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Civiles y militares: de la Ilíada a la Odisea, por Federico
Vegas
Federico Vegas · Wednesday, March 5th, 2014
I
Comencé hace tres días un precipitado recuento histórico sobre el origen de esas
fuerzas civiles y militares que hoy se expresan en nuestras calles de manera tan
dramática, y, sin haber establecido un rumbo y punto de llegada, decidí partir de las
remotas y permanentes Ilíada y Odisea. En un afán de apurar el paso, releí sus
comienzos y finales, como un estudiante que tiene poco tiempo para terminar su tarea,
y estos extremos me han resultado tan conmovedores que he decidido quedarme
varado por un tiempo entre sus lecciones.
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Quizás deba aceptar que me estoy refugiando en los clásicos, como un explorador que
en realidad quiere perderse, pero tengo como excusa lo que dijo una vez Dostoievski:
“Homero confirió a la ordenación de la vida terrestre y espiritual del mundo antiguo
una estructura semejante a la que dio el cristianismo al mundo moderno”.
II
Como bien saben, la Ilíada trata sobre la Guerra de Troya y el poeta comienza
anunciando su furia como si quisiera darnos un susto:
Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles, una cólera funesta que causó infinitos
males a los griegos y precipitó al pozo de los muertos a muchas almas
valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y aves de rapiña.
Es tan intensa esta cólera que la salidas ingeniosas de Ulises no aparecen en los
veinticuatro cantos. Nada se nos dice del ardid del gran caballo de madera, tampoco
de la flecha envenenada que se clava en el talón de Aquiles. El ingenio y la exactitud
ahorran violencia y sólo los hechos sangrientos tiene cabida en esta epopeya.
Aristóteles nos explica que Homero no intentó abarcar toda la guerra, pues advirtió
que era un relato demasiado extenso y complicado por la variedad de sus incidentes,
de manera que se centró en lo necesario para configurar lo que Simone Weil llamó en
un ensayo el “Poema de la fuerza”.
Weil sostiene que el centro de La Ilíada es la fuerza que sin cesar modifica el alma
humana, tanto por creer que se dispone de ella sin límites como por pensar que
estamos sometidos a su yugo para siempre; y nos previene: “Quienes saben que la
fuerza, hoy como antes, está en el centro de toda historia humana, encuentran en la
Ilíada el más bello, el más puro de los espejos”.
Como me he limitado a comienzos y finales, acudamos de una vez a la muerte atroz de
Héctor a manos de Aquiles. Aquí estamos ante un héroe tan humano que es capaz de
sentir miedo. Aún así, enfrenta a su enemigo y le anuncia:
– No huiré más de ti. Tres veces di la vueltaen torno a Troya, sin atreverme a
esperar tu acometida. Ahora mi ánimo me obliga a alzarme ante ti y matarte o
morir. Pongamos a los dioses por testigos. Nadie mejor que ellos para vigilar
que se cumplan nuestros pactos: Yo no profanaré cruelmente tu cuerpo, si
Zeus me concede la victoria, pues tan pronto te haya despojado de tu gloriosa
armadura, entregaré tu cadáver a los griegos. Pórtate tú conmigo de la misma
manera.
Aquiles no está de acuerdo con esta propuesta de una paz tan inútil que parte de la
muerte y se lanza sobre su presa. Homero es quirúrgico en la descripción del
combate:
Aquiles miraba cuál parte ofrecería menos resistencia en el hermoso cuerpo
de Héctor, quien se protegía con la excelente armadura de bronce que le
quitó a Patroclo después de matarlo. Y observó que solo quedaba al
descubierto la garganta, que es el punto por donde más pronto se escapa el
alma.Por allí el divino Aquiles atravesó el tierno cuello y la punta de la lanza
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se asomó por la nuca, pero sin sesgarle la garganta del todo, para que Héctor
pueda hablar mientras muere:
– Te lo ruego por tu alma y por tus padres: ¡No permitas, Aquiles, que los
perros me despedacen y devoren. Acepta el bronce y el oro que en
abundancia te darán mi padre y mi veneranda madre, y entrega a los míos el
cadáver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus esposas lo
entreguen al fuego y honren mi muerte.
Aquiles le contesta:
– ¡No me supliques! Ojalá la furia y el coraje me inciten a cortar tus carnes y
a comérmelas crudas, por los agravios que me has infringido.Ya nadie podrá
apartar los perros de tu cabeza ni a las aves de rapiña de tu cuerpo.Aunque
me traigan diez o veinte veces el debido rescate y me prometan más, ni aun
así la veneranda madre que te parió te pondrá en un lecho para llorarte.
Aquí debemos detenernos y pensar en el “más puro de los espejos”, porque, aunque
son otras las armas, hemos visto ese mismo odio y furor en las calles de nuestra
ciudad, y ante edificios que se convierten en murallas con orificios donde las familias
contemplan espantadas.
Una vez que la muerte “cubrió a Héctor con su manto” y “su alma voló de sus
miembros”, y “dejó atrás su juventud y fuerza viril”, Aquiles procedió al más vil de los
actos: arrastrar a la victima sometida, aniquilada.
Le horadó a Héctor los tendones de ambos pies desde el tobillo hasta el talón,
introdujo correas de piel de buey y lo ató al carro, de modo que fuese
arrastrando la cabeza; luego picó a los caballospara que arrancaran y éstos
volaron gozosos. Gran polvareda levantaba el cadáver mientras la negra
cabellera se esparcía por el suelo, y la cabeza, antes tan graciosa, se hundía
toda en el polvo, pues Zeus la había entregado a los enemigos, para que allí,
en su misma patria, la ultrajaran.
Ahora que Héctor ha muerto, después de correr, detenerse y proponer un pacto,
podemos asomarnos a un tema que no es bien recibido en tiempos de conflicto: los
héroes hacen sufrir a sus familias y solo pueden volver a hacer felices a los suyos
renunciando a su heroicidad. Veamos como la esposa de Héctor se lamenta de una
gesta que va a traer más desolación a los hogares:
-¡Marido! Saliste de la vida cuando aún eras joven, y me dejas viuda en el
palacio. El hijo que hemos engendrado es todavía infante y no creo que llegue
a la mocedad; antes será la ciudad arruinada desde su cumbre, porque has
muerto tú que eras su defensor, el que la salvaba, el que protegía a las
venerables matronas y a los tiernos infantes.
Gracias a esta elegía, con su buena dosis de reclamo, nos asomamos a un protagonista
más que está en juego: la ciudad. En la guerra de Troya se enfrentan militares de
ambos bandos, pero los troyanos se van a debatir,además, en una lucha interna, pues
también son ciudadanos que deben optar entre las negociaciones (o la imposibilidad
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de ellas) y esa fuerza que “transforma el peligro en abstracción, las vidas destruidas
en juguetes que un niño rompe, el heroísmo en una actitud teatral manchada por la
jactancia”.
III
La Ilíada hubiese estado incompleta, ebria y harta de su excesiva fuerza, si no se
hubiera equilibrado con los siguientes diez años de la Odisea.
Esta épica se centra en el regreso a Ática de un guerrero que peleó en Troya y quiere
imponer el orden y la justicia en su propio hogar, y, así, volverlo a hacer próspero y
feliz. Podemos también decir que trata de un militar que se convierte en un civil. Estas
son las primeras líneas:
Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir a la
sagrada Troya, anduvo peregrinando largo tiempo, y conoció las ciudades y las
costumbres de muchos hombres, y padeció en su ánimo gran número de trabajos
durante su navegación por el mar, procurando salvar su vida y el regreso de sus
compañeros a la patria. Sin poder librarlos como deseaba, pues todos perecieron por
locos e insensatos.
Se nos anuncia que esta segunda parte no será tan trágica. Ya no se le pide a una
Diosa que cante sino a una Musa que nos hable y cuente sin exaltarse.
“Multiforme” parece un adjetivo propio de una enfermedad eruptiva y no de un
hombre ingenioso, pero en el caso de Ulises se está alabando sus facultades de
adaptación y armonía. Yo prefiero otra traducción que lo presenta como un “hombre
de muchos senderos”, asomándonos a su capacidad de evaluar alternativas y cambiar
de rumbo; algo que no estaba en el impetuoso arsenal de Aquiles, por más que sus
pies fueran ligeros.
La referencia a Troya como una ciudad sagrada que ha sido destruida,sugiere que
sobre Ulises pesa un pecado, incluso un sacrilegio. Él era el más inteligente de los
invasores, el hombre de las ideas, de los acuerdos, luego es el más culpable de una
total destrucción. Esto explica que haya sido el último en regresar a su propia ciudad,
y solo después de una expiación, de una tortuosa peregrinación. Y lo hará como un
exilado, un expatriado, un ser desconocido y errante que, como decía Cesare Pavese
de todo viajero, depende de la piedad de los extraños.
Vemos también que Ulises continúa estando al mando de sus hombres, pero ahora no
avanzan a la búsquedade enemigos, solo quieren dejar atrás los peligros y sobrevivir.
Buscan la paz, el reencuentro con sus orígenes, alivio para un deseo de regresar que
se ha transformado en dolor punzante. Sienten “nostalgia”, una palabra que aún no ha
sido inventada.
Desde las primeras líneas ya sabemos que no van a lograrlo. La locura será el latente
enemigo que acabará con los compañeros de Ulises, quien cuenta con una sola arma
confiable: su inextinguible sensatez. Estamos,por lo tanto,ante la aventura de la
psiquis sometida a una relación incesante con monstruos internos y oscuras pasiones
insatisfechas.
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Y lo más importante, Ulises estará cada vez más aislado. Si en la Ilíada fue uno de los
jefes más importantes de un ejército invasor, en la Odisea llegara a su tierra
disfrazado de pordiosero solitario, un atuendo que no le exige mucho, pues nada tiene.
Algunos de los lances de Ulises son tan dolorosos como envidiables. Tal es el caso de
su renuncia a la bella Calipso, la “ninfa de lindas trenzas” que le promete la
inmortalidad si continúa amándola en su isla. Es tan dulce e indulgente, que aún
cuando Ulises la abandona…
Lo dejó marchar de la isla después de lavarlo y ponerle ropas perfumadas, y
entregarle un odre de negro vino, otro grande de agua y un saco de víveres en
el que añadió abundantes golosinas, y le envió un viento próspero y cálido.
Las aventuras de Ulises parecen el presagio de una literatura más oriental, como un
vínculo que desde la mitología anuncia Las mil y una noche. En cada fantástico
episodio aflora una de las debilidades humanas, como lo ocurrido en la isla de los
lotófagos:
Éstos decidieron no matar a nuestros compañeros, sino que les dieron a
comer loto, y quien comía el dulce fruto del loto ya no quería volver al barco
ni regresar a la patria, sino que preferían quedarse allí con los Lotófagos,
arrancando loto, y olvidándose del regreso. Pero yo los conduje a la fuerza,
aunque lloraban, y en las cóncavas naves los arrastré y até bajo los bancos.
Dejemos atrás la astucia con que logra vencer al cíclope Polifemo, huir de gigantescos
caníbales (otra palabra que aún no existía), seducir a Circe, la maga que podía
transformar a los hombres en cochinos mediante drogas deliciosas, descender a los
infiernos, navegar entre perversas sirenas, y vamos más allá del encuentro con su hijo
y con su padre, para detenernos en el momento en que vuelve a tener entre sus brazos
a su esposa.
Penélope al principio desconfía. Tiene veinte años sin verlo y ha estado acosada por
pretendientes que la engañan y la confunden con acosos cada vez más agresivos, por
lo que va a poner a prueba al que dice ser su marido pidiéndole a su doncella que
ruede el lecho nupcial a otro sitio. Resumo la respuesta de Ulises:
Ningún mortal podría cambiar de sitio nuestro lecho. Lo labré yo mismo de un tronco
de olivo robusto y floreciente, ancho como una columna, que creció en un patio, y
edifiqué el dormitorio en torno a él, y lo cubrí bien con un techo y le añadí puertas
habilidosamente trabadas.
Aquí tenemos otro aspecto de su ingenio “multiforme”: las labores del hogar. Penélope
recordaba con pasión intacta sus destrezas y,corriendo hacia él,rodeo su cuello con
sus brazos, besó su cabeza y le dijo:
No te enojes conmigo porque al principio, nada más verte, no te acogiera con
amor. Pues continuamente mi corazón se estremecía dentro del pecho por
temor a que alguno de los mortales se acercase a mí y me engañara con sus
palabras.
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Y después de gozar del amor placentero, los dos esposos se contaron mutuamente lo
que había sucedido durante los veinte años que habían estado separados. Para
entonces ya había comenzado la venganza de Ulises contra los pretendientes que
invadieron su casa. Por sobre los ardides ingeniosos, ahora prevalecerá una matanza a
puertas cerradas con la fuerza desatada y sin límites que en la Ilíada fue la norma.Solo
falta un último combate contra los familiares de los pretendientes. El ejército de
Ulises consta de su hijo y de su padre. Imposible concebir una tropa más hogareña.
El combate ha podido ser sangriento, pero Homero, o los poetas de las escarpadas
colinas de Quíos, ya están cansados de tanta violencia y le imploran a Atenea que
intervenga. La diosa contuvo a los guerreros con sus gritos:
– ¡Abandonen, hombres de Ítaca, la dura contienda, para que puedan
separarse sin derramar sangre!
Así habló Atenea y el pálido terror se apoderó de ellos. Volaron las armas de
sus manos y se volvieron a la ciudad deseosos de vivir.
Ulises quiere seguir luchando, pero cae frente a él un rayo y Atenea le grita con más
fuerza:
–¡Ulises rico en ardides, contente! Haz que termine este combate igualmente
funesto para todos.
Así habló Atenea. Ulises obedeció y se alegró en su ánimo. Y Palas Atenea, la
hija de Zeus, estableció en Ítaca un pacto para el futuro.
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IV
La frase, “volvieron a la ciudad deseosos de vivir”, parece dedicada a los caraqueños.
Es en las calles y plazas de nuestras ciudades donde se han dado tanto los combates
frente a una represiva expresión de lo militar como los más civiles deseos por una vida
mejor.
También nos estremece la idea de establecer “un pacto de futuro”. A través de la
Ilíada y la Odisea se va profundizando la diferencia entre la “fuerza” y el “pacto”, dos
potencias que definen bien a lo militar y a lo civil.
Con esta relectura no he pretendido señalar con el dedo y decir: “Estos hacen de
griegos y estos de troyanos”, “Este es Aquiles y aquel Héctor”. Me interesa lo que los
poemas tienen de vibración, de campo para la reflexión. Es una tradición ancestral el
utilizarlos para entender qué diablos nos pasa, pero sin que nadie nos imponga sus
hallazgos. Bajo esta premisa los invito a leer estos clásicos, el extremo opuesto a las
noticias que hoy nos inundan como ríos que rebasan los diques de la censura del
gobierno. Espero que encuentren sus propias conclusiones sobre dónde están la cólera
y las salidas ingeniosas, los caballos de Troya y las flechas envenenadas, los talones de
Aquiles, la fuerza que somete a los hombres por creer que estamos sometidos a su
yugo para siempre, los espejos y espejismos de la historia, los que enfrentan un
combate imposible, los acuerdos sobre los despojos, las heridas en la garganta que
apenas nos permiten balbucear unas cuantas peticiones, los ocultos funerales
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mientras se cambian las verdaderas razones de los asesinatos, las victimas arrastradas
después de sometidas, los ultrajados en su propio país por extranjeros, los héroes que
no pueden evitar el hacer sufrir a sus familias, los que esconden en esta ecuación su
cobardía,la ciudad arruinada desde su cumbre, lo que Caracas tiene de sagrado, la
falta de orden en la vida espiritual y terrestre, la ausencia de equilibrio entre lo civil y
lo militar, los regresos infructuosos a la patria, la locura y la insensatez,los sacrilegios,
las expiaciones,los exiliados y expatriados, la nostalgia por un futuro que parece estar
en el pasado, la locura latente y la presente, el aislamiento, ese manjar que regalan los
lotófagos y apacigua,los hombres transformados en cochinos, los cochinos
transformados en hombres, el canto de las sirenas, los que se amarran a un poste y los
que se tapan los oídos, los brutos cíclopes que miran a la patria con un solo ojo, los
acosos flagrantes, las mentiras constantes, la matanza en la propia calle, los deseos de
vivir y los pactos para el futuro en que ya nadie cree. Y luego agreguen muchas otras
preguntas a las que también debemos encontrar respuesta.
De mis inmersiones en esta ceremonia íntima y escapista que es la lectura de un libro,
nunca podré olvidar ese tronco de un olivo convertido en lecho nupcial, como una
señal que brota del centro de la tierra y se convierte en pacto secreto y en el epicentro
de nuestro amor. ¿Quién no sueña con ese hogar donde nuestros hijos y nietos puedan
entrar, partir y regresar de sus propias aventuras sin miedo?Parece un pecado el
tener un anhelo tan simple entiempos tan complejos y desquiciados.
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on Wednesday, March 5th, 2014 at 7:30 am and is filed under Actualidad
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