¿Es la deliberación suficiente? - Universidad Autónoma de Madrid

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Número 1/2012. Sección Monográfica
¿ES LA DELIBERACIÓN SUFICIENTE?
UNA REFLEXIÓN SOBRE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA COMO MODELO ALTERNATIVO DE DEMOCRACIA PARA LA LIBERACIÓN.
JAVIER LORENTE FONTANEDA
Supervisado por:
DRA. MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN RAMÍREZ
Profesora Titular Interina de Ciencia Política
Abstract: La gran aportación como alternativa al modelo político occidental ha sido la democracia deliberativa. Sin embargo se echa en falta una mayor profundidad en el análisis de sus riesgos y deficiencias
para servir a ese propósito de praxis que encierra la teoría social cuando pretende ser crítica. En este
artículo se abordan algunos de los riesgos de la deliberación que la convierten en un discurso que puede
disolverse en su contrario, esto es, en una nueva forma de ocultación de la dominación estructural presente en nuestras sociedades.
Palabras clave: deliberación, Habermas, democracia, asamblea, razón comunicativa, teoría crítica, statu
quo, revolución, dominación, liberación, idealismo, inclusión, diferencia.
INTRODUCCIÓN
Nuestros sistemas políticos —nos dicen tal vez con razón— adolecen de fatiga
democrática1. Movimientos como el 15-M y sus réplicas a lo largo del mundo, señalan
cierta frustración con la democracia representativa que canaliza la participación política en las democracias occidentales. Parece que la democracia abre una ventana de
oportunidad para un mundo más justo y, paradójicamente, tal y como ya señalaran
algunos pensadores del siglo pasado, también es capaz de contener los cambios para
que la emancipación del ser humano llegue a producirse2. Para combatir esta dinámica
del sistema que persigue la inacción y la conservación de lo existente, algunos autores
oponen lógicas de actuación distintas, basadas en la participación en asamblea, la
horizontalidad y la racionalidad comunicativa. El objetivo de este artículo es mostrar
los riesgos que una apuesta a ciegas por la deliberación como mecanismo alternativo
de democracia puede conllevar para la consecución de los fines de estos movimientos
que miran con cierto hastío la democracia representativa3.
Efectivamente, la democracia deliberativa es una de las grandes apuestas de la
Academia4 para criticar al liberalismo y sus visiones de la democracia: ya sea la visión
pluralista o la mínima5. Las aportaciones de la teoría deliberativa pretenden, o bien
acceder a un universo racional comunicativo, liberador y alternativo al sistema de representación y con el capitalismo; o bien cualificar la calidad de las democracias representativas occidentales. Intentaremos desentrañar el origen del pensamiento deliberativo y su transición hacia la cualificación de la democracia representativa.
Comenzaremos presentando y criticando las líneas básicas de la deliberación en
el último teórico perteneciente a la Escuela de Frankfurt —a pesar de las referencias a
distintos autores que comparten paradigma epistémico con él—, Jürgen Habermas. La
elección del filósofo alemán viene dada por la influencia de Habermas en la literatura
sobre deliberación en España y Europa; y también, por dar una visión de la deliberación como praxis revolucionaria que es difícil de entender hoy tras la mutación que ha
1
VALLESPÍN, Fernando: «Fatiga democrática», en Claves de Razón Práctica, n.º 215, septiembre de
2011, pp. 10-18.
2
MARCUSE, Herbert: El hombre unidimensional. Barcelona: Ariel, 2007; FROMM, Erich: El miedo a la
libertad. Buenos Aires: Paidós, 1976; y ADORNO, Theodor W.; y HORKHEIMER, Max: Dialéctica de la
Ilustración. Madrid: Trota, 2009.
3
No podemos olvidar que uno de los lemas de más éxito en el Movimiento 15-M es el de «no nos representan» y que uno de sus modos de actuación son las asambleas.
4
Además del propio Habermas, podemos citar autores como Barber, Cohen o Mansbridge a los que
seguiría un largo etcétera.
5
Ver, para la democracia pluralista, DAHL, Robert A.: Poliarquía: Participación y Oposición. Madrid:
Tecnos, 1989. Ver, para la democracia mínima o de mercado, SCHUMPETER, Joseph: Capitalismo,
socialismo y democracia. Barcelona: Orbis, 1983.
2
sufrido el discurso habermasiano hacia un enfoque más neokantiano y reformista y
basado en el derecho6.
La conclusión a la que llegaremos será que la democracia deliberativa está investida de un halo de alternatividad frente a las estructuras y las relaciones de poder
existentes; pero que, a pesar de las apariencias, es incapaz de resolver las contradicciones y desigualdades que existen en la sociedad en la que se produce la deliberación. La deliberación, sometida a las correcciones propuestas por muchos de sus críticos, puede servir como modo de toma de decisiones entre iguales una vez disueltas
las asimetrías de poder; con ellas, sólo las camufla con más habilidad, bajo la promesa
de servir para una esperada liberación que nunca llegará a producirse. La proposición
de este paradigma como alternativo al existente, necesita de una reflexión mayor sobre la relación entre democracia, emancipación y deliberación. Este artículo pretende
contribuir a esa tarea.
LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA EN HABERMAS
El origen de la deliberación: fundamentos teóricos fuertes
Las críticas a la democracia representativa liberal —cuya tendencia asamblearia
puede percibirse ya en el Marx maduro de La Guerra Civil en Francia7— transitan desde la crítica total a la que someten al sistema capitalista y a su superestructura pretendidamente democrática, hacia una forma de subvertir las carencias de la representación mediante un procedimiento para decidir relativamente nuevo. Los discursos críticos con el sistema que abogan por la ruptura total con el capitalismo, ponen su atención en la comunicación como único camino hacia la emancipación frustrada por la
historia, que prometieron antiguos teóricos convertidos hoy en una suerte de taumaturgos empequeñecidos. Existe un tránsito, en otras palabras, desde una utopía como
esperanza fundada hacia una utopía como autoconocimiento liberador en comunicación con el otro en las teorías críticas con el liberalismo8. Este es el tránsito que tiene
su origen en la evolución del pensamiento marxista que desarrolla la Escuela de
Frankfurt durante el siglo veinte, y en la que se formará un joven Jürgen Habermas.
A partir de La reconstrucción del materialismo histórico9, Habermas corrige muchas de las teorías de sus mentores intelectuales. Introduce la comunicación y la in6
HABERMAS, Jürgen: Facticidad y Validez. Madrid: Trotta, 1999.
7
MARX, Karl: La guerra civil en Francia. Pekín: Ediciones Extranjeras, 1976.
8
DEL ÁGUILA, Rafael: «Crítica y reivindicación de la utopía. La racionalidad del pensamiento utópico»,
en Revista Española de Investigaciones Sociales (REIS), n.º 24, enero-marzo de 1984, pp. 37-70.
9
HABERMAS, Jürgen: La reconstrucción del materialismo histórico. Madrid: Taurus, 1992.
3
teracción en las relaciones de dominación que sólo provenían, para sus maestros, en
la explotación a través del trabajo y la superestructura envolvente. La reproducción de
un sistema de dominaciones, nos dirá Habermas, se debe también a interacciones
comunicativas que ni T. Adorno ni M. Horkheimer, ni sus compañeros del Instituto de
Estudios Sociales y del proyecto de Teoría Crítica habían tenido en cuenta.
Para Habermas10 existen espacios ajenos a la dominación en la sociedad poscapitalista: el «Mundo de la Vida», en el que reina la comunicación y la interacción
entre los individuos en libertad; un espacio separado de la racionalidad que rige en el
«Sistema». Existe en el Mundo de la Vida, en otros términos, una racionalidad comunicativa liberadora, mientras que la dominación se produce en el «Sistema» que va
ocupando paulatinamente el Mundo de la Vida11. La racionalidad sistémica, propone
Habermas, debe ser arrinconada para que se produzca la liberación mediante una
potenciación de la razón comunicativa, mediante la interacción comunicativa. Llevar a
la praxis esta teoría supone trasladar al espacio público una razón argumentativa, racional, razonable y liberadora; supone deliberar con el otro, en ausencia de la coacción
que procede de la racionalidad sistémica. La razón comunicativa se convierte en acción deliberante en pos de un consenso que permita la generalización de intereses12.
Algunos autores han señalado el esfuerzo de Habermas como una de las formas
de dar salida a las contradicciones propias de su tradición teórica13. Provocar un giro
lingüístico en la tradición filosófica frankfurtiana permitía buscar una solución a la imposibilidad práctica de los presupuestos de la Teoría Crítica más radical; en esa empresa se embarcará Habermas hasta la publicación de Teoría de la Acción Comunicativa14, obra en la que profundiza y asienta las bases de los postulados deliberativos.
Existen, al menos, dos razones que explican el surgimiento de la teoría deliberativa de la democracia: de un lado, una necesidad de convertir en praxis una teoría revolucionaria de la que Habermas es deudor; de otro, la necesidad de resolver aporías
y razonamientos circulares en las teorías críticas presentes su escuela de pensamiento.
Puede percibirse, además, la existencia de una filosofía de la verdad (¿moral?)
oculta en el discurso habermasiano. En cierto modo, se persigue una idea de verdad
en la comunicación. Cuando dos sujetos están de acuerdo en una cuestión determina10
HABERMAS, Jürgen: Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Madrid: Cátedra, 1999.
11
Ibídem, pp. 34 y 40.
12
DEL ÁGUILA: op. cit., p. 63.
13
WELLMER, Albrecht: «Comunicación y emancipación. Reflexiones sobre el giro lingüístico de la Teoría Crítica», en Isegoría, n.º 1, 1990, pp. 15-48.
14
HABERMAS, Jürgen: Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Trotta, 2009.
4
da, al menos para esos dos sujetos, esa cuestión es verdadera y existe consentimiento para su imposición. La deliberación permite acceder a presupuestos éticos que son
ciertos para los participantes en ella si existe consenso. Esto permite legitimar la discusión deliberativa como un mecanismo de acceso a una verdad moral, y a la posibilidad de acuerdo sobre lo bueno o lo justo. Existen importantes paralelismos con el
neocontractualismo de John Rawls15.
El espacio público como condición de posibilidad
Para que pueda desarrollarse la democracia deliberativa en la que exista una racionalidad comunicativa debe existir lo que Habermas denomina “espacio público” en
el que ciudadanos razonantes intercambian conocimientos libres16. En palabras de
Habermas, en el origen de las sociedades democráticas liberales
se forma una opinión pública política, un espacio público que las personas privadas pueden utilizar como medio de crítica permanente, y que cambia las condiciones de legitimación del poder político.
17
El primer Habermas18 explica cómo el espacio público es esa esfera libre de la
intervención del sistema: de las instituciones y de la publicidad. En definitiva, una esfera libre de la dominación técnica ejercida por cualquier actor interesado en mantener el
statu quo. Los conocimientos libres en discusión ciudadana sirven para tomar decisiones y es este procedimiento de consenso el que legitima el poder19. El último Habermas, más distante con las tradiciones críticas en las que se formó, distingue entre sociedad civil e Instituciones, y traslada las lógicas de la deliberación a un contexto liberal-democrático20.
En todo caso, la democracia deliberativa necesita de espacios independientes,
no diseñados ni influenciados por relaciones de poder ocultas, en los que la deliberación libre sea posible. El procedimiento en la deliberación es trascendental y el hecho
de que deba existir una racionalidad no sistémica implica una separación de esferas
sociales: sólo en una se da la deliberación, en el Mundo de la Vida, esa parte de lo
15
RAWLS, John: Teoría de la Justicia. México: Fondo de Cultura Económica, 1971.
16
VALLESPÍN, Fernando: «La crisis del espacio público» en Revista Española de Ciencia Política, número 3, octubre de 2000, p. 79.
17
HABERMAS: op. cit. p. 435.
18
HABERMAS, Jürgen: Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona: G. Gili, 1981.
19
VALLESPÍN: op. cit., p. 80.
20
HABERMAS, Jürgen: ¡Ay, Europa! Pequeños escritos políticos. Madrid: Trotta, 2008.
5
social en la que las lógicas del Sistema no han podido penetrar. Para el primer Habermas, la deliberación sensu stricto no podría darse en el Sistema.
Puede vislumbrarse una distancia del primer al segundo Habermas, y es el olvido de la promesa emancipatoria con la que surgió su teoría. Habermas transita hasta
un punto en el que la deliberación se sitúa como modo de mejorar las democracias
representativas y aumentar cualificadamente su participación, pero no como una racionalidad revolucionaria contraria a la racionalidad sistémica del capitalismo21. Habermas extiende la deliberación al Sistema, y el efecto de la extensión puede conllevar
problemas que no deben estar exentos de reflexión, como veremos más adelante y
como pretende, en general, hacer este artículo.
Fundamentos procedimentales y materiales de la deliberación
Los teóricos deliberativos no se limitan a sentar las bases teóricas densas de
una deliberación como procedimiento democrático, también diseñan sus requisitos
procedimentales y principios básicos. Resumiremos aquí las líneas básicas con el objetivo de facilitar la comprensión de su crítica, que haremos inmediatamente después.
Seguiremos a Joshua Cohen, autor que resume los principios fieles con la deliberación
en relación con los rasgos teóricos que se han descrito hasta ahora22:
a)
Presuposición de competencia comunicativa. Los ciudadanos son sujetos
capaces de deliberar entre sí, capaces de una deliberación racional y razonable en el
que las partes exponen sus propuestas, las defienden o las critican mediante el argumento más fuerte.
b)
Reciprocidad: la deliberación tiene que ser libre y entre iguales. La única
delimitación viene dada por el foro deliberativo y las normas de la deliberación. Además, todas las personas tienen un igual estatus en la deliberación y tienen que predisponerse al cambio de posición si son convencidos de una posición distinta a la que
mantenían originariamente.
c)
Se busca la consecución de un consenso racionalmente motivado para
adoptar una decisión. La persuasión mediante la razón es algo a lo que los deliberantes deben tender tanto en sentido activo como en sentido pasivo.
La democracia deliberativa no es, por tanto, una simple negociación de intereses
al estilo pluralista. Su incidencia va más allá, pues su objetivo es la consecución del
21
Ibídem.
22
COHEN, Joshua: «Deliberación y calidad democrática», en Cuaderno Gris, n.º 9, 2007, p. 133.
6
interés general bajo la perspectiva de consensuar una visión de la justicia entre los
participantes que será racional23.
CRÍTICAS
Hemos señalado ya que existe una diferencia entre los inicios de la democracia
deliberativa en Habermas y cómo se va desarrollando su argumentación en los años
ochenta y noventa del siglo pasado. Esta teoría crítica con las teorías liberales de la
representación democrática va mutando hasta convertirse en una teoría sin pretensiones revolucionarias. Los intentos por aspirar a un conocimiento reflexivo en comunicación con los demás se van instrumentalizando —podría leerse sistematizando24— como una forma responsable de llegar a la consecución de intereses generales, como un
procedimiento para alcanzar una visión consensuada de justicia. Parece que el sistema y su racionalidad sistémica han absorbido también a la racionalidad comunicativa
que aspiraba a establecer este nuevo modelo democrático emancipatorio. Entre esos
dos Habermas, se nota la influencia del liberalismo rawlsiano y de la deliberación como vía para acceder a la justicia25. Sea esta la primera crítica al modelo democrático
deliberativo: la contradicción entre sus aspiraciones motoras y sus últimas aportaciones.
Las críticas siguientes estarán agrupadas en tres bloques, aunque ninguno de
ellos identificará las críticas que los autores próximos a la democracia competitiva pluralista representativa o las de sesgo schumpeteriano han esgrimido contra la teoría
deliberativa. Las críticas tratan de demostrar la tesis que defiendo en el ensayo, desde
una posición crítica con la realidad política existente: la teoría deliberativa es insuficiente como paradigma alternativo a la democracia liberal.
Críticas por un exceso de idealismo
La primera de las críticas es central y responde a una premisa fuerte y originaria
del modelo. Si Habermas quería deshacerse de la dialéctica negativa presente en
Adorno y Horkheimer, de esa «filosofía de la destrucción» que percibimos en sus
compañeros de Escuela, y dar una salida a las contradicciones mediante una praxis
23
MARTÍNEZ, Máriam: «¿Puede la deliberación ser democrática? Una revisión del marco deliberativo
desde la democracia comunicativa», en Revista Española de Ciencia Política, n.º 24, 2010, pp. 11-32.
24
Se produce una «sistematización» en el sentido habermasiano, una «colonización» del mundo de la
vida y la racionalidad comunicativa por el mundo del sistema y su racionalidad instrumental.
25
La comunicación entre ambos autores fue fluida, intercambiando artículos y opiniones. Para una visión
de esta relación, VALLESPÍN, Fernando: «Diálogo entre gigantes: Rawls y Habermas», en Claves de
Razón Práctica, n.º 55, 1995, pp. 48-55.
7
liberadora basada en la comunicación, debemos reflexionar acerca de las siguientes
cuestiones: ¿Se puede aspirar a ello con su propuesta de democracia deliberativa? Es
decir, si lo que se pretende es una teoría propositiva y práctica, ¿la deliberación es
suficiente para la liberación? La primera crítica responde a que la teoría deliberativa
tiene un exceso de normativismo que produce un desvío del método propio de la Teoría Crítica a un método más cercano al idealismo: la deliberación no tiene trascendencia práctica como ruptura con el sistema porque no resuelve los desequilibrios de poder salvo en apriorismos teóricos.
Sus condiciones de posibilidad son ideales, y se basan en preconcepciones
deontológicas más que en observaciones de la realidad, construyendo un modelo ideal
e intentando ajustar la realidad para que encaje con un ideal de racionalidad comunicativa distinta a la racionalidad sistémica-técnica-instrumental: lo ideal precede a lo
real. Existe un olvido de la dialéctica que fundamentó las bases de la racionalidad comunicativa para intentar acceder a un procedimiento que nos desvele imperativos categóricos. Hegel en sus lecturas materialistas muere resucitar a Kant.
Críticas desde la exclusión de los diferentes
Es un deber al reflexionar sobre las críticas a la deliberación rescatar toda una
corriente crítica con ella desde la óptica de los excluidos. Resulta esencial porque es
una crítica ad intra, no desde esquemas externos a la teoría sino desde el interior de la
teoría. Es, sin lugar a dudas, Iris Marion Young la autora que más acertadamente critica la democracia deliberativa habermasiana por los efectos excluyentes que tiene sin
analizar el exceso de normatividad que podemos percibir en la teoría deliberativa. Aún
si ésta fuera posible, encontramos problemas no resueltos. Los teóricos de la deliberación se olvidan de la multiplicidad de sujetos que existen en las sociedades postindustriales como si asumieran que su prototipo estandarizado de deliberante fuera un profesor varón y blanco de alguna universidad occidental26. Cualquier argumento que no
sea racional y razonable, que no pueda ser comunicado de forma que pueda llegar a
ser un argumento fuerte, será excluido de consideración para la decisión final. Si correlacionamos esto con la existencia de clases sociales —léase si se prefiere desequilibrios socioeconómicos—, grupos étnicos y otros sesgos educativos y económicos,
llegaremos a la conclusión de que son los parias de la tierra —permítaseme la expresión— los más incapacitados para deliberar27.
26
YOUNG, Iris M.: Comunication and the Other. New Jersey: Princeton University Press, 1996, p. 123.
27
SANDERS, Lynn: «Against Deliberation», en Political Theory, n.º 3, vol. 25, junio de 1997, pp. 347 ss.
8
Al final, sólo los intelectuales y los que poseen una alta formación pueden llegar
a formular argumentos fuertes que resulten victoriosos en la deliberación a la hora de
ser tenidos en cuenta para adoptar una decisión y no otra. El efecto que esto tiene es
el contrario al que una teoría deliberativa emancipatoria como la habermasiana aspiraba. En este caso, nos diría Young28, se combinan las discriminaciones culturales con
las estructurales, provocando que la deliberación no sólo no libere sino que oculte más
fielmente las dominaciones bajo un halo de paradigma revolucionario basado en la
comunicación.
La construcción del sujeto deliberante, al ser ideal como en J. Rawls 29, se categoriza de tal forma que excluye a todos los individuos que no encajen con las caracterizaciones que configuran la categoría30. Por este motivo se produce la exclusión, porque las definiciones parten desde lo neutro para definir la realidad utilizando la abstracción, a lo que debemos sumar el efecto especular del creador31 de la teoría.
Por otro lado, la creación de un espacio público como el que sugiere Habermas,
no sólo tiene problemas argumentativos si lo enfrentamos con la realidad. Habermas
no explica suficientemente cómo consolidar un espacio público libre desde el espacio
pseudopúblico que existe en las democracias representativas dominadas por el sistema. No nos dice cómo se puede pasar de la opinión publicada a la opinión pública32.
La multiplicidad de tejidos de dominación cultural dificulta la creación de un contexto
deliberativo racional y razonable y, sobre todo, en libertad. Las opciones entre las que
se elige no pueden estar apriorísticamente determinadas, como nos diría Herbert Marcuse33, para considerar que existe un juicio libre. Si miramos a nuestro alrededor es
difícil encontrar un espacio público que permita una deliberación con los principios que
resume J. Cohen34 y que hemos señalado antes. Como argumenta Seyla Benhabib35,
el concepto de espacio público en Habermas se construye también sobre la premisa
de la neutralidad, creando un efecto de legitimación de «lo que es porque así tiene que
ser» porque es imparcial, neutro. En la construcción de un espacio público como el
28
YOUNG, Iris M.: La justicia y la política de la diferencia. Madrid: Cátedra, 2000.
29
RAWLS: op. cit.
30
JAGGAR, Alison: «L’Imagination au Pouvoir: Comparing John Rawls’ Method of Ideal Theory with Iris
Marion Young’s Method of Critical Theory», en TESSMAN, L. (ed.): Feminist Ethics and Social and Political Philosophy: Theorizing the Non-Ideal. New York: Springer, 2009.
31
SAID, Edward: Orientalismo. Barcelona: Debolsillo, 2009.
32
VALLESPÍN: op. cit., p. 92.
33
MARCUSE: op. cit., p. 24.
34
COHEN: op. cit.
35
BENHABIB, Seyla: Democracy and Difference. New Jersey: Princeton University Press, 1996.
9
que nos propone Habermas también se pueden ocultar dominaciones, por lo que un
espacio público con las características que hemos esbozado implica subvertir la realidad. De no hacerlo, la dominación sigue quedando oculta y la liberación queda frustrada en el proyecto deliberativo.
Críticas desde una visión de la política como conflicto.
Los cambios en la teoría deliberativa habermasiana, que se perciben, bien pueden deberse a la transformación de su visión de lo político desde una visión de la
realidad dialéctica, como conflicto entre explotadores y explotados en la que Habermas se formó (permítaseme la simplificación), hacia un paradigma en el que mediante
una racionalidad comunicativa, explotadores y explotados podrían llegar a deliberar
para llegar a una decisión justa. Supone que, como en A Theory of Justice36 los sujetos deliberantes expongan sus argumentos bajo la premisa de que será el mejor argumento el que triunfe en la deliberación, independientemente de las distintas asimetrías de de todo tipo que existan fuera del espacio deliberativo. Diferencias éstas de
las que se abstraen los deliberantes para lograr una neutralidad e imparcialidad que
garantice la objetividad de la decisión final. Ya hemos hablado de los riesgos de la
neutralidad en el apartado anterior como forma de legitimar las estructuras del presente al normalizarlas.
Se percibe un exceso de normativismo agonista si se trata proponer a la deliberación como un modelo realmente alternativo al actual. La teoría deliberativa presupone la existencia de reconocimiento del otro, de reconocimiento recíproco entre deliberantes. El concepto de reconocimiento es complejo, pero podemos aspirar a definirlo
de la mano de Axel Honneth37:
Son tres las relaciones de reconocimiento: el amor, el respeto y el aprecio social…Los individuos que están en una relación amorosa, se afirman como seres
corporalmente necesitados; los individuos que se respetan se consideran unos a
otros como sujetos a cuya misma autonomía competen los mismos derechos y
obligaciones, y los individuos que se aprecian se encuentran como titulares de capacidades y talentos que resultan valiosos para la sociedad.
36
RAWLS: op. cit.
37
SCHMIDT AM BUSCH, Hans-Christoph: «¿Se pueden alcanzar los objetivos de la Escuela de Frankfurt mediante la Teoría del Reconocimiento?», en Arxius, n.º 22, 2010, p. 96.
10
Según lo expuesto por esta visión de la teoría del reconocimiento38 la deliberación debe partir del respeto y del aprecio social. Los sujetos que deliberan han de considerarse iguales y libres. Han de darse la oportunidad para la «amistad política» aunque tengan diferentes concepciones de lo bueno y deliberar para tomar una decisión
de incidencia pública.
En definitiva, esta concepción de lo político no tiene en cuenta toda una red de
relaciones de poder que están presentes en el todo, como nos dice Michel Foucault39.
Y es que resulta difícil asumir que los que se benefician del status quo dejarán de hacerlo debido a argumentos sólidos de justicia alcanzados en un procedimiento deliberativo al tomar en consideración el mejor de ellos. La deliberación no permite una praxis revolucionaria si la circunscribimos a toda la sociedad, olvidando40 —entre otras
cosas— la posición social que cada deliberante ocupa en las estructuras del sistema
político. Todo lo contrario: la deliberación potenciaría la argumentación de los más
preparados, de los que más tienen, ocultando la dominación ya existente bajo un manto de legitimidad aún más fuerte que en una democracia representativa.
UNA TEORÍA INSUFICIENTE
Desde los orígenes de las propuestas de democracia comunicativa, se ha presentado la deliberación como una forma de cambiar las democracias representativas.
En efecto, muchos demócratas participativos se apresuraron a criticar la democracia
representativa precisamente por no ser representativa: por atender a intereses distintos de los que realmente tenían los representados41. La democracia deliberativa supuso un intento por cualificar la participación democrática dando un paso más a las exigencias de nuevos horizontes de participación.
Los grandes problemas a los que quería dar respuesta el joven Habermas siguen siendo esencialmente los mismos hoy, problemas que se comparten en este ensayo: la existencia de dominación sistémica que implica una situación irrompible. Contra la difícil salida que heredaba de su tradición teórica de la Escuela de Frankfurt, Habermas formula una gran obra teórica que se basa en la comunicación y en la deliberación como proyecto liberador. Sin embargo, ese fin emancipatorio buscado en su
38
He optado por esta visión de la teoría del reconocimiento a pesar de que existen críticas potentes con
las que podría estar más de acuerdo como las de Nancy Fraser en su crítica a I. M. Young.
39
FOUCAULT, Michel: Microfísica del Poder. Madrid: Catarata, 2004.
40
Adorno nos dirá que toda reificación es un olvido. Es posible asumir que el olvido de uno mismo supone también una reificación. Y «no existe otra forma de servidumbre más fuerte que existir como mercancía, como cosa» (MARCUSE: op. cit., p. 26).
41
PATEMAN, Carole: Participation and Democratic Theory. Londres: Cambridge University Press, 1970.
11
proyecto, se va diluyendo poco a poco a la vez que el último frankfurtiano transita hacia idealismo, en clara conexión con el auge de la tradición neocontractualista de la
teoría política norteamericana.
La potencialidad revolucionaria de la deliberación se convierte en un discurso de
alternativa democrática, pero con pocos resultados prácticos, y sin resultados de praxis revolucionaria. En primer lugar, y como se ha tratado de demostrar en nuestro artículo, por el modelo teórico ideal que se plantea; en segundo lugar, porque parte de
una visión de la sociedad que prescinde o infravalora las relaciones de dominación
entre grupos asimétricos y con posiciones dialécticas de poder. En tercer lugar, porque
en la teoría deliberativa existe un olvido de los excluidos, de los que no tienen capacidad de comunicación, de los que no son individuos racionales y razonables.
La deliberación, sin embargo, y pese a todo lo que he argumentado hasta este
momento, sí que tiene un potencial. Precisamente, la deliberación puede funcionar
bien entre grupos que pertenecen a una condición social determinada, entre sujetos
sin grandes asimetrías de poder. Puede ser una forma de combatir el exceso de vanguardismo que ha existido en las revoluciones socialistas42 que han pretendido la consecución de la emancipación estructural de una clase dominada. Podría responder a la
inquisición que plantea Foucault al marxismo43:
Si quieren merecer ser queridos y no decepcionar más, si quieren ser deseados,
tienen que responder a la cuestión del poder y de su ejercicio. Tienen que inventar
un ejercicio del poder que no dé miedo. Ésta sería la novedad.
Apostar por un conocimiento liberador como propone, en general, toda la Teoría
Crítica desde Horkheimer44, desvelando las relaciones ocultas de poder, sigue siendo
desde mi punto de vista, la primera necesidad de la teoría. Ser conscientes de esas
asimetrías permite neutralizar algunos de sus efectos. Sólo con sujetos autoconscientes de todo el conjunto de dominaciones, es posible una deliberación en las que pudieran llegar a producirse las consecuencias emancipatorias pronosticadas por Habermas. Hasta que esa realidad llegue, hasta que no se disuelvan los grandes conflictos y
las grandes asimetrías de poder, la deliberación puede ocultar las mismas relaciones
de poder que la teoría pretende denunciar. Hasta ese momento, la deliberación es
insuficiente para promover una emancipación como la que esperaban algunos teóricos
42
LENIN, Vladimir I.: El Estado y la Revolución. Madrid: Miguel Castellote editor, 1976.
43
FOUCAULT, Michel: «Crimes et Châtiments en URSS et ailleurs…» Entrevista a Le Nouvel Observateur, 26 de enero. Recogido en De Sartre a Foucault. Vingt ans de grands entretiens dans le Nouvel
Observateur, 1978, pp. 58-66.
44
HORKHEIMER, Max: Teoría Crítica. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.
12
críticos del siglo pasado que veían en la comunicación un proyecto alternativo de racionalidad revolucionaria.
Los movimientos que pretenden impulsar la deliberación como mecanismo paralelo y alternativo de toma de decisiones —se ha citado aquí ya el Movimiento 15-M—
deben tener en cuenta los riesgos de pensar la deliberación como medio para el cambio. Si no se acaba previamente con las redes de dominación presentes en toda la
estructura social, la deliberación como emancipación puede disolverse en su contrario.
La prioridad, por tanto, sigue siendo la sustitución de las estructuras que generan desequilibrio de poder. Hasta entonces, la deliberación como mecanismo alternativo a la
democracia liberal, será insuficiente.
13
BIBLIOGRAFÍA
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