lectio divina para cada día del año

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lectio divina
para cada día del año
Ferias del Tiempo ordinario
(semanas 26-34, años pares)
vmñ
Lectio divina
para cada día del año
GIORGIO ZEVINI
y PIER
GIORDANO CABRA
(eds.)
Plan general de la colección
LECTIO DIVINA
PARA CADA DÍA DEL AÑO
*1.
*2.
*3.
*4.
Adviento
Navidad
Cuaresma y Triduo pascual
Pascua
*5.
*6.
*7.
*8.
Ferial
Ferial
Ferial
Ferial
- Tiempo
- Tiempo
- Tiempo
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Ordinario
Ordinario
Ordinario
Ordinario
- año
- año
- año
- año
par
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par
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9.
10.
11.
12.
Ferial
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- Tiempo
- Tiempo
- Tiempo
- Tiempo
Ordinario
Ordinario
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Ordinario
- año
- año
- año
- año
impar
impar
impar
impar
(sem.
(sem.
(sem.
(sem.
1-8)
9-17)
18-25)
26-34)
(sem.
(sem.
(sem.
(sem.
1-8)
9-17)
18-25)
26-34)
volumen 8
Ferias del Tiempo ordinario
(semanas 26-34, años pares)
*13. Domingos - Tiempo Ordinario (A)
14. Domingos - Tiempo Ordinario (B)
15. Domingos - Tiempo Ordinario (C)
* Publicados.
, TRADUCCIÓN:
MIGUEL MONTES
EDITORIAL VERBO DIVINO
Avda. d e P a m p l o n a , 41
312O0 E s t e l l a ( N a v a r r a ) E s p a ñ a
2002
Disposición de las lecturas
en las ferias del Tiempo ordinario
I'.n i'sli- volumen han colaborado:
VirroRio GAMBINO (26a semana),
a
a
MARÍA PÍA GIUDICI (27 - 29 semanas),
a
MONASTERIO DELLA VISITAZIONE, SALÓ (28 semana),
a
MONASTERIO, CORTONA (30 semana),
a
a
CARLO GHIDELLI (de la 31 - 34 semanas).
El editor agradece la amable concesión de los derechos de los textos
reproducidos y permanece a disposición de los propietarios de
derechos que no ha conseguido localizar.
(de la 26a a la 34a semana del ciclo par)
tt
Semana
Siempre que h a sido posible, el texto bíblico se ha tomado de la
Biblia de La Casa de la Biblia.
Editorial Verbo Divino
Avenida de Pamplona, 41
31200 Estella (Navarra), España
Teléfono: 948 55 65 11
Fax: 948 55 45 06
Internet: http://www.verbodivino.es
E-mail: [email protected]
p,it
'Ü^HRRI
26
Job
Lucas 9-10
27
Galotas 1-3
Lucas 10-11
28
Galotas 4-5; Efesios 1
Lucas 11-12
29
Efesios 2-4
Lucas 12-13
30
Efesios 4-6; Filipenses 1 Lucas 13-14
31
Filipenses 2-4
Lucas 14-16
32
Tito; Filemón;
2 Juan; 3 Juan
Lucas 17-18
33
Apocalipsis 1-11
Lucas 18-20
34
Apocalipsis 14-22
Lucas 21
Cf. Tabla III del Ordo Lectionum
© 2000, 2200O by Editrice Queriniana, B r e s c i a - © Editorial Verbo
Divino, 2002 - Es propiedad - Printed in Spain - Impresión:
GraphyCems, Villatuerta (Navarra) - D e p ó s i t o legal: NA. 2.079-2002
ISBN 84-8169-492-4
Missae
Lunes
26 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Job 1,6-22
6
Un día en que los hijos de Dios asistían a la audiencia
del Señor, se presentó también entre ellos Satán.
7
Y el Señor preguntó a Satán:
-¿De dónde vienes?
Él respondió:
-De recorrer la tierra y darme una vuelta por ella.
8
El Señor le dijo:
-¿Te has fijado en m i siervo Job? No hay en la tierra nadie
como él; es un hombre íntegro y recto, que teme a Dios y se
guarda del mal.
9
Dijo Satán:
-¿Crees que Job teme a Dios desinteresadamente? 10 ¿Acaso no lo rodeas con t u protección, a él, a su familia y a sus
propiedades? Bendices todo cuanto hace y sus rebaños llenan
el país. " Pero extiende tu mano y quítale todo lo que tiene.
Verás cómo te maldice en tu propia cara.
12
El Señor le respondió:
-Puedes disponer de todos sus bienes, pero a él no lo
toques.
Y Satán se retiró d e la presencia del Señor.
26a semana
8
13
Un día en que los hijos y las hijas de Job estaban
comiendo y bebiendo en la casa del hermano mayor, 14 llegó
un mensajero con esta noticia para Job:
-Estaban los bueyes arando y las asnas pastando cerca
de ellos, l5 cuando irrumpieron los sábeos, se los llevaron y mataron a todos tus siervos. Sólo yo pude escapar para traerte la
noticia.
16
No había acabado de hablar, cuando llegó otro diciendo:
-Cayó un rayo del cielo y abrasó a ovejas y pastores; todo
lo devoró. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.
17
Aún estaba hablando éste, cuando llegó otro que dijo:
-Los caldeos, divididos en tres cuadrillas, se lanzaron sobre los camellos y se los llevaron. A tus criados los mataron.
Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.
18
Todavía estaba hablando éste, cuando llegó otro que dijo:
-Mientras tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, l9 se levantó un fuerte viento
venido del desierto que sacudió las cuatro esquinas de la casa;
ésta se derrumbó sobre los jóvenes y los mató a todos. Sólo yo
pude escapar para traerte la noticia.
20
Entonces Job se levantó, rasgó sus vestiduras y se rapó
la cabeza. Luego se postró en tierra en actitud de adoración
21
y dijo:
Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo volveré allí.
El Señor me lo dio,
el Señor me lo quitó.
¡Bendito sea el nombre del Señor!
22
A pesar de todo lo sucedido, Job no pecó ni maldijo a
Dios.
**• El tema fundamental del libro de Job no es tanto el
problema del sufrimiento como el del comportamiento
del justo en la prueba de la fe. Sólo el sufrimiento en el
momento de la prueba revela lo que hay en el corazón del
hombre y la gratuidad de su fe. Dicho con otras palabras,
el libro d e Job nos muestra que la prueba existe, y que
existe para todos, incluso para los mejores. No había motivo alguno para que Job fuera tentado, puesto que «es un
Lunes
9
hombre recto e íntegro, que teme a Dios y se guarda del
mal» (1,1). Con todo, la prueba viene a llamar a su puerta. Verifica su fe. Revela si Job busca de verdad a Dios
con una fe «pura» o, en cambio, se busca a sí mismo. Job
sale vencedor de la prueba: «A pesar de todo lo sucedido,
Job no pecó ni maldijo a Dios» (v. 22).
La primera parte de la narración comienza con u n a
escena que se desarrolla en el cielo (w. 6-12). Da la
impresión de que la reunión de los ángeles se asemeja a
las asambleas que los reyes celebraban en sus cortes o a
las que mantenían los dioses en la cima de las montañas
sagradas. Los personajes fundamentales del relato son
tres: Job, que vivía en Hus, fuera de las fronteras de Israel; era un hombre justo y rico y, por ello, estaba bendecido por Dios (cf. 1,1-3). Satán, el acusador, que aparece junto a la corte de Dios; está encargado de proyectar
una luz mala sobre las acciones de los hombres. Por último, Dios, que sigue las acciones de los hombres.
El diálogo tiene lugar entre Satán y Dios: «¿Crees que
Job teme a Dios desinteresadamente?» (v. 9), dice Satán,
y le propone a Dios la prueba: «Extiende tu mano y quítale todo lo que tiene. Verás cómo te maldice en tu propia
cara» (v. 11). Se dará cuenta de si Job es capaz de amar
verdaderamente de u n a manera gratuita. Dios accede
frente a la petición d e Satán, pero su confianza respecto a J o b no disminuye u n ápice.
La segunda parte ( w . 13-22) describe las calamidades
que se abaten sobre Job, provocadas por la espada, por
el fuego y por el viento. De este modo es como se ve
sometido Job a una d u r a prueba.
A través de una apremiante sucesión de anuncios,
pierde sus bienes, siervos e hijos. Sin embargo, para
despecho de Satán, J o b continúa bendiciendo al Señor
y sale vencedor de l a prueba. Su fe no ha disminuido.
S e postra en tierra y dice: «Desnudo salí del vientre de
mi madre, y desnudo volveré allí. El Señor me lo dio, el
10
26a semana
Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!»
(v. 21). Satán ha perdido la apuesta.
Evangelio: Lucas 9,46-50
En aquel tiempo, 46 surgió entre los discípulos una discusión sobre quién sería el más importante.
47
Jesús, al darse cuenta de la discusión, tomó a un niño, lo
puso junto a sí 48 y les dijo:
-El que acoge a este niño en mi nombre, a mí me acoge; y
el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado, porque el
más pequeño entre vosotros es el más importante.
49
Juan tomó la palabra y le dijo;
-Maestro, hemos visto a uno expulsar demonios en tu
nombre y se lo hemos prohibido, porque no pertenece a nuestro grupo.
50
Jesús les dijo:
-No se lo prohibáis, que el que no está contra vosotros está
de vuestra parte.
*•• La página evangélica que nos propone hoy la liturgia recuerda dos actitudes de verdadera fraternidad
que nos traen a la mente la sencillez con la que san
Francisco vivía el Evangelio. La primera de esas actitudes, contraria a la absurda de la ambición, es la humildad (cf. w . 46-48). La otra es la tolerancia (cf. w. 49ss).
Los apóstoles se muestran sensibles a este problema.
Jesús, en efecto, habla a menudo de él en el evangelio.
En conjunto, ambas actitudes subrayan la necesidad
de s u p e r a r tanto la autosuficiencia de los grandes, que
aspiran a los títulos y a los grados de dignidad, c o m o
el orgullo de pertenecer a un grupo.
La primera actitud se ocupa de la vida interna de la
comunidad. Parece natural que, siguiendo la mentalidad mundana, ocupen los primeros puestos de la comunidad aquellos que se distinguen por sus dotes o por
11
Lunes
su sentido de la responsabilidad a la hora de administrar los servicios comunitarios. Por otra parte, también
es natural en el hombre el deseo de sobresalir. Ésa es la
razón de que los apóstoles se dejen arrastrar a discusiones interesadas (cf. también 22,24-27). Discuten espontáneamente sobre el puesto que ocupan y sobre quién
de ellos es el más importante. Pero el Señor Jesús no
piensa como ellos. Coge a un niño y lo pone junto a sí,
en el centro, en el puesto de mayor dignidad. Su respuesta es bien precisa: «El más pequeño entre vosotros
es el más importante» (v. 48b). Sólo el que es pequeño es
«importante», porque es pobre, a saber: es pequeño de
cuerpo, tiene necesidad de los otros, no tiene libertad de
acción, es inútil. El niño es el símbolo del discípulo último y pobre. Pero es también la imagen de Jesús, que
se abandona en actitud de adoración en brazos del Padre. Por eso dice aún Jesús: «El que acoge a este niño en
mi nombre, a mí me acoge; y él que me acoge a mí, acoge
al que me ha enviado-» (v. 48a).
La segunda actitud del evangelio nos presenta otra
característica de la fraternidad evangélica: la tolerancia.
«Maestro, hemos visto a uno expulsar demonios en tu
nombre y se lo hemos prohibido, porque no pertenece a
nuestro grupo» (v. 49). Jesús no es de este parecer: «No
se lo prohibáis» (v. 50). Al contrario, invita a los suyos a
abrir el corazón y el espíritu, a ser tolerantes. Dios envía a los que quiere a anunciar su Palabra. No es preciso pertenecer al grupo de Jesús o ser importante para
hablar de él. Lo que cuenta n o es la persona que habla;
lo que cuenta es q u e se anuncie el Evangelio. Dios es
rico: dispone de m u c h o s modos para hablar al hombre.
MEDITATIO
Las lecturas litúrgicas de hoy constituyen una vigorosa invitación a m i r a r a Jesús crucificado y a extraer de
12
26° semana
aquí las consecuencias pertinentes para cualquier situación humana. De Job aprendemos que nuestra verdadera grandeza se manifiesta en el hecho de seguir
a m a n d o con el «amor desmesurado» (Ef 2,4) de Dios,
a u n cuando la prueba y el sufrimiento puedan llegar a
la violencia inaudita que aparece en la primera lectura.
La actitud de Job en la prueba dolorosa es una expresión profunda de adoración. Cuando nuestra vida
discurre tranquila sin que el dolor golpee nuestro corazón, parece más fácil reconocer a Dios. De una manera
casi instintiva y de una forma que es pagana volvemos
siempre a una imagen de un Dios puesto a nuestro servicio, y no a la de un Dios a quien podemos confiarnos.
Tenemos casi la impresión de que Dios está a nuestro
alcance. Por desgracia, no advertimos que somos precisamente nosotros quienes le debemos todo a Dios.
Contrariamente a Satán, Dios piensa, sin embargo,
que el hombre es capaz de obrar por gratuidad de amor
incluso allí donde las gratificaciones ordinarias desaparecen. Job, despojado de todos sus bienes, de sus siervos
e incluso de sus hijos, confía totalmente en Dios: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el
nombre del Señor!». Job ha resistido y se ha abierto al
corazón de Dios. Ahora es capaz de adorarle.
Job, ahora totalmente empobrecido, está en condiciones d e realizar lo que dice Jesús: «El más pequeño entre vosotros es el más importante». Job empieza a ser
«importante» porque precisamente ahora está completamente «desnudo» frente a Dios y a su amor crucificado. Es muy probable que no consiga comprender aún
del todo el sentido de la prueba, pero sigue siendo fiel.
Comprende que Dios es el todo de su vida y que a él se
lo debe todo. Gracias a Job hemos llegado a conocer
qué es la. verdadera adoración. Ésta va unida al sentido
vivo de l a pobreza y, a buen seguro, se trata de un ideal
13
Lunes
que no es fácil llevar a cabo. Puede parecemos irrealizable, pero sabemos que hemos de contar únicamente
con la fuerza de Cristo. Lo importante es no olvidar
nunca a Jesús crucificado, pues de este olvido nacerían
el egoísmo y la mezquindad del corazón.
ORATIO
Señor Jesús, Hijo de Dios crucificado, concédenos
tener un conocimiento más profundo de tu misterio de
a m o r a través de los sufrimientos y las pruebas. Ábrenos el corazón y muéstranos el sentido oculto de las
experiencias dolorosas a través de las cuales vienes a
romper el velo de nuestra ignorancia. Haz que podamos entrever en tu inaprensible presencia el misterio
de tu «amor desmesurado». Permítenos conocer quién
es el Padre que te h a enviado; quién eres tú, que nos
manifiestas el corazón del Padre mediante tu corazón
traspasado en la cruz; quiénes somos nosotros, que vemos resplandecer t u amor en la humillación de nuestra pobreza y en la soledad del corazón.
Por eso, Señor, a y ú d a n o s a mirar de frente nuestras
pruebas y sufrimientos, deseando sólo - e n esta mir a d a - conocerte y penetrar con el corazón y con la
m e n t e en tu inexpresable misterio de amor. Haz, pues,
Señor, brotar en nosotros algunas pequeñas yemas de
la contemplación d e tu misterio, aunque sea a través
de la transfixión de las pruebas. Nos importa considerarlas no sólo en s u realidad, sino también en la manera en la que las asumimos y las vivimos en relación
contigo.
Te pedimos por último, Señor, que no nos desanimemos si descubrimos e n nosotros únicamente incapacidad
y rechazo y no vemos que nuestro corazón está fijo en
el tuyo. Ayúdanos, m á s bien, a servirnos de esta pobreza
26a semana
14
como si fuera una gracia que tú nos das para conocernos
a nosotros mismos y ascender hasta ti. Te lo pedimos,
oh Señor, por intercesión de María, que sufrió, pero
creyó profundamente en ti.
Lunes
15
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Muéstrame, oh Dios, los prodigios de tu amor» (cf.
Sal 16,7a).
CONTEMPLATIO
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Cuando el físico del hombre se ve probado por el sufrimiento, se resiente su ánimo. Hace ya muchos años
que me atormentan frecuentes dolores viscerales; me
aflige sin tregua una grave debilidad del estómago,
mientras la fiebre, aunque sea leve, no me abandona
nunca. En esas condiciones, meditando lo que dice la
Escritura: «El Señor corrige a quien ama» (Heb 12,6),
cuando más deprimido me siento por la gravedad de los
males presentes, tanto mal me hace respirar la esperanza de los bienes futuros. Tal vez sea un designio de la divina providencia que yo -herido por el m a l - comente la
historia de Job, herido por el mal. La prueba me ayuda
a comprender mejor el estado de ánimo de un hombre
tan duramente probado.
Sin embargo, está claro también que el sufrimiento
físico me hace bastante difícil la aplicación al trabajo.
Cuando las fuerzas físicas apenas permiten el uso de la
palabra, el ánimo no se encuentra en condiciones de expresar de manera adecuada lo que siente. ¿Cuál es, en
efecto, la función del cuerpo, sino la de ser instrumento
del alma? Un músico, aunque sea un artista de talento,
no puede expresar su arte si no dispone de u n instrumento adecuado. La melodía ejecutada por una m a n o
experta n o puede ser emitida fielmente por u n instrumento desafinado, ni tampoco el soplo consigue producir u n a armonía musical si el tubo resquebrajado emite
sonidos estridentes (Gregorio Magno, Tratados morales
sobre el libro de Job, "Carta a Leandro", 5).
Hay quien dice: «He hecho demasiado mal, el buen Dios no
puede perdonarme». Hijitos míos, eso es una gran blasfemia;
es poner un límite a la misericordia de Dios, que no los tiene en
absoluto, pues es infinita. Aunque hayáis hecho más que para
que se pierda toda una parroquia, si os confesáis, si os arreentís de haber hecho ese mal y no queréis volver a hacerlo, el
uen Dios os lo perdonará. Nuestro Señor es como una madre
que lleva a su hijo en brazos. Este niño es malo; le da patadas,
le muerde, le araña, pero la madre no hace caso; sabe que, si lo
deja, caerá, no podrá caminar solo... Así es nuestro Señor. Sufre
todos los maltratos, soporta nuestra arrogancia, perdona todas
nuestras tonterías, tiene piedad de nosotros a pesar de nosotros
mismos. El buen Dios está tan dispuesto a otorgarnos el perdón,
cuando se lo pidamos, como una madre está dispuesta a retirar
a su hijo del fuego (Juan María Vianney, en J. Frossard [ed.],
Pensées choisies au Saint Curé d'Ars et petites fleurs d'Ars, París
1961, pp, 78ss, passim).
E
Martes
26 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Job 3,1-3,11-17.20-23
1
Por fin, Job abrió la boca y maldijo el día de su nacimiento, 2 diciendo:
3
¡Desaparezca el día en que nací
y la noche que dijo: «Ha sido concebido un hombre»!
'' ¿Por qué no quedé muerto desde el seno?
¿Por qué no expiré recién nacido?
12
¿Por qué me acogió un regazo
y unos pechos me dieron de mamar?
13
Ahora dormiría tranquilo
y descansaría en paz
14
junto a los reyes y señores de la tierra
que reconstruyeron antiguos palacios
15
o junto a los príncipes que poseen oro
y llenan de plata sus mansiones.
16
0 no existiría, como u n aborto ignorado
como los niños que no vieron la luz.
17
Allí termina el ajetreo délos malvados,
allí reposan los que carecen de fuerzas.
20 ^ p o r q U ¿ a l u m b r ó con su luz a un desgraciado
y dio vida a los que están llenos de amargura,
21
a los que desean la muerte inútilmente
y la buscan más que a u n tesoro;
22
a quienes saltarían de gozo ante un túmulo
26a semana
18
y se alegrarían si encontraran una tumba;
23
a quien no encuentra su camino
y a quien Dios cierra el paso?
*•• Tras los siete días con sus siete noches durante los
que los amigos de Job estuvieron sentados junto a él en
silencio, éste «abrió la boca y maldijo el día de su nacimiento» (v. 1). La lectura litúrgica de hoy desarrolla precisamente este contenido: «Maldijo el día de su nacimiento». Job maldice el día en que nació y se pregunta
por qué no murió ese mismo día y por qué no le fue
arrebatada la vida en aquel momento. El continuo sufrimiento le lleva a la desesperación. No hay que extrañarse de que intente expulsar lejos de sí la memoria de
su nacimiento: «que se apodere de él la oscuridad; que no
se compute entre los días del año» (v. 6). Job desea que el
día permanezca siempre noche, porque cada alba trae
consigo el peso de nuevos sufrimientos.
En el capítulo precedente no se ve que Job maldiga a
Dios o invoque la muerte. Veíamos más bien que Job
resistía, dócilmente, a la violencia de la prueba. Este
desahogo que le suponen las imprecaciones y los lamentos, en efecto, no los encontramos con frecuencia en la
Escritura. Al contrario, en ella se alaba la vida y se habla
con profusión del amor desinteresado. Sin embargo, encontramos en Jeremías una página célebre que recuerda
a nuestro texto: «¡Maldito el día en que nací; el día en que
mi madre me dio a luz no sea bendito!» (Jr 20,14).
Hay u n cambio respecto a la meditación precedente.
Aparece u n nuevo modo de afrontar el problema del sufrimiento. Éste ya no es considerado simplemente como
una prueba que evalúa la gratuidad de la fe, sino como
una experiencia que nos lleva a penetrar en la intimidad
del abandono, la angustia y la noche del Hijo de Dios
crucificado. El hecho de que estas expresiones las encontremos ahora en la Escritura, como palabra revelada, resulta consolador. Significa que Dios no rechaza a
Martes
19
quien, en medio de la prueba y de la experiencia de la
oscuridad y de la desolación, habla sin saber lo que
dice. Significa, por tanto, que la lamentación tiene un
sentido, que no es inútil. Efectivamente, la Escritura
acoge estas experiencias como oraciones. Las llama
«oraciones de lamentación». Job, en la plenitud de su
lamentación, no se aleja de Dios. No se esconde de su
rostro. No busca otro Dios que no le oprima ni le aplaste. Al contrario, se confía profundamente al Dios que
le ha decepcionado. Y siempre es así: la lamentación
sacude el corazón y lo libera.
Evangelio: Lucas 9,51-56
51
Cuando llegó el tiempo de su partida de este mundo,
Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. 52 Entonces envió por
delante a unos mensajeros, que fueron a una aldea de Samaría para prepararle alojamiento, M pero no quisieron recibirlo,
porque se dirigía a Jerusalén. 54 Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan dijeron:
-Señor, ¿quieres que mandemos que baje fuego del cielo y
los consuma?
55
Pero Jesús, volviéndose hacia ellos, les reprendió severamente. 56 Y se marcharon a otra aldea.
**• El v. 51 está dotado de una fuerte densidad dramática. Este versículo constituye el centro en el q u e
confluyen los dos grandes temas del evangelio de Lucas.
Hasta aquí hemos visto el desarrollo de la misión de Jesús e n Galilea, c o n todas sus palabras, su mensaje, s u s
parábolas, sus milagros y el testimonio de su a m o r
(4,14-9,50). Pero ahora el evangelio de Lucas nos m u e s tra que el destino d e Jesús se dirige hacia su consumación. En la e n s e ñ a n z a y e n las palabras subintra la m a r cha hacia Jerusalén. Se t r a t a de una nueva parte d e l
evangelio (9,51-19,44). L a última. En ella se juega la
s u e r t e del mismo Jesús.
26a semana
20
Este camino conduce a su muerte en la cruz y, después, a su resurrección. Es la «hora» de Jesús a la que
alude Juan (12,23; 16,32). La hora expresa la voluntad
de entrega de la vida de Jesús. Ya desde el comienzo del
evangelio se ve que Jesús está dispuesto a entregarse y
todo tiende en él hacia el momento de la entrega. En
esta hora acoge Jesús en sí mismo todo el sufrimiento y
el dolor del hombre y entrega su propia vida para su salvación. El objetivo de la primera parte del evangelio de
Lucas es «comprender» el Reino; en la segunda, se trata de «entrar» en el mismo. Mientras que, en la primera
parte, se presenta el Reino de una manera oscura a través de parábolas, como misterio escondido que crece en
la oscuridad, con un crecimiento contrastado y fatigoso,
ahora se revela de un modo más claro como el misterio
de la muerte y resurrección de Cristo. Hablando de este
itinerario, dice Lucas que Jesús «tomó la decisión de ir a
Jerusalén» (v. 51). La expresión significa, al pie de la
letra, «endurecer el rostro». La expresión está tomada de
uno de los cantos del Siervo de YHWH: «Endurecí mi
rostro como el pedernal» (Is 50,7). Jesús no sólo tiene
una visión clara de los dolores a los que deberá hacer
frente, sino que se abandona por completo a la voluntad
del Padre.
MEDITATIO
Las expresiones de Job, como hemos visto ya en la
lectio, n o son pura retórica. Volvemos a encontrar en
ellas sentimientos que son comunes y que experimentamos todos. El grito de Job es un poco el grito dramático que, en determinados momentos de dolor, emiten todos aquellos a quienes ahoga el sufrimiento. Muchos
llegan incluso a experimentar la tentación del siniestro
deseo de la muerte. Ahora bien, precisamente a través
de esta prueba es como podemos encontrar a Dios (o
Martes
21
también perderlo). Lo dice el m i s m o Job: «le conocía
sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos» (42,5).
Sólo ahora que Job se ha quedado desnudo frente a
Dios es cuando es capaz de reconocerle y de amarle. Es
verdad que Job se lamenta, grita y está abatido. Pero
Job grita y se lamenta ante Dios. Resulta sugestivo que
la Biblia no haya descartado estas expresiones; al contrario, las ha hecho suyas como oraciones de lamentación, asumiéndolas como un elemento de súplica y de
petición acongojada a Dios.
¿Qué nos enseña el capítulo 3 del libro de Job? En
primer lugar, a saber distinguir como es debido entre lamentación y queja. Estamos demasiado inclinados a lamentarnos de todo y con frecuencia. Nos lamentamos
sobre todo de los otros. Ya no somos capaces de lamentarnos con Dios, de llorar ante Dios. Hemos perdido la
capacidad de dirigirnos a Dios. Escribe el cardenal Martini que «abrir la vena de la lamentación es la manera
más eficaz de cerrar los filones de las quejas que entristecen el mundo, la sociedad, las realidades eclesiásticas,
que carecen de salida porque, al ser vividas en un ámbito puramente humano, no llegan al fondo del problema». En segundo lugar, nos enseña a mirar de frente
nuestras pruebas, de m o d o que amortiguamos su aguijón. Cuando pensamos que no lo lograremos, precisamente entonces llega el momento en el que podemos
expresar nuestro amor gratuito. Jesús nos mostró la
gratuidad de su a m o r precisamente en la cruz, en el colmo del dolor y de su grito, que, por una parte, expresa
la extrema desolación y, por otra, la confianza total en
el Padre (cf. Me 15,34).
ORATIO
Eres tú, Dios m í o , quien fue el primero en amarnos.
Eres tú quien n o s buscó y llegó hasta nosotros en pri-
26" semana
22
23
Martes
se unió a Dios, fue sometida a la prueba, fue confirmada en la tierra prometida con la plenitud de la virtud.
Por eso, primero gustó en los prodigios lo que debía desear, después fue sometida a prueba en la fatiga a fin de
ver si era capaz de custodiar lo que había gustado, y, por
último, mereció recibir con mayor plenitud aquello que,
mientras estuvo sometida a la prueba, había custodiado. Así, la fase inicial, blanda, endulza la vida de todo
convertido; la fase intermedia, áspera, la pone a prueba;
y, después, la perfección plena la refuerza (Gregorio
Magno, Tratados morales sobre el libro de Job, XXIV, 28).
mer lugar. Leo en tu a m o r crucificado el amor infinito
con que quisiste hablar a nuestro corazón y contarnos
tu a m o r indecible. También nosotros quisiéramos
amarte como tú has hecho con nosotros. Nuestra alma
tiene sed de ti. Pero no conseguimos llegar hasta ti. Son
demasiadas las cosas que atentan contra nuestra vida.
¿Por qué no conseguimos gozar de ti? ¿Por qué no oímos el grito de nuestro corazón? ¿Qué impulsa a nuestra alma a encerrarse lejos de ti? Concédenos, Señor, la
gracia de comprenderte y comprender tu amor en la escuela de tu siervo Job, u n creyente, aunque era pagano.
Ayúdanos a comprender las pruebas de Job, ayúdanos a
entrar en su dolor, para poder entrar así en las pruebas
y sufrimientos de Jesús. Tú, Señor, quisiste asumir
nuestros sufrimientos en los tuyos para purificarlos.
Por eso, Señor, puedes ayudarnos a contemplar la cruz,
a fin de leer en el corazón traspasado de Cristo todas las
riquezas del misterio de Dios.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Y tú alejas de mí a mis amigos y conocidos, ¡las tinieblas son mi compañía!» (Sal 88,19).
CONTEMPLATIO
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Tres son las fases por las que pasan los convertidos:
la fase inicial, la intermedia y la final. En la fase inicial
encuentran las caricias de la dulzura, en la intermedia
las luchas de la tentación, en la final la perfección de la
contemplación. Primero reciben las dulzuras que les
consuelan, después las amarguras que les mantienen en
ejercicio y, por último, las suaves realidades sublimes
que les confirman. Así, todo hombre, en primer lugar,
consuela a su esposa con suaves caricias, pero, una vez
que la ha unido a sí, la prueba con ásperos reproches y,
después de haberla probado, la posee seguro de ella.
Cuenta san Carlos Borromeo que experimentó la frustración,
el sentimiento de inutilidad, de disgusto; y un día en que su primo Federico le preguntó lo que nacía en esos momentos, le
mostró el librito de los Salmos, que llevaba siempre en el bolsillo. Recurría a los salmos de lamentación para dar voz a sus sufrimientos y, al mismo tiempo, para retomar aliento y fe frente al
misterio del Dios vivo. Oremos para que el Señor nos conceda
saber acceder también nosotros a las fuentes purificadoras y
balsámicas de la lamentación bíblica (C. M. Martini, Avete perseveróte con me nelle mié prevé, Cásale Monf. 1990 [edición
española: Habéis perseverado conmigo en mis pruebas, Edicep,
Valencia 1990]).
Del mismo modo, la gente de Israel, después de haberse prometido a Dios, fue llamada por él desde Egipto a las sagradas nupcias espirituales: primero recibió
como prenda las caricias de los prodigios, pero, una vez
ACTIO
Miércoles
26 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Job 9,1-12.14-16
1
Job tomó la palabra y dijo:
De acuerdo, sé muy bien que es así:
que nadie es irreprochable ante Dios.
J
Si alguien pretende litigar con él,
ni un argumento entre mil le podrá rebatir.
' Sabio y fuerte como es,
¿quién le resiste y queda impune?
5
Él traslada los montes sin que se den cuenta
y los remueve cuando se enfurece;
6
hace que la tierra tiemble en sus cimientos
y que se tambaleen sus columnas.
1
Si él lo prohibe, el sol no se levanta,
ni las estrellas dan su resplandor.
8
Sólo él extiende los cielos
y camina sobre las espaldas del mar.
' Él ha creado l a Osa y el Orion,
las Pléyades y l a Constelación del Sur.
10
Hace cosas grandes e insondables
y maravillas sin número.
" Pasa junto a m í y no l o veo,
se desliza a mi lado y n o me doy cuenta.
12
Si arrebata u n a presa, ¿quién se lo impedirá?
¿Quién le dirá: «Cué es loque haces»?
2
26a semana
26
14
¡Cuánto menos podré yo replicarle,
encontrar palabras contra él!
15
Aunque tuviera razón, no debo replicar.
Sólo puedo suplicar al que me acusa.
16
Aunque le llamara y él me respondiera,
no creo que hiciera caso a mi llamada.
**• El texto que hoy nos propone la liturgia, tomado
del capítulo 9 de Job, es la respuesta que da el patriarca
a las palabras de consuelo del tercer amigo, Bildad de
Suaj (cf. capítulo 8). Éste había dicho que la desproporción entre Dios y el hombre es tan grande que no es posible ninguna discusión entre ellos. Dios siempre tiene
razón. Job rebate su discurso con un elogio de la sabiduría y de la omnipotencia de Dios tal como aparece en
su creación. Si Dios es tan grande e inaccesible en su
creación -piensa Job-, tanto más lo será en el orden sobrenatural y moral: «De acuerdo, sé muy bien que es así:
que nadie es irreprochable ante Dios» (v. 2). En los versículos siguientes, se lamenta Job, una vez más, de la
manera arbitraria y prepotente que tiene Dios de comportarse: «Si arrebata una presa, ¿quién se lo impedirá?
¿Quién le dirá: "Qué es lo que haces"?» (v. 12). De una
manera u n tanto irónica, da a entender Job que es inútil discutir con Dios, dado que nadie puede resistir ante
él, puesto que siempre tiene razón en todo. Observa:
«¡Cuánto menos podré yo replicarle, encontrar palabras
contra él!» (v. 14). Frente a Dios no hay nada que hacer.
Sólo, dejar que se hundan las montañas, que los vientos
lo b a r r a n todo, que se abra la tierra, que el m a r se desconcierte y que la tragedia se abata sobre el hombre.
Las palabras de Job son las de un hombre que sufre
y protesta porque no consigue saber qué es justo y qué
no. Hemos de señalar que Job no acepta soluciones que
sean simples reducciones al pasado: sería mejor llamarlas actos de pereza, seguir la regla del mínimo esfuerzo.
Job quiere ver claro. Pero ¿eso es posible? Mientras
dura nuestra peregrinación subsiste el problema del do-
Miércoles
27
lor. Está, sin embargo, la cruz de Cristo y su altísimo
grito al Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Me 15,33). La muerte de Jesús es dramática y él se precipita en el abismo doloroso de la maldad humana. Jesús no suprime el dolor, pero nos ha dicho lo suficiente sobre el valor salvífico del sufrimiento.
Evangelio: Lucas 9,57-62
En aquel tiempo, " mientras iban de camino, uno le dijo:
-Te seguiré adondequiera que vayas.
58
Jesús le contestó:
-Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
59
A otro le dijo:
-Sigúeme.
Él replicó:
-Señor, déjame ir antes a enterrar a mi padre.
60
Jesús le respondió:
-Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a
anunciar el Reino de Dios.
61
Otro le dijo:
-Te seguiré, Señor, pero déjame despedirme primero de mi
familia.
62
Jesús le contestó:
-El que pone la mano e n el arado y mira hacia atrás no es
apto para el Reino de Dios.
*» Vimos ayer e n el evangelio que con Le 9,51 da comienzo u n a n u e v a parte del tercer evangelio. Se produce u n cambio de ruta de Jesús: de la misión en Galilea a
la-marcha hacia Jerusalén (9,51-56). Este nuevo camino, tal como decíamos, n o es nuevo sólo en un sentido
topográfico, sino también en sentido teológico y místico. Es u n camino que culmina en la muerte y resurrec-
28
26a semana
ción de Jesús. Esta perspectiva se vuelve paradigmática
también para los discípulos. No hay vida cristiana sin
compromiso con Cristo en la muerte. No basta, en efecto, con que el discípulo concentre la mirada en la gloria
de Cristo; es preciso también que fije su mirada en el
rostro de aquel que, tras haber muerto en la cruz, fue
hecho perfecto y ha llegado a la gloria (cf. Heb 5,8ss).
Los tres diálogos referidos en el evangelio nos hacen
ver que, además de los Doce, había también otros que
querían seguir a Jesús, aunque no siempre sabían con
claridad lo que significaba en el fondo «seguirle». Las
exigencias del seguimiento de Cristo sólo se vuelven claras después de la pascua. Lucas no dice quiénes son
estos tres interlocutores. Por Mateo, no obstante, sabemos que uno de ellos era un escriba o maestro de la Ley
y el otro era un discípulo (8.19.21). En Lucas vemos que
los tres se echan atrás intimidados por la «desnudez»
que requiere Jesús para seguirle. El primero se había
presentado a Jesús por propia iniciativa, pero Jesús le
muestra el vacío que significa seguirle: «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (v. 58). El segundo
es un discípulo del Señor, como dice Mateo. Recibe la
orden de seguirle que le da Jesús, pero le pide permiso
para ir antes a sepultar a su padre. Jesús le responde:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos» (v. 60).
Para el Señor está muerto todo lo que no es el Dios vivo
{cf. Jn 14,6). El tercero ha preparado un programa y se
lo muestra a Jesús: «Te seguiré, Señor, pero déjame despedirme primero de mi familia» (v. 61). Sin embargo, le
responde el Señor de este modo: «El que pone la mano
en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de
Dios» (v. 62).
No sabemos cómo acabaron estos tres. El evangelio
sólo nos dice lo que ofrece Jesús a quienes le acompañan, o sea, el camino de la cruz. Pero aquí se requiere
valor.
Miércoles
29
MEDITATIO
Job nos ha recordado el temor de Dios. De él hemos
aprendido que hace falta proceder con mucho respeto
para tratar con Dios. Nadie puede resistir ante Dios dirigiéndole palabras de crítica. Job lo dice muy bien: «Sé
muy bien que es así: que nadie es irreprochable ante Dios»,
«¿Quién le dirá: "Qué es lo que haces"?». Con todo, debemos confiarnos por completo a Dios, aceptándolo humildemente en su grandeza infinita. Pero este Dios fuerte,
tal como lo describe el Antiguo Testamento, se ha hecho
hombre, ha tomado nuestra condición mortal y se ha revelado en el rostro pequeño, débil y vulnerable de Jesús.
Veíamos, en efecto, en el evangelio de hoy que Jesús
obra con toda la autoridad de Dios, con una profunda
humildad que nos impresiona. Mientras dice: «Sigúeme... deja... ve», nos pide al mismo tiempo que escojamos con valor u n a vida pobre y de sufrimiento semejante a la suya: «Las zorras tienen madrigueras y los
pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene
dónde reclinar la cabeza» (y. 58). Dicho con otras palabras, Jesús vive su autoridad en medio de la máxima expoliación, como alguien que no tiene nada. ¿Quién se
atrevería a hablar de autoridad y humillación juntas?
Estarnos verdaderamente en el corazón de la fe plena y
p u r a que se pide al discípulo. Con san Pablo podríamos
decir: «Cuando me siento débil, entonces es cuando soy
fuerte» (2 Cor 12,10b). Y esto nos hace sobreabundar de
alegría. Toda profundización del espíritu parte de u n a
renovada adhesión a la vida de Jesús.
ORATIO
Sefior Jesús, tú sabes que también nosotros, como los
apóstoles, nos imaginamos un seguimiento fácil, em-
26a semana
30
31
Miércoles
briagador, sin tropiezos, y rechazamos el camino que tú
nos preparas.
Concédenos, Señor, sabiduría y fuerza para conocer
tus proyectos y adherirnos al camino que tú, con tanto
amor, nos has preparado. Ayúdanos a comprender bien
y de modo profundo lo que quieres de nosotros. Ya sabes lo difícil que nos resulta leer tu ciencia de amor.
Hasta tu cruz nos resulta difícil de comprender, y aún
más redescubrirla en la trama cotidiana de nuestra vida.
Ayúdanos, al menos, a no desistir de la lectura de nuestra experiencia, a fin de que podamos descubrir tu amor
y tu intenso deseo de que nos adhiramos a ti. Y si también esto nos resulta difícil, ayúdanos a dejarnos acoger
por ti sin dudar de tu amor infinito.
Dios puede juntar misiones, también lo es que cada enviado ha tenido que estar antes solo ante Dios. Y nadie
puede ser enviado si antes no lo ha puesto todo, sin
reservas, en manos de Dios, libremente, como un moribundo tiene que hacerlo forzosamente. Una misión cristiana sólo puede surgir en absoluto cuando fundamentalmente se ha ofrecido y entregado todo; cuando Dios,
sin reserva alguna de parte del creyente, puede elegir en
él lo que le place. Sólo de este punto del encuentro con
el Dios muriente puede salir de una existencia de fe algún
fruto cristiano. Este fruto lo es siempre de amor, pero
fundado en la entrega de sí mismo (H. U. von Balthasar,
Seriedad con las cosas. Cordilla o el caso auténtico, Sigúeme, Salamanca 1968, pp. 29-30).
CONTEMPLATIO
ACTIO
No se objete que, en todos estos casos, no se trata de
la fe, sino de misiones extraordinarias. Estas grandes
misiones son necesariamente ejemplares, pues las «columnas de la Iglesia» determinan el estilo de todo el edificio, dan canónicamente la norma y regla para todos
(el canon): son u n término medio, aclaratorio, entre la
soledad de Jesucristo y la fundamentación de la fe de
todo cristiano. Las misiones, menores y mayores, y todo
cristiano tiene la suya, proceden todas del mismo punto.
Y, en efecto, misiones y carismas no se dan en medio de
la comunidad, sino que se «reparten a cada uno por Dios
según la medida de la fe, desde un cara a cara con Dios al
cuerpo eclesiológico de muchos miembros» (Rom 12,3-4).
Sólo como individuo puede ser llamado el cristiano
para la Iglesia, y en la Iglesia, para el mundo; como solitario que, en el momento de la llamada, no puede ser
apoyado, visiblemente, por nadie. Nadie le quita la responsabilidad de su asentimiento, nadie le quita la mitad
de la carga que Dios le echa encima. Si es cierto que
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«.¿Porqué, Señor, me rechazas y me ocultas tu rostro?»
(Sal 88,15).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Gicinna Beretta Molla fue una madre de la diócesis de Milán que, para dar la vida a su hijo, sacrificó la suya con meditada inmolación. Gianna era médico, casada y con tres hijos.
Estaba esperando otro. Pero su alegría se mezcló pronto con las
más graves preocupaciones. Junto al útero iba creciendo un
grueso fibroma y se hacía necesaria y urgente la intervención
quirúrgica. Gianna comprendió de inmediato lo que le salía al
encuentro. La ciencia de entonces ofrecía dos soluciones consideradas seguras para la vidc de la madre: una laparotomía
total, con extirpación tanto del fibroma como del útero, o la extirpación del fibroma, con la interrupción del embarazo. Una
tercera solución consistía en extirpar sólo el fibroma, sin tocar al
niño, pero ponía en grave peligro la vida de la madre.
32
26° semana
La doctora Beretta, antes de ir al hospital, fue a visitar al
sacerdote con el que se confesaba habitualmente. Éste le exhortó a esperar y tener valor. «Sí, don Luigi -le respondió la mujer-;
he rezado mucho durante estos días. Me he confiado con fe y
esperanza al Señor, incluso contra las terribles palabras de la
ciencia médica, que me decían: o la vida de la madre o la vida
de su criatura. Confío en Dios, sí, pero ahora me corresponde a
mí cumplir con el deber de madre. Renuevo al Señor la ofrenda
de mi vida. Estoy dispuesta a todo, con tal de salvar la vida de
mi criatura.»
Ella misma nos contó su primer encuentro con el cirujano:
«El doctor me dijo antes de la operación: "¿Qué hacemos? ¿La
salvamos a usted o salvamos al niño?". Enseguida le contesté:
"No se preocupe por mí". Y, después de la operación, me dijo:
"Hemos salvado al niño"». El doctor, de religión judía, respetó
la voluntad de la paciente (A. Sicari, Gianna Beretta Molla, en
id., II terzo libro aei ritratti di santi, Milán 1993, pp. 144-146,
passim [edición española: Retratos de santos, Encuentro Ediciones, Madrid 1995]).
Jueves
26a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Job 19,21-27
Dijo Job: 2I Tened piedad de mí, vosotros, mis amigos,
que es la mano de Dios la que me ha herido.
22
¿Por qué me acosáis como me acosa Dios
y no os cansáis de atormentarme?
23
¡Ojalá se escribieran mis palabras!
¡Ojalá se grabaran en el bronce!
24
¡Ojalá con punzón de hierro y plomo
se esculpieran para siempre en la roca!
25
Pues yo sé que mi defensor está vivo
y que él, al final, se alzará sobre el polvo,
26
y, después que mi piel se haya consumido,
con mi propia carne veré a Dios.
27
Yo mismo lo veré,
lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño,
y en mi interior suspirarán mis entrañas.
*»• «Job tomó la palabra y dijo: "¿Hasta cuándo me afligiréis y me acribillaréis con vuestras palabras?"». Llegam o s así, en el capítulo 19, a la cima de los diálogos entre Job y sus tres amigos. Estos últimos no hacen m á s
que repetir la tesis, ya esgrimida en otras ocasiones, d e
34
26a semana
que las pruebas son el signo de que Job es culpable ante
Dios. A su vez, Job sigue confesando su inocencia. Para
Job no hay m a y o r tormento que tener que resistir a las
excesivas palabras de sus amigos. El diálogo, prolongado durante diversos días, ha extenuado verdaderamente a Job. El sufrimiento más fuerte con que se
enfrenta ahora es no conseguir p r o c l a m a r su inocencia. Su prueba consiste en considerarse inocente, pero
no poder probarlo ni ante Dios ni ante sus amigos:
«Grito: "¡Violencia!", y nadie me responde. Pido auxilio
y nadie me defiende. Dios me ha cerrado el camino para
que no pase, ha envuelto en tinieblas mis senderos»
(19,7ss).
Entonces es cuando piensa Job en dejar por escrito
su defensa, para que, un día, tal vez nosotros mismos
que leemos hoy sus palabras, le hagamos justicia: «¡Ojalá se escribieran mis palabras! ¡Ojalá se grabaran en el
bronce! ¡Ojalá con punzón de hierro y plomo se esculpieran para siempre en la roca!» (w. 23ss). Pero esta solución no le convence. Piensa también en apelar al sup r e m o «defensor» para que le haga justicia: «Pues yo
sé que mi defensor (Go'el) está vivo» (v. 25). Este Go'el,
según la Ley judía, es el único testigo que puede ser
oído como defensa. Después de haber insultado a Dios,
le llama ahora «defensor, redentor». Nosotros, que conocemos el Evangelio, apelamos, en cambio, al amor,
a la caridad, al Dios omnipotente y misericordioso salvador.
Evangelio: Lucas 10,1-12
En aquel tiempo, ' el Señor designó a otros setenta [y dos]
y los envió por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y
lugares que él pensaba visitar. 2 Y les dio estas instrucciones:
- L a mies es abundante, pero los obreros pocos. Rogad,
por tanto, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Jueves
35
3
¡En marcha! Mirad que os envío como corderos en medio de
lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforjas ni sandalias, ni saludéis a
nadie por el camino. 5 Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa. 6 Si hay allí gente de paz, vuestra paz
recaerá sobre ellos; si no, se volverá a vosotros. 7 Quedaos en
esa casa, y comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero
tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa.
8
Si al entrar en un pueblo os reciben bien, comed lo que os
pongan. 9 Curad a los enfermos que haya en él y decidles: Está
llegando a vosotros el Reino de Dios. 10 Pero si entráis en un
pueblo y no os reciben bien, salid a la plaza y decid: " Hasta
el polvo de vuestro pueblo que se nos ha pegado a los pies lo
sacudimos y os lo dejamos. Sabed de todas formas que está
llegando el Reino de Dios. 12 Os digo que el día del juicio será
más tolerable para Sodoma que para ese pueblo.
**• El «sí» total del corazón a Cristo por parte de
quien sigue al Maestro irradia y se convierte en la fuerza de la misión evangélica. En los w. 1 -6 del capítulo 9
de Lucas veíamos que Jesús encargaba a los discípulos
hacer lo mismo que él había hecho: expulsar a los demonios y curar a los enfermos (cf. Le 8,25-56). La Iglesia no tiene otra misión que continuar la obra de aquel
que la envió. Los doce apóstoles son el fundamento de
la misión de la Iglesia. Ahora bien, j u n t o con ellos, Jesús eligió a otros muchos. La mies es abundante, pero
los obreros son siempre pocos. El fragmento del evangelio de hoy se refiere a los setenta (y dos) discípulos
que anuncian el mensaje del Reino (10,1-12). El núm e r o «doce» recuerda a las doce tribus de Israel. El
n ú m e r o «setenta y dos» remite, en cambio, a los setenta y dos pueblos de la tierra enumerados en Gn 10. La
misión de los discípulos tiene por ello un aspecto universal, se extiende a toda la tierra. Estos setenta y dos
discípulos constituyen el signo de todos aquellos q u e
el dueño de la mies llama para llevar el Evangelio. No
se trata, en realidad, de u n a empresa h u m a n a , de algo
que dependa de nuestra capacidad; se trata del Reino de
Dios.
26° semana
36
Los obreros del Reino no son tanto aquellos que lo
anuncian como Cristo mismo en persona. Es él quien
envía, quien toma la palabra, quien actúa. Se trata de
dejar hacer a Jesús más que de hacer nosotros mismos.
Lo importante es ser como él, adoptar su estilo, con su
acontecer y sus frutos, y gracias a ello con su alegría.
«¡En marcha! Mirad que os envío como corderos en medio
de lobos» (v. 3). El Señor nos invita a no lamentarnos de
los tiempos y de las dificultades de la misión. Más aún,
las dificultades constituyen precisamente el signo del
Reino. El signo con el que viene el Reino. Son la obra
del Espíritu Santo. Jesús pide a los discípulos que no se
preocupen: «no os preocupéis del modo de defenderos, ni
de lo que vais a decir; el Espíritu Santo os enseñará en ese
mismo momento lo que debéis decir» (12,11-12). El Maestro no quiere que caigamos en la ansiedad. La misión es
siempre un milagro del Señor.
MEDITATIO
En la primera lectura de hoy nos sorprende Job con
su actitud. Después de haberse lanzado contra Dios y de
haber maldecido el día de su nacimiento (3,1-10), ahora proclama, en cambio, su esperanza: «Pues yo sé que
mi defensor está vivo y que él, al final, se alzará sobre el
polvo; y después que mi piel se haya consumido, con mi
propia carne veré a Dios. Yo mismo lo veré...» (w. 25-27).
Primero vino la lamentación y el llanto ante Dios, ahora aparece el grito de la victoria.
Llegados a este punto, nos preguntamos cómo llegó
Job a este acto de fe profunda y de esperanza en el
Señor. Cómo pasó de la angustia y del anhelo de la
muerte a esta confianza en Dios. Basta con reflexionar
atentamente. Job no ha cesado nunca de luchar en la
oración: adoración, petición, súplica. Este diálogo ininterrumpido con Dios, incluso en la angustia más pro-
Jueves
37
funda, no ha disminuido. Job ha sabido luchar en la noche. Ha conocido a Dios como adversario inhumano,
como alguien que descarna y despoja, pero, al final, ha
conocido en Dios el todo de su vida. De la nada al todo.
Sólo a través de esta noche, a través de esta lucha inhumana, se hace posible llegar a Dios. Job nos hace
ver que atravesar la nada es algo verdaderamente espantoso.
Para entrar en el «misterio de la luz infinita» es necesario sumergirse en la noche.
La plegaria de los salmos de lamentación son una confirmación de lo que decimos. Basta con ver el salmo 22.
Comienza con u n grito desesperado: «¡Dios mío, Dios
mío! ¿Por qué me has abandonado?, ¿por qué no escuchas
mis gritos y me salvas?». Pero termina con un grito de esperanza: «Yo viviré para el Señor». Para llegar a la resurrección, no es posible evitar la agonía de Getsemaní.
Para entrar en comunión con Dios, es preciso no alejarnos de él, continuar viviendo en su proximidad.
ORATIO
«Pero no te ruego solamente por ellos, sino también por
todos los que creerán en mí por medio de su palabra. Te
pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en
mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros;
de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado» (Jn 17,20ss).
Señor Jesús, te damos gracias porque has rogado por
nosotros, que, por la palabra de tus apóstoles, hemos
creído en ti. Haz que permanezcamos unidos a ti, confiados en tu oración. Si ésta nos faltara, no estaríamos
aquí junto a ti; no podríamos darte gracias ni alabarte,
ni darte a conocer a muchos de nuestros hermanos.
Concédenos ahora poder mostrar a todos que tú no nos
26a semana
38
abandonas, que tú no luchas con nosotros más que para
rendirte a nosotros y bendecirnos. Gracias a esta oración, nosotros queremos ahora adorarte.
CONTEMPLATIO
Tú eres el santo, Señor Dios único, el que haces maravillas (Sal 76,15). Tú eres el fuerte, tú eres el grande
{cf Sal 85,10), tú eres el altísimo, tú eres el rey omnipotente; tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra
{cf Mt 11,25). Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses {cf. Sal 135,2); tú eres el bien, todo bien, sumo bien,
Señor Dios vivo y verdadero {cf. 1 Tes 1,9).
Tú eres el amor, la caridad; tú eres la sabiduría, tú
eres la humildad, tú eres la paciencia (Sal 70,5); tú eres
la hermosura, tú eres la mansedumbre; tú eres la seguridad, tú eres la quietud, tú eres el gozo, tú eres nuestra
esperanza y alegría, tú eres la justicia, tú eres la templanza, tú eres toda nuestra riqueza a saciedad.
Tú eres la hermosura, tú eres la mansedumbre, tú
eres el protector (Sal 30,5); tú eres nuestro custodio y
defensor; tú eres la fortaleza {cf Sal 42,2), tú eres el
refrigerio. Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe,
tú eres nuestra caridad, tú eres toda nuestra dulzura,
tú eres nuestra vida eterna, grande y admirable Señor,
omnipotente Dios, misericordioso Salvador (Francisco
de Asís, Alabanzas al Dios Altísimo [versión española
t o m a d a de Fuentes franciscanas, edición electrónica,
versión de Patricio Grandón, OFM]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Se ha acercado a nosotros el Reino de Dios»
Le 10,9).
(cf.
39
Jueves
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Si de algunos -entre todos los seres deformes e infortunados del mundo- se apartaba instintivamente con horror Francisco era de los leprosos. Un día que paseaba a caballo por las
cercanías de Asís le salió al paso uno. Y por más que le causaba
no poca repugnancia y horror, para no faltar, como transgresor
del mandato, a la palabra dada, saltando del caballo, corrió a
besarlo. Y, al extenderle el leproso la mano en ademán de recibir algo, Francisco, besándosela, le dio dinero. Volvió a montar el caballo, miró luego a uno y otro lado y, aunque era aquél
un campo abierto sin estorbos a la vista, ya no vio al leproso.
Lleno de admiración y de gozo por lo acaecido, pocos días
después trata de repetir la misma acción. Se va al lugar donde
moran los leprosos y, según va dando dinero a cada uno, le
besa la mano y la boca. Así toma lo amargo por dulce y se
prepara varonilmente para realizar lo que le espera (Tomás de
Celano, Vida segunda, edición electrónica, versión de Patricio
Grandón, OFM]).
Viernes
26 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Job 38,1.12-21; 40,3-5
38
'' El Señor respondió a Job desde la tormenta y dijo:
¿Has mandado en tu vida a la mañana
o has asignado su puesto a la aurora
13
para que agarre a la tierra por sus bordes
y sacuda de ella a los malvados?
14
El da forma a la tierra, como el sello a la arcilla,
y se tiñe de color como un vestido,
15
pero niega la luz a los malvados
y el brazo altanero queda roto.
16
¿Has llegado hasta las fuentes de los mares?
¿Has pisado en las honduras del abismo?
17
¿Te han mostrado las puertas de la muerte?
¿Has visto los umbrales de las sombras?
18
¿Has abarcado la anchura de la tierra?
Habla, si es que lo sabes todo.
19
¿Sabes dónde habita la luz
y cuál es la mansión de las tinieblas,
20
para que puedas llevarlas a su sitio,
y enseñarles el camino de su casa?
21
Lo sabrás, pues tienes tantos años
que para entonces ya habrías nacido.
40,3
Y Job respondió al Señor:
4
Hablé a la ligera, ¿qué puedo responderte?
12
26a semana
42
No diré una palabra más.
5
Hablé una vez, pero no volveré a hacerlo;
dos veces, pero no insistiré.
**• Hemos llegado a descubrir que toda la búsqueda
de Job está basada en una esperanza indestructible.
Aquel a quien busca Job existe y nos ama. La búsqueda
es, ciertamente, fatigosa y doliente. Hay mucha soledad
y mucha noche en esta búsqueda, pero, al final, el descubrimiento de Dios suscita alegría, paz, entusiasmo.
Leyendo el libro de Job, tenemos la impresión de que el
autor sagrado describe el juego del amor que atraviesa
toda la existencia. En el amor está la ausencia o, mejor
dicho, la ocultación y la presencia juntas. Es como la
madre que se retira para que el niño tenga la sorpresa
de encontrarla junto a él. En los últimos versos del poemita emerge, entre ambos diálogos, el tema fundamental del Cantar de los Cantares: «Mi amado es para mí, y
yo para él» (Cant 2,16).
Hemos visto en el libro de Job que éste apela a menudo al juicio de Dios: «¡Ojalá que alguien me escuchara!»
(31,35). Por fin, en los capítulos 38-42 responde Dios a
los requerimientos de Job. Se trata de u n a respuesta
que, a su vez, es también una interpelación. Dios presenta a Job la inmensidad y el carácter grandioso de la
creación. Le hace ver que el m u n d o es un inmenso proyecto divino que suscita admiración y estupor por su carácter grandioso y su belleza. Las preguntas que dirige
Dios a Job las dirige asimismo a cada uno de nosotros.
Dios ha creado el m u n d o movido únicamente por la
alegría de dar. No nos es posible contemplar el m u n d o
permaneciendo encerrados en el cálculo egoísta de quien
lo valora exclusivamente sobre la base de la utilidad
personal.
Job, que antes había luchado y polemizado con Dios
y con sus amigos, permanece ahora en silencio, confuso. Renuncia a hablar. Renuncia a proseguir la discu-
Viernes
43
sión. Reconoce que h a hablado demasiado y de manera
superficial. Job ha sido siempre sincero. Ha buscado
con seriedad, pero no ha encontrado. Ahora puede afirmar: «Ahora te han visto mis ojos», mientras que antes
«te conocía sólo de oídas» (42,5). Job, a través de la prueba y permaneciendo fiel a Dios, ha penetrado por fin en
el misterio profundo de Dios.
Evangelio: Lucas 10,13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús: 13 ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti,
Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los
milagros realizados en vosotras, hace tiempo que, vestidas de
saco y sentadas sobre ceniza, se habrían convertido. 14 Por
eso, será más tolerable el día del juicio para Tiro y Sidón que
para vosotras. '5 Y tú, Cafarnaún, ¿te elevarás hasta el cielo?
¡Hasta el abismo te hundirás!
16
Quien os escucha a vosotros a mí me escucha; quien os
rechaza a vosotros a mí me rechaza, y el que me rechaza a mí
rechaza al que me ha enviado.
**• El evangelio de hoy concluye el mensaje con el que
Jesús envía en misión a los «setenta y dos discípulos»,
sobre el que hemos reflexionado en el pasaje precedente (10,1-12). ¿Por qué habla Jesús con tanta dureza de
Corozaín, de Betsaida, de Cafarnaún? ¿Qué quiere decir
Jesús? La condena de estas tres ciudades ha de ser entendida en diferentes ámbitos.
Jesús subraya, en primer lugar, que estas ciudades no
han escuchado la Palabra que él ha predicado, o sea, la
gracia del Evangelio, la invitación a la conversión que él
ha traído. En segundo lugar, Jesús pone de relieve, trágicamente, que los suyos le han abandonado. Quizás
advierte la hostilidad del pueblo. Las antiguas ciudades
paganas de Tiro y Sidón tendrán un juicio menos severo que el pueblo de Israel. Por último, en un tercer ámbito, Jesús prevé también que el Evangelio superará las
26a semana
44
fronteras de Galilea, que llegará a los gentiles, mientras
que -por desgracia- las ciudades que fueron las primeras en recibir su mensaje se quedarán encerradas en u n
judaismo anticristiano.
El texto se convierte en un aviso no sólo para todo el
pueblo de Israel, sino también para todas aquellas personas que se excluyen de la gracia del Señor y caen en
la hipocresía y en la resistencia puestas de manifiesto
por los «ayes». Puede decirse que Jesús pretende censurar el único gran pecado, el imperdonable, ése contra el
Espíritu Santo: cerrar los ojos a la manifestación de la
gracia, a la oferta de perdón. Ése es el gran riesgo que
corre la misión cristiana. Jesús lo ha dicho con claridad:
«Quien os escucha a vosotros a mí me escucha; quien os
rechaza a vosotros a mí me rechaza» (v. 16).
MEDITATIO
Job, en medio de su terrible desgracia, la había emprendido con Dios: «¿Por qué ocultas tu rostro y me consideras tu enemigo? ¿Vas a asustar a una hoja que se la
lleva el viento o a perseguir una paja seca? Pronuncias
contra mí amargas acusaciones y me imputas pecados de
juventud» (Job 13,24ss). Al final del libro, sin embargo,
oímos a Dios interpelando a Job: «¿Has mandado en tu
vida a la mañana o has asignado su puesto a la aurora?...
¿Has llegado hasta las fuentes de los mares? ¿Has pisado
en las honduras del abismo? ¿Te han mostrado las puertas de la muerte?» (cf. 38,12.16ss).
¡Cuántas cosas ignora Job! ¡Cuántas cosas se le escapan y no podrá aferrar nunca! Aunque poseyera la ciencia m á s refinada, desconocería aún muchas cosas. Llegado a este punto, reconoce Job que debe mostrarse
pequeño y humilde ante Dios; más aún, «ligero», como
dice en 40,3: «Habléa la ligera, ¿quépuedo responderte?».
Viernes
45
Job reconoce que no lo sabe todo. Sólo Dios es el depositario de toda la ciencia. Job comprende que debe confiarse a Dios, abandonarse a él. Renuncia, por consiguiente, a interrogar: «No diré una palabra más. Hablé una
vez, pero no volveré a hacerlo; dos veces, pero no insistiré» (40,4ss). La humildad consiste en «no saber», en
carecer de pretensiones ante Dios. Sólo a través de la
humildad, y de puntillas, entramos en el misterio de
Dios: «Así que me puse a pensar para entenderlo, pero me
resultaba muy difícil. Hasta que entré en los secretos de
Dios y comprendí el destino que les aguarda [a los malvados] [...]. Yo era un estúpido y no lo comprendía, era
como un animal ante ti. Pero yo estaré contigo siempre»
(cf. Sal 73,16-23). Job nos enseña que lo que vale es
estar siempre con Dios.
Señor Jesús, ante tu misterio de amor, frente al sufrimiento insondable que experimentaste en tu corazón,
nos quedamos sin palabras. Nos sentimos impotentes y
mudos, sin fuerzas. Nos descubrimos incapaces de experimentar tu infinita potencia de amor por nosotros.
Sucumbimos fácilmente ante tu entrega inerme.
Haznos comprender qué hay en el fondo de nuestros
tormentos, qué hay dentro de los problemas que tanto
nos hacen sufrir. Ayúdanos a estar siempre contigo. A
poner nuestras manos en las manos de Dios, de suerte
que podamos alcanzar su misterio, que no suprime el
sufrimiento, sino que lo hace servir p a r a que lleguemos
a Él. Muéstranos que el secreto profundo de la realidad
no se encuentra tanto en las grandes especulaciones
como en la sobreabundancia del a m o r por ti.
CONTEMPLATIO
Job, ese hombre de tantas admirables virtudes, se conocía él mismo y era conocido por Dios, pero habría
permanecido desconocido por nosotros si no hubiera
26a semana
46
sido golpeado y puesto a prueba. Ejercía también su virt u d c u a n d o vivía tranquilo, pero la fama de la misma se
difundió sólo cuando se vio sacudido por el sufrimiento. Mientras vivía en paz, conservaba dentro de él lo que
era; cuando se vio sacudido, hizo llegar a todos el buen
olor de su fortaleza. Del mismo modo que u n perfume
no se puede oler de lejos si no es agitado y el incienso
n o expande su aroma más que cuando lo queman, así el
perfume de las virtudes de los santos no se expande más
que en medio de las tribulaciones. Ésa es la razón de
que se diga en el evangelio: «Si tuvierais una fe del tamaño de un grano de mostaza, diríais a este monte: "Trasládate allá", y se trasladaría» (Mt 17,20). Si no se muele
el grano de mostaza, no es posible conocer la fuerza de
su propiedad (Gregorio Magno, Tratados morales sobre
el libro de Job, Pref., 6).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«No diré una palabra más» (Job 40,4).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Que las dificultades no asustaron al beato Giovanni Battista
Piamarta aparece asimismo en sus cartas: «Las contradicciones,
en vez de remover nuestra constancia, deben revigorizarla
fuertemente, porque la contradicción es señal de éxito de la
obra».
Piamarta vio incluso en las tribulaciones y en las contrariedades un signo de la bondad de la o b r a : es obvio, por tanto,
que debemos resistir, ser fuertes, no perder el valor, perseverar,
aguantar, tener paciencia, porque las obras que están destinadas
a dejar una huella y que quieren decir algo nuevo progresan y se
imponen de este modo.
Viernes
47
Le escribe a la madre Elisa Baldo: «He dado comienzo a mi
obra, y los contrastes y los dolores, las desilusiones y las indiferencias y los abandonos, incluso por parte de personas de las
que podía esperar con fundamento todo el apoyo moral y material, fueron mi pan de cada día y continúan siéndolo todavía
más que nunca. La naturaleza se rebela ante tales tratos, pero el
espíritu se encuentra a sus anchas, porque sabe que es precisamente con esos caracteres con los que el Dios bendito quiere
marcar sus obras» (P. G. Cabra, Piamarta, Brescia 2 1997, p. 258).
Sábado
26 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Job 42,1-3.5-6.12-17
1
Job respondió al Señor y dijo:
Sé que todo lo puedes,
que ningún plan está fuera de tu alcance.
3
«¿Quién es ése que enturbia mi consejo
con palabras sin sentido?»
Así he hablado yo, insensatamente,
de maravillas que me superan y que ignoro.
5
Te conocía sólo de oídas,
pero ahora te han visto mis ojos.
6
Por eso me retracto, y me arrepiento
cubierto de polvo y ceniza.
Y el Señor bendijo el final de la vida de Job más que su
comienzo: llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. '3 Tuvo además siete
hijos y tres hijas. '4 A una le puso el nombre de «Paloma», a
otra el de «Acacia» y a otra el de «Frasco de Perfumes». 15 No
había en todo aquel país mujeres tan bellas como las hijas de
Job. Y su padre les dio parte en la herencia junto con sus
hermanos.
16
Después de todo esto, Job vivió todavía hasta la edad de
ciento cuarenta años y vio a sus hijos y a sus nietos, hasta
la cuarta generación. " Job murió anciano y colmado de
días.
2
50
26a semana
*+• Los últimos versículos del libro de Job constituyen
un acto de confianza y de abandono en Dios. Ya ante
el espectáculo de la creación y de sus maravillas, había
hecho Job una primera confesión a Dios: «Hablé a la ligera, ¿qué puedo responderte? No diré una palabra más.
Hablé una vez, pero no volveré a hacerlo; dos veces, pero
no insistiré» (40,3-5). Ahora, en esta segunda confesión,
Job no sólo reconoce el desorden de su mente, sino que
confiesa la sabiduría y la omnipotencia de Dios. Retira
todas las acusaciones que había movido antes contra
Dios: «Sé que todo lo puedes, que ningún plan está fuera
de tu alcance» (42,2).
Job ha hecho un largo recorrido. Se ha adentrado, en
situaciones de práctica desesperación, a través de la noche de los sentidos y del espíritu, en u n a experiencia
que figura entre las más terribles de la vida. Ha comprendido que Dios se esconde para hacerse buscar y
para que podamos encontrarle: este ingreso subraya
su camino místico, el gran dinamismo de su vida espiritual. En consecuencia, puede afirmar Job: «Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos»
(42,5). Te conozco, ahora he entrado en lo profundo de
tu misterio.
El conocimiento de Dios que ahora ha madurado en
Job ya no es «de oídas», sino un conocimiento de quien
se ha acercado a él y ha buscado asemejarse al Hijo de
Dios, que dio su vida por el hombre. Ahora comprendemos bien que el problema de Job es, sobre todo, un
gran problema de amor. El amor de quien, aun sintiéndose rechazado, no desiste a pesar de todo de continuar
buscando y gritando a Dios su propia fidelidad. Satán
había apostado con Dios que no había ningún amor gratuito. Job ha conseguido probar que, cuando el amor del
hombre es atraído por el de Dios, es capaz de alcanzar
una entrega total.
Sábado
51
Evangelio: Lucas 10,17-24
En aquel tiempo, " los setenta [y dos] volvieron llenos de
alegría, diciendo:
-Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
18
Jesús les dijo:
-He visto a Satanás cayendo del cielo como un rayo. " Os
he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones, y para
dominar toda potencia enemiga, y nada os podrá dañar. 20 Sin
embargo, no os alegréis de que los espíritus se os sometan;
alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en
el cielo.
21
En aquel momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a
Jesús, que dijo:
-Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque
has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has
dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido
bien. 22 Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce
quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo
y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
23
Volviéndose después a los discípulos, les dijo en privado:
-Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis. 24 Porque
os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
*+• El evangelio nos pone hoy de manifiesto el significado de la misión de los «setenta y dos discípulos». Vuelven éstos «llenos de alegría» (v. 17) y Jesús les descubre
el contenido profundo de lo que han realizado.
El tema está desarrollado en dos secciones ligeramente diferentes, aunque unitarias (w. 17-20 y w. 21-24). Éstas incluyen: a) en primer lugar, la misión, considerada
como una victoria que consiguen los setenta y dos en la
lucha contra Satanás (v. 18); b) en segundo lugar, la
victoria sobre Satanás, que pone de manifiesto que los
discípulos son capaces de vencer al mal que hay en el
mundo; por eso se les considera en el evangelio «dichosos» (v. 23) y sus nombres están escritos en el Reino de
26a semana
52
los Cielos (cf. v. 20); c) en tercer lugar y prosiguiendo, el
evangelio hace observar que los «sencillos» (v. 21) están
abiertos al misterio y reciben la verdad de Jesús; d) por
último, Jesús alaba al Padre por el don concedido a los
«sencillos» y revela la unión de amor entre él y el Padre:
«Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién
es el Hijo, sino el Padre...» (v. 22).
Puede afirmarse que la misión es concebida en el
evangelio como irradiación del amor que une al Padre y
al Hijo. Este amor revelado a los «sencillos» es la fuerza que destruye el mal. Los discípulos son considerados
«dichosos» porque ven y gustan ya desde ahora el amor
del Padre y del Hijo.
MEDITATIO
Hemos llegado al final del libro de Job. Al principio
habíamos reflexionado sobre la apuesta lanzada por Satanás sobre el hombre. Según la opinión de Satanás, el
hombre es incapaz de un amor gratuito. Sin embargo,
hemos concluido que, si bien no sabemos si tenemos o
no el amor gratuito por Dios, una cosa es segura: Dios
nos a m a y dilatará nuestro corazón probándolo con el
fuego incandescente de su amor. Por lo demás, Dios
espera de nosotros que nos entreguemos a él con confianza y perseverancia, como Job, poniéndonos por
completo a su disposición. Si de verdad a m a m o s a Dios,
nuestro amor encontrará en sí mismo su riqueza. Este
amor increíble y atrayente es el que nos comprometerá
y nos llevará a saborear el don inaudito del amor trinitario.
En el Cantar de los Cantares se lee que aquel a quien
buscamos sin cansarnos existe y nos ama. Un día lo encontraremos, si hemos perseverado en esta búsqueda
contemplativa, y nos colmará de alegría. Pero lo debe-
Sábado
53
mos buscar ya desde a h o r a sin desanimarnos. En el
fondo, también Job puede decir al final: «Ahora te han
visto mis ojos» (42,5). Sólo quien ama -dice H. U. von
Balthasar- puede hablar del amor. No es posible hablar
ni siquiera de los más pequeños problemas del m u n d o
espiritual sin haber tenido una experiencia directa. Del
mismo modo, tampoco u n cristiano puede hacer apostolado a no ser anunciando, como hizo Pedro, lo que ha
visto y oído (cf. 2 Pe 1,16-19). Todo lo que podamos
atestiguar sobre Dios procede de la contemplación: la
de Jesús, la de la Iglesia y la nuestra. Gracias a este
amor, que le ha puesto en una auténtica relación con
Dios, obtiene Job su bendición, mucho mayor que la
primera.
Durante estos días hemos meditado sobre el misterio
de la prueba y del amor. Ante María santísima pidamos
poder penetrar con mayor profundidad en este misterio.
ORATIO
Oh Dios, tú eres nuestro Señor, eres tú quien se anticipó a nosotros y nos amó cuando todavía ni siquiera te
conocíamos y no te podíamos pagar tu a m o r con el
nuestro. Eres tú quien sigue amándonos y preparaste
para nosotros bienes invisibles de los que no tenemos
ninguna visión intuitiva. También nosotros te a m a m o s
y nos movemos hacia ti, precisamente en la dirección
que tú nos has prefijado. Pero estamos sumergidos en
un montón de cosas y de obstáculos que nos impiden
buscarte; nos impulsan lejos de ti; nos impiden gozar de
tu intimidad. Concédenos, oh Padre, la gracia de comprender el grito lacerante de nuestro corazón.
Ayúdanos a entender mejor el sentido de las pruebas
que nos apremian por todas partes; de la noche de nuestros sentidos, de la noche del espíritu y de la noche hon-
26a semana
54
da de la fe, donde nos agitamos en u n estado de casi
desesperación. Infunde en nuestros corazones el afecto
de tu amor. Infúndelo profundamente. Conviértete tú
mismo para nosotros en una corriente que fluya, para
que nuestro discurrir nos conduzca hasta ti.
Tú, oh Dios, nos has hecho comprender que nos es
necesario entrar en los sufrimientos y en las pruebas
de Jesucristo. Ayúdanos ahora, oh Padre, a meditar su
pasión a fin de participar en sus sufrimientos y conocer
así la fuerza de la resurrección.
Sábado
55
(H. U. von Balthasar, Sorelle nello Spirito. Teresa di Lisieux e Elisabetta di Digione, Milán 1974, p. 310).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«¿Conque no habéis podido estar en vela conmigo ni
siquiera una hora?» (Mt 26,40).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
CONTEMPLATIO
El amante no entra en el reino del amor con la alegría
de haber encontrado por fin la culminación de todos
sus propios deseos, sino en silencio y con humildad,
porque el amor ha sobrepasado todas sus expectativas y
a él mismo. Tiene que soportar lo insoportable: la presencia del amor. Sería poco dar a esta imposibilidad de
soportar el nombre de bienaventuranza, de éxtasis de
amor. E n efecto, el amor es demasiado grande, y en este
«demasiado» se incluye una especie de dolor, que sólo
conoce quien ama, pero que es la flecha, la espina de
toda felicidad espiritual. Sería asimismo poco describir
este dolor como el límite de la propia respuesta, como
desilusión respecto a la propia realidad, que incluso en
el momento de la máxima entrega no ofrece nada verdaderamente digno del amor. En efecto, el amor demasiado grande no rebosa sólo en relación con el yo, a
la persona a la que beneficia; ni siquiera un yo más
grande, más digno, conseguiría contener este desbordamiento; tal prerrogativa, en efecto, está ínsita en el
amor mismo, que, confrontado consigo mismo, resulta
demasiado grande, y todo el que se vea herido por su
maravilla y arrollado por sus olas debería caer en adoración frente a su extremo poder y a su victoria radiante
He aquí una de las páginas más bellas que escribió santo Tomás Moro en la cárcel antes de ser ejecutado: «Cristo sabía que
muchos, por su misma debilidad física, se habrían dejado aterrorizar por la sola idea del suplicio... y quiso confortar su ánimo con el ejemplo de su dolor, de su tristeza, de su angustia, de
su miedo. Y a quienes estuvieran constituidos físicamente de este
modo, o sea, a los débiles y a los miedosos, les quiso decir casi
hablándoles directamente: "Ten valor, tú que eres tan débil; aunque te sientas cansado, triste, temeroso e importunado por el terror de crueles tormentos, ten valor: porque también yo, ante el
pensamiento de la acérrima y dolorosísima pasión que me apremiaba de cerca, me sentí todavía más cansado, triste, temeroso
y sometido a una íntima angustia... Piensa que te bastará con
caminar detrás de mí... Confíate a mí, si no puedes tener confianza en ti mismo. Mira: yo camino delante de ti por este sendero que te da tanto miedo; agárrate al borde de mi túnica y de
él obtendrás la fuerza que impedirá que tu sangre se disperse
en vanos temores y mantendrá firme tu ánimo con el pensamiento de que estás caminando detrás de mis huellas. Fiel a mis
promesas, no permitiré que seas tentado por encima de tus fuerzas"» (A. Sicari, «San Tommaso Moro», en id., Ritratti di santi, M i lán 1993, p. 46 [edición española: Retratos de santos, Encuentro
Ediciones, Madrid 1995]).
Lunes
2 7 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 1,6-12
Hermanos: 6 No salgo de mi asombro al ver qué pronto habéis abandonado a quien os llamó mediante la gracia de Cristo y con qué rapidez habéis abrazado otro evangelio. 7 Pero no
hay otro evangelio. Lo que pasa es que algunos están desconcertándoos e intentan manipular el evangelio de Cristo. 8 Pues
sea maldito cualquiera -yo o incluso un ángel del cielo- que
os anuncie un evangelio distinto del que yo os anuncié. 9 Ya
os lo dije, y ahora os lo repito: si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡caiga sobre él la maldición!
10
Porque, vamos a ver: ¿busco yo ahora el favor de los
hombres o el de Dios? ¿Trato acaso de agradar a los hombres?
Si todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de
Cristo.
" Quiero que sepáis, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es una invención de hombres, 12 pues no lo
recibí ni lo aprendí de hombre alguno; Jesucristo es quien me
lo ha revelado.
**• En su segundo viaje misionero había atravesado
Pablo «Frigia y la región de Galacia» (Hch 16,6), a saber,
SK
27a semana
la región que se extiende en torno a la actual Ankara,
y había fundado allí comunidades cristianas que visitó
después en su tercer viaje (Hch 18,23), en los años 53-57
d. C. Lo que propugnaba Pablo es que el creyente se salva en virtud de la fe en Jesucristo crucificado y resucitado, y no a causa de la sola observancia de la Ley. Ésta
-dirá Pablo- es libertad. Los cristianos judaizantes, no
obstante, pretendían adaptar la práctica del Evangelio a
la religión judía y a algunas de sus prácticas (como la
circuncisión y otras prescripciones). También la Iglesia
que estaba en Galacia padeció esta «intrusión» por parte de los judaizantes. Pretendían éstos nada menos que
ironizar sobre la autoridad y la doctrina de Pablo. La
reacción del gran convertido de Damasco es vigorosa.
Pablo, dirigiéndose a los «¡gálatas insensatos! ¿Quién
os ha fascinado?» (Gal 3,1), expresa u n a indignación
que no es tanto autodefensa como constatación de que
corren el riesgo de abandonar el Evangelio de Cristo o
de contaminarlo, subvertirlo. El tono de esta perícopa
ya es encendido. Estas palabras encendidas persiguen
sobre todo obtener que los gálatas se declaren a favor
de Cristo y acojan de modo pleno la única certeza que
cuenta: el Evangelio, tal como les ha sido predicado, el
Evangelio del Señor Jesús. Precisamente porque está
convencido hasta el fondo de que se trata de la única
alegre noticia que cuenta, puede declarar Pablo con
toda franqueza que con la predicación del Evangelio
no busca agradar a los hombres, sino a Dios. Lo que él
ha venido a anunciar es, en efecto, la Palabra de Dios,
recibida por revelación de Jesús y no por enseñanza
humana.
Evangelio: Lucas 10,25-37
En aquel tiempo, 25 se levantó un maestro de la Ley y le dijo
para tenderle una trampa:
Lunes
59
-Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
26
Jesús le contestó:
-¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?
21
El maestro de la Ley respondió:
-Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo
como a ti mismo.
28
Jesús le dijo:
-Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.
29
Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
-¿Y quién es mi prójimo?
30
Jesús le respondió:
-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos
de unos salteadores que, después de desnudarlo y golpearle
sin piedad, se alejaron dejándolo medio muerto. 3I Un sacerdote bajaba casualmente por aquel camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. 32 Igualmente un levita que pasó por aquel
lugar, al verlo, se desvió y pasó de largo. " Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar junto a él y verlo, sintió lástima.
34
Se acercó y le vendó las heridas, después de habérselas curado con aceite y vino; luego lo montó en su cabalgadura, lo
llevó al mesón y cuidó de él. 35 Al día siguiente, sacando dos
denarios, se los dio al mesonero, diciendo: «Cuida de él, y lo
que gastes de más te lo pagaré a mi vuelta». 3é ¿Quién de los
tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los
salteadores?
37
El otro contestó:
-El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo:
-Vete y haz tú lo mismo.
*+• Jesús va de viaje hacia Jerusalén. Un judío, experto legista, durante una parada, se propone «atraparlo»
con u n a pregunta de extrema importancia: ¿qué se debe
hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús, siguiendo su
estilo, responde con otra pregunta que remite al experto
legista a la Ley misma de Moisés. ¿Qué está escrito en
ella? El hombre responde recordando el precepto del
60
27a semana
61
Lunes
amor total a Dios, tal como aparecía formulado en Dt 6,3
y había sido retomado en el shema («.Escucha, Israel»),
recitado a diario por los israelitas. Une a este precepto
el del amor al prójimo, tal como aparece en Lv 19,18.
Tras aprobar Jesús esta perfecta síntesis, el legista le
plantea otra pregunta-trampa: «¿Y quién es mi prójimo?» (v. 29). Si pensamos que en el Antiguo Testamento
sólo era «prójimo» el israelita y, más tarde, el emigrante inserto en la comunidad israelita (cf. Lv 19,33ss); si
tenemos en cuenta que en la época de Jesús el concepto de «prójimo» prácticamente se refería al miembro de
la propia secta (fariseos, celotas, etc.), percibiremos la
agitadora fuerza innovadora expresada en el relato de
Jesús. Su respuesta no es teórica, sino que se inserta en
el orden concreto de la vida con la narración de una parábola que debía recordar a los oyentes hechos acaecidos
en la vida diaria.
Jesús plantea aún otra pregunta: «¿Quién de los tres
te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los
salteadores?». ¡Ojo!: aquí se encuentra el núcleo del relato. Cuando Jesús, aprobando la respuesta del maestro
de la Ley, le dice: «Vete y haz tú lo mismo» (v. 37), desplaza totalmente el centro del problema. La cuestión no
es saber quién es nuestro prójimo, puesto que todo
hombre que comparta con nosotros la naturaleza humana lo es; se trata más bien de saber cómo se llega a
ser prójimo para el otro. El que expresa su propia compasión en el orden concreto de su acción cotidiana es
verdadero discípulo de Dios, porque «se hace prójimo»
del hombre.
También es importante el escenario: el camino que
lleva desde Jerusalén (740 metros) a Jericó (bajando a
350 metros bajo el nivel del mar) presenta u n recorrido
impracticable, con u n desnivel de 1.000 metros, lleno de
quebradas donde se escondían los salteadores. Así pues,
la acción es animada y fuerte: al hombre agredido, lacerado y sangrante, lo encuentran casualmente un sacerdote y un levita (en aquella época volvían a casa cada sem a n a después de su turno en el templo de Jerusalén);
dos hombres, religiosos por excelencia, ven lo sucedido
y pasan de largo; por último, el protagonista del relato, un
samaritano mestizo, bastardo y hereje, ve la misma escena y se ocupa del herido. Jesús se complace en describir
con vivas pinceladas todas las acciones de este hombre
con tan mala fama entre los judíos. Éste no se contenta
con ver, sino que -sintiendo compasión- se acerca al malaventurado: desinfecta las heridas con el vino, fuertemente alcoholizado, de Palestina, le alivia el dolor con el
aceite, le lleva al mesón, donde paga de su propio bolsillo
las atenciones que se dispensen a este pobrecillo.
También yo estoy llamado a vigilar para que mi fidelidad al Evangelio sea total. No eran sólo los gálatas
quienes corrían el riesgo de confundir la verdadera «alegre noticia» que es el Evangelio de Cristo. También hoy
circulan ideas confusas y resbaladizas dentro de un falso
irenismo, con barullos de actitudes que no tienen nada
que ver con el ecumenismo, con el diálogo interreligioso
y con el mundo: realidades sacrosantas todas ellas y que
hemos de buscar. La palabra de Pablo me interpela en
orden a mi anuncio personal de Jesús, que no puede ser
«teleguiado» por modas culturales y espiritualistas.
MEDITATIO
Si quiero agradar a Dios, es preciso que sea siervo alegre del evangelio y, precisamente por eso, libre de amar.
Ésta es mi verdadera libertad, una libertad que está en
plena consonancia con el Evangelio. «El buen samaritan o se hace prójimo a pesar de la distancia étnica, social
y hasta religiosa. No pide contrapartidas» (C. M. Martini). No se protege en pseudoseguridades o miedos, ni en
integrismos para lanzar flechas de juicios puntiagudos
sobre quienes no piensan lo mismo.
27° semana
62
Seguir el camino del Evangelio de Jesús supone una
adhesión plena y, por consiguiente, no sólo mental, sino
del corazón y de la vida. Es dentro de mi vida diaria
donde Jesús -el buen samaritano por excelencia, que se
hizo tan prójimo que me entregó su vida en la c r u z - me
pide que me convierta. Desde la indiferencia del sacerdote y del levita estoy llamado a «hacerme prójimo» con
un corazón atento y cálido. Desde la intolerancia del legista que también anida en mí he de pasar a la mansedumbre, a la escucha, al diálogo. De su dureza de corazón he de convertirme «preocupándome» por quienes
están a mi lado, especialmente por los que sufren.
Hacerme prójimo en la familia, en el trabajo, en la parroquia o en el movimiento eclesial significa en la práctica revestirme por dentro de paciencia, de benevolencia,
de empatia y simpatía; significa hacer desaparecer las
muy posibles sombras de envidia y de celos y deseos de
conseguir aprobaciones. Hacerse prójimo significa anegar en el mar de la misericordia de Dios resentimientos,
amarguras e intereses recónditos. Hacerme prójimo supone, a fin de cuentas, estar revestido por completo de su
amor, que, en el orden concreto, se convierte en disponibilidad para ocuparse, para hacerse cargo del otro.
ORATIO
Señor Jesús, que has dicho: «Sin mí no podéis nada,
pero conmigo daréis mucho fruto» {cf. Jn 15,5), te pido
que me ayudes a «introducirme vivo» en tu Evangelio, a
creer con plena adhesión de mente y de corazón. Concédeme, pues, hacer desaparecer, con la energía de tu
Espíritu, toda la indiferencia, la comodidad y la intolerancia que tanto me hacen asemejarme a quienes, por el
camino de Jericó, dejaron en tierra al hombre herido.
Crea en mí, Señor, u n corazón nuevo, un corazón
capaz de advertir el grito secreto de quien sufre, u n CO-
^mes
63
razón tan persuadido de tu amor y tan enamorado de ti
que viva sólo para reconocerte, para amarte y «ocuparse» de todo prójimo.
CONTEMPLATIO
La Iglesia tiene necesidad de su perenne pentecostés,
necesita fuego en el corazón,
palabras en los labios,
profecía en la mirada.
La Iglesia necesita ser
Templo del Espíritu Santo,
de una pureza total
y de vida interior [...].
La Iglesia necesita recuperar
la sed, el gusto, la certeza de la verdad
y escuchar con inviolable silencio
y con dócil disponibilidad
la voz, el coloquio
en el asentimiento contemplativo del Espíritu,
que nos enseña toda verdad.
T necesita también la Iglesia volver a sentir fluir
p o r todas sus humanas facultades
la onda del amor que se llama caridad
y que ha sido difundida en nuestros corazones
«.por el Espíritu Santo que nos ha sido dado»
(Pablo VI, en D. Ange, La Pentecoste perenne, Milán,
1998, pp. 39ss).
ACTIO
Eepite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Despierta, Jesús, mi corazón: hazlo capaz de amar».
27a semana
64
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo,
ni ¡actancia.» Si lleváis todos estos ingredientes a vuestra vida,
todo lo que hagáis será eterno. Es algo a lo que merece que le
dediquemos tiempo. Nadie puede hacerse santo durmiendo.
Hacen falta la oración, la meditación y tiempo; el perfeccionamiento tanto en el plano físico como en el espiritual exige preparación y cuidados. Desead esta única cosa a cualquier precio,
cambiad este «yo» viejo que tenéis para hacer sitio a la «novedad» del amor, al don de vosotros mismos. Volviendo al pasado, por encima y más allá de los placeres efímeros de la vida,
aparecen también momentos en los que habéis podido realizar
actos de bondad en favor de aquellos que os rodean: cosas demasiado pequeñas como para que valga la pena hablar de
ellas, pero que también os producen la sensación de haber entrado en la verdadera vida.
He visto casi todas las cosas maravillosas que Dios ha hecho,
he probado casi todos los placeres que Dios ha proyectado para
el hombre. Sin embargo, mirando hacia atrás, veo brotar de la
vida ya transcurrida breves experiencias en las que el amor de
Dios se reflejaba en una modesta imitación de él, en un pequeño acto de amor mío. Estas son las únicas cosas que sobreviven.
Todo lo demás es transitorio. Cualquier otro bien es fruto de la
fantasía. Pero los actos de amor que todos ignoran - e ignorarán siempre- no fracasan nunca (E. Drummond, La cosa piú
grande ael mondo, Roma 1992, pp. 67ss).
Martes
27 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 1,13-24
Hermanos: " Habéis oído, sin duda, hablar de mi antigua
conducta en el judaismo: con qué furia perseguía yo a la
Iglesia de Dios intentando destrozarla. '" Incluso aventajaba
dentro del judaismo a muchos compatriotas de mi edad
como fanático partidario de las tradiciones de mis antepasados.
15
Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi
madre y me llamó por pura benevolencia, '" tuvo a bien
revelarme a su Hijo y hacerme su mensajero entre los paganos, inmediatamente, sin consultar a hombre alguno " y
sin subir a Jerusalén para ver a quienes eran apóstoles
antes que yo, me dirigí a Arabia y, después, otra vez a Damasco.
18
Luego, al cabo de tres años, subí a Jerusalén para
conocer a Pedro y permanecí junto a él quince días. " No vi
a ningún otro apóstol, fuera de Santiago, el hermano del
Señor. 2° En esto que os escribo, Dios es testigo de que no
miento. 21 Fui después a las regiones de Siria y Cilicia. " Por
entonces las Iglesias cristianas de Judea no me conocían aún
personalmente; " únicamente oían decir que el perseguidor
de otro tiempo anunciaba ahora la fe que antes combatía.
24
Y daban gloria a Dios por mi causa.
66
27a semana
*+• Tras haber declarado con una apretada argumentación que su evangelio es el de Jesucristo, Pablo presenta
-por así decirlo- sus credenciales de apóstol. Se trata de
una perícopa importante, de corte decididamente autobiográfico. El apóstol recuerda a los gálatas lo repentino y radical que fue su cambio. De tenaz defensor de la
Ley (como vía de salvación) y furioso perseguidor de la
Iglesia de Cristo, se convirtió en su audaz defensor.
El Evangelio que predica Pablo no encuentra en su
pasado de judío unas raíces psicológicas y sociológicas
razonables. No ha «florecido» de sus profundas convicciones ni de su práctica de fariseo más celoso que sus
mismos correligionarios (v. 14), aferradísimos en su adhesión a la Ley. La revelación en el camino de Damasco
(cf. Hch 9,1-19; 22,1-21; 26,9-18) da literalmente la vuelta a su pensamiento y a su acción. No ha habido en ello
ninguna mediación, ninguna intervención humana: éste
es el quid de la cuestión.
Pablo es consciente de que el Padre lo eligió y lo llamó, desde el seno de su madre, en vistas a un acontecimiento absolutamente gratuito: anunciar a los paganos
la revelación de Jesús (cf. w. 15 y 16). La traducción literal dice: «... revelar a su Hijo en mí», y expresa mejor
la revolución existencial que, a partir de su interioridad,
experimenta Pablo, aunque sus ojos quedaron cegados
por la luz de Jesucristo resucitado. La suya es, por tanto, u n a vocación profética (como la de Jeremías), a la
que no opone resistencia. «Sin consultar a hombre alguno» (literalmente, el v. 16 dice «sin consultar carne y
sangre»), salió Pablo para Arabia, dejándose comprometer de inmediato en la aventura de anunciar a Jesús.
La absoluta independencia del Evangelio de Pablo
respecto a cualquier influencia judía o de la Iglesia de
Jerusalén aparece destacada por el hecho de que sólo en
un segundo momento sintió la necesidad de «conocer a
Pedro», cuando fue a Jerusalén, donde sólo se quedó
Martes
67
«quince días» (v. 18). Lo que dice Pablo tiene todo el
sabor de la verdad profundamente acogida y toda la luz
de u n acontecimiento vivido en plenitud.
Evangelio: Lucas 10,38-42
En aquel tiempo, 38 según iban de camino, Jesús entró en
una aldea, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
39
Tenía Marta una hermana llamada María, que, sentada a
los pies del Señor, escuchaba su Palabra. 40 Marta, en cambio,
estaba atareada con los muchos quehaceres del servicio. Entonces Marta se acercó a Jesús y le dijo:
-Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en la
tarea? Dile que me ayude.
41
Pero el Señor le contestó:
-Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas
cosas, n cuando en realidad una sola es necesaria. María ha
escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.
*• Esta perícopa ha suscitado gran interés a lo largo de
los siglos. Es posible que el motivo de fondo sea haber
«cristalizado» en Marta la figura-tipo de la vida activa y
e n María la de la vida contemplativa. Sin embargo, no se
trata de dos estados de vida; la clave de lectura del texto
s e encuentra más bien en captar dos actitudes interiores.
Jesús va de viaje con los suyos hacia Jerusalén. El suyo
e s un caminar hacia el epílogo dramático de su propia misión, hacia el misterio pascual de nuestra salvación. El
testo dice «según iban de camino» y, después, «entró».
Cuando se encuentra en Betania, entra sólo en casa de Lázaro, donde Marta, la hermana de Lázaro y de María, le
recibe. Hay audacia innovadora en este entrar de Jesús en
una casa donde el hombre, si es que lo hay, ni siquiera es
nombrado. Verdaderamente, para Jesús «no cuenta ya ser
judío o griego, hombre o mujer»; cuenta la «nueva criatura» (cf. Gal 6,15) que se afirma en relación con él.
27a semana
68
Martes
69
Y es aquí donde Jesús aprovecha la oportunidad para
censurar, no su útilísima entrega a la tarea, sino el afán y
la preocupación que marcan de manera negativa su quehacer. ¿Acaso no había dicho ya Jesús en otro lugar: no
os afanéis, no os preocupéis ni por el vestido ni por el alimento, no os afanéis por nada? (cf. Mt 6,25-34). En cambio, a propósito de María, afirma el Maestro que su elección tiene que ver con lo único que cuenta. Esta única
cosa es la escucha de la Palabra (que en otro lugar es
comparada con la semilla sofocada por las zarzas de las
preocupaciones y de la avidez ansiosa). La parte mejor
que nunca será quitada al que ama es el amor mismo: el
Señor-Amor.
lo que esta elección y esta llamada comportan: como
inestimable don por parte de Dios y como compromiso
perseverante por mi parte. En un mundo marcado por
una gran confusión y por una sofocante y desesperada
pérdida de «sentido», en un mundo cuya realidad mediática (tan positiva en sí misma, aunque maniobrada por
las fuerzas más ciegas de la eficiencia materialista a cualquier precio) «remeda» los «caminos de la paz» falsificando la vida y la muerte, se hace urgente acoger la Palabra de Jesús. Es en mí, en primer lugar, donde la acojo;
es en mí donde, dentro de la prioridad contemplativa sugerida por la actitud de María en el evangelio de hoy, la
escucho en tiempos y espacios de indispensable quietud
de todo mi ser.
Urge el anuncio. Hoy más que nunca. Sin embargo, la
trampa consiste en que hasta los creyentes más comprometidos se dejan envolver por un modo de hacer inquieto y preocupado. Precisamente lo que Jesús censuró en
Marta. Es como si alguien quisiera ir a pescar agitando
continuamente las redes, en vez de lanzarlas a mar abierto con mano firme. Ha llegado el tiempo de vivir, en la
vida diaria, la actitud de escucha orante de María, aunque sin desatender el genuino servicio de Marta; al contrario, animándolo y vivificándolo con esta tranquila acogida de la Palabra. Sin una tenaz y humilde fidelidad a la
Palabra rezada por la mañana y vivida en cada ministerio de servicio durante el día, no hay verdadera autenticidad ni de vida cristiana ni de anuncio comprometido.
Es importante que esta persuasión invada todo mi ser.
MEDITATIO
ORATIO
En la argumentación de Pablo a los gálatas hay un
aspecto que toca en lo más hondo a mi vivir. También yo
fui elegido, llamado «desde el seno materno», para vivir la
realidad bautismal de mi adopción como hijo, con todo
Señor, en esta época cuyo signo es el aturdimiento
producido por la inflación de excesivas palabras humanas, ayúdame a tener un corazón adorador y a la escucha, como María acurrucada a tus pies.
Marta recibe a Jesús; María se sienta a sus pies y escucha su Palabra. El tono descriptivo no se refiere aquí al
Señor, que habla, sino a la «mujer-verdadera-discípula»,
que está acurrucada a sus pies con un olvido de todo lo
que no sea él y su Palabra. Marta, en cambio, «estaba atareada con los muchos quehaceres del servicio» (v. 40). El
verbo del texto original se emplea únicamente aquí; Lucas lo utiliza para expresar la gran tensión y agitación
-digamos también la alienación- que hay en las cosas por
hacer. Marta «se acercó» (v. 40, al pie de la letra en griego: «Se echó encima»), intervino con una cierta petulancia, molestando a la quietud contemplativa de las palabras de Jesús y de la escucha de María. El suyo es casi un
reproche dirigido al Señor, que, según su restringido punto de vista, no se preocupa de su «ahogamiento» entre las
muchas tareas de las que se ocupa.
27a semana
70
«Tú me sondeas y me conoces», tú me amaste y m e
elegiste ya «cuando todavía no habitaba en el seno de mi
madre». Que yo lo perciba en el corazón, que yo viva su
fuerza irradiadora y, dirigiendo lo más a menudo posible la mirada a ti, que habitas en lo más profundo
de mí, pueda yo anunciar con la vida que es hermoso
conjugar la contemplación de María con el servicio de
Marta, la escucha de la Palabra con la Palabra convertida en vida en el curso de los días.
CONTEMPLATIO
Escucha, Hijo, mi enseñanza
y pon fin al sueño
que pesa sobre ti.
Sal del aturdimiento
que te inunda de tinieblas.
¿Por qué seguir en tinieblas
si está a tu disposición la luz?
¿Por qué beber el agua turbia
si está al alcance de tu corazón la pura? [...]
No ames el oro ni la plata
y, si te aferra el afán, la preocupación,
échalos sólo en Dios
y revístete de la Sabiduría
como de un manto.
¿Vuelve de continuo al Padre;
no tengas un corazón altanero,
sino sé tú mismo u n hombre
plasmado por el logos (la Palabra de Dios).
Vence la hipocresía, la codicia y la vanagloria.
No digas palabras arrogantes
ni malas al juzgar,
porque todo hombre malo hace mal
antes que nada a su propio corazón.
Martes
71
Hijo mío,
deja a tu espalda a tu «hombre viejo»
y tú, en Cristo, toma altura
como u n águila
(Abbá Silvano el Egipcio, Voi siete miei amici, Magnano 1999, passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Me fío de ti, Señor: tú obras a través de mí».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Jesús no responde a nuestro estilo de vida, marcado por las
preocupaciones, diciendo que no deberíamos dedicarnos tanto
a los asuntos de este mundo. No intenta alejarnos de los acontecimientos, de las actividades y de las personas que forman
parte de nuestra vida. N o dice que todo lo que hacemos es
insignificante, carente de valor o inútil. N i siquiera nos sugiere
que nos retiremos de todas las actividades en las que estamos
comprometidos, para vivir en quietud y tranquilidad lejos de las
tensiones del mundo.
La respuesta de Jesús a las preocupaciones que colman nuestra vida es muy diferente. Nos pide que transfiramos el centro de
gravedad, que traslademos el centro de nuestra atención, que
cambiemos el orden de nuestras prioridades. Jesús quiere que
nos traslademos desde las «muchas cosas» a la «única cosa necesaria». Es importante aue nos demos cuenta de aue Jesús no
quiere en absoluto que abandonemos nuestro mundo, tan complejo. Su voluntad, más bien, es que vivamos en él, firmemente
arraigados en el centro de todas las cosas. Jesús no habla de
que cambiemos de tipo de actividad o de que modifiquemos
nuestras relaciones, ni siquiera de que disminuyamos el ritmo.
Jesús nos habla de un cambio del corazón. De una disposición
diferente del corazón que haga todo diferente, aun cuando todo
72
27a semana
parezca seguir como antes. Eso significa: «Buscad primero el
Reino de Dios... y todas estas cosas se os darán por añadidura».
Lo que cuenta es el empleo de nuestro corazón.
Cuando nos asaltan las preocupaciones, nuestro corazón se
encuentra en el lugar equivocado. Jesús nos pide que traslademos el corazón al centro, allí donde todo lo demás está en su sitio (H. J. M. Nouwen, Invito alia vita spirituale, Brescia 1998).
Miércoles
27 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 2,1-2.7-14
Hermanos: ' Pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén junto con Bernabé, llevando también conmigo a Tito.
2
Subí impulsado por una revelación y, en conversación privada con los principales dirigentes, les di cuenta del Evangelio
que anuncio a los paganos, no fuera que ahora y entonces me
estuviera afanando inútilmente. 7 Al contrario, vieron que a
mí se me había confiado la evangelización de los paganos, lo
mismo que a Pedro la de los judíos, 8 ya que el mismo Dios
que constituyó a Pedro apóstol de los judíos me constituyó a
mí apóstol de los paganos. 9 Reconociendo, pues, la misión
que se me había confiado, Santiago, Pedro y Juan, tenidos por
columnas de la Iglesia, nos dieron la mano a Bernabé y a mí
en señal de comunión: nosotros evangelizaríamos a los paganos, y ellos a los judíos. I0 Tan sólo nos pidieron que nos acordásemos de sus pobres, cosa que yo he procurado cumplir
con gran solicitud.
1
' Pero cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que enfrentarme, abiertamente con él a causa de su inadecuado proceder.
12
En efecto, antes de que vinieran algunos de los de Santiago,
no tenía reparo en comer con los de origen pagano, pero,
cuando vinieron, comenzó a retraerse y apartarse por miedo
a los partidarios de la circuncisión. '3 Los demás judíos le imi-
74
27° semana
taron en esta actitud, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por ella. " Viendo, pues, que su proceder no se ajustaba
a la verdad del Evangelio, dije a Pedro en presencia de todos:
Si tú, que eres judío, vives como pagano y no como judío,
¿por qué obligas a los de origen pagano a comportarse como
judíos?
**• En la perícopa de hoy continúa el tono autobiográfico. Pasados catorce años, Pablo se dirige a Jerusalén acompañado por un levita de Chipre llamado José,
a quien los apóstoles le habían puesto el nombre de Bernabé (= hijo de la consolación). Éste acompañó después
a Pablo durante todo el primer período de su actividad
evangelizadora. Aquí el apóstol lleva consigo también a
Tito, un griego cristiano que reconcilió a Pablo con la
Iglesia de Corinto (cf. 2 Cor 3,13; 7,6.13ss) y que no estaba circuncidado.
La espinosa cuestión de la circuncisión - q u e Pablo
decía que no había que imponer a los nuevos cristianos,
mientras que en Jerusalén había quien sostenía lo contrario- encuentra en su persona su expresión fundadora: libertad en todo aquello que no forma parte de la
primera enseñanza de Cristo. En consecuencia, Pablo
expone a los jefes de Jerusalén su Evangelio. Lo expone
porque no quiere «afanarse inútilmente» (v. 6). Es un
grave momento el que vive la Iglesia de los orígenes a
través de la venida de Pablo a Jerusalén. Es un momento de comunión. El texto lo expresa con el hecho de
darles la mano Pedro, Santiago y Juan, llamados «las
columnas» (styloi: v. 9) tal vez porque gobernaban colegiadamente la Iglesia-madre que estaba en Jerusalén.
Existe, por tanto, un pleno acuerdo en el reparto de las
áreas de evangelización: para las «columnas», los circuncisos; para Pablo y sus compañeros, los paganos. Si
existe una recomendación, es la relacionada con mostrarse atentos con los pobres, cosa que Pablo tuvo muy
en cuenta (v. 10).
Miércoles
75
Viene ahora el acalorado enfado del convertido de
Damasco. No puede aprobar que Pedro, llegado después
a Antioquía, se deje dominar por el miedo a los cristianos judaizantes y empiece -dejándose casi esclavizar
con ello- a no frecuentar la mesa de los cristianos convertidos del paganismo, que se consideraban justamente libres de tomar cualquier tipo de alimento. También
aquí emergen dos realidades: la primera es la toma de
posición de Pablo, tan franca y libre de toda simulación
a la hora de decirle su verdad al mismo Pedro, el cual
«cojea» en esta ocasión en cuanto a su práctica de creyente; la segunda es la espléndida realidad del mensaje
de Cristo, que es siempre libertad respecto a todo formalismo, exterioridad, hipocresía y constricción.
Evangelio: Lucas 11,1-4
1
Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando acabó,
uno de sus discípulos le dijo:
-Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
2
Jesús les dijo:
-Cuando, oréis, decid:
Padre,
santificado sea tu nombre;
venga tu Reino;
3
danos cada día el pan que necesitamos;
4
perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a todo el que nos ofende,
y no nos dejes caer en la tentación.
*• Se habla aquí de un tiempo y de un lugar indeterminados en los que Jesús está orando. En efecto, es p o sible orar en todo lugar y en todo tiempo, aun cuando
haya tiempos y lugares expresamente propicios para la
oración. Apenas terminó, uno de los discípulos le pide
q u e les enseñe a orar.
76
27a semana
Lo que sorprende en comparación con el texto de Mateo es la invocación de apertura: «Padre», y no «Padre
nuestro». Lucas pone, por tanto, el acento en la palabra
Padre, que en el texto original es Abbá, tiernísimo término arameo que significa «papá» -«papi», diríamos
hoy-. No es casual que este término aparezca unas 180
veces en los evangelios. Introduce, por consiguiente,
un modo de relacionarse con Dios marcado por la mayor confianza, por la confianza típica del niño respecto
a sus padres. Dirigirse a Dios llamándole «Padre» es
dejarse configurar con Jesús, el Hijo por excelencia; es
entrar en su íntima relación de amor con el tiernísimo
Abbá. Para nosotros los cristianos, esto es la oración por
excelencia.
- «Santificado sea tu nombre» es pedir que Dios,
Creador y Padre, sea glorificado por todos y en
todos: tanto por los que son inteligentes y cultos
como por los que no lo son, en el m u n d o de los
hombres y en todo el cosmos. Es potenciar al
hombre, que, sólo buscando la gloria de Dios y no
la propia, se realiza a sí mismo y entra en comunión con Dios, con los hombres, con el cosmos.
- «Venga tu Reino». Toda la historia -de manera consciente o inconsciente- es aspiración a este Reino,
que «no consiste en lo que se come o en lo que se bebe; consiste en la fuerza salvadora, en la paz y la alegría que proceden del Espíritu Santo» (Rom 14,17).
- Viene, a continuación, la petición del «pan que necesitamos». El pan es el elemento vital. Si permanece sólo «mío» se vuelve fuente de muerte. En
cambio, si, aunque haya sido ganado con el sudor de
la frente (cf. Gn 3,19; 2 Ts 3,6-13), es compartido,
hace crecer. Tanto más cuando se trata del pan
«supersustancial» que se rompe en el memorial
de la asamblea eucarística (cf. Hch 2,14), alimentando en todos nosotros la espera del retorno de Cristo.
Miércoles
77
- «Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende». El
perdón de Dios se vincula a nuestra actitud de perdón, como la raíz al árbol. La raíz de nuestra capacidad de perdonar está en sabernos perdonados
siempre por Dios, con una misericordia que sobrepasa todo lo que nos es posible imaginar y desear. Por otra parte, sólo nuestra actitud de perdón
hacia los hermanos hace posible que la vida de
Dios fluya en nosotros.
«No nos dejes caer en la tentación» es una expresión
típicamente aramea. Dios es padre y no cabe imaginar que quiera cogernos en la trampa de la tentación. Nuestra petición es más bien no sucumbir
cuando seamos probados y tentados en nuestro
estado de gran debilidad. Sabemos que el Padre
nos escucha porque «podéis confiar en que Dios no
permitirá que seáis puestos a prueba por encima de
vuestras fuerzas» (1 Cor 10,13).
MEDITATIO
Lo que más me provoca en la perícopa de la Carta a
los Gálatas es la libertad con respecto a todo lo que no
sea el Evangelio de Cristo y su enseñanza -precisament e - liberadora. Todo formalismo, constricción y oportunismo o tradicionalismo vacíos de alma son quemados
por su fuego. Existe en Pablo u n a apasionada adhesión
a Cristo y a su verdad. Nada ni nadie le ata. Ni siquiera
el temor a perder su prestigio en su confrontación con
Pedro. Ejerce sin más la corrección fraterna con el mism o Pedro no para hacer triunfar su idea, sino más bien
para que triunfe el esplendor de la coherencia entre el
Evangelio y la vida. También es urgente que nosotros
instauremos en el interior de las comunidades cristia-
27a semana.
78
ñas y religiosas esta parresía, esta franqueza de relaciones, esta apasionada búsqueda de la verdad de Cristo,
como escucha de las urgencias del Reino y no de nuestros pequeños y mezquinos intereses.
Está claro que sólo en espacios y tiempos precisos de
oración se consigue el coraje necesario para hacer saltar trabas, vínculos, así como viejas incrustaciones y
confusiones que contaminan la verdad pura del Evangelio y esclavizan nuestro corazón. Si oro al Abbá, al tiernísimo Padre mío y de los hermanos, si le pido que sea
glorificado como conviene y que su Reino de justicia, de
amor y de paz venga también por medio de mi pequeña
vida, tendré ciertamente la fuerza para llegar a ser cada
vez más, en la parte de la Iglesia en que vivo, el que hoy
estoy llamado a ser. A buen seguro, no un elemento de
polémica soberbia dinamitera, que sólo destruye en sí
mismo y en los otros, sino una persona tan unida a Jesús, tan embebida de todo su humilde amor, que no
teme el posible resentimiento de quien es corregido por
amor. Repetir también a menudo durante el día «Venga
tu Reino», la ardiente petición del Padre nuestro, es un
secreto de energía espiritual para querer el Reino y buscarlo en toda actitud personal y de relación.
Miércoles
79
CONTEMPLATIO
Los fundamentos espirituales del futuro deben encarnarse en un nuevo estilo de vida, hecho simultáneamente de humildad y de orgullo, de ascesis y de fantasía, de
verdad en medio de la caridad más incondicionada. Un
estilo real, aunque sin olvidar que ser cristiano en el
mundo, tal como es y tal como será, exigirá siempre
cierta «locura» [...]. Un estilo que exigirá la más elevada
ascesis, porque será necesaria toda la fuerza del Espíritu para que el hombre pueda tener poder sobre su propio poder [...]. Un estilo en el que se respire el Espíritu,
en el que se dance la no-muerte, porque Cristo ha resucitado (O. Clément, Fondamenti spirituali del futuro,
Roma 1997, p. 102).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Venga tu Reino» (Le 11,2c).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
ORATIO
Señor Jesús, tú nos dijiste que si escuchamos y vivimos
tu Palabra conoceremos la verdad, «y la verdad nos hará
libres» (cf. Jn 8). Concédenos, pues, orar y vivir la ardiente petición: «Venga tu Reino», que es verdad y libertad
tanto de Dios como del hombre. Concédenos pedirlo con
tal perseverancia que se convierta no sólo en la respiración-deseo del corazón, sino también en el coraje y el
compromiso liberador de todo nuestro modo de obrar y
de relacionarnos con aquellos que, como nosotros, serán
Iglesia en camino hacia los esplendores del Reino.
Cuando, a solas o con otros, no sabemos cómo orar, nos
tranquiliza saber que se puede orar con casi nada. A veces
nuestros labios permanecen cerrados, nos quedamos en silencio, pero nuestra alma está abierta ante Dios, le habla, y el
Espíritu Santo ora en nosotros.
¿Hay otros valores que hagan bella la vida? Está la sencillez
del corazón, que lleva a la sencillez de vida. Un día, oyó Cristo
a un creyente que le decía: «Creo, pero ven en ayuda de mi incredulidad». Cristo comprende estas dudas y esta petición de
ayuda, puesto que ya había dicho en el evangelio: «¿Quién
ae vosotros, por más que se preocupe, puede añadir una sola
hora a su vida?». Así comprendemos que lo esencial es vivir con
80
27a semana
toda sencillez lo poco, sí, lo poquísimo que hayamos cogido del
evangelio.
Jueves
Con mis hermanos, tanto los que viven aquí en Taizé como los
que viven entre los más pobres en distintas partes del mundo,
tengo conciencia de que nuestra vocación nos llama a ser sencillos, como pobres del Evangelio. Eso significa no imponernos,
no ser maestros espirituales, sino hombres que escuchan para
comprender a los otros y discernir en ellos la belleza profunda
del espíritu humano. Una de las afirmaciones más luminosas de
nuestro tiempo ha sido pronunciada en el último concilio del Vaticano: «Cristo está unido a todo ser humano sin excepciones,
aunque éstos no tengan conciencia de ello». En efecto, hay en la
tierra multitudes de personas que ignoran que Dios nos busca incansablemente. ¿Lo sabemos bastante? Todos podemos hacer bella la vida a aquellos que están cerca o lejos de nosotros. ¿Cómo?
Con nuestra acogida, con la sencillez de nuestro corazón y de
nuestra vida (tomado de Atelliers et presses de Taizé, 1999).
2 7 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 3,1-5
1
¡Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado? ¿No os puse
ante los ojos a Jesucristo clavado en una cruz? 2 Solamente
quisiera saber esto de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por
haber cumplido la Ley o por haber respondido con fe? 3 ¿Tan
insensatos sois que, después de haber comenzado confiando
en el Espíritu, acabáis ahora confiando en vuestras propias
fuerzas? 4 ¿Habrán sido baldíos tantos dones? Porque, de
hecho, serían baldíos. 5 ¿Acaso cuando Dios os comunica el
Espíritu y realiza prodigios entre vosotros lo hace porque habéis cumplido la Ley, y no más bien porque habéis respondido con fe?
*» Para comprender la invectiva de Pablo, tan airado
con los gálatas, es preciso recordar que este padre y maestro de su fe vive para c o m u n i c a r su convicción fundamental: «Sabemos, sin embargo, que Dios salva al hombre no por el cumplimiento
de la Ley, sino a través de la
fe en Jesucristo. Así que nosotros hemos creído en Cristo
Jesús para alcanzar la salvación por medio de esa fe en
Cristo y no por el cumplimiento
de la J^ey. En efecto, por
27a semana
82
el cumplimiento de la Ley ningún hombre alcanzará la
salvación» (2,16). Pablo interpela a los gálatas para que
reflexionen sobre su insensatez: la de volver a ser deudores de la Ley como si no hubieran conocido «a Jesucristo clavado en una cruz» (3,1), fuente única de la salvación. Pablo sabe que es posible vivir en este mundo,
que es posible vivir en la carne (o sea, plenamente encarnados en la propia realidad física, psíquica y sociocultural), aunque viviendo al mismo tiempo «creyendo
en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (2,20).
Y el horizonte cambia por completo. Es como pasar de
una cámara en la que estamos obligados a accionar una
manivela para poder respirar a un lugar abierto inundado por el sol y por el vivificante aire del mar.
Precisamente por eso el Dios que concede el Espíritu
y obra maravillas {cf. 3,5) también entre los gálatas obra
en orden a un creer que se vuelve operativo, a continuación, en la caridad, aunque nunca en virtud de un voluntarista «justificarse» por las obras prescritas por la
Ley. Está claro que el hecho de que los gálatas crean en
Cristo y en su Evangelio, anunciado por Pablo, no significa que deban omitir el cumplimiento de los mandamientos de la Ley (no robar, no levantar falso testimonio,
no atentar contra nuestra propia vida ni contra la de los
otros, etc.). Creer significa -como dice Pablo- ser crucificados en nuestra propia parte egoísta hasta poder decir:
«Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (2,20).
Es evidente, por tanto, que, en virtud de él y con él, no
sólo omitiremos hacer el mal, sino que intentaremos, con
el amor del Espíritu, realizar todo el bien posible.
Evangelio: Lucas 11,5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Imaginaos que uno de vosotros tiene un amigo y acude
a él a media noche, diciendo: «Amigo, préstame tres panes,
5
Jueves
83
6
porque ha venido a mi casa un amigo que pasaba de camino
y no tengo nada que ofrecerle». 7 Imaginaos también que el
otro responde desde dentro: «No molestes; la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos ya acostados; no puedo levantarme a dártelos». 8 Os digo que si no se levanta a dárselos por
ser su amigo, al menos para que no siga molestando se levantará y le dará cuanto necesite. " Pues yo os digo: Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y os abrirán. ,0 Porque
todo el que pide recibe; el que busca encuentra, y al que llama le abren. " ¿Qué padre, entre vosotros, si su hijo le pide un
pez, le va a dar en vez del pescado una serpiente? 12 ¿O si le
pide un huevo, le va a dar un escorpión? I3 Pues si vosotros,
aun siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas,
¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que
se lo pidan?
**• No es casualidad que Lucas inserte esta reflexión
de Jesús sobre la oración inmediatamente después del
Padre nuestro, la oración por excelencia del cristiano.
En efecto, ahora se trata de aprender cuál debe ser la actitud interior del que se dirige a un Dios que es Padre y
profundamente amigo del hombre. La enseñanza está
coloreada con dos pequeñas, aunque vivaces, parábolas:
la primera es la del que va a media noche a casa de un
amigo. La petición a esa hora, en condiciones incómodas
para quien debe abrir la puerta de su casa, no puede ser
atendida de inmediato. El acento del relato está puesto
en la insistencia de quien sabe que llama al corazón (más
que a la puerta) de un gran amigo con confianza, con la
certeza confiada de obtener. El mensaje está aquí.
La segunda parábola profundiza en la categoría de
la paternidad u s a n d o vivas imágenes de contraste:
pan/piedra, pez/serpiente, huevo/escorpión. El pez,
como el pan, es símbolo de Cristo; la serpiente evoca a
la serpiente de Gn 3, el enemigo por excelencia del hombre. El huevo es símbolo de la vida; el escorpión, que
lleva el veneno en la cola, evoca la muerte. La serie de
verbos, fuertemente correlacionados entre sí, que aparecen después de la primera parábola -«Pedid y recibí-
27a semana
84
réis; buscad y encontraréis; llamad y os abrirán»- quiere
persuadirnos a fondo de que la oración nunca es una
pérdida de tiempo ni un desafío a un dios lejano y sordo. La oración tiene siempre una respuesta positiva.
Con todo, debe ser perseverante (cf. Le 18,1).
La pregunta de Jesús que aparece después de la segunda parábola supone una interpelación a nuestra sensibilidad más profunda. Sabemos que no somos buenos
por naturaleza; sin embargo, el vínculo de la paternidad
es tal que un padre, por el hecho de serlo, no puede más
que dar cosas buenas y positivas a su hijo. ¡Ojo! Lo más
positivo, el bien por excelencia, es el don de los dones:
el Espíritu Santo, que se concede siempre a quien ora.
Eso es lo que dice Lucas, a diferencia de Mateo, que habla, en cambio, de «cosas buenas» (Mt 7,11). Aunque la
oración parezca no tener respuesta según nuestra lógica, siempre excesivamente «terrena», en realidad siempre es escuchada. Y el hecho de que Dios dé su Santo
Espíritu a quien ora significa que el don incluye todo
verdadero bien en orden a la salvación.
MEDITATIO
Un exasperado antropocentrismo y un secularismo
que gesticula sin resultado alguno dentro de un afanoso
«traficar» exclusivamente h u m a n o marcan en nuestros
días un ambiente sociocultural en el que faltan puntos
de referencia y los ejes estructurales del pensamiento y
de la acción. Pablo la emprendería también con nosotros cuando, según las imposiciones de los medios de
comunicación en que estamos sumergidos, creemos
salvarnos a fuerza de correr para hacer esto o lo otro,
proyectando y verificando por nosotros mismos, ciegos
seguidores con excesiva frecuencia de u n m u n d o tecnologizado, pero no iluminado, penetrado y sostenido por
el Espíritu del Señor y por sus tiempos de oración.
85
Jueves
Sin embargo, es posible -y urgente- renovar ahora
este rancio y pernicioso abdicar de la autenticidad del
propio Evangelio dilatando el corazón a una fe que sea
un confiado y confidente gritar a Dios. Lo que nos hace
falta para vivir esa novedad de vida, que se juega toda
ella en el «no» a las perspectivas del egoísmo y en el «sí»
a la verdadera expansión de nuestro «sí», que es el compromiso de amar, sólo lo obtendremos si nos mostramos
decididos y serios a la hora de tener tiempos precisos de
oración. Querer ser realistas y concretos constituye precisamente la aportación de lo que predica también, hoy,
el m u n d o del materialismo más asfixiante. La realidad
es creer que, si busco junto a Dios, encontraré ciertamente; si le pido a él, que es Padre, obtendré; si llamo a
la puerta de su corazón, me abrirá y entraré en las perspectivas de su Espíritu, que consisten en creer de verdad que «él nos amó primero» (1 Jn 4,19), que me salvó
con independencia de mi santidad y de mis fallos.
Cultivar la fe porque solamente de ella procede la
salvación (cf. Gal 2,16), orando siempre, sin cansarse
nunca (Le 18,1), es encontrar los ejes reales y concretos
para innovar el hoy en Cristo y prever un mañana de
autenticidad cristiana.
ORATIO
Señor, te ruego que aumentes mi fe. En un mundo,
por una parte, ebrio de sus propios éxitos científicos y
tecnológicos y, por otra, incierto, desesperado en sus
propios egoísmos, concédeme fundamentar plenamente
en ti mi pensamiento y mi acción.
Concédeme la lucidez de u n pensamiento fuerte y
verdadero por estar sostenido por la verdad de tu Espíritu Santo y, también, la audacia de u n obrar honesto
y bueno, todo él penetrado por la fuerza de la caridad,
86
27° semana
que sólo tu Espíritu puede d e r r a m a r en mi corazón, si
estoy libre del orgullo de creerme bueno.
CONTEMPLATIO
Ser como niño ante Dios es reconocer nuestra propia
nada y esperarlo todo de él, como un niño que lo espera todo de su padre; es no inquietarse por nada, no querer ganar riquezas [...]. Ser pequeño significa también
no atribuirse en absoluto las virtudes que practicamos,
creyéndonos capaces de algo, sino reconocer que el
buen Dios pone todo este tesoro en las manos de su hijo
para que se sirva de él cuando tenga necesidad. Con
todo, es siempre un tesoro del buen Dios.
Por último, no hay que desanimarse en absoluto por
nuestras propias culpas, porque los niños caen a menudo, pero son excesivamente pequeños para hacerse demasiado mal (Teresa de Lisieux, Opere complete, Ciudad
del Vaticano 1997, pp. 1060ss [edición española: Obras
completas, Monte Carmelo 1990]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Jesús, me fío de ti. Obtenme del Padre el
Santo».
Espíritu
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Llamar a Dios «Abbá, Padre» (cf. Rom 8,15; Gal 4,6) es algo
diferente a darle a Dios un nombre familiar. Llamar a Dios Abbá
significa entrar en la misma relación íntima, libre de miedo, confiada y rica, que Jesús mantenía con su Padre. Esa relación se
llama Espíritu, y ese Espíritu nos ha sido dado por Jesús y nos
Jueves
87
hace capaces de gritar con él: «Abbá, Padre». Llamar a Dios
Padre «Abbá, Padre» es un grito del corazón, una plegaria que
brota de lo más íntimo de nuestro ser. No tiene nada que ver con
el hecho de darle un nombre a Dios, sino que es proclamar a
Dios como fuente de nuestro ser. Esta declaración no procede de
una intuición inesperada o de una convicción adquirida, sino
que es la declaración de que el Espíritu de Jesús está en comunión
con nuestro espíritu. Y... una declaración de amor.
El Espíritu, a continuación, no nos revela sólo que Dios es
«Abbá, Padre», sino también que pertenecemos a Dios como hijos suyos amados. El Espíritu nos restablece así en la relación de
la que todas las otras relaciones toman su significado. Abbá es
una palabra muy íntima. Expresa confianza, seguridad, confidencia, pertenencia y el máximo de la intimidad. No tiene la
connotación de autoridad, de poder y de dominio que evoca a
menudo la palabra padre. Al contrario, Abbá implica un amor
que nos envuelve y alimenta. Este amor incluye y trasciende infinitamente todo el amor que nos viene de nuestros padres, madres, hermanos, hermanas, esposos y seres amados. Es el don
del Espíritu (H. J. M. Nouwen, Pane per ¡I viaggio, Brescia 1997,
pp. 178ss [edición española: Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para cada día del año, Ediciones Obelisco, Barcelona 2001]).
Viernes
27 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 3,7-14
Hermanos: 7 Entended, por tanto, que los que viven de la fe
son la verdadera descendencia de Abrahán. 8 Ya la Escritura, previendo que Dios salvaría a los paganos por medio de la fe, predijo a Abrahán esta buena nueva: Por medio de ti serán bendecidas
todas las naciones. 9 Así que los que viven de la fe reciben la bendición junto con Abrahán, el creyente. I0 En cambio, los que viven pendientes del cumplimiento de la Ley están sujetos a maldición, pues dice la Escritura: Maldito todo el que no persevere
en el cumplimiento de cuanto está escrito en el libro de la Ley.
1
' Que en virtud de la Ley nadie alcanza de Dios la salvación
es manifiesto, pues: Quien alcance la salvación por la fe, ése vivirá. I2 Y la Ley no es fruto de la fe, sino que: El que cumpla los
preceptos, por ellos vivirá. " Pero Cristo nos ha liberado de la
maldición de la Ley haciéndose por nosotros maldición, pues
dice la Escritura: Maldito todo el que cuelga de un madero. " De
esta manera, la bendición de Abrahán alcanzará a los paganos
por medio de Cristo Jesús, y nosotros, por medio de la fe, recibiremos el Espíritu prometido.
*•• Inmediatamente antes de las cosas que dice aquí,
Pablo ha recordado a los gálatas que el hecho de haber
90
27a semana
creído en Dios, por parte de Abrahán, «le fue tenido en
cuenta para alcanzar la salvación-» (3,6). Es el pasaje de
Gn 13,6 el que, a modo de fundamento de la fe israelita, se recuerda tanto aquí como en Rom 4,3. En efecto, Abrahán es «padre en la fe» precisamente porque
aceptó peregrinar con Dios fiándose por completo y
exclusivamente de su palabra; de este modo, se convirtió en instrumento de la bendición de Dios no sólo
para su pueblo, sino para todas las naciones (v. 8).
Está claro, por consiguiente, que todos aquellos que,
como los gálatas, se llaman «hijos de Abrahán» (v. 7) deberían fundamentar como él su propia vida únicamente en la fe en Dios; por tanto, en su Palabra escuchada y
vivida.
Con el rigor de quien conoce a fondo la Escritura,
Pablo no tiene miedo de r e m a c h a r que serán malditos
aquellos que piensen salvarse comprometiéndose de
u n a manera voluntarista en la observancia de la Ley
(cf. Dt 27,26). Ahora bien, la maldición no tiene lugar
a buen seguro por el hecho de querer hacer cosas positivas y santas, escritas en la Ley y queridas por Dios,
sino solamente por buscar realizarlas de modo autónomo, como si el Señor estuviera al margen de nuestra
existencia, como u n frío espectador y juez remunerador.
De hecho, como dice Pablo en Rom 7,7ss, nos descubrimos incapaces por nosotros mismos de realizar
el bien al advertir la profunda divergencia que media
entre nuestras aspiraciones y nuestras insuficientes
posibilidades para darles cumplimiento. Y no sólo en
el sentido más pleno, el que leíamos ya en el profeta
Habacuc (2,4), confirmado aquí y presentado por Pablo
en Rom 1,17: el hombre justo vivirá en virtud de la fe
(cf. v. 11), es decir, vivirá santamente sus días por haberse fiado plenamente de un Dios que es «autor y perfeccionados de su fe (Heb 12,2).
Viernes
91
En los w. 13ss, Pablo profundiza ulteriormente en
su argumentación, tocando la ardiente profundidad del
misterio cristiano. Cristo nos ha liberado de la maldición que supone vivir el clima opresor de la sola Ley,
t o m a n d o sobre sí, en la cruz, la maldición del pecado.
E n otro lugar dirá Pablo que Jesús, la inocencia infinita, se hizo pecado por nosotros (cf. 2 Cor 5,21). Nos amó
verdaderamente hasta ese punto, abriendo las puertas
de par en par a todas las naciones a la antigua bendición de Abrahán y a la promesa del Espíritu.
Evangelio: Lucas 11,15-26
En aquel tiempo, después de que Jesús hubiera expulsado
a un demonio, ,5 algunos dijeron:
-Expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, príncipe
de los demonios.
16
Otros, para tenderle una trampa, le pedían una señal del
cielo. " Pero Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
-Todo reino dividido contra sí mismo queda devastado, y
sus casas caen unas sobre otras. ,8 Por tanto, si Satanás está
dividido contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino?
Pues eso es lo que vosotros decís: que yo expulso los demonios con el poder de Belzebú. " Ahora bien, si yo expulso los
demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos ¿con qué
poder los expulsan? Por eso ellos mismos serán vuestros jueces. 20 Pero si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros. 21 Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus
bienes están seguros. 22 Pero si viene otro más fuerte que él y
lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus
despojos. " El que no está conmigo está contra mí; y el que no
recoge conmigo, desparrama. 24 Cuando el espíritu inmundo
sale de un hombre, anda por lugares áridos buscando descanso y, al no encontrarlo, se dice: Volveré a mi casa, de donde salí. 25 Al llegar, la encuentra barrida y adornada. 26 Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él,
entran y se instalan allí; de modo que la situación final de este
hombre es peor que la del principio.
92
2 7a semana
*•• Lucas nos hace entrar aquí en el encarnizamiento
contra Jesús no sólo por parte de sus enemigos, sino
también del Adversario por excelencia: Satanás, llamado aquí con un término de origen sirofenicio, Belzebú
(Beelzebul significa «el señor del monte», mientras que
la acepción de Beelzebub significaría «rey de las moscas»). El hecho del que parte toda la argumentación es
la expulsión del demonio llevada a cabo por Jesús. De
modo malicioso, sus adversarios insinúan la idea de que
Jesús habría obtenido el poder de curar del mismo jefe
de los demonios. Otros, agudizando la fricción, pretenden que realice un milagro como «señal del cielo» (v. 16)
para confirmar su pertenencia a Dios. Es la acostumbrada trampa-tentación en la que, totalmente ofuscados, quisieran coger a Jesús: al margen de todo itinerario de fe auténtica.
«Sabiendo lo que pensaban» (v. 17), Jesús los desbarata con una lógica inequívoca: ¿cómo podría permitirle
Satanás combatir a los demonios a él sometidos? Sería
como si quisiera el hundimiento de su mismo reino.
Además, si fuera verdadera esta acusación, iría también
contra los exorcistas judíos, porque -dice Jesús con
ironía- quizás expulsarían a los demonios con la ayuda
de su propio jefe. Pero la apretada argumentación del
Señor encuentra su baricentro cuando advierte a los
interlocutores que, si él expulsa a los demonios con el
poder de Dios («dedo» significa «poder»: cf. Sal 8,13),
eso quiere decir que su presencia equivale a la presencia del Reino en medio de ellos {cf. 11, 17-26).
Viene a continuación la pequeña parábola del hombre fuerte y del otro más fuerte, donde se pone de manifiesto la victoria de Cristo sobre Satanás. Quien no le
reconoce y se pone de su lado, se pone en contra. Y es
que, respecto a Jesús, no hay sitio para la neutralidad.
O estás con él y recoges para la vida eterna, o estás contra él y desparramas todos los verdaderos bienes.
93
Viernes
Aparece, por último, una llamada a la vigilancia. Satanás no es alguien que encuentre reposo dándose por
vencido, sino que allí donde ve la casa «barrida y adornada» (v. 24), esto es, a una persona decidida a seguir a
Jesús, lanza un ataque total (expresado por el número
siete: v. 26), porque, por envidia {cf Sab 2,24), le apremia la ruina del hombre.
MEDITATIO
Hay una reviviscencia de lo demoníaco en nuestra realidad sociocultural. En ciertos ambientes se habla de
esto cultivando miedos inútiles, en otros se tiende a ridiculizar el tema. Hay también grupos que realizan incluso prácticas satánicas. Nuestra certeza es que con el
«dedo de Dios» (Le 11,20), es decir, con el poder del
Altísimo, Jesús, vivo en la Palabra y en las realidades sacramentales de la Iglesia, sigue saliendo vencedor sobre
el maligno. Por consiguiente, quien de manera decidida
está de su parte y vive con él, nada tiene que temer.
Con todo, es preciso salir de toda mentalidad ambigua, porque o estás con él o contra él. Satanás está «bien
armado», pero Dios es mucho «más fuerte» que él, con
todas las consecuencias que ello implica (Le 11,23).
«Como león rugiente anda rondando, buscando a quién
devorar» (1 Pe 5,8), pero sigue siendo siempre u n a
criatura a la que el «dedo de Dios» somete y destroza
como una pajuela. Belzebú es el desesperado por excelencia, que «anda por lugares áridos» y no encuentra
paz (Le 11,24), de ahí que su estrategia de «mono de
Dios» - c o m o le llamaban los Padres antiguos- sea hacerse semejante a él. Dios hace al hombre semejante a
su sef amor y alegría; Satanás, si no consigue hacernos
desesperados como él, pone todos los medios para conseguir echarnos al menos en el desánimo. En virtud de
la muerte y resurrección de Jesús, ha perdido la guerra,
27a semana
94
pero es en este tipo de batallas donde todavía puede
vencer. En consecuencia, hemos de estar atentos a la casa
de nuestro corazón. Aunque esté «barrida y adornada»,
Satanás la asedia continuamente con sus ejércitos. Las
armas para resistirle son la fe y la oración en la que se
expresa la fe.
Creer que Jesús ha aceptado ser «por nosotros maldición, pues dice la Escritura: Maldito todo el que cuelga de
un madero» (Gal 3,13) es pedir la gracia de ser fortificados y salvados por él: ésa es nuestra certeza. «El príncipe de este mundo [uno de los nombres de Satanás] va a
ser arrojado fuera. Y yo [ha dicho Jesús], una vez que
haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia
mí» (Jn 12,32). En consecuencia, es mirándole a él, crucificado y resucitado, con confiados ojos de fe, como se
abren horizontes de paz para nosotros, bendecidos por
Dios (Gal 3,9). Por el contrario, el conjunto de nuestras
obras no vivificadas ni dinamizadas por el Espíritu mediante la fe se convierte en terreno propicio para las artes del maligno.
ORATIO
Señor Jesús, que mi fe en ti sea, por gracia del Espíritu Santo, u n fiarme de ti en el abandono más total.
Haz que te elija a ti en todos los instantes de mi jornada:
a ti y al «dedo de Dios», o sea, el poder del Altísimo con el
que obras. No permitas que me detenga en lo que no eres
tú y tu Reino. No permitas tampoco, Señor, que me
quede a veces en zonas de neutralidad respecto a ti, en
connivencia, en cierto modo, con lo que es astucia de seguridades mundanas y, por tanto, terreno del maligno:
pretensión de salvarme exclusivamente con mis fuerzas.
Tú, que me dices repetidamente: «No temas, yo estoy
contigo», concédeme mirar a la cara, con lúcida con-
Viernes
95
ciencia, a las tentaciones del maligno, especialmente
cuando me sugiere que exija «signos» de lo alto. Y
concédeme también caminar sólo contigo: no con la
pretensión de hacer por mí mismo el bien, ni tampoco
con la demanda de «signos» milagrosos de tu bondad.
Creer que tú me amaste primero: que esto baste para mi
paz. Amén.
CONTEMPLATIO
Ante todo, acostúmbrate a expulsar al maligno con la
fuerza de la oración, como con tu primer y verdadero
bien, y fija en ella toda la atención de tu mente. Con la
oración, mientras reposa el cuerpo del que ora, son vencidos los furiosos principados y potestades del aire: con
ella se superan las tentaciones; con ella se alejan los
pensamientos molestos como moscas fastidiosísimas;
con ella huyen las densas tinieblas y resplandece en la
mente la luz invisible; con ella escruta el ojo del corazón, todavía velado por la pesadez carnal, las cosas de
Dios; con ella contempla el espíritu humano, en la medida en que ello es posible al hombre, al mismo Espíritu
no creado y creador de todo (Pedro el Venerable, Elogio
de la vita solitaria, Magnano 1999, p. 29).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Contigo, Jesús, contigo venceré al mal».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Vivir la vida cristiana significa vivir en el mundo sin ser del
mundo. Es en la soledad donde esta libertad interior puede ere-
96
27a semana
cer y desarrollarse. Jesús se marchó a un lugar solitario para
orar, es decir, para hacer crecer en él la conciencia de que todo
el poder que poseía le había sido conferido; de que todas las
palabras que profería venían de su Padre, y de que todas las
obras que realizaba no eran realmente suyas, sino obras de
aquel que le había enviado. En aquel lugar donde reinaba la
soledad, Jesús fue dejado libre de fracasar.
Una vida que no conozca un ámbito de soledad -es decir,
una vida privada de un centro de quietud- se vuelve fácilmente
presa de dinámicas destructivas. Cuando nos aferramos a los resultados de nuestras acciones convirtiéndolos en nuestro único
medio de autoidentificación, nos volvemos posesivos, proclives a
mantenernos a la defensiva, a considerar a nuestro prójimo más
como un enemigo al que debemos mantener a distancia que
como un amigo con el que compartir los dones de la vida.
En la soledad, en cambio, vamos adquiriendo gradualmente
la capacidad de desenmascarar la naturaleza ilusoria de nuestro carácter posesivo y de descubrir, en lo hondo de nuestro ser,
que no somos algo que podamos conquistar, sino algo que nos
ha sido dado. En la soledad podemos escuchar la voz de aquel
que nos habló antes de que nosotros pudiéramos proferir una
sola palabra, que nos sanó antes de que nosotros pudiéramos
hacer un solo gesto de ayuda a los otros, que nos liberó mucho
antes de que nosotros estuviéramos en condiciones de liberar a
otros, que nos amó mucho antes de que nosotros pudiéramos
amar a cualquier otro. En esta soledad es donde descubrimos
que ser es más importante que tener, y que nuestro valor consiste en algo más importante que los meros resultados de nuestros
esfuerzos. En la soledad descubrimos que nuestra vida no es una
posesión que debamos defender, sino un don para compartir
[...], que el amor que consigamos expresar forma parte de un
amor más grande (H. J. M. Nouwen, Forza dalla solitudine,
Brescia 1998, pp. 19-21).
Sábado
27 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 3,22-29
Hermanos: 22 La Escritura presenta todas las cosas bajo el
dominio del pecado, para que la promesa hecha a los creyentes se cumpla por medio de la fe en Jesucristo. 2i Antes de que
llegara la fe, éramos prisioneros de la Ley y esperábamos encarcelados que se nos revelara la fe. 24 La Ley nos sirvió de pedagogo para conducirnos a Cristo y alcanzar así la salvación
por medio de la fe. 25 Pero, al llegar la fe, ya no necesitamos
pedagogo. 26 Efectivamente, todos vosotros sois hijos de Dios
por la fe en Cristo Jesús, 27 pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo habéis sido revestidos. 28 Ya no hay
distinción entre judío o no judío, entre esclavo o libre, entre
varón o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
29
Y si sois de Cristo, sois también descendencia de Abrahán,
herederos según la promesa.
**• En su argumentación en favor de la economía del
amor gratuito de Dios, al que se accede mediante la fe,
Pablo intenta aclarar ulteriormente la función de la Ley.
Ésta sirve, en el plan de Dios, para sumergir al hombre
en la plena conciencia de la imposibilidad en que se encuentra para practicarla por sí solo, de ahí el carácter
98
2 7a semana
Sábado
99
nuación, del compromiso de los sentimientos de misericordia, bondad, humildad, etc. (cf. Col 3,12).
inevitable del pecado (v. 23). En la Carta a los Romanos
(7,7-25) prosigue Pablo esta tesis de una manera todavía más detallada.
La Ley - n o s dice aquí- ha realizado la función del
«pedagogo» (w. 24ss), a saber, la de aquel que, en la sociedad grecorromana, se encargaba de la custodia de los
niños. Era alguien duro y severo, que desarrollaba su tarea a golpes de vara y reprimendas, sin el menor atisbo
de amor. Si comprendemos bien esta imagen del pedagogo, estaremos en condiciones de comprender la fuerza liberadora de la fe. Pablo la exalta con un «pero» que
separa la vieja y la nueva economía: «Pero al llegar la fe,
ya no necesitamos pedagogo. Efectivamente, todos vosotros sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (w. 25-26).
Y la belleza de este tiempo nuevo, mediante la irrupción
de Dios en Cristo Jesús, que nos ha liberado en virtud
del amor, está expresada con dos conceptos vigorosos.
El primero tiene que ver con el salto cualitativo de nuestro «ser» en el momento del bautismo, que es, de hecho,
el poder participar en la vida de Cristo. Más aún, Pablo
hace todavía más vivida esta afirmación mediante u n a
metáfora: «Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo habéis sido revestidos» (v. 27). No se trata, a
buen seguro, de un revestimiento exterior, sino de la
unión profunda con él, de la que habla Pablo asimismo
en Rom 6,5.
**• Tras el austero discurso sobre la realidad del demonio, Lucas inserta esta breve, aunque intensa, perícopa
sobre la bienaventuranza. Según la mujer que eleva la
voz entre la multitud, es una «dicha» o «bienaventuranza» ser madre de un hijo como Jesús, dotado de la fuerza de una palabra que sorprende y te introduce en el
misterio de las realidades espirituales. En cambio, según Jesús, la «dicha» o «bienaventuranza» (es decir, la
alegría profunda del corazón) consiste en la disponibilidad para la escucha de la Palabra de Dios y ponerla en
práctica.
El segundo concepto tiene que ver con la novedad absoluta del ser en Cristo, que suprime - c o m o consecuencia inmediata- toda discriminación: Ser «uno en Cristo
Jesús» (v. 28) significa no sólo que los creyentes forman
u n a sola persona en Cristo (es el concepto de la Iglesia
como cuerpo místico), sino que, al formar uno solo con
Cristo, la unidad no se realiza en la exterioridad de la
Ley, sino en el mismo Cristo, en la fe en él, que, si es auténtica, cambia la vida. Se trata de percibirse, en efecto,
como verdaderos descendientes de Abrahán, herederos
de las bendiciones prometidas, revistiéndonos, a conti-
La adversativa adverbial «más bien» parece contradecir lo que dice la mujer: es casi como querer relegar a la
sombra a María, su madre. Ahora bien, si «ahondamos»
en esta perícopa con la ayuda de otros pasajes de la Palabra de Dios, nos percataremos de lo contrario. Justamente la Madre de Jesús es proclamada «bienaventurada», en Le 1,42-45, por haber creído y obedecido a la
Palabra (cf. 1,38). Ella misma, en el Magníficat, predijo
que todas las generaciones la proclamarían bienaventurada (cf. 1,48) por su rendición plena a la Palabra que
compromete su fe y su vida.
Evangelio: Lucas l l , 2 7 s s
En aquel tiempo, " cuando estaba diciendo esto, una mujer
de entre la multitud dijo en voz alta:
-Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron.
28
Pero Jesús dijo:
-Más bien, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y
la ponen en práctica.
27a semana
100
Por otro lado, ya había aprovechado Jesús otra ocasión en que habían venido su madre y sus hermanos a
buscarlo para proclamar con vigor que su madre y sus
hermanos son «los que escuchan la Palabra de Dios y la
ponen en práctica» (Le 8,19-21). En consecuencia, ésta es
la identidad profunda de María que se nos propone también a nosotros. El ser dichoso o bienaventurado es el
secreto de este escuchar y practicar la Palabra de Jesús,
que es el Verbo, la Palabra sustancial del Dios vivo.
MEDITATIO
Ser «dichoso» o «bienaventurado», es decir, vivir apaciguado y contento en el corazón, es posible; nos lo
dicen estos textos. Pero no en la línea del papel que tenemos ni en orden a cosas que nos prefijamos realizar
a fin de liberarnos de deberes coercitivos o para alcanzar ciertas prioridades.
Ser dichoso es dejar que nuestros días, aunque discurran al son de los compromisos y actividades más dispares, estén unificados por la escucha de la Palabra de
Dios. Pero, cuidado, se trata de una escucha que tienda
a convertirse en vida, en evangelio vivido a lo largo de
los días. En efecto, Lucas nos recuerda en otro lugar
que sólo la escucha transformada en vida cotidiana según Cristo da a la persona del creyente una firmeza
como la de la casa construida sobre roca. En cambio, el
que escucha y no pone en práctica lo que escucha es
como el que construye la casa sobre arena y los vientos
de las dificultades, junto con la tempestad de las tentaciones, la hunden (cf. Le 6,46-48). Lo que nos consuela
es el hecho de nuestro bautismo: una realidad que actúa
en nuestra existencia, u n a vida nueva, la vida misma de
Cristo, que poco a poco va penetrando en nosotros y nos
reviste interiormente, permitiéndonos «mudar de ropa»
por dentro.
Sábado
101
La prioridad de esta escucha nos impulsa. ¡Es importantísima! La ropa del hombre viejo que somos nos
lleva (precisamente por una vieja costumbre) al egocentrismo, esto es, a preocuparnos más del parecer
que del ser, más de lo que piensa la gente de nosotros
que de la actitud de benevolencia, de comprensión, de
paciencia, de humilde gratuidad en que se expresa
nuestro ser y ser-amor y don para los otros. Verdaderamente, la novedad de un m u n d o cristiano - n o sólo
de nombre, sino de h e c h o - pasa a través de este prim a d o de la escucha que haga de nosotros personas poderosamente revigorizadas en el h o m b r e interior por
estar «revestidos de Cristo»: de su mentalidad, de su
estilo de a m o r (cf. Gal 3,25).
ORATIO
Señor, tú nos has creado para tu gloria, y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ella. Ayúdame,
pues, a poner el primado de la escucha de tu Palabra
en mis jornadas. Permite a mi boca y a mi corazón el
silencio necesario, para que comprenda, medite y acoja plenamente la Palabra. Concédeme las energías de
tu Espíritu Santo, para que observe yo tu Palabra hasta
transformarla en vida.
Y que de este modo sea tu vida, Señor Jesús, la que
me revista por dentro, para que aprenda a a m a r como
tú, sin discriminar a nadie. Que germine en mí la
«nueva criatura» y promueva a mi alrededor criaturas
nuevas. Que no sean el pobre o el rico, el palestino o el
indio, el congoleño o el alemán, el h o m b r e o la mujer,
el objeto de mi interés, sino sólo el h o m b r e -sea varón
o hembra-, que sólo la criatura amada por ti sea objeto de mi interés invadido p o r tu modo de ser, que es
amor.
27a semana
102
CONTEMPLATIO
Dichoso el que camina contigo.
Dichoso el que dice: hoy es fiesta.
Dichoso el que espera el día y entona alabanzas.
Es alegre el ánimo del justo:
entre los frutos del Espíritu es la alegría el primero.
Digamos «sí» a la Palabra,
escuchemos el santo himno:
que toda la mente se abra a la alegría
(C. de Lagopesole, / / libro del pellegrino, R o m a 1999,
p. 254).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Que yo sea feliz escuchándote
y viviendo tu Palabra».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Fe, oración y contemplación atestiguan que reconocemos la
presencia del Espíritu en todo, por todas partes y siempre. Fe y
oración manifiestan el secreto convencimiento de que todo tiene
su origen en el amor eterno del Padre, que todo se mantiene en el
ser por la soberanía de Cristo Señor -por quien todo fue hecho
(Jn 1,3) y en el que todo subsiste (Col 1,16)- y que en lo más
íntimo de sí mismo todo es movido por el impulso del Espíritu.
La vida de cada hombre, y en especial la vida del cristiano,
es oración y contemplación por la fe en la santa Presencia. Esta
fe es la respiración del hombre interior. Su alma vive y respira
en el Espíritu, del mismo modo que su cuerpo vive y respira en
la atmósfera que le rodea. En cada una de sus acciones, físicas
o mentales, inspira y espira -por así decirlo- el Espíritu que lo
llena todo, dentro y fuera; lo recibe de continuo y siempre lo da.
En efecto, la vida del hombre es continua acogida del don de
Sábado
103
Dios y, asimismo, ofrenda constante de esta entrega a Dios y a
los hombres (H. Le Saux, Risveglio a sé - Risveglio a Dio, Sotto
¡I Monte 1996, p. 42 [edición española: Despertar a sí mismo,
despertar a Dios, Mensajero, Bilbao 1989]).
Lunes
28 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 4,22-24.26-27.31-5,1
Hermanos: n Porque está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de su esposa, que era libre. a El de
la esclava nació conforme a las leyes naturales; el de la libre, en
cambio, en virtud de la promesa. 24 Esto es una alegoría, pues
las dos mujeres simbolizan las dos alianzas: una proviene del
monte Sinaí y engendra hombres para la esclavitud; es la simbolizada por Agar.26 En cambio, la otra, la Jerusalén de arriba,
es libre, y ésa es nuestra madre. " Pues dice la Escritura:
Alégrate, estéril, tú que no das a luz;
prorrumpe en gritos de júbilo,
tú que no conoces los dolores de parto,
porque son más
los hijos de la abandonada
que los de la que tiene marido.
31
Así pues, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de
la libre. 5'' Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo.
Permaneced, pues, firmes y no os dejéis someter de nuevo al
yugo de la esclavitud.
*» En la carta remitida por Pablo a las Iglesias de
Galacia se anticipan los temas desarrollados con mayor
106
28a semana
extensión en la Carta a los Romanos. Tras la autopresentación en defensa del Evangelio, Pablo reprueba a
los que siguen fácilmente la doctrina de los judaizantes,
esto es, de los partidarios de la circuncisión y de la Ley
mosaica. La justificación no viene de la Ley, sino de la
gracia de Cristo.
A través de la alegoría de las dos mujeres que le engendran hijos a Abrahán se contrapone la economía de
la Ley a la economía de la fe. Agar es esclava y su hijo
es engendrado en la esclavitud de la carne: la antigua
alianza del Sinaí, representada por Agar, es un yugo de
esclavitud. Sara, la mujer libre, engendra a Isaac, el hijo
de la promesa: nosotros, convertidos en hijos de Dios,
en Cristo, hemos sido liberados porque en él ha llegado
la promesa a su cumplimiento. La alegoría, sin insistir
en su contraposición litigiosa tal como se describe en
Gn 16 y Gn 21, dibuja sobre el fondo de las dos mujeres
dos montañas, ambas también simbólicas. Detrás de la
esclava se levanta el Sinaí, el monte en el que, entre
truenos y relámpagos, recibió Moisés las tablas de los
diez mandamientos. Es la Ley sobre la que se funda la
antigua alianza entre Dios y su pueblo. Dios ha prometido su fidelidad de amor nupcial. Su pueblo ha prometido observar la Ley, pero de inmediato ha iniciado
una historia de componendas y transgresiones. Detrás de
Sara resplandece el monte Sión, la ciudad de Jerusalén
que baja del cielo «ataviada como una novia que se adorna para su esposo» (Ap 21,2) para volver a llevar a Dios
a los hijos de la nueva alianza. Exulte de alegría y alégrese la «Jerusalén de arriba» (Gal 4,26): muchos de sus
hijos son regenerados para la vida nueva en Cristo.
Evangelio: Lucas 11,29-32
En aquel tiempo, 29 la gente se apiñaba en torno a Jesús y
él se puso a decir:
Lunes
107
-Ésta es una generación malvada; pide una señal, pero no
se le dará una señal distinta de la de Jonás. 30 Pues así como
Jonás fue una señal para los ninivitas, así el Hijo del hombre
lo será para esta generación. 3' La reina del sur se levantará
en el juicio junto con los hombres de esta generación y los
condenará, porque ella vino desde el extremo de la tierra a
escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más
importante que Salomón. " Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia por la predicación de
Jonás, y aquí hay uno que es más importante que Jonás.
** Lucas pone en labios de Cristo, que va de camino
hacia el misterio pascual que se consumará en Jerusalén, una serie de enseñanzas, exhortaciones, respuestas
y reproches. Ahora le toca el turno a un grupo de ese
pueblo de «dura cerviz» que tiene dificultades para acoger la Palabra de Dios. ¿Qué señal ofrece este mesías
para que le creamos? ¿Qué ofrece de seguro? Se trata de
u n a muchedumbre no muy diferente a la de Nínive, que
no sabía distinguir entre el bien y el mal (cf. Jon 4,11);
no muy diferente de los paganos, recién llegados a la fe,
a los que se dirige Lucas; tal vez no muy diferente a
nosotros, que siempre andamos a la búsqueda de algo
extraordinario y, al mismo tiempo, inmediato.
El tono de la respuesta de Jesús es drástico. Habla de
juicio y condena. Sin embargo, por detrás de la referencia a Jonás, a quien toma Jesús como símbolo de su
muerte y resurrección, está todo el peso de la misericordia salvífica de Dios. Ésta les había sido ofrecida a
los ninivitas a cambio de u n a humilde conversión, a la
reina del sur por su generosa búsqueda de la sabiduría.
La Palabra de salvación pide tanto a los judíos como a
los griegos un espíritu abierto: «Más bien, dichosos los
que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica»
(Le 11,28). Este anuncio de bienaventuranza contrasta
todavía más con el juicio y la condena, que están reservados a quienes han recibido el tesoro de la Palabra
28a semana
108
revelada y, esclavos de u n a falsa fidelidad a la Ley,
no saben reconocer las señales de la presencia del
Salvador, y a quienes no son capaces de aceptar el
duro lenguaje de la cruz ni se atreven a esperar en la
resurrección.
MEDITATIO
Las dos lecturas de hoy nos obligan a considerar
de nuevo episodios y figuras del Antiguo Testamento:
Abrahán junto con Sara y Agar, Jonás junto con los ninivitas, la reina de Saba junto con Salomón. Parecen
proponernos, por otra parte, problemas ahora un tanto
distantes de nosotros, como la circuncisión o la ventaja
que puede suponer ser griego en vez de judío. Con todo,
el mensaje es extremadamente actual, porque siempre
es actual la tentación de anclarnos en esquemas fijos
sobre las propuestas de Dios y sobre las condiciones
para justificarnos ante sus ojos.
El Señor no se desmiente. Quiere respuestas libres,
una actitud confiada y filial. Si bien, prácticamente
siempre, nos hace falta el ejercicio de la fe y el creer más
allá de la evidencia, es sólo la persuasión de que el Señor nos ama y de que su amor supera infinitamente todas nuestras expectativas lo que abre nuestros estrechos
horizontes, situados entre el legalismo y nuestro interés. ¡Qué triste es pensar que, pasados ya dos mil años
desde que el Hijo del hombre, Jesucristo, nos ofreció
un signo m u c h o más elocuente y eficaz que el signo de
Jonás, todavía vayamos en busca de señales y confirmaciones en las absurdas respuestas de la astrología,
de la magia (pagando un precio elevado) y de las abstrusas fantasías de sectas pseudorreligiosas! Tal vez
sea demasiado sencillo creer en el a m o r o demasiado
hermoso abandonarse como hijos en los brazos del
Padre...
Lunes
109
ORATIO
«Dichosa tú, que has creído», María. Primera hija de
Abrahán no por ascendencia de la sangre, sino por la
autenticidad de tu fe. Tú engendraste al verdadero Hijo
de la promesa, al Hijo libre que hace libres a los que le
siguen y creen en él.
Te pido, María, que apoyes mi débil fe y, sobre todo,
que me ayudes a purificarla de tantas incrustaciones
que la mantienen esclava. Enséñame a escuchar con
sencillez la Palabra del Señor. Enséñame a acoger con
asombro y entusiasmo la libertad que se me ofrece
cuando me adhiero con a m o r a sus propuestas concretas, sin vanas discusiones ni resistencias. María, repite
hoy por mí y conmigo tu maravilloso «sí».
CONTEMPLATIO
Si no se impone ninguna ley al justo, porque, previniendo la ley y sin necesidad de ser llamado al orden
por ella, cumple la voluntad de Dios por el instinto de
caridad que reina en su alma, ¿cuánto deberemos estimar a los bienaventurados del paraíso, libres y exentos
de toda clase de mandamientos, dado que del goce de la
suma belleza y bondad de Dios en que se encuentran
fluye y deriva una dulcísima, aunque absoluta, necesidad en sus espíritus de amar eternamente a la santísima
divinidad? En el cielo, Teótimo, amaremos a Dios no
obligados o constreñidos por la ley, sino atraídos y arrebatados por la alegría que tal objeto, perfectamente
amable, proporcionará a nuestros corazones; entonces
cesará la fuerza del mandamiento, para hacer sitio a la
alegría, que será el fruto y la cima de la observancia del
mandamiento. Nosotros estamos destinados, por tanto,
a la alegría que nos ha sido prometida en la vida inmortal, durante la cual, en verdad, estaremos obligados
28a semana
110
a observarlo con gran rigor, porque es la ley fundamental que Jesucristo nuestro rey ha dado a los ciudadanos
de la Jerusalén militante, para hacerles merecer la plenitud y la alegría de la Jerusalén triunfante (Francisco
de Sales, Teotimo, ossia Trattato dell'amor di Dios, X, 2
[edición española: Tratado del amor de Dios, Biblioteca
de Autores Cristianos, Madrid 1995]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Aquí está la esclava del Señor, que me suceda
dices-» (Le 1,38).
según
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Los judíos buscan en las Escrituras la vida eterna; por consiguiente, buscan en ellas a Dios y a su Hijo. Pero no buscan con
la fe, sino con sus ¡deas prefabricadas [...]. Buscan la vida eterna en la prolongación de sus propios deseos e ideas y no comprenden que, para alcanzarla, deberían hacer exactamente lo
contrario: plasmar su vida terrena según el plan de Dios o, mejor aún, dejarla plasmar por su amor. No comprenden que su
actividad principal debería ser la contemplación y abrirse a Dios
a través de ella para dejarle obrar solo y secundarlo después -lo
bien o lo mal que puedan- en su acción. La obra de los judíos
debería consistir en dejar obrar en ellos mismos, aunque no de
una manera pasiva y sin participar, sino ofreciéndose sin hablar,
entregándose callando [...]. En el fondo están llenos de sí mismos
y, por eso, ciegos para las Escrituras de Dios.
La Escritura da testimonio del Señor. En la antigua alianza
deja entrever su esencia y la predice [...]. Los judíos, siguiendo
la orientación de la Escritura, deberían llegar a él. En él encontrarían la vida. Es el Señor, no el hombre mismo, quien provee
a la vida eterna de los hombres. Por eso el Señor pide sólo la fe,
no la acción humana ni la acción humana autónoma. El sentido
Lunes
111
de la vida humana no debe ser ya el sentido que ésta se da por
sí sola, sino el sentido que le da el Señor. Todo esto es visible
también en la antigua alianza (A. von Speyr, S. Giovanni. Esposizione contemplativa del suo vangelo, I: El Verbo s¡ fa carne,
Milán 1985).
Martes
2 8 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 5,1-6
Hermanos: ' Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo. Permaneced, pues, firmes y no os dejéis someter de nuevo
al yugo de la esclavitud. 2 Soy yo, Pablo, el que os lo digo: Si
os circuncidáis, Cristo no os servirá de nada. 3 De nuevo lo
afirmo tajantemente: Todo aquel que se deja circuncidar queda obligado a cumplir enteramente la Ley.4 Los que tratáis de
alcanzar la salvación mediante la Ley os separáis de Cristo,
perdéis la gracia. 5 Por nuestra parte, esperamos ardientemente alcanzar la salvación por medio de la fe, mediante la
acción del Espíritu. 6 Porque, en cuanto seguidores de Cristo,
lo mismo da estar circuncidados que no estarlo; lo que vale es
la fe que actúa por medio del amor.
**• El tema principal de la perícopa de hoy es el de
la libertad ofrecida por Cristo. Pablo, animado de celo
apostólico, llama a los gálatas a la realidad, poniéndoles
claramente en guardia contra el peligro en que incurren
al querer volver bajo el pesado «yugo de la esclavitud» (v. 1)
de la Ley. Pablo no pretende proponer la transgresión
de la Ley o su abrogación. Jesús afirma en el evangelio
114
28" semana
(cf. Le 16,17; Mt 5,17ss) que no abolió ni siquiera una pequeña letra de la Ley escrita naturalmente en el corazón
del hombre y expresada en el decálogo y en la tradición
mosaica. Se trata de no acartonarse en la observancia de
unas prescripciones puramente exteriores y de no convertir en absolutos cosas que han sido establecidas en vistas y como preparación a las exigencias más vigorosas
del Evangelio. «La Ley y los profetas llegan hasta Juan;
desde entonces se anuncia la buena noticia del Reino de
Dios, aunque todos se opongan violentamente» (Le 16,16).
La verdadera libertad consiste en seguir al Espíritu
de Cristo y, a través de él, abrirse a una vida nueva, no
sometida ya a los ritos judíos - c o m o si de ellos pudiera
derivar una justificación más firme-, a una vida fundamentada en la «fe que actúa por medio del amor» (Gal 5,6).
Sólo en Cristo, que «para que seamos libres nos ha liberado» (v. 1), encuentra la Ley su propio significado, y
sólo la fe en él nos permite permanecer firmes y perseverar en la gracia. Volver a la circuncisión representa
para los gálatas separarse del mismo Cristo y, con ello,
decaer de su gracia y de su amor. El peligro para nosotros consiste en confiarnos a prácticas exteriores o en
buscar vanas seguridades que nos desarraigan de la
esperanza de la justificación que debemos y podemos
esperar únicamente de la fe.
Evangelio: Lucas 11,37-41
En aquel tiempo, 37 al terminar de hablar, un fariseo le
invitó a comer. Jesús entró y se puso a la mesa. 3S El fariseo se
extrañó al ver que no se había lavado antes de comer. TO Pero
el Señor le dijo:
-Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras que vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. 40 ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera ¿no hizo también
lo de dentro? 4I Pues dad limosna de vuestro interior, y todo lo
tendréis limpio.
Martes
115
**• Jesús se aparta de la muchedumbre. Su discurso
sobre la honestidad del pensamiento y sobre la pureza
de las intenciones prosigue en un contexto que se vuelve plástico y más real por la escena convival en la casa
de un fariseo. Jesús se comporta con una extrema libertad y parece provocar adrede la extrañeza y el desdén
del fariseo. El Rabí, sin esperar su crítica por haber dejado de observar uno de los muchos preceptos fariseos
y sin justificarse por ello, la emprende contra el formalismo y la vanidad de quien se considera justo porque
cumple los ritos puntualmente.
De la observación sobre la limpieza de la vajilla pasa
Jesús directamente al corazón del hombre. La regla de la
«higiene evangélica» exige la exclusión de la avidez y del
egoísmo, que engendran la rapiña y la maldad {cf v. 39).
La actitud contraria, la que califica la «pureza del corazón» -ni que decir tiene-, es la caridad. De la caridad
viene la generosidad que sabe dar como limosna cuanto
reconoce haber recibido gratuitamente de Dios (v. 41).
En el pasaje paralelo de Marcos, los discípulos provocan una explicación sobre esta pureza del corazón: «Nada
de lo que entra en el hombre puede mancharlo. Lo que sale
de dentro es lo que contamina al hombre. [...] Porque es de
dentro, del corazón de los hombres, de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia,
injuria, soberbia e insensatez. Todas estas maldades salen
de dentro y manchan al hombre» (Me 7,15.21-23).
MEDITATIO
Los diez mandamientos, las leyes y las prescripciones
-incluidas las de la Iglesia- tienen sentido y valor en la
medida en que nos ponen en guardia contra las malas inclinaciones, contra los instintos frecuentemente perver-
28a semana
116
sos que se ocultan en nosotros. Sin embargo, no tienen
que ser ellos los que determinen en cada uno de nosotros
el grado de realización del ideal de pureza al que nos invita y desea para nosotros la santidad de Dios. La raíz originaria del pecado se desarrolla en lo íntimo de nuestro
espíritu, en nuestro corazón, aunque Dios nos ha hecho
bellos por dentro y por fuera, y así es como nos quiere.
117
Martes
No sirve, por tanto, de nada, e incluso es peligroso,
confiarse a la ficción de un perfeccionismo exterior. Si
ponemos en movimiento «la fe que obra por medio de la
caridad», si damos limosna desde nuestro interior, quemando en la caridad todo lo que acabaría por pudrirse
si lo dejamos fermentar en el egoísmo del corazón, entonces «todo estará limpio», entonces podremos esperar
«de la fe la justificación que esperamos».
Dios, en relación con el prójimo y en relación con las
cosas. En relación con Dios, para no acabar despreciando sus mandamientos, ni siquiera en aquellas cosas
que nadie ve y de las que nadie pide cuentas. No vigilamos la conciencia en lo secreto ante Dios cuando, por
ejemplo, descuidamos la oración; tampoco nos mostramos vigilantes de la santidad de Dios cuando nos dejamos vencer por u n pensamiento pasional que sube al
corazón y consentimos en él, y cuando sospechamos y
condenamos al prójimo sobre la base de apariencias al
oírle decir o verle hacer algo. En suma, debemos vigilar
todo lo que acontece en lo secreto y nadie ve, excepto
Dios y nuestra conciencia. En esto consiste vigilar la
conciencia en relación con Dios (Doroteo de Gaza,
Insegnamenti
spirituali).
ORATIO
ACTIO
Abre, Padre, mi corazón a la luz de tu verdad. Que yo
no tenga miedo de dejarla penetrar en mí para reconocer todo el bien que puedo poner a tu servicio y al del
prójimo. Que la franqueza y la sinceridad marquen mi
pensamiento y mi acción, a fin de que no caiga en la hipocresía disfrazándome de justicia y de perfección, hasta creerme, yo mismo, justo y santo.
Padre, concédenos a mí y a toda tu Iglesia tu Espíritu
de verdad, a fin de que la fe produzca realmente obras
de caridad y se realice sugestivamente ante el m u n d o
aquella libertad que Cristo nos dio «para que permanezcamos libres».
CONTEMPLATIO
Debemos vigilar nuestra conciencia desde diferentes
aspectos. Es preciso vigilarla, en efecto, en relación con
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Tu Ley, Señor, es mi alegría» (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La denuncia del mal constituye sólo el punto de partida, la
conditio sine qua non. Lo que cuenta es el deseo ardiente de
Dios, la confianza total e ¡ncondicionada en él y, sobre todo, el
cambio del corazón. A propósito de este último, leemos en el
Sal 119: «Te busco de corazón, no dejes que me desvíe de tus
mandatos. Dentro del corazón guardo tu promesa» (w. 1 Oss). Y
en el Sal 40,9: «Amo tu voluntad, Dios mío, llevo tu Ley en mi
corazón».
Con buscar al Señor no basta. Lo importante es buscarlo en
una atmósfera cargada, saturada, de amor. Lo mismo cumple
decir en orden al cumplimiento de la Ley. La observancia puramente exterior de los preceptos sigue estando fuera de la «di-
118
28a semana
Miércoles
námica» de la conversión si no nos preocupamos con el mismo
empeño de la calidad de las disposiciones interiores, si no
tenemos el coraje de pasar de la fase de la mera «ejecución»
a la fase de la «coparticipación». En este sentido, son claras y
categóricas las palabras del salmista: «Crea en mí, oh Dios,
un corazón limpio, renueva dentro de mí un espíritu firme»
(Sal 51,12), «Instruyeme para que observe tu Ley y la guarde
de todo corazón. Guíame por el camino de tus mandatos, que
son mi delicia. Inclina mi corazón hacia tus preceptos, apártalo
del lucro» (119,34-36).
2 8 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
La Ley adquiere el derecho de entrar en el espacio de la
conversión cuando está en condiciones de dejarse esculpir no en
la piedra, sino en lo íntimo del espíritu; cuando, dicho con otras
palabras, es acogida por el hombre de manera libre y en un
clima de incontenible alegría (V. Pasquetto, «Messaggio spirituale del vangeli», en Rivista di vita spirítuale [1978]).
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 5,18-25
Hermanos: 18 Si os dejáis guiar por el Espíritu, no estáis
bajo el dominio de la Ley. " En cuanto a las consecuencias de
esos desordenados apetitos, son bien conocidas: fornicación,
impureza, desenfreno, 20 idolatría, hechicería, enemistades,
discordias, rivalidad, ira, egoísmo, disensiones, cismas, " envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes. Los que hacen
tales cosas -os lo repito ahora, como os lo dije antes- no
heredarán el Reino de Dios.
12
En cambio, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz,
tolerancia, amabilidad, bondad, fe, " mansedumbre y dominio de sí mismo. No hay ley frente a esto. 24 Ahora bien, los
que son de Cristo Jesús han crucificado sus apetitos desordenados junto con sus pasiones y apetencias. 25 Si vivimos gracias al Espíritu, procedamos también según el Espíritu.
*•• En el pasaje de hoy prosigue también Pablo su apasionada llamada dirigida a los gálatas para que arraiguen
su vida en la verdadera libertad a la que han sido llamados. Les exhorta a redescubrir su identidad de hijos,
dejándose guiar por el Espíritu, caminando según sus
120
28a semana
deseos y siguiendo su camino, que está hecho de libertad
y de amor.
El Espíritu Santo es, por consiguiente, el guía seguro
para convertirse en nuevas criaturas, en hombres nuevos regenerados en Cristo, no sometidos ya a esa ley que
no es capaz de impedir «las consecuencias de esos desordenados apetitos» (w. 19-21). A esta libertad estamos
llamados también nosotros: «Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal [carne]. No os sometáis a
sus apetitos. No tiene por qué dominaros el pecado, ya
que no estáis bajo el yugo de la Ley, sino bajo la acción de
la gracia» (Rom 6,12.14). La libertad del Espíritu es, por
consiguiente, contraria al desenfreno de la «carne». Por
eso se preocupa Pablo de hacer una lista de «los frutos
del Espíritu» y los contrapone «a las consecuencias de
esos desordenados apetitos» de la carne. Amor, alegría,
paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre
y dominio de sí mismo (w. 22-23) son obras del Espíritu
y, al mismo tiempo, el magnífico resultado de la libre adhesión del hombre que ha elegido como ley la caridad.
También Pedro, en su segunda Carta, presenta una lista
semejante y su exhortación termina con una promesa
formidable: «Si lo hacéis así, no fracasaréis» (2 Pe 1,10),
una promesa tanto más estimulante cuanto menos extraordinarias sean las actitudes sugeridas en los «frutos
del Espíritu», virtudes que corresponden a un casi trivial
vivir cotidiano.
La Carta a los Gálatas toca a su fin. A Pablo ya no le
queda más que sugerir diferentes avisos para traducir
«la ley de Cristo» en servicio, en caridad «sobre todo para
con los hermanos en la fe» (Gal 6,10).
Evangelio: Lucas 11,42-46
En aquel tiempo, dijo Jesús: 42 ¡Ay de vosotros, fariseos, que
pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de todas las le-
Miércoles
121
gumbres y descuidáis la justicia y el amor de Dios! Esto es lo
que hay que hacer, aunque sin omitir aquello. 43 ¡Ay de vosotros, fariseos, que os gusta ocupar el primer puesto en las sinagogas y que os saluden en la plaza! 44 ¡Ay de vosotros, que
sois como sepulcros que no se ven, sobre los que se pisa sin
saberlo!
45
Entonces uno de los doctores de la Ley tomó la palabra
y le dijo:
-Maestro, hablando así nos ofendes también a nosotros.
46
Jesús replicó:
-¡Ay de vosotros también, doctores de la Ley, que imponéis
a los hombres cargas insoportables y vosotros no las tocáis ni
con un dedo!
**• Los fariseos: los mejores, los más comprometidos.
Y los doctores de la Ley: encargados de enseñar y de
guiar a los otros en los caminos del Señor. Jesús, según
el evangelista Lucas, pronuncia dos series de «ayes» dirigidos a estos dos grupos. Censuró a cuantos querían
señales para creer, puso al desnudo el corazón hipócrita y ahora pronuncia las palabras más duras contra el
comportamiento de aquellos que usan sus prerrogativas
de cultura y de autoridad para un vano prestigio y para
una odiosa opresión de los otros. Son sepulcros que no
se ven, «pero por dentro están llenos de huesos de muerto y podredumbre» (Mt 23,27), capaces de contaminar
-según una ley también farisea- a quien camina sobre
ellos sin darse cuenta.
Con fina ironía, Lucas pone una réplica resentida e
indignada en boca de uno de los doctores de la Ley:
«Maestro, hablando así nos ofendes también a nosotros»
(v. 45). Pero en las palabras de Jesús se encuentra toda
la amargura y el lamento, porque esta impermeable defensa de su propia imagen les impide verse en su propia
mezquina realidad y les hace perder de vista lo más
esencial e incluso lo más exigente, «la justicia y el amor
de Dios» (v. 42b).
28a semana
122
MEDITATIO
E n las palabras de Pablo a los cristianos de Galacia
aparecen sometidas a confrontación dos economías:
una es objeto de una condena explícita e inapelable; la
otra es apasionadamente preferida y, asimismo, iluminada de una manera realista en su intransigente pureza.
La economía de la «carne», más o menos ricamente revestida con apariencias de justicia y de rigor legalista,
da frutos de maldad, de deshonestidad, de opresión insoportable. La economía de la gracia está configurada
sobre la cruz y sobre el amor oblativo de Cristo y da los
frutos del Espíritu. Pero nuestra atención se ve excitada
en particular por el aspecto negativo.
La tentación que sentimos nosotros, gente ordinaria,
es ponernos orgullosamente del lado de Jesús para lanzar «ayes» sobre los fariseos y los doctores de la Ley de
nuestros días, blancos fáciles para juicios y recriminaciones. Como si no estuviéramos llamados también
nosotros -cada uno de nosotros- a revisar nuestro propio protagonismo y a llevar con espíritu de servicio y de
caridad las cargas que con tanta facilidad imponemos
sobre los hombros de los otros.
ORATIO
Señor Jesús, manso y humilde de corazón, sé que tu
desdén es directamente proporcional a la apasionada
esperanza de bien que habías depositado en nosotros.
Te pido perdón por la decepción que procuramos a tu
sentirte hermano mayor impedido de ofrecer al Padre
una convencida y coherente respuesta de amor de nuestra parte.
Obtennos un «suplemento» de Espíritu Santo que
nos libere de las trabas de nuestro «soy así»: el Espíritu
123
Miércoles
de amor para que nada nos resulte trabajoso, el Espíritu de alegría sobreabundante contra las insinuantes satisfacciones del egoísmo y de la soberbia, el Espíritu de
paz de quien sabe que es amado, el Espíritu de paciencia para saber hacer frente a las dificultades necesarias,
el Espíritu de benevolencia y de bondad que disuelve la
acidez y las durezas vertidas sobre los otros, el Espíritu
de fidelidad para perseverar con valentía, el Espíritu de
mansedumbre que nos configura contigo, el Espíritu
de autodominio para crucificar nuestra carne con sus
pasiones y deseos y estar plenamente disponibles y
libres para la justicia y el amor a Dios.
CONTEMPLATIO
El apóstol, al enumerar los frutos del Espíritu Santo,
los considera como un solo «fruto». No hay duda de que
la caridad es el único fruto del Espíritu Santo; ahora
bien, puesto que este fruto posee u n a infinidad de cualidades excelentes, el apóstol habla de él como si se tratara de muchos frutos. Pero no quiere decir otra cosa
sino que el fruto del Espíritu es la caridad, que es alegre, pacífica, paciente, benigna, buena, longánima, dulce, fiel, modesta, continente, casta; o sea, que el amor
divino nos proporciona una alegría y un consuelo interior, con una gran paz del corazón que se conserva entre las adversidades de la paciencia y nos hace disponibles y prontos para ayudar al prójimo con una cordial
bondad para con él.
Esta bondad no es voluble, sino animosa y perseverante, dado que nos proporciona un gran ánimo por
medio del cual nos volvemos apacibles, afables y condescendientes para con todos, conservando una absoluta lealtad para con cada uno, manifestando una sencillez que va acompañada de confianza tanto en nuestras
palabras como en nuestras acciones, viviendo con mo-
28a semana
124
destia y humildad (Francisco de Sales, Teotimo, ossia
Trattato dell'amor di Dios, XI, 19, passim [edición española: Tratado del amor de Dios, Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid 1995]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Ven, Espíritu de amor: sin tu fuerza nada hay en el
hombre, nada hay sin culpa» (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La respuesta del hombre a la gracia estará representada por
la sumisión de su persona a la acción del Espíritu de Dios. No
hace falta martirizarnos el cerebro para saber qué privaciones
imponernos. El dominio de nuestra propia persona constituye un
programa suficiente. En vez de ir más allá de las exigencias de
Dios, es mejor realizar con sencillez de corazón lo que se nos
pide hoy. Es posible que, de una manera inconsciente, nuestro
corazón prefiera ciertas exigencias ideales a las del hoy. Mientras que se nos pide seguir con paciencia un camino tras las huellas cíe Dios, nosotros rechazamos la abundancia de los dones y
preferimos estériles repliegues sobre nosotros mismos; preferimos mirar nuestro pecado en vez del incomprensible perdón de
Dios; preferimos buscar nosotros solos remedios a nuestro mal
íntimo, cuando Dios nos presenta estos remedios a través de los
medios de la gracia ofrecidos en la Iglesia.
En el camino hacia el dominio de nosotros mismos es importante fijar nuestra propia mirada no tanto en los detalles, en los
progresos o en los retrocesos como en el fin: Cristo Jesús. De
otro modo, al tomar los medios por el fin, llegaremos a meditar
más sobre el hombre que sobre Dios, y a afligirnos por nuestro
pecado en vez de experimentar un estupor siempre renovado
ante el perdón de Dios. ¿Debemos temer acaso que la disciplina
interior nos conduzca a actitudes falsas, como el formalismo o el
Miércoles
125
deseo de la perfección por sí misma? Es preciso hacer frente a
estos peligros, sin quedarnos, no obstante, inmóviles, permitiendo que el miedo nos aprese ni que nos marque el paso. El equilibrio del cristiano se puede comparar al de un hombre que
camina sobre el filo de una navaja. Sólo Dios puede mantener
firme en su marcha al aue acepta el riesgo cristiano: el de correr
hacia Cristo. El formalismo es la costumbre. En ella sucumbe
cada día aquel cuya disciplina espiritual ya no es movida por el
amor a Cristo y al prójimo (R. Schutz, L'oggi di Dio, Brescia
1982 [edición española: Vivir en el hoy de Dios, Estela, Barcelona 1969]).
Jueves
28 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 1,1-10
1
Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, al pueblo de Dios que está en Efeso y cree en Cristo Jesús. 2 A vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo, el Señor.
3
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que desde lo alto del cielo
nos ha bendecido por medio de Cristo
con toda clase de bienes espirituales.
4
Él nos eligió en Cristo
antes de la creación del mundo,
para que fuéramos su pueblo
y nos mantuviéramos
sin mancha en su presencia.
Llevado de su amor,
5
él nos destinó de antemano,
conforme al beneplácito de su voluntad,
a ser adoptados como hijos suyos
por medio de Jesucristo,
6
para que la gracia
que derramó sobre nosotros,
por medio de su Hijo querido,
28a semana
128
se convierta en himno
de alabanza a su gloria.
7
Con su muerte, el Hijo
nos ha obtenido la redención
y el perdón de los pecados,
en virtud de la riqueza de gracia
8
que Dios derramó
abundantemente sobre nosotros
en un alarde de sabiduría e inteligencia.
9
Él nos ha dado a conocer
sus planes más secretos,
los que había decidido
realizar en Cristo,
10
llevando la historia a su plenitud
al constituir a Cristo
en cabeza de todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra.
** La Carta a los Efesios, que nos presenta la liturgia
a partir de hoy, nació probablemente como carta circular dirigida a las diferentes Iglesias de la provincia de
Asia por el apóstol Pablo durante el período de su primera prisión en Roma (61-63 d. C ) , o bien por alguno
de sus discípulos. El autor propone en ella su propia
visión de la historia h u m a n a y cósmica: la historia es,
inequívocamente, historia de salvación, un grandioso
proyecto de amor del Padre, que, en su Hijo Jesucristo,
redime a todos los h o m b r e s y vuelve a atraer hacia sí,
de u n a manera irresistible, todo lo creado. En él obra
ahora la fuerza invencible de la resurrección, que, tras
haber derrotado al pecado y la muerte, engendra la
nueva humanidad, la Iglesia; esta última, aprendiendo
a reconciliar todas las divisiones, va creciendo progresivamente como único y armónico cuerpo cuya cabeza
es Cristo.
Tras el acostumbrado saludo, prorrumpe el autor en
un h i m n o de alabanza donde bendice al Padre, que ha
vuelto a colmar a los hombres con la sobreabundancia
de sus bienes. El himno contempla previamente la in-
Jueves
129
creíble bondad de Dios, que, desde toda la eternidad, ha
soñado y deseado hacer partícipes a todas sus criaturas
de su misma vida divina (v. 4); contempla, a continuación, su inefable misericordia, que, sin rendirse frente
al pecado del hombre, le ha restablecido en la condición
de hijo gracias a Cristo redentor, que nos ha obtenido
con su sangre la remisión de los pecados (w. 5-7). Ahora bien, la redención es un misterio que se despliega a
lo largo de la historia. Dios es creador y ama la multiplicidad de formas de lo creado, pero es también en sí
mismo comunión de amor y ama la unidad: en Cristo va
realizando esta voluntad suya de restaurar en todos los
hombres la semejanza originaria con él y los va haciendo miembros de un único cuerpo -miembros con fisonomía diferente, pero profundamente unidos (v. 10)-.
«Dios ha dado a Jesucristo como cabeza a todas las criaturas, a los ángeles y a los hombres. De este modo se va
formando la unión perfecta, cuando todas las cosas
estén bajo u n a cabeza y reciban de lo alto u n vínculo
indisoluble» (Juan Crisóstomo).
Evangelio: Lucas 11,47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor: 47 ¡Ay de vosotros, que
construís mausoleos a los profetas asesinados por vuestros
propios antepasados! 4S De esta manera, vosotros mismos sois
testigos de que estáis de acuerdo con lo que hicieron vuestros
antepasados, porque ellos los asesinaron y vosotros les construís mausoleos. m Por eso dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a unos los matarán, y a otros los
perseguirán». 50 Pero Dios va a pedir cuentas a esta generación
de la sangre de todos los profetas vertida desde la creación del
mundo, s l desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien
mataron entre el altar y el santuario. Os aseguro que se le
pedirán cuentas a esta generación. 52 ¡Ay de vosotros, maestros
de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia! No
habéis entrado vosotros y a los que querían entrar se lo habéis
impedido.
130
28° semana
53
Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la Ley y los
fariseos comenzaron a acosarlo terriblemente y a proponerle
muchas cuestiones, 5" tendiéndole trampas con intención de
sorprenderlo en alguna de sus palabras.
*•• Los doctores de la Ley de tiempos de Jesús no eran
mejores que sus padres. Jesús, con una profunda ironía,
desenmascara su falsedad. Por un lado, pone de manifiesto que su veneración por los profetas es hipócrita,
porque en estos momentos muestran que no están dispuestos a escuchar las llamadas de Dios, exactamente
igual que hicieron sus padres en el pasado. Del mismo
modo que los profetas fueron rechazados y muertos por
ser incómodos, así también es rechazado ahora Jesús,
Palabra definitiva del Padre: es exactamente el mismo
comportamiento. Los «sabios», que construyen mausoleos a los profetas, no por ello se convierten en seguidores de los mismos, como quieren dar a entender -y tal
vez ellos mismos crean-, sino en cómplices de quienes
los mataron. El Gólgota confirmará este análisis de
Jesús, apoyado por la «sentencia del juicio profético
(w. 49-51), que concibe la historia de Israel, incluido
el período postexílico, como una historia de porfiada
obstinación» (Josef Ernst), que ha producido constantemente sus víctimas, «desde la sangre de Abel hasta la de
Zacarías» (la primera y la última muerte relatadas en la
Biblia hebrea).
A modo de inciso, notemos que la culpa evocada de
nuevo permanece totalmente en el ámbito del Antiguo
Testamento: da la impresión de que Lucas quiera sugerir que la misericordia del Padre no pretende pedir
cuentas de la sangre de su Hijo, que también está a punto de ser derramada; en efecto, «Dios no envió a su Hijo
al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio
de él» (Jn 3,17). Sin embargo, «Dios va a pedir cuentas a
esta generación de la sangre de todos los profetas vertida
desde la creación del mundo», porque «el que no cree en
Jueves
131
él ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único
de Dios» (Jn 3,18).
Con el mismo vigor se lanza Jesús contra la arrogancia intelectual y religiosa de los doctores de la Ley,
que, aun disponiendo de los instrumentos necesarios,
no han seguido ni siquiera reconocido el camino que
conduce a Dios, indicado por la Ley y por los profetas;
al contrario, lo han hecho inaccesible también al pueblo, privando a los preceptos y las normas de su auténtico significado.
MEDITATIO
¡Qué contraste entre la conmovida contemplación del
grandioso proyecto de salvación «ideado» y puesto pacientemente en práctica por la benevolencia de Dios y
las violentas y dramáticas invectivas de Jesús contra los
doctores de la Ley y sus padres, que opusieron siempre
un firme rechazo a las llamadas divinas. La Iglesia, sometiendo a confrontación estas «obstinaciones», nos lanza
por lo menos u n a doble llamada.
El plan de la salvación es maravilloso:
contemplémoslo; con ello obtendremos un profundísimo consuelo y
alegría, que serán nuestra fuerza para los inevitables
momentos de dificultad y para los tiempos - a menudo
largos- de crecimiento y maduración, que con facilidad
someten a una dura prueba nuestra perseverancia, aunque son necesarios para que se realice en nosotros el plan
de Dios; ahora bien, también hemos de estar vigilantes,
porque muchos a quienes Dios lo confió antes que a
nosotros, en vez de colaborar, le opusieron resistencia
y perdieron de vista la meta. ¡Que no nos suceda lo mism o a los que escuchamos esta palabra!
La segunda llamada es: No somos responsables sólo
de nosotros mismos. Dios nos ha revelado a los cristia-
28° semana
132
nos el misterio de su voluntad, a saber: que todos los
hombres se salven en Cristo, para que nosotros manifestemos este misterio y todos puedan entrar en él. Eso
significa, por u n a parte, vigilar para no escandalizar
con nuestros comportamientos y respetar a los que son
diferentes, sin pretender imponer nuestra fe o nuestras
formas culturales, a fin de convertirnos para los otros
en lugar de encuentro con Cristo, y, por otra, significa
también no escondernos, sino tener el valor de mostrarnos y actuar claramente como cristianos, a fin de llegar
a ser vehículos de su amor.
ORATIO
Bendito seas, Dios, que, en tu Hijo amado, nos has
dado «la redención por medio de su sangre» y nos invitas
a contemplar en ella tu gran amor de Padre. Nuestro corazón debería estar repleto de gratitud, pero no somos
demasiado capaces de darte las gracias, sobre todo por
un acontecimiento que parece tan alejado de nosotros
y de nuestra vida. Tal vez nos sintamos también algo
incómodos: ¿qué podemos darte nosotros a cambio?
Nuestro amor es débil: tenemos miedo hasta del menor
sufrimiento, tenemos deseos de amarte, pero eso no
basta. Sólo tenemos para ofrecerte nuestros pecados:
acéptalos y ejerce sobre ellos tu misericordia.
CONTEMPLATIO
Dios ha sabido desde toda la eternidad que podía
crear u n a cantidad sin número de seres a los que hubiera podido comunicarse a sí mismo; y considerando que
entre todos los modos de comunicarse a sí mismo no
había ninguno tan grande como el unirse a una naturaleza creada, de tal modo que la criatura fuera asumida e
Jueves
133
insertada en la divinidad para constituir con ella una
sola persona, su infinita bondad, que en sí misma y por
sí misma está inclinada a la comunicación, decidió actuar de este modo. Ahora bien, entre todas las criaturas
que la suma omnipotencia podía producir, eligió a la
humanidad, que por eso fue unida a la persona de Dios
Hijo y a la que destinó el honor incomparable de la
unión personal a su divina Majestad, a fin de que gozara para la eternidad, de un modo especial, de los tesoros
de su gloria infinita. La suma providencia dispuso, a
continuación, no limitar su bondad sólo a la persona de
su amadísimo Hijo, sino dilatarla por medio de él a
otras muchas criaturas para que le adoraran y alabaran
toda la eternidad (Francisco de Sales, Teotimo, ossia
Trattato dell'amor di Dios, I, 2 [edición española: Tratado
del amor de Dios, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1995]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«El amor del Señor abarca el universo» (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
¿Qué significa «antes de la creación del mundo»? Significa
que todavía no había nada: no existía el cielo, no existía la tierra y tampoco existía yo. Pero existía él, que pensaba ya en mí
y me envolvía con su amor. Pensó en mí desde siempre y me
amó desde siempre: el amor de Dios por mí es eterno. Es un
pensamiento que da vértigo. N o había todavía nada, pero existía y a , en el origen primigenio de las cosas, una ternura infinita
que me envolvía: ahora se complace en mí, porque al verme ve
a su Hijo y dice: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»
(Me 1,11). A l principio no había nada y él amó esta nada. Es
esta nada la que fundamenta la gratuidad de su amor. El Señor
134
28" semana
me amó por nada, sin porqué. Lo ha dicho de una manera estupenda santo Tomás: «La raíz última del amor de Dios está en
su gratuidad». Me ama por nada. Esto va unido a otro principio
enunciado también por santo Tomás: «No me ama porque yo
sea bueno, sino que me hace bueno al amarme». Es ésta una
certeza que da a nuestro corazón una gran paz y una gran fuerza. Si Dios me amara por algo, siempre podría pensar que, si
este algo dejara de existir, dejaría de amarme. Sin embargo, los
cielos y la tierra pueden hundirse, pero no así el amor de Dios,
nunca. Es un amor que no se rinde nunca, ya que está fundado
sobre la nada. El amor de Dios no supone nada en mí y me
transforma. La santidad depende por completo del creer que somos amados de este modo y de nuestro abandono a este amor.
Yo soy una pobre y frágil criatura, soy nada, pero sobre esta
nada se posa la mirada de Dios, se posa su amor. Y la nada
florece ante él porque su amor realiza en mí maravillas. Es un
amor omnipotente, que se derrama sobre el abismo de mi miseria y realiza grandes cosas (M. Magrassi, Amare con il cuore di
Dios, Cinisello B. 1983).
Viernes
28 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 1,11-14
Hermanos:
" En ese mismo Cristo
también nosotros hemos sido elegidos
y destinados de antemano,
según el designio de quien todo lo hace
conforme al deseo de su voluntad.
12
Así nosotros, los que tenemos puesta
nuestra esperanza en Cristo,
seremos un himno
de alabanza a su gloria.
13
Y vosotros también,
los que acogisteis la Palabra de la verdad,
que es la Buena Noticia que os salva,
al creer en Cristo
habéis sido sellados por él
con el Espíritu Santo prometido,
14
prenda de nuestra herencia,
para la redención del pueblo de Dios
y para ser un himno
de alabanza a su gloria.
136
28a semana
**• Estos versículos son la parte conclusiva del magno
himno al plan de la salvación llevado a cabo por Dios
mediante la sangre de Jesucristo (cf. Ef 1,1-10). El autor presenta aquí u n concepto clave: el de predestinación («destinados de antemano»), que ha generado
controversias dramáticas en la historia de la Iglesia.
Tal vez sea menos ambiguo el término si lo explicamos
a partir del concepto «herencia». Estamos predestinados a la salvación en el sentido de que Dios nos ha redimido en Jesucristo, sin mérito alguno por nuestra parte,
haciéndonos así herederos de su misma vida. En consecuencia, todos estamos salvados; ahora bien, puesto
que somos libres, podemos rechazar esta herencia y
sustraernos con ello a la salvación que se nos ha dado
gratuitamente. Predestinados no significa, por tanto,
necesariamente salvados. «Dios, que nos ha creado sin
nosotros, no puede salvarnos sin nosotros» (Agustín de
Hipona).
Sin embargo, la eficacia de la voluntad salvífica de
Dios se manifiesta de todos modos con claridad cada
vez que la fe está dispuesta a acogerla. Así, tanto judíos («nosotros, los que tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo»: v. 12) como paganos («vosotros también»:
v. 13a), por haber escuchado «la Palabra de la verdad»
(v. 13) y haber creído en el Evangelio, se han convertido
en herederos, recibiendo, sin distinción, a través del
bautismo, el anticipo de los bienes futuros: el Espíritu
Santo, que hace posible ya en esta tierra la vida que viviremos en plenitud sólo después de la muerte. El himno concluye después con otro término-clave: la «gloria»
de Dios, que tiene un significado muy preciso en la Biblia. Se trata de la manifestación de su presencia y de lo
que él es. Los cristianos están llamados a ser «un himno
de alabanza a su gloria» (v. 14c), o sea, a dejar aparecer,
a través de la santidad de su vida, la belleza de Dios: «Mi
Padre recibe gloria cuando producís fruto en abundancia» (Jn 15,8a).
Viernes
137
Evangelio: Lucas 12,1-7
En aquel tiempo, ' la gente se aglomeraba por millares,
hasta pisarse unos a otros. Entonces Jesús, dirigiéndose principalmente a sus discípulos, les dijo:
-Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2 Pues nada hay oculto que no haya de manifestarse,
nada secreto que no haya de saberse. 3 Por eso, todo lo que
digáis en la oscuridad será oído a la luz, y lo que habléis al
oído en una habitación será proclamado desde las azoteas.
4
A vosotros, amigos míos, os digo esto: No temáis a los
que matan el cuerpo y no pueden hacer nada más. 5 Yo os
diré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de
matar, tiene poder para arrojar al fuego eterno. A ése es a
quien debéis temer. 6 ¿No se venden cinco pájaros por muy
poco dinero? Y, sin embargo, Dios no se olvida ni de uno
solo de ellos. 7 Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis: vosotros valéis más que
todos los pájaros.
*•• El fragmento de hoy une, por comunidad temática, algunas sentencias que tienen un origen autónomo
y pertenecen al género mashal, esto es, pequeñas parábolas que toman su significado del contexto en el que
han sido insertadas. Los «ayes» dirigidos por Jesús a los
fariseos y a los doctores de la Ley al final del capítulo 11
representan la ocasión para invitar a los discípulos a
guardarse de la hipocresía farisea.
La intención de esta advertencia no es sólo de naturaleza moral. Lucas dirige su evangelio a comunidades
que están viendo terminar el tiempo apostólico sin que
se haya producido la parusía (la venida final de Jesús
para instaurar el Reino de Dios) y que se ven amenazadas por las persecuciones y por la difusión de falsas
doctrinas. En consecuencia, se plantea el problema de
la perseverancia y de la fidelidad. Lucas hace frente a
este problema pidiendo a los cristianos u n a actitud de
autenticidad y claridad (w. 2ss) y ofreciéndoles una pa-
28" semana
138
labra de consuelo que se convierte en invitación a la
confianza en Dios (w. 4-7).
Alienta a los cristianos a que no obren como los fariseos, cuyas palabras no corresponden a lo que tienen en el corazón y en la mente. Los cristianos deben,
más bien, profesar abiertamente y sin temor su fe,
cueste lo que cueste, porque, de todos modos, «nada
hay oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que
no haya de saberse y ponerse al descubierto» (8,17).
Cuando vuelva el Hijo del h o m b r e , quedarán desenmascaradas las astucias y las mentiras y se revelarán
vanas: serán causa de condena, antes que de salvación. El riesgo real, el que corren los cristianos tentados de esconderse o incluso de renegar del Señor Jesucristo por miedo a las persecuciones, no es perder
la vida corporal, sino perder la vida verdadera, que es
eterna y depende del juicio de Dios. Como ya había recordado Lucas a los discípulos, al presentar las condiciones para seguir a Jesús, «el que quiera salvar su
vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí [por
Jesús], ése la salvará» (9,24). Por otra parte, ¿cómo no
abandonarse confiadamente a este Dios que se preocupa con a m o r hasta de sus criaturas más insignificantes (w. 6ss)?
MEDITATIO
Nos quedamos sin palabras cuando alcanzamos a
tener alguna conciencia del inestimable valor y la
incomparable belleza de lo que Dios nos ha dado al
crearnos y recrearnos como hijos suyos en Jesucristo.
Nos quedamos espantados c u a n d o pensamos que este
bien lo pone Dios en nuestras m a n o s y lo confía a
nuestra libertad. Dios demuestra tener u n a confianza
inmensa en nosotros, y, por haberse comprometido a
no dejar que nos falte n a d a de lo que nos es necesario
Viernes
139
para corresponder a su don, nos inviste de u n a responsabilidad terrible: nos deja a nosotros determinar
nuestra felicidad o infelicidad eterna.
Dios, que envió a su Hijo a la tierra para salvarnos
y quiso que t o m a r a nuestra carne p a r a compartir en
todo la condición h u m a n a , al recordarnos nuestro
destino eterno, no quiere sacarnos del m u n d o en que
vivimos y debemos vivir, sino que nos declara su a m o r
y nos sitúa ente u n a alternativa y nos pide que elijamos: «Te he a m a d o con a m o r eterno y te he creado
para que goces de mí para la eternidad. Tú no eres capaz de llegar a mí, pero yo me ocuparé completamente de ti y haré que puedas. Te pido sólo que te fíes de
mí y correspondas a mi amor, testimoniándolo con
sencillez y valor. Por ti mismo, solo, no puedes hacer
nada: vencerán en ti el miedo, la lógica de la componenda, los instintos del egoísmo y las debilidades de
tu naturaleza y me perderás para siempre. ¿Qué es lo
que quieres? ¡Elige!».
ORATIO
Señor, tú me envuelves con tu amor. Todo mi ser
está encerrado por tu amor: el comienzo de mi existir,
el curso de mi vida sobre la tierra, mi destino eterno.
Gracias, Dios mío, por h a b e r m e soñado. Gracias p o r
h a b e r m e vuelto a colmar de dones, por haber dispuesto previamente con cuidado todo aquello de lo
que tengo necesidad. Gracias p o r estimarme. Gracias
porque me has creado persona y me respetas, incluso
cuando uso mal mi libertad. Gracias, sobre todo, porque no me quieres como u n objeto pasivo de tu generosidad, sino que me pides que sea u n «tú» que responde un «sí» libre de amor. Atráeme, para que yo
pueda ser tu alegría.
28" semana
140
CONTEMPLATIO
El Salvador usa una providencia especial y consagra
una atención particular a aquellos que abandonan por
completo hasta el cuidado de sí mismos para seguirle de
un modo más perfecto: éstos tienen una capacidad mayor que los otros para entender bien la Palabra de Dios
y también una capacidad mayor de ser atraídos por las
dulzuras de sus atenciones. Mientras tengamos cuidado
de nosotros mismos - m e refiero a un cuidado lleno de
inquietud-, nuestro Señor nos deja hacer, pero si le cedemos ese cuidado a él, lo asume enteramente y, según
nuestra expoliación sea grande o pequeña, grande o pequeña será su providencia con nosotros. Qué felices son
las almas que están muy enamoradas de nuestro Señor
y siguen la n o r m a de pensar en él con u n a ilimitada
confianza en su suma bondad y en su providencia
(Francisco de Sales, Esortazioni, LXI, 4ss [edición española: Pláticas espirituales, Balmes, Barcelona 1952]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«No temas, pequeño rebaño: vuestro Padre ya sabe de
qué tenéis necesidad» (cf. Le 12,30.32).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Debemos darnos cuenta de que nosotros «somos la gloria de
Dios». Leemos en el libro del Génesis: «Entonces el Señor Dios
formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un
hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente»
(Gn 2,7). Nosotros vivimos porque participamos de la respiración de Dios, de la vida de Dios, de la gloria de Dios. La cuestión no es tanto la de «cómo vivir para la gloria de Dios», como
Viernes
141
la de «cómo vivir lo que somos, cómo realizar nuestro ser más
profundo».
Tú eres el lugar donde Dios ha elegido habitar, tú eres el topos tu theu (el «lugar de Dios»), y la vida espiritual no es otra
cosa que permitir la existencia de ese espacio donde Dios pueda morar, crear el espacio donde pueda manifestarse su gloria.
Cuando medites, pregúntate a ti mismo: «¿Dónde está la gloria
de Dios? Si la gloria de Dios no está aquí donde yo estoy, ¿en
qué otra parte puede estar?».
Naturalmente, todo esto es más que una intuición, más que
una idea, más que un modo de ver las cosas y, por consiguiente, es más tema de meditación que de estudio. Pero apenas
empieces a «darte cuenta», de un modo íntimo y personalísimo,
de que eres verdaderamente la gloria de Dios, todo se volverá
diferente y tu vida llegará a un viraje decisivo. Entonces, por
ejemplo, esas pasiones que parecían tan reales, más reales que el
mismo Dios, revelarán su naturaleza ilusoria y, en cierto sentido,
se disiparán (H. J. M. Nouwen, Ho ascoltato ¡I silenzio, Brescia
,0
1998).
Sábado
28 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 1,15-23
Hermanos: " También yo, al conocer vuestra fe en Jesús, el
Señor, y vuestro amor para con todos los creyentes, 16 no ceso
de dar gracias a Dios por vosotros, recordándoos en mis oraciones. " Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de
la gloria, os conceda un espíritu de sabiduría y una revelación
que os permita conocerlo plenamente. '8 Que ilumine los ojos
de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza a
la que habéis sido llamados, cuál la inmensa gloria otorgada
en herencia a su pueblo 19 y cuál la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, manifestada a través de
su fuerza poderosa. 20 Es la fuerza que Dios desplegó en Cristo al resucitarlo de entre los muertos y sentarlo a su derecha
en los cielos, 21 por encima de todo principado, potestad, poder y señorío y por encima de cualquier otro título que se precie de tal no sólo en este mundo, sino también en el venidero.
22
Todo lo ha puesto Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia, 23 que es su cuerpo, y, por
lo mismo, plenitud del que llena totalmente el universo.
**• Tras haber contemplado el gran misterio de la
voluntad redentora del Padre, Pablo se alegra porque,
144
28a semana
informado de la fe de los destinatarios de su carta, los
ve como partícipes de la magnífica herencia adquirida
por Cristo, una herencia que se hace visible ya ahora en
la caridad activa de estas Iglesias.
Para que sigan firmes en la vida nueva pide Pablo incesantemente al Padre el don del «espíritu de sabiduría
y una revelación» que les permita penetrar cada vez
más en su misterio. «El Espíritu, en efecto, lo escudriña
todo, incluso las profundidades de Dios. [...] Del mismo
modo, sólo el Espíritu de Dios conoce las cosas de Dios»
(1 Cor 2,10b.1 Ib). Ahora bien, el Espíritu Santo es amor:
el amor engendra, por consiguiente, el conocimiento, y
el conocimiento engendra el amor.
La cima de este conocimiento amoroso es el saberse
amado: la experiencia de este a m o r hace que podamos
percibir qué grandes son los bienes que esperamos {«la
esperanza a la que habéis sido llamados»: v. 18a), qué
espléndida es la dignidad de la que Dios nos hace partícipes («la inmensa gloria otorgada en herencia a su
pueblo»: v. 18b), qué poderosamente eficaz es la acción
salvífica de Dios, que obra en nosotros lo que ya ha
realizado en Cristo al resucitarlo y poner todo ser bajo
su dominio (w. 20ss).
Sometida a Cristo, la cabeza, está la Iglesia, que recibe de su Señor la vida y todos los bienes y que, en
cuanto cuerpo, aunque esté sometida a los límites de
sus miembros, debe crecer para alcanzar «en plenitud
la talla de Cristo» (4,13b).
Evangelio: Lucas 12,8-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 8 Os digo que
si uno se declara a mi favor delante de los hombres, también
el Hijo del hombre se declarará a favor de él delante de los ángeles de Dios; 9 pero si uno me niega delante de los hombres,
también yo lo negaré delante de los ángeles de Dios. 10 Quien
Sábado
145
hable mal del Hijo del hombre podrá ser perdonado, pero el
que blasfeme contra el Espíritu Santo no será perdonado.
" Si os llevan a las sinagogas, ante los magistrados y autoridades, no os preocupéis del modo de defenderos, ni de lo que
vais a decir; l2 el Espíritu Santo os enseñará en ese mismo momento lo que debéis decir.
*• El pasaje que nos propone la liturgia de hoy está
constituido por un conjunto de dichos de Jesús reunidos por Lucas probablemente con la intención de animar a los cristianos frente a las persecuciones y a los desafíos del m u n d o y con la finalidad de proporcionarles
criterios de comportamiento.
El evangelista recuerda de nuevo que es preciso considerar el presente con u n a perspectiva escatológica,
ya que el hoy determina la eternidad. Y puesto que
«nadie más que él puede salvarnos, pues sólo a través de
él [Jesús] nos concede Dios a los hombres la salvación
sobre la tierra» (Hch 4,12), Dios hace depender la salvación del reconocimiento público de Jesús. Esto podría dar la impresión de contradecir lo que se afirma
en el versículo siguiente (v. 10). Se impone u n a distinción.
Algunos autores piensan que Lucas comprende la
dificultad que supone reconocer en el Jesús terreno al
Salvador, por lo que sería incluso admisible que haya
quien «hable mal del Hijo del hombre». Pero no puede
haber perdón para quien «blasfeme contra el Espíritu
Santo», o sea, cuando la libertad h u m a n a rechaza la
propia adhesión a la verdad que le ha sido interiormente revelada por la gracia de Dios. En ese caso, hasta la falta de reconocimiento ante los hombres se convierte en deliberada infidelidad y motivo de condena.
Sin embargo, cuando la acción del Espíritu es acogida
por el creyente, éste puede estar seguro del apoyo eficaz del Espíritu en el m o m e n t o en que sea llamado a
dar testimonio.
28" semana
146
MEDITATIO
La Carta a los Efesios y el evangelio de Lucas reclaman
nuestra atención sobre el «papel» insustituible del Espíritu Santo. Tal vez sea el Espíritu la Persona más «desconocida» de la Trinidad, aunque, en comunión con el Padre y el Hijo, está actuando constantemente en la Iglesia
y en el mundo. Por ser el amor personal con el que se
aman recíprocamente el Padre y el Hijo, conoce toda la
intimidad de la vida divina y, por morar en las almas que
le acogen, les transmite el conocimiento amoroso que es
él mismo. Ahora bien, su modo de instruirnos y de actuar
es de una naturaleza completamente distinta a lo que estamos acostumbrados. Nos enseña dando la vuelta a
nuestros mecanismos: mientras que en la experiencia humana, por lo general, acogemos lo que antes hemos comprendido y consentido, el Espíritu se comunica al hombre en la medida en que encuentra una acogida confiada.
De ahí que comprendamos las cosas del Espíritu sólo en
la medida en que estemos dispuestos a adherirnos.
Cuando el Espíritu encuentra en un alma obediencia a
la verdad y disponibilidad para hacer lo que Dios quiere,
lleva a cabo los prodigios de los que ya ha sembrado la
historia de la salvación: desde la transformación de doce
hombres atemorizados en columnas de la Iglesia universal, sobre la que «no prevalecerán las puertas del infierno»,
al animoso testimonio de los miles de mártires de la fe y
de la caridad de nuestro siglo... al testimonio, menos llamativo aunque no menos audaz, que la coherencia con
nuestra fe nos pide frente a los continuos desafíos de una
sociedad y de una cultura cada vez más descristianizadas.
ORATIO
Señor, quién sabe si nuestra fe se vuelve caridad para
con nuestros hermanos y supone para alguno ocasión
Sábado
147
de una plegaria de agradecimiento. Quién sabe si nuestra fe y nuestra caridad hablan de ti a la gente de nuestro tiempo o bien no dicen nada. Tal vez hayamos renegado de ti no con las palabras, sino con los hechos. Si
ha sido así, perdónanos. Estamos enfermos de individualismo y no siempre nos sentimos responsables de
nuestros hermanos. Haz crecer en nosotros el sentido
de la comunión para que podamos descubrir la belleza
de vivir nuestra fe con los otros y hacer juntos cada vez
más atrayente el rostro de tu Iglesia. Que tu Espíritu ilumine nuestros ojos para que sean capaces de mirar más
allá de nuestra existencia y ver ya desde ahora en nuestra historia los signos de tu amor, que se manifestará
en su esplendor totalizador cuando también nosotros
queramos recibir nuestra herencia.
CONTEMPLATIO
Si no habláis en mi favor, me convertiré en palabra
viva de Dios para anunciar su gloria con mi muerte. No
queráis ofrecerme un beneficio mayor que éste: que yo
sea inmolado a Dios, ahora que el altar está dispuesto,
a fin de que -formando un coro en la caridad perfectacantéis un himno al Padre en Cristo. ¡Bello es que el sol
de mi vida, saliendo del mundo, trasponga en Dios, a fin
de que en él yo amanezca. Por lo que a mí respecta, escribo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco que yo
estoy pronto a morir de buena gana por Dios con tal de
que vosotros no me lo impidáis. Trigo soy de Dios, y por
los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser
presentado como limpio pan de Cristo. Prefiero morir
por Cristo que reinar sobre todo el mundo. Busco a
aquel que murió por nosotros, quiero a aquel que por
nosotros resucitó. Quiero ser por completo de mi Dios.
Dejadme ascender a la luz pura; cuando llegue a ella
seré hombre de verdad. Permitidme ser imitador de la
28a semana
148
pasión de mi Dios. Mi amor está crucificado y no queda
ya en mí fuego que busque alimentarse de materia; sí,
en cambio, un agua viva que m u r m u r a dentro de mí y
desde lo íntimo me está diciendo: «Ven al Padre» (Ignacio de Antioquía, "Carta a los Romanos", en Padres
apostólicos, ed. D. Ruiz Bueno, BAC, Madrid 2 1968,
pp. 474-481 passim),
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Tu gloria, Señor, es el hombre vivo» (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Precisamente esta ínsita vocación a la totalidad exige que el
acto de fe no se quede en un puro acto de conciencia, sino que
se exprese en todos los ámbitos de la fe y de la vida. El hombre
que cree busca por fuerza - y al final debe encontrar de algún
m o d o - una conducta nueva, una diferente capacidad de juzgar,
un estilo original de obrar, de amar, de asociarse, de educar, de
luchar, de morir. «Si alguien está en Cristo, es una nueva creación»: si todo sigue como antes, hay que dudar de la autenticidad de su acto ae fe.
Todo esto se aplica no sólo a nivel individual, sino también
comunitario. Un grupo de creyentes debe dar, necesariamente,
principio a nuevas formas de comunidades humanas: no es posible que un verdadero acto de fe no tenga ninguna repercusión
sociológica y permanezca encerrado en el ámbito de la vida del
individuo. Tanto más por el hecho de que el acto de fe es, por
naturaleza, comunitario: siempre tiene su origen, de uno modo
u otro, en la comunidad, que es portadora del anuncio salvífico
abre en cada caso al hombre a una vida de comunión con los
ermanos.
Í
De ahí que toda verdadera profesión de fe cristiana requiera
encarnarse y expresarse en alguna «cristiandad». El discípulo
Sábado
149
de Jesús es la sal de la tierra, por eso no debe - y , por otra parte, tampoco puede- vivir separado, en un mundo construido sólo
para él. Al contrario, precisamente para no desnaturalizarse
hasta la insipidez y dar sabor de una manera eficaz a toda la
realidad terrestre, debe aspirar siempre a instaurar alguna forma de sociedad cristiana. Un cristianismo que no esté diversificado sociológicamente es un cristianismo difunto (G. Biffi, Sullo
Spirito di Dio. Soliloquio, Milán 1986).
Lunes
29 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 2,1-10
Hermanos: ' En cuanto a vosotros, estabais muertos a causa de vuestros delitos y pecados. 2 Eran tiempos en que seguíais las corrientes de este mundo, sometidos al príncipe de
las potestades aéreas, ese espíritu que prosigue eficazmente
su obra entre los rebeldes a Dios. ' Y entre éstos estábamos
también todos nosotros, los que en otro tiempo hemos vivido
bajo el dominio de nuestras apetencias desordenadas, siguiendo los dictados de la carne y de nuestra imaginación pecadora y viniendo a ser, como los demás, destinatarios naturales de la ira divina.
4
Pero Dios, que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso amor, 5 aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos volvió a la vida junto con Cristo -¡Por pura gracia habéis sido salvados!-, 6 nos resucitó y nos sentó con él en el
cielo. 1 De este modo quiso mostrar a los siglos venideros la
excelsa riqueza de su gracia, hecha bondad para con nosotros
en Cristo Jesús. 8 Por la gracia, en efecto, habéis sido salvados
mediante la fe, y esto no es algo que venga de vosotros, sino
que es un don de Dios; * no viene de las obras, para que nadie
pueda presumir. I0 Somos hechura de Dios, creados en Cristo
Jesús para realizar las buenas obras que Dios nos señaló de
antemano como norma de conducta.
152
29" semana
**• Pablo ha concluido el capítulo 1 de su carta con la
estupenda oración que termina con tonos descriptivos
y admirados por la realidad de Cristo. Ahora, de u n a
manera directa, se dirige a los cristianos de Efeso y les
hace conscientes de haber vivido intrínsecamente en
u n a realidad de muerte espiritual siguiendo a Satanás,
llamado aquí «príncipe de las potestades aéreas» (v. 2)
porque, según u n a creencia judía, se pensaba que esos
espíritus malignos vivían en el aire, desde donde podían
influir en la vida de los hombres. Inmediatamente, sin
embargo, incluye Pablo entre los que seguían las corrientes de este m u n d o a él mismo y a todos los demás,
que durante u n tiempo fueron «rebeldes a Dios» por
estar movidos por «nuestras apetencias
desordenadas,
siguiendo los dictados de la carne y de nuestra imaginación pecadora» (v. 3).
«Carne» es un término que aparece a m e n u d o en el
Nuevo Testamento, y debe ser comprendido bien. A veces significa la naturaleza h u m a n a en sus aspectos de
gran fragilidad y debilidad. A veces significa las pasiones que más inclinan al hombre al mal. A veces alude
a un estilo de vida completamente negativo y que conduce a la muerte espiritual. Con todo, hay que subrayar que, en el Nuevo Testamento, este término no alude nunca al «cuerpo» (o a la materia en general) como
si se tratara de u n a realidad negativa en sí misma. Los
«dictados de la carne» son, por tanto, actitudes negativas de todo el hombre, que e m a n a n de un uso equivocado de voluntad libre. De ahí procede el hecho de que
tanto los israelitas como los paganos {«como los demás»: v. 3; cf. Rom 3,9) fueran «destinatarios naturales
de la ira divina». No se alude a una pasión destructora
en Dios, sino a su juicio de condena, dado que Dios nunca puede aprobar el mal.
En la argumentación de Pablo salta en este punto un
«pero». Con él expresa el contraste entre seguir las corrientes de este m u n d o y la intervención de un «Dios
Lunes
153
que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso amor»
(v. 4) y por ello nos ha trasladado de la muerte a la
vida, en Cristo Jesús. Pablo subraya u n a vez más que
todo el proceso de la salvación (ser perdonados, regenerados, tener una heredad en el cielo) tiene lugar en
Cristo y por Cristo. Por la fe hemos sido salvados y vivimos como salvados, no por eventuales méritos nuestros.
Con todo, la fe no excluye las buenas obras; en efecto,
Dios quiere que las realicemos, y nos da la posibilidad
de hacerlas (v. 10).
Evangelio: Lucas 12,13-21
En aquel tiempo, l3 uno de entre la gente le dijo:
-Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
14
Jesús le dijo:
-Amigo, ¿quién me ha hecho juez o arbitro entre vosotros?
15
Y añadió:
-Tened mucho cuidado con toda clase de avaricia; que
aunque se nade en la abundancia, la vida no depende de las
riquezas.
16
Les dijo una parábola:
-Había un hombre rico, cuyos campos dieron una gran
cosecha. " Entonces empezó a pensar: «¿Qué puedo hacer?
Porque no tengo donde almacenar mi cosecha». IS Y se dijo: «Ya
sé lo que voy a hacer; derribaré mis graneros, construiré otros
más grandes, almacenaré en ellos todas mis cosechas y mis
bienes " y me diré: Ahora ya tienes bienes almacenados para
muchos años; descansa, come, bebe y pásalo bien». 20 Pero
Dios le dijo: «¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para
quién va a ser todo lo que has acaparado?». 21 Así le sucede a
quien atesora para sí en lugar de hacerse rico ante Dios.
*•• El corazón de la perícopa está constituido por la
parábola engastada entre un hecho narrativo y dos afirmaciones sapienciales: la primera al principio y la otra
29a semana
154
al final. El hecho narrativo consiste en la petición que
se formula a Jesús para que intervenga a propósito de
u n a herencia. Justamente para estos asuntos se requería también a m e n u d o la intervención de los rabinos.
Jesús, aunque no se deja enredar en asuntos de este
tipo, aprovecha la ocasión al vuelo para recordar la necesidad de mantener el corazón libre de la codicia de
tener muchos bienes, porque no son ellos los que pueden garantizar la calidad y la prolongación de la vida.
Y aquí viene la parábola. El protagonista es un rico
que, tras haber obtenido u n a a b u n d a n t e cosecha, decide almacenarla en unos nuevos y grandiosos graneros,
saboreando ya el placer tanto de poseer muchos bienes
como de disponer de muchos años para gozarlos alegremente. Sin embargo, Dios le despierta de su estupidez haciéndole consciente de que no es él el dueño de
su vida y de que, de un momento a otro (siempre muy
pronto), será llamado a entregarla al Señor.
La afirmación sapiencial que cierra la perícopa es
fuerte: quien piensa en acumular bienes para enriquecerse en vistas a un interés sólo personal es u n necio,
porque es ante Dios, realizando el precepto del amor,
como se enriquece el hombre. En efecto, sólo dando es
como nos enriquecemos del a m o r de Dios y de su premio eterno.
MEDITATIO
No sólo para los israelitas y los paganos convertidos
de Efeso, sino también para mí, que vivo en u n a sociedad que ha vuelto a ser pagana, es importante que el
camino de crecimiento espiritual se desarrolle sobre
todo bajo la enseña de la vigilancia. Sólo si vigilo los
«deseos» y los «apetitos de la carne» (siempre dispuestos a levantarse desde la raíz amarga de la codicia que
Lunes
155
anida en los rincones de mi corazón) podré ser u n
h o m b r e libre, u n a mujer libre. Sólo si, a la luz del Espíritu Santo, me ejercito en discernir en mí entre los
deseos buenos y los deseos malos, entre la voluntad
buena y la voluntad mala, sabré administrar los dones
de Dios - t a n t o materiales como espirituales-: no en
virtud de la avidez egoísta o del orgullo espiritual, sino
en virtud del Reino de Dios y de su justicia que es santidad.
Jesús nos ha recomendado que no acumulemos tesoros en la tierra, sino en el cielo, y nos ha hecho conscientes de que allí donde consideremos que está nuestro tesoro, allí estará constantemente nuestro corazón
(cf. Mt 6,19ss). En consecuencia, es importante que,
especialmente en las profundidades del corazón, nos
mantengamos libres de los «apetitos de la carne»,
aprendiendo a comprender - c o m o decía Isaac de Nínive- «cuánta amargura hay escondida en la dulzura
del mundo» (Cent. 1,35). Entonces, revigorizados por
el Espíritu, nos será posible «crecer» en la vida espiritual, que consiste en «hacerse rico ante Dios», es decir,
en aprender el arte de vivir amando, en la entrega generosa y alegre de nosotros mismos.
ORATIO
Señor, te ruego que limpies con tu Espíritu Santo
mi corazón. Haz que no habiten en él «los apetitos de la
carne», sino sólo los del Espíritu. Recuérdame que mi
vida pasa como la flor de la hierba (cf. 1 Pe 1,24) y que
la codicia es una gran estupidez.
Concédeme, oh Señor, un corazón libre del apego y
de la avidez del «tener», para dedicarme a «ser» tal
como tú me has creado, «a imagen y semejanza» de ti,
que eres amor.
29a semana
156
CONTEMPLATIO
Discípulo: ¿Cómo puede desembarazar el h o m b r e su
corazón de la mundanería?
Maestro: Mediante el deseo suscitado por el recuerdo
de los bienes futuros: esos que la sagrada Escritura
siembra en el corazón con la suavidad de sus versículos
repletos de esperanza. En efecto, el corazón no puede
despreciar su a m o r de antes hasta que un deseo m á s excelente no se contraponga a las cosas que considera gloriosas y agradables por las que está poseído el hombre.
Lo que desea cada h o m b r e puede ser conocido por sus
obras. Se sentirá inclinado a pedir en la oración lo que
tiene en el corazón; y aquello por lo que ora, llevará
buen cuidado de manifestarlo también en las obras exteriores («Isaac de Nínive», en S. Chialá [ed.], Un'umile
speranza, Magnano 1999, p. 120).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Enamórame de ti, Señor, y quedaré libre de toda codicia».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La vía de acceso a las profundidades del corazón, a saber,
la interioridad, nos la enseña de una manera ejemplar santa
Teresa de Ávila con todo lo que ella pone en el ámbito de la
oración de recogimiento. El recogimiento es para la santa la
oración personal, pero ya bajo el influjo del Espíritu Santo y tal
que nos vuelve atentos a la presencia de Jesús vivo en el fondo
de nuestra alma. Esta forma de oración, más allá de todo esfuerzo de la imaginación, debe ponernos en contacto profundo
con Jesús, que hace revivir y actualiza en nosotros cada uno de
los misterios de su amor salvador.
Lunes
157
Con todo, el término recogimiento indica de un modo aún
más marcado las condiciones prácticas necesarias para acceder
a la interioridad espiritual, es decir, a un desprendimiento de
todo lo que no es Dios. Una mirada de amor constantemente
renovada sobre Jesús obra en nosotros la purificación del corazón a través de la renuncia a todo lo que no sea la voluntad del
Padre. Para que eso tenga lugar, el recogimiento debe formar
una sola cosa con la libertad del espíritu de posesión y la aceptación de la pobreza personal. El hombre interior no es la reflexión sobre una estructura abstracta, sino la expresión de la presencia de Dios en el corazón y, por consiguiente, el camino
hacia la pureza del corazón a imitación de Jesús (J. C. Sagné).
Martes
29 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 2,12-22
Hermanos: recordad ,2 que en otro tiempo estuvisteis sin
Cristo, sin derecho a la ciudadanía de Israel, ajenos a la alianza y su promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. " Ahora, en cambio, por Cristo Jesús y gracias a su muerte, los que
antes estabais lejos os habéis acercado.
14
Porque Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de los dos
pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los
separaba. I5 Él ha anulado en su propia carne la Ley, con sus
preceptos y sus normas. Él ha creado en sí mismo de los dos
pueblos una nueva humanidad, restableciendo la paz. 16 Él ha
reconciliado a los dos pueblos con Dios, uniéndolos en un
solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad.
17
Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para vosotros, los que estabais lejos, y paz también para los que estaban cerca; ,8 porque gracias a él unos y otros, unidos en un
solo Espíritu, tenemos acceso al Padre. I9 Por tanto, ya no sois
extranjeros o advenedizos, sino conciudadanos dentro del
pueblo de Dios; sois familia de Dios, 20 estáis edificados sobre
el cimierto de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo
Jesús es la piedra angular, 2I en quien todo el edificio, bien
trabado, va creciendo hasta formar un templo consagrado al
Señor, 22 y en quien también vosotros vais formando conjun-
160
29a semana
tamente parte de la construcción, hasta llegar a ser, por medio del Espíritu, morada de Dios.
*»- El hecho de que los efesios fueran de origen pagano
proporciona a Pablo la ocasión para subrayar su situación precedente de gran pobreza por la falta de Cristo. En
efecto, no tenerle a él significa «estar lejos» de Dios; tenerle significa estar «cerca» gracias a la sangre que ha derramado por nosotros. Históricamente, pues, los paganos
vivían una situación desfavorable respecto a los israelitas: como no pertenecían al pueblo de Dios, no podían
participar, en consecuencia, de las promesas (v. 12).
El punto focal de la perícopa es la afirmación de que
«Cristo es nuestra paz» (v. lss). Es preciso captar el doble sentido de la palabra paz. Por una parte, se trata de
la abolición de aquello que, en lo tocante a la Ley, separaba a judíos y paganos. Por otra, es la paz de todo hombre con Dios, entendida como una reconciliación que
tiene lugar por el hecho de que ha sido eliminado el pecado. Es Cristo -él solo- quien ha llevado a cabo tanto
una como otra paz. Verdaderamente, la separación era
una enemistad tan profunda que formaba como un
«muro» que separaba al hombre de Dios y a los hombres entre ellos. La observancia de la Ley, caída en un ciego legalismo formalista, impedía la obediencia a Dios de
una manera sustancial; esa obediencia es ahora posible
por la pacificación que tiene lugar con la encarnación
del Verbo y el rescate de su muerte en la cruz. En virtud
de esta paz nuestra nace el «hombre nuevo» (v. 16). El
camino, tanto para los que proceden del paganismo
como para los que fueron israelitas, es ahora un sereno
ir al Padre con la fuerza unificadora del Espíritu.
Pablo coloca, a continuación, la premisa de nuestra
identidad como Iglesia. Ahora somos «conciudadanos
dentro del pueblo de Dios; [...] familia de Dios» (v. 19), sólidamente «edificados sobre el cimiento de los apóstoles y
Martes
161
profetas» (v. 20). Nuestra piedra angular es Jesús. De él
nos viene la posibilidad de evolucionar espiritualmente
hasta llegar a ser, caminando con los hermanos, verdadero templo de Dios, su morada por intervención del
Espíritu.
Evangelio: Lucas 12,35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 35 Tened ceñida
la cintura, y las lámparas encendidas. 36 Sed como los criados
que están esperando a que su amo vuelva de la boda, para
abrirle en cuanto llegue y llame. 37 Dichosos los criados a quienes el amo encuentre vigilantes cuando llegue. Os aseguro que
se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos.
38
Si viene a media noche o de madrugada y los encuentra así,
dichosos ellos.
*•• Una invitación perentoria: «Tened ceñida la cintura, y las lámparas encendidas» (v. 35); y una exclamación
reconfortante: «Dichosos ellos» (v. 38). Insertada en medio, una pequeña parábola dividida en dos partes: u n a
en la que los siervos esperan al amo, y otra, igualmente
sorprendente en su brevedad, en la que el amo, a su
vuelta de la boda, en vez de querer restaurarse y reposar, invita a los siervos a que se sienten a la mesa y él
mismo se pone a servirles.
Llama la atención el tema de la vigilancia, que resulta familiar en la enseñanza de Jesús. La imagen de las
lámparas encendidas recuerda a las vírgenes vigilantes
de la parábola narrada por Mateo (25,1-13) y encuentra
su contrapunto en el pesado sueño de Pedro, Santiago y
Juan, en absoluto dispuestos a compartir la angustia
mortal de Jesús en el huerto de los olivos. Dormían, en
efecto, porque «sus ojos estaban cargados» (Me 14,40).
La invitación de Jesús: «Velad y orad para que podáis
hacer frente a la prueba» (Me 14,38), había caído completamente en el vacío.
29" semana
162
El gesto de tener ceñida la cintura y las lámparas
encendidas expresa el hecho de estar dispuesto a quedarse o ir allí donde el a m o quiera. Jesús recoge, del
vestuario típico de los hombres de Palestina de aquellos tiempos cuando se preparaban para el trabajo o
para emprender el camino de noche, la evidencia de un
estado de vela espiritual, de gran importancia para u n
verdadero crecimiento en los ámbitos h u m a n o y cristiano. No por casualidad recoge Lucas otra invitación
perentoria de Jesús: «Procurad que vuestros corazones
no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y
las preocupaciones de la vida» (Le 21,34). En efecto,
nada como el embotamiento entorpece los ojos del
corazón, atranca el crecimiento y siembra la vida de
falsas ilusiones. El embotamiento espiritual hace perder el sentido de esta vida y de la que vendrá, en la que
el Señor nos invitará al banquete servido por su amor,
para siempre.
MEDITATIO
En nuestra época nos urge más que nunca descubrir
a Jesús como «nuestra paz», como alguien que «ha reconciliado a los dos pueblos con Dios, uniéndolos en un
solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad». Son, en efecto, demasiadas las propuestas de
falsas paces ofrecidas en el hipermercado de la sociedad
en la que vivimos. En el torbellino de las muchas «cosas
que hemos de hacer» y de las pseudoseguridades con las
que ponernos a cubierto del dolor y de la muerte, vamos
cayendo poco a poco y con facilidad en el embotamiento espiritual. En vez de vivir con la conciencia de que
esta vida es sólo la «preparación» del poema de amor y
de plena felicidad que Dios nos ha preparado en Cristo,
convertimos la vida presente en un absoluto, como si el
bienestar actual - d e todo tipo- lo fuera todo.
Martes
163
Pero cuando no salen las cuentas y nos encontramos
heridos y decepcionados, ¿a qué vamos a recurrir, sino
a psicofármacos o a otras soluciones «paliativas»? Aquí
es donde se revela la formidable actualidad de vivir existencialmente a Cristo como «nuestra paz». Es menester
pedirle que destruya la enemistad dentro de nuestro corazón: esa enemistad que nos impide aceptarnos a fondo a nosotros mismos y nuestra historia personal; esa
que nos hace diferentes a los otros, competitivos y hostiles; esa que cierra sustancialmente nuestros ojos frente al único fulgor en el que adquieren sentido la fatiga y
la belleza del existir: la cruz de Cristo. Entonces, manteniendo bien encendida la lámpara de una fe que se
vuelve cada vez más confianza, nos mantendremos vigilantes, es decir, bien despiertos y preparados. Se trata de
estar trabajando cuando venga el Señor, esto es, de vivir
en u n a actitud plenamente h u m a n a y digna del seguidor de Cristo: en una actitud de disponibilidad, impulso, espera y confianza total. Si nos encuentra, el Señor
no se dejará ganar en generosidad: se convertirá en nuestro siervo, introduciéndonos en el banquete donde la
vida se transformará en una eterna fiesta nupcial.
ORATIO
Tú eres, Señor Jesús, mi paz. Ayúdame a comprenderlo no sólo con la mente, sino de un modo existencial, en
el orden concreto de las horas vividas no sólo para ti, sino
junto a ti. Que yo no caiga en el embotamiento, seducido
por seguridades sólo materiales. No permitas tampoco
que me deje esclavizar por el legalismo y el formalismo.
Concédeme un corazón sereno, vigilante y despierto en el
cumplimiento de todo lo que complace al Padre.
Derriba en mí todo m u r o de división, toda intolerancia y enemistad, toda forma -aunque sea larvada- de
prevaricación y desamor. Con tu muerte en la cruz has
29" semana
164
acogido a todos los hombres en
dolos con Dios dentro del único
Hazme vivir, pues, reconciliado,
ser «morada de Dios por medio
tu corazón, reconciliáncuerpo que es la Iglesia.
en la alegría de llegar a
del Espíritu».
CONTEMPLATIO
Ven, luz verdadera.
Ven, vida eterna.
Ven, misterio escondido.
Ven, realidad inexpresable.
Ven, perenne exultación.
Ven, espera veraz de cuantos serán salvados.
Ven, resurrección de los muertos.
Ven, alegría eterna.
Ven, corona inmarcesible.
Ven, tú a quien mi corazón ha codiciado y codicia.
Ven, tú que te has convertido en mi deseo
y has hecho que yo pueda desearte.
Ven, respiración y vida mía.
Ven, consuelo mío.
Ven, alegría y gloria y delicia sin fin
(Simeón el Nuevo Teólogo, Inni epreghiere, Roma 1996,
pp. 75ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Ven, Jesús. Separa mí paz y alegría».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Nosotros creemos que Jesús es verdaderamente el enviado de
Dios, ese que traza el camino de la paz y de la alegría auténticas.
Martes
165
Creemos que es verdaderamente el Enviado de Dios que viene
a liberar a, la humanidad de todo lo que puede estropearla y
destruirla. El encarna el sueño secular de los hombres y mujeres
que tienen que hacer frente a las duras realidades de una vida en
la que se confunden de un modo inextricable la alegría, el amor,
el odio.
El mensaje de Jesús, el mensaje de su vida, consiste en manifestar que el amor y la vida tienen la última palabra. Ahora bien,
para que la vida tenga la última palabra, será menester que seamos «concreadores» que continuamos su obra, y para que prevalezca el amor sobre el odio será menester que amemos hasta
dar nuestra propia vida en una lucha cotidiana de la que ni el mismo Cristo salió indemne. Concrear significa rebelarse contra la fatalidad, no caer en la resignación.
Con todo, no debemos convertirnos en presa de fáciles esperanzas. La crisis es profunda. Más que en la vertiente económica
y política, sufrimos una cierta degradación en el aspecto humano.
Ahora bien, quien dice «crisis» dice elección: todavía es posible
que, en Cristo -«nuestra paz»- nazca «un hombre nuevo». Nuestra fe nos hace creer que la creación «sufre y gime con dolores de
parto», como dice san Pablo (Rom 1,22). Los tiempos han cambiado, pero siempre sigue siendo el tiempo de la paciencia de
Dios y de la nuestra (Lettere dall'Algeria di Pierre Claverie, assassinato per ¡I dialogo con i musulmán!, Milán 1998, p. 123).
Miércoles
29 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 3,2-12
Hermanos: 2 Os supongo enterados de la misión que Dios
en su gracia me ha confiado con respecto a vosotros: 3 se trata del misterio que se me dio a conocer por revelación y sobre
el que os he escrito brevemente más arriba. 4 Por su lectura
podréis comprobar el conocimiento que yo tengo del misterio
de Cristo, 5 un misterio que no fue dado a conocer a los hombres de otras generaciones y que ahora ha sido revelado por
medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas;" un misterio que consiste en que todos los pueblos comparten la misma herencia, son miembros de un mismo cuerpo y participan
de la misma promesa hecha por Cristo Jesús a través del Evangelio, 7 del que la gracia y la fuerza poderosa de Dios me han
constituido servidor. 8 A mí, el más insignificante de todos los
creyentes, se me ha concedido este don de anunciar a las naciones la insondable riqueza de Cristo ' y de mostrar a todos
cómo se cumple este misterioso plan, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todas las cosas. 10 De
esta manera, los principados y potestades que habitan en el
cielo tienen ahora conocimiento, por medio de la Iglesia, de la
múltiple sabiduría de Dios, " contenida en el plan que desde
la eternidad proyectó realizar en Cristo Jesús, Señor nuestro.
12
Mediante la fe en él y gracias a él, nos atrevemos a acercarnos a Dios con plena confianza.
168
29a semana
**• Antes de dejar que se convierta en oración la profunda meditación del capítulo precedente, se abre Pablo
confidencialmente a sus destinatarios. Le concede una
gran importancia a decir cuál es el ministerio que Dios
le ha confiado: anunciar el misterio de Cristo a los paganos. Pablo es consciente de la grandeza del designio
de Dios, que sólo ahora, en Cristo, se ha manifestado del
todo. Por eso anuncia a los efesios y celebra la eficacia
de un poder que no viene de él, sino de la insondable
riqueza de Cristo (v. 8). Los cristianos de Éfeso están
llamados, precisamente como los judíos, a formar el
mismo cuerpo místico de Jesús que es la Iglesia, a
participar en las mismas promesas divinas, en la misma
herencia, que es la vida eterna en la alegría. Sí, Pablo
llama también a los paganos, a todos los hombres, por
voluntad del Altísimo, a gozar de la magnanimidad de
un Dios en el que, desde siglos, estaba escondido el
misterio de la salvación total que ahora, precisamente a
él, el más pequeño (= «ínfimo»: v. 8) entre los santos, o
sea, entre los creyentes, le corresponde anunciar como
pleno cumplimiento de las antiguas promesas de Dios.
La inagotable riqueza del misterio de Cristo, expresado por su Iglesia, no corresponde, en efecto, sólo a los
hombres; es mucho más amplio. Hasta las realidades
angélicas (principados, potestades) están implicadas en
orden a la múltiple sabiduría (v. 10) de un Dios que, justamente a través del misterio de su Hijo -encarnado,
muerto y resucitado por nosotros-, guía la historia de la
salvación. Precisamente esta realidad -concluye Pablocrea en nosotros el coraje de una fe auténtica que se
convierte en plena confianza en el Señor.
Evangelio: Lucas 12,39-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 39 Tened presente que, si el amo de la casa supiera a qué hora iba a venir
Miércoles
169
el ladrón, no le dejaría asaltar su casa. 40 Pues vosotros estad
preparados, porque a la hora en que menos penséis vendrá el
Hijo del hombre.
41
Pedro dijo entonces:
-Señor, esta parábola ¿se refiere a nosotros o a todos?
42
Pero el Señor continuó:
-¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el
dueño puso al frente de su servidumbre para distribuir a su
debido tiempo la ración de trigo? 4i ¡Dichoso ese criado si, al
llegar su amo, lo encuentra haciendo lo que debe! 44 Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. 45 Pero, si ese
criado empieza a pensar: «Mi amo tarda en venir», y se pone
a golpear a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a
emborracharse, "6 su amo llegará el día en que menos lo espere y a la hora en que menos piense, le castigará con todo rigor
y le tratará como merecen los que no son fieles. 47 El criado
que conoce la voluntad de su dueño, pero no está preparado
o no hace lo que él quiere, recibirá un castigo muy severo.
48
En cambio, el que sin conocer esa voluntad hace cosas
reprobables, recibirá un castigo menor. A quien se le dio
mucho se le podrá exigir mucho, y a quien se le confió mucho
se le podrá pedir más.
*•• Con esta parábola nos pone en guardia Jesús
contra el hecho de llevar una vida espiritualmente soñolienta, sin tener en ninguna consideración el hecho
de que no se nos avisará de la hora en que el Señor nos
llamará para que le demos cuenta de nuestra vida. El
tema sigue siendo, por tanto, todavía el de la vigilancia.
Pedro, a quien probablemente irrita la pequeña parábola donde aparece la figura del ladrón que asalta la casa
de quien no ha estado vigilante, siente la tentación de
acomodarse en una paz fingida. Y, en vez de dejarse
provocar por la parábola de una manera positiva, le
pregunta a Jesús si el relato va por los discípulos o por
todos r es como si quisiera insinuar con su pregunta si
los que han seguido a Jesús, o sea, los que viven como
creyentes y practicantes, pueden estar tranquilos. ¿Por
qué dirigirles a ellos, a los privilegiados, un discurso tan
29a semana
170
inquietante? Jesús, tal como hace con frecuencia, responde con otra pregunta: «¿Quién es el administrador
fiel y prudente?'» (v. 42).
El Señor Jesús es un gran provocador. Ahora echa
m a n o de otra pequeña parábola para expresar lo que
agrada al dueño (= el Señor) que, al volver y encontrar
al siervo en su puesto de trabajo cumpliendo honestamente su voluntad, le asciende y le nombra incluso
administrador de todas sus riquezas (w. 43ss). En cambio, con el siervo que se aprovecha de su lejanía para entregarse al festín del egoísmo, dando rienda suelta a su
violencia prevaricadora y a sus instintos desordenados, el
dueño se mostrará a buen seguro severo (w. 45ss). Pero
la mayor severidad recaerá sobre aquellos que, por estar
en condiciones de conocer más al Señor y penetrar en
el sentido de su voluntad, en vez de entregarse a u n
cumplimiento lleno de amor se han comportando como
el siervo infiel (w. 47ss).
MEDITATIO
Ciertamente, en ambas lecturas, pero sobre todo en el
evangelio, nos avisa el Señor de que el amor de Dios por
nosotros es exigente y de que la vida no puede ser vivida bajo el lema de la falta de compromisos. Ahora bien,
¿cómo evitar ese cansancio, esa especie de soñolencia
en la vida espiritual que penetra a veces en los pliegues
de nuestra vida?
Ante todo, se trata de abrir bien los ojos del corazón
a las maravillosas riquezas de la llamada que, arraigada
en el misterio de Cristo, libera en nosotros una gran
capacidad de asombro y de amor. «A mí, el más insignificante de todos los creyentes -dice Pablo- se me ha concedido este don» (v. 8a). El apóstol percibe la amplitud
y la profundidad de este don, y vive su asombro hasta
Miércoles
171
comunicarlo, hasta persuadirme de que el designio del
Padre -realizado en Cristo por amor a nosotros- es tal
que puedo acercarme a él con plena confianza (cf v. 12).
Eso es: lo que importa es no descuidar la dimensión
contemplativa que, por gracia del Espíritu Santo en
nosotros, abre los ojos de nuestro corazón a los ricos y
maravillosos horizontes de nuestra fe.
Si mi mirada es una mirada rejuvenecida cada día
por el asombro producido por «la insondable riqueza de
Cristo», no llegaré a sobrecargarme de ocupaciones y
preocupaciones, ni me ahogaré de una manera eufórica
en el éxito ni con signos de depresión en el fracaso, ni
perseguiré consensos e intereses personales. Si me dejo
aferrar por el maravilloso misterio de Cristo, que día
tras día me revela y me narra la Palabra, no seré como
el siervo descuidado que se olvida del regreso del Señor,
no me entregaré a las incitaciones del egoísmo y de sus
delirios, sino a las de una laboriosidad confiada en la
gran fuerza que Jesús me da para que viva la alegría de
hacer brillar, también ante los ojos de los hermanos, las
maravillas de su amor.
ORATIO
Oh Padre, concédeme tu Espíritu, para que me enseñe
a descubrir cada día las inenarrables riquezas de Jesús,
tu Hijo unigénito, mi hermano mayor y Señor. No permitas que mi vida espiritual se vuelva asfíctica y se anquilose en pequeños espacios de agitado activismo, sin
apertura de horizontes a las maravillas de tu proyecto,
que es salvación para mí y para todos, en Cristo Señor.
Concédeme querer a cualquier precio espacios contemplativos en mis días frecuentemente quemados por
el demasiado «hacer» en el interior del aparato de las
lógicas mundanas. Fascíname de tal modo que el asom-
29a semana
172
bro que m e produzcas me permita vivir trabajando con
solicitud en la entrega de mí mismo, pero sólo por ti y
p o r tu Reino.
CONTEMPLATIO
Con la ascensión, el cuerpo de Cristo, entrelazado
con nuestra carne y con toda la carne de la tierra, ha entrado en el ámbito trinitario. Ahora lo creado está en
Dios; es «su zarza ardiente», como dice Máximo el Confesor. Al mismo tiempo, sigue sepultado en la muerte,
en la opacidad y en la separación a causa del odio, de la
crueldad y de la inconsciencia de los hombres. Hacerse
santo es desplazar estas pesadas cenizas y hacer aflorar
la incandescencia secreta, permitir a la vida, en Cristo,
absorber la muerte.
Dice, en efecto, san Ambrosio: «En Cristo lo tenemos
todo. Si quieres curar tus heridas, él es médico. Si ardes
de fiebre, él es fuente. Si temes a la muerte, él es vida.
Si aborreces las tinieblas, él es luz. Dichoso el h o m b r e
que espera en él» (O. Clément, Alie fonti con i Padri,
Roma 1999, pp. 54ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«.Que resplandezca en mis acciones, oh Señor, tu misterio de vida y salvación».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La educación progresiva de nuestro pensamiento cristiano y
su correlativo obrar (en proporción al estado y a la llamada
recibida por cada uno) con respecto a todos los grandes pro-
Ai iércoles
173
blemas de la vida y de la historia, tiene que ver con lo que podríamos llamar la «sabiduría de la praxis». Esta última consiste
sobre todo en la adquisición de hábitos virtuosos: unos hábitos
que son necesarios todos ellos no sólo para actuar, sino también
y en primer lugar para pensar correcta y exhaustivamente sobre
los juicios y las consiguientes acciones que puedan exigir los
problemas de las vicisitudes de la vida individual, familiar, social,
política e internacional que el hoy presenta a la conciencia de
cada uno y de la comunidad cristiana.
Es preciso reconocer que los resultados poco brillantes de las
experiencias de los cristianos en la vida social y política no se
deben tanto a la malicia de los adversarios, ni tampoco únicamente a las propias deficiencias culturales, como sobre todo a
deficiencias de los hábitos virtuosos adecuados, y no sólo en el
sentido de carencias de las dotes sapienciales necesarias para
ver las direcciones concretas de la acción social y política. Justamente, creo que la causa de muchos fracasos ha sido, en primer lugar, la falta de sabiduría de la praxis: esa sabiduría que
-supuestas las esenciales premisas teologales de la fe, la esperanza y el amor cristiano- requiere además un delicadísimo
equilibrio de probada prudencia y de fortaleza magnánima; de
luminosa templanza y afinada justicia, tanto individual como
política; de humildad sincera y de mansa, aunque real, independencia en el juicio; de sumisión y, al mismo tiempo, deseo
veraz de unidad, aunque también de espíritu de iniciativa y
sentido de la propia responsabilidad; de capacidad de resistencia y, al mismo tiempo, mansedumbre evangélica (G. Dossetti,
La parola e ¡I silenzio, Bolonia 1997, p. 93).
Jueves
2 9 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 3,14-21
Hermanos: 14 Doblo mis rodillas ante el Padre, l5 de quien
procede toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que,
conforme a la riqueza de su gloria, os robustezca con la fuerza de su Espíritu, de modo que crezcáis interiormente. " Que
Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que viváis arraigados y fundamentados en el amor. ,8 Así podréis comprender,
junto con todos los creyentes, cuál es la anchura, la longitud,
la altura y la profundidad " del amor de Cristo, un amor que
supera todo conocimiento y que os llena de la plenitud misma
de Dios.
20
A Dios, que tiene poder sobre todas las cosas y que, en
virtud de la fuerza con la que actúa en nosotros, es capaz de
hacer mucho más de lo que nosotros pedimos o pensamos,
21
a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por siempre y
para siempre. Amén.
**• Pablo nos anunciaba ayer las maravillas del misterio del amor de Dios que, escondido durante siglos, ha
sido revelado en Cristo. Hoy, del asombro que ejercía
sobre él este misterio brota una vibrante oración de
amor. El apóstol cae de rodillas ante el Padre, origen de
176
29" semana
toda familia en el cielo y en la tierra (v. 15), y le pide
que los cristianos de Efeso sean robustecidos con poder en su interior por el Espíritu Santo (v. 16). Pablo
pide en sustancia que su fe sea auténtica y vigorosa,
para que Cristo habite en sus corazones y, por esta
razón, pueda crecer en ellos el elemento típico y
fundador de la pertenencia a Dios en Cristo Jesús: la
caridad.
Pablo sabe que sólo los que están «arraigados y fundamentados en el amor» (v. 17), en comunión con los otros
creyentes, se encuentran en condiciones de comprender «la anchura, la longitud, la altura y la profundidad»
del a m o r que supera con m u c h o toda medida y categoría h u m a n a s (v. 18). Y es que, efectivamente, es por
Dios y con la energía de Dios como podemos llevar a
cabo nuestra estupenda vocación: la de ser colmados «de
la plenitud misma de Dios» (v. 19).
Siempre con el impulso de una profunda admiración, Pablo expresa su alabanza a un Dios que tiene el
poder de obrar cosas mucho más grandes de lo que
requieren nuestras peticiones y nuestras mismas aspiraciones. Sentimos vibrar en toda la perícopa un
conocimiento del misterio de Dios que no es fruto del
esfuerzo intelectual, sino de un a m o r estupefacto,
que brota de una actitud profundamente interior y
contemplativa.
Evangelio: Lucas 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:"' He venido a
prender fuego a la tierra, y ¡cómo desearía que ya estuviese ardiendo! 50 Tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y estoy angustiado hasta que se cumpla. 51 ¿Creéis que he venido
a traer paz a la tierra? Pues no, sino división. " Porque de ahora en adelante estarán divididos los cinco miembros de una
familia, tres contra dos, y dos contra tres. •" El padre contra el
hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija
Jueves
177
contra la madre; la suegra contra la nuera, y la nuera contra la
suegra.
**• Por si acaso la oración de Pablo, leída en clave espiritualista, nos hubiera conducido por caminos aéreos
no fundamentados en la realidad, la perícopa del evangelio de hoy está hecha adrede para hacernos caer de
toda ilusión. No estamos dispuestos «naturalmente» a
acoger toda «la plenitud misma de Dios»; la dilatación
de nuestro corazón a las dimensiones de la vocación
cristiana no es algo que tenga lugar por un proceso espontáneo. A esta plenitud no se llega sin el combate espiritual. Jesús, que se declaró hasta tal punto por la paz
que la convirtió en su saludo y en su don cada vez que
se aparece como resucitado, está, sin embargo, decididamente en contra del pacifismo: contra ese pacifismo
falso que es hijo de la equivocidad, de la confusión, de
la cobardía, de la tristeza.
«¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues no,
sino división» (v. 51). ¿Cómo? ¿No es el mismo Maestro
y Señor el que, en su última intercesión por los suyos,
oró al Padre para que estuvieran tan unidos que formaran «un solo corazón y una sola alma» (cf. Jn 17)? No se
trata de una contradicción, sino de una profundización
destinada a obtener una mayor claridad.
Precisamente para abrir su corazón y el ambiente en
que vive a la paz de Cristo, que supera todo entendimiento, el seguidor de Jesús debe separarse de cuantos pertenecen, en la mente y en el corazón, a ese m u n d o que
«yace bajo el poder del maligno» (1 Jn 5,19). «No es posible servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24), dijo Jesús.
Pero aquí no se habla sólo del dinero, sino de cualquier otro ídolo que, hospedado a veces en la mente
y en el corazón de sus mismos familiares, le impide al
discípulo crecer en el Reino de Dios, fuente de la paz y
del amor.
29" semana
178
MEDITATIO
En una sociedad como la nuestra, en grave trance,
donde reinan el alboroto y la superficialidad, es preciso
que nos fortalezca el Espíritu en nuestra propia interioridad. El riesgo que nos amenaza constantemente es el
del aplanamiento, el de hacer oídos sordos a una llamada estupenda, como la que nos invita a colmarnos de
toda la plenitud de Dios. Sin el asombro y la alegría que
suponen el tomar conciencia de que estamos llamados
a tan alta dignidad, sin el Espíritu, que -pedido en perseverante oración- viene a hacernos tomar conciencia
en nuestro corazón de nuestras enormes riquezas, el
ámbito de nuestra vida espiritual se convierte en un ámbito de esclavos.
Por otro lado, para que refulja en nosotros este tesoro adquirido y anunciado con la vida, es menester que
la dimensión contemplativa de la Palabra respirada y
vivida se haga concretamente posible a lo largo de nuestras jornadas. ¿Cómo? Con la espada de la que nos
habla Jesús en el evangelio: nuestro libre y querido separarnos de la mentalidad corriente. Si la paz no equivale a pacifismo, tendré que hacer frente en ocasiones a
la contradicción. En ciertos casos, deberé contradecir a
los hombres para agradar a Dios. Allí donde se murmura de los ausentes, allí donde se hacen proyectos familiares o comunitarios «inclinados» a la mentalidad
mundana dejando de lado la evangélica, allí donde se
«roban» haberes sofocando al «ser» y privándole de
tiempos y espacios para estar en silencio de adoración
con Cristo..., en todos estos casos es preciso tener el
coraje de la división.
Sin embargo, con mayor frecuencia tendremos que
usar la espada sólo dentro de nosotros: contra el deseo
de sobresalir, de ser el centro de afecto y de consensos,
contra el desencadenamiento de las pasiones, que, si les
179
Jueves
damos rienda suelta, obnubilan la mente y el corazón,
impidiendo la alegría de la contemplación, de la verdadera vida, que, en cierta medida, ya es bienaventuranza
aquí abajo y remisión a aquel a m o r que ya no tendrá
límites en la vida eterna.
ORATIO
Me arrodillo ante ti, oh Padre, de quien procede
todo don en el cielo y en la tierra. Y te pido que derrames en mí tu Espíritu, para que me despierte a u n a fe
viva que, por la gracia del Señor Jesús, inhabitando en
lo más hondo de mi corazón, me permita comprender
algo del a m o r de mi Dios, que supera toda posibilidad
h u m a n a de conocer.
Concédeme, oh Padre, cada día el a s o m b r o y la
veneración de este a m o r desmesurado. Concédeme la
certeza de que tú, con el poder que ya obra en mí y en
toda la Iglesia, recibes gloria: incluso a través de mi
pequenez, más allá y por encima de todas mis aspiraciones, si persevero en la lucha contra mi ego y sus
mezquinas exigencias, sostenido por tu Espíritu que es
Amor.
CONTEMPLATIO
Decía santa María Magdalena de Pazzi a sus hermanas: «¿No sabéis que mi Jesús no es otra cosa que amor;
más aún, un loco de amor? Sí, un loco de amor en su entregarse en la cruz. Y siempre lo diré. Eres absolutamente amable, fuerte y alegre. Confortas, alimentas y unes.
Eres pena y refrigerio; fatiga y reposo; muerte y vida al
mismo tiempo. Por último, ¿qué es lo que no hay en ti?
Eres sabio y alegre, grande, inmenso, admirable, impensable, incomprensible, inexpresable. ¡Oh amor, amor!».
29a semana
180
Y, dirigiéndose al cielo, decía: «Dame tanta voz, oh
Señor mío, que, al llamarte, sea oída desde Oriente a Occidente, para que seas conocido y amado como el verdadero amor. Tú, que eres el único que penetras, traspasas
y rompes, ligas, riges y gobiernas todas las cosas, tú eres
cielo, tierra, fuego, aire, sangre y agua; tú, Dios y hombre» (M. Buber, Confessioni estatiche, Milán 1987, p. 74).
Viernes
2 9 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Aumenta
mi fe, Señor: hazla operante en la caridad».
LECTIO
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Primera lectura: Efesios 4,1-6
El poder de la fe suscitará un nuevo tipo de hombre capaz de
dominar su propio poder. Para ello hace falta la fuerza desnuda
del espíritu animado por el Espíritu; es necesario crear, siguiendo
la estela de la fe y la contemplación, un auténtico estilo de
humilde y fuerte soberanía. Una nueva santidad, una santidad
hecha de ruptura ascética y transfiguración cósmica, nos permitirá, con el ejemplo y también con una misteriosa transfusión, un
cambio progresivo de las mentalidades y la posibilidad de una
cultura que sirva de mediación entre el Evangelio y la sociedad,
entre el Evangelio y el orden político.
Hermanos: ' Así pues, yo, el prisionero por amor al Señor,
os ruego que os comportéis como corresponde a la vocación
con que habéis sido llamados. 2 Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos los unos a los otros con amor. 3 Mostraos
solícitos en conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad
que es fruto del Espíritu. 4 Uno solo es el cuerpo y uno solo el
Espíritu, como también es una la esperanza que encierra la
vocación a la que habéis sido llamados; 5 un solo Señor, una
fe, un bautismo; 6 un Dios que es Padre de todos, que está
sobre todos, actúa en todos y habita en todos.
En el fondo, no se trata de negar la violencia, sino de canalizarla y transfigurarla, como hizo la Iglesia en la alta Edad Media al transformar al guerrero salvaje en caballero, al ¡efe cruel
y despótico en «santo príncipe». Para esto se hacen necesarias
la ascesis y la aventura, «la lucha interior más dura que una
batalla entre hombres», el gusto por servir y crear, la exigencia
de iluminar la vida con la oelleza «que engendra toda comunión», como decía Dionisio el Areopagita (O. Clément, // potere
crocifisso, Magnano 1999, pp. 55ss).
**• Si hasta aquí el tono de la carta era el de un admirado asombro contemplativo, desde esta perícopa en
adelante prevalece el tono de la exhortación. Pablo se
presenta como «el prisionero por amor al Señor» (v. 1),
cuya autoridad deriva n o sólo de ser apóstol, sino de haber aceptado también las «cadenas» (6,20), obedeciendo
lo que puede exigir la vocación cristiana.
Su invitación no obedece a situaciones particulares
de los destinatarios, sino que va dirigida al cristiano en
182
29a semana
cuanto tal, sin que importe la condición sociopolítica y
temporal a la que pertenezca. Responde, por consiguiente, también a nuestras condiciones y a las exigencias de nuestros días. Se trata, ante todo, de la invitación a dar una respuesta plena y coherente a la
belleza y nobleza de la vocación que acaba de describir.
Es interesante señalar que las cualidades de una vida
comprometida con la realización de esta vocación están
ordenadas a la unidad. La humildad, la amabilidad, la
paciencia, la aceptación recíproca y cordial (v. 2), son elementos absolutamente necesarios para hacer este camino que es, a renglón seguido, obra de unificación perseguida por el Espíritu, en cada uno y en todos, en todos
los ámbitos: el personal, el comunitario y el eclesial.
El apóstol insiste en este fascinante tema del «uno»,
pero, a diferencia de los filósofos neoplatónicos, lo hace
en clave trinitaria. Uno es «el cuerpo» místico (la Iglesia),
una es «la esperanza» -horizonte de luz abierto en nosotros por la llamada-, uno es «el bautismo» y una «la
fe»; uno es, a continuación, «el Señor» Jesús, uno es «el
Espíritu» y uno solo «el Padre de todos», fuente de amor
que obra en todos y por medio de todos. La unidad en la
Trinidad es fundamento y exigencia de la unidad visible,
práctica a la que deben tender los cristianos bajo todos
los cielos y en cualquier época.
Evangelio: Lucas 12,54-59
En aquel tiempo, 54 se puso Jesús a decir a la gente:
-Cuando veis levantarse una nube sobre el poniente decís
en seguida: «Va a llover», y así es. 55 Y cuando sentís soplar el
viento del sur, decís: «Va a hacer calor», y así sucede. 56 ¡Hipócritas! Si sabéis discernir el aspecto de la tierra y del cielo,
¿cómo es que no sabéis discernir el tiempo presente? " ¿Por
qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58
Cuando vayas con tu adversario para comparecer ante el
magistrado, procura arreglarte con él por el camino, no sea
183
Viernes
que te arrastre hasta el juez, el juez te entregue al alguacil y el
alguacil te meta en la cárcel. 59 Te digo que no saldrás de allí
hasta que hayas pagado el último céntimo.
**• Jesús reprocha vigorosamente a la gente de su
tiempo que sepa interpretar los signos meteorológicos
anunciadores del buen tiempo y del malo, pero ande
muy lejos de comprender el signo por excelencia de
su tiempo, que es él mismo, el Unigénito enviado por el
Padre para la salvación de todos.
Comprender el tiempo que se está viviendo significa
comprender las intenciones de Dios, que, en cada tiempo, especialmente por el misterio de la Iglesia y de sus
sacramentos, hace actual el misterio de Jesús con toda
su eficacia de salvación.
Ser capaz de prever a partir de un determinado elemento meteorológico - p o r ejemplo, a partir del viento
del s u r - que hará calor comporta una atención específica e interesada. Ahora bien, si el corazón no presta atención a atisbar la importancia del tiempo como tiempo
para ejercitar la justicia y la caridad dentro de las propias relaciones personales, se corre un gran riesgo. Es
una invitación a reconciliarnos de inmediato y a fondo
con aquellos con los que no estamos en paz, porque, si
nos dejamos atrapar en el remolino de la falta de perdón,
no saldremos indemnes. Es como si Jesús dijera que el
signo del tiempo por excelencia, que es Jesús, es signo
de salvación, pero sólo para quien se compromete con
una vida reconciliada: de paz, de justicia y bondad.
MEDITATIO
Es importante comprender los signos de los tiempos, porque en el tiempo - y n o fuera de él, en la ahistoricidad- es posible comprender las intenciones de
184
29a semana
Dios. Él, con su próvido amor, actúa en todo tiempo. Y
m e llama, en este tiempo que m e ha sido dado, a leer
los signos de salvación y también los de perdición, ambos típicos del «hoy». El signo por excelencia es siempre, evidentemente, Cristo, con su misterio pascual. Él
m e salva a medida que, leyendo los signos y confrontándolos con la Palabra, dejo que esta última dé fruto
en mí y en mi tiempo, porque, al ponerla en práctica,
permito al poder de Dios que obre más allá de mis
expectativas.
A buen seguro, un gran signo positivo de nuestro
tiempo es la globalización, el paso de un m u n d o dividido y fragmentado a ese otro al que M. McLuhan, gran
teórico de la comunicación, ha llamado «aldea global».
Pues bien, los mismos instrumentos de comunicación,
cada día más poderosos, pueden facilitar enormemente
la unificación y, por consiguiente, la paz del mundo.
Ahora bien, ¿con qué condiciones? Sólo con la condición de que la persona h u m a n a (en particular el
creyente) intente salir de la fragmentación del individualismo y llegue a la unificación de su persona. Si mi
vocación es la de ser consciente de que, por la fe, Cristo
habita en mi corazón y así, arraigado y fundamentado
en su caridad, puedo ser nuevamente colmado de toda
la plenitud de Dios, es en él donde me voy unificando en
el corazón y en todas las facultades y potencias, en toda
mi persona. ¿Los medios? San Pablo nos los acaba de
indicar: la humildad, la amabilidad, la paciencia, el
soportarse los unos a los otros con amor.
Buscar todo lo que une y prescindir de lo que divide,
como decía y practicaba el papa Juan XXIII, es la clave
que tenemos al alcance de nuestra mano para entrar
e ir realizando, día a día, u n proyecto de unificación
personal y comunitario, eclesial, social y... planetario.
De este modo, también mi tiempo, que se encuentra
sustancialmente bajo el signo de Jesús, se convierte
para mí en un tiempo de días claros, soleados por su
Viernes
185
salvación y por mi hacerme, en él y con él, instrumento
de unidad y de paz.
ORATIO
Te pido, Señor, que me ayudes a prestar atención a
los signos de mi tiempo. Sobre todo a través del Espíritu
Santo, que, en la Santísima Trinidad, es vínculo de unión
sustancial, haz que yo viva y obre apasionándome por la
causa de la unidad como respuesta a ese signo de mi
tiempo que es la aspiración a la unificación del mundo.
Para ello, sin embargo, te ruego que me concedas un
corazón leal y animoso, a fin de que quiera convertir,
mi ser, dividido y fragmentado con frecuencia, a la «única cosa necesaria»: amarte a ti, Señor, y amar a todos y
a cada uno en ti y por ti. Haz que prescinda de todo lo
que es causa de división y acoja y potencie todo lo que
une en el signo de tu poder obrador de salvación: tu
muerte y resurrección.
CONTEMPLATIO
Oh Trinidad, mi bien único, eres fuego que siempre
arde y no se consume; fuego que quemas con tu calor
todo amor propio del alma; fuego que hace desaparecer
toda frialdad, fuego que ilumina. Con tu luz me has hecho conocer tu verdad: tú eres la luz superior a cualquier otra luz que ilumine el ojo del intelecto, con tanta
abundancia y perfección que incrementas en claridad la
luz de la fe. A través de esta fe veo que mi alma tiene
vida, y, gracias a esta luz, te recibe a ti, fuente de la luz.
A la luz de la fe adquiero la sabiduría a través de la
sabiduría del Verbo, tu Hijo; a la luz de la fe espero...
Esta luz es, verdaderamente, u n mar, porque alimenta
29" semana
186
el alma en ti, m a r de paz, Trinidad eterna. Tu agua es
u n espejo p o r medio del cual quieres que yo te conozca, ya que, m i r a n d o en este espejo, manteniéndolo con
la m a n o del amor, ésta representa en ti a mí, que soy tu
criatura, y representa a ti en mí p o r la unión que has
h e c h o de la naturaleza divina con nuestra h u m a n i d a d
(Catalina de Siena, Dialogo della divina
Provvidenza,
Bolonia 1989, p. 468 [edición española: El diálogo, Ediciones Rialp, Madrid 1956]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Concédeme vivir unido contigo, conmigo y con todos
con el vínculo de la paz».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán
todos que sois discípulos míos» (Jn 13,35). «Los unos a los otros»,
dice Cristo, no dice «a Dios». Nuestro amor a Dios sólo lo atestigua el amor fraterno. En efecto, «quien no ama a su hermano,
al que ve, no puede amar a Dios, al que no ve» (1 Jn 4,20). Los
buenos sentimientos de amor a Dios pueden producir ilusión, pero
no así el amor fraterno. Por eso seremos juzgados por nuestro
amor activo, por nuestro amor a todos los hombres indigentes que
encontremos en nuestro camino [cf. Mt 25,31-46). Si ae verdad
nos hemos dejado reconciliar por Cristo Jesús con Dios, también
debemos estar reconciliados entre nosotros; debemos recurrir a
todo, a fin de que se recomponga también la unidad externa de
la cristiandad, que internamente no hemos perdido nunca, dado
que hemos sido redimidos en Cristo.
Esta unidad interna debe ser resorte vivo para la convivencia
fraterna de todos los cristianos, y entonces el amor a Cristo nos
liará recobrar también la unidad externa como testimonio y
anticipación de aquella unidad en la que nosotros y todos los
Viernes
187
hombres de buena voluntad seremos asumidos de manera
bienaventurada para toda la eternidad en la gloria del Padre
(«P. Seethaler», en F. W. Bautz [ed.], La parola della croce,
Asís 1969).
Sábado
29 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 4,7-16
Hermanos: 7 A cada uno de nosotros, sin embargo, se le ha
dado la gracia según la medida del don de Cristo. 8 Por eso
dice la Escritura: Al subir a lo alto llevó consigo cautivos, repartió dones a los hombres. 9 Eso de «subió» ¿no quiere decir
que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? 10 Y el
que bajó es el mismo que ha subido a lo alto de los cielos para
llenarlo todo. " Y fue también él quien constituyó a unos
apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas y a otros pastores y doctores. n Capacita así a los creyentes para la tarea
del ministerio y para construir el cuerpo de Cristo, B hasta
que lleguemos todos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, hasta que seamos hombres perfectos,
hasta que alcancemos en plenitud la talla de Cristo.
14
Así que no seamos niños caprichosos, que se dejan
llevar por cualquier viento de doctrina, engañados por esos
hombres astutos, que son maestros en el arte del error. ,5 Por
el contrario, viviendo con autenticidad el amor, crezcamos
en todo hacia aquel que es la cabeza, Cristo. 16 A él se debe
que todo el cuerpo, bien trabado y unido por medio de todos
los ligamentos que lo nutren según la actividad propia de
cada miembro, vaya creciendo y construyéndose a sí mismo
en el amor.
190
29a semana
*• Pablo acaba de hablar hace u n m o m e n t o de la belleza y la importancia que tiene sentirnos partícipes de
un solo cuerpo, la Iglesia, y ha exaltado la dimensión
de la unidad. Ahora, en cambio, despliega su argumentación en favor de la variedad y riqueza de los
dones que, distribuidos por Cristo en su ascensión al
cielo, quedan personalizados.
El apóstol ejemplifica diciendo que Jesús, después
de haber subido por encima de todo para «llenar» - d e
vida y gracia sobreabundante, como es obvio- todas
las cosas, ha llamado a algunos para entregarles el don
de constituirles apóstoles, ha llamado a otros para constituirles profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y
doctores. Cada uno tiene un don relacionado con su tarea específica, pero todos y todo está ordenado, a continuación, al crecimiento armónico del «cuerpo de Cristo»
(v. 12), que es la Iglesia. Los individuos están dotados de
su carisma para beneficio de toda la comunidad cristiana. En la medida en que cada uno los administre como
es debido, obrando «con autenticidad el amor» (v. 15),
todos y cada uno realizarán en «plenitud la talla de
Cristo» (v. 13), que procede del tender constantemente
a él, «que es la cabeza» (v. 15b).
Pablo subraya la belleza de la consecución de la
plenitud de esta talla que procede de vivir de manera
solidaria, en beneficio del crecimiento de todo el cuerpo presidido por la caridad. Lo contrario, que el apóstol
denuncia y contra lo que pone en guardia, es el desordenado e infantil dejarse llevar por todas las olas y todos
los vientos de pensamiento que estén de moda, arrastrados por hombres que obran el engaño con tal astucia que, casi sin que medie pensamiento alguno, lleva
al error (v. 14).
También se puede ahondar en este tema de la tensión
entre la diversidad y la unidad leyendo 1 Cor 12,4-21,
donde Pablo habla de carismas más extraordinarios.
Sábado
191
Evangelio: Lucas 13,1-9
En aquel tiempo, ' llegaron unos a contarle lo de aquellos
galileos a quienes Pilato había hecho matar, mezclando su
sangre con la de los sacrificios que ofrecían. 2 Jesús les dijo:
-¿Creéis que aquellos galileos murieron así por ser más
pecadores que los demás? } Os digo que no; más aún, si no os
convertís, también vosotros pereceréis del mismo modo. " Y
aquellos dieciocho que murieron al desplomarse sobre ellos la
torre de Siloé, ¿creéis que eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusalén? 5 Os digo que no, y, si no os convertís, todos pereceréis igualmente.
6
Jesús les propuso esta parábola:
-Un hombre había plantado una higuera en su viña, pero,
cuando fue a buscar fruto en la higuera, no lo encontró. 7 Entonces dijo al viñador: Hace ya tres años que vengo a buscar
fruto en esta higuera y no lo encuentro. ¡Córtala! ¿Por qué ha
de ocupar terreno inútilmente? 8 El viñador le respondió: «Señor, déjala todavía este año; yo la cavaré y le echaré abono, 9 a
ver si da fruto en lo sucesivo; si no lo da, entonces la cortarás».
*+• Jesús está muy atento a la vida, a la historia. En
efecto, la ocasión de la enseñanza que ofrece aquí se la
brinda u n a doble noticia de sucesos (w. 2.4). Pilato ha
hecho matar a unos galileos mientras ofrecían sacrificios en el templo. Es probable que la causa que desencadenó esa orden fuera la oposición de los galileos a su
disposición de usar los fondos del tesoro del templo
para construir u n acueducto.
De esta noticia y de la otra, referente a la muerte de
dieciocho personas por el desplome de la torre de Siloé,
extrae Jesús dos consideraciones importantes: en primer lugar, el hecho de que urge siempre, de todos modos, convertirse (w. 3.5). De lo contrario, el punto de
llegada es la perdición. No hay escapatoria. La segunda
consideración es que Dios no es un «castigador» que
esté esperando un fallo nuestro para castigarnos. Sería,
pues, necio por nuestra parte «interpretar» los hechos
29° semana
192
calamitosos de la existencia -la nuestra y la de los
o t r o s - en clave de castigo divino. El tiempo de la vida
es el que es. No sabemos cuándo acabará el nuestro.
En consecuencia, siempre es tiempo de «dar fruto»
de buenas obras, precisamente mientras tengamos
tiempo.
La otra pequeña parábola, la del h o m b r e que busca
frutos en la higuera que ha plantado en su viña, completa la enseñanza sobre la conversión, manifestando
otro aspecto importantísimo: la paciencia de Dios,
su inmensa misericordia y su voluntad de salvación.
Ciertamente, la higuera alude a Israel, que se muestra
infructuoso en su constante alejamiento de Dios (cf.
Is 5,1-7; Jr 8,13). Pero la prolongación del plazo para
cortarla y los amorosos cuidados («déjala todavía este
año; yo la cavaré y le echaré abono»: v. 8) expresan la
mediación salvífica llevada a cabo por Jesús y por su
intercesión ante el Padre: no sólo por Israel, sino por
todos nosotros.
Sábado
193
a favor de la isla feliz del «hago lo que quiero y me place», actualizaré la invitación q u e me lanzan a que
aproveche mis días y la misericordia de Dios para convertirme. ¿Convertirme a qué? Al misterio de Cristo
como cuerpo místico del que yo soy miembro. Convertirme a vivir «con autenticidad el amor» (v. 15), pero en
solidaridad con los otros miembros del cuerpo de Jesús, colaborando al bien de todos con la energía que
m e da el Espíritu Santo, potenciando mis dones naturales.
Hoy intentaré hacer balance. ¿Me demoro tal vez
a ú n como u n niño «traqueteado» por cualquier lógica
m u n d a n a o me dejo «llenar» de gracia, identificando
bien cuál es mi llamada personal, que, sin embargo,
percibo cada vez mejor c o m o un don destinado al
desarrollo armónico de la totalidad del cuerpo: la
Iglesia?
ORATIO
MEDITATIO
Para que «dé fruto», es menester que el árbol haya llegado a su plena madurez. Ésta es la conexión entre el
evangelio de hoy y la primera lectura, en la que Pablo
presenta la enseñanza de la continua conversión al hilo
de la adquisición de la plena madurez (a la talla de Cristo) abriéndose al misterio de Cristo. En un m u n d o que se
ha vuelto opaco por tanto egoísmo y está encerrado
en el cálculo más mezquino y en el individualismo, es
importante que yo descubra los «dones» que Dios me
ha dado.
Me sentiré a m a d o y enriquecido por lo que es específico de mi persona, me sentiré amado y llamado. Lejos de seguir los caminos de la lógica mundana, que está
Señor Jesús, me considero u n árbol granuja: tardo
siempre mucho en dar frutos d e conversión. Me asombra la belleza de tu misterio y m e siento repleto de gratitud cuando pienso en mi vocación personal y en tus
dones. Tú, no obstante, a y ú d a m e a reconocerlos como
tales y a vivirlos en el interior d e una dinámica de verdadera conversión.
Hazme, pues, respirar y obrar con autenticidad el
amor. Siempre, en todas partes ) con todos. Y hazme
crecer en todo dirigido a ti, aprovechando la energía de
tu Espíritu, para que pueda «romper» con las lógicas de
este m u n d o y abrirme de par e n par al espíritu de plena
colaboración, solidario con c a d a hermano que busque
el bien, a fin de que crezca tu Reiao: levadura, sal y luz
del mundo.
29a semana
194
195
la montaña», el espíritu de las bienaventuranzas, el perdón, la
gratuidad; y la gente que vive a mi alrededor, antes o después,
me preguntará: ¿cómo es que vives así? Un estilo de vida que no
excluye a nadie, que no rechaza a nadie, que es camino de seguimiento de Jesús, es el primer modo de contagiar a los otros.
CONTEMPLATIO
Señor,
te lo suplico,
llámame a tu juicio.
Que tu juicio me libere,
que tu luz separe la luz de la noche,
que tu espada separe la vida de la muerte,
que tu Palabra me diga lo que eres
y lo que no eres,
que tu mirada aleje de mí lo que no eres tú.
Que tu fuego destruya, funda y queme
el mal entretejido en mí, que me martiriza;
el mal reprimido en mí en la raíz y en las fibras
de tu vida crucificada.
Que tu amor llame, suscite
mi rostro en el que puedo reconocer tu vida.
Señor,
te lo suplico,
libérame
(M. Emmanuelle, Seníieri ddl'Invisibile,
p. 95).
Sábado
Milán 1997,
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Hazme vivir, Señor, la autenticidad en la caridad».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El Evangelio se difunde por contagio: uno que ha sido llamado llama a otro. Si he conocido a Jesús y su inmenso amor por
mí, el cuidado que tiene de mi vida, intentaré vivir el «sermón de
Por eso depende de mí, de cada uno de vosotros, que la Iglesia sea cada vez más expresión de la incansable carrera que el
Evangelio desarrolla en la historia. Depende de nuestro vivir el
Evangelio como don interior que hace la vida bella y luminosa,
que hace gustar la paz y la calma en el espíritu. Y es que, desde lo íntimo del corazón, el Evangelio se difunde a la totalidad
de nuestra propia vida personal cual fuente de sentido y de valores para la vida cotidiana, y con ello las acciones de cada día
se enriquecen de significado, los gestos que realizamos adquieren verdad y plenitud.
Las páginas de la Escritura iluminan los acontecimientos de la
¡ornada, lá oración nos conforta y nos sostiene en el camino, los
sacramentos nos hacen experimentar el gusto de estar en Jesús
y en la Iglesia. Se abre aquí el espacio cíe una caridad que me
impulsa a amar como Jesús me ha amado, y el espacio de la
vida de la comunidad cristiana se convierte en lugar de significados y de valores que despejan el camino y de gestos que
llenan la vida. Nace la posibilidad de entretejer relaciones auténticas, de crecer en la verdadera comunión y en la amistad
(C. M . Martini, // Padre di tutti, Bolonia-Milán 1 9 9 9 , p. 466).
Lunes
30 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 4,32-5,8
Hermanos: ">32 Sed más bien bondadosos y compasivos los
unos con los otros y perdonaos mutuamente, como Dios os ha
perdonado por medio de Cristo.
5,1
Sed, pues, imitadores de Dios como hijos suyos muy
queridos. 2 Y haced del amor la norma de vuestra vida, a imitación de Cristo, que nos amó y se entregó a sí mismo por
nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios.
1
En cuanto a la lujuria o cualquier clase de impureza o
avaricia, que ni siquiera se nombren entre vosotros, pues así
corresponde a creyentes. 4 Y lo mismo hay que decir de las palabras torpes y las conversaciones estúpidas o indecentes que
están fuera de lugar. Ocupaos más bien de dar gracias a Dios.
5
Porque habéis de saber que ningún lujurioso o avaro -que es
como si fuera idólatra- tendrá parte en la herencia del Reino
de Cristo y de Dios.
6
Que nadie os seduzca con razonamientos vanos; son precisamente estas cosas las que encienden la ira de Dios contra
los hombres rebeldes. 7 No os hagáis, pues, cómplices suyos.
8
En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el
Señor. Portaos como hijos de la luz.
*• El bautizado vive en Cristo (cf. Ef 2,10), es morada
del Espíritu (cf. 2,22); sus acciones deben estar en ar-
198
30a semana
monía con la verdad y la caridad (cf. 4,15) y deben corroborar la unidad de la comunidad (cf. 4,16). La benevolencia, la misericordia, el perdón recíproco, son las
actitudes que califican las relaciones entre cristianos.
Éstos son conscientes de haber recibido gratuitamente
el amor de Dios en Cristo (4,32). Pablo exhorta a los
creyentes a actuar como actúa Dios. Nos vienen a la
mente aquellas palabras de Jesús: «Sed misericordiosos
como vuestro Padre es misericordioso» (Le 6,36). Los
cristianos, convertidos en hijos adoptivos de Dios, han
de vivir ese amor del que Jesús dio ejemplo con su entrega total (Ef 5,2; cf. Jn 15,13).
Dicho de manera negativa, la auténtica vida nueva en
Cristo comporta el abandono de las costumbres y tendencias que no se corresponden con el amor. Pablo enumera aquí una serie de acciones que, por manifestar
una relación desordenada con la sexualidad y con los
bienes, ignoran el único señorío de Jesucristo y del Padre (w. 3-5). El placer y el tener, convertidos en ídolos,
las palabras torpes y las conversaciones estúpidas que
llevan a la vulgaridad: todo eso no puede ser más que
objeto de condena por parte de Dios y motivo de exclusión de su Reino. De ahí la invitación apremiante
del apóstol, a fin de que los efesios que se han hecho
cristianos no sigan a los que intentan asociarlos a su
propia rebelión contra Dios y volver a llevarlos al primitivo estado prebautismal en el que antes se encontraban (w. 6ss). Tras haber sido iluminados por la gracia
del sacramento, ya no han de vivir en las «tinieblas» de
la lejanía de Dios, sino en la «luz» de la comunión con
él, de quien ahora son hijos (v. 8; cf. Jn 8,12).
Evangelio: Lucas 13,10-17
En aquel tiempo, l0 estaba Jesús enseñando en una sinagoga un sábado " y había allí una mujer que desde hacía diecio-
Lunes
199
cho años estaba poseída por un espíritu que le producía una
enfermedad; estaba encorvada y no podía enderezarse del
todo. I2 Jesús, al verla, la llamó y le dijo:
-Mujer, quedas libre de tu enfermedad.
13
Le impuso las manos y, en el acto, se enderezó y se puso
a alabar a Dios. '4 El jefe de la sinagoga, indignado porque
Jesús curaba en sábado, empezó a decir a la gente:
-Hay seis días en que se puede trabajar. Venid a curaros en
esos días y no en sábado.
15
El Señor le respondió:
-¡Hipócritas! ¿No suelta cada uno de vosotros su buey o su
asno del pesebre en sábado para llevarlo a beber? 16 Y a ésta,
que es una hija de Abrahán a la que Satanás tenía atada hace
dieciocho años, ¿no se la podía soltar de su atadura en sábado?
17
Al hablar así, quedaban confusos todos sus adversarios,
pero toda la gente se alegraba por los milagros que hacía.
*•• Jesús está en marcha hacia Jerusalén {cf Le 9,51),
lugar donde tuvo comienzo su manifestación (cf. 2,22ss;
2,4 lss) y donde se consumará su misión salvífica (cf.
13,33; 19,28ss). Lucas sitúa en el interior de este gran
viaje las enseñanzas de Jesús a sus discípulos. Éstos
están llamados a recorrer de nuevo su mismo camino,
volviendo a partir de Jerusalén (cf. 24,47; Hch 1,8).
El milagro de la curación de la mujer encorvada sólo
lo narra Lucas. La curación realizada en sábado presenta la ocasión de afirmar el aspecto central del mensaje evangélico: el a m o r de Dios revelado por Jesús
libera al hombre de las estrecheces de u n a ley que, entregada para asegurar la libertad, había terminado por
hacerlo esclavo. Se trata de un amor gratuito, como la
curación de esta mujer, que no la había pedido (v. 12).
La ley del sábado, convertida durante el período postexílico en el fulcro de la religiosidad judía, había perdido
la motivación originaria del tiempo sagrado por la comunión con Dios. La casuística rabínica había asimilado ciertas acciones, como las de llevar a cabo curaciones, a la prohibición de realizar cualquier trabajo, una
30a semana
200
prohibición sólo derogable en caso de peligro para la
supervivencia. Jesús, con su gesto gratuito, afirma que
el sábado está al servicio de la vida: para quien ama a
Dios, no hacer el bien equivale a hacer el mal. Y, efectivamente, es u n «mal» el desdén del jefe de la sinagoga
(v. 14), así como los pensamientos rencorosos, fácilmente adivinables, de los adversarios de Jesús, para
quienes el anuncio del Reino de Dios se resuelve en vergüenza y confusión (v. 17a).
Jesús, cuya palabra realiza lo que dice y cuyos gestos
son sencillos (v. 13) en comparación con los de los taumaturgos orientales, se presenta como el liberador del
espíritu maligno -considerado como origen del m a l - que
deforma la imagen divina del hombre (cf. Gn l,26ss)
haciéndolo esclavo, incapaz de levantar la mirada a su
Creador (cf. Sal 121,1; 123,1). El hombre, restituido a la
dignidad de la relación vital con Dios, está nuevamente
colmado de alegría y, viviendo en plenitud su existencia,
da gloria a su Señor y Salvador, exaltando su maravilloso obrar (w. 13b. 17b).
MEDITATIO
Los cristianos son personas liberadas de la opresión
del carácter finito de las criaturas: éste ya no es obstáculo que impida la relación personal con Dios, porque
Dios mismo la ha hecho posible y la ha manifestado en
el Señor Jesús. Los cristianos han sido liberados de todo
vínculo que dificulte la convivencia humana: el único
vínculo es el amor, que promueve la vida de todos, porque anima a cada uno a hacer el bien. ¿Cómo atestiguar
este don de libertad?
Hay una elección precisa que, en cuanto cristiano,
debo llevar a cabo en la vida de cada día: la de comportarme como se comportó Jesús. Misericordia, perdón,
201
Lunes
benevolencia: ésos son los atributos de Dios que estoy
llamado a hacer visibles en mi ambiente. Con todo, me
doy cuenta a menudo de que, siendo misericordioso,
teniendo un corazón benévolo, intentando perdonar...,
me pongo a contracorriente respecto a la mayoría y me
encuentro solo. Parece paradójico: ¿es que acaso vivir
en comunión con Dios me aleja de los otros?
Es así, porque la propuesta de un amor que se da por
completo a sí mismo parece incómoda, mientras que la
riqueza y el sexo fáciles parecen seductores. Yo, cristiano
de hoy, ¿de qué parte me encuentro?
ORATIO
Cuántas veces ni siquiera te pido que m e ayudes a
mirar hacia arriba, Señor, y finjo estar satisfecho con mi
mirada a ras de tierra... Cuántas veces me digo que, después de todo, no es tan malo escarbar en la superficialidad y camuflo el vacío que experimento con ebriedades
epidérmicas...
¡Señor, toma tú una vez más la iniciativa! Despierta
en mí la conciencia de ser como tú me has hecho con el
bautismo: hijo libre de amar, capaz de gestos que son
chispas de luz en las tinieblas de la mezquindad y del
egoísmo. Señor, salvador de mi vida.
CONTEMPLATIO
La perfección de la vida cristiana consiste en unirnos
con el alma, con las palabras y con los hechos de la vida
misma a todos los términos que explican el nombre de
Cristo. Alguien podría objetar que este bien es difícilmente realizable, puesto que sólo el Señor de lo creado
es inmutable, mientras que la naturaleza h u m a n a es
30" semana
202
mutable y está inclinada a los cambios. El h o m b r e no es
mutable sólo en relación con el mal. La más bella manifestación de la mutabilidad está representada por el
crecimiento en el bien: el ascenso a u n a condición mejor convierte en un ser m á s divino a quien se transform a en sentido bueno. Lo que nos parece temible (hablo
de la mutabilidad de nuestra naturaleza) es, en realidad,
u n ala adaptada al vuelo hacia las cosas más excelsas.
La verdadera perfección consiste, en efecto, precisamente en esto, en no detenerse nunca en el propio crecimiento y en no circunscribirlo dentro de un límite (Gregorio de Nisa, Fine, professione e perfezione del cristiano,
Roma 2 1996, pp. 113-115, passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Cristo me ha amado y se ha entregado a sí mismo
mí» (cf. Ef 5,2).
por
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Existe una vida escondida en el hombre que sostiene su esperanza. ¿Serás capaz de prestarle atención? Sin esa esperanza, arraigada en el centro de tu corazón, sin ese ir más allá de
tu persona, pierdes el gusto de avanzar. No se trata de una
esperanza que es pura proyección de tus deseos, sino de esa
ue conduce a vivir lo inesperado, incluso en situaciones sin vía
e salida. Esta esperanza engendra un impulso de creatividad:
este impulso destruye los determinismos de la injusticia, del odio,
de la opresión. En íntimo coloquio, se trata de una esperanza
que procede de Otro y que puede reinventar el mundo.
3
Cuando pones el centro del universo en ti mismo, te hundes
en el egocentrismo y se dispersan las energías de la creatividad
y del amor. Para trasladar a otro lugar ese centro y para que en
él se encienda el amor, dispones del mismo fuego que cualquier
Lunes
203
otro hombre posee en la tierra: el Espíritu que está dentro de ti.
Deja que sus impulsos, su espontaneidad, sus inspiraciones, se
despierten y verás que tu vida se vuelve fuerte y densa.
Una vez situado en las vanguardias de la Iglesia, ¿serás portador de agua viva? ¿Apagarás la sed del que busca la fuente?
No basta con el deseo de ser servidor de la paz y de la justicia
para llegar a serlo. Es preciso subir a la fuente y reconciliar en
nosotros mismos lucha y contemplación. ¿Quién podría aceptar
ser un conformista de la oración, de la justicia o de la paz?
¿Quién podría soportar que se dijera de él: dice, pero no hace?
Dice «Señor, Señor», pero no hace su voluntad; dice «Justicia,
justicia», pero no la practica; dice «Paz, paz», pero dentro de
él está la guerra (R. Schutz, Vivere l'inesperato, Brescia 2 1978,
pp. 7-9, passim).
Martes
30 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 5,21-33
Hermanos: 2I Guardaos mutuamente respeto en atención
a Cristo. 22 Que las mujeres respeten a sus maridos como
si se tratase del Señor; 23 pues el marido es cabeza de la
mujer, como Cristo es cabeza y al mismo tiempo salvador
del cuerpo, que es la Iglesia. 24 Y como la Iglesia es dócil a
Cristo, así también deben serlo plenamente las mujeres a sus
maridos.
25
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la
Iglesia y se entregó a sí mismo por ella 26 para consagrarla a
Dios, purificándola por medio del agua y la Palabra. 27 Se
preparó así una Iglesia esplendorosa, sin mancha ni arruga
ni cosa parecida; una Iglesia santa e inmaculada. 2S Igualmente, los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, 29 pues
nadie odia a su propio cuerpo; antes bien, lo alimenta y lo
cuida como hace Cristo con su Iglesia, 30 que es su cuerpo,
del cual nosotros somos miembros.
31
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para
unirse a su mujer, y llegarán a ser los dos uno solo. 32 Gran
misterio éste, que yo relaciono con la unión de Cristo y de la
Iglesia. " En resumen, que cada uno ame a su mujer como se
ama a sí mismo y que la mujer respete al marido.
206
30" semana
*•• Después de haber hablado de una manera difusa
sobre la vida nueva de los bautizados {cf. Ef 4,17-5,20),
Pablo concentra ahora su propia atención sobre las relaciones en el interior de la familia (5,21-6,9). El v. 21 nos
ofrece la clave de lectura de toda la sección: el cristiano,
unido a Cristo por el bautismo, imprime el servicio y la
obediencia a todas sus relaciones con los demás.
Nuestro pasaje considera la relación
marido-mujer.
Pablo desarrolla una doble comparación: como Cristo
ama a la Iglesia, se entrega a sí mismo por ella y le dispensa todas las atenciones, así ha de hacer el marido con
su mujer (v. 25); como la Iglesia responde al a m o r de
Cristo con la obediencia y la sumisión, así la mujer respecto al marido (w. 22-24). El amor de Cristo a la Iglesia
ha de ser, por tanto, el modelo de la unión conyugal: éste
es el gran misterio que anuncia el apóstol (v. 32).
Las alusiones bautismales (v. 26: consagración, purificación, palabra) motivan e iluminan las exhortaciones. En el bautismo ha mostrado Cristo su amor a la
Iglesia haciéndola pura, espléndida, digna de ser su esposa. Nada puede ocultar su belleza o servir de pretexto para el repudio: él lo garantiza (w. 26a.27). La exhortación a amar a la esposa dirigida al marido está
reforzada con el ejemplo del cuerpo (v. 28): la mujer es
parte del cuerpo del hombre, dado que el vínculo matrimonial hace de dos una sola carne, así como la Iglesia forma parte del único cuerpo de Cristo. «Alimentar»
y «cuidar» expresan las acciones propias del amor que
tutela la vida (w. 29-31).
La insistencia en la sumisión recomendada a la mujer (w. 22.24.33) tiene que ser comprendida en el contexto de la sociedad patriarcal, en la que la supremacía
masculina estaba fuera de discusión y la mujer era considerada propiedad del marido {cf Ex 20,17b). Con la
fuerte acentuación del paralelismo entre la relación marido-mujer y larelación Cristo-Iglesia, la concepción pa-
Martes
207
triarcal de las relaciones conyugales asume tonos absolutamente nuevos: la sumisión al marido, a quien se
exhorta repetidamente a que a m e a su mujer, parece
asumir el significado de u n a respuesta al amor ofrecido,
más que el de una pasiva sumisión a una autoridad
reconocida como de derecho natural.
Evangelio: Lucas 13,18-21
En aquel tiempo, 18 Jesús añadió:
-¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué lo compararé?
19
Es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su
huerto; creció, se convirtió en árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
20
De nuevo les dijo:
-¿Con qué compararé el Reino de Dios? 21 Es como la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina,
hasta que todo fermenta.
•*• Jesús, al curar en sábado a la mujer encorvada
{cf. Le 13,10-17), se manifestó como Señor del tiempo:
él es el «hoy» de la salvación que se lleva a cabo en el
amor. El Reino d e Dios está presente entre los hombres
{cf. 17,21). Las parábolas que siguen -las que componen
el fragmento litúrgico de hoy- ilustran dos características peculiares del Reino de Dios: su gran expansión y su
fuerza
transformadora.
Entre los numerosos relatos parabólicos que, en la
construcción lucana, cubren el viaje de Jesús hacia Jerusalén, sólo las dos parábolas que acabamos de leer se
refieren directamente al Reino de Dios. Ponen de manifiesto su g r a n expansión en el mundo, fruto de la obra
evangelizadora d é l o s discípulos, obedientes al mandato recibido del Maestro (cf. 24,45-49; Hch 1,8). Los modestos c o m i e n z o s inte caracterizan el ministerio de Jesús tienen, p u e s , un gran desarrollo: la difusión de la
30a semana
208
Palabra de Dios, que resuena en todo el mundo y de la
que todos reciben vida, es comparable al árbol cósmico
de Dn 4,7a-9, cuya imagen recuerda el crecimiento del
arbusto de la mostaza (w. 18ss).
La otra característica del Reino de Dios es su fuerza
intrínseca, que obra u n desarrollo cualitativo del mundo. Como la levadura, escondida en la masa inerte de
harina, provoca su crecimiento, así el Reino de Dios,
mediante la evangelización animada por el poder del
Espíritu Santo, transforma todo el mundo, sin ninguna
discriminación.
MEDITATIO
El amor entre el hombre y la mujer, recuperación de
la imagen y semejanza plena del ser h u m a n o con Dios,
constituye la expresión más elevada y significativa de la
existencia humana. Sin embargo, ha sido enormemente
envilecido, incluso entre los cristianos, reduciéndolo a
necesidad de placer, a exigencia psicobiológica.
Dios, al hacerse hombre, ha dado un valor «divino» a
las realidades humanas. Comprender y experimentar la
libertad y la plenitud de vida que brotan del vivir la relación entre los esposos, considerando la que hay entre
Cristo y la Iglesia, que somos todos nosotros, como un
ejemplo y un punto de atracción, es dilatar el Reino de
Dios en este mundo. ¿Nos daremos cuenta alguna vez
suficientemente de que no hay «asuntos privados» en
los que cada chispa de amor no sea convertida por el
Espíritu de Dios en alimento para tantos «hambrientos»
de bien, de afecto y de calor humano?
Dios continúa obrando a lo grande a través de nuestra pequenez; continúa revelando su misterio infinito a
través de nuestro limitado orden cotidiano. ¿Aceptaremos, por fin, tomarnos en serio nuestra vida h u m a n a ?
Martes
209
ORATIO
¡Oh Dios, qué grande es tu misterio! Cuando me
encierro en mí mismo, digo que se me escapa. Cuando
me abro a ti de manera confiada, me estremezco de
estupor.
Tú manifiestas tu verdad - a m o r personal ofrecido
a todos los h o m b r e s - por medio de mi vida, por muy
pequeña que me parezca. Y buscas su expresión más
fuerte y totalizadora, como es la unión de vida entre el
hombre y la mujer, para hacerme intuir lo intensamente
que estás comprometido conmigo y quieres comprometerme contigo. Que tu voluntad ardiente, que ni disminuye ni disminuirá nunca, haga fermentar, a través de
la obra de tus amigos, la vida de nuestro mundo.
CONTEMPLATIO
El hombre del cual leemos: «Nadie ha subido al cielo,
a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre»
(Jn 3,13), ese hombre dejó padre y madre, es decir, dejó
a Dios, de quien había nacido, y dejó Jerusalén, que es
madre de todos nosotros, y se unió a la carne del hombre como a su esposa. En consecuencia, se unió a su
mujer, ya que, así como el hombre y la mujer forman u n
solo cuerpo, así también la gloria de la divinidad y la
carne del hombre se unen y se configuran, las dos, o
sea, Dios y el alma, en una sola carne. Éste es el gran
misterio, a cuyo conocimiento nos llama la admiración
del apóstol y nos invita la exhortación de Dios, un misterio que, a no dudar, no es extraño a cuanto debe entenderse referido a Cristo y a la Iglesia. De modo que la
carne de la Iglesia es la carne de Cristo, y en la carne de
Cristo está Dios y el alma, y así en Cristo está la misma
realidad que hay en la Iglesia, puesto que el misterio
que creemos presente en la carne de Cristo está igual-
30" semana
210
mente contenido, p o r la fe, en la Iglesia (Juan Casiano,
L'incarnazione del Signore, Roma 1991, pp. 207ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo»
(Ef 5,21).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El matrimonio es una realidad espiritual, o, lo que es lo mismo, un hombre y una mujer se ponen a vivir juntos para toda la
vida no sólo porque experimentan un profundo amor el uno por
la otra, sino porque creen que Dios les ha dado el uno a la otra
para ser testigos vivos de ese amor. Amar significa encarnar el
amor infinito de Dios en una comunión fiel con el otro ser humano. Todas las relaciones humanas, ya sean entre padres e hijos, entre maridos y mujeres, entre amantes y entre amigos o entre miembros de una comunidad, han de ser entendidas como
signos del amor de Dios por la humanidad en su conjunto y por
cada uno en particular. Se trata de un punto de_vista bastante
poco común, pero es el punto de vista de Jesús. Éste nos revela
que hemos sido llamados por Dios a ser testigos vivos de su
amor, y llegarnos a serlo siguiendo a Jesús y amándonos los
unos a los otros como él nos ama. El matrimonio es una manera de ser un testimonio vivo del amor fiel de Dios. Cuando dos
personas se comprometen a vivir ¡untas su vida, viene a la existencia una nueva realidad. «Se convierten en una sola carne»,
dice Jesús. Eso significa que su unidad crea un nuevo lugar sagrado. Muchas relaciones son como dedos entrelazados: dos
personas se aferron la una a la otra como dos manos entrelazadas por el miedo. Dios llama al hombre y a la mujer a una relación diferente. Se trata de una relación que se asemeja a dos
manos unidas en el acto de la oración. Las puntas de los dedos
se tocan, pero las manos pueden crear un espacio parecido a
una pequeña tienda. Ese espacio es un espacio creado por el
Martes
211
amor, no por el miedo. El matrimonio crea un nuevo espacio
abierto, donde se puede manifestar el amor de Dios al «extranjero»: al niño, al amigo, al que nos visita. Este matrimonio se
convierte en un testimonio del deseo que tiene Dios de estar entre nosotros como un amigo fiel (H. J. M. Nouwen, Vivere nelh
Spirito, Brescia 4 1998, pp. 124ss y 127-129).
Miércoles
30 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 6,1-9
1
Hijos, obedeced a vuestros padres como es justo que lo
hagan los creyentes. 2 Honra a tu padre y a tu madre, tal es el
primer mandamiento, que lleva consigo una promesa, a saber:
3
para que seas feliz y goces de larga vida en la tierra.
4
Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino educadlos, corregidlos y enseñadles tal como lo haría el Señor.
5
Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenos con profundo
respeto y con sencillez de corazón, como si de Cristo se tratara.
6
No con una sujeción aparente que busca sólo agradar a los
hombres, sino como siervos de Cristo que cumplen de corazón
la voluntad de Dios. 7 Prestad vuestro servicio de buena gana,
como quien sirve al Señor y no a los hombres, 8 sabiendo que
el Señor dará a cada uno, sea libre o esclavo, según el bien que
haya hecho.
9
Y vosotros, amos, comportaos de la misma manera con
ellos; absteneos de amenazas y tened presente que vuestro
Señor y el suyo está en los cielos y que en él no hay favoritismos.
**• Después de haber exhortado a los cónyuges a vivir
su relación matrimonial en conformidad con su identi-
214
30" semana
dad cristiana icf. Ef 5,22-33), el apóstol se dirige a los
hijos y a los padres. También a ellos les dirige la invitación al m u t u o respeto en la común obediencia a Cristo
icf. 5,21).
A los hijos les recuerda el mandamiento mosaico:
«Honra a tu padre y a tu madre» (Ex 20,12a). La obediencia a los padres tiene que ver con la relación con
Dios, el cual liga a esta relación su bendición, expresada en términos de fecundidad, según la doctrina de la
retribución temporal (v. 3; cf. Ex 20,12b).
A los padres les ha sido confiada la tarea de educar
a los hijos, y la deben llevar a cabo con m a n s e d u m b r e
y premura, no siguiendo sus propios intereses, sino
como servidores de la obra de Dios (v. 4): en él debe
inspirarse y orientarse la acción educadora. La relación
con el Señor y la obediencia a su voluntad califican,
pues, las relaciones entre padres e hijos, iluminando y
corroborando la paciente y suave firmeza de unos y el
respeto de los otros.
También las relaciones entre esclavos y amos reciben
nueva luz del anuncio cristiano. Se trata de relaciones
entre personas sometidas todas ellas al mismo «Señor»
(v. 9b), que, sin favoritismo alguno, reconoce y aprecia
el bien realizado por cada uno, no la situación social
que tiene (\'. 8). Tanto para los esclavos como para los
amos vale la misma Palabra de Jesús: «Os aseguro que
cuando lo hicisteis con uno de éstos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Por eso,
el esclavo, cuando obedece a su amo, obedece a Cristo: su servicio, realizado con sencillez y generosidad,
a s u m e u n valor religioso que excluye todo tipo de
servilismo y la búsqueda de ambiguas complacencias
(w. 5-7). El amo, por su parte, debe tratar al esclavo
del mismo modo que trataría a Cristo, con un corazón
animado por la caridad, exento de arrogancia y autoritarismo (v. 9a).
Miércoles
215
Evangelio: Lucas 13,22-30
En aquel tiempo, " mientras iba de camino hacia Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por los que
pasaba.
23
Uno le preguntó:
-Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Jesús le respondió:
24
-Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, porque os
digo que muchos intentarán entrar y no podrán. 25 Cuando el
amo de casa se levante y cierre la puerta, vosotros os quedaréis fuera y, aunque empecéis a aporrear la puerta gritando:
«¡Señor, ábrenos!», os responderá: «¡No sé de dónde sois!».
26
Entonces os pondréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». " Pero él os dirá:
«¡No sé de dónde sois! ¡Apartaos de mí, malvados!». 28 Entonces lloraréis y os rechinarán los dientes, cuando veáis a
Abrahán, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de
Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera. 29 Pues vendrán
muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, a sentarse
a la mesa en el Reino de Dios. 30 Hay últimos que serán
primeros y primeros que serán últimos.
*•• Comienza u n a nueva etapa en el viaje hacia Jerusalén, marcada por la anotación-sumario del paso de
Jesús por pueblos y aldeas y su incesante enseñanza
(v. 22). La pregunta que abre la nueva sección tiene que
ver con los que formarán parte del Reino de Dios (v. 23).
Jesús no da una respuesta directa sobre el número de los
que se salvarán, sino que exhorta a estar preparados y a
mostrarse solícitos en la acogida del Reino que viene.
Se trata de la urgencia ineludible de comprometernos
con todo nuestro ser, de concentrar todas nuestras fuerzas, como haríamos si tuviéramos que pasar por u n a
puerta estrecha (v. 24). «Hoy» es el momento oportuno
para este compromiso, un compromiso que no hemos
de aplazar: la salvación es el don de Dios al que nos
adherimos haciendo el bien, no simplemente reivindicando vínculos de familiaridad con Jesús (w. 25ss).
30a semana
216
La imagen del banquete escatológico, en el que participan todos los pueblos de la tierra (v. 29), manifiesta la
salvación ofrecida a todos los hombres y acogida por
muchos paganos. Así éstos, los «últimos» en recibir el
anuncio del Evangelio, serán los «primeros» en entrar
en el Reino de Dios, mientras que Israel, primero en
escuchar el anuncio, se verá excluido si no lo acoge
(v. 30). La salvación no es cuestión de pertenencia étnica, sino de fe en Jesús. No es el ser hijo de Abrahán
lo que asegura la participación en el Reino (v. 28), sino
la realización de las obras de Abrahán (cf. Jn 8,39),
el cual, con la esperanza de la redención futura (cf.
8,56), tuvo fe y por esa fe fue reconocido como justo
(cf. Sant 2,23).
MEDITATIO
Nuestra comunión con el Señor tiene su comienzo
ahora, en esta tierra, y durará más allá de la muerte, durante un tiempo sin fin. Se trata de un comienzo muy
concreto: se lleva a cabo haciendo el bien y no el mal.
Este modo de proceder se convierte en el signo distintivo que nos hace ser reconocidos como personas que
pertenecen a Jesucristo. La fe en él no puede dejar de
convertirse en amor que penetra las relaciones con los
otros.
No tenemos que mirar muy lejos: la familia es el
primer «lugar» donde podemos convertir la fe en Jesús
en comportamientos consecuentes. Si invoco el n o m b r e
del Señor, ¿acaso puedo pretender apelar a ciertas jerarquías de poder para regular sobre ellas las relaciones
con los que viven junto a mí? La salvación toma forma
en la entrega, en el respeto, en la delicadeza con q u e
vivo mi rol-servicio familiar y mi rol social. No tiene
ninguna salida positiva buscar otros caminos.
Miércoles
217
ORATIO
Señor, me resulta muy fácil demorarme en razonamientos a propósito de tu mensaje de salvación sin
comprometerme. Perdóname: me parece «estrecha» la
puerta del amor a los que viven más cerca de mí, el único amor en el que verdaderamente estoy dispuesto a poner en juego la verdad de mi fe en ti. Prefiero la puerta
«abierta de par en par» de las grandes afirmaciones
verbales, que no m e exigen u n compromiso, de u n a
familiaridad formal con las «cosas de la Iglesia», a las
que no me preocupo de dar respuesta en la vida. Dime
que la mía es u n a ilusión y que sólo si a m o en serio no
a los que están lejos, sino a los que viven junto a mí,
a aquellos a los que primero y sobre todo me has confiado, entonces y sólo entonces viviré la salvación que
eres tú.
CONTEMPLATIO
Acuérdate, hijo mío, de lo que dice la Escritura: « Una
buena palabra vale a menudo más que un rico don»...
Acuérdate de que, puesto que soy yo quien recibe todo
lo que das, dices o haces a los otros, no basta con decir,
hacer o dar cosas buenas; es preciso hacerlas también
con suavidad, de una manera tan grata como las harías
si yo, Jesús, estuviera delante de tus ojos... Es menester
que todas las relaciones con el prójimo, por pequeñas
que sean, rebosen de amor (Ch. de Foucauld, La vita
nascosta. Ritiri IX/1, Roma 1974, p. 130).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Tú eres el Señor de todos» {cf. Ef 6,9).
30° semana
218
Jueves
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Nuestra misión es una misión de amor. Es una misión de bondad, sobre todo hoy, en que hay tanta hambre de Dios. Noto
que, con el tiempo, cada uno de nosotros se transformará en
mensajero del amor de Dios. Para obtener esto, debemos ahondar en nuestra vida de amor, de oración, de sacrificio. Es muy
difícil dar a Jesús a los otros si no lo tenemos en nuestros corazones. Si esto no nos interesa, estamos perdiendo el tiempo, porque limitarse a trabajar no es un motivo suficiente: sí lo es, en
cambio, llevar la paz, el amor y la bondad al mundo de hoy, y
para eso no tenemos necesidad ni de ametralladoras, ni de
bombas. Necesitamos un amor profundo y una profunda unión
con Cristo para ser capaces de dar a Cristo a los otros. Ahora
bien, antes de poder vivir esta vida con el exterior, debemos vivirla en nuestras familias. El amor empieza en casa, y debemos
ser capaces de mirar a nuestro alrededor y decir: «Sí, el amor
empieza en la familia». Por eso nuestro primer esfuerzo debe ir
encaminado a hacer de nuestras familias otros tantos Nazarets
donde reinen el amor y la paz. Esto sólo se consigue cuando la
familia se mantiene unida y reza unida.
A todos vosotros os ofrece una magnífica oportunidad la
aran misión de vivir esta vida de amor, de paz, de unidad. Y,
naciendo esto, proclamaréis a los cuatro vientos que Cristo está
vivo (Madre Teresa de Calcuta, La gioia di darsi agli altrí, Roma
3
1981, pp. 82-84, passim [edición española: La alegría de
darse a los demás, Ediciones San Pablo, Madrid 1997]).
30 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Efesios 6,10-20
Hermanos: 10 termino pidiendo que el Señor os conforte
con su fuerza poderosa. " Revestios de las armas que os ofrece Dios para que podáis resistir a las asechanzas del diablo.
12
Porque nuestra lucha no es contra adversarios de carne y
hueso, sino contra los principados, contra las potestades,
contra los que dominan este mundo de tinieblas, contra los
espíritus del mal que tienen su morada en un mundo supraterreno. I3 Por eso debéis empuñar las armas que Dios os
ofrece, para que podáis resistir en los momentos adversos y
superar todas las dificultades sin ceder terreno. 14 Estad,
pues, en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad, protegidos con la coraza de la rectitud, ,5 bien calzados vuestros
pies para anunciar el Evangelio de la paz. 16 Tened embrazado en todo momento el escudo de la fe con el que podáis
apagar las flechas incendiarias del maligno; " usad el yelmo
de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de
Dios.
18
Vivid en constante oración y súplica guiados por el Espíritu. Y renunciando incluso al sueño para ello, orad con la
mayor insistencia por todos los creyentes " y también por
mí, a fin de que Dios ponga en mis labios la palabra oportuna para dar a conocer con audacia el misterio del Evangelio,
220
30a semana
20
del que soy embajador entre cadenas. Que Dios me conceda
anunciarlo con la entereza que debo.
**• La vida del cristiano es una lucha contra las
fuerzas adversas a Dios, unas fuerzas que se oponen a
su señorío en el mundo e intentan separar al hombre del
Creador (v. 11b). Se trata de unas fuerzas oscuras, no
identificables con facilidad, superiores al hombre (v. 12).
Sin embargo, el cristiano que vive en comunión con su
Señor recibe de él la fuerza necesaria para el combate
(v. 10), para ese combate que se desarrolla en la situación
real en que vive. Pablo, empleando imágenes militares,
en continuidad con aquellas que presentaban, en el Antiguo Testamento, a YHWH como un guerrero (cf. Is 42,13;
Sab 18,15; Sal 35,1-3), exhorta al cristiano, despojado
del hombre viejo en el bautismo (cf. Ef 4,22; Col 3,9), a
revestirse de las armas para la lucha (w. 1 la-13a). La
cintura, la coraza, las sandalias, el escudo, el yelmo,
la espada de estas armas espirituales son la verdad, la
justicia, la paz, la fe, la salvación, la Palabra de Dios
(w. 14-17). Se trata de los dones que Dios distribuye a
los bautizados y que éstos están llamados a acoger y
poner en práctica para vivir la libertad de los hijos
del Padre celestial, liberados de su miedo y de las insidias del maligno, fuertes y perseverantes en las pruebas hasta la consumación de los tiempos escatológicos
(v. 13).
La oración es el medio indispensable para poder recibir fos dones de Dios y llevar la batalla a buen fin, esto
es, para obrar de modo cristiano: una oración incesante,
guiada por el Espíritu Santo (v. 18a). Pablo llama la atención a fin de que el cansancio y el desánimo no lleven
las de ganar en la difícil lucha: es necesario perseverar
(v. 181). A tal fin, recomienda Pablo la oración de los unos
por los otros y, en particular, por él mismo, enviado por
Dios a anunciar el Evangelio, para que pueda cumplir su
mandato con audacia y entereza (w. 18c-20).
Jueves
221
Evangelio: Lucas 13,31-35
Aquel día, 3I se acercaron unos fariseos y le dijeron:
-Sal, márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.
32
Jesús les dijo:
-Id a decir a ese zorro que expulso demonios y realizo
curaciones hoy y mañana, y que al tercer día acabaré. 33 Por lo
demás, hoy, mañana y pasado tengo que continuar mi viaje,
porque es impensable que un profeta pueda morir fuera de
Jerusalén.
34
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas
a los que Dios te envía! Cuántas veces he querido reunir a tus
hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de las alas
y no habéis querido. 35 Pues bien, vuestra casa se os quedará
desierta. Y os digo que ya no me veréis hasta que llegue el día
en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
*+• La iniquidad más grande (cf. Le 13,27), compendio
de todas las otras, será la muerte de Jesús. Éste resulta
incómodo a Herodes (v. 31), pero también y sobre todo
a los jefes religiosos de Israel. Sea cual sea la motivación -simpatía o bien hostilidad- por la que algunos fariseos le aconsejan que se aleje del territorio gobernado
por Herodes, esto le permite a Jesús afirmar su fidelidad al mandato recibido del Padre: anunciar el tiempo
de la salvación definitiva (cf. 2 Cor 6,2), de la que son
signos la expulsión de demonios y las curaciones (v. 32).
No hay perfidia h u m a n a que pueda cambiar el designio
del a m o r de Dios.
El evangelista señala que Jesús es consciente de ir
al encuentro de u n a muerte cruenta (cf. Le 9,22; 9,44;
17,25; 18,31-33), una suerte que no es diferente de la
que siguieron los profetas (w. 33-34a; cf. 6,22ss). Eso
sucederá precisamente en la ciudad santa de Jerusalén,
la cual, en contradicción con su propio nombre -«Ciudad de la paz»-, ha sido el lugar de la masacre de los
enviados de Dios. Es un acto deliberado ese con el que
Jerusalén, símbolo de los israelitas incrédulos, no ha
30° semana
222
Jueves
223
acogido la Palabra que Jesús le ha anunciado en más
ocasiones, manifestando el deseo del Padre de convertirla en centro de unidad de su pueblo elegido (v. 34b).
Jesús predice su ruina (v. 35a), que es, a un tiempo, material (la ciudad será sometida todavía más duramente
a los romanos y el templo será destruido) y espiritual.
De hecho, Israel, al rechazar a Jesús, no recibe el cumplimiento de la promesa.
La oración nos ayuda a volver y a permanecer en el centro de nosotros mismos, en ese lugar donde el Espíritu
Santo no cesa de recordarnos el a m o r del Padre y la
ternura del Hijo.
Sin embargo, puesto que «los dones y la llamada de
Dios son irrevocables» (Rom 11,29), el evangelista entrevé, en el signo de la aclamación triunfal del mesías al
final de su viaje (v. 35b; cf. Le 19,28-39), la acogida de
Jesús por parte de todo Israel, al final de los tiempos,
cuando judíos y paganos, convertidos todos en cristianos, bendecirán juntos el nombre del Señor.
Señor, te pedimos, siguiendo la invitación de tu apóstol, que los hermanos y hermanas que viven situaciones
de prueba sean capaces de resistir a la tentación del desánimo. Haz que escuchen tus llamadas y no abandonen la Palabra que han escuchado, la verdad en la que
han creído, la justicia que han acogido. Te pedimos en
particular, Señor, por los anunciadores del Evangelio:
que, siguiendo tu ejemplo, perseveren contra todo opositor, visible o invisible; que sean fieles a tu voluntad,
testigos de la verdad que ellos han sido los primeros en
recibir como don; que su única preocupación sea que tú
seas conocido y amado, alabado y agradecido.
MEDITATIO
Hay que sostener una lucha para ser auténticamente
cristianos, u n a lucha entre las muchas sugerencias y
persuasivos reclamos que frenan el impulso de adhesión
al Señor e intentan marchitar el vigor de la obediencia
a su Palabra. El Señor mismo nos sostiene, asegurándonos su presencia poderosa en los signos sacramentales. Con el don de la fe, de la Palabra, de la capacidad de
discernir lo que está bien de lo que está mal, nos atrae
hacia él a fin de que, en comunión con él, demos a conocer en el mundo su presencia, que es fuente de vida
para todos, sin distinciones entre judíos y griegos.
Pero tal vez hoy sea más difícil que nunca hacer
callar al que se opone a todo esto y nos separa del Señor
y délos otros. Quizás la causa resida en que no n o s dejamos abrazar por su deseo de recogernos en la u n i d a d
-nosotros, seres tan doloridos por las dispersiones interiores, tan fragmentados en nuestras relaciones vitales-.
ORATIO
CONTEMPLATIO
Dios nos ha otorgado tanta gracia que es nuestro
ayudador y nos ha dado buenas armas. Y puesto que
él quedó muerto y vencedor en el campo de batalla
(muerto fue y, al morir en el leño de la santísima cruz,
salió vencedor, y con su muerte nos ha dado la vida), y
ha vuelto a la ciudad del Padre eterno con la victoria
de su esposa, o sea, de nuestra alma, sigamos, pues,
sus vestigios, expulsando el vicio con la virtud; la soberbia c o n la humildad; la impaciencia con la perfecta
h u m i l d a d y la continencia; la vanagloria con la gloria
y el h o n o r de Dios. Que lo que hagamos e ingeniemos
sea para gloria, alabanza y honor del nombre de nuestro
Jesús.
30a semana
224
Hágase u n a dulce y santa guerra contra estos vicios:
y cuanto m á s miremos al dulce Señor, tanto más anim a d a se verá el alma a emprender mayor guerra (Catalina de Siena, Le lettere, Milán 4 1987, pp. 439ss [edición
española: Obras de santa Catalina de Siena, Biblioteca
de Autores Cristianos, Madrid 1996]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Que el Señor nos conforte con su fuerza
(cf Ef 6,10).
poderosa»
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Nuestra presencia es motivo de discordia: algunos la contestan hasta el punto de organizar atentados contra nosotros. Pero
los otaques contra nuestra comunidad hacen nuestra presencia
todavía más manifiesta. Lo hemos visto claramente después del
rapto de los monjes y, más aún, después de su inmolación. La
mayor parte de los musulmanes argelinos se ha unido a nosotros en la oración a Dios para que preservase su vida y plegara el corazón de los raptores. Más tarde, tras el anuncio de su
muerte, han vuelto a vivir aún con nosotros la consternación, la
condena y la vergüenza que semejante crimen ha suscitado. Las
pruebas por las que pasamos, vividas sin espíritu de venganza
y abiertos al perdón evangélico, asumen un papel en las obras
de la reconciliación y de la paz. «... Hemos tenido que permanecer firmes en nuestro rechazo a dejarnos identificar con uno
u otro campo, permanecer libres para contestar de manera pacífica a las armas y los medios de la violencia y de la exclusión.
Seguir siendo lo que somos en este contexto significa anunciar
de modo concreto un evangelio de amor a todos, un evangelio
que implica el respeto a la diferencia. ¡Ésta es una auténtica
buena noticia! El incremento de la proximidad de nuestros vecinos)' su aceptación de lo que somos hacen que acojamos, cier-
Jueves
225
tamente, su propio mensaje. ¡Una felicidad hecha para crecer!»
(Hermano Christian, prior de la Trapa de Tibhrine, en H. Teissier,
Accanto o un amico, Magnano 1998, pp. 155ss [edición española: Cartas de Argelia, Encuentro, Madrid 2000]).
Viernes
30 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filipenses 1,1-11
1
Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos
en Cristo Jesús que vivís en Filipos, junto con los dirigentes y
colaboradores, 2 os deseamos gracia y paz de parte de Dios,
nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.
3
Siempre que me acuerdo de vosotros, doy gracias a mi
Dios. 4 Cuando ruego por vosotros lo hago siempre con alegría,
5
porque habéis colaborado en el anuncio del Evangelio desde
el primer día hasta hoy. 6 Estoy seguro de que Dios, que ha comenzado en vosotros una obra tan buena, la llevará a feliz término para el día en que Cristo Jesús se manifieste. 7 Está justificado esto que yo siento por vosotros, pues os llevo en el
corazón, y todos vosotros participáis de este privilegio mío de
estar preso y poder defender y consolidar el Evangelio. 8 Dios es
testigo de lo entrañablemente que os quiero a todos vosotros en
Cristo Jesús.' Y le pido que vuestro amor crezca más y más en
conocimiento y sensibilidad para todo. 10 Así sabréis discernir
lo que más convenga, y el día en que Cristo se manifieste os hallará limpios e irreprensibles, " cargados del fruto de la salvación que se logra por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
**• La carta que Pablo escribe a los filipenses -durante
uno de los períodos que pasó en la cárcel (v. 7c; cf. v. 14a),
228
30a semana
pero cuya datación es insegura- figura entre las más
afectuosas del epistolario paulino, según el testimonio
de sus óptimas relaciones con la primera comunidad
cristiana de E u r o p a . E n el saludo del envío (w. lss),
Pablo, que se asocia a su discípulo Timoteo, no considera necesario explicitar, como sí lo hace, en cambio, en
otros lugares (cf. Gal 1,1), su calidad de apóstol, plenamente reconocida por los filipenses. A ellos, Pablo y Timoteo les desean la plenitud de los dones de Dios Padre
y de Jesucristo resucitado y glorioso (v. 2). De toda la comunidad de los bautizados, llamados «santos» (v. la)
porque participan de la santidad del Señor Jesús, menciona específicamente a «los dirigentes y colaboradores»
(v. Ib), que es como decir obispos y diáconos, a los que
ha sido confiado un servicio particular: probablemente
el gobierno y la administración a los primeros, y el cuidado de los pobres y el anuncio del Evangelio a los
segundos.
En la acción de gracias que Pablo dirige a Dios por
los filipenses, manifiesta el afecto profundo que le une
a ellos. El recuerdo que tiene de ellos es constante, así
como su oración por ellos, y es motivo de alegría porque
los filipenses, desde que acogieron la Palabra de Dios
gracias a la predicación de Pablo, se han vuelto miembros activos y solícitos misioneros. Eso refuerza en el
apóstol la certeza de que el Espíritu del Señor los anima; el mismo Espíritu los hará perseverantes hasta el
momento de la parusía, «el día en que Cristo Jesús se manifieste» (v. 6). El fundamento de la estima de Pablo por
los cristianos de Filipos es firme: compartieron su misión y no lo abandonaron durante el tiempo que estuvo
en la cárcel, tomando parte activa en la evangelización.
Eso ha alimentado en el apóstol la ternura entrañable,
arraigada en el amor de Cristo, de la que Dios mismo es
testigo (w. 7ss). De la sobreabundancia de sus sentimientos brotan aún una oración y un deseo: que crezca
la caridad que anima a los filipenses y les haga capaces
Viernes
229
de comprender la voluntad de Dios en toda circunstancia; al cumplirla, se volverán cada vez más puros, más
ricos en obras buenas. Así los encontrará el Señor Jesús
a su vuelta al final de los tiempos. De este modo, a través
de una vida auténticamente cristiana como la suya, Dios
será glorificado y alabado (w. 9ss).
Evangelio: Lucas 14,1-6
1
Un sábado, entró Jesús a comer en casa de uno de los jefes
de los fariseos y la gente le observaba. 2 Había allí, frente a él,
un hombre enfermo de hidropesía. 3 Jesús preguntó a los maestros de la Ley y a los fariseos:
-¿Se puede curar en sábado o no?
4
Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tomó de la
mano al enfermo, lo curó y lo despidió. 5 Después les dijo:
-¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey caen en un pozo,
no lo saca inmediatamente, aunque sea en sábado?
6
Y a esto no pudieron replicar.
**• La comida en casa de un jefe de los fariseos (v. 1 a)
brinda a Jesús la ocasión de reafirmar la subordinación
de la ley del sábado a la ley del a m o r (cf. Le 6,1-11;
13,10-17) y de poner en evidencia la reducción hipócrita que los doctores de la Ley y los fariseos hacían de la
misma. El evangelista subraya que la atención de todos
estaba centrada en Jesús, dado que «la gente le observaba» (v. Ib). Jesús toma de nuevo la iniciativa, como en
el caso de la mujer encorvada (cf. 13,12), pero en esta
ocasión es él mismo quien suscita la controversia sobre
la observancia del precepto sabático, planteando esta
pregunta: «¿Se puede curar en sábado o no?» (v. 3).
Una vez realizada la curación, Jesús interpela otra
vez a sus interlocutores con una pregunta retórica, una
pregunta en la que subyace su observancia no escrupulosa del reposo sabático cuando se veía comprometido
30" semana
230
su interés personal (v. 5). El silencio (w. 4a.6) con el
que reaccionan los doctores de la Ley y los fariseos a
las preguntas de Jesús pone de manifiesto el carácter
irrebatible de los argumentos aducidos por el Nazareno
y las insuficientes razones con las que éstos sostenían la
interpretación de la Ley de Moisés.
MEDITATIO
Jesús es el Señor. Todos los aspectos de la vida reciben
de él un nuevo significado, un nuevo valor, una nueva forma. Pero es menester nuestra libre adhesión a él para que
esta realidad se vuelva «carne» en nuestra historia. Podemos desnaturalizar la Ley de Dios, como los fariseos,
adaptándola a nuestros intereses, o bien, como los filipenses, escuchar con sencillez y disponibilidad el anuncio del Evangelio y convertirnos en sus testigos. Son dos
modos diferentes de usar la libertad. ¿Cuál es su fruto?
Mutismo amargo en el primer caso, puesto que la mezquindad deseca el corazón, pone barreras al encuentro
con el otro; alegría profunda en el segundo, puesto que
acoger a Jesús como Señor dilata y fecunda el espacio de
la comunión.
Descubramos, a despecho de antiguos lugares comunes, que conocer a Jesús, acogerle, seguirle, hace crecer -y
no mortificar- nuestra humanidad, libera los sentimientos más profundos y nos hace capaces de expresarlos de
verdad, con intensidad y de manera concreta. Allí donde
se manifiesta el amor, Dios está presente y recibe gloria.
ORATIO
Te pido, Jesús, por los hermanos y hermanas cristianos: todos ellos, en algún momento preciso de s u histo-
Viemes
231
ria, y con frecuencia gracias a la mediación de otros
hermanos y hermanas, se h a n adherido a tu Palabra,
han confirmado su fe en ti, te han reconocido como su
Señor. Sostenlos, a fin de que en las inevitables pruebas
y contradicciones que marcan la existencia, no desistan,
sino que, al contrario, se reafirmen en la opción que
han tomado.
Libéralos, Señor, de la tentación de convertir tu ley de
vida en instrumento a su servicio, reduciéndola a una
pragmática «vía al cielo». Libéralos, Señor, del espejismo de una cómoda fe privada. Haz que sepamos gustar
la alegría de seguir el soplo del Espíritu, haciendo de su
vida un servicio al Evangelio.
CONTEMPLATIO
La «ley del Espíritu de vida», como dice el apóstol, es
la que obra y habla en el corazón, y la ley de la letra es
la que se realiza en la carne. La primera, en efecto, libera el intelecto de la ley del pecado y de la muerte. La
otra crea, de manera insensible, un fariseo que piensa y
cumple la ley sólo en un sentido corporal y cumple los
mandamientos para ser visto. Los mandamientos serían
como el cuerpo. Las virtudes, en cuanto cualidades, son
los huesos. Y la gracia sería como el alma viva, que se
mueve y realiza las operaciones de los mandamientos,
casi su cuerpo.
Quien quiera hacer crecer el cuerpo de los mandamientos muéstrese solícito en desear la leche racional
y genuina de la gracia madre. Es ahí, en efecto, donde
a m a m a n t a todo el que busca y desea crecer en Cristo.
Entiende por «ley de los mandamientos» la fe que obra
en el Corazón, que es una realidad no mediata. A través
de ella, e n efecto, es como brota cada mandamiento y
opera la iluminación de las almas, cuyos frutos, provenientes de la fe veraz y operante, son la continencia y
30a semana
232
el amor. El t é r m i n o es la humildad, don de Dios, principio y apoyo del amor (Gregorio Sinaíta, «Utilissime
capitoli in acróstico», 19.20.21.24, en La filocalia, Turín
1985, III, 535ss).
Sábado
30 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Lleva a buen término, Señor, la obra que has iniciado
en mí» (cf. Flp 1,6).
LECTIO
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El pueblo de los creyentes muestra a menudo una actitud
de pasividad y aceptación de lo que acontece. Los cristianos
carecen de alegría por la fe en Cristo y de entusiasmo por una
clara profesión de fe: carecen de esperanza en una acción
generosa que tenga impacto en la sociedad y esté destinada a
salvar a toda la nación. Hay una gran fe, pero cada uno profesa la suya de manera privada, en casa o en la iglesia, pero no
en público, en su lugar de trabajo y en el lugar de la sociedad
en que vive. Por eso la fe no se convierte en movimiento, sino
que permanece estática y estéril. Existe movimiento cuando dos
o tres personas que tienen una clara fe en Cristo se unen y
profesan con palabras y actos esa fe en el lugar donde viven y
trabajan. Dos o tres de esas personas en una escuela, o en
un hospital, o en una oficina, o en un cuartel, o en un partido
político... obran con valor para iniciar un cambio en el lugar en
el que viven y trabajan. Otra gente de buena voluntad se unirá
a ellos (E. Castelli [ed.], La difficile speranza, M i l á n 1986,
pp. 36ss [edición española: Ligando: la difícil esperanza, Encuentro, Madrid 1987]).
Primera lectura: Filipenses 1,18b-26
Hermanos: Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me llena de alegría. Y continuaré alegrándome, " porque sé que gracias a vuestras oraciones y a la
asistencia del Espíritu de Jesucristo, esto contribuirá a mi salvación. 20 Así lo espero ardientemente con la certeza de que no
he de quedar en modo alguno defraudado, sino que con toda
seguridad, ahora como siempre, tanto si vivo como si muero,
Cristo manifestará en mi cuerpo su gloria.
21
Porque para mí la vida es Cristo y morir significa una ganancia. 22 Pero si continuar viviendo en este mundo va a suponer un trabajo provechoso, no sabría qué elegir. " Me siento como forzado por ambas partes: por una, deseo la muerte
para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; 24 por otra,
seguir viviendo en este mundo es más necesario para vosotros. 25 Persuadido de esto último, presiento que me quedaré y
permaneceré con todos vosotros para provecho y alegría de
vuestra fe. 26 Así, cuando vaya a veros otra vez, vuestro orgullo .de ser cristianos será mayor gracias a mí.
*+• Pablo es informado en la cárcel de que m u c h o s
cristianos anuncian la Palabra de Dios (cf. Flp 1,14ss).
234
30" semana
Algunos lo hacen por envidia y desacreditando al apóstol (w. 15a. 17), pero esto le duele menos que lo que le
alegra la predicación del Evangelio, que es lo que cuenta de verdad (v. 18b). El Espíritu del Señor y la oración
de los fieles de Filipos le sostienen y le confirman en la
viva esperanza de que esas situaciones dolorosas no
serán para él ocasión de decepción, sino de salvación
(w. 19-20a), ya que cree firmemente que Cristo recibirá
gloria tanto en el caso de que él siga vivo y continúe la
evangelización como si muere (v. 20b).
Por otra parte, Pablo considera la muerte como la
ganancia suprema, porque le introduce en la plena comunión con Cristo, que ya desde ahora es su vida (v. 21;
cf. Jn 14). De ahí que el apóstol se sienta como tenso
entre dos realidades que le atraen y motivan profundamente: el deseo de la unión total con Cristo, sólo posible después de la muerte, y la constatada necesidad de
su presencia y de su palabra en las comunidades cristianas (w. 22-24). Si bien Pablo, por su parte, optaría
por la primera posibilidad (v. 23b), considera, sin embargo, más probable que se realice la segunda. La fe de
los filipenses recibirá así un nuevo impulso y crecerá su
alegría gracias a la presencia del amado apóstol, cuya
visita será para los filipenses un motivo para gloriarse
de k comunión que les ha sido dada en Cristo (w. 25ss).
Evangelio: Lucas 14,1-7-11
1
Un sábado entró Jesús a comer en casa de uno de los jefes
de los fariseos y la gente le observaba. 7 Al observar cómo los
invitados escogían los mejores puestos, les hizo esta recomendación:
8
-Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el
lugar de preferencia, no sea que haya otro invitado más importante que tú ' y venga el que te invitó a ti y al otro y te diga:
«Cédele a éste tu sitio», y entonces tengas que ir todo avergonzado a ocupar el último lugar. 10 Más bien, cuando te inviten,
235
Sábado
ponte en el lugar menos importante; así, cuando venga quien
te invitó, te dirá: «Amigo, sube más arriba», lo cual será un
honor para ti ante todos los demás invitados. " Porque el que
se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
*+• Jesús toma pie en la vida cotidiana, con las ocupaciones que la caracterizan y con los acontecimientos
que marcan su curso, para hacer comprender unas
verdades que abren, a quienes las acogen, los horizontes de la «vida nueva» de los hijos de Dios. Así ocurre
cuando, habiendo sido invitado a casa de un jefe fariseo
(cf. Le 14,1), nota el afán que anima a los invitados por
ocupar los primeros puestos (v. 7).
El relato-parábola propuesto por Jesús (w. 8-10) es
u n a enseñanza de buena educación, de respeto de las
precedencias según la escala social. Quien ocupa u n
puesto que no le corresponde se expone al ridículo y a
la vergüenza (w. 8ss): la ambición, alterando el justo
concepto de sí mismo, es un obstáculo para las relaciones con los otros. En cambio, el que no presume de ser
digno de honores particulares puede encontrarse con la
sorpresa feliz de recibir atenciones imprevistas por parte del señor de la casa (v. 10). El don de Dios es gratuito y no consecuencia matemática de méritos h u m a n o s ,
y Jesús advierte que deben recordarlo los que ambicionan recibir reconocimientos y gratificaciones. La humildad, es decir, la confianza total puesta en Dios y en
su amor, es la condición que permite recibir la gloria y
el h o n o r que concede el mismo Dios (cf. 1,46-48.52;
Sal 21,6-8), que consisten en estar unidos a él en la obra
de salvación (cf. Le 22,28-30; Me 10,35-40).
MEDITATIO
La Palabra del Señor nos invita hoy a llegar a ser
conscientes de nosotros mismos, a formarnos u n a con-
236
30" semana
ciencia realista, que nos haga ver el puesto que ocupamos, la responsabilidad que se nos ha confiado, la tarea
que, congruentemente, estamos llamados a desarrollar.
El presuntuoso, que suele mirarse en un espejo que dilata las proporciones, viene a situarse con facilidad
«fuera de su sitio», en situaciones desagradables, cuando no deletéreas, para él mismo y para los que están cerca. ¡Qué provechoso, en cambio, es estar en el sitio que
nos corresponde! Fuera de las lógicas de los que aspiran
a hacer carrera, lejos de los delirios de protagonismo
-tan en boga en nuestros días-, se experimenta que la
humildad auténtica no es u n a mal soportada reducción
de nuestras propias cualidades, sino, más bien, un ponerlas al servicio de los otros con generosidad, sin autoexaltaciones.
Hoy siento que se me dirige una pregunta: ¿Qué es lo
que estás buscando? Si busco un puesto bien vistoso, si
busco el predominio sobre los otros, corro el riesgo de
verme catapultado al final de la fila: construyo mi historia sobre la nada. Si busco el crecimiento del bien y la
promoción de los demás, entonces - c o m o P a b l o - aprendo a celebrar todo aquello que pueda ayudarles, aunque
suponga un sacrificio para mí. ¿Qué es lo que estoy
buscando?
ORATIO
¿Cuál es hoy mi sitio, Señor? ¿Cómo puedo orientarme
en las decisiones importantes, esas que expresan de modo
claro mi identidad de hombre o mujer creyente?
El mundo me sacude a derecha e izquierda: con mil
enseñas brillantes me atrae a sus redes, imponiéndome
torrar posición. Cada una compite para hacerse con mi
atención, con mi tiempo, con mi consentimiento, con
mi inteligencia, con mis brazos, con mis votos y, sobre
237
Sábado
todo, con u n pedazo de mi cartera... Con sonrisas amistosas, la vida de hoy m e invita con los brazos abiertos a
que me acomode en su banquete, hasta tal punto que es
casi imposible sustraerse, hacer valer lo que más cuenta: el bien último, mi salvación y la de mis hermanos. Es
más fácil desvincularse de la presa y buscar soluciones
de pequeño cabotaje, volar bajo, buscar el compromiso,
contentarse con vivir al día. O, incluso, tomar partido
de una vez por todas: es mejor un beneficio egoísta inmediato que esperar hasta quién sabe cuándo, que ilusionarse con que un día alguien salga afuera y me diga:
«¡Amigo, pasa más adelante! ¡Tú mereces más: eres una
persona valiosa!».
¡Pero tu Palabra no deja escapatoria! Me inquieta, me
ilumina, me infunde ánimo. Me impone vigorosamente
confrontarme con la verdad de mí mismo -y con la Verdad que eres tú, oh Señor-. Me llama a la humildad
(que no es autodenigración), me presenta la promoción
de los hermanos, me ensancha los horizontes hasta los
confines escatológicos. Gracias, Señor, por esta luz que
no disminuye. Permanece siempre cerca y llévame de la
m a n o a ocupar mi sitio.
CONTEMPLATIO
No es lícito ni es conforme con una inteligencia racional que aquellos que a m a n a Dios prefieran los males
a los bienes. Ahora bien, si algunos de ellos se h a n visto
arrastrados allí a la fuerza con el pueblo, nosotros consideramos que lo han sido no por su propia deliberación, sino inducidos por las circunstancias, para la salvación de aquellos que tenían necesidad de ser llevados
de la m a n o : por eso han dejado la Palabra más elevada
del conocimiento y han llegado a la enseñanza relacion a d a con las pasiones. Por ese motivo juzgaba el gran
apóstol que era más útil permaneciendo en la carne,
30a semana
238
esto es, en la enseñanza moral, en favor de los discípulos,
aunque deseaba plenamente liberarse de la enseñanza
moral y estar con Dios, mediante la contemplación simple
y ultraterrena del intelecto (Máximo el Confesor, «Duecento Capitoli, II Centuria, 49», en La filocalia, Turín
1983, II, 149 [edición catalana: Centúries sobre l'amor,
Proa, Barcelona 2000]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
A los ojos del judaismo, toda alma humana es un elemento al
servicio de la creación de Dios llamada a ser, en virtud de la
acción del hombre, Reino de Dios; de ahí que a ningún alma le
haya sido fijado un fin interno a sí misma, en su propia salvación individual. Es cierto que cada uno debe conocerse, purificarse, llegar a la plenitud, pero no en beneficio de sí mismo, no
en beneficio de su felicidad terrena o de su bienaventuranza celestial, sino en vistas a la obra que debe realizar sobre el mundo de Dios. Es preciso olvidarse de uno mismo y pensar en el
mundo. El rabí Bunam vio en cierto sentido la historia del género humano en camino hacia la liberación como un acontecimiento que se desarrolla entre estos dos tipos de hombres: el orgulloso, que, tal vez bajo la apariencia más noble, piensa en sí
mismo, y el humilde, que en todas las cosas piensa en el mundo.
Sólo cuando cede a la humildad es redimido el orgulloso, y sólo
cuando éste es redimido puede ser redimido, a su vez, el mundo.
Y el mayor de los discípulos del rabí Bunam, ese que, entre
todoilos zaddik, fue el personaje trágico por excelencia, el rabí
Mendel de Kozk, dijo una vez a la comunidad reunida: «¿Que
es loque os pido a cada uno? Sólo tres cosas: no mirar de reojo fuea de uno mismo, no mirar de reojo dentro de los otros, no
Sábado
239
pensar en uno mismo». Lo que significa: primero, que cada uno
debe vigilar y santificar su propia alma en el mundo y en el
lugar que le es propio, sin envidiar el modo ni el lugar de los
otros; segundo, que cada uno debe respetar el misterio del alma
de su semejante y abstenerse de penetrar en él con una indiscreción desvergonzada y con la intención de utilizarlo para sus
propios fines; tercero, que cada uno debe abstenerse, en la vida
consigo mismo y en la vida con los otros, de tomarse a sí mismo
como fin (M. Buber, // cammino dell'uomo, Magnano 1990, pp.
53-56, passim).
Lunes
3 1 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filipenses 2,1-4
Hermanos: ' Si de algo vale una advertencia hecha en nombre de Cristo, si de algo sirve una exhortación nacida del
amor, si vivimos unidos en el Espíritu, si tenéis un corazón
compasivo, 2 dadme la alegría de tener los mismos sentimientos, compartiendo un mismo amor, viviendo en armonía y
sintiendo lo mismo. ' No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; sed, por el contrario, humildes y considerad a los demás
superiores a vosotros mismos. 4 Que no busque cada uno sus
propios intereses, sino los de los demás.
*•• Pablo acaba de exhortar a los cristianos de Filipos
a comportarse de una manera digna del Evangelio; al
m i s m o tiempo, se ha ofrecido a sí m i s m o como modelo
de resistencia y de lucha contra los adversarios del
Evangelio. Ahora, la exhortación apostólica se vertebra
de u n modo claro e iluminador. El comienzo (v. 1) y el
final (v. 4) de esta pequeña unidad literaria se reclaman
y se completan mutuamente: en p r i m e r lugar aparece
u n a concentración cristológica y, a continuación, u n a
dilatación antropológica. En el centro (w. 2ss), expresa
242
31a semana
Pablo el derecho a recibir una gratificación personal en
calidad de apóstol: «Dadme la alegría de tener los mismos
sentimientos, compartiendo un mismo amor, viviendo en
armonía y sintiendo lo mismo».
La primera parte de esta lectura (w. lss) se caracteriza por una serie de «si» que, en realidad, expresan no
una hipótesis, sino una certeza. Este relieve, de naturaleza literaria, es importante para comprender el pensamiento de Pablo por el hecho de que en su concepción
teológica todo lo que es bueno, bello y santo deriva de
Cristo y de su misterio pascual, que se dilata, como es
obvio, en la mente, en el corazón y en las relaciones
interpersonales de los creyentes. La segunda parte de
la lectura (v. 3ss) presenta una formulación negativa
orientada a otra positiva. El apóstol exhorta a extirpar
del tejido conectivo de la comunidad creyente toda «rivalidad o vanagloria», y recomienda: «Sed, por el contrario,
humildes y considerad a los demás superiores a vosotros
mismos. Que no busque cada uno sus propios intereses,
sino los de los demás».
Evangelio: Lucas 14,12-14
En aquel tiempo, '2 dijo Jesús al jefe de los fariseos que le
había invitado:
-Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, hermanos, parientes o vecinos ricos, no sea que ellos, a
su Tez, te inviten a ti y con ello quedes ya pagado. " Más bien,
cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados y
a los ciegos. '" ¡Dichoso tú si no pueden pagarte! Recibirás tu
recompensa cuando los justos resuciten.
*•• En el marco de una invitación a comer, después de
haber curado a un hidrópico en sábado y de h a b e r propuesto una parábola, Jesús dirige ahora una serie de advertencias al jefe de los fariseos que le había invitado.
243
Lunes
Se trata de una de esas afirmaciones de Jesús que nacen
de la experiencia, de la vivencia inmediata, observada
con extrema atención, interpretada de manera simbólica y trasladada al ámbito religioso. Las dos partes de
este breve texto evangélico se corresponden perfectamente: el paralelismo antitético facilita su comprensión
(«Cuando des una comida... Más bien, cuando des un
banquete...»: w. 12.13).
La enseñanza de Jesús está muy clara y, para que
pueda incidir en la sensibilidad de sus destinatarios, la
confía en dos «situaciones de vida» que, para un jefe de
los fariseos, debían ser habituales. Por u n lado, Jesús
pone en guardia contra actitudes sólo aparentemente
generosas, aunque, en realidad, son interesadas, egoístas y productivas. Este modo de proceder, según Jesús,
no sólo traiciona un ánimo mezquino, sino que termina
por comprometer también las relaciones interpersonales. La situación contraria que presenta Jesús se presta,
en cambio, a u n a invitación exquisitamente evangélica,
que nos conduce al corazón de la enseñanza de Jesús:
la opción de privilegiar a los pobres, a los lisiados, a los
cojos y ciegos, exactamente a ésos a quienes el Señor
a m a más que a cualquier otro y entre los que difunde su
benevolencia. Se trata del mensaje de las bienaventuranzas (Le 6,20-26), que todos conocemos bien. La bienaventuranza y la promesa del v. 14 completan de modo
admirable la enseñanza de Jesús.
MEDITATIO
Hasta en el gesto, aparentemente magnánimo, de
quien distribuye a los invitados p a r a la comida o la cena
se p u e d e esconder un sentimiento de egoísmo, a saber:
c u a n d o la elección de'los invitados está sugerida sólo
p o r motivos de obligación, de conveniencia social, de
m e r a simpatía o de interés. Es obvio que el t e m a suge-
244
31" semana
rido p o r la lectura evangélica - q u e encuentra también
cierta resonancia en el final de la primera lectura- es el
de la gratuidad, acompañado y reforzado por la «opción
preferencial por los pobres», que no es un descubrimiento de los cristianos de hoy, sino la quintaesencia
del Evangelio. Con todo, es menester liberar este término de un significado puramente material, como quizás
estemos inclinados a hacer hoy, dada nuestra sensibilidad al valor económico de nuestras acciones y nuestros
gestos: todo lo que hacemos, todo lo que producimos,
no puede dejar de tener -incluso debe tener- un valor
económico. Sin embargo, Jesús quiere educarnos para
que procedamos a u n a evaluación también espiritual, es
decir, integral y más completa, de nuestras acciones y de
nuestras opciones.
Así, gratuidad significa e implica prestar más atención a los otros que a nosotros mismos, reconocer en
los otros un valor objetivo, porque cada uno lleva en su
propio ser la imagen y la semejanza de Dios, de ahí
que sea, por sí mismo, digno de atención, de estima y
de amor.
Comprendemos así el sentido de la bienaventuranza
que proclama Jesús al final de este texto evangélico y,
sobre todo, la promesa de una recompensa que, según
la lógica de Dios, nos será asegurada «cuando los justos
resuciten».
ORATIO
Oh Señor Jesús, tú buscaste a los pobres y a los hambrientos y me dices: «Comparte con ellos tu a b u n d a n cia, y ellos creerán que yo soy el Pan de la vida».
Oh Señor Jesús, tú invitaste a tu mesa a los oprimidos y a los perseguidos y me dices: «Lucha por s u libertad, y ellos creerán que yo soy la Luz del m u n d o » .
245
Lunes
Oh Señor Jesús, tú has llamado a las víctimas de muchas y diferentes violencias y me dices: «Denuncia con
valor todo mal, y ellos creerán que yo soy la Verdad».
Oh Señor Jesús, tú acogiste en tu redil a las ovejas que
estaban dispersas y me dices: «Abandona tu aspecto perfeccionista, y ellos creerán que yo soy el buen Pastor».
Así serás pobre, apacible, misericordioso, limpio de
corazón, obrador de la paz, amante de la justicia. En
una palabra, ¡serás bienaventurado!
CONTEMPLATIO
Está también el reproche del Señor a los escribas. Les
reprocha su dureza cuando les dice: «Entended lo que
significa "misericordia quiero y no sacrificios"» (Mt 9,13).
Tanto los escribas como los fariseos estaban persuadidos
de que podían quitarse los pecados de encima con los sacrificios prescritos por la Ley. Por eso el Señor da preferencia a la misericordia sobre el sacrificio: para demostrar con claridad que los delitos de todo tipo de pecado
pueden ser cancelados no en virtud de los sacrificios de
la Ley, sino en virtud de las obras de misericordia. Análoga es la invitación que el Señor dirige a los fariseos en
otro pasaje, cuando los apostrofa con estas palabras:
«Pues dad limosna de vuestro interior, y todo lo tendréis
limpio» (Le 11,41). Éste es, por consiguiente, el sentido de
la expresión «misericordia quiero y no sacrificios». Tanto
es así que continúa: «En efecto, no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores» (Cromacio de Aquileya).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Que no busque cada uno sus propios intereses,
los de los demás» (Flp 2,4).
sino
31a semana
246
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Uno de los encuentros más interesantes de la madre Teresa de
Calcuta fue el que mantuvo con el emperador etíope Hailé Selassié pocos meses antes del golpe de Estado que acabaría por
deponerle. La pequeña hermana estaba avisada de que no debía hacerse demasiadas ilusiones, dado que ya eran muchas las
organizaciones religiosas y sociales que habían intentado inútilmente trabajar en Etiopía, y no tardó mucho en comprender que
la decisión correspondía al emperador y sólo a él. La audiencia
estuvo precedida por una conversación con el chambelán de palacio, que se desarrolló en estos términos: «¿Qué es lo que espera de nuestro gobierno?» «Nada -respondió la madre Teresa-;
he venido sólo a ofrecer a mis hermanas para que trabajen entre los pobres y los que sufren.» «¿Qué harán las hermanas?»
«Nos entregaremos con todo lo que somos a servir a los más pobres entre los pobres.» «¿De qué títulos disponen?» «Intentamos
entregar amor y compasión a aquellos que no son amados ni
deseados.» «Veo que su enfoque es completamente distinto. Usted predica a la gente, ¿intenta acaso convertirla?» «Nuestros
actos de amor hablan al pobre que sufre del amor que Dios siente
por él».
Cuando, finalmente, la madre Teresa fue conducida a la presencia del emperador, le esperaba una sorpresa. Selassié pronunció unas pocas palabras: «He oído hablar de su trabajo. Me
hace muy feliz que esté aquí. Sí, que sus hermanas vengan también a Etiopía».
Martes
3 1 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filipenses 2,5-11
Hermanos: 5 Tened, pues, los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús.
6
El cual, siendo de condición divina,
no consideró como presa codiciable
el ser igual a Dios.
7
Al contrario, se despojó de su grandeza,
tomó la condición de esclavo
y se hizo semejante a los hombres.
Y en su condición de hombre,
8
se humilló a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
9
Por eso Dios lo exaltó
y le dio el nombre que está
por encima de todo nombre,
10
para que ante el nombre de Jesús
doble la rodilla
. todo lo que hay en los cielos,
en la tierra y en los abismos,
'' y toda lengua proclame
que Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
248
31" semana
**• La liturgia nos presenta hoy u n a de las páginas
más intensas y m á s bellas de todo el Nuevo Testamento.
Con bastante probabilidad, Pablo se hace testigo de una
tradición anterior a él que había acuñado un himno
cristológico de importancia fundamental. El himno está
introducido por una exhortación apostólica que nos invita a hacer nuestros «los sentimientos que corresponden
a quienes están unidos a Cristo Jesús» (v. 5). No se trata
de una vaga recomendación, sino de una indicación
autorizada para caminar siguiendo el ejemplo de Jesús,
es decir, a vivir como él vivió. A continuación viene el
himno cristológico, que la liturgia pone de relieve con
mucha frecuencia. El carácter ejemplar de Cristo se
fundamenta aquí en «su misterio», y éste, a su vez, ilumina la vida de cada cristiano.
El himno se subdivide en dos partes. Los w . 6-8 describen la katabasi, o sea, el abajamiento de Jesús, que de
Dios se hizo hombre, «tomó la condición de esclavo» y
se humilló «hasta la muerte, y una muerte de cruz». Los
w. 9-11 describen, en cambio, la anábasi, o sea, la elevación de Jesús por obra de Dios Padre, que lo resucitó y «le
dio el nombre que está por encima de todo nombre», adorable en el cíelo y en la tierra, un nombre que debe ser
proclamado a todo el mundo: «Jesucristo es Señor» (v.
l i a ) . El misterio de Cristo está sintetizado de u n a manera lineal y completa: la fe de cada cristiano encuentra
aquí su centro y su síntesis gracias a la mediación de
Pablo, que se hizo no sólo evangelizador, sino también
- e incluso antes- discípulo y testigo de este misterio.
Evangelio: Lucas 14,15-24
En aquel tiempo, l5 uno de los convidados le dijo a Jesús:
-Dichoso el que pueda participar en el banquete del Reino
de Dios.
16
Jesús le respondió:
Martes
249
-Un hombre daba una gran cena e invitó a muchos. " A
la hora de la cena, envió a su criado a decir a los invitados:
«Venid, que ya está todo preparado». I8 Pero todos, uno tras
otro, comenzaron a excusarse. El primero le dijo: «He comprado un campo y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses». " Otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes y voy
a probarlas; te ruego que me excuses». 20 Y otro dijo: «Acabo
de casarme y, por tanto, no puedo ir». 2I El criado regresó y refirió lo sucedido a su señor. Entonces el señor se irritó y dijo
a su criado: «Sal de prisa a las plazas y calles de la ciudad
y trae aquí a los pobres y a los lisiados, a los ciegos y a los
cojos». n El criado dijo: «Señor, se ha hecho como mandaste
y todavía hay sitio». " El señor le dijo entonces: «Sal por los
caminos y las veredas y convence a la gente para que entre,
hasta que se llene mi casa. 24 Pues os digo que ninguno de
aquellos que habían sido invitados probará mi cena».
**• El paso d e u n a comida c o m ú n a la imagen del banquete mesiánico es bastante lógico y espontáneo para
Lucas: por eso este evangelista establece u n nexo entre
la parábola precedente (leída en el fragmento de ayer) y
la de ahora insertando entre a m b a s la expresión: «Dichoso el que pueda participar en el banquete del Reino de
Dios» (v. 15). Esta exclamación tiene por objeto la participación en la comunión con Dios en el tiempo de la
«resurrección de los justos»: la dimensión escatológica
de nuestra fe y de nuestra experiencia religiosa es más
que evidente.
La parábola contempla diferentes invitaciones y
otros tantos rechazos por parte de aquellos que, por no
haber percibido la novedad de la presencia de Jesús, no
sienten ninguna necesidad de salvación y se sustraen así
al beneficio de un don maravilloso. Es interesante destacar, como hacen algunos exégetas, que en esta parábola
está esbozada la historia de la salvación: casi podría decirse que cada invitación y cada rechazo corresponden a
otras tantas estaciones de una historia visitada por Dios,
el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
31" semana
250
La «cima» de la parábola debe ser situada ciertamente en la expresión que pone Lucas en boca del señor de
la casa: «Sal de prisa a las plazas y calles de la ciudad y
trae aquí a los pobres y a los lisiados, a los ciegos y a los
cojos» (v. 21). Es como decir que en el banquete mesiánico participarán los excluidos y serán excluidos de él,
en cambio, los que tenían derecho. La ley que caracteriza a la nueva alianza aparece confirmada una vez más;
se afirma de nuevo la complacencia del Padre; la finalidad primera y central de la enseñanza y de la presencia
de Jesús entre nosotros encuentran aquí una afirmación
renovada.
MEDITATIO
La parábola que nos presenta el evangelio de hoy pertenece a una de esas que los estudiosos llaman «parábolas de la invitación divina»: tenemos aquí u n a clave
de lectura no sólo del texto evangélico, sino de toda la
liturgia de la Palabra de este día. Por un lado, sobresale
claramente la figura de aquel que invita, el Padre, que,
por medio de su Hijo, vuelve a expresar en cada tiempo
y en cada lugar su propia voluntad salvífica universal. Al
mismo tiempo, se perfila también con claridad la figura
de aquel que, en nombre de Dios Padre, se hizo «Evangelio» por nosotros, en el sentido de que Jesús no se
contentó con hablar en nombre de Dios, sino que es
Palabra de Dios encarnada, es decir, viviente en medio
de nosotros.
Junto a la figura de Dios Padre y de Jesucristo, aparece también en la parábola la figura de los invitados,
esto es, de nosotros y de todos aquellos que, e n distintos tiempos y lugares, han entrado en contacto con la
Buena Mueva de Jesús salvador. Aquí es donde se capta
el carácter dramático del relato, que, para nosotros, ya
no es sólo una parábola, en el sentido literario del tér-
Martes
251
mino, sino que se convierte en una historia viva, punzante, siempre actual. E n ella, cada uno de nosotros está
llamado a «jugarse» a sí mismo con la plena libertad de
su decisión, pero también con la responsabilidad que
implican sus opciones. Es bueno para nosotros que, de
la parábola, mane claro el anuncio de lo que complace
a Dios, de aquello para lo que vino Jesús al mundo, de
lo que constituye el objeto de la predicación apostólica:
Dios ama, prefiere y quiere como hijos suyos amadísimos a aquellos a quienes la sociedad margina y considera frecuentemente seres insignificantes e inútiles. La
invitación dirigida a cada uno de nosotros consiste, por
tanto, en ser pobres en el sentido evangélico del término,
a saber: en tener un corazón consciente di a i propio
pecado, traspasado por el dolor y deseoso Reencontrar
al Médico celestial.
ORATIO
Libérame, Señor, de los obstáculos que S i e n t a n atarm e a un pasado glorioso o cargado de injusticias y de
resentimiento o a un presente mezquino o cautivador;
hazme libre de seguirte por los caminos del Evangelio
y de la historia para anunciar y difundir la verdadera
libertad.
Señor, dame la fuerza necesaria para salir de u n a muchedumbre acomodadiza que, presa por completo de
sus propios fines y de sus propias metas, se vuelve sorda e insensible a tus invitaciones y las rechaza present a n d o como excusas necesidades apremiantes; hazme
sensible y dispuesto a tus llamadas, en todas las estaciones de mi vida, para anunciar y dejar aparecer tu
voluntad.
Señor, ayúdame a seguir con honestidad y constancia
m i misión - p o r pequeña o grande que sea-, contrarres-
31a semana
252
253
Martes
tada a veces, trabajosa y en absoluto popular, porque
deseo seguirte sólo a ti, que eres el único camino verdadero: fiel sin volverme nunca hacia atrás, cueste lo que
cueste, para anunciar y servir tu proyecto de salvación.
renovada incluso en los estadios más avanzados de la
vida espiritual- me parece que no puede haber verdad
total ni progreso real en el camino hacia Dios (G. Dossetti).
CONTEMPLATIO
ACTIO
¿Qué es la compunción cristiana? Es la íntima experiencia del alma que -frente a la muerte y resurrección
del Señor- percibe la entidad y la gravedad de su pecado en relación con la inmensidad de la majestad de Dios
y de su a m o r absolutamente gratuito, tal como se revela en los padecimientos y en la muerte de Cristo y, al
mismo tiempo, en el poder liberador y pleno de su señorío de Resucitado. La compunción se siente como
una transfixión del corazón: como una punción que
hace salir el veneno del mal, que atenúa y vence su dureza, que infunde junto con el dolor del pecado la certeza profunda y sosegada de haber encontrado por fin al
Médico omnipotente: y por eso es un sentimiento de reposo y de humilde y amoroso reconocimiento, por un
lado, de nuestra indignidad y, por otro, del inexpresable
a m o r divino, que nos acoge en el perdón y en la paz, en
Cristo y por Cristo, el Crucificado-Resucitado.
E n el don de la compunción se injerta o el deseo del
bautismo en el nombre de Jesús o, para los que ya estamos bautizados, la reactualización de nuestro bautismo y, por consiguiente, de sus energías sanadoras y
elevadoras, a través del don renovado del Espíritu Santo. Tal es -al menos en su inicio y con posibilidades de
crecimiento y desarrollo infinito- la compunción cristiana, tan fundamental y tan discriminadora para el
cristiano y, a fortiori, para el monje, que puede considerarse, antes que nada, un «hombre compungido», más
que un hombre «aislado», más que un monje q u e vive
en la soledad. Sin la compunción -siempre actualmente
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Jesucristo es Señor» (Flp 2,11).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Estar vestido de este «yo» hecho de opiniones de personas indiferentes, de condecoraciones insignificantes, de «intervenciones» protocolarias. Oprimido en esta camisa de fuerza de lo inmediato. Salir de todo esto, desnudo, sobre el abismo del alba,
aceptado, invulnerable, libre: en la luz, con la luz, de luz. Uno,
real en el uno. Salir fuera de mí mismo en cuanto obstáculo para
mí mismo en esta consumación.
¿Por qué privarte de ello -dices-, si la cosa no hace mal a
naaie y a ti te hace bien? ¿Por qué, si no está en contradicción
con la decisión que has tomado? Tu misma reacción al olvidar
esta promesa -como reacción a una traición y a una debilidad
humillante- es una respuesta suficiente a tu pregunta.
Todo en el presente, nada para el presente. Nada para el
futuro que tenga que ver con tu nombre o tu sosiego. Sólo si tu
esfuerzo ha sido guiado por una entrega al deber en la que te
hayas olvidado por completo de ti mismo podrás conservar la fe
en todo su valor. Ahora bien, si ha sido así, tu esfuerzo hacia la
meta te habrá enseñado a alegrarte cuando otros la alcancen
(D. Hammarksold).
Miércoles
3 1 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filipenses 2,12-18
12
Así pues, amados míos, vosotros, que siempre me habéis
obedecido, hacedlo también ahora que estoy ausente, incluso con mayor empeño que si estuviera presente, y esforzaos
con santo temor en lograr vuestra salvación. ° Que es Dios
quien, más allá de vuestra buena disposición, realiza en vosotros el querer y el actuar. I4 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones. 15 Seréis así limpios e irreprochables; seréis hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
mala y perversa, entre la cual debéis brillar como lumbreras
en medio del mundo, 16 manteniendo con firmeza la Palabra
de vida para que, el día en que Cristo se manifieste, pueda
yo enorgullecerme de no haber corrido o trabajado inútilmente. " Y aunque tuviera que ofrecerme en sacrificio al
servicio de vuestra fe, me alegraría y congratularía con todos
vosotros. 18 Por lo mismo, alegraos también vosotros y regocijaos conmigo.
**•' Del corazón de Pablo brotan algunas recomendaciones paternas dirigidas a los cristianos de la comunid a d de Filipos, pero a cada u n a de ellas le corresponde
su motivación y precisión concreta.
256
31" semana
E n primer lugar, los cristianos deben dedicarse con
santo temor a obtener su salvación (v. 12); al mismo
tiempo, sin embargo, deben recordar que sólo Dios puede suscitar en ellos la capacidad de vivir de un m o d o
conforme a su voluntad (v. 13). En segundo lugar, los
cristianos deben «brillar como lumbreras en medio del
mundo» (v. 15) no para presumir ante los otros, sino
únicamente con la finalidad de mantener con «firmeza
la Palabra de vida» (v. 16a). En tercer lugar, los cristianos contribuyen a hacer crecer la alegría del apóstol en
la medida en que se disponen a ofrecer su vida en sacrificio agradable a Dios, y no por u n a mera gratificación personal, sino para asimilarse a Cristo Jesús y
disponerse a la comunión con el Padre (v. 16b-17).
De este modo, la exhortación apostólica se arraiga en
el misterio de Cristo y de la salvación anunciada y realizada por él y, al mismo tiempo, se traduce en líneas de
ortopraxis cristianas, las cuales valen no sólo para los
destinatarios de la carta, sino también para nosotros, a
quienes llega, aquí y ahora, el alegre mensaje de la salvación.
Evangelio: Lucas 14,25-33
En aquel tiempo, 25 como le seguía mucha gente, Jesús se
volvió a ellos y les dijo:
26
-Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 27 El que no carga con su cruz y viene detrás de mí
ne puede ser discípulo mío. 28 Si uno de vosotros piensa construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos y
ver si tiene para acabarla? 29 No sea que, si pone los cimientos
y no puede acabar, todos los que le vean se pongan a burlarse
de él, 30 diciendo: «Éste comenzó a edificar y no pudo terminar». 3I 0 si un rey está en guerra contra otro, ¿no se sienta
antes a considerar si puede enfrentarse con diez mil hombres
alque le va a atacar con veinte mil? 32 Y si no puede, cuando el
Miércoles
257
enemigo aún está lejos, enviará una embajada para negociar
la paz. " Del mismo modo, aquel de vosotros que no renuncia
a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío.
**• Después de a b a n d o n a r la casa del fariseo, Jesús
se encuentra con la muchedumbre. Cuando tiene lugar
este paso, la enseñanza evangélica asume, por lo general, unos acentos más íntimos y, en algunas ocasiones,
más radicales. Éste es el caso de la lectura evangélica de
hoy. En ella - c o m o ya había ocurrido con las «bienaventuranzas»- confía Jesús a la muchedumbre el ideal
evangélico, que, si es acogido en su integridad, compromete, arrolla y desconcierta toda la vida.
La disposición de este pasaje evangélico es muy
simple: contiene dos parábolas (w. 28-32), precedidas
(w. 25-27) y seguidas por dos invitaciones a la renuncia
(v. 33). En ambas parábolas se ilustra la necesidad de reflexionar antes de emprender una empresa, calculando
bien las posibilidades de llevarla a puerto. Es menester
evitar toda ligereza o temeridad. Una vez que se ha tomado una decisión, es preciso proceder con la más absoluta
fidelidad: un fracaso debido a la indecisión o la nostalgia
sería imperdonable. Incluso el «seguir a Jesús» por el
camino que le está llevando decididamente a Jerusalén
y hacia el Calvario es una empresa bastante arriesgada,
en la que es necesario comprometer toda la vida. En la
verdad de esta reflexión se injertan la invitación inicial
y la final de este pasaje, que contiene una de las exigencias más radicales del Evangelio.
Renunciar a nuestro padre y nuestra madre, llevar la
cruz e ir detrás de Jesús, renunciar a todos los bienes
que poseemos (w. 26ss y 33), son algunas de esas exigencias que no dejan lugar a ninguna duda; al contrario, con su valor paradójico chocan con nuestra sensibilidad y nos hacen escandalizarnos. Proceder así sería
u n a manera, más o menos elegante, de sustraernos a la
258
31" semana
invitación de Jesús, para seguir haciendo lo que nos
viene en gana.
MEDITATIO
Nos encontramos frente a una de las «palabras duras» de Jesús, de las que se desprende con unos términos extremadamente claros el radicalismo evangélico
del que hemos hablado en la lectio. Con todo, este radicalismo no ha de ser considerado de u n modo genérico
y mucho menos de un modo irracional. En efecto, la
invitación de Jesús implica algunas decisiones que dejan aparecer las grandes motivaciones del radicalismo
evangélico cuando lo situamos en el contexto general
del Evangelio.
La primera de estas decisiones recae sobre la persona misma de Jesús: «Si alguno quiere venir conmigo... El
que no carga con su cruz y viene detrás de mí no puede
ser discípulo mío». Está claro, por tanto, que la renuncia a los bienes y a las personas no es u n fin en sí misma, no tiene ningún valor autolesivo, no puede ser desarrollada en perjuicio propio, sino que encuentra en
Jesús, maestro y salvador, su motivación primera y última. La posibilidad de llegar a ser «discípulo de Jesús»
constituye el otro gran deseo de todo verdadero creyente, y para alcanzar esta meta se debe estar dispuesto a
dejar todo y a todos por amor, sólo por amor. Si es lógico o no emplear la propia vida de este m o d o no puede
decirlo más que aquel o aquella que sabe q u e de la fe se
desprende u n estilo de vida. En consecuencia, no debemos buscar una racionalidad puramente h u m a n a , sino
u n a racionabilidad que satisfaga la mente y el corazón
del -verdadero discípulo.
Como sabemos, ha sido precisamente Lucas quien ha
recogido este tipo de enseñanzas de Jesús. E n efecto, el
259
Miércoles
tercer evangelista escribía para una comunidad que necesitaba hacer cada vez más esencial su propia adhesión
al Evangelio. Por eso Lucas la invita a practicar opciones
fundamentales en favor del Evangelio, sin dejarse distraer por preocupaciones terrenas y sin alegar excusas
fútiles. Y esto vale también para nosotros.
ORATIO
«Pierde tu vida y la encontrarás». Señor, esta invitación tuya suena ilógica, absurda, empapada de fracaso
y de muerte. Sin embargo, la vida no puede ser poseída
como u n tesoro que escondamos celosamente o para
administrar sólo como propio, porque se marchitaría
en su propia limitación. Tú, en cambio, me has mostrado que mi existencia tiene que encarnarse poniéndome en movimiento entre tu proyecto misterioso y ya
establecido y mi decisión de realizarlo o no; se ha de
desarrollar entre u n a sucesión de aventuras placenteras o dolorosas, padecidas o compartidas, que orientan
los pasos inseguros de mi vida diaria vivida con otros y
para otros.
Lo he comprendido, Señor: mi vida es un don para
compartir, es un bien para dar, es un tesoro para revelar;
para gozarla plenamente, para vivirla a fondo, debo entregarla. ¡Lo quiero, Señor!
CONTEMPLATIO
Tanto que, por más misterios y maravillas que han
descubierto los santos doctores y entendido las santas
almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por
decir y aun por entender, y así hay mucho que ahondar
en Cristo; porque es como una abundante mina con muc h o s senos de tesoros, que, por más que ahonden, nun-
31a semana
260
ca les hallan fin ni término, antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá.
Que por eso dijo san Pablo del mismo Cristo: En Cristo
moran todos los tesoros y sabiduría escondidos (Col 2,3),
en los cuales el alma no puede entrar ni puede llegar a
ellos si (como habernos dicho) no pasa primero por la
estrechura del padecer interior y exterior a la divina
Sabiduría; porque aun a lo que en esta vida se puede
alcanzar de estos misterios de Cristo, no se puede llegar
sin haber padecido mucho y recibido muchas mercedes
intelectuales y sensitivas de Dios y habiendo precedido
mucho ejercicio espiritual; porque todas estas mercedes
son más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo, porque todas son como disposiciones para venir a
ella.
¡Oh, si se acabase ya de entender cómo no se puede
llegar a la espesura y sabiduría de las riquezas de Dios
-que son de muchas m a n e r a s - si no es entrando en la
espesura del padecer de muchas maneras, poniendo en
eso el alma su consolación y deseo! ¡Y cómo el alma que
de veras desea sabiduría divina desea primero el padecer para entrar en ella en la espesura de la cruz! Que por
eso san Pablo amonestaba a los de Éfeso que no desfalleciesen en las tribulaciones [...] Porque p a r a entrar en
estas riquezas de su sabiduría la puerta es la cruz, que
es angosta, y desear entrar por ella es de pocos, mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos
(Juan de la Cruz, Cántico espiritual [B], Canción 37, 4;
Canción 36, 13, en Obras completas, BAC, Madrid 141994,
pp.884y882).
ACTIO
Eepite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Debéis brillar como lumbreras en medio del mundo,
manteniendo con firmeza la Palabra de vida» (Flp 2,15ss).
Miércoles
261
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
¡Ser tuya! Pongo en el seno de la Santísima Trinidad mi voluntad, mi corazón, mi cuerpo, mi pensamiento, para que sean
consumidos por las llamas del amor divino. Señor Jesús, los
abandono a ti para que en mí se produzca el vacío y en él puedas depositar tú tu pensamiento, tu corazón, tu voluntad, todo.
Un intercambio silencioso e inefable a los pies del tabernáculo,
después de la santa comunión y por la mañana: tu acción interior. Tú y yo; yo y tú; tú en mí, más aún que yo en ti. Yo estoy en
ti para morir ahí, tú estás en mí para vivir ahí. Tengo la impresión de que mi pobre ser debe ser incinerado por el poder, por
la fuerza, por el ardor de tu divinidad reviviente en él. Siento
que mi corazón... más aún, siento que tu corazón dejará en mi
pecho latidos de amor.
Es terrible dejarte revivir en nosotros, es terrible esta unión
contigo, porque nos amas con un amor que parece aniquilarnos,
porque sufres con un sufrimiento que destruiría en virtud de su
violencia nuestro ser, si tú no lo sostuvieras. Me pregunto si el perenne y oscuro sufrimiento de mi alma no deriva precisamente
de esto: que no sé amar cuanto quisiera, que no sé dejarte vivir
en mí como quisiera, que no sé transformarme en ti como quisiera. Quisiera perderme en ti, guardar silencio, gozar de mi transformación (ítala Mela).
Jueves
3 1 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filipenses 3,3-8a
Hermanos: 3 La verdadera circuncisión somos nosotros, los
que tributamos un culto nacido del Espíritu de Dios y hemos
puesto nuestro orgullo en Jesucristo, en lugar de confiar en
nosotros mismos. 4 Y eso que, en lo que a mí respecta, tendría
motivos para confiar en mis títulos humanos. Nadie puede
hacerlo con más razón que yo. 5 Fui circuncidado a los ocho
días de nacer, soy del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín,
hebreo por los cuatro costados, fariseo en cuanto al modo de
entender la Ley,6 ardiente perseguidor de la Iglesia e irreprochable en lo que se refiere al cumplimiento de la Ley.7 Pero lo
que entonces consideraba una ganancia, ahora lo considero
pérdida por amor a Cristo. 8 Es más, pienso incluso que nada
vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor.
*•• Pablo abre la parte exhortatoria de esta carta con
u n a especie de autobiografía. Se ve obligado a hacerlo
frente a aquellos que no sólo se cierran a la llamada
salvífica que se desprende del Evangelio, sino que tamb i é n intentan denigrar su p e r s o n a y su misión apostóli-
264
31a semana
ca. De esto depende el carácter, polémico en parte, de
este pasaje.
Sin embargo, esto brinda a Pablo la ocasión de presentar a todos, y no sólo a los filipenses, su origen hebreo, su vocación apostólica, su fidelidad a la misma.
De este m o d o nos hace ver que, para comprender sus
cartas, resulta indispensable pasar a través de su personalidad, sobre todo a través del gran acontecimiento de
Damasco, que marca su conversión a Cristo Señor y el
comienzo de su misión. Pero le brinda, sobre todo, la
ocasión de declarar abiertamente u n hecho: el encuentro con Cristo ha invertido literalmente su manera de
ver las cosas, su criterio valorativo sobre hechos y personas. Por encima de todo y de todos está ahora, para
él, Cristo, el Señor, no sólo como objeto de su fe, sino
también como fuente de su misión y, lo más importante,
como destinatario de su amor. Pablo expresa esta inversión de los valores con una frase extremadamente significativa: «Pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (v. 8).
Éste es el único lugar en todo el epistolario paulino
en que el adjetivo posesivo «mi» aparece junto al título
cristológico «Señor»: esto es signo no sólo del hecho
de que Pablo se encontró con Jesús resucitado, sino
también de la gran intimidad que alcanzó su amor con
el mismo Jesús.
Evangelio: Lucas 15,1-10
En aquel tiempo, ' todos los publícanos y pecadores se
acercaban a Jesús para oírle. 2 Los fariseos y los maestros de
la Ley murmuraban:
-Éste anda con pecadores y come con ellos.
3
Entonces Jesús les dijo esta parábola:
4
-¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una
de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a bus-
Jueves
265
car a la descarriada hasta que la encuentra? 5 Y cuando da con
ella, se la echa a los hombros lleno de alegría 6 y, al llegar a
casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: «¡Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!». 7 Pues os aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve
justos que no necesitan convertirse.
8
O ¿qué mujer, si tiene diez monedas y se le pierde una, no
enciende una lámpara, barre la casa y la busca con todo cuidado hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus
amigas y vecinas y les dice: «¡Alegraos conmigo, porque he
encontrado la moneda que se me había extraviado!». '" Os
aseguro que del mismo modo se llenarán de alegría los ángeles de Dios por un pecador que se convierta.
*•• Estamos ante el capítulo central del evangelio según san Lucas; en él ha querido concentrar su autor el
mensaje principal de su obra: el Evangelio de la misericordia. Al mismo tiempo, y según los estudiosos, Lucas
nos aproxima lo más posible al Jesús histórico, que vino
a nosotros sobre todo a anunciar y a encarnar el amor
misericordioso del Padre.
Los dos primeros versículos del pasaje evangélico nos
ofrecen el contexto histórico de las tres parábolas contenidas en este capítulo. Por u n lado, los publícanos y
los pecadores, que se acercan a Jesús «para oírle» (v. 1)
- s a b e m o s que Jesús sentía u n a especial debilidad por
ellos-. Por otro lado, los fariseos y los maestros de la
Ley, que murmuraban en contra de él -y también sabemos que Jesús les dirigía con frecuencia amargas
palabras-. Las parábolas de la oveja extraviada y la moneda perdida -junto a la parábola del padre misericordioso que nos presenta Jesús como icono de Dios-padreh a n de ser interpretadas a la luz del contexto histórico:
ambas, por consiguiente, pretenden iluminar, p o r un
lado, la situación de lo que estaba perdido y de quién est a b a perdido y, por otro, la alegría del que ha podido encontrar lo que había perdido.
266
3 J" semana
La alegría del hombre es trampolín de lanzamiento
hacia la alegría de Dios: Lucas subraya fuertemente tres
veces, a modo de estribillo, la alegría de Aquel que ha
a m a d o tanto al m u n d o que le ha dado a su Hijo y obtiene de ello la máxima alegría posible.
MEDITATIO
Que se alegren los que buscan al Señor: el estribillo del
salmo responsorial de la liturgia de hoy sintetiza bastante bien el mensaje central. Como es obvio, cuando se
habla de «alegría», en la jerga bíblica y, sobre todo, en
la evangélica, es menester liberarla de todo significado
exterior y efímero. Se trata, más bien, de una alegría
exquisitamente personal, interpersonal, que crece en la
medida en que es participada y compartida.
Es la alegría de Pablo, que brota del sublime conocimiento de Jesucristo y desea compartir con los cristianos de Filipos; es la alegría del Padre, que goza más
en el cielo p o r un pecador convertido que por noventa y
nueve justos que no tienen necesidad de conversión; es
la alegría d e Cristo, el buen Pastor dispuesto a dar su
vida por la salvación de un solo pecador; pero es también nuestra alegría, la de los pecadores que sabemos
que tenemos en el cielo un Padre misericordioso, además de u n mediador compasivo y amoroso, del mismo
modo que sabemos que tenemos también en la tierra
alguien que, en su nombre, ha recibido el ministerio de
perdonar nuestros pecados, a fin de que aprendamos
a ser compasivos y misericordiosos con nuestros hermanos.
Es, por consiguiente, la alegría del p e r d ó n otorgado a
quien lo necesita y lo pide con humildad, pero es también la alegría del perdón pedido con humildad, acogido con gratitud y evangelizado con valor.
Jueves
267
ORATIO
¿Fariseo? A veces lo soy, y tú entonces, Señor, me condenas, porque, tras haberme vuelto seguro con una lógica intransigente, me vuelvo intolerante con los que son
esclavos de normas absolutas que ofuscan y desaprueban
la libre aportación de decisiones individuales destinadas
a situaciones específicas. Esta actitud me convierte en un
«sepulcro blanqueado», irreprensible en cuanto a la justicia -como dice Pablo- y duro con las limitaciones ajenas. Pero tú has dicho: «¡Ay de los que juzgan...!».
¿Publicano? Así me presento, y tú, Señor, m e perdonas porque no soy «justo» a mis ojos. Esta visión, más
h u m a n a y más real, de mi debilidad me permite experimentar tu misericordia, gustar tu amor y vivir con agradecimiento en una actitud de respeto hacia ti, hacia mí
mismo, hacia los otros, hacia el mundo. Al a m o r se le
responde con alegría, y por eso «se llenarán de alegría los
ángeles de Dios por un pecador que se convierta».
CONTEMPLATIO
Considera cuan grande es la dulzura y la piedad de
Dios, su clemencia y bondad; cuan suave es con todos,
compasivo en todas sus acciones, siempre dispuesto a
perdonar, «clemente y misericordioso, lento a la ira,
rico en amor y siempre dispuesto a perdonar. ¡Quién
sabe si no perdonará una vez más!» (Jl 2,13). «Padre misericordioso y Dios de todo consuelo. Él es el que nos
conforta en todas nuestras tribulaciones» (2 Cor l,3ss).
Y «como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles» (Sal 103,13). Sobre
todo, debemos considerar que si el Padre «no perdonó a
su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por
todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente tod a s las demás cosas juntamente con él?» (Rom 8,32), «re-
31a
268
semana
concillando el mundo consigo en Cristo» (2 Cor 5,19), el
cual «nos ha liberado de nuestros pecados con su sangre»
(Ap 1,5) y, p o r nosotros, se revistió de la carne, fue ultrajado con la cruz y condenado a muerte.
¿Crees que alguien que ha sufrido tanto por ti te
abandonará? No lo pienses jamás. ¿A cuántos que se
alejaron más que tú de él los llamó junto a él? En efecto, él es aquel por el cual «allí donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia» (Rom 5,20). De ello es testigo el
santo David, que cometió u n gran pecado manchándose de adulterio, homicidio y traición... pero donde abundó la impureza, sobreabundó la pureza; donde abundó
la crueldad, sobreabundó la piedad; donde abundó el
engaño, sobreabundó la rectitud. Encontraríamos innumerables casos similares si quisiéramos recordar todos
aquellos en los que Dios, con su misericordia y piedad,
remitió la iniquidad y perdonó los pecados, purificándolos, justificándolos y santificándolos en el Espíritu Santo.
Verdaderamente, «como dista el Oriente del Occidente,
así ha alejado de ellos sus culpas el Señor» (Sal 103,12),
introduciendo en ellos el bien allí donde estaba el mal, el
mérito donde estaba la injusticia, la gracia donde estaba
arraigada la culpa (Adam Scott, cartujo del siglo XIII).
ACTIO
Repite c o n frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Que se alegren los que buscan al Señor» (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Si un padre es dueño, sólo es libre el hijo que se rebela, esto
es,el ateo. En cambio, si el padre es misericordia, amor, alguien
que da libertad, entonces es libre el hijo que vive la libertad. El
problema, por tanto, es el de la imagen de Dios. Si Dios es la
Jueves
269
ley, entonces es antagonista de mi libertad. En cambio, si Dios
es Padre, entonces no es antagonista de mi libertad, sino que me
forma para ella incluso a través de la ley, que tiene una función
pedagógica. Ahora bien, la ley lleva siempre en sí misma el
peligro de mantener al hombre en estado de minoría de edad.
El riesgo que corre el cristiano es el de no comprender que la
humanidad puede llegar a ser mayor de edad (S. Fausti).
Viernes
3 1 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filipenses 3,17-4,1
3
>" Imitad mi ejemplo, hermanos, y fijaos en quienes me
han tomado como norma de conducta. 18 Pues como ya os advertí muchas veces, y ahora tengo que recordároslo con lágrimas en los ojos, muchos de los que están entre vosotros son
enemigos de la cruz de Cristo. " Su paradero es la perdición;
su dios, el vientre; se enorgullecen de lo que debería avergonzarles y sólo piensan en las cosas de la tierra. 20 Nosotros, en
cambio, tenemos nuestra ciudadanía en los cielos, de donde
esperamos como salvador a Jesucristo, el Señor. 21 Él transformará nuestro mísero cuerpo en un cuerpo glorioso como
el suyo, en virtud del poder que tiene para someter todas las
cosas. "'' Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, vosotros, que sois mi gozo y mi corona, manteneos firmes en el
Señor, queridos.
**• Pablo señala dos caminos posibles a los cristianos
de Filipos, que desean hacerse discípulos del Crucificado: u n o es aquel por el que c a m i n a n «los enemigos de la
cruz de Cristo» (3,18). Son esos cuyo «paradero es laperdición; su dios, el vientre; se enorgullecen de lo que debería avergonzarles y sólo piensan en las cosas de la tierra»
272
31" semana
(v. 19) y están completamente absorbidos por los intereses terrenos. Para ésos, «su paradero es la perdición»
(v. 19a). Resulta fácil entrever en esta categoría de personas a un grupo de cristianos que, a pesar de haberlo
recibido ya, se h a n olvidado del bautismo y, sobre todo,
se h a n perdido en una práctica de vida contraria al
Evangelio. El otro camino es el recorrido e indicado por
el mismo Pablo y por los que se han mantenido fieles a
la «regla de vida» que han aprendido. Pablo no siente
pudor a la hora de ponerse como «ejemplo» (v. 17) no
tanto por los dones naturales que ha recibido como por
el don de la gracia que le sorprendió en el camino de
Damasco y le descompuso literalmente su vida, dándole
una nueva orientación: nueva según la novedad de Cristo muerto y resucitado.
Los fieles de Filipos están invitados, por tanto, a realizar su elección libre y consciente no sólo en virtud del
ejemplo que tienen delante, sino también y sobre todo
en virtud de la esperanza que alimentan, a saber: «Tenemos nuestra ciudadanía en los cielos, de donde esperamos como salvador a Jesucristo, el Señor» (v. 20). Es tal
el bien que espero (se dibuja aquí la patria celestial, lugar de alegría indefectible y de comunión amistosa) que
acepto por él cualquier pena (ésa es la d u r a batalla que
cada uno está llamado a librar en los días de su vida terrena). Se advierte así la dinámica del ya pero todavía
no que caracteriza la experiencia de todo creyente.
Evangelio: Lucas 16,1-8
En aquel tiempo, ' decía Jesús a sus discípulos:
-Había u n hombre rico que tenía un administrador, a
quien acusaron ante su amo de malversar sus bienes. 2 El amo
le llamó y le dijo: «¿Qué es lo que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque no vas a poder seguir desempeñando ese cargo». 3 El administrador se puso a pensar:
«¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita la administra-
Viernes
273
ción? Cavar ya no puedo, pedir limosna me da vergüenza. 4 Ya
sé lo que voy a hacer para que alguien me reciba en su casa
cuando me quiten la administración». 5 Entonces llamó a todos los deudores de su amo y dijo al primero: «¿Cuánto debes
a mi amo?». 6 Le contestó: «Cien barriles de aceite». Y él le
dijo: «Toma tu recibo, siéntate y escribe en seguida cincuenta». 7 A otro le dijo: «Y tú, ¿cuánto debes?». Le contestó: «Cien
sacos de trigo». Él le dijo: «Toma tu recibo y escribe ochenta».
8
Y el amo alabó a aquel administrador inicuo, porque había
obrado sagazmente. Y es que los que pertenecen a este mundo
son más sagaces con su propia gente que los que pertenecen a
la luz.
*+• Para captar el pensamiento de Jesús a través de
esta parábola es preciso tener presente el contexto global del capítulo, cuyo centro vital está constituido por el
v. 14, que dice así: «Estaban oyendo todo esto los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de Jesús».
Del mismo modo que la primera parábola (w. 1-8) enseña el modo correcto de usar los bienes de la tierra, la
segunda -la del rico epulón (w. 19-31)- enseña cómo no
deben ser usados. En todo caso, la lección tiene como
tema la philargyría, es decir, el a m o r al dinero.
A primera vista, la parábola del administrador infiel
podría suscitar cierto asombro e incluso cierto escándalo, precisamente porque Jesús alaba su conducta, a
pesar de su actitud astuta, deshonesta y egoísta. Más
adelante, Lucas comparará a Dios con un juez que no
practica la justicia (Le 18,1-8), y también en Mt 10,16 se
invita a los discípulos a ser astutos como serpientes.
Con todo, no debemos escandalizarnos en absoluto: el
Señor no nos ofrece como modelo a un estafador o a un
pillo; lo que hace, más bien, es recordarnos que somos
responsables de unos bienes que n o nos pertenecen del
todo, sino que hemos de considerarlos como dones de
Dios y, en consecuencia, hemos de tratarlos, al mismo
tiempo, con una prudencia y u n a audacia dignas de los
hijos de Dios.
274
31" semana
Ciertamente, no es fácil captar la «intención» de la
parábola, pero al final del fragmento se nos ofrecen
pistas que nos p o n e n en el buen camino: Jesús desea
que los hijos de la luz, en su camino terreno, en su
intento de conseguir los verdaderos bienes -los eternos-, se muestren más astutos que los hijos de este
m u n d o (v. 8b). La astucia de la que habla Jesús está en
función directa del deseo y de la consecución del verdadero bien.
MEDITATIO
Captamos diferentes estímulos en este fragmento
evangélico: con ellos quiere Jesús provocar nuestra reflexión y nuestra respuesta. Aunque el discurso se haga,
en ocasiones, difícil y la respuesta bastante comprometedora, el verdadero discípulo de Jesús no puede sustraerse a sus deberes concretos. En primer lugar, es preciso mantener la confrontación con los hijos de este
mundo: en el evangelio encontramos muchísimas veces
la invitación a ser animosos no sólo frente a la propuesta divina, sino también frente a aquellos que no
quieren saber nada ni del Evangelio ni de la vida cristiana. Por eso, no basta con la astucia; se requiere también el coraje, la osadía y la audacia de quien sabe que
posee u n a palabra superior a cualquier otra y puede
apoyarse e n una promesa que no puede ser retractada.
Del contexto global del capítulo se desprende una segunda gran invitación, que concreta el coraje evangélico:
nuestros verdaderos amigos son los pobres, y se requiere,
a buen seguro, un coraje de león para considerarlos como
nuestros primeros y más queridos amigos. Quien llega a
considerarlos como tales demuestra ser de verdad «listo»
según Jesús, aunque no ciertamente según la lógica del
mundo. Llegados a este punto, ya no queda ninguna incertidumbre sobre la astucia por la que el administrador
Viernes
275
deshonesto es alabado por su señor. La luz que se desprende de esta parábola nos llega a todos nosotros e iluminará nuestro camino en la medida en que nos dispongamos a invocarla, a acogerla y a caminar p o r el
sendero que abre delante de nosotros.
ORATIO
Me preguntas, Señor: «¿Por qué andas indeciso?».
Decir la verdad... cuesta sangre, Señor;
descubrir mis mezquindades... me expone, Señor;
perder mis seguridades... es duro, Señor;
aceptar la desaprobación... es doloroso, Señor;
ver bloqueados mis planes... me disgusta, Señor;
reconocer mis infidelidades... me hace daño, Señor;
mostrar mis debilidades... me humilla, Señor;
renunciar a mis razones... no lo soporto, Señor.
El precio que hemos de pagar para ser honestos es
elevado, pero servir a dos señores me repugna.
Señor, ayúdame a ser honesto,
¡cueste lo que cueste!
CONTEMPLAIO
Al ver Dios que el temor arruinaba al m u n d o , trató
inmediatamente de volverlo a llamar con amor, de invitarlo con su gracia, de sostenerlo con su caridad, de
vinculárselo con su afecto.
Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con
un diluvio vengador y llamó a Noé padre de la nueva
generación, persuadiéndolo con suaves palabras, ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que le
instruía piadosamente sobre el presente y lo consolaba
con su gracia, respecto al futuro. Y n o le dio ya órdenes,
sino que con el esfuerzo de su colaboración encerró en el
276
31" semana
arca las criaturas de todo el mundo, de manera que el
amor que surgía de esta colaboración acabase con el
temor de la servidumbre, y se conservara con el a m o r común lo que se había salvado con el común esfuerzo.
Por eso también llamó a Abrahán de entre los gentiles, engrandeció su nombre, lo hizo padre de la fe, le
acompañó en el camino, le protegió entre los extraños,
le otorgó riquezas, le honró con triunfos, se le obligó
con promesas, lo libró de injurias, se hizo su huésped
bondadoso, lo glorificó con una descendencia de la que
ya desesperaba; todo ello para que, rebosante de tantos
bienes, seducido por tamaña dulzura de la caridad divina, aprendiera a amar a Dios y no a temerlo, a venerarlo con amor y no con temor.
Por eso también consoló en sueños a Jacob en su huida, y a su regreso le incitó a combatir y lo retuvo con el
abrazo del luchador; para que amase al padre de aquel
combate y no le temiese.
Y asimismo interpeló a Moisés en su lengua vernácula, le habló con paterna caridad y le invitó a ser el
liberador de su pueblo.
Pero así que la llama del amor divino prendió en los
corazones humanos y toda la ebriedad del a m o r de Dios
se derramó sobre los humanos sentidos, satisfecho el
espíritu por todo lo que hemos recordado, los hombres
comenzaron a querer contemplar a Dios con sus ojos
carnales.
Pero la angosta mirada h u m a n a ¿cómo iba a poder
abarcar a Dios, al que no abarca todo el m u n d o creado?
La exigencia del amor no atiende a lo que va a ser, o a
lo que debe o puede ser. El amor ignora el juicio, carece de razón, no conoce la medida. El a m o r no se aquieta ante lo imposible, no se remedia con la dificultad.
El amor es capaz de matar al amante si no puede
alcanzar lo deseado; va a donde se siente arrastrado, no
a donde debe ir.
277
Viernes
El amor engendra el deseo, se crece con el ardor y,
por el ardor, tiende a lo inalcanzable. ¿Y qué más?
El amor no puede quedarse sin ver lo que ama: por
eso los santos tuvieron en poco todos sus merecimientos si no iban a poder ver a Dios.
Moisés se atreve por ello a decir: Si he obtenido tu
favor, enséñame tu gloria.
Y otro dice también: Déjame ver tu figura. Incluso
los mismos gentiles modelaron sus ídolos para poder
contemplar con sus propios ojos lo que veneraban en
medio de sus errores (Pedro Crisólogo, Sermón 147, en
PL 52, 594-595).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Nosotros, en cambio, tenemos nuestra ciudadanía
los cielos» (Flp 3,20).
en
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Lo que hacemos representa menos que una gota en el océano, pero sin esa gota le faltaría algo al océano. Yo soy un lápiz
de Dios. Él escribe lo que quiere. Por sangre y origen soy albanesa. Tengo la ciudadanía india. Soy una monja católica. Por
vocación, pertenezco a todo el mundo. En el corazón, pertenezco por completo al corazón de Jesús... Nuestra gente apenas
consigue mantenerse en pie. Están hambrientos, o enfermos, o
desnudos. Ni siquiera son capaces de sostener la caña de pescar. Lo que yo hago es darles un pescado para comer hasta que
estén lo suficientemente fuertes. Entonces los entregaré a vosotros, vosotros les entregaréis la caña y les enseñaréis a pescar...
Me he visto obligada a padecer la celebridad. La uso por amor
a Jesús. Cuando hablan de mí, los periódicos y las televisiones
hablan de los pobres y de este modo despiertan la atención so-
278
31" semana
bre los pobres. Vale la pena soportar este peso... si no voy al
cielo por cualquier otra cosa, iré por toda la publicidad que me
rodea, porque con ella me he sacrificado y purificado, y me ha
preparado para el paraíso (Madre Teresa de Calcuta).
Sábado
31 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filipenses 4,10-19
Hermanos: ,0 Mi alegría como creyente ha sido grande al
ver renacer vuestro interés por mí. De hecho, lo teníais ya,
pero no habíais tenido ocasión de manifestarlo. " Y no os digo
esto porque esté necesitado, pues he aprendido a arreglármelas en cualquier situación. u Sé pasar estrecheces y vivir en la
abundancia. A todas y cada una de estas cosas estoy acostumbrado: a la hartura y al hambre, a que me sobre y a que
me falte. ,3 De todo me siento capaz, pues Cristo me da la fuerza. 14 Sin embargo, habéis tenido un hermoso gesto al solidarizaros conmigo en la tribulación.
15
Vosotros sabéis, filipenses, que cuando comenzó a extenderse el Evangelio y partí de Macedonia, con ninguna Iglesia
tuve cuenta de haber y debe, sino sólo con vosotros. 16 Y sabéis
también que cuando estaba en Tesalónica por dos veces me
enviasteis con qué atender a mi necesidad. " Y n o es que yo
busque regalos; lo que busco es que se multipliquen los intereses en vuestra cuenta. '8 Acuso, pues, recibo de todo y tengo
más que suficiente. Me siento colmado, una vez que he recibido por medio de Epafrodito vuestros obsequios, que son
ofrenda de suave olor y sacrificio que Dios acepta con agrado.
19
Mi Dios, que es rico, atenderá con largueza todas vuestras necesidades por medio de Cristo Jesús.
280
31a semana
*•- Las relaciones de Pablo con la comunidad de
Filipos estuvieron inspiradas siempre por la máxima
franqueza y familiaridad: el apóstol aceptó incluso ser
ayudado con bienes materiales. En este punto se alegra
no sólo por los dones recibidos, sino también por la
caridad que se encontraba en la base de su ayuda, que
le llegó a Pablo en un momento particularmente difícil
de su misión.
En primer lugar aparece la estupenda libertad apostólica, de la que Pablo se siente justamente orgulloso:
podría prescindir de todo, porque ahora ha aprendido
a ser pobre con quien es pobre (w. l l s s ) . Se trata de
una libertad radical, que, sin embargo, no se sustrae a
los vínculos de la comunión engendrada por la caridad.
Pero es, sobre todo, la caridad de los filipenses, como
signo de la caridad de Cristo, lo que inspira este pasaje
de las cartas paulinas: al servicio de este ideal ha puesto Pablo toda su predicación, todo su empeño apostólico. En efecto, el apóstol no ha buscado los bienes ajenos, sino más bien ese don, que, mediante la escucha de
la Palabra y de la fe, le une a Cristo, su salvador. El paso,
por tanto, va del don ofrecido al apóstol al don recibido
por Dios: de ahí resulta una triple relación que liga lo
entregado al donante por medio de aquel que se ha hecho servidor de ambos. Y es muy hermoso señalar que
la alegría del apóstol Pablo brota, en primer lugar, de la
constatación de que, obrando de este m o d o , los creyentes viven en plenitud el humanismo cristiano que ha
descrito en los w. 8ss de este mismo capítulo.
Evangelio: Lucas 16,9-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:" Haceos amigos con los bienes de este mundo. Así, cuando tengáis que dejarlos, os recibirán en las moradas eternas. I0 El que es de fiar en
lo poco lo es también en lo mucho. Y el que es injusto en lo poco
Sábado
281
lo es también en lo mucho. " Pues si no fuisteis de fiar en los
bienes de este mundo, ¿quién os confiará el verdadero bien? I2 Y
si no fuisteis de fiar administrando bienes ajenos, ¿quién os
confiará lo que es vuestro? ,3 Ningún criado puede servir a dos
amos, pues odiará a uno y amará a otro, o será fiel a uno y
despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.
14
Estaban oyendo todo esto los fariseos, que eran amigos del
dinero, y se burlaban de Jesús. " Él les dijo:
-Vosotros queréis pasar por hombres de bien ante la gente,
pero Dios conoce vuestros corazones; porque, en realidad, lo
que parece valioso para los hombres es despreciable para Dios.
*• Recién acabada la parábola anterior, toma Jesús la
palabra y explícita su enseñanza, una enseñanza que se
vertebra de este modo: en primer lugar, encontramos
una referencia explícita a la muerte, al momento en el
que el dinero perderá su valor, cuando se nos quitará
su administración y, por consiguiente, perderemos toda
posibilidad de negociar con los dones que hemos recibido (v. 9). En segundo lugar, se nos dirige una invitación a la fidelidad frente al peligro de la deshonestidad
(w. lOss). Se trata de un discurso sapiencial mediante el
que Jesús se preocupa de pedirnos nuestra adhesión libre y gozosa al ideal de la pobreza evangélica. E n efecto, la caridad, si no se conjuga con la pobreza, difícilmente asume los caracteres del ideal evangélico.
Jesús enuncia además u n a verdad apodíctica: «Ningún criado puede servir a dos amos, pues odiará a uno y
amará a otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No
podéis servir a Dios y al dinero» (v. 13). No hay escapatoria, no hay alternativa posible para el verdadero discípulo de Jesús. Amar al primero es odiar al segundo y,
sobre todo, se traduce de m a n e r a espontánea en servicio, porque un amor que no se vuelva servicial no es
un amor verdadero. Jesús lo demostró con su vida antes
de enunciarlo con sus palabras. Por último, frente a los
fariseos, que se consideran «hombres de bien ante la gente» (v. 15), Jesús nos invita a la humildad. La caridad, el
31a semana
282
servicio y la humildad, según la enseñanza de Jesús, no
pueden ser separados, so pena de una descalificación
total ante Dios.
283
Sábado
Quien aprende a servir por a m o r se prepara a bien
morir; así hace t a m b i é n quien encarna su a m o r en gestos de servicio concreto a los últimos. No hay mejores
opciones que éstas p a r a prepararse al encuentro con el
Señor.
MEDITATIO
Amar es servir: he aquí una síntesis estupenda de la
vida cristiana: Servir con humildad: he aquí otra exigencia del Evangelio. Traducir el amor en gestos concretos de atención a los otros: he aquí un estilo de vida
que el discípulo de Jesús ha de hacer suyo.
Amar, pues, pero ¿a quién?, ¿a qué?, ¿en qué condiciones?, ¿hasta qué punto? Quien está un tanto familiarizado con el Evangelio no tarda en encontrar las respuestas adecuadas. Si el objeto de su amor es el dinero,
entonces se hará esclavo del dinero. En vez de servirse de
él para sí y para los otros, quedará sometido al mismo.
Servir, en segundo lugar, pero ¿a quién?, ¿a qué?,
¿hasta qué punto? El verdadero seguidor de Jesús sabe
con toda claridad que no basta con ejercer algunos servicios de cualquier modo; sabe que existe u n a jerarquía
de valores que debemos respetar y, hasta cuando nos
pongamos al servicio del prójimo, debemos tener siempre delante a aquel por cuyo amor nos hacemos siervos.
Es preciso discernir también no sólo aquello que estamos llamados a hacer, sino a quién prestamos nuestro
servicio y por qué lo hacemos.
Por último, morir, la perspectiva de la muerte, lejos
de intimidar al creyente, a quien alimenta la esperanza
de u n a vida sin fin junto a su Señor, contribuye a dar
una motivación ulterior y más fuerte al servicio y a la
caridad. Morir como personas libres no sólo porque debamos dejarlo todo y a todos, sino porque no tenemos
ya nada ni a nadie que nos pueda retener y atar a esta
tierra.
ORATIO
Como tantos otros, también yo, Señor, m e esfuerzo
por entrar en tu casa, pero, antes de cruzar el umbral,
me fijo estos objetivos:
- seguir el ejemplo de aquellos que no tienen nada
de lo que avergonzarse en su vida;
- c o m p o r t a r m e bien, como amigo de la cruz;
- alejarme de los ídolos del placer, del poder, del dinero;
- liberarme de todo complejo de superioridad;
- transfigurar mi cuerpo para configurarlo con el
de Cristo;
- resistir firme j u n t o al Señor, p a r a q u e los hijos
del mal no lleven las de ganar;
- evitar hacerme el listo perjudicando a los otros;
- acallar las mentiras con valor;
- celar por la salvación del m u n d o y p o r la causa
del Reino;
- administrar los dones con la sencillez de la paloma, pero también con la prudencia de la serpiente.
Solamente de este m o d o la astucia se convierte en
sabiduría*.
* El texto original italiano está compuesto en forma de u n
acróstico cuyas letras iniciales forman la palabra scaltrezza, "astucia" (N. del T.).
284
31° semana
CONTEMPLATIO
No temo la pobreza, no codicio las riquezas, n o temo
la muerte, ni deseo vivir, a no ser por vuestro bien [...]
¿Acaso me apoyo en mis propias fuerzas? No, porque
tengo la prenda del Señor, tengo conmigo su Palabra:
ella es mi bastón, mi seguridad, mi puerto tranquilo.
Aunque todo el m u n d o esté descompuesto, tengo entre
mis manos la Escritura, leo su Palabra [...] Vosotros sois
conciudadanos míos, mis padres, mis hermanos, mis
hijos, mis miembros, mi cuerpo, mi luz, más amable
que la luz del día. Su rayo me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad me trenza la corona para la vida
futura (Juan Crisóstomo).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«De todo me siento capaz, pues Cristo me da la fuerza»
(Flp4,13).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La dialéctica del humanismo antropocéntrico se ha desarrollado a lo largo de tres siglos. En el primer momento de la dialéctica humanística, Dios se convierte en el garante del dominio
del hombre sobre la materia. Era un Dios trascendente, pero encerrado en su trascendencia y al que se le impedía la intervención en los asuntos humanos. Se había convertido en un Dios
«decorativo», en el Dios del mundo burgués clásico. En el segundo momento, con la filosofía romántica y los grandes metaFísicos idealistas, Dios se convierte en una idea. Era un Dios inmanente, absorbido en el proceso dialéctico de la Idea que se
afirma y del mundo que deviene. Este Dios del panteísmo y del
mundo burgués romántico no era más que el límite ideal del
desarrollo de la humanidad, y era la justificación absoluta, total
Sábado
285
e inflexible del bien y del mal, tanto del mal como del bien, de todos los crímenes, las opresiones y las iniquidades de la historia,
y también de sus conquistas y de sus progresos, sobre todo de
sus progresos en la consecución de riquezas y poder. En el tercer momento, Feuerbach debía descubrir que Dios -un Dios así
concebido- alienaba al hombre de sí mismo; Marx descubriría
que este Dios no era más que una proyección ideológica de la
alienación o deshumanización del hombre producida a su juicio
por la propiedad privada. Y Nietzsche debía embriagarse con
la misión de la que se sentía investido: proclamar la muerte de
Dios. ¿Cómo podría continuar viviendo Dios en un mundo en el
que su imagen, es decir, la personalidad libre y espiritual del
hombre, parece decididamente destinada a desaparecer? Dios
como muerto, Dios en la tumba, ha sido el Dios de la agonía
final y de la autodestrucción de una época, de una civilización
llegada ahora a su final. El ateísmo es el término final de la
dialéctica interna del humanismo antropocéntrico (J. Maritain).
Lunes
32 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Tito 1,1-9
' Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo para hacer
que los elegidos de Dios lleguen a la fe y al conocimiento de
la verdad que se manifiesta en una vida religiosa, 2 con la esperanza puesta en la vida eterna. Dios, que no miente, había
prometido esta vida eterna antes de que el tiempo existiera,
3
y a su debido tiempo ha manifestado su Palabra a través de
la predicación que me ha sido confiada por orden de Dios,
nuestro Salvador. 4 A Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe
común, gracia y paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo,
nuestro Salvador.
5
Te he dejado en Creta para que acabes de organizarlo todo
y establezcas presbíteros en cada ciudad, siguiendo las instrucciones que te di: 6 que sean irreprochables, que se hayan
casado una sola vez, que sus hijos sean fieles y no puedan ser
tachados de mala conducta o de insubordinación. 7 Es preciso
que el obispo sea irreprochable, como administrador que es
de la casa de Dios; que no sea soberbio, ni iracundo, ni dado
al vino, ni violento, ni codicioso, 8 sino hospitalario, amigo del
bien, prudente, justo, piadoso, dueño de sí mismo, ' firmemente adherido a la Palabra tal y como ha sido enseñada, para
que sea capaz de exhortar según la sana doctrina y refutar a
quienes la contradicen.
288
32" semana
*+• Esta carta de Pablo ha sido calificada de «pastoral» precisamente por sus contenidos. El apóstol se dirige, en efecto, a uno de sus más queridos colaboradores en el momento en el que le confía el cuidado de una
comunidad cristiana que está iniciando u n camino de
conversión y de plena adhesión al Evangelio. Pero las
recomendaciones que hace Pablo a su discípulo Tito se
fundamentan siempre en el acontecimiento de Jesús
muerto y resucitado, en «la verdad que se manifiesta en
una vida religiosa» (v. 1) y en «la esperanza puesta en la
vida eterna» (v. 2).
La tarea del discípulo consistirá en educar a los creyentes para que se enamoren de la verdad revelada y
predicada y, de este modo, consoliden sus vínculos de
amor y de fe en la misma comunidad y, en última instancia, con Cristo, el Señor. Así se concreta la administración que Dios confía a sus siervos: el servicio de la
Palabra, la predicación apostólica -está bien explicitarlo con letras bien grandes-, constituye el primer y fundamental servicio a la comunidad.
Se puede afirmar con toda justicia que «en el principio era la predicación», en el sentido de que sin el servicio y la escucha de la Palabra no nace ninguna comunidad cristiana. Ciertamente, el responsable de una
comunidad debe tener cualidades excepcionales: su estilo de vida, su modo de actuar, el ejemplo que ha de ser
capaz de dar en términos de fidelidad a la doctrina y de
generosidad en el servicio son elementos indispensables
para el bienestar de la comunidad. No es casualidad que
Pablo insista asimismo en este aspecto, precisamente
porque está convencido de que, para permanecer fieles
al ideal recibido, es necesario el concurso del obispo y
de sus fieles, del pastor y de su grey, de quien predica y
de quien escucha: todos a la escucha y sometidos a la
doctrina-verdad confiada por Dios en las Sagradas Escrituras, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
Lunes
289
Evangelio: Lucas 17,1-6
En aquel tiempo, ' Jesús dijo a sus discípulos:
-Es inevitable que haya ocasiones de pecado, pero ¡ay de
quien las provoque! 2 Más le valdría que le ataran al cuello una
piedra de molino y lo tiraran al mar, antes que ser ocasión de
pecado para uno de estos pequeños. 3 ¡Estad atentos!
Si tu hermano llega a pecar, repréndelo, pero, si se arrepiente, perdónalo. 4 Y si peca contra ti siete veces al día y otras
siete viene a decirte: «Me arrepiento», perdónalo.
5
Los apóstoles dijeron al Señor:
-Auméntanos la fe.
6
Y el Señor dijo:
-Si tuvierais fe, aunque sólo fuera como un grano de mostaza, diríais a esta morera: «Arráncate y trasplántate al mar»,
y os obedecería.
**• El fragmento evangélico de hoy se vertebra en
torno a tres temas: el escándalo, el perdón y la fe. La
enseñanza de Jesús, recogida por el evangelista Lucas,
se vertebra por ello en tres momentos que, sin embargo,
requieren ser considerados de manera unitaria.
La primera actitud fundamental que caracteriza la
vida del verdadero discípulo consiste en no provocar
nunca que alguien se aleje del camino que ha emprendido, a causa de una opción suya individualista y egocéntrica. Se trata del escándalo evangélico contra el
que Jesús lanza uno de sus más terribles «ayes». E l Señor no puede soportar la actitud de quienes, en virtud
de algunas de sus opciones, no sólo p o n e n en peligro
su propia salvación, sino q u e acaban c o m p r o m e t i e n d o
también la de otros, sobre todo de los m á s «pequeños»
(v. 2). No sólo es preciso evitar el escándalo, sino que
es indispensable perdonar a todos, siempre, a cualquier precio (w. 3b-4). S a b e m o s bien que el p e r d ó n es
signo del verdadero amor. Tenemos u n a clara demostración en el modo en q u e Dios nos manifiesta su
32° semana
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291
Lunes
amor. También Jesús, que es la encarnación histórica
del a m o r del Padre, ofreció en su vida terrena el perdón
a todos los que lo necesitaban.
Como culminación de su enseñanza, Jesús hace el
elogio de la fe. Ésta, a u n q u e sea pequeña, puede expresar su maravillosa y misteriosa energía incluso de
modo milagroso. Los apóstoles le piden que les aumente la fe, y Jesús les responde declarando la extraordinaria eficacia de la misma cuando es genuina y
auténtica (v. 6).
Por último, los apóstoles: éstos, a pesar de la singularidad de su misión, advierten que aún les falta fe, esa fe
que podría ponerles en plena sintonía con el Maestro.
Desde esta perspectiva también son un gran modelo
para nosotros, que siempre tenemos necesidad de purificar la fe que se nos ha dado. Por pequeña o grande que
sea, la fe posee y desprende una energía superior a toda
capacidad humana; es milagrosa no tanto porque pueda realizar cosas extraordinarias como porque pone en
acción u n poder divino.
MEDITATIO
ORATIO
La liturgia de hoy nos invita a concentrar la meditación en tres personajes: los pequeños, el hermano y
los apóstoles. Pasando revista a estas tres categorías de
personas podemos reapropiarnos de la espiritualidad
evangélica, una espiritualidad que puede iluminar toda
nuestra vida.
Sabemos que, históricamente, los pequeños fueron el
objeto privilegiado de la atención de Jesús: no sólo fueron los destinatarios preferentes de su enseñanza, sino
que personifican sacramentalmente su presencia entre
nosotros. ¡Ay de quien se permita escandalizarlos! Ellos
deberían constituir el objeto primario y mayor de nuestro servicio.
El hermano del que habla este fragmento evangélico
no es una mera abstracción, sino una persona de carne
y liueso; más aún, un pobre pecador que, sin embargo,
es capaz de penetrar su pecado con un sentimiento de
arrepentimiento. También nosotros, c o m o Jesús, estamos llamados a ofrecerle a él, a ella, el d o n del perdón
corno el gesto más hermoso y capaz de restablecer unas
relaciones humanas serenas y armoniosas.
Dios, Padre nuestro, concédenos a tus hijos:
- pastores firmes en la fe para difundir tu verdad;
- sacerdotes de m a n o s inocentes después de sus
obras;
- presbíteros con u n corazón puro que n o pronuncia mentira;
- responsables capaces de servir y de suscitar iniciativas;
- líderes determinados a convencer m á s que a
vencer;
- maestros dedicados al bien común y n o al suyo
propio;
- jefes libres de protagonismo y atentos a tu Reino;
- autoridades animosas a la hora de r o m p e r surcos
de costumbres;
- guías fuertes a la hora de afrontar riesgos, juicios,
infidelidades, soledad.
En pocas palabras: no «Prometeos», sino personas
que se esfuerzan en dar testimonio de ti y en representarte.
32a semana
292
CONTEMPLATIO
Bebe primero el Antiguo Testamento, para beber después el Nuevo Testamento. Bebe los dos cálices del Antiguo y del Nuevo Testamento, porque en ambos bebes
a Cristo. Bebes a Cristo, que es la vida; bebes a Cristo,
que es río cuya corriente fecunda la ciudad de Dios; bebes a Cristo, que es la paz; bebes a Cristo, que es el viento de quien brotan venas de agua viva: bebes a Cristo
para beber su discurso. Su discurso es el Antiguo Testamento, su discurso es el Nuevo Testamento. Devoramos
la Escritura divina cuando el jugo de la Palabra eterna
baja a través de las venas de la mente y de las energías
del alma (Ambrosio de Milán).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Gracia y paz de parte de Dios Padre y de
nuestro Salvador» (Tit 1,4).
Jesucristo,
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Toda palabra del prolongado, y no siempre fácil, diálogo entre Dios y su pueblo, y «nosotros», es preciosa. Aislar una palabra del prolongado discurso o diálogo significa no tomar en serio a aquel que habla. Quien escucha sólo la melodía del oboe
no capta la sinfonía... Y el hecho de que el judaismo haya canonizado un Tenak a más voces, y la Iglesia una Biblia que consta del Antiguo y del Nuevo Testamento, significa que la pluralidad y el carácter multiforme del canon reflejan la riqueza
gloriosa y dramática del obrar de Dios. Hay una pluralidad que
nace aparecer la complejidad de la vida y que nos ofrece toda
una serie de figuras de esperanza y de búsqueda de Dios. Hay
mementos en el que Job y Qohélet expresan la «palabra que
profiere Dios», y otros en los que alguna parábola de Jesús o el
Lunes
293
testimonio de su resurrección nos trae la salvación, pero hay
también otros en los que se unen muchas voces en una poderosa orquesta para dejar fascinada a toda la comunidad.
Y es precisamente este carácter multiforme de la Palabra de
Dios, tal como resuena en el Antiguo Testamento, lo que hemos
de preservar los cristianos del riesgo de caer en la miopía
«cristológica» y en una eclesiología de corto aliento. Y es ese
carácter multiforme el que nos invita a desconfiar de toda sistematización apresurada. No existe una llave capaz de abrir
todas las dimensiones de la vida frente a Dios y con Dios, sino
sólo las diferentes llaves de los diferentes testimonios bíblicos,
mantenidos unidos por el anillo del canon y ofrecidos por la
benevolencia divina (E. Zenger).
Martes
32 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: lito 2,1-8.11-14
Querido: ' Tú, por tu parte, enseña según la sana doctrina.
Que los ancianos sean sobrios, juiciosos y prudentes; que
vivan plenamente la fe, el amor, y la paciencia.
3
De igual modo, que las ancianas observen una conducta
digna de personas santas, que no sean calumniadoras, ni dadas al vino, sino buenas consejeras; 4 de este modo enseñarán a las jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, 5 a ser
prudentes, castas, mujeres de su casa, buenas y respetuosas
con sus maridos, para que la Palabra de Dios no sea denigrada.
6
Asimismo, exhorta a los jóvenes a ser prudentes en todo,
7
dando tú mismo ejemplo de una buena conducta. Sé íntegro en la enseñanza, ten buen juicio, 8 que tu palabra sea
sana e irreprensible. De este modo, nuestros adversarios
quedarán en evidencia y no podrán decir nada malo de nosotros.
1
' Porque se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la
salvación para todos los hombres. n Ella nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del mundo, para
que vivamos en el tiempo presente con moderación, justicia
y religiosidad, l3 aguardando la feliz esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
2
296
32" semana
14
el cual se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos
de todo pecado y purificarnos, a fin de que seamos su pueblo escogido, siempre deseoso de practicar el bien.
**• El destinatario de esta carta de Pablo es el responsable de la comunidad cristiana de Creta, pero los temas
que desarrolla Pablo interesan a toda la comunidad.
Para que el mensaje del Señor resucitado pueda atravesar los confines de la comunidad creyente necesita del
testimonio de todos. Sin esta colaboración de la comunidad, el Evangelio corre el riesgo de permanecer inerme e ineficaz. En el seno de la comunidad viven diferentes categorías de personas: Pablo tiene u n consejo,
una indicación para la marcha, una palabra de aliento,
para cada una de ellas.
En primer lugar, el apóstol recomienda a los ancianos
y a las ancianas sobriedad, un estilo de vida digno,
perseverancia en la fe recibida, generosidad en el amor
fraterno (w. 2ss). De este modo se convertirán en modelo para los jóvenes y para sus familias, precisamente
por su fidelidad a la palabra dada y a los compromisos
asumidos (w. 4ss). La Palabra de Dios podrá hacer su
recorrido en el m u n d o gracias también a su colaboración. A los jóvenes les dirige Pablo palabras extremadamente comprometedoras, pero, al mismo tiempo,
ricas de luz y de gracia (w. 6-8): también ellos están invitados a dar buen ejemplo a la gente de su edad por
medio de una «buena conducta», de u n gran respeto recíproco y de una palabra sana e irreprensible. Pablo les
recuerda que el enemigo número uno, el principal «adversario» que deben derrotar, es siempre Satanás.
La última parte de la lectura nos ofrece la motivación
teológica tanto de ésta como de cualquier otra actitud o
programa de vida {«se ha manifestado la gracia de Dios,
que trae la salvación para todos los hombres. Ella nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del
mundo, para que vivamos en el tiempo presente con mo-
Martes
297
deración, justicia y religiosidad»: w. 11-12): del acontecimiento salvífico de Cristo Jesús, esto es, de su misterio
de vida, muerte y resurrección, deriva para todos nosotros un programa de vida evangélica.
Evangelio: Lucas 17,7-10
En aquel tiempo, dijo Jesús: ¿Quién de vosotros, que tenga un criado arando o pastoreando, le dice cuando llega del
campo: «Ven, siéntate a la mesa»? 8 ¿No le dirá más bien:
«Prepárame la cena y sírveme mientras como y bebo, y luego comerás y beberás tú»? 9 ¿Tendrá quizás que agradecer al
siervo que haya hecho lo que se le había mandado? I0 Así
también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os mande,
decid: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos
que hacer».
**• Nos encontramos frente a un pasaje típicamente
lucano. Jesús está hablando todavía a los apóstoles y,
mediante la parábola del siervo (sería más exacto decir
«esclavo»), después de haber hablado de la fe, les presenta la necesidad de «hacerse siervos» (una vez más,
sería más exacto decir «esclavos») de todos. Jesús remacha el concepto según el cual, en la lógica del Reino, lo
que cuenta no es tanto lo que se hace como la intención,
el estilo y el método con que se obra. Jesús n o quiere recomendar una humildad genérica ni, menos aún, «interesada»; le interesa, más bien, lo que sus apóstoles piensan y pretenden hacer cuando se ponen a su servicio y
al de su causa. Dios no tiene necesidad de nosotros ni de
nuestras ayudas, pero desea tener colaboradores que estén en plena sintonía con su proyecto de salvación, que
- a q u í y a h o r a - se personifica en Jesús de Nazaret.
«Esclavos inútiles» (v. 10) o bien ordinarios, simples,
etc. Hay incluso quien traduce el adjetivo griego «inútil» con la expresión non profit: u n a traducción que, desde cierto punto de vista, nos ayuda a captar la identidad
32a semana
298
del esclavo evangélico. Ahora bien, lo que Jesús quiere
enseñar, es decir, fijar en el corazón de sus discípulos, es
la actitud que él hará suya la víspera de su pasión: arremangarse la ropa, servir a los hermanos y, al final, considerarse y declararse con toda sinceridad «esclavos
inútiles» (cf. Le 22,24-27; Jn 13,1-17). Hay algo paradójico en esta enseñanza de Jesús: sus palabras son duras;
sin embargo, expresan lo más genuino que hay en el
Evangelio.
MEDITATIO
El tema del servicio, como es obvio, corresponde a
los apóstoles, pero en última instancia se dirige a todo
cristiano. El Concilio Vaticano II ha restituido a todos el
deber concreto de hacerse siervos en la Iglesia y en el
mundo para bien de los hermanos. Se trata de una tarea
que deriva de la gracia del bautismo, que hace nacer en
cada uno de nosotros el derecho-deber de interesarnos
por el bienestar de los hermanos, en virtud de la gracia
que hemos recibido.
Lo que dice Jesús a los apóstoles lo atribuye Lucas
también a María de Nazaret. En efecto, en el relato del
anuncio en el que el ángel le abre a María la perspectiva de una extraordinaria maternidad, le responde ésta:
«Aguí está la esclava del Señor» (Le 1,38). Un poco más
adelante, en su gran oración de alabanza y de agradecimiento, exclama María: «Ha mirado la humildad de su
sürva [literalmente, "esclava"]» (Le 1,48). También Pabla, en la Carta a los Filipenses, dice de Cristo: «Tomó la
condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y
en su condición de hombre, se humilló a sí mismo [literalmente, "se rebajó a sí mismo"]» (2,7b.8): nos encontramos constantemente frente a las mismas expresiones,
que no por casualidad aparecen en los escritos de Pablo
y de Lucas, su discípulo.
Martes
299
La actualidad de este mensaje n o necesita ulteriores
precisiones: hoy, en efecto, no es raro ver a personas que
quieren ser útiles a los demás, sin considerarse, no obstante, «inútiles» ante Dios. Sucede que con bastante frecuencia encontramos a personas que desean servir a los
demás, pero tal vez les falta la voluntad de adoptar este
método evangélico del servicio a los otros empapado de
verdadera caridad, de absoluta gratuidad y de profunda
humildad.
ORATIO
Señor, he intentado construir u n a comunión basada
en la rectitud, porque tenía h a m b r e de u n a rectitud
consumada en comunión, pero he oído que me decían:
«¡Siervo inútil!».
Señor, he obrado con valor y con la parte más transparente de mí mismo, sin buscar componendas, pero
las consecuencias han atemorizado a quienes n o ven
todo lo irredento que hay en su poder. Y de la muchedumbre ha salido el grito: «¡Siervo inútil!».
Señor, tengo muchos deseos de oír que hay necesidad
de mí, porque la vida no me ha reclamado todavía todo,
pero me encuentro abandonado y solo: «¡Siervo inútil!».
Y tú me dices: «Ten fe, has hecho lo que debías».
CONTEMPLATIO
Ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su
amor al hombre (Tit 2,11). Gracias sean dadas a Dios,
que ha hecho abundar en nosotros el consuelo en medio
de esta peregrinación, de este destierro, de esta miseria.
Antes de que apareciese la h u m a n i d a d de nuestro
Salvador, su bondad se hallaba también oculta, a u n q u e
300
32" semana
ésta ya existía, pues la misericordia del Señor es eterna.
¿Pero cómo, a pesar de ser tan inmensa, iba a poder ser
reconocida? Estaba prometida, pero no se la alcanzaba
a ver, por lo que muchos no creían en ella.
Efectivamente, en distintas ocasiones y de muchas
maneras habló Dios por los profetas (Heb 1,1). Y decía:
Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Pero ¿qué
podía responder el hombre que sólo experimentaba la
aflicción e ignoraba la paz? ¿Hasta cuándo vais a estar
diciendo: «Paz, paz», y no hay paz? (Jr 29,11). A causa
de lo cual los mensajeros de paz lloraban
amargamente
(Is 33,7), diciendo: Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio?
(Is 53,1). Pero ahora los hombres tendrán que creer a
sus propios ojos, ya que los testimonios de Dios se han
vuelto absolutamente creíbles (Sal 92,1). Pues, para que
ni una vista perturbada pueda dejar de verlo, puso su
tienda al sol (Sal 18,6).
Pero d e lo que se trata ahora no es de la promesa de
la paz, s i n o de su envío; no de la dilatación de su entrega, sino d e su realidad; no de su anuncio profético, sino
de su presencia. Es como si Dios hubiera vaciado sobre
la tierra u n saco lleno de su misericordia, un saco que
habría d e desfondarse en la pasión, para que se derramara nuestro precio, oculto en él; u n saco pequeño,
pero lleno, ya que un niño se nos ha dado (Is 9,5), pero
en quien habita toda la plenitud de la divinidad (Col 2,9).
Ya que, c u a n d o llegó la plenitud del tiempo, hizo también su aparición la plenitud de la divinidad. Vino en
carne mortal para que, al presentarse así ante quienes
eran carnales, en la aparición de su humanidad se reconociese su bondad. Porque, cuando se pone de manifiesto la humanidad de Dios, ya no puede mantenerse
oculta s u bondad. ¿De qué manera podía manifestar
mejor su bondad que asumiendo mi carne? La mía, no
la de A d á n , e s decir, no la que Adán tuvo antes del pecado.
301
Martes
¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente
la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado
nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad
que la Palabra de Dios convertida en tan poca cosa p o r
nosotros? Señor, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes
de él; el ser humano, para darle poder? (Sal 8). Que deduzcan de aquí los hombres lo grande que es el cuidado
que Dios tiene de ellos; que se enteren de lo que Dios
piensa y siente sobre ellos. No te preguntes tú, que eres
hombre, por lo que has sufrido, sino por lo que sufrió él.
Deduce, de todo lo que sufrió por ti, en cuánto te tasó,
y así su bondad se te hará evidente por su humanidad.
Cuanto más pequeño se hizo en su humanidad, tanto
más grande se reveló en su bondad; y cuanto más se dejó
envilecer por mí, tanto más querido me es ahora. Ha aparecido -dice el apóstol- la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre (Tit 2,11). Grandes y manifiestos son, sin duda, la bondad y el amor de Dios, y gran
indicio de bondad reveló quien se preocupó de añadir a
la humanidad el nombre de Dios (Bernardo de Claraval,
Sermón 1 en la Epifanía del Señor, 1-2; PL 133, 141-143).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Se ha manifestado la gracia de Dios» (Tit 2,11).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La vida
La vida
La vida
La vida
La vida
La vida
es una oportunidad, cógela.
es belleza, admírala.
es bienaventuranza, saboréala.
es un sueño, conviértela en una realidad.
es un desafío, afróntalo.
es un deber, cúmplelo.
La vida
La vida
La vida
La vida
La vida
La vida
es un juego, juégalo.
es preciosa, cuídala.
es una riqueza, consérvala
es amor, gózalo.
es un misterio, descúbrelo.
es promesa, cúmplela.
La vida
La vida
La vida
La vida
La vida
La vida
es tristeza, supérala.
es un himno, cántalo.
es una lucha, combátela.
es una aventura, córrela.
es felicidad, merécela.
es la vida, defiéndela
(Madre Teresa de Calcuta).
Miércoles
3 2 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Tito 3,1-7
Querido: ' Recuerda a todos que sean sumisos al gobierno
y a las autoridades; que les obedezcan y estén dispuestos a hacer el bien; 2 que no difamen a nadie, que sean pacíficos, afables y llenos de dulzura con todo el mundo. ' Porque también
nosotros fuimos en otro tiempo insensatos, rebeldes, descarriados, esclavos de toda clase de malas inclinaciones y placeres, llenos de maldad y de envidia; éramos aborrecidos y nos
odiábamos unos a otros.
4
Pero ahora ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres. 5 El nos salvó no por nuestras
buenas obras, sino en virtud de su misericordia, por medio
del bautismo regenerador y la renovación del Espíritu Santo,
6
que derramó abundantemente sobre nosotros por Jesucristo,
nuestro Salvador.7 De este modo, salvados por su gracia, Dios
nos hace herederos conforme a la esperanza que tenemos de
heredar la vida eterna.
*» Por medio de Tito, Pablo hace llegar su enseñanza
a todos los miembros de la comunidad cristiana. Su
intención es colaborar c o n el responsable de aquella
comunidad en la construcción de u n a Iglesia q u e sea
304
32a semana
verdaderamente digna de este nombre y capaz de dar
testimonio del Evangelio.
En primer lugar, explícita la dimensión pública del ser
cristiano. Pretende hacer comprender que la fe en Cristo no puede ser reducida a una experiencia privada, doméstica; al contrario, ésta tiende a manifestarse en público y a penetrar en las redes de nuestras relaciones
sociales. En segundo lugar, el apóstol -con una frase
enormemente bella y vigorosamente expresiva- describe el paso decisivo desde un pasado envuelto de maldad
y de odio a un presente iluminado ahora por la gracia de
Dios: «También nosotros fuimos en otro tiempo insensatos, rebeldes, descarriados, esclavos... Pero ahora ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador...» (w. 3ss).
Este paso marca para Pablo, y también para nosotros,
la gran novedad de Jesús, encarnación personal del amor
misericordioso del Padre.
También nosotros, como creyentes confiados a los
cuidados personales de Tito, somos destinatarios de este
gran anuncio, de esta «bella noticia», que -hoy como
ayer- se presenta como absolutamente gratuita e inesperada. Cada vez que nos ponemos en contacto con la
Palabra de Dios escrita se nos ofrece la oportunidad de
hacer memoria viva de este gran acontecimiento, que,
como un gran lavado, es capaz de regenerarnos y de renovarnos por el poder del Espíritu Santo.
Evangelio: Lucas 17,11-19
11
De camino hacia Jerusalén, Jesús pasaba entre Samaría
y Galilea. ,2 Al entrar en una aldea, vinieron a su encuentro
diez leprosos, que se detuvieron a distancia '3 y comenzaron a
gritar:
-Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
14
Él, al verlos, les dijo:
-Id a presentaros a los sacerdotes.
Miércoles
305
Y mientras iban de camino quedaron limpios. 15 Uno de
ellos, al verse curado, volvió alabando a Dios en voz alta '" y se
postró a los pies de Jesús dándole gracias. Era un samaritano.
17
Jesús preguntó:
-¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros
nueve?
18
¿Tan sólo ha vuelto a dar gracias a Dios este extranjero?
19
Y le dijo:
-Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
** Jesús reemprende su largo viaje hacia Jerusalén
(cf. Le 9,51; 13,22), meta de su peregrinación por los
caminos de Palestina, hasta llegar a la ciudad en la que
también él, como los profetas, está llamado a entregar
su vida.
En un determinado momento entra en un pueblo
samaritano: debería encontrarse incómodo e incluso
hubiera podido pasar de largo, evitando todo encuentro
y todo diálogo. Sin embargo, se deja interpelar por estos
extraños, que, además, son leprosos; por consiguiente,
gente que vuelve impuro a quien se les acerca (w. 12ss).
Jesús es verdaderamente el salvador de todos, el hermano universal. Jesús ha venido para todos: no muestra
preferencias entre las personas. Y, sobre todo, no califica ni descalifica a nadie porque pertenezca a un pueblo
o a una raza, y mucho menos aún por su estado de salud. Este milagro de Jesús está realizado también con la
mayor discreción y con u n a apertura total a los m á s pobres entre los pobres, a aquellos que tienen más necesidad de su poder sanador.
Todos quedan curados, pero sólo u n o siente la necesidad de volver a Jesús para agradecérselo (v. 15). Se le
echa a los pies para darle a entender que, de a h o r a en
adelante, se considera no sólo beneficiario de u n milagro, sino también y sobre todo un discípulo (v. 16). Sólo
él recibe de Jesús la curación completa: la del cuerpo y
la del alma. Por desgracia, no a todos se les da la gracia
306
32" semana
de consumar el camino de la salvación, que va desde el
beneficio recibido a la gratitud expresada y a la alabanza. No es suficiente con encontrar o haber encontrado
a Jesús de Nazaret; también es necesario escuchar su
Palabra, ceder a la misteriosa atracción de la gracia y
seguirle a donde vaya.
Miércoles
307
dadero curador; reconocerlo para agradecérselo y para
seguirle.
Reconocemos en esta página evangélica u n auténtico
camino de iniciación cristiana, que todo fiel debería
hacer suyo y debería revivir en los momentos más decisivos de su existencia.
MEDITATIO
ORATIO
El encuentro de Jesús con los diez leprosos, especialmente su diálogo con el samaritano curado, merece una
meditación complementaria. Nos sorprenden las preguntas que Jesús dirige al samaritano y, aún más, la exclamación final. Por un lado, Jesús expresa su sorpresa
ante el hecho de que sólo uno de los diez haya sentido
la necesidad de dar las gracias. Por otro, declara que ha
sido la fe la que le ha procurado a este pobre leproso la
curación completa.
Es interesante explicitar el itinerario que conduce a
este pobre leproso desde una situación de miseria y
extrema pobreza a una situación nueva, por haber sido
renovada por el toque sanador de Jesús. También este
leproso, como los otros, sufre una enfermedad tremenda. También él, como los otros, invoca la piedad de Jesús, el Maestro. También él, como los otros, va a presentarse a los sacerdotes. Pero sólo él vuelve a Jesús
para expresarle un agradecimiento tan intenso que a Jesús no le supone el menor esfuerzo reconocerlo como
un acto de pura fe. Así, el encuentro personal con Jesús
no sólo renueva el cuerpo de este pobre leproso, sino
que también transforma su espíritu profundamente. Al
leproso curado no le basta con haber resuelto un problema personal: le parece demasiado p o c o y, sobre todo
indigno de un hombre que ha intuido h a b e r encontrado
a una persona extraordinaria. Su verdadero deseo es
volver para conocer; conocer para reconocer a su ver-
Señor, me siento leproso entre leprosos. Sin embargo, tú me miras y, a pesar de toda mi iniquidad, me
inundas con la belleza de tu creación. ¡Gracias!
Señor, escucho y, entre gritos de guerra y odio, oigo
tus palabras de paz, que calman todo movimiento de
violencia. ¡Gracias!
Señor, veo por doquier enfermedades e injusticias,
pero tú nos muestras tus acciones, que alivian el dolor
de tantas heridas. ¡Gracias!
Señor, observo signos prepotentes de muerte y desesperación, pero tú nos ofreces con tu amor una esperanza de vida. ¡Gracias!
Sin embargo, como los leprosos del evangelio, somos
ciegos y duros de corazón. Con la ilusión de estar curados, seguimos por nuestro camino, ingratos e incapaces
de reconocer tus llamadas, tus «pastos jugosos», tus seguridades. Pero el eco de tus palabras nos acompaña
siempre: «Sólo salva u n a fe que se traduzca en vida».
CONTEMPLATIO
Y cuando nuestra injusticia llegó a su colmo y se
puso completamente de manifiesto que el suplicio y la
muerte, su recompensa, nos amenazaban, al llegar el
tiempo que Dios había establecido de antemano para
32a semana
308
mostrar su benignidad y poder (¡inmensa humanidad y
caridad de Dios!), no se dejó llevar del odio hacia nosotros, ni n o s rechazó, ni se vengó, sino que soportó y
echó sobre sí con paciencia nuestros pecados, asumiéndolos compadecido de nosotros, y entregó a su
propio Hijo c o m o precio de nuestra redención: al santo por los inicuos, al inocente por los culpables, al justo por los injustos, al incorruptible por los corruptibles,
al inmortal por los mortales. ¿Qué otra cosa que no fuera su justicia pudo cubrir nuestros pecados? ¿Por obra
de quién, que no fuera el Hijo único de Dios, pudimos
nosotros quedar justificados, inicuos e impíos como
éramos?
¡Feliz intercambio, disposición fuera del alcance de
nuestra inteligencia, insospechados beneficios: la iniquidad de muchos quedó sepultada por un solo justo, la
justicia de uno solo justificó a muchos injustos! {Carta a
Diogneto, 8, 5-9, 6).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«El nos salvó no por nuestras buenas obras, sino en
virtud de su misericordia» (Tit 3,5).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
¿Cuál es el mensaje que en este contexto tan nuevo de la historia de la Iglesia y del mundo confía el Señor a santa Teresa del
Miño Jesús? Ésta es la pregunta que surge en todos, inevitablemente, cuando reflexionamos sobre la razón profunda de este
centenario... Permitidme que llame a este mensaje «mensaje del
contrapeso»... Esta «misión del contrapeso», que, parola salvación del mundo, le había confiado el Señor en la tierra y se la
igue confiando siempre en el cielo... es el «punto d e Arquíme-
Miércoles
309
des» en el que aparece el descubrimiento interior en cierto sentido anterior: el descubrimiento del punto que mueve el mundo y
el de la palanca necesaria para levantarlo... o sea, indicar, ayer
como hoy, el único punto de apoyo del mupdo, la gracia santificante, la oración y la adoración interior... Este es, en cierto sentido, el punto que mejor califica el mensaje de santa Teresa a
nuestro tiempo: la atracción que ejerce Dios en cada uno. En
una palabra, revelar el punto de Arquímedes: Dios presente en
nosotros (G. La Pira).
Jueves
32 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Filemón 7-20
Querido: 7 Tu amor, hermano, me ha llenado en efecto de
gozo y de consuelo, pues ha confortado profundamente a los
creyentes.
8
Por todo ello, aunque tengo plena libertad en Cristo para
ordenarte lo que debes hacer, 9 prefiero pedírtelo apelando al
amor. Yo, Pablo, anciano ya, y al presente además prisionero
por Cristo Jesús, 10 te ruego por mi hijo Onésimo, al que he engendrado entre cadenas. " Si en otro tiempo te fue inútil, ahora se ha vuelto útil para ti y para mí; '2 ahí te lo envío, y es
como si te enviara mi propio corazón.
13
Habría querido retenerlo conmigo para que me sirviera
en tu lugar ahora que estoy encadenado por causa del Evangelio. '" Pero no he querido hacer nada sin contar contigo,
para que tu buen proceder sea fruto de la libertad y no de la
coacción. " Y es que tal vez te abandonó por breve tiempo,
precisamente para que ahora lo recuperes de forma definitiva, 16 pero no ya como esclavo, sino como algo más, como un
hermano muy querido. Para mí lo es ya muchísimo, pero más
todavía ha de serlo para ti como persona y como creyente.
17
Si, pues, me tienes por amigo, acógelo como me acogerías a mí. '8 Si en algo te perjudicó o tiene alguna deuda contigo, ponió a mi cuenta. " Yo Pablo -de mi puño y letra lo fir-
312
32° semana
m o - te lo pagaré, por no decirte que eres tú mismo en persona quien estás en deuda conmigo. 20 A ver, pues, hermano si
me sirve de algo el que seas creyente, y confortas mi corazón
en Cristo.
*• El texto que nos presenta la liturgia de hoy como
primera lectura, más que una carta, es un billete de recomendación. Pablo se siente impulsado por un incontenible amor a un esclavo llamado Onésimo, y lo defiende frente a su dueño, Filemón. Dado que Onésimo
se ha escapado de su dueño, se encuentra ahora en una
situación muy delicada. Por esa razón, Pablo, superando la lógica de la mera justicia retributiva, se atreve a
dirigirse a Filemón para despertar en él los sentimientos de la fe y para animarle a llevar a cabo gestos de exquisita caridad evangélica.
Fundamentalmente, son dos los valores que Pablo
pone en juego en este brevísimo escrito suyo: por un
lado, la caridad, que, para un cristiano, constituye no
sólo una meta que debe alcanzar, sino también, e incluso antes, la fuente de su acción moral y de sus relaciones sociales. Es la caridad de Dios revelada en Cristo Jesús la que «obliga», por así decirlo, a todo verdadero
creyente a ponerla siempre en el primer lugar y a darle
el primado sobre todo. El otro valor sobre el que Pablo
hace girar sus pensamientos es el de la libertad que Cristo nos ha regalado y que no está permitido a nadie negar o menguar a otros. Esa libertad, por un lado, infunde audacia en Pablo para pedir aquello que le importa
y, por otro, debe inspirar las decisiones de Filemón respecto a Onésimo. Quien es verdaderamente libre con
Dios y consigo mismo no puede negar la libertad a
quien razonablemente se la pide.
Caridad y libertad, conjugadas a la vez en relación
con la verdad, están en condiciones de subvertir las relaciones sociales más allá de toda mera conveniencia
personal y de todo interés colectivo.
Jueves
313
Evangelio: Lucas 17,20-25
En aquel tiempo, 20 a una pregunta de los fariseos sobre
cuándo iba a llegar el Reino de Dios, respondió Jesús:
-El Reino de Dios no vendrá de forma espectacular, 2I ni se
podrá decir: «Está aquí, o allí», porque el Reino de Dios ya
está entre vosotros.
22
Después dijo a sus discípulos:
-Llegará el día en que desearéis ver uno solo de los días del
Hijo del hombre y no lo veréis. 23 Entonces os dirán: «Está
aquí, está allí»; no vayáis ni los sigáis. 24 Porque como el relámpago brilla desde un punto a otro del cielo, así se manifestará el Hijo del hombre en su día. 25 Pero antes es preciso
que sufra mucho y sea rechazado por esta generación.
*•• Estamos frente al llamado «pequeño discurso escatológico» (el m á s extenso se encuentra en el capítulo
21 de Lucas). Una pregunta de los fariseos es la que motiva esta breve, aunque intensa, enseñanza de Jesús. La
pregunta s e refiere al tiempo en que vendrá el Reino de
Dios: no es difícil entrever la miopía espiritual y el interés egoísta con el que formulan tal pregunta. Pero Jesús
no da u n a respuesta exacta: no ha venido a satisfacer
nuestras curiosidades. Responde, en primer lugar, de
modo negativo; a buen seguro para prevenir nuestras
ilusiones, aunque también para educarnos en el discernimiento d e las situaciones o personas que podrían hipnotizar nuestra atención y desviar nuestra fe. Por eso
se p r e s e n t a como el verdadero maestro: el que pone en
guardia contra las posibles desviaciones, pero, sobre
todo, el q u e indica a cada uno el camino que ha venido
a p r o p o n e r y por el que cada uno está llamado a caminar.
Con t o d o , en este discurso de Jesús aparece también
una afirmación positiva, incluso dos: Jesús quiere concentrar nuestra atención en torno a ellas. La primera expresa el deseo que alberga todo creyente de «ver uno
32a semana
314
solo de los días del Hijo del hombre» (v. 22): de este modo
quiere encender Jesús en todos nosotros el deseo del
encuentro que colmará plenamente nuestras expectativas. La segunda, de carácter más exquisitamente histórico, dice que «antes es preciso que sufra mucho y sea rechazado por esta generación» (v. 25). Es como decir que
antes de la escatología debe tener lugar la pascua de Jesús: sólo quien acepta ir hasta Jerusalén, para compartir con Jesús su pascua, se prepara de manera adecuada
para el encuentro final con su Salvador.
Jueves
315
mos y reconocer la presencia del verdadero Mesías: «No
vayáis ni los sigáis». Esta advertencia de Jesús nos pone
en guardia contra cierta impaciencia en el querer discernir de inmediato lo que sólo puede ser reconocido a
medio o largo plazo. Al mismo tiempo, nos pone en guardia contra u n a debilidad nuestra congénita, a saber: la de
querer llegar a la meta sin aceptar antes las necesarias
fatigas del camino emprendido.
ORATIO
MEDITATIO
Para el verdadero discípulo de Jesús, la vida está compuesta de certezas y de expectativas: él mismo nos ha
educado para vivir así. Por un lado, está el presente, que
nos ofrece múltiples ocasiones para saborear los dones
de Dios, sobre todo porque éstos nos hacen revivir un
pasado lleno de Dios y de sus obras maravillosas. Por
otro, está el futuro, que, desde la perspectiva cristiana,
no es tanto objeto de nuestras previsiones o deseos
como «lugar» de una nueva y definitiva manifestación
de Dios. Es el futuro de Dios que irrumpe en el presente del hombre y así enciende en el corazón de este último una luz nueva que ilumina el camino y deja entrever
la meta.
Toda la esperanza cristiana se encuentra aquí: no es
fruto de nuestra inteligencia, sino don de la bondad de
Dios. Jesús vino al m u n d o para dar a cada hombre y a
cada mujer de buena voluntad esta lámpara preciosa
que nos hace más clarividentes que Diógenes.
El cristiano, al resplandor de esta luz, puede y debe
discernir los signos de los tiempos, puede y debe reconocer las «huellas» de la presencia de Dios en medio de
nosotros, puede y debe desmantelar los falsos mesianis-
«El Reino de Dios ya está entre vosotros.»
Tu Palabra es esperanza, creatividad, imaginación,
nuevo horizonte, cuando, limpio de las cenizas de la derrota y del desaliento, continúo detrás de ti... porque tú
estás conmigo. Tu Palabra es «sí» cuando lucho por elegir lo que es justo y no lo que es fácil; lo que es verdadero y no lo que es ensalzado; lo que es duradero y no
lo que lanza destellos... porque así obraste tú. Tu Palabra es luz cuando te reconozco no en lo espectacular o
extraordinario, sino en el pobre, en el hambriento, en el
desnudo, en el enfermo, en el preso, en el oprimido: allí
donde estás y no donde yo quisiera encontrarte... porque tú estás en ellos.
Oh Padre, tu Reino no es un fantasma que huya. Es
nuestra realidad cotidiana la que tiene oídos tensos para
oírte, ojos abiertos para verte, mente atenta a tus alternativas, corazón palpitante para seguirte día tras día.
CONTEMPLATIO
El que ama a Dios se contenta con agradarle, porque
el mayor premio que podemos desear es el mismo
amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera
32a
316
semana
que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra
busca en ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque
es u n a gran verdad eso que dice el Señor: Donde está tu
tesoro, allí está tu corazón (Mt 6,21). El tesoro del hombre viene a ser como la reunión de los frutos recolectados con su esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará
(Gal 6,7), y cual sea el trabajo de cada uno, tal será su ganancia; y donde ponga el corazón su deleite, allí queda
reducida su solicitud. Mas, como sea que hay muchas
clases de riquezas y diversos objetos de placer, el tesoro
de cada uno viene determinado por la tendencia de su
deseo, y, si este deseo se limita a los bienes terrenos, no
hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha.
En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del
cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas
eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza
incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el
profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro (Is 33,6).
Esta sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios,
los mismos bienes terrenales se conviertan en celestiales cuando muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos de bondad. Los que reparten lo que les sobra
para sustento de los pobres se ganan con ello una riqueza imperecedera; lo que dieron en limosnas no es
en modo alguno un derroche; éstos pueden en justicia
tener su corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acierto de negociar con sus riquezas sin temor a
perderlas (León Magno, Sermón 92, 2.3).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Tu amor, hermano, me ha llenado en efecto de gozo y
ie consuelo» (Flm 7).
317
Jueves
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Según una antigua tradición rabínica, la puerta de toda estancia judía debía estar entornada durante la pascua. La razón
es que si el mesías decidiera venir, tenía que encontrarla abierta. Y si no era éste el caso, siempre se hubiera podido dar la
bienvenida a los pobres, que habrían participado en la alegría
común de la fiesta. También nuestras iglesias y nuestras casas
deberían tener las puertas abiertas de par en par a Cristo y
a los pobres durante la pascua. En efecto, los Hechos de los
Apóstoles abren de par en par las puertas del cenáculo donde
ha tenido lugar el encuentro de la Iglesia con el Resucitado y las
abren por las calzadas imperiales romanas hacia Galilea, Siria,
Asia Menor, Macedonia, Grecia, Malta, hasta llegar al corazón
mismo del Imperio, Roma. Y también aquí están abiertas las
puertas de la casa donde habita Pablo en residencia forzosa,
mientras espera la celebración del proceso romano.
Hay muchos rincones del gran mundo y muchos también de
nuestro pequeño mundo en los que debe resucitar Cristo, en los
que debe ser anunciada de nuevo la pascua de Cristo. En este
sentido, puede ser todavía válida la flagelante llamada que el
filósofo alemán Friedrich Nietzsche, uno de los más elevados y
dramáticos representantes del moderno rechazo de Dios, lanzó
a los cristianos: «Si la buena nueva de vuestra Biblia estuviera
escrita asimismo en vuestro rostro, no necesitaríais insistir con
tanta obstinación para que se crea en la autoridad de este libro:
vuestras obras, vuestras acciones, deberían hacer casi superflua
la Biblia, porque vosotros mismos deberíais constituir continuamente la Biblia nueva» (G. F. Ravasi).
Viernes
32 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: 2 Juan la.3-9
1
El presbítero, a la «señora elegida» y a sus hijos, a quienes amo en la verdad. 3 La gracia, la misericordia y la paz de
parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, en la
verdad y en el amor, estén con vosotros.
4
Me alegré mucho de encontrar a tus hijos viviendo conforme a la verdad, según el mandamiento que hemos recibido
del Padre. 5 Y ahora te ruego, señora -y no es nuevo el mandamiento acerca del que te escribo, sino el que tenemos desd e el principio-, que nos amemos los unos a los otros. 6 El
amor consiste en vivir según sus mandamientos. Éste es el
mandamiento que os fue dado desde el principio, para que
s e a la norma de vuestra vida.
7
Ahora han irrumpido en el mundo muchos seductores,
l o s cuales no reconocen que Jesucristo es verdaderamente
hombre. Entre ellos se encuentra el seductor y el anticristo.
8
Vosotros estad atentos para no echar a perder lo que habéis
trabajado, y así vuestra recompensa será completa. 9 Todo el
q u e se descarría y no permanece en la doctrina de Cristo no
tiene a Dios. Pero quien permanece en la doctrina tiene al Pad r e y al Hijo.
320
32a semana
*» En esta brevísima carta, el apóstol Juan nos ofrece
casi una síntesis de su evangelio, precisamente para recordar a su comunidad las condiciones fundamentales
para la salvación: «Caminar en la verdad» y «creer que
Jesús es el Hijo de Dios». De este modo, el apóstol se
hace portador del mandamiento de Dios; no nos ofrece
una hipótesis de vida basada en su sabiduría personal,
sino que se hace intérprete del mandamiento nuevo que
él mismo ha recibido de su Señor.
Las dos condiciones para la salvación pueden ser reconducidas al único mandamiento por el que llega a nosotros la verdad de Dios, revelada -incluso hecha c a r n e en Jesucristo. Creer en él significa entrar en la verdad de
Dios. Caminar por el sendero del amor significa participar
en el amor que es Dios. Pero el apóstol Juan está preocupado también por la fidelidad de sus destinatarios: en
efecto, siempre hay al acecho algunos, incluso muchos,
«seductores» (v. 7) que no reconocen a Jesús y querrían
corromper también la fe de los otros. Consecuentemente,
sigue abierta la posibilidad de «echar a perder lo que habéis trabajado» (v. 8), esto es, la fe, y la posibilidad de
transformar con ella toda nuestra vida.
La fortuna del que cree consiste precisamente en esto:
no en conocer una verdad abstracta, sino en tener a
Dios (v. 9); no en tender hacia adelante, hacia un futuro
incierto, sino en caminar con Cristo hacia Dios; no en
ejercer cierta filantropía, sino e n amar a Dios a través
del prójimo, en nombre de Cristo.
Evangelio: Lucas 17,26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 26 Cuando venga el Hijo del hombre sucederá lo mismo que en tiempos de
Noé. 27 Hasta que Noé entró en el arca, la gente comía, bebía
y se casaba. Pero vino el diluvio y acabó con todos. 28 Lo mismo sucedió en los tiempos de Lot: comían, bebían, compra-
Viernes
321
ban, vendían, plantaban y edificaban. 29 Pero el día en que Lot
salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con
todos. 30 Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre. 3' Ese día, el que esté en la azotea y tenga en casa sus
enseres que no baje a tomarlos; igualmente, el que esté en
el campo que no vuelva atrás. 32 Acordaos de la mujer de Lot.
" El que intente salvar su vida la perderá, pero el que la pierda la recobrará. 34 Os aseguro que esa noche estarán dos juntos en la misma cama: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán.
35
Estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a otra la
dejarán.
37
Ellos le preguntaron:
-¿Dónde, Señor?
Y les contestó:
-Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres.
*+• Jesús, a fin de educar a sus discípulos en el ejercicio de la verdadera esperanza, completa el discurso sobre su última venida. Para que la esperanza no se convierta en utópica («sin lugar») y para que no produzca
fáciles ilusiones, la conjuga Jesús con la fe: ésta nos liga,
en efecto, desde ahora a su persona y nos introduce en
su misterio de muerte y resurrección. Si la esperanza se
conjuga con la fe, entonces, como creyentes, sabemos a
quién esperamos y no nos interesa ya cuándo ni cómo
tendrá lugar.
Jesús ilustra esta enseñanza suya con dos ejemplos:
el d e Noé (w. 26ss) y el de Lot (w. 28ss). Estos dos hec h o s históricos ponen de relieve el carácter inesperado y
repentino del diluvio, por un lado, y de la lluvia de fuego,
por otro, sólo en apariencia. En realidad, Jesús quiere
señalar con ellos la necesidad de estar preparados para
cuando Dios se manifieste en su divino señorío: prepar a d o s para reconocerlo, para ser introducidos por él en
el gozo eterno y entrar así en plena comunión con él. La
verdadera enseñanza, p o r tanto, es ésta: no debemos considerar sólo a Noé y a Lot como figuras de los creyentes,
sino también a sus contemporáneos, tan bien representa-
32a semana
322
dos por la mujer de Lot (v. 32). Vivían éstos olvidados de
Dios y preocupados sólo por los bienes terrenos, y en esta
situación fueron sorprendidos por el castigo de Dios; es
su ceguera espiritual, su incapacidad para captar el carácter dramático de los tiempos, lo que atrae la atención
de Jesús, del evangelista y también la nuestra.
323
Viernes
bre todo y sobre todos. Más aún: esa memoria nos enseña a perder lo que debe ser perdido y a conservar lo que
debe ser conservado. Está clara la contraposición que
existe entre u n a vida que sólo en apariencia es tal -y que,
en ocasiones, nosotros mismos apreciamos más que la
verdadera- y la vida nueva adquirida por quien está dispuesto a sacrificar la propia vida terrestre. La orientación
hacia el futuro de Dios es por lo menos clara.
MEDITATIO
«Acordaos de la mujer de Lot.» El discípulo de Jesús
debe hacer un buen uso de su memoria: con ella, en efecto, puede volver a aquella historia que, precisamente por
haber sido visitada por Dios, se convierte en fuente de sabiduría y, por ello, en maestra de vida. En este caso, la invitación recae directamente sobre el Antiguo Testamento,
que, para nosotros los cristianos, constituye una fuente
de enseñanzas siempre válidas y actuales.
La memoria del creyente no debe ser considerada
como una mina de la que extraer materiales más o menos preciosos. Esta memoria induce más bien al creyente a «captar» en el interior de los acontecimientos históricos esos mensajes de los que Dios no priva a quienes le
reconocen como tal. Quien recuerda los hechos históricos del Antiguo Testamento, preocupado por captar los
motivos y los modos según los que interviene Dios,
aprende no sólo a vivir en el tiempo presente, sino también a orientar la antena de su fe hacia la meta final.
Esa es la razón de que tal memoria se convierta en criterio de diagnóstico de todo lo que acontece aquí y ahora,
de suerte que no marque nunca el paso ni lentifique el ritm o de nuestra peregrinación. Al mismo tiempo, esa memoria nos pide y nos habilita para superar peligrosas distracciones -debidas sobre todo a la hipnosis de las cosas
y de ciertas personas- y para practicar ese distanciamiento que hace posible u n juicio sereno y ecuánime so-
ORATIO
Señor, tú eres el camino, la verdad y la vida. Pero
¡cuántos semáforos en rojo encuentro en mi camino! Por
eso me aferró a los amigos como ancla de salvación; me
entierro en mis seguridades personales; me vendo a mi
trabajo; me quedo encantado con lo que brilla; me consagro a mi bienestar; me alineo con la superchería de
los intolerantes; me distraigo con el estruendo de tantas
mentiras; sigo el trajín de una vida sin sentido, dictada
por los que me rodean.
Pero tú me avisas: reconoce a Dios como origen com ú n y como creador para recuperar el sentido de lo sagrado. Reconoce a todo hombre para recuperar tu humanidad, con sus valores de fraternidad, de justicia, de
libertad. Reconoce la naturaleza como fuerza que hemos
de respetar sin intentar someterla, explotarla, poseerla o
reproducirla en copias cada vez más desteñidas. Sólo así
caminarás conmigo, y mi llegada te encontrará preparado. Sólo en sintonía con los valores del Espíritu te salvarás y la muerte te encontrará preparado.
CONTEMPLATIO
¡Mucho vale el amor! Fijaos que sólo él sopesa y distingue los hechos de los hombres. Decimos esto en refe-
324
32° semana
rencia a hechos semejantes. En referencia a hechos diferentes encontramos a un hombre que infiere por motivos de amor y a otro, gentil, que lo hace por iniquidad.
Un padre azota a su hijo y un mercader de esclavos, en
cambio, los trata con miramiento.
Si te pones ante estas dos cosas -los azotes y las caricias-, ¿quién no prefiere las caricias y huye de los
azotes? Si paras mientes en las personas, el amor azota,
la iniquidad suaviza. Considerad bien lo que aquí enseñamos, a saber: que los hechos de los hombres no se
diferencian si no es a partir de la raíz del amor. En efecto, pueden acaecer muchas cosas que tienen una apariencia buena, pero no proceden de la raíz del amor:
también las espinas tienen flores; algunas cosas parecen
ásperas y duras, pero se hacen, regidas por el amor,
para instaurar una disciplina.
Se te impone, pues, de una vez por todas, un breve
precepto: ama y haz lo que quieras; si te callas, calla por
amor; si hablas, hazlo por amor; si corriges, corrige por
amor; si perdonas, perdona por amor. Esté en ti la raíz
del amor, puesto que de esta raíz no puede proceder
sino el bien (Agustín de Hipona).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
« El amor consiste en vivir según sus
mandamientos»
(2 Jn 6).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El obispo no puede limitarse al acto litúrgico, sino que, vigilando, debe indicar, guiar y proyectar. Debe ser profeta en el
sentido etimológico del término: pro (antes o delante), phemí
(hablar). El obispo tiene, por tanto, la obligación de hablar c/e-
Viernes
325
¡ante de la gente y, sobre todo, de hablar antes: previendo las
consecuencias del obrar humano y anticipando sus efectos. No
es posible tener la prudencia como pastoral. A buen seguro,
Jesús habría alcanzado una vejez tranquila si hubiera sido prudente, pero eso habría envilecido su mensaje, que, sin embargo, es muy rico en imprudentes llamadas a la fraternidad y a la
solidaridad. Por no hablar de los santos y los mártires aue
pagaron con el sacrificio el valor arriesgado de la fe. No, Emilio;
es preciso ir también, si es necesario, a l a guarida del lobo, para
demostrar que existe la menos cómoda y practicada vía del diálogo y de la razón a la hora de resolver las controversias: debemos afirmar aue el odio y la guerra producen sólo frutos mortificantes (T. Bello)
Sábado
32 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: 3 Juan 5-8
5
Mi querido amigo, te portas como creyente en todo lo que
haces con los hermanos, y eso que son forasteros. 6 Ellos han
dado testimonio de tu amor ante la comunidad. Harás bien en
proveerlos para su viaje de una manera digna de Dios, 7 pues
se han puesto en camino sólo por su nombre, sin recibir nada
de los no creyentes. 8 Tenemos la obligación de ayudar a hombres como ellos, para hacernos colaboradores de la verdad.
**• Esta carta de Juan permite presuponer una situación de vida dramática: la comunidad cristiana sufre a
causa de una división interna que amenaza con paralizar también su carácter misionero. J u a n se dirige a u n
miembro de esta comunidad y, a través de él, quiere
animar a todos a la fidelidad, a la comunión eclesial y al
valor del testimonio.
Por lo que respecta al destinatario de la carta, habla
Juan sobre todo de su amor, un a m o r que lo señala a la
atención de todos. Es u n amor tanto más digno de crédito por el hecho de que no se limita a favorecer a los
que comparten la m i s m a fe, sino que se entrega tam-
328
32a semana
bien a los que son forasteros (v. 5). Los confines de la caridad cristiana son, necesariamente, ilimitados, a ejemplo de Jesús, que vino para todos y no hizo acepción de
personas. Ese amor se traduce, espontáneamente, en
acogida -siempre a ejemplo de Jesús, que acogió preferentemente entre sus contemporáneos a los últimos: los
pobres, los enfermos, los pecadores-. Acoger en su nombre a los que se encuentran en situación de necesidad
significa acogerle a él mismo, y, de este modo, nos convertimos en «colaboradores de la verdad» (v. 8). Resulta,
por lo menos, iluminador poner de manifiesto que la verdad de Dios, en particular la verdad revelada en Cristo,
quiere ser difundida no sólo con la ayuda de la Palabra,
sino sobre todo con el compromiso de la caridad.
Al mismo tiempo, el compromiso misionero es deber
de toda la Iglesia: cuando u n o de sus miembros se dedica a la misión, es toda la comunidad la que se compromete con él. El misionero representa a su Iglesia y la
Iglesia se hace cargo de todo misionero.
Evangelio: Lucas 18,1-8
En aquel tiempo, ' para mostrarles la necesidad de orar
siempre sin desanimarse, Jesús les contó esta parábola:
2
-Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni
respetaba a los hombres. 3 Había también en aquella ciudad
una viuda que no cesaba de suplicarle: «Hazme justicia frente a mi enemigo». 4 El juez se negó durante algún tiempo, pero
después se dijo: «Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie,
5
es tanto lo que esta viuda me importuna que le haré justicia
para que deje de molestarme de una vez».
6
Y el Señor añadió:
-Fijaos en lo que dice el juez inicuo. 7 ¿No hará, entonces,
Dios justicia a sus elegidos que claman a él día y noche? ¿Les
hará esperar? 8 Yo os digo que les hará justicia inmediatamente. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe
en la tierra?
Sábado
329
*•• Dos s o n los «focos» en torno a los cuales se construye la parábola que nos propone la liturgia de hoy: por
un lado, la perseverancia y la testarudez que muestra
la viuda al pedir justicia; por otro, la decisión final del
juez, que termina cediendo a la petición que se le hace.
Así pues, si bien es cierto que la parábola nos recuerda
la perseverancia en la oración, también lo es que repite
la enseñanza de Jesús sobre la seguridad del retorno
y sobre la gravedad del juicio que pronunciará sobre
aquellos que no hayan obrado con justicia.
Es obligatorio destacar lo que afirma Jesús en el v. 7a:
«¿No hará, entonces, Dios justicia a sus elegidos que claman a él día y noche'?». Pensando en Dios, este «hacer
justicia» implica, ciertamente, su fidelidad a sus promesas y, en consecuencia, su voluntad de perdón y de
salvación. Dios es justo en cuanto justifica: ésta es la
concepción bíblica de la justicia. «¿Les hará esperar?»
(cf. v. 7b). También esta pregunta ilumina nuestra búsqueda. En efecto, Dios, según la enseñanza bíblica, no
sólo es justo, sino también paciente y bueno. De este
modo es como manifiesta su arte pedagógico no sólo
escuchando nuestras oraciones, sino también estableciendo los tiempos en que intervendrá y los modos con
que lo hará. Existe, por tanto, un aspecto de «escándalo» en este comportamiento de Dios, y consiste en el
hecho d e que él espera, tal vez demasiado, para hacer
justicia. En ocasiones, esta paciencia suya pone impacientes a sus fieles.
«Yo os digo que les hará justicia
inmediatamente»
(v. 8a). Éste es el verdadero «final» de la parábola, mientras que lo que sigue puede ser considerado como u n
añadido posterior. De este modo pretende confirmar Jesús nuestra fe en que Dios, como Padre, contrariamente a nuestras incertidumbres y crisis, n o puede dejar de
hacerse cargo de la situación de todos los que, en su pobreza, le eligen como su único Salvador.
32a semana
330
MEDITATIO
«Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe
en la tierra?». La pregunta de Jesús supone para nosotros una abierta provocación. Antes que nada, por el hecho de poner en el centro de su discurso la fe: ésta, en
efecto, es el don más precioso que podemos recibir de
Dios, y estamos llamados a conservarla a cualquier precio. La apertura al futuro nos deja entender también
que, si bien es hermoso acoger el don, no es igual de fácil conservarlo y vivir de él.
¿Qué respuestas podemos dar, hoy, a esta provocación de Jesús? Por un lado, observando de manera
atenta la situación espiritual del m u n d o contemporáneo, parece que podemos decir que la humanidad camina hacia u n futuro cada vez menos rico de fe, cada
vez más atado a los bienes terrenos, cada vez más solicitado por sus propios intereses. En general, el espectáculo que tenemos delante no figura, a buen seguro, entre los más seductores, y es precisamente eso lo que nos
induciría a dar una respuesta negativa.
No obstante, por otro lado, si hacemos uso no sólo
de la lupa para ver de cerca las cosas que suceden, sino
también del catalejo para tener una visión panorámica
de la realidad, entonces veremos que la semilla de la
fe está presente y escondida en el corazón de no pocas
personas, y eso es lo que más cuenta. Lo que constituye
la diferencia no es tanto la visibilidad externa, y mucho
menos la eficiencia de las estructuras creadas por quien
cree, sino el don de Dios, que, por su propia naturaleza,
tiende a crear relaciones profundas y le gusta ocultarse
en ellas.
La provocación de Jesús la podemos interpretar también como una consigna: le corresponde al «resto de
Israel» asumirla como propia, hacerse cargo, hoy como
en todas las épocas, de la historia y obrar de modo que,
Sábado
331
cuando venga el Hijo del hombre, pueda encontrarnos
ricos en fe.
ORATIO
\Señor, enséñame a orar!
Tu oración consistía, a veces, sólo en u n a mirada dirigida al cielo antes de actuar o en u n a breve invocación; otras veces consistía en una expresión de abandono, en un grito de reparación, en un agradecimiento
filial o en una manifestación de la voluntad del Padre.
Era una oración dulce y gozosa, pero también una oración de tensión cuando se acercaba la última hora, de
miedo y de angustia al beber el cáliz. Orabas solo o con
otros, de noche o por la mañana, de pie o sentado, en el
desierto o en la soledad absoluta de tu alma. Orabas
siempre, porque - a diferencia de los fariseos- tu oración
se convertía en vida, y tu vida -expresión de tu fe- era
una efusión de la oración.
¡Señor, enséñame a vivir!
CONTEMPLATIO
La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en efecto, una fe por la que se cree en
los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es
útil al alma, como lo dice el mismo Señor: Quien escucha
mi Palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no
se le llamará a juicio; y añade: El que cree en el Hijo no
está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la
vida.
¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los
antiguos justos, ciertamente, pudieron agradar a Dios
11'
32a semana
i'inpk'iindo para este fin los largos años de su vida, mas
lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso
servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento. Si, en efecto, crees
que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos, conseguirás la salvación y serás llevado
al paraíso por el mismo que recibió en su Reino al buen
ladrón. No desconfíes ni dudes de si eso va a ser posible
o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de u n a
sola hora de fe te salvará también a ti si crees.
La otra clase de fe es esa que Cristo concede a algunos
como don gratuito: Uno recibe del Espíritu el hablar con
sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo
Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de
la fe, y otro, por el mismo Espíritu, el don de curar.
Esta gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática, sino también en esa otra fe
capaz de realizar obras que superan toda posibilidad
humana; quien tiene esta fe podría decir a u n a montaña que viniera aquí, y vendría. Cuando uno, guiado por
esta fe, dice esto y cree sin d u d a r en su corazón que lo
que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el
don de esta fe.
Es de esta fe de la que se afirma: Si fuera vuestra fe
como un grano de mostaza... Porque así como el grano
de mostaza, aunque pequeño de tamaño, está dotado de
una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea
en un lugar exiguo, produce grandes ramas donde pueden
cobijarse las aves del cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a
concebir en su mente una imagen de Dios y llega incluso
a contemplar al mismo Dios en la medida en que eso es
posible; le es dado recorrer los límites del universo y ver,
antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización de
los bienes prometidos.
333
Sábado
Procura, pues, llegar a esa fe que de ti depende y que
conduce al Señor a quien la posee, y así el Señor te dará
también esa otra que actúa por encima de las fuerzas
h u m a n a s (Cirilo de Jerusalén, Catequesis 5, sobre la fe y
el símbolo, 10-11).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«En el corazón de los justos resplandece la bondad del
Señor» (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Un día despertó Hitler la antigua ilusión que contrapone la
ciencia y la religión. Estaba convencido ciertamente de que
afirmaba una verdad definitiva cuando declaraba: «Colocad un
telescopio en un país y habréis terminado con Dios». Bajo la ordinariez de la propuesta se esconde un a priori que no corresponde sólo a la ideología nazi. Toda generación tiene su contingente de individuos que piensan haber terminado con la
imagen de Dios gracias a la ciencia. Los hombres seríamos sólo
el objeto de una manipulación genética, títeres producidos por
casualidad. La idea de Dios se habría convertido, definitivamente, en una antigualla.
Sin embargo, precisamente la experiencia del telescopio puede llevar a una conclusión opuesta a la de Hitler. Si se os presenta la ocasión, no la dejéis escapar. Al contrario, buscadla. Es
fascinante. Creo que en la vida humana hay un «antes» y un
«después» cuando, gracias al telescopio, se ha tenido la posibilidad de experimentar de una manera visible, concreta, el infinito y su esplendor, por una parte, y nuestro límite y el vuelco
aue :se impone a la inteligencia bajo la impresión ae tal realidad, por otra. La historia de la civilización confirma la experiencia (B. Bro).
Lunes
33 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 1,1-4; 2,l-5a
1
Ésta es la revelación que Dios confió a Jesucristo para que
mostrara a sus siervos lo que está a punto de suceder.
Se lo hizo saber a Juan, su siervo, por medio del ángel que
le envió, 2 y el mismo Juan testifica que todo lo que ha visto es
Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. 3 ¡Dichoso el que
lea y dichosos los que escuchen este mensaje profético y cumplan lo que está escrito en él! Porque el momento decisivo
está a las puertas.
4
Juan, a las siete Iglesias que están en la provincia de Asia:
gracia y paz a vosotras de parte del que es, del que era y del
que está a punto de llegar; de parte de los siete espíritus que
están delante de su trono. Y oí al Señor que me decía: 2>' Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso: Esto dice el que tiene en
su mano derecha las siete estrellas y pasea en medio de los
siete candelabros de oro:
2
-Conozco tus obras, tu esfuerzo y tu entereza. Sé que no
puedes soportar a los malvados, que has puesto a prueba a los
que se llaman apóstoles sin serlo y los hallaste mentirosos.
3
Tienes entereza y has sufrido por mi nombre sin claudicar.
4
Pero he de echarte en cara que has dejado enfriar el amor
primero. 5 Recuerda, pues, de dónde has caído; cambia de
actitud y vuelve a tu conducta primera.
336
33" semana
**- El comienzo del libro del Apocalipsis, último de la
Biblia, nos presenta algunas claves de lectura del mismo libro. Recurriendo a ellas, no sólo podremos percibir el mensaje de esperanza que de él se desprende, sino
acoger también y hacer nuestra la bienaventuranza que
promete (v. 3).
Apocalipsis significa «revelación»; por consiguiente,
nada de duro o de impenetrable, sino, al contrario, la
apertura de un paso hacia el gran misterio de la salvación en Cristo Jesús. Juan desea con este libro llevar a su
término su ministerio de evangelista, conduciéndonos a
conocer cada vez mejor a Jesús, el misterio de su muerte
y resurrección, su victoria sobre el mal y sobre el Maligno, y el gran acontecimiento de su retorno final.
Después de la revelación viene la bienaventuranza:
«¡Dichoso el que lea y dichosos los que escuchen este
mensaje profético!» (v. 3a). Se trata de una bienaventuranza que se desprende de la revelación y que quiere
penetrar la tierra y el tiempo en que vivimos. Con todo,
es menester escuchar y cumplir «lo que está escrito en él»
(v. 3b): en este sentido, la bienaventuranza prometida es,
en parte, don y, en parte, compromiso.
«Gracia y paz a vosotras» (v. 4): el libro del Apocalipsis ha sido escrito para que también a través de él podamos recibir la gracia que baja de lo alto y la paz que
Jesús nos ha asegurado. Estos dones han sido prometidos no sólo a los creyentes particulares, sino también a
las Iglesias, a las que Juan se dispone a escribir siete
cartas. En efecto, la salvación es diálogo y encuentro
personal con el Señor Jesús, pero es, asimismo, vínculo
de comunión entre las comunidades creyentes.
Evangelio: Lucas 18,35-43
35
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego, que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, 36 oyó pasar gente y pre-
Lunes
337
guntó qué era aquello. " Le dijeron que pasaba Jesús, el Nazareno. 38 Entonces él se puso a gritar:
-Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.
39
Los que iban delante le reprendían, diciéndole que se
callara. Pero él gritaba todavía más fuerte:
-Hijo de David, ten compasión de mí.
40
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajesen. Cuando lo
tuvo cerca, le preguntó:
41
-¿Qué quieres que haga por ti?
Él respondió:
-Señor, que recobre la vista.
42
Jesús le dijo:
-Recóbrala; tu fe te ha salvado.
43
En el acto recobró la vista y le siguió dando gloria a Dios.
Y todo el pueblo, al verlo, se puso a alabar a Dios.
**• Lucas ambienta tanto el episodio de la curación del
ciego como el de Zaqueo -que encontraremos en la liturgia de mañana- en las proximidades o en la ciudad de Jericó, ciudad que evoca acontecimientos muy importantes
de la historia de Israel. No debería tratarse de una simple
evocación, sino de u n recuerdo entrañable también para
nosotros los cristianos: tanto Jerusalén como Jericó son,
para nosotros y para Lucas, ciudades que pertenecen tanto al pasado como al presente de la historia bíblica; tanto
hoy como ayer, son lugares de teofanía y de salvación.
En efecto, son pocos los puntos de contacto entre el
episodio del ciego y el de Zaqueo: mientras que Jesús
presta atención al ciego que yace al borde del camino
(v. 40), la muchedumbre, por el contrario, intenta hacerle callar (v. 39a); mientras que Jesús llama a Zaqueo,
que se ha subido a u n a higuera (19,5), la muchedumbre,
por el contrario, m u r m u r a cuando Zaqueo recibe a Jesús (19,7).
Del episodio del ciego es conveniente destacar las
expresiones que dirige a Jesús. Al principio le invoca
HH
33" semana
como «hijo de David» (v. 38) y le pide que tenga compasión de él. Sin embargo, después le llama «Señor» (v. 41)
y le pide el milagro. No podemos dejar de señalar una
maduración en la fe de este pobre, a quien le han presentado a Jesús sólo como «Jesús, el Nazareno» (v. 37), y
al que, a continuación, reconoce como Mesías y Señor.
Al final, cuando haya recibido el don de la vista, oirá de
labios de Jesús: «Tu fe te ha salvado» (v. 42). Es la fe lo
que nos permite ver en lo profundo cuando se trata de
reconocer el misterio. Sólo con la fe se ve bien.
339
Lunes
en la m i s m a actitud. Por otra parte, n o puede dejar de
seguir al que le ha restituido la vista, al que le ha liberado de su ceguera espiritual, al que se le ha revelado
como Mesías y Señor.
Del don recibido al don comunicado. Éste es el itinerario del ciego de Jericó y el de cada uno de nosotros.
Un itinerario que, si quiere ser seguro y eficaz, no puede dejar de realizarse en términos de seguimiento.
ORATIO
MEDITATIO
Entre el ciego de Jericó y Jesús de Nazaret se entabla
un diálogo que, si nos fijamos bien, va más allá de la
situación histórica particular. En efecto, antes de pedir
el don de la vista, el ciego exclama dos veces: «Ten compasión de mí». No le interesa únicamente resolver un
problema fisiológico, sino que desea obtener una curación completa. En este sentido, demuestra que ha intuido
desde el principio quién es Jesús. Por su lado, Jesús, el
gran maestro, comienza su diálogo con el ciego a partir
de su necesidad física para llegar al don de la fe: «¿Qué
quieres que haga por ti?».
En efecto, Jesús el Nazareno es el salvador del hombre, de todo el hombre, considerado en la indivisible
unidad de su persona. Es importante que le dé la vista
de los ojos, pero es igualmente importante, e incluso
más, que lo disponga para reconocer el misterio de
aquel que tiene ahora delante.
La fe del ciego de Jericó se traduce de inmediato en
dos opciones de vida: empieza a seguir a Jesús y a alabar a Dios. La oración de alabanza expresa lo que este
pobre ciego siente en lo más profundo de su corazón y
su deseo de comprometer a la gente que está presente
¡Oh Señor, verdadera luz de mi conciencia, haz que
yo vea!
Para desarrollar mi misión en el presente sin titubeos,
con coherencia y libertad, resistiendo a las lisonjas de la
popularidad, ¡haz, Señor, que yo vea!
Para continuar sirviéndote en las controversias sin
cansarme n u n c a por acordarme de un tiempo más favorable, ¡haz, Señor, que yo vea!
Para hacer frente y, así lo espero, para superar acontecimientos alegres o tristes, siempre enrocado en tu ley,
consciente de q u e rara vez lo que brilla está en condiciones de dar alimento y vida, ¡haz, Señor, que yo vea!
Para cantar p o r siempre tu bondad tantas veces probada, seguro d e que este árbol mío dejado marchitar
dará fruto a su tiempo, ¡haz, Señor, que yo vea!
¡Oh Señor, verdadera luz de mi conciencia, haz que
yo vea!
CONTEMPLATIO
Quiero, por t a n t o , y te pido como gracia singular, que
la inestimable caridad que te impulsó a crear al hombre
a tu imagen y semejanza no se vuelva atrás ante esto.
340
33" semana
¿Qué cosa, o quién, te ruego, fue el motivo de que establecieras al hombre con semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el
que contemplaste a tu criatura en ti m i s m o y te dejaste
cautivar de amor por ella. Pero reconozco abiertamente
que a causa de la culpa del pecado perdió con toda justicia la dignidad en que la habías puesto.
A pesar de lo cual, impulsado por este mismo amor,
y con el deseo de reconciliarte de nuevo por gracia al género humano, nos entregaste la Palabra de tu Hijo unigénito. Él fue efectivamente el mediador y reconciliador
entre nosotros y tú, y nuestra justificación, al castigar y
cargar sobre sí todas nuestras injusticias e iniquidades.
Él lo hizo en virtud de la obediencia que tú, Padre eterno, le impusiste, al decretar que asumiese nuestra humanidad. ¡Inmenso abismo de caridad! ¿Puede haber
un corazón tan duro que pueda mantenerse entero y no
partirse al contemplar el descenso de la infinita sublimidad hasta lo más hondo de la vileza, como es la de la
condición humana?
Nosotros somos tu imagen, y tú eres la nuestra, gracias a la unión que realizaste en el hombre, al ocultar tu
eterna deidad bajo la miserable nube e infecta masa de
la carne de Adán. Y esto, ¿por qué? No por otra causa
que por tu inefable amor. Por este inmenso amor es por
el que suplico humildemente a tu Majestad, con todas
las fuerzas de mi alma, que te apiades con toda tu generosidad de tus miserables criaturas (Catalina de Siena, Diálogo sobre la divina providencia, 4,13).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«¡Dichoso el que lea y dichosos los que escuchen!»
(Ap 1,3).
341
Lunes
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
También nosotros debemos vivir en medio de la multiplicidad
de los servicios, y podemos estar tensos, desgarrados entre la
diversidad de las cosas, entre la diaconía de Ta mesa y la diaconía de la oración y la Palabra. Pero lo que cuenta es tener el
sentido justo de los valores, es saber que el servicio fundamental
es el de la oración y la Palabra, y que el punto de partida de
todo es la misericordia divina que hemos de expresar en todo
tipo de diaconía. Sin esta referencia, la diaconía de las mesas
-aun siendo necesaria- se convierte en afirmación de nosotros
mismos y, más tarde, de poder, en instrumento de la dureza de
corazón.
La gracia que hoy nos sugiere el Señor que pidamos es servir
a los pobres y a los débiles con premura, humildad, desprendimiento, evaluando los diferentes momentos y los diferentes valores que están en juego, respetando el primado de la oración,
de la Palabra, de la misericordia. La experiencia diaconal nos
muestra la urgencia de muchas necesidades materiales y estructurales del pueblo de Dios. En este sentido, a causa de una deficiente estructuración de la comunidad cristiana, seguimos siendo siempre un poco diáconos, al menos en el sistema actual, y
debemos ocuparnos también de los balances, de las construcciones, del utillaje. Pero precisamente por eso será aún más importante una valoración ordenada que no nazca simplemente
de un buen planteamiento mental, sino sobre todo de la contemplación del corazón de Jesús, origen y fuente de toda diaconía e n la Iglesia, de las diaconías de la fe y por la fe. Las primeras administran directamente la fe, mientras que las segundas-a
partir de la f e - realizan servicios de caridad, sin perder nunca de
vista el primado y el término de la fe (C. M . Martini).
Martes
33 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 3,1-6.14-22
Yo, Juan, oí al Señor que me decía: ' Escribe al ángel de la
Iglesia de Sardes:
Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete
estrellas:
-Conozco tus obras y, aunque tienes nombre de vivo, estás
muerto. 2 Mantente, pues, vigilante y reaviva lo que está a
punto de morir, porque he comprobado que tus obras no son
irreprochables ante Dios. 3 Recuerda cómo escuchaste y recibiste la Palabra; consérvala y cambia de conducta. Porque si
no estás vigilante, vendré como ladrón, sin que puedas saber
a qué hora caeré sobre ti. 4 Aunque también es verdad que ahí,
en Sardes, viven contigo unos pocos que no han manchado
sus vestidos; ésos me acompañarán vestidos de blanco, porque
así lo han merecido. 5 Así que el vencedor vestirá de blanco
y no borraré su nombre del libro de la vida; antes bien, lo
defenderé delante de mi Padre y de sus ángeles.
14
Escribe al ángel de la Iglesia de Laodicea:
Esto dice el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el que está
en el origen de las cosas creadas por Dios:
15
-Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá
fueras frío o caliente! ,6 Pero eres sólo tibio; ni caliente ni frío.
344
33a semana
Por eso voy a vomitarte de mi boca. " Además, andas diciendo que eres rico, que tienes muchas riquezas y nada te falta.
¡Infeliz de ti! ¿No sabes que eres miserable, pobre, ciego y desnudo? I8 Si quieres hacerte rico, te aconsejo que me compres
oro acrisolado en el fuego, vestidos blancos con los que cubrir
la vergüenza de tu desnudez y colirio para que unjas tus ojos
y puedas ver.
19
Yo reprendo y castigo a los que amo. Anímate, pues, y
cambia de conducta. 20 Mira que estoy llamando a la puerta.
Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y
cenaré con él y él conmigo. " Al vencedor lo sentaré en mi
trono, junto a mí, lo mismo que yo también he vencido y estoy
sentado junto a mi Padre, en su mismo trono.
12
El que tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a
las Iglesias.
*»• Tras las siete cartas que Juan envía a las siete Iglesias, la liturgia de hoy nos presenta un par de ellas: del tenor de estas dos cartas podemos intuir el mensaje que el
apóstol quiere enviar a cada comunidad cristiana. Podemos considerar estas cartas como dirigidas a nosotros,
en la medida en que nos hagamos cargo de vivir el Evangelio en el que creemos. De estas misivas podemos obtener una variada tipología de comunidades creyentes: algunas están muertas desde el punto de vista espiritual,
otras están sólo tibias, otras se encuentran amenazadas
con la pérdida del sentido de novedad que nos aporta la
fe en Cristo, otras, por último, están cerradas en sus falsas
seguridades. Son todas las situaciones que, a lo largo de
los siglos, se han ido perpetuando, y a nadie le está permitido aparentar que no está implicado personalmente.
Para una lectura global de las siete cartas es útil indicar la estructura de fondo que caracteriza a todas: en
primer lugar aparecen las señas de cada Iglesia particular y la invitación a escuchar a aquel que es la Palabra y
cuyo mensaje nos trae la salvación. En segundo lugar
aparece la afirmación «Conozco tus obras», destinada a
indicar que no sólo cada creyente, sino cada comunidad
Martes
345
creyente es para el Señor como u n cuaderno abierto. Sigue, después, la exhortación a la vigilancia y al ánimo,
tanto p a r a desmantelar y expulsar el mal que amenaza
la vida espiritual de la comunidad como para renovar su
compromiso.
Evangelio: Lucas 19,1-10
En aquel tiempo,' Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. 2 Había en ella un hombre llamado Zaqueo, jefe de publícanos y rico, ' que quería ver a Jesús. Pero, como era bajo
de estatura, no podía verlo a causa del gentío. 4 Así que echó
a correr hacia adelante y se subió a una higuera para verlo,
porque iba a pasar por allí. 5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar,
levantó los ojos y le dijo:
-Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme
en tu casa.
6
Él bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. ' Al ver
esto, todos murmuraban y decían:
-Se ha alojado en casa de un pecador.
8
Pero Zaqueo se puso en pie ante el Señor y le dijo:
-Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si
engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más.
9
Jesús le dijo;
-Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste
es hijo de Abrahán. I0 Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
* Jesús ha entrado en Jericó y está atravesando la
ciudad cuando se encuentra con Zaqueo, u n hombre
bastante rico y jefe de publícanos (w. lss). El itinerario
de este hombre merece también que nos ocupemos de
él. Ya es relevante el hecho de «que quería ver a Jesús»
(v.'3): no era sólo su pequeña estatura lo que se lo impedía, sino también su lejanía psicológica y espiritual.
De todos modos, es cierto que Zaqueo aparece desde el
principio como u n hombre que busca.
33a semana
346
347
Martes
Que buscaba de verdad lo sabemos a través del desarrollo de esta perícopa evangélica, en la que percibimos
de inmediato la iniciativa de Jesús, que levanta la mirada e invita a Zaqueo a que baje del árbol (v. 5). También
Jesús, por consiguiente, desea conocer profundamente
a Zaqueo y satisfacer su búsqueda. Su encuentro se convierte de inmediato en momento de gracia: «.Hoy tengo
que alojarme en tu casa... Hoy ha llegado la salvación a
esta casa» (w. 5.9). En este «hoy» no podemos dejar de
reconocer, por un lado, la realización de la misión de Jesús y, por otro, la apertura de todo verdadero buscador
al don de la salvación. Permanecer abiertos al hoy de
Dios, percibir la presencia de Dios en el hoy del hombre,
constituye el gran secreto de quien está verdaderamente dispuesto a caminar detrás de Jesús. Para decirlo con
sus propias palabras, Jesús «ha venido a buscar y salvar
lo que estaba perdido» (v. 10): a cada uno se le ofrece la
oportunidad de verle, de encontrarle y de reconocerle
por lo que es verdaderamente.
con los pobres. Sabemos muy bien que si la fe no se traduce en «buenas obras» n o es auténtica, no es creíble,
no es camino.
Por otro lado, tenemos las comunidades cristianas a
las que se dirige el apóstol Juan en la primera lectura:
su comportamiento deja mucho que desear en diferentes aspectos y el apóstol no puede callar: sería caer en
connivencia, sería comprometerse él mismo. Por eso
hace lo contrario: les indica a las comunidades la necesidad de traducir en gestos concretos y creíbles la fe que
profesan públicamente. Un compromiso como ése tiene
dos aspectos: el primero es negativo y consiste en la necesidad de eliminar de la vida comunitaria todo lo que
pueda comprometer su salud espiritual; el segundo es
positivo y consiste en cultivar con alegría y un sentido
de gran responsabilidad el don de la fe. Como perspectiva última de este compromiso, el apóstol habla del premio reservado a todos los que, con Jesús y como Jesús,
podrán ser reconocidos como «vencedores».
MEDITATIO
ORATIO
La liturgia de la Palabra que nos propone hoy la Iglesia presenta las dos dimensiones de la salvación en Cristo Jesús: la estrictamente personal y la comunitaria.
Bien estará que detengamos nuestra reflexión sobre estos dos momentos del único itinerario que va desde la fe
al testimonio de vida.
¡Señor Jesús, cuántos muertos andantes por uno solo
que vive! Está muerto quien se alimenta del alboroto
babélico que le rodea. Un alboroto hecho a base de televisión, discotecas, rumor, curiosidades inútiles. Está
vivo el que, alejado de una propaganda interesada, és
capaz de mantenerse en silencio para ir en busca de la
verdad. Está muerto quien corre de u n a manera frenética, sin meta, hipnotizado por la moda, drogado por la
diversión y la actividad desenfrenada. Está vivo quien es
capaz de cultivar u n a libertad interior que le permite
comprar «oro acrisolado en el fuego» para ir contra la
corriente hacia el verdadero bien; «vestidos blancos»
para convertirse en personas reflexivas y capaces de
vencer una superficialidad que se propaga; «colirio»
Por un lado, tenemos a Zaqueo, que, tras haber reconocido a Jesús y haberlo recibido en su casa «muy contento» e indiferente a las murmuraciones de la gente
que le considera «un pecador» público, decide dar la mitad de sus bienes a los pobres y, en caso de fraude, restituir «cuatro veces más». Así pues, su fe es una fe eficaz,
una fe que no tarda en traducirse en opciones concretas
y en gestos de benevolencia con el prójimo, sobre todo
33° semana
348
para recuperar la vista y estar así en condiciones de llevar
a cabo decisiones equilibradas y responsables.
Está muerto quien, radiante del poder y de la neurosis del beneficio, se acomoda en su bienestar, indiferente a las tragedias humanas, impermeable a las llamadas
de la justicia. Está vivo quien no ignora el mal que ha
hecho ni se esconde o huye, sino que intenta restituir
cuatro veces más para restablecer a la persona ofendida. ¡Señor Jesús, cuántos muertos andantes por uno
solo que vive!
CONTEMPLATIO
Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde
y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.
Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando
ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu
presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?
¿Cómo me acercaré a ella? ¿Quién me conducirá hasta
ahí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo
qué rasgo te buscaré? Nunca te vi, Señor, Dios mío; no
conozco tu rostro.
¿Qué hará, altísimo Señor, éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu amor, y
tan lejos de tu rostro? Anhela verte, pero tu rostro está
muy lejos de él. Desea acercarse a ti, pero tu morada es
inaccesible. Arde en el deseo de encontrarte, pero ignora
dónde vives. No suspira más que por ti, pero jamás ha
visto tu rostro.
Señor, tú eres mi Dios, mi dueño, pero, con todo, nunca te vi. Tú me has creado y renovado, me has concedido todos los bienes que poseo, pero aún no te conozco.
Me creaste, en fin, para verte, pero todavía nada he hecho
de aquello para lo que fui creado.
Martes
349
Entonces, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo te
olvidarás de nosotros, apartando de nosotros tu rostro?
¿Cuándo, por fin, nos mirarás y escucharás? ¿Cuándo
llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro?
¿Cuándo volverás a nosotros?
Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate
a nosotros. Manifiéstanos de nuevo tu presencia para
que todo nos vaya bien; sin eso, todo será malo. Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti,
porque sin ti nada podemos.
Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca,
porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré (Anselmo de Canterbury,
Proslogion, capítulo 1).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Mira que estoy llamando a la puerta» (Ap 3,20).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Aunque no siempre de una manera consciente y clara, en el
corazón del hombre existe una profunda nostalgia de Dios, que
san Ignacio de Antioquía expresó así, de una manera elocuente:
«Un agua viva susurra en mí y me dice por dentro: "Ven al Padre"»
[Ad Rom 7). «Señor, muéstrame tu gloría», suplica Moisés en la
montaña (Ex 33,18).
«A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo único, que es Dios y que
está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer» (Jn 1,18).
¿Es, por tanto, suficiente con conocer al Hijo para conocer al Padre? Felipe no se deja convencer fácilmente: «Muéstranos al Padre», pide. Su insistencia nos obtiene una respuesta que supera
350
33° semana
nuestras expectativas: «Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y aún no
me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre» (Jn 14,8-11).
Tras la encarnación, existe un rostro de hombre en el que es posible ver a Dios: «Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí», dice Jesús no sólo a Felipe, sino a
todos los que crean (Jn 14,1 1). Desde entonces, quien acoge al
Hijo de Dios acoge a aquel que le ha enviado (Juan Pablo II).
Miércoles
33 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 4,1-11
Yo, Juan, ' después de todo esto, tuve una visión. Vi una
puerta abierta en el cielo, y aquella voz semejante a una trompeta que me había hablado al principio, decía:
-Sube aquí y te mostraré lo que va a suceder en adelante.
2
De pronto caí en éxtasis y vi un trono colocado en el cielo y alguien sentado en el trono. ' El que estaba sentado tenía
un aspecto resplandeciente, como piedra de jaspe o de sardonio, y un halo parecido a la esmeralda rodeaba el trono. 4 Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, en los que
estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de blanco y
con coronas de oro en la cabeza. 5 Relámpagos y truenos
retumbantes salían del trono: siete lámparas de fuego
-que son los siete espíritus de Dios- ardían en presencia del
trono, 6 y delante había también un mar transparente como
de cristal.
En medio del trono y a su alrededor había cuatro seres
vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. 7 El primero
era como un león; el segundo como un toro; el tercero tenía el
rostro semejante al de un hombre, y el cuarto se parecía a un
águila en vuelo. 8 Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía
seis alas, y estaban llenos de ojos por fuera y por dentro. Y día
y noche proclamaban sin cesar:
352
33" semana
Sanio, sanio, sanio,
S e ñ o r Dios t o d o p o d e r o s o ,
o I q u e era, el que es
y el que está a punto de llegar.
" Y eada vez que los seres vivientes daban gloria, honor y
acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por
siempre, '" los veinticuatro ancianos se postraban ante el que
está sentado en el trono, adoraban al que vive para siempre y
arrojaban sus coronas a los pies del trono diciendo:
'' Digno eres, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder.
Tú has creado todas las cosas;
en tu designio existían
y según él fueron creadas.
Miércoles
353
veces santo», dirigido a «el que era, el que es y el que está
a punto de llegar». Es fácil advertir que en esta triple indicación cronológica está sintetizada, en cierto modo,
toda la historia de la humanidad, la cual, en cuanto visitada p o r Dios, se convierte en historia de la salvación.
El otro h i m n o de alabanza, que cierra esta primera lectura (v. 11), reconoce en aquel que está sentado en el
trono al Creador de todas las cosas y cuya voluntad está
en el origen de la creación. De manera implícita captamos u n a invitación a no albergar temor alguno, en
virtud de la protección que nos viene del Eterno.
Evangelio: Lucas 19,11-28
**• Tras las siete cartas a las siete Iglesias, prosigue el
libro del Apocalipsis con dos visiones, la primera de las
cuales constituye la primera lectura de esta liturgia. Por
medio de algunos símbolos, bien conocidos por los que
conocen el Antiguo Testamento, construye el apóstol
Juan un gran escenario que tiene en su centro un trono
de gloria. En este trono está sentado el Eterno, el Creador de todas las cosas (v. 2). Ante el Eterno se desarrolla una especie de procesión y se eleva una especie de
himno de alabanza y de acción de gracias. Los elementos descriptivos sirven únicamente para concentrar la
atención de todos -también la nuestra- sobre «aquel que
está sentado en el trono», porque es Dios y sólo a él se le
debe todo acto de adoración. De ahí que la visión descrita por el apóstol Juan tenga una función eminentemente práctica: la de introducirnos a cada uno de nosotros o, mejor, a la asamblea litúrgica que celebra los
santos misterios, en esa liturgia celestial que constituye
el modelo de toda liturgia terrestre.
Las distintas aclamaciones que suben hacia el Eterno, el «Señor Dios todopoderoso» (v. 8), constituyen la
expresión de una piedad que conserva intacto su valor,
tanto hoy como ayer. En primer lugar, el trisagio, el «tres
En aquel tiempo, " les contó otra parábola, porque estaba
cerca de Jerusalén y ellos creían que el Reino de Dios iba a
manifestarse inmediatamente. I2 Les dijo, pues:
-Un hombre noble marchó a un país lejano para ser coronado rey y regresar después. I3 Llamó a diez criados suyos y a
cada uno le dio una importante cantidad de dinero diciéndoles: «Negociad con ello hasta que yo vuelva». I4 Pero sus conciudadanos le odiaban y enviaron tras él una embajada a decir que no lo querían como rey. I5 Cuando regresó, investido
del poder real, mandó venir a sus criados, a quienes había
dado el dinero, para saber cómo había negociado cada uno.
16
El primero se presentó y dijo: «Señor, tu dinero ha producido diez veces más». " Él dijo: «Muy bien, has sido un buen
criado; puesto que has sido fiel en lo poco, recibe el gobierno
de diez ciudades». I8 Vino el segundo y dijo: «Tu dinero, señor,
ha producido cinco veces más». " Y también a éste le dijo:
«Tú recibirás el mando sobre cinco ciudades». 20 Vino el otro
y dijo: «Señor, aquí tienes tu dinero; lo he tenido guardado en
un pañuelo 2' por temor a ti, que eres un hombre severo, pues
exiges lo que no diste y quieres cosechar lo que no sembraste». 22 El señor le replicó: «Eres un mal criado y tus mismas
palabras te condenan. ¿Sabías que soy severo, que exijo lo que
no he dado y cosecho lo que no he sembrado? " Entonces,
¿por qué no pusiste mi dinero en el banco para que, al volver,
lo recobrase con los intereses?». 24 Y dijo a los que estaban
presentes: «Quitadle lo que le di y dádselo al que lo hizo pro-
I
33" semana
• luí Ir illc/. veces inris». '' Le dijeron: «Señor, ¡pero si ya tiene
• lliv. veces inris!». '" Pues yo os digo: «Al que tiene se le dará, y
.il qui' no (¡ene se le quitará incluso lo que tiene. " En cuanto
¿i mis enemigos, esos que no me querían como rey, traedlos
aquí y degolladlos en mi presencia».
28
Y dicho esto, Jesús siguió su camino, subiendo hacia
Jerusalén.
**• Para comprender la parábola de los talentos es preciso tener presentes dos motivos fundamentales que se
entrelazan en esta perícopa lucana: por un lado, Lucas
quiere decir lo que significa ser discípulo; por otro, introduce el hecho del rey rechazado. El primer motivo prosigue y desarrolla el tema de las páginas precedentes, mientras que el segundo introduce el tema de las páginas que
siguen. Pero es preciso que nos fijemos también en el
inicio de esta parábola (v. 11), porque con ella Lucas pretende ilustrar el tema de la inminencia escatológica, enlazando así no sólo con el acontecimiento histórico de la
entrada de Jesús en Jerusalén, sino también con la cuestión del «cuándo vendrá el Reino de Dios» (cf. Le 17,20).
Del enlace de todos estos motivos es obvio que resulta una interpretación múltiple y diferenciada de la mism a parábola, en la que Lucas, por otra parte, introduce
algunos retoques personales. Por ejemplo, la alusión al
«país lejano» (v. 12) al que se m a r c h ó el hombre noble:
de este modo indica Lucas que queda todavía una gran
cantidad de tiempo antes de que vuelva el Señor. Bueno será recordar que también en 21,8 pondrá Lucas en
guardia contra un posible error de valoración y de
perspectiva en la espera del retorno del Señor.
Otro detalle lucano que merece ser puesto de relieve es el deber de hacer fructificar las minas o talentos.
En efecto, si bien el Señor tarda en venir, no es menos
cierto que vendrá y que lo hará como juez; ante él es
preciso presentarse con frutos en las manos para que
no nos diga que no nos conoce (cf. también Le 12,47ss).
Miércoles
355
La exhortación evangélica llega así a todo verdadero
discípulo de Jesús.
MEDITATIO
La parábola de Lucas, con su casi inagotable riqueza,
nos invita a reflexionar sobre algunas actitudes típicas
del discípulo al que se le dice que ha sido un criado bueno y fiel. Pero es preciso excavar en lo hondo de estos
dos adjetivos calificativos para entrar en el mensaje
evangélico. En efecto, Jesús no recomienda una fidelidad
genérica o una bondad común, sino una fidelidad que se
concreta en la obediencia a la voluntad del Señor y u n a
bondad que se manifiesta en la disponibilidad total.
Estas dos actitudes revelan, por consiguiente, el ideal
evangélico que Jesús quiere presentar y, en consecuencia, la espiritualidad propia de todo discípulo suyo. La
fidelidad y la bondad son como las dos caras de una
medalla; son dos aspectos de una sola personalidad que
no se califica, ciertamente, por las cualidades morales,
sino por el don de la gracia recibida y por el deseo constante de vivir según la voluntad del Maestro.
A diferencia de Mateo, que califica al siervo malo de
«perezoso», Lucas le califica de «desobediente»: he aquí
otra pequeña diferencia que sólo puede poner de relieve una comparación sinóptica entre los dos evangelistas. De este modo, el lector podrá sentirse adiestrado
para seguir a cada evangelista por las pistas que le son
propias y podrá componer las diferentes teselas del único retrato de Jesús. Ahora bien, si pasamos del ámbito
de la redacción de ambos evangelistas al ámbito del Jesús histórico, es casi seguro que Jesús -frente al miedo
de los fariseos, que habían subvertido todo el sistema de
los valores- invita a sus discípulos, con esta parábola, a
vencer todo miedo respecto a Dios y a alimentar una
33a semana
356
con lianza profunda y total, que no teme a veces el riesgo y mantiene siempre abierto el corazón del discípulo
al abandono total en su Dios.
ORATIO
Santo, santo, santo es el Señor.
Has hecho el m u n d o para nosotros:
las flores de mil colores para alegrarnos;
la lluvia para refrescar la tierra;
los pájaros para llenar el aire de cantos;
la luna y las estrellas para hacernos soñar.
Santo, santo, santo es el Señor.
Nos has creado y nos has colmado de dones:
la inteligencia para captar tus maravillas;
la voluntad para amar el universo;
la fantasía para alcanzar lo imposible;
la sonrisa para difundir tu alegría.
Santo, santo, santo es el Señor.
Haznos comprender:
la dimensión original e inefable de tus dones,
que escapan a cualquier juicio trivial;
la gravedad que encierra enterrar cualquier don
por miedo o por envidia,
por pereza o por favorecer nuestros planes;
la responsabilidad de hacerlos fructificar,
porque la esencia del don es ser entregado.
Santo, santo, santo es el Señor.
CONTEMPLATIO
Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar en el contenido de la antigua tradición, de la doc-
Miércoles
357
trina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos
la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está
fundamentada la Iglesia, de manera que todo el que se
aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el
nombre de tal.
Existe, pues, una Trinidad, santa y perfecta, de la cual
se afirma que es Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, que no tiene mezclado ningún elemento extraño
o externo, que n o se compone de uno que crea y de otro
que es creado, sino que toda ella es creadora, es consistente por naturaleza, y su actividad es única. El Padre
hace todas las cosas a través del que es su Palabra, en el
Espíritu Santo. De esta manera, queda a salvo la unidad
de la Santa Trinidad. Así, en la Iglesia se predica un solo
Dios, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y
fuente; lo penetra todo, por su Palabra; lo invade todo, en
el Espíritu Santo.
San Pablo, hablando a los corintios acerca de los dones
del Espíritu, lo reduce todo al único Dios Padre, como al
origen de todo, así: hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; h a y diversidad de ministerios, pero un mismo Señor, y h a y diversidad de funciones, pero un mismo
Dios que obra todo en todos.
El Padre es quien da, por mediación de aquel que
es su Palabra, lo que el Espíritu distribuye a cada uno.
Porque todo lo q u e es del Padre es también del Hijo; por
esto, todo lo q u e da el Hijo en el Espíritu es realmente
don del Padre. D e manera semejante, cuando el Espíritu
está en nosotros, le está también la Palabra, de quien recibimos el Espíritu, y en la Palabra está también el Padre,
realizándose a s í estas palabras: «El Padre y yo vendremos
a él y haremos monda en él». Porque donde está la luz,
allí está también elresplandor, y donde está el resplandor,
allí están t a m b i é n ÍU eficiencia y su gracia esplendorosa.
33" semana
358
Es lo que nos enseña el mismo Pablo en su segunda
Carta a los Corintios, cuando dice: «La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios y la comunión en los dones del Espíritu Sant, estén con todos vosotros». Porque
toda gracia o don que se nos da en la Trinidad se nos da
por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Pues
así como la gracia se nos da por el Padre, a través del
Hijo, así también no podemos recibir ningún don si no
es en el Espíritu Santo, ya que, hechos partícipes del
mismo, poseemos el amor del Padre, la gracia del Hijo
y la comunión de este Espíritu (Atanasio de Alejandría).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Santo, santo, santo, Señor Dios todopoderoso» (Ap4,8).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El trabajo es el contenido característico de la que llamamos
jornada laboral o vida cotidiana. A buen seguro, es posible sublimar el trabajo y engrandecer el noble y embriagador poder
creativo del hombre. También podemos abusar de él, como se
hace con tanta frecuencia, para huir de nosotros mismos, del
misterio y del enigma de la existencia, del ansia, que nos hacen
buscar sobre todo la verdadera seguridad.
El trabajo auténtico se encuentra en medio. No es ni la cima
ni el analgésico de la existencia. Es, simplemente, trabajo: duro
y, sin embargo, soportable, ordinario y habitual, monótono y
siempre igual, inevitable y -si no se pervierte en amarga esclavitud- prosaicamente amistoso. Él conserva nuestra vida, mientras,
al mismo tiempo, la consume lentamente.
El trabajo no puede gustarnos nunca del todo. Incluso cuando empieza como realización del supremo impulso creativo del
hombre, se convierte, de manera inevitable, en ritmo acelerado,
en gris repetición de la misma acción, en afirmación frente a lo
Miércoles
359
imprevisto y a la pesadez de lo que el hombre no obra desde el
interior, sino que lo sufre desde el exterior, como por obra de un
enemigo. Sin embargo, el trabajo es también constantemente un
tener que ponerse a disposición de los otros siguiendo un ritmo
preexistente, una contribución a un fin común que ninguno de
nosotros se ha buscado por sí solo. Por eso es un acto de obediencia y un perderse en lo que es general [...].
El trabajo, no por sí mismo, sino por efecto de la gracia de
Cristo, puede ser «realizado en el Señor» y convertirse en ejercicio de esa actitud y de esa disposición a las que Dios puede
conferir el premio de la vida eterna: ejercicio de la paciencia
-que es la forma asumida por la vida cotidiana-, de la fidelidad,
de la objetividad, del sentido de la responsabilidad, del desinterés
que alienta el amor (K. Rahner).
Jueves
33 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 5,1-10
Yo, Juan, ' en la mano derecha del que estaba sentado en el
trono vi un libro escrito por dentro y por fuera y sellado con
siete sellos. 2 Y vi también un ángel pleno de vigor que clamaba
con voz potente:
-¿Quién es digno de abrir el libro y romper sus sellos?
3
Y nadie en el cielo, ni en la tierra ni debajo de la tierra
podía abrir el libro y ver su contenido. 4 Entonces yo me eché
a llorar desconsoladamente, porque nadie era digno de abrir
el libro y ver su contenido. 5 Y uno de los ancianos me dijo:
-No llores, pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el
retoño de David, y él abrirá el libro rompiendo sus siete sellos.
6
Vi entonces en medio del trono, de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, un Cordero en pie con señales de haber sido degollado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son
los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. 7 Se
acercó el Cordero y tomó el libro de la mano derecha del que
estaba sentado en el trono; 8 y cuando tomó el libro, los cuatro
seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el
Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de
perfumes, que son las oraciones de los santos. 9 Cantaban un
cántico nuevo que decía:
33a semana
362
Eres digno de recibir el libro
y romper sus sellos,
porque has sido degollado
y con tu sangre has adquirido para Dios
hombres de toda raza,
lengua, pueblo y nación,
10
y los has constituido en reino
para nuestro Dios
y en sacerdotes
que reinarán sobre la tierra.
*•• También este capítulo del libro del Apocalipsis se
caracteriza por una visión grandiosa y sencilla al mismo
tiempo. Esta visión nos aporta un mensaje claro: la historia humana es, ciertamente, un misterio, porque en ella
está la presencia de Dios, pero es un misterio, al menos
en parte, comprensible, porque Dios mismo nos ofrece
la clave de lectura de la misma.
El símbolo del libro «sellado con siete sellos» (v. 1) se
puede interpretar con bastante facilidad: todo q u e d a
envuelto en el misterio si no hay alguien que venga a
«romper sus sellos» (v. 2). Éste es Jesús, el Cordero inmolado, el único «digno de recibir el libro y romper sus
sellos, porque has sido degollado y con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y
nación» (v. 9). También el símbolo del llanto tiene u n
significado evidente: mientras no venga Jesús a r o m p e r
los sellos de ese libro, cada uno de nosotros está c o m o
condenado a vivir en medio de la tristeza y de la a m a r gura más profundas. Se alude así al drama de t o d o s
aquellos que, por diferentes motivos, tienen los o j o s
cerrados para el gran acontecimiento de salvación q u e
se sitúa en el centro de la historia h u m a n a y la i l u m i n a
con la luz del día.
En contraste con el llanto de los que no pueden l e e r
su contenido, se eleva el «cántico nuevo» (v. 9) de los q u e
siguen al Cordero y son introducidos por él en la c o m prensión del misterio. Ésos forman el reino de s a c e r d o t e s
Jueves
363
(v. 10) que Jesús ha constituido para su Dios y nuestro
Dios, salvándolos del pecado. Se trata de ese sacerdocio
universal del que participan todos los que, por medio del
bautismo, han sido lavados con la sangre del Cordero y
revestidos con sus vestiduras blancas.
Evangelio: Lucas 19,41-44
En aquel tiempo, Jesús, 4I cuando se fue acercando, al ver
la ciudad, lloró por ella 42 y dijo:
-¡Si en este día comprendieras tú también los caminos de
la paz! Pero tus ojos siguen cerrados. 43 Llegará un día en el
que tus enemigos te rodearán con trincheras, te cercarán y te
acosarán por todas partes; 44 te pisotearán a ti y a tus hijos
dentro de tus murallas. No dejarán piedra sobre piedra en tu
recinto, por no haber reconocido el momento en el que Dios
ha venido a salvarte.
**• Comparada con la página del evangelio de Marcos,
ésta de Lucas presenta u n a característica peculiar. En
efecto, mientras que Marcos insiste más en la incredulidad del pueblo frente a la persona y al mensaje de
Jesús, Lucas subraya más el lamento y el llanto de Jesús
por Jerusalén, y esto crea un fuerte contraste con las
aclamaciones de alabanza dirigidas a Jesús poco antes
(cf. Le 19,38). Es ésta una de las raras veces que sorprendemos a Jesús llorando, lo que constituye un signo
no sólo de su auténtica humanidad, sino también de su
plena participación en el drama de una humanidad a la
que le cuesta trabajo entrar en el proyecto salvífico de
Dios, al que incluso se resiste en ocasiones. Jesús nos
salva no sólo c o n su omnipotencia divina, sino también
coa su debilidad humana.
El lamento de Jesús contiene un juicio y presenta una
motivación. El primero está contenido en las palabras
«tus ojos siguen cerrados [por Dios]» (v. 42), que, con unos
33a semana
364
términos drásticos y fuertes, atribuyen directamente a
Dios -estamos frente a lo que se llama «pasiva teológica»- lo que, en realidad, depende de la libre decisión
humana. La motivación la expresan las palabras «si en
este día comprendieras» (v. 42), que corresponden a una
afirmación: ni has comprendido ni quieres comprender.
Pero lo que más importa es destacar dos elementos positivos que caracterizan el lamento de Jesús: la paz y el
tiempo de la visita.
La paz, efectivamente, es el don mesiánico por excelencia, y Jesús ha venido a proclamarla para todos y a
ofrecerla a cada uno. Es necesario abrirse a ella y acogerla como don para poder caminar detrás de Jesús hasta el final de su itinerario. El tiempo del que habla Jesús
es el kairós, es decir, el «tiempo providencial» en el que
Dios visita a su pueblo para liberarlo y para introducirlo
en su Reino. Con estos dos «toques» aclara Jesús la
finalidad de su martirio, ahora próximo.
MEDITATIO
Entre las dos lecturas de esta liturgia no resulta difícil captar una analogía temática: por un lado, el llanto
de quien teme no poder leer el mensaje del libro; p o r
otro, el lamento de Jesús por Jerusalén, Todo esto n o s
trae también a la memoria las lamentaciones que, ya en
el Antiguo Testamento, expresan el dolor de Dios por la
infidelidad de su pueblo. Por consiguiente, es justo q u e
nos preguntemos qué significado se debe atribuir a este
llanto y a este lamento.
Hemos de señalar, en primer lugar, el contraste e n t r e
«este día», caracterizado p o r la falta de respuesta de los
contemporáneos de Jesús a su mensaje de paz, y «un
día», ése en el que aparecerá el castigo de Dios dirigido
a todos los que hayan ignorado deliberadamente su in-
365
Jueves
vitación a la salvación. Es en el corazón de la historia
donde Dios, por medio de Jesús, quiere entrar y ser acogido: ése es el significado de la «visita» que desea hacer
a todas sus criaturas. El tiempo es sagrado para Dios y
para nosotros; es decisivo para Dios y para nosotros; es
un don inmenso que nunca terminaremos de apreciar
adecuadamente. Hemos de señalar aún la serie de verbos en futuro que caracterizan el lamento de Jesús: no
se trata sólo de una amenaza, y mucho menos de un
castigo que llegue al hombre desde fuera; se trata más
bien de u n sufrimiento profundo para Dios o para nosotros, un sufrimiento que no tiene sólo una relevancia
negativa, sino también una positiva: es el sufrimiento
que, a lo largo de toda la historia, se transforma en gracia, en cuanto cada uno de nosotros se enmienda y se
convierte a su Señor.
ORATIO
«El camino de la paz» es un sueño que ha tenido la historia desde siempre, pero Jerusalén, escondiéndose detrás de sus muros, rechaza tu paz gritando: «¿Por qué?».
Oh Señor, calma mis arrebatos de violencia para que,
reconociendo tu paz, pueda decir: «¿Por qué no?».
La paz es u n sueño que se va realizando día a día,
semana a semana, mes a mes, a través de acciones concretas que modifican nuestros pensamientos, desgastan
lentamente los viejos muros y crean en silencio nuevas
aperturas. Oh Señor, haz que mis gestos de paz puedan
contribuir a u n futuro mejor, en el que el mundo pueda
esperar y decir: «¿Por qué no?».
La paz no es el paraíso de unos pocos, sino un signo
que abarca a la humanidad. Es una fuerza que, luchando contra la injusticia, la miseria, la ignorancia,
la prepotencia, obra en favor del bien de todos sin dis-
33a semana
366
criminación. Oh Señor, dame el valor de desafiar la desaprobación de los poderosos o las críticas de los pusilánimes, para que, sin hacer víctimas ni entre los débiles ni entre los fuertes, pueda ser creíble y, frente a tu
paz, puedan gritar todos: «¿Por qué no?». Oh Señor, haz
que mis gestos de paz puedan contribuir a un futuro mejor, para que el mundo, esperando, pueda decir: «¿Por
qué no?».
CONTEMPLATIO
Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, sea en la
persona del ministro, «ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció
en la cruz», sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de
modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su Palabra, pues, cuando se lee en
la Iglesia la Sagrada Escritura, es él quien habla. Está
presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta
salmos, pues él mismo prometió: «Donde están dos o
tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos» (Mt 18,20).
Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es
perfectamente glorificado y los hombres santificados,
Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa,
la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto a l
Padre Eterno.
Con razón, entonces, se considera la liturgia como el
ejercicio del sacerdocio d e Jesucristo. En ella, los signos
sensibles significan y - c a d a uno a su manera- realizan
la santificación del h o m b r e , y así el cuerpo místico d e
Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce e l
culto público íntegro {Sacrosanctum concilium 7).
Jueves
367
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«¿Quién es digno de abrir el libro y romper sus sellos?»
(Ap 5,2).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
A diferencia de tantos personajes antiguos, de Jesús no nos
ha quedado ninguna imagen, ninguna escultura, ni siquiera una
descripción física: a diferencia, por ejemplo, de su antepasado
David, de Jesús ignoramos su aspecto, no conocemos su rostro.
A pesar de todo, nuestra imaginación, aunque también nuestra
misma «¡dea» de Dios, está condicionada por las innumerables
imágenes del rostro de Jesús: ¡conos, frescos, cuadros, han intentado mostrarnos lo invisible, colmar la laguna dejada por
quienes vieron el rostro de Jesús, por quienes vieron posarse su
mirada sobre su propio rostro. Una vez ganada la batalla contra
los iconoclastas, la imagen sagrada ha encontrado un terreno firme en el cristianismo, sin poder proporcionar nunca, no obstante,
el «verdadero icono» de aquel que dijo de sí mismo: «El que me
ve a mí ve al Padre» (Jn 14,9).
Los evangelios sinópticos nombran siete veces el rostro de
Jesús, pero sin describirlo nunca: cinco veces lo hacen con referencia a la pasión y dos a propósito de la transfiguración. Entre
estos dos polos -pasión y transfiguración- está situada la identidad perceptible de aquel a quien define Pablo como «la imagen del Dios invisible» (Col 1,15). Rostro desfigurado y rostro
transfigurado, el Hijo del hombre es al mismo tiempo manifestación y ocultación de la imagen de Dios. Ante él se aparta la
mirada y nos cubrimos el rostro, porque «no tiene apariencia, ni
belleza, ni esplendor» (Is 53,2ss), o bien nos quedamos deslumhrados por su rostro «resplandeciente como el sol (Mt 17,2)
(E. Bianchi).
Viernes
3 3 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis
10,8-11
Yo, Juan, oí una voz del cielo: 8 Vete y toma el libro que
tiene abierto en su mano el ángel que está de pie sobre el mar
y sobre la tierra.
* Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el libro. Y me
respondió:
-Toma, cómetelo; te amargará las entrañas, pero en tu
boca será dulce como la miel.
10
Tomé el libro de la mano del ángel y lo comí. Y resultó
dulce como la miel en mi boca, pero, cuando lo hube comido,
se llenaron mis entrañas de amargor. " Y alguien me dijo:
-Tienes aún que profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.
**• El autor del libro del Apocalipsis está implicado
personalmente en el acontecimiento profético. Oye, en
efecto, una voz del cielo que le invita a tomar el libro y
devorarlo (w. 8ss). Sigue la orden con prontitud y, apenas lo ha engullido, siente al mismo tiempo dulzura y
amargura (v. 10). Tenemos aquí un símbolo muy claro
de la misión profética a la que está llamado no sólo
wo
33a semana
Juan, sino cualquier miembro del pueblo de Dios. La
Palabra, que, aunque está sellada en el gran libro, quiere convertirse en una voz que llega a cada uno de nosotros, nos interpela y nos responsabiliza en nuestra tarea
de oyentes y de testigos de la misma. A nadie le es lícito
desatenderla o desconocerla: el bautismo fundamenta
en cada uno de nosotros el derecho-deber al apostolado
entendido como «servicio» a la Palabra.
Dulzura en la boca y amargura en las visceras: en este
contraste advertimos el drama de quien, en relación con
la Palabra, siente no sólo el derecho a la escucha, sino
también el deber del testimonio. En efecto, el verdadero profeta no puede dejar de compartir el destino de la
Palabra, más precisamente de aquel que es la Palabra.
Un destino pascual, como bien sabemos, es decir, abierto al sufrimiento y a la alegría, a las tinieblas y a la luz,
a la muerte y a la vida. El mandamiento final: «Tienes
aún que profetizar» (v. 11), tiene la función de atestiguar
que la misión profética para el creyente no es algo opcional, sino -al contrario- objeto de un camino divino y
la expresión más genuina de su ser.
Evangelio: Lucas 19,45-48
En aquel tiempo, 45 Jesús entró en el templo e inmediatamente se puso a expulsar a los vendedores, 46 diciéndoles:
-Está escrito: Mi casa ha de ser casa de oración, pero vosotros
la habéis convertido en cueva de ladrones.
47
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Los jefes de
los sacerdotes, los maestros de la Ley y los principales del
pueblo trataban de acabar con él. 4S Pero no encontraban el
modo de hacerlo, porque el pueblo entero estaba escuchándolo, pendiente de su Palabra.
*•• Esta perícopa evangélica está subdivida claramente en dos partes: en primer lugar aparecen unas p a l a -
Viernes
371
bras de Jesús contra los vendedores del templo; en segundo lugar, un apunte recopilador con el que el evangelista Lucas quiere caracterizar los últimos días de la
vida terrena de Jesús.
«Está escrito: Mi casa ha de ser casa de oración» (v. 45).
Sabemos bien que, para Jesús, el templo de Jerusalén
no es el único lugar en el que se puede orar; más aún,
en algunas ocasiones ha expresado u n a valoración crítica con respecto a u n a concepción demasiado materialista de las instituciones religiosas. Ahora bien, sabemos asimismo que el templo, en cuanto casa de Dios, no
puede ser desnaturalizado ni destinado a otras funciones que no sean las litúrgicas: Está prohibido, por
tanto, para cualquier intercambio comercial, que transformaría la casa de Dios en una «cueva de ladrones» (v. 46;
c f l s 5 6 , 7 ; Jr 7,11).
«Está escrito»: esta frase indica en labios de Jesús
no que las profecías determinen el comportamiento de
Jesús, sino que el comportamiento de Jesús da pleno
cumplimiento a las profecías. Para Jesús, la luz plena,
que ilumina sus gestos y nos permite reconocerlo por
lo que es, proviene ciertamente del mensaje profético,
pero sobre todo de su conciencia mesiánica.
La noticia final de Lucas (w. 47ss) viene a confirmar
un hecho bien conocido: los que ejercen el poder siguen
estando ciegos ante Jesús y ante la claridad de sus palabras, mientras que el pueblo en su sencillez, reconociendo que tiene necesidad de u n Salvador y de un
Maestro, está pendiente de sus labios.
MEDITATIO
Podemos detectar un profundo vínculo entre la misión
profética de la que habla la primera lectura y la «casa
de oración» d e la que habla Jesús en el evangelio. La
372
33a semana
Palabra de Dios, en efecto, es al mismo tiempo don del
que tienen que participar los otros mediante la profecía
y don que se ha de asimilar, en íntimo diálogo con Dios,
el donante. Se trata de dos aspectos de una misma experiencia espiritual, de dos momentos de un único ministerio. Quien acoge la misión profética con plena conciencia intuye que ésta debe madurar en la oración; por
otro lado, quien aprende a orar no puede dejar de sentir la necesidad de evangelizar. La liturgia de la Palabra
supone cada día una nueva invitación a no separar lo
que en el proyecto de Dios debe seguir estando profundamente unido.
«Casa de oración» y no «cueva de ladrones»: esto es
verdad dicho sobre el templo en el que Jesús entró más
veces durante su vida terrena, pero también es verdad,
hoy, dicho de todo lugar elegido y destinado para el
culto. Existe siempre, en efecto, el peligro - m á s aún, la
tentación- de convertir en instrumentos los lugares de
oración, para transformarlos en lugares de interés personal.
Se requiere una marcada delicadeza de ánimo para
no desnaturalizar el don de Dios y desviarlo de sus funciones originarias. No es, por consiguiente, el templo en
sí mismo, sino lo que éste significa lo que cuenta p a r a
Dios y para nosotros. No resulta agradable a Dios quien
dice: «El templo del Señor, el templo del Señor» (Jr 7,4),
sino quien cumple su voluntad. No complace a Dios
quien piensa en sus propios intereses y sólo en apariencia cultiva los intereses de Dios, sino quien ha unido en
su vida la acción y la contemplación. Jesús p r e s e n t ó
el templo a la gente de su tiempo como casa de oración
y como «casa de enseñanza» (Eclo 51,23): t a m b i é n
para nosotros puede y debe convertirse la Iglesia - t o d a
iglesia- en lugar para meditar y para aprender la Palabra
de Dios.
373
Viernes
ORATIO
«Si...», dice el Señor:
Si aceptas la invitación a devorar mi Palabra, vivirás.
Si la saboreas en la boca, la encontrarás dulce como
la miel.
Si la engulles en tus visceras, experimentarás una
gran amargura.
Si denuncias la ignorancia camuflada, serás alejado.
Si proclamas la libertad contra el poder, serás perseguido.
Si revelas el interés privado contra el bien común, serás criticado.
Si buscas la aprobación de personajes, te verás decepcionado.
Si te confías a tus fuerzas, vacilarás fácilmente.
Si piensas que podrás ver los frutos de lo que siembras, esperarás en vano.
Si el pueblo está pendiente de tus labios, alabarás al
Señor.
Si obras prodigios en los corazones, cantarás al
Señor.
Si es reconocida tu misión, darás gracias al Señor.
«Éste es mi profeta», dice el Señor.
CONTEMPLATIO
Se oye decir: «No es tarea mía leer la Escritura. Eso les
corresponde a los que han renunciado a este mundo».
Pues bien, yo os digo que vosotros tenéis más necesidad
de la Escritura que los monjes. En cuanto a ellos, lo que
les salva es su tipo de vida; vosotros, por el contrario, estáis en medio de la refriega, estáis expuestos a nuevas
heridas sin tregua.
374
33° semana
Por eso tenéis necesidad de la Escritura: una necesidad continua para alcanzar la fuerza. Muchos me dirán:
«¿Y los negocios... y el trabajo?». ¡Bello pretexto, de verdad! Vosotros discutís con vuestros amigos, vais a los espectáculos, asistís a los encuentros deportivos... ¿Entonces? ¿Pensáis que cuando se trata de la vida espiritual es
algo sin importancia? ¡Ah, se me olvidaba! Hay otra excusa: «Nosotros no tenemos libros». Este pretexto sólo
merece una buena carcajada (Juan Crisóstomo).
Sábado
3 3 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
ACTIO
LECTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
« Toma el libro, cómetelo. Tienes aún que profetizar» (cf.
Ap 10,9-11).
Primera lectura: Apocalipsis 11,4-12
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Porque, Sócrates, me parece a mí, y tal vez también a ti, que
tener un conocimiento seguro de estas cosas en esta vida es o
imposible o extremadamente difícil; pero, por otra parte, no
poner a prueba por todos los caminos lo que se dice de ellas,
sin desistir de ellas, sin haber hecho antes todo lo posible por
examinarlas desde todos los puntos de vista, es cosas de hombres de ánimo sobremanera flojo.
Y es que me parece que en semejantes temas se debe conseguir uno de estos dos fines: o aprender de otros cómo son o encontrarlo por nosotros mismos; o bien, donde no sea posible, ateniéndose, si no hay otra cosa, al mejor o al más inexpugnable
de los razonamientos humanos, y confiándose a él como a una
balsa, arriesgarnos nosotros mismos a navegar a través de la
vida, cuando no sea posible realizar este viaje con mayor seguridad y menor peligro en una nave más sólida, es decir, sobre alguna palabra divina (Platón, Fedón).
A mí, Juan, se me dijo: Aquí están mis dos testigos. 4 Me
refiero a los dos olivos y a los dos candelabros que están de
pie en presencia del Señor de la tierra. 5 Si alguno intenta
hacerles daño, de su boca saldrá fuego que devorará a sus
enemigos; sin remedio morirá quien intente hacerles daño.
6
Tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva durante
el tiempo de su ministerio profético; tienen poder para convertir en sangre las aguas y para herir la tierra cuantas veces
quieran con toda clase de calamidades. 7 Cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo
les hará la guerra, los vencerá y los matará. 8 Sus cadáveres
quedarán sobre la plaza de la gran ciudad, que es llamada
alegóricamente Sodoma y Egipto, y en la que fue también
crucificado su Señor. 9 Durante tres días y medio contemplan sus cadáveres gentes de todo pueblo, raza, lengua y
nación, sin que a nadie se permita darles sepultura. 10 Los
habitantes de la tierra se alegran y se felicitan por su muerte y hasta se hacen regalos unos a otros, porque estos dos
profetas constituían un tormento para ellos. " Pero después
de tres días y medio, un espíritu divino entró en ellos, se
pusieron en pie y un gran temor se apoderó de quienes los
contemplaban.
376
33a semana
12
Oyeron entonces una voz potente que les decía desde el
cielo:
-Subid aquí.
Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos.
**• Este fragmento del Apocalipsis nos presenta la figura de «dos testigos» (v. 3a), símbolo de todos aquellos
que han recibido la misión profética y, por eso, están
dispuestos a anunciar el Evangelio. No es difícil intuir
que, en cierto modo, también nosotros nos convertimos en actores de este magnífico drama. Los dos testigos gozan de la protección de Dios; de él reciben poderes extraordinarios; sobre todo, el Espíritu Santo,
que hace fecunda su acción evangelizadora. Son, por
consiguiente, instrumentos en las manos de Dios al
servicio de toda la humanidad; son dignos de la veneración común y tendrán como premio la participación
en la gloria de Dios.
Pero con u n a condición: que sigan el mismo camino
que recorrió su maestro, Jesús. Deberán pasar por la
terrible experiencia de la persecución y de la m u e r t e .
«La bestia que sube del abismo» (v. 7) podrá cantar victoria, aunque sea de una m a n e r a provisional. «Sodoma
y Egipto» (v. 8) exultarán por la muerte de estos d o s
testigos: será el triunfo m o m e n t á n e o de las fuerzas del
mal contra los testigos del Cordero. Pero «después de
tres días y medio» cambiará la situación: los testigos
resucitarán gracias a «un espíritu divino» (v. 11) y s e r á
grande el terror de todos.
El misterio pascual se realiza, por consiguiente,
también en su vida: el camino del Maestro es t a m b i é n
el suyo; su victoria es participación en la victoria d e
Jesús. Resucitaron y «subieron al cielo» (v. 12), a l l í
donde subió Jesús: el triunfo de los testigos debe l l e g a r
a su última meta: la comunión eterna con el P a d r e ,
tras haber vivido la comunión terrena con Jesús.
Sábado
377
Evangelio: Lucas 20,27-40
En aquel tiempo, " se acercaron unos saduceos, que niegan
la resurrección, y le preguntaron:
28
-Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si el hermano de uno
muere dejando mujer sin hijos, su hermano debe casarse con la
mujer para dar descendencia a su hermano. 29 Pues bien, había
siete hermanos. El primero se casó y murió sin hijos. 30 El segundo 31 y el tercero se casaron con la viuda, y así hasta los
siete. Todos murieron sin dejar hijos. 32 Por fin murió también
la mujer.33 Así pues, en la resurrección, ¿de quién de ellos será
mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella.
34
Jesús les dijo:
-En la vida presente existe el matrimonio entre hombres y
mujeres, 35 pero los que logren alcanzar la vida futura, cuando los muertos resuciten, no se casarán. 36 Y es que ya no pueden morir, pues son como los ángeles; son hijos de Dios, porque han resucitado. 37 Y el mismo Moisés da a entender, en el
episodio de la zarza, que los muertos resucitan, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob. 3S No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque todos
viven por él.
39
Entonces unos maestros de la Ley intervinieron diciendo:
-Maestro, has respondido muy bien.
40
Y ya nadie se atrevía a preguntarle nada.
*•• Esta perícopa evangélica comienza con una pregunta-trampa planteada a Jesús por los fariseos (w. 28-33),
una pregunta que presupone una mentalidad materialista y u n cierre total a la lógica del cielo. No se trata, en
efecto, de llevar consigo a una mujer o cualquier otra
cosa al cielo en la resurrección. Según el modo de ver de
Jesús, la perspectiva que se abre más allá de la muerte
es una realidad totalmente nueva, algo que no puede ser
encerrado dentro de la lógica de la tierra.
Pero ¿de qué novedad se trata? Jesús habla, en primer lugar, de inmortalidad, una realidad que a nosotros,
los hombres de la tierra, no nos ha sido dado experimentar y que, por consiguiente, debe sei considerada como
378
33" semana
un don exquisito de la divina bondad. En segundo lugar,
Jesús deja entrever el hecho de que las relaciones interpersonales en la vida eterna serán de otra especie y
naturaleza: no de tal tipo que encierren a una persona
en otra, sino de naturaleza que nos abran a Dios y entre
nosotros. Por último, Jesús define a los resucitados
como iguales a los ángeles (cf. v. 36) para indicar una
situación de vida diferente a la actual y, de todos modos,
más cercana a la vida de Dios. Hemos de señalar también que hay modos y modos de hacer referencia a las
Escrituras: para ponerlas de nuestra parte, como hacen
los saduceos, o bien para entrar en su mensaje genuino,
como hace Jesús. El Maestro nos ofrece de este modo
las divinas Escrituras como tesoro de verdad, de esperanza y de liberación.
Es útil señalar el detalle final (v. 39): hay también entre los maestros de la Ley algunos bien dispuestos hacia
Jesús, que reconocen la validez de su ministerio, pero
sin tener, no obstante, el valor de llegar hasta el final de
su discurso. En efecto, no se atreven a hacerle ninguna
pregunta más, tal vez porque su corazón es tímido y no
quieren comprometerse con Jesús.
MEDITATIO
De las dos lecturas que la liturgia de la Palabra nos
presenta hoy brota la perspectiva de la vida eterna: es
una ocasión óptima para reflexionar sobre este m o m e n to de nuestra vida que la caracterizará de modo pleno y
definitivo.
Por un lado, se nos invita a purificar nuestras ideas sobre el modo como viviremos eternamente. Lo que afirma
el evangelio a este respecto debe ser recibido como u n a
invitación a callar más que a chacharear sobre lo que n o s
espera. Es incluso demasiado fácil trivializar el discurso
379
Sábado
sobre el paraíso, tanto en un sentido negativo como en
u n sentido positivo. En ciertas ocasiones, además, como
los saduceos del evangelio, nos sentiremos tentados a reducir la vida eterna a las proporciones -engrandecidasde la vida terrena, no permitiendo ni siquiera a Dios hacer «cosas nuevas» o, mejor, «unos cielos nuevos y una
tierra nueva». Sabemos, sin embargo, con seguridad que
la vida eterna será una pascua plena y definitiva, participación en la de Jesús. También nosotros, como los «dos
testigos» de los que nos habla el libro del Apocalipsis,
sabemos que la pascua es un acontecimiento extraordinario cuyas características abren la tierra al cielo y por
eso marcarán nuestra vida para siempre.
A la vida eterna se accede mediante la resurrección,
participación en el gran acontecimiento de la resurrección de Jesús. Tanto para nosotros como para él, se trata
de una victoria de la vida sobre la muerte: es Dios quien
triunfará definitivamente en nuestra vida: «El Dios de
Abrahán, de Isaac y de Jacob, un Dios de vivos y no de
muertos». Es ésta una expresión extremadamente lúcida
para hacernos comprender que, aunque hayan muerto,
también Abrahán, Isaac y Jacob viven en Dios, y como
ellos cada uno de nosotros, porque «todos viven por él».
ORATIO
Te doy gracias, Señor,
- por los apóstoles de todas las naciones que, obedeciendo tu invitación, ofrecen al mundo tu Evangelio;
- p o r los misioneros conocidos o no que, incluso a
riesgo de su propia vida, llevan tu mensaje de sal, vación allí donde todavía no eres conocido;
- por todos aquellos que en cualquier momento histórico h a n recordado a tu Iglesia el gran mandato
de la evangelización.
33° semana
380
Te doy gracias, Señor,
- por los misioneros y fíeles que, con el testimonio
de su vida, se han unido al ejército de los mártires;
- por todos aquellos que glorifican tu nombre en
cada lengua y en cada nación, en cada pueblo y en
cada cultura, en todas las partes del mundo;
- por los obreros que vendrán a trabajar en tu mies,
porque, al responder con fidelidad y firmeza a su
llamada, saborean la alegría del servicio.
Oh Señor, asiste con tu presencia, guía con tu consejo y sostén con tu fuerza a todos aquellos a quienes has
enviado a las naciones.
CONTEMPLATIO
¿Qué debe hacer, por tanto, el cristiano? Servirse del
mundo, no hacerse esclavo del mundo. ¿Qué significa
eso? Significa tener, pero como si no tuviera. Así dice,
en efecto, el apóstol: «Os digo, pues, hermanos, que el
tiempo se acaba. En lo que resta, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que
compran, como si no poseyeran; los que disfrutan del
mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de
este mundo está a punto de acabar. Quiero que estéis libres de preocupaciones» (1 Cor 7,29-32).
Quien no tiene preocupaciones espera tranquilo la
llegada de su Señor. En efecto, ¿qué clase de amor p o r
Cristo sería temer su llegada? Hermanos, ¿no nos avergonzamos? ¡Le amamos y tememos que venga! Pero ¿le
amamos de verdad o a m a m o s más nuestros pecados?
Se nos impone u n a elección de manera perentoria. Si
queremos amar de verdad al que debe venir para castigar los pecados, debemos odiar con el corazón todo lo
que tenga que ver con el m u n d o del pecado. Lo quera-
381
Sábado
m o s o no, él vendrá. Más tarde, no ahora; lo que, como
es obvio, no excluye que vendrá. Vendrá, y cuando menos lo esperes. Si te encuentra preparado, no te perjudicará el hecho de no haber conocido por anticipado el
m o m e n t o exacto (Agustín de Hipona).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible» (cf. 1 Cor 15,43).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por
el lugar en el que viven, ni por su lenguaje, ni por su modo de
vida. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un
hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema
doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación
de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza
basada en autoridad de hombres. Viven en ciudades griegas y
bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres Je los
habitantes del país tanto en el vestir como en todo su estilo de
vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble.
Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman
parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en
toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y
engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben.
Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la carne,
pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía
está en el cielo {Carta a Diogneto).
Lunes
34 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 14,l-3-4b-5
Yo, Juan, ' volví a mirar y he aquí que el Cordero estaba de
pie sobre el monte Sión. Estaban con él los ciento cuarenta y
cuatro mil que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en la frente. 2 Y oí una voz que venía del cielo, voz como
de aguas caudalosas y truenos fragorosos. Sin embargo, la voz
que oí era como el sonido de citaristas tocando sus cítaras.
3
Cantaban un cántico nuevo delante del trono, de los cuatro
seres vivientes y de los ancianos. Un cántico que nadie podía
aprender, excepto aquellos ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra. 4 Éstos son los que siguen al Cordero a
dondequiera que va, los rescatados de entre los hombres como
primeros frutos para Dios y para el Cordero, 5 los de labios sinceros y conducta irreprochable.
*» El libro del Apocalipsis, a medida que se desarrolla el drama, compromete con su mensaje a un n ú m e r o
cada vez m a y o r de personas: el pueblo de los elegidos
entra en u n a relación maravillosa con Dios y con Jesús,
el Cordero inmolado. La perspectiva eclesial caracteriza, por consiguiente, el mensaje del evangelista Juan;
más aún, si la consideramos bien, la perspectiva se vuel-
384
34a semana
ve universal. El símbolo numérico empleado en este
texto bíblico es muy claro: «.Ciento cuarenta y cuatro
mil» (w. 1.3b) corresponde, en efecto, a 12 x 12 x 1.000,
producto de tres números que -cada uno de ellos- significan perfección. Es como decir que éste no ha de ser
considerado un número cerrado, sino un número abierto
que encontrará su perfección sólo cuando todos los
llamados sean también elegidos.
El otro símbolo empleado por Juan es el del monte,
«el monte Sión», en el que se reúnen todos los que llevan en la frente el nombre del Cordero y el de su Padre
(v. 1). Tener el n o m b r e significa entrar en u n a relación
muy especial con la persona: en este caso, el pueblo de
los elegidos se caracteriza por su especial relación con
Dios y con Jesús. Mediante la fe es como se entra a formar parte de este pueblo que es la comunidad de los que
invocan el Nombre y reconocen en él la fuente de su
salvación. Es un pueblo que cree, y por eso canta: «Cantaban un cántico nuevo delante del trono, de los cuatro
seres vivientes y de los ancianos. Un cántico que nadie
podía aprender, excepto aquellos ciento cuarenta y cuatro
mil rescatados de la tierra» (v. 3). No es difícil reconocer
en este cántico el aleluya pascual que se transforma en
u n aleluya eterno.
Evangelio: Lucas 21,1-4
En aquel tiempo, ' estaba Jesús en el templo y veía cómo
los ricos iban echando dinero en el cofre de las ofrendas. 2 Vio
también a una viuda pobre que echaba dos monedas de poco
valor. 3 Y dijo:
-Os aseguro que esa viuda pobre ha echado más que todos
los demás," porque ésos han echado de lo que les sobra, mientras que ésta ha echado, de lo que necesitaba, todo lo que tenía
para vivir.
Lunes
385
*» Advertimos dos grandes contrastes en esta página
evangélica: el que existe entre los «ricos» y la «viuda»,
y el que existe entre «lo que sobra» y «lo necesario para
vivir». De este modo, Lucas nos hace entrar de inmediato en u n a situación de vida que - t a n t o hoy como
a y e r - nos interpela con todo su dramatismo. El evangelio no nos ofrece exhortaciones piadosas, casi sedantes,
sino que nos ilumina con u n a luz nueva para que pod a m o s leer a fondo y con perspectiva las situaciones
históricas en las que vivimos.
Jesús ve y elogia a la viuda pobre; ve y no puede dejar
de censurar la acción de los ricos. La mirada de Jesús es
como un juicio emitido sobre aquellos que tienen una relación distinta con los bienes, con el dinero. Un juicio
que siempre resulta difícil de aceptar, pero que, no obstante, ilumina perfectamente no sólo el gesto, sino también el corazón de las personas.
En primer lugar, Jesús elogia a la viuda pobre por
«las dos monedas de poco valor» que ha ofrecido al
templo. También aquí se da un fuerte contraste en las
palabras de Jesús: dos monedas de poco valor son
siempre dos m o n e d a s de poco valor, pero Jesús las
considera más preciosas que las ricas ofrendas de los
acomodados.
¿Cómo pensar en este gesto de la viuda sin compararlo con el de la mujer anónima que, la víspera de la
pasión de Jesús, perfumó su cabeza con un perfume
precioso? Se trata en ambos casos de una «buena acción», q u e c o m o tal complace a Jesús bastante más
que cualquier otra ofrenda. El poco de la viuda pobre
es todo a los ojos de Dios, mientras que el m u c h o de
los ricos es simplemente lo superfluo. También aquí
captamos un juicio bastante claro: en efecto, Dios sopesa el valor cualitativo y no sólo el cuantitativo de
nuestras acciones. Es sólo él quien lee en nuestros corazones y nos conoce a fondo.
34a semana
386
MEDITATIO
La perícopa evangélica nos pone ante u n a situación
que, en su sencillez, nos empuja a una reflexión sobre el
valor del don, del don de nosotros mismos. Es evidente
que la viuda pobre ha realizado un gesto extremadamente elocuente, mientras que el gesto de los ricos se revela,
por lo menos, opaco y mezquino. El gesto del que da con
generosidad, pero sobre todo con confianza, revela, por
un lado, el corazón del que da y, por otro, el valor de
aquel a quien se ofrece el don. En consecuencia, es el corazón lo que da valor y otorga importancia al don. La viuda pobre manifiesta un corazón totalmente abierto a
Dios, lleno de una extrema confianza en él, y, al mismo
tiempo, manifiesta el valor sumo que tiene Dios para ella.
Ese gesto asume, por consiguiente, un valor religioso: es
u n acto de fe, un acto de abandono en la divina providencia; en último extremo, un acto de adoración.
El don, por tanto, tiene la capacidad de unir y conectar a dos personas: no tanto por el valor de lo que se da
como por el valor del corazón del donante y por el valor
del corazón de aquel a quien se ofrece el don, sea quien
sea. Más aún, desde una perspectiva religiosa, la fe es capaz de llevar a cabo una especie de inversión de los valores, de suerte que el poco de la viuda se convierte en todo,
mientras que el mucho de los ricos se convierte en poco.
Por último, lo que embellece al don es la intención que lo
acompaña, lo orienta y lo consuma: si la finalidad del
gesto oblativo es Dios, entonces el don asume u n valor
excepcionalmente grande. Es Dios quien lo recibe, lo
aprecia y lo acepta.
Lunes
387
las mismas características y bienaventuranzas que los
tuyos?
Dones desinteresados que permitan crecer:
¿conoceríamos la avidez y el engaño?
Dones duraderos basados en promesas fieles y veraces:
¿conoceríamos el divorcio?
Dones generativos que produzcan vida al darse a sí
mismos:
¿conoceríamos el aborto?
Dones que se multiplican al ser distribuidos:
¿conoceríamos la indigencia?
Dones que consuelan al que sufre:
¿conoceríamos la soledad?
Dones que perdonan al que se ha equivocado:
¿conoceríamos la venganza o el rencor?
Dones que acogen sin distinción de cultura,
de fe, de lengua, de color:
¿conoceríamos la discriminación?
Dones de paz y de fraternidad:
¿conoceríamos la violencia, la guerra, el atropello?
Dones de reconocimiento por las dos moneditas de la
viuda:
¿conoceríamos la ingratitud?
Oh Señor, nuestra naturaleza herida y corrupta, so
pretexto de acciones nobles, transmite a menudo dones
enmascarados por su propio egoísmo y por su propia
vanidad. Haz que nuestros dones encarnen sólo las intenciones del amor.
CONTEMPLATIO
ORATIO
«Dios ama a quien da con alegría» (2 Cor 9,7). Señor,
¿qué sería nuestra vida si fuera tocada por dones con
Todos los que participamos de la sangre sagrada de
Cristo alcanzamos la unión corporal con él, como atestigua san Pablo cuando dice, refiriéndose al misterio del
388
34° semana
a m o r misericordioso del Señor: No había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas:
que también los gentiles son coherederos, miembros del
mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo.
Si, pues, todos nosotros formamos un mismo cuerpo
en Cristo, y no sólo unos con otros, sino también en relación con aquel que se halla en nosotros gracias a su carne, ¿cómo no mostramos abiertamente todos esa unidad
entre nosotros y en Cristo? Pues Cristo, que es Dios y
hombre a la vez, es el vínculo de la unidad.
Y, si seguimos por el camino de la unión espiritual,
habremos de decir que todos nosotros, una vez recibido
el único y mismo Espíritu, a saber, el Espíritu Santo,
nos fundimos entre nosotros y con Dios. Pues aunque
seamos muchos por separado, y Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros,
ese Espíritu, único e indivisible, reduce por sí mismo a
la unidad a quienes son distintos entre sí en cuanto subsisten en su respectiva singularidad, y hace que todos
aparezcan como una sola cosa en sí mismo.
Y así como la virtud de la santa humanidad de Cristo
hace que formen un mismo cuerpo todos aquellos en
quienes ella se encuentra, pienso que de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los reduce a todos a la unidad espiritual.
Por esto nos exhorta también san Pablo: Sobrellevaos
mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad
del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un
solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe,
un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende
todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Pues siendo uno
solo el Espíritu que habita en nosotros, Dios será e n nosotros el único Padre de todos por medio de su Hijo, con
lo que reducirá a una unidad mutua y consigo a cuantos
Lunes
389
participan del Espíritu (Cirilo de Alejandría, Comentario
sobre el evangelio de san Juan, XI, 11).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Éstos son los que siguen al Cordero a dondequiera
que va» (Ap 14,4).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
¿Cuál será mi sitio en la casa de Dios? Sé que no me pondrá
mala cara, que no me hará sentirme una criatura que no sirve
para nada, porque eres, Dios, así: cuando una piedra te sirve
para tu construcción, coges el primer guijarro que encuentras, lo
miras con una infinita ternura y lo conviertes en esa piedra que
necesitas, unas veces con un brillo como el del diamante, otras
opaca y sólida como una roca, pero siempre apta para la finalidad que persigues.
¿Qué harás de este guijarro que soy yo, de esta piedrecilla
que tú has creado y trabajas cada día con el poder de tu paciencia, con la fuerza invencible de transfiguración que encierra
tu amor? Tú haces cosas inesperadas, gloriosas. Arrojas las bagatelas y te pones a cincelar mi vida. Poco importa que me pongas bajo un pavimento que nadie ve, pero que sostiene el esplendor del zafiro, o en la cima de una cúpula que todos miran
y quedan deslumbrados. Lo importante es encontrarme cada día
allí donde tú me pongas, sin retrasos. Y yo, por más que sea piedra, siento que tengo una voz: quiero gritarte, oh Dios, la felicidad que me produce sentirme maleable en tus manos, para servirte, para ser templo de tu gloria (A. A. Ballestrero).
Martes
34 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 14,14-19
Yo, Juan, ,4 volví a mirar y vi una nube blanca. Sentado sobre la nube estaba un ser de aspecto humano con una corona
de oro sobre la cabeza y una hoz afilada en la mano. 15 Salió
del templo otro ángel y gritó con voz potente al que estaba
sentado en la nube:
-Mete tu hoz y comienza a segar. Es el tiempo de la siega,
pues está ya seca la mies.
16
El que estaba sentado sobre la nube acercó su hoz a la
tierra y la segó.
17
Y salió otro ángel del templo celeste llevando también
una hoz afilada. " Y todavía un ángel más -el que tiene poder
sobre el fuego— salió del altar y gritó con voz potente al que
tenía la hoz afilada:
-Mete tu h o z afilada y vendimia los racimos de la viña de
la tierra, pues están ya las irvas en sazón.
19
Acercó el ángel su hoz a la tierra, vendimió la viña de la
tierra y arrojó las uvas al gran lagar de la ira de Dios.
*» En este fragmento del lilro de Apocalipsis encontramos algunos símbolcs cuya interpretación nos intro-
\>>'
34a semana
«liuc en la comprensión del mensaje. En primer lugar, el
símbolo de la nube (v. 14), que, según la tradición bíblica, expresa una teofanía, es decir, u n a aparición divina. En este caso es el Hijo del h o m b r e el que aparece para pronunciar el juicio y ofrecer la salvación. De
ahí que este fragmento tenga un valor exquisitamente
cristológico: el evangelista Juan quiere completar su
mensaje sobre la persona y sobre la misión de Jesús.
Los símbolos de la siega (w. 15b. 16) y de la vendimia
(w. 18b. 19) pretenden ilustrar el juicio que Jesús ha venido y vendrá a pronunciar sobre la humanidad. Se trata
de un juicio abierto a la salvación, que es precisamente
don de aquel cuyo nombre es Salvador. Justamente porque será Jesús quien pronuncie el juicio, no es lícito considerarlo sólo en su valor negativo: eso sería desconocer
el don de Dios y sustraerse así a la voluntad salvífica universal del Señor. A buen seguro, el juicio manifiesta también un momento negativo: aquellos que hayan rechazado la salvación se encontrarán separados de Dios,
como objeto de su justa cólera (v. 19), pero precisamente porque ellos mismos se han sustraído libremente a la
divina misericordia.
El fragmento de Juan nos ofrece otro mensaje: existe
una estrecha relación entre la vida presente y la futura,
entre la vida terrena y la eterna. Todo dependerá de Dios
y de su divina bondad, pero todo dependerá también de
nuestras opciones personales y de las obras que realicemos.
Evangelio: Lucas 21,5-11
En aquel tiempo, 5 al oír a algunos que hablaban sobre la
belleza de las piedras y exvotos que adornaban el templo, dijo:
6
-Vendrá un día en que todo eso que veis quedará totalmente destruido; no quedará piedra sobre piedra.
7
Entonces le preguntaron:
Martes
393
-Maestro, ¿cuándo será eso? ¿Cuál será la señal de que
esas cosas están a punto de suceder?
8
Él contestó:
-Estad atentos, para que no os engañen. Porque muchos
vendrán usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy, ha llegado
la hora». No vayáis detrás de ellos. 9 Y cuando oigáis hablar de
guerras y de revueltas, no os asustéis, porque es preciso que
eso suceda antes, pero el fin no vendrá inmediatamente.
10
Les dijo además:
-Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
11
Habrá grandes terremotos y, en diversos lugares, hambres,
pestes, apariciones terroríficas y grandes portentos en el cielo.
**• Estamos ante el segundo «discurso escatológico»
(cf. Le 17,20-37) del evangelio de Lucas: es señal de que
para este evangelista la perspectiva del fin del m u n d o y
de la vida futura caracteriza de una manera profunda la
espiritualidad cristiana. Las preguntas iniciales, «¿Cuándo será eso? ¿Cuál será la señal de que esas cosas están a
punto de suceder?» (v. 7), son como dos pistas de búsqueda para comprender el mensaje que Jesús quiere
transmitir.
Por otra parte, el hecho de que este discurso haya
sido pronunciado ante el templo, con la belleza de las
piedras y exvotos, crea un fuerte contraste entre el presente, que amenaza con clausurar la religiosidad de los
contemporáneos de Jesús, y el futuro hacia el que, no
obstante, quiere orientar Jesús su fe. Jesús predice en su
respuesta el final del templo de Jerusalén y, en cierto
modo, de todo lo que éste simboliza (v. 6). Anuncia el final de u n m u n d o que se concreta en esta catástrofe, del
mismo modo que se concretará en muchas otras. No
pretende decir que el fin del mundo esté cerca, pero sí
desea recordar que todo lo que pertenece a este m u n d o
tendrá, a buen seguro, un fin y que ante este fin debemos
reflexionar con plena conciencia, dejándonos iluminar
por su enseñanza.
.34" semana
394
395
Martes
Lo que debemos hacer mientras esperamos su retorno está expresado con claridad en lo que afirma Jesús
con respecto a los falsos profetas y a los falsos mesías
(v. 8). Jesús nos invita al discernimiento de las personas
y de los acontecimientos, a tener el valor de tomar o
dejar, a asumir el riesgo de o p t a r siempre y de todos
modos por los valores que él nos ha entregado en su
Evangelio. Son muchos los que, tanto hoy como ayer,
pretenden abrir nuevos caminos de salvación delante de
nosotros; son muchos los que anuncian el fin como algo
inminente, más para intimidar y aterrorizar que para
iluminar e infundir valor. Las palabras de Jesús van en
un sentido diametralmente opuesto: incluso cuando
anuncia el fin, se preocupa por iluminar y confortar a
sus discípulos.
capacidad crítica. Al contrario, es fruto de la vida de fe
y debe caracterizar la vida y la actitud de una comunidad
de fe que, con la luz de la Palabra y la fuerza del Espíritu, aprende día tras día a leer los signos de los tiempos,
a discernir entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo
falso.
La invitación de Jesús, «No vayáis detrás de ellos»,
nos pone en guardia contra u n falso seguimiento que
podría reemplazar al que nos mantiene encaminados
tras los pasos de Jesús. Por eso, el verdadero discernimiento se manifiesta también y sobre todo en algunas
opciones de vida que pueden tener también un precio
elevado, frente a las ilusiones y fáciles promesas de los
falsos profetas.
MEDITATIO
ORATIO
Los símbolos del libro del Apocalipsis y el lenguaje escatológico suponen, qué duda cabe, cierta dificultad para
la comprensión del mensaje bíblico. Este hecho nos
confirma en la certeza de que el nuestro es un c a m i n o
de fe: los símbolos tienen que ser interpretados y las palabras comprendidas.
Para el que camina por los senderos de este m u n d o ,
existe siempre la posibilidad de ser engañado y desviado. Por algo insiste Lucas, en este discurso, en señalar
que la seducción será sobre todo doctrinal: los falsos
profetas tienen la pretensión de atribuirse la importancia
y la autoridad de Jesús y, sobre todo, se atreven a anunciar el fin como inminente. Lucas aclara que estos h e c h o s
pertenecen aún a la historia y no al «fin de los tiempos»:
en efecto, deben suceder antes estas cosas, pero eso n o
significa que inmediatamente después venga el f i n .
Es como decir que el discernimiento no p u e d e ser
fruto únicamente de u n a intuición personal o d e cierta
Oh Señor, ayúdame a establecer una sabia relación
con el tiempo: no una relación atrincherada en el pasado, que ya no es, ni u n a relación perdida en el futuro,
que todavía no es. Haz que toda mi energía se dirija al
presente para dar significado a toda acción y para valorar cada acontecimiento, de suerte que esté en sintonía
con tu designio y sea capaz de transformar en novedad
lo que puede correr el riesgo de ser rutina. Hazme comprender cuan discreto es el que sabe «perder el tiempo»
en admirar una puesta de sol, en escuchar el mensaje
de u n a hoja caída, en observar un hormiguero en acción, en contemplar un rostro bello, en consolar a quien
lo necesita... En suma, en estar receptivo a todo lo que
existe.
Sé' q u e la vida es una misión de la que deberé rendir
cuentas: haz que permanezca vigilante para que - c o m o
decía Pascal- no me haga culpable de dejar correr el tiempo como un niño deja correr la arena entre sus dedos.
34" semana
<<)(,
Olí Señor, haz que tus palabras, «Estad preparados
para cuando venga», caminen siempre delante de mí.
CONTEMPLATIO
Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el
gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento
la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros lleguemos a
esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor, pues
no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión.
Ahora amamos en esperanza. Por eso, dice el salmo
que el justo se alegra con el Señor. Y añade, en seguida,
porque no posee aún la clara visión: y espera en él.
Sin embargo, poseemos ya desde ahora las primicias
del Espíritu, que son como un acercamiento a aquel a
quien amamos, como una previa gustación, a u n q u e tenue, de lo que más tarde hemos de comer y beber ávidamente.
¿Cuál es la explicación de que nos alegremos c o n el
Señor, si él está lejos? Pero en realidad no está lejos. Tú
eres el que hace que esté lejos. Ámalo y se te acercará;
ámalo y habitará en ti. El Señor está cerca. Nada os preocupe. ¿Quieres saber en qué medida está en ti, si lo a m a s ?
Dios es amor.
Me dirás: «¿Qué es el amor?». El amor es el h e c h o
mismo de amar. Ahora bien, ¿qué es lo que a m a m o s ? El
bien inefable, el b i e n benéfico, el bien creador d e t o d o
bien. Sea él tu delicia, ya que de él has recibido t o d o lo
que te deleita. Al decir esto, excluyo el pecado, ya q u e el
pecado es lo único q u e no has recibido de él. F u e r a del
pecado, todo lo d e m á s que tienes lo has recibido d e él
(Agustín de Hipona, Sermón 21, 1-4).
397
Martes
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Mete tu hoz y comienza a segar. Es el tiempo de la
siega» (Ap 14,15).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
He constatado, por consiguiente, con horror que mi impaciencia por ver restablecida la democracia tenía algo de comunista; o también, en un sentido más general, algo de racionalista: la unidad de las Luces. Quería hacer progresar la historia un
poco como un niño que se pone a estirar de una planta para hacerla crecer más deprisa. Me parece que es preciso aprender a
esperar del mismo modo que se aprende a crear. Sembrar con
paciencia, regar con asiduidad la tierra que cubre la semilla y
dar a las plantas su tiempo. No se puede engañar a una planta,
como tampoco se puede engañar a la historia, pero sí es posible regarla: con paciencia, todos los días. Con comprensión,
con humildad y, también, con amor.
Si los políticos y los ciudadanos aprendieran a esperar en el
mejor sentido del término, manifestando así su respeto al orden
intrínseco de las cosas y su insondable profundidad, si comprendieran que todas las cosas tienen sus tiempos en este mundo y que, más allá de lo que esperamos del mundo y de la historia, es importante saber lo que esperan el mundo y la historia,
entonces no podría acabar la humanidad tan mal como a veces
imaginamos. No hay razón alguna para mostrarnos impacientes, si hemos sembrado y regado bien. Basta con comprender
que nuestra espera no carece de sentido. Es una espera que tiene sentido porque nace de la esperanza y no de la desesperación,
de la fe y no de la desconfianza, de la humildad ante los tiempos
de este mundo y no del miedo. Su serenidad no lleva la huella del
aburrimiento, sino de la tensión. Una espera de este tipo es algo
más que un simple estar a la espera. Es la vida, la vida en cuanto participación gozosa en el milagro del Ser (V. Havel).
Miércoles
34 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 15,1-4
Yo, Juan, ' vi en el cielo otra señal grande y maravillosa:
siete ángeles que llevaban las siete últimas plagas con las que
había de consumarse la ira de Dios. 2 Vi también algo semejante a un mar, mezcla de fuego y de cristal; sobre este mar de cristal estaban, con las cítaras que Dios les había dado, los vencedores de la bestia, de su estatua y de su nombre cifrado.
3
Cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del
Cordero, diciendo:
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios todopoderoso;
justo y fiel tu proceder,
rey de las naciones.
4
¿Cómo no respetarte, Señor?
¿Cómo no glorificarte?
Sólo tú eres santo,
y todas las naciones
vendrán a postrarse ante ti,
porque se han hecho patentes
tus designios de salvación.
**• La referencia de este fragmento a los grandes hechos del Éxodo es más que evidente: debemos establecer
400
34a semana
un puente entre el fin y el principio, entre lo que profetiza el apóstol Juan y lo que Dios, al principio de la historia de la salvación, llevó a cabo en favor de su pueblo. Jesús, el Cordero inmolado, para introducir a los elegidos
en el Reino del Padre, los hará pasar a través del «mar»,
que es el símbolo del m u n d o sumergido en el pecado.
Este paso será, por tanto, una pascua auténtica, una liberación de todo lo que es malo para alcanzar la salvación. El don de Dios tiene una eficacia particular: hace
salir de Egipto, tierra de la esclavitud, y hace entrar en
la tierra prometida, «una tierra que mana leche y miel»
(Ex 3,8); libera del pecado e introduce en la comunión
de vida con él.
Este pueblo, precisamente por haber sido liberado,
expresa su alegría mediante el canto; más exactamente, con «el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico
del Cordero» (v. 3). La referencia a Ex 15,1 ss es clara y
resulta iluminadora. También el salmo responsorial de
esta liturgia de la Palabra evoca el gran acontecimiento, y por eso corresponde muy bien a la alegría de un
pueblo de salvados. Este don de la salvación asume
una dimensión universal: el paso del Antiguo al Nuevo
Testamento lo atestigua. «Todas las naciones vendrán a
postrarse ante ti» (v. 4b): el don de Dios pasa a través de
Israel, pero se abre a toda la humanidad. Dios no reserva sus dones sólo para algunos, sino que los ofrece a
todos. De este modo alcanza su meta el mensaje del
Apocalipsis.
Evangelio: Lucas 21,12-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 12 os echarán
mano y os perseguirán, os arrastrarán a las sinagogas y a las
cárceles, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores
por causa de mi nombre. 13 Esto os servirá para dar testimonio. " Haceos el propósito de no preocuparos por vuestra defensa, l5 porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a los
Miércoles
401
que no podrá resistir ni contradecir ninguno de vuestros adversarios. 16 Seréis entregados incluso por vuestros padres,
hermanos, parientes y amigos, y a algunos de vosotros os matarán. " Todos os odiarán por mi causa. '8 Pero ni un cabello
de vuestra cabeza se perderá. ,9 Si os mantenéis firmes, conseguiréis salvaros.
**• El «discurso escatológico» prosigue con un lenguaje profético que dibuja el futuro de la vida de los
creyentes y de la historia de la primera comunidad
cristiana. Ahora bien, con u n a perspectiva más dilatada, las profecías de Jesús tienen que ver con los creyentes y con la comunidad creyente de todos los tiempos. En estas expresiones de Jesús podemos reconocer,
prácticamente, u n a síntesis de los primeros capítulos
de los Hechos de los Apóstoles, casi un preludio a la
historia de la Iglesia naciente, en la que la persecución
es signo de segura pertenencia a Jesús en la fe y de plena participación en su destino pascual; es un signo del
acercamiento del Reino de Dios y es un estímulo para
mantener vivo el deseo del retorno del Señor.
Ahora bien, ¿por qué tiene que caracterizar la persecución la vida de los discípulos de Jesús y de la comunidad creyente? A buen seguro, no por u n a finalidad puramente negativa, ni sólo para poner a prueba
la fidelidad de los seguidores de Jesús, sino para que éstos tengan la oportunidad de «dar testimonio» (v. 13) del
Señor resucitado y de su Evangelio.
El don de la fe implica el deber de la misión y no puede dejar de expresar la alegría de la evangelización. Jesús no sólo se preocupa de confiar una misión, sino de
indicar asimismo su método y su estilo. El testimonio
de los discípulos, en efecto, será eficaz únicamente si es
capaz de proseguir en el mundo el estilo pascual del testimonio de Jesús. No les hará falta preparar su propia
defensa (v. 14); no se les permitirá recurrir a métodos de
defensa puramente humanos; no se les permitirá recu-
34a semana
402
rrir a estrategias terrenas. En cambio, sí necesitarán vivir de p u r a fe, abandonarse por completo al poder de
Dios, confiar únicamente en la divina providencia, con
la certeza de que lo que es h u m a n a m e n t e imposible
será divinamente seguro. El Señor resucitado no dejará ciertamente a sus testigos fieles sin u n a elocuencia
extraordinaria y un coraje indómito (v. 15). Todo esto, en
términos bíblicos, recibe el nombre de perseverancia,
que es el distintivo de los mártires.
MEDITATIO
En el fragmento evangélico que acabamos de leer
hemos oído dos veces la expresión «por causa de mi
nombre». Más adelante, hemos oído afirmar a Jesús:
«Yo os daré un lenguaje y una sabiduría». Las exhortaciones de Jesús, que tienen u n pronunciado carácter
profético, tienden a liberar a los testigos de preocupaciones excesivamente humanas, personales, para concentrar
su atención en su nombre, esto es, en su persona y en lo
que él está dispuesto a hacer en su favor.
Es así como podemos captar el valor específico del
testimonio cristiano: éste vale no tanto por lo que las
personas sepan o puedan expresar como por el don divino que, a través de su Palabra, se manifiesta. El testigo se convierte entonces en signo concreto y manifestador de una presencia superior; sus palabras transmiten
un mensaje divino; su martirio es prolongación del martirio de Jesús.
Para esta prueba extrema que es el martirio, se les
asegura a los testigos la presencia consoladora de Jesús,
que no sólo los hace extraordinariamente elocuentes,
sino, en cierto modo, también invulnerables: «M un cabello de vuestra cabeza se perderá». Esta divina seguridad encontrará amplia confirmación en el martirologio
403
Miércoles
cristiano: no sólo en el que aparece en los Hechos de los
Apóstoles, sino también en el que caracterizará de modo
particular la historia de la Iglesia de los primeros siglos.
Podemos constatar, por tanto, que el martirio, en el
marco de la historia bíblica y cristiana, caracteriza a la
comunidad de los creyentes tanto del Antiguo (basta
con pensar en el martirio de los siete hermanos Macabeos y en el de su madre) como del Nuevo Testamento.
ORATIO
Oh Señor, tú que eres «el Sufridor» por excelencia,
ayúdanos a comprender que de la fidelidad a nuestra
misión brota la disponibilidad al sufrimiento: sufrir
para ser fieles a nuestra propia vocación o, mejor aún,
a ti, que nos has llamado por nuestro nombre. Sufrir no
como masoquistas, sino para llevar a cabo un designio
de liberación e n favor de los hermanos y para tu gloria.
Sufrir para ser coherentes con un plan de valores, pagando con la rebelión de nuestras pasiones y con el rechazo
de quienes no piensan como nosotros. Sufrir convencidos de que podemos y debemos eliminar el sufrimiento
inútil sustituyéndolo por un sufrimiento consciente y
paciente.
Sólo así tendremos esa p a z que simboliza el m a r de
cristal y se ofrece a quien, tras haber pasado por el fuego
de l a prueba, sale de él purificado y renovado. Oh Señor,
da vigor a tus promesas, haznos perseverantes en tu
amor, tú que eres el Dios fiel.
CONTEMPLATIO
E s la intención lo que hace buena la obra, y la intención está dirigida p o r la fe. No hay que prestar dema-
34a semana
404
siada atención a lo que hace el hombre, sino a lo que
pretende al obrar, al fin hacia el que dirige el brazo de
su guía óptima.
Supon que un hombre gobierna de manera óptima su
nave, pero se ha olvidado de la meta hacia la que se dirige. Aquí lo tenemos: sabe dirigir de modo experto el timón, sabe moverlo de manera óptima, sabe embestir de
proa a las olas, sabe protegerse para que éstas no le embistan por los costados; está dotado de tanta fuerza que
puede hacer virar la nave hacia donde quiere y desde
donde quiere, pero ¿de qué le vale todo esto si cuando
le preguntan a dónde va contesta que no lo sabe; o bien,
aunque no diga que no lo sabe, sino que va a tal puerto,
no se dirige en absoluto hacia ese puerto, sino hacia los
escollos?
Ésta es también la condición de quien corre de manera óptima pero fuera del camino. ¿No habría sido mejor
y menos peligroso que ese timonel hubiera sido bastante menos capaz, de modo que llevara el timón con trabajo y dificultad, pero mantuviera, sin embargo, el rumbo justo y debido; y, por otra parte, que ese otro hubiera
sido tal vez incluso más perezoso y más lento, pero, sin
embargo, hubiera marchado por el camino, antes que
correr velozmente fuera del mismo? Es óptimo, por tanto, aquel que mantiene el camino y lo sigue expedito; y
siempre se puede esperar también a quien, cojeando un
poco, no se sale del camino totalmente, no se detiene,
sino que progresa, aunque sea poco a poco. Cabe esperar, en efecto, que este último llegará, quizás más tarde,
a su meta (Agustín de Hipona).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Sólo tú eres santo» (Ap 15,4).
Miércoles
405
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Siguiendo la misma lógica de su propósito de historiador, Lucas dirige más su atención a los efectos exteriores y visibles de
la acción del Espíritu que a la transformación interior por la que
se interesa el teólogo Pablo. Este último permanece en la línea
dominante de la Biblia, en la que el Espíritu se manifiesta sobre
todo como Espíritu profético, que impulsa a hablar y da fuerza
al testimonio de aquel a quien inspira. Lucas prefiere ver en el
Espíritu el principio del dinamismo que asegura la difusión del
mensaje evangélico y la expansión cíe la Iglesia. La fe que lleva
al bautismo y procura la remisión de los pecados es un preliminar para la acogida de esta fuerza que impulsa al cristiano y a
la Iglesia hacia el exterior. A buen seguro, no sin proporcionar
un fortalecimiento interior; aunque no es éste el aspecto que interesa a Lucas: el tercer evangelista no piensa nunca, por ejemplo, en considerar el don del Espíritu como un anticipo de la vida
eterna.
El Espíritu aparece, pues, en Lucas menos como una realidad
constitutiva de la Iglesia que como la fuerza motriz de su crecimiento. N o es la pneumatología de Lucas la que nos proporcionará la clave de su eclesiología (J. Dupont).
Jueves
34 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 18,1-2.21-23; 19,l-3.9a
Yo, Juan, 18'' vi a otro ángel que bajaba del cielo con
gran poder. La tierra quedó iluminada con su resplandor, 2 y
el ángel gritó con voz potente, diciendo:
¡Cayó, cayó al fin la orgullosa Babilonia!
Se ha convertido
en mansión de demonios,
en guarida de espíritus inmundos
y de toda clase de aves
inmundas y detestables.
21
Un ángel pleno de vigor levantó entonces un peñasco
grande como una gigantesca rueda de molino y lo arrojó al
mar, diciendo:
Así, de golpe, será arrojada
Babilonia, la gran ciudad,
y desaparecerá para siempre.
22
Ya no se volverá a oír en ti
el son de los citaristas y los músicos,
de los que tocan la flauta y la trompeta.
Ya no habrá en ti artesanos
ni se oirá la rueda del molino.
23
La luz del candil
ya no alumbrará más en ti,
34" semana
408
ni el canto del novio y de la novia
se oirá más en tus calles.
Porque tus negociantes llegaron a ser
los señores de la tierra
y con tus maleficios
embaucaste a todas las naciones.
191
Después de esto, oí en el cielo algo así como la voz potente de una inmensa muchedumbre que cantaba:
¡Aleluya!
La salvación, la gloria y el poder
pertenecen a nuestro Dios,
2
que juzga con verdad y con justicia.
Él ha condenado a la gran prostituta,
la que corrompía la tierra
con sus prostituciones,
y ha vengado en ella
la sangre de sus siervos.
3
Y por segunda vez cantaban:
¡Aleluya!
El humo de su incendio sigue subiendo
por los siglos de los siglos.
9
Entonces alguien me dijo:
-Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del
Cordero.
**• Esta visión que se ofrece al evangelista J u a n tiene
también la finalidad de iluminar la historia del pueblo
de Dios en marcha. El cielo y el resplandor que de él se
difunde (cf. 18,1) indican, de una manera clara, la procedencia divina de la Palabra que va a ser proclamada.
Sólo quien escucha y recibe el mensaje podrá caminar
seguro hacia la meta final.
Por un lado, se proclama el final de Babilonia, símbolo de las potencias adversas al Reino de Dios y tendentes a arrancar un culto idolátrico a los hombres. Se
trata de una auténtica derrota de Babilonia, a u n q u e de
momento en su historia pueda parecer vencedora. La
atina de la ciudad, según el juicio expresado p o r esta
profecía, no es otra cosa que el mentís de cualquier in-
Jueves
409
tentó h u m a n o de oponerse al designio divino. La ausencia total de alegría en ella -faltarán el son de los citaristas, la luz del candil y el canto del novio y de la noviaes signo de la ausencia de Dios y de la sordera total de
sus habitantes a la voz del Señor, que llama a la conversión (18,2.22ss).
Por el contrario, el aleluya proclamado inmediatamente después (19,1-3) expresa, con u n contraste vigoroso e iluminador, la victoria de Dios sobre sus adversarios, la victoria del Cordero sobre sus enemigos y la
alegría de los salvados con el poder de la pascua. El símbolo final de esta gozosa victoria es el «banquete de bodas» (19,9) que ofrece el Cordero a todos los invitados.
Se trata de un símbolo bíblico bien conocido, que nos
invita a compartir el gran misterio de salvación de Dios,
nuestro salvador, en la fe y en la esperanza.
Evangelio: Lucas 21,20-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 20 Cuando
veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed que se acerca su
devastación. 21 Entonces, los que estén en Judea que huyan a
los montes; los que estén dentro de la ciudad que se alejen, y
los que estén en el campo que no entren en la ciudad. 22 Porque
son días de venganza en los que se cumplirá todo lo que está
escrito. 23 ¡Ay de las que estén encintas y criando en aquellos
días! Porque habrá gran tribulación en la tierra y el castigo
vendrá sobre este pueblo. 24 Caerán al filo de la espada e irán
cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por
los paganos hasta que llegue el tiempo señalado.
25
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en
la tierra la angustia se apoderará de los pueblos, asustados
por el estruendo del mar y de sus olas. 26 Los hombres se morirán de miedo al ver esa conmoción del universo, pues las
potencias del cielo quedarán violentamente sacudidas. 21 Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran
poder y gloria. 28 Cuando empiecen a suceder estas cosas,
cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra
liberación.
410
34a semana
**• Esta sección del «discurso escatológico» se subdivide claramente en dos partes: en la primera se describe la ruina de Jerusalén (w. 20-24), en la segunda se
describe el fin del mundo (w. 25-28). La primera parte es la más característica de Lucas, ya que le gusta
volver de la apocalíptica a la historia: «Cuando veáis a
Jerusalén rodeada de ejércitos... son días de venganza»
(cf. vv. 20-22).
Queda claro, por consiguiente, que Lucas considera
la destrucción de Jerusalén como un juicio de Dios dirigido contra el comportamiento precedente de sus habitantes. De ahí que la perspectiva mire más al pasado
que al futuro. Hay, no obstante, un matiz particular que
merece ser destacado: lo que le ocurre a Jerusalén tiene
una finalidad que abre la perspectiva al universalismo:
«Jerusalén será pisoteada por los paganos hasta que llegue el tiempo señalado» (v. 24), es decir, el tiempo del
testimonio o, bien, el tiempo de los mártires (cf. Hechos
de los Apóstoles).
Es sabido que a Lucas le gusta distinguir con claridad
los tiempos de la historia de la salvación: el tiempo del
antiguo Israel, la plenitud de los tiempos caracterizada
por la presencia de Jesús y el tiempo de la Iglesia. Los
tiempos de los paganos se insertan en esta última sección de la historia. E n el paso de la primera a la segunda parte de este fragmento, Lucas deja entender que al
tiempo de los paganos le sucederá el tiempo del juicio
universal.
Los w. 25-28 se caracterizan por la venida del Hijo
del hombre para el juicio: el creyente no tiene ningún
motivo para temer, aunque la descripción de ese momento induzca sentimientos que suscitan el t e m o r de
Dios. El regreso del Señor se caracteriza, en efecto, por
el «gran poder y gloria» (v. 27): él traerá consigo el don
de la liberación total y definitiva, una «redención» que
sólo puede ser u n exquisito don divino.
Jueves
411
MEDITATIO
Como hemos indicado un poco más arriba, Lucas
señala en este fragmento de su evangelio las etapas
principales de la historia de la salvación: el tiempo de la
antigua alianza, el carácter central de la nueva y el momento de la parusía final. Con razón, por tanto, se ha
calificado al tercer evangelista de teólogo de la historia
de la salvación. Si, además de esto, recordamos que
Lucas es el único de los evangelistas que ha sentido la
necesidad de escribir los Hechos de los Apóstoles como
continuación del tercer evangelio, comprenderemos
cuál ha sido el designio unitario que ha concebido y
llevado a cabo; para él, evangelista, ha significado ponerse al servicio de u n a obra evangelizadora que parte, ciertamente, de la historia de Jesús, pero que no puede dejar de abarcar también la historia de sus testigos
de la comunidad cristiana de los primeros y de todos los
tiempos.
También hoy se habla mucho de «evangelización», en
ocasiones incluso de «nueva evangelización»: términos
todos ellos apropiados y más que legítimos, a condición, no obstante, de que la obra de la evangelización
sea reconducida a su centro neurálgico, que es el gran
acontecimiento de la pascua de Jesús, y de que sea concebida como simple y lógica continuación de ese evangelio viviente que ha sido la persona misma de Jesús. Sólo
así podrá la evangelización anunciar, prometer y dar la liberación-redención de la que habla el fragmento evangélico de hoy y que corresponde a una nueva creación.
Jesús, en efecto, ha venido para liberar al hombre del
pecado y para hacerle recuperar la frescura de la imagen- primitiva de Dios; volverá al final para crear unos
«cielos nuevos y una nueva tierra», pero, sobre todo,
para perfeccionar en el hombre la imagen divina originaria.
34" semana
412
ORATIO
«No temáis las amenazas ni os dejéis amedrentar.
Dad gloria a Cristo, el Señor, y estad siempre dispuestos a
dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones» (1 Pe 3,14-15).
Es la esperanza lo que me proporciona el valor para
buscar mundos nuevos y para remover capas de escombros y de hábitos que me incrustan y me entierran en
seguridades precarias. La esperanza de alcanzarte me
hace que no desista nunca y me infunde el coraje necesario para seguir adelante a pesar de mis debilidades.
Es la esperanza lo que moviliza todos mis recursos
para alcanzar la meta que tú me has reservado, para luchar contra una existencia incolora que, poco a poco,
nos va achatando y paralizando. La esperanza de reconocerte, porque la vida se renueva y no se repite nunca
cuando se abre a ti y se inspira en el Evangelio.
Es la esperanza lo que me da la fuerza necesaria para
mantener viva mi luz, para no «rehacerme» como otros
me quieren, vagando sin identidad y cerrado a la gracia.
La esperanza de verte y quedar maravillado.
CONTEMPLATIO
«En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque
de la última trompeta, porque resonará, y los muertos
despertarán incorruptibles, y nosotros nos veremos transformados». Al decir «nosotros», Pablo enseña que han de
gozar junto con él del don de la transformación futura
todos aquellos que, en el tiempo presente, se asemejan
a él y a sus compañeros por la comunión con la Iglesia
y por una conducta recta. Nos insinúa también el modo
de esta transformación cuando dice: «Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que
Jueves
413
vestirse de inmortalidad». Pero a esta transformación,
objeto de una justa retribución, debe preceder otra transformación que es puro don gratuito.
La retribución de la transformación futura se promete a los que en la vida presente realicen la transformación del mal al bien.
La primera transformación gratuita consiste en la
justificación, que es una resurrección espiritual, don divino que es una incoación de la transformación perfecta que tendrá lugar en la resurrección de los cuerpos de
los justificados, cuya gloria será entonces perfecta, inmutable y para siempre. Esta gloria inmutable y eterna
es, en efecto, el objetivo al que tienden, primero, la
gracia de la justificación y, después, la transformación
gloriosa.
E n esta vida somos transformados por la primera resurrección, que es la iluminación destinada a la conversión; por ella, pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la justicia, de la incredulidad a la fe, de las malas
acciones a una conducta santa. Sobre los que así obran
no tiene poder alguno la segunda muerte. De ellos, dice
el Apocalipsis: «Dichoso aquel a quien le toca en suerte la
primera resurrección; sobre ellos la segunda muerte no
tiene poder». Y leemos en el mismo libro: «El que salga
vencedor no será víctima de la muerte segunda». Así
como hay una primera resurrección, que consiste en la
conversión del corazón, así hay también una segunda
muerte, que consiste en el castigo eterno.
Que se apresure, pues, a tomar parte ahora en la primera resurrección el que no quiera ser condenado con
el castigo eterno de la segunda muerte. Los que en la
vida presente, transformados por el temor de Dios, pasan de la mala a la buena conducta pasan de la muerte a
la vida y, más tarde, serán transformados de su humilde
condición a una condición gloriosa (Fulgencio de Ruspe,
Sobre el perdón de los pecados, Libro 2, 11, 2-12, 1.3-4).
34a semana
414
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Dichosos los invitados al banquete de bodas del
Cordero» (Ap 19,9).
Viernes
34 a s e m a n a del
Tiempo ordinario
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Ruego al Señor que me conceda la gracia de convertir mi
muerte próxima en don de amor a la Iglesia. Podría decir que
siempre la he amado; fue su amor el que me sacó de mi mezquino y selvático egoísmo y me encaminó a su servicio; y que
por ella, y por nada más, me parece haber vivido. Pero quisiera que la Iglesia lo sepa; y desearía tener la fuerza necesaria
para decírselo como una confidencia del corazón que sólo en el
último momento de la vida se tiene el valor de hacer. Quisiera,
por último, comprenderla en su historia, en su designio salvífico,
en su destino final, en su compleja, total y unitaria composición,
en su humana e imperfecta consistencia, en sus desgracias y en
sus sufrimientos, en las debilidades y miserias de tantos hijos suyos, en sus aspectos menos simpáticos y en su perenne esfuerzo
de fidelidad, de amor, de perfección y de caridad. Cuerpo místico de Cristo.
Quisiera abrazarla, saludarla, amarla, en cada ser que la
compone, en cada obispo y sacerdote que la asiste y la guía, en
cada alma que la vive y la ilustra; bendecirla. También porque
no la dejo, no salgo de ella, sino que me uno y me confundo más
y mejor con ella; la muerte es un progreso en la comunión de los
santos (Pablo VI).
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 20,1-4.11-21,2
Yo, Juan, 2 0 ' vi un ángel que bajaba del cielo llevando en la
mano la llave del abismo y una gran cadena. 2 Apresó al dragón, la antigua serpiente -que es el Diablo y Satanás-, y lo encadenó por mil años. ' Lo arrojó al abismo, cerró y selló la entrada, para que no pueda seducir más a las naciones hasta que
hayan pasado los mil años. Pasados los mil años, tendrá libertad por breve tiempo.
4
Después vi unos tronos, y a los que se sentaron en ellos se
les dio poder para juzgar. Y vi a los que habían sido degollados por dar testimonio de Jesús y por anunciar la Palabra de
Dios: los que no habían adorado a la bestia ni a su estatua, los
que no se habían dejado marcar ni en su frente ni en sus manos. Todos ellos revivieron y reinaron con Cristo mil años.
11
Vi luego un trono grande y resplandeciente. Tierra y cielo se desvanecieron ante la presencia del que estaba sentado
sobre el trono y desaparecieron sin dejar rastro. n Vi también
a los muertos, tanto poderosos como humildes, que estaban
de pie ante el trono. Se abrieron entonces los libros; se abrió
otro libro -el libro de la vida-, y los muertos fueron juzgados
según sus obras, conforme a lo que estaba escrito en los libros. 13 El mar devolvió sus muertos, la tierra y el abismo devolvieron sus muertos, y todos fueron juzgados según sus
416
34a semana
obras. 14 Muerte y abismo fueron arrojados después al estanque
de fuego; he aquí la segunda muerte: el estanque de fuego, ,5 al
que fueron también arrojados todos los que no estaban inscritos en el libro de la vida.
2,1
Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Habían desaparecido el primer cielo y la primera tierra, y el mar ya no existía. 2 Vi también bajar del cielo, de junto a Dios, a la ciudad
santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se
adorna para su esposo.
*•• El tema de que se ocupa este fragmento es la nueva creación: Juan, encaminándose hacia el final de su
magna visión, contempla u n a gran lucha entre la antigua serpiente y el Cordero inmolado. Como siempre, la
lucha tendrá un final feliz: la victoria de Dios sobre Satanás es cierta y traerá con ella una novedad de vida y
alegría a todos los creyentes. Todo esto se llevará a cabo
en la ciudad de Dios, patria de todos aquellos que han
sido «degollados por dar testimonio de Jesús y por anunciar la Palabra de Dios» (20,4) y lugar en el que todos los
que no han adorado a la bestia ni a su estatua recuperan la vida y reinan con Cristo.
Es, por consiguiente, la ciudad de la alegría, la ciudad de la vida, que triunfa sobre la muerte; la ciudad de
Dios, que elimina cualquier otra ciudad alternativa. En
el centro de esta ciudad se erige un trono blanco y, sentado en él, aquel en cuyas manos está «el libro de la vida»
(v. 12). Es una imagen estupenda y sencilla al mismo
tiempo para hacernos comprender que todas nuestras
decisiones y nuestras obras son conocidas por Dios y serán sopesadas por él en su divina sabiduría y bondad.
Junto al libro de la vida encontramos el «estanque de
fuego» (v. 14), que también recibe el nombre de «segunda muerte», destino tremendo de todos los que no están
inscritos en el libro de la vida.
Con todo, la perspectiva final es absolutamente positiva: al final de la historia ya no tendrá la muerte ningún
Viernes
417
poder sobre los que siguieron al Cordero en su camino
pascual. Serán admitidos a la plena y eterna comunión
con Dios, simbolizada aquí por la Jerusalén celestial, que,
«como una novia que se adorna para su esposo» (21,2),
será la ciudad santa.
Evangelio: Lucas 21,29-33
En aquel tiempo, 29 les puso también Jesús esta comparación:
-Mirad la higuera y los demás árboles. 30 Cuando veis que
echan brotes, os dais cuenta de que está próximo el verano.
31
Así también vosotros, cuando veáis realizarse estas cosas,
sabed que el Reino de Dios está cerca. 32 Os aseguro que no pasará esta generación antes de que todo esto suceda. " El cielo
y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
**• Por último, en esta parte del «discurso escatológico», responde Jesús a la pregunta inicial: «Maestro,
¿cuándo será eso? ¿Cuál será la señal de que esas cosas
están a punto de suceder?» (21,7). La respuesta viene de
la mano de una parábola: la de la higuera. El v. 28 de
este discurso había introducido ya el tema de la vigilancia: «Cobrad ánimo y levantad la cabeza». Ahora se retom a y desarrolla ampliamente el mismo tema. Aparece
así la preocupación parenética del evangelista Lucas,
que, en cuanto se le presenta la ocasión, exhorta a los
destinatarios de su evangelio a extraer las debidas consecuencias del mensaje que les está entregando.
Mediante un pequeño retoque - a saber: añadiendo «y
los demás árboles» (v. 29)- Lucas ha querido hacer inteligible la parábola de la higuera también a los de fuera
de Palestina. Con todo, no es preciso aplicar a las realidades del Reino de Dios el ritmo de las estaciones: por
consiguiente, el retorno del Señor no debe ser considerado, como lo es el verano, como el tiempo de los frutos
34a semana
418
Viernes
419
y la cosecha. Lo único que se pretende afirmar es que,
cuando aparezcan los signos premonitorios descritos en
los w . 20-28, entonces tendrá lugar la plena manifestación del poder del Dios que salva, esto es, el momento
de la manifestación definitiva del Señor. En efecto, para
Lucas - y esto es algo que conocemos bien-, el Reino de
Dios está «ya» en medio de nosotros (cf. 12,20; 17,21):
por eso intenta expresar aquí no el comienzo, sino la difusión del Reino de Dios hasta su última fase. «Se acerca vuestra liberación» (v. 28): es como decir que Cristo,
el liberador, tras haber inaugurado ya entre nosotros el
Reino de su Padre, está perfeccionando su misión de
salvador.
Para comprender, es decir, para leer en el fondo de los
acontecimientos históricos que nos implican y nos esperan, nos ofrece Jesús u n a clave interpretativa: la luz
de sus palabras y, sobre todo, la de su ejemplo. En efecto, el cristiano no pretende comprender sólo desde el
punto de vista intelectual, sino también y sobre todo
desde un punto de vista vital: lo que sucede en la historia individual y comunitaria puede ser comprendido
como signo de una presencia divina, puede ser acogido
como don del Señor, puede ser interpretado como estímulo para reemprender el camino del Evangelio, en
perfecta fidelidad al mandamiento de Dios y al ejemplo
de Jesús.
MEDITATIO
ORATIO
Ya hemos hecho alusión al estilo parenético-exhortatorio de Lucas, signo que manifiesta u n a intención
equivalente por parte de Jesús. Los verbos que se suceden indican claramente esta tendencia: «Mirad... cuando veis... os dais cuenta... sabed...». Ningún creyente se
puede sustraer a esta invitación: tenemos el deber concreto no sólo de mirar y ver, sino también de darnos
cuenta y comprender. No, a buen seguro, con la pretensión de sondear el misterio, sino con la plena confianza
de poder apropiarnos del mensaje de consuelo y liberación que Jesús ha venido a traernos. Con otras palabras,
Jesús lanza una llamada a la inteligencia de sus discípulos, sin ofrecerles u n a solución preparada y clara.
La muerte es la gran cita que nos espera a todos y
que nuestra sociedad materialista ha convertido en u n
tabú insuperable, difundiendo su terror. Oh Señor Jesús, tú que venciste a la muerte, abre nuestros corazones y nuestras mentes para comprender que la muerte
es un proceso h u m a n o como el nacimiento: es nacer a
u n a existencia diferente.
La muerte es el punto de llegada tras la agotadora
marcha de la vida, durante la cual caemos, nos cansamos, nos sentimos solos, sedientos, dudando de si podremos llegar a la meta. Oh Señor, libéranos del miedo
a la muerte y haz que su pensamiento nos ayude a vivir
mejor, para poder habitar un día en tu casa.
La muerte es asimismo el punto de partida para
quien ha vivido bien, intentando conocerte cada vez mejor, amarte cada vez más y servirte en los hermanos. Oh
Señor, concédenos experimentar en nuestro morir cotidiano el poder de tu resurrección, de suerte que podamos vivir cada acontecimiento a la luz radiante de la
vida que nos espera.
De este modo expresa asimismo su calidad de maestro, que tiende a implicar a sus discípulos en la comprensión del misterio que él mismo ha recibido de su Padre. Aquí se capta n o sólo el trabajo, sino también la
belleza de ese camino de búsqueda que el gran pedagogo
Jesús indicó a la gente de su tiempo y sigue indicando todavía a cada hombre y a cada mujer de buena voluntad.
34a semana
420
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Viernes
CONTEMPLATIO
ACTIO
Tres son las enseñanzas del Señor: la esperanza de la
vida, principio y término de nuestra fe; la justicia, comienzo y fin del juicio; el a m o r en la alegría y el regocijo, testimonio de las obras de la justicia.
El Señor, en efecto, nos h a manifestado, por medio
de sus profetas, el pasado y el presente y nos ha hecho
gustar por anticipado las primicias de lo porvenir.
Viendo, pues, que estas cosas se van cumpliendo en el
orden en el que él las había predicho, debemos llevar
u n a vida más generosa y más excelsa en el temor del
Señor. Por lo que respecta a mí, no como maestro, sino
como uno de vosotros, os manifestaré algunas enseñanzas que os puedan alegrar en las presentes circunstancias.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Vi a la ciudad santa ataviada como una novia que se
adorna para su esposo» {cf. Ap 21,2).
Ya que los días son malos y que el Altivo mismo posee poder, debemos, estando vigilantes sobre nosotros
mismos, buscar las justificaciones del Señor. Nuestra fe
tiene como ayuda el temor y la paciencia, y como aliados la longanimidad y el dominio de nosotros mismos.
Si estas virtudes permanecen santamente en nosotros,
en todo lo que atañe al Señor, tendrán la gozosa compañía de la sabiduría, la inteligencia, la ciencia y el conocimiento.
El Señor nos ha dicho claramente, por medio de los
profetas, que no tiene necesidad ni de sacrificios ni de
holocaustos ni de ofrendas, cuando dice: ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? -dice el Señor-.
Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y machos cabríos no
me agrada. ¿Por qué entráis a visitarme? ¿Quién pide
algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No
me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable.
Novilunios, sábados, asambleas, no los aguanto {Carta
de Bernabé).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras, al
igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de
la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la
Palabra ele Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la
sagrada liturgia. Siempre las ha considerado y considera, juntamente con la sagrada tradición, como la regía suprema de su
fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para
siempre, comunican inmutablemente la Palabra del mismo Dios
y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los
profetas y de los apóstoles. [...]
La esposa del Verbo encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el Espíritu Santo, se esfuerza en acercarse, de día en
día, a la más profunda inteligencia de las Sagradas Escrituras,
para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con la divina enseñanza; por lo cual fomenta también convenientemente el estudio de los santos Padres, tanto del Oriente como del Occidente,
y de las sagradas liturgias. [...]
Así pues, con la lectura y el estudio de los libros sagrados
«la Palabra de Dios se difunda y resplandezca» (2 Tes 3,1) y el
tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los
corazones de los hombres. Como la vida de la Iglesia recibe su
incremento de la renovación constante del misterio eucarístico,
así es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la
acrecida veneración de la Palabra de Dios, que «permanece para
siempre» (Is 4 0 , 8 ; cf. 1 Pe 1,23-25) [Dei Verbum 2 1 , 2 3 , 26).
Sábado
34 a semana del
Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Apocalipsis 22,1-7
1
Me mostró entonces el ángel un río de agua viva, transparente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
2
En medio de la plaza de la ciudad, a uno y otro lado del río,
había un árbol de vida que daba doce cosechas, una cada mes,
cuyas hojas servían de medicina a las naciones.
3
Ya no habrá nada maldito. Será la ciudad del trono de
Dios y del Cordero, en la que sus servidores le rendirán culto,
4
contemplarán su rostro y llevarán su nombre escrito en la
frente. 5 Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámparas ni
la luz del sol; el Señor Dios alumbrará a sus moradores, que
reinarán por los siglos de los siglos.
6
Y alguien me dijo:
-Éstas son palabras verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios, que inspiró a los profetas, ha enviado a su ángel para
mostrar a sus servidores lo que ha de ocurrir en breve.
7
Mira que estoy a punto de llegar. ¡Dichoso el que preste
atención a las palabras proféticas de este libro!
**• La última visión del libro del Apocalipsis nos presenta «un río de agua viva» (v. 1) y «un árbol de vida» (v. 2)
424
34a semana
Sábado
425
sorprendentemente fructífero, cuyas hojas tienen también u n poder terapéutico. Las imágenes son extremadamente claras; más aún, la claridad se hace cada vez
mayor al final de este libro. El evangelio que de él procede, la bienaventuranza prometida, la perspectiva de
gran bienestar, están delante de todos nosotros, están a
nuestra disposición: «Ya no habrá nada maldito... Ya no
habrá noche... el Señor Dios alumbrará a sus moradores»
(w. 3.5): aquí se indica el paso de las imágenes a la realidad. La luz que necesita el creyente es su Dios; la medicina que necesita es su Redentor; la vida que anhela
sólo puede ser don de Dios.
*• Dos son los aspectos que pone Jesús de relieve en
esta parte final del «discurso escatológico»: negativamente, pone en guardia contra el debilitamiento interior;
positivamente, invita a tener ánimo y fuerza en vistas al
testimonio. Ahora bien, la intención primaria de Jesús
es preparar a sus discípulos para la lucha espiritual que
no dejará de caracterizar su experiencia histórica. En
las palabras de Jesús podemos intuir que, si han de ser
temibles los ataques del exterior, no lo serán menos las
debilidades interiores. La fidelidad al Evangelio exige vigilancia sobre nosotros mismos y fuerza de resistencia
con los otros.
El libro del Apocalipsis no puede dejar de acabar
con una perspectiva profética: «Mira que estoy a punto
de llegar» (v. 7a). A esta promesa le sigue u n a bienaventuranza: «¡Dichoso el que preste atención a las palabras
proféticas de este libro!» (v. 7b; cf. 1,3). Es fácil intuir que
la bienaventuranza del creyente está ligada, en parte, a
las palabras de Jesús consignadas en el evangelio y, en
parte, a esta promesa.
«Velad, pues, y orad en todo tiempo» (v. 36): en esta doble invitación vemos sintetizadas las actitudes necesarias
- m á s aún, indispensables- para quien pretenda considerarse discípulo de Jesús. Estas dos actitudes, bien consideradas, no tienen que ver sólo con la vida personal, sino
también con la comunitaria; son, sobre todo, el indicador
de una expectativa y una esperanza que deben consumarse todavía. Con la certeza de que todos deberemos comparecer «ante el Hijo del hombre» (v. 36), nos indica Jesús
la necesidad de proceder a algunas opciones decisivas, sin
las cuales sería incierto nuestro camino. En primer lugar,
vigilancia: ésta implica un examen crítico del tiempo en
el que vivimos, una presencia crítica en el tejido social
en el que trabajamos y discernimiento crítico de las propuestas de salvación que vienen de otras orillas. En segundo lugar, renuncia: a fin de prepararnos para el encuentro con el Señor, para mantenernos en una actitud
de pureza interior y exterior, y no mostrarnos indulgentes con las seducciones del m u n d o y del Maligno.
Estamos, efectivamente, en camino, entre el ya y el
todavía no, sostenidos por la fe y animados p o r la esperanza: por eso nuestra bienaventuranza sigue estando
incompleta, hasta que vuelva el Señor para llevar a cabo
un encuentro de comunión y de paz p e r e n n e s .
Evangelio: Lucas 21,34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: M Procurad
que vuestros corazones no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, porque
entonces ese día caerá de improviso sobre vosotros. 3 5 Ese día
será como una trampa en la que caerán a t r a p a d o s todos los
habitantes de la tierra. ,6 Velad, pues, y orad en t o d o tiempo,
para que os libréis de todo lo que ha de venir y podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.
MEDITATIO
Quien quiera seguir a Jesús por el camino de la salvación ha de saber que es ciertamente importante creer
34" semana
426
en él y mantener fijo el corazón en sus enseñanzas, pero
es igualmente importante perseverar por ese camino
hasta el final. El tema de la perseverancia caracteriza
todo el «discurso escatológico» de Jesús y, en consecuencia, nuestra vida de creyentes. No es difícil entrever
la dimensión dramática de la vida cristiana: en primer
lugar, porque existe la posibilidad de que seamos encontrados sin estar preparados para el momento en el
que vuelva el Señor. Esta posibilidad podría suscitarnos
también sentimientos de desconfianza y de desesperación; en realidad, puede ponernos en u n a actitud de humildad, de expectativa y, por ello, de oración.
En esto consiste el valor de la oración cristiana y de su
enlace con la actitud de la vigilancia: la asiduidad a la
oración nos mantiene cada vez más vigilantes; por otra
parte, la vigilancia nos permite dar tiempo a la oración.
De este modo, la vida cristiana cobra u n a unidad profunda que nos ayuda a superar toda dicotomía o confusión. El tiempo en que vivimos es dramático también
para nuestra debilidad personal: por ese motivo alude
Jesús a la fuerza necesaria para escapar a todo lo que va
a suceder. Esa fuerza es don de Dios y ha de ser pedida
en la oración, pero esa fuerza crece asimismo con el
ejercicio de la fidelidad evangélica en la perseverancia a
toda costa.
ORATIO
«Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámparas ni
la luz del sol; el Señor Dios alumbrará a sus moradores,
que reinarán por los siglos de los siglos». E s t o y contento,
Señor, porque he comprendido que la alegría de creer
está comprometida en ocasiones por la alegría de vivir;
porque mientras saboreo todo el sentido d e mi fragilidad me encuentro sumergido en una r e a l i d a d infinita y
eterna.
Sábado
427
Estoy contento porque he comprendido que el secreto de la alegría consiste más en d a r que en recibir; porque me haces comprender que la alegría no consiste en
saciar mis deseos, sino en responder a tus planes. Estoy
contento porque he comprendido que la alegría no se
puede comprar: es un modo de ser; porque voy experimentando que un estado de alegría contagia cada experiencia y transforma nuestra propia vida y la de los otros.
Es pecado, Señor, que el m u n d o no crea e insista en
buscarte en el sepulcro entre los muertos. Pero tú has
resucitado... y saberlo es nuestra alegría.
CONTEMPLATIO
Que ninguno de vosotros diga que nuestra carne no
será juzgada ni resucitará; reconoced, por el contrario,
que ha sido por medio de esta carne en la que vivís
como habéis sido salvados y habéis recibido la visión.
Por ello, debemos mirar nuestro cuerpo como si se tratara de u n templo de Dios. Pues, de la misma m a n e r a
que habéis sido llamados en esta carne, también en
esta carne saldréis al encuentro del que os llamó. Si Cristo, el Señor, el que nos ha salvado, siendo como era espíritu, quiso hacerse carne para podernos llamar, también nosotros, por medio de nuestra carne, recibiremos
la recompensa.
Amémonos, pues, mutuamente, a fin de que podamos llegar todos al Reino de Dios. Mientras tenemos
tiempo de recobrar la salud, pongámonos en manos de
Dios, para que él, como nuestro médico, nos sane, y demos los honorarios debidos a este nuestro médico. ¿Qué
honorarios? El arrepentimiento de un corazón sincero.
Porque él conoce de antemano todas las cosas y penetra
en el secreto de nuestro corazón. Tributémosle, pues,
nuestras alabanzas no solamente con nuestros labios,
sino también con todo nuestro corazón, a fin de que nos
34° semana
428
índice
acoja como hijos. Pues el Señor dijo: Mis hermanos son
los que cumplen la voluntad de mi Padre (de la homilía
de un autor del siglo II).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Mira que estoy a punto de llegar» (Ap 22,7).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Los grandes hombres nos parecen grandes atrevidos, pero,
en realidad, son hombres que obedecen más que los otros. Les
guía la voz soberana. Y puesto que les guía un instinto procedente de esa voz, toman, siempre con valor -y, en ocasiones, con
una gran humildad- el puesto que la posteridad les otorgará más
tarde, atreviéndose a realizar esos gestos y a arriesgar esas invenciones que con tanta frecuencia contrastan con su ambiente,
sin miedo a afrontar sus sarcasmos. No tienen miedo porque, si
bien parecen aislados, no se sienten solos. Tienen de su parte lo
que al final decide todo. Presagian su destino futuro.
Nosotros, que debemos concebir, sin duda, una humildad
bien diferente, debemos inspirarnos, sin embargo, en el mismo
objetivo. La alteza juzga a la pequenez. Quien no tiene el sentido de las grandezas se exalta o se abate con facilidad, algunas veces almismo tiempo. Puesto que no siente el viento délas
grandes empresas, el transeúnte duda perezosamente de los declives. Siempre conscientes de la inmensidad de lo verdadero y
del carácter exiguo de nuestros recursos, nunca emprenderemos
nada que esté por encima de nuestra capacidad y llegaremos
hasta el límite de la misma. Seremos felices, por tanto, con lo
que se nos haya concedido en proporción a nuestras fuerzas
(A. D. Sertillanges).
26a semana
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
7
17
25
33
41
49
27a semana
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
57
65
73
81
89
97
28a semana
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado....
105
113
119
127
135
143
29a semana
Lunes
Martes
151
159
430
índice
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
167
175
181
189
30a semana
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
197
205
213
219
227
233
31a semana
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
241
247
255
263
271
279
32a semana
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
287
295
303
311
319
327
33a semana
Lunes
Martes
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Jueves
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Sábado
335
343
351
361
369
375
índice
34a semana
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
431
383
391
399
407
415
423
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