Los movimientos sociales en sociedades posbélicas A le xa nd er Se go vi a * co or di na do r la experiencia de El Salvador INCIDE INSTITUTO CENTROAMERICANO DE INVESTIGACIONES PARA EL DESARROLLO Y EL CAMBIO SOCIAL El presente libro constituye el informe final de la investigación académica denominada Bases sociales para la construcción de nuevos proyectos políticos en Centroamérica: el caso de El Salvador. Este libro contiene una perspectiva de análisis sobre la evolución y la transformación de los movimientos sociales en El Salvador en la época posbélica, es decir después de la firma e implementación de los Acuerdos de Paz, en enero de 1992. En concreto, en este estudio se realiza una caracterización de los movimientos sociales salvadoreños haciendo énfasis en su naturaleza, su dimensión, sus formas de organización, sus relaciones con otros actores y, en especial, sus visiones políticas y sus plataformas programáticas. También se analizan las posibilidades y las condiciones que se requieren para que dichos movimientos sean actores centrales en la construcción de proyectos políticos alternativos en El Salvador. Los movimientos sociales en sociedades posbélicas: la experiencia de El Salvador Los movimientos sociales en sociedades posbélicas A le xa nd er Se go vi a * co or di na do r la experiencia de El Salvador INCIDE INSTITUTO CENTROAMERICANO DE INVESTIGACIONES PARA EL DESARROLLO Y EL CAMBIO SOCIAL 303.484 N935 Los Movimientos sociales en sociedades posbélicas : la experiencia de El Salvador / coordinador Alexander Segovia ; investigadores Jaime sv Barba, José Roberto Suay. -- 1a ed. -- San Salvador, El Salv. : FLACSO El Salvador, 2015. 128 p. ; 23 cm. ISBN 978-99923-33-42-6 1. Movimientos sociales-El Salvador. 2. Asociaciones-Aspectos sociales. 3. Movimientos sociales-Investigaciones. I. Segovia, Alexander, coordinador. II. Barba, Jaime, investigador. III. Suay, José Roberto, investigador. IV. Título. Primera edición, julio de 2015 Programa El Salvador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO www.flacso.org.sv [email protected] Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social INCIDE www.incide-ca.org © Todos los derechos reservados © Alexander Segovia (coordinador), Jaime Barba, José Roberto Suay © Diseño, diagramación y edición: Equipo Editorial INCIDE Las opiniones expresadas en esta publicación son de la exclusiva responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista del Programa El Salvador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) La publicación de la presente investigación ha sido posible gracias al apoyo financiero de la Fundación Ford ISBN 978-99923-33-42-6 Índice Presentación Programa El Salvador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales /9 Introducción Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social / 13 La discusión sobre la definición, la naturaleza y los propósitos de los movimientos sociales José Roberto Suay / 19 Los movimientos sociales en El Salvador antes y durante el período de la guerra Jaime Barba / 33 El proceso de reconfiguración de los movimientos sociales en la década de 1960 / 35 El surgimiento del proyecto revolucionario y la transformación de los movimientos sociales / 43 El golpe de Estado del 15 de octubre de 1979, el momento insurreccional y la generalización de la guerra / 56 Los movimientos sociales en El Salvador en la posguerra Alexander Segovia / 61 La llegada de la paz y su impacto en el proyecto revolucionario y sus actores / 63 El impacto del cambio estructural y de la globalización en los movimientos sociales / 66 7 La llegada al poder gubernamental de la izquierda y el intento de construir una agenda renovada de lucha social / 71 Hacia una caracterización de los movimientos sociales en El Salvador a principios del siglo XXI / 78 Tres casos relevantes de acción colectiva de los movimientos sociales en la época posbélica /81 Reflexiones finales Los retos de los movimientos sociales salvadoreños a principios del siglo XXI Alexander Segovia / 99 Anexos / 107 Anexo 1 personas entrevistadas durante el desarrollo de la investigación / 109 Anexo 2 El Salvador y asociaciones sociales algunas redes, organizaciones / 110 Referencias / 117 8 Presentación El presente libro constituye el informe final de la investigación académica denominada Bases sociales para la construcción de nuevos proyectos políticos en Centroamérica: el caso de El Salvador. Este libro contiene una perspectiva de análisis sobre la evolución y la transformación de los movimientos sociales en El Salvador en la época posbélica, es decir, después de la firma e implementación de los Acuerdos de Paz en enero de 1992. En concreto, en este estudio se realiza una caracterización de los movimientos sociales salvadoreños haciendo énfasis en su naturaleza, su dimensión, sus formas de organización, sus relaciones con otros actores y, en especial, sus visiones políticas y sus plataformas programáticas. También se analizan las posibilidades y las condiciones que se requieren para que dichos movimientos sean actores centrales en la construcción de proyectos políticos alternativos en El Salvador. Debido a la naturaleza de la investigación la principal fuente de información, además de la bibliografía existente sobre el tema, fue la proveniente de entrevistas en profundidad realizadas a personas pertenecientes a los movimientos sociales actuales y pasados y a estudiosos y conocedores del tema. La realización de estas entrevistas no solo permitió conocer diferentes visiones e interpretaciones existentes en el país sobre el papel y el desempeño de los movimientos sociales en las últimas décadas, sino que además reveló el notable disenso que existe sobre su ca11 racterización y el rol que podrían jugar en el futuro de El Salvador. Otra fuente valiosa de información que ayudó a entender la naturaleza y la actuación de los movimientos sociales en la posguerra fue el estudio de casos concretos de acción colectiva registrados en el país en las últimas dos décadas. La aproximación a estos casos permitió reflexionar acerca de los nuevos tipos de movimientos sociales existentes en el país, así como analizar sus alianzas, sus formas de lucha, su eficiencia y sus agendas. La realización de este estudio tuvo como marco institucional un convenio de asocio académico entre FLACSO Programa El Salvador y el Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social (INCIDE), y contó con recursos de cooperación provista por la Fundación Ford. En tal sentido, FLACSO El Salvador, quiere expresar su reconocimiento al equipo académico de INCIDE quien asumió el núcleo del trabajo de investigación y redacción del presente estudio, así como su agradecimiento a la Fundación Ford por la confianza depositada en nuestras instituciones para la realización del estudio y por su apoyo decidido a la construcción de visiones y proyectos sociales alternativos. Asimismo desea agradecer a todas las personas entrevistadas por su disposición a compartir sus conocimientos, sus experiencias y sus visiones respecto de los movimientos sociales. Esperamos finalmente que la presente publicación sea útil y motive a la reflexión y discusión sobre el presente y el futuro de los movimientos sociales en El Salvador. Programa El Salvador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales 12 Introducción Los movimientos sociales han jugado un rol central en la historia de Centroamérica, sobre todo en aquellos países donde hubo procesos de guerra, como son los casos de El Salvador, Guatemala y Nicaragua. En estos países, con distintos grados, los movimientos sociales fueron un actor central y constante en las luchas sociales y políticas contra las dictaduras civiles y contra los regímenes políticos antidemocráticos y autoritarios. Además, defendieron con determinación los derechos de los trabajadores y trabajadoras y denunciaron la injusticia social, la represión y las violaciones de los derechos humanos. En suma, siempre se identificaron con la revolución, con la justicia y con el cambio social. En el caso concreto de El Salvador, los movimientos sociales fueron autores y actores de la agenda revolucionaria que se mantuvo vigente por más de tres décadas y constituyó, junto con las organizaciones guerrilleras, uno de los actores centrales del proyecto revolucionario que logró la erradicación del militarismo y el desmontaje del sistema político cerrado, autoritario y represivo que existía en el país hasta la firma de la paz en enero de 1992. En la época posbélica los movimientos sociales se encontraron ante un escenario nacional, regional e internacional totalmente nuevo y desafiante: la legitimación y la consolidación del régimen político democrático como resultado del advenimiento de la paz; la finalización de la guerra y la transformación del ejército guerrillero en partido político; el fin de la guerra fría y el colapso del lla15 mado socialismo real; los efectos económicos, sociales, políticos e ideológicos de la aplicación del neoliberalismo; la profundización de la globalización capitalista; la permanencia de la derecha por veinte años consecutivos en el poder ejecutivo y su influencia en el resto de poderes del Estado y la existencia de una nueva realidad socioeconómica derivada del cambio estructural que provocó el colapso definitivo del modelo agroexportador tradicional y el surgimiento de un nuevo modelo económico son algunos de los factores centrales que durante las últimas décadas afectaron profundamente la naturaleza, las funciones, las agendas y la incidencia de los movimientos sociales en El Salvador. Desafortunadamente el resultado de la conjugación de los factores anteriores ha sido negativo para los movimientos sociales, ya que su presencia y su influencia en el país han disminuido de un modo significativo en las últimas décadas. De hecho, en el período posterior a la firma e implementación de los Acuerdos de Paz, dichos movimientos entraron en una profunda crisis estructural de la que todavía no se han recuperado, pese a que ha habido intentos importantes de recomposición y reunificación y a que algunas acciones colectivas desarrolladas por los nuevos movimientos sociales fueron exitosas en términos de los objetivos que se plantearon. Esta situación es lamentable si se considera que el país continúa enfrentando grandes desafíos y que muchos de los problemas estructurales por los que los movimientos sociales lucharon históricamente no solo continúan, sino que algunos de ellos se han agudizado y profundizado. Además, hoy más que nunca El Salvador necesita definir e impulsar una agenda de transformación y modernización nacionales que le permita enfrentar con éxito los grandes desafíos del siglo XXI. Para todas estas tareas es fundamental que el país cuente con movimientos sociales fuertes, cohesionados, organizados y con agendas estratégicas de cambio social. En las páginas que siguen se realiza un análisis de los movimientos sociales en la época posbélica en El Salvador, intentando 16 explicar su naturaleza, sus mutaciones, su funcionamiento, sus agendas y sus formas de lucha. El estudio incluye además una valoración sobre las posibilidades reales que existen para que los movimientos sociales se conviertan de nuevo en un actor central en el proceso de transformación y de modernización de El Salvador, así como una valoración de las condiciones que se requieren para que ello ocurra. Para cumplir con los objetivos anteriores, el estudio se ha dividido en cuatro partes principales. En la primera se presenta un breve marco conceptual sobre los movimientos sociales, incluyendo un resumen de los principales enfoques teóricos sobre el tema y de la evolución del concepto. En la segunda parte se presenta un análisis de los movimientos sociales en El Salvador en las décadas 1960, 1970 y 1980, es decir, en la época prebélica y la época de la generalización de la guerra. El abordaje de este período es fundamental para los fines del estudio no solo porque representa la época de oro de los movimientos sociales salvadoreños, sino también porque sirve como marco referencial del análisis que se realiza en la fase posbélica. La tercera parte está dedicada al análisis de los movimientos sociales en la fase posbélica, es decir, el período que cubre desde principios de 1992 hasta el momento actual. En esta parte se analizan las implicaciones y las consecuencias para los movimientos sociales del fin de la guerra y de la firma e implementación de los Acuerdos de Paz, así como el nuevo contexto nacional, regional e internacional que enfrentaron luego de la firma de la paz. Además, se realiza una caracterización de los movimientos sociales, haciendo énfasis especial en su naturaleza, sus alianzas, sus agendas y sus formas de lucha. En esta parte se incluye, por otro lado, el análisis de tres casos exitosos de acción colectiva registrados en las últimas décadas. Finalmente, en la cuarta parte, se presentan las principales conclusiones del estudio, lo mismo que una valoración general sobre 17 el rol que pueden jugar los movimientos sociales en el futuro de El Salvador, sobre todo como actores centrales de un proceso de transformación y de modernización nacionales. Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social 18 La discusión sobre la definición, la naturaleza y los propósitos de los movimientos sociales José Roberto Suay Durante el desarrollo de la investigación, en particular en la fase de entrevistas, surgió como tema relevante la definición de los movimientos sociales y su caracterización. Cada uno de los entrevistados tenía una idea muy concreta de lo que a su entender es un movimiento social, su naturaleza, sus propósitos y sus formas de actuar. Las opiniones fueron diversas y extremas, y van desde aquellas que sostienen que actualmente no existen tales movimientos debido a que no tienen una agenda de cambio social global y de transformación de los países, hasta las que afirman que en la nueva realidad los nuevos movimientos sociales solo tienen vida transitoria y aparecen en coyunturas específicas haciendo acción colectiva alrededor de políticas públicas o de agendas reivindicativas sectoriales. También hay opiniones encontradas sobre su orientación política, ya que para algunos los movimientos sociales son, por definición, de izquierdas o progresistas (debido a que luchan por el cambio social), mientras que para otros los movimientos sociales también pueden ser de derechas o conservadores y pueden realizar acción colectiva para defender el status quo y no solo para cambiarlo. Con el propósito de aportar a la discusión anterior a continuación se describen algunos de los principales enfoques teóricos que históricamente se han utilizado para analizar y caracterizar a los movimientos sociales, tratando de dar respuesta al siguiente interrogante: ¿Cuáles son las características esenciales que definen a 21 los movimientos sociales? Además, se pretende establecer criterios que ayuden a determinar si una forma de organización o acción colectiva se puede considerar como un movimiento social. Los enfoques teóricos acerca de los movimientos sociales pueden clasificarse en cuatro grandes grupos: los enfoques clásicos, el enfoque de la movilización de recursos, el de nuevos movimientos sociales y los enfoques actuales de los movimientos sociales latinoamericanos.1 La breve discusión que se presenta a continuación sigue las elaboraciones de Touraine (2000) y Zermeño (2001) que identifican tres características de los movimientos sociales: a) el principio de identidad, que requiere la comunidad de intereses y objetivos; b) el principio de oposición, que requiere la identificación de un adversario preciso y c) la relación entre el discurso y la acción del movimiento. La integración de estos tres elementos es lo que permite medir el nivel de coherencia con que se organiza, implementa y desarrolla la acción colectiva de un movimiento social. Sobre la base de lo desarrollado por las nuevas teorías de los movimientos sociales, y tal como lo resume De la Garza Talavera (2011), también se considera importante que el estudio de los movimientos sociales incluya las siguientes dimensiones: el contexto estructural y coyuntural, la composición interna, la estructura organizativa y las formas de acción, la creación y transformación de la identidad del movimiento social y la estrategia de comunicación. El enfoque clásico sobre los movimientos sociales incluye la visión marxista que se caracteriza por colocar en el centro de las teorías al movimiento obrero, que tiene la misión de ser el sujeto central del cambio social. Este enfoque sostiene que todo tipo de movilización social no tiene potencial revolucionario propio y tiene que subordinarse al movimiento obrero, por lo que limita su análisis a los obreros, sus organizaciones y movilizaciones. La relación clásica de subordinación del movimiento social al parti1. De la Garza Talavera (2011: 107). 22 do nace cuando el leninismo introduce la noción de que la lucha del proletariado debería ser dirigida por el partido revolucionario. Esta subordinación, sin embargo, no resulta en la falta de reconocimiento del carácter estratégico del movimiento obrero y no niega que este posea una racionalidad intrínseca. Esta visión centralista tiene sus críticos dentro del marxismo. Por ejemplo, Rosa Luxemburgo (1984) la cuestiona por su efectiva separación de la burocracia partidista y su base social, y por su fe ciega en la subordinación del movimiento obrero al partido revolucionario. Para Luxemburgo, el movimiento obrero era la vanguardia y no necesitaba dirección externa: «el movimiento socialista es el primero que cuenta en todos sus estudios y en todo su camino con la organización y la acción directa y autónoma de masas».2 Dentro de los enfoques clásicos se encuentra también el enfoque sociológico clásico y funcionalista que se distinguen del marxismo en términos de la racionalidad atribuida a los movimientos sociales. Bajo la perspectiva sociológica clásica, los movimientos sociales se consideran producto de una patología social donde las acciones de una minoría de agitadores explican las reacciones de la multitud ante el discurso del líder. En este enfoque, el carisma (Max Weber) se convierte en una categoría importante para entender las relaciones de dominación. También el «entusiasmo colectivo» de Durkheim adquiere un papel protagonista en la discusión de la dinámica de los movimientos sociales. De acuerdo a Melucci (2002), en los análisis de Le Bon y de Tarde la capacidad y racionalidad individual son sojuzgadas por la sugestión colectiva, y proponen que las características de la psicología de las masas son la credulidad, la exasperación de las emociones y la tendencia a la imitación. Como resultado, las multitudes pueden ser y son manipuladas por minorías de agitadores, lo que conduce a acciones colectivas irracionales y violentas. 2. Luxemburgo (1984: 45). 23 Este argumento de irracionalidad es modificado lentamente con el desarrollo de la teoría funcionalista, primero con Parsons (1937) quien avanza la idea de que los desequilibrios del sistema social y político, en especial los relativos a la integración social, son los factores más importantes para comprender los determinantes de la acción colectiva de los movimientos sociales. Más adelante, Merton (1938) al introducir el concepto de anomia, que implica una discontinuidad entre las metas culturales y los medios legítimos para alcanzarlas, rompe con la idea de que los movimientos sociales son productos exclusivos de las disfunciones del sistema y distingue entre comportamiento desviado y comportamiento inconforme. Las acciones desviadas se originan en las desventajas personales, pero asumen sin cuestionar la legitimidad del sistema, mientras que las acciones inconformes promueven el cambio y una legitimación alternativa. Con Smelser (1962) los movimientos sociales alcanzan el nivel de categoría de análisis, a pesar de que incluye como una de sus características la creencia generalizada en fuerzas superiores. Esta versión del enfoque funcionalista incluye varias dimensiones tales como la capacidad de reestructuración de la acción social, la creencia generalizada en fuerzas extraordinarias, el carácter no institucionalizado de las conductas y la necesidad de una serie articulada de determinantes para su activación. También dentro del enfoque funcionalista surge una propuesta ejemplificada por Robert Park (1972) que los acerca a la concepción marxista cuando se reconoce el aporte de los movimientos sociales al cambio social.3 Sin embargo, privilegia la definición de movimiento social a partir del contexto donde surge; idea que es desarrollada más tarde por el enfoque de la movilización de recursos, en particular a través del concepto de la estructura de oportunidad política. 3. «Toda institución puede ser descrita como un movimiento que anteriormente era activo y eruptivo, como un volcán, pero que ya se ha estabilizado en algo como una actividad de rutina». Park (1972: 72). 24 Finalmente, dentro de la teoría funcionalista aparece el concepto de privación relativa que resulta en la idea de la frustración como causa de descontento que motiva a los individuos a participar en la acción colectiva a través de los movimientos sociales. Bajo esta perspectiva la acción colectiva constituye la respuesta a una situación económica o social desventajosa o incongruente con el status quo. Durante los años sesenta y setenta del siglo XX aparece una serie de movimientos sociales que rompen con el esquema político clásico definido por la lucha de clases característico de la arena política tradicional. Estos nuevos movimientos responden a nuevas necesidades sociales incipientes y resultan en formas de lucha no tradicionales que cuestionan los límites de la política institucional, en particular la dicotomía clásica entre sociedad y Estado. Estas nuevas formas de acción social son el resultado de tres fenómenos distintos: a) el aumento de la influencia de las ideologías y actitudes participativas que llevan a los individuos a exigir el cumplimiento de los derechos democráticos; b) la utilización creciente de formas no institucionales o convencionales de participación incluyendo las protestas, manifestaciones y huelgas y c) la politización de temas que tradicionalmente eran considerados como temas morales o económicos, tales como el aborto y la humanización del trabajo. Offe (1988) elabora su planteamiento sobre las diferencias entre el paradigma clásico y este nuevo paradigma de manera esquemática.4 Los cambios que surgen en Europa como consecuencia del desarrollo económico de la posguerra resultan en el surgimiento de nuevas necesidades sociales y políticas que impulsan valores que giran alrededor de la autonomía del individuo frente al Estado y la construcción de identidades colectivas que dan nuevo sentido a la vida social. El nuevo enfoque que surge comparte con 4. Offe (1984: 37). 25 el liberalismo la idea de una presencia mínima del Estado en la vida social que sirva para fortalecer los derechos y las libertades sociales. La crítica fundamental hacia el viejo paradigma se puede resumir como un cambio en la fuerza principal que impulsa el progreso; en el nuevo enfoque es la sociedad civil y no el Estado el agente principal encargado de crear los cambios necesarios para el progreso social y económico. El nuevo valor asignado a la autonomía se considera como una idea central de todos los movimientos sociales contemporáneos que se expresa en el respeto a las diferencias, a las identidades y las formas de concebir el mundo. Otro cambio importante en las sociedades de la posguerra es la composición de los movimientos sociales. Su base social ya no está constituida solo por el movimiento obrero sino que por una alianza entre diversos sectores de la sociedad, donde destacan la participación de la nueva clase media junto a sectores des-mercantilizados (amas de casa, estudiantes, desempleados, pensionados) y miembros de la vieja clase media (campesinos, tenderos, artesanos, intelectuales) que juntos dan forma a los nuevos movimientos que generan y constituyen las nuevas formas de organización, de participación y de acción social. Dentro del enfoque de los nuevos movimientos sociales es importante la contribución de Alan Touraine (2000), para quien la sociedad se caracteriza por ser una colectividad que se auto produce y regula sin depender de instancias superiores. De acuerdo a este autor, este tipo de vida social solo es posible cuando el individuo se convierte en sujeto y toma responsabilidad del control de su vida cotidiana.5 La importancia de esta necesidad es que el sujeto solo puede existir como acción y movimiento social, no como individuo. Touraine 5. «El individuo únicamente llega a ser sujeto al separarse de sí mismo, oponiéndose a la lógica de la dominación social en nombre de una lógica de la libertad, lógica de la libre producción de uno mismo. Se trata de rechazar la imagen artificial de la vida social vista como máquina u organismo…». Touraine (2000: 231). 26 (2006) define al movimiento social como «la conducta colectiva organizada de un actor luchando contra su adversario por la dirección social de la historicidad en una colectividad concreta».6 Otro aporte importante al enfoque de los nuevos movimientos sociales es el de Melucci (2002), quien define a los movimientos sociales como «sistemas de acción que operan en un campo sistémico de posibilidades y límites… la acción social es construida gracias a una inversión organizativa».7 Esta perspectiva dirige la atención a la dimensión estructural y a la capacidad de las relaciones internas de los movimientos sociales para crear una identidad compartida. Para entender la identidad y el desarrollo de los movimientos sociales es importante considerar el análisis de los diferentes tipos de comportamiento que los componen y definen, tales como el sistema de negociaciones e intercambios que sirven para la toma de decisiones que dirigen la acción colectiva. La diversidad interna («un nosotros») se considera un aspecto central para la explicación del proceso de formación de identidades colectivas. El surgimiento de este «nosotros» implica la existencia de una identidad frente a la identificación precisa de un conflicto o adversario. Sin embargo, para la existencia del movimiento social también es esencial que la acción colectiva rebase los canales institucionales. Con este último requerimiento se hace posible una tipología de las acciones colectivas de los movimientos sociales que los define como reivindicativos, políticos y antagónicos. Los movimientos reivindicativos se centran en la redistribución de recursos y la integración al sistema social y político; los políticos tienen como objetivo la transformación de los canales de participación y una mayor participación en la toma de decisiones políticas y sociales, y los antagónicos aspiran al control de los medios de producción y la generación de un sistema de valores alternativo. 6. Touraine (2006: 255). 7. Melucci (2002: 42). 27 La teoría de la movilización de recursos surge también como una crítica de los enfoques clásicos y funcionalistas. En contraste con las definiciones basadas en los comportamientos desviados de la acción colectiva, esta teoría toma elementos de la teoría de la elección racional y pone al centro la capacidad racional del individuo para calcular los costos y beneficios de la participación colectiva.8 Bajo este enfoque es importante el estudio de tres grupos de factores: a) la estructura de oportunidades políticas y las constricciones que tienen que afrontar los movimientos sociales. Ambas dimensiones se entienden como señales que el sistema político produce y que son percibidas por los agentes sociales como coyunturas favorables o desfavorables para la organización de la acción y movilización social.9 Se reconoce que los movimientos sociales tienen la capacidad de influir y crear sus oportunidades políticas e influenciar los límites de acción social. Esta acción social también puede beneficiar a otros sectores que no tienen la capacidad de movilización necesaria para la obtención de dichos beneficios; b) Las formas de organización a disposición de los contestatarios. Bajo el estudio de las formas de organización de los movimientos sociales se considera importante el análisis de la relación entre los integrantes del movimiento social y las formas de acción consensuadas que los movimientos utilizan para llevar a cabo la acción colectiva. Para estudiar las estructuras de movilización se propone la separación de la organización formal e informal, y de los 8. Ver Olson (1965). 9. Para medir las oportunidades dentro del sistema es importante realizar un análisis de: a) el grado de apertura o cierre del acceso político; b) la presencia de acciones inestables (p. e., la inestabilidad electoral); c) la participación o presencia de aliados influyentes y d) la estabilidad o inestabilidad en el interior de las elites de poder. 28 movimientos y los no-movimientos sociales.10 La teoría reconoce que es frecuente que organizaciones informales tales como redes de amigos participen conjuntamente con movimientos sociales en la acción y movilización colectiva. A partir de esta clasificación se analiza los niveles de centralización, de formalización, de dedicación y de articulación interna de los movimientos sociales. La forma de organización de los movimientos sociales tiene un impacto importante en la intensidad de la acción social. Bajo este paradigma existen tres tipos estructurales básicos a considerar: el modelo de bases, el modelo de grupo de interés y el modelo de partidos políticos. El modelo de bases se caracteriza por la dependencia del grado de compromiso estructurado de manera descentralizada y orientado a la protesta radical; el modelo de grupo de interés tiene una orientación hacia los espacios de toma de decisiones institucionales y se caracteriza por la formalidad de la organización y el modelo de partidos políticos funciona a partir de los procesos electorales y depende de una organización centralizada. El modelo utilizado por un movimiento social contribuye a definir los tipos de movilización social que se utilizan, la dirección del cambio social y el tipo de respuestas a la coyuntura política y social. Este enfoque también considera la organización en el interior de los movimientos sociales como un factor decisivo en la permanencia y la sobrevivencia de los movimientos sociales. De hecho, la centralización organizativa es considerada esencial para la eficiente movilización de recursos; c) Los procesos colectivos de interpretación, de atribución y de construcción social que median entre la oportunidad y la acción. Se consi10. Los no-movimientos incluyen organizaciones informales tales como redes de amigos, vecinos y redes de trabajo; y organizaciones formales tales como iglesias, sindicatos y asociaciones profesionales. Los movimientos incluyen movimientos informales como redes de activistas, grupos afines, comunidades de memoria; y movimientos formales como movimientos sociales organizados, comités de protesta, escuelas de movilización. 29 dera importante el estudio de la cultura y la ideología de los movimientos sociales para el entendimiento de sus capacidades y límites. El inventario cultural generado por la sociedad provee a los movimientos sociales de símbolos, de imágenes y de valores que les permite definir el conflicto basado en un deber ser olvidado o relegado. La creación de estos marcos interpretativos no es monopolio de los movimientos sociales, sino que también son producidos por sus adversarios, y los movimientos sociales luchan entre sí para imponer su interpretación de la coyuntura. La participación de los medios de comunicación, en términos del control de la difusión del marco interpretativo de los movimientos sociales, se convierte en un factor importante en el estudio de los movimientos sociales.11 Los movimientos sociales en Latinoamérica han cambiado como resultado del impacto que las reformas neoliberales han tenido en los Estados de la región; también ha influido en su naturaleza la globalización y la paulatina debilidad de los Estados latinoamericanos frente a los organismos financieros internacionales. Dichos cambios se expresan en la creación de nuevos movimientos, la transformación de los movimientos ya existentes y la internacionalización de algunos de ellos. En concordancia con estos procesos, el estudio de los movimientos sociales también se ha transformado.12 Un esfuerzo importante para la comprensión de los movimientos sociales en Latinoamérica es el trabajo de Bolos (1999), cuya propuesta incluye los siguientes factores: a) las motivaciones para la acción, las necesidades, las creencias y las valoraciones que llevan a la organización; b) la identidad y la formación de redes sociales como parte del proceso de acción; c) el proyecto que forma la visión y guía la acción de los movimientos sociales; d) el papel de las rupturas culturales o sucesos históricos que hacen visible 11. Ver McAdam et al (1999) y De la Garza Talavera (2011). 12. Zermeño (1999: 89). 30 las situaciones de conflicto y conducen a la movilización social y e) las formas de organización y relación interna. Bajo este marco, el papel de las creencias, las interpretaciones, las motivaciones y las valoraciones es importante en tanto que está ligado a la formación de la identidad del movimiento social. El problema central se convierte en cómo se construye esta identidad a partir de dichas características y cómo se llega al desarrollo de un marco interpretativo estratégico que permita al movimiento social identificar una coyuntura específica como ideal o deficiente para la movilización y la acción colectiva. Siguiendo a Melucci, Bolos pone énfasis en el papel que tienen las redes sociales en la formación de la identidad de los movimientos sociales y propone que la densidad de las redes sociales es el factor principal que determina de forma positiva si los movimientos sociales son fuertes. De la Garza Talavera (2011) nota que el pensamiento social latinoamericano de izquierda sufrió una fisura importante a raíz de las transformaciones experimentadas por los Estados latinoamericanos durante los últimos treinta años. Como resultado de estas transformaciones los actores tradicionales los obreros ya no son los que componen la mayoría de los movimientos sociales contemporáneos. De hecho los nuevos movimientos sociales se han caracterizado por su enorme desconfianza en los partidos políticos y en la toma del poder como estrategia central. Dentro de este marco histórico, los estudios que han analizado estos movimientos sociales han caído bajo dos extremos: los estudios tradicionales del movimiento obrero y la entronización de los movimientos sociales como el nuevo sujeto transformador. En lugar de caer en uno de estos dos extremos, De la Garza Talavera (2011) propone estudiar los movimientos sociales a partir de cinco dimensiones: a) el contexto estructural y coyuntural, que incluya a los ciclos de protesta y los cambios económicos y políticos; b) la composición interna, que describe las relaciones entre los grupos y la competencia por imponer un marco interpretativo hegemónico; 31 c) la estructura organizativa y las formas de acción, que muestra las relaciones entre grupos, partidos y movimientos y los repertorios de acción disponibles; d) la creación y la transformación de la identidad, la ideología y la simbología, es decir, la generación de una interpretación compartida que está sujeta a la influencia interna y externa y e) la estrategia comunicativa, que analice las formas y también los propósitos de comunicar hacia dentro y hacia fuera del movimiento.13 13. De la Garza Talavera (2011: 137). 32 Los movimientos sociales en El Salvador antes y durante el período de la guerra Jaime Barba El proceso de reconfiguración de los movimientos sociales en la década de 1960 A finales de la década de 1960 tiene lugar en El Salvador una recomposición del tejido social organizativo de base popular, cuya expresión más evidente está constituida por las jornadas reivindicativas del magisterio nacional a través de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños 21 de Junio (ANDES). De hecho, las jornadas de lucha magisterial que se dieron entre febrero y marzo de 1968, y que involucraron a un porcentaje significativo del magisterio nacional (un total de 14 000, de los cuales ANDES tenía afiliados a cerca de 4000), y que iban más allá de la acción huelguística, configura uno de los momentos más importantes de la historia salvadoreña y donde es posible apreciar cómo es que se gesta, madura y radicaliza un movimiento social. 14 El proceso organizativo del magisterio nacional presentó varias novedades respecto de otras experiencias del pasado. En primer lugar, el sujeto estaba constituido por un segmento empobrecido de las capas medias, involucrado en un proceso de lucha que tenía 14. Erik Ching (2007), en una reciente aproximación al tema, identifica las distintas fases de este quehacer organizativo y sugiere algunas hipótesis sobre las implicaciones de los resultados obtenidos. Hay dos libros de época que resulta necesario consultar: Mélida Anaya Montes (1971) y Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (1971). 35 como interlocutor al Estado. En segundo lugar, el sujeto se caracterizó por su notable autonomía política ya que no respondía a los lineamientos de una conducción superior ni tampoco estaba vinculado a intereses gubernamentales. En tercer lugar, sobresalió el uso de diversas modalidades de lucha, que no se limitaron al paro de labores sino que incluyó movilizaciones masivas, pequeñas acciones de propaganda, lobby con partidos políticos, y que además todo este quehacer atrajo la solidaridad de otras instancias laborales y estudiantiles. Incluso hay testimonios fidedignos de que la primera y breve estructura guerrillera que se formó en El Salvador, y que se nominó Acción Revolucionaria Salvadoreña, realizó acciones armadas de solidaridad con el magisterio en lucha. Aunque los resultados reivindicativos no fueron significativos para el magisterio en términos organizativos, sí compartió la ruptura definitiva con el lastre del miedo y la proscripción que se había impuesto después del levantamiento insurreccional campesino de enero de 1932. Y además, por los argumentos esbozados y los documentos elaborados por el núcleo dirigente de ANDES, se puede sostener que esta experiencia constituye el punto de partida para la construcción de una agenda estratégica de lucha política de carácter nacional. Esta recomposición de los movimientos sociales que cristaliza en el primer lustro de la década de 1970 tiene como antecedente tres hechos políticos relevantes, en los que ya es posible visualizar rasgos de ruptura política, aunque incipientes y sin alcanzar una fase completa de maduración. El primero es lo que podría denominarse la tentativa paraguerrillera o parainsurreccional (dependiendo del enfoque que se asuma) que significó la articulación del Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), que entre 1962 y 1963 constituyó un ejercicio político de nuevo tipo en la escena política salvadoreña. Pese a que su accionar fue errático, improvisado e indefinido en sus propósitos político-prácticos, tuvo importancia en términos de las modificaciones que aportó a la concep36 ción tradicional de formato organizativo que predominaba en ese entonces en las filas del Partido Comunista de El Salvador (PCS), que de hecho era la única agrupación política con pretensiones de transformación estructural. En cualquier caso, el FUAR desafío el trauma político de 1932, porque quiso poner en agenda la necesidad del cambio de las estructuras económico-sociales15 apelando a la insubordinación social, y para eso pretendió, en el discurso al menos, recurrir al expediente de la lucha armada.16 Su emergencia ocurre en el contexto de la respuesta latinoamericana a la revolución cubana, en donde un agrupamiento de nuevo tipo (Movimiento Revolucionario 26 de Julio/Ejército Rebelde) accedió al poder político por medio de la lucha armada. El esfuerzo del FUAR es paralelo en la región centroamericana a lo que acontecía en Guatemala con el proceso de activación de las Fuerzas Armadas Rebeldes y con la articulación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en Nicaragua.17 En cada país el resultado político inmediato fue distinto, pero en las tres situaciones los movimientos sociales se vieron impactados por esta propensión política a la lucha armada. Sin embargo solo en El Salvador la cuestión de la conformación de una fuerza guerrillera quedó en tentativa, 15. Las ideas contenidas en el documento del FUAR (1962), no dejan dudas con respecto a su intencionalidad política y a sus alcances. 16. Ver FUAR (1963). 17. El proceso de lucha armada en Centroamérica no fue único, sino que tuvo velocidades, densidades y estructuras organizativas diversas que no han sido estudiadas de forma consistente, y que marcaron de un modo decisivo a los movimientos sociales de la época. Resulta revelador el capítulo “Guatemala” (en colaboración con Ricardo Ramírez (1972) fundador del Ejército Guerrillero de los Pobres , en el libro de Régis Debray (Las pruebas de fuego. La crítica de las armas II). De igual modo, en los diferentes materiales que estudian la experiencia del FSLN, en Nicaragua, es posible apreciar cómo los reacomodos de la línea político-militar contribuyen a acelerar o desacelerar las dinámicas de los movimientos sociales. Para la década de 1960 ver Fonseca (1984) y Baltodano (2012). 37 de ahí que se dio la posibilidad de un curioso ensanchamiento del campo de influencia político-social, que inició con el fallido empeño del FUAR, continúo en 1967 con la participación electoral del PCS a través del Partido Acción Renovadora (PAR) y su antípoda no confesa del movimiento obrero huelguístico y que culminó con la emergencia del más vigoroso e innovador movimiento social después del levantamiento insurreccional campesino de 1932 y que cristalizó en las jornadas de lucha de ANDES en 1968. El segundo antecedente es el movimiento huelguístico en el sector industrial, de abril de 1967, que tuvo como pivote principal las jornadas de lucha en torno a la fábrica ACERO en Zacatecoluca (Carpio, 1967). Aunque este movimiento parecía que formaba parte de una estrategia política del PCS por mostrar un compromiso mayor con las luchas populares, en realidad constituía una respuesta interna disidente de un sector de ese agrupamiento, que era encabezada por su secretario general. No hubo, como en algún momento se ha insinuado, una confluencia de líneas de acción, sino que se trató de la aguda confrontación de tesis políticas que venía registrándose al menos desde 1962 con la tentativa del FUAR. Hay que recordar que el movimiento obrero salvadoreño, el más antiguo de los movimientos sociales de El Salvador, siempre ha estado signado por la relación con los agrupamientos políticos que en ciertos períodos se han considerado el vector principal para la transformación de la sociedad. En 1967, y a propósito de la jornada huelguística de abril, se produjo una ruptura de criterios y nociones que terminarían, pocos años después, en la recomposición del movimiento obrero no de la mano de su tradicional tutor, el PCS, sino de las recién surgidas (en 1970) organizaciones guerrilleras. El tercer antecedente fue la elección presidencial que se realizó en abril de 1967, y que tuvo para el campo popular un significado de primer orden debido a que dicha coyuntura permitió irrumpir en las áreas rurales donde la prédica de cambio no se escuchaba 38 desde enero de 1932. Aunque los resultados obtenidos por el PAR («nueva línea», acepción que denotaba que no se trataba del viejo conservador PAR que nació en 1950) no mostraron que hubiese un caudal electoral significativo, sí posibilitaron otro corredor para la acción política en los años siguientes. De hecho, las elecciones para concejos municipales y para diputados de 1968 dejaron claro cómo las cosas habían comenzado a modificarse en el plano electoral. En esas elecciones la preeminencia del Partido de Conciliación Nacional (PCN) comenzó a ser cuestionada por los avances electorales logrados por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y también por la presencia del bisoño Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), que después de 1972 adoptaría de forma explícita su adscripción socialdemócrata. El novedoso movimiento magisterial de 1968 no solo sorprendió e intrigó a la parte gubernamental (comprometida, en ese momento, con una reforma educativa en la que diversos segmentos del magisterio nacional percibieron que se les estaban imponiendo criterios y procesos) sino también al PCS, sobre todo a aquel sector que empujaba la línea de la participación electoral como el eje principal de la lucha política. Esto es así debido a que las disonancias críticas que la acción de ANDES provocó en 1968 no armonizaban muy bien con las posiciones pretendidamente moderadas que un proceso electoral exige. En realidad, el movimiento social magisterial se había puesto, por decirlo así, muy por delante de la que se suponía era la fuerza política de avanzada, «la vanguardia», según los códigos de la época. Si a eso se agrega que es el PDC el que en aquel momento lidera las preferencias electorales opositoras, más el hecho de que está en proceso de incubación una crisis interna dentro de las filas de la militancia comunista como resultado de las tesis políticas paralelas impulsadas, puede argumentarse que el PCS se enfrentó en esa coyuntura a un importante dilema: cambiar y tratar de adaptarse a la nueva situación o impulsar con decisión la línea electoral que había emprendido en 1967. 39 De hecho, el movimiento social magisterial, que se expresó en ANDES, superó toda previsión organizativa del PCS, dado que se movió con absoluta autonomía de este y de las tutelas gubernamentales que habían venido atenazando a este segmento social. Se suponía que en aquellos años el PCS encarnaba el proyecto político de cambio estructural y el hecho de verse paralizado frente a esta iniciativa del movimiento social magisterial anticipaba la ruptura política que, pocos años después, las organizaciones guerrilleras concretarían de un modo contundente. El análisis anterior sugiere que en el caso salvadoreño la activación o desactivación de movimientos sociales durante la década de 1960 no siempre estuvo relacionada con el quehacer organizativo del PCS. En este marco de iniciativas autónomas puede señalarse la gestación de la Federación Cristiana de Campesinos de El Salvador (FECCAS), que en junio de 1965 celebró su primer congreso campesino. O el de la red de sacerdotes y religiosos que a finales de la década de 1960 comenzó a configurarse a propósito del viraje institucional que provocó en la Iglesia Católica el Concilio Vaticano II. Por el lado de los sectores conservadores del país también hubo animación de movimientos sociales, muy sesgados y con formato contrainsurgente, como fue la Organización Democrática Nacionalista, que jugó un papel clave en la dinámica represiva rural de la década siguiente. Tampoco está relacionado con el PCS (más bien es su opuesto ideológico) el fuerte arraigo entre los sectores medios que provocó el surgimiento del PDC y sus diversas instancias organizativas que no solo se cobijaban en la carpa demócrata cristiana sino que algunas abrevaban también en las corrientes más progresistas del socialcristianismo. Es el movimiento social de origen obrero (y en su expresión sindicalizada) el que más puede relacionarse con el PCS. Sobre todo con el impulso de la línea política de disputa de segmentos laborales alineados con las patronales y los gobiernos militares que venían sucediéndose desde 1932. 40 La respuesta política del PCS al enfrentamiento militar entre El Salvador y Honduras, en julio de 1969, selló la ruptura interna de ese agrupamiento, ya que el sector más propenso a la vía electoral se decantó por un respaldo ambiguo a la acción agresora gubernamental, posición que fue rechazada de un modo frontal por el pequeño sector dentro del PCS que estuvo más volcado a la lucha sindical de 1967.18 El desenlace final de esta polémica implicó la renuncia del secretario general del PCS y de un pequeño contingente de cuadros políticos del sector sindical y del sector estudiantil universitario que coadyuvó a realizar un replanteamiento de las formas de lucha y de las perspectivas de transformación social y la puesta en el centro del debate de los instrumentos requeridos para tales propósitos. De este desprendimiento del PCS nacieron las Fuerzas Populares de Liberación FPL “Farabundo Martí”. Pero no fue la única organización guerrillera emergente: paralelo a lo que acontecía dentro del PCS, a la sombra quizás, otros agrupamientos se fueron articulando y de algún modo confluyeron en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). La anterior disposición de instrumentos políticos desde el campo popular ahora mostraba un cariz distinto, porque se trataba de instrumentos político-militares, que al final de cuentas marcarían el nuevo rumbo de las luchas sociales. Aunque en su momento se quiso minimizar el impacto del proceso de lucha armada (y las consecuentes nuevas dinámicas políticas que implicaba), lo cierto es que aquí hay que buscar la explicación de las modificaciones del escenario nacional en la década de 1970. 18. Desde ese instante y hasta marzo de 1970 las escuetas estructuras del PCS se vieron sacudidas por el feroz enfrentamiento verbal y documental entre Schafik Jorge Handal Sánchez y Salvador Cayetano Carpio Saúl, dos de las figuras decisivas del PCS (Raúl Castellanos Figueroa Pablo era el otro miembro del secretariado), quienes encabezaban las dos líneas políticas que se venían enfrentando desde 1967, o quizá desde antes. Dado que Saúl en ese momento era el secretario general del PCS pudo generar el debate interno, cuestión que al final de cuentas mostró que se encontraba en franca minoría. 41 Si bien los factores políticos internos, que se perfilan como motores decisivos en el proceso nacional, se despliegan sin influencias externas importantes, lo cierto es que hay una serie de hechos e imaginarios que contribuyen a explicar por qué en El Salvador los movimientos sociales adoptaron las modalidades organizativas que tuvieron. Un específico movimiento social es expresión, en cierto sentido, de la configuración material y de ideas que convergen en circunstancias peculiares en un momento dado y en un lugar (o lugares) determinados. Significativas modificaciones materiales como la recomposición del sector industrial que tuvo lugar en El Salvador desde 1945 hasta 1965 y el acelerado proceso de urbanización en torno a la ciudad de San Salvador durante la década de 1960, son sin duda aspectos claves para comprender lo que ocurrió en la esfera de las luchas sociales. El movimiento magisterial y el incipiente movimiento obrero industrial de la década de 1960 se desplegaron teniendo como contexto esta dimensión material, en tanto que se habían comenzado a producir cambios sustantivos y perceptibles en la estructura social, que sin duda se expresaban en la creciente participación del sector industrial en la composición del Producto Interno Bruto y en la ampliación de las áreas urbanizadas en los municipios aledaños a la ciudad de San Salvador (Soyapango, Ilopango, Mejicanos y Apopa). Además de esta cambiante situación material que El Salvador vive, en toda la década de 1960, ocurren importantes y decisivas readecuaciones políticas en el escenario internacional que constituyen para el caso salvadoreño factores de aceleración política que impactaron de forma directa en el modo como se rearticularon los movimientos sociales. En esos años no se trata de nuevos movimientos sociales en un sentido estricto, sino de la emergencia diferente de prácticas organizativas que de manera gradual se fueron saliendo del molde tradicional. Es entonces en la segunda mitad de la década de 1960 cuando se producen los desgarres y distanciamientos cruciales que 42 permiten la apertura de un nuevo período político. ANDES ganó espacios políticos propios, pero eso no alcanzaba para convertirse en una opción estratégica transformativa. El movimiento obrero industrial, articulado en la pequeña Federación Unitaria Sindical Salvadoreña (FUSS), tampoco podía convertirse en ese factor clave para modificar el quehacer organizativo nacional, no solo por sus dimensiones sino por estar atada al proceso electoral. La aparición del proyecto político que el movimiento guerrillero enarboló a partir de 1970, que alteró los métodos y que actualizó los objetivos de cambio estructural, puso a la orden del día la definición inmediata de qué sector o sectores sociales debían detentar el poder político. Empero, la noción de sociedad transformada que se imaginó con la revolución bolchevique en 1917, en Rusia, apenas si sufrió alteración alguna, y hay aquí una fuente de inviabilidad muy poco ponderada para lo que fueron los esfuerzos transformativos latinoamericanos. Y esto, en lo que no siempre se repara, marcó a los movimientos sociales que se configuraron bajo la carpa guerrillera. El surgimiento del proyecto revolucionario y la transformación de los movimientos sociales La segunda etapa, si puede llamarse así, del accionar guerrillero en varios países latinoamericanos, permite considerar otros aspectos en la década de 1960 que fueron pasados de largo o apreciados desde un punto de vista muy restringido. En lo que concierne a El Salvador, las dos iniciativas guerrilleras, ERP y FPL, lograron apreciar con cierta distancia la derrota estratégica, en 1967, del destacamento guerrillero del Ejército de Liberación Nacional en Bolivia. A inicios de la década de 1970 los movimientos sociales salvadoreños experimentaron una mutación (primero) cualitativa y (después) cuantitativa como resultado de la puesta en marcha de 43 una agenda radical de cambio estructural bajo la inspiración de un sujeto político-militar que propugnaba por la transformación de la sociedad. Esta situación interna, sumada a lo que acontecía en esos años en el mundo, y sobre todo en América Latina, en cuanto a las luchas guerrilleras por la liberación nacional y la transformación social, terminó de sellar la suerte de los movimientos sociales en El Salvador. Los movimientos sociales que lograron cristalizar en 1975 son hijos de estos nuevos destacamentos guerrilleros urbanos que terminaron por plantearse una estrategia de masas que no existía en la década de 1960 en América Latina. En ese sentido puede decirse que se trata en efecto de nuevos movimientos sociales, aunque también debe apuntarse que se trata de los mismos sectores sociales solo que ahora acicateados por una agenda política más expedita y urgente. Es de aquí de donde nace la naturaleza de su organización y de su movilización. La emergencia de los movimientos sociales salvadoreños bajo la influencia guerrillera se configuró en un escenario restrictivo y no carente de extravíos. El planteamiento político-militar del movimiento guerrillero, al contraponerse al quehacer electoral, en un principio hizo que su crecimiento cuantitativo se viese frenado dada la dinámica de movilización y de grandes expectativas que la vía electoral presentaba en aquel momento, es decir, entre 1971 y marzo de 1972. Apreciadas las cosas en conjunto parecía que la iniciativa, de la que el PCS era el autor intelectual, que se expresaba en la coalición electoral nominada Unión Nacional Opositora (UNO), y que comportaba la más importante amplia alianza política habida en la historia salvadoreña, y en la que se conjuntaron el PDC, el MNR, el clandestino PCS que operaría a la sombra del recién cooptado partido político Unión Democrática Nacionalista y la fina red de contactos puntuales con militares constitucionalistas, de mentalidad abierta, desafectos al régimen dominante. La propuesta político-militar de facto se puso de espaldas 44 a este proceso y trató de caminar en solitario. Como resultado, el proyecto de trabajo de masas estuvo reducido entre 1970 y 1972 a modestas redes de colaboración y a pequeños grupos de apoyo al despliegue de la lucha armada. Por otro lado, el reformismo y la llamada vía pacífica al socialismo (léase, electoral) mostraban a inicios de la década de 1970 en América Latina un vigor inusitado. Los ejemplos de Perú, con el gobierno militar reformista que arrancó en 1968 e implementó un proceso de reforma agraria, y la experiencia chilena de la Unidad Popular, que desde 1970 ostentaba la presidencia de la república, abrían un sendero para emprendimientos similares en otras latitudes. Son estos, de algún modo, los referentes clave que inspiraban el proyecto electoral de la UNO. La acumulación política progresista de la década de 1960 estaba sin duda a disposición de la plataforma enarbolada por la UNO y, por consiguiente, los movimientos sociales que en ese momento habían irrumpido con vigor (el del magisterio celoso de su autonomía política y también el obrero industrial ligado al PCS ), estaban muy próximos al torrente de expectativas populares que la UNO configuró. En este nuevo escenario nacional y regional los movimientos sociales ya no serían los mismos después de las jornadas magisteriales de 1968, porque más allá de los resultados reivindicativos específicos lo que se había puesto a prueba era la capacidad de organización sin tutela superior de las agendas políticas imperantes: la del PCS, contestataria pero ineficaz; y la gubernamental, asentada con comodidad en el proyecto de continuidad que proporcionaban los gobiernos militares del PCN. Pero de igual forma, los movimientos sociales precedentes y los nuevos, serían de otro tipo debido a la existencia de un proyecto de transformación social, radical, y con deriva político-militar. En la fase seminal, que podría ubicarse entre inicios de 1970 y mediados de 1973, los movimientos sociales continuaron manteniendo su autonomía, aunque estu45 vieron presionados por las exigencias electorales (hasta marzo de 1972) y por los jalones del impulso de la lucha armada (sobre todo después de julio de 1972). El movimiento estudiantil universitario, con una larga y legendaria trayectoria disruptiva desde 1927 (y que con altibajos pero siempre con renovados bríos tenía en la Asociación General de Estudiantes Universitarios, su instrumento ad hoc), es el que protagonizó, en 1971, la llamada huelga de Áreas Comunes aunque en realidad debería ser nominada como una especie de revuelta estudiantil, por su onda expansiva y por sus resultados concretos , que tuvo como resultado directo el desencadenamiento de un proceso de realineamiento político. Mientras las organizaciones guerrilleras no mostraran capacidad operativa y contundencia política, resultaba muy difícil que se produjese una conexión fructífera con el movimiento estudiantil universitario, y esto no se daría sino hasta en el segundo semestre de 1972, cuando los espacios políticos más o menos legales fueron clausurados y se vio vulnerada la institucionalidad universitaria.19 El movimiento social de base estudiantil universitaria cambió de un modo radical después de la intervención de la Universidad de El Salvador por parte del Ejército, el 19 de julio de 1972. Sus principales dirigentes pasaron a engrosar las filas del movimiento 19. La evidencia testimonial da cuenta de encuentros entre Salvador Cayetano Carpio Marcial y algunos dirigentes estudiantiles a finales de 1971; sin duda aquel a la búsqueda de nuevos viveros de militantes clandestinos, dado que en ese momento la organización, que en agosto de 1972 sería conocida como las FPL, pasaba por un momento de mucha debilidad orgánica al tener que enfrentar la cuestión militar en condiciones muy adversas y al mismo tiempo sin hallar el camino hacia las masas. De esos contactos providenciales es que se nutre parte de la incipiente estructura guerrillera y que permitirá, gracias a su rápida articulación, enfrentar el desafío político-militar que vendría después del 19 de julio de 1972. Gozne para esto fue Felipe Peña Ignacio. Ver Atilio Montalvo Salvador Guerra (2014), y Marta Harnecker (1994). 46 guerrillero que comenzaba su expansión en sus diferentes afluentes.20 En ese sentido sí puede decirse que se fraguó un nuevo movimiento social de estudiantes universitarios, porque el período de resistencia que se abrió después del 19 de julio de 1972 no tenía precedentes y exigió la adopción de modalidades organizativas más vigorosas y de hecho. Por su parte, el movimiento social magisterial en ese pequeño lapso entre enero de 1970 y julio de 1972 volvió a irrumpir en el escenario nacional con una nueva jornada reivindicativa que duró dos meses (junio-julio de 1971). La paralización de labores en todo el país por parte de maestros adherentes, la movilización de calle y la ocupación del Palacio Nacional mostró el nivel de radicalización que el magisterio organizado había adquirido. La respuesta represiva y dilatoria del gobierno militar del PCN terminó por orillar a ANDES a una compleja zona de definiciones políticas. Porque al siguiente año serían las elecciones presidenciales y existía un claro apoyo multisectorial a favor del proyecto de la UNO, y el movimiento social magisterial no era ajeno a esto, no obstante que algunos de sus dirigentes principales quizá simpatizaban más, de forma secreta, con el imaginario guerrillero. Pero donde sí hubo absoluta novedad en estos años fue en el tejido social religioso, y esto sería un elemento importante en la nueva configuración político-social que el proceso de lucha armada contribuyó a propiciar. Quizá no sea adecuado hablar de la gestación de un nuevo movimiento social, porque la dimensión 20. Ingresaron tanto al ERP como a las FPL. Pero también se articuló otro esfuerzo paralelo que solo hasta diciembre de 1973 se integraría al ERP reconstituido. Este empeño organizativo se llamó Comandos Organizadores del Pueblo y sus dirigentes más destacados eran Rafael Arce Zablah Amílcar, Joaquín Villalobos Atilio y Jorge González Rodrigo. Por otro lado, en el segundo semestre de 1973, un pequeño agrupamiento se desgajó del original ERP y pasó a conformar la Organización Revolucionaria de los Trabajadores, que en 1976 se habría de conocer como Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos, PRTC. 47 religiosa no es un sector social sino un ámbito donde se da la convivencia humana. La conmoción y los reacomodos que suscitó el Concilio Vaticano II en el seno de la Iglesia Católica, y con especial énfasis en América Latina, llevaron a que algunos segmentos dentro de la Iglesia (sacerdotes, religiosos y comunidades de feligreses) adoptaran posiciones muy críticas en cuanto al estado de cosas reinante en sus sociedades concretas. En El Salvador este giro religioso creaba dentro de la rígida estructura eclesial una situación embarazosa para la jerarquía, ya que exigía una apertura a la cuestión social y a la generación de nuevas prácticas socio-religiosas, pero esto tensionaba el tradicional papel conservador de la institución en una sociedad quebrantada por la opresión política y el rezago económico-social. Las accidentadas reuniones habidas a propósito de la primera semana de pastoral de conjunto, realizada a mediados de 1970, dan cuenta del enredado trayecto que se avecinaba.21 Lo significativo de esta pequeña fisura en el sector eclesial es que desencadenó nuevos modos de compresión de la realidad nacional, pero desde específicas dinámicas territoriales (las experiencias parroquiales que dieron vida a una suerte de pastoral campesina, como fue el caso de lo acontecido en Aguilares, Tecoluca, Suchitoto y Cinquera, entre otros lugares). Todo esto ocurría, no obstante, en el marco de un proceso político donde la agudización de contradicciones era una nota relevante y que culminó con la tríada de hechos de 1972 (el fraude 21. «La primera semana de pastoral de conjunto reúne a 83 sacerdotes, 30 religiosas, dos religiosos, 32 seminaristas y 38 seglares, del 22 al 26 de junio de 1970. La semana es pensada como un espacio para la búsqueda y la interpelación con la ayuda del método “ver, juzgar y actuar”, muy en boga en América Latina en la década de 1970 (…) Pese al empeño de los organizadores por conseguir una elevada participación, la respuesta es, en sí misma, desconcertante. La arquidiócesis es la más representada 60 sacerdotes, dos religiosos, 20 religiosas y 23 seglares . La diócesis de Santa Ana está representada por diez sacerdotes y una religiosa. La de San Miguel por seis 48 electoral del 20 de febrero, el frustrado golpe de Estado constitucionalista del 25 de marzo y la intervención militar de la Universidad de El Salvador el 19 de julio) que signaron el curso de los años por venir, y que explica cómo los movimientos sociales se desenvolvieron y mutaron dada su relación cada vez más estrecha con las organizaciones guerrilleras. Porque sería ingenuo sugerir que siempre se mantuvo la autonomía (como fue el caso de ANDES hasta 1972) de los movimientos sociales. Es un hecho verificable que la actividad electoral articulada en torno a la UNO elevó las expectativas de cambio estructural en los sectores sociales más postergados. Esto significaba que, más allá de la discusión de si la vía electoral o la propuesta guerrillera resultaban más efectivas, al momento de concretarse la acción de votar, un amplio contingente multisectorial se había decidido por dejar atrás la tutela de los gobiernos militares del PCN. Aquí estaba el quid de la cuestión: la UNO había capitalizado el sentimiento popular y nacional de que los cambios había que realizarlos ya. Sin embargo, cuando se producen primero el fraude electoral a favor del PCN, después la reacción a la tentativa progresista sacerdotes y un seglar. La de San Vicente por cinco sacerdotes y nueve seglares, y la de Santiago de María por dos sacerdotes. La respuesta de los movimientos seglares es muy baja (…) Aparte de Rutilio Grande, que participó plenamente, unos cuantos jesuitas asisten de manera irregular» (Cardenal, 2013). Otro análisis sobre este proceso se encuentra en Fortuny Capafons (2007) y en Nieto (2008). En una parte de su testimonio Nieto afirma que «Monseñor Romero, quien no acaba de asimilar lo del Concilio Vaticano II y Medellín, se sorprendió de las conclusiones y resultados de esa semana de pastoral, a los que les hizo unas observaciones que luego mandó al Vaticano, porque veía en ellas una nueva y peligrosa fuerza dentro de la Iglesia. Sin embargo, logramos que se diera el surgimiento de lo que nosotros le llamamos la Coordinadora Nacional de Comunidades Cristianas, con la participación de los sacerdotes que estábamos en ese trabajo: Miguel Ventura, Dionisio, David Rodríguez, Napoleón Macías, Porfirio Martínez, Rutilio Sánchez, Ernesto Barrera, Octavio Ortiz, Octavio Cruz, Benito Tobar, Alfonso Navarro, Ricardo Ayala, Amado Molina, Rogelio, Pedro y Walter Guerra». 49 del golpe de Estado del 25 de marzo y finalmente la intervención militar de la Universidad de El Salvador la respuesta organizada de la fuerza política de avanzada (se supone que era el PCS) brilló por su ausencia, y entonces sucedió lo que no se previó: un caudal de masas quedó ahí aherrojado, frustrado y golpeado por la represión. De la convergencia de este desacierto estratégico (del PCS) con la decisión del movimiento guerrillero de buscar otra ruta para la transformación de la sociedad salvadoreña es que nace la posibilidad de un nuevo escenario político: el pequeño dispositivo político-militar, un tanto disminuido en ese momento y reducido a muy pequeñas redes de trabajo clandestino, de pronto, tuvo que enfrentar el desafío de lidiar de la mejor manera posible con las expectativas de cambio estructural que la UNO no pudo concretar. Y es aquí, y no en otro lado, donde debe buscarse la explicación del rápido e intenso viraje que las organizaciones guerrilleras hicieron para buscar el camino hacia las masas. Tanto el ERP como las FPL exploraron, identificaron y reclutaron para sí a aquellos elementos que consideraron de valía. Y aunque el escenario inicial tuvo a la guerrilla urbana como protagonista, en las condiciones creadas después del 19 de julio de 1972 se abrió la posibilidad del trabajo rural, por la vía de la relación e imbricación con el clero progresista, sobre todo, que ya estaba trabajando en la línea de lo que se puede llamar una pastoral campesina. No es extraño, pues, que sea en la zonas de Aguilares, San Martín, Cinquera y Suchitoto que el movimiento campesino, un auténtico nuevo movimiento social, emergiese con vigor inesperado, y que se deba a este movimiento social en específico que la perspectiva de transformación social enarbolada por las organizaciones guerrilleras haya podido encarnar en tierra fértil y adquirido proyección estratégica nacional. Ni las FPL ni el ERP crearon, por ejemplo, FECCAS, que sería la piedra de toque de todo lo que vendría después en el terreno de la re-organización popular. FECCAS nació a mediados de la dé50 cada de 1960 como una iniciativa de la Iglesia Católica, pero no para entrar en la batalla sociopolítica sino para contribuir a generar prácticas socio-productivas favorables para los sectores campesinos empobrecidos. El cuidadoso trabajo pastoral realizado en las zonas en torno a la parroquia de Aguilares, a cargo de la Compañía de Jesús, permitió generar condiciones para la actividad organizativa campesina como quizá no se había podido realizar en el país después de los acontecimientos de enero de 1932. Este es uno de los hallazgos principales de esa experiencia. Es un grupo de jesuitas centroamericanos, que desde 1970 venían explorando trascender el mero compromiso religioso y buscando concretar un acompañamiento social con los excluidos, el que en marzo de 1974 se traslada a Aguilares. Se liga a la parroquia (más preocupada por la labor pastoral propiamente dicha) pero reorientan sus mejores energías hacia el trabajo directo con el campesinado. De inmediato entran en contacto con el pequeño grupo que dirige FECCAS, que a su vez son apoyados por la parroquia (son celebradores de la palabra) aunque no orientan a esa instancia en su quehacer organizativo. FECCAS, en ese momento, está saliendo del sopor y la abulia que le imponía la visión eclesial de cuño conservador. A esas alturas ya hay presencia de militantes clandestinos de las FPL en esa amplia área de trabajo campesino, producto del viraje del movimiento guerrillero después de julio de 1972, en su propósito de ir hacia las masas. Hay pues un traslape de dinámicas organizativas. El grupo de jesuitas, y los estudiantes que lograron captar para hacer trabajo entre el campesinado, acompañan a fondo en la formación y el esclarecimiento de la situación imperante; la parroquia no es ajena ni indiferente al esfuerzo de FECCAS pero tiene claro que su tarea no debe cruzar la raya de lo pastoral. Paralelo a todo esto, el trabajo clandestino de las FPL va día a día asentándose y expandiéndose a otras zonas del país.22 22. Para la experiencia organizativa de Aguilares vale la pena considerar el tes- 51 De hecho, aunque quizá la cooptación de FECCAS se dio a finales de 1974, las FPL gestan su propia organización campesina en otros puntos (Azacualpa, Arcatao, Tecoluca, Usulután) y la denominan Unión de Trabajadores del Campo (UTC). Hay que destacar el hecho que el tejido organizativo rural se abrió paso gracias a la labor de persuasión y de cooptación, en el marco del viraje de 1973 que los núcleos clandestinos de las organizaciones guerrilleras realizaron en el seno del clero salvadoreño y su entorno. Por lo tanto, afirmar que el pionero trabajo que se realizó desde las parroquias (catequesis, jornadas de sensibilidad social, labores de solidaridad campesina) fue el que llevó a las organizaciones campesinas a un desarrollo pleno, sería ignorar el papel decisivo que jugó la conducción política alentada desde las organizaciones guerrilleras. timonio de Alberto Enríquez Villacorta (2008). Una versión de esta experiencia un tanto distinta (por el punto de vista que asume) es la de Lorena Peña (2008). El libro de Carlos Rafael Cabarrús (1983) brinda un panorama bastante completo del escenario organizativo y del contexto político general. Tanto Enríquez como Cabarrús formaron parte activa de la experiencia de Aguilares, en su carácter de jesuitas. Alberto Enríquez Javier se clandestinizó, se retiró de la Compañía de Jesús, y en 1976 pasó a formar parte de las FPL. Cabarrús continuó siendo sacerdote jesuita. El libro de Rodolfo Cardenal (1985), también jesuita, da cuenta más bien de la labor pastoral de la parroquia de Aguilares bajo la égida del jesuita Rutilio Grande. También desde esta perspectiva, porque formaba parte del equipo pastoral de la parroquia de Aguilares en aquel momento, es el texto de Salvador Carranza (1977). El libro del sacerdote Mario Bernal (1995) informa con cierto detalle de algunas otras experiencias de pastoral durante la década de 1970. El relevante trabajo de investigación de Pedro Henríquez (1988) contribuye al esclarecimiento de los procesos y dinámicas que tuvieron lugar desde las parroquias comprometidas en lo que se podría llamar también como una pastoral de acompañamiento y la convergencia temporal con los esfuerzos organizativos del movimiento guerrillero. Para apreciar el trabajo de FECCAS en otro lugar distinto a Aguilares resulta importante el testimonio de Pablo Alvarenga (2008). 52 El movimiento social campesino de esos años, al masificarse después de 1975, entró en colisión frontal con el régimen político y debió adquirir otro carácter, sin abandonar del todo su dimensión de movimiento social, para poder continuar creciendo. Esto solo se podía realizar si este movimiento campesino, por ejemplo, expresado en FECCAS (y en UTC), asumía como propio el proyecto político estratégico de las FPL. De lo contrario estaba condenado a padecer sin clemencia la represión y a terminar reducido a la mínima expresión. Una vez resuelto esto, el camino hacia las masas por parte del movimiento guerrillero (hallazgo principal, sin duda, de las FPL, aunque las otras organizaciones político-militares también fueron concretando sus propios caminos, sobre todo la Resistencia Nacional, RN, en el movimiento obrero), inició el proceso de conformación de estructuras organizativas de mayor escala. La fundación del Bloque Popular Revolucionario (BPR) en agosto de 1975 debe verse como un momento crucial para los movimientos sociales en El Salvador. No solo como una nota destacada del nuevo ciclo de movilizaciones sociales que inauguraba, sino como la concreción organizativa de un particular modo de despliegue del quehacer de los movimientos sociales. Como una nueva modalidad organizativa que combinaba, no sin extravíos, las reivindicaciones inmediatas de los sectores populares con el empeño por la masificación del tejido organizativo a una escala muy superior a la habida durante el siglo veinte. Aunque no es el proyecto FECCAS-UTC lo único que configura al BPR, sí es su nota constitutiva y diferenciadora, porque los otros segmentos organizados que se estructuraron entre 1973 y 1975 desde la orientación general estratégica de la instancia político-militar FPL, formaron parte, de una u otra manera, del fortalecimiento previo del proyecto FECCAS-UTC antes de confluir en el BPR.23 23. El BPR no es el único frente de masas 53 aglomerado sectorial de masas que A partir de julio de 1975 y hasta el 15 de octubre de 1979 el escenario político salvadoreño experimentó un vuelco dramático: el surgimiento súbito y el despliegue de una amplia variedad de modalidades organizativas se había echado a andar. Los movimientos sociales, casi todos, con algún tipo de vínculo con las diversas organizaciones guerrilleras, confrontaban día a día al régimen político vigente. Aunque en su momento algunas instancias en ese período plantearon que su propósito era el desencadenamiento de acciones insurreccionales para acceder al poder político, lo cierto es que en este lapso lo que se dio es una intensa acumulación de fuerzas político-sociales en medio de una fuerte represión a los sectores organizados. A pesar de que los movimientos sociales más importantes se hallaban articulados en el formato de frentes de masas y que su orientación estratégica provenía de las organizaciones guerrilleras correspondientes24 había un cierto margen de autonomía de estas por esos años se estructuró. El Frente de Acción Popular Unificada, FAPU, que inició en 1974 como una suerte de frente amplio en el que convergerían las dos organizaciones político-militares, FPL y ERP, y que en un principio se denominó Frente Revolucionario de Unidad Popular. Al producirse la emergencia del BPR en 1975, también buscó la vía del frente de masas. Lo mismo hizo, por ejemplo, aunque en menor escala, la Liga para la Liberación (LL) y las otras pequeñas instancias afines Brigadas Obreras, Brigadas Revolucionarias de Estudiantes de Secundaria… que en 1979 dieron lugar al Movimiento de Liberación Popular (MLP). Es más, hasta los llamados Comités Militares del Pueblo, creados por el ERP en el marco de una alucinación putchista e insurreccionalista sin muchos fundamentos en 1975 como modalidad organizativa popular volcada directamente al quehacer militar guerrillero, buscaron la senda del frente de masas. Un punto de vista sobre la perspectiva del movimiento de masas está en Bloque Popular Revolucionario (1976). Además, los documentos del 2º Congreso Extraordinanario del BPR son una importante fuente de información acerca de los quehaceres de los movimientos sociales que lo integran (Bloque Popular Revolucionario, 1978). 24. Las FPL fraguaron el BPR; la Resistencia Nacional el FAPU; el ERP, las Ligas Populares 28 de Febrero y el PRTC el MLP. 54 instancias de masas que facilitaba su creciente masificación. No eran meras correas de transmisión, como pudiera pensarse. Tres características destacadas de los movimientos sociales de esos años permiten explicar sus dinámicas: reivindicativos, no-pacíficos y ensimismados o ideologizados. Si es el movimiento social campesino el que rompe el círculo de hierro que se había impuesto a toda organización de origen popular desde 1932, le tocará al renovado movimiento obrero industrial la tarea de abrirse paso en el complejo escenario de las ciudades distanciándose de los métodos y prácticas sindicales conservadoras, quietistas, y enmohecidas por el inmovilismo economicista. Las jornadas de lucha reivindicativa entre 1977 y 1978 en diversas fábricas pusieron a prueba a las nuevas instancias obreras.25 Pero será en el año 1979 cuando la acumulación política de masas comenzará a decantarse y a desbordarse de un modo no previsto. Las jornadas huelguísticas en torno a las fábricas. La Constancia y Embotelladora Tropical, entre enero y febrero, iniciarán este tramo de luchas sociales. Pero será en mayo cuando se creará un auténtico cuadro preinsurreccional.26 25. Una muestra del discurso y las prácticas del nuevo sindicalismo (o sindicalismo revolucionario) puede apreciarse en un pronunciamiento del BPR: « (…) a) En la fábrica La Cascada, S.A., donde los compañeros obreros llevan más de un mes en huelga, la patronal ha llamado a indemnizar y despedir a los compañeros del sindicato con el objetivo de destruir la organización sindical (…) b) La intransigencia del gerente de la fábrica INCA (en SANTA ANA), quien no solo se niega a agilizar la negociación del conflicto, sino que amenaza con mandar a reprimir a los compañeros huelguistas quienes llevan 10 días de estar en pie de lucha (…) compartimos el jubiloso triunfo de los compañeros de AINCO, Las Minas de San Sebastián y DIANA, quienes con el esfuerzo de su lucha combativa lograron vencer las maniobras e intransigencia de la patronal (…)», ver Bloque Popular Revolucionario (1977a). También resulta útil considerar el artículo calzado por el FAPU (1977b); el estudio firmado por Equipo de Investigación y Apoyo Popular “Anastasio Aquino” [Mario Lungo] (1984); el folleto del FAPU (1977a) y el documento del Bloque Popular Revolucionario (1977b). 26. Ver Bloque Popular Revolucionario (1979). 55 El golpe de Estado del 15 de octubre de 1979, el momento insurreccional y la generalización de la guerra El golpe de Estado del 15 de octubre de 1979 constituye un punto de inflexión en la vida política de El Salvador, y los acontecimientos (de rechazo y adhesión) que se desencadenaron definieron lo que sería la generalización de la guerra. No obstante que la composición de los involucrados antes e inmediatamente después del golpe de Estado permitía prever un signo progresista, casi no hubo un compás político de espera que permitiera calibrar tal cosa. Un sector de los movimientos sociales bajo la égida del BPR, y articulado a las FPL, reaccionó con rapidez y contundencia rechazando el hecho. El excesivo calificativo de auto-golpe que el BPR le endilgó, aunque permitía clarificar a sus bases en cuanto al tipo de movilización que se debía emprender, también expresaba el mecánico y gris análisis de la situación política de la que formaban parte. Al final del año (30 de diciembre), y después de dos meses y medio de intenso forcejeo en los medios de comunicación, en las calles, en las ocupaciones de edificios públicos (Ministerio de Trabajo) y en el terreno militar, a propósito de las acciones guerrilleras (secuestro de embajador de Sudáfrica por parte de las FPL, colocación de artefactos explosivos, combates puntuales y diversos contra los fallidas acciones preinsurreccionales cuerpos de seguridad en la periferia de San Salvador a cuenta de columnas del ERP en los siguientes días después del 15 de octubre, hostigamiento al cuartel general de la Guardia Nacional por escuadras del ERP ), amén del rechazo visceral de los sectores conservadores a toda tentativa de cambio (el movimiento social Cruzada Pro Paz y Trabajo expresó con nitidez esos propósitos), pues el amplio segmento progresista del gabinete de gobierno y dos miembros de la junta de gobierno renunciaron y algunos a título 56 individual pasaron a adherirse a la propuesta política que se había configurado en torno al concepto de plataforma programática del Gobierno Democrático Revolucionario.27 La aceleración de la dinámica política fue in crescendo desde el 15 de octubre de 1979 y alcanzó su máximo esplendor el 22 de enero de 1980 al movilizarse sobre la ciudad de San Salvador cerca de 200 000 personas. Los movimientos sociales, por decirlo así, se hallaban en su punto más álgido y al borde de un levantamiento insurreccional. Hechos como el asesinato del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, el 24 de marzo de 1980, a manos de un francotirador financiado por sectores ultraconservadores, terminarían por orillar a vastos sectores organizados y situarlos frente al dilema de continuar resistiendo las embestidas represivas o pasar a formar parte de los nuevos contingentes de lucha que se estaban conformando y que tendrían como escenario principal las áreas rurales y de montaña al norte del país y algunas zonas intrincadas de la cadena volcánica central (cerro Guazapa, volcán Chinchontepec, cerros de San Pedro, volcán Chaparrastique, cerro Cacahuatique y cerro El Tigre). Las infructuosas y tardías respuestas de la conducción guerrillera (atenazada por sordas discusiones supuestamente teóricas sobre el momento adecuado para la insurrección) mermaron la espontánea decisión política de amplios sectores de la población 27. Ignacio Ellacuría, quien participó en la red conspirativa progresista que formuló los planteamientos políticos que cristalizaron con el golpe de Estado del 15 de octubre de 1979, pasados unos años recapitulaba así su visión crítica de ese momento: «Ante todo, el 15 de octubre se cometieron cuatro equivocaciones fundamentales: a) excluir a las organizaciones de masas y a las organizaciones político-militares del poder político, que les correspondía por su fuerza y por su participación en la lucha contra los poderes oligárquicos y represivos; b) basar todo el proceso en la Fuerza Armada, de la que no se valoró su grado de corrupción y su compleja red de implicaciones con la clase dominante y con los procesos represivos pasados, puntos que, si no afectaban a toda ella, sí a un grupo todavía poderoso, a pesar de la limpieza inicial; c) pensar que era posible una solución intermedia, no ya respecto a la izquierda revolucionaria sino sobre 57 urbana salvadoreña, dejándose de aprovechar de esta manera el único momento insurreccional en la historia política reciente. Los tres paros laborales que durante 1980 convocó la Coordinadora Revolucionaria de Masas instancia de convergencia de masas fueron a menos, pero en cambio la represión gubernamental y de paramilitares ultraconservadores iba a más. A estas alturas resulta conveniente considerar lo que constituyó el punto de quiebre de los movimientos sociales que se habían gestado en la década de 1970. Represión feroz, acciones de masas fuera de foco y el intenso y acelerado proceso de alistamiento de combatientes para lo que en aquel momento se llamó el ejército popular cambiaron la fisonomía de la acción social colectiva. Al generalizarse la guerra y constituirse los frentes de guerra, a partir de enero de 1981, los distintos movimientos sociales quedaron dislocados en las ciudades principales (San Salvador, sobre todo) y engullidos por las tareas militares en el área rural. El movimiento social campesino se difuminó en un lapso breve, porque las tradicionales bases campesinas pasaron a conformar el grueso de la estructura militar guerrillera. El resto de movimientos sociales (el sindical) quedó muy disminuido y constreñido al mero asunto de la actividad sectorial. Entre 1981 y 1983, en las llamadas zonas de control guerrillero, hubo esfuerzos denodados por construir un tinglado organizativo de masas que no estuviese asido solo al tronco del trabajo militar. A esto se le llamó, de parte de las FPL, Poderes Populares Locales. Sin embargo, el giro estratégico militar que experimentó la guerra todo de la clase oligárquica; d) confiar en que, sin un corte drástico y doloroso con los hombres y las prácticas usuales en el anterior orden socioeconómico y político, se podía hacer algo realmente nuevo, aunque fuera de modo procesual y progresivo». Ignacio Ellacuría (1981). También debe cotejarse un texto de Rubén I. Zamora (1979), quien participaría de los hechos en torno al 15 de octubre, y que a mediados de 1979 reflexionaba acerca de la situación salvadoreña. 58 a partir de 1984 volvió a dejar atrás esta tentativa de masas. Por parte del ERP, que también contó con áreas bajo control al norte del río Torola, en Morazán, dadas sus concepciones políticas precisas, no hizo mayores esfuerzos por modificar lo que parecía una tendencia férrea: lo militar, en un escenario de guerra, subsumía al quehacer organizativo de masas. Es en las ciudades donde se reactivará la actividad de masas de forma plena a partir de 1986,28 aunque sin las características de la segunda mitad de la década de 1970. En este proceso de configuración de la actividad organizativa de masas, la victoria electoral presidencial del PDC (que hasta ese momento formaba parte de la alianza conformada también por la Fuerza Armada y el gobierno de Estados Unidos) permitió a este partido político abrirse campo en el terreno organizativo de un modo más cómodo. La Unión Popular y Democrática, en ese sentido constituyó un esfuerzo de amplio espectro patrocinado por el PDC desde el aparato gubernamental. Al producirse la ofensiva de 1989, donde el FMLN y sus aliados volcaron toda su acumulación política y militar con el objetivo de aproximarse a una definición estratégica por el poder político, los movimientos sociales ya habían perdido el vigor de años atrás, y aunque de algún modo estaban adheridos al imaginario político del FMLN estaban muy lejos de constituirse en bases sólidas para asentar un planteamiento insurreccional de amplio espectro. 28. Los antecedentes de esto se encuentran en la activación de la instancia Movimiento de Unidad Sindical y Gremial de El Salvador, que después daría lugar, en 1986, a la conformación de la Unión Nacional de Trabajadores Salvadoreños (UNTS). Sin embargo, es necesario apuntar que en esta fase el trabajo sindical de la RN, expresado en la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), tuvo un papel destacado. La revisión de un documento de FENASTRAS, de finales de 1984, podría contribuir a comprender mejor la situación de la reactivación de masas en las ciudades. Ver FENASTRAS (1984). Además hay que apuntar que es notable la diferencia conceptual de dinámicas organizativas entre los anteriores frentes de masas y esta instancia convergente llamada UNTS. 59 Los movimientos sociales en El Salvador en la posguerra Alexander Segovia La llegada de la paz y su impacto en el proyecto revolucionario y sus actores La firma de los Acuerdos de Paz en enero de 1992, entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno de El Salvador, además de ponerle fin a la guerra que desgarró al país durante 12 años y de constituir un parteaguas en la historia política del país, significó la finalización del largo ciclo en la historia de los movimientos sociales salvadoreños, que se caracterizó, como vimos en la parte precedente, por su papel protagónico en el desarrollo del proceso revolucionario a partir de unas relaciones e imbricaciones complejas y cambiantes, pero siempre estratégicas, con las distintas organizaciones guerrilleras que conformaron el FMLN. Dicho entramado entre los movimientos sociales y las organizaciones guerrilleras estuvo sustentado en buena medida alrededor de una agenda nacional de cambio social revolucionario, que además de posibilitar la convergencia estratégica de los movimientos sociales fue el instrumento principal de la movilización y la lucha política y militar que a la larga puso en jaque a la estructura de poder tradicional en El Salvador, porque obligó a que se modificara la estructura de tenencia de la tierra, puso fin al militarismo y acabó con el sistema político cerrado, represivo y autoritario que había prevalecido en el país desde principios del siglo XX. 63 La firma y posterior implementación de los Acuerdos de Paz, sin embargo, afectó profundamente al proyecto revolucionario y en particular a sus dos principales actores, es decir, a las organizaciones guerrilleras agrupadas en el FMLN y a los movimientos sociales. Esto es así por varias razones. En primer lugar, porque los compromisos suscritos por el FMLN en ese momento ejército guerrillero y principal sujeto del proceso revolucionario significó, en la práctica, la desaparición de la mayor parte de la agenda revolucionaria que había estado vigente por más de un cuarto de siglo en el país, y cuyos puntos centrales eran: la toma del poder por medio de la lucha armada; la lucha contra la dictadura militar, contra el sistema político cerrado y autoritario, contra la oligarquía, contra la injusticia social y contra el imperialismo norteamericano; la lucha a favor de la reforma agraria y la lucha por la construcción del socialismo que implicaba, entre otras cosas, la afectación sensible a la propiedad privada y la supresión de la economía de mercado y el control de los más importantes activos estratégicos del país por parte del Estado mediante un proceso masivo de nacionalizaciones. En efecto, para cumplir con lo pactado, el FMLN tuvo que renunciar a los puntos sustantivos de la agenda anterior, comenzando por desistir de forma definitiva a la lucha armada como medio para acceder al poder del Estado y reconociendo que el único mecanismo legítimo para tal fin son las elecciones periódicas. Por otra parte, la aceptación explícita y sin ambigüedades de la Constitución significaba, de hecho, renunciar a la lucha en contra de la propiedad privada y de la economía de mercado y, por ende, en contra del sistema capitalista; esto a su vez significaba la renuncia formal al socialismo. Por otro lado, el logro histórico del proyecto revolucionario de erradicar el militarismo y de eliminar el sistema político autoritario sustituyéndolo por un sistema democrático y participativo, que también fue parte de los Acuerdos de Paz, implicaba que esos puntos ya no serían más parte de la agenda. Fi64 nalmente, la lucha a favor de la reforma agraria, que era uno de los puntos fundamentales de la agenda de los movimientos sociales en general, y de los sectores campesinos en particular, también dejó de serlo en la práctica debido a que los compromisos de paz incluyeron el reparto de tierras para los ex combatientes del FMLN. Además, para esa época la cuestión agraria ya venía perdiendo relevancia nacional como resultado de la reforma agraria implementada a principios de la década de 1980 y también como consecuencia del creciente proceso de urbanización y de la reducción de la importancia de la agricultura dentro de la economía nacional. Como parte de los compromisos de paz el FMLN aceptó abandonar la lucha armada y transformarse de ejército guerrillero en partido político legalmente establecido y así, desde allí, luchar por el acceso al poder del Estado. En los hechos esta transformación supuso el desaparecimiento del principal sujeto que lideró el proceso revolucionario por casi dos décadas y su conversión en un actor más del sistema político, que tendría que jugar a partir de ese momento con las reglas definidas por el sistema contra el que había combatido. Una de las implicaciones inmediatas de este cambio para el FMLN fue el abandono formal y paulatino del discurso anti imperialista, anti oligárquico y anti capitalista por otro más conciliador e incluyente. Además lo obligó a revisar su agenda política y programática y sus alianzas sociales y políticas, lo que incluyó un replanteamiento de sus relaciones con los sectores que antes consideraba como enemigos (los sectores empresariales, la Fuerza Armada y el gobierno de Estados Unidos), con los sectores medios y urbanos (que son fundamentales en la perspectiva electoral) y, por supuesto, con los movimientos sociales. Inmediatamente después de la firma de los Acuerdos de Paz las relaciones del FMLN con los movimientos sociales comenzaron a cambiar dado que en la nueva coyuntura la prioridad para la antigua coalición guerrillera no era la lucha social sino la lucha electoral. Con base en esta prioridad el FMLN reubicó a muchos 65 líderes sociales vinculados orgánicamente al movimiento guerrillero, quienes pasaron a formar parte de las estructuras del nuevo instituto político y, posteriormente, a trabajar como funcionarios públicos en las alcaldías gobernadas por el FMLN. Otros líderes y cuadros que no se incorporaron al nuevo partido se retiraron para buscar una inserción productiva o laboral en el país o en el extranjero que les permitiera sobrevivir y mantener a sus familias. Otros simplemente se desvincularon del FMLN y procedieron a formar organizaciones no gubernamentales o nuevas organizaciones sociales con agendas sectoriales. Como veremos luego, esta salida masiva de líderes sociales tuvo serias consecuencias para los movimientos sociales en los años siguientes a la firma de la paz. El análisis anterior sugiere que en la época posbélica el proyecto revolucionario como había sido conocido hasta entonces llegó a su fin, ya que no solo se quedó sin la mayor parte de su agenda, sino que también se quedó sin sujeto que lo condujera, lo defendiera y lo impulsara. Por supuesto, también se quedó sin enemigo claro al que combatir, ya que los enemigos anteriores (la oligarquía, los militares y el gobierno de Estados Unidos) habían dejado de serlo, al menos formalmente. Esta situación tuvo graves repercusiones para los movimientos sociales, porque por primera vez en más de un cuarto de siglo se encontraron de repente huérfanos y sin una agenda por la que luchar y sin un enemigo claro al que combatir. Esta situación, sumada a otros cambios que se registraron en el ámbito nacional, regional e internacional, y que detallamos a continuación, generó una profunda crisis estructural de los movimientos sociales salvadoreños. El impacto del cambio estructural y de la globalización en los movimientos sociales La desaparición de la agenda revolucionaria y del sujeto que la impulsaba ocurrió en un momento en el que las fuerzas conser66 vadoras aglutinadas alrededor del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) tenían el control del Estado y habían comenzado a impulsar, con el apoyo de las elites locales, de Estados Unidos y de los principales organismos financieros internacionales, un ambicioso proyecto de modernización capitalista, que en su momento fue considerado como uno de los más exitosos de América Latina. Dicho proyecto estuvo inspirado en el paradigma neoliberal que en ese momento era hegemónico en el mundo y que tuvo una agenda económica, social y política bastante clara: la liberalización, la privatización, la desregulación y la reducción y redefinición del papel del Estado en la economía y en la sociedad; el desmontaje de la política social universal basada en derechos y su sustitución por otra fundamentada en la focalización y la apuesta por la democracia representativa y electoral y la restricción de los derechos sociales y políticos, incluyendo los derechos laborales. El proyecto político conservador descrito anteriormente se desplegó a lo largo de dos décadas completas desde el triunfo del partido ARENA en las elecciones presidenciales de 1989 hasta su derrota en las elecciones de marzo de 2009.29 Esta larga permanencia en el poder estatal por parte de la derecha y la acelerada implementación de su proyecto de modernización capitalista tuvieron enormes repercusiones para los movimientos sociales (y para los proyectos de izquierda en general), pues hubo que convivir y lidiar con gobiernos fuertes, agresivos y hostiles que estaban dispuestos a impulsar su proyecto a cualquier precio. En realidad, la labor se les facilitó mucho a los gobiernos de ARENA ya que durante los años inmediatamente posteriores a la firma de los Acuerdos de Paz la administración Cristiani (1989-1994) impuso su agenda económica casi sin ninguna oposición política debido a que la mayor parte de los esfuerzos y de la atención del 29. Ver Segovia (2002) para un análisis detallado de las variantes económicas de los primeros tres gobiernos de ARENA. 67 FMLN y de sus bases (incluyendo los principales movimientos sociales, que además estaban debilitados y dispersos) tenían como prioridad absoluta asegurar la implementación efectiva de la reforma política asociada con los Acuerdos de Paz así como el resto de compromisos vinculados a la desmovilización y reinserción de los excombatientes. En este sentido, y como se ha indicado en otra parte (Segovia, 1995), en ese período el FMLN y la mayoría de organizaciones de izquierda quedaron atrapados en los Acuerdos de Paz, y esto fue aprovechado con habilidad por el gobierno encabezado por Alfredo Cristiani para implementar su programa económico. Esta situación, aunada al hecho de que la reforma económica ofrecida por ARENA en la campaña electoral de 1988-1989 no fue objeto de negociación y por tanto no fue incorporada a los compromisos de paz, explica por qué el programa de ajuste económico en El Salvador no fue afectado por la firma e implementación de los Acuerdos de Paz (Segovia, 1996), y que por el contrario, cada vez que hubo conflicto entre ambas dimensiones, los organismos financieros internacionales y el gobierno optaron en favor de la reforma económica, supeditando el cumplimiento de los compromisos de paz. ARENA, durante el resto de la década de 1990, continuó manteniendo el control del aparato gubernamental y profundizó la reforma económica de inspiración neoliberal. Con la llegada de la administración Calderón Sol (1994-1999), el programa de privatizaciones de empresas y activos estatales tomó un nuevo impulso, lo que abrió la oportunidad para que los movimientos sociales, que para esa fecha ya habían comenzado a reorganizarse, comenzaran a articular una agenda común de acción colectiva alrededor de las privatizaciones y de la política de apertura externa. Dicha estrategia tuvo sus frutos a finales de la década y principios de la siguiente, cuando los movimientos sociales enfrentaron con éxito la política de privatización de la salud que pretendía impulsar la administración Flores (1999-2004), aunque fueron incapaces de de68 tener otras políticas, como fueron los casos del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés) y el de la dolarización. A medida que avanzó la década de 1990 los desafíos políticos para los movimientos sociales aumentaron ya que no solo tuvieron que enfrentar la arremetida conservadora, sino que además debieron operar en un contexto político totalmente nuevo regido por los términos de la democracia representativa y electoral y en el que su antiguo aliado estratégico era parte del sistema político prevaleciente. Esto implicaba para los movimientos sociales jugar dentro del sistema político y no al margen de él como había sido la práctica en el pasado. Además, el avance democrático consolidó a los partidos políticos como los únicos agentes de representación formal, lo que reconfiguró las relaciones entre los partidos políticos y los movimientos sociales a favor de los primeros. En este contexto, el FMLN y los movimientos sociales que no estaban bajo su influencia directa se distanciaron aún más y comenzaron a tomar rumbos diferentes: el FMLN priorizó la lucha electoral y las alianzas sociales y políticas que le permitieran ganar elecciones y los movimientos sociales comenzaron a buscar sus propios caminos de lucha social, lo que los llevó a replantearse sus agendas, sus alianzas y sus formas de lucha. La situación posbélica coincidió además, con una profundización del proceso de globalización capitalista mundial, que en el caso de El Salvador se tradujo en un reforzamiento de la economía de mercado, en una mayor dependencia de la economía salvadoreña de la economía estadounidense y de la inversión extranjera y en una desnacionalización de la economía nacional, ya que a lo largo de la década de 1990 la mayoría de sectores y actividades económicas estratégicas del país pasaron al control de empresas y grupos económicos regionales e internacionales. Desde otra perspectiva, la globalización y la reforma económica implementada posibilitó el surgimiento de poderosos grupos económicos que co69 menzaron a extender sus operaciones al resto de Centroamérica y de América Latina (Segovia, 2006). El proceso de globalización (junto con la guerra, las migraciones y las remesas) fue uno de los factores fundamentales que desde la década de los ochenta había contribuido a desencadenar en el país un profundo proceso de transformación estructural que provocó, en la década de 1990, el colapso definitivo del modelo agroexportador tradicional que había estado vigente en El Salvador y en el resto de Centroamérica por más de un siglo, a la vez que propició el surgimiento de un nuevo modelo económico fundamentado en el dinamismo de las exportaciones no tradicionales agrícolas e industriales, de los servicios y del consumo (Segovia, 2013). A su vez, estos procesos aceleraron el tránsito de una sociedad rural y de una economía agraria a una sociedad y una economía crecientemente urbanas, lo que coadyuvó a que se reconfigurara el mapa poblacional y productivo del país. Las consecuencias del cambio estructural para los movimientos sociales fueron enormes. Por una parte, el fin del modelo agroexportador tradicional sumado a los procesos de reparto de tierras que hubo a principios de la década de 1980 y en la fase posbélica como resultado de los Acuerdos de Paz (esto es, con el Programa de Transferencia de Tierras), implicó la disminución de la importancia estratégica de la cuestión agraria, que en la época de preguerra y en el período de la confrontación político-militar constituyó uno de los principales puntos de la agenda revolucionaria que propició la movilización social en general y de los sectores campesinos en particular. Por otra parte, en el contexto del nuevo modelo económico los servicios y el comercio se convirtieron en las actividades más dinámicas, y esto benefició la incorporación de los sectores urbanos y particularmente de las mujeres al mercado laboral, sobre todo en la industria de maquila y en las actividades relacionadas con el comercio y los servicios. Estos cambios en el mercado laboral y el tránsito de una sociedad rural a otra más urbana plantearon retos para los movimientos socia70 les ya que implicaron una reestructuración de la inserción laboral que, sumado a la flexibilización de hecho del mercado de trabajo ocurrida a raíz de las reformas neoliberales y de la globalización, obligó a los sectores sociales vinculados con los sindicatos a redefinir sus estrategias de crecimiento organizativo y sus agendas sectoriales. Asimismo el crecimiento de las ciudades y el fortalecimiento de algunos sectores medios y profesionales posibilitaron el surgimiento de nuevas organizaciones y redes sociales con agendas y discursos diferentes a los tradicionales de izquierda y algunos de ellos eran claramente de orientación política de derecha. De hecho, surgieron nuevos actores sociales, provenientes principalmente de los sectores medios urbanos, compuestos por personas jóvenes y educadas que nunca formaron parte del proceso revolucionario de las décadas de 1970 y 1980 ni vivieron la experiencia de la guerra. La llegada al poder gubernamental de la izquierda y el intento de construir una agenda renovada de lucha social El análisis precedente indica que en la etapa posbélica los movimientos sociales se enfrentaron a una situación completamente nueva, incierta y desconocida y, en la mayoría de los casos, desfavorable a sus intereses inmediatos y mediatos. La reconfiguración de la estructura de poder y del escenario político provocado por los Acuerdos de Paz, por los diversos eventos electorales, por la implementación del proyecto conservador, por la globalización y por el cambio estructural desencadenó una profunda crisis estructural de los movimientos sociales que venían de la guerra, crisis que todavía persiste pese a que en la última década ha habido intentos de reestructuración y de unificación e incluso se han registrado episodios exitosos de acción colectiva. 71 Uno de los principales factores que explica la crisis de los movimientos sociales salvadoreños y su pérdida de protagonismo político es la ausencia de una agenda nacional renovada de cambio social. Desde el virtual desaparecimiento de la agenda revolucionaria al principio de la década de 1990, los movimientos sociales (y las izquierdas en general), no han podido construir una nueva agenda que posibilite conformar una alianza social y política amplia capaz de articular y unificar las luchas sociales y de movilizar a la población organizada y no organizada alrededor de objetivos de cambio social. En lugar de construirse esta nueva agenda, en las últimas décadas han surgido y proliferado una buena cantidad de agendas sectoriales y gremiales elaboradas e impulsadas por diferentes instancias sociales organizadas (grupos de pobladores en territorios específicos, organizaciones no gubernamentales, organizaciones sociales diversas), las que si bien han tenido la virtud de movilizar a los sectores directamente interesados o afectados por dichas agendas, no han logrado unificar de manera permanente y sistemática al conjunto de organizaciones sociales como ocurrió en el pasado. La situación anterior es lo que ha llevado a algunos a afirmar que en la época actual no existen movimientos sociales en El Salvador. En nuestra opinión, lo que ha ocurrido es que en las últimas décadas han surgido nuevos movimientos sociales, cuyas características se asemejan a las de los movimientos sociales tradicionales existentes en otros países, es decir, movimientos que se forman a partir de coyunturas especiales, que logran realizar acción colectiva y que luego desaparecen. Como veremos más adelante, algunos de los pocos casos exitosos de acción colectiva registrados en el país en la etapa posbélica tienen estas características. Esta notable incapacidad de construir una nueva agenda nacional por parte de las izquierdas en general y de los movimientos sociales en particular, no es solamente un problema de falta de elaboración teórica ni de capacidad técnica y política, sino que 72 tiene que ver en buena medida con la nueva realidad social salvadoreña. En las últimas décadas la sociedad y la economía se han hecho más complejas y diversas y por tanto, los intereses y las aspiraciones de los distintos grupos sociales y económicos también se han modificado, incluyendo a sectores que en el pasado formaron parte importante de los movimientos sociales, como es el caso de los sectores campesinos y el sector sindical. El Salvador ha dejado de ser un país con con preeminecia rural y se ha convertido en un país con predominio urbano cuyo dinamismo económico descansa sobre todo en la existencia de las remesas, en las actividades vinculadas a los servicios y al comercio y en las exportaciones no tradicionales. Además, es un país que ha registrado un importante cambio poblacional a favor de las mujeres y los jóvenes. En tales circunstancias, la construcción de una agenda nacional renovada no es una tarea fácil, ya que a diferencia del pasado, y debido a los cambios experimentados y a la legitimación política del capitalismo, hoy es más difícil identificar los puntos centrales de una agenda nacional que sea capaz de unificar y movilizar a todos los sectores que apoyan el cambio social; es decir, es difícil ponerse de acuerdo en por qué luchar. Por otra parte, también es mucho más problemático definir contra quien luchar, ya que por un lado algunos enemigos y adversarios del pasado han desaparecido o han dejado de serlo (los militares, Estados Unidos); y, por otro lado, algunos de los nuevos potenciales adversarios de los movimientos sociales, como los partidos políticos que detentan parte del poder del Estado, de algunos sectores empresariales o del mismo gobierno (desde 2009 controlado por la izquierda), tienen en muchos casos nexos formales o informales y afinidades políticas e ideológicas con los dirigentes de los movimientos sociales, lo que dificulta lograr acuerdos y compromisos permanentes dentro de los diferentes movimientos. La situación es mucho más complicada si se considera que en las últimas décadas los sectores que se consideran de izquierda o 73 progresistas han estado a la defensiva ante la ofensiva conservadora que en el último cuarto de siglo logró implementar un proyecto de modernización capitalista y obtuvo una victoria importante en términos de legitimación social y política de la economía de mercado. Si a esto sumamos la crisis del llamado socialismo real y la emergencia en América Latina de distintas variantes de gobiernos de izquierda, se entiende por qué ha sido tan difícil en el caso salvadoreño, construir una agenda renovada de cambio social. Por último, hay que mencionar un elemento decisivo que en el caso de El Salvado ha obstaculizado la construcción de una agenda renovada de cambio social: el creciente divorcio entre los intereses y las agendas de los movimientos sociales y los del FMLN. Como ya hemos señalado, la transformación del FMLN en partido político afectó de un modo profundo a los movimientos sociales. Posteriormente, y a medida que el FMLN fue obteniendo éxitos electorales que lo llevaron al control de buena parte del Estado, sus relaciones con los movimientos sociales han ido cambiando y complicándose debido al conflicto de intereses que existe entre los dos sectores. Como parte del Estado, y dada la estructura de poder real, el FMLN ha tenido que incluir en su agenda y en sus prioridades los intereses y las aspiraciones de otros sectores sociales y económicos que históricamente no fueron parte de los movimientos sociales pero cuyo apoyo electoral y político es fundamental para acceder y conservar la cuota de poder político. Como estrategia, el FMLN ha seguido presentándose como el único representante de la izquierda en el país y ha tratado de convencer (y de cooptar) a los movimientos sociales para que lo apoyen en su gestión estatal. Esta situación le ha puesto mucha presión a los movimientos sociales que se consideran de izquierda y les ha planteado un verdadero dilema político: si no apoyan al FMLN, se corre el riesgo de que la derecha vuelva a controlar de nuevo la estructura de poder gubernamental y si apoyan al partido existe el peligro de convertirse en un mero instrumento partidario y sacrifi74 car, o al menos posponer, por un tiempo indefinido, aquella parte de sus agendas que por razones políticas y económicas el FMLN no puede o no quiere cumplir. No es casualidad entonces que el intento más importante de reconstruir una agenda de cambio social no haya surgido del campo social, sino del ámbito electoral, a partir del triunfo y la llegada al gobierno del primer gobierno de izquierda. En efecto, es precisamente a partir de 2009 que tiene lugar un intento de acercamiento y convergencia de los movimientos sociales alrededor de la agenda de cambios impulsada por el gobierno encabezado por Mauricio Funes (2009-2014), experiencia que vale la pena analizar ya que muestra con claridad los límites, los dilemas, las contradicciones y las complejidades que existen hoy en El Salvador para construir e impulsar una agenda renovada de cambio social, y evidencia con precisión las contradicciones y las diferencias que existen entre los movimientos sociales y el FMLN. Con la llegada del primer gobierno de izquierda los movimientos sociales tuvieron, al menos de forma temporal, un rol más protagónico en la vida política del país. Esto se debió a que la nueva administración estableció una alianza política con la mayor parte de ellos, con la notable excepción de aquellos vinculados orgánicamente al FMLN, quienes además de negarse a formar parte de esta alianza se opusieron con ferocidad a ella, siguiendo las directrices de la dirección del partido. 30 La alianza política que logró concretar la administración Funes con los movimientos sociales aglutinados en las principales redes, organizaciones de excombatientes de guerra y sectores sin30. El gobierno encabezado por Mauricio Funes fue un gobierno de coalición y de alianzas amplias y no un gobierno de partido como era la pretensión inicial de la dirigencia del FMLN y como se hizo creer en la campaña electoral de 2014. La conformación del Gobierno reflejó el balance de poder real existente en ese momento: el FMLN obtuvo una importante cuota política al contar con ministerios clave en el área social y de seguridad, y mientras que desde el 75 dicales31 se construyó alrededor de la agenda de cambio estructural que el nuevo gobierno plasmó en su Plan Quinquenal de Desarrollo y que comenzó a implementar desde el mismo inicio de la gestión.32 En concreto, la alianza tuvo como eje central la defensa y la promoción de los cambios impulsados por el Gobierno, particularmente los cambios referidos al área social (reforma de salud, sistema de protección social universal); en el área política (profundización de la democracia, autonomía mayor del Estado con respecto de los grupos de poder, promoción de la organización y la participación ciudadanas, lucha contra la corrupción) y en el área económica (apoyo político, técnico y económico a nuevos agentes económicos y sociales, redistribución de la riqueza mediante reforma fiscal progresiva). La agenda anterior no solo posibilitó la construcción de una fuerte alianza entre el gobierno encabezado por Funes y una parte importante de los movimientos sociales en los primeros años de gobierno, sino que además logró unificar y movilizar de for- dispositivo de casa presidencial se aseguró el control del área económica, de las secretarías de la Presidencia y del Ministerio de Defensa. Otros sectores políticos también obtuvieron su cuota de participación dentro del gabinete. En los dos primeros años de gestión hubo un importante conflicto entre la presidencia de la república y la dirigencia del FMLN alrededor de la agenda gubernamental y de la composición y la forma de conducción del Gobierno. Para contrarrestar la influencia del FMLN, el presidente Funes y parte de su equipo de gobierno establecieron una alianza política con los sectores sociales que no eran controlados directamente por el partido y que estaban a favor de los cambios que el Gobierno proponía. Las mesas de diálogo sectoriales coordinadas desde la Secretaría Técnica de la Presidencia fueron un instrumento fundamental para la construcción de esta alianza. 31. Concertación Popular por el Cambio, Mesa Agropecuaria e Indígena, MUSYGES, organizaciones de excombatientes del llamado FMLN histórico, Frente Social por un Nuevo País, entre otras. 32. Un análisis sobre la estrategia política y la agenda de cambios de la administración Funes se encuentra en Gobierno de El Salvador (2013). 76 ma transitoria a parte de los movimientos sociales alrededor de la defensa y promoción de los cambios estructurales. La demostración de fuerza realizada por la Unidad Nacional por la Defensa y Profundización de los Cambios el 27 de mayo del 2012 fue el punto culminante de ese proceso. Ese día, alrededor de 80 000 personas provenientes de distintos sectores sociales y políticos se congregaron en las instalaciones del Centro Internacional de Ferias y Convenciones para apoyar la agenda de cambios y para exigir su rápida y efectiva implementación. La demostración de fuerza tenía el propósito adicional de mandarle un mensaje a la dirigencia del FMLN, a los sectores de izquierda radical y a la derecha en general de que el gobierno encabezado por Funes no estaba solo en su empeño por cambiar el país y que contaba con un fuerte respaldo social y político. El objetivo político de esta acción colectiva se logró totalmente ya que a partir de ese hecho, nadie en el país con excepción de algunos sectores más radicales, tanto de la derecha como de la izquierda , especialmente la dirección del FMLN, se atrevió a decir públicamente que en el país no se habían registrado cambios. Por desgracia, la falta de visión política de algunos funcionarios públicos (quienes nunca entendieron o no quisieron entender la naturaleza de la alianza política entre los movimientos sociales y la administración Funes); la contaminación del proceso por el ciclo electoral (que forzó a todos los actores políticos, incluyendo al presidente de la república, a tomar partido por las diferentes candidaturas presidenciales de 2014); la oposición al proceso por parte del FMLN y de los sectores organizados bajo su influencia y la falta de unidad y claridad de los movimientos sociales no permitieron seguir construyendo la agenda ni consolidando el sujeto que la impulsara. 33 Esta experiencia mostró los enormes desafíos que enfrentan en la actualidad los movimientos sociales, que están inmersos en 33. Sin consultar con las principales organizaciones que formaban parte del 77 una red de intereses privados, partidarios y gubernamentales. Dos temas fundamentales que surgen de este intento de reagrupamiento de los movimientos sociales son el de la autonomía (política y financiera) y el del proyecto político de largo plazo. En la actualidad, el FMLN, las diferentes expresiones de izquierda y los movimientos sociales están atrapados en el cortoplacismo y en el electoralismo que les impide construir una nueva agenda de transformación y modernización nacional y los mantiene en un activismo electoral desgastante, improductivo e ineficiente. Hacia una caracterización de los movimientos sociales en El Salvador a principios del siglo xxi Han transcurrido 23 años desde la firma de los Acuerdos de Paz y 12 desde que Naciones Unidas dio por finalizado el proceso de paz en el país. En todo este período han surgido nuevas organizaciones sociales, incluyendo sindicatos públicos y privados, asociaciones cooperativas, organizaciones no gubernamentales, organizaciones de base y territoriales, organizaciones campesinas, de mujeres y de jóvenes, organizaciones indígenas y organizaciones de excombatientes de guerra tanto de la ex guerrilla como de la Fuerza Armada, entre otras (Ver Anexo 2). La mayoría de ellas tiene una agenda gremial o sectorial particular, y algunas pertenecen a su vez a redes sectoriales o multisectoriales. Un rasgo importante de estas organizaciones es su diversidad y heterogeneidad política e ideológica. De hecho, con excepción Movimiento Nacional por la Unidad y Defensa de los Cambios, el presidente Funes y algunos de sus funcionarios decidieron cambiarle nombre (Movimiento Ciudadano por los Cambios) y convertirlo en un movimiento progubernamental que eventualmente apoyara la candidatura de Elías Antonio Saca. Esta decisión dividió a varias instancias organizadas, sin embargo la mayoría decidió no formar parte de ese nuevo movimiento. 78 de aquellos casos en los que están vinculadas orgánicamente o son controladas directamente por los principales partidos políticos, la mayor parte de los integrantes de las organizaciones o las redes, incluyendo sus dirigentes, no pertenecen a un solo partido político y no se identifican con una sola corriente ideológica; por el contrario, la mayoría tiene entre sus integrantes militantes o simpatizantes de los diferentes partidos políticos y corrientes ideológicas diversas. Esta característica refleja sin duda el avance del sistema democrático y la importancia creciente de los partidos políticos en el quehacer nacional. Sin embargo, esto hace difícil el trabajo de conducción de las organizaciones sociales y es un obstáculo importante para alcanzar acuerdos políticos que vayan más allá de las agendas particulares. Además, esta diversidad partidaria e ideológica de las bases dificulta la acción colectiva unificada en contra de los partidos políticos y de los gobiernos (sobre todo de izquierda), y en general impide una movilización social efectiva y permanente. Este rasgo es lo que explica en buena medida el hecho de que en tiempos electorales, muchas organizaciones no se comprometen formalmente con ningún partido político y prefieren «dejar en libertad» a sus miembros para que voten por el partido o el candidato de su preferencia. Explica además la posición de algunas organizaciones (particularmente de jóvenes) que por temor a que las identifiquen con algún partido político en particular prefieren definirse como «apolíticas». Otra característica relevante de los movimientos sociales actuales es su poco interés por la formación de sus integrantes o cuadros, lo que es preocupante si se toma en cuenta que el nivel de organización y la capacidad de movilización y de lucha depende en buena medida de la existencia de miembros comprometidos y bien formados y que muchas organizaciones o redes son dirigidas por viejos dirigentes que no han actualizado su pensamiento ni sus métodos de lucha. En las entrevistas realizadas como parte del presente estudio surgió el tema de la formación de las dirigencias 79 y las membresías de las organizaciones sociales como un tema relevante dentro de una agenda de fortalecimiento de los movimientos sociales salvadoreños. La fragilidad financiera es otra característica de las organizaciones sociales actuales, lo que las hace presa fácil de los partidos políticos, de los gobiernos y de los sectores empresariales, que a cambio de financiarlas exigen que defiendan o promuevan sus intereses. En un país donde el clientelismo está profundamente arraigado en la cultura política esta fragilidad financiera de la mayoría de los movimientos sociales representa un serio obstáculo para lograr su autonomía y para construir una agenda social que responda realmente a sus propios intereses. Otro rasgo importante de los movimientos sociales actuales es su forma de lucha y de incidencia política y social. A diferencia del pasado en donde las manifestaciones callejeras y la toma de los espacios públicos eran el principal mecanismo para expresar fuerza y posiciones, actualmente, y de manera creciente, los movimientos sociales utilizan las redes sociales como un mecanismo barato, rápido y eficiente para incidir políticamente y para hacerse sentir. Estas nuevas formas de expresión y de lucha son utilizadas sobre todo por los nuevos movimientos sociales que se caracterizan por ser multisectoriales. Finalmente, hay que mencionar el carácter transitorio de los movimientos sociales surgidos en las últimas décadas en el país. Como veremos a continuación, dos de los tres casos exitosos de acción colectiva registrados después de la firma de la paz se caracterizan por haber surgido en una coyuntura específica para luchar contra decisiones de política pública que implementaron o querían implementar diferentes poderes del Estado. Luego de haber logrado sus objetivos, los movimientos sociales (que estaban formados por alianzas coyunturales entre diferentes sectores) desaparecieron. 80 Tres casos relevantes de acción colectiva de los movimientos sociales en la época posbélica La mejor forma de analizar la naturaleza, la composición, las agendas y las formas de lucha de los movimientos sociales salvadoreños en la fase posbélica es estudiando casos concretos de acción colectiva. Por su importancia y sus particularidades, se eligieron tres casos de estudio, cuyo análisis se presenta a continuación: La lucha en contra de la privatización del sistema de salud (19992002). Uno de los puntos centrales de la agenda económica de ARENA en la década de 1990 fue la privatización, que en esa época era considerada como el instrumento principal para ampliar los espacios de acumulación del sector privado en la economía y para reducir el papel del Estado en la esfera productiva. La política de privatización fue bastante agresiva e incluyó la privatización del comercio exterior del café y el azúcar (1989), del hotel Presidente (1990), de la banca privada, de las importaciones de petróleo, de las consultas externas del sistema de salud (1991), de la Escuela Nacional de Agricultura (1992), de algunos ingenios azucareros (1995), de las telecomunicaciones (1997), de la distribución de la energía eléctrica (1998) y del sistema de pensiones (1998). El tercer gobierno de ARENA, conducido por Francisco Flores (1999-2004), intentó llevar adelante una reforma del sistema nacional de salud, para lo que se elaboró el plan denominado La Nueva Alianza, que incluía la reforma del sector salud a través de la construcción de un sistema nacional que contemplaba la descentralización de los servicios, la promoción de incentivos para el desarrollo de proyectos locales de promoción de la salud, prevención de enfermedades y saneamiento básico y ambiental y la introducción de incentivos de mercado en la prestación de servicios de salud. Como parte de la estrategia gubernamental, en 1999, se creó un equipo técnico llamado Consejo Nacional de la Reforma de Sa81 lud, que fue muy criticado porque no incluyó a todos los sectores involucrados en el sistema de salud y porque el proceso de elección no fue participativo. Dicho Consejo fue presidido por el Ministro de Salud e integrado por representantes del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), organismos no gubernamentales, proveedores privados de servicios de salud, gremios profesionales y empresariales y usuarios e instituciones formadoras de recursos humanos en salud. La reestructuración del sistema de salud incluía la externalización de los servicios médicos del ISSS, medida que fue rechazada y combatida por el Sindicato de Médicos del ISSS (SIMETRISSS), que en 1998 inició una campaña de huelgas por mejores salarios y por su participación activa en el proceso de reestructuración del sistema de salud. El Sindicato de los Trabajadores del ISSS (STISSS) también se sumó a las protestas y, junto con el SIMETRISSS, iniciaron una campaña contra la privatización de la salud, a la que se sumaron organizaciones del sector y otras pertenecientes a organizaciones sociales. De hecho, se formó una coalición diversa y numerosa en la que participaron el Movimiento de Organizaciones Laborales Integradas, una coalición de más de doce sindicatos del sector público; la Coordinadora Sindical de Trabajadores de El Salvador, conformada por 7 federaciones sindicales y 37 organizaciones laborales provenientes de diferentes sectores y la Concertación Laboral y Social que aglutinaba a sectores sociales en la lucha contra las privatizaciones y la represión estatal. También se sumó a la coalición el Foro de la Sociedad Civil y la Comisión Tripartita, formada en 1998 para defender la salud pública y compuesta por el SIMETRISSS, médicos de hospitales públicos (MSPAS/AMENA) y el Colegio Médico. El proceso de lucha contra la privatización de la salud culminó con dos de las huelgas más importantes desde inicios de la década de los ochenta. La primera tuvo una duración de seis meses, desde noviembre de 1999 hasta marzo del año 2000. Se organizaron una docena de marchas y concentraciones masivas en las princi82 pales ciudades y se estima que en algunas concentraciones participaron hasta 50 000 personas provenientes de diversos sectores. Estas acciones fueron acompañadas por protestas organizadas por los sindicatos del sector público. Por su parte, alrededor de 30 organizaciones no gubernamentales formaron el Movimiento de la Sociedad Civil contra la Privatización con el objetivo de apoyar la huelga de los trabajadores de salud. Las movilizaciones y protestas dieron sus frutos ya que el gobierno encabezado por Flores, ante la magnitud de la acción social, no tuvo más remedio que ceder frente a las presiones del movimiento social y accedió a negociar con los dos sindicatos del ISSS, el STISSS y SIMETRISSS. En septiembre de 2002, la administración Flores retomó la iniciativa para proceder con la externalización de los servicios médicos en el ISSS, acción que fue apoyada por la Asociación Nacional de la Empresa Privada. Como reacción, el movimiento social se reactivó y desarrolló una huelga más larga que la anterior ya que abarcó desde septiembre de 2002 hasta junio de 2003. Al igual que la anterior, la huelga contó con el apoyo de redes de organizaciones civiles y políticas que integraban el Foro de la Sociedad Civil y la Alianza Ciudadana contra la Privatización, que representaban a una diversidad de sectores, incluyendo a los estudiantes y a los campesinos. De manera simbólica, y como un gesto de solidaridad con la profesión médica, los manifestantes utilizaron vestimenta blanca, de ahí su nombre de marchas blancas. Se estima que en estas marchas participaron entre 150 000 y 200 000 personas, constituyéndose en una de las demostraciones de fuerza más importantes desde principios de la década de 1990. Como parte de la acción colectiva, la Comisión Tripartita, conformada por SIMETRISSS, los médicos de los hospitales públicos (MSPAS/AMENA) y el Colegio Médico, presentó una iniciativa de ley para garantizar la no privatización de la salud. Acción que dio lugar a la aprobación del decreto legislativo 1024, publicado el 19 de noviembre en 83 el tomo 357 del Diario Oficial, con vigencia a partir del 27 de noviembre. El decreto fue apoyado por todos los partidos políticos de oposición, encabezados por el FMLN y el Partido de Conciliación Nacional (PCN). Pese a su aprobación, el gremio de médicos no detuvo la huelga, argumentando que tal logro era solo uno de los objetivos que se habían propuesto. De hecho, los huelguistas exigían además la destitución del director del ISSS, la suspensión de los descuentos salariales, la recontratación de los médicos y los trabajadores destituidos, la creación de una mesa de negociación y la cancelación de demandas judiciales en contra de los dirigentes en huelga. El 19 de diciembre de 2002, el PCN, que había sido uno de los principales impulsores del decreto 1024, se alió con ARENA y votó en contra del decreto que ellos mismos habían aprobado. El PCN fue acusado de traidor y la huelga comenzó a tener tintes políticos más claros ya que el FMLN aprovechó la ocasión para sumarse a las protestas y tratar de liderar el proceso. A inicios del año 2003 muchos médicos dejaron de apoyar el paro y pidieron su reingreso a la institución. La red de hospitales nacionales regresó a paulatinamente a sus labores y el gobierno recuperó, con el uso de fuerzas antimotines, la mayoría de las instalaciones en manos de los sindicalistas. Sin embargo, los sindicalistas aún mantenían el control de un 30% de la red de hospitales, las marchas blancas seguían concentrando miles de manifestantes y el desalojo de las protestas se volvía cada día más violento. Ante la gravedad de los hechos la Iglesia Católica decidió intervenir como mediadora. Sin embargo los máximos jerarcas católicos expresaron la falta de voluntad de las partes involucradas para buscar una solución al conflicto. Por su parte ARENA acusaba al FMLN de mantener la huelga como una medida política encaminada a influir sobre los resultados de las elecciones municipales y legislativas programadas para marzo. 84 El 6 de febrero se realizó otra marcha, apareciendo juntos el FMLN y el PCN que se habían unido para apoyar al sector del transporte público y al gremio médico. Gracias a la alianza entre estos dos partidos, en el mes de abril la Asamblea Legislativa aprobó una amnistía general para todos los médicos y trabajadores huelguistas, la que fue vetada por el presidente Flores. En las elecciones de marzo, ARENA sufrió un fuerte revés electoral mientras que el FMLN y el PCN lograron avances importantes.34 La derrota de ARENA le fue adjudicada al presidente Flores por el manejo de la crisis del sector salud, lo que colocó al Gobierno en una posición de debilidad y no tuvo másque aceptar la iniciativa proveniente de los diputados de volver a la mesa de negociaciones. El 13 de junio representantes del Gobierno y del gremio médico firmaron un acuerdo en el que se anunciaba que los médicos y trabajadores que participaron en la huelga se reincorporarían a sus puestos de trabajo con un pago parcial del tiempo holgado y se formaría una comisión para la revisión de los casos de las personas con procesos abiertos en los juzgados. Asimismo los huelguistas se reintegrarían a sus cargos con los mismos salarios y prestaciones sociales que tenían antes de la huelga y con estabilidad laboral y se mantendría el contrato a los médicos que fueron llamados por el Gobierno para trabajar en un plan de contingencia que se mantuvo durante el conflicto. El acuerdo fue logrado tras casi un mes de negociaciones entre médicos y Gobierno, con la mediación de diputados del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y Centro Democrático Unido (CDU), dando como resultado la finalización del proceso de acción colectiva más exitoso realizado por los movimientos sociales en el período posbélico. Para el éxito de este proceso fue clave el rol que desempeñó el FMLN movilizando a los militantes del partido, a 34. En las elecciones de marzo de 2003 el FMLN obtuvo 31 diputaciones, ARENA 27, PCN 16, PDC 4, CDU 5 y la coalición PSD-PDC- PMR obtuvo 1. 85 los funcionarios electos, a sus diputados y alcaldes, y además poniendo a disposición los medios de comunicación. A medida que el apoyo de los diversos sectores de la sociedad civil crecía, los partidos políticos se encontraban en la necesidad de mostrar apoyo, y fue así como el FMLN dentro de la Asamblea Legislativa se posicionó como el referente de la lucha contra la privatización de la salud. La agenda promovida por los sindicatos y médicos logró comprometer el apoyo del FMLN tanto en la Asamblea Legislativa como en la realización de las marchas, a raíz de esta situación, algunos sectores que participaban en las marchas mostraron su descontento por el giro político que marcó el proceso, que fue aprovechado por el partido de izquierda para las elecciones de marzo. La acción colectiva en contra de la minería metálica. La lucha de los movimientos sociales contra la explotación de la minería metálica se remonta a la década de los noventa, cuando en 1996 la Asamblea Legislativa aprobó la Ley de Minería a través del decreto legislativo N° 544 (Asamblea Legislativa, 1996), que regula los aspectos relacionados con la exploración, explotación y procesamiento y comercialización de los recursos naturales no renovables existentes en el suelo y subsuelo del territorio de la república. En 2001, todos los partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa, con excepción del FMLN, aprobaron un conjunto de reformas destinadas a promover las inversiones privadas en ese sector. Como resultado, para el año 2008 se habían concedido 28 licencias de exploración minera (Durán, 2008) y en el 2010 se contabilizaban más de 70 solicitudes de explotación minera en el país. Bajo el amparo de la Ley de Minería, la empresa Commerce Group explotó las minas de oro de San Sebastián, ubicadas al noroeste de Santa Rosa de Lima, La Unión, entre 1997 y 1999; y en el año 2002 volvió a obtener permiso de explotación bajo la Resolución MARN-No 493-2002 para realizar proyectos mineros. Luego de dos años de trabajo en la zona, en el año 2006, el gobierno le 86 revocó los permisos ambientales para la explotación minera en el país amparándose en los resultados de dos auditorías realizadas en 2005 y en 2006 en las que se identificaron daños al medio ambiente y a las comunidades locales por parte de la empresa. Como resultado de estas decisiones, Commerce Group tuvo que cerrar sus operaciones e inició una demanda contra el Estado salvadoreño por más de 100 millones de dólares. El caso se ventiló en un juicio en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), que en marzo de 2011 resolvió a favor de El Salvador (Barrera, 2011). Otra empresa minera, Pacific Rim, también aprovechó la Ley de Minería y sus reformas para desarrollar exploraciones mineras, iniciando en San Isidro, Cabañas, para lo que comenzó a contratar a personas del municipio. Esta estrategia le permitió ganarse la confianza de algunos de los pobladores y actores locales, incluyendo dueños de tierras, alcaldes, algunos líderes de iglesias y organizaciones comunales (Mesoamérica.org, 2010). En el año 2008, la presión social de las comunidades de Chalatenango y Cabañas y de algunas organizaciones ambientalistas llevó al gobierno de Elías Antonio Saca (2004-2009) a suspender los permisos para la exploración y otras actividades de minería en El Salvador. Ante tal decisión, Pacific Rim, que en ese momento contaba con 270 empleados, se vio obligada a suspender sus operaciones y al igual que Commerce Group, procedió a interponer varias demandas contra el Estado salvadoreño, que juntas alcanzan los 315 millones de dólares, argumentando que las autoridades incumplieron el contrato de exploración. Las demandas están siendo evaluadas por el tribunal de arbitraje del Banco Mundial (CIADI). Con la llegada del gobierno de izquierda encabezado por Mauricio Funes, a partir del 1 de junio de 2009, la situación cambió favorablemente para los movimientos sociales ya que aprovecharon los espacios de participación y los canales de comunicación con las nuevas autoridades para explicar su causa y para presionar 87 sobre la necesidad de prohibir definitivamente la minería metálica en el país. Luego de un proceso largo de discusión y reflexión interna, el Gobierno optó por suspender de manera indefinida la explotación minera en el país35 (no la prohibición total), para lo que presentó ante la Asamblea Legislativa el año 2012 la iniciativa de Ley Especial para la Suspensión de los Procedimientos Administrativos Relacionados a Proyectos de Exploración y Explotación Minera, que contemplaba la suspensión temporal de todos los procedimientos actuales o futuros relativos a la ejecución de proyectos de exploración y explotación de minerales metálicos así como la suspensión de permisos ambientales para las actividades, las obras o los proyectos de minerales metálicos en el país. Los movimientos sociales, si bien reconocieron que la suspensión indefinida de la minería metálica era un paso adelante, siguieron insistiendo en la aprobación de una ley que prohíba definitivamente dicha actividad, y por eso han presentado varias iniciativas de ley a la Asamblea Legislativa. En todo caso, El Salvador es actualmente el único país centroamericano y de los pocos países en América Latina en donde todo tipo de explotación minera está suspendida por tiempo indefinido. El caso de la acción colectiva en contra de la minería metálica es importante no solo por los resultados logrados, sino también por sus particularidades en términos de los actores sociales involucrados y de las alianzas sociales y políticas desarrolladas, de las formas y los instrumentos de lucha utilizados y de la temporalidad de las acciones colectivas. La lucha de los movimientos sociales en contra de la minería metálica se remonta al año 2004, cuando se creó el Comité Am35. La decisión se tomó luego de largas y complejas discusiones dentro del gabinete económico y social. Un factor decisivo para la toma de decisiones fue el resultado de un estudio encomendado por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, que proponía como una de las opciones la suspensión indefinida. 88 biental en Defensa del Agua y la Cultura, iniciativa que surgió a raíz de los problemas de contaminación del río Viejo de la comunidad Llano de la Hacienda, en San Isidro, Cabañas, debido a la sobreexplotación del agua realizado por la empresa minera Pacific Rim. En septiembre del año siguiente (2005), casi un centenar de pobladores de San José Las Flores y Guarjila, en el departamento de Chalatenango, se congregaron con el propósito de detener las actividades de la empresa. Como respuesta, Pacific Rim envió a algunos ejecutivos a las comunidades para intentar obtener los permisos con los pobladores de dichos lugares, pero estas gestiones no tuvieron éxito y los habitantes de San José Las Flores mantuvieron su posición de solicitar que se suspendieran los trabajos de exploración (Chacón, 2012). El conflicto de la empresa minera con las comunidades y las organizaciones sociales se profundizó con el correr de los años. Entre 2008 y 2011 tres ambientalistas fueron asesinados y varios locutores de radio Victoria, en Cabañas, fueron amenazados de muerte por su apoyo al cese de la minería en la zona de Chalatenango y Cabañas. Estos hechos en lugar de intimidar a los movimientos sociales coadyuvaron a su consolidación y expansión, ya que supusieron una importante cobertura mediática. Posteriormente, en el año 2006, el movimiento anti minero logró dar un salto cualitativo y cuantitativo importante al conformarse de la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica de El Salvador, integrada inicialmente por miembros de las comunidades locales ya organizadas en sus propios territorios. El propósito fundamental de esta nueva articulación organizativa era lograr la prohibición de la minería metálica y la defensa del medio ambiente a través de la gestión adecuada, suficiente y oportuna de información científica y de incidencia política. A medida que pasaron los años y como resultado de un trabajo minucioso y sistemático la mesa se fue consolidando. Durante su primera etapa (2003-2006), se centró en la organización y en la formación de las comunidades y organizaciones locales (asocia89 ciones de desarrollo comunal, cooperativas, miembros de iglesias) de Chalatenango y Cabañas que empezaron a tener contacto con empleados de la empresa minera. La organización de estas comunidades estuvo orientada a la búsqueda de asesoría, información técnica por parte de instancias ambientalistas para conocer sobre el impacto de la minería y tener criterios frente a la información que les era entregada por las empresas mineras. Con el apoyo de las organizaciones ambientalistas lograron que miembros de las organizaciones locales realizaran visitas a proyectos mineros en Honduras y Guatemala; esta experiencia les permitió conocer sobre las consecuencias de la minería en dichos países y el impacto ambiental que han tenido en las zonas afectadas. Además, les permitió tener un panorama más amplio sobre el tema y lograron tener una visión de lo que pasaría con sus localidades en el caso de que se permitiera la minería. Dos de las agrupaciones pioneras en la organización social frente a la minería son la Asociación de Desarrollo Económico y Social Santa Marta, en Cabañas, y la Asociación de Comunidades para el Desarrollo de Chalatenango. Ambas iniciaron contacto con otras instituciones de carácter nacional para que les facilitaran conocimientos y una mayor incidencia y presencia frente a la minería. Las primeras instituciones que apoyaron a las localidades de Chalatenango y Cabañas fueron la Unidad Ecológica Salvadoreña, la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (FESPAD) y la Asociación para el Desarrollo de El Salvador (CRIPDES). A partir de 2006 se inició una campaña en los municipios impactados por las empresas mineras para informar a la ciudadanía sobre los riesgos de la minería metálica, y como resultado de esta gestión se elaboró una propuesta de anteproyecto de ley para la prohibición de la minería metálica en El Salvador. Actualmente la Mesa Nacional Frente a la Minería es parte del juicio en contra de Pacific Rim en el CIADI, en calidad de tercero (FESPAD, 2014). En dos ocasiones la Mesa ha participado bajo esta personería bajo el 90 artículo 37 (2) de las Reglas de Arbitraje del CIADI para presentar documentación precisa sobre el impacto de la minería, los daños que ocasionaría a nivel nacional y estudios realizados por la Mesa con apoyo de la comunidad internacional y nacional. La Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica forma parte de la Alianza Ambiental de El Salvador. Es una articulación más amplia de organizaciones y espacios de lucha sobre temas vinculados con la gestión sustentable del medio ambiente en El Salvador. Este espacio une a diferentes sectores que tienen sus propias agendas reivindicativas como el Foro del Agua, la Mesa por la Soberanía Alimentaria, la Mesa Permanente para la Gestión de Riesgos y el Movimiento Nacional contra Proyectos de Muerte; esto les ha permitido tener una incidencia permanente en temas coyunturales y además permanencia en el tiempo. En suma, el éxito del movimiento social ambiental contra la minería es el resultado de un largo y cuidadoso trabajo de organización, sensibilización y formación que ha logrado juntar un conjunto variado de organizaciones y comunidades alrededor de un objetivo estratégico común: lograr la aprobación de la ley que prohíba la minería metálica. En este momento la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica de El Salvador la conforman las siguientes instancias: Asociación de Desarrollo Económico y Social Santa Marta (ADES Santa Marta), Asociación para el Desarrollo de El Salvador (CRIPDES), Asociación de Comunidades para el Desarrollo de Chalatenango (CCR), Asociación Fundación para la Cooperación y el Desarrollo Comunal de El Salvador (CORDES), Centro de Investigación sobre Inversión y Comercio (CEICOM), Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (FESPAD), Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC), Orden de Frailes Menores de El Salvador, Movimiento Unificado Francisco Sánchez 1932 (MUFRAS-32) y la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES). Uno de los aspectos importantes de este caso es el involucramiento de la Iglesia Católica al más alto nivel, es decir, a través de 91 la Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES), que en el año 2007 publicó un pronunciamiento de apoyo a la causa ambiental. El documento titulado “Cuidemos la Casa de Todos” apoya la lucha contra la minería y concluye que los riesgos de contaminación y daño son tales que no debería permitirse la minería de metales en El Salvador. Además hace énfasis en la necesidad de cesar los permisos y la explotación minera en el país: «Todos somos responsables de conservarla y defenderla porque el medio ambiente es «la casa de todos»: de nosotros y de las futuras generaciones. Desde esta perspectiva de fe deseamos compartir con ustedes nuestra visión pastoral sobre un problema que nos preocupa profundamente: la posibilidad de que se autorice la explotación de minas de metales preciosos, a cielo abierto o subterráneo, sobre todo en la zona norte de nuestro país» (CEDES, 2007). Para la Mesa el pronunciamiento de la Conferencia Episcopal constituyó un fuerte respaldo político debido a la influencia de la Iglesia Católica en el país. A este esfuerzo también se unieron las iglesias evangélicas, luterana, anglicana y pastores de iglesias pequeñas y locales que en algunos casos ya estaban en coordinación con algunos líderes ambientalistas en contra de la minería metálica. Es importante señalar además que el movimiento anti minería salvadoreño también contó con importantes aliados internacionales que proporcionaron apoyo financiero y visibilidad internacional (Spalding & Moodie, 2014). Entre los apoyos más importantes que apuntalaron el esfuerzo local estaban Oxfam-America, CISPES, Sister Cities, y SHARE. En el año 2014 varios municipios del país desarrollaron consultas sociales para declararse municipios libres de explotación minera. De hecho, en los municipios de Arcatao, Las Vueltas, San Isidro Labrador, Potonico, San Antonio Los Ranchos, Dulce Nombre de Jesús, Nueva Trinidad, San José Las Flores, San Isidro Labrador decidieron realizar una consulta para decidir si dichos municipios quedaban libres de actividades de explotación minera. El 21 de 92 septiembre de 2014 por medio de una consulta popular el 99 por ciento de los habitantes del municipio San José Las Flores, Chalatenango, votó en contra de la minería. Las elecciones se realizaron por medio del voto residencial, con la instalación de urnas en el casco del municipio. Los esfuerzos fueron acompañados por la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica en El Salvador. De 812 votantes, 804 votaron por un municipio libre de minería, cinco a favor de la minería y tres votos se anularon. La acción colectiva del movimiento 743 (Indignados SV). El 15 de julio de 2009 la Asamblea Legislativa nombró a cuatro magistrados de la Sala de lo Constitucional de la CSJ,36 cuyo presidente, José Belarmino Jaime, impulsó cambios fundamentales dentro de la CSJ, buscando un mayor orden y transparencia y tratando de reducir la mora judicial heredada de gestiones anteriores. Desde que tomaron posesión e iniciaron sus tareas los nuevos magistrados de Sala de lo Constitucional comenzaron a actuar con independencia de criterio y emitieron sentencias controversiales que afectaron a los diferentes poderes del Estado. Por ejemplo, declararon inconstitucional el traspaso de recursos no ejecutados del Presupuesto General a la Presidencia de la República, la elección de los diputados por medio de listas cerradas y bloqueadas, la elección de dos magistrados del TSE, la imposibilidad de optar por candidaturas independientes para diputados, el monopolio de la investigación que ostenta la Fiscalía General de la República y la suspensión de los partidos políticos PCN y PDC (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, 2011). Las resoluciones anteriores provocaron la reacción de los poderes legislativo y ejecutivo, y comenzó a generarse un importante conflicto entre la Asamblea Legislativa y la Corte Suprema de Justicia que culminó con la aprobación por parte de la primera 36. Los magistrados que aspiraban al cargo eran Belarmino Jaime (como presidente), Florentín Meléndez, Sidney Blanco, Rodolfo González, Néstor Castaneda. 93 del decreto legislativo No. 743, del 2 de junio de 2011, que reformó transitoriamente la Ley Orgánica Judicial, en el sentido de que las decisiones de la Sala de lo Constitucional en procesos de inconstitucionalidad solo se podrán tomar por unanimidad de sus Magistrados. El decreto fue aprobado con los votos de todos los partidos políticos con dispensa de trámite y fue remitido inmediatamente para su sanción por parte del presidente de la república, quien lo sancionó y fue publicado el mismo día en el Diario Oficial. A partir de ese momento se comenzó a desarrollar un serio conflicto institucional entre diferentes poderes del Estado, en el que se involucró buena parte de sectores nacionales e internacionales. Diferentes expresiones de la sociedad civil comenzaron a pronunciarse en contra del decreto 743 y a exigir su inmediata derogación, argumentando que dicha legislación atentaba contra la democracia y únicamente favorecía intereses políticos individuales y de algunos sectores políticos; de igual forma se lanzaron también duras críticas al presidente Funes por haber sancionado en tiempo récord el decreto. Apenas un día después de la aprobación del decreto, dos ciudadanos (Marlon Manzano y Carmen Cañas, de Proyecto País37) inician una protesta frente a Casa Presidencial en horas de la tarde y convocan, a través de las redes sociales, a la ciudadanía para que se manifieste. Esta acción, conocida más tarde como el «twitterazo», culminó con una concentración de aproximadamente 300 personas y terminó alrededor de las 9 de la noche de ese día. A partir de esto muchas de las personas que asistieron a la protesta, de las cuales la gran mayoría eran jóvenes adultos con perfiles similares, 37. Proyecto País está enmarcado en los programas de desarrollo humano de la Fundación Salvadoreña para la Salud y el Desarrollo Humano (FUSAL), que brinda ayuda a comunidades de escasos recursos especialmente a niños y niñas en aspectos psicológicos, actividades lúdicas o deportivas, actividades generadoras de ingresos, fortalecimiento educativo, entre otros, con vistas a la prevención de la violencia. 94 acordaron seguir en contacto y continuar realizando actividades. De esta manera se coordinaron otras protestas en diferentes puntos del país e incluso reuniones organizativas en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, las que en su gran mayoría se realizaban a través de redes sociales. Ante este y otros acontecimientos, el presidente Funes se retractó de haber sancionado dicho decreto reafirmando que si esta acción violaba la Constitución no tenía problema con rectificarlo, pero esto dependería en gran medida de la Asamblea Legislativa, aprobando un decreto que derogara el decreto 743. De igual forma, ARENA siguió la línea del presidente y a pesar de que el FMLN criticó con fuerza la medida principalmente por tratarse de una acción iniciada por el partido de oposición sus legisladores ponían obstáculos en la Asamblea Legislativa ante una posible aprobación de un decreto derogatorio. Estos hechos incrementaron el fervor de las actividades38 en contra del decreto 743, porque generó un apoyo multisectorial, que ayudaba a una mayor movilización de personas e incluso a financiar artículos promocionales; aunque también se enfrentaron con personas que intentaban aprovecharse de la coyuntura y del movimiento para dotarlo de un tinte partidario. Debido a la magnitud y a la fuerza que tomó el movimiento se decide darle un nombre para formalizarlo, y el que se escogió fue Indignados SV,39 38. Entre las principales acciones se encuentran las siguientes (UCA, 2011): protesta pacífica frente a Casa Presidencial (3 de junio de 2011), protesta pacífica en el monumento Salvador del Mundo (5 de junio de 2011), marcha desde el Centro Judicial Isidro Menéndez y desde la Universidad de El Salvador hasta la Asamblea Legislativa (9 de junio de 2011), enflorar el monumento a la Constitución como símbolo del deseo de ver florecer la democracia en El Salvador (12 de junio de 2011), plenaria ciudadana en el monumento a la Constitución (29 de junio de 2011), concentración en «El muro de los lamentos» en la plaza Cívica frente al Palacio Nacional donde los ciudadanos expresaban su sentir y pesar (17 de julio de 2011). 39. Se tenía referente el movimiento Indignados que se estaba gestando en España en mayo de 2011, reclamando una democracia participativa. 95 a pesar de que no todos los organizadores estaban de acuerdo. A partir de entonces el movimiento escaló un nuevo nivel ya que la agenda no solo se reducía a la lucha contra el decreto 743, sino que también incluía temas relacionados con la crisis política en general. Este movimiento fue una novedad en el escenario político salvadoreño, por su espontaneidad y por la diversidad de sectores que formaron parte de él.40 Otro factor que generó una fuerte presión sobre el caso fue la opinión pública en Estados Unidos. En esas expresiones se arremetía contra el presidente Funes por la limitante que le había ocasionado a la Sala de lo Constitucional y el atentado contra la democracia del país, tanto que se publicó en el Informe de Derechos Humanos del Departamento de Estado de ese país. El movimiento fue sumamente exitoso ya que logró su objetivo estratégico de que la Asamblea Legislativa derogara el decreto 743. Esto ocurrió el miércoles 27 de julio, donde dicho poder del Estado aprobó el decreto No.100 que derogó el decreto 743, permitiendo que los fallos en materia constitucional que realice la 40. Indignados SV, Medio Lleno, Creo, Aliados por la Democracia, Política Stereo, Radio Mi Gente, Federación de Jueces Democráticos e Independientes (FJDI), Asociación Americana de Juristas, Asociación de abogados democráticos de El Salvador, Concertación Democrática Nacional (CDN), Fundación de Estudios para la aplicación del Derecho (Fespad), Fundación Dr. Guillermo Manuel Ungo (Fundaungo), Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades), Cambio Democrático, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” UCA, Universidad Luterana Salvadoreña (ULS), Movimiento Social por la Defensa del Estado de Derecho, Fundación Salvadoreña para la Reconstrucción y el Desarrollo (Redes), Iniciativa Social para la Democracia (ISD), Instituto de Estudios de la Mujer “Norma Virginia Guirola de Herrera” (Cemujer), Movimiento Independiente Pro Reforma Electoral (MIRE), Movimiento Unificado Francisco Sánchez (MUFRAS 32), Patria Exacta, Pro Búsqueda, Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), Fundación Nacional para el Desarrollo (Funde), Tabernáculo de Avivamiento Internacional, Centro de Defensa del Consumidor (CDC), Sindicato de Empleados Judiciales Salvadoreños (SINEJUS), Coalición por la Reforma Político Electoral (CREE). 96 Sala de lo Constitucionalidad de la CSJ se avalen por mayoría de cuatro votos y no por unanimidad. El decreto de la derogación fue aprobado por 57 votos, entre ellos los votos de los partidos ARENA, FMLN, PDC y el de Orlando Arévalo, diputado independiente. Los partidos Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) y PCN no votaron. Sin duda alguna la experiencia de la acción colectiva en contra del decreto 743 representa una novedad en El Salvador, no solo por su espontaneidad y el uso de nuevos instrumentos y espacios de lucha (redes sociales), sino también porque sienta un precedente político de respuesta ciudadana ante las arbitrariedades de los poderes del Estado. Además, el movimiento de los Indignados SV se caracterizó por la participación protagónica de los jóvenes, hecho que no sucedía desde hacía mucho tiempo en el país. Finalmente, el movimiento tuvo la característica de ser transitorio, es decir, formado para responder a una coyuntura específica y sin pretensiones de convertirlo en un movimiento permanente. 97 Reflexiones finales Los retos de los movimientos sociales salvadoreños a principios del siglo xxi Alexander Segovia El análisis realizado a lo largo del presente trabajo pone en evidencia de manera clara la importancia que han tenido los movimientos sociales en el proceso histórico de cambio social. Su existencia, su acción y su compromiso han sido fundamentales en el proceso incesante de construcción de un país más justo, más solidario y más democrático. Por más de dos décadas, los movimientos sociales salvadoreños fueron uno de los sujetos principales del proyecto revolucionario que logró con mucho esfuerzo y sacrificio erradicar el militarismo y suprimir el viejo modelo político antidemocrático y autoritario que prevaleció en el país hasta finales del siglo XX. Aún en los momentos más difíciles de la guerra, los movimientos sociales denunciaron las atroces violaciones a los derechos humanos de la población civil y en el período posbélico, aunque con muchas dificultades, han actuado como contrapeso del poder estatal defendiendo la democracia, oponiéndose a políticas públicas dañinas para los intereses nacionales y de las mayorías, denunciando la corrupción y el despilfarro y promoviendo políticas de inclusión social. En lo que resta del siglo XXI los movimientos sociales salvadoreños pueden y deben jugar un rol relevante en el proceso de modernización y transformación estructural que el país necesita desarrollar para enfrentar con éxito los grandes desafíos que trae consigo esta nueva centuria. En particular, se requiere su apoyo y su liderazgo para profundizar el proceso de cambios estructurales 101 que el país inició en los últimos años y para velar por la vigencia plena de la democracia, lo que supone el respeto irrestricto a los derechos civiles y ciudadanos. Para ello tiene que convertirse en un actor social y político fuerte, organizado, propositivo y democrático, con autonomía, credibilidad y autoridad suficiente para liderar un nuevo proyecto de cambio social. El análisis realizado a lo largo de la presente investigación sugiere que para que los movimientos sociales salvadoreños se conviertan nuevamente en actores relevantes de cambio social es preciso desarrollar una estrategia de corto, mediano y largo plazo que tome en cuenta la nueva realidad nacional, regional e internacional. En realidad, se requiere tener la madurez e inteligencia suficiente para asumir de una vez por todas que la realidad salvadoreña de principios del siglo XXI es diferente a la existente apenas unas décadas atrás y que por tanto es urgente realizar una actualización del diagnóstico y del pensamiento que sirvió de guía a la acción social hasta antes del advenimiento de la paz. En particular, tiene que asumirse que en la nueva estructura social, así como en la estructura de poder, prevalecientes en el país, existen nuevos actores económicos, sociales y políticos progresistas y democráticos que pueden ser aliados de los movimientos sociales y que no necesariamente pertenecen a lo que tradicionalmente se considera como izquierda. Es más, debe aceptarse como un hecho objetivo que existen diversas izquierdas y que la transformación del FMLN de ejército guerrillero a partido político y su posterior inserción en parte del aparato del Estado, amerita un replanteamiento estratégico de la relación y el tipo de alianza que debe existir entre dicho partido y los movimientos sociales dados los intereses distintos que representan. Con el propósito de aportar a la construcción de una estrategia política que coadyuve al objetivo de convertir a los movimientos sociales en un actor clave en el desarrollo nacional, a continuación se presentan algunos puntos que nos parece deberían tomarse en 102 consideración para tal propósito. El primero y el más urgente es la elaboración de una nueva agenda nacional de cambio social que permita la unificación y la movilización social desde una perspectiva estratégica y de largo plazo. Como hemos señalado a lo largo del trabajo, es precisamente la ausencia de esta agenda uno de los principales factores que explica tanto la crisis orgánica en la que entraron los movimientos sociales después de la firma e implementación de los Acuerdos de Paz como la notable dispersión de las distintas corrientes de izquierda y democráticas. Su elaboración, sin embargo, no es una tarea fácil dada la diversidad de intereses existentes en la sociedad salvadoreña en general y en los movimientos sociales en particular, y tomando en consideración que la construcción de una nueva agenda supone enfrentar y pronunciarse sobre temas difíciles pero inevitables, como es el caso, por ejemplo, del papel del Estado, del mercado y de la sociedad (ya no se puede descartar tan fácilmente la vigencia del capitalismo ni de la propiedad privada como antes ni se puede asumir que los ciudadanos deben someterse a la dirección de un partido o de un líder); el tipo de democracia y el rol de los partidos y los ciudadanos dentro de ella; el sujeto (o los sujetos) principal que conduce el proceso de cambio social y la relación con los actores externos, particularmente con Estados Unidos y los poderes mundiales emergentes. Desde otro ángulo, la elaboración de la agenda requiere tener claro desde el mismo inicio que su objetivo estratégico es lograr la unificación y movilización de todas las fuerzas revolucionarias, progresistas y democráticas del país y que por tanto su contenido no es la suma de las agendas particulares ni de las reivindicaciones sectoriales, sino la concreción de los puntos estratégicos donde existen amplios acuerdos y concordancia de intereses. Además, para que la agenda realmente sea capaz de movilizar, deben definirse claramente los objetivos y metas que deben alcanzarse en el corto, mediano y largo plazo, lo que a su vez requiere sincronizar la agenda con los ciclos electorales, que son 103 los que definen el acceso al poder estatal. Por lo anterior, la elaboración de la nueva agenda nacional de cambio social debe ser un proceso político en el que deben participar y opinar todas las expresiones de los movimientos sociales existentes en el país. Además, debe ser un proceso realizado con independencia y autonomía para evitar la manipulación y la contaminación del proceso y de la agenda por parte de actores políticos o grupos de interés. En segundo lugar, y una vez construida la agenda nacional de cambio social, es necesario contemplar un proceso de formación de líderes y de lideresas y de cuadros de los movimientos sociales. La formación debe incluir, además de la explicación de la agenda y de la estrategia política de implementación, una actualización sobre la nueva realidad nacional, regional e internacional, en sus diferentes dimensiones, haciendo énfasis particular en el conocimiento y entendimiento de la nueva estructura de poder, del nuevo modelo económico prevaleciente, de la nueva realidad social y del nuevo orden político y económico mundial. Este proceso de formación debería servir además para promover el cambio generacional y la incorporación de los jóvenes a los movimientos sociales. En tercer lugar, se requiere discutir y definir con claridad quién será el sujeto o los sujetos que liderarán el proceso de cambio social y que asumirán la conducción estratégica del proceso, incluyendo la implementación de la agenda de cambio. En el pasado fueron el movimiento guerrillero y los movimientos sociales que se gestaron en su entorno los principales sujetos del proceso revolucionario. En el futuro será necesario construir ese nuevo sujeto y definir desde el mismo inicio cuál es el rol que los movimientos sociales quieren desempeñar y cuál debe ser su relación con los partidos políticos, sobre todo con el FMLN. Este punto es fundamental, ya que en el marco de la nueva realidad política y social del país parece claro que el sujeto del cambio social tiene necesariamente un sujeto plural, en donde además de los movimientos sociales deben participar otros actores estratégicos en términos 104 de influencia o de poder. Dicho de otro modo, la construcción del nuevo sujeto social encargado de la conducción del proceso de cambio social tiene que ser el resultado de una alianza amplia entre los sectores revolucionarios, democráticos y progresistas comprometidos con la agenda nacional de cambio social. Si se avanza en los puntos anteriores, las posibilidades de que los movimientos sociales se conviertan nuevamente en un poderoso sujeto de cambio son promisorias. 105 Anexos Anexo 1 Personas entrevistadas durante el desarrollo de la investigación Alejandro Labrador Alfonso Goitia Betty Pérez Daniel Salmerón David López David Mena Daysi Cheyne Eliseo Ortiz Emilio Carrillo Félix Ramos Francisco Valdivieso Gustavo Amaya Héctor Córdova Jaime Avalos Jorge Meléndez José Mario Ramírez Juan Antonio Hernández Juan Portillo Julio Alfaro Luis Rodríguez Marco Antonio Cativo Margarita Posada Marlon Manzano Mateo Rendón Mercedes Pineda Porfirio Figueroa Rachel Nadelman René Paniagua Roberto Benítez Roberto Reyes Rodolfo Calles Sarahí Molina Victoriano Ramírez 109 Anexo 2 El Salvador algunas redes, organizaciones y asociaciones sociales Nombre | Tipo Alianza Ambiental de El Salvador | Ambientalista Asociación Comunal Lenca de Guatajiagua (ACOLGUA) | Pueblo indígenas Asociación Comunidad Unida por el Agua y la Agricultura | Ambientalista Asociación Coordinadora de Comunidades Indígenas de El Salvador (ACCIES) | Pueblos indígenas Asociación de Artesanos de El Salvador (ITZAMA) | Pueblos indígenas Asociación de Desarrollo Comunal Cantón Sabana Grande (ADESCOG) | Pueblos indígenas Asociación de Desarrollo Comunal de Mujeres Indígenas de Izalco (ADESCOMIIZ) | Pueblos indígenas Asociación de Desarrollo Comunal Indígena de Santo Domingo de Guzmán (ADESCOIN) | Pueblos indígenas Asociación de Lisiados de Guerra de El Salvador “Héroes de noviembre del 89” (ALGES) | Lisiados de guerra Asociación de Lisiados de la Fuerza Armada de El Salvador (ALFAES) | Lisiados de guerra Asociación de Mujeres por la Dignidad y la Vida (Las Dignas) | Feminista Asociación de Mujeres Transformando | Feminista Asociación de Veteranos de El Salvador “General Manuel José Arce” (ASVEM) | Ex combatientes FAES 110 Nombre | Tipo Asociación de Veteranos del Conflicto Armado de la Fuerza Armada y Ex Cuerpos de Seguridad Publica, 1980 – 1992 (AVE – TFACUSEP) | Ex combatientes FAES Asociación Democrática de Trabajadores Agropecuarios Indígenas de El Salvador (ADTAIS) | Pueblos indígenas Asociación Ecológica Indígena Salvadoreña ACEIS | Pueblos indígenas Asociación Fuerza Joven | Juvenil Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS) | Estudiantil Asociación jóvenes contra la violencia | Juvenil Asociación Jóvenes hacia La Solidaridad y El Desarrollo | Juvenil Asociación juvenil Cedros | Juvenil Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños Andes 21 de Junio | Maestros Asociación Nacional de Indígenas Salvadoreños. (ANIS) | Pueblos indígenas Asociación Nacional de Trabajadores Agrarios (ANTA) | Campesina Asociación para el Desarrollo de la Educación, Salud, Medio Ambiente e Infraestructura de El Salvador (ALDESAI) | Juvenil Asociación para la Recuperación de la Cultura Autóctona Salvadoreña (ARCAS) | Pueblos indígenas Asociación Red juvenil para la Asertividad, Convivencia y Emprendedurismo (REJACE) | Juvenil Asociación Salvadoreña de Lisiados y Discapacitados de Guerra (ASALDIG) | Lisiados de guerra Central Autónoma de Trabajadores Salvadoreños (CATS) | Sindical Central de Trabajadores Democráticos (CTD) | Sindical Central de Trabajadores Salvadoreños (CTS) | Sindical Colectiva Feminista para el Desarrollo Local (CFDL) | Feminista 111 Nombre | Tipo Comité de Rescate de las Cuencas de La Libertad (CORCULL) | Ambientalista Concertación Feminista Prudencia Ayala | Feminista Concertación Popular por el Cambio (CPC) | Colectivo social Confederación de Federaciones de la Reforma Agraria Salvadoreña (CONFRAS) | Campesinos Confederación de Unidad de Trabajadoras y Trabajadores de El Salvador (CONFUERSA) | Sindical Confederación General de Sindicatos (CGS) | Sindical Confederación Nacional de Trabajadores Salvadoreños (CNTS) | Sindical Confederación Obrera Centroamericana (COCA) | Sindical Confederación Sindical de Trabajadores Salvadoreños (CONSISAL) | Sindical Confederación Sindical de Trabajadores Salvadoreños (CSTS) | Sindical Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños (CUTS) | Sindical Consejo Coordinador Nacional Indígena Salvadoreño (CCNIS) | Pueblos indígenas Consejo Juvenil de Quezaltepeque | Juvenil Coordinadora de Veteranos y Veteranas Revolucionarios Salvadoreños del Histórico FMLN (CONAVERS) | Ex combatientes FMLN Coordinadora Nacional de la Mujer Salvadoreña (CONAMUS) | Feminista Coordinadora Nacional de Organizaciones Populares “Roque Dalton” (CONA-RD) | Colectivo social Coordinadora Unitaria Social y Sindical (CUSS) | Sindical Corporación Forestal de El Salvador | Ambientalista CREO | Juvenil Federación Central Laboral Autónoma del Trabajo (CLAT) | Sindical Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (FECCAS) | Campesina 112 Nombre | Tipo Federación de Asociaciones de Veteranos Revolucionarios Salvadoreños del Histórico FMLN (FAVERSAL) | Ex combatientes FMLN Federación de Asociaciones o Sindicatos Independientes de El Salvador (FEASIES) | Sindical Federación de Asociaciones Profesionales de Trabajadores Salvadoreños (FAPTRAS) | Sindical Federación de Asociaciones Profesionales de Unidad (FAPU) | Sindical Federación de Sindicatos de Instituciones Públicas y Autónomas de El Salvador (FESIPAES) | Sindical Federación de Sindicatos de la Industria de la Construcción, Similares, Transporte y de Otras Actividades (FESINTEXICA) | Sindical Federación de Sindicatos de Trabajadores de Alimentos, Bebidas y Similares (FESINBTRAB) | Sindical Federación de Sindicatos de Trabajadores de El Salvador (FESTES) | Sindical Federación de Sindicatos de Trabajadores en Industrias y Servicios Varios (FESITRISEVA) | Sindical Federación de Sindicatos de Trabajadores Independientes del Comercio de El Salvador (FESTICES) | Sindical Federación de Sindicatos de Trabajadores y Trabajadoras del Sector Público (FESITRASEP) | Sindical Federación de Sindicatos Textiles, Similares y Conexos y de Otras Actividades | Sindical Federación de Trabajadores Sindicalizados Salvadoreños (FETRASS) | Sindical Federación de Unidad de Trabajadoras y Trabajadores de El Salvador (FUERZA) | Sindical Federación General de Trabajadores (FGT) | Sindical Federación Laboral de Sindicatos Independientes del Transporte, Comercio y Maquila (FLATICOM) | Sindical 113 Nombre | Tipo Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS) | Sindical Federación Sindical Autónoma de Trabajadores Salvadoreños (FSATRAS) | Sindical Federación Sindical de El Salvador (FESS) | Sindical Federación Sindical de Trabajadoras y Trabajadores Democráticos de El Salvador (FSTD) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Agropecuarios y del Comercio (FESTRAC) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores de Actividades Diversas (FESTRAD) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores de El Salvador (FESTRAES) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores de los Servicios Públicos de El Salvador (FESTRASPES) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Independientes de El Salvador (FSTIES) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Independientes Vendedores de El Salvador (FESTIVES) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Integrados Salvadoreños (FESTRAIS) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Municipales (FESITRAM) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Municipales de El Salvador (FESITRAMES) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FSTS) | Sindical Federación Sindical de Trabajadores Salvadoreños del Sector Alimentos, Bebidas, Hoteles, Restaurantes y Agroindustria (FESTSSABHRA) | Sindical Federación Sindical del Movimiento de Trabajadores Salvadoreños (FSMTS) | Sindical 114 Nombre | Tipo Federación Sindical Revolucionaria (FSR) | Sindical Federación Sindical Siglo Veintiuno (Siglo 21) | Sindical Federación Unidad Nacional de Empleados Públicos (UNEP) | Sindical Federación Unión General de Trabajadores Salvadoreños (FGT) | Sindical Federación Unitaria Obrero Campesina Salvadoreña (FUOCA) | Sindical Federación Unitaria Sindical de El Salvador (FUSS) | Sindical Frente Social por un Nuevo País (FSNP) | Colectivo social Fuerza Ciudadana Nueva Nación (FCN) | Colectivo social Fundación de Lisiados y Discapacitados para el Desarrollo Integral (FUNDELIDDI) | Lisiados de guerra Fundación tribu raíces de Cuscatlán (FUNTRAC) | Pueblos indígenas Instituto de Investigación y Desarrollo de la Mujer (IMU) | Feminista Instituto de Estudios de la Mujer “Norma Virginia Guirola de Herrera” (CEMUJER) | Feminista Instituto de Formación Política para el Liderazgo Democrático (ILID) | Feminista Jóvenes en Acción Política | Juvenil Mesa Agropecuaria Rural e Indígena | Campesina Mesa de Cambio Climático | Ambientalista Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica | Ambientalista Mesa Territorial de la Cordillera del Bálsamo del Foro del Agua | Ambientalista Movimiento Autóctono Indígena Salvadoreño (MAIS) | Pueblos indígenas Movimiento de Mujeres Mélida Anaya Montes («Las Mélidas») | Feminista Movimiento de Unidad Sindical y Gremial de El Salvador (MUSYGES) | Sindical Movimiento Jóvenes Contra la Violencia de Centroamérica | Juvenil 115 Nombre | Tipo Movimiento Juvenil Campesino de ANTA (Asociación Nacional de Trabajadores Agrarios) | Juvenil Movimiento Juvenil de El Salvador | Juvenil Movimiento Orgánico Verde de El Salvador (MOVES) | Ambientalista Movimiento por la Defensa de la Vida Humana y los Recursos Naturales | Ambientalista Movimiento Salvadoreño de Mujeres (MSM) | Feminista Movimiento Socioambiental de Sonsonate | Ambientalista Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA) | Feminista Organización de Artesanos de los Planes de Renderos - Comunidad Indígena (OAP-C) | Pueblos indígenas Red Contra Transgénicos | Ambientalista Red de Mujeres Rurales | Mujeres Red Juvenil de Guazapa | Juvenil Red Nacional de Jóvenes Indígenas de Cushcátan | Pueblos indígenas / Juvenil Red Nacional de Mujeres Indígenas de Cushcátan | Pueblos indígenas / Mujeres Sindicato de Maestras y Maestros de la Educación Rural, Urbana y Urbano-Marginal de El Salvador (SIMEDUCO) | Sindical / Magisterial Un Techo para mi país-El Salvador | Juvenil Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) | Ambientalista Unidad Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de la Salud Pública de El Salvador (USTRASPES) | Sindical Veteranos Revolucionarios Salvadoreños (AVERSAL) | Ex combatientes FMLN Winaka | Pueblos indígenas Fuente: elaboración propia a partir de información oficial de las redes, organizaciones y asociaciones (varios años) 116 Referencias Alvarenga, Pablo. 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Además, defendieron con determinación los derechos de los trabajadores y trabajadoras y denunciaron la injusticia social, la represión y las violaciones de los derechos humanos. En suma, siempre se identificaron con la revolución, con la justicia y con el cambio social. ISBN 978-99923-33-42-6