Guerra 1939 39 10 28

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Guerra 1939 39 10 28
Turquía entre dos fuegos La SI 28/10/39 p. 1-6
1. El Pacto turco aliado
Después de siete semanas de constantes derrotas diplomáticas, las cancillerías de Londres y París se han apuntado
un buen triunfo. Me refiero a la firma en Angora del Pacto bidual entre Turquía y Gran Bretaña por un lado, y Turquía y
Francia por otro lado. Preparado desde mucho atrás, era firmado ahora, el 19 de este mes, después que se habían
echado a volar numerosas versiones acerca de si sería firmado o no lo sería.
Creemos que, una vez leída esta crónica, el problema quedará completamente aclarado. Con ello, desvirtuadas tantas
críticas que, por uno y otro lado se han hecho, si algunas dando parcialmente en el clavo, las más con una
desorientación absoluta. ¡Cuántas inexactitudes acerca de los motivos de ese Pacto, de las circunstancias que han
rodeado su confección, de las consecuencias que se derivarán de él, según las particulares opiniones de cada uno.
Aquí se ha dado una vez más la falsa situación de los que, anhelando esto o aquello porque así conviene a su especial
manera de sentir, dan como hechos reales sus deseos. Y éstos, sean o no honestos, son siempre errores que
desbaratan el juicio cuando se apartan de la realidad. Esa, buena o mala, aceptable o no, es realidad. y hay que contar
con ella.
Este problema que especialmente tiene por eje Turquía, afecta a otros pueblos, no solo porque son sus vecinos, sino
porque el país se había ligado anteriormente con ellos mediante ciertos pactos. En esto ha habido un general acierto en
hablar de los Balcanes, aunque sin la gravedad que la mayor parte de críticas conceden a estas repercusiones del
Tratado. En fin, es un acto complejo, tal vez un poco más de lo que se figuran muchos. Y, como tal, de fácil entender,
si claramente se expone. Que son éstas, tanto en psicología como en arte, las rarezas de las cosas. Una muy simple
cuesta de comprender, mientras que un problema vivo, con arquitectura compleja, es fácilmente comprendido, a
condición de ser bien mostrado. Hay quine, con solo mirar, adivina la suprema hermosura de un Rubens, siempre
complicado, no acertando, en cambio, a gustar la suprema belleza de lo más simple que existe en arte: una pirámide
egipcia.
2. El pueblo turco
Turquía, relativamente a este Pacto firmado, ha de considerarse desde dos puntos distintos: el de la raza y el de su
situación geográfica.
El pueblo turco, como todos los procedentes del centro del Asia, son razas fuertes, aunque quietas y tranquilas.
Durante miles de años no abierto su boca. Más, cuando, por excepción, la abran, les da una especie de ataque de
nervios y se lanzan como demonios colectivos. Generalmente, por hambre.
Es el caso de todas las emigraciones asiáticas hacia algún punto de sus fronteras. Un día son los del Oxus que se
lanzan sobre la India y hacen tabla rasa de cuanto hallan, hasta establecerse una vez halladas comarcas más o menos
alimentadoras. Otro día es la riada de razas que se abocan furiosamente sobre el oeste y generación tras generación van
avanzando hacia Europa, hasta asomar por encima de la línea acuática divisoria formada por el Rhin y el Danubio, y, al
fin, traspasarla, cayendo a guisa de bárbaros sobre el Imperio Romano. Un día son los mongoles nórdicos de Gengis
Khan, , que a sangre y fuego recorren el Viejo Mundo. Es el hambre. Hoy las necesidades han levantado en el mundo
civilizado a los trabajadores, suscitando la Cuestión Social, eje de toda la política contemporánea. Ayer el hambre
empujaba a razas enteras de sus campos desiertos, lanzándolos sobre el vecino colocado en tierra de pastos y
animales. Es el “espacio vital”, que en cada época tiene su nombre, permaneciendo siempre la realidad
misma. Ese espacio vital que en la noche de los tiempos movía a cien tribus feroces; que ayer hacía surgir la piratería
británica; que hoy lanza a los pueblos poderosos, unos contra el oriente, otros contra el pueblo árabe, otros sobre el
África virgen intacta.
El pueblo turco, raza ligeramente de color –por el estilo de los magiares y de los búlgaros- era lanzado de sus
lares asiáticos también buscando despensas naturales. Recorre extensas regiones abriéndose paso entre mil
obstáculos. Había llegado para él el instante del espasmo nervioso, que es más terrible cuando un pueblo es
tradicionalmente pacífico. Y, dentro de ese ataque de nervios colectivo, ábrese paso por el Irán, atraviesa el Asia
menor, salta al otro lado de los Dardanelos, domeña todos los Balcanes, llega a las puertas de Viena. Hasta que
húngaros y polacos le oponen una muralla viva por el norte, y los españoles y venecianos de Lepanto otra en el
Mediterráneo. Y el espasmo cede. Turquía queda inmovilizada en los terrenos conquistados; y por tres siglos el Imperio
turco se extiende por todo el norte del África, todo el Mediterráneo oriental, todos los Balcanes, núcleo de ese norme
Imperio creado en años, esa Constantinopla magnífica de las leyendas orientales, en la cual crímenes y ensueños se
han ido sucediendo durante tres centurias en profusión admirable.
¡Oh, ese Cuerno de Oro que ciñe a Estambul, en el cual los harenes suspiraban suavemente, todos los refinamientos
de la carne dándose cita, alrededor de los hi8jos del Profeta, mezcla de podredumbre y de misterio! ¡Oh, el encanto
arcaico, en pleno siglo XlX, de esa ciudad de ensueños, donde los vientos traen perfumes de Mil y una Noches y las
gentes andan como embriagadas de odaliscas, de jazmines y de lunas! ¡Oh, esas pretensiones europeizantes de una
cadena de sultanes, , que han creído que Europa era un teléfono, un automóvil y una victrola que suspira!
Todo se fue con la misma rapidez con que había venido. Veinte años bastaron para que se adueñasen de medio
mundo. Veinte años sobraron para que todo se viniese abajo, después de haber dormitado tres siglos al compás de
las masas olas del Bósforo.
Pero no confundamos. El pueblo turco, que era débil desde el momento en que en brazos de un Imperialismo
neurasténico, quiere dominarlo todo, es un pueblo duro, fuerte y valeroso cuando ha podido podarse toda esa moralla
de pueblos sometidos y mostrarse desnudo y puro. Cuando la guerra pasada vencía a Turquía, y le substraía cuanto no
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era turco, hacía a Turquía el favor máximo. Porque le retornaba en su prístina pureza, y, por lo mismo, a su fortaleza
anterior. La guerra le substrae los pueblos vencidos que la odiaban. Kemal Pasha bota cuanto significaba mixtificación de
harenes y putrefacción política. Y es entonces cuando Turquía sabe plantarse contra Grecia invasora, contra toda la
Sociedad de Naciones imperialista, y les dicta su ley. Eran los alrededores de 1922, hace de ello diecisiete años. desde
entonces, Turquía, libre de mixtificaciones interiores y exteriores, se convierte en pueblo fuerte, que tiene que ser tenido
en cuenta, especialmente desde que Ginebra y las grandes potencias tuvieron que capitular ante él completamente.
3. Posición estratégica de Turquía
Ilustran este artículo varios mapas. Vea el lector en ellos la situación privilegiada de ese pueblo. Al decir privilegiada, tal
vez el término es impropio. Porque el ocupar a veces una situación geográfica de primera clase es la causa de todas las
desgracias de un país.
El pueblo turco actual, sin mezcolanzas de minorías que no ligan, ocupa actualmente toda la antigua Anatolia o Asia
Menor, y en Europa la ciudad de Constantinopla y sus alrededores, con toda la extensión de los famosos estrechos que
del Mediterráneo llevan al Mar Negro.
Situaciones comos estas son verdaderas claves internacionales. Su posición abre solución a varios problemas. Su
enemistad es particularmente peligrosa.
Durante miles de años estas tierras hoy turcas fueron teatro de cien guerras, habiendo recorrido esos montes todas las
aves de rapiña coronadas que nos recuerda la historia de un pasado tan lejano. Aquí los griegos homéricos que tenían
pobladas de hermanos todas las costas, formando una nueva Grecia. Aquí Troya, la ciudad legendaria, alma de los
poemas epopéyicos de Homero y base de la grandeza del pueblo heleno. Aquí las falanges (nombre milenario) de los
babilonios, de los asirios montañeses, de los persas hambrientos de tierras verdeantes y feraces. Aquí Alejandro
cortaba el nudo gordiano, y luego las aguas de uno de esos
ríos le cortaban a él la vida en plena juventud. Aquí, saltando de un brinco más de mil años, los cruzados realizaron sus
heroicas acciones y sus grandes ruindades.
Y no solo ruidos de lanzas y rechinar de catapultas. En esta península apartada y dura, se realizaron tantas cosas que
tocan al espíritu. Cerca de ahí se mecía la cuna del alfabeto. Aquí surgía la permanencia de la escritura al inventarse los
pergaminos. Y aquí tenía lugar aquel sueño loco y desvariado (que las naciones plutocráticas de hoy no deben olvidar)
de un rey idiota que amaba tanto el oro, que les pedía a los dioses inmortales que cuanto tocase oro fuese. Y se moría de
hambre (amén de nacerle unas largas orejas) porque tampoco entonces era el oro digestible…
País esencialmente estratégico. Hoy como ayer. A tiro de cañón tiene las lagunas petrolíferas de Mosul, alma de las
escuadras inglesas. Al confín del horizonte, por el sur, el Canal de Suez abre su largo vientre fecundo, cordón umbilical
del Imperio Británico. A poniente, esos Dardanelos legendarios, por cuyas ensenadas Marte y Venus, han paseado
constantemente, vigilando las cercanías del Mar Negro, desde los días de los Argonautas famosos por su riqueza. Y aquí
Chipre, la misteriosa isla británica, armada de raíz a cumbres. Aquí Jaffa, el puerto militar británico construido en tierras
árabes sin el permiso de los árabes. Aquí las huestes mussolinianas, asomando sus cascos fascistas por las fronteras
egipcias, y el mismo Egipto, en una situación igualmente clave para cuantos tienen intereses más allá de sus propias
fronteras.
Si la situación es estratégica, la configuración es más todavía. Toda Anatolia es un nudo ininterrumpido de cerros, con
escasas llanuras, que ofrecen una defensa natural precisa. Esta es la parte anterior u occidental. Su parte oriental es lo
mismo, pero a base, no ya de cerros, sino de abruptas y altísimas montañas, entre las cuales el Ararat noémico alza su
frente siempre nevada con arrogancia gentilicia. Sus costas son quebradísimas, ofreciendo, en su parte occidental
millares de senos, bahías y ensenadas en las cuales podrían esconderse todas las escuadras del mundo. El lector no ha
de mirar más que el pequeño mapa en que reproducimos los alrededores de Smirna, que son, a este respecto,
maravillosos.
De ahí la doble importancia de este pueblo. Como tal, desde que está libre de imperialismos y arrogancias, es una raza
fuerte, que ha mostrado en los últimos veinte años que no teme a nadie, realizando asombrosas hazañas bélicas.
Como situación es, podríamos decir, la más codiciada del actual mundo desorbitado, por encontrarse en una especie de
plexo solar de las naciones en pugna.
4. La Turquía de los últimos años
En la guerra mundial Turquía formó al lado de Alemania. Fue, con Bulgaria, el único pueblo de mediana importancia que
se alineaba con los dos Imperios centrales: Alemania y Austria-Hungría. Vencidos esos Estados, los Aliados les
refregaron por las narices los 14 Puntos, el derecho de autodeterminación y la democracia y comenzaron a hacer
picadillo de estos pueblos. Uno estos mapas lo hemos cortado de “The Illustrated London News”, del año
1920, todavía calientes las cenizas de la guerra. El lector ha de pasar los ojos por este mapa, que delata la voracidad
vencedora y la veracidad del “Ay, de los vencidos”. Es una verdadera orgía de apetitos, y repugna que
ellos los concretasen haciendo tiras una nación los que tenían la boca llena de respeto a la voluntad de los pueblos.
Sigamos este mapa, tan elocuente. Véase la tajada de Smirna. Ciudad de más de 300.000 habitantes, rica en toda
suerte de energías y riquezas: “To Greece”. Grecia había ayudado, aunque a regañadientes, a los aliados.
Había que echarle una buena paga. También era para Grecia toda la Tracia, excepto Constantinopla, que se dejaba a
los turcos para que recordasen lo que habían sido en el pasado.
Italia se había metido en la guerra cabalgando sobre un Tratado secreto. En él, entre otras cosas, se le entregaba, para
el día de la Victoria, las islas griegas del Dodecaneso y otras más. Léase arriba del mapa: “Región de carbón, para
Italia”. Claro que esto en 1920. Pasaron
dos años, y la firma de ese Tratado fue desconocida. Nada le entregaron. Para quedarse en el Dodecaneso tuvo que
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plantar cara… y enemistarse con los griegos.
Pero lo más interesante no es esto. Otra vez la vista en el mapa. Mírense los estrechos. “To Allied”. Es
decir, el tuto y la pechuga para los que hacían el reparto. La fábula del león, eternamente viva. Los estrechos eran
nominalmente internacionalizados, bajo guarnición británica, es decir, eran adjudicados a Londres.
Échese un vistazo sobre la parte continental. Turquía era desmembrada por todos lados. Alrededores de Alexandretta:
Mandato. Tigris y Eufrates con sus petróleos: Mandato británico. Corazón del Cáucaso: Armenia independiente, aunque
no era esta la sede del verdadero pueblo armenio, mártir victimado en Versalles y sus alrededores. Tenemos a la vista
el texto inglés de ese zafarrancho democrático. Lo acompaña este mapa que reproducimos. El título es macabro.
Traducido dice así: “Haciendo picadillo a Turquía”.
Italia, llena de sentido común, dejó sus pretensiones a la Adalia, una vez conocida la actitud turca. Grecia, que soñaba
en unas Termópilas, no recordando que había alguna diferencia entre su largilucho rey Constantino y sus héroes de
otrora, invadía la Anatolia. Nunca lo hubiera hecho. El ejército turco los dejaba avanzar hasta los peligrosos desfiladeros
interiores. Y la derrota fue tan sonada, que media docena de generales griegos eran pasados por las armas en Atenas.
La Sociedad de Naciones había amparado esos despojos. Los aliados los alentaron. Turquía se cuadraba ante Ginebra,
desafiaba a las grandes potencias, imponía el Tratado de Lausana (1923) por el cual lograba que se la dejase sola y
respetada, dedicada intensamente a una labor de renovación.
Fue entonces cuando Kemal Pashá –comparable bajo este aspecto, a los grandes fundadores de naciones (un
Lao Tseu o un Manco Capac)- creaba la Nueva Turquía, rascándole tantos pegotes musulmanes, limpiándola de tanta
suciedad oriental y mirando de no macularla, tampoco, con tantas cosas occidentales que nos enorgullecemos de llamar
civilizadas y que no lo son.
Y aquí es donde comienzan las relaciones íntimas entre los rusos y los turcos. Porque se hallaban unidos por muchos
comunes ideales. El Soviet halla un obstáculo a toda medida de orden en la corrupta Iglesia Ortodoxa, que, desde que
se separaba de Roma y entroncaba con los poderes civiles, no era más que una sentina de vicios y corruptelas. Kemal
Pashá se encontraba cara a cara con el clero, no menos corrupto de la musulmanería. Todos los atrasos y todas las
depredaciones se hacían a la sombra del minarete, y entre cánticos de mezquitas. Ambos países se encontraron con un
latifundismo feudal que convertía la población en un inmenso rebaño de infelices esclavos. Ambos se encontraron con
una pobreza máxima, un analfabetismo absoluto, un despotismo social repudiable.
Nuevo motivo de amistad fue la común desgracia ante los gobiernos aliados vencedores. Turquía era repartida
inmisericordiosamente. Solo alzándose en armas contra los vencedores lograba imponer sus derechos. Rusia se veía
amargada por tres ejércitos zaristas, financiados por Gran Bretaña, la cual invertía en ello –confesado, luegoalgo más de 100 millones de libras. Ese común ataque por parte de un mismo enemigo enlazaba más fuertemente a
ambos países.
Y así fue como se ligaron ambos pueblos. Rusia y Turquía, con lazos de amistad y colaboración, especialmente cuando
los Soviets inclinaron su peso a favor de una Turquía libre e intacta ante el mundo internacional
5. Tres Pactos turcos
En tanto, Europa marchaba de mal en peor. Los pueblos, simulando paz, preparaban la guerra. Y todos, ante el mal
ejemplo de las grandes potencias, estaban locos para coordinar alianzas entre sí para la mutua defensa. Recuérdese,
primero, aquel furor diplomático para aislar a Moscú, después que había fracaso la intervención armada contra el
Soviet. Luego, aquel ataque de nervios que lanzaba por todos los caminos de la Europa Central y Oriental al eximio
Barthou, tan lúcido cerebro y gran corazón como nulo diplomático… Luego, ¿para qué ir
señalando esas correrías, que serían absurdas si no fuesen trágicas, todas para aislar a éste o aquél pueblo, para
molestarse los unos a los otros, para sacar ventajas, no a costa del propio esfuerzo positivo, sino de la depredación del
vecino, según normas de envidiosos?
Todo constantemente temblando bajo los pies, siempre hablándose de gueras. Danzig gritando su voluntad y nadie
escuchándola. Palestina en armas contra su dominador, exigiendo unos espacio vital, construyendo todos líneas
defensivas, armando puertos fantásticamente construidos como Jaffa y Singapore, almacenando víveres por millones
de toneladas todos los Gobiernos, trabajando día y noche las fábricas de armas, los derechos y la voluntad de los
pueblos pequeños desconocidos por todas las potencias sin distinción…
Turquía, entrando en el miedo general, trabajaba tres Pactos, que lograba llevar a término. Y a ellos sigue todavía unida
más o menos.
a) En 1934 entre Turquía en un Pacto Balcánico, que firman con ella Grecia, Yugoslavia y Rumania. Como se ve,
Turquía, que no es balcánica, formaba al lado de los tres pueblos netamente balcánicos. En cambio, Bulgaria, que
está en el corazón mismo de los Balcanes, no formaba parte de esa liga. Eso era su debilidad. Más que para la paz, era
para sujetar a Bulgaria.
Respecto de ella, Turquía no se portaba bien. Hicieron la guerra mundial juntas. Cayeron juntas. Fueron trituradas
juntas. Turquía lograba zafarse de esa trituración. No, Bulgaria, que sostiene su derecho a regiones netamente búlgaras,
como ser la Dobrudja, en posesión de Rumania y parte de la Tracia, en posesión de Grecia. Y ahora Turquía se aliaba con
los ex enemigos, respaldando la mutilación de su antigua aliada. El gesto era poco elegante, por cierto. Podemos decirlo
aquí, donde acabamos de mostrar a Turquía no odiosamente, sino de una manera que creemos justa e interesante.
b) Unos años después se ligaba Turquía mediante un segundo pacto, ahora con Egipto, Irak, Afganistán y Persia, es
decir, pueblos en más o en menos musulmanes. Enero de 1937.
Tampoco este pacto era muy simpático. Se creía, en su principio, que se trataba de una ayuda a los países árabes,
especialmente la Palestina, en revuelta democrática contra el Mandato. Se sabía, luego, que Turquía estaba negociando
secretamente, quién sabe qué cosas, y precisamente a costa de esos pueblos árabes, especialmente de Siria.
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Tenía otra trascendencia este Pacto de No Agresión. En él figuraba Afganistán, vecino de Rusia. Si alguien echa una
ojeada por el mapa que publicamos en la portada del número 917, verá que ese país asiático se interpone, por medio
de una pequeña parcela, entre Rusia y la India. Y esto tiene un interés extraordinario. Porque, en caso de desacuerdo
entre Gran Bretaña y el Soviet, este atacaría a la India –es decir, entraría como aliada de la mayoría hindú- y
forzosamente debería atropellar al Afganistán. En este caso, Turquía debería pronunciarse de hecho contra Rusia, su
aliada de siempre.
c) Finalmente, Turquía entraba en la negociación de un nuevo Pacto, ahora con Gran Bretaña y Francia. Pero esto
merece párrafo aparte.
6. Negociaciones trascendentales
En Abril pasado Turquía entraba en tratos con Francia y Gran Bretaña para la negociación de un Pacto. El lector hará
bien en rascarse sus prejuicios –que nunca llevan a la luz- y comenzar por dar la razón a quien la tenga.
Francia consideraba que era de gran importancia ese futuro Pacto. Y no equivocaba. Pared en medio de Turquía, tiene
Francia el Líbano, milenariamente Protectorado francés, la Siria, que es lo es también desde el fin de la pasada guerra.
Además, por esa Siria, fronteriza con Turquía, pasaba el enorme cañón petrolero que lleva el aceite de Mosul a la costa
mediterránea; y se sabe que una parte muy voluminosa de ese petróleo pertenece a Francia, por repartición graciosa que
efectuaron (por supuesto, sin consultar a los asirios) los países vencedores de la guerra. Con este petróleo nutre Francia
sus naves de guerra.
Para qué decir la importancia, también para Gran Bretaña, de un Pacto con Turquía. Tenía, para intentarlo, todas las
razones aducidas por Francia y otras más. Por ejemplo, la posesión de la Palestina; la del Irac, Protectorado británico
bajo una capa transparente de independencia; la Transjordania. Además, gran parte del Imperio británico está
situado en partes cuyo camino pasa por ese Mediterráneo oriental y Suez. Y Turquía, con una larga costa
mediterránea, es por ubicación –y por recia energía- potencia en ese mar.
Para ambos pueblos a la vez era interesante un Pacto con Turquía para tener en sus manos los Dardanelos. Era
demasiado fuerte el recuerdo de la pasada guerra, y la humillación que habían recibido ambos países, demasiado cruenta,
para no tenerlo en cuenta ahora para el futuro. Efectivamente, aliada entonces Turquía de Alemania, mandaron los
germanos a esos estrechos a sus mejores ingenieros militares. Y de tal modo fortificaban esos pasos (que el lector
hallará en los mapas de primera página) que no hubo manera de pasarlos. Los británicos mandaron su famosa
expedición a los Dardanelos con orden de tomarlos a cualquier precio. Desembarcaron en Galípolis, dando la cosa por
hecha. Se prepararon tres cruceros británicos precedidos de un acorazado francés. Este era hundido en segundos.
Los cruceros ingleses se retiraban inmediatamente, tras la tragedia del acorazado explorador. La odisea de los
Dardanelos daba que hablar. Cuatro años de forcejamientos. No pudo pasar una rata.
Para el porvenir, interesaba, por lo mismo, tener al lado a Turquía. Ahora más que nunca. Entonces tenían a Alemania
en contra los aliados. Podían tener en contra ahora, también, a los rusos, con su inmenso poder. había que pololear a
Turquía. Y, así se hacía, entregando, además, a la festejada, algunos regalos previos que valiesen la pena. Los pagaron
los árabes, que no los novios.
También interesaba a Turquía tener aliados. Echando a volar la fantasía veía numerosos peligros posibles. Le decían,
especialmente en Londres. Que Italia tenía aspiraciones en ese Cercano Oriente. Como lugar de paso, es evidente que
las tenía, por cuanto es camino obligado del Imperio colonial italiano recién establecido. Y no se dormía Italia a este
respecto.
Se habló muchos meses atrás –cuando la guerra de España- de que Italia tenía más de cien mil hombres en la
costa líbica. Más. Si el hecho era verdadero, la interpretación que se le daba, no solo era equivocada, sino que Gran
Bretaña sabía que era equivocada. Se decía que esos contingentes estaban espiando hacia Egipto, amigo de Gran
Bretaña, para el día de posibles hostilidades. Y era evidente –aunque los diarios ni siquiera lo apuntasen (en
estas columnas fue dicho)- que se trataba de las tropas que Italia mandaba a España en ayuda de Franco, que eran
preparadas, equipadas y “legionizadas” en esa costa africana. La Comisión de No Intervención, que
funcionaba en Londres bajo la Presidencia de un británico, exigía ese camuflaje para sostener que no había intervención
en la península ibérica.
Pero, si estos efectivos italianos no podían molestar a Turquía, y menos a Gran Bretaña, porque sabían bien a qué
atenerse sobre su finalidad, en cambio otros movimientos eran menos inocentes. Por ejemplo, la fortificación , llevada al
último extremo, de las islas del Dodecaneso, que el lector puede ver en los mapas 1 y 3 de la portada. Está este
archipiélago a tiro de costa turca. Precisamente de esa costa que los Aliados habían adjudicado a Italia en los días de
sus ensueños versallescos. Y Turquía tenía aquí algo que temer.
Esa fortificación del Dodecaneso no iba contra Turquía. Italia ha renunciado del todo a expansionarse por este lado. Pero
había interés en hacer creer que ello iba contra Turquía. Italia fortifica esa región para posibilidades bélicas en el
Mediterráneo, en su pleito con Francia y Gran Bretaña. Pero, montadas para plantar cara a esos dos países ¿no
podrían, en su día, servir contra Turquía misma?
Turquía se encontraba, ya aquí, en la necesidad de fortificar su costa y de modernizar su ejército. Y es esto lo que
iniciaba a principios de este año. Gran Bretaña, que tiene millonadas de oro desocupado, prestaba primero 8 millones
de libras, luego otro tanto, para fortificaciones y armamentos. Mandaba a Turquía cañones de gran calibre, aunque de
tipo ya anticuado en parte. Y Francia se ponía al frente de la construcción de una Línea de Maginot turca, que puede verse
graficada en el mapa primero de este número. En parte por necesidad de dar trabajo, en parte por emplear el oro
desocupado, en parte por tener del todo a Turquía al lado, se iniciaba una campaña para hacer ver en Turquía el
“peligro italiano”, aunque no se creyese en el peligro.
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“No hay que olvidar –escribía un periódico- el bombardeo de Corfú por los italianos en 1928, las
pretensiones italianas en la Anatolia, el haber los ítalos inclinados la balanza española a favor de Franco…”.
Era la siembra de sospechas, para llegar a un fin determinado.
No hay que olvidar otro detalle. Estamos en Marzo, Abril y Mayo de este año. Era cuando Francia y Gran Bretaña
pololeaban poliándricamente con Rusia, en conversaciones con Stalin para concluir un Pacto entre Rusia y las dos
grandes potencias aliadas. Esa broma diplomática duraba más de tres meses. Gran Bretaña y Francia un día, otra vez
Rusia, no hacían más que poner obstáculos a una avenencia, más que llegar a un Acuerdo. Francia, que veía claro,
urgía la avenencia. La Downing Street no la deseaba, aunque sí deseaba la continuación de las negociaciones, para
entretener a Rusia mientras la guerra se iba acercando.
Fue entonces cuando Turquía daba un paso que honra su buena fe: consultaba a Rusia, su amiga, acerca de si le
convenía entrar en tratos con Gran Bretaña y Francia, aceptando condiciones y ventajas. Rusia aprobó. El lector ha de
tener en cuenta la eficacia decisiva de estas dos palabras últimas: Rusia aprobó. Era lógico que Rusia aprobase por
cuanto ella misma estaba en tratos con los dos mismos países, en vías a una posible inteligencia.
Hay que partir, pues, de esta base, cuando se hable de los tratos, que van a venir, entre Turquía y Rusia. Esta había
aprobado los tratos entre Turquía y Gran Bretaña-Francia.
7. Una previsión que dice algo sobre el origen de la guerra
No hay que desarrollar aquí dos problemas paralelos a éste del Pacto Turco, que son el del Mediterráneo y el del
Cercano Oriente. Pero no hay que olvidar que ambos interesan profundamente a Gran Bretaña y Francia, y que Turquía
está situada en el Mediterráneo y en el Cercano Oriente. Alemania ha mirado continuamente, y razón tenía para ello,
hacia esta parte del mundo. ¿No sería interesante, por lo mismo, interponer entre ella y los intereses británicos y
francos una muralla constituida por un Estado-tampón, que sirviese de coraza a esas posesiones coloniales?
Tal era la importancia de estas razones, que sucede una cosa que no se realiza jamás en la tramitación de Tratado
alguno. Gran Bretaña y Francia proponen a Turquía simplemente un Tratado de Defensa, le dan unos meses para que
lo piense, puesto que Turquía quiere meditarlo, y, sin esperar que se decida definitivamente, le regalan a condición de que
acepte; buenos presentes: Francia regala a Turquía el distrito de Alexandretta con la ciudad, una de las mejores del
Mediterráneo Oriental (situada en el ángulo o golfo del número 3 del mapa de la página 3) y Gran Bretaña presta a
Turquía 16 millones de libras turcas, con la mitad de las cuales inicia la construcción de la Línea Maginot a que hemos
aludido antes y con la otra mitad compra material bélico a Gran Bretaña.
(La diferencia de los regalos está a la vista, dicen algunos. Francia se desprende de un distrito y una bella ciudad.
Gran Bretaña presta dinero que vuelve a ella en buena parte. Pero hay que considerar que, al regalar Alejandretta,
nada se toca del suelo de Francia: se regala lo que es de otros, de la Siria árabe).
¿Por qué ese insólito apresuramiento en esos regalos? Porque ellos dejaban ligada para siempre a Turquía. Cierto que
ese país tenía algunos meses para pensar si firmaría o no el Pacto propuesto. Pero cierto, también, que, de no firmar,
debía devolver Alexandretta, que había sido dada en pago y había pasado a Turquía, y había que reembolsar a los
acreedores aquellos 16 millones que no estaban en manos de Turquía, porque esta los había ya gastado. El general
Orsay, que presidía la Comisión que gastaba en Londres parte de esa suma, estaba ya de vuelta en Julio.
Los que examinan los orígenes de la actual guerra tendrán que recordar esos pagos antes de la firma y pensar que no
más por motivos muy graves podía seguirse este procedimiento. Esos motivos, posiblemente, no eran otros que la
proximidad de la guerra, que cuando era entregada Alexandretta, seis meses atrás, estaba ya seguramente decidida.
Gran Bretaña y Francia tenían ya a Turquía en la mano. Pasase lo que sucediese, ya no podía volver atrás. Porque la
posesión de Alejandretta hubiera hecho impopular al Gobierno que no la hubiese afirmado. Se había ligado a Turquía por
manera que no podía escapar.
8. Firma del Pacto
Se inicia la guerra el 1 de Septiembre. El 15 Rusia interviene. Antes tiene lugar el famoso y sorpresivo Tratado germanosoviético. El Kremlin, en virtud de cláusulas secretas de este Tratado, ocupa militarmente los tres países bálticos de
raza eslava, y exige ventajas de Finlandia, para la defensa rusa. Al propio tiempo, invita a Angora a entrar en tratos,
viajando a Moscú, para ello, el canciller turco.
No podía pasar otra cosa que lo que fatalmente pasó, humanamente hablando. Rusia hace explicar a Turquía sus
relaciones con Gran Bretaña y Francia respecto a las aguas mediterráneas. Los deseos de Moscú son que Turquía
cierre los estrechos, en caso de guerra, se comprende y ahora a los barcos de guerra de otros países, considerando que
el Mar Negro es un lago propiedad de los países que lo limitan: Rusia, Turquía, Rumania, Bulgaria, pero que pende del
país que posee los estrechos (véase los mapas de la primera página) el que esa mar interior sea efectivamente interior.
Turquía aduce lo siguiente:
1º Rusia pide ahora a Turquía algo que es lo contrario de cinco meses atrás. Al aceptar provisoriamente Turquía las
propuestas franco-británicas, Rusia aplaudía el gesto.
2º Cierto que las circunstancias internacionales anteriores eran distintas de las actuales. Pero, si así se considera y en
consecuencia se obra, rechazando las bases franco-británicas, Turquía debe devolver a Francia Alejandretta y a Gran
Bretaña los 16 millones ya invertidos.
3º Francia tenía alineados en la frontera sirio-turca, a las órdenes del general Weigand, 150.000 hombres y los ingleses
una escuadra. (Cuando los aliados habían dicho a Polonia que Weigand se ponía en camino para ir en su socorro, se iba
tranquilamente a Beirut, a vigilar a los turcos).
4º En las conversaciones preliminares turco-aliadas, Turquía había autorizado a Gran Bretaña a fortificar el puerto
magnífico de Tchesne, cuya situación estratégica puede ver el lector en los dos mapas conjuntos de la primera página,
entre la península de Smirna y la isla de Chios. Las obras de fortificación estaban ya muy avanzadas. Los ingleses
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estaban posesionados de la bahía. Rusia, al ser entregada, no había opuesto razones ni dificultades. ¿Cómo hacer salir
ahora a los británicos, después de hecha la concesión?
Durante un mes se habló en Moscú de todo esto. No se halló salida a ello. El mal paso había sido dado en el principio. N
había como volver atrás.
Fue entonces cuando Rusia proponía a Turquía dos puntos, para salir de este impasse contradictorio:
1º que, por el momento, Turquía, puesto que no podía volver atrás, firmase lo prometido, pero con la adición de un
Codicilo suplementario en que constase que ella, Turquía, bajo ningún pretexto o razón, se comprometía a hacer la guerra
a Rusia, con la cual no quería conflicto armado alguno.
2º que, una vez firmado el Pacto en estas condiciones entre Turquía y los dos países aliados, entrarían en nuevas
conversaciones Rusia y Turquía para firmar un Pacto entre sí.
La primera condición era notablemente exigente. Porque, en rigor concreto hablando, y tal como estaban las fichas
actuales en el momento diplomático actual, no poder hacer la guerra a Rusia era no poder hacerla tampoco a
Alemania, dado el ligamento que hay entre los dos países por su último Pacto. Y solo el porvenir diría si un
distanciamiento entre aquellos dos grandes países podría permitir que Turquía declarase la guerra a Alemania dentro de
las condiciones del pacto turco-británico, sin declararla a Rusia.
Gran Bretaña era consultada por Turquía. Se pasaron dos semanas en conversaciones. Gran Bretaña aducía que
Turquía debía cumplir la palabra dada. Turquía se plantaba en el sentido de que bajo ningún aspecto, con la amenaza
rusa encima, podría firmar, sin el protocolo
adicional. Intervenían los que en Londres, y aún dentro del Gobierno, defienden que hay que tener contentos a los rusos
para que no pasen a actuar bélicamente en la India, el Irac y otra parte sensible del Imperio. Daba Gran Bretaña su Vº
Bº. Y el Pacto era firmado con el codicilo dicho.
Las obligaciones de este Pacto –salvo una parte desconocida que se quedó en conversaciones firmes- son las
siguientes:
1º Si en la región mediterránea oriental algún país ataca a Gran Bretaña o Francia o sus colonias o protectorados,
Turquía declarará la guerra al agresor, corriendo el riesgo de Gran Bretaña y Francia.
2º También ayudará bélicamente Turquía si Gran Bretaña y Francia ayudasen a Rumania o Grecia atacados por un
tercero.
3º Si Turquía es atacada, Francia y Gran Bretaña acudirán en su ayuda.
4º Bajo ningún pretexto y en ningún caso, ni aún en los previstos en los artículos anteriores, Turquía declarará ni
hará la guerra a Rusia.
De tal modo este último artículo condiciona a los anteriores, que el Tratado sería nulo en los actuales momentos. Si el
duetto Alemania-Rusia determinase atacar a Gran Bretaña, no sería precisamente Alemania la que llevaría sus fuerzas a
la India o al Irac, sino Rusia. En cuyo caso Turquía quedaría neutral cuando menos.
Sin embargo, siempre Gran Bretaña y Francia han dado una buena batalla en el siguiente sentido: Turquía, en estos
instantes, se compromete como consecuencia o corolario de este pacto, a no cerrar los estrechos a los buques de Gran
Bretaña y Francia, pudiendo, por lo mismo, entrar submarinos en el Mar Negro, también buques de combate, y
estorbar el comercio ruso alemán, que enfila por la triple vía fluvial del Volga, del Danubio y el Dniester.
Es decir, que este Pacto estrecha el bloqueo contra Alemania en el sentido de que, posiblemente al menos, puede
intentar cortarle una vía de aprovisionamiento seguro y fácil.
9. Lo grave no es esto
Pero lo grave era lo otro, que en el Pacto no se tiene en cuenta, al menos en el publicado: que Gran Bretaña se ha
posesionado de una de las más hermosas bahías de Turquía, y que Rusia, en correspondencia –podríamos decir,
también, Alemania- podría solicitar otro tanto. Uno sabe bien qué quiere decir esto: cuando una gran potencia ha puesto
el pie en un país, ya no hay nada que le saque de él.
Gran Bretaña tiene tantas fortalezas en este Mediterráneo Oriental, que no parece que necesitase una más: Chipre,
Suez, Jaffa, Corfú. Pero piénsese que todas ellas tienden hacia Suez y el mar Rojo, mientras que esa bahía de
Tchesne mira derecho a los Dardanelos, y, por lo mismo, a Rusia y el mar Negro.
Véasela otra vez en los mapas de primera página.
Los mares interiores tienden a ser lagos comunes de aquellos países que los limitan. Italia ha convertido el Adriático en
lago italiano. Gran Bretaña ha llamado “English Chanell” al de la Mancha.. el Báltico exige ahora Rusia
que quede ahora a su merced en la parte que toca a sus nuevas costas bálticas. Igualmente, Rusia aspiraba a que el
mar Negro fuese considerado -no siendo mar de paso- mar interior, en el cual nadie tenía nada que hacer más que los
países que lo limitan.
Este ideal ha quedado eliminado prácticamente por el Pacto turco-británico.
Con ello se alza ahora en el mundo internacional un nuevo problema. Los estrechos de los Dardanelos, Mármara y
Bósforo, que son el paso obligado para llegar al mar Negro, están en poder de Turquía. Mientras este país era neutral
–aun, si se hubiese aliado con países que diesen al mar Negro- no había cuestión. Pero, aliado ahora con Gran
Bretaña, renace el viejo problema de Constantinopla y los estrechos, que movió la política de Europa durante décadas
del pasado siglo, y que ahora renace en virtud de este pacto. Turquía lo ha entregado virtualmente a sus aliados. Rusia
se ve defraudada en su aspiración de libertad absoluta de tránsito y aún libertad absoluta de vedar el acceso a su mar
interior. Y renacerá en el gran país el Ideal de los zares de
antaño, cuya ansia mayor era adueñarse de los estrechos –por tanto, de Constantinopla- como medio
indispensable para resguardar la independencia de Rusia y del mundo eslavo.
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…Turquía entre dos fuegos. Añadamos que no todo por su culpa, por cuanto el que ahora le pone exigencias,
Rusia, alentaba esta política, bajo la batuta del anterior canciller del Kremlin, anglo por afición y por parentesco. Situación
verdaderamente trágica.
La situación estratégica de Turquía la perjudica, poniéndola en esos serios enredos, entre el oso ruso y el leopardo
británico, entre el gallo francés y el águila alemana. Porque a veces ¡oh, ironía! la mayor calamidad, como decía el
poeta, es sobresalir en algo: ¡Ay, infeliz de la que nace hermosa!
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