted que tengo algunos conocimientos filológicoe!—le dije, con cierto orgullo irreprimible.
—-¡Hombre, me alegro!—expresó, gozoso—. jAsí
podré demostrarle que estoy cuerdo! ¿De qué sirve
resolver a maravilla una ecuación de segundo grado
a n t e quien ignora el Algebra? Pero usted sabe algo d e
Filolt^ía. Me entenderá perfectamente. Escuche:
hablar, y o al menos: ¡Jesús nunca dijo que El fuera
Dios!... ¡Yo no debo decir que soy la gratitud misma;
pero puedo a.segurar que, si no lo fuera, la gratitud
misma no me ganaría a agradecido! ¿Estamos?
—¡Ya lo creo!—exclamé.
El risueño don Alvaro susurró a mi oído, con acento
misterioso:
—¡Yo, mi entrañable don Desiderio, tengo «ideas
propias» y una mujer bellísima! ¿Me permite usted que
le abrace? ¡Me escucha usted con t a n t a atención!...
—¡La que usted merece!... ¡Apriete, apriete más si
gusta! ¡Hasta estrujarme!
—-¡GraciaJí!—exclamó, conmovido—. ¡Si usted quiere, puedo q u i t a r m e la americana!...
—¡No, hombre!... ¿Para qué?—pregunté, asombrado.
—¡Para que tenga usted dos! ¡Soy muy pobre y no
puedo regalarle otra casa! ¿Quiere usted im zapato?
Hacía y a ademán de descalzarse un pie.
—¡Por Dios, d o n Alvaro!—^le supliqué—. ¡Si no
vale la pena!
¡Sí que vale la pena! ¡Sí que vale la pena!—^afirmó el con ligrimas de emoción, sin dejar de sonreír¡La g r a t i t u d es la riqueza de los mundos! ¡I^a onza
de oro espiritual que circula eternamente en el Infinito! ¡La línica moneda contante y sonante que admite
Dios! ¡¡Lo sabré yo, amigo mío!!... ¡Tenga, t e n g a usted
aunque no sea más que mi chaleco! ¡Yo soy u n avaro
de esa
riqueza!...
H u b e d e ponerme serio:
—¡HoBstoe, don
Alvaro! ¡No fastidie!...
Me propinó él,
entonces, con gran
satisfacción, u n a
fuerte palmada en
el hombro.
—¡Gracias p o r
su descortesía, que
me releva del deber d e agradecerle
su anterior aten
ción!
—¡Claio, hom-
El aguardiente, de moras
lo beben loa bellas moras.
Lo ignoras, porque no moras
con ellas, entre sus moras
costumbres, que no son Moras...
yp/<3n<3<r
tado. ¡No iba a ras idar a mi señora a un hospital!..!
Pero un médico hizo la operación sin cobrarme un
céntimo. Era joven, buen mozo, guapetón. ¡Y tenía
'
. .de . cien santos!...
. . Mi
. . señora quedó
un alma
como la
completamente bien. A los ocho días estaba más bella
que nunca. «Ahora, lo que necesita su esposa—reco
mendó el glorioso mediquito—as pasar una temporada
en el campo, para acabar de reponerse.» Yo me pegué
un puñetazo de rabia en la barbilla. «¡El maldito Latín
no da para tanto!», confesé, consternadisimo. El excelso
joven sonrió y... echó mano a la cartera. «¡Teng»
usted estas mil pesetillas!»—rae dijo, metiéndome el
billete en un bolsillo de la americana— . «¡Ya me las devolverá usted cuando pueda y como pueda!» Casi me
desplomé. Sentí caerme encima del corazón las cataratas del Niágara de una infinita gratitud procelosa,
arrolladora... ¡Póngase en mi caso! ¿Qué hubiera usted
hecho, mi querido don Desiderio?
—¡Le hubiera regalado al mediquito un obsequio
de valor!
—¡Eso hice yo! ¡Pero no le iba a regalar u n reloj de
oro o una pitillera!...
—¿Qué regalo le hizo usted?
—¡¡El más bello que vi en el escaparate inmenso de
todo el Universo!! ¡¡Agarré de un brazo a mi aderada
y deslumbrante esposa y se la arrojé al doctor!! «¡Para
usted!—le dije, emocionadísimo.
— Y el mediquito generoso, ¿aceptó la joya?
—¡Quiá!... Ella y él se miraron d e un modo bastante
significativo. Yo pensé g a r a mis adentros: «¡."V ver si
no me comprenden! ¡La gratitud es una e8i)ecie de
Filología celestial, p a r a ángeles ilustres!» Mi señora,
de pronto, se echó a llorar, entre lamentaciones que
partian el corazón: «¡Ay, mi pofai» AlvArito! ¿Qué será
de él?...» «¡No se apure usted, 8eñora!~le dijo el médico—. ¡Yo prometo recomendárselo con todo interés
a u n querido colega mío que tiene un sanatorio ideal!»
¡Lo que yo me temía, don DeÉ.iderio! ¡No me comprendieron! ¡¡Y aquí me tiene usted!!... ¡¡Diga, repita,
per favor, que t a n tremenda injusticia clama al cielo!!
Accedí, gustoso. ¿Qué me costaba?
¡Sí, señor! ¡Tan tremenda injusticia clama al cielo!
Don Alvaro, nerviosísimo, se arrancó de
un tirón un botoncito del chaleco:
—-¡Por su señora madre! — me suplicó,
brindándomelo—: ¡Acépt,eme usted, aunque no sea más que este botoncito insignificante! ¡F.S del chaleco, es sólo del chaleco!... ¡Usted, que sabe Filología, no pued e rechazármelo!
¿Qué le he hecho
y o para q u e me
mate?
H u b e de aceptárselo...
ALFONSO
VIDAL
Y PLANAS
—¿Eh? i Qué le parece?... ¡Más claro, a g u a crista
Una!...
—¡No comprendo bien!...
—^¡Pero si es sencillísimo! ¡Cinco «moras»!: I.ias de
las Duveras, la« mujeres de los moros, la« de las segund a persona del singular del presente de indicativo del
verbo murar, las del adjetivo calificativo y las del plural del apellido español Mora... ¡El hallazgo es mío, se
lo juro a usted, don Desiderio! ¡Y el versito también!...
—Bueno, ¿y qué?
—¡Hombre! jUsted cree que puede estar loco, como
dicen, un señor al que se le ocurre todo eso?
Yo medité un momento:
«Ix» ilustres filólogos suelen decir cosas mucho más
raras y son grandes sabio».»
Y aseguré, convencido:
—¡No, señor! ¡Usted no puede e?tar loco, mi querido
don Alvaro!...
—¡Pues aquí me tiene usted, no obstante, entre esos
desgraciados! ¡Es una injusticia que clama al cielo!...
—¡Sí, señor! ¡Clama al cielo!...
—-jY sabe usted por qué me encerraron, mi querido
don Desiderio?
—Lo supongo: por lo de las mora*»...
Don Alvaro, risueño, negó, meneando el índice
a n t e mis narices.
—¡Qiiiá!—soltó, al cabo
—Entonces, jpor qué?
Me pswó él por la mejilla la m a n ? sedeña de una
sonrisa cariñosa.
—¡Si usted supiera...! ¡Mi caso es t a n curioso como
la Filología!... ¡Vaya, se lo contaré!...
—¡Hombre, sí, don Alvaro! ¡Hágame el favor!...
—¡Yo estoy aquí por agradecido! ¡Como usted lo
oye! ¡Por agradecido!... ¡Dicen que soy la gratitud niisma! ;No t a n t o , no t a n t o ! Claro que no es imposible.
{••li « < • » " •
b r e ! Y acabaré
dejándole a usted
plantado si no me
cuenta pronto el
«caso d e gratitud»
por el que le t r a jeron a usted aquí!
—¡Enseguida,
sí, señor!... Como
le dije, tengo «ideas
propias» y u n a mujer beUisima. Mis
ideas, y a las conoce usted. ¡¡Ay, si conociera usted a mi señora!! ¡Le a.seguro
que marea de guapa! .. Pero yo era
pobre, ¿sabe u s t ^ ? ¡Filólogo sin suerte! D a b a clases particulares de Jjatín.
Pero si la señora se pone de pronto enferma y hay que hacerle una operación costosa, las clases particulares de
T^atín no d a n p a r a t a n t o . Y a mi señora había que hacerle una operación costosísima.
Yo me moría de desesperación, p o r q u e no tenía
dinero y los médicos querían c o b r a r p o r adelan-
cr¿nsea
Rokcrt«)
Hue p u e d e ser e l d e stM. muerte*
i:n eji muivito
Aato-loiograf íasy únicas en el mando» obtenidas pos* los aviadores alemanes Ru^c y Hoett^
cher, a l lanzarse liacia l a tierra» provistos de paracaídas» desde «tna altura de 5 o o ntctros.
A su Tez, R i ^ se lanza al esp«do,r P*r* qne la fotografia de su caída no se parezca a la de Boettcher, lo hace
tirándose de cabeza— Veintitantos metros le separan ya
del avión, y el paracaidas no se abre_ ¿Es el minuto de
la muerte? (Como el piloto Boettcher resultó herido y no
pudo emprender nuevo vuelo, esta fotografia de la cafda
de Ruge fué obtenida por el piloto Femstadt que sustitnyó a Boettcher en la segunda experiencia).
Mis impresioifteA
d « r a » t e l a caída...
P»r Willi Itmit.
C
CANDO fulmoe a solicitar permiso de la Folíela
del Aire para llevar a cabo nuestra experiencia,
el jefe a quien nos dirigimos respondió:
—Sí, eso está muy bien; pero aunque sean ustedes
aviadores, no se lee puede autorizar asi como asi a
tirarse de un avión en vuelo a seiscientos metros de
ahura... Henen ustedes que sométase «1 examen reglamentario y obtener el titulo de piloto de paracaidas... Y ante todo deben ustedes procuran-e paracaidas propios, que han de ser loe que utilirr>n ustedes
tanto para el examen como para la experiencia definitiva...
Mi compañero Boetteher j y o soft encaminamo»,
pues, hacia una Casa constructora de paracaidas. £1
director, al enterarse de nuestro proj'ecto, opinó que
deede luego era interesante, pero mcetró una gran desconfianza en el éxito. Insistimcs, sin embargo, haciénArriba: Momento «n que d aTlador Boettchcr abandona sn pu«to en el avión para lanzarse al espacio desde el dole ver que nuestra práctica de la aviación nos perplano de un ala. Abajo: el salto hada la tkrra, en el InsUnte ca que el paracaidas no se ha abkrto aún y el cuerpo mitía tener buenas esperanzas de lograr lo que noa
del hombre cae como una piedra.. (Estas fotografías fueron obtenidas desde otro avión por el piloto Ruge, a quien proponíamos, ya que contábamos con sangre fría J
correspondió Unttt en squndo lagar).
(FOU. truaudu por Accacu ototu) dominio de nuestros nervios, cuaUdadee necesarias
cr«mca
para intentar, al
menos, obtener fotografías durante
la caida, merced a
los aparatos automáticos de q u e
disponía mos,
y que habían sido
contraídos e s p e cialmente para el
caso.
Al cabo, quedam o s de acuerdo:
nos facilitó el director a p a r a t o s
paracaídas; asistimos durante quince días al curso de
instrucción; sufrimos el e x a m e n
teórico, y obtuvimos la autorización indis{)ensable
para la p r u e b a .
Aun fué necesario
esperar, durante
algunos días, a que
el tiempo f u e r a
propicio. Al fin, en
un magnífico d í a
de sol, con viento
suficiente para facilitar la acción de
los paracaídas, decidimos 11 e V a r a
cabo 1 a experienc i a. Llegamos al
aeródromo, donde
n o s aguardaban
dos aviones: uno
que había de llevarnos a Boettcher
y a mí, sucesivamente, a más de
quinientos metros
de altura para realizar el s a 11 o en
condiciones reglamentarías; y otro
en el que aquel de EI pUoto-J€f2 von Engel da la orden del salto a Wíllí Ruge, y éste obedece; pero al lanzarse al espacio obtiene la primera folograKa enfocando con sfl
nosotros que asisTon Engel, en el momento en que éste pronuncia la voz de mando.
tiera al salto del
otro había de ocupar el puesto del
observador p a r a
obtener fotc^afías del primer momento de la caída.
Echamos a suertes, y le tocó a
Boettcher saltar el
primero. Y o me
instalé en el otro
avión para asistir
al . s a l t o de mi
compañero y tom a r fotografías
del instante en que
Boettcher s e lanz a r a al espacio.
Tanto para fotografiarnos mutuamente como para
autofotografiarnos durante la caída, llevábanos colgados d e l pecho
s e n d o s aparatos
de película cinematográfica y de
cambio de cuadro
y disparo a u t omático, cuyo manejo se reducía a
la orientación del
objetivo.
Los agentes de
la Policía del Aire
n o s llamaron la
atención acerca de
una r e d d e cables eléctricos de
alto voltaje q u e
cruzaba sobre un
lado del aeródromo, y nos advirtieron que pocos dia^
aate» un aviador,
intentando t a mbién un salto con
paracaklas, no habia podido evitar
que sus pies se en•~iap<in en aque-
ffH^'"
Willi Ruge cae de cabeza, y a una velocidad vertiginosa recorre treinta metros antes de que el paracaídas se abra.. Y sin embargo, aún conserva sangre íti»^^
mo sofidentes para hacerse a á propio esU fotografía, con el aparato espedal y automático de que iba provisto.
(Foto, txmmmám por Aínda GrttkM)
í
T
'««tro <I<
r M f<ta Dor un aviador al arrojarse del aTióo es esta que el piloto Boettcher se hizo a si mismo en el instante de caer, con el paracaidas cerrado to.
La primera auto-iotograiía °''"° ~°¿^j |,onibre se ve la expresién de angustia que la rapidez de la caida y la consiguiente dificultad para respirar le producen.»
p.,.
<le sí mis-
Sobre la cabeza de Willi Ruge, d paracaidas se abre al fia- El piloto dente d vi<teito frcaaxo que dcticac su caída T b bacc y* kata j Ubre de riesgo- En c! minuto de la vida
o de ia Bocrte, d dcstiao 1M optado por to vida.
|FM«. twwHMéM pot AflOda Orttci)
En tanto que Willi Ruge da el terrible salto su esnosa <» t,.,-.
gustia... El único que aún no se da cuenta de lo q u ^ í u m cs^J W Í L " / ""P^^eros contemplan la hazaña con anLa tierra está ya cerca, y al fotografiarse, el aviador obtiene esta cariosa instantánea de sus propios pies, suspendidos a cien metros del suelo..
El perro de Ruge sabe bien que el muñeco que cae desde la
altura jugándose la rida es su amo.„ Y el animal no pierde de Tista a la silueta, que suspendida del paracaídas
osdla ca el aire~
II08 alambres y habfa muerto electrocutado...
Los pilotos nos elevaron a unos seiscientos metros
de altura, y buscaron el lugar propicio para que, calculando la direccióa y la velocidad del viento, tuviéramos fM-obabilidades de caer en el terreno del aeródromo. Estaban los dos aviones próximos uno a
otro, cuando observé que mi compañero Boettcher
abamdonaba su puesto, y gateando sobre el plano de
un ala, se disponía a dar el salto. Boettcher se lanzó
al espacio en posición vertical. Cayó como una piedra, durante un momento que me pareció eterno y
en ti que recorrió unos treinta o cincuenta metros...
Al cabo, su paracaídas se abnó, surgiendo en el espacio como una gran burbuja blanca, y le vimos caer
ya muy lentamente. Nuestro avión describió varias
curvas en torno de Boettcher, y asi fuimos acompañándole hasta la toma de tierra. Boettcher, arrastrado por el fuerte viento que impulsaba al paracaídas, rodó sobre el terreno desigual y fué recogido
con el rostro cubierto de erosiones y un brazo en
bastante mal estado...
Por tanto, Boettcher no podía de momento tomar mi puesto en el avión observador, y fué susti-
Ruge ha llegado a tierra sano.y salvo, y abraza a su mujer„ Para ella y para su híía h» rm^u,,A
permite
únicas
«•««a. disponer
A\.,^^^ de
A. fotografías
f^t^.,u,,
.i-i—.'en
_ el
-. mundo.
_
:'^ ° ' realizad Q esU proeza que le
(Fots, trnumltldu por Agenda Gráfica)
tuído por nuestro compañero von Fernstadt. Yo me
in'^talé, provisto de mi paracaídas, en el otro avión pilotado por von Engel, y ambos aparatos se remontaron en demanda de la altura.
Ahora me tocaba a mí dar el salto, y decidí tirarme de cabeza, para que las fotografías resultaran diferentes de las de Boettcher. Cuando estuvimos en el
lugar conveniente, salí de mi puesto y ms agazapé en
el borde del ala, aguardando la voz de mando de von
Engel.
—¡Ya!...—exclamó éste, al cabo, y me arrojé al es
pació como un nadador que intenta un lucido plongeon...
Me es imposible describir esactamante las sensaciones que experimenté en el primer momento de la
caída vertiginosa, cuando aun no se había abierto el
paracaídas, y la tierra parecía atra9rm3 como un imán
homicida... Recuerdo que abrf» la boca, con la angustia de un comienzo de asfixia, y que en mis oídos
resonaba una vibración terrible, como si a cada lado
crónica
r.e mi cabeza funcionara un motor de aviación Al
c a b o - n o de un imtante, sino de un s i g T ^ ^ e senM
retemdo en el espacio por un firA„T- i .
la mano de un / g a n t e V 3 " h u í ' S
o^^XVZ^.'''
Era ei paracaídas que acababa de abrSe v flotaba
en el aire como una mmensa medusT. R ^ p ré a*
fin, con todos mis pulmones v r,^Z^ «^espire, ai
había olvidado mi abarato f : t o g ^ , J r r q t T h ^
bía enfocado a mí mismo en «uVn^i ^ • ^
de terrible caída. Fuíadar sTbr^i'^' E r y T a T s i í S :
de la terraza de un restaurante próximo aT¿r,^ro^o'
Me lastime una pierna y me desollé una cadera «¡ro
nada de esto tenía importancia, puesto que'tinto
Boettcher como yo habíamos logrado nuestro re
portaje fotográfico, umco hasta ahcra en el mundo
y puesto que terminada fehzmente la aventura pude
estrechar entre mis brazos a mi mujer v a mi neo.i^
ñuelo, que me esperaban abajo...
^ » ™» P«l«e
Wiixi RUGE
líWN Y ínaifib
Lolin- Mira Bobí\
¿b:Comj2j/as
caj Tanas ^cie
' maha dadú
/a chacha <j¿^
ha ajado mu
cÁaJ ^/t d/lorft)Q_
no por^LO^ ¡Q
^ujíap rriuchh
a mí aÓLcQÜih^
udmcsá/a^ar
a la castañera,
^^ojoy/acaj
Tañará con un
panuj2¿oen /a
caóazd (^ una
U?fu¿¿¿3 parÁ A B0BJTO-tE-üüSTAH-MüCH0-LAS-CA5TAttAS
<^ua no rrus I
. Tu ULULAS <¿n.
\2n osa puerTa.
¿\soc(i^x\ájS)}CuaA
Tas ca/anfitasl'
(jal qa.<2.ya estoy ucnoLCndo)!
Vcon oj/a cacero/á pujQjIa
<2nc¿ma da /a
fuo LLnpuesCo
CÜ2 cdjfarias y
¡/{la rica cas
Taña!¡Tres á
unap^rra.
gordal/Ceca/?Tas caI/enliTas\
%á>\k>~)laQjTbij
cÍGSQando d^
comparf,.
nJaj con un
¿ombrarocLd
mí papé ij
cwnprabascds
fknas «3 /re/
. lA^na. parra cjori da ij tQ las o}ynids Hcüzcías
^ua (¿siabdn m^, coTnpradáJ ¿f^¿'
pujzads ij oirá uoz.
Lolín^CiPu^ ^ri-
óÁ ^á\)¡C¿¿atilás caUQnUiáÁ
(BoblXb kajce
¿'jcñara cas- udrids omipras
Tañje.ra;¿cfuk-ijLolin óe da
re, u^Té c¿as- caGnraclaqujg
pacharm^Tres la¿ casfafiaj
castañas por ct(2óapar<2cen!
una perra
ij ru> la¿
cforda?,.,.
hd prot>
S(¿nor! Bnse- ¡OijQ Bo,
cjuídLTa IQÜOU
a daspacha-r den/¿ cicanM
a iute unas ifiu Ciemzsfi
casia rías cfue hdoírde
Son mmj rí- Iánx2ra para
^uücmas,,.
<fUJ2(^ocompre
Á/íóra ares tu
lacájfánars
u uo sou ana
yañorib 9^
uLdna a com prar TrOJ una
parra Qorda,
y VZ di^o cjU^
jon rruuj bim
ñas, ij lu^go
cuándo nua
/as 0077W UOJI^o o/ra uoz.
ij le compro
mas ¿SáÍHzs ?
loUn-j?¿^a casTañerá; ¿me
(Rulara ckspachar Tres caslanas una perra <^arc¿a^,.
BobLÍb=///>e
^us^ SQriorc/a,
Váí/a a/puei
Tóde la. ola ca
l/<2,por-cfLü2
mM fuecíán
muxf pofuiIás t/ na las
ffimciM
dte l a p l a y a .
C
ITANDO de muchachos entreteníamos nuestros
ocios leyendo y releyendo las apasionantes norelss de arentnras y sentíamos en nuestros nervios juveniles y exaltados el espolonazo de la emcción
producido por el episodio espeluznante o por la hazaña
maravillosa, solíamos evocar las figuras de nuestros
escritores favoritos: Salgan, Julio Verne, Conan Doyle,
Mayne Reid. Fenimore Cooper..., para admirar el prodigio de sus fecundas imaginaciones y de sus talentos
creadores.
No foimoa de los jóvenes que bobiéramoe querido
emular las aventuras de los cazadores de fieras, de los
ca|Htanee negr^oe, de los jefes piratas, de los pescadores de perlas, de los pilotos de altura. Comprendíamos
que aquellas narraciones eran irreales y admirábamos
a Im héroes de las mismas a través de la personalidad
del escritor que los concibiera y diese vida después al
; correr de su pluma, empujada por la imaginaciói..
El tinglado, pu«s, de toda la gran producción de li\ teratura emocional descansaba para nosotros exclu, sivamente sobre sus mismos autores, porque nuestra
mente de niño no admitía gran parte de semejantes
prodigios de audacia y de valor, de tamaños sufrimientos y de esfuerzos, más que en las imaginaciones
calenturientas de toda aquella l ^ ó n de escritores de
novelas de aventuras.
Para nosotros era absurda, casi imposible, la existencia de un TartarÍD, de un Balfour, de un Grordon
Pin o de un Crusoé; pero hoy la vida nos ha demostrado cuan grande era nuestro error.
En nuestros días, en pleno siglo xx, todas aquellas
aventuras de los personajes de Verne, de Salgan, de
tantos otros, se viven constantemente, con esfuerzos,
con sacrificios mayores que los que imaginaron estos
fecundos novelistas.
Los viajes al Polo, los records {M-odigiosos, los vuelos
quiméricos, son hoy una realidad palpable que conmueve cada día a ía Humanidad, retrotrayéndola a
las lejanas épocas en que Ins grandes exploradores escribían con sus proezas las más brillantes páginas de
la historia de la vida aventurera.
Y no sólo en loe países remotos y en los mares lejanos. Hoy mismo, frente a la ciudad urbana y moderna,
sobre nuestra playa levantina, frente al mar de la civilización, siempre surcado pcw buques y veleros de
toaos los tipos y todas las banderas, hay hombres que
viven una vida absurda de verdaderos Robinsones,
de náufragos arrojados a una costa inhóspita sobre
•iejos restos de eBab«urcacioBe8 carcomidas T destrozadas, en las cuales las algas marinas y el salobre han
puesto el estigma de la esterilidad, del abandono y la
desolación.
Es extraño esto, ¿verdad? Quizá alguien piense,
como yo pencaba de pequeño ante historias parecidas,
que el presente relato es fruto de un periodista imaginativo y fantaseador. Pero quien esto crea, se equivoca, como antaño yo me equivocaba. I » que decimos
es cierto, indiscutibíe. En la costa valenciana hay unos
hombres, modernos náufragos de la nave social, urbanos Robinsones de pliy». que viven agarrados, coa u a
supremo gesto de dolor v desesperación, a los restos
de una vieja barca, podrida por la arena mojada y por
el sol.
El primer Robinson de playa que hemos encontrado
es un hombrecillo enteco, sarmentoso y huesudo, que
se deja acariciar por el sol otoñal, recostado sobre el
despanzurrado >'ientre de su barca.
Vive allí con su anciana compañera, una vieja desdentada y astrosa, a quier los aullidot< del mar en los
díís de tormenti han trasttjrnado la razón. El sol
calcinador ha puesto sola-e ella su testada huella de
tal modo, que cuando la vieja se acerca a la vivienda
se confunde con ella, como un viejo madero, como un
leño más resquetnrajado y roohoi^ de la derruida embarcación.
La historia de estos dos seres es triste y vulgar.
F.l era teñidor de redes. Sus manes conservan aún, a
d?8pecho del tiempo, las manchas rojiza.s que le hicieron las tinturas químicas que se le filtraban a través de la piel. I.* vieja vendía pescado y preparaba el
yantar. Un día nació un hijo, el hijo de la ilusión y de
la esperanza en la vejez. Y el hombre chapoteó con
más entusiasmo dfsde entonces por entre el cenagal
d^ las tintas, y la mujer salió des horas más temprano
cada día, cargada con las cestas repletas de la viviente
nlata del mar.
Pero el hijo fué el fracaso de la vida de los dos esposos. Hoy todavía, de vez en cuando, el grandullón,
que es vago empedemielo y chulo por naturaleza,
cuando le aprieta el hambre cae sobre la vieja barca
a la hora de almorzar y se come el bote de nauseabunda sopa que Irs viejos tienen sobre el fogón y se bebe
la botella de Cazalla que sus padres esconden en lo
que fué sentina de la barca; esa mala Cazalla con que
los viejcs aplacan de vez en cuando el dolor de los recuerdos y 11 amargura de su derrota...
<»
o
Este otro Robin^ón, que al pasar junto a su vivienda marinera parece que ncs observa con terrible fijeza,
no se ha dado cuenta siquiera de nuestra presencia.
criiuc&L
Sus ojos, qne miran con un ansia infinita, con un .sentimiento indefimdo, no reflejan la luz. El Robin.són es
ciego.
I Un pescador que quemó sos pupilas con la reverberación del agua de loe mares, que se emborrachó de
luz o que abrasó sus ojoe a fuerya de mirar al sol?
No. Es un simple vendedor de Ixiteria, un hombre
de tierra adentro, que por una extraña iwradoja de la
vida, como un náufrago que va domle le lleva el rodar
de las ola.s, ha venido a parar aquí, como hubiera podido ir a dar con sus huesí s a otro .sitio cualquiera.
El Robinson ciego vive con una mujer, cuya laboriosidad vese reflejada en torno de la embarcación. I-*
nave tiene techo de madera, cortinas en las puertas y
ventanas y aves domésticas encerradas en unos galli-
ñeros cokxsadoB a proa y a popa. Sobre el techo, la
chimenea, enn^recida, indica que a diario se coloca
^' puchero y se enciende el fogón.
Este ciego es un Robinsón burgués: algo así como
la aristocracia de les Robinsones. La barca es suya, y
"adié podrá nunca arrancarle de alH.
Más allá hav una lancha partida por la mitad. Debió
quebrarse un'dia de furioso terapOTal, y su dudio la
<íejó alK abandonada como algo inservible.
Pero el tío Basura encv5ntró en elU un refugio pwra
su existencia de coleccionador de desperdicios callejeros, y la cubrió con una» latas de cajas de g»"®*^
'-on madera de cajón de leche condensad» se *»"]!<*
Una puerta, la aseguró con un desmesurado candado,
y ya pudo ir tranquilo a practicar su entretenido oficio. Como era un hombre optimista y fiaba en el pw-
venir, clavó en la puerta de su choza una encn-me herradura. Los alrededores de la finca fueron pronto un
depósito de inmundicias, de desperdicios, de objetos
absurdos que las olas echaban a la playa. Pero él seguía allí impertérrito, revolviéndose en aquella Babel
de microbios y de moscas.
Hoy el optimismo del tío Basura ha triunfado al
fin. Su ideal, aunque tarde, se ha cumpUdo al cabo.
Nuestro Robinsón ha sido empleado en la limpieza
pública.
Y asi, cuatro, cinco, neis familias de Robinsones playeros, que en sus viviendas absurdas, malolientes e
infectas, a las que no logra orear la constante brisa
marina que allí sopla, ponen un cinturón de dolor, de
miseria y de vergüenza ciudadana en torno de las edificaciones que limitan la zona del mar.
La vida de estos hombres, a unos metros dei agua
viendo siempre sus chozas lamidas por las olas al menor cambio atmosférico, sintiendo en loe huesos el
Levante y el Norte que se filtra por los desunidos tablazones, es algo horrible, torturante, que la conciencia
humana no debe consentir.
Nuevos Robinsones abandonados en inhoepitalaria playa, estos seres, sobre la arena húmeda o calcinada, sufren el martirio de ver frente a ellos cada
día la masa urbana de la ciudad moderna y confortable, recortándose sobre el fondo del cielo como un fenómeno de espejismo, que nunca podrá convertirse
para ellos en una realidad.
J . SANCHIS NADAL
(Apuntes del natural, de A. Vereher.)
í/c'ombtes
Précfícos
N o es lo muier lo sola entusiasta del
Jabón Heno de P r a v í a , por lo gracia
de sü perfume inconfundible y el encanto de su espuma, que afino y suavizo el cutis. También los hombres prócticos aprecian lo que vale este jabón
puro, compacto, d e g r a n d u r a c i ó n ,
e l a b o r a d o con aceites muy finos y
con tal perfección que no hoy cuidado
de que corte o estropee las monos
por muchas veces que se laven al dio.
Jabón
Pastilla,
l,2S
Ueno dePravra
raSFVIIBKÉA CAL. - MAMtIB. - B«BN«fS AIKBS
Pastillas
COMPOSICIÓN
Aiiicttr l«ci,e, b., cinco et(rB.; «xtrMtu rcfAlli, cinev etfia.;
e»tr»cio aiModi», tn$ mili»., o.irHcto »i*da1» **CR. ITM
lAillf^ Uo)u«ii«1, cinco tntlíf.; Mdcu* »Mntu»nla»4o, c«fittdft4
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eos y v o l á t i l e s , q a e s e conservan i n d e 6 n i d a m e n t e y m a n t i e n e n í n t e g r a s s u s marar i l i o s a s propiedades m e d i c i n a l e s para c o m b a t i r d o u n a m a n e r a c o n s t a n t e , rápida y
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AYALA Y LOS JESUÍTAS
¿ • m i l i l - iSCENAlll*,
^
XKNTIIK
ftASTIII^Uli/?.
Una n o v d a puUicada en 1910, A. M. D. O. (La
• idn en loa colegios de Jesuítas), es, en la obra de Ramón Pérez de Ayala, si no pieza jmncipal, elemento
• le tMÍentación segura. Hecha, en parte, con reenierdos
.uitobiográficoe, representa una requisitoria contra
méte)do8 pedagógicos que exigen del alumno la total
sumisión, la abdicación (x>mpleta de personalidad y
juicio, la entrega a (ñerra ojos en manos de una disciplina férrea.
En 1910, y menos en los años posteriores, no tenia
la novela un ambiente propicio. ¿Lo tiene hoy? Los
debates parlamentarios han planteado y resuelto en
principio el asunto en el sentido expresado por la ejonclusión de esa novela. Al transportarla al teatro, con
toda fidelidad, no libre, por cierto, de violencias constructivas, inevitables tid vez en estas adaptaciones,
cuando no es el autor misnoo quien las lleva a cabo,
por la necesidad de dejar c^ndensado en un lugar,
unido en una situación, lo quo el libro dispersa, don
Juan López de Carrión y don Manuel Martín Galeano—adaptadores de otras novelas de Avala—han
afrontado el juicio público desde la cruda luz de las
tablas, no ignorantes, sin duda, de que en momentos
de pasión política tendrían que suscitarse contradicciones violentas.
La Prensa diaria ha comentado los sucesos de la
primera ne)che. Menos la obra misma, en que cumple
señalar el efecto que logran ciertos cuadros, como el
de loe ejercicios espirituales y el final, rehecho por el
propio Ayala, según declaración publicada por Rivas
Cherif, que ha mostrado su pericia como directoi' de
escena en la ordenación de un difícil conjunto. Las escenas en que intervienen los colegiales, personificade)s por niños que, no habiendo hecho profesión del
teatro, añaden, con sus mismos defectos, naturalidad
al resultado, logran animación perfecta. Entre les intérpretes se destacan Martínez Tovar, Elias, Somera,
V illagómez y una actriz, la señorita Morriño, que incorpora con tóela evidencia la tierna fígura desequilibrada de la inglesa Ruth.
COROLABIO AL, DON JtTAN
T>
• Dinn losefina Tapias y Emilio ThuilUcr, en una escena de «Cuando los hijos de Eva no
Teatro Calderón.--Kosario Kmo io»c
K ^^^
¿on jacinto Bcnavcnte, estrenada con éxito clamoroso,
son los hijos de Adán , nueva comema
Vestir un juguete cómico, un tanto astracanesco
—astracán vistoso de verso disparatado con tiradas
y rimas paróelicas—, (M)n los trajes del Don Juan TeEíit) es acaso, por encima de la anécdota incestuo- norio, en los dce primeros actos, para cambiarlos dessa, el pensamientj profundo de la nueva obra de Be- pués por la ropa raída de unos comediantes «del kilómetro lanzado» y por las galas de unes campesinos
navent3: un clamor—también de profeta hebreo—
manchegos, entre le» cuales aquéllos ensayaban una
sobre la disolución de la sociedad, visto en la atomización de la familia, en el juego desenfrenado de instin- obra de cierto poeta-labrador; tal es la operación vetos y pifcion?8. Lo ha desarrollado en un acto vivo de rificada en la Zarzuela, con pleno éxito, por Jewé Silva
exposición, que deja ver el ambiente de la casa abierta, Aramburu y Enrique Paso, en complicidad con los
OTRA VEZ BESAVENTE
actores dirigidos por Manuel Perales y Joaquín Garen que tndo el mundo entra y sale; en otro de concenOS estrenes de Benavente s m l e n ir a parís, des- tración dramática, que plantea, gradualmente, el con- cía León. Operación limpia, sazonada ex)n alusiones
os « í i r e m s ue "^
silencio. Ahcra no han
que no han despertado recelos ni sus<;eptibilidades en
flicto me ral; en un tercero que desarma su virulencia
el público vidrioso de nuestros días, y que han hepasado echo días entre i^
^ ^^^
extírior, apaitánddo de la tragedia qve pjrece su na- cho reir sin tasa, dejando ver el buen tino de les iny Cuando los htps de tva no ^J" ., '
-p^^ j .
tural salida, para suncir teda la v i c k r c i a del drama térpretes. Con los jefes de la Compañía, las actrices
estrenada
por I h m
en la ments del protagonista. Menos feliz en este acto SoceMTO González, de tan fina gracia personal; Irene
ida esta
esta últinm
Oiuma pieza
pie»..» en
v... el
^- Caderón
-_
llier y Rosario Pino, t n cuanto al éxito, la comidi» que en el segundo, enfria un tanto el efecto formidable Caba, Mari» Pujó, saean de Don Jvan Jo»í Tenorio
desagradable—dfcí 1» calificó Benavente mismo, pen- de ese acto central que ha dado a Emilio Thuillier todo el rendimiento posible, que los espectadores resando en la denominación dada por Bernard ÍShaw a uno de svs maycrcs triunfes recientes. Con él sobresa- frendan con su aplauso.
algunas obras suyas—, esto es. la del Calderón, ha len en la interpretación F e s a i i o Pino, Josefina TaEiíWQtTK DIEZ-CANEDO
sobrepujado, en el acto segundo, al de la comedia pias, Carnaen R-endes.
iagTcdible del Fontalba; p:ro el éxito de é s t i es más
g i a l . más seguro, y será, probablemente, más laigo.
El tema de Cuando los hijos ds Eva... es un tema
trágico, nunca ajeno a la gran literatura. En Edipo,
en Fedra, en Annabella, de Fcrd—el gran dramaturgo inglés de la épcca isabelina, que no titula de ese
modo su drama, sino con un rótulo que no suele transcribirse por entero—; en la Ciudad muerta, en La malquerida misma, para llegar ya a Benavente, se roza
de cerca o de lejos. La pasión amorosa entre dos seres que son remos del mismo tronco, y que en la nueva comedia de nuestro autor lo ignoran al unirse, da
asunto a la acción, desenlazada no trágicamente, sino
en la conciencia tolerante del padre desordenado que
no se sometió nunca a un amor ni a la común ley de
convivencia humana.
Benavente hace de él un gran artista, músico de
renombre, y, además, le hace judio de raza y suizo
de residencia; esto es, le confiere la mayor suma de
cualidades que pueden hacer internacional a un hombre, desligándole, como ciudadano, de un país cualquiera. Este hombre siente, con la revelación inesperada, el golpe que va a herirle; mas en el concepto
del autor, que nos le ha presentado como varón abí^oluto en su arte, sin otro intermediario que 8U conciencia intima entre el Dios que le entiende y su obra,
sabrá guardar para sí toda la amargura, aferrándose
a la convicción de que las faltas de los padres no han
de caer sobre la cabeza de los hijos.
En derredor de esta figura, levantada no para atenuar lo trágico de la situación ni para excusarla, sino
para concentrar en sí toda su violencia, hallamos la
de la hija capaz de la misma resistencia desesperada,
en defensa de la elección hecha por sus sentidos libres.
Y las restantes figuras: mujer que vive, entregada a
su arte una existencia independiente no sujeta a ley. Teatro de la Zarzuela.-Un cuadro d e . Don Juan José Tenorio, juguete cómico de los señores Silva Aramburu
y E. Paso, cuya presenUdón ha obtenido excelente fortuna entre los espectadores aficionados al teatro que hace reír.
hermanas de distintas cunas en que reviven los ren(FoU. Dd Rio)
cores de Caín; tipos como el de la vieja criada hebrea,
que auguran venganzas divinas.
u
Madrid.
en
t
cransca
Amor fatal, la nueva obra de ¡Somines que acaba de
publicarse, es, a lo largo de sus trescientas páginas, un
hábil e intsresante juego malabar, en que el autor se
complace, mostrando a veces, y a veces escamcteando,
la trayectoria del argumento sobre el cual, de trecho
en trecho, tiende la crítica sus carilleos^.
Somines no se contenta con la pintura fuerte y expresiva del cuadro de vida encerrado en el marco de un
capítulo. Ese cuadro se completa con el diálogo indirecto entre el escritor y el lector: comentario crítico
que a todo alcanza, y del que no se libra la Prensa.
Especialmente las actuales revistas gráficas se le antojan al protagonista de Amor fatal, por cuya boca habla
Somines, completamente anodinas y vulgares, llenas de
intenHús, y dando en el mal gutto de retratar a las tiples de un teatro como conductoras de tranvías...
Esto último va directamente contra CRÓNICA, cuya
fué la famosa y eutrapélica información de las tiples
VÍCTOR SARASQUETA S.L. f * "
SOLICITE
CATALOOO OWATWTO
conduciendo tranvías... Pero no por eso vamos a dejar de decir que la novela de Somines es interesante,
y todo lo que deseamos es que Somines venda de su
Amor fatal tantos ejemplares como la décima parte, al
menos, de los que vende CRÓNICA...
t
OT3 M. Somines abandonó España muy joven p a r a buscar en
América horizonte más amplio y más propicio que el
ofrecido hace un cuarto de
siglo por nuestro país a les
hombres que no se contentaban con aguardar pacientemente la hora improbable de un encuentro casual
eon la fortuna, y preferían,
para llegar a ella, el camino siempre arriesgado, pero a las veces breve, de la
aventara.
Durante años y años Somines luchó eon denuedo.
Fué obrero, fué comerciantei fué, más tarde, periodista, y un dia entró a formar parte de la redacción
del Diario de la Marina, de
La Habana... Por fcrtuna
para él, cuando esto ocurrió, Sominee tenia ya conquistada si no precisamente la fortuna, al menoB la
independencia... Gracias a
9sto n o naufragó s u afán
de libertad en el vórtice de
a Literatura.
Somines, en la madurez
le la vida, sintió la noetal^ a de la tierra madre, y un
ouen día sacudió el polvo
ie sus sandalias en el muele de La Habana y embarJÓ para el defínitivo regreso...
Ya está entre nosotros.
El pasado—media vida de
luco», allá lejoe—se le auüoja un sueño. Podría quizás descansar, entregándole a la existencia contemplativa; podría tal vez probar de nuevo su suerte
pu'a los n^ocioe... Prefiere el trabajo que en EspaSa es más ingrato y menos
jwoductivo: el de la pluma... Y es que al sacudir el
polvo de sus sandalias en el
muelle cubano, al renunciar
al pasado para emprender
una jornada nueva, Somines no pudo despojarse del
morbo adquirido en las salas de Redacción y en las
tertulias de los cafés de La
Habana... Quia joué, joutra,
dice un aforismo francés,
según el cual el jugador no
tiene redención... Tampoco
la tiene el escritor, y de
igual modo podemos decir
que «el que ha escrito, escribirá.»
o
^
Somines ha escrito y publicado una novela. Es, de
las suyas, la primera editada en Elspaña, ya que otras
dos precedentes, El secreto
de un suicida y Tierra de
promisión, aparecieron, entre 1923 y 1928, en Cuba.
decorocidn moderna
<i>
DoíTiitorio
de doña Vic'ofia, fabncodo por esta
Casa. [Palacio Real)
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Poseo de Recoleto*, ó
TeMfono 52608. -:- MADRID -:• Apartado 1074
crónica
estos diminutos sombreros, que iniciaban el salto atrás
de la moda, aumentó nuestra inquietud.
Pero ha llegado el momento de tranquilizamos, porque si es verdad que la nueva silueta modifica un poco
la apariencia natural del cuerpo, no comprime ni deforma, en cambio. Los cuerpos de los vestidos son en
la actualidad más reducidos; la cintura es más estrecha, y las espaldas más anchas. Mas se trata de efectos
obtenidos con el corte, sin intervención de ballenas
ni de fajas especiales.
Christiane, de reconocida experiencia, afirma que
ara las primeras reuniones de la t«mporada elegirá
e preferencia un traje en raso blanco, como los que
propone Chanel, o en raso negro, como los modelos
de Lelong, a fin de que la elegancia resalte, obteniéndola de la forma, sobre todo. Ya hemos indicado en
otra ocasión que los detalles adquieren gran importancia y son esencialmente personales. El buen gusto y
la originalidad han de armonizarse. El peinado se modifica, debido a los sombreros de actualidad. El cabello se peina hacia atrás, descubriendo la frente y un
óvalo de facciones regulares. La ondulación es ancha
y oblicua. Las puntas se recogen en bucles sueltos y
aplastados, escalonándose los unos bajo de otros. Reunidos en la parte baja de la cabeza esos bucles, for-
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Varias
nota»
de l a moda a c t a a l
D
ESEÁBAMOS algo liuevo en la moda; contábamos
con lo inesperado, y temíamos, a la pax, enojosas sorpre8*a¡. El sólo intento d e / ^ " « ' * f ; ¿
polisón nos horrorizaba al pensar que hadamos de
renunciar a las ventajan adquiridas con la evolución
de las modas y a la soltura de nuestros movimientos
No podíamos acostumbrarnos a la idea de opnm^r
nuestro cuerpo con un corsé, renunciando a la como
Las elegancias femeninas en el hipódromo parisiense de
AuteulL Un abriguito corto, en forma de blusa rusa. Mo>
délo de astracán blanco, con orla y bocamangas de astracán negro. Sombrerito hadendo Juego con el abrigo.
(Fot. Agenda Ofiffca)
Las elegancias femeninas en el hipódromo parisiense de
AnteniL Sombrerito de terciopelo de seda negro y raso
blanco. Abrigo de terciopelo negro con guarniciones de
«renard» negro.
(Por. Afcnda Grüica)
man una apariencia de moño de dimensiones muy reducidas. Los modelas de los nuevos sombreros, de ala
recogida per detrás, crean un problema de difícil sclución para la mujer que posee un pelo recio en demasía y un cuello rasurado. Los bucles y moños postizcs
resuelven el conflicto.
No hacemos más que indicar las orientaciones más
señaladas de la moda, y que representan su parte
inédita. No obstante, el gusto práctico y elegaiite existe
siempre, t i traje sastre es una de k s favoritos de este
invierno. Su casaca es en la actualidad más corta que
nunca, y apenas excede de unos centímetros a la línea
(le la cintura. Un cuello de pieles corona la espalda.
Las mangas son uno de los temas que más atraen
la atención en esta temperada. El abrigo «sastre* adquiere un carácter muy definido. Sus características
son el busto en forma de V, la cintura estrecha, el cierre doble, vertical, y las solapas cruzadas muy aniba.
Sus líneas son sobrias, y sus contornes, casi rigidos.
El abrigo de paseo tiene un cort« muy especial, que
afina el busto. Un cuello postizo, de pieles, se cruza
en forma de ocho, anudándose sobre la espalda, por
encima de la cintura, consiguiendo de esta forma que
el talle parezca más estrecho. El abrigo para litó visitas se ornamenta con cuello y puños voluminosos de
nutria, de astracán o de renard.
El traje de noche se presta a todas las fantasías.
Algunos se guarnecen con volantes sucesivos. Madeleine Vionnet confecciona sus modelos en raso mate,
rojo, rosa o azul muy claro, y el fourreau o traje «funda», en terciopelo azul ciruela, rojo veneciano, fuchsia
o esmeralda. El escote alto por delante compensa la
desnudez de la espalda. El abrigo de noche cubre por
completo el vestido, llegando al extremo de los pits.
Se elegirá en terciopelo, en tonos intensos y obscuros.
Les modeléis de Patou son ricos, a pesar de su sencillez. La capa de viaon que forma el cuello y cubre hasta
la parte alta del brazo, cayendo sobre los hombros,
servirá de recurso ccnfcrtable cuando retáremos nuestro abrigo. Schiaparelli, Vioimet, Heim, exponen abrigos de astracán ajustados, con solapas planas. Molyneux y Lanvin sacan gran partido de ' a piel de leopardo, confeccionando abrigos muy cortos, combinados con unos manguitos y un saquito de mano de la
misma piel.
SOLEDAD O B R E G O N
Cstaíeta cordial.
Un Cubano, enamorado desde niño de una muchachita hija de una familia amiga de la suya, no sabe
cómo decir su cariño a esta mujercita que lo trae a
mal traer. Confía en que no le es del todo indiferente; pero teme que, a pesar de esto, ella no se decida
a aceptar un noviazgo...
Pero, amigo Cubano, parece mentira que en estos
tiempos de maiUot y danzas negroides haya todavía
tímidos en el mundo. Sin embargo, como utted mismo demuestra que esto es así, le repetiré el consejo
que a otros lectores he dado: «De los quince a les
veinte, suele escribirse, y después de los veinte, debe
decirse», reza un viejo adagio: pero para vencer su timidez, emples usted, aun después de los veinte, el socorrido recurso de la escritura, y espere la respuesta,
que, después de sus confidencias, esjeio sea grata y
favorable.
,as elegancias femeninas en el hipódromo parisiense de
VuteuiL Abrigo de terciopelo negro, con cuello postizo de
renard» plateado. Sombrero de ala estrecha, en crespón
de seda negro.
rPor. Agenda Gráfica)
crónsca
Juanehu me relata la
situación d e l i c a d a e n
que g e halla. Hace algún tiempo conoció a
u n a linda muchachita,
con la q u e se puso en
relaciones; ma» a poco
la ilusión inicial fué enfriándose, y p r o n t o d e
la atracción anterior n o
había sino u n a reminiscencia d e dulzura en el
corazón d e ) muchacho.
Pero e s t e estado d e
ánimo coincidió c o n la
declaración d e u n a enfermedad terrible en la
muchacha, y pronto ést a e r a transp(ni;ada a
u n sanatorio serrano, en
busca d e la perdida s a lud. Jvanchu, }K>r delicadeza, aplazó el rompimiento h a s t a v e r si la
muchacha m e j o r a b a ,
por no s u m a r esta pena
a la causada 'por la falt a d e salud; pero 1 a familia de la chica, t a l vez
temiendo el contagio d e
la terrible enfermedad,
abandona a la muchacha, casi n o Tan a rerla.
y la enfermita, en t a l
situación, se aferra m á s
c a d a día a su antiguo
am<x'.
Y Juanehu me p r e g u n t a , f qué hacer en tal
situación? No le parece
h u m a n o dejar a la m u chachita ahora, precisamente cuando más d e él
necesita. Por o t r a parte, si n o deja esos amores, teme comprometerse demasiado y v e r s e
imposibilitado d e rom-
Una Nueva Piel
En 3 Días
Ja mác/uina
^miliar
PIDA
PROSPECTO C
DEL NUEVO
MODELO
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Ideal para correspondencia particular.
Compañero útilísimo
en el hogar, viajes y
vacaciones.
Los Poros Dilatados f las Espinillas
Desaparecen Difinitívamente
Las horribles espinillas, los barros, los granos, las HSperezas de la piel y sa color terroso y obscuro provienen
de la dilatación de loe poros, los caales se llenan de impurezas graaientas que no se pueden borrar al lavarlas. Cada
poro dilatado es el resultado de una irritación de los poros
del cutis.
La Cr ma Tokalón, famosa crema parisiense, blnnea
(sin grasa), penetra enseguida en la piel, calma \.¡a glándulas irritadas, disuelve y quita las profundas manchas
grasicntas de los poros y las espinillas también, aprieta
los poros a su estado normal, blanquea y suaviza la piel
obscura y áspera. Por su acción tónica, astringeute y nutritiva, la piel más apergaminada se tDnifica y se refresca.
Un aspecto aceitoso y la brillantez de la nariz desaparecen
también completamente.
La Crema Tokalón blanca (sin grasa) contiene ahora
una nueva cera suave, mantecosa y maravillosa, extracto
de flores, combinada con crema de 1 che y aceite d>^ olivas
predigeridos.
Procura a la piel en tres días una nueva belleza indescriptible, suave y blanca que no se puede conseguir de
ninguna otra manera. Empleen la Crema Tokalón blanca
cada mañana.
Vnderwood
porlálil
G U I L L E R M O T R Ü N I G E R , S.A.
______^^^^___^_».^™Í
Alcalá, 3 9 M A D R I D
per cuando y a sea i m posible continuar, y en t a l situación m e {M-^unta q u é alguna p i r a ellos. Si usresolución le aconsejo tome.
ted sabe ser dueño d e sí
Yo creo, amigo Juanehu, q u e lo mejor es q u e usted
mismc—y e s o es fácil
siga con esa muchachita, por lo menos mientras la sa- con u n a enferma q u e
lud d e ella no sea lo suficientemente fuerte p a r a re- además no le interesa mucho—podrá sin compromiso
sistir eao q u e u n médico llamaría «trauma afectivo». alguno t e r m i n a r esas relaciones c u a n d o le parezca más
Si ella mejora, tiempo tendrá usted de romper, y si u n discreto y con ello n o cause d a ñ o a nadie.
fatal dessnlace lo releva del compromiso contraído,
^
o
por lo menos no tendrá usted remordimiento alguno,
Savl, que se encuentra víctima de u n m a l amor, dep u í s habrá hecho t o d o c u a n t o en su m a n o esté p a r a
sea ctarespondencia con u n a amable lectora q u e quiec o i t r í b j i r a la a l a r i a de la enfermita.
r a hacer la obra benéfica d e curar u n a buena alma
En c u i n t o a s a s temores, n o veo y o justificación
doliente. P a r a ello me envía su dirección particular, D e s c H b r i i n k m t o ém
q u e conservo a la disposición d e aquellas muchachas
q u e m e envíen sell' y dirección p a r a la res])uesta
o
o
VOTTflSflLTOnTflDO
Clavellina andaluza m e pregunta si puede d a r cídos
Y f\ PLAZOS
a u n hombre mucho m á s joven q u e ella q u e le habla
de amores, al parecer con sinceridad, y a quien ella
corresponde, haciéndola d u d a r solamente esa diferencia d e años a q u e antes aludo. Desde luego, no es
u n a razón fundamental p a r a rechazar el amor d e u n
^# ' ^
^ %*
hombre q u e éste sea algo más joven d e lo q u e c nvendría; y si ambos se a m a n t a n h o n d a m e n t e como
usted dice, lo mejor es o l v i d i r cifras y fechas y procurar ser felices con ese amor.—EVA
LA TISIS PUEDE
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.3 enfe J e d a d . Nadie puede du^ar'V^Ü'^FillT
.Terr^ed^r.^^t^.^
1i j
I j
.. ^^ " ^ ' ' * * "os cuando nn c.imbio de
clima y todos los demás reme<l,os hablan sido probad.» sin éxito v
sus casos se consideraban como incurables—. Este remedio nuevo e
también efica. y rápido en la curac.ón del Catarro de TnBro„"uUis'
Jel Asma y otras enfermeda les de la garganta v de los pnlmone^
Para que todos los q.ie necesiten este tratamiento puedan investigar su mentó personalmente, «^ ha publicado un libro explicativo
que trata de la Tisis, la Hronquitis, el .iLsma. el Catarro y las «ferme^
dades aliadas de la garganta y de los pulmones. El libro explica la naturaleza del nuevo tratamiento y demuestra de una manera indisputab c cómo y por que este descubrimicito del Uoctor Vonkerman cura
rápidamente estas enfermedades peligrosas.
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tro o cualesquiera de las enferinedadei aliadas de la «ar - m'ta o le los
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pulmt nes, escríbanos hoy pidiendo el libro.
íELTtB
AÁWMéumta^íf
Belmente datando un rejón al primer noYillo de Akas. ¿Verdad que hay estilo de caballista?
Tantas veces se dijo esto mismo, que el draribo
Pie a ticna, TOITÍÓ Belmente por los fueros de su estilo
y ahi queda ese muletazo barrkado (J lomo de la res
como gallarda prueba del arte bclmontino.
la plaza vieja y la realización de la temporada en
Para todos los ^tístas^ de
la nueva va teniendo cierta semejanza con la fábula
U)S ÚLTIMOS RUMORES
A
SEGIÍRASK que con la corrida organizada por Pedro Rico—e! alcalde será el excelentísimo señor don Pedro; pero el aficionado Uano y corflial es Pedro Rico—se ha echado la llave a ^» ^f-^
de Toroe de Madrid, y, lo que es peor, que aquella tué
la última corrida celebrada en la plaza llamada vieja,
aunque aun poUean muchoe de loe que asistieron a su
inauguración, tales que Tapia. La Morena, et«.
del lobo y el pastor. No queremos esperanzar a los
enamorados del viejo coso, amantes de la tradición
castiza de esta plaza, ni a los que anhelan—son los
menos—ocupar las localidades del moderno templo de
Tauro. Pero acogemos con la misma escéptica sonrisa una noticia y otra. Manda mucha fuerza la vieja
plaza, que es como un abanico abierto al costado de
la madrileñlsima cae d'Alcalá. Y no vemos claro el
problema de la circulación en torno al coso nuevo,
que parece una peineta de lujo hincada en un vertedero. Por lo tanto, no anticipamos el responsorio a la
plaza vieja, ni la salutación a la nueva. Esperemos.
Y puestos a esperar hagámoslo asimismo con la resolución de los rumores que suponían a don Esteban
Salazar en punto de cese como representante de la
actual Empresa, En tanto que unrs lo aseguran a«í
y comienzan a situarse en torno al posible sustituto,
afirman otros que SalazHf ha salido ya en busca de toros para la t«mporada próxima. También hay algo
(le la fábula precitada en este asunto del representante. Tornemos a sonreír y a esperar
Más rumores: alguno con vitola de posible logro.
Pagés está en Francia. No es muy extraño esto. Pagas, hombre moderno, de culto espíritu, es u n enamorado de la luminosa Lutecia. Pero se asegura que
hogaño ha ido Pagés a Paris por atún... y a ver al
duque. Entre su atuendo de turista parece que se
ocultan unos proyectos. jToros en Francia? Acaso. Y
no sería nuevo. Lo nuevo tal vez sea la calidad de las
figuras que actúen en la vecina Rspública si los' planes de Pagés triunfan, en cuyo caso asegúrase que los
francesas podrían deleitarse con el arte de Juan Belmont3. Y al calor de la noticia comienza a agitarse
el núcle3 de coletudos de exportación. E» decir, que
en 1932 tendremos toreros pour VEspagne, la France
et le Maroc. Y posiblemente también para la tierra
del tío Sam. Porque el último rumor afirma que el
torero yanqui Sidney Franklin ha logrado convencer a la Protectora de Animales, y previo el pago de
una cantidad razonable en concepto de indemniza^
ción o de multa, podrán celebrarse corridas a la española en el territorio de Hoover.
Si todo esto cuajara, las Flmpresaa de Madrid y provincias pasarían graves apuros para confeccionar sus
carteles. Pero, en cambio, los cafés de la calle de Alcalá y la acera de la calle de Peligros se descongestionarían evidentemente.
Y eso saldríamos ganando aquí.
BELMONTE H.* VUELTO
Camino de la enfermeria, el gesto y la palidez de Belmon
te hlderon presumir un grare daño. Por fortuna, no pasó
de unos Tarctazos y del susto de todos.
¿Con propósito de continuar? Lo dirán el tiempo
V tíduardo l'agés. \M cierto es que el jueves ñ, Juan
'Bjlmont3 se asomó a la plaza de toros de Madrid, jinete en piafante jaca y entre la más atronadora y continuada ovación que hemos oído. Un tembleteo del
amplio mentón que se plegaba huela la nariz en angustiosa mueca delató la emoción de Juan bajo la entusiasta acogida.
Luego alardeó de caballista, obligando a sus novillos, en fuerza de acoso, para clavar varios rejones
en lo alto. Pero la gente quería ver a Belmente |»e a
cr^nsca
Un momento de duda, y Juan fué prendido y zarandeado
como un pelele por su segundo toro.
(FeU. JUiouo)
tierra. Y le vio. A medias, pero le_ vio. Porque, pese
a las malas condiciones del p-imer toro de Aleas, Belmonte, el legítimo Belmonte, supo hacerle embestir
>ara cuajar algunos muletazoe de su inimitable escuea. De esos muletazoe que sirven de término comparativo para crear figuras, pero que nadie da con la excelsa naturalidad del tríanero. Un solo torero se pareció de verdad a Juan Belmonte: Oitanillo de Triana,
el malogrado. Y de ése ya se acuerdan muy pocos.
E3 segundo novillo de Aleas cogió a Belmonte cuando éste, pie a tierra, iniciaba el primer capotazo. Bastó
un momento de duda para que Juan, que no quiso
enmendarse, fuese empuntado -por la ingle izquierda,
zarandeado y derribado. Con más fuerza o con más
mntas el novillo, y la cogida hubiese sido grande. No
o fué, y lo celebramos.
Después, Félix Rodríguez II, Joselito de la Cal, Rebujina, Antoñete Iglesias, Niño del Matadero y Palmeño Chico mataron sendos novillos de Alipio Pérez
Tabernero. Todos pusieron valor y voluntad en el
empeño, Bebujina cortó la oreja por el derroche de
va\or que hizo. El del Matadero, también, porque al
valor unió arte y sabiduría. Y los demás escucnaron
aplausos repetidos.
Esto, a grandes rasgos, dio de sí la ^última? corrida
celelnrada en la plaza de toros de la carretera de Aragón.
RODABALUTO
{
Í
¡Cilios» Hoy» s i el t i e m p o l o ¡tKiltOSy
p e r m i t e » se corre el
H o y ! P r i m e r Campeonato H o y !
Infantil Ciclista de Madrid, por categorías»
or^aniiea do p o r C R Ó N I C A y l a Casa
C O P P E L , líajo los auspicios de l a XI. V. Er.
Htie controla todos l o s aspectos técnicos de
I
A las die;e y media de la mafiana» en el Paseo de Cocbes del
Retiro. Salida frente a la Casa de
Jfirado d e l&onor.
£ x c m o . S r . Alcalde de M a drídy don Pedro Rico.
Erxcmo. S r . Director general
de S e g u r i d a d , d o n An^el
Galarza.
Señor concejal d e l e g a d o del
Tráfico, don Fabián T a l a n 4acr.
I«a c o o p e r a c i ó n d e l a c a n t o r í d a d e a .
A la hora de componer esta plana van inscriptos
más de trecient'js corredcres, niñcs y niñas.
A pesar del crecido número de inscripciones, las
carreras se efectuarán con el mayor orden, gracias al
apoyo prestado tanto por el excelentísimo señor directcr general de Seguridad como por el señor concejal
delgado del Tráfico, don Fabián Talanquer, y el señor La Hoz, jefe de los guardias de Circulación. Estes guardias, ccn les que cooperarán los guardias de
asalto, mantendrán la pista Ubre de carruajes y de
público, para que de tal mcdo puedan tener lugar las
carreras con toda normalidad y sin temor a accidente
de ninguna clase.
S a u p o r t a n t e iMura l o a p a d r e e o
acompañante* d e loe niñoa 4ne k a n
d e correr.
AYMW>
Delante de la Casa de Fieras, e inmediato a su verja, se acordonará un espacio en el que habrán de reunirse, antes de comenzar las carreras, les niños que
han de tomar parte en el Campeonato, así como las
Copa del excelentteimo señor alcalde de Madrid. personas que Its acompañen. Estas personas permaCopa de CRÓNICA. Copa de don José Merino. Copa de necerán en dicho lugar aguardando a que los niños
don Osear Leblanc. Copa de don Antonio G. de Li- corran, con objeto de que allí mismo sea devuelto
nares. Cuatro copas de don Domingo Alvarez. Vein- cada ñiño a su respectivo acompañante, y se evite
ticiaco magníficos relojes de pulsera donados per la todo extravío.
Casa Coppel. Numerosos regalos ofrecidos por las Casas Agustín, Renault, Fominaya, Sáinz de la Maza, I l l t i m a e n o t a s a c e r c a del Campeonato.
Velo-Mato, Neiia, etc., etc.
La carrera que CBÓNICA ha orgainizado para loe ni*
ños ciclistas de Madrid va a 8«r una verdadera solemnidad. Eíste I Campeonato infantil madrileño ha mereL>c1>lanc y R i c a r d o
O,
ora.
cido las mejores y unánimes simpatías, y gracias al
Aástírán a las carreras el célebre ex campeón ciclis- concurso generoso de cuantos colaboran en nuestro
t a Osear Leblanc y el celebérrimo guardameta del Ma- empeño, la fíesta depcrtíva que para esta mañana ha
drid F . C. Ricardo Zamora, actuando como juez de preparado CBÓNICA en el Paseo de Coches del Retiro
Salida Zamora, y como juez de l i b a d a Osear Leblanc. tendrá un enorme éxito.
PREMIOS
Las autoridades locales de la República se aeocian
a nuestra iniciativa. Y el Ayuntamiento, por intervención directa del alcalde, don Pedro Rico, y del jefe
municipal del Tráfico, don Fabián Talanquer, de manera material y directa coopera al más feliz desarrollo
del Campeonato. El señor Galarza, director general de
Seguridad, hace lo propio. Instituciones tan benemérites como la O u z Roja, y tan populares como les
Exploradores de España, nos aportan su acendrado
esfuerzo.
jPremios? Ni las pruebas nacionales para adultos,
de mayor importancia, están dotadas tan espléndidamente como este I Campeonato ciclista infantil de
Madrid, que CRÓNICA organiza bajo los auspicios de
la U. V. E.—la cual controla todcs los aspectos técnicos del concurso—, y que la Casa Coppel, con desinterés extraordinario, y en memoria de su fundador
—el primer organizadcr, allá por 1902, de una carrera análoga—, dota de magníficcs relojes, en número de veinticinco, con un valor que pasa de las tres
mil pesetas.
Pero es que además habrá una verdadera lluvia de
premios: los concursantes todos obtendrán un diploma, r^aJo de CRÓNICA, y un paquete de exquisitas
galletas, producto de la Casa Nelia. El campeón entrará en posesión de la Copa del Alcalde de Madrid
y de la banda donada por la U. V. E.; la muchachita
que sea, entre las tres categorías de niñas, la que mejíjr promedio horario consiga, ganará la Cepa CRÓNICA.
Y después, copas de les señores Merino, Leblanc, Alvarez y G. de Linares, nuestro director; medallas ofrecidas por el señor Guisáis y objetos diversos donados
por las Casas Agustín, Renault, Fominaya, Sáinz de
la Maza, Velo-Moto y otras, fwman el final de esa
colección magnífica de premios que esta mañana-—^i
el tiempo no quiere aguar la simpática fiesta infantil—,
y desde hace muchos días, son la promesa iR^ja que
ha tenido cautivos de la prueba a todos los muchachitos de Madrid que disponen de una bicicleta, y,
¡ay!, de tantos otros cuyo mejor sueño hubiera sido
aquel que les d i ^ a unas horas de posesión tan grata-
Varios niños y niñas de los qat toman parte en las carreras de hoy, entrenándose, el lunes último, sobre la pisU en que ha de dispnUrse el Campeonato.
(FotiLTMa)
cr«niea
UlUfint h#At JU|i#^lív<M
el
m o m e n t o .
LA AGONÍA DEL BACINO
L
A sombra del que fué popular equipo mwirileño
anduvo por esas tierras de Dios desacreditando
al fútbol hispano, más que en su parte tánica,
en su aspecto de organización. Docena y media de
hombres han estado varias semanas como alma en
pena por el «otro mundo»—el trasatlántico—tratando de sacar dinero—como las pandillas de cómicos de
la legua—hoy para comer, mañana para cenar, en ^ pera de que llegara el exitazo que les proveyera de
fondos para retwnar cada uno a su lar.
Los muchachos que agrupó el Racing para su excursión a América—que ha venido a ser una especie
de expedición corsaria—han sufrido mil cuitas, todas
ellas derivadas de una anormal organización. Mientras ellos mantenían el nombre del Racing por tierras
de América, el Racing, aquí en España, desaparecía virtualmente.
Su asesino más directo ha sido la Liga, que, ai^etándole demasiado, le ha ahogado. Parece chiste, pero
es verdad- ha sido su muerte por asfixia económica.
La susodicha excursión era la ídtima esperanza, el balón de oxígeno que no llegó a tiempo. El Racing ha
tenido mala suerte hasta en su agonía.
Los elementos federativos no han abandonado a
esos futbolistas españoles y han buscado la manera
de repatriarlos, cosa que esta semana ha comenzado
en núcleo, al ser embarcados en Nueva York. Fero
ahí no debe terminar la intervención federativa; d e ^
seguir ha«ta concretar todas la« responsatahdade». \
hacerlas efectivas de inexorable forma, para que no
pueda repetirse el lamentable suceso, en el que hay
facetas que estimulan—y no for espíritu pohcial—a
una indagatoria.
El eqtdpo de «Basket-Ball» del Madrid F. C, Tencedor, el domingo último, en el encuentro con el equipo de la Federación ÜnlTersitaria Hispano Americana, partido considerado como uno de los más dttros del torneo de dasificadóo
para el campeonato de Castilla. De izquierda a derecha: Somolinos, Hermes, Ortega, Arnáiz, Linares, Cabrera
T N^rfn.
ACTTVIDAD EN EL «TUST»
E!sta corta temporada de otoño tiene tamlMén un
Gran Premio: el Albano, dotado de 15.000 pesetas,
.^-^_^^_^_________
para caballos y y^uas
desde tres años en adelante, a correr SOIH^ la
distancia de 3.000 metros.
Loe participantes son
los siguientes: Atiániida,
Frascati, Cap Polonio y
Pavot Rouge, del conde
de la Cimera; Duende,
del conde de Montelirioe; Pipo, de Agustín
C r e s p i; Sorrento, de
Francisco Coello; Ohio,
de la Y^uada Militar
de Jerez; Nez de Furet,
de las señoritas de Carrión, y Valga y Proteine, de Luis Felipe Sanz.
En verdad que la reireaentación de loe coures marrón y blanco es
verdaderamente excepcional. AÜántida y Cap
Polonio, loe dos «campeonisimoe» que recientemente en Francia han
dado pruebas de su gran
Penetra con solo exclase, tienen que ser loe
tenderlo suavemente,
favoritos 8 i n discusión.
lo cual restablece la
Y si algunoe de eetoe facirculación de la sanllara, ahí e s t á Pavot
gre, da una agradable
Rouge, que puede echarles una «manita» si hace
sensación de bienesfalta, y Frascati otra.
tar y el dolor desaparece.
No es la distancia pa
ra Duende, ni para iSorrento, ni tampoco para
Volga y Nez de Furet.
El peso y las condiciones especiales que concurren en Proteine, yegua de escasa veloeidad
y gran fondo, le da una
chance d e importancia.
Ohio ha corrido mal, sin
figurar, siendo batido en
una ocasión por Poi»<
Rouge sin grandes apuio(*. Pipo, el excelent*
tordo, por razón de su
niaíu do/ores
clase inn^able, ha de
E s t e punzante dolor de cintura
que tan malos ratos le da,
lo mismo que todos
los dolores reumáticos,
neurálgicos y articulares y los producidos por
golpes o torceduras,
desaparecen rápidamente a las primeras
aplicaciones de( Linimento de Sloan.
(Fot Ahan)
tener también su fH^babiUdad en esta carrera. Pero
tanto éste como Proteine, no es aventurado suponer
serán vencidoe por loe Cimera, que les ganan en cantidad y calidad
Por lo tanto, el pronóstico es a todas lucee favorable a la cuadra más impcHtante que hay en España.
CAMPEONATO CONCLUIDO
Hoy debitan darse por uHimadoe todos loe campeonatos regionales, para dar paso libre al torneo liguiata. Pero loe que no quÍ8Í«t)n acomodar su calendario amplio a la estrechez forzada de las pocas fechas, tienen todavía pcs* delante una o dos jomadas,
que habrán de rematar aprovechando loe donúngoe
libree en Diciembre, a causa de la contienda internacional y doble con loe británicoe.
En Galicia ha quedado todo liquidado. Los dos equi-
f
Alivia el dolor producido por el reumaHeme mtis«utar y artlcuiait, ciática, lumbago, rigidez de músculos, neuralgia,
golpes, torceduras, neuritis, rigidez del
cuello, contusiones y dlslocamiento*.
LINIMENTO DE SLOAN
cr6nsc0
I
Pacheco, el enciente ntKTO goardamcta dd Castilla F. C,
que, manteniendo infranqneail>lc sn puerta, contribnró ca
gran parte a que su eqtdpo obttiTiesi; B>orfia],d pasado
domino su primera victoria de la temporada, sobre tí
Dcportíro Nadonal madrileño. Esta tarde iuega d Castilla en VaOadolid contra d titular, y ante esc partido
cobra esta ügan de Pacheco gran rdicrc.
(Tac Aliare)
pos de prosapia en la región, los dos grupos que
anualmente r e v a l o r a n
su prestigio comarcal—
C e l t a y Deportivo—•,
son los que han quedado
clasificados para representar a los gallegos en
la Copa de España. Una
vez más el Racing del
Ferrol, grupo entusiasta
que hace andar de cabeza a los dos líderes, se queda a la puerta. La escasísima diferencia entre uno y otros—los coruñeses la
salvan de loe ferrolanos por un ligero coeficiente mejor—pi-ueba que en el Noroeste no hay una hegemonía bien delineada.
EN ZABAGOZA. VALLADOLID V VALLECAS
A los «nacionales»,
ganadores del Iberia en
Madrid, l e s conviene
muchísimo seguir siéndolo en Torrero. Eso
sería tanto como tomar
sitio en el torneo nacional con que concluye la
^~"^"~'™
temporada española. El
pasado domingo el once del Parral perdió inopinadamente en Torrijos y, en cambio, ganó en Zaragcza...
lo que allí perdió el Athletic. ^ o y no es sólo en Torrero donde tiene puntos de aliciente. En Valladolid, un
entorpecimiento del titular le vendría muy bien, y en
Vallecas la posible derrota del Athletic tendría en el
Nacional un buen reflejo.
EL CAÍIPEONATO EN PROVINCIAS
Como no sea lanzándose por el camino de las hipóPartido el insular que tiene poca resonancia en la campeonato por k. o. Al Logroño no es de esperar que tesis, puede a estas horas concretarse una clasificacabeza de su tabla, pues es más bien de «cola». En le importunen en Rentería. Pero ya se sabe que la ción posible. Sólo el Madrid tiene ganado, y bien gaCataluña es la de hoy jornada de escasas incertidum- liebre salta donde menos se piensa.
nado—con un promedio de tanteo de que nadie en el
bres, y de no mediar sorpresas, no deben alterarse las
Otros años el mejor equilibrio de fuerzas hacía del país puede esta temporada hacer gala—, el rango
posiciones hasta el presente conquistadas y que dan Cartagena-Murcia un espectáculo espectacularmente supremo de la mancomunidad. El match de Vallecas
como vanguardia—con reducido margen entre ellos— vivo. En esta temporada el Cartagena anda muy re- ha perdido el valor clasificativo—bilateral---^ue
al Barcelona, Español y Júpiter.
zagado, y no es de presumir que entorpezca a los pre- otras veces tuvo. Pero el choque entre madridi.stas y
Dos ftartidos de consecuencia fulminante en San suntos campeones. Los alaveses asegurarán posible- athléticos dispone de otro valor mayor que esa traSebastián y Pamplona. En la capital de Guipúzcoa, mente en Lasesarre su calificación para la Copa de dicional de pugna; es que cuando se alinean frente a
easonensee e irundarras litigarán jwr el segundo pues- España, siendo tercerones de athléticos y areneros, frente athléticos y «merengues», unos y otros cobran
to. Y en la ciudad narpatarra, los osasunistas y los que en Guecho reproducirán su clásica pelea, aunque mágicamente una calidad combativa extraordinaria.
del Zaragoza pelearán por ser los cuartos, pues en esta no, desde luego, el 8/2 de San Mames.
mancomunidad, cuatro son los equipos que irán al
A. CRUZ Y MARTIN
Hoy, en
Madrid s
Madrid F . C«» c o n t r a
madrile»
ño» esta tarde, en el E s tadio de Vallecas.
¡Al fútbol!
¡Al fútl>ol!
H e a4ití a loa J o s e ^ a í p o s d e l C e n t r o
considerados como adversarios tradicionales, y 4 n e esta tarde v a n a
proseguir en n n nnevo encuentro
s u v i e j a Incita d e e n c o n a dos rivales.
Equipo del
M a ¿ ñ d F. C.
El doce que ofidalmente ha sido nombrado por la directiva del Madrid F. C para d
sensacional partido de este dub contra el Athletic, < su rival tradicional». Se han hecho
en el equipo del Madrid F. C. algunas modificaciones. Pero no obstante, conserra homogeneidad y potencialidad suficientes para que svis innumerables partidarios fíen en la rictoria. Según su alineación: Zamora (1), guardameta titular, y Vidal (2), guardameta sapiente; Ciriaco (3) y Quincoces {4), defensas; León (5), BoBct (6) y J. M. Peña (7), medios; Lazcano (8), Bestit (9), Olivares (10) Ateca (11) y
L Oíase (12), delanteros.
(Fots. Ahrara)
AtUetíc O u b .
El equipo del Athletic Club madrileño, que hoy tiene ocasión de desquite en lucha
contra su hasta ahora superior adversario, el Madrid F. C, en campo propio y, según
promesa, con la mayor parte de sus más calificados equipistas dispuestos otra vei a
la contienda. Por el orden de su habitual formación: Bermúdez (1), guardameta efectivo, y Morfones (2), guardameta suplente; Corral (3) y «Pepín» (4), defensas; Santos (5), Rey (6) y Arteaga (7), medios; Marín (8), Cuesta (9), Losada (10), Buiría (11)
y Costa (12X delanteros. El fuerte medio centro Ordófleí (13), acerca del que se hacen
activas gestiones para conseguir su < vuelta > al Athletic y su ingreso en el «team* que
Juega hoy. En caso de tener resaludo efectivo tan dificil propósito, ocuparla el puesto
del número (6), Domingo Rey.
TALLERES DE PRENSA GRÁFICA. S. A. Hcrmocilla. 57. MADRID
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