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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO
CICLO 20: LA MISA
CARACTERÍSTICAS:
Se completa la redacción de este Ciclo sobre la Eucaristía precisamente en el Año Santo
del Gran jubileo por los 2000 años del Nacimiento de Cristo. El Papa ha dicho que la
Eucaristía es el corazón del Jubileo y de la vida de la Iglesia. Es por ello que el Centro de
Formación Cívica y Religiosa ofrece el presente Ciclo sobre este “Sacramento Admirable”
que es centro, culminación y meta de toda la vida cristiana.
La característica fundamental de esta reflexión sobre la Eucaristía es su íntima relación
con la vida. Así, más que presentar los ritos y signos de la liturgia para que sean
memorizados o comprendido, deseamos que sean vividos profundamente en su pleno
sentido como alimento para el alma de cada cristiano, como pan de comunión para la vida
de la Iglesia y como pan de convivencia fraterna para la vida del mundo. En esto se basa
la triple dimensión de la Eucaristía: personal, eclesial y social.
No es extraño que un Centro de Formación que se dedique, sobre todo, a la formación
social y política del laicado y de los hombres de buena voluntad presente un Ciclo sobre la
Eucaristía. Si creemos de verdad que “la Iglesia es sacramento universal de salvación”; si
creemos que los pueblos como los hombres, se salvan o se condenan; si creemos que
Jesucristo es “Pan para la vida del mundo”, si creemos, en fin, que nuestra fe no tiene
sentido sin su dimensión comunitaria y social, entonces comprenderemos que
reflexionando sobre la Eucaristía y su impacto sobre nuestras vidas cotidianas nos
convertimos en ofrenda permanente a favor de la salvación universal y de nuestra Patria,
damos al mundo el alimento espiritual que hará crecer la convivencia humana, la justicia
social, la reconciliación entre todos los hombres y pueblos.
Algún día, cuando el Santísimo Sacramento salga a compartir el camino de nuestro
pueblo en la procesión del Corpus Christi por las calles de nuestras ciudades y las
veredas de nuestros campos podremos comprender mejor la alta significación de esa
peregrinación eucarística mediante la cual el mismo Jesús Sacramentado sale a caminar
con su pueblo, a compartir su vida, a bendecir su suerte y su destino, a consagrar sus
esfuerzos de verdad y libertad, a proclamar que la semilla del Reino de justicia y de paz
se ha hecho Pan para el Camino y Bebida de Salvación.
Que este Ciclo prepare ese momento y prefigure ese camino hacia la convivencia fraterna
y la liberación integral que trae el Reino que fue celebrado en la última Cena y es
conmemorado en cada Eucaristía del Señor.
Objetivos de este Ciclo:
-
Contribuir a la formación cristiana de los bautizados.
Fortalecer el sentido de comunión y participación de la comunidad cristiana:
eclesialidad.
Fortalecer el sentido de convivencia fraterna de la comunidad civil: cubanidad.
Presentar el origen y significación del sacramento de la Eucaristía especialmente
su vinculación con la vida.
Aprender, o consolidar los conocimientos y vivencia, de la estructura litúrgica de la
Eucaristía.
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Destinatarios:
- Católicos prácticos, catequistas, misioneros, ministros de la Palabra y de la
Eucaristía, catecúmenos, personas adultas y adolescentes y jóvenes que se
preparan para la primera comunión.
- Los recuadros pueden servir para ser leídos como reflexión para la adoración
eucarística, la Horas Santas, las Jornadas Eucarísticas, los Jueves Eucarísticos y
otros actos similares.
- Personas de buena voluntad que deseen conocer el centro del culto católico y su
conexión con la vida personal y social.
Tiempo: Encuentros semanales de hora y media. Pueden adaptarse a los destinatarios o
el tipo de reflexión. Algunos temas pueden ser divididos en varios encuentros,
especialmente el número 5.
Temas:
1. La Misa: Memorial del sacrificio de Jesucristo: de su muerte y resurrección.
2. La Misa: Banquete de comunión y fraternidad de los seguidores de Cristo.
3. La Misa: Sacramento de nuestra fe y alimento para el Camino.
4. La Misa: Ofrenda permanente de la vida.
5. Partes de la liturgia de la Misa y símbolos principales.
6. Ritos de Entrada.
7. Liturgia de la Palabra.
8. Liturgia Eucarística (I Parte): La presentación de dones de la Misa
9. Liturgia Eucarística (II Parte): Plegaria Eucarística.
10. Ritos de comunión y despedida.
11. El Año Litúrgico.
12. Compromisos personales y sociales que actualizan la Eucaristía.
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Centro de Formación Cívica y Religiosa
Diócesis de Pinar del Río
Ciclo: La Misa
Tema 1: La Misa: Memorial del sacrificio de Jesucristo: muerte y resurrección.
Objetivos:
-
Presentar el contenido y significado de la Eucaristía como la actualización
(memorial) del sacrificio pascual de Cristo, muerto y resucitado.
Considerar la Misa como Cena Pascual de los cristianos que se sacrifican por la
salvación del mundo.
Motivación.
Comienza este Ciclo con una dinámica de exploración en dos grupos o dúos:
1. El primer grupo o equipo realiza esta tarea:
a) Lee el libro del Éxodo capítulo 11 hasta el capítulo 12, del 1 al 42: Cena
Pascual de los judíos y la liberación de la esclavitud de Egipto.
b) Preparan una representación sencilla y con sus palabras de lo que han
leído.
2. El segundo grupo o equipo realiza esta otra tarea:
a) Lee el Evangelio de San Lucas capítulo 22 del 1 al 30. Si se quiere
consultar también Marcos 10, 35-45:La preparación a la Ultima Cena de
Cristo y la participación de sus discípulos en su mismo sacrificio.
b) Preparan una representación sencilla y con sus palabras de lo que han
leído.
3. En la plenaria se presentan ambas escenificaciones y buscan los puntos de
coincidencia y los puntos diferentes.
Desarrollo.
El animador presenta como considere más adecuado los contenidos resumidos en el
siguiente recuadro:
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Centro de Formación Cívica y Religiosa
Diócesis de Pinar del Río
Ciclo: La Misa
Tema 1: La Misa: Memorial del sacrificio de Jesucristo: muerte y resurrección.
1. En la tradición religiosa y civil del pueblo de Israel, el día de su liberación, de su
Fiesta Nacional, se celebra conmemorando la salida de la esclavitud de Egipto y
el “paso” del Mar Rojo que dejó atrás los ejércitos del Faraón, signo de toda
explotación, esclavitud y servidumbre.
2. De generación en generación, esa noche en que el pueblo de Israel “pasó” de la
esclavitud a la libertad, de la opresión a la emancipación se le llamó “Pascua” que
significa precisamente eso “paso”, tránsito, salida. Ese día se celebra con una
Cena muy especial y sagrada, se le llama la Cena Pascual.
3. El signo más importante de esa cena memorial de la liberación del pueblo era el
sacrificio de un cordero inmaculado, es decir, sin mancha ni defecto, cuya sangre
recordaba la que había marcado las jambas de las puertas de los judíos cuando
vivían en la esclavitud de Egipto y por la cual fueron salvados del Ángel
exterminador, es decir, de la muerte y la opresión.
4. En tiempos de Jesús, se seguía conmemorando esta gran fiesta principal para su
pueblo de nacimiento. Hemos visto como el mismo Cristo manda a preparar con
todo cuidado su última Cena de Pascua. En ella Cristo cambia el significado de
esta celebración y adelantándose a lo que iba a vivir al día siguiente instituye el
memorial de su propia muerte y resurrección.
5. Cristo es el nuevo y definitivo “cordero” sacrificado. Su propia sangre, derramada
en la cruz, salva a todos los hombres y mujeres, ya no soóo del pueblo de Israel,
sino a los de toda nación y cultura, de todo tiempo y lugar. Por eso decimos en la
Misa: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros”
y también dice el sacerdote mostrando la hostia consagrada: “Este es el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los llamados a la Cena del
Señor.”
6. La Misa, es decir, la Eucaristía es, sobre todo y en primer lugar, el Memorial del
Sacrificio de Cristo en la Cruz y de su Resurrección gloriosa. “Memorial” significa
en este lenguaje religioso más que memoria, más que recuerdo, más que
evocación, significa: actualización, continuidad, puesta al día, vivirlo en nuestro
tiempo y lugar, no óolo con el corazón y con la mente, sino realmente con todo
nuestro espíritu y nuestro ser.
7. Cristo murió una vez por todos y ya no muere más sino que vive para siempre
glorioso una vida nueva a la que estamos llamados. Pero su sacrificio en la cruz
tiene poder redentor, es decir, poder de liberación, poder de salvación para todos
los hombres y mujeres de todos los tiempos y culturas. Esto es lo que vivimos y
celebramos en la Misa.
8. La Eucaristía es abrir hoy, para los hombres de hoy, las aguas del pecado y de la
maldad, de toda esclavitud y toda opresión, para que los que creen en el Señor de
la Vida y de la Historia, puedan “pasar”, es decir, transitar de la oscuridad de lo
malo de sus vidas y de sus historias personales y sociales a la luz de una vida
nueva.
9. La Misa es “marcar” hoy con la sangre del Cordero de Dios, que es la Sangre de
Cristo, la jambas de las puertas de nuestras vidas, de nuestra historia, de nuestro
futuro. Cada uno puede acceder a esta Sangre y dejarse “marcar” por ella. Los
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pueblos como los hombres también pueden ser “marcados” y salvados, liberados,
por esta Sangre del Hijo del mismo Dios.
10. El altar es el ara donde se realiza, sacramentado, este sacrificio que se realizó de
manera cruenta y total en el ara de la cruz. La piedra del sacrificio que es el altar
representa el madero del sacrificio que fue la cruz de Cristo. En medio del altar se
haya una pequeña cripta que guarda restos de mártires que ofrecieron su sangre y
su vida por Cristo. (Pueden acercarse y venerarlo con un beso si el altar está
cerca). Esto significa que también nosotros, cada cristiano, es y debe ser, al
mismo tiempo sacerdote, víctima y altar como Cristo, nuestra cabeza.
11. La Misa es, pues, Cena pascual donde los seguidores del Cordero de Dios, que es
Cristo, se inmolan junto con Él para la salvación del mundo, de este mundo. San
Pablo nos enseña que “completamos” en nosotros, en nuestro propio cuerpo y en
todo nuestro ser, el sacrificio redentor de Cristo. Esto significa que aunque el
sacrificio de Cristo se consumó totalmente y es eterno y universal, el mismo Cristo
ha querido asociarnos a su Cruz para que podamos gozar de su resurrección. Es
el misterio pascual, es el misterio del paso de la muerte a la vida, del sufrimiento a
la gloria, del dolor a la felicidad, del sacrificio a los frutos, del pecado a la vida
nueva según Cristo.
12. “Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos la
muerte del Señor, hasta que vuelva”. Este anuncio no es solo verbal, de palabra,
sino de obra, con los hechos de nuestra vida. Quien no sacrifica nada en su vida
no participa del sacrificio de Cristo en la Cruz y la Misa es, para él, un rito vacío y
sin sentido. Quien no sale de cada Misa con el propósito firme y serio de ofrecer
algo que le cueste para mejorar en su vida personal y para ayudar a salvar a su
pueblo, no ha participado del sacrificio de Cristo actualizado para la redención de
nuestro tiempo y de nuestra historia.
13. Los cristianos que participamos del Memorial de la Cruz de Cristo en la Eucaristía,
debemos aprender a vivir la cruz de cada día. Como dijera Martí: “En la cruz murió
el Hombre un día, hay que aprender a vivir en la cruz todos los días.” ¿Por qué
nos asombramos los cristianos cuando vienen las tribulaciones y sacrificios y
mientras participamos de la Misa tranquilamente como si aquel sacrificio no fuera
principio y sentido para estas tribulaciones y sacrificios de hoy? Es más, ¿por qué
huimos del sacrificio cuando estamos llamados, por vocación, a este “paso”?
14. No se trata del sacrificio por el mismo sacrificio. Eso no es cristiano. Se trata del
sacrificio que viene como consecuencia de nuestras actitudes ante la vida, la
verdad y la justicia, o como consecuencia de los errores y pecados propios y
ajenos. La escuela cristiana del sacrificio nos enseña que no debemos buscarlo de
forma estoica o masoquista pero que si viene por las causas anteriores o por otras
justas y buenas, debemos asumirlo y darle sentido redentor. El sacrificio así vivido
se convierte en un signo de liberación personal y en un signo de liberación para
todo el pueblo. Para que tenga este sentido debe ser asumido libre y
responsablemente por cada persona. No puede ser impuesto. El mismo Cristo dice
de su sacrificio: “Nadie me quita la vida, yo la entrego voluntariamente”.
15. Entonces, ¿por qué queremos una religión “tranquilizante”, alienante, escapista y
adormecedora, que sirva de refugio al dolor y a las tormentas de esta vida y
escuchamos en cada Misa que en la víspera de su Pasión, Jesús pronunció la
Acción de Gracias y tomando el Pan en sus santas y venerables manos lo partió,
lo bendijo y lo repartió a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todos de él
porque esto es mi Cuerpo que será entregado por Ustedes y por todos los
hombres para el perdón de los pecados? Lo mismo hizo con el cáliz, y al final dijo:
Hagan esto en conmemoración mía.
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16. A la pasión de Cristo debemos unir la pasión del pueblo. Al sacrificio de la Misa
debemos unir el sacrificio de nuestras propia vidas personales. Sólo así la Misa
alcanza para cada uno de nosotros y para nuestro pueblo su sentido y eficacia
plenos. No obstante, a pesar de nuestras limitaciones y olvidos, de nuestras
distracciones y huidas del sacrificio, la ofrenda de Cristo en la Cruz y su memorial
en la Eucaristía tiene, por sí mismos, una eficacia redentora que nos “abre el
camino” de la liberación de esos acomodos y nos “marca” con la sangre del
Cordero para que un día podamos “dar el paso” y asumir el sacrificio en nuestras
vidas con ese sentido redentor y resucitado que tan bien sintetizado encontramos
en uno de los versos sencillos de Martí que debíamos aprender de memoria y
darlo a conocer más:
“Cuando bajo el peso de la cruz
el hombre morir resuelve,
sale a hacer el bien
lo hace y vuelve, como de un baño de luz.”
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Ejercitación.
1. ¿Qué actitud personal tomamos ante el sacrificio que se nos presenta en nuestras
vidas o que pudiera venir a consecuencia de la defensa de la verdad y la justicia
en nuestra sociedad?
2. ¿Qué hacer para “aprender” en la escuela cristiana del sacrificio que este,
asumido libremente, puede tener un sentido redentor y liberador para nosotros y
para nuestro pueblo?
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Centro de Formación Cívica y Religiosa
Pinar del Río.
Ciclo: La Misa.
Tema 2: La Misa: Banquete de comunión y fraternidad de los seguidores de Cristo.
Objetivos:
- Presentar la Eucaristía como un banquete en el que los seguidores de Cristo
festejan su común-unión al compartir un mismo pan y un mismo cáliz.
- Destacar que este banquete de amor y unidad está siempre abierto porque es
mesa de fraternidad a la que están llamados todos los hombres y mujeres de todo
tiempo y cultura.
Motivación.
Se presenta un cuadro o lámina de la Última Cena o se acercan todos a la mesa del altar.
-Si se usa la lámina se distribuye una fotocopia por cada equipo y se responden las
siguientes preguntas:
1. ¿Qué ideas les sugiere esta comida llamada la Última Cena? Escribir todas las
reacciones sin debatirlas. Todo lo que le sugiere.
2. ¿Los participantes en esta “Cena”, es decir, en las que se celebran en memoria de
ella, se mantuvieron todos a lo largo del tiempo, aumentaron con los siglos o
disminuyeron?
-Si se acercan a la mesa del altar. El animador pregunta a los participantes colocados
alrededor de la mesa del altar.
1. ¿Qué ideas les sugiere esta mesa de altar? Escribir todas las ideas.
2. ¿Qué significa para la gente de la calle “compartir la misma mesa”?
El animador puede combinar ambas alternativas y sus preguntas, si lo cree oportuno y
luego relaciona las respuestas con el tema que se va a presentar en el desarrollo.
Desarrollo.
El animador presenta como considere más adecuado las ideas clave que se resumen en
el siguiente recuadro.
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Centro de Formación Cívica y Religiosa
Pinar del Río.
Ciclo: La Misa.
Tema 2: La Misa: Banquete de comunión y fraternidad de los seguidores de Cristo.
1. En el encuentro anterior consideramos la Eucaristía como un sacrificio. Como el
Sacrificio por excelencia. Es decir como la ofrenda de la vida de Cristo por la
redención del género humano. Hoy vamos a considerar otra dimensión,
igualmente importante, de la Misa: su carácter de comida de familia y fiesta de
fraternidad abierta a todos.
2. La Misa es un banquete de unidad, porque convocados por la Palabra de Dios y la
Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, encontramos la fuente de nuestra
comunión (Común-unión) en Cristo y la gracia para alcanzarla y vivirla a pesar de
nuestras limitaciones y pecados.
3. La Eucaristía es mesa de comunión, porque el mismo Cristo dijo: "Si vas a
presentar tu ofrenda ante el altar y te acuerdas de que tu hermano tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, vete y reconcíliate con tu hermano y luego
ven y presenta tu ofrenda.”(Mt. 5,23-24). Esta Palabra del Señor relaciona
íntimamente la reconciliación, el perdón y la comunión con los hermanos, con la
reconciliación, el perdón y la comunión de Dios y con Dios. En efecto, los que
participan en la Misa aceptan el compromiso de tratar de vivir en comunión con
Dios, con los demás hombres, con la naturaleza y consigo mismo.
4. Al “compartir una misma mesa” estamos diciendo con un signo sagrado que
estamos dispuestos a compartir nuestra vida y la vida de este mundo con todos los
hombres, nuestros hermanos. Esa unidad no se logra buscando la uniformidad de
criterio, de acción, de opinión, sino se logra en el consenso de la diversidad que se
encamina hacia la creación de una familia humana que es rica y próspera
precisamente porque acepta y ama a personas muy diversas entre sí pero que
desean trabajar juntas por el bien común.
5. Al compartir “un mismo pan y un mismo cáliz” estamos recibiendo la misma Gracia
sacramental, es decir, el mismo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, que
inauguró con su última cena una nueva forma de relacionarse: el servicio. Una
nueva forma de quererse: hasta dar la vida por los amigos. Una nueva forma de
recordarse: compartiendo una mesa en conmemoración suya.
6. La Misa es, pues, banquete del servicio, de la entrega y de la memoria cristiana.
Dichosos los llamados a la Cena del Señor. Pero cuidado, porque no es una dicha
“suave”, es dicha y compromiso. Es alegría que brota del sacrificio asumido
libremente. Es gozo que brota del sentido que el servicio a los demás da a la
entrega de ese sacrificio “hasta el final”. La Eucaristía es fiesta de comunión en la
que los hermanos nos unimos en la más estrecha intimidad con el Creador,
mediante el Salvador, gracias al Espíritu Consolador.
7. En ningún otro momento de la vida cristiana la comunión de la Iglesia se hace más
efectiva y eficaz. Nunca es más patente, sólida y real, porque los que “comemos
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de este pan y bebemos de este cáliz” nos hacemos una sola carne y un solo
espíritu con Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico que somos todos los invitados a la
Mesa del Señor en la que formamos una sola familia “desde donde sale el sol
hasta el ocaso”
8. Esta unión mística y real, es Sacramento y Testimonio de la unidad que Dios
quiere para todo el género humano y “adelanta”, de forma misteriosa, la comunión
de la familia universal sin distinción de sexo, edad, raza, cultura, creencias,
opciones filosóficas o políticas.
9. Por eso la Eucaristía es comida y fiesta a la que todos los hombres y mujeres del
mundo están invitados a participar. La comunión verdadera no enquista sino envía,
no encierra sino libera energías para la misión. Es más, la Eucaristía es la fuente y
la fuerza de toda misión evangelizadora. Los cristianos saben que la unión íntima
con Cristo los hace partícipes de su amor, de su caridad sin fronteras, que los
apremia a salir al encuentro de todos los hombres a los que considera hermanos
por compartir la misma naturaleza humana, la misma vocación a la trascendencia
y al encuentro con Dios y el mismo destino feliz unidos en la casa del Padre.
10. Comunión y misión: He aquí los dos ejes de la vida de la Iglesia. Ambos
encuentran en la Eucaristía su origen, su cima, su fuente y su culmen. La Misa es
sacrificio y banquete al mismo tiempo, Cruz y Fiesta de la Pascua de Cristo,
intimidad mística y lanzamiento misionero para sus seguidores, memorial de la
muerte y la Resurrección de Cristo y al mismo tiempo ara y mesa sobre la que se
ofrecen la pasión de los pueblos y su vocación a la gloria; sobre ella cobran
sentido las penas y alegrías de su realidad inmanente y la purificación y el destino
de su vida trascendente.
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Ejercitación.
1. ¿Qué hacer para que nuestra participación en la Eucaristía contribuya a la
comunión entre los miembros de la Iglesia de Cristo?
2. ¿Qué hacer para que nuestra participación en la Eucaristía contribuya a nuestra
apertura hacia todos los hombres nuestros hermanos y hacia todos los ambientes
donde debemos compartir su vida y nuestra fe?
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Centro de Formación Cívica y Religiosa
Pinar del Río
Ciclo: La Misa.
Tema 3: La Misa: Sacramento de nuestra fe y alimento para el Camino.
Objetivos:
-
-
Presentar a la Eucaristía como el sacramento de nuestra fe porque en ella “vemos”
y “tocamos” bajo las especies de pan y vino a Jesucristo, al que adoramos por la
fe diciéndole “Señor mío y Dios mío”.
Destacar que la Eucaristía es el Pan de la Vida, alimento para el Camino de los
seguidores de Cristo hasta llegar a la Casa del Padre y Pan para la vida del
mundo.
Motivación.
Una opción:
Se dividen por equipos. A cada grupo se entrega el anexo con la lectura.
1.
2.
3.
Leer la historia de San Tarcisio, mártir de la Eucaristía, que aparece en el anexo.
Contestar las siguientes preguntas:
¿Por qué San Tarcisio iba a llevarle la Eucaristía a los que iban a morir por la fe?
¿Qué nos enseña esta historia? ¿Qué significa ser mártir?
Se comparten en plenaria las respuestas y el animador las relaciona con los
objetivos del tema de hoy.
Otra opción:
1. Se dividen en tres grupos con tres diccionarios ( o uno que se rota). Si es una
Enciclopedia traer los tomos correspondientes a las letras S, F y V, y dar uno a
cada grupo.
2. Buscar el significado de: Equipo 1: Sacramento
Equipo 2: Fe
Equipo 3: Viático
3. Se presentan los significados en plenaria. El animador los completa o corrige y
presenta el tema de hoy.
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Centro de Formación Cívica y Religiosa
Pinar del Río
Ciclo: La Misa.
Tema 3: La Misa: Sacramento de nuestra fe y alimento para el Camino.
1. La Eucaristía es sacrificio, banquete y alimento al mismo tiempo. Podemos vivir de
este Pan. Jesús fue claro en ese aspecto: “Yo soy el Pan vivo bajado del Cielo. El
que coma de este Pan vivirá para siempre. El Pan que yo daré es mi carne, y la
daré para la vida del mundo. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida
eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera comida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece
en mi, y yo en él. El que coma de este Pan vivirá para siempre” (Juan 6, 51-58).
2. Jesús distingue el pan del desierto del Pan de Vida, es decir, el pan común “que
se come hoy y mañana tendremos hambre” y el Pan que es Él mismo que se nos
da como comida espiritual. He aquí la primera distinción que, según nos
enseñaban los antiguos catecismos de niños, debíamos hacer para recibir la
Primera Comunión. Es, en verdad, una distinción de fe. Se necesita la luz de la fe
para ver a Jesucristo bajo las especies de pan y vino.
3. Fe es creer en algo que no vemos pero que aceptamos por la confianza que
depositamos en quien nos lo ha revelado. Si tenemos evidencias explícitas de algo
ya no necesitamos fe. Creer porque vemos evidencias es comprobar no hacer un
acto de fe. Hay cosas que son comprobables físicamente porque pertenecen al
mundo de lo material y hay cosas que son incomprobables físicamente porque
pertenecen al mundo de la fe. Por eso Cristo le dice a Tomás: “Ven, mira mis
manos; extiende tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino
creyente” (Juan 20, 27). Y después que Tomás hace su profesión de fe diciendo:
“Señor mío y Dios mío”, el Señor le dice una frase que guarda hasta hoy toda su
vigencia: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Juan 20, 29)
4. Por eso la verdadera fe es la que cree sin ver, sin tocar, sin palpar. Cree porque
confía, porque pone su confianza en aquel en quien cree. Por eso la fe no puede
alimentarse de milagrerías que intentan hacer evidente, visible a Lo Invisible. Los
milagros son “signos”, “señales” de fe y no comprobaciones materiales de la fe. La
de no se alimenta de milagrerías sino de la Eucaristía. “Este es el sacramento de
nuestra fe”.
5. El que cree que este es el Pan vivo que ha bajado del Cielo, crece en su fe y “vive
de vida eterna”. Mientras más se confía más crece la confianza. Una sola duda del
que desconfía puede matar la confianza. El hombre cristiano “vive de su fe” y
“sabe en quien se ha confiado”. Él sabe qué significa en su vida cotidiana el Salmo
que dice: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor” y también
sabe lo que significa en la vida de un pueblo aquel otro Salmo que dice: “Dichosa
la nación cuyo Dios es el Señor”
6. La Eucaristía es alimento para nuestra fe. Aún más, es “el sacramento de nuestra
fe” como lo proclama el sacerdote inmediatamente después de la consagración del
Pan y el Vino en la Misa. Sacramento quiere decir: “Signo visible y sagrado” que
nos comunica algo invisible que es la Gracia de Dios, es decir, su Vida misma. Es
un gesto material que nos comunica lo Transcendente de la Vida de Dios. Los
sacramentos expresan visiblemente lo que verdaderamente “significan” (de signo)
profunda y espiritualmente.
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7. En el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “los sacramentos están
ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo
y, en definitiva a dar culto a Dios, pero como “signos” también tienen un fin
instructivo”. Los sacramentos “no solo suponen la fe, también la fortalecen, la
alimentan y la expresan con palabras y acciones; por eso se llaman sacramentos
de la fe.” (Catecismo no. 1123)
8. La Eucaristía es, por excelencia, el sacramento de nuestra fe. Supone la fe, pero si
creemos en la presencia real y sacramental de Cristo en la Eucaristía, entonces
nuestra fe se fortalece y se alimenta de ese Pan que da Vida con mayúscula. Los
sacramentos son signos visibles que nos comunican una realidad invisible. En la
Eucaristía los signos son el pan y el vino, la realidad invisible pero, en fin de
cuentas, realidad es Cristo muerto y resucitado, glorioso y sacramentado, es decir,
actuando bajo el signo que Él mismo escogió para quedarse entre nosotros: la
fracción del pan.
9. Los que regresaban de Jerusalén y hacían el camino desanimados y descreídos
sintieron arder su corazón y reconocieron a Jesús al partir el pan. Desde entonces
la fracción del Pan no solo alimenta nuestra fe “para reconocer a Jesús” en los
hombres y mujeres que hacen con nosotros los caminos de este mundo sino que
también es viático que alimenta nuestra esperanza en ese mismo camino y que
nos llega a conducir al “caer de la tarde” hasta Aquel que es el Camino, la Verdad
y la Vida.
10. La Eucaristía es “viático”, es decir, sustento para la vía, alimento para el camino,
provisión para no cansarnos, suministro para superar las dificultades del trayecto
hasta la Casa del Padre. Es por ello que desde los mismos inicios de nuestra fe
los primeros cristianos arriesgaban hasta su propia vida, como el adolescente
Tarcisio, para llevarle a los que iban a dar testimonio de Cristo derramando su
sangre, el Pan del Camino, o también llamado el Pan de los Fuertes.
11. En nuestro caminar de cada día, de cada semana, debemos alimentarnos con el
Pan del Camino, para que no desfallezcamos entre las tentaciones del mal, para
no dejarnos arrastrar por el ambiente, para no dejarnos paralizar por el miedo,
para no dejarnos encerrar en nuestro egoísmo. Al participar en la Eucaristía cada
domingo, o cada día, nos proveemos del Alimento necesario para liberarnos de las
ataduras propias y ajenas y perseverar en la fe. Por este testimonio de
perseverancia cotidiana se puede caminar hasta el Testimonio supremo del
martirio.
12. La Eucaristía es el Pan de los Fuertes, por ello, si la vivimos intensamente, nos
llenaremos de la Gracia necesaria para perseverar en la fe tanto en el martirio civil
que es aquel en el que cada día morimos a algo que nos empobrece como seres
humanos, morimos al pecado y a la maldad, y vivimos para defender y anunciar la
verdad, la justicia, la libertad y el amor. Este martirio civil incruento encuentra su
alimento en la Eucaristía frecuente y así, por ese camino Dios puede llevarnos
hasta el Testimonio supremo de amarlo “harta el extremo” de dar la vida. Este
martirio cruento sería imposible sin haber recorrido el otro camino martirial
cotidiano y aún más imposible sin el “Alimento que nos salva”
13. Este “Alimento que nos salva” es también “pan para la vida del mundo” como lo
dice el mismo Jesús en Juan 6, 51. Jesús es viático para la vida de la sociedad.
Nosotros, al recibir a Jesús sacramentado, debemos convertirnos en “hostias
vivas”(Rom. 12, 1-2) para renovar, transformar, alimentar la vida de este mundo.
La Eucaristía no es solo sacramento de nuestra fe personal, es también, y al
mismo tiempo, pan de comunión para la vida de la Iglesia y pan de fraternidad
para la vida del mundo.
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14. La Iglesia encuentra en la Eucaristía el alimento para alcanzar su plena comunión,
su unidad en la diversidad, su íntima comunión con el Maestro. La Iglesia vive de
la Eucaristía, vive por ella, vive en ella y existe para la Eucaristía. Para adorarla y
repartirla, para entregarse y testimoniarla hasta el final de los tiempos.
15. El mundo tiene hambre y sed de justicia. La Eucaristía puede saciar esa hambre y
esa sed. Hay un libro muy interesante llamado “La Misa sobre el mundo”, baste su
solo título para tratar de imaginar que cada vez que se celebra la Eucaristía, el
mundo, todo él, con sus penas y bellezas, con sus alegrías y angustias, con sus
esperanzas y proyectos, debe ser traído a los pies del altar. Aún más, debe ser
ofrecido sobre el altar. Todavía más, la Eucaristía debe llegar al mismísimo
corazón del mundo, de nuestro mundo tal cual es, para mejorarlo, redimirlo,
renovarlo, salvarlo desde dentro, como la sal, como el fermento, como la luz, como
el soplo de aliento.
16. Cada cristiano que reciba la Eucaristía recibe la vocación, la llamada apremiante,
de ser Pan de Eucaristía en el corazón del mundo, Pan de vida en el seno de la
sociedad. De modo que la Misa no se celebre sólo sobre el mundo sino desde sus
mismísimas entrañas. Por eso en una de las plegarias eucarísticas más bellas y
comprometedoras decimos: “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria
humana, inspíranos el gesto y la palabra oportunos ante quien se siente solo y
desamparado. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de amor, de justicia y de paz,
para que todos puedan encontrar en ella un motivo para seguir esperando.”
(Plegaria Eucarística V/b).
17. He aquí un exigente y entusiasmante programa eucarístico para nuestra vida
personal y social. Que en lo adelante no nos perdamos en el rito y las partes de la
ceremonia y no olvidemos que todos esos signos nos deben conducir a este
programa de vida, esencia y fin de la Eucaristía que es en fin, el Memorial de la
entrega de Cristo que es más que “el templo”, más que “la ley” y más que “el
sábado”, los tres signos y ritos más “sagrados” de su tiempo. El vino a traer la vida
nueva donde “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”.
Esto significa hoy que tengamos presente que la Eucaristía Memorial de la Vida de
Cristo y sacramento de nuestra fe, debe ser alimento para transformar y purificar
las costumbres y toda la cultura para ponerla al servicio del crecimiento humano
integral, es decir, al servicio de la salvación trascendente de todo hombre y de
todo el hombre.
Historia de S A N T A R C I S I O
Una noche, cerca del circo romano, un niño de casi 12 años se escurría por entre las callecitas y
matorrales para llegar hasta uno de los calabozos, donde un joven cristiano que estaba preso por
seguir a Jesucristo esperaba para enfrentarse a los leones o a los luchadores llamados
gladiadores.
Tarcisio apretaba fuertemente contra su pecho un tesoro que llevaba dentro de una palomita de
barro, como era la costumbre en aquellos tiempos. Nada ni nadie podía arrancarle aquello que con
tanto cariño y respeto le habían encargado las personas mayores de su comunidad cristiana. Ellos
le dijeron que era de vida o muerte llegar hasta el hermano, que necesitaba aquel alimento para
poder mantener la fuerza en el combate y morir valientemente sin renegar de su fe en Cristo.
—¿Qué haces ahí, muchacho atrevido? —gritó fuertemente un soldado romano mientras lo
empujaba contra una de las paredes de la prisión.
—Nada Señor, pasaba por aquí y trataba de encontrar caracoles junto a estas viejas piedras —
dijo Tarcisio metiendo entre los pliegues de su túnica la palomita de barro.
Al ver el gesto, el guardia le dijo:
—¿Qué llevas ahí, pícaro, dinero que seguramente has robado... o quizá sea la merienda que
te dieron para acostarte?
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—No robo, Señor, y mis padres son pobres, no tengo merienda para la noche —afirmó el niño
mientras corría por el borde de la piedra que rodeaba la cárcel. El guardia se abalanzó tras él y
halándole la túnica hizo que cayera de un traspiés. En su mano apareció por un segundo la
palomita de barro que no llegó a tocar el suelo.
—¡Una paloma de barro! —dijo el guardia burlándose. “Seguro que es un juguete ajeno”
¡Dámela y te dejaré ir!
—Primero muerto, Señor, es un alimento que debo llevar a mi hermano que está en la cárcel y
no puedo entregarlo a nadie más —explicó Tarcisio con ganas de llorar. Pero reponiéndose, se
levantó, y colocando la paloma apretada junto a su corazón. Dio la cara y preguntó al guardia:
—¿No podría llevar el último alimento a mi hermano? Mañana temprano tendrá que enfrentar a
los leones.
—¡Alimento en esa palomita de barro! ¿Qué alimento es ese que dará tanta fuerza a tu
hermano? ¡Enseñámelo y te dejo pasar!... a lo mejor puedo pasar el frío de la noche con ese
alimento tan fuerte... —dijo el guardia acercándose a Tarcisio.
El niño retrocedió y abriendo el pecho de la palomita enseñó la hostia consagrada que llevaba
de comunión al hermano en la fe.
—¡Vaya qué alimento! Es un pedazo de pan insignificante. Con eso no podrá ni caminar hasta
el ruedo de arena donde le echaremos los leones. Gritó riéndose el guardia que intentó
arrebatársela de la mano.
Tarcisio alzando su frente llena de sudor frío, apretó la palomita que servía de sagrario a la
Hostia Santa y mirando a la cara del guardia le dijo de un tirón:
-¡No es un pan cualquiera. Es el Pan de Jesús. Es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este es el
Pan de la Vida. Comida de los fuertes y alimento para el Camino. Todo el que coma este Pan con
fe podrá enfrentar lo peor con valentía y esperanza!
El guardia había sacado ya su espada lleno de la furia que domina a los que no son valientes
frente a la verdad dicha por un niño:
-¡Eres uno de esos cristianos que anda confundiendo a la gente con sus leyendas. De esos que
no roban, ni pelean, pero a quienes hay que arrancar la vida para que no digan más nunca su
verdad! Ahora verás donde van a parar tu pan y tu paloma...
Y le dió un fuerte golpe en la mano con la empuñadura de la espada.
Pero Tarcisio no soltó su tesoro. Cayó al suelo del golpe y, aprovechando, el guardia se le echó
encima y con el puño dorado de la espada le dio sobre la frente.
Un hilito de sangre llegó a los ojos de Tarcisio que apretó contra su corazón el Pan de la Vida y,
perdonando a aquel soldado, pareció desmayarse.
Asustado por lo ocurrido, el guardia lo sacudió dos o tres veces para ver si reaccionaba, pero la
cara serena y pálida del niño no le dejó dudas. Tarcisio estaba muerto.
Entonces trató el soldado de sacar del pecho la mano fuertemente apretada sobre la palomita
de barro... pero dicen los que por allí pasaban que era imposible abrírsela.
Yo llegué al amanecer, porque mi hermano menor no había regresado aquella noche a casa.
Entre el yerbazal cercano al muro del Circo, me encontré la espada ensangrentada del guardián
desconocido...y más adelante, con su frente llena de la luz del alba y sus pies descalzos, yacía
Tarcisio. En su mano, como de hombre grande, estaba intacta y dormida la palomita de barro.
Mientras me arrodillaba para abrirla, escuché tras el muro la algarabía de los romanos que
gritaban sin pensar al cristiano que iba a morir.
El Pan de la Vida corrió de mano en mano, por entre algunos que se distinguían de la multitud
porque no gritaban, sino que musitaban una plegaria de perdón. Pudo alcanzar al hermano en el
último tramo del pasillo antes de entrar a la arena del Circo.
En las entrañas de la tierra de las afueras de la ciudad, la comunidad cristiana llevaba a San
Tarcisio entre los brazos y desde entonces, sobre la piedra que cubrió su descanso, todas las
mañanas los cristianos celebran la Cena donde el Pan de Vida, que es Cristo, fortalece los pies
descalzos de todos los niños que tienen valor para alzar la frente bajo el peso de la espada.
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Ejercitación
1. ¿Qué hacer para que la Eucaristía dominical sea verdaderamente Viático para dar
testimonio civil durante la semana?
2. ¿Qué hacer para que la Eucaristía que recibimos nos convierta en “pan para la
vida del mundo y la Iglesia pueda ser, entre nosotros, un motivo para seguir
esperando, es decir, para luchar por la justicia y la paz, sin desesperarnos?
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PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: LA MISA.
TEMA 4: La Misa: Ofrenda permanente de la vida.
OBJETIVOS:
Presentar la Misa como fundamento y confirmación de toda la vida de los cristianos para
que nuestra existencia cobre sentido de fe pascual y toda nuestra cotidianidad se nutra de
la gracia de este sacramento.
Mostrar que la Misa esa ofrenda permanente puede cooperar en la redención del mundo,
de nuestra sociedad, pues su gracia es capaz de generar compromisos y actitudes en los
cristianos para la transformación de sus propias vidas y del mundo en el que vive
MOTIVACIÓN:
El animador divide el grupo en equipos y les presenta el siguiente sociodrama que
encarga a dos participantes para que lo preparen.
Julia: Buenos días Pedro ¿cómo estás?
Pedro: Mal y tú.
Julia: Yo bien, pero que te pasa.
Pedro: Chica, no le encuentro sentido a nada, toda mi vida se reduce a vivir por
vivir no puedo prosperar y hasta la esperanza he perdido.
Julia: ¿Por qué no vienes el domingo a la Misa?, yo tengo también muchos
problemas pero cuando entro al templo se me olvidan todos y me siento tan
bien.
Pedro: No me digas Julia y cuando sales,¿ que haces para enfrentar la realidad en
la que vives?
Julia: No, yo trato de ir viviendo hasta el otro Domingo.
Pedro: Perdona Julia, yo no puedo ir a la Misa si después no puedo resolver mis
problemas.
Julia: Bueno Pedro tu te lo pierdes, Chao.
Pedro: Gracias Julia, que tengas un buen día.
Preguntas para los equipos:
1. ¿Qué te sugiere esta conversación.?
2. ¿Por qué crees que Pedro denegó la invitación de Julia.?
Plenaria de los equipos el animador resume las ideas, presenta los objetivos del
encuentro con sus palabras y comienza el desarrollo del tema.
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PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: LA MISA.
TEMA 4: La Misa: Ofrenda permanente de la vida.
1. La Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana (LGII). En ella se presenta
toda la vida humana para ofrecerla, dar gracias por ella iluminarla y fortalecerla.
2. En la Misa el sacerdote dice “Haznos ofrenda permanente para que gocemos de
tu heredad junto con tus elegidos...”. la Eucaristía es ofrenda permanente de la
vida cuando, en la celebración de este sacramento, reviso y asumo mi vida, las
limitaciones que provocan que cometa pecados, las actitudes negativas, las
actitudes positivas, las tristezas, las alegrías, los proyectos y esperanzas... Todas
son llevadas ante el altar, presentadas y compartidas, en comunión con el
sacrificio de Cristo, que da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de
unirse a su Ofrenda perenne.
3. La Misa lejos de ser una ostra donde se encierran las personas que profesan su fe
es canal por el cual se comparte y se presenta al Señor toda la realidad personal,
familias, social, internacional, eclesial, para iluminarlos a la luz de la Palabra de
Dios y proponer cambios y proyectos concretos para los cristianos con el fin de
que se haga más coherente el testimonio de fe-vida que debemos presentar ante
el mundo.
4. A la vida de los fieles, su alabanzas, sus oraciones y su trabajo se unen a los de
Cristo y a su ofrenda total y adquieren así un valor nuevo. La Misa es ofrenda
permanente porque en ella se recogen todas las intercesiones, las súplicas, las
realidades del mundo. En ella se vive la pasión del mundo junto a la pasión de
Cristo. Se está, con Cristo,
en comunión con el mundo, mostrando la
universalidad de la fe católica.
5. Los sacrificios de la vida, los obstáculos que se nos presentan para seguir nuestro
camino de liberación. Las veces que sufrimos sin razón por el pecado personal o
estructural de otros, las veces que sufrimos con culpa por nuestros pecados. Las
veces que sufrimos por ofrecer algo de nuestra vida por los demás son hechos
que asumidos libremente y puestos sobre el altar se convierten en la ofrenda
permanente de nuestras vidas, “ sacrificio agradable a los ojos de Dios y
salvación para todos los hombres” porque se unen al único sacrificio redentor que
es el de Cristo pero que Él ha querido que seamos copartícipes de esa obra
salvadora.
6. Para que la Misa sea ofrenda permanente de nuestras vidas es necesario que la
gracia que recibimos de este sacramento nos inspire a comprometernos en el
mundo, para comunicarle a otras personas la buena noticia de Jesús. No puede
reducirse la fe a los ámbitos del templo solamente porque se limitaría su vivencia y
perdería sus verdaderas dimensiones.
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7. El compromiso de continuar la Eucaristía en la vida cotidiana, prolongando el
sacrificio de Cristo con los sacrificios de nuestra vida es clave, para poder hacer
legítimo y creíble, a los ojos de Dios y a los ojos de los demás hombres, la
construcción del reino de justicia y paz. Esta es nuestra vocación y nuestra misión.
Como no podemos hacerlo solos ofrecemos nuestras vidas a Dios “por Cristo, con
Él y en Él”. Así vocación y ofrenda preparan para la misión y le dan sentido y
eficacia.
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EJERCITACIÓN:
¿Qué recomendaciones harías para que los cristianos podamos hacer de la Misa una
ofrenda permanente de nuestras vidas hoy en Cuba?
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PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 5: Partes de la Liturgia Eucarística y Símbolos Principales.
OBJETIVOS:
Conocer las partes de la Misa y algunos lugares para su celebración y lo utilizado para su
celebración.
MOTIVACIÓN:
En uno de los temas de este ciclo, hemos visto que la Misa es un banquete de hermanos.
¿Qué hacemos cuando invitamos a un grupo de amigos a una comida en nuestra casa
(antes, durante y después de ella)? ¿Qué hacen los invitados?
Vamos enumerando cada una de las cosas que se digan en una pizarra. Luego veremos,
durante el desarrollo de este tema cómo se asemejan estas cosas a casa una de las
partes de la Misa.
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PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 5: Partes de la Liturgia Eucarística y Símbolos Principales.
La Misa es la Asamblea del Pueblo de Dios, que se reúne para celebrar el Memorial de la
Muerte y Resurrección de Jesucristo, es el banquete de comunión y fraternidad de sus
seguidores, sacramento de fe y alimento para el camino, ofrenda permanente de la vida y
acción de gracias por toda ella.
Antes de celebrar hay que preparar. Se prepara el lugar de reunión y todo lo necesario
para la misma; pero también se preparan los que van a participar. Es necesario revisar,
mirar de nuevo nuestra vida, qué hemos hecho o qué hemos dejado de hacer, qué
podemos ofrecerle a Dios y a nuestros hermanos, no sólo los que estarán con nosotros en
la celebración sino a todos aquellos con los que compartimos nuestra vida diaria. Para
ello es importante la reflexión y la oración antes de la Misa ya sea en nuestra casa o al
llegar al templo.
La Misa, propiamente dicha, podemos dividirla en cuatro partes:
1.
2.
3.
4.
Ritos de entrada.
Liturgia de la Palabra.
Liturgia de la Eucarística
Ritos de despedida.
Los ritos de entrada permiten constituir la Asamblea como comunidad de los hijos de
Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo que se acoge mutuamente a través del saludo, asume
una actitud de conversión y reconciliación expresado por el rito penitencial, alaba a Dios
con alegría y confianza y recoge todos los sentimientos e intenciones para esta
celebración, preparándose así para escuchar la palabra de Dios como condición esencial
para participar efectivamente del sacramento eucarístico.
La Liturgia de la Palabra tiene tres pasos:
a) Proclamación y escucha.
b) Actualización a través de la homilía.
c) Respuesta por la profesión de fe y la oración de los fieles.
Toda la Misa es un diálogo con Dios, pero especialmente la Liturgia de la Palabra en la
que el mismo se da a todos los niveles: individual, comunidad eclesial y comunidad civil.
De la Palabra se pasa al Sacramento. De lo que da un sentido distinto a cada Misa, o sea,
las diferentes lecturas, pasamos a lo que hace que cada Misa sea igual y fundamental, o
sea, el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Jesús, el día antes de su pasión.
23
-
tomó el pan y la copa.
dejó la acción de gracias.
partió el pan.
y lo dio a sus discípulos.
Nosotros, hacemos lo mismo en la Liturgia Eucarística y por ello consta de cuatro partes:
a)
b)
c)
d)
Preparamos el pan y el vino en la presentación de las ofrendas.
Decimos la acción de gracias en la plegaria eucarística.
Partimos el pan en la fracción.
Y lo repartimos en la comunión.
Para finalizar se realizan los ritos de despedida que son simples y breves, pero llenos de
una intensa significación ya que se invoca sobre la Asamblea la fuerza y la bendición
porque lo que se ha celebrado contribuye en su vida cotidiana con la gracia y la paz del
Señor y que de esta forma podamos cumplir los compromisos que hemos hecho para
hacer de nuestra vida una Eucaristía permanente.
-
Asumiendo y transformando la realidad que vivimos.
Realizando obras de justicia y caridad.
Solidarizándonos con las tareas y luchas de los hombres.
Entregándonos en el servicio a los demás, especialmente a los más
necesitados.
La Misa no sólo es una expresión intelectual, es una celebración gozosa y total de la
presencia y actuación del Señor en y para su pueblo. Por eso la participación corporal
tiene función decisiva en la celebración.
La fidelidad o la unidad del ser humano exige que cuerpo y mente no sean disociadas en
la oración. La liturgia es contemplación interior, personal, pero no se reduce a eso. La
verdadera alabanza a nuestro Dios reside en el corazón, pero hay que proclamarla con
los labios, con gestos y actitudes que comuniquen y manifiesten la fe, la alegría, la acción
de gracias y la unidad de modo visible.
Las acciones, los gestos, los símbolos litúrgicos tienen un significado objetivo que hay que
conocer y celebrar, expresando por una parte los sentimientos de culto de los fieles y por
otra los fomentan y facilitan.
Lugares para las celebraciones litúrgicas:
Templo: Edificio en el que se reúne la comunidad para escuchar la Palabra de
Dios, orar unida, recibir los sacramentos y celebrar la Eucaristía.
Significado: Signo de la Iglesia peregrina e imagen de la Iglesia celestial.
Cátedra: Puesto de Obispo en la Iglesia Catedral.
Significado: Signo del magisterio y de la potestad del pastor de la Iglesia particular
y signo de la unidad de los creyentes en la fe.
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Los Vasos Sagrados.
El Cáliz y la Patena: Vasos destinados a ofrecer, consagrar y sumir el pan y el vino.
Uso Litúrgico: Celebración de la Eucaristía.
Vestiduras Blancas:
Alba: Vestido común para todos los ministros de cualquier grado; se ciñe, si es
necesario, a la cintura.
Uso litúrgico: En todo tipo de celebraciones.
Casulla: Vestido propio del sacerdote.
Uso Litúrgico: En la Misa y en otras acciones sagradas relacionadas con ella.
Dalmática: Vestido propio del diácono.
Uso Litúrgico: En las celebraciones en las que el diácono actúa como tal.
La Estola: Pieza que el sacerdote lleva alrededor del cuello, y el diácono atravesada,
del color de la casulla.
Uso Litúrgico: En la Misa y en otras celebraciones.
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EJERCITACIÓN.
1- Se agrupan en equipos y observan un Misal y varios leccionarios y formulan
preguntas a partir de los mismos.
2- Plenaria en la que el animador responde las preguntas y advierte que muchas de
ellas se aclararán a lo largo del ciclo.
3- Breve evaluación del encuentro.
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PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 6: Ritos de entrada.
OBJETIVOS:
Conocer el significado del Rito de Entrada para participar mejor en él.
MOTIVACIÓN:
Se sugiere que el animador divida la motivación en dos partes, una primera parte para
introducir la reflexión sobre el canto de entrada, la señal de la cruz, y el saludo inicial. Y
una segunda, que se hace a mitad del encuentro, parte relacionada con el acto
penitencial, el Gloria y la oración colecta.
Primera parte: El animador pide que levanten la mano, por un lado los que piensen que la
Misa es un lugar para venir a tomar distancia del mundo y olvidarnos por un rato de los
problemas que tenemos para estar a solas con Dios, y por otro lado los que piensan que
la Misa es un lugar para reflexionar sobre nuestros problemas y nuestras preocupaciones
para encontrar alivio o solución en presencia del Señor.
Los miembros de cada grupo de opinión (debe tenerse en cuenta que puede haber
terceras opiniones), deberán argumentar su postura.
Luego de 10 minutos de debate el animador resume las opiniones y ayudando a darse
cuenta de lo que no lo es.
Segunda parte:
El animador pide a los participantes testimonios sobre la oración de intercesión, por
ejemplo pregunta:
¿Quién de ustedes recuerda la experiencia de haber rezado por alguien?
¿Qué sintieron en ese momento?
¿Saben si alguna vez alguien ha rezado por ustedes?
¿Qué han sentido?
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CICLO 20: La Misa.
TEMA 6: Ritos de entrada.
En el rito de entrada la persona y la comunidad entera entra en el misterio de la
participación del Cuerpo y la Sangre de Cristo. La persona, que viene es Dios
misericordioso.
Canto de entrada: Cantar es rezar dos veces, se dice. El canto de entrada es la oración
que acompaña la procesión de entrada. El sacerdote y los servidores del altar entran
desde la puerta, significando que cada persona viene a la mesa del señor desde la calle,
desde sus problemas y bienestares, desde sus penas y sus alegrías. Cada cual vine con
su saco al hombro para ofrecerlo como sacrificio en el altar del señor, dar gracias por la
vida y al mismo tiempo iluminarla y hacerla florecer. La postura de pie es la del que entra
en algo solemne, para lo cual el corazón, la mente y todo el cuerpo deben estar atentos.
Es el momento de dejar los agobios y las cargas, no olvidándose de ellas, sino
haciéndolas a un lado para gozar del encuentro con Dios. Es el momento de tranquilizar
la mente desordenada casi siempre por la vorágine de preocupaciones y vivencias y
ponerla a la escucha de Dios y su Palabra. Es el momento de ambientarse
espiritualmente. Cuando el sacerdote llega al altar lo besa. En el altar normalmente se
guarda una reliquia de algún mártir. Esta reliquia quiere actualizar de alguna manera la
realidad de los primeros altares, que eran las tumbas de los mártires, es decir, de los que
habían muerto por ser testigos de la fe. Besar el altar que es signo de Cristo, significa
venerar su sacrificio y el de los mártires que murieron por Cristo, y confiar en su eficacia.
En las fiestas o misas de especial solemnidad un acólito lleva el incensario delante de la
procesión inicial, el sacerdote, al llegar al altar lo inciensa, también el retablo. El incienso
representa la presencia del Espíritu y es signo de bendición. Su olor invita al recogimiento
y la oración. Esta tradición viene de muy antiguo, el incienso era regalo de homenaje a los
reyes.
Señal de la cruz: La Misa, como toda la vida del cristiano y de la Iglesia, comienza en el
nombre de Dios, la señal de los cristianos es el signo de la fe en la redención ganada a
través de la cruz. El signo de la presencia entre nosotros del Reino que Cristo fundó. Es el
momento de ponerse en presencia de Dios, tal como Él nos ve, tal como somos.
Saludo inicial: Consiste en un saludo tomado de las Cartas de San Pablo (La gracia de
nuestro Señor Jesucristo...) o en una admonición de entrada (El Señor esté con vosotros)
a lo que se responde (Y con tu espíritu). Este saludo hace consciente el sentido de
comunidad, de Asamblea que se reúne en torno a Dios, o sea Asamblea Eclesial, en la
que todos interceden por todos, en comunión también con todos los santos que son
también parte de la Iglesia. Es el momento
de ubicar la celebración en el punto del camino de la vida (la propia o la de la comunidad,
la patria o el mundo) en donde nos encontramos, tomando tal vez como referencia los
momento que han sido o están siendo cruciales: bautismo, comunión, bodas, graduación,
difuntos.
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Acto penitencial: El acto penitencial se puede realizar en tres fórmulas distintas. En cada
una la invitación (antes de celebrar estos sagrados misterios...) nos pone ante la realidad
del misterio de Dios misericordioso que nos trasciende. Luego se hace una pequeña
pausa de silencio para que cada persona se acuerde de sus pecados y de los demás y
pida perdón. Ante la presencia de Dios, la primera sensación del hombre de religiosidad
madura es el estupor, el asombro, que viene acompañado del reconocimiento del pecado
propio y colectivo, del que cometo y del que cometen contra mí o contra otros. Luego se
reza una de las tres fórmulas u oraciones penitenciales; en las tres la persona se
reconoce públicamente pecadora y clama al Dios misericordioso que se entregó por
nosotros el perdón de los pecados. En las primera fórmula (Yo confieso...) se pide
explícitamente la intercesión de la comunidad ante para que Dios perdone los pecados de
cada uno (en las otras dos está implícito). La postura de pie, con golpes en el pecho
ayudan a que la mente y el corazón se examinen y reconozcan las culpas, esta postura
indica humildad y arrepentimiento. Recordemos que golpearse el pecho sale ,muchas
veces espontáneamente cuando estamos hablando de algo muy serio relacionado con
nosotros mismos. Este examen de conciencia en presencia de Dios y de los hermanos de
comunidad hace que las actitudes y actos que constituyen sombras de nuestra vida no
queden fuera de la Misa, sino que se incluyen para arrepentirse de ellos, rezar por su
superación y experimentar el perdón de Dios. La Misa no es un tiempo para pensar en la
solución de los problemas ni para reflexionar sobre el curso de los proyectos de nuestra
vida, es un momento para poner todas esas cosas en la mesa del Señor y alimentarnos
de su palabra y de Él, para luego tener fuerzas para hacer lo primero.
Gloria: Inmediatamente después de pedir y experimentar el perdón de Dios se canta el
Gloria. Para adorar y bendecir la gracia de Dios que nos levanta aun de los peores
pecados, que siempre está a la escucha y viene al encuentro de sus hijos pecadores. La
postura de pie cantando, ayuda a la mente y al corazón a rememorar lo bueno de la vida,
nuestras actitudes buenas (nuestras luces) y todo aquello que vemos que el Señor nos
regala de gratis “a pesar de los pesares”. El gloria es como decirle “Tú si eres bueno,
<<chévere>>, un tronco donde recostarme, eres lo máximo... a pesar de todo lo malo que
tengo en mi vida y que hace un minuto recordaba, ahora me puedo alegrar de lo bueno
que soy gracias a ti”.
Oración Colecta: Tras la invitación (Oremos...) se hace silencio para que cada cual reúna
interiormente sus intenciones que ha traído a la Misa, el sacerdote reza la oración que
colecta, recoge, todas las intenciones personales y de la comunidad, para ponerlas en el
altar. En la oración colecta van todas nuestras intenciones relacionadas con nosotros
mismos, la familia, la sociedad, la comunidad, la Iglesia toda... y aquellas oraciones que
nos han pedido que traigamos a la Misa nuestros vecinos, amigos, compañeros de
trabajo, etc. La postura de pie, recogidos nos ayuda a eso.
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EJERCITACIÓN:
El animador invita a los participantes a hacer un examen personal de cómo cada cual
aprovecha estos momentos de la Misa, y en que debe mejorar para aprovecharlos más.
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PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 7: La Liturgia de la Palabra.
OBJETIVOS:
Conocer la Liturgia de la Palabra para participar mejor en ella.
MOTIVACIÓN:
El animador reparte a cada participante un papelito con un pasaje corto de la Biblia, de
manera que a varios participantes les toque el mismo, y les pide que se pregunten con
que episodio o situación concreta de su vida está relacionado el pasaje. Luego de 5
minutos invita a los que lo deseen a que compartan su reflexión.
El animador concluye haciendo ver que la Palabra de Dios está conectada con la vida de
cada cual y le sirve de iluminación y consuelo. El mismo pasaje puede servir a las más
diversas realidades de la vida personal y social.
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PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa
TEMA 7: La Liturgia de la Palabra.
Las lecturas de cada Misa guardan relación entre sí, y son también afines al tiempo
litúrgico. Cada año se lee un Evangelio distinto. Las lecturas de la Palabra de Dios que
presenta la Iglesia en cada Misa, siguen un hilo conductor, portan un mensaje concreto, a
partir del cual el creyente puede interpretarla y aplicarla a su vida.
Primera Lectura: La primera lectura es siempre tomada de los libros del Antiguo
Testamento o de Los Hechos de los Apóstoles. La postura de sentados, ayuda al reposo
de los sentimientos y del pensamiento que deben ponerse a la escucha atenta. La
Palabra de Dios es “como un cuchillo de dos filos” que penetra hasta lo más hondo de la
vida de las personas, las familias y los pueblos. Al escucharla cada cual se pondría a
hacer preguntas como éstas. ¿Qué me dice esta lectura? ¿Cómo puede cambiar mi vida,
la de mi familia, mi barrio, mi patria?
Al proclamar la Palabra el lector hace un servicio muy importante. Por eso debe leer
despacio y claro. Su voz debe tener un volumen y entonación adecuados para facilita la
comprensión.
Salmo responsorial: Es siempre un salmo o cántico bíblico relacionado con las lecturas
del día. Los participantes a la Misa se unen al cántico y lo muestran rezando juntos la
antífona.
Los salmos expresan la experiencia de la fe del pueblo creyente, al rezarlo en la Misa se
da la respuesta de nuestra vida ante el mensaje recibido. La actitud de atenta escucha y
de sintonía favorecen esto. La postura es sentados.
Segunda Lectura: Se toma siempre de las escritos de los Apóstoles o de los Hechos.
Esta lectura habla siempre de la experiencia de la Iglesia primitiva que anuncia el
Evangelio en el mundo. La postura es sentados y la actitud es de escucha. Son también
imprescindibles en este momento los cuestionamientos sobre la conexión de esta lectura
con la vida, cada cual podría hacerse preguntas parecidas a las de arriba.
Aleluya: Es un canto o antífona que tienen que ver son el mensaje del día. Es el cántico
de aclamación al Evangelio que se acoge en la vida como verdad que libera. Se alaba a
Dios con alegría por su palabra de vida. La postura de pie nos dispone a la escucha
respetuosa y solemne.
Evangelio: El sacerdote se acerca al ambón para leer. En caso de las misas solemnes, el
celebrante principal bendice a uno de los otros ministros del altar (puede ser otro
sacerdote o un diácono) y le encomienda la proclamación del Evangelio. El celebrante
principal echa incienso en el incensario y el ayudante que lo lleva, junto con los de los
ciriales, custodian al lector en el ambón. Todos estos signos tratan de comunicar la
solemnidad del momento. La palabra que se proclama es luz para todos los hombres, el
Espíritu consolador y abogado nuestro está entre nosotros, se oirá directamente la
Palabra de Dios, Rey del universo, a través del Evangelio de su Hijo.
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La postura de pie concuerda con este momento, la actitud es de escucha atenta, los
cuestionamientos para la vida siguen en pie.
Homilía: Luego de la escucha de la palabra el pueblo se sienta para reflexionar sobre lo
escuchado y buscar serenamente vías de aplicación en la vida, momentos,
circunstancias, actitudes, proyectos que puedan ser iluminados por esta Palabra. Esta
reflexión es animada por el sacerdote en la homilía, la cual ayuda a comprender el
significado profundo y a veces escondido por el lenguaje de los libros sagrados. La actitud
es de escucha reflexiva y silencio para profundizar. Es un momento propicio para
establecer el vínculo entre la Palabra y la vida, para el análisis de la realidad con ojos
creyentes e iluminados por esta Palabra.
Credo: Es la profesión pública de nuestra fe. Para decirlo hay tres formas. Una larga, otra
más corta y la otra dialogada. La que más se usa es la larga. En la forma dialogada el
celebrante pregunta al pueblo por cada uno de los dogmas que se refieren en el credo, el
pueblo que participa y que cree, responde a cada invocación diciendo: Sí, creo.
Es un momento especial de vínculo Fe-Vida. El Credo es un resumen de la fe que ilumina
y transforma la vida. Es confesión inspirada en la comunicación con Jesús por su palabra.
El Credo rememora los fundamentos de la vida del cristiano, que debe estar siempre
atento para no caer en la adoración de otros dioses que a veces inconscientemente roban
el corazón, la mente y la voluntad de persona y pueblos enteros.
La postura de pie es propicia para ese momento, es signo de la postura erguida ante la
vida que tiene el hombre que cree firmemente en Dios, y no se deja arrastrar por las
potestades de este mundo. En el momento en que se proclama el misterio de la
encarnación (...Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo
hombre...) se inclina la cabeza en señal de respeto ante el misterio de nuestra redención.
Oración de los fieles: Luego de rezar el Credo se presentan al Señor las peticiones de
todos y de cada uno. Se rezan preces espontáneas por la paz del mundo, por la Iglesia,
por la Patria, etc. Es el momento de alzar la mirada a toda la vida al acontecer
internacional, nacional, familiar, personal, parroquial. Se eleva a Dios la súplica de
intercesión, por los amigos, los enemigos, los conocidos y los desconocidos los que
sufren en el silencio, los que esperan, los enfermos y los difuntos.
Es un momento de fuerte conexión entre la oración y la vida, entre la fe firme de que Dios
concede a sus hijos lo que promete, y la realidad en que vivimos. Es un momento de
experimentar la confianza en Dios, como la de Abraham, Padre de nuestra fe, que aún
siendo un anciano creyó en la promesa de Dios, y no dudó siquiera sacrificar su propio
hijo, por eso es venerado por tres grandes religiones de la humanidad (Judaísmo,
Cristianismo e Islamismo). La oración de los fieles es un momento en el que se manifiesta
la universalidad de la Iglesia.
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EJERCITACIÓN:
El animador propone a los participantes que se unan en grupos de a tres personas y que
reflexionen sobre cómo hacer para que en las familias y en la comunidad se escuche y se
lea más la Palabra de Dios.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO
CICLO 20: La Misa.
TEMA 8: La Liturgia Eucarística (Parte I).
OBJETIVOS:
1. Conocer el significado de la presentación de dones de la Misa.
2. Estimular a colaborar para que en su parroquia se participe mejor en esta parte de
la Misa.
MOTIVACIÓN:
Trabajo personal:
1. El animador pide a cada participante que reflexione y haga una lista de:
a- Dones recibidos: (Ej: Seres queridos, acontecimientos importantes en la
vida, valores personales, etc), por los cuales tendría que dar gracias.
b- Proyectos a realizar: (En el ámbito personal, familiar, social, eclesial, etc.),
que quiere presentárselos a Dios para que Él los haga fecundos.
2.
Con la animación de un canto y una oración el animador puede invitar a cada
participante a que presente sus dones y proyectos.
El animador resume y presenta el tema poniendo el título en la pizarra y enunciando los
objetivos.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 8: La Liturgia Eucarística (Parte I).
1. Los textos bíblicos que nos narran la institución de la Eucarística nos dicen que
Jesús en la Última Cena realizó tres gestos o acciones: tomó pan y tomó cáliz con
vino; después pronunció la bendición o himno de acción de gracias; y, finalmente,
partió el Pan para entregárselo a los Apóstoles y les pasó el cáliz transformados
ya en su Cuerpo y su Sangre. Una vez realizados estos gestos mandó a los
Apóstoles que repitieran esto en conmemoración suya.
Cuando la Iglesia quiso realizar este mandato ritualizó estos tres gestos que han
constituido la esencia de la celebración eucarística durante veinte siglos.
2. La liturgia eucarística comienza con la presentación de los dones de pan y vino
que se transformarán en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Esto corresponde al
gesto tan simple del Señor de tomar el pan y el cáliz con vino. En primer lugar se
prepara el altar: se colocan sobre él el corporal, el purificador, el cáliz y el Misal.
En este momento puede hacerse la colecta. Es el aporte de los fieles para los más
pobres y para las necesidades de la Iglesia; es expresión cultual de nuestra
actividad laboral. Dar dinero en la celebración de la Eucaristía no es dar una
limosna; es, más bien, la incorporación del fruto de nuestro trabajo para que sea
asumido por Dios como sacramento de salvación; y es también señal de nuestra
disposición de compartir con los hermanos los dones de Dios y nuestras
capacidades y éxitos. Los dones de pan y vino y la colecta se pueden traer en
procesión por el pasillo central mientras se canta para expresar la entrega a Dios
de nuestra vida simbolizada en estos dones.
Por eso, todos se ponen de pie. En algunas celebraciones señaladas en esta
procesión se suelen traer otras cosas que representan diferentes aspectos de la
vida de la comunidad o de la sociedad para acentuar la disposición de entregar
toda nuestra vida a Dios.
Colocado todo en su lugar, el sacerdote bendice a Dios por estos frutos de la tierra
y del trabajo del hombre. Todos los fieles están sentados y se unen en alabanza a
Dios por todo lo recibido de Él. Seguidamente el sacerdote (en la Misa solemne)
inciensa los dones y el altar para destacar el signo del pan y el vino y el mismo
altar como signo de la presencia de Cristo, representada también de modo
especial en el sacerdote.
La oración de la Iglesia sube como incienso en la presencia de Dios. Después el
sacerdote se lava las manos para expresar el deseo de estar purificado para
comenzar la oración eucarística; e invita a todos a orar para pedir a Dios que
reciba, por el ministerio del sacerdote, el sacrificio de la comunidad y de la Iglesia
entera de manera que unido al sacrificio de Cristo, sea alabanza y gloria de su
nombre.
3. El momento de la presentación de los dones y la preparación del altar es la
preparación necesaria para el momento culminante de la celebración eucarística.
Es el momento de poner ante Dios, con sencillez, lo que somos y tenemos:
alegrías y penas, deseos y esperanzas, luchas y fracasos.
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EJERCITACIÓN:
1. Se agrupan en equipos para responder estas preguntas:
a) ¿Qué es lo más importante de lo tratado hoy?
b) ¿Cuál es la actitud con la que participamos en este momento de la
celebración de la Eucaristía?
c) ¿Qué propones hacer en tu comunidad para mejorar la celebración de la
Eucaristía en esta parte?
2. Plenaria. El animador resume e invita a llevar el recuadro a la casa para
comentarlo con familiares y amigos. Termina evaluando brevemente el encuentro.
Nota:
Tomado de:
Dionisio BOROBIO: Eucaristía para el pueblo, Declée de Brouwer, Bilbao, 1985.
Departamento de Liturgia del CELAM: La celebración de la Eucaristía, centro de
Publicaciones del CELAM, Bogotá, 1989.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA-9: La Liturgia Eucarística (II Parte).
OBJETIVOS:
1. Conocer el significado de la Plegaria Eucarística.
2. Estimular a colaborar para que en su parroquia se participe mejor en esta parte de
la Misa.
MOTIVACIÓN:
1. Los participantes se dividen en pequeños grupos por afinidad para responder las
siguientes preguntas:
a) ¿Consideras tu puesto de trabajo, labor que realizas en el hogar, en la
Iglesia o en la sociedad, el altar donde te ofreces para hacer presente a
Cristo?
b) ¿Qué nos falta para entregarnos y consagrarnos al estilo de Jesús?
2. Plenaria.
El animador resume y presenta el tema poniendo el título en la pizarra y enunciando los
objetivos.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
CICLO 23: La Misa.
TEMA 9: La Liturgia de la Eucaristía (II Parte).
1. Ya sabemos que la Eucaristía es una celebración de acción de gracias gozosa a
Dios. Pero alguno puede preguntarse por qué dar gracias a Dios.
Sencillamente porque Dios nos ha creado y salvado, porque somos fruto de su
amor, porque Él ha obrado maravillas en favor nuestro... En una palabra, porque
nos ha concedido el don insospechado y maravilloso de su Hijo, porque se ha
dado a sí mismo como don: Porque “tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo
Único para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn
3, 16). Siempre estamos en deuda con el amor de Dios porque Él nos ha amado
primero y nunca llegaremos a amarlo como Él nos ha amado (cfr 1Jn 4,8-10). Por
eso no es extraño que la primera comunidad cristiana sintiera la necesidad de
cantar y dar gracias a Dios con el corazón lleno de alegría y en la fuerza del
Espíritu Santo.
“Llénense del espíritu Santo: recitando entre ustedes salmos, himnos y cánticos
espirituales. Canten y celebren interiormente al Señor, dando gracias a Dios
Padre, en nombre de Cristo Jesús nuestro Señor, siempre y por todas las cosas”
(Ef 5,18-20). Si Dios ha amado de tal manera a los hombres en su Hijo Jesús, es
justo que toda la vida del cristiano sea una acción de gracias permanente. Es
precisamente en la Plegaria Eucarística, que constituye el corazón y punto
culminante de la Misa, donde llega a su plenitud y máxima expresión la acción de
gracias y la alabanza que la comunidad, y con ella la Iglesia, dirigen al Padre, en
nombre de Cristo y por medio del Espíritu Santo.
Podemos decir que, por medio de la Plegaria Eucarística, es el mismo Cristo quien
continúa dando gracias al Padre. En efecto, Cristo ha cumplido la voluntad del
Padre, ha sido una ofrenda y una respuesta viviente de acción de gracias al Padre.
Para él, dar gracias significaba tener conciencia de su filiación y de su misión y
aceptar la voluntad del Padre.
Su muerte es una acción de gracias viviente y sacrificial a Dios, y su resurrección
es la aceptación y la respuesta de Dios al don agradecido de su Hijo. Toda la vida
de Cristo es una acción de gracias permanente, que llega a la radicalización
máxima en el Misterio Pascual, y se prolonga en la Eucaristía. Él hizo nuestra
Acción de gracias. Él es nuestra Acción de gracias. Jesús es, al mismo tiempo, el
don del amor de Dios y la respuesta de alabanza de Dios, la Gracia de Dios y las
gracias a Dios, la acción de gracias de Dios y la acción de gracias del hombre, la
eucaristía divina y la eucaristía humana. Nuestra Eucaristía no sólo parte de la de
Cristo, sino que Cristo mismo viene a ser nuestra Eucaristía.
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La Eucaristía es esa gran escuela de pedagogía donde la Iglesia aprende día tras
día, por la ofrenda de su libertad y la experiencia de su gratuidad, lo que es y
significa creer en Dios, servir a Dios, amar a Dios con el corazón agradecido. En
este sentido se comprende por qué dar gracias no es un gesto neutro e indiferente,
sino un gesto que compromete, lo mismo que a Cristo. La Eucaristía implica la
ética, la alabanza, la bendición, la respuesta, el don.
2. En el Misal encontramos 13 plegarias eucarísticas. Pero todas tienen la misma
estructura. Vamos ahora a comentar algo de cada una de sus partes.
El Prefacio. Con él se inicia la Plegaria Eucarística. Hay aproximadamente unos 80
prefacios. Es un himno de acción de gracias al Padre por habernos dado a
Jesucristo su Hijo amado. A veces se agradecerá por Jesucristo nacido por
nuestra salvación; otras por Cristo Resucitado, nuestra Pascua; otras porque en él
brilla la esperanza de nuestra resurrección personal. Durante el Prefacio estamos
de pie pues tenemos el corazón elevado para alabar a Dios.
El Santo. Con él concluye el prefacio y viene a ser la unión explícita y resonante
de los fieles a la alabanza del sacerdote. Esta aclamación gozosa que tiene
antecedentes judíos (cfr Is 6,3), entró a formar parte de la Plegaria Eucarística
aproximadamente desde el siglo IV. Expresa nuestra unión con los ángeles y
santos, es decir, con todos aquellos que alaban a Dios lo mismo que nosotros.
La Epíclesis consegratoria. Es parte muy importante de la Plegaria Eucarística. Es
una oración de invocación que se dirige al Padre para que envíe al Espíritu Santo
sobre los dones de pan y vino y los transforme en el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Esta invocación va siempre acompañada del gesto de la imposición de las manos
que el sacerdote extiende sobre el pan y el vino. Aquí nos arrodillamos en señal de
adoración al Señor que pronto se hará realmente presente bajo la apariencia del
pan y del vino.
La narración de la institución eucarística. Es el momento cumbre de la plegaria. Se
le lama comúnmente consagración. El sacerdote repite las palabras y los gestos
del Señor en el momento de la institución, y muestra a la adoración de los fieles el
Pan y el Vino transformados en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Al final de la
narración, a una invitación del sacerdote, se responde con una profesión de fe en
la Eucaristía. La hacemos de pie.
El memorial del Misterio Pascual y el ofrecimiento al Padre. Es otro de los
elementos esenciales de la Plegaria Eucarística. Se recuerda la Muerte,
Resurrección y Ascensión de Cristo como un recuerdo eficaz de algo realizado
aquí y ahora en esta celebración. La Eucaristía celebra y hace presente de nuevo
la fuerza salvadora de esos hechos que nos alcanzaron la reconciliación con Dios.
Y Por esa razón, el sacerdote, en nombre y representando a todo el pueblo
sacerdotal, lo ofrece al Padre como oblación agradable a Él y salvadora para los
hombres.
La segunda Epíclesis. Es otra invocación al Padre que envíe al Espíritu Santo;
pero esta vez sobre los fieles para que se transformen en el cuerpo místico de
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Cristo. Conviene aquí recordar la enseñanza de San Pablo: “Los exhorto, pues,
hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcan sus cuerpos como víctima
viva, santa, agradable a Dios: tal será su culto espiritual” (Rm 12, 1). San Pablo
nos exhorta a ofrecer nuestros cuerpos en sacrificio; es como si dijera: hagan
ustedes lo mismo que hizo Jesucristo., háganse también ustedes eucaristía para
Dios.
Pero no sólo San Pablo, también Jesucristo nos exhorta a obrar así. Cuando al
instituir la Eucaristía, él dio el mandato: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19),
no sólo quería decir hagan el rito que yo he realizado; sino que con esas palabras
quería expresar también lo más importante: hagan la esencia de lo que yo he
realizado; ofrezcan su cuerpo en sacrificio como yo lo he hecho. “Les he dado
ejemplo para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes” (Jn 13,
15). Hay algo más en este mandato de Jesús. Nosotros somos su cuerpo, sus
miembros (cfr 1Co 12, 12ss); por eso es como si él nos dijera: permítanme ofrecer
al Padre mi propio cuerpo que son ustedes; no me impidan ofrecerme a mí mismo
al Padre; yo no puedo ofrecerme totalmente al Padre hasta que no haya ni un solo
miembro de mi cuerpo que se resista a ser ofrecido conmigo. Completen, pues, lo
que le falta a mi ofrenda; hagan plena mi alegría. San Pablo había comprendido
bien esto cuando expresó: “Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones
de Cristo” (Col 1, 24).
Entonces se comprende que para hacer también lo que Jesús hizo al instituir la
Eucaristía hay, ante todo, que deponer todo tipo de resistencia ante Dios, toda
rebelión hacia Él o hacia los hermanos; hay que someter el orgullo y decir sí hasta
el final, sí a todo aquello que Dios pida. Ser eucaristía como Jesús significa estar
totalmente abandonado a la voluntad del Padre. ¡Qué misterio tan grande! Jesús
nos ha unido a Él en la acción más sublime y santa de la historia. Así pues, en la
Eucaristía la Iglesia es quien ofrece y es ofrenda al mismo tiempo. Todo miembro
de la Iglesia es simultáneamente sacerdote y víctima. Porque Cristo al que nos
unimos es también, al mismo tiempo, sacerdote y víctima.
La conmemoración de los Santos. La Eucaristía tiene también un contenido
escatológico: su efecto salvador se nos va aplicando en esta vida, pero tendrá su
plenitud en el cielo. Por eso se hace una conmemoración de los santos del cielo.
Mirándolos a ellos podemos comprender el plan salvador de Dios que, a través de
las vicisitudes de la vida, nos conduce a la participación plena de la Resurrección
de su Hijo.
La intercesión. Toda Eucaristía se ofrece por toda la Iglesia. Por eso en la Plegaria
Eucarística hay una intercesión explícita por todos los miembros de la Iglesia: el
Papa, el obispo, los que están reunidos, los ausentes, los difuntos. Se pide que a
todos ellos alcance la salvación de Cristo que la Eucaristía actualiza.
La doxología. Es un breve himno de glorificación al Padre, en el Hijo y por el
Espíritu Santo que corona la Plegaria Eucarística. Los participantes asienten con
su Amén esta glorificación y toda la acción realizada en la Plegaria Eucarística.
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EJERCITACIÓN:
1. Se agrupan en equipos para responder estas preguntas:
a) La forma en que es proclamada la Plegaria Eucarística en tu
parroquia, ¿favorece o no la participación?
b) Indica cuáles son las dificultades más importantes que se
perciben para participar en la plegaria Eucarística y
comprender su sentido.
c) Durante la Plegaria Eucarística, ¿qué actitudes tienen los
fieles personal y comunitariamente?
d) ¿Qué medios propones para lograr una adecuada
participación en la Plegaria Eucarística?
2. Plenaria: El animador resume e invita a llevar el recuadro a
la casa para comentarlo con familiares y amigos. Termina
evaluando brevemente el encuentro.
Nota: Tomado de:
Dionisio BOROBIO: Eucaristía para el pueblo, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1985.
Departamento de Liturgia del CELAM: La celebración de la Eucaristía, centro de
Publicaciones del CELAM, Bogotá, 1989.
Raniero CANTALAMESSA: La Eucaristía, nuestra santificación, EDICEP C.E., Valencia,
1997.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 10: Ritos de Comunión y Despedida.
OBJETIVOS:
1. Conocer el significado de los ritos de comunión y despedida durante la Misa.
2. Revisar nuestras actitudes para poder participar más vivamente de la Eucaristía.
MOTIVACIÓN:
El animador le presenta al grupo el siguiente hecho de vida:
Dos amigas conversan en el portal y al ver pasar a Rosa María....
Hilda: ¡Qué buena es Rosa María! Fíjate que ella va a Misa casi todos los días y reza el
Rosario diariamente.
Beatriz: Sí, eso es bueno, pero yo creo que es mejor no ir tanto a Misa y ayudar más a las
personas, compartir lo que tenemos con ellos, perdonar a todos: ¡De qué sirve ir a Misa
todos los días si en el barrio, en la casa o en el trabajo no tratamos de vivir como se
predica!
Hilda: Bueno, yo creo que tú tienes razón, no hace falta ir tanto a la iglesia, por eso
aunque yo creo mucho en Dios no voy a la iglesia porque los que allí van no siempre dan
ejemplo.
¿Cuál de las dos amigas tiene la razón?
¿Qué concepto de Iglesia tiene Hilda y Beatriz?
¿Por qué aunque Hilda participa en Misa casi todos los días vive ajena a los problemas de
su alrededor?
El animador hace el resumen, presenta el tema y explica los objetivos del encuentro.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 10: Ritos de Comunión y Despedida.
1. Estar en comunión con una persona significa estar de acuerdo con ella, con
ideas, sentimientos, etc., es vivir en una unión fuerte con ella.
sus
Durante la celebración eucarística la comunión realiza la unidad de la Iglesia y
fortalece la comunión fraterna entre los creyentes. La comunión debe llevar a los
cristianos a cumplir la misión de la Iglesia en el mundo. El Cuerpo y la Sangre de
Cristo constituyen alimentos espirituales para llevar a cabo esta tarea.
2.
Comulgar con Jesús es recibirlo como alimento para la vida
eterna, vivir íntimamente unido a Él y dar testimonio de la fe en Él en cada momento
de la vida.
Como dice una canción: “la Misa no termina en la Iglesia”, pues es en la vida cotidiana
donde se practica lo que se celebra, nuestra manera de vivir constituye la mejor
expresión de nuestra unión con Jesús.
3.
La comunión no se limita al acto de comulgar el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, sino que esta parte de la Misa incluye unos signos que nos preparan
para participar dignamente de este acontecimiento:
I.
Signo de oración (Padrenuestro) o Signo de filiación divina:
La oración del Padrenuestro nos sirve para pedir el “pan nuestro de cada día”, y en él
no sólo el alimento para el sustento diario sino, por encima de todo, pedir
principalmente el Cuerpo de Cristo que constituye el principal alimento espiritual para
los cristianos, y pedir el perdón de Dios y de los hermanos como actitud reconciliadora
fundamental.
El Padrenuestro es la oración de hermandad por excelencia por medio de la cual
todos nos sentimos hermanos e hijos de un mismo Padre, Dios, a quien le pedimos
que se haga presente en nuestras vidas y en todos los ambientes donde vivimos.
Pedimos sabiduría para poder conocer su voluntad y practicarla y le pedimos que nos
libre de todo mal.
Durante este momento en la Misa nos mantenemos de pie o podemos levantar las
manos extendidas como expresión de filiación y dependencia de Dios.
II.
Signo de la paz o signo de fraternidad.
La paz que se pide a Cristo, Señor de la Paz, y que se desea entre hermanos, tiene un
contenido humano y evangélico. No se refiere sólo a DAR LA PAZ, durante la celebración,
sino hacer el compromiso de trabajar por la paz, la reconciliación y la unidad con todas las
personas, con toda nuestra comunidad y con la Iglesia universal.
El gesto externo de dar la paz responde a una actitud interna de “sentirse en paz” con los
demás, estar unido a los demás y procurar tener buenas intenciones en el corazón.
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El rito de la paz, es la expresión visible del perdón y la reconciliación mutuas, que hemos
pedido en el Padrenuestro y que nos dispone a recibir el Cuerpo de Cristo
adecuadamente.
Durante este momento nos mantenemos de pie y le damos un abrazo, un beso o un
apretón de manos al o a los hermanos que se encuentran a nuestro alrededor sin
disociarnos o desviarnos del sentido del gesto. Este momento puede estar animado por
un canto.
III.
Signo de la fracción del Pan o Signo de amor-caridad.
Este gesto le dio nombre a toda la acción eucarística. El rito reproduce la acción de Cristo
en la última cena. “Partir el Pan” para distribuirlo a los fieles durante la comunión, no sólo
significa preparar el alimento para ser comido, sino que significa multiplicar la presencia
de Cristo resucitado. Se expresa la unión entre todos los que participan en esta comida,
así como su compromiso de compartir la vida y recordar la entrega de Cristo en su pasión
para nuestra Salvación. “El pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?
Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos
de un solo pan” (1Cor, 10,17).
El pan que se fracciona y se comparte es signo de solidaridad fraterna, de justicia social y
de nuestro sacrificio de vida en favor de los demás. Con nuestra participación en el
sacrificio de Cristo ayudamos a la redención del mundo.
Al final de este momento rezamos o cantamos el Cordero de Dios, oración que nos
recuerda el sacrificio de Jesucristo, como víctima que se ofrece para el perdón de los
pecados.
IV.
Signo de comunión o signo de incorporación a Cristo y a la Iglesia.
La comunión es la participación plena de la Eucaristía por medio de la cual nos unimos a
Cristo y a la Iglesia. La comunión social – mental es la participación de la
comunión en Dios, es el Reino presente y el compromiso de ir realizando el designio de
Dios; “reunir el Universo entero bajo una sola cabeza, Cristo” (Ef 1,10).
La comunión es un don del Señor que se nos ofrece por eso debemos sentirnos “dichosos
los invitados a la Cena del Señor” (Ap 19,9), así participamos plenamente en el sacrificio
del Señor, que se da como comida para la unión y el amor.
En la Eucaristía no solo se comulga con Cristo sino también con la Iglesia, siendo este
gesto, signo mayor de pertenencia a la Iglesia.
Para comulgar los fieles se acercan con la actitud del caminante que avanza, junto al
hermano y cantando con alegría para recibir el alimento que repara sus fuerzas a lo largo
de la vida.
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4. Después de la comunión, en silencio participamos de la acción de gracias,
momento en el cual a través de la oración personal o a través de un canto damos
gracias a Dios para que se realicen los frutos de lo que hemos celebrado,
dejándonos fortalecer y reanimar por el Señor.
Los ritos de comunión terminan con la Oración Presidencial, que se inicia. ¡Oremos...!
5. La parte final de la Misa se llama Ritos de despedida, es la conclusión y el envío a
la asamblea a cumplir los compromisos recibidos en la vida diaria; la Eucaristía
nos transforma para transformar la vida.
Los ritos de despedida tiene varias partes:
II.
Bendición: Se invoca a la Santísima Trinidad para que nos dé fuerzas para
impulsarnos al compromiso cotidiano.
Nos mantenemos de pie y nos santiguamos con la cabeza inclinada.
III.
Despedida y Canto Final: Se ofrece la paz y sentimos la alegría por participar
en los dones recibidos. Nos comprometemos a vivir coherentemente la fe
celebrada y convertirnos en constructores de justicia, fraternidad y alegría en
este mundo.
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EJERCITACIÓN:
1. Los participantes se reúnen en pequeños grupos para responder:
¿Existen en tu comunidad signos de reconciliación y fraternidad que evidencien que la
participación eucarística es auténtica?
¿Qué hacer para mejorar la participación y la vivencia en los ritos de comunión?
2. Plenaria: Al finalizar el animador evalúa el encuentro y presenta el próximo tema.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 11: El Año Litúrgico.
OBJETIVOS:
- Conocer los diferentes tiempos del año litúrgico y su significación para nuestra vida.
- Aprender a animar las celebraciones litúrgicas.
MOTIVACIÓN:
Trabajo personal.
1. El animador le pide a cada participante que confeccione su “Agenda del Día”.
Horas que dedica al trabajo.
Horas que dedica al descanso.
Horas que dedica a dialogar con los demás (amigos, familiares, vecinos, etc.).
Horas que dedica a la oración y al fortalecimiento espiritual.
Horas que dedica a su desarrollo intelectual, profesional (Ej. Lecturas, estudio,
etc.)
Otras actividades.
2. El animador invita a los participantes a que si lo desean presenten su agenda.
Se hace el resumen, se presenta el tema y explican los objetivos del encuentro.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 11: El Año Litúrgico.
1. El año litúrgico es un conjunto armónico de tiempos y de celebraciones que se ha
ido organizando a lo largo de la historia de la liturgia, para hacer presente al Señor
en la evocación de los misterios de su vida histórica y para incorporar a los
hombres a la acción salvífica derivada de ellos. (Plan de Form. Vida Religiosa
Contemp., La liturgia cristiana, IITD, pg. 54).
2. El año litúrgico tal como lo tenemos hoy es el resultado de un largo proceso de
evolución que concluyó en el concilio Vaticano II.
El año litúrgico está fundado en la historia de la salvación, es decir, la entrada de
Dios en la historia y en la vida de los hombres. La clave y el centro vital para
interpretar todo el plan salvífico de Dios, está en Jesucristo: centro y protagonista
de todo el año litúrgico.
Todos los acontecimientos salvíficos de la vida de Jesús están orientados hacia el
cumplimiento del misterio pascual. A través del año litúrgico entramos en contacto
con todos y cada uno de los misterios salvíficos de Jesús, especialmente su
muerte y su resurrección.
3. El año litúrgico comienza con el primer domingo de adviento y termina con la fiesta
de Cristo Rey, pasando por los diferentes tiempos y fiestas litúrgicas.
Adviento:
Este tiempo fue introducido al final del siglo IV y nos prepara para la celebración
del nacimiento de Jesús. Tiene una duración de cuatro semanas. Se convierte en
tiempo de alegre y confiada espera.
Durante este tiempo los cristianos debemos cuestionarnos y revisar nuestras vidas
y corazones para ver qué tiene que cambiar para que Cristo nazca de verdad para
cada uno de nosotros. Nos prepara para la venida del Señor al final del tiempo:
Parusía.
Navidad:
La Navidad está indisolublemente unida a la Epifanía. Navidad es el encuentro de
lo “divino con lo humano y de lo humano con lo divino”, es el misterio de un Dios
que se hace cercano a nosotros. Estas fiestas tuvieron un origen en occidente y su
estructura como ciclo litúrgico está desde el siglo IV. La Epifanía es la
manifestación de la divinidad y su carácter salvador para los hombres de toda raza
y cultura (simbolicazo en los Reyes Magos).
Este tiempo dura desde el 24 de Diciembre hasta la fiesta del Bautismo del Señor
que se celebra el domingo siguiente a la Epifanía.
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El “Dios con nosotros” quiere que en cada Navidad nos hagamos “nosotros con
Dios”, que nos sintamos hijos que participan de su nuevo nacimiento ty de su vida.
Debemos actualizar el nacimiento de Jesús, haciéndolo presente en nuestras
vidas y ambientes y que lo manifestemos a otras culturas y naciones.
Tiempo ordinario.
Este tiempo se centra en conseguir la progresiva asimilación del misterio de Cristo,
se va presentando toda la vida histórica de Jesús, vista a la luz del misterio
pascual, también nos ofrece la dinámica interna del crecimiento y la realización del
Reino de Dios en este mundo.
Tiene una duración de 33 a 34 semanas, divididas en 2 bloques: el primero, con
una duración de 6 a 9 semanas, comenzando el lunes siguiente al domingo
posterior al 6 de enero (Epifanía del Señor) y se extiende hasta el martes antes de
la Cuaresma. Este tiempo se centra en la predicación y actualización del Reino de
Dios por parte del Jesús histórico; el segundo, con una duración de 25 a 27
semanas, comenzando el lunes siguiente al domingo de Pentecostés y termina
antes de las primeras vísperas del primer domingo de Adviento. Durante este
tiempo nos centramos en la experiencia que del reino de Dios ha de hacer la
Iglesia.
El tiempo ordinario, es tiempo de escucha de la Palabra y de perseverancia en el
que debemos procurar cómo fortalecer nuestra vida y nuestra fe.
Cuaresma:
Este tiempo está ordenado a la preparación a la celebración del Misterio Pascual.
Es un tiempo de conversión constante, de escucha más atenta de la Palabra de
Dios, de oración y de penitencia.
Tiene una duración de 40 días, comenzando el Miércoles de Cenizas hasta la
víspera del Domingo de Resurrección.
Durante este tiempo debemos revisar nuestra vida según el mensaje de Cristo
para ver que tenemos que cambiar, prepararnos para una vida nueva, a qué cosas
tengo que morir para renacer a la vida.
Dentro de este tiempo de Cuaresma, celebramos la Semana Santa, Semana
Mayor para los cristianos, comenzando:
Domingo de Ramos: Celebramos la Pasión del Señor y su entrada en Jerusalén
.
Triduo Pascual: Celebramos la presencia y realización del Misterio Pascual.
Jueves Santo: Recordamos la Última Cena del Señor, en la
que Jesús instituyó el sacramento de la eucaristía y el Orden
Sacerdotal
Es la fiesta del mandamiento nuevo del Señor.
Viernes Santo: Recordamos la muerte de Jesús en la Cruz.
Sábado Santo: Este día la Iglesia permanece junto al
sepulcro del señor, meditando su pasión y muerte, en espera
de la resurrección.
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Vigilia Pascual: La Iglesia espera la resurrección del Señor.
consta de las siguientes partes:
Ritos iniciales: nos ofrece el simbolismo de la Luz.
Liturgia de la Palabra: presenta la historia de la salvación
convertida en anuncio de la Pascua del Señor, culmina en
el Evangelio.
Liturgia bautismal: el rito del bautismo y la renovación de
las promesas bautismales.
Liturgia Eucarística: es la eucaristía más importante de todo
el año litúrgico.
Pascua:
El tiempo Pascual comienza el Domingo de Resurrección o Pascua y se extiende
50 días hasta el Domingo de Pentecostés, es el tiempo de la presencia y la
experiencia del Señor resucitado, celebramos el misterio central del cristianismo y
meditamos sobre los frutos de la resurrección. Durante este tiempo debemos
manifestar la alegría de los signos de resurrección en nuestra vida cristiana.
Fiesta de Pentecostés:
Es el culmen de la Pascua en el que se da el don de Espíritu Santo y nace la Iglesia.
Esta fiesta se antecede con la Vigilia de Pentecostés. Este día invocamos la
efusión del Espíritu Santo y recibimos sus dones y carismas.
Es la celebración de cuestionarnos qué hemos hecho con los carismas y dones que
hemos recibido y cómo las ponemos al servicio de la Iglesia y de los demás.
Cristo Rey:
Es la fiesta que concluye el año litúrgico, recordamos a Cristo como único Señor y
nuestro compromiso de trabajar por la extensión de su Reino. La celebración
litúrgica nos interroga acerca de qué hacemos por la construcción del Reino en
nuestra vida personal, familiar, social, económica, política, etc.
4. Durante todo el año la Iglesia celebra otras fiestas o solemnidades del señor:
Relacionadas con Navidad: la Presentación y la Anunciación con la pascua:
trinidad, Corpus Christi, Corazón de Jesús, Transfiguración, Exaltación de la cruz,
etc.
5. La Iglesia también recuerda a María por la participación que tuvo ella en la
redención y celebra fiestas:
Relacionadas con el Adviento: Inmaculada, la Anunciación, la Visitación.
Relacionadas con Navidad-Epifanía: Madre de Dios, Natividad de María,
Sagrada Familia, Presentación de María.
Relacionadas con Pascua: Asunción, Dolores, Corazón de María, etc.
6. Durante el año litúrgico también la Iglesia recuerda a aquellos cristianos que
vivieron con mayor plenitud su pertenencia a Cristo: los santos. Ellos son una
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prueba de que Cristo sigue presente en su Iglesia con su santidad radical y nos
muestran que es posible cumplir el Evangelio. “Los santos, habiendo llegado a la
Patria y estando en presencia del Señor, no cesan de interceder por Él, con Él
y para Él a favor de nuestro ante el Padre” (Cfr L.G. 49).
7. El año litúrgico debe ser un modo de evangelizar, al presentar el misterio pascual
de Jesucristo y una profundización en el camino de su seguimiento. Debemos
procurar que las celebraciones litúrgicas comunitarias contribuyan a descubrir el
verdadero sentido que tienen, por eso es que debemos tratar que las lecturas,
ritos, gestos, símbolos, oraciones, etc., preparen el clima para que los cristianos
participemos activa y plenamente de ellas.
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EJERCITACIÓN:
El grupo escoge la celebración más próxima de la comunidad y la prepara litúrgica y
espiritualmente.
Al finalizar, el animador evalúa el encuentro y presenta el tema siguiente.
BIBLIOGRAFÍA: Carpeta “La liturgia cristiana”, Plan de Formación, vida religiosa
contemporánea. Instituto Internacional de Teología a Distancia, Madrid.
CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RÍO.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
CICLO 20: La Misa.
TEMA 12: Compromisos personales y sociales que actualizan la Eucaristía.
OBJETIVO:
Comprender que la Eucaristía
compromiso social.
tiene una dimensión de compromiso personal y de
MOTIVACIÓN:
1ra variante:
Puede utilizarse el canto al que se hace referencia en el primer párrafo del desarrollo y
pedir que interpreten el significado de su letra.
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CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA
PINAR DEL RIÓ.
CICLO 20: La Misa.
TEMA 12: Compromisos personales y sociales que actualizan la Eucaristía.
1. “La Misa no termina aquí en la Iglesia...”, dice una canción que cantamos a veces.
¿Verdaderamente sabemos bien lo que esto significa? Pues precisamente es lo
que trataremos en este tema. Ya en temas anteriores hemos visto la conexión de
la Misa con la vida, en este tema veremos que esta conexión no es fría ni solo
para recordarla en cada parte de la Misa, sino que es una interpelación que nos
hace Jesús a cada momento que vivimos los cristianos.
2. Cuando escuchamos la Palabra de Dios, nos preguntamos: ¿qué me dice? ¿Cómo
ilumina mi vida y la de mi pueblo?, ¿qué debo cambiar en mi familia, en mi país?
Cuando nos acercamos a la mesa del banquete nos preguntamos: ¿qué podemos
ofrecer de nuestra vida junto a las ofrendas del pan y el vino? Y entonces
pensamos, buscamos en nuestra vida, problemas, sacrificios, buenas acciones.
Pero no basta preguntarse. La Palabra de Dios, la comunión con Cristo, nos
interpela, nos compromete. Por tanto, el hacer de mi vida una ofrenda
permanente, es mi responsabilidad y no puedo dejarlo a como se presenten las
cosas, a tener una oportunidad. Es un compromiso asumido libremente, que nos
obliga moralmente a asumir conscientemente actitudes que contribuyan a cambiar
los criterios de juicio, los valores determinantes, para que el Reino se haga
presente aquí, ahora. Esto debe materializarse en cada ambiente de nuestras
vidas.
3. Primeramente se trata de un compromiso personal a ser cada vez mejores.
Cuando nos miramos por dentro, a la luz de lo vivido en la Eucaristía
encontraremos lo que nos falta por cultivar como cristianos. Esto conlleva un
compromiso de cambiar nuestras actitudes. La Misa no tiene sentido personal si
no cambiamos en nosotros lo que tenemos que cambiar una vez que salimos del
Templo.
4. El primer ambiente en que nos desenvolvemos es la familia. Es preciso hacer todo
por que nuestra familia sea como Jesús quiere. Él se sacrificó también por nuestra
familia. En cada Eucaristía debemos preguntarnos ¿Qué me dice Dios que debe
cambiar en mi familia? Pero sobre todo debemos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer
yo para que mi familia cambie?
5. Lo mismo sucede con los otros ambientes en que vivimos: barrio, escuela, grupo
de amigos, trabajo. Los cristianos debemos distinguimos no sólo por nuestro
comportamiento sino también por nuestro compromiso con el ambiente. No basta
con que nos vean actuar humanamente, sino que la Eucaristía nos compromete a
hacer todo lo posible por que alrededor nuestro se pase de condiciones menos
humanas a condiciones más humanas. Esto no lo podremos lograr si sólo lo
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hacemos nosotros, por tanto, es importante que sepamos que Dios no sólo nos
pide nuestra conversión sino también que ayudemos a la de los demás.
6. El compromiso asumido en la Eucaristía por cada cristiano, influye en la sociedad
de una manera directa. Ser mejores personas y ayudar a los demás a serlo
contribuirá a vivir en una sociedad mejor. Este compromiso trasciende a cada uno
y al ambiente de cada uno hasta la patria de todos, hasta el bien común. Tampoco
basta con que ayude a que las personas que están a mi alrededor sean mejores ni
con que ayude a que “mi mundo” (laboral, familiar, comunitario) sea mejor. Estoy
comprometido con Cristo que me invita a su mesa, a preocuparme y ocuparme de
los asuntos de mi país, de mi patria, de mi pueblo.
7. Es también importante que tengamos en cuenta que este compromiso no está
exento de dificultades y escollos. Es un camino largo y difícil, pues ser cristiano no
es nada cómodo. Por eso hace falta perseverancia para mantener nuestro
compromiso aún en medio de las crisis. Ya sabemos que las fuerzas que
necesitemos Él nos las dará, siempre que pongamos nosotros lo que tengamos.
8. Sin compromiso no hay comunión plena con Cristo. El compromiso a escala
personal y social libremente asumido, surgido a partir de nuestra
participación en la mesa de Cristo, es decir, cuando aceptamos su
invitación, contribuye a que la Misa no sea sólo culto y a que la vida no sea
solo actividad. La Misa dominical es la mejor oportunidad para ofrecer al
Señor lo que hice en la semana por construir su reino y, al mismo tiempo,
debe servir como estímulo a mi vida comprometida, durante la próxima
semana. No podremos vivir plenamente la Eucaristía sólo con saber en qué
consiste cada parte de ella, es necesario que nuestra vida sea
verdaderamente una ofrenda permanente.
9. La Eucaristía no es un alimento para quedarnos encerrados en nosotros
mismos y en nuestra comunidad. Eucaristía es comunión y comunión es
fraternidad. Esa fraternidad es católica, universal, abierta a todos. Esa
fraternidad no es sólo para que otros se unan a nosotros en la comunidad
cristiana, como deseamos. Esa fraternidad es también para llevarla al seno
de nuestras familias, de nuestros trabajos y escuelas, de nuestros barrios,
de toda la sociedad. No es solo venir a la Iglesia, sino que nosotros que
somos la Iglesia vayamos a sembrar esa semilla de fraternidad en esos
ambientes, de modo que, aún cuando muchos no vengan a la comunidad
cristiana, todos los cristianos seamos sembradores de fraternidad en este
mundo. No hay vida humana plena sin fraternidad. Por eso el Pan de Vida
es Pan de fraternidad para la vida de este mundo.
10. No podemos participar bien en la Eucaristía sin sembrar en medio de la sociedad
estas 4 actitudes:
LA RECONCILIACIÓN: Cada vez que nos acercamos a comulgar, debemos
preguntarnos si en el ambiente social en que vivimos, en la familia, en el trabajo, en el
barrio, somos sembradores de perdón, de paz y de reconciliación o contribuimos a la
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calumnia, las rencillas, el rencor y la venganza. El Pan de Vida es pan de
reconciliación entre todos los cubanos, piensen como piensen.
LA JUSTICIA: Jesús dijo a los apóstoles: “¡Dénles ustedes de comer!”. En efecto, la
Eucaristía es Pan compartido. El Pan que se comparte sabe mejor. Cada vez que nos
acercamos a Jesucristo presente en el Pan de Vida debemos preguntarnos si somos
sembradores de justicia. “Busquen el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se
les dará por añadidura”, nos enseñó también Jesús. Si adoramos a Cristo en la
Eucaristía y somos indiferentes frente a la injusticia no somos dignos de acercarnos a
ese Pan de Vida. Así lo decía el Papa en la Habana aquel 25 de Enero de 1998:
LA CONVIVENCIA FRATERNA: La mesa de la Eucaristía es mesa donde se cultiva la
fraternidad. Los que comparten un mismo pan pueden compartir la vida y sus alegrías,
tristezas. Angustias y esperanzas. Los que comemos el Pan de Vida sabemos que
ese sacramento de comunión (común-unión) es señal y adelanto de lo que aspiramos
para todo la sociedad: Que todo hombre sea mi hermano y que vayamos
construyendo una convivencia humana más pacífica, más libre, más justa, más
fraterna.
LA PROMOCIÓN HUMANA: Alimentarnos del sacramento de la Eucaristía nos ayuda
a ser mejores, a cultivar nuestras virtudes, a crecer en humanidad, en santidad. Por
tanto cuantos participamos de esa Mesa de hermanos debemos preocuparnos por
promover a los hombres y mujeres que aún no han llegado a disfrutar de su plena
dignidad, de su libertad, de su responsabilidad, de sus derechos y de sus deberes.
Quien ayuda a levantarse al hombre caído y lo acompaña solidariamente en su
crecimiento integral, corporal, espiritual, moral y cívico, está haciendo que la
Eucaristía sea verdaderamente “carne para la vida del mundo.”
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EJERCITACIÓN:
Evalúa tu compromiso en cada ambiente en que vives, contestándote las siguientes
preguntas:
- ¿Qué hago yo para ser mejor?
- ¿Qué hago para ayudar a que las personas de ese ambiente sean
mejores?
- ¿Qué hago para que ese ambiente sea más humano?
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