1 Sereno y claro: una introducción a la meditación Budista por Patrick Kearney (Traducción al español: Miguel Ángel Piquero-Hidalgo) Sexta Semana: El método Mahāsī Introducción Esta noche deseo introduciros a la práctica de satipaññhàna vipassanà, conforme la enseñaba el difunto Mahàsã Sayàdaw. Nacido en 1904, en el norte de Mandalay, Birmania, Mahàsã Sayàdaw estudió las escrituras Budistas antes de emprender su práctica de meditación, bajo la guía de Mingun Sayàdaw. Mingun Sayàdaw fue un pionero en el resurgir de la meditación vipassanà (introspección) en Birmania y, en particular, en el movimiento dedicado a enseñar meditación vipassanà a personas laicas. Tras completar su entrenamiento, Mahàsã Sayàdaw retornó a su monasterio local, para enseñar allí. En dicho monasterio había un gran tambor, mahà-si en birmano, el cual se redoblaba para convocar a las gentes locales a las enseñanzas del dharma. Sayà-daw significa “maestro respetado” y es un título otorgado a los monjes veteranos en Birmania. Así, Mahàsã Sayàdaw era el “Maestro del Gran Tambor”. Se le otorgó dicho nombre por el tambor de su monasterio y también por su habilidad como maestro: El redobló el tambor del dharma y muchas gentes lo escucharon. Cuando Birmania se independizó, en 1948, el nuevo gobierno patrocinó un resurgir del Budismo. Mahàsã Sayàdaw fue invitado a regir un nuevo centro de meditación en Rangún, el cual se desarrolló para enseñar prácticas de meditación a gran escala, en particular a personas laicas. Se trataba de una innovación, ya que en las sociedades Budistas tradicionales, la meditación es generalmente practicada tan sólo por una pequeña élite de renunciantes o clérigos. El método de meditación asociado con Mahàsã Sayàdaw es el método vipassanà (introspección o claridad), designado específicamente para permitir que personas laicas en el mundo moderno puedan alcanzar la experiencia de nibbàna. En la actualidad, El Centro Mahàsã Sàsana Yeiktha enseña a miles de estudiantes cada año y cuenta con más de 300 centros asociados dentro y fuera de Birmania. Permanece como uno de los centros de meditación más importantes en el mundo hoy en día y es el origen de uno los linajes más influyentes en el Budismo Theravàda. El método Mahāsī 2 Energía, atención y concentración El Buda denominó su camino hacia el despertar como El Noble Camino Óctuple. De estos ocho aspectos, tres tratan directamente con la meditación: energía—o esfuerzo—correcta (sammà vàyàma); plena atención consciente correcta (sammà sati); y concentración correcta (sammà samàdhi). La atención es el emplazamiento deliberado de la consciencia en su objeto. La energía es la cualidad de deliberación requerida para dirigir la atención y colocarla en su objeto. Y concentración es el enfocar la atención en un objeto único. Hay tres aspectos de la mente meditativa: energía, atención y concentración. Debemos tener equilibrio entre estos tres aspectos. Si no hay suficiente energía y hay demasiada concentración, entonces la mente es muy calmada, pacífica y se siente placentera; pero es pesada, apagada, sin conocimiento. Entonces podemos incluso dormirnos. Si hay demasiada energía y no hay suficiente concentración, entonces la mente se vuelve tensa e inquieta e, incluso si trabajamos duro, no podemos llegar bajo la superficie de las cosas. La mente se vuelve agitada; controlada pero agitada. La energía, por un lado y la concentración por el otro, han de hallarse en equilibrio. El factor equilibrador es la atención. Puede que tengas mucha energía; puede que tengas mucha concentración: pero no puedes tener demasiada atención. La atención lleva la energía y la concentración al equilibrio; y el equilibrio, o ecuanimidad, facilita la totalidad de la práctica. La atención equilibra todos los factores mentales, todos los aspectos de la mente— y, si tenemos una mente equilibrada, tenemos una vida equilibrada. Existen otros dos aspectos de la atención con los que hemos de familiarizarnos. El primero es la cualidad de la inmediatez—la atención siempre se refiere a lo que está ocurriendo en este mismo momento. No puedo prestar atención a lo que pasará en el futuro, ni tampoco a lo que haya ocurrido en el pasado. Sólo puedo prestar atención a lo que está sucediendo ahora mismo. En segundo lugar, la atención siempre tiene un objeto. “Estoy atento” significa “estoy atento a esto”. La atención es específica, precisa. Por tanto, el factor de enfoque es esencial en el desarrollo de la atención. Cuando observo algo, ese algo específico se halla en el centro de mi campo visual. Es el punto preciso de mi enfoque. Hay mucho más sucediendo en mi visión periférica. Sé que hay cosas ocurriendo allí pero no les presto atención. La atención se caracteriza por las cualidades de inmediatez y precisión. Técnicas de atención Estamos desarrollando energía, atención y concentración; y para realizar ésto le damos a la mente algo a lo que estar atenta, llamándolo el objeto primario. Queremos que este objeto primario sea algo claro, de forma que podamos mantener el enfoque en él durante largos periodos de tiempo. Y, además, queremos que sea dinámico, de forma que podamos ver el cambio dentro del mismo. Por esta razón Mahàsã Sayàdaw instruyó a sus estudiantes a realizar la respiración de forma que la sensación en el abdomen sea el objeto primario de la meditación en la postura sentada. Conforme inhalamos, el abdomen se mueve, se infla, o, como dicen en Birmania, el abdomen “sube.” Conforme exhalamos, hay de nuevo un movimiento en el abdomen, el abdomen “baja.” Hay un movimiento de “subir” y “bajar” en el abdomen. Las palabras “subir’ y El método Mahāsī 3 “bajar” son códigos de las sensaciones físicas realmente experimentadas en el cuerpo y, en particular en el abdomen, cuando inhalamos y exhalamos. Por supuesto no respiramos realmente en el abdomen. Estas sensaciones de movimiento son el elemento aire (vàyo dhàtu), que podemos experimentar en cualquier parte del cuerpo. ¿Por qué el abdomen? Porque, para la mayoría de las personas, las sensaciones involucradas en la respiración son más claras en esta área la mayor parte del tiempo. Vipassanà (introspección) se caracteriza por claridad, por lo que nuestra regla básica es la de enfocar en lo que quiera que sea más claro, lo que quiera que sea predominante en este momento. Podemos encontrar que, las sensaciones físicas asociadas con la respiración, son más claras en el abdomen. O en el pecho, o moviéndose alrededor. En realidad no importa dónde las sensaciones ocurran; lo que es importante es que las examinemos donde quiera que sean más claras y distintivas. Por ello, usamos el abdomen como nuestro objeto primario, pero no nos dejamos encerrar en él. Enfócate en el abdomen cuando las sensaciones allí sean predominantes, o cuando no sepas a qué otro lugar mirar. No emplees tiempo preguntándote, “¿A dónde se supone que debo estar mirando?” ó, “¿A dónde debo mirar ahora?” Una de las razones por las que tenemos este objeto primario es porque elimina la necesidad de discusión interna. Nos hallamos observando los procesos de la respiración y descubrimos que, por experiencia directa, la inhalación es una serie de sensaciones físicas cambiantes —movimiento, presión, tensión, etc. —dentro del cuerpo. La exhalación es una serie de sensaciones físicas cambiantes. Tales sensaciones son nuestro objeto. Para cultivar precisión en nuestro enfoque nombramos la experiencia que estamos observando, fijándole una etiqueta mental, de igual forma que podemos indicar algo que estamos observando a través de nombrarlo. Al inhalar, usamos la etiqueta “subiendo”, repitiendo mentalmente la palabra. Al exhalar, usamos la etiqueta “bajando”. Si un nombre distinto surge de forma espontánea, uno que describa la sensación de forma más apropiada, entonces siéntete libre de usarlo, de otro modo usa “subiendo” y “bajando.” Estos nombres nos ayudan a desarrollar un sentido de enfoque preciso y concreto, la habilidad de distinguir claramente sólo ésto como objeto de la meditación. Ello es particularmente importante en la práctica de introspección (vipassanà), si bien no es tan importante en la meditación de serenidad (samatha). En la práctica de la serenidad nos interesamos con simplemente absorbernos en un único objeto y, la cualidad de absorción, la cual indica la predominancia de la concentración (samàdhi), es central. Podemos saber cuándo estamos desarrollando la atención porque el objeto se hace claro y distintivo. Distracción La distracción es una parte inevitable de la meditación y, en vipassanà la incorporamos a la práctica. ¿Qué es la distracción? Es el movimiento desapercibido de la atención de un objeto a otro. Hemos visto que, cuando atendemos a un objeto, algún fenómeno en particular es el centro de nuestra atención, mientras que otras cosas siguen sucediendo en nuestra periferia. Distracción no es el entendimiento de que hay algo sucediendo en el fondo, El método Mahāsī 4 como el sonido del tráfico. La distracción ocurre cuando el foco central de nuestra atención es arrebatado y llevado a algún otro suceso especifico. Al observar el subir y el bajar del abdomen podemos ser conscientes de que hay algún pensamiento en el fondo pero eso no es distracción; sabemos que estamos distraídos en el momento en que nos hacemos conscientes de que el pensamiento está ahora en primer plano y que el subir y el bajar del abdomen está, o en el fondo, o ha desaparecido por completo. En otras palabras, distracción es tan sólo movimiento y, como todo movimiento, éste puede ser observado. Éste resulta en un nuevo objeto que surge espontáneamente en la mente y este nuevo objeto puede ser observado. Por tanto, el proceso de distracción en sí mismo puede ser un objeto de atención. Por supuesto, cuando observamos la distracción según sucede, ésta cesa de ser una distracción. La atención plena se puede centrar sólo en lo que está sucediendo ahora. Si lo que está sucediendo ahora es una distracción, entonces ahora mismo mi atención sólo puede ser atención a esa misma distracción. Si fallo en reconocer ésto, y reacciono a mi distracción para retornar a mi meditación más tarde, entonces todo lo que estoy haciendo es posponer mi atención plena. Pero la atención plena pospuesta es atención plena denegada. En el momento en que sabemos que estamos distraídos, ese mismo reconocimiento es un momento de atención pura. Cuando reconocemos nuestra distracción, la llamamos objeto secundario y lo examinamos con la misma energía, atención y concentración con que examinamos el objeto primario, el subir y bajar del abdomen. A esta práctica la llamamos “anotar” el objeto de la meditación. Anotar el objeto de la meditación significa situar deliberadamente nuestra atención plena en el mismo. El situar nuestra atención plena, de forma deliberada, en un objeto, requiere que hagamos una elección, en este momento, de llevar nuestra atención plena y situarla allí. Ello requiere energía ó esfuerzo, al igual que precisión. Nuestra precisión se ve ayudada con el nombrar el objeto, fijando mentalmente la etiqueta en él: “cayendo”, “pensando”, “duro”, “blando”, “deseando”, “rechazando”, o lo que quiera que sea el caso. Dicha acción de situar nuestra atención plena, de forma deliberada y precisa sobre el objeto es anotando y, lo que anotamos, lo sabemos. Lo que no anotamos, lo desconocemos. De forma análoga, tenemos la misma estructura básica de objeto primario y secundario, en la meditación caminando. Así, anotamos el objeto primario hasta que nos damos cuenta de que nuestra atención ha sido sustraída por algo distinto, y entonces anotamos algo distinto como el objeto secundario. Caminando, el objeto primario es el movimiento del cuerpo y las sensaciones al tocar el suelo con los pies. Nos asentamos en la postura, comenzando con el estar de pie—parado. Entonces comenzamos a caminar, yendo y volviendo, en un camino imaginario. Comenzamos a caminar un poco más lentamente de lo normal, de forma que cada movimiento sea deliberado, y manteniendo nuestra atención en el cuerpo, sintiendo tanto el movimiento del cuerpo como el tocar de los pies en el suelo. A esta experiencia la llamamos “caminando.” Conforme nos adentramos en el caminar, aminoramos el paso y nos enfocamos más precisamente sobre el movimiento del pie y su contacto con el suelo, dividiendo el caminar en dos aspectos: “izquierdo” y “derecho.” Ralentizando aún más, nos enfocamos más precisamente sobre el movimiento del pie y su contacto con el suelo, dividiendo cada paso en tres partes: “levantar”, “empujar” y “colocar.” “Levantar” nombra la experiencia del levantar El método Mahāsī 5 el pie del suelo; “empujar” nombra la experiencia del mover el pie hacia adelante; y “colocar” nombra la experiencia del dejar caer el pie, colocándolo sobre el suelo. Conforme notamos que estamos distraídos por algo diferente, nombramos la experiencia, haciéndola el objeto secundario. Cuando no requiera ya más nuestra atención, retornamos al objeto primario. La instrucción completa para esta práctica es: “¡Estate atento!” ¿Cómo puedes estar todo el tiempo atento? No puedes. Pero lo que puedes hacer es estar atento ahora. Puedes atender a cualquier cosa, incluyendo el hecho de que has perdido tu atención. Estar claramente consciente de tu distracción es atención; es la práctica misma. Contenido y proceso Nota que, conforme investigo mis distracciones, no estoy observando el contenido de mi mente; lo que observo es el proceso de la mente –recordando que, en Budismo, “mente” incluye todas las experiencias no físicas, las emociones y también los pensamientos. Si me doy cuenta de que estoy ensoñando, o de que estoy obsesionado con algo, no me interesa acerca de sobre qué estoy ensoñando. Eso es total y completamente irrelevante. En lo que estoy interesado es simplemente en el hecho de ensoñar, en el proceso del surgir, de la manifestación y del cese del ensueño. Hemos visto cómo la mente está continuamente creando historias, todas comenzando con el yo como carácter central, y cómo estamos fascinados sin cesar con tales historias. Cómo, de hecho, nuestra identificación con estas historias crean quien creemos que somos. Para acortar a través de estas historias hacemos del flujo de pensamientos el objeto mismo. De forma que, cuando haya pensamientos, simplemente nombra la experiencia –“pensar; pensar” – y observa la acción de pensar. “Soñando; soñando.” Una emoción llegará, un sentimiento surgirá. Identifícalo, conócelo y nómbralo. “Aburrimiento;” “preocupación:” “placer;” “anticipación,” lo que quiera que sea. Obsérvalo. Conócelo. Siéntelo, gústalo, investiga su naturaleza. No lo investigues a través de pensar acerca de ello, creando una nueva historia para dar sentido a la anterior. Investigar la mente es simplemente el observar los eventos no físicos, ahora, con atención penetrante. Lo que quiera que esté ocurriendo ahora, eso será lo que estoy observando. Los objetos de la atención cambian; la atención misma permanece continua. Este punto es central: no importa cuál sea el objeto de la atención; lo que importa es la continuidad de la atención. Podemos estar observando cualquier cosa y la meditación funcionará. Cuando no estamos observando, la meditación no funciona. No obstante, es generalmente más fácil el observar las experiencias físicas, ya que estas son, con bastante, más groseras y obvias. Y se quedan alrededor por un tiempo. La mente es increíblemente escurridiza, increíblemente rápida. Es muy difícil de atrapar. Además, es mucho más probable que nos identifiquemos con la mente. Si un pensamiento surge, lo vemos como mi pensamiento; si un sentimiento surge, lo vemos como mi sentimiento; y nos vemos atrapados en ellos. Aunque también nos identificamos con las sensaciones físicas, éstas no suelen ser tan adherentes. En las etapas tempranas de la práctica, o cuando la concentración sea relativamente débil, es mejor permanecer en el cuerpo tanto como sea posible. El método Mahāsī 6 El dolor, por ejemplo, es muy interesante, en parte porque fuerza nuestra atención y en parte porque, si lo observamos, éste cesa. Podemos observar tanto la sensación física como la respuesta mental a la sensación física; la respuesta del “esto no me gusta.” Ambas pueden ser investigadas. Cuando observes el dolor, evita nombrarlo como “dolor,” ya que dicho nombre ya contiene un juicio acerca de la experiencia. Sé neutral, objetivo y preciso en nombrarlo. ¿Cuál es exactamente la sensación? “Calor;” “presión;” “punzante;” “palpitación.” Pero cuando examinamos algún aspecto de esta experiencia, debemos tener claro qué aspecto estamos examinando. Cuando observamos la sensación física, sólo sensación. Cuando observamos la respuesta mental de aversión, del “¡Oh, ésto no me gusta!”, entonces sólo “desagrado; desagrado;” “aversión; aversión.” La atención es precisa; es atención a esta experiencia específica y no a ninguna otra. Dicho de forma breve, estamos investigando el cuerpo y la mente conforme éstos se manifiestan en cada momento; cómo el cuerpo y la mente se manifiestan ahora. Durante la meditación sentada, nuestro punto de referencia central es la respiración. Retornamos a la respiración cuando tenemos dudas sobre qué está sucediendo; o si no sabemos si lo estamos haciendo correctamente; o si dudamos sobre a qué deberíamos estar prestando atención. Cuando la mente vague a alguna otra parte, tan pronto como nos demos cuenta de que ésta se ha ido, identifica la experiencia y préstale atención: “pensando;” “viendo;” “sintiendo;” “duro;” “blando;” lo que quiera que sea. Y, en ambos casos, ya sea la respiración el objeto primario, o algo diferente como objeto secundario, obsérvalo de forma cercana, con verdadera atención. Queremos saber qué es. ¿Qué es ésto exactamente? No des nada por sentado. Nuestra práctica requiere un rechazo absoluto a dar nada por sentado y este rechazo requiere de una inflexible apertura hacia lo que esté sucediendo ahora, sea lo que sea. Práctica y despertar ¿Por qué nos estamos entrenando en esta técnica especializada? Comenzamos nuestro curso diciendo que la meditación es el entrenamiento sistemático de la atención. El resultado de este entrenamiento es que comenzamos a ver lo que normalmente nos perdemos. El Budismo es una tradición de sabiduría, lo que significa que El Buda asume que, mientras que pensamos que sabemos lo que está ocurriendo, en realidad no lo sabemos. Estamos creando sufrimiento de una manera vigorosa, confiando al mismo tiempo en que, obrando así, nos dirigimos a la felicidad. El ver las cosas correctamente –el “conocer y ver las cosas como en realidad son”, como dijo El Buda –requiere que primero desmantelemos nuestra habitual errónea forma de ver. Nos hallamos continuamente formando y construyendo tanto a nosotros mismos, como nuestro mundo y, en nuestra confusión, construimos un mundo en el que tanto nosotros como otros sufren innecesariamente. A través de desmantelar nuestro mundo normal vemos cómo creamos sufrimiento para nosotros mismos y para otros, creando el espacio en cuyo interior podemos actuar con más destreza. ¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando alguien me enoja y reacciono? En mi ceguera habitual, la del dar todo por sentado, automáticamente veo la situación en términos de “tú” ahí fuera y “yo” aquí; una situación en la que ambos jugamos un papel en mi narrativa; en el cual “tú” haces algo que no debieras y “yo” me siento injustamente herido. En otras palabras, habiendo El método Mahāsī 7 fallado en anotar esta situación, conforme surge y cesa, me identifico con ella. Aquello que fallo en anotar, eso soy yo. “Yo soy” el carácter principal en mi narrativa; “Yo soy” es este sólido sentido de alguien viviendo en este cuerpo y esta mente; alguien cuya atención es dirigida “ahí fuera,” a otros y al mundo en el que todos vivimos, alguien que actúa y sobre quien se actúa. Pero, cuando miramos más de cerca, cuando notamos los procesos de cuerpo-mente, no podemos encontrar aspecto de nuestra experiencia que podamos identificar como “yo” o “mío.” Hasta el punto en que entendamos esto, podremos ser libres; hasta el punto en que fallemos en ver y entender esto, estaremos amarrados. Estamos atados a aquello que nos controla y somos controlados por aquello que no vemos. Pero, cuando nos acostumbramos a observar el flujo de experiencias, algo cambia. Vemos esta situación dividida en sus partes componentes y vemos cómo dichas partes se unen para formar lo que usualmente damos por sentado como algo sólido e independiente de nosotros. Desarrollamos una nueva relación con esta situación, viéndola como procesos condicionados y condicionantes. Es como poder dar un paso atrás, como actores, y ambos participamos en—y simultáneamente vemos—la escena que se desarrolla. Cuando poseo este nuevo tipo de visión, entonces tengo algo de espacio entre y mis reacciones. Puedo ver enojo sólo como enojo y puedo permitir que surja y que cese, según las condiciones, sin reaccionar automáticamente de acuerdo a mis patrones habituales Practicamos para alcanzar algo, algún tipo de despertar. La práctica es lo que hacemos; despertar es lo que sucede como resultado de lo que hacemos. Pero cuando profundizamos en esta cuestión, encontramos que no es tan dualista. En la práctica vemos lo que realmente está sucediendo. En nuestras vidas diarias actuamos, de momento en momento, día a día y año a año. A nivel básico, el ver y el actuar no pueden ser separados. El ver guía a la acción; la acción expresa el ver. En el centro de esta relación se encuentra el poder del hábito arraigado. Al actuar, habitualmente lo hacemos debido a nuestra confusión, identificándonos ciegamente con nuestros miedos, deseos y obsesiones, creando situaciones continuadas de dolor. Según la psicología Budista, todas nuestras acciones, ciegas y confusas, están basadas en elecciones: actuamos de forma ciega y por hábito, pero ello se debe a que elegimos actuar de esta forma. La labor de la práctica es la de cortar a través del hábito arraigado, a través de observar conscientemente lo que damos por sentado, y que por tanto, normalmente nos perdemos. La labor del despertar es la de cortar a través del hábito arraigado, a través de actuar desde el espacio que el ver crea. Esta acción despierta es la expresión de libertad. Libertad siempre conlleva libertad de elección, por tanto, el despertar siempre conlleva realizar elecciones despiertas. Pero, de igual forma que elegimos actuar de una forma despierta, siempre podemos también elegir actuar de forma ciega y por hábito. La elección es nuestra y debemos elegir ahora. Este es un hecho central: Tanto la práctica como el despertar se manifiestan ahora. Si hemos de atender a esta experiencia presente, sólo podemos atender ahora. Si queremos responder con sabiduría a este momento presente, sólo podemos responder ahora. La práctica no se puede posponer. No podemos realizarla mañana o en el siguiente segundo; sólo podemos hacerlo ahora. El despertar no se puede posponer. No podemos despertar mañana o en el siguiente segundo; sólo podemos hacerlo ahora. Si practicamos ahora con la esperanza de un día ser despiertos, entonces estamos negando ambos, la práctica y el despertar; estamos negando la responsabilidad para nuestra propia experiencia. El método Mahāsī 8 La confusión se suscita en este momento, por tanto la atención debe surgir en este momento y nuestra libre elección debe surgir en este momento. El factor de la atención, en El Camino, corta a través de la niebla de la confusión y lo hace ahora. El factor de la correcta intención, en El Camino, dirige nuestras acciones hacia la meta del amor y la compasión y lo hace ahora. Bien sea despierto o engañado, meditando o no meditando, el evitar no es una elección. No existe un último estadio donde nos encontraremos sin tener que realizar ya más elecciones –sin tener que ser responsables por nuestra situación. No se trata de una cuestión de tiempo, o ni siquiera de espacio o del despertar ocurriendo en algún momento en el futuro. La atención ocurre ahora. La atención y la introspección pueden sólo ocurrir ahora. La cuestión es ¿Estamos abiertos a la práctica-despertar? O, ¿Estamos determinados a permanecer estancados en la rigidez mental, anclados en el hábito y rehusando a estar abiertos a este momento, al ahora? En este mismo momento estamos tomando decisiones, y debemos elegir. Nuestras elecciones pueden estar basadas en la confusión, o pueden estar basadas en la claridad; pero no podemos evitar el elegir. Y cada decisión que tomamos es una expresión, bien de confusión o de despertar. El método Mahāsī