¿QUÈ ES UN TEXTO?

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¿QUÈ ES UN TEXTO?1
Para Halliday (1982: 94) el texto es “... la unidad lingüística básica, que se manifiesta en la superficie como discurso”.
Para van Dijk (1993:32) es:
“... una construcción teórica abstracta que subyace a lo que normalmente se llama un discurso. Aquellas
expresiones a las que puede asignarse estructura textual son, pues, discursos aceptables de la lengua–en este
nivel de explicación de la aceptabilidad– ésto es, están bien formados y son interpretables”.
Adoptando la posición de van Dijk, consideramos el texto como una abstracción y de ninguna manera lo
concebimos como un objeto físico, por cuanto es un hecho comunicativo específico y como tal constituido por un
canal de comunicación y un acto o unos actos de lenguaje que actualizan este canal. Lo que sucede es que los
interlocutores se relacionan no con el texto aislado, sino con un soporte o portador de texto –por ejemplo un libro, o
un flujo acústico–, que a su vez lo identifica con una función particular y por ello comúnmente se confunde el texto
con su portador.
En los últimos años, Yuri Lotman (1993, citado por Pardo, 1995:90), ha ampliado el concepto de texto a partir
de los desarrollos de la Semiología. Para Lotman el texto es plurisémico, una unidad finita, estructurada, codificada y
abierta que en el sistema cultural cumple dos funciones: “la transmisión adecuada de los significados y la generación de nuevos
sentidos”. Esta propuesta de dualismo funcional de los textos2 en un sistema cultural, diluye las ideas preconizadas por
los enfoques transmisionistas y un enfoque bajtiniano de la comunicación. Según Werstch (1993:95), en la
perspectiva de Lotman,
“ambas funciones del texto pueden ser halladas en cualquier ámbito sociocultural, pero una u otra domina en
determinadas áreas de la actividad o en general, durante determinados períodos de la historia”.
Desde este punto de vista, el texto no se restringe a los signos verbales, por lo cual un ballet, una pintura, una
sinfonía, etc. pueden considerarse textos. Dado que el texto materializa un lenguaje, todo aquello que es relevante
para ese lenguaje, lo es también para el texto y debe considerarse como componente de su significación. De este
modo, el análisis textual, y por lo tanto del lenguaje o lenguajes que constituyen el texto, “permite la interpretación de
fenómenos culturales que no le son tan evidentes (al hombre) ya que son sistemas secundarios, generadores de
sentido, que se interceptan y coexisten con sistemas primarios, como las lenguas naturales”(Pardo, 1995:92).
Definido así este concepto, nos parece necesario plantearnos una pregunta cuya respuesta consideramos
fundamental para orientar nuestro trabajo investigativo: ¿subyace un texto a todos los actos discursivos?
A esta inquietud, autores como Ryan (1979:259), responden negativamente. Esta autora por ejemplo, expone
su diferenciación entre tipos de discurso y tipos de texto, que ilustra con el ejemplo de la conversación. Para ella ésta es
un tipo de discurso, más no un texto, por cuanto
“no está regida por condiciones de coherencia globales, y por tanto presenta un status ambiguo con respecto a
la noción de texto. La única coherencia que se requiere en los diálogos de la vida real es vagamente lineal:
mantiene la concatenación de oraciones y giros, pero sin impedir que los hablantes cambien de tema y se
interrumpan unos a otros en determinados momentos del intercambio”.
Contrariamente a esta posición, van Dijk (1993:20-23) incluye la conversación entre los textos posibles de una
lengua al concebir la gramaticalidad y la coherencia como relativos, es decir dependientes del contexto: la coherencia
puede estar constituida por la secuencia oracional –coherencia lineal–, por el texto global –coherencia global–, o por
la adecuación del acto de habla que se logre con la emisión –coherencia pragmática– como ampliaremos más
adelante. De este modo, la condición de coherencia estaría no tanto en el texto, sino que depende de la interpretación
semántica y pragmática asignada por un lector/oyente, en el que
“..un lector establece la coherencia no sólo a base de las proposiciones expresadas en el discurso, sino
también a base de las que están almacenadas en su memoria, es decir las proposiciones de su conocimiento”
(Ibid.: 40).
1
Tomado del módulo No. 4 “La escuela y el lenguaje escrito”, escrito por Gloria Rincón B. Programa de Mejoramiento
docente en lengua materna, MEN, ICETEX, UNIVALLE, 1998.
2unívoca en el sentido de que presupone que “los códigos del hablante y del oyente coinciden completamente”(Citado por
Werstch, 1993:98), y dialógica en cuanto concibe el texto como “dispositivo para pensar”. Esta dualidad, también esta
fuertemente ligada a la noción bajtiniana de texto autoritario (predominancia de la primera función) o de texto persuasivo
(predominancia de la segunda función).
También Halliday (1982: 160) comparte la posición anterior por cuanto al ser el texto la forma lingüística de la
interacción social...
“se halla encapsulado en un contexto de situación, por lo cual, en el curso normal de las cosas, un texto no
es algo que tenga un principio y un fin; el intercambio de significados es un proceso contínuo implícito en
toda interacción humana, no está desestructurado, pero es inconsútil, y todo lo que se puede observar es una
periodicidad en que los máximos de textura alternan con los mínimos: momentos de gran cohesión con
momentos de continuidad relativamente escasa. La discreción de un texto literario no es típica de los textos
en general” (Ibid.:179).
Dado que compartimos el punto de vista de estos dos últimos autores, nos referiremos a textos sean éstos en
modo oral o en modo escrito; textos que subyacen a discursos conversacionales o no.
Teniendo en cuenta nuestro interés por el lenguaje escrito, intentaremos ahora aproximarnos a una
caracterización de los textos que permita detectar cómo ellos se estructuran como tales y cómo en estas diferencias se
hace concreta la presencia del lenguaje oral o escrito.
CARACTERÍSTICAS DE LOS TEXTOS:
En general, lo fundamental para definir un texto como tal, es su carácter semiótico –es decir, estar constituido
por signos no necesariamente lingüísticos–, su grado de unidad, su estructuración comunicativa y pragmática.
Beaugrande (1981) identifica siete características básicas de la textualidad: Cohesión, coherencia, intencionalidad,
aceptabilidad, informatividad, situacionalidad, e intertextualidad. Nosotros, consideramos las nociones de coherencia
y cohesión como condiciones de la unidad y estructuración textual, tanto en la producción como en el análisis e
interpretación de textos, debido a que son ellas las encargados de relacionar una serie de elementos aparentemente
inconexos en una red textual comunicable e interpretable. La intencionalidad, la aceptabilidad, la informatividad y la
situacionalidad consideramos que se expresan en el desarrollo ilocutivo –otro aspecto de la coherencia–, que nos
permite analizar qué clase de acto comunicativo es realizado y por tanto, cómo se hacen presentes en el texto tanto
las intenciones del hablante o escritor, como las hipótesis que hace del auditorio posible. De esta forma también está
poniéndose de presente la dialogicidad de los textos, característica que consideramos muy importante dada nuestra
conceptualización lingüística. A su vez, el modo en que estas características se hacen presentes en los textos
determinan su grado de autonomía.
Creemos que el análisis de estas características nos permitirá comprender tanto cómo se interpretan o
producen los textos –en otras palabras, cómo se ‘teje texto’– así como encontrar las diferencias e interrelaciones
entre el lenguaje oral y el lenguaje escrito. A continuación ampliaremos tanto los procedimientos de cohesión y
coherencia, como las características de dialogicidad, autonomía e intertextualidad.
1.- La cohesión: Si bien pueden encontrarse varias definiciones de este concepto, todas ellas lo refieren a las
relaciones sintáctico-semánticos entre enunciados y a la secuencia de éstas en un texto, es decir, la manera cómo los
hablantes de una lengua organizan las unidades de información en el texto para darle unidad conceptual a través de
unidades linguísticas. De esta manera, es un concepto que atañe tanto lo semántico como lo sintáctico: está
determinada por la conexión entre hechos o ideas y como ellas se presentan. Ahora bien, la cohesión puede ser lineal,
lexical y gramatical así:
La primera, la cohesión lineal, hace referencia a la manera como la información nueva se relaciona con la
información vieja para asegurar la continuidad y progresión del texto. Dado que la información que se quiere
presentar en un texto debe organizarse para poder hacerla comunicable y comprensible, se establece una secuencia
lineal donde cada idea –o tema preciso– debe relacionarse con las que le anteceden y con las que le siguen. En esta
secuencia, generalmente la información vieja o que se supone compartida se ofrece al comienzo de los enunciados
para luego aportar la información nueva o que se supone no conocida. Para que el texto sea cohesivo estas dos clases
de informaciones deben relacionarse causalmente mediante lazos formales (sintácticos y semánticos) que son
explícitos en el texto.
“La cohesión es pues, un concepto semántico puesto que se refiere a la relación de significados entre
proposiciones3 y secuencia de proposiciones, a la interdependencia semántica que hace que la interpretación
de una proposición dependa de otra anterior y a veces posterior en el texto” (Martínez, 1994:35).
3Esta
autora define la proposición como “la idea de un evento que conlleva una información vieja y una información nueva” (Ibid.:35).
La segunda, la cohesión lexical, tiene que ver con la compatibilidad entre las expresiones de un texto y por lo
tanto la vinculación semántica y pragmática entre ellas, por cuanto, como sostiene Martínez (1994.:37 citando a van
Dijk 1980) “las expresiones de alguna manera deben ser homogéneas en el sentido en que estén conectadas por un
vínculo de pertinencia, a un nivel más global, por pertenecer o ubicarse en el mismo ‘marco o dimensión’ ”.
Halliday y Hasan (1976) categorizan en dos grandes grupos los enlaces cohesivos lexicales, es decir, aquellos
que tienen que ver con la manera en que se entretejen las cadenas semánticas a través del texto, para ir desarrollando
la información. Estos grupos son: La reiteración y la co-ocurrencia. Sus definiciones y sub-divisiones podemos
encontrarlas en la tabla de la página siguiente.
La tercera, la cohesión gramatical, es la manera como las oraciones y sus partes se combinan para asegurar un
desarrollo proposicional y conformar una unidad conceptual. Los enlaces de cohesión gramatical, según Halliday y
Hasan (1976) son las marcas lingüísticas que sirven para relacionar significados intra o extra textuales, de tal forma
que se vaya integrando la información nueva con la información vieja o conocida. Este tipo de cohesión incluye las
categorías de referencia, sustitución y elipsis. También en la tabla que aparece en la página siguiente ampliamos esta
clasificación general y sus sub-divisiones.
TABLA No. 1: ENLACES COHESIVOS4
ENLACES DE COHESIÓN
LEXICAL
1.-Reiteración: Repetición de un
concepto. Identidad referencial
bien sea por inclusión o exclusión.
Puede darse a través de:
1.1. Sinonimia: Utilizar términos
diferentes
con
significación
semejante que mantienen una
relación simétrica con el anterior.
1.2. Repetición: Utilizar el mismo
término.
1.3. Superordenación: Utilizar
términos
que
establezcan
relaciones asimétricas entre ellos,
con el fin de analizar y reforzar la
expresión
del
concepto.
(Relaciones de inclusión).
1.4. Generalización: Recurrir a la
metáfora y a la utilización de
sustantivos que generalizan la
referencia y la incluyen en una clase
mayor. Expansión semántica del
significado de un término.
2.-Coocurrencia: Proceso de
asociación en que el autor de un
texto utiliza términos que están
relacionados unos con otros por
pertenecer al mismo campo
semántico, marco, dimensión o
esquema (generalmente coocurren).
Pueden relacionarse por:
2.1. Contraste: Términos opuestos
2.2 Coordinación: términos del
mismo campo semántico.
2.3
Asociación
funcional:
Términos
relacionados
conceptualmente
4Para
ENLACES DE COHESIÓN GRAMATICAL
1.-La referencia: Es una relación semántica entre los términos de un
texto. Gradualmente puede establecerse la referencia así:
1.1 identidad referencial: El referente es exactamente el mismo.
1.2 Referencia inclusiva: El referente de uno está incluido en el otro.
1.3 Referencia exclusiva: Un término se excluye con el otro.
Modalidades de referencia: según la manera como los referentes se
sitúan y se interrelacionan en el interior del texto:
*Referencia anafórica: Relación retrospectiva
*Referencia catafórica: Se establece un vínculo prospectivo
*Referencia exofórica: El término no hace referencia al texto mismo
sino a algo que pertenece al contexto situacional.
Alcance gramatical de la referencia textual:
*Referencia personal: Ocurre cuando se reemplaza el grupo nominal
por un pronombre personal, un adjetivo posesivo o un pronombre
posesivo.
*Referencia elíptica: Aparece explícita en la terminación verbal que
conlleva las marcas de persona y de número, en reemplazo del grupo
nominal.
*Referencia demostrativa: Se utiliza cuando se desea identificar el
referente ubicándolo en un grado de proximidad.
*Referencia relativa: Sirve para introducir expansiones de tipo
explicativo y especificativo que son en sí mismas nuevas oraciones. Se
utilizan los pronombres relativos.
*Referencia comparativa: Implica el uso de términos que indican
identidad, similaridad y diferencia. Se diferencia de la sustitución en
cuanto debe siempre modificar un núcleo y no ir al final de la cláusula.
2. -La sustitución: Mecanismo que ofrece el lenguaje en su desarrollo
textual para indicar una relación semántica que se realiza entre un término
sustituido y el sustituto dentro del texto. Conlleva una relación de
contraste indicando un sentido referencial no idéntico entre los términos.
2.1 -Sustitución nominal: En español la sustitución y la elisión nominal se
realizan en forma simultánea.
2.2 Sustitución verbal: El sustituto del verbo en español, es el verbo hacer
acompañado del pronombre lo, bien antes o después.
2.3 Sustitución oracional: Presupone una oración entera con la cual el
término sustituido está relacionado en forma contrastiva.
3.-La elipsis: eliminación física del referente, que puede ser nominal,
verbal u oracional. La verbal es más frecuente en el discurso escrito.
la realización de esta tabla tomamos como base el trabajo de Martínez (1994: 37-71).
.2.-La coherencia: Elemento de gran importancia para la constitución del texto, y como todos los conceptos antes
mencionados, polisémico y difícilmente definible. Van Dijk (1993:148), la define como “la propiedad semántica de
los discursos, basados en la interpretación de cada frase individual relacionada con la interpretación de otras frases”.
En este sentido, analizar la coherencia determina la necesidad de la secuencia, del co-texto (elementos precedentes y
posteriores). Ahora bien, no se trata sólo de lo que se dice explícitamente: Lo implícito, las presuposiciones e
inferencias, hacen parte de esta secuencia. De todas formas, cuando la coherencia la ubicamos desde la secuencia, nos
estamos refiriendo a la coherencia lineal.
Sin embargo, la coherencia no se ubica sólo por las relaciones entre las frases. Como sostiene van Dijk, (van
Dijk 1980, 1993, Kintch y van Dijk 1975, 1980) para la comprensión o generación de un texto, lo que el hablante o
lector concibe que es el tópico o tema de un texto, es decir, su interpretación, será lo que guiará en la comprensión
del mismo. Debido a este planteamiento, estos autores propusieron el concepto de macroestructura. Ahora bien,
determinar la coherencia desde la macroestructura es llevar a cabo una operación de tipo pragmático y como tal, nos
estamos refiriendo a la coherencia global.
De todas formas no podemos olvidar que la coherencia no es fácilmente señalizable –más aún en la
conversación cotidiana– por cuanto en ella inciden otra serie de elementos tales como la cooperación entre los
participantes – a través de la inferencia conversacional como ha indicado Gumperz (1978)– o, los supuestos socioculturales o ideológicos, los sistemas de creencias, las estructuras pasionales y un largo etcétera –como plantea
Lozano y otros (1993:27)–, que no sólo están referidas a la información semántica que el texto posee.
Sintetizando, las condiciones para hacer coherente un texto son:
A.-Identidad individual en la secuencia modélica, mediante relaciones de inclusión, pertenencia, parte-todo y
posesión (constituir una serie: individuos relacionados).
B.-Supuesta normalidad de los mundos implicados o marcos: conjunto de proposiciones que caracterizan nuestro
conocimiento convencional de alguna situación más o menos autónoma (actividad, transcurso de sucesos, estado).
En general, la coherencia está relacionada con las relaciones que se establecen entre el tópico de la
conversación (también denominado tópico de discurso) y el comento o comentario. Intuitivamente, consiste en
distinguir lo que se está diciendo, preguntando, enunciando, prometiendo... y lo que se está diciendo acerca de “ello”.
Si bien algunas veces hay correspondencia con las categorías sintácticas de sujeto y predicado, la articulación tópicocomento, tiene ante todo, dependencia contextual-pragmática y más aún, dependencia semántico-cognoscitiva (cómo
se intenta que la información sea efectiva).
Como consecuencia, la coherencia implica también tener en cuenta los diferentes aspectos de la distribución de
la información en el discurso: introducción, continuidad, expansión, topicalización, enfoque, etc. (van Dijk,
1993:150), que se concretan en actos comunicativos específicos –también llamados actos de habla– de un género
discursivo particular.
“La organización de los actos de habla en una secuencia obedece a un principio de causalidad, puesto que
dicho orden se considera normal en la medida en que los actos estén ordenados en la línea de condiciónconsecuencia. Cada acto de habla tiene una función específica en el cumplimiento del acto de habla principal:
preparatorio, auxiliar, iniciadora, conclusiva, enfatizadora entre otras” (Martínez, 1994:76).
Ahora bien, la manera como se relacionan dinámicamente estos actos entre sí, en el interior de un discurso, es
lo que se denomina desarrollo ilocutivo. Y, analizar la coherencia –tal como nosotros la entendemos– es justamente
analizar los actos de lenguaje –o de habla– que se cumplen en un acto comunicativo, cómo se relacionan tanto lineal
como globalmente y en este sentido, cómo llegan a constituir estructuras retóricas, determinado así los diferentes
tipos de textos como ampliaremos más adelante.
El análisis y categorización de los actos de lenguaje que se cumplen en un texto, se constituye pues en un
punto de partida importante para el análisis de la coherencia textual. Como afirma Martínez (ibid.: 78), son
numerosos los intentos de clasificación que en tal sentido se han propuesto. Esta autora retoma la propuesta de
Christine Nuttal (1982 citada por Martínez Ibid.:78), quien analizando los discursos pedagógicos (objeto también de
este trabajo), categoriza los actos de lenguaje –que ella denomina funciones5– en tres tipos al asociarlos con tres niveles
de significación: proposicional, contextual e interaccional. De acuerdo con esta clasificación los actos de lenguaje
pueden ser:
5Dado
la polisemia del término funciones, en este trabajo los llamaremos Actos de lenguaje.
a) Autónomos: mantienen una cierta independencia y se pueden identificar aunque aparezcan fuera de un contexto.
Se pueden identificar como tales:
–la definición: su función es asegurar la comprensión de los conceptos considerados centrales y que se supone no
hacen parte del conocimiento del lector, o por lo menos se cree que no están muy claros. Se presenta enunciando
primero la información desconocida y luego la conocida. Es un indicio de toma en cuenta del lector, por parte del
escritor.
–la identificación: hace parte del concepto de definición. Constituye la enunciación inversa de la definición: primero
la información conocida, luego la desconocida.
–la clasificación: intenta resaltar los elementos de contraste entre categorías o clases vecinas. Generalmente se
enuncia primero el criterio de clasificación y luego se describen los grupos.
Otros actos de lenguaje autónomos son: la descripción, la generalización, la ejemplificación, la predicción, la
especulación, la comparación y la inferencia.
b) Dependientes del contexto: como su nombre lo indica, dependen de la función que el enunciado está
cumpliendo en su contexto secuencial. Entre éstas, se establece una relación de condicionalidad. En este grupo se
encuentran la aserción, la ejemplificación, el refuerzo, la explicación, la hipótesis, el comentario, la conclusión.
c) Interactivas: mediante estos actos de lenguaje el autor se dirige directamente al lector, explicitándolo en el texto
(sobre todo en los textos dirigidos a niños). Entre ellos están: La invitación, la consigna, la excusa, la sugerencia, la
queja, la felicitación, la advertencia, la petición, la autorización, la persuasión, la prohibición, el reproche, el consejo,
la exhortación.
En general, como hemos podido notar, tanto la coherencia así como la cohesión implican y crean relaciones
de interdependencia entre los diferentes niveles de un texto, sean éstos lexicales, sintácticos, semánticos y
pragmáticos.
3.- la coherencia y la conexión:
Si bien las relaciones entre las secuencias de un texto –coherencia lineal– están estrechamente relacionadas
con la presencia de conectivos, no dependen de ellos. En este sentido, la condición fundamental es que los hechos
denotados por los enunciados estén relacionados en mundos posibles también relacionados (van Dijk, ibid:86). Estas
relaciones, a veces están explícitas en el texto mediante las denominadas marcas de conexión discursiva. Christine
Nuttal (1982, citada por Martínez 1994: 105-106) clasifica estas marcas en tres grupos así:
a) Marcas que indican la secuencia de los hechos ocurridos, es decir de la información de la que trata el texto. Estas
marcas son: entonces, después, primero, al otro día, luego... A veces estas marcas aparecen en los tiempos verbales que se
asumen o directamente como es el caso de citar fechas, tiempos entre eventos, etc.
b) Marcas que indican la manera como el escritor organiza su discurso: Sirven para relacionar una parte del texto con
otra y expresan el valor ilocutivo que se da al enunciado en el texto. En general, no dependen de la organización
cronológica de los hechos a que remiten. Estas marcas son: en primer lugar, en segundo lugar, por último, inicialmente nos
referiremos, finalmente, concluyendo, en relación con lo anterior, respecto a..., esto quiere decir, por ejemplo, así pues, sintetizando....
c) Marcas que tienen que ver con el proceso de comunicación, con la interacción que se establece entre el escritor y el
posible lector. Indican el punto de vista del hablante o escritor en relación con lo que dice, al mismo tiempo que se
constituyen en instrucciones para el lector sobre cómo leer o interpretar el texto (cfr. Sánchez, 1993:46). Entre estas
marcas tenemos: sin embargo, en cualquier caso, al contrario, no obstante, por otro lado, con el fin de, muy importante, como bien dice,
por esta razón, por lo tanto, debido a, del mismo modo, al mismo tiempo, determinante, más interesante, más o menos, etc.
4.-Otras características del texto:
Como ya dijimos, otras de las condiciones fundamentales de los textos son su relativa autonomía, dialogicidad e
intertextualidad. A continuación nos referiremos a cada una de ellas:
a)-La autonomía está referida al contexto inmediato de producción así: si se trata de textos producidos en contextos
formalizados, con contenidos descontextualizados y donde son pocos los conocimientos compartidos entre
hablante/escritor y oyente/lector –situación en la que el lenguaje escrito sería el más adecuado– se exige que en su
conformación los textos intenten incluir explícitamente las circunstancias del contexto situacional de referencia que
se consideren necesarias, así como atender las relaciones de cohesión y coherencia para lograr un texto
suficientemente explícito y comprensible. De este modo, el texto producido cobra una relativa independencia de su
contexto de producción, generándose al mismo tiempo un mayor efecto de distanciamiento y autoreferencia –
referencia endofórica– y en consecuencia más universalidad, constituyentes esenciales de las formas discursivas
propias del lenguaje escrito. Si bien un mayor grado de autonomía es una característica del lenguaje escrito, también
podemos encontrar textos en los que al predominar un principio de inscripción, la autonomía es menor.
Como explica Boyer (1988:16 retomando a Barthes 1974:3-4), la autonomía también se manifiesta en la
tensión entre el principio de inscripción y el principio de escritura, constituyentes ambos del lenguaje escrito, pero
que dan origen a tipos de textos escritos diferentes. Veamos:
–según el principio de inscripción, la generación o interpretación de los textos se realiza mediante prácticas
ritualizadas, pre–establecidas, que ponen en juego pocos saberes del escritor o del lector, como sucede en los textos
funcionales, es decir, órdenes, advertencias, programas, formularios, avisos y que pueden tener un amplio grado de
dependencia del contexto de uso. Por ejemplo, el aviso ‘me venden. Telf...’ colocado en uno de los vidrios de un auto,
evidentemente es informativo así no explicite todos sus referentes. Lógicamente, si lo separamos de su contexto o
cobra otra significación o es incompleto.
–el principio de escritura por el contrario, es el espacio de la creación (lo que no excluye la referencia a los modelos
de expresión cultural), de la transgresión. “A diferencia de la inscripción, la escritura moviliza numerosos saberes (...),
frecuentemente es más opaca, ambigua, ambivalente y lúdica (Ibid.:21)”. En este sentido, su autonomía está referida a
los principios que lo hacen inicialmente identificable –inscrito– en un contexto particular, al cual evoca al mismo
tiempo que oscurece, que llena de nuevos sentidos. Este principio no sólo es propio de la literatura, también se
expresa en otras prácticas tales como la publicidad, el periodismo, los intercambios epistolares, las analogías
didácticas, etc.
Por esto, preferimos referirnos a la autonomía como una característica relativa, por cuanto, además de lo
antes planteado, también en la mayoría de los textos la búsqueda de sus sentidos posibles conduce a la búsqueda de
las condiciones sociales de su producción y ésta incluye la posición que ocupan los interlocutores en el campo de la
producción como bien lo ha sustentado Bordieu (1982: 165).
b)-La dialogicidad por su parte, es una característica retomada de los valiosos aportes de Bajtín. Al resaltar el carácter
social del discurso, deriva la necesariedad de la interacción discursiva en la producción de un texto:
“El diálogo puede ser comprendido extensivamente, no sólamente como la comunicación verbal directa y
oral de las personas presentes, sino como toda comunicación discursiva, del tipo que sea. Un libro, es decir,
una actuación discursiva impresa, es también un elemento de la comunicación discursiva. Como tal se
discute en un diálogo directo y vivo, pero además, esta comunicación discursiva está orientada hacia una
percepción activa, orientada con una elaboración y con la réplica interna, así como hacia una reacción
impresa organizada en las más diversas formas creadas a propósito en una esfera dada de la comunicación
discursiva (reseñas, exposiciones, críticas que determinan la influencia sobre los trabajos posteriores, etc.).
Además, una semejante actuación discursiva está orientada hacia las actuaciones anteriores en la misma
esfera del mismo autor o de otros, y parte de un determinado estado de un problema científico o de un estilo
artístico...”(Voloshinov, 1992:133).
Consideramos que esta extensa cita aclara suficientemente como ésta no es una condición únicamente del
lenguaje oral, sino que incluye al lenguaje escrito, que a pesar de ser aparentemente un monólogo, tiene como
base un diálogo: una interacción encubierta, en la que el escritor asume las voces de los participantes en la
comunicación como explicaremos a continuación.
En general, en el proceso de producción textual, el hablante-escritor tiene como tarea fundamental
organizar estratégicamente el texto, configurar conceptualmente una experiencia en un mensaje y ajustar éste a
sus oyentes-lectores. En este sentido, debe tener consciencia de su estatus como locutor en relación con el del
destinatario, el marco de la comunicación –condiciones, materiales, espacios, tiempo– y tomar decisiones en
relación con el léxico que considera más apropiado, el registro de lengua –formal, informal– y el tono –amistoso,
solemne, familiar, etc.– de la situación de comunicación.
La dialogicidad esta siempre presente, sea el texto oral o escrito: en este sentido, la pregunta Bajtiniana
¿quién está hablando (o escribiendo)? es fundamental para determinar tanto el locutor, el auditor o destinatario,
así como el qué, cómo, cuándo y dónde de la situación comunicativa presente en cada texto.
En un texto escrito la dialogicidad es oculta o encubierta, por cuanto el segundo hablante está en forma
invisible: sus palabras no están allí, pero sí lo están virtualmente, ejerciendo una influencia determinante en todas
las palabras presentes. Este rasgo estructural, como señaló Bajtín (citado por Werstch 1993:129), varía con los
diferentes tipos de discurso:
“Este cambio de los sujetos hablantes, que crea los límites bien marcados del enunciado, varía en su
naturaleza, y adquiere diferentes formas en las heterogéneas esferas de la vida y de la actividad humana,
dependiendo de las funciones del lenguaje y de las condiciones y situaciones de la comunicación”.
Como producto de esta condición de los textos, en ellos podemos encontrar actos de lenguaje tales como
enunciado-réplica, entre las que Bajtín incluyó pregunta-respuesta, afirmación y objeción, afirmación y asentimiento,
sugerencia y aceptación, orden y ejecución. De este modo, como dice Vila (1996:44-45), para Bajtín, diálogo y
pluralidad de voces son términos relacionados.
“Así, los enunciados no sólo adoptan una orientación social en el sentido de que expresan la perspectiva del
hablante (perspectiva que incluye la del oyente), sino que también incluyen ‘otras voces’ sociales, por
ejemplo, en la parodia.”
-La intertextualidad, es decir la capacidad de los textos de poder interactuar con otros textos, está también
directamente relacionada con la anterior característica. Sólo que en este caso, el diálogo se refiere a interacción entre
textos, que los autores/hablantes o lectores/escuchas desde su ‘enciclopedia’ (en términos de Eco, 1979) pueden
identificar como relacionados en su género, tema, composición o estilo.
Todas estas características hacen que el texto (no sólo el literario) sea polifónico, condición que como explica
Reyes (1994:144) “trae consigo la multiplicidad de perspectivas sobre lo mismo, la posibilidad de crear mundos que
son alternativos respecto del nuestro y que nos ayudan a entender mejor el nuestro”.
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