Un drama sólido de visión agradecida FICHA TÉCNICA: Título original: Höstsonaten Nacionalidad: Suecia Año: 1978 Dirección: Ingmar Bergman Guión: Ingmar Bergman Producción: Martin Starger, Lew Grade Dirección de Fotografía: Sven Nykvist Montaje: Sylvia Ingemarsson Música: Varios Diseño de Vestuario: Inger Pehrsson Reparto: Ingrid Bergman (Charlotte), Liv Ullmann (Eva), Lena Nyman (Helena), Halvar Bjork (Viktor), Georg Lokkeberg (Leonardo), Knut Wigert (Profesor), Eva von Hanno (Enfermera), Erland Josephson (Josef), Linn Ullmann (Eva como niña), Arne Bang-Hansen (Tío Otto), Gunnar Bjornstrand (Paul) Duración: 97 min. (Color) Globo de Oro 1979: Mejor Película Extranjera SINOPSIS: Charlotte, una famosa concertista de piano, ha estado tan volcada en su carrera que no ha visto a su hija en siete años; Eva, la hija de Charlotte, con una relación amor-odio con su madre. El marido de Eva, el pastor protestante, un hombre amable, y Helena, la hermana inválida que Eva ha sacado de una institución para que viva con ella y su marido. Charlotte acude tras escribirle Eva una carta invitándola a visitarles. Un encuentro feliz y lleno de ilusión que pronto cambiará convirtiéndose en un tenso duelo entre ellas provocando la explosión de los rencores acumulados a lo largo de toda una vida: amor, odio, desesperación. HOJA INFORMATIVA Nº 47 Noviembre 2004 COMENTARIOS: Es esta la primera vez que el Aula de Cine proyecta una obra del genial director Ingmar Bergman que seguramente merece un ciclo monográfico por la amplitud de su obra y su aportación a la historia y a la teoría del cine. Escritor, director y productor de teatro, cine, radio y televisión sueco, es sin duda la figura más destacada del cine escandinavo. Natural de Upsala, hijo de un pastor protestante, se educó en la Universidad de Estocolmo, donde estudió literatura e historia del arte antes de incorporarse como ayudante de producción en la Ópera Real de Estocolmo. Nacido en 1918, realizó cuarenta largometrajes para el cine entre 1945 (Kris) y 1983 (Fanny y Alexander). Películas como El Séptimo Sello (1956), Fresas Salvajes (1956), o Persona (1966) figuran sin duda entre las grandes obras de la historia del cine. Esta última, con su prólogo independiente, simetrías compositivas, primerísimos planos, y el empleo evocador del sonido y la música, imprime un nuevo rigor a su obra. Para la exploración del alma humana emplea los recursos técnicos típicamente “bergmanianos”, como flashbacks, secuencias de sueños y visiones. En los setenta Bergman obtuvo el reconocimiento internacional por la dirección de películas como Gritos y Susurros (1972), La Flauta Mágica (1974), El Huevo de la Serpiente (1977), o Sonata de Otoño (1978). Este film supuso el definitivo regreso al cine sueco de Ingrid Bergman, tras sus aventuras tanto en América como en Italia, donde junto a Rossellini marcó una época en el cine moderno para después regresar a un Hollywood acartonado que nunca le dio papeles a su altura. En el film que la lanzó a la fama, Intermezzo (1936. Gustav Molander), Ingrid encarnaba a una joven pianista enamorada de un violinista. Para Sonata de Otoño Ingmar quiso que Ingrid interpretase a una pianista ya veterana, en un claro intento de trazar un círculo en la carrera de la actriz. Un recorrido que, sin embargo, está lejos de ser complaciente. El film nos presenta a la actriz convertida en madre desarraigada que es víctima de los (justificados, pero no del todo justos) reproches de su hija (su actitud recuerda un poco a la “dreyeriana” protagonista de Gertrud (1964), obra maestra del genial director danés Carl Theodor Dreyer), encarnada por una Liv Ullmann cuya imagen aquí parece hallarse en el origen de la de Mia Farrow de algunas películas de Woody Allen, reconocido admirador de Bergman. La caída de máscaras femeninas es imparable a lo largo del reencuentro dentro de un drama sólido de visión agradecida que recae sobre las dos actrices protagonistas. La dirección de Bergman es más que nunca invisible, como sucedía en Secretos de un Matrimonio (1973), quiere contar la historia a través de sus protagonistas y sus sentimientos sin tener que utilizar la cámara para ello, utiliza más las palabras que la imagen. Es un modo de dirigir que el sueco maneja perfectamente porque se encarga también de escribir el guión. Pensamos que la inclusión de este film en el ciclo Cine y Mujer es pertinente por la profundidad con que se indaga en los problemas humanos. Lo que llama la atención de esta película es la mirada masculina, a través del marido de Eva que no pretende explicar a las mujeres sino expresar cierta sorpresa, incomprensión y a veces dolor, por la relación madre-hija. La madre, Charlotte, pianista virtuosa ha escogido su carrera profesional en la que vuelca sus anhelos, su exigencia y perfeccionismo, lo que no le permite ejercer el papel que de ella podía esperarse como madre. La rigidez emocional y la culpabilidad le impiden verter emociones o cariño en la relación con su hija que necesita sentirse aceptada para poder vivir con el dolor de haber perdido a su pequeño, ella que sí quería ser madre. Son dos personajes que se necesitan desde la incomunicación, los reproches, la lejanía, pero incapaces de romper las cadenas que pesan en sus vidas para cambiar su relación. En la literatura y en el cine, la relación madre-hija se ha descrito de muchas maneras pero escasas veces se ha puesto de manifiesto la relación problemática, quizá porque todavía las mujeres que puedan afrontar un problema que atañe a todas, acaban de desembarcar en la dirección y son escasas. La dirección de Bergman pone de manifiesto su necesiescasas dad de intimidad para adentrarse en el mundo de los sentimientos y lo hace con movimientos de cámara que consiguen que percibamos los gestos más sutiles en la expresión de las protagonistas. Para Ingrid Bergman, fue su última película, la rodó con un un cáncer de mama que no superaría. El papel, por lo que cuentan sus hijas, sería una puesta en escena de su propia vida, antes actriz que madre.