¿De qué hablamos cuando hablamos de naciones?

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Del 16 de febrero al 1 de marzo de 2006 // Diagonal
// RECONFIGURACIÓN
DEL ESTADO
DEBATE // 39
El conflicto armado en Euskal Herria, su posible solución negociada y las propuestas de reformas estatutarias son reflejos de
la dificultad de sectores de la población para sentirse partícipes
de ‘la idea de España’ y de los límites de las autonomías.
Siguen sin resolverse cuestiones constituyentes: ¿Se trata de
una segunda Transición? ¿Quiénes son los sujetos de decisión?
¿Qué es la soberanía (Europa, lo local...)? ¿Qué actitud debe
tomar la izquierda – ‘española’ o nacionalista– transformadora?
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ta ve al nacionalismo como un movimiento que únicamente tiende a
‘despertar’ una nación ‘dormida’,
cuyos orígenes históricos se remontarían a la noche de los tiempos, la
interpretación modernista, que es
por la que claramente nos decantamos, considera que es por el contrario el nacionalismo el que inventa
las naciones allá por el siglo XIX.
Ninguna nación tendría por lo tanto
una antigüedad de más de dos siglos. Es cierto que antes de las naciones existieron otras formas de organización social ligadas al territorio, como el clan, la tribu o la polis,
pero en ningún caso pueden asimilarse éstas a las naciones, que son
El Estado-nación se
presentaría como la
condición para la
resolución de todos los
conflictos sociales, capaz
de resolver problemas
LOS HISTORIADORES Y EL NACIONALISMO
¿De qué hablamos cuando
hablamos de naciones?
RAFA RODRÍGUEZ, JULIO CÉSAR IGLESIAS, DAVID RODRÍGUEZ Y DIEGO DÍAZ
Miembros de la Asociación de Jóvenes Historiadores - Conceyu de Xóvenes Historiadores.
esde el siglo XIX el devenir de los nacionalismos
ha ido estrechamente ligado a la labor de los historiadores. Fueron nuestros predecesores en este oficio quienes prestaron a los políticos nacionalistas
buena parte de la artillería mitológica y simbólica con la que legitimaron (y aún legitiman) sus diferentes
proyectos nacionales. Probablemente ninguna disciplina social haya tenido más responsabilidad que
la historia en la construcción de las
naciones y el nacionalismo, y es que
sólo será después de la segunda mitad del siglo XX cuando, de la mano
de autores como Eric Hobsbawm,
D
se inicie una seria y necesaria labor
de deconstrucción de los relatos históricos elaborados al servicio de la
La nación es la
“comunidad
imaginaria” que vino
a sustituir a las
comunidades reales de
individuos concretos
construcción nacional. En este sentido, a la Asociación de Jóvenes Historiadores - Conceyu de Xóvenes
Historiadores nos parece que el debate político sobre la ‘cuestión nacional’ ha llegado a unos niveles de
oportunismo y demagogia sencillamente irrespirables. Aunque de un
modo muy modesto, nos gustaría
contribuir desde la historia a la clarificación de los conceptos que políticos y tertulianos manejan con tanta alegría como desconocimiento.
Nación y nacionalismo: ¿fue
anterior el huevo a la gallina?
¿Es la nación la que crea el nacionalismo, o por el contrario es el nacionalismo el que inventa la nación?
Aunque la interpretación esencialis-
creaciones estrictamente contemporáneas. La aparición de las naciones en el escenario político mundial es inseparable de las grandes y
traumáticas transformaciones que
trajo consigo la modernidad: la revolución industrial y las revoluciones liberales, la expansión del
Estado, el colonialismo...
Como explica Benedict Anderson,
la nación es la “comunidad imaginaria” de individuos anónimos que vino a sustituir a las comunidades reales de individuos concretos (la aldea,
la villa, la polis...) que dominaron la
vida social hasta la modernidad. La
nación es por lo tanto, y ante todo,
una subjetividad, por mucho que
desde el esencialismo tienda a presentarse ésta como una realidad objetiva incuestionable, de contornos
bien definidos y atemporales. Estamos pues ante un sentimiento de
pertenencia construido a partir de
un puñado de elementos culturales,
lingüísticos, históricos, directamente
inventados o reales, pero remodelados por el nacionalismo para mayor
gloria de la nación. La construcción
de esta nueva subjetividad, de estas
“comunidades imaginarias” que
son las naciones, necesita de unos
medios de comunicación, educación, transporte, etc., que no estuvieron disponibles hasta el capitalismo, así que hablar de naciones
antes de la modernidad nos parece
un verdadero anacronismo.
Los nacionalistas y el Estado
La nación es, según la expresión
acuñada por el historiador Fernando Wulff, una “relación de perte-
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Daniel Guzman
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nencia”, similar a la que se puede
tener con el género o la clase social, la familia o el lugar donde uno
vive. El nacionalismo (y sabemos
que resulta tremendamente complejo definir un fenómeno tan diverso y plural políticamente) primaría esta relación de pertenencia
(que considera casi un fenómeno
natural), ya sea porque directamente niega todas las demás o porque
las subordina a la construcción nacional. Así, el Estado-nación se presentaría como la condición imprescindible para la resolución de todos
los conflictos sociales, la varita mágica capaz de resolver todos los
problemas.
La realización plena del proyecto nacionalista exige la posesión
de un Estado, o al menos de importantes resortes de poder dentro o
fuera de él, con los que poder construir la nación. Y es que ahí va otra
de las grandes tesis modernistas,
es el Estado el que engendra la nación y no al revés, de este modo,
no hay naciones sin Estado, sino
más bien nacionalismos sin estado. La construcción de una nación
requiere de unos medios educativos, militares, de transporte y comunicación, que sólo están al alcance de los Estados, si bien algunos nacionalismos dotados de potentes estructuras paraestatales
han logrado resultados similares
(o incluso mejores) a los de muchos Estados.
Romper el encantamiento
Si en el pasado los historiadores tuvieron arte y parte en la construcción de las naciones y los nacionalismos, consideramos que hoy en
día la función de una historia radical bien podría ser romper este encantamiento y contribuir a la deconstrucción de los mitos del nacionalismo. Seguro que, liberados
La realización plena del
proyecto nacionalista
exige la posesión de un
Estado, de resortes de
poder con los que poder
construir la nación
de todos estos pesos simbólicos,
podríamos sentarnos a la mesa a
hablar con un poquito menos de
crispación. Una de las principales
funciones de las ciencias sociales, y
sobre todo de la historia, es mostrar que aquello que se presenta como natural, inmutable y eterno es
construido, cambiante y perecedero, que todo lo sólido se desvanece
en el aire, incluso las naciones.
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