Acto primero

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Acto primero
(Nuestra historia sucede en la villa de los Carabancheles, una arcadia pastoril donde la
vida transcurre bucólicamente entre la abundancia del buen yantar y del mejor beber,
siendo el lugar una especie de terraza de observación y crítica de la vida en la Corte de
Madrid.)
ESCENA PRIMERA
(Salen Amelia Casulana de Uribe y su padre Don Enrique de Uribe de la puerta de su
casa, situada en las proximidades de la finca de Vista Alegre.)
DON ENRIQUE: Tenemos que ir a ver a Críspulo para hablar de la boda.
AMELIA: (dice entusiasmada) Padre, tenemos que dejarle bien claro cómo quiero que
sea, ¡una boda por todo lo alto! Con un gran pasillo hacia el altar para que todo el
mundo pueda ver lo engalanada que voy a ir con mi vestido blanco, bancos a izquierda
y derecha del pasillo y después un gran banquete donde todos puedan bailar y disfrutar
de la ceremonia.
DON ENRIQUE: Tiene que ser perfecto, y así demostraremos la clase de la que
venimos, no nos vale una tasca llena de criados y pordioseros.
AMELIA: ¿Usted, padre, piensa que Críspulo se opondrá a organizar una gran
ceremonia?
DON ENRIQUE: Si quiere casarse con mi hija y formar parte de la familia de Uribe
debe aceptarlo.
ESCENA SEGUNDA
(Críspulo Villena se encuentra en el zaguán de la casa de Don Uribe después de haber
hablado con él y se encuentra con Segismunda.)
CRÍSPULO: Mis ojos se alegran de ver a tal hermosura lavando y fregando, la ropa
tendiendo, remendando y planchando, les juro que nunca antes he visto belleza alguna
que se le iguale.
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DOROTEA: ¡Mire que vendrá mi ama, perdiéz! Estos halagos no son para una mujer
como yo.
CRÍSPULO: Si vuestra belleza supera a la de su ama, hay que halagarla.
DOROTEA: ¡Ea! Será terco el caballero.
CRÍSPULO: Si vos supierais mis verdaderos sentimientos no me los protestaría.
DOROTEA: ¡Calle, calle! Está hecho usted un Don Juan, no puede ir diciendo eso a
todas las mujeres con las que se encuentra, y menos siendo casi un hombre casado.
CRÍSPULO: Es que mi alma es suya y solo suya, no de nadie más. ¿Por qué no me
cree?
DOROTEA: Como mi ama se entere… yo acabo sin dama a quien servir y usted en un
duelo a vida o muerte que contra Don Enrique de Uribe dudo que gane.
CRÍSPULO: Si yo a Amelia no la quiero, solo busco su dinero y su posición social.
DOROTEA: Nunca he oído tanto disparate junto.
CRÍSPULO: No tenemos culpa, el amor surge sin buscarlo.
(Se acerca a ella y le da un abrazo. Minutos después abandona el zaguán mientras va
pensando intentando aclarar sus sentimientos)
CRÍSPULO: Yo tan joven y con tantas dudas. Necesito consejo de Doroteo, mi leal
criado y confesor.
ESCENA TERCERA
Segismundo se encuentra frente a la iglesia de San Sebastián Mártir con el párroco Don
Cipriano.
DON CIPRIANO: ¡Qué dices, necio!
SEGISMUNDO: Necesitaba contárselo a alguien, y que Dios me guarde si no consigo
aconsejar a mi amo.
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DON CIPRIANO: A quien ama es doncella y no dama, eso es una burla.
SEGISMUNDO: Eso, señor, no es burla, es duda. Mi señor no quiere dañar a doña
Amelia, por eso duda. Pardiéz, podría engañarla y quedarse con su dinero, mas aun así
no lo hace, y no sabe cómo decirlo para acabar igual que empezó, con todas sus
extremidades.
DON CIPRIANO: Cierto, Don Enrique le mataría y le haría perder todo lo que tiene,
porque no puede tener ni el perdón de Dios, ya ha ultrajado a la familia.
SEGISMUNDO: Muchas gracias Padre, pero a mí las deshonras a Dios me producen
realmente un gran pavor, me tiemblan las piernas y me sudan las orejas, y es que Dios
enfadado tan malo como Satán puede llegar a ser.
DON CIPRIANO: (Enfadado por el comentario de Segismundo) Sal fuera de la casa del
Señor, que si no fuera usted criado de una familia de confianza le acusaba de brujería
como en antaño por usar el nombre de Dios en vano. ¡Fuera!
(Segismundo se va corriendo de la iglesia santiguándose a toda velocidad.)
Acto segundo
(Comienza el día en el mercado local donde una vez a la semana todos los vendedores
ambulantes se sitúan en la plaza de la villa en frente de la ermita de Santa María la
Antigua para ofrecer sus productos, siempre está llena de gente y bullicio.)
ESCENA PRIMERA
(Dorotea se encuentra con la Madre Octavia que estaba vendiendo los productos
elaborados por las monjas en el convento.)
DOROTEA: Creo que estoy faltando a mi ama y me estoy desesperando. Esto es
síntoma de mal agüero.
MADRE OCTAVIA: Posible es que en algún lio te metas si le ocultas las cosas a la
persona que te da un techo bajo el que vivir, cuéntame qué ocurre.
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DOROTEA: El futuro esposo de mi ama de mí enamorado está, y quiere que nos
mudemos a Granada sin nadie a quien avisar. Pero, ¿es pecado si yo a él le quiero? Los
sentimientos no se eligen pero claro, ¿de quién es culpa el amor? Amelia ni le quiere,
solo busca una boda y un marido para conservar su honra, yo sería una buena esposa
aunque
no tenga las riquezas ni el honor necesario, ¿pero eso importa? Claro que
importa, nadie es persona sin su honor.
MADRE OCTAVIA: ¿Acaso tu ama te ha dicho que no le quiere?
DOROTEA: Yo la conozco de sobra, sé que solo quiere la boda por aparentar y tener
una posición social, en el fondo ella está enamorada de Pedro, el hijo del general, pero
como este ya está casado se ve a escondidas con él, estoy segura de ello, les he
organizado más de un encuentro.
MADRE OCTAVIA: Mas entonces, ¿Qué te preocupa? No vas a herirla si no le quiere.
DOROTEA: No es solamente que no quiera herirla, es que no puedo traicionar a la
persona que me ha dado un hogar, además no tengo la posición social necesaria como
para casarme con Críspulo, se merece a una dama de verdad, con joyas y riquezas,
mejor que lo que yo nunca llegaré a ser.
MADRE OCTAVIA: Creo que hay algo que debes de saber. ¿Recuerdas algo de tus
padres?
DOROTEA: No, no recuerdo sus caras, solo un gran salón con una vidriera enorme en
la parte superior de la pared. Seguramente sería donde trabajaban.
MADRE OCTAVIA: Es cierto que había un gran salón con vidrieras, pero no era su
lugar de trabajo, sino su casa, Dorotea, eras tú la que vivía allí junto a tus padres en la
capital.
DOROTEA: (Con expresión de sorpresa) Pardiéz, ¿de dónde se ha sacado usted eso?
Válgame Dios, creo que el ayunar le ha sentado mal.
MADRE OCTAVIA: Si algo tengo muy claro en lo que digo es esto, no eres una
doncella cualquiera, tu familia es incluso más poderosa que la familia de Uribe.
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DOROTEA: (Con la cara un poco pálida, se apoya en la pared del convento y habla con
voz nerviosa) Si eso es cierto, ¿por qué soy la criada de Amelia? Si fuese tan adinerada
como usted dice ahora tendría a gente que haría todo por mí, no al contrario.
MADRE OCTAVIA: Con solo 4 años de edad saliste corriendo en el centro de la
capital, te perdiste y fue la familia de Uribe la que te encontró, y en vez de intentar
encontrar a tu familia, te engañaron, mancharon tu honra y te hicieron creer que tus
padres eran solamente dos artesanos pobres que te confiaron a los Uribe a cambio de un
techo bajo el que dormir y comida caliente con la que alimentarte todos los días. Con
esto pretendo decirte que si decidieses casarte con el señorito Críspulo, no traicionarías
a tu ama, porque ella ha sido la única que no ha sido capaz de desvelarte tu verdadera
identidad, y que honra tienes, incluso más que Amelia. Pardiéz qué agotamiento
produce hablar tanto a una señora de mi edad, qué mayor estoy ya hija.
DOROTEA: Debo ir rápidamente a la casa de los de Uribe con Críspulo a decirles que
ya sé toda la verdad, le agradezco mucho todo lo que me ha confesado, madre.
(Dorotea se tira a la Madre Octavia a abrazarla cuando entre risas le contesta)
MADRE OCTAVIA: No hay de qué hija, no hay de qué.
Acto tercero
(Ya es de noche cuando Críspulo y Dorotea entran apresuradamente al zaguán de la
familia de Uribe, donde se encuentran a Amelia con su padre hablando)
ESCENA PRIMERA
DON ENRIQUE: ¡Dorotea! ¿Qué formas de entrar son estas? ¡Y a estas horas!
DOROTEA: No creo que usted sea el indicado para decir cómo debo de comportarme.
DON ENRIQUE: Ensucias mi honra con esas palabras, yo no te he dado una vida ni te
he enseñado para que te comportes así con tus superiores.
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DOROTEA: Me repugna saber que son unos mentirosos y deshonestos los que me han
estado cuidando todos estos años, ¡yo tenía familia, y unos padres que me apreciaban
más que ustedes y me habrían tratado mucho mejor!
DON ENRIQUE: (nervioso) ¿Qué estás diciendo?
DOROTEA: Señor, la verdad digo, la Madre Octavia me ha confesado todo, lo de mi
casa en la capital y como me secuestrasteis con tan solo 4 años. Amelia, no te mereces a
Críspulo, no mereces ni su amor ni la honra que el matrimonio con un caballero te iba a
dar, porque ya la mancillaste desde el día que empezasteis esta farsa que yo pensaba que
era mi vida. Así que me despido de ustedes, y no os deseo ningún mal más el que
ustedes solos se han buscado.
(Críspulo mira sorprendido a Dorotea con cara de enamorado y le contesta)
CRÍSPULO: Después de esto yo vuestro esclavo seré, porque yo la quiero con toda mi
alma. Vayámonos ya de aquí.
(Amelia se tira al suelo llorando desconsoladamente mientras Don Enrique maldice al
cielo a la vez que abraza a su hija)
ESCENA SEGUNDA
(De nuevo en la plaza del convento, Segismundo espera con dos caballos la llegada de
Críspulo y Dorotea)
SEGISMUNDO: Ya tenéis preparado vuestro caballo para partir hacia Granada.
CRÍSPULO: Gracias, Segismundo, ve preparando tu caballo para venir con nosotros,
¿qué haría yo sin mi fiel criado, mi leal amigo?
SEGISMUNDO: (Muy feliz) Miles de gracias, Críspulo, doy gracias a los cielos por
permitirme ir con ustedes y no abandonarme aquí, gracias.
(Segismundo va corriendo a buscar otro caballo de las cuadras para él, mientras,
Dorotea está acariciando al caballo cuando Críspulo la habla.)
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CRÍSPULO: Usted, la señora de mi vida, con riquezas y sin riquezas la hubiese querido
igual. La honra no me hubiese importado con tal de haber estado junto a vos. Usted es la
luz que quiero que mi camino guíe por el resto de mis días, por ello, quiero casarme
con usted, en Granada. La quiero como nunca he querido a nadie y que me abandonase
me haría desear la muerte. Dígame, ¿quiere casarse conmigo?
DOROTEA: (Con lágrimas en los ojos) Por supuesto que quiero, Críspulo, estaré con
vos para el resto de mis días.
(Críspulo radiante de felicidad se apresura a abrazar a Dorotea y la besa. En ese instante
Segismundo aparece, se montan en el caballo, y a trote en mitad de la noche se van
dirección al sur de España, donde les espera su deseado destino.)
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