ral por la crónica y terrible enfermedad que segó en flor la vida de la

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43°
J.
GÓMEZ
OCAÑA . . .
(88)
ral por la crónica y terrible enfermedad que segó en flor la vida
de la angelical Angelita, la hija entrañable, bella y buena, que
dejó para siempre frío el hogar de sus padres.
Marcelino se malogró, no tanto por trabajar mucho como por
cuidarse poco ( i ) . No es suficiente carecer de vicios, sino que hay
que cuidarse del aire, del alimento, de las bebidas y del ejercicio.
Saavedra, ya lo he dicho, murió como un patriarca, y su tránsito fué el ideal para un sabio, el que se contiene en el siguiente
hermoso pensamiento de Leonardo de Vinci: «Que así como una
jornada de trabajo proporciona un buen sueño, una vida bien
aprovechada procura una muerte tranquila.»
Mas desechando, por el momento, estas consoladoras aunque
melancólicas reflexiones, volvamos la vista al ejemplo que nos
ofrece la vida científica del sabio granadino.
El sabio no nace: se hace con más ó menos trabajo, y en poco
ó mucho tiempo, según sus facultades y el medio intelectual que
le rodea. El de Granada, cuando Olóriz era estudiante, favoreció
el desarrollo de sus excelentes dotes nativas, porque además de
la Universidad contaba la ciudad de la Alhambra con otros focos
de cultura como el Liceo, en donde con frecuencia se daban conferencias científicas ó veladas literarias.
Aún alcancé yo esta época, y recuerdo cuánto se estudiaba
entonces en aquella Facultad de Medicina. Por los paseos de la
ciudad discurríamos los estudiantes, preguntándonos unos á otros
de las asignaturas que estudiábamos; en la Sala de disección nos
emulábamos á quién preparaba mejor, y en la primavera se poblaban de estudiantes las frondosas alamedas y los adarves de la
Alhambra.
,: •
(i) Nombrado Bibliotecario de la Academia de la Historia, «pasó á vi*yir en los sombríos sotabancos de su casa de la calle del León, donde.ha
» residido mucho tiempo en pésimas condiciones higiénicas, asistido de un
«portero, trabajando casi siempre con luz artificial, teniendo que salir á
«comer á un Restaurant...» A Menéndez y Pelayo «le ha hecho falta un
»hogar, donde los asiduos cuidados de la familia hubiesen vigorizado su
«naturaleza». (Pérez ViUamil, lug, cit.)
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