EL MANIERISMO

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EL MANIERISMO
El nombre de manierismo aparece en el S. XVIII a partir del término "maniera" dado por Lanzi a
todo alarde técnico sin inspiración o "defecto del que se abandona al género amanerado". Este
concepto proviene de una valoración extrema del Alto Renacimiento que no reconoce como un
estilo diferente al que se desarrolla entre 1520 y 1600 y lo considera una fase decadente del
clasicismo, un "amaneramiento de quienes trataban de copiar a los maestros clásicos sin lograrlo".
Se pensaba que estos artistas trataban de pintar "allá maniera" de Rafael, por ejemplo, cuando
estaban desarrollando un lenguaje diferente.
Características socio-económicas del S. XVI
El S. XVI se caracterizó por haber sido una época de grandes cambios en el conocimiento científico.
En astronomía los descubrimientos de Copérnico pusieron al hombre en un nuevo lugar. La visión
teocéntrica medieval había dado paso a la antropocéntrica renacentista. Pero en este siglo ese
lugar preferencial del hombre se llenó de incertidumbre ante lo desconocido, el hombre es un ser
pequeño en un inmenso cosmos. A la fe en la posibilidad del conocimiento de la naturaleza a
través de la razón del Renacimiento, sucedió la idea de la relatividad de las cosas generada por la
posibilidad del error en el conocimiento. Esto se denomina giro copernicano.
Esta fue una época de gran inestabilidad social, económica y política. Aumentó la población de las
ciudades que vivía en condiciones miserables y se origina el sistema económico capitalista que
llega a la actualidad, con el fin de las corporaciones medievales. La libre competencia desplazó a
los gremios, provocando el empobrecimiento de las clases bajas. En esta época se realiza la
conquista y colonización de América, desplazándose el eje comercial al Atlántico.
Características estilísticas del manierismo.
A partir de 1540, tras el Alto Renacimiento, el arte va a reflejar la soledad, la angustia, las
contradicciones, el sentimiento de alienación y desencanto de la época. Como arte aristocrático
mostrará la lujosa y refinada vida cortesana.
Sus características más importantes son:
- Buscar provocar la intranquilidad del espectador, la extrañeza.
- Desplazamiento del tema central a un plano secundario o último.
- Hieratismo de los personajes, lejanía en las expresiones, faltos de vida.
- Proporciones disonantes entre los personajes y en la figura humana, alargamiento y distorsiones
geometrizantes
- Poses rebuscadas, posiciones complicadas, escorzos acentuados.
- Las figuras aparecen comprimidas, abigarradas. Muchas veces sin puntos de apoyo.
- Los elementos iconográficos tradicionales desaparecen. Por ej. Pontormo realiza un
"Descendimiento" sin cruz.
- Se agregan elementos inútiles o en posiciones ilógicas.
- Síntesis geométrica del espacio y las formas. Por ejemplo hay figuras muy simplificadas en
cuerpos geométricos o grandes curvas."Moisés y las hijas de Jetró" del Rosso Fiorentino.
-El espacio es abstracto, ambiguo, se usan elementos de la perspectiva, pero sin una lógica,
multiplicando los puntos de fuga y los puntos de vista. Las múltiples perspectivas se suman en una
rica totalidad.
En el espacio pueden aparecer planos superpuestos como los de la Edad Media, o espacios con
perspectivas geométricas individuales para personajes o escenas, (módulos espaciales) . Su uso es
arbitrario y se integra en función del movimiento de las figuras. Puede ser incoherente desde el
punto de vista físico ya que los personajes no van a ningún lado o las construcciones no tienen
apoyo ni cimientos, diluyéndose en extrañas atmósferas.
- Las composiciones son complejas, plurivalentes, donde cada elemento juega su propio papel.
- El color es frío, desaturado, de tonos metálicos, ácidos, amarillos verdosos y que muchas veces
no coinciden con el color local.
- Hay gran movimiento, aparece la línea serpentinata, y se provocan grandes torsiones en las
figuras.
Temática del Manierismo
- Reverencia por los temas mitológicos. Salen por primera vez a lugares públicos. Ej. "Fuente de
Neptuno", en la Plaza de la Señoría, y "Perseo" de Cellini, en la Loggia, Florencia. Y como vertiente
opuesta se dan obras con una versión tragicómica, irónica de la mitología. Ej.: en el Palacio del Té,
en Mantua, G. Romano realiza para F.Gonzaga una sala de cíclopes desbarrancados.
- Retratos aristocráticos. En ellos aparecen los detalles lujosos, sofisticados, los objetos extraños,
nuevos elementos de la refinada vida cortesana como saleros, tenedores y otros cubiertos.
- Temas religiosos. Se desarrollan en forma cruenta, casi perversa, poniéndose el acento en temas
como los martirios, la crucifixión. Hay referencias al sadomasoquismo, al incesto, la
homosexualidad, las santas aparecen con carga erótica. Todo esto provocó la reacción de la Iglesia
tras la Contrarreforma que prohibió este estilo en las Iglesias, aunque para entonces ya estaba
agotado.
- Tema femenino, El desnudo femenino aparece como un objeto cortesano exquisito, de gran
sensualidad. La mujer aparece como poco lúcida y complaciente. En todos los temas aparecen
elementos contradictorios y fantásticos.
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MANIERISMO LITERARIO
Tendencia literaria, en cierto modo coincidente con el barroco (v.) tanto en tiempo, como en
forma y actitud, que se caracteriza por un predominio formal exquisito, pulcro e intelectualista. El
problema fundamental del m. reside en su diferenciación con el barroco, tema en el que el
historiador y sociólogo de la literatura Arnold Hauser (v. o. c. en bibl.) ha hecho especial hincapié.
El m. tiene también una expresión en las artes plásticas (v. I), que generalmente suele ser, al decir
de Hauser, previa o anterior a las manifestaciones del m. literario.
Muchos historiadores no distinguen entre m. y barroco, o tratan el m. como un rasgo estilístico
del barroco, o como una acentuación preciosista o decadente de aquél. Sin embargo, es posible
establecer una diferencia no sólo formal, sino también intelectual entre ambas actitudes. «El
barroco es una dirección emocional que apela a amplios estratos del público, mientras que el
manierismo es un movimiento intelectualista y socialmente exclusivo». Esta es, según Hauser, la
diferencia fundamental que permite distinguir con claridad una obra manierista de una barroca, o
percibir el aspecto barroco del m. o el aspecto manierista del barroco, que, aunque puedan
ostentar zonas de confluencia, de hecho no son coincidentes.
«Una obra manierista surge por la adición de elementos relativamente independientes,
manteniendo su estructura atomizada, mientras que una obra barroca se impone siempre de
alguna manera, un principio de unidad, y tiende a un efecto unitario» (Hauser). Así, pues, en
contraste con la diversidad manierista, el barroco es unitario. Caracteres del m. son también el
refinamiento del estilo, su reflexividad, el culturalismo y el preciosismo intelectual. Por el
contrario, el barroco entraña cierto retorno a lo natural e instintivo y, por tanto, a lo normal. Así,
«lo decisivo para la diferenciación es que en el barroco frente al manierismo hay que subrayar el
desplazamiento de lo paradójico, complicado y refinado, es decir, de aquellas peculiaridades
formales que derivan de la voluntad artística intelectiva y abstracta del manierismo». El elemento
común al m., no sólo literario, sino en todas las artes es la confusión de lo real y lo irreal, la mezcla
de un intelectualismo aparente y un irracionalismo especulativo. El m. se manifiesta como
formalismo y metaforismo. Hace de la metáfora su nervio, pero una metáfora en cierto modo
hueca, a la que convendría la fórmula de metáfora por la metáfora.
Parece que los representantes del m. serían el poeta italiano Marino (v.), el español Góngora
(v.), el inglés Marlowe (v.) y el escritor francés Montaigne (v.). Hauser observa tendencias
manieristas en Shakespeare (v.) y Cervantes (v.) y postula que la tradición manierista está
íntimamente ligada a la herencia petrarquista. El tema del m. está también emparentado con el
concepto de «decadencia», que tanta importancia y tantos debates ha provacado en los últimos
años. El m. sería en cierto modo expresión de una decadencia cultural. El preciosismo y el gusto de
la forma por la forma, el resalte de lo aparente, insinúan un gusto cuyo refinamiento se complace
en ignorar su propia, pero inminente extinción.
De esta manera, el m. habría resucitado en las fórmulas vanguardistas de la literatura europea
de los años 20 (V. VANGUARDISMO). A partir de Mallarmé (v.), Apollinaire (v.), Proust (v.) y Kafka
(v.), se observa una complacencia cada vez más clara por la propia defectuosidad psíquica o
somática. Lo monstruoso o lo anormal se recubren de un intelectualismo cultista, a veces
amanerado y siempre tendente a imponer como norma estética lo informal, lo estrafalario o lo
disidente. En el seno de este intelectualismo descansa un irracionalismo o, por lo menos, así lo han
querido ver determinadas escuelas socioliterarias. En efecto, sobre estos criterios se ha elevado
una polémica, según la cual, las corrientes de vanguardia deshumanizadoras del arte, por utilizar la
expresión orteguiana, encubren un decadentismo irracionalista. Vanguardia sería entonces
sinónimo de decadencia. El realismo socialista significaría, en este sentido, la antípoda del m.
decadente europeo, esteticista e irracionalista. Tal crítica ha sido, no obstante, desvirtuada, tras
haberse analizado el dogmatismo estético latente en el realismo socialista.
L. NÚÑEZ LADEVEZE.
BIBL.: A. HAUSER, Literatura y manierismo, Madrid 1969; VARIOS, Estética y
marxismo, Barcelona 1969; íD, La industria cultural, Madrid 1969.
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