75 Aniversario Enrique Krauze 75 años en la vida de México El Encuentro Empresarial Nacional 2004, realizado el pasado 9 y 10 de septiembre en las instalaciones de Cintermex en Monterrey, Nuevo León, contó con la participación de distinguidos empresarios, políticos e intelectuales, quienes hablaron de los retos y oportunidades de México con miras al año 2025. Una de las conferencias magistrales pronunciadas durante la primera jornada del Encuentro fue dictada por el historiador Enrique Krauze, director de la revista Letras Libres es autor de los libros Historia de la Revolución Mexicana, Por una democracia sin adjetivos, Biografía del poder, Tiempos heréticos y Tiempo contado. 4 ENTORNO fotos: Santiago Arvizu y coproductor de los programas México Siglo XX y México Nuevo Siglo. Además, Krauze Muchas gracias a ustedes por esta invitación que me emociona y que me honra. Coparmex nació en uno de esos años en los que la historia parece concentrarse, como el año 1968. Muchas cosas buenas y otras no tan buenas ocurrieron en el año de 1929: primero, el crash del ’29 en Nueva York, cuyas ondas llegaron a México. Recuerdo cómo Manuel Gómez Morín, a quien tuve la fortuna de conocer, narraba cómo a raíz de ese problema se hicieron las primeras emisiones de obligaciones aquí en Monterrey, y me hablaba de su estrecha relación con Roberto y Eugenio Garza Sada. En 1929 se conquistó la autonomía de la Universidad de México y en ese año fue también aquel episodio fugaz y efímero, pero muy importante de nuestra democracia: el vasconcelismo. Fue el año en que Gómez Morín le escribió a Vasconcelos: “...Haga usted que este movimiento dure, no haga de ésta una campaña fugaz”, pero Vasconcelos por desgracia no le hizo caso, y el PAN, un partido cívico que pudo haber nacido en ese año, nació diez años después. En 1929 nació también el Partido Nacional Revolucionario y en 1929 nació Coparmex. Advierto en la historia de las relaciones patronales con los gobiernos de la Revolución Mexicana una suerte de péndulo: eran tiempos difíciles los años 30, los primeros años de esta institución. Fueron los años del ascenso del socialismo, del nacionalismo, del obrerismo de izquierda con el general Lázaro Cárdenas, que pusieron en entredicho y en difícil situación la relación 6 ENTORNO obrero-patronal y la vida misma de las empresas en los años 30. Siguieron años relativamente más tranquilos con Ávila Camacho, Miguel Alemán y con Ruiz Cortines. Luego, en los 60, vino un nuevo oscilar con la revolución cubana y el efecto que tuvo en la vida pública de México. Entonces los empresarios mexicanos escribieron una célebre carta al presidente mexicano preguntándole cuál era el rumbo del país. Eran tiempos más sencillos que los actuales, porque bastaba tener una relación cupular e institucional entre las organizaciones empresariales y el Señor Presidente, y con eso las cosas se arreglaban o se descomponían, pero había un solo interlocutor. Ahora la situación es sumamente diferente y, aunque es mucho más difícil, es mucho más madura. ¿Cómo olvidar los tiempos difíciles del populismo financiero y del populismo político? Quiero decir que es imposible olvidarlos, pero pareciera que ahora que tenemos en el horizonte ciertas nubes de populismo, se ha olvidado el estrago que causaron sobre la vida social mexicana y sobre la economía nacional esos dos sexenios consecutivos de populismo. Ya no era el régimen popular de Cárdenas ni de López Mateos, sino el régimen populista —y la diferencia entre popular y populista es muy importante— de Echeverría y López Portillo que acentuaron de manera irresponsable la confrontación social en México y los odios de clase inducidos por el gobierno. ¿Cómo olvidar aquí en [ ] No encontramos el rumbo porque somos un país de memoria corta. Hemos olvidado los estragos del populismo de los años 70, que permitió la irresponsabilidad en el manejo de la deuda y las finanzas públicas, que fueron el primer paso en este caminar errático de México. Monterrey los efectos que ese encono de clase tuvo en el tejido social de México? Esas frases que Echeverría dirigía a los empresarios como “esos riquillos”, y las frases también célebres que emitió López Portillo a raíz de la nacionalización de la banca. El péndulo volvió a oscilar en los últimos sexenios y si bien los aires fueron por rumbos más abiertos y liberales, es preciso interpretarlos con objetividad… y a eso quiero dedicar estos breves minutos. El nuevo siglo Nos encuentra el comienzo del siglo XXI —no sólo en México, no sólo en América Latina, sino en el mundo entero— en una situación que cabe calificar con palabras como desconcierto, desazón, desconfianza y aun desesperanza. Esto es así porque habíamos puesto demasiada confianza —de manera ingenua— en ese maravilloso fin de siglo que el mundo vivió; parecía que el siglo XX se había librado de los grandes males del comunismo, del fascismo, del nazismo, de las dictaduras autoritarias en todo el planeta, y parecía que los pequeños brotes de inquietud religiosa y étnica en el mundo eran aislados y que surgían por obra de una reacción posterior a los regímenes autoritarios que los habían segado. ¿Cuál sería la sorpresa del mundo y de Latinoamérica y de México también —porque ahora nuestros destinos están indisolublemente ligados al mundo— cuando nos damos cuenta que el principio de siglo XXI nos trae una reedición de las querellas del siglo XI? Realmente tenemos que llegar a la conclusión de que los hombres quizá podemos ser buenos historiadores pero fallamos como profetas. Nadie previó este resurgimiento de los nacionalismos, de los odios religiosos y desde luego esta globalización del terrorismo que, acompañado de otros problemas silenciosos pero no menos importantes —como las corrientes migratorias o los grandes cataclismos que 8 ENTORNO pueden sobrevenir— que nos dan un panorama de preocupación. Lo que más preocupa —dejando de lado el mapa árabe, islámico y africano— es que el común denominador de nuestra región, Latinoamérica, parece ser esta desorientación y pérdida de rumbo. Salvo países venturosamente orientados en lo político y económico, como Chile, esta desorientación de nuestros países nos está llevando a recurrir a viejos paradigmas políticos, económicos y sociales. Víctor L. Urquidi, economista eminente, tituló su libro inédito como América Latina, otra década perdida, y bien, importa preguntarnos cómo llegamos aquí en los últimos años y cómo retomar el rumbo. Nos pasó en México un poco lo que le pasó al mundo: el deslumbramiento de fin del siglo XX tuvo un momento estelar con la gran fiesta democrática, que seguro estoy todos ustedes y todos los que luchamos por la democracia en México festejamos y celebramos con inmensa alegría, y teníamos razón en celebrar porque México —después de tener en su historia independiente casi 180 años ininterrumpidos de dictaduras, autoritarismo, tiranías y la dictadura perfecta que Vargas Llosa llamó a los sexenios del PRI— de pronto ensayaba la democracia y llegaba a ella sobre-ensayada y de manera pacífica, ordenada y sin violencia, con cambios silenciosos pero muy importantes como el establecimiento del IFE, con crédito público, y entonces se podía decir que ese sistema político mexicano, tal como se había llevado a cabo durante siete décadas, moría de muerte tranquila y natural en su cama, sin violencia. Tan bueno y esperanzador fue ese momento que el primero que se benefició fue el propio PRI, porque ahora podía empezar a contender en una alternancia legítima a la que no podía acceder antes. Desde luego fue también muy bueno para la izquierda porque refrendaba en algunos gobiernos como el D.F. el hecho de que la izquierda tenía algo más que hacer que levantar consignas y atacar a los gobiernos y la iniciativa privada. Ahora teníamos que ver cómo gobernaba. Fue muy esperanzador el año 2000 y había división de poderes, pues ese fue el mandato del pueblo: dar a la oposición el Congreso y la presidencia a Vicente Fox. Una libertad de expresión insospechada, además, para quienes vivimos las épocas fuertes de Díaz Ordaz o López Portillo. Todo esto fue cierto: no fue una alucinación ni un sueño; lo conquistamos y sigue siendo nuestro. Sin embargo, creo que lo vivimos con ingenuidad; creímos que bastaba el acceso al poder de manera legítima y a través de las urnas para convertirnos en un país que iba a caminar hacia abordar, por fin, después de tantos años, el tren de la modernidad a cuyas citas siempre llegamos tarde. El desconcierto Lo que ha pasado en estos últimos años tiene que ver con un desempeño desconcertante del Presidente, pero a estas alturas yo no me uno —ni me uní jamás— al deporte nacional de denigrar al Presidente, ya que pienso que encabezó una gran cruzada mexicana por la democracia. Eso está grabado en la historia y hay que agradecerle, ya que fue una gran jornada cívica y él fue valiente en encabezarla. Pero nos ocurre lo que ocurrió en Polonia, donde los grandes líderes cívicos no suelen ser grandes gobernantes. Le pasó a Lech Walesa: llegó al poder sin saber qué hacer porque era un líder con autoridad cívica y moral, pero no propiamente un político. Y es verdad que este gobierno también ha pagado la novatada, porque más que un político, Fox es un líder cívico. Ha cometido errores, pero no quiero en esta oportunidad recorrerlos todos. Sabemos que ha habido descoordinación de su gabinete, que ha habido un uso excesivo de la palabra presidencial y no obstante es preciso reconocerle sus aciertos, y uno de los más importantes ha sido el mantenimiento de la democracia. Tenemos división de poderes: incómoda, pero la tenemos. Tenemos libertades y transparencia y encuentro que esto es un logro importante, por lo que me parece muy bien que el Presidente en su ritual del primero de septiembre —que a mi juicio debe desaparecer— diera un discurso que me pareció muy digno porque fue una defensa clara y racional de la democracia, y es una defensa muy pertinente porque la democracia, igual que el aire y la salud, solamente se aprecian cuando se pierden. ¿Por qué no encontramos el rumbo? Hay muchas razones que me gustaría explorar: una de ellas es la falta de liderazgo de nuestro mandatario, pero ha tenido virtudes cívicas que contrapesan eso. No encontramos el rumbo porque somos un país de memoria corta. Hemos olvidado los estragos del populismo de los años 70, que permitió la irresponsabilidad en el manejo de la deuda y las finanzas públicas, que fueron el primer paso en este caminar errático de México. También debemos reconocer que los gobiernos que siguieron a esos 12 años patéticos, no lo hicieron muy bien en cuanto a la implantación clara y honesta del modelo liberal (y para mí es “liberal” y no “neoliberal”, porque se trata de implantar una democracia liberal y un régimen de mercado pleno en México). La corrupción apareció y la palabra “privatización” o “liberalismo” se mancharon con abusos sin darse cuenta que, gracias a un modelo de privatización, es que Chile ha corregido su rumbo en una o dos generaciones; gracias a un modelo así es que Sudcorea no se parece en absoluto a Norcorea; gracias a un modelo así Irlanda —un país al que deberíamos mirar y estudiar de cerca— se ha convertido en un país de alto crecimiento porque ha sabido tomar un rumbo claro; y lo mismo ocurre en la India, donde se da el milagro de que, con un rumbo claro, una buena parte de ese país multi-étnico y multi-religioso ENTORNO 9 En México, entonces, hay distintas versiones y visiones del país que queremos construir. Hay ruido, desorganización, desazón y, por momentos, desesperanza. ya ha llevado a centenares de miles de personas a los bordes de la clase media. Esos países toman un proyecto nacional claro, pero nosotros estamos en un proceso de errar una y otra vez porque en México no hay memoria en torno al populismo, por los errores lamentables en la implantación del modelo liberal… Finalmente, hay que decir que no encontramos el rumbo porque hay en México visiones contrarias y contradictorias sobre qué tipo de país queremos, y si algo me quedó claro de la lectura de los 20 puntos que Andrés Manuel López Obrador hizo hace algunos domingos, es que ese rumbo es profundamente distinto al rumbo de la alternativa liberal, con todos los matices que se quiera. 10 ENTORNO La disyuntiva Me voy a proponer hablar de dos ámbitos: qué hacer en el caso de la política y qué hacer en el caso de los empresarios, con algunas ideas que espero sean útiles en esta tan significativa fecha de los 75 años de la Coparmex. Si partimos de la base de que logramos la transición económica y política, ejemplar hasta este momento —tan de terciopelo o más que la que se logró en los países del este europeo—, y si llegamos a ella con el IFE, la división de poderes y un federalismo real, estas son conquistas que necesitamos mantener. Creo que necesitamos un “blindaje” democrático para el 2006. Hay que blindarnos contra cualquier iniciativa que pretenda echar para atrás estos logros que deben ser irreversibles. Para que esto ocurra, tenemos que esforzarnos y hacer causa común —paralela a la labor empresarial— y este blindaje, además de mantener lo que se tiene, lo enriquecerá mediante un Congreso que no pierda más tiempo y ofrezca a sus representados fórmulas efectivas de gobernabilidad, mayorías estables. Es conveniente que los mexicanos veamos con naturalidad la posibilidad de formar coaliciones después de las elecciones, gobiernos semi-parlamentarios en los que no parezca extraño que dos partidos se coaliguen para que haya una presidencia y una mayoría estable en el Congreso para que pueda gobernar y nos saque de este marasmo en el que estamos. Lo segundo es que cada uno de los precandidatos debería firmar públicamente éste y otros compromisos con la democracia nacional y que estemos de acuerdo en que no nos ocurrirá el que llegue un gobernante al poder y atente contra las libertades a partir de una mayoría ganada en las urnas: no puede tocarse el poder judicial, no puede desvirtuarse la Constitución, no podemos permitir lo que por desgracia está ocurriendo en Venezuela. Y no podemos esperar hasta el 2006. Tenemos que adelantar el debate en todos los niveles sobre los grandes problemas nacionales. No podemos esperar hasta el 2006 para averiguar qué tienen en la cabeza los candidatos. Eso sería poner a la sociedad civil mexicana en una posición de inadmisible pasividad. Necesitamos encontrar la forma de que en todos los foros se arme un proceso de debate sobre los grandes temas nacionales y, si lo hacemos con inteligencia y pasión, lograremos interesar al público, porque a fin de cuentas se trata de su destino y el de sus familias. E