Untitled - Ayuntamiento de Murcia

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AYUNTAMIENTO
OE
MURCIA
A R C H I V
E S P
. . / o
TABA . J k
N."
33.
O
EL DIA
DE
ODOS LOS SANTOS
JOSÉ MARIN BALDO
MADRID
IMPRE.NTA Y L I T O G R A F I A
UNIVERSAL
Plaza de la Armeria, 3 duplicado.
Tí
1 f.' .
k
EL DIA DE TODOS LOS SANTOS
LA
TARDE.
Érase cuando la tarde
!Poco á poco iba cayendo,
Y las sombras de la noche
Avanzaban á lo léjos.
Era el dia de gran luto:
Feria de tumbas y duelos,
Que la vanidad mundana
Celebra en los cementerios.
Numerosa muchedumbre
Andaba en tropel, bullendo
Por entre las sepulturas,
Adornadas con mecheros,
Coronas, paños y flores,
Cirios, retratos y versos.
Lámparas y candelabros
En número más ó raénos,
6
Según era la fortuna
Que dejó al morir el muerto.
Y érase cuando la fiesta,
Como la tarde, cayendo,
Acercábase al final
De su lúgubre festejo.
Las campanas de la ermita.
Con tristísimos acentos^
En su latin repetian:
«•¡Memento homo, memento
Quia pulvis et einis es/...»
Perdiendo sus clamoreos
Entre muchos que el latin
Lo confunden con el griego.
Y unos fumando su puro.
Otros castañas comiendo,
Iban por el camposanto
Como quien va de paseo.
Pero, como ya la noche
Esparcia por los cielos
Oscuridad, que álos más
Valientes impone miedo,
Como al fin el camposanto
Santo campo es de respeto,
Y no siempre la conciencia
Libre está de escrupulejos,
Las gentes iban dejando
El recinto de los muertos,
Unos fumando su puro.
Otros castañas comiendo.
II
LOS S A L T A T U M B A S .
Terminada la función.
Quedaron los sacristanes,
Muñidores y lac.ayos,
Cuida-velas y danzantes.
Apagando cada cual
Sus blandones y ciriales,
Y amasando la pelota
Que pudieron arrancarles.
—[Libra y pico—dice uno—
Esta bolilla me valel...
—¡Y(á mí dos—otro responde—
Por la mia ha de pagarme
El cerero, si la qui«Pe,
Ó sean catorce realesl...
—Yo mis dedos no quemara,
—Un tercero luégo añade—
Por tan poco beneficio;
Mi cosecha, vedla^ grande
Mucho más es que la vuestra,
Y pronto vereis cómo arde
Su cera trocada en cena.
Con buen vino y abundante.
En esto el sepulturero,
Del dios Baco respetable
Servidor, les interrumpe
Gritándoles:—¡Ganapanesl
[Largo de aquí, ladronazosl
Que si no me dais mi parte.
Por lechuzas y mochuelos
Juro que sabré vengarme
De vosotros, gente ruin.
] Largo de aquí, perillanes!
Temieron al juramento,
Y ofrecióse convidarle
Á cenar en la taberna;
Con lo cual, hechas las paces
Quedaron, y todos juntos,
Alegres y amigos, vanse.
Al salir del cementerio,
CieiTa su puerta con llave
El sepulturero, y dice:
—No temo que venga nadie
Una noche como ésta
Los muertos á incomodarme;
Que la noche no convida
Para gusto semejante.
Cierro, amigos, por si alguno
Lo que acaba de tratarse
úyó desde su agujero,
No venga pidiendo parte
De la cena y el vinillo
Que con su cera se pague.
¡Hay debajo de la tierra
Más mosquitos y compadres
Amigos de echar un trago.
9
Que santos en almanaque!...
Celebróse la ocurrencia,
Y no sele ocurrió á nadie
Que encerrado con los muertos
Uno vivo se quedase.
-. J.
III
DON JUAN.
Pensativo y cabizbajo
Un hombre meditabundo,
Conocido por don Juan
El hechicero y el brujo,
Entróse en el cementerio
Cuando se alejaban muchos,
Dirigiéndose tranquilo
Al rincón que hay más oculto.
Solteron, pobre, modesto
Y sin tratos con el mundo,
Vive don Juan ignorado,
Sin ambicionar el humo
De las glorias de la tierra,
Cediendo su parte al vulgo.
Solitario y retirado
Entre crisoles y tubos,
Cachivaches y trebejos,
Dedicado á sus estudios,
Pasa la vida del sabio
Encerrado en su cuartucho.
Las vecinas de su barrio
Dicen que don Juan es brujo
11
Y amigo de Lucifer,
Que le ayuda á hacer el unto
Que se da para volar.
Convirtiéndose en lechuzo.
Que en un santiamén recorre
T oda la extensión del mundo,
Robando á los inocentes
Angelitos, no seguros
De las garras del maldito
Si están solos un minuto.
Pero don Juan es un hombre
Que no pertenece al vulgo,
Y el vulgo es un animal,
Que á los sabios llama brujos.
Hace un año, se murió
Otro que tal, un don Justo,
Compañero inseparable
De don Juan, sabio profundo,
Con quien éste se juntaba.
Dedicándose al estudio
De la química, y los dos
Eran dos mitades de uno.
Enterrada la mitad
De don Juan, éste su luto
No llevaba en el sombrero,
Según es y será uso;
Pero al declinar la tarde,
à la hora del crepúsculo.
Camino del cementerio
íbase meditabundo.
Muchas veces ocurrió
Que el enterrador, estúpido,
Para cerrar y quedarse
12
À solas haciendo el hurto
De alguna prenda de muerto,
Según su costumbre, rudo,
Acercábase à don Juan,
Y usando modales bruscos,
Le decía:—¡Caballero!
Ya es hora que los difuntos
Descansen de la visita
De pesados importunos.
|Ya se puede retirar!
Los muertos, como los buhos.
Salen de noche á paseo.
¡Déjeles hacer su gusto!
don Juan, sin replicar
Y despreciando á tal bruto,
Se marchaba pensativo,
Macilento, taciturno.
Esta noche, ya sabemos
Por qué razones, no hubo
Requisa de cementerio,
Y en él encerrado uno
Se quedó, que don Juan es.
Cabe su mitad D. Justo,
Olvidado de si mismo
Y olvidado por el mundo.
13
IV
CARCAJADA.
Más de un hora solo estaba
Pensativo y cabizbajo
Don Juan, en la sepultura
De su amigo, meditando
Misterios de vida y muerte
Que. no le descubre el cálculo,
Ni leyes de la materia,
De afinidad ni de átomos,
Diciéndose: ¿Quó es la muerte?
¿Y cómo se viene, y cuándo
Y por qué la vida acaba?
¡Todo, todo es humo vanol...
Componer...•descomponer...
Suma y resta es el trabajo
Continuo del gran crisol
En que por igual entramos
Hombres, montañas y rios,
Bosques, templos y palacios.
Todo nace, vive, crece.
Va con el mundo rodando,
Se desgasta y se consume.
Pasa por los tres estados
De la materia, recorre
Los caminos del espacio.
li
γ el calórico, la luz,
La electricidad... jel diablol
Aproxima las moléculas.
Que despues va separando.
¿Qué es la vida? ¿Qué la muerteV
Dos mentiras, doble engaño;
Ni se vive, ni se muere,
Ni el hombre, la piedra, el árbol
Otra cosa que materia
Son, que, de forma cambiando.
Se comprime, se evapora...
[Y siempre elementos, átomos!...
¡Materia todo, materia
Que se confunde en el càos
De la eternidad, y rueda
φ
Con uno y con otro astro
Por los mundos infinitos
De los infinitos ámbitos!...
Cuando asi don Juan pensaba,
Λ sus pies un fuego fatuo
De súbito se aparece
Como diciendo:—ï Veamos!
Sapiente don Juan, ¿quién soyt
Diga, pues que sabe tanto,
¿Soy espíritu ó materia?
¿Cómo de la tierra salgo?
¿Que soy yo? ¿De dónde v e n g o ! . ;
Y don Juan responde impávido:
— T e conozco. Eres materia
Procedente de un fosfato
Descompuesto, y escapaste
15
De canillas ó espinazo,
De médula ó de cerebro.
¡Fosfuro desvergonzado!
¡Inquieta materia tenue,
Con tu olorcillo de ajos.
Que á los necios inximidas,
Esto eres tú, fuego fatuol
Estridente carcajada
Respondió al discurso sabio
De don Juan, y el cementerio
Se conmovió, vacilando
Las tumbas, los obeliscos,
Las cruces y cenotafios.
Lápidas y monumentos
Tristemente rechinaron.
Los sauces y los cipreses.
Sus raíces y sus brazos
Sacudiendo, devolvían
Todos los huesos chupados
À la tierra, que cubrióse
De canillas y de cráneos.
À la escasa claridad
Que fosfórica llamamos
Los vivos, miró don Juan
Pasar revoltijeando
Las vértebras y costillas,
Y fémures y omoplatos
Que, chocándose, crujieron
Al tropezar en su paso.
Por allá ve cómo viene
Cual un ciego, vacilando,
16
Un esqueleto que anda
De su calavera falto.
Con los brazos extendidos
Buscándola en el espacio;
Por la otra parte va
Uno que desesperado
Corre en busca de una tibia
Sobre la otra saltando,
Ofreciendo dar por ella
Rótulas, falanjes, fiancos
Y otros huesos más que lleva
Entre sus dos secas manos.
Revueltos andan los muertos.
Entre la tierra buscando
Cada cual lo que le falta,
Con afan por encontrarlo;
Y así la difunta grey
Preparábase al sarao
Que celebrarse debiera
Por ser noche de los Santos.
Los señores que reposan
En sarcófago de mármol.
Hasta más tarde no salen
De su nicho reservado,
En donde sus huesos todos
Se conservan sin desfalco;
Que también aquí los ricos
Son séres privilegiados.
Y el que más quiera saber,
Porque he menester descanso,
Al capítulo que viene
Vayase para buscarlo.
17
V
A L TOQUE DE Á N I M A S .
Paciente lector amigo,
Que hasta aquí hubiste paciencia
De leer este mi cuento.
Que algo de verdad encierra,
Oye lo que vió don Juan,
Soldado de la materia,
Famoso naturalista
Que dudaba de la eterna
Vida del alma, despues
Que acaba la vida esta.
Óyelo, lector piadoso.
Y por los difuntos reza...
Que para comer castañas
Tiempo sobrado te queda.
Ocho lentas campanadas
Sonaron en la alta torre
De la ciudad, y los ecos
Las repiten con sus voces.
Un vago rumor, rodando
2
18
Entre negros nubarrones,
Va por el aire diciendo:
—((Resquieseant r/ pace, Domine.»
Y todos los campanarios
Repitiendo triste dobles,
Quedaron mudos, cansados
De tanto doblar sus bronces.
Negra, fria, pavorosa,
Infunde miedo la noche,
Más para meterse en casa
Y rezar sus devociones,
Que no para andar de calles,
Sin saber cómo ni dónde
Se aparecerá algún muerto
Que nos hable y nos provoque.
Ánima en pena, tal vez,
De difuntos acreedores,
Pero don Juan es un sabio
Que desprecia los temores
Del vulgo ignor^.nte, necio,
Lleno de supersticiones;
Y sabe que un esqueleto.
Igual de burro que de hombre.
Tan sólo es un carbonato
Bueno para hacer botones.
Así pues, los ve pasar
Sin espanto ni temores.
Ni dar crédito á sus ojos.
Como quien mira visiones;
Cuando, entre silbos del viento.
Una voz aguda se oye.
Que asi dice lastimera:
—Ne in furore tuo, Domine,
19
Ñeque nos arguas in ira!!!...
Respondiéndole otras voces·.
—¡Ill te.solus speram...
Non damnatus in furore!...
k estos cánticos se abren
Los sepulcros de señores
Que ôntre mármol y granito .
Sus cadáveres esconden.
A sus pies se alza también
Su amigo, al que reconoce,
Y una mano entre las suyas
Estrechándole, así hablóle:
—¿Imprudente amigo Juan!...
¡Esclavo de mil errores.
Tú por sabio eres tenido
En las ciencias de los hombres!...
Hace poco me decias
Con tus locas pretensiones·
De humana sabiduría·.
ftYo sé de qué te compones,
Inquieta materia tenue.,.»
Y el cementerio rióse
De tu vana presunción.
¡Pobre sabio! ¡Sabio pobre!
¡Vuestra ciencia todays vana,
Y vuestros cerebros roe
Del orgullo el vil gusanol...
¡Ven conmigo! ¡Mira y oye!
Dale su brazo, y don Juan
Cogiéndose de él, siguióle.
2(i
VI
LA VELADA
DE LOS MUERTOS.
Por entre las sepulturas
El doctor vivo y el muerto
Paseando van del brazo,
Bien oiréis cómo diciendo:
—Dime, Justo, estas legiones
De niños como luceros,
Que alegres cantando van
Sin tocar sus piés al suelo,
^Quiénes son?
^ —Estas criaturas
Son los ángeles del cielo,
Son la corte del Señor
Y la gloria del Eterno.
Porque has de saber, amigo,
Por más que seas incrédulo,
Has de saber que el Señor
Misericordioso, viendo
Que los hombres eran malos,
Y las mujeres no ménos,
Que Satanas arrastraba
Tanto de ellas como ellos,
Siendo raro el que guardaba
21
•La ley de sus mandamientos,
Dijo al demonio·.—¡Malditol...
¡Ya vei'às, maldito perro,
Quién de los dos puede másl
jTú con vicios y dineros
A los hombres y mujeres
Arrastramio y seduciendo,
Ó yo adelantando el paso
Y sallándote al encuentro I
Y dijo al crup:—iBaja pronto
À la tierra; yo te ordeno
Que de cien niños nacidos
Mandes à mi casa al ménos
La mitad, desde su cuna
O del regazo materno!
¡Tú serás el mal terrible!
^Para ti no habrá remedio,
Y las madres, al nombrarte
Erizados sus cabellos.
Afligidas y espantadas
Sentirán dolor acerbo
Buscando sin esperanza
En doctores su consuelo!.
¡Baja, crup, baja á la tierra,
Para no dejarles tiempo
A l mundo, demonio y carne,
Mis enemigos eternos.
De arrastrar en pos de sí
Los grandes y los pequeños!...
Desde entonces, ya lo veis,
Mueren los niños á cientos,
Y la causa de su muerte
No es tal causa, que es efecto
22
Del araop de Dios al hombre,
Sirviendo el crup de pretexto
Para volar álos niños.
Dejando el amante seno
De sus madres, que los lloran
En tanto que cantan ellos:
CORO DE NIÑOS.
¡Gloria al Dios de las alturas!
¡Gloria al Poderoso Eterno,
Señor Infinito y Santo,
Gloria sin cesar cantemosi
Despues que los niños pasan,
Se dirigen á otro centro
Donde se hallan las doncíellas
Que de santo amor murieron.
Las que amaron á un ingrato.
Las que hirió Cupido.ciego,
Y en su corazon amante
Clavó el dardo de los celos,
Todas ellas, muy hermosas.
Llevan en su casto pecho
Dos heridas. Una abierta
Por el santo, ardi ènte fuego
t,iue su corazon inflama
De purísimos afectos.
Y la otra, ya cerrada
Por el bálsamo del tiempo.
Sólo para perdonar
23
Existe como recuerdo.
La primera les da vida.
Por la segunda murieron.
Como en cantiga amorosa,
Van sus voces repitiendo:
CORO DE
DONCELLAS.
¡Si al Dios que adoramos,
Nuestro Padre tierno,
Conociera el mundo
Cual le conocemos!
|Si á Jesus amante.
Fuente de consuelo.
Las enamoradas
Abrieran sus pechos!
¿Cómo de la tierra
Ingratos afectos
Ni amores mundanos
Brotaran en ellos?
¡Amor de la tierral...
¡Dorado tormentol...
¡Quien lo pierde, gana
Amando en el cielol
Poco á poco visitaron
Todo el recinto completo
De nichos y sepulturas
Que habia en el cementerio.
Unos iban rodeados
De esplendor y de destellos,
24
Con su frente iluminada
Por brillante nimbo còlico;
Otros, cual don Justo, visten
Hábito rojo, sujeto
Por cordel á su cintura,
Cordel requemado y negro,
Que de vez en cuándo arroja
Menudo chisporroteo.
Éranse los que se hallan
En el purgatorio ardiendo
Y purificando su alma
Por más ó por ménos tiempo.
Los que se hallan condenados
Per in scecula al infierno.
Desnudos de ropa y carnes
Andaban sus esqueletos.
Por los ojos y la boca
Arrojando vivo fuego.
25
VII
L A MADRUGADA.
La del alba clareando,
Bañaba con mil fulgores
Las crestas de las montañas
Que cierran el horizonte.
A su alegre claridad
Huyen sombras de la noche,
Replegándose al Ocaso,
Por donde se van y esconden.
Muchos esqueletos andan
En distintas direcciones
Buscando su tumba 6 nicho,
Ύ otros mil se descomponen,
Que sembrando van sus huesos,
Calaveras y eslabones
Por la tierra, que los traga,
Así como el mar absorbe
A los náufragos y al barco,
Sin saber luégo por dónde.
Don Justo y don Juan también
De la sepultura al borde
Llegaban cuando salió
Uno de estos dos señores.
26
Y al otro le dijo:—Amigo,
Ya me están llamando á voces,
Que no puedo resistir,
roma este cordon, y oye:
Te conozco; eres un sabio
De la tierra, y cuando tornes
A tu casa, dudarás
De todo lo que esta noche
Has visto en el cementerio.
Pronto, muerto, á las regiones
Donde me hallo tú vendrás,
A purgar por tus errores
Como yo purgo los míos.
Esta prenda para entonces
Me devolverás. Procura
Ocultarla de los hombres,
Y analízala si puedes
En tus hornos y crisoles.
¡Que Dios te ilumine, Juan!..,
¡Que tu espíritu conforte!;..
Dijo, y desapareció.
La sepultura cerróse,
Y la luz de la alborada.
Y a triunfante de la noche,
Despertaba los jilgueros.
Alondras y ruiseñores.
Luégo alegre una campana.
Desde lo alto de una torre,
Llamaba á los feligreses
Que la primer misa oyen.
Luégo i'echina la puerta
Girando sobre sus goznes,
Y entrando el sepulturero
27
Por ella, decia à voces:
—¡El maldito tabernerol...
Sin decir oste ni moste,
Lo bautiza de manera
Que apénas le deja el nombre...
Y vacilando, tropieza
Hasta dar terrible golpe.
Que tendido como un sapo
Me lo dejó al pié de un poste.
Don Juan, pensativo, mudo,
Entre sus manos esconde
La ñudosa negra cuerda,
Cuando ve á su lado un hombre
Embozado en pobre manta,
Que acercándose así hablóle:
—Buenos dias, caballero,
Le dé Dios. ¿Me dirá dónde
Se entierran los angelitos '
Que son hijos de los pobres?
¿Dónde cavo sepultura
Para éste que de Dios goce.
Ya que á su madre lo roba
El que todo lo dispone?
¡Estaba tan bueno ayerl...
Y empezó tose que tose...
¡Picaro mal!... ¡Garroiillol...
Los módicos no conocen
Remedios contra este mal...
Y ésto diciendo, le corren
Por su pálida mejilla
Tres ó cuatro lagrimones.
El doctor escucha atento,
Y medita y se recoge
2 8
Recordando cuanto vio
En la ya pasada noche;
Y despues de breve pausa
De este modo le responde:
—No se aflija, buen amigo.
No se aflija usted ni llore,
Que su niño está con Dios...
¡Yo lo he visto!... Y e n su nombre
Vamos á cavar su huesa.
Sígame, que yo sé dónde
Los hermanos de este niño
Sus cadáveres esconden.
2ί)
Vili
CÓMO PAGA
DIOS.
El doctor y el padre juntos
A un cuartel pequeño llegan,
Donde están las sepulturas
Que llaman de la inocencia.
Allí, entre los dos, cavaron
Una más, poniendo en ella
El cadáver, que los dos
Antes de ponerlo besan,
Y con lágrimas regado
Cubren su cuerpo de tierra.
El pobre padre recoge
Su azadón, su manta vieja,
Y la mano de don Juan
Humilde á sus labios lleva,
Dicióndole á media voz:
—Dios le pagará tan buena
Obra como usted ha hecho,
Que Dios á los buenos premia.
Y entonces sintió don Juan,
Acaso por vez primera,
Cómo Dios paga al contado
Y en qué clase de moneda,
30
Moneda mejor que el oro:
¡Alegría de conciencia!...—
Ambos, sin hablarse, salen,
Y, al pasar por una iglesia,
Que á su paso se encontraba,
Sin hablar palabra, entran.
EPÍLOGO.
Una mañana de Mayo,
A seis naeses de la fecha
De que trata nuestro cuento,
Subian por la escalera
De una pobre casa muchos
Que se empujan y atropellan.
Hombres, mujeres, chiquillos
De la vecindad entera
De la casa del difunto
Son los que suben por ella.
Y charlando unos con otros
Se decian:—¿Quién dijera
Que tal hombre como un santo
Abandonara la tierra?
—¡Yo por brujo lo tenía!
—¡Yo por un ánima en pena!
—¡Yo por el mismo demonio!...
Añadió luògo una vieja.
-Y en esto un anciano cura
Que en el cuarto los espera,
Oyéndoles, asi dijo:
—¡No juzguéis por la apariencia!
Todo cuanto poseyó
Don Juan á los pobres deja;
31
Y para que os lo reparta
Fui nombrado su albacea.
Sólo al morir me encargó
Que le guai-dase una prenda,
Y ceñida á su cintura
Que lo enterraran con ella.
En el pobre cuarto entraron,
Donde ardían cuatro velas...
Todos la cabeza bajan
Y arrodillándose, rezan...
Pero la curiosidad
Mujeril nada respeta,
Y al ver á don Juan vestido
Con hábito que una cuerda
Le ciiie por la cintura,
Y ademas tiene sujeta
Entre las cruzadas manos
Pálidas como la cera,
Todas al cordon miraban,
Diciendo unas:—Es de seda.
Otras:—De cáñamo ó lino.
Otras:—De lana muy negra,
Y hay quien dice que es el rabo
De alguna terrible fiera.
Dragon de tamaño enorme
Ó extraordinaria culebra.
Por fin una modistilla
Mete mano á sus tijeras
Para cortar un poquito
Y dar fin à tal reyerta;
Cuando al acercar su mano,
Sin mover labios ni lengua,
Dicen que dijo don Juan
32
De cadáver con voz hueca;
—¡Vecinas, por Dios, vecinas,
Yo les ruego que esta cuerda
No profanen, pues la debo
A su dueño qire me espera!
Espantadas y en tropel
Bajan por las escaleras,
Y en la calle, todavía
Que don Juan las sigue piensan.
FIN.
ψπ
AYUNTAMIENTO
DE
MURCIA
H I VO
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ΙΑ9· G
H.· 3.3
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